Loida y Eunice
Loida y Eunice
Loida y Eunice
Los procesos de la vida a veces son un poco mas complejos para algunas
mujeres, como el cáncer por ejemplo. En mi caso mi situación se puso mas
cuesta arriba porque tenía una hija muy pequeñita. Un día después de un
diagnóstico de posible cáncer mi niña me dijo que su deseo era que siguiera
con ella cuando sea grande. Dios es soberano, Él ciertamente tiene la vida de
nosotras en Su mano y vi Su misericordia para con mi familia. Como Eunice
propuse servir a Dios y traspasar mi fe por Cristo a mi pequeña y vivirla
genuinamente.
Eunice es un nombre griego que significa “aquella que alcanza la victoria”; ella
es un ejemplo, su fe no fue fingida, obtuvo la victoria que da nuestro Fiel Dios
al criar a su hijo. Así como a Eunice Dios nos dará la victoria, que la fe
permanezca en Jesús.
Dios cumple Sus promesas; puedes confiar en Él, una promesa es:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no
desmayamos. Gálatas 6:9
Tal vez Pablo también estaba pensando en el ambiente que Loida y Eunice
habían creado en el hogar. Puede que el apóstol hubiera visitado su casa
durante su primera estancia en Listra, alrededor de los años 47 y 48 E.C. Es
probable que las dos mujeres se convirtieran al cristianismo por entonces
(Hechos 14:8-20). La relación feliz y afectuosa que existía en ese hogar quizá
influyó en la palabra que Pablo escogió para “abuela” al referirse a Loida.
Según el helenista Ceslas Spicq, el término griego que utilizó (mám·me, en
lugar del clásico y más respetuoso té·the) es “la palabra cariñosa que usaría un
niño” para llamar a su abuela, que en este contexto transmite un “matiz de
confianza y afecto”.
Timoteo sale de su casa
No está claro cuál era el estado civil de Eunice la segunda vez que Pablo visitó
Listra (hacia el año 50). La opinión de muchos especialistas es que estaba
viuda. Sea como fuere, con la dirección de su madre y su abuela, Timoteo, tal
vez de unos 20 años por entonces, se había convertido en un joven admirable.
“Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes acerca de él.”
(Hechos 16:2.) Es obvio que en el corazón de Timoteo se había inculcado el
deseo de divulgar las buenas nuevas del Reino, pues aceptó la invitación de
Pablo de acompañarlos a él y a Silas en su viaje misional.
Imagínese cómo se sintieron Loida y Eunice cuando Timoteo estaba a punto de
partir. Ellas sabían que a Pablo lo habían apedreado y dejado por muerto
durante su primera visita a la ciudad (Hechos 14:19). De modo que no debió
resultarles sencillo dejar que Timoteo se marchara. Probablemente se
preguntaban cuánto tiempo estaría fuera y si regresaría sano y salvo. A pesar
de esas probables preocupaciones, su madre y su abuela sin duda lo animaron
a aceptar aquel privilegio especial, que le permitiría servir a Jehová más
plenamente.
Lecciones valiosas
Se puede aprender mucho si se analiza con atención el caso de Eunice y
Loida. La fe las motivó a dar a Timoteo una crianza sólida espiritualmente. El
ejemplo maduro y estable de devoción piadosa que los abuelos pueden dar a
sus nietos y a otros hermanos beneficia, sin duda, a toda la congregación
cristiana (Tito 2:3-5). El ejemplo de Eunice recuerda, así mismo, a las madres
cuyos esposos no son creyentes la obligación y las recompensas de impartir
enseñanza espiritual a sus hijos. Hacerlo puede exigir en ocasiones mucho
valor, en especial si al esposo no le gustan las creencias religiosas de su
cónyuge. También exige prudencia, pues la esposa cristiana ha de respetar la
jefatura de su marido.
La fe, el esfuerzo y la abnegación de Loida y Eunice se vieron recompensados
cuando vieron a Timoteo progresar espiritualmente y convertirse en un
excelente misionero y anciano (Filipenses 2:19-22). Hoy, del mismo modo,
enseñar las verdades bíblicas a nuestros hijos exige tiempo, paciencia y
determinación, pero los buenos resultados hacen que todo el empeño merezca
verdaderamente la pena. Muchos jóvenes cristianos ejemplares a los que se
han enseñado ‘los santos escritos desde la infancia’ en un hogar dividido por la
religión causan gran alegría a sus padres piadosos. Y cuánta verdad encierra el
proverbio que dice: ‘La que da a luz a un sabio estará gozosa’ (Proverbios
23:23-25).
El apóstol Juan dijo de sus hijos espirituales: “No tengo mayor causa de sentir
agradecimiento que estas cosas: que oiga yo que mis hijos siguen andando en
la verdad” (3 Juan 4). Seguramente, el sentimiento que expresan esas palabras
lo comparten muchas personas que han resultado ser como Eunice y Loida,
dos educadoras ejemplares.
[Nota]
La traducción siríaca de 2 Timoteo 1:5, “la madre de tu madre”, indica que
Loida no era la abuela paterna de Timoteo.