Las Enseñanzas de Don Juan
Las Enseñanzas de Don Juan
Las Enseñanzas de Don Juan
EL HOMBRE DE CONOCIMIENTO
EL HOMBRE DE CONOCIMIENTO
1. El Conocimiento
2. El Camino del Conocimiento
3. Camino con corazón
4. Los cuatro enemigos del Hombre de Conocimiento
El ego nos ha vuelto mecánicos. Las reacciones ante las impresiones que nos llegan, son totalmente
mecánicas, porque así es como estamos "programados". Somos criaturas cargadas de hábitos y rutinas.
Asimismo nuestro entorno social nos hace creer que somos libres, si bien en realidad no lo somos tanto,
porque pocas veces podemos decidir por nuestra cuenta.
Hay demasiados elementos dentro de nuestra psicología que condicionan nuestra conducta;
demasiadas ideas preconcebidas enquistadas dentro de nosotros, acerca de lo que nos rodea, de lo que
somos, de lo que nos gustaría ser; y eso nos impide ver la realidad y expresarnos de manera natural.
No es muy difícil darse cuenta de ello por uno mismo; basta con auto-observarse un poco durante el día,
para estudiar las reacciones que tenemos. Podremos ver entonces, que en la mayoría de situaciones,
aunque aparentemente parece que escogemos libremente el actuar de una forma u otra, veremos que
hay algo dentro de nosotros que condiciona nuestros actos. Si nos fijamos veremos que no siempre
hacemos ni pensamos lo que queremos.
Esta es la manera como vivimos; como vive el Hombre Común; como una marioneta gobernada por
toda esa carga que llevamos en nuestro interior, es decir por el Ego, que se constituye de nuestros
miedos, culpabilidades, codicia, ira, envidia, orgullo, lujuria, etc. ... e innumerables defectos más que
tienen atrapada a nuestra esencia más pura, la Conciencia.
Todo eso conlleva muchas tensiones, sufrimientos, incongruencias internas. A menudo nos
encontramos que estamos haciendo algo, pero entonces entra la mente y nos dice que deberíamos estar
haciendo otra cosa y mientras, el cuerpo está deseando hacer otra distinta. Al final el desgaste
energético es enorme.
Podremos darnos cuenta de que no hay una uniformidad absoluta dentro de nosotros, un equilibrio,
una autoridad interna.
¿Porque no podemos dejar de pensar? ¿Por qué no somos
coherentes, y ahora pensamos una cosa y a los cinco
minutos lo vemos de forma distinta? Pues porque en
realidad, no somos una unidad. Hay miles de elementos
en nuestro interior, que piensan, sienten y actúan por
nosotros.
Pero existe la posibilidad de cambiar. Se puede dejar de
transitar por la vida con la conciencia dormida; se puede
dejar de ser un hombre común para convertirse en
Hombre de Conocimiento.
El Hombre de Conocimiento es aquel que un buen día, oyó
a su Conciencia que le susurraba a su corazón que había
cosas que no encajaban con la descripción que tenía del
mundo. Es aquel que al darse cuenta de que vivía
experiencias que no eran compatibles con su "programa
psicológico", empezó a plantearse si existirían respuestas
para tantos misterios.
Entonces empezó a buscar esas respuestas. Aunque seguía
encadenado dentro de la "caverna" de Platón, empezó a
girar la cabeza hasta que encontró la Luz.
La luz no es otra cosa que el Conocimiento. El único punto
de referencia que puede ayudar al Hombre Común a convertirse en Hombre de Conocimiento, es decir,
a ver el mundo de forma distinta, a darse cuenta que está dormido y encadenado detrás de una barrera
racional que le hace confundir la realidad con una mera representación de ésta.
El Conocimiento
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Camino con corazón
-
"Siempre hay que escoger el camino con corazón
para estar lo mejor posible, quizá para poder reír
todo el tiempo." Y para escogerlo tiene que estar
libre de ambición y de miedo. Para una vez
escogido, recorrerlo con corazón: un camino de
corazón y con corazón.
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Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡El miedo!. Un enemigo terrible:
traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando,
esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su
búsqueda.
Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo
natural.
- ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
- No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de
conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la
claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras
viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
- Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota?
- Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con
paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi
un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus
ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo.
Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ese será
el verdadero poder.
- ¿Perderá su poder?
- No, nunca perderá claridad ni su poder.
- Entonces, ¿qué le distinguirá de un hombre de conocimiento?
- Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente como manejarlo. El poder es solamente
una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni
cuando usar su poder.
- La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos, ¿es definitiva?
- Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
- ¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
- No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.
- ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
- Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de
conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.
- Pero entonces, Don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero
finalmente lo conquiste
- No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo, nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no
volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará
conquistándolo, porque nunca se ha abandonado a él en realidad.
- ¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, Don Juan?
- Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que
aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas,
manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la
claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces
sabrá cómo y cuando usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
Lo malo de hacer preguntas es que lo que queremos averiguar nunca se revela cuando uno lo pide.
Siempre que un hombre se propone aprender debe trabajar arduamente. Los límites de su aprendizaje
están, sin embargo, determinados por su propia naturaleza. El hombre vive solo para aprender.
nada en este mundo es un regalo: todo cuanto hay que aprender debe aprenderse por el camino difícil.
Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es obscuro; su
intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que
cuesta aprender.
Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Lo que se aprende no es nunca
lo que uno creía. Y así comienza a tener miedo. Cada paso del aprendizaje es un problema y el miedo
empieza a crecer sin misericordia, sin ceder.
Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo!. Un enemigo terrible:
traicionero y enredado. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Si el
hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.
No hay nada malo en tener miedo. Cuando uno teme, ve las cosas en forma distinta. Una de las fuerzas
más grandes en la vida es el miedo pues nos impulsa a aprender.
Al hombre que corre por miedo nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de
conocimiento; llegará a ser hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido.
Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias de saber.
La respuesta para superar el miedo es muy sencilla. No debes correr. Debes desafiar a tu miedo y pese a
él debes dar el siguiente paso en tu aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debes estar lleno de
miedo, pero no debes detenerte. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que tu primer enemigo se
retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea
aterradora, ocurre poco a poco; y, sin embargo, el miedo se conquista rápido y de repente.
Una vez que el hombre ha conquistado el miedo, está libre por el resto de su vida, porque cambio del
miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, un hombre
conoce sus deseos y sabe satisfacerlos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad
nítida lo rodea todo. Siente que nada está oculto.
"Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad!. Esa claridad de mente, tan difícil de obtener,
dispersa el miedo, pero también ciega.
Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje,
porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene ante nada.
Por todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión
de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y ser para aprender. Se apurará cuando debía ser
paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine
incapaz de aprender nada más.
Si un hombre es derrotado por su segundo enemigo parará en seco sus intentos de hacerse hombre de
conocimiento; en vez de eso, puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que
tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya
no aprenderá ni ansiará nada más.
Para evitar la derrota debe hacer lo que hizo con el miedo: desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y
esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su
claridad es casi un error y vendrá un momento en que comprenda que ella era sólo un punto delante de
sus ojos. Así habrá vencido a su segundo enemigo y llegará a una posición donde nada puede ya
dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión.
Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el
poder!. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla.
El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de
todo, el hombre es de veras invencible. El manda; empieza tomando riesgos calculados y termina
haciendo reglas, porque es el amo del poder.
Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin
saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel,
caprichoso.
Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente como manejarlo.
El poder es sólo una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede
decidir como ni cuando usar su poder.
Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza, quiere decir que la batalla sigue, que
todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no
lucha y se abandona.
Para vencer a su tercer enemigo: el poder, tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a
darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe
tenerlo a raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que,
sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que
todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin
advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez!. Este enemigo es el más cruel de todos, el único
al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.
Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en
que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que se siente un deseo constante de
descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá
perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse
vencerá todo su conocimiento, su claridad y su poder.
Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, pude entonces ser llamado
hombre de conocimiento, aunque sea tan solo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último
enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes.
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3 comentarios:
Unknown dijo...
Las imágenes son muy hermosas, me gustaría saber quien las creó.. muchas
gracias
27 de diciembre de 2013, 16:44
Unknown dijo...
El conocimiento que aquí describes el la verdad absoluta, el cero metafísico. El
conocimiento es ser, Sadghuru, Atman.
El conocimiento basado en el intelecto es una forma de ignorancia según las
escuelas de pensamiento no dual.
Bellísimo articulo, me ha encantado.
23 de noviembre de 2017, 14:49
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