Carta Pública A Los Congresistas de Colombia - ConFirmas

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CARTA PÚBLICA AL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

La Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín examinó el proyecto de


reforma a la justicia penal denominado de Humanización y si bien surgieron,
como era de esperarse, distintas visiones sobre la conveniencia de aspectos
puntuales de su articulado, los magistrados que la integramos coincidimos en
que se trata de un proyecto necesario, por lo cual los alentamos a que avancen
en el mismo, logrando los consensos requeridos.

La corrección del llamado Estado de Cosas inconstitucional, que desde


hace más de 20 años viene señalando nuestra Corte Constitucional se padece
en los centros de reclusión del país, es urgente e inaplazable y demanda la
intervención de diferentes autoridades para remediar las causas estructurales
y funcionales que lo originan.

De concretarse la aspiración de reducir las penas máximas de nuestro


ordenamiento jurídico penal se dará un viraje importante y positivo en la
política legislativa de la criminalidad con la que se ha auspiciado el
normativismo punitivista. Esta circunstancia, empero, impone la pretensión
consecuencial de racionalizar y armonizar, con base en la proporcionalidad, las
demás penas; esto es, no solo su rango máximo, lo que pensamos, salvo mejor
criterio, podría hacerse previa intervención de una comisión revisora del
Código Penal cuya conformación podría disponerse de una vez en la ley, si lo
consideran del caso.

No se percibe que la intensificación extrema de las penas incida en


mayor medida en el desestimulo de las conductas punibles y, aunque produce
cierta sensación de seguridad, en términos reales no parece arrojar resultados
en la disminución de los delitos ni de los altos márgenes de impunidad y, por
el contrario, en algunas situaciones se convierte en contraproducente.
Si dejamos de lado la visión normativista que parte del errado supuesto
de que el mero cambio de las normas varía la realidad, quizás podamos como
sociedad e institución asumir con mayor rigor la remoción de los factores
reales que explican la carencia de mayores réditos en la contención del delito
y la pervivencia de la alta impunidad.

En esa perspectiva, la Sala ubica, cuando menos, como preocupación


fundada, los aspectos a contrarrestar, cuales son: (i) la corrupción en todos los
órganos de la persecución penal incluida la Policía; (ii) la alta ineficacia de la
Fiscalía y (iii) la pervivencia en las cárceles de inveteradas conductas ilegales
que, como tal, no dependen de la regulación formal, sino de la escasa voluntad
política e institucional de cumplir la ley.

Quizás por su objeto, que se contrae a la humanización, en el proyecto


de ley examinado solo se hace referencia al último factor señalado con énfasis
en el problema de la resocialización, del que se ocupa el capítulo IV del
proyecto, cuya regulación se exhibe razonable y en la que importa destacar
como factor positivo la previsión establecida en el artículo 66 del proyecto que
modifica el artículo 142 del Código Penitenciario y Carcelario, según la cual:
“No se crearan cupos penitenciarios sin espacios de resocialización que
efectivamente puedan ser usados por las personas privadas de la libertad”,
sentido de la norma que se debería replicar para limitar toda privación de la
libertad de los sindicados cuando no se cuente con el espacio físico requerido,
que vemos en los estándares internacionales reducido en casos de emergencia
a escasos dos metros cuadrados en las retenciones provisionales de personas,
único mecanismo eficaz que permite garantizar que no se presente la
congestión excesiva de hacinar en un lugar reducido a una multitud de
personas, lo que constituye un trato que no avala nuestro orden
constitucional, sino que por el contrario lo prohíbe.
Aunque nuestro propósito no es opinar sobre todos los aspectos
puntuales de la reforma sobre lo cual difícilmente podríamos forjar consenso
en todos los aspectos, es de anotar que nos resulta inadmisible que cuando se
regulan los traslados de internos (artículo 46 del proyecto) se autoriza a que
estos se hagan por motivos de salud con el mero concepto o dictamen del
médico tratante, que en los casos de personas con excesivos recursos
económicos, alguna veces provenientes del mismo delito, se trataría de
galenos particulares cuya objetividad resulta inocultablemente dudosa. Al
respecto, creemos se debe seguir la doctrina constitucional de la sentencia C-
163 de 2019 que, aunque admite como prueba el concepto de los médicos
tratantes, considera inexcusable el dictamen del médico legista, y extenderla
en general a toda la regulación propuesta en lo que atañe a la verificación de
las condiciones de salud de los reclusos.

En cuanto al espinoso tema de las modificaciones al Código Penal en lo


concerniente a la supresión de algunos delitos, la Sala no logró consensos
significativos salvo en lo concerniente a mantener la represión de la
inasistencia alimentaria por la trascendencia que puede tener sobre todo en
las madres cabeza de familia de sectores desvalidos y desfavorecidos
económicamente aunque, al reparar en que su finalidad es lograr que se
proporcione la contribución económica con el sostenimiento de los hijos, es
posible acudir a regulaciones más propias de contravenciones penales, que no
apunten a mayores indagaciones de un suceso que queda en el pasado, sino a
lograr el pago de lo debido, cuyos saldos insolutos continúan vigentes bajo la
conminación altamente eficaz de la ley penal, que puede incluir el arresto de
fin de semana ordenado por un juez cuando se verifique la reticencia
injustificada de pagar alimentos.

El enfoque que se propone al respecto se basa en que ciertamente el


proceso penal en esos asuntos se dirige a obtener resultados eficaces e
inmediatos y no a una prolongada indagación y posterior tramitación para
imponer un castigo, cuando de lo que se trata es de asegurar la subsistencia
de menores o personas en estado de discapacidad; en el mismo sentido, esta
perspectiva podría asumirse para reprimir la omisión de agente retenedor y la
violencia intrafamiliar, aunque es un asunto que exige mayores debates y
precisiones que bien podrían quedar a cargo de la comisión revisora del Código
Penal que hemos propuesto en precedencia.

Por último, para volver al tema de los factores reales que debilitan el
sistema de justicia penal colombiano no podemos eludir que actualmente se
está tramitando el proyecto de ley 157 de 2002 por medio del cual se aspira a
fortalecer la prestación del servicio esencial de administración de justicia
adicionando cargos de la Fiscalía General de la Nación que parte de la premisa
equivocada que se requiere designar más fiscales, cuando realmente lo que se
debe es dedicar todos los recursos para la investigación.

De alguna manera pervive en la estructura de la Fiscalía la visión de un


juez de instrucción que indaga personalmente pues, si bien son claros los
beneficios de la división de funciones, lo que llevaría a estructurar cuerpos de
indagación con suficientes recursos de personal y técnicos dirigidos por
fiscales, así como especializar a otros en la litigación, lo cierto es que, si de lo
que se trata es de dividir la carga laboral entre más funcionarios, será poco lo
que se haga puesto que de lo que se trata es de aumentar el número de
asuntos esclarecidos que pueden ser llevados a juicio, lo que solo puede
hacerse investigando.

Adicionalmente, si se pretende que el sistema penal acusatorio funcione


de mejor manera, cabe recordar que se concibió y diseñó para que el grueso
de los asuntos fuese despachado con base en la aceptación de cargos o
negociaciones de pena de los procesados ante la evidencia que en contra del
imputado tiene el Estado, lo que, por fuera de los casos en flagrancia, se logra
con una investigación eficaz; pero las restricciones que impuso el legislador de
conceder escasa compensaciones o rebajas de penas por la aceptación de
responsabilidad, cuando no se suprimió del todo dicha posibilidad, mantienen
congestionado el sistema, mientras que el incremento del número de
absoluciones que se profieren en los despachos judiciales refleja la ineficacia
de la Fiscalía General de la Nación.

En buena hora el congreso de Colombia se ocupará de revisar aspectos


del sistema penal del cual se aspira tienda a ser estructural e integral, línea
dentro de la que sugerimos la priorización de todos los sistemas de solución
alternativa de conflictos, para flexibilizar su regulación y facilitar su aplicación,
al final todos los miembros del sistema judicial somos factores de paz y
convivencia social.

Aunque no hace parte del tema de la ley proyectada, no podemos dejar


de mencionar las flaquezas y dificultades de la Defensoría Pública, que no está
prestando un eficiente servicio con relación a la calidad de su gestión, quizás
porque no ofrecen estabilidad y digna remuneración a los defensores
públicos, mientras se mantiene una costosa carga burocrática para mantener
las funciones del Ministerio Público en el proceso penal, cuando su
participación en general es intrascendente o de pocasignificación.

Con copia: Prensa y Ministerio de Justicia y del Derecho.

Magistrados signatarios, siguen las firmas,

MIGUEL HUMBERTO JAIME CONTRERAS


Presidente Sala Penal
HENDER AUGUSTO ANDRADE BECERRA SANTIAGO APRÁEZ VILLOTA

ÓSCAR BUSTAMANTE HERNÁNDEZ LEONARDO EFRAIN CERÓN ERASO

JORGE ENRIQUE ORTIZ GÓMEZ JOHN JAIRO GÓMEZ JIMÉNEZ

GABRIEL FERNANDO ROLDÁN RESTREPO PÍO NICOLÁS JARAMILLO MARÍN

CÉSAR AUGUSTO RENGIFO CUELLO LUIS ENRIQUE RESTREPO MÉNDEZ

JOSÉ IGNACIO SÁNCHEZ CALLE NELSON SARAY BOTERO

RICARDO DE LA PAVA MARULANDA RAFAEL MARÍA DELGADO ORTIZ

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