Blackledge (2018) La Defusión Cognitiva en La Práctica.

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LA DEFUSIÓN COGNITIVA

EN LA PRÁCTICA
Guía clínica para
valorar, observar y apoyar el cambio en tu cliente
JOHN T. BLACKLEDGE

LA DEFUSIÓN COGNITIVA
EN LA PRÁCTICA
Guía clínica para
valorar, observar y apoyar el cambio en tu cliente

BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA
Desclée De Brouwer
Título de la edición original:
COGNITIVE DEFUSIÓN IN PRACTICE
A Clinician's Guide to Assessing, Observing
& Supporting Change in your Client
© 2015 John T. Blackledge, New Harbinger Publicationa, CA, USA

Traducción: Ramiro Álvarez Fernández

© EDITORIAL Desclée De Brouwer, S.A., 2018


Henao, 6 – 48009 Bilbao
www.edesclee.com
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EditorialDesclee

@EdDesclee

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y


transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización
de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Re­pro­g ráficos –www.
cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra.

Printed in Spain
ISBN: 978-84-330-3007-8
Depósito Legal: BI-1499-2018
Impresión: Itxaropena, S.A. - Zarautz

5 Recursos para los profesionales de la psicología


que trabajan con las emociones

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5RECURSOS3007
Para mis hijas, Ava y Emma,
y para mi esposa, Cyndy.
Os quiero más de lo que pueden expresar las palabras.
Índice

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

1. ¿Qué es la defusión cognitiva? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

2. El papel de la defusión en la terapia de aceptación


y compromiso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

3. El papel de la defusión en la terapia cognitivo


conductual basada en mindfulness y en otras terapias . . 55

4. Estableciendo las bases de la defusión . . . . . . . . . . . . . . . 69

5. Presentación de la defusión en el tratamiento . . . . . . . . . 79

6. Metáforas de defusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

7. Cambiar los parámetros del lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . 123

8. Distanciarse de los pensamientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

9. Debilitar las reglas y narrativas verbales . . . . . . . . . . . . . 163


10 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

10. Valoración de la defusión cognitiva y sus efectos . . . . . . 183

Apéndice A. Cuestionario de fusión cognitiva . . . . . . . . . . . . . 211

Apéndice B. Cuestionario de credibilidad de sentimientos


y pensamientos de ansiedad (BAFT) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215

Índice de materias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225


Agradecimientos

En primer lugar, desearía dar las gracias a los miembros de la


comunidad de Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) que
han aportado tantas técnicas excelentes de defusión a lo largo de
los años. Escribir un libro como el presente resulta mucho más
sencillo cuando las materias primas ya han sido reunidas y ofre-
cidas amablemente. Deseo dar las gracias en especial a Steve
Hayes por entrenarme y dirigirme durante años y por animarme
a ofrecer este libro a terapeutas tanto el ámbito de la tradición de
la ACT como más allá de ella. Sin Steve, probablemente nunca
habría encontrado el enfoque de vida confortador, humano y pro-
fundo que está integrado en la ACT.
También quiero dar las gracias a todos los miembros de New
Harbinger por haber hecho realidad este libro. Sobre todo, el res-
ponsable de compras, Jess O’Brien, y el corrector independiente,
Ken Knabb, me aportaron, con gran paciencia, excelentes suge-
rencias editoriales. Mi agradecimiento se extiende también a Matt
McKay, antes que nada, por pedirme que escribiera este libro.
Por último, mi mayor agradecimiento es para mi esposa,
Cyndy, y para mis hijas Ava y Emma por soportar mis dudas y
ansiedades a medida que yo intentaba cumplir un plazo tras otro.
Su infinito amor, apoyo y ánimo me mantuvieron a flote durante
este proyecto así como a lo largo de toda mi vida. Gracias.
Presentación

Este libro está dedicado a los psicoterapeutas interesados en


entender y utilizar con eficacia la defusión cognitiva en terapia y,
acaso, también en su propia vida. La defusión, un proceso median-
te el cual se aprende a no tomarse demasiado en serio los propios
pensamientos, desempeña un papel central en la terapia de acep-
tación y compromiso (ACT; Hayes, Strosahl y Wilson, 2011). Lo
más probable es que estés leyendo este libro con el fin de desarro-
llar tu habilidad para utilizar la defusión en ese contexto. Pero la
defusión no solo se relaciona con la ACT. El término se refiere a
los procesos centrales de cualquier terapia basada en mindful-
ness y se puede utilizar en una amplia variedad de tratamientos
diferentes. Por lo tanto, este libro no se va a limitar a describir
cómo utilizar la defusión en ACT, sino cómo integrarla en otro
tipo de psicoterapias.
Para muchos terapeutas las técnicas de defusión no son fáciles
de utilizar al principio. Uno de los planteamientos esenciales de la
defusión es la premisa de que las palabras no captan adecuada-
mente la realidad. Este principio contrasta con la creencia man-
tenida durante mucho tiempo de que hay una forma correcta y
otra incorrecta de pensar sobre las cosas, que las palabras pueden
captar las verdades absolutas y que podemos cambiar nuestros
14 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

pensamientos problemáticos para restablecer nuestra salud psí-


quica. Debido a tales supuestos puede resultar difícil saber de
manera precisa cuándo o dónde es adecuada la defusión en una
sesión de terapia o en cada momento del discurrir de nuestras
vidas. Además, muchas técnicas de defusión pueden parecer
extrañas o difíciles de utilizar, haciendo que resulte complicado
integrarlas sin problemas en una sesión sin dar lugar a una situa-
ción que pueda desconcertar al cliente. Este libro te va a enseñar
a presentar y utilizar la defusión de muchas formas que te resul-
ten congruentes contigo mismo y con tus clientes.
La primera parte del libro (capítulos 1-4) describe la defusión,
examina su puesto entre los otros cinco procesos esenciales de la
ACT, ofrece razones para utilizar la defusión en tratamientos
diferentes a la ACT y advierte de algunas precauciones necesarias
para utilizar la defusión eficaz y adecuadamente en cualquier
contexto terapéutico. La segunda mitad (capítulos 5-10) expone
detalladamente cómo utilizar una amplia variedad de técnicas de
defusión distintas con descripciones detalladas de dichas técni-
cas y ejemplos de diálogos que muestran la manera de referirse a
ellas incluso con clientes que no son demasiado receptivos. Apren-
derás distintas maneras de presentar la defusión por primera vez,
sin problemas, a un cliente; cómo utilizar metáforas prácticas
sobre defusión que te facilitarán a ti y a tus clientes la compren-
sión de los conceptos en los que se basa la defusión; cómo ayudar
a tus clientes a que se distancien (se “defusionen”) de los pensa-
mientos perturbadores rompiendo las reglas del lenguaje que lle-
van a que se tomen esos pensamientos al pie de la letra; y cómo
aflojar la presión que las reglas y relatos problemáticos están ejer-
ciendo sobre tus clientes. Este libro no solo va a describir cómo
valorar y utilizar la defusión en ACT sino que también aborda el
modo de integrarla en otro tipo de psicoterapias.
Las palabras son omnipresentes en nuestras vidas. Desempe-
ñan un papel crítico a la hora de dar forma a cada detalle de cuan-
to hacemos, de cómo nos vemos a nosotros mismos y a nuestro
PRESENTACIÓN 15

mundo y de cómo nos sentimos. La defusión nos enseña a distan-


ciarnos de las palabras –y, de ese modo, de los pensamientos– que
nos causan problemas; a tomarnos esas palabras y pensamientos
con menos seriedad. Nos enseña a suavizar las aristas verbales de
nuestros pensamientos que nos causan dolor y a utilizarlos como
herramientas en lugar de ser nosotros los utilizados por ellos per-
mitiéndonos, de esa manera, vivir una vida plena y significativa
aun cuando nuestros pensamientos y nuestros sentimientos nos
estén diciendo que no podemos hacerlo. Tengo la sincera esperan-
za de que este libro os ayudará a conseguir eso precisamente,
tanto a ti como a tus clientes.
1 ¿Qué es la defusión cognitiva?

Casi todos suponemos que si tenemos pensamientos o senti-


mientos angustiosos o contraproducentes necesitamos, antes de
nada, cambiar esos pensamientos y sentimientos para conseguir
que nuestras vidas mejoren. Tenemos que “tener nuestros pensa-
mientos bajo control”, “pensar de manera más realista”, “liberar-
nos de nuestras dudas” o “ser sensatos” para actuar de manera
constructiva y avanzar. Tenemos que “sentirnos motivados” para
levantarnos y seguir adelante o controlar nuestra ansiedad o tris-
teza si querernos comprometernos con el mundo y vivir una vida
con sentido. Premisas semejantes constituyen la corriente ideoló-
gica principal en la mayoría de culturas e, incluso, son clave en la
mayoría de tratamientos apoyados empíricamente. Casi todas las
modalidades de terapia cognitiva utilizan ampliamente la rees-
tructuración cognitiva, una estrategia basada en la premisa de
que es necesario cambiar los pensamientos antes de que cambien
las emociones y la conducta observable. Y si bien la terapia cogni-
tivo conductual (CBT) mantiene esta premisa de manera explíci-
ta, también se puede decir que la mayoría de modalidades de
psicoterapia adoptan, por su parte, alguna versión de ese mismo
supuesto. ¿Cuánto tiempo te pasas en terapia intentando ayudar a
tus clientes a que piensen de una forma distinta sobre sí mismos,
18 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

sobre su mundo, sobre sus problemas? ¿Hasta qué punto estás


seguro de que tus clientes deben empezar a pensar de manera dis-
tinta sobre las cosas para que sus vidas mejoren?
Nadie puede decir que no estaría bien que nuestros pensa-
mientos cambiaran para mejor, o que no sería todo más fácil si
nuestros sentimientos se adecuaran a aquello que nos gustaría
hacer. Todos hemos tenido la experiencia de estar molestos por
algo y solo sentirnos mejor cuando tenemos una nueva perspec-
tiva de la situación. Todos entendemos el valor de aprender a
pensar de una manera más lógica y racional sobre nuestra vida
y nuestro mundo. Pero puede que hayas observado que, a veces,
los pensamientos lógicos y racionales no surgen fácilmente y que
nuestros pensamientos problemáticos y angustiantes tienen ten-
dencia a surgir y a asentarse de manera estable a pesar de nues-
tros esfuerzos por mantenerlos a raya. La reestructuración
cognitiva –o, en un sentido más amplio, aprender a pensar más
“adecuadamente” sobre los propios asuntos– parece ser un méto-
do viable para conseguir mejorar la conducta humana, pero no
es el único camino. La defusión no resta valor a la utilidad de la
lógica y la racionalidad pero ofrece métodos adicionales para
tratar de manera constructiva con los pensamientos problemáti-
cos y las emociones que se relacionan con ellos.
“Defusión” es una denominación relativamente nueva para un
proceso muy viejo, un proceso que (como comentaremos en los
capítulos 2 y 3) resulta central en la terapia de aceptación y com-
promiso (ACT; Hayes, Strosahl y Wilson, 2011) y en la tradición
de la práctica mindfulness que data de hace más de dos mil años.
El nombre original del proceso en ACT –“deliteralización”
(Hayes, Strosahl y Wilson, 1999)– da una idea rápida de aquello
a lo que se refiere “defusión cognitiva”. Por lo general, cuando
tenemos pensamientos, sobre todo aquellos que tienen un carác-
ter imperioso, los tomamos al pie de la letra. Suponemos que
captan la realidad en toda su esencia, que describen de manera
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 19

perfecta (o casi perfecta) aquello que pretenden describir y que


dictan la conducta y las emociones que se corresponden con
ellos. Nos “fusionamos” con esos pensamientos, nos tragamos el
anzuelo, el sedal y los plomos. Nos los creemos tan íntegramente
y tan rápido que lo más probable es que ni siquiera nos demos
cuenta de que, ante todo, son pensamientos; asumimos que son,
sencillamente, una reflexión sobre la forma de ser de las cosas.
“Defusionarse” de esos pensamientos implica tomárselos menos
al pie de la letra, “deliteralizarlos” (Steven Hayes cambió el nom-
bre “deliteralización” por “defusión cognitiva” porque “delitera-
lización” es más difícil de pronunciar; S. Hayes, comunicación
personal, Abril 2004).
Este capítulo pretende brindarte una compresión conceptual
y experiencial básica de la defusión. La naturaleza “experiencial
de la defusión requiere algún comentario antes de seguir adelan-
te. Decir simplemente que “las palabras no captan la realidad”
probablemente no te ayude a distanciarte de tus pensamientos
más problemáticos; y, de hecho, podrías resistirte a las implica-
ciones que supone una pretensión tan sencilla pero de tan largo
alcance. Necesitas experimentar de qué manera tus palabras (y
pensamientos) son incapaces de captar toda la extensión y pro-
fundidad de la realidad; percibir de primera mano, momento a
momento, las grietas y resquicios de la aparentemente inexpug-
nable muralla de palabras que tu mente levanta para ti. Verás en
vivo la naturaleza experiencial de las técnicas de defusión a lo
largo de este libro, pero empezaré en este capítulo para que aque-
llos para quienes la defusión sea algo novedoso, se puedan hacer
una idea de su naturaleza. Para facilitar este objetivo, te animo
encarecidamente a que saques partido de los recursos online que
se mencionan en la sección “¿Cómo funciona la defusión cogniti-
va?” que se ofrece más adelante en este capítulo así como a que
realices los breves ejercicios que se ofrecen también en los párra-
fos que siguen. Antes, sin embargo, hablemos un poco más sobre
defusión.
20 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

En último término, las palabras no son más que sonidos o


garabatos en un papel. Cualquiera que haya oído un idioma
extranjero por primera vez, o que haya visto un texto escrito en
caracteres de sánscrito, arábigos o de kanji (suponiendo que no
sepa leer esas letras y caracteres) ha experimentado las palabras
de esa manera. Algunas palabras, palabras que describen sim-
plemente las propiedades físicas de las cosas, resultan bastante
convincentes. Podemos estar bastante seguros, por ejemplo, de
que cuando describimos una mesa como marrón, cuadrada y de
madera, esas palabras se corresponden bastante bien con la rea-
lidad que están describiendo. Pero incluso ese tipo de palabras
nos puede engañar haciéndonos pensar que entendemos perfec-
tamente el objeto que están describiendo, que hemos captado su
esencia. Una cosa es saber que una tabla es de madera y otra
sentir realmente el grano y las distintas texturas de la madera o
ver sus vetas y brillo. Una cosa es oír que es marrón pero otra es
ver el matiz exacto de marrón y sus variaciones a lo largo de la
superficie.
Las palabras que pretenden evaluar o juzgar el mérito o el
valor de un objeto, persona o experiencia aún nos pueden con-
fundir más haciéndonos creer que captan la verdadera esencia
de aquello que evalúan. Tómate unos minutos para recordar uno
de los mejores momentos de tu vida. Recuerda esa experiencia
en concreto con todo el detalle que puedas. Recuerda las imáge-
nes, los sonidos, dónde ocurrió, lo que estabas haciendo, lo que
estabas sintiendo. Regresa a esos recuerdos y deja que se mate-
rialicen ante ti. Ahora imagina las palabras que elegirías para
decirle a alguien, exactamente, cómo fue tu experiencia en aquel
momento. ¿Captarían esas palabras la esencia total de la expe-
riencia o se quedarían cortas? Luego, imagínate que un buen
amigo tuyo te dice que alguien a quien acabas de conocer es una
“mala” persona. Piensa lo rápidamente que esa palabra podría
pasar a definir la esencia de esa persona, cómo podría cambiar
drásticamente tu manera de relacionarte con ella, cómo podría
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 21

cambiar la manera en que tú interpretaras sus acciones. Y date


cuenta, además, de lo global que resulta la palabra, cómo pre-
tende caracterizar todo el conjunto y la historia de los actos de
esa persona. Date cuenta de cómo el significado de la palabra
depende de normas subjetivas que pueden variar de una persona
a otra o, incluso, de una situación a otra. Date cuenta, en defini-
tiva, de cómo esas cuatro letras de nada generan un concepto
abstracto que transforma la manera en que vas a considerar y
tratar a esa persona.
Hemos llegado a confiar tanto en las palabras que, muchas
veces las tomamos como sustitutos completos de la experiencia,
persona o cosa reales a las que se refieren. Si ves a un niño
pequeño interactuando con un determinado objeto por primera
vez, por ejemplo, verás que presta una gran atención a los deta-
lles –qué color tiene, qué sensaciones produce, cómo sabe, cómo
responde cuando se lo deja caer, etc.–. A los niños mayores, por
lo general, les basta con aprender el nombre de un objeto nuevo,
como si saber el nombre significara que entienden exactamente
lo que es el objeto. Recuerda alguna conversación con un com-
pañero o compañera en tareas de salud mental en la que ellos
conceptualizaran un caso utilizando una teoría que tú no com-
partieras. Ellos podrían dar la impresión de que estaban segu-
ros de haber explicado lo más esencial de cuanto había
determinado la conducta de su cliente, aunque desde tu punto
de vista parecería absurdo pensar que esas palabras pudieran
captar realmente la experiencia del cliente. Muchas veces esta-
mos cegados por nuestras palabras teóricas preferidas cuando
describimos las causas y el contexto de la experiencia de un
cliente. En cierta medida, nuestras palabras pueden describir
adecuadamente la experiencia del cliente pero también pueden
resultar insuficientes para expresar toda la extensión y profun-
didad de los factores que han llevado a esa persona a pensar,
sentir y actuar del modo en que lo hace.
22 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Esto no quiere decir que las palabras no sean útiles. Sin pala-
bras, este libro, o cualquier otro, no existiría. Todos los grandes
conocimientos de esta generación no podrían ser transmitidos a
la siguiente y, de hecho, en primer lugar, esta generación no
habría sido capaz de generar todo ese amplio conocimiento. El
lenguaje nos permite crear un mapa de carreteras del mundo
que nos rodea, imaginar y crear cosas nuevas, desarrollar teo-
rías sobre el modo de funcionar de las cosas que nos ayuden a
manipular este mundo en beneficio propio. Este es el lado bri-
llante del lenguaje, la razón por la que se ha otorgado a los seres
humanos una ventaja competitiva tan grande sobre nuestro pla-
neta. El lenguaje, básicamente, nos permite que categoricemos,
avancemos y analicemos cosas, que imaginemos lo que podría y
lo que debería ser, y que demos pasos para hacer realidad esos
“podría” y “debería”. En esto reside su utilidad. Pero también
hay un lado oscuro. Una vez aprendemos a categorizar y evaluar
algunas cosas, rápidamente intentamos hacer lo mismo con
nosotros mismos y nuestras experiencias. Mi esposa y yo, una
vez, llevamos a cabo un experimento en el que enseñamos a
niños con diagnóstico de autismo a que utilizaran los términos
evaluativos “mejor” y “peor”. Empezamos, simplemente, hacien-
do que aplicaran esas palabras a términos tangibles como ali-
mento, bebidas y juguetes asociando las palabras con la
experiencia subjetiva de cada niño en relación a lo que prefería
y lo que no prefería. Nos quedamos muy satisfechos al compro-
bar, después de algunas semanas, que muchos de los niños esta-
ban aplicando esas palabras a objetos que no se habían utilizado
en el experimento, moviéndose por su casa y por el colegio
diciendo cosas como: “Esto es mejor que eso”. Pero, luego, me
pregunté cuánto tardarían en empezar a aplicarse esas palabras
a ellos mismos, a los demás y a sus experiencias –“su vida es
mejor que la mía”; “es mejor persona que yo”– con la correspon-
diente implicación de que “yo soy peor”. Y, por supuesto, si uno
es peor que otros y tiene una vida peor, eso basta para provocar
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 23

emociones como bochorno, vergüenza, tristeza, ansiedad o


celos con todos los problemas particulares que pueden evocar
esas emociones.
Todos hacemos eso con las palabras. En concreto, parece que
tenemos una enorme habilidad para evaluar las cosas de manera
negativa. Dedica un minuto a observar alrededor de la habita-
ción y mira si puedes encontrar algo (o a alguien) que no puedas
evaluar negativamente de alguna manera. Recuerda con cuanta
frecuencia has tenido pensamientos críticos sobre los demás o
sobre ti mismo, tu trabajo o tu vida. Piensa en las veces que tus
clientes se han visto a sí mismos y a sus vidas y se han evaluado
como “carentes de”, “malos para”, distintos de como “deberían”
ser. Piensa en las veces que has hecho eso mismo con tu propia
vida. El lenguaje nos ha convertido en máquinas de evaluar y
categorizar sin “botón de apagado” y sin límite de acción. A
veces, esto nos da bastante buen resultado pero, otras veces,
creer que tales palabras captan la esencia de la realidad puede
ocasionarnos mucho dolor y una grave disfunción.
Desde un punto de vista terapéutico, hay distintas maneras de
intentar abordar el daño causado por las palabras. Una forma
típica, ejemplificada tanto en la cultura cotidiana como, de
manera más sistemática y completa, en la terapia cognitivo con-
ductual convencional, consiste en tratar de cambiar las palabras
que están causando los problemas por otras más lógicas y objeti-
vamente adecuadas. Otra forma consiste en aprender a tomarse
menos en serio las palabras o pensamientos, en comprender, de
manera experiencial, que esas palabras (en particular las evalua-
tivas y prescriptivas) no pueden captar la verdad y, de ese modo,
no necesitan ser cambiadas ni atendidas. Este último método,
mencionado por escrito por primera vez como “defusión cogniti-
va” por Hayes y Strosahl (2004), es el tema de este libro. Como
suele suceder, sin embargo, el proceso al que se refiere esta frase
se lleva utilizando más de una década.
24 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Una breve historia de la defusión cognitiva


En el cielo no hay distinción entre el este y el oeste; la gente crea distin-
ciones con su propia mente y, luego, cree que son verdad.
—Siddharta Gautama (Buddha)

Cualquiera que haya cultivado una práctica de meditación


seguramente conoce la experiencia de percibir un pensamiento
simplemente como un pensamiento, en lugar de como una reali-
dad vinculante. Aunque el término “defusión cognitiva” es nuevo
e incluye algunos refinamientos y añadidos, el proceso al que
generalmente se refiere ha sido reconocido hace miles de años.
Fletcher y Hayes (2005) analizaron la noción de mindfulness, cen-
tral tanto para el budismo como para una nueva generación de
terapias cognitivas basadas en mindfulness y apoyadas empírica-
mente, como la terapia de aceptación y compromiso (ACT; Hayes,
Strosahl y Wilson, 2011), la terapia cognitiva basada en mindful-
ness (Segal, Williams y Teasdale, 2002) y la terapia dialéctica con-
ductual (Linehan, 1993). Su conclusión fue que mindfulness
representa la confluencia de cuatro procesos psicológicos interre-
lacionados: la aceptación de la propia experiencia tal como es, un
mayor contacto con el momento presente, un sentido del yo-
como-contexto o “sentido trascendente del yo” (Fletcher y Hayes,
pág. 321) y la defusión cognitiva. Aspectos de la noción de defu-
sión incluso han aparecido en otras áreas de psicología empírica.
Jakobovits y Lambert (1961), por ejemplo, acuñaron la frase
“saciación semántica” para referirse a la pérdida subjetiva de sig-
nificado de una palabra después de que esa palabra haya sido
repetida una y otra vez, un fenómeno investigado por primera vez
por Severance y Washburn (1907).
Pero mientras que el término “saciación semántica” se refiere
a una única técnica que lleva a una deliteralización, y mindful-
ness suscita un relativamente limitado conjunto de técnicas
(meditación, consciencia plena y, tal vez, el empleo de koans), la
defusión cognitiva se refiere a cualquier técnica o práctica que dé
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 25

como resultado una pérdida o debilitamiento temporal del signi-


ficado de una palabra o, al menos, a la atenuación del poder que
tienen las palabras sobre las conductas subsiguientes. ¿Por qué
esta distinción es importante para un psicoterapeuta? Porque sig-
nifica que se puede utilizar una amplia gama de técnicas distintas
para favorecer la defusión de los pensamientos problemáticos en
terapia. Si una técnica no funciona con un determinado cliente, o
el cliente rechaza utilizarla, entonces, se puede emplear otra téc-
nica. Un buen número de terapeutas ACT y, a veces, sus clientes,
han llegado a inventar nuevas técnicas de defusión, lográndose
así que los terapeutas empleen técnicas exclusivas de defusión
que encajan con su estilo personal.

¿Cómo funciona la defusión cognitiva?

Para que las palabras tengan significado deben ser experimen-


tadas en un contexto determinado. Por ejemplo, pronuncia la
palabra “leche” en voz alta una vez y observa qué es lo que se te
viene a la cabeza cuando te centras en esa palabra. ¿Ves un vaso
de leche? ¿Puedes sentir la temperatura del vaso en tu mano, o
imaginar el sabor de la leche? ¿Piensas en una vaca o en un cartón
de leche, o (si no te gusta la leche o eres alérgico a ella) notas una
sensación de repugnancia? Cuando se experimentan en condicio-
nes normales, las palabras tienen el poder de despertar ese tipo
de sensaciones, imágenes y emociones.
Ahora, antes de leer el párrafo siguiente, repite la palabra “leche”
en voz alta, rápidamente, al menos durante treinta segundos.
Al cabo de los treinta segundos, es poco probable que estés
experimentando cualquiera de las sensaciones o imágenes que
aparecían cuando pronunciaste la palabra solo una vez. En vez
de eso, probablemente estarás centrado en lo raro que suena a
medida que la pronuncias ahora o, incluso en las sensaciones físi-
cas correspondientes a la articulación del sonido en tu garganta
26 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

y tu boca. Al cambiar el contexto en el que experimentabas la


palabra (en este caso, repitiéndola una y otra vez), el significado
de la palabra se pierde temporalmente. E, incluso, aunque la pér-
dida de significado sea temporal (posiblemente, ahora puedas
volver a decir la palabra “leche” una vez y experimentar todas las
sensaciones e imágenes familiares asociadas a ella), podemos
aprender una importante lección a partir de este ejercicio: Las
palabras que pronunciamos son simplemente sonidos junto con
las correspondientes sensaciones físicas implicadas en la articu-
lación de tales sonidos. Cuando hablamos u oímos una palabra
en condiciones normales, esa palabra tiene el poder de traernos
sensaciones e imágenes de cosas que, en realidad, no están pre-
sentes, de inducirnos emociones que, de otra manera, no surgi-
rían. Pero cuando experimentamos las palabras en condiciones
no normales, empezamos a darnos cuenta de lo sospechosas que
resultan, del poder ilusorio que tienen para crear experiencias a
partir de la nada.
Para examinar esta experiencia un poco más de cerca, piensa
en un asunto que te haya estado preocupando y condénsalo en
una palabra que sintetice todo su potencial. Pronuncia esa pala-
bra en voz alta una vez y nota las sensaciones, imágenes, emocio-
nes y pensamientos que te surgen. Ahora, repite la palabra una y
otra vez, rápidamente, durante treinta segundos y observa si expe-
rimentas algún cambio. Como veremos en el capítulo 10, múlti-
ples experimentos en los que se ha utilizado esta sencilla técnica
han puesto de manifiesto que puede tener poderosos efectos a la
hora de cambiar la función de las palabras y, tal vez, hasta un
efecto duradero sobre nuestra percepción de los pensamientos
que nos causan trastornos en general. Afortunadamente, existen
también otros parámetros del uso del lenguaje que se pueden vio-
lar (en otras palabras, muchas configuraciones contextuales dife-
rentes que se pueden cambiar) para ayudarnos a experimentar el
lenguaje de una manera “defusionada”,
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 27

Convenciones gramaticales

Como probablemente habrás observado a partir de los actua-


les mensajes de textos, la sintaxis y la grafía no tienen que seguir
un orden perfecto en la frase para transmitir el significado que se
quiere indicar. Pero existen límites. El ejercicio de la “leche”
muestra uno de los límites. Una palabra, normalmente, se dice
solo una vez, no muchas veces seguidas. La violación de esta con-
vención del lenguaje ocasiona que la palabra funcione de una
manera distinta. Además, las palabras deben ir ordenadas de una
determinada manera para que la frase transmita un mensaje. Por
ejemplo, la veracidad de un pensamiento problemático como: “No
importa lo que haga en la vida; fracaso” se podría experimentar
de una manera un poco más provisional si lo reordenáramos
como: “Vida, no fracaso en lo que importa que haga” (se puede
encontrar un mezclador de frases –en inglés– online utilizando el
término de busca “sentence scramble generator”). Las palabras
escritas también se deben deletrear de manera razonablemente
correcta para transmitir el significado adecuado. Para constatar
los efectos de la violación de esta convención elemental –en
inglés–, realiza una búsqueda online de “text mechanic”, seleccio-
na el link apropiado y, luego pulsa en el botón “Word Scrambler/
Descrambler”. Teclea un pensamiento referido a tu vida, preferi-
blemente uno que te suscite un afecto marcado. Antes y después
de “mezclar” todas las palabras de la sentencia, léelo cuidadosa-
mente y observa tu experiencia.
La velocidad del habla también debe ser relativamente mode-
rada para que las palabras transmitan un significado. Imagina,
por ejemplo, que oyes a un subastador y tratas de descifrar lo que
está diciendo. Un efecto parecido tiene lugar cuando se habla a
una velocidad muy lenta, sobre todo cuando se prolonga cada
sílaba. Y ni que decir tiene que uno debe entender el significado
de una palabra para que esa palabra transmita un significado.
Una manera de violar esta convención del lenguaje consiste en
28 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

traducir una o más de las palabras clave de un pensamiento per-


turbador a un idioma extranjero que no hablemos. Por ejemplo,
si utilizamos una herramienta online, como el traductor de Goo-
gle, para obtener una traducción parcial al checo de “soy una
mala persona”, obtenemos: “soy una spatny persona”, una frase
que nos puede ayudar a aclarar la naturaleza arbitraria de las
palabras.

Estilo del habla

Cuando articulamos un pensamiento, por lo general lo hace-


mos de manera que se corresponda con la gravedad o ligereza
del contenido del pensamiento. Los profundos pensamientos
sobre la propia tristeza, por ejemplo, se suelen articular de mane-
ra relativamente (pero no manifiestamente) lenta y grave. Los
pensamientos que transmiten enfado se suelen articular en voz
alta, con un estilo enfático y relativamente rápido. Articular un
pensamiento de una forma claramente incongruente con su con-
tenido viola esta convención. En ACT se pueden utilizar diferen-
tes vías para lograr este efecto. Se le podría pedir a un cliente
que cantara un pensamiento perturbador con voz de ópera o que
cantara sus palabras con la música de una canción animosa. O
se podría articular un pensamiento imitando la voz de un perso-
naje como el Pato Donald o Mickey Mouse, o cualquier carácter
con una voz poco común. La escena de la boda de la película La
princesa prometida (disponible en YouTube buscando “princesa
prometida, el cura gangoso”) ilustra bien este punto. En el
videoclip, un oficiante está pronunciando una homilía matrimo-
nial con un tono de voz cómico, rompiendo la seriedad que suele
revestir a tales sermones. Como el tono no se corresponde con
las palabras, estas pierden su sentido y hace que los asistentes
respondan de una manera muy distinta a como lo hubieran
hecho si se hubieran pronunciado las palabras de una forma
convencional.
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 29

Centrarse en el contenido del lenguaje

Cuando hablamos con sentido o escuchamos entendiendo,


nuestra atención se centra en el contenido de lo que se está escu-
chando o pensando. Una vez que empezamos a centrarnos en el
proceso de producción o de escucha de las palabras o que empe-
zamos a percibir los pensamientos como pensamientos, las pala-
bras empiezan a perder significado. En muchas formas de
meditación, se instruye al practicante para que se centre en la res-
piración y que observe (y que, tal vez, lo etiquete como “pensan-
do”) cualquier pensamiento que pueda surgir, sin intentar
cambiarlo ni controlarlo. Con el tiempo, esto lleva al practicante
a percibir la cualidad ilusoria de los pensamientos y a estar menos
sujeto a ellos. Darse cuenta del proceso de los pensamientos que
surgen en lugar de limitarse a su contenido ayuda a conseguir
este resultado. También puedes haber tenido la experiencia de
tropezar una y otra vez con una palabra o, incluso, de no ser capaz
de reconocer una palabra familiar y haberte dado cuenta de que
el significado de la palabra desaparece temporalmente. Un ejem-
plo irreverente de esta forma de centrarse en el proceso en lugar
de en el contenido se puede ver en el video clip de la escena en la
carretera de la película Ovejas asesinas donde los dos personajes
(bajo la influencia de la marihuana) insisten una y otra vez en la
pronunciación de la palabra “carretera”.

Un informe más técnico sobre la “defusión cognitiva”

En los últimos veinte años se han propuesto muchas definicio-


nes de defusión (deliteralización), con distintos grados de concre-
ción. Más recientemente, Hayes y colaboradores (2011) apuntaron
que la fusión (lo opuesto a la defusión) implica “la mezcla de pro-
cesos verbal/cognitivos con la experiencia directa de manera que
el sujeto no puede distinguir entre ambas cosas” (pág. 244). Esto
suele dar como resultado un “predominio verbal en la regulación
30 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

conductual” (pág. 69) que convierte a los pensamientos en susti-


tutos de la experiencia directa y nos puede conducir a pensa-
mientos problemáticos o inadecuados sin tan siquiera referenciar
o controlar las experiencias que afirman captar. Hayes y colabo-
radores (2012) señalan que, por lo general, esto suele llevar a una
adhesión excesiva a las reglas verbales que describen cómo debe-
ríamos y cómo no deberíamos comportarnos, dando como resul-
tado la repetición de este tipo de comportamientos dirigidos por
reglas aun cuando los referidos comportamientos resulten inefi-
caces o lleven a consecuencias no deseadas. Un resultado pareci-
do tiene lugar respecto al lenguaje que nos evalúa (por lo general
de manera negativa) a nosotros mismos, al mundo y a la gente
que nos rodea. Una vez que creemos esas evaluaciones, actuamos
de manera consecuente con ellas. Si mezclamos esas evaluacio-
nes con la experiencia real directa, podemos dejar de ponernos
en contacto sistemáticamente con nuestra experiencia directa
para comprobar hasta qué punto concuerdan esas evaluaciones
con las experiencias.
Pero, para empezar, ¿por qué los pensamientos llegan a tener
esa importancia tan relevante? Hayes y colaboradores (2012)
creen que se debe al contexto. El lenguaje es una herramienta
muy valiosa. Las reglas verbales que generamos o que se nos pro-
porcionan a partir de libros, padres o profesores, generalmente,
son muy útiles. Se espera que siempre tengamos buenas razones
verbales para comportarnos del modo en que lo hacemos, aun-
que esas razones verbales no sean “verdad” (por ejemplo, si dices
que no puedes ir a trabajar porque estás enfermo, tu jefe te puede
excusar aunque, en realidad, no estés enfermo). Estos cuasi
omnipresentes factores contextuales –utilidad y petición de razo-
nes verbales así como coherencia verbal– favorecen una confian-
za excesiva en el lenguaje. Otros aspectos contextuales más
detallados del uso del lenguaje comentados anteriormente en
este mismo capítulo (que implican, por ejemplo, convenciones
gramaticales y estilo del habla; véase Blackledge, 2007, para un
¿QUÉ ES LA DEFUSIÓN COGNITIVA? 31

informe más técnico) se combinan con estos factores para dar


como resultado una creencia literal en nuestros pensamientos.
La defusión, por lo tanto, implica una gama de intervenciones
que contrarrestan esa confianza excesiva en el lenguaje así como
el daño que esto puede originar. Al perfeccionar el ampliamente
probado y esperemos que asequible tratamiento de defusión pre-
sentado anteriormente en este mismo capítulo, Hayes y colabo-
radores (2012) afirman que “la defusión no elimina el significado
verbal; solo reduce su efecto automático sobre el comportamien-
to de modo que otras fuentes de regulación conductual pueden
participar mejor en el momento” (pág. 245). Estas fuentes alter-
nativas de regulación emocional implican una mayor conscien-
cia de las señales del momento presente, que se experimentan
directamente, así como de las consecuencias que proporcionan
datos esenciales sobre nuestras acciones y que se pueden utilizar
para reorientar nuestros esfuerzos. Otra fuente importante de
regulación conductual es la constatación de que, como los pensa-
mientos no son vinculantes, uno puede elegir qué pensamientos
son convenientes y cuáles no y obrar en consecuencia. De este
modo, el pragmatismo desempeña un papel importante a la hora
de ayudarnos a decidir cuándo creer o no creer a nuestros pen-
samientos. Si te preocupa que la veracidad de un pensamiento
pueda ser una mera cuestión de preferencia personal o de viabi-
lidad, no eres el único. La cuestión crucial de encontrar signifi-
cado o un comportamiento ético, prosocial en medio de la
defusión será objeto de debate en el capítulo 4.

Conclusión

La defusión constituye una alternativa a la reestructuración


cognitiva o a la idea más general de que “es necesario pensar las
cosas de manera adecuada”. Es una alternativa que permite que
los pensamientos problemáticos o de angustia aparezcan sin
que ello suponga un modo de funcionamiento problemático. La
32 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

defusión lo consigue de manera vivencial rompiendo las reglas


del uso del lenguaje de modo que quede de manifiesto la incapa-
cidad del propio lenguaje para captar toda la profundidad de
nuestras vivencias, de describir nuestras vidas y nuestro mundo
con absoluta precisión. Si bien constituye un componente esen-
cial en ACT, ha sido parte durante mucho tiempo de la tradición
mindfulness y se puede utilizar en una amplia variedad de tra-
tamientos psicoterapéuticos. Estas cuestiones se abordarán
detalladamente en los capítulos 3 y 4. El capítulo 10 analizará la
evidencia empírica de los efectos de la defusión.
El papel de la defusión

2
cognitiva en la terapia
de aceptación y compromiso

Mientras que el proceso parece ser transferible a otras formas


de terapia, la defusión cognitiva desempeña un papel integral en
la terapia de aceptación y compromiso (ACT; véase, por ejemplo,
Hayes, Strosahl y Wilson, 2011). Tanto si se está utilizando la
defusión desde una perspectiva de la terapia ACT como si no,
entender su manera de interactuar con otros procesos terapéuti-
cos, puede favorecer una utilización más estratégica y centrada.

Los componentes de la flexibilidad psicológica

El objetivo general de la ACT es aumentar la flexibilidad psico-


lógica, que se define como “contactar con el momento presente
como ser humano consciente, de forma plena y sin defensa, tal
como ese momento es y no como nos decimos que es y persistir en
nuestro comportamiento o variarlo en función de nuestros pro-
pios valores” (Hayes, Pistorello y Levin, 2012, pág. 985). En esta
primera sección, vamos a examinar la naturaleza de los subpro-
cesos de la flexibilidad psicológica y, luego, comentaremos el
papel crucial que desempeña la defusión para facilitar cada uno
de ellos.
34 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Valores
El objetivo principal de la ACT es aumentar la capacidad per-
sonal de obrar de manera consistente con los propios valores. El
término “valores”, sin embargo, tiene una connotación señalada-
mente distinta del sentido que, por lo general, se le suele dar. En
ACT, los valores son formas de comportamiento que aportan al
individuo un especial sentido, propósito y vitalidad. Dicho de una
forma más técnica, son “consecuencias construidas verbalmente,
libremente elegidas, de pautas de actividad evolutivas, dinámicas,
en desarrollo, que constituyen reforzadores predominantes para
dichas actividades y que son intrínsecos en cuanto a la implica-
ción en la propia pauta conductual que se valora” (Wilson y
DuFrene, 2009, pág. 66). El aspecto de “libremente elegidos” de
los valores en ACT, resalta un primer aspecto en el que el signifi-
cado de la ACT difiere de otras formas comunes de entender el
término, en cuanto que los clientes son guiados hacia aquellos
valores elegidos que, verdaderamente, mantienen con indepen-
dencia de lo que “deberían” valorar o de lo que otros valoran. Los
valores son “consecuencias construidas verbalmente” en las que
el cliente clarifica, en distintos ámbitos de funcionamiento, cómo
le gustaría que fuera su vida así como las conductas individuales
y las cualidades de acción que son consistentes con tales resulta-
dos o que, probablemente, conducen a ellos. Por ejemplo, en el
ámbito de la paternidad, uno podría valorar el esforzarse por una
relación cariñosa, de confianza, apoyo y cuidados y clarificar una
serie de comportamientos concretos en los que se podría implicar
para transmitir esas mismas cualidades que, probablemente, a la
larga, darían como resultado ese tipo de relación. Otros ámbitos
de valores típicos de la ACT incluyen las relaciones íntimas, espi-
ritualidad, educación o carrera profesional y amistades.
Los valores se componen de “pautas de actividad evolutivas,
dinámicas, en desarrollo”, en las que se reflejan un número
po­tencialmente grande de conductas específicas o actividades
que están relacionadas temáticamente y que reflejan lo esencial
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 35

de sus parámetros explícitos y que podrían variar con el tiempo.


Por ejemplo, una persona con un valor espiritual referido a impli-
carse activamente con el mundo, los demás y la naturaleza,
podría poner en práctica este valor de muchas maneras distintas.
Podría centrarse en mantenerse muy presente en sus actividades
diarias, buscarse un tiempo para caminar sistemáticamente por
la naturaleza, procurar buscar un sentimiento de conexión al
hablar con otras personas, esforzarse por empatizar sinceramen-
te con aquellos que estén sufriendo, ayudar a sus vecinos, etc.
Con el tiempo, podría encontrar otras formas distintas de poner
de manifiesto este valor.
El “resultado” señalado de un valor, como el de ser un padre
cariñoso que brinde apoyo y cuidados, nunca se alcanza de mane-
ra definitiva y permanente. De hecho, las consecuencias deseadas
de un comportamiento coherente con un valor, a veces, pueden
parecer estar bastante distantes. Establecer una relación cariño-
sa, de apoyo y cuidado requiere mucho tiempo, esfuerzo y perse-
verancia y los beneficios de conseguirla podrían parecer
demasiado lejanos en el futuro. Pero el sentido de apoyo, amor y
cariño puede surgir inmediatamente, cuando uno se implica, en
el momento presente, en comportamientos coherentes con dicho
valor, especialmente cuando se es consciente de la conexión entre
el valor y las conductas que lo ponen de manifiesto. En otras pala-
bras, los valores “establecen reforzadores predominantes… y que
son intrínsecos en cuanto a la implicación en la propia pauta con-
ductual que se valora”. Los valores se materializan en momentos
individuales y los beneficios de actuar consistentemente con ellos
se pueden constatar inmediatamente, al menos de vez en cuando.

Compromiso
Compromiso, o compromiso de acción, es una “acción basada
en valores que tiene lugar en un determinado momento temporal
y que está intencionadamente vinculada a la creación de una pau-
ta de acción al servicio de ese valor” (Hayes et al., 2011, pág. 328).
36 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

El término “compromiso” se refiere, de manera primordial, a una


promesa o intención verbal de comprometerse con una determi-
nada conducta o un conjunto de comportamientos en el futuro.
Aunque esta orientación al futuro puede ser un componente del
compromiso en ACT, dicho compromiso implica también el acto
de implicarse en comportamientos coherentes con un determi-
nado valor. Esta manera de considerar el compromiso destaca la
naturaleza de vivir los valores “momento a momento” en ACT e
implica también que en cada nuevo momento se puede tomar la
decisión de actuar consistentemente con un determinado valor o
no, independientemente de cómo se haya actuado en el momento
anterior.

Aceptación
Actuar de acuerdo con valores es duro. Ser un padre paciente,
cariñoso, animoso y cuidadoso, por ejemplo, está muy bien y es
muy bueno. Pero comportarse sistemáticamente según ese valor
en medio de una larga y estresante semana de trabajo, cuando
hay poco tiempo y los niños se están portando mal, puede ser un
auténtico desafío. Puede que surja ansiedad, frustración, enfado,
cansancio y toda una multitud de emociones desagradables. Para
comprometerte con una vida de valores y recoger las recompen-
sas, tienes que perseverar frente a ese tipo de tensiones. Lamenta-
blemente, esto es mucho más fácil de decir que de hacer. Es
comprensible que la mayoría de formas de psicoterapia intenten
reducir o eliminar ese sufrimiento y puede que, tal vez, la mayo-
ría de teorías psicoterapéuticas asuman que se debe reducir o eli-
minar la angustia para poder llegar a vivir una vida valiosa y
significativa.
Sin embargo, lo más esencial de la ACT es la premisa de que
los intentos de eliminar el sufrimiento psíquico, en última instan-
cia, van a ser ineficaces e, incluso a veces, contraproducentes.
Desde esta perspectiva, lo natural del vivir es que se produzca
sufrimiento incluso bajo circunstancias normales y es insostenible
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 37

el pretender evitar niveles elevados de sufrimiento (desde pérdi-


das de seres queridos, enfermedades, deseos y planes frustrados,
tensiones cotidianas, etc.). Así, el terapeuta ACT trata de ayudar al
cliente a aceptar sentimientos, pensamientos y otras experiencias
desagradables que surgen cuando se presentan problemas en una
vida vivida según valores. Como con los valores, el término “acep-
tación” implica algunas connotaciones equívocas que, en este
caso, podrían llevarnos a pensar que el cliente debería, “sobrepo-
nerse”, “curtirse”, “sonreír y aguantar”. Pero Hayes y colaborado-
res (2011) ofrecen definiciones formales tanto de aceptación como
de disposición que difieren notablemente de tales connotaciones.
Desde su perspectiva, aceptación “es la adopción de una actitud
intencionadamente abierta, receptiva, flexible y libre de juicios
respecto a la experiencia de cada momento” (pág. 77). De este
modo, para aceptar el sufrimiento, uno le permite que aparezca
cuando tenga que surgir, se permite experimentar lo que haya que
experimentar y no se cree ciegamente toda la multitud de evalua-
ciones negativas que suelen acompañar a las emociones y expe-
riencias negativas.
“Disposición”, generalmente utilizada como sinónimo de acep-
tación en ACT, destaca la conexión entre aceptación y compromi-
so con la acción basada en valores. Se define disposición como “la
decisión voluntaria y basada en valores de posibilitar o mantener
el contacto con las experiencias privadas o los acontecimientos
que probablemente las ocasionan” (Hayes et al., 2011, pág. 77).
Esta definición destaca el hecho de que la aceptación se utiliza
estratégicamente en ACT. Muchos han observado semejanzas
entre ACT y el budismo, del que la ACT ha tomado premisas, pers-
pectivas y técnicas de meditación (para un análisis de las seme-
janzas y diferencias entre ACT y budismo, véase Hayes, 2002). En
el budismo, la aceptación plena y continua de la propia experien-
cia es un objetivo explícito aunque intermediario en la senda de
iluminación. En ACT, la aceptación se utiliza para facilitar la vida
de valores cuando surge el sufrimiento.
38 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Consciencia del momento presente


En ACT se favorece el aumento de la consciencia del momento
presente por diversas razones. En primer lugar, la aceptación de
la propia experiencia directa implica la aceptación de lo que se
está experimentando aquí y ahora. Pensamientos de preocupación
por el futuro, sentimientos de culpa por acciones del pasado o
ansiedad o tristeza inminente se experimentan, todos ellos, aho-
ra, y los intentos infructuosos de evitarlos tienen lugar también
ahora. De lo que se sigue que los intentos de poner en práctica
nuevas formas de responder a esos pensamientos y a otras expe-
riencias (y que impliquen, por ejemplo, estrategias basadas en la
aceptación y defusión preconizadas por la ACT) también deben
tener lugar en el aquí y ahora.
En segundo lugar, las consecuencias de la conducta, en el mun-
do real, también tienen lugar en el aquí y ahora. Si queremos res-
ponder con la máxima eficacia a lo que está ocurriendo a nuestro
alrededor, necesitamos ser conscientes de esas contingencias.
Hay, desde luego, lugar para planificar y diseñar estrategias; pero
ningún plan funcionará si no se dirige a las realidades actuales de
tiempo y lugar a las que corresponde. La consciencia de las con-
tingencias del momento presente facilita tanto la solución de pro-
blemas como la acción orientada a valores (aunque ambos suelen
ser una misma cosa). Dado el amplio rango de conductas consis-
tentes con valores que pueden surgir, las oportunidades de com-
prometerse con tales conductas pueden ser pasadas por alto
fácilmente si nos quedamos “atascados en nuestra cabeza”, sin ser
conscientes de lo que está sucediendo delante de nosotros.
La consciencia del momento presente también se solapa con
los valores de otra manera. Un aspecto habitual de la conducta
coherente con valores parece ser la vitalidad –una experiencia de
estar de forma plena en el momento y de sentirse plenamente
vivo–. Esto, ciertamente, no siempre ocurre cuando estamos
implicados en un vivir valioso pero una reflexión detallada sobre
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 39

algunos de los mejores momentos de nuestra vida (momentos en


los que estábamos haciendo cosas que realmente nos importa-
ban) revela, por lo general, una cualidad de estar, marcadamente,
en-el-presente.

Yo como contexto
Por lo general, no reconocemos nuestros pensamientos como
pensamientos. Más bien tendemos a verlos como reflexiones sobre
la realidad, objetivas al cien por cien. Cuando se reviven desde
esta perspectiva los pensamientos autorreferenciales, su conteni-
do parece definir lo que somos como personas. Consideradas des-
de un punto de vista similar, las emociones también pueden
aparecer como definitorias de lo que somos. Alguien que suela
experimentar ansiedad se puede describir como una “persona
ansiosa” como si “ansiosa” la definiera plena y completamente.
Una persona que esté experimentando una profunda tristeza por
la pérdida de un ser querido no solo se va a considerar una “per-
sona triste” sino que puede que sienta que esa tristeza va a perma-
necer para siempre con ella, como si estuviera mirando el mundo
a través de un par de gafas tintadas de gris que estuvieran desti-
nadas a colorear para siempre sus experiencias. Cuando pensa-
mientos y emociones parecen definir lo que somos como personas
o cuando estamos tan atrapados en nuestros pensamientos y
emociones que no podemos ver mucho más allá de nuestra
ex­periencia, se dice que estamos experimentando un sentido del
yo-como-contenido (véase, por ejemplo, Hayes et al., 2011, págs.
81-84). Cuando el contenido que se está experimentando es nega-
tivo, ese sentido del yo puede ser particularmente debilitador. En
tal caso, puede producirse en mayor medida una evitación de la
propia experiencia y, consecuentemente, una relativa falta de con-
ductas guiadas por valores.
Un antídoto frente a un sentido disfuncional del yo-como-
contenido implica desarrollar un sentido del yo-como-contexto.
40 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Hayes y colaboradores (2011) observaron que “la literatura psico-


lógica contiene numerosos términos y conceptos que aluden a
este aspecto del yo: un sentido trascendente del yo, el yo observa-
dor, el yo atento, continuidad de consciencia, consciencia pura y
otros” (pág. 85). En su esencia, adoptar un sentido del yo-como-
contexto implica darse cuenta de los propios pensamientos y sen-
timientos como experiencias variables que tenemos en lugar de
verlos como realidades autodefinitorias que pueden amenazar
nuestra propia integridad y existencia; en otras palabras, implica
darse cuenta de la “parte de nosotros” que se da cuenta de nues-
tros pensamientos y sentimientos y darse cuenta de que esa parte
de nosotros que permanece constante está siempre disponible
para observar nuestros pensamientos y sentimientos cambiantes
así como los incrementos y disminuciones en su intensidad.
La experiencia aquí descrita puede parecer demasiado filosófi-
ca pero la génesis de ese sentido del yo puede ser descrita –y lo ha
sido– en términos psicológicos (véase, por ejemplo, Kohlenberg y
Tsai, 1991, págs. 128-139; véase también Hayes et al., 2011, págs.
85-86). Expresado en primera persona: Desde el momento en que
empecé a aprender el lenguaje, he sido bombardeado con pregun-
tas sobre lo yo quiero, lo que yo estoy pensando o sintiendo, dónde
estaba yo en determinado momento del pasado o dónde querré
estar yo en el futuro, lo que yo veo o escucho, etc. Al igual que tú,
probablemente he escuchado decenas de miles de preguntas
como esas al llegar a mi edad adulta, la mayoría de las cuales han
tenido muy diversas respuestas. La única constante en todas esas
preguntas y respuestas ha sido la perspectiva desde la cual yo he
querido, pensado, sentido, sido, visto y oído cada una de las cosas
que yo he experimentado. Cada cosa que he experimentado, la he
vivenciado desde ese mismo lugar, desde esa misma perspectiva.
Aunque el contenido de mis experiencias puede variar amplia-
mente de un momento a otro, yo siempre las he experimentado
justamente desde aquí, justamente desde ahora. Este omnipre-
sente “yo” es, por consiguiente, una parte esencial del contexto en
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 41

el que todo se experimenta –define quién soy, invariablemente,


como persona–. “Yo” es el contexto en el cual se experimentan
mis pensamientos, sentimientos y sensaciones. Entonces, la viven-
cia de un yo-como-contexto implica diferenciar el “Yo” estable y
permanente del pasajero flujo y reflujo de mis pensamientos, emo-
ciones, sensaciones y recuerdos –y percibir esas vivencias, momen-
to a momento, desde esa invariable “perspectiva de observador”
(Hayes et al., 2011, pág. 66).
La capacidad de introducirse en ese sentido del yo-como-con-
texto puede tener importantes beneficios. Aparte de estar estre-
chamente relacionado con la capacidad de entender el punto de
vista de los demás y de desarrollar la empatía (véase, por ejemplo,
McHugh y Stewart, 2012), el adoptar una perspectiva del yo-
como-contexto parece facilitar la aceptación de, y una respuesta
más productiva frente a, los pensamientos, recuerdos, emociones
y otras vivencias problemáticas. Si un pensamiento o emoción
dolorosos no son considerados como auto-definitorios (y, en con-
secuencia, potencialmente autodestructivos o autolesivos), se pue-
den volver menos amenazantes y, por lo tanto, más fáciles de
aceptar. Si el flujo y reflujo de pensamientos y sentimientos se
puede ver, al menos de vez en cuando, desde una perspectiva de
observador, entonces será posible entender que, tal vez, pensa-
mientos y sentimientos no sean tan permanentes ni tan amenaza-
dores como anteriormente parecían serlo. Y si un pensamiento
doloroso se puede considerar desde una cierta distancia en lugar
de asumirlo firmemente y creerlo sin cuestionárselo, ese pensa-
miento puede empezar a perder parte de su poder.
A quienes están en contacto con la ACT, a menudo, puede resul-
tarles difícil entender las diferencias conceptuales entre defusión
y yo-como-contexto y determinar qué técnicas están dirigidas
a facilitar la defusión y cuáles se orientan a infundir un sentido
del yo-como-contexto. Parte de la dificultad surge porque la
utilización de cualquier conjunto de técnicas, inevitablemente,
lleva tanto a la defusión como a un sentido del yo-como-contexto.
42 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

El ejercicio clásico de la “leche” que se te pidió llevar a cabo en el


capítulo 1, por ejemplo, rompe enseguida el significado literal de
la palabra y plasma lo que puede ser la defusión. Pero ese ejercicio
también configura una distinción entre los sonidos y las sensacio-
nes físicas asociadas con la palabra “leche” y el “tú” que está per-
cibiendo esos sonidos y sensaciones. El ejercicio clásico del
“Observador” de la ACT (en el que se pide a los clientes, repetida-
mente, que perciban la distinción entre sus pensamientos, senti-
mientos y sensaciones físicas y el “tú observador” que las está
percibiendo) inculca un sentido del yo-como-contexto. Pero la
distancia establecida a partir de los pensamientos en ese ejercicio
también actúa erosionando su omnipresente literalidad autodefi-
nitoria. En otras palabras, cuando experimentas un sentido del
yo-como- contenido, estás relativamente fusionado con los pensa-
mientos que estás teniendo; te los tomas al pie de la letra y no per-
cibes la distinción entre esos pensamientos y el “tú” que los está
observando. Cuando experimentas un sentido del yo-como- con-
texto, ganas una distancia psicológica respecto a tus pensamien-
tos, lo cual te ayuda a tomártelos menos literalmente. Como
ambos procesos se refieren directamente, de manera parecida, a
cambiar la relación que tienes con tus pensamientos, los dos pro-
ducen resultados similares.
Desde un punto de vista ontológico, el solapamiento concep-
tual entre defusión y yo-como-contexto tal vez podría ser conside-
rado como problemático pero no si (dentro el espíritu de defusión)
los constructos no son considerados como verdades absolutas y
diferenciadas. Mantenemos una relación multifacética con nues-
tros pensamientos y sentimientos. Desde una perspectiva de psi-
cología aplicada especialmente, tiene sentido utilizar términos
que destaquen esas distintas facetas y que, explícitamente, recuer-
den a los terapeutas qué tipo concreto de cambios están intentan-
do producir en sus clientes así como el tipo de técnicas que se
considera más probable que puedan producirlos. Las intervencio-
nes sobre el yo-como-contexto están dirigidas, primordialmente,
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 43

a poner de manifiesto la naturaleza e intensidad, siempre cam-


biantes. de tus pensamientos, sentimientos y sensaciones; a
demostrar que no te definen como ser humano y a subrayar la
distinción entre ti mismo como observador y el contenido psico-
lógico de lo que observas. Las intervenciones de defusión preten-
den, ante todo, debilitar el significado literal y las funciones de los
pensamientos problemáticos. En último término, las dos te ayu-
dan a distanciarte de esos pensamientos y relatos problemáticos
y a tomártelos menos seriamente. En la práctica, no es importan-
te para el terapeuta de ACT saber con exactitud dónde “termina”
un proceso y “empieza” el otro como si fueran cosas reales con
límites marcados. Más bien, lo que importa, simplemente, es
saber utilizar las técnicas y ejercicios del yo-como-contexto para
ayudar a los clientes a que se introduzcan en la perspectiva de ese
observador cuando estén teniendo problemas y a utilizar técnicas
de defusión que les ayuden a tomarse los pensamientos problemá-
ticos con menor seriedad.

La defusión cognitiva en acción: Defusión y procesos


esenciales de la ACT

La defusión interactúa de muchas formas críticas con los cin-


co procesos psicológicos que acabamos de comentar. Consideran-
do que la mayoría de tales procesos (si no todos) no son exclusivos
de la ACT, la consciencia de tales interacciones puede ser útil tan-
to si se están utilizando estrategias de defusión en un contexto
estrictamente de ACT como si no.

Aceptación y defusión
Desde una perspectiva de ACT, el lenguaje puede alterar dra-
máticamente nuestra forma de percibir y reaccionar frente a
nuestras emociones y otras experiencias. Imaginemos, por ejem-
plo, cómo podría responder un gato ante el ataque por sorpresa
de otro gato con el que comparte vivienda. Posiblemente experi-
44 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

mentaría algo parecido a ansiedad o miedo y respondería abier-


tamente corriendo o defendiéndose. Posiblemente, también se
mostraría agitado durante los minutos siguientes a la finalización
del ataque pero, luego, volvería a su rutina habitual de tranquilo
acicalamiento y sueño. En contraste, imaginemos a un ser huma-
no femenino, plenamente verbal, acosada por su compañero de
piso al volver a casa. Sin duda, experimentaría las mismas reac-
ciones de miedo y huida o lucha que manifestó el gato pero, segu-
ramente, habría que añadir muchas más cosas. Podría prolongar
la ansiedad y el malestar, en parte, en función de pensamientos
tales como: “La casa ya no es un lugar seguro” o “¿Qué hice yo
para merecerme esto?”. Eso podría desembocar en una evitación
mayor de la casa. Según lo que sabemos sobre traumas, la ansie-
dad y la evitación podrían generalizarse, acompañadas de pensa-
mientos tales como: “El mundo ya no es un lugar seguro”, “tengo
que estar vigilante a todas horas para evitar que esto vuelva a
ocurrirme de nuevo”, etc. Otros pensamientos evaluativos podrían
continuar añadiendo más sufrimiento: “Hay algo muy malo en
mí”. “Esta angustia es insoportable”. “No puedo creer a nadie”.
“Mi vida es un completo desastre”. El gato estaría liberado del las-
tre de este tipo de pensamientos. La persona podría quedar prác-
ticamente incapacitada por ellos.
Pedir a cualquier ser humano que acepte sus vivencias tal
como están definidas literalmente por el contenido de pensamien-
tos como estos, sería cruel así como poco realista. O bien es nece-
sario cambiar los pensamientos o habrá que darle una sacudida a
la fe de la persona respecto a la santidad de tales pensamientos.
La defusión desempeña un papel esencial a la hora de facilitar la
aceptación de vivencias de angustia porque trabaja para delitera-
lizar el lenguaje, para ayudarnos a ver los pensamientos como
pensamientos más que como comentarios definitivos sobre nues-
tras experiencias. El escenario descrito más arriba implica no
solo las experiencias angustiosas de ansiedad, huida o lucha y
alerta situacional que vendrían ocasionadas por la presencia de
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 45

un compañero de piso agresivo. Implica también capas de verba-


lizaciones que amplían e intensifican el alcance de la amenaza;
eso hace que nos evaluemos negativamente a nosotros mismos, a
los demás y al mundo; eso establece límites determinados respec-
to a lo que se puede tolerar y a las conductas en las que “debemos”
o “no podemos” implicarnos. Si esas capas se pueden revelar
como lo que son utilizando técnicas semejantes a las descritas en
el capítulo 1 y a lo largo de lo que sigue en este libro, la experien-
cia esencial y las muchas, muchas, palabras que la acompañan
pueden ser aceptadas de una manera más humana. No aceptadas
fácilmente, de cualquier manera, aunque hasta eso ocurre a veces
(como se indica en los resultados de muchos estudios sobre defu-
sión que se resumen en el capítulo 10). Pero la espesura que nos
envuelve se puede aligerar, al menos temporalmente, tal vez lo
suficiente como para permitirnos prestar una cierta atención al
horizonte y dar unos pasos en su dirección, a través de las ramas
y el follaje.
Como se sugería anteriormente, la defusión, a veces, apunta
hacia pensamientos generales sobre la toxicidad o la soportabili-
dad de las emociones desagradables, hacia lo que su presencia
dice sobre nosotros como personas o hacia la vida en general y lo
que es y no es posible cuando tales pensamientos están presentes.
Muchos de nosotros, incluso como psicoterapeutas, podemos
mantener el supuesto implícito o explícito de que la tendencia a
experimentar demasiada emoción “negativa” es peligrosa o está
más allá de lo que se puede tolerar. Ciertamente, cosas como el
experimentar repetidos ataques de pánico cuando se tiene un
problema cardíaco es una fuente de preocupación. Pero, ¿nos
daña la experiencia ocasional de emociones fuertes que ya están
ahí desde hace mucho tiempo (y que, con frecuencia, acompañan
a muchas respuestas que son disfuncionales o contraproducen-
tes)? ¿Y esta experiencia plena de tales emociones nos daña, real-
mente, cuando actuamos voluntariamente para comprometernos
con algo que nos importa profundamente? Se podrían presentar
46 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

argumentos a favor y en contra de tal posibilidad pero la cuestión


es que las estrategias de defusión bien utilizadas pueden rebajar
el grado de creencia en la posibilidad temida hasta el punto de
intentar ver qué sucede en realidad.
Una posibilidad parecida se da con las evaluaciones negativas
sobre nosotros mismos y sobre los demás y cómo las “realidades”
señaladas por esos pensamientos limitan nuestro comportamien-
to y nuestras posibilidades. Una emoción desagradable puede
parecer aceptable, en parte, porque nuestra mente nos convence
de que la presencia de esa emoción evita determinadas acciones y
fuerza otras. En una persona que valora el contacto social, por
ejemplo, puede darse una elevada ansiedad junto con pensamien-
tos referidos a que esa relación social es demasiado peligrosa y que
la evitación es la única opción. Dichas emociones se vuelven más
aceptables cuando uno puede defusionarse de esos pensamientos
prescriptivos y prohibitivos, experimentando aquello que deba ser
experimentado y comprometiéndose con aquello que importa.
Las evaluaciones verbales desempeñan otro papel importante,
relevante para la aceptación, que la defusión puede abordar. La
aceptación puede llegar a ser vista fácilmente como lo “correcto”
mientras que la evitación es lo “equivocado”. Esto puede provo-
carnos que, a veces, nos evaluemos a nosotros mismos como
“débil”, “perezoso”, “desesperanzado”, etc., cuando evitamos en
lugar de aceptar nuestras experiencias difíciles. En otras pala-
bras, podemos creer que “tenemos que” aceptar las vivencias des-
agradables y que “algo no anda bien” en nosotros cuando no lo
hacemos. Creer semejantes pensamientos contribuye a un ciclo
de autoevaluaciones negativas debilitadoras que pueden estar ali-
mentando ya una evitación problemática y una falta de acción
guiada por valores. La aceptación es una elección que se puede
hacer, o no, en un momento dado. Los pensamientos que preten-
den evaluar esa elección desde un supuesto objetivo y una pers-
pectiva vinculante son simples pensamientos.
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 47

Valores y defusión
La defusión puede ser una ayuda con un conjunto parecido de
pensamientos evaluativos que surgen una vez que los propios
valores han sido clarificados. Resulta especialmente sencillo
enmarcar la conducta congruente con valores como “buena” y la
conducta opuesta como “mala”, en parte porque vivir con un
mayor sentido, propósito y vitalidad es muy deseable. Dada esta
tendencia, el castigarse a uno mismo por no realizar elecciones
orientadas hacia valores se convierte en un riesgo muy palpable.
Obrar así puede servir, ciertamente, como motivación eficaz para
realizar más elecciones guiadas por valores. Sin embargo, como
han señalado Wilson y Murrell (2004), “los estímulos aversivos…
dan lugar a patrones de respuesta conductual muy reducidos”
(pág. 128), significando que la conducta controlada primariamen-
te por la evitación de estímulos aversivos (como las autoevaluacio-
nes negativas y las emociones que generan) suele llevar también a
un comportamiento inflexible y potencialmente problemático.
Por esta razón, la defusión se puede utilizar para suprimir las
evaluaciones de “buena” y “mala” referidas a la conducta dirigida
por valores para ayudar al cliente a que vea la vida valiosa como
una simple elección que se hace en cada momento. La viabilidad
se convierte en el criterio último. Dicho de manera sencilla, ¿fun-
ciona mejor tu vida cuando actúas de manera consistente con tus
valores? Si es así, puedes elegir actuar de manera consistente con
un valor en el próximo instante. La defusión, entonces, se puede
aplicar a los pensamientos que critiquen la “estupidez” de obrar
de manera contradictoria con valores y que lleven a un comporta-
miento contraproducente.
Las reglas verbales acerca de cómo se “debería” o “no debe-
ría” perseguir determinados valores también pueden causar difi-
cultades. Como ejemplo, cuando era adolescente, yo mantenía
un conjunto de reglas bastante rígidas respecto a cómo buscar
una relación romántica. Yo debía mantener una distancia respe-
tuosa (haciendo hincapié en la “distancia” y con una definición
48 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

de “respeto” que, funcionalmente, no dejaba traslucir mi interés


romántico) y, luego, dar a la joven idealizada una carta detallan-
do lo que pensaba y sentía por ella. Tales esfuerzos resultaban
ineficaces y, francamente, extraños; sin embargo, yo los repetía
porque ese era el camino que yo pensaba que se suponía que
debía seguir. Pero una búsqueda con éxito de una relación
romántica requiere un comportamiento flexible –atención a las
claves verbales y no verbales de cada momento, un suministro
oportuno de indicios que reflejen las propias intenciones, reci-
procidad y, por lo general, una expresión de interés gradual–.
Una adherencia rígida a pensamientos sobre cómo “se suponía”
que yo debía comportarme para añadir aún más valor, no me
dejaba ver la retroalimentación directa de lo que estaba y no
estaba funcionando para la otra parte. Esta misma regla rígida
de gobierno se da en muchas áreas de nuestras vidas. Suele ocu-
rrir que, muchas veces, nos limitamos a seguir haciendo las
cosas de una determinada manera porque es la forma en que
siempre las hemos hecho o porque es la manera en que “se supo-
ne” que se hacen, o, sencillamente, porque no nos hemos plantea-
do otras alternativas. Se puede utilizar la defusión como una
ayuda para aclarar y liberarnos de las reglas potencialmente
ineficaces. También se puede utilizar para ayudarnos a filtrar las
consecuencias de hacer algo distinto o poco convencional (por
ejemplo, pensamientos sobre el “peligro” de hacer algo que
podría dar como resultado vergüenza o desaprobación).
A veces, sobre todo clientes filosóficos que han aprendido lo
más esencial del mensaje sobre la defusión, pueden empezar a
cuestionarse la veracidad de sus propios valores. Si las palabras
“no tienen significado” o, al menos, no se puede captar plena-
mente la experiencia directa, entonces, ¿no significa eso que
nuestros valores no tienen significado? Aquí es conveniente cen-
trarse en la viabilidad y la experiencia directa. ¿Cuál es tu expe-
riencia directa respecto a tu propia vida cuando vives de manera
consistente con tus valores? ¿Te sientes más vivo? ¿Sientes tu vida
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 49

más significativa, con un mayor propósito? ¿Qué pasaría si esas


experiencias fueran la medida de lo que te importa en lugar de
una mera evaluación verbal? Cuando ocurre esto, es importante
recordar que parte de la lección de defusión no es que no haya
sentido en la vida, sino, sencillamente, que lo que es más signifi-
cativo, muchas veces no se puede describir con palabras. Enton-
ces, el pensamiento de que “la vida no tiene sentido” es,
meramente, un conjunto más de palabras problemáticas de las
que hay que liberarse.
A veces, las acciones concretas que se asocian con valores pue-
den adoptar una cualidad ilusoria de todo-o-nada. En una oca-
sión, un compañero me comentó que, en los meses anteriores a la
muerte de su padre, había realizado esfuerzos significativos y
efectivos para reconciliarse y aproximarse más a él. Su padre era
un veterano de la guerra de Vietnam y había sufrido mucho con
la experiencia, lo que contribuyó a que mantuviera una relación
tormentosa con sus hijos. Mi compañero tenía muy claro que que-
ría acercarse más a su padre y honrar aquello por lo que había
pasado su padre y lo que consideraba que era importante, pero la
muerte del progenitor parecía interrumpir esos planes. La camio-
neta que utilizaba su padre, pintada de naranja con un emblema
negro de “agente naranja” 1 y una bandera blanca y negra de POW/
MIA 2 había sido siempre el símbolo de la distancia que había
entre ambos. Ahora, él lleva normalmente la camioneta de su
padre a su trabajo en un centro de tratamiento psicológico, expli-
cando a los clientes que se preguntan por qué su terapeuta condu-
ce un vehículo semejante que le hace sentirse más cercano a su
padre y que así siente que lo acepta y lo está honrando más.
Podríamos imaginarnos un escenario parecido en relación a
un senderista y escalador entusiasta que haya perdido el uso de

1. “Agente naranja” es un componente de las armas químicas utilizadas por los


americanos durante la guerra de Vietnam (N. del T.)
2. Prisionero de guerra (Prisoner of War) y Desaparecido en combate (Missing in
Action) (N. del T.)
50 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

sus piernas. Sería muy fácil suponer para una persona así que ya
no podría vivir según sus valores recreativos –estar al aire libre,
en conexión con la naturaleza, plantearse desafíos física y mental-
mente, sumergirse en cada instante–. Pero por decirlo de un modo
más abierto de lo que se lo diríamos a una persona en esa situa-
ción, también es posible experimentar los desafíos, la conexión
con la naturaleza y el estar en el momento desde el confinamiento
en una silla de ruedas. En ambos casos, tanto el hombre que per-
dió a su padre como el que perdió el uso de sus piernas, experi-
mentarían un elevado grado de tristeza y duelo, que sería necesario
reconocer, así como pensamientos sobre la injusticia, desesperan-
za y demás de los que sería muy difícil desprenderse para asumir
lo que todavía es posible hacer. Pero la defusión puede ayudarnos
a encontrar la humanidad, vitalidad, significado y oportunidad de
actuar que permanecen entre las fisuras de las situaciones más
complicadas y las narrativas que nuestra mente entreteje.

Compromiso y defusión
Un compromiso también puede adoptar fácilmente una cuali-
dad de “todo o nada”, sobre todo, cuando nos hemos comportado
de una manera claramente contradictoria con nuestros valores.
En esos momentos puede ser muy fácil fusionarse con pensa-
mientos de “haberla fastidiado” y puede que ya no nos implique-
mos más en acciones guiadas por valores importantes. Como
ejemplo, un colega había “quemado sus puentes” con su hija adul-
ta como consecuencia de una serie de decisiones vitales profun-
damente lamentables. Tras reflexionar consigo mismo, se dio
cuenta de que valoraba mucho una relación más estrecha con
ella pero no parecía disponer de muchas opciones (más bien, de
ninguna). Entonces decidió establecer contacto con su hija un
par de veces al año para decirle que le gustaría volver a verla de
nuevo y que le compraría un pasaje de avión cuando ella quisiera
ir a visitarlo. Finalmente, la hija estuvo de acuerdo y eso abrió la
puerta a una gran variedad de acciones congruentes con valores
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 51

que, previamente, no eran posibles. La mayoría de la gente se


fusionaría con pensamientos relativos a que ya no sería posible
ninguna relación o, incluso, con pensamientos que desemboca-
ran en acciones ineficaces. Pero la flexibilidad y una disposición
a comprometerse con acciones que, en principio, pueden no pare-
cer suficientes pueden llegar a producir resultados muy tangi-
bles. Muchas veces, esto tiene lugar de una manera menos
extrema. Por ejemplo, un hombre que valora una relación cariño-
sa, respetuosa y de cuidado con su esposa podría, en un momen-
to de frustración, levantarle la voz o ser injustamente crítico con
ella. En el momento siguiente todavía existe la oportunidad de
actuar de manera consecuente con valores. El compromiso es,
fundamentalmente, una acción momento a momento.
El pensamiento de que uno debería o tendría que comprome-
terse con conductas congruentes con valores también puede ser
una trampa. Cuando un “debería” o un “tengo que” queda vincu-
lado a una acción, puede hacer que esa acción se vuelva aversiva
rápidamente. Como ejemplo, yo valoro ser un padre cariñoso, dis-
puesto a dar apoyo y ser cuidadoso e implicado plenamente en
cada momento con mis hijas y he tenido muchas experiencias de
haber actuado consecuentemente con este valor y lo he encontra-
do muy significativo y vital. A veces, sin embargo, después de un
largo día de trabajo, me he descubierto a mí mismo fusionándo-
me con pensamientos del estilo de “tengo que” actuar de esta
manera, solo para descubrir que parece una tarea engorrosa o
difícil. Nadie quiere verse forzado a realizar una acción, incluso
aunque esa acción hubiera parecido muy deseable anteriormente.
Desde una perspectiva de defusión, sin embargo, los “debería” y
“tengo que” suelen servir como indicadores de pensamientos eva-
luativos sobre lo “correcto” y lo “incorrecto”. Pero esas supuestas
obligaciones no son verdades blindadas. Lo que “debemos” afron-
tar son las consecuencias de una determinada acción, ya se trate
de una acción congruente o contraria a un valor. Irónicamente,
cuando uno se ha liberado verbalmente de cualquier obligación
52 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

de comprometerse con una vida de valores en un momento deter-


minado, la acción coherente con valores, por lo general, se con-
vierte en una opción aún más atractiva.
Aunque este tema va a ser abordado con mayor detalle en el
capítulo 4, deberíamos mencionar la relatividad moral que pare-
ce introducir la defusión. Si las palabras son solo palabras y no
un reflejo de una Verdad universal fundamental, podría parecer
que nada es verdaderamente “correcto” o “incorrecto”. En reali-
dad, cuando la defusión está anclada en la experiencia directa a
la luz de los propios valores, puede surgir un sentimiento de ver-
dad prosocial y moral. En otras palabras, si estás dispuesto a
reflexionar y a confiar en tu sentido vivencial de lo que se siente
como significativo, vital y propositivo, ese sentido puede servirte
de brújula moral. Por supuesto, los terapeutas que utilizan la
defusión deberían estar alerta para que el cliente no reciba nin-
gún mensaje del estilo de “todo vale” ni utilice la defusión con un
propósito antisocial.

Consciencia del momento presente y defusión


Estar plenamente en el momento presente es muy distinto de
estar absorto pensando. Hay un sentido de consciencia vívido,
fundamentado, implicado en vivenciar el momento presente. En
contraste, todos hemos experimentado muchas veces trenes de
pensamientos en marcha que no tienen nada que ver con lo que
nos está ocurriendo en el presente, trenes de pensamiento que nos
alejan totalmente de experimentar lo que está ocurriendo a nues-
tro alrededor. Muchas veces, nuestros pensamientos empezarán
como una reflexión sobre lo que estamos experimentando en un
momento dado. Pero incluso esos pensamientos, cuando nos fusio-
namos con ellos, nos alejan inmediatamente del presente –una
descripción o evaluación de algo que acaba de tener lugar es, por
definición, una descripción o evaluación de algo que ha ocurrido
en el pasado–. Pensamientos e imaginación pueden ser vívidos,
pero nunca tan vívidos como aquello que estamos viendo, tocando,
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 53

gustando, sintiendo o escuchando aquí y ahora. Este contraste


entre estar en el momento presente frente a estar atrapado en
nuestra mente convierte a la consciencia del momento presente en
una técnica de defusión accesible y eficaz. Cuando se ha experi-
mentado repetidamente la tangibilidad y viveza auténticas del
momento presente frente a la naturaleza etérea e insustancial de
los pensamientos, la noción de que los pensamientos no pueden
captar toda la amplitud y profundidad de la experiencia empieza a
sonar como algo auténtico. Esta es la columna vertebral de la
defusión cognitiva. Facilitar una y otra vez un sentido de conscien-
cia de momento presente puede ayudar mucho a construir un con-
texto de defusión para un cliente, un contexto en el que el cliente
puede empezar a percibir de manera más consistente sus pensa-
mientos problemáticos simplemente como pensamientos.
La defusión y la consciencia del momento presente comparten,
al menos, una característica común. No resulta infrecuente creer
que contactar con el momento presente o defusionarnos de nues-
tros propios pensamientos reducirá el sufrimiento o producirá
una experiencia agradable. Desde luego, ambos procesos pueden
proporcionar y, con frecuencia lo hacen, cierto alivio del males-
tar. Pero no siempre llegan a desembocar en ese alivio y creerse
tal pensamiento que asegura que lo hacen así, al final, está desti-
nado a terminar en fracaso. En ACT se tiene un gran cuidado en
apartar al cliente de la expectativa de sentirse mejor y pensar de
manera diferente (junto con todos los esfuerzos asociados, por lo
general, contraproducentes) para aproximarlo a una expectativa
de vida valiosa y aceptación así como de defusión de las vivencias
dolorosas que acompañan al vivir. De ese modo, un cliente ACT
es enfocado hacia su experiencia directa de lo que funciona y lo
que no funciona cuando se sumerge en el empleo de la defusión y
la consciencia del momento presente, principalmente, como
herramientas para evitar el sufrimiento. Por definición, una vez
que se vuelve de nuevo a ese viejo objetivo, se dedica más tiempo
a la evitación y menos a perseguir los propios valores.
54 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Yo-como-contexto y defusión
Hay un gran solapamiento entre la experimentación del yo-
como-contexto y la defusión del lenguaje. De hecho, parece como
si la ejecución de un proceso condujera, inexorablemente, al otro.
El mero hecho de darse cuenta de los propios pensamientos desde
una perspectiva de observador, por lo general, lleva, al menos, a
un cierto grado de defusión. La defusión de una palabra o pensa-
miento suele dar como resultado la constatación de las propieda-
des físicas de las palabras de manera distanciada, desde una
perspectiva de observador. Desde el punto de vista de un terapeu-
ta, posiblemente, no sea necesario diferenciar claramente entre
yo-como-contexto y técnicas de defusión. Sin embargo, las técni-
cas que se centran primaria y explícitamente en la vivencia de
pensamientos, sentimientos y otras sensaciones desde la perspec-
tiva de un observador, generalmente, entran en la categoría del
yo-como-contexto. Las técnicas de defusión, por el contrario, se
centran, en primer lugar, en romper las reglas del lenguaje.

Conclusión

La defusión es uno de los seis procesos esenciales de la ACT


junto con el yo-como-contexto, la aceptación, la consciencia del
momento presente, los valores y el compromiso de acción de
acuerdo con dichos valores. Es una parte indispensable de la ACT
e interactúa en gran medida con dichos procesos en ese contexto.
Sin embargo, tal vez pueda sorprender que la defusión puede des-
empeñar igualmente un papel importante en otros tratamientos.
Los fundamentos para la utilización de la defusión en tales trata-
mientos se abordarán en profundidad en el siguiente capítulo.
El papel de la defusión en
la terapia cognitivo conductual

3
basada en mindfulness
y en otras terapias

Aunque “defusión cognitiva” es una etiqueta que se originó en


el contexto de la ACT, muchas de las técnicas y estrategias inclui-
das bajo dicha etiqueta no son exclusivas de la ACT. Lo que es más
importante aún, el proceso psicológico conocido como defusión
parece o bien estar ya activo en muchos otros tratamientos dife-
rentes o bien ser compatible con las teorías que subyacen a dichos
tratamientos. Este capítulo va a explorar el carácter de amplia
aplicabilidad que ofrece la defusión cognitiva –no solo el papel
crítico que puede desempeñar en los tratamientos basados en
mindfulness sino su compatibilidad con terapias cognitivo con-
ductuales definidas de un modo más amplio así como con trata-
mientos que caen fuera de la tradición cognitivo conductual.

Defusión y mindfulness

El término “mindfulness” que se originó en la tradición budis-


ta, se ha definido de muchas maneras en la literatura psicológica.
Cada definición resalta algunos elementos mientras que atenúa,
o incluso elimina, otros, lo que plantea una dificultad para lle-
gar a un consenso general sobre la consideración del concepto.
56 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Por ejemplo, Dimidjian y Linehan (2003) describen mindfulness


atendiendo a “los procesos intencionales de observar, describir y
participar en la realidad, sin juzgar, en el momento y con eficacia”
(pág. 229) mientras que Kabat-Zinn (1994) lo define como “prestar
atención de una determinada manera: de forma intencional, en el
momento presente y sin emitir juicios” (pág. 4). Langer (2000)
considera el mindfulness como “un estado mental flexible en el
que estamos activamente implicados en el presente, percibiendo
cosas nuevas y siendo sensibles al contexto… [como lo opuesto a
estar] fijados en una perspectiva única y rígida… que ignora otras
formas alternativas de conocer” (pág. 220). Bishop y colaborado-
res (2004) conceptualizan el mindfulness como “la auto-regula-
ción de la atención para que se mantenga en la experiencia
inmediata, permitiendo de ese modo un mayor reconocimiento
de los acontecimientos mentales en el momento presente [así
como] un orientación particular hacia las propias experiencias en
el momento presente; orientación que viene caracterizada por la
curiosidad, apertura y aceptación” (pág. 232).
Hay aspectos compartidos entre estas definiciones. Las cuatro
coinciden claramente en el enfoque intencional sobre el momento
presente; también la apertura o la aceptación de la experiencia del
momento presente se mencionan de manera explícita o están cla-
ramente implicadas. Atender a u observar aspectos de la propia
experiencia se menciona también o está implícito de manera
insoslayable en las cuatro definiciones. Algo equiparable a la
defusión no surge tan claramente de cada una de las muestras
conceptuales pero se puede considerar que queda expresado de
manera explícita o bien que está implícito en ellas. El término
“libre de juicios” aparece en dos definiciones. Aunque resulta ten-
tador interpretar “libre de juicios” como una ausencia de juicios,
los autores de esas definiciones ofrecen una aclaración más
amplia. Dimidjian y Linehan (2003) añaden que el mindfulness
es “consciencia de lo que es, en el nivel de la experiencia directa e
inmediata, separada de conceptos, categorías y expectativas” (pág.
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 57

229; el subrayado es nuestro). De manera semejante, Kabat-Zinn


(1994) añade que “casi todo lo que vemos está etiquetado y catego-
rizado por la mente (pág. 33) y que debemos “reconocer esta cua-
lidad enjuiciadora de la mente… y asumir intencionadamente la
postura de un testigo imparcial recordándonos [a nosotros mis-
mos] observar, simplemente” (pág. 34). Ambas aclaraciones indi-
can que mindfulness implica ver y vivenciar lo que está presente
para ser experimentado y, al mismo tiempo, no asumir que los
juicios verbales, categorizaciones y etiquetas que propone nuestra
mente capten adecuadamente esas experiencias. Esto es, en esen-
cia, defusión cognitiva.
Langer y Bishop no aluden de manera explícita a ningún com-
ponente del mindfulness en las citas señaladas anteriormente
pero un examen más atento de su trabajo indica, efectivamente,
que también ellos creen que cierta manera de no tomarse los pro-
pios pensamientos demasiado en serio es un componente central
de la acción consciente. Langer (2000) destaca la importancia de
considerar los pensamientos desde diferentes perspectivas para
darse cuenta de que se deberían tomar en su contexto y no como
verdades absolutas, destacando que, mientras estamos pensando,
“al mismo tiempo, las cosas están cambiando y, en cualquier
momento, son diferentes desde distintas perspectivas aunque las
mantengamos en la mente como si fueran constantes” (pág. 221).
El “estado mental flexible” de Langer se refiere, entonces, a una
consciencia explícita de que los “hechos” que nos presentan los
pensamientos deberían ser considerados provisionalmente solo
como “hechos” hasta cierto punto. Bishop y colaboradores (2004)
aclaran que mindfulness es contrario a “quedar atrapado en
corrientes de pensamiento meditabundas y detallistas sobre la
propia experiencia” y que, en cambio, “implica una experiencia
directa de acontecimientos” (pág. 232), lo que constituye una cla-
rificación que, manifiestamente, alude a la defusión.
Esta muestra de definiciones científicas de mindfulness más
allá de los límites de la terapia de aceptación y compromiso
58 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

parece incidir en la importancia de alguna versión de “no tomar-


se los pensamientos demasiado en serio” o como sustitutos
directos de la experiencia. En la ACT, la defusión se ha conside-
rado como un proceso integral de mindfulness durante algún
tiempo. Fletcher y Hayes (2005) declararon que se podría arti-
cular el mindfulness fructíferamente como una combinación de
consciencia del momento presente, un sentido del yo-como-con-
texto, una actitud abierta y aceptante de la propia experiencia y
una perspectiva defusionada respecto a los propios pensamien-
tos. La defusión, desde su perspectiva, facilita la consciencia del
momento presente inherente al mindfulness porque “debilita el
excesivo impacto literal [por lo general, negativo] del lenguaje”
para hacer la experiencia más aceptable y porque debilita el
“[lenguaje] temporal y evaluativo que desvía el centro de aten-
ción del ‘ahora’” (pág. 3229. En otras palabras, la defusión faci-
lita la aceptación de nuestra experiencia porque interrumpe las
evaluaciones negativas verbales que hacemos de dicha experien-
cia y dificulta la capacidad que tiene el lenguaje de desviarnos
del momento presente para elucubrar sobre el pasado y el futu-
ro. La defusión es una parte integral del mindfulness.

Mejora de las terapias basadas en mindfulness mediante


técnicas de defusión

En la actualidad, están en uso muchos tratamientos diferentes


de base empírica basados en mindfulness. La reducción del estrés
basada en mindfulness (MBSR) se ha utilizado para tratar eficaz-
mente el estrés psíquico asociado al dolor crónico (Kabat-Zinn,
1982), trastornos de ansiedad (Kabat-Zinn et al., 1992) y cáncer
(Massion, Teas, Hebert, Wertheimer y Kabat-Zinn, 1995) entre
otros problemas. La terapia cognitiva basada en mindfulness
(MBCT; Segal, Williams y Teasdale, 2002) tiene un considerable
apoyo de evidencias que justifican su eficacia en el tratamiento de
la depresión (McCarney, Schulz y Grey, 2012). La terapia dialéctico
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 59

conductual (DBT; véase, por ejemplo Linehan, 1993), que se apoya


en ejercicios de mindfulness como componente importante de su
tratamiento, ha demostrado muchas veces su eficacia en el trata-
miento de síntomas del trastorno límite de personalidad (Kliem,
Kröger y Kosfelder, 2010). Un meta-análisis reciente que incluye
209 resultados de estudios empíricos indicaba que los tratamien-
tos basados en mindfulness, en general, eran eficaces en el abor-
daje de una variedad de trastornos psicológicos y tan eficaces
como la terapia cognitiva y los tratamientos farmacológicos en
los nueve estudios en los que se compararon (Khoury et al., 2013).
Estos tratamientos, en buena medida, se basan en algún tipo
formal de meditación en posición sedente; en actividades de min-
dfulness tales como la consciencia de las sensaciones físicas al
caminar, hacer ejercicio, ducharse, conducir, lavar los platos, etc.
(véase, por ejemplo, Spradlin, 2002, págs. 57-61); o en la cons-
ciencia de los aspectos físicos y cognitivos de la emoción (véase,
por ejemplo, Spradlin, 2002, págs. 62-65) para ayudar a los clien-
tes a responder a pensamientos, sentimientos y demás aspectos
de su experiencia de una manera flexible, adaptativa y eficaz.
Considerando que, históricamente, todas ellas han sido técnicas
para fomentar el mindfulness (en el budismo, por ejemplo), esto
no debería causarnos sorpresa. Pero si se entiende adecuada-
mente la defusión como un integrante significativo del mindful-
ness y si tenemos presente los efectos positivos de los estudios
existentes sobre defusión, que se comentan en el capítulo 10, la
utilización de estrategias adicionales de defusión en tales trata-
mientos aumentaría la gama de técnicas disponibles. Conside-
rando que algunas técnicas dan buen resultado para algunas
personas pero no para otras y que puede haber barreras signifi-
cativas para implicarse de manera sistemática en una medita-
ción formal sedente (Williams, Van Ness, Jane y McCorkle, 2012),
los tipos de técnicas de defusión que se comentan en este libro
podrían suponer una grata incorporación de muchas formas de
terapia mindfulness.
60 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

De hecho, algunas técnicas que no se parecen a la meditación


formal ni a la simple atención consciente de la propia experiencia,
pero que recuerdan las técnicas más frecuentes de defusión de la
ACT, ya cuentan con un uso documentado en algunas terapias
basadas en mindfulness. En muchos casos, desde luego, esas
coincidencias reflejan el linaje común de esos tratamientos basa-
do en mindfulness y no supone que los practicantes de ACT o los
teóricos “inventaran” las técnicas. Por ejemplo, Linehan (1993)
señaló que enseñar “habilidades ‘qué’” (págs. 63-67), en las que se
anima abiertamente a los clientes a que encuentren palabras que,
sencillamente, describan sus experiencias de cada momento y a
que tengan cuidado de ellas y se “despeguen” (pág. 121) de las
palabras de opinión que evalúen esa experiencia, es una parte
habitual de la DBT. Esta estrategia mantiene cierta semejanza
con el ejercicio de defusión de descripción-evaluación que se deta-
lla en el capítulo 7 de este libro, un ejercicio típico de ACT descri-
to por primera vez por Hayes y colaboradores (1999). Segal y
colaboradores (2002) propuso una metáfora MBCT (entre otras
metáforas comparables a las técnicas ACT de defusión y de yo-
como-contexto) que compara los pensamientos problemáticos
recurrentes con una “grabación en la mente” (págs. 252-255) que
se pone en marcha repetidamente bajo determinadas circunstan-
cias, para poner de relieve la naturaleza insidiosa y, en el fondo,
sospechosa de los pensamientos. La metáfora se parece a algunas
metáforas de defusión utilizadas en ACT, ya sea a la programa-
ción del ordenador o a la metáfora de “Radio Malas Noticias”
(véase, por ejemplo, Hayes y Smith, 2005). Los terapeutas de
MBCT son orientados también en el sentido de favorecer la com-
prensión de la distinción entre “hechos” e “interpretaciones”
(Segal et al., 2002, págs. 254-257), lo cual es notablemente seme-
jante a la distinción que se hace entre descripciones y evaluacio-
nes en ACT. Asimismo, se ha aconsejado a los terapeutas en
prevención de recaídas basada en mindfulness (MBRP) que ayu-
daran a sus clientes a vincular metafóricamente sus pensamien-
tos con “imágenes o palabras en una pantalla de cine o con globos
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 61

que se alejan volando” o con “una emisión de radio o una diminu-


ta criatura colocada sobre el hombro, que va pronunciado un
comentario interminable” (Bowen, Chawla y Marlatt, 2010, pág.
131). Tales estrategias se parecen mucho a las habituales técnicas
de defusión y del yo-como-contexto de la ACT pero se diferencia
en su forma de las modalidades de meditación tradicional budis-
ta y de las prácticas de mindfulness que predominan en la mayo-
ría de tratamientos basados en mindfulness. Si se considera
deseable y potencialmente útil encontrar una gama más flexible y
variada de estrategias de mindfulness en estos tratamientos, la
incorporación de una variedad de técnicas de defusión basadas
en ACT sería una opción atractiva.

Integración de técnicas de defusión en la terapia cognitivo


conductual convencional

Defusión y reestructuración cognitiva parecen ser muy opues-


tas: esta última asume que es necesario cambiar los pensamien-
tos para cambiar la conducta mientras que la primera asume que
el cambio de pensamiento no tiene importancia. A primera vista,
podría parecer que la terapia cognitivo conductual se basa, nece-
sariamente, en un modelo cognitivo parecido al defendido por
Beck (1976) según el cual determinados pensamientos determi-
nan conductas y emociones problemáticas y deben ser cambia-
dos antes de que dichas conductas y emociones puedan, a su vez,
cambiar. Hofmann, Asmundson y Beck (2013) sostenían este
punto de vista y, recientemente, subrayaban que, en terapia cog-
nitivo conductual, “las emociones negativa y las conductas perju-
diciales son producto de pensamientos disfuncionales y
distorsiones cognitivas (pág. 6). Si este fuera un presupuesto vin-
culante mantenido por todos los terapeutas cognitivo-conduc-
tuales, entonces, exigiría el empleo de la reestructuración
cognitiva y contraindicaría el uso de la defusión en CBT dado
que las técnicas de defusión están asentadas en el supuesto de
62 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

que los pensamientos no tienen que ser cambiados para que ten-
ga lugar un cambio emocional y de conducta manifiesta.
Sin embargo, otros autores han argumentado que el tipo de
CBT descrito por Hofmann y colaboradores (2013) debería ser eti-
quetado de manera más adecuada como “terapia cognitiva”. Her-
bert y Forman (2013) sostenían que el término “terapia cognitiva”
“no describe una teoría particular, un modelo de psicoterapia ni
un grupo de técnicas sino, más bien, una amplia familia de psico-
terapias que comparten estrategias esenciales cognitivas y con-
ductuales así como un compromiso con el empirismo científico”
(pág. 219). En tanto que la versión cognitiva de la CBT de la auto-
ría de Beck (1976) adopta un modelo cognitivo exclusivo y requie-
re la utilización de la reestructuración cognitiva, otras formas de
CBT (Terapia Conductual Cognitiva) como, por ejemplo, la ACT
(Terapia de Aceptación y Compromiso), DBT (Terapia Dialéctico
Conductual) y MBCT (Terapia Cognitiva basada en Mindfulness)
abordan las cogniciones problemáticas de manera distinta y
representan variaciones en cuanto a la opinión sobre el modo en
que la cognición interactúa con la conducta y las emociones. Dob-
son y Dozois (2010, pág. 4) ofrecen la perspectiva de que los
supuestos que unifican las distintas variedades de CBT son:

1. La actividad cognitiva afecta a la conducta.


2. La actividad cognitiva puede ser controlada o cambiada.
3. El cambio conductual en el sentido deseado puede [el subra-
yado es nuestro] resultar influido mediante el cambio cog-
nitivo.

Visto desde estas perspectivas, la CBT, en un sentido amplio,


parece permitir una diversidad de modos de abordar las cognicio-
nes problemáticas, siendo posibles la defusión u otras estrategias
cognitivas como técnicas de reestructuración.
De hecho, Dobson (2013) ha sostenido que el campo de la CBT,
en realidad, se está desplazando “hacia un modelo metacognitivo
del cambio” (pág. 224). La metacognición se refiere a pensamientos
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 63

que tenemos sobre otros pensamientos o sobre otros aspectos de


nuestra experiencia. Los tratamientos de CBT que prestan una
atención explícita a la metacognición, por lo general, no se apoyan
en una reestructuración cognitiva como estrategia exclusiva ni
primaria ni la aplican integralmente. En terapia metacognitiva
(Wells, 2008) el principal foco de atención está en relacionar los
pensamientos problemáticos de distintas maneras y en aprender a
desviar la atención de las cavilaciones hacia otra información más
útil. Por lo general, los únicos pensamientos que se cuestionan
cognitivamente son aquellos que implican la creencia de los clien-
tes de que deben continuar su ciclo de cavilaciones. En MBCT se
solicita a los clientes que se hagan más conscientes de sus pensa-
mientos (y de otras experiencias) no en un esfuerzo por cambiar-
los sino, más bien, para aprender a “sentarse con” ellos sin
reaccionar ante su presencia (Segal et al., 2002). En DBT se ense-
ña a los clientes a evaluar los pensamientos e impulsos problemá-
ticos desde una perspectiva de “mente sabia” y tales pensamientos
se experimentan desde una perspectiva consciente con el entendi-
miento de que no tienen que ser cambiados (Linehan, 1993). Y en
ACT, por supuesto, el darse cuenta de los propios pensamientos (y
de los pensamientos sobre pensamientos) y aprender a relacionar-
se con todos ellos de manera diferente está siempre presente. Tan-
to si la CBT continúa avanzando en una dirección metacognitiva
como si no, estas observaciones ilustran el hecho de que hay
muchas maneras de abordar los pensamientos problemáticos y de
considerar la causalidad o no causalidad de la cognición en CBT.

Mensajes contradictorios: combinación de defusión


y reestructuración cognitiva

Aunque es de esperar que haya quedado sentado que utilizar


estrategias cognitivas distintas de la reestructuración en CBT es
juego limpio y que los pensamientos no tienen que ocasionar la
conducta, puede surgir un problema potencial cuando se utilizan
64 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

la defusión y la reestructuración simultáneamente. La defusión,


básicamente, enseña que los pensamientos no tienen que cambiar
para que cambie una conducta manifiesta, que no es necesario
ganar la guerra de palabras antes de poder aceptar las emociones
tal como son. El uso de técnicas de reestructuración implica que
los pensamientos problemáticos pueden y deben ser cambiados
antes de seguir adelante. Además, si un terapeuta –y, por exten-
sión, el cliente– no es expresamente claro respecto a que defusión
y reestructuración son, sencillamente, dos maneras distintas de
cambiar la conducta y de que uno puede comportarse de una
manera inconsistente con sus pensamientos, puede dar lugar a
confusión y a una debilitación de los efectos del tratamiento.
Debe quedar claro que, actualmente, no se dispone de infor-
mación sobre los efectos de la combinación de técnicas de defu-
sión y reestructuración –o de combinar una versión atenuada del
modelo cognitivo con el supuesto de que los pensamientos no cau-
san el comportamiento– en terapia. Mientras que existen datos
que apuntan a que la terapia basada en mindfulness (en concreto,
la MBCT) disminuye las recaídas en clientes que previamente han
recibido terapia cognitiva para la depresión (Segal et al., 2002),
ningún estudio actual ha evaluado formalmente una combina-
ción de defusión y reestructuración. Si se llegaran a combinar, el
enfoque más sensato, probablemente, apuntaría a comenzar por
los supuestos compartidos explícitamente relativos a que: (1) los
pensamientos raramente, por no decir nunca, recogen toda la
extensión y profundidad de las experiencias o hechos que afirman
describir; (2) los pensamientos imperiosos influyen sobre nues-
tras emociones y comportamiento pero no nos obligan a actuar ni
a sentir de manera consecuente con ellos; y (3) las estrategias de
defusión y reestructuración son simplemente herramientas dis-
tintas que se pueden utilizar para cambiar el comportamiento
cuando surgen pensamientos y sentimientos problemáticos. En
otras palabras, puede ser conveniente cambiar nuestra manera de
pensar, cuando eso sea posible, mientras que, al mismo tiempo, a
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 65

través del empleo de estrategias de defusión, nos recordamos que


no es necesario cambiar los pensamientos porque, de todos
modos, no implican ninguna verdad absoluta. Si un determinado
cliente parece orientarse hacia las técnicas de reestructuración y
le parecen útiles para cambiar muchas de sus cogniciones, enton-
ces, perfecto. Las estrategias de defusión se podrían utilizar cuan-
do no se consigue una reestructuración o se podrían emplear
como una primera aproximación con clientes que adopten su
mensaje. Empíricamente, puede suceder que clientes con un cier-
to déficit de pensamiento lógico y racional se puedan beneficiar
de la utilización de técnicas de reestructuración como estrategia
de primera línea mientras que clientes que no presenten ese tipo
de deficiencia se puedan beneficiar del empleo de la defusión.
Además, podría ocurrir que clientes que se enfrenten a una angus-
tia fuerte o crónica y que se planteen su situación con cierto rea-
lismo, se sientan mejor con las técnicas de defusión mientras que
aquellos que se encuentren en otras situaciones hagan un mejor
uso de la reestructuración.

Utilización de la defusión en otras formas de terapia

El mensaje principal que subyace a la defusión es que las pala-


bras no captan una verdad absoluta y que, por lo tanto, las pala-
bras que aumentan nuestro sufrimiento no son vinculantes.
Desde esta perspectiva, parecería que cualquier denominación de
psicoterapia que, implícita o explícitamente, reconozca que nues-
tros pensamientos e impresiones contribuyen al mantenimiento
de nuestros problemas podría ser capaz de hacer uso de estrate-
gias de defusión. La defusión tiene una relevancia mayor en deter-
minados tipos de terapia. Los tratamientos constructivistas, por
ejemplo, apuntan de forma activa al papel que desempeñamos en
la elaboración de relatos sobre nosotros mismos y nuestro mundo
circundante, por lo que tratan de deconstruir los relatos proble-
máticos para elaborar otros más adaptativos. La defusión podría
66 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

constituir una gran ayuda en la deconstrucción de un viejo relato


y también podría hacer más flexibles y siempre adaptativos los
nuevos relatos. Otros enfoques más “postmodernos” de la psicote-
rapia también se podrían beneficiar de la utilización de estrate-
gias de defusión, ya que dichas estrategias pueden, por ejemplo,
ayudar a debilitar el predominio de formas impuestas pero pro-
blemáticas de pensar. Los terapeutas existencialistas han recono-
cido la importancia vital de la lucha por un significado en un
mundo donde el significado no está grabado a fuego. Las estrate-
gias de defusión podrían, por ejemplo, ayudar a un cliente de tera-
pia existencial a darse cuenta de que incluso el pensamiento de
que “la vida no tiene sentido” es sospechoso y que el sentido surge
en la vitalidad de vivir y abrazar la vida.
La defusión podría desempeñar un papel incluso en tratamien-
tos en los que ni siquiera tuviera un lugar destacado la idea de que
las palabras son engañosas. Un terapeuta psicodinámico que
enfoque su trabajo hacia el insight emocional de sus clientes
podría utilizar la defusión para ayudar a un consultante a libe-
rarse de las valoraciones interpersonales perturbadoras aprendi-
das en anteriores relaciones y que está aplicando en sus relaciones
actuales. Un terapeuta humanista que ayude a un cliente a verse
y aceptarse a sí mismo tal como es podría utilizar la defusión
para cortar sus autoevaluaciones y pensamientos negativos sobre
quién debería o tendría que ser. Y un terapeuta gestalt podría uti-
lizar la defusión para ayudar a un cliente a confiar más en sus
experiencias directas y menos en sus interpretaciones verbales,
sobre todo en aquellas que le causen problemas.
Las indicaciones y precauciones para el empleo de técnicas de
defusión en terapia cognitivo conductual se aplican también a
otras formas de terapia. Los terapeutas que adoptan la postura de
que los pensamientos determinan el comportamiento y que deben
ser cambiados para que se pueda producir un avance psicológico,
probablemente transmitirán mensajes contradictorios a sus clien-
tes si utilizan técnicas de defusión. Los terapeutas que creen que
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 67

no es necesario que se produzca un cambio en la forma de pensar


como paso previo al cambio de conducta, que aclaran este princi-
pio a su cliente de manera sistemática y que no utilizan otras téc-
nicas de manera que se pueda suponer que es necesario un cambio
de pensamiento, es muy posible que sean capaces de integrar con
éxito la defusión en su práctica.

Conclusión

He sostenido que se puede utilizar la defusión en una amplia


gama de tratamientos psicoterapéuticos. En tanto que su aplica-
bilidad en tratamientos basados en mindfulness, por ejemplo,
puede ser evidente debido a la continuación de la tradición de
mindfulness en la ACT, la defusión también puede ser una he­­­
rramienta aplicable en otras formas más convencionales de CBT
–tratamientos que, generalmente, se considera que requieren un
cambio cognitivo–. Con las advertencias comentadas en este capí-
tulo, la defusión puede ser un complemento muy bien recibido en
cualquier tratamiento que no apoye claramente la creencia de que
es necesario cambiar los pensamientos para que conducta y emo-
ciones puedan cambiar.
4
Estableciendo las bases
de la defusión

Los cinco capítulos siguientes van a explicar la manera de pre-


sentar a los clientes estrategias de defusión y cómo poner en prác-
tica una variedad de técnicas que utilizan la defusión. Sin
embargo, antes de utilizar las técnicas más explícitas de defusión,
es necesario tener en cuenta varios factores. En primer lugar,
como algunas técnicas de defusión pueden parecerles extrañas a
los clientes, sugeriré algunos consejos para presentar la defusión
de una forma relativamente natural. A continuación, me centraré
en la importancia de sembrar empatía en abundancia por parte
del terapeuta para minimizar la posibilidad de provocar que los
clientes se sientan invalidados. Luego, consideraré algunas cues-
tiones que pueden surgir cuando se combinan técnicas de defu-
sión y reestructuración cognitiva. Por último, destacaré la
importancia de atemperar la defusión con un sentido existencial
de significado y moralidad.

La rareza de la defusión

Como podrás haber observado en el capítulo 1, algunas técni-


cas de defusión son, por decirlo francamente, extrañas. Que esto
sea así, en buena medida, es intencional. Para romper las reglas
70 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

del “lenguaje habitual”, que son omnipresentes y están tan arrai-


gadas que, por lo general, ni siquiera nos damos cuenta de ellas,
es necesario que sucedan algunas cosas raras o inesperadas. Aun-
que esta rareza puede resultar eficaz, también puede ser desmoti-
vadora si no se presenta en el contexto adecuado. Imagina, por
ejemplo, que le pides a un cliente angustiado, a los diez minutos
de la primera sesión, que repita una y otra vez la palabra “leche”
sin proporcionarle una explicación para la realización del ejerci-
cio y sin haber desarrollado siguiera una relación terapéutica de
confianza. Una intervención de ese estilo podría ser bien acogida
pero hay más probabilidades de que el cliente no acuda a una
segunda consulta.
Es posible sembrar fácilmente muchas más técnicas de defu-
sión (como los métodos de “mente” y “pensamiento” que se ofre-
cen detalladamente en el capítulo 5) en los primeros minutos del
primer encuentro terapéutico. Pero las técnicas de defusión más
invasivas puede que requieran, al menos, un respaldo breve pero
explícito de los fundamentos que justifican la defusión –el hecho
de que el lenguaje sea sospechoso, que las palabras, por lo general,
no se corresponden adecuadamente con toda la extensión y pro-
fundidad de la “realidad”–. El capítulo 5 ofrece diversos ejemplos
de lo que podrían ser tales fundamentos así como algunas formas
de introducir las técnicas de defusión que no parezcan directa-
mente relevantes en relación a lo que el cliente está manifestando.
Una buena regla de oro podría ser que calibraras tu propia reac-
ción a cada una de las técnicas que se presentan en este libro. Si
eres más bien principiante en el tema de la defusión y una técnica
te parece extraña o que no es demasiado importante terapéutica-
mente, lo más probable es que tus clientes también la vayan a per-
cibir de esa manera. Deberías tener en cuenta, sin embargo que tu
cliente puede considerar extraña una técnica aunque tú no la veas
así. Una vez que la premisa de la defusión ha quedado clara para
el cliente, la necesidad de explicar los fundamentos racionales
para las siguientes técnicas de defusión desaparece.
ESTABLECIENDO LAS BASES DE LA DEFUSIÓN 71

Defusión e invalidación

Las estrategias de defusión corren el riesgo de invalidar la


experiencia subjetiva de un cliente. En su esencia, defusión quiere
decir que las historias que nos contamos sobre nuestras vidas y
nuestras luchas no son verdades absolutas. Pero si el trabajo de
defusión no se lleva de manera adecuada, puede ocurrir fácil-
mente que el cliente no capte la naturaleza global de esta afirma-
ción y se crea que el terapeuta piensa que su historia particular no
es cierta. Dar a un cliente la impresión de que dudamos de su
capacidad de identificar adecuadamente los hechos de la vida que
ha vivido durante tanto tiempo y que nosotros estamos empezan-
do a conocer, no presagia nada bueno. Las técnicas de defusión
también parecen trivializar el malestar de un cliente si se utilizan
de forma desdeñosa. Imagínate que le pides a un cliente, durante
la primera sesión, que cante sus pensamientos más angustiosos
con la melodía de su canción pop favorita. Podría darse un hondo
sentimiento de invalidación. La eficacia y adecuación de las técni-
cas de defusión más invasivas depende de una buena relación
terapéutica en la que el cliente perciba que el terapeuta empatiza
muy bien con él. Además, el cliente debería conocer la justifica-
ción de tales técnicas y debería entender que el carácter engañoso
de palabras y pensamientos no es un defecto personal sino algo
con lo que todos tenemos que lidiar.

Estrategias para combinar defusión y cambio


de pensamiento

En el capítulo 3 se ofrecen guías para integrar estrategias de


defusión con reestructuración cognitiva en el contexto de la CBT.
Debería tenerse en cuenta que se podría necesitar poner en mar-
cha esas guías también cuando se utiliza la defusión en otras for-
mas de tratamiento. Intentar cambiar la manera de pensar que
tiene otra persona sobre sus experiencias tiende a ser el modo
72 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

“por defecto” de los seres humanos. A todos se nos enseña desde


jóvenes a intentar pensar de manera adecuada y racional sobre
las cosas y esta sensibilidad puede arraigar en nuestro trabajo
terapéutico incluso aunque utilicemos un enfoque teórico del tra-
tamiento que no apunte explícitamente al cambio de pensamien-
to. Un ejemplo de esta tendencia podría darse cuando animamos
al cliente a que “interprete adecuadamente” lo que le ha ocurrido
de manera que le sirva de consuelo o le “permita” avanzar de una
manera constructiva. Aunque es realmente agradable encontrar
una manera “adecuada” y relativamente constructiva de pensar
sobre las propias dificultades, podría resultar contraproducente
transmitir el mensaje de que uno debería llegar a esa forma de
pensar para seguir adelante. Desde una perspectiva de defusión,
los pensamientos no necesitan cambiar para que se produzca un
movimiento constructivo. Simplemente necesitan ser tomados de
una forma más ligera.
Un ejemplo semejante podría referirse a clientes que creen que
tienen que comprender la causa de sus actuales problemas psico-
lógicos antes de poder superarlos. Aunque conocer algunas cau-
sas de nuestros problemas puede ser beneficioso (por ejemplo,
cuando se puede identificar y cambiar algún factor activo de
angustia e incapacidad), por lo general, las causas percibidas son,
más bien, distantes e inmutables. Solemos creer que tenemos que
tener pensamientos que capten adecuadamente la realidad de lo
que causó nuestra situación actual. Aunque desde una perspectiva
de defusión, muchos de esos pensamientos no son más que parte
de un relato parcialmente ficticio –relato que puede que tenga sen-
tido pero que no sirve, necesariamente, para que avancemos a tra-
vés de nuestros problemas actuales–. Independientemente de qué
variante surja en la terapia respecto a la necesidad y esfuerzo por
conseguir los “pensamientos adecuados”, la “necesidad” de dichas
“necesidades” debería ser mantenida, explícitamente, de manera
muy provisional tanto por parte del terapeuta como del cliente si
se están utilizando estrategias de defusión. De lo contrario, el
ESTABLECIENDO LAS BASES DE LA DEFUSIÓN 73

mensaje central de la defusión– que los pensamientos de angustia


con los que estamos luchando no son verdades absolutas y no
deben cambiar– podría quedar debilitado.

Defusión y falta de significado: Fundamentación


de la defusión en valores

Cuando se lleva la defusión a sus últimas consecuencias lógi-


cas, puede tener lugar una especie de crisis existencial. Si nues-
tros pensamientos no son verdades absolutas, entonces puede
parecer que no existe un significado absoluto, que no hay nada
bueno ni malo y que, tal vez, no haya siquiera un punto de refe-
rencia absoluto. Aunque solo he encontrado esta conclusión extre-
mista en unos pocos consultantes, la posibilidad está claro que
existe. En la ACT, esta posibilidad de falta de significado y amora-
lidad se equilibra con la elaboración de la experiencia directa de
los clientes respecto a aquello que más valoran –en sus propios
valores más profundamente mantenidos–. En otras palabras, se
pide a los clientes que clarifiquen formas concretas de vivir, de
tratar a los demás y de implicarse en diferentes ámbitos de su
vida que les den un mayor sentido de vitalidad, significado y pro-
pósito. Inevitablemente, esos valores son, al menos, un producto
parcial de experiencias que han tenido de primera mano, tanto si
han estado en el lado de dar o en el de recibir en relación a los
valores que mantienen. Estas experiencias directas se utilizan
para superar pensamientos que impliquen dudas acerca de si
ellos verdaderamente valoran esas formas de vida o si sus valores
verdaderamente importan. Un cliente podría decir algo así como:
“yo quiero ser amable con los demás –quiero tratarlos bien y com-
pasivamente, conectar con ellos como seres humanos”–. Poste-
riormente, el cliente podría empezar a dudar de si este valor
verdaderamente le importa y, por último, hasta podría dudar de si
importa tratar a los demás de esa manera. Al fin y al cabo, una
declaración de valores se hace, simplemente, con palabras y las
74 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

palabras no parecen captar la verdad absoluta. En tal caso, el


terapeuta puede apelar a un tipo distinto de conocimiento –el tipo
de conocimiento experiencial que tenemos cuando el hacer las
cosas de una determinada manera se vive como adecuado y vital
y nos importa mucho a nivel personal. Un diálogo entre terapeuta
y cliente podría tener lugar de la siguiente manera:

Cliente: No sé. Mi mente me dice que es importante tratar así a


la gente, que realmente importa, pero ¿qué sentido tie-
ne? No son más que palabras, evaluaciones, al fin y al
cabo y, además, me he dado cuenta últimamente de lo
poco consistentes que son este tipo de palabras. Últi-
mamente parece como si no me importara.
Terapeuta: Entonces, tienes el pensamiento de que “Últimamente
no me importa”. También parece que estás teniendo
un pensamiento parecido a: “Como últimamente no
me importa, eso anula mi valor de conectar con otras
personas, de tratarlas compasiva y amablemente”.
¿Estoy en lo cierto?
Cliente: Sí; así es. A veces parece que realmente me importa
pero, luego, me doy cuenta de que no es así.
Terapeuta: Déjame que te haga una pregunta. Recuerdo que me
hablabas de una relación realmente buena, cordial,
que tenías con Carl, aquel auxiliar administrativo en
tu empresa, aquel que pasaba desapercibido y era tra-
tado de manera superficial. ¿Puedes decirme otra vez
cómo era sentir aquello?
Cliente: Se sentía realmente bien. Él es, realmente, un buen
tipo y parecía que para él significaba mucho que un
compañero le dedicara tiempo para llegar a conocerlo
y no se limitara simplemente a ponerle más papeles en
su bandeja. También significaba algo para mí: tener
una relación auténtica y cuidadosa como aquella hacía
que mi jornada fuera mejor.
ESTABLECIENDO LAS BASES DE LA DEFUSIÓN 75

Terapeuta: Entonces suena como si tu experiencia directa te estu-


viera diciendo que eso te importaba mucho –y también
a él, en ese sentido–, el tratarlo de ese modo. Tú esta-
bas haciendo algo que es importante para ti, algo que
sientes que está bien. Y cuando recuerdas otras veces
en las que has estado conectado con otros, ¿cómo es,
entonces, tu experiencia directa?
Cliente: Muy parecida. Casi siempre siento que es bueno. Es
importante para mí.
Terapeuta: Pero date cuenta de cómo tu mente ha estado inten-
tando convencerte, de alguna manera, de que en nin-
gún lugar del universo está “grabado a fuego”, en
absoluto, que importe realmente conectar con otras
personas. Que, según tal pensamiento, no importa en
absoluto. ¿Y qué pasaría si eso no fuera también más
que pura palabrería? ¿Qué es más importante y qué se
siente más concreto y más tangible: lo que te dice tu
mente o lo que tú experimentas cuando estás conecta-
do con los demás?
Cliente: Bueno, esas conexiones se sienten reales. Los buenos
sentimientos que proceden de ellas son reales.
Terapeuta: De modo que parece que conectar con los demás, en
realidad, es algo que a ti te importa, que merece la
pena, que hace que la vida sea mejor, ¿es así?
Cliente: Sí; decididamente, sí.
Terapeuta: Si es así, ¿importa mucho lo que pueda decir tu men-
te?
Cliente: [riendo] ¡Creo que no!

Incluidas en este diálogo no solo hay referencias explícitas a


un valor central del cliente así como contrastes entre la mente del
cliente y su experiencia directa sino también indicaciones de
defusión equilibradas con pensamientos que ponen en duda la
76 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

importancia absoluta de su valor respecto a la conexión interper-


sonal. Los pensamientos que ponen en duda la veracidad de los
pensamientos en general son útiles en tanto que sirven de ayuda
pero, al mismo tiempo, no son más que pensamientos y pueden
ser tratados como tales si empiezan a contribuir a ese tipo de sin-
sentido existencial que nuestro cliente imaginario estaba empe-
zando a mostrar. En general, las lecciones que enseña la defusión
pueden dar lugar, lógicamente, a pensamientos tales como: “las
palabras no pueden captar la realidad” pero eso, también, no es
más que un pensamiento. En última instancia no sabemos si ese
pensamiento es verdad. Afortunadamente, la defusión nos ense-
ña también que no tenemos que cambiar ese pensamiento para
seguir adelante con nuestra vida, para confiar en nuestra expe-
riencia directa sobre lo que nos importa para seguir esa direc-
ción. Cualquier pensamiento, considerado de manera provisional,
puede acompañarnos en ese viaje.
La misma consideración es válida para los pensamientos refe-
ridos a que no importa la conducta ética porque no hay un código
ético fijo e inmutable entretejido en la trama del universo. Aun-
que nunca he tenido un cliente ACT que, realmente, tras una
reflexión cuidadosa apoyara algún valor antisocial o amoral,
existe la posibilidad de que alguno pueda utilizar la defusión para
justificar una conducta antisocial o destructivamente amoral.
Profundizar en las experiencias clave del cliente sobre su inclina-
ción a ayudar y conectar con los demás, en contraste con su incli-
nación a implicarse en distintos comportamientos amorales o
antisociales, puede ser fundamental a la hora de ayudar a los
clientes a que se den cuenta de que las formas de vivir específica-
mente prosociales y constructivas, en realidad, les importan,
independientemente de la aparente falta de apoyo explícito del
universo.
Los existencialistas han abordado este aspecto de la humani-
dad durante siglos y el tema fundamental de enfoque ha estado
presente prácticamente desde que los seres humanos han utilizado
ESTABLECIENDO LAS BASES DE LA DEFUSIÓN 77

el lenguaje. Frente a un inmenso y prácticamente incomprensible


universo, los seres humanos tienen que enfrentarse al pensa-
miento de que nada importa en sí ni por sí mismo, que el universo
no se presenta con una declaración a priori de lo que importa ni
de aquello por lo que merece la pena luchar y que nosotros debe-
mos dar nuestros propios significados y forjar nuestros propios
códigos éticos. Una vez que te des cuenta de que tu mente no es tu
amigo en quien confiar, tienes que confiar, en último término, en
tus experiencias para decirte lo que importa, lo que es significati-
vo y esencial para ti. Las palabras pueden ser útiles o inútiles
como ayuda para esa comprensión pero no se les debería permitir
que te la negaran.

Conclusión

En resumen, incluso aunque algunas técnicas de defusión


puedan resultar extrañas y potencialmente desconcertantes,
pueden ser presentadas sin estridencias de muchas maneras (el
capítulo 5 va a proporcionar muchos más ejemplos). Es muy
importante un elevado grado de empatía por parte del terapeuta
a la hora de utilizar la defusión, dado el potencial que tiene el
proceso de invalidar la experiencia del cliente. Se deberían
hacer algunas consideraciones cuidadosas sobre la manera de
emplear tanto las técnicas de defusión como de reestructura-
ción cognitiva con el mismo cliente para ayudar a evitar que los
mensajes de ambos conjuntos de técnicas puedan dar lugar a
confusión. Y, por último, puede ser necesario un esfuerzo para
contrarrestar una percepción de falta de sentido existencial si el
cliente concluye que nada tiene sentido porque las palabras
carecen de significado.
Los cinco capítulos que vienen a continuación explican cómo
presentar y utilizar diversas técnicas diferentes de defusión. El
capítulo 5 contiene muchos ejemplos sobre el modo de introdu-
cir la defusión al principio del tratamiento mientras que en los
78 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

capítulos 6 al 9 se comentan distintas categorías de técnicas de


defusión. Es importante recordar que la flexibilidad es clave a la
hora de practicar defusión o, prácticamente, cualquier técnica
terapéutica. Aunque estas técnicas se comentan aquí de manera
muy concreta, sobre todo en las transcripciones ficticias de sesio-
nes de terapia que ejemplifican su empleo, existen otras muchas
formas de poder utilizar estas técnicas. No dudes en adaptarlas
de manera que puedan encajar mejor en tu estilo personal y en
las necesidades de tus clientes.
5
Presentación de la defusión
en el tratamiento

El fenómeno al que nos referimos como defusión es contra-


rio a toda una vida de aprendizaje según la cual se adopta la
creencia de que las palabras captan nuestra experiencia con
relativa exactitud y que las mejores palabras captan la verdad
absoluta. Dado que terapeuta y cliente, conjuntamente, com-
parten esta historia respecto a las palabras y dada la rareza ini-
cial de muchas técnicas de defusión, los terapeutas que se
acercan a la defusión por primera vez suelen encontrar dificul-
tades a la hora de presentar, a su vez, las técnicas de defusión
de un modo natural y con eficacia. Afortunadamente, hay
muchas formas de conseguirlo, algunas de las cuales se van a
comentar en este capítulo. Obsérvese que la palabra “defusión”
casi nunca se les presenta a los clientes y las descripciones téc-
nicas del concepto se comentan aún menos en la terapia. En
cambio, las tentativas más eficaces de ejemplificar la defusión
en una sesión de terapia sencillamente ayudan a identificar los
pensamientos como pensamientos y muestran, in vivo, lo inade-
cuados que resultan esos pensamiento para captar toda la ver-
dad de la experiencia directa.
80 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Utilización de las convenciones lingüísticas “mente”


y “pensamiento”

Desde la misma sesión de acogida se pueden presentar algunas


de las técnicas de defusión menos invasivas, como las que identi-
fican sutilmente los pensamientos como pensamientos o como
productos de la mente. Aunque los efectos del empleo de un len-
guaje de ese estilo no suelen ser dramáticos, pueden dar lugar a
un cierto distanciamiento entre los clientes y sus pensamientos y
ayudar, así, a establecer las bases para un trabajo de defusión
más intensivo. Su empleo se muestra en el breve diálogo que viene
a continuación.

Cliente: La mayor parte del tiempo, he sentido que soy distinto,


como si no perteneciera.
Terapeuta: De modo que has tenido este pensamiento, “no perte-
nezco”, durante mucho tiempo. ¿Qué otros pensamien-
tos aparecen cuando piensas que no perteneces?
Cliente: Bueno, no me interesan las cosas que les interesan a
mis amigos. Me siento fuera de onda con ellos. A veces,
me preocupa que pueda haber algo raro en mí.
Terapeuta: ¡Vaya! Ese podría ser un pensamiento bastante duro:
“Hay algo raro en mí”. Puedo preguntarte: Cuando apa-
rece ese pensamiento, ¿qué otros pensamientos surgen?
Cliente: Solo eso, bueno, la verdad es que me siento muy desco-
nectado de la gente. Creo que es porque soy raro de
verdad, no sé muy bien cómo hablar con la gente. Me
siento como un idiota, a veces.
Terapeuta: ¡Vaya! Esos son más pensamientos duros: “Estoy sien-
do un idiota”, “soy raro de verdad”. Cuando piensas
esos pensamientos, ¿qué sentimientos te surgen?
Cliente: Realmente me siento mal. Triste de verdad. Un poco
avergonzado.
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 81

Terapeuta: [Se inclina hacia delante y asiente con la cabeza empáti-


camente]. Bueno, solo hablar de eso hace que aparez-
can esos sentimientos. [Hace una pausa] ¿Hay otros
pensamientos que te estén rondando por la cabeza en
este mismo momento?

Hay que resaltar varios aspectos de este diálogo. En primer


lugar, es de esperar que se perciba que el sutil trabajo de defu-
sión podría tener lugar a lo largo de otros muchos programas
terapéuticos, incluyendo la valoración y el establecimiento de la
relación terapéutica. Estas convenciones de lenguaje de “pensa-
mientos” y “mente” se pueden utilizar con mayor o menor cohe-
rencia, aunque cuanto menos uso se haga de ellas, menos
ayudan a construir un contexto de defusión dentro del trata-
miento que le permita al cliente ver los pensamientos simple-
mente como pensamientos de un modo más sistemático. En
segundo lugar, obsérvese que el terapeuta no etiqueta como
tales todos los pensamientos. Los pensamientos problemáticos,
evaluativos, son los principales candidatos. El objetivo no es
que el cliente se defusione de todos los pensamientos sino solo
de los que le ocasionan problemas cuando se los toma al pie de
la letra (aunque es deseable favorecer en el cliente una habilidad
general para “tomarse los pensamientos de manera provisio-
nal” o para no tomarse ningún pensamiento demasiado en
serio). En tercer lugar, el terapeuta debería mostrar empatía sis-
temáticamente frente al malestar que está experimentando el
cliente ya que limitarse a apuntar, pensamiento tras pensamien-
to, que solo se trata de pensamientos, podría resultar invalidan-
te. Por último, se debería observar que, por lo general, no hay
un sentimiento de “misión cumplida” por parte del terapeuta
cuando se limita a utilizar las convenciones lingüísticas de
“pensamiento” y “mente” de la forma que se han aplicado en
este diálogo. En otras palabras, aunque este modo de utiliza-
ción puede poner una cierta distancia entre un cliente y sus
pensamientos para ayudarlo a experimentar más fácilmente las
82 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

emociones relacionadas con ellos, por lo general no da como


resultado una consciencia explícita por parte del cliente de que
los pensamientos solo son expresiones verbales no vinculantes.
Más adelante se pueden añadir otras técnicas de defusión para
desarrollar esta experiencia.

Iniciación del cliente en defusión

Tal vez la mejor forma de presentar la defusión sea hacerlo


como respuesta al escepticismo natural que exprese el cliente
hacia sus propios pensamientos, tanto en el pasado como en el
presente. Por ejemplo, después de unas cuantas sesiones, un
cliente con problemas de ansiedad generalizada señalaba que
solía enfadarse mucho con su mujer cuando no conseguía loca-
lizar alguna de sus pertenencias en casa, bajo el supuesto de que
ella la había movido sin advertírselo. Después de gritarle y criti-
carla repetidamente, solo para darse cuenta más tarde de que
había sido él mismo quien había colocado mal el objeto, empezó
a darse cuenta de que no podía confiar en sus sospechas en tales
situaciones. El diálogo transcurrió de esta manera:

Terapeuta: Entonces, cuando reflexionaste sobre las veces ante-


riores y te diste cuenta de que no podías confiar en tu
mente cada vez que algo tuyo se perdía en casa, ¿hizo
que disminuyera tu enfado o que tus sospechas no
fueran tan fuertes?
Cliente: No. Tuve que trabajar mucho. Todavía me enfado e,
inmediatamente, sospecho de mi mujer pero he
aprendido a no seguir con eso. Supongo que podría
decir que no exteriorizo mi enfado.
Terapeuta: Hmm [asiente con la cabeza apreciativamente]. Y antes
de darte cuenta de que tus pensamientos, en esas
situaciones, no eran fiables, ¿hasta qué punto estabas
convencido de que ella había movido tus cosas?
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 83

Cliente: Completamente convencido. Sin ninguna duda en mi


mente.
Terapeuta: He observado que mi mente hace lo mismo: estoy con-
vencido de que todos los pensamientos que estoy
teniendo son ciertos para constatar, más tarde, que,
un momento después, se han esfumado. ¿Hay veces en
las que te has dado cuenta de eso mismo; te has dado
cuenta de que estabas convencido de algo y, más tarde,
viste que no era así?
Cliente: [hace una pausa] Sí, sí; a veces me ocurre [el cliente
menciona un par de ejemplos en los que le ha ocurrido
eso mismo]
Terapeuta: Bien, esta es la cuestión. Las mentes son muy buenas
para convencernos de cosas, sobre todo cuando están
teniendo lugar emociones fuertes. Como cuando esta-
mos realmente ansiosos; las mentes son muy buenas
para convencernos de que nuestros peores temores se
van a cumplir. Cuando estamos muy enfadados, las
mentes son muy buenas para convencernos de que
nuestras esposas hicieron algo mal.
Cliente: Tienes toda la razón.
Terapeuta: Me pregunto si eso ocurre con mayor frecuencia de lo
que pensamos. Quiero decir, ¿qué pasa si nos acos-
tumbramos tanto a creer lo que nos dicen nuestras
mentes –porque son muy convincentes y nos hablan
con mucha potencia– que damos por ciertos nuestros
pensamientos, incluso aunque no se correspondan a la
realidad? Quiero decir, ¿qué pasa si nuestras mentes
nos toman el pelo con mayor frecuencia de lo que pen-
samos?
Cliente: [hace una pausa] Supongo… quiero decir que supongo
que podría ocurrir.
84 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Y yo me pregunto… Has comentado varias situaciones


de las últimas semanas en las que te has enfadado y,
en algunos casos, manifestaste esa ira de una manera
que te trajo problemas –te despidieron de trabajos,
tuviste problemas con la policía–. Y supongo que lo
que quiero es pedirte permiso. Has tenido la experien-
cia de enfadarte con tu esposa y darte cuenta de que tu
mente no te estaba diciendo toda la verdad en esas
situaciones. Has tenido la experiencia de dejarte enga-
ñar por tu mente en otros ámbitos de tu vida. En las
próximas sesiones, ¿estarías dispuesto a observar
algunos de los pensamientos que se presentan cuando
te enfadas en otras situaciones, desde esta perspectiva,
desde la perspectiva de sospechar de que esos pensa-
mientos no sean totalmente ciertos?
Cliente: Podría intentarlo.

Es solo un ejemplo de cómo se puede iniciar de manera natu-


ral una ocasión de defusión con un cliente. Se podría propiciar
una conversación parecida preguntándole a un cliente si podría
recordar un momento en que creyera algo muy firmemente y,
luego, se diera cuenta de que su creencia no era cierta. El diálo-
go anterior también muestra la importancia de envolver las indi-
caciones de defusión con una actitud de empatía y validación,
sobre todo al comienzo. El terapeuta admite abiertamente que
su mente hace cosas muy parecidas a las del cliente, dando a
entender de ese modo que, quizás, tanto el terapeuta como el
cliente se dejan engañar por sus mentes más a menudo de lo que
piensan, en un intento de validar al cliente y evitar que se ponga
a la defensiva. De modo semejante, el terapeuta pide permiso
para ver otras experiencias del cliente desde una perspectiva
basada en la defusión –permiso que es muy importante con
clientes que sostienen sus pensamientos de manera muy rígida y
defensiva–.
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 85

Mirar “a” los pensamientos frente a mirar “a través”


de los pensamientos

Chris McCurry, un psicólogo clínico y autor con más de veinte


años de experiencia en ACT con niños y adolescentes, suele utili-
zar una variación de la técnica “mirar a” frente a “mirar a través”
para ofrecer una manera muy concreta de presentar la defusión.
Se puede decir que este grado de concreción no solo es útil para
explicar un concepto abstracto a las mentes jóvenes, en desarro-
llo, sino que, también, puede facilitar su presentación a adultos.
El ejercicio utiliza accesorios físicos –en este caso, un par de
gafas de seguridad con lentes amarillas o un par de gafas de ojo
de insecto –o “bug eye”– que producen imágenes múltiples de lo
que se está mirando. El diálogo siguiente (adaptado con permiso
del Dr. McCurry) muestra cómo llevarlo a cabo una vez que se ha
pedido al cliente que se coloque las gafas.

Terapeuta: Bien, ¿de qué color es la habitación? [o, en el caso de


las gafas de ojo de insecto, “¿cuántas veces me estás
viendo?”].
Cliente: Es amarilla. [O, te veo cuatro veces].
Terapeuta: ¿Es realmente amarilla, así de repente?
Cliente: No, es por esto [señala las gafas].
Terapeuta: De acuerdo, las gafas hacen que la habitación parezca
amarilla.

[En este momento, terapeuta y cliente comentan si un tipo de gafas


psicológicas no le estará causando problemas al cliente: gafas de ansie-
dad, gafas de ira, gafas de “no se me dan las matemáticas”, etc. Tera-
peuta y cliente llevan un par de gafas].

Terapeuta: Imagina que estas fueran una “gafas de ansiedad”.


Cuando te las pones [se las coloca delante de los ojos]
hacen que todo se vea alarmante, lo mismo que estas
gafas hacen que todo se vea amarillo. Pero, ¿qué pasa
86 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

si te las quitas? [Aparta las gafas a un lado]. La ansie-


dad no se ha ido a otra parte. Todavía está aquí [señala
a las gafas] diciendo: “El mundo es aterrador. Me da
mucha ansiedad hacerlo”. Pero ahora puedo ver
muchas otras cosas y puedo impedir que ese pensa-
miento tome las decisiones por mí. Como si fuera real
y verdadero ¿Tiene esto sentido?
Cliente: [Se coloca las gafas delante de los ojos y, luego, las aparta
a un lado] Sí, es como cuando piensas que hay un mons-
truo en la habitación y te da miedo pero, luego, recuer-
das que los monstruos no existen. Crees que lo ves
cuando llevas las gafas puestas pero ves que no puede
estar cuando te las quitas. Pero todavía se siente miedo.
Terapeuta: Sí. Tienes miedo pero te das cuenta de que el miedo no
tiene que arrastrarte –que aunque tengas miedo, eso
no significa que tenga que ocurrirte algo realmente
malo–. Y, a veces, tus gafas están asentadas bastante
firmemente. Pero puedes recordarte que solo sirven
para hacer que las cosas parezcan de determinada
manera. De esa manera, puedes tranquilizarte y pen-
sar lo que vas a hacer a continuación.

La técnica de evaluación-descripción

Se trata de una variación de la metáfora de la “taza mala”


desarrollada por Hayes y colaboradores (1999; 2012). La técnica
de evaluación-descripción se utiliza para ayudar a distinguir
entre el lenguaje descriptivo físicamente, que se refiere a la expe-
riencia directa del cliente, y el lenguaje evaluativo que pretende
obtener verdades absolutas sobre las implicaciones de las expe-
riencias. A nuestra mente le resulta muy fácil evaluar negativa-
mente el mundo, a los demás y a nuestras propias experiencias,
carácter, potencial, etc. y hacerlo de tal manera que resulta con-
vincente por demás y problemática. Esta técnica puede ayudar al
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 87

cliente a percibir el contraste entre la solidez de la experiencia


directa, señalada por el lenguaje descriptivo, y lo etéreo (en el sen-
tido de carente de sustancia material) del lenguaje indirecto o
evaluativo. También puede servir para presentar el mensaje esen-
cial de la defusión de una forma clara, sistemática y fluida. Si al
cliente le resulta útil la distinción entre descripciones y evaluacio-
nes, el terapeuta puede apoyarse estratégicamente en esta expe-
riencia, en posteriores sesiones, para pedirle al cliente que
identifique qué etiquetas aplica a los pensamientos que está expe-
rimentando en el momento presente. Debería observarse que la
diferencia entre descripciones y evaluaciones se aplica, a conti-
nuación, en primer lugar, a un objeto emocionalmente neutro y,
más tarde, se lleva a cabo sobre un tema que resulte más angus-
tioso para el cliente. Esto es debido a la constatación de que la
distinción puede resultar dificultosa al principio, cuando se apli-
ca a pensamientos y emociones. Al experimentar la distinción, en
primer lugar, sobre un objeto neutro lo que se pretende es fomen-
tar la capacidad del cliente de establecer tal diferenciación inclu-
so cuando puedan interferir pensamientos y sentimientos
problemáticos.

Cliente: Lo que pasa es que no se me da bien relacionarme.


Quiero tener amigos pero me pongo muy ansioso.
Debo de tener algo malo.
Terapeuta: Y a ese pensamiento: “Debo de tener algo malo” ¿Qué
otros pensamientos lo acompañan?
Cliente: No lo sé. Supongo que digo tonterías. Que no soy inte-
resante. Siento que no valgo la pena para que me
conozcan. Mira, solo de pensarlo ya me siento depri-
mido y ansioso.
Terapeuta: Es mucha carga que llevar –toda esa ansiedad, esa
tristeza, esos pensamientos tan duros–. Y seguro que
te llevas sintiendo atrapado por todo eso desde hace
mucho tiempo, ¿no es verdad?
88 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: Sí.
Terapeuta: A veces, con pensamientos y sentimientos tan difíciles,
puede servir de ayuda verlos desde un ángulo un poco
distinto. Desmontar esos pensamientos y ver qué es lo
que hay debajo. ¿Estarías dispuesto a intentarlo?
Cliente: Supongo que sí. ¿Qué es lo que me propones?
Terapeuta: Bueno, tenemos dos tipos de pensamientos y cuando
confundimos un tipo con el otro, eso nos puede causar
problemas. Me gustaría hacer una distinción entre
esos dos tipos de pensamientos –descripciones y eva-
luaciones– y aplicar esta distinción a los pensamientos
con los que estás teniendo problemas. Antes, me gus-
taría establecer la diferencia con algo muy sencillo
para estar seguro de que te lo estoy explicando con
claridad. Y, una vez que esté claro, consideraremos tus
pensamientos desde la misma perspectiva. ¿Te parece-
ría bien que diéramos un pequeño rodeo y, luego, lo
aprovecháramos para echar un vistazo desde un nue-
vo punto de vista a esos viejos pensamientos?
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Bien. Hay dos tipos de pensamientos: descripciones y
evaluaciones. Los pensamientos descriptivos se refie-
ren a cualquier aspecto de una cosa que puedas perci-
bir con tus cinco sentidos. De modo que si puedes
verlo, olerlo, tocarlo, probarlo o escucharlo, es una
descripción. Cualquier otra cosa que puedas decir
sobre algo o sobre alguien, es una evaluación. Tenien-
do esto en mente, ¿podrías darme alguna descripción
de esta mesa? [Da unos golpecitos sobre la mesa].
Cliente: Bueno, está hecha de madera.
Terapeuta: Sí, ciertamente. Lo puedes ver claramente con tus
ojos. ¿Y qué más?
Cliente: Es sólida.
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 89

Terapeuta: Sí [golpea la mesa con la mano]. Bien; se puede sentir


lo sólida que es. ¿Qué más?
Cliente: Es marrón. Es rectangular.
Terapeuta: Bien, son todas cosas que puedes ver. Y tiene cuatro
patas que parecen de metal. Tiene un plástico negro
en el borde. ¿Todo eso son descripciones? ¿Son todas
cosas que puedes ver directamente?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Y esto puede parecerte una pregunta un poco rara
ahora, pero espero que le encuentres más sentido den-
tro de un poco. La “solidez”, la “rectangularidad”, la
“maderaridad” de esta mesa – ¿es todo eso parte de la
mesa, tal como es, o hay alguna cosa que nuestra men-
te le añada a la mesa?
Cliente: Eeh… Creo que no lo entiendo.
Terapeuta: ¿Seguirían aquí la madera, la solidez, la forma rectan-
gular, incluso aunque no estuviéramos aquí para eti-
quetarlas de esa manera? ¿Son, simplemente, parte de
la mesa?
Cliente: Por supuesto, claro que sí.
Terapeuta: De acuerdo. Ahora, busquemos algunas evaluaciones
sobre la mesa. Recuerda que te he dicho que las eva-
luaciones se refieren a todo lo que puedas decir sobre
la mesa que no sean una simple descripción de su for-
ma física. ¿Podrías evaluar esta mesa para mí?
Cliente: Es una bonita mesa.
Terapeuta: De acuerdo, bonita. Es muy mona. ¿Qué más?
Cliente: Parece útil.
Terapeuta: Bien. ¿Y piensas que alguien podría venir y decir: “Es
una mesa horrorosa”, o “no sirve para nada” o “es una
basura” o “es la mejor mesa que puede existir”?
90 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: [se ríe] Sí, supongo que alguien podría hacerlo. Es


como si se refiriera a algo subjetivo.
Terapeuta: Sí, así es, ¿verdad? Ahora, déjame que te pregunte lo
siguiente: la “hermosura”, la “fealdad”, la “utilidad”, la
“inutilidad”, son simplemente parte de la mesa o son
algo que nuestra mente le suma a la mesa?
Cliente: Supongo que son algo que nuestra mente le suma a la
mesa.
Terapeuta: Y “bonita”, “fea”, “útil”, “inútil”, ¿son cosas tan sólidas
como “de madera” o “dura” [golpea sobre la mesa]?
¿Puedes agarrarlas [extiende la mano como si intentara
agarrar un pensamiento] de la misma forma que pue-
des agarrar esta mesa [agarra la mesa]? ¿No hay algo
de etéreo, algo sospechoso en esas evaluaciones?
Cliente: Sí, es como intentar tener razón pero cuando lo miras
más de cerca, solo son subjetividades.

A lo largo del diálogo anterior, en numerosas ocasiones, el


terapeuta da golpecitos o aporrea la mesa y plantea preguntas
como “¿Puedes agarrar esto [una evaluación específica] de la mis-
ma forma que puedes agarrar esta mesa?”. Se hace de esta mane-
ra para subrayar la solidez perceptiva a la que se refiere el
lenguaje descriptivo, para intentar ayudar a crear una experien-
cia de certeza de que lo que se está describiendo está realmente
presente y para ayudar a formar el contraste con la relativa
“liviandad” del lenguaje evaluativo. Las evaluaciones, sencilla-
mente, no pueden ser agarradas con firmeza (ni vistas, ni gusta-
das) como pueden serlo los objetos descritos. Y si no tienen
“solidez” objetiva, ¿cómo se puede confiar en ellas? Para ayudar a
afinar esta distinción es aconsejable tomar un objeto con caracte-
rísticas físicas bien robustas. Personalmente, prefiero utilizar
una mesa o escritorio siempre que sea posible porque la posibili-
dad de golpearlos en momentos estratégicos ayuda a subrayar el
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 91

carácter sólido, evidente, visceral al que se refieren las descripcio-


nes pero otras características bien evidentes en modalidades sen-
soriales distintas (por ejemplo, un objeto con colores brillantes y
vívidos) podrían brindar otras posibilidades parecidas.
Una vez que el cliente ha visto la distinción entre lenguaje eva-
luativo y descriptivo en relación a un objeto emocionalmente neu-
tro, se puede repetir un proceso semejante con los pensamientos
que rodean a una emoción que esté experimentando el cliente en
el momento actual.

Terapeuta: De acuerdo, entonces desde esta perspectiva, echemos


un vistazo a la ansiedad que has venido experimentan-
do y a los pensamientos que la acompañan. ¿Puedes
hacerme una descripción de lo que experimenta tu
cuerpo cuando estás ansiosos?
Cliente: Mi corazón se acelera. Me pongo tenso. Empiezo a
sudar.
Terapeuta: Bien. Sientes que tu corazón late más deprisa, sientes
que tus músculos se ponen tensos, sientes que sudas.
Todas son descripciones. ¿Alguna cosa más?
Cliente: Bueno, a veces, siento náuseas. Y, a veces, la cosa está
tan mal que tiemblo.
Terapeuta: Muy bien. Ahora, déjame que te pregunte: esa tensión
muscular, esos latidos rápidos, el sudor, las náuseas,
¿forman parte de la ansiedad, como propiedades de la
ansiedad o son algo que tu mente le suma a la ansiedad?
Cliente: Son propiedades de la ansiedad.
Terapeuta: Ahora, echemos un vistazo a algunas de las evaluacio-
nes que tu mente lanza cuando estás ansioso. Creo que
ya tenemos un par de ellas: “No me merezco que me
conozcan”, “digo tonterías”. “Tontería”, “inmerecido”;
¿puedes agarrar esas cosas de la misma forma que
agarras esta mesa? [Agarra la mesa].
92 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: No. Sin embargo, siempre son muy convincentes.


Terapeuta: Sí, las evaluaciones son muy buenas camuflándose
como descripciones cuando uno se siente molesto.
Pero cuando tú te sientas ahí y miras a esas palabras:
“tontería”, “inmerecido”, ¿son tan sólidas como esto?
[Golpea la mesa].
Cliente: No… Supongo que no lo son.
Terapeuta: ¿Y qué otro tipo de pensamientos –de evaluaciones–
aparecen cuando estás ansioso?
Cliente: “Debo de tener algo malo”.
Terapeuta: “Algo malo”; ¿algo así como “inaceptable”?
Cliente: Sí; muy parecido.
Terapeuta: “Inaceptable”. ¿Puedes echarle el guante y agarrarlo?
Cliente: No, pero, me siento inaceptable.
Terapeuta: ¿Podrías acercarte a la mesa y golpearla con tu mano
unas cuantas veces?
Cliente: [golpea la mesa].
Terapeuta: ¿Puedes sentir “inaceptable” de la misma manera que
puedes sentir esa mesa? ¿Puedes ver “inaceptable” a
todo color, en tres dimensiones, de la misma forma
que puedes ver la mesa?
Cliente: No. Sin embargo, es duro.
Terapeuta: Sí. Y, simplemente, echa un último vistazo. ¿Tiene “ina­
ceptable” la misma solidez que esto [golpea la mesa]?
Cliente: Bueno, no, no.
Terapeuta: Entonces, ¿y si resulta que eso es lo que son todos los
pensamientos, especialmente las evaluaciones? Son
muy convincentes, sobre todo cuando uno está moles-
to pero, al final, ¿no tienen todos ellos un carácter eté-
reo? Sencillamente, no tienen la consistencia que
aparentan… ¿Qué te parece todo esto?
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 93

Cliente: Parece que tiene sentido. Sin embargo, no estoy segu-


ro de poder asumir esa perspectiva.
Terapeuta: Bien. Se necesita práctica y tu mente va a trabajar
mucho para convencerte de que todas esas evaluacio-
nes son verdaderas. Pero nosotros vamos a practicar
a lo largo de las próximas sesiones todo lo que sea
preciso.

La ansiedad es una buena emoción sobre la que centrar este


ejercicio si el cliente la está experimentando en el momento actual
porque los aspectos físicos (descriptivos) y no físicos (evaluativos)
de la ansiedad son relativamente fáciles de localizar. Naturalmen-
te, se puede utilizar también con otras emociones. El ejercicio de
descripción-evaluación puede salvar la cuerda floja que parece
existir entre la defusión y la reestructuración. En un nivel básico
parece pedirle al cliente que coloque los pensamientos en una de
las dos categorías y, luego, que confíe en las definiciones verbales
de esas categorías como “ciertas”. En realidad, el ejercicio está
concebido para ayudar al cliente a que perciba una distinción
básica entre la experiencia directa, visceral, de percibir las cosas
físicamente y la naturaleza indirecta, etérea, de los pensamientos.
Y no se trata de que el lenguaje descriptivo sea “verdadero” y el
lenguaje evaluativo, “falso”. Más bien es una simple cuestión de
colocar los pensamientos en sus respectivas categorías y, luego,
dejar que el cliente confíe en su experiencia directa, relacionada
con los ejercicios, de darse cuenta de lo sólidos o etéreos que son
estos tipos de pensamiento.
A veces, puede ser difícil determinar si un pensamiento es
una evaluación o una descripción. Algunas palabras son las dos
cosas. La palabra “gordo”, por ejemplo, se refiere de una manera
descriptiva a la presencia de tejido adiposo. Pero la mente de
muchas personas podría añadir rápidamente también una carga
negativa a la palabra “gordo”. Como regla básica, concede el com-
ponente descriptivo de una palabra o frase cuando sea evidente
94 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

y, luego, pregúntale al cliente qué “significa” el aplicarle esa pala-


bra a él o ella. Por lo general, lo que va a surgir es una serie de
pensamientos evaluativos negativos sobre el significado de, por
ejemplo, estar “gordo”. Esos pensamientos puramente evaluati-
vos pueden, entonces, ser clasificados en su categoría correspon-
diente. Incluso se podría decir que un pensamiento como “no soy
una persona interesante” tiene un componente descriptivo por
cuanto un cliente podría alegar que los demás no dan muestras
tangibles de interés hacia él. En casos así, puede resultar conve-
niente conceder que la palabra o frase es una auténtica descrip-
ción del cliente. Entonces, se le puede preguntar al cliente qué
significa “no ser interesante” o qué dice el “no ser interesante” de
la clase de persona que es. Como en el ejemplo anterior, puede
surgir una serie de pensamientos para ser clasificados.
Por último, a veces, el tipo de pensamientos problemáticos
observados a través de las lentes de la descripción-evaluación
no resultan tan claramente descriptivos ni evaluativos sino,
más bien, reglas verbales sobre cómo se debería o no se debería,
tendría o no tendría que comportarse uno en determinadas
situaciones. Si surge una regla verbal importante durante o des-
pués del ejercicio, se puede manejar, al menos, de dos maneras.
Generalmente, se puede preguntar al cliente qué clase de perso-
na sería si siguiera la regla o si no la siguiera. Probablemente,
surgirán pensamientos evaluativos positivos cuando el cliente
considere que sigue la regla y pensamientos evaluativos negati-
vos cuando considere que no. De manera alternativa, el terapeu-
ta podría reconocer que, en realidad, parece haber tres tipos de
pensamientos: descripciones, evaluaciones y reglas. Las reglas,
por lo general, aparentan ser un tipo de descripciones que mues-
tran la manera correcta en que se debería o habría que hacer
las cosas. Se le puede pedir al cliente que piense en la regla con-
creta que se está examinando: ¿Es la única manera en que se
pueden hacer las cosas o podría haber otras? ¿Se detectan eva-
luaciones respecto a seguir o no seguir la regla que la hagan
PRESENTACIÓN DE LA DEFUSIÓN EN EL TRATAMIENTO 95

parecer más cierta? Y, dado que esos pensamientos son evalua-


ciones, ¿hasta qué punto es posible que puedan ser verdad?

Conclusión

Se han considerado cuatro formas diferentes de presentar la


defusión por primera vez en el tratamiento. Posiblemente haya
muchas, muchas más. Aunque muchos terapeutas tienden a ajus-
tarse a una estrategia principal para su presentación inicial, es
aconsejable mantener la flexibilidad. Como hemos dicho, algu-
nas técnicas de defusión, sencillamente, no funcionan con deter-
minados clientes. Practica utilizando algunas o todas las técnicas
abordadas. Así, si falla una de ellas, estarás preparado para con-
tinuar con alguna de las otras.
6 Metáforas de defusión

Las metáforas, en general, pueden favorecer la defusión porque


implican adoptar una postura más lúdica, menos literal respecto a
los pensamientos. Nos invitan a que nos imaginemos de qué mane-
ra son semejantes dos cosas que se comparan, partiendo de la base
de que, en muchos sentidos, no son idénticas. Un cliente ansioso al
que se le dice que “luchar con la ansiedad es como debatirse en
arenas movedizas”, probablemente verá enseguida la semejanza.
No es muy probable que ese cliente responda con frases como: “Sí,
porque cuanto más lucha uno con la ansiedad, más se ensucia y
huele a ciénaga”. Las características irrelevantes del vehículo
(aquello con lo que se compara el tema de interés) se descartan de
inmediato o no se transfieren al tenor (el contenido de interés). En
cierto sentido, la relación entre vehículo y tenor es semejante a la
relación entre pensamientos y el fenómeno que, inadecuadamente,
intentan describir. Los pensamientos pueden captar aspectos de lo
que se da en la realidad pero no son una descripción fidedigna de
ella. De este modo, los pensamientos deberían ser tomados con
tanta precaución como el vehículo de una metáfora.
Las metáforas pensadas específicamente para facilitar la defu-
sión, a menudo, ofrecen un modo general de considerar los pro-
ductos de la mente, de establecer dudas sobre la veracidad de los
98 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

propios pensamientos. Si una metáfora determinada produce


una defusión significativa para un cliente, por lo general, se pue-
den hacer breves alusiones a esa metáfora más adelante para con-
seguir efectos semejantes. Una defusión efectiva mediante
metáforas puede cambiar, realmente, la manera de pensar del
cliente. Esto puede parecer irónico ya que la defusión se utiliza
para enseñar que no es necesario cambiar los pensamientos para
seguir adelante. En realidad, prácticamente cualquier técnica de
defusión que dé resultado puede dar lugar a nuevos pensamientos
tales como: “Eso solo es un pensamiento y los pensamientos no
son más que palabras”. El empleo de la defusión no niega que un
cambio de pensamiento pueda resultar beneficioso. Simplemente
demuestra que nuestros pensamientos angustiosos o contrapro-
ducentes no necesitan desaparecer.
Como en cualquier técnica, algunas metáforas de defusión
tendrán repercusión en un cliente determinado y algunas otras,
no. El terapeuta no debería “forzar” una metáfora si esta no pare-
ce producir una cantidad significativa de defusión. Una metáfora
fallida es la clave para que el terapeuta cambie a otra distinta. En
general, las metáforas oportunas creadas por un cliente son pre-
feribles a las que pueda proponer el terapeuta. La creación de una
metáfora por parte del cliente significa que ha entendido y asumi-
do el mensaje central de defusión; y habrá menos probabilidades
de que el cliente olvide algo que él mismo ha creado.
Las metáforas de defusión pueden ser comparaciones breves o
relacionadas relativamente. A continuación se incluyen descrip-
ciones y diálogos que implican ambos tipos de metáforas.

Metáfora del programa informático

La metáfora del programa informático (adaptada del ejerci-


cio “programa de identificación” de Hayes et al., 1999) compara
los pensamientos conflictivos con líneas programadas en un
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 99

ordenador. La intención que subyace a la metáfora es destacar


la naturaleza histórica de los pensamientos. Nuestras experien-
cias pasadas, incluyendo cosas que la gente nos ha dicho y
hecho, “programan” pensamientos en nuestra mente. Cuando
damos con una situación que nos recuerda a alguna de esas
pasadas experiencias, nuestra mente, de modo automático, des-
carga los elementos pertinentes de programación o pensamien-
tos relevantes. No importa que los pensamientos sean ciertos o
no e, incluso, se pueden programar pensamientos completa-
mente arbitrarios. Si han quedado programados, surgirán bajo
las circunstancias adecuadas y aquellos pensamientos que
hayan sido programados con mayor frecuencia empezarán a
parecer verdades absolutas. Un propósito adicional de la metá-
fora es destacar la naturaleza automática y repetitiva de los
pensamientos, comparándolos con un código programado que
se activa repetidamente cuando las condiciones son adecuadas.
Los pensamientos parecen implicar que son un reflejo de las
circunstancias actuales del mundo real. La metáfora del pro-
grama informático puede ayudar al cliente a recordar que
muchos de nuestros pensamientos pueden ser simplemente un
reflejo de nuestras experiencias pasadas que se superpone en
nuestro presente.
La metáfora del programa informático presenta también
otras facetas adicionales. Al comparar al cliente con un ordena-
dor y a sus pensamientos con programas se genera cierta distan-
cia entre el cliente y sus pensamientos. Como se comentará
detalladamente en el capítulo 8, distanciarse de los pensamien-
tos es un importante componente de la defusión. Esta distancia
puede ser incluso materializada en la sesión tecleando uno o
varios pensamientos problemáticos del cliente en un ordenador
o Smartphone y haciendo que los vea desde distintas perspecti-
vas físicas (como se mostró en la narración anterior). Además, a
los clientes les puede resultar más sencillo escuchar esta metá-
fora para ver que sus pensamientos no los definen, lo mismo que
100 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

un programa informático no define al ordenador. Independien-


temente de lo que produzca su mente, el o la cliente (como el
ordenador) siempre van a estar ahí, con el mismo valor y poten-
cial que siempre han tenido.
El siguiente diálogo demuestra la utilización de esta metáfora.
Nótese que en muchos de los diálogos de este capítulo y de los
capítulos 7, 8 y 9, las partes del “cliente” en el diálogo son relativa-
mente cortas. Es una medida estratégica pensada para dar la
información precisa sobre el cliente e ilustrar las técnicas de defu-
sión que están ligadas a los pensamientos y sentimientos con los
que este está debatiendo sin dedicar demasiado espacio de este
limitado manual a detalles superfluos.

Cliente: Me siento tan incompetente con la gente… como que


no soy lo bastante bueno.
Terapeuta: Y ese pensamiento, “No soy lo bastante bueno”, ¿cuán-
to tiempo hace que tienes ese pensamiento y ese senti-
miento de incompetencia?
Cliente: Hace mucho, creo. Desde que era niño.
Terapeuta: ¿Puedes recordar alguna de las primeras veces que te
sentiste así y que creíste que no eras lo bastante bue-
no?
Cliente: Recuerdo intentar ayudar a mi padre a restaurar un
armario, cuando tenía, no sé, siete u ocho años. Ya
sabes lo dispuesto que está uno a agradar a los mayo-
res cuando se es un niño. Pero no hacía más que enre-
darlo todo, por más que intentaba hacerlo bien.
Recuerdo a mi padre sintiéndose realmente frustrado
y lo recuerdo decirme: “No lo sabes hacer. Vete a jugar
o hacer otra cosa”.
Terapeuta: “No lo sabes hacer”. Y ese mensaje –“no lo sabes hacer”,
“no eres lo bastante bueno”–, ¿lo volviste a recibir de tu
padre y de otras personas, en otras ocasiones?
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 101

Cliente: Sí. No continuamente, pero yo sentía como que perci-


bía esas vibraciones de mucha gente.
Terapeuta: Bueno, qué pasa si es algo así: Nuestras mentes se
parecen mucho a ordenadores, ordenadores que se
“programan” con nuestras experiencias. De manera
que tú has tenido esa experiencia con tu padre y fue
como una especie de tecleado, independientemente
de que él quisiera o no decir “no lo sabes hacer”, “no
eres lo bastante bueno”. Y programó ese sentimiento
de incompetencia. Luego, tuviste otras experiencias.
Tal vez, un chico burlándose de ti en la escuela o
sacando una mala nota en un examen –y esas expe-
riencias programaron “no eres lo bastante bueno”. Y
la manera de funcionar de ese ordenador –la manera
de funcionar de tu mente– es que, cuando estás en
circunstancias que son parecidas a aquellas en las
que se tecleó esa programación, tu mente, de manera
automática, dispara esos pensamientos, ese senti-
miento.
Cliente: Supongo que, en efecto, parece automático. Tiene sen-
tido que mis experiencias me produzcan eso –como
una especie de programa impreso que hace que esos
pensamientos surjan bajo ciertas circunstancias–.
¿Pero cómo consigo dejar de hacerlo?
Terapeuta: Bueno, esa es la cuestión. Lo que se ha programado
una vez, ¿ya queda programado? Tú puedes añadir
otra programación; tal vez pensamientos como: “No;
soy una buena persona”. Y puede que, la próxima vez,
ese pensamiento aparezca después de “no soy lo bas-
tante bueno”. Pero según tu experiencia, ¿esa segunda
secuencia de programación consigue hacer que el “no
soy lo bastante bueno” desaparezca?
Cliente: No.
102 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Así es. Y cuanto más te empeñes en borrar el “no soy


lo bastante bueno”, más pensamientos nuevos, más
nueva programación se sumará. Y tu mente te los lan-
za y tú no acabas de creerte los positivos. Pero los
negativos…
Cliente: Sí; esos me los creo.
Terapeuta: De manera que estamos bloqueados en la programa-
ción. Pero, en realidad, es algo así: te apuesto a que
has tenido muchas situaciones de “no soy lo bastante
bueno” en las que el “no soy lo bastante bueno” ni
siquiera es realmente cierto. Ya sabes, como esas cosas
con las que los niños se burlan unos de otros, esas
palabras con las que se insultan. Cosas tontas. Cosas
inexactas. Cosas injustas. ¿Recuerdas que se hayan
burlado de ti con cosas que, vistas en la distancia, te
parecieran arbitrarias o injustas?
Cliente: Claro, seguro que tengo. Como tú dices, muchas cosas
con las que los niños se insultan unos a otros son ton-
terías, cosas injustas.
Terapeuta: Incluso aquella situación con tu padre. Tú tenías siete
años, estabais intentando retocar un armario. Eso es
difícil para un niño de siete años. En una realidad
alternativa tal vez se podría haber programado: “Toda-
vía no sé hacerlo, pero puedo aprender a hacerlo”.
Cliente: Ojalá hubiera sido así.
Terapeuta: Sí, pero, ¿ves a lo que me refiero? Muchas programa-
ciones pueden ser arbitrarias, injustas, inexactas o
puede que no capten toda la realidad. Y nuestra mente
sigue poniendo en marcha esa programación en situa-
ciones semejantes. No podemos borrar la programa-
ción y tenemos que escucharla y sentirla cuando
aparece pero podemos darnos cuenta de que esa pro-
gramación no es el árbitro definitivo de los hechos.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 103

Cliente: Sin embargo, es muy convincente.


Terapeuta: Sí. Esos pensamientos, esos sentimientos se han repro-
gramado muchas veces dentro de ti. Parecen reales,
generales, definitivos. Pero, ¿y si buena parte de ellos
fuera arbitraria, inadecuada o injusta, o no captara
todo el conjunto de la realidad?

Aunque el diálogo aquí descrito podría bastar para suscitar el


escepticismo del cliente sobre la veracidad de sus pensamientos,
la metáfora se podría ampliar. La continuación del intercambio
que sigue a continuación hace que la metáfora se vuelva más
experiencial y se aplica a algunos pensamientos concretos con los
que se está debatiendo el cliente. El diálogo tiene un marcado
matiz referido al yo-como-contexto (las conexiones entre defu-
sión y yo-como-contexto se tratarán más ampliamente en el capí-
tulo 8), y también anima al cliente a que acepte voluntariamente
las experiencias que tienen lugar cuando se centra en ese pensa-
miento problemático.

Terapeuta: Sí. Esos pensamientos, esos sentimientos te han sido


programados muchas veces. Hace que se sienta como
algo verdadero, completo, definitivo. Pero ¿y si mucho
de todo eso resulta que es arbitrario o inadecuado, o
injusto, o que no capta toda la realidad?
Cliente: Podría ser. Pero parece tan verdadero y parece que
siempre ha estado conmigo; esa sensación de no ser lo
bastante bueno.
Terapeuta: Sí, parece que siempre ha estado ahí, que te consume.
¿Podemos intentar mirar a esa programación desde
una perspectiva ligeramente distinta? ¿Te parece bien
que escriba en mi ordenador portátil “no soy lo bas-
tante bueno” para que lo podamos ver de distintas
maneras?
Cliente: Oh, supongo, si crees que podría ayudar.
104 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: [escribe: “No soy lo bastante bueno”] Si te parece, me


gustaría que te sentaras en esta silla y colocaras tu
cara realmente muy cerca de la pantalla para que pue-
das leer toda la frase pero no mucho más.
Cliente: [acerca la cara a la pantalla]
Terapeuta: ¿Qué pensamientos te están viniendo en este mismo
momento?
Cliente: Bueno, se siente mal el tener eso en el lugar de honor.
Estoy pensando: “¿qué sentido tiene?” y recordando
algunas de las tonterías que hice.
Terapeuta: Sí, el programa que acompaña a “no soy lo bastante
bueno”. ¿Por qué no sigues y tecleas aquí también:
“¿Qué sentido tiene?”? Y, tal vez, algún pensamiento
concreto sobre una “tontería” [utiliza los dedos para
hacer el gesto de comillas en el aire] que hayas hecho en
el pasado; solo por colocar esos programas en el lugar
de honor.
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Bien. Si te parece, acércate a la pantalla de nuevo de
modo que todo lo que puedas ver sean esos pensa-
mientos. Observa lo que surge cuando están en el lugar
más destacado.
Cliente: Es… ¡Puaf! Más malos recuerdos. Más veces en las
que metí la pata. Más ocasiones en las que decepcioné
a la gente.
Terapeuta: Sí. Y puedes recordar cuando fue tecleada toda esa
programación en tu “ordenador” [el terapeuta señala
su propia cabeza]. Y también puedes imaginar cómo se
programaron todos esos pensamientos autocríticos,
duros, intransigentes. Y cuando las circunstancias
obligan a que esa programación asome de nuevo, es
como si eso fuera todo lo que hay. Es como si eso fuera
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 105

tal y como es. Aunque no fueran justos, o solo fueran


parcialmente correctos, se sienten como si te definie-
ran completa y totalmente.
Cliente: Supongo que no siempre me siento así. Pero cuando
empiezo a pensar en esas cosas, en realidad, es así
como me siento.
Terapeuta: De acuerdo. Ahora, me gustaría que te echaras hacia
atrás en tu silla y miraras a esos pensamientos, a ese
programa tecleado en tu ordenador, a cierta distancia.
Simplemente, echa un vistazo a las palabras y letras
que conforman esos pensamientos y dime lo que pue-
des ver. No solo el programa, sino todo lo que puedas
ver cuando miras hacia la pantalla.
Cliente: Bueno, el ordenador. Tu escritorio… los libros y las
estantería en la pared. Aquel cuadro.
Terapeuta: En cuanto a lo que se te está mostrando ahora –lo que
estás pensando, lo que estás sintiendo, lo que estás
recordando– ¿hay alguna diferencia entre este momen-
to y cuando tenías la cara pegada a la pantalla?
Cliente: No es tan intenso. Estaba pensando y notando cosas
distintas la segunda vez. Cuando estaba cerca, real-
mente, casi sentía que eso era todo lo que yo era.
Terapeuta: ¿Y cuando te echaste para atrás, había más que eso?
Cliente: Sí. Es como que esos pensamientos, esos recuerdos,
son todo mi mundo cuando estoy tan centrado en
ellos. Olvido que hay más que eso. Tal vez me los tomo
demasiado en serio.
Terapeuta: Eso es lo que hace ese ordenador –tu mente–. Te absor-
be en ese relato. Te hace creer que es el evangelio
cuando, en realidad, no es más que unas cuantas opi-
niones subjetivas, perspectivas parciales y cosas por el
estilo que estaban programadas dentro de ti. Si tú te
106 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

apoyas en eso y ves esos pensamientos como pensa-


mientos, como una programación, tienden a afectarte
menos. No te definen.

Metáfora de los viajeros en el autobús

Otra metáfora clásica de defusión relaciona los pensamientos


y sentimientos de angustia con pasajeros indeseables de un auto-
bús que va conduciendo el cliente (Hayes et al., 1999). La metáfora
incorpora varios procesos clave, fundamentales en ACT tales
como la acción dirigida por valores y la aceptación de emociones
difíciles. Podría ser difícil sacar adelante el componente de acep-
tación de emociones negativas sin una adecuada comprensión del
modo de abordar ese proceso en ACT (consideración que va más
allá del alcance de este libro), de modo que habrá que tener cuida-
do si se utiliza esta metáfora fuera del contexto de la ACT. El
siguiente diálogo muestra su utilización y asume que el terapeuta
está introduciendo pensamientos y sentimientos que el cliente ha
respaldado anteriormente en el relato.
Terapeuta: Veamos si podemos ver esos pensamientos y senti-
mientos con los que has estado luchando desde una perspectiva
un poco diferente. Imagina que la vida es como un autobús. Al
principio, lo disfrutas bastante. Llevas el autobús por donde
quieres ir, dando todas las vueltas que quieres dar. Luego, empie-
zan a suceder las cosas. Empiezas a hacer paradas en esos pun-
tos de tu vida en los que están sucediendo cosas importantes y
recoges pasajeros. Algunos de esos pasajeros son esos pensa-
mientos y sentimientos felices que tienes –“tengo una buena
pareja”, “quiero a mis hijos”, “tengo un buen trabajo”. Otros pasa-
jeros no son tan agradables. En una de esas paradas sube “Yo
soy un engaño” y “Vergüenza”, “Dudas de ti mismo” y “Ansie-
dad”. Esos tipos son feos, temibles e intimidatorios. Y están en
tu autobús.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 107

Cliente: Me gustaría mucho, mucho, echarlos a patadas.


Terapeuta: Y apuesto a que lo has intentado; muchas veces. [En
tono compasivo] ¿Qué tal te ha funcionado?
Cliente: En realidad, no ha funcionado. A veces, se van pero
antes o después vuelven otra vez.
Terapeuta: Sí. Y esos tipos empiezan a decirte por dónde puedes
ir, lo que puedes hacer –qué ruta tienes que seguir–.
Por ejemplo, podrías tener la idea de empezar un nue-
vo proyecto de trabajo que te suponga un reto, pero,
entonces, “Dudas de ti mismo”, “Voy a fracasar” y
“Miedo” empiezan a gritarte desde el fondo del auto-
bús para que pares o hagas otra cosa. ¿Qué harías tú,
generalmente, en ese momento?
Cliente: Probablemente, no empezaría el proyecto.
Terapeuta: Sí. Esos pasajeros dan tanto miedo y son tan amena-
zadores que tú paras el autobús para que no se te acer-
quen para continuar con sus amenazas. Esto podría
parecerte una pregunta extraña pero, ¿cómo te ame-
nazan ellos exactamente? ¿Qué te parece que harán si
se plantan en la parte delantera del autobús, justo
delante de tus narices?
Cliente: Bueno, son tan tremendos… Son muy difíciles de
soportar.
Terapeuta: Tremendos. ¿Algo así como que te devorarían si deja-
ras que se presentaran delante de ti?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Y déjame que te pregunte: ¿Alguna vez has dejado que
se te acercaran hasta plantarse delante de ti y que se
quedaran ahí todo el tiempo que quisieran, para hacer
cualquier cosa que quisieran hacer?
Cliente: No… Quiero decir, ha habido veces en que no eran
tan fuertes y yo conseguí seguir adelante con lo que
108 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

quería hacer. Pero cuando el miedo y las dudas sobre


mí mismo son fuertes, hago todo lo que puedo para
mantenerlos lejos.
Terapeuta: Entonces –corrígeme si me equivoco– eso suena como
si nunca hubieras tenido la oportunidad de ver qué
ocurre cuando esos pasajeros realmente mal encara-
dos van hasta la parte delantera del autobús.
Cliente: Supongo que no.
Terapeuta: Y yo estoy de acuerdo contigo. Son muy aterradores,
muy intimidatorios. Parece que si llegaran ahí, te gol-
pearían duro, te agobiarían, te devorarían. Conozco
ese sentimiento. Pero ¿Y si todo lo que pudieran hacer
esos pasajeros –esos pensamientos y sentimientos–
cuando estuvieran ahí delante fuera hacer que los
miraras, hacer que escucharas los pensamientos y las
amenazas y que sintieras los sentimientos?
Cliente: Pero, ¿eso es así, de esa manera?
Terapeuta: En mi experiencia, sí. Con pensamientos y sentimien-
tos difíciles, es duro –es doloroso–. Pero ¿no valdría la
pena arriesgarse a experimentarlo si eso significara
que puedes recuperar el control del volante y hacer las
cosas que realmente quieres hacer en tu vida?

Se puede completar esta metáfora representándola físicamen-


te. Una vez que se han identificado los pensamientos y sentimien-
tos de angustia clave del cliente, se le pide a este que se
comprometa con una tarea (en la consulta o fuera de ella, a ser
posible) con la que esté dispuesto a comprometerse. Después de
pedirle permiso al cliente para hacerlo, el terapeuta, entonces
hace el papel de pasajero, recitando los pensamientos y emocio-
nes correspondientes y planteando objeciones con el fin de dete-
ner al cliente para que no lleve a cabo la tarea elegida. Para hacer
la tarea aún más significativa, el cliente puede determinar un
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 109

objeto o destino como símbolo de un plan de acción concreto,


importante y significativo que le gustaría tomar en la vida. Lue-
go, la tarea puede implicar interactuar con ese objeto o caminar
hacia ese destino a pesar de que los “pasajeros” del cliente vayan
vociferando sus objeciones. Materializar físicamente esta metá-
fora puede parecer una tontería pero este tipo de metáforas, gene-
ralmente, se llegan a entender mejor de manera experiencial.
Hablar de conducir en una determinada dirección puede que no
sea tan productivo como, realmente, “conducir” en esa dirección.
Y la presentación física de la metáfora no tiene que resultar tan
extraña como se podría pensar. Un colega mío (Joseph Ciarrochi)
puso en práctica, en la realidad, una versión en grupo de esta
metáfora en un entrenamiento para el cuerpo de policía de New
South Wales en la que un agente se prestaba voluntario para “con-
ducir su propio autobús” mientras que los demás agentes, con
todo su entusiasmo, le gritaban sus dudas y miedos.

Llevar las llaves

En esta metáfora, defusión, aceptación, valores y yo-como-


contexto se combinan para ejemplificar cómo suele ser necesario
experimentar pensamientos y sentimientos de angustia al tiem-
po que actuamos de acuerdo con los propios valores. La metáfo-
ra es sencilla. Una vez que has identificado los valores y
sentimientos centrales que hacen que a tu cliente le resulte difícil
implicarse en una o más acciones valiosas, pídele que saque su
llavero. El diálogo que sigue demuestra cómo se podría desarro-
llar la situación.

Terapeuta: [Sosteniendo el llavero] ¿Cuál es la utilidad de esto?


Cliente: ¿De mi llavero? Bueno… no podría conducir el coche
si él.
Terapeuta: ¿Y qué más?
110 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: No podría ir a casa, abrir mi apartamento. La llave de


la oficina también está ahí, de modo que tampoco
podría ir a trabajar –lo que no estaría mal [se ríe]–.
Terapeuta: Bien. Estoy de acuerdo contigo en eso. A mí tampoco
me siente muy bien ir a trabajar algunos días. Pero,
entonces, ¿por qué vas a trabajar?
Cliente: Bueno, por el dinero, claro.
Terapeuta: ¿Para qué?
Cliente: Para vivir: Pagar el alquiler, la ropa de las niñas y esas
cosas.
Terapeuta: Incluyendo cosas como regalos, cosas bonitas para tu
familia.
Cliente: Sí
Terapeuta: ¿Y por qué haces eso?
Cliente: Bueno, las quiero.
Terapeuta: Bien; hemos hablado un poco de eso. De lo importante
que es que las mantengas, que las cuides, les permitas
tener el tipo de infancia y de padres que tú no has teni-
do. Déjame que te pregunte una cosa: Esos días que
vas a trabajar y que, realmente, no te apetece, ¿qué
sientes? ¿Qué clase de cosas piensas?
Cliente: Me siento… cargado, acosado. Me gustaría llamar para
decir que estoy enferme. Pienso: “Allá vamos de nuevo;
otra semana haciendo todas esas cosas que odio”.
Terapeuta: Y, a pesar de todo, vas. Bien. Mirémoslo de una mane-
ra un poco distinta. ¿Cuál es la llave de tu oficina?
¿Esta? [Sostiene la llave]. Esta representa tus valores
en relación a Ava y Emma [es mejor utilizar los nom-
bres reales de los niños para subrayar los elementos per-
sonales del valor]. Esta llave abre esa puerta. Ya sé que,
por lo general, no equiparas tu oficina con tu amor por
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 111

tus hijas pero parece como si fuera por eso por lo que
vas a trabajar cada día. ¿Estoy en lo cierto?
Cliente: Sí. No me apetece mucho conectar a mis hijas con el
trabajo pero es por ellas, sobre todo, por lo que lo
hago.
Terapeuta: Sí. Y estas otras llaves son los sentimientos y pensa-
mientos que te surgen cuando piensas en ir a trabajar.
Este es “Sobrecargado”. Este de aquí, “Acosado”. Este
es “Quiero llamar para decir que estoy enfermo”. Este
es: “Un día más haciendo lo que odio”. ¿Estarías dis-
puesto, en este momento, a coger otra vez tus llaves y,
simplemente, sostenerlas y mirarlas?
Cliente: En este momento, no estoy seguro. Nunca antes había
pensado en mis llaves de esa manera.
Terapeuta: Te entiendo. Aquí hay cosas que no quisieras tener. Y
además suena como si cada día de trabajo te llevaras
esos sentimientos y pensamientos [señala unas cuan-
tas llaves] contigo al trabajo por esto [señala la llave de
la oficina]: por el amor que tienes a tus hijas, porque
quieres cuidar de ellas. [Sigue sosteniendo la llave de la
oficina y le ofrece el llavero al cliente]. ¿Estarías dis-
puesto a tomar esta llave y, luego, podemos echarle un
vistazo a las otras llaves?
Cliente: De acuerdo [Sostiene el llavero por la llave de la oficina]
Terapeuta: Y veamos de nuevo esas otras llaves. Muéstrame
“Sobrecargado”… “Acosado”… “Un día más haciendo
lo que odio”… “Quiero llamar para decir que estoy
enfermo”. Si eso significara que ibas a proporcionar a
Ava y Emma esas cosas, esas experiencias que real-
mente quieres para ellas, ¿estarías dispuesto a llevar
esas llaves –esos pensamientos y sentimientos– conti-
go? Porque podrías dejar de lado todo el llavero si qui-
sieras.
112 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: [Hace una pausa] De acuerdo. Ya veo lo que quieres


decir. Podría dejar de trabajar porque lo odio pero,
entonces, eso significaría que no podría darles a Ava y
a Emma muchas de las cosas que les doy.
Terapeuta: Exacto. Y si estás dispuesto a llevar todas las llaves en
ese llavero, eso significa que tienes la llave que abre
esas oportunidades.
Cliente: Hmm. De todas maneras, voy a trabajar la mayor par-
te del tiempo pero nunca lo había visto así antes. Sí,
naturalmente que estoy dispuesto a llevarlo.
Terapeuta: Bien. Ahora, ampliemos esto un poco más. Sé que has
mencionado que también es importante para ti el
hecho de ser amable y cariñoso con tus hijas. El hecho
de conectar con ellas en vez de mantenerte distante.
¿Qué clase de pensamientos y sentimientos se interpo-
nen en tu camino para conseguir eso de una manera
consistente?
Cliente: Bueno, el sentirme cansado –sobrecargado de traba-
jo–. A veces, quiero desconectar en casa y me siento
frustrado o enfadado con sus preguntas, con cosas
que estén haciendo. Y pienso: “Necesito un respiro”.
Terapeuta: Bien. Entonces, tenemos esa llave de valores de nuevo
–la que corresponde a querer, apoyar y conectar con
tus hijas–. ¿Me la puedes enseñar? Bien. Y vamos a eti-
quetar las otras llaves. La siguiente… es “Sentirse que-
mado”. La siguiente, “Sentirse cansado”. Y esa es
“Frustración”. Y, aquella “Necesito un respiro”. ¿Esta-
rías dispuesto a llevar todo eso contigo si eso significa-
ra que podías conectar realmente con Ava y Emma;
estar, de verdad, con ellas?
Cliente: No sé si podría conseguirlo todo el tiempo, pero podría
hacerlo más.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 113

Terapeuta: Bien, sí. Aquí no estamos hablando de todo el tiempo.


solo de una decisión que tomas en un momento dado,
¿podrías llevar esos pensamientos y sentimientos –
todas esas llaves– contigo y, sin embargo, abrir la puer-
ta de esa conexión en vez de que esas otras llaves
impidan que ocurra eso?

Esta metáfora, por lo general, se aplica tras una constelación


de pensamientos y sentimientos que, por lo general, actúan para
“evitar” una acción que se valora (como se demostró en el diálo-
go cuando la metáfora se amplió a la experiencia del cliente de
intentar conectar con sus hijas después de un día de trabajo
muy ocupado). La primera parte del diálogo ejemplifica cómo se
pueden aprovechar y ampliar circunstancias fortuitas (en este
caso, el cliente ya mostraba una capacidad de actuar coherente-
mente con un valor relacionado con sus hijas, por un lado, yen-
do a trabajar con regularidad incluso con pensamientos y
sentimientos difíciles). Los clientes tienden a “captar” la metáfo-
ra a un nivel visceral. Las llaves abren puertas y permiten entrar
en lugares. Si no se llevan con uno, la oportunidad de entrar se
cierra. Otros pensamientos y sentimientos aparecerán sobre la
marcha pero pueden ser llevados voluntariamente como pensa-
mientos y sentimientos si eso significa que el viaje valorado pue-
de continuar.

El narrador consagrado

Esta metáfora (adaptada de Harris, 2009) relaciona la mente


con un narrador experto y creativo. Como la mayoría de los gran-
des narradores, la mente empieza su historia como si fuera real
pero, pronto, la adorna y crea una historia convincente que, en
realidad, nunca ha sucedido –al menos, no exactamente como
nos la cuenta–. El breve diálogo que sigue represente una posible
aplicación.
114 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: La mente trabaja como lo haría un autor consagrado o


un narrador. Empieza contando una historia que pare-
ce real. Empieza describiendo hechos, situando la
escena. Y, luego, aunque esos hechos podrían consti-
tuir la base de muchas historias distintas, empieza a
entretejerlos todos en un relato concreto. Y, sin ningún
problema, adornos e interpretaciones se van añadien-
do a los hechos. Al final, la historia se vuelve tan con-
vincente que uno no puede imaginársela de otra
manera distinta. Se vuelve tan fascinante que parece
absolutamente cierta. ¿Cuál es tu autor favorito de his-
torias ficticias?
Cliente: Ah… bueno, la verdad es que me gusta Hemingway.
Fiesta, El viejo y el mar.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Y qué es lo que más te gusta de Heming­
way?
Cliente: Bueno, por utilizar tus palabras, es muy bueno esta-
bleciendo escenarios. Como reportero, tiene un estilo
realmente disperso pero uno sabe dónde están y cómo
son los personajes.
Terapeuta: Y el elemento humano de sus libros: ¿Te impactan los
personajes? ¿Te parece que son situaciones de la vida
real?
Cliente: Unos más que otros. La verdad es que me impresionó
el personaje de El viejo y el mar.
Terapeuta: Recuerdo ese libro. No era capaz de dejarlo, preocupa-
do por él, deseando realmente, sobre todo, que lo con-
siguiera y, luego, esperando que se trajera aquel gran
pez.
Cliente: Sí. Yo también. Era genial.
Terapeuta: Y parecía real, ¿verdad? Quiero decir, te distancias
de él y, en algún momento, recuerdas que es ficción.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 115

Pero es tan humano, tan realista. Uno es consciente


de que algo así podría ocurrir.
Cliente: Sí. A veces, casi olvidaba que sus libros son ficción.
Terapeuta: ¿Y qué pasaría si nuestras mentes funcionaran así?
Inspeccionamos la situación en la que nos encontra-
mos, establecemos el escenario. Y, luego, nuestras
mentes empiezan a tejer ese relato llenando los espa-
cios vacíos, inventando, a veces, motivaciones para
otros personajes de nuestras vidas, amontonando
interpretaciones y juicios del personaje principal [el
cliente asiente] y de otros personajes, por si fuera poco,
creando una historia tan convincente que ya no es solo
una historia, es la historia –el relato de lo que realmen-
te ocurrió, sin errores ni omisiones.
Cliente: Supongo que puedo verlo. Reconozco que, a veces, miro
a las cosas que me he dicho a mí mismo –o, supongo,
que me ha dicho mi mente– que parecen un tanto dra-
máticas. Pero no parecen serlo en el momento, como
cuando me centro en algo que realmente me molesta.
Terapeuta: Y ese es el truco de un buen novelista, ¿verdad? Saber
cómo atraparte de tal manera que ni siquiera te cuestio-
nas la verdad de lo que está escrito en la página. Y tu
mente te conoce muy, muy bien. Sabe mejor que nadie
lo que te engancha, los argumentos y juicios que te atra-
pan. Es como el mejor novelista personalizado. Sabe
cómo escribir un libro que cueste mucho dejar de lado.
Cliente: Mucho. De hecho, ahora mismo, ¿cómo lo dejo?
Terapeuta: Creo que ya has dado el primer paso: reconociendo
que no todo lo que dice tu mente es cierto. A partir de
ahí, vamos a hacer una serie de cosas en terapia [refi-
riéndose implícitamente a otras técnicas de defusión] de
aquí en adelante para ayudarte a que dejes el libro
cuando lo necesites.
116 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Puedes imaginar el uso de esta metáfora con una variedad de


autores y géneros, incluso con libros basados en escenarios fan-
tásticos. Aunque muchos leemos libros inverosímiles para evadir-
nos de nuestras vidas cotidianas, la mayoría también nos
implicamos con el elemento humano de la historia. Nos gustan
personajes que nos importen y nos sentimos conmovidos por
acontecimientos que evoquen fuertes emociones y reacciones
auténticas en esos personajes, por sus tragedias y triunfos. Eso es,
principalmente, lo que hace que una historia sea atractiva y con-
vincente y es lo que hace atractivas y verosímiles nuestras propias
historias. Señalar esta dinámica en una obra de ficción puede
ayudar a preguntarle a un cliente si su mente podría ir más lejos
de la “preparación de la escena” así como proporcionarle algunos
de los adornos convincentes que un narrador consagrado podría
proporcionar.

Pensamientos en las manos

La metáfora de los “pensamientos en las manos” (adaptada de


Harris, 2009) utiliza una metáfora sencilla para ilustrar cómo el
aferrarnos a nuestros pensamientos problemáticos empaña nues-
tra visión del mundo que nos rodea convenciéndonos de que esos
pensamientos definen la realidad. Se le pide al cliente que asocie
sus pensamientos con sus manos y que contraste su experiencia
del mundo cuando mantiene sus manos delante de los ojos y
cuando las separa. El siguiente diálogo muestra una adaptación
individualizado de la metáfora.

Cliente: Yo me preocupo por todo. Me preocupa que mis hijos


se puedan lastimar, me preocupa mi trabajo, me preo-
cupa mantenerme a flote o si, por la noche, conseguiré
dormir o no.
Terapeuta: Parece que la preocupación está siempre presente.
¿Puedo preguntarte qué tipo de pensamientos se te
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 117

vienen cuando estás preocupado? Por ejemplo, cuan-


do estás preocupado por la posibilidad de que tus
hijos se puedan lastimar.
Cliente: Bueno, pienso: ¿Y si se estrella el autobús cuando van
al colegio o en el camino de regreso? ¿Y si alguien
está abusando de alguno de ellos en este mismo
momento? ¿Y si empiezan a consumir droga o a
beber? ¿Y si se hacen daño jugando?
Terapeuta: De acuerdo. ¿Estoy en lo cierto si digo que, en esos
momentos, esos pensamientos están tan en el centro
de la escena, que te resulta difícil poder pensar en
otra cosa?
Cliente: Sí. Eso ocurre independientemente de lo que sea por
lo que me esté preocupando en un momento dado. Es
difícil pensar en ninguna otra cosa.
Terapeuta: Bien, vamos a probar algo. Vamos allá y coloca tu
mano delante de ti. Solo para tener una idea de cómo
es el proceso, vamos a etiquetar cada uno de los
dedos, uno por uno, con esos pensamientos. Así que
el pulgar es “¿Y si se estrella el autobús?”. El índice,
“¿y si un matón les está pegando?”. El mayor, “¿y si
empiezan a drogarse?”. El anular, “¿y si se lastiman
jugando?”. Y supongo que hay otros muchos pensa-
mientos preocupantes con los que podrías llenar las
dos manos, ¿cierto?
Cliente: Totalmente.
Terapeuta: Ahora, me gustaría que pusieras juntas las manos, con
las palmas hacia arriba, una junto a la otra, los dedos
juntos. Y oriéntate hacia esos pensamientos con los
que etiquetaste los dedos… Ahora, coloca las manos
delante de los ojos, de manera que estén casi tocándo-
te la cara. ¿Qué ves?
118 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: Solo parte de mis dedos y de mis manos. Puedo ver un


poco lateralmente, pero no demasiado.
Terapeuta: Y esos pensamientos con los que has etiquetado tus
dedos… ¿Es algo así cuando te centras en ese tipo de
pensamientos? ¿Es como si esos pensamientos fueran
prácticamente tu universo, como si no pudieras ver ni
pensar en otra cosa?
Cliente: Sí. Es muy parecido a esto.
Terapeuta: Y en cuanto a tus pensamientos de preocupación por
otras cosas, ¿es el mismo proceso? ¿Aparecen y ocu-
pan todo tu campo visual, como si casi no existiera
ninguna otra cosa?
Cliente: Sí, generalmente me resulta difícil pensar en ninguna
otra cosa.
Terapeuta: Imagino que ni siquiera parecen pensamientos en esa
situación, lo mismo que tus dedos no parecen exacta-
mente dedos a esa distancia. ¿Parecen un comentario
sobre la realidad, como si realmente fuera de ese
modo?
Cliente: Sí, eso es. Pude conseguir darme cuenta de algunos de
mis pensamientos como pensamientos desde que
empecé a verte, pero con los problemáticos es como si
fuera eso lo que hay.
Terapeuta: De acuerdo. Y me gustaría que te dieras cuenta de lo
impedido que estás ahora mismo, de lo incapacitado
que estás teniendo las manos delante de los ojos.
¿Qué tal crees que te las podrías arreglar para cami-
nar alrededor de la habitación o ir conduciendo a
casa o hacer cosas en tu casa teniendo las manos
así?
Cliente: Muy mal, desde luego. Dudo de que pudiera llegar a la
puerta sin tropezar con algo.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 119

Terapeuta: De acuerdo. ¿Y cómo eres de eficaz cuando estás man-


teniendo esos pensamientos perturbadores tan cerca,
dándolos por ciertos?
Cliente: Bueno, generalmente, consigo llegar a la puerta sin
tropezar pero, a veces, estoy tan absorto que no puedo
hacer nada de nada.
Terapeuta: Exactamente. Cuando no los percibes como pensa-
mientos, los mantienes muy cerca. A veces, ni siquie-
ra puedes ver lo bastante de lo que tienes a tu alrededor
para poder funcionar. Vamos a intentar otra cosa.
Separa las manos de tu cara, como medio metro y
separa los dedos abriéndolos. Ahora, vamos a etique-
tar otra vez, físicamente, algunos dedos, uno a uno.
¿Cuáles eras los pensamientos sobre tus hijos?
Cliente: ¿Y si se están drogando? ¿Y si se estrella el autobús?
¿Y si les están pegando?
Terapeuta: Bien. Y mientras miras a tus manos, ahora, ¿qué ves?
Cliente: Bueno, sigo viendo mis manos y mis dedos.
Terapeuta: Correcto. Esos pensamientos aún siguen ahí, ¿no es
cierto? ¿Y qué es lo que resulta distinto ahora? ¿Qué
otras cosas puedes ver?
Cliente: Puedo ver prácticamente todo lo que hay en la habita-
ción. Mis manos y mis dedos lo bloquean un poco,
pero no demasiado.
Terapeuta: Bien. Has etiquetado esos pensamientos como pensa-
mientos, has establecido cierta distancia. Están ahí,
pero puedes ver más cosas del mundo que te rodea.
Más posibilidades.
Cliente: Pero aún sigo preocupado. Todavía me molesta mi
preocupación de que puedan estar heridos en este mis-
mo momento.
120 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Correcto. Lo mismo que esos dedos, tus manos, toda-


vía están ahí. No ha desaparecido la preocupación, los
pensamientos. Pero el hecho de que te des cuenta de
esos pensamientos –esos dedos– ¿es un poco diferente
de cuando los tenías justo delante de los ojos?
Cliente: Un poco.
Terapeuta: También quiero preguntarte una cosa más. Cuando
aparecen esos pensamientos de preocupación, me
parece que son muy convincentes, parece como si fue-
ran hechos reales. ¿Es eso cierto?
Cliente: Sí. Por eso me preocupo tanto cuando aparecen.
Terapeuta: De modo que una ventaja de percibirlos como pensa-
mientos, ahí fuera, es que te da la oportunidad de con-
trastarlos con tu experiencia directa. Por ejemplo,
¿cuántas veces se ha estrellado el autobús de tus hijos?
Cliente: Nunca, pero eso no significa que nunca se vaya a estre-
llar.
Terapeuta: Tienes razón. Podría ocurrir. Pero observa lo rápido y
lo fuertemente que te ha bloqueado en el pasado ese
pensamiento de “¿y si se estrella el autobús?”. Se te
presenta como una simple reflexión sobre la realidad,
como algo que es inminente que ocurra. Y tu experien-
cia te dice que eso nunca les pasado a tus hijos toda-
vía, pero que podría pasarles. Si eso está aquí [coloca
las manos delante de su propia cara], es todo tu mundo.
No hay nada fuera de eso. Si esto está fuera [separa las
manos unos centímetros, con los dedos extendidos y
abiertos], no es más que un pensamiento. Y una vez
que están fuera, tu experiencia directa sobre lo que ha
ocurrido consigue tener alguna importancia.
Cliente: Entiendo lo que me estás diciendo. solo me preocupa
que no voy a ser capaz de recordar todo esto cuando lo
necesite.
METÁFORAS DE DEFUSIÓN 121

Terapeuta: Vas a necesitar practicar pero yo te voy a ayudar a


señalar pensamientos así con regularidad según vayan
surgiendo.

Se puede utilizar esta metáfora de una manera general, sin eti-


quetar pensamientos problemáticos concretos pero este diálogo
pone de manifiestos cómo el hecho de personalizar puede brindar
al cliente una experiencia más intensa. El hecho de que el cliente
etiquete físicamente algunos dedos con pensamientos de angus-
tia le puede ayudar a establecer una cierta distancia respecto a
aquellos pensamientos que, por lo general, matizan la percepción
de su propia experiencia. A medida que el ejercicio se vuelve más
concreto, también le da mayor oportunidad de discrepar o de
calificar sus reacciones lo que, a su vez, ofrece al terapeuta más
oportunidades de abordar constructivamente esas reacciones.

Conclusión

Una buena metáfora nos puede ayudar a considerar rápida-


mente nuestras experiencias desde una perspectiva muy distin-
ta. Las metáforas de defusión pueden ser una forma de presentar
la defusión, de consolidar un trabajo de defusión previo o (cuan-
do el cliente adopta una determinada metáfora) de brindar una
manera de hablar acerca de desengancharse de los pensamien-
tos de forma continua. Las cinco metáforas presentadas en este
capítulo pueden servir a cualquiera de esos propósitos. Otras
muchas metáforas de defusión han sido desarrolladas por los
terapeutas a lo largo de los años (véase, por ejemplo, Stoddard y
Afari, 2014). Y como en otras formas de técnicas de defusión,
siempre habría que estar dispuesto a aprovechar las metáforas
generadas por el cliente.
7
Cambiar los parámetros
del lenguaje

Las frases que pensamos y pronunciamos solo tienen sentido


si se siguen ciertas reglas. Se debe utilizar la gramática correcta-
mente o, al menos, de una manera razonablemente correcta. Las
palabras y las letras que las forman deben estar ordenadas de una
forma determinada. Las definiciones de las palabras deben ser
conocidas por la persona que las piensa o las escucha. Cualquier
cambio importante en alguno de estos parámetros del lenguaje
puede variar el significado de una frase, volvernos más escépticos
sobre la veracidad de una frase (o de las palabras en general) o,
incluso, hacer que no tenga ningún sentido (véase, por ejemplo,
Blackledge, 2007).
Pero esos parámetros sintácticos y semánticos no son los úni-
cos elementos que afectan al significado de las palabras. El tono
y la forma en que se dicen las palabras también deben encajar
razonablemente con las cualidades emotivas “deseables” que se
asocian a esas palabras. Una persona que exprese seriamente su
tristeza, probablemente, debería hablar en un tono grave y un
poco más lento de lo habitual. Pronunciar las mismas palabras de
una manera animada, entusiasta, con un ritmo rápido, daría otro
aspecto muy distinto a esas mismas palabras. Además, las frases
solo tienen sentido si se pronuncian a una determinada velocidad.
124 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Si se articulan demasiado rápido o demasiado lentamente, los


sonidos que conforman cada palabra individual empiezan a con-
vertirse en el foco de atención preferente y el significado retroce-
de a un segundo plano. Por último, los pensamientos cantados
con un estilo musical determinado o utilizados como letra de la
melodía de una canción concreta pueden recoger algunas de las
características de esa música y, tal vez, perder sus características
originales. Por ejemplo, cantar un pensamiento triste con una voz
operística elevada podría hacernos ver el pensamiento de un
modo más melodramático o, sencillamente, podría añadir un
nivel de extrañeza que eliminara o disminuyera alguna de las
funciones angustiantes o debilitadoras del pensamiento. Articu-
lar un pensamiento problemático con la voz de un personaje
famoso de dibujos animados, de cine o televisión, también puede
transformar notablemente la forma de percibir ese pensamiento.
Intenta, por ejemplo, articular alguno de tus pensamientos,
angustioso o no, con lo voz de Mickey Mouse o con la voz del Bat-
man de Christian Bale. Lo más probable es que la forma en que
percibas ese pensamiento cambiará de manera significativa. Per-
sonajes o estilos de cantar que transmitan un estado de ánimo
incongruente con el estado de ánimo inicial que transmite un
pensamiento o que comuniquen un sentido de disparate o de
humor son, por lo general, los mejores para esta finalidad.
Los parámetros del lenguaje más importantes que infunden
significado a las palabras implican centrarse en el contenido que
esas palabras transmiten en lugar de centrarse en los procesos de
formación y emisión de las mismas. Cuando tenemos una narra-
ción en marcha sobre los procesos de nuestra vida, por lo general,
ni siquiera somos conscientes de que estamos “teniendo pensa-
mientos” sobre esos acontecimientos. Tenemos la impresión de
que, simplemente, estamos describiendo lo que son esos aconteci-
mientos y cómo nos están afectando. Estamos totalmente centra-
dos en el contenido de esos pensamientos, normalmente, con poca
o ninguna consciencia del proceso que conduce a conformarlos
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 125

físicamente ni del proceso mental que lleva de un pensamiento al


siguiente. El hecho de centrarnos en el proceso de pensar o de
hablar nos distrae del contenido totalmente absorbente de esos
pensamientos lo que, a su vez, cambia o interrumpe el efecto que
tales palabras tienen sobre nosotros. También puede llevarnos a
desconfiar más de nuestros pensamientos. Una vez que se empieza
a advertir el proceso de producción de las letras y palabras que
constituyen nuestros pensamientos, podemos empezar a darnos
cuenta de que tales pensamientos no son, sencillamente, el reflejo
perfecto de nuestro mundo circundante o interior. Más bien empe-
zamos a ver el mundo tan artificial, tan falible como las personas
que lo crean. Si bien se puede decir que todas las técnicas eficaces
de defusión (y, por tanto, del yo-como-contexto), en definitiva, des-
plazan nuestras atención desde el contenido de nuestros pensa-
mientos hacia los procesos que los generan, algunas técnicas de
defusión están dirigidas específicamente a eso. Las convenciones
lingüísticas “mente” y “pensamiento” presentadas en el capítulo 5
son un buen ejemplo. A lo largo de este capítulo se considerarán
algunos otros ejemplos de desplazamiento de la atención desde el
contenido al proceso de producción de palabras.
Como, seguramente, ya habrás adivinado, el cambio de muchos
de los parámetros del lenguaje considerados anteriormente requie-
re una gran cantidad de empatía y una actuación prudente por
parte del terapeuta. De lo contrario, un cliente que se manifiesta
con toda sinceridad puede sentirse desalentado o invalidado.
Como regla general, el terapeuta debería haber realizado previa-
mente algunas técnicas de defusión así como dar las explicaciones
pertinentes al cliente antes de utilizar algunas de las intervencio-
nes más impactantes o invasivas que se describen en este capítulo.
En los diálogos que siguen se ejemplifican con detalle muchas for-
mas de defusión a través del cambio de parámetros del lenguaje.
Algunas de esas técnicas son breves y se pueden incorporar fácil-
mente en una conversación; describiremos, simplemente, su utili-
zación en lugar de presentarlas en forma de diálogo.
126 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Métodos breves para cambiar convenciones del lenguaje

Existen varias convenciones lingüísticas que se pueden utili-


zar rápidamente para dirigir la atención del cliente hacia el
hecho de que está pensando en lugar de reaccionando sencilla-
mente a la realidad (todas las que vienen a continuación están
adaptadas de Hayes et al., 1999). Muchas de ellas se pueden uti-
lizar de manera repetida a lo largo de las sesiones, como la con-
venciones “mente” y “pensamiento” presentadas en el capítulo 5.
Se podría pedir a un paciente que “sostenga un pensamiento
ligeramente” en lugar de mantenerlo firmemente y con una con-
vicción absoluta. Esta frase se puede utilizar como “ejercicio úni-
co” dirigido a un solo pensamiento, como en: “Muy bien,
mantengamos ese pensamiento ligeramente”. O se puede subra-
yar la naturaleza física de la metáfora con una serie de pensa-
mientos como en: “Veamos cada pensamiento que aparezca solo
para tocarlo ligeramente”. También se puede hablar en términos
de “creer un pensamiento a pies juntillas” o de “no creérselo”.
“No me lo compro” es un modismo arraigado en inglés america-
no para “no lo creo” que facilita mucho la idea de aferrarse o no
aferrarse a los pensamientos a cualquier cliente que haya escu-
chado la expresión. Un tercer cambio de frase, la convención
pero-y supone pedirle al cliente que sustituya la palabra “pero”
por la palabra “y” cuando pronuncie alguna frase que suponga
un estado de cosas que parezca que va a impedir la ejecución de
una determinada acción, como se muestra a continuación:

Cliente: Ya he quemado demasiados puentes. Hace seis años


que no hablo con mis hijos. No creo que ahora quieran
hablar conmigo, después de todos los problemas que
les he causado. La verdad es que quiero verlos pero me
siento muy avergonzado.
Terapeuta: Sí, ya veo lo descorazonador que debe ser querer
conectar con ellos y sentir que no hay posibilidad. Sin
embargo, quisiera examinar ese último pensamiento:
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 127

“La verdad es que quiero verlos pero me siento muy


avergonzado”. La palabra “pero” es muy engañosa en
pensamientos de este tipo. Ya sabes, si retrocedemos
unos cuantos cientos de años, la palabra “pero”, en
latín, era, en realidad, dos palabras “per hoc”, que sig-
nificaba “por esto”. Era como si el “esto” se interpusie-
ra en el camino de aquello que uno desea hacer,
obligándole a tomar un desvío que lo condujera a otra
parte. En tu caso, tú quieres ver a tus hijos pero tu
mente te está diciendo que el obstáculo de la vergüen-
za –el “pero”– se está interponiendo en tu camino y
que es necesario, primero, eliminarla. Ya sé que la ver-
güenza es grande –te sientes muy avergonzado y es un
sentimiento muy duro de llevar–. Y esa vergüenza…
¿te está impidiendo físicamente, en sentido literal, que
veas a tus hijos?
Cliente: Supongo que no. Pero no sé si podré soportarla.
Terapeuta: Hay una cosa en la que vamos a trabajar, ya que pare-
ce que lo que te importa es ver a tus hijos. A partir de
este momento, me gustaría que intentaras una cosa.
Mientras seguimos hablando durante el resto de la
sesión [o durante los próximos minutos], cada vez que
nos venga la palabra “pero” a cualquiera de los dos, la
vamos a cambiar por la palabra “y” y vamos a repetir
la frase. ¿Podrías probar con “la verdad es que quiero
ver a mis hijos pero me siento muy avergonzado”?
Cliente: La verdad es que quiero ver a mis hijos y me siento
muy avergonzado.
Terapeuta: ¿Te afecta ese pensamiento de alguna forma distinta?
Cliente: Un poco. Es como si, tal vez, se pudieran dar las dos
cosas al mismo tiempo.
Terapeuta: Sí. Tal vez te puedas sentir avergonzado y ver a tus
hijos.
128 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

La técnica pero-y puede que no tenga un efecto dramático pero


puede suponer una abertura que ayude al cliente a considerar
más seriamente la posibilidad de que coexistan las dos condicio-
nes. Cuando se aplica una y otra vez durante una parte de la
sesión (o, incluso, durante toda la sesión), esa abertura se puede
ensanchar. La confusión de detener una y otra vez una conversa-
ción para advertir que se acaba de utilizar un “pero” y repetir la
frase puede aportar un beneficio añadido, como si intensificara la
atención sobre el proceso de hablar. El cliente se vuelve más cons-
ciente de que las palabras que utiliza o que “compra” modelan la
forma en que percibe su situación.

Traducción de palabras

Se puede utilizar un traductor online como el Traductor de


Google (o tus conocimientos de un idioma extranjero) para desta-
car la naturaleza extraña y arbitraria de alguna palabra que tenga
una fuerza especial de modo que el cliente pueda tener otra expe-
riencia distinta de ella. El proceso, sencillamente, implica traducir
una o dos palabras clave del pensamiento angustioso o contrapro-
ducente del cliente a un idioma con el que el cliente no esté fami-
liarizado y, luego, pedirle que repita la frase con la palabra
extranjera incluida. Por ejemplo, a un cliente, atrapado en el pen-
samiento “estoy desesperado” se le podría pedir que dijera: “estoy
hopeless”, utilizando el término inglés para “desesperado”. Se pue-
de presentar y elaborar el experimento de la siguiente manera:

Cliente: Estoy desesperado.


Terapeuta: [Empáticamente] Sí… desesperado. Es una palabra
fuerte, ¿verdad? Quiero decir que es una de esas pala-
bras que nos puede dominar por completo, hacer que
parezca que no hay ninguna esperanza en absoluto.
¿Lo sientes así cuando dices “estoy desesperado”?
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 129

Cliente: Sí, así es.


Terapeuta: Vamos a probar una cosa. Esa palabra, “desespera-
do” afirma que cada parte de ti está desesperada.
Podríamos discutirlo, intentar reunir pruebas en su
contra pero ya sé que has hecho antes muchas cosas
parecidas. Pero la palabra, el pensamiento, todavía
siguen ahí. Vamos a ver esa palabra desde un ángu-
lo ligeramente distinto, solo para ver si pudiera
haber algo sospechoso en todo eso. ¿Sabes algo de
inglés?
Cliente: ¿Inglés? No, no mucho. Solo algunas palabras: hello,
bye my friend– ese tipo de cosas.
Terapeuta: Muy bien. Vamos a buscar en el ordenador la palabra
inglesa que signifique desesperado [teclea la palabra en
el traductor online]. Desesperado. ¿Podrías decírmelo
tú: “Estoy hopeless”?
Cliente: De acuerdo. Estoy hopeless [se ríe]. Parece como si me
pidiera que saltara: ¡hop!
Terapeuta: Sí [se ríe con el cliente]. Estoy hopeless. “Hopeless”
sostiene que define toda tu vida. ¿Tú la crees?
Cliente: [Se ríe] No. No, en absoluto.
Terapeuta: Y esa palabra en español afirma exactamente lo mis-
mo. Distintas letras, distintos sonidos, pero siempre
“hopeless”. ¿Suena un poco sospechoso?
Cliente: Parece que sí. Realmente me he sentido desesperado
cuando he pensado sobre eso en el pasado. Pero aho-
ra mismo no me parece completamente cierto. Es
como que, tal vez, no estoy desesperado del todo.
Terapeuta: “¿No estoy totalmente hopeless?”.
Cliente: [se ríe]. Sí… no estoy totalmente hopeless.
130 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: [Procurando recordar al cliente que no es necesario


cambiar ni librarse del pensamiento inicial]. Y, ¿sabes
qué? Supongo que “estoy desesperado” o “estoy
totalmente desesperado” [utilizando los dedos para
hacer en el aire la señal de comillas alrededor de
“totalmente”] va a volver antes o después. Quiero
que recuerdes lo sospechosa que resulta esa pala-
bra: “desesperado”. “Hopeless”. Hace una afirma-
ción demasiado grande, amplia y definitiva. Y
cuando pelas esas letras y miras lo que hay debajo,
¿qué se ve?
Cliente: Solo parece… sospechoso.
Terapeuta: Bien.

Es aconsejable buscar un idioma extranjero que proporcione


un término que al cliente le resulte extraño, casi impronuncia-
ble o que, de alguna manera, genere una impresión (como ocu-
rría en el diálogo anterior) y que esté bien alejado de la versión
del mundo correspondiente al idioma nativo del cliente. La
capacidad que tiene “hopeless” de activar la imagen de un salto
para un hablante no británico en lugar de un sentido de “deses-
peranza”, sugiere la naturaleza arbitraria de las palabras. Por
poner otro ejemplo, la palabra polaca para “desesperado” es
“beznadziejny” –una palabra de difícil pronunciación para
alguien que no esté familiarizado con las lenguas eslavas–. De
este modo, las características físicas de esta última palabra,
más que su significado, es lo que se destaca más. Debería adver-
tirse que múltiples repeticiones de la palabra o frase traducidas
pueden hacer al cliente explícitamente consciente de la equiva-
lencia funcional de esta con el término correspondiente de su
idioma nativo. Después de todo, así es como se aprende las len-
guas extranjeras. Resaltar el sentido de duda, sospecha o auto-
ridad excesiva reclamada por la palabra, como se hizo en el
diálogo, puede ayudar a contrarrestar ese posible resultado.
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 131

Repetición de palabras

El ejercicio de repetición de palabras (al que nos referimos en


varias ocasiones como el “ejercicio de la leche”; Hayes et al.,
1999), que espero que hayas practicado mientras leías el capítu-
lo 1, implica la repetición exagerada de una palabra. El proceso
está concebido para poner de manifiesto la naturaleza arbitra-
ria de las palabras y reducir sus funciones literales. Mientras el
cliente está comentando temas de angustia, el terapeuta selec-
ciona una palabra que, más o menos, condense la esencia del
malestar y sugiere pronunciarla de nuevo con un tono de voz
neutro, como cuando se pronunciaba la palabra “leche”. Tras
una breve explicación de la base lógica del ejercicio y una vez
que el cliente ha repetido la palabra “leche” rápidamente duran-
te unos treinta segundos, el terapeuta le pide que perciba qué
pensamientos, sentimientos y otras experiencias aparecen cuan-
do verbaliza la palabra que le resulta especialmente problemáti-
ca. Esa palabra personalizada se repite, entonces, lo mismo que
se hizo anteriormente con la palabra “leche” y se comprueban
las reacciones del cliente. La parte referida a la repetición de
“leche” se puede omitir optativamente. Sin embargo, mantener-
la puede hacer que el ejercicio resulte menos invasivo dado que
puede ayudar al cliente a familiarizarse con la experiencia
mediante el empleo de una palabra que no tiene un componente
emocional marcado. A continuación se ejemplifica el ejercicio y
se puede dirigir de una manera parecida al anterior ejercicio de
la traducción.

Cliente: Y como ya he dicho, me siento un completo fracaso en


las relaciones. A veces, ni siquiera veo la razón para
volver a intentar conocer a alguien.
Terapeuta: Ese es un pensamiento doloroso. “Fracaso”. ¿Puedo
preguntarte lo que sientes cuando surge esa palabra?
Cliente: Avergonzado… triste… cohibido.
132 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Es una palabra dura –es lógico que aparezcan todos


esos sentimientos–. Y ya sé que tus anteriores expe-
riencias, y ese pensamiento de “fracaso”, te están difi-
cultando que lo vuelvas a intentar. Me gustaría
examinar de cerca esa palabra para ver si podemos
descubrir otra forma de considerarla. ¿Estarías dis-
puesto a hacerlo por si acaso eso pudiera ayudarte a
lanzarte de nuevo a la piscina de proponer una cita?
Cliente: En este momento, haré lo que sea.
Terapeuta: Bien. Hemos hablado antes un poco sobre la manera
en que las palabras resultan engañosas –sobre el modo
en que pueden atrapar–. Quiero hacer un ejercicio en
el que le vamos a dar una buena sacudida a todo esto:
Experimentar esa palabra, “fracaso”, de una manera
distinta. Para hacerlo de una forma más segura, vamos
a hacer el ejercicio primero con una palabra neutra –
una voz que no se corresponda con todos esos senti-
mientos tan duros– y, luego, lo vamos a intentar otra
vez con “fracaso”.
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Bien. Entonces, la palabra neutra va a ser “leche”.
¿Podrías repetirla en voz alta y decirme qué imágenes
o pensamientos te surgen?
Cliente: Leche. Quiero decir, estoy pensando en la leche.
Terapeuta: ¿Puedes imaginar un vaso de leche? ¿Sentir lo fría que
está? ¿Casi saborearla?
Cliente: Sí. También estoy pensando en unas vacas.
Terapeuta: Estupendo. Observa todo lo que se te ocurre psicológi-
camente… y ni siquiera hay leche en la habitación. Es
como si una palabra tuviera el poder de traer cosas a
la habitación, cosas que, en realidad, ni siquiera están.
Cliente: Cierto.
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 133

Terapeuta: Lo que viene ahora es un poco tonto, así que lo haré


contigo. Vamos a decir la palabra “leche” en voz alta
durante unos treinta segundos para ver qué pasa.
¿Estás de acuerdo?
Cliente: Hmm… bueno, supongo que sí.
Terapeuta: Bien. ¿Preparado?

[Cliente y terapeuta repiten “leche” durante treinta segundos; de vez


en cuando, el terapeuta anima al cliente a que diga la palabra más alto
y más rápido si es necesario].

Terapeuta: De acuerdo. ¡Alto! Hacia el final del ejercicio, qué se te


ocurría cuando decías “leche”?
Cliente: Nada. solo me resultaba raro.
Terapeuta: Entonces, ¿no había un vaso de leche, ni vacas ni sen-
sación de frío?
Cliente: No. Todo desaparecido.
Terapeuta: ¿Te viste a ti mismo observando a qué sonaba la pala-
bra –algo así como LICHI– o qué sensación te produ-
cían los sonidos de esa palabra?
Cliente: Sí. Eso mismo. Eso es todo lo que había.
Terapeuta: Es lo único que son las palabras, en realidad. solo
unos sonidos asociados, movimientos en la boca y la
garganta. O, si están escritas, no son más que trazos
en un papel. Hace muchos cientos de años, alguien
inventó ese vocablo, “leche” y todo el mundo decidió a
lo que se iba a referir esa palabra. Cuando utilizamos
la palabra de manera normal, tiene el poder de traer a
la habitación cosas que no hay en ella. Pero cuando la
experimentas de una manera distinta, como acabas de
hacer, ¿qué sucede?
Cliente: Bueno, pues eso… que pierde todo eso. Parece que la
palabra no tiene ningún sentido.
134 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: ¿Y entiendes lo que quiero decir? Todas las palabras


son así. solo sonidos. solo trazos en un papel. Y, enton-
ces, nos las tomamos en serio. Y, entonces, ellas se
vuelven poderosas y nos convencen de que son com-
pletamente ciertas.
Cliente: Ya veo lo que quieres decir.
Terapeuta: Y esa palabra, “fracaso”. ¿Estarías dispuesto a repetir
esa palabra, una vez, y decirme lo que te surja?
Cliente: Fracaso. Lo mismo de siempre. Me siento avergonza-
do, abochornado, triste, como si yo tuviera algo malo.
Sin esperanza.
Terapeuta: Sí. Es muy fuerte, ¿verdad?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Y para ver lo que ocurre con esa palabra, ¿estarías dis-
puesto a repetirla conmigo, en voz alta, durante trein-
ta segundos?
Cliente: [Suspira] Sí, puedo hacerlo.

[Terapeuta y cliente repiten “ fracaso” en voz alta durante treinta


segundos; de vez en cuando, el terapeuta anima al cliente a que la pro-
nuncie más rápido y más alto para resaltar las propiedades auditivas y
somáticas de la palabra]

Terapeuta: Bien. ¡Alto! ¿Qué fue lo que se te ocurría hacia el final


del ejercicio?
Cliente: Llegamos a un punto en el que ni siquiera podía pro-
nunciar la palabra. Mis labios estaban completamente
cerrados.
Terapeuta: ¿Y qué más?
Cliente: Lo mismo que con “leche”. Lo único que había eran
esos extraños sonidos, mis labios moviéndose, mi gar-
ganta…
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 135

Terapeuta: Sí. Y la tristeza, el bochorno, la vergüenza, la desespe-


ración?
Cliente: Aún siguen ahí cuando pienso en la palabra. solo que
es… como distinto. Como que ahora no es tan grande
como solía sentirlo.
Terapeuta: Sí. Y me estaba preguntando por algunas de las cosas
que esa palabra suele traer a la habitación, como: “Algo
malo me está pasando” a causa de mis anteriores fra-
casos, o que “no hay esperanza” de que te encuentres a
alguien en el futuro. Porque esos sentimientos, en rea-
lidad, están ahí, ¿no es cierto? “Fracaso” no los trae a la
habitación –o, tal vez, los traiga–. Pero cuando tiene ese
poder, ¿crees que puede que traiga a la habitación esa
sensación de “algo malo me está pasando en realidad”,
“No tengo esperanza de una relación en el futuro”?
Cliente: Pero realmente siento que tengo algo malo.
Terapeuta: Sí. Y esas también son palabras, ¿no es cierto? Me pre-
gunto qué pasaría si hiciéramos ese ejercicio también
con cada una de esas palabras…
Cliente: [Se ríe] Sería raro.
Terapeuta: Sí. ¿Y crees que pasaría otro tanto?
Cliente: Sí, creo que pasaría.
Terapeuta: Bien, veamos si es cierto para ti: Dada la experiencia
que acabas de tener con “leche” y con “fracaso”, ¿es
posible que todas la afirmaciones que hacen las pala-
bras sobre lo que es real y lo que está aquí sean exage-
radas, que cuando consideramos en serio algunas de
esas palabras nos puedan convencer de cosas que tal
vez no sean de esa manera?
Cliente: Sí, ya veo. Como cuando me siento desesperanzado en
relación al futuro; realmente, me siento desesperanza-
do, pero puede que no sea eso. Tal vez no sea más que
un pensamiento. ¿Cómo podría saberlo de verdad?
136 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Bien. Tal vez palabras como esa te estén tomando el


pelo. Pero cuando las miras desde otro ángulo, se ven
un poco desdibujadas.

Si el ejercicio se lleva de esta manera, parte del truco implica


distinguir entre las experiencias del cliente que ya están “en la
habitación” y otras experiencias que la palabra “trae a la habita-
ción” si se toma literalmente. Este cliente en concreto es propen-
so a experimentar sentimientos como tristeza, vergüenza y
pesimismo como resultado directo de una historia de relaciones
fracasadas. Si el terapeuta afirmara que la palabra “fracaso” es
la única fuente de todos esos matices de su experiencia, el cliente
podría resistirse y pasar a defender distintos aspecto de su narra-
tiva de “fracaso”. Por el contrario, encuadrar las implicaciones
exageradas de la palabra “fracaso” –que algo realmente malo le
está pasando y que no tiene ninguna esperanza de una cita futu-
ra– como algo que ha sido “traído a la habitación” por la palabra,
permite que el cliente entienda más rápidamente cómo palabras
que son personalmente angustiosas “crean” experiencias psíqui-
cas lo mismo que lo hace una simple palabra como “leche”. Si
bien otros aspectos de la vergüenza y el bochorno (por ejemplo)
del cliente, mediados verbalmente, necesitarán un abordaje
posterior en terapia, limitar el proceso a determinados aspectos
de esta mediación puede facilitar que el cliente desconfíe más de
sus pensamientos.

Tener pensamientos

La práctica repetida de la técnica de “tener un pensamiento”


(Hayes et al., 1999) puede tener un efecto más marcado a la hora
de centrar la atención del cliente en el hecho de que él o ella están
generando pensamientos, no reflejando realidades verbalmente.
Esta sencilla intervención implica insertar la expresión “Estoy
teniendo el pensamiento de que…” frente a cualquier frase que
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 137

diga el cliente durante un determinado período de tiempo. Puede


resultar especialmente eficaz para frenar a un cliente cuando está
enredado en el contenido de un relato activo sobre las dificultades
de su vida. Personalmente he utilizado esta técnica con solo una
o dos frases y (muy pocas veces) hasta durante quince o veinte
minutos. Al igual que en otras técnicas de defusión, el uso prolon-
gado de esta práctica puede parecer extraño. Pero esa extrañeza
es parte de la razón por la cual puede resultar eficaz para ayudar
al cliente a centrarse más en el proceso de creación de los pensa-
mientos y quedar menos fijado al contenido de esos mismos pen-
samientos.

Cliente: Y así, durante casi veinte años. Simplemente, no pue-


do librarme de eso. He intentado todo lo imaginable
pero no consigo que funcione. Estoy desesperado y
siempre lo estaré. No tiene sentido. No tiene sentido
intentar mejorar porque, sencillamente, no puedo
hacerlo
Terapeuta: Ya veo. Ha sido así durante mucho, mucho tiempo. Me
pregunto si, tal vez, podríamos frenar eso un poco. Tú
pareces atrapado en todos esos pensamientos. ¿Esta-
rías dispuesto a considerarlos desde una perspectiva
un poco distinta para que, tal vez, podamos abrir un
poco de espacio?
Cliente: Supongo que sí. ¿Qué perspectiva?
Terapeuta: Bueno, puede haber algún peligro en tomarse los pen-
samientos en su sentido literal. Si estás dispuesto, me
gustaría que me contaras algo más sobre la situación
en la que te encuentras. Pero esta vez, me gustaría que
dijeras: “Estoy teniendo el pensamiento de que…”
antes de cada frase que digas.
Cliente: No veo a dónde me va a llevar esto. Llevo mucho tiem-
po pensando de esa manera.
138 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Entiendo. Y, probablemente, no vaya a cambiar tus


pensamientos. Pero podría cambiar tu forma de con-
siderarlos. ¿Estás dispuesto a probarlo?
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Bien. Entonces, estabas hablando de lo desesperadas
que ves las cosas, sobre el hecho de que no puedes
hacer que las cosas marchen bien en tu vida.
Cliente: No puedo. Quiero decir, antes te estaba hablando de
cuánto me afectó aquella charla con mi esposa. Yo…
Terapeuta: De acuerdo. Permíteme que te interrumpa. ¿Puedes
decir: “Estoy teniendo el pensamiento de que realmen-
te me afectó aquella charla con mi esposa”?
Cliente: Estoy teniendo el pensamiento de que realmente me
afectó aquella charla con mi esposa.
Terapeuta: Y procura empezar el próximo pensamiento con
“Estoy teniendo el pensamiento de que…”.
Cliente: Pero, la verdad es que metí la pata… quiero decir, estoy
teniendo el pensamiento de que realmente estropeé la
cosas con mi mujer. No debería haber sido tan duro…
Terapeuta: Y ese pensamiento, igual.
Cliente: Estoy teniendo el pensamiento de que no debí haber
sido tan duro con ella.
Terapeuta: ¿Y el siguiente?
Cliente: Estoy teniendo el pensamiento de que siempre lo
hago… Estoy teniendo el pensamiento de que no
entiendo por qué ella sigue conmigo.
Terapeuta: Bien.
Cliente: Estoy teniendo el pensamiento de que no soy lo bas-
tante bueno para ella… Estoy teniendo el pensamiento
de que no soy lo bastante bueno para nada.
Terapeuta: Muy bien.
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 139

Llegados a un punto como este, un terapeuta podría seguir una


de entre varias direcciones, dependiendo del modelo terapéutico
que esté utilizando así como de la naturaleza de los pensamientos
y emociones del cliente. Por ejemplo, un terapeuta ACT podría con-
tinuar utilizando el procedimiento de “tener un pensamiento” si
todavía considera que el cliente está demasiado fusionado con el
contenido de sus pensamientos. Si aparecen pensamientos relacio-
nados con valores (por ejemplo: “Quiero hacer más por mi esposa”)
o si estos fueran inducidos por el terapeuta, se podría explorar esa
vía. Si no, el terapeuta podría utilizar la oportunidad de ayudar al
cliente a experimentar más plenamente sus emociones utilizando
la defusión y otros procedimientos esenciales de la ACT para faci-
litar el proceso. Podrías considerar la posibilidad de practicar esta
técnica con una serie de tus propios pensamientos de angustia
para que llegaras a comprender mejor cómo es el proceso y el gra-
do de defusión que puede llegar a producirse. Luego, podrías estar
más preparado para responder a las reacciones del cliente.

Habla lenta y voces absurdas

Como se mencionaba al comienzo del capítulo, alterar marca-


damente la propia velocidad del habla (Hayes et al., 1999) o articu-
lar o cantar un pensamiento (Hayes y Strosahl, 2004) con una voz
o un estilo notablemente incongruente con el contenido de un
pensamiento perturbador puede dar lugar a defusión. Hablando
en términos prácticos, es más sencillo hacer que un cliente hable
a un ritmo confiablemente lento que a uno suficientemente rápido.
Se pueden utilizar argumentos semejantes a los enumerados en
los diálogos anteriores para presentar la tarea. La velocidad del
habla debería ser muy lenta –me he cronometrado a mí mismo en
torno a dos segundo por sílaba, aunque generalmente cuento men-
talmente hasta cinco, rápidamente, para regular la duración de
una sílaba cuando utilizo esta técnica–. Hablar a mayor velocidad
que eso, tiende a retener demasiado significado de las palabras.
140 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Evidentemente, se puede utilizar una gran variedad de “voces


absurdas” (o, más exactamente, voces discordantes con el conte-
nido de lo que las voces están diciendo), formas de cantar o melo-
días para facilitar la defusión. Al principio de este capítulo se han
dado algunas directrices sobre el tipo de voces, estilo de cantar o
melodías. Existen varias aplicaciones de cambio de voz disponi-
bles para teléfono móvil de Android, iPhone y Windows. Esas
aplicaciones graban temporalmente cualquier cosa que se diga y,
luego, la reproducen con una voz alterada. Aplicaciones como
“Voice Changer”, “Ultra Voice Changer” y “Simple Voice Changer”
de Android son buenos ejemplos y todas son gratuitas. Algunas de
las aplicaciones más valoradas para iPhones incluyen “Voicemod”,
“Voice Lab” y “Voices 2”. Aplicaciones de voz apreciadas para
Window Phone incluyen “Voice Changer” y “Fun Voice”. También
hay disponibles aplicaciones de software para ordenadores Apple
como “MorphVOX” para PC y ”MorphVOX Mac Voice Changer”
pero son notablemente más caras que las correspondientes para
móvil. Esas aplicaciones tienen muchas opciones prefijadas (por
ejemplo, voces de “ardilla”, “robot” y “helio”) que pueden cambiar
espectacularmente el tono y timbre de una voz grabada. La bús-
queda de cualquiera de esos títulos en tu tienda de aplicaciones te
descubrirá docenas de aplicaciones parecidas aunque se debería
advertir que muchas de ellas no cambian la voz lo suficiente para
facilitar la defusión. Es recomendable probar previamente cual-
quier aplicación que se recomiende a un cliente e, incluso, ayudar
al cliente a encontrar las opciones de voz, dentro de la aplicación
elegida, que le puedan producir mayores grados de defusión.

Reorganizar los pensamientos

Hasta ahora, en este capítulo nos hemos centrado extensamen-


te en técnicas que alteran la forma en que se articulan y se
es­cuchas los pensamientos. La violación de los parámetros lin-
güísticos que controlan la presentación significativa de las pala-
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 141

bras escritas también puede provocar defusión. Se le puede pedir


al cliente que “escriba” un pensamiento problemático sobre una
mesa utilizando pequeñas fichas de letras, como las que se utili-
zan en el Scrabble (se pueden comprar online juegos de letras
para reducir costes). Por lo general, no “construimos” en nuestra
mente poniendo una letra tras otra. Generalmente, los pensa-
mientos surgen como entidades acabadas casi de manera espon-
tánea. Así, toda la acción completa de buscar intencionadamente
cada ficha para deletrear el pensamiento, letra por letra, puede
cambiar significativamente, por sí mismo, nuestra relación con
nuestros pensamientos. Una vez que se ha ordenado la frase
correctamente, pídele al cliente que reordene las letras varias
veces para formar nuevas palabras o secuencias de letras sin sig-
nificado. Por último, pídele de nuevo al cliente que utilice las
fichas para deletrear el pensamiento correctamente para que no
se quede con la impresión de que el pensamiento tiene que trans-
formarse en otra cosa para que ocurra algo. Reordenar las letras,
evidentemente, altera el significado de la frase original, pero este
proceso también se puede utilizar para destacar las formas rela-
tivamente arbitrarias de nuestras mentes para generar y organi-
zar pensamientos. También se puede resaltar el proceso físico de
sentir la textura y forma de las fichas en el momento actual, así
como de percibir las formas de cada letra para ayudar a contra-
rrestar las tendencias de pensamiento más abstractas, evaluati-
vas, etéreas. Y todo el proceso, tal como se ilustra a continuación,
se puede utilizar para demostrar lo inofensivas que son las letras
y palabras que constituyen el pensamiento problemático. El
siguiente diálogo incluye una variedad de técnicas de defusión,
evidenciando cómo se pueden utilizar coordinadamente diferen-
tes herramientas para ayudar a generar un contexto de defusión.

Terapeuta: “Soy un completo fracaso”. Aquí tenemos un pensa-


miento especialmente “denso”. solo al verte la cara
cuando lo dices, parece que es un pensamiento muy
angustioso, muy convincente para ti.
142 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: La verdad, ni siquiera lo considero un pensamiento.


Parece que la cosa es realmente así.
Terapeuta: Sí, los pensamientos son así, ¿no es cierto? Bueno, ya
sabes, yo soy un fan de ver los pensamientos desde una
perspectiva distinta, para ver de qué están hechos. ¿Te
parece bien que probemos otra manera de hacerlo con
este pensamiento?
Cliente: Espero que sea buena. Vamos a tener que trabajar
mucho aquí.
Terapeuta: De acuerdo. Vamos a ver [vuelca unas pequeñas fichas
sobre la mesa]. No vamos a jugar al Scrabble, pero tal
vez estas cositas nos puedan ayudar a arrojar luz sobre
ese pensamiento. Si estás listo, vamos allá y forma ese
pensamiento con estas fichas. Puede que te lleve tu
tiempo. Observa cómo percibes cada ficha cuando la
coges. Traza cada letra con tu dedo antes de colocarla
en la fila para formar esa frase.
Cliente: [Se pasa unos minutos reuniendo las fichas]. Ya está.
Terapeuta: ¿Qué te ha parecido ir recogiendo esas fichas tan des-
pacio para deletrear la frase?
Cliente: Me resultó extraño. A veces, casi dejaba de centrarme
en el pensamiento como un todo. Y las fichas se notan
como algo agradable, suave. Noté, un par de veces,
cuando trazaba una letra que ya había trazado previa-
mente lo rara que me parecía esa letra.
Terapeuta: Interesante. De modo que en el proceso de producir
ese pensamiento te has dado cuenta de un montón de
otras cosas distintas que también estaban ahí. En vez
de estar completamente abrumado por el pensamien-
to, has sido capaz de darte cuenta de otras cosas.
Cliente: Sí. El pensamiento aún sigue ahí, sin embargo. Se
nota un poco distinto pero aún me parece real.
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 143

Terapeuta: De acuerdo. Vamos a quedarnos con eso un momento,


entonces. Me gustaría que volvieras a colocar las letras
de esa frase. Puedes cambiar el orden de las palabras,
formar otras palabras nuevas con ellas o formar series
de letras sin sentido. Voy a pedirte que hagas esto
varias veces. Después de que hayas formado una nue-
va “frase”, por así decir, párate a mirarla unos instan-
tes y, si lo deseas, puedes decir cómo te sientes, qué es
lo que se te viene a la cabeza, en cualquier momento
del proceso.
Cliente: [Recoloca las letras]
Terapeuta: Esa es interesante: Unas cuantas palabras reconoci-
bles, un montón de series de letras sin sentido. Sigue
adelante y procura decirla en voz alta, solo para ver lo
que ocurre.

[El cliente dice la frase en voz alta, vacilando en algunas series de


letras prácticamente impronunciables. El cliente y el terapeuta se ríen]

Terapeuta: Supongo que podríamos decir que esta es otra manera


de pronunciar “soy un completo fracaso” –exactamen-
te los mismos componentes–.
Cliente: Tiene otro aspecto distinto… suena distinto… pero, sí,
ahí están las mismas letras.
Terapeuta: Esto puede sonar como una pregunta tonta pero esas
letras de ahí, esas fichas, ¿son una amenaza para ti?
¿Te pueden hacer daño?
Cliente: Supongo que me podría atragantar con ellas. Atragan-
tarme con mis propias palabras –suena poético–.
Aparte de eso, supongo que no me pueden hacer nada.
Terapeuta: Sí, y la gente hace chistes con comerse sus propias
palabras, pero no suena demasiado letal, ¿verdad?
Cliente: No.
144 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Y esa “frase” escrita ahí con esas fichas. ¿Te define a ti,
define lo que eres como persona?
Cliente: [Se ríe] No creo que esa frase defina nada.
Terapeuta: De acuerdo, pues ampliémoslo a la frase original. Esas
letras, esos garabatos sobre esas pequeñas fichas,
¿pueden definir cómo es alguien como persona, de
verdad, definitivamente y por completo?
Cliente: Creo que, tal como las veo ahora, parece un poco des-
cabellado.
Terapeuta: Vamos a probar otra cosa. Sigue adelante y escribe
una “frase” nueva con esas fichas.

[El cliente escribe otra frase sin sentido e intenta pronunciarla cuan-
do se lo pide el terapeuta]

Terapeuta: Y aquí tenemos otra forma de decirlo. De hecho, si te


parece bien, me gustaría decir la frase original y que
tú me respondieras con esta otra. [Señala la frase sin
sentido].
Cliente: Me gusta más cómo suena esta. [Señala a la mesa].
Terapeuta: De acuerdo. Y ¿ves a lo que estamos llegando? Hay un
matiz de invención en esa frase de la mesa. ¿Podría
haber algo de invención en la versión original? Como
que, tal vez, no sea un simple reflejo de la realidad sino
que, más bien, esté hecha con una variedad de expe-
riencias, algunos elementos objetivos, algunas medias
verdades, algunos adornos y, probablemente, unas
cuantas omisiones?
Cliente: Ya entiendo lo que me estás diciendo. Puede que no
sea un pensamiento tan exacto, que no sea totalmente
correcto.
Terapeuta: Bien. Y hay otra cosa de la que me gustaría que te die-
ras cuenta. Esas dos frases sin sentido. Las ha creado
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 145

tu mente. El universo no te ha dicho sencillamente:


“Eso va a ser así” y, ¡zas! Surgió una frase que se
correspondía con la pura verdad. Tu mente creó esos
pensamientos liosos, lo mismo que creó el primero.
Sabemos que había algo arbitrario, al menos parcial-
mente, en cuanto a la creación de los dos últimos.
¿Qué pasaría si hubiera algo arbitrario, al menos par-
cialmente, respecto al primero?
Cliente: Es como empezar a sentir que, tal vez, lo haya.
Terapeuta: Bien. Y una vez más, ¿por qué no dejas que tu mente
reproduzca de nuevo ese pensamiento original? Sim-
plemente, sigue adelante y deletréalo de nuevo con
esas fichas. Y mientras lo haces, mantenlo en tu pre-
sencia: observa cómo sientes cada ficha en tu mano.
Traza cada letra. Nota el sonido que hacen las fichas
cuando las juntas.

Contrastar los pensamientos con el momento presente

Nuestros pensamientos nos alejan del momento presente, de


la riqueza y solidez de aquello que podemos tocar, ver, oír, oler
y gustar aquí y ahora. Incluso los pensamientos que simplemen-
te describen las propiedades físicas de lo que estamos experi-
mentando en un momento dado no describen lo que es nuestra
experiencia en el momento presente. Por definición, las pala-
bras que utilizas para describir esas sensaciones físicas tienen
que venir después de las sensaciones.
Nos pasamos tanto tiempo atrapados en nuestras cabezas,
arrastrados por una u otra narrativa, que olvidamos lo unidi-
mensionales que resultan dichas narrativas cuando las com-
paramos con las tres dimensiones que encierran la visión y los
sonidos del mundo que nos rodea. Cuando dejamos de perci-
bir el agudo contraste entre las sólidas y reales experiencias
146 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

sensoriales del momento y nuestros vaporosos e intangibles


pensamientos, esos pensamientos nos parecen más reales,
más precisos de lo que son en realidad. Aclarar explícitamente
ese contraste puede ayudar a un cliente a que se defusione de
sus pensamientos, como muestra el siguiente diálogo.

Cliente: Y cuando pienso en intentar volver a salir para cono-


cer gente, no consigo imaginármelo. Casi nunca he
tenido la suficiente energía. Nadie va a querer jamás
estar conmigo cuando estoy deprimido de esta mane-
ra. No tengo ninguna historia interesante, no soy
divertido. No soy bueno en nada. Recuerdo a mi
padre diciéndome que yo era un perdedor. Y tenía
razón. Soy un perdedor. Cualquiera que pase un rato
conmigo se dará cuenta enseguida.
Terapeuta: ¿Te vienen con frecuencia muchos pensamientos como
este?
Cliente: Casi todo el rato. Pienso mucho en ello por la noche,
sobre todo, y me resulta cada vez más deprimente.
Incluso me imaginé cómo sería salir y conocer gente y
siempre sale mal. Empeora aún más mi depresión.
Terapeuta: De manera que incluso te imaginas situaciones en tu
cabeza –tu mente se imagina saliendo y te dice que la
cosa va a resultar mal–. ¿Y eso lo sientes muy real,
muy verosímil?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Ahora mismo puedo ver en tu cara lo intensos, lo con-
vincentes que son esos pensamientos. Me gustaría
que intentaras una cosa. Mientras estás ahí sentado,
agarra los brazos de la silla. Nota cómo sientes tus
manos agarrándolos… la sensación de tus antebrazos
mientras están ahí apoyados… Percibe el color de los
brazos de la silla. Y tu mente va a describir todo eso,
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 147

y está bien, vamos allá y hazlo. Y, al mismo tiempo,


no te centres en las palabras sobre cómo se siente;
céntrate en las sensaciones reales del momento pre-
sente de tus manos y antebrazos, en el hecho real de
percibir el color y el contorno de los brazos de la silla
y de tus manos y brazos apoyándose en ellos. [Espera
unos segundos]. Esto puede sonarte una pregunta un
poco rara pero, ¿cuál es la diferencia entre las sensa-
ciones de tus manos y brazos, ahora mismo, y las
palabras con las que tu mente está describiendo esas
sensaciones?
Cliente: Bien… las palabras no son las sensaciones reales. ¿Es
a eso a lo que te refieres?
Terapeuta: Está bien que te des cuenta. Me gustaría que te cen-
traras de nuevo, ahora mismo, en lo que sienten tus
manos cuando agarran los brazos de esa silla. Cómo
se sienten realmente, en este instante. Date cuenta de
esas sensaciones inmediatas. Y, luego, dime cómo las
está describiendo tu mente.
Cliente: Se siente suave. Puedo sentir una presión amortigua-
da en las palmas de mis manos y en los dedos. Siento
los dedos tensos.
Terapeuta: ¿Y qué se siente más “real”, más sólido, más vibrante:
esas sensaciones reales que estás notando ahora mis-
mo o esos pensamientos que intentan describirlas?
Cliente: Bueno, las sensaciones. Los pensamientos están ahí,
pero como tú dices, no son tan vibrantes ni tan sóli-
dos.
Terapeuta: Bien. Y mientras percibes esas sensaciones de nuevo, a
medida que las percibes justo ahora, ¿la descripción
verbal de esas sensaciones capta perfectamente lo que
se siente al agarrar esos brazos? ¿Igual, exactamente?
148 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Cliente: No. Me daba cuenta de que incluso me resultaba difícil


encontrar las palabras adecuadas. Es difícil describirlo.
Terapeuta: Pues date cuenta de lo que hace nuestra mente. Nos
ofrece descripciones verbales, pensamientos, cosas
así, y finge que esas descripciones son tan sólidas, tan
vibrantes, tan reales como las sensaciones reales de
cada momento. Y cuando tú te centras en el momento
presente, en esas manos agarrando los brazos de la
silla, ¿qué te parecen esas descripciones verbales?
Cliente: Muy poca cosa, la verdad. Se refieren a las sensaciones
pero no son lo bastante sustanciosas.
Terapeuta: Bien. Y, ahora, te voy a preguntar, otra vez, si estás dis-
puesto a pensar en salir a encontrar gente nueva.
Durante unos instantes, simplemente date cuenta de
todos los pensamientos que te surjan. [Espera unos
veinte segundos]. Y, ahora, deja que tu mente haga lo
que quiera y mira alrededor de la habitación. Y date
cuenta, en cada momento, de lo que ves… cómo notas
el aire en tu piel… los sonidos que estás oyendo….
Como antes, vas a tener pensamientos sobre todo eso
y puede que sobre conocer gente nueva o estar depri-
mido, y está bien. Y nota, en el presente, esos colores,
formas, objetos y sonidos…
Cliente: Es difícil. Me distraigo mucho con mis pensamientos.
Terapeuta: Está bien. Tu mente es experta en intentar sacarte del
presente. Cada vez que te des cuenta de que está aleján-
dote, mira a tu alrededor. Mira, realmente, lo que ves,
siente las sensaciones de tu cuerpo, tu respiración…
baja de tu mente y entra en el presente, y experimenta
las cosas de primera mano. [Espera unos treinta segun-
dos o más]. ¿Ves la diferencia de experimentar las cosas
en el presente? ¿Es más vívido o tridimensional que
cuando tu mente desvía por completo tu atención?
CAMBIAR LOS PARÁMETROS DEL LENGUAJE 149

Cliente: Lo es. Sin embargo, lo cierto es que me quedo atrapa-


do con frecuencia en mis pensamientos.
Terapeuta: Pero es importante que te des cuenta de ello. Nuestras
mentes nos arrastran de esa manera. Nos convencen
de que lo tienen todo perfectamente entendido, de que
lo que dicen es exactamente lo que hay en la realidad.
Y, entonces, lo contrastamos con el momento presente
y nos encontramos con una intensidad, sentimos una
solidez [agarra los brazos de su silla para dar más énfa-
sis]. Mientras que tu mente te tiene atrapado ahí [seña-
la la cabeza del cliente], hay otras muchas cosas que
están pasando aquí fuera. Un montón. Tu mente está
afirmando que sabe exactamente lo que va a ocurrir si
sales a conocer gente nueva, afirmando que sabe exac-
tamente la clase de persona que eres. ¿Y si sucediera
que todo eso es como los intentos de tu mente de cap-
tar exactamente cómo se siente al agarrar los brazos
de la silla, cómo es, exactamente, escuchar y ver y sen-
tir lo que está ocurriendo en cada instante?
Cliente: Creo que ya entiendo lo que me estás diciendo. Pero, la
verdad, es que no siento que sea bueno en ninguna
cosa. Me siento un perdedor. Ya lo he experimentado
una y otra vez.
Terapeuta: Y yo ya sé que esos pensamientos son muy convincen-
tes. Ya sé lo fuertemente que lo agarran a uno. Vamos
a seguir considerándolos desde distintos ángulos. De
momento, cuando aparezcan esos pensamientos, vuel-
ve a centrarte en el presente. Nota cómo percibes tu
respiración. Date cuenta, en tiempo real, de lo que ves,
de lo que oyes… y date cuenta de esa distinción entre
la “solidez”, la energía de lo que está ocurriendo justo
aquí, justo ahora, y esos pensamientos más en blanco
y negro, difíciles de atrapar que están siempre inten-
tando arrastrarte con ellos.
150 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Conclusión

Es posible violar una amplia variedad de distintos parámetros


lingüísticos para dar lugar a que se produzca defusión. En este
capítulo hemos considerado algunos pero piensa que hay muchas
oportunidades para la creación de nuevas técnicas de defusión en
esta o en cualquier otra categoría.
8 Distanciarse de los pensamientos

Como se mencionaba en el capítulo 4, los procesos de defusión


y del yo-como-contexto se solapan y las técnicas que facilitan uno
de los procesos, sistemáticamente, facilitan también el otro. Adop-
tar un sentido del yo-como-contexto, desde luego, implica que
percibas la distinción entre “tú” y tus experiencias. Mientras que
tus pensamientos, sentimientos, recuerdos y demás cambian de
un momento a otro, siempre hay un “Tú” constante que percibe
ese contenido cambiante. Esta afirmación no necesita asentarse
en ninguna connotación mística ni espiritual. Tú siempre has
experimentado las condiciones cambiantes de tu vida desde la
misma perspectiva física. Comprender esto de una manera expe-
riencial puede tener algunas claras ventajas. Piensa en alguna
forma de describir a la gente (tal vez, incluso a ti mismo) de mane-
ra crítica o peyorativa que hayas oído: “Es una mujer nerviosa”.
“Es un hombre irritable”. “Yo no soy adecuado”. “Tú no tienes
solución”. En estos casos, emociones, pensamientos o predisposi-
ciones conductuales sirven para definir a toda la persona y, poten-
cialmente, limitan nuestra manera de considerarnos a nosotros
mismos, a nuestro potencial y a nuestras acciones inmediatas.
Además de determinar quién eres desde una perspectiva más
permanente, el hecho de definirte a ti mismo de acuerdo con el
152 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

contenido de tu experiencia también puede hacer que tu compor-


tamiento dependa más de tu estado concreto. Por ejemplo, si tie-
nes el pensamiento fugaz de que “estoy demasiado triste para salir
hoy”, puede que percibas ese pensamiento como una descripción
definitiva de quién eres y de lo que eres capaz en ese momento, una
evaluación que, en consecuencia, puede influir sobre tu compor-
tamiento (o la ausencia de tal comportamiento).
Adoptar un sentido de yo-como-contexto –darse cuenta de que
pensamientos, sentimientos y sensaciones vienen y van y de que tú
estás siempre ahí para percibirlos como experiencias psíquicas y
físicas cambiantes– puede permitirte responder de alguna manera
que resulte incoherente con esas mismas experiencias. Cuando
tomas como referencia algún tipo de guía comportamental, como
un componente de valores de ACT, esto te sitúa en una mejor posi-
ción para hacer cosas que te importan incluso cuando “tu ánimo
no está por la labor” o tus pensamientos no están en perfecta
armonía. En otras palabras, adoptar un sentido del yo-como-con-
texto puede darte la flexibilidad de percibir tus pensamientos sim-
plemente como pensamientos que estás teniendo y, así, decidir si
actúas o no de acuerdo con ellos. Adoptar un punto de vista seme-
jante da como resultado la defusión de esos pensamientos.
En este relativamente breve capítulo examinaremos tres técni-
cas, identificadas tradicionalmente como técnicas de defusión,
que también tienen un fuerte y explícito componente de yo-como-
contexto.

Llevarse la mente de paseo

Esta reconocidamente extraña técnica de defusión permite, por


una parte, que te des cuenta de los pensamientos como algo sepa-
rado de ti y, por otra parte, que sigas en dirección a aquello que
valoras con independencia de lo que te digan tus pensamientos
sobre esa dirección. Por lo general, el ejercicio tiene lugar en un
DISTANCIARSE DE LOS PENSAMIENTOS 153

emplazamiento exterior (o, al menos, fuera de la sala de terapia).


Se le dice al cliente que inicie cualquier actividad que quiera reali-
zar –caminar en cualquier dirección que desee, sentarse, tumbar-
se, etc.–. El terapeuta desempeña el papel de la mente altamente
verbal del cliente, evaluando o criticando las decisiones del cliente
durante el ejercicio, procurando convencerlo de que haga otra cosa
distinta, comentando otros aspectos de la vivencia y cosas por el
estilo. El cliente debe escuchar lo que le dice la “mente” (aunque,
en cada momento, tome decisiones respecto a hacer o no realmen-
te lo que esta le dice) pero no puede replicarle a la “mente”. Para
hacer más explícito el componente de valores, el terapeuta le puede
pedir al cliente que haga el camino simbólico –es decir, que identi-
fique el moverse en una dirección determinada o el ejecutar una
determinada acción con un conjunto específico de acciones que
tengan mucha importancia en su vida–. Por ejemplo, una madre
que quiere a sus hijos y valore el estar conectada y presente respec-
to a ellos podría identificar el caminar hacia un determinado lugar
o sentarse resueltamente, con independencia de los comentarios y
críticas de la “mente”, con la materialización de ese valor. Se sugie-
re comentar los pensamientos del cliente en esos ámbitos antes de
la realización del ejercicio para que tanto el terapeuta como el
cliente tengan claro que lo que está en juego es un valor auténtico
y para que el terapeuta pueda incluir comentarios aplicables a ese
valor cuando está actuando como la “mente” del cliente.
Es importante obtener el consentimiento del cliente para llevar
a cabo este ejercicio especialmente si se planea utilizar alguna
información más personal del cliente para darle forma a los
comentarios y críticas que el terapeuta va a realizar en su papel
de “mente” del cliente durante su desarrollo. El o la cliente deben
tener claro que no se les está confirmando ninguno de los pensa-
mientos valorativos que tengan sobre sí mismos, sino, simplemen-
te, repitiéndolos con el fin de reducir el poder que ejercen sobre
ellos. El relato que viene a continuación muestra un ejemplo de
cómo obtener ese permiso.
154 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Recuerda que hemos visto lo beneficioso que puede


resultar considerar tus pensamientos desde una pers-
pectiva distinta. Y hemos realizado algunos ejercicios
que te ayudaron a estar un poco menos enredada con
tus pensamientos.
Cliente: Sí; y me ayudaron algo pero es difícil. Las cosas han
sido difíciles en casa últimamente con mis hijas, mi
marido.
Terapeuta: Ya lo sé; mencionaste lo difícil que te resultó atender a
tus hijas tal como tú querías. Y me comentaste el tipo
de pensamientos y sentimientos que se interponían en
tu propósito. Me gustaría intentar un ejercicio distin-
to; uno que te puede dar algo más de práctica para que
camines en la dirección que quieres seguir en la vida
aun cuando tu mente, tus sentimientos, parezcan
pedirte que hagas otra cosa distinta.
Cliente: ¿De qué se trata?
Terapeuta: Bueno, es un poco extraño, pero déjame que te lo expli-
que. Vamos a salir a dar un paseo. Y yo voy hacer el
papel de tu mente. Tu tarea consiste en caminar en la
dirección que quieras ir, independientemente de lo que
yo te diga –independientemente de lo que tu “mente” te
diga–. Y te voy a pedir que no hables. Yo voy a ser tu
mente de modo que soy el único que puede hablar. Tu
tarea es oír lo que yo diga y caminar a donde tú quie-
ras ir.
Cliente: De acuerdo, es un poco extraño. ¿Qué tipo de cosas me
vas a decir?
Terapeuta: Bueno, ahora tengo una idea bastante buena del tipo
de cosas que te dice tu mente: la autocrítica, las dudas,
los prejuicios. Y el ejercicio sale mejor si se recurre a
temas familiares. ¿Te parecería bien que te diga algunas
de esas cosas que dice tu mente, teniendo bien claro
DISTANCIARSE DE LOS PENSAMIENTOS 155

que yo no creo esas cosas y que si te las digo es solo


para ayudarte a que te acostumbres a oírlas y hacer lo
que tú quieres hacer en lugar de lo que tu mente te dice
que hagas?
Cliente: De acuerdo, creo que entiendo la finalidad de este ejer-
cicio. Creo que lo puedo hacer. Pero ¿y si lo oyen otras
personas?
Terapeuta: Me aseguraré de que nadie escucha ninguna informa-
ción personal sobre ti. Y cualquier cosa que yo diga, si
hay otras personas en el radio de escucha, será total-
mente inocuo de modo que no van a saber lo que esta-
mos haciendo.
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Una cosa más. Como has dicho antes, te has estado
esforzando para ser el tipo de madre que quiere estar
con sus hijas, tratarlas con cariño, con paciencia y
apoyarlas. Y sé que te importa mucho hacerlo así.
Entonces, ¿qué te parece si hacemos que el ejercicio
trate sobre eso mismo de manera simbólica? Cual-
quier dirección y cualquier acción que decidas tomar
durante el ejercicio, me gustaría que te imaginaras
que son todas ellas –acciones y direcciones– actos de
amabilidad, cariño y paciencia hacia tus hijas. ¿Lo
puedes visualizar durante un minuto? Tal vez, cierra
los ojos un minuto, imagínate caminando ahí fuera…
observa el tipo de cosas que ves… siéntete, de algún
modo caminando… date cuenta de la dirección que tú
decides tomar… e imagina que caminar en esa direc-
ción es lo mismo que ser cariñosa y apoyar y tener
paciencia con Chris y Lisa. Y con tu permiso, yo voy a
ser tu mente para hacer el tipo de comentarios que
podría hacer tu mente. ¿Estás de acuerdo con esto?
Cliente: Sí, creo que lo puedo hacer.
156 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: De acuerdo, vamos. Una vez que estemos fuera, elige


una dirección y yo empezaré a actuar como tu mente.
Y recuerda. No te voy a hablar como tu terapeuta, sino
como tu mente. Te voy a criticar, camelar, hacerte
dudar, plantearte prejuicios. Y tú ponte al mando. Tú
decides hacia dónde y cómo caminar, pensando en tus
hijas.

[Salen los dos fuera; la cliente elige una dirección y el ritmo de mar-
cha y el terapeuta empieza a hablar como si fuera la “mente” de la
cliente].

Terapeuta: Esa no es una buena idea. En realidad, deberías ir por


ese otro camino. Sabes que, de todos modos, no pue-
des aguantarlo… Puede que seas capaz de hacerlo
durante un cierto tiempo pero, en cuanto tus hijas
empiecen a dar la lata, vas a estallar… y al cabo de un
rato, olvidarás cómo las quieres tratar o te cuestiona-
rás si, en realidad, te importa. Te vas a tener que des-
viar de tu camino por otros temas de tu vida, te vas a
ver desbordada y vas a volver a ser incoherente, impa-
ciente con ellas. De hecho, en realidad deberías dar la
vuelta y regresar ahora. ¿Qué sentido tiene?… ¿De ver-
dad quieres ir en esa dirección o solo lo estás haciendo
para impresionar a tu terapeuta? Deberías pararte y
sentarte. En serio… De acuerdo; has sido capaz de
seguir esta dirección durante un rato pero sabes que
no vas poder continuar mucho tiempo más…

El ejercicio seguiría en ese mismo sentido unos cinco minutos


antes de volver a la sala de terapia para comentarlo. El terapeuta
le preguntaría a la cliente, por lo general, al comienzo, cómo
había sido el ejercicio para ella. Luego, le haría algunas pregun-
tas, tales como: ¿Fuiste capaz de mantener tu dirección todo el
tiempo? Si no fue así, ¿recuerdas por qué cambiaste de dirección?
DISTANCIARSE DE LOS PENSAMIENTOS 157

¿Hubo alguna cosa que yo dijera que te resultara especialmente


convincente, que te atrapara? ¿Conectaste con tus valores de (ser
cariñosa, apoyar y ser paciente con tus hijas) durante el ejercicio?
¿Cómo te resultó? ¿Qué te parecen ahora esos pensamientos con
los que tu mente intenta presionarte? ¿Te surgió algún sentimien-
to de estrés durante el ejercicio? Si fue así, ¿hubo algún momento
en el que hayas sido capaz de llevártelo contigo y seguir avanzan-
do adelante?
Como puedes ver por los comentarios del terapeuta en su papel
de mente de la cliente, se debería establecer una buena relación
terapeuta-paciente y tener su permiso para repetirle sus pensa-
mientos de autoevaluación negativa. Si el cliente no está prepara-
do para utilizar tales pensamientos durante el ejercicio, se pueden
utilizar otros pensamientos menos personalizados con los que
intentar conseguir, sencillamente, que el cliente cambie de direc-
ción o critique su decisión de actuar. Como se mencionaba ante-
riormente, la adición de un componente de valores es opcional.
Sin embargo, expresar pensamientos más personalizados y aso-
ciar el ejercicio a acciones significativas y vitales de la vida del
cliente consigue que el efecto sea más potente.

Pensamientos en tarjetas

Cuando se está en contacto con nuestro “diálogo interno”, los


pensamientos van tan rápida y suavemente que, por lo general, se
ven simplemente como reflejos de la realidad. El ejercicio de
“pensamientos en tarjetas” por una parte, ralentiza el proceso de
pensar y, por otra, convierte los pensamientos de angustia, apa-
rentemente auto-definitorios, en un producto tangible que se
puede ver “ahí fuera”, en lugar de creérselos automáticamente
“aquí dentro”. Para este sencillo ejercicio se necesita un bloque
de tarjetas de unos 10 X 12 cm. (también pueden valer unos pape-
les recortados) y se puede presentar como una forma de hacer
que las cosas vayan más despacio y (ya lo habrás adivinado) de
158 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

considerar los pensamientos desde una perspectiva distinta. Se


le pide al cliente que anote cada pensamiento y emoción, tal
como le surja, en una tarjeta individual y que la deje sobre la
mesa, frente a él, junto con los demás pensamientos y emociones
que vayan apareciendo. Incluso se deberían anotar en las tarje-
tas los pensamientos que se refieren a comentarios sobre el pro-
ceso (por ejemplo: “no veo cómo me puede ayudar esto”). El
ejercicio puede durar solo unos minutos o continuar tanto tiem-
po como sea necesario. Como regla general, se deberían utilizar
las claves verbales y no verbales del cliente para determinar
durante cuánto tiempo continuar con el ejercicio. Si los senti-
mientos asociados al relato del cliente se vuelven menos “inten-
sos”; si el cliente empieza a hacer comentarios espontáneos que
reflejen palabras, frases o metáforas relacionadas con defusión
que se han empleado en sesiones anteriores o si da otros signos
de que se está tomando su narrativa con menor intensidad (por
ejemplo, se ríe o manifiesta escepticismos sobre el contenido de
sus pensamientos), todo eso son señales de que el ejercicio, pro-
bablemente, ha cumplido su finalidad.
Si el cliente da este tipo de indicaciones de estar “defusionán-
dose” de sus pensamientos, no hay gran necesidad de procesar el
ejercicio más allá de reforzar, sencillamente, las observaciones
escépticas que esté haciendo él mismo sobre aspectos de su narra-
tiva. Si así se desea, se puede añadir un componente de acepta-
ción en una fase adicional del ejercicio: Amontona las fichas y
pídele al cliente que se siente en una silla frente a ti. Advierte al
cliente que le vas a “lanzar” las tarjetas, de una en una, a su rega-
zo y que su trabajo va a consistir en intentar evitar que las tarjetas
(y los pensamientos y sentimientos anotados en ellas) lleguen a
tocarle. Antes de lanzar cada tarjeta, indícale al cliente lo que hay
escrito en ella. El cliente, probablemente, intentará esquivarlas de
muchas formas pero algunas tarjetas, inevitablemente, le tocarán
–y todas las tarjetas, con los pensamientos y sentimientos que
contienen, se quedarán allí hasta el final del ejercicio–. Esto se
DISTANCIARSE DE LOS PENSAMIENTOS 159

puede asociar con la experiencia del cliente de dedicar demasiado


esfuerzo al intento de mantener a raya sus pensamientos y senti-
mientos angustiosos, solo para encontrarse con que estos todavía
permanecen.
A continuación, informa al cliente de que vas a volver a lanzar-
le las tarjetas una a una pero que él, solo tiene que dejarlas caer
en donde coincida, sin molestarse en evitarlas. Como antes, se le
debe indicar el contenido de cada tarjeta antes de lanzársela. Se
le puede preguntar entonces al cliente si observó alguna diferen-
cia entre las dos fases del ejercicio. Se pueden señalar muchas
características distintas de la experiencia por parte del cliente o,
si es necesario, por parte del terapeuta. La segunda fase es más
fácil ya que el cliente no tiene que hacer ningún esfuerzo para evi-
tar las tarjetas. Los pensamientos y sentimientos todavía siguen
ahí y es posible verlos pero, sobre todo, ¿es realmente necesario
hacerles frente (sin éxito)? Si el cliente menciona que aún sigue
luchando con uno o más de esos pensamientos o sentimientos,
puedes tomar esa tarjeta, mantenerla a una distancia de él y utili-
zar alguna técnica de defusión del lenguaje (por ejemplo, “y este
pensamiento… ¿puedes dejar que estas palabras, estas letras,
simplemente se queden ahí, en sus propios términos?”) comenta-
das en el capítulo 6 para favorecer una mayor defusión.

Hojas en una corriente

Este ejercicio de visualización le proporciona al cliente prácti-


ca para percibir los pensamientos como pensamientos y, por lo
general, se utiliza relativamente pronto en el tratamiento con el
fin de empezar a tomar consciencia de los propios pensamientos.
Es mejor que el cliente cierre los ojos durante el ejercicio para evi-
tar distracciones. Sin embargo, esto no tiene por qué interrumpir
la comunicación entre terapeuta y cliente en momentos clave,
como se ilustra a continuación:
160 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: De acuerdo, ya hemos hablado sobre cómo los pensa-


mientos pueden ser automáticos, sobre cómo, general-
mente, ni siquiera nos damos cuenta de que estamos
pensando. Asumimos, sin más, que estamos perci-
biendo y describiendo cómo son las cosas en realidad.
A nuestra mente le resulta fácil engañarnos cuando
hacemos esto –convencernos a nosotros mismos de
que todo lo que dice es cierto–. Así que me gustaría
hacer un ejercicio que te va a permitir atrapar tus pen-
samientos y darte cuenta de lo pegajosos que pueden
ser, de lo fácil que resulta perderse en un tren de pen-
samientos. ¿Dispuesta para el juego?
Cliente: Sí, de acuerdo.
Terapeuta: Muy bien. Vamos allá y ponte cómoda. Cierra los ojos
e imagina que estás sentada en un bosque, en una
agradable orilla con hierba, junto a un arroyo. Permí-
tete imaginar todos los detalles que puedas sobre ese
lugar… el sonido del agua, cómo se siente el estar sen-
tada en la hierba, la suave brisa del aire, los árboles
alzándose sobre ti. Y me gustaría que te imaginaras
algunas hojas que vienen bajando por la corriente, una
tras otra. Mientras estás ahí sentada, observando esas
hojas que vienen flotando, date cuenta de lo que estás
pensando. Y cada pensamiento que tengas, imagínate
que lo colocas en una de esas hojas y dejas que se aleje
flotando. Luego, vuelve a hacer lo mismo con el siguien-
te pensamiento, y con el siguiente, no importa de qué
tipo de pensamiento se trate. ¿Lo puedes hacer?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Bien, antes o después, te vas a quedar atascada. Vas a
dejar de colocar pensamientos en las hojas y te vas a
ver arrastrada por un tren de pensamientos. Cuando
adviertas que eso está pasando, dime algo así como:
“ocurrió”.
DISTANCIARSE DE LOS PENSAMIENTOS 161

Cliente: De acuerdo… [Al cabo de un minuto o dos]. Ocurrió.


Terapeuta: Muy bien. ¿Puedes recuperar el pensamiento que te
hizo descarrilar y decirme cual fue?
Cliente: Empecé a pensar en recoger a mis hijos del colegio y,
luego, en todo lo que tengo que hacer después y lo ocu-
pada que voy a estar por la noche y en cómo siempre
es lo mismo, una tarde tras otra.
Terapeuta: De acuerdo. “Siempre es lo mismo, una tarde tras
otra”. Vuelve a la corriente y coloca ese pensamiento
en la hoja siguiente. Y el pensamiento siguiente, en la
hoja siguiente. Y continúa así.
Cliente: Es difícil. Me sigo enredando y dejándome arrastrar.
Terapeuta: Y ese pensamiento –“me sigo enredando”– ponlo en la
siguiente hoja. [Pasan quince o veinte segundos].
Podrías darte cuenta de que algunos pensamientos
aparecen una y otra vez o que una hoja viene de vuelta
o se queda atascada. Pues el pensamiento que tengas
en ese momento, colócalo de nuevo en una hoja, deja
que haga lo que quiera –y, luego, el siguiente pensa-
miento, colócalo en la hoja siguiente–.
Cliente: Ocurrió.
Terapeuta: De acuerdo. Pues el pensamiento que estás teniendo
ahora, colócalo en una hoja; y el siguiente.
Cliente: [Pasados unos treinta segundos]. Sigo pensando lo difí-
cil que es esto. Sigo saliéndome de la corriente de pen-
samientos. No lo sé hacer muy bien.
Terapeuta: Pues ese pensamiento, “no lo sé hacer muy bien”, pon-
lo en una hoja y, luego, el siguiente pensamiento…

Una vez que se ha acabado el ejercicio, se debería pedir al


cliente que describa cómo fue su experiencia (una regla general
para la mayor parte de los ejercicios ACT: permitir que el cliente
162 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

comparta su experiencia directa antes de que sea moldeada o


reformulada por el terapeuta). Muchos aspectos diferentes de la
experiencia podrían ser mencionados por el cliente o el terapeu-
ta: lo rápida y automáticamente que vienen los pensamientos y
cómo conducen a otros pensamientos relacionados con ellos o,
incluso, aleatorios; lo fácil que resulta olvidar que uno está pen-
sando y, simplemente, quedarse atrapado en la narrativa que se
despliega; cómo siempre se tiene la opción de percibir el próximo
pensamiento como tal pensamiento una vez que uno se ha dado
cuenta de que se ha dejado llevar. También se puede preguntar al
cliente si ha experimentado sus pensamientos de un modo dife-
rente cuando estaba siendo consciente de ellos para colocarlos en
las hojas en comparación con los momentos en que se dejaba lle-
var por una corriente de pensamientos. En el caso de la cliente,
descrito más arriba, su tendencia a criticar su capacidad de rea-
lizar “adecuadamente” el ejercicio también podía ser objeto de
comentario. Prácticamente, nadie puede hacer “adecuadamente”
este ejercicio (es decir, colocar cada pensamiento individual en
una hoja y no distraerse nunca del proceso). Ella no lo hizo ni
mejor ni peor que los demás. Sin embargo, nuestras mentes son
capaces de criticarnos arbitrariamente, incluso en ausencia de
datos concluyentes relativos a que nuestra ejecución sea inade-
cuada. ¿Cuántos otros pensamientos arbitrarios y escurridizos
produce la mente de la consultante? ¿Podría ocurrir que, al
menos, alguno de los pensamientos que ella se toma al pie de la
letra no fueran lo que dicen ser?

Conclusión

Distanciarnos de nuestros pensamientos puede ayudar a des-


armarlos, ayudarnos a ver que, tal vez, no sean sino meras pala-
bras que crean nuestras mentes, más que imágenes reflejas de la
realidad. En este capítulo hemos comentado tres maneras habi-
tuales de proporcionar esta experiencia a nuestros clientes.
9
Debilitar las reglas
y narrativas verbales

Los capítulos anteriores de este libro se han centrado, princi-


palmente, en el empleo de las técnicas de defusión con evaluacio-
nes negativas, especialmente, con autoevaluaciones negativas. De
hecho, la fusión con una amplia gama de pensamientos diferentes
es lo que nos puede causar problemas. Ya se ha señalado que la
defusión puede resultar útil para interrumpir narrativas que
construimos sobre nuestras propias experiencias o nuestras vidas
en general. Aunque pueden incluir una buena cantidad de hechos
descriptivos, las narrativas sobre quién somos y lo que ha provo-
cado que nos encontremos en las circunstancias en que estamos
pueden resultar peligrosas por diferentes razones. Si las circuns-
tancias vitales de una persona son desafortunadas, su narrativa
la puede encuadrar como una víctima o como alguien incapaz de
responder con eficacia a los desafíos vitales. Una persona en
serias dificultades tendría todo el derecho a considerarse a sí mis-
ma como víctima o como ineficiente pero tales narrativas, por lo
general, comportan limitaciones innecesarias y roles preestable-
cidos. Una víctima se puede ver a sí misma como, básicamente,
perjudicada, psicológicamente dañada, incluso destrozada. Las
implicaciones verbales de semejante modo de pensar se pueden
164 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

complicar notablemente. Imagina una mujer que valore mucho


las relaciones íntimas pero que haya sufrido abuso sexual y, con-
secuentemente, experimente una intensa ansiedad, miedo y
malestar en situaciones íntimas con hombres. En una situación
semejante, le sería muy fácil pensar cosas tales como “ya nunca
podré volver a estar cerca de alguien” o “mi vida está arruinada”
y vivir su vida de acuerdo con tales pensamientos. Del mismo
modo, un hombre que haya obtenido malos resultados muchas
veces y se enfrente a una crítica dura por sus pobres logros, podría
llegar a verse a sí mismo como un “fracasado” y terminar autoex-
cluyéndose de retos significativos porque “sabe” que no está a esa
altura. Tomarse al pie de la letra narrativas arraigadas sobre las
propias experiencias de la vida y sus aparentemente inmutables
implicaciones verbales puede conducir a un comportamiento
contraproducente, inflexible y perjudicial. Las estrategias de
defusión pueden resultar útiles para disminuir el control de
dichas narrativas. Más adelante se presenta un ejercicio diseñado
explícitamente con este propósito.
Las reglas verbales que tanto prescriben como proscriben
conductas específicas también pueden causar muchas dificulta-
des. Dichas reglas, por lo general, son muy beneficiosas, desde
luego. La capacidad de hacer algo eficaz simplemente porque se
nos dice cómo hacerlo –tal vez sin haber vivido siquiera esa situa-
ción anteriormente– nos resulta de tanto valor que llegamos a
confiar, en gran medida, en el seguimiento de la regla. De hecho,
nuestro historial de refuerzos por seguimiento de reglas es, pro-
bablemente, tan sólido que seguimos aplicando algunas (o
muchas) reglas incluso aunque ya no sean eficaces. Una serie de
experimentos llevados a cabo en los años 1970 y 1980 (por ejem-
plo, Matthews, Shimoff, Catania y Savgolden, 1977; Shimoff, Cata-
nia y Matthews, 1981; Hayes, Brownstein, Haas y Greenway, 1986)
demostraron cómo la confianza en las reglas verbales respecto a
cómo optimizar la ejecución da como resultado, muchas veces,
una relativa insensibilidad a las contingencia del mundo real.
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 165

En otras palabras, cuanto más confiamos en las reglas sobre cómo


hacer las cosas, menos atención prestamos a lo adecuadamente
que funcionan, en realidad, esas reglas. Las reglas son, con fre-
cuencia, tan útiles que empezamos a utilizarlas como sustitutos
de la experiencia directa, atendiendo más a lo que “se supone”
que debemos hacer que a los efectos de nuestra acción. Y muchas
de esas reglas pueden estar relativamente implícitas –decantacio-
nes de lo que se nos ha indicado hacer bajo determinadas cir-
cunstancias o ecos verbales de lo que ha funcionado en el pasado,
que guía nuestra conducta incluso cuando no somos totalmente
conscientes de lo que son–. Después de describir la técnica “Crear
una nueva historia” que tiene como objetivo las narrativas vitales
problemáticas, comentaremos otras varias técnicas de defusión
que pretenden interrumpir reglas problemáticas.

Debilitar las narrativas verbales

Crear una nueva historia


Este ejercicio, por lo general, tiene lugar a lo largo de varias
sesiones de terapia. Se pide al cliente que escriba (entre sesiones)
la historia de su vida incluyendo hechos importantes sobre lo que
le ha sucedido a lo largo de su vida y cómo esos acontecimientos
lo llevaron al estado psicológico en que se encuentra. Strosahl y
Robinson (2008) ofrecen una versión alternativa, más sistemáti-
ca, de este ejercicio en el que, primero, se le pide al cliente que
escriba breves descripciones de cosas negativas que él considere
que han tenido un impacto formativo sobre su vida en una de las
columnas de un registro de dos columnas. En la segunda colum-
na, denominada “Efectos”, se le pide que escriba los efectos que
ha tenido cada acontecimiento en su vida. Dichos efectos podrían
referirse a la opinión que tiene sobre sí mismo, lo que piensa
sobre su vida o los demás, lo que siente, cómo actúa y cómo
vive. Por ejemplo, un cliente varón podría dar una descripción
166 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

como: “Mi padre me maltrataba mucho cuando yo era un niño”.


En la columna “Efectos”, podría anotar: “Estoy enfadado”. “Me
resulta difícil creer a los demás”. “Me siento un inútil”. “A veces,
me apetece golpear a mi propio hijo”. “Trabajo en un empleo sin
futuro porque soy un despojo demasiado grande para hacer nin-
guna otra cosa mejor”.
Después de completar el registro o de presentar la historia en
la siguiente sesión (obsérvese que, muchas veces, esto puede ser-
vir también como información para valoración) se le pide al clien-
te que conserve todos los acontecimientos objetivos de la historia
(es decir, descripciones de sucesos reales que condujeron a los
efectos psicológicos y de estilo de vida listados). Entonces, se le
pide que imagine y vuelva a escribir los efectos que él desearía de
aquellos acontecimientos. Por ejemplo, en relación a la descrip-
ción “mi padre me maltrataba”, podía anotar en la columna de
“Efectos”: “Me hizo ser más cariñoso con mi propio hijo”. “Fui
capaz de creer en algunas personas”. “Encontré un trabajo más
aceptable”. Los resultados cambiados no tienen que ser más posi-
tivos ni más negativos que los resultados actualmente visibles;
solo distintos. Esto se puede repetir una o dos veces más. El pro-
ceso puede servir para esclarecer la relación semiarbitraria entre
causa y efecto psicológico para hacer que el cliente considere
otras posibilidades no tenidas en cuenta anteriormente y para
poder rebajar la fijación que tiene la narrativa del cliente en rela-
ción a su comportamiento. A veces, sin embargo, el terapeuta tie-
ne que trabajar para conseguir lograrlo.

Cliente: Pero la primera historia es cierta. Entiendo que las


otras podrían haber sido posibles pero no es así como
ocurrió.
Terapeuta: Sí, ya lo sé. Es difícil imaginar muchas de esas cosas
tomando otro rumbo distinto del que siguieron en tu
primera historia. Sería muy difícil no estar enfadado
después de ser golpeado por tu padre.
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 167

Cliente: Exacto.
Terapeuta: Y supongo que esos pensamientos y esos sentimientos
que experimentas ahora, que están relacionados con
tu padre, van a estar ahí cuando ellos quieran. ¿Es así
como ha sucedido hasta ahora?
Cliente: Prácticamente.
Terapeuta: Y alguno de esos otros, como “sentirse inútil”… veo
que no aparecían en las otras versiones de la historia.
¿Puedes imaginarte a alguien pasando por esa expe-
riencia sin sentirse inútil?
Cliente: Bueno, sí. Aunque no se me puede aplicar a mí.
Terapeuta: Pero date cuenta de que hay una distinción entre sen-
tirse inútil y ser un inútil. Imagino que cuando te sien-
tes inútil, piensas que eres inútil. ¿Es cierto?
Cliente: Sí, bueno, es muy difícil evitarlo.
Terapeuta: ¿Y qué pasaría si eso solo fuera un sentimiento? Quie-
ro decir, ¿hay una relación causal blindada entre ser
maltratado y ser un inútil… o es posible también algu-
no de los resultados alternativos que anotaste aquí?
Cliente: Supongo que no son lo mismo… Pienso que alguien
podría sentirse inútil y no ser un inútil.
Terapeuta: Incluso este: “Trabajo en un empleo sin futuro porque
soy un despojo demasiado grande para hacer ninguna
otra cosa mejor”. Bien; puedo imaginar el enorme
impacto que habrá tenido en tu vida el hecho de haber
sido golpeado por tu padre.
Cliente: Es terrible. Quiero decir, se supone que están para
ayudarte, para cuidarte.
Terapeuta: Sí, y él hizo justo lo contrario. Y ese: “Trabajo en un
empleo sin futuro porque soy un despojo demasiado
grande para hacer ninguna otra cosa mejor”. Hay un
matiz definitivo en esto, como que eso es todo lo que
168 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

vas a ser capaz de hacer. ¿Hay alguna posibilidad de


que puedas hacer alguna otra cosa?
Cliente: Supongo… No he sido capaz de hacerlo aún.
Terapeuta: De acuerdo. Pero ¿ves a lo que quiero llegar con estas
preguntas, con todas esas versiones distintas de la his-
toria de tu vida? Nuestras mentes son muy buenas
para decirnos qué tipo de personas somos en definiti-
va, lo que tenemos que hacer, lo que no podemos hacer,
cómo es el mundo. Son muy buenas diciéndonos que,
como ha ocurrido “X”, el resultado tiene que ser “Y”. Y
algunas de esas cosas que has escrito –sentirte enfa-
dado, traicionado, decepcionado contigo mismo–
sabes que esas cosas están ahí, al menos cuando están
ahí. Pero algunas de las otras… ¿Qué pasaría si toda
la historia no fuera algo tan impepinable? Quiero
decir: tu mente fue capaz de componer resultados
alternativos en las otras versiones que escribiste.
¿Quién puede decir que no hizo algo parecido con la
historia original?
Cliente: [Hace una larga pausa] Ya veo a qué te refieres. Quiero
decir que tienes razón en cuanto a que solo porque
uno se sienta un inútil no significa que sea un inútil. Y
supongo que, en realidad, no sé si podría tener un tra-
bajo mejor a estas alturas.
Terapeuta: Bien. Ahí es a donde yo quería llegar. ¿Qué ocurre si la
mente actúa como si fuera la máxima autoridad pero
hace mal las cosas?

Yo soy
El ejercicio “Yo soy” también puede suprimir las narrativas
verbales globales, en este caso, en relación al sentimiento de
autoidentidad del cliente (como las técnicas del capítulo 8, esta
también tiene un fuerte componente del yo-como-contexto). Se le
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 169

pide al cliente que escriba las palabras “Yo soy” en la parte de


arriba de una hoja de papel y, luego, que haga una lista de todos
los distintos roles y características que lo definen. Anima al clien-
te a que incluya una breve evaluación de cómo desempeña un
determinado papel. Por ejemplo, podría escribir: “buen padre,
hijo distante, marido solícito, contable insignificante, gordo, no
muy bueno, listo, un farsante, perezoso”, etc. Una vez que ha ter-
minado de escribir una lista amplia, señala las entradas que son
incompatibles entre sí, como una manera de ejemplificar cómo
las mentes tienden a contradecirse a sí mismas. Luego, pide al
cliente que te lea cada anotación una a una (por ejemplo, “soy un
buen padre”… “soy un hijo distante”…), tachando cada anotación
una vez que ha sido leída. Para mantener una conexión más
humana así como para ayudar al cliente a que conecte con todas
las diversas evaluaciones que está leyendo, haz que te las lea a ti,
en lugar de limitarse a mirar hacia abajo y leerlas automática-
mente en el papel. Cuando haya tachado el último elemento, píde-
le al cliente que lea lo que queda –“Yo soy”– y procesa las
reacciones del cliente. El objetivo de este ejercicio es proporcio-
nar una constatación vivencial de que los elementos, en el mejor
de los casos, solo proporcionan una descripción parcial de quién
es el cliente como persona. Las contradicciones y verdades par-
ciales contenidas en la hoja sugieren que su mente no está cap-
tando adecuadamente su identidad. En pocas palabras, el cliente
se da cuenta de que “yo soy” algo más allá de lo que pueden cap-
tar las palabras.

Debilitar las reglas verbales

Los pensamientos y los sentimientos no son causas


Por lo general, a los pensamientos convincentes y a los senti-
mientos intensos se los suele considerar como la causa de la con-
ducta que les sigue. En este caso, normalmente, entran en juego
170 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

dos reglas verbales (o más). La primera es una regla generaliza-


da referida a que pensamientos y sentimientos causan el com-
portamiento. La segunda regla implica cualquier variación
específica de esa creencia a la que se aferre el cliente (por ejem-
plo, en el diálogo que sigue, el cliente está fuertemente fusionado
con la regla de que la ira imposibilita cualquier debate producti-
vo). Este ejercicio fue creado para demostrar, físicamente, in
vivo, cómo pensamientos y sentimientos no tienen que dictar ni
impedir las acciones subsecuentes.

Cliente: Pero yo no puedo ir a hablar con mi novia. Estoy tan


enfadado que no hay modo de que pueda volver para
hablarlo con ella.
Terapeuta: Sí, ya sé. Cuando un sentimiento es tan intenso, pare-
ce que controla la situación, que tiene el mando. Me
gustaría probar algo. Creo que todos, implícitamente,
asumimos que nuestros sentimientos y nuestros pen-
samientos –sobre todo si son fuertes y apremiantes–
nos obligan a actuar, nos hacen hacer lo que dicen.
Tal vez podamos hacer un ejercicio sencillo, simple-
mente, para explorar someramente la cuestión, para
echar un vistazo a ver si, tal vez, la cosa resulta que
no funciona de esa manera.
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Me gustaría que te quedaras sentado y trataras de
convencerte a ti mismo de que no vas a caminar hacia
esa puerta. Una acción bien simplona, pero mira si se
te ocurre alguna buena razón para no ir hasta allí.
Cliente: De acuerdo, bueno, en realidad no quiero caminar
ahora.
Terapeuta: Bien. ¿Y por qué no? Dame todas las buenas razonas
que puedas para no caminar hasta allí.
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 171

Cliente: Estoy muy cómodo, aquí sentado. Parecería algo raro


hacerlo, sobre todo antes de terminar la sesión. La
verdad es que no tiene sentido: terminaría volviéndo-
me a mi silla, de todos modos.
Terapeuta: Todas son buenas razones. Así que partamos de eso.
Decías que parecería algo raro hacerlo, ¿algo así
como que causa ansiedad o que es una tontería el
levantarte, sencillamente, y caminar hacia la puerta
y, luego, de vuelta a la silla mientras que tu terapeuta
está aquí sentado, mirando?
Cliente: Sí, me sentiría como si estuviera “actuando”, fuera de
lugar, haciendo algo que la gente normal no haría.
Terapeuta: Entonces, están también todas esas razones: te senti-
rías… ¿Incómodo? … ¿Ansioso?
Cliente: Un poco ansioso… Me sentiría estúpido.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Te puedes centrar en esa ansiedad, en
ese sentimiento de “estupidez”, en esas otras razones
que tienes para quedarte en tu silla? Intenta, incluso,
exagerarlas, amplificarlas, durante unos momentos.
Cliente: Me vas a pedir que camine a la puerta, ¿verdad?
Terapeuta: [Se ríe]. Dentro de un minuto, sí. De momento, céntra-
te solo en esas razones, en ese malestar y trata de con-
vencerte a ti mismo de que no vas a –incluso de que
no puedes– caminar hacia la puerta.
Cliente: De acuerdo. [Transcurren unos veinte segundos]
Terapeuta: ¿Tienes unos buenos argumentos? [El cliente asiente].
Bien. Ahora, teniendo en cuenta todas esas razones y
centrándote en esa ansiedad, en ese sentido de “estu-
pidez”, levántate y camina hacia la puerta.
Cliente: [Se detiene unos instantes; luego, camina hacia la
puerta]
172 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Bien. Ya puedes volver y sentarte, si quieres. [Espera].


¿Qué puedes decirme ahora?
Cliente: Bueno, fue un poco más difícil de hacer de lo que, al
principio, pensaba que sería. Quiero decir, es una
cosa fácil de hacer, pero cuando se prepara, no resul-
ta tan fácil.
Terapeuta: Sí, uno puede incluso empezar a dudar de si puede
hacer algo tan simple cuando la propia mente, los
sentimientos, están implicados.
Cliente: Sí, así fue exactamente lo que pasó. Ya veo adónde vas
con esto, pero esa ira con mi pareja es mucho más
intensa que lo que sentía cuando caminaba hacia la
puerta.
Terapeuta: Supongo que ahí hay también algunos pensamientos
imperiosos. Dime algunos.
Cliente: ¿Cómo pudo hacerme esto a mí? Lo que hizo, no tie-
ne excusa. Me imagino enfrentándome a ella y, supon-
go, perdiendo el control. De eso no puede resultar
nada bueno.
Terapeuta: Sí, Son pensamientos difíciles de llevar. Estoy de
acuerdo contigo: caminar hacia la puerta en condi-
ciones de presión relativamente baja es distinto de
intentar alcanzar algún tipo de solución con tu pare-
ja bajo esas otras condiciones. Y… mira lo que pasó
aquí hace un par de minutos. Tu mente y algunos
sentimientos relativamente suaves consiguieron
imponerse. Empezaron a describirte –por adelanta-
do, si te fijas– cómo iba a ser exactamente tu expe-
riencia y empezaron a hacerte dudar de que pudieras
hacerlo. ¿La experiencia fue exactamente como tú
esperabas?
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 173

Cliente: Fue parecida… pero, no; no exactamente.


Terapeuta: Entonces, me imagino, las probabilidades son mayo-
res con tu pareja, y tu mente –y tus sentimientos– te
gritan más fuerte en ese momento. Pero ¿y si lo que
está en juego es también algo parecido? ¿Y si tu mente
está intentando convencerte de que sabe exactamente
lo que va a suceder, de que sabe que tu enfado puede,
realmente, aumentar para impedirte físicamente que
hables con ella de una manera que pudiera producir,
realmente algún resultado? ¿Qué pasaría si pudiera
ocurrir allí algo parecido a lo que ha pasado aquí?
Cliente: Entiendo lo que estás diciendo. No sé. Estoy bastante
enfadado con todo eso.
Terapeuta: Y ese enfado te está haciendo muchas promesas sobre
lo que puedes y lo que no puedes hacer, sobre lo que
va a pasar, exactamente, cuando hables con ella.
¿Realmente, tu enfado sabe todo eso?
Cliente: [Larga pausa] Puede que no.
Terapeuta: Entonces, puede que tengamos aquí un principio a
partir del cual podamos trabajar.

Como se demuestra en este diálogo, es exagerado comparar


una acción tan sencilla como caminar hasta la puerta con enfren-
tarse a una situación altamente estresante. Para que este ejerci-
cio dé resultado, podría ser necesario intentar amplificar las
relativamente pequeñas dudas y el ligero malestar que experi-
menta el cliente y destacar las diferencias en intensidad entre las
experiencias que se comparan. El objetivo primario es establecer
la duda en relación a que la mente del cliente esté prediciendo
adecuadamente un resultado y ayudarlo vivencialmente a que
entienda que puede actuar en contra de sus pensamientos y sen-
timientos.
174 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Las razones no son causas


Muchas veces, a lo largo de nuestra vida, se nos pide que
demos la razón por la que hemos actuado como lo hemos hecho.
Si damos unas razones aceptables, generalmente, se disculpa
nuestra conducta o, sencillamente, se considera un resultado
lógico. Con el tiempo, internalizamos esta prioridad de las razo-
nes. Llegamos a creer que si tenemos razones convincentes para
hacer algo, estaremos predispuestos a hacerlo y que, a la inversa,
razones convincentes contra una acción, la prohíben. De hecho,
en general, aunque tengamos una o más razones para obrar
como lo hacemos, esas razones no tienen que servir como rela-
ciones de causa-efecto respecto a lo que hagamos a continuación,
como se muestra en el diálogo que sigue.

Terapeuta: Mencionaste que tuviste una fuerte discusión con tu


novia y le dijiste varias cosas que fueron intencionada-
mente hirientes. Me gustaría que nos centráramos en
eso porque dices que esa relación, realmente, te impor-
ta y has detectado un patrón según el cual tú inicias
peleas y dices cosas que, luego, lamentas.
Cliente: Me salí de mis casillas. Es como que el enfado toma el
mando y yo solo ataco.
Terapeuta: De acuerdo, de manera que suena como si tu mente te
estuviera diciendo que tu enfado es una razón por la
que tú le dijiste esas cosas. ¿Qué otras razones tene-
mos aquí?
Cliente: Bueno, ella me dijo cosas bastante ofensivas.
Terapeuta: Muy bien, ¿qué más?
Cliente: No me di cuenta de esto hasta que mi anterior tera-
peuta me lo señaló pero creo que una de las razones
por la que dije aquellas cosas es que me siento vulne-
rable y al alejar a alguien cercano, insultándolo, me
protejo a mí mismo de sentirme lastimado de verdad.
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 175

Terapeuta: Muy bien; entonces tu mente está diciendo que el enfa-


do, sus insultos y la necesidad de protegerte de resul-
tar lastimado son tres razones que hacen que tú digas
cosas ofensivas. ¿Alguna otra razón?
Cliente: Bueno, mis padres eran así cuando se peleaban, así
que yo aprendí a hacerlo así.
Terapeuta: ¿Alguna otra razón?
Cliente: [Hace una pausa]. Ninguna que se me ocurra.
Terapeuta: Bien, solo por dejar que nuestras mentes sean creati-
vas, veamos si se nos pueden ocurrir otras razones por
las que alguien pueda insultar a su novia. No necesa-
riamente las razones por las que tú lo hiciste la sema-
na pasada, sino razones lógicas que cualquiera podría
tener.
Cliente: Ella podría merecérselo. No es que se lo merezca, pero
podría ocurrir.
Terapeuta: Bien, Sigamos. Todo lo que se te ocurra.
Cliente: Yo podría tener algún tipo de trastorno violento de
ira. Podría tener un daño cerebral o haber consumido
drogas.
Terapeuta: Bien. Probemos algunas razones absurdas, que sean
realmente improbables.
Cliente: Eh… Demasiada violencia en TV… falta de azúcar…
una sugestión posthipnótica.
Terapeuta: De acuerdo, bien. Un montón de razones potenciales
para insultarla. Algunas razones estaban presentes;
otras, no. Algunas eran descabelladas. ¿Y qué pasa
con las razones para no insultarla? ¿Había alguna
razón para eso?
Cliente: [Hace una pausa] Yo la quiero. He lamentado haberla
insultado anteriormente, me he sentido mal por eso y
dije que no volvería a suceder.
176 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: ¿Y eso está dañando la relación, es decir, una relación


que tú, realmente, quieres mantener? ¿Estaba presente
esa razón?
Cliente: Sí; la verdad es que la está dañando.
Terapeuta: ¿Alguna otra razón?
Cliente: Simplemente, no está bien. Yo no debería hacerlo.
Terapeuta: Bien. Y ¿Se te ocurre alguna razón realmente estrafa-
laria para no insultarla?
Cliente: De acuerdo. Los extraterrestres están vigilando nues-
tras señales de ira y nos atacarán si las detectan. Podría
aparecer mi madre cuando le estoy gritando a mi novia
para darme un cachete. ¿Cosas de este estilo?
Terapeuta: Exactamente. Me gustaría señalar aquí un par de
cosas. Las mentes son muy buenas inventando razo-
nes por las que hacemos cosas y por las que dejamos
de hacerlas. Incluso pueden inventar razones aparen-
temente extravagantes en un santiamén. Es como
cuando hablamos de cómo pueden aparecer automáti-
camente pensamientos aleatorios y podemos creerlos,
sencillamente, porque están ahí y porque nosotros le
damos demasiado crédito a nuestra mente. Algunas de
esas razones parecen más relacionadas lógicamente
con lo que hacemos a continuación –como si esas razo-
nes causaran el que nosotros hiciéramos lo que hici-
mos–. Y, sin embargo, no son más que pensamientos,
¿cierto?
Cliente: Sí. Pero tiene sentido que yo le gritara por las razones
que digo que lo hice. No por las disparatadas, sino por
las lógicas.
Terapeuta: Pues ese también es un pensamiento interesante: “tie-
ne sentido”. Tú también tenías buenas razones para no
insultarla. ¿Tengo razón?
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 177

Cliente: Sí, pero no pienso tanto en ellas cuando estoy tan enfa-
dado.
Terapeuta: Ese es también un buen truco. Otro “por qué”: no pen-
sabas tanto en esas razones en aquel momento. Y…
¿aún seguían allí?
Cliente: Sí, supongo que, en definitiva, allí estaban.
Terapeuta: Entonces, corrígeme si me equivoco. Las razones
aún estaban allí, “en existencia” aún, por así decirlo;
razones muy importantes aún. Pero, sin embargo, no
fueron la causa de que tú no la insultaras. ¿Podría
suceder que las razones, per se, no sean la causa de
que hagamos nada sino, más bien, una forma de con-
vencernos de que tenemos que actuar de una forma o
de otra?
Cliente: Pero esas razones no eran tan fuertes en aquel momen-
to. Pienso que lo intensas que sean las razones en el
momento es importante.
Terapeuta: De acuerdo. Entonces, otra razón para insultarla: las
razones para hacerlo eran fuertes en aquel momento.
E incluso si las razones para no insultarla no se sintie-
ran fuertes en aquel momento, ¿serían aún buenas
razones, intensas?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Entonces, tómate tu tiempo, pero ¿puedes pensar en
algún momento de tu vida en que sintieras fuertes
razones para hacer algo pero que no lo hicieras?-
Cliente: Bueno, a veces hago eso con mi novia. Siento un fuer-
te impulso de gritarle, de humillarla. Pero no lo hago.
Terapeuta: Interesante. De modo que tenías fuertes razones para
gritarle y no lo hiciste. Esas fuertes razones no te obli-
garon a actuar.
Cliente: No.
178 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Terapeuta: Estoy de acuerdo contigo: cuando uno siente razones


fuertes, convincentes, para hacer algo, siente que tiene
que hacerlo; que no tiene otra elección. Pero mira lo
que nos encontramos aquí: Un montón de razones
para actuar de una manera; un montón de razones
para actuar de otra. Tu experiencia de tener muchas
buenas razones, intensas, para gritarle y, sin embargo,
no hacerlo. ¿Y si las razones no son más que palabre-
ría? Una especia de palabrería lógica, pero no pala-
bras que te hagan obedecer. solo ideas, sentimientos
que tú tienes. Y, a continuación, es a ti a quien le
corresponde decidir qué hacer.
Cliente: Tiene sentido, pero tengo la sensación de que va a ser
duro obrar en caliente.
Terapeuta: Vamos a trabajar en ello. Pero creo que el primer paso
es, precisamente, reconocer que las razones, realmen-
te, no son más que pensamientos. Pensamos que tie-
nen un rango especial porque parece lógico que esos
pensamientos nos puedan obligar a hacer cosas. Y si
creemos que pueden, ellos nos siguen la corriente.
Pero ¿y si tú fueras el único que decide lo que hay que
hacer, independiente de las razones que te esté dando
tu mente?

Enséñame a caminar
Aunque, tal vez, resulte forzado llamarle a esto una regla ver-
bal, la mayoría de nosotros mantenemos la creencia implícita o, a
veces, explícita, de que los pensamientos captan toda la extensión
y profundidad de la realidad, de la experiencia. (Si en esto hay en
juego una regla implícita, tal vez sea algo parecido a: “Las pala-
bras son poderosas así que créetelas”). Este ejercicio proporciona
un ejemplo vivencial de lo difícil que resulta captar incluso los
más aspectos más básicos de una experiencia sin palabras, un
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 179

ejemplo que se puede ampliar para poner en duda la capacidad de


la mente para captar la realidad. Suele funcionar mejor como
precedente de otras técnicas de defusión más centradas y como
una manera de presentar la idea de que la propia mente no lo tie-
ne todo determinado.

Terapeuta: Quiero probar una cosa. Nuestras mentes son muy


buenas resolviendo cosas. Nos han resuelto muchos
problemas y nos han permitido llegar hasta este punto
de nuestras vidas y, por eso, las creemos. Nosotros nos
imaginamos que ellas saben de qué están hablando,
que entienden lo que está pasando y, por eso, las cree-
mos. ¿Es así tu experiencia? ¿Tiendes a creer lo que te
dice tu mente, especialmente cuando estás teniendo
pensamientos convincentes?
Cliente: No creo todo lo que pienso pero cuando tengo un pen-
samiento convincente, sí.
Terapeuta: ¿Y te parece, cuando has estado pensando sobre algo
durante un rato y has llegado a algún tipo de reso­
lución sobre ello, bueno, pues eso, que así son las cosas?
Cliente: Supongo que sí. Aunque si aprendo algo nuevo más
adelante, podría cambiar mi manera de pensar.
Terapeuta: De acuerdo. Creo que así es, básicamente, la manera
de funcionar de la mente de la mayoría de la gente.
Asumimos que las cosas que “conocemos” realmente
[hace el gesto de comillas con los dedos] captan adecua-
damente lo que está pasando. Pero me gustaría que
examinaras más de cerca este supuesto; para ver si
nuestras mentes saben tanto como piensan que saben.
¿Estás dispuesto a intentarlo?
Cliente: De acuerdo.
Terapeuta: Bien. Entonces, los dos sabemos lo sencillo que es
caminar, ¿verdad? Quiero decir, para la gente mayor,
180 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

como nosotros, que no tenga mayores problemas físi-


cos, es algo que le resulta muy fácil de hacer, ¿de acuer-
do? ¿Una cosa fácil de describir?
Cliente: Sí, es algo automático.
Terapeuta: De acuerdo. Parece que así es, ¿no es cierto? Pues
vamos a comprobarlo. Yo me voy a poner de pie y me
gustaría que tú me dijeras cómo caminar: Dame ins-
trucciones para hacerlo. [Se levanta].
Cliente: Hmm… De acuerdo. Simplemente, camina hacia
delante.
Terapeuta: Bien. ¿Cómo hago eso?
Cliente: Bueno, mueve tu pie derecho hacia delante.
Terapeuta: [Se mira el pie] De acuerdo. ¿Cómo lo hago?
Cliente: Pues… levántalo y muévelo hacia delante.
Terapeuta: Entendido. [Se mira el pie]. ¿Cómo lo hago?
Cliente: Utiliza los músculos de tu pierna.
Terapeuta: Supongo que sabes lo que voy a decir: ¿Cómo lo hago?
Cliente: Simplemente, concéntrate en levantar tu pie derecho y
moverlo hacia delante con los músculos de tu pierna
derecha.
Terapeuta: De acuerdo. [Cierra los ojos y se concentra]. No funciona.
Cliente: Me rindo. Simplemente, hazlo.
Terapeuta: De acuerdo. Un poco frustrante, ya lo sé. Pero ¿ves a lo
que quiero llegar? Incluso una cosa sencilla como cami-
nar es más complicada de lo que parece. Piensa todo el
tiempo que te llevó aprender a caminar cuando tenías
un año. La cantidad de ensayos y errores, aprender de
mala manera, una y otra vez, a mover un pie hacia
delante, a cambiar el peso de tu cuerpo en el momento
preciso, a colocar el pie cuando lo bajas, a equilibrarte
DEBILITAR LAS REGLAS Y NARRATIVAS VERBALES 181

en las superficies desiguales y todo eso. Mucha comple-


jidad. Y, sin embargo, nuestras mentes piensan que es
tan fácil captar los entresijos de todo eso. Y mi mente
hizo lo mismo que la tuya ahora la primera vez que
alguien me propuso a mí realizar este ejercicio.
Cliente: De acuerdo. Es bueno saber que no me pasó solo a mí.
Terapeuta: Piensa en esto. Si nuestras mentes no pueden describir
adecuadamente ni siquiera cómo caminar, ¿cómo
crees que son de buenas para captar la complejidad de
otras cosas? Como la complejidad de tu vida, de todas
las cosas que te han ocurrido…
Cliente: Hmm… No muy buenas, supongo.
Terapeuta: Y por ir más a fondo, ya que estábamos hablando de lo
inútil que te sientes… Considerando lo que te acaba de
ocurrir ahora mismo, ¿hasta qué punto supones que
es buena tu mente para determinar adecuadamente tu
valor como persona? Tu valor es algo bastante más
complejo que caminar, ¿verdad?
Cliente: Sí; lo es. [Larga pausa]. Supongo que la mente no pue-
de ser muy buena en esto, pero estoy intentando ima-
ginar dónde está el fallo.
Terapeuta: Y yo me pregunto, si te hubiera pedido que entregaras
un informe por escrito sobre cómo caminar antes de
que lo hubiéramos intentado, ¿tú crees que habrías
tenido problemas para imaginar en dónde estaba el
fallo antes de que hiciéramos ese ejercicio?
Cliente: Probablemente.
Terapeuta: Lo que importa ahora es que reconoces que tu mente
puede que no te tenga completamente sujeto. Te dice
que lo sabe todo pero eso es muy dudoso.
182 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Conclusión

Las reglas verbales sobre cómo y cuándo hacer cosas, sobre


cómo y cuándo no hacerlas y sobre la credibilidad de la “des-
cripciones” que nos proporcionan nuestras mentes sobre nues-
tras experiencias pueden ser muy útiles. Pero cuando se aplican
demasiado rígidamente, de manera insensible, respecto a cómo
funcionan esas reglas en realidad, pueden ocasionar tremendos
problemas. Aunque en este capítulo se han abordado diferentes
maneras de ayudar a los clientes a liberarse de la opresión de
esas reglas, existen otros métodos que pueden servir para el mis-
mo propósito. A veces, algo tan simple como comprobar los lími-
tes de una regla “de eficacia probada” tal como “ser siempre
amable con la gente” (por ejemplo, ¿es esta regla prudente y efi-
caz bajo cualquier condición?) podría ayudar a un cliente a empe-
zar a cuestionarse la viabilidad de reglas disfuncionales
mantenidas firmemente. La exploración de la historia de resul-
tados del cliente como consecuencia de la aplicación de una
regla problemática, la indagación de ocasiones en las que la
regla puede haberlo llevado a equivocarse, podría también resul-
tar eficaz. En otras palabras, no existen reglas fijas sobre el
modo de socavar reglas.
10
Valoración de la defusión
cognitiva y sus efectos

Ahora que sabes utilizar una variedad de técnicas de defusión,


también podría interesarte determinar hasta qué punto están
fusionados o defusionados tus clientes, tanto en un momento
puntual de la terapia como a lo largo del curso del tratamiento.
También te podría interesar conocer qué soporte empírico existe
para el empleo de la defusión con fines terapéuticos. Comenzare-
mos comentando algunos indicios que señalan cierto grado de
fusión y defusión por parte del cliente con sus pensamientos en
general. El resto del capítulo resumirá evaluaciones empíricas
publicadas de diversas técnicas de defusión.

Indicios de fusión y defusión cognitiva en clientes

Hasta la fecha, ningún estudio empírico publicado se ha cen-


trado directamente en indicios, momento a momento, que indi-
quen un cierto grado de fusión o defusión de los pensamientos a
lo largo de una sesión, lo que nos obliga a confiar en la experien-
cia clínica y la intuición para determinar cuáles son esas señales.
Sin embargo, podemos afinar más esas observaciones subjetivas
teniendo en cuenta el concepto de defusión y dejando que esa
184 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

conceptualización señale los tipos de claves verbales y no verba-


les del cliente que, probablemente, indican defusión y fusión.

Indicios de fusión cognitiva


La defusión implica romper las reglas del “lenguaje habitual”,
creando un contexto en el que los pensamientos se expresan y se
ven de manera diferente en lugar de ser aceptados ciegamente por
el cliente como simples comentarios sobre la realidad. En general,
por lo tanto, un cliente está relativamente fusionado con sus pensa-
mientos cuando los está verbalizando “normalmente”, de la mane-
ra que sería de esperar dado el contexto de esos pensamientos.
Más en concreto, un cliente está relativamente fusionado con
sus pensamientos problemáticos cuando está inmerso en el con-
tenido de lo que está diciendo, sin un reconocimiento aparente
de que las circunstancias podrían ser de otra manera distinta a
cómo él o ella las está viendo. En otras palabras, un cliente com-
pletamente fusionado habla como si lo que está diciendo fuera,
simplemente, un comentario totalmente veraz respecto a cómo
son las cosas, sin que siquiera reconozca, en primer lugar, que
está teniendo pensamientos. Debemos tener en cuenta, sin
embargo, que fusión y defusión tienen lugar a lo largo de un con-
tinuum y que grados leves de fusión aún pueden requerir una
intervención por nuestra parte. A veces, un cliente puede identi-
ficar alguno de sus pensamientos evaluativos o problemáticos de
cualquier otra índole como pensamientos y, sin embargo, quedar
“succionado” por el contenido de otros pensamientos en el mis-
mo diálogo. En tales casos, es posible que necesitemos utilizar
alguna de las muchas técnicas de defusión comentadas anterior-
mente en este libro. En los casos que el cliente parece entender el
concepto de defusión, puede resultar apropiado utilizar, sencilla-
mente, las convenciones lingüísticas de “mente” y “pensamiento”
(comentadas en el capítulo 5) con los pensamientos fusionados o
volver a referirnos a alguna metáfora o ejercicio de defusión con
los que se identificara el cliente.
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 185

La fusión suele coincidir con la utilización de términos abso-


lutos tales como “tengo que”, “no puedo”, “debo”, “no debería” u
otras palabras que prescriben o proscriben determinadas accio-
nes. También suele coincidir con un tipo de lenguaje que evalúa
negativamente al cliente, a su situación, a la gente que lo rodea,
a la vida o al mundo en general. Sin embargo, es importante
recordar que la mera presencia o ausencia de determinadas
palabras o evaluaciones no indican por sí mismas lo fusionado
que está el cliente. Si este muestra indicios de que reconoce esos
pensamientos concretos simplemente como pensamientos (o
muestra otros signos de defusión que se detallan a continua-
ción), su mera presencia no sugeriría una fusión. Por ejemplo,
un cliente previamente fusionado con un pensamiento tal como
“no soy capaz de hacer nada a derechas”, podría demostrar una
cierta ausencia de fusión si, a continuación, manifestara: “Ahí
está otra vez ese pensamiento –‘no soy capaz de hacer nada a
derechas’”.
La conformidad con otros parámetros del lenguaje, que se
abordó en el capítulo 7, indica, asimismo, fusión. Un cliente pue-
de estar relativamente fusionado, por ejemplo, si habla de pensa-
mientos problemáticos en un tono realista a un ritmo del habla
normal. En otras ocasiones, la intensidad o la característica de
“ser arrastrado por la historia” que se sugiere mediante un ritmo
de habla un tanto acelerado puede indicar cierto grado de fusión.
Un tono de voz o conductas no verbales que se correspondan con
la emoción esperada dado el contenido de la narrativa, indican
también fusión. Sin, embargo, conviene tener presente que los
clientes que intentan permanecer desconectados de sus emocio-
nes de angustia pueden hablar y actuar de forma discordante
con las emociones esperables y, sin embargo, estar fusionados
con pensamientos asociados.
Conviene hacer un último apunte sobre el abordaje de la fusión
en relación al lenguaje evaluativo positivo. Este libro se ha cen-
trado, explícitamente, en el uso de la defusión para debilitar el
186 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

efecto de pensamientos evaluativos negativos o, en general, pro-


blemáticos, incluyendo los que son innecesariamente prescripti-
vos o restrictivos. La fusión con pensamientos positivos
evaluativos también puede resultar problemática. Por ejemplo,
un cliente podría evaluar positivamente una relación romántica
actual que, en realidad, no resulte tan prometedora, en un esfuer-
zo por alejar la angustia que le causa esa relación. Un cliente que
se evalúa positivamente a sí mismo como un “buen padre” podría
ignorar oportunidades significativas para él de actuar de manera
más consistente con sus valores parentales porque cree que ya
está haciendo un trabajo “lo bastante bueno”. Las opiniones
demasiado positivas de un cliente sobre sí mismo podrían oca-
sionar problemas en sus relaciones interpersonales. O bien, un
cliente que se siente mejor después de hacer un ejercicio de defu-
sión podría formular eso como algo “bueno”, evidenciando así
que aún está siguiendo su propósito inicial de “sentirse mejor”
frente a vivir de una manera más consistente con sus valores
independientemente de los sentimientos que le surjan. Deberías
estar alerta frente a los problemas potenciales causados por un
cliente que “adopte ciegamente” pensamientos incluso positivos.
La defusión no se utiliza solo para abordar pensamientos indivi-
duales que causen problemas. Se emplea, de un modo más
amplio, para consolidar un sentido de escepticismo hacia los pro-
pios pensamientos para que podamos aproximarnos a ellos de
una manera más flexible y responder más eficazmente a los desa-
fíos vitales en cada momento.

Indicios de defusión cognitiva

No es de extrañar que los indicios de que tu cliente ha alcanza-


do un cierto grado de defusión de sus pensamientos problemáti-
cos sean, precisamente, las señales opuestas a los indicios de
fusión. Un cliente relativamente defusionado puede mostrar una
velocidad de habla más lenta, marcada por su uso de un lenguaje
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 187

relacionado con la defusión (por ejemplo, un lenguaje que hable


de “pensamiento” o “mente”) o metáforas. Puede que los senti-
mientos manifestados no sean tan intensos como cuando los
comentaba de manera fusionada o no tan intensos como se podría
esperar dado el contenido narrativo. De hecho, el cliente puede
comentar su narrativa de una manera “más ligera”, frente a los
intensos sentimientos que suelen acompañar a un comentario de
angustia. Incluso es posible encontrar rasgos de humor en algu-
nos de sus pensamientos angustiosos o problemáticos de otra
índole, o hablar de ellos de manera irreverente. El cliente también
mostrará mayor apertura hacia las emociones relacionadas ya
que la defusión facilita la aceptación. En general, el contenido de
la narrativa puede parecerse mucho a como era anteriormente; el
lenguaje negativamente evaluativo y prescriptivo o prohibitivo
puede permanecer igual. Pero el cliente, a través del empleo de un
lenguaje relacionado con la defusión, mostrará con frecuencia
que no se está tomando ese contenido de una manera tan literal
como antes. También mostrará de una manera más evidente que
está experimentando un sentimiento del yo-como-contexto, mos-
trando sus pensamientos como pensamientos y percibiendo,
implícita o explícitamente, la distinción entre él o ella y sus pen-
samientos.

Instrumentos de autoinforme sobre defusión

Se han publicado instrumentos de autoinforme que valoran


distintos aspectos de la defusión cognitiva. Aquí vamos a descri-
bir brevemente dos de esos instrumentos, que están incluidos
como apéndices A y B al final de este libro: El Cuestionario de
Fusión Cognitiva (CFQ; Gillanders y otros, 2014) es una medida
de siete elementos adecuado para el uso con clientes y sujetos de
investigación. El CFQ correlaciona adecuadamente con otros pro-
cedimientos de medida indicando una buena validez y, además,
posee una buena fiabilidad test-retest. Como función clínica, la
188 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

medida quizás se utilice mejor para captar cambios en el grado de


defusión que tienen lugar a lo largo de múltiples sesiones de tera-
pia, así como para determinar los niveles básicos de defusión en
clientes nuevos.
El Cuestionario de Credibilidad de Sentimientos y Pensamien-
tos Ansiosos (BAFT; Herzberg y otros, 2012), como cabe esperar,
valora la defusión de pensamientos relacionados con la ansiedad.
También tiene buena fiabilidad y validez y se puede utilizar clíni-
camente del mismo modo que el CFQ aunque solo con clientes
que sufren ansiedad.

Evaluaciones empíricas de intervenciones de defusión

La mejor manera de medir el efecto real de un componente


terapéutico aislado consiste en medirlo en condiciones reales.
Desde luego, esta es la lógica subyacente al empleo de ensayos
aleatorios controlados para valorar el impacto de distintas for-
mas de psicoterapia. Hasta el momento, tal tipo de ensayos no se
han realizado utilizando la defusión como tratamiento indepen-
diente. Dada la descripción de defusión presentada a lo largo de
este libro, posiblemente se podrá entender el porqué. Aunque la
defusión puede tener algunos efectos potenciales intensos, proba-
blemente se utilice mejor en combinación con otros componentes
de tratamiento, como es el caso en ACT.
Sin embargo, muchas veces se han evaluado efectos de la
defusión en investigaciones publicadas, tanto en el contexto más
amplio de estudios de resultado de la ACT como en experimentos
análogos de laboratorio. Tres de esos estudios utilizaron procedi-
mientos estadísticos en un intento de aislar el impacto de la defu-
sión a lo largo de análisis mediacionales a gran escala de estudios
de resultado de ACT. El impacto aislado de la defusión se ha
investigado, además, en catorce estudios análogos de componen-
tes en laboratorio, y un meta-análisis ha estimado los efectos de
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 189

la defusión en numerosos estudios análogos de componentes en


los que se incluyó la defusión como uno de los varios componen-
te. Esos estudios y dos estudios correlacionales se van a resumir
y comentar a continuación.

Análisis mediacionales
Los análisis mediacionales se refieren a estudios de resultado
de psicoterapia donde los efectos de un proceso terapéutico con-
creto se aíslan mediante procedimientos estadísticos, se valoran
y demuestran mediar (i.e., causar) una importante porción de la
mejoría terapéutica general en los sujetos. Mientras que existe
una buena cantidad de evidencia mediacional que sugiere que los
procedimientos de ACT como un todo están asociados a cambio
terapéutico, resulta bastante menos frecuente para los investiga-
dores valorar los efectos mediacionales de un proceso terapéutico
único. Solo se han publicado tres resultados de estudios aislando
los efectos de la defusión.
Hesser, Westin, Hayes y Andersson (2009) analizaron videos de
diecinueve sujetes con acúfenos que recibieron tratamiento de
ACT. Calificadores entrenados codificaron fragmentos de treinta
minutos correspondientes a las sesiones segunda, cuarta y sexta
de cada cliente por frecuencia y niveles máximos de defusión y
aceptación. La frecuencia con la que se utilizó defusión (r = .62) y
el máximo de defusión (el episodio de defusión con puntuación
más elevada de cada cliente, valorado en una escala Likert de 5
puntos: r = .50) predijeron significativamente en la segunda sesión
los resultados del cliente en el Tinnitus Handicap Inventory [Inven-
tario de incapacidad por acúfenos] en un seguimiento de seis
meses. Se seleccionó la segunda sesión porque, al parecer, la mayor
parte del cambio terapéutico tiene lugar antes de la cuarta sesión.
Forman y colaboradores (2012) encontraron que los cambios
en una medida de defusión daban lugar a una mejoría significati-
va en un estudio de ACT frente a CBT con 174 clientes con una
190 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

mezcla de ansiedad y depresión, además del hallazgo más general


de que estrategias de cambio cognitivo y afectivo mediaban los
resultados de terapia CBT y que estrategias de aceptación media-
ban en terapia ACT. Sin embargo, el cuestionario de proceso desa-
rrollado para el estudio no ha publicado, en la actualidad, ningún
dato psicométrico y parece haber valorado la defusión con una
única pregunta por lo que es difícil determinar hasta qué punto la
defusión puede desempeñar un papel de mediación.
Los datos de mediación más convincentes respecto a la defu-
sión proceden del resultado de un estudio multicentro sobre
trastornos mixtos de ansiedad comparando la terapia CBT tra-
dicional con la terapia ACT. Arch, Wolitzky-Taylor, Eifert y Cras-
ke (2012) administraron la Escala de Sentimientos y
Pensamientos Ansiógenos (BAFT; Herzberg et al., 2012) en cada
una de las once sesiones de estudio. Hallaron que los cambios de
defusión cognitiva favorecían la reducción de preocupación,
calidad de vida, evitación conductual abierta y depresión. Pudie-
ra sorprender el hecho de que esa mediación significativa tenía
lugar tanto en la condición ACT como en la CBT con la defusión
emergiendo como un predictor más fuerte de la reducción de
preocupación en la condición CBT (aunque la ACT producía
cambios mayores en la escala BAFT a lo largo del estudio). Esto
sugiere que la defusión puede ser una estrategia viable en la
terapia CBT (y, tal vez, en otros tratamientos), un tema aborda-
do ampliamente en el capítulo 3. Como posible explicación sobre
la razón por la que la condición CBT superó a la ACT en la dis-
minución de preocupación en el contexto de este estudio, se
debería observar que en la ACT, los clientes recibieron instruc-
ciones explícitas de que no debían utilizar técnicas de defusión
para intentar reducir la frecuencia de los pensamientos de preo-
cupación sino tan solo para reconocer dichos pensamientos
como tales. En cambio, las técnicas que cumplían un propósito
de defusión en CBT se utilizaron normalmente con la intención
explicita de cambiar los pensamientos de preocupación. De ese
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 191

modo, la defusión podría haber derivado en una mayor reduc-


ción de la preocupación en la condición CBT porque los sujetos
estaban utilizando explícitamente técnicas relacionadas con la
defusión con ese propósito. (Véase el capítulo 3 para una consi-
deración sobre la razón por la que la defusión podría ser un pro-
ceso activo en CBT).

Estudios análogos de componentes


En el contexto de la investigación en psicoterapia, los estudios
análogos de componentes implican la prueba de una aplicación,
por lo general breve, de uno o de un pequeño número de técnicas
terapéuticas específicas bajo condiciones planificadas y altamen-
te controladas. Cuando se llevan a cabo adecuadamente, dichos
estudios permiten una valoración más precisa de lo que pueden
conseguir esas técnicas y los procedimientos que representan.
La desventaja, naturalmente, es que unos niveles de control tan
elevados pueden dar como resultado intervenciones que son
incompletas o artificiales en comparación con el curso completo
de una psicoterapia. El ideal deseable sería llevar a cabo tanto
análisis mediacionales en estudios sobre resultados de psicotera-
pia como estudios análogos de componentes probando procedi-
mientos de tratamiento específicos y buscando una convergencia
de evidencias.
En el primer estudio análogo de componentes de defusión cog-
nitiva publicado, Masuda, Hayes, Sackett y Twohig (2004) utiliza-
ron una tarea de repetición de palabras para abordar la angustia
con un total de ocho sujetos en dos experimentos sucesivos (cua-
tro sujetos en cada experimento) utilizando diseños de tratamien-
to alternos de caso único (Barlow, Nock y Hersen, 2008). En un
encuentro individual con el experimentador, se le pedía a cada
sujeto que pensara en dos autoevaluaciones negativas angustian-
tes que creyera y, luego, que volviera a reformular esas evaluacio-
nes utilizando una sola palabra para cada una de ellas. Como
preparación para la fase de defusión en ambos experimentos se
192 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

les proporcionó a los sujetos cinco minutos de explicación sobre


la defusión y, luego, se les pidió que repitieran la palabra “leche”
rápidamente, en voz alta, durante treinta segundos para demos-
trar empíricamente los efectos de la defusión. En el primer expe-
rimento, en una fase de distracción se pidió a los sujetos que
leyeran un artículo sobre Japón durante cinco minutos y medio.
En el segundo experimento, las instrucciones para la fase de
control del pensamiento implicaba cinco minutos de explicación
sobre el fundamento del empleo de autoinstrucciones positivas,
imaginación positiva y entrenamiento en respiración para cam-
biar los pensamientos negativos, seguido de un ejercicio de respi-
ración de treinta segundos. Antes de cada fase, se pedía a los
sujetos que pensaran en una de sus autoevaluaciones negativas en
una sola palabra y que aplicaran la estrategia que desearan para
intentar “no pensar en el pensamientos negativo” (Masuda et al.,
2004, pág. 80). A lo largo de cada fase se preguntaba a los sujetos,
varias veces durante cada fase, el grado de angustia que estaban
experimentando en una escala de 0 a 100 así como el grado de
credibilidad que tenía la evaluación. Las puntuaciones de males-
tar y credibilidad en la fase de defusión resultaron consistente-
mente más bajas que en las fases de distracción y control del
pensamiento. Como se señaló anteriormente, se permitió a los
sujetos utilizar cualquier estrategia que desearan durante cada
fase de modo que es posible que uno o más sujetos no emplearan
la estrategia que se les había enseñado a utilizar.
En un estudio de seguimiento, Masuda y colaboradores (2009)
llevaron a cabo otro par de experimentos. En el primero de ellos,
sesenta y siete sujetos fueron asignados aleatoriamente a una
situación en la que se les explicaba durante cinco minutos los fun-
damentos de la defusión exclusivamente (condición 1), a una
explicación de la defusión más tres segundos de repetición de
pensamiento (condición 2) o una explicación de la defusión más
veinte segundos de repetición de pensamiento (condición 3). El
contenido del entrenamiento en defusión y otros procedimientos
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 193

pre-experimentales reflejaron, de otro modo, el experimento de


Masuda y colaboradores (2004). Por término medio, los sujetos de
la condición 1 informaron de una reducción de angustia de 5.1
unidades en una escala de 100 puntos; los sujetos de la condición
2, de 29.3 unidades y los sujetos de la condición 3, de 39.6 unida-
des. La credibilidad de las autoevaluaciones negativas se redujo
en un promedio de 4 unidades en la condición 1, 26.3 unidades en
la condición 2 y 48.5 unidades en la condición 3. Se encontraron
diferencias estadísticamente significativas en malestar y credibi-
lidad entre la condición 1 y la condición 2 y entre la condición 1 y
la condición 3 pero no entre las condiciones 2 y 3. Las mismas
diferencias significativas aparecieron en credibilidad, salvo que la
condición 2 daba como resultado una reducción significativa-
mente menos sólida en credibilidad que la condición 3.
En el segundo experimento, se asignaron aleatoriamente seten-
ta y siete sujetos a cinco minutos de fundamentación teórica de la
defusión más un segundo de repetición de pensamientos (condi-
ción 1), a una explicación de la defusión más diez segundos de
repetición de pensamientos (condición 2) o a fundamentación de
la defusión más treinta segundos de repetición de pensamientos
(condición 3). El resto de los procedimientos fueron idénticos a los
del primer experimento. Por término medio, los sujetos de la con-
dición 1 informaron de una reducción de la angustia de unas 12
unidades en una escala de 100 puntos; los sujetos de la condición
2, de unas 37 unidades y los sujetos de la condición 3, de unas 41
unidades (las reducciones se muestran solo en un gráfico de
barras en el artículo, sin que se proporcionen cifras exactas). La
credibilidad de las autoevaluaciones negativas se redujo en un
promedio de 12 unidades en la condición 1, 29 unidades en la con-
dición 2 y 42 unidades en la condición 3. Se detectaron diferencias
estadísticamente significativas, de manera uniforme, tanto en
malestar como en credibilidad entre las condiciones 1 y 2 y entre
las condiciones 1 y 3, pero no entre las condiciones 2 y 3. Como
con el estudio de Masuda y colaboradores (2004), no se llevó a
194 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

cabo una comprobación del manejo. Además, los tres tipos dife-
rentes de entrenamiento en defusión no se compararon con la
condición de control. Sin embargo, es interesante observar que
incluso una breve repetición de palabras (diez segundos) en com-
binación con un entrenamiento didáctico daba como resultados
unos efectos significativamente mejores y que la credibilidad de
una evaluación negativa, de alguna manera, resulta afectada por
la defusión de distinta forma que el malestar inducido por los pen-
samientos correspondientes.
Como en estudios previos, un experimento llevado a cabo por
Masuda, Feinstein, Wendell y Sheehan (2010) comparó el efecto de
la repetición de palabras y la distracción de pensamiento sobre la
credibilidad y la angustia provocados por pensamientos negativos
autorreferenciales. Sin embargo, para hacer los resultados más
relevantes respecto a una población clínica, solo se incluyeron
sujetos con elevados niveles de depresión. Un total de 147 sujetos
participaron en el estudio; 71 de ellos con una puntuación en el
Inventario de Depresión de Beck (BDI) de más de 10, el límite para
una depresión leve. Esos sujetos se asignaron aleatoriamente a
una de cinco condiciones. La condición de defusión parcial impli-
caba una explicación de los fundamentos de la defusión, una tarea
de veinte segundos de repetición de una palabra (“leche”) y la indi-
cación de que dicha tarea podía resultar de ayuda para abordar el
pensamiento autorreferencial negativo de una palabra que cada
sujeto había desarrollado en una parte previa del experimento.
Los sujetos en la condición de defusión total recibían una inter-
vención similar de cinco minutos pero disponían de treinta se­­­
gundos de práctica de repetición de una de las palabras
autorreferenciales negativas que habían desarrollado en lugar de
utilizar la palabra “leche”. La condición de distracción parcial
implicaba una explicación de la lógica de la distracción de pensa-
mientos. Una vez que se proporcionaba esa explicación, se pedía a
las sujetos que dijeran una vez la palabra “leche”, luego que se cen-
traran en “todas sus funciones perceptuales” (Masuda et al., 2010,
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 195

pág. 526) y, luego, que intentaran distraerse de sus pensamientos


sobre la leche ocupándose de un dibujo de formas geométricas
durante veinte segundos. La condición de distracción total era
idéntica excepto que se pedía a los sujetos que se centraran en el
dibujo de formas geométricas durante treinta segundos. Por últi-
mo, en la condición de control experimental basado en la distrac-
ción, se pedía a los sujetos, sencillamente, que leyeran durante
cinco minutos una información de un artículo que no se relacio-
naba con el experimento. solo la condición de distracción total
produjo cambios pre- y post-test estadísticamente significativos en
la credibilidad y la angustia evocada en cada sujeto por los pensa-
mientos negativos autorreferenciales, reduciéndolas en un prome-
dio de 37 a 40 puntos en una escala de 100 puntos para toda la
muestra. La intervención de defusión total también redujo signifi-
cativamente la credibilidad y la angustia en la sub-muestra de
depresión elevada pero de una manera menos enérgica, con una
reducción promedio de 26-27 puntos. La técnica de repetición de
palabra, por lo tanto, parece más eficaz cuando se proporciona
con una clara explicación clínica y se aplica a pensamientos auto-
rreferenciales negativos reales que angustian a los participantes.
De Young, Lavender, Washington, Looby y Anderson (2010)
compararon los efectos de la técnica de repetición de palabra
(WRT) con la Tarea de Asociación Implícita (IAT) sobre el males-
tar y la credibilidad asociados a palabras potencialmente angus-
tiantes. El IAT consiste en hacer parpadear dos palabras en un
ordenador e indicar a cada sujeto que clasifique cada palabra en
una de dos categorías. La investigación señala que los sujetos tar-
dan más tiempo en clasificar palabras indeseables o generadoras
de estrés, de manera que las palabras elegidas con un tiempo de
indecisión más largo se supone que provocan algún grado de
angustia o disgusto. Se eligió la IAT como una condición de com-
paración porque, en contraste directo con una técnica de defu-
sión como la WRT, requiere que los sujetos se centren en el
contenido literal de palabras. Los sujetos en la condición IAT la
196 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

completaban con cuatro palabras diana “buenas” así como dos


palabras que habían valorado anteriormente como más creíbles y
dos palabras valoradas previamente como más molestas. Los
sujetos en la condición WRT repetían la palabra “leche” durante
treinta segundo, luego, repetían las cuatro palabras diana “bue-
nas” utilizadas en el experimento, así como dos palabras valora-
das previamente como más creíbles y dos palabras valoradas
anteriormente como molestas. Se asignaron aleatoriamente dos-
cientos sujetos a cinco condiciones: una condición de control, una
condición IAT o WRT en la que se explicaba la razón lógica de la
intervención, o una condición IAT o WRT en la que no se explica-
ba ninguna razón lógica. Cuando se compararon las valoraciones
pretest y postest de las palabras utilizadas en el estudio, tanto la
IAT como la WRT disminuyeron significativamente la credibili-
dad y malestar asociados a las palabras que habían sido estable-
cidas como diana en las respectivas intervenciones, teniendo la
repetición WRT un mayor efecto. Además, la WRT disminuía sig-
nificativamente el malestar asociado a palabras no seleccionadas
en las respectivas intervenciones. No hubo diferencias entre las
condiciones con explicación y sin explicación.
En un examen de la técnica de repetición de palabra (WRT)
con una muestra pseudo-clínica, Watson, Burley y Purdon (2010)
compararon su impacto sobre pensamientos relacionados con
contaminación frente a una breve exposición en imaginación (IE)
y una condición de control sin intervención (CONT). En el estudio
participaron noventa y tres sujetos procedentes de un curso de
introducción a la psicología que puntuaron a niveles clínicos en la
subescala de contaminación del Inventario de Padua. Se pidió a
cada sujeto que calificara una lista de nueve palabras relaciona-
das con la contaminación, luego que ordenara las tres palabras
que les causaran más angustia y, a continuación, que escribieran
una frase describiendo el pensamiento de angustia que habían
tenido referido a esas tres últimas palabras. Luego, cada sujeto
estableció puntuaciones de partida de credibilidad, importancia y
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 197

perturbación de sus palabras en una escala Likert de 100 puntos.


A continuación, todos los sujetos completaron una tarea de combi-
nación manual y decisión (CMDT). Esta CMDT concreta presenta-
ba 116 pares de palabras tanto neutras como relacionadas con la
contaminación (adaptadas a las tres palabras que cada sujeto
había seleccionado y valorado previamente) en la pantalla de un
ordenador, de modo que una palabra constituía una categoría y la
segunda palabra “objetivo” podía encajar o no en dicha categoría.
Tras la presentación de cada pareja, se pedía a cada sujeto que pre-
sionara las teclas para indicar si la palabra objetivo era o no miem-
bro de la categoría. A los sujetos en la condición WRT se les pidió
que verbalizaran cada categoría de palabras una vez en voz alta
cuando apareciera, mientras que a los sujetos IE se les indicó
“imaginar una escena que englobara [cada] categoría de palabras”
(Watson et al., 2010, pág. 340). La tarea CMDT se incluyó en el
experimento para permitir valorar si la tarea podía producir sacia-
ción semántica (donde las palabras pierden su significado después
de una exposición repetida, por lo general, mediante repetición de
dicha palabra) y si la asociación semántica observada correlacio-
naba con cambios en las partes finales del experimento.
Después de recibir un segundo conjunto de valoraciones pre-
intervención de las palabras de contaminación elegidas, los suje-
tos asignados a la condición WRT recibieron una explicación de
cinco minutos de la fundamentación de la técnica seguido de
treinta segundos de repetición de la palabra “leche”, igual que en
el estudio de Masuda y colaboradores (2004). Esos sujetos repitie-
ron luego cada una de las tres palabras sobre contaminación
seleccionadas durante treinta segundos, valorando la importan-
cia, creencia y grado de angustia después de cada tanda de repe-
ticiones. En la condición IE, los sujetos observaron un video de
cuatro minutos, quince segundos, destacando la fundamenta-
ción teórica de la exposición y una breve demostración y, a conti-
nuación, se les pidió que imaginaran una escena referida a cada
palabra de contaminación durante treinta segundos antes de
198 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

valorar cada palabra sucesivamente. Los sujetos control, senci-


llamente, permanecieron sentados tranquilamente durante cinco
minutos antes de realizar valoraciones postintervención. Por
último, los sujetos regresaron una semana más tarde para reali-
zar valoraciones de seguimiento de sus palabras de contamina-
ción. Después de que se hubieran promediado las valoraciones
tridimensionales realizadas sobre cada palabra de contamina-
ción por cada sujeto en cada momento para simplificar el análisis
de datos, se manifestaron cambios entre las valoraciones pre- y
post-intervención más elevadas en la condición WRT, un efecto
que no se mantuvo en el seguimiento. El análisis de datos de
pruebas del CMDT indicó que no induce saciación semántica.
La segunda parte del estudio de Watson y colaboradores
(2010), que incluía 134 sujetos a lo largo de tres condiciones, repli-
caba ampliamente la primera parte. La única ampliación impli-
caba una petición a los sujetos de las condiciones IE y WRT para
que practicaran su técnica respectiva durante cinco minutos al
día durante la semana previa a la valoración de seguimiento rea-
lizando un registro online, cada día, después de realizar esa prác-
tica. Las reducciones de valoración para el grupo de repetición
verbal resultaron significativamente mayores que para los grupos
CONT e IE entre el pretest y el postest y entre el pretest y el segui-
miento. La condición IE no produjo ningún resultado significati-
vo cuando se comparó con la condición CONT. Sin embargo,
valoraciones de la condición IE mejoraron significativamente
desde la línea base al seguimiento en el Cuestionario de Vigilan-
cia y Evitación, una medida experimental con el objeto de evaluar
la consciencia de los pensamientos obsesivos y las estrategias de
evitación experiencial utilizadas en relación a esos pensamientos.
Considerando que la evitación no se consideró directamente
como objetivo en la condición WRT y que la idea de que se debe-
rían experimentar abiertamente pensamientos de contaminación
figuraba explícita en la condición IE, tal vez este último hallazgo
no debería ser una sorpresa.
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 199

En una extensión de los estudios de Masuda y colaboradores


(2004; 2009), Deacon, Fawzy, Lickel y Wolitzky-Taylor (2011) com-
pararon los efectos de la técnica de repetición de palabras con
una breve intervención de reestructuración cognitiva sobre males-
tar respecto a la imagen corporal en veintiséis sujetos femeninos
que informaron de importantes síntomas de trastornos de la ali-
mentación. En la condición de defusión, las participantes practi-
caron una técnica ACT de repetición de palabra en la que repetían
dos palabras separadas relacionadas con rechazo de la imagen
corporal durante sesenta segundos cada una y observaron la pér-
dida de significado de las palabras y la convicción que resulta
acerca de la veracidad del lenguaje. A los sujetos en defusión se les
pidió que utilizaran la técnica durante el transcurso de la siguien-
te semana cada vez que les surgieran pensamientos relacionados
con la imagen corporal. En la condición de reestructuración cog-
nitiva, los sujetos fueron guiados individualmente a través de un
ejercicio de registro de pensamientos en el que identificaban el
pensamiento negativo, la situación en que se producía, las eviden-
cias a favor y en contra del pensamiento y una “conclusión equili-
brada” (pág. 223). Además, se les enseñó a los sujetos varias
preguntas que se podían hacer a sí mismas para ayudarse a “deca-
tastrofizar” pensamientos sobre la imagen corporal. Los sujetos
en la condición de defusión experimentaron mayores reducciones
en preocupación por la imagen corporal, o en sus creencias sobre
la importancia de los pensamientos relacionados con la imagen
corporal (“gorda”).
La comparación de una defusión breve y técnicas de reestruc-
turación en estudios análogos de componentes hace surgir una
posible duda. Se podría sostener que la naturaleza lógica y siste-
mática de la reestructuración cognitiva requiere un período de
tiempo más amplio para asegurar toda su eficacia y que la natura-
leza breve de la técnica ACT de repetición de palabras la convierte
en el candidato ideal para un experimento rápido de laboratorio.
Alternativamente, se podría sostener que el relativamente rápido
200 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

montaje que se necesita para utilizar la mayoría de técnicas de


defusión las podría convertir en las estrategias de tratamiento
más viable. La naturaleza artificial (aunque más estrictamente
controlada) de los estudios análogos de componentes sugiere que
sus hallazgos deberían ser tomados en el contexto de los estudios
sobre el resultado de la psicoterapia aplicada comparando los
efectos de la ACT y de la CBT tradicional.
Masuda, Twohig, Stormo, Feinstein, Chou y Wendell (2010)
añadieron una condición de control a un estudio que retomaba
los procedimientos de los dos estudios de Masuda y colaborado-
res (2004; 2009). Se asignaron aleatoriamente ciento treinta y
dos sujetos a una condición de justificación de la defusión más
treinta segundos de repetición de palabra (condición 1), una con-
dición de distracción de pensamiento (condición 2) o a una con-
dición de control de la distracción (condición 3). Mientras que
los procedimientos de las condiciones 1 y 3 reflejaban los utiliza-
dos por Masuda y colaboradores (2004), la condición 2 implica-
ba enfocar a los sujetos hacia aspectos del modelo cognitivo (los
pensamientos causan emociones y conductas, los pensamientos
negativos producen sufrimiento y se puede emplear la distrac-
ción para minimizar los efectos negativos de un pensamiento) y
proporcionarles treinta segundos de práctica en pensar sobre
otras cosas cuando tenía lugar una autoevaluación negativa. Los
resultados indicaron una reducción significativa del malestar
emocional entre las condiciones 1 y 3, entre las condiciones 1 y
2 y entre las condiciones 2 y 3. También se detectó una diferen-
cia significativa en credibilidad entre las condiciones 1 y 2 así
como entre la 1 y 3.
En una muestra de veintidós estudiantes universitarios con
ansiedad, Hinton y Gaynor (2010) midieron los efectos de tres
sesiones de defusión cognitiva en comparación con un control en
lista de espera. Encontraron magnitudes de efecto amplias en el
grupo de defusión en medidas de depresión (Inventario de Depre-
sión de Beck-II: 1.18), angustia generalizada y psicopatología
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 201

(Inventario Breve de Síntomas: 1.19) y en autoestima (Escala de


Autoestima de Rosenberg: 1.16). Como esas magnitudes de efecto
se comparaban con la condición de no tratamiento, las cifras tal
vez no resulten sorprendentes. Sin embargo, cuando se referen-
ciaban respecto a un grupo, las magnitudes de efecto de tres
sesiones de terapia de apoyo (establecida por Clore y Gaynor,
2010) para la depresión (aproximadamente .4), angustia generali-
zada y psicopatología (aproximadamente .7) y autoestima (aproxi-
madamente .8), la intervención de defusión salía favorecida. Esos
efectos de defusión, sin embargo, disminuían significativamente
a .41, .41 y .15 respectivamente en la valoración de seguimiento al
cabo de un mes. Tal disminución significativa podía sugerir tanto
que tres sesiones de tratamiento eran insuficientes para mantener
más ganancias positivas como que podría resultar conveniente
incluir la defusión como componente de una intervención en
lugar de utilizarla como tratamiento independiente.
En una muestra no clínica de sesenta universitarios, los suje-
tos fueron asignados al azar a un grupo “prodefusión”, a un gru-
po “antidefusión” o a un grupo neutro (Healy et al., 2008). Antes
de que les fuera entregada una lista de diez afirmaciones positi-
vas y diez negativas, se indicó a los sujetos “prodefusión” que
añadieran las palabras “estoy teniendo el pensamiento de que”
al principio de cada afirmación y se les dijo que eso disminuiría
el impacto emocional de las afirmaciones. A los sujetos “antide-
fusión” se les dijo que esas mismas palabras aumentarían el
impacto de las afirmaciones y a los sujetos neutrales se les infor-
mó de que las palabras no tendrían ningún efecto. Las veinte
afirmaciones fueron entregadas a través de un ordenador tres
veces de manera aleatoria, una vez con solo la autoafirmación,
una vez mostrando “estoy teniendo el pensamiento de que” antes
de las autoafirmaciones y una vez mostrando “tengo una silla de
madera” antes de las autoafirmaciones. Después de que se pre-
sentara cada autoafirmación, los sujetos valoraban lo creíble que
resultaba, lo incómodos que les hacía sentirse y lo dispuestos
202 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

que estaban a leerla y experimentarla. Para todos los sujetos del


grupo prodefusión, la presentación defusionada de las frases
aumentaba significativamente el grado de disposición a leer y
experimentar las afirmaciones y disminuía significativamente el
malestar. No se obtuvieron diferencias en credibilidad, tal vez
porque en cada una de las presentaciones de las afirmaciones
defusionadas los sujetos estaban evaluando la credibilidad de
toda la afirmación (por ejemplo, “estoy teniendo el pensamiento
de que no soy una mala persona”) en lugar de la afirmación
negativa simple.
Pilecki y McKay (2012) valoraron los efectos diferenciales de la
defusión, la supresión del pensamiento y la ausencia de interven-
ción en sesenta y siete sujetos en relación al miedo, tristeza y
repugnancia provocados por varios videoclips. El grado de dichas
emociones se evaluó utilizando una escala de Likert de 0 a 100 y
una tarea Stroop estándar en la que se pedía a los sujetos que
indicaran, presionando las teclas de un ordenador, si unas pala-
bras coloreadas habían sido mostradas en el orden correcto o
incorrecto. La tarea Stroop se incluía como medida indirecta de
angustia porque una investigación anterior había mostrado que
la activación emocional tiende a incrementar los tiempos de res-
puesta. Los sujetos en la condición de defusión (condición 1) reci-
bieron instrucción didáctica sobre las razones y la utilización de
la defusión mientras que los sujetos de la condición de supresión
del pensamiento (condición 2) recibían instrucción didáctica
sobre el fundamento y utilización de la supresión. En la condición
de control (condición 3), se preguntaba a los sujetos qué estrate-
gias utilizaban para enfrentarse a pensamientos indeseables y,
luego, se les daba una lista de estrategias, distintas de la defusión
o la supresión, que podían utilizar durante el experimento. A los
sujetos de las tres condiciones se les dio una sesión de práctica en
la que tenían treinta segundos para practicar su estrategia antes
de ser expuestos a la activación emocional de videoclips. No apa-
recieron diferencias significativas entre las tres condiciones en la
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 203

escala de valoración de Likert. En la tarea de Stroop, aparecieron


tiempos de respuesta significativamente más largos (sugiriendo
una mayor angustia) en los sujetos de la condición 3 en compara-
ción con las condiciones 1 y 2 después de ver tanto un vídeo triste
como uno desagradable. Después de mostrar el videoclip genera-
dor de ansiedad, los sujetos de la condición 1 mostraron tiempos
de respuesta significativamente más lentos en comparación con
los de las condiciones 2 y 3. Los autores sugirieron que el videoclip
elegido para provocar ansiedad contenía una estimulación auditi-
va y visual relativamente mínima, lo que pudo haber favorecido
que actuaran la distracción y estrategias similares ya que a los
sujetos de defusión se les había indicado que atendieran a los pen-
samientos angustiantes en cuanto surgieran. Respecto a la falta
general de diferencias significativas entre las condiciones de las
puntuaciones en la escala Likert y algunos tiempos de respuesta
de la tarea Stroop, los autores sugirieron, asimismo, que la defu-
sión es una manera relativamente compleja y nueva de enfrentar-
se a los pensamientos problemáticos y que es insuficiente un
período de entrenamiento breve. Los estudios de Masuda y cola-
boradores (Masuda et al., 2004; Masuda et al., 2009; Masuda Two-
hig et al., 2010) parecen sugerir otra cosa. Es posible que la
técnica de repetición de palabra que se enseña en estos estudios
sea una técnica de defusión tan breve y potente que supere esta
tendencia y también es posible que otras diferencias en la explica-
ción de la fundamentación de la defusión utilizada entre estudios
pudieran ser responsables de la falta de efecto relativa.
Hooper y McHugh (2013) valoraron los efectos de una breve
intervención de defusión en el contexto de una tarea de indefen-
sión aprendida. Setenta y cuatro sujetos fueron asignados aleato-
riamente a una condición de defusión, evitación experiencial o
control, habiéndose dado instrucciones a los sujetos de las condi-
ciones de defusión y evitación de realizar defusión o de llevar a
cabo distracción y sustitución de pensamientos (respectivamente).
Luego fueron expuestos a una fase de indefensión aprendida en la
204 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

que se les pedía elegir entre dos estímulos visuales basados en cri-
terios establecidos por el experimentador, después de haberles
dicho que la tarea era relativamente sencilla para la mayoría de la
gente. Todos los individuos recibieron repetidamente información
de que habían respondido incorrectamente en todos los intentos.
Por último, se pidió a los sujetos completar un laberinto utilizando
papel y lápiz mientras se les cronometraba el tiempo. Los sujetos
de la condición de defusión completaron el laberinto en un prome-
dio de 39 segundos, mientras que los sujetos de evitación emplea-
ron una media de 52.5 segundos y los sujetos control, un promedio
de 49.1 segundos. Sin embargo, como los sujetos no fueron entre-
vistados tras el experimento en relación a las estrategias cogniti-
vas que habían adoptado durante la tarea del laberinto, no es
seguro qué estrategias utilizaron a lo largo de cada una de las tres
condiciones.
En una intervención clínica muy breve que tenía como objetivo
un problema relativamente no clínico, Moffitt, Brinkworth,
Noakes y Mohr (2012) compararon la efectividad de una hora de
intervención de defusión cognitiva (CD) y reestructuración cogni-
tiva (CR) sobre el consumo de chocolate. Ciento diez sujetos que
informaron, por término medio, un deseo de chocolate al menos
de un nivel moderado, fueron adscritos aleatoriamente a CD, CR
o grupo control en lista de espera (WL). La condición CR suponía
una explicación teórica de reestructuración así como instrucción
y práctica en el empleo de estrategias de debate con pensamiento
lógico utilizadas habitualmente en terapia cognitiva (por ejemplo,
identificar el pensamiento problemático, sopesar las evidencias a
favor y en contra y generar un pensamiento más adecuado). La
condición CD incluía un contexto de defusión así como demostra-
ción y práctica de varias técnicas distintas de defusión incluyen-
do, por ejemplo, la técnica de repetición de palabras y el ver los
pensamientos simplemente como historias. Se pidió entonces a
los sujetos que llevaran una bolsa de chocolates durante los
siguientes siete días y que comieran los que quisieran pero que
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 205

evitaran comer otros chocolates. Al final de la semana, los sujetos


volvían, contaban los chocolates que les quedaban y completaban
una segunda vuelta de cuestionarios midiendo el deseo de choco-
late y otros procesos relevantes. Los participantes en la condición
CD fueron 3.26 veces más propensos a volver con una bolsa llena
de chocolates que los participantes en la condición CR y 4.61 veces
más propensos a hacerlo que los participantes del grupo control
WL. No se encontraron diferencias significativas en el consumo
entre los sujetos CR y WL. Además, los participantes CD que
informaron de elevados niveles de malestar cognitivo en relación
al consumo de chocolate demostraron niveles más bajos de con-
sumo cuando se los comparó con las condiciones CR y WL mien-
tras que no se apreciaron diferencias entre grupos cuando estaban
presentes bajos niveles de malestar. Es interesante observar que
este hallazgo parece reflejar supuestas diferencias entre defusión
y reestructuración. La mayoría de modelos cognitivos, por ejem-
plo, asumen que pensamientos y/o emociones deben cambiar
para que la conducta manifiesta (en este caso, el consumo de cho-
colate) cambie mientras que el supuesto característico que subya-
ce a la defusión (como lo ejemplifica la ACT) es que la conducta
manifiesta puede cambiar aunque pensamientos y sentimientos
no lo hagan. Así, para los sujetos en la condición CD, altos niveles
de angustia respecto al consumo de chocolate les suponían una
barrera menor para el cambio de conducta.
Por último, Luciano y colaboradores (2014) comprobaron los
efectos de una intervención combinada de aceptación y defusión
respecto a la evitación de estímulos que se habían asociado pre-
viamente con descargas eléctricas ligeras. En la fase 1 del experi-
mento, utilizaron un procedimiento de igualación a la muestra
para entrenar a dos clases de equivalencia de seis miembros utili-
zando un total de doce símbolos arbitrarios y palabras sin sentido
(identificadas por el experimentador como A1-B1-C1-D1-E1-F1 y
A2-B2-C2-D2-E2-F2). A continuación, en la fase 2, los estímulos
A1 y B1 se emparejaron repetidamente con una descarga eléctrica
206 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

suave (descrita como “molesta, pero no dolorosa”; Luciano et al.,


pág. 97) mientras que los estímulos A2 y B2 se emparejaron repe-
tidamente con puntos y una presentación de sus puntuaciones
totales actuales. Se informó a los veintitrés sujetos de que, en los
siguientes ensayos en que fueran avisados visualmente de una
descarga inminente, debían presionar la tecla “Q” en el teclado
del ordenador (una respuesta de evitación) o la tecla “P” para
ganar puntos aún con la posibilidad de recibir una descarga (res-
puesta de aproximación). En la fase 2, un test de transferencia de
función comprobaba que la función de evitación de A1 y B1 y las
funciones de aproximación de A2 y B2 se habían transferido a los
restantes miembros de cada clase de equivalencia respectiva.
Siguiendo los ensayos de condicionamiento de las fases 1 a 3,
los sujetos fueron asignados aleatoriamente a una de tres condi-
ciones de entrenamiento. A los miembros de la condición de Pro-
tocolo Motivacional General (MOT) se les dijo en el transcurso
de cinco minutos que si no presionaban la tecla Q (evitación) en la
siguiente parte del experimento, entrarían en un sorteo para
ganar 5 Euros, un aperitivo u otro pequeño premio por el estilo.
Los sujetos asignados a la condición de Protocolo General Motiva-
cional con Entrenamiento en Defusión (DEF) recibieron las mis-
mas instrucciones MOT más aceptación y entrenamiento en
defusión. En un diálogo entre experimentador y sujeto, la tarea
inmediata se vinculó a situaciones personales en las que cada
sujeto tenía miedo de emprender la acción en situaciones signifi-
cativas pero actuaba para conseguir un resultado significativo
incluso cuando existía riesgo de daño físico o psíquico. A conti-
nuación, esos sujetos recibían entrenamiento interactivo de
quince a veinte minutos, con el experimentador, para “detectar y
distanciarse de pensamientos y sentimientos, como un obser-
vador imparcial” (pág. 100). Las instrucciones incluían indica-
ciones de defusión para, por ejemplo, imaginarse escribiendo
un pensamiento relacionado con una descarga en una hoja de
papel, fijarse en el color de la tinta, observar si las letras estaban
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 207

impresas o manuscritas, etc. Este entrenamiento en aceptación y


defusión continuaba proporcionando otras varias indicaciones
de defusión o técnicas y varias oportunidades para que cada
sujeto practicara utilizándolas. Debido a la diferencia de dura-
ción, entre diez y quince minutos entre las condiciones MOT y
DEF, se añadió una última condición, con nuevos sujetos experi-
mentales, que contenía el guion MOT más un debate interactivo
sobre temas sin relación con la motivación. Esto suponía que los
sujetos, primero, respondieran a diversas preguntas sobre temas
de su vida cotidiana y un ejercicio con ojos cerrados en el que se
pedía a los sujetos que se imaginaran haciendo las cosas que des-
cribían durante la entrevista.
En las fases 5 y 6, las pruebas de evitación y aproximación se
realizaron utilizando los estímulos A1-B1 y A2-B2 que se habían
asociado previamente con descarga eléctrica y puntos (respecti-
vamente) y con los restantes estímulos de C a F en cada una de las
dos clases de equivalencia. De nuevo, los sujetos podían evitar la
descarga si apretaban la tecla Q, y ganar puntos, pudiendo recibir
una descarga, si apretaban la tecla P. Después de la realización de
las condiciones MOT y DEF, veinte sujetos participaron, post hoc,
en un Protocolo de Control Motivacional (CMOT) que replicaba la
metodología de seis fases de las condiciones MOT y DEF y utiliza-
ba componentes didácticos, interactivos y experienciales no rela-
cionados con defusión ni aceptación. Además, la condición CMOT
se ajustaba a la longitud de la condición DEF convirtiéndola en
una condición de control más creíble. Posteriores análisis de
datos indicaron que la mitad de los sujetos de la condición MOT
incurrieron en evitación durante las dos fases, como lo hicieron
aproximadamente el 80% de la condición CMOT. Ningún sujeto
de la condición DEF realizó respuestas de evitación durante nin-
guna de las fases, sugiriendo que el entrenamiento que habían
recibido en aceptación y defusión había tenido éxito a la hora de
defusionar la función de evitación de los estímulos en relación
con la descarga ligeramente aversiva.
208 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Estudios correlacionales
En una muestra de ochenta y ocho pacientes hospitalarios con
diagnóstico de trastornos de la alimentación, Butryn y colabora-
dores (2013) hallaron importantes correlaciones entre puntuacio-
nes en la Escala de Actitudes Pensamientos y Defusión sobre
Alimentación (EATDS) y las subescalas del Inventario de Trastor-
nos de la Alimentación (.53 con la subescala de la tendencia a la
delgadez; .50 con la subescala de insatisfacción corporal) y el
Cuestionario de Reconocimiento de Trastornos de la Alimenta-
ción (.53). Debería destacarse que el EATDS, en la actualidad, no
tiene publicadas propiedades psicométricas y que este fue un
análisis correlacional, no mediacional. No obstante, indicaría
que, dado que la fusión cognitiva está presente en un alto grado
en los individuos con trastornos de la alimentación, las interven-
ciones podrían apuntar a ayudar a mejorar los síntomas correla-
cionados.
McCracken, Gutierrez-Martínez y Smyth (2013) estudiaron un
concepto denominado “descentramiento” en una muestra de 150
pacientes con dolor crónico en tratamiento. Los autores definie-
ron el descentramiento como “la habilidad de observar los pro-
pios pensamientos y sentimientos de forma distanciada, [como]
acontecimientos temporales de la mente, como algo no necesaria-
mente verdadero ni como reflexiones sobre el yo” (pág. 820); y lo
caracterizaron como “consistente con la flexibilidad psicológica y
la defusión cognitiva” (pág. 820). Hallaron que los grados más ele-
vados de descentramiento (medidos mediante el Cuestionario de
Experiencias; Fresco et al., 2007) correlacionaban positivamente
con aceptación de las experiencias emocionales, la acción basada
en valores y el funcionamiento diario. Además, un análisis de
regresión mostró que el descentramiento explicaba el 8% de la
varianza de discapacidad psicosocial (medida según el Perfil de
Impacto de la Enfermedad; Bergner y Bobbitt, 1981) sugiriendo
que un descentramiento elevado facilita el funcionamiento psico-
social en cierto grado.
VALORACIÓN DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA Y SUS EFECTOS 209

Meta-análisis
Levin, Hildebrant, Lillis y Hayes (2012) realizaron un meta-
análisis de sesenta y seis estudios de laboratorio de ACT que
incluía estudios de la medida de los efectos de uno o más de los
seis componentes centrales de la ACT (defusión cognitiva, acep-
tación, contacto con el momento presente, yo-como-contexto,
valores y compromiso; véase, por ejemplo, Hayes, Strosahl y Wil-
son, 2011). Seis de esos estudios se centraron en la defusión. A
través de esos seis estudios (todos los cuales han sido comenta-
dos previamente en este mismo capítulo) se observó una magni-
tud media de valor .74, justamente por debajo del valor superior
de .8 comúnmente aceptado. Aunque se puede decir que se trata
de un valor impresionante, se debería recordar que las magnitu-
des de efecto se calculan en relación a las otras condiciones expe-
rimentales en cada estudio. Algunos de esos seis estudios incluían
condiciones de control de no intervención así como intervencio-
nes alternativos que puede que no hayan tenido componentes
muy creíbles.

Conclusión

Aunque queda mucha investigación por hacer sobre defusión


cognitiva, los estudios disponibles parecen indicar que la defu-
sión es un proceso terapéutico activo con capacidad de producir
una gran variedad de efectos deseables. Dado que muchos de los
estudios análogos de componentes han verificado los efectos de
una única técnica de defusión (por ejemplo, la repetición de pala-
bra), estudios posteriores deberían examinar otras técnicas de
defusión para ver si pueden conseguir efectos similares. Tam-
bién sería de desear más análisis mediacionales llevados a cabo
sobre resultados de psicoterapia. Es especialmente interesante
que el estudio de Arch y colaboradores (2012) descubriera que la
defusión está significantemente activa en la CBT convencional,
considerando que el objetivo de la CBT consiste en cambiar los
210 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

pensamientos, no en disminuir su credibilidad. En otras pala-


bras, parece que la defusión cognitiva es relevante y útil no solo
en la ACT y en otras terapias basadas en mindfulness, sino tam-
bién en la CBT convencional y, tal vez, aún más allá.
Apéndice A
Cuestionario de fusión cognitiva

A continuación se presenta una lista de afirmaciones. Por


favor, determina el grado de verdad que consideras que tiene cada
frase para ti rodeando el número que la acompaña. Utiliza la
escala que viene a continuación para hacer tu elección:

1 nunca es verdad
2 muy rara vez es verdad
3 rara vez es verdad
4 a veces es verdad
5 frecuentemente es verdad
6 casi siempre es verdad
7 siempre es verdad

1. Mis pensamientos me ocasionan angustia


o dolor emocional. 1234567
2. Me quedo tan atrapado/a en mis
pensamientos que soy incapaz de hacer las
cosas que más me gusta hacer. 1234567
212 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

3. Analizo demasiado las situaciones, hasta el


punto de que no me resulta útil. 1234567
4. Lucho con mis pensamientos. 1234567
5. Me siento molesta/o conmigo misma/o por
tener determinados pensamientos 1234567
6. Tiendo a quedarme muy enredado/a en mis
pensamientos. 1234567
7. Me supone una lucha librarme de los
pensamientos molestos incluso cuando sé
que me sería mejor abandonarlos 1234567
Apéndice B
Cuestionario de credibilidad
de sentimientos y pensamientos
de ansiedad (BAFT)

Imagina que los siguientes pensamientos tienen lugar ahora


mismo. ¿Qué grado de validez o credibilidad tendría cada uno de
ellos para ti? Por favor, utiliza la siguiente escala. Para cada pen-
samientos, por favor, rodea un número del 1 (no creíble en abso-
luto) a 7 (totalmente creíble), según lo creíble que te resulte ese
pensamiento.

1. Necesito controlar mi ansiedad y mi miedo


para tener la vida que quiero. 1234567
2. Parecer nervioso, nerviosa, no es bueno y
me ocasiona sufrimiento. 1234567
3. La verdad es que no puedo hacer las cosas
que quiero cuando tengo ansiedad y miedo. 1234567
4. Debo mantener el control de mis emociones. 1234567
5. Si yo fuera como los demás, sería capaz de
controlar mis pensamientos y sentimientos
de ansiedad. 1234567
6. Mis pensamientos y sentimientos de
ansiedad son un problema. 1234567
214 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

7. Estoy seguro, segura, de que voy a sentir


vergüenza y quedaré en ridículo si otros se
dan cuenta de lo nervioso, de lo insegura
que me siento. 1234567
8. Me dan miedo algunas sensaciones raras
del cuerpo y tengo que hacer algo para
reducirlas o librarme de ellas antes de
poder hacer cualquier otra cosa. 1234567
9. Mis pensamientos y sentimientos de
ansiedad no son normales. 1234567
10. Es importante que explore mi cuerpo en
busca de señales y síntomas de ansiedad
para sentirme segura, seguro. 1234567
11. Cuando estoy muy ansiosa, muy ansioso, o
siento miedo es una señal de que me podría
morir. 1234567
12. Podría perder el control de mí mismo, de
mí misma, cuando siento ansiedad o miedo. 1234567
13. Debería hacer algo con mi ansiedad o mi
miedo cuando aparecen. 1234567
14. Cuando se me ocurren pensamientos
desagradables, debo echarlos fuera de mi
mente. 1234567
15. Cuando me siento mal, debo luchar con mis
pensamientos para que se vayan. 1234567
16. Mi felicidad y mi éxito dependen de que me
sienta bien. 1234567
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Wilson, K. G. y Murrell, A. (2004). “Values work in Acceptance and
Commitment Therapy: Setting a course for behavioral treatment”.
En S. H ayes, V. Follette y M. Linehan (Eds.), Mindfulness and
acceptance: Expanding the cognitive-behavioral tradition. Nueva
York. Guilford.
John T. Blackledge es profesor asociado en el departamento de psicolo-
gía de la Universidad Estatal de Morehead, en Morehead, Kentucky,
donde, junto con sus alumnos, lleva a cabo activas investigaciones sobre
terapia de aceptación y compromiso (ACT). Es autor de un par de doce-
nas de libros así como de capítulos de libros sobre ACT y teoría del mar-
co relacional (RFT)
Índice de materias

Aceptación 11, 36, 43, 62, 217 Deliteralización 18, 19, 24, 29
Análisis mediacionales 188, 189, Descripción-evaluación 60, 93, 94
191, 209 Disposición 37
Antisocial 52, 76
Ejemplo de la película
Centrarse en el proceso 29 “La princesa prometida” 28
Ciarrochi, Joseph 109 Ejercicio del “observador” 54
Compromiso de acción 35, 54 Ejercicio “Crear una nueva
Consciencia del momento historia” 165
presente 38, 53, 54, 58 Ejercicio “Enséñame a caminar”
Consciencia del momento 178
presente 38, 52 Ejercicio “Las razones no son
Contrastar los pensamientos con causas” 173
el momento presente 145 Ejercicio “Pensamientos en
Convenciones gramaticales 27 tarjetas” 157
Cuestionario de Experiencias Ejercicio “yo soy” 22, 142, 169
208 Ejercicio de repetición de “leche”
Cuestionario de Fusión Cognitiva 25, 26, 27, 42, 70, 131, 132, 133,
(CFQ) 187, 188 134, 135, 136, 192, 194, 195, 196,
197
Cuestionario de Reconocimiento Ejercicio de repetición de palabra
de Trastornos de la 131
Alimentación 208 Escala de Actitudes,
Cuestionario de Vigilancia y Pensamientos y Defusión sobre
Evitación 198 Alimentación (EATDS) 208
226 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Estudios análogos de Parámetros del lenguaje 123, 124,


componentes 188, 191, 199, 200, 125, 185
209 Pensamientos 38, 53, 116, 157, 188,
Estudios análogos de 190, 208
componentes 191 Pensamientos y Defusión sobre
Estudios correlacionales 208 Alimentación 208
Estudios sobre defusión 45 Prevención de recaídas basada en
mindfulness (MBRP) 60
Flexibilidad psicológica 33, 208
Fusión 187 Reducción del estrés basado en
mindfulness (MBSR) 58
Habla lenta 139 Reestructuración cognitiva 17,
Hayes, Steven 11, 13, 18, 19, 23, 24, 18, 31, 61, 62, 63, 69, 71, 77, 199,
29, 30, 31, 33, 35, 37, 39, 40, 41, 204
58, 60, 86, 98, 106, 126, 131, 136, Reglas verbales 30, 47, 94, 164,
139, 164, 189, 191, 209, 216, 217, 169, 181
218, 219, 221 Reorganizar los pensamientos
140
Instrumentos de autoinforme 187 Repetición de palabras 131, 191,
Inventario de incapacidad por 194, 199, 204
acúfenos 189 Repetición de palabras 131

Lenguaje relacionado con la Sensaciones físicas 26, 42, 59, 145


defusión 186, 187
Tarea de Asociación Implícita
McCurry, Chris 85 (IAT) 195, 196
Meta-análisis 209 Tarea manual y decisión
Metáfora del “Narrador combinadas (CMDT) 197, 198
consagrado” 113, 116 Tarea Stroop 202, 203
Metáfora del programa Técnica “Llevarse la mente de
informático 98 paseo” 152
Metáfora de los “viajeros en el Técnica “mirar a” vs. “mirar a
autobús” 106 través” 85
Metáfora de “Pensamientos en las
manos” 116 Técnicas de defusión 13, 14, 19,
Metáfora del programa 25, 43, 54, 58, 59, 61, 64, 65, 66,
informático 98, 99, 100 69, 70, 71, 77, 79, 80, 81, 95, 100,
Mindfulness 8, 62, 215, 216, 218, 115, 121, 125, 137, 141, 150, 152,
220, 221 163, 165, 178, 183, 184, 190, 200,
209
Ovejas asesinas 29 Tener un pensamiento 136, 139
ÍNDICE DE MATERIAS 227

Terapia de aceptación y Terapia cognitiva 17, 24, 58, 59, 62,


compromiso (ACT) 11, 13, 64, 204
14, 18, 24, 25, 28, 32, 33, 34, Terapia Dialéctico Conductual
36, 37, 38, 41, 42, 43, 53, 54, (DBT) 59, 60, 62, 63
55, 58, 60, 61, 62, 63, 67, 73, Tinnitus Handicap Inventory
76, 85, 106, 139, 152, 161, 188, [Inventario de incapacidad por
189, 190, 199, 200, 205, 209, acúfenos] 189
210, 217, 218, 221, 223 Traducción de palabras 128

Terapia cognitiva basada en Valores 34, 47


mindfulness (MBCT) 58, 60, Voces absurdas 139, 140
62, 63, 64
Terapia conductual cognitiva Yo-como-contexto 24, 39, 40, 41,
(CBT) 17, 61, 62, 63, 67, 71, 189, 42, 43, 54, 58, 60, 61, 103, 109,
190, 191, 200, 209, 210, 216 125, 151, 152, 168, 187, 209
Manual práctico de mindfulness y
aceptación contra la depresión
Como utilizar la Terapia de Aceptación
y Compromiso para superar
la depresión y crear una vida que
merezca la pena vivir

Kirk D. Strosahl
Patricia J. Robinson

ISBN: 978-84-330-2988-1

“Una bendición para quien esté luchando contra la depresión…


increíblemente rico en términos de amplitud y profundidad teórica y
científica, y sin embargo proporciona muchos ejercicios prácticos fáciles de
llevar a cabo… No podría recomendar este libro de forma más entusiasta”.
Kristin Neff, autora de Sé amable contigo mismo

.
Tener una depresión puede hacer que sientas que estás viviendo bajo un nubarrón
perpetuo. Puede que no tengas energía para pedir ayuda, y es posible incluso que
intentes evitar tus sentimientos por completo –una táctica que nunca funciona–.
Pero ¿y si pudieses utilizar tu depresión como una oportunidad para cambiar tu
vida a mejor? Después de todo, los síntomas que tienes pueden ser señales de
que hay algo en tu vida que necesita cambiar. Pero ¿por dónde empezar?
Esta obra, traducida de la segunda edición completamente revisada y actualizada,
ofrece un acompañamiento paso a paso para ayudarte a elaborar los aspectos
de tu vida que están haciendo que te sientas deprimido –en vez de evitarlos–.
Basadas en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), las técnicas y
herramientas de este libro te van a ayudar a evaluar tu propia depresión y a
crear un plan de tratamiento personalizado. Esta edición incluye actualizaciones
respecto a la investigación sobre la compasión hacia uno mismo, el mindfulness
y la neurociencia para ayudarte a vivir una vida llena de sentido. ¿A qué estás
esperando?.
Guía para la enseñanza
del Mindfulness
Habilidades y competencias esenciales
para enseñar las intervenciones
basadas en mindfulness

Rob Brandsma

ISBN: 978-84-330-2995-9

Un libro elegante, sutil, extenso, así como riguroso y honesto, que será muy
útil para las personas con serias aspiraciones a enseñar mindfulness y
también para quienes ya lo enseñan. El lector aprenderá muchas cosas de
sí mismo y descubrirá que es la encarnación del aprendizaje que emerge a
partir del proceso la que lleva a cabo todo el trabajo.
Jon Kabat-Zinn

Este libro es, hasta la fecha, la guía más completa que existe para la
enseñanza del mindfulness. Ninguna pregunta queda sin respuesta. Tanto
los instructores experimentados en el mindfulness como los principiantes
tendrán este libro como referencia en los años venideros.
Christopher Germer, PhD

El mindfulness nos ayuda a afrontar los retos de la vida de manera más atenta.
Profesionales de numerosos campos lo han adoptado como una intervención
poderosa, basada en evidencias. Si queremos perfeccionar nuestras habilidades
de enseñanza, esta guía nos ofrece un enfoque práctico y sistemático. Incide en
tres habilidades esenciales para enseñar mindfulness: cómo dirigir la práctica,
cómo explorar la indagación consciente y cómo ofrecer presentaciones
didácticas. Incluye sugerencias prácticas, ejemplos y listas de recordatorios
para que el lector pueda poner rápidamente en práctica lo que aprende.
Por último, descubriremos de qué modo nuestras propias cualidades y fortalezas
pueden mejorar la formación que impartimos. El enfoque no es prescriptivo
sino descriptivo, y ofrece un menú de opciones, en lugar de instrucciones, para
ayudarnos a desarrollar nuestro propio estilo de enseñanza.
Autorregulación
con Mindfulness y yoga
Manual básico para profesionales
de la salud mental

Catherine P. Cook-Cottone

ISBN: 978-84-330-2955-3

Cada vez son más numerosas las evidencias empíricas que avalan la incorporación
de las ideas y planteamientos de yoga y mindfulness a los paradigmas tradicionales
de la salud mental. Aunque estas dos nuevas formas de entender los tratamientos
aplicados a depresiones, ansiedad y trastornos alimentarios hayan sido ya
examinadas en numerosos libros, este es el primero en abordarlas como una
herramienta para paliar la desregulación asociada a las conductas autodestructivas
y consumistas.
Este libro analiza los factores sociales que han conducido a un concepto
externalizado, idealizado y, en última instancia, autodestructivo del individuo.
Recurriendo al concepto de “yo hambriento” como una metáfora de la actual
obsesión consumista que explica un gran número de nuestros contemporáneos
desórdenes conductuales, se aboga por la aplicación de las ideas y planteamientos
de yoga y mindfulness como una vía alternativa hacia una experiencia más
satisfecha, regulada y auténtica de nuestro yo.
Este texto presenta una descripción de diversas facetas de ese yo consumista,
así como una definición y análisis de los síndromes con él relacionados
(trastornos alimentarios, consumo abusivo de substancias, oniomanía, ludopatía y
ciberadicciones).
Por último, proporciona a los profesionales médicos una estructura y aplicaciones
prácticas con las que podrán ayudar a sus pacientes a superar sus conflictos
conductuales y a alcanzar un sentimiento interno de satisfacción y paz.
Técnicas de tratamiento
basadas en mindfulness
Guía clínica de la base
de evidencias y aplicaciones

Ruth Baer (Ed.)

ISBN: 978-84-330-2939-3

Técnicas de tratamiento basadas en Mindfulness se centra en el programa


MBSR (reducción del estrés basada en mindfulness) y en el programa TCBM
(terapia cognitiva basada en mindfulness), de los que presenta su utilización
para casos de depresión, trastorno bipolar, trastorno de ansiedad generalizada,
trastorno por atracón y abuso de sustancias. Además, también se presentan
aplicaciones para poblaciones médicas (dolor crónico y cáncer) y para el
estrés laboral y escolar en poblaciones no clínicas.
Este volumen es una guía práctica muy completa para profesionales
clínicos e incluye los fundamentos teóricos y conceptuales del mindfulness,
su funcionamiento para reducir el sufrimiento y la implementación de las
distintas intervenciones. Cada capítulo incluye técnicas de tratamiento,
una revisión del aval empírico y un caso clínico que ilustra la intervención.
Además, los capítulos también analizan cuestiones clínicas y prácticas que
pueden surgir durante el tratamiento y cómo gestionarlas. El resultado es una
visión pormenorizada de cómo se implementan todos esos tratamientos, de las
competencias que deben tener los terapeutas, de las respuestas que pueden
esperarse de los participantes y de los problemas que los profesionales que
quieran utilizar estos tratamientos deben considerar.
Terapia de Aceptación
y Compromiso
Proceso y práctica del cambio
consciente (mindfulness)

Steven C. Hayes
Kirk Strosahl
Kelly G. Wilson

ISBN: 978-84-330-2695-8

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) pertenece a lo que ha dado en llamarse


terapias de tercera generación que suponen una revisión de los planteamientos cognitivo-
conductuales vigentes hasta no hace muchos años. La ACT asienta sus fundamentos
teóricos en el contextualismo funcional y en la teoría del marco relacional, lo que
implica un cambio radical en la consideración de los elementos del comportamiento
humano, que ya no son analizados en su particular individualidad sino en cuanto
elementos que forman parte del contexto en el que tiene lugar la propia conducta.
En el ámbito de la práctica terapéutica, su aportación fundamental es la
despatologización de la experiencia humana. Vivir no es una enfermedad, por dura
que sea la realidad; lo verdaderamente patológico consiste en renunciar a las propias
vivencias y experiencias vitales, la evitación vivencial. De este modo, la ACT se convierte en
una invitación a la vida, a la realización personal a través de la propia trayectoria vital.
Su objetivo terapéutico es el desarrollo de la flexibilidad psicológica a la que están
enfocadas las distintas técnicas y herramientas recogidas en este manual. Los
seguidores de distintos enfoques terapéuticos –Terapia Narrativa, Terapia Gestalt,
Psicoterapia Analítica Funcional, PNL, Focusing, Mindfulness, Logoterapia, etc.–
encontrarán en esta obra muchas técnicas y conceptos que les resultarán familiares.
La ACT, sin embargo, es un enfoque diferente que puede enriquecer la práctica
terapéutica de los profesionales de tendencias muy diversas.
En el plano operativo, el presente manual aporta gran cantidad de materiales
diagnósticos y de seguimiento de aplicabilidad inmediata y aborda, además, la
situación vivencial del propio terapeuta en el transcurso de la terapia, sus dudas y
temores. Proporciona una visión clara de la relación terapéutica mediante abundantes
transcripciones de sesiones y aporta ejemplos concretos de motivación terapéutica
mediante metáforas y demás técnicas propias de la ACT.
Manual práctico de Terapia
Dialéctico Conductual
Ejercicios prácticos de TDC para
aprendizaje de Mindfulness, Eficacia
Interpersonal, Regulación Emocional
y Tolerancia a la Angustia
Matthew Mckay,
Jeffrey C. Wood,
Jeffrey Brantley

ISBN: 978-84-330-2910-2

Desarrollada, en principio, para el tratamiento del trastorno límite de


personalidad, la Terapia Dialéctico Conductual (TDC) ha probado su eficacia a
la hora de abordar una amplia gama de problemas de salud mental, en especial
de aquellos que se caracterizan por la presencia de emociones arrolladoras.
Diversas investigaciones demuestran que la TDC puede mejorar la propia
capacidad de manejar la angustia sin perder el control ni actuar de forma
destructiva. Para poner en práctica las técnicas que en el libro se detallan,
es necesario establecer habilidades en cuatro áreas: tolerancia al malestar,
mindfulness, regulación emocional y eficacia interpersonal.
Esta obra, fruto de la colaboración de tres reconocidos autores, ofrece un
repertorio de ejercicios sencillos, analizados paso a paso, para asimilar esos
conceptos y ponerlos en práctica para alcanzar un cambio real y duradero.
Comenzando por trabajar con los ejercicios preliminares para ir, luego,
progresando hasta completar los capítulos dedicados a las habilidades más
avanzadas. Tanto los profesionales de la salud mental como el gran público, si
este manual se utilizar como apoyo al trabajo terapéutico o como guía para el
desarrollo personal, podrán sacar un gran partido de esta clara y práctica guía
y lograr así un mejor control de sus emociones.
5 Recursos para los profesionales de la psicología
que trabajan con las emociones

Descárgalo gratis en edesclee.info con el código:

5RECURSOS3007
BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA
Dirigida por Vicente Simón Pérez y Manuel Gómez Beneyto
ú lt i m o s t í t u l o s p u b l i c a d o s

110. LA PSICOTERA DE CARL ROGERS. Casos y comentarios, por B.A. Farber, D.C. Brink y
P.M. Raskin
111. APEGO ADULTO, por Judith Feeney y Patricia Noller
112. ENTRENAMIENTO ABC EN RELAJACIÓN. Una guía práctica para los profesionales de la
salud, por Jonathan C. Smith
113. EL MODELO COGNITIVO POSTRACIONALISTA. Hacia una reconceptualización teórica y
clínica, por Vittorio F. Guidano, compilación y notas por Álvaro Quiñones Bergeret
114. TERAPIA FAMILIAR DE LOS TRASTORNOS NEUROCONDUCTUALES. Integración de la
neuropsicología y la terapia familiar, por Judith Johnson y William McCown
115. PSICOTERAPIA COGNITIVA NARRATIVA. Manual de terapia breve, por Ó F. Gonçalves
116. INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA DE APOYO, por Henry Pinsker
117. EL CONSTRUCTIVISMO EN LA PSICOLOGÍA EDUCATIVA, por Tom Revenette
118. HABILIDADES DE ENTREVISTA PARA PSICOTERAPEUTAS
Vol 1. Con ejercicios del profesor
Vol 2. Cuaderno de ejercicios para el alumno, por A. Fernández Liria y B. Rodríguez Vega
119. GUIONES Y ESTRATEGIAS EN HIPNOTERAPIA, por Roger P. Allen
120. PSICOTERAPIA COGNITIVA DEL PACIENTE GRAVE. Metacognición y relación terapéuti-
ca, por Antonio Semerari (Ed.)
121. DOLOR CRÓNICO. Procedimientos de evaluación e intervención psicológica, por Jordi Miró
122. DESBORDADOS. Cómo afrontar las exigencias de la vida contemporánea, por Robert Kegan
123. PREVENCIÓN DE LOS CONFLICTOS DE PAREJA, por José Díaz Morfa
124. EL PSICÓLOGO EN EL ÁMBITO HOSPITALARIO, por E. Remor, P. Arranz y S. Ulla
125. MECANISMOS PSICO-BIOLÓGICOS DE LA CREATIVIDAD ARTÍSTICA, por J. Guimón
126. PSICOLOGÍA MÉDICO-FORENSE. La investigación del delito, por Javier Burón (Ed.)
127. TERAPIA BREVE INTEGRADORA. Enfoques cognitivo, psicodinámico, humanista y neuro-
conductual, por John Preston (Ed.)
128. COGNICIÓN Y EMOCIÓN, por E. Eich, J.F. Kihlstrom, G.H. Bower, J.P. Forgas y P.M. Niedenthal
129. TERAPIA SISTÉMICA DE PAREJA Y DEPRESIÓN, por Elsa Jones y Eia Asen
130. PSICOTERAPIA COGNITIVA PARA LOS TRASTORNOS PSICÓTICOS Y DE
PERSONALIDAD, Manual teórico-práctico, por Carlo Perris y Patrick D. Mc.Gorry (Eds.)
131. PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA TRANSCULTURAL. Bases prácticas para la acción, por Pau
Pérez Sales
132. TRATAMIENTOS COMBINADOS DE LOS TRASTORNOS MENTALES. Una guía de inter-
venciones psicológicas y farmacológicas, por Morgan T. Sammons y Norman B. Schmid
133. INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA. El saber clínico compartido, por Randolph B. Pipes
y Donna S. Davenport
134. TRASTORNOS DELIRANTES EN LA VEJEZ, por Miguel Krassoievitch
135. EFICACIA DE LAS TERAPIAS EN SALUD MENTAL, por José Guimón
136. LOS PROCESOS DE LA RELACIÓN DE AYUDA, por Jesús Madrid Soriano
137. LA ALIANZA TERAPÉUTICA. Una guía para el tratamiento relacional, por Jeremy D. Safran
y J. Christopher Muran
138. INTERVENCIONES PSICOLÓGICAS EN LA PSICOSIS TEMPRANA. Un manual de trata-
miento, por John F.M. Gleeson y Patrick D. McGorry (Coords.)
139. TRAUMA, CULPA Y DUELO. Hacia una psicoterapia integradora. Programa de autoformación
en psicoterpia de respuestas traumáticas, por Pau Pérez Sales
140. PSICOTERAPIA COGNITIVA ANALÍTICA (PCA). Teoría y práctica, por A. Ryle e I. B. Kerr
141. TERAPIA COGNITIVA DE LA DEPRESIÓN BASADA EN LA CONSCIENCIA PLENA. Un
nuevo abordaje para la prevención de las recaídas, por Zindel V. Segal, J. Mark G. Williams y
John D. Teasdale
142. MANUAL TEÓRICO-PRÁCTICO DE PSICOTERAPIAS COGNITIVAS, por I. Caro Gabalda
143. TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DEL TRASTORNO DE PÁNICO Y LA AGORAFOBIA.
Manual para terapeutas, por Pedro Moreno y Julio C. Martín
144. MANUAL PRÁCTICO DEL FOCUSING DE GENDLIN, por Carlos Alemany (Ed.)
145. EL VALOR DEL SUFRIMIENTO. Apuntes sobre el padecer y sus sentidos, la creatividad y la
psicoterapia, por Javier Castillo Colomer
146. CONCIENCIA, LIBERTAD Y ALIENACIÓN, por F. de Potestad y A.I. Zuazu Castellano
147. HIPNOSIS Y ESTRÉS. Guía para profesionales, por Peter J. Hawkins
148. MECANISMOS ASOCIATIVOS DEL PENSAMIENTO. La “obra magna” inacabada de Clark
L. Hull, por José Mª Gondra
149. LA MENTE EN DESARROLLO. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar
nuestro ser, por Daniel J. Siegel
150. HIPNOSIS SEGURA. Guía para el control de riesgos, por Roger Hambleton
151. LOS TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD. Modelos y tratamiento, por Giancarlo
Dimaggio y Antonio Semerari
152. EL YO ATORMENTADO. La disociación estructural y el tratamiento de la traumatización cró-
nica, por Onno van der Hart, Ellert R.S. Nijenhuis y Kathy Steele
153. PSICOLOGÍA POSITIVA APLICADA, por Carmelo Vázquez y Gonzalo Hervás
154. INTEGRACIÓN Y SALUD MENTAL. El proyecto Aiglé 1977-2008, por H. Fernández-Álvarez
155. MANUAL PRÁCTICO DEL TRASTORNO BIPOLAR. Claves para autocontrolar las oscilacio-
nes del estado de ánimo, por Mónica Ramírez Basco
156. PSICOLOGÍA Y EMERGENCIA. Habilidades psicológicas en las profesiones de socorro y
emergencia, por Enrique Parada Torres (coord.)
157. VOLVER A LA NORMALIDAD DESPUÉS DE UN TRASTORNO PSICÓTICO. Un mode-
lo cognitivo-relacional para la recuperación y la prevención de recaídas, por A. Gumley y M.
Schwannauer
158. AYUDA PARA EL PROFESIONAL DE LA AYUDA. Psicofisiología de la fatiga por compa-
sión y del trauma vicario, por Babette Rothschild
159. TEORÍA DEL APEGO Y PSICOTERAPIA. En busca de la base segura, por Jeremy Holmes
160. EL TRAUMA Y EL CUERPO. Un modelo sensoriomotriz de psicoterapia, por Pat Ogden,
Kekuni Minton y Clare Pain
161. INSOMNIO. Una guía cognitivo-conductual de tratamiento, por Michael L. Perlis, Carla
Jungquist, Michael T. Smith y Donn Posner
162. PSICOTERAPIA PARA ENFERMOS EN RIESGO VITAL, por Kenneth J. Doka
163. MANUAL DE PSICODRAMA DIÁDICO. Bipersonal, individual, de la relación, por P. Población
164. MANUAL BÁSICO DE EMDR. Desensibilización y reprocesamiento mediante el movimiento
de los ojos, por Barbara J. Hensley
165. TRASTORNO BIPOLAR: EL ENEMIGO INVISIBLE. Manual de tratamiento psicológico, por
Ana González Isasi
166. HACIA UNA PRÁCTICA EFICAZ DE LAS PSICOTERAPIAS COGNITIVAS. Modelos y
técnicas principales, por Isabel Caro Gabalda
167. PSICOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓN COMUNITARIA, por Itziar Fernández (Ed.)
168. LA SOLUCIÓN MINDFULNESS. Prácticas cotidianas para problemas cotidianos, por R.D. Siegel
169. MANUAL CLÍNICO DE MINDFULNESS, por Fabrizio Didonna (Ed.)
170. MANUAL DE TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN COGNITIVO CONDUCTUALES, por Mª
Ángeles Ruiz Fernández, Marta Isabel Díaz García, Arabella Villalobos Crespo
172. EL APEGO EN PSICOTERAPIA, por David J. Wallin
173. MINDFULNESS EN LA PRÁCTICA CLÍNICA, por Mª T. Miró - V. Simón Pérez (Eds.)
174. LA COMPARTICIÓN SOCIAL DE LAS EMOCIONES, por Bernard Rimé
175. PSICOLOGÍA. Individuo y medio social, por Mª Luisa Sanz de Acedo
176. TERAPIA NARRATIVA BASADA EN ATENCIÓN PLENA PARA LA DEPRESIÓN, por
Beatriz Rodríguez Vega – Alberto Fernández Liria
177. MANUAL DE PSICOÉTICA. ÉTICA PARA PSICÓLOGOS Y PSIQUIATRAS, por O. França
178. GUÍA DE PROTOCOLOS ESTÁNDAR DE EMDR. Para terapeutas, supervisores y
consultores, por Andrew M. Leeds, PhD
179. INTERVENCIÓN EN CRISIS EN LAS CONDUCTAS SUICIDAS, por A. Rocamora Bonilla
180. EL SÍNDROME DE LA MUJER MALTRATADA, por Lenore E. A. Walker y asociados a la
investigación
182. ACTIVACIÓN CONDUCTUAL PARA LA DEPRESIÓN. Una guía clínica, por Christopher R.
Martell, Sona Dimidjian y Ruth Herman-Dunn
183. PREVENCIÓN DE RECAÍDAS EN CONDUCTAS ADICTIVAS BASADA EN
MINDFULNESS. Guía clínica, por Sarah Bowen, Neha Chawla y G. Alan Marlatt
185. TERAPIA COGNITIVA BASADA EN MINDFULNESS PARA EL CÁNCER, por T. Bartley
186. EL NIÑO ATENTO. Mindfulness para ayudar a tu hijo a ser más feliz, amable y compasivo,
por Susan Kaiser Greenland
187. TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL CON MINDFULNESS INTEGRADO. Principios y
práctica, por Bruno A. Cayoun
188. VIVIR LA ANSIEDAD CON CONCIENCIA. Libérese de la preocupación y recupere su vida,
por Susan M. Orsillo, PhD, Lizabeth Roemer, PhD.
189. TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO. Proceso y práctica del cambio consciente
(mindfulness), por Steven C. Hayes; Kirk Strosahl y Kelly G. Wilson
190. VIVIR CON DISOCIACIÓN TRAUMÁTICA. Entrenamiento de habilidades para pacientes y
terapeutas, por Suzette Boon, Kathy Steele y Onno Van Der Hart
192. DROGODEPENDIENTES CON TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD. Guía de
intervenciones psicológicas, por José Miguel Martínez González y Antonio Verdejo García
193. ARTE Y CIENCIA DEL MINDFULNESS. Integrar el mindfulness en la psicología y en las
profesiones de ayuda. Prólogo de Jon Kabat-Zinn, por Shauna L. Shapiro y Linda E. Carlson
195. MANUAL DE TERAPIA SISTÉMICA. Principios y herramientas de intervención, por A. Moreno (Ed.)
197. TERAPIA DE GRUPO CENTRADA EN ESQUEMAS. Manual de tratamiento simple y
detallado con cuaderno de trabajo para el paciente, por Joan M. Farrell y Ida A. Shaw
198. TERAPIA CENTRADA EN LA COMPASIÓN. Características distintivas, por Paul Gilbert
199. MINDFULNESS Y PSICOTERAPIA. Edición ampliamente revisada del texto clásico
profesional, por Christopher K. Germer, Ronald D. Siegel y Paul R. Fulton
200. MANUAL DE TRATAMIENTO DEL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO.
Técnicas sencillas y eficaces para superar los síntomas del trastorno de estrés postraumático, por
Mary Beth Williams, PhD, LCSW y CTS, Soili Poijula, PhD
201. CUIDADOS DE ENFERMERÍA SOBRE LA BASE DE LOS PUNTOS FUERTES. Un modelo
de atención para favorecer la salud y la curación de la persona y la familia, por L. N. Gottlieb
203. EL SER RELACIONAL. Más allá del Yo y de la Comunidad, por Kenneth J. Gergen
204. LA PAREJA ALTAMENTE CONFLICTIVA. Guía de terapia dialéctico-conductual para
encontrar paz, intimidad y reconocimiento, por Alan E. Fruzzetti
206. SENTARSE JUNTOS. Habilidades esenciales para una psicoterapia basada en el mindfulness,
por Susan M. Pollak, Thomas Pedulla y Ronald D. Siegel
207. PSICOTERAPIA SENSORIOMOTRIZ. Intervenciones para el trauma y el apego, por Pat
Ogden y Janina Fisher
208. ¿TRATAR LA MENTE O TRATAR EL CEREBRO? Hacia una integración entre psicoterapia y
psicofármacos, por Julio Sanjuán
210. EL MUNDO DE LA ESCENA Psicodrama en el espacio y el tiempo, por Pablo Población
Kanappe y Elisa López Barberá; con la colaboración de Mónica González Días de la Campa
211. TRATAMIENTO BASADO EN LA MENTALIZACIÓN PARA TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD. Una guía práctica, por Anthony Bateman y Peter Fonagy
212. FOCUSING EN LA PRÁCTICA CLÍNICA. La esencia del cambio, por Ann Weiser Cornell
213. PSICOTERAPIA CENTRADA EN LA TRANSFERENCIA. Su aplicación al trastorno límite
de la personalidad, por Frank E. Yeomans, John F. Clarkin y, Otto F. Kernberg
214. TORTURA PSICOLÓGICA. Definición, evaluación y medidas, por Pau Pérez-Sales
215. MANUAL PRÁCTICO DE PSICOTERAPIA INTEGRADORA HUMANISTA. Tratamiento
de 69 problemas en los procesos de valoración, decisión y práxicos - VOL2, por Ana Gimeno-
Bayón y Ramón Rosal
216. LA FORMULACIÓN EN LA PSICOLOGÍA Y LA PSICOTERAPIA. Dando sentido a los
problemas de la gente, por Lucy Johnstone, Rudi Dallos
217. MANUAL PRÁCTICO DE TERAPIA DIALÉCTICO CONDUCTUAL. Ejercicios prácticos
de TDC para aprendizaje de Mindfulness, Eficacia Interpersonal, Regulación Emocional y
Tolerancia a la Angustia, por Matthew Mckay, Jeffrey C. Wood y Jeffrey Brantley
218. MINDFULNESS: UN CAMINO DE DESARROLLO PERSONAL. Programa de desarrollo
personal Mindfulness Based Mental Balance (MBMB), por Santiago Segovia
219. MINDFULNESS PARA EL DUELO PROLONGADO. Una guía para recuperarse de la pérdida
de un ser querido cuando la depresión, la ansiedad y la ira no desaparecen, por S. M. Kumar
220. TÉCNICAS DE TRATAMIENTO BASADAS EN MINDFULNESS. Guía clínica de la base de
evidencias y aplicaciones, por Ruth Baer (Ed.)
222. MANUAL DE TÉCNICAS Y TERAPIAS COGNITIVO CONDUCTUALES, por Marta Isabel
Díaz García, Mª Ángeles Ruiz Fernández, Arabella Villalobos Crespo
223. VIDA COMPASIVA BASADA EN MINDFULNESS. Un nuevo programa de entrenamiento
para profundizar en mindfulness con heartfulness, por Erik van den Brik; Frits Koster
224. NEUROFEEDBACK EN EL TRATAMIENTO DEL TRAUMA DEL DESARROLLO. Calmar
el cerebro impulsado por el miedo, por Sebern F. Fisher
225. AUTORREGULACIÓN CON MINDFULNESS Y YOGA. Manual básico para profesionales de
la salud mental, por Catherine P. Cook-Cottone
226. EXPERIMENTAR LA TCC DESDE DENTRO. Manual de AutoPráctica/AutoReflexión para
terapeutas, por James Bennett
227. LA PRÁCTICA DE LA TERAPIA SISTÉMICA, por Alicia Moreno
228. SIETE CASOS CLÍNICOS TRATADOS CON PSICOTERAPIA INTEGRADORA
HUMANISTA, por Ana Gimeno-Bayón (Editora)
229. MANUAL PRÁCTICO DE MINDFULNESS Y ACEPTACIÓN CONTRA LA DEPRESIÓN.
Cómo utilizar la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) para superar la depresión y crear
una vida que merezca la pena vivir, por Kirk D. Strosahl, Patricia J. Robinson
230. ENTRAR EN TERAPIA. Las siete puertas de la terapia sistémica, por Stefano Cirillo, Matteo
Selvini, Anna Maria Sorrentino
231. GUÍA PARA LA ENSEÑANZA DEL MINDFULNESS. Habilidades y competencias esenciales
para enseñar las intervenciones basadas en el mindfulness, por Rob Brandsma
232. LA INTEGRACIÓN DEL EMDR EN LA PRÁCTICA CLÍNICA, por L. Royle, C. Kerr
233. LA AUTOCOMPASIÓN EN PSICOTERAPIA. Prácticas basadas en la conciencia plena para la
curación y la transformación, por Tim Desmond, prólogo de Richard J. Davidson
234. LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA. Guía clínica para valorar, observar y apoyar
el cambio en tu cliente, por John T. Blackledge

Serie PSICOTERAPIAS COGNITIVAS


Dirigida por Isabel Caro Gabalda
171. TERAPIA COGNITIVA PARA TRASTORNOS DE ANSIEDAD. Ciencia y práctica, por David
A. Clark y Aaron T. Beck
181. PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVISTA Rasgos distintivos, por Robert A. Neimeyer
184. TERAPIA DE ESQUEMAS Guía práctica, por J. E. Young, J. S. Klosko, M. E. Weishaar
191. TRASTORNOS DE ANSIEDAD Y FOBIAS. Una perspectiva cognitiva, por Aaron T. Beck y
Gary Emery, con la colaboración de Ruth Greenberg
194. EL USO DEL LENGUAJE EN PSICOTERAPIA COGNITIVA Conceptos y técnicas principales
de la terapia lingüística de evaluación, por Isabel Caro Gabalda
196. TERAPIA DE SOLUCIÓN DE PROBLEMAS. Manual de tratamiento, por Arthur M. Nezu,
Christine Maguth Nezu y Thomas J. D’Zurilla
202. MANUAL DE INTERVENCIÓN CENTRADA EN DILEMAS PARA LA DEPRESIÓN, por
Guillem Feixas Viaplana y Victoria Compañ Felipe
205. TRABAJANDO CON CLIENTES DIFÍCILES. Aplicaciones de la terapia de valoración
cognitiva, por Richard Wessler, Sheenah Hankin y Jonathan Stern
209. MANUAL PRÁCTICO PARA LA ANSIEDAD Y LAS PREOCUPACIONES. La solución
cognitiva conductual, por David A. Clark y Aaron T. Beck
221. CONCEPTUALIZACIÓN COLABORATIVA DEL CASO. Trabajar de forma eficaz con los
clientes en la terapia cognitivo-conductual, por W. Kuyken, C. A. Padesky y Robert Dudley

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