Sigue Mi Voz Capitulo
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Trataremos de llegar al parque esta vez. A esta hora no hay mucha gente. Quiero intentarlo, de
verdad, quiero intentarlo. Controlo mi respiración, que ya se ha acelerado. —¿Y si tengo un ataque
de pánico? Tengo miedo. Kamila me dedica una mirada reconfortante. —Estaré contigo en todo
momento, soy médica, ¿recuerdas? Nadie está más capacitado que yo, no dejaré que te pase nada.
«Pero puedo morir... Me pueden atropellar o alguien puede hacerme daño. ¿Y si dejo de respirar y
minutos queda el hospital más cercano?». Mi trastorno de ansiedad me bombardea la mente con
volver a casa, donde estoy segura y a salvo. Mi hermana me toma de la mano. —Eres una chica
joven, tu corazón y tus pulmones están perfectamente. No vas a morir. No escuches a tus
pensamientos, solo camina conmigo. Trago saliva y siento el corazón martilleando en mis costillas.
Puedo hacer esto, de verdad que puedo hacerlo. Andy me sonríe con calidez y me toma de la mano.
Empiezo a pensar en toda la gente que no entiende lo que me pasa, que dicen que los trastornos
psicológicos son pura mentira y formas de llamar la atención. He escuchado de todo: «¡Uy, sí! ¡Qué
difícil es salir de casa!». «Estás loca». «Todos tenemos una vida difícil, no seas dramática». «Pero
¡sal y ya está! ¡Solo tienes que cruzar la puerta! No pasa nada». «Lo que ocurre es que quieres llamar
la atención». «La depresión es una excusa». «¿Trastorno de ansiedad? Por Dios, ya no saben qué
inventar». «¿Ahora... qué?». «Supéralo y sigue adelante». Siempre me he preguntado por qué a
algunas personas les cuesta tanto entender que nuestra mente también puede enfermar como nuestro
cuerpo. Cuando alguien tiene un dolor fuerte de estómago, nadie le dice: «Distráete, piensa en otra
hospital a que te curen». Pero cuando estás deprimido, lo que puede ser una herida mucho más
profunda y compleja que cualquier daño físico, escuchas un millón de dudas sobre lo que explicas
que te pasa. Y son esas mismas personas que dudan de tu honestidad las que luego se muestran tan
sorprendidas cuando alguien se suicida, alegando que nunca lo vieron venir, que no saben cómo
algo así ha podido pasar, que habrían ayudado si lo hubieran sabido. Doble moral. Si quieren ayudar
a crear conciencia sobre la salud mental, solo tienen que escuchar cuando alguien necesita ser
escuchado y dejar de ignorar el dolor de los demás como si fuera a desaparecer solo porque fingen
no verlo. Sé que hay mucha gente que no quiere ser ayudada y que no da señales de que algo va mal;
no obstante, hay personas que sí lo hacen, que sí piden ayuda, y que son ignoradas y forzadas a
luchar para validar lo que les pasa. «Hay gente que está peor que tú en el mundo y andan por ahí
tranquilos». ¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor? ¿El hecho de que haya personas que
están en situaciones peores debe hacer que lo que siento, lo que soy y lo que he vivido desaparezca?
«Si lloras, eres débil». «Si pides ayuda, eres un necesitado». «Si te haces daño a ti mismo, estás
loco». La depresión no es una decisión, nadie decide estar triste, ¿quién en su sano juicio desearía
vivir cada día de una forma tan dolorosa y asfixiante? Me gustaría poder corregir esas afirmaciones
cuando alguien me las dice: «Si lloras, estás expresando tus sentimientos». Nadie se queja cuando
alguien sonríe, ¿por qué sí cuando alguien llora? La felicidad no es la única emoción en el mundo,
nadie tiene que validarla; entonces, ¿por qué hay que validar la tristeza? «Si pides ayuda, eres
valiente». Se necesita valor para poner tus miedos a un lado y pedir lo que necesitas con tanta
urgencia. «Si te haces daño a ti mismo, estás desesperado». No es la solución, sin embargo, si alguien
ha llegado a ese punto, espero que encuentre la ayuda que necesita para salir adelante y no repetirlo,
por favor. Me duele pensar en la cantidad de dolor que tiene que haber en el corazón de alguien para
hacer eso. Tengo la suerte de que mi hermana es psiquiatra y entiende lo que estoy pasando; no me
quiero imaginar lo que otras personas llegan a pasar cuando nadie las escucha o no les creen.