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Resumen Abstract
La relación entre el Trastorno del Espectro Autista (TE) The relationship between Autism Spectrum Disorder
y la Anorexia Nerviosa (AN) ha suscitado un creciente (ASD) and Anorexia Nervosa (AN) has raised a growing
interés dadas las altas tasas de comorbilidad y la ne- interest given the high comorbidity rates and the need
cesidad de adaptar los tratamientos existentes a esta to adapt existing treatment to this population, since
población, ya que presentan peores resultados en los they present worse results in standard treatments for
tratamientos estándar para el trastorno de conducta eating disorders. In this article, a descriptive review
alimentaria. En este artículo se realiza una revisión of different aspects related to ASD and AN is carried
descriptiva de diferentes aspectos relacionados con out, trying to offer a perspective on the topic that may
los TEA y la AN tratando de ofrecer una perspectiva be useful for clinical practice. It covers epidemiologi-
sobre el tema que pueda ser de utilidad para la práctica cal aspects and neuropsychological profiles, deepens
clínica. En él se abordan aspectos epidemiológicos y the particularities of the diagnosis in these cases and
perfiles neuropsicológicos, se profundiza en las parti- presents treatment proposal.
cularidades del diagnóstico en estos casos y se exponen Keywords: Autistic Spectrum Disorder, Anorexia,
las propuestas de tratamiento. Eating Disorders, Asperger Syndrome, Cognitive Re-
Palabras clave: Trastorno Espectro Autista, Ano- mediation Therapy.
rexia, Trastornos Alimentarios, Síndrome de Asperger,
Terapia de Remediación Cognitiva.
ISSN: 1130-5142 (Print) –2339-7950 (Online)
Introducción
La Anorexia Nerviosa (AN) se clasifica en el Manual Diagnóstico y Estadís-
tico de los Trastorno Mentales (5.ª Ed.; DSM- V; American Psychiatric Association
[APA], 2013) como uno de los trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos.
Se caracteriza, entre otros síntomas, por un peso significativamente bajo, miedo a
ganar peso o conducta persistente que interfiere en el aumento de peso, así como
por una alteración en la forma en que uno mismo percibe su cuerpo, una influencia
impropia del peso en la autoevaluación o falta de reconocimiento de la gravedad del
bajo peso. La AN es un trastorno multideterminado, complejo y grave: posee la tasa
más alta de mortalidad de todos los trastornos mentales (Harris y Barraclough, 1998).
Por otro lado, el Trastorno de Espectro Autista (TEA) es un trastorno del
neurodesarrollo de inicio en la infancia, caracterizado por dificultades en la comu-
nicación social y por patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento. Puede
darse con o sin déficit intelectual así como con o sin deterioro del lenguaje. En el
DSM-V (2013) desaparecen los subtipos que contemplaba el DSM-IV (1994) (el
Síndrome de Asperger era por ejemplo, uno de ellos), ya que se reconoce un amplio
abanico de fenotipos dentro del espectro. Por tanto, desaparece la nomenclatura de
Trastorno de Asperger (dentro del espectro autista, este síndrome es uno de los que
más se han estudiado en relación a la AN) pero eso no quiere decir que desaparezca
el cuadro clínico en sí. Lo que cambia en el DSM-V (2013) es la visión categorial,
siendo considerado un trastorno dimensional, en función de las necesidades de
apoyo requeridas. Las personas antes diagnosticadas como “Trastorno de Asperger”
(Síndrome de Asperger, según la CIE-10, OMS, 1993) actualmente entrarían en
la categoría diagnóstica de TEA de grado 1 especificando que no presentan déficit
cognitivo ni deterioro del lenguaje.
Ya en los años ochenta Gillberg (1983) planteó la posibilidad de que pudiera
haber un TEA subyacente en algunos casos de AN basándose en las semejanzas
en sus perfiles cognitivos, sugiriendo incluso que compartían una vulnerabilidad
genética que en interacción con factores ambientales podía manifestarse como AN
en niñas y como TEA en niños durante la infancia. Desde entonces hasta ahora
ha habido un creciente interés en la literatura científica por entender la relación
existente entre estos dos trastornos dada la elevada presencia de TEA en AN y
las dificultades subyacentes compartidas en el funcionamiento cognitivo, social y
emocional (Westwood y Tchanturia, 2017). Las características que comparten los
trastornos alimentarios (sobre todo la AN) y el TEA incluyen los comportamientos
repetitivos y limitados, la retirada social y las dificultades en entender los estados
mentales ajenos (Nickel et al., 2019).
El TEA parece estar sobrerrepresentado en población con trastornos alimenta-
rios. En su revisión sistemática, Westwood y Tchanturia (2017) encontraron que las
personas con AN tenían más dificultades asociadas al TEA que los sujetos control.
De otra revisión sistemática, se extraen datos de prevalencia de rasgos autistas en el
22,9% de las pacientes diagnosticadas de AN (Huke, Turk, Saeidi, Kent y Morgan,
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con la teoría de la mente (la habilidad para atribuir estados mentales) (Nickel et
al., 2019). De forma específica:
- El concepto de dificultad con la alternancia de tareas hace referencia a
los problemas para utilizar un estilo de pensamiento flexible que posibilite
alternar entre operaciones, acciones, tareas…etc. Las dificultades en esta
área llevan a la rigidez cognitiva, que puede manifestarse a través de la
tendencia a poner en marcha estrategias inflexibles de solución de proble-
mas que complica la adaptación a las circunstancias vitales, cambiantes
por naturaleza. La rigidez cognitiva también está relacionada con el tipo
de pensamiento “todo-nada” y las tendencias perfeccionistas (Treasure y
Schmidt, 2013). Escobar-Koch (2012) recoge diferentes investigaciones
que demuestran flexibilidad cognitiva reducida en pacientes con anorexia.
Estas dificultades no mejoran con la ganancia de peso, se han encontrado
en familiares de personas con AN y se mantienen en pacientes recupera-
das (Tchanturia et al., 2004), lo que sugiere que es un rasgo estable. Esta
dificultad se encuentra también en personas con TEA.
- Cuando hablamos de coherencia central nos referimos a la tendencia a
procesar la información focalizando en los detalles en lugar de tener una
visión amplia de conjunto. Existe evidencia de que las personas con AN
prestan excesiva atención a los detalles y son menos eficientes en el pro-
cesamiento de información de forma global. Este tipo de procesamiento
podría explicar los intereses restringidos y cómo las pacientes perciben
su cuerpo: de forma hiperfocalizada en aquellas partes que no les gustan
de sí mismas y con una gran dificultad para valorarlo de forma global.
Sabemos que los problemas de coherencia central son más pronunciados
durante la fase aguda de la enfermedad (Nickel et al., 2019) y parece ser
un rasgo estable ya que está presente en pacientes recuperadas (Lang,
López, Sthal, Tchanturia y Treasure, 2014). Estos problemas de coherencia
central también se encuentran en personas con TEA.
- Para finalizar, la teoría de la mente (Theory of Mind, ToM) hace referencia
a las habilidades para percibir los estados afectivos de los demás y de uno
mismo, así como de interpretar y hacer inferencias en situaciones sociales
que ayuden a predecir el comportamiento de los demás. En personas con
AN existen dificultades en las tareas relacionadas con la ToM, así como
en personas TEA. En la AN se está estudiando la importancia del índice
de masa corporal (IMC) en el desempeño en las tareas que evalúan este
constructo para averiguar el papel que puede tener el estado de privación
de alimentos ya que parece que esta dificultad podría estar limitada a la
fase aguda de la enfermedad como consecuencia de la inanición (Nickel
et al., 2019). Los resultados no son concluyentes todavía, como tampoco
parecen serlo en mujeres TEA ya que la mayoría de los estudios que
encuentran dificultades de personas del espectro autista en la teoría de la
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mente se han realizado con varones, por lo que se sabe muy poco acerca
de la ToM en niñas y mujeres TEA (Sedgewick et al., 2019).
En una revisión reciente de la literatura (Westwood, y Tchanturia, 2017) se
concluye que no está claro todavía si la presencia de síntomas TEA en AN respon-
de a un trastorno del neurodesarrollo subyacente, si son agravados por el propio
trastorno alimentario o si son meras semejanzas en el funcionamiento emocional y
socio-cognitivo. En la misma línea, en otra revisión de 2019 (Nickel et al., 2019)
se concluye que la falta de estudios longitudinales no permite aclarar si los déficits
neurocognitivos son un factor de riesgo o una consecuencia del TCA.
Desde una perspectiva cualitativa, Kinnaird, Norton, Stewart y Tchanturia
(2018) recogen experiencias en primera persona de quienes tienen el doble diag-
nóstico: llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas con mujeres con AN y el
diagnóstico de TEA o elevados rasgos autistas en el AQ-10 (Short Autism Specrum
Quotient, Allison, Auyeung y Baron-Cohen, 2012) o el ADOS (Autism Diagnosis
Observation Schedule, Lord et al., 2000). Las participantes en el estudio sentían que
su condición autista y su AN estaban profundamente relacionadas: una de las formas
en las que ellas percibían esta relación es a través de la rigidez y la inflexibilidad que
una vez volcadas en la comida, apenas permitían cambios en las rutinas establecidas.
Otro dato interesante es que estas mujeres describieron que el deseo de perder peso
y los problemas de imagen corporal no fueron determinantes para el desarrollo de
su AN, sus motivaciones iban más en la línea de la necesidad de control, la rigidez
en sus patrones, dificultades sensoriales, confusión social, la lucha que supone para
ellas relacionarse con los demás, las dificultades en organizar temas relacionados
con la compra o la cocina, el ejercicio como forma de estimulación y el trastorno
alimentario como un foco de interés. Para muchas de las participantes del estudio,
la AN se convirtió en la forma de afrontar sus dificultades (Kinnaird et al., 2018).
variadas, tales como fobia social o trastorno límite de personalidad (Attwood, 2007,
citado en Van Wijngaarden-Cremers et al., 2014; para una revisión exhaustiva ver
Montagut, Romero y Andrés, 2018).
Las mujeres TEA suelen mostrar mayor motivación social (Head et al.,
2014), menos estereotipias y menos intereses restrictivos que los hombres (Van
Wijngaarden-Cremers et al., 2014; Frazier et al., 2014) y con frecuencia sus intereses
están más alineados con los estereotipos de género por lo que son más difícilmente
detectables (Hiller et al., 2015). Los estudios sugieren que las mujeres TEA analizan
los comportamientos sociales de los demás y encuentran formas de enmascarar su
autismo. Estas formas de “camuflaje” pueden funcionar como factor protector a
nivel social, pero contribuyen al infradiagnóstico si estas mujeres se encuentran con
profesionales que consideran que no cuadran en el perfil esperado, es decir, pasan
“por debajo del radar” (Lawson 2017; Zener, 2019). Estos intentos de camuflar su
condición pueden traer también otras dificultades como problemas de identidad
(“no sé quién soy realmente”), elevados niveles de ansiedad y una enorme fatiga,
que hace que en muchas ocasiones prefieran o necesiten estar a solas para liberar la
sobrecarga (Westwood y Tchanturia, 2017; Westwood, Mandy, Simic y Tchanturia,
2018).
Esta situación en la que se encuentran las mujeres del espectro autista es grave
y tiene consecuencias: las mujeres diagnosticadas de TEA en comparación con los
hombres, presentan tasas de depresión significativamente más altas, así como riesgo
suicida (Cassidy et al., 2014).Un diagnóstico a tiempo funcionaría como un factor
protector, aliviando su lucha interna, y permitiendo que un proceso terapéutico las
acompañe a conocerse mejor a sí mismas, así como a encontrar las maneras de
adaptarse a un mundo normotípico, que les resulta complicado y confuso, y del que
no se sienten parte. Es común escuchar de ellas afirmaciones como “me he sentido
diferente toda mi vida”: esta conciencia de la diferencia y la realidad de que habi-
tualmente son personas que se han sentido muy solas, sobre todo en la adolescencia,
hacen que estas mujeres crezcan con sentimientos de inadecuación, problemas de
autoestima, sensación de inseguridad y una profunda vergüenza (“tengo que fingir
ser otra persona para ser aceptada, por lo que debe haber algo malo en mi”), que
las llevan a sentir constantemente la sensación de que “no son suficientes” y que
“nada de lo que hacen es nunca suficiente”. En ocasiones los síntomas de AN pue-
den ser para las personas TEA un intento de solución a su angustiosa situación. En
palabras de una paciente con doble diagnóstico (reproducido con su autorización):
“Siempre me he sentido diferente, con unas necesidades fuera de la normalidad y
esto era algo que no podía controlar. Esa inseguridad me llevó a una búsqueda de
control de mi cuerpo que se me escapó de las manos”.
Las chicas con autismo tienen un alto deseo de complacer y de encajar, por
lo que son hipersensibles a las demandas del entorno y fácilmente manipulables,
con elevados deseos de cumplir las normas sociales (Lawson, 2017; Yaull-Smith,
2008). En este contexto no es infrecuente que algunas pacientes con el doble diag-
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nóstico nos cuenten en consulta que éste fue uno de los detonantes de su trastorno
alimentario: el deseo de encajar en una sociedad que ensalza la delgadez guiadas
por el pensamiento mágico que dice que una vez sean delgadas, serán aceptadas y
todos sus problemas se solucionarán.
Sabemos también que las mujeres TEA tienen un alto riesgo de vivir alguna
situación traumática a lo largo de su vida; las experiencias de bullying son muy
comunes, y pueden llevar a la persona a sufrir elevados niveles de ansiedad, depre-
sión, a recurrir a autolesiones y a formarse un autoconcepto negativo (Cappadocia,
Weiss y Pepler, 2012). Por si esto fuera poco, las niñas con TEA tienen tres veces
más probabilidades de sufrir un abuso sexual que las niñas normotípicas de su edad
(Ohlsson, Lichtenstein, Långström y Pettersson, 2018). Tanto las experiencias de
acoso escolar como los abusos sexuales pueden ser factores predisponentes y/o
precipitantes para desarrollar un trastorno alimentario en el futuro (Lie, Ro y Bang,
2019; Madowitz, Matheson y Liang, 2015).
Por todo lo comentado anteriormente, en ocasiones nos encontraremos un TEA
no diagnosticado en personas que lleguen a consulta pidiendo ayuda por un trastorno
alimentario. Es importante que sepamos reconocer este tipo de perfil para poder
realizar un correcto diagnóstico y ajustar la intervención a sus necesidades. (Para
una revisión exhaustiva al respecto de las dificultades para acceder al diagnóstico
de mujeres TEA el lector puede revisar el artículo de Zener, 2019).
distinguir si los síntomas alimentarios que presenta alguien que llega a consulta
son parte del diagnóstico subyacente de TEA (los problemas con la comida son
una manifestación más de los síntomas nucleares del TEA) o si por el contrario
existe una comorbilidad clara, ya que cumplen criterios diagnósticos de ambos
trastornos. Algo que nos puede ayudar es tener siempre presente que para realizar
el diagnóstico de TEA los síntomas deben estar presentes desde la infancia, antes
de que aparezca el trastorno alimentario, y además no mejorar significativamente
tras la recuperación ponderal. Es importante realizar una historia del desarrollo,
y trabajar en equipo: lo ideal sería que un especialista en trastornos alimentarios
y un especialista en TEA realizaran de forma conjunta el diagnóstico y pudieran
trabajar en equipo durante el tratamiento (Dudova et al., 2015).
síntoma del trastorno alimentario. Para finalizar, estas mujeres relataban su necesidad
de tratamientos más largos, dado el reto que supone para ellas salir de la rigidez y
las rutinas asociadas a su condición autista.
Las dificultades subyacentes relacionadas con la coherencia central pueden
ampliar los rasgos perfeccionistas y obsesivo-compulsivos de las personas con AN
dificultando su adherencia a tratamientos en los que se enfatiza el cambio a nivel
conductual, por lo que los tratamientos podrían necesitar centrarse primero en las
características cognitivas propias de este tipo de pacientes (Tchanturia et al. 2013).
Para dar respuesta a estas dificultades, surge el interés en la terapia de remediación
cognitiva como forma de abordaje posible en estos casos.
La terapia de remediación cognitiva (TRC), que fue inicialmente desarrollada
para personas con lesión cerebral o daño cerebral adquirido, aborda características
que comparten ambos diagnósticos (rigidez cognitiva y problemas de coherencia
central) y se ha demostrado eficaz en casos de AN (Davies et al., 2012; Tchaturia,
Davies y Campbell, 2007; Tchanturia et al., 2013). En ella se trabajan los procesos
cognitivos (cómo piensan la persona) más que el contenido de los pensamientos (qué
piensa la persona) (Escobar-Koch, 2013). El objetivo de la TRC es que las pacientes
reflexionen a través del descubrimiento guiado sobre sus propios estilos de pensa-
miento y cómo éstos les afectan en su vida cotidiana. Se trata de que reconozcan sus
estilos de pensamiento inflexibles para después trabajar sobre las áreas de su vida
en que presentan comportamientos rígidos (comida, cuerpo, ejercicio… etc.), así
como que reconozcan su excesiva atención a los detalles y promover el desarrollo
del pensamiento más global en su vida cotidiana (por ejemplo: pasar de enfocarse
en las calorías de los alimentos a tener una visión más amplia del alimento). Esta
forma de abordaje puede ser menos amenazante en fases iniciales del tratamiento,
ya que no se tratan directamente aspectos relacionados con la comida, el cuerpo
o el peso. Los elementos principales de las sesiones de TRC son las siguientes:
realización de actividades en las que emergen los estilos cognitivos predominantes
de la paciente, identificación de fortalezas y debilidades de las estrategias utilizadas
y cómo se aplican a su vida cotidiana, aprendizaje de estrategias cognitivas nuevas
y discusión acerca de posibles tareas o experimentos conductuales entre sesiones
para practicar las nuevas estrategias cognitivas aprendidas (Escobar-Koch, 2013).
Las tareas que se utilizan para trabajar sobre la rigidez cognitiva y que buscan
aumentar la flexibilidad en el estilo de pensamiento son, entre otras, tareas de tipo
“Stroop” en sus distintas versiones y tareas de atención alternante. Los ejercicios
de la TRC para trabajar el pensamiento global están centrados, sobre todo, en ejer-
cicios de figuras complejas o actividades relacionadas con extraer la idea principal
de un texto (Escobar-Koch, 2013). LA TRC es una intervención breve que puede
funcionar como trabajo introductorio previo a otras formas de psicoterapia (Tchan-
turia, Lloyd y Lang, 2013). Tchanturia, Davies, Reeder y Wykes (2010) realizan
una exhaustiva descripción de la intervención desde la TRC, incluyendo ejercicios
listos para la aplicación individual y grupal así como descripción de casos, muy
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Conclusiones
Está ampliamente demostrada la estrecha relación entre el TEA y la AN,
aunque sobre la mesa quedan aún más preguntas que respuestas. Dada la elevada
comorbilidad entre ambos y la notable prevalencia de alteraciones alimentarias
en personas TEA, sería de gran ayuda usar herramientas de cribado con cualquier
persona que llegue a consulta para ponerse en tratamiento por su trastorno alimen-
tario, para confirmar o descartar la presencia de un posible TEA y remitir, si es
necesario, a una evaluación exhaustiva por un profesional especializado. Es por
tanto fundamental que los clínicos podamos ver más allá de los síntomas, es un
reto conseguir que las mujeres TEA se sientan por fin vistas: se estima que el 70%
de personas TEA podrían tener un trastorno mental comórbido (Montagut et al.,
2918) y la realidad actual es que es frecuente que pasen por diferentes consultas
de salud mental recibiendo diagnósticos sólo de sus patologías asociadas, perma-
neciendo invisible el TEA. Diagnosticar a tiempo es no sólo prevención en el caso
de niñas y adolescentes TEA, sino también la clave para ajustar los tratamientos
a las necesidades de esta población. La detección temprana y la adaptación de las
intervenciones también supone compartir un modelo mental que permita a los
equipos terapéuticos establecer una relación terapéutica “bien tratante” en la que
las personas TEA se sientan reconocidas, entendidas y validadas.
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