Filosofia Del Espacio y El Tiempo

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FILOSOFÍA DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

https://www.academia.edu/44809852/FILOSOF%C3%8DA_DEL_ESPACIO_Y_EL_TIEMPO

RAFAEL AGUSTÍ TORRES

ANTROPÓLOGO

MIEMBRO DE LA NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY


FILOSOFÍA DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

La filosofía del espacio y el tiempo es la rama de la filosofía que se ocupa de los


problemas que rodean la ontología (rama de la filosofía que estudia conceptos como
existencia, ser, devenir y realidad, incluyendo preguntas de cómo las entidades se
agrupan en categorías básicas y cuáles de estas entidades existen en el nivel más
fundamental; la ontología se incluye tradicionalmente como parte de la principal rama
de la filosofía, la metafísica), la epistemología (rama de la filosofía que trata del
conocimiento, estudia la naturaleza del conocimiento, la justificación epistémica y la
racionalidad de la creencia entre otros temas; la epistemología es considerada una de
las cuatro ramas principales de la filosofía, junto con la ética, la lógica y la metafísica) y
el carácter del espacio y el tiempo. Si bien estas ideas han sido fundamentales para la
filosofía desde sus inicios, la filosofía del espacio y el tiempo fue tanto una inspiración
como un aspecto central de la filosofía analítica temprana. El tema se centra en una
serie de cuestiones básicas que incluyen si el tiempo (el progreso continuo e indefinido
de la existencia y los eventos que ocurren en una sucesión aparente e irreversible
desde el pasado, pasando por el presente, hasta el futuro) y el espacio (la extensión
tridimensional ilimitada en la que los objetos y eventos tienen posición y dirección
relativas) existen independientemente de la mente, si existen independientemente el
uno del otro, qué explica el flujo aparentemente unidireccional del tiempo, si existen
tiempos distintos al momento presente y cuestiones sobre la naturaleza de la
identidad (particularmente la naturaleza de la identidad a lo largo del tiempo).

I. ANTECEDENTES Y FUNDAMENTOS

I.1. EL ETERNO RETORNO

Las culturas antiguas como egipcios, babilonios, griegos así como los incas, mayas,
hopis y otras tribus americanas, junto a doctrinas como el budismo y el jainismo, entre
otras, tienen un concepto de rueda del tiempo, considerando el tiempo como cíclico y
cuántico. Este concepto circular del tiempo tiene sus raíces, por una parte, en las ideas
de eternidad e inmortalidad del antiguo Egipto, donde el escarabajo era considerado
símbolo de la renovación eterna de la vida. El modelo de universo cíclico es también
muy importante dentro de las doctrinas hinduista y budista, a través de su concepto de
rueda de la vida o samsara, que representa un ciclo sin fin de nacimiento, vida y
muerte, del cual es necesario liberarse. Estas ideas fueron retomadas en Occidente por
los filósofos pitagóricos y estoicos, entre otros. En el Renacimiento, los alquimistas
representaban el ouroboros (la serpiente que se come la cola) como símbolo por
excelencia de la eterna repetición. La repetición incesante fue esgrimida por
pensadores posteriores como Giambattista Vico, con su teoría de los cursos y recursos
(ciclos) interminables de la historia, o Friedrich Nietzsche, con su concepto del eterno
retorno de lo idéntico, en el que, a diferencia, de la visión cíclica del tiempo, no se
trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino de que los
mismos acontecimientos se vuelven a repetir en el mismo orden, tal como ocurrieron,
sin posibilidad de variación. Científicos modernos y actuales como Henri Poincaré, con
su teoría de la recurrencia; Roger Penrose, con su cosmología cíclica conforme; John
Richard Gott, con su teoría de los universos autogobernados, o Peter Lynds, que
supone la repetición infinita del tiempo (no hay un “ahora” solo secuencias de
eventos) contemplan, cada cual a su manera, una visión circular e interminable del
tiempo y el universo que viene a coincidir llamativamente, en lo fundamental, con la
de las culturas antiguas.

I.2. ALGUNAS TRADICIONES Y CULTURAS. LOS FILÓSOFOS GRIEGOS.

La filosofía del tiempo más antigua registrada fue expuesta por el sabio egipcio
Ptahhotep (c. 2650-2600 a.C.) quien dijo: “Sigue tu deseo mientras vivas, y no hagas
más de lo ordenado, no disminuyas el tiempo de seguir el deseo, porque perder el
tiempo es una abominación para el espíritu… (Máximas de Ptahhotep, XI). Los Vedas,
los primeros textos sobre la filosofía hindú (II milenio a.C.), describen la antigua
cosmología hindú, en la que el universo atraviesa ciclos repetidos de creación,
destrucción y renacimiento, durando cada ciclo 4.320.000 años (Thompson, R. L. 2007,
p. 225). Los incas consideraban el espacio y el tiempo como un concepto único llamado
“pacha” (Manga Qespi, A. E. 2010, pp. 155-189; Steele, P. R. & Allen, C. J. p. 86),
también es bien conocido el avanzado conocimiento de los mayas en cuanto al tiempo
y su calendario cíclico. En el Antiguo Testamento (Eclesiastés) el tiempo (“iddan”,
“zeman”) se traduce tradicionalmente como medio para el paso de los eventos
predestinados. El idioma griego denota dos principios distintos: “chronos” y “kairos”
para referirse al tiempo, el primero se refiere al tiempo numérico o cronológico, el
segundo (lit. “el momento justo u oportuno”), se relaciona específicamente con el
tiempo metafísico o divino; en teología, kairos, es cualitativo, en oposición a chronos,
cuantitativo. En la mitología griega, chronos se identifica como la personificación del
tiempo.

Los primeros filósofos, los griegos presocráticos, operaron el trasvase o transformación


del mito en el logos, es decir, de una visión de los fenómenos basada en la superstición
y la fábula, a una concepción de los mismos fundada en el entendimiento y la razón,
primer antecedente de la ciencia moderna. Advirtieron en primer lugar que el mundo,
o physis, es una realidad diversa (sustancia) que se halla en continua y perpetua
transformación, lo que de alguna forma ya prefigura los modernos conceptos de
espacio y tiempo. Para dichos filósofos, el problema del “espacio”, en concreto, se
centró en la discusión en torno a “lo lleno” y “lo vacío”, o, lo que es lo mismo, en torno
al ser y al no ser. Sobre el “tiempo”, distinguían entre lo intemporal, ligado al ser, y lo
temporal, ligado al devenir. Los pitagóricos se introdujeron en el problema de la
abstracción, a través de un elemento nuevo: creando la metafísica del número. Si para
Tales de Mileto el principio generador del universo era el agua y para Anaximandro el
infinito, para los pitagóricos el número subyacía a toda realidad. Heráclito de Éfeso
consideraba que todo se hallaba en perpetuo cambio y transformación; el movimiento
es la ley del universo, y su principio, el fuego. “Todo fluye” afirmaba, por lo que para él
primaba el tiempo o devenir sobre el ser. Parménides de Elea representa
tradicionalmente la postura contraria, entendía, por ejemplo, la eternidad, no como
duración infinita, sino como negación del tiempo: “El ser nunca ha sido ni será, porque
es ahora todo él, uno y continuo”. Parménides opinaba que el movimiento es
imposible, pues el cambio es el paso del ser al no ser o a la inversa, del no ser al ser.
Esto es inaceptable, ya que el no ser no existe y nada puede surgir de él. Platón supone
una especie de síntesis, es decir, la unión o suma de estas dos doctrinas presocráticas
contrapuestas.
Por un lado tenemos el mundo sensible, caracterizado por un proceso constante de
transformación, y por otro, el mundo abstracto y perfecto de las ideas, caracterizado
por la eternidad y la incorruptibilidad. Platón, en el Timeo, identificó el tiempo con el
periodo de movimiento de los cuerpos celestes, y el espacio con aquello en que las
cosas llegan a ser. Aristóteles, discípulo de Platón, consideraba el mundo como
formado de sustancia, dotada a su vez de materia y de forma, pero no creía en la
división platónica entre mundo sensible y mundo de las ideas. Por otra parte, definió el
tiempo como “el número del movimiento según el antes y el después… Ahora bien, es
imposible que se generen o destruyan ni el movimiento (pues existe de siempre), ni el
tiempo, ya que no podría existir el antes y el después si no hubiera tiempo. Y
ciertamente, el movimiento es continuo como el tiempo, pues este o es lo mismo o es
una afección del movimiento” (Metafísica, IV, 11). Por otro lado, Zenón de Elea
pensaba que ni movimiento ni tiempo ni espacio eran reales, lo que trató de
demostrar a través de sus conocidas paradojas, las cuales muchas veces han sido
consideradas simples sofismas o falacias. Aristóteles demostró su falsedad, sin
embargo, los matemáticos actuales tienden a exaltar la figura de Zenón,
principalmente porque de sus planteamientos se derivaría más tarde el llamado
cálculo infinitesimal. El espacio en sí fue abstraído y descrito en sus elementos
esenciales por el que se ha denominado padre de la geometría, Euclides de Alejandría,
quien habría recogido el legado de Pitágoras. Más de dos mil años más tarde, Albert
Einstein procedería, a través de la Teoría de la Relatividad, a fundir por primera vez las
categorías de espacio y tiempo, totalmente separadas desde Euclides, en lo que se ha
denominado como una “geometrización” de la física: el espacio-tiempo (Withrow, G. J.
1980, p. 4).

I.3. ANTIGÜEDAD TARDÍA Y EDAD MEDIA

En el Libro XI de las Confesiones, San Agustín, reflexiona sobre la naturaleza del tiempo
preguntando: “¿Qué es entonces el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé: si deseo
explicárselo a alguien que pregunta, no lo sé”. Agustín continúa comentando la
dificultad de pensar en el tiempo, señalando la inexactitud del habla común: “Porque
hay pocas cosas de las que hablamos correctamente; de la mayoría de las cosas que
hablamos incorrectamente, aun así se entienden las intenciones”. Pero Agustín
presentó el primer argumento filosófico para la realidad de la Creación (contra
Aristóteles) en el contexto de su discusión sobre el tiempo, diciendo que el
conocimiento del tiempo depende del conocimiento del movimiento de las cosas
(Ciudad de Dios, Libro XI, cap. 6). Para San Agustín, Dios es el creador de todo lo que
existe en el tiempo y considera que el tiempo consiste en “pasar de un pasado que ya
no existe, a un presente cuyo ser consiste en pasar al futuro, que todavía no es”.
Concluye que el tiempo se da en el espíritu o alma humana en cuanto capacidad de
enlazar el pasado retenido en la memoria con la expectativa del futuro en el presente,
lo que es posible por la permanencia de la identidad subjetiva del alma. Subraya
Agustín entonces el carácter subjetivo del tiempo con una mentalidad avanzada de lo
que será en la Edad Moderna la conciencia de Descartes (Agustín llegaría a afirmar “Si
enim fallor, sum” –si me equivoco es porque existo-, que recuerda el “cogito ergo
sum” de Descartes). El filósofo cristiano Juan Philoponus presentó argumentos
tempranos adoptados por filósofos y teólogos cristianos posteriores en la forma
“argumento de la imposibilidad de la existencia de un infinito real” que establece:

 “Un infinito real no puede existir”.


 “Una regresión temporal infinita de eventos es un infinito actual”.
 “No puede existir una regresión infinita de eventos”.

En contraste con los filósofos griegos antiguos que creían que el universo tenía un
pasado infinito sin comienzo, los filósofos y teólogos medievales desarrollaron el
concepto de que el universo tiene un pasado finito con un comienzo, ahora conocido
como finitismo temporal, esta visión se inspiró en el mito de la creación compartido
por las tres religiones abrahámicas: el judaísmo, el cristianismo y el islam (Craig, W. L.
1979, pp. 165-170).

Para San Anselmo de Canterbury, las cosas creadas no podían proceder de la materia,
sino de la nada, a partir de la actividad divina; así mismo, la creación es “continua”.
Para el filósofo musulmán Averroes, la elección de la creación de Dios es eterna y
constante, y no puede hablarse de un comienzo del mundo. A principios del siglo XI, el
filósofo musulmán Ibn al-Haytham (Alhacen o Alhazen) discutió la percepción del
espacio y sus implicaciones epistemológicas en su Libro de Óptica (Kitab al-Manazir)
escrito entre 1011 y 1021; al-Haytham también rechazó la definición de “topos” de
Aristóteles (Física, Libro IV) mediante demostraciones geométricas y definió el lugar
como una extensión espacial matemática (El-Bizri, N. 2007, pp. 57-80). Su prueba
experimental del modelo de visión de intromisión condujo a cambios en la
comprensión de la percepción visual del espacio, contrariamente a la teoría previa de
la emisión de la visión apoyada por Euclides y Ptolomeo, esta teoría proponía que la
percepción visual se logra mediante los rayos oculares emitidos por los ojos; por el
contrario, la teoría de la intromisión establece que la percepción visual proviene de
algo representativo del objeto (luego establecido como rayos de luz reflejados por él)
que ingresan a los ojos; la física moderna ha confirmado que la luz es transmitida
físicamente por fotones desde una fuente de luz, como el sol, a objetos visibles, y
terminando con el detector, como un ojo humano o una cámara. Esta teoría fue
apoyada por Isaac Newton, John Locke y otros, en el siglo XVIII. Al “vincular la
percepción visual del espacio a la experiencia corporal previa, Alhacen rechazó
inequívocamente la intuición de la percepción espacial y, por lo tanto, la autonomía de
la visión. Sin nociones tangibles de distancias y tamaño para la correlación, la vista no
puede decirnos casi nada sobre tales cosas” (Smith, A. M. 2005, pp. 219-240). San
Alberto Magno afirmó: “El comienzo del mundo por creación no es una proposición
física y no puede demostrarse físicamente” (Physica, VIII, 1, 4). Por otro lado Guillermo
de Ockham, refutando la metafísica tradicional que partía de Aristóteles, admitía la
“probabilidad” de las cosas, así, la eternidad es altamente probable, dada la dificultad
de concebir el comienzo del mundo en el tiempo. Por otra parte, para la Kabbalah “el
tiempo es una paradoja y una ilusión” (Hus, B. & Pasi, M. 2011; Wolfson, E. R. 2006, p.
111).

I.4. EDAD MODERNA Y CONTEMPORÁNEA: IDEAS, TEORÍAS, DEBATES.

Una de las aportaciones más importantes realizadas al estudio del tiempo en el siglo
XIX es la obra de F. W. J. Schelling, una de las figuras relevantes del llamado idealismo
alemán. La obra clave para el estudio de esta cuestión en este filósofo es Las Edades
del Mundo (Die Weltalter) un texto que no fue publicado en vida del autor y del que
hay tres versiones muy similares (1811, 1813 y 1815) aunque diferentes en algunos
aspectos importantes. En este trabajo Schelling pretende conocer el tiempo
premundano (vorweltlichen Zeit), es decir, el tiempo anterior a la creación del mundo.
Sin embargo, esto no es posible porque no tenemos fuentes directas; utiliza, por lo
tanto, fuentes indirectas: estas consisten en el autoconocimiento del ser humano
(método antropomorfista) y en discursos revelados, básicamente en el Antiguo
Testamento. Su investigación le llevó a una conclusión de que el verdadero pasado es
el pasado anterior a la creación del mundo y el verdadero futuro es el postmundano.
Schelling defendió un concepto orgánico del tiempo, donde cada ser posee su propio
tiempo interno y critica una concepción objetivista de la temporalidad: “Ninguna cosa
tiene un tiempo exterior, sino que cada cosa solo tiene un tiempo interior, propio,
innato e inherente a ella” (Schelling, F. W. J. 2002, p. 97). Su estudio del tiempo
debemos situarlo dentro de una concepción teológica, ya que identifica el pasado con
el Padre, el presente con el Hijo y el futuro con el Espíritu; elabora, de esta forma, un
sistema trinitario que se identifica con cada una de las manifestaciones de la divinidad
defendidas por la religión cristiana.

I.4.a. REALISMO/ANTIRREALISMO. ABSOLUTISMO/RELACIONISMO.

Históricamente, ha habido diferentes puntos de vista sobre el concepto de espacio y


tiempo absolutos, Gottfried Leibniz opinaba que el espacio no tenía sentido excepto
como la ubicación relativa de los cuerpos, y el tiempo no tenía sentido excepto como
el movimiento relativo de los cuerpos (Ferraro, R. 2007); por su parte, George Berkeley
sugirió que, sin ningún punto de referencia, una esfera en un universo que de otro
modo estaría vacío no podría concebirse para rotar, y un par de esferas podría
concebirse para rotar entre sí, pero no para rotar sobre su centro de la gravedad
(Davies, P. & Gribbin, J. 2007, p. 70), un ejemplo planteado mucho más tarde por
Albert Einstein en su desarrollo de la relatividad general.

Los conceptos de universo, espacio y tiempo, tal como hoy los entendemos, tienen su
origen en los grandes pioneros de la ciencia surgidos en la época renacentista, Kepler,
Galileo y Francis Bacon, quienes abrieron camino, con el sustento racionalista de
Descartes, a las grandes teorías de la materia en la Edad Moderna y Contemporánea.
Una posición realista (en metafísica, el realismo sobre un objeto dado es la visión de
que este objeto existe en realidad independientemente de nuestro esquema
conceptual, en términos filosóficos, estos objetos son ontológicamente
independientes del esquema conceptual, percepciones, prácticas lingüísticas,
creencias, etc. de alguien) tradicional en ontología es que el tiempo y el espacio tienen
existencia aparte de la mente humana, el idealismo (constituido por diversos puntos
de vista metafísicos, que afirman que la “realidad” es de alguna manera indistinguible
o inseparable de la percepción y/o comprensión humanas, que en algún sentido está
constituida mentalmente o que de otra manera está estrechamente relacionada con
ideas) por el contrario, niega o duda de la existencia de objetos independientes de la
mente; por otro lado algunos anti-realistas, cuya posición ontológica es que los objetos
fuera de la mente sí existen, dudan sin embargo de la existencia independiente del
tiempo y el espacio. En 1781, Immanuel Kant publicó la Crítica de la Razón Pura (Kritik
der reinen Vernunft) una de las obras más influyentes de la historia de la filosofía del
espacio y el tiempo y donde su autor busca determinar los límites y alcances de la
metafísica. Kant describe el tiempo como una noción a priori que, junto con otras
nociones a priori como el espacio, nos permite comprender la existencia sensorial.
Kant sostiene que ni el espacio ni el tiempo son sustancia (una sustancia es distinta de
sus propiedades), entidades en sí mismas o aprendidas por la experiencia; sostiene,
más bien, que ambos son elementos de un marco sistemático que usamos para
estructurar nuestra experiencia. Las medidas espaciales se utilizan para cuantificar la
distancia entre los objetos, y las mediciones temporales se utilizan para comparar
cuantitativamente el intervalo entre (o la duración) de los eventos. Aunque el espacio
y el tiempo se consideran trascendentalmente ideales en este sentido, también son
empíricamente reales, es decir, no simples ilusiones (algunos autores como J. M. E.
McTaggart en “The Unreality of Time” han argumentado que el tiempo es una ilusión).

El gran debate entre definir las nociones de espacio y tiempo como objetos reales en sí
mismos (absolutos), o simples ordenamientos sobre objetos reales (relacionales),
comenzó entre Isaac Newton (a través de su portavoz Samuel Clarke) y Gottfried
Leibniz testimoniado en los artículos de la correspondencia Leibniz-Clarke.
Argumentando en contra de la posición absolutista, Leibniz ofrecía una serie de
experimentos mentales con el propósito de mostrar que existe una contradicción al
asumir la existencia de hechos como la ubicación absoluta y la velocidad. Estos
argumentos se basan en gran medida en dos principios centrales de su filosofía:

 El principio de razón suficiente que sostiene que para cada hecho, hay una
razón suficiente para explicar qué y porqué es así y no de otra manera.
 La identidad de los indiscernibles que establece que si no hay forma de
diferenciar dos entidades, entonces son una y la misma cosa.

El ejemplo que utiliza Leibniz involucra dos universos propuestos situados en el espacio
absoluto. Sin embargo, tal situación no es posible, según Leibniz, porque si lo fuera la
posición de un universo en el espacio absoluto no tendría razón suficiente, como bien
podría haber sido en cualquier otro lugar. Por lo tanto, contradice el principio de razón
suficiente, y podrían existir universos distintos que fueran en todos los sentidos
indiscernibles, contradiciendo así la identidad de los indiscernibles. En la respuesta de
Clarke (y Newton) a los argumentos de Leibniz se destaca el argumento del cubo: el
agua en un cubo, colgado de una cuerda y puesto a girar, comenzará con una
superficie plana, a medida que el agua comienza a girar en el cubo, la superficie del
agua se vuelve cóncava; si se detiene el cubo, el agua continuará girando y, mientras
continua el giro, la superficie permanecerá cóncava. La superficie cóncava
aparentemente no es el resultado de la interacción del cubo y el agua, ya que la
superficie es plana cuando el cubo comienza a girar, se vuelve cóncava cuando el agua
comienza a girar y permanece cóncava cuando el cubo se detiene. En esta respuesta,
Clarke defiende la necesidad de la existencia de un espacio absoluto para dar cuenta
de fenómenos como la rotación y la aceleración que no pueden explicarse con una
explicación puramente relacionista. Clarke argumenta que, dado que la curvatura del
agua ocurre tanto en el cubo giratorio como en el cubo estacionario que contiene agua
en rotación, solo se puede explicar afirmando que el agua gira en relación con la
presencia de una tercera cosa: el espacio absoluto. Los conceptos de tiempo y espacio
absolutos fueron introducidos originalmente Por Sir Isaac Newton en su obra
Philosophiae Naturalis Principia Mathematica y proporcionaron una base teórica que
facilitó la mecánica newtoniana (Knudsen, J. M. & Hjorth, P. 2012, p. 30). Según
Newton, el tiempo absoluto y el espacio, respectivamente, son aspectos
independientes de la realidad objetiva:

“El tiempo absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y de su propia naturaleza


fluye equitativamente sin tener en cuenta nada externo, y con otro nombre se le llama
duración: tiempo relativo, aparente y común, es una medida sensible y externa (ya sea
precisa o desigual) de duración por medio del movimiento, que se usa comúnmente en
lugar del tiempo verdadero…”.

Según Newton, el tiempo absoluto existe independientemente de cualquier perceptor


y progresa a un ritmo constante en todo el universo. A diferencia del tiempo relativo,
Newton creía que el tiempo absoluto era imperceptible y solo podía entenderse
matemáticamente. Según Newton, los seres humanos solo son capaces de percibir el
tiempo relativo, que es una medida de los objetos perceptibles en movimiento (como
la luna o el sol), de estos movimientos inferimos el paso del tiempo:

“El espacio absoluto, por su propia naturaleza, sin importar nada externo, permanece
siempre similar e inamovible. El espacio relativo es una dimensión o medida móvil de
los espacios absolutos, que nuestros sentidos determinan por su posición con respecto
a los cuerpos y que se toma vulgarmente por espacio inamovible… El movimiento
absoluto es la traslación de un cuerpo de un lugar absoluto a otro, y el movimiento
relativo, la traslación de un lugar relativo a otro”.

Estas nociones de Newton implican que el espacio y el tiempo absolutos no dependen


de eventos físicos, sino que son un telón de fondo o escenario dentro del cual ocurren
los fenómenos físicos. Por lo tanto, todo objeto tiene un estado de movimiento
absoluto en relación con el espacio absoluto, de modo que un objeto debe estar en un
estado de reposo absoluto o moverse a una velocidad absoluta.

Para apoyar sus puntos de vista, Newton proporcionó algunos ejemplos empíricos:
según Newton, se puede inferir que una esfera giratoria solitaria gira sobre su eje en
relación con el espacio absoluto al observar el abultamiento de su ecuador y de un par
de esferas solitarias unidas entre sí por una cuerda puede inferirse que la cuerda está
en rotación absoluta alrededor de su centro de gravedad (baricentro) observando la
tensión en la cuerda. Por su parte, Leibniz describe un espacio que existe solamente
como una relación entre objetos y que no tiene existencia aparte de la existencia de
esos objetos. El movimiento existe solo como una relación entre esos objetos. El
espacio newtoniano proporcionó el marco de referencia absoluto dentro del cual los
objetos pueden tener movimiento, en el sistema de Newton, el marco de referencia
existe independientemente de los objetos que contiene, estos objetos pueden
describirse como en movimiento en relación al espacio mismo; durante casi dos siglos,
la evidencia de una superficie de agua cóncava tuvo autoridad.
Otra figura importante en este debate es el físico y filósofo austríaco Ernst Mach, quien
si bien no negó la existencia de fenómenos como el que se ve en el argumento del
cubo, todavía negó la conclusión absolutista al ofrecer una respuesta diferente en
cuanto a con qué estaba girando el cubo: las estrellas fijas.

Mach sugirió que los experimentos mentales como el argumento del cubo son
problemáticos; si tuviéramos que imaginar un universo que solo contiene un cubo,
según Newton, este cubo podría configurarse para girar en relación con el espacio
absoluto, y el agua que contiene formaría la superficie cóncava característica. Pero en
ausencia de cualquier otra cosa en el universo, sería difícil confirmar que el cubo
realmente estuviera girando; parece igualmente posible que la superficie del agua en
el cubo permanezca plana. Mach argumentó que, en efecto, el experimento del agua
en un universo que de otro modo estaría vacío permanecería plana, pero si se
introdujera otro objeto en este universo, tal vez una estrella distante, ahora habría
algo relativo a lo que el cubo podría verse como girando. Es posible que el agua dentro
del cubo tenga una ligera curva, para dar cuenta de la curva que observamos, un
aumento en el número de objetos en el universo también aumenta la curvatura del
agua. Mach argumentó que el impulso de un objeto, ya sea angular o lineal, existe
como resultado de la suma de los efectos de otros objetos en el universo, esto está
asentado por el denominado “Principio de Mach” o “Conjetura de Mach” que, de
forma muy general, podría expresarse como que “las leyes físicas locales están
determinadas por la estructura a gran escala del universo” (Hawking, S. W. & Rayner
Ellis, G. F. 1973, p. 1), o en palabras del propio Mach:

“En consecuencia, cuando decimos que un cuerpo conserva sin cambios su dirección y
velocidad en el espacio, nuestra afirmación no es ni más ni menos que una referencia
abreviada al universo entero”. (E. Mach; citado por Ciufolini y Wheeler: Gravitation
and Inertia, p. 387).

Por tanto, el Principio de Mach propone que la mecánica se trata completamente del
movimiento relativo de los cuerpos y, en particular, la masa es una expresión de dicho
movimiento relativo; según Mach, los ejemplos de Newton simplemente ilustran la
rotación relativa de esferas y la mayor parte del universo (Ciufolini. I. & Wheeler, J. A.
1995, pp. 386-387). Estas visiones que se oponen al espacio y el tiempo absolutos
pueden verse desde una perspectiva moderna, como un intento de introducir
definiciones operativas para el espacio y el tiempo, una perspectiva que se hace
explícita en la teoría especial de la relatividad. Incluso dentro del contexto de la
mecánica newtoniana, la visión moderna es que el espacio absoluto es innecesario, en
cambio, ha tenido prioridad la noción de marco de referencia inercial, es decir, un
conjunto preferido de marcos de referencia que se mueven uniformemente entre sí.
Las leyes de la física se transforman de un marco inercial a otro de acuerdo con la
relatividad galileana que establece que las leyes del movimiento son las mismas en
todos los marcos inerciales, lo que lleva a las siguientes objeciones al espacio absoluto,
tal como lo describe Milutin Blagojevic (Blagojevic, M. 2002, p. 5):

 La existencia del espacio absoluto contradice la lógica interna de la mecánica


clásica ya que, según el principio de relatividad galileana, ninguno de los
marcos inerciales puede ser singularizado.
 El espacio absoluto no explica las fuerzas inerciales ya que están relacionadas
con la aceleración con respecto a cualquiera de los marcos inerciales.
 El espacio absoluto actúa sobre los objetos físicos al inducir su resistencia a la
aceleración, pero no se puede actuar sobre él.

En la práctica, las tramas inerciales a menudo se toman como tramas que se mueven
uniformemente con respecto a las estrellas fijas. Por tanto, matemáticamente
podemos definir al espacio, como se entiende en la mecánica newtoniana, como
tridimensional y euclidiano, con una orientación fija y se denota E (tridimensional). Si
algún punto O en E (tridimensional) es fijo y se define como un origen, la posición de
cualquier punto P en E (tridimensional) está determinada únicamente por su vector de
radio r=OP (vector, cuyo origen coincide con el punto O y su final con el punto P). El
espacio vectorial lineal tridimensional R (tridimensional) es un conjunto de todos los
vectores de radio. El espacio R (tridimensional) está dotado de un producto escalar <,>.
El tiempo es un escalar que es el mismo en todo el espacio E (tridimensional) y se
denota como t. El conjunto ordenado t (conjunto) se denomina eje del tiempo. El
movimiento es una función r: delta-R (tridimensional) que mapea un punto en el
intervalo (delta) desde el eje del tiempo a una posición (vector de radio) en R
(tridimensional).

I.4.b. BERGSON Y EL EXISTENCIALISMO.


El existencialismo, filosofía irracionalista de corte humanístico (“el existencialismo es
un humanismo” afirmó Sartre), al igual que el filósofo francés Henri Bergson, adopta
una suerte de visión antropocéntrica de los grandes temas estudiados, y más
concretamente del “tiempo”.

Esta postura se aleja considerablemente de los paradigmas y el rigor cosmológico que


se acaban de exponer, ya que, por encima de las grandes magnitudes físicas, sitúa
como principal foco de atención al ser humano y a su conciencia. No en vano, tanto
Bergson como el existencialista alemán Martin Heidegger fueron duramente criticados
por los defensores del positivismo; el primero, p. ej. por Bertrand Russell, el segundo
por Rudolf Carnap. Para el existencialismo, en general, la angustia de la temporalidad
del hombre arrojado al mundo supone una de las preocupaciones fundamentales. La
filosofía existencialista trata de la ajetreada existencia humana, que no de la esencia
de las cosas; de la relación, en suma, hombre-mundo. A caballo entre el siglo XIX y el
XX, el espiritualista Bergson, profundo conocedor, de la teoría de la relatividad, puso
muchas objeciones al ya mencionado positivismo, corriente dominante en su tiempo,
tratando de llamar la atención sobre los límites del conocimiento científico. Para
Bergson el tiempo escapa al dominio de las matemáticas y la física. Se propuso como
primer objetivo de meditación la conciencia en continuo devenir, lo que él llamó la
“duración real”. Por su parte Heidegger, a través de su metafísica fundada en la
fenomenología anterior y plasmada en su obra capital, Ser y Tiempo (Sein und Zeit) de
1927, aporta a la discusión del tiempo una perspectiva novedosa, como es la de valorar
su dimensión del futuro por encima del pasado y el presente: “El fenómeno
fundamental del tiempo es el futuro” (Heidegger, M. 2009, p. 47). La existencia,
tomada ahora desde un punto de vista histórico, está orientada hacia lo porvenir, y
fundamentalmente a nuestra mortalidad; la vida supone una continua tensión hacia
delante, y el verdadero, o único, sentido del mundo no es otro que el de ser utilizado
por el hombre.

I.4.c. HANS REICHENBACH Y HENRI POINCARÉ. EL CONVENCIONALISMO.

La posición del convencionalismo establece que no hay un hecho en cuanto a la


geometría del espacio y el tiempo, sino que se decide por convención. El primer
proponente de tal punto de vista fue el matemático, físico y filósofo francés Henri
Poincaré que, reaccionando a la creación de la nueva geometría no euclidiana,
argumentó que la geometría aplicada a un espacio fue decidida por convención, ya que
diferentes geometrías describirían igualmente bien un conjunto de objetos, basándose
en consideraciones de su mundo-esfera. Esta visión fue desarrollada y actualizada para
incluir consideraciones de la física relativista por el filósofo de la ciencia alemán Hans
Reichenbach. El convencionalismo de Reichenbach, aplicado al espacio y al tiempo, se
centra en la idea de definición coordinativa. La definición coordinativa posee dos
características principales: la primera tiene que ver con coordinar unidades de longitud
con ciertos objetos físicos, esto está motivado por el hecho de que nunca podemos
comprender directamente la longitud, en su lugar, debemos elegir algún objeto físico,
por ejemplo, el medidor estándar del Bureau International des Poids et Mesures
(Oficina Internacional de Pesos y Medidas), o la longitud de onda del cadmio (Cd), para
representar nuestra unidad de longitud; la segunda característica se ocupa de los
objetos separados, aunque podemos, presumiblemente, probar directamente la
igualdad de longitud de dos varillas de medición cuando están una al lado de la otra,
no podemos averiguar tanto para dos varillas distantes entre sí, incluso suponiendo
que dos varillas, siempre que se acerquen una a la otra, parezcan tener la misma
longitud. Esta imposibilidad socava nuestra capacidad para decidir la igualdad de
longitud de dos objetos distantes. La igualdad de longitud, por el contrario, debe
establecerse por definición. Tal uso de la definición coordinativa está en efecto, en el
convencionalismo de Reichenbach, en la teoría general de la relatividad donde se
supone que la luz, es decir, no se descubre, marca distancias iguales en tiempos
iguales, sin embargo, después de esta configuración de definición coordinativa, se
establece la geometría del espacio-tiempo. Como en el debate
absolutismo/relacionalismo, la filosofía contemporánea, sigue en desacuerdo en
cuanto a la corrección de la doctrina convencionalista.

El artículo “La medida del tiempo” (La mesure du temps) de 1898, de Poincaré, debe
interpretarse como el punto de inflexión entre la nueva física de Einstein y la filosofía
de Ernst Mach, que discutía la idea de un tiempo verdadero, sustituyéndolo por la idea
de un conjunto de operaciones de medida (Redondi, P. 2010, p. 248). Poincaré,
refutando (al lado de Bergson) el tiempo pretendidamente objetivo de la ciencia,
sostiene que ésta cometió el error de dotar de realidad a un concepto matemático. Era
precisamente la conciencia del tiempo la que indujo a la ciencia a lanzar la “hipótesis
grosera” de Newton de un tiempo real y medible (Redondi, P. 2010, pp. 248-249). El
tiempo no viene definido por los relojes, y tampoco por el movimiento de la tierra, por
tanto, resulta problemático tratar de definir tanto la simultaneidad de dos sucesos,
como el antes y el después de los mismos. La primera se ha instituido como estrategia
de la física para obtener leyes universales, y el antes y el después está viciado por la
causalidad: por el tiempo definimos la causa, lo que supone una petición de principio,
especialmente dado que las causas pueden ser o bien simples o infinitamente
complejas (Redondi, P. 2010, pp. 257-258); “Todas estas definiciones no son más que
el fruto del oportunismo inconsciente” afirma Poincaré (Redondi, P. 2010, p. 249). En
su artículo, el matemático se pregunta de dónde procede el sentimiento de que entre
dos instantes cualquiera hay otros instantes: “Sabemos quizá que tal hecho es anterior
a tal otro, pero no en cuánto lo es anterior”. Por otra parte, ¿se puede transformar el
tiempo psicológico, cualitativo, en tiempo físico cuantitativo? El asunto se complica
cuando entran en juego dos conciencias, cada una sustentadora de un tiempo propio:
“Dos fenómenos psicológicos se verifican en dos conciencias diferentes; cuando afirmo
que son simultáneos, ¿qué quiero decir con ello?”. Concluye Poincaré que la intuición
de la simultaneidad, del orden de sucesión de los fenómenos y de la igualdad de dos
duraciones no es más que una alucinación, resultado del citado “oportunismo
inconsciente”: “Escogemos, pues, estas reglas, no porque sean verdaderas, sino
porque son las más cómodas” (Redondi, P. 2010, pp. 249-261). Con la determinación
de estas reglas o convenciones, Poincaré se inscribió en la corriente filosófica del
convencionalismo (no se puede probar una relación verdadera entre la materia y la
geometría del espacio y del tiempo, sino que aquella es decidida por mera convicción),
de la que fue uno de sus principales pilares.

I.4.d. ALBERT EINSTEIN Y LA RELATIVIDAD ESPECIAL Y GENERAL.

La teoría de la relatividad de Albert Einstein sostiene que las reglas de la física deben
ser iguales para todos los observadores, sin importar la localización del marco de
referencia que se utilice. La dificultad más grande para esta idea provenía de las
denominadas ecuaciones de Maxwell, estas incluían la velocidad de la luz en el vacío e
implicaban que la velocidad de la luz era solamente constante con relación a lo que
antiguamente se denominaba éter luminífero .Las ecuaciones de Maxwell también se
pueden formular en un espacio de Minkowski similar al espacio-tiempo, donde el
espacio y el tiempo se tratan en pie de igualdad. Las formulaciones del espacio-tiempo
directo ponen de manifiesto que las ecuaciones de Maxwell son relativísticamente
invariantes. Debido a esta simetría los campos eléctrico y magnético se tratan en pie
de igualdad y se reconocen como componentes del tensor (objeto matemático que
describe el campo electromagnético en el espacio-tiempo. El tensor de campo
electromagnético se utilizó por primera vez después de que Hermann Minkowski
introdujera la formulación del tensor de cuatro dimensiones de la relatividad especial)
de campo electromagnético. Esto reduce las cuatro ecuaciones de Maxwell a dos, lo
que simplifica las ecuaciones, aunque ya no se puede usar la fórmula vectorial familiar.

De hecho, las ecuaciones de Maxwell en la formulación espacio + tiempo no son


invariantes de Galileo y tener la invariancia de Lorenz como una simetría oculta. Esta
fue una importante fuente de inspiración para el desarrollo de la teoría de la
relatividad, de hecho, incluso la formulación que trata el espacio y el tiempo por
separado no es una aproximación no relativista y describe la misma física simplemente
cambiando el nombre de las variables. Por esta razón, las ecuaciones invariantes
relativistas también se denominan ecuaciones de Maxwell, que muestran que las
ondas electromagnéticas se propagan en el vacío a la velocidad de la luz (aprox.
300.000 k/s). Sin embargo, las ecuaciones de Maxwell no dan ninguna indicación de a
qué se refiere esta velocidad, antes de Einstein, se pensaba que esta velocidad era
relativa a un medio fijo (el éter luminífero); en contraste, la teoría de la relatividad
especial postula que la luz se propaga a esta velocidad en todos los marcos inerciales y
examina las implicaciones de este postulado. Einstein comprobó que todas las
tentativas de medir cualquier velocidad con relación a este éter habían fallado, de lo
que dedujo que en el universo no existe ningún marco referencial fijo. La relatividad
especial es una formalización del principio de la relatividad que no contempla un
marco de referencia inercial de ningún tipo, tal como el éter o el espacio absoluto.
Einstein instituyó una relatividad ajena a todo marco de referencia no inercial,
alcanzando esta premisa postulando el principio de equivalencia, que sostiene que el
impulso experimentado por un observador en un campo gravitacional dado y el que
sufre un observador en un marco de referencia acelerado son indistinguibles. Esto
condujo a la conclusión de que la masa de un objeto es capaz de curvar la geometría
del espacio-tiempo que lo rodea, según aparece descrito en las ecuaciones de campo
de Einstein.

Un campo de referencia inercial es aquel que se halla siguiendo la línea geodésica del
espacio-tiempo, dentro de la relatividad general, los objetos se mueven sobre
geodésicas.

Las trayectorias geodésicas son generadas debido a la curvatura del espacio; sin
embargo, un objeto puntual moviéndose en el espacio no percibirá la gravedad pues
se desplaza a lo largo de estas geodésicas, que definen marcos de referencia inerciales.
La única posibilidad de medir la atracción gravitacional es comprobando más de una
geodésica, de esta manera es posible comparar la aceleración relativa entre ellas, que
existirá solo si el espacio-tiempo está curvado. En este sentido, un objeto que
permanece en tierra experimentará una fuerza, ya que la superficie del planeta impide
que el cuerpo siga la trayectoria natural impuesta por su geodésica. Einstein apoyó
parcialmente el principio de Mach de que las estrellas distantes explican la inercia, ya
que proporcionan el campo gravitacional contra el cual se mueven la aceleración y la
propia inercia; pero contrariamente a las tesis de Leibniz, este espacio-tiempo curvado
constituye parte integral del objeto, al igual que sus otras características definitorias,
tales como volumen y masa. Si uno sostiene, en contra de la creencia idealista, de que
los objetos existen independientemente de la mente, diríase que dicho relativismo le
obliga a la vez a sostener que espacio y tiempo son, en igual medida, independientes.

El concepto de “espacio” de Einstein arranca de la siguiente consideración


metodológica: “Las preguntas sobre la esencia de algo solo pueden intentar descubrir
el carácter del conjunto de experiencias sensoriales al que se refieren los conceptos.
En cuanto al problema del espacio, creo que le ha de preceder el de objeto material.
[…] Creo que este concepto de espacio intermedio, generado por la elección especial
del cuerpo que lo rellena, es el punto de partida para el concepto de espacio”
(Einstein, A. 1981, p. 189 y ss.). En su definición, Einstein relaciona el concepto de
“espacio” con los de “gravitación”, “masa”, “geometría” y “estructura”, la cual sería
relativa a determinadas “influencias físicas”: “Debido a que el campo gravitatorio
queda determinado por la configuración de masas y varía al variar dicha configuración,
la estructura geométrica de este espacio depende también de factores físicos. El
espacio ya no es, pues, según esta teoría –exactamente lo había presentido Riemann*-
absoluto, sino que su estructura depende de influencias físicas. La geometría (física) no
es una ciencia encerrada en sí misma, más que la geometría de Euclides” (Einstein, A.
1981, p. 199).

*En geometría diferencial la geometría de Riemann es el estudio de las variedades


diferenciales (p. ej. una variedad de Riemann) con métricas de Riemann, es decir, de
una aplicación que a cada punto de la variedad, le asigna una forma cuadrática
definitiva positiva en su espacio tangente, aplicación que varía suavemente de un
punto a otro. Esto da ideas locales de (entre otras magnitudes), ángulo, longitud de
curvas y volumen. A partir de estas, pueden obtenerse otras magnitudes por
integración de magnitudes locales. Como casos especiales particulares aparecen los
tipos convencionales (geometría elíptica y geometría hiperbólica) de geometría No-
Euclidiana, así como la geometría euclidiana misma. Todas estas geometrías se tratan
sobre la misma base, al igual que una amplia gama de las geometrías con propiedades
métricas que varían de punto a punto. Cualquier variedad diferenciable admite una
métrica de Riemann y esta estructura adicional ayuda a menudo a solucionar
problemas de topología diferencial; también sirve como un nivel de entrada para la
estructura más complicada de las variedades pseudo-Riemann, las cuales (en el caso
particular de tener dimensión 4) son los objetos principales de la teoría general de la
relatividad.

El concepto de “tiempo” en la relatividad especial, opuesto al tiempo absoluto


newtoniano, se inspira en la posibilidad de establecer la simultaneidad de sucesos que
se registran en marcos de referencia distintos: una localización temporal tiene solo
sentido cuando se indica el marco de referencia al que se remite. Para Einstein, todo el
juicio sobre el tiempo no es sobre el tiempo en sí mismo (absoluto), sino sobre sucesos
simultáneos: “Si por ejemplo digo que “Ese tren llega aquí a las 7 en punto” quiero
decir algo como “La posición de la manecilla pequeña de mi reloj en el 7 y la llegada
del tren son eventos simultáneos”, pero sin olvidar que tal simultaneidad, cuando no
se da en reposo, es ilusoria. El concepto relativo o estructural de “espacio”, ya aludida,
se explica mejor si tratamos de medir los cuerpos en él “inscritos”, es decir, la
relatividad de la simultaneidad de dos sucesos (magnitud temporal) se refleja también
en la relatividad de las longitudes (magnitud espacial). El problema de la indefinición se
repite cuando pretenden medirse, simultáneamente, los extremos de un cuerpo en
movimiento. La invariabilidad de las longitudes nuevamente se produce solo en
sistemas inmóviles (relatividad galileana). La conclusión de Einstein fue que las
medidas de los cuerpos en movimiento son relativas a su velocidad, por lo tanto
tampoco son absolutas. El físico alemán dio un último paso al determinar, mediante la
relatividad general, que esta relatividad del espacio y el tiempo, por razón de su
indistinguibilidad (equiparable a la de masa-energía), dependía igualmente de la
materia, lo que dio origen al moderno concepto de espacio-tiempo: “La ciencia del
espacio y el tiempo, la cinemática, ya no juega el papel de fundamento independiente
del resto de la física. El comportamiento geométrico de los cuerpos y la marcha de los
relojes dependen en mayor grado de los campos gravitatorios. Y estos, a su vez están
generados por la materia” (Einstein, A. 1981, p. 166).

La relatividad es una teoría de unificación, de la mecánica con la electrodinámica y la


termodinámica por un lado, y del espacio y el tiempo por otro. Según el historiador de
la ciencia Pietro Redondi, “concebir la velocidad finita de la luz como único medio de
información fiable sobre los fenómenos significaba que ya no era posible separar la
posición de un cuerpo en el espacio (trío de coordenadas) de su posición en el tiempo.
Una estrella lejana en el espacio lo estará también en el tiempo (…) Para Einstein,
tiempo y espacio están inmersos en el universo, y no el universo en ellos” (Redondi, P.
2010, p. 267). Las ideas de Einstein tuvieron una amplísima repercusión en todos los
campos de la cultura, la ciencia y el pensamiento, recogiéndose también en diversas
teorías filosóficas como el convencionalismo, el eternalismo, el
cuadridimensionalismo, etc.

I.4.e. NORBERT ELIAS.

El sociólogo alemán Norbert Elias estudia el tiempo partiendo asimismo de la


concepción relativista de Albert Einstein, negadora de la objetividad del mismo:
“¿Cómo puede medirse algo que los sentidos no pueden percibir?” Una hora es
invisible” (Elias, N. 1989, p. 11). Para Elias, el tiempo es en realidad un fenómeno
social, un símbolo, que se utiliza fundamentalmente como instrumento de orientación
en el flujo incesante del acontecer, y también para regular la conducta humana (Elias,
N. 1989, p. 12).

Critica el tiempo objetivo de Newton y el idealista de Kant. El innatismo (algunos


conocimientos, o todo el conocimiento, son innatos, es decir, no adquiridos por medio
del aprendizaje o la experiencia) de Kant, sus a priori, los contrapone Elias a una visión
social e histórica del espacio y el tiempo. Conceptos como “tiempo”, “espacio” y
“causalidad” pretenden dar la impresión de lo instintivo e inmutable, lo que es
indefendible, según Elias (Elias, N. 1989, p. 48 y ss.). Así Kant “había aprendido a usar
el concepto de “tiempo” con el significado que, en aquella fase, le otorgó sobre todo el
progreso de la física y de la técnica”, concepto relativo a su época que él califico de
innato. Los relojes y los calendarios son una forma de aprehender lo que no es
simultáneo sino sucesivo. El ser humano necesita las determinaciones del tiempo, por
ejemplo por asuntos de organización y puntualidad y, tanto más cuanto más avanzadas
son las culturas. Es más, “En un mundo sin hombres y seres vivos, no habría tiempo y,
por tanto, tampoco relojes ni calendarios (Elias, N. 1989, pp. 22-23).

El reloj agrega al acontecimiento cuadridimensional (un pasado, presente y futuro


simultáneamente reales) en el espacio y el tiempo, una quinta dimensión, de
naturaleza simbólica, que es característica de la comunicación humana. Solo en la
vivencia humana se dan las importantes líneas divisorias entre “pasado”, “presente” y
“futuro”, características de la aludida quinta dimensión (Elias, N. 1989, p. 93). En
cuanto al “antes” y el “después”, tampoco se refieren propiamente al tiempo sino a la
causalidad física o filosófica, no son más que manifestaciones de la facultad humana
de representarse juntamente lo que no sucede al mismo tiempo (Elias, N. 1989, p. 93).
Pero el tiempo, como concepto, también evoluciona de un estadio a otro, de manera
que, “en su actual estado de desarrollo es, como se ve, una síntesis simbólica de alto
nivel con cuyo auxilio pueden relacionarse posiciones en la sucesión de fenómenos
físicos naturales, del acontecer social y de la vida individual” (Elias, N. 1989, p. 26). El
objeto principal del libro de Elias, Sobre el Tiempo (1989), es “la coacción” del tiempo,
coacción que paulatinamente va incrementándose por exigencias de la compleja vida
moderna, cuando durante miles de años el ser humano ha sobrevivido sin necesidad
de relojes y calendarios (Elias, N. 1989, p. 34). Por último, Elias estudia largamente el
intento de conciliar el carácter sintético y simbólico del tiempo con su dimensión física,
objeto de la ciencia, “en un universo de cinco dimensiones el tiempo parece llevar una
doble existencia” (Elias, N. 1989, p. 44).

I.4.f. KURT GÖDEL.

El lógico y matemático austríaco Kurt Gödel, basándose como Poincaré y Norbert Elias
en la relatividad de Einstein, dio un paso más allá en 1949; si el físico alemán (gran
amigo de Gödel) había transformado el tiempo en una dimensión más del espacio,
Gödel, a través de nuevas modificaciones de las ecuaciones de campo de Einstein, lo
hizo desaparecer (Yourgrau, P. 2007, p. 19). Gödel creía que la relatividad de Einstein
había acabado verificando el idealismo filosófico kantiano acerca del espacio y el
tiempo (Yourgrau, P. 2007, p. 32). El tema central de las conversaciones de ambos fue
la relatividad general, pero para Gödel había una incongruencia entre la teoría de
Einstein y la creencia cotidiana de que el tiempo, a diferencia del espacio, “pasa” o
“transcurre”. Esto lo argumentó desde el punto de vista, primero, de la relatividad
especial: “Cada observador tiene su conjunto de “ahoras”, y ninguno de estos sistemas
diversos de capas puede reclamar la prerrogativa de representar el lapso objetivo del
tiempo”, de lo que derivó que la relatividad especial era inconsistente con la realidad
del tiempo intuitivo, el tiempo experimentado como “real”. Para negar el tiempo,
Gödel se basó, en segundo lugar, en la relatividad general, aplicándole su propia teoría
de los universos en rotación, en los que las curvas del espacio-tiempo se doblan sobre
sí mismas hacia atrás, tanto que vuelven al punto de partida, lo que posibilitaría nada
menos que el viaje en el tiempo. Aunque, si demostrablemente se puede volver a
visitar el pasado, este todavía existe, pero si el pasado todavía existe, ¿qué es el
presente? La consecuencia lógica de todo ello es la negación de la existencia del
tiempo. “El tiempo -decía Gödel- tal como nos lo presentamos a nosotros mismos,
simplemente no encaja con los hechos; llamarlo tiempo subjetivo es sólo un
eufemismo” (Yourgrau, P. 2007, p. 176). Muchos años más tarde, el físico Stephen
Hawking, mediante un recurso teórico que denominó conjetura de protección de la
cronología, trató de demostrar que la teoría de Gödel era una falacia, opinión que la
física actual en general sustenta; la tesis propiamente dicha de Hawking, sin embargo,
no ha recibido muchas adhesiones desde su publicación (1992) (Hawking, S. W. 1992,
pp. 603-611) pues, según el filósofo Palle Yourgrau, su carácter ad hoc la delata
(Yourgrau, P. 2007, p. 175).
I.4.g. CARL GUSTAV JUNG.

El psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung, en el estudio del elusivo fenómeno de
la sincronicidad (coincidencias de fenómenos en el tiempo aparentemente no
relacionados causalmente entre sí), arroja una luz claramente relativista sobre los
conceptos de espacio y tiempo. Para él, en efecto, las casualidades encadenadas no
representan fenómenos de causalidad, sino de simple coincidencia en el tiempo, de
“simultaneidad”: “Por esa característica de la simultaneidad he elegido el término
sincronicidad, para designar con él un factor de explicación hipotético que sea
equiparable a la causalidad” (Jung, C. G. 2011, p. 430). Más adelante, Jung identifica la
sincronicidad como una “relación entre tiempo y espacio psíquicamente condicionada.
[En determinados experimentos psicológicos] el tiempo y el espacio se comportan
respecto a la psique, en cierto modo, “elásticamente” ya que aparentemente pueden
ser reducidos a voluntad. […] es decir, parece como si el tiempo y el espacio guardaran
relación con las condiciones psíquicas o como si, en sí mismos, no existieran y solo
estuvieran “establecidos” por la conciencia”. De lo que se deduce: “El tiempo y el
espacio según la visión primitiva […] son algo sumamente dudoso. Solo en el curso de
la evolución espiritual se han convertido en conceptos fijos”, y ello gracias a la
introducción de la medición.

En sí mismos, el tiempo y el espacio no constan de nada. […] son, pues, esencialmente,


de origen psíquico, seguramente la razón por la que Kant los interpretó como
categorías a priori”. Esta relativización es de tipo einsteniano: “Espacio y tiempo son
propiedades aparentes de los cuerpos en movimiento engendrados por las
necesidades de intelección del observador” (Jung, C. G. 2011, pp. 430-431). Según
Jung, por ejemplo, los casos asombrosos de orientación espacial de algunos animales
podrían ser explicados a partir de esta relatividad psíquica espacio-temporal (Jung, C.
G. 2011, p. 432).

I.4.h. ILYA PRIGOGINE.

El químico belga Ilya Prigogine, contradiciendo la teoría de la relatividad, parte de “una


fuerte conciencia de la realidad del tiempo” como algo objetivo: “Como recuerda a
menudo Popper, el tiempo no puede ser una ilusión porque sería como negar
Hiroshima” (Prigogine, I. 2012, p. 22). Por otra parte, tiempo y eternidad, son dos
conceptos diferentes; el tiempo no es la eternidad, ni es el eterno retorno. La
estructura del espacio-tiempo está ligada a la irreversibilidad, pero el tiempo no es
solamente irreversibilidad, devenir y evolución. En contra de la opinión de muchos de
sus colegas, Prigogine afirma que el tiempo, como la entropía, tiene una función
creadora (Prigogine, I. 2012). Según Prigogine, no podemos hablar de un nacimiento
del tiempo (en referencia a su libro El nacimiento del Tiempo), pero sí del nacimiento
de nuestro tiempo, así como de un nacimiento de nuestro universo. Existen varios
tipos de tiempo: el tiempo astronómico, el tiempo de la dinámica, el tiempo químico
interno, el tiempo biológico interno, que es la inscripción del código genético que
prosigue a lo largo de miles de millones de años de la vida misma, el tiempo musical,
etc.

Es, por tanto, una convención humana contar el tiempo a partir de un acontecimiento,
como por ejemplo, el nacimiento de Cristo. El nacimiento de nuestro tiempo no es el
nacimiento del tiempo, porque en el vacío fluctuante preexistía un tiempo en estado
potencial, el tiempo potencial es un tiempo que está ya siempre ahí, en estado latente,
pero que requiere un fenómeno de fluctuación para actualizarse. El tiempo no ha
nacido con nuestro universo: el tiempo precede a la existencia y podrá hacer que
nazcan otros universos (Prigogine, I. 2012, pp. 76-77). Por otra parte, en su teoría del
origen del universo, la relación entre espacio-tiempo por un lado y materia por el otro,
no es simétrica, el espacio-tiempo se transforma en materia cuando la inestabilidad
del vacío se corresponde con una explosión de entropía (Prigogine, I. 2012, p. 65), lo
cual resulta en un fenómeno irreversible. La materia sería, por lo tanto, para Prigogine,
una especie de contaminación del espacio-tiempo (Prigogine, I. 2012, p. 72). El tiempo,
como se ha visto, precede al universo, que es el resultado de una transición de fase
(proviene de otro estado físico) a gran escala (Prigogine, I. 2012, p. 69), es decir, el
universo que conocemos sería el resultado de una transformación irreversible de otro
estado físico: cuando el tiempo se transforma en materia. La ruptura de la simetría, en
el espacio, es consecuencia de una ruptura en la simetría temporal, es decir, de una
diferencia entre el pasado y el futuro (Prigogine, I. 2012, p. 39); en consecuencia –lo
que es fundamental- sería la materia, por su propia esencia, lo que explicaría la
dirección de la flecha del tiempo.

Prigogine analiza detalladamente en este contexto los conceptos de irreversibilidad


(procesos que, como la entropía, no son reversibles en el tiempo) y de estructura
disipativa (la aparición de estructuras coherentes, auto organizadas en sistemas
alejados del equilibrio) ambos conceptos fundamentales en su doctrina. Las líneas
finales del libro de Prigogine (El nacimiento del Tiempo) a modo de conclusión, están
dedicadas a explicar el incesante “aumento de la complejidad en la naturaleza”: “Los
desarrollos recientes de la termodinámica nos proponen por tanto un universo en el
que el tiempo no es ni ilusión ni disipación, sino creación” (Prigogine, I. 2012, p. 98).

I.4.i. STEPHEN W. HAWKING.

La obra Historia del tiempo: Del Big Bang a los agujeros negros, del físico británico
Stephen W. Hawking, tuvo una enorme repercusión en los últimos años del siglo XX. En
este libro, Hawking trata de responder a las más importantes preguntas que se han
planteado tradicionalmente sobre el cosmos: la naturaleza del tiempo y del espacio-
tiempo, si el tiempo tuvo un principio y tendrá un final, si el espacio es infinito o tiene
límites, la flecha del tiempo, el significado de los agujeros negros en relación con todo
ello. A tal objeto repasa las más importantes ideas desde Aristóteles hasta Einstein y la
mecánica cuántica, tratando de vislumbrar una teoría unificadora que, según Hawking,
deberá consistir en una teoría cuántica de la gravedad que procura unificar la teoría
cuántica de campos, que describe tres de las fuerzas fundamentales de la naturaleza,
con la relatividad general, la teoría de la cuarta fuerza fundamental: la gravedad; la
meta es lograr establecer una base matemática unificada que describa el
comportamiento de todas las fuerzas de la naturaleza, conocida como teoría del
campo unificado.

Hawking parte en sus previsiones del tiempo relativista de Einstein y del espacio no del
todo vacío, sino sujeto al principio de indeterminación cuántico, también denominado
relación de indeterminación de Heisenberg o principio de incertidumbre, que
establece la imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas
observables y complementarias sean conocidas con precisión arbitraria. Por otra parte,
no tiene sentido hablar de tiempo antes del principio del universo, pero tampoco
existe la necesidad física de un principio (Hawking, S. W. 1989, pp. 26-27).
La tesis cosmológica fundamental de Hawking no ha variado sustancialmente hasta el
día de hoy. A las dos posibilidades clásicas: 1ª, el universo ha existido desde un tiempo
infinito y 2ª, tuvo un principio en una singularidad, el Big Bang; añade, partiendo de la
teoría cuántica siempre sustentada en la relatividad, una tercera: “Es posible que el
espacio-tiempo sea finito en extensión, y que, sin embargo, no tenga ninguna
singularidad que forme una frontera o un borde.

El espacio-tiempo sería como la superficie de la Tierra, solo que con dos dimensiones
más. La teoría cuántica de la gravedad ha abierto una posibilidad en la que no habría
ninguna frontera del espacio-tiempo y, por tanto, no habría ninguna necesidad de
especificar el comportamiento en la frontera. […] El universo estaría completamente
auto contenido y no se vería afectado por nada que estuviera fuera de él. No sería
creado ni destruido. Simplemente sería (Hawking, S. W. 1989, pp. 180-181), pero
puntualiza más tarde Hawking: “Me gustaría subrayar que esta idea de que tiempo y
espacio deben ser finitos y sin frontera es exactamente una propuesta: no puede ser
deducida de ningún otro principio” (Hawking, S. W. 1989, p. 182). Por último, y este es
un tema recurrente en Hawking, todas estas ideas tienen “también profundas
implicaciones sobre el papel de Dios en los asuntos del universo. […] ¿Qué lugar queda,
entonces, para un creador?” (Hawking, S. W. 1989, pp. 186-187).

I.4.j. PRESENTISMO Y ETERNALISMO

El presentismo filosófico es la visión de que ni el pasado ni el futuro existen. Según el


presentismo, los eventos y entidades que son completamente pasados o
completamente futuros no existen en absoluto. El presentismo contrasta con el
eternalismo y la creciente teoría del bloque del tiempo que sostiene que los
acontecimientos y las entidades del pasado, existen realmente, aunque no en el
presente. Según esta teoría, el presente es una propiedad objetiva, comparable con un
foco en movimiento, con el pasado del tiempo surge una mayor parte del mundo, por
lo tanto, se dice que el universo de bloques está creciendo.

Se supone que el crecimiento de bloques ocurre en el presente, una porción muy


delgada de espacio-tiempo, donde continuamente surge más espacio-tiempo. La teoría
de bloques en crecimiento no debe confundirse con la teoría del universo de bloques,
también conocida como eternalismo. La teoría del tiempo del universo de bloques en
crecimiento, es una teoría dinámica que se ajusta a la intuición del sentido común de
que el pasado es fijo, el futuro es irreal y el presente cambia constantemente, pero
también existen otras razones para apoyar la creciente visión del bloque del tiempo
que van más allá del sentido común. Michael Tooley, por ejemplo, basa su argumento
principal en la relación causal y es el siguiente:
 1. Los eventos de nuestro mundo están relacionados causalmente.
 2. La relación causal es inherentemente asimétrica, los objetos dependen de
sus causas de una manera que las causas no dependen de sus efectos.
 3. Esta asimetría solo es posible si los efectos de una causa no son reales en el
momento de su causa.
 4. Las causas ocurren antes que sus efectos: “X es anterior a Y” significa
(aproximadamente) que algún evento simultáneo con X causa algún evento
simultáneo con Y.
 5. Nuestro universo debe, por tanto, ser un Bloque en Crecimiento. (Dainton, B.
2010, p. 77).

Recientemente, varios filósofos como David Braddon-Mitchel, Craig Bourne y Trenton


Merricks, han señalado que si la visión del bloque creciente es correcta, entonces
tenemos que concluir que no sabemos si ahora es ahora. También se ha argumentado
que existe una distinción ontológica entre el pasado y el presente, por ejemplo, Peter
Forrest (2004) sostiene que, aunque existe un pasado, éste está sin vida e inactivo; la
conciencia, así como el fluir del tiempo, no está activa en el pasado y solo puede
ocurrir en el límite del universo de bloques en el que existe el presente.

Agustín de Hipona (San Agustín) propuso que el presente es análogo al filo de un


cuchillo colocado exactamente entre el pasado percibido y el futuro imaginario y no
incluye el concepto de tiempo. Los defensores de este punto de vista afirman que esto
debería ser evidente porque, si el presente se extiende, debe tener partes separadas,
pero estas deben ser simultáneas si son realmente una parte del presente. Según los
primeros filósofos, el tiempo no puede ser simultáneamente pasado y presente y, por
tanto, no extendido. Al contrario de San Agustín, algunos filósofos han propuesto que
la experiencia consciente se prolonga en el tiempo; por ejemplo, William James sijo
que el tiempo es “la corta duración de la cual somos inmediatos e incesantemente
sensibles” (James, W. 1890, p. 631). Otros filósofos presentistas tempranos incluyen la
tradición budista hindú; Fyodor Shcherbatskoy, un destacado estudioso moderno en
filosofía budista que ha escrito extensamente sobre el presentismo budista comenta:
“Todo lo pasado es irreal, todo lo futuro es irreal, todo lo imaginado, ausente, mental…
es irreal. En última instancia, lo real es sólo el momento presente de eficiencia física
[es decir, causalidad] (Shcherbatskoy, F. 1962, pp. 70-71). Según The Unreality of Time
de J. M. E. McTaggart, hay dos formas de referirse a los eventos: la serie A (“o tiempo
tenso”: ayer, hoy, mañana) y la serie B (o “sin tensión”: lunes, martes, miércoles), el
presentismo postula que la serie A es fundamental y que la serie B por sí sola no es
suficiente. Los presentistas sostienen que el discurso temporal requiere el uso de
tiempos verbales, mientras que los “viejos teóricos B” argumentaron que el lenguaje
tenso podría reducirse a hechos sin tiempo (Dyke, 2004). El filósofo y lógico
neozelandés Arthur Norman Prior ha argumentado en contra de las teorías “sin-
tensión” con la siguiente idea: el significado de frases tales como “gracias a Dios que
ha terminado” es mucho más fácil de observar en una teoría tensa con un distinguido
presente ahora (Prior, A. N. 1959, pp. 12-17). Argumentos similares se pueden hacer
para apoyar la teoría del presentismo egocéntrico (o realismo perspectivista) que
sostiene que hay un yo presente distinguido. En la moderna teoría de la relatividad, el
observador conceptual se encuentra en un punto geométrico, tanto en el espacio
como en el tiempo, en el vértice del “cono de luz” (definiendo un cono de luz como el
camino que un destello de luz, que emana de un solo evento -localizado en un solo
punto en el espacio y un solo momento en el tiempo- y viaja en todas las direcciones,
tomaría a través del espacio-tiempo) que observa los eventos establecidos en el
tiempo como en el espacio.

Diferentes observadores pueden estar en desacuerdo sobre si dos eventos en dos


ubicaciones diferentes ocurrieron simultáneamente dependiendo de si los
observadores están en movimiento relativo. Esta teoría depende de la idea del tiempo
como una cosa extendida y ha sido confirmada por la experimentación, dando lugar así
a un punto de vista filosófico conocido como tetradimensionalismo (también conocido
como la doctrina de las partes temporales) y que es la posición ontológica de que la
persistencia de un objeto a través del tiempo es como su extensión a través del
espacio; así, un objeto que existe en el tiempo tiene partes temporales en las diversas
subregiones de la región total del tiempo que ocupa, al igual que un objeto que existe
en una región del espacio tiene, al menos, una parte en cada subregión de ese espacio
(Sider, Th. 1997, pp. 197-231).

Aunque el contenido de una observación se extiende en el tiempo, el observador


conceptual, al ser un punto geométrico en el origen del cono de luz, no se extiende en
el tiempo ni en el espacio. Este análisis contiene una paradoja en la que el observador
conceptual no contiene nada, aunque cualquier observador real necesitaría ser el
contenido extendido de una observación para existir. Esta paradoja se resuelve
parcialmente en la teoría de la relatividad al definir un “marco de referencia” para
abarcar los instrumentos de medición utilizados por un observador. Esto reduce la
separación de tiempo entre instrumentos a un conjunto de intervalos constantes
(Petkov, V. 2005). Algunas de las dificultades y paradojas del presentismo pueden
resolverse cambiando la visión normal del tiempo como un contenedor o cosa en sí
mismo y viendo el tiempo como una medida de las relaciones espaciales cambiantes
entre objetos. Por lo tanto, los observadores no necesitan extenderse en el tiempo
para existir y ser conscientes, sino que existen y los cambios en las relaciones internas
dentro del observador pueden medirse mediante eventos contables estables.
Una crítica del presentismo proviene de la teoría de los “Hacedores de Verdad” (Sider,
Th. 2001; Koons, R. C. & Pickavance, T. 2017) que sostienen que la verdad depende de
la realidad. En términos de la teoría del hacedor de verdad, un portador de la verdad
(p. ej. una proposición) es verdadero debido a la existencia de su hacedor de verdad (p.
ej. un hecho) (McBride, F. 2020). Los presentistas han sido acusados de violar este
principio y, por tanto, de participar en un “engaño ontológico”: de postular verdades
sin poder dar cuenta de los hacedores de verdad de estas verdades. Esta crítica
generalmente se dirige a la explicación presentista de las creencias sobre el pasado, p.
ej. la creencia de que existieron los dinosaurios, proporcionar un hacedor de verdad
para esta creencia es bastante sencillo para los eternalistas: pueden afirmar que los
dinosaurios mismos o los hechos sobre los dinosaurios actúan como hacedores de
verdad. Esto no es problemático ya que, para los eternalistas, las entidades pasadas
tienen existencia regular; esta estrategia no está disponible para los presentistas, ya
que niegan que las entidades pasadas tengan existencia, pero parece que no hay
candidatos obvios a hacer la verdad para esta creencia entre las entidades presentes.
El presentista debería ser etiquetado como un “tramposo ontológico” a menos que
pueda encontrar un hacedor de verdad dentro de su ontología (Sider, Th. 2001).

Podemos definir el eternalismo como un enfoque filosófico de la naturaleza ontológica


del tiempo, que considera que toda la existencia en el tiempo es igualmente real, a
diferencia del presentismo o la teoría del tiempo del universo de bloques en
crecimiento, en la que al menos el futuro no es lo mismo que cualquier otro momento
(Kuipers, Th. A. F. 2007).
Algunas formas de eternalismo dan al tiempo una ontología similar a la del espacio
como una dimensión, con diferentes tiempos tan reales como diferentes lugares, y los
eventos futuros “ya están allí” en el mismo sentido que otros lugares ya están allí, y
que no hay flujo objetivo de tiempo. Al eternalismo a veces se le conoce como la teoría
del “bloque del tiempo” o “universo de bloque” debido a su descripción del espacio-
tiempo como un “bloque” de cuatro dimensiones inmutable, en oposición a la visión
del mundo como un espacio dimensional modulado por el paso del tiempo. En la
filosofía clásica, el tiempo se divide en tres regiones distintas: el “pasado”, el
“presente” y el “futuro”. Usando este modelo de representación, el pasado
generalmente se ve algo fijo inmutablemente y el futuro como al menos parcialmente
definido. A medida que pasa el tiempo, el momento que alguna vez fue el presente
pasa a formar parte del pasado; y parte del futuro, a su vez, se convierte en el nuevo
presente. De esta manera se dice que el tiempo pasa, con un momento presente
distinto “avanzando” hacia el futuro y dejando atrás el pasado. Dentro de esta
comprensión intuitiva del tiempo está la filosofía del presentismo, que sostiene que
solo existe el presente. No viaja hacia adelante a través de un entorno de tiempo,
moviéndose desde un punto real en el pasado hacia un punto real en el futuro. En
cambio, el presente simplemente cambia. El pasado y el futuro no existen y son solo
conceptos utilizados para describir el presente real, aislado y cambiante. Este modelo
convencional presenta una serie de problemas filosóficos difíciles y parece difícil de
reconciliar con las teorías científicas actualmente aceptadas como la teoría de la
relatividad (Markosian, N. 2014). La relatividad especial elimina el concepto de
simultaneidad absoluta y presente universal: de acuerdo con la relatividad de la
simultaneidad, los observadores con diferentes marcos de referencia pueden tener
diferentes medidas de si un determinado par de eventos sucedieron al mismo tiempo
o en diferentes momentos, aunque no hay base física para preferir los juicios de un
marco sobre los de otro., Sin embargo, hay eventos que pueden no ser simultáneos en
todos los marcos de referencia: cuando un evento está dentro del cono de luz de otro
–su pasado causal o futuro causal- entonces los observadores en todos los marcos de
referencia muestran que un evento precedió al otro. El pasado causal y el futuro causal
no son consistentes dentro de todos los marcos de referencia, pero cualquier otro
tiempo está “en otra parte”, y dentro de él no hay presente, pasado ni futuro. No
existe una base física para un conjunto de eventos que represente el presente (Savitt,
S. F. 2000, pp. 563-574). Muchos filósofos han argumentado que la relatividad implica
el eternalismo (Crisp, T. M. 2007), el filósofo de la ciencia Dean Rickles no está de
acuerdo en cierto sentido, pero señala que “el consenso entre los filósofos parece ser
que la relatividad especial y general son incompatibles con el presentismo” (Rickles, D.
2008, p. 158). Por su parte, Christian Wüthrich sostiene que los partidarios del
presentismo solo pueden salvar la simultaneidad absoluta si rechazan el empirismo o
la relatividad (Wüthrich, Ch. 2010, pp. 262-264). Estos argumentos son planteados por
el filósofo Dean W. Zimmerman y otros (Balashov, Y. 2010, p. 222), a favor de un único
marco privilegiado cuyos juicios sobre la longitud, el tiempo y la simultaneidad son los
verdaderos, incluso si no hay una forma empírica de distinguir este marco
(Zimmerman, D. W. 2011, pp. 163-244).

I.4.k. ENDURANTISMO Y PERDURANTISMO.

El endurantismo o teoría de la resistencia, es una teoría filosófica de la persistencia y la


identidad. Según la visión endurantista, los objetos materiales son individuos
tridimensionales persistentes totalmente presentes en cada momento de su
existencia, lo que está de acuerdo con una teoría A del tiempo. Esta concepción de un
individuo como siempre presente se opone al perdurantismo o tetradimensionalismo,
que sostiene que un objeto es una serie de partes o etapas temporales, lo que
requiere una teoría B del tiempo. El uso de “endurar” y “perdurar” para distinguir dod
formas en las que se puede pensar que un objeto persiste se remonta al filósofo
norteamericano David Lewis. Un problema serio del perdurantismo es el problema de
los intrínsecos temporales planteado por Lewis, él afirma que las propiedades
intrínsecas de los objetos cambiarían con el tiempo (Lewis, D. K. 1986), por lo tanto, el
endurantismo no puede armonizar la identidad con el cambio por lo que no puede
explicar la persistencia, claramente incluso si los endurantistas apelan a propiedades
intrínsecas. Los endurantistas pueden argumentar que las propiedades intrínsecas
están relacionadas con el tiempo, sin embargo, esto produciría otro problema: si las
propiedades intrínsecas están relacionadas con otras, no son propiedad intrínseca; por
lo tanto, el perdurantismo no es una mejor posición de persistencia. Sin embargo,
algunos filósofos, como Sally Haslanger, encuentran una manera de resolver este
problema como lo hace el perdurantismo de Lewis. Haslanger afirma que la solución
perdurantista de Lewis no es la única solución, y el endurantismo también puede
resolver este problema. Ella cree que el método de Lewis no responde directamente al
problema de que los objetos que persisten pueden cambiar sus propiedades
intrínsecas; simplemente encuentra una manera de evitarlo: el perpetrador no es un
objeto que mantiene inalteradas las propiedades intrínsecas con el tiempo (Haslanger,
S. 1989, pp. 119-125). De manera similar, el endurantismo podría encontrar una
manera de eludir este problema y conciliar la persistencia de los objetos y las
propiedades intrínsecas. Su método se basa en la modificación adverbial, de acuerdo
con este método, una oración de que los objetos tienen propiedades está relacionada
con el tiempo, pero el tiempo modifica “tener”en lugar de objetos o propiedades
(Haslanger, S. 1989, pp. 119-125): por ejemplo, una persona tenía en t-1 flexión y en t-
2 rectitud. Parece que los objetos pueden, en diferentes momentos y de diferentes
formas, obtener propiedades, después de tal tratamiento, los objetos que existen
pueden, de diferentes maneras en diferentes momentos, instanciar diferentes
propiedades intrínsecas (estas propiedades no están relacionadas directamente con el
tiempo) mediante este método, el endurantismo puede resolver el problema de lo
intrínseco temporal como lo hace el método de Lewis.

La teoría del perdurantismo o perdurabilidad es también una teoría filosófica de la


persistencia y la identidad. La visión perdurantista es que un individuo tiene distintas
partes temporales a lo largo de su existencia, el perdurantismo suele presentarse
como la antípoda del endurantismo, la visión de que un individuo está totalmente
presente en cada momento de su existencia. El debate contemporáneo ha demostrado
las dificultades para definir ambas visiones; por ejemplo, el trabajo de Ted Seider
(2001) ha sugerido que incluso los objetos duraderos pueden tener partes temporales,
y es más exacto definir el perdurantismo como la afirmación de que los objetos tienen
una parte temporal en cada instante en que existen. El perdurantismo también se
aplica si uno cree que hay entidades abstractas temporales pero no espaciales (como
almas inmateriales o universales del tipo aceptado por el filósofo australiano David
Malet Armstrong) (Garrett, B. 2011, pp. 54-55). Los perdurantistas se dividen en dos
subgrupos distintos: los teóricos del gusano (worm theorists) y los teóricos de la etapa
(stage theorists). Los teóricos del gusano creen que un objeto persistente se compone
de las diversas partes temporales que contiene.

Se puede decir que los objetos que persisten se extienden a través de la dimensión
temporal del universo de bloques tanto como los objetos físicos se extienden en el
espacio. Por lo tanto, creen que todos los objetos persistentes son “gusanos” de cuatro
dimensiones que se extienden a través del espacio-tiempo, y que es una equivocación
creer que las sillas, las montañas y las personas son simplemente tridimensionales
(Ehring, D. 2011, p. 100; Miller, T. D. 2007, pp. 75-77). Por su parte, los teóricos de la
etapa consideran que la discusión de los objetos persistentes es hablar de una parte o
etapa particular de un objeto en un momento dado. Entonces, en cierto modo, un
sujeto solo existe durante un momento de tiempo instantáneo; sin embargo, hay otras
partes temporales en otros momentos con las que ese sujeto está relacionado de
cierta manera -Sider habla de “relaciones modales de contraparte (Sider, Th. 1996, pp.
433-453), mientras que Hawley habla de “relaciones no-humeanas”- de tal manera que
cuando alguien dice que era un niño, o que será una persona mayor, estas cosas son
ciertas, porque tienen una relación especial “similar a la identidad” con una parte
temporal que es un niño (y que existe en el pasado) o una parte temporal que es una
persona mayor (que existe en el futuro). A los teóricos de la etapa a veces se les
denomina “exdurantistas”. Se ha argumentado que la teoría de etapas, a diferencia de
la teoría del gusano, debería ser favorecida ya que explica con precisión el contenido
de nuestra experiencia, esto último requiere que en la actualidad experimentemos
más de un momento en nuestras vidas, mientras que en la realidad nos encontramos
experimentando solo un instante de tiempo, en línea con la teoría de las etapas
(Balashov, Y. 2015, pp. 61-73; Skow, B. 2011, pp. 359-387; Parsons, J. 2015, pp. 237-
242). Sin embargo, por otro lado, como afirma Stuchlik (2003), la teoría de las etapas
no funcionará bajo la posibilidad del tiempo de guerra, que establece que para cada
intervalo de tiempo, hay un subintervalo, y según Zimmerman (1996), ha habido
muchos perdurantistas autoproclamados que creen que el tiempo es “mugroso” o no
contiene instantes. Algunos perdurantistas piensan que la idea de “mugre” significa
que no hay instantes, ya que los definen como intervalos de tiempo sin subintervalos.

II. ESTRUCTURA DEL ESPACIO-TIEMPO

La elaboración de una mezcla de puntos de vista en torno a los debates históricos


acerca del absolutismo y el convencionalismo, así como la reflexión sobre el aporte del
aparato técnico de la teoría general de la relatividad, así como detalles en cuanto a la
estructura del espacio-tiempo, han ocupado una gran parte de la discusión dentro de
la filosofía del espacio y el tiempo, así como la filosofía de la física. Entre los temas de
discusión podemos destacar los siguientes:

II.1.a. RELATIVIDAD DE LA SIMULTANEIDAD.

Según la relatividad especial, cada punto del universo puede tener un conjunto
diferentes de eventos que componen su instante presente. Esto se ha utilizado en el
argumento de Rietdjik-Putnam para demostrar que la relatividad predice un universo
de bloques en el que los eventos se fijan en cuatro dimensiones. Este argumento
utiliza los hallazgos de la física del siglo XX, específicamente de la relatividad especial,
para respaldar la posición filosófica conocida como tetradimensionalismo: si la
relatividad especial es verdadera, entonces cada observador tendrá su propio plano de
simultaneidad, que contiene un conjunto único de eventos que constituye el momento
presente del observador. Los observadores que se mueven a diferentes velocidades
relativas tienen diferentes planos de simultaneidad y, por lo tanto, diferentes
conjuntos de eventos presentes. Cada observador considera que su conjunto de
eventos presentes es un universo tridimensional, pero incluso el más mínimo
movimiento de la cabeza o el desplazamiento de la distancia entre los observadores
puede hacer que los universos tridimensionales tengan un contenido diferente. Si
existe cada universo tridimensional, entonces la existencia de múltiples universos
tridimensionales sugiere que el universo es tetradimensional. Este argumento lleva el
nombre de las discusiones de C. W. Rietdjik (Rietdjik, C. W. 1966, pp. 341-343) y Hilary
Putnam (Putnam, H. 1967, pp. 240-247) y a veces se le denomina el argumento
Rietdjik-Putnam-Penrose.

II.1.b. INVARIANZA vs. COVARIANZA.

Al aplicar las lecciones del debate absolutismo/relacionismo con las poderosas


herramientas matemáticas creadas en los siglos XIX y XX, el filósofo norteamericano
Michael Friedman, establece una distinción entre invarianza sobre transformación
matemática y covarianza sobre transformación. La invarianza o simetría, se aplica a los
objetos, es decir, el grupo de simetría de una teoría del espacio-tiempo designa qué
características de los objetos son invariantes o absolutas, y cuáles son dinámicas o
variables. La covarianza se aplica a las formulaciones de teorías, es decir, el grupo de
covarianza designa en qué rango de sistemas de coordenadas se mantienen las leyes
de la física. Esta distinción se puede ilustrar revisando el experimento mental de
Leibniz, en el que el universo se desplaza más de cinco pies. En este ejemplo, se
considera que la posición de un objeto no es una propiedad de ese objeto, es decir, la
ubicación no es invariante. De manera similar, el grupo de covarianza para la mecánica
clásica será cualquier sistema de coordenadas que se obtenga entre sí mediante
cambios de posición, así como otras traslaciones permitidas por una transformación de
Galileo. En el caso clásico, el grupo de invarianza, o simetría, y el grupo de covarianza
coinciden, pero se separan en la física relativista. El grupo de simetría de la teoría
general de la relatividad incluye todas las transformaciones diferenciables, es decir,
todas las propiedades de un objeto son dinámicas, en otras palabras, no hay objetos
absolutos. Las formulaciones de la teoría general de la relatividad, a diferencia de las
de la mecánica clásica, no comparten un estándar, es decir, no existe una única
formulación emparejada con transformaciones; como tal, el grupo de covarianza de la
teoría general de la relatividad es solo el grupo de covarianza de toda la teoría. Una
aplicación adicional de los métodos matemáticos modernos, junto con la idea de
grupos de invarianza y covarianza, es tratar de interpretar puntos de vista históricos
del espacio-tiempo en un lenguaje matemático moderno. En estas traducciones, una
teoría del espacio y el tiempo se ve como una variedad emparejada con espacios
vectoriales, mientras más espacios vectoriales, más hechos hay sobre los objetos en
esa teoría. Generalmente se considera que el desarrollo histórico de las teorías del
espacio-tiempo comienza desde una posición en la que muchos hechos sobre los
objetos se incorporan a esa teoría y, a medida que avanza la historia, se elimina cada
vez más estructura, por ejemplo, el espacio y el tiempo aristotélicos tienen una
posición absoluta y lugares especiales, como el centro del cosmos y la circunferencia;
el espacio y el tiempo newtonianos tienen una posición absoluta y son invariantes de
Galileo, pero no tienen posiciones especiales.

II.1.c. AGUJEROS.

Con la teoría general de la relatividad, el debate tradicional entre absolutismo y


relacionalismo se ha desplazado a si el espacio-tiempo es una sustancia, ya que la
teoría general de la relatividad descarta en gran medida la existencia de, por ejemplo,
posiciones absolutas. Un poderoso argumento contra el sustantivismo del espacio-
tiempo, ofrecido por el filósofo de la física John Earman, se conoce como el
“argumento del agujero”. Este es un argumento matemático técnico, pero se puede
parafrasear de la siguiente manera: Defina una función d como la función de identidad
sobre todos los elementos sobre la variedad M, excepto una pequeña vecindad H que
pertenece a M. Sobre H d se diferencia de la identidad por una función suave
(propiedad que se mide por el número de derivadas continuas que tiene en algún
dominio). Con el uso de esta función d podemos construir dos modelos matemáticos,
donde el segundo se genera aplicando d a los elementos propios del primero, de modo
que los dos modelos son idénticos antes del tiempo t=0, donde t es una función de
tiempo creada por una foliación del espacio-tiempo, pero difieren después de t=0
[(cero)]. Estas consideraciones muestran que, dado que el sustantivismo permite la
construcción de huecos, el universo, debe desde ese punto de vista, ser
indeterminista, lo cual, según Earman, es un caso contra el sustantivismo, ya que el
caso entre determinismo o indeterminismo debería ser una cuestión de física, no de
nuestro compromiso con el sustantivismo.

II.1.d. DIRECCIÓN DEL TIEMPO.

El problema de la dirección del tiempo surge directamente de dos hechos


contradictorios. En primer lugar, las leyes físicas fundamentales son invariantes en la
inversión del tiempo; si una película cinematográfica se tomara de cualquier proceso
describible por medio de las leyes antes mencionadas y luego se reprodujera al revés,
aún representaría un proceso físicamente posible. En segundo lugar, nuestra
experiencia del tiempo, a nivel macroscópico, no es invariante en la inversión del
tiempo (Borchert, D. M. 2006, p. 468); los vasos pueden caerse y romperse, pero los
fragmentos de vidrio no pueden volver a ensamblarse y volar hacia las mesas.
Tenemos recuerdos del pasado y ninguno del futuro, sentimos que no podemos
cambiar el pasado, pero podemos influir en el futuro.
SOLUCIÓN DE CAUSALIDAD:

 Una solución a este problema tiene una visión metafísica, en la que la dirección
del tiempo se sigue de una asimetría de causalidad. Sabemos más sobre el
pasado porque los elementos del pasado son causas del efecto que es nuestra
percepción, sentimos que no podemos afectar el pasado y podemos afectar el
futuro porque no podemos afectar el pasado y podemos afectar el futuro. Hay
dos objeciones principales a esta opinión: primeramente está el problema de
distinguir la causa del efecto de una manera no arbitraria. El uso de la
causalidad en la construcción de un ordenamiento temporal podría volverse
fácilmente circular. El segundo problema con este punto de vista es su poder
explicativo, si bien la explicación de la causalidad, si tiene éxito, puede explicar
algunos fenómenos asimétricos en el tiempo como la percepción y la acción, no
explica muchos otros. Sin embargo, la asimetría de causalidad se puede
observar de forma no arbitraria, lo que no es metafísico en el caso de una
mano humana que deja caer un vaso de agua que se rompe en fragmentos
sobre un piso duro, derramando el líquido. En este orden, las causas del patrón
resultante de fragmentos de vaso y derrame de agua son fácilmente atribuibles
en cuanto a la trayectoria del vaso, irregularidades en su estructura, ángulo de
su impacto en el suelo, etc. Sin embargo, aplicando el mismo evento a la
inversa, es difícil explicar por qué las distintas piezas del vaso deben volar hacia
la mano humana y volver a ensamblarse con precisión en la forma de un vaso, o
por qué el agua debe colocarse completamente dentro del vaso. Las causas de
la estructura y forma resultante del vaso y la encapsulación del agua por la
mano dentro del vaso no son fácilmente atribuibles, ya que ni la mano ni el
suelo pueden lograr tales formaciones de vaso o agua. Esta asimetría es
perceptible debido a dos características: i) la relación entre las capacidades de
agente de la mano humana (es decir, lo que es y no es capaz de hacer y para
qué sirve) y la agencia no-animal (es decir, qué pisos son y no son capaces de
hacer y para qué sirven) y ii) que los trozos de vaso llegaron a poseer
exactamente la naturaleza y número de los de un vaso antes de montar. En
resumen, tal asimetría es atribuible a la relación entre i) dirección temporal y ii)
las implicaciones de forma y capacidad funcional. La aplicación de estas ideas
de forma y capacidad funcional solo dicta la dirección temporal en relación con
escenarios complejos que involucran una agencia específica, no metafísica, que
no depende simplemente de la percepción humana del tiempo, sin embargo,
esta última observación en sí misma no es suficiente para invalidar las
implicaciones del ejemplo para la naturaleza progresiva del tiempo en general.

SOLUCIÓN TERMODINÁMICA:

 La segunda gran familia de soluciones a este problema, y con mucho la que ha


generado la mayor cantidad de literatura, considera que la existencia de la
dirección del tiempo está relacionada con la naturaleza de la termodinámica. La
respuesta de la termodinámica clásica establece que, si bien nuestra teoría
física básica es, de hecho, simétrica de inversión del tiempo, la termodinámica
no lo es. En particular, la Segunda Ley de la Termodinámica establece que la
entropía neta de un sistema cerrado nunca disminuye, y esto explica por qué a
menudo vemos vidrios rotos, pero que no vuelven a juntarse. Por tanto, la
medición de la entropía es una forma de distinguir el pasado del futuro. La
Segunda Ley de la Termodinámica permite que la entropía permanezca igual
independientemente de la dirección del tiempo, si la entropía es constante en
cualquier dirección del tiempo, no habría una dirección preferida. Sin embargo,
la entropía solo puede ser una constante si el sistema se encuentra en el estado
de desorden más alto posible, como un gas que siempre estuvo y siempre
estará, uniformemente esparcido en su contenedor. La existencia de una flecha
termodinámica del tiempo implica que el sistema está altamente ordenado en
una sola dirección temporal, que por definición sería el “pasado”. Por tanto,
esta ley se refiere a las condiciones de contorno más que a las ecuaciones de
movimiento. Pero en mecánica estadística las cosas se vuelven más
complicadas; por un lado, la mecánica estadística es muy superior a la
termodinámica clásica, en el sentido de que el comportamiento
termodinámico, como la rotura del vidrio, puede explicarse las leyes
fundamentales de la física junto con un postulado estadístico. Pero la mecánica
estadística, a diferencia de la termodinámica clásica, es simétrica de inversión
del tiempo. La Segunda Ley de la Termodinámica, tal como surge en la
mecánica estadística, simplemente establece que es abrumadoramente
probable que la entropía neta aumente, pero no es una ley absoluta. Las
soluciones termodinámicas actuales al problema de la dirección del tiempo
apuntan a encontrar algún hecho o característica adicional de las leyes de la
naturaleza para explicar esta discrepancia.

SOLUCIÓN DE LEYES:

 Un tercer tipo de solución al problema de la dirección del tiempo, aunque


mucho menos representado, sostiene que las leyes no son simétricas de
inversión temporal. Por ejemplo, ciertos procesos en mecánica cuántica,
relacionados con la fuerza nuclear débil, no son reversibles en el tiempo,
teniendo en cuenta que cuando se trata de la mecánica cuántica, la
reversibilidad en el tiempo comprende una definición más compleja. Pero este
tipo de solución es insuficiente porque 1) los fenómenos asimétricos en el
tiempo en la mecánica cuántica son demasiado pocos para explicar la
uniformidad de la asimetría temporal macroscópica y 2) se basa en el supuesto
de que la mecánica cuántica es la descripción final o correcta de los procesos
físicos. Un proponente reciente de la solución de leyes es el filósofo de la
ciencia norteamericano Tim Maudlin, quien sostiene que las leyes
fundamentales de la física son las leyes de la evolución temporal. Maudlin
profundiza en temas fundamentales de cosmología, argumentando que las
leyes de la naturaleza deben tomarse como primitivas, no reducidas a otra
cosa, y que el paso y la dirección del tiempo son fundamentales. Según esta
teoría, la flecha del tiempo tiene una sola dirección y el tiempo es asimétrico, lo
que contradice la idea de la mecánica cuántica de la simetría del tiempo y otras
teorías que niegan la existencia del tiempo (como defendió el físico británico
Julian Barbour, ver más abajo): “Creo que es un hecho fundamental e
irreductible sobre la estructura espacio-temporal del mundo que pasa el
tiempo […] El paso del tiempo es una asimetría intrínseca en la estructura
temporal del mundo, una asimetría que no tiene contraparte espacial […] Aun
así, ir de Marte a la Tierra no es lo mismo que ir de la Tierra a Marte. La
diferencia, si se quiere, es cómo se orientan estas secuencias de estados con
respecto al paso del tiempo […] La creencia de que el tiempo pasa, en este
sentido, no incide en la cuestión de la “realidad” del pasado o del futuro. Creo
que el pasado es real: hay hechos sobre lo que sucedió en el pasado que son
independientes del estado actual del mundo e independientes de todo
conocimiento o creencias sobre el pasado. De manera similar, creo que hay (es
decir habrá) un único futuro y creer que el futuro es irreal (es decir, todo
terminará, no existiré mañana, no tengo futuro). No creo en estas cosas y
actuaría de manera muy diferente si lo hiciera. En la medida en que creer en la
realidad del pasado y el futuro constituye una creencia en un “universo de
bloques”, creo en un universo de bloques. Pero también creo que el tiempo
pasa y no veo contradicción ni tensión entre estos puntos de vista” (Maudlin, T.
2007, pp. 107-109). Sin embargo, en otro lugar Maudlin argumenta: “[el] paso
del tiempo es una asimetría intrínseca en la estructura temporal del mundo…Es
la simetría que fundamenta la distinción entre secuencias que van del pasado al
futuro y secuencias que van del futuro al pasado (Maudlin, T. 2010, p. 18). Por
lo tanto, podría decirse que es difícil evaluar si Maudlin sugiere que la dirección
del tiempo es una consecuencia de las leyes o es, en sí misma, primitiva.

II.1.e. FLUJO DEL TIEMPO

Los argumentos en favor y en contra de un flujo de tiempo independiente se han


planteado desde la antigüedad, representados por el fatalismo, el reduccionismo y el
platonismo: el fatalismo clásico sostiene que toda proposición sobre el futuro existe, y
es verdadero o falso, por lo tanto, hay un conjunto de todas las proposiciones
verdaderas sobre el futuro, lo que significa que estas proposiciones describen el futuro
exactamente como es, y ese futuro es verdadero e inevitable. El fatalismo se desafía
postulando que hay proposiciones que no son ni verdaderas ni falsas, por ejemplo,
pueden ser indeterminadas. El reduccionismo cuestiona si el tiempo puede existir
independientemente de la relación entre eventos y, finalmente, el platonismo sostiene
que el tiempo es absoluto y existe independientemente de los eventos que lo
ocuparon (Markosian, N. 2014). La filósofa Katherin A. Rogers argumentó que Anselmo
de Canterbury adoptó una visión eterna del tiempo (Rogers, K. A. 2007, pp. 3-27),
aunque el filósofo Brian Leftow ha argumentado en contra de esta interpretación
(Leftow, B. 2009, pp. 297-319), sugiriendo que Anselmo, en cambio, defendía un tipo
de presentismo. Rogers respondió a este artículo defendiendo su interpretación
original (Rogers, K. A. 2009, pp. 320-338), así mismo Rogers también analiza este tema
en su libro “Anselm on Freedom” (2008), utilizando el término “tetradimensionalismo”
en lugar de “eternalismo” para la opinión de que “el momento presente no es
ontológicamente privilegiado” y comenta que “Boecio y Agustín no suenan a veces
como cuatro-dimensionalistas, pero Anselmo es aparentemente la primera forma
consistente y explícitamente en abrazar la posición” (Rogers, K. A. 2008, p. 159). Taneli
Kukkonen argumenta en el Oxford Handbook of Medieval Philosophy que “lo que
Agustín y la mezcla de eternalista y presentista de Anselmo, el lenguaje eterno, dice
que los filósofos medievales no vieron la necesidad de elegir un “bando” como lo
hacen los filósofos modernos” (Kukkonen, T. 2012, p. 529). Agustín de Hipona escribió
que Dios está fuera del tiempo, que el tiempo existe solo dentro del universo creado,
por su parte Tomás de Aquino adoptó el mismo punto de vista y muchos teólogos
están de acuerdo. Desde este punto de vista, Dios percibiría algo así como un universo
de bloques, mientras que el tiempo podría parecer diferente a los seres finitos
contenidos en él (Polkinghorne, J. 2011, p. 64).
El problema del flujo del tiempo, tal como ha sido tratado en la filosofía analítica, debe
su comienzo a un artículo escrito por el filósofo británico J. M. E. McTaggart, en el que
propone dos “series temporales”. La primera serie, lo que significa dar cuenta de
nuestras intuiciones sobre devenir temporal, o el movimiento “Ahora”, se llama la
serie A. La serie A ordena los eventos según su existencia en el pasado, presente o
futuro, simpliciter y en comparación entre sí. La serie B elimina toda referencia al
presente y las modalidades temporales asociadas del pasado y el futuro, y ordena
todos los eventos por las relaciones temporales “antes y después de”. En muchos
sentidos, el debate entre los defensores de estos dos puntos de vista puede verse
como una continuación del debate moderno temprano entre el punto de vista de que
existe un tiempo absoluto (defendido por Isaac Newton) y el punto de vista de que
sólo hay un tiempo meramente relativo (defendido por Gottfried Leibniz). McTaggart
en su artículo “La irrealidad del tiempo” (publicado por primera vez como un artículo
de revista en Mind, 1908; una versión ligeramente diferente del argumento apareció
en 1927 como uno de los capítulos del segundo volumen de la obra más importante de
McTaggart, The Nature of Existence) (McTaggart, J. M. E. 1908, pp. 457-473) sostiene
que el tiempo es irreal ya que a) la serie A es inconsistente y b) la serie B por sí sola no
puede explicar la naturaleza del tiempo, ya que la serie A describe una característica
esencial de ella. Partiendo de este marco, se han ofrecido dos vías de solución: la
primera, la solución del teórico A, toma el devenir como la característica central del
tiempo y trata de construir la serie B a partir de la serie A ofreciendo una explicación
de cómo los hechos B llegan a estar fuera de los hechos A. La segunda vía es la solución
del teórico B, toma como decisivos los argumentos de McTaggart contra la serie A y
trata de construir la serie A a partir de la serie B, por ejemplo mediante índices
temporales. El argumento de McTaggart ha tenido una enorme influencia en la
filosofía del tiempo, su análisis fenomenológico de la aparición del tiempo ha sido
aceptado como bueno y verdadero incluso por aquellos que niegan firmemente la
conclusión final de que el tiempo es irreal. Por ejemplo, J. S. Findley (1940) y Arthur
Prior (1967) tomaron el análisis fenomenológico de McTaggart como punto de partida
en el desarrollo de la lógica moderna del tiempo. La caracterización de McTaggart de la
aparición del tiempo en términos de las series A y B sirvió para agudizar el contraste
entre las dos visiones del tiempo emergentes y rivales que ahora conocemos como las
visiones A y B del tiempo. El supuesto es que la visión A, al aceptar la realidad del
tiempo, representa el tiempo como si fuera una serie A, y que la visión B, al rechazar la
realidad del tiempo, representa el tiempo como si fuera una serie B. Las dos
objeciones que McTaggart desarrolla contra la concepción del tiempo como formando
una serie A y una B siguen siendo las dos objeciones principales con las que luchan las
visiones A y B del tiempo. ¿Es la visión A contradictoria y la visión B es capaz de
incorporar una explicación del cambio?. La controversia sobre el argumento de
McTaggart sobre la irrealidad del tiempo continúa constantemente (p. ej. Smith 2011;
Cameron 2015; Mozersky 2015; Ingthorsson 2016).
Dirck Vorenkamp, profesor de estudios religiosos, argumentó en su artículo “B-Series
Temporal Order in Dogen´s Theory of Time” (1995) que el maestro budista zen Dogen
(siglo XIII) presentó puntos de vista sobre el tiempo que contenían todos los elementos
principales de la visión de la serie B de McTaggart del tiempo (que niega cualquier
presente objetivo), aunque señaló que algunos razonamientos del Dogen también
contenían nociones de la serie A, que Vorenkamp argumentó que pueden indicar
alguna inconsistencia en el pensamiento de Dogen (Vorenkamp, D. 1995, pp. 387-408).
Algunos filósofos apelan a una teoría específica que es “atemporal” en un sentido más
radical que el resto de la física, la teoría de la gravedad cuántica; esta teoría se utiliza,
por ejemplo, en la teoría de la atemporalidad de Julian Barbour que postula que el
tiempo, tal como lo percibimos, no existe más que como una ilusión y que una serie de
problemas de la física teórica surgen al asumir que existe; argumenta que no tenemos
evidencias del pasado más que nuestro recuerdo del mismo, y ninguna evidencia del
futuro más que nuestra creencia en él. Barbour señala: “La diferencia simplemente
crea una ilusión de tiempo, con cada momento individual existiendo por derecho
propio, total y completo”.

Él llama a estos momentos “ahora”; todo es ilusión: no hay momento ni cambio.


Barbour sostiene que la ilusión del tiempo es lo que interpretamos a través de lo que
él llama “cápsulas del tiempo”, que son “cualquier patrón fijo que crea o codifica la
apariencia de movimiento, cambio o historia”. La teoría de Barbour va más allá en el
escepticismo que la teoría del universo de bloques, ya que niega no solo el paso del
tiempo, sino la existencia de una dimensión externa del tiempo. La física ordena los
“ahora” por su similitud inherente entre sí, ese orden es lo que convencionalmente
llamamos un orden del tiempo, pero no surge de “ahora” que ocurren en momentos
específicos, ya que no ocurre ni surge de su existencia inmutable a lo largo del eje del
tiempo de un universo de bloques, sino más bien se deriva de su contenido real. Por
otro lado, George Ellis sostiene que el tiempo está ausente en las teorías cosmológicas
debido a los detalles que omiten (Ellis, G. 2006, pp. 1797-1824) y recientemente,
Hrvoje Nikolic ha argumentado que un modelo de tiempo de bloque resuelve la
paradoja de la información del agujero negro (Nikolic, H. 2009, pp. 218-221) (la
información física podría desaparecer permanentemente en un agujero negro, lo que
permitiría que muchos estados físicos pasaran al mismo estado).

Filósofos como el británico John Lucas, han sostenido que “El universo de bloques
ofrece una visión del tiempo profundamente inadecuada. No tiene en cuenta el paso
del tiempo, la preeminencia del presente, la dirección del tiempo y la diferencia entre
el futuro y el pasado…” (Lucas, J. 1989, p. 8) y a favor de una estructura de árbol en la
que solo hay un pasado o un presente (en cualquier punto dado del espacio-tiempo)
pero una gran cantidad de futuros posibles: “Estamos por nuestras propias decisiones
frente a las acciones de otros hombres y circunstancias fortuitas tejiendo la red de la
historia en el telar de la necesidad natural” (Lucas, J. 1989, p. 4).

De manera similar, Karl Popper argumentó en su discusión con Albert Einstein contra
el determinismo y el eternalismo desde un punto de vista de sentido común (Popper,
K. 2002, pp. 148-150). Una teoría del flujo del tiempo con un futuro estrictamente
determinista, que sin embargo no existe en el mismo sentido que el presente, no
satisfaría las intuiciones de sentido común sobre el tiempo. Algunos han argumentado
que las teorías de sentido común sobre el flujo del tiempo pueden ser compatibles con
el eternalismo, por ejemplo, la interpretación transaccional de John G. Cramer que
toma las funciones de onda psi y psi* del formalismo cuántico estándar como ondas
retardadas (hacia adelante en el tiempo) y avanzadas (hacia atrás en el tiempo) que
forman una interacción cuántica tal como propone la teoría simétrica en el tiempo de
Wheeler-Feynman (una interpretación de la electrodinámica derivada del supuesto de
que las soluciones de las ecuaciones de campo electromagnético debe ser invariante
bajo transformación de tiempo-inverso, al igual que las propias ecuaciones de campo).
Kastner propuso (2010) que para preservar la elegancia y la economía de la
interpretación, puede ser necesario considerar que las ondas de oferta y confirmación
se propagan en un “espacio superior” de posibilidades (“The Quantum Liar Experiment
Kastner”. Studies in History and Philosophy of Modern Physics, 41 (=2).

En Time Reborn (2013), el físico teórico Lee Smolin sostiene que el tiempo es
físicamente fundamental, en contraste con la opinión de Einstein de que el tiempo es
una ilusión. Smolin plantea la hipótesis de que las leyes de la física no son fijas, sino
que evolucionan con el tiempo a través de una forma de selección natural cosmológica
(Smolin, L. 2013; Smolin & Cortes 2014). En The Singular Universe and the Reality of
Time (2014), en coautoría con el filósofo Roberto Mangabeira Unger, Smolin entra en
más detalles sobre sus puntos de vista sobre el paso físico del tiempo, en contraste con
la visión ortodoxa del universo de bloques, Smolin sostiene que lo que en cambio
existe es un “presente denso” (Smolin, L. 2018) en el que dos eventos en el presente
pueden estar relacionados casualmente entre sí. Marina Cortes y Lee Smolin también
argumentan que ciertas clases de sistemas dinámicos discretos demuestran asimetría
e irreversibilidad del tiempo, lo cual es inconsistente con la interpretación del universo
de bloques (Cortes, M. & Smolin, L. 2018). Por su parte, el físico y filósofo israelí
Avshalom Elitzur, rechaza vehementemente la interpretación del tiempo en el universo
de bloques; en la conferencia Time in Cosmology, celebrada en el Perimeter Institute
for Theoretical Physics en 2016, Elitzur dijo: “Estoy harto y cansado de este universo de
bloques… no creo que el próximo jueves tenga la misma base que este jueves. El
futuro no existe, ¡No existe!. Ontológicamente no está ahí.” (Falk, D. 2016). Elitzur y
Shahar Dolev, sostienen que los experimentos de mecánica cuántica como el Quantum
Liar (Elitzur, A. C. & Dolev, S. 2005, pp. 325-349) y la evaporación de los agujeros
negros (Elitzur, A. C. & Dolev, S. 1999, pp. 309-323) desafían el modelo convencional
del universo de bloques y respaldan la existencia de un paso del tiempo objetivo;
también creen que un paso objetivo del tiempo y la relatividad pueden reconciliarse y
que resolvería muchos de los problemas con el universo de bloques y el conflicto entre
la relatividad y la mecánica cuántica (Elitzur, A. C. & Dolev, S. 2005, pp. 589-606).
Además Elitzur y Dolev creen que ciertos experimentos de mecánica cuántica
proporcionan evidencias de historias aparentemente inconsistentes, y que el espacio-
tiempo en sí mismo puede estar sujeto a cambios que afecten a las historias enteras
(Elitzur, A. C. & Dolev, S. 2003, pp. 297-306). Por otra parte, Amrit Sorli y Davide
Fiscaletti, fundadores del Space Life Institute en Eslovenia, argumentan que el tiempo
existe independientemente del espacio, y que la dilatación del tiempo y la contracción
de la longitud se pueden describir mejor en el marco de un espacio 3D, como el tiempo
como la cantidad utilizada para medir el cambio. Sorli y Fiscaletti argumentan que el
espacio-tiempo de Minkowski y la comprensión del tiempo como cuarta dimensión
carecen de apoyo experimental, para ello argumentan en que los experimentos de
dilatación del tiempo, como demostrar que los relojes funcionan más lentos en aviones
de alta velocidad, apoyan la relatividad especial y la dilatación del tiempo, pero no
necesariamente la contracción del espacio-tiempo o la longitud de Minkowski (Zyga, L.
2012).

DUALIDADES:

 Los modelos de la teoría cuántica de campos han demostrado que es posible


que las teorías en dos fondos diferentes del espacio-tiempo como AdS/CFT
(anti-de Sitter/conformal field theory correspondence) o T-duality (target-space
duality), sean equivalentes. La correspondencia AdS (a veces llamada dualidad
Maldacena), es una relación conjeturada entre dos tipos de teorías físicas; por
un lado están los AdS que se utilizan en las teorías de la gravedad cuántica,
formuladas en términos de la teoría de cuerdas o M-teoría; en el otro lado de la
correspondencia están las teorías de campo conforme (CFT), que son teorías de
campo cuántico, incluidas teorías similares a las teorías de Yang-Mills que
describen las partículas elementales. Por otro lado, la T-duality es una
equivalencia de dos teorías físicas, que pueden ser teorías cuánticas de campos
o teorías de cuerdas. En el ejemplo más simple de esta relación, una de las
teorías describe cadenas que se propagan en un espacio-tiempo imaginario con
forma de círculo de cierto radio .R, mientras que la otra teoría describe cadenas
que se propagan en un espacio-tiempo con forma de círculo de radio
proporcional a 1/R. En general, la T-duality relaciona dos teorías con diferentes
geometrías espacio-temporales, de esta manera, la T-duality sugiere un posible
escenario en el que las nociones clásicas de geometría se rompen en una teoría
de la física de escala de Planck.

CONCLUSIÓN

La filosofía del espacio y el tiempo, también conocida como cosmología filosófica, es la


rama de la filosofía que trata de los aspectos referidos a la ontología, la epistemología
y la naturaleza del espacio y el tiempo. Entre las cuestiones principales, y aunque no se
limita a ellas, podemos destacar las siguientes:

 La posibilidad de que el espacio y el tiempo existan independientemente de la


mente.
 La posibilidad de que existan independientemente el uno del otro.
 Cómo se explica el flujo incesante y unidireccional del tiempo.
 Si existen otros tiempos aparte del momento actual.
 Cuestiones sobre la identidad, particularmente relacionada con el tiempo.

Los problemas vinculados al espacio y el tiempo tradicionalmente han sido centrales


en los sistemas filosóficos, desde los presocráticos hasta Bergson y Heidegger y ocupan
un espacio central en la discusión filosófica metafísica actual. La filosofía analítica y el
positivismo lógico, en ejercicio de su crítica del método científico y la metafísica
tradicionales, los han estudiado con particular interés desde sus comienzos. Hay otros
muchos aspectos a tratar que involucran al estudio del espacio y el tiempo, en este
trabajo no se han tratado todos pero sí algunos de los más fundamentales y se ha
mostrado la estrecha relación existente, en este aspecto, pero también en muchos
otros, entre la filosofía y la ciencia, aquí muy especialmente, entre la filosofía y la
física. Es evidente que quedan muchas respuestas por conocer y muchos problemas
por resolver a día de hoy acerca del espacio y el tiempo y esto, entre otros muchos
aspectos, hace que su estudio sea particularmente fascinante.

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