Ceduli 13 Historia I
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Entre aquellos que se dedican al estudio de la prehistoria se apoya la idea de que los primeros
pobladores de América no eran originarios de este continente. Al respecto son dos las preguntas
que se han planteado. ¿De dónde procedieron los primeros moradores? ¿Cómo llegaron a
América? Hay dos las teorías que buscan dar respuesta a estas interrogantes.
El origen único. Según esta propuesta, el hombre americano procedía de Asia. En tiempos
de la última glaciación llamada Wurm- Wisconsin, el nivel del mar descendió permitiendo pasos
interoceánicos a través de los cuales atravesó el hombre desde Asia a América, en grupos de
nómadas no mayores a 40 personas.
Esta condición permitió a los asiáticos atravesar el estrecho de Bering y establecerse en Alaska
hace 35,000 años. Los emigrantes continuaron su travesía hacia el sur del continente en busca de
mejores tierras y climas más cálidos que favorecieran la caza y recolección.
El origen múltiple. Quienes sustentan esta teoría reconocen que aunque el estrecho de Bering
fue la ruta migratoria más importante, no fue la única. Afirman que también los habitantes de
las regiones australianas y malayopolinesas llegaron al continente gracias a sus canoas y sus
conocimientos de las corrientes de las corrientes marítimas y eólicas. Algunas similitudes físicas y
lingüísticas entre diversos grupos indígenas del norte, centro y sur del continente americano
sustentan esta hipótesis.
Los primeros pobladores de México se establecieron hace 20,000 años en el norte del país, pero
como dependían de la caza y de la recolección, comenzaron moverse hacia el sur y a concentrarse
en el valle de México por su clima y la abundancia de recursos naturales. Esta situación les restaba
autonomía pues una vez que ya no había que cazar o recolectar debían de emprender el camino
hacia otras regiones para poder subsistir. Tal forma de vida se vio radicalmente transformada a
partir del siglo VII a.C. cuando los americanos descubrieron la agricultura. A partir de entonces, los
clanes se sedentarizaron y con ello surgieron las primeras villas; se comenzó a desarrollar una
división sexual del trabajo en la que las mujeres se dedicaban a la siembra y recolección y los
hombres a la caza. En pocas palabras, la domesticación de la agricultura favoreció el inicio del
desarrollo cultural de algunos pueblos americanos.
Aunque todo el territorio que actualmente ocupa México se encontraba habitado, sólo en la
región conocida como Mesoamérica hubo un desarrollo cultural diverso. La extensión de esta
región era amplia pues en el norte abarcaba los estados actuales de Coahuila, Durango, Nuevo
León, San Luis Potosí, Sonora y Zacatecas, mientras que en el sur llegaba hasta los límites de lo que
hoy en día se conoce como Nicaragua. A lo largo de 4000 años surgieron en toda Mesoamérica
culturas que, a pesar de las distancias geográficas y cronológicas, compartieron rasgos espirituales
(mismos dioses con diferentes nombres, la creencia en un «más allá» y la necesidad de crear
templos para adorar a las divinidades) y materiales (agricultura, el uso de calendarios lunares y
solares, mercados especializados y la talla de piedra).
Para poder estudiar a las diversas culturas mesoamericanas, los especialistas se han encargado de
agruparlas, por su antigüedad, en tres horizontes culturales o períodos:
En estos tres horizontes surgieron varias civilizaciones prehispánicas: olmecas, culturas del
Occidente, culturas del Altiplano central, totonacas, huastecos, zapotecos, mixtecos, mayas (que a
su vez se dividían en una serie de subgrupos), tarascos, toltecas, teotihuacanos, tlaxcaltecas,
mexicas, xochimilcas, cholultecas, etcétera. Aunque cada uno de estos grupos fue importante en
la región, sólo se hablará de aquellos cuyos aportes políticos, económicos, culturales y religiosos
generaron una influencia poderosa y cambios notables.
13.2 LA CULTURA OLMECA
Por haber sido la cultura mesoamericana más antigua y estar localizada en una región muy
húmeda, poco son los vestigios materiales que quedan de los olmecas y, en consecuencia, también
es poco lo que se sabe de ellos. Se desconoce completamente su lenguaje; es más, la palabra
olmeca es de origen náhuatl y significa «habitante del país del hule». Debido a la humedad,
tampoco se han conservado restos humanos que permitan saber con seguridad cómo eran
físicamente.
Por representaciones artísticas del tipo de las cabezas gigantes, se cree que eran de baja estatura,
complexión robusta, cara redonda con mejillas abundantes, ojos bizcos, nariz achatada y labios
gruesos.
Se sabe que no existió una unidad política entre ellos pues el sistema de
En cada ciudad estado existía una división social marcada. Los sacerdotes se habían constituido en
el grupo dirigente por los conocimientos religiosos, técnicos, matemáticos, agrícolas y de escritura
que poseían. También se cree que los militares formaban parte del grupo dirigente puesto que sus
servicios en la protección de las ciudades y de la actividad comercial, tan importante en el mundo
olmeca, eran de gran valía. Los otros grupos eran los artesanos y agricultores cuya finalidad era la
de sostener al grupo dirigente y al resto de la sociedad.
Por medio de figuras zoomorfas, antropomorfas y mixtas, los olmecas representaban a sus
divinidades. Sus dioses estaban asociados a las fuerzas de la naturaleza, siendo el jaguar el más
importante por la fuerte carga simbólica que poseía. Se le relacionaba con la muerte, con el agua,
con la fertilidad, con la agricultura, es decir, con la vida.
También es un misterio la desaparición de este grupo. Hacia el año 100 a.C se desvanecieron y
nunca más se supo de ellos. Se cree que lo que sucedió es que se dispersaron por la selva y que
terminaron integrándose en otros grupos, aunque se ignoran los motivos que los pudieron llevar a
ello.
Teotihuacán fue la primera ciudad mesoamericana que contó con un gobierno teocrático-militar
en el que los sacerdotes también ejercían funciones militares. Este grupo tomaba las decisiones y
controlaba todo lo relacionado con el comercio, tal era su importancia que las habitaciones que
ocupaban se encontraban en el centro de la ciudad, lo que corresponde actualmente a la zona
arqueológica. El resto de la sociedad estaba conformada principalmente por artesanos (casi no
existían los agricultores) cuyo número ascendía constantemente por las necesidades comerciales
de la urbe; tal fue la exigencia de este tipo de mano de obra que inmigrantes de otras zonas,
básicamente de Oaxaca, se establecieron en Teotihuacán y crearon sus propios barrios.
La actividad económica primordial, por no decir que única, era el comercio. A través del trueque
intercambiaban cuchillos, máscaras, puntas de lanza, navajas -todos realizados en jade- por
alimentos, piedra y productos suntuarios como pectorales, pulseras, collares, ámbar y otros
objetos sofisticados. Esta actividad comercial fue tan vigorosa que los productos teotihuacanos
llegaron a regiones tan distantes como la habitada por lo mayas.
Guatemala y Honduras. En estas zonas, durante el período clásico, surgieron centros políticos,
religiosos y sociales importantes como Bonampak, Copán y Palenque.
Políticamente hablando, los mayas, al igual que los olmecas, conformaron pequeños centros
urbanos autónomos que poseían un gobernante encargado de tomar las decisiones importantes
de carácter administrativo, militar, religioso y jurídico. Aunque tenía el poder absoluto, este
gobernante se hacía acompañar de un consejo de ancianos que le auxiliaba en la administración
del Estado y el cobro de impuestos; a su vez, este consejo echaba mano de otros individuos para
poder realizar su función cabalmente y fue de esta forma como los mayas lograron crear una
burocracia bien estructurada y funcional.
La sociedad maya estaba organizada bajo un sistema social complejo.
Los mayas utilizaban los sistemas de roza y quema y del temporal para cultivar el maíz, frijol,
calabaza, jícama, yuca, camote y cacao, éste último se utilizaba en su totalidad para comerciar.
Con el paso del tiempo, el comercio se convirtió en la actividad económica principal. En mercados
locales o con el envío de comerciantes al altiplano central y Centroamérica, los mayas crearon una
amplia red comercial que les permitía intercambiar entre ellos y con otros pueblos cacao, jade,
miel de abeja, sal, pescados, piedras, ámbar, madera, plumas de quetzal y pieles de venado.
Esta cultura fue la que mayor interés mostró por las ciencias. Aunque en las matemáticas
heredaron el sistema numérico vigesimal de los olmecas lo perfeccionaron al descubrir el cero. En
la astronomía descubrieron el calendario de 365 días, el concepto del año bisiesto, el movimiento
de traslación de Venus y también podían predecir cuándo sucederían fenómenos naturales como
los eclipses. La medición y registro del tiempo eran actividades que fascinaban a los mayas,
quienes no conformes con tener dos calendarios (el solar de 365 días y el lunar de 260), crearon
varias unidades de registro del tiempo que iban desde el Kin (un día) hasta el alautún (64 millones
de años).
El panteón maya comprendía una serie de dioses a los que se les relacionaba con las fuerzas de la
naturaleza, con la vida diaria y con conceptos tan abstractos como los números y los meses. La
curiosidad religiosa de esta cultura les llevó a cuestionarse sobre su origen y llegaron a la
conclusión de que antes que ellos habían existido otros hombres que, por sus carencias religiosas
y físicas, habían sido aniquilados por los dioses. Las divinidades más veneradas eran: Kukulkán,
dios del viento, Yum Kaax, dios del maíz, Chaac, dios del agua, Yum Kimil, dios de la muerte y Kim
Achau, dios del sol y del tiempo, entre otros.
Entre inicios y mediados del siglo X los grandes centros mayas comenzaron a ser abandonados por
sus pobladores. Se cree que esta situación fue consecuencia del agotamiento de la tierra, el
crecimiento demográfico, las guerras civiles, los terremotos y las invasiones de grupos
chichimecas.
De entre todos los gobernantes toltecas hubo uno que destacó más por su
espíritu «civilizador» y no tanto por el amor a las ramas. Topiltzin deseó que Tollán
que se convirtiera en un centro cultural y para poder realizar este sueño, promovió
el arribo de artesanos y arquitectos provenientes del valle de México. Este cambio
también tuvo una repercusión religiosa importante pues el rey dio un gran
impulso al culto de Quetzalcátl (serpiente emplumada), una divinidad pacífica y
ligada estrechamente a la cultura, en detrimento de Tezcatlipoca (espejo
humeante), el dios de la guerra. Se cree que este cambio religioso fue tan radical
que la mayoría de los toltecas se molestó a tal grado que se levantaron en armas y
depusieron a Topiltzin.
guerra.
Otras deidades importantes eran: Tláloc, dios del agua: Quetzalcóatl, dios del
amanecer y de la sabiduría; Tlazoltéotl, diosa de la fertilidad y Centeocíhuatl, diosa
del maíz.
Uno de los grupos chichimecas de origen náhuatl que había participado en la caída
de Tollán fue el de los mexicas. Originarios de una ciudad mítica que ellos
llamaban Aztlán — supuestamente localizada en Nayarit—, en el año 1111 los
mexicas comenzaron a migrar rumbo al Altiplano Central en búsqueda de mejores
condiciones de vida. Cuando llegaron al valle de México, los estados ahí
establecidos (Azcapotzalco, Culhuacán. Xochimilco, por citar algunos) se
encontraban en pleno proceso de expansión y de guerra. Tras servir como
mercenarios de los tepanecas y de los colhuas, el rey de Azcapotzalco les cedió en
1345 un pequeño islote en el centro del lago de Texcoco para que ahí se
establecieran. Acto seguido, los mexicas fundaron México-Tenochtitlan, una
ciudad sencilla que contaba con cierta preeminencias como eran la de tener
diversos ecosistemas y agua todo el tiempo. No obstante su sedentarización y el
goce de estas ventajas, los mexicas no podían ocultar, ni controlar, su espíritu
bélico y comenzaron a poner en práctica una política de expansión que les llevó,
en una primera instancia, a conquistar a sus vecinos y posteriormente el actual valle
de México Chiapas, Guerrero, Guatemala, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Morelos,
Veracruz.
https://www.youtube.com/watch?v=MDQJJCWt0_0
A pesar de los informes que había recibido, Grijalva siguió los pasos de la primera
expedición y aunque también tuvo enfrentamientos con los mayas de la costa, tuvo
muy pocas bajas. Al pasar por Campeche decidió seguir viajando rumbo al
noroeste hasta que llegó a Tabasco. Ahí decidió avanzar tierra adentro siguiendo
la gran desembocadura de un río. Los indígenas de la región eran más amigables
que los mayas de la costa y, gracias a ello, los españoles pudieron desembarcar
varias veces e intercambiar cuentas de vidrio por metales preciosos. Se cuenta que
en uno de estos desembarcos Grijalva recibió una comisión del emperador mexica
Moctezuma II que le colmó de regalos lujosos.
Tres días después de haber zarpado de Cuba, los españoles llegaron a cabo
Catoche (Yucatán) en donde se encontraron con Fray Jerónimo de Aguilar y
Gonzalo Guerrero, náufragos españoles que desde 1511 se habían integrado a la
comunidad maya de la localidad. Cortés invitó a los náufragos a que se unieran a
su empresa, pero Guerrero no aceptó pues se había casado con una princesa y
tenía varios hijos con ella. Por el contrario, Aguilar aceptó la invitación y puso sus
conocimientos de la lengua maya al servicio de los españoles.
Cortés y sus hombres siguieron las rutas trazadas por
El primer contacto entre los mexicas y los españoles se dio a los pocos días,
después de que los segundos habían fundado la ciudad de Santa María de la
Victoria. La comitiva enviada por Moctezuma II quedó impresionada cuando
Cortés y sus soldados desplegaron toda una escena «teatral» en la que sus
caballos corrían de un lado a otros mientras que los europeos disparaban al
unísono sus rifles y cañones. Los enviados se asombraron y confirmaron la
procedencia divina de los extranjeros —a los que bautizaron como teules o dioses
— cuyo arribo coincidía con la fecha mítica de retorno profetizada por el dios
Quetzalcóatl. La embajada de Moctezuma II puso a los pies de Cortés cuantiosos
regalos (oro, joyas, ropa blanca) con la esperanza de que quedaran saciadas sus
ambiciones y dieran marcha atrás. El efecto fue el contrario. Cortés interpretó que
ello era una pequeña muestra de las riquezas que existían en esas tierras y, ahora
con mayor ahínco, quiso penetrar tierra adentro para llegar a la capital del imperio
mexica.
La política de alianzas brindó sus frutos pues mientras los españoles pasaron por
Puebla, los grupos indígenas se les unieron en la creencia de que eran dioses. Sin
embargo esta circunstancia se transformó cuando llegaron a Tlaxcala. Se trataba
de un estado que había logrado mantenerse independiente de los mexicas,
quienes en venganza les habían impuesto un bloqueo comercial de algodón,
cacao y sal. Cortés, envío a emisarios para pactar una alianza con ellos, pero
Xicoténcatl, uno de los dirigentes tlaxcaltecas más notables, desconfío de los
españoles y preparó la guerra contra ellos. Después de sufrir varias derrotas, los
tlaxcaltecas reconocieron la superioridad de las tropas españolas y, también, vieron
en ellas un medio para acabar con el dominio mexica. Cuando los españoles se
encontraban descansando en Tlaxcala, otra comitiva de Moctezuma II llegó con
regalos y un mensaje del emperador en que invitaba a Cortés a desistir en su idea
de llegar a la capital del imperio. Esta invitación tampoco funcionó.
El ejército español, fortalecido con la
incorporación de efectivos tlaxcaltecas, se dirigió a Cholula, un estado
autónomo que mantenía buenas relaciones con los mexicas. Cuando llegaron ahí,
los cholultecas dieron, por órdenes de Moctezuma, una buena acogida a los
españoles, hecho que generó suspicacias entre los europeos y que fue utilizado
por los tlaxcaltecas para hacerles creer que se trataba de una conspiración. Cortés
perdió el tiempo averiguando si existía tal confabulación y dio la orden de que
matara a los hombres, mujeres y niños de la ciudad. Se estima que fueron entre
4000 y 5000 las víctimas de este acontecimiento que se conoció como la «matanza
de Cholula».
En tanto que esto sucedía en la capital del imperio mexica, tropas enviadas por
Diego de Velásquez, y capitaneadas por Pánfilo de Narváez, desembarcaron en
Veracruz con la orden de aprisionar a Cortés y su gente para regresarlos a Cuba.
Cuando Cortés se enteró de ello, dejó al mando a Pedro de Álvarado y salió, con
varios hombres, rumbo a Veracruz para enfrentarse a Narváez. Fue en Cempoala
donde se dio el choque entre los dos ejércitos españoles, siendo el de Cortés el
que se impuso. Narváez fue aprehendido y enviado a Cuba, mientras que sus armas
y soldados quedaron en manos del vencedor.
Estando en Tlaxcala, Cortés comenzó a planear una nueva campaña contra los
mexicas basada en la idea de conquistar todos lo territorios ubicados entre este
señorío y México- Tenochtitlan en una especie de cerco que se iría cerrando
conforme los conquistadores se fueran acercando a su objetivo. Mientras tanto, en
la capital mexica, se había desatado una epidemia de viruela, mal probablemente
llevado por uno de los soldados de Narváez. Por tratarse de un mal jamás visto en
el mundo prehispánico los indígenas fueron victimados en grandes cantidades,
siendo la víctima más importante el joven Cuitláhuac que, tras haber perecido, fue
substituido en el cargo de emperador por el noble Cuauhtémoc.
Desde finales de 1520, los españoles recurrieron a las armas y las alianzas para
llegar de manera salva al valle de México. Ahí Cortés comenzó a poner un cerco
tenaz contra la capital mexica que para muchos no era otra cosa que su venganza
por la humillación recibida en la «noche triste». Gracias al apoyo de los reinos
colindantes con Tenochtitlan, los españoles bloquearon las salidas de las calzadas
y utilizaron los bergantines (navíos de pequeño tamaño equipados con cañones)
para vigilar las costas del islote. A partir de este momento ni una sola persona
podía entrar o salir de la ciudad sin el consentimiento de los españoles. No
conforme con lo anterior, Cortés dio la orden de que se rompiera un tramo del
acueducto de Chapultepec para privar a los mexicas de agua potable (la del lago
era salada). A pesar de estas adversidades los mexicas aguantaron estoicamente el
sitio de su ciudad y cuando los españoles comenzaron a invadirla el 13 de agosto
de 1521 la defendieron ferozmente. La lucha entre ambos bandos fue despiadada,
según lo comentan los relatos europeos e indígenas, pues en cada calle se podía
ver como grupos de soldados mexicas y de españoles combatían y cuando los
segundos triunfaban no podían avanzar mucho pues un nuevo contingente
indígena les hacia frente. La matanza culminó cuando los españoles por fin
pudieron aprehender a Cuauhtémoc, quien al verse privado de su libertad, según
cuenta la leyenda, pidió a Cortés que le diera una puñalada pues había hecho todo
lo posible por defender a su gente. El español hizo caso omiso de sus palabras y,
por el momento, le perdonó la vida.
Terminada la conquista, Cortés tuvo que hacer frente a los problemas que de ella
habían derivado. El primero era la cuestión del gobierno, tarea sencilla en papel
pero extremadamente espinosa en la práctica. Desde la fundación del
Ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz, el conquistador ostentaba las
funciones de capitán general y gobernador de la Nueva España, funciones que le
fueron ratificadas por la Corona en 1522. Aunque Cortés tenía todo el poder en el
territorio, escogió a gente de su confianza, como era la costumbre, para ostentar
los cargos políticos y judiciales más delicados, con lo cual se ganó la
animadversión del resto de los conquistadores. Cuando consideró que había
establecido las bases de gobierno novohispano, el extremeño no perdió el tiempo
y se lanzó a nuevas empresas militares pues, como él mismo lo decía, era más «un
hombre de hacer que de pacer». Decidió llevar a cabo una expedición a las
Hibueras (hoy en día Honduras) en 1524, pero sólo marchar, estalló un conflicto
entre sus enemigos y detractores, quedándose con el poder los segundos. Éstos
llevaron a cabo una política de persecución contra los primeros. Producto de lo
anterior fueron dos hechos: el regreso de Cortés a la capital novohispana en 1526
y el envío, por parte de la Corona, de un juez que enjuiciara a Cortés y quedara con
el mando de estas tierras. El juez, Alonso de Estrada, gobernó hasta 1529, año en
el que fue removido pues terminó por tomar partido en los conflictos internos.
En cinco años, la Segunda Audiencia logró imponer un orden que jamás se había
vivido en estas tierras y, sin embargo, como si se tratara de un castigo, en 1535
Carlos I decidió hacer cambios políticos trascendentales. No es que la Audiencia lo
hubiera hecho mal, por el contrario, el rey le estaba muy agradecido, pero también
deseaba instaurar una forma de gobierno que le fuera más leal que cualquier otra
y que, paralelamente, controlara a los españoles quienes, so pretexto de la
distancia, mostraban demasiada autonomía. Fue por estas razones que Carlos I
decidió convertir a Nueva España en un virreinato.
Atte. CEDULI