Leandro Alva El Maxilar de Gardel

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Leandro Alva

m x l r
E l a i d e Gardel
a

ediciones del trinche


El maxilar de Gardel
Leandro Alva

El maxilar
de Gardel

ediciones del trinche


Alva, Leandro
El maxilar de Gardel / Leandro Alva. - 1a ed
ilustrada. - Rosario : Luciano David García, 2019.
62 p. ; 18 x 11 cm.

ISBN 978-987-783-107-8

1. Poesía. I. Título.
CDD A861

Ilustración de interior: Eric Pesin Whitelegg

© Del Trinche Ediciones, 2019

© Leandro Alva, 2019

Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.


Impreso en Argentina.
Queda prohibida la reproducción total o parcial así como su
almacenamiento o fotocopiado mediante cualquier sistema
electrónico o mecánico sin la debida autorización del autor o
de la editorial. Todos los derechos reservados.
“La ciudad halló su paso silencioso en el atardecer;
pronunció la oscura queja de su boca:
soñaba ser un jinete”

Georg Trakl
Magma eres y al Magma volverás:

Magma es Tomógrafo. Canchas de Golf. Firmar


un contrato de compraventa. Cualquier institu-
ción, sobre todo la judicial.
Poema de dos carillas para arriba. Ballena de
atrás y adelante.
No tiene fecha de nacimiento. Es cumpleaños.
En definitiva, es de todo, pero ante todo, la
muerte... O la ceremonia después de la muerte:
de la caravana de autos, el más oscuro y largo y
primero.
Lo ínfimo, en cambio, esconde las cartas existen-
ciales. Cuerpo desprolijo en tina de hotel. Segun-
do en donde no sabemos si el actor aún respira.
Alva flota en estas aguas.
No pierde tiempo en alambrar un terreno para
que lo demás quede afuera, aferrándose a su
estilo. Si algo queda afuera aquí es la propiedad
privada, la propiedad intelectual, la propiedad.
De ningún modo encajaría el rictus poético
cuando de la verdad se trata; menos si la verdad
es súbita, precipitada, dirigida generalmente a
otro.
El poeta se entrega a las contradicciones de la
calle. Patea tachos.

9
Con maestría ignorada, con la Pinza de mentira,
sale en búsqueda de lo ínfimo (polvo) a pesar del
oleaje y la indisposición –porque océano, con
tormenta, hay por todos lados–.
En este libro la tormenta es de arena.

***
Leer El Maxilar de Gardel como quien contempla
manchas de hielo en un vaso de whisky a las
cinco a.m. y no tiene que cumplir horario laboral
pues lo echaron esa tarde, con sobrados motivos.
Sostener el libro sentado, masajeándose los de-
dos de los pies, porque el cachetazo simbólico de
estos poemas puede hacer tambalear al lector
desprevenido: lo suficiente.
Poemas de amor, tango y extrañamiento. Sinó-
nimos de conurbano bonaerense, zona Sur.

Andrés Szychowski

10
1

El miedo
Y entonces, conocí el miedo. Claro que sí. Tuve
una 9 apoyada en la cabeza. Y temblé. Mis pier-
nas temblaron. En esos momentos recordé los
días de la escuela, cuando mi vieja doblaba una
porción de papel higiénico y me la ponía en el
bolsillo del guardapolvo, "por las dudas". Había
mucho amor en ese acto. Cuando llegó el miedo
de verdad recordé aquellos tiempos. Pensé que
me iba a cagar encima. Pero aguanté como un
espartano. También pude ver algunas caras que
posiblemente no iba a ver más. Cerraba los ojos
con toda mi fuerza y viajaba a la página central
de las revistas de turismo, sin embargo los golpes
llegaban desde todos los ángulos y me arrastra-
ban de nuevo a la verdad. Me acordé de Praga,
la ciudad más hermosa del mundo, la ciudad
donde te conocí. Pero los gritos me despertaban,
los gritos y el caño frío en la sien, en el pecho, en
los huevos. Esto debe ser el miedo, me dije. No
podía darme el lujo de llorar, mis abuelos no
lloraron nunca. Y así me dejaron ir. Me perdona-
ron la vida, no una sino dos veces. Me tiraron en
una calle de Valentín Alsina. Y no sé por qué
tengo ganas de contarlo hoy, justo hoy, que la
escuela y Praga y vos y mis abuelos quedaron
tan lejos. Me cuesta escribir y ver lo que escribo.

13
Hace mucho calor y el sudor me entra en los
ojos. No son lágrimas, no, es algo mucho peor,
algo que arde y no libera. El miedo te aplasta la
infancia, los juguetes, te mata la primera novia,
te desmenuza las vainillas de la tarde, se caga en
tus abuelos, en tu vieja, en tus amigos, le escupe
el ojo a Nippur de Lagash. Hay que estar atento
como una lechuza. Hay que amar como un pe-
rro, o mejor, como un árbol. Hay que crecer. Con
miedo y todo.

14
Sombra

El poema es un inmenso pez de nieve.


El poeta no es Ahab sino su arpón.

Al fondo de mi sombra
el pulgar de la luz aplasta una nuez.
Del fruto parido nacen insectos
que mueren por la tarde,
no llegan a conocer
al sol de medianoche
tirado en la vereda
como un borracho
que rebalsa
un maniquí sin lengua
maniatado
en carcajadas.

15
Hipermercado

a Leonardo Fernández Damiani

El nudo corredizo ajusta


la incontinencia de la vida
para que nadie
se resigne a sacudir
una mortaja
manchada de tuco.
Del polvo venimos
a yuxtaponer las ínsulas
que secreta la nariz de Dios.

16
II

El paisaje podría ser


una estrella fría
el hueco de una muela rota
una razzia.
Es mejor
que la lumbre no sea testigo
de lo que te espera
nunca,
la calavera de Venus
en una bolsa de Carrefour.

III

Al principio de la muerte
de mis hijos
no podré asomarme
a respirar
por la ventana.

Luego me iré con ellos


como quien sale
a comprar el pan
y no regresa.

17
Chu cu chu

a Viviana Abnur

El tren
se alejaba del caserío.
A través de los frutales
y las torres de alta tensión
iba haciéndose chiquito.
No era un paisaje para un cuadro,
cortado por las vías
y el olor del aceite perplejo
el tren se iba yendo
ganaba velocidad
ganaba lejos.
Pero no era un paisaje digno
no había molinos ni puentes
ni un solo labriego
arando al mediodía.
El tren se alejaba,
las líneas de la mano
también se alejan.

18
Azogue

En la sutura del espejo


pervive la mirada que olvidamos.
Aúlla como una gotera
en el dorso de un baño químico.

Su revés de burbuja
perfora el tiempo
las migraciones
tan así
como una suerte
de higiene.

19
Bombita

Hospital en guardia.
La intención de la noche no quiere sanar.

Un biombo, un agujero, un otro lado.

Catéter de luz en la ventana


lamparita
quemada que nadie
reemplazó
cuando era necesario.

Escupo en el piso.

20
Balurdo

Un camión de mudanzas
que se cuelga de una nube
fuera de cuadro.

Una cadena que no resiste


las uñas del óxido.

Nubarrones, bombarderos
piernas ortopédicas.
Tu pubis canoso
ahí la noche.

Y yo
solo esperando
el bondi
para ir a otra parte.

21
Tobogán

Subís la escalerita con cuidado


llegás arriba
temblando frente al desliz.

Un paso adelante peina el vacío.


Eso que baja, eso que cae
ya no es vos.

Una hemorragia nasal


color de lirio.

22
Desierto

a César Cantoni

Las agujas que le faltan al reloj


¿A quién le sobran? ¿Al bolero?
¿con qué hilo se enhebra cada instante
del matambre universal?

Si no hay cucú despertador


si no hay Dios que nos ayude
mucho menos un vaso de agua
que vive para la sed
que muere con la boca paspada
torcida por la erosión.

Dar puntada sin hilo


se parece al camello que atraviesa el ojo.

23
Peluca voladora

a Quique Pagella

No tengo cabello
eso no impide
que los pajaritos quemados
de la inanición
cuelguen sus nidos
en mi cabeza sin techo,
vienen y ponen
sus huevos
de madrugada,
sabiendo que nada
puede nacer
de su fallida gestación calcárea.
Sobre la mesa
la huella de su hambruna
zanja destinos
que aún no sospecho,
nervaduras de atención
hidratan el ámbito,
guías turísticas
de la URSS,
suplementos de espectáculos
del año pasado.

24
Y lloro
sin esperar
el pésame del transa.

25
Farmacopea

Años atrás
bebíamos
el semen de animales
mitológicos
la sangre de Asmodeo.
Ahora
no para de llover
el ruido de una Singer
que nunca termina
de fijar su remiendo
a la entrepierna
de corderoy.

Todo esto sigue


y seguirá
como siguen tantas cosas
la lluvia y el veneno
por ejemplo

girando alrededor
de un tótem;
solo madera erguida
que señala.

26
El payaso Plin Plin

Vuela el azúcar
impalpable de la torta
la nube tormentosa
curva del pico
ave violenta
juguete
que morirá
mañana.

Vacía la piñata
despanzurrada en talco
y palitos de la selva
la sonrisa polvorienta
media luna llena
sobre una pared blanca
la tos
abandonada
al rencor juvenil de una salina
pregunta dónde.

27
Piringundín

Escarbo la basura
con las manos de otro
para cosechar
la indigencia
que deja el ruido
de tus tacos altísimos.
Quiero masticar
su alfiler
a plena luz.

28
Sin flash

En el sueño llueve
todo el tiempo llueve
y me afano
en proteger una bolsa
llena de fotos viejas.
Alguien a quien amé
se obstina en cubrir mi tesoro
con un paraguas roto,
le pido que se vaya
que vuelva
solamente si tiene ganas
de sacarse la ropa
de pasar un rato juntos
con un Gancia y una tuca
en otro sueño aún más lluvioso
cuando mi bolsa de fotos
no sea tan pesada
tan terminal
tan obvia.

29
“Los poetas trabajan de noche...”
Alda Merini

Hago un esfuerzo para reconstruir tu cara en mi


memoria. Pero ya no estás, aun estando. Trato
de arrancarme los rudimentos de tus facciones
diluidas y los tiro al pozo donde oculto cada una
de las cosas que no pudieron ser. Por mi culpa,
por mi propia culpa. Me golpeo el pecho como un
martillo neumático. Al final, pienso que tal vez
así podría ser uno de los cristalinos comienzos de
la muerte. Dije “podría”, y el jilguero entorde-
ció.

30
2

Las bestias de la milonga


¡Salud!

Justo en el preciso momento en que terminaste


de armar el rompecabezas me atacó un redoble
de alergia. No pude reprimir el estornudo ni la
consiguiente dispersión de los colores y las for-
mas. Me miraste con furia. No ibas a desearme
salud como impone la costumbre, eso estaba
claro, pero tampoco esperaba el fugaz malabar
del filo cortando el humo del cigarro, la distan-
cia.
No sé dónde estás ahora, apenas imagino dónde
estoy yo. La cama es bastante cómoda, en el
medio parece abrirse un desfiladero por donde
pasan recuerdos que no encajan con el resto,
como una fisura entre las piezas. Escucho un
aparato que contabiliza latidos. Es probable que
me esté desarmando; algunas alergias pueden
llegar a ser fatales y un estornudo es capaz de
romperte la cabeza. Ahora comprendo que nada
es juego, mi amor.

35
El cisne
a Patricia Verón

Envuelta en cisnes
viene la noche.

Maldigo
a todos los que duermen
a esta hora.
Las manchas de humedad,
un cielorraso
que alimenta la vejez de la hogaza
en la puerta del horno.

Es como si el mundo entero


se fuera a romper.

Los ojos recuerdan frigoríficos


medusas que flotan en la muerte
luminiscencias,
un dorado corta la tanza
herido en su voz.

36
Migral

a la memoria de
HEBE UHART

Nadie se imagina
que en la mochila llevo mi cabeza.
Me la corté hace un rato
porque no me dejaba pensar
(no existís, Descartes).
Está bien rasurada, eso sí,
me gusta cortar por lo sano
prolijamente.
Ahora estoy esperando
en la cola de un cajero automático
y todos me miran
el cuello trunco, sin remate.
Los puedo ver a través
de una hendija
en el cierre gastado
de tanto abrir y cerrar
mis ojos rengos.

Nadie imagina
el contenido de la mochila
salvo un pibe

37
que parece haberme
oído al pasar
silbando bajito
una de Clapton.

38
Oso hormiguero

a Luis Cruz

La trompa en el agujero
el enjambre que sube
con la polvareda.
Los ojos abiertos
cualquier final es necesario
aunque te corten las venas
aunque te corten la luz
aunque te arranquen la vista.

La trompa
metida en el agujero
gorda de hormigas,
montaña de azúcar al sol
atajo en el vientre del arúspice.

39
Gardel tuyú

a Jorge Boccarena

Tengo un vecino que afirma


poseer un chicle histórico.
"Fue masticado por Gardel"
sostiene
y lo cuida como si fuera un gajo
de mandrágora.
Lo guarda en una cajita de alianzas
que abre muy de vez en cuando
seguro de que ahí dentro
se concentra
la voz entera del zorzal criollo.

Una tarde me llamó


y me lo mostró
con orgullo indisimulable,
vi una masa endurecida
sin color ni forma
nada que valiera la pena.

Pero acerqué mi oído


a la cajita
y puse cara de aprobación:

40
creo que alcanzo a oír algo
le dije convencido
¿viste esos caracoles
que trajiste de Santa Teresita?
Él sonrió
fue a buscar un long play
abrió un Cinzano
y volvió
a guardar su tesoro.

41
Tango

a Matías Wettlin

La gomina del último


cantor de tangos,
el jopo duro
la sonrisa en la tapa del long play.
¿Te acordás hermano qué tiempos aquellos?
los muchachos de antes
no usaban Lord Cheseline.
Tenían algo mejor.

42
De vuelta al bulín

Cavó
con sus propias manos
un pozo
en la nube que pisaba
cayó desde lo alto
perdió pie
perdió alas
volvió al mundo
lo esperaban
su familia
su perro
su segunda guadaña
la boca abierta
curiosa
del condimento
que usan
allá arriba.

43
Ave negra

Nunca más,
repite el pájaro negro
mientras cruza
la estancia del poeta.

Nunca más
me arrebujo
en la pelusa del rincón
sabiendo que mañana
voy a respirar
la noche
otra vez.

44
Migas

a Pablo Álvarez

Tus ojos raspan


salpican
padrenuestros que están
¿en qué cielo?

Miguitas de bola de fraile


llenan los pliegues
de mi remera de Ozzy
parecen un tubo fluorescente
reventado
un fantasma que perdió
los calzoncillos.

45
Milonga que peina canas

a Eduardo Espósito

La luna
tiene el mismo color
que la estafa.
No estoy seguro
si avanzo
en contra del viento
de las palabras
de un Magiclick abandonado.
No duermo,
dormir es para flojitos.
No sueño,
soñar es para maricas.
En la calle
persiste un olor
a churrasco quemado
y a otras cosas
que arden.

Son las 3 am.

Una ventana
se ilumina todavía;
detrás de los visillos

46
Edmundo Rivero
canta una milonga.
La letra es de Cioran.

47
La noche que te fuiste

Una lata de duraznos


en almíbar
ha tiempo abandonada
a pleno sol cortante
la mitad
llena de moscas
náufragos.

Así, el amor.

48
Invierno porteño

Un yeti con alas


¿puede confundirse con un emisario
del altísimo?

Los cazadores lo han buscado


por años.
Está cansado de la esclavitud
del mimetismo.
Está harto de las publicidades
de jabón en polvo.

A veces
quiere hundir la cabeza
en un balde con brea
sueña que así
podrá conocer la noche
y alejarse un rato de su mundo
nevado albino miserable
para descansar
en la comodidad
del luto.

49
Un misterio de adiós

a Gustavo Caso Rosendi

Y entonces
bolsa de nylon al viento
pegás el salto
desde la última cornisa.
El edificio
se parece mucho
al Empire State
el de King Kong,
y a medida que pasan
las ventanas
de cada piso
te vas quedando
sin ojos
sin uñas
sin pelo
sin dientes
sin dedos
sin zapatos
sin ombligo,
hasta el mismo sol
se deshace
como un alfajor de maicena.

50
En ese momento
un desconocido
te sacude
para que te despiertes
cuando baja de golpe
la inercia
en Constitución.

51
La abandoné y no sabía

Una bolsa de basura


tirada en un baldío
se mueve se debate se retuerce
los gatitos
nacidos hace horas
no encuentran
ni van a encontrar
salida
más allá del nudo
del mundo que respira
mediato y senil.

52
Muñecos de aserrín

a Rolando Pérez

Esos muñecos inflados


que se bambolean y sonríen
en la puerta de los talleres
y las gomerías
¿están contentos de verdad?
Siempre quise saberlo.

Esos muñecos que se agitan


como si participaran
de un concurso de baile
para epilépticos
¿no podrían contener su éxtasis
mientras uno espera
el sonido de las llaves
el motor en marcha?

53
Ni el tiro del final

Llevo mi cabeza
colgando de la mano
quiero reventarla a golpes
contra la pared
de cualquier sanatorio
en ruinas.
Llevo mi cabeza
en una mano
para pulsar el gatillo
con la otra.
No quiero olvidarme
cuál es cuál
pero tengo sueño.

54
Lluvia de estrellas

“En Rusia llaman zapoi a una curda homicida


que sólo alcanzan aquellos capaces de bajarse una
botella de aguardiente cada dos horas durante días
y días seguidos. En los tiempos soviéticos eso no se
podía hacer en bares, así que la táctica era subirse
a un tren, coimear al guarda con una botella y así
acceder al vagón donde se juntaban los zapoi.”
Juan Forn

Bajarse del tren


a mirar estrellas fugaces
por el tubito de cartón
de un rollo de papel higiénico
es algo tan difícil
cuando diluvia
sobre la llanura quieta.

55
Justo el 31

Apenas podés morder el aire,


parece un orgasmo
pero no.
Las paredes
cada vez más blancas,
un canguro picaneado
en el pecho;
las piernas rígidas
contra el mármol de la sábana.

Esta noche
no cantan las sirenas,
no hay un momento
preciso para taparse los oídos
y atarse al palo mayor.

Es entonces
cuando empezás a conjugar verbos
que la TV ignora;
asaetear, por ejemplo.

56
Vidriera irrespetuosa

El tipo tamborileaba los dedos sobre la mesa de


vidrio. El despacho estaba un poco frío, con el
aire acondicionado a toda máquina. Un par de
Monets y Renoirs demasiado truchos colgaban
de las paredes con desgano. El tipo hablaba con
otras personas a través de un teléfono que per-
mitía la opción "conference call". Sobre el vidrio
de la mesa, había una copa junto a un florero y
una tarjeta de crédito. Entonces llegó una em-
pleada que debía atestiguar el procedimiento
requerido. Yo pensaba en esa famosa obra de
León Ferrari, que combina un bombardero que
suspende la caída con un Cristo doliente clavado
a él. Y miraba la tarjeta de crédito. Al terminar
su parlamento, el tipo evitó mis ojos, se acomodó
la corbata y dijo, tan rápido como pudo, que no
me iban a renovar el contrato porque yo no daba
con el "perfil" de la empresa. Lo dijo con la mi-
rada muy abierta. Lo miré, como si no me im-
portara; el tipo adoptó una actitud groseramente
paternalista. Suponía que sus consejos eran algo
útil, y hasta se ofreció a recomendarme a la ge-
rencia de otras compañías para demostrar que le
importaba mi destino. Pero los dos sabíamos que

57
no le importaba un carajo. Nunca más volví a
trabajar en el rubro. Nunca más volveré.
No quiero ver más tipos como ese tipo. Un arle-
quín corporativo que se estaba muriendo enton-
ces y se sigue muriendo ahora, mientras yo es-
cribo.
Dame un papel.

58
Índice
Palabras previas por Andrés Szychowski / 9

1- El miedo

Y entonces, conocí el miedo… / 13


Sombra / 15
Hipermercado / 16
Chu cu chu / 18
Azogue / 19
Bombita / 20
Balurdo / 21
Tobogán / 22
Desierto / 23
Peluca voladora / 24
Farmacopea / 26
El payaso Plin Plin / 27
Piringundín / 28
Sin flash / 29
Hago un esfuerzo… / 30
2- Las bestias de la milonga

¡Salud! / 35
El cisne / 36
Migral / 37
Oso hormiguero / 39
Gardel tuyú / 40
Tango / 42
De vuelta al bulín / 43
Ave negra / 44
Migas / 45
Milonga que peina canas / 46
La noche que te fuiste / 48
Invierno porteño / 49
Un misterio de adiós / 50
La abandoné y no sabía / 52
Muñecos de aserrín / 53
Ni el tiro del final / 54
Lluvia de estrellas / 55
Justo el 31 / 54
Vidriera irrespetuosa / 57
Agradecimientos

A Andrés Szychowsky por su prólogo y su amistad.


A Eric Pesin Whitelegg por su ilustración y su amistad.
A Pedro Domínguez por su fotografía y su amistad.

A mi familia por venir a buscarme.

Al Tango por el tango.


Este libro se terminó de imprimir en febrero de 2019.

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