Loida y Eunice

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Loida y Eunice : mujeres que ponen como reto traspasar una fe genuina

“trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en


tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”. 2
Timoteo 1:5

Loida fue la abuela y Eunice fue la madre de Timoteo, un pastor joven y


hermoso espiritualmente para la Iglesia de Efeso, amado y requerido por Pablo.
Según Hechos 16:1 Eunice vivía en Listra, un pequeño poblado al centro sur de
Turquía donde se había mercado. Eunice estaba casada con un hombre
griego; fue una mujer judía que profesaba su fe genuinamente, un prueba de su
fe fue el nombre de su hijo Timoteo, que significa “uno que honra a Dios”, se
entiende que ella traspasó su fe a su hijo y lo dedicó al servicio del Dios Eterno.

Vemos que Eunice se sometió a su esposo y no circuncidó a su hijo a los 8


días, sino que el fue circuncidado por Pablo (Hch. 16:2-3 ). Eunice había
muerto pero ella hizo algo importante, traspasó una fe no fingida enseñándole
la Palabra de Dios. Fue salvo por el Señor Jesucristo y ya crecido realmente
honró a Dios. Guió a parte del pueblo de Dios (2° Timoteo 3:15)

Los procesos de la vida a veces son un poco mas complejos para algunas
mujeres, como el cáncer por ejemplo. En mi caso mi situación se puso mas
cuesta arriba porque tenía una hija muy pequeñita. Un día después de un
diagnóstico de posible cáncer mi niña me dijo que su deseo era que siguiera
con ella cuando sea grande. Dios es soberano, Él ciertamente tiene la vida de
nosotras en Su mano y vi Su misericordia para con mi familia. Como Eunice
propuse servir a Dios y traspasar mi fe por Cristo a mi pequeña y vivirla
genuinamente.

Hermana, ¿tiene una fe no fingida? ¿traspasa una fe genuina? ¿Estamos


adorando al Dios verdadero en espíritu y verdad? Es necesario tener una vida
que ame al Señor y que se refleje a los que nos rodean; es ser genuina y de
una sola línea en el hogar y en la iglesia, haciendo todo para la gloria de Dios
en el hogar y en la iglesia; que nuestros hijos vean al Dios que servimos.
Eunice recibio la fe que tenia su madre Loida, el traspaso de fe fue tan efectivo
que llego a la vida de su hijo Timoteo.

Eunice es un nombre griego que significa “aquella que alcanza la victoria”; ella
es un ejemplo, su fe no fue fingida, obtuvo la victoria que da nuestro Fiel Dios
al criar a su hijo. Así como a Eunice Dios nos dará la victoria, que la fe
permanezca en Jesús.

Dios cumple Sus promesas; puedes confiar en Él, una promesa es:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no
desmayamos. Gálatas 6:9

Eunice y Loida, educadoras


ejemplares
Los siervos de Jehová sabemos que dar una educación
religiosa eficaz a nuestros hijos es una seria responsabilidad.
Hasta en el mejor de los casos, esta labor puede estar repleta
de toda clase de obstáculos y dificultades. Mucho más cuando
el padre cristiano se encara a este reto en un hogar dividido en
sentido religioso. Tal circunstancia no es nueva. Las Escrituras
nos cuentan de una madre que se encontró en una situación
parecida en el siglo I E.C.
La familia de Eunice vivía en Listra, una ciudad de la región de Licaonia, en el
sur de la parte central de Asia Menor. Listra era una pequeña ciudad de
provincias sin apenas relevancia. Era una colonia romana denominada Julia
Felix Gemina Lustra, que había fundado César Augusto para neutralizar las
actividades de los bandoleros de las zonas aledañas. Eunice era una judía
cristiana que vivía en un hogar dividido por la religión con su esposo griego; su
hijo, Timoteo, y su madre, Loida (Hechos 16:1-3).
Probablemente había pocos judíos en Listra, pues la Biblia no menciona que
allí hubiera una sinagoga, aunque Iconio, que estaba a 30 kilómetros de
distancia, sí contaba con presencia judía (Hechos 14:19). De modo que no le
debió resultar sencillo a Eunice practicar su fe. El que no se circuncidara a
Timoteo al poco de nacer, ha hecho suponer a algunas autoridades que el
esposo de Eunice se opuso a ello.
No obstante, Eunice no era la única que abrigaba esas creencias. Parece ser
que a Timoteo le enseñaron “los santos escritos” tanto su madre como su
abuela materna, Loida.* El apóstol Pablo exhortó a Timoteo del siguiente
modo: “Continúa en las cosas que aprendiste y fuiste persuadido a creer,
sabiendo de qué personas las aprendiste, y que desde la infancia has conocido
los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la salvación mediante la fe
relacionada con Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14, 15).
Educación “desde la infancia”
Cuando Pablo dijo que a Timoteo se le habían enseñado “los santos escritos”
“desde la infancia”, por lo visto quiso decir desde tierna edad, lo cual está en
conformidad con su uso de una palabra griega (bré·fos) que suele referirse a
un recién nacido (compárese con Lucas 2:12, 16). Así que Eunice se tomó en
serio su obligación divina y no se demoró en dar a Timoteo la enseñanza que le
ayudaría a convertirse en un siervo devoto de Dios (Deuteronomio 6:6-
9; Proverbios 1:8).
A Timoteo le habían “persuadido a creer” las enseñanzas de las Escrituras.
Según cierto léxico griego, la palabra que Pablo empleó en este caso significa
“ser persuadido firmemente de; ser convencido de” algo. Seguramente se
necesitó mucho tiempo y empeño para hacer que arraigara tal firme convicción
en el corazón de Timoteo, ayudarle a razonar basándose en la Palabra de Dios
y tener fe en ella. Por tanto, al parecer tanto Eunice como Loida se aplicaron
con empeño a enseñar a Timoteo las Escrituras. Y la recompensa que
obtuvieron fue grande. Pablo escribió sobre Timoteo: “Recuerdo la fe que hay
en ti sin hipocresía alguna, y que moró primero en tu abuela Loida y en tu
madre Eunice, pero la cual —estoy seguro— también se halla en ti” (2 Timoteo
1:5).

¡Qué papel tan fundamental desempeñaron Eunice y Loida en la vida de


Timoteo! El escritor David Read dice al respecto: “Si el apóstol hubiera
pensado que lo único que importaba era la experiencia personal de conversión
de Timoteo, se lo habría recordado de inmediato. Pero lo primero que dice
sobre la fe de Timoteo es que ya ‘existía en Loida [...] y Eunice’”. Las palabras
de Pablo sobre la fe de Loida, Eunice y Timoteo indican que, por lo general, la
enseñanza bíblica que a temprana edad imparten en el hogar los padres, e
incluso los abuelos, es de importancia capital para determinar las perspectivas
espirituales de los jóvenes. ¿No debería ese hecho hacer pensar seriamente a
los miembros de la familia en cómo están cumpliendo con esta responsabilidad
para con Dios y con sus hijos?

Tal vez Pablo también estaba pensando en el ambiente que Loida y Eunice
habían creado en el hogar. Puede que el apóstol hubiera visitado su casa
durante su primera estancia en Listra, alrededor de los años 47 y 48 E.C. Es
probable que las dos mujeres se convirtieran al cristianismo por entonces
(Hechos 14:8-20). La relación feliz y afectuosa que existía en ese hogar quizá
influyó en la palabra que Pablo escogió para “abuela” al referirse a Loida.
Según el helenista Ceslas Spicq, el término griego que utilizó (mám·me, en
lugar del clásico y más respetuoso té·the) es “la palabra cariñosa que usaría un
niño” para llamar a su abuela, que en este contexto transmite un “matiz de
confianza y afecto”.
Timoteo sale de su casa
No está claro cuál era el estado civil de Eunice la segunda vez que Pablo visitó
Listra (hacia el año 50). La opinión de muchos especialistas es que estaba
viuda. Sea como fuere, con la dirección de su madre y su abuela, Timoteo, tal
vez de unos 20 años por entonces, se había convertido en un joven admirable.
“Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes acerca de él.”
(Hechos 16:2.) Es obvio que en el corazón de Timoteo se había inculcado el
deseo de divulgar las buenas nuevas del Reino, pues aceptó la invitación de
Pablo de acompañarlos a él y a Silas en su viaje misional.
Imagínese cómo se sintieron Loida y Eunice cuando Timoteo estaba a punto de
partir. Ellas sabían que a Pablo lo habían apedreado y dejado por muerto
durante su primera visita a la ciudad (Hechos 14:19). De modo que no debió
resultarles sencillo dejar que Timoteo se marchara. Probablemente se
preguntaban cuánto tiempo estaría fuera y si regresaría sano y salvo. A pesar
de esas probables preocupaciones, su madre y su abuela sin duda lo animaron
a aceptar aquel privilegio especial, que le permitiría servir a Jehová más
plenamente.
Lecciones valiosas
Se puede aprender mucho si se analiza con atención el caso de Eunice y
Loida. La fe las motivó a dar a Timoteo una crianza sólida espiritualmente. El
ejemplo maduro y estable de devoción piadosa que los abuelos pueden dar a
sus nietos y a otros hermanos beneficia, sin duda, a toda la congregación
cristiana (Tito 2:3-5). El ejemplo de Eunice recuerda, así mismo, a las madres
cuyos esposos no son creyentes la obligación y las recompensas de impartir
enseñanza espiritual a sus hijos. Hacerlo puede exigir en ocasiones mucho
valor, en especial si al esposo no le gustan las creencias religiosas de su
cónyuge. También exige prudencia, pues la esposa cristiana ha de respetar la
jefatura de su marido.
La fe, el esfuerzo y la abnegación de Loida y Eunice se vieron recompensados
cuando vieron a Timoteo progresar espiritualmente y convertirse en un
excelente misionero y anciano (Filipenses 2:19-22). Hoy, del mismo modo,
enseñar las verdades bíblicas a nuestros hijos exige tiempo, paciencia y
determinación, pero los buenos resultados hacen que todo el empeño merezca
verdaderamente la pena. Muchos jóvenes cristianos ejemplares a los que se
han enseñado ‘los santos escritos desde la infancia’ en un hogar dividido por la
religión causan gran alegría a sus padres piadosos. Y cuánta verdad encierra el
proverbio que dice: ‘La que da a luz a un sabio estará gozosa’ (Proverbios
23:23-25).
El apóstol Juan dijo de sus hijos espirituales: “No tengo mayor causa de sentir
agradecimiento que estas cosas: que oiga yo que mis hijos siguen andando en
la verdad” (3 Juan 4). Seguramente, el sentimiento que expresan esas palabras
lo comparten muchas personas que han resultado ser como Eunice y Loida,
dos educadoras ejemplares.
[Nota]
La traducción siríaca de 2 Timoteo 1:5, “la madre de tu madre”, indica que
Loida no era la abuela paterna de Timoteo.

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