CASO

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EXP. N.

° 458-2001-HC/TC
LIMA
LEONCIO SILVA QUISPE
SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
En Lima, a los veinticinco días del mes de setiembre de dos mil uno, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional con la asistencia de los señores Magistrados
Aguirre Roca, Presidente; Rey Terry, Vicepresidente; Nugent; Díaz Valverde; Acosta Sánchez y
Revoredo Marsano, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso Extraordinario interpuesto por doña Rosa Miriam Cabanillas Tapia contra la resolución
de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Trujillo, de fecha veintiséis de
marzo de dos mil uno que, confirmando la apelada, declaró improcedente el Habeas Corpus
interpuesto.
ANTECEDENTES
Don Leoncio Silva Quispe interpone Hábeas Corpus contra los vocales de la Tercera Sala
Especializada en lo Penal de la Corte Superior de Justicia de Trujillo, el Juez del Octavo
Juzgado Penal de Trujillo por la violación de sus derechos constitucionales a la libertad
individual, debido proceso, aplicación de la ley más favorable al reo y debida motivación de las
resoluciones judiciales.
Alega que tras solicitar la concesión del beneficio de semi libertad, el Juez del Octavo Juzgado
Penal de Trujillo expidió una resolución denegatoria, cuya parte considerativa no guarda
relación con la decisión adoptada. Pese a ello, sostiene, la Tercera Sala Penal de la Corte
Superior de Justicia la confirmó, aduciendo argumentos contradictorios. Precisa que el origen
del problema radica en la vigencia de dos normas, la Ley N°. 24388 y el Decreto Legislativo
N°. 654. La primera no prohibe que se otorgue el beneficio de la semi libertad a los
sentenciados por el delito de tráfico ilícito de drogas, en tanto que el Decreto Legislativo N°.
654 sí lo hace. Alega que se ha violado el derecho a que las resoluciones sean debidamente
motivadas, pues se ha optado por una interpretación restrictiva. Aduce que no es de aplicación el
artículo I del Título Preliminar del Código Civil, pues en materia penal la derogación de una
norma siempre debe ser expresa, de conformidad con el ordinal d) del inciso 24) del artículo 2°
de la Constitución.
Admitida a trámite, se tomó la declaración del recurrente, ratificándose en el Hábeas Corpus.
Aún cuando no se tomó la declaración de los emplazados, por encontrarse de vacaciones, en su
defensa se apersonó al proceso la Defensora de Oficio asignada al Primer Juzgado Penal de
Trujillo, quien solicitó se declare improcedente el Habeas Corpus pues las resoluciones
judiciales cuestionadas fueron expedidas dentro de un procedimiento regular.
Con fecha doce de marzo de dos mil uno, el Juez del Primer Juzgado Penal de Trujillo expidió
sentencia, declarando improcedente el Habeas Corpus, por considerar que mediante el presente
proceso el recurrente pretende que se realice una "nueva valoración e interpretación de las
normas aplicables".
Con fecha veintiséis de marzo de dos mil uno, la Primera Sala Penal de la Corte Superior de
Justicia de Trujillo expidió sentencia, confirmando la apelada, por considerar que mediante el
Habeas Corpus se pretende "la revisión de los actuados en el cuaderno de semi libertad".
Interpuesto el Recurso Extraordinario, los actuados son elevados al Tribunal Constitucional.
FUNDAMENTOS
1. Según ha de apreciarse de los antecedentes de esta sentencia, a juicio del emplazado la
vulneración de su libertad individual es resultado de la vulneración del derecho a la
motivación de las sentencias. A juicio del recurrente, no se habría respetado tal derecho
pues, por un lado, la resolución expedida por el Juez del Octavo Juzgado Penal de
Trujillo adolece de incongruencia entre lo razonado y lo decidido. Y, de otro, porque la
Tercera Sala Penal de la Corte Superior de Trujillo, al resolver la apelada, no habría
resuelto la controversia aplicando debidamente las reglas que regulan el conflicto de
leyes penales.
Planteado así el problema, considera el Tribunal Constitucional que no le corresponde evaluar si
la resolución expedida por el juez penal de primera instancia adolece o no de incongruencia,
pues habiendo sido ésta apelada, la determinación de su licitud o no, expresa o tácitamente, fue
efectuada por la Tercera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Trujillo al conocer de la
alzada.
2. Circunscribiendo entonces el análisis de la controversia a la resolución de la segunda
instancia penal, el Tribunal Constitucional ha de recordar que el derecho a la
motivación escrita de todas las resoluciones judiciales, con excepción de los decretos de
mero trámite, exige que en todo proceso judicial, independientemente de la materia que
se trate y del sentido favorable o desfavorable que éste pueda tener, los jueces tengan
que expresar el proceso mental que los ha llevado a decidir la controversia que se
sometió a su conocimiento. Tal derecho, que a la vez es un principio de la actuación
jurisdiccional del Poder Judicial, cumple en el Estado Constitucional de Derecho al
menos dos funciones. Por una parte, es un factor de racionalidad en el desempeño del
ejercicio de las funciones jurisdiccionales, pues garantiza que la solución brindada a la
controversia sea consecuencia de una exégesis racional del ordenamiento, y no el fruto
de la arbitrariedad en el ejercicio de la administración de justicia. Y, de otra, facilita un
adecuado ejercicio del derecho de defensa de quienes tienen la condición de partes en el
proceso, a la vez que constituye un control riguroso por parte de las instancias judiciales
superiores, cuando se emplean los recursos que procedan.
3. A la vista de lo expresado en el fundamento anterior, estima el Tribunal Constitucional
que en el presente caso no se ha vulnerado el derecho a la motivación de las decisiones
judiciales. La resolución judicial impugnada, en efecto, expresa por sí misma las
razones que llevaron al juzgador a adoptar su decisión final. Además, en armonía con el
inciso 5) del artículo 139 de la Constitución, precisa cuál es la ley aplicable al caso. El
derecho a que las resoluciones judiciales sean razonadas garantiza que la decisión
adoptada no sea fruto de la arbitrariedad, del voluntarismo judicial o acaso
consecuencia de un proceso deductivo irracional, absurdo o manifiestamente
irrazonable. Ciertamente, no está dentro de su ámbito protegido el acierto o no que ésta
pueda tener, o acaso, que no constituya una infracción de la ley. Mediante el habeas
corpus se protege la libertad individual, y no la licitud o ilicitud de lo decidido por los
tribunales de justicia.
4. Por otro lado, tampoco considera el Tribunal que la Tercera Sala Penal de la Corte
Superior de Justicia de Trujillo haya vulnerado el derecho a la aplicación de la ley penal
más favorable al procesado en caso de duda o de conflicto entre leyes penales. Según se
aprecia de la resolución impugnada, el recurrente fue sentenciado por hechos ocurridos
el veintitrés de abril de mil novecientos noventa y tres, cuando se encontraba en
vigencia el Decreto Legislativo N°. 654, cuyo artículo 48º limita la concesión del
beneficio de semi-libertad tratándose de sentenciados por delitos de tráfico ilícito de
drogas. Para aquella fecha, ya se encontraba derogada la Ley N.° 24388. No hay pues,
conflicto de leyes en el tiempo o en el espacio: sólo una norma, el artículo 48º del
Decreto Legislativo N°. 654, es aplicable para resolver la solicitud del beneficio
penitenciario, pues no cabe revivir una norma derogada.
5. Con el fin de desvirtuar el razonamiento anterior, el recurrente ha sostenido que en el
ámbito penal –por efecto reflejo del ordinal "d" del inciso 24) del artículo 2° de la
Constitución-, el principio contenido en el artículo I del Título Preliminar del Código
Civil (por virtud del cual "La ley se deroga sólo por otra ley. La derogación se produce
por declaración expresa, por incompatibilidad entre la nueva ley y la anterior o cuando
la materia de ésta es íntegramente regulada por aquella...") no sería aplicable. A su
juicio, no es posible trasladar al campo penal la derogación tácita de las leyes, pues el
antes referido precepto constitucional establece que "Nadie será procesado ni
condenado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente
calificado en la ley de manera expresa e inequívoca como infracción punible". Y, en la
medida que no existe derogación tácita de las leyes penales, se habría producido un
conflicto entre la Ley N°. 24388 y el artículo 48 del Decreto Legislativo N°. 654, que la
emplazada habría resuelto en contradicción del inciso 11) del artículo 139º de la
Constitución.
No comparte este Tribunal tal criterio. En primer lugar, porque si bien el artículo I del Título
Preliminar del Código Civil está inserto en un ordenamiento que tiene por objeto regular las
relaciones jurídicas entre particulares, por su contenido, se trata de una norma sobre la
producción jurídica, que al regular el proceso de extinción de normas en el ordenamiento, es
materialmente constitucional y, en ese sentido, aplicable con carácter general a cualquier sector
del ordenamiento nacional.
En segundo lugar, el principio de legalidad penal, expresado en el ordinal "d" del inciso 24 del
artículo 2° de la Constitución, esencialmente garantiza que las infracciones punibles y las penas
deban ser previstas por la ley de manera previa al procesamiento y a la condena, y no que el
legislador tenga que derogar expresamente las normas de contenido penal cada vez que la
misma materia se regula de manera distinta, pues también las normas penales pueden ser objeto
de derogación tácita.
Por estos fundamentos el Tribunal Constitucional en uso de las atribuciones conferidas por la
Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica

FALLA
CONFIRMANDO la resolución de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de
Trujillo, de fojas ciento cuarenta y seis, su fecha veintiséis de marzo del dos mil uno, que
confirmó la apelada y declaró IMPROCEDENTE el Habeas Corpus interpuesto. Dispone la
notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El Peruano, y la devolución de los
actuados.
SS
AGUIRRE ROCA
REY TERRY
NUGENT
DIAZ VALVERDE
ACOSTA SANCHEZ
REVOREDO MARSANO

Introducción
Conforme la norma Constitucional el artículo 103 señala que “(…) una ley solo se deroga por
otra ley” concordante con ella, el Código Civil en su Título Preliminar, exactamente en el
artículo I, bajo la sumilla “Abrogación de la ley” señala que: “La ley se deroga sólo por otra ley.
La derogación se produce por declaración expresa, por incompatibilidad entre la nueva ley y la
anterior o cuando la materia de ésta es íntegramente regulada por aquella. Por la derogación de
una ley no recobran vigencia las que ella hubiere derogado.
En tal sentido, tomando en cuenta la norma antes las formas que puede asumir la derogación de
una ley se produce i) por declaración expresa, ii) por incompatibilidad entre nueva ley y la
anterior o cuando la materia que de esta es íntegramente regulada por aquella.
Bajo lo antes precisado, el Código Civil establecería tres formas de derogación aplicables a las
normas, la primera conocida como derogación expresa y las otras dos llamadas derogación
tácita. Sobre el particular Marcial Rubio precisa que “la primera es la llamada derogación
expresa y consiste en la mención de las normas anteriores que son derogadas por la nueva. La
otras don son las formas de derogación tácita y son descritas de la siguiente manera: cuando
existe “incompatibilidad entre la nueva ley y la anterior”, cuando “la nueva materia de esta-la
norma anterior- es íntegramente regulada por aquella- la nueva norma (RUBIO CORREA,
2007, p. 23).
De otro lado, Juan Espinoza señala una clase mas, la derogación indirecta de la leyes
subordinadas, la cual consiste en “quitar eficacia a las normas de ley (o equiparadas )que
dependen de institutos expresa o tácitamente abrogados y cuya supervivencia no solo carecería
de fundamento sino que estaría en pugna con las innovaciones legislativas
introducidas (ESPINOZA ESPINOZA, 2003, p. 33).
Por ello el principio general en el derecho es que el único instrumento que pueda derogar y dejar
sin efecto una norma jurídica es otra norma jurídica de igual o mayor rango, La ley solo es
derogable por otra ley. Sin embargo, existen determinadas circunstancias en los que de manera
clara precisa y expresa no se advierte la existencia de una derogación normativa y ello genera
una gran complicación al sistema jurídico en razón de no saber a ciencia cierta si dicha norma
podría o no ser aplicada. En tal sentido, lo que se quiere determinar aquí quien será el
responsable de advertir la aplicabilidad o no de tal norma en el caso en concreto.
Definición
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define derogar como “abolir, anular
una cosa establecida como ley o costumbre”.
Según el derecho romano, la derogación viene del latín derogare, que supone la revocación
parcial de la ley, a diferencia de la abrogación que significa la supresión completa de una ley.
Para Hans Kelsen, referenciado por Aguiló Regla, “la derogación consisten en la eliminación de
la validez de una norma por otra. Escribe Kelsen: “Así como una norma jurídica puede eliminar
completamente la validez de otra. También esas normas derogatorias son normas no
independientes, que solo pueden ser entendidas conjuntamente con otras que estatuyen actos
coactivos” (AGUILÓ REGLA, 2019, pp. 223-224).
Por su parte Marina Gascon precisa que “La derogación es la expresión del principio de la lex
posterior Pues bien, otra cuestión que parece fundamental para determinar los efectos y el
alcance del instituto derogatorio es la de si estamos ante un principio lógico o ante un principio
exclusivamente histórico-jurídico” (GASCÓN AVELLÁN, 2019, p. 850).
Hablamos de derogación expresa cuando una norma jurídica resta validez a otras normas, es
decir la elimina del ordenamiento jurídico.
En doctrina se señala que “LA DEROGACIÓN.- Es la extinción parcial de la norma y no
podemos llamarlo abrogación parcial, en tanto que la abrogación es total o es ninguna, las
modificaciones parciales a la norma jurídica se denominan derogación, y en dicha institución
podemos encontrar diversas formas o modalidades entre otros podemos señalar; a)
DEROGACIÓN PARCIAL.- Es la modificación parcial de una norma; b) DEROGACIÓN
TOTAL.- Es la modificación total de una norma.”
Tipos de derogación normativa
Como hemos señalado, en nuestro sistema el sustantivo derogación, es el único que define a
todas las formas enunciadas de modificación o supresión de una ley. Así, de conformidad con el
artículo I del Título Preliminar del Código Civil, la derogación de las leyes puede ser expresa o
tácita.
Derogación expresa
La derogación —la derogación expresa— es el acto normativo que tiene como efecto primordial
y típico la supresión de esa cualidad de las reglas jurídicas. (JIMÉNEZ CAMPO, 1991, p. 276).
“La derogación se da cuando la misma norma señala que norma dejara de tener vigencia y a
partir de qué fecha, que generalmente es la fecha de entrada en vigor de la norma que se deroga.
Además de la Ley existe en nuestra legislación la figura del Legislador negativo, esto es el
Tribunal Constitucional, que deroga las normas lesivas y contrarias a la constitución, el mismo
que se ha hecho presente en diversas sentencias como son los casos de los procesos (…).En
estos casos la sentencia que declaran inconstitucional la norma legal determinada deberá de
publicarse en el diario oficial El Peruano y a partir de ello dejara de tener eficacia la norma
inconstitucional, sin embargo dicho efecto no es retroactivo. Esta figura ya es reconocida por la
Constitución de 1993 en su artículo 103.” (CORNEJO YANCCE, 2019).
De otro lado Gascón señala que “La derogación expresa no es asunto de incompatibilidad
normativa. En la derogación expresa no está presente una contradicción entre dos normas, sino,
si acaso, entre dos actos normativos: el acto de promulgación de la norma y el acto derogatorio
de la misma” (GASCÓN AVELLÁN, 2019, p. 851).
La derogación es expresa, cuando la ley señala de manera expresa que deroga la antigua. En la
derogación expresa, el legislador señala en forma precisa y concreta los artículos que deroga. Es
decir, no resulta necesaria ninguna interpretación, pues simplemente se excluye del
ordenamiento uno o varios preceptos legales, desde el momento en que así lo señale el
legislador.
Derogación tacita
“Cuando una norma jurídica no señala expresamente la norma que es derogada, sino que existe
entre otros incompatibilidad, colisionan en su contenido regulatorio con otra norma. En
determinados casos la norma que deroga simplemente manifiesta que se derogan todas las
normas que se opongan a la presente norma, frase por la cual se deroga tácitamente todas
aquellas que se opongan en su contenido regulatorio a la nueva norma. Esta institución se basa
en el antiguo aforismo “lex posterior derogat anterior” (la ley posterior deroga a la anterior) y
el “generi per speciem derogatum”, entre norma general y especial se prefiere a la norma
especial” (CORNEJO YANCCE, 2019).
Respecto de la derogación tácita Diez Picazo señala que, No es ésta, sin embargo, una
«auténtica derogación» (DÍEZ-PICAZO, 1990, p. 331) porque —dicho ahora en muy pocas
palabras— no provoca la pérdida de vigencia de la lex praevia, sino su mera inaplicación ad
casum por el órgano judicial, apreciada que sea aquella antinomia. Así, la derogación por
incompatibilidad no se sitúa, como la expresa, en el plano de la creación normativa, sino en el
de la aplicación del Derecho, y por ello sus efectos no son irreversibles ni tan siquiera —añado
— generales por necesidad, pues es evidente que la incompatibilidad apreciada por un órgano
judicial puede no ser advertida —o si advertida, superada— por otro juzgador. La construcción
que resumo me parece por entero inobjetable y además —ya en un plano diverso— oportuna,
inmersos como estamos en un clima (no lo sé llamar de otro modo) de replanteamiento, no
siempre riguroso, de la posición del juez ante la ley. Es pertinente, por ello, subrayar que «la
decisión sobre qué reglas pertenecen activamente al ordenamiento corresponde exclusivamente
al legislador» (DÍEZ-PICAZO, 1990, p. 323).
La derogación es tácita, cuando la nueva ley contiene disposiciones que no pueden conciliarse
con las de la ley anterior. Este tipo de derogación supone un cambio de legislación, una
incompatibilidad con respecto a lo regulado en la nueva ley y la ley que antes regía o regulaba
determinada circunstancia. Hecho que hace necesaria la interpretación de ambas leyes, para
establecer qué ley rige la materia, o si la derogación es total o parcial.
Al respecto Gascón puntualiza que “En este punto, debemos concluir con Bobbio que en el
ordenamiento no hay una exigencia lógica de coherencia normativa. Más exactamente: sobre el
legislador no pesa ninguna carga de legislar coherentemente, de modo que cuando una
contradicción normativa se produce no hay ningún principio ínsito a la propia idea de
ordenamiento que haga suponer que la norma posterior «deroga» a la anterior. La imposibilidad
de satisfacer al mismo tiempo dos normas incompatibles, que es a lo que conduce una
contradicción o incoherencia normativa, podría resolverse simplemente inaplicando la anterior o
la posterior (piénsese en un ordenamiento de tipo tradicionalista) o las dos, pero desde luego no
ha de resolverse necesariamente haciendo cesar la vigencia de la anterior en el tiempo. La
derogación sólo tendrá lugar en la medida en que el propio ordenamiento así lo determine, es
decir, en la medida en que exista una norma sobre la producción jurídica que establezca el
efecto derogatorio” (GASCÓN AVELLÁN, 2019, p. 854).
Sobre ese aspecto, lo que se advierte es un grave problema en la aplicación de una norma dentro
del ordenamiento jurídico por ausencia de seguridad; ello en el sentido, de no saber a ciencia
cierta si la norma que ha sido derogada tácitamente lo está vigente o no en su real dimensión. A
diferencia de la derogación expresa, es fácilmente determinable advertir que una norma
desaparece o es eliminada del ordenamiento para dar paso a una nueva porque así lo ha
establecido de manera clara y precisa la propia norma que ha dejado sin efecto a la anterior.
Aquí no hay problema ni interpretación alguna que podría dar paso al análisis frente a una
norma que ha sido expelida del ordenamiento legal.
Sin embargo en el caso de la derogación tácita no se advierte tal circunstancia y por ende
complica la labor del operador de justicia, al respecto es importante poner a consideración lo
señalado por Gascón, para quien “Hemos dicho en este trabajo que la derogación expresa hace
cesar la vigencia de las disposiciones jurídicas. La derogación tácita, por el contrario, ya se
conciba en clave de mera regla de preferencia, de derogación o de invalidez sobrevenida,
termina resolviéndose en un problema de interpretación que, sobre todo allí donde no existen
mecanismos fuertes de unificación jurisprudencial, puede constituir una seria amenaza para la
certeza del Derecho y para la igualdad en su aplicación. Al final, por tanto, la derogación tácita
plantea un problema de inseguridad jurídica, en el sentido de falta de certeza o de conocimiento
claro de las normas vigentes, y, derivadamente, de desigualdad en la aplicación de la ley, pues si
la valoración de la derogación de una norma se deja en manos de los operadores jurídicos, es
muy posible que no todos ellos la estimen unánimemente derogada (o no derogada) (GASCÓN
AVELLÁN, 2019, p. 858).
Resulta claro entonces que a diferencia de la derogación expresa, donde desde su origen existe
una disposición que señala cual es la norma que ha de dejarse sin efecto y sin validez a
consecuencia del nacimiento de la nueva norma; en la derogación tácita o de carácter implícita,
no se advierte con precisión que norma quedo derogada, lo que representa una dificultad que da
origen a una incertidumbre jurídica. Así, siendo determinante en la derogación tácita la idea de
incompatibilidad, será necesario determinar cuales son las normas incompatibles, circunstancia
que ha de exigir determinar dicha incompatibilidad lo que exige una interpretación de las
disposiciones normativas en relación a un caso en concreto; pero además debe tenerse en cuenta
que el resultado de la interpretación es una aspecto que puede generar posiciones a favor y en
contra de manera que, se ha de trasladar la responsabilidad al órgano jurisdiccional quien ha de
determinar la existencia de incompatibilidad por lo que es un tema de criterio no existiendo la
certeza que de la derogación expresa. Reiteramos aquí cabe la interpretación de ambas leyes
para establecer que ley se encuentra vigente y al existir tal circunstancia no hay texto claro y
expreso que disponga una derogación propiamente dicha.
Conclusiones
La derogación es la expresión legal que hace referencia al hecho de que una norma jurídica resta
validez a otras normas, es decir la elimina del ordenamiento jurídico.
La derogación es expresa, cuando la ley señala de manera enunciativa que deroga la antigua.
La derogación es expresa no requiere de interpretación alguna ya que simplemente se excluye
del ordenamiento uno o varios preceptos legales, desde el momento en que así lo señale el
legislador.
La derogación es tácita, surge cuando la nueva ley contiene disposiciones que no pueden
conciliarse con las de la ley anterior.
En el caso de la derogación tácita surge la idea de incompatibilidad, será necesario determinar
cuáles son las normas incompatibles, circunstancia que ha de exigir determinar dicha
incompatibilidad lo que exige una interpretación de las disposiciones normativas en relación a
un caso en concreto.
Aquí cabe la interpretación de ambas leyes para establecer que ley se encuentra vigente y al
existir tal circunstancia no hay texto claro y expreso que disponga una derogación propiamente
dicha.

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