Introducción Al Ecumenismo
Introducción Al Ecumenismo
Introducción Al Ecumenismo
INTRODUCCIÓN AL ECUMENISMO
SUMARIO
I. Ecumenismo, el movimiento por el restablecimiento de la plena comunión entre todos los
cristianos:
1. El término;
2. El concilio Vat. II;
3. El movimiento ecuménico entre los no católicos;
4. La Iglesia católica: de la misión al unionismo y al ecumenismo;
5. Los años del posconcilio y la problemática actual.
II. El compromiso ecuménico que es requerido a todo cristiano:
1. No existe auténtico ecumenismo sin conversión interior;
2. El reconocimiento de las culpas contra la unidad y la petición y oferta mutua de perdón;
3. La oración por la unidad y la comunicación en las cosas sagradas;
4. La apertura al diálogo y la capacidad de escucha;
5. La colaboración en el servicio a los hermanos.
III. La renovación requerida a las Iglesias:
1. Una reforma de la Iglesia en conformidad con el evangelio y los signos de los tiempos;
2. La distinción entre la sustancia del depósito de la fe y las formas en que ha sido enunciada;
3. El camino hacia una plena comunión de fe a través del diálogo doctrinal;
4. El compromiso ecuménico de las Iglesias:
a) Ecumenismo espiritual,
b) Ecumenismo doctrinal,
c) Ecumenismo secular.
IV. La renovación en la teología moral.
V. Un ecumenismo en sentido amplio: el diálogo con los judíos y con otras religiones.
1. EL TÉRMINO "ecumenismo" procede del griego oikouméne, que indicaba el mundo conocido
en la antigüedad, toda la tierra habitada. En el uso eclesiástico, el término ecumene y su
derivado "ecuménico" se han utilizado para indicar todo lo que tiene carácter de universalidad, en
especial los concilios. Con la expresión "movimiento ecuménico" y con el término ecumenismo
se designa de modo específico, a partir de las primeras décadas de nuestro siglo, el conjunto de
las actividades e iniciativas dirigidas a restaurar la plena comunión entre todos los cristianos. El
ecumenismo comporta una toma de conciencia de la voluntad de Cristo sobre la unidad de sus
discípulos, del escándalo de las divisiones que se han ido creando en el curso de la historia, de
la comunión que ya existe en virtud del único bautismo entre los discípulos de Jesús y de la
posibilidad de corresponder a la llamada y al don de Dios llegando a restaurar la plena comunión
visible. Este término abarca, por tanto, todos los esfuerzos y todos los caminos que tienden a la
restauración de la unidad, tal "como Dios la quiere, cuando él la quiera y por los medios que él
quiera".
2. EL CONCILIO VAT. II. Conforme a las afirmaciones hechas por Juan XXIII desde el. primer
momento de su convocatoria, el Vat. II declaró explícitamente que uno de los principales intentos
del mismo concilio era el "promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos" (UR
1), expresó cómo la división entre los cristianos "contradice abiertamente la voluntad de Cristo,
es escándalo para el mundo y daña la santísima causa de la predicación del evangelio a toda
criatura" (ib); reconoció que el movimiento ecuménico de nuestro siglo ha sido suscitado por el
Espíritu (ib) e invitó resueltamente también a la Iglesia católica a entrar con decisión en el
camino ecuménico (UR 1-4).
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Por otra parte, el mismo concilio aprobó toda una serie de documentos que constituyeron un
cambio en las relaciones de la Iglesia católica con los demás cristianos, porque pusieron los
cimientos de una renovación y una reforma de la Iglesia misma dentro de la fidelidad al evangelio
y a los signos de los tiempos, que tuviera en cuenta las cuestiones que las otras Iglesias
plantean y los enriquecimientos provenientes de las otras tradiciones. La reforma litúrgica
realizada gracias a la SC, la renovación de la eclesiología con la LG, con la UR y también con la
OE; el redescubrimiento del puesto central de la Escritura con la DV, la declaración del derecho
de toda persona a la libertad religiosa con DH, las nuevas relaciones con las otras religiones
iniciadas con NA, la positiva presentación de las relaciones Iglesia-mundo contenida en la GS y
hasta las decisiones contenidas en CD en la línea de la descentralización y la creación de las
conferencias episcopales, constituyen todas ellas decisiones de gran importancia ecuménica. Al
logro de tales decisiones, fruto de la renovación de la teología y del pensamiento católico en las
décadas precedentes, contribuyó en gran medida la constitución, realizada en 1960, del
secretariado para la unión de los cristianos, y la invitación que dirigió a representantes de otras
Iglesias cristianas a participar en el concilio como observadores. Su asidua presencia en los
trabajos conciliares constituyó una incesante llamada para que se tuviesen en cuenta las
instancias de los otros cristianos y los logros del movimiento ecuménico.
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participación también de católicos, y que en 1982 publicó un importante documento sobre
Bautismo, eucaristía y ministerio.
Eb 2 – DOCUMENTO 01. 3
tragedias, contribuyeron a una nueva aproximación. En los años de la posguerra se multiplicaron
los centros y las iniciativas de carácter unionista o propiamente ecuménico; entre las primeras
hay que recordada fundación del centro Unitas engoma; entre las segundas, la creación ócurrida
en Holanda en 1951 de la "Conferencia ecuménica católica internacional", cuyo primer secretario
fue Jan Willebrands, después cardenal. Las largas y oscuras preparaciones, con frecuencia
consideradas con recelo y desconfianza, pudieron finalmente hacerse públicas y dar todos sus
frutos con la elección de Juan XXIII y la convocatoria del concilio.
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De ésta, por tanto, conviene partir en la reflexión siguiente, en la que se tratará de los aspectos
personales del compromiso ecuménico (II) y de las renovaciones que se piden a las Iglesias (III)
también en el ámbito de la misma teología moral (IV), para extender, finalmente, la mirada a las
relaciones de la Iglesia con el judaísmo y con las demás religiones (V).
1. "NO EXISTE AUTÉNTICO ECUMENISMO SIN CONVERSI6N INTERIOR" (UR 7). El término
"conversión", empleado por el Vat. II, indica un cambio de orientación y de vida; un cambio de la
manera propia de ver, sentir y juzgar, que haga volver a Dios o profundizar la relación personal
con él. A quien le ha dado ya una primera adhesión a la fe cristiana, la conversión interior al
ecumenismo le pide una segunda metánoia, que lo lleva a una nueva y más profunda relación
con Dios en Jesucristo y a una nueva perspectiva de fe capaz de vencer todo tipo de
mezquindad y todo prejuicio para conducirlo a aceptar un camino común con los otros cristianos.
a) Ésta implica una conversión intelectual, un nuevo modo de ver y de juzgar, por la que la
adhesión al evangelio asumida en una conceptualización puramente confesional será sustituida
gradualmente por una síntesis más amplia, que haya sabido integrar en la propia visión de fe
también las riquezas doctrinales expresadas en las otras tradiciones cristianas en la convicción
de la legitimidad de un cierto pluralismo y de expresiones diversas de la misma fe. Esta
conversión intelectual comporta también el compromiso "de eliminar palabras, juicios y obras que
no reflejan con equidad y verdad la condición de los hermanos separados, y por eso hacen más
difícil las mutuas relaciones con ellos" (UR 4), y llevará a reconocer gozosamente cuanto por la
gracia del Espíritu Santo ha sido realizado en los hermanos separados, los "valores
verdaderamente cristianos, provenientes del patrimonio común, que se dan en ellos" (UR 4). Con
la superación de todo integrismo ayudará a meditar de nuevo la propia fe a la luz de los
interrogantes y aportaciones de las otras tradiciones, facilitando con ello el acceso a un
conocimiento más profundo del mismo mensaje evangélico.
b) La conversión intelectual se traduce, por lo tanto, en una conversión moral, que permite
traducir en la práctica de la vida lo que ha sido asimilado a nivel de convicción, llevando a una
actitud nueva en relación a los otros cristianos, que supere la polémica y la apologética y se abra
con amor a ellos, haga atentos a su escucha, cree un espíritu de amor, "de sincera abnegación,
de humildad y de mansedumbre en el servicio, de fraterna generosidad de ánimo hacia los otros"
(UR 7), de disponibilidad para escuchar y aprender, poniendo en práctica la exhortación de
Pablo: "Os animo, pues; yo, el prisionero por el Señor, a comportaron de modo digno a la
vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y dulzura, con longanimidad,
soportándoos unos a otros con amor, y tratando de conservar la unidad del espíritu mediante el
vínculo de la paz" (Ef 4,lss).
c) Una tercera etapa de esta conversión ecuménica permite llegar a su nivel más profundo, el
que puede ser definido como la conversión religiosa al ecumenismo, que lleva a poner de nuevo
en el centro de la propia vida al Señor Jesús, único camino al Padre. Centrando la fe en lo
esencial, los horizontes se amplían, las dimensiones del nivel del amor y de salvación de Dios en
relación a la humanidad se reconocen mejor, a la vez que se relativizan las barreras
confesionales. El que en lo más profundo del propio espíritu se ha encontrado con el misterio de
Dios, vive ya enteramente en el amor, y la comunión con Dios lo lleva a experimentar una
plenitud de comunión también con los otros, en una vida enteramente dedicada al prójimo, en
humilde docilidad al Espíritu.
Una conversión interior así al ecumenismo, como toda conversión, es una obra que no debe
nunca considerarse realizada. Puede ser motivada desde el exterior mediante una correcta
pedagogía ecuménica, capaz de llevar a vivir la fe de manera gozosa y consciente en la propia
Iglesia, aun estando abiertos a acoger con prontitud las perspectivas que otros cristianos han
desarrollado, que podrían enriquecer nuestra visión del misterio de la salvación abriendo el
espíritu a la verdadera catolicidad. Se puede facilitar multiplicando las ocasiones de reflexión en
pequeños grupos, en donde pueden interiorizarse los logros del movimiento ecuménico y
ponerse en cuestión las síntesis interiores precedentes, sustituyéndolas gradualmente con
nuevas síntesis y por convicciones más profundas y justificadas; la dinámica de un grupo puede
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ayudar a los participantes a liberarse de los condicionamientos inconscientes que con frecuencia
llevan a temer toda innovación y a asumir actitudes y comportamientos conservadores e
integristas. De todas formas, por encima de todos estos medios, la conversión al ecumenismo
será obra en última instancia de la acción del Espíritu de Dios, que es Espíritu de libertad, de
verdad, de caridad, de unidad; el deber moral hoy sigue siendo el de no oponer resistencia;
todos los obstáculos a la renovación de las Iglesias y al camino ecuménico nacen de la
resistencia que se opone a la acción del Espíritu por falta de conversión.
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superar toda unilateralidad: la palabra de Dios nos advierte que todos somos pecadores; pero si
nos reconocemos tales y si pedimos perdón a Dios y a los hermanos, declarándonos dispuestos
a perdonar a quienes nos han ofendido, estamos poniendo lo que el evangelio considera una
condición necesaria para que la misericordia de Dios pueda realizarse en nosotros.
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Para cuanto se refiere a los matrimonios contraídos entre cristianos pertenecientes a diversas
Iglesias I matrimonios mixtos.
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compromiso ecuménico de las Iglesias, y por lo tanto de la misma Iglesia católica, afecta a la
necesidad de una reforma. Puesto que antes de cuestionar a los otros hay que hacer un examen
de conciencia sobre sí mismos, el concilio advierte que "los fieles católicos deben considerar con
sinceridad y diligencia todo lo que debe renovarse y hacerse en la propia familia católica, para
que su vida dé un testimonio más fiel y más claro de la doctrina y de las instituciones entregadas
por Cristo a sus apóstoles" (UR 4). La unidad de los cristianos no podrá realizarse sin profundas
renovaciones en todas las comunidades que hoy existen; y también la Iglesia católica, siendo
consciente del hecho de que en ella "subsiste" la Iglesia de Cristo (cf LG 8) y convencida de
poseer una plenitud de medios salvíficos, tiene necesidad de reformarse. "La Iglesia
peregrinante está llamada por Cristo a esta continua reforma de la que, como institución humana
y terrena, siempre tiene necesidad" (UR 6). Este texto nos recuerda que, si la dimensión divina
de la Iglesia es evidentemente irreformable, se concreta en formas históricas, que no pueden ser
sacralizadas ni consideradas inmutables. La reforma no es sólo conveniente, sino necesaria
(Ecclesia.. indiget reformatione: el concilio recoge una frase de Lutero), y nunca puede darse por
acabada (perennem reformationem... perpetuo indiget: se insiste en el tema de la Ecclesia
semper reformanda). Esta reforma no viene impuesta por el hecho de que se hayan dado hechos
particulares concretos o que se hayan cometido determinados pecados, sino por la naturaleza
misma de la Iglesia, compuesta por hombres y encarnada en la historia y en las diversas
culturas, por lo que debe abandonar lo que pertenece a los condicionamientos histórico-
culturales del pasado y renovarse incesantemente en su .confrontación por una parte con el
evangelio y por otra con el hombre contemporáneo, es decir; con los signos de los tiempos (cf
GS 4).
Muchas renovaciones ya realizadas a lo largo de este siglo antes y después del concilio, "como
son el movimiento bíblico y litúrgico, la predicación de la palabra de Dios y la catequesis, el
apostolado de los laicos, las nuevas formas de vida religiosa, la espiritualidad del matrimonio, la
doctrina y actividad de la Iglesia en el campo social" (UR 5), han tenido y siguen teniendo gran
importancia también en la dimensión del restablecimiento de la comunión entre todos los
cristianos. Otras renovaciones esperan su realización más completa, y precisamente en sectores
que indica la misma UR 6: como en el caso de los mores, es decir, de los comportamientos y
costumbres en sentido antropológico (prácticas tradicionales, "hábitos eclesiásticos", uso de los
bienes terrenos o de los títulos honoríficos, devociones populares), en el de la eccIesiastica
disciplina, es decir, del derecho canónico (que ha sido reformado con la promulgación del nuevo
Código, pero perfectible todavía desde el punto de vista ecuménico), como sobre todo in
doctrinas enunciandaemodo, qui ab ipso deposito fidei sedulo distinguí deber. Este último punto
exige más espacio.
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posibilidad de encarnar el mensaje cristiano en las distintas culturas y para reconocer la
legitimidad de desarrollos doctrinales que pueden realizarse en otras Iglesias cristianas,
posiblemente por influjo del Espíritu (UR 4). -La necesidad de una interpretación de las mismas
fórmulas dogmáticas y de su reexpresión en el lenguaje de nuestro tiempo nos permite también
profundizar en la comprensión del misterio y con frecuencia reconocer cómo, más allá de las
expresiones lingüísticas, el contenido último de la fe podría ser el mismo en todas las Iglesias
cristianas.
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a) Ecumenismo espiritual. Cada comunidad cristiana debería hacerse cargo de promover
celebraciones comunitarias de oración y de escucha de la palabra con la participación de
cristianos de otras Iglesias con ocasión de la semana de oración por la unidad, en pentecostés y
cada vez que se ofrezca la ocasión. Las posibilidades que ofrece la normativa vigente de una
pastoral sacramental común habría que ponerlas ya en obra, sobre todo en el caso de !
matrimonios mixtos. Finalmente, cada comunidad debería hacer efectivamente posible la
conversión ecuménica de sus propios miembros por medio de una acción pedagógica adecuada.
La renovación que el movimiento ecuménico exige a los cristianos y a las Iglesias se extiende
también al campo de la teología moral. La problemática ética ha quedado generalmente en un
segundo plano, quizá por la convicción de que las divergencias en este campo, como no habían
sido determinantes en el momento de las separaciones, tampoco deberían serlo en el actual
estado de división.
No se puede ignorar que en estos siglos de separación los temás éticos han sido abordados de
manera muy diferenciada y que las diversas éticas confesionales hoy parecen muy difícilmente
conciliables; y estas diferencias aparecen tanto más, cuanto más se acerca y progresa el camino
de la reconciliación entre los cristianos. Hay quien considera que, a causa de su repercusión en
la vida del pueblo cristiano y de lo arraigadas que están a nivel psicológico, las distintas
perspectivas éticas puede ser que constituyan los escollos más difíciles en el acercamiento de
las Iglesias en los próximos años.
El problema se simplifica y se complica con la evolución que la ética está teniendo durante todos
estos años en todas las Iglesias. 0 Se simplifica, porque los cambios se producen a causa de los
desafíos que la cultura contemporánea lanza a todas las Iglesias y por efecto de la influencia
ejercida sobre una Iglesia por las otras, de manera que por este camino se favorece una
aproximación; además, las contradicciones del pasado entre una ética católica, que se
consideraba basada en datos racionales y "naturales", y una ética protestante, que se definía
como ética "de la revelación", basada fundamentalmente en la Biblia, se ha reconocido siempre
infundada: los protestantes hacen uso, no menos que los católicos, de los argumentos "de
razón", y sufren más que los católicos las influencia de las culturas de cada época, a la vez que
hoy somos más conscientes del hecho de que los condicionamientos culturales de la Biblia
impiden un recurso a ella y a sus normativas sin mediaciones hermenéuticas. Del mismo modo,
no se puede ya considerar la ética católica como una ética de "obediencia" (= obediencia al
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magisterio) y la ética protestante como una ética de la libertad y de la responsabilidad, dado que
también en la reflexión católica de hoy se insiste mucho en estos aspectos. 0 Sin embargo, la
evolución actual comporta también un aumento de las dificultades entre las Iglesias -sobre todo
por lo que se refiere a la ética familiar y sexual y a las condiciones de la mujer en la Iglesia -a
causa de las diversas soluciones que se les da en cada Iglesia a algunos problemas (relaciones
prematrimoniales, divorcio, anticoncepción, aborto) y a causa de muchas tomas de posición del
papa y de la Santa Sede en este campo, que no siempre son compartidas o consideradas
evangélicamente justificadas por parte de otros cristianos. En las relaciones entre evangélicos y
católicos subsisten algunas de las incomprensiones del pasado a propósito de la justificación y
de la posibilidad de la cooperación por parte del hombre en la acción salvífica de Dios; los
evangélicos no quieren aceptar la que ellos consideran que es la posición católica: el
comportamiento moral como esfuerzo por ganarse la gracia de Dios, y la obediencia a los
mandamientos como medio de salvación y no como respuesta gozosa a la salvación recibida en
Jesucristo.
Los consensos y aproximaciones que se van dando entre las distintas confesiones a nivel
doctrinal tienen en todo caso repercusión también a nivel ético. Dogmática, moral y espiritualidad
se unen cada vez más estrechamente en la enseñanza de todas las Iglesias: de aquí el
reconocimiento de que todas las verdades cristianas son verdades salvíficas que afectan
también a nuestra vida concreta, que hay que sacar sus consecuencias prácticas para la
existencia desde la doctrina trinitaria, desde la antropología, la cristología, la eclesiología y los
sacramentos. Las características de una moral totalmente repensada a partir de la teología
dogmática no se han explorado todavía del todo. Vivir en clave trinitaria la propia existencia
significa que todas las acciones se realizan en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu;
significa comprender la importancia central del tema de la comunión: de los hombres con Dios y
de los hombres entre sí en el respeto de las diferencias y de cada realidad personal. Redescubrir
hasta el fondo el hecho de que Dios es creador, además de redentor, significa aprender a valorar
de modo nuevo el orden de la creación querido por Dios en su autonomía y a la vez en su
relación con el orden de la redención, llegando a superar una divergencia que ha jugado una
parte importante en la relación entre católicos y evangélicos. En el camino ecuménico las
Iglesias están redescubriendo el modo en que Dios, creador del mundo y señor de la historia, se
revela a los hombres como una continua presencia dinámica a través de la historia humana y de
la experiencia que el hombre va teniendo de los "signos de los tiempos".
En conjunto se puede decir que por fin hay consenso en todas las Iglesias a la hora de rechazar
las orientaciones extremas que caracterizaron en el pasado a las éticas confesionales: tanto la
de una ética "ocasionalista", correspondiente a una visión actualista de la presencia de Dios en
el mundo que inspira a las personas en cada momento, como la de una ética que se remite a un
orden moral estático e inmutable, totalmente conocido por la razón humana, del que se
deducirían los principios aplicables por estricta deducción a cada circunstancia. Lo mismo que se
adivinan y proyectan nuevos consensos en orientaciones fundamentales de la ética, como la
primacía de la caridad, el reconocimiento de la autoridad de la Sagrada Escritura interpretada a
la luz de la tradición, la responsabilidad de la Iglesia en la formación de la conciencia junto con la
primacía de la conciencia, la escucha previa por parte de los líderes eclesiales antes de dar
normas.
Frente a los grandes problemas de nuestro tiempo -desde la amenaza nuclear al hambre, desde
la manipulación de la vida a la opresión política y económica, desde la promoción de la mujer a
la superación de toda forma de esclavitud y pobreza, desde la lucha contra el racismo a la
superación de la violencia, desde las amenazas ambientales a los nuevos problemas de la era
electrónica y telemática- las Iglesias cristianas no pueden ya presentarse divididas. El mundo
espera de los discípulos de Cristo una respuesta común (con el respeto a un legítimo pluralismo
y a la diversidad de los carismas), que no puede quedarse sólo a nivel teórico, sino que debe
bajar al nivel del compromiso concreto: también en este campo la ortopraxis se manifiesta no
menos importante que la ortodoxia; y ortopraxis significa también capacidad de trabajar juntos,
con amor y con humildad, al servicio del mundo, para que el mundo crea (Jn 17,21).
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V. Un ecumenismo en sentido amplio:
el diálogo con los judíos y con otras religiones
Por movimiento ecuménico en su acepción más rigurosa se entiende el movimiento que trata de
realizar la unión entre todos los bautizados; por lo tanto, no comprende el diálogo con las otras
religiones, y tampoco el diálogo con el judaísmo. Sin embargo, la actitud ecuménica de diálogo,
de escucha, de conversión del corazón, de humildad, de aprecio de los valores de los otros debe
extenderse también a las relaciones de los cristianos con las otras religiones, en especial con el
judaísmo. De hecho, a partir de la reflexión ecuménica, el Vat. II se ha tenido que enfrentar con
el problema de la relación con los judíos; ha reconocido que la separación del mundo judío fue la
primera gran herida del pueblo de Dios, que la Iglesia cristiana conserva con él una relación muy
especial; deploró los odios, las persecuciones contra los judíos y las manifestaciones de
antisemitismo perpetradas en todos los tiempos y por todas partes. La declaración Nostra aetate
constituyó una etapa fundamental para el cambio de actitud en la Iglesia católica en relación con
el judaísmo, lo mismo que en las relaciones con las otras religiones. En los años siguientes el
diálogo y las relaciones entre las Iglesias y el judaísmo, como entre las Iglesias y otras
religiones, han conocido un enorme desarrollo, hasta la visita del santo padre Juan Pablo II a la
sinagoga de Roma (13 de abril de 1987) y el encuentro de oración por la paz en Asís (27 de
octubre del mismo año). Sin poder desarrollar en este artículo la gran problemática de este
ecumenismo en sentido amplio, se puede decir que todo lo que se ha dicho aquí a propósito de
las relaciones entre las Iglesias cristianas puede y debe aplicarse, según los casos, también a
las relaciones entre las Iglesias, el judaísmo y las otras religiones del mundo.
[/Matrimonios mixtos].
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1988. Señalamos además las revistas Irénikon, del monasterio benedictino de Chevetogne; Unité des
Chretiens, de la contisión episcopal para el ecumenismo de Francia; la colección Verso l únitd dei cristiani,
Ldc, Turín 1978-1985, que ha publicado en edición interconfesional algunos estudios y textos del diálogo
ecuménico, y Pastoral Ecuménica, del centro ecuménico Misioneras de la unidad, plaza conde de Barajas,
1 - 28005 Madrid. Signo positivo del movimiento ecuménico en la ética teológica es la programación y la
realización de proyectos interconfesionales coma: AA.VV., Handbuch der christfcher Ethik, 3 tomos,
Friburgo-Gütersloh 1978-1982; AA.VV., Iniciación a la práctica de la teología, tomos IV-V. Ética,
Cristiandad, Madrid 19851986
Eb 2 – DOCUMENTO 01. 13