Ordenacion Tamano Carta
Ordenacion Tamano Carta
Ordenacion Tamano Carta
Ordenación Presbiteral
[1]
INTRODUCCIÓN
L
a ordenación de los presbíteros es, junto con la consagración episcopal, el
punto culminante del sacramento del orden. A través de los ritos -
múltiples y ricos en significación- que se han ido acumulando poco a poco,
como si todas las generaciones quisieran dejar huella en la consagración
de los que han de representar a Cristo en el tiempo, se va profundizando cada vez
más en la íntima entidad del sacerdocio ministerial en la Iglesia.
El rito se desarrolla en tres momentos: la consagración sacerdotal por la imposición
de manos junto con la solemne oración consecratoria; la concelebración con el
obispo; los ritos complementarios, antes y durante la concelebración.
De los tres momentos, el central en importancia y en significación es sin ninguna
duda el primero. Quien haya participado en una ordenación sacerdotal recordará
con estremecimiento los momentos de silencio profundo que acompañan la solemne
imposición de manos sobre los que son ordenados presbíteros: el obispo, primero,
imponiendo sus manos, hace descender la presencia tranquila y turbadora a la vez
del Espíritu Santo sobre cada uno de aquellos hasta entonces diáconos; luego, los
presbíteros presentes van imponiendo también sobre las cabezas inclinadas sus
manos ya desde tiempo sacerdotales; es una manifestación del carácter colegial del
sacerdocio. La alusión que el obispo hace previamente, en la catequesis a los
ordenandos, a las escenas del pueblo de Dios en el desierto -Moisés difundiendo su
espíritu a los ancianos- basta para comprender todo el sentido de este rito, esencial
a la ordenación. A esta imposición de manos, sigue el canto solemne de la oración
consecratoria. En ella, el obispo no duda en proclamar su propia flaqueza para
justificar la asunción de solícitos colaboradores suyos, en los presbíteros que
ordena; éstos, serán su presencia y la de Cristo, pastores y maestros como él y
como Cristo, pero todo en un segundo grado; por eso necesitarán recibir del obispo
no solamente las normas de su apostolado, sino incluso la legitimidad del mismo: la
jurisdicción.
La concelebración de los nuevos presbíteros con e1 obispo es una de las cosas más
características de la ordenación. Con ella nuestro espíritu se remonta
insensiblemente al Cenáculo, en la noche de la primera celebración eucarística; en
realidad, no hubo allí concelebración, pues únicamente Cristo ofreció aquella
primera misa, pero no podemos olvidar que fue entonces cuando se dio el mandato
de renovación y se instituyó el memorial que urgía la presencia de los sacerdotes
como instrumentos de Cristo, para decir sus palabras y repetir sus gestos. En la
misa de ordenación, los nuevos presbíteros celebran realmente su primera misa
unidos al obispo que les ha transmitido la gracia del sacerdocio.
Los ritos complementarios que preceden a la consagración -presentación y elección,
catequesis, letanías- coinciden con los que aparecen en la ordenación de diáconos.
[2]
Los ritos que acompañan la ordenación y la concelebración son principalmente la
unción de las manos, la profesión de fe y la promesa de obediencia.
La unción de las manos se hace con el óleo de los catecúmenos, a diferencia de la
unción que se hace a los obispos, la cual es con el Santo Crisma. La unción
presbiteral es un signo de santificación sobre las manos que tantas cosas santas
tocarán y distribuirán; le precede el canto del Veni Creator, invocación al Espíritu
Santo; las manos son envueltas en un paño de tela, y después cuidadosamente
lavadas, todo ello por respeto al óleo santo, y para preservarlo de cualquier contacto
profano.
La profesión de fe la hacen los presbíteros delante del obispo, después de la
Comunión; esta profesión de fe recuerda, como la unción de las manos, la
consagración episcopal, si bien allí la profesión es mucho más solemne y completa.
Le sigue la promesa de obediencia al obispo, rito emotivo que comporta un breve
diálogo entre el obispo y el ordenando y culmina con un emotivo beso de paz. La
obediencia de los presbíteros al obispo es la que permite que progrese
orgánicamente la extensión del pacífico reino de Cristo.
La vestición de los ornamentos se hace en dos etapas: en la primera, los presbíteros
son revestidos de la estola cruzada sobre el pecho y de la casulla; no obstante, ésta
permanece doblada por la espalda hasta después de la comunión; entonces el
obispo la despliega. Este rito es enigmático y difícilmente justificable. Se añade una
nueva imposición de manos para hacer una alusión a la potestad de perdonar los
pecados, si bien los presbíteros necesitan que el obispo les dé la jurisdicción para
poder confesar válidamente.
Tal es la ordenación de los presbíteros: una infusión de la gracia sacerdotal en unos
hombres asumidos por Cristo para hacerlos ministros suyos y de su amada esposa,
la Iglesia; en ellos se ha verificado un cambio profundo. Son palabras de san
Gregorio de Nisa: “El poder de la palabra consagrante, convierte al sacerdote en un
hombre augusto y venerable, le separa del pueblo por la nueva bendición. Ayer
todavía era un hombre más del pueblo, y he aquí que, de pronto, se constituye en
pastor, doctor, destinado a los misterios divinos. En su exterior y en apariencia nada
ha cambiado; pero por una fuerza invisible, por la gracia, lleva para siempre un alma
invisiblemente transformada” (San Gregorio de Nisa. Or. in bapt. Christi, M G 46, 58
1).
[3]
ORDINARIO DE LA MISA
RITOS INICIALES.
Entrada del celebrante e inicio de la Misa.
2. ACTO PENITENCIAL.
Obispo: Mis hermanos y hermanas hagamos nuestra confesión.
Se inclina profundamente, diciendo:
Dios Padre Todopoderoso, en tu presencia y delante de tu Hijo y el Divino Espíritu Santo, reconozco
que pequé, muchas veces por pensamientos, palabras, obras y omisiones, por mi culpa golpe en el
pecho, por mi culpa golpe en el pecho, por mi grandísima culpa golpe en el pecho. Padre no soy digno de
ser llamado tu hijo. Ruego pues a la Bienaventurada Virgen María, a San José, a San Miguel Arcángel,
a los Santos Apóstoles a todos los Santos y a ustedes se voltea para la izquierda hermanos se voltea para
la derecha que supliquen por mí a Dios Padre de Misericordia. Señor, sennos propicio.
Se yergue, continuando con las manos juntas en el pecho.
Que el Dios de toda consolación y Padre de las Misericordias se compadezca de nosotros y nos
conduzca a la Vida Eterna.
Todos: Amén.
Obispo: Indulgencia se persigna + absolución, perdón y remisión de todas nuestras faltas, nos conceda
el Señor Dios omnipotente y misericordioso.
Todos: Amén.
Obispo: Padre, no me apartes, de tu presencia y no retires de mí tu Divino Espíritu.
Todos: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne.
Obispo: Renueva en mí la alegría de tu Salvación.
Todos: Y mi Espíritu se alegrará en Ti.
Se inclina profundamente, diciendo:
Obispo: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Se yergue.
Todos: Así como era en el principio, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amén.
[4]
Eleva y une las manos en el pecho, diciendo:
Obispo: Subiré al Altar de Dios.
Todos: Alegría de nuestra juventud.
INCENSACIÓN.
Si fuera usado el incienso, el celebrante lo coloca en el turibulo diciendo:
Obispo: Seas bendecido por aquel en cuya honra serás quemado.
Todos: Amén.
3. GLORIA.
Si fuere prescrito, de acuerdo con el “tempo litúrgico” se canta o se recita:
Elevando los brazos y con las manos extendidas, dice:
Obispo: Padre, todo el cielo y toda la tierra están repletos de tu poder. Por eso, nuestra voz se une a la
voz de todos los seres creados, visibles e invisibles en la declaración de que tu gloria es nuestra mayor
alegría y felicidad.
Todos: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey
celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo, se inclina, Señor Dios, Cordero de
Dios, Hijo del Padre; tú que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros, tú que quitas los
pecados del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo se inclina y se bendice ,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
4. ORACIÓN COLECTA.
Obispo: La paz esté con ustedes.
Todos: y con tu espíritu.
Obispo: Oremos: ¡Oh Señor!, a ti imploramos escuches las oraciones de estos tus siervos que te
suplican que los guíes perpetuamente, a fin de que libres de todo temor, puedan ejercer con libertad su
ministerio, por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu
Santo, por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
5. LITURGIA DE LA PALABRA.
Obispo: Que la palabra de Dios se convierta en una luz para todos nosotros.
Todos: Que ella alimente nuestras esperanzas y nos haga crecer en el amor de Cristo.
Lector: Hermanos: Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo;
pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. Por eso puede salvar para
[5]
siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por
ellos. Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y
sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. No es como los otros sumos
sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios
pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y
para siempre, cuando se ofreció a sí mismo.
Al final de la lectura, dice:
Lector: Palabra de Dios Altísimo.
Todos: Gracias a Dios.
GRADUAL Y TRACTO.
GRADUAL Is. 65, 23.
Se voltea para el altar, por la derecha y, tomando el estante portátil, lee el Gradual.
No se fatigaran en vano mis elegidos, ni tendrán hijos que los avergüencen; porque así ellos como sus
nietos son estirpe de benditos del Señor. V. Sepultados en paz fueron sus cuerpos y vive su nombre
por todos los siglos. V. Publiquen los pueblos su
sabiduría y refiera la Iglesia sus alabanzas.
TRACTO.
Los que siembran con lágrimas segaran con gozo V. Al ir iban llorando arrojando la semilla.
6. PRESENTACIÓN Y ELECCIÓN.
Terminada a lectura del tracto, el obispo se sienta en el faldistorio, colocado en el medio del altar, o si fuera el
diocesano quien ordena, puede ser en la sede. Se debe preparar en una credencia todo lo que fuere necesario
para la ceremonia.
El Arcediano, en voz alta y clara, llama a los ordenandos:
Arcediano: Acérquense los que han de ser ordenados Presbíteros.
El arcediano llama a cada uno por el nombre: N.N.
Responde: Presente.
N.N.
Responde: Presente.
Los candidatos se presentan vestidos de diácono, con amito, alba, cíngulo, manípulo y estola diaconal,
teniendo sobre el brazo izquierdo una casulla doblada y una toalla o una cinta en la misma mano; y en la mano
derecha una vela. Se van colocando frente al señor obispo, en línea o formando un semicírculo. Estando así en
pie, el arcediano los presenta al prelado diciendo:
Arcediano: Reverendísimo Padre: la Santa Madre Iglesia Católica pide que órdenes a estos Diáconos,
aquí presentes, para el cargo de Presbíteros.
Obispo: ¿Sabes si son dignos?
[6]
Arcediano: En cuanto a la fragilidad humana es dado conocer, lo sé; y puedo atestiguar que ellos son
dignos para el cargo de este oficio.
Obispo: Demos gracias a Dios.
Y hace esta intimación al clero y pueblo: Hermanos carísimos: bien saben que en una nave es común al
piloto y a los viajeros el motivo de seguridad o de peligro, y por esto deben concordar los pareceres de
todos aquellos que tienen una suerte común. Así pues, no en vano los Padres ordenaron que fuera
consultado el pueblo acerca de la elección de aquellos que han de ser destinados al cuidado del altar;
puede suceder, algunas veces, en efecto, que acerca de la vida y conducta del que es presentado sepan
sólo unos pocos lo que muchos ignoran, y, además, es obvio que se prestará obediencia con más
facilidad a aquel a cuya ordenación se ha consentido previamente. La conducta de estos Diáconos que,
con la ayuda de Dios, van a ser ordenados Presbíteros es –me parece - ejemplar y agradable a Dios, y
digna, a mi juicio, de la promoción a mayor dignidad eclesiástica. Mas, para que no suceda que a uno o
a pocos les engañe su pensar o les ciegue la pasión, debe pedirse el parecer del pueblo. Así, pues,
manifiesten libremente lo que sepan acerca de sus actos y costumbres, lo que opinan acerca de sus
méritos; denles el testimonio del sacerdocio más por sus méritos que por el afecto. Si alguno, pues,
tuviere algo que decir contra ellos, en nombre de Dios y por su gloria, salga y dígalo confiadamente;
recuerde no obstante su propia condición.
7. CATEQUÉSIS.
Después de una pausa, el Obispo prosigue dirigiéndose ahora a los ordenandos para indicarles su misión en la
Iglesia:
Obispo: Hijos queridísimos: van a ser consagrados para el oficio del Presbiterado. Procuren recibirlo
dignamente, y ejercitarlo con esmero luego que lo hayan recibido.
Porque propio es del sacerdote ofrecer el santo sacrificio, bendecir presidir predicar y bautizar.
Por lo que con gran temor se ha de subir a tan alto grado, y se ha de cuidar mucho, que a los elegidos
para él los recomiende muy especialmente la sabiduría celestial, las buenas costumbres y una larga
práctica de la virtud.
Así es que el Señor mandando a Moises que escogiese setenta varones de todo Israel para que le
ayudasen, y entre quienes dividiese los dones del Espíritu santo, añade: “los que tú sabes y conoces
que son los ancianos del pueblo por su madurez, y amor a la verdad y la justicia”.
Los setenta varones ancianos eran figuras suyas, con la condición de que ustedes, guardando el
Decálogo según el Espíritu septiforme, sean ejemplares y den prueba de madurez en la ciencia y en las
obras.
Bajo el mismo misterio e igual figura en el nuevo testamento escogió el Señor los setenta y dos
discípulos, y los envió de dos en dos delante de sí a predicar, para enseñar así con las palabras como
con los hechos que los ministros de su iglesia deben ser perfectos por la fe y por las obras: o estar
fundados y bien arraigados en la virtud de la doble caridad, es a saber en el amor de Dios y del
prójimo.
[7]
Trabajen pues por ser tales, que puedan con la gracia de Dios ser dignamente elegidos para ayudar a
Moisés y los doce apóstoles, es decir a los obispos católicos que son los que se figuran en Moisés y los
Apóstoles. Ciertamente rodeada de esta maravillosa variedad la Iglesia santa se adorna y se gobierna,
cuando en ella unos se consagran para obispos, otros para sacerdotes de un grado inferior y los
diáconos, pero con muchos miembros y de dignidad diferente, se forma un solo Cuerpo de Cristo.
Así, hijos muy amados los que el juicio de nuestros hermanos ha escogido para ser consagrados como
colaboradores nuestros, guarden en sus costumbres la integridad de una vida pura y santa. Conozcan lo
que hacen: imiten lo que tratan; de forma que celebrando el misterio de la muerte del Señor procuren
mortificar sus miembros retrayéndolos de los vicios y de todas las concupiscencias criminales.
Sea su enseñanza una espiritual medicina al pueblo de Dios. Haga las delicias de la iglesia de Cristo el
olor de su vida, para que con la predicación y con el ejemplo edifiquen la casa, esto es la familia de
Dios; de manera que ni nosotros por haberlos promovido, ni ustedes por haber tomado tan alto y grave
oficio, merezcamos ser condenados sino más bien premiados del Señor: lo que nos conceda El mismo
por su gracia.
Todos: Amen.
[9]
Todos los santos Sacerdotes y Levitas, Rueguen por nosotros.
Todos los santos monjes y ermitas, Rueguen por nosotros.
Santa María Magdalena, Ruega por nosotros.
Santa Águeda, Ruega por nosotros.
Santa Lucía, Ruega por nosotros.
Santa Inés, Ruega por nosotros.
Santa Cecilia, Ruega por nosotros.
Santa Catalina, Ruega por nosotros.
Santa Anastasia, Ruega por nosotros.
Todas las santas Vírgenes y Viudas, Rueguen por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, Intercedan por nosotros.
Muéstrate propicio, Líbranos Señor.
De todo mal, Líbranos, Señor.
De todo pecado, Líbranos, Señor.
De tu ira, Líbranos, Señor.
De la muerte imprevista y repentina, Líbranos, Señor.
De las insidias del diablo, Líbranos, Señor.
De la ira, del odio y de la mala voluntad, Líbranos, Señor.
Del espíritu de fornicación, Líbranos, Señor.
De los rayos y de las tempestades, Líbranos, Señor.
Del flagelo de los terremotos, Líbranos, Señor.
De la peste, del hambre y de la guerra, Líbranos, Señor.
De la muerte eterna, Líbranos, Señor.
Por el misterio Santo de tu Encarnación, Líbranos, Señor.
Por tu advenimiento, Líbranos, Señor.
Por tu Nacimiento, Líbranos, Señor.
Por tu bautismo y santo ayuno, Líbranos, Señor.
Por tu cruz y Pasión, Líbranos, Señor.
Por tu muerte y sepultura, Líbranos, Señor.
Por tu santa resurrección, Líbranos, Señor.
Por tu admirable Ascensión, Líbranos, Señor.
Por la venida del Espíritu Santo Paráclito, Líbranos, Señor.
en el día del juicio, Líbranos, Señor.
Nosotros que somos pecadores, Te rogamos, óyenos.
Para que nos perdones, Te rogamos, óyenos.
Para que nos favorezcas, Te rogamos, óyenos.
Para que te dignes conducirnos a una verdadera penitencia, Te rogamos, óyenos.
Para que te dignes gobernar y conservar a tu Santa Iglesia, Te rogamos, óyenos.
Para que te dignes gobernar y conservar en la santa religión al
Obispo Presidente, a los miembros de Consejo Episcopal, a todo el
Episcopado y al Clero de la Iglesia, Te rogamos, óyenos.
Para que te dignes humillar a los enemigos de la santa Iglesia,
[10]
Para que te dignes conceder una verdadera paz y concordia a los Te rogamos, óyenos.
gobernantes cristianos, principalmente al Presidente de la
Republica de Colombia,
Para que te dignes conceder paz y unión a todo el pueblo cristiano, Te rogamos, óyenos.
especialmente al pueblo Colombiano,
Para que te dignes reconducir a todos los extraviados a la unidad de Te rogamos, óyenos.
la Iglesia e iluminar a todos los infieles con la luz del Evangelio,
Para que te dignes confortarnos y conservarnos en tu santo servicio,
Para que te dignes elevar nuestras almas a las aspiraciones Te rogamos, óyenos.
celestiales,
Para que te dignes retribuir a todos nuestros benefactores, los Te rogamos, óyenos.
bienes eternos,
Para que libres nuestras almas y las de nuestros hermanos, parientes Te rogamos, óyenos.
y benefactores de la condenación eterna,
Para que te dignes dar y conservar los frutos de la tierra, Para que te Te rogamos, óyenos.
dignes conceder el descanso eterno a todos los fieles difuntos,
Cesa el coro y se levanta el Pontífice, de mitra y con el báculo, se vuelve Te rogamos, óyenos.
hacia los electos que se encuentra prostrados, y dice: Te rogamos, óyenos.
Para que bendigas + a estos elegidos,
Para que bendigas + y santifiques + a estos elegidos, Te rogamos, óyenos.
Para que bendigas +, santifiques + y consagres + a estos elegidos, .
El Pontífice vuelve a su posición anterior, y el coro termina las letanías: .
Para que te dignes escucharnos, Te rogamos, óyenos.
Hijo de Dios, Te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, .
Cristo, óyenos. .
Cristo, escúchanos. Te rogamos, óyenos.
Señor, ten piedad. Te rogamos, óyenos.
Cristo, ten piedad. Perdónanos, Señor.
Señor, ten piedad. Escúchanos, Señor.
Ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
[11]
Se levantan todos y los ordenandos dejando la vela, se arrodillan delante del pontífice. Este de pie delante del
faldistorio, con la mitra puesta, sin que preceda oración o canto, impone ambas manos al mismo tiempo, en la
cabeza de cada ordenando, en silencio.
Lo mismo hacen, luego enseguida, los sacerdotes presentes. Después de esto el Pontífice como los sacerdotes
permanecen con la mano derecha extendida sobre ellos. El Pontífice de pie y de mitra dice:
Obispo: Oremos, hermanos carísimos, a Dios Padre omnipotente, para que multiplique los dones
celestiales sobre estos siervos suyos, a quienes eligió para el cargo del Presbiterado; que consigan, con
su auxilio, lo que por su dignación reciben. Por Cristo Nuestro Señor.
Todos: Amén
El Pontífice vuelto hacia el Altar, sin mitra, dice:
Obispo: Oremos.
Y los ministros:
Ministro: Doblemos las rodillas.
Ministro: Levantémonos.
Volteándose nuevamente hacia los ordenándoos, dice:
Obispo: Escúchanos, Señor, Dios nuestro, te rogamos, e infunde sobre estos siervos tuyos la bendición
+ del Espíritu Santo y la virtud de la gracia sacerdotal; favorece constantemente con la perpetua
abundancia de tus dones a los que ofrecemos ante tu presencia piadosa para ser consagrados. Por
nuestro Señor Jesucristo tu hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo Dios.
El Pontífice de pie, con las manos extendidas delante del pecho, canta una parte del prefacio:
Obispo: Por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Obispo: El Señor esté con ustedes.
Todos: Y con tu espíritu.
Obispo: Levantemos el corazón.
Todos: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Obispo: Demos gracias al Señor nuestro Dios.
Todos: Es justo y necesario.
Obispo: En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y
lugar, Señor, Padre Santo, Dios omnipotente y eterno, que eres autor de los honores y distribuyes las
dignidades; por quien todas las cosas progresan, por quien todas se consolidan, desarrollándose
siempre hacia lo mejor la naturaleza humana según el orden sabiamente dispuesto.
De esta manera se desarrollaron los grados del sacerdocio y los oficios de los levitas, instituidos por
sagrados misterios, de suerte que, habiendo puesto Pontífices para regir el pueblo, elegiste hombres en
el orden siguiente y segunda dignidad, para que les acompañaran y fueran sus colaboradores.
Así, en el desierto, propagaste el espíritu de Moisés en las almas de los setenta hombres prudentes, y
ayudado por ellos pudo Moisés gobernar fácilmente la muchedumbre innumerable del pueblo. Así
también traspasaste en los hijos de Aarón, Eleazar e Itamar, la abundancia de la plenitud concedida a
su padre, para que fuera suficiente el número de sacerdotes que atendiera a los sacrificios y a los
misterios más habituales. Con esta misma providencia, oh Señor, les diste a los Apóstoles de tu Hijo,
como compañeros, doctores de la fe, de forma que, secundados por su predicación, llenaron los
[12]
Apóstoles todo el orbe. Por todo lo cual te rogamos, Señor, prestes estas ayudas también a nuestra
debilidad, pues cuanto más frágiles somos, tanto más abundantes las necesitamos.
Estas son las palabras de la forma sacramental, por eso al llegar a este punto, el pontífice interrumpe el canto
para pronunciarlas con emocionante solemnidad y reverencia, con las manos extendidas delante del pecho:
Te rogamos, pues, Padre omnipotente, concedas a estos tus siervos la dignidad del Presbiterado;
renueva en sus corazones el espíritu de santidad, a fin de que obtengan, recibido de Ti, oh Dios el
oficio de segundo orden, y con el ejemplo de sus vidas indiquen la reforma de las costumbres.
Y prosigue cantando (o leyendo):
Sean solícitos cooperadores de nuestro orden; brille en ellos el resplandor de toda santidad, para
que dando buena cuenta de la administración que se les confió, consigan el premio de la
bienaventuranza eterna.
Y bajando la voz, pero de modo que pueda ser oído por los asistentes:
Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu
Santo, Dios por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Todos los ritos que siguen son simples complementos a la ordenación; desde ahora los ordenandos son ya
presbíteros.
[13]
del Espíritu Santo: Por los méritos del mismo Señor nuestro Jesucristo tu hijo, que contigo vive y reina
en unidad del Espíritu santo, Dios por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Entonces quitada la mitra se arrodilla hacia el altar y entona el himno Veni creator, que prosigue el coro o los
cantores. A la primera estrofa están todos de rodillas.
Ven Espíritu creador; Veni Creator Spiritus,
visita las almas de tus fieles. Mentes tuorum visita,
Llena de la divina gracia los corazones Imple superna gratia,
que Tú mismo has creado. Quae tu creasti, pectora.
Aquí se levante el pontífice para realizar la unción de las manos.
Tú eres nuestro consuelo, Qui diceris Paraclitus,
don de Dios altísimo, Donum Dei Altissimi,
fuente viva, fuego, caridad Fons vivus, ignis, caritas,
y espiritual unción. Et spiritalis unctio.
[14]
Después de la primera estrofa se levanta el Pontífice y hace lo que está marcado en el fin del himno. La schola
continúa el himno hasta el final. Siendo necesario, por el gran número de ordenándoos, se repite el himno,
omitiéndose por ello, la primera estrofa.
Dicho el primer verso, el pontífice se levanta, y se sienta, de mitra, en el faldistorio. Se quita los guantes, se
coloca nuevamente el anillo pontifical, y, sobre las rodillas se coloca un gremial de lino o toalla. Se arrodillan
delante de él los ordenándoos, sucesivamente, uno por uno. El Pontífice unge con el Óleo de los Catecúmenos
las manos yuxtapuestas de cada uno, trazando con su pulgar derecho mojado en el Óleo dos líneas, esto es, del
pulgar de la mano derecha hasta el índice de la mano izquierda, y del pulgar de la mano izquierda hasta el
índice de la mano derecha, ungiendo, enseguida, ambas palmas de las manos. Dice durante la unción:
Obispo: Dígnate, Señor, consagrar y santificar estas manos por esta unción y nuestra bendición +.
Ordenando: Amén.
Haciendo la señal de la cruz, con su mano derecha, sobre las manos del ordenando, continúa:
Obispo: Para que cualquier cosa que bendijeren quede bendecida, y cualquier cosa que consagraren
quede consagrada y santificada, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Todos: Amén.
El señor obispo inmediatamente cierra y junta las manos del ordenando, y puesta la derecha sobre la izquierda
se las ata con la cinta que llevará cada uno, como antes se previno: y se retira a su lugar, manteniendo así
cerradas y atadas las manos hasta el tiempo de ir a cantarse o leer el ofertorio. Ungidas y consagradas las
manos a todos, el señor obispo limpia su pulgar con una miga de pan y hace sucesivamente entrega a cada uno
del cáliz con vino y agua, y la patena con hostia sobre puesta (que ellos toman entre los dedos índices y los del
medio, tocando con estos la copa del cáliz y con aquellos la parte superior de la patena), diciendo el prelado a
cada uno:
Obispo: Recibe la potestad de ofrecer el sacrificio y celebrar misas así por los vivos como por los
difuntos, en el nombre del Señor.
Todos: Amén.
El Obispo se lava las manos, se dirige a la sede donde sentado y con mitra, reza el último versículo del tracto:
TRACTO. (Ultimo verso)
Obispo: Y al volver, volverán alborozados trayendo sus gavillas.
La misa continua como de costumbre.
12. EVANGELIO.
Un diácono o uno de los recién ordenados canta o lee el evangelio. Si fuera usado el incienso, el celebrante lo
coloca en el turibulo diciendo:
Obispo: Seas bendecido + por aquel en cuya honra serás quemado.
Todos: Amén.
Después el diácono o el sacerdote que deba anunciar el Evangelio en la Misa Solemne, se inclina delante del
Celebrante para pedir la bendición, diciendo en voz baja:
Diácono: Padre deme su bendición.
El Celebrante, en voz baja, dice:
[15]
Obispo: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que puedas anunciar dignamente el Santo
Evangelio; en el nombre del Padre y del Hijo, + y del Espíritu Santo.
Diácono: Amén.
Después el diácono o el sacerdote va hacia el púlpito, eventualmente acompañado de Ministros llevando el
incienso y velas.
El Diácono o el Sacerdote abriendo los brazos dice al pueblo:
Diácono: El Señor esté con ustedes.
Todos: y con tu espíritu.
Si va a ser usado el incienso procede aquí a la incensación del Libro de los Evangelios en silencio:
EVANGELIO Coloca la mano izquierda sobre el Misal y con la derecha hace una cruz sobre el
Evangelio, diciendo: Continuación lleva la mano izquierda al pecho y con la mano derecha hace tres cruces -
una en la frente, otra en la boca y otra en el pecho - diciendo del Santo Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo, según San Juan. (15, 9-17)
Todos: Gloria a Ti, Señor.
Diácono: Como el Padre me ha amado, así también yo los he amado; permanezcan en mi amor. Si
guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de
mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su
gozo sea cumplido.
Este es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor
que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les
mando. Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado
amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer.
No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes, y los he puesto para que vayan y lleven
fruto, y su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se los dé. Esto les
mando: Que se amen unos a otros.
Al final de la lectura, dice: Estas son palabras de vida eterna.
Todos: Alabanza a Ti, Oh Cristo.
El Celebrante besa el Libro de los Santos Evangelios y en cuanto dice:
Obispo: Por las palabras del Santo Evangelio sean perdonados todos nuestros pecados.
Enseguida, el celebrante levanta el Libro de los Santos Evangelios y lo presenta a los fieles. Todos aplauden.
13. HOMILIA.
El Celebrante exhorta sobre la lectura proferida y el Evangelio proclamado y/o sobre la conmemoración del
día.
Obispo: Renovemos nuestra fe, recitando el credo niceno- constantinopolitano. Abre los brazos, los
eleva y dice: Creo en un solo Dios,
[16]
Todos: Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en
un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, se
arrodilla y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; se levanta por
nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer
día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador
de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los
muertos y la vida del se bendice + mundo futuro. Amén.
Después de haber concluido el credo, continúa, el celebrante va al centro del altar, y dice:
Obispo: Hermanos y hermanas, nuestro Señor Jesucristo nos enseña acerca de la caridad y que antes
de presentar nuestras ofrendas en el altar de Dios, debemos reconciliarnos los unos con los otros.
Como señal del compromiso que asumimos de vivir en armonía con nuestro prójimo y de ser
constructores de justicia y de paz, oremos: Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: "mi paz les
dejo, mi paz les doy", no mires nuestros pecados, sino la fe de tu iglesia, y concédele la paz y la unión,
según tu voluntad.
Diácono: La paz del Señor esté siempre con ustedes.
Todos: y con tu espíritu.
Durante el cántico del ofertorio, oh ya más temprano, lavan los neo presbíteros sus manos y las enjugan con
los paños con que fueron atadas. Terminado el canto del ofertorio, recibe el Pontífice, sentado, de mitra, en el
medio del Altar, la ofrenda de todos los ordenados.
Ellos se aproximan, se arrodillan delante de él, le besan la mano derecha y le ofrecen sus velas encendidas.
Después de este ofrecimiento, lava el Pontífice sus manos, se levanta, sin mitra, y la misa continúa.
Los neo Presbíteros, arrodillados por detrás del Pontífice, donde sea más cómodo, teniendo delante de si el
misal, diciendo: “Nosotros te ofrecemos, Dios Padre misericordioso”, y todo el resto de la santa misa, así
como lo dice el Pontífice, con lentitud y en voz un tanto alta, así que todos ellos puedan decir todo juntamente
con él.
16. OFERTORIO.
El Celebrante hace reverencia a la Cruz, besa el altar y reza con los brazos abiertos, palma contra palma.
Obispo: Señor concédeme la fe de los apóstoles, el coraje de los mártires y la perseverancia de la
Virgen María para que yo pueda ofrecer tu Santo Sacrificio.
[18]
Obispo: Suba mi oración como incienso en Tu presencia; mis manos erguidas como oferta vespertina!
Señor coloca una guarda en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios; impide a mi corazón que se
incline al mal, de cometer maldades con los malhechores.
17. LAVABO.
Obispo: Lavo mis manos entre los inocentes y me acerco a tu altar, o Señor, para oír el cantico de tus
alabanzas y proclamar tus maravillas. Señor, amo la belleza de tu Casa y el lugar donde se manifiesta
tu Gloria.
Termina de enjugar las manos, y se coloca frente al altar y continúa rezando la oración del lavabo.
Obispo: No permitas oh Dios, que mi alma se pierda con los impíos, ni mi vida con hombres
sanguinarios. Hace reverencia a la cruz y dice: Gloria al Padre, Al Hijo y al Espíritu Santo. Así como era
en el principio, es ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amén.
18. OFRECIMIENTO.
Obispo: Oremos: Siendo la Misa celebrada por el Obispo, se le retira el solideo. Te pedimos, Señor, hagas
por tus misterios que, de corazón digno, ofrezcamos estas dádivas. Por nuestro Señor Jesucristo,
vuestro Hijo, que con Vos vive y reina en unión con el Espíritu Santo, Dios,
En el final de la oración, coloca las manos encima del altar, fuera del corporal, y dice :
Por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Obispo: El Señor esté con ustedes.
Todos: Y con tu espíritu.
Eleva los brazos y con las manos extendidas, dice:
Obispo: Levantemos el corazón
Todos: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Une las manos y las lleva al pecho, diciendo:
Obispo: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Todos: Es justo y necesario.
[19]
20. PREFACIO.
Abre las manos, las eleva a la altura del pecho, palma contra palma, y lee o canta el prefacio:
Obispo: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu
Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor,
elige hombres de este pueblo para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada
misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete
pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus
sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van
configurándose a Cristo, y han de darle así testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, nosotros, Señor, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria cantando diciendo:
21. SANTO.
Se inclina profundamente, dando un paso atrás, apoyando los dedos medios unidos de ambas manos en el
borde del altar, diciendo:
Todos: Santo. Santo. Santo. es el Señor Dios del universo. Los cielos y la tierra proclaman tu
gloria. Hosanna en las alturas eleva y junta las manos en el pecho. Bendito sea se bendice el que viene en
el nombre del Señor. Hosanna en las alturas.
22. CANON.
[20]
1) Da
un paso al frente.
2) Extiende ambas manos abiertas, con los pulgares cruzados sobre las oblatas, y dice:
Obispo: Te rogamos, oh Padre, que aceptes favorablemente nuestro homenaje de adoración que
nosotros y toda tu Iglesia te presenta. Afirma nuestros días en tu paz. Líbranos de la condenación
eterna y graba nuestros nombres en el libro de la vida, por el mismo + Jesucristo, nuestro Señor.
Todos: Amén.
Coloca las manos sobre el altar, y dice:
Obispo: Te pedimos, oh Padre, que, por el poder de tu Espíritu y por la virtud de tu Verbo, esta
ofrenda sea por Ti, en todo, bendita +, aprobada +, ratificada +, digna y aceptable a tus ojos, a fin de
que se convierta para nosotros, en Cuerpo + y Sangre + de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Todos: Señor danos tu salvación.
CONSAGRACIÓN.
“TOMEN Y COMAN,
ESTO ES MI CUERPO QUE ES ENTREGADO POR USTEDES.
HAGAN ESTO EN MEMORIA MIA”.
1) Hace genuflexión.
2) Se levanta, toma la Hostia Consagrada entre los pulgares e índices y la eleva a la altura de los ojos.
3) Coloca a Hostia sobre la patena.
4) Hace genuflexión.
[21]
CONSAGRACIÓN DEL VINO.
Descubre el cáliz, y continúa:
Del mismo modo acabada la cena, también tomó el cáliz, lo toma con las manos te dio gracias hace
reverencia a la cruz, y dijo: se inclina, apoyando los antebrazos sobre el altar:
1) Toma o cáliz con a mano izquierda y la Hostia con la mano derecha, justo por encima del cáliz.
2) Mostrándolo al pueblo, los eleva a la altura do pecho, en forma de cruz.
3) Se voltea y coloca el cáliz con la Hostia sobre o corporal, se aleja y dice:
O coloca la hostia consagrada sobre la patena, se voltea hacia los fieles y dice:
Obispo: Mi Señor y mi Dios.
Todos: Quien come mi Carne y bebe Mi Sangre tiene la vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último
día.
1) Coloca la Hostia y el cáliz sobre el corporal.
2) Cubre el cáliz.
3) Hace genuflexión.
4) De brazos abiertos, palma contra palma, prosigue:
Obispo: Por eso, Padre Celestial, nosotros, tus siervos, con tu pueblo santo, recordando la sagrada
Pasión del mismo Cristo, Tu Hijo y Señor nuestro, así como su resurrección, surgiendo
victoriosamente del sepulcro y de su gloriosa ascensión a los cielos, ofrecemos a tu augusta majestad,
de tus dones y dádivas, la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada, el Pan Santo de la vida
eterna y el Cáliz de la Salvación perpetua.
Elevando y juntando las manos, se inclina profundamente, apoyando los dedos medios de ambas manos unidas
sobre a borde del altar, dice:
Obispo: Te imploramos humildemente, Dios Padre omnipotente, ordenes que estas ofrendas sean
llevadas a tu altar sublime, por tu Santo Ángel, a la presencia de tu divina majestad, a fin de que todos
cuantos participando de este altar, aparta las manos, besa el altar y se yergue con las manos sobre el
corporal reciban el sacrosanto Cuerpo + y la Sangre + de tu Divino hijo, seamos saciados de todas las
bendiciones celestiales y de tu gracia, por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Por el cual, oh Padre,
siempre creas +, santificas +, vivificas +, bendices y nos concede todos estos bienes.
[22]
Todos: Señor, tus obras son grandes y santas.
Elevando y juntando las manos, se inclina profundamente, apoyando los dedos medios de ambas manos unidas
sobre el borde del altar, dice:
Obispo: Por eso, Clementísimo Padre, te rogamos, por Jesucristo, Tu Hijo y Señor nuestro besa el altar
y se yergue, continuando con los brazos abiertos y las manos, palma contra palma, que aceptes y bendigas
estos dones, estas dádivas, estos sacrificios santos e inmaculados, que ahora te ofrecemos,
primeramente por tu Santa Iglesia Católica, para que te dignes guardarla en paz, protegerla, unirla y
gobernarla, en unión con tus siervos, el Presidente del Consejo Episcopal N., nuestro Obispo N., con
todo el Clero y todos los Fieles que profesan y celebran la fe católica y apostólica.
Todos: Señor conserva a tu Iglesia libre y fiel a tu voluntad.
Abre los brazos, con las manos palma contra palma, dice:
Obispo: Unidos en una misma comunión, honramos especialmente la memoria de la gloriosa Virgen
María, Madre de nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre, la de San José, su castísimo esposo, la de
los Apóstoles y Mártires, y la de todos los Santos. Por sus méritos y oraciones, te pedimos nos
concedas constantemente el auxilio de tu protección. Por el mismo Jesucristo eleva y junta las manos,
nuestro Señor.
[23]
Todos: Señor, proclamamos tu gloria en tus Santos.
Obispo: Por + Cristo, con + Cristo y en + Cristo. Con la Hostia hace dos cruces entre el cáliz y su persona
A Ti, oh Dios + Padre omnipotente, pertenece y + es dada hace una pequeña elevación con el Cáliz y la
Hostia hasta la altura de los hombros. Cubre el cáliz y hace genuflexión, colocando las manos sobre el
corporal toda honra y gloria, en unidad con el Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Elevando los brazos y extendiendo las manos juntamente con el pueblo, reza el Padre Nuestro .
Obispo: Instruidos por saludables preceptos y formados en la Divina Institución nos atrevemos a
decir:
Si fuera el caso, todos se dan las manos o en caso contrario, las levantan individualmente en forma de oración
y dicen juntos:
[24]
Obispo: Padre nuestro, que estás en el cielo,
Todos: santificado sea tu nombre; venga a nosotros o tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Perdona nuestras deudas así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. Porque tuyo
es el reino, el poder y la gloria, ahora y para siempre. Amén.
Obispo: Padre líbranos de todos los males, pasados, presentes y futuros. Danos la paz en nuestros días
para que, por tu misericordia, seamos libres de pecado y seguros de toda perturbación, hasta que
Jesucristo vuelva.
[25]
Todos: Señor, no soy digno de que entres en mi morada, más di una sola palabra y mi alma quedará
sana. Repite tres veces.
27. COMUNIÓN.
28. POST-COMUNIÓN.
[26]
2) hace genuflexión.
3) Con la mano izquierda, asegura la patena y con la mano derecha el cáliz.
4) Bebe la Sagrada Sangre, colocando la patena debajo de la barba.
Obispo: Haz Señor que, con Espíritu puro, purifica el Cáliz con el vino diciendo conservemos lo que
nuestra boca recibió y que, de esta dádiva temporal, nos venga el remedio para la vida eterna. Bebe el
vino, colocando a patena debajo de la barba.
Toma el purificador entre los dedos meñique, anular y medio de ambas manos, asegurando el cáliz, y con los
dedos índices y pulgares encima de la copa del cáliz, va al lado de la Epístola a recibir vino y agua, diciendo:
Obispo: Concede Señor que tu Cuerpo, que recibí, y la Sangre que bebí, se unan a mi alma. Enjuga los
dedos Y haz que, restablecido por estos Puros y Santos Sacramentos, coloca el Cáliz encima del velo en el
lado de la Epístola no quede en mi mancha de culpa, va andando hacia el medio del altar, llevando consigo
el purificador Tu que vives y reinas por todos los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Toma el Cáliz con la mano derecha, y bebe, colocando el purificador debajo de la barba, asegurándolo con la
mano izquierda.
Bebiendo la última ablución, enjuga con el purificador el Cáliz, colocándolo a su izquierda. Prepara el Cáliz
con el purificador la patena, la palia y el velo. Dobla el corporal que coloca encima del velo y después coloca
el Cáliz ya arreglado encima de la Piedra del Ara.
Siendo Obispo el celebrante, se coloca el solideo.
Después de la comunión de todos, purifica el Pontífice la patena y las manos sobre un cáliz, bebe la ablución,
toma la mitra y lava las manos. Lavadas las manos, sin mitra, estando en el lado de la Epístola, volteando
para el Altar, entona el siguiente responsorio que la Schola continuará:
Obispo: Ya no los llamaré siervos, sino amigos míos, pues han conocido todo lo que he hecho
hallándome en medio de ustedes. Aleluya. Reciban en ustedes el Espíritu Santo Paráclito: + Él es el
que les enviará el Padre.
V. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que, yo les mando. Reciban en ustedes el Espíritu Santo
Paráclito.
V. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Es el que mi Padre les Enviará. Aleluya.
Comenzado el responsorio, el Pontífice se vuelve hacia los Neo Presbíteros, que en pie, delante del altar, en su
presencia profesan la fe que han de anunciar:
Neo-presbíteros: Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo
lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes
de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no
creado, consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra
salvación, bajó del cielo, se arrodilla y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se
hizo hombre; se levanta por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue
sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del
Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el
Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo
[27]
recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa,
católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Después se sienta de mitra el Pontífice en el faldistorio, en medio del altar, y pone ambas manos sobre la
cabeza de cada uno de los arrodillados delante de ellos y dice a cada uno:
Obispo: Recibe el Espíritu Santo; a quienes perdones los pecados les serán perdonados, y a quienes se
los retengas, les serán retenidos.
Desdoblando la casulla que cada uno lleva doblada sobre los hombros, dice:
Obispo: Que el Señor te revista con la vestidura de la inocencia.
Enseguida se aproximan uno por uno, nuevamente, al Pontífice, y arrodillado, pone sus manos dentro de las
del Pontífice, que dice si fuera su ordinario:
Obispo: Prometes al obispo tu ordinario propio, respeto y obediencia?
Responde el Neo-Presbítero:
Neo-presbítero: Prometo.
Entonces el Pontífice conservando las manos de él entre las suyas, le da el ósculo de Paz, diciendo:
Obispo: La paz del Señor esté siempre contigo.
Responde el Neo-Presbítero:
Neo-presbítero: Amén.
Acabado esto, vuelto los ordenados a su lugar, el pontífice permaneciendo sentado y con la mitra, recibido el
báculo, los amonesta, arrodillados los neo sacerdotes, escuchan la admonición del obispo:
Obispo: Hijos amadísimos: puesto que el ministerio que tienen entre manos es muy delicado, les
amonesto a que antes de empezar a celebrar misa aprendan con diligencia de otros sacerdotes
experimentados todas las rúbricas de la misa, la consagración y la fracción de la Hostia, la oración y la
comunión.
El Pontífice se levanta, de mitra y báculo, y da la bendición a los presbíteros arrodillados delante de él,
diciendo en voz grave:
Obispo: La bendición de Dios Padre + omnipotente, y del + Hijo, y del Espíritu + Santo, descienda
sobre ustedes, para que sean bendecidos en el orden sacerdotal, y ofrezcan sacrificios expiatorios por
los pecados y las ofensas del pueblo a Dios omnipotente, a quien sea el honor y la gloria por todos los
siglos de los siglos. Amén.
Va al medio del altar Abre las manos, palma contra palma y juntándolas dice:
Obispo: El Señor esté con ustedes.
Todos: Y con tu espíritu.
Obispo: Oremos. Abre las manos, palma contra palma, y reza la oración del Misal.
Sustenta, Señor, benignamente con tus continuos auxilios a aquellos que alimentas con tus
sacramentos, a fin de que, recojamos los frutos de tu redención por estos misterios y por nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tú Hijo, que contigo vive y reina, en unión con el Espíritu Santo,
En el final de la oración, junta las manos al pecho y dice:
Por todos los siglos de los siglos.
[28]
Todos: Amén.
TE DEUM
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, defensor.
[31]