Ceduli 13 Historia I

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Historia I ⏳

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13.1 DE LA LLEGADA DEL HOMBRE A AMÉRICA HASTA EL IMPERIO MEXICA

La llegada del hombre a América:

Entre aquellos que se dedican al estudio de la prehistoria se apoya la idea de que los primeros
pobladores de América no eran originarios de este continente. Al respecto son dos las preguntas
que se han planteado. ¿De dónde procedieron los primeros moradores? ¿Cómo llegaron a
América? Hay dos las teorías que buscan dar respuesta a estas interrogantes.

El origen único. Según esta propuesta, el hombre americano procedía de Asia. En tiempos
de la última glaciación llamada Wurm- Wisconsin, el nivel del mar descendió permitiendo pasos
interoceánicos a través de los cuales atravesó el hombre desde Asia a América, en grupos de
nómadas no mayores a 40 personas.

Esta condición permitió a los asiáticos atravesar el estrecho de Bering y establecerse en Alaska
hace 35,000 años. Los emigrantes continuaron su travesía hacia el sur del continente en busca de
mejores tierras y climas más cálidos que favorecieran la caza y recolección.

El origen múltiple. Quienes sustentan esta teoría reconocen que aunque el estrecho de Bering
fue la ruta migratoria más importante, no fue la única. Afirman que también los habitantes de
las regiones australianas y malayopolinesas llegaron al continente gracias a sus canoas y sus
conocimientos de las corrientes de las corrientes marítimas y eólicas. Algunas similitudes físicas y
lingüísticas entre diversos grupos indígenas del norte, centro y sur del continente americano
sustentan esta hipótesis.

Los primeros pobladores de México se establecieron hace 20,000 años en el norte del país, pero
como dependían de la caza y de la recolección, comenzaron moverse hacia el sur y a concentrarse
en el valle de México por su clima y la abundancia de recursos naturales. Esta situación les restaba
autonomía pues una vez que ya no había que cazar o recolectar debían de emprender el camino
hacia otras regiones para poder subsistir. Tal forma de vida se vio radicalmente transformada a
partir del siglo VII a.C. cuando los americanos descubrieron la agricultura. A partir de entonces, los
clanes se sedentarizaron y con ello surgieron las primeras villas; se comenzó a desarrollar una
división sexual del trabajo en la que las mujeres se dedicaban a la siembra y recolección y los
hombres a la caza. En pocas palabras, la domesticación de la agricultura favoreció el inicio del
desarrollo cultural de algunos pueblos americanos.
Aunque todo el territorio que actualmente ocupa México se encontraba habitado, sólo en la
región conocida como Mesoamérica hubo un desarrollo cultural diverso. La extensión de esta
región era amplia pues en el norte abarcaba los estados actuales de Coahuila, Durango, Nuevo
León, San Luis Potosí, Sonora y Zacatecas, mientras que en el sur llegaba hasta los límites de lo que
hoy en día se conoce como Nicaragua. A lo largo de 4000 años surgieron en toda Mesoamérica
culturas que, a pesar de las distancias geográficas y cronológicas, compartieron rasgos espirituales
(mismos dioses con diferentes nombres, la creencia en un «más allá» y la necesidad de crear
templos para adorar a las divinidades) y materiales (agricultura, el uso de calendarios lunares y
solares, mercados especializados y la talla de piedra).

Para poder estudiar a las diversas culturas mesoamericanas, los especialistas se han encargado de
agruparlas, por su antigüedad, en tres horizontes culturales o períodos:

 El preclásico (2300 a.C. al 0)

 El clásico (0 al 900 d.C.)

 El postclásico (900 d.C. al 1519 d.C.)

En estos tres horizontes surgieron varias civilizaciones prehispánicas: olmecas, culturas del
Occidente, culturas del Altiplano central, totonacas, huastecos, zapotecos, mixtecos, mayas (que a
su vez se dividían en una serie de subgrupos), tarascos, toltecas, teotihuacanos, tlaxcaltecas,
mexicas, xochimilcas, cholultecas, etcétera. Aunque cada uno de estos grupos fue importante en
la región, sólo se hablará de aquellos cuyos aportes políticos, económicos, culturales y religiosos
generaron una influencia poderosa y cambios notables.
13.2 LA CULTURA OLMECA

Fue la primera que surgió en Mesoamérica, en


la época preclásica. Muchos historiadores también la han denominado como «la cultura madre»
porque ejerció influencia cultural en otras zonas como la del Altiplano central, Guatemala y
El Salvador. Los grupos olmecas se asentaron en los estados de Tabasco y Veracruz, en un área
cálida y con abundantes tierras fértiles bañadas por los ríos Grijalva y Papaloapan.

Por haber sido la cultura mesoamericana más antigua y estar localizada en una región muy
húmeda, poco son los vestigios materiales que quedan de los olmecas y, en consecuencia, también
es poco lo que se sabe de ellos. Se desconoce completamente su lenguaje; es más, la palabra
olmeca es de origen náhuatl y significa «habitante del país del hule». Debido a la humedad,
tampoco se han conservado restos humanos que permitan saber con seguridad cómo eran
físicamente.

Por representaciones artísticas del tipo de las cabezas gigantes, se cree que eran de baja estatura,
complexión robusta, cara redonda con mejillas abundantes, ojos bizcos, nariz achatada y labios
gruesos.

Se sabe que no existió una unidad política entre ellos pues el sistema de

ciudades estado fue el que preponderó. Cada


una de estas urbes se constituía como un centro político, religioso y económico autónomo de los
demás, aunque se cree que mantenía un estrecho contacto entre sí. Los centros urbanos más
importantes eran: La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo.

En cada ciudad estado existía una división social marcada. Los sacerdotes se habían constituido en
el grupo dirigente por los conocimientos religiosos, técnicos, matemáticos, agrícolas y de escritura
que poseían. También se cree que los militares formaban parte del grupo dirigente puesto que sus
servicios en la protección de las ciudades y de la actividad comercial, tan importante en el mundo
olmeca, eran de gran valía. Los otros grupos eran los artesanos y agricultores cuya finalidad era la
de sostener al grupo dirigente y al resto de la sociedad.

La agricultura fue el pilar de su economía. Por


medio de los sistemas de humedad y roza sembraban calabaza, chile, frijol y maíz en cantidades
tan generosas que comenzaron a aprovechar los excedentes para iniciar sus actividades
comerciales con culturas diferentes. El comercio olmeca evolucionó pues pasó del intercambio de
alimentos por materias primas inexistentes en «la región del hule» (como piedra) hasta el punto
que adquirían la materia prima, la procesaban y comerciaban el producto final. Respecto a
quienes se dedicaba a esta actividad hay dos hipótesis. La primera sostiene que los militares y los
sacerdotes lo hacían y la segunda propone la existencia de un grupo especializado en el comercio.

Por medio de figuras zoomorfas, antropomorfas y mixtas, los olmecas representaban a sus
divinidades. Sus dioses estaban asociados a las fuerzas de la naturaleza, siendo el jaguar el más
importante por la fuerte carga simbólica que poseía. Se le relacionaba con la muerte, con el agua,
con la fertilidad, con la agricultura, es decir, con la vida.

También es un misterio la desaparición de este grupo. Hacia el año 100 a.C se desvanecieron y
nunca más se supo de ellos. Se cree que lo que sucedió es que se dispersaron por la selva y que
terminaron integrándose en otros grupos, aunque se ignoran los motivos que los pudieron llevar a
ello.

13.3 LA CULTURA TEOTIHUACANA


Uno de los centros político, religioso y
comercial que floreció en el horizonte cultural clásico fue Teotihuacán. Este centro urbano, cuyo
nombre náhuatl significa «el lugar donde habitan los dioses», se encontraba al este del lago de
Texcoco y fue fundado hacia el año 300 a.C. por pobladores que provenían del valle de México; sin
embargo, fue en el siglo VII d.C. cuando la ciudad alcanzó su esplendor pues en, poco más de 20
kilómetros cuadrados, logró congregar a 100,000 habitantes y su influencia se extendía por los
estados actuales de Hidalgo, México, Morelos, Puebla y Veracruz.

Teotihuacán fue la primera ciudad mesoamericana que contó con un gobierno teocrático-militar
en el que los sacerdotes también ejercían funciones militares. Este grupo tomaba las decisiones y
controlaba todo lo relacionado con el comercio, tal era su importancia que las habitaciones que
ocupaban se encontraban en el centro de la ciudad, lo que corresponde actualmente a la zona
arqueológica. El resto de la sociedad estaba conformada principalmente por artesanos (casi no
existían los agricultores) cuyo número ascendía constantemente por las necesidades comerciales
de la urbe; tal fue la exigencia de este tipo de mano de obra que inmigrantes de otras zonas,
básicamente de Oaxaca, se establecieron en Teotihuacán y crearon sus propios barrios.

La actividad económica primordial, por no decir que única, era el comercio. A través del trueque
intercambiaban cuchillos, máscaras, puntas de lanza, navajas -todos realizados en jade- por
alimentos, piedra y productos suntuarios como pectorales, pulseras, collares, ámbar y otros
objetos sofisticados. Esta actividad comercial fue tan vigorosa que los productos teotihuacanos
llegaron a regiones tan distantes como la habitada por lo mayas.

La religión fue uno de los mayores aportes que


legó Teotihuacán a Mesoamérica. Muchos de los dioses que surgieron en esta cultura siguieron
siendo adorados hasta el momento de la conquista española. Las divinidades comenzaron a ser
representadas con cuerpos humanos y las que más veneración recibían eran: Huehetéotl, el dios
del fuego y la vejez; el famoso Tláloc, el dios del agua; Yacatecuhtli, el dios del comercio y
Mictlantecuhtli, el dios de la muerte. Las ceremonias religiosas importantes se llevaban a cabo en
los templos del centro de la ciudad y los rituales que ahí se practicaban iban desde el canto de
himnos hasta la celebración de sacrificios humanos.
Entre los siglos IV y V inició la decadencia de Teotihuacán. Son muchos los factores que nos
permiten explicar este fenómeno. El crecimiento de la ciudad fue tal que deterioró el ambiente y
cambió el clima; lo que anteriormente había sido una zona boscosa y fértil se había transformado
en un desierto. Los signos de violencia que aparecen en las ruinas actuales han hecho pensar a los
historiadores que la ciudad padeció brotes de violencia que pudieron ser originados por varias
razones: conflictos entre las diversas etnias que habitaban la urbe, luchas entre el pueblo y el
grupo gobernante que por siglos le había explotado, o bien, las invasiones de grupos chichimecas
(nómadas provenientes del norte del país) que al entrar a la ciudad la incendiaron. El proceso de
decadencia de esta cultura fue tan rápido y cruento que para el siglo IX su se había convertido en
un pueblo fantasma.

13.4 LA CULTURA MAYA

Los mayas abarcaron un vasto territorio que


comprendía los actuales estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán,
además de Belice, El Salvador,

Guatemala y Honduras. En estas zonas, durante el período clásico, surgieron centros políticos,
religiosos y sociales importantes como Bonampak, Copán y Palenque.

Políticamente hablando, los mayas, al igual que los olmecas, conformaron pequeños centros
urbanos autónomos que poseían un gobernante encargado de tomar las decisiones importantes
de carácter administrativo, militar, religioso y jurídico. Aunque tenía el poder absoluto, este
gobernante se hacía acompañar de un consejo de ancianos que le auxiliaba en la administración
del Estado y el cobro de impuestos; a su vez, este consejo echaba mano de otros individuos para
poder realizar su función cabalmente y fue de esta forma como los mayas lograron crear una
burocracia bien estructurada y funcional.
La sociedad maya estaba organizada bajo un sistema social complejo.

Cada ciudad maya contaba con un grupo


dirigente de nobles que cumplía con funciones directivas, intelectuales y militares, aunque era el
cobro de impuestos a la población por lo que más se les conocía. Cuando moría el gobernante de
un centro urbano, los miembros de este grupo se reunían para escoger, de entre ellos, a su
sucesor. Por debajo estaban los comerciantes que aunque eran parte de las clases sociales
inferiores vivían cómoda y lujosamente pues sus servicios eran muy bien compensados por la élite
gobernante a la que preveían abundantemente de productos suntuarios. En las posiciones
inferiores se encontraban los artesanos y los agricultores quienes estaban obligados a pagar
tributos para ser libres, tener derechos y ser protegidos por el grupo en el poder. Aunque el
mundo maya todos nacían libres, existía la esclavitud. Tres eran las razones por las que una
persona podía convertirse en esclavo: por castigo, por la guerra y por propia voluntad —para
pagar una deuda personal o para hacer un favor a un amigo.

Los mayas utilizaban los sistemas de roza y quema y del temporal para cultivar el maíz, frijol,
calabaza, jícama, yuca, camote y cacao, éste último se utilizaba en su totalidad para comerciar.
Con el paso del tiempo, el comercio se convirtió en la actividad económica principal. En mercados
locales o con el envío de comerciantes al altiplano central y Centroamérica, los mayas crearon una
amplia red comercial que les permitía intercambiar entre ellos y con otros pueblos cacao, jade,
miel de abeja, sal, pescados, piedras, ámbar, madera, plumas de quetzal y pieles de venado.

Esta cultura fue la que mayor interés mostró por las ciencias. Aunque en las matemáticas
heredaron el sistema numérico vigesimal de los olmecas lo perfeccionaron al descubrir el cero. En
la astronomía descubrieron el calendario de 365 días, el concepto del año bisiesto, el movimiento
de traslación de Venus y también podían predecir cuándo sucederían fenómenos naturales como
los eclipses. La medición y registro del tiempo eran actividades que fascinaban a los mayas,
quienes no conformes con tener dos calendarios (el solar de 365 días y el lunar de 260), crearon
varias unidades de registro del tiempo que iban desde el Kin (un día) hasta el alautún (64 millones
de años).

El panteón maya comprendía una serie de dioses a los que se les relacionaba con las fuerzas de la
naturaleza, con la vida diaria y con conceptos tan abstractos como los números y los meses. La
curiosidad religiosa de esta cultura les llevó a cuestionarse sobre su origen y llegaron a la
conclusión de que antes que ellos habían existido otros hombres que, por sus carencias religiosas
y físicas, habían sido aniquilados por los dioses. Las divinidades más veneradas eran: Kukulkán,
dios del viento, Yum Kaax, dios del maíz, Chaac, dios del agua, Yum Kimil, dios de la muerte y Kim
Achau, dios del sol y del tiempo, entre otros.
Entre inicios y mediados del siglo X los grandes centros mayas comenzaron a ser abandonados por
sus pobladores. Se cree que esta situación fue consecuencia del agotamiento de la tierra, el
crecimiento demográfico, las guerras civiles, los terremotos y las invasiones de grupos
chichimecas.

13.5 LA CULTURA TOLTECA

La caída de Teotihuacán aunada a la decadencia de la cultura maya, son procesos


que marcaron la transición al período Postclásico. En él, Mesoamérica sufrió una
sucesión de invasiones chichimecas que generaron una serie de cambios en la
región.

Uno de los primeros grupos chichimecas


que se estableció en Mesoamérica fue el de los Toltecas. Destacados «alumnos»
de los Teotihuacanos, los toltecas fundaron en 856 la ciudad de Tollán (Tula), que
se convertiría, con el transcurso de los años, en la capital de un vasto imperio. Fue
en la región del Altiplano Central donde los toltecas ejercieron por primera vez su
hegemonía, pero no conforme con ello, utilizaron las armas para ampliar su zona
de influencia llegando, incluso, a controlar regiones tan distantes como Guerrero y
Oaxaca.

De entre todos los gobernantes toltecas hubo uno que destacó más por su
espíritu «civilizador» y no tanto por el amor a las ramas. Topiltzin deseó que Tollán
que se convirtiera en un centro cultural y para poder realizar este sueño, promovió
el arribo de artesanos y arquitectos provenientes del valle de México. Este cambio
también tuvo una repercusión religiosa importante pues el rey dio un gran
impulso al culto de Quetzalcátl (serpiente emplumada), una divinidad pacífica y
ligada estrechamente a la cultura, en detrimento de Tezcatlipoca (espejo
humeante), el dios de la guerra. Se cree que este cambio religioso fue tan radical
que la mayoría de los toltecas se molestó a tal grado que se levantaron en armas y
depusieron a Topiltzin.

El gobierno tolteca estaba en manos de un grupo de sacerdotes guerreros que


ejercía un férreo control sobre el resto de la población, aunque —a diferencia de
las culturas anteriores— este grupo no estaba afianzado y sus miembros
entablaban constantes peleas, aunque fueron pocas las que culminaron en una
guerra civil. Se cree que los agricultores y comerciantes, pilares de la sociedad y de
la economía toltecas, no participaban en la política y, consecuentemente, en la
toma de decisiones.

El comercio y la agricultura eran las actividades económicas más destacadas en el


mundo tolteca. Aunque habían aprendido de los teotihuacanos a sembrar, se
piensa que los olmecas preferían obtener los alimentos de los pueblos que
estaban obligados a tributarles. A su vez, el comercio era un quehacer apreciado
por este pueblo, siendo la cerámica y la obsidiana los productos más comerciados.

De la religión tolteca poco se sabe. Fueron los primeros en tener divinidades


relacionadas con la guerra, como el caso de Tezcatlipoca, dios de la noche y de la

guerra.

Otras deidades importantes eran: Tláloc, dios del agua: Quetzalcóatl, dios del
amanecer y de la sabiduría; Tlazoltéotl, diosa de la fertilidad y Centeocíhuatl, diosa
del maíz.

En el siglo XII inició la decadencia de Tollán como consecuencia de las invasiones


de otros grupos chichimecas, guerras civiles y levantamientos de los pueblos
tributarios. La mayoría de los habitantes de la urbe la abandonaron para refugiarse
en el valle de México, en los alrededores de la región lacustre, donde otros
pueblos chichimecas se habían establecido dos siglos atrás.
13.6 LA CULTURA MEXICA O AZTECA

Uno de los grupos chichimecas de origen náhuatl que había participado en la caída
de Tollán fue el de los mexicas. Originarios de una ciudad mítica que ellos
llamaban Aztlán — supuestamente localizada en Nayarit—, en el año 1111 los
mexicas comenzaron a migrar rumbo al Altiplano Central en búsqueda de mejores
condiciones de vida. Cuando llegaron al valle de México, los estados ahí
establecidos (Azcapotzalco, Culhuacán. Xochimilco, por citar algunos) se
encontraban en pleno proceso de expansión y de guerra. Tras servir como
mercenarios de los tepanecas y de los colhuas, el rey de Azcapotzalco les cedió en
1345 un pequeño islote en el centro del lago de Texcoco para que ahí se
establecieran. Acto seguido, los mexicas fundaron México-Tenochtitlan, una
ciudad sencilla que contaba con cierta preeminencias como eran la de tener
diversos ecosistemas y agua todo el tiempo. No obstante su sedentarización y el
goce de estas ventajas, los mexicas no podían ocultar, ni controlar, su espíritu
bélico y comenzaron a poner en práctica una política de expansión que les llevó,
en una primera instancia, a conquistar a sus vecinos y posteriormente el actual valle
de México Chiapas, Guerrero, Guatemala, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Morelos,
Veracruz.

Curiosamente, cuando los mexicas se


convirtieron en una potencia hegemónica decidieron cambiar su historia y
comenzaron a afirmar que el motivo de su peregrinación originaria era una orden
que Huiztilopochtli les había dado; esta misma divinidad, relacionada con la
guerra, indicó a los sacerdotes mexicas que el éxodo terminaría cuando llegara a
un lugar donde un águila estuviera encima de una nopalera comiendo a una
serpiente. Resultó que dicho lugar, según la leyenda, era México- Tenochtitlan.

El sistema político con el que se regían era riguroso y estaba perfectamente


ordenado. A la cabeza se encontraba el emperador (Tlatoani), que era la máxima
autoridad en lo que se refería a la religión, la guerra y la política. Cuando el
emperador moría, los nobles mexicas se reunían para escoger, de entre ellos, a su
sucesor. Por debajo estaba el consejero (Cihuacóatl), quien cumplía con varias
funciones que iban desde sustituir al emperador cuando éste no se encontraba
hasta encargarse de la recolección y almacenamiento del tributo. Seguía el
Consejo de Estado o Tlatocan que, además de asesorar al emperador cuando lo
solicitaba, se encargaba de las cuestiones administrativas y judiciales ordinarias.

La sociedad se encontraba dividida en dos estamentos. Los Pilpiltzin

eran los miembros de la nobleza,


tenían los puestos políticos, militares y religiosos; no pagaban impuestos y se les
prohibía hacer cualquier tipo de trabajo relacionado con la tierra. El resto de la
sociedad, los macehualtzin, eran los encargados de mantener vivo al sistema
productivo; sin importar que fueran comerciantes, artesanos, agricultores,
cargadores, soldados, esclavos… todos debían pagar impuestos si querían gozar
de derechos políticos tan limitados que sólo los podían ejercer a nivel de los
barrios.

Su economía sufrió cambios a lo largo del tiempo. En principio la agricultura era su


eje. Por medio de las chinampas —como las que se pueden encontrar hoy en
Xochimilco— de la rotación de cultivos y el sistema de terrazas, los campesinos
sembraban frijol, maíz, chile y calabaza en cantidades tan bastas que los mexicas
solían disponer de excedentes. Conforme la guerra se fue convirtiendo en un
modo de vida, los mexicas encontraron que otra forma de enriquecer su economía
era el cobro de tributos, por demás excesivos, a los pueblos que conquistaban. El
monto del tributo a pagar variaba dependiendo de la riqueza de la región
sometida. El comercio fue otra actividad económica trascendental en el mundo
mexica. En los tianguis el intercambio entre productor y consumidor era directo y
era un medio de intercambio pensado para que los habitantes de las ciudades
pudieran disponer de diversos productos. Existía el comercio a distancia en el que
los vendedores caminaban o navegaban miles kilómetros para obtener aquellos
productos que eran del agrado de los Pipiltzin.
En la medida en que los mexicas
ingresaron en Mesoamérica y entraron en contacto con otros pueblos , sus
creencias religiosas se fueron modificando poco a poco. Se fueron apropiando de
Huehuetèoltl, Quetzalcóatl. Ometéotl, Tezcatlipoca que junto a Tláloc, eran las dos
divinidades más adoradas en el mundo mexica pues mientras que al primero lo
vinculaban con la guerra que tantos beneficios les generaba, el segundo estaba
relacionado con la fertilidad de la tierra necesaria para la existencia de la vida. Los
sacrificios humanos eran una constante que se fundamentaba en la creencia de
que la sangre era el alimento que necesitaba el sol para salir todos los días.

Los mexicas lograron levantar el imperio más poderoso en la historia de


Mesoamérica y, sin embargo, su existencia fue efímera si se le compara con las
otras grandes culturas de la región. No fueron ni los levantamientos ni las guerras
étnicas las que generaron esta situación, tampoco el agotamiento de los recursos
naturales o las tradicionales invasiones chichimecas tuvieron que ver. Por el
contrario, se trata de la repentina irrupción de una nueva fuerza diferente a todas
las existentes en Mesoamérica, una nueva fuerza en la que los motivos religiosos y
económicos servían de motor y que estaba dispuesta a acabar con todo lo que
fuera diferente a ella. Se trataba, pues, del imperio español.

A continuación se presenta un link sobre la cultura Azteca o mexica.

https://www.youtube.com/watch?v=MDQJJCWt0_0

13.7 LA CONQUISTA DE MÉXICO

La Conquista y primeros gobiernos (1492-1535).


Fue gracias a los cuatro viajes que Colón
realizó, entre 1492 y 1502, que se abrieron las puertas de América a los españoles.
En la creencia de que las nuevas tierras eran un premio que Dios les había dado
por haber expulsado a los árabes de su territorio, cientos de españoles emigraron
rumbo a América con la ilusión de convertirse en propietarios de grandes tierras e
increíbles tesoros que les permitieran salir de la pobreza.

Los primeros establecimientos españoles en América se desarrollaron en la región


Caribe, pero el agotamiento de los recursos naturales y humanos, así como la
constante llegada de emigrantes fueron factores que orillaron a los españoles a
buscar nuevos territorios al noroeste del continente.

El gobernador de la isla de Cuba, Diego de Velásquez, era un hombre

ambicioso que sabía que en la medida en que


fuera promotor de la búsqueda y conquista de nuevos territorios, su fama y
riqueza se verían incrementadas considerablemente. En 1517 organizó la primera
expedición española al actual México y puso al mando de la misma a Francisco
Hernández de Córdoba, un experimentado militar que había colaborado con
Velásquez en la conquista de Cuba. Las cosas marcharon bien para los
expedicionarios en los primeros días del viaje pero cuando llegaron a las costas de
Yucatán e intentaron establecer contacto con los mayas, pero éstos mostraron
una actitud belicosa y mataron, en combate, a algunos españoles. Hernández de
Córdoba no se dio por vencido y dio orden a seguir bordeando la costa hasta
llegar a lo que hoy en día es Campeche; sin embargo, la situación empeoró pues
cuando los naturales vieron desembarcar a los españoles, los atacaron ferozmente.
Muchos murieron y otros, entre los que se encontraba el capitán de la misión,
quedaron heridos de gravedad. Después de este revés, la expedición inició el
penoso regreso rumbo a Cuba en un viaje que culminó en 1518.

Aunque la partida no había sido económicamente rentable, tampoco fue un


fracaso rotundo, pues quienes participaron en ella aseguraron que se habían
topado con pueblos con un mayor desarrollo cultural respecto a los existentes en
el Caribe. La ambición de Velásquez se vio incrementada por considerar que a un
mayor desarrollo correspondía una mayor acumulación de riquezas; por ello,
organizó en el mismo año de 1518 una segunda expedición encabezada por Juan
de Grijalva, otro veterano de la conquista de Cuba.

A pesar de los informes que había recibido, Grijalva siguió los pasos de la primera
expedición y aunque también tuvo enfrentamientos con los mayas de la costa, tuvo
muy pocas bajas. Al pasar por Campeche decidió seguir viajando rumbo al
noroeste hasta que llegó a Tabasco. Ahí decidió avanzar tierra adentro siguiendo
la gran desembocadura de un río. Los indígenas de la región eran más amigables
que los mayas de la costa y, gracias a ello, los españoles pudieron desembarcar
varias veces e intercambiar cuentas de vidrio por metales preciosos. Se cuenta que
en uno de estos desembarcos Grijalva recibió una comisión del emperador mexica
Moctezuma II que le colmó de regalos lujosos.

Cuando la segunda expedición llegó a Cuba Juan de Grijalva llevaba un botín


equivalente a 20 000 pesos y, lo que era más importante, las noticias sobre la
existencia de un imperio — tierra adentro— inmensamente rico. El comentario
bastó para que el gobernador de la isla comenzara a organizar una nueva
expedición.

A inicios de 1519 Diego de Velásquez ya tenía lista una nueva expedición, la


tercera, que iba a estar al mando de Hernán Cortés, un capitán extremeño de 33
años con quince de experiencia militar en América. A pesar de la amistad que les
unía, en silencio, Cortés no compartía la ambición desmedida del gobernador de la
isla quien, según se ha dicho, llegó a pedirle al extremeño que conquistara los
territorios indígenas, despojara a sus habitantes de todo el oro que tuvieran y que
no poblara las nuevas tierras con españoles, siendo esta última petición contraria a
los deseos y órdenes de la Corona española.

Con el transcurso de los días Cortés no pudo


seguir disimulando. En cuanto ocasión le era propicia, Velásquez hacía ver al
extremeño que aunque fuera el capitán de la expedición, era su subalterno. Cortés
comenzó a quejarse de la humillación constante que padecía y sus enemigos en la
isla, que no debían de ser pocos, aprovecharon el desliz para convencer al
gobernador de que quitara el mando de la expedición a Cortés, quien al enterarse
de este movimiento no perdió tiempo y anticipó el inicio de la empresa. El 18 de
febrero de 1519, y sin el permiso de Diego de Velásquez, Hernán Cortés dio inicio,
sin que lo supiera, al proceso que culminaría con la conquista de México-
Tenochtitlán.

Tres días después de haber zarpado de Cuba, los españoles llegaron a cabo
Catoche (Yucatán) en donde se encontraron con Fray Jerónimo de Aguilar y
Gonzalo Guerrero, náufragos españoles que desde 1511 se habían integrado a la
comunidad maya de la localidad. Cortés invitó a los náufragos a que se unieran a
su empresa, pero Guerrero no aceptó pues se había casado con una princesa y
tenía varios hijos con ella. Por el contrario, Aguilar aceptó la invitación y puso sus
conocimientos de la lengua maya al servicio de los españoles.
Cortés y sus hombres siguieron las rutas trazadas por

Hernández de Córdoba y Grijalva.


Cuando llegaron a Tabasco, tuvieron algunos enfrentamientos con los caciques
mayas que ahí vivían,pero al ser derrotados—gracias a los caballos, armaduras y
armas de fuego— optaron por pactar con los invasores, a quienes agasajaron con
alimentos, oro, mantas de algodón y jóvenes doncellas. Entre estas mujeres se
encontraba una que se llamaba Malinalli, a la que también se le conoce como
Malintzin, Malinche y Marina, quien tuvo un papel fundamental en la conquista
por sus conocimientos de las lenguas maya y náhuatl. De esta forma, cuando
Cortés quería preguntar a los indígenas algo, Aguilar hacía la traducción al maya y
Malinalli del maya al náhuatl.

El primer contacto entre los mexicas y los españoles se dio a los pocos días,
después de que los segundos habían fundado la ciudad de Santa María de la
Victoria. La comitiva enviada por Moctezuma II quedó impresionada cuando
Cortés y sus soldados desplegaron toda una escena «teatral» en la que sus
caballos corrían de un lado a otros mientras que los europeos disparaban al
unísono sus rifles y cañones. Los enviados se asombraron y confirmaron la
procedencia divina de los extranjeros —a los que bautizaron como teules o dioses
— cuyo arribo coincidía con la fecha mítica de retorno profetizada por el dios
Quetzalcóatl. La embajada de Moctezuma II puso a los pies de Cortés cuantiosos
regalos (oro, joyas, ropa blanca) con la esperanza de que quedaran saciadas sus
ambiciones y dieran marcha atrás. El efecto fue el contrario. Cortés interpretó que
ello era una pequeña muestra de las riquezas que existían en esas tierras y, ahora
con mayor ahínco, quiso penetrar tierra adentro para llegar a la capital del imperio
mexica.

Antes de continuar con su expedición, Cortés tuvo que arreglar un problema.


Consciente de que se había violado la ley al fugarse de Cuba sin el permiso de su
gobernador, de quien dependía directamente, decidió darle legalidad a sus actos
para evitar que Velásquez pudiera actuar en su contra. Junto a sus hombres Cortés
fundó la Villa Rica de la Vera Cruz y, frente al ayuntamiento de dicha villa, renunció
al poder que le había otorgado el gobernador de Cuba y asumió el nombramiento
de Capitán General y de Justicia Mayor, con lo cual pasaba a depender
directamente del rey de España, Carlos I.

En su camino rumbo a México-Tenochtitlan, los españoles presenciaron los abusos


que los tributarios de los mexicas sufrían, cuando llegaron a Cempoala, el cacique
del lugar — conocido como «gordo» por su sobrepeso— les brindó hombres,
provisiones y datos sobre la región a cambio de protección militar. Esta alianza
puso de manifiesto a Cortés que muchos pueblos odiaban a los mexicas, situación
que podía serle favorable si llevaba a cabo, a lo largo de su camino, alianzas con
los disconformes.

La política de alianzas brindó sus frutos pues mientras los españoles pasaron por
Puebla, los grupos indígenas se les unieron en la creencia de que eran dioses. Sin
embargo esta circunstancia se transformó cuando llegaron a Tlaxcala. Se trataba
de un estado que había logrado mantenerse independiente de los mexicas,
quienes en venganza les habían impuesto un bloqueo comercial de algodón,
cacao y sal. Cortés, envío a emisarios para pactar una alianza con ellos, pero
Xicoténcatl, uno de los dirigentes tlaxcaltecas más notables, desconfío de los
españoles y preparó la guerra contra ellos. Después de sufrir varias derrotas, los
tlaxcaltecas reconocieron la superioridad de las tropas españolas y, también, vieron
en ellas un medio para acabar con el dominio mexica. Cuando los españoles se
encontraban descansando en Tlaxcala, otra comitiva de Moctezuma II llegó con
regalos y un mensaje del emperador en que invitaba a Cortés a desistir en su idea
de llegar a la capital del imperio. Esta invitación tampoco funcionó.
El ejército español, fortalecido con la
incorporación de efectivos tlaxcaltecas, se dirigió a Cholula, un estado
autónomo que mantenía buenas relaciones con los mexicas. Cuando llegaron ahí,
los cholultecas dieron, por órdenes de Moctezuma, una buena acogida a los
españoles, hecho que generó suspicacias entre los europeos y que fue utilizado
por los tlaxcaltecas para hacerles creer que se trataba de una conspiración. Cortés
perdió el tiempo averiguando si existía tal confabulación y dio la orden de que
matara a los hombres, mujeres y niños de la ciudad. Se estima que fueron entre
4000 y 5000 las víctimas de este acontecimiento que se conoció como la «matanza
de Cholula».

Después de lo sucedido en Cholula, los tlaxcaltecas guiaron a los españoles al Valle


de México a través de los volcanes en lo que hoy se conoce como «el paso de
Cortés». En el camino, los caciques de los poblados ofrecían su amistad a los
españoles quienes después de haber pasado por Amecameca, Chalco e Ixtapalapa
lograron llegar a México-Tenochtitlán. Era el 8 de noviembre de 1519.

Cortés y Moctezuma se encontraron por primera vez en la acequia de Xólotl, en un


punto localizado en la actual calle de Pino Suárez, cerca del Hospital de Jesús.
Cortés quedó impresionado por la cantidad de gente que se congregó y también
por el tamaño y lujo de la corte del emperador americano. Por su parte,
Moctezuma II quedó asombrado por el color de los extranjeros y de los animales
tan extraños que les acompañaban. El ambiente en estos primeros días era cordial;
los españoles fueron hospedados en el palacio de Axayácatl, todos los días eran
paseados por la ciudad mientras que Cortés y Moctezuma se pasaban las noches
platicando sobre la historia, religión, costumbres de sus pueblos. Sin embargo, la
relación entre ambos pueblos comenzó a enfriarse a raíz de dos hechos. Llegaron
noticias de que el cacique de Nauhtla había matado a un español; en respuesta,
Cortés obligó a Moctezuma, quien no estaba de acuerdo con ello, a que castigara
a su vasallo con la muerte. En otra ocasión, Cortés entró al Templo Mayor y
comenzó a destruir las estatuas de las divinidades por considerarlas contrarias a la
religión católica. Pero el culmen de esta situación fue cuando el propio Cortés
aprisionó a Moctezuma en un intento por evitar un posible levantamiento de los
mexicas.

En tanto que esto sucedía en la capital del imperio mexica, tropas enviadas por
Diego de Velásquez, y capitaneadas por Pánfilo de Narváez, desembarcaron en
Veracruz con la orden de aprisionar a Cortés y su gente para regresarlos a Cuba.
Cuando Cortés se enteró de ello, dejó al mando a Pedro de Álvarado y salió, con
varios hombres, rumbo a Veracruz para enfrentarse a Narváez. Fue en Cempoala
donde se dio el choque entre los dos ejércitos españoles, siendo el de Cortés el
que se impuso. Narváez fue aprehendido y enviado a Cuba, mientras que sus armas
y soldados quedaron en manos del vencedor.

Por su parte Pedro de Alvarado empeoró la situación de los españoles en México-


Tenochtitlán pues después de que autorizó a los mexicas a llevar a cabo una
celebración religiosa en el Templo Mayor, hizo acto de presencia en el lugar e
inició una escabechina que pasó a la historia como la «matanza del Templo
Mayor». El enojo cundió entre los indígenas, se armaron y salieron a las calles para
pelear contra los españoles y tlaxcaltecas, quienes tuvieron que refugiarse en el
palacio de Axayácatl y comenzaron a padecer los estragos de un sitio cruento. Es
por ello que cuando Cortés llegó a la capital mexica vio las calles vacías y los
pocos mexicas con que se encontró mostraron una actitud hostil hacia él. Al
penetrar en el palacio, el conquistador fue puesto al tanto de los hechos que
habían generado la rebelión y, tras meditarlo durante un tiempo, decidió que una
solución al problema era obligar a Moctezuma a que calmara a sus vasallos.

El emperador salió a un balcón para enfrentarse a una turba furiosa que

al verlo comenzó a reclamarle y a


lanzarle piedras, una de las cuales le pegó en la cabeza y le causó la muerte. Los
nobles mexicas no perdieron el tiempo, se reunieron y escogieron como nuevo
emperador a Cuitláhuac, joven guerrero que ordenó el fortalecimiento del cerco.
Frente a este fracaso, los españoles comprendieron que la única opción que les
quedaba era intentar romper el sitio y salir de la ciudad. En la madrugada del 1 de
julio de 1520, los españoles —que ya se habían repartido el oro encontrado en el
palacio de Axayácatl— y los tlaxcaltecas dejaron el lugar en la mayor de las
calmas. Cuando avanzaban por la calzada de Tacuba los mexicas se percataron
del escape e iniciaron la persecución. Cientos de españoles, tlaxcaltecas, cañones
y caballos se agolpaban al mismo tiempo por la estrecha calzada; por ello, fueron
muchos los soldados y caballos los que perecieron ahogados mientras que casi la
totalidad de la artillería quedó en el fondo del lago de Texcoco. Los sobrevivientes
pudieron descansar al llegar a Popotla, lugar donde se dice que Cortés se apoyó en
un árbol, que aún existe, para llorar amargamente por la derrota que había sufrido
esa noche, conocida a partir de entonces como «la noche triste». Los españoles no
se quedaron ahí y siguieron su camino hacia Tlaxcala para recuperarse y organizar
un contraataque.

Estando en Tlaxcala, Cortés comenzó a planear una nueva campaña contra los
mexicas basada en la idea de conquistar todos lo territorios ubicados entre este
señorío y México- Tenochtitlan en una especie de cerco que se iría cerrando
conforme los conquistadores se fueran acercando a su objetivo. Mientras tanto, en
la capital mexica, se había desatado una epidemia de viruela, mal probablemente
llevado por uno de los soldados de Narváez. Por tratarse de un mal jamás visto en
el mundo prehispánico los indígenas fueron victimados en grandes cantidades,
siendo la víctima más importante el joven Cuitláhuac que, tras haber perecido, fue
substituido en el cargo de emperador por el noble Cuauhtémoc.

Desde finales de 1520, los españoles recurrieron a las armas y las alianzas para
llegar de manera salva al valle de México. Ahí Cortés comenzó a poner un cerco
tenaz contra la capital mexica que para muchos no era otra cosa que su venganza
por la humillación recibida en la «noche triste». Gracias al apoyo de los reinos
colindantes con Tenochtitlan, los españoles bloquearon las salidas de las calzadas
y utilizaron los bergantines (navíos de pequeño tamaño equipados con cañones)
para vigilar las costas del islote. A partir de este momento ni una sola persona
podía entrar o salir de la ciudad sin el consentimiento de los españoles. No
conforme con lo anterior, Cortés dio la orden de que se rompiera un tramo del
acueducto de Chapultepec para privar a los mexicas de agua potable (la del lago
era salada). A pesar de estas adversidades los mexicas aguantaron estoicamente el
sitio de su ciudad y cuando los españoles comenzaron a invadirla el 13 de agosto
de 1521 la defendieron ferozmente. La lucha entre ambos bandos fue despiadada,
según lo comentan los relatos europeos e indígenas, pues en cada calle se podía
ver como grupos de soldados mexicas y de españoles combatían y cuando los
segundos triunfaban no podían avanzar mucho pues un nuevo contingente
indígena les hacia frente. La matanza culminó cuando los españoles por fin
pudieron aprehender a Cuauhtémoc, quien al verse privado de su libertad, según
cuenta la leyenda, pidió a Cortés que le diera una puñalada pues había hecho todo
lo posible por defender a su gente. El español hizo caso omiso de sus palabras y,
por el momento, le perdonó la vida.

Son varios los especialistas que afirman que la conquista de México-

Tenochtitlán fue la más sangrienta y devastadora


de todas las realizadas por los españoles en América. De la otrora majestuosa y
orgullosa capital indígena sólo quedaban piedras amontonadas y maderos
quemados; de los mexicas, ese pueblo altivo, cadáveres y rostros fantasmales.

Terminada la conquista, Cortés tuvo que hacer frente a los problemas que de ella
habían derivado. El primero era la cuestión del gobierno, tarea sencilla en papel
pero extremadamente espinosa en la práctica. Desde la fundación del
Ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz, el conquistador ostentaba las
funciones de capitán general y gobernador de la Nueva España, funciones que le
fueron ratificadas por la Corona en 1522. Aunque Cortés tenía todo el poder en el
territorio, escogió a gente de su confianza, como era la costumbre, para ostentar
los cargos políticos y judiciales más delicados, con lo cual se ganó la
animadversión del resto de los conquistadores. Cuando consideró que había
establecido las bases de gobierno novohispano, el extremeño no perdió el tiempo
y se lanzó a nuevas empresas militares pues, como él mismo lo decía, era más «un
hombre de hacer que de pacer». Decidió llevar a cabo una expedición a las
Hibueras (hoy en día Honduras) en 1524, pero sólo marchar, estalló un conflicto
entre sus enemigos y detractores, quedándose con el poder los segundos. Éstos
llevaron a cabo una política de persecución contra los primeros. Producto de lo
anterior fueron dos hechos: el regreso de Cortés a la capital novohispana en 1526
y el envío, por parte de la Corona, de un juez que enjuiciara a Cortés y quedara con
el mando de estas tierras. El juez, Alonso de Estrada, gobernó hasta 1529, año en
el que fue removido pues terminó por tomar partido en los conflictos internos.

Frente a estos fracasos, Carlos I creyó conveniente, en 1528, dar el gobierno de


Nueva España a una Audiencia en la que su presidente y sus cuatro oidores
tuvieran poder absoluto. Este intento fracasó pues quien quedó al mando de este
organismo fue Beltrán Nuño de Guzmán, un aventurero corrupto y despiadado
que no perdió el tiempo para coludirse con sus compañeros y cometer una serie
de tropelías contra los indígenas (incremento desmedido de los tributos) y los
españoles, (se les arrebataron sus encomiendas a los seguidores de Cortés). Esta
conducta fue tan escandalosa que el obispo de México, Fray Juan de Zumárraga,
envió reportes al rey de España sobre lo que sucedía en Nueva España. Carlos I
suprimió a esta Audiencia y la substituyó por una segunda, en 1530. Para evitar los
abusos que ya eran, para entonces, tan característicos de los territorios españoles
en América, nombró como presidentes y oidores a gente de comprobada calidad
moral como Vasco de Quiroga. Esta Audiencia trabajó a favor de la Corona al
imponer el orden en Nueva España al suprimir todo lo hecho por la Primera
Audiencia, regresar a la «normalidad» a la población indígena y realizar el juicio de
residencia (practicado a todos los representantes del rey que gobernaban en
América) a Nuño de Guzmán.

En cinco años, la Segunda Audiencia logró imponer un orden que jamás se había
vivido en estas tierras y, sin embargo, como si se tratara de un castigo, en 1535
Carlos I decidió hacer cambios políticos trascendentales. No es que la Audiencia lo
hubiera hecho mal, por el contrario, el rey le estaba muy agradecido, pero también
deseaba instaurar una forma de gobierno que le fuera más leal que cualquier otra
y que, paralelamente, controlara a los españoles quienes, so pretexto de la
distancia, mostraban demasiada autonomía. Fue por estas razones que Carlos I
decidió convertir a Nueva España en un virreinato.

A continuación se presenta un link sobre las culturas prehispánicas y la


conformación de la Nueva España. https://www.youtube.com/watch?
v=fxGA1wJJQSQ
Dando por terminada esta primera parte, te invitamos a continuar con la siguiente
sesión deseándote ¡mucho éxito!

Atte. CEDULI

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