Los Sacramentos Usta
Los Sacramentos Usta
Los Sacramentos Usta
Se define como Sacramento el signo sensible que produce la Gracia Santificante; es decir
que por medio de unos signos bien determinados y por el uso de la fórmula diseñada por la
Iglesia, se produce la Gracia que expresa el mismo Sacramento.
El signo es un elemento que podemos encontrar en la naturaleza y que nos están indicando
algo, por ejemplo las nubes significan agua y lluvia, el humo significa fuego, la luz en la
oscuridad significa presencia de hombres, etc. En la vida del hombre, también utilizamos a
menudo signos para expresar grandes contenidos, por ejemplo la mano del padre sobre el
hombro de su hijo, el beso en el saludo, la mirada tierna del enamorado, las palabras, los
detalles y regalos, los gestos, etc., pero hay unos signos bien especiales que se convierten
en la expresión de grandes contenidos, por ejemplo el logotipo familiar o de un negocio, la
bandera, el escudo, el himno nacional, el anagrama usado por los cristianos, la hoz de
Hitler, o la cara del Che, etc.
Los Sacramentos no son signos cualesquiera, sino signos especiales, que utilizan elementos
sensibles a los cuales aludiremos al hablar de materia y forma, pero lo haremos de forma
rápida porque nuestro interés no es la Teología sino el Derecho.
+ Bautismo1
Edad: insistir en el bautismo de los niños2 cuando la familia ofrece garantías para
una formación cristiana católica. En caso contrario se sugiere la “demora
1
Cáns 849- 878
2
Cf. Can 867
pedagógica” motivando a los padres de familia para que se integren al proceso de
evangelización que está llevando la Arquidiócesis. Para el bautismo de mayores
de 10 años, las parroquias rurales deben organizar un curso especial
(catecumenado) aprovechando los tiempos fuertes (Cuaresma o Adviento) y han
de señalar una fecha especial para celebrar los Sacramentos de Iniciación
cristiana. Para las Parroquias de Tunja, la Comisión de Liturgia, con la
colaboración de los Seminaristas, se ofrecen cursos en el Seminario Mayor.
Si la petición del Bautismo la hacen los padres casados por lo civil, a quienes nada
impide regularizar su situación casándose canónicamente, deberá el párroco
hacerles ver la contradicción entre la petición del bautismo para los hijos y su
propio estado, que rechaza el amor conyugal de los bautizados. Pero en esta
situación se han de evitar dos actitudes extremas: por un lado, la rígida severidad
contraria al mandado evangélico que nos prohíbe «apagar la mecha que todavía
humea» y, en consecuencia, rechazar de plano el bautismo de los niños hijos de
padres no practicantes o no creyentes y por otro lado, la excesiva debilidad o
complacencia de admitir tales niños al bautismo sin que exista la menor esperanza
de que van a ser educados cristianamente, pues en este caso se entrega la fe al
perjurio y la Iglesia a la descristianización, ya que una sacramentalización sin
evangelización previa contribuye a descristianización 3
Cuando se trate del bautismo de mayores de 14 años, se ha de observar lo
previsto en el cánon 8634,
4
Ese bautismo debería celebrarlo el Obispo.
5
Cf. c. 872:
6
Cf. Can c 874.
establezcan formas alternas, dadas las características diferentes de las personas
y familias de la ciudad, por ejemplo entregando materiales escritos que puedan ser
leídos previamente y comentados en la misma celebración7.
+ Confirmación:
Materia: El crisma bendecido por el Obispo
Forma: la imposición de las manos del Ministro con la oración …
7
Cf. can. 851
8
Cáns 850-860
9
Cf. Can c 875
10
Cf. Can 877
11
Cf. can. 891
Padrinos: Obligaciones12; condiciones: las mismas del bautismo13; se urge que sea
el mismo del bautismo14.
+ Reconciliación:
Tiempo: La parroquia debe señalar con claridad los horarios de atención ordinaria
del Sacramento de la Reconciliación. Igualmente debe señalar las fechas y horas
para las Celebraciones Comunitarias de este sacramento, especialmente en los
tiempos fuertes (cuaresma, adviento)19. Los fieles tienen verdadero derecho a ser
atendidos en los Sacramentos 20 y el pastor la obligación de atender a los fieles que
se le han confiado 21
Absolución Colectiva o Absolución General: Son dos los casos en que se puede
acudir a la absolución general:
1) peligro de muerte
2) necesidad grave
Requisitos para dar la absolución colectiva en el segundo caso:
1) demasiado número de fieles y escaso número de confesores (desproporción)
2) los fieles sin su culpa se quedarían mucho tiempo sin recibir la gracia
sacramental o la sagrada comunión ( Cuánto? Un mes, una semana?
3) Sin culpa propia por parte de los fieles.
Todos estos elementos deben darse simultáneamente, no es suficiente que
aparezca uno sólo o casi todos.
4) según lo determine el Obispo, por tanto el criterio no es el del confesor sino el de
la autoridad, y aún más éste debe seguir lo establecido por la conferencia
episcopal. (esto por pastoral del conjunto)
5) el penitente debe confesarse cuanto antes; pero para obtener la Gracia de la
reconciliación se hacen necesarias las condiciones que debe poner el penitente
en las confesiones individuales (examen, contrición, propósito, satisfacción); el
penitente no puede recibir otra absolución general sin antes cumplir con la
obligación de confesarse después de la que ya recibió23.
Reserva de pecados: Las penas que establecen reservas del perdón son las
denominadas censuras que se dividen en tres: 1) Excomuniones, 2) Entredicho y 3)
Suspensión.
22
Cf. Cáns. 964; 968; Legislación Canónica Complementaria Para Colombia: Decreto N. 15.
23
Cf. Cáns. 961-963
Práctica en la Confesión de pecados reservados: A la hora de escuchar la confesión
de un pecado reservado hay que tener en cuenta si la excomunión o el entredicho
latae sententiae (automática) no han sido declaradas (ferandae sententiae) 24,
recordar y ver si se dan causas excusantes25: delito cometido por: un menor de 16
años, ignoraba sin culpa que infringía una ley, obró por coacción o violencia o por
miedo grave, actuó en legítima defensa; recordar y juzgar si se dan o no las causas
atenuantes o disminuyentes de imputabilidad : Delito cometido por la personas que :
tenía uso imperfecto de razón, carecía de uso de razón en ese momento, impulso
grave de pasión, menor de edad pero mayor de 16, miedo grave, legítima defensa,
grave provocación, ignorancia de la ley penal, obró sin plena responsabilidad26 ;
Además debe juzgar si se da el caso urgente o no. Cuando se echa mano del caso
urgente o del peligro de muerte es necesario saber que se puede absolver de
excomuniones o entredichos declarados27.
+ Eucaristía30:
24
Cf. can. 1357
25
Cf. Can. 1323
26
Cf. can. 1324
27
(ver el siguiente título); Cfr. CC 1355, 1356, 1357; Pastor Bonus art. 118. Si hay causas agravantes, c 1326: pertinax,
constituido de autoridad, delito culposo; no se puede dar la absolución.
28
Cf. Exh. Ap. Reconciliatio et Paenitentiae 29; EV 9/11/1974
29
Cf. Ordo Paenitentiae 10
30
Cf. Cáns. 897-958
descubriendo la presencia actuando de Dios en los acontecimientos; por la
riqueza del canto con la ayuda del ministerio de la música y por el manejo
adecuado de los diversos símbolos litúrgicos..., que por otras formas que
responden a la mentalidad de otras épocas ya superadas (minervas, procesión
con el Santísimo).
31
Cf., cáns. 9445 ss
32
Cf. Can. 951
33
Can. 932; 933
34
Can. 934
35
Se recomienda que el tiempo de preparación sea equitativo para la penitencia y para la Eucaristía.
36
Can. 914
+ Unción de los enfermos:
37
Cf. Can. 1003.
38
Can. 1003-1004
39
Cf. Can. 1002
40
Cf. RUPE 15; can. 1005
41
Cf. can. 1006
42
Cf. can. 1007
+ Orden Sacerdotal:
4.11.1 INTRODUCCION
La legislación sobre el Sacramento del Matrimonio tiene una importancia muy grande para
todos los que trabajan en el apostolado, y más en determinadas regiones donde por las
circunstancias concretas la familia encuentra particulares dificultades. En estas circunstancias
concretas en que se vive el matrimonio o uniones semejantes al matrimonio, los agentes de
pastoral deben tener una gran claridad de ideas sobre la doctrina de la Iglesia, a donde se
debe aspirar en ese caminar fatigoso del pueblo de Dios hacia la perfección; ideas claras en
ese sector tan fundamental de la vida que abarca prácticamente la totalidad de los fieles y en
la totalidad de sus personas, porque comprende el mundo de la sexualidad, del afecto, del
amor, etc. De aquí la necesidad de la mayor formación posible en la doctrina católica sobre
la familia y el amor.
Creo que este es el ideal que se debe tener en esta materia. Se requiere por consiguiente
formación, porque se ignora la doctrina, se puede caer en una pastoral totalmente
equivocada; y por otra parte hay que tener la flexibilidad propia también de una persona que
está pastoralmente formada, con la verdadera mentalidad de la Iglesia, para aplicar la
doctrina con aquella comprensión pastoral que tenía el Señor con todos los casos que
aparecen en el Evangelio.
Veamos la división del título. Hay unos cánones introductorios y después diez capítulos. 1.
Lo que debe preceder a la celebración del matrimonio; 2. los impedimentos dirimentes en
general; 3. los impedimentos dirimentes en particular; 4. El consentimiento matrimonial; 5. la
forma canónica, la forma de celebrar el matrimonio; 6. los matrimonios mixtos; 7. la
celebración del matrimonio en secreto, que antes se llamaba matrimonio de conciencia; 8. los
efectos del matrimonio; 9. La separación de los cónyuges, dividido en dos artículos: de la
disolución del vínculo, es decir casos en los cuales la Iglesia puede disolver y disuelve el
vínculo matrimonial con verdadero divorcio; y de la separación de los esposos permaneciendo
el vínculo; 10. la convalidación del matrimonio inválido, con las dos formas tradicionales de
convalidación, la convalidación simple y la sanación en raíz.
Ante todo unas observaciones previas de gran importancia. En general puede decirse que el
legislador en este tratado, tal vez más que en ningún otro, se ha esforzado en traducir en
términos jurídicos la teología actual sobre el matrimonio, la doctrina del Vaticano II y el
progreso de las ciencias antropológicas, particularmente de la psicología y de la psiquiatría.
Naturalmente esta traducción en términos jurídicos se hace según la técnica propia del
derecho. No quiere decir que la teología sea explicitada y lo mismo se diga de los progresos
de las ciencias antropológicas; pero están latentes e inspiran las normas del derecho actual.
El dato de que se inicia el matrimonio con un contrato, con un pacto entre los contrayentes,
con o sin intervención de la familia. Siempre interviene un factor pacticio que da inicio
socialmente a una nueva manera de comportarse el hombre y la mujer en sus relaciones
interpersonales. En todas las culturas se reconocen determinadas normas, por ejemplo la
parentela, que en determinados grados impide el que dos se puedan casar y si se casan la
sociedad los considera como ilegítimamente unidos.
Se ha reflexionado siempre sobre el matrimonio, pero no cabe duda que dentro del campo
eclesial a partir del Concilio ha habido un notable progreso en el conocimiento de la realidad
natural del matrimonio: las exigencias del instituto matrimonial, los derechos humanos, la
naturaleza del hombre en su dimensión sexual, el amor conyugal, etc. Indico aquí
concretamente, para que sirvan para la pastoral, los puntos principales en los que ha habido
progreso, y ese progreso influye en la legislación.
No cabe duda de que el matrimonio en la Iglesia siempre ha sido visto como comunión de
amor. Hay en la literatura de la Iglesia, a partir de San Pablo, trozos realmente maravillosos
sobre lo que es el amor entre los esposos. Pero en los últimos tiempos, en la literatura y
también en la legislación y en la praxis pastoral, se ha insistido excesivamente en otros
aspectos más bien de carácter jurídico y no se había profundizado suficientemente en la
dimensión fundamental de que el matrimonio es ante una comunidad de vida y de amor
conyugal entre los esposos.
Párrafo 1: "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un
consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a
la generación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento
entre bautizados".
Lo que fue elevado a la dignidad del Sacramento es la Alianza matrimonial. Aquí la palabra
Alianza se refiere al momento constitutivo del matrimonio, al momento del pacto, al
momento en el cual el hombre y la mujer quedan constituidos marido y mujer. Lo mismo que
el Sacramento del Orden se recibe y está simbolizado en el momento de la imposición de las
manos, pero después queda el estado de vida con los efectos propios del Sacramento. La
definición que se da del matrimonio está inspirada en la tradicional del derecho romano -en
latín es `consortium totius vitae'- primero se había puesto la palabra `communio', pero esa
palabra no tiene arraigo jurídico, por eso se cambió por la palabra `consortium'.
Hoy todas sociedades humanas se especifican por el fin al cual se dirigen y en eso se
distinguen; el consorcio matrimonial se distingue de todos los otros también por su finalidad:
va ordenado por su propia naturaleza al bien de los cónyuges y a la generación y educación
de la prole. No es cierto, por consiguiente, como se suele decir, que el Código no habla de los
fines del matrimonio. Es cierto que se ha omitido lo que había en el Código precedente, o
sea la enumeración taxativa y la jerarquización de los fines del matrimonio. Antes se decía
que el fin primario del matrimonio es la generación y educación de la prole y el fin secundario
el remedio de la concupiscencia y la mutua ayuda. Ese párrafo ha quedado borrado, pero el
contenido fundamental de la finalidad del matrimonio ha quedado incorporado en la
definición del mismo.
El hecho de que se hable antes de la finalidad personalística, del bien de los esposos y
después de la generación y educación de la prole, no quiere decir que se haya invertido el
orden tradicional de los fines; sencillamente se prescinde de un orden jerárquico para
enumerar de alguna manera, pero ambos fines son totalmente iguales e indispensables. Dice la
`Gaudium et Spes' repetidas veces, el matrimonio tiene una ordenación primordial hacia la
conservación del género humano, naturalmente realizada de un modo humano, por
consiguiente procurándose a la vez la felicidad y el bien de los esposos.
Llamar alianza en este sentido al matrimonio, aunque parece una palabra muy hermosa,
cuando se usa en el campo jurídico, no es apropiada. La palabra contrato tampoco es
apropiada porque se usa sobre todo para el campo del derecho privado patrimonial. No hay
un término específico para esta realidad, en la cual dos personas se dan definitivamente. No
se ha creado un término que exprese esa realidad; se le llama matrimonio, pero al querer
expresar esto con otros términos hay que recurrir a términos como alianza, pacto conyugal,
contrato matrimonial, que son inadecuados.
Este principio, aunque es fundamental, no es de fe; pero hay que tener presente que en
materia de teología matrimonial, la única definición dogmática que es el matrimonio es uno
de los siete sacramentos. Es la única definición dogmática, lo demás son verdades, certezas
con diversa calificación teológica.
En la comisión de la codificación ha sido éste uno de los puntos en que más se ha insistido.
Por competencia, esta materia fue remitida a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que
ha hecho estudios amplísimos. En el Sínodo de los Obispos que trató sobre la familia,
también se trató este problema y en las proposiciones finales, los Obispos insistieron en que
se debía estudiar ulteriormente la cuestión. El Romano Pontífice tomó posición clara en el
documento `Familiaris consortio', fruto de las discusiones del sínodo de Obispos; el Papa con
su estilo característico un poco abstracto, da la razón última, que es realmente muy profunda,
de por qué el pacto conyugal de dos bautizados es siempre Sacramento. Indica que por el
bautismo la persona entra a formar parte de la Nueva Alianza y se le comunican una serie de
dones que son absolutamente irrenunciables.
Efectivamente el don de la filiación adoptiva, el don de formar parte del cuerpo de Cristo,
etc., son dones sobrenaturales que se comunican por el hecho mismo del bautismo de un
modo irrenunciable.
Entre esos dones irrenunciables está el don de que si dos personas, elevadas al orden
sobrenatural por el bautismo, se expresan entre sí de un modo válido el amor conyugal, por
un consentimiento auténticamente conyugal, por consiguiente, que tiene todos los valores
humanos propios de la realidad del matrimonio, ese pacto conyugal es necesariamente un
signo escatológico, es necesariamente Sacramento, aunque los esposos en ese momento no
tengan las disposiciones subjetivas para recibir la gracia sacramental; el Sacramento no será
fructuoso , pero existe el Sacramento válido y cuando tengan la disposición subjetiva, el
Sacramento producirá sus efectos santificadores. Viendo así el problema y no tropezando en
la casuística que en la situación actual, patológica, de la Iglesia ocasiona esta doctrina,
entonces se ve la armonía, la congruencia, incluso la necesidad de que el orden establecido
por Cristo sea realmente éste, supuesta la elevación del pacto conyugal a Sacramento.
Hay que tener presente, en este punto como en bastantes otros del matrimonio, que las
dificultades contra los grandes principios teológicos surgen ante la situación concreta en
determinados sitios de la Iglesia. Tratándose de una institución y de un Sacramento que
acompañan al pueblo de Dios en todo su caminar histórico, y teniendo presente la grandeza de
las dos realidades, el Sacramento y el instituto matrimonial, no deben tener incidencias en los
principios doctrinales las circunstancias patológicas que puedan darse en un determinado
momento histórico o en una determinada latitud geográfica.
Esto tiene extrema importancia; porque fácilmente, por el hecho de que uno, en su acción
pastoral, se encuentre en situaciones concretas que no tiene solución, le viene la idea de que
el principio debería modificarse, siendo así que lo que debe modificarse es la situación
patológica, no el principio general que debe regir la realidad. Quiero decir que de las
situaciones patológicas no podemos pretender sacar ilaciones lógicas de lo que debe ser el
principio que debe regir la realidad.
Subrayo aquí una idea que ilumina mucho para la pastoral, para el derecho y para la praxis en
general. Lo que ha elevado a la dignidad de Sacramento el Señor es el contrato natural, la
realidad natural del matrimonio; por eso el sacramento sigue las vicisitudes del contrato, va
subordinado al pacto conyugal; siempre que surge un vínculo matrimonial entre dos
bautizados allí hay Sacramento, aunque no haya ninguna manifestación externa de
sacralidad. Cuando dos bautizados contraen matrimonio por procurador, estando el uno en
Estados Unidos y el otro en Europa, en el momento en que surge el vínculo matrimonial se
produce el sacramento. Cuando un matrimonio inválido entre dos bautizados se sana en la
raíz, en ese momento surge el vínculo matrimonial y se produce el sacramento. Siempre que
dos bautizados quedan constituidos en marido y mujer allí viene Cristo. Eso es en realidad el
sacramento; la presencia del Señor con una ayuda especial, con una eficacia especial,
sacramental. Este principio es extremadamente importante. Se trata del orden establecido por
el Señor. El amor matrimonial es una cosa tan grande que cuando dos bautizados quedan
constituidos marido y mujer, allí se realiza una actividad particular del Señor, un Sacramento.
el consentimiento matrimonial y de todos los factores que pueden influir en él, vaciándolo de
contenido y de eficacia jurídica; hay así, por ejemplo, la falta de equilibrio y de madurez de
los contrayentes, la falta de libertad interna que se requiere para que el consentimiento tenga
la fuerza eficiente suficiente para producir el vínculo matrimonial. En este sector el progreso
y el cambio ha sido realmente profundo en el jurisprudencia del matrimonio canónico. Ha
supuesto un gran avance en la asimilación de todos los progresos de las ciencias psicológicas
y psiquiátricas
El c. 1059 dice a quién va dirigido el derecho actual, entre todos los bautizados quién es el
sujeto del derecho matrimonial canónico. Por consiguiente, hay un cambio fundamental en
este c. 1059. "El matrimonio de los católicos, aunque uno solo de los contrayentes sea
católico, se rige no sólo por el derecho divino, sino también por el canónico, sin perjuicio de
la competencia de la potestad civil sobre los efectos meramente civiles del mismo
matrimonio”. Evidentemente que los efectos civiles son de competencia de la autoridad civil;
pero todo lo que afecta la validez del contrato es de exclusiva competencia de la Iglesia.
La Iglesia de Cristo, la cual subsiste en la Iglesia Católica -como dice el Concilio-, cuya
autoridad suprema reside en el Concilio y en el Romano Pontífice, tiene autoridad exclusiva
en el matrimonio de todos los bautizados. La voluntad del legislador canónico en el Código
de 1917 era que sus leyes irritantes e inhabilitantes matrimoniales afectasen también a los
hermanos separados. En cambio en el Código actual, por razones ecuménicas, las leyes,
incluso las matrimoniales, afectan sólo a los católicos.
Se indica en el c. 1060 un principio que se llama el favor del derecho. Dice el canon: “El
matrimonio goza del favor del derecho; por lo que, en la duda, se ha de estar por la validez
del matrimonio, mientras no se pruebe lo contrario". Es este un principio tradicional que se
aplica en todos los campos del derecho. Es cierto que en el matrimonio surgen particulares
dificultades en la aplicación de este principio, pues parece favorecerse más a la institución que
a la libertad de los esposos; pero no siempre los dos esposos piden la libertad, ni puede
decirse que se favorece la institución, pues la institución está al servicio de las personas. Y es
razonable que todo acto jurídico se presuma válido.
Se ofrece en el c. 1061 algunas definiciones técnicas. Nos fijamos sólo en el párrafo 3: “El
matrimonio inválido se llama putativo, si fue celebrado de buena fe al menos por uno de los
contrayentes, hasta que ambos adquieran certeza de la nulidad". Se habla de matrimonio
inválido y se indica un efecto importante de la buena fe, que el matrimonio putativo. En
derecho canónico el concepto del matrimonio inválido tiene una importancia muy grande.
Para que una unión entre hombre y mujer caiga en la categoría del matrimonio inválido
supone que hay al menos una apariencia de celebración de matrimonio y por consiguiente de
estado matrimonial; si falta esto, la unión no cae en la categoría de matrimonio inválido, con
todas las consecuencias que ello tiene sobre todo en el campo administrativo y en el procesal.
Al redactar este canon se había puesto un cuarto párrafo en el cual se decía: “Se considera
también matrimonio inválido, el matrimonio civil celebrado por los que están obligados a la
forma canónica,". Este párrafo fue borrado por voluntad del legislador, que no aceptó la
propuesta de la comisión de trabajo. Si se hubiera aprobado, entonces el matrimonio civil de
dos católicos que estén obligados a la forma canónica, hubiera entrado en la categoría de
matrimonio inválido canónico, con todas las consecuencias de esa figura. El legislador, al no
aprobar la propuesta, deja el matrimonio civil, bajo el punto de vista jurídico canónico, en la
situación precedente, es decir que no se le considera matrimonio inválido canónicamente.
Esto supone que el matrimonio civil ocupa una categoría inferior a la de matrimonio inválido,
bajo el punto de vista canónico. Así, si dos católicos han hecho matrimonio civil y después
se divorcian, pueden casarse libremente con terceras personas sin que sea necesario ningún
proceso, ni siquiera administrativo, para declarar su estado libre. Sencillamente el párroco los
acepta al matrimonio, porque no tienen ningún impedimento de vínculo, ya que el primer
matrimonio civil no es considerado matrimonio inválido.
Para declarar válido un matrimonio, se requiere un proceso. Hay dos clases de procesos
matrimoniales, el ordinario y el documental, que es muy breve, muy rápido, cuando la
nulidad es evidente. El matrimonio civil al no caer en la categoría de matrimonio inválido
canónico, no necesita ni siquiera de este proceso documental.
Esto no quiere decir que la Iglesia no valore la realidad humana y moral que pueda haber y
muchas veces hay en el matrimonio civil. A estas personas no se les puede llamar
concubinos en el sentido técnico de la palabra. El concubinato en la terminología actual, muy
diversa del tiempo del derecho romano y de los primeros siglos de la Iglesia, supone dos
personas que no tienen intención matrimonial, que no quieren ser marido y mujer, aunque
vivan permanentemente unidos y en una situación muy parecida a la del matrimonio. En
cambio en el matrimonio civil se suponen que los dos tienen intención matrimonial y se
comprometen a ser marido y mujer y a vivir como marido y mujer, lo cual supone un
conjunto de valores psicológicos, morales y humanos muy grandes. Es una situación muy
diversa del concubinato y, todavía mucho más, de las uniones transitorias, porque el
concubinato supone la estabilidad de una relación que puede tener sus valores.
La comisión teológica internacional que es un instrumento de trabajo de la Congregación para
la Doctrina de la Fe dedicó un año al estudio de este punto y publicó un documento donde
expone muy ampliamente, con profundidad esta doctrina. La comisión valora lo que hay de
valores humanos, psicológicos y morales en el matrimonio civil; pero no hay válido
matrimonio, porque falta el cumplimiento de la forma canónica, que es una ley cuyo
incumplimiento invalida el matrimonio.
Por razones pastorales la Iglesia ha juzgado conveniente conservar la forma canónica por las
inmensas ventajas que tiene bajo el punto de vista pastoral. Supuesta la ley de la forma
canónica, como consecuencia, quien no la observa no celebra válido matrimonio y por lo
tanto no celebra sacramento. Esta es la síntesis sobre la valoración ética y humana del
matrimonio civil y sobre la situación de unión de hecho, en que se encuentran los que viven
en matrimonio civil.
Como mecanismo para remediar muchas situaciones de matrimonio civil podría aplicarse, con
tal de que haya las garantías suficientes, la sanación en raíz. Cuando uno de los cónyuges se
siente estimulado por motivos religiosos a realizar el matrimonio válido y el Sacramento, y la
otra parte no tiene ningún interés religioso y se niega a celebrar el matrimonio religioso, pero,
por otra parte, hay certeza moral de que ha prestado un verdadero consentimiento matrimonial
y persevera en él, y además hay garantías para el futuro de esa unión, que en adelante será
sacramental, y perseverará, en esos supuestos pastorales y jurídicos, el Ordinario del lugar
puede sanar en raíz ese matrimonio. En este caso, el decreto del Ordinario lleva consigo la
dispensa de la forma canónica y la permisión de que el consentimiento de los cónyuges que
había sido jurídicamente ineficaz, ponga en acto su causalidad jurídica y produzca el vínculo
matrimonial y, por consiguiente, también el Sacramento. Este mecanismo puede remediar
bastantes situaciones matrimoniales; pero no hay que usarlo con excesiva prodigalidad, porque
en muchos casos hay peligro de que se recurra después al divorcio, y se cree una situación
irreversible, porque el matrimonio es ya Sacramento.
Los dos primeros son totalmente nuevos y de mucho contenido pastoral. Se indica ante todo
que es la comunidad eclesial, bajo la guía de los pastores, la que debe responsabilizarse de la
pastoral prematrimonial, de la pastoral de la celebración del matrimonio y de la pastoral
postmatrimonial, la pastoral familiar. Se indica como la comunidad eclesial debe usar todos
los medios posibles para crear una conciencia clara de lo que es la santidad del matrimonio
cristiano y de la familia. De poco vale la actividad catequética si toda la sociedad, como por
desgracia sucede actualmente, crea un ambiente totalmente contrario a los valores del
matrimonio y la familia cristiana. Por eso tiene tanta importancia el procurar una pastoral de
gran respiro, una pastoral que tienda a subsanar el contexto sociológico en que la familia
tiene que vivir.
Los siguientes tratan del expediente matrimonial. El cambio más importante consiste en que se
deja a la conferencia episcopal el determinar cómo debe hacerse el examen de los esposos y
cómo se debe llegar a la certeza del estado libre de los contrayentes (c.1067), el expediente
prematrimonial tiene como finalidad el llegar a la certeza moral de que las dos personas
pueden casarse válidamente y lícitamente, que no hay nada que se oponga a la licitud y a la
validez del matrimonio (c.1066).
En el sentido jurídico de la palabra se llaman vagos los que no tienen en ninguna diócesis ni
domicilio ni cuasi- domicilio (c.100). Van circulando y puede darse el caso que ya hayan
celebrado una cadena de matrimonios cuando se presentan en un sitio como si fueran solteros.
Para mayor garantía, se pide que se recurra al Obispo.
El segundo caso se refiere al matrimonio que no puede ser reconocido por la ley civil. Por
ejemplo, dos personas que han hecho el matrimonio civil, no han hecho el divorcio y uno de
ellos quiere casarse con una tercera persona, no hay ningún impedimento canónico, ese
matrimonio puede celebrarse canónicamente sin ninguna dificultad; pero ese segundo
matrimonio no podrá ser celebrado civilmente porque hay el vínculo precedente, o, si existe
un sistema concordatario en el cual se reconoce el matrimonio canónico, ese matrimonio no
podrá ser trascrito en los registros civiles porque esa persona aparece ya casada. Para evitar
conflictos entre los dos fueros, el fuero civil y el fuero canónico, se prescribe que el párroco
no proceda al matrimonio sin consultar al Ordinario. Los Ordinarios, por su parte, en estos
casos deberían tener un criterio uniforme en lo posible, dentro del ámbito de la Conferencia
Episcopal. Hay que recomendar un gran rigor porque en materia matrimonial no siempre la
pastoral más iluminada es la de hacer que la gente contraiga matrimonio, arregle las
situaciones matrimoniales. Muchas veces es pastoralmente más prudente permitir una
situación irregular por un tiempo tal vez indefinido, para no crear situaciones más difíciles y
tal vez irreversibles.
Al celebrarse un matrimonio sólo en la Iglesia sin poderlo registrar o celebrar civilmente, ese
matrimonio canónico queda sin ninguna protección jurídica y el hombre puede abandonar a
su mujer, o la mujer abandonar a su marido sin dificultad jurídica. Queda por consiguiente
como única protección de ese matrimonio la conciencia, y la conciencia no siempre protege
suficientemente el vínculo.
El tercer caso se refiere al matrimonio del que está sujeto a obligaciones naturales nacidas de
una unión precedente hacia la otra parte o hacia los hijos de esa unión. Por ejemplo, dos
personas han hecho el matrimonio civil, han tenido hijos, y después se han divorciado; uno
de ellos quiere contraer matrimonio canónico con una tercera persona, mientras que el otro
está enfermo y además tiene hijos; en ese caso no es justo que esta persona pueda ser
admitida al matrimonio canónico sin tener en cuenta el consorte que abandonó, por el
divorcio civil, y los hijos que tuvo de la primera unión. Cuando se da una situación de éstas,
el párroco no puede proceder directamente al matrimonio, sino que los debe consultar con el
Ordinario, el cual para permitir el matrimonio canónico deberá asegurarse de que esta persona
va a cumplir con las obligaciones que tiene de derecho natural respecto al cónyuge o a los
hijos de la unión precedente.
Los Ordinario del lugar no pueden conceder la laicización y por ello no pueden dispensar del
impedimento. Simplificando, en la práctica se podría decir que el único impedimento
reservado a la Santa Sede es el impedimento del crimen.
También el caso tradicionalmente llamado "El caso perplejo", es decir cuando está todo
preparado para el matrimonio y se descubre un impedimento, puede dispensar los
impedimentos el Ordinario del lugar, excepto los provenientes del orden y del voto religioso,
y si el caso es oculto el confesor, el párroco o el sacerdote o diácono que asiste al matrimonio
(c.1080).
1. - Edad (c.1083).
Para celebrar matrimonio se necesitan 16 años como mínimo para el hombre y 14 como
mínimo para la mujer, con la particularidad de que las Conferencias Episcopales pueden
establecer una edad superior a esta; la norma puede afectar solamente la licitud de la
celebración del matrimonio, pues la conferencia no tiene competencia para establecer un
impedimento dirimente. Es impedimento de derecho eclesiástico y puede ser dispensado por el
Obispo.
2. - Impotencia (c.1084).
No por derecho eclesiástico sino por derecho Natural, por la naturaleza misma de la
institución matrimonial y sus finalidades, para poder contraer matrimonio se requiere que
tanto el hombre como la mujer tengan la capacidad sexual. Si no pueden realizar el acto
sexual, sea por un defecto anatómico, sea por alguna disfunción fisiológica, sea por alguna
inhibición psicológica, esas personas no son capaces para el matrimonio; la esterilidad en
cambio, no impide el matrimonio; y si se celebra, no solamente es valido el matrimonio, sino
también lícito, aunque se conozca la esterilidad. (Decreto de la Congregación de la Doctrina
de la Fe del 13-5-1977). Por ser de Derecho natural no es dispensable.
3. - Vínculo (c.1085).
Mientras uno está casado, no puede contraer matrimonio con otro, como es evidente. Se
insiste en el hecho de que cuando una persona ha estado casada, no puede ser admitida a otro
matrimonio hasta que conste legítimamente, jurídicamente, por los medios de prueba
auténticos, que ha quedado libre, sea porque se ha disuelto el primer matrimonio o porque se
ha declarado nulo o por muerte del otro cónyuge. El hecho jurídico de celebrar matrimonio
tiene una importancia tan grande, que tiene que constar legítimamente la desaparición del
primer matrimonio, para poder admitir lícitamente a otro. Pero si no se observasen esas
formalidades, si realmente los contrayentes están libres de vínculo, el segundo matrimonio
sería válido. Es impedimento de Derecho Natural y también divino no dispensable, a no ser
que se trate de matrimonio rato y no consumado o de privilegio paulino.
Este impedimento existe entre un católico y uno no bautizado; no afecta por lo tanto a los
protestantes. La modificación que se ha introducido actualmente consiste en que los que han
abandonado la Iglesia católica por un acto formal, quedan libres de este impedimento, se
consideran como si fuesen protestantes para este efecto jurídico. Pero hay que notar que
quedan sujetos a toda la legislación canónica, no solamente la matrimonial, lo cual tiene
mucha importancia por lo que se refiere a las leyes irritantes e inhabilitantes, las cuales
producen el efecto de invalidar el acto prescindiendo completamente de si uno está de buena o
de mala fe, si conoce la ley o no la conoce, si la acepta o no la acepta. Hay tres excepciones
de leyes en el campo matrimonial que no afectan a los católicos que con acto formal han
abandonado la Iglesia: el impedimento de disparidad de culto (c.1086), la forma canónica
(c.1117), y la prohibición de contraer matrimonio con acatólicos (c.1124).
Se trata de abandono de la Iglesia católica por un acto formal. El acto formal, según la
interpretación que me parece la única aceptable, puede realizarse de dos maneras: o por el
abandono de la Iglesia católica mediante una profesión pública que tenga valor jurídico,
aunque no se adhiera a ninguna otra religión o bien por la adhesión también mediante un acto
que tenga valor jurídico a otra religión o comunidad eclesial diversa de la católica. Ya
indiqué y lo repito que la adhesión a los movimientos religiosos que se multiplican, sobre
todo en América Latina y también en África, y van dirigidos a la gente sencilla, creo que no
produce ninguno de estos efectos jurídicos, porque se trata de gente muy sencilla, gente que
no sabe de qué se trata en la realidad, y esa actitud y adhesión a las sectas, ese estado de
ignorancia, no produce el abandono de la Iglesia católica por acto formal; por consiguiente
esos casos deben tratarse con mucho cuidado bajo el punto de vista pastoral, pero no creo que
esas actitudes produzcan efectos jurídicos o canónicos. Sencillamente esas personas hay que
tratarlas como católicos cuando quieren celebrar el matrimonio.
5. - Orden (c.1087).
Suprimido ya el subdiaconado por Pablo VI, sigue vigente este impedimento en los diáconos,
presbíteros y Obispos. Afecta también a los diáconos permanentes casados. Por
consiguiente si un diácono permanente casado queda viudo, para poderse casar otra vez
necesita la dispensa del impedimento. La ley es discutible, pero así ha quedado.
Se suprime la distinción entre votos simples y votos solemnes, que era el criterio del Código
precedente. Actualmente se toma como criterio la profesión perpetua en un instituto
religioso: solamente los que tienen profesión perpetua en un instituto religioso tienen
impedimento dirimente al matrimonio. Antes las congregaciones religiosas tenían solamente
impedimento prohibente, porque sus votos eran simples. Ahora tienen impedimento
dirimente si tienen votos perpetuos, como suelen tenerlos la mayoría. En cambio los votos
temporales producen solamente ilicitud de la celebración del matrimonio, por la
incompatibilidad jurídica del estado religioso y del estado matrimonial. No toca este
impedimento a los miembros de los institutos seculares, ni tampoco a los miembros de las
asociaciones de vida apostólica. Se limita solamente a los institutos religiosos en el sentido
técnico de la palabra, tanto de derecho pontificio como de derecho diocesano.
7. - Rapto (c.1089).
Si una mujer es raptada con intención de matrimonio, mientras esté en esa situación de rapto,
de falta de libertad, aunque quiera no puede contraer matrimonio con el raptor, porque tiene
impedimento. Este impedimento tiene la finalidad de proteger la libertad de la mujer. Es de
derecho eclesiástico y de él puede dispensar el Ordinario de Lugar.
8. - Crimen (c.1090).
Actualmente en este impedimento quedan solamente las hipótesis en las cuales ha habido
realmente conyugicidio. Siempre tiene que intervenir la muerte de uno de los cónyuges.
Puede haber dos casos: que uno con intención de casarse con una determinada persona
elimine al propio cónyuge o al cónyuge de ella, o bien que sin tal intención dos hayan
colaborado en eliminar al cónyuge de uno de ellos. En tal hipótesis no pueden contraer
matrimonio entre sí. Esto no sucede frecuentemente, pero se trata de una situación tan
contraria a la santidad del matrimonio, que para los poquísimos casos que puedan darse, este
impedimento queda reservado a la Santa Sede. El Ordinario del lugar no puede dispensarlo
(c.1078, 2.2).
9. - Consanguinidad (c.1091).
La consanguinidad es la relación de sangre que hay entre las personas que proceden de un
mismo tronco. _Prescindiendo de la terminología técnica, el impedimento de consanguinidad
en línea vertical, padres, hijos, nietos, está presente en toda la línea; y en la línea horizontal,
hermanos, tíos, sobrinos, primos, etc., vige solamente hasta primos hermanos. Antes era
hasta primos segundos.
En línea colateral el impedimento, que existe entre hermanos, es probabilísimamente de
derecho divino y por eso nunca se dispensa. En el derecho actual el impedimento no se
multiplica. Esta es también una simplificación muy grande. Antes se tenía en cuenta si el
tronco común del cual procedían las personas eran ya consanguíneos; actualmente el hecho de
que en el tronco las personas sean entre sí consanguíneas, no tiene ninguna relevancia
jurídica.
10 - Afinidad (c.1092).
Afinidad es la relación que existe entre uno de los esposos y los consanguíneos del otro.
Actualmente este impedimento vige solamente en la línea recta. Se ha suprimido el
impedimento en línea colateral. Si uno queda viudo, puede casarse con una hermana de la
mujer difunta, sin ningún recurso a nadie, porque no hay impedimento; el impedimento
existe sólo en línea recta, pero en todos sus grados: entre el yerno y la suegra, entre el suegro
y la nuera, hijastro y madrastra, etc. Todas las combinaciones posible que puede haber, en
línea recta.
Este impedimento tiene mucha semejanza con la afinidad. Se trata de dos personas que viven
maritalmente pero sin ser marido y mujer, ya sea porque el matrimonio es inválido, ya sea
sencillamente porque viven una situación concubinaria. Existe impedimento entre cada uno
de los pseudo-esposos y los consanguíneos del otro. En el nuevo Código el impedimento
existe solamente en línea recta en todos los grados. No en línea colateral. Es impedimento de
Derecho Eclesiástico dispensable por el Ordinario de Lugar.
Este impedimento proviene del instituto de la adopción y afecta todos los grados de línea
recta y hasta el segundo grado de línea colateral, es decir entre hermanos adoptivos. Si una
familia tiene ya un niño y adopta una niña, entre los hermanos adoptivos existe el
impedimento. Si una familia adopta un niño y una niña, entre ellos existe el impedimento de
parentesco legal, por consiguiente no pueden casarse sin la dispensa debida.
Cuando hay peligro de muerte, el párroco puede dispensar de todos los impedimentos de
Derecho Eclesiástico ya públicos, ya ocultos, menos del de Orden Sagrado del Presbiterado;
entonces puede hacerlo del diaconado y no necesita sino hacer que se anote la correspondiente
dispensa, no tiene que poner como condición que si viven se hagan los trámites ordinarios. La
condición para dispensar es que ni siquiera pueda acudir por medios ordinarios al Ordinario
de Lugar. cf. c 1079
Cuando todo está preparado (c 1080) El párroco puede dispensar de todos los impedimentos
de derecho eclesiástico menos del Voto público y del de Ordenes Sagradas, pero sólo si se
trata de impedimentos ocultos y que se cumplan las condiciones que señala el canon.
Pasamos al capítulo del consentimiento matrimonial en el cual hay problemas muy complejos.
Se darán solamente algunas orientaciones.
Los cambios más importantes en el nuevo código consisten en la introducción del elenco de
las incapacidades para consentir (c.1095), un cambio en materia de error sobre las cualidades
del cónyuge (c.1098) y otro en materia de matrimonio condicionado (c.1102, 1).
Las incapacidades se reducen a tres categorías: falta de uso de razón; falta de la debida
discreción de juicio; incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio,
porque si uno no puede cumplir las obligaciones esenciales, evidentemente no tiene capacidad
para casarse.
En este capítulo entran las perturbaciones sexuales. Cualquier perturbación sexual que
impida que el individuo pueda prestar al acto sexual según la naturaleza humana, hace que
esa persona no pueda asumir las obligaciones matrimoniales, porque una de las obligaciones
fundamentales es el acto conyugal. Concretamente la homosexualidad, si es realmente muy
radicada y existente previamente al matrimonio, si se trata de una homosexualidad que hace
imposible el acto sexual con personas de otro sexo, entonces esa persona es impotente y
queda excluida del matrimonio por el capítulo de la impotencia. Si la homosexualidad es a la
vez bisexual, en el sentido que puede tener relaciones sexuales con personas de otro sexo,
entonces no es impotente pero será incapaz para el matrimonio en cuanto no puede guardar la
fidelidad conyugal.
Según el nuevo Código, además del error acerca de la persona, que invalida el matrimonio,
cuando hay error acerca de una cualidad del otro cónyuge, si esa cualidad es directa y
principalmente pretendida, porque la voluntad del contrayente va principalmente a una
persona con esa cualidad, aunque se trate de una cualidad bastante accesoria, forma parte
explícita del contenido de su querer; si falta esa cualidad, hay error acerca de algo que él
quiere explícitamente y consiguientemente vicia el consentimiento, no hay un auténtico
consentimiento. Así mismo se invalidad el consentimiento cuando hay error doloso, inducido
en orden a obtener la celebración del matrimonio. Pongamos por ejemplo la fecundidad, el
hecho de que una persona sea estéril no la hace impotente para el matrimonio; si dos se casan
y no pueden tener hijos, el matrimonio es válido; pero si uno, sabiendo que es estéril, oculta al
otro, dolosamente, ese defecto, este error inducido al otro, precisamente porque sabe que si lo
descubre no se casaría, hace que el matrimonio sea inválido.
Dudan los canonistas si esto es por derecho natural o si es por ley positiva de la Iglesia. Al
menos es por ley positiva de la Iglesia de ahora en adelante. El caso de la esterilidad es el
único que está explícitamente indicado en el Código. En el canon que trata de impotencia, se
hace una referencia directa al dolo (c.1084, 3). La jurisprudencia irá poco a poco explicando
el contenido de este canon, que es completamente nuevo. En toda la tradición canónica nunca
se había contemplado el error doloso.
La condición de futuro quiere decir casarse con una condición que se refiere al futuro: me caso
contigo si este año terminas los estudios. Si una condición así se pone como acto de voluntad,
haciendo depender del cumplimiento de esa condición el querer casarse, eso por derecho
natural hace que el consentimiento no sea absoluto y está como pendiente en su eficacia
jurídica hasta que se cumpla la condición. Así era la doctrina que se recogía en el Código
precedente. Actualmente por ley positiva de la Iglesia, para evitar las dificultades que esos
mecanismos pueden tener, se establece que siempre que uno contrae matrimonio con una
condición que se ha de cumplir en el futuro, el matrimonio es inválido. El legislador quita la
eficacia jurídica al consentimiento en el mismo momento de la celebración del matrimonio.
En los demás aspectos que afectan al consentimiento: la ignorancia (c.1096), el error acerca
de las propiedades o de la sacra mentalidad (c.1099), el conocimiento de la nulidad del
matrimonio que se está celebrando (c.1100), la exclusión de un elemento esencial (c.1101), el
matrimonio por miedo (c.1103), la necesidad de la presencia por sí mismos o por un
procurador (c.1104), el matrimonio por procurador (c.1105), por intérprete (c.1106), la
presunción de perseverancia del consentimiento (c.1107).
Esta ley es relativamente reciente en la Iglesia. Hasta el Concilio de Trento no existía ninguna
forma canónica y por lo tanto el matrimonio podía celebrarse válidamente sin ningún testigo,
sin la intervención de ninguna persona, fuera de los contrayentes. Esa legislación en una
situación eclesial y social simple, no creaba grandes problemas; pero al complicarse la vida
social, esta manera de celebrar el matrimonio empezó a constituir un peligro grande para la
moral, la plaga de matrimonios clandestinos, que eran verdaderos matrimonios, pero de cuya
existencia no había prueba en el fuero exterior. Para eliminar ese peligro, el Concilio de
Trento, después de muchas discusiones sobre si la Iglesia tenía potestad para imponer una ley
irritante en la celebración del matrimonio, estableció la forma canónica. Desde entonces
existe esta ley en la Iglesia.
Esta ley es irritante, es decir, que si no se observa, el matrimonio es nulo. Esta competencia
tiene una sola posible limitación, el rito: al menos uno de los contrayentes tiene que
pertenecer al rito latino, como dice expresamente el c.1109, en la última cláusula: "...sino
también de los que no son súbditos, con tal de que uno de ellos sea de rito latino". Esta norma
ya estaba en vigor en el Código precedente, desde el año de 1954 en que hubo una
declaración auténtica, en este sentido. Hay que tener pr97esente que esta limitación ritual, es
decir que al menos uno sea de rito latino, en los lugares donde no hay jerarquía oriental, la
jerarquía latina es también la de los fieles orientales, ya desde León XIII.
3. - Delegación (c.1111).
Una observación que no afecta la validez del matrimonio, sino solo la competencia práctica de
los párrocos en su preparación (c.1115). Si los contrayentes pertenecen a parroquias diversas,
pueden elegir libremente la parroquia en la cual desean celebrar el matrimonio, entonces el
párroco elegido por los esposos es el responsable de preparar el expediente prematrimonial y
también de celebrar el matrimonio. Naturalmente si lo celebran fuera del territorio parroquial,
se requerirá la delegación del párroco del lugar donde se celebra. No se privilegia en el
derecho actual el párroco de la esposa, como en el Código precedente.
En cuanto al sujeto de la forma canónica queda como antes, es decir hay que observar la
forma canónica siempre que al menos uno de los contrayentes es católico (c.1117). Obliga
también en los matrimonios mixtos entre un católico y uno no católico, bautizado o pagano.
La única modificación introducida consiste en que se liberan de la obligación de la forma
canónica los católicos que por un acto formal han abandonado la Iglesia católica.
Ningún cambio en cuanto a la forma extraordinaria, no obstante las dificultades que entraña
este procedimiento. La forma extraordinaria se da cuando se prevé, además del caso del
peligro de muerte, que el párroco o un sacerdote delegado del párroco va a estar ausente por
más de un mes, entonces se puede celebrar válidamente el matrimonio delante de dos
testigos. Por lo tanto, en las circunstancias en que entra en juego el mecanismo de la forma
extraordinaria, el matrimonio civil de dos católicos es válido canónicamente y es sacramento.
Aquí, en muchas regiones, puede entrar en juego con facilidad el mecanismo de la forma
extraordinaria, y entonces los matrimonios civiles son válidos canónicamente, con tal que se
den todos los requisitos necesarios para la validez, y por ser válidos son también sacramento.
Hay que salvaguardar, por una parte, el derecho de los fieles a contraer matrimonio, y por
otra, la seguridad pública de que el matrimonio ha sido celebrado. Los fieles tienen derecho
de contraer matrimonio sin que la autoridad les ponga excesivas dificultades, y se ha juzgado
que hacerles esperar más de un mes sería excesivo, y se limitaría el derecho al matrimonio.
Esta fórmula es la misma del Código precedente.
Los Ordinarios del lugar no pueden dispensar de la forma canónica, excepto el caso del
matrimonio mixto. Se ha suscitado alguna dificultad en esto, pero hay elementos suficientes
en el código para afirmar como cosa totalmente cierta que los Obispos no pueden dispensar
de la forma.
Hay dos casos en los cuales expresamente se dice que el Ordinario del lugar puede dispensar
de la forma canónica, luego fuera de esos dos casos que son el peligro de muerte (c.1079) y
los matrimonios mixtos (c.1127, 2) no puede dispensar.
Más de una vez se ha tratado del matrimonio inválido por falta de competencia. Al subrayar
eso se ha tenido presente que cuando se trata de la competencia para asistir al matrimonio,
tanto si se trata del párroco como si se trata de un delgado del párroco o del Ordinario, puede
entrar en juego lo que se llama la suplencia en caso de error común. Expresamente en el
c.144, 2 que trata del error común, se hace referencia a la asistencia al matrimonio. La
Iglesia en caso de error común y de duda positiva y probable suple la competencia para la
asistencia al matrimonio. Con esta frase se quiere decir que uno que asiste al matrimonio sin
la debida competencia, la Iglesia se la da en aquel momento, si se dan las condiciones del
c.144, 1. Es importante tener presente que el principio de la suplencia se aplica a toda la
materia de la forma canónica. Así un párroco que celebre el matrimonio fuera de los límites
parroquiales, de suyo carece de competencia, pero puede entrar en juego el error común; un
delegado no tiene delegación, si ha faltado algo para la validez de la delegación, pero puede
ser válido el matrimonio por el error común, que puede entrar en todas las hipótesis posibles.
En cuanto al capítulo séptimo, de la celebración del matrimonio en secreto, no hay más que el
cambio de terminología. Antes se hablaba del matrimonio de conciencia. Esa terminología
no era adecuada, porque no se trata de un matrimonio de conciencia, sino de un matrimonio
que se celebra secretamente, pero es público en cuanto que en su celebración se debe
observar la forma canónica. Eso también en el Código precedente.
Vamos a puntualizar solamente algo sobre la legitimación de los hijos, hijos legítimos e
ilegítimos, no porque sea la parte más importante, sino porque es la única donde hay cambios
bajo el punto de vista jurídico. Se conserva la distinción entre hijos legítimos e ilegítimos,
aunque pareciera innecesario tratar de esto, dado que en todo el Código son tratados por igual
los hijos legítimos y los hijos ilegítimos. Esta distinción no produce ningún efecto jurídico en
el campo canónico. Sin embargo, no es lo mismo el nacer de un santo y legítimo matrimonio
o el nacer fuera de él, aunque la criatura no tenga ninguna culpa. La diferencia no es injuriosa
para nadie y es conforme con la dignidad del Sacramento del Matrimonio.
El cambio que ha habido es el siguiente: todos los hijos nacidos del matrimonio válido o
putativo son legítimos, sin restricción ninguna (c.1037). También los nacidos de
matrimonios putativos, es decir de matrimonio que es inválido, pero al menos uno de los
esposos está de buena fe, cree que es válido su matrimonio, son legítimos, sin ninguna
restricción. Un segundo cambio: todos los hijos nacidos antes del matrimonio se legitiman por
el subsiguiente matrimonio de los padres, también sin ninguna limitación (c.1139). Por
consiguiente los hijos adulterinos, los hijos sacrílegos, si después los padres contraen
matrimonio, por el subsiguiente matrimonio de los padres, quedan legitimados. Este
mecanismo de legitimación existía ya antes, pero con limitaciones. Ahora no se pone
ninguna excepción, se legitiman todos los hijos.
Puede haber dos posibilidades: se casan dos personas bautizadas, en ese caso en el momento
de la celebración el matrimonio es Sacramento, es rato; o dos personas que no están
bautizadas y celebran su matrimonio siendo paganos, en el momento en que el último de los
dos recibe el bautismo, su matrimonio se convierte en Sacramento. Si después que los dos
están bautizados, tienen un acto sexual, ese acto sexual es el que consuma su matrimonio. La
vida sexual precedente, bajo el punto de vista jurídico, no tiene incidencia. Si después del
bautismo de los dos no tiene relaciones sexuales, aunque las hayan tenido antes y hayan
tenido hijos, ese matrimonio es rato y no consumado. Así es técnicamente. La consumación
en el sentido técnico de la palabra, la que produce la indisolubilidad del matrimonio, tiene
que ser subsiguiente a la sacra mentalidad del matrimonio. La convivencia sexual de los
esposos anterior al Sacramento, no produce efectos jurídicos, no consuma el matrimonio. El
matrimonio debe ser rato y, en cuanto rato, consumado.
Hay que ubicarse en el orden establecido por el Señor, cuando dos bautizados expresan y
viven su realidad matrimonial auténticamente, es decir con un auténtico consentimiento
matrimonial, allí viene Cristo con el Sacramento, y para eso se requiere el bautismo. Si falta
el Bautismo no puede haber otro Sacramento, ya que es la puerta de los sacramentos. Cuando
se dan los presupuestos para el Sacramento del Matrimonio, el bautismo de los dos y el
consentimiento matrimonial válido de los dos, en ese momento surge el Sacramento, y
solamente cuando el matrimonio sacramento ha sido consumado se produce la absoluta
indisolubilidad del vínculo, que solamente la muerte puede disolver.
Otro campo muy concreto y de gran importancia es el de los requisitos para que el acto sexual
sea un acto consumativo del matrimonio. En el c. 1061,1 donde se define lo que es el
matrimonio, es decir: “El matrimonio válido entre bautizados se llama sólo rato, si no ha sido
consumado; rato y consumado, si los cónyuges han realizado de modo humano el acto
conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que el matrimonio se ordena por su misma
naturaleza y mediante el cual los cónyuges se hacen una sola carne". Esta frase `modo
humano', es completamente nueva, el único inciso introducido en esa definición, pero que
tiene un contenido, un significado muy grande. Supone una gran evolución. ¿Cómo
interpretar este `modo humano'? ¿Qué quiere decir la consumación del matrimonio en modo
humano? Este punto tiene una importancia fundamental para la jurisprudencia de la
Congregación de Sacramentos, que ha de juzgar si un matrimonio ha sido consumado. Pero
hay que notar que el inciso resulta superfluo en cuanto ya el concepto de consumación había
evolucionado, antes de la promulgación del Código, en el sentido que indica el inciso. En
síntesis se puede decir que "modo humano" equivale a "acto humano" en el sentido filosófico
del término (puesto con el suficiente Uso de razón, libertad y voluntad). Supone un gran
progreso en el conocimiento de la dignidad de la persona humana, de la dignidad del amor
conyugal, de la dignidad de la sexualidad humana.
Se requiere que haya justa causa, como para toda dispensa. Para la dispensa de la ley de la
indisolubilidad del matrimonio, el hecho de no poder consumar el matrimonio suele ser ya
causa justa para que el Papa disuelva el vínculo y los esposos queden libres y puedan celebrar
otro matrimonio. Basta que uno de los dos cónyuges lo pida, aunque el otro se resista. Nadie
fuera de los esposos puede pedir al Santo Padre esta dispensa, es un derecho del todo
personal de los esposos.
Los agentes de pastoral cuando se encuentran con estos casos, que son bastante frecuentes,
tienen la obligación pastoral de iluminar a los fieles y hacerles ver que su situación tiene
solución; y las curias diocesanas tienen obligación de aceptar, de estudiar y de cursar estos
casos, puesto que se trata de un derecho muy importante de los fieles. Suelen ser tragedias
muy graves cuando dos se casan y no pueden consumar el matrimonio. Estas situaciones
tienen solución, bajo el punto de vista pastoral y canónico. Todos los agentes de pastoral
tienen que conocer la doctrina y aceptar y usar estos cauces; de otra manera se falta al
derecho que tienen los fieles de ser atendidos pastoralmente por los pastores.
Todos los casos no comprendidos aquí, que son bastantes, en los cuales al menos uno de los
contrayentes no está bautizado, objetivamente son disolubles, pero para obtener la disolución
del vínculo hay que recurrir a la Santa Sede, aunque no se diga explícitamente en el Código.
En los primeros esquemas, hasta el último, al final de este artículo se enunciaba el principio
general de que todos los matrimonios no ratos, aunque consumados pueden ser disueltos por
la suprema autoridad del Papa. Pero por razones de prudencia se omitió el canon, dado que se
trata de una doctrina conocida y existe la praxis de la Santa Sede, y por otra parte sería como
llamar la atención sobre ello y dar ocasión a tildar a la Iglesia de divorcista. Por esa razón
puramente pastoral se omitió el canon.
El privilegio paulino, caso contemplado por San Pablo (1 Cor 7,12), es el que ha dado el
fundamento doctrinal para que la Iglesia adquiera conciencia a través de los siglos de su
potestad respecto a otros casos que no coinciden del todo con el caso contemplado por San
Pablo, pero que pastoralmente tienen una semejanza muy grande y objetivamente tienen el
mismo fundamento. El privilegio paulino supone estas condiciones: 1. Un matrimonio
contraído entre dos paganos; 2. el bautismo de uno de los dos paganos; 3. el pagano que
queda sin bautizarse no quiere cohabitar o no lo quiere hacer pacíficamente. Si se dan esas
tres hipótesis y se comprueban -los cánones que siguen hablan del modo de comprobarlas- el
bautizado tiene derecho a contraer matrimonio con otra persona y en el momento en que
contrae el segundo matrimonio, queda disuelto el primero (c.1143, 1). En esto consiste el
privilegio paulino.
Segundo caso de disolución. Cuando un hombre que tiene varias mujeres o una mujer que
tiene varios hombres (poligamia y poliandria simultánea), se convierte y se bautiza, entonces
puede libremente elegir una de las mujeres que tenía, aunque no sea la primera, aunque no sea
la legítima (c.1148).
Ese caso actualmente no tiene aplicación, pero pueden ocurrir casos muy parecidos bajo el
punto de vista pastoral. Supongamos dos vietnamitas paganos: por las circunstancias
políticas, uno de ellos, el marido, huye a occidente mientras la mujer se queda en Vietnam; el
marido en occidente se bautiza, una vez bautizado, dadas las circunstancias, no podrá
restablecer la vida conyugal con su mujer, aunque lo desee. El c.1149, acomodando el caso
previsto por Gregorio XIII a estas circunstancias de hoy, ofrece una posible solución. Dice el
canon: “El no bautizado que se bautiza en la Iglesia católica, y, por causa de la cautividad o
de la persecución, no puede restaurar la vida conyugal con su cónyuge no bautizado, puede
contraer otro matrimonio, incluso aunque la otra parte en el entretanto hay recibido también el
bautismo, quedando firma lo prescrito en el c.1141".
Estos son los tres casos que resuelve el Código: el del privilegio paulino, el de la conversión
de un polígamo y el caso de un convertido que por cautividad o por persecución esté
separado de su legítima mujer. Estos tres casos se resuelven a nivel local, sin necesidad de
recurrir a la Santa Sede. Para todos los otros casos de Matrimonios no Sacramento que se
pueden presentar, hay que recurrir a la Santa Sede. Son muchos los casos que llegan a la
Santa Sede, y muchos encuentran solución.
¿Este último capítulo es muy importante bajo el punto de vista pastoral: cuando un
matrimonio es nulo o inválido, qué soluciones pastorales puede tener?
La sanación en raíz es un acto que realiza el que tiene autoridad para hacerlo, en virtud del
cual un acto jurídico que fue inválido queda convalidado. La sanación en raíz se aplica en
los casos, en los cuales los esposos se quieren y hay garantía absoluta de que hubo
consentimiento auténticamente matrimonial, y de que ese consentimiento no ha sido
retractado. Al darse ese presupuesto natural, la autoridad competente puede quitar el
obstáculo que impedía que el consentimiento produjera su efecto, el matrimonio. A la vez
que se quita el obstáculo, se dispensa de la forma canónica. La forma canónica es una ley
puramente eclesiástica; una vez dispensada, el consentimiento produce su efecto si la
nulidad se debía a un impedimento dirimente, se dispensa el impedimento y la forma, y surge
el matrimonio y en ese momento surge también el sacramento.
El único cambio que introduce es que la sanación en raíz no está reservada a la Santa Sede, la
pueden conceder los Ordinarios del lugar. Solamente hay dos excepciones. La primera es
obvia: cuando existe un impedimento que no puede dispensar el Ordinario del lugar, hay que
recurrir a la Santa Sede; la segunda se pone por motivos de prudencia: si la nulidad se debe a
un impedimento de Derecho Divino que ya cesado, hay que recurrir también a la Santa Sede.
Por ejemplo, una persona tiene el impedimento de vínculo por estar casado, y se ha casado de
nuevo inválidamente y luego queda viudo del primer matrimonio; existía un impedimento de
derecho divino, el impedimento del vínculo que ha desaparecido por sí mismo. No obstante
que ya no existe ningún impedimento, si se quiere sanar en raíz el segundo matrimonio, hay
que recurrir a la Santa Sede, no la puede conceder el Obispo.
5 EJERCICIO DE AUTOEVALUACION.
3. La absolución colectiva
a. se puede recibir cuantas veces sea necesaria
b. obliga a confesar los pecados con un sacerdote.
c. no perdona los pecados graves,
d. la puede aplicar el sacerdote cuando haya muchos fieles.
6. El Sacramento de la Unción
a. Se puede celebrar comunitariamente
b. lo pueden administrar de modo ordinario los laicos
c. Se puede celebrar únicamente de modo privado
d. No hay nada definido
8. El diaconado
a. es parte del Sacramento del Orden
b. Es un simple ritual que pertenece al orden de los sacramentales.
c. Puede conferirse a las damas
d. Obliga a los diáconos casados al celibato.
III Completar.
1. El matrimonio es un pacto natural conyugal elevado por Cristo a la dignidad de
2. El matrimonio rato y no consumado lo puede disolver el
3. La Iglesia tiene poder para disolver cualquier matrimonio, aunque haya sido consumado,
que no sea
4. La doctrina de la Iglesia es que ningún matrimonio rato y no consumado obtiene
5. el matrimonio en la Iglesia siempre ha sido visto como comunión de
6. El matrimonio válido entre dos bautizados se llama sólo rato, si no ha sido consumado;
rato y consumado, si los cónyuges después de la celebración del matrimonio, han realizado de
modo humano el
7. las propiedades del matrimonio son: la unidad y.
8. El consentimiento de las partes, legítimamente manifestado, es la causa eficiente del
9. "El matrimonio inválido se llama , si fue celebrado de buena fe al menos por uno de
los contrayentes
10. Los impedimentos son: edad, vínculo, impotencia, orden, voto,
8. BIBLIOGRAFIA