Cuentos para Reflexionar

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1.

El sabio
Cuentan que, en un antiguo reino, habitaba un hombre que era conocido en
todas partes por su gran sabiduría. Al comienzo solo aconsejaba a sus
familiares y amigos cercanos. Sin embargo, su fama creció tanto que el
propio soberano lo llamaba frecuentemente para consultarlo.

Todos los días llegaban muchas personas a recibir sus sabios consejos. Sin
embargo, el sabio notó que había varios que iban todas las semanas. Lo
peor es que siempre le contaban los mismos problemas y luego escuchaban
el mismo consejo , pero no lo ponían en práctica. Todo se había convertido
en un círculo vicioso.

Un día, el sabio reunió a todos esos consultantes frecuentes. Luego les


contó un chiste tan divertido, que llevó a que casi todos se desternillaran de
la risa. Después esperó un rato y volvió a contar el mismo chiste. Siguió
contándolo por tres horas. Al final, todos estaban desesperados. Entonces
el sabio les dijo: “¿por qué no pueden reírse varias veces del mismo chiste ,
pero sí pueden llorar mil veces por el mismo problema?

2. Los dos amigos


En cierta ocasión, dos grandes amigos decidieron hacer una travesía por el
desierto. Uno confiaba en el otro ciegamente y sentían que no habría mejor
compañía. Sin embargo, cuando ya estaban cansados tuvieron desacuerdos
en sus opiniones.

Del desacuerdo pasaron a una discusión y de esta a un debate encendido.


La situación llegó a tal extremo que, en un momento dado, uno de los
amigos golpeó al otro. Enseguida se dio cuenta de su error y le pidió
perdón. Entonces, el que había sido golpeado, escribió en la arena: “Mi
mejor amigo me golpeó”.

Continuaron el camino y más adelante se encontraron con un extraño oasis.


Todavía no habían entrado en él, cuando el suelo comenzó a moverse. El
amigo que había sido golpeado comenzó a hundirse. Era una especie de
pantano. Como pudo, su amigo se estiró, poniendo en riesgo su vida, y lo
rescató.

Fue entonces cuando el chico, que primero había sido golpeado y luego
rescatado, escribió sobre una piedra: “mi mejor amigo me salvó la vida”. El
otro lo miraba con curiosidad, así que le explicó: “entre amigos, las ofensas
solo se escriben para que se las lleve el viento. En cambio, los favores se
graban hondo en la piedra para que no se olviden nunca”.
3. El león codicioso
Había un león soberbio que estaba hambriento. Llevaba un rato largo sin
comer y tenía pegadas las tripas. Sabía que en el lugar en donde estaba no
abundaban las presas. Comprendió que debía ser paciente y acechar con
mucha cautela, ya que si aparecía alguna presa y la perdía, no iba a
encontrar otra tan fácilmente.

El león se quedó muy quieto, detrás de un matorral. Pasaron algunas horas


y no aparecía nada. Sin embargo, cuando ya estaba desanimado, en una
zona cercana apareció una liebre. Había un pastizal y la liebre salió a comer
la hierba, desprevenidamente. El león sabía que las liebres son muy
rápidas, así que debía lanzar un ataque contundente y súbito. De lo
contrario, con toda seguridad, la liebre se escaparía.

Esperó un rato y se puso en guardia. Cuando iba a echarse encima de su


presa, vio de pronto que un hermoso venado estaba caminando a unos
metros de allí. La boca se le hizo agua. En un par de segundos cambió sus
planes y atacó al venado, que había tenido tiempo de verlo y se echó a
correr. La liebre, por supuesto, se escapó. Finalmente, el león murió de
hambre, puesto que no pudo cazar el rico venado y menos a sagaz liebre.
4. En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el
gran respeto que profesaba a todos. Un día, un conocido se encontró
con el gran filósofo y le dijo:
“¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?”
“Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera
que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple
filtro.”
“¿Triple filtro?”
“Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi
amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es
por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la
verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es
cierto?”
“No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y…”
“Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o
no. El segundo filtro, el filtro de la bondad ¿Es algo bueno lo que vas a
decirme de mi amigo?”

“No, por el contrario…”


“Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro
de que sea cierto. El tercer filtro es el de la utilidad. ¿Me servirá de algo
saber lo que vas a decirme de mi amigo?”.
“No, la verdad es que no.”
“Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni
bueno, e incluso no es útil… ¿para qué querría saberlo?”

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