VIGIL-ESCALERA GUIRADO, La Identidad de La Comunidad Local

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Identidad y etnicidad

en Hispania

Propuestas teóricas y cultura material


en los siglos v-viii

Juan Antonio Quirós Castillo


Santiago Castellanos (dir.)

Con textos de Alfonso Vigil-Escalera Guirado, Carlos Tejerizo García, Idoia Grau Sologestoa,
Begoña Hernández Beloqui, Francesc Burjachs, Francisco Javier Sanz García,
Gregorio José Marcos Contreras, María José Iriarte Chiapusso, Miguel Ángel Martín Carbajo,
Jesús Carlos Misiego Tejeda

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CIP. Biblioteca Universitaria
Identidad y etnicidad en Hispania : propuestas teóricas y cultura material en los siglos V-VIII / Juan Antonio Quirós
Castillo, Santiago Castellanos (dir.). – Bilbao : Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Argitalpen Zerbi-
tzua = Servicio Editorial, D.L. 2015. – 395 p. il., gráf.; 30 cm. – (Documentos de Arqueología Medieval ; 8)
Textos en español, inglés, portugués y francés.
D.L.: BI-1393-2015. — ISBN: 978-84-9082-214-2
1. Etnicidad. 2. España – Historia – 0414-0711 (Período visigodo) 3. Arqueología medieval – España. I. Quirós Castillo,
Juan Antonio, dir. II. Castellanos, Santiago, dir.
904”653”
94(460)”04/07”

Documentos de Arqueología Medieval


Esta colección de monografías tiene como fin editar estu- The aim of this collection is to edit monographs, pro-
dios, actas de encuentros, tesis o memorias de excavación en ceedings, dissertations and archaeological reports from Post-
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mité Científico está formado por los siguientes investigadores: made up of the following scholars:
Alberto García Porras (Universidad de Granada)
Alejandro García Sanjuán (Universidad de Huelva)
Alexandra Chavarria Arnau (Università degli Studi di Padova)
Alfonso Vigil-Escalera Guirado (Universidad del País Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea)
Andrew Reynolds (University College of London)
Catarina Tente (Universidade Nova de Lisboa)
Giovanna Bianchi (Università degli Studi di Siena)
Helena Catarino (Universidade de Coimbra)
Helena Kirchner Granell (Universitat Autonoma de Barcelona)
Igor Santos Salazar (Università degli Studi di Trento)
Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca)
Jorge Alejandro Eiroa Rodríguez (Universidad de Murcia)
José Avelino Gutiérrez González (Universidad de Oviedo)
Juan Antonio Quirós Castillo (Universidad del País Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea)
Juan Carlos García Armenteros (Universidad de Jaén)
Julio Escalona Monge (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid)
Margarita Fernández Mier (Universidad de León)
Olatz Villanueva Zubizarreta (Universidad de Valladolid)
Santiago Castellanos (Universidad de León)
Comité Editorial Editorial board
Juan Antonio Quirós Castillo (director); Santiago Castellanos, Julio Escalona Monge, Margarita Fernández Mier, Iñaki Martín Viso
Correspondencia: dam@ehu.es

Este volumen ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte penin-
sular» (HUM 2012-32514), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, la actividad del Grupo de Investigación en
Patrimonio y Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa Taldea (GIC10-134), financiado por el Gobierno Vasco, la
Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensamiento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico» (UFI 2011/02)
de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU «Grupo de Estudios Rura-
les». Asimismo, forma parte de la actividad de los proyectos HAR2010-18991 y HAR2013-47889-C3-3-P.

© Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua


Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco
ISBN: 978-84-9082-214-2
Lege gordailua / Depósito legal: BI - 1.393-2015
Motivo de la cubierta: Sepulcros del cementerio de época visigoda de Duratón (Segovia).

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ÍNDICE

Resumen, Laburpena, Abstract, Riassunto, Resumé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9


Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Listado de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Listado de tablas y gráficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

1. Identidades y etnicidad en la Península Ibérica en los siglos v-viii. Una introducción


Juan Antonio Quirós Castillo (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea),
Santiago Castellanos (Universidad de León) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
2. Los Bárbaros desde la perspectiva intelectual romana
Clelia Martínez Maza (Universidad de Málaga). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
3. Los bárbaros y la península ibérica. El caso suevo en su contexto: a vueltas con la identidad
Pablo C. Díaz (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
4. El reino de Toledo y su supuesta «identidad goda»
Rosario Valverde (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
5. The Growth of Gothic Identity in Visigoth Spain: The Evidence of Textual Sources
Erica Buchberger (College of Charleston). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
6. La moneda y la articulación política del regnum gothorum
Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
7. Sepulturas e necrópoles alto-medievais na investigação arqueológica portuguesa: metodolo-
gias, problemáticas e perspetivas
Catarina Tente (Universidade Nova de Lisboa), Antonio Faustino Carvalho (Universidade do
Algarve) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
8. Arqueologia funerária alto medieval da Torre Velha (Castro de Avelãs, Bragança)
Sofía Tereso, André Brito, Cláudia Umbelino, Miguel Cipriano, Clara André, Pedro C. Carvalho 145
9. Espaços funerários no sítio da Quinta de Crestelos: do Baixo-Império à Idade Media (Moga-
douro, Portugal)
Sergio Simões Pereira, José Carlos Sastre Blanco, Alexandrina Amorim, Ana Roiz, Israel Espí,
Marco Liberato, Susana Cosme, Zélia Rodrigues, Enrique Paniagua Vara (ACE Baixo Sabor). . . 161
10. La articulación social de la Alta Edad Media asturiana
Margarita Fernández Mier (Universidad de León). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
11. Necrópolis y cuevas. Caracterización del registro funerario de los siglos vi-viii en Cantabria
Enrique Gutiérrez Cuenca, José Ángel Hierro Gárate (Proyecto Mauranus) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
12. Etnicidad, identidad y poder en la meseta norte durante la Alta Edad Media: reflexiones desde
la Arqueología
Carlos Tejerizo García (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea) . . . . . . . . . . 221

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8 ÍNDICE

13. El ocaso del paradigma visigodo


Antonel Jepure (Syracyse University Madrid) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
14. La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de la Alta Edad
Media (400-900 AD)
Alfonso Vigil-Escalera Guirado (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . 249
15. Identidad y contexto en la necrópolis tardorromana de Mérida
Francisco Javier Heras Mora (Junta de Extremadura), Ana Belén Olmedo Gragera . . . . . . . . . . . . 275
16. Elementos de armamento y mundo funerario en Hispania (siglos v-viii)
Raúl Catalán Ramos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
17. Gallo-romains, wisigoths, septimaniens? Les nécropoles en Septimanie du ve au viiie siècle et
le paradigme ethniciste
Claude Raynaud (CNRS, UMR 5140, Montpellier) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
18. Necrópolis de época visigoda, ajuares funerarios y depósitos humanos anómalos de los s. v-viii
en la Tarraconense oriental (Cataluña): ¿indicadores de «etnicidad» y/o nivel económico? e in-
dicios arqueológicos de desigualdad y exclusión social
Jordi Roig Buxó (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . . . . . . . . . . . . . . . 333

Criterios de evaluación y normas de publicación de la serie «Documentos de Arqueología Me-


dieval». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395
Títulos publicados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399

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14
La identidad de la comunidad local
y las afiliaciones individuales en necrópolis
de la Alta Edad Media
(400-900 AD)
Alfonso Vigil-Escalera Guirado1
UPV/EHU

RESUMEN 1
cen a épocas distintas y muestran diferentes
La revisión de varios contextos funerarios altome- formas de ritual fúnebre, pero tienen en común
dievales permite plantear en este trabajo la no excep- el hecho de presentar inhumaciones en fosas
cionalidad de la inhumación de individuos con ritua- con nicho lateral. Su registro arqueológico pro-
les propios de distintas confesiones religiosas en una porciona indicios acerca de la implantación en
misma necrópolis. A la hora de gestionar las posibles el interior de la península Ibérica de tradicio-
diferentes identidades en juego, la que define la perte- nes funerarias importadas del Próximo Oriente.
nencia a la comunidad local parece tener en estos ca- La afinidad de los rasgos arqueológicos de este
sos un mayor peso específico que la religiosa. El reco- tipo de fosas de inhumación no ha sido abor-
nocimiento de este fenómeno pondría en entredicho
dada aún por la historiografía con detalle, de-
la interpretación de algunos cementerios, advirtiéndo-
nos sobre los riesgos de mecanizar la valoración de los mostrando la incomunicación existente entre
registros arqueológicos de acuerdo a rutinas precon- parcelas disciplinares contiguas en el seno del
cebidas. medievalismo.
En este trabajo se llama la atención sobre los
PALABRAS CLAVE: Prácticas funerarias, identidad vínculos existentes entre la gestión de la identi-
local, enterramientos en cámara lateral, ritual fu- dad local y la de los individuos que la integran en
nerario judío e islámico, Gózquez, El Soto. el ámbito del cementerio comunitario. Los resul-
tados del análisis revelan la compatibilidad entre
distintas afiliaciones en la misma necrópolis y re-
baten la imagen monolítica de un universo fune-
rario medieval condicionado por la religión que
1. INTRODUCCIÓN
con frecuencia ha sido asumida por la historio-
grafía.
Las necrópolis madrileñas de Gózquez y
El Soto, excavadas entre 1997 y 2005, pertene-
2. LA NECRÓPOLIS DE GÓZQUEZ
1Trabajo realizado en el marco del Proyecto de investi-
gación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte pe- La intervención arqueológica en el yacimiento
ninsular: los marcadores arqueológicos», HUM2012-32514,
la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y de Gózquez (San Martín de la Vega, Madrid) se
Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa desarrolló entre 1997 y 2000, formando parte
Taldea (GIC10-134) financiado por el Gobierno Vasco, la de las medidas de prevención, minimización y
Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensa- compensación del impacto producido por el de-
miento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico»
(UFI 2011/02) de la Universidad del País Vasco / Euskal He-
sarrollo urbanístico del Parque Warner Madrid
rriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU (fig. 14.1). Por primera vez en la región se docu-
«Grupo de Estudios Rurales». mentaba un cementerio completo de época visi-

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250 ALFONSO VIGIL  ESCALERA GUIRADO

Figura 14.1. Localización de los yacimientos peninsulares citados (listado en Tabla 14.1, al final del texto)

goda (siglos vi-viii d.C.) y el asentamiento que lo número de comunidades campesinas insertas
había generado (Vigil-Escalera, 2000a; Con- en una estructurada trama de granjas y aldeas
treras, 2011; Vigil-Escalera, Strato, 2013, (Quirós, Vigil-Escalera, 2006; Vigil-Esca-
pp. 155-177). lera, 2007, 2009a, 2010). Sus lugares de habita-
El análisis de la documentación permitió ción no eran ni mucho menos los campamentos
sistematizar los rasgos de algunas de las es- inestables de «grupos ganaderos» que se movían
tructuras más características de la arquitectura con sus rebaños sin apenas dejar rastro, invisi-
doméstica de este periodo (Vigil-Escalera, bles hasta que recibían sepultura. La investiga-
2000b). El de las cerámicas comunes (Vigil- ción sobre el campesinado altomedieval lograba
Escalera, 2003, 2005) esclareció la secuencia desbordar sus anteriores límites, marcados por
de ocupación del sitio, abriendo el camino para las escasas y fragmentarias fuentes escritas, re-
hacer lo propio con otros yacimientos rurales velando la amplitud de lo que quedaba por ex-
altomedievales, tan parcos en relaciones estra- plorar. El mapa arqueológico peninsular de este
tigráficas verticales. Fueron reconocidos y de- periodo, hasta entonces salpicado de puntos que
limitados distintos espacios domésticos y agra- representaban casi exclusivamente sepulturas e
rios, observándose la relación existente entre iglesias, se quedaba desfasado, haciéndose evi-
ambos. Se poblaban finalmente estos territorios dente la necesidad de proceder a una completa
del interior peninsular, identificándose un alto revisión del estudio de las renombradas necró-

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 251

Figura 14.2. Planta de la aldea de época visigoda de Gózquez

polis visigodas a la luz de los nuevos datos (Qui- brían y señalaban las distintas fosas3. La profundi-
rós Castillo, 2011). dad conservada de las tumbas de Gózquez es no-
El cementerio de Gózquez se localiza en el table: las de adultos tienen una media de 90 cm,
centro de la aldea, dividiendo el hábitat en dos y las infantiles unos 40, aunque algunas llegan a
barrios (fig. 14.2). Del oriental se excavó una ex- superar el metro cuarenta. Por contra, el sustrato
tensión de casi tres hectáreas mientras que la su- geológico de yesos y limos con alto contenido en
perficie de otras cinco fue desbrozada y objeto de sales es responsable de que los restos óseos de
una cuidadosa limpieza a mano a fin de levantar muchas inhumaciones se encuentren en un de-
una planimetría precisa. El asentamiento ofre- plorable estado, aunque permitió la buena conser-
ció una secuencia de ocupación fechable entre el vación de la madera de los ataúdes y de las cubier-
segundo cuarto del siglo vi y mediados del viii tas sepulcrales realizadas en ese mismo material.
d.C., establecida a partir del análisis de la cerá- Los tipos de sepulturas más habituales en la
mica común, la presencia esporádica de vajilla de necrópolis de Gózquez son la fosa simple y la
importación y una serie de dataciones radiocar- fosa con sección en T, es decir, con prefosa y
bónicas2 (Vigil-Escalera, 2000b). fosa central (fig. 14.8 y fig. 14.12-3). En todas las
Las 247 sepulturas excavadas (Contreras, inhumaciones el difunto yace en posición de de-
2006, 2011; Contreras, Fernández Ugalde, cúbito supino, con la cabeza al Oeste. Existe un
2006) suponen un porcentaje apreciable (64,5%) amplio margen de variación en cuanto a la pro-
del total de las 383 identificadas. La prioridad de fundidad a la que se encuentra la cubierta del se-
la intervención arqueológica fue documentar to- pulcro, que puede ser de lajas de piedra, de tablas
das las existentes y excavar aquellas que resulta- de madera o mixto. Restos de tablazón se conser-
rían afectadas por el proyecto constructivo. vaban en el banco de la prefosa en aceptable es-
El estado de conservación de la necrópolis era tado, junto con las huellas de encajes de trave-
inusualmente bueno. Es probable que el terreno saños para sostener el peso de la cubierta y de la
nunca fuera puesto en cultivo, de modo que la tierra que rellena la prefosa. Se han registrado to-
cota a la que se documentaron muchas sepultu- das las variantes posibles entre la cista completa
ras debió ser casi la misma que tuvo en origen el
cementerio. La principal pérdida de información 3 Una estructura de interpretación incierta fechable en
afectaba a los túmulos de tierra o piedras que cu- época bajomedieval provocó alteraciones superficiales en la
zona central del cementerio, y el arreglo del trazado del «ca-
2 No se descarta que la ocupación del barrio occidental mino de Gózquez» puede haber supuesto la pérdida de algu-
haya podido arrancar algo antes. nas sepulturas en su extremo Norte.

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Figura 14.3. Necrópolis de Gózquez: ubicación de las tumbas con cámara lateral (diseño de M.I. García y el
autor)

de lajas (solera, paredes y cubierta), la parcial y rectamente sobre el suelo y permita la retirada
la fosa terrera simple. El uso de ataúdes es tam- de las sogas con las que se facilitaba su descenso.
bién frecuente, como revela la presencia de cla- Las sepulturas de neonatos o infantiles suelen ser
vos de hierro. Su depósito dentro de la fosa suele poco profundas, y predominan las cajas hechas
prever la colocación de dos o tres piedras planas con sendas tejas en horizontal enfrentadas por
en el fondo, de modo que la caja no descanse di- sus cantos laterales. Todo indica que una parte

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 253

Figura 14.4. Planta y sección de la T.152 de Gózquez y broches de cinturón de las sepulturas T110 (1-2) y
T152 (3)

mayoritaria de las sepulturas se concibió para que por lajas de piedra, por un murete de mampos-
el difunto y su contenedor permanecieran en un tería, cerámica o adobe o tener un cierre de ma-
espacio vacío. Sólo la parte superior de la tumba, dera. Hasta la fecha constituyen los únicos casos
por encima de la cubierta de la cámara, se relle- conocidos con esta tipología en necrópolis his-
naba con tierra, mostrando probablemente un panas de época visigoda. La decena de fosas que
túmulo identificador en superficie. No se hallaron presenta estas peculiares características no apa-
indicios acerca del empleo de estelas u otra clase rece en la planta de la necrópolis formando un
de señales externas, pero la visibilidad de los se- grupo compacto ni se aprecia un patrón espacial
pulcros a lo largo del tiempo puede inferirse de la discernible al margen de que todas las identifi-
profusa reutilización de determinados sepulcros cadas se encuentran en la mitad meridional del
y de la ausencia de intersecciones entre fosas, aun conjunto (fig. 14.3). Merece señalarse que los in-
cuando el desfase cronológico entre las primeras dividuos inhumados en la T110 lo fueron con
y las últimas sepulturas superase los dos siglos. sendos broches de cinturón de bronce de placa
La particularidad de un grupo de sepulturas rígida, característicos del siglo vii d.C. El extremo
sólo llegó a revelarse tras el vaciado de la fosa4, ya distal de otro ejemplar similar fue recuperado en
que en planta resultan indiferenciables del resto. la T152 (fig. 14.4).
El difunto no yacía en el fondo de la fosa, sino en
una cámara excavada en uno de sus lados largos.
Una de ellas, la sepultura T110, presentaba inhu- 3. LA NECRÓPOLIS DE EL SOTO
maciones individuales en sendas cámaras abiertas
a ambos lados. Esos nichos pueden estar sellados El yacimiento denominado Encadenado/
El Soto (Barajas, Madrid), a 28 km al Norte de
4Tumbas T57, T85, T91, T110, T116, T126, T152, Gózquez, entre el río Jarama y la nueva pista del
T156, T180 y T216 (Contreras, 2011, p. 623). Subsisten aeropuerto de Barajas, proporcionó otra ocasión
dudas al respecto del formato de las fosas de T89 y T140.
Presentaban un muro lateral sospechoso de ser el cierre de
para documentar fosas de inhumación con cá-
una cámara, aunque retiradas las piedras no se detectó nada mara lateral en la región madrileña (Vigil-Es-
detrás. calera, 2009b; Vigil-Escalera, Strato, 2013,

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254 ALFONSO VIGIL  ESCALERA GUIRADO

Figura 14.5. Vista desde el Este del conjunto de sitios de cronología emiral (fuente: Google Earth)

pp. 216-231). El soterramiento de una línea eléc- posible reconocer un cementerio asociado. La si-
trica y la ampliación de una explotación minera tuación cambia entre los siglos vii y viii, cuando
motivaron la realización de excavaciones arqueo- el espacio residencial se desplaza un centenar de
lógicas de urgencia en el sitio a lo largo de varias metros al Sur y al lado del antiguo sector residen-
campañas entre los años 2002 y 2005. A lo largo cial/auxiliar se instalan dos sepulturas con orien-
de las dos hectáreas exploradas se documentaron tación Norte-Sur (fig. 14.6, Grupo A). Algún
evidencias de ocupación de la prehistoria reciente tiempo después y casi encima de las anteriores
y de las épocas tardorromana, altomedieval y ba- se construyen otras tres orientadas Oeste-Este
jomedieval. El yacimiento muestra un conside- (fig. 14.6, Grupo B). El índice de reutilización de
rable arrasamiento horizontal por causa de las los sepulcros es elevado, ofreciendo un número
labores agrícolas y el arrastre fluvial. Se estima mínimo de once individuos inhumados. Todos
una pérdida de cota de suelo de entre 60 y 80 cm, los cuerpos en posición primaria yacen en decú-
mayor incluso en lo que atañe a las estructuras bito supino sobre el fondo de la fosa, y son iden-
prehistóricas. Al otro lado del río se alza posi- tificables presumiblemente como de rito cris-
blemente desde el siglo ix la fortaleza de Mals- tiano. El cambio en la orientación de las tumbas,
obaco, Paracuellos del Jarama (Priego, 1987), y el hecho de que una de las orientadas Oeste-Este
a menos de 1600 metros al Norte y al Sur de El corte a una dispuesta Norte-Sur y el índice de
Soto se detectaron asentamientos altomedieva- reutilización dan a entender que la actividad fu-
les con evidencias funerarias fechables en época neraria se dilató durante al menos dos o tres ge-
emiral (siglos viii-ix) en Las Charcas y La Huelga neraciones a pesar del corto número de sepultu-
(fig. 14.5). ras.
La secuencia altomedieval comienza en el si- Entre mediados del siglo viii e inicios del ix
glo vi d.C. con un modesto establecimiento ru- se genera pocos metros al Este del núcleo original
ral del que se conservan varias cabañas de suelo un espacio funerario formado por 26 inhumacio-
rehundido y abundantes silos, aunque no ha sido nes de rito islámico, con los cuerpos colocados en

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 255

Figura 14.6. Planta de la necrópolis de El Soto

decúbito lateral derecho y el rostro vuelto al Sur5 tre los siglos viii y ix d.C.6. Los análisis de ADN
(fig. 14.6, Grupo C). Seis de ellas pertenecen a in- mitocondrial e incluso ciertos indicios deriva-
fantiles (fosa simple), tres presentan fosas centra- dos del análisis antropológico avalan los posibles
das en el fondo de la prefosa (sección transversal vínculos familiares entre individuos inhumados
en T) y dieciséis muestran cámara lateral en el con arreglo a las distintas normas funerarias (Vi-
lado Sur de la misma. Los sistemas reconocibles gil-Escalera, 2009b, p. 99; Fernández et alii,
para el cierre de la cámara van de las lajas de pie- 2009, p. 304). Todo indica que en el yacimiento
dra al adobe crudo y posiblemente la madera. se manifiesta la temprana conversión al Islam de
Los resultados de once dataciones radiocar- una comunidad nativa, residente desde tiempo
bónicas sobre material óseo (Vigil-Escalera, antes en ese mismo lugar.
2009b, Tabla 3) concuerdan con las fechas pro- El uso de distintos tipos de fosa de inhuma-
puestas para la actividad del asentamiento exca- ción para los individuos islamizados de El Soto
vado un centenar de metros al Sur, ocupado en- no pudo haber sido casual. El sustrato geológico
de la zona es un abanico fluvial lateral compuesto
5 La comunidad que generó tan corta cifra de inhuma- de bancos de arenas y limos arenosos intercala-
ciones (admitiendo que se han podido perder algunas de las
infantiles, menos profundas que las de adultos) tuvo que ser 6 Señalan también que las dos sepulturas más meridio-
de limitado tamaño si la actividad funeraria se desarrolló du- nales del conjunto (Grupo D) pueden tener una fecha poste-
rante un periodo de dos a tres generaciones (50-100 años). rior al resto.

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256 ALFONSO VIGIL  ESCALERA GUIRADO

Figura 14.7. Sepultura 30230 de El Soto, con amplia prefosa, cámara lateral y cierre de lajas de piedra (sección transversal restituida
a la probable cota original)

dos con capas de gravas. Un terreno de sencilla por ocho sepulturas de rito islámico, cuatro de
excavabilidad pero tal vez el menos propicio para adultos y cuatro infantiles. Se documentaron
ejecutar fosas de paredes rectas y mucho menos allí inhumaciones en fosa estrecha, con prefosa
de cámaras con un tramo abovedado (fig. 14.7). y fosa central y con prefosa y fosa estrecha la-
La elección de un tipo u otro debió estar plena- teral (Vigil-Escalera, 2004; Vigil-Escalera,
mente justificada7. Las razones por las que una Strato, 2013, pp. 232-243).
pequeña comunidad rural reprodujo esa varia-
bilidad en su arquitectura funeraria, cuyas raíces
se remontan a los primeros tiempos del Islam y a 4. UNA ARQUITECTURA FUNERARIA
lugares situados a miles de kilómetros de distan- PARTICULAR
cia, como luego se verá, merece sin duda una re-
flexión en profundidad. La investigación sobre los registros funera-
Se desconoce casi todo lo relativo a las inhu- rios de los primeros siglos altomedievales ha
maciones de rito islámico detectadas en el ya- privilegiado tradicionalmente el análisis de los
cimiento de Las Charcas, menos de un kiló- ajuares (p.e. Ripoll, 2001; Pinar, 2012). Más
metro al Sur de El Soto (a las que se alude en esporádicos han sido los intentos de estable-
Rodríguez, Domingo, 2007). En La Huelga, cer tipologías útiles para discriminar las di-
unos 1500 metros al Norte, se excavó otro pe- versas formas de proceder a la inhumación
queño núcleo funerario unifamiliar compuesto de los difuntos. Los análisis han recurrido a
muy diversas combinaciones de variables en
7 «Mais comme la nature du sol contrarie parfois son su intento de presentar un cuadro taxonómico
aménagement, les juristes en vinrent à recommander le coherente y exhaustivo (Cerrillo, 1989; Roig,
lahd dans les terres dures et le saqq dans les terres flasques Coll, 2012). Simplificando de forma drástica el
qui s’éboulent et s’effritent» (Ragib 1992, p. 394). Los da-
tos de El Soto parecen contradecir, pues, «la inexistencia de
elenco, puede afirmarse que la posición del ca-
un rito perfectamente concreto (…) hasta los siglos ix o x» dáver, la forma en planta de la fosa y el tipo de
(Chávet et alii, 2009, p. 156). materiales empleados en la tumba han sido los

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 257

principales vectores considerados, junto con el cho en lo referente a otras estructuras arqueo-
tipo de contenedor y la forma original de oclu- lógicas como puedan ser los silos subterráneos
sión de la sepultura. En fechas recientes se ha para el almacenamiento de cereal (Vigil-Esca-
producido un gran avance en este campo a me- lera, 2013b).
dida que han mejorado los métodos de excava- La caracterización tipológica de las fosas de
ción y registro8. La nada infrecuente documen- inhumación, de acuerdo al análisis de los con-
tación de restos antropológicos en contextos no textos funerarios altomedievales aquí tratados,
funerarios (los muertos en silos, pozos, cabañas debería prestar atención a parámetros muchas
o fosas de función indeterminada) también ha veces infravalorados. En términos estructurales,
recibido atención (Roig, Coll, 2011; Vigil-Es- la mayoría de las fosas debería dividirse al me-
calera, 2013a). Se ha abierto con ellos un in- nos en dos partes o unidades bien diferencia-
teresante debate acerca de lo que puede o no das (fig. 14.8). En la parte inferior de la misma
ser considerado una sepultura, sobre la condi- se ubica la cámara o nicho donde se efectúa la
ción social de los protagonistas de esta clase de deposición del cuerpo, ya sea dentro de alguno
depósitos y sobre el significado que adquiere el de los tipos posibles de contenedor o envuelto
lugar, público o privado, de la inhumación a lo en un sudario. Esa cámara prevé siempre alguna
largo de este periodo. forma de sellado. Para ello se emplean distintos
La forma de las fosas de inhumación y a la po- materiales: tablas de madera, piedra, adobe, la-
sición del cuerpo en diversas necrópolis y con- drillos o cualquier otro elemento, protegiendo
textos serán examinadas a continuación. Una un espacio hueco en torno al cadáver. La parte
documentación precisa de esos dos rasgos de- superior de la fosa está destinada a acoger la tie-
pende en buena medida del estado de conserva- rra previamente excavada del hoyo. Podríamos
ción del registro arqueológico, pero también de referirnos a esta parte de la tumba como pre-
la minuciosidad del proceso de excavación y del fosa o «sobrecámara» (fig. 14.9). La única parte
análisis antropológico. Las investigaciones so- externa, aérea y visible una vez terminado el se-
bre el registro funerario han mantenido a veces pelio sería el túmulo de tierra y piedras. El tú-
una actitud displicente en lo tocante a la eva- mulo sirve de señalización incluso si no existe
luación del estado de conservación de la sepul- otra clase de elemento identificador de la ubica-
tura, obviando la que debió ser su configuración ción de la tumba, que puede ser un hito o estela
original. No resulta extraño encontrar en la bi- o una simple alineación de piedras a lo largo del
bliografía minuciosos estudios sobre la variabili- borde de la fosa9. Tanto las sepulturas presumi-
dad formal de las sepulturas a partir de registros blemente cristianas como las islámicas o las ju-
fragmentarios o con notables sesgos debidos a su días en contextos de normalidad ritual (sin que
parcial conservación. No es mucho lo que puede medien circunstancias excepcionales en la eje-
decirse con seguridad sobre bastantes de estas cución del sepelio) prevén la deposición del di-
cuestiones cuando la sepultura ha perdido más funto en un ambiente vacío y a una profundi-
de la mitad de su profundidad original, cuando dad superior a los 60-80 cm. La tierra extraída
no es posible reconocer la eventual deformación de la fosa no es arrojada directamente sobre el
del trazado de las paredes de la fosa por causas cuerpo o el ataúd. La función aislante de la cá-
postdeposicionales o los desplazamientos even- mara sepulcral es innegable: su cometido es pre-
tualmente acaecidos de los restos óseos por muy servar ese espacio vacío alrededor del cuerpo o
diversas causas, tanto durante el desarrollo del del ataúd. Incluso las piedras planas colocadas
sepelio como más frecuentemente tras el cierre bajo el ataúd de muchas sepulturas de Gózquez
del contexto y la descomposición del cadáver en pueden haber servido a ese propósito, al separar
un espacio vacío. Debe, por tanto, reclamarse un el contenedor de la tierra y elevarlo ligeramente
esfuerzo adicional y una atención especial des- sobre el suelo de la fosa.
tinados a evaluar críticamente la conservación
del registro funerario y la incidencia de procesos
9 La visibilidad del túmulo puede incluso ser delibera-
postdeposicionales de igual forma que se ha he-
damente limitada para reducir el impacto visual de la es-
tructura si llegara a considerarse como un posible elemento
8 Algunos trabajos franceses dan buena muestra de ello de ostentación, de acuerdo a la tradición islámica (Ragib,
(Blaizot, Savino, 2006; Carré, Henrion, 2012). 1992).

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Figura 14.8. Elementos constitutivos de la fosa: restitución hipotética de la sepultura T.109 de Góz-
quez (planta y sección longitudinal axial)

5. LAS TUMBAS DE NICHO LATERAL:


ANTECEDENTES

Las primeras interpretaciones ofrecidas para el


anómalo tipo de sepulcros documentado en Góz-
quez fueron dubitativas. En 2006 se señalaron los
paralelos de este tipo de tumbas que disponen la
inhumación en un nicho lateral con las de alguna
necrópolis de la península de Crimea (fig. 14.10)
y con otra de Polonia (Contreras, Fernández
Ugalde, 2006, p. 524, fig. 8; Contreras, 2006,
p. 276). Esta posibilidad fue utilizada después al
señalarse sus vínculos con elementos culturales
alano-sármatas10. Diversos motivos abundan sin
embargo en la improbabilidad de esa vía, comen-
Figura 14.9. Restitución hipotética de la sección transversal
de la sepultura T.85 de Gózquez 10 López Quiroga, 2011, p. 91.

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 259

Figura 14.10. Sepulturas de inhumación de necrópolis con nichos laterales de Crimea (modificado a partir de
KAZANSKI, MASTYKOVA, 2003, pp. 24-25)

zando por la propia fecha de las sepulturas de este la resolución de la incógnita abierta a raíz de la
tipo en Gózquez. No hay elementos que permitan aparición en Gózquez de este tipo de fosas.
remontar ninguna fosa con cámara lateral a las fases Suele admitirse que las fosas de inhumación
iniciales de uso de la necrópolis, y ni siquiera de una individuales suponen una evolución desde el ri-
forma más genérica al siglo vi d.C. Las sepulturas tual colectivo al individual a partir de las cáma-
que incluyen esos específicos rasgos y pueden ser ras hipogeicas familiares. En la zona del Próximo
datadas con cierta precisión han de situarse al me- Oriente, las inhumaciones individuales en lóculo
nos en el siglo vii d.C. Ese pretendido parentesco excavado en el lateral de la parte inferior de la
requiere por otra parte salvar un continente com- fosa comienzan a registrarse entre judíos y na-
pleto sin evidencias arqueológicas afines o similares. bateos en torno a los siglos i y ii d.C. (Hachlili,
Establecer cuál puede haber sido la vía de en- 2005). La orientación, tanto del eje largo de las
trada de esa específica arquitectura funeraria al fosas como de los nichos, es variable, y la posición
interior peninsular (y también en qué momento) habitual del cuerpo es decúbito supino. Se docu-
requiere un previo conocimiento sobre el origen menta su presencia en la necrópolis del renom-
de ese tipo de sepulturas y su implantación pos- brado sitio de Qumran, cerca del Mar Muerto,
terior en Hispania o el occidente mediterráneo. donde ese tipo de fosas ha sido objeto de un in-
Se expondrá, a continuación, el resultado de unas tenso debate. Salvando la incertidumbre que crea
primeras pesquisas del que parece un itinerario la presencia de sepulturas de cronología posterior
más verosímil (aunque no exento de trances) en (consideradas «beduinas»), fosas de estas caracte-

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Figura 14.11. Inhumación de la necrópolis oriental de Setif (Argelia), atribuida al siglo II d.C. (a partir de
FÉVRIER, GUÉRY, 1980, fig. 5)

rísticas11 han sido documentadas en las necrópo- tardía (siglo iv d.C.) demostró que durante su
lis judías de Beth Zafafa o En el-Ghuewir12, pero construcción se habían cortado algunas tumbas13.
también en la nabatea de Khirbet Qazone (Poli- Se registran inhumaciones en nicho lateral (tipo
tis, 2006) o incluso en ambientes culturales me- I-A) desde la fase a la que se atribuye una mayor
roíticos (El-Tayeb, Kolosowska, 2007). antigüedad (fig. 14.11). Un total de diecisiete se-
Algo más cerca de la península Ibérica se de- pulturas se adscriben a esta tipología (un 4,7% del
tecta la presencia de este tipo de sepulturas en la total). De ellas, 12 tenían el nicho cerrado con la-
necrópolis oriental de la colonia romana de Setif jas de piedra y dos con placas de arcilla cruda.
(Argelia), donde reciben fechas desde finales del Siete de las inhumaciones son en decúbito su-
siglo i al ii d.C. (Février, Guéry, 1980). Un son- pino, si bien las de algunos niños aparecen late-
deo abierto en los cimientos de la fortificación rales, con las piernas flexionadas. La orientación
habitual es con el cráneo al Este (desde NE a SSE)
11 «The hewn shaft tombs recovered at Qumran, En el-

Ghuweir and Beth Zafafa are a rectangular cavity with a pit


at the bottom, often closed by mud bricks or flat stones» 13 Este hecho podría estar condicionando la lectura de la

(Hachlili, 2005, p. 518). cronología que de la necrópolis ofrecen Février y Guéry en


12 En las que se admite la probable presencia de sepul- 1980. Sin embargo, es posible que la actividad funeraria haya
turas posteriores, del periodo bizantino (Hachlili 2005, continuado tras la construcción de la muralla al exterior de
p. 4). la misma.

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 261

y en un solo caso con la cabeza al NO. Una de las Ese tipo de fosa no tendría paralelos claros o co-
sepulturas ofreció evidencias del uso de ataúd de nocidos, según Casanovas14, en los usos de otras
madera y sólo cinco sepulturas carecían de ajuar, comunidades, y «parece tratarse de una perviven-
todas ellas de niños. Las fosas con lóculo lateral se cia […] arcaizante de la que es posible encontrar
relacionarían, según Février y Guéry, con formas ejemplos en ambos extremos del mundo medite-
tradicionales de inhumación de origen prerro- rráneo en fechas considerablemente remotas».
mano. Advierten además que esta forma de exca- En el caso de la necrópolis judía de Les Roque-
var las sepulturas se habría perpetuado al menos tes, en la localidad leridana de Tárrega, sus auto-
en la región de la Gran Cabilia hasta mediados res afirman que «a diferència de les necròpolis de
del siglo xx (Février, Guéry, 1980, p. 121). Girona i de Barcelona, no es documenten ente-
Este tipo de fosa de inhumación aparece tam- rraments amb cavitat lateral», aunque en una de
bién en la primera fase de la necrópolis de la basí- las fotografías publicadas parece apreciarse pre-
lica extra muros de Histria (a orillas del Mar Ne- cisamente ese tipo (Colet et alii, 2010, p. 246,
gro, en Rumanía), fechada a lo largo del siglo iv fig. 3). Presentaban la misma tipología algunas de
y durante la primera mitad del v d.C. (Rusu-Bo- las sepulturas excavadas al lado del alfar de San
lindet et alii, 2014, p. 204, Pl. VIII-IX). Antón, en Lerma, de acuerdo a la puntual noticia
Cerrando provisionalmente estas breves no- ofrecida por F. Pérez Rodríguez-Aragón, quien
tas acerca de los antecedentes en tierras lejanas recoge testimonios al respecto de que ése había
de esta particular arquitectura funeraria, se verá a sido el emplazamiento de la necrópolis judía de la
continuación en qué ámbitos se localizan estruc- localidad (Pérez Rodríguez-Aragón, Domín-
turas de este mismo tipo en la geografía ibérica. guez, 2005). Fosas de similares características se
han documentado en la necrópolis de La Encar-
nación, a las afueras de Ávila15, también conside-
6. SEPULTURAS CON NICHO LATERAL rada judía (Cabrera et alii, 2013). Otro inequí-
EN EL ÁMBITO IBÉRICO voco testimonio de sepulturas con cámara lateral
idénticas a las de Gózquez procede de la ladera
Sepulturas en fosas con los específicos ras- del castillo de Palenzuela (Palencia), aunque per-
gos que se han señalado aparecen en la península manece huérfano de adscripción cronocultural
Ibérica relacionadas tanto con comunidades he- (De Castro, 1977, p. 134, Láms. IX-X). A prin-
breas como musulmanas. La falta de comunica- cipios del siglo xx fueron excavadas en las afue-
ción entre los distintos ámbitos disciplinares del ras de Xátiva (Valencia) más de medio centenar
medievalismo se manifiesta en este caso dando de sepulturas de inhumación de la necrópolis del
lugar a una llamativa ausencia de referencias Bernisa (Martínez Aloy, 1908). Sólo una pro-
cruzadas, al mutuo desconocimiento y al consi- porcionó pistas para poder establecer la fecha de
guiente desaprovechamiento de las posibilidades utilización del cementerio, en concreto dos ani-
de estudio que sugieren los propios registros ar- llos de plata. Uno de ellos presenta un anagrama
queológicos. interpretado como judío por Fita (1907, p. 509),
aunque diversos autores han discutido luego esa
posibilidad (Corell, 2006, p. 116). Paleográfi-
6.1. Contextos funerarios asociados camente podría datarse en el siglo vii d.C. En
a comunidades judías una visita girada al yacimiento en 1993, Gonzá-
lez Villaescusa refiere que la tipología sepulcral
Las «tumbas de fosa y cámara lateral» (Maese, allí presente «recuerda en gran medida las sepul-
Casanovas, 2004) se conocen desde la primera
intervención que se llevó a cabo en nuestro país 14 El autor presentó una ponencia sobre este tipo de se-
en una necrópolis judía, la de Montjuïc, en Barce- pulcros en el Congreso de Arqueología Judía Medieval cele-
lona (Durán, Millás, 1947). Aparecerían luego brado en Murcia (febrero, 2009), aunque el volumen aún no
también en la necrópolis homónima en Gerona ha sido publicado.
15 También en la cuenca del Duero merecen ser des-
(Riu Barrera, 1982, p. 192-193). En ambas han
tacadas las investigaciones llevadas a cabo en las necrópo-
sido identificadas las secuencias de uso pleno y lis hebreas de Cuesta de los Hoyos, Segovia (Fernández
bajomedievales, aunque resulta difícil de deter- Esteban, 2003; Marqués, 2012) y Valladolid (Moreda,
minar la existencia de posibles fases anteriores. Serrano, 2009).

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turas judías de época bajomedieval halladas en Inicialmente, el uso de tegulae tanto en cu-
Montjuïc», «pues se excava una subfosa lateral biertas horizontales como en los cierres latera-
cubierta por teja curva, placas de arcilla o piedra» les de los nichos dio pie a pensar que la activi-
(González Villaescusa, 2001, pp. 270-271). dad inhumatoria se había desarrollado en fechas
Un descubrimiento arqueológico reciente en «tardoantiguas». Se planteó pues la posibilidad
Lucena, provincia de Córdoba, ha contribuido de datar la necrópolis con «una cronología am-
a relanzar el interés por este formato de fosa de plia entre una fase tardoimperial y el inicio de la
inhumación. Es bien sabido que la localidad co- cultura andalusí» (Botella, Casanovas, 2009,
bró fama por albergar entre los siglos ix y xii a p. 8). La interpretación del cementerio sufrió
una mayoritaria e influyente comunidad judía. un vuelco por el hallazgo de una lápida funera-
Los testimonios documentales más antiguos so- ria con inscripción en caracteres hebreos19. Es
bre su presencia se remontan a mediados del si- posible fechar la lápida a partir de criterios epi-
glo ix. Al-Idrisi, a mediados del siglo xii, la se- gráficos en los siglos viii o ix, aunque apareció
ñaló como «ciudad de los judíos», indicando que reutilizada como material constructivo en una se-
en el arrabal, fuera de las murallas, vivían los mu- pultura posterior. Tiene estrechos paralelos con
sulmanes. En el año 2007, con motivo de la cons- un cipo conservado en la iglesia de San Miguel de
trucción de la Ronda Sur de circunvalación, se la ciudad de Córdoba, fechado en los siglos ix o
produjo el descubrimiento y excavación de parte x. Otra inscripción cordobesa, la procedente de
de una extensa necrópolis16 (Botella, Casano- la necrópolis de El Zumbacón, tiene una estruc-
vas, 2009; Riquelme, Botella, 2011). Las se- tura epigráfica más elaborada y compleja, y pro-
pulturas en fosa con cámara lateral aparecen aquí porciona la fecha del año 846 (Larrea, Hiedra,
minuciosamente descritas en un conjunto am- 2009). La lectura de los resultados de tres data-
plio y coherente que proporciona fechas más an- ciones radiocarbónicas sobre material óseo ha
tiguas que en los restantes yacimientos conocidos condicionado, sin embargo, una propuesta de da-
hasta ahora. Este tipo de tumbas conforma un tación tal vez demasiado restringida para el con-
tercio (107 unidades) del total de las excavadas junto de la necrópolis. Las muestras fueron toma-
(337, aunque se identificaron 346 en el ámbito das de distintos tipos de fosas «en el centro del
de la intervención). Un total de 61 fosas simples yacimiento» (Botella, Casanovas, 2009, p. 9).
(17.6%), 176 escalonadas17 (51.2%) y dos mixtas18 Los resultados de las tres se ciñen, según Botella,
completan el repertorio (Botella, Casanovas, al siglo xi (T.11, UGRA663: 1050±60 BP; T.26,
2009, p. 6). No se especifica en qué lado de la fosa UGRA664: 1000±60 BP; y T.131, UGRA665:
(Norte o Sur) aparece la cámara lateral, aunque 1020±80 BP). La fecha finalmente propuesta por
en las láminas publicadas se aprecian las dos po- los autores para el periodo de uso de la necrópo-
sibilidades, con un mayor número de casos en los lis se mueve entre finales del x y el siglo xi (Bo-
que la cámara ocupa el lateral Sur. Dentro tam- tella, Casanovas, 2009, p. 15), considerando
bién del lote de las tumbas con cámara lateral se que los diferentes tipos de fosas coexistieron al
señala que aparecen dos casos de enterramien- mismo tiempo. La imprescindible calibración de
tos secundarios, ambos individuales. Resulta difí- las mediciones radiocarbónicas permite, no obs-
cil de determinar la representatividad del dato, ya tante, ampliar la horquilla ofrecida por esas tres
que no pudieron documentarse restos óseos con- sepulturas20 al lapso comprendido entre finales
servados en un total de 142 sepulturas. El mal es- del siglo ix y finales del xii d.C.
tado de conservación del material óseo sólo per- A tenor de lo anterior podría confirmarse que
mitió recuperar muestras antropológicas en un alguna de las comunidades hebreas más emble-
tercio de las sepulturas (117). máticas y mejor conocidas de la península Ibérica
habría tenido este tipo de estructura funeraria

16 Pudo constatarse la continuidad del cementerio por al 19 Documentación fotográfica de la lápida en http://www.

menos tres de los lados del sector abierto. redjuderias.org/google/google_maps_print/cronologia-


17 Este tipo se correspondería con el tipo denominado lucena-es.html (consultado por última vez el 24 de noviem-
en Gózquez como «de fosa con sección en T», con prefosa y bre de 2014).
fosa central. 20 Se requiere además cierta cautela a la hora de extra-
18 Se denominan de esta forma en el texto a las fosas con polar esos tres valores a un conjunto formado por más de
sección en T que además presentan cámara lateral. 300 sepulturas.

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 263

con cámara lateral como rasgo distintivo al me- picios de la doctrina malikí (Chávet et alii, 2009,
nos desde el siglo ix en adelante. pp. 156-157).
El tipo de fosa con lahd aparece sin embargo
en bastantes yacimientos donde este rasgo no ha
6.2. Contextos funerarios islámicos sido identificado en primera instancia, aunque
existen fundados indicios para presumir su pre-
En uno de los escasos trabajos dedicados a sencia, incluso manejando tan solo la escasa in-
este tema, desde la perspectiva de las fuentes de formación publicada.
la tradición y el derecho, refiere Yusuf Ragib que Así sucede en Pamplona, por ejemplo, donde
los primeros musulmanes conocían dos tipos de se documentaron un total de 190 enterramientos
sepulturas diferenciadas por el emplazamiento de rito islámico. Las fosas se describen como es-
de la fosa destinada al cadáver: el lahd, que es trechas, sin aludir a la presencia de nichos. Aun-
la cámara excavada bajo el flanco que mira a la que predominan las sepulturas sin cubierta reco-
qibla y el saqq o darih, donde la cámara se dis- nocible, en algunos casos se usaron para ello lajas
pone en el centro de la fosa sepulcral (Ragib, de arenisca. La esporádica presencia de clavos,
1992, p. 393). Los de Medina tenían por suyo el elemento extraño en las sepulturas de ritual corá-
primero, y los de La Meca el segundo (fig. 14.12). nico, se vincula a elementos de madera en el sis-
A la muerte del Profeta, la forma que debía tener tema de cierre o cubrición. En tres casos (sepul-
su sepultura suscitó la inquietud entre sus com- turas 47, 49 y 129) las fosas contaron, según los
pañeros. Para zanjar la macabra diferencia, se autores, «con cubierta a una vertiente, a partir de
mandó llamar a los dos sepultureros de Medina. lastras hincadas formando un ángulo de entre 60º
Uno practicaba el segundo tipo de fosa (saqq) y 70º, protegiendo la zona dorsal del individuo
para los extranjeros y el otro hacía la primera inhumado» (Faro et alii, 2007, p. 109). Esa des-
(lahd) para los locales. Fue este quien antes llegó, cripción deja abierta la posibilidad de entender
lo que se entendió como una manifestación de que el ensanchamiento inferior cubierto con lajas
la voluntad divina. Esa fue también la forma de de piedra corresponda realmente al lóculo lateral
la fosa de los primeros califas, compañeros y se- imperfectamente conservado. La datación de la
guidores y quedó establecida como la costumbre necrópolis se apoya en las fuentes históricas so-
entre sunnitas y chiítas. La tradición, pues, se- bre el dominio islámico de la ciudad y en una da-
ñala que este tipo de fosa con cámara lateral fue tación radiocarbónica22.
la empleada en la inhumación de las primeras La misma situación puede haberse dado con
comunidades islámicas en Arabia, en la tumba algunas sepulturas de la necrópolis de la Puerta
del propio Mahoma (632) o en la de los muertos de Toledo, en Zaragoza23 (Galve, Benavente,
de la batalla de Ohod (625). 1992), o en una de las documentadas en la Era del
Esta particularidad del ritual funerario de los Lugar, Mojácar, Almería (Alcaraz, San Mar-
primeros siglos del Islam 21 fue reconocida en tín, 1992). En la también zaragozana necrópo-
la península Ibérica en Baza, Granada (Salva- lis de Valdeherrera (Calatayud) se reconocen
tierra et alii, 1984) y más tarde también en igualmente las sepulturas con nicho lateral lahd
la maqbara del Carmen, en Lorca (Sánchez, (Sáenz Preciado, Martín-Bueno, 2013). El
Chávet, 2007), la de l’Alfossar en Novelda, Ali- extenso cementerio, del que se llevan excavadas
cante (López Seguí et alii, 2005) y en las de Ma- 62 sepulturas, se fecha en torno a la segunda mi-
rroquíes Bajos, Jaén (Serrano, Castillo, 2000). tad del siglo ix a partir de los resultados de dos
Una primera sistematización de las característi- dataciones radiocarbónicas (T46 1210±30 BP,
cas de estas necrópolis les asignó de forma aprio- BETA-329875, calibrada a 2 sigma en la horquilla
rística una cronología temprana (siglos viii-ix), 710-890 AD; T2124 1140±30 BP, BETA-329876,
distinguiendo entre los ritos «tradicionistas» y
los implantados a partir del califato bajo los aus- 22 Sepultura 32, 1330±40 BP (BETA-218654), calibrado

a 2 sigma entre 650 y 770 d.C.


23 Se excavaron allí más de trescientas sepulturas, con
21 También se registró su presencia en el Norte de Si- tres niveles superpuestos, fechadas entre los siglos viii y xi
ria (Tell Jamîs, junto al Eufrates) aunque sin evidencias que d.C., aunque en condiciones metodológicas algo precarias.
proporcionen una datación contrastada (Matilla, 1996, 24 En el texto se menciona la T21, aunque en la fi-

p. 205). gura 14.13 se lee Tumba 31.

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calibrada a 2 sigma en 810-850 AD25). También estrecha. Resulta muy reveladora, como veremos,
en la provincia de Zaragoza, con fosas lahd y fe- la documentación de enterramientos de ritual is-
chas dentro del rango de los siglos viii-ix, se en- lámico junto con otras de posible ritual cristiano
cuentra la necrópolis de rito islámico de Tauste. en la N4 (Serrano, Castillo, 2000, p. 106). En
Su cronología se establece de acuerdo a datacio- su primera fase se documentan sólo sepulturas
nes radiocarbónicas aún inéditas26. orientadas Oeste-Este con prefosa y fosa central
A menos de 80 kilómetros al Sureste de Góz- de inhumación estrecha (Serrano, Castillo,
quez se encuentra la denominada «necrópo- 2000, p. 99), con paralelos en el Cabezo del Alje-
lis hispano-visigoda» de Segóbriga (Almagro, zar, Ricote (Murcia), donde se datan también en
1975). Son reconocibles en la documentación pu- el siglo ix (Sánchez et alii, 1987). La fosa estre-
blicada varias sepulturas con lajas de piedra incli- cha parece haber permanecido vacía y cubierta
nadas que cierran un nicho lateral donde se in- con tapa de madera, como indica la presencia de
human individuos en decúbito lateral derecho. algún clavo y de muescas o encajes en el banco
La filiación islámica resulta indiscutible27. Este de la prefosa preparados para alojar traviesas
tipo de sepultura con cámara lateral tiene una re- de refuerzo del cierre. En el grupo de sepultu-
presentación notable en la necrópolis sureste de ras atribuido a la segunda fase aparecen las fo-
Mérida (ochenta casos para un total de 200 se- sas estrechas de inhumación desplazadas al lado
pulturas), donde ha recibido interpretaciones Sureste o Sur de la prefosa o directamente con-
contrapuestas aunque coincidentes en su fecha virtiéndose en una cámara lateral. El ritual fune-
(siglos viii-ix d.C.). Atendiendo a la posición del rario perdura sin cambios respecto a la fase pre-
cuerpo (decúbito supino), su excavador las consi- cedente.
deró inhumaciones cristianas de época andalusí La coexistencia de distintos rituales religiosos
(Delgado, 2006). Más recientemente han sido en la misma necrópolis se apunta igualmente en
leídas como una versión transicional, imperfecta- Tossal de Manises, con 108 individuos inhuma-
mente ajustada al canon ritual, de una población dos de acuerdo al ritual coránico y uno al cris-
recién islamizada (Alba, 2011), aunque los argu- tiano (Olcina et alii, 2007, p. 214). La cronolo-
mentos no parecen suficientes y contravienen lo gía propuesta para esta necrópolis concuerda con
observado en muchos otros sitios. las ya vistas (época emiral), y de nuevo vuelve a
Igual que se ha visto en El Soto, las necrópolis citarse el tipo de fosa lahd. Un total de 48 sepul-
del sitio jienense de Marroquíes Bajos (Castillo turas son de fosa estrecha simple, 20 cuentan con
et alii, 2011; Serrano, Castillo, 2000) ofrecen escalón lateral, y 18 de ellas presentan covacha la-
una variedad de ritos y tipologías, especialmente teral28. El escalón lateral se interpreta de acuerdo
en las N2 y N4. Aparecen allí enterramientos de a motivos funcionales, como solución para apo-
rito cristiano con feluses e inhumaciones en de- yar las lajas de cubierta inclinadas de la cámara
cúbito lateral que vienen a rellenar los posibles funeraria, citándose el paralelo de la maqbara de
eslabones intermedios entre el tipo de tumba Bab Bayyana, en Almería (Alcaraz, 1990). En la
tradicional de la población nativa y los nuevos necrópolis Norte del Tolmo de Minateda (Gu-
modelos propios de la normativa religiosa islá- tiérrez Lloret, 2007, p. 296) se documentan
mica. Los tipos de sepultura con amplia prefosa doce inhumaciones de rito islámico y cuatro de
y fosa estrecha central o de cámara lateral son rito cristiano. En el sitio de Rinconada de Oliva-
característicos de las primeras fases de uso, data- res, Jumilla (Murcia), los trabajos de delimitación
das en época emiral, mientras que a partir del si- de la necrópolis de rito islámico dieron como re-
glo xi parece consolidarse la inhumación en fosa sultado la localización de cinco sepulturas de
rito cristiano entre medias a las que se fecha en
el siglo vii d.C. Entre las primeras se citan pre-
25 En realidad, la horquilla a 2 sigma de esta muestra se- fosas con fosa estrecha central o lateral y cierres
ría 775-980 d.C. (programa Calib700). Los resultados ofre- de adobe o lajas de piedra (Pozo, Hernández,
cen un margen que por prudencia cabría situar entre los si-
2000, p. 422).
glos viii y ix d.C.
26 http://arqueoguti.blogspot.com.es/search/label/

Tauste (último acceso 16 abril 2014). 28 Los conteos de los distintos tipos de sepulturas han de
27 En el texto no se menciona siquiera esa posibilidad, leerse sólo a título orientativo y pueden no ser muy precisos,
que sí fue advertida por L. Caballero en una reseña de la dada la dificultad con que se documentaron las fosas a causa
obra y más recientemente por E. Manzano (2006, p. 269). del arrasamiento superficial de la necrópolis.

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 265

El establecimiento de la cronología de las se- reconocimiento está exento de especiales dificul-


pulturas o del periodo de actividad de las ne- tades en condiciones normales de conservación
crópolis por medios independientes no es tan del registro, ya que los cuerpos deben yacer en
frecuente como sería deseable. La datación pro- decúbito supino. Sin embargo, en ausencia de al-
puesta para la necrópolis de la iglesia de El Car- guna clase de elemento, epígrafe o material con
men en Lorca (entre los siglos viii y x) se deduce una simbología específica, el carácter cristiano
por ejemplo a partir de la orientación y la tipolo- de una sepultura es habitualmente bastante más
gía de las fosas (Sánchez, Chávet, 2007). Las difícil de determinar.
fechas propuestas para l’Alfossar de Novelda (en- Tanto musulmanes como judíos han utilizado
tre mediados del siglo xii y la primera mitad del fosas de inhumación con cámara lateral al menos
xiii) carecen de solidez, ya que se basan en los durante un tramo de la Alta Edad Media, y los se-
rasgos de la cerámica presente en el nivel superfi- gundos continuaron sin duda haciéndolo durante
cial (López Seguí et alii, 2005, Láms. 4, 6, 7). algunos siglos más. Distinguir unas de otras no
El análisis de este conjunto de necrópolis de presenta en principio mayores problemas, dada la
rito islámico cuyas fosas presentan nicho o cá- normativa disposición del cuerpo dentro del ni-
mara lateral revela que el fenómeno tiene una cho, lateral en el ritual islámico, supino en el ju-
amplia difusión geográfica. No se trata de un en- dío. Además, el lóculo debe estar excavado en el
demismo circunscrito a una zona concreta y tam- lado de la fosa que mira a la qibla de acuerdo a
poco parece determinado por las cualidades de la tradición islámica, mientras que en el ritual ju-
firmeza o excavabilidad del sustrato geológico, dío cabe la posibilidad de que una misma fosa al-
como se ha visto en El Soto. El significado de la bergue una cámara a cada lado. Es bien conocido
forma en que se deposita al difunto dentro de la el problema del desplazamiento que, en condi-
fosa tiene valor en el momento en el que se ce- ciones de vacío, puede sufrir el cuerpo original-
lebra la inhumación y para aquellos que partici- mente colocado de costado, al tratarse de una po-
pan en ese evento, independientemente de que el sición inestable. Mucho más difícil e improbable
terreno sea más o menos apropiado para ello. El resulta la posibilidad del giro a posición lateral de
uso de estas necrópolis se ciñe a los dos primeros un cadáver originalmente dispuesto de espaldas
siglos tras la conquista islámica de la península sobre el fondo de la fosa.
Ibérica, y no sería razonable identificar a todos
sus protagonistas con inmigrantes extrapeninsu-
lares. La evidencia disponible en El Soto sugiere
de hecho que esas sepulturas corresponden a po-
blación nativa convertida al Islam. La variabilidad
observada en la forma de las fosas deja abierta la
posibilidad de que estén convergiendo al mismo
tiempo distintas tradiciones funerarias de remoto
origen incluso sobre una pequeña comunidad ru-
ral del interior peninsular.

6.3. La discriminación del ritual


funerario

Desde un punto de vista arqueológico, no de-


biera entrañar excesivos problemas la correcta
discriminación de las sepulturas de rito islámico,
dada la posición del cuerpo en decúbito lateral
derecho con el rostro hacia la qibla, con inde-
pendencia del tipo de fosa empleado. Por otra
parte, la utilización de cámaras excavadas en los Figura 14.12. Tipología sepulcral de acuerdo a la posición del
cadáver y la forma de la fosa en sección transversal. Fosas ca-
laterales de la fosa parece ser un rasgo distintivo racterísticas de inhumaciones con ritual judío (1), musulmán (2)
tradicional de algunas comunidades judías. Su y cristiano (3)

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266 ALFONSO VIGIL  ESCALERA GUIRADO

Una determinación precisa de los princi- 7. CONCLUSIONES. IDENTIDADES Y


pales rasgos de la arquitectura funeraria exige AFILIACIONES SUPERPUESTAS EN UNA
que se tenga en consideración el formato origi- COMUNIDAD RURAL ALTOMEDIEVAL
nal de la sepultura y no solo el estado en el que
finalmente se ha podido proceder a su docu- Existe constancia por las fuentes escritas
mentación. Una evaluación adecuada del arra- acerca de la existencia de una numerosa comu-
samiento del nivel de frecuentación original del nidad judía en Toledo durante el periodo visi-
cementerio evitaría las especulaciones sobre la godo. Se sabe igualmente que no todos vivieron
naturaleza de los posibles elementos de seña- en la ciudad, y que antes de que se implantaran
lización en superficie y contribuiría a reducir las brutales medidas legislativas antijudías (sobre
muchas inexactitudes relacionadas con la pro- todo en la segunda mitad del siglo vii) algunos
fundidad original de las fosas. El registro ar- poseían viñedos, olivares y tierras de labor y otros
queológico suele ser parcial (aunque muchas las trabajaban, es posible que en el propio distrito
veces se olvide esta circunstancia) y poco de ex- rural toledano. Un canon conciliar de época del
traño debiera verse en la inadecuación entre las rey Ervigio (680-687) les prohibía hacerlo en do-
supuestas normas cuyo funcionamiento coti- mingo (González Salinero, 1998, p. 441).
diano apenas conocemos y los datos arqueoló- La hipótesis que aquí se plantea es que las se-
gicos. pulturas de nicho lateral de Gózquez pueden tes-
En general, resulta urgente una adecuada timoniar la presencia de alguna unidad domés-
planificación de la actividad arqueológica re- tica o un grupo de individuos cuyas tradiciones
funerarias judías se expresan a través de una es-
lativa a contextos funerarios, donde las prisas
pecífica arquitectura funeraria, pero que las po-
y la improvisación son aún más dañinas de lo
sibles diferencias identitarias existentes entre los
habitual. Los registros arqueobiológicos es-
miembros de la comunidad aldeana de Gózquez
tán llamados a desempeñar un papel clave en
quedan subsumidas en la necrópolis colectiva,
la lectura arqueológica del pasado. La recons-
donde el rasgo que prevalece no es la religión ni
trucción de patrones alimentarios o los de la
el origen étnico de los residentes, sino la estricta
movilidad de individuos y grupos son dos de
pertenencia al grupo local, cuya base es esencial-
los atractivos retos planteados por los análisis
mente territorial29.
isotópicos. Aquellos días en los que se pensaba
Un detalle que no debe pasarse por alto a la
que una necrópolis sin ajuares personales ape- hora de valorar los aspectos rituales implícitos en
nas podía proporcionar datos de interés han la particular arquitectura funeraria de ese grupo
terminado. Muchos de los paradigmas de en- de sepulturas de Gózquez concierne a su rela-
tonces también necesitan una revisión en pro- ción con otros posibles elementos que apuntan a
fundidad (Inskip, 2013). la definición identitaria de los fallecidos. En la se-
Los casos de cementerios comunitarios pultura T110, la que presenta dos cámaras late-
donde aparecen mezclados rituales con dife- rales, ambos individuos (hombre y mujer) fueron
rentes connotaciones religiosas no son excep- inhumados vestidos y portan broches de cinturón
cionales en el registro ibérico, como hemos te- de placa rígida en bronce. De las restantes sepul-
nido ocasión de comprobar. Si no se abandonan turas de este grupo (con nicho lateral simple) tres
ciertos prejuicios, las sepulturas de rito islámico presentan reducciones (91, 116 y 216), dentro o
siempre recibirán fechas posteriores a las de rito fuera de la cámara. En una de ellas (152) apareció
cristiano cuando la necrópolis se encuentre en el extremo de un broche de cinturón de placa rí-
activo entre los siglos viii y x, aunque en reali- gida calada, en otra (126) una cuenta de collar en
dad pueden haberse producido solapamientos e ámbar, y en otra (91), la hoja de un cuchillo.
incluso coexistencia. Teniendo en cuenta lo an- En un reciente trabajo sobre los rituales fune-
terior, no se debería adjudicar globalmente una rarios en la Tarraco tardorromana se comenta
adscripción religiosa concreta a ciertos cemen-
terios altomedievales en los que puede sospe- 29 Sobre los problemas de identificación que generan los
charse la existencia de inhumaciones realizadas rasgos locales de las comunidades judías del Norte de África
de acuerdo a rituales característicos de distintas véase Stern, 2008, donde las categorías (religiosas o identi-
confesiones. tarias) quedan despojadas de su monolítica trascendencia.

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 267

el hallazgo de una menorá incisa en la parte infe- esas grandes comunidades que son las tres reli-
rior de la losa de cubierta de una de las 400 tum- giones del Libro, pero al mismo tiempo pertene-
bas excavadas de la necrópolis de Mas Rimbau, cieron también a un grupo definido localmente.
utilizada durante los siglos iv, v, vi y vii (Ciu- La línea que separa lo habitual de lo extraor-
rana, 2013, p. 182). Algunos han supuesto que dinario es hoy por hoy, en consecuencia, difí-
podía tratarse de un cementerio judío (Men- cil de trazar. El panorama de la arqueología fu-
chon, 2010, p. 536), pero la autora considera que neraria de los primeros siglos altomedievales
«no existeixen proves sòlides de la separació con- se revela mucho más complejo de lo hasta hace
fesional dins dels cementiris» (Ciurana, 2013, poco supuesto. Como se señala en un trabajo re-
p. 187), dado que el enterramiento no era visto ciente, «the exact connections between early Is-
durante este periodo como una práctica relacio- lam and Judaism and Christianity are still de-
nada con la liturgia y el hecho religioso, tampoco bated» (Goodman et alii, 2007, p. xii, n. 7). En el
para los cristianos. Cronológicamente la sepul- yacimiento de Los Berrocales (Vicálvaro) tres ne-
tura se adscribe al nivel más reciente de uso de crópolis distintas podrían sucederse en el tiempo
la necrópolis del Francolí (segunda mitad del vi a partir del siglo v d.C., cambiando de ubicación
y primera del vii). Para Casanovas, «no es tracta a la vez que se producen variaciones significativas
d’un enterrament hebreu, ans de l’enterrament en el complejo de rutinas que conocemos como
d’un jueu» (Casanovas, 2013, p. 16). ritual (Vigil-Escalera, 2013a). El lugar de re-
Lo publicado hasta la fecha sobre la excava- sidencia de esa comunidad permaneció, sin em-
ción de la necrópolis de Lucena podría sugerir bargo, durante varios siglos relativamente estable.
que el espacio funerario de la comunidad de esa Mientras tanto, un sitio rural cercano (Loranca,
localidad cordobesa acogió a individuos pertene- en Fuenlabrada, a 21 km de distancia) generó dos
cientes a diversos credos religiosos. En una de las espacios funerarios segregados en uso a la vez du-
figuras del trabajo (Botella, Casanovas, 2009, rante al menos los siglos vi-vii d.C.
Ilustración 2) se aprecia una inhumación en de- Diversas evidencias arqueológicas sugieren,
cúbito lateral, y en el texto se citan al menos otros pues, que las sociedades del pasado pudieron ser
dos casos (Botella, Casanovas, 2009, p. 7). bastante más heterogéneas de lo imaginado hasta
Los argumentos por los que se considera unita- ahora, incluso las rurales. También resulta ne-
ria y monoconfesional una necrópolis en la que cesario admitir que las prácticas funerarias estu-
solamente se tiene la certeza de que uno de los vieron con frecuencia determinadas por el con-
inhumados (o su familia) profesó la fe judía (un texto local31. El caso de Gózquez contemplado
epígrafe así lo demuestra) y al menos dos se ente- en este trabajo ilumina el solapamiento de dife-
rraron previsiblemente de acuerdo al ritual corá- rentes identidades, individuales y colectivas, al
nico no son fácilmente asumibles. Con indepen- que se han referido diversos autores al definir el
dencia de su carácter mayoritario o minoritario, fenómeno de la identidad como una experiencia
no puede descartarse que en la misma hayan sido eminentemente situacional, dinámica y adaptable
inhumados individuos pertenecientes a las tres a circunstancias y contingencias (Barth, 1969;
religiones del libro, e incluso paganos30. Resulta Hakenbeck, 2007).
bastante probable que en las 107 fosas detecta- Quedan por resolver flecos importantes re-
das con cámara lateral se hayan inhumado indivi- lativos a la aparición de esta clase de arquitec-
duos de religión judía, pero no es posible conocer tura funeraria en la península Ibérica, especial-
si en las restantes se pudieron enterrar otros lu- mente cuáles son sus más antiguas atestaciones
centinos, residentes cristianos o musulmanes de arqueológicas, dónde se localizan y quienes las
la localidad. Los individuos cuya actividad generó utilizaron. Las necrópolis de Gózquez y Lucena
nuestro registro arqueológico formaron parte de constituyen episodios difíciles de situar en una se-
cuencia de la que desconocemos el punto de par-
30 La colocación de tegulae de cierre en algunas cámaras

con la fórmula D(iis) M(anibus) S(acrum) sugiere algún tipo


de intencionalidad que los autores de la publicación consi- 31 «This diversity suggests that diasporic burial practices

deran poco relevante (Riquelme, Botella, 2011, p. 266). were often locally determined and commonly reflected the
No se procede del mismo modo al considerar el significado behaviors and attitudes of surrounding Jewish, pagan, and
del epígrafe, que positivamente sabemos fuera de su posi- Christian populations as much as, if not more than, biblical
ción original. or Levantine antecedents» (Stern, 2013, p. 270).

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tida. Existen interrogantes abiertos también por primeros eslabones de esa cadena poco podrá ha-
lo que se refiere a la presencia de distintos tipos cerse luego para remediar la situación.
de sepulturas en las más antiguas necrópolis de Tanto el exceso de especialización como la ri-
rito islámico en la península Ibérica y la generali- gidez de la compartimentación académica o dis-
zada homogeneización de la inhumación en fosa ciplinar tradicional han supuesto, además, un
estrecha a partir del Califato (siglo x). Parece di- obstáculo a la correcta identificación y a la reso-
fícilmente discutible que la mayor parte de los in- lución de los problemas34. A lo largo del texto se
dividuos que se inhumaron de acuerdo al rito co- ha pasado revista a un puñado de necrópolis al-
ránico en estas necrópolis (si no todos en muchas tomedievales, algunas de época visigoda y otras
de ellas) debieron ser locales (Vigil-Escalera, englobadas en el periodo islámico. Nos hemos
2009b). A partir de mediados del siglo viii y du- referido a algunas que caen en el ámbito de los
rante buena parte del ix, la conversión al Islam de estudios clásicos o de la tardoantigüedad (la de
una parte más o menos sustancial de la población Mas Rimbau en el suburbio tarraconense), pero
rural pudo ser rápida, lo que implica la llegada de también a otras pleno y bajomedievales. El reco-
juristas, imanes y la implantación también rápida nocimiento de los vínculos existentes entre todas
de estructuras de encuadramiento social ajenas al ellas, lo que comparten y lo que es específico de
sistema local nativo. Los aspectos materiales de la cada periodo y cada tradición, es sin duda parte
adopción de esa nueva fe (lo que habitualmente de la solución a un problema que no es atribuible
se define como su islamización cultural32) fueron en exclusiva a ningún departamento académico
con probabilidad matizados por la idiosincrasia y en concreto.
las peculiares tradiciones de esos grupos. La con- Los paradigmas en los que se ha insertado
versión al Islam se manifiesta de forma muy evi- la mayor parte de la investigación contemporá-
dente en el ritual funerario mediante la coloca- nea son construcciones del siglo xix (Wickham,
ción del cuerpo en decúbito lateral derecho, con 2005, p. 1). La base empírica para estudiar el pe-
el rostro del difunto hacia la qibla, de una forma riodo altomedieval se ha expandido masivamente
perfectamente distinguible del resto de las confe- desde entonces gracias a la arqueología. Se nece-
siones religiosas33. Los rasgos constructivos de las sita una urgente revisión de los modelos existen-
fosas de inhumación aparecen fijados normati- tes, la reorientación de las líneas de interés y una
vamente desde un primer momento, aunque con aproximación explícitamente teorizada a todas es-
una variabilidad difícil de explicar en una necró- tas nuevas cuestiones. Deben extremarse las pre-
polis rural de pequeño tamaño y no excesiva du- cauciones en lo concerniente a la forma en que se
ración como El Soto. manejan ciertas etiquetas, y repensar cómo descri-
El debate sobre la forma de las fosas de inhu- bir y clasificar el registro funerario sin los sesgos
mación es posible porque se dispone ahora de habituales. El empleo de sintagmas como «necró-
una aceptable documentación arqueológica so- polis visigoda» o «judía» no sólo conlleva a me-
bre algunas necrópolis. El margen de avance de nudo un error de valoración, sino que minusvalora
la investigación arqueológica sobre el universo la complejidad real del registro funerario de esta
funerario en general tiene un componente meto- época y de las sociedades que lo generaron, contri-
dológico ineludible que comienza por el propio buyendo a limitar de forma apriorística la poten-
desarrollo de los trabajos de campo. Es absolu- cialidad informativa del dato arqueológico. Queda
tamente dependiente de la meticulosidad con la mucha tarea para poder determinar en qué mo-
que se ejecuten esos trabajos y del adecuado re- mento la segregación de las comunidades en fun-
conocimiento de los procesos postdeposicionales ción de sus creencias religiosas se generalizó en
que afectan al registro arqueológico. Si fallan los cada territorio, sobre todo en el ámbito rural.

32 Gutiérrez Lloret, 2007, 2012; Carvajal, 2013. 34 «The deeper the ditch we dig, the less we are able to
33 Como se señala a veces, el principal cometido de los see what is happening in the larger field. Specialists in the
líderes religiosos en los inicios del Islam fue el estableci- New Testament are ignorant of later Christianity, while spe-
miento de límites entre la comunidad islámica y las de los cialists in Islam are ignorant of Judaism, and so on. Second,
cristianos o judíos (Safran, 2013, p. 9). «This separation we need to be conscious of what recent cultural critics have
was to be upheld in various spheres of social relations, as called “master narratives”, in particular their power to dis-
well as in rites and customs» (Kister, 1989, p. 134. tort our picture of the past» (Gager, 2007, p. 366).

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LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA... 269

N.º Nombre Localidad Provincia El análisis de la evidencia arqueológica re-


fuerza la idea de que durante el periodo altome-
1 Gózquez S. Martín de la Vega Madrid dieval es la identidad territorial de la comunidad
2 El Soto Barajas, Madrid Madrid local la que tiende a imponerse sobre cualquier
3 Malsobaco Paracuellos del Jarama Madrid
otra forma de adscripción, ya sea ésta étnica o
confesional (religiosa). Ser enterrado en el ce-
4 Las Charcas Barajas, Madrid Madrid menterio tuvo tanta importancia para el indivi-
5 La Huelga Barajas, Madrid Madrid duo como para su linaje, y previsiblemente lo fue
sobre todo para los descendientes del fallecido.
6 Carmona Carmona Sevilla
Es allí donde se preserva una memoria social ex-
7 Montjuïc Barcelona Barcelona tremadamente relevante (Fentress, Wickham,
8 Montjuïc Gerona Gerona 1992), donde queda probada para los tiempos ve-
nideros la pertenencia al grupo y probablemente
9 Les Roquetes Tárrega Lérida también la condición de individuo libre, como
10 San Antón Lerma Burgos parece avalar además la estricta regulación del
11 Ladera del Castillo Palenzuela Palencia
derecho a ser inhumado en el cementerio comu-
nitario (Vigil-Escalera, 2013a). Resulta nece-
12 La Encarnación Avila Avila sario, a modo de conclusión, trascender la inercia
13 Cuesta de los Hoyos Segovia Segovia que durante mucho tiempo ha llevado a la inves-
tigación histórica a trasplantar a este periodo va-
14 Valladolid Valladolid Valladolid
lores y comportamientos propios de épocas pos-
15 Lucena Lucena Córdoba teriores, cuando no directamente de la nuestra.
16 Córdoba Córdoba Córdoba
17 Toledo Toledo Toledo AGRADECIMIENTOS
18 Baza Baza Granada
19 El Carmen Lorca Murcia
Durante la elaboración del presente trabajo he
recibido comentarios, información y consejo de
20 L’Alfossar Novelda Alicante parte de muchas personas. Quedo en deuda espe-
21 Marroquíes Bajos Jaén Jaén cialmente con P. Cressier, V. Salvatierra, E. Man-
zano, A. León, J.A. Quirós Castillo, M. Contreras,
22 Pamplona Pamplona Navarra
C. Tejerizo, R. Catalán, L. Hernández y J.L. Herce.
23 Puerta de Toledo Zaragoza Zaragoza Los errores y omisiones en el trabajo son exclusi-
24 Valdeherrera Calatayud Zaragoza vamente mi responsabilidad.
25 Era del Lugar Mojácar Almería
26 Bab Bayyana Almería Almería
REFERENCIAS
27 Tauste Tauste Zaragoza
28 Cabejo del Aljezar Ricote Murcia Alba Calzado, M. (2011): «Las áreas funera-
29 Tossal de Manisses Alicante Alicante rias paleoislámicas de Mérida», en B. Franco
Moreno, M. Alba Calzado y S. Feijoo Martí-
30 Tolmo de Minateda Hellín Albacete
nez (coords.), Frontera inferior de al-Anda-
31 Rinconada de Olivares Jumilla Murcia lus, Mérida: Consorcio Ciudad Monumental,
32 Mas Rimbau Tarragona Tarragona pp. 13-56.
Alcaraz Hernández, F.M. (1990): «Excavación
33 Berrocales Vicálvaro Madrid arqueológica de urgencia en la necrópolis his-
34 Loranca Fuenlabrada Madrid pano-musulmana de Puerta Purchena, Alme-
ría 1988», Anuario Arqueológico de Andalucía
35 Segóbriga Saelices Cuenca
1988, III. Actividades de urgencia. Informes y
36 Necrópolis SE Mérida Mérida Badajoz memorias. Sevilla: Consejería de Cultura y Me-
Tabla 14.1. Lista numerada de los sitios peninsulares citados dio ambiente, Junta de Andalucía, pp. 12-19.

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