Madame Bovary
Madame Bovary
Madame Bovary
Conocemos a Carlos Bovary a sus quince años, cuando entra por primera vez a
su clase en un colegio de Ruán, ante el escrutinio del profesor y sus compañeros.
Por su aspecto y su conducta sumisa, es burlado por los demás alumnos, y el
profesor, lejos de ayudarlo, lo somete a lecciones que lo humillan más. Carlos es
hijo de un antiguo cirujano del ejército, Carlos Dionisio Bartolomé Bovary, y su
familia vive en una pequeña granja. Carlos Dionisio es un hombre pretencioso y
fanfarrón, que administra muy mal su dinero y a menudo es sorprendido teniendo
relaciones con muchas de las prostitutas del pueblo. La madre de Carlos, por su
parte, es muy devota de su marido en un comienzo, pero pasados los años, luego
de padecer en silencio las humillaciones de su marido, pierde todo el respeto por
él y se centra únicamente en su hijo, cuidándolo exageradamente y planeando
todos los aspectos de su futuro. Ella determina que la escuela de medicina es el
mejor camino para el muchacho, así que lo envía a seguir sus estudios. Sin
embargo, en lugar de rendir como un estudiante obediente, Carlos falta
regularmente a las clases, frecuenta tabernas donde se aficiona al juego, y su
pereza lo hace fracasar en sus exámenes. Carlos le confiesa su fracaso a su
madre, quien se muestra comprensiva con su hijo, pero oculta la noticia a su
marido durante muchos años. Compelido por su madre, Carlos se presenta de
nuevo a los exámenes, por fin los aprueba y se convierte en médico. Su madre
consigue que Carlos ejerza en Tostes, un pueblo cercano donde ella sabe que el
doctor está viejísimo y por morir. Asimismo, insta a su hijo a casarse con Eloísa
Dubuc, una viuda fea y mayor que él pero heredera de una fortuna. Carlos imagina
que el matrimonio será para él una forma de asegurarse más libertad e
independencia, pero termina siendo sometido por su mujer.
Capítulo II
Una madrugada, a las cuatro de la mañana, acude a la casa de Carlos un hombre
que viene en busca de un médico para asistir al señor Rouault, un hombre que
vive en la granja de los Bertaux, en las afueras de la ciudad, y se ha fracturado
una pierna. Al llegar a la granja, Carlos es escoltado por una mujer muy hermosa:
es Emma, la hija del enfermo. Mientras trabaja en la fractura de Rouault, Carlos se
siente atraído por Emma. Luego de hacer la curación, lo invitan a tomar una copa
en la casa y allí conversa con Emma, que le cuenta que está aburrida de vivir en el
campo y dedicarse al cuidado de la granja. En esa conversación, Carlos roza sin
querer la espalda de la joven, y ambos se ruborizan.
Encantado con ella, Carlos realiza un número excesivo de visitas, con la excusa
de hacer un mejor seguimiento del señor Rouault. Pronto, Eloísa, que
constantemente lo espía, se da cuenta del cambio de comportamiento de su
marido e indaga sobre el paciente, Rouault. Al enterarse de que este tiene una
hija, Eloísa se muestra muy celosa de Emma y le hace prometer a Carlos que no
volverá a visitarla. Por debilidad, Carlos acepta lo que su mujer le pide. No
obstante, pronto se entera de que el notario de Inguville, depositario de los fondos
de Eloísa, se ha robado la mayor parte de su dinero. Además, se entera de que
ella mintió sobre su riqueza antes de casarse y ha contraído una importante
deuda. La familia de Carlos, enojada ante la mentira, acude a Tostes, pero Eloísa,
sintiéndose humillada, obliga a Carlos a defenderla y sus padres, finalmente, se
van enojados. Pero el daño es irreparable: una semana más tarde, Eloísa tiene un
vómito de sangre y muere repentinamente.
Capítulo III
Después de la muerte de Eloísa, Carlos vuelve a acercarse a Rouault y lo visita a
menudo. Durante estas visitas, comienza a pasar cada vez más tiempo con Emma
y pronto se da cuenta de que está enamorado de ella. De modo que comienza a
proyectar pedirle la mano a Rouault, pero le cuesta armarse de valor. Rouault,
viendo cómo Carlos se ruboriza cada vez que ve a su hija, comienza a sospechar
de las intenciones del hombre. Rouault comprende que, si bien hubiera esperado
a alguien mejor para su hija, Carlos es un buen hombre y el matrimonio de su hija
podría aliviarlo a él económicamente. Finalmente, Carlos pide tímidamente la
mano de Emma y Rouault acepta, pero le dice que lo consultará con Emma. Tras
consultar con su hija, Rouault comunica a Carlos su respuesta favorable mediante
la señal preestablecida: Carlos, a la distancia, ve abrirse el postigo de una ventana
de la casa de Rouault y comprende que Emma ha aceptado. Aunque se acuerda
el matrimonio, Emma y Carlos deben esperar a que pase el periodo de luto oficial
de él. Mientras esperan, planean la boda. Emma desea una romántica boda a
medianoche, pero se conforma con una ceremonia más tradicional, seguida de
una celebración que se prolonga hasta bien entrada la noche.
Capítulo IV
Cuando termina el periodo de luto oficial de Carlos por su primera esposa, él y
Emma se casan. La boda es un evento muy grande en la granja del padre de
Emma, y los invitados se visten con sus mejores galas para honrar la celebración.
El narrador describe minuciosamente los distintos atuendos, según las distintas
clases sociales. Después de la ceremonia religiosa, todos regresan a la granja en
una larga y festiva procesión y luego festejan durante toda la noche. Al día
siguiente, tras la noche de bodas, Carlos se muestra eufórico, pero Emma
demasiado tranquila y sosegada, teniendo en cuenta que ha perdido su virginidad
y ha comenzado su vida de casada. Muchos observan esto y hablan
maliciosamente al respecto, a sus espaldas.
Una vez en Tostes, los vecinos salen a sus balcones para ver llegar a Carlos y su
nueva pareja. Una vez en la casa, la empleada doméstica le propone a Emma
llevarla a conocer las instalaciones.
Capítulo V
Emma inspecciona su nuevo hogar y comienza a establecer su presencia en la
casa. En particular, en la habitación conyugal descubre en un florero el ramo de
novia seco de la difunta esposa de Carlos. Este, al ver la incomodidad de su
esposa, retira el ramo y lo lleva al desván. En seguida, Emma comienza a planear
pequeñas mejoras en la casa mientras Carlos, profundamente enamorado, se
centra exclusivamente en su bella nueva esposa y se siente muy a gusto, sin
preocupaciones. Pero mientras que él siente que su vida ha alcanzado un grado
alto de perfección, Emma se siente algo insatisfecha. Romántica por naturaleza,
Emma esperaba que su matrimonio la llevara a la felicidad, la pasión y la
perfección, esas palabras tan hermosas que ha encontrado en los libros. Pero
pronto evidencia que la felicidad que esperaba de ese enamoramiento no llega a
hacerse presente, y la realidad no se condice con lo que soñó.
Capítulo VI
En este capítulo, Emma recuerda su adolescencia en el convento: a los trece años
su padre la lleva a la ciudad para internarla allí. En el convento, Emma se adentra
primero en la religión, con exagerada devoción y sacrificio. Las imágenes que se
prodigan en los sermones significan para ella una fuente grande de placer. En sus
ratos libres, se dedica a la lectura religiosa, y disfruta de las historias románticas y
melancólicas que allí lee.
Análisis
Los primeros capítulos de Madame Bovary establecen el escenario básico de la
novela. La historia de Flaubert se desarrolla en la campiña francesa, y en estos
primeros capítulos presenta a sus personajes principales, Emma y Carlos. A
medida que empezamos a entender el carácter de Carlos, reconocemos que no es
especialmente brillante, ni estará caracterizado por el éxito profesional. Durante su
formación se salta muchas clases, suspende sus exámenes de medicina y, en sus
interacciones con Emma, se evidencia que no logra seguir el hilo de la
conversación cuando ella habla de novelas e ideas románticas sobre la vida.
Además, su concentración intencionada en los detalles menores del vestido y la
apariencia de Emma demuestra que está más interesado en ella como objeto que
como persona.
En paralelo, observando a Emma, empezamos a entender las fantasías a través
de las cuales ella interpreta la vida. En particular, Emma añora una boda
novelesca, con antorchas y a medianoche, un ideal que ya está claramente en
desacuerdo con las realidades materiales de su entorno. Este temprano conflicto
entre la fantasía y la realidad tiene ya antecedentes en la adolescencia de Emma,
tal como veremos en el capítulo VI, cuando por la muerte de su madre lleve
adelante un luto sobreactuado y performático, sostenido sobre los rituales
aprendidos en los libros. Asimismo, será este conflicto entre fantasía y realidad el
que se haga cada vez más grande a medida que la novela avance.
Sin embargo, pronto Carlos se entera de que su esposa le mintió antes de casarse
y que, en realidad, ella no posee la fortuna que dijo tener. Esto genera un
altercado en la familia de Carlos: el objetivo de su madre había sido justamente
posicionar a su hijo en un estatus social favorable, pero la mentira de Eloísa
termina por dejarlo más debilitado aún: “el padre de Carlos rompiendo una silla
contra el suelo, acusó a su mujer de haber hecho desgraciado a su hijo, casándole
con aquel penco, cuya montura era lo de más valor” (29). Se ve aquí, por un lado,
la mirada despectiva del padre de Carlos respecto de Eloísa: la animaliza,
comparándola con un penco, esto es, un caballo viejo y de poca utilidad.
Asimismo, se introduce un tema que será muy importante en la novela: la
preocupación por la riqueza y el estatus social. Esta será una cualidad que rija los
vínculos entre las personas en la novela. En efecto, es la cuestión económica la
que motiva la unión entre Carlos y Eloísa, y también surgirá como una ventaja
para la unión entre Carlos y Emma. De hecho, Rouault, el padre de Emma, piensa
en su propio beneficio económico a la hora de sopesar los beneficios que puede
brindarle el casamiento de Carlos con su hija: “...tenía fama de buena persona,
económico y muy culto, y era de esperar que no discutiría mucho la dote, cosa
esta última muy de tener en cuenta, puesto que el tío Rouault veíase obligado a
vender varias fanegas de tierra para componer la prensa y pagar lo mucho que
debía…” (36).
En este punto, se introduce otro de los temas que atravesarán toda la novela: el
choque entre la realidad y la ilusión generada en Emma a través de sus lecturas
de ficción, fenómeno que la crítica literaria denominará “bovarismo”: se produce en
ella un estado de insatisfacción y frustración emocional, producto del choque entre
su ilusión y la realidad vivida. Este fenómeno, a su vez, es fomentado justamente
por el cruce entre ficción y realidad: Emma intentará aplicar a su vida lo aprendido
en los libros y esperará que la vida le devuelva las mismas escenas leídas, pero al
ver que eso no ocurre, se frustra: “Antes de casarse creyóse enamorada; pero
como la felicidad que de tal enamoramiento esperaba no se había presentado aún,
preciso era -tal pensaba- que se hubiera equivocado. Y Emma trataba de saber
qué se entendía exactamente en la vida por las palabras felicidad, pasión y
embriaguez, que tan hermosas le parecieron en los libros” (51).
Capítulo VII
Durante su luna de miel, Emma se siente decepcionada por estar en un simple
pueblo y no en un romántico chalet en Suiza o en un castillo escocés, con su
marido vestido de terciopelo, a la medida de sus sueños. Pronto Emma empieza a
pensar que Carlos es aburrido. No logra entender su sencilla felicidad y empieza a
resentir su comportamiento complaciente. Sin conocer el abatimiento de Emma,
Carlos sigue amando a su nueva esposa y cree que ha encontrado realmente la
felicidad.
Capítulo VIII
El baile en Vaubyessard está a la altura de las expectativas de Emma. Ella queda
muy sorprendida por la riqueza del marqués y por la opulencia y el lujo del baile y
sus invitados. Aunque está extasiada por participar en este lujoso evento, Emma
se siente avergonzada por Carlos. A sus ojos, su marido es torpe y poco
sofisticado en comparación con los nobles y las mujeres cultas que asisten al
evento. Carlos ve cómo Emma se arregla y ella lo desprecia cuando él quiere
abrazarla, pues le dice que le arrugará la ropa. Asimismo, ella le dice que no se
atreva a bailar, pues los avergonzará frente a esa gente respetable.
Más tarde, Carlos se queda dormido y Emma aprovecha para bailar con un
vizconde que se le acerca. Mientras baila, Emma se imagina las vidas paralelas
alternativas que podría haber llevado, llenas de lujo, pasión y fineza. Cuando el
baile termina, Carlos está feliz de poder ir por fin a descansar, mientras que Emma
hace esfuerzos por no quedarse dormida, para prolongar así lo más posible esa
noche idílica.
Capítulo IX
Emma se ha obsesionado con el concepto de la vida lujosa que cree que está
destinada a tener. Cuando Carlos se va a trabajar, ella aprovecha para sacar de
su escondite la petaca de seda verde y mientras la observa, se imagina la vida del
vizconde en París y la de la mujer de la que él podría enamorarse.
Empieza entonces a pasar gran parte de su tiempo fantaseando con una vida
mejor. Compra un plano de París para imaginarse recorridos por la ciudad, y lee
innumerables revistas femeninas que hablan de la vida en la capital francesa. Su
pensamiento comienza así a distanciarse de su realidad, y rechaza la vida
mediocre de la campiña, en contraste con la vida idealizada de París.
Comienza también a tratar a Carlos con rabia y desprecio, porque lo culpa en gran
medida de las limitaciones de su vida aburrida. Pero Carlos no se da cuenta de la
infelicidad de su mujer y sigue admirando sus delicadezas y ocurrencias.
Asimismo, él va mejorando su reputación en Tostes y para estar al tanto de los
avances en su disciplina, se suscribe a una revista de medicina, pero no logra
dedicarle tiempo a la lectura. Esto genera el desprecio de Emma, que se enoja
ante la falta de ambición de su marido. Incluso se enfurece al enterarse de que
otro doctor ha dejado en ridículo a Carlos, al contradecirlo en una de sus
prescripciones médicas. Carlos se siente agradecido porque cree que su esposa
lo apoya en esa polémica, pero en el fondo lo que motiva a Emma a enojarse es la
vergüenza que siente de que su marido no sea un hombre respetable.
Mientras tanto, Emma espera un acontecimiento que cambie por fin su vida, y
todas las mañanas despierta añorando esa novedad. Pero el cambio no llega, y
ella se obsesiona tanto con su infelicidad que primero comienza a descuidar su
aspecto y las tareas domésticas, y luego termina por enfermarse físicamente.
Ahogada de envidia por la existencia exquisita que otras mujeres de ciudad están
viviendo, Emma comienza a sufrir palpitaciones.
Carlos se preocupa mucho por la salud de su mujer y cree que un traslado a otra
ciudad le dará la oportunidad de curarse. Decide que se mudarán a Yonville, un
pueblo que convenientemente necesita un médico. Justo antes de mudarse,
Emma descubre que está embarazada, y siente disgusto. En un arrebato de ira y
frustración por la simplicidad de su vida, Emma arroja su ramo de novia seco al
fuego y lo ve arder mientras empaca y se prepara para su traslado.
Análisis
La perspectiva de la novela ha cambiado en estos capítulos y se centra en el
punto de vista de Emma. Así, la falta de modales refinados y las maneras sencillas
de Carlos, esbozadas en los capítulos previos, se magnifican ahora, ante la
mirada irritada de Emma. El narrador se detiene en la insatisfacción emocional
que Emma comienza a sentir: la describe presa de un “malestar imperceptible, que
cambia como las nubes y gira como el viento...” (63). Carlos representa para ella
lo ordinario y los lugares comunes; le reprocha que carece de emoción, de
diversión y curiosidad. Emma se lamenta, justamente, de que Carlos no le enseñe
nada ni la motive, inclumpliendo así el rol que, según ella, cualquier hombre debe
desempeñar con su esposa.
Como Emma está muy preocupada por sí misma, el relato se centra en una
descripción minuciosa de su rutina diaria. Esta rutina contrasta notablemente con
la existencia que ella añora, como aquella que -imagina- debe estar viviendo el
vizconde, lo cual la lleva a convencerse de que su vida es miserable y aburrida.
Emma comienza a sentirse decepcionada de la vida que eligió y empieza a sentir
arrepentimiento de haberse casado con Carlos. A medida que el narrador presta
más atención al aburrimiento de Emma, la novela genera una sensación de
realismo, con lo cual el lector pierde de vista los alcances de la perspectiva
idealizada de Emma y se compenetra con la tristeza de ella y el deterioro de su
estado mental.
Capítulo I
El narrador describe extensamente el pueblo al que se mudan Emma y Carlos,
Yonville-l'Abbaye. Se detiene particularmente en los emplazamientos que más
llaman la atención: el cementerio, donde trabaja el sepulturero y sacristán
Lestiboudois, la farmacia del señor Homais y la posada El León de Oro, dirigida
por la viuda de Lefrançois. El narrador recupera una conversación entre la patrona
Lefrançois y Homais, en la que mencionan a algunos asiduos comensales de la
fonda de El León de Oro, como Binet y León.
La noticia de la llegada del matrimonio Bovary se ha difundido, y los habitantes del
pueblo esperan su llegada con ansiedad. Pero la pareja llega con retraso porque
la perra de Emma se ha escapado durante el viaje y no la han podido encontrar.
Emma, que encuentra en la perra el único consuelo a su tristeza, llega a Yonville
fuera de sí.
Capítulo II
Emma y Carlos descienden del coche en el que vienen desde Tostes, en
compañía del señor Lheureux, un mercader de paños que viaja con ellos. Allí
conocen a Homais, el boticario, con quien Carlos ha estado manteniendo
correspondencia. Homais es un hombre de aspecto pomposo que se cree bien
instruido en medicina y está ansioso de hablar del oficio con Carlos.
A su llegada, Homais se reúne con los Bovary para cenar en la posada del pueblo.
Se les suma otro comensal de la posada, el joven escribiente León Dupuis, que
trabaja para el señor Guillaumin. Durante la comida, Carlos y Homais hablan de
medicina, mientras que Emma y León hablan de sus gustos y se enteran de todo
lo que tienen en común. Al igual que Emma, León ama la música y la lectura,
especialmente disfruta de las novelas románticas y se identifica con ellas, del
mismo modo que, a menudo, sueña con grandes aspiraciones para su vida.
Asimismo, León le cuenta a Emma que pronto irá a terminar su carrera de
abogado a París. Al descubrir sus similitudes, los dos sienten una cercanía y creen
que por fin han descubierto una compañía digna.
Cuando los Bovary llegan a su nuevo hogar, Emma tiene la esperanza de un
nuevo comienzo. Piensa que si hasta ahora todo ha sido tan malo, lo que viene
tiene que ser mejor.
Capítulo III
A la mañana siguiente, Emma se asoma a la ventana y se encuentra con la mirada
de León, que la saluda desde abajo. León ha quedado sorprendido por la
conversación de la noche anterior con esa dama y empieza a desarrollar por ella
un profundo afecto, sin poder dejar de pensar en ella.
Emma, por su parte, al tanto de las limitaciones económicas, debe renunciar con
amargura a los grandes preparativos de parto a los que aspiraba, y eso le quita
parte de la emoción del embarazo. La ilusión de Carlos logra interesarla en parte,
y ella añora tener un hijo varón, pues comprende que los hombres son más libres
que las mujeres. Pero finalmente, da a luz a una niña, a quien llama “Berta”,
inspirada en el nombre de una joven que vio en el baile en Vaubyessard. Los
padres de Carlos visitan Yonville con motivo del nacimiento y el bautismo de
Berta.
Durante los primeros meses, la beba vive con una nodriza que la amamanta. En
una oportunidad, Emma, harta de sentirse sola e insatisfecha, decide ir a visitar a
su hija. En el camino se cruza con León y lo invita a acompañarla. La gente del
pueblo se entera de que Emma y León caminan de la mano y los rumores de un
romance comienzan a desplegarse.
En casa de la nodriza, Emma toma en brazos a Berta, mientras León la mira con
admiración.
Luego de dejar la casa de la nodriza, Emma y León caminan tomados del brazo,
mientras hablan de sus gustos musicales. Ambos comienzan a sentirse invadidos
de una misma pasión y dulzura por el otro, aunque no se animan a confesarlo.
Una vez en su oficina, León piensa en el aburrimiento que siente en Yonville,
producto de la vulgaridad de sus habitantes. La única capaz de sacarlo de ese
estado es Emma, y añora entablar con ella un vínculo de mayor intimidad.
Capítulo IV
Llega el invierno. Emma y Carlos suelen cenar con Homais en la fonda, y los suele
acompañar León. Durante estas veladas, Carlos y Homais hablan de medicina y
de actualidad, mientras que León y Emma se dedican a la lectura conjunta de
libros y revistas. Usualmente, al ver que los otros dos se quedan dormidos luego
de unas copas, aprovechan para desarrollar una conversación más dulce e íntima,
pero siguen sin poner en palabras sus sentimientos.
Carlos no se da cuenta de esta relación, mientras que los habitantes del pueblo
comienzan a sospechar y a sugerir la existencia de un romance entre Emma y
León. León empieza a pensar en la manera de declararle a ella su amor, pero
sufre de vergüenza y de temor de alejar a Emma. Ella, por su parte, no se
pregunta si ama a León, pues tiene la idea de que el amor es algo que irrumpe de
improviso, con grandes estruendos.
Capítulo V
Emma compara a su marido con otros hombres y llega a la conclusión de que es
totalmente aburrido y no tiene nada interesante que ofrecerle. En paralelo, se da
cuenta de que León está enamorado de ella y admite que le parece muy hermoso
y no logra quitarlo de su imaginación. Pero durante su siguiente encuentro a solas,
Emma aparenta estar muy ocupada en la costura, y León no comprende su
distancia y cree que la ha ofendido. Emma aprovecha también para hablar bien de
Carlos, y León se siente aún más incómodo.
Pues ante la posibilidad de tener con León una aventura amorosa, Emma
comienza a actuar como una mártir, que sufre por un amor no correspondido. Se
produce en ella un cambio de conducta rotundo y empieza a actuar como una
esposa atenta y obediente, mientras que en su interior se entrega a fuertes
sentimientos por León. Del mismo modo que hizo en su infancia en el convento,
Emma se propone una vida sacrificada, adelgaza mucho y su espíritu se llena de
tormentos.
Pronto Berta regresa a casa, luego del destete, y Emma intenta distraerse con su
hija, actuando como una madre devota. Pero su deseo por León acaba por
vencerla y se regodea en la autocompasión. Emma solloza, su frustración la
abruma, y culpa a Carlos de su infelicidad. Desea incluso que su esposo la
maltrate, para así poder odiarlo más abiertamente.
Asimismo, en este capítulo, Emma recibe una visita de Lheureux, quien intenta
venderle algunos artículos de lujo y, al encontrarse con la negativa de Emma, le
insinúa por primera vez que él puede proporcionarle un préstamo, si alguna vez lo
necesita.
Capítulo VI
Emma escucha las campanas de la iglesia y decide volver a sus raíces religiosas
para buscar allí ayuda a su infelicidad e insatisfacción. Va en busca del
cura Bournisien, pero este está preocupado por un grupo revoltoso de alumnos de
catecismo y no entiende ni percibe el profundo dolor emocional de Emma.
Después de esta visita fallida, Emma se siente muy frustrada e irritada. De vuelta
en su casa, Berta intenta acercarse a ella pero Emma le grita y la empuja, con lo
cual la niña se cae y se lastima la cara. Al verla sangrar, Emma llama
desesperadamente a Carlos y le dice que la niña estaba jugando y que la caída
fue un accidente. Emma exclama que es una madre terrible, pero Carlos la ayuda
a calmarse.
Análisis
En la detallada y extensa descripción que hace el narrador de la sencilla ciudad de
Yonville, utiliza un lenguaje poético, y compara, por ejemplo, la campiña con un
“desplegado manto con cuello de terciopelo verde ribeteado de un galón de plata”
(97). Esta descripción romántica de la sencilla ciudad está al alcance de los
lectores, pero resulta inaccesible para Emma, que está tan centrada en su
insatisfacción que es incapaz de apreciar esa belleza. Así, la novela sugiere una
fuerte limitación en la perspectiva sesgada de Emma. En lugar de ver la belleza en
Yonville, se siente allí atrapada y sola. El tipo de romanticismo de Emma la hace
ciega a las bellezas simples y cotidianas que la rodean.
El nacimiento de Berta es una decepción para Emma porque ella deseaba tener
un hijo varón. Ese deseo de Emma se funda en la desigualdad entre hombres y
mujeres que caracteriza la sociedad en la época retratada por Flaubert en la
novela: los hombres gozaban de más libertades a la hora de decidir qué hacer con
sus vidas, mientras que las mujeres estaban más sometidas. Emma oculta en el
deseo de dar a luz a un hijo la posiblidad de una revancha para las infelicidades
de su propia vida: “La idea de tener un varón era para ella como el esperanzado
desquite de todas sus pasadas impotencias. El hombre, al menos, es libre y puede
recorrer las pasiones y los países, vencer obstáculos, gustar las más lejanas
felicidades. La mujer, en cambio, siéntese aherrojada de continuo. Blanda e inerte
a un mismo tiempo, tiene en su contra las debilidades de la carne, juntamente con
los rigores de la ley” (119). Esta cita da cuenta también de los prejuicios sobre la
mujer que esa sociedad presenta, lo cual constituirá uno de los temas más
relevantes de la novela: según esos preconceptos, la mujer es más débil que el
hombre, más sensible y también más propensa a caer en las tentaciones carnales,
sexuales. Si bien Emma quiere ser libre, reconoce y participa de los prejuicios
sobre las mujeres al añorar que su bebé no sea mujer. Emma, como mujer y
esposa, se siente atrapada por sus circunstancias, impedida de dar forma a su
propia vida, aunque en la novela hará más que nadie para dar forma a su propio
destino. Pero en este punto solo es capaz de notar sus limitaciones y espera un
destino distinto para su hijo. Cuando finalmente nace Berta, se desquita al menos
dándole un nombre propio de la nobleza, inspirado en una de las mujeres que vio
en el baile en el castillo de Vaubyessard.
Por otro lado, los habitantes de Yonville configuran el retrato de la vida del pueblo
y ayudan a comprender el estatus de Emma y Carlos en la estructura social local.
Por ejemplo, la nodriza vive en una pequeña cabaña con los niños a los que cuida,
y no se avergüenza de pedirle a Emma cosas que no puede pagar, como café,
jabón y brandy. A través de este ejemplo, vemos que, en comparación con la
mayoría de la sociedad local, Emma está bastante bien posicionada, aunque no
sea miembro de la aristocracia. En oposición a Emma, la dueña de la posada del
pueblo es una mujer sencilla con preocupaciones simples que acepta su lugar en
la vida y encuentra un nivel decente de disfrute en su situación.
Asimismo, luego de que Emma reconoce para sí misma sus sentimientos por
León, intenta controlar su enamoramiento. Al igual que hizo en el convento,
durante su infancia, se entrega a un sacrificio, que en el fondo le produce
excitación y disfrute. Así, para castigarse a sí misma por sus sentimientos, Emma
se esfuerza por convertirse en una esposa y madre obediente, interpretando el
papel de mártir. Sin embargo, cuando hiere a Berta, empujándola, el proyecto de
ser una buena mujer de familia queda frustrado completamente. Justo antes de
empujarla, Emma mira a su hija con disgusto, como un peso más en su vida, una
circunstancia que la ata a una vida miserable que se aleja de las fantasías que
añora. De hecho, a Emma jamás la entusiasma saber que será madre.
Capítulo VIII
Los comicios agrícolas anuales se celebran en Yonville, y todos los residentes
están muy emocionados. La feria es un gran evento en el que los granjeros locales
exponen animales, dan discursos sobre temas de agricultura y reciben premios.
Por ejemplo, Catalina Leroux, una mujer muy mayor, recibe uno de los premios
por haber trabajado en la misma granja durante cincuenta y cuatro años.
Capítulo IX
Después de confesar su amor en los comicios agrícolas, Rodolfo evita a Emma
durante seis semanas, con el fin de despertar en ella un fuerte deseo. Finalmente,
la visita, y al principio ella se comporta con frialdad, pero él insiste y le vuelve a
hablar de su amor y de sus intenciones románticas. Emma, finalmente, se muestra
sensible a la conquista de Rodolfo, aunque aún no decide entregarse del todo a él.
En ese punto, llega sorpresivamente Carlos a la casa, y Rodolfo se ofrece a llevar
a Emma a montar a caballo, con la excusa de que eso podría contribuir a mejorar
la salud de la mujer. Temerosa de lo que pueda ocurrir, Emma se niega y le dice a
su marido que eso podría ser mal visto, pero Carlos, irónicamente, le dice que
para él es más importante su salud y la convence de que acepte la oferta de
Rodolfo.
Al día siguiente, Emma y Rodolfo cabalgan juntos a través del campo y el bosque.
En un momento, se detienen a descansar. Emma se muestra nerviosa, pero
Rodolfo la observa con deseo y vuelve a profesar su amor por ella. Ella intenta
resistirse a la tentación, culpándose por escuchar las palabras del hombre, pero
finalmente termina sometiéndose a él y hacen el amor en medio del bosque.
Capítulo X
Emma empieza a contagiarse de los miedos de Rodolfo, y al verse tan
dependiente y enamorada de él, comienza a temer perderlo, lo cual la pone alerta
y paranoica. Pronto, Emma y Rodolfo empiezan a reunirse a escondidas, por las
noches, en la glorieta del jardín de los Bovary, y ya no en la casa de aquel, pues
temen levantar sospechas. En una oportunidad, Emma cree escuchar que alguien
se acerca y le pide a Rodolfo que saque su pistola para defenderse. El hombre
piensa que la mujer es ridícula e incluso odiosa si concibe la posibilidad de que él
lastime a un patético hombre como Carlos.
Capítulo XI
Después de leer un periódico que elogia un nuevo procedimiento quirúrgico que
cura los pies contrahechos, Homais habla con Emma y Carlos sobre el tema, y
sugiere que Carlos opere a Hipólito, un empleado de la posada que tiene una
deformación llamada “pie equino”. Viendo una oportunidad para que Carlos mejore
su carrera, Emma le insiste fuertemente para que realice la operación. A pesar de
su deformidad, Hipólito tiene bastante movilidad y se ha adaptado muy bien a su
desafortunada dolencia. Sin embargo, los habitantes del pueblo, deseosos de que
se realice la operación y de que su médico se haga famoso, lo convencen para
que se someta a la operación.
Carlos está bastante nervioso, pero la confianza de Emma le da ánimos y lleva a
cabo la operación. Al principio, parece que ha sido un éxito y, brevemente, Carlos
se convierte en una celebridad local: en el periódico, sale una nota elogiando su
destreza. Pero al poco tiempo queda claro que algo ha salido muy mal. A Hipólito
se le gangrena la pierna y, finalmente, la dueña de la posada, la señora
Lefrançois, sugiere llamar al señor Canivet, un médico de renombre de otra
ciudad.
Canivet, para salvar a Hipólito de la muerte, debe amputarle la pierna. Carlos se
siente públicamente avergonzado, y cuando su incompetencia se pone de
manifiesto, Emma vuelve a sentir desprecio y asco por él, y humillación por
haberse casado con un hombre tan inútil, sin reconocer en absoluto su propio
papel en el desastre. Emma siente entonces que sus intentos por amar a Carlos
son inútiles y descubre que siente tanto desprecio por él como deseos de volver a
entregarse a las aventuras del adulterio. Carlos intenta acercarse a ella en
búsqueda de consuelo, pero Emma lo evade violentamente. Por la noche, vuelve a
encontrarse con Rodolfo, con pasión renovada.
Capítulo XII
Emma ha perdido toda esperanza en su matrimonio y retoma su aventura con
Rodolfo. Hastiada de Carlos, comienza a fantasear con la idea de escapar con él.
Con el tiempo, estas fantasías se vuelven cada vez más realistas para ella, y
comienza a hablar con Rodolfo de su deseo de dejar a Carlos. Pero Rodolfo se
muestra poco receptivo, porque no quiere alentarla en tales pensamientos.
Análisis
Emma ha vuelto a su estado de tormento, luego de la partida de León. Sus
padecimientos emocionales vuelven a dar lugar a padecimientos físicos, y el
aspecto de Emma desmejora mucho. Su suegra, la madre de Carlos, la encuentra
muy descuidada y le da a Carlos el consejo de darle una ocupación y alejarla de
las lecturas peligrosas. En este punto, la novela vuelve a tratar uno de sus temas
principales: el papel de la lectura en la vida de Emma y los alcances peligrosos
que tiene sobre ella. Emma está insatisfecha con su vida en gran medida por estar
atada a las fantasías y los ideales que leyó en los libros. Esas lecturas
condicionan su manera de ver la realidad y la abandonan a la desilusión de no
poder concretar la vida divertida y pasional que esos libros deparaban.
Los comicios agrícolas son un acontecimiento muy importante para los habitantes
de Yonville. Flaubert retrata la felicidad de los campesinos con su estilo de vida, y
destaca su dedicación al trabajo práctico. Catalina Leroux, por ejemplo, es todo lo
contrario a Emma. Leroux ha trabajado en la misma granja durante más de
cincuenta años y es una mujer tímida, tranquila y humilde. Por el contrario, Emma
está muy disgustada con la vida en el campo y anhela algo más grande, más
emocionante y más lujoso en la vida y en el amor.
Mientras Emma cabalga junto a Rodolfo, Flaubert escribe con un lirismo extremo,
que ayuda al lector a simpatizar con la situación. Emma está enamorada, pero
sentimos simpatía por ella al saber irónicamente que simplemente está siendo
manipulada. Aunque ella parece sentir verdadera pasión, sabemos que Rodolfo no
es de fiar. Es fácil percibir que Emma está simplemente atrapada en su patrón de
cortos y apasionados interludios románticos, y sabemos por sus anteriores
intentos de amor religioso y maternal que rara vez es seria por mucho tiempo.
Incluso si Rodolfo se enamorara de ella, ¿se quedaría realmente con él a largo
plazo? Este problema ilustra la última falla en la relación de Emma y Rodolfo, y
promete el trágico final de su romance de una manera u otra. En cualquier caso,
sentimos simpatía por una mujer atrapada en una falsa sensación de amor y
romance. El sufrimiento emocional de Emma simplemente se oculta por el
momento.
A medida que avanza el romance de Emma con Rodolfo, el lector ya puede
anticipar el inminente y trágico final de esa relación. A través de las interacciones
de la pareja, observamos dramáticamente la ceguera y la ingenuidad de Emma,
que se deja llevar por sus sentimientos, mientras Rodolfo sigue claramente
interesado solamente en el placer sexual con ella. En esta sección, Emma vuelve
a demostrar su incapacidad para conservar la alegría durante un periodo
prolongado de tiempo. Una vez que la culpa por la aventura con Rodolfo se
apodera de ella, se lanza nuevamente al sacrificio doloroso de renunciar a sus
sentimientos por su amante y esforzarse por amar a su familia. Pero una vez más,
sus intentos de amar a su marido y apoyarlo en su carrera son superficiales, y se
quiebran fácilmente.
Como era de esperar, Carlos fracasa en la operación que le hace a Hipólito. Pero
además, vuelve a mostrar su debilidad al dejarse convencer por Emma para
realizar la operación, aun cuando él no confía en hacerlo. Emma deposita grandes
esperanzas en el éxito de la operación, pues espera que de ese éxito se derivará
la fama de Carlos y así ella podrá estar satisfecha de estar con un gran hombre.
Sin embargo, la realidad a la que se enfrenta es muy distinta. Cuando Carlos debe
ser reemplazado por Crivet, un médico “de renombre”, Emma, una vez más
instalada en su perspectiva egoísta, es totalmente incapaz de sentir empatía por la
humillación que siente su marido. En cambio, la humillación de él acrecienta la
suya; está muy decepcionada y desilusionada con la prueba de mediocridad de
Carlos y se reprocha “haberse imaginado que un tal hombre pudiera servir para
alguna cosa, como si veinte veces no se hubiese ya percatado lo bastante de su
ineptitud” (230). Emma, centrada en su propio orgullo, se preocupa por que “el
ridículo por él alcanzado recaería también en lo sucesivo sobre ella” (230).
Conforme su vida se entrelaza cada vez más con la de Rodolfo, Emma empieza a
perder todo sentido de la moral. También desarrolla una obsesión aún mayor por
las cosas superficiales. Se vuelve excesivamente vanidosa y cada vez más
atrevida en su comportamiento, casi retando a Carlos a que la sorprenda con su
amante. Atrapada en sus satisfacciones personales, Emma pone en peligro a su
familia, sus finanzas y su vida mientras se sumerge en su aventura. La mamá de
Carlos, al ver los estragos que la mujer está haciendo, vuelve a culpar a las
lecturas de desviar la moral de Emma.
Capítulo XIII
Como era de esperar, Rodolfo planea abandonar a Emma el día en que está
previsto que se fuguen. Aunque la encuentra muy atractiva y disfruta del placer
sexual de su relación, no desea atarse. Además, le molesta el creciente
romanticismo de ella y cree que lo mejor es cortar los lazos. Mientras piensa en
cómo comunicarle la noticia, el hombre recuerda a sus numerosas amantes
anteriores y revisa la extensa colección de cartas que conserva de cada mujer con
la que estuvo. Finalmente, Rodolfo decide escribir una carta a Emma para
explicarle su decisión. Incluso en la carta, Rodolfo es deshonesto: afirma que
como la ama tan intensamente, no puede continuar su relación porque sabe que
solo le causará dolor. Aunque es una completa falsedad, Rodolfo cree que esta
excusa va a satisfacer a Emma y sus ideas románticas. El hombre le hace llegar la
carta a Emma escondida en una cesta de albaricoques, un método habitual de
correspondencia entre la pareja.
Mientras tanto, Emma ha pasado el día preparando su eventual partida y está muy
emocionada por lo que le depara el futuro. Cuando recibe la cesta de
albaricoques, busca inmediatamente la carta y se apresura a ir al desván para
leerla. Al descubrir que Rodolfo la ha abandonado, se siente incrédula y devastada
al mismo tiempo. Sumida en la angustia, se asoma a la ventana del ático y está a
punto de tirarse y matarse. Pero es detenida por los gritos de Carlos, que la llama
a comer y la distrae de sus pensamientos suicidas. Antes de bajar a reunirse con
él, se le cae la carta y más tarde se da cuenta, con preocupación, de que no sabe
dónde la dejó.
Por la noche, Carlos se come los albaricoques de Rodolfo e insta a su mujer para
que los coma, sin saber (como siempre) el significado que hay detrás de ellos.
Cuando Emma ve el carruaje de Rodolfo saliendo de la ciudad, se desmaya.
Desde ese momento, Emma se ve invadida por la tristeza y vuelve a caer en una
enfermedad grave, tras afirmar que no quiere ver a nadie, ni siquiera a su hija.
Emma sufre una fiebre muy alta y durante las siguientes seis semanas corre
peligro de muerte. Carlos está desesperado y no parece poder ayudarla. Llama a
médicos de las regiones vecinas, pero ninguno puede curarla. Cuando llega el
mes de octubre, Emma por fin empieza a recuperarse. Pero Carlos la lleva de
paseo a la glorieta donde Emma tenía sus encuentros con Rodolfo, lo cual la lleva
a tener una recaída. Carlos sospecha que su mujer tiene cáncer.
Capítulo XIV
Carlos está muy preocupado por la salud de Emma, y sus finanzas también están
en muy mal estado. Él no logra pagar los medicamentos, los médicos que llama
para tratar de curar a Emma son muy caros, y Lheureux envía facturas por las
excesivas deudas que contrajo Emma. Sin más remedio, Carlos debe también
pedir prestado dinero a Lheureux, a un tipo de interés muy alto.
Un día, Emma se siente a punto de morir y pide que le hagan el viático. Mientras
preparan su habitación para la ceremonia religiosa, Emma cree ver a Dios desde
su cama, lo cual la lleva a creer que ha tenido un despertar religioso. Emma
comienza a mejorarse y se entrega otra vez al catolicismo devoto de su infancia,
rezando constantemente y obligándose a comportarse con amabilidad con su
marido y su hija. El cura, sorprendido de tanta religiosidad, le pide a un librero que
le recomiende a Emma lecturas que sirvan para aplacar su espíritu imaginativo.
Análisis
El carácter de Emma es consistente a lo largo de la novela, en la medida en que
ella conserva su espíritu romántico y sigue sintiéndose atrapada en una vida que
no disfruta. Por ello, se crea repetidamente ilusiones románticas y se obsesiona
con formas de mejorar su vida. Se entrega con ímpetu al romance con Rodolfo,
pero cuando él decide poner fin a la relación, Emma lleva sus sentimientos al
extremo, pensando en suicidarse. Este intento fallido de quitarse la vida es un
presagio de su final trágico.
Los fracasos de Emma para mejorar su vida tienen múltiples causas. Está claro
que ella, atravesada por sus lecturas, sus ideales y sus fantasías, se niega a vivir
la vida que le toca por ser una mujer de pueblo. Pero, al mismo tiempo, Emma es
víctima de los mandatos que su sociedad le depara: la sociedad en la que Emma
vive es realmente restrictiva para las mujeres, a pesar de que la mayoría de ellas
parecen estar contentas en esa situación. Y aunque Rodolfo culpa del final de su
romance al destino, el narrador deja en claro, al exhibir la crudeza y crueldad con
que el hombre se comporta, que es él quien eligió comenzar la relación,
continuarla y luego, de manera hipócrita, decidió terminarla, a conveniencia.
Rodolfo, desde su rol de hombre adinerado y con poder, tiene el control de la
situación. A sus ojos, como también a los ojos de Carlos, Emma es débil y
demasiado sensible, romántica. En este contexto, las decisiones de Emma no
fueron meditadas; dejándose llevar por sus sentimientos, ella tuvo muy poca
influencia en el curso de la relación, y al final fue desechada.
Capítulo I
Durante su estancia en París y Ruán, León había olvidado su amor por Emma,
pero después de verla en la ópera, sus antiguos sentimientos vuelven
rápidamente.
Al día siguiente de sentarse los tres juntos en el café cercano a la ópera, León
visita a Emma en su habitación de hotel, luego de que Carlos ya se ha ido de
regreso a Yonville. Emma también comienza a recordar sus sentimientos por
León, y ambos mantienen una conversación íntima sobre la infelicidad y sobre el
romanticismo de la muerte. León finalmente le confiesa su amor a Emma y la
besa. En un intento por evitar la angustia que le causó su primera aventura, Emma
lo rechaza, pero acepta encontrarse con él al día siguiente en la catedral. Para
convencerse de su fuerza al rechazarlo, Emma le escribe a León una carta en la
que le explica que no puede ser su amante y que no deben continuar la relación.
Al día siguiente, León llega a la catedral, pero Emma espera, planeando llegar lo
suficientemente tarde como para evitarlo y evitar enamorarse de nuevo. Sin
embargo, cuando llega, él sigue esperándola. Ella le da la carta, pero él no la lee,
y para evitar aún más la incomodidad de su encuentro, Emma acepta la oferta del
pertiguero de recorrer el edificio. León se siente cada vez más frustrado y decide
acabar furtivamente con la visita y llama un carruaje. León y Emma suben al coche
y cierran las cortinas. León le ordena al conductor que simplemente conduzca sin
rumbo por la ciudad. Conducen durante todo el día y hasta la noche, sin que nadie
pueda ver lo que ocurre en el interior. En un momento, asoma una mano por la
ventanilla para deshacerse de los trozos rotos de la carta de Emma, con lo cual el
lector supone que ambos han consumado su amor.
Capítulo II
Por estar en el carruaje con León, Emma ha perdido el último autobús de vuelta a
Yonville y debe tomar un taxi privado para alcanzarlo. Al volver a casa, Emma es
llamada a la farmacia de Homais, donde Justino está siendo reprendido por el
faumacéutico por haber tomado la llave del “caphernaum”, depósito donde Homais
guarda, entre otras cosas, el arsénico. Emma no está segura de por qué su
presencia era tan urgente, y se siente frustrada por tener que ver este intercambio.
Finalmente, Homais le cuenta a Emma, a pedido de Carlos, una novedad: el padre
de Carlos ha muerto.
Carlos se entristece profundamente por la noticia, y su madre lo visita durante un
largo periodo de tiempo. Emma está bastante disgustada por este giro de los
acontecimientos, que han venido a empañar los recuerdos de su amorío con León.
Capítulo IV
Emma regresa a Yonville y, para continuar con su romance, León inventa motivos
para visitarla. Como resultado, su vida en Ruán se descuida y empieza a tener
problemas con su trabajo. Mientras tanto, Emma vuelve a gastar en exceso y su
deuda se agrava. Para hacer más fácil su aventura, Emma trama que Carlos
acepte que ella reciba clases de piano. Muchas tardes seguidas, se sienta al piano
de ambos, sin conseguir componer una pieza musical y fingiendo frustración y
decepción. Finalmente, le pregunta a su marido si puede tomar lecciones
semanales, argumentando que sin duda le traerán felicidad, a pesar del gasto que
impliquen. Carlos, a pesar de la preocupación económica, acepta. Así, Emma
encuentra la excusa perfecta para ver a León todas las semanas.
Capítulo V
Cada jueves, con el pretexto de tomar su lección de piano, Emma va a Ruán a ver
a León. El asunto ha despertado de nuevo sus emociones extremas. En casa, está
nerviosa y distante, pero en Ruán, está extasiada y dramática. Con cada visita, la
relación entre Emma y León crece en intensidad. A medida que aumenta la
intensidad, los dos comienzan a verse como personajes de una novela, lo que da
lugar a un cierto grado de actuación y falsedad.
Cuando la madre de Carlos los visita, examina las cuentas familiares. Para evitar
el desastre, Emma hace que Lheureux le entregue una factura falsa por una
cantidad de dinero muy inferior a la que realmente le debe, pero igualmente la
señora Bovary se horroriza de todos los gastos en los que han incurrido. A pesar
del intento de Emma por mantener el control, la madre de Carlos quema los
papeles del poder en el fuego. Emma está horrorizada y Carlos no sabe cómo
proceder. Finalmente, accede a que se vuelvan a redactar los papeles.
Por su parte, León empieza a sentir que las visitas sin aviso de Emma son
imprudentes y comienza a padecer la obsesión de la mujer, que le exige cada vez
más demostraciones de amor y cambios de conducta.
Capítulo VI
Un día en que Emma está en Ruán para ver a León, Homais va a visitar a este, y
Emma se ve obligada a esperarlo. La mujer se enoja mucho con León por permitir
que Homais lo retenga, y acusa a León de no querer pasar tiempo con ella. León
le promete que intentará escaparse, pero no lo consigue. Emma se niega a seguir
esperando y vuelve a Yonville, furiosa con León. No puede creer que León la haya
dejado esperando. Como resultado, comienza a tratarlo con un poco de desprecio
y trata de controlar todos los aspectos de la relación. Al notar su cambio de
comportamiento, el propio León se resiente.
Análisis
Cuando Emma comienza su nueva aventura adúltera, ahora con León, abandona
inmediatamente su resurgir religioso. En cuanto aparece la posibilidad del amor
romántico, vuelve a perderse en la superficialidad. Desde que León se separó por
primera vez de Emma, ambos han tenido una importante experiencia vital. Emma,
en particular, ha tenido un largo romance con un hombre deshonesto y rico,
mientras que el romanticismo de León ha disminuido como resultado de sus
experiencias parisinas.
No es casual que la antesala a la consumación del amor entre Emma y León sea
la visita a la catedral: allí, el conflicto interno de Emma entre la religiosidad y la
infidelidad llega a un nivel dramático. Aunque intenta convencerse a sí misma de
que no se someterá a las insinuaciones de León, pronto sucumbe, como es de
esperar, abandonando la iglesia y siguiéndolo hasta carruaje, donde intimarán.
Aquí la novela vuelve a proponer una crítica a la religión burguesa y su
superficialidad: Emma acepta el ofrecimiento del cura de hacer una visita guiada,
lo cual implica una visión externa del edificio, pero no un compromiso verdadero
por la moral que esa catedral representa. Además, acepta la visita porque siente
que sus deseos amorosos comienzan a acechar, pero la visita no puede
proporcionarle la ayuda espiritual que necesita. La insistencia de León da por
terminada la visita y el hombre la arrastra al carruaje.
Las deudas de Emma, que antes crecían lentamente, ahora se desbordan. Del
mismo modo, la relación entre Emma y León comienza a erosionarse, producto de
exigencias románticas y la creciente disposición obsesiva de Emma. Ella empieza
a exigirle a León, por ejemplo, que cambie las cortinas y otras piezas decorativas
de la habitación de hotel, con lo cual se evidencia que Emma sigue teniendo una
visión idealizada de su relación con León y una perspectiva poco realista del
mundo. En efecto, resulta muy significativo que ante las dudas de León por incurrir
en esos gastos, la mujer le reproche: “¡Qué apego tienes a tu dinero!” (336). Esta
liviandad es un presagio del final trágico que tendrá el enredo económico de
Emma. Vemos que está perdida en un mundo de fantasía y no puede realmente
disfrutar del amor real ni tampoco hacerse cargo de la realidad material en la que
vive. La fantasía no puede durar por mucho tiempo, y la realidad, mientras, se
desgasta. De a poco, se pone en evidencia que ya ni León es capaz de
comprender las acciones de su enamorada: “ignoraba el joven a qué era debido
aquel cada vez más ahincado precipitarse de ella en los goces de la vida” (335).
Emma gasta dinero de forma aún más despreocupada para distraerse de su fallida
relación con León. Además, entra en contacto con hombres muy desagradables y
vulgares en las fiestas de Ruán. Sus gastos y deudas cada vez más excesivos
agravan el dolor y la inminente tragedia. Emma está al borde de la ruina,
emocional y económicamente. A medida que se acerca al borde, el pánico
empieza a abrumarla.
El mendigo ciego que la intercepta en cada uno de sus viajes de Ruán a Yonville
representa el comportamiento cada vez más miserable de Emma, sugiriendo que
esta es la vida a la que se dirige después de su ciega y romántica prodigalidad. El
miedo abrumador e irracional que siente Emma por el mendigo es un anticipo de
ese desenlace trágico.
Capítulo VII
Las deudas de Emma finalmente la han alcanzado. Los policías llegan a la casa
de los Bovary con la noticia del embargo: deben inventariar el contenido de la
casa, que se utilizará para pagar las deudas de Emma. Para evitar que Emma se
lleve algo, dejan a un hombre vigilando la casa. Y con el fin de que Carlos no se
entere de la vergüenza que ha caído sobre su casa, Emma esconde al hombre en
el desván y trata de idear formas alternativas de conseguir el dinero necesario.
Los banqueros de Ruán rechazan sus pedidos de préstamo, por lo que Emma
recurre a León y le pide los ocho mil francos. León le dice que no tiene ese dinero;
Emma lo llama "cobarde" y le sugiere que se los robe a su jefe. León queda muy
sorprendido del crimen que le propone Emma y pasa por alto la sugerencia, pero
acepta intentar conseguir dinero de sus amigos. Tras su desesperada ronda de
ruegos, Emma se dirige a su casa y arroja sus últimos cinco francos al mendigo
ciego que la ha perseguido en cada viaje entre Ruán y Yonville. Al llegar a
Yonville, su empleada le entrega horrorizada un aviso público que anuncia la
subasta de todos sus bienes. Emma se siente mortificada y decide ir a ver
a Guillaumin, el abogado del pueblo, para pedirle ayuda.
Entre sus últimos intentos de recaudación de fondos, Emma casi llega a vender su
propio cuerpo. Guillaumin, que lleva tiempo deseando a Emma, le pide favores
sexuales a cambio del dinero que ella le pide. Emma se siente ofendida y se aleja
de él. A continuación, Emma visita al recaudador de impuestos, Binet, mientras
dos mujeres de Yonville espían su intercambio. Al presentarse ante Binet, lo
encuentra ocupado, y Emma le ruega que le dé más tiempo para pagar. Cuando él
se niega, ella intenta seducirlo, pero Binet no está interesado. Finalmente, Emma
decide desesperadamente visitar a Rodolfo, con la esperanza de que aún sienta
amor por ella y la ayude si se ofrece a él.
Capítulo VIII
Aunque Rodolfo sigue sintiéndose muy atraído por Emma, se vuelve distante al
descubrir el motivo de su visita. Le dice que no puede ayudarla porque no dispone
de fondos. Emma se horroriza y se marcha enfadada, dándose cuenta por fin de
que su situación es realmente desesperada.
Mientras espera que el veneno haga efecto, Emma no siente nada. Cree que
simplemente se quedará dormida y que nunca despertará. Pero pronto descubre
lo equivocada que está. Cuando comienza la tortura del arsénico, empieza a sentir
un sabor a tinta, un dolor insoportable en el estómago y se pone violentamente
enferma. Preocupado por la salud de su esposa y por lo que pueda haberse hecho
a sí misma, Carlos abre la carta y descubre que su mujer ha ingerido arsénico.
Desesperados, él y Homais intentan decidir qué hacer y cómo salvarla con algún
antídoto. Sin embargo, terminan llamando a los renombrados médicos de Ruán,
Crivet y Larivière.
Mientras esperan que lleguen, Emma se muestra muy amable con Carlos,
reconociéndole su bondad, y pide ver a su hija, Berta, quien se asusta mucho al
ver a su madre en ese estado. En seguida, llegan los médicos de Ruán, pero
ninguno de ellos puede ayudar a Emma, y el sacerdote no tarda en llegar para
darle el último sacramento. A punto de morir, lo último que oye Emma Bovary es el
sonido inquietante del mendigo ciego, que canta en la calle. La mujer se da cuenta
de que es él y se echa a reír macabramente, hasta que, por fin, una convulsión la
hace caer muerta sobre la almohada.
Capítulo IX
A pesar de su recién descubierta deuda, Carlos planea un costoso funeral para
Emma. Se asegura de que sea enterrada con su vestido de novia y de que sea
depositada dentro de tres ataúdes. Él se queda junto al cuerpo de Emma, y
Homais y el sacerdote Bournisien se unen a él. Mientras que los dos hombres se
enredan en una discusión sobre la importancia de la oración, Carlos habla
airadamente en contra de Dios.
La criada está vistiendo a Emma con su traje de novia y, al hacerlo, mueve el
cuerpo, haciendo que un líquido negro brote de la boca de Emma. Más tarde,
Carlos levanta el velo para ver el rostro de Emma y grita de horror. Luego, Carlos
le pide a Homais que le corte un mechón de pelo para conservarlo como muestra
de su belleza y como forma de retenerla para siempre.
Por último, llega a Yonville el padre de Emma, Rouault, quien se desmaya al ver el
cortejo fúnebre.
Capítulo X
Durante la lucha de Emma con el arsénico, su padre, Rouault, es informado de su
enfermedad, y confiando en que su recuperación es posible, se dispone a viajar a
Yonville. Pero al llegar, Rouault cae en una fuerte depresión, al comprender que
su única hija ha muerto. Rouault está devastado y asiste al funeral, junto con el
resto del pueblo. El narrador señala que, en ese mismo momento, Rodolfo y León
duermen tranquilamente, cada uno en su casa. En cambio, a Justino le duele
demasiado la muerte de Emma y no se atreve a verla enterrada. Más tarde, en
medio de la noche, el joven visita su tumba para despedirse.
Capítulo XI
Un acreedor tras otro se pone en contacto con Carlos para pedirle el pago de
cantidades excesivas de dinero, al punto de que comienzan a acercarse distintas
personas que se aprovechan de la falta de entendimiento de Carlos, y le piden
dinero que nunca se les prestó. Carlos decide cobrar entonces las facturas
pendientes y atrasadas de sus pacientes, pero descubre que Emma ya lo ha
hecho por él, a sus espaldas. Así, sus únicas opciones son seguir pidiendo
préstamos, endeudándose cada vez más, y vender cosas de su casa.
A medida que pasa el tiempo, la vida de Carlos se vuelve más solitaria. Homais lo
visita menos, en parte porque pasa mucho tiempo intentando librar a Yonville de la
molestia del mendigo ciego. Un día, Carlos decide finalmente revisar los objetos
personales de Emma y abre su escritorio. Allí es donde, según descubre, Emma
guardaba todas las cartas de amor de Rodolfo y de León. Carlos las lee todas,
descubriendo y reconociendo finalmente su infidelidad. Mientras la imagen
perfecta de su esposa se derrumba, Carlos se hunde en una profunda depresión y
se encierra en su casa, sin siquiera salir para ver a sus pacientes enfermos.
Al mismo tiempo, Carlos se ve obligado a vender casi todo lo que posee para
mantener alejados a los acreedores. Para vender su caballo, debe viajar a Ruán,
donde se encuentra con Rodolfo. Este lo invita a tomar una copa y allí, conversa
de distintos temas, evitando hacer alusiones a Emma. Pero Carlos lo observa
embelesado, deseando convertirse en ese hombre que su mujer amó. Enrojecido
de rabia, Carlos le dice a Rodolfo que no lo odia y, citando la última carta de
Rodolfo a Emma, asegura que la culpa de todo la tuvo la fatalidad.
Análisis
Conforme la historia va llegando a su climax, alcanzado con la muerte de Emma,
tanto el comportamiento ilícito de Madame Bovary como su inevitable ruina
financiera la sobrepasan. Su realidad finalmente supera todos sus esfuerzos por
permanecer en un mundo de fantasía e irrealidad romántica. En sus pedidos de
ayuda, Emma se ofrece finalmente a prostituirse para pagar sus deudas. Ella
rechaza al notario, pero la oferta del hombre pone esa opción sobre la mesa. Muy
pronto, intenta seducir a Binet y luego a Rodolfo. El comportamiento de Emma es
cada vez más desesperado y, en su pánico, pierde toda fortaleza moral. Sin
embargo, incluso en este estado, actúa por impulso.
Se confirma así que el estilo de vida extravagante y excesivo de Emma la ha
superado finalmente. Ya no puede ignorar la enorme deuda que ha contraído ni
vivir en sus fantasías imaginarias. Intenta desesperada, impulsiva y frenéticamente
evitar el embargo y la bancarrota, pero ya no puede hacer nada para evitarla.
Ninguno de los vínculos amorosos que desarrolló, a fuerza de romper su
matrimonio, la ayudará finalmente, y sus estrategias de manipulación resultan
obsoletas. Una vez que la realidad irrumpe en su vida con una intensa oleada de
dolor, y prometiendo empeorar, a Emma le resulta imposible prepararse para lo
peor. No tiene experiencia real en mantenerse fuerte ante el desastre; siempre ha
tomado un camino más fácil. Es por eso que su decisión de suicidarse es, una vez
más, producto de un impulso vertiginoso, de ahí que el narrador la compare con
un abismo: “Su situación en tal punto surgió ante ella como un abismo. Jadeaba
hasta quebrarse el pecho. Luego, en un transporte de heroísmo que casi la llenó
de júbilo, descendió corriendo por la cuesta (...) y se detuvo en la puerta de la
botica” (375). El lector no logra anticiparse al plan de Emma y asiste con horror al
momento en que ella se traga el puñado de arsénico, con la misma sorpresa con
la que lo hace Justino.
Emma también teme perder el amor de Carlos, una vez que este descubra sus
deudas. Pronto no tendrá posesiones ni propiedades a su nombre -justamente lo
contrario del estilo de vida rico que siempre ha deseado- y ante la perspectiva de
quedarse sin nada, ni siquiera esperanzas de futuro, Emma decide
apresuradamente que su única opción es suicidarse.
Aunque los problemas de Emma son casi totalmente culpa suya, parte de la crítica
se ha centrado en los límites de las mujeres en el pueblo de Emma. Emma se
resiste a lo que percibe como una existencia aburrida como esposa y madre, pero
nunca se le ha dado una alternativa realista, salvo la vida en el convento, que no
ha sido menos aburrida para ella. Los hombres ejercen el principal poder
financiero en el pueblo, y por lo tanto Emma depende siempre de ellos para
conseguir su vida de riquezas. A su vez, los hombres son muy hábiles para
manipular los deseos de Emma. Al contrario, cuando Emma adquiere un poder
significativo sobre la fortuna de Carlos, no lo utiliza sabiamente. Como la
perspectiva de Emma sobre el mundo está completamente romantizada, solo tiene
poder sobre otros románticos. Así, el único poder real de Emma es el sexual.
Mientras ese poder no logra convencer a los realistas a quienes Emma les pide
dinero a cambio de favores sexuales, sí logra manipular a Justino, para que le dé
acceso al arsénico.
Los capítulos que siguen a la muerte de Emma demuestran cómo su estilo de vida
despreocupado ha acabado afectando a todos los que la querían de verdad.
Al principio, Carlos mantiene una visión idealista de su difunta esposa. Así, por
ejemplo, al encontrar la carta de Rodolfo en el desván, se convence de que ese
amor debe haber sido platónico. Pero al caer en la pobreza y, finalmente, al
descubrir las infidelidades de Emma, su espíritu se desmorona. Por eso, luego de
reunirse con Rodolfo, Carlos entra en un aturdimiento del cual no podrá salir e
incluso lo llevará a la muerte.
Resulta significativo también el contraste entre las actitudes de León y Rodolfo
durante el funeral de Emma y la de Justino. Mientras que el narrador destaca que
los dos primeros, cuando el funeral está sucediendo, están durmiendo
tranquilamente, Justino es incapaz de presenciar la ceremonia. El joven Justino,
otro romántico, decide acercarse por la noche a la fosa para llorar por su amada
muerta: “Junto a la fosa, entre los pinos, un niño lloraba arrodillado, y su pecho,
quebrantado por los sollozos, jadeaba en la sombra…” (404). Las reacciones
apáticas de Rodolfo e incluso de León demuestran que las relaciones de Emma
con los dos hombres eran superficiales.
Así, Madame Bovary cierra el círculo; Emma está ausente tanto en el primer como
en el último capítulo del libro. En última instancia, la perspectiva de la novela es
más amplia que la de Emma. Aunque en su mundo el objetivo era vivir de forma
dramática, romántica, de alguna manera como el vizconde, como si el mundo
pudiera centrarse en ella, la vida real del pueblo continúa. Madame Bovary se
convierte en una tragedia de clase social solo porque Emma se niega a
conformarse con un sistema de estatus que parece ser aceptable para todos los
demás. Sin embargo, Emma no es en absoluto una figura digna de resistencia
inteligente, pues está obsesivamente centrada en sí misma y en sus amores y
amantes irreales, llevándose por delante así el bienestar de aquellos que la
quieren y la cuidan.