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Atlántico negro y africano: travesías de Inongo-Vi-Makomè, Maximiliano Nkogo Esono y

César A. Mba Abogo

___________________________________________

BEATRIZ CELAYA CARRILLO


UNIVERSITY OF CINCINNATI

Otra vez volveré,


no sé cuándo será,
yo volveré otra vez
a esta orilla de mar.
Difícil olvidar esta tierra,
este lugar,
las gentes que conocí,
mis horas de soledad.1 (Ilombe
99)

El presente trabajo analiza los procesos de construcción identitaria de tres escritores


hispanoafricanos, desde la ausencia y presencia en su país y a partir de determinadas configuraciones
interculturales: Inongo-Vi-Makomè, Maximiliano Nkogo Esono y César Mba Abogo. Para cerrar el
ensayo, los tres se comparan con una breve crónica del viaje a Guinea Ecuatorial realizada por Remei
Sipi Mayo y publicada por Afro-Hispanic Review en 2009, y también con una breve referencia a la muy
reciente producción de la escritora Trifonia Melibea Obono, incorporando en ambos casos un muy
necesario y enriquecedor contraste de género2.
Como punto de partida teórico se parte del conocido concepto transatlántico de Julio Ortega,
al que se le une el paradigma actualizado de Atlántico negro de Paul Gilroy y las reflexiones posteriores
en torno a estos paradigmas presentados, muy particularmente las de Brad Epps y Benita Sampedro.
Se concluye que ese espacio atlántico fluido de intercambios múltiples es clave en los análisis de la
cultura y literatura guineoecuatoriana y negroafricana en español, en un sentido histórico y también
contemporáneo, pero no es claramente suficiente debido a la activa presencia de otras relaciones
interculturales, tales como las de África y el Mediterráneo, y a la importancia capital de las relaciones
materiales y simbólicas entre distintos países africanos. En última instancia, se trata de continuar
contribuyendo a que la literatura hispanoafricana se incorpore plenamente al hispanismo y, muy
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particularmente, a los mucho más estudiados intercambios entre Europa y el continente americano
desde una perspectiva transatlántica.
Este estudio analiza las obras narrativas de estos tres autores citados en relación a sus travesías
de viaje de ida a España, no siempre con vuelta a sus países de origen. La conclusión a la que se llega
en este análisis es que cuando se produce el retorno definitivo a su país de estos escritores africanos,
el enfrentamiento con Occidente no deja de existir pero puede pasar a un segundo plano. Al regresar
el autor o autora desaparece o disminuye la percepción de otredad experimentada como extranjero
y/o exiliado, que es además negro africano y, por tanto, desaparece la urgencia por negociar
significados y defenderse ante un ambiente que ha sido con cierta frecuencia hostil. También es posible
que la explicitación y análisis de los posibles conflictos sean recibidos con particular interés por
estudiosos y aficionados a las literaturas africanas fuera de África, pero despierte menos atención en
el mismo país. Las razones puedes ser varias, pero entre ellas puede citarse el hecho de que las
necesidades y problemas cotidianos son los que parecen tener una inmediatez y peso dominantes.
Parece influir también la fortaleza y desarrollo investigador de las universidades de cada país africano,
lo que iría unido a la realidad socioeconómica más general, facilitando o no el conocimiento y reflexión
sobre problemas locales y globales desde la perspectiva propia.
Por otro lado, las influencias y conexiones de los autores más maduros y los más jóvenes
ponen en valor otras literaturas africanas, evidencian las relaciones cercanas con literaturas y
quehaceres culturales en Latinoamérica y Estados Unidos y continúan las conexiones ya conocidas
con España y otros países europeos. Tal riqueza compositiva, marcada por la fluidez de información
y contactos que navega por la Red, hace más porosas las fronteras nacionales y la propia identidad
individual y nacional. En ese sentido, analizaríamos autores transculturales.
En primer lugar, analizaré al escritor guineoecuatoriano Maximiliano Nkogo Esono (1972-),
que publicó la versión definitiva de Adjá-Adjá y otros relatos (2000), a la que han seguido la novela
Nambula (2007) y la colección de relatos Ecos de Malabo (2009). Nkogo, que estudió Filología Hispánica
en Madrid, describe y critica desde dentro de Guinea y con ironía la realidad cotidiana de su país, pero
proponiendo asimismo mejoras para un país emergente3. A continuación, comentaré algunos de los
relatos de Inongo-Vi-Makomè (1948-), de origen camerunés y residente en Barcelona, con un buen
número de estudios sobre la relación de España con su población negro-africana, así como obras de
creación tales como las novelas Rebeldía (1996) y Mamʹenying! (cosas de la vida) (2012), obras de teatro y
varias colecciones de cuentos. En la primera novela mencionada, su protagonista es un emigrado que
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regresa a Camerún, su país de origen, para encabezar junto a otros exiliados una sublevación en contra
de los gobiernos neocoloniales de Camerún, Gabón y Guinea Ecuatorial. En Mamʹenying!, su joven
protagonista, estudiante universitario en España, también decide volver a Camerún una vez cae el
régimen corrupto, aunque en esta ocasión la idealización es menor y la solución está por venir, quizá
porque se parte de una situación nacional que se percibe mejor. Por último, estudiaremos a César A.
Mba Abogo (1979-), también guineoecuatoriano, economista de formación, que ha trabajado para el
Ministerio de Minas, Industria y Energía y ha enseñado en la Universidad Nacional de Guinea. Ha
sido también nombrado más recientemente, el 21 de abril de 2015, Secretario de Estado para el
Seguimiento del Horizonte 2020.4 Mba, que vivió en España por más de diez años, ha publicado el
libro El porteador de Marlow/Canción negra sin color (2007) y fragmentos de otro, Malabo Blues: la ciudad
remordida5 (2010).
Para contextualizar la obra de estos dos escritores guineoecuatorianos y el escritor camerunés,
puede recordarse que la literatura hispanoafricana6 es producida por escritores de origen africano que
escriben en español, tanto norteafricanos como subsaharianos. El término remite a escritores del
Sáhara Occidental, de Marruecos, así como de Guinea Ecuatorial, pero también a escritores africanos
cuyos países sufrieron la colonización francesa o británica que, sin embargo, utilizan el español como
lengua de creación literaria. Ocupa un lugar central la literatura de Guinea Ecuatorial, único país de
África que tiene como lengua oficial el español. Según señala Gloria Nistal Rosique, desde la
independencia del país en 1968 hasta 1999 se publicaron entre veinte y treinta libros (295), lo que a
pesar de ser un país pequeño, de poco más de 700.000 habitantes, señala claramente las dificultades
que experimentan los guineoecuatorianos. Esta situación ha ido evolucionando, de modo que entre el
año 2000 y el 2009 se publicaron unos 25 libros. En este cambio parece haber influido la aparición de
una nueva clase social que empieza a beneficiarse del descubrimiento y explotación del petróleo
iniciados en 1996. Estos avances todavía son muy limitados: la mayoría de las publicaciones sobre
Guinea Ecuatorial son editadas o coeditadas por los Centros Culturales Españoles en Guinea
Ecuatorial desde el 2004 (Nistal 295). Los escritores guineoecuatorianos en su mayoría dependen de
ayudas del exterior para publicar, fundamentalmente de la Cooperación Española y, como lamenta
Gustau Nerín, en conjunto esta literatura no ha alcanzado la riqueza y desarrollo de literaturas africanas
hermanas (“La literatura” 301).
Las limitaciones en el desarrollo de la cultura escrita, con causas anteriores y posteriores a la
independencia, obviamente no disminuyen el patrimonio cultural de Guinea Ecuatorial. Así mismo,
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los escritores que en tiempos más difíciles fueron capaces de producir obras de calidad, así como
aquellos más jóvenes que publican ahora y anuncian una etapa más fructífera, ofrecen una perspectiva
única del mundo. Como marco conceptual para el análisis de la literatura hispanoafricana, propongo
el concepto amplificado de estudios transatlánticos de Julio Ortega, proyecto de investigación iniciado
a mediados de la década de los noventa en el siglo pasado y con propuestas teóricas como Transatlantic
Translations (2006). La propuesta de Ortega fue amplia y significativa, puesto que se trataba de “avanzar
una teoría de las contextualizaciones” con un acercamiento ético, en mi opinión, igualmente valioso
al sugerir “un dialogismo hecho de conversaciones inclusivas” (“Crítica transatlántica” s.p.) Ortega
decía no excluir otros ejes interpretativos, aunque señala que lo transatlántico se ha ido construyendo
como “una teoría del texto latinoamericano irrestricto” (“Crítica transatlántica” s.p.), que, sin embargo,
ha ido revelando ciertas limitaciones excluyentes:
El hecho es que la lectura transatlántica requiere la triangulación del español que circula
entre España, América Latina y Estados Unidos. Primero, porque esa es la articulación
de buena parte de nuestra experiencia crítica y cultural; segundo, porque es el horizonte
lingüístico de las migraciones, esto es, de las nuevas rutas culturales del siglo XXI,
cuyas estrategias, redes y derechos, el nuevo hispanismo acompaña. Lo transatlántico,
por ello, no es sino un trabajo adelantado en las tareas de la frontera, que son, si no
me equivoco, de hospitalidad. Bien visto, todos hemos sido ya practicantes del
atlantismo, por formación, referentes y hábito profesional. (“Crítica transatlántica”
s.p.)
Parece claro que en tanto latinoamericanismo irrestricto y equiparándolo con hispanismo
transatlántico, se corre el riesgo de que el resto de los interlocutores participen solo en tanto ayudan a
contextualizar la producción cultural propia. El campo de estudio en sí es perfectamente válido, pero
no sería entonces apropiado el uso del término hispanismo en el mismo contexto. En ese sentido, no
parece aconsejable asentar un hispanismo en el que otras producciones culturales que no sean
latinoamericanas se opacan o ignoran como ajenas o irrelevantes. Una parte, la más grande, se
identifica con el todo. Este paradigma original de Ortega no contaba con la incorporación de la
literatura hispanoafricana, para lo que necesitaríamos insistir entonces no ya de triangulación en el
espacio atlántico, sino de un eje interpretativo cuadrangular que incluya África y que es el que con
frecuencia practican buena parte de los escritores que voy a analizar en sus lecturas y referentes
culturales, en sus contactos y asistencias a congresos.
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Como señala Brad Epps, Guinea Ecuatorial es pequeña y pobre, a pesar del petróleo en manos
de unos pocos, pero también representa un fragmento de una anterior y vastísima Guinea de donde
procedían millones de seres esclavizados, y se encuentra ligada desde hace siglos a América latina desde
el Cono Sur hasta el Caribe. La Guinea actual no fue lugar de origen de numerosos esclavos hacia
América como otras zonas geográficas, según explica Gustau Nerín,7 pero el Golfo de Guinea, la costa
y sus islas, sí pueden considerarse un espacio para distintos intercambios, de transporte y comercio,
de personas y bienes, en distintas direcciones, incluyendo la inversa en la época de las plantaciones en
el Caribe. De este modo, y según propone Benita Sampedro, el Golfo de Guinea aparece como un
espacio histórico indispensable, aunque insuficiente, para entender Latinoamérica (911). Asimismo,
como añade Epps, debe predicarse un hispanismo no excluyente para los territorios marroquíes y
saharauis. Su literatura en español debe ser considerada al lado de la producida por escritores y críticos
latinoamericanos y españoles (150). En suma, el paradigma transatlántico puede ser una constricción
excluyente en ciertas instancias, en las que resultaría más productivo otro concepto de espacio e
intercambios más amplio y flexible; por ejemplo, el expresado por Jill Robins y Roberta Johnson:
“Space is a common thread, fluid space unconfined by traditional national borders, and the in-between
spaces—the seas themselves (Atlantic, Mediterranean, Pacific, Caribbean) and cyberspace—that
sustain the crossings and sittings of a mobile and transient world” (14).
Ortega sí incluye África en otras instancias y de manera explícita en su propuesta de estudios
transatlánticos, dentro además de un marco general de estudios interculturales (“Post-teoría” 77, 84).
Así mismo, su aspiración a unos estudios transatlánticos alejados de una permanente posición de
víctima, podría quizá retomarse como advertencia útil para evitar imponerse y elidir otros discursos,
incluyendo el de los que sí sufren violencia y marginación:
. . . los estudios transatlánticos aparecen como posibilidad distintiva, libre de la
genealogía disciplinaria, que reduce los textos a su origen; pero también libre del parti
pris liberal, que requiere de un sujeto en el papel de la víctima (colonial, sexual, imperial,
ideológica). La lectura transatlántica parte de un mapa reconstruido entre los flujos
europeos, americanos y africanos, que redefinen los monumentos de la civilización,
sus instituciones modernas, así como las hermenéuticas en disputa. Por ello, esta
lectura da cuenta más que de un tiempo histórico de un tiempo trans-histórico,
entrecruzados de relatos una y otra vez actualizados. (“Post-teoría” 84)
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No obstante, si como afirma Epps, una buena parte de los estudios transatlánticos dejan de lado la
aportación de los esclavos africanos (129), y teniendo en cuenta que queda mucho por hacer en cuanto
a la exposición de producciones culturales hispanoafricanas en el marco de los estudios académicos,
el paradigma transatlántico debe superar algunas señales de agotamiento. La propuesta transatlántica
de Ortega mantiene una clara utilidad como reflejo de una realidad común: la mayoría de los estudios
sobre la literatura africana en español se realiza en España o Europa y en Estados Unidos y, aunque
haya escaso interés de los latinoamericanistas en general, sí hay algunos espacios de intercambio
creativo y acogida cultural como el del Festival de la Palabra en Puerto Rico. De este modo, los autores
son invitados con cierta asiduidad por instituciones académicas en España y Estados Unidos para dar
a conocer su perspectiva. A su vez, los escritores y escritores negroafricanos en español sí han
mostrado tradicionalmente atracción por la literatura latinoamericana, caribeña o no, además de la
literatura africana, europea o de otros lares.
Puede resultar también productivo para nuestro análisis de escritura negra africana
complementar el concepto transatlántico de Ortega con la idea de un Atlántico negro, paradigma
propuesto por Paul Gilroy en 1993, pero muy revisado y en cierta medida ampliado por la crítica
posterior, con trabajos precisamente como el de Ortega. La mayor ventaja sería, como bien, señala
Epps, el papel central que Gilroy otorga a África en su modelo (145). Por otro lado, Joseba Gabilondo
en su propuesta de Atlántico hispánico recuerda que el estudio seminal de Gilroy deja de lado la
modernidad hispánica, francesa o alemana, claves para entender la relación distintiva y causal entre
imperialismo y modernidad en cada contexto (100). Asimismo, como señalan Annalisa Oboe y Anna
Scacchi, todavía podemos seguir apreciando el mérito de proponer una zona de contacto, un sistema
de intercambios culturales, marcado más por intercambios y flujos contingentes que por la
autenticidad racial o los constitutivos nacionales (2-3).
La mayor debilidad en el concepto de Atlántico Negro, según grandes especialistas como
Simon Gikandi, es que sitúa la cultura africana como contraria a la modernidad, con una genealogía
escrita desde el tráfico de esclavos. De esto modo, se refuerza la idea de África como el continente
primitivo u oscuro (4). Trasladando el cuestionamiento a la situación presente, una pregunta ineludible
para los estudiosos es qué hacer entonces con los miles de inmigrantes provenientes de África
ahogados cada año en el Mediterráneo. Hay un espacio urgente de análisis concreto en el Mediterráneo
que, como destaca Baltasar Fra-Molinero, contiene en nuestro presente tal número industrial de
muertes que solo tiene paralelo con los esclavos del pasado en su trayecto atlántico.8 Es una gigantesca
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tragedia, pero no parece que sea fácil de asociar a la oscuridad o primitivismo de los africanos sino
más bien a la de los europeos y sus relaciones con países más pobres; todo quieren de ellos menos sus
personas y para ello se incumple con frecuencia el derecho internacional. Por otro lado, el modelo
atlántico puede ser insuficiente si, por ejemplo, los escritores hispanoafricanos residen en Barcelona o
Valencia, y no en Madrid, lugares también tradicionalmente escogidos por los guineoecuatorianos para
vivir, puesto que el espacio cultural es marcadamente mediterráneo. Por tanto, en distintas ocasiones
no será relevante el paradigma atlántico y sí otras relaciones interculturales.9
Al hilo de las críticas y propuestas arriba reseñadas, posiblemente la propuesta teórica más
convincente y flexible en relación a Guinea Ecuatorial y los trayectos atlánticos sea la de Sampedro.
Se trata de plantear un concepto de (Trans)Atlántico que en sus nuevas formulaciones no vuelva al
Eurocentrismo o simplemente permanezca en la diáspora, de forma que África solo sea una presencia
imaginada en las configuraciones identitarias afro-caribeñas, afro-latinoamericanas o afro-europeas
(919). Sampedro defiende el análisis de espacios o instancias de convergencia en el marco atlántico,
resaltando Guinea Ecuatorial como un ejemplo de espacio africano que no ha sido mero punto pasivo
de partida, con tráfico en un solo sentido; el más claro ejemplo sería la isla de Fernando Poo como
espacio de recepción a finales de siglo XIX (916-17). En cualquier caso, el Atlántico, como plantea
Sampedro, debe ser teorizado persuasivamente desde sus múltiples centros o “loci,” como entidad
relacional y performativa en sus múltiples reinscripciones (919).
En la comparación que se realiza a continuación también hay algunas limitaciones que no
podrán evitarse del todo. Además de María Nsue Angüe, hasta muy recientemente no parecía existir
una narradora africana en español comparable en calidad, aunque podemos acudir a figuras como la
de Remei Sipi Mayo cuyos estudios y ensayos nos aportan una muy necesitada perspectiva de género
de las guineoecuatorianas en España y sus posibles concepciones sobre la inmigración.10 Acaban de
publicarse dos novelas este mismo año por la escritora Trifonia Melibea Obono, que en un primera
lectura ya indican un relevo magnífico en la continuidad de escritoras guineoecuatorianas y también
representa un clarísimo paso adelante en la narrativa nacional. Este estudio terminará con referencias
tanto a Sipi Mayo como a Obono, a falta de un estudio posterior más pausado de esta narradora. En
lo que se refiere a la clase social, todos los escritores analizados en más detalle hacen reflexiones
explícitas sobre la mejora clara y progresiva en el desarrollo económico y oportunidades laborales en
sus países de origen, Camerún y Guinea Ecuatorial.
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En su conjunto, merece la pena introducir el concepto de Atlántico negro para leer a Makomè,
Nkogo Esono y Mba Abogo, aun constatando su insuficiencia para analizar en ocasiones intercambios
culturales multidireccionales: África y Europa, el Atlántico y el Mediterráneo, a lo largo del Pacífico y
el Océano Índico, y dentro de las Américas. Asimismo, podemos identificar la obra creativa de los tres
como literatura poscolonial porque está escrita explícitamente como expresión y reflejo de tensiones
y violencias poscoloniales y neocoloniales, desequilibrios y desigualdades dentro de sus países y como
resultado al menos parcial de la relación con países más ricos. Los tres escritores han vivido o viven
en Europa, concretamente en España y sus referentes repetidos son muy variados, pero sin duda
abundan los escritores africanos, caribeños y/o hispanoamericanos. El concepto de Atlántico Negro
en mi propuesta busca reforzar un soporte conceptual que ancle nuestra visión en África y no en
Europa o en América, pero dando espacio para la multiplicidad de trayectos en los que andan
embarcados estos autores. Mba puede ser invitado a un congreso en Puerto Rico o publicar un estudio
académico sobre Maryse Condé, Makomè puede estrenar con éxito una de sus obras teatrales en Italia
y ser entrevistado y estudiado por especialistas estadounidenses. Al mismo tiempo, los autores siguen
mirando desde África: la ventana de Camerún y Guinea Ecuatorial da al Atlántico y su comunidad de
vecinos es africana.
El recorrido comparativo por la obra de estos tres autores también propicia la reflexión sobre
una visión transcultural de África en su experiencia colonial y poscolonial partiendo de la teoría literaria
latinoamericana. Su concepto de transculturación ha tratado de explicar la doble dirección del
intercambio cultural en forma de proceso por el que una cultura abandona componentes propios
(deculturación), toma los de la otra cultura y se adapta (aculturación) para crear algo nuevo hasta
entonces inexistente (transculturación) (San Cabrerizo 40). También podremos seguir el esquema de
Edouard Glissant de la “créolisation du monde,” que distingue culturas criollas y culturas atávicas
(siendo estas últimas de raíz única, pero con una composición criolla que tuvo lugar hace mucho
tiempo), diríamos que las culturas criollas tienden a hacerse atávicas en busca de perdurabilidad, y las
culturas atávicas tienden a criollizarse (San Cabrerizo 41). Las obras de Nkogo, Vi Makomè y Mba que
se comentan en este análisis contendrían elementos o referencias explícitas a los elementos
mencionados (deculturación, aculturación y transculturación) para terminar en una cultura criolla con
afán de fortalecerse y perdurar, que busca convertirse o reconvertirse en atávica. Al mismo tiempo,
no puede olvidarse que estos autores también han adquirido una mirada externa y a distancia hacia sus
países, gracias a estancias prolongadas o permanentes en un país extranjero.
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Para complicar más nuestra mirada, los últimos años atravesamos por una etapa de cambios
con aceleración creciente: la abolición o debilitamiento de las distancias entre las diferentes áreas o
regiones, con la libre circulación de capitales, pero también con un aumento del tráfico cultural entre
zonas distantes hasta hace poco impensable. La Red crea enormes posibilidades de comunicación y
transmisión de información simultánea a sujetos cercanos o distantes. En este sentido sería
significativo determinar la posición o posiciones de Vi-Makomè, Nkogo Esono y Mba Abogo en
relación, no sólo a la posibilidad de ser o haber sido escritores migrantes, sino como considerar su
obra y pensamiento en tanto producto de sujetos transculturales; en este caso “transcultural” tendría
la implicación de identidad en movimiento, circunstancia que parece aplicarse cada vez más a millones
de personas. Por otro lado, a estos autores les puede interesar y no interesar la simultaneidad de los
discursos que caracteriza muchas sociedades actuales. Pueden dar a conocer su obra sin necesidad de
viajar y conocer la obra de otros, sin embargo, sus relatos, requieren esencialmente predicar la
percepción del tiempo y la distancia geográfica, es decir, el reconocimiento de la Historia y la
peculiaridad existente en un espacio físico concreto. Por ejemplo, en la red pude ver la noticia que
celebraba la apertura de la primera librería, que no biblioteca, en Guinea Ecuatorial. Si por un lado,
nos interesa la existencia de un arte marcadamente transcultural, nos interesa igualmente salirnos de
cierta opulencia virtual que predica la diferencia mientras la desconoce.

Maximiliano Nkogo Esono: del retrato literario incipiente a la escritura entre líneas
Comenzando ya con el análisis de nuestros autores, los primeros relatos de Nkogo Esono nos
permiten apreciar en su visión del país con un proceso de deculturación previo y uno de aculturación
en pleno funcionamiento. En la colección Adja-Adja y otros relatos, primera de sus publicaciones, incluye
un gran número de referencias a España, en su relación pasada y presente. Esta colección tiene una
primera versión en 1994 y una segunda del año 2000, que contiene cambios sustanciales (descarta uno
de los dos relatos incluidos e incorpora otros dos nuevos). Contiene miradas, sonidos y colores de
Malabo, pero parte de estos referentes culturales están conectados con España u otro país europeo en
una sucesión de menciones al presente y al pasado. La perspectiva se ubica dentro de Guinea y aparece
salteada de elementos de origen español. En el primer relato, Adja-Adjá y Compañero en una jornada
ordinaria, ya presente en la primera colección, se hace referencia a los nuevos R-4 donados por la
cooperación extranjera, el antiguo edificio de Suguisa, supermercado que solía vender una gran
cantidad y variedad de productos comestibles traídos de España, unos meses o unos años después del
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golpe de Estado del Setenta y Nueve (17). También se menciona la UNED, la universidad a distancia
española, o el vino Viña Nela, vino preferido de los guineoecuatorianos, que ocupa el puesto antes
desempeñado por los vinos españoles como Valdepeñas, Perlado o Don Simón. La narración indica
que unos vinos u otros “llenan los estómagos de muchos habitantes de Malabo y Bata en vez de
comida” (17). El mismo problema, que tienen los protagonistas del relato, Adja-Adjá y su compañero,
policías que pasan el día buscando pequeños sobornos para poder dar de comer a su familia.
La referencia al golpe de estado de 1979, que condujo al poder a Teodoro Obiang Nguema,
es explícita en el relato siguiente tanto el título, Adjá-Adjá y Compañero en un 3 de agosto, como en el
contenido. Se sitúa en los días previos a la conmemoración del golpe y termina con la celebración de
dicho golpe. Hay una comparación irónica de un local que vende ropa usada, al que se le llama El
Corte Inglés (62), como la cadena española de grandes almacenes, y el itinerario de la marcha
conmemorativa protagonizada por militantes adeptos pasa por “la calle de Patricio Lumumba,
Santiago Claret, Centro Cultural Hispano-Guineano”, hasta llegar por fin a la plaza de la
Independencia, antigua Plaza de España (65). Se habla de comprar un receptor de radio, aunque sea
de dos pilas, para poder captar Radio Exterior de España (71). Muy probablemente estas referencias
representan una mirada anhelante hacia fuera y no hacia dentro porque la introspección que también
está presente refleja grandes carencias o vacíos materiales sumados a la existencia de un estado
dictatorial. En consonancia, nos enteramos de que en el momento al que remite la narración todavía
no se ha explotado el petróleo encontrado en Guinea Ecuatorial. En palabras de Marvin Lewis, el
simbolismo del tres de agosto como mito nacional fundacional se viene abajo en este relato con la
miseria de los ciudadanos que la celebran (73). También se proyecta un futuro mejor como deseo,
cuando el compañero pregunta a Adjá-Adjá si cree que todo seguirá igual cuando comience la
explotación del petróleo, es decir, si podrá beneficiarse la población general. Justo antes Adjá-Adjá se
ha mostrado partidario de mantener la esperanza (71).
En el último cuento incluido en esta colección por Nkogo, Emigración, tenemos a su
protagonista Miko viviendo en un país subsahariano no identificado, habiendo abandonado sus
estudios tras la muerte de su padre en la cárcel por sus opiniones políticas (79). Miko, lleva más allá la
mirada de África hacia fuera, tras una breve relación de amistad con un médico cooperante español,
emprende un viaje para alcanzar Europa cruzando el Estrecho. Según declara el protagonista a su
madre la razón es que, tras perder las pequeñas ayudas económicas de su amigo, así podrá mejorar la
vida de todos: “allí puedo mejorar mi vida y la vuestra” (87). Sin embargo, el motivo de su marcha
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tiene igual o mayor relación con la falta de perspectivas de futuro de un hombre joven. Sí sabe que
muchos de sus compatriotas emigrados mandan dinero desde Europa, también debe saber que
muchos mueren antes de llegar. De hecho, Miko muere ahogado al intentar cruzar el Estrecho, dejando
a su madre y hermanos en situación de aún mayor necesidad. Yendo más allá, Sipi Mayo recuerda las
dificultades de muchas mujeres africanas, que tienen que sacar adelante a sus familias ellas solas porque
los hombres de la familia han emigrado del pueblo a la ciudad o de sus países a Europa (“Las
dificultades”); la ayuda económica a la familia de estos africanos migrantes puede tardar años en llegar,
ser ocasional o no llegar nunca. El cuento Emigración es parábola de la diáspora negro-africana por
razones políticas y económicas que son variadas y complejas. También conviene no olvidar que existe
dependencia del exterior por parte del escritor y no sólo en la ficción cuando se necesita de otro país
para publicar y distribuir tu obra. La colección fue publicada por primera vez por el Centro Cultural
Hispano-Guineano en 1994.
La siguiente obra de Nkogo, la novela Nambula, publicada en 2006, representa un avance
palpable en la consecución de una mirada auto-reflexiva sólida, además de una escritura más compleja
y elástica. Nambula es un pequeño país imaginario del África negra, excolonia de varias potencias
europeas, con “un gobierno construido a su modo, si bien modificable cada cierto tiempo por
cuestiones de eficacia”, según la descripción inicial, que ya nos anuncia que la crítica política que sigue
será velada o paradójica, con un propósito ulterior y dentro de un postura posibilista. Al parecer, en
Nambula, “a pesar de los implacables preceptos de la globalización, no vale la pena instituir ni ideas
importadas ni usos ajenos, antes bien la autenticidad en mandar y en obedecer, y la entereza en
prácticas cotidianas, debe ser la llave que abra la puerta del éxito” (6).
Significativamente, las referencias en esta obra a diferencia de la anterior parecen estar más
lejos de influencias coloniales o poscoloniales. Por ejemplo, los alimentos que se citan para la
celebración de una fiesta son tales como “soyitas de alitas de pollo, pica-pica de carne, atanga y algo
de buñuelos de bananas” (10), con presencia de platos africanos más antiguos con nuevos productos
transculturales. Asimismo, aunque se incluyen abundantes pasajes con duras críticas al sistema político
y socio-cultural del país, también se termina la ficción con el jefe supremo imponiendo justicia y orden
democráticos. A los oídos del dictador llegan los desmanes del sobrino de su mano derecha, y sin que
deba importar si toleraba o no anteriormente la opresión de su pueblo, a partir de ese momento lo
hará imposible (98-100).
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De este modo, Nkogo Esono crea una ficción simbólica, atendiendo a los tiempos y
posibilidades que aprecia en su país, en la que la corrupción y violencia institucionales que representa
el sobrino sufren una picadura que termina matándolas. El primer párrafo que abre la novela es
sintomático, critica “el vendaval de la democracia y su irresistible corriente multipartidista procedente
del Norte” ya que “levanta auténticos torbellinos de ambiciones fratricidas y sacude con portentosa
fuerza los sagrados pilares sobre los que hasta ahora se había asentado cómodamente el tradicional
modo de ser del Sur” (5). Incluso sin suponer la presencia de ironía, está claro que Nkogo pinta la
democracia como una fuerza imposible de resistir para su país, empujando desde la literatura para que
su aspiración se convierta en realidad.
Sus últimos relatos, publicados en la colección Ecos de Malabo (2009) confirman o matizan
perspectivas anteriores sobre Guinea Ecuatorial. Persiste el retrato de una mayoría de la población que
vive cada día en modo de supervivencia, así Malabo es descrita en el relato “Delirios” como un lugar
“donde muchos vivían para trabajar y ganarse el pan de cada día derrochando esfuerzos, a veces
infructuosos, para ahorrar y mejorar la hacienda personal” (53). También continúa la corrupción
frecuente, que puede asaltar a los ciudadanos comunes en cualquier momento, como al protagonista
de “Cumpleaños infeliz”, que debe pagar a la policía para salir del calabozo (47), con el eco de fondo
de detenciones injustificadas en un país autoritario. Este mismo personaje encuentra en el calabozo a
un hombre viejo por mucho tiempo detenido sin saber de qué lo acusan (44-45).
Por otro lado, Ecos de Malabo tiene historias o personajes que sin ser ricos pueden permitirse
algún capricho, como en “Cumpleaños infeliz”. Según se dice en otro relato, “Volver a empezar”,
Malabo es también “donde la ostentación del poder pecuniario era casi una obsesión” (140), por tanto,
está muy presente el afán de consumir y ostentar ese consumo. En “Delirio”, se recuerda que “ya
había mucho dinero por lo del petróleo”, aunque “no todos tenían lo suficiente para resolver sus
problemas” (59).
Finalmente, esta imagen de una Guinea mejorada, representada en Malabo, se completa con
cierta preponderancia de las relaciones sexuales entre mujeres y hombres como motivo narrativo,
además tratado de manera en exceso simple, aun considerando que está asociado a la ingenuidad
juvenil. Por ejemplo, el par de amigos de “Delirios” solo necesitan pasear con un coche, prestado por
un familiar, para que las chicas estén “dispuestas a subir con nosotros al quinto cielo” (55). En
“Descuido fatal”, el protagonista es un don Juan africano, con un enorme pene y paralela incontinencia
sexual (105-11), que acaba transmitiendo su enfermedad venérea a su mujer (134). En una fiesta a la
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acude una pareja de novios en “Cumpleaños infeliz”, ambos se dedican sin descanso a seducir a otras
personas. Aunque sólo él, en su propia opinión, puede tener tal comportamiento, así que acaba
peleándose con su rival y pasando la noche en el calabozo. Sin cuestionar la importancia que en las
culturas guineanas recientes o tradicionales pueda tener el deseo sexual, su presencia dominante en
esta ficción concuerda con la ausencia de otros placeres, conectados o ajenos al erotismo, en la
sociedad que se reinterpreta.
Significativamente, esta repetición de las relaciones sexuales como tema dominante se
acompaña de la afirmación normativa de la heterosexualidad y la superioridad masculina africana sin
que parezca existir un motivo aparente para dicha defensa. Al comienzo de “Cumpleaños infeliz”, el
protagonista declara la homosexualidad innecesaria y ajena a la naturaleza propia en el África
subsahariana: “a los africanos negros no nos hace falta ser de la acera de enfrente, tenemos abundantes
y sabrosas mujeres” (22). Aparece así Occidente en forma de competencia masculina que reafirma la
identidad masculina africana a costa de la mujer, africana u occidental. Aunque no es un autor
analizado en este estudio, Juan Tomás Ávila Laurel ejemplifica más claramente este africano hiperviril
y, por tanto, normativamente heterosexual, en Avión de ricos, ladrón de cerdos (2008):
Algunos creen que somos heterosexuales hasta que probamos la homosexualidad y
nos chifla, cosa que no es verdad. También creen que no somos homosexuales o que
no nos acostamos con hombres, que no es lo mismo, por razones morales o religiosas.
Repito que si cualquier mujer mínimamente buena en términos de belleza me hiciera
una proposición “deshonesta” a cambio de lo que nos ofrecía el doctor Eduardo, la
aceptaría de buen grado. Solo se librarían de la caída mis hermanas, tías y primas y las
mujeres de mi tribu, y no me acostaría con ellas no por una cuestión moral, sino por
cosas de la tradición. (91)

Inongo-Vi-Makomè: pasó el tiempo de volver


Por su parte, con el escritor camerunés Inongo-Vi-Makomè, presenciamos el relato de África
desde la diáspora en Europa. En su novela Rebeldía (1997), como parte de la primera generación de
escritores de la diáspora africana, imagina que su protagonista vuelve a su tierra para encabezar una
exitosa revolución que finalmente consigue la transición a mayores cotas democráticas en tres países:
Camerún, Guinea Ecuatorial y Gabón. Es una novela larga, aunque interesa destacar en este análisis
que la visión de la realidad socio-política sigue dependiendo de una aprobación externa europea u
152 | C e l a y a C a r r i l l o , B . T r a n s m o d e r n i t y . S p r i n g 2 0 1 7

occidental, a pesar de que en un comienzo se lamentan las dificultades para ser considerado todavía
un verdadero africano y camerunés. Rebeldía representa en un buena medida el relato idealizado de una
revolución pacífica verdaderamente inverosímil, los presidentes de Guinea, Camerún y Gabón se
suicidan (280-82) y los militares no actúan contra los rebeldes. Esta idealización quizá es explicada por
Makomè en otro contexto como el recurso a la fantasía para poder expresar el deseo de un orden
nuevo:
Pedir a los africanos que retornen sería una locura, y esperar que lo hagan una utopía,
teniendo en cuenta la situación de un continente que es víctima de tantas calamidades.
Por eso hemos de recurrir a nuestras fantasías, a la visión mágica que tenemos de las
cosas. Se trata de expresar el deseo de un orden nuevo, de un empezar de nuevo, donde
habremos de combinar lo aprendido del exterior y lo que guardamos de nuestro
mundo interior. (Introducción, Historias de una selva africana para Muna 14)
Este embellecimiento viene acompañado, como es lógico, de un cierto maniqueísmo, que enfrenta la
maldad europea u occidental a la sabiduría y bondad africanas. De este modo, se huye de la realidad
que precisamente se ama, puesto que se permanece en el exterior. Es significativa entonces la
distinción generacional que hace el mismo autor en la entrevista realizada por Michael Ugarte:
Como muchos otros estudiantes de mi generación, nos quedamos por las turbulencias
en nuestros países. Pero ahora hay bastante libertad, e incluso diría que mucha en un
país como el mío. Pero no regresamos definitivamente porque no hay posibilidad de
encontrar medios económicos para sostenernos. El tiempo ha pasado y hemos ido
envejeciendo… Allí está la desgracia. (170)
El mismo Makomè incluye en su novela un recuento excelente de ese mismo idealismo en boca del
amigo del protagonista, Obama Ecoro: “Creo que en Europa los problemas de África se ven y se
sienten de otra manera. Allí criticamos a los blancos, hasta les odiamos por su forma de tratarnos,
pero en el fondo queremos ser como ellos, en ‘versión negra’. . . Pero desde la propia África las cosas
se ven mejor. Aquí te enfrentas a la propia realidad” (105). Es decir, no es que las humillaciones y
maltratos a los negros africanos no sean reales, es que pueden convertirse casi en el único elemento
junto a la añoranza de una idealizada África que conforma su identidad. Por el contrario y como
veíamos con Nkogo Esono, la escritura desde el país de origen apunta a deseos y realidades de
aplicación concreta en la sociedad, aunque quizá se elidan superficialmente desequilibrios
paradigmáticos desde una perspectiva más global.
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En la introducción a la colección de relatos Historia de una selva africana para Muna (2011),
Makomè ofrece un ejemplo manifiesto de una prolongada humillación, el autor disfruta de un permiso
de residencia que caduca cada dos años y que, después de veinte años, su renovación contiene un sello
de color violeta con la advertencia “este documento no autoriza a trabajar” (13). El exilio y emigración,
categorías solapadas en Makomè, parafraseando a Michael Ugarte en su estudio Africans in Europe
(2010), conducen por un lado a un “no estar”, la negación y la idealización de la pérdida, África. Y
como plantea Tabea A. Linhard para repensar los estudios transatlánticos desde parámetros
freudianos, estaríamos ante una travesía que conduce a una pérdida irreparable y, de este modo, un
prolongado estado melancólico (819). Ello supondría escribir desde la imposibilidad de volver
definitivamente, que es el caso de Makomè y, por un tiempo, el del siguiente autor en el análisis, Mba.
Melancolía e idealización también estarían presentes en su novela más reciente, Mam´enying! (cosas de la
vida) (2012). En el relato, Abaga Mikwue se identifica “con ese nacionalismo que tenía que devolver a
los países de África su verdadera personalidad” mientras vive y estudia en España (113). El joven
protagonista contempla como en Europa la mayoría de los africanos emigrados o exiliados “tienden a
seguir el camino de sus mayores”, “contemplando impotentes cómo su juventud se diluye
irremisiblemente en espera de la mejora de sus vidas personales, así como la de su propio continente
(80). Sin embargo, Abaga Mikwue sí retornará a Camerún en el final de la novela, representando un
modelo positivo ideal para otros jóvenes africanos que ha tomado “conciencia de que en este mundo
nuestro nada ni nadie es más importante que el propio ser humano” (230).
La idealización de los protagonistas, en este caso de Abaga Mikwue, no impide que Makomè
nos ofrezca una perspectiva africana subjetiva que enriquece el diálogo, entre otros transatlántico. De
este modo, la novia afrobrasileña de Abaga Mikwue, Vera Lucía, cree que la mayoría de los
latinoamericanos negros se avergüenzan de su raza, a diferencia de los negros africanos y los negros
norteamericanos; estos últimos se rebelarían y lucharían para tener los mismos derechos que los
blancos (221-23). Efectivamente, el autor de Mam´enying! describe a Abaga Mikwue aparentemente
ajeno a este complejo racial, a su vez fuertemente presente en el hermano de Vera Lucía y ella misma:
“Ninguna persona completamente negra de piel era de su agrado. En realidad, el rechazo era mutuo
porque César Augusto, que sufría el mismo complejo en silencio, rechazaba inconscientemente a su
hermana pequeña, al mismo tiempo que se veía con el deber de cuidar de ella” (177).
Por último, la melancolía y la idealización no son totalmente exclusivas en la obra de Makomè,
en otras instancias importantes también se hace una propuesta transcultural, una de aquí y de allá en
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movimiento. Si el cuento de Akono y Belinga (1988), termina con un joven africano en un zoológico,
convertido en el gorila albino Copito de Nieve,11 el relato El sueño de Emeno, incluido en Historia de una
selva, ofrece la posibilidad de una familia “de aquí y también un poco de allá, a pesar de la distancia”
(107). La clave de esta posibilidad es estar y escribir desde donde se quiere estar y escribir de manera
temporal o permanente.
El valor simbólico del paralelismo con Copito de Nieve añade varias capas de tristeza. Como
todos los animales de zoológico, dejó de vivir en su entorno natural para pasar el resto de su vida en
un escaparate. El supuesto valor educativo del proceso fue acompañado en tanto fenómeno comercial
de masas de una gran crueldad hacia este animal. El cazador que lo capturó, Benito Manié, lo vendió
al primatólogo Jordi Sabater Pi después de abatir a toda su familia, quien a su vez lo llevó a Barcelona
en 1966, donde fue recibido por el alcalde de la ciudad. Fue la revista National Geographic la que dio el
ridículo y pegadizo nombre por el que fue conocido el resto de su vida. Según el obituario publicado
en el periódico El Mundo, Copito de Nieve, tomaba antidepresivos antes y después de desarrollar el
cáncer de piel que terminó con su vida. Eso sí, cuando su enfermedad se agravó seriamente, el
Ayuntamiento animó a la ciudadanía a despedirse y aseguró la entrada gratis a los niños si hacían un
dibujo de homenaje (“Copito”). Como destacaba Benita Sampedro, la figura de Copito y el zoo
occidental ejemplifican una desterritorialización física y cultural desde actitudes coloniales y
neocoloniales, una dosis aceptable de alteridad africana que, de hecho, impide el diálogo con el África
tropical (“Salvando” 310-11). Paralelamente, podemos decir que el “buenismo” infantilizante que
recibió Copito de Nieve y recibe los inmigrantes negroafricanos en España, tanto al percibirles como
niños ingenuos e inocentes como al realizar “caridad de un día” con ellos, oculta la negación de
derechos básicos, incluso un tratamiento feroz.

César Mba Abogo: conexiones locales y globales en expansión rápida.


Para Makomè es demasiado tarde para hacer el viaje de retorno definitivo, pero sí ha sido
posible para el escritor guineoecuatoriano César Mba Abogo, ocupando además una posición de
prestigio. Mba explicaba sus motivos en una entrevista para BBC África en 2012: ya podía tener más
oportunidades profesionales en su país que en España y, por otro lado, como escritor y poeta no
estaba siendo capaz de explicar su identidad en Europa, vivir allí contaminaba su visión en exceso
(“Interview” s.p). A Guinea han estado regresando algunos de los más jóvenes que emigraron, en este
caso, aprovechando el boom económico producido por el petróleo y, a pesar de que buena parte de
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los beneficios se queda en manos de las compañías que lo explotan y un círculo reducido en torno al
dictador, Teodoro Obiang Nguema. Han estado trabajando para el Estado, colaborando al menos
parcialmente con un sistema político no democrático, por ejemplo, la escritora Guillermina Mekuy,12
hasta hace unos meses Ministra Delegada de Cultura y Turismo, o el mismo Mba Abogo, con un cargo
importante en el Ministerio de Minas, Industria y Energía y, más recientemente, como uno de los
Secretarios de Estado. Merece una investigación propia las tensiones entre trabajar desde dentro del
régimen o atacándolo frontalmente, aunque el enfoque de este análisis se centre en la mirada sobre
África de Mba como emigrante obligado y como emigrante al que le es posible retornar a un lugar
propio.
La primera obra de Mba, El porteador de Marlow, obra de prosa poética publicada en 2007 junto
a la colección de poemas Canción negra sin color, contiene grandes aciertos, con fragmentos o relatos de
gran fuerza simbólica. Se describe un espacio, Europa, que es fuente de enorme sufrimiento para
muchos de los negroafricanos que lo habitan. El dolor que describe y el conflicto que provoca Europa
se convierten en un símbolo de proporciones cósmicas, una alegoría de la destrucción del
negroafricano que, con frecuencia, puede recordar al García Lorca de Poeta en Nueva York y su visión
del capitalismo moderno que nos aniquila. En “El sueño de Dayo”, el joven protagonista, como otros
de su generación, vende su alma y a cambio recibe “humillaciones agitadas y desprecio compasivo”
(57). El dolor infringido sale a la superficie en su visión de los europeos y sus lujosas ciudades: “se
iban a consumir algún día y ellos, los bípedos obscenos, expiaban las bajezas que las habían erigido”
(57). Como metáfora de la acción destructora europea, apunta al dolor que causan los europeos y los
convierte en monstruos.
Mba nos resume el viaje migratorio en “La rubia y el porsche”, primer microrrelato de El
porteador, de unos jovencísimos africanos que cómo él se lanzan al viaje del emigrante. África los
expulsó a golpe de miseria y corrupción y ellos se llevan consigo sus sueños que, con frecuencia, se
convierten en pesadillas:
Éramos apenas unos adolescentes, víctimas de dudas sinceras, y los sueños del exilio
ya habían abierto claros en nuestra imaginación. Atrapados en un mundo en el que la
incubación de la miseria cobraba unas proporciones bíblicas, nos negábamos a cultivar
dolor alguno o a llenar nuestros bolsillos con sentimientos de asco y de terror. (15)
Pero soñábamos con ser estrellas de cine, músicos, economistas, abogados, escritores,
ingenieros, como los adolescentes de Seattle o Génova. (15)
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Y descubrimos horrorizados, que más allá de nuestras fronteras seguíamos expuestos


a latigazos. Las manos que habíamos perseguido durante tantos sueños no tenían
dulzura ni fraternidad para nosotros. (16)
Guinea aparece poco en El porteador, que se concentra en distintos personajes que ponen cara al
rechazo, humillaciones o muerte que sufren muchos africanos en su viaje a Europa. Sin embargo, son
muy significativas las numerosas referencias a escritores o músicos africanos, incluso incluye una lista
de “recomendaciones”: Sony Labou Tansi (congolés), Mongo Beti (camerunés), Mia Couto
(mozambiqueño), Ben Okri (nigeriano), Ahmadou Kouruma (marfileño) (69). A diferencia del primer
trabajo de Nkogo Esono, este de Mba sitúa sus referentes y desplaza a los españoles u occidentales,
lo que no desmerece el trabajo del escritor precedente. Parece que en el caso de Mba, algo más joven,
sí ha sido más fácil construir una identidad con elementos distintivos desde la africanidad,
probablemente por el desarrollo y avances positivos de distintos países africanos y de la misma Guinea
Ecuatorial. Además Mba asume la crítica poscolonial como propia y habla de “larva poscolonial”,
participando así en un proceso de afirmación política y cultural. Como veremos, Mba reconstruye su
identidad defendiendo una identidad primigenia desde la negritud y/o la africanidad en el caso de El
porteador. Asimismo, como otros autores guineoecuatorianos, puede asistir a congresos en el extranjero
y es claramente activo en la Red. Desde luego, este autor desarrolla un buen número de las discusiones
convergentes que proponía Julio Ortega. En El porteador incorpora citas de autores africanos y también
del afroamericano Richard Wright, del cubano Alejo Carpentier, el guadalupeño Saint-John Perse, del
angloamericano T. S. Eliot.
En El porteador no hay citas de escritores españoles o catalanes ni referencias positivas de su
etapa europea, aunque vivió un buen tiempo en Barcelona, por ejemplo. Él mismo explica, en la
penúltima reflexión poética, titulada “Postfacio”, que necesitaba “podar recuerdos (y angustias) en la
espesura de mi existencia” (90), es decir que se trataba de conjurar el dolor desde la memoria racial de
Wole Soyinka, sintiéndose en compañía del dolor de muchos otros hombres negros antes que él13.
Paralelamente también se sirve de la memoria propia, la individual, por la que “cada hombre es una
raza”, que decía Mia Couto (90). Sin embargo, es también significativo que en la siguiente y última
reflexión poética de la obra, Mba se encuentre en Malabo, la capital de Guinea y afirme junto al escritor
Tayeb Al Saleh, que “allí es como aquí, ni mejor ni peor” (91). Se afirma con razón que más pronto o
más tarde los invasores de turno abandonarán y llegará un día que hospitales y escuelas sean suyos, y
entonces “hablen su lengua sin sentir culpa ni gratitud”.
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En ese proceso de recuperación está Guinea, pero Mba no parece darse cuenta de que
finalmente recupera el equilibrio, como resume el título, “Un lugar bajo el sol”, porque su país le
permite el retorno. En el recuento de humillaciones y rechazos que despliega El porteador, colea no
sólo el desprecio racista del europeo también la expulsión del país propio que representa el exilio. Es
la vuelta lo que parece traerle la paz. Poca reflexión hay en torno a las traiciones del propio país, tal
vez porque es otro el interés, pero coincide con la construcción de Glissant de una identidad
homogénea, única, que acoja todas las identidades paralelas, menos la más cercana y amenazante para
la construcción nacional.
La colección de poemas Canción negra sin color, que sigue a El porteador, mantiene algunos
contenidos y tonos, pero también aparece cierto espacio para el diálogo y el amor con esa blanca
Europa, en poemas como “la chica que hablaba hacia dentro” (141) o en la última sección, titulada
“Ciudades sin termitas”, dedicada a Santiago de Cuba, Barcelona y Bata. Y ya en su colección más
reciente de relatos solo publicada fragmentariamente, Malabo Blues: la ciudad remordida (2010), Mba ha
recuperado su lugar, puesto que el retorno ha sido posible. Quizá no corresponda definir la escritura
de Mba como nómada, perspectiva de Lola Bermúdez Molina en su análisis de El porteador (76), puesto
que no carece de un lugar escogido para vivir, es que no puede volver a él. De esto modo, ya en Malabo
Blues el escritor redescubre su ciudad con morosidad, al mismo tiempo que puede incorporar a Europa
en miradas, referencias y personajes. La criollización es posible.
Y yo dejé de saber quién era, me olvidé incluso de Pegaso, olvidé que en la escuela de
la vida no se repite, y tú empezaste a caminar hacia la cordura, te refugiaste en la
cordura, viste que éramos diferentes y la cuerda al final se rompió, la rompiste tú pero
la rompimos los dos. Ahora sé que yo soy un río y Europa y África son mis dos orillas.
Y tú ya no estás para escucharlo, el tiempo y el espacio nos han separado y tú te
contentas con decirte que nos han unido también para siempre. (“(En) la ciudad” 391-
92)
En la crónica de sus viajes a Guinea Ecuatorial en 2007 y 2009, Sipi Mayo, la editora y ensayista
mencionada anteriormente y que reside en Barcelona, se reconocía con dos sentidos de pertenencia o
identidades, la barcelonesa y la rebolana,14 por ello necesitaba del constante regresar aquí y allá (171).
Es también un paradigma no exento de tensión. La cercanía afectiva y cotidiana con ambos lugares
que manifiesta Sipi de una forma explícita y constante es significativa, entre otras, desde la perspectiva
de género. En su crónica, puede comentar el nuevo sistema de seguridad del aeropuerto de Malabo,
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la construcción de carreteras, alusiones a la política o la literatura, pero también la puesta al día de lo


que ha ocurrido en su pueblo durante el año, lo que les pidió una anciana o las prácticas ceremoniales
bubi que presencia en sus estancias anuales. Al mismo tiempo, reflejan una tensión sin solución, puesto
que para vivir en uno de los lugares, Sipi necesita callar una parte del ser propio: “en Barcelona pongo
a hibernar mi identidad bubi, que despliego y pongo en juego en Rebola” (171). Mba pudo regresar a
Guinea definitivamente, Sipi necesita regresar anualmente a Guinea para recuperar las tradiciones que
le “hacen pertenecer”, le “hacen africana” y le “dan coherencia”; “donde me encuentro a mí misma”
(171). Se desprende así un sentido de exilio que se prolonga en el tiempo, Sipi Mayo no ha vuelto a su
espacio propio para residir permanentemente. El espacio permanente que no existe en Guinea para
ella se convierte en un hueco, una carencia forzada en Barcelona, de ahí el sentimiento de permanecer
en alguna medida expulsada de su país. Podría hablarse entonces de vivencias paralelas, paradójicas, a
través de las palabras de Sipi Mayo.
Esa tensión sin solución de una existencia entre dos mundos, intermitentemente en ninguno,
manifiesta un eco repetido en la escritora Trifonia Melibea Obono, con dos novelas publicadas en los
últimos meses. Obono destacaba en una entrevista reciente que ha nacido y vivido en Guinea, pero
luego ha sido “de España”, y a continuación afirma que se siente “mentira” cuando está en España y
cuando está en Guinea (“En España” s.p.). Esta paradoja apunta finalmente a constricciones externas:
“Lo que siento allí y aquí es que ninguna de las dos comunidades sienten que forme parte de ella”;
“Pero yo sí me siento parte de las dos comunidades” (“En España” s.p.). Sampedro destacaba hace
unos años cómo “los inmigrantes guineanos tenían que encontrar fórmulas para reubicar y organizar
su pasado cultural, político e histórico, sin olvidar sus alianzas coloniales” con el país, España, que en
la mayoría de los casos les acogía (“Salvando” 311). En el caso de Obono, aparece en el presente
inmediato una respuesta original y muy efectiva, dado que sin rechazar unos u otros, devuelve las
contradicciones políticas y culturales, a quien las ha creado en verdad, Guinea Ecuatorial y España.
La perspectiva de género parece marcar una distinción importante con respecto a los
narradores analizados en este artículo. En el caso de Obono, la autora construye un mundo bantú y
guineocuatoriano desde una perspectiva crítica feminista, con un mundo simbólico muy poderoso y
sutilmente engarzado15. En la cultura fang, de la que surge y a la que retornaría simbólicamente, los
padres tienen derecho de vida y muerte sobre madres e hijas y se espera de las mujeres una completa
sumisión al hombre (“En España” s.p.). Obono comparte con Sipi Mayo un mayor cuestionamiento
de la narrativa masculina del emigrante africano, con autores masculinos que en ciertas instancias
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pueden idealizar con mayor facilidad ciertos aspectos de la cultura propia dejada atrás, y también ellas
dos comunican una cierta afectividad simultánea por la cultura propia y la de acogida, aun quedando
sin resolver los rechazos o discriminaciones sufridas.
A pesar de que Obono percibe que la identidad guineana no ha sido todavía creada, tampoco
la de su literatura y los personajes que la pueblan (“En España” s.p), puede fácilmente sugerirse que
cada uno de los escritores y escritoras analizados están construyendo efectivamente esa identidad
nacional. Con Sipi Mayo en concreto comparte el deseo de conocer/construir un país mejor, el deseo
de visitar y viajar por su país. Obono indica además sus propios modelos guineoecuatorianos como
escritora, María Nsue Angüe y Juan Tomás Ávila y Laurel, por ejemplo; modelos que son socialmente
prestigiosos y asentados (“En España” s.p.). Presenciamos así con ella una cultura abierta a conocerse
y también a criollizarse en el sentido dado por Glissant.

Conclusión
Aun con posibles matices, para los autores aquí estudiados un elemento conceptual
determinante es el regreso a lo que entienden como su lugar natural. Por otro lado, es muy posible
que incluso los que puedan regresar a su “Ítaca”, es el caso del mismo Mba, enfrenten instancias de
soledad y desubicación. Una soledad presente en el poema de Raquel Ilombe que abre este ensayo, sin
que quede claro dónde se producía la soledad o la añoranza, en España o en Guinea; probablemente
en los dos lugares. El viaje transforma, añade y desplaza al ser propio. También es cierto que todas
estas experiencias creativas narradas por Nkogo Esono, Makomè y Mba, se escriben en una medida
importante, aunque variable, en lucha contra una violencia y marginalidad poscolonial o neocolonial
y siempre desde especificidades culturales propias dentro del panorama cultural en español16. Son
ejemplo igualmente del trabajo inclusivo en relación a la perspectiva de género y sexualidad que queda
por hacer. En la diáspora europea o de vuelta en sus países, tienen sus propios referentes africanos,
son parte de un Atlántico hispano y también establecen intercambios significativos con otras áreas
geopolíticas o culturales.
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Notas

1 Poema de Raquel Ilombe titulado “Me iré y volveré”, recogido en la recopilación Ceiba II: poesía inédita (2014).
2 Trifonia Melibea Obono Ntutumu ha publicado recientemente sus dos primeras novelas Herencia de bindendee (2016) y La
bastarda (2016), uno de sus cuentos aparece incluido por Remei Sipi en su antología, Voces femeninas de Guinea Ecuatorial
(2015), y también son accesibles algunos de sus cuentos en diversos portales en línea. Licenciada en Ciencias Políticas y
Periodismo por la Universidad de Murcia y profesora en la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, sus novelas
representan una muy positiva noticia para la literatura guineoecuatoriana. Su obra será objeto de estudio separado con más
reposo para la valoración en un futuro cercano.
3 Nkogo Esono estudió Filología Hispánica en los años noventa del siglo pasado en la Universidad Complutense y trabaja

en el Instituto de la Seguridad Social de Guinea, INSESO, desde 2001, ocupando actualmente el cargo de Consejero-
Secretario Regional.
4 Horizonte 2020 es como se conoce al Plan de Nacional de Desarrollo Económico y Social, con el que el gobierno

guineoecuatoriano promete dotar al país de una serie de infraestructuras para mayor desarrollo y bienestar de la población.
Se planean nuevas carreteras y aeropuertos, saneamiento, nueva red de hospitales, etcétera.
5 Malabo Blues no ha llegado a publicarse, pero parece por la similitud de títulos y temas que dos fragmentos aparecieron

en Afro-Hispanic Review 28.2 (2009): “(En) la ciudad remordida” y “Cartas muertas desde el país de las lluvias universales”.
En ese momento el título de libro el autor planeaba que iba a ser “El cuarteto de Malabo”. Es una pérdida importante que
no pueda ser leída por todos los lectores interesados porque Mba ha llevado un paso más allá a la literatura
guineoecuatoriana tanto en forma como contenido. Sus escritos ya manifiestan un lenguaje complejo y original, rico en
referentes y simbolismos sugerentes, con una visión del mundo africana y transcultural que merece conocerse.
6 El término hispanoafricano además permite la distinción con respecto de una literatura afrohispánica producida en el

continente americano por escritores de ascendencia africana en algún grado y, al mismo tiempo, destacar la diversidad de
voces más allá de la literatura de escritores nacidos en Guinea Ecuatorial. Quizá habrá especialistas que puedan aducir
diferencias marcadas entre los escritores norteafricanos y subsaharianos. Para una discusión más detallada puede acudirse
al recuento de Josefina Bueno Alonso, que se acoge ajustadamente a los términos propuestos por Françoise Lionnet para
otros corpus coetáneos y habla literaturas africanas en español o literaturas hispanoafricanas (107-108)
7 Véanse sus estudios, Corisco y el estuario del Muni (1470-1931): del aislamiento a la globalización y de la globalización a la marginación

(2014) y Traficants D´Animes (2015).


8 Existe en años recientes una literatura migrante africana relacionada con una difícil travesía hacia España al margen de la

legalidad que necesita estudios, como el de Inmaculada Díaz Narbona. Generalmente refleja un corpus de experiencias
vividas, aunque no es homogénea, por ejemplo, a veces está escrita originalmente en un idioma distinto al español, en su
mayoría son autores hombres que no repiten (140-153) y, en general, despiertan poco interés en la academia, como también
ocurre con la literatura guineoecuatoriana (163).
9 Oboe y Scacchi advierten del peligro de un enfoque demasiado centrado en América, o más concretamente en un modelo

de América negra que es anglófono y responde sus propias características históricas. También recuerdan estas especialistas
que Gilroy no otorgó peso a otros marcadores identitarios, privilegiando el estudio de hombres intelectuales de clase media
nacidos en Estados Unidos, sin grandes precauciones a la hora de aplicar el paradigma a distintos periodos históricos (4-
5).
10 Remei Sipi Mayo destaca por su trabajo como ensayista y como editora, con una labor de divulgación muy valiosa ya

que da a conocer datos, tendencias y preocupaciones de mujeres migrantes guineoecuatorianas y/o africanas en España,
realidad aún más desconocida en España que la de sus compañeros masculinos. Véase su ensayo Inmigración y género: el caso
de Guinea de Ecuatorial (2004). Además de sus cuentos, recientemente ha publicado un libro de relatos junto a Nina Camó
y Melibea Obono, Baiso: ellas y sus relatos (2015), al que todavía no he tenido acceso.
11 Copito de Nieve ha sido el único gorila albino del que se tiene noticia hasta la fecha. Nació en Río Muni, Guinea

Ecuatorial, en 1963 o 1964, y murió en el año 2003 en el zoológico de Barcelona, lugar donde vivía desde 1966. Protagonizó
la portada de la revista National Geographic en 1967, lo que le dio fama mundial, y terminó convirtiéndose en símbolo de
este zoológico y de la misma ciudad de Barcelona.
12 Mekuy es hija de diplomáticos y vivió en Madrid su niñez y juventud. A los 25 años, fue nombrada Directora General

de Museos y Bibliotecas. Un año después fue ascendida a Secretaria de Estado y meses después, el 5 de septiembre de
2013, Teodoro Obiang la nombró Ministra de Cultura y Turismo, cargo desempeñado hasta el 22 de febrero de 2017.
13 El premio nobel nigeriano Wole Soyinka vislumbra esa cadena de dolor sufrido por otros hombres negros a lo largo de

la historia cuando es arrestado y torturado en 1967. Véase The Man Died: Prison Notes (1971).
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14 Remei Sipi Mayo es natural de Rebola, en Guinea Ecuatorial, y perteneciente a la etnia bubi. Excepto un periodo de
unos años y tras una asonada bubi en 1998, ha viajado anualmente a Guinea Ecuatorial desde 1979.
15 En su novela Herencia de bindendee, Obono, la joven protagonista, relata su vida en su aldea, marcada por un hispano-

catolicismo cruel y represivo y una tradición cultural fang que desprecia y somete a la voluntad masculina a todas sus
mujeres. En su segunda novela publicada, La bastarda, otra joven de etnia fang, Okomo, plantea una crítica feminista de la
heterosexualidad según se concibe en la etnia fang y, de forma general, en Guinea Ecuatorial.
16 Estas tensiones de imposible disolución probablemente encajen bien en la razón subalterna y el pensamiento de frontera

planteado por Walter Mignolo en Local Histories/ Global Designs (13.22). Por otro lado, quizá debamos volver a dotar de
importancia a una lucha de clases adaptada al contexto presente, un tanto desplazada por Mignolo en favor de la liberación
racial, sexual y de género en The Darker Side of Western Modernity (xix), a la vista de la preeminencia del poder económico en
la política local y global. También necesitamos incorporar el discurso de la interseccionalidad, como bien muestran Remi
Sipi y Obono, para poder explicar instancias de marginación y privilegio en el mismo sujeto; por ejemplo, los autores
estudiados pueden considerarse privilegiados frente a mujeres africanas o sujetos africanos LGTB.
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