Francisca Zubiaga 'La Mariscala'
Francisca Zubiaga 'La Mariscala'
Francisca Zubiaga 'La Mariscala'
‘La Mariscala’
Francisca Zubiaga y Bernales fue una mujer que desafió a los hombres de su época y la primera
política de nuestro país. Su prototipo de guerrera le permitió encabezar tropas, negociar tratados
y enfrentarse a sus transgresores. Era orgullosa, firme y capaz de imponer respeto a todos los que
la rodeaban.
Francisca Zubiaga nació en los albores de la lucha patriota, el 11
de Setiembre de 1803.
Siendo joven sientió una vocación religiosa y se internó a un
convento pero tiempo después lo abandona porque el rigor de
las penitencias hicieron que descuide su salud.
Cuando se inició la guerra emancipadora, su padre
decide volver a su patria, España. Las hermanas
Zubiaga son enviadas al monasterio de la Encar-
nación de Lima. Con el tiempo, se cansaron de su
enclaustramiento y vieron al matrimonio como
una liberación. Por entonces Francisca conoce a
Agustín Gamarra, un hombre 20 años mayor
que ella, educado y de buena posición. Ambos se
enamoraron y formalizaron su relación. Se ca-
saron el día 20 de diciembre de 1823 y en adelante
se convirtieron en compañeros de batalla para luego
tener como objetivo gobernar, quedar en la memoria y
hacer historia. Era una jinete avezada, manejaba con destre-
za la espada, era certera con sus disparos y vestía trajes militares como cualquier soldado. Se puso
al frente de varios batallones ganándose el respeto de sus tropas al mantenerlos siempre bien apro-
visionados y ejerciendo una supervisión férrea que no la llevaba a vacilar.
Durante la invasión peruana en territorio boliviano, “Doña Pancha” dirigió la toma del pueblo
de Paria, en donde asistiría además a las alocuciones de su esposo, para quien en ese entonces ya
era conocido por todos como “El Mariscal”, y de ahí portara el apelativo de “La Mariscala”.
En 1829 Gamarra se hace presidente pero sería su esposa la que sabría como llevar el destino de
la nación. La Mariscala era el alma del Perú. Tiempo después, los continuos ataques de epilepsia
resquebrajaron su salud. Como último deseo, pidió que, al morir, extrajeran su corazón y se lo den
a su esposo. En caso contrario, se lo llevaran a Cuzco para que su tío lo conserve. Fallece a los 32
años el 5 de mayo de 1835.