Free Me - Ashley N. Rostek
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¡Cuidémonos!
Traducción
Mona
Corrección
Nanis
Diseño
Bruja_Luna_
Importante ____________________ 3 10 ___________________________ 91
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—Desert Stone Fitness. —En cuanto lo dijo, colgó.
—¿Con quién hablabas? —preguntó una voz.
Giré sobre mis talones. Creed estaba justo detrás de mí y Knox y Keelan se
acercaban.
—Logan —mentí mientras un plan se formaba en mi cabeza—. Quiere que nos
encontremos en tu casa.
Los tres fruncieron el ceño y pude ver la duda en sus ojos.
Necesito mentir mejor. La vida de Colt depende de ello.
—¿Ha vuelto? —preguntó Knox.
—Sí —dije mientras sacaba mis llaves del bolsillo y caminaba en dirección a
mi 4Runner—. Deberíamos irnos.
Keelan me agarró las llaves.
—¿Por qué no conduzco yo?
Aparté la mano de su alcance e hice una mueca de dolor.
—Necesito algo en que concentrarme.
Comprendiendo, Keelan soltó la mano y asintió.
—Tienes las manos cubiertas de sangre —dijo Knox mientras me miraba con
una mirada intensa que parecía que podía ver cada mentira que salía de mis labios.
No quería entregar mis llaves, pero no tenía tiempo que perder discutiendo.
—De acuerdo. —Le di las llaves a Keelan antes de salir hacia mi coche.
Afortunadamente, me siguieron.
—¿Qué pasa con Colt? —preguntó Creed mientras todos subíamos a mi
4Runner.
Me subí al asiento trasero con él mientras Knox y Keelan se sentaban delante.
—Logan nos ayudará a encontrarlo. —Odiaba mentir, darles falsas esperanzas.
Y si no lograba salvar a Colt... no creía que pudiera perdonármelo nunca.
Ahora mismo no podía permitirme pensar así. Tenía que concentrarme porque,
sin duda, estaba cayendo en una trampa. Tal vez el sheriff McAllister quería
entregarme al señor X, o cumplir su amenaza de matarme y hacer que pareciera un
suicidio. Tenía la corazonada de que me iba a enfrentar a lo primero. Una retorcida
seguridad que tenía era que el señor X no permitiría que el sheriff me matara. A los
ojos del señor X, yo le pertenecía. Sólo él tenía derecho a infligir mi tortura, mi agonía,
y Jacob, Amber y Gabe se habían convertido en una amenaza para ese derecho.
También estaba segura de que el señor X había tergiversado la situación en su cabeza
de tal manera que deshacerse de ellos era su forma de protegerme. Por eso había
dejado el cuerpo de Jacob en mi sofá como un regalo o como una prueba, como 14
diciendo: Esto es lo que haría por ti. No me sorprendería que el sheriff y Cassy fueran
los siguientes en desaparecer. Sinceramente, me sorprendía que el sheriff no se
hubiera ido ya. Era la mayor amenaza para mí.
Cualquiera que fuese la razón que mantenía al sheriff y a Cassy fuera del
alcance del señor X, éste había considerado el tablero lo suficientemente despejado
de obstáculos como para venir por mí. Se sentía como un tiburón rondándome a mí y
a las conexiones que había hecho. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba
rondándome, pero estaba claro que había decidido llegar a mí a través de las
personas que me importaban. Había empezado por Isabelle. Probablemente
planeaba ir tras Ethan. ¿Quién iría después? ¿Logan? Dejaría a mis chicos para el final.
Lo sabía con cada fibra de mi ser. Era lo que había hecho con Shayla. Amaba a mis
padres, pero Shayla era mi otra mitad. Dejó su muerte para el final, y se aseguró de
que yo estuviera allí para presenciarla.
Me pareció que Keelan tardaba una eternidad en arrancar el coche y alejarse
de casa de Ethan. Mi rodilla rebotaba de ansiedad apenas contenida. Cada minuto
que pasaba mientras volvíamos a casa parecía pasar demasiado rápido.
Cuando casi habíamos llegado, una mano cálida me acarició el muslo. Me
detuve y miré a Creed, que estaba a mi lado. Me miraba fijamente con el ceño
fruncido. Me imaginaba sus preguntas antes de que se le ocurriera formularlas. Para
evitar que preguntara, miré a Knox en el asiento delantero.
—¿Me pasas el bolso?
Knox lo recogió del suelo del lado del pasajero y me lo pasó. Saqué la pistola
que llevaba guardada en la parte trasera de los pantalones cortos, debajo de la
camiseta. La había escondido allí antes de que llegaran la policía y los paramédicos
para ayudar a Isabelle. Me entretuve en quitarle el seguro a la pistola y volver a
guardarla en el bolso.
Para mi alivio, el resto del viaje a casa fue tranquilo. Nadie dijo nada hasta que
llegamos a casa de los chicos para “esperar a Logan”. Estaba bastante segura de que
se debía a su preocupación por Colt y a la conmoción por lo que le había pasado a
Isabelle.
En cuanto entramos, Keelan y Knox anunciaron que iban a registrar la casa por
si acaso. Creed se quedó conmigo en el salón y tomó asiento en el sofá. Yo me coloqué
a propósito junto a la mesita que había junto a la puerta principal, donde los chicos
guardaban las llaves en un cuenco.
Esperaba que Keelan dejara mis llaves allí cuando entrara. No lo hizo. En vez
de eso, se las había guardado. Después de un rápido susto, me di cuenta de que en
realidad era algo bueno. Necesitarían mi coche. En silencio, saqué las llaves del Jeep
de Keelan del cuenco y las escondí en un puño detrás de la espalda.
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Keelan y Knox volvieron al salón al mismo tiempo. Keelan tomó asiento junto a
Creed en el sofá, pero Knox se acercó a mí. Me miró de arriba abajo de forma
evaluadora. Me dio la impresión de que buscaba mentiras, pero probablemente sólo
quería saber si me encontraba bien.
Pude ver su intención de tocarme y decir algo. Antes de que pudiera hacer
ninguna de las dos cosas, lo rodeé y caminé hacia el lado de la casa de los gemelos.
—Logan llegará en cualquier momento. Voy a lavarme las manos.
No me detuvieron, pero sentí el peso de sus ojos sobre mí hasta que desaparecí
por el pasillo. Pasé por delante del cuarto de baño y entré directamente en la
habitación de Creed. Cerré la puerta en silencio y me apresuré hacia la ventana que
había cerca de los pies de la cama de Creed. Tras correr las cortinas, intenté no hacer
ruido mientras abría la ventana de un tirón. Sacar la mosquitera iba a hacer algo de
ruido, así que me tomé un momento para sacar mi móvil personal y teclear un
mensaje. Luego me subí a la cama de Creed para ponerme a la altura de la ventana
antes de tirar la mosquitera de una fuerte patada. Salí rápidamente.
Corrí lo más rápido que pude hasta el Jeep de Keelan con los malditos tacones
de cuña que había elegido para ir a la fiesta de Ethan. Usando el llavero, abrí el Jeep.
Justo cuando abrí la puerta del conductor, envié el mensaje que había escrito y tiré el
teléfono a los arbustos de adelfas que separaban mi casa de la de los chicos. Ya no
podía permitirme llevarlo encima.
Sabía que tenía poco tiempo para salir de la calzada antes de que los tipos
salieran corriendo a detenerme. Trabajando rápido, arranqué el coche y puse la
marcha atrás. Salí de la calzada a toda velocidad y, justo cuando estaba en la calle
poniendo el coche en marcha, se abrió la puerta de la casa de los Stone. Aparté la
vista antes de verlos. Si les echaba un vistazo, dudaría, y no tenía tiempo. Así que volví
a acelerar. Sólo cuando iba a toda velocidad por la carretera miré por el retrovisor.
Me dolió ver a los tres en la calle viéndome marchar.
El mensaje que había enviado era a nuestro chat de grupo.
Yo: El sheriff tiene a Colt. Siento haber mentido. No podía decirte la
verdad. Logan no va a venir. Agarra mi coche y ve a la casa segura más cercana.
Sabes de cuál hablo, Creed. La dirección, las llaves y el dinero están en mi bolso
en el maletero. Dejen sus teléfonos y sólo usen efectivo si necesitan pagar algo.
Buscaré a Colt y nos encontraremos allí. Los amo.
16
M
e quité las cuñas en el coche en cuanto estacioné en el estacionamiento
de Desert Stone Fitness. Sólo había otro vehículo en el
estacionamiento. Era una camioneta que sabía que pertenecía al
sheriff, estacionada cerca de la entrada.
Como era medianoche, todas las luces deberían estar apagadas y las puertas
cerradas. Sin embargo, entré por la puerta principal, que no estaba cerrada, en un
gimnasio iluminado y vacío. Incluso la música que sonaba normalmente en los
altavoces de la sala principal estaba encendida. Con la falta de gente dentro, la
música sonaba más fuerte.
No vi a Colt ni al sheriff en la sala principal, así que iba a tener que buscarlos.
Con la pistola en la mano, empecé por los despachos de detrás de la recepción y
luego pasé a los vestuarios. Mi corazón, que ya intentaba salirse del pecho,
retumbaba dolorosamente cada vez que entraba en una habitación diferente. 17
Junto a los vestuarios estaba la entrada a la piscina cubierta. Me dirigí allí.
Lentamente, abrí la puerta y entré. El olor a cloro me llenó la nariz al instante. Las
únicas luces encendidas eran las del interior de la piscina, que daban a la habitación
un tenue tono azulado.
En cuanto vi al sheriff de pie en el otro extremo de la larga piscina rectangular,
el sonido de la puerta al cerrarse detrás de mí resonó con fuerza en la habitación.
Apuntaba con una pistola a la nuca de Colt, que estaba sentado en una silla de
escritorio rodante al borde mismo de la piscina con los pies colgando sobre el agua.
Si intentaba levantarse, Colt se caería al agua. Tenía los tobillos atados y los ojos
cubiertos con una gruesa cinta adhesiva negra. Le habían metido un trapo en la boca.
Tenía las manos a la espalda, lo que me indicaba que también estaban atadas.
El sheriff McAllister me saludó con una sonrisa amenazadora y me siguió con
sus ojos crueles mientras me acercaba con la pistola apuntándole.
—Tardaste bastante —dijo—. Me sorprende que hayas sido la primera en
llegar.
Su insinuación me revolvió el estómago. Me sentí aliviada de haber llegado
primero, pero la idea de que el señor X entrara por la puerta en cualquier momento
hizo que mi respiración se agitara. Sin embargo, sería mejor que el señor X viniera
aquí. Porque si estaba aquí, significaba que no estaba con Knox, Keelan y Creed.
Significaba que podrían huir a un lugar seguro sin ser seguidos.
—Ya estoy aquí. ¿Y ahora qué? —le contesté.
El sonido de mi voz hizo que Colt se sentara más erguido e intentara hablar con
la mordaza.
—Esperamos —dijo el sheriff.
Por el señor X.
—Entonces suelta a Colt —dije mientras dejaba de caminar a unos seis metros
de él.
El sheriff empujó el cañón de su pistola contra la nuca de Colt, haciéndole
inclinarse hacia delante.
—Se queda para asegurarse de que cooperas.
Mi mente se aceleró. Si Colt seguía aquí cuando llegara el señor X, el señor X
lo mataría. Miré la piscina y se me ocurrió un plan descabellado.
—Si presionas más a Colt, se caerá a la piscina.
—Entonces será mejor que te portes bien —dijo el sheriff.
—Pero entonces perderías tu ventaja, y resulta que mi novio es un nadador
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increíble.
Todo en mí se aquietó mientras esperaba que lo que dijera encajara en Colt.
No pasaron más de uno o dos segundos desde que hablé, pero me pareció una
eternidad hasta que Colt se lanzó hacia delante y cayó a la piscina.
Vi cómo los ojos del sheriff se agrandaban antes de desviarse hacia mí. Debería
haber apretado el gatillo en ese momento. Tenía tanta confianza en que podría
hacerlo antes de enfrentarme a esta decisión, pero mi dedo vaciló. Por muy malvado
que fuera el sheriff, seguía siendo un ser humano, una vida.
Esa vacilación dio tiempo al sheriff para apuntarme con su arma. No había
ninguna duda en sus ojos. Intenté apartarme de un salto. El sonido de un disparo
resonó en la gran sala. Un dolor punzante me desgarró la parte superior del brazo y
me hizo gritar. Caí de rodillas sobre el suelo duro. Ignorando el dolor del brazo, volví
a apuntar hacia el sheriff y apreté el gatillo dos veces.
Lo perdí las dos veces mientras salía corriendo por la puerta que llevaba a los
vestuarios masculinos.
Cuando lo perdí de vista, me puse en pie y corrí hacia la piscina. Colt estaba
en el fondo de la parte más profunda. Con la pistola en la mano, me zambullí en el
agua y me lancé hacia él. Pateé tan fuerte como pude para llegar a él más rápido. En
cuanto lo tuve a mi alcance, le saqué el trapo de la boca, lo rodeé con mi brazo herido
y empujé el fondo de la piscina para impulsarnos hacia arriba. Aquel impulso sólo
sirvió hasta cierto punto. No era una gran nadadora, y con el dolor en el brazo y el
peso extra de tirar de Colt, la superficie me parecía muy lejana. Mis pulmones
empezaron a arder y el pánico se apoderó de mí.
Justo cuando estaba a punto de sucumbir al pánico, mi mano salió a la
superficie. En el instante en que mi cabeza estuvo por encima del agua, aspiré un aire
delicioso y saqué la cabeza de Colt hacia arriba.
Jadeó.
—Shiloh.
—Te tengo —dije mientras nadábamos hacia el borde de la piscina, respirando
ruidosamente.
—Tómate tu tiempo. No te esfuerces demasiado —ordenó Colt.
Demasiado tarde. Mi cuerpo ya se sentía débil. La única razón por la que nos
manteníamos sobre el agua era la fuerza de mis piernas.
Llegué al borde de la piscina y sentí un poco de alivio. Pero duró poco. No
teníamos tiempo que perder.
Usando la cubierta de la piscina, nos arrastré hasta la parte menos profunda.
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Una vez que Colt pudo ponerse de pie en el agua, me puse manos a la obra para
ayudarle a quitarse la cinta alrededor de los ojos. Intenté ser suave, pero seguía
silbando cuando la cinta le tiraba del cabello.
Dejé escapar un gemido al ver sus ojos aguamarina. Se inclinó hacia delante y
apoyó la frente en la mía.
—No pasa nada. Estamos bien.
No. No lo estamos.
Le di a él y a mí tres segundos para consolarnos mutuamente antes de
apartarme.
—Tenemos que salir de aquí.
Tuve que sumergirme y usar los dientes para arrancarle la cinta de los tobillos.
Lo último que tenía atado eran las muñecas. Estaban esposadas.
—No tengo las llaves —dije con pánico.
Colt se movió en el agua, moviendo las manos esposadas bajo el trasero y las
piernas hasta que tuvo las manos delante.
—Esto está bien por ahora. Salgamos de aquí —dijo, señalando con la cabeza
la escalera de la piscina más cercana.
Yo salí primero y me volví para ayudarle. El agua cayó de nosotros y nuestras
ropas empapadas, empapando la cubierta de la piscina.
Colt me agarró justo por encima del codo, con los ojos muy abiertos mientras
se fijaban en el lugar donde el sheriff me había disparado.
—Estás herida.
Por fin miré la herida. La sangre se derramaba por mi brazo desde un corte
largo y estrecho.
—No es algo de lo que podamos preocuparnos ahora. —Agarré una de sus
muñecas por encima de donde estaba esposado y tiré de él mientras caminaba
rápidamente hacia la puerta.
—Escuché disparos cuando estaba en el agua. ¿Te disparó? —preguntó Colt
mientras me seguía.
Lo solté para abrir la puerta de la sala principal del gimnasio.
—Fui estúpida y dudé en apretar el gatillo. Apenas tuve tiempo de apartarme.
—Tenía suerte de estar viva. Si no hubiera saltado cuando lo hice, el disparo me
habría matado.
—No seas tan dura contigo misma, pequeña. Disparar a alguien no es algo que
no debas dudar en hacer. 20
No respondí a eso. No era el momento ni el lugar para discutir.
Cuando entramos en la sala principal del gimnasio, me quedé helada tras unos
pasos.
—¿Qué pasa? —susurró Colt detrás de mí.
Saqué mi pistola delante de mí antes de continuar.
—La música está apagada.
En la recepción era donde se controlaba la música, y dudaba que el sheriff
hubiera decidido apagarla antes de marcharse.
Solté la muñeca de Colt para poder sujetar el arma con las dos manos.
—Quédate detrás de mí.
Lo hizo en silencio mientras caminábamos por el gimnasio.
—¿Qué haces aquí? —preguntó una voz cuando pasábamos por delante de la
recepción, en dirección a la salida.
Colt y yo nos giramos. Apuntando con el arma a la fuente, me sorprendió ver
que era Derek, que venía detrás de nosotros. Se había quitado el uniforme de Desert
Stone, vestía vaqueros y una camiseta verde bosque que hacía resaltar el rojo de su
cabello. Sus ojos se agrandaron y se quedó inmóvil junto al mostrador. Levantó las
manos lentamente.
—¿Qué demonios?
—¿Qué haces aquí? —preguntó Colt.
—Iba conduciendo hacia casa. Vi que todas las luces estaban encendidas y que
una camioneta salía a toda velocidad del estacionamiento. El Jeep de Keelan está
enfrente. Así que me detuve para ver si todo estaba bien —explicó rápidamente.
Probablemente había sido el sheriff que se alejaba a toda velocidad en la
camioneta. Bajé el arma.
—No deberías haber venido aquí.
En cuanto dije eso, alguien salió del pasillo que conducía a las oficinas situadas
detrás de la recepción.
Mi corazón dejó de latir. Mis pulmones dejaron de funcionar. El tiempo incluso
pareció detenerse cuando mis ojos se desviaron hacia la izquierda y se encontraron
con las profundidades de carbón que habían atormentado mis pesadillas y mi
realidad durante años. Llevaba una sudadera negra de Desert Stone con la capucha
sobre la cabeza. La comisura de su pálida boca se alzó en una sonrisa aterradora
mientras sacaba un cuchillo de cocinero -el mismo con el que había matado a mi 21
familia- del bolsillo de la sudadera.
—¡No! —grité al mismo tiempo que Colt gritaba:
—¡Derek! ¡Cuidado!
Derek se giró y se agachó justo cuando el señor X le clavaba el cuchillo. El
señor X fue a golpear de nuevo a Derek, con el cuchillo levantado en el aire. Apunté
mi pistola a su pecho y esta vez no dudé en apretar el gatillo.
El arma chasqueó, pero no disparó.
—¡Mierda! —Había funcionado mal.
Derek agarró el antebrazo del señor X antes de que pudiera clavarle el
cuchillo. Colt se acercó a ellos con la intención de ayudar a Derek.
Le agarré del brazo, tirando de él hacia atrás. Tenía las manos esposadas y sólo
conseguiría que lo mataran.
Tap. Rack. Bang. La voz de Logan llenó mi cabeza, recordándome cómo intentar
arreglar mi arma. Rápidamente, usé la palma de la mano para golpear el fondo del
cargador. Luego tiré de la corredera hacia atrás e incliné el arma hacia un lado. El
cartucho que se había negado a disparar cayó junto con un poco de agua. Me aseguré
de tirar de la corredera todo lo que pude para que el nuevo cartucho entrara en su
sitio antes de soltarla. Rezando a cualquier deidad que quisiera escucharme para
solucionar el problema, volví a apuntar al señor X.
Derek tenía una buena cantidad de músculos, pero estaba luchando contra el
señor X. Con lo cerca que estaban y lo mucho que estaba temblando, no confiaba en
mi tiro. El señor X levantó la otra mano e intentó golpear a Derek. Sus muchos años
de entrenamiento en defensa personal parecieron surtir efecto y Derek bloqueó el
golpe. Ajustó su postura para tener mejor agarre. Moviéndose con rapidez, Derek
giró el cuerpo hacia un lado y el señor X cayó hacia delante. Derek soltó el brazo del
señor X y le dio un puñetazo en la mejilla. El señor X tropezó unos metros, negándose
a caer al suelo.
—¡Derek, muévete! —grité. El señor X estaba de espaldas a mí, pero si
disparaba y él se movía, podía darle a Derek.
Derek me miró y vio que tenía la pistola apuntando. El señor X se giró mientras
Derek saltaba detrás del mostrador. Apreté el gatillo justo cuando el señor X me
miraba. Mi pistola se disparó y el cuerpo del señor X se estremeció cuando la bala
impactó en su pecho.
Apretar el gatillo y ver cómo le alcanzaba desbloqueó algo en mí. Mi rabia salió
a la superficie. Mi rabia por lo que me había quitado, por lo que me había hecho y por
la amenaza que suponía para los que me rodeaban. Le disparé una y otra vez,
acercándome más y más con cada bala que salía de mi arma. 22
Los hombros del señor X se sacudían y sus pies se tambaleaban hacia atrás
cada vez que una bala impactaba en su pecho. Seguí disparando y disparando. No
paré hasta que por fin cayó al suelo.
Me quedé helada mirando el cuerpo inmóvil del señor X. El miedo y la
incredulidad no me dejaban apartar la mirada.
¿Se acabó?
¿Era libre?
—Shiloh —dijo Colt tímidamente antes de colocar una de sus manos esposadas
sobre mi brazo bueno.
Bajé el arma y me obligué a apartar la mirada para mirar a Colt. En cuanto
nuestras miradas se cruzaron, mis hombros se hundieron. Levantó los brazos y me los
puso alrededor de los hombros. Rodeé su cintura con fuerza y hundí la cara en su
pecho.
—¿Estás bien? —preguntó Derek y pude oír cómo se acercaba a nosotros.
No creía que lo estuviera, pero estaba viva, y Colt estaba vivo. Eso era todo lo
que podía pedir.
—Tenemos que llamar a la policía —dijo Colt, evitando contestar. Me quitó los
brazos de los hombros y se quedó mirando el brazo donde me había hecho daño—.
Tenemos que hacer algo con esto. No dejará de sangrar.
—Por alguna razón no tengo cobertura —dijo Derek.
Me giré y vi a Derek dirigiéndose detrás del mostrador hacia el teléfono fijo.
Cuando iba a tomarlo, una risita retumbante, profunda y espeluznante nos dejó
helados.
Giré hacia el señor X a tiempo de verle incorporarse lentamente. Sus ojos se
clavaron únicamente en mí mientras se ponía en pie.
¿Cómo?
Como si me hubiera leído el pensamiento, el señor X se levantó la sudadera
con capucha Desert Stone, mostrando un chaleco antibalas negro debajo. Sus ojos
brillaron de placer cuando retrocedí y me topé con Colt. El señor X se burló y me
señaló con el dedo.
—Has sido una chica muy, muy mala, Shiloh.
Su voz me produjo un escalofrío. Hice todo lo posible por ignorarlo mientras
levantaba mi arma, apuntando esta vez a su cabeza. Lo único que hizo fue quedarse
ahí, con los ojos brillantes y una sonrisa enloquecida. Apreté el gatillo, pero el arma
no disparó. El gatillo se había bloqueado. Me había quedado sin balas.
23
Solté una maldición.
—Corre —dije, agarrando a Colt del brazo y corriendo hacia la puerta.
Derek literalmente trepó y saltó por encima de la recepción. Estaba justo
detrás de nosotros cuando salimos a toda velocidad hacia el estacionamiento.
Mientras corríamos hacia el Jeep de Keelan y Derek hacia su propio coche,
saqué las llaves de Keelan de mi bolsillo. Pulsé el botón de desbloqueo del llavero y,
por supuesto, no funcionó. Tirarme a la piscina para salvar a Colt con las llaves en el
bolsillo lo había estropeado. Tendría que abrir el coche con la llave normal.
Tenía la llave preparada en la mano cuando me acerqué a la puerta del
conductor. La introduje en la cerradura y abrí el coche lo más rápido que pude. En
cuanto estuve dentro, abrí la puerta de Colt y metí la pistola en el portavasos de la
consola central. Cometí el error de mirar hacia el gimnasio. Caminando a paso ligero,
el señor X se dirigía directamente hacia nosotros.
—¡Arranca el coche! —gritó Colt.
Temblando incontrolablemente, intenté meter la llave en el contacto, pero en
cuanto la metí en la cerradura, arranqué el Jeep. El señor X estaba en mi puerta
cuando metí la marcha atrás. Con la culata de su cuchillo, me rompió la ventanilla.
Pisé a fondo el acelerador mientras me llovían fragmentos de cristal que me cortaron
la mejilla, el cuello, el brazo y el muslo. El Jeep retrocedió a toda velocidad por el
estacionamiento y, cuando había una buena distancia entre nosotros y el señor X, giré
el volante y desvié la parte delantera del Jeep hacia la derecha. De cara a la carretera
principal, pisé el freno, cambié a la marcha y salí de allí a toda velocidad.
Sólo miré hacia atrás un segundo para asegurarme de que Derek había salido.
Su coche no estaba en el estacionamiento, pero el señor X estaba en el centro,
mirándonos mientras nos alejábamos.
Durante un rato, mientras me dirigía hacia la interestatal, lo único que se oía
era nuestra respiración agitada, hasta que Colt me tomó la mano que tenía más cerca,
la que estaba apretando el volante. Casi me dolió soltarme y darle la mano.
Temblando profusamente, entrelacé mis dedos con los suyos para ayudarme a
detenerme.
Al sentirlo, apretó mi mano con fuerza.
—¿Cuál es el plan?
—Antes de que te lo explique, ¿puedes tomar el teléfono desechable de mi
bolso? —le pregunté mientras señalaba con la cabeza hacia el asiento trasero.
Colt se retorció en su asiento para alcanzarlo y agarrarlo. Buscó en el interior 24
hasta encontrar el teléfono básico.
—¿Puedes llamar a tus hermanos a cada uno de sus teléfonos? Si no contestan,
sabremos que me escucharon y que se dirigen a donde nos dirigimos.
Colt marcó un número y se acercó el teléfono a la oreja. No tardó en colgar.
—El teléfono de Creed fue directo al buzón de voz.
Asentí y esperé en silencio mientras llamaba a Knox y luego a Keelan. Los
teléfonos de ambos también estaban apagados.
Suelto un suspiro de alivio y me relajé contra el reposacabezas.
—Se dirigen a mi piso franco en Colorado. Tengo una propiedad en las
montañas de allí.
—El otro está en Alaska, ¿verdad?
—Sí —dije y empecé a contarle cómo se había desarrollado la noche,
empezando por el momento en que Creed y yo descubrimos que faltaba toda mi ropa
interior en mi casa. Cuando llegué a la parte en la que habíamos encontrado a
Isabelle, se me quebró la voz. Colt volvió a agarrarme la mano y me la apretó con
fuerza. Mientras me concentraba en la carretera, parpadeé un montón de veces para
intentar detener el ardor de mis ojos. Mantuve la compostura mientras continuaba,
terminando por encontrarlo a él y al sheriff en Desert Stone Fitness.
—No sentí vibrar mi teléfono en el bolsillo cuando llamaron Creed y Knox —
explicó Colt—. Y cuando por fin lo hice y vi que tenía un montón de llamadas perdidas
de ellos, tuve la sensación de que algo iba mal. Por eso salí a un lugar tranquilo. Para
poder oír. Cuando estuve lo suficientemente lejos de la música que sonaba en la
fiesta, Creed me estaba llamando de nuevo y antes de que pudiera contestar... —Me
soltó la mano para tocarse la nuca. Dio un pequeño respingo y se llevó la mano al
frente. Tenía sangre en la punta de los dedos.
Le metí la mano por detrás de la cabeza.
—Déjame ver.
Se giró un poco en su asiento para mostrármelo. Una pequeña mancha de
cabello rubio estaba roja. Con cuidado, le aparté el cabello para poder ver lo
malherido que estaba. Tenía un corte de dos centímetros en el cuero cabelludo, cerca
de la base del cráneo.
—No creo que necesites puntos —dije mientras volvía a mirar la carretera.
—Tú sí. —Me señaló el brazo donde me habían disparado—. ¿Sigue
sangrando?
No me molesté en mirarlo. Sentía cómo la sangre me escurría y caía al suelo,
entre el asiento del conductor y la puerta. 25
Atrapé a Colt mirándome y fijando la vista en mi regazo. Me dijo:
—Estás cubierta de cristales. Deberías buscar un sitio donde parar.
—Estoy demasiado asustada para parar ahora mismo —dije sinceramente.
Asintió.
Me metí en la interestatal, en dirección norte. Los dos estuvimos callados y
perdidos en nuestros pensamientos durante al menos una hora, hasta que necesité
moverme en mi asiento para estar más cómoda. Los fragmentos de cristal de mi
regazo se desparramaron entre mis muslos. Leí por encima las señales del arcén,
buscando la gasolinera más cercana.
Al tomar la siguiente salida, me acordé de algo vital.
—¡Mierda!
Sorprendido por mi arrebato, Colt giró la cabeza hacia mí.
—¿Qué?
—¿Puede comprobar si tengo dinero en mi cartera, por favor?
Colt sacó mi cartera del bolso y miró en ella. Sacó dos billetes de veinte.
Tuve que hacer un gran esfuerzo para entrar tranquilamente en la gasolinera y
estacionar en el rincón más alejado y oscuro del estacionamiento. Apagué el Jeep y
salí de él. Se cayeron los cristales al suelo.
No llegaríamos al piso franco con cuarenta dólares. Era un viaje demasiado
largo. Nos quedaríamos sin gasolina antes. Dejé salir un poco de rabia cerrando de
golpe la puerta del Jeep. Con las manos en las caderas, me acerqué a la parte trasera
del coche e intenté pensar.
Oí salir a Colt.
—Oye —dijo suavemente mientras rodeaba el coche—. Háblame.
Cuando estuvo lo bastante cerca, apoyé la frente en su pecho.
—Tenemos que conducir casi novecientos kilómetros. No tenemos suficiente
dinero para llegar y no podemos arriesgarnos a usar una tarjeta de crédito o sacar
más dinero de un cajero automático. Hay cámaras por todas partes. Si nos rastrean en
algún sitio sacando dinero.... —Suelto un suspiro—. No podemos hacer nada que
muestre en qué dirección vamos. Sobre todo ahora que el señor X está trabajando con
el sheriff.
Colt empezó a palparse los bolsillos y metió la mano en el delantero izquierdo.
—No me ha quitado la cartera —dijo mientras la sacaba del bolsillo—. Déjame
ver si tengo efectivo. —Abrió su billetera de cuero y encontró una fina pila de billetes
de uno y cinco. Lo contó y suspiró—. Tengo dieciocho dólares.
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Me aparté de él y me pasé los dedos por el cabello aún húmedo y enmarañado
para frotarme el cuero cabelludo. Me había preparado para todo menos para esto.
Logan me había preparado para todo menos para esto.
—Tengo dinero en mi bolsa de viaje. Tengo dinero escondido bajo el asiento
trasero de mi coche. Incluso tengo una pistola con un cargador extra escondido en mi
coche. Pero nada de eso importa porque lo envié todo con tus hermanos. No me
arrepiento. Ellos necesitaban irse, y yo necesitaba tomarte a ti, pero nos he jodido.
No sólo no tenemos dinero suficiente para llegar al piso franco, sino que mi única
pistola no es mejor que un pisapapeles porque se ha quedado sin balas. Y si no
llegamos a Colorado, tus hermanos se preocuparán y sin duda intentarán
encontrarnos, o peor, volver aquí. Y como les dije que dejaran sus teléfonos porque
podrían ser rastreados, no tenemos forma de contactar con ellos.
—¿Y si llamas a Logan o a Ian? —preguntó.
—Logan es exactamente a quien llamaría en esta situación, pero no me ha
devuelto las llamadas. Lo que significa que probablemente esté muerto. Pero no
puedo permitirme pensar en eso porque me derrumbaría y no podemos permitirnos
que me derrumbe —dije, con la voz convertida en un gruñido—. No llevo encima el
número de Ian. Hay otro teléfono desechable en mi bolso con dos números. Uno de
los números pertenece a Ian. Creo que el otro pertenece a uno de los excompañeros
SEAL de Logan. Logan dijo que no puedo llamar a esos números a menos que esté
muerto y no tenga otra opción. —Solté una carcajada sin gracia y me quedé mirando
el cielo nocturno. Necesitaba calmarme. Enfadarme ahora sólo empeoraría la
situación. Con un fuerte suspiro, volví a mirar a Colt—. Logan siempre ha sido mi
intermediario con Ian. Pensó que así era más seguro. Ian sólo me llamó una vez en el
pasado, para hablarme de una de las chicas que el señor X había asesinado. Logan
estaba ocupado con otra cosa en ese momento y no querían que me tomara por
sorpresa si lo veía en las noticias.
Colt se quedó callado mientras me miraba. Por la mirada pensativa que
llevaba, supe que estaba pensando.
—Mi primo, Micah, vive a poco más de una hora de aquí. Tendríamos que
desviarnos, pero él nos ayudará.
Me acordé de Micah. Lo había conocido en la fiesta de cumpleaños de Keelan.
—¿De verdad quieres arrastrarlo a esto?
Sus ojos se clavaron en los míos y pude ver que no.
—¿Qué otra opción tenemos?
27
L
levábamos medio depósito cuando llegamos a MAD Mechanics, un taller
de reparación y restauración de automóviles del que Micah era uno de los
propietarios. Durante el trayecto, Colt había llamado a Micah. Eran
alrededor de las tres de la madrugada cuando llamó, así que le costó varios intentos
ponerse en contacto con él. Cuando por fin contestó, Colt intentó no contarle mucho,
pero Micah insistió. Colt había acabado diciendo que necesitábamos ayuda, que yo
estaba herida, que necesitaba una forma de quitarme las esposas y que se lo
explicaría todo cuando viéramos a Micah. Después de preguntarme cuánto me había
herido, Micah le había dicho a Colt que nos reuniéramos con él en su taller. En cuanto
Colt había colgado el teléfono desechable, lo había tirado por la ventanilla mientras
volvíamos a la interestatal.
Cuando llegamos, lo primero que nos llamó la atención fue que el edificio era
de un bonito gris claro con detalles en negro y rojo. Las luces estaban encendidas y
Micah estaba junto a una puerta de servicio abierta. Nos hizo señas para que
28
entráramos. Cuando me acerqué a la puerta, vi que había una moto y dos coches
clásicos estacionados. Uno de los coches era rojo y el otro negro.
Micah cerró la puerta del garaje cuando entramos y estacionamos. Eché un
rápido vistazo al amplio garaje. Parecía que la mitad derecha estaba destinada a la
reparación y la izquierda a la restauración.
Colt y yo salimos al mismo tiempo. Me había vuelto a poner las cuñas antes de
venir. Eran los peores zapatos para huir, pero no tenía otras opciones para
protegerme los pies. El suelo del lado del conductor estaba cubierto de cristales y
probablemente no era prudente andar descalzo por un taller de coches.
Micah apareció tal como lo recordaba. Tenía el cabello rapado por los lados y
unos centímetros largo por arriba. Llevaba una camiseta gris brezo que ceñía sus
bíceps musculosos y tatuados. Por lo que pude ver, los tatuajes cubrían cada
centímetro de sus brazos y la parte superior de sus manos y algunos de sus dedos.
Tenía un piercing en el labio inferior con un pequeño aro negro mate que movía con
la lengua mientras me miraba salir del Jeep de Keelan.
Sentí que sus ojos aguamarina, idénticos a los de Colt y Creed, me recorrían,
observando mi aspecto. Sabía que no tenía buen aspecto. El cristal de la ventana me
había hecho un buen corte en la mejilla y el cuello, y ambos tenían manchas secas de
sangre. Mi brazo tenía un aspecto horrible. La hemorragia se había detenido, pero lo
que parecía una cortina carmesí seca me cubría el brazo desde donde me habían
disparado hasta el codo.
Micah me miró fijamente mientras me evaluaba, antes de desviar la mirada
hacia Colt, que había rodeado el Jeep para reunirse conmigo. Micah inclinó la cabeza
hacia la derecha.
—Vamos a mi despacho.
Le seguimos hasta lo que parecía ser el vestíbulo del taller, donde los clientes
esperaban mientras trabajaban en sus coches. Las paredes estaban pintadas de gris
claro y detrás del mostrador de recepción había un panel de acero con el logotipo de
MAD Mechanics. Micah nos condujo por un pasillo situado detrás y a la izquierda del
mostrador de recepción. Pasamos junto a los aseos y la sala de empleados hasta que
nos acercamos a una puerta abierta. Dentro, la luz estaba encendida. Micah entró
primero, luego Colt. Yo fui la última en entrar.
Una vez dentro, vi que era un despacho grande con tres mesas. También me di
cuenta de que había dos hombres sentados detrás de dos de las mesas. Sólo podía
suponer que eran los otros dos propietarios de MAD Mechanics. Ambos guardaron
silencio cuando entramos. Por su falta de sorpresa, tuve la sensación de que nos
estaban esperando. 29
Micah se volvió hacia nosotros y se apoyó en la parte delantera de lo que
supuse que era su escritorio. Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Estos son Alaric y Daxton. —Señaló con la cabeza a los otros dos hombres de
la habitación—. Dax, Rick, este es mi primo, Colt, y su... amiga, Shiloh.
Micah, Alaric y Daxton. Sus iniciales eran MAD. Micah no señaló quién era
quién, pero al final me di cuenta de que había placas con sus nombres en cada uno
de sus escritorios.
Me coloqué junto a Colt y tomé una de sus manos esposadas entre las mías.
Micah me observó mientras lo hacía y miró las esposas.
—¿Quieres decirme qué demonios está pasando?
Colt abrió la boca para hablar, pero le apreté la mano para detenerle. Me miró
inquisitivamente.
Miré a Dax y Rick, luego de nuevo a Micah.
—Siento haberte metido en esto.
—¿A qué nos has arrastrado? —preguntó Alaric. Su voz era grave y rezumaba
autoridad.
Le miré de frente y me fijé en su aspecto. Llevaba una gorra de los Arizona
Diamondbacks sobre lo que parecía un cabello castaño corto. Tenía los ojos de un
tono marrón ligeramente más oscuro que el cabello y los brazos tan tatuados como
los de Micah. Un tatuaje en particular me llamó la atención. Era de una rana de hueso,
y podía verlo claramente por la forma en que apoyaba los codos en el escritorio, con
los dedos entrelazados delante de la boca.
—¿Has oído hablar del nombre Xander Xenos? —le pregunté.
—Los medios le pusieron un apodo. —Empezó a decir Colt.
—El Asesino X —dijo Daxton. Era el menos tatuado de los tres y, sinceramente,
parecía el más accesible de ellos. Tenía unos amables ojos verde bosque y un suave
cabello rubio dorado que le llegaba hasta los hombros.
Micah y Alaric miraron a Dax interrogantes.
Daxton miró de uno a otro y se encogió de hombros.
—Los crímenes reales y los asesinos en serie me fascinan.
Los ojos de Micah pasaron de mí a Colt.
—¿Por qué mencionas a un asesino en serie?
Me tragué los nervios y me armé de valor para lo que estaba a punto de
contarles. 30
—Me llamo Shiloh McConnell y soy la razón por la que Xander Xenos es un
asesino en serie.
El silencio llenó la sala.
—¿Por qué reconozco el nombre de McConnell? —preguntó Daxton,
frunciendo el ceño mientras se volvía hacia su ordenador y abría un navegador web.
—X asesinó a la familia de Shiloh y casi la mata a ella también —dijo Colt.
Las cejas de Dax se alzaron mientras leía lo que parecía un artículo de prensa.
—No me encontrarás mencionada en ninguna parte —le dije.
Me miró.
—¿Por qué?
—Porque está en protección de testigos —respondió Colt por mí.
Me aclaré la garganta.
—El artículo que estás leyendo habla de la noche en que asesinaron a mi familia
hace poco más de año y medio, pero lo que no dice es que yo fui la única
superviviente. El señor X, que es como lo conozco, era mi profesor de inglés de
primer año. Desarrolló una obsesión conmigo y luego me acosó durante años hasta la
noche en que mató a mi familia delante de mí. Cuando no cumplí su fantasía de que
estuviéramos juntos, intentó matarme a mí también. Escapé y, desde aquella noche,
he estado en protección de testigos y él me ha estado buscando. Como no ha podido
encontrarme, ha estado violando y matando a chicas de mi edad que se parecen a mí
para satisfacer su obsesión.
La sala volvió a quedar en silencio.
—Déjame adivinar —dijo Alaric, recuperándose de la sorpresa más rápido—.
Te ha encontrado.
—Sí —respondí.
Micah soltó una maldición y miró fijamente a Colt.
—¿Lo saben Knox y Keelan?
—Es su novia. Claro que lo saben —dijo Colt.
Los ojos de Micah se posaron en nuestras manos.
—¿Suya?
—Nuestra —corrigió Colt.
Micah soltó una carcajada.
—Sabía que Creed y tú compartían, pero no pensé... —Se interrumpió,
negando con la cabeza como si estuviera asombrado—. Eso explica por qué no podía
31
decir quién de ustedes estaba saliendo con ella en la fiesta de Keelan. Los cuatro
actuaban como si ella fuera el centro de su mundo. Fue muy chocante, sobre todo ver
a Knox actuar así.
Que hablara de la fiesta de cumpleaños de Keelan me recordó el episodio que
había tenido delante de él.
—Lo que viste en el cumpleaños de Keelan conmigo, cuando tuve ese
momento.
—Tienes TEPT —dijo Micah, y sus ojos se desviaron hacia Alaric sólo un
segundo antes de volver a posarse en mí—. ¿Supongo que tiene su origen en lo que
te pasó a ti y a tu familia?
Asentí.
La mirada de Micah se dirigió a Colt.
—Hablando de tus hermanos. ¿Dónde están? ¿Saben que estás aquí?
—Tengo una casa segura —dije—. Los envié delante de nosotros. Se habían
llevado a Colt y...
—¿Llevado? —Micah y Alaric soltaron al mismo tiempo.
—¿Por el Asesino X? —preguntó Daxton con los ojos muy abiertos.
Colt suspiró y empezó a contarles con calma todo lo que había pasado.
—¿Es aquí? —preguntó Colt cuando nos detuvimos ante una verja de hierro
que bloqueaba una carretera estrecha y sinuosa.
—Aquí es —dije al salir del Jeep. Me acerqué al lado de la verja, donde había
una cajita negra clavada en un poste. La abrí y vi un teclado. Cuando introduje el
código de siete dígitos, la verja emitió un pitido y empezó a abrirse.
Volví a subirme al Jeep y atravesé la carretera. A mitad de camino hacia la casa,
la carretera cambió de asfalto a tierra.
Atrapé a Colt mirando por la ventanilla, contemplando el bosque que nos
rodeaba.
—Está realmente aislado —comentó.
49
—Creo que el vecino más cercano está quince acres al oeste —dije.
Me miró.
—¿Crees?
—Sólo he estado aquí una vez, justo antes de mudarme a Arizona —expliqué—
. Cuando decidí reincorporarme a la civilización y reiniciar mi vida, Logan insistió en
que tuviera otro lugar al que huir aparte de Alaska. No sólo es más lejos llegar a
Alaska, sino que además le dije a todo el mundo en Arizona que yo era de allí. El piso
franco que tengo allí está aún más aislado que éste y sería difícil de encontrar, pero
no imposible si el señor X viniera en su búsqueda.
—Para empezar, ¿por qué le dijiste a nadie que eras de Alaska? —preguntó.
—Porque soy una mentirosa terrible y las mentiras son más fáciles de seguir si
hay algo de verdad en ellas.
Asintió y volvió a mirar por la ventanilla justo a tiempo para ver la cabaña. Vi
mi 4Runner estacionado frente a la cabaña de una sola planta. Exhalé audiblemente,
aliviado.
—Me alivia ver que también están aquí —dijo Colt.
Estacioné el Jeep de Keelan junto a mi 4Runner y, en cuanto apagué el coche,
se abrió la puerta principal de la cabaña. Knox salió al porche, luego Keelan y Creed.
Cuando Colt y yo salimos, nos miraron y sintieron alivio. Creed y Keelan
salieron corriendo hacia nosotros. Creed corrió hacia Colt. Lo vi pasar y casi me
pareció que se negaba a mirarme. Justo cuando empezaba a sentirme inquieta por
ello, Keelan me rodeó con sus brazos, envolviéndome en calor. Hacía mucho frío y
estaba segura de que nevaría esta noche o mañana.
Keelan me apretó con fuerza.
—Nos has dado un susto de muerte.
Apenas tuve tiempo de devolverle el abrazo antes de que se apartara lo
suficiente para mirarme. Sus ojos me recorrieron la cara y el cuello. Me agarró la
mejilla y me pasó la mano por el arañazo. Parecía a punto de interrogarme al respecto
cuando una mano me agarró por el codo, justo por debajo del brazo vendado.
Miré para ver quién era y encontré a Knox de pie junto a nosotros, frunciendo
el ceño hacia donde me habían disparado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó mientras sus ojos recorrían los cortes de mi
cuello y mi mejilla.
Keelan me soltó, llevándose consigo su calor.
Giré mi cuerpo hacia Knox. 50
—Estoy bien.
Colt y Creed se unieron a nosotros entonces.
—Le dispararon —dijo Colt.
—¿Qué? —Keelan se quedó boquiabierto cuando la mano de Knox se apretó
alrededor de mi codo.
—Estoy bien —repetí y aparté el brazo del agarre de Knox. Me soltó en cuanto
intenté apartarme. Empecé a temblar y crucé los brazos sobre el pecho—. ¿Por qué
no entramos...?
—Deja de mentirnos, Shi —espetó Creed. La rabia en su voz me sobresaltó.
Me giré para enfrentarme a su mirada claramente descontenta.
—No estoy mintiendo. Estoy bien. —Mis palabras sólo parecieron enojarle
más—. ¿Estás enfadado conmigo?
—Nos abandonaste, Shi —dijo. Su voz no era alta, pero su tono era áspero y
tenso, como si le costara todo lo que llevaba dentro no combustionar—. Nos mentiste,
nos tomaste por tontos y luego te largaste. ¿Tienes idea de lo difícil que fue dejarte y
venir aquí? ¿Confiar en que serías capaz de hacer lo que dijiste? No sabíamos dónde
estabas, si estabas bien.... —Cuanto más hablaba, más se alteraba. No paraba de
apretar y aflojar los puños a los lados—. Lo prometiste, Shi. Correr o luchar, mientras
estemos juntos. Me lo prometiste, joder.
—Creed —dijo Colt, tomando mi mano entre las suyas—. Ella tuvo que hacerlo.
Ella...
Le corté apartando la mano.
—Tienes razón, rompí mi promesa. —Mi voz sonaba entumecida, vacía—.
Enfádate conmigo, Creed. Ódiame, joder. Te he hecho daño. Te asusté. Lo siento por
eso y por mucho más. —El entumecimiento de mi voz se extendió al resto de mí hasta
que ya no sentía frío—. Pero no siento lo que tuve que hacer para salvar a tu hermano.
No había tiempo y tuve que tomar una decisión difícil muy rápidamente que hizo que
todos acabáramos a salvo.
—¡Mentira! —gruñó Creed—. Nos mandaste lejos porque era más fácil. Ese es
el tipo de mierda que haría tu tío.
Bajé la mirada. ¿De verdad se lo creía? ¿Y tenía razón?
—¡Creed! —estalló Colt.
Quizá debería haber discutido, haber intentado explicarme, pero... no me
quedaba nada que dar. Aún quedaba mucho por hacer y mi energía era negativa. Lo
único que podía hacer por ellos y por mí era terminar de asegurarme de que
estábamos a salvo. Cuando eso estuviera hecho, lucharía para que Creed me 51
perdonara. Sin decir una palabra más, me deslicé entre Knox y Keelan y me dirigí a
la casa.
—¿Qué mierda estás haciendo? —Oí a Colt gritar detrás de mí—. ¿De verdad
crees que habría hecho lo que hizo si hubiera tenido otra opción? ¿Por qué mierda te
apresuras a juzgarla sin escuchar su versión?
—¿Por qué no tuvo elección? —preguntó Knox mientras abría la puerta de la
cabaña.
—Porque el sheriff le dijo que me mataría si no venía sola —dijo Colt.
Una vez dentro, ya no oí nada más. El suelo de madera crujía bajo mis cuñas
mientras avanzaba por el espacio abierto que consistía en una cocina a la izquierda y
un pequeño salón frente a una gran chimenea de piedra a la derecha. No había
espacio para comer. Sólo cuatro taburetes que rodeaban la isla de la cocina. Muchos
de los muebles eran básicos, un poco anticuados, y habían venido con la casa cuando
Logan me la había comprado. Y cuando decía “me la compró” me refería a que él se
había encargado de comprarla con el dinero de mi familia. No el dinero del seguro
de vida. El dinero que no me gustaba reconocer que existía.
Cuando Logan insistió en comprar otro piso franco y me preguntó si podía
utilizar el dinero de mi familia para ello, yo no quise saber nada. Le había dicho que
por mí podía gastarse todo el dinero que quisiera. Se había limitado a poner los ojos
en blanco y había encontrado y comprado este lugar. Habíamos pasado aquí tres días
enteros antes de empezar mi vida en Arizona. Esperaba no tener que venir nunca. Por
eso no me había molestado en darle ningún toque personal. Sin embargo, había traído
y dejado una buena parte de mi ropa de invierno de Alaska.
Aparte de su mobiliario algo anticuado, era una bonita cabaña. A lo largo de la
pared más alejada del salón había dos puertas. Una daba a un dormitorio y la otra a
un cuarto de baño. Más abajo, pasada la sala de estar, había un pequeño vestíbulo
con otras dos puertas que daban a otros dos dormitorios.
Me dirigí al vestíbulo y entré por la puerta del fondo. Era la suite del
propietario, mi habitación. Sólo tenía una cama de matrimonio con ropa de cama a
cuadros grises y tostados, una mesilla de noche con una lámpara encima, una cómoda
y un baúl al final de la cama. Había otra gran chimenea de piedra que ocupaba la
esquina más alejada de la habitación. Unos metros más adentro y a la izquierda estaba
el cuarto de baño. Me dirigí hacia allí.
El cuarto de baño era pequeño. Nada más entrar, estaba el lavabo. Al lado
estaba el váter y al lado la ducha. Abrí el armario con espejo que había encima del
lavabo y encontré un cepillo de dientes nuevo y pasta dentífrica. Lo único que había
podido hacer desde que vomité fue enjuagarme la boca con agua en una gasolinera.
Me puse a cepillarme los dientes. 52
Cuando terminé, me eché agua en la cara en un intento de despertarme.
Hubiera preferido una ducha. Todavía podía oler el cloro en mi piel.
Lamentablemente, no quedaban muchas horas de luz para desperdiciar.
Volví a mi habitación, me quité las cuñas y fui a la cómoda. Saqué unos
vaqueros, un jersey grueso de color crema y unos calcetines gruesos. Casi todo lo
que iba a necesitar ya estaba aquí para mí, aparte de la comida. No había nada para
los chicos. Estaba segura de que no habían metido ropa de invierno en sus mochilas.
Coloqué la ropa que había sacado de la cómoda sobre la cama. Justo cuando
me quité la camiseta, Knox apareció en la puerta. Sus ojos se posaron en mi sujetador
Loki verde, negro y amarillo. No dijo nada, ni yo tampoco, mientras observaba cómo
me desabrochaba los shorts. Sus ojos siguieron mis manos mientras me pasaba los
shorts por las caderas y bajaban por los muslos hasta que los dejé caer al suelo
alrededor de mis pies.
Había calor en su mirada. Ese calor me calentó la piel fría, pero no fue suficiente
para calentarme en ninguna otra parte. Pasaban demasiadas cosas, habían ocurrido
demasiadas cosas. Sentía que el tiempo pasaba demasiado rápido y yo corría contra
él.
Cuando agarré mis vaqueros, sentí que Knox entraba en la habitación. Con los
vaqueros en la mano, me enfrenté a él.
Se acercó lo suficiente como para tocar.
—No estás bien. —La forma en que lo dijo casi parecía una pregunta.
Debatí mi respuesta, debatí mentir. Lo último que quería era que se
preocupara. Habiéndole mentido ya muchas veces en las últimas veinticuatro horas,
decidí no hacerlo.
—No. No lo estoy.
Su mano me acarició la nuca.
—¿Qué necesitas?
—Seguir avanzando.
Sus dedos serpentearon entre mi cabello revuelto y empezaron a masajearme
la base del cráneo.
—Eso es evitar.
Lo sabía, y sabía que si lo hacía el tiempo suficiente, evitarlo se convertiría en
la opción más fácil. Mis ojos se cerraron solos y apoyé la cabeza en su mano.
—Es necesario.
—¿Por qué? —La voz de Knox sonaba más grave.
Abrí los ojos y vi a Knox inclinado sobre mí, con la boca a escasos centímetros 53
de la mía. Hace unos días, habría cerrado la distancia que nos separaba.
Subí la mano y le acaricié la mejilla.
—Porque aún no es seguro.
Knox se apartó un poco, sus ojos buscaron los míos.
—Estamos tan seguros como podemos estarlo.
—¿Me das hasta mañana, por favor? —supliqué en voz baja. Era lo que le había
pedido a Colt aunque no me había escuchado del todo. Mañana era mi línea de meta,
a lo que tenía que llegar. Hasta entonces, haría todo lo necesario para estar a salvo,
seguros y preparados aquí.
No supe qué leyó Knox en mis ojos, pero cedió con una pequeña inclinación de
cabeza antes de inclinarse y acercar su boca a la mía.
Su beso fue suave al principio, como si pretendiera que fuera corto. Pero pronto
cambió. Se acercó más y su otra mano se deslizó por mi piel hasta la parte baja de mi
espalda. La forma en que sus labios acariciaban los míos pasó de suave a exigente.
Debería resistirme, pero sería muy fácil ceder. ¿Quién no querría sentir algo bueno
cuando el mundo se desmorona?
Puse la mano en el pecho de Knox y empujé suavemente contra él. Knox se
detuvo antes de apartarse con una pregunta en los ojos.
—No me detengo porque no quiera besarte —le dije.
—No tienes que dar explicaciones.
—No es que tenga que hacerlo, Knox. Te estoy extendiendo la misma cortesía
que yo querría a cambio. Es fácil malinterpretar algo y no quiero que nunca sientas
que no te quiero.
A través de su tacto sentí que se ponía tenso.
—Nunca quise que te sintieras así.
Suspiré y apoyé la frente en su pecho.
—Lo sé, y no lo dije para herirte.
Los dedos de Knox siguieron amasando mi nuca.
—Entonces, ¿por qué te alejaste?
—Hay mucho que hacer y no quedan muchas horas de luz —le dije en el pecho.
—¿Como qué?
54
Me aparté de sus brazos.
—No tenemos comida aquí. —Me vestí mientras hablaba—. Sólo va a hacer más
frío. Va a nevar y, si nieva demasiado, corremos el riesgo de quedarnos atrapados
por la nieve. Tú y tus hermanos tampoco tienen ropa adecuada. Así que voy a
necesitar sus tallas antes de ir al pueblo.
—O podríamos ir contigo —sugirió.
Lo pensé.
—Pueden venir unos cuantos. O sólo puede venir uno de los gemelos o tienen
que quedarse los dos. Los gemelos son demasiado notables y recordables. Si Keelan
viene, tendrá que llevar algo para cubrir sus tatuajes. Hay algo de ropa de Logan aquí.
Él y Keelan son casi de la misma talla.
—Creed y yo iremos contigo —decidió.
Después de ponerme la camiseta, fui al baúl que había a los pies de la cama y
saqué un par de botas y un gorrito de punto color corteza. Cerré el baúl y me senté
encima para ponerme los calcetines y las botas.
—¿Estás segura de que Creed querrá estar a mi lado?
—No voy a meterme en medio de ti y Creed. —Se metió las manos en los
bolsillos—. Diré que cuando te largaste después de enviarnos aquel vago mensaje,
Keelan tuvo que sujetar a Creed para evitar que se fuera conduciendo y te buscara.
Miré al suelo.
—Si hubiera tenido otra opción, no los habría dejado a los tres así.
—Ahora lo sabemos.
Supuse que Colt les había contado todo.
—También creía que no te habrías ido así a menos que tuvieras que hacerlo.
Era obvio que algo estaba pasando cuando salimos de casa de Ethan. Estabas
nerviosa y distraída. —Knox se colocó frente a mí. Me agarró la barbilla y me obligó
a mirarlo—. No fue fácil tener fe en que Colt y tú se reunirían con nosotros aquí. Ibas
a entrar en una situación peligrosa y al marcharnos sentíamos que te abandonábamos.
—Entiendo por qué fue duro —dije—. Gracias por irte a pesar de ello.
Cuando Knox me miró fijamente, su rostro normalmente serio se suavizó un
poco.
—Gracias por salvar a mi hermano.
55
S
alimos después de sacar dinero y mi carné de conducir de Colorado, que
tenía mi foto pero un alias diferente, de mi bolsa de viaje, que era la bolsa
de lona que había agarrado de la caja fuerte de mi habitación del pánico
en Arizona. El trayecto de una hora hasta la ciudad fue tranquilo en su mayor parte.
Creed iba en el asiento trasero, frunciendo el ceño mientras miraba por la ventanilla.
En un par de ocasiones le eché un vistazo por el retrovisor mientras conducía y lo
sorprendí mirándome fijamente, pero cuando se daba cuenta, apartaba la vista. Knox
se sentó delante conmigo y parecía estar durmiendo. Estaba segura de que llevaba
despierto desde ayer, como todos nosotros.
No fue hasta que llegamos a la primera parada cuando rompí el silencio.
—Habrá cámaras por todas partes. Intenta agachar la cabeza todo lo que
puedas.
Knox abrió los ojos y me miró como si no hubiera estado durmiendo, 56
simplemente descansando con los ojos cerrados. Volviendo a centrar mi atención en
la carretera, sentí más que vi que alargaba la mano antes de rozarme el lateral del
cuello.
—Tienes el cabello colgando.
Llevé la mano hasta donde había tocado y palpé el mechón de cabello del que
hablaba. Con una mano, me lo metí en el gorro. Me lo había puesto antes de salir, con
la esperanza de ocultar mi cabello rojo. Tendría que comprar un tinte mientras
estábamos fuera. El rojo se notaba demasiado.
Nuestra primera parada fue en unos grandes almacenes comunes. Nada más
entrar, sugerí que nos dividiéramos para hacer las cosas más rápido.
—Creed puede ir contigo —dijo Knox y se alejó hacia el departamento de ropa
masculina.
Era obvio lo que Knox estaba haciendo. Miré a Creed y vi que fruncía el ceño
mirando a su hermano, que se alejaba cada vez más.
Como si sintiera que lo observaba, la mirada de Creed se deslizó hacia mí. Su
ceño se frunció un poco y suspiró.
—Vámonos.
Parecía que el plan de Knox iba a ser en vano. Debería haberme enfadado más
y haber pensado que Creed estaba enfadado conmigo. En circunstancias normales,
probablemente lo habría hecho. Tal vez lo estaba enterrando con todo lo demás
porque estaba agotada. O tal vez simplemente no me importaba porque sabía que
estaba justificado hacer lo que había hecho y eso significaba realmente que era como
mi tío. No. Tenía que ser la primera. Mañana haría las cosas bien.
Creed me dejó tomar la iniciativa. Agarré un carrito y decidí empezar por el
departamento de artículos de tocador. Me moví rápidamente por los pasillos, sacando
cosas de las estanterías para los chicos y para mí sin detenerme del todo. Como el
trayecto hasta aquí había sido silencioso, había hecho listas mentales de las cosas que
necesitaríamos.
No tenían una gran selección de tintes. Eché un vistazo rápido a la pequeña
variedad y vi que tenía la opción de teñirme de castaño, que era mi color de cabello
actual. No me pareció una buena idea. No quería ser más reconocible para el señor
X.
Se les había acabado el tinte negro. Mi única opción era optar por un color
claro. Tendría que decolorarme el cabello rojo. Sabía lo básico de cómo hacerlo, pero
tener mi teléfono para buscar exactamente cómo hacerlo todo habría estado muy bien
en este momento.
¡Queso y arroz! Conociendo mi suerte, mi cabello iba a salir naranja o
completamente arruinado. De mala gana, agarré un kit de decoloración para el
57
cabello y lo eché al carro.
El siguiente pasillo era el de la higiene femenina y me quedé helada. Tenía que
haberme bajado la regla ayer. En cuanto se me pasó por la cabeza la loca idea de que
podía estar embarazada, mi lado racional tomó el control. Tomaba anticonceptivos. O
lo había estado hasta hacía unos días. Tenía un historial de retrasos cuando estaba
bajo mucho estrés. Además, ya me estaban entrando los antojos de chocolate que
siempre tenía justo antes y que seguiría teniendo después de empezar. En cuanto
consiguiera calmarme, mi cuerpo haría lo que se suponía que debía hacer. De
momento, tenía que aprovisionarme para cuando me viniera la regla.
Atrapé a Creed mirándome con el ceño fruncido mientras sacaba de la
estantería los productos que necesitaría. No podía sentirme avergonzada. No es que
tuviera motivos para estarlo. Él no dijo nada, así que yo tampoco.
Más adelante en el pasillo había preservativos. Eran imprescindibles ahora que
ya no tomaba anticonceptivos. Colt y yo ya habíamos tenido sexo sin protección.
Puede que él se hubiera retirado, pero no volveríamos a tener sexo así.
Eché un vistazo a las marcas y estilos de preservativos que había disponibles.
Había comprado preservativos antes, pero aquí no tenían de ese tipo. Me mordí el
labio, intentando decidirme por uno.
Creed suspiró.
—Estos, Shi. —Agarró unas cuantas cajas de la estantería y las echó al carro.
—Gracias —murmuré y continué hacia el siguiente pasillo.
Volvió a seguirme en silencio. O al menos hasta que me detuve a agarrar algo.
Lo sentí acercarse por detrás antes de que sus brazos rodearan mi estómago.
—Shi. —Sus brazos me rodearon con fuerza, pegando mi espalda a su pecho.
Apoyó la frente en mi hombro—. Estaba asustado, enojado y agotado. Dije cosas que
no quería decir porque pensé.... —Sus brazos me rodearon aún más—. No importa lo
que pensé. Fui un idiota y lo siento.
—Si me aprietas más, voy a estallar.
Los brazos de Creed se aflojaron al instante y sus manos se dirigieron a mis
caderas para girarme y quedar frente a él. Su boca se pegó a la mía y, antes de que
pudiera procesarlo, se apartó apenas un suspiro.
—No creo que seas como tu tío. Me estaba desahogando. —Volvió a besarme.
Fue rápido, pero estaba lo suficientemente preparada para devolverle el beso. Sus
manos se acercaron a mi cara y presionó su frente contra la mía—. Lo siento.
Rodeé su cintura con mis brazos. 58
—Está bien, Creed.
Apretó los ojos.
—Sentí que me volvía loco.
El dolor que oí en su voz me dolió en el corazón. Apoyé la cabeza en su hombro
y le abracé tan fuerte como él me había abrazado a mí.
—Lo sé. Lo siento.
Nos quedamos un rato abrazados. Al principio, me sentí completamente
desolada por lo que sentía. Deseaba poder arreglarlo. Estaba desesperada porque
no volviera a sentirse así. Esa desesperación se convirtió rápidamente en rabia,
porque la única forma de obtener lo que yo quería era que el señor X estuviera
muerto.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando las mantas fueron bajando lentamente por
mi cuerpo. Al principio, lo único que podía hacer era mirar las sombras que bailaban en
el techo. Me sentí paralizada, incapaz de moverme, incapaz de parpadear mientras me
quitaban el resto de las mantas.
Tardé un momento en darme cuenta de que estaba en mi cama de Arizona.
El aire frío besó mi piel expuesta justo antes de que unos dedos tocaran la parte
superior de mi pie. Mi corazón empezó a latir más deprisa cuando esos dedos 59
empezaron a subir por la parte superior de mi pierna. Oí fuertes pisadas en la alfombra
de alguien que caminaba junto a la cama.
Una vez que llegaron al dobladillo de mis pantalones cortos de pijama, los dedos
no se detuvieron. Siguieron subiendo por el muslo, por encima del pijama, por la cadera
y el vientre, hasta llegar al pecho. Allí los dedos rodearon mi pezón a través de la fina
camiseta del pijama, endureciéndolo.
La sensación de que la cama se hundía y su voluminoso cuerpo se acomodaba en
la cama de al lado me resultaba familiar. Mi cuerpo se movió por sí solo, acurrucándose
más cerca de la persona que había creído que era Knox. Eso había sido antes.
Demasiado cansada, no había abierto los ojos. Ahora estaban muy abiertos. Seguía sin
poder parpadear y esta vez pude ver que no era Knox quien estaba en la cama conmigo.
—Shiii...loooh —susurró mientras me empujaba boca arriba y se subía sobre mí—
. Te he echado de menos.
Intenté moverme, gritar. Tuve que quedarme tumbada mientras me subía la
camiseta, dejando mis pechos al descubierto.
El miedo y las náuseas se agitaron en mi vientre cuando me tocó, me besó. No
soltó uno de mis pechos mientras bajaba la cabeza hacia mis cicatrices y lamía cada una
de ellas. Un murmullo salió de mí:
—Estoy demasiado cansada.
No me escuchó o no le importó. Siguió concentrándose en las cicatrices de mi
estómago con los labios y la lengua. Luego pasó la punta de sus dedos por cada una de
ellas. Era como si admirara y adorara su obra, sus marcas de posesión.
Quería gritar. Ya estaba en mi cabeza, rogándome que me moviera, que alguien
me ayudara.
Bajó más por mi cuerpo y me abrió las piernas con la rodilla. Sabía lo que iba a
hacer y lo único que podía hacer era prepararme mentalmente.
Las lágrimas por fin pudieron acumularse en mis ojos cuando enterró su cara
entre mis piernas. Esas lágrimas se me escaparon, junto con un gemido, cuando me pasó
la nariz por encima a través de los pantalones cortos del pijama. Mientras apretaba su
cara contra mí e inspiraba profundamente, mi pecho subía y bajaba rápidamente. Fue
entonces cuando sentí que podía gritar, y el grito me desgarró. La fuerza que había
detrás era tan fuerte que me ardía tanto la garganta que estaba segura de que se me iba
a desgarrar.
60
La sensación de que alguien me sacudía y el dolor en la garganta fue lo que me
sacó de mi pesadilla. Abrí los ojos en medio del grito y vi a Keelan encima de mí.
Tenía los ojos muy abiertos y me agarraba por los hombros. Mi grito se apagó al
mismo tiempo que sonaba un estruendo en la habitación. Keelan me soltó para mirar
detrás de él, hacia la puerta. Knox había irrumpido con Creed y Colt justo detrás de
él.
—Estaba teniendo una pesadilla —dijo Keelan rápidamente, intentando calmar
el pánico que se reflejaba en sus caras. Tenían que saber que había tenido una
pesadilla, pero dado lo que había pasado, entendía por qué podían pensar que mis
gritos podían deberse a otro motivo.
¿Pero había sido una pesadilla? ¿O mi subconsciente revelando la verdad?
Después de encontrar el cuerpo de Jacob en mi casa y de que mi instinto me
gritara que el señor X me había encontrado, por un pequeño momento había tenido
el pensamiento enfermizo de que mi sueño de Knox viniendo a mí en mitad de la
noche no sólo no había sido un sueño, sino que tampoco había sido Knox quien se
había metido en la cama conmigo. Yo también había estado a punto de expresar esa
preocupación a mis chicos, pero las cosas habían seguido sucediendo y lo había
dejado pasar. Me había convencido a mí misma de que, de hecho, había sido sólo un
sueño. Era más fácil así porque la alternativa era demasiado terrible de soportar.
Debería haber sabido que no tendría tanta suerte. Quizá ver al señor X en
persona en Desert Stone fue lo que me refrescó la memoria y me hizo enfrentarme a
la verdad.
Me sentía sucia, como si cada centímetro de mi piel se hubiera manchado. Lo
peor era que aún podía sentir cómo me había tocado.
Sollocé de una manera que me sacudió todo el cuerpo. Me sentía tan pesada
que lo único que pude hacer fue rodar lejos de Keelan y deslizarme por el lateral de
la cama hasta el suelo. Quería huir, escapar de mi piel, y saber que eso era imposible
me hacía sentir atrapada.
—¿Pequeña? —dijo Keelan y sentí que la cama se movía.
Me alejé gateando, no quería que me tocaran. Los ojos se me llenaron de
lágrimas mientras giraba sobre mis nalgas y retrocedía hasta que mi espalda chocó
contra la pared. Con los ojos borrosos, miré de uno de mis novios a los otros.
—¿Shi? —dijo Creed mientras se acercaba a mí.
—¡No! —Extendí la mano como para detenerle y se quedó inmóvil. Mis
pulmones se tensaron, haciéndome más difícil respirar.
El señor X debió drogarme. Por eso no había podido despertarme a la mañana
siguiente. A medida que iba asimilando las cosas, me asaltó una idea aterradora.
¿Realmente se había detenido el señor X cuando se lo supliqué?
61
—Por favor... hagámoslo mañana. —¿La promesa de sexo en otro momento le
había convencido para parar o había esperado a que me volviera a dormir para
continuar?
¿Me había hecho algo más?
¿Me violó?
Me dolía el pecho. Cada vez que intentaba inspirar, emitía un sonido agudo y
áspero. No entraba suficiente aire.
—¿Shiloh? —dijo Knox mientras daba un paso adelante.
Me puse de rodillas, incapaz de quedarme sentada. Gotas de lágrimas
salpicaban el suelo junto a mis manos.
—No puedo respirar —forcé rápidamente con voz estrangulada.
Unos brazos fuertes me levantaron del suelo y me llevaron a toda prisa por la
habitación. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en el cuarto de baño y al siguiente
ya estaba de pie en la ducha. Knox me giró hacia él y me rodeó con un brazo para
sostenerme mientras abría la ducha. Nos cayó una lluvia de agua helada que me
sacudió lo suficiente como para hacerme jadear y dilatar los pulmones.
—Respira —dijo Knox mientras me apartaba el cabello mojado de la cara.
Respiré hondo y exhalé lentamente.
—Eso es —elogió—. Hazlo otra vez.
Lo hice una y otra vez hasta que el agua se calentó. Cuanto más remitía el ataque
de pánico, más se debilitaba mi cuerpo y empezaba a temblar.
—No has sido tú —dije con voz ronca y dolorida. Incliné la cabeza hacia atrás
para mirar fijamente a Knox—. No era un sueño.
Knox me miró con el ceño fruncido.
Más lágrimas se filtraron de mis ojos.
—Pensé que eras tú.
Knox me quitó el agua y las lágrimas de la mejilla.
—¿Pensaste que era yo?
Lo único que podía hacer era sollozar.
62
E
l olor a café había llenado la habitación. Knox había preparado un poco
y acababa de servir una taza a cada uno. Yo estaba sentada en la isla de
la cocina, con Colt y Creed a cada lado. Knox y Keelan estaban de pie en
la cocina, justo enfrente de nosotros. El ambiente era sombrío y los cuatro mostraban
diferentes caras de disgusto. Eso se debía a que acababa de contarles lo que me había
pasado, lo que el señor X me había hecho.
—¿Estaba su ropa...? —Keelan empezó a decir mientras miraba la taza de café
que tenía en la mano—. Cuando ustedes dos fueron esa mañana, ¿su ropa...? —No se
atrevía a decirlo.
—Estaba vestida —espetó Colt—. Lo único destacable fue que apenas pudimos
despertarla, y cuando lo hicimos, estaba completamente ida.
—Las mantas que colgaban del extremo de la cama —dijo Creed mientras se
pasaba la mano por un lado de la cara—. La forma en que estaban dobladas era 63
demasiado precisa para que se las hubiera quitado a patadas mientras dormía.
Recuerdo que en aquel momento pensé que era extraño.
—Uno de nosotros debería haberse quedado contigo —dijo Colt enfadado.
—No pienses así —refunfuñé—. Si alguno de ustedes hubiera estado allí,
podría haberlos matado antes de lo planeado.
—¿Antes de lo planeado? —repitió Keelan.
—Me preguntaba por qué no ha intentado matarnos todavía —dijo Creed—.
¿Por qué ir por Isabelle en vez de por nosotros? Somos la mayor amenaza.
—Eres la mayor amenaza para él porque significas más para mí —dije mientras
miraba mi café apenas bebido—. Por eso los dejó a los cuatro para el final.
—¿El final? —dijeron Colt y Creed al mismo tiempo.
—El señor X es paciente. Me acechó durante años. ¿Es tan difícil creer que
cuando me encontrara de nuevo, querría que nuestro reencuentro fuera perfecto, o
lo que él considera perfecto? ¿O creías que te masacraría e intentaría tomarme en
cuanto me encontrara? —les pregunté y su silencio fue mi respuesta. Dejé escapar
una carcajada sin humor—. Sabía en mis entrañas que algo no iba bien. Sabía lo que
estaba viendo. —Negué con la cabeza con desdén.
—No estás siendo justa contigo misma —dijo Keelan.
Recogí mi taza de café y me levanté de mi asiento en la isla.
—Debes dejar de dejarme salir impune.
Cuando empecé a alejarme, Colt soltó:
—Porque prefieres que te digamos que es culpa tuya.
Seguí caminando, negándome a morder el anzuelo.
Oí el ruido de una silla raspando el suelo de madera antes de que Colt dijera:
—Es mañana, Shiloh.
Me quedé helada cuando comprendí el significado de sus palabras.
—Hoy ya tuve una crisis una vez. ¿No es suficiente? —pregunté por encima del
hombro.
—Puedes gritar, llorar y derrumbarte todo lo que necesites mientras estés
diciéndolo —afirma Colt.
Hoy ya no me quedaban lágrimas que llorar. Todo lo que sentía dentro de mí
ahora mismo era rabia y ninguno de ellos se merecía eso. Di otro paso adelante, con
la intención de retirarme a mi habitación.
—Te culpas por lo de Isabelle. —Puede que la voz de Colt fuera suave cuando 64
me asestó aquel golpe, pero sus palabras tenían un poderoso impacto. Fue lo
suficientemente fuerte como para destruir la última pizca de control que tenía.
Me giré y gruñí:
—¡Maldita sea, Colt!
Sin inmutarse, Colt se mantuvo firme, mientras los demás nos observaban en
silencio. Esperaba este tipo de empujones por parte de Knox, pero desde que le había
explicado lo que me había hecho el señor X mientras creía que había sido él, había
estado anormalmente callado.
—Lo que le pasó a Isabelle no fue culpa tuya —dijo Colt con calma, pero la
firmeza de su voz me dijo que su lado Hulk estaba justo debajo de la superficie.
Negué con la cabeza, negándome a escuchar.
—X es el uno…
Exploté antes de que pudiera terminar.
—¡Sé que lo está! ¡Sé que no es culpa mía que esté obsesionado conmigo! ¡Sé
que no hice nada para atraerlo o hacer que matara a los que me rodean! Pero tengo
que asumir parte de la puta responsabilidad. —rugí—. Mientras esté ahí fuera, es una
amenaza no sólo para mí, sino para los que me rodean. ¡Lo sé y aun así me enamoré
de ti! ¡Aun así dejé que se convirtiera en mi amiga!
—El amor es una calle de doble sentido, pequeña —dijo Keelan—. Sabíamos lo
que firmábamos.
—Pero Isabelle no —argumenté.
—No se te permitió decirle la verdad —dijo Creed—. Y ella quería ser tu amiga.
¿Qué ibas a hacer? ¿Ser una zorra con ella para mantenerla alejada?
—No estás siendo justa contigo misma —repitió Colt las palabras de Keelan.
—¡Nada ha sido justo durante cuatro malditos años! —grité mientras lanzaba mi
taza de café a la puerta principal. Se hizo añicos con el impacto. Los trozos de cerámica
cayeron y se deslizaron por el suelo y el café se derramó por la puerta.
Me llevé las manos a los costados y miré al suelo mientras intentaba calmarme.
Colt se acercó a mí lentamente.
—Siento lo de Isabelle. —Su tono suave sólo deshizo lo poco que pude
calmarme—. Pero castigarte a ti misma no deshará lo que le pasó, ni lo expiará. Y
tampoco creo que Isabelle quisiera que cargaras con la culpa —dijo.
Desvié mi mirada del suelo hacia él.
Me devolvió la mirada con expresión dura.
—Si eso no basta para convencerte —añadió—, recuerda que lo que te hagas
65
no sólo te afecta a ti, sino también a nosotros.
Tú sufres, nosotros sufrimos.
Seguí mirándolo mientras reflexionaba sobre sus palabras. Con un fuerte
suspiro, dejé de mirarlo y aparté la vista.
—Lo siento.
Colt acortó la distancia que nos separaba y me rodeó con sus brazos. Una de
sus manos se dirigió a mi nuca antes de besarme la sien.
—No puedo luchar contra la culpa por ti, cariño, pero puedo hacerlo contigo —
susurró.
Deslicé los brazos por su espalda y le apreté la camisa. Las lágrimas que creía
que se me habían acabado empezaron a rodar por mis ojos. Sin importarle que
empaparan su camiseta, Colt me abrazó hasta que encontré fuerzas para soltarlo.
Durante buena parte de la mañana, luché por asimilar lo que me había hecho
el señor X sin recordar la forma en que me había tocado. Lo asqueroso era que en
aquel momento lo había disfrutado porque había pensado que había sido Knox.
Habíamos tenido problemas y me había rechazado cuando intenté seducirle con
lencería roja. Aunque me había enfadado mucho con él por no haber sido sincero
conmigo, seguía deseándolo, seguía queriéndolo. Así que cuando había pensado que
se me había acercado por la noche, tocándome como si me deseara tanto como yo a
él, me había alegrado y decepcionado por estar demasiado cansada para hacer más
cosas con él. Ahora, me sentía como una tonta. Me sentía asqueada, violada. Y no
podía dejar de sentir las manos y la boca del señor X sobre mí.
68
A
guanté allí tumbada cinco minutos enteros antes de tener que
levantarme y ponerme a trabajar. ¿Por qué? Porque mi mente volvió a
pensar en el señor X y las ganas de arrancarme la piel sólo para eliminar
la sensación de él casi me llevan al borde de la locura. Y si me dejaba llegar a ese
punto, realmente recaería.
Era la hora de cenar. Sinceramente, no tenía ganas de cocinar, lo que
demostraba lo mal que me sentía.
Por mi cordura, me empujé hacia la puerta. Al abrirla, me quedé helada cuando
mis ojos se fijaron en las puntas de mi cabello.
Nunca había deseado tanto estar en mi cuerpo como en ese momento.
Apretando los dientes, agarré el gorro de punto marrón que había llevado ayer a la
ciudad y me lo puse. Después de meterme todo el cabello, salí de mi habitación.
Mis cuatro chicos estaban en el salón. Se callaron cuando entré y sentí que me
69
observaban mientras me dirigía a la cocina.
—Supongo que tu cabello no quedó como querías —dijo Colt mientras abría la
nevera.
—No. —La palabra salió de mis labios antes de que pudiera recordarme que
no debía descargar mi frustración en ellos. Miré a mi alrededor en la nevera mientras
repasaba en mi cabeza qué hacer. Saqué todo lo necesario para preparar un sencillo
pollo al horno. Cuando lo puse todo en la encimera, sentí que uno de ellos se
acercaba.
—Shi —dijo Creed desde justo detrás de mí—. ¿Es esta otra situación de
sudadera?
Me quedé rígida durante un suspiro antes de volverme hacia él.
—No. —Esta vez pude suavizar la voz antes de hablar.
Frunciendo el ceño, se acercó a mi cabeza.
Me moví sin pensar. Alargué la mano para impedir que me tocara el gorro y
me aparté de su alcance.
—Te amo, pero te castigaré —le advertí enfadada.
Keelan se rio en el salón mientras nos observaba.
El ceño de Creed se frunció y sonrió.
—No puede ser tan malo.
No respondí. Lo último que quería era despertar aún más su curiosidad. Por
desgracia, el brillo decidido de sus ojos me dijo que era demasiado tarde. No se
echaría atrás.
—No puedes llevar un gorro para siempre, Shi. Es mejor que te quites la tirita
ahora y acabes de una vez —dijo.
A menos que realmente quisiera poner a mi novio de culo y arriesgarme a
hacerle daño, realmente sólo tenía una opción.
—¿Me seguirías encontrando atractiva si fuera calva? —La única razón por la
que lo pregunté fue porque estaba sintiendo el impulso de cortarme el cabello con
unas tijeras. Pero no lo haría. Lo que sentía se me pasaría. Tenía que recordármelo
una y otra vez.
—Sí —dijeron todos sin dudarlo.
Suspiré.
—Todos lo han dicho demasiado rápido —refunfuñé mientras me acercaba al
armario donde estaban las ollas y sartenes. Agarré una sartén y, mientras la ponía en
el fuego, sentí que Creed se acercaba por detrás. Me agarró el gorro. Cerré los ojos 70
mientras me lo quitaba y el cabello me caía hasta los hombros.
La reacción que obtuve fue el silencio. Sabían que no me gustaba el rosa y
sabían por qué.
—Si te sirve de algo, estás preciosa —dijo Creed con hosquedad.
No me atrevía a dar las gracias. Ni siquiera podía mover las manos para
cocinar. Me sentía tan incómoda en mi cuerpo que tenía tantas ganas de desmayarme.
Tenía tantas ganas de correr. Si hubiera habido alcohol, estaba segura de que ya lo
estaría bebiendo. Lo único que podía hacer en ese momento era quedarme allí,
mirando fijamente los fogones, luchando conmigo misma.
Muévete, Shiloh.
Sigue moviéndote.
Ahora mismo es terrible.
Ya pasará.
Ya pasará.
—¿Cariño? —dijo Colt al mismo tiempo que Knox dijo:
—¿Shiloh?
Creed me agarró por los hombros y me hizo girar para mirarle. Sus ojos
rebotaron por toda mi cara. Debió de ver algo que le inquietó, porque me atrajo hacia
su pecho y me rodeó con los brazos.
Intenté levantar las manos de los costados para devolverle el abrazo. Me
pesaban tanto que sólo llegué hasta su cintura.
—¿Alguien puede ayudarme a cocinar? —pregunté mientras empujaba un
poco sus caderas.
—Ayudaré —dijo Knox al entrar en la cocina.
Puedo hacerlo.
Puedo seguir moviéndome.
Creed me rodeó con los brazos, pero no se movió ni apartó la mirada de mí.
Knox se acercó a nosotros.
—Yo me encargo, Creed —le aseguró a su hermano pequeño y una mirada
pasó entre ellos.
Creed retrocedió de mala gana, soltándome por completo.
Knox se colocó frente a mí. La intensidad de su mirada y la forma en que se
alzaba sobre mí me hicieron sentir como si estuviera bloqueando el resto del mundo.
Knox era el más fuerte de los cinco. Me incliné hacia él y apoyé la frente en su pecho,
con la esperanza de absorber un poco de su fuerza.
71
Me pasó la mano por la nuca hasta acariciarme el cuello.
—¿Tienes hambre?
Negué con la cabeza contra él.
—De acuerdo. —Me besó en la coronilla antes de alejarse.
Le vi agarrar la comida que había sacado y volver a meterla en la nevera. Luego
me tomó de la mano. Dejé que tirara de mí y me llevara a mi habitación.
En cuanto entramos, pregunté:
—¿Y la cena?
Me soltó la mano.
—Ya son mayorcitos. Pueden alimentarse solos —dijo mientras cerraba la
puerta y se apoyaba en ella con los brazos cruzados sobre el pecho.
Me adentré más en la habitación.
—Si me has traído aquí para preguntarme qué me pasa o para hablar...
—No necesito preguntar. —Me cortó.
Fui a sentarme en el borde de la cama.
—Entonces, ¿por qué me trajiste aquí?
—Estás luchando.
Me burlé mientras negaba con la cabeza.
—Hago todo lo que puedo para no cometer errores del pasado. Sé que resbalé
y enterré cosas, pero fue para poder traernos a todos aquí, a un lugar seguro.
—No te he traído aquí para darte un sermón —dijo—. No has hecho nada malo.
Veo que tienes ganas de salir a correr. También veo que te resistes.
—¿Para eso me has traído aquí? ¿Para ayudarme a salir de la cornisa?
—Te he traído aquí para preguntarte qué necesitas para ayudarte —
refunfuñó—. Ha sido una pesadilla tras otra durante días y has tenido que lidiar con lo
peor.
—Cargaría con todas las pesadillas si pudiera. —Aunque me destruyera, si
pudiera protegerlos de todo, lo haría.
Por el ceño enfadado que adornaba su cara, por un segundo casi me convencí
de que leía la mente.
—Así no es como funciona esto.
—¿Y cómo funciona esto? —le pregunté. 72
—Nos lo echamos al hombro juntos —dijo—. ¿Qué necesitas?
—No lo sé. —Si supiera cómo hacerme sentir mejor, ya lo habría hecho.
—¿Ayudaría hablar de las cosas, entonces?
La verdad es que no le veía el sentido. Sabía por qué me molestaba el cabello
y le había dado todos los detalles esta mañana sobre el señor X. Hablando de esta
mañana...
—¿Por qué estabas tan callado esta mañana?
—Te estás desviando.
—Tal vez sería más comunicativa si tú también lo fueras —le respondí.
Se quedó callado un momento mientras se debatía claramente.
—Estaba enfadado.
—¿Porque pensé que eras tú?
La forma en que apretó la mandíbula me dio la respuesta.
Aparté la mirada y me preparé para lo que tenía que preguntar a continuación.
—¿Estás enfadado conmigo porque no pude notar la diferencia?
—No. —Prácticamente gruñó.
Di un pequeño respingo y me obligué a devolverle la mirada.
Me miraba con el ceño fruncido.
—Me enfadó que te agrediera y punto. Sí, me molestó que pensaras que era yo.
No porque me ofenda que pensaras que me colaría y estaría contigo así. Después de
que vinieras antes ese mismo día y te desenvolvieras como un puto regalo, quise
decir a la mierda e ir contigo esa noche. Ojalá lo hubiera hecho en vez de negarme a
mí mismo, porque mientras tanto ese cabrón...
Knox se interrumpió, con el rostro abatido. Su expresión era francamente
asesina y los músculos de su mandíbula tintineaban. Me quedé callada mientras se
calmaba.
—No te culpo en absoluto por pensar que fui yo. Podría haberlo sido. Me
molesta lo mucho que se salió con la suya porque no lo sabías.
Tardó un minuto en procesar lo que había dicho.
—Si no hubiera pensado que eras tú, me habría violado allí mismo. Si no
hubiera pensado que eras tú y me hubiera dado cuenta de que era él, me habría
asustado y habría intentado luchar. Como pensé que eras tú, reaccioné como él
siempre ha querido que reaccione ante él. Como una novia que no quería rechazarlo,
pero estaba demasiado cansada para lo que él quería, y pregunté si podíamos hacerlo
al día siguiente. Porque pensé que eras tú, alimenté su fantasía e impedí algo de lo
73
que sería mucho más difícil volver.
Esta vez estaba callado mientras procesaba. No parecía feliz, pero estaba
menos alterado.
—Odio mi cabello —dije porque era mi turno de ser comunicativa—. No me
veo a mí misma cuando me miro en el espejo. Veo a Shayla. Cualquiera diría que me
alegro de verla. Por eso empecé a teñirme el cabello. Para aferrarme a ella. Para ver
destellos de ella. Pero esos pequeños destellos que solía tener eran recuerdos.
Buenos recuerdos. Mirándome en el espejo ahora, todo lo que puedo ver son sus
últimos momentos. La veo muerta. —Junté las manos con fuerza en mi regazo—. Y
desde que me desperté esta mañana, no puedo dejar de sentir la forma en que me
tocó. He intentado mantenerme ocupada. Moverme. Si me muevo, puedo intentar
procesar las cosas sin sentirle. Pero en cuanto reduzco la velocidad, él se apodera de
mí y quiero arrancarme la piel. Odio literalmente mi cuerpo de pies a cabeza y me
siento atrapada por eso.
—Podemos cambiarte el cabello. Iré a la ciudad mañana...
—Deberíamos evitar ir a la ciudad a menos que sea absolutamente necesario
—dije.
La comisura de sus labios se levantó ligeramente.
—Taparemos todos los espejos hasta entonces.
—Supongo que eso lo resuelve —dije secamente y eso le hizo sonreír un poco
más. Por desgracia, hice desaparecer esa sonrisa cuando añadí—: No creo que seas
capaz de ayudarme con el resto. A menos que seas capaz de borrar mis recuerdos,
no creo que pueda dejar de sentirlo.
Contempló durante un rato.
—Sólo puedo darte nuevos recuerdos.
—Sólo los buenos, por favor —dije mientras me recostaba en la cama.
—¿Cómo de buenos los quieres?
Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que me estaba preguntando.
Boquiabierta, giré la cabeza hacia un lado para poder mirarle.
—No puedo borrar lo que hizo, pero si te sientes cómoda con ello, puedo
ayudarte a olvidarlo durante un tiempo —dijo.
—Pensé que usar el sexo como distracción era malo.
—Es malo si lo estás usando para evitar completamente el lidiar. Estás
abrumada hasta el punto de romperte porque todo lo que has estado haciendo es
enfrentarte a la mierda que te han echado hoy. Se te permite un descanso.
74
Durante una fracción de segundo, me sentí sucia, como si estuviera dañada de
algún modo y él sólo quisiera acostarse conmigo para arreglarme. Luego me imaginé
rápidamente prendiendo fuego a ese pensamiento tóxico. Knox me quería y nunca se
acostaría conmigo sólo para ayudarme.
—¿Es así como quieres que sea nuestra primera vez?
—Me ofrecería a ir a buscar a uno de mis hermanos, pero no creo que pueda
dejarte ahora mismo.
Me apoyé en los codos.
—¿Por qué?
Sus ojos se clavaron en los míos y pude ver que luchaba por contener su ira.
—No me gusta que te haya tocado —dijo como si eso explicara por qué.
No fue así. Al menos, no al principio, pero entonces recordé las razones por las
que no había acudido a mí la noche en que lo hizo el señor X. El problema de nuestra
relación había sido su preocupación por los celos. El obstáculo en nuestra relación
habían sido sus celos. No estaba seguro de poder compartirme con sus hermanos.
Desde entonces, habíamos aprendido que podía. Sin embargo, alguien que no eran
sus hermanos me había tocado.
—Te sientes posesivo.
Suspiró por la nariz.
—Sí y no. Sé que eso me convierte en un puto cabrón, pero eres mía. Alguien
te hizo daño cuando deberías haber estado conmigo, y no puedo soportarlo, joder.
Abrí la boca para argumentar que no había sido culpa suya cuando dijo:
—Lo sé, Shiloh.
Si lo sabía, ¿por qué parecía tan enfadado consigo mismo? Entonces me di
cuenta de lo que estaba viendo. Me pregunté cómo habíamos cambiado de lugar.
Normalmente, yo era la que estaba demasiado llena de culpa para entrar en razón.
No sabía por qué, pero luchaba por no sonreír. Como habían pasado días
desde la última vez que sonreí, cabía la posibilidad de que me hubiera vuelto loca. O
tal vez era porque era estúpidamente maravilloso estar en este lado de las cosas. Ver,
sentir y comprender las perspectivas de mis chicos en lugar de imaginarlas.
Me puse en pie, decidida a combatir con él su sentimiento de culpa y ayudar a
saciar su lado posesivo. No sólo por él, sino también por mí misma. Deseaba con todas
mis fuerzas ese descanso que me ofrecía. Para ser sincera, él ya me lo había
concedido y yo no estaba dispuesta a que terminara.
—No tenemos que hacer nada. Puedo simplemente abrazarte... 75
Se interrumpió cuando me llevé la mano a la parte inferior del jersey y me lo
quité. No llevaba nada debajo. Ni siquiera un sujetador. Caminé hacia él mientras me
desabrochaba los pantalones. Me detuve para bajármelos. Se apartó de la puerta y se
arrodilló ante mí para ayudarme a quitarme los vaqueros de las rodillas para abajo.
Puse las manos en sus hombros para no caerme mientras me quitaba cada pernera y
luego los calcetines.
De pie frente a él, en ropa interior azul pálido, se me aceleró el corazón. Una
pequeña parte de mí deseaba haber elegido llevar algo un poco más sexy. Por
desgracia, lo único que tenía eran sujetadores y bragas, aparte de la lencería de
superheroína con la que había viajado hasta aquí.
Knox tiró los vaqueros y los calcetines a un lado y sus intensos, preciosos y
dorados ojos subieron por mi cuerpo, empezando por los pies. Sus manos me
acariciaron las pantorrillas y subieron con su mirada. Cuando sus cálidas palmas
subieron por la parte posterior de mis muslos, se inclinó hacia delante y presionó con
sus labios la parte inferior de mi vientre, justo por encima de la parte superior de mis
bragas. Me soltó los muslos para enganchar los dedos en los laterales de mi ropa
interior y deslizarla.
Su boca no se apartó de mi bajo vientre mientras me ayudaba a quitarme el
último retazo de ropa que llevaba. Me besó de cadera a cadera y, en cuanto estuve
totalmente desnuda, su boca se dirigió hacia el sur. Se tomó su tiempo para bajar y
yo me puse de puntillas para acelerar el proceso.
Soltó una carcajada sobre mi sexo cuando se dio cuenta de lo que estaba
haciendo. Me agarró por detrás de los muslos, justo debajo de las nalgas, y me sonrió.
—Eres impaciente.
Le apreté los hombros.
—¿Cuán paciente serías si me arrodillara...?
Mis palabras se interrumpieron cuando sus manos se deslizaron hasta mis
nalgas y su boca se posó sobre mi clítoris. Sus dedos me agarraron con firmeza
mientras ponía en juego su lengua pasándola por los pliegues de mi coño.
Jadeando, mis manos se dirigieron a su nuca. Intenté no agarrarlo con
demasiada fuerza, pero las piernas empezaban a temblarme. Casi cedieron cuando
empezó a pasarme la lengua por el clítoris.
—Knox —gemí.
Se apartó y se levantó, obligándome a soltar las manos de detrás de su cabeza.
Su boca encontró la mía y pude saborearme en su lengua mientras la deslizaba por la
mía.
Sin dejar de besarnos, me tomó en brazos y me llevó a través de la habitación. 76
Puso una rodilla en la cama para poder tumbarme con una delicadeza que yo no
esperaba. Me aparté para mirarle a los ojos y ver qué estaba pensando. Para mi
sorpresa, la intensidad que normalmente sentía cuando me miraba fijamente parecía
diferente. No era menos intensa. Simplemente no era aguda. Se había suavizado. ¿Era
así como se veía detrás de sus muchos, muchos escudos?
Después de las primeras veces que interactué con él, supe que nunca sería
digna a sus ojos sólo por mi carácter. Para ver este lado de él, tuve que soportar la
forma en que desafiaba y presionaba. Lo vi por lo que era, y no me había echado
atrás. Nunca lo haría.
Sosteniéndose con un brazo en el colchón junto a mi cabeza, sus ojos se
entrecerraron un poco.
—¿Qué pasa?
Le agarré la cara y me incliné para darle un beso rápido.
—Te amo.
Sus cejas se levantaron un poco.
—Lo sé.
Qué manera de reventar mi burbuja de amor.
—¿Lo sabes?
Una sonrisa molesta adornó su preciosa cara mientras bajaba la cabeza y me
besaba por encima del corazón.
—Sí, lo sé.
—Lo retiro —refunfuñé.
Le sentí sonreír contra mi pecho antes de bajar un poco más y llevarse el pezón
a la boca.
Se me escapó un pequeño gemido mientras chupaba, pero se cortó
rápidamente con un siseo cuando tiró de mi pico sensible con los dientes. Sentí sus
dedos subir por mi muslo justo antes de meterse entre mis piernas.
—No puedes retirarlo —dijo mientras sus dedos se deslizaban por la humedad
que se había acumulado en mi interior.
—Sí, puedo —murmuré.
Knox me metió dos dedos y yo me agarré a su hombro mientras saboreaba la
sensación de estiramiento.
—¿Estás diciendo que no me amas? —preguntó mientras retiraba los dedos y
volvía a introducirlos.
No respondí. En lugar de eso, me concentré en la forma en que movía sus dedos
dentro y fuera de mí. Deseosa de correrme, moví las caderas al ritmo de sus dedos.
77
Knox se apartó de mi pecho para poder mirar entre mis piernas.
—Todavía tan impaciente. —Empezó a frotarme el clítoris con el pulgar,
haciéndome gemir.
—Veremos lo paciente que eres la próxima vez que tenga la mano vendada…
ah!
Los dedos de Knox dentro de mí se curvaron hacia arriba mientras los movía
dentro de mí, golpeando ese punto perfecto. Al sentir la presión adictiva de lo que
estaba haciendo, mis caderas se levantaron como para rogarle que no se detuviera.
No paró.
—Sigues siendo una mocosa, incluso con mis dedos enterrados profundamente
en tu coño. —Tener una boca sucia era sin duda un rasgo Stone.
—Te encanta —me quejé.
—¿Que mis dedos están enterrados en este apretado y rosado coño? —dijo con
una sonrisa burlona—. Supongo que sí.
—¡Knox! —gruñí con los ojos cerrados. Estaba a punto de correrme.
Se rió mientras me besaba desde el esternón hasta el ombligo.
—Estás cerca, Shiloh.
—Sí —gemí. Mi orgasmo estaba a punto de apoderarse de mi cuerpo cuando
su boca se acercó a las cicatrices que tenía junto al ombligo. En un instante, todo lo
que me había llevado al clímax desapareció y cada centímetro de mí se quedó
inmóvil. El señor X apareció en mi mente y ya no sentí que Knox me tocara.
—Mírame. —La voz firme de Knox me sacó de mis pensamientos y me hizo abrir
los ojos. Lo vi arrodillado entre mis piernas, con los dedos dentro de mí y su boca a
escasos centímetros de mis cicatrices. Sus ojos se clavaron en los míos—. Ahora soy
yo quien está contigo. No él. Nunca volverá a tocarte así.
Solté un suspiro tembloroso para calmarme.
—Mantén los ojos en mí y sólo me verás a mí —dijo, y me tomó la mano. La
llevó al lado de su cara—. Siénteme.
Su mano se separó de la mía y la mantuve contra su mejilla mientras él se
inclinaba hacia mis cicatrices. Contuve la respiración, observándolo mientras
depositaba un beso en una cicatriz y luego en la otra. Cuando no desapareció, exhalé.
—¿Todavía conmigo? —preguntó.
Le pasé la punta de los dedos por la mandíbula y luego por el cabello.
—Sí.
La boca de Knox se movió hacia abajo y, antes de que me diera cuenta, su 78
lengua reemplazó el lugar donde su pulgar había estado rodeando mi clítoris.
Gimiendo, mi cabeza cayó hacia atrás contra el colchón.
—Si quieres correrte, tienes que seguir mirándome, Shiloh —dijo y empezó a
chasquear la lengua de un modo que me hizo levantar las caderas y empujar hacia
abajo su cabeza.
Sacudí la cabeza contra el colchón.
—Por favor.
Se apartó de mi clítoris.
Solté un gruñido frustrado y levanté la cabeza para mirarle.
—No me quites los ojos de encima.
Hice lo que me pedía porque sabía lo que estaba haciendo, lo que esperaba
conseguir. No sólo se aseguraba de que yo supiera que era él quien me tocaba, sino
que también intentaba darme algo mejor que recordar. Buenos recuerdos para
combatir los malos.
Knox me devolvió la mirada mientras sacaba la lengua. Probablemente era lo
más excitante que había visto nunca. Con sus dedos bombeando dentro y fuera de mí
y su lengua atacando mi clítoris, sentí que la liberación se precipitaba hacia mí.
—¿Me amas? —me preguntó justo antes de que estuviera a punto de correrme.
—¡Sí! —grité, delirantemente enfadada de que hubiera parado.
En cuanto volvió a acercar su lengua a mi clítoris, me estremecí. Las manchas
salpicaron mi visión y volví a dejar caer la cabeza sobre el colchón.
Knox apartó sus dedos de mí y se bajó de la cama. Tratando de recuperar el
aliento, lo miré con ojos entrecerrados mientras se quitaba la ropa. Cuando estuvo
frente a mí en todo su esplendor desnudo, no pude apartar los ojos de él.
Se rodeó la base de la polla con la mano.
—Abre las piernas para mí.
Mis rodillas estaban dobladas y juntas. De pronto me sentí un poco nerviosa,
me mordí el labio y las abrí lentamente, descubriéndome ante él.
Sus ojos danzaban por todo mi cuerpo, contemplando con avidez cada
centímetro de mí mientras se acariciaba la polla.
—Tan hermosa.
Cerré las piernas de golpe.
—Deja de mirar. 79
Se rio mientras buscaba en el cajón de la mesilla y sacaba un condón.
—Acabo de meter la lengua donde intentas esconder. ¿Cómo es posible que
sientas vergüenza?
Vi cómo abría el paquete de condones y se lo ponía.
—Porque te quedas ahí mirándome —le dije.
—Llevo mucho tiempo esperando este momento. —Volvió a subirse a la cama
y me agarró las rodillas—. Planeo hacer algo más que sólo mirarte.
Me separó las piernas y trepó por el resto de mi cuerpo hasta acunar sus
caderas entre mis muslos. Se inclinó desde donde se mantenía encima de mí y apretó
sus labios contra los míos. Le pasé las manos por el pecho y los músculos de los
hombros.
—¿Estás lista? —me preguntó mientras metía una mano entre nosotros.
Esa pregunta hizo que mi corazón palpitara con expectación.
—Sí.
Se alineó con mi entrada y empujó dentro de mí lentamente. Se me cortó la
respiración y le apreté los hombros mientras me estiraba a su alrededor.
Cuando estuvo completamente dentro de mí, soltó una maldición.
—Quiero ser suave contigo, pero joder.
Sonreí.
—Sé que eres un hombre grande y fuerte y todo eso, pero te lo he dicho antes,
no puedes romper mi vagina.
Se limitó a parpadear.
—Quiero decir, eres bienvenido a intentarlo y...
Knox me cortó saliéndose y volviendo a meterse de golpe. Solté un gemido.
Parecía disfrutar del sonido y siguió empujando dentro de mí.
—¿Este es el truco para que te comportes? —me preguntó mientras me besaba
el cuello—. ¿Tengo que sacarte lo mocosa de encima?
Quería rebelarme y responderle con algo inteligente, pero sólo salían gemidos
de mis labios.
Soltó una risita profunda y se incorporó. Sus grandes manos se dirigieron a mis
caderas y levantó mi pelvis de la cama. Sujetándome por la cintura, siguió
penetrándome. El nuevo ángulo le permitió penetrarme más profundamente y
rozarme en lugares que encendieron la mecha que me llevaría a la liberación. Me
arqueé y retorcí la parte superior del cuerpo contra el colchón y las mantas que tenía
80
debajo.
Tiró de mis caderas para recibir cada una de sus embestidas, haciéndome
gritar cada vez. El gruñido que emitió mientras miraba donde se unían nuestros
cuerpos hizo que se me encresparan los dedos de los pies.
—Joder. Me follas tan bien. —Sus palabras profundas y retumbantes sonaban
complacidas.
—Me voy a correr —gemí.
—¿Quién va a hacer que te corras? —preguntó.
Apreté las mantas de la cama y forcé la palabra:
—Tú.
—¿Quién está dentro de tu coño ahora mismo?
Gemí mientras arqueaba aún más la espalda al sentir que alcanzaba la cima.
—¡Tú!
—Así es, Shiloh —dijo—. Yo. No él. Yo. Él nunca te tendrá. Nunca serás suya.
Nos perteneces.
Era una promesa, un juramento subrayado con una amenaza. El señor X no era
sólo un asesino en serie a sus ojos, sino un hombre que tocó lo que no le pertenecía.
La afirmación de Knox me detonó y me corrí gritando.
Cuando me contraje a su alrededor, nos golpeó con fuerza, enterrándose
profundamente dentro de mí. Gimió mientras su polla se hinchaba y se liberaba. Sus
manos se deslizaron por mi espalda y me levantó para que me sentara a horcajadas
sobre él. En el momento en que quedamos pecho con pecho, le rodeé el cuello con
los brazos y me aferré a él mientras mi alma volvía a mi cuerpo.
81
E
l sonido de la puerta de la habitación al abrirse fue lo que me despertó.
Pensé que era Knox saliendo o uno de sus hermanos entrando en la
habitación. Cuando oí el ruido de unas botas caminando por el suelo de
madera a continuación, acercándose cada vez más al lado de la cama donde yo estaba
tumbada, supe que había supuesto mal.
Abrí los ojos y apenas pude ver una sombra de pie sobre mí. Sabía quién era y el
miedo hizo que mi cuerpo pesara demasiado como para moverme.
En la oscuridad, vi débilmente cómo me alcanzaba antes de que su mano me
rodeara la garganta. En cuanto empezó a asfixiarme, pude mover los brazos y me agarré
a él para intentar detenerle. Pero fue inútil. Luché por aspirar aire, pero no llegaba nada
a mis pulmones. Le di bofetadas, puñetazos y empujones en vano.
¡Knox!, grité internamente por él. Estaba profundamente dormido a mi lado,
completamente inconsciente de lo que estaba ocurriendo. Se me caían las lágrimas, 82
sabiendo que si el señor X me dejaba inconsciente, mataría a Knox.
—Tú... eres... —el señor X se inclinó, poniéndonos cara a cara—, ¡mía! —rugió
sobre mi boca.
No soy tuya.. quería gritar, pero sentía que me deslizaba hacia la nada.
90
P
asaron tres días. Llevó mucho, algo a lo que mis chicos, nacidos y criados
en el desierto, no estaban acostumbrados. Sus caras de asombro ante lo
que parecía un paraíso invernal y lo bien que nos lo pasábamos jugando
en él eran edificantes. Construimos muñecos de nieve. Nos peleábamos con bolas de
nieve. Por la noche encendíamos acogedoras hogueras. Jugamos a juegos de mesa
de la colección del sótano y vimos películas en el ordenador. Aquellos tres días fueron
tan perfectos como podían serlo las circunstancias, y yo lo agradecí. Si hubiera
podido encapsularlo, lo habría hecho, o al menos habría sacado algunas fotos.
Hoy hacía un poco más de calor. Justo después de desayunar, agarré uno de
los rifles que me había traído de Arizona y una caja de balas de la caja fuerte. Tenía
más experiencia con las pistolas; disparar un rifle era algo con lo que me vendría bien
practicar más.
Knox y Keelan estaban abajo en el sótano usando el pequeño gimnasio. 91
Mientras rebuscaba en la basura latas de la cena de anoche, Colt y Creed entraron en
la cocina para ver qué estaba haciendo.
—¿Qué estás haciendo, Shi? —preguntó Creed mientras se apoyaba en la isla
de la cocina.
Puse la tercera lata que había encontrado sobre el mostrador.
—Buscando latas para disparar.
—¿Vas a ir a disparar? —preguntó Colt con interés en su voz.
Los miré a los dos. Ambos estaban mirando el rifle y la caja de balas que había
colocado sobre la isla de la cocina.
—¿Quieren aprender a disparar un rifle? —pregunté a Colt y Creed.
—Claro —dijeron al mismo tiempo.
Después de abrigarnos, nos pusimos guantes y botas, y salimos a buscar un
buen sitio. Encontramos un árbol derribado en un claro. Después de alinear
ampliamente las latas a través de él, puse una buena cantidad de distancia entre
nosotros y el árbol.
—Aquí debería estar bien. —Me coloqué entre ellos para que pudieran verme
a mí y a mi rifle—. Tengo un rifle de cerrojo —les dije, y empecé a hablarles de
seguridad. Por ejemplo, dónde estaba el seguro en el rifle, cómo sujetarlo cuando no
se utilizaba y que siempre había que ser consciente de hacia dónde apuntaba el cañón
del rifle cuando se sujetaba. A continuación, les expliqué cómo cargarlo. Observaron
cómo abría el cerrojo por arriba, cargaba una bala y cerraba la recámara volviendo
a colocar el cerrojo en su sitio. Luego les mostré la parte inferior del rifle y cómo
cargar más balas allí. Colt y Creed prestaron mucha atención e hicieron buenas
preguntas.
Después de cargar cuatro cartuchos en mi rifle, les enseñé cómo colocarse y
sujetar el rifle al disparar.
—Habrá retroceso. Así que asegúrense de sujetarlo con firmeza —les indiqué
mientras miraba por la mirilla a una de las latas—. Tápense los oídos. Va a hacer
mucho ruido.
No sabía si lo hicieron, pero les di unos segundos para que hicieran lo que les
había pedido antes de apretar el gatillo. La culata del rifle se me clavó en el hombro
al mismo tiempo que el fuerte disparo resonaba en el claro. La bala que disparé no
alcanzó la lata por unos centímetros e impactó en el tronco caído del árbol que había
debajo.
—Una más —dije mientras tiraba del cerrojo hacia atrás hasta el fondo,
permitiendo que otra bala entrara en la recámara, deslizaba el cerrojo hacia delante
y lo volvía a bloquear en su sitio. Apunté de nuevo y disparé. A través de mi visor, vi 92
que la lata salía volando.
Bajé el rifle y miré de Colt a Creed, ambos bajaban las manos de las orejas.
—Le diste —dijo Colt.
—¿Te sorprende? —le pregunté.
Colt negó con la cabeza, sonriéndome.
—No, mi pequeño tocapelotas.
Intenté, sin conseguirlo, no sonreír.
—¿Quién quiere ser el siguiente?
Creed se ofreció voluntario. Le entregué el rifle y repasé paso a paso lo que
tenía que hacer. Cuando estuvo listo para apretar el gatillo, Colt y yo nos tapamos los
oídos. Creed disparó el rifle.
Se le dibujó una pequeña sonrisa en la cara y bajó el cañón del arma.
—Fallé, pero estuve cerca.
—Inténtalo de nuevo —le dije.
Esa noche, después de cenar, Knox y Keelan me ayudaron a quitarme los
puntos del brazo en la isla de la cocina mientras Creed y Colt bajaban al sótano a
elegir un juego al que jugar.
Mientras Knox cortaba y sacaba el último punto, dejé escapar un suspiro al ver
la línea rígida de cinco centímetros que me cruzaba la parte superior del brazo. Era
de color rosa oscuro con feas magulladuras amarillas alrededor.
—Otra cicatriz.
—Sigues siendo preciosa —dijo Keelan mientras me miraba volver a ponerme
el jersey.
Los gemelos volvieron con el juego Twister. Knox y Keelan no quisieron jugar,
pero aceptaron ayudarnos a girar la ruleta. Mientras los gemelos apartaban la mesita
del salón, yo coloqué la colchoneta con los círculos de colores en el centro de la
habitación. Agradecí haberme puesto unos leggings y un jersey holgado con un
sujetador deportivo debajo después de volver de disparar. Los leggings serían
mucho más fáciles de doblar y retorcer que los vaqueros. Colt y Creed también se
habían puesto ropa más cómoda; ambos llevaban camisetas de manga larga con
pantalones de chándal grises que dejaban tan poco a la imaginación que deberían
haber sido ilegales.
Cuando estuvimos listos, Keelan hizo girar la ruleta para nosotros.
—Pie derecho en rojo. 93
Colt, Creed y yo pisamos un círculo rojo.
—Antes de que vuelvas a girar —dijo Creed—. Creo que deberíamos hacer
este juego más interesante.
Colt aceptó de inmediato.
Me crucé de brazos sobre el pecho.
—Aquí viene el juego.
—Bájate de ese pedestal, Shi —dijo Creed con una sonrisa burlona—. Lo
disfrutas tanto como nosotros. ¿O necesitas que te recuerde la última vez que jugamos
con apuestas y lo que ganaste?
Tuve que pensar un segundo para recordar la última vez que habíamos
apostado por algo.
—¿Por qué competiste la última vez? —preguntó Knox.
Justo cuando Creed sonreía, me acordé.
—¡No es importante! —Me apresuré a decir. Sentía que me ardían las mejillas
y traté de hacer avanzar la conversación—. ¿Cómo quieres hacer esto?
—Con una reacción así, realmente quiero saber por qué apostaron ustedes tres
—dijo Keelan, sonriendo.
—Ya te lo dijimos —le dijo Creed a Keelan—. En la carrera de barro. Sólo que
no nos creíste.
Keelan frunció el ceño al hacer memoria y, cuando lo recordó, sus ojos se
desviaron hacia mí.
—¿De verdad apostaste favores sexuales?
Mis hombros se desplomaron en señal de derrota.
—¿Quién ganó? —preguntó Knox.
Colt, Creed y Keelan dijeron que yo.
—Me has dejado ganar —gruñí a Colt y Creed, que sonreían sin pudor.
—¿Cuándo vas a cobrar esa victoria, Shi? —preguntó Creed.
Enrojecida, me negué a contestarle.
—¿De quién fue la idea de apostar por favores sexuales? —preguntó Knox.
—Shiloh —dijeron Colt y Creed al mismo tiempo.
94
Todos me miraron fijamente y sentí el impulso de salir corriendo de la
habitación. Fue pura voluntad obstinada la que me mantuvo donde estaba.
—¿Qué ganaste, pequeña? —preguntó Keelan.
Si decidía no contestar, sabía que Keelan no presionaría. No había sido
exactamente una apuesta privada. Ethan e Isabelle nos habían oído hablar de ello en
la carrera de barro. Si fui lo bastante valiente como para hacer una apuesta sexual,
entonces debería ser lo bastante valiente como para hablar de ello ahora. Tampoco
quería que Keelan y Knox pensaran que les ocultaría cosas que sólo compartiría con
Colt y Creed.
Enderecé los hombros.
—Aposté a que si ganaba, probaríamos algo nuevo en el dormitorio.
Knox y Keelan parecían sorprendidos.
Keelan silbó.
—Yo también te habría dejado ganar.
Knox asintió.
¡Hombres! Me enfrenté a Colt y Creed.
—¿Cuáles son las apuestas?
—Si gano —dijo Creed—, tú y yo podremos probar algo nuevo esta noche.
—¿Sexualmente? —aclaré.
Asintió con una sonrisa francamente pecaminosa.
Negué con la cabeza.
—Todavía estoy con la regla.
Se le cayó la sonrisa.
—Dices eso como si no se te permitiera tener sexo.
Agité la mano sobre mi pelvis con un movimiento circular.
—Esta zona está fuera de servicio. Está en reformas. No se permiten novios.
Colt y Keelan resoplaron mientras Creed se limitaba a negar con la cabeza.
Knox, inteligentemente, no reaccionó.
—Además, es embarazoso. —Me negué a mirar a Knox mientras hablaba—. Y...
y desordenado. Tuvimos que ducharnos después.
—¿Tuvimos? —repitieron Colt y Creed al mismo tiempo.
Cerré la boca de golpe.
Colt y Creed se miraron antes de fulminar a Keelan con la mirada.
Keelan les sonrió, con los ojos llenos de risa. 95
—Esta vez no he sido yo. —Giró la cabeza para mirar a Knox, que estaba
sentado a su lado.
Colt y Creed se quedaron boquiabiertos mirando a su hermano mayor. Knox
se limitó a devolverles la mirada, sin revelar nada.
—¿Qué hiciste para avergonzar a Shi? —le preguntó Creed.
Knox lanzó a Creed una mirada que gritaba: ¿En serio?
Dejé escapar un gemido frustrado.
—Él no ha hecho nada. Fui yo la que se asustó.
Colt me rodeó la espalda con un brazo y tiró de mí hacia él.
—No había razón para que te asustaras, cariño.
—¿Te preocupaba más lo que pensaba Knox o eras tú el que se sentía incómodo
con ello? —preguntó Keelan.
Mis mejillas estaban tan calientes que sentía que se me iban a derretir de la
cara.
—¿Podemos por favor seguir adelante y jugar a este juego?
—Estaba preocupada por mí —dijo Knox, respondiendo por mí.
Creed se acercó y me abrazó por detrás, colocándome entre él y Colt.
—Creo que puedo hablar en nombre de los cuatro cuando digo que te
queremos y que si estás desnuda, no nos importa qué época del mes sea, seguiremos
queriendo follarte.
—¡Creed! —amonesté mientras miraba a Colt, con los ojos muy abiertos.
Colt me sonrió. El brillo de sus ojos me decía que estaba totalmente de acuerdo
con lo que había dicho Creed.
Creed se rio mientras me agarraba por los hombros y me giraba para que le
mirara.
—Si no me crees, con mucho gusto te agacharé ahora mismo y te lo demostraré.
—Creed se inclinó hacia mí y me susurró con una sonrisa traviesa—: Y para
demostrarte que a ellos tampoco les importa, apuesto a que mis hermanos se
quedarían a ver cómo te follo.
Me sentí un poco depravada por lo excitada que me puse. Sus sucias palabras
pintaron una sucia imagen en mi cabeza y todas las mariposas de mi estómago volaron
hacia el sur.
No debí ocultar lo que sentía, porque la sonrisa de Creed se desvaneció y la
sorpresa genuina ocupó su lugar. 96
—Yo… —Mi voz salió un poco entrecortada. Desviando la mirada hacia la
cocina, me lamí los labios y me concentré en mantener la calma—. ¿Podemos jugar
ya al juego?
La mano de Creed me agarró la barbilla y me hizo mirarle suavemente.
—¿Qué quieres si ganas, Shi?
Lo pensé.
—Si gano, quiero que me froten los pies durante media hora.
—¿De cada uno de nosotros? —preguntó Colt.
Asentí.
Creed sonrió.
—De acuerdo. —Su atención se desvió por encima de mi hombro hacia Colt y
una mirada pasó entre ellos—. ¿Qué quieres? ¿O quieres esperar a oír lo que voy a
pedir?
Colt se lo pensó un segundo.
—Esperaré.
Creed me miró fijamente y me rozó la mandíbula con el pulgar.
—Si gano, podré tocarte en cualquier parte de tu cuerpo durante el tiempo que
quiera y podré elegir la hora y el lugar.
Al instante, sospeché.
—¿Tocarme con qué?
—Mi mano —respondió con expresión inocente.
No sonaba tan mal. Ya había tocado cada parte de mi cuerpo y confiaba en él.
—Está bien.
—Yo quiero lo mismo —dijo Colt, lo que me hizo volver a mirarle. Sonreía a
Creed como si tuvieran algún secreto entre ellos.
—Bien. ¿Qué quieren el uno del otro? —pregunté.
Creed se encogió de hombros.
—El ganador elige la próxima película que veremos.
Colt asintió.
—Trato hecho. Empecemos.
Colt y Creed volvieron a donde habían estado con el pie derecho en rojo. Miré
de un gemelo a otro, con la sensación de haberme perdido algo. Esperando que 97
tuvieran alguna respuesta, miré a Knox y Keelan. Knox me miraba con una mirada
intensa que no pude descifrar. Keelan parecía muy entretenido. Me di por vencida,
volví a donde estaba y puse el pie derecho sobre un círculo rojo.
—Voy a necesitar una copa si gana uno de ellos. —Me pareció oír murmurar a
Knox a Keelan.
—Una ducha fría sería más útil —murmuró Keelan de nuevo y sacudió el
spinner—. Mano izquierda en azul.
—¡Pausa! —dije.
—No hay pausa, Shi —dijo Creed, pero lo ignoré.
Creed dejó de protestar en cuanto me quité el jersey holgado y se lo tiré a Knox
en el sofá. Tenía la sensación de que tenía que tomarme este partido en serio y un
jersey holgado no haría más que estorbar.
Creed miró mi sujetador deportivo.
—Si quieres quitarte más ropa, estoy seguro de que se te concederá más
tiempo. ¿Verdad, árbitro?
Keelan asintió con seriedad.
—Lo permitiré.
Colt resopló y Knox pareció esforzarse por no sonreír.
—Mano izquierda sobre el azul —repetí lo que Keelan había anunciado que era
nuestro siguiente movimiento y me agaché para colocar la mano sobre el círculo azul.
A medida que el juego avanzaba y se sucedían los movimientos, nuestras
posiciones se complicaban. Acabé en una posición de perro boca abajo, con el culo
al aire y las piernas muy separadas. Mi cara estaba justo entre las piernas de Colt,
que estaba en posición de cangrejo. Sus pantalones de chándal grises hacían muy
difícil no quedarse mirando. Creed estaba en una posición similar a la mía y en ese
momento apoyaba la frente en mi nalga izquierda.
—No quiero que vuelvas a agacharte en público —refunfuñó Creed.
—¿Por qué? —pregunté.
Sentí su cálido aliento a través de mis leggings antes de sentir sus dientes.
Cuando me mordió, me puse de puntillas.
—¡Creed!
—Tú agachada es demasiado sexy —dijo.
Sintiéndome malcriada, le dije:
—¿No sería más sexy si estuviera desnuda?
—No está bien burlarse, Shi —dijo Creed—. Especialmente cuando tengo este
culo perfecto en mi cara.
98
—Tú empezaste —respondí—. Me has estado molestando desde antes de que
empezáramos a jugar.
Keelan soltó una risita y giró la ruleta.
—Pie izquierdo en verde.
—Queso y arroz —refunfuñé. Tendría que abrir aún más las piernas para poner
el pie en verde.
Creed y Colt eran más altos que yo, lo que significaba que sus piernas eran
más largas. Ambos alcanzaron el círculo verde con facilidad. Al poner mi pie en el
verde, puse más peso en mis brazos. No tardaron en empezar a temblar.
—Mano izquierda en amarillo —gritó Keelan.
Colt maldijo pero movió su mano del azul al amarillo.
Para mover mi mano al amarillo, tendría que inclinarme aún más entre las
piernas de Colt. Poner mi mano en el amarillo también forzaba todo mi peso sobre mi
mano derecha. Intenté concentrarme en respirar, pero no servía de nada. Mi brazo
iba a ceder pronto.
—Mano derecha en verde —dijo Keelan.
Los tres soltamos un suspiro de alivio. Colt movió su mano derecha sobre el
verde con facilidad. Tuve la opción de alcanzarlo por encima de su muslo o por
debajo. Por encima me pondría en posición de tabla sobre él. Debajo pondría mi cara
justo en su entrepierna.
Sin embargo, si se cayera, no sería tan malo.
Tan pronto como ese pensamiento entró en mi cabeza, un plan diabólico se
formó en mi cabeza. Me acerqué a su muslo para poner mi mano sobre el verde. Por
otro lado, mis tetas descansaban sobre su rodilla.
—Sabes, Colt, esta posición me está dando un déjà vu de la primera vez que te
la chupé.
Colt abrió mucho los ojos y me miró.
—¿Acaba de decir...? —Empezó a decir Creed antes de que yo hablara por
encima de él.
—¿No te acuerdas? Era medianoche. Estaba de rodillas y te lamí desde la base
hasta la punta. Luego te lamí de nuevo antes de llevarte a mi boca.
La habitación quedó en silencio mientras hablaba y, sin que Colt lo supiera, se
hundía lentamente en el suelo.
Sólo un poco más.
—¿No recuerdas cómo te metí hasta que llegaste al fondo de mi garganta? 99
Luego te metí un poco más hasta el punto en que me estaban dando arcadas con tu
polla. Chupé tu polla así una y otra vez hasta que dejé que me follaras la boca.
El culo de Colt golpeó el suelo y pareció demasiado conmocionado para darse
cuenta.
Le dediqué una dulce sonrisa.
—Parece que pierdes.
Mis palabras tardaron un segundo en calar en él. Finalmente bajó la mirada y
no parecía creérselo.
Keelan y Knox estallaron en carcajadas.
—Eso fue trampa, Shi —refunfuñó Creed detrás de mí.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando —mentí—. Simplemente intentaba
recordarle hechos pasados.
—No sé si debería estar enfadado u orgulloso por lo que acabas de hacer —
dijo Colt mientras se bajaba de la colchoneta e iba a sentarse en el sofá de dos plazas
frente a donde Knox y Keelan estaban sentados en el sofá.
—Siéntete orgulloso. Aturdió a todo el mundo con su sucia boquita —dijo
Keelan, y dio una vuelta al spinner—. Pie izquierdo en azul.
Creed y yo continuamos el juego hasta que fui yo la que estaba en posición de
cangrejo y Creed estaba en posición de perro boca abajo sobre la mitad inferior de
mi cuerpo. Su cara estaba justo encima de mis pechos. Justo cuando estaba en esa
posición, se inclinó hacia abajo y me dio un mordisco en la teta derecha.
—¡Creed! —gruñí.
—¿No es así como estamos jugando ahora? —me preguntó—. ¿Te hablo de lo
que me recuerda estar en esta posición? ¿O quieres que te diga lo que me hace pensar
en hacerte ahora mismo?
—Pie derecho en amarillo —dijo Keelan.
Poner el pie en amarillo volvió a tensar mis brazos. Para Creed, sólo parecía
acercarlo más.
—Me ha gustado la cara que has puesto antes —me dijo.
—¿Qué mirada? —pregunté.
—La que hiciste cuando hablé de follarte aquí y ahora. —Pasó sus labios por la
parte superior de mis pechos, haciendo que mi respiración se estremeciera—. ¿Fue
la idea de que mis hermanos me vieran lo que te excitó?
Miré a Knox y a Keelan; ambos me observaban con interés.
—Siguiente movimiento, Keelan. 100
Keelan sonrió y giró el spinner.
—Pie derecho en rojo.
¡Mierda! Hice todo lo que pude para torcer la parte inferior de mi cuerpo en esa
dirección y apenas pude poner el pie derecho en rojo. Sentía que los brazos me iban
a fallar en cualquier momento. Creed sólo tuvo que mover el pie un par de espacios.
Creed me miró con una estúpida sonrisa arrogante.
—No has respondido a mi pregunta.
Le fulminé con la mirada.
—No sé de qué estás hablando.
—Mano derecha sobre amarillo —dijo Keelan, y supe que estaba acabada. No
podía contorsionar el cuerpo de esa manera, así que me rendí y me tiré al suelo—.
Creed es el ganador —anunció Keelan.
Creed sonrió triunfante y se puso de rodillas. Como no quería verlo
regodearse, rodé sobre mi estómago y me alejé gateando.
Unas manos me agarraron por las caderas y tiraron de mí hacia atrás hasta que
mi trasero se encontró con la pelvis de Creed.
—No tan rápido, Shi.
—¿Qué? —Intenté girarme para mirarle, pero sus manos en mis caderas me
mantuvieron firmemente a cuatro patas.
—He ganado —dijo como si necesitara que se lo recordara—. Creo que voy a
reclamar mi premio ahora.
Me callé y miré a Colt, Knox y Keelan. Nos observaban a Creed y a mí en
silencio. Si conocía a Creed, la forma en que pretendía tocarme sólo iba a ser
apropiada para el dormitorio. Tragando saliva, me relajé.
—De acuerdo.
Creed deslizó una de sus manos desde mi cadera hasta la parte superior de mis
leggings.
—Creed —dije a modo de advertencia.
—Confía en mí —me dijo mientras su mano se deslizaba sobre mi ropa interior
y sus dedos encontraban mi clítoris a través de la fina tela.
Intenté no reaccionar, pero se me cortó la respiración y me balanceé contra su
pelvis. Sus dedos empezaron a frotar aquel pequeño manojo de nervios, haciendo
que mis manos golpearan con los puños la alfombrilla del suelo. Me mordí el labio
para no emitir ningún sonido. 101
—No hace falta que te contengas —dijo Creed. Su voz se había vuelto más
grave y, con mi trasero apretado contra él, podía sentir que estaba excitado—. No voy
a parar hasta que te haga correrte.
Al sentir el peso de las miradas de todos, me ardían las mejillas.
—Vamos, Shi. —Creed empezó a frotarme de la forma que sabía que me haría
correrme—. Déjanos oír esos ruidos sexys.
Se me escapó un gemido cuando sentí que empezaba a aumentar la presión de
la liberación. Bajé la frente hacia el suelo.
La otra mano de Creed pasó de mi cadera a deslizarse por mi vientre y bajo la
parte inferior de mi sujetador deportivo. Tomó uno de mis pechos con la mano y me
pellizcó y tiró del pezón. El gemido que me arrancó llenó mis oídos, llenó la
habitación. Sentí cómo su polla se sacudía en sus pantalones de chándal al oírlo.
—Eso es —animó.
Me daba vergüenza mirar a los demás. Pero su silencio mientras observaban
me tentó. Primero miré a Colt. Estaba inclinado hacia delante con los codos apoyados
en las rodillas. Su mirada estaba fija en mí y en la forma en que mi cuerpo se retorcía.
Luego miré a Knox y a Keelan. Ambos estaban relajados en el respalde del sofá, con
los ojos ligeramente entrecerrados mientras me observaban.
Una vez que ese primer gemido me abandonó, fue como si hubieran derribado
una puerta. A medida que Creed hacía que la presión aumentara y aumentara entre
mis piernas, más gemidos se escapaban de mis labios. Mi cuerpo se estremeció. Mi
espalda se arqueó. Mis uñas se clavaron en el suelo de madera. Necesitaba algo,
cualquier cosa a la que agarrarme para anclarme. Cuando sentí que se acercaba la
línea de meta, perdí el control y empecé a balancear las caderas.
—¿Quieres correrte, Shi? —preguntó Creed.
No quise contestar.
Los dedos de Creed se aquietaron.
Golpeé el suelo.
—¡Sí!
Los dedos de Creed empezaron a moverse de nuevo.
—¿Te excita que todos te veamos así?
Realmente no quería responder a eso, pero realmente, realmente no quería
que se detuviera.
—Sí —susurré.
—Un poco más alto —exigió Creed. 102
Gemí de placer y frustración a la vez. Estaba justo ahí, justo al borde.
—Sí.
En cuanto pronuncié la palabra, aumentó el ritmo con el que me frotaba el
clítoris y me corrí. La liberación me recorrió, haciendo que todo mi cuerpo se
estremeciera y yo gritara: “¡Sí! ¡Sí! Sí”. Probablemente fue porque era la última
palabra que había dicho y la corrida hizo que mi cerebro entrara en cortocircuito.
Cuando mi orgasmo se asentó, Creed sacó sus manos de mi ropa y me puso
boca arriba. No me resistí. Mi cuerpo se sentía débil y sólo podía pensar en respirar.
Se subió encima de mí y me besó. Estaba tan perdida en la euforia posterior que todo
dejó de existir excepto lo que estaba sintiendo. Lo rodeé con mis brazos y le devolví
el beso, necesitándolo cerca, necesitándolo todo de él.
Enseguida me di cuenta de que se estaba conteniendo y, desesperada, le di la
vuelta para que se sentara conmigo a horcajadas sobre su regazo. Le pasé los dedos
por el cabello antes de tirar de él mientras acariciaba su lengua con la mía. Su gemido
retumbó en su pecho. El sonido alimentó mi deseo, haciéndome ansiar más hasta el
punto de que empecé a remoler mi clítoris extremadamente sensible contra su polla
dura como una roca.
Creed me agarró por la parte superior de los brazos y malamente intentó
apartarse. Entre besos me dijo:
—Shi, si no paramos, te voy a follar de verdad.
Me pregunté por qué eso era algo malo mientras seguía besándole. Entonces
unas manos me agarraron por debajo de los brazos y me levantaron de la cintura de
Creed.
—Es suficiente por esta noche. —La voz sexy y malhumorada me dijo que era
Knox quien me había recogido. Me entregó a Keelan, que me recogió como a una
novia.
—No te bloqueo la polla, hermanito —me dijo Keelan por encima del hombro
mientras me llevaba—. Sólo trato de evitar cualquier arrepentimiento que pueda
tener más tarde.
Respirando agitadamente, Creed asintió.
Keelan me llevó a mi habitación y me dejó cerca de la entrada del baño.
—¿Quieres acostarte o ducharte?
Ahora que había tomado cierta distancia de Creed, tenía las ideas un poco más
claras y recordé mis razones para no querer tener relaciones sexuales.
—Me daré una ducha —dije—. Gracias por detenerme.
Keelan me miró con adoración antes de inclinarse para besarme.
—Por supuesto, pequeña.
103
E
l día después de nuestra partida de Twister, intenté llamar a Logan. Sonó
una vez y luego mi llamada fue enviada al buzón de voz. Lo tomé como
una señal de que podría estar vivo. Era decepcionante que al menos no
me hubiera llamado para ver si estaba bien, pero supuse que podría haber
comprobado mi rastreador GPS y ver que estaba aquí. En lugar de perder el tiempo
conmigo, probablemente estaba ocupado haciendo lo que le había pedido. Centrarse
en encontrarlo.
Le dejé un mensaje corto.
—Como probablemente ya sabes, estoy a salvo. Por favor, llámame.
Pasaron otros tres días después de eso, y comprobé el teléfono desechable
varias veces al día para ver si había llamado. No había llamado. No oír su voz y
confirmar que estaba bien era extremadamente duro. No saber nada de Isabelle
también me estaba volviendo loca. 104
La tentación de llamarla, de llamar a Ethan o a Ian era tan difícil de ignorar.
Pero lo hacía. Todos los días. Para mantenernos a salvo, tenía que hacerlo. Intenté
decirme a mí misma que la ignorancia era felicidad. A veces funcionaba.
Seguía teniendo pesadillas en las que el señor X nos encontraba y mataba a los
chicos cada noche. Me despertaba gritando o llorando y enfurecida. Estaba cansada
de eso y enfadada conmigo misma por el papel impotente que desempeñaba en mis
sueños cada vez.
Era medianoche y no podía dormir. No era que tuviera miedo de dormir como
antes. No. Estaba demasiado enojada para dormir. Seguía repasando mentalmente lo
que habría hecho diferente en mis pesadillas anteriores si hubieran sido reales. Era
inútil. Las pesadillas no eran algo que pudiera controlar, pero no podía evitar perder
el tiempo preocupándome por ellas.
Renunciando a dormir, me escabullí muy silenciosa y cuidadosamente de entre
Colt y Creed y salí de la cama. Por suerte, no los desperté al salir de la habitación.
Hacía mucho frío en el salón. Parecía ser la habitación más fría de la cabaña, y
habíamos estado utilizando la chimenea todos los días a causa de ello. El fuego que
habíamos encendido a primera hora de la tarde ya no era más que cenizas. Añadí un
par de troncos de la pila que teníamos junto a la chimenea y encendí otro fuego.
Al principio, pensé que podría ver una película, pero mi mente iba demasiado
rápido como para quedarme quieta. Me aventuré a ir a la cocina. Rebuscando en el
armario de la despensa y en el frigorífico, vi que tenía todos los ingredientes
necesarios para hacer rosquillas caseras de chocolate horneadas, que sabía que
serían un éxito entre los chicos por la mañana al despertarse. Mientras sacaba los
ingredientes, me fijé en los plátanos que había en la encimera. Pronto se iban a
estropear. Decidí modificar la receta para hacer donuts de chocolate y plátano en su
lugar.
Perderme en el proceso de hornear era justo lo que necesitaba. Me tranquilizó
y me permitió dejar de obsesionarme con tonterías inútiles que no podía controlar.
No tenía manga pastelera, así que los donuts iban a tener un aspecto un poco más
rústico de lo que me hubiera gustado, pero seguirían sabiendo bien. Después de
meter los donuts en el horno, limpié y me preparé para hacer un glaseado de
chocolate.
Cuando los donuts estuvieron hechos, los saqué y los dejé a un lado para que
se enfriaran. Estaba preparando el glaseado de chocolate en la cocina cuando oí
crujir el suelo de madera detrás de mí. Unos brazos me rodearon por el medio antes
de depositar un beso sobre mi cabeza. Por su tacto, supe que era Knox.
—¿Has tenido una pesadilla? —Su voz salió cansada.
—No podía dormir. —Noté su preocupación en la forma en que se tensó un
105
poco. Antes de que pudiera decir nada, me giré hacia él y añadí—: No porque tenga
miedo a dormir. Mi cerebro no se apagaba.
Mirándome fijamente, me apartó del ojo unos pelos sueltos que se me habían
caído del moño.
—¿Quieres hablar de ello?
Negué con la cabeza.
—He pasado demasiado tiempo dándole vueltas. Prefiero hornear.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó mientras miraba a su alrededor.
Me volví hacia los fogones.
—Un glaseado de chocolate para acompañar las rosquillas de chocolate y
plátano que hice.
Se apoyó en el lateral de la isla, detrás de mí.
—¿Todavía tienes antojos de chocolate?
Sonreí mientras apagaba el hornillo e iba a buscar los donuts ya fríos.
—No. Ayer me bajó la regla. Así que los antojos de chocolate no son tan fuertes.
La razón de los donuts de chocolate es porque compré muchas cosas para hornear
usando chocolate.
Asintió y me observó mientras llevaba los donuts a la cocina. Sentí que se
acercaba por detrás para verme mojar un lado de un donut en el glaseado y dejarlo
secar.
Cuando terminé de mojar unos cuantos donuts más, Knox me sobresaltó un
poco al agarrarme la mano. Era la mano con la que había mojado los donuts y mi mano
designada para ensuciarme. Tiró de mi mano hacia arriba y un poco hacia atrás. Giré
la cabeza justo a tiempo para ver cómo se metía en la boca uno de mis dedos
glaseados.
Dejó escapar un profundo y ronco mmm mientras chupaba mi dedo hasta
dejarlo limpio y luego pasó a limpiar el resto que tenían chocolate.
Este hombre me había visto desnuda. Había hecho cosas sucias con mi cuerpo.
Pero el sonido que acababa de hacer y la sensación de su lengua deslizándose por mi
dedo... oh-mi-lanta. Eso me encendió como un interruptor. Un segundo, estaba
disfrutando haciendo donuts y al siguiente mi cuerpo estaba diciendo: ¿Qué donuts?
—¿Tengo buen sabor? —pregunté con una voz ligeramente aguda.
Sus ojos se desviaron hacia los míos mientras se sacaba el último dedo de
chocolate de la boca.
—Cada centímetro de ti sabe bien. 106
—Yo… —Me aclaré la garganta para controlar la voz—. Me refería al glaseado.
La sonrisa pecaminosa y cómplice que se dibujó en su rostro hizo que me diera
un vuelco el corazón.
—No, no lo hiciste —dijo.
Le quité la mano de encima y salí de entre él y la estufa, necesitaba espacio.
Frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Necesito orientarme antes de avergonzarme —dije.
Su ceño se frunció.
—¿Cómo te habrías avergonzado?
—Casi me derrito en un charco cachondo a tus pies —solté mientras me alejaba
otro paso.
Se quedó callado un momento, pero su ceño fruncido desapareció.
—¿Y por qué te avergonzaría eso?
—Siento que debería hacer falta más de lo que hiciste para excitarme.
Mi respuesta pareció complacerle y chasqueó los dedos entre nosotros.
—Ven aquí.
Me aparté un poco más. No quería caer tan fácilmente en la palma de su mano.
Claro que habría ocasiones en las que me sentiría inclinada a hacerlo, pero no hoy.
Tal vez me sentía malcriada en ese momento o tal vez estaba de humor para sentirme
ganada.
—Si me quieres, ven y tómame.
Sus cejas se alzaron ligeramente antes de que una mirada decidida se
apoderara de su rostro.
—¿Vas a huir de mí?
Una lenta sonrisa se dibujó en mi cara.
—Tal vez.
Antes de que pudiera terminar de pronunciar la palabra, se abalanzó sobre mí.
Salí corriendo hacia el salón. Unos brazos me agarraron por el medio justo cuando
llegaba al sofá. Knox me hizo girar y sus manos me levantaron por el trasero.
—Eso fue fácil —dijo mientras me abrazaba.
—Oh, cállate —dije justo antes de cerrar mi boca sobre la suya.
Nuestro beso empezó apasionado, pero a la primera pasada de su lengua, el 107
deseo empezó a bombear calor por mis venas, casi haciéndome enloquecer.
Me cargó unas cuantas zancadas hasta tumbarme en el sofá. Nos arrancamos la
ropa mutuamente de forma rápida y frenética. Cuando los dos estuvimos desnudos y
Knox agarró un preservativo, se arrodilló entre mis piernas. Sus grandes manos
recorrieron mi cuerpo, empezando por las clavículas. Aquellas cálidas manos se
detuvieron sobre mis pechos para que pudiera acariciarlos y pasar sus pulgares por
mis duros pezones. Me arqueé ante sus caricias, deseando más. Sus dedos índice se
unieron a los pulgares y tiró y pellizcó los duros capullos, haciéndome jadear.
—Eres tan jodidamente hermosa —dijo mientras sus manos se deslizaban por
mi estómago y rodeaban mi cintura.
Metí la mano entre los dos y rodeé la base de su dura polla. Solo me dejó
acariciársela dos veces antes de levantarme y colocarme a horcajadas sobre su
regazo.
—Quiero que me montes —me dijo y agarró el condón de donde lo había
colocado en el brazo del sofá.
En cuanto lo abrió, se lo quité. No protestó y observó con una sonrisa sexy en
la cara cómo le ponía el condón. Pero esa sonrisa se desvaneció en cuanto puse una
mano en su pecho musculoso y levanté las caderas para alinearlo con mi entrada.
Me hundí sobre él lentamente. Su pecho se expandió bajo mi mano mientras
inhalaba y contenía la respiración hasta que estuvo completamente dentro de mí.
Exhaló una maldición y me agarró por las caderas cuando empecé a levantarme. Me
agarró con más fuerza cuando volví a hundirme en él. Quería que bajara despacio.
Así lo hice y él vio cómo su polla se deslizaba dentro de mí.
Aflojó su agarre en mi cintura y simplemente apoyó sus manos allí mientras yo
retomaba el control.
—Móntame la polla hasta que te corras, Shiloh.
—¿Y tú? —pregunté mientras giraba mis caderas.
Volvió a sonreír y me prometió que cuando le tocara a él, disfrutaría mucho.
Hasta entonces, observaría cómo lo utilizaba. Me sentí como si me hubieran pedido
que hiciera el espectáculo más travieso de mi vida.
Acepté encantada el reto.
Me agarré a sus hombros mientras rebotaba sobre él hasta que me relajé lo
suficiente como para cambiar las cosas. Quería un espectáculo, le daría uno donde
pudiera verlo todo.
Me arqueé hacia atrás, apoyando las manos en sus rodillas. Mientras me
empalaba en su polla, persiguiendo esa deliciosa sensación que me liberaría, mis
108
tetas rebotaban. La forma en que me miraba con los ojos oscurecidos y entrecerrados
era tan sexy de ver, que me ayudó a impulsarme hacia el borde. Como si supiera que
estaba tan cerca por los gemidos entrecortados que salían de mí, una de sus manos
se deslizó desde mi cintura hasta mi nuca y me agarró con más fuerza. Me hizo caer
con más fuerza sobre su polla mientras subía a mi encuentro. Gritaba cada vez que lo
hacía y, cuando me corrí, mi cuerpo se tensó y él siguió golpeándome contra él una y
otra vez, prolongando mi orgasmo hasta el punto de que se me cayó la cabeza hacia
atrás.
Su mano en mi nuca me atrajo hacia él y me besó entre jadeos. Cuando aún me
estaba recuperando, con los miembros débiles, Knox me sentó en el sofá.
—Date la vuelta, de cara al sofá —me ordenó.
Me puse de rodillas mirando hacia el respaldo del sofá. De pie detrás de mí,
me agarró por las caderas y volvió a empujar dentro de mí. Gimiendo, me agarré a la
parte superior del sofá.
—No te sueltes del sofá. Te voy a dar duro —me advirtió mientras se retiraba y
volvía a penetrarme.
La fuerza de sus empujones casi me hace ponerme bizca.
—¡Oh, Dios! —gemí.
Se rio entre dientes.
—Si así quieres llamarme.
—No estaba... —empuje—, llamando... —empuje—, a ti eso. —Mis palabras
salieron tambaleantes y sin aliento.
Mientras seguía penetrándome, una de sus manos abandonó mi cadera y me
agarró del pelo, tirando de él lo justo para rozar el límite del placer y el dolor.
—Soy el único que te folla, Shiloh. Si no quieres que piense que soy un dios,
será mejor que empieces a gemir mi nombre.
Los sonidos de mis gemidos y de nosotros abofeteándonos llegaban sin duda a
todos los rincones de la cabaña. Me sorprendería mucho que mis otros novios no
estuvieran despiertos y no supieran exactamente lo que estábamos haciendo.
Knox me soltó el cabello y metió la mano por delante, entre mis piernas.
Empezó a frotarme el clítoris.
La liberación me golpeó, haciéndome gritar:
—¡Knox!. —La parte superior de mi cuerpo se desplomó contra el respaldo del
sofá, jadeando.
Mientras me quedaba tumbada contrayéndome alrededor de su polla, su
agarre de mi cadera se hizo más fuerte y sus embestidas se aceleraron hasta que me
109
penetró por última vez.
—Joder —gruñó al correrse.
Nos quedamos quietos durante un minuto, intentando recuperar el aliento.
Entonces Knox acabó sacándome y se fue a deshacerse del condón. Yo estaba en la
misma posición cuando regresó.
—Creo que has conseguido doblegarme —le dije mientras lo veía volver a
ponerse el chándal y recoger su camiseta azul marino del suelo.
Sonriendo, me levantó para sentarme erguida, me puso su camiseta encima y
nos tumbó en el sofá conmigo encima de él.
Apoyé la cabeza sobre su corazón y lo escuché latir mientras observaba el
fuego.
—Tengo que ir a terminarme los donuts —dije y dejé escapar un bostezo.
Empezó a pasarme los dedos por la columna.
—Lo que necesitas es dormir. Descansa, Shiloh.
—¿Tuviste sexo conmigo sólo para cansarme?
—No. Lo hice por razones egoístas. Pero si eres capaz de tener una buena
noche de sueño a causa de ello, voy a tomar el crédito.
Resoplé.
—¿Así como tomaste el título de dios?
—Tú fuiste quien me llamó así.
—¡No lo hice!
Su pecho tembló debajo de mí mientras reía. No pude evitar sonreír. Ni lo
habría hecho si hubiera podido. Fue un momento maravilloso, casi perfecto. Pero los
pensamientos intrusivos siempre se colaban en mi mente y me preguntaba cuántos
momentos maravillosos nos quedaban. Estábamos en nuestra propia burbuja.
¿Cuánto tardaría alguien o algo en reventarla?
Luché con todas mis fuerzas para alejar esos pensamientos y concentrarme en
la sensación del hombre que me abrazaba. Me concentré en sus dedos que me
recorrían la columna vertebral hasta que los ojos se me pusieron pesados y me quedé
dormida.
110
M
e desperté sola en el sofá. El fuego de la chimenea seguía ardiendo y
notaba su calor. Me senté y me quité la manta que me cubría.
—¿Knox? —grité mientras miraba hacia la cocina. Las luces
estaban encendidas, pero estaba vacía.
Al ponerme de pie, me di cuenta de que estaba vestida con mi ropa. No con la
camiseta de Knox. No recordaba haberme vestido antes de dormirme.
—¿Knox? —volví a llamar e intenté mirar por el pasillo. Estaba muy oscuro. No
sabía por qué, pero la oscuridad me asustaba y mis piernas me movían hacia la luminosa
cocina.
Sintiéndome segura bajo la luz, me convencí de que Knox estaba en el baño y me
dirigí a la nevera por agua. Al pasar junto a la isla, me llamó la atención un soporte para
tartas de cerámica blanca con tapa de cúpula de cristal. Bajo el cristal transparente,
pude ver los donuts de chocolate en los que había estado trabajando glaseados y
111
apilados ordenadamente.
Por un segundo, me pregunté si Knox habría terminado de glasear los donuts por
mí. Luego miré mi ropa y empecé a tener dudas. ¿Había soñado que Knox y yo teníamos
sexo? ¿Había hecho los donuts y me había quedado dormida en el sofá?
—Shiloh —me llamó una voz.
Miré hacia el pasillo, de donde habría jurado que procedía la voz, y el señor X
salió de la oscuridad. Llevaba un cuchillo en la mano. La hoja estaba cubierta de sangre.
También lo estaban sus manos y la parte delantera de sus vaqueros, y algo le salpicaba
la cara.
Ver esa sangre provocó más miedo en mí que él.
—¿De quién es esa sangre? —pregunté aunque sabía la respuesta.
—Shi. —Oí que Creed me llamaba. Su voz sonaba como si viniera de mi
habitación, al final del pasillo, detrás del señor X. Tenía que llegar hasta él. Podría estar
herido.
Al oír a Creed, el señor X miró por encima del hombro.
—No —dije y, para mi sorpresa, pude moverme. Por una vez, el miedo no me
encadenó y nada intentó detenerme.
El señor X se dio la vuelta hacia el pasillo y empecé a correr hacia él.
—¡No! —grité, y estaba casi a punto de pasar el sofá para llegar al pasillo cuando
algo se trabó alrededor de mi cintura. Intenté retorcerme y sacudirme contra lo que
parecía una atadura en las caderas—. ¡No lo toques! —le grité al señor X.
El señor X ni siquiera me devolvió la mirada mientras se adentraba en el oscuro
vestíbulo y desaparecía de mi vista.
—¡Soy a quien quieres! —Me agité con más fuerza para liberarme. Cuando eso
no funcionó, me lancé hacia el suelo y la correa se deslizó hasta mis muslos mientras
caía. Antes de caer de bruces contra el suelo de madera, me agarré con las manos. Lo
que me sujetaba bajó con la parte inferior de mi cuerpo y sentí un peso sobre mis
piernas. Gracias a mi entrenamiento, me quité el peso de encima y empecé a
arrastrarme. Logré alejarme unos treinta centímetros antes de que me agarraran de las
pantorrillas y me tiraran hacia atrás. Lancé un grito de rabia y frustración y lo que tiraba
de mí se detuvo, pero no me soltó.
Pataleé para liberarme y clavé las uñas en el suelo mientras intentaba arrastrarme
de nuevo hacia delante. Lo que estaba agarrado a mis piernas subió por mi cuerpo hasta
la cintura. Con todas mis fuerzas, me arrastré unos centímetros hacia delante.
—¡Shi! —Escuché a Creed llamar de nuevo, pero esta vez había pánico en su voz.
—¡Si le haces daño, te mataré! —rugí de una manera que sonaba salvaje mientras 112
avanzaba otro centímetro—. ¡Te arrancaré tu maldito corazón!
Me tiraron de la cintura desde el suelo y me levantaron para sentarme. Mi espalda
chocó contra algo duro y blando al mismo tiempo que el peso caía sobre mis piernas y
mis brazos se aplastaban contra mi pecho.
—¡Shiloh, no es real! —gritó una voz justo detrás de mí—. ¡Despierta, pequeña!
Me bastó un parpadeo para saber que estaba despierta. Había salido el sol. El
pasillo por el que había desaparecido el señor X ya no estaba oscuro y Creed estaba
de pie frente a él. Miré a la izquierda y vi a Colt y Knox de pie en el salón. Los tres
tenían los ojos muy abiertos y caras de pánico.
Estaba en el suelo en el mismo lugar exacto en el que había estado en mi sueño.
Lo que me sujetaba no era una cosa, sino alguien en el suelo, justo detrás de mí. Por
eliminación, supe que era Keelan. Tenía las piernas enganchadas sobre las mías y me
rodeaba con los brazos en un abrazo de oso.
Respiraba con dificultad. La rabia y el miedo cabalgaban a lomos de mi
adrenalina, que seguía corriendo por mis venas.
—Creo que está despierta —dijo Knox.
Hice lo que pude para relajarme en el abrazo de Keelan.
—¿Te he hecho daño? —Mi voz era tranquila, pero mi tono era otra historia.
Tenía un borde afilado, revelando lo enojada que estaba. Creo que nunca había
estado tan enfadada. Desde que empecé a esforzarme y a trabajar con el doctor Bolton
en la curación, no había dejado de sentir ira. Esto era diferente. Lo que sentía ahora
era una comida de seis platos. Su magnitud me estaba alterando. Había sentido un
cambio en mí después de lo que le había pasado a Isabelle. Al principio, no lo había
entendido, pero ahora sí. Había dejado de ser la víctima. Había dejado de tener
miedo. Había terminado de verdad.
Si Keelan no me hubiera detenido, habría intentado matar al señor X en mi
sueño. Estaba tan enfadada que habría cumplido mi amenaza y le habría arrancado el
corazón.
El suspiro de alivio que soltó Keelan atrajo de nuevo mi atención hacia él. Sus
piernas se separaron de las mías y bajó los brazos. Me levantó y me dio la vuelta para
sentarme frente a él.
—No, no me has hecho daño —dijo mientras sus ojos castaños me recorrían la
cara—. ¿Te he hecho daño?
Negué con la cabeza. 113
Keelan asintió y me acarició la cara.
—Bien, porque luchaste duro.
—Iba a matar a Creed. —Mi tono seguía enfadado.
Me dedicó una sonrisa tensa.
—Así que era por mi hermano por quien ibas a arrancarle el corazón a X. —Era
obvio que intentaba aligerar el ambiente.
No tuve valor para decirle que era más que probable que hubiera muerto en
mi pesadilla. Recordar la sangre que cubría al señor X me puso a cien.
La sonrisa forzada de Keelan se volvió genuina al ver lo que fuera que había en
mi expresión. Me quitó las manos de las mejillas y me rodeó con un brazo antes de
darnos la vuelta. Lo siguiente que supe fue que estaba de espaldas en el suelo con
Keelan a cuatro patas sobre mí. Mis piernas estaban dobladas para enmarcar las
suyas. El aire frío me golpeó justo entre las piernas, lo que me hizo darme cuenta de
que no estaba vestida como en mi pesadilla, sino que sólo llevaba puesta la camiseta
de Knox.
—Voy a enseñar mi vagina a todo el mundo —dije en tono inexpresivo mientras
extendía los brazos en el frío suelo.
—Nadie en esta sala está descontento con eso, Shi —dijo Creed.
Keelan me dedicó una sonrisa traviesa.
—Con lo fuerte que gemías anoche, no me sorprendería que Knox se llevara
tus bragas como pago.
Knox no lo corrigió. Así que yo tampoco lo hice.
Keelan me acarició la mejilla con un dedo.
—Ni un solo rubor.
—Estoy demasiado enfadada para sonrojarme.
—Ya lo veo —dijo y suspiró—. Me pregunto qué puedo hacer para recuperar a
mi ruborizada novia.
Quería decirle que no se molestara. Que perdía el tiempo. Lo que sentía no
tenía principio ni final. Me perdí en el humo mientras mi rabia ardía a mi alrededor.
Nunca antes había querido matar a nadie. Había querido matar al señor X, pero nunca
había llegado al punto de querer hacerlo yo misma.
—¿Quieres sexo o quieres sparring, pequeña? —preguntó Keelan, haciéndome
caer en la cuenta de que me había perdido en mis pensamientos.
—¿Por qué son esas mis únicas opciones? —pregunté. 114
Volvió a acariciarme la mejilla.
—Porque necesitas una salida para esa ira.
Debatí, pero enseguida me di cuenta de que no había nada que debatir. Sin
lugar a dudas, no quería enfrentarme a Keelan cuando estaba enfadada. No quería
arriesgarme a poner a prueba mi ira de esa manera. No con él.
Decidida, me coloqué debajo de él y nos hice rodar. Dejó que lo tumbara boca
arriba sin oponer resistencia y se limitó a sonreírme. Me incliné y le di un beso rápido
antes de ponerme en pie.
—Quiero darme una ducha —dije mientras empezaba a caminar hacia el
pasillo.
Creed se había mudado al salón y estaba sentado en el sofá de dos plazas. Knox
estaba junto al sofá en el que habíamos dormido y Colt junto a la chimenea. Me
observaron mientras me acercaba al salón.
Antes de bajar, me giré y volví a mirar a Keelan, que seguía en el suelo con
cara de asombro.
—¿No vienes? —le pregunté.
Keelan siempre había sido el más rápido en procesar y recuperarse de las
cosas y ahora no era diferente. Se puso en pie y corrió hacia mí, pero se detuvo
cuando estaba a punto de pasar junto a Knox. Keelan lo miró fijamente desde el otro
lado del sofá.
—Lo de anoche me puso de un humor competitivo.
—No eres el único —refunfuñó Creed mientras Colt suspiraba y tomaba asiento
junto a su gemelo.
—Te quiero, hermano, pero no puedo dejar que me superes —dijo Keelan de
un modo que parecía desenfadado, pero que encerraba un atisbo de seriedad.
Knox cruzó los brazos sobre su pecho desnudo y la comisura de sus labios se
crispó mientras miraba fijamente a Keelan.
—Buena suerte.
Keelan le dedicó una sonrisa francamente salvaje antes de acercarse a mí. Me
tomó de la mano y tiró de mí hasta mi dormitorio. Noté una mirada decidida en su
rostro cuando cerró la puerta del dormitorio y me llevó al cuarto de baño. Parecía que
el bromista de mi novio se había ido.
Me soltó la mano para abrir la ducha y me apoyé en el lavabo.
—No sé si debería molestarme o no que ustedes dos compitan por sexo
conmigo.
Estaba de espaldas a mí, pero le oí soltar una carcajada. Se llevó la mano a la 115
nuca y se quitó la camiseta, dejando al descubierto todos sus bonitos tatuajes. Cuando
se giró para mirarme, su expresión decidida había desaparecido y una sonrisa sexy
había ocupado su lugar. Borró el espacio que nos separaba y apoyó las manos en el
borde del lavabo, a ambos lados de mis caderas, enjaulándome.
—Estamos compitiendo en quién puede amarte mejor.
—Querrás decir quién puede follarme mejor —corregí.
—Realmente es lo mismo porque competencia o no, te amamos —dijo y frunció
un poco el ceño—. Te das cuenta de que serás la más beneficiada de todo esto,
¿verdad?
Arqueé una ceja.
—Por eso no sé si debería enfadarme.
Eso le hizo reír y soltó las manos del lavabo. Agarró el extremo de la camiseta
de Knox e inclinó la cabeza hacia la ducha, ahora humeante.
—Entremos.
Levanté los brazos por encima de la cabeza para que pudiera quitarme la
camiseta. Me metí primero en la ducha mientras él se quitaba el resto de la ropa. El
agua caliente me relajó un poco. En cuanto Keelan entró, su única preocupación fue
lavarme. Me lavó con champú y acondicionó mi horrible cabello rosa. Se tomó su
tiempo masajeando mi cuero cabelludo mientras lo hacía. Mientras me lavaba el
cuerpo, me frotaba con los dedos enjabonados los músculos tensos de la espalda, los
hombros y las piernas.
—No pasa nada por estar enfadada —me dijo mientras se arrodillaba frente a
mí y me amasaba la parte posterior de la pantorrilla—. Tienes todo el derecho a
estarlo y es normal que te sientas así por lo que has pasado.
—Esto parece más que una etapa del duelo —dije.
Se levantó y me miró con expresión seria.
—Quizá sea más. Pero la ira es la ira. Puede que te sientas más fuerte por ello,
pero es una emoción difícil de controlar. La ira puede hacerte hacer y decir cosas de
las que te arrepentirás.
Ya lo sabía. Sólo que no entendía por qué me lo decía. Asumiendo el lavado,
me eché un poco de champú en la mano y me puse de puntillas para lavarle el cabello.
—¿Te preocupa que les haga daño a alguno de ustedes por rabia?
Me rodeó la cintura con los brazos y me apretó contra su pecho desnudo.
—No. Yo sólo... —Dejó escapar un suspiro—. Logan está enfadado y esa rabia
que arrastra alimenta su necesidad de venganza.
116
—¿Crees que voy a salir corriendo y buscar venganza contra el señor X?
—Creo que si no te hubiera detenido, habrías intentado matar a X en tu
pesadilla.
No lo negué. Esa había sido mi intención.
—¿Por qué me detuviste?
—Porque tenía miedo de que te chocaras con los muebles y te hicieras daño —
me dijo mientras me soltaba para enjuagarse el cabello.
Empecé a lavarle el cuerpo tras enjabonarle una toallita.
—No tengo ganas de salir a cazar al señor X como mi tío —dije mientras pasaba
el paño por su piel tatuada—. Pero si apareciera por aquí e intentara hacerles daño a
alguno de ustedes.... —Odiaba incluso pensar en ello, y mucho más hablar de ello—.
Ya he intentado matarlo una vez. Lo intentaré de nuevo. El único cambio que haré la
próxima vez es que apuntaré mi arma un poco más alto.
—Esperemos que no haya una próxima vez.
—Yo también lo espero. —En lugar de usar la toallita, usé mi mano enjabonada
para limpiar su polla ya dura. Envolví la base con la mano y la acaricié hasta la punta.
Soltó un silbido y se quedó mirando entre nosotros. Dejé caer la toallita y le
acaricié las bolas con la otra mano.
Puso la mano en la pared y se inclinó hacia atrás en el agua para que el jabón
se fuera de su cuerpo.
—¿Significa esto que ya no estás enfadada?
—Estoy absolutamente enojada. —Le di un golpe firme, haciendo que su
respiración se entrecortara y sus caderas se inclinaran hacia delante, buscando más—
. Pero no estoy enfadada contigo —añadí y me arrodillé. Le pasé la lengua por debajo
de la polla antes de metérmela en la boca.
Dejó escapar una maldición y su mano se dirigió a mi nuca.
—Me encanta este lado tuyo.
Lo solté el tiempo suficiente para preguntarle:
—¿Qué lado sería? —Y luego volví a meterlo en mi boca para llevarlo tan
adentro como pudiera.
Echó la cabeza hacia atrás y soltó un gruñido ahogado.
—Los quiero a todos, pero cuando sacas tu lado travieso de pícara... ¡ah, joder!.
Le hice tropezar con sus palabras mientras volvía a meterlo hasta el fondo. Me
apretó el cabello con los dedos y movió las caderas hacia delante y hacia atrás,
117
metiéndome y sacándome la polla de la boca y besándome cada vez la garganta.
—Lo haces muy bien —me elogió con una última embestida en la boca antes
de agacharse y levantarme.
Me levantó completamente del suelo y yo lo rodeé la cintura con las piernas.
Jadeé cuando apoyó mi espalda contra la fría pared de la ducha. Aprovechó que tenía
la boca abierta y me pasó la suya por los labios, hundiendo la lengua en ellos para
bailar con la mía. Sujetándome con un brazo, deslizó la otra mano entre nosotros
mientras devoraba mi boca. Gemí cuando encontró mi clítoris y empezó a frotarlo en
círculos lentos y firmes.
—Cuando actúas así —dijo contra mis labios mientras movía sus dedos hacia
mi centro—. Siento que puedo hacerte todas las cosas sucias con las que sólo he
fantaseado. —Metió dos dedos dentro de mí y empezó a bombearlos.
Le agarré los hombros con ambas manos e incliné la cabeza contra la pared,
gruñendo.
—Sabes que no me gusta cuando te contienes.
Dejó escapar una risita profunda y sensual.
—No lo veas como si me estuviera conteniendo. —Su pulgar empezó a frotarme
el clítoris mientras sus dedos me follaban—. Míralo como si estuviera disfrutando del
viaje en el que te preparas para aceptarme por completo.
—Ya te lo he dicho antes —siseé y mis caderas se agitaron ante la sensación de
mi orgasmo—. Puedo contigo, niño bonito.
Levantó el lateral de su boca mientras enroscaba sus dedos dentro de mí,
dando en el punto perfecto para detonar mi liberación.
—Sé que puedes, pequeña.
Grité mientras le empujaba los hombros y le rodeaba la cintura con las piernas.
Mi cuerpo luchaba consigo mismo, quería alejarse de él y a la vez mantenerlo cerca
mientras me deshacía.
Observé con ojos entrecerrados mientras retiraba sus dedos de mí y se los
metía en la boca. Hizo un sonido mmm.
—Creo que voy a necesitar un sabor mejor que ese.
Me levantó de la pared y siguió sujetándome con un brazo mientras cerraba la
ducha. Cuando salió conmigo, no se molestó en agarrar una toalla, me llevó al
dormitorio y me tumbó a los pies de la cama. Empapado, se subió encima de mí y nos
volteó con tanta suavidad que demostró sus años de entrenamiento en artes
marciales. Me agarró por la cintura y me subió por su cuerpo.
118
—Quiero que te sientes en mi cara.
Gateé hacia él, puse las rodillas a ambos lados de su cabeza y empecé a bajar.
Ya habíamos hecho esta postura una vez, pero aquella vez me había agarrado del
cabecero de la cama. Esta vez, como estábamos tumbados en la cama, no.
Bajé lo suficiente para acercarme a su boca. Sacó la lengua, lamiendo el charco
de humedad que había creado mi eyaculación. Deslizó la lengua dentro de mí antes
de moverla entre los pliegues de mi coño hasta mi clítoris. Me sentí tan bien que mis
muslos empezaron a temblar mientras luchaba contra el deseo de sentarme y
machacarle la cara.
Como si sintiera mi necesidad, las manos de Keelan intentaron tirarme de las
caderas.
—Te he dicho que te sientes —dijo desde entre mis piernas.
Si hubiera sido en otro momento y hubiera tenido más paciencia, me habría
resistido por miedo. Pero como estaba de mal humor, le di lo que me pedía. Me senté.
Empezó a chuparme y lamerme el clítoris como si me recompensara por hacer lo que
me había dicho.
Decidí que lo mejor era dejarme llevar en ese momento y entregarme por
completo a mi cuerpo y a sus deseos. Me incliné hacia delante para apoyar las manos
en la cama y empecé a mover las caderas al ritmo de su lengua.
Queso y arroz. Los ruidos que salieron de mí deberían haber sido vergonzosos.
Pero no me importaba.
Cuando sentí que me liberaba, llevé una mano a la parte superior de la cabeza
de Keelan y apreté su suave cabello rubio. Me corrí tan fuerte que se me nubló la
vista. Todo mi cuerpo tembló y se puso flácido mientras Keelan nos volteaba una vez
más.
Tumbada boca arriba, jadeando, observé cómo se lamía la comisura de los
labios y se limpiaba la barbilla húmeda con el dorso de la mano.
—No puedo decidir si quiero follarte o que me montes la boca otra vez.
Lo único que pude hacer fue gemir y taparme los ojos con el brazo.
Soltó una carcajada.
—Haces los ruidos más sensuales cuando restriegas ese clítoris contra mi
lengua. —La cama tembló debajo de mí: se estaba moviendo. Entonces oí cómo se
abría el cajón de la mesilla, seguido del sonido de un paquete de papel de aluminio
al rasgarse.
Acababa de recuperar el aliento cuando me agarró por detrás de las rodillas y
me arrastró por la cama hasta que mi trasero llegó al borde. Me aparté el brazo de los
ojos para ver que estaba de pie en el suelo. Colocó mis tobillos sobre sus hombros
119
antes de empujar su polla dentro de mí.
Estaba tan sensible por haberme corrido ya dos veces.
—¡Joder, Keelan!
Se rio entre dientes.
—Eso es lo que pienso hacer. —Bombeó su polla dentro de mí unas cuantas
veces antes de llevar sus manos a la parte trasera de mis rodillas y empujar mis
muslos hacia mi pecho. Los mantuvo allí mientras veía su polla entrar y salir de mí
lentamente. El gemido de placer que soltó al ver lo que hacía me hizo apretarme
contra él. Sus embestidas aumentaron el ritmo hasta que me penetró con fuerza.
Todavía estaba tan sensible que el placer era casi demasiado para soportarlo.
—¡Por favor! —supliqué, pero no sabía si era para que parara o para que
siguiera. Cuando estaba a punto de correrme, empezaron a brotarme lágrimas por
las comisuras de los ojos—. ¡Keelan!
Como me sujetaba, lo único que podía hacer era apretar las mantas con los
puños mientras otro orgasmo me sacudía por completo. Perdí la audición por un corto
tiempo. También perdí la vista. Bueno, cerré los ojos, pero lo que quiero decir es que
estaba tan consumida por sentir lo que había desatado en mí que casi me pierdo su
clímax.
Sus embestidas empezaron a espaciarse hasta que me penetró por última vez,
gruñendo. Se tambaleó un poco y soltó una maldición al soltar una de mis piernas
para agarrarse a la cama.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Se rio entre bragas.
—Eres la única mujer que ha hecho que me tiemblen las rodillas.
Me reí mientras me limpiaba los regueros de lágrimas junto a los ojos.
Se quedó quieto.
—Esas son buenas lágrimas, ¿verdad?
Le sonreí.
—Me corrí tan fuerte que me hizo llorar. Así que diría que sí, son buenas
lágrimas.
Keelan me devolvió la sonrisa. Me separó las piernas y se inclinó entre ellas
para darme un beso. Luego otro, antes de salir de mí y volver al baño para deshacerse
del condón.
Aproveché ese momento para echarme más hacia atrás en la cama. Cuando
volvió, se arrastró hasta la cama junto a mí y se pasó los dedos por detrás de la cabeza.
120
—¿Sigues enfadada?
Resoplé.
—No creo que sea posible seguir enfadado después de tres orgasmos.
—No debería ser posible estar enojada después de un orgasmo, pero estabas
lista para cometer un asesinato. Pensé en ir a lo seguro y darte tres.
Agarré una almohada y le golpeé con ella, haciéndole reír mientras la
bloqueaba con el brazo.
—No actúes como si me estuvieras haciendo un favor. Sólo querías que
apareciera Knox —le dije y volví a golpearle con la almohada.
Apartó la almohada con una risita.
—Te seré sincero, pequeña, me olvidé por completo de mi hermano en cuanto
caíste de rodillas en la ducha. —Tiró la almohada a un lado y se abalanzó sobre mí.
Luché para evitar que me inmovilizara. A pesar de haber tenido relaciones
sexuales, me resultaba extraño y excitante pelear desnuda. Ambas sensaciones me
distrajeron lo suficiente como para darle ventaja. Acabé boca abajo, con sus manos
inmovilizándome detrás de la espalda y su polla encajada entre mis nalgas. Me sacudí
contra él en un intento inútil de quitármelo de encima. Lo único que conseguí fue que
se le pusiera dura de nuevo. Supuse que no era la única que se excitaba haciendo
sparring desnuda.
Dejó escapar una carcajada.
—La primera vez que me castigaste, pensé que había encontrado a mi alma
gemela. —Sus labios presionaron mi columna, haciéndome retorcer. Intenté zafarme
de su agarre cuando empezó a subir besándome—. Ahora estoy seguro de que lo eres
—añadió.
Sus palabras me hicieron dejar de resistirme.
—Te amo, niño bonito.
Sentí que su boca se estiraba en una sonrisa entre mis omóplatos.
—Yo también te amo, pequeña.
Cuando sus besos llegaron a mi cuello, incliné la cabeza hacia un lado para
darle mejor acceso.
—Creo que hoy no saldremos de esta habitación —me susurró al oído.
121
M
ás tarde, esa misma noche, estábamos todos sentados en el salón. Yo
estaba tumbada en el sofá mientras Colt me masajeaba los pies,
mientras Creed, Knox y Keelan estaban sentados en el suelo alrededor
de la mesa de café jugando a las cartas. Teníamos un fuego encendido y me encontré
en trance mirando las llamas mientras me pasaba el dedo por la larga cicatriz que me
subía por la cara interna del brazo.
—¿En qué estás pensando, pequeña? —preguntó Colt.
Parpadeé varias veces para liberarme.
—Estaba pensando en cómo me hice esta cicatriz.
Knox, Keelan y Creed guardaron silencio.
Las manos de Colt se detuvieron en mis pies.
—¿Qué te hizo pensar en eso? 122
—Mi cabello —respondí. Había pasado más de una semana y todavía no me
había acostumbrado. Todavía la veía cuando me miraba en el espejo—. Había
construido estos muros dentro de mi cabeza para ayudar a mantener esa noche
enterrada en el rincón más lejano de mi mente. He estado trabajando para derribar
esos muros y enfrentarme a lo que ocurrió aquella noche. Aquel día que Logan te
enseñó las fotos de todas las víctimas del señor X, sólo te conté lo que pude sobre la
noche en que asesinaron a mi familia porque era lo más lejos que podía llegar antes
de chocar contra un muro.
Creed, Knox y Keelan se habían congelado en mitad de su partida. Ninguno de
ellos miraba la mano de cartas que sostenían. En lugar de eso, me miraban a mí.
—Era el último muro y pensé que iba a ser el más duro que tendría que
derribar. No sé exactamente cuándo ocurrió, pero descubrí que el muro ya no estaba
allí cuando me estaban cosiendo en la tienda de Micah.
—Me sorprendió cuando Alaric te preguntó por tus cicatrices y fuiste tan
comunicativa sobre cómo te las hiciste —dijo Colt.
—Creo que ese muro cayó porque yo lo necesitaba —dije, y luego solté una
carcajada sin humor—. Lo que demuestra lo mucho que me ha costado enfrentarme a
mi pasado.
—¿Por qué necesitabas que cayera el muro? —preguntó Knox.
Lo miré a los ojos.
—Porque necesitaba poder recordar aquella noche y aprender todo lo que
pudiera de ella, para no volver a cometer los mismos errores. —Quité los pies del
regazo de Colt y los puse en el suelo. Apoyé los codos en las rodillas y volví a pasarme
el dedo por la cicatriz—. Mantenernos a salvo es más importante que mi miedo al
pasado.
Knox puso las cartas sobre la mesa y se levantó para sentarse en el sillón del
otro lado de la habitación, al otro lado de la mesa de café. Clavó sus ojos en los míos.
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
Mi dedo se detuvo en el centro. Tomándome un segundo, me preparé
emocionalmente para lo que estaba a punto de hacer. Sabía que había llegado el
momento y lo mejor era que por fin estaba preparada para decírselos.
—Si voy a decirlo, probablemente debería empezar por donde lo dejé.
—Estabas escondida en la oficina de tu padre con Shayla —dijo Colt.
Asentí.
123
Esa noche
Parte 2
Cuando Shayla abrió la puerta, la luz de la televisión del salón se coló en el
oscuro despacho. Muy despacio, se asomó.
—Está despejado —susurró y me tomó la mano.
La seguí. Me apretó la mano cuando pasamos junto a nuestro padre en el sofá.
Las lágrimas rodaron silenciosamente por mis mejillas y mi barbilla cuando tuvimos
que pasar por encima del cadáver de nuestra madre.
Nos dirigíamos a la puerta principal. En cuanto la tuve a la vista, me di cuenta
de que la luz del vestíbulo estaba encendida. Si Shayla se dio cuenta, no pareció
importarle. Comenzó a caminar más rápido.
En cuanto entramos en el luminoso vestíbulo, el señor X salió del oscuro
despacho de nuestra madre, justo enfrente de nosotros. Al verle, Shayla se detuvo en
seco, tanto que choqué con ella.
Una sonrisa aterradora se dibujó en su rostro cuando sus ojos se posaron en mí.
—Ahí estás.
Por donde estaba parado, no había forma de que llegáramos a la puerta sin que
nos agarrara.
Antes de que yo pudiera tomar una decisión, Shayla me empujó hacia las
escaleras, que estaban justo a nuestra izquierda. Subimos lo más rápido que pudimos
y, justo cuando llegamos arriba, miré hacia atrás y vi que el señor X se tomaba su
tiempo para subir las escaleras detrás de nosotras.
La luz del pasillo de arriba estaba encendida. Estaba apagada cuando llegué a
casa.
Shayla no me soltó la mano mientras corría delante de mí por el pasillo.
Pasamos por su habitación. Luego la mía. Las luces de nuestras habitaciones estaban
apagadas. Nos condujo a la habitación de nuestros padres y me soltó la mano justo
cuando entramos. Una de las lámparas de las mesillas de noche de nuestros padres
estaba encendida. ¿Por qué tenía la sensación de que nos habían traído aquí con luz?
Shayla cerró la puerta de golpe, pero ésta se abrió de golpe.
—Dios mío. —Jadeó cuando buscó el pomo de la puerta y no había ninguno.
Sólo un agujero abierto donde debería haber estado.
124
Miré a mi alrededor en busca de alguna idea de qué hacer y corrí hacia el
tocador de nuestros padres.
—Ayúdame.
Con todas mis fuerzas, empecé a empujar la pesada cómoda de madera hacia
la puerta. Shayla se unió a mí rápidamente y las dos pusimos la cómoda contra la
puerta.
Shayla señaló al otro lado de la habitación.
—La ventana.
Ambas corrimos hacia ella. Shayla llegó antes que yo y la abrió de un empujón.
Observamos la caída recta y lejana hasta el suelo.
—Podemos lograrlo —dijo y empezó a sacar las piernas por la ventana.
La agarré del brazo.
—No, no lo haremos. Esa caída garantiza huesos rotos y no llegaremos lejos si
no podemos caminar.
—Intentaremos bajar todo lo que podamos antes de caer —dijo Shayla
frenéticamente.
—Oooh, Shiii...loooh —cantó el señor X desde el otro lado de la puerta del
dormitorio.
—No hay tiempo —susurré.
Shayla miró por la ventana, indecisa, antes de asentir.
—Escóndete —dijo. Volvió a meter la pierna y tiró de mí hacia la cama—. Ponte
aquí debajo.
Me tiré al suelo y me metí rápidamente debajo de la cama. Cuando estaba a
medio camino, el señor X empezó a empujar contra la puerta. Shayla corrió al armario
de nuestros padres. Justo cuando estaba totalmente escondida debajo de la cama, el
señor X abrió la puerta lo suficiente para colarse de lado en la habitación.
Sólo veía sus botas. Contuve la respiración mientras veía esas botas paradas
cerca de la puerta por un momento y luego dirigirse lentamente hacia la ventana que
habíamos dejado abierta.
Hice todo lo que pude para no hacer ruido mientras esperaba en silencio que
pensara que nos habíamos arriesgado a escapar por la ventana. Se detuvo junto a la
ventana unos segundos antes de volver hacia la puerta. Durante un doloroso y
palpitante latido, pensé que iba a salir de la habitación, pero entonces rodeó la cama
y se dirigió al armario.
¡Shayla!
125
Tan silenciosamente como pude, empecé a escabullirme por el lado opuesto
de la cama, sin dejar de mirar al señor X de pie frente al armario. Casi había salido
por completo de debajo de la cama cuando encendió la luz del vestidor y se adentró
en él. Oí el crujido de la ropa colgada apartada a un lado mientras me incorporaba
lentamente y echaba un vistazo al armario por encima de la cama.
Shayla soltó un grito lleno de terror, haciéndome saltar a la acción. Salté sobre
la cama y me arrastré rápidamente por ella. Antes de llegar al otro lado, vi la lámpara
apagada en la mesilla de mi padre. La agarré y tiré del cable de la pared mientras me
acercaba por detrás del señor X, que estaba sacando a Shayla del rincón del armario
donde se había escondido.
Con todas mis fuerzas, le lancé la lámpara en forma de jarrón a la cabeza. El
cuerpo de cerámica de la lámpara se hizo añicos contra su cráneo y el señor X soltó
un gruñido antes de caer de rodillas. Se soltó del cabello rosa de Shayla lo suficiente
para que ella se soltara y se levantara del suelo.
Ambas salimos corriendo del armario hacia la puerta. El señor X sólo había
desplazado la cómoda lo suficiente para poder pasar. Abrí la puerta hasta que se
encontró con la cómoda y salí primero de la habitación. Sólo miré hacia atrás para
asegurarme de que Shayla estaba detrás de mí. Estaba a punto de salir de la
habitación de nuestros padres. No vi al señor X detrás de ella. Sentí un poco de alivio
y corrí por el pasillo con la mano tendida hacia atrás para que Shayla la tomara.
Ella nunca la tomó.
Pasé por delante de mi habitación y estaba a punto de pasar por delante de la
suya cuando oí su aullido. Me detuve, me giré y el corazón se me atascó en la
garganta. El señor X la tenía agarrada. Estaba de espaldas a él. La mantenía pegada
a él con un brazo alrededor de su cintura y el cuchillo apretado tan firmemente contra
su garganta que ella inclinaba la cabeza hacia atrás como si quisiera escapar de él.
—Por favor —supliqué con las manos extendidas delante de mí.
—¿Por favor qué, mi Shiloh? —preguntó. Había un placer repugnante en su voz.
Era como si todo esto fuera un juego para él.
Di un pequeño paso adelante.
—Por favor, no le hagas daño.
El señor X echó la cabeza hacia atrás riendo.
—Oh, querida, ¿estás segura de que quieres eso? Después de todo, ella es la
razón por la que vine por ti.
¿Cómo?
—Shi —gimoteó Shayla, y empezaron a caerle lágrimas de los ojos. 126
El señor X presionó un poco más el cuchillo sobre su delicada piel y una línea
de sangre se deslizó por su cuello y sobre su clavícula.
—¿Cómo crees que sabía que iban a alejarte de mí? —preguntó y miró
fijamente a Shayla—. Tu hermana es la que me lo dijo.
—No —forzó Shayla.
Acercó su boca al oído de Shayla.
—¿No te acuerdas? Estabas en esa cafetería a la que te encanta ir con tus
amigos. Lo único que hacías era lloriquear y quejarte con ellos de tu patética vida
consentida. —Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro—. Yo estaba sentado en
la mesa detrás de ti escuchando. Esperaba oír cómo reaccionó tu padre al video que
le envié el día anterior, pero revelaste mucho más.
Toda la sangre de la cara de Shayla pareció drenarse y sus grandes ojos se
desviaron hacia mí.
Los ojos del señor X giraron hacia mí también.
—No sé por qué es tan valiosa para ti. No es más que una atadura tóxica que te
aleja de mí, y te liberaré de ella.
Mi hermana frunció las cejas y algo parpadeó en sus ojos. ¿Aceptación, tal vez?
Porque en ese momento, las dos sabíamos lo que iba a pasar. Ella lo había aceptado,
había aceptado que estaba a punto de morir, y lo había hecho con tanta rapidez
mientras yo permanecía allí congelada, aterrorizada y reacia a aceptarlo.
—¡Shi, corre! —gritó justo antes de que el señor X deslizara su cuchillo por su
garganta, silenciándola para siempre.
La sangre brotaba como una cascada carmesí de su cuello. Sus ojos grises se
agrandaron, llenos de terror, mientras sostenían los míos.
No podía moverme.
No podía apartar la mirada.
No quería creer que lo que estaba viendo era real. No era real. No podía serlo.
Estaba segura de que si pudiera cerrar los ojos, lo que estaba viendo se desharía.
A cada segundo que pasaba, veía cómo se apagaba la chispa de vida de sus
ojos. Mi alma compartida, la persona que había venido a este mundo conmigo, estaba
siendo arrancada. La incredulidad estaba cediendo rápidamente ante el agudo poder
de la verdad y no había nada que pudiera hacer para detenerla.
El señor X desenganchó su fuerte brazo de la cintura de Shayla y la empujó
hacia delante. Sin oponer resistencia, cayó al suelo en el pasillo, justo delante de mi
dormitorio. La sangre se acumuló a su alrededor, se filtró en la alfombra beige y tiñó
127
de rojo brillante las puntas de su cabello rosa algodón de azúcar.
Mi corazón se aceleró a un ritmo doloroso, retumbando en mis oídos con un
rápido ¡pum! ¡pum! ¡pum!
Debería haber corrido como me había dicho Shayla, pero no estaba en mi
cuerpo. Mi alma me había abandonado y estaba junto a ella, suplicando cualquier
señal de que seguía viva.
¡Por favor, muévete!
Sus dedos se crisparon sobre la alfombra empapada de sangre y la esperanza
floreció en mi pecho. Mi mirada se desvió de ella hacia el señor X. Su pie calzado dio
un paso ominoso y lento sobre su cuerpo mientras sus monstruosos ojos de carbón se
clavaban en los míos. Tenía la cara salpicada de sangre, que chocaba contra su piel
de alabastro. Una sonrisa maligna se dibujó en las comisuras de sus labios mientras
daba otro paso, y luego otro, acortando la distancia entre nosotros.
Sabía que tenía que correr, pero no sentía las piernas.
—Shiloh —cantó mi nombre. Su voz, ligera pero inquietante, hizo temblar todo
mi cuerpo.
¡Muévete!
¡Muévete!
¡Si no lo haces, no podrás conseguir ayuda para Shayla!
La necesidad de salvar a mi hermana eclipsó mi terror por un pelo, pero fue lo
justo para devolverme la capacidad de moverme.
Cuando estuve casi al alcance del señor X, giré sobre mis talones y corrí hacia
las escaleras. No se tomó su tiempo para perseguirme, como había hecho cuando
Shayla y yo habíamos subido corriendo las escaleras. Podía oír sus botas golpeando
detrás de mí, sacudiendo los cuadros de la pared del pasillo.
Mis propios pies bajaron corriendo las escaleras, como tantas otras veces
cuando llegaba tarde a clase. Cuando iba por la mitad, el señor X me agarró por el
hombro y me empujó contra la pared.
Intenté luchar contra él empujándole y golpeándolo. Me agarró fácilmente las
dos muñecas y me las inmovilizó con una mano por encima de la cabeza. En el
proceso, tiramos uno de los retratos de mi familia de la pared y el cristal se rompió al
caer por las escaleras.
Apretó su cuerpo contra el mío.
—¿Por qué te gusta huir de mí? —Inclinó la cabeza hacia delante como si fuera 128
a besarme y rápidamente giré la cara hacia un lado. Su boca rozó mi mejilla y pasó su
lengua por ella hasta llegar a mi oreja—. Ahora somos libres para estar juntos.
—¡No quiero que estemos juntos! —gruñí.
Se echó hacia atrás con el ceño fruncido.
—Sí, lo quieres. Nos queremos.
Sacudí la cabeza.
—¡No!
—Sí —gruñó, claramente enfadado—. Eres mía.
—¡No! ¡No soy tuya! —grité.
Me rugió enfadado en la cara antes de sacar su cuchillo y colocar la punta en el
interior de mi muñeca.
—Sí, lo eres. —Comenzó a tallar algo en mi piel.
El dolor me hizo gritar y me agité. Apoyé la planta del pie contra la pared para
impulsarme hacia delante, y al mismo tiempo lancé la cabeza hacia su cara. Mi frente
golpeó con fuerza su barbilla. Eso le hizo gruñir y le sobresaltó lo suficiente como
para que yo empujara la pared con el pie y lo empujara hacia atrás.
Lo que no había planeado era que su cuchillo me cortara el brazo desde la
muñeca hasta el codo mientras caía hacia atrás. El dolor me hizo gritar. Se cortó
rápidamente cuando la espalda del señor X chocó contra la barandilla y se sacudió
de dolor, lo que hizo que me empujara lejos de él. Sentí que me caía y, en un intento
de salvarme, le agarré de la camisa. Como no era consciente de que lo había hecho,
no fue capaz de bracear. Lo llevé escaleras abajo conmigo.
Se me fue el aire de los pulmones al aterrizar sobre el trasero y las costillas.
Mis pies saltaron por los aires al dar la vuelta y me preparé para lo que seguramente
me rompería el cuello, pero al bajar de nuevo, aterricé encima del señor X. Él soltó
una fuerte exhalación, como si todo el aire hubiera salido de su cuerpo. Los dos nos
deslizamos el resto del camino hacia abajo y rodamos por el suelo. El señor X no dejó
de rodar hasta que se estrelló contra la puerta principal. Su cuerpo me detuvo.
Tardé más de lo debido en recordar cómo respirar. Cuando conseguí salir de
la conmoción, jadeé con fuerza, tomando el aire que necesitaba desesperadamente,
y rodé sobre mi estómago.
Tengo que levantarme.
Me dolía tanto el cuerpo que me costaba hacer algo más que estar tumbada y
respirar.
¡Levántate! 129
El señor X gimió a mi lado. El miedo que provocó aquel ruido me hizo sentir
una nueva oleada de adrenalina. Me puse a cuatro patas. Para poner distancia entre
él y yo, me arrastré hasta que me sentí con fuerzas para ponerme en pie.
Tropecé y caí contra la pared del pasillo al pasar las escaleras, en dirección a
la parte trasera de la casa. La sangre de mi brazo manchaba la pared, recordándome
que el señor X me había cortado.
Aceleré el paso cuando pasé por delante de la entrada de la cocina y entré en
el cuarto de limpieza que conducía a la puerta del garaje. No me atreví a encender
ninguna luz. El señor X no tardaría en venir a buscarme. Iluminar el lugar de la casa
donde me encontraba sólo conseguiría que me encontraran más rápido.
Me dirigí a la puerta que daba al garaje, giré el picaporte y fui a abrirla. No se
abría. Me di cuenta de que no estaba cerrada; de lo contrario, la manilla no habría
podido girar. Tiré de la puerta un par de veces más mientras miraba hacia arriba y
veía por qué no cedía. Tenía al menos diez clavos clavados en la parte superior.
Como no quería perder ni un momento, entré en el lavadero, justo al lado del
vestíbulo. Había una ventana que daba al patio lateral. Me apresuré a abrirla. Después
de desbloquearla, intenté abrirla. No se movía. Busqué en el alféizar y descubrí que
también estaba cerrada con clavos.
El pomo de la puerta de la habitación de nuestros padres había desaparecido
y ahora me encontraba con una ventana y una puerta clavadas. El señor X había
convertido mi casa en una trampa.
Como no quería rendirme, seguí adelante. El interior de mi brazo sangraba
mucho. La sangre goteaba de mis dedos mientras mi brazo colgaba a mi lado sin
fuerza, dejando un rastro sangriento a mi paso mientras me escabullía
silenciosamente por la casa.
—¡Siiiii...looooohh! Sal, sal, donde quiera que estés! —gritó el señor X desde
otra habitación.
Corrí a la cocina y agarré uno de los paños que colgaban frente al horno. Me
mordí el labio para no gritar y me envolví el brazo con la toalla. Me hice rápidamente
el vendaje improvisado y seguí moviéndome. No podía demorarme o me encontraría.
Caminando lo más silenciosamente posible, me dirigí a la puerta trasera, justo
al lado del comedor. Alcancé el pomo dorado y lo giré. La puerta no se movió.
—¡No! —susurré mientras intentaba en vano golpearla con mi cuerpo.
La sensación de estar atrapada hacía difícil pensar en qué hacer.
—Shiloh —susurró una voz detrás de mí.
Mi corazón se aceleró tanto que temí que se desbocara. Jadeando, me di la 130
vuelta para encontrar al señor X justo detrás de mí. Grité todo lo fuerte que me
permitieron mis pulmones, esperando que me oyeran los vecinos, y caí de espaldas
al suelo.
El señor X se zambulló conmigo, aterrizando encima de mí. Intenté luchar
contra él. Intenté escapar. Conseguí golpearle en la cara, lo que le enfureció. Soltó un
gruñido, me cubrió la cara con la mano y me golpeó la nuca contra el suelo de
baldosas.
Mi visión entraba y salía. No sentí que me levantaran del suelo ni que me
llevaran por la casa. Empecé a volver en mí cuando el señor X me llevaba escaleras
arriba. Estábamos casi de vuelta en el segundo piso. Empecé a contonearme y a
agitarme en sus brazos cuando llegó a lo alto de la escalera, tanto que acabó
soltándome con un gruñido frustrado.
Golpeé la alfombra con un gruñido. Antes de que pudiera intentar zafarme, el
señor X me agarró de los tobillos y empezó a arrastrarme por el pasillo. Me agarré a
la esquina de la pared intentando detenerle. El señor X tiró con lo que parecía toda
su fuerza para obligarme a soltarme. Mis uñas rasgaron el papel de la pared mientras
seguía arrastrándome. La toalla que me envolvía el brazo se cayó. Solté otro grito de
dolor, a pesar de saber que nadie podía oírme. Ese conocimiento había quedado
demostrado cuando nuestros vecinos no habían acudido corriendo a mis gritos
anteriores. Nuestras casas estaban demasiado lejos.
Intenté liberar las piernas, pero el agarre del señor X era demasiado fuerte y
sus pasos no disminuían. Estaba tan concentrada en intentar agarrarme a cualquier
cosa que se pusiera a mi alcance que no me di cuenta de que estábamos pasando
junto al cuerpo de Shayla hasta que sentí que algo húmedo se colaba por detrás de
mi ropa. Al ver su cabello rosa, se me cerró la garganta y empecé a ahogar mis
sollozos. Agarré su mano cuando estuvo a mi alcance, esperando desesperadamente
encontrar algún destello de vida en ella. Cuando nuestros ojos estuvieron a la altura
de la otra, vi que los suyos estaban abiertos y vacíos.
—¡No! —me arrancó—. ¡Shayla! —grité, apretándole la mano mientras el señor
X seguía apartándome de ella y llevándome a mi dormitorio.
En cuanto llegamos a mi habitación, el señor X me tiró del pelo. Me dolía tanto
la garganta de tanto gritar que lo único que podía hacer era apretar los dientes por el
dolor. Intentaba tumbarme en la cama. No podía permitírselo. Me violaría. Sabía que
lo haría.
En cuanto apoyé los pies en el suelo, le golpeé, le di patadas y le arañé. Gruñó
una maldición cuando le arañé la mejilla.
Su mano me rodeó la garganta y apretó. Clavándole las uñas en la mano y la
muñeca que me sujetaba, intenté aspirar el poco aire que podía. Su otra mano
apareció de la nada. Sólo pude vislumbrarla antes de que el dolor estallara como un
131
relámpago en el lado izquierdo de mi cara y todo se volviera negro.
Cuando volví en mí, estaba sola y tumbada en el centro de la cama. Fui a
frotarme la mejilla dolorida y descubrí que mi muñeca estaba enganchada en algo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía las muñecas atadas con una cuerda a
los postes de la cama. Cuando intenté incorporarme, me di cuenta de que también
tenía los tobillos atados.
El pánico me oprimió el pecho y me eché a llorar. Todo lo que había pasado se
me vino encima. Mis padres habían muerto. Shayla... me tembló el labio al recordar
sus ojos sin vida.
Estaba sola.
Estaba sola.
ESA NOCHE
H
abría sido tan fácil rendirse y dejar que me tuviera.
Entiérralo, Shiloh. La voz de Shayla llenó mi cabeza.
Cerré los ojos inundados. Las lágrimas brotaron de ellos. Se me
escaparon dos sollozos silenciosos que me sacudieron el pecho antes de que pudiera
respirar hondo.
—Bien —susurré. Volví a respirar hondo y, con esa respiración, encontré la
fuerza que necesitaba para rechazar el dolor y la angustia—. Bien —volví a
susurrarme y abrí los ojos.
Me moví y empujé con los talones para sentarme contra el cabecero. La cuerda 132
que me rodeaba los tobillos se tensó cuando estaba a punto de sentarme del todo. Al
menos no estaba de espaldas y podía ver la puerta.
Intenté tirar de la cuerda de mi muñeca derecha para comprobar su resistencia.
Era bastante fuerte. El señor X estaba decidido a que no escapara. Pero podía retorcer
mi muñeca dentro de la cuerda atada alrededor de ella. Intenté girar y tirar para ver
si podía sacar la mano. No funcionó. Si pudiera estirar o desgastar la cuerda de alguna
manera, podría liberarme.
Con ese plan, empecé a retorcerme y a tirar de todas mis ataduras, sin apartar
los ojos de la puerta.
Gira. Gira. Tira.
Eso era lo único que importaba. Si quería sobrevivir, liberarme, era lo único
que podía hacer. Lo único que me acompañó durante horas fue el miedo.
En algún momento, la sangre empezó a subir lentamente por mis brazos hacia
los codos. Mis almohadas estaban manchadas de rojo oscuro y a los pies de la cama,
bajo mis tobillos, había grandes manchas cobrizas que se habían filtrado en mi
edredón gris. Las cuerdas de color canela atadas a mis muñecas y tobillos parecían
haber sido mojadas en vino tinto.
Gira. Gira. Tira.
Repetí el proceso una y otra vez, frotándome la piel contra la cuerda astillada.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que el señor X me ató a la cama y me
abandonó? Me había traído aquí cuando todavía estaba oscuro fuera. Ahora había
salido el sol. Hacía rato que había salido.
Tenía los ojos pegados a la puerta abierta de mi habitación, como si el señor X
fuera a aparecer en cualquier momento. Intenté que mis ojos no se perdieran en las
puntas de las zapatillas blancas de Shayla. La había degollado en la puerta de mi
habitación. Su cuerpo seguía donde había caído. Estaba muerta. Ya no podía negarlo.
Intenté pedir ayuda, intenté escapar. Pero el señor X había clavado las ventanas y las
puertas. La única puerta que no había intentado era la puerta principal. El señor X me
había atrapado antes de que pudiera.
Tenía la sensación de que era la única salida.
Gira. Gira. Tira.
Extrañamente, el dolor de mis nervios al rozar la cuerda se había adormecido.
Era mi necesidad de escapar, mi adrenalina bloqueando lo único que podía
frenarme?
No importaba. No necesitaba saberlo. No tenía ni idea de cuándo volvería el
señor X. No me permitía pensar en lo que me haría cuando lo hiciera. Sólo tenía que
133
salir de aquí.
Gira. Gira. Tira.
La cuerda que rodeaba mi muñeca derecha se deslizó alrededor de mi mano.
Contuve la respiración mientras tiraba de ella de nuevo y la cuerda se apretó sobre
el resto de mi mano, pasó por encima de mis dedos y quedé libre. Me invadió una
nueva oleada de esperanza y alivio.
—¡Oh, Shiii...loooh! —El señor X cantó, su voz resonando desde el fondo del
pasillo. Estaba harta de que me llamara de esa manera. No había duda de que ese
sonido me perseguiría el resto de mi vida si sobrevivía a esto.
Empezó a tararear mientras se dirigía por el pasillo hacia mi habitación. Me
desaté rápidamente la otra muñeca mientras escuchaba cómo se acercaba. Cuando
tuve la otra mano libre, me miré los tobillos atados. No iba a poder desatármelos a
tiempo. Presa del pánico, busqué a mi alrededor. Había un bolígrafo en mi mesilla de
noche. Lo agarré. Mis dedos apenas pudieron acercarlo lo suficiente como para
recogerlo en mi mano.
Tan rápido como pude, volví a enrollar la cuerda alrededor de cada muñeca,
rezando para que no se diera cuenta de que no estaban atadas. Escondí el bolígrafo
en el puño cerrado detrás de la cuerda tensa. Mi mirada volvió a la puerta justo a
tiempo para ver cómo los pies de Shayla se deslizaban.
La mano que no sujetaba el bolígrafo se apretó alrededor de la cuerda con tanta
fuerza que resultaba doloroso. Necesitaba ese dolor. Necesitaba que fuera peor que
el miedo que amenazaba con paralizarme.
El señor X apareció a la vista. Pero no estaba solo. Sostenía contra sí el cuerpo
inerte de Shayla con un brazo alrededor de su cintura y su mano sujetaba una de las
suyas. Entonces entró en mi habitación, literalmente. Sin dejar de tararear, giró sobre
sí mismo y bailó con el cuerpo sin vida de Shayla. Mientras la sumergía, dijo:
—Tu hermana siempre fue la puta de la atención. —Se irguió y miró fijamente
a Shayla, cuya cabeza daba vueltas como la de un recién nacido—. Aunque son
idénticas, no podrían ser más diferentes. —Volvió a girar, balanceando a Shayla con
él—. Se pavoneaba de sí misma, engullendo cada pizca de atención que recibía como
una princesa codiciosa y malcriada. Podía ser hermosa por fuera, pero su alma era
fea. —Tiró el cuerpo de Shayla al suelo y me miró—. Tú, sin embargo, eres la
perfección. Por dentro y por fuera. No tienes que alardear de nada. Tu alma irradia
una luz genuina y pura. Me llama. —Se acercó a mi cama. Sin apartar los ojos de los
míos, subió la rodilla al colchón—. Tu inocencia me atrae como una polilla a una llama
—dijo mientras se arrastraba sobre mí hasta colocarse a horcajadas sobre mis
caderas. Sus manos me acariciaron la cara—. Codicio esa inocencia. —Sus manos 134
bajaron y me rodearon el cuello—. Lo deseo tanto.... —Apretó—. Casi quiero
destruirla.
Me cortó el aire por completo. El pánico se apoderó de mí. Me agité y me
sacudí debajo de él, casi olvidando que tenía las manos libres. Rápidamente me
desprendí de la cuerda.
—Eres mía, Shiloh. Ahora nadie puede separarte de mí —gruñó mientras
seguía estrangulándome.
Me quité la cuerda de la mano que sujetaba el bolígrafo.
¡Hazlo! ¡Hazlo ya!, grité internamente. Con el bolígrafo en la mano, lo golpeé.
Le clavé el bolígrafo en la mejilla.
—¡Ah! —gritó, rodando fuera de mí y de la cama. Cayó al suelo con un fuerte
golpe que sacudió mi habitación.
No perdí el tiempo y empecé a desatar la cuerda que me rodeaba los tobillos.
Desaté una con bastante rapidez y luego salté a la siguiente. Gimió con fuerza y se
arrastró hacia el baño conectado con mi habitación.
En cuanto me desaté el último tobillo, me bajé rápidamente de la cama. Salté
por encima del cuerpo de Shayla y corrí hacia la puerta. Me agarró por el pie y caí
hacia delante. En cuanto toqué el suelo, me arrastró hacia atrás.
Empecé a dar patadas con las piernas y, como tenía los tobillos
ensangrentados, se le soltó el agarre. Dejó escapar un fuerte rugido cuando empecé
a arrastrarme. Me puse en pie y corrí de nuevo hacia la puerta. Por su respiración
agitada, supe que estaba detrás de mí. Como no quería que se repitiera lo que había
pasado en las escaleras, decidí en el último segundo girar a la derecha, en dirección
contraria a las escaleras, mientras salía corriendo de mi habitación. Tenía un plan en
la cabeza y recé para que funcionara.
Esforzando al máximo mi maltrecho cuerpo, volví a la puerta del dormitorio de
mis padres. Atravesé la puerta rápidamente. Justo cuando estaba dentro, el señor X
intentó agarrarme. Solté un aullido, me alejé de un salto y corrí hacia el baño de mis
padres.
Al igual que la puerta del dormitorio, faltaba el pomo de la puerta del baño. Lo
había previsto. El cuarto de baño de mis padres tenía un armario para las toallas, la
ropa de cama y otras cosas que habían decidido guardar allí. Apoyé la espalda en un
lateral, apoyé los pies en la pared y empujé. Con un fuerte gruñido, usé la fuerza de
mis piernas para derribar el pesado armario frente a la puerta justo cuando el señor
X intentaba abrirla a empujones. El ruido del armario al caer al suelo resonó con
fuerza en el cuarto de baño, seguido de los gritos del señor X al otro lado de la puerta.
El armario no lo mantendría fuera mucho tiempo, lo cual ya sabía antes de 135
entrar aquí. Me apresuré a cruzar el cuarto de baño hasta lo que parecía la puerta de
un armario en la pared cercana a la ducha. No era un armario. El baño de mis padres
estaba encima de la lavandería. Y la puerta de la pared era un conducto de
lavandería.
Cuando éramos niñas, Shayla y yo solíamos bajar por el tobogán. Yo ya era
mayor, pero estaba segura de que aún cabía. Abrí la puerta y miré por el estrecho
túnel de madera. Iba a estar muy apretado. En cuanto empecé a deslizar mi cuerpo
por el conducto con los pies por delante, el señor X empezó a embestir contra la
puerta con lo que supuse que era todo su cuerpo. Si seguía así, entraría enseguida.
Moviéndome tan rápido como podía, seguí bajando por el estrecho túnel.
Apoyé con fuerza los pies en las paredes del conducto para ayudarme a bajar y evitar
que me cayera. En cuanto estuve completamente dentro, cerré la puerta del
conducto. Sólo se veía oscuridad. Hice lo posible por no concentrarme en ella y
empecé a descender, tratando de ser lo más silenciosa posible.
—¡Shiloh! —rugió el señor X y me quedé helada. Sus pisotones mientras se
movía por el baño hacían vibrar las paredes del conducto.
Cuando empezaron a sonar lejos, bajé un poco más. Estaba casi en el fondo
cuando la puerta del conducto se abrió de golpe.
—¡Shiloh! —me gritó.
Sólo levanté la vista hacia él un segundo, para verle mirándome fijamente,
antes de dejarme caer por el conducto el resto del camino. Caí en una cesta que
estaba encima de la secadora para recoger la ropa. Como el cesto era demasiado
pequeño para mi cuerpo, se volcó y caí al suelo. Intenté agarrarme con las manos.
Frenaron un poco mi caída, pero el resto de mi cuerpo siguió golpeándose contra el
suelo.
Respirando agitadamente y empezando a sentir dolor, me puse en pie. Los
primeros pasos los di cojeando. Mientras salía de la lavandería y entraba en el
vestíbulo, intenté tranquilizar mi respiración.
Tenía dos formas de llegar a la puerta principal. Podía ir al despacho de mi
madre por el baño de invitados o por el pasillo de las escaleras. Salí del cuarto de
limpieza, giré a la izquierda y atravesé el baño de invitados que llevaba al despacho
de mi madre. Tomar el pasillo por las escaleras me dejaría demasiado expuesta.
Antes de salir al vestíbulo, me apoyé en la pared del despacho de mi madre
para poder asomarme. Miré escaleras arriba y pasillo abajo y traté de ver hacia el
salón, al otro lado del vestíbulo. No vi al señor X por ninguna parte. En silencio, salí
del despacho de mi madre. Con la puerta principal a la vista, me acerqué
sigilosamente. Me esforcé por escuchar cualquier sonido que me diera una pista de
dónde estaba el señor X en la casa. No oí nada. Sólo el zumbido del aire
136
acondicionado que soplaba por las rejillas de ventilación.
Diez pasos más hasta llegar a la puerta principal... nueve pasos más... ocho
más...
El suelo de madera crujió bajo el peso de mi pie. Todo mi cuerpo se tensó
cuando el sonido resonó en la silenciosa casa. Con el corazón retumbando en mis
oídos, eché un rápido vistazo a mi alrededor, preparándome para que saltara.
Cuando no lo hizo, me concentré en la puerta principal. Era mi única esperanza, mi
única salida. Me apresuré a recorrer la distancia que me quedaba, con paso rápido y
ya no tranquilo. Levanté la mano, buscando mi libertad.
Apenas rozaba con los dedos el pomo de la puerta cuando una mano me agarró
por el pelo y me tiró hacia atrás. Solté un grito entrecortado cuando mi espalda chocó
con la parte delantera del cuerpo del señor X.
—No puedo dejarte ir. —Su fría voz carecía de emoción.
Eso me hizo detenerme. Justo a tiempo, vi su cuchillo acercándose a mi
garganta. Le agarré la muñeca y el antebrazo con las manos antes de que el cuchillo
pudiera alcanzarme.
Tiró de mi cabeza hacia atrás con más fuerza, dejando al descubierto mi
garganta. Solté un gruñido ahogado mientras luchaba contra su fuerza. Su cuchillo se
acercaba más y más mientras mis brazos se debilitaban.
¡Piensa!
Me arriesgué a mirar a mi alrededor, desesperado por encontrar algo que
pudiera ayudarme. No había nada cerca.
¡Piensa! ¿Qué haría Logan?
Pensé en los pocos movimientos de defensa personal que nos había enseñado
a Shayla y a mí en nuestro último viaje a Texas. Habíamos estado en la playa. El
recuerdo de la risa de Shayla resonó en mi cabeza; había fingido pisar el empeine de
Logan y se había dejado caer en la arena, chillando mientras se arrastraba lejos de
él. No se había tomado en serio la lección de Logan, pero le había seguido la
corriente.
Volví a mi horrible realidad. Con las últimas fuerzas que me quedaban, empujé
un poco hacia atrás la hoja del señor X y luego le pisé los talones. En cuanto su gruñido
llegó a mis oídos, caí al suelo, perdiendo un buen mechón de cabello en el proceso.
Me negué a dejar que el ardor de mi cuero cabelludo me frenara. Me puse en pie de
un salto y corrí hacia la puerta.
—¡No! —gritó detrás de mí antes de que un dolor punzante me atravesara el
omóplato. Al gritar, tropecé y caí contra la puerta. Me agarré al pomo para no caer al
suelo. Lo giré, la puerta se abrió y sentí el calor del sol en la piel durante un instante, 137
antes de que sus brazos me rodearan por la cintura. Elevada en el aire, me agité y
grité tan fuerte como pude, con la esperanza de que alguien pudiera oírme con la
puerta abierta.
Entonces estaba en el aire.
Me quedé sin aire en los pulmones cuando mi columna se estrelló contra la
escalera de madera. El señor X se colocó encima de mí sosteniéndose con una mano
en el escalón detrás de mi cabeza.
—¡Eres mía! —me rugió en la cara. La saliva me golpeó las mejillas y su aliento
rancio me llenó la nariz.
Se me cortó la respiración. No por el olor. Sino por el insoportable dolor que
estalló en mi estómago.
Me había apuñalado.
Su cuchillo estaba enterrado en mi estómago. El tiempo se ralentizó cuando se
retiró. Tenía los ojos dilatados, sin emociones, negros como el carbón, mientras me
miraba fijamente. La sangre se pegaba a su barba negra y gris a lo largo de la
mandíbula y la barbilla.
—Nadie más puede tenerte —dijo, sonando distante mientras volvía a clavarme
el cuchillo en el estómago.
No supe por qué puse las manos sobre sus hombros cuando volvió a sacar el
cuchillo. No supe por qué le miré a los ojos ni por qué le pregunté:
—¿No me quieres? —No sabía qué me había poseído para decir eso, pero le
hizo detenerse y juraría que vi arrepentimiento en sus ojos.
Aproveché la ocasión para meterle la rodilla entre las piernas. Hizo un ruido de
ahogo. La mano que me sujetaba cedió y cayó encima de mí. Lo empujé a un lado y
rodé por las escaleras hasta el suelo. Con una mano en el abdomen sangrante, me
puse en pie.
Logré salir por la puerta principal abierta a la cegadora luz del sol.
—¡Ayúdenme! —grité una y otra vez mientras corría por el césped y trepaba
por el muro de arbustos que hacía de valla entre nuestro jardín y el del vecino. La
sangre me goteaba por delante y empapaba mis vaqueros.
Lo conseguiré.
Lo conseguiré.
Me lo repetía una y otra vez mientras corría hacia la puerta de mi vecino. Con
las manos ensangrentadas llamé al timbre una docena de veces. Dejé huellas
ensangrentadas en la puerta mientras la aporreaba hasta que por fin se abrió.
En cuanto la pareja de ancianos vio que era yo y que estaba herida, me dejaron 138
entrar. Sólo di unos pasos dentro de su casa antes de que todo pareciera apagarse.
Me fallaron las piernas y caí al suelo. Había luchado. Había salido. No me quedaba
nada. En todos los sentidos, aparte de mi vida. Me quedaba eso. Mientras yacía
desangrándome en el suelo de mis aterrorizados vecinos mientras llamaban a la
policía, me pregunté si todo había merecido la pena.
L
os cuatro se quedaron callados mientras procesaban cada detalle que les
había dado de esa noche.
Mientras lo hacían, me maravillé de que no hubiera necesitado
beber. No me habían obligado. Aquella noche había sido lo que yo consideraría el
peor nivel del infierno y me había desnudado ante ellos por mi cuenta. A veces era
difícil ver el progreso cuando se trataba de sanar. Lo que acababa de hacer era un
progreso imposible de no ver.
Colt me tomó la mano.
—Estoy orgulloso de ti, pequeña.
Los demás expresaron que ellos también.
—¿Crees que la lucha por tu vida valió la pena? —preguntó Knox.
Con una pequeña sonrisa, me puse en pie y rodeé la mesita para acercarme a 139
él. Me incliné y apreté mis labios contra los suyos en un beso suave y dulce.
—Si mañana me despertara atada a esa cama, lucharía como una loca y volvería
a soportar todo lo que viniera después, si eso significara que los encontraría a los
cuatro.
Cuando fui a enderezarme, Knox me agarró por el brazo y tiró de mí hacia su
regazo.
—No quiero que seamos la razón. Tienes que ver el valor de tu vida por ti
misma.
—Me has malinterpretado. —Me acomodé más en su regazo para poder
mirarlo a los ojos—. Es difícil ver o encontrar valor en algo cuando todo está oscuro a
tu alrededor. Ustedes cuatro me dieron luz. Así que no valoro mi vida porque estén
ustedes cuatro en ella. Valoro mi vida porque ustedes cuatro me enseñaron cómo
hacerlo. A algunos les parecerá ridículo que necesitara de su ayuda para volver a
valorarme, pero creo que a veces está bien recibir ayuda. —Le di otro beso rápido e
intenté levantarme de su regazo.
Sus brazos me rodearon.
—¿A dónde vas?
—Estoy cansada. Pensé en irme a la cama —dije.
—¿Con quién? —preguntó Creed.
Los acogí a todos y pude ver que todos querían estar conmigo.
—¿Y si esta noche dormimos todos en el salón junto al fuego? Dormirnos y
quizás incluso una película suena muy bien.
Knox besó mi sien.
—Podemos hacerlo.
—Tenemos que hacer un viaje de vuelta a la ciudad. Se nos están acabando las
cosas —dijo Knox en el desayuno unos días después.
—Me di cuenta anoche, mientras preparaba la cena —dije mientras dejaba el
144
tenedor en el plato.
Knox estaba de pie al otro lado de la isla de la cocina. Ya había terminado de
comer y ahora estaba concentrado en terminarse el café.
—He comprobado la carretera esta mañana. Está limpia de nieve y no está
helada.
—Ha hecho más calor estos últimos días —dijo Creed desde donde estaba
sentado a mi lado—. Probablemente por eso.
Knox dejó su taza de café en la isla.
—Hoy hace mucho más frío. Como no sabemos qué tiempo va a hacer en los
próximos días, probablemente deberíamos ir hoy.
Asentí. Aún no nos había nevado y quizá no nevara. O si lo hacía, podría ser
sólo por un día. Era mejor estar preparados y era bueno abastecerse de cosas para
no tener que viajar tanto a la ciudad.
—¿Podemos ir todos esta vez? —preguntó Colt.
Negué con la cabeza.
—Lo siento. Uno de ustedes tiene que quedarse. Los gemelos idénticos sexys
son demasiado memorables.
Eso les hizo sonreír.
—A veces es tan difícil ser tan guapo —dijo Creed, haciendo que Colt
resoplara.
Knox puso los ojos en blanco.
—Llora cuando te mires al espejo, semental —dijo Keelan mientras llevaba su
plato vacío al fregadero.
—Celoso de que no fueras tú al que Shi llamó sexy hoy —lo provocó Creed.
Keelan se dio la vuelta y se apoyó en el lavabo con expresión de superioridad.
Antes de que pudiera decir algo inteligente, dije:
—El ego de Keelan es lo suficientemente grande. En realidad, los cuatro saben
lo que tienen entre manos y no necesitan que se lo recuerden. —Cuando terminé de
hablar, me di cuenta de que lo que había dicho podía haber sonado un poco más duro
de lo que pretendía—. Lo siento. Eso fue grosero, pero cierto.
Creed resopló.
—Esa fue una disculpa terrible.
—No le hagas caso. Está enfadada porque aún no sabe nada de Logan —dijo
Knox mientras recogía mi plato y lo ponía en el fregadero. 145
—Seguro que llamará pronto, pequeña —dijo Colt.
No le creí, pero me obligué a asentir de todos modos.
Keelan y Colt vinieron conmigo a la ciudad. Fue un viaje más fácil y un poco
menos estresante que el anterior. Esta vez no estaba agotada y había hecho una lista
física de las cosas que necesitaríamos para que nos duraran otro par de semanas. Pero
la idea de estar en la cabaña otro par de semanas sólo aumentaba el estrés que sentía
por no tener noticias de Logan.
—¿Sigues pensando en Logan? —preguntó Keelan mientras los dos
cargábamos mi 4Runner con nuestras compras. Colt estaba en una cafetería muy
mona al lado de la tienda de comestibles donde acabábamos de hacer la compra,
sirviéndonos bebidas.
—No puedo evitar pensar en Desert Stone y en sus vidas allá en Arizona. ¿Y si
tenemos que estar aquí unas semanas más? ¿O un mes?
—Por favor, no te estreses por eso, cariño —suplicó Keelan, mirándome
directamente—. Tenemos todo solucionado en casa. Katrina está cuidando de Desert
Stone y si no volvemos en un mes, le dejamos todo lo que Micah necesitaría para
mantener las cosas en marcha en el gimnasio y cuidar de nuestra casa.
Mis hombros se hundieron un poco. Eso me hizo sentir mejor.
Justo cuando terminamos de cargarlo todo, Colt salió de la cafetería con
nuestras bebidas. Enseguida supe que algo no iba bien. Su expresión era tensa y
caminaba rápido.
—Entra en el coche, pequeña —me ordenó. La agudeza y el ligero pánico de
su tono me hicieron subir al coche sin rechistar.
Colt no lo explicó hasta que salimos del estacionamiento y nos pusimos en
camino hacia la cabaña.
—Tu foto salió en las noticias.
—¿Qué? —preguntó Keelan desde el asiento trasero.
—Mientras esperaba nuestro pedido, miré la televisión que tenían allí. Daban
las noticias. Esperaba enterarme de la previsión meteorológica y entonces
empezaron a hablar de la hija de un sheriff de Arizona y de sus amigos desaparecidos.
Aparecieron las fotos de Cassy, Gabe y Amber. Y justo al lado estaba tu foto, pequeña.
Ponían tu nombre, edad, altura y la ropa con la que te habían visto por última vez.
También había una recompensa de cincuenta mil dólares para quien encontrara a los
cuatro. 146
De todas las cosas que nos había dicho, sólo pude concentrarme en una.
—¿Cassy ha desaparecido?
Colt soltó una maldición mientras se frotaba la nuca.
—Antes de que aparecieras en Desert Stone para salvarme, entraba y salía de
la conciencia, pero creo que oí al sheriff hablando con X o dejándole un mensaje.
Creo que dijo que X tenía a Cassy y que si no se la devolvía, te mataría. Creo que me
usó como trampa para poder entregarte a X a cambio de Cassy.
—Si el señor X es la razón por la que Cassy ha desaparecido, está muerta. Gabe
y Amber sin duda también están muertos —dije.
—¿Por qué matarlos? —preguntó Keelan.
—Porque me quiere, y eran una amenaza para mí, y está loco.
Esa respuesta pareció suficiente, porque la conversación siguió adelante.
—¿Qué vamos a hacer si sales en las noticias? —preguntó Colt.
Suspiré, totalmente perdida.
—No puedo volver a la ciudad.
Colt se acercó para ponerme una mano reconfortante en el muslo.
Keelan se inclinó hacia delante entre mi asiento y el de Colt para agarrar su
café del portabebidas que Colt sostenía en su regazo.
—¿Crees que alguien te reconoció mientras estábamos dentro de la tienda?
—Agaché la cabeza —dije. Aunque eso no garantizaba nada—. Intentaré llamar
a Logan de nuevo cuando volvamos.
Nuestra pequeña competición casi había sido un empate, pero al final, Colt me
había ganado y yo no estaba enfadada por ello. Me arrodillé en la nieve delante de él
y lo lamí, lo chupé y tuve arcadas hasta que se derramó por mi garganta.
Antes de que se me ocurriera levantarme, me empujó sobre la fría nieve y me
calentó enterrando su cabeza entre mis piernas. Para cuando me corrí, la parte de
atrás de mi ropa estaba mojada por la nieve. No me importó. Merecía la pena.
Mientras limpiábamos las latas y los cartuchos de rifle gastados metiéndolos
todos en la bolsa que había traído, oímos el inconfundible gruñido de un oso cerca.
Agarré mi rifle y me di la vuelta mientras buscaba la fuente. Divisé un oso negro que
caminaba hacia nosotros a unos treinta metros.
No quería dispararle, pero tampoco quería que se acercara más. Apunté al
cielo con el cañón del rifle y disparé. El fuerte ruido asustó al oso y se alejó en otra
dirección.
Colt vino a ponerse a mi lado con las latas en las manos.
—Eso podría haber sido malo.
Me burlé con incredulidad.
—Sí.
—Creía que los osos hibernaban en invierno.
—Yo también. Pongámonos en marcha —dije mientras recogía la bolsa que se
me había caído.
Terminamos de recoger todo lo que habíamos traído y emprendimos el camino
de vuelta, tomados de la mano. Yo llevaba el rifle en la mano libre. En la suya, Colt
llevaba la bolsa de latas, la caja que aún tenía unas cuantas balas dentro y todos los 150
cartuchos que el rifle había expulsado cada vez que habíamos disparado una bala.
—Lo cuento como la cita que me debías —me dijo.
Tardé un momento en entender a qué se refería. Luego recordé que era de una
apuesta que habíamos hecho mientras corríamos en la pista del colegio.
—Contaré la nieve como el helado que prometiste llevarme a comprar.
—O podemos comer helado cuando volvamos a la cabaña.
—¡Así es! Olvidé que recogimos algunos ayer...
Mis palabras fueron cortadas por el eco lejano de los disparos.
Colt y yo nos quedamos helados. Entonces sonó otro disparo y parecía que
venían de la cabaña. Los dos echamos a correr. Aferré mi rifle con las dos manos.
Tenía cuatro balas cargadas y no quería arriesgarme a que se me cayera.
Corrimos tan rápido como pudimos, pero estábamos a una buena distancia de
la cabaña. Cuando estábamos a punto de salir de un grupo de árboles a un gran claro
nevado, ambos vimos a Knox corriendo y a unos veinte metros detrás de él estaba el
sheriff McAllister.
El sheriff dejó de correr y apuntó su arma al cielo antes de apretar el gatillo.
Colt y yo nos detuvimos en seco. Rápidamente levanté mi rifle y apunté al sheriff.
Mirándolos fijamente por la mirilla, vi que Knox dejaba de correr y se volvía
lentamente hacia el sheriff.
El sheriff McAllister tenía su pistola apuntando a Knox, lo que hizo que mi
corazón intentara alojarse en mi garganta.
—¿Dónde está? —Apenas oí gritar al sheriff.
Knox no contestó y eso pareció enfurecer al sheriff. Leí lo que el sheriff
pretendía hacer y le vi curvar el dedo sobre el gatillo de su pistola. Esta vez no podía
dudar.
No falles, me dije mientras apuntaba al cuello del sheriff y apretaba el gatillo.
El sheriff se llevó la mano a la garganta antes de caer de nuevo sobre la nieve.
Knox se volvió en nuestra dirección mientras yo bajaba el cañón del rifle. Cuando
empecé a caminar hacia ellos, Colt también lo hizo. Mientras nos acercábamos, tiré
hacia atrás del cerrojo del rifle para permitir que otra bala entrara en la recámara
antes de deslizar el cerrojo hacia delante y bloquearlo en su sitio.
Miré a Knox de pies a cabeza, asegurándome de que no estaba herido. Parecía
estar bien.
—¿Había alguien más con él? —pregunté con una voz que sonaba fría y distante
incluso para mis propios oídos.
—Vino con otros dos —dijo Knox mientras me miraba fijamente—. Están
151
muertos.
—¿Están bien Keelan y Creed? —preguntó Colt.
Knox asintió.
Eso me satisfizo lo suficiente como para alejarme y dirigirme al sheriff. Seguía
vivo, desangrándose en la nieve, luchando por respirar. Sus ojos se clavaron en mí
cuando me acerqué.
—Por favor. —Jadeó mientras se llevaba una mano temblorosa al bolsillo del
pantalón. Sacó un teléfono móvil y me lo tendió—. Salva... —Tosió. Sangre y saliva
salieron disparadas de su boca y rodaron por su mejilla—. Salva a Cassy.
Me debatí entre decirle o no que lo más probable era que estuviera muerta.
Pero si lo hacía, este momento me atormentaría aún más de lo que ya lo hacía. Le
agarré el teléfono.
—Lo intentaré. —Me obligué a decir. Era toda la amabilidad que podía
ofrecerle en sus últimos momentos. Probablemente era más de lo que él me habría
ofrecido a mí.
Contuve las lágrimas hasta que vi que la vida abandonaba sus ojos, la vida que
yo le había quitado.
¡Queso y puto arroz!
Me alejé sobre piernas inseguras y jadeé con aire frío.
—¿Shiloh? —Knox dijo al mismo tiempo que Colt dijo—: ¿Cariño?
Seguí caminando sin rumbo, con las lágrimas rodando por mis mejillas. Se me
doblaron las rodillas, tropecé y me estaba hundiendo.
Unos brazos me agarraron por detrás antes de que cayera al suelo.
—Hiciste lo que debías. —La voz profunda de Knox llenó mi oído y trató de
calmarme. Me abrazó con fuerza mientras lloraba—. No pasa nada. Tenías que
hacerlo.
Lo sabía y no me retractaría aunque pudiera, pero eso no significaba que fuera
menos terrible. Un sollozo desgarrado salió de mí. Colt me quitó el rifle de la mano y
lo dejó en el suelo antes de ponerse delante de mí y rodearnos con sus brazos a Knox
y a mí. Me abrazaron hasta que dejé de llorar.
Mientras los tres caminábamos de vuelta a la cabaña, Knox nos contó lo que 152
había pasado. Él, Creed y Keelan acababan de terminar su entrenamiento en el sótano
y, mientras se dirigían hacia la parte delantera de la cabaña, Creed había lanzado
bolas de nieve a Knox y Keelan, lo que había iniciado una batalla. Para evitar ser
golpeado, Creed había corrido hacia el interior de la cabaña. Knox dijo que había
sido una acción cobarde, pero que los había salvado.
Justo cuando Creed había entrado, un coche de la policía de Arizona se había
acercado a la cabaña. El sheriff McAllister y otras dos personas habían bajado del
coche. Ninguno de ellos llevaba uniforme; iban de paisano e iban armados. Uno de
los amigos del sheriff había preguntado a Knox y Keelan dónde estaba yo, o más
concretamente:
—¿Dónde está la chica?
Keelan y Knox habían dicho que no estaba allí. Los dos amigos habían mirado
al sheriff, que les había hecho un gesto con la cabeza, y habían sacado sus pistolas de
las fundas laterales. Apuntaron a Knox y Keelan y volvieron a preguntar dónde estaba
yo.
Entonces sonó un disparo a lo lejos. Era el disparo que había hecho para asustar
al oso.
—Supongo que tenemos nuestra respuesta. —Había dicho el sheriff—. Dejaré
que se ocupen de las cosas aquí. —El sheriff había empezado entonces a caminar en
mi dirección y en la de Colt mientras los otros dos tenían a Keelan y Knox a punta de
pistola.
Knox dijo que sabía que iban a dispararles. Lo había visto en sus ojos cuando
se miraron.
Antes de que pudieran disparar, un tiro había sonado detrás de Knox y Keelan.
Uno de los hombres había caído muerto. Knox y Keelan habían corrido en direcciones
opuestas para huir. El tipo que seguía vivo había disparado a Keelan mientras
retrocedía hacia el coche de policía. Keelan había recibido un corte en el muslo antes
de poder esconderse detrás de su Jeep. Mientras el tipo había estado concentrado
disparando a Keelan, Creed había abierto la puerta principal de la cabaña y le había
disparado con el rifle que yo le había enseñado a disparar.
Tras asegurarse de que Keelan estaba bien y saber dónde estábamos Colt y yo
por Creed, Knox se había largado para intentar llegar hasta nosotros antes que el
sheriff. Como el sheriff no sabía exactamente dónde estaba, Knox había podido
adelantarse, pero no lo suficiente.
Cuando volvimos a la cabaña, Creed estaba sentado en el porche con el mismo
aspecto destrozado que yo. Keelan estaba sentado con él, con un paño de cocina
atado alrededor del muslo.
Miré a los dos cadáveres y los reconocí como los dos policías que nos habían
parado a Logan y a mí cuando íbamos de camino a mi instituto. Lo habían hecho para
153
intimidarme ante el sheriff, pero en cuanto habían visto la placa de Logan, se habían
echado atrás.
Corrí el resto del camino hasta mis chicos.
—¿Estás bien? —le pregunté a Keelan.
Asintió y miró a Creed, que fruncía el ceño mirando al suelo.
—¿Qué pasó con el sheriff?
—Shiloh lo mató —dijo Knox en voz baja.
Me arrodillé frente a Creed y acuné sus mejillas.
—Siento mucho que hayas tenido que hacer eso.
Sus ojos se desviaron hacia mí lentamente.
—Tuve que hacerlo. —Su voz sonó vacía y a la vez enfadada.
—Todavía me siento fatal —dije.
Asintió y me acercó más.
Me senté a horcajadas sobre su regazo y me abracé a su cuello mientras sus
brazos me rodeaban las costillas con fuerza.
—Lo siento —le susurré una y otra vez.
154
L
lamé a Logan al menos diez veces en una hora. Como seguía sin contestar,
llamé a Ian mientras me paseaba por la habitación. A la quinta vez que lo
llamé, Ian por fin contestó.
—Hola —dijo una voz débil y pude oír débilmente un pitido de fondo.
—¿Ian? —dije.
—Shiloh. —Soltó un gruñido y pude oír cómo se movía—. ¿Por qué me llamas?
No es seguro.
—Bueno, no estoy segura donde estoy. ¿Dónde está Logan?
Dejó escapar un suspiro.
—¿Cómo es que no estás a salvo? Logan dijo que fuiste a una casa segura.
—El sheriff McAllister me encontró. —Hice una pausa para prepararme a decir
lo que tenía que decir a continuación—. Tuve que matarlo a él y a los hombres que
155
trajo con él. —No mencioné que Creed había matado a los amigos del sheriff. No era
importante ahora—. Mi ubicación ha sido comprometida. Tengo tres cadáveres
pudriéndose fuera y no sé qué hacer.
Ian soltó una maldición. Muchas.
—Si McAllister te encontró, entonces X sabe dónde estás. Tienes que salir de
ahí ahora.
—¿El sheriff y el señor X siguen trabajando juntos a pesar de que el señor X se
llevó a su hija?
Ian se quedó callado durante un latido.
—Dime todo lo que sabes, chica.
Le conté todo lo que había pasado, desde que empecé a intuir que las cosas no
iban bien hasta que salvé a Colt y conduje hasta Colorado.
—Ahora te toca a ti decirme por qué Logan no me ha llamado.
Volvió a quedarse callado.
—Logan rompió su teléfono antes de que abordáramos nuestros aviones fuera
de Arizona. Para que fuera más difícil averiguar que veníamos de Arizona, volamos
por separado y elegimos vuelos con muchas escalas. Logan no recibió tus mensajes
hasta después de aterrizar en el lugar donde el señor X fue visto por última vez, que
estaba en Tennessee, y reemplazó su teléfono. Cuando escuchó tus mensajes, era el
día después del ataque a tu amiga. Justo cuando él se enteró, yo me enteré porque
me había llegado la noticia de lo que había pasado. Reservamos vuelos directos de
vuelta a Arizona. Antes de subir al avión de vuelta, Logan comprobó tu rastreador y
vio que estabas casi en tu piso franco. Cuando aterrizamos en Arizona, volvió a
comprobarlo y vio que lo habías conseguido. Nos lanzamos a la investigación después
de eso. Revisamos el video de tu casa. Tus cámaras captaron a X entrando y saliendo
de tu casa muchas veces y, como sospechabas, estabas en la casa con él sin saberlo.
Entró por la ventana del dormitorio de invitados que encontraste abierta. Estoy
seguro de que McAllister se la dejó abierta la última vez que entró en tu casa.
—¿Sabes cómo se puso en contacto el sheriff con el señor X? —le pregunté.
—No sabíamos que McAllister y X estaban relacionados hasta hace unos días
—dijo como frustrado—. Antes de saber que McAllister estaba implicado,
descubrimos que alguien había creado varios perfiles en las redes sociales con la foto
de tu carné de conducir de Arizona. Las biografías de estos perfiles decían que vivías
en Arizona y daban un número de teléfono. Estamos bastante seguros de que así es
como se conectaron los dos.
Pensé en la última vez que el sheriff había irrumpido en mi casa. 156
—El sheriff me había mencionado una vez que le parecía intrigante que yo no
estuviera en ninguna red social. También dijo que no podía encontrar ni una sola foto
mía, aparte de mi carné de conducir. Creo que estaba jugando conmigo porque para
entonces ya estaba en contacto con el señor X.
—Eso parece. —Ian dejó escapar otro suspiro—. Escucha, chica, necesito
decirte algo y necesito que no hagas nada peligroso por ello.
Eso me puso de los nervios al instante.
—¿Qué?
—No sabíamos que McAllister trabajaba con X ni que X se había llevado a su
hija hasta hace unos días. Hasta ese momento, aunque estaba en la cuerda floja por lo
que te había hecho a ti, se mostró servicial y muy implicado en la investigación. Jugó
la carta de que mi sobrino y la amiga de mi hija habían desaparecido. Todos le
creyeron. Incluso Logan y yo. Logan estaba seguro de que la desaparición de los
chicos estaba relacionada con X. Desaparecieron justo después de atacarte, y
sacamos una huella de la carta de suicidio de Jacob. Pertenecía a X.
—Ya sabía que había matado a Jacob. La nota eran palabras del señor X.
—Definitivamente era su tipo de locura —refunfuñó Ian—. Lo único que
destacaba de McAllister era que no paraba de darnos excusas para evitar que
entrevistáramos a su hija. Dijo que la había enviado con un familiar fuera del estado
para mantenerla a salvo. Logan simpatizaba con él, pero me resultaba extraño.
Cuando por fin accedió a que nos reuniéramos con ella, dijo que tenía que ser en su
casa. Logan y yo aceptamos ir allí.
¡Oh, no!
—Era una trampa.
—Joder, chica, no sé cómo decirte esto.
Antes de que me fallaran las piernas, me senté en el borde de la cama.
—Logan está muerto, ¿verdad?
—No lo sé —dijo—. Entramos en esa casa y McAllister nos acuchilló. No podía
ver y lo siguiente que sé es que me están apuñalando. Caí al suelo y lo único que
podía hacer era escuchar. Logan luchaba y peleaba, aunque estaba tan ciego como
yo. Gritaba. La mierda se rompía. Tardó un rato, pero McAllister consiguió herir a
Logan lo suficiente como para que cayera. En cuanto lo hizo, llamó a X y le preguntó
dónde llevar a Logan. Había perdido tanta sangre y no podía ver una mierda, lo único
que podía hacer era quedarme allí tumbado. Creo que McAllister pareció olvidarse
de mí porque en cuanto X le dijo dónde encontrarle, se centró en irse con Logan.
Entré y salí de la conciencia bastante mientras se lo llevaba. Cuando realmente pude
volver en mí, estaba sola en su casa. Busqué mi teléfono, ya no lo tenía. 157
»Tuve que arrastrarme fuera de su casa y hasta sus vecinos. No sé cuánto tardé
ni cuánto tardó el servicio de emergencias en llevarme al hospital. Me tuvieron que
operar y no me desperté hasta bien entrada la noche. Durante el tiempo que estuve
fuera, McAllister se hizo cargo de la búsqueda de X. Te añadió como uno de los chicos
desaparecidos y utilizó la desaparición de su hija, la hija de un sheriff, para conseguir
más cobertura mediática y difundir tu foto por todas partes. Cuando me desperté e
informé de lo que nos había pasado a Logan y a mí, McAllister ya se había ido. Pensé
que se había ido de la ciudad. No creí que tuviera una pista de dónde encontrarte.
Alguien debió verte y avisó.
Me quedé sentado procesando en silencio.
—¿El señor X tiene a Logan?
—Creo que sí.
—Es muy probable que esté muerto —dije con voz vacía.
—O X va a usar a Logan para atraerte hacia él.
Podría derrumbarme ahora mismo. Realmente podría. O podría mantenerme
fuerte y llevar a mi familia a un lugar seguro.
—No podemos quedarnos aquí.
—No. Voy a enviar agentes para que vayan a buscarte. ¿Puedes encontrar un
lugar seguro hasta entonces?
—Hay un hotel en la ciudad —dije.
—¿Qué ciudad y qué hotel? —preguntó.
Le dije.
—Si te hace sentir mejor, tu amiga se va a poner bien —dijo.
—¿Qué amiga?
—Isabelle. —Sigue en el hospital, pero ya no está en estado crítico. Los
médicos dicen que con un poco de fisioterapia, se recuperará totalmente.
Miré al techo mientras los ojos se me llenaban de lágrimas. Me costó un gran
esfuerzo mantener la compostura.
—Gracias por decírmelo.
—Cuídate, chica. —Después colgó.
Sabía que no podía quedarme ahí sentada. Era muy difícil moverse. Isabelle
estaba viva. Estaba tan increíblemente feliz por eso, pero la noticia de Logan me
estaba destrozando.
Inhalé profundamente y exhalé lentamente.
—Bien. —Volví a repetir el proceso de respirar así antes de asentir y obligarme 158
a ponerme en pie.
En cuanto empecé a salir de mi habitación para ir a decírselo a los chicos, el
teléfono que me había dado el sheriff McAllister empezó a vibrar en el bolsillo de mi
sudadera. Lo saqué y en la pantalla se leía X.
Tragué saliva mientras pulsaba el botón verde para contestar y me lo llevaba a
la oreja.
—¿Diga?
La inquietante voz del señor X llenó mi oído a través del teléfono.
—Hola, mi Shiloh.
161
C
ondujimos mi 4Runner y el Jeep de Keelan a la ciudad. Knox nos registró
en una habitación de hotel. Le dije que no nos quedaríamos más de una
noche antes de que llegaran los... colegas de Ian. Me puse una cachucha
y unas gafas de sol que Colt había tenido la amabilidad de comprarme en una
gasolinera de camino hacia aquí. No quería causar molestias si alguien me reconocía
de la tele.
Los cuatro nos dirigimos a nuestra habitación. Dejé mi bolsa de viaje y mis
armas en mi 4Runner y solo traje lo que necesitaría para pasar la noche.
Mientras subíamos en el ascensor, en un hotel muy bonito, dije:
—Ojalá pudiéramos salir a cenar.
—Eso estaría bien —dijo Colt.
—Probablemente sea mejor que te quedes en la habitación —dijo Knox. 162
—Algunos de nosotros podemos ir a recoger algo y traerlo de vuelta —sugirió
Keelan.
—O podemos pedir servicio de habitaciones y disfrutar de la tele por cable —
dijo Creed—. Quizá tengan el canal de cocina y podamos ver a ese chef que tanto te
gusta.
Sonreí de verdad.
—Si entendieras quién es Bobby Flay, también serías una fangirl. Hasta mi
madre se desmayaba cuando lo veíamos.
—¿Así que no sólo lo admiras, sino que también lo encuentras atractivo? —
preguntó Creed.
—Tiene edad suficiente para ser tu padre, pequeña —dijo Colt.
Me encogí de hombros.
—Me gustan los rubios.
Keelan resopló y, antes de que los gemelos pudieran decir nada más, se
abrieron las puertas del ascensor. Bajamos a la suite que Knox nos había conseguido.
Después de entrar y echar un vistazo, vimos que era una suite de dos habitaciones,
una de ellas con una cama tamaño King y la otra con dos camas tamaño Queen. Entre
las dos habitaciones había una pequeña cocina y una sala de estar con un sofá que se
convertía en otra cama.
Después de dejar nuestras cosas, nos reunimos todos en el salón. Me senté en
el centro del sofá. Creed se sentó a un lado de mí con el mando a distancia en la mano.
Keelan se sentó a mi otro lado. Colt tomó asiento en uno de los dos sillones. Los tres
soltaron un suspiro. Estaban cansados, tanto emocional como físicamente. Huir y
esconderse te hacía eso.
Knox se unió a nosotros en la sala de estar por último.
—No he encontrado el menú del servicio de habitaciones. ¿Por qué no vamos
Colt y yo a buscar algo?
—¿Cómo sabrás lo que queremos? —preguntó Creed.
Knox me miró.
—¿Puedo agarrar el teléfono desechable y llamaré a la habitación cuando
encuentre un sitio?
Asentí.
—Lo puse en la encimera de la cocina.
Knox agarró el bloc de papel y el bolígrafo con el logotipo del hotel y anotó el
número de la habitación y el teléfono del hotel. Luego él y Colt se marcharon. 163
Creed hojeó los canales del televisor. Cuando vio uno de nuestros programas
favoritos de concursos de cocina, dijo: “Allá vamos”, y dejó el mando a distancia. Sólo
de ver cómo el programa de cocina parecía relajarle, me encontré sonriendo. Me
sorprendió con mi sonrisa bobalicona y me acercó a su pecho antes de echarse hacia
atrás. Keelan me agarró los pies y los puso sobre su muslo bueno.
—¿Cómo está tu pierna? —le pregunté.
—Está bien. No está tan mal como tu brazo —dijo.
Estaba bastante segura de que mentía. Por la cantidad de sangre que había
visto en la toalla que había usado para envolverlo, estaba bastante segura de que lo
estaba.
Pasó cerca de una hora hasta que sonó el teléfono de la habitación. Me levanté
para contestar.
—¿Se han perdido?
—Nos costó decidirnos por un sitio —dijo Knox. Luego me habló del sitio en el
que estaban y de lo que había en el menú. Pasé todo lo que me dijo a Creed y Keelan.
Le dijimos a Knox lo que queríamos y, antes de colgar, me preguntó si quería postre.
—Helado, por favor —dije y nuestra llamada terminó.
Pasó casi otra hora antes de que Knox y Colt regresaran con toda la comida. El
resto de la velada fue tan maravillosa como pudimos hacerla. No salimos del salón.
Cenamos y luego tomamos un helado mientras veíamos concursos de comida.
Durante ese tiempo, me negué a pensar en otra cosa que no fueran ellos cuatro y estar
en el momento con ellos.
Cuando la noche se hizo tarde, Creed se quedó dormido en el sofá y yo fingí
hacer lo mismo con la cabeza sobre su pecho. Escuché cómo los otros tres
cuchicheaban acerca de irse a la cama y tener cuidado de no despertarnos. Uno de
ellos nos puso una manta encima a Creed y a mí antes de dirigirse hacia los
dormitorios.
Escuché los latidos del corazón de Creed durante casi toda la noche y, cuando
faltaba una hora para que saliera el sol, me bajé de él en silencio. Había dejado todo
lo necesario sobre la encimera de la cocina, junto con el bolígrafo y el bloc de papel
que había utilizado Knox. Escribí una nota detallada explicándolo todo.
Sabían que Logan había sido secuestrado por el señor X, pero no sabían que el
señor X me había llamado al teléfono del sheriff amenazando con matar a Logan si no
acudía a él. Para probar que Logan estaba vivo, dejó que Logan hablara conmigo.
—Shiloh. No vengas. No le des a este cabrón...
Se había cortado cuando el señor X había vuelto a la línea y me había dicho
dónde encontrarlo. 164
Si conocía al señor X como creía, mataría a Logan en cuanto llegara. Me estaba
metiendo en una trampa que podría ser inútil. Sin embargo, no podría vivir conmigo
misma si no lo intentaba.
Terminé mi nota dándoles las gracias por encontrarme, salvarme y quererme.
Les expliqué lo mucho que los quería y que, por favor, me perdonaran. Que no lo
hacía sólo para intentar salvar a Logan, sino para liberarnos de una vida llena de
peligros, huidas y miedo.
Puse la nota en la mesita para que Creed la viera cuando se despertara. Luego
agarré las llaves de mi 4Runner y mi teléfono desechable de la encimera de la cocina
y salí a hurtadillas.
171
N
o sabía cuánto tiempo había pasado. ¿Diez minutos? ¿Quince? Tal vez
había pasado una hora y no podía saberlo. El tiempo se movía y se sentía
de otra manera cuando la adrenalina te recorría todo el cuerpo y el
corazón te latía de miedo en el pecho.
El sonido de cristales crujiendo resonó en el vestíbulo, cerca de la cocina. Me
levanté de detrás del escritorio, con la pistola apuntando hacia el vestíbulo mientras
escuchaba. No volví a oír el crujido del cristal. Por lo tanto, la única ruta que podría
tomar el señor X sería a través del cuarto de baño Jack-and-Jill. Apunté hacia allí y
esperé.
—¿Se te acelera el corazón como a mí? —dijo el señor X en voz alta desde el
fondo de la casa. No podría decir si estaba al final del pasillo o cerca de la otra entrada
al baño—. Estoy disfrutando tanto que me tienta irme para poder alargar este juego
que estamos jugando. 172
—Qué cosa tan cobarde —dije en voz alta mientras salía de detrás del escritorio
de mi madre y caminaba lentamente por la habitación—. No me extraña que tengas
que secuestrar a jovencitas para que se acuesten contigo.
—¡Tuve que hacerlo porque huiste de mí! —gruñó.
Justo cuando estaba a punto de dar un paso hacia la entrada del baño, me
detuve.
—Hiciste eso porque no eres más que un hombre patético y asqueroso que no
sabe distinguir entre la realidad y el delirio.
Armándome de valor, me incliné hacia delante y miré dentro y a través del
cuarto de baño. Al no verlo, me dirigí rápidamente hacia el vestíbulo. Me guié con la
pistola mientras echaba un vistazo al pasillo. Tampoco estaba allí.
El sonido de algo rompiéndose vino de la parte trasera de la casa.
¿Se va?
Volví al despacho de mi madre y me dirigí al cuarto de baño. Caminando
deprisa pero en silencio, atravesé el cuarto de baño hasta llegar al pasillo que
conducía al vestíbulo y a la cocina. Cuando saliera a ese pasillo, podría mirar
ligeramente a la derecha y ver inmediatamente la entrada de la cocina, mientras que
la entrada al vestíbulo estaría todo a la derecha. Tendría que elegir una para buscar
primero.
Antes de salir del baño, tuve la sensación de caer en una trampa. Que el hecho
de que rompiera el cristal había sido su forma de atraerme.
Retrocedí un paso, sin saber qué hacer. Entonces oí crujir un cristal en el
vestíbulo.
¿Cómo?
Salí corriendo al vestíbulo, giré a la izquierda, caminé unos metros y volví a
girar a la izquierda para ver hacia la puerta principal. Para mi incredulidad, Knox y
Creed estaban de pie en mi vestíbulo. Knox tenía su pistola apuntando delante de él
mientras Creed sostenía un bate.
—¿Cómo...? —Estaba tan sorprendida de verlos, que fue todo lo que pude
decir.
En cuanto les llegó esa palabra, me miraron.
Knox dio un paso hacia mí y el cristal crujió bajo su pie. Frunció el ceño, miró
hacia abajo y fue entonces cuando me di cuenta del error que había cometido. En mi
periferia, capté movimiento. Intenté esquivarlo, pero sentí el dolor familiar de su
cuchillo cortándome desde la parte superior del hombro hasta el corazón.
—¡Shiloh! —Oí gritar a Knox y Creed.
173
El señor X volvió a lanzarme un tajo y tuve que saltar hacia atrás. Volvió a lanzar
un tajo y supe que no podría esquivarlo a tiempo. Intenté apuntarle con mi arma, pero
Keelan apareció detrás de él. Agarró al señor X por la muñeca y le rodeó el cuello
con el brazo, estrangulándolo.
Keelan luchaba por sujetarlo y yo estaba demasiado asustada para disparar
porque un movimiento en falso y podría acabar disparando a Keelan. Colt salió de
detrás de Keelan y agarró el otro brazo del señor X para ayudarle. Luego Knox corrió
hacia ellos y se encargó de sujetar el brazo con el que Keelan había estado
forcejeando. Creed se acercó a mí y comprendí lo que tenía que hacer.
Le di a Creed mi pistola y saqué el cuchillo de mi bota. Empujé la cabeza del
señor X hacia atrás con la palma de la mano en la frente. Keelan ajustó su agarre
moviendo el brazo que tenía alrededor del cuello y enganchando ambos brazos bajo
las axilas del señor X.
—¿Sigues disfrutando? —le pregunté mientras le miraba fijamente a los ojos.
Sus oscuras profundidades solían ser tan aterradoras y me habían perseguido durante
tanto tiempo. Algo parecía haber cambiado. Tuve que ser yo, porque al mirarlo a los
ojos, ya no era mi demonio ni mi hombre del saco. Seguía siendo un monstruo en
cierto sentido, pero sobre todo era un hombre. Uno que estaba claramente enojado.
Tuve la sensación de que tenía que ver con quién lo sujetaba y con el hecho de que,
por mucho que se agitara contra su agarre, era en vano.
Le agarré la barbilla y le hundí los dedos en la cara alrededor de la boca para
mantenerlo quieto. Mientras presionaba la punta de mi cuchillo contra su cuello, le
dije:
—No soy tuya. Nunca lo fui.
Knox inclinó la cabeza cerca del oído del señor X y susurró:
—Es nuestra.
Las fosas nasales del señor X se encendieron y sus ojos se llenaron de rabia
asesina cuando giraron para mirar a Knox. Con esa mirada, vi lo que el señor X quería
hacerle a Knox, a los cuatro, si conseguía liberarse. Al ver eso, mi propia rabia se
apoderó de mí. Le clavé el cuchillo en el cuello, se lo retorcí y se lo arranqué.
La sangre me salpicó a mí, a Knox y al suelo. Salió del cuello del señor X mucho
más rápido de lo que había salido del de Shayla y, cuando sus piernas se doblaron,
mis chicos le dejaron caer al suelo. La sangre se esparció rápidamente a su alrededor
y todos retrocedimos.
Cuando vi que los ojos del señor X se quedaban vacíos, me sentí lo bastante
segura como para apartar la mirada.
Ni siquiera un minuto después, las sirenas se hicieron audibles, acercándose
174
rápidamente.
—Supongo que Ian finalmente recibió mi mensaje y llamó a la policía —dije.
E
l corazón me latía con fuerza, las piernas me ardían y respiraba con
dificultad cuando reduje la velocidad de mi carrera a un trote alrededor
de la pista de la segunda planta de Desert Stone Fitness. Cuando llegué
a las escaleras, me puse las manos en la cintura y me concentré en respirar durante
un rato. Estaba cubierta de sudor. Me había esforzado. No para escapar, sino para
aumentar mi resistencia para un maratón que pensaba hacer dentro de un mes.
Respirando con cierta normalidad, bajé las escaleras. Me dirigí a la entrada del
gimnasio. Hoy Derek estaba en la recepción. Sonrió cuando me acerqué.
—¿Cuánto tiempo has corrido?
Me enjugué el sudor de la frente.
177
—Una hora y media.
—Bien —elogió—. Que sepas que no te frenaré en los entrenamientos aunque
tengas las piernas doloridas.
Resoplé. Derek se había hecho cargo de mi entrenamiento hacía unos meses
porque cada vez que Keelan y yo entrenábamos en privado, acabábamos desnudos.
La única vez que él y yo entrenábamos juntos era en clase, cuando yo le ayudaba a
dar clases.
—No te preocupes, estaré bien. —Fui por el pasillo detrás de la recepción y
casi me tropiezo con Katrina, la subdirectora de Desert Stone, cuando salía de su
despacho.
—¡Hola, chica! —me saludó al pasar.
—¡Hola! —dije con una sonrisa y continué por el pasillo.
El despacho de Keelan estaba vacío porque estaba dando una clase. Colt y
Creed no habían venido hoy, estaban en casa preparando la fiesta de mañana. Knox
estaba sentado detrás de la mesa de su despacho y me miró en cuanto entré.
—¿No es hora de comer? —le pregunté.
—Te estaba esperando.
—Oh, bien. —Rodeé su escritorio y me incliné para besarlo—. Me duelen las
piernas. Puedes abrazarme en la ducha.
La comisura de sus labios se crispó.
—¿Quién lo dice?
Lo besé de nuevo.
—Yo. —Le apreté los bíceps—. Será un buen entrenamiento.
Resopló.
—Levantarte no es un entrenamiento. —Recogió el teléfono de la mesa y pulsó
el botón para llamar a Derek.
La línea sonó una vez.
—¿Qué pasa, jefe?
—Estoy tomando mi almuerzo.
—Disfruta de tu descanso —dijo Derek antes de colgar.
Dejé espacio para que Knox fuera a cerrar y atrancar la puerta de su despacho.
—Podemos hacerlo rápido, para que tengas tiempo de comer —le dije.
Me tomó la mano. 178
—Comeré en la ducha.
No me atreví a discutir mientras me llevaba a su cuarto de baño privado.
Enseguida, Knox abrió el grifo para calentar el agua. Nos quitamos rápidamente la
ropa. Luego Knox me levantó por detrás de los muslos. Le rodeé la cintura con las
piernas y le besé mientras me llevaba a la ducha.
Intentó ayudarme a lavarme. Se distrajo mucho cuando me lavó las tetas. Como
estaban enjabonadas, sus dedos y palmas se deslizaban sobre ellas con facilidad y
disfrutaba mucho de la sensación. Yo tampoco me quejé.
Cuando estuve limpia, me inclinó y me dio una palmada en el culo.
—¡Knox! —espeté. Durante los últimos ocho meses, desde que Creed había
declarado que iba a azotarme cada vez que me doblara como castigo por enfrentarme
al señor X yo sola, los cuatro lo habían hecho. Cada. Vez.
En realidad no era tan malo. Me parecía caliente, pero después de tres meses
así, había empezado a protestar para guardar las apariencias.
Se rio mientras se arrodillaba detrás de mí. Con sus grandes manos me apretó
las nalgas antes de abrirme con los pulgares. Sentí su cálido aliento antes de que su
lengua lamiera mi clítoris. Luego me lamió de un extremo a otro de la raja.
—¡Oh, Dios, Knox! —gemí y apoyé la mano en la pared para no caerme.
Su aliento sopló contra mi núcleo húmedo mientras se reía.
—Ya estás llamándome dios otra vez.
—Lo juro, el ego que tienen los Stone...
Me cortó cuando enterró su cara en mi coño e hizo lo que había dicho que haría.
Me comió para el almuerzo.
Cuando me corrí, mis ya débiles piernas cedieron y tuvo que agarrarme. Como
si no pesara nada, me tenía contra la pared con las piernas colgando sobre sus
antebrazos.
—Méteme dentro de ti —ordenó.
Metí la mano entre los dos para agarrar su polla dura y pesada. Lo envolví con
los dedos y le di unas cuantas caricias firmes que sabía que se sentían bien antes de
colocar la cabeza de su polla justo donde ambos más lo deseábamos. Estaba
resbaladiza y preparada para él gracias a su lengua. Empujó dentro de mí. Necesitaba
agarrarme a algo, así que le rodeé la nuca con las manos.
Cuando se hundió completamente en mí, ambos gemimos.
—Joder, qué bien te sientes —dijo con esa voz profunda y gruñona que ponía 179
cada vez que follábamos. Era como si estar dentro de mí lo volviera un poco salvaje,
y a veces podía ser un auténtico cavernícola.
Tiró de sus caderas hacia atrás, sacando su polla hasta que casi estaba fuera de
mí, y luego volvió a empujar, haciéndome gemir.
Cuando empezó a penetrarme, me esforcé por bajar el volumen. Aunque la
puerta de su despacho estaba cerrada, quería tener cuidado.
La boca de Knox encontró la mía y pareció disfrutar amortiguando mis gemidos
con su lengua acariciando la mía.
No pude evitar clavarle las uñas en la nuca mientras sentía que mi orgasmo se
acercaba rápidamente.
—No pares —le supliqué.
—¿Por qué iba a parar? —gruñó—. Sé que estás cerca. —Dejó escapar una
maldición—. Cuando tu coño agarra mi polla así, Shiloh... joder, es lo más parecido
al cielo.
Sus palabras acabaron conmigo y me besó para amortiguar mis gritos. Cuando
mi orgasmo se apoderó de mi cuerpo, me apreté aún más contra él y eso le hizo llegar
al límite. Lo sentí hincharse justo antes de derramarse dentro de mí. Había vuelto a
tomar anticonceptivos desde que volvimos a casa y, como el señor X ya no estaba en
nuestras vidas, ya no me estresaba tanto como para tener más retrasos menstruales.
Knox apoyó la cabeza en mi hombro mientras nos recuperábamos.
Jadeando, dije:
—Como es el cielo entre mis piernas, creo que eso me convierte en el dios.
Resopló antes de estallar en carcajadas. Levantó la cabeza de mi hombro y me
sonrió.
—Te amo.
—Lo sé —le dije, haciéndole negar con la cabeza mientras sonreía. Se inclinó
para darme un beso rápido antes de separarse de mí y ponerme de pie. Le puse la
mano en el corazón—. Yo también te amo.
Cuando nos vestimos y salimos del baño, Keelan estaba sentado detrás del
escritorio de Knox mientras hacía girar un juego de llaves en un llavero alrededor de
sus dedos. Supuse que las llaves abrían el despacho de Knox porque habría jurado 180
que lo había cerrado con llave. Ver a Keelan con su gi me recordó la última vez que
se lo había quitado. Aquella había sido la última vez que nos habíamos enfrentado, y
Knox nos había sorprendido, no por primera vez. Como las aulas no tenían
cerraduras, Knox había insistido en que entrenáramos en casa. Así fue como acabé
entrenando con Derek.
Keelan nos sonrió.
—Parece que ustedes dos estaban teniendo una ducha divertida.
Knox hizo un gesto a Keelan para que se levantara de la silla. Me acerqué a la
bolsa de deporte que había dejado sobre la larga mesa de reuniones que ocupaba un
lado del despacho de Knox. Junto a ella había una gran fiambrera con comida para
Knox y Keelan. Me puse la correa de la bolsa de deporte al hombro y dejé la fiambrera
sobre la mesa de Knox.
—Aquí tienen comida para los dos. —Me incliné y besé a Knox—. Tienes que
comer más que yo para el almuerzo —murmuré contra sus labios, haciéndole sonreír.
Me alejé y me acerqué a Keelan, que ahora estaba sentado en una de las sillas
frente al escritorio de Knox. Le di un beso.
—Voy a la tienda antes de volver a casa. Avísame si necesitas algo.
—Será mejor que te des prisa —dijo Keelan—. ¿No tienes terapia con Logan en
unas horas?
Afortunadamente, Logan había sobrevivido a la operación y se había
recuperado rápidamente. Se había tomado más tiempo libre del trabajo y se había
mudado aquí, a Arizona. Actualmente vivía en mi casa. Bueno, en mi antigua casa.
Durante los primeros meses después de que maté al señor X, me sorprendió y
empezó terapia. Realmente había trabajado para curarse a sí mismo y, cuando estuvo
listo, me preguntó si podíamos hacer terapia juntos para ayudar a arreglar lo que el
dolor había dañado en nuestra relación. Acepté encantada y nunca falté a ninguna
sesión.
—Llegaré a tiempo —dije—. Tengo que recoger cosas de última hora antes de
la fiesta de mañana.
—Si me dices lo que es, puedo recogerlo de camino a casa —dijo Knox—. No
deberías tener que hacer tanto trabajo por tu cumpleaños.
—No estoy comprando sólo cosas para la fiesta, estoy comprando cosas para
nuestra casa que todavía necesitamos. El baño de invitados ni siquiera tiene cortina
de ducha —expliqué mientras me dirigía a la puerta.
—Por cierto —dijo Keelan justo cuando abrí la puerta del despacho—, creo que
este color de cabello es mi favorito.
Miré mi trenza lila mojada. Hace un año, me la había teñido de este color. Ayer, 181
mientras estaba en la peluquería con Isabelle, decidí volver a teñirla de morado.
—Creía que te encantaba mi pelirrojo.
—No me malinterpretes, eres muy sexy con el cabello rojo. Cuando viniste
después de habértelo teñido de rojo, con ese vestidito negro... —Keelan sopló aire
con los labios fruncidos mientras negaba con la cabeza.
—Fue una tortura —dijo Knox mientras abría la fiambrera.
—Eso es porque estabas siendo un imbécil testarudo —le dijo Keelan—. Me
encantabas con el cabello rojo, pero tu cabello de ahora me recuerda a cuando nos
conocimos.
Bueno, eso me dejó toda empalagosa por dentro.
—¿Te he dicho que te amo hoy, niño bonito?
Me dedicó una sonrisa de adoración.
—Yo también te amo, pequeña.
A la mañana siguiente, me desperté sin haber tenido ninguna pesadilla.
Últimamente las tenía cada vez con menos frecuencia. Mientras echaba un vistazo a
una habitación desconocida que aún tenía cajas en un rincón, tuve que recordarme
dónde estaba. Esta era nuestra nueva casa. Era nuestra cuarta noche durmiendo aquí.
Estaba a salvo entre dos de mis preciosos novios.
Después de volver de Maryland, prácticamente me había mudado con los
chicos. Mi casa se había manchado con el señor X y había sido raro que alguno de mis
chicos pasara la noche con Logan viviendo conmigo.
Hacía unos cuatro meses, había vendido mi casa de Maryland. Se había
vendido rápido, a pesar de los asesinatos y cadáveres que el señor X había
introducido en ella. Hablando de cadáveres, el cuerpo de Cassy había sido
encontrado en la cama de Shayla. El señor X creía de verdad que Shayla y ella eran
iguales y poner el cuerpo de Cassy en su cama había sido su forma de insultarla. La
cosa era que Shayla no había estado para insultar. Así que sólo me había insultado a
mí. Mi hermana había tenido sus defectos, como todo el mundo, pero no había sido
como Cassy. Shayla podía ser maliciosa cuando la presionaban y tenía una actitud,
pero esa actitud era algo que a veces yo admiraba de ella.
Después de que se vendiera mi casa en Maryland, Knox propuso vender
también la suya, y utilizamos el dinero de ambas para comprarnos algo más grande,
o al menos lo bastante grande para que yo tuviera mi propio espacio. La casa de los
chicos se había vendido justo en el momento en que encontramos nuestra nueva casa 182
y habíamos trasladado todas nuestras cosas hacía menos de una semana.
Un brazo que me cubría la cintura se tensó antes de que unos labios se pegaran
a mi cuello.
—Feliz cumpleaños —me susurró Colt al oído.
Le agarré de la mano y me acurruqué más.
—Gracias —me levanté de golpe cuando me golpeó la realidad—. ¿Qué hora
es? —Me incliné sobre Creed, que gemía por haberse despertado, para agarrar mi
teléfono. En cuanto leí la hora en la pantalla, grité—: ¡Me he quedado dormida! Tengo
mucho que hacer antes de que llegue la gente. —Me arrastré sobre Creed, que soltó
otro gemido. Salí corriendo de mi habitación como una loca y bajé a la cocina.
Knox y Keelan ya estaban despiertos y bebiendo café en la isla de la cocina. Se
callaron y me siguieron con la mirada cuando entré corriendo. Me dirigí al horno y lo
precalenté a la temperatura que necesitaba. Luego corrí a la nevera y empecé a sacar
ingredientes.
—Shi, pequeña —dijo Keelan mientras se levantaba de donde había estado
sentado.
—¿Qué? —dije frenéticamente mientras corría al otro lado de la cocina para
sacar mis tazones.
Mientras abría el armario y me ponía de puntillas para alcanzarlos, Keelan
preguntó:
—No es que no estemos disfrutando de las vistas, pero ¿por qué estás desnuda?
Me giré hacia él con un cuenco en cada mano. Estaba de pie detrás de mí. Me
miré y, efectivamente, estaba completamente desnuda.
Colt y Creed me habían despertado a medianoche para lo que ellos llamaban
sexo de cumpleaños. Había sido una buena forma de empezar mi cumpleaños y por
fin había cobrado mi victoria de la carrera por el barro del pasado octubre.
Había estado cabalgando la polla de Colt, ebria de lujuria, cuando les rogué
que me follaran al mismo tiempo. Creed había estado de acuerdo. No era ningún
secreto que había estado haciendo todo lo posible para que me sintiera cómoda con
la idea de probar el sexo anal. Anoche por fin le dejé que me quitara la virginidad.
Ambos habían sido tan pacientes y gentiles. Cuando finalmente me tuvo lista y se
abrió camino dentro de mí, perdí la cabeza. Mientras me penetraban, me susurraban
cosas sucias y casi me desmayo. Justo después, ambos me llevaron a una ducha
caliente, donde me lavaron y amasaron los músculos. Estaba tan cansada y relajada
que no me había molestado en vestirme y había vuelto a la cama.
Sólo de pensar en lo de anoche ya me sonrojaba, pero estaba segura de que
Knox y Keelan pensaban que me sonrojaba porque estaba desnuda. 183
—No se dio cuenta —dijo Knox mientras sus ojos recorrían mi cuerpo.
—Me he quedado dormida y tengo mucho que preparar antes de que
empiecen a llegar los invitados —expliqué.
—Probablemente te quedaste dormida por todo el sexo que tuviste anoche —
refunfuñó Keelan.
Parecía que se había quedado fuera. Miré la hora y me convencí de que podía
dedicarle unos minutos. Dejé los cuencos y traté de arrodillarme frente a Keelan.
Rápidamente me agarró por debajo de los brazos, deteniéndome.
—Vaya, pequeña. Hoy no se trata de mí. —Me levantó y me puso en el borde
de la isla. Con un suave empujón, hizo que me tumbara. Puso mis piernas sobre sus
hombros y enterró su cara entre mis piernas hasta que me corrí gritando. Knox se
sentó y observó, sabiendo que eso aumentaba la experiencia para mí.
Conseguí hacer todo lo que necesitaba antes de la fiesta. Ahora estaba
terminando de arreglarme. Llevaba un bonito vestido de verano azul marino. Debajo
llevaba mi conjunto favorito de sujetador y bragas de Superman, que el señor X no se
había llevado porque estaban en el cesto de la ropa sucia de Keelan. La ropa interior
que se había llevado el señor X nunca apareció. Durante un tiempo, no me atreví a
reponer los que me había robado. Me preocupaba que, si lo hacía, llevarla me
recordara a él. Con la ayuda del doctor Bolton, superé esa preocupación y reconstruí
mi colección de lencería de superhéroes y villanos.
Me recogí el cabello lila en una coleta alta porque hacía un calor abrasador y
pensaba ayudar a Knox a asar en nuestra cocina exterior. El patio trasero que
teníamos no tenía nada que envidiar al de los chicos. Aunque puede que solo sea
parcial. Para mí era significativo y especial que este fuera nuestro hogar y me atrevía
a esperar que tendríamos muchos recuerdos maravillosos en él.
Cuando me disponía a salir de mi habitación, vi algo en una de las cajas que
aún tenía que desembalar. Metí la mano y saqué una foto enmarcada mía, de mi
hermana y de nuestros padres. Al parecer, la caja era de mi antigua casa de Maryland.
Cuando había estado en el WITSEC, no me habían permitido tener ninguna foto de mi
antigua vida. Logan me había permitido tener algunas en mi teléfono, pero no había
sido lo mismo. Miré la foto y me pregunté dónde iba a colgarla.
—Ahí estás —dijo Creed cuando él y sus tres hermanos entraron en mi
habitación.
—Ha empezado a llegar gente —anunció Colt cuando vino a ponerse a mi lado. 184
Creed fue a sentarse en el borde de mi cama mientras Keelan se tumbaba al
otro lado. Knox se quedó junto a la puerta y se apoyó en el marco.
—Sólo Ethan e Isabelle —dijo Creed.
Hablando de esos dos, sabían la verdad sobre mí. Cuando habíamos vuelto, los
chicos habían ido conmigo al hospital a visitar a Isabelle. Ethan había estado allí el
día que la visitamos. Los chicos se habían quedado en el pasillo explicándoselo todo
mientras yo entraba en la habitación de Isabelle y se lo contaba. Luego me había
disculpado una y otra vez. Ella me había dicho enseguida que lo que le había hecho
el señor X no era culpa mía. Se había entristecido un poco porque no le había contado
nada, pero también había entendido por qué no había podido hacerlo. Ethan no había
sido tan comprensivo al principio. Estaba enfadado conmigo y con los chicos. Su novia
casi había muerto, y entendíamos por qué se había enfadado por eso. Pero cuando
Isabelle mejoró físicamente, Ethan acabó perdonándonos.
En cuanto Isabelle salió del hospital, fue directamente a terapia para superar
lo que había sufrido. El señor X la había apuñalado diez veces y ahora tenía cicatrices
como yo. Hasta el día de hoy, sigue superando el trauma. Las cicatrices no son fáciles
de llevar. Especialmente cómo las había recibido, y por eso, la relación de Isabelle y
Ethan había sido un poco inestable. Sin embargo, era optimista de que su relación
perseveraría. En cualquier caso, era la historia que Isabelle tenía que contar.
Dejé la foto de mi familia y yo en la cómoda, junto a mi diploma del instituto
Copper Mountain. Colt pareció ver el diploma y lo recogió para mirarlo. Estaba
leyendo claramente mi nombre. Mi verdadero nombre.
—¿Terminaste de devolver todo a McConnell? —preguntó mientras volvía a
bajar el diploma.
—Sí. Por fin. —Ahora que ya no estaba en el WITSEC, me había llevado mucho
tiempo eliminar mis alias y recuperar mi verdadera identidad. Logan había pedido
más favores a sus excompañeros de los SEAL para que le ayudaran con la parte de la
eliminación. Me había enfrentado a la montaña de formularios que había tenido que
rellenar para volver a cambiar mi nombre para todo.
—No será tan difícil la próxima vez que tengas que cambiarlo —dijo Knox.
Me volví para mirarle.
—¿La próxima vez?
Todos sonrieron.
Colt suspiró.
—Supongo que podríamos darte unos años para que vuelvas a ser una
McConnell. Así todo el trabajo duro que pusiste para volver a cambiarlo no se 185
desperdicia.
—Deberíamos darle hasta que termine la escuela culinaria —dijo Keelan.
Yo iba a empezar pronto la escuela de cocina mientras Colt y Creed iban a la
universidad cercana por negocios. Un día querían ampliar Desert Stone y querían
tener la formación necesaria para hacerlo. Parecían entusiasmados con ello. Por lo
tanto, Keelan, Knox y yo les apoyamos plenamente.
—Creo que deberíamos hacer que se cambiara el nombre dentro de un año —
refunfuñó Creed.
Miré de un hermano a otro y sonreí.
—¿Y a qué nombre me cambiaré? —pregunté aunque tenía la sensación de
saber la respuesta.
—Stone —dijo Knox.
—Shiloh Stone —dijo Keelan como si estuviera probando cómo sonaría.
—Chef Stone —dijo Colt—. Suena bien.
—Será la señora Stone —dijo Creed.
La sala se quedó en silencio y me miraron fijamente, esperando a que
reaccionara.
Sonreí con adoración a todos ellos.
—Puedes pedírmelo cuando creas que es el momento adecuado.
Se aclaró la garganta.
—¿Dónde está la cumpleañera? —dijo la voz de Isabelle desde detrás de
Knox—. Han aparecido más invitados. Uno de ellos dijo que era tu primo, Micah. Está
aquí con sus amigos y el tío de Shi también.
Knox la miró por encima del hombro.
—Bajaremos en un minuto.
Creed y Keelan se levantaron de mi cama.
—Es hora de celebrar tu nacimiento, Shi —dijo Creed mientras se acercaban.
Los contemplé a los cuatro, sintiéndome feliz y contento.
—¿Les he dicho a los cuatro que los amo hoy?
Todos dijeron que sí. Colt me tomó de la mano y los cinco bajamos las
escaleras.
—Eres bienvenida a decirlo de nuevo, pequeña, pero entonces te haría llegar
tarde a tu fiesta —dijo Keelan.
—¿No tuviste suficiente del amor de Shiloh esta mañana en la isla de la cocina? 186
—refunfuñó Creed.
Keelan suspiró dramáticamente.
—Ha sido la mejor manera de empezar el día.
Negué con la cabeza, sonriendo.
—Sucios chicos, Stone.
Fin
Ashley N. Rostek es esposa y madre de día y escritora de noche. Sobrevive a
base de café, le encanta coleccionar tazas de café ofensivas y es una bibliófila
desvergonzada.
Para Ashley, no hay mejor pasatiempo que dejar escapar la mente en un buen
libro. Su género favorito es el romántico y tiene la estantería rebosante para
demostrarlo. Es una enamorada del amor. Ya sea una dulce novela juvenil o una
oscura y lujuriosa, ¡tiene que leerla! 187
La pasión de Ashley es escribir. Tomo la pluma a los diecisiete años y no la ha
soltado. Su primera novela es Embrace the Darkness, el primer libro de la serie Maura
Quinn.
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