Vera Rodriguez

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Poder Judicial de la Nación

“Año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional”


CÁMARA NACIONAL DE CASACIÓN EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL - SALA 2
CCC 45278/2013/TO1/CNC1

Reg. n° 301/2017

En la ciudad de Buenos Aires, a los 24 días del mes de abril de 2017, se reúne la
Sala II de la Cámara Nacional de Casación Criminal y Correccional de la Capital
Federal, integrada por los jueces Eugenio C. Sarrabayrouse, Daniel E. Morin y
Luis F. Niño, asistidos por la secretaria actuante, Paula Gorsd, a los efectos de
resolver el recurso de casación interpuesto a fs. 153 / 161 por la defensa de Luis
Miguel Vega Rodríguez; en la presente causa nº CCC 45.278/2013/TO1/CNC1,
caratulada “Vega Rodríguez, Luis s/ recurso de casación”, de la que
RESULTA:
I. El Tribunal Oral en lo Criminal n° 22, el 3 de junio 2015 resolvió
-en lo que aquí interesa- “…I) CONDENAR a LUIS MIGUEL VEGA
RODRÍGUEZ, de las demás condiciones personales mencionadas en autos, a la pena de
TRES AÑOS DE PRISIÓN de efectivo cumplimiento y costas, por resultar coautor
penalmente responsable del delito de robo simple (arts. 29 inc. 3, 45, 164 del Código Penal y
art. 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación)…II) UNIFICAR la pena
precedentemente impuesta con la recaída en la causa N° 59248/2013 (n° interno 7724) del
registro del Tribunal Oral de Menores N° 3 en la que con fecha 2 de febrero de 2015 se
resolvió condenar al nombrado Vega Rodríguez a la pena de cuatro años y cuatro meses de
prisión, accesorias legales y costas por resultar coautor penalmente responsable del delito de robo
agravado por haber sido cometido con arma impropia en grado de tentativa, en concurso real con
robo agravado por haber sido cometido en lugar poblado y en banda en grado de tentativa,
agravado a su vez ambos hechos por haber sido cometidos con la participación de un menor de
dieciocho años de edad, y en consecuencia CONDENAR A LUIS MIGUEL VEGA
RODRÍGUEZ A LA PENA ÚNICA DE SIETE AÑOS DE PRISION y costas
(arts. 29 inciso 3, 55 y 58 del Código Penal)…” (fs. 124 y 127 / 150).
II. Contra dicha resolución, el defensor público oficial Ariel
Cagnola interpuso recurso de casación (fs. 153 / 161), el que fue concedido el 1°
de julio de 2015 (fs. 162 / 163). Por su parte, la Sala de Turno de esta Cámara le
imprimió el trámite previsto en el art. 465, CPPN (fs. 171).
El recurrente fundó su impugnación en ambos incisos del art. 456 y
planteó los motivos que a continuación se resumen.
1. Agravios dirigidos a cuestionar la valoración de la prueba y
relativa a la participación del imputado
La defensa sostuvo la ausencia de elementos probatorios suficientes
para condenar a su asistido.
Remarcó que la sentencia se fundó únicamente en la declaración de
Juan Carlos Nina Merlo, pues el policía Guillermo Serdá, quien también declaró
en el juicio, no recordaba el hecho. En definitiva, consideró que sólo se contaba
con un testigo presencial único para acreditar dos sucesos.
Respecto del primero, Nina Merlo no estuvo presente y la
declaración de la presunta víctima, Chamucero Flores, fue suplida con “…dichos
de dichos…” (fs. 157 vta.), en tanto Serdá repitió lo que le habría relatado aquél. El
recurrente agregó que esto imposibilitó que su testimonio pueda ser contrastado
en los términos del fallo “Benítez” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
(sentencia del 12 de diciembre de 2006, causa B.1147.XL), en tanto Chamucero
no declaró en el debate.
Con relación al segundo de los hechos, sostuvo que en la
ponderación efectuada por el tribunal a quo se invirtió la carga de la prueba. El
imputado “…no tenía que probar en qué circunstancias logró recuperar el elemento sustraído
por los agresores, así como tampoco qué intervención había tenido en el hecho que damnificó a
Nina Merlo, ni porqué (tal como exige el fiscal) quería defender al damnificado…” (fs. 158
vta.).
Además, agregó que se omitieron considerar otras cuestiones: el
testigo Nina Merlo relató que fue abordado por cinco personas que lo golpearon
y tiraron al piso, momento en que se tapó la cara. La recurrente dedujo “…por el
grado de obnubilación que cabe deducir le generó el hecho, la posibilidad de que completara
mentalmente algo de lo que ocurrió y no vio…” (fs. 158 vta.). Sumó a esta eventualidad,
la versión del propio imputado en tanto sería absurdo que si hubiera sido el
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responsable del delito, regresara al lugar en el que se cometió. En consecuencia, y


por aplicación del art. 3, CPPN, bregó por la absolución de su asistido.
2. Agravios dirigidos a cuestionar la calificación legal del
hecho
Sucintamente, la recurrente alegó que ambos hechos debían quedar
en grado de tentativa atento a que los faltantes no fueron acreditados “…más allá
de los dichos de un testigo único (dinero y celular) y por un elemento (charango) que habría sido
sustraído a quien nunca se presentó a reclamarlo ni a declarar…” (fs. 160).
3. Agravios dirigidos sobre la determinación de la pena y su
unificación
La defensa cuestionó por arbitraria la mensuración de pena
discernida en el caso por haber omitido considerar circunstancias planteadas
durante el juicio.
En esa dirección, entendió que la sanción no puede ser igual
“…cuando se conoce lo que se perdió que cuando, como ocurrió respecto del celular y el dinero,
no se lo conoce; y no puede ser lo mismo cuando no se recupera el elemento sustraído, que cuando
se recupera, como ocurrió con el charango…” (fs. 160 vta.).
Del mismo modo, la impugnante se agravió de que se hayan
omitido las condiciones personales del imputado: una persona joven, de
formación acotada y sin antecedentes como mayor de edad.
Por otro lado, la defensa cuestionó que no se haya mantenido la
proporcionalidad respecto de la pena que el fiscal había requerido en el debate,
bajo una calificación más gravosa.
Finalmente, en torno a la unificación, entendió que el monto era
elevado y que el tribunal no brindó motivos que impidan unificar todas las penas
en la sanción aplicada por el tribunal de menores.
III. En el término de oficina, previsto por los arts. 465, cuarto
párrafo y 466, CPPN, se presentó la defensora pública oficial Cecilia Mage, quien
reeditó y amplió los agravios vertidos en el recurso de casación (fs. 174 / 181).
IV. Se celebró la audiencia prevista por el art. 468, CPPN, a la que
compareció el defensor público oficial Mariano Maciel, de lo cual se dejó
constancia en el expediente a fs. 185.
El defensor sostuvo el recurso interpuesto y planteó los mismos
cuestionamientos plasmados tanto en el recurso como en la presentación
realizada en el término de oficina.
Efectuada la deliberación establecida en el art. 469, CPPN, el
tribunal arribó a un acuerdo en los términos que a continuación se exponen.
CONSIDERANDO:
El juez Eugenio C. Sarrabayrouse dijo:
1. Los colegas de la instancia anterior tuvieron por probados dos
hechos calificados como robo simple (art. 164, CP).
El primer episodio lo describieron de la siguiente manera: “…Luis
Miguel VERA RODRÍGUEZ el día 26 de agosto de 2013 alrededor de las 20:00 horas,
en la intersección de las calles José León Suárez e Ibarrola, junto con otros sujetos no
identificados, sustrajo un instrumento musical –charango- propiedad de Francisco Chamucero
Flores.
“En dicha oportunidad, el nombrado junto con los otros individuos se
abalanzaron sobre el damnificado y luego de haberle propinado varios golpes, lograron despojarlo
del bien en cuestión…”.
A su vez, el segundo de los sucesos, por su cercanía en espacio y
tiempo se precisó de este modo: “…Pocos momentos después, alrededor de las 20:30
horas de ese mismo día, Luis Miguel Vega Rodríguez junto con otros cuatro masculinos
lograron sustraerle a Juan Carlos Nina Merlo un teléfono móvil marca Samsung Galaxy S y
una billetera negra con la suma de mil quinientos pesos ($1.500).
“En esta ocasión el imputado junto con los otros malvivientes se acercaron a la
víctima que se encontraba en la estación Terminal de ómnibus sita en las calles José León
Suárez e Ibarrola de esta ciudad, ocasión en la que lo comenzaron a golpear en todo su cuerpo
para lograr su cometido y luego darse a la fuga.
“Así fue que minutos más tarde, mientras que Nina Merlo se limpiaba las
heridas, observó que el imputado Vega Rodríguez se encontraba caminando cerca suyo, motivo
por el cual procedió a increparlo y retenerlo hasta que arribó personal policial.
“Que en poder del imputado se hallaba el charango previamente sustraído a
Chamucero Flores, quien luego se acercó al lugar donde se hallaba detenido Vega Rodríguez y
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pudo reconocer el bien de su propiedad y a Vega como uno de los autores del hecho…” (fs.
133).
Resumidamente, se valoraron las siguientes pruebas producidas en
el debate:
a. La declaración del policía Guillermo Serdá (fs. 128 vta.).
b. El testimonio prestado por Juan Carlos Nina Merlo, damnificado
en el segundo de los hechos (fs. 128 vta. y 129).
c. La incorporación por lectura de las actas de detención y secuestro
de fs. 4 y 5, las declaraciones testimoniales de Carlos Miguel Galarza (fs. 6) e
Ivon Alicia Nina Merlo (fs. 7), los planos de fs. 8 y 9, el informe médico policial
(fs. 20), las fotografías de fs. 23 y, del legajo de personalidad, la certificación de
los antecedentes del imputado
A partir de esta prueba, el tribunal valoró:
d. La declaración prestada por Nina Merlo, quien señaló a Vega
Rodríguez como uno de los sujetos que lo golpeó y le sustrajo su billetera y el
teléfono celular. El testigo no presentaba confusión alguna “….ya que en la
audiencia de debate fue concluyente en cuanto a la seguridad de que el imputado fue el autor…”
(fs. 135).
Estas manifestaciones, sumadas a la ratificación que hizo el policía
Serdá de las actas labradas con motivo de su intervención, permitían tener por
probado este hecho.
e. En relación con el primero de los sucesos, el voto del juez
Paduczak que lideró el acuerdo, consideró que “…si bien no pudo ser habido al
momento del debate el propietario del instrumento musical, Chamucero Flores, lo que impidió la
incorporación de su declaración policial en la causa, sus dichos nos llegan a través del
damnificado del segundo de los hechos Nina Merlo…” (fs. 135).
f. Descartó la explicación brindada por Vega Rodríguez en el debate
con respecto a su vinculación con los dos hechos, en tanto “…no explica en qué
circunstancias supuestamente logró recuperar el elemento sustraído por los malhechores, así como
tampoco se entiende qué intervención habría tenido en el hecho que damnificó a Nina Merlo,
máxime cuando contrastamos dicha declaración con los dichos del damnificado quien lo imputa
directamente a Vega Rodríguez, como uno de los autores del ilícito…”(fs. 135 vta.).
2. Tal como se ha resumido (ver punto II. 1), la defensa de Vega
Rodríguez planteó que la sentencia era arbitraria en la valoración de la prueba de
este hecho por contar con prueba insuficiente para arribar a una sentencia de
condena.
Como puede apreciarse, en el caso no está discutida la presencia del
imputado en el lugar donde ocurrieron los hechos. La controversia gira en torno
a establecer si Vega Rodríguez fue uno de los coautores de ambos.
a. Para afirmar tal circunstancia en relación con el primero de los
sucesos, que para evitar confusiones, se denominará “el robo del charango”, la
decisión atacada basó la condena de Vega Rodríguez en los dichos de Nina
Merlo, víctima del segundo despojo.
Sobre este aspecto, el testigo refirió que “…Ese [el imputado Vega
Rodríguez] tenía un charango que era de otra persona a la que habían robado igual, que
apareció después de media hora y dijo ‘ellos me robaron’, por el charango. Precisó al respecto que
la patrulla estaba ahí coordinando, preguntándole a él cómo fue y apareció una persona mayor,
de unos 45 años, y dijo que lo habían robado, estaba también golpeado, y dijo “’s mi charango’;
uno de ellos lo tenía, al que él alcanzó lo tenía (…) Cuando ya estaba la policía, pasaron unos
10 o 15 minutos y llegó el señor del charango…que ese hombre dijo ‘iba caminando,
aparecieron los pibes, me tumbaron en el piso, me empezaron a pegar y me sacaron el charango’;
estaba golpeado, tenía raspaduras en la cara…”.
Cabe destacar que los dichos de Francisco Chamucero Flores,
víctima de este hecho, no fueron incorporados al juicio conforme surge del acta
de debate y de la propia sentencia, motivo por el que sólo se cuenta con lo
narrado por Nina Merlo en el párrafo anterior. De ello se desprende lo siguiente:
- El testigo no presenció la secuencia en la que Chamucero Flores
fue abordado y luego despojado del instrumento musical.
- La imputación surge como resultado de lo que Chamucero Flores
le habría dicho (“ellos me robaron”) y que Vega Rodríguez tenía el charango en su
poder.
Frente a este último aspecto, el imputado durante el juicio manifestó
que “…lo quería defender, porque le dijo que lo habían robado, pero lo quería defender, porque
paraba ahí, no tenía nada que ver en el hecho. Lo vio pasar un par de veces, no tenía nada que
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ver. El charango vio que lo tenía el otro pibe y que lo robaron, y le pidió que se lo pase, y regresó
al lugar para buscar al damnificado que le habían robado. Le sacó el charango a los ladrones
porque vio que se lo sacaron a otro y lo fue a buscar al damnificado para dárselo y no lo
encontró; y justo se encontró al otro pibe, al que declaró el martes, al que él quería defender, pero
no tenía que ver con el robo…” (ver fs. 119 del acta de debate).
Como puede apreciarse, Vega Rodríguez afirmó que estuvo
presente en el hecho pero que su accionar, esencialmente, se dirigió a intentar
devolverle el charango a Chamucero Flores.
Con ese norte y aún cuando tal como afirma la sentencia se
desconocen las circunstancias por las cuales el imputado tenía en su poder el
charango, lo cierto es que ello, por sí solo, es insuficiente para afirmar que Vega
Rodríguez resultó ser uno de los autores de su despojo.
En efecto, el análisis efectuado en la sentencia no conduce de modo
unívoco a probar la participación del imputado en el robo; con mayor razón,
cuando el propio Vega Rodríguez brindó una versión distinta al respecto que no
pudo ser confrontada en el debate con los dichos de Chamucero Flores. Por lo
demás, la declaración del policía Serdá en el debate fue imprecisa, pues casi no
recordó nada de lo sucedido. Y en cuanto a las actas y el croquis que reconoció
este testigo (fs. 4, 5, 8 y 9) sumados al recuerdo del secuestro del instrumento
musical son insuficientes para considerar probada la participación de Vega
Rodríguez en este hecho. Además, los colegas de la instancia anterior no
explicaron de qué modo estos elementos servían para suplir las falencias
apuntadas y permitían afirmar la autoría del imputado. Es que, tal como se dijo
en el precedente “Escobar”1, la fundamentación de la cuestión fáctica de la
sentencia debe constituir un procedimiento intersubjetivo, verificable, que
permita reconstruir y revisar críticamente los pasos individuales realizados por el
juez en el momento de valorar la prueba.
Ante estas estas imprecisiones y contradicciones planteadas, el
tribunal a quo no ofreció razones ni explicó porque decidió darle crédito a esa
hipótesis y dejar de lado la versión del imputado por ser carente de lógica (fs. 135
vta.). Además, ningún fundamento brindó que autorizara valorar la versión

1
Sentencia del 18.06.15, registro n° 168 / 15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
brindada por un testigo de oídas o de referencia en tanto Nina Merlo no percibió por
sus sentidos lo que efectivamente ocurrió con Chapucero Ramos, sino que narró
lo que éste le habría manifestado.
b. El análisis efectuado conduce a afirmar que en el caso existe una
duda razonable.
En los precedentes “Taborda”2, “Marchetti”3 y “Castañeda
Chávez”4, se ha analizado al alcance de la duda en el proceso penal y qué debe
entenderse por duda razonable.5
La locución “más allá de toda duda razonable” como manera de
mostrar el convencimiento del tribunal de mérito sobre el hecho sometido a su
decisión, proviene del derecho anglosajón y está vinculada con el sistema de
valoración de la prueba propio del juicio por jurados. Su alcance y contenido ha
sido objeto de controversia6.
En síntesis, y a modo de conclusión, puede señalarse que los
estándares de prueba se insertan en un proceso de valoración racional y, en
consecuencia, su papel de guías para valorar primero y para justificar después será
incompleto si esa valoración y justificación no se acompaña de los criterios
racionales exigidos por la confirmación. Y en este aspecto juega un papel
fundamental la obligación de los jueces de motivar la sentencia. De esta forma,
una decisión jurisdiccional será legítima en tanto sólo una duda bien razonada acredite ser una
“duda razonable”. En definitiva, no se trata de controlar lo que se enclaustra en la
mente del juzgador sino lo que él expresa en su sentencia; y éste será el punto
esencial que dirima la cuestión: la necesidad de fundar correctamente la cuestión
fáctica de la sentencia que debe constituir un procedimiento intersubjetivo,

2 Sentencia del 2.09.15, registro n° 400/ 15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
3 Sentencia del 2.09.15, registro n° 396/ 15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
4 Sentencia del 18.11.15, registro n° 670/ 15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
5
Como integrante del Tribunal de Juicio en lo Criminal del Distrito Judicial Norte, provincia de Tierra del Fuego,
pueden citarse a modo de ejemplo los siguientes casos: “Nieto” del 30.08.2008, registro nº 38, t. III, folios
414/438, protocolo 2008; “Gómez” del 5.11.2010; también el trabajo Pautas para un futuro Código procesal penal de
Tierra del Fuego. A la vez, un breve repaso sobre el estado de la legislación procesal penal en la Argentina, trabajo elaborado
dentro del proyecto de investigación Bases para una reforma procesal penal en Tierra del Fuego (UCES), publicado en
http://dspace.uces.edu.ar:8180/dspace/handle/123456789/928 en coautoría con Cecilia Incardona.
6
Sobre esta discusión véase LAUDAN, Larry, Por qué un estándar de prueba subjetivo y ambiguo no es un estándar,
DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 28 (2005), ps. 96-98; allí se reproduce el debate mantenido en la
mesa redonda sobre el tema Racionalidad y estándares de prueba durante el XI congreso ítalo-español de teoría del
derecho, en septiembre de 2005; véase también Ferrer Beltrán, Jordi, Presentación, DOXA, op. cit., ps. 93-94; en
respuesta a Laudan intervinieron Michelle Taruffo, Marina Gascón Abellán y Juan Igartúa Salaverría, cuyas
opiniones citaremos más adelante.
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verificable, que permita reconstruir críticamente los pasos que llevaron al juez a
tomar su decisión. En este contexto, duda razonable significa duda razonada, o
mejor, duda justificada razonablemente, donde “razonable” equivale a carente de
arbitrariedad. La consistencia de la duda no se justifica en sí misma sino
contrastándola con los argumentos proclives a la condena; y a la inversa, la
contundencia de la hipótesis condenatoria tampoco se mide en sí, sino según su
capacidad para desbaratar la presunción de inocencia y la propuesta absolutoria.7
c. De esta manera, las contradicciones analizadas, la falta de
tratamiento del valor del testigo de oídas o de referencia, en la valoración de la
prueba efectuada por los colegas de la instancia anterior, sumados a la ausencia
de una explicación plausible de las razones por las cuales se acogió una hipótesis
y se descartó otra, permiten afirmar que existe en el caso una duda razonable
acerca de quién fue el autor del robo sufrido por Chamucero Flores.
En este sentido, no basta con que el juez de mérito se convenza de
la efectiva realización de un hecho sino que, además, debe justificar
racionalmente esa convicción, de tal forma que excluya cualquier vacilación de
aquel tipo. Al respecto se señaló que “…cuando un juez afirma que ‘A cometió el hecho
T’ sin utilizar la palabra probablemente, dice que existen buenas razones a favor de la verdad
de su afirmación y, a la vez, que no existe ninguna duda digna de mención. También señala
que cree lo afirmado y se hace responsable de ello. Es imposible, por estas razones, hablar de
grados de certeza: sólo puede afirmarse que el convencimiento del juez se basa en razones que
justifican su convicción sobre la verdad de la hipótesis acusatoria, según reglas de la vida
práctica. Para que los terceros puedan convencerse de la verdad de la afirmación del juez, tienen
que existir buenas razones intersubjetivas además de las subjetivas. La convicción del juez debe
ser un convencimiento justificado, con fundamentos que lo hagan aceptable para un tercero, lo
cual presupone una cuidadosa explicación de los hechos que incluya la eliminación de todas las
hipótesis alternativas cercanas. Las razones que fundan la sentencia deben ser adecuadas para
contradecir la presunción de inocencia que protege no sólo al imputado individual sino, y
principalmente, los intereses de la generalidad (porque todos los integrantes de la sociedad están

7
Cfr. las intervenciones de GASCÓN ABELLÁN, Marina, Sobre la posibilidad de formular estándares de prueba objetivos,
DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 28 (2005), ps. 127-139; IGARTÚA SALAVERRÍA, Juan,
Prolongaciones a partir de Laudan, DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 28 (2005), pp. 141-150; del mismo
autor, El caso Marey, Trotta, Madrid, pp. 43-45; también SARRABAYROUSE, Eugenio C., Responsabilidad penal por
el producto, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2007, p. 471.
expuestos a caer bajo la sospecha de haber cometido un delito). Es ineludible que también las
hipótesis empíricas cuenten con un fundamento suficiente; por eso se comprende por sí mismo el
hecho de que una sentencia insatisfactoriamente fundada es insuficiente, sin importar el
convencimiento alcanzado por el juez…”; “…las dudas relativas al caso particular resuelto por
el juez siempre son relevantes y es preciso ubicarlas en el ámbito de la libre valoración de la
prueba. Al juez le compete establecer la dimensión de esta duda porque pesa sobre él la
responsabilidad de condenar o absolver al imputado…”.8
La forma en que se resuelve este agravio implica hacer lugar al
recurso de casación en este punto, y absolver a Luis Miguel Vega Rodríguez por
el hecho indicado como I.
3. Respecto del hecho II, si bien la defensa pretende la absolución
de su defendido por aplicación aquí también del principio in dubio pro reo (art. 3,
CPPN), sus agravios, a diferencia del primer suceso, se dirigen exclusivamente a
cuestionar que la prueba se sostuvo sólo en la declaración de Nina Merlo y que
sus dichos podrían resultar inexactos como consecuencia de la golpiza que
recibió cuando fue abordado y desapoderado de sus pertenencias.
En este caso particular, debe diferenciarse la valoración de este
testimonio en lo que se refiere a lo que concretamente le sucedió a él y lo que
contó le habría dicho el dueño del charango.
En otros precedentes9 se dijo que en nuestro sistema es posible
condenar con la declaración de un único testigo, bajo ciertas condiciones. En el
caso de autos, la valoración de este tramo del testimonio de Nina Merlo
efectuada por el tribunal a quo es lógica, razonable y no luce arbitraria ni
contradictoria ni padece de ningún otro vicio que la invalide, amén de no haber
sido adecuadamente rebatida por la defensa.
Es que, tal como se anticipó, la contundencia de la hipótesis
acusatoria no se mide en sí misma sino en su relación con la propuesta de
absolución, lo planteado por el propio imputado y el respeto de la presunción de

8
Al respecto, c, Responsabilidad penal por el producto, op. cit., ps. 452-453, donde se cita a Ürs Kindhäuser, Das
Beweismaβ des Strafverfahrens – Zur Auslegung von § 261 StPO [La medida de la prueba del proceso penal. Sobre la
interpretación del § 261 de la Ordenanza Procesal Penal Alemana], Jura 1988, ps. 290-296. También la sentencia dictada el
30.09.2008, cuando integramos el Tribunal de Juicio en lo Criminal, Distrito Norte, Tierra del Fuego, en autos
“Nieto” ya citados.
9
Sentencia del 1.04.2016, Sala II, jueces Morin, Niño y Sarrabayrouse, causa “Juncos Posetti, Hernan Pablo s/
abuso sexual”, registro n° 235/2016.
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inocencia. Se trata de establecer cuál de las hipótesis en pugna reúne los


requisitos de no refutación, confirmación y mayor confirmación que sus
concurrentes.
En este sentido, Vega Rodríguez culminó su indagatoria diciendo
que “…justo se encontró al otro pibe, al que declaró el martes [Nina Merlo], al que él quería
defender, pero no tenía que ver con el robo…” (fs. 135 vta.)
Estos argumentos fueron correctamente desechados por el tribunal
de la instancia anterior, sin que la recurrente logre rebatirlo adecuadamente; en
particular, ni la defensa ni el propio imputado explicaron qué hacía Vega
Rodríguez frente a la firme imputación que le dirigió la víctima.
Recordemos que Nina Merlo en el debate fue claro y preciso en su
identificación del imputado como uno de los agresores: “…Iba llegando del laburo, a
eso de las 8.30, vinieron esos muchachos acercándosele, se cruzaron, lo agarraron, lo empezaron
a golpear y le sustrajeron dinero y el celular que tenía; le sacaron mucha sangre de la nariz,
tenía el ojo moreteado, porque lo agarraron en el piso y le empezaron a pegar todos; se fueron
por el lado de la estación de tren; se sentó ahí y los veía que se iban; se fue para el lado que iban
ellos y vio a uno de ellos que se acercaba, volvía (…). Era uno solo el
detenido, los otros no sabía dónde estaban. No pudo recuperar sus efectos…. Dijo al fiscal
que directamente vinieron a golpearlo, se quiso defender, sintió un brazo por el cuello por atrás,
lo tumbaron en el suelo y lo empezaron a golpear, alguien lo agarró desde atrás. Al que él
luego reconoció lo recordaba; cuando venían de frente tenía el charango, y
luego de eso, el mismo volvía con el mismo charango. Todos lo golpearon, en cuanto cayó al piso
se tapó la cara y todos lo empezaron a golpear. Le robaron $ 1500 que tenía en la billetera y el
celular Samsung S1; le sustrajeron todo. Cuando lo detuvo le dijo ‘tú estabas con los que me
robaron’ y dijo ‘no, te equivocas, los que te robaron fueron para allá, yo quería ayudarte para
agarrarlos’; pero era uno de ellos. Estaba seguro de eso. Lo agarró, hizo un poco de
quilombo, le dijo que le iba a devolver sus cosas, pasaron conocidos suyos, lo vieron
ensangrentado y llamaron a una patrulla…” (fs. 117 vta. y 118 del acta de debate; el
destacado no es del original).
La transcripción efectuada revela que Nina Merlo recordó a Vega
Rodríguez por haberlo visto antes que se abalanzaran sobre él, extremo que
descarta cualquier confusión sobre su individualización.
Las razones expuestas por los jueces de la instancia anterior resultan
entonces suficientes para tener por probada, más allá de toda duda razonable, la
participación de Vega Rodríguez en el hecho II afirmada en la sentencia
recurrida, por lo cual este agravio no puede prosperar.
4. Consumación del hecho
En el final del agravio vinculado a la valoración de la prueba, la
defensa cuestionó que se consideró consumado el delito de robo por la “…falta
de prueba sobre la preexistencia de los elementos que habrían sido sustraídos…” (fs. 160).
El tribunal a quo calificó así este hecho de acuerdo con lo expresado
por la víctima Nina Merlo, quien refirió que “…le robaron $1500 que tenía en la
billetera y el celular Samsung S1, le sustrajeron todo….” (fs. 118).
La valoración efectuada no es desacertada ni arbitraria. Por el
contrario, atento el número de atacantes que participaron en el hecho, resulta
evidente que uno de ellos se quedó con las pertenencias del damnificado, razón
por la que los colegas de la instancia anterior desecharon correctamente la
aplicación del art. 42, CP. Asimismo, el planteo de la defensa en cuanto a la
necesidad de probar la “preexistencia” de los elementos robados llevaría a una
comprobación imposible. En el caso particular, el crédito brindado a la
declaración de Nina Merlo en aquello que lo damnificó resulta suficiente para
verificar la consumación del robo.
5. Determinación judicial de la pena y unificación
a. Tal como se indicó en el inicio (punto I), los colegas de la
anterior instancia impusieron la pena de tres años de prisión a Vega Rodríguez
por considerarlo coautor del delito de robo simple en dos oportunidades y lo
condenaron a la pena única de siete años de prisión (ver punto III de la
sentencia). Si bien se advierte que en la parte resolutiva de la sentencia (fs. 149 vt.
/ 150), la calificación de los hechos no fue correctamente expresada, se trata de
un mero error material que no afecta la validez de la decisión en el punto.
b. Durante el juicio, la fiscalía había solicitado la imposición de una
pena de cuatro años para el imputado y la unificación en ocho años de prisión, de
acuerdo con una calificación que consideró más grave (robo agravado por haber
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sido cometido en lugar poblado y en banda), descartada por la mayoría de los


jueces que integraron el tribunal (magistrados Paduczak y Nardiello).
Para decidir la pena impuesta, el tribunal a quo consideró como
agravantes la multiplicidad de intervinientes, la reiteración delictiva en
consideración del escaso tiempo entre ambos hechos y la violencia desplegada
(fs. 142 vta. y 143).
c. Tal como se señaló en el precedente “Medina”10, uno de los
temas más olvidados y poco estudiados, aquí y en otras latitudes, ha sido y es la
medición judicial de la pena. Si bien se registran avances en el punto, la amplia
discrecionalidad que otorga el sistema y la carencia de un diseño procesal que
facilite la discusión sobre aquélla favorecen la inercia con que se ha desenvuelto
tradicionalmente el tema.
En el caso, el tribunal de mérito ponderó circunstancias agravantes
específicas en relación al condenado, sin incluir circunstancias atenuantes.
Amén de las que no resultaron cuestionadas por la defensa, se tuvo
en cuenta el número de participantes y el uso de violencia reiterado para
perpetrar el robo, criterios que resultan pertinentes para medir la pena, según la
descripción del suceso que se tuvo por acreditado: no es igual la ejecución de la
acción -y la resistencia que puede oponer la víctima- frente a una mayor cantidad
de atacantes; del mismo modo que la innecesaria reiteración de actos violentos
para perpetrarla configura un exceso que rebasa los límites del tipo penal
endilgado, lo que descarta que haya existido una doble valoración. En definitiva,
se trata aquí de ponderar la naturaleza de la acción, que no es un concepto abstracto,
sino la manera concreta en que se ha ejecutado la acción típica, particular de cada
hecho y reveladora de múltiples aspectos que pueden y deben ser valorados (ya
sea como atenuantes o agravantes) al momento de medir en la pena la intensidad
del reproche penal (art. 41, inc. 1°, CP), como efectivamente se hizo.
Ahora bien, la absolución propuesta en los puntos anteriores sobre
el primero de los hechos por los que fue condenado Vega Rodríguez modifica
sustancialmente la escala penal a considerar (de un mes a seis años de prisión, art.

10
Sentencia del 3.09.15, registro n° 406/15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
164, CP) sumado a que una de las agravantes ponderadas (la reiteración delictiva)
pierde todo sustento en la determinación de la pena a imponer.
En cuanto a las atenuantes planteadas por la defensa, no se advierte
que el tribunal a quo al descartarlas implícitamente haya sido arbitrario o que
hubiera incurrido en una errónea interpretación de la ley.
Atento a que Vega Rodríguez ha sido entrevistado por el tribunal
(art. 41, CP), razones de economía procesal aconsejan que sea esta Sala la que
resuelva la pena a imponer.
En virtud de lo expuesto y teniendo en cuenta la pertinencia de las
agravantes analizadas, la pena de un año de prisión se ajusta a las consideraciones
efectuadas (arts. 40 y 41, CP).
b. Por último, resta unificar esta pena con la impuesta por el
Tribunal Oral de Menores n° 3, el 2 de febrero de 2015, en el marco de la causa
n° 59248/2013 (registro interno7724), en la que fue condenado a la de cuatro
años y cuatro meses de prisión, accesorias legales y costas por resultar coautor
penalmente responsable del delito de robo agravado por haber sido cometido
con arma impropia en grado de tentativa (hecho 1), en concurso real con robo
agravado por haber sido cometido en lugar poblado y en banda en grado de
tentativa (hecho 2), agravado a su vez ambos hechos por haber sido cometidos
con la participación de un menor de dieciocho años de edad.
Tal como se señaló en el precedente “Sarno”11, el art. 58, CP: trata
sobre la unificación de penas, la que tiene lugar tanto si se hubieren dictado dos o
más sentencias firmes violando las reglas de los artículos 55 a 57, CP (segunda
regla) como en el supuesto en que, habiéndose dictado una sentencia
condenatoria firme respecto de una persona, se la deba juzgar por otro delito,
mientras todavía cumple pena (primera regla). En ambos supuestos, el juez debe
construir una escala de acuerdo con las pautas establecidas en el art. 55, CP. Sin
perjuicio del método aritmético o composicional que el tribunal adopte (y de las
razones que exponga para ello), lo cierto es que, en cualquier caso, la pena
resultante debe ser la consecuencia de una valoración de las pautas establecidas
en los arts. 40 y 41, CP. En este sentido, “…la fijación de una pena única, sea que se

11 Sentencia del 8.10.2015, Sala II, registro 533 / 2015, jueces Morin, Sarrabayrouse y Bruzzone.
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trate de un caso de unificación de sentencias dictadas en violación a las reglas del concurso, sea
que se trata de un supuesto de unificación de penas manteniendo la individualidad de las
condenas, exige siempre la aplicación razonada de las pautas de los arts. 40 y 41 del Código
Penal, en el marco de la escala compuesta a tenor de los arts. 54 a 55, CP, según sea el caso.
En este punto, rigen las exigencias de motivación de los arts. 399 y 404, inc. 2°, CPPN, del
mismo modo en que rige para cualquier sentencia de condena…” (cfr. el voto del juez
García en los autos “Delucchi”12).
En el caso particular, en atención a las razones vinculadas con las
pautas establecidas en los arts. 40 y 41, CP y al empleo del método composicional
para fijar la pena, conducen a establecer una pena única de cinco años de prisión
de efectivo cumplimiento.
6. En virtud de las consideraciones expuestas, corresponde hacer
lugar parcialmente al recurso de casación planteado por la defensa pública, casar
la sentencia dictada a fs. 127 / 150 y absolver a Luis Miguel Vega Rodríguez por
el suceso identificado como “hecho I”; modificar la pena impuesta por la de un
año de prisión y unificar la misma con la dictada por el Tribunal Oral de Menores
N° 3, en la de cinco años de prisión (arts. 456, inc. 2º, 471, 473, 530 y 531, CPP;
40, 41 y 58, CP).
El juez Daniel Morin dijo:
1.- Adhiero, en lo sustancial, a la solución propuesta por el juez
Sarrabayrouse relacionada con la intervención de Luis Vega Rodríguez en el
suceso que damnificara a Juan Carlos Nina Merlo –segundo hecho–, como así
también con la acreditación de su consumación.
Ello, sobre la base de que la valoración de la prueba efectuada en la
sentencia luce razonable, y la parte no logra demostrar la arbitrariedad que alega.
2.- No coincido, sin embargo, con la conclusión a la que arribó el
colega en torno a la participación del nombrado en el hecho que denominó “el
robo del charango”.
Cabe destacar que este planteo resulta una reedición del que ya
expuso la defensa en la instancia y que fue debidamente contestado por el a quo
en la resolución puesta en crisis.
12Cfr. causa CCC 66788/2013/TO1/CNC1, “Delucchi, Diego Abel s/robo con armas”, Sala I, sentencia del 4.11.2015,
registro n° 620/2015, jueces Días, Bruzzone y García.
El juez que lideró el acuerdo sostuvo que “[no] quedaban dudas de
la participación del incuso en el primero de los atracos, por cuanto Nina Merlo lo
situó en el lugar de los hechos en poder del charango y luego esta situación se vio
verificada con el secuestro del bien”.
Agregó que “si bien no pudo ser habido al momento del debate el
propietario del instrumento musical, Chamucero Flores, lo que impidió la
incorporación de su declaración en la causa, sus dichos nos llegan a través del
damnificado del segundo de los hechos Nina Merlo”.
El tribunal, en este sentido, tuvo en cuenta que el damnificado Nina
Merlo –víctima del segundo hecho– logró reconocer al aquí condenado porque
era la persona que llevaba consigo un charango cuando un grupo de hombres lo
fue a atacar y que después lo volvió a observar llevando el mismo elemento.
Asimismo, valoró la declaración del nombrado en cuanto señaló que
ese instrumento musical se lo habían robado a otra persona. Indicó que ese
hombre apareció golpeado unos minutos más tarde y que le contó que unos
chicos le habían pegado y que le habían sacado el charango.
El a quo contó, a su vez, con las vistas fotográficas del mencionado
instrumento (cfr. fs. 23).
Además, tomó en cuenta el testimonio del preventor Guillermo
Sardá, quien recordó que en el marco de ese procedimiento se había secuestrado
un charango. En igual sentido, ratificó el contenido del acta de detención de Vega
Rodríguez y el acta de secuestro del objeto señalado (cfr. fs. 4 y 5).
Se observa, en este contexto, que el charango es el elemento que
conecta a ambos hechos delictivos, ya que por un lado fue el elemento que fue
sustraído en el primer hecho y además sirvió de base para identificar al aquí
condenado como uno de los autores que intervinieron en los dos robos. Cabe
señalar que los sucesos se llevaron a cabo con pocos minutos de diferencia, a
escasas cuadras de distancia y con la misma modalidad delictiva –a las dos
víctimas las empujaron, las golpearon y les sacaron sus pertenencias–.
Por último, coincido con el análisis que realizó el tribunal para
desechar la versión que diera el imputado sobre los hechos, en cuanto sostuvo
que sus dichos se contraponían con el contundente relato de Nina Merlo, quien
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estaba convencido de que el nombrado era uno de los partícipes de su atraco; a la


vez que Vega Rodríguez tampoco explicó las circunstancias en las cuales le había
sacado el charango a los verdaderos responsables del primer hecho, ni tampoco
brindó dato alguno sobre esas personas.
Sobre esta base, se advierte que el razonamiento desarrollado por el
tribunal de juicio, mediante el cual se arribó a la conclusión de que en el hecho
aquí sancionado intervino Vega Rodríguez resultó plausible, a la vez que los
agravios que planteó la defensa no lograron demostrar la arbitrariedad o la
existencia de una duda que autorice la aplicación del principio in dubio pro reo que
rige su empleo en el proceso penal.
En virtud de ello, corresponde entonces rechazar los agravios
planteados por la defensa en este punto.
3.- Por otra parte, respecto a la segunda crítica efectuada por el
recurrente en el marco del “hecho 1”, vinculada al nivel de desarrollo del iter
criminis alcanzado, considero acertada la solución propuesta por el tribunal.
Según surge de las constancias de la causa, en el momento en que el
damnificado del segundo hecho -Nina Merlo- fue abordado por el grupo de
personas que le sustrajo sus bienes, el aquí condenado llevaba consigo el
charango que se le sustrajo previamente a Chamucero Flores, e incluso, cuando
lo observó que caminaba por la calle y procedió a retenerlo también se
encontraba con dicho instrumento musical.
En estas circunstancias, resulta claro que Vega Rodríguez logró
sacar de la esfera de custodia de su legítimo titular el bien en cuestión y tuvo su
efectiva disposición. Por lo tanto, el hecho quedó consumado.
4.- Por último, adhiero al análisis que realizó el juez Sarrabayrouse
en torno a la determinación de la pena que le impuso el a quo al nombrado y su
unificación con la que le impuso el Tribunal Oral de Menores n° 3, a excepción
de las consecuencias derivadas de la absolución del primer hecho que propuso.
En este sentido, al quedar en pie la acreditación de la intervención
de Vega Rodríguez en el primer suceso y por ende, la “reiteración delictiva” que
fue ponderada como un agravante, corresponde confirmar el monto de las penas
que le fueron impuestas en la instancia anterior.
El juez Luis Fernando Niño dijo:
1. La defensa, en su recurso de casación, cuestionó: la participación
del encartado en ambos sucesos por los que resultó condenado, la consumación
del iter críminis en relación a esos episodios y la determinación de la pena (incluida
su unificación).
2. En relación al agravio deducido por el recurrente orientado a
cuestionar la autoría de Luis Vega Rodríguez en la comisión del ilícito que
damnificó al ciudadano Juan Carlos Nina Merlo –segundo hecho–, considero –al
igual que mis colegas– que el tribunal de mérito valoró la prueba recibida en el
debate bajo estricto apego a la regla de la sana crítica y los principios que la
regulan. Asimismo, comparto las razones expuestas por el juez Sarrabayrouse en
el punto 4 de su voto, en tanto y en cuanto el a quo descartó correctamente la
aplicación al caso del art. 42, CP.
3. Mas no habré de concertar con el distinguido camarista
preopinante en lo que se refiere a la existencia de una duda razonable, respecto
del hecho que ha sido denominado –por todos– como “el robo del charango”.
En efecto, sobre el tópico habré de coincidir con los motivos
señalados por el juez Morin en el punto 2 de su exposición, en punto a validar el
razonamiento del tribunal oral para tener por acreditada la participación del
imputado en la sustracción del aludido instrumento de cuerdas.
Estimo correcta la valoración de la prueba realizada por el a quo
sobre el punto, sobre todo si se tienen en cuenta los dichos del testigo Nina
Merlo –damnificado del primer hecho– quien fue muy claro al apuntar en el
debate que “cuando venían de frente (refiriéndose a sus agresores) tenía el charango, y
luego de eso, el mismo volvía con el mismo charango” (fs. 134/vta)…“ese (por Vega
Rodríguez) tenía un charango que era de otra persona a la que habían robado igual, que
apareció después de media hora y dijo ‘ellos me robaron’, por el charango”…“Cuando ya estaba
la policía, pasaron unos 10 o 15 minutos y llegó el señor del charango…ese hombre dijo ‘iba
caminando, aparecieron los pibes, me tumbaron en el piso, me empezaron a pegar y me sacaron
el charango’, estaba golpeado, tenía raspaduras en la cara” (fs. 135).
Si bien no pasa inadvertido que el declarante resultó –a la sazón–,
con respecto a este segundo hecho, un “testigo de oídas”, con lo cual su
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valoración debe ser cuidadosamente atendida, la particular característica del


objeto sustraído –que conecta al imputado con ambos sucesos–, la proximidad
temporal entre uno y otro de los hechos, su ocurrencia en un mismo lugar
geográfico y la existencia de igual modus operandi, despejan todo tipo de dudas
acerca de la participación activa de Vega Rodríguez en el evento que damnificó a
Chamucero Flores.
Luego, el descargo del acusado, intentando justificar la tenencia del
inconfundible elemento bajo el pretexto de que se lo había sacado a los ladrones
para devolvérselo al damnificado, aparece reñido con la puntual narración de
Nina Merlo quien lo apreció llevándolo consigo, tanto cuando se dirigieron hacia
él para damnificarlo como cuando se retiraron del lugar (fs. 134/vta.). A ello se
suma que la incongruencia argumental exhibida por el propio encausado,
respecto de la forma en cómo obtuvo el mentado bien, ya que en el mismo acto
procesal de defensa material plasmado a fs. 119 refirió sucesivamente que “lo tenía
el otro pibe y que lo robaron, y le pidió que se lo pase”, para seguidamente afirmar que
“le sacó el charango a los ladrones” (ambos pasajes sin destacado en el original). En
definitiva: frente a la clara descripción de los hechos por parte del testigo Nina
Merlo, la equívoca versión de descargo del encausado luce como un mero intento
de cohonestar su tenencia del bien sustraído a Chamucero Flores.
Corresponde, en consecuencia, rechazar la petición de la defensa en
lo que a la arbitrariedad de la valoración de la prueba del segundo hecho respecta
y confirmar la sentencia en este punto.
4. En cuanto al agravio dirigido a cuestionar la consumación de este
último episodio, adhiero a los argumentos del colega Morin por cuanto el tiempo
transcurrido entre los dos robos –media hora aproximadamente–, posibilitó que
se extrajera de la esfera de custodia del damnificado el bien sustraído y,
paralelamente, permitió a Vega Rodríguez disponer de aquel libremente.
5. Por último, la defensa solicitó la imposición a su asistido de una
pena sensiblemente menor a la recaída en función de haberse incurrido en
arbitrariedad al momento de determinarla, violándose, de tal modo, las reglas
contenidas en los arts. 40 y 41 del Código Penal.
Sobre el tópico, coincido con las apreciaciones esgrimidas por el
colega Morín en el apartado 4 de su voto y, en tal sentido corresponde confirmar
el monto de las penas que fueron impuestas por el tribunal de juicio.
6. En definitiva, propongo al acuerdo rechazar el recurso de
casación en todo en cuanto fue materia de impugnación, sin costas en esta
instancia (arts. 456, 465, 468, 469, 470 a contrario sensu, 530 y 531, CPPN).
En virtud del acuerdo que antecede, la Sala II de la Cámara
Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal,
por mayoría, RESUELVE:
RECHAZAR el recurso de casación interpuesto por la defensa
pública oficial a fs. 153 / 16, en todo aquello que fue materia de agravio, sin
costas (arts. 456, 465, 468, 469, 470 a contrario sensu, 530 y 531, CPPN).
Regístrese, notifíquese, oportunamente comuníquese (Acordada
15/13 CSJN; Lex 100), y remítase al tribunal de procedencia, sirviendo la
presente de atenta nota.

Eugenio C. Sarrabayrouse Daniel Morin Luis L. Niño


(en disidencia parcial)

Ante mí:

Paula Gorsd
Secretaria de Cámara
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