Sentido de La Vida - López Quintás

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EL SENTIDO DE LA VIDA

Alfonso López Quintás

Se preguntó, en una encuesta, a cien ex alumnos de la prestigiosa universidad de Harvard


si se sentían felices. Era de prever una respuesta afirmativa pues se trataba de jóvenes
triunfadores en diversos aspectos. Tanto más sorprendente fue su confesión de que no eran
felices porque su vida carecía de sentido.

Esto nos lleva a una pregunta decisiva: “¿Qué es el sentido? ¿Qué quiere decir
exactamente que una vida humana tiene sentido?” Básicamente, tener sentido es estar bien
orientado. Tiene sentido tomar un avión que nos lleva a la ciudad que deseamos visitar. Es
insensato subir a un avión que va en dirección distinta sencillamente porque nos gusta más
su diseño. Esta elección estaría mal orientada, carecería de sentido, sería insensata.

Pero, ¿cuándo podemos afirmar que nuestra vida está bien orientada? Cabe contestar de
esta forma sencilla y profunda: cuando la dirigimos hacia su verdadero ideal. La cuestión
del sentido –y, con ella, la de la felicidad, la paz y el amparo interiores- depende de la cuestión
de cómo encontrar el verdadero ideal. El gran pedagogo alemán Joseph Kentenich afirma
que “las dificultades juveniles son superadas básicamente cuando los jóvenes encuentran su
ideal personal”1.

Si queremos fundamentar debidamente la búsqueda del sentido, debemos conocer de


modo preciso el camino que nos lleva al ideal auténtico. Es éste el hallazgo decisivo de
nuestra vida, porque el ideal no es una mera idea. Es una idea propulsora, que dinamiza
nuestra existencia, y, cuando es un ideal auténtico, la colma de sentido y la hace feliz. Nada
más importante, pues, que descubrir el verdadero ideal de la vida y optar por él.

El descubrimiento del ideal

El ideal auténtico se descubre cuando vivimos a fondo un verdadero encuentro. Según la


Biología actual más cualificada, los seres humanos somos “seres de encuentro”, vivimos
plenamente como personas, nos desarrollamos y maduramos como tales creando modos
diversos de encuentro 2. El encuentro no se reduce a mera vecindad física, que es un modo de
unión superficial. Podemos vivir con otra persona durante años y no encontrarnos con ella ni
una sola vez, por no cumplir las condiciones del encuentro, rectamente entendido. Pero
¿cuándo se da un verdadero encuentro? Si queremos responder adecuadamente a esta
pregunta decisiva, debemos realizar dos descubrimientos: el de los “ámbitos de realidad” y
el de las “experiencias reversibles”.

Por ámbito entiendo una “realidad abierta”, que presenta condiciones de “objeto” –es
delimitable, asible, pesable, situable en un lugar u otro, manejable…-, pero nos ofrece ciertas

1 Ethos und ideal in der Erziehung, Schönstatt, Vallendar-Schönstatt 1972, p. 186.


2 Cf. Urdimbre afectiva y enfermedad, Labor, Barcelona 1961 ; Violencia y ternura, Prensa Española, Madrid
31977; El hombre como encuentro, Alfaguara, Madrid 1973. Manuel Cabada Castro: La vigencia del amor,

San Pablo, Madrid 1994.

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posibilidades que nos permiten crear algo nuevo dotado de valor 3. Una tabla cuadrada es un
objeto. Si pintamos en ella cuadraditos en blanco y negro, la convertimos en “tablero”, es
decir, en un campo de juego. La tabla puedo poseerla y manejarla a mi arbitrio. Este tipo de
realidad y de conducta podemos considerarlo como de nivel 1. El tablero me fija el cauce
donde ha de moverse mi juego de ajedrez o de damas. Ese cauce es la norma del juego y debo
asumirla como tal y guardarle fidelidad. Cuanto más fiel soy a sus condiciones, más libre me
siento, con el tipo de libertad creativa propia de los acontecimientos lúdicos. Este tipo de
realidades abiertas y la actitud correlativa de respeto, estima y colaboración constituyen el
nivel 24.

Entre ámbitos, así entendidos, tiene lugar un género de experiencias muy fecundas, por
ser de doble dirección. Al declamar un poema, yo actúo sobre él porque le doy una
configuración determinada; pero lo hago en cuanto me dejo configurar por él. Estamos ante
un influjo mutuo sumamente fecundo. Este influjo da lugar a las diversas formas de
encuentro.

Veo a un colega en la calle, le doy la mano, cruzo con él dos palabras y me voy. Esta
comunicación superficial y pasajera no constituye un encuentro. Pero figurémonos que tengo
un problema serio; se lo comunico, observo que él vibra conmigo y se dispone a ayudarme
sinceramente. Por breve que sea la comunicación, hemos realizado un encuentro.

Para que tenga lugar un encuentro verdadero debemos cumplir sus exigencias básicas:
generosidad, veracidad, confianza, cordialidad, fidelidad, paciencia, comunicación cordial,
participación en actividades valiosas… Estas condiciones que hacen posible el encuentro y,
con él, nuestro desarrollo personal, las consideramos como “valores”. Los valores, al ser
asumidos por nosotros como impulso de nuestro obrar, se denominan “virtudes”. En latín,
virtutes significa capacidades; en este caso, capacidades para realizar diversos modos de
encuentro.

Cuando practicamos las virtudes y vivimos auténticos modos de encuentro,


experimentamos los frutos del mismo: experimentamos una singular energía interior, buen
ánimo, temple firme, y sentimos alegría, entusiasmo, plenitud interior y, consiguientemente,
felicidad. La felicidad se manifiesta en sentimientos de paz, amparo y gozo festivo, o júbilo.

Al vivir interiormente estos frutos del encuentro y sentirnos realizados,


descubrimos de golpe, con la lucidez de las iluminaciones fuertes, que el valor más
grande de nuestra vida, el supremo, el que nos da las máximas posibilidades de
realización personal, es el encuentro, o -dicho en general- la fundación de los modos más
altos de unidad. Ese valor que los corona y ensambla a todos como una clave de bóveda
constituye el ideal de nuestra vida, la meta que estamos llamados a conseguir para dar a
nuestra persona su pleno desarrollo. Esa llamada determina nuestra vocación y nuestra
misión en la existencia.

3 El decisivo concepto de “ámbito” lo expongo en las obras Inteligencia creativa, BAC, Madrid 42003; La
tolerancia y la manipulación, Rialp, Madrid 2001.
4 La descripción de los niveles positivos y negativos de realidad y de conducta la realizo en la obra La defensa

de la libertad en la era de la comunicación, PPC, Madrid 2004.

El sentido de la vida
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Este ideal es una idea dinamizadora que da a nuestra vida impulso y sentido. Un
ideal falso también dinamiza nuestra existencia hasta el extremo de darle, a veces, una
fuerza indomable, pero la vacía de sentido porque la desorienta y desquicia, la saca
literamente de quicio. El quicio de nuestra vida es el ideal de la unidad. Todo ideal marca
nuestro ordo amoris, nuestra jerarquía de valores, la meta a la que aspiramos, la figura
que queremos dar a nuestra vida. Por eso, si es un ideal auténtico, nos pone en verdad,
nos otorga nuestra verdadera figura de seres humanos.

Del ideal depende todo en nuestra existencia, al modo de una clave musical.
Cambias la clave, y todas las notas adquieren un sentido distinto. Si descubres el ideal
auténtico y orientas tu vida hacia él, las grandes posibilidades de tu vida se te hacen
patentes de forma rápida y lúcida:

• descubres en qué consiste la libertad creativa y optas por ella;


• comprendes lo que significa llenar de sentido tu existencia y procuras hacerlo;
• ves por experiencia que todos podemos ser eminentemente creativos, aun no siendo
genios, y tienes ánimo para intentarlo;
• te acostumbras a pensar de forma relacional y superar, así, el relativismo;
• constatas que el lenguaje y el silencio, bien entendidos, son vehículos del encuentro;
• adivinas la altura a que te eleva el proceso de éxtasis y te esfuerzas por vivirlo día a
día, pese a la atracción que ejerzan sobre ti los diferentes tipos de vértigo;
• valoras de forma justa la función que ejerce la afectividad en la vida humana.

Estos siete descubrimientos se unen a los cinco ya realizados anteriormente y completan


la experiencia de nuestro desarrollo personal 5. La intervinculación de las doce fases de este
desarrollo resalta en el siguiente gráfico, que debe leerse de abajo arriba.

5Los doce descubrimientos son expuestos en mi obra Descubrir la grandeza de la vida, Verbo Divino, Estella
(Navarra) 42204.

El sentido de la vida
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9.- La importancia de
las interrelaciones y del
pensamiento relacional

8.- Nuestra capacidad de ser 10.- El lenguaje y el silencio,


eminentemente creativos vehículos del encuentro

7.- Cómo colmar de sentido 11.- La fecundidad del proceso


nuestra vida de “éxtasis” o creatividad y el
carácter destructor del proceso
de vértigo o fascinación

6.- Libertad interior 12.- La función decisiva de la


o libertad creativa 5.- El ideal de la vida afectividad en nuestra
vida espiritual

4.- Los valores y las virtudes

3.- El encuentro

2.- Las experiencias reversibles

1.- Los “objetos” y los ámbitos

El ideal verdadero polariza nuestra vida y le da sentido

Se comprende que los expertos subrayen la importancia capital del ideal auténtico
para la formación de las personas. Un niño o un joven que descubren el ideal y optan
decididamente por él están básicamente formados, aunque su bagaje de conocimientos
sea todavía escaso. Si sus conocimientos son espectaculares pero desconocen el auténtico
ideal, carecen de la debida formación; se hallan peligrosamente desorientados.
Al perder este norte, nos des-centramos, pues nos encapsulamos en nuestro yo
aislado y nos separamos de las realidades del entorno que nos ofrecen posibilidades de
encuentro y desarrollo personal. Los seres humanos no tenemos un solo centro (como la
circunferencia), sino dos (al modo de la elipse): el yo y el tú, o -dicho con mayor
amplitud- el yo y los ámbitos de nuestro entorno, es decir, las realidades que nos ofrecen
posibilidades creativas. Yo vivo como persona cuando me abro a otras personas y creo
con ellas relaciones de encuentro; cuando contemplo obras artísticas y las hago íntimas,
al convertirlas en el impulso de mi actividad estética; cuando me adhiero a ciertas
instituciones y contribuyo a configurarlas al tiempo que ellas me configuran a mí…

Nuestra vida está bien orientada y tiene, por tanto, pleno sentido cuando la
ponemos al servicio del verdadero ideal. Una vida que corre en pos de un ideal falso
puede obtener energía suficiente para lograr éxitos brillantes en el nivel 1, el de la

El sentido de la vida
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posesión y el dominio, pero carece de sentido al no crear relaciones valiosas y hallarse


descentrada y vacía. Este vacío existencial es causa de múltiples desarreglos psíquicos,
como bien mostró Viktor Frankl a través de toda su obra.
De aquí se infiere que descubrir el verdadero ideal de la vida y optar por él es la
meta de la formación humana, ya que nos centra espiritualmente y nos libera de
innumerables conflictos interiores. ¿Sabe el lector por qué no se suicidó Beethoven?
Lleno de amargura debido a la desgracia de su sordera, el genial compositor se retiró a la
soledad de Heiligenstadt, aldea cercana a Viena, y redactó allí prematuramente su
testamento, ensombrecido por oscuros presagios de muerte. En él aconseja a sus
hermanos lo siguiente:
“Recomendad a vuestros hijos la virtud; sólo ella puede hacer feliz, no el dinero,
yo hablo por experiencia; ella fue la que a mí me levantó de la miseria; a ella,
además de a mi arte, tengo que agradecerle no haber acabado con mi vida a
través del suicidio”6.
Si Beethoven hubiera sido un hombre entregado al vértigo, es decir, al afán de
dominar lo que encandila los instintos para ponerlo al propio servicio, no hubiera podido
superar, a la hora del infortunio total, la tentación del suicidio, porque la estación término
del proceso de vértigo es la destrucción. Pero su vida estuvo consagrada,
afortunadamente, al cultivo del arte y la virtud, es decir, al ejercicio de los modos más
altos de creatividad. Recordemos, como ejemplos destacados, el himno a la solidaridad
humana en la Novena Sinfonía y el homenaje a la fidelidad conyugal en la ópera Fidelio.

Importancia de la cuestión del sentido

Lo antedicho nos explica por qué tantos autores subrayan la importancia de la


cuestión del sentido.

"Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla –escribe Albert Camus- es


responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene
tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a
continuación". "... Veo que muchas personas se mueren porque estiman que la
vida no vale la pena vivirla. Veo otras que, paradójicamente, se hacen matar por
las ideas o las ilusiones que les dan una razón para vivir (lo que se llama una
razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir). Opino, en
consecuencia, que el sentido de la vida es la pregunta más apremiante"7.
Es apremiante, pues si el sentido de la vida desaparece o, al menos, se difumina,
surge el hastío, el tedium vitae o desgana de vivir. "Sorprende ver –indica Henri J. M.
Nouwen- que gran parte de nuestra vida la pasamos sin reflexionar sobre su sentido. No
es de extrañar que haya mucha gente tan ocupada y al mismo tiempo tan hastiada" 8.
Para descubrir el largo alcance de esta observación, debemos recordar que el
aburrimiento o tedio y su versión agravada que es el hastío no responden a falta de
6 Una traducción directa del original alemán del testamento puede verse en mi obra Estética musical. El poder
formativo del arte, Rivera Ediciones, Valencia 2005, págs. 295-297.
7 Cf. El mito de Sísifo, Alianza Editorial, Madrid 21983, págs 15-16; Le mythe de Sysiphe, Gallimard, Paris
1942, págs. 15-16.
8 Henri J.M. Nouwen, Aquí y ahora. Viviendo en el Espíritu, San Pablo, Madrid 1995, p. 70.

El sentido de la vida
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actividad sino de creatividad. Acción creativa es aquella en la que asumimos


posibilidades para dar lugar a algo nuevo dotado de valor. Se trata de una experiencia
reversible, perteneciente al nivel 2. Es el nivel en que surge la cuestión del sentido, como
hemos visto. Don Juan, el burlador de Sevilla, llevó una vida agitada, pero no creó
ninguna relación de auténtico encuentro. Manejaba a las jóvenes para sus fines, como si
fueran joyas o bellas telas. Rápidamente, las dejaba burladas e “inservibles” -término
característico del nivel 1-. Con el fin de evitar el hastío, recurría al cambio vertiginoso,
para hacerse la ilusión de que el goce de seducir y burlar resistía el correr del tiempo.
Pero era una falsa ilusión. Vida no creativa es vida corroída por el tedio y, en definitiva,
por el hastío, que es la reacción de la persona ante el vacío de la existencia.

La existencia humana, de por sí dinámica, se vacía de sentido cuando no está


orientada hacia su verdadera meta, que es el ideal de la unidad, no responde a la apelación
de los grandes valores y se vuelve irresponsable. Por eso no basta agitarse en el nivel 1
y disponer de bienes, aumentar las posesiones, adquirir toda clase de poderes para colmar
la vida de sentido. Hay que situarla en los niveles 2 y 3, que son los niveles del encuentro
y del ideal, respectivamente. Sólo entonces se adquiere fortaleza para superar cualquier
dificultad.

"... Cualquier intento de restablecer la fortaleza interna de un recluso en un


campo de concentración –escribe el Dr. Frankl- tiene primero que conseguir
mostrarle una meta futura. Las palabras de Nietzsche ´Quien tiene un por qué
para vivir puede soportar casi cualquier cómo´ pudiera servir de lema para todos
los esfuerzos psicoterapéuticos y psicohigiénicos realizados con los prisioneros.
Siempre que había posibilidad de hacerlo, debía ofrecérseles un por qué -una
meta- para sus vidas, a fin de darles fuerza para soportar el terrible cómo de su
existencia. Desgraciado el que no viera en su vida ningún sentido, ninguna meta,
ninguna finalidad, y, por tanto, ninguna razón para proseguirla. Ese estaba
pronto perdido. La observación con la que solía este hombre rechazar los
razonamientos que se le daban para animarle era:´Ya no espero nada de la vida´.
¿Qué tipo de respuesta podemos dar a esto?" "Lo que realmente necesitábamos
era un cambio radical en nuestra actitud ante la vida. Teníamos que aprender
nosotros y luego enseñar a las gentes desesperadas que lo importante no era
realmente lo que nosotros esperáramos de la vida sino lo que la vida esperara
de nosotros"9
.

Si orientamos la vida hacia el ideal, damos sentido a todas nuestras actividades,


entre ellas la amorosa, que no debe moverse exclusivamente en el nivel 1. Resulta, por
ello, inadecuado y contraproducente querer resolver desarreglos psíquicos mediante la
llamada “liberación sexual”. Al rebajar a los pacientes al nivel 1, se amengua todavía más
la dosis de sentido que presenta su existencia y se agravan sus conflictos interiores. La
única forma de solucionar estos problemas es proceder por vía de elevación, ayudando a
los pacientes a moverse en los niveles 2 y 3, en los cuales su vida rebosa sentido. Según

9Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 171995, p. 78. Versión original: Man´s
search for meaning, págs. 121-122. (La traducción es mía).

El sentido de la vida
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vamos respondiendo a las apelaciones de los valores, descubrimos la amplitud de sentido


que podemos dar a nuestra existencia.

“Cada tiempo tiene su neurosis –advierte V. Frankl- y cada tiempo necesita su


psicoterapia”. “Así, nosotros en la actualidad ya no estamos confrontados con
una frustración sexual, como en tiempos de Freud, sino con una frustración
existencial. Y el paciente típico del momento presente ya no padece tanto
complejos de inferioridad, como en tiempo de Adler, cuanto sentimientos
abismales de falta de sentido, asociados con una sensación de vacío; razón por
la cual hablo de un vacío existencial” 10.

Por qué necesitamos dar sentido a nuestra vida

El hombre es una realidad dinámica y abierta, abierta no sólo a los seres


infrapersonales y los personales, sino además al valor de la unidad, que se difracta en una
serie de altos valores: la justicia, la bondad, la belleza, la verdad, y culmina en la clave
de bóveda que es el amor. Estamos en la cumbre que suelo denominar nivel 3.

Nada extraño que, al descubrir el amor en estado puro, descubramos con asombro
el reino de lo admirable y decidamos convertirlo en nuestro hogar, es decir, en la meta
de nuestra vocación y nuestra misión en la vida. Al terminar la Segunda Guerra Mundial
se formaron en Centroeuropa numerosos campos de refugiados para acoger a los
prófugos del Este. Un día visitó uno de ellos el legendario Padre Werenfried van Straaten,
tan corpulento como bondadoso. Les habló de un Dios que es amor y les repartió
alimentos, medicinas y vestidos, fruto del amor incondicional de quienes meses antes
habían sido sus víctimas. Allí se hallaba una niña de unos seis años, que actualmente
sirve, como religiosa, a los más pobres de la India.

“Ese día surgió en mí la vocación religiosa –confesó en un encuentro misionero-


. Hasta entonces nunca había oído la palabra ´amor´, ni había visto a mi
alrededor más que odio y destrucción. Ahora me encontré en presencia de la
bondad, la generosidad del que da lo poco que tiene a unos desconocidos. Como
por un relámpago, comprendí que ahí estaba la verdadera vida y decidí
consagrar mi existencia a ese Dios que vence el odio con el amor”.

Al ver, asombrada, la grandeza del amor, esta niña sintió en su interior que la
elección estaba hecha. No había valor más alto. Su ideal era ayudar a los necesitados; ésa
era su vocación y su misión. Nos complace imaginarnos que su vida sórdida, desolada
hasta el desamparo, habrá desbordado de sentido a partir de ese momento. La imagen de
esta niña transfigurada por el ideal de la unidad nos persuade más que cualquier
razonamiento de que el sentido es algo plenamente real, con un tipo de realidad distinta
a la de la roca -y demás realidades del nivel 1- y afín a la de los grandes valores, por los
que optamos incondicionalmente en el nivel 3. Su tipo de realidad se mide por su
eficiencia, su capacidad de transfigurar nuestra vida, elevarla, inmunizarla contra el
desaliento y disponerla para salvar con éxito las mayores pruebas. En verdad, los ideales
no se reducen a meras invenciones, pues no son metas ideadas por nosotros de forma más
10 Viktor Frankl, Der Mensch vor der Frage nach dem Sinn, Pieper, Munich, 71989, p. 141.

El sentido de la vida
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o menos realista o ilusa; nos salen al encuentro y se hacen valer como principios
inspiradores de una vida personal elevada, al modo como sucede con los grandes valores:
la belleza, la justicia, la bondad…

Buscar el sentido de la vida es subir a los niveles 2 y 3. Una vida intensa en el


nivel 1 es pobre si está alejada de los niveles 2 y 3. Don Juan no toleró la confrontación
del nivel 1 en el que vivía brillantemente y los niveles 2 y 3 que él depreciaba. Frenar el
dinamismo que nos eleva a los niveles 2 y 3 y quedarnos en el mero nivel 1 con riesgo
de caer en los niveles inferiores nos lleva al sinsentido y al tedio, el cansancio de la vida.
Este tedium vitae responde a una radical actitud de irresponsabilidad, de incapacidad para
responder a la apelación de los valores, que nos permiten crear encuentros en virtud del
ideal de la unidad.

De ahí que no tenga el menor sentido por parte de los psiquiatras querer solucionar
los desarreglos psíquicos mediante la liberación de toda norma y el alejamiento de los
más altos valores, pues esa liberación supone preferir la libertad de maniobra a la
libertad creativa, que es la propia de los niveles 2 y 3.

Fecundidad de esta búsqueda y realización del sentido

Una vez que descubrimos el ideal de la unidad y optamos por él, tenemos recursos
suficientes para superar la pena que nos produce el dolor cuando no le vemos sentido
alguno y salvar, así, el vacío existencial, los temibles abismos de desesperanza que la
vida pueda abrir a nuestros pies en un momento u otro. De aquí arranca la actitud
inquebrantablemente optimista de Víctor Frankl, que, con todo realismo, sabe mirar al
mal a los ojos, e intenta vencerlo por elevación, consciente de que el hombre puede vivir
con insospechada dignidad incluso en los momentos más sombríos.

“Nuestra generación es realista –escribe al final de su relato sobre el


cautiverio-, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después
de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz,
pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y
el Padrenuestro o el Shema Israel en sus labios”11.

El hombre tiene una capacidad ilimitada de captar la riqueza de los grandes


valores –por ejemplo, el de la fidelidad a unas creencias-, asumirlos como principios de
conducta y saturar, así, su vida del más alto sentido. Cuando sucede esto, ni el dolor ni la
muerte pueden arrebatarnos los frutos del encuentro: el buen ánimo, la alegría interior, el
entusiasmo, la felicidad y, por tanto, la paz y el amparo interiores, el gozo festivo o júbilo.

Esto nos permite comprender que el ideal de la unidad o del encuentro –y,
derivadamente, del servicio- sea la fuente de energía que puede salvarnos de la
desesperanza en situaciones muy adversas. “Lo que de verdad necesitamos –escribe
Frankl- es un cambio radical en nuestra actitud ante la vida. Tenemos que aprender por
nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que

11 El hombre en busca de sentido, p. 128.

El sentido de la vida
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no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros” 12. He aquí
bellamente sugerido el ideal de la unidad y del servicio. Quienes en el campo de
concentración vivían encerrados en la preocupación por su desdicha sucumbían pronto a
la desesperanza. Los que se abrían a la necesidad de los demás y procuraban de alguna
forma aliviarla sacaban fuerzas no se sabe de donde y conseguían sobrevivir. He dicho
mal; sí se sabe de dónde: del ideal de la unidad.

Ahora vemos con mayor claridad que este ideal es plenamente real, en sentido de
eficiente, capaz de transfigurar la vida, elevarla, salvar pruebas inauditas. En la misma
medida que el ideal, es real y eficiente el sentido de la vida. Ver que nuestra vida tiene
sentido nos anima, nos da ánimo y una indecible alegría que ni las mayores pruebas nos
pueden arrebatar.

Diversas formas de sentido

El sentido de la vida tiene diversas modalidades, que debemos ordenar según su


rango. Una misma acción puede albergar diversos sentidos, como resalta en los
siguientes ejemplos:

1. Un profesor tiene por tarea formar a sus alumnos. Esta tarea puede realizarla con
distintos fines, que pertenecen a niveles cada vez más altos:

a) para que aprueben los exámenes


b) para que obtengan un título y puedan ejercer una profesión
c) para que sepan orientarse debidamente en la vida y ser guías de otros.
d) Para acercarlos a los grandes valores y desarrollar plenamente su
personalidad.
e) Estos distintos fines puede y debe integrarlos el profesor. Al lograrlo,
otorga a su labor docente toda su dignidad y fecundidad. Hablando de un
maestro de escuela primaria, me dijo un día con emoción un comandante
de Iberia: “Todo lo que soy se lo debo a él”. Sin duda no se refería al
hecho de que el buen maestro se haya esmerado en prepararlo bien para
los exámenes. Aludía, más bien, a su empeño en acercarlo tempranamente
al área de irradiación de los grandes valores.

2. Un ama de casa

a) realiza sus labores domésticas


b) crea un clima de encuentro y acogimiento entre los familiares
c) los orienta hacia los grandes valores
d) les transmite convicciones y creencias

3. Un enfermo

a) es paciente y dócil
b) soporta la enfermedad con entereza
c) gana elevación espiritual y madurez
12 El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 91988, p. 78.

El sentido de la vida
10

d) ofrece el dolor por una causa noble –por ej. las misiones- porque es
creyente y acepta el sentido redentor del sacrificio.

4. Un bibliotecario

a) ordena la biblioteca
b) atiende a los lectores
c) lo hace con esmero y procura estar al día para que su información sea
perfecta
d) realiza esta tarea con la voluntad expresa de crear modos de unidad
valiosos con sus semejantes

5. Un compositor (Mozart, por ejemplo):

a. compone obras musicales para ganar un salario


b. para mostrar su talento y obtener un cargo en el palacio arzobispal de
Salzburg
c. para dar cauce a su poder expresivo
d. para descubrir a los hombres el esplendor de la belleza en estado puro
e. para dejar patente que el amor humano, entendido como mera pasión,
puede destruirnos (opera Don Giovanni) y, debidamente purificado, nos
desarrolla plenamente hasta elevarnos a un reino de suma belleza (La
flauta mágica).

Posibilidad de superar con buen éxito situaciones conflictivas

El paso de unas formas de sentido a otras superiores se realiza al subir del nivel 1 al
nivel 2 y el 3, incluso el 4 –que es el religioso-. El nivel 2 es el del encuentro. Al encontrarnos,
podemos superar con creces alguna pérdida que podamos haber tenido en cuanto a las formas
inferiores de sentido. Al vivir el encuentro, vemos que nos trascendemos a nosotros mismos,
que nuestra vida debe polarizarse dinámicamente entre dos centros, que el valor supremo es
crear formas altas de unidad y eso se logra en los niveles 2 y 3, no en el nivel 1. Por tanto, en
un momento puede parecernos que todo está perdido –y lo está en el nivel 1-, pero no significa
una hecatombe para la persona. Ésta cuenta con más fuentes de sentido que las propias de
ese nivel elemental.

No hace mucho, un madrileño de mediana edad se quedó ciego debido a un accidente.


Tras el primer choque anímico, pensó que había perdido un sentido muy valioso, una ventana
maravillosa a la realidad, pero le quedaban otras no menos relevantes. Su energía creativa
estaba en sí intacta y debía ponerla al servicio de sus compañeros de infortunio, cuya
situación conocía ahora por dentro. Optó por esta entrega al ideal de la unidad y, con ayuda
de su mujer, se consagró a fundar instituciones para mejorar la suerte de los ciegos. “Nunca
antes fui tan creativo como ahora”, confesó en una entrevista radiofónica. Sé muy bien que
he perdido una capacidad magnífica. Pero mi vida, vista en conjunto, tiene ahora un sentido
que antes no podía ni sospechar”. Abordó su problema por vía de elevación y, en vez de
desesperarse, alcanzó un desarrollo personal envidiable. La energía para elevarse de esa
forma le vino sin duda del ideal de la unidad. Por eso fue creativo, vivió de modo relacional,

El sentido de la vida
11

siguió un proceso de éxtasis o de encuentro –que eleva al hombre a lo mejor de sí mismo-,


dio a su afectividad toda su relevancia.

Un conocido torero quedó inválido debido a una cornada, se desesperó y se quitó la


vida. Torear era para él una forma de desarrollar su creatividad. Pero él pensaba que era la
única posible, y, al perderla, su vida carecía de sentido, de modo que resultaba insensato
continuarla. Un logoterapeuta le hubiera dicho que le quedaban mil formas de realizar el ideal
de la unidad y llevar una vida lograda.

Contemplar de cerca la honda serenidad de Ana Reinach tras haber perdido


trágicamente a su marido, Adolf Reinach, le dio a la joven agnóstica Edith Stein más luz para
comprender el sentido último de la vida humana que mil libros de filosofía.

La posibilidad de captar el sentido de realidades y acciones es un privilegio del ser


humano. El chimpancé no tiene idea del sentido que encierra el dolor que siente cuando le
pinchan para preparar la vacuna de la poliomielitis. Los seres humanos lo sabemos bien,
porque nos hallamos en un plano superior de vida y conocimiento. Pero a veces ignoramos
el sentido de ciertos sufrimientos que padecemos. ¿No habrá un plano de vida superior al
nuestro donde sea transparente ese sentido?

El sentido debemos buscarlo siempre por vía de elevación, ascendiendo a niveles


superiores. Tras rescatar de la muerte a su amada Eurídice, alguien le dijo a Orfeo que, para
retenerla junto a sí, debía pasar una noche sin mirarla al rostro. El sentido de esta advertencia
podemos clarificarlo en el nivel 2, no en el nivel 1. La noche hemos de considerarla como un
tiempo de prueba; la vista, como un sentido posesivo; el rostro, como el lugar donde la
persona se revela. Lo que se indicó a Orfeo, en realidad, es que, para encontrarse de veras
con Eurídice y tener garantía de que su unión amorosa perdurase, debía renunciar a todo afán
posesivo y adoptar una actitud de generosidad, es decir, de respeto, estima y colaboración,
actitudes propias del nivel 2.

Nos admira observar con qué tino cultiva Víctor Frankl, en su Logoterapia, el arte
de ver cada situación desde un nivel superior, para encontrarle un sentido más allá de su
apariencia insensata y desesperada. Recordemos la agudeza con que procuró aliviar el
dolor del rabino judío que había perdido a toda su familia. Debemos buscar el sentido de
lo que acontece contemplándolo desde un plano elevado. Una madre pierde a un hijo. Es
una inmensa desgracia, pero le queda la vida, y ésta le da posibilidades para hacer algo
por los demás y honrar, así, la memoria de su hijo. No perdamos todo cuando perdemos
algo que parece anular el sentido de nuestra existencia. Ampliemos la noción de sentido
y veremos que nuestra vida tiene todavía razón de ser, pues ni el dolor ni la muerte misma
pueden arrebatarnos los frutos del encuentro: el buen ánimo, la alegría interior, el
entusiasmo, la felicidad y, por tanto, la paz y el amparo interiores, el gozo festivo o júbilo.

Necesidad de apostar por el sentido

El sentido no se halla en nuestra vida de modo estático. Tenemos que hacerlo surgir
creando encuentros, que son la realización concreta del ideal de la unidad. Al vivir diversos
encuentros, sobre todo si son muy valiosos, vemos alumbrarse el sentido de la vida. Este

El sentido de la vida
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sentido podemos incrementarlo indefinidamente; nos basta, para ello, ser responsables, dar
respuesta positiva a los distintos valores que nos apelan en la vida. Te invito a oír el Quinteto
para viola de Mozart y te asombras de su increíble belleza. Te pregunto, entonces, si la vida
tiene sentido y, posiblemente, me respondes: “Vale la pena haber vivido hasta ahora para
llegar a esta cumbre estética”. Acaba de alumbrarse en tu interior el sentido de la vida al
encontrarte con el genio de Mozart.

Al hacer la experiencia personal del sentido, nos movemos a apostar por él. Tal
apuesta nos dispone para descubrir en cada momento, gozoso o desconsolador, que todo en
la vida tiene un “por qué”, una meta, y vale la pena soportar cualquier “cómo”, es decir, las
condiciones que se nos pongan para conseguirla 13.

Por vía de síntesis, podemos concluir diciendo que nuestra vida tiene sentido cuando
se deja imantar por el ideal de la unidad y se consagra a realizarlo. Al descubrir el ideal de la
unidad y optar por él (quinto descubrimiento del gráfico), nos elevamos al nivel 3, y dotamos
a nuestra vida de libertad creativa, la colmamos de sentido, ejercitamos la creatividad,
pensamos de modo relacional, damos al lenguaje y al silencio todo su alcance, nos
encaminamos por la vida del éxtasis, no del vértigo, y concedemos a la afectividad todo su
alcance y su sentido.

Vista de esta forma, la Logoterapia de Víctor Frankl alcanza una singular


transparencia: se advierte lúcidamente cómo brota el sentido en nuestra vida, qué función
ejerce en nuestro desarrollo personal, cómo lo descubrimos en los diversos avatares de
nuestra existencia y qué enigmática fuerza nos lleva a promoverlos incondicionalmente.

Ahora podemos comprender con qué profunda razón decía Romano Guardini que, al
realizar los grandes valores –la unidad, el amor, la justicia…- , nuestro espíritu vive
plenamente; y, al alejarnos de ellos enferma. La razón profunda de ello es que la persona
humana –por ser abierta- se halla en su “elemento” cuando crea vínculos de auténtica
convivencia con los demás. Entonces su vida desborda sentido. Al abandonar ese entorno
nutricio, se asfixia, como el pez al salir del agua. Salirse del entorno vital propio es una acción
insensata, suicida, carente de todo sentido.

13 Cf. El hombre en busca de sentido, págs. 78-79.

El sentido de la vida

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