Espiritualidad Pentecostal

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Espiritualidad pentecostal

Erick Fernando Tuch

La espiritualidad es parte de la naturaleza humana.1 La espiritualidad da un sentido mas profundo


a nuestras vidas y nos estimula, motiva y da dinamismo a lo largo de la vida. Es energía para una
vida que se puede vivir en su plenitud y exige el compromiso de resistir a todas las fuerzas del
mal, y a los poderes y sistemas que niegan, destruyen y menoscaban la vida.2 Aún las sociedades
secularizadas reconocen la importancia de cultivar la espiritualidad, aunque no necesariamente
correspondan a una espiritualidad cristiana ni bíblica. De hecho, la posmodernidad ha dado un
vuelvo a la espiritualidad y misterio, que ha propiciado condiciones para un sincretismo religioso.
Según el evangelio de Jesucristo, la espiritualidad presupone una vida guiada por el
Espíritu de Dios en el proceso de seguir a Jesús que impulsa a la persona a poner “su mirada”
en el reino de Dios. En este sentido, la espiritualidad bíblica que Jesús nos propone, también
está relacionada con la paz, libertad, solidaridad entre otros valores del reino de Dios. Por eso,
la espiritualidad auténtica se da en el seguimiento a Jesús.
Ahora bien, la espiritualidad tiene una expresión subjetiva, razón por la cual no se puede
definir con precisión, pues, cada contexto ofrece sus propias percepciones, cada experiencia de
fe, la formación teológica, la comunidad a la que se pertenece y otros factores, condicionan la
forma de vivir y articular la espiritualidad. Por eso, hay que recurrir a las Escrituras para construir
una teología de la espiritualidad que sea coherente con el evangelio de Jesucristo.
Además, las expresiones de espiritualidad van cambiando, por eso hay que entender la
espiritualidad de forma plural, es decir, se concreta en formas diversas, según los miles de rostros
de la vida cotidiana. Está presente en diferentes formas: en lo que cantamos, en la comunidad,
en la forma en que cumplimos nuestras responsabilidades sociales y familiares. Es la vida diaria
donde se vive y expresa la espiritualidad.

La espiritualidad en la posmodernidad

El creciente secularismo, la revolución tecnológica y científica, el estrés de la vida materialista y


el ímpetu de la posmodernidad podría hacernos pensar que estos tiempos no son propicios para
construir una espiritualidad, sin embargo, es todo lo contrario, por todos lados vemos
expresiones de espiritualidad. Israel Batista observa que en la espiritualidad posmoderna,

Solo cuenta el sentirse bien. Es el enfrentarse a una sociedad posmoderna caracterizada por el
diluir las convicciones fuertes y el surgimiento de una sensibilidad muy ligera y sin lealtades
firmes. En esa búsqueda de una espiritualidad de significado para la persona contemporánea,
se pueden asimilar prácticas del mercado religioso, donde la espiritualidad se vende como una
mercancía con el objetivo de obtener resultados concretos y medibles.3

1 Por mucho tiempo se pensó que la espiritualidad era cuestión de las religiones. Sin embargo, “la

secularidad, las mismas ciencias físicas y microbiológicas, han hecho ver que la espiritualidad es, simpelmente,
patrimonio de lo humano. No es la espiritulidad un subproducto de la religion, es algo que se da en todo ser
humano… lo que la cultura secular pone en crisis no es la espiritualidad, sino la religión. Aquella goza de buena
salud, mientras que ésta se sume en la perplejidad e incertidumbre…” Fidel Aizpurúa Donazar. Qué se sabe de la
espiritualidad bíblica. (Navarra, España: Editorial Verbo Divino, 2009), 18.
2
Elizabeth Salazar Sanzana. “Juntos por la vida y la vida en el Espíritu”, en Hechos, una perspectiva Pneumatológica,
Vol 1. No, 2, Junio 2019. (Cleveland, Tennessee: CTP Press, 2019), 31.
3 Israel Batista. El Espíritu Santo sorprende a las iglesias pentecostales. Desafíos y pautas para la agenda de misión en el

siglo XXI. (Quito, Ecuador, Editorial Semisud, 2009), 122.


Esto quiere decir que la espiritualidad en la posmodernidad, ha llegado a ser una
mercancía religiosa más para los consumidores hedonistas con el fin de hacerles sentir bien y no
precisamente un estilo de vida que responda al compromiso con Jesucristo y su reino.
También debemos considerar la espiritualidad superficial que se ha instalado en la iglesia.
Richard de Sousa afirma que, en esta época, muchos cristianos viven la paradoja de un activismo
religioso incomparable y un vacío espiritual. Dicho activismo lo califica como una máscara que
cubre el vacío relacional con Dios. Señala que la crisis en la espiritualidad tiene sus raíces en la
carencia de afectividad. Es posible que sepamos de Dios, pero nuestra experiencia personal y
afectiva con Dios es pobre. Tal pobreza está limitada por la falta de estudio bíblico, la influencia
del mundo y las experiencias afectivas negativas, las heridas relacionales y carencias emocionales
que entorpecen nuestra relación con Dios y con los demás.4
Por otro lado, tenemos una espiritualidad condicionada por el pragmatismo y
utilitarismo. Es una espiritualidad condicionada por la teología de la retribución en lugar de una
devoción del corazón donde se ama y sirve a Dios por quién es él.
También puede observarse una espiritualidad sincretista, especialmente entre los
pentecostales y neopentecostales. Con el afán de brindar una experiencia sensorial, muchos
pentecostales, especialmente de las áreas rurales, han creado un sincretismo de prácticas mayas,
hechicería y disciplinas espirituales cristianas. Es común encontrar personas que hacen oraciones
para “limpias” en casas, negocios, vehículos, personas, viajes y trabajos. Los neopentoecosales
también incluyen prácticas esotéricas y de psicología en su espiritualidad, por ejemplo, los
decretos, el pensamiento y declaración positiva, entre otras expresiones que no corresponden a
la espiritualidad cristiana y bíblica.
Entonces, en la posmodernidad hay una gran apertura hacia las cuestiones espirituales,
pero es una espiritualidad sincretista y antropocéntrica, porque en lugar de estar centrada en Dios
se centra en el hombre. También es hedonista porque busca el placer y beneficio del practicante,
es una espiritualidad de retribución en vez de la comunión amorosa con Dios.

La búsqueda de una espiritualidad bíblica

Para construir una teología bíblica de la espiritualidad, consideraremos varios relatos


evangélicos, comenzando con Juan 15. En los primeros 17 versículos, Jesús deja claro la relación
que debe existir entre él y sus discípulos. Esta relación es la misma que hay entre Jesús, el Padre
y el Espíritu Santo, a quien ha prometido para los discípulos en el capítulo anterior (Juan 14).
Para Jesús, el sentido primario de la espiritualidad es la relación que existe en la Divinidad.
El Dios que se revela en la Biblia es un Dios que existe en Trinidad y por consiguiente es amor
y comunidad. La naturaleza de Dios es esencialmente relacional y esa relación está marcada por
el amor. Por eso Jesús dijo a sus discípulos en el preámbulo de su crucifixión: “No los
abandonaré como huérfanos; vendré a ustedes… Mi Padre los amará, y vendremos para vivir
con cada uno de ellos. (Juan 14:18, 23b NTV).
Fuimos creados para amar y tener comunión con Dios. Precisamente es lo que Jesús
quiere dejar claro en el capítulo 15 de Juan. La expresión que se repite alrededor de 10 veces es
permanecer o permanencia, lo cual indica que es un concepto relevante. Esa permanencia debe
ser precedida por el amor, tanto para Dios como para el prójimo: “Yo los he amado a ustedes
tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor.” (Juan 15: 9).

4 Ricardo Barbosa de Sousa. Por sobre todo, cuida tu corazón. Ensayos de espiritualidad cristana. (Buenos Aires,

Argentina: Ediciones Kairos, 2005), 10.


Ahora bien, Jesús dice que, para permanecer en su amor es importante obedecer sus
mandamientos: “Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así como yo
obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:10). Entonces, la
espiritualidad comienza con la búsqueda de Dios para desarrollar una comunión por amor y
donde participan los afectos del corazón, desde donde nace el deseo de obedecer a Dios.
Este concepto busca conciliar dos posturas en los cristianos. Por un lado, está la
espiritualidad cognitiva o teológica, donde la articulación doctrinal es clave para la relación con
Dios. Este modelo, es más dogmático, pero menos personal y no hay mucho espacio para los
afectos. Por otro lado, está la espiritualidad subjetiva como la pentecostal, donde la experiencia
con el Espíritu Santo es relevante, más emotiva, pero carente de orientación teológica.
El paradigma bíblico de la espiritualidad demanda involucrar a todo el ser para la
comunión con Dios. Marcos 12: 30 dice: “ Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”
(RV60). Entonces, la espiritualidad implica demostrar y expresar afectos a Dios. Es una
búsqueda impulsada y condicionada por el amor y para el amor, por eso involucra el corazón,
porque es ahí donde nace la devoción y es la fuente de todos los afectos que condicionan la
voluntad.
Por tanto, precisamos de una teología que nos despierte a una relación personal y
verdadera con Dios. Que ilumine hacia el llamado de Dios de participar en la eterna comunión
que el Padre, el Hijo y el Espíritu gozan. Una teología más espiritual debe ocuparse de la
conversión de las emociones y no solamente de la conversión de las convicciones.5 Una teología
que nos impulse a amar a Dios con todo el ser y servirle con compromiso en la edificación de
su reino.

Hacia una espiritualidad pentecostal

En la tradición pentecostal, la espiritualidad se construye a partir de la presencia y acción del


Espíritu de Dios en la vida y la misión de las comunidades de fe que se fueron formando a partir
de Pentecostés.
Según Israel Batista, la espiritualidad pentecostal nace de la necesidad de conversión
personal a Cristo como experiencia transformadora y libertadora, que necesariamente conduce
a la necesidad de experimentar el bautismo del Espíritu Santo.6 Es decir, la espiritualidad
comienza con el nuevo nacimiento y se va perfeccionando en el andar cristiano, que es un “andar
en el Espíritu”. Entonces, es necesario considerar la naturaleza de la salvación (desde donde se
interpreta el nuevo nacimiento) y la experiencia del bautismo con el Espíritu Santo.

• La naturaleza de la salvación

La Biblia utiliza una variedad de términos para describir la experiencia de la salvación. Por
ejemplo, en el AT la idea principal de la salvación está asociada a liberar o rescatar (del hebreo
yasha). La salvación equivale a ser libre de una situación de peligro, tiranía o de un enemigo.

5 Ricardo Barbosa de Sousa. “Espiritualidad y espiritualidades” en La Fuerza del Espíritu en la Evangelización.


Hechos del Espíritu en América Latina. (Buenos Aires, Argentina: Ediciones Kairos, 2009), 218, 219.
6 Israel Batista. El Espíritu Santo sorprende a las iglesias pentecostales. Desafíos y pautas para la agenda de misión en el

siglo XXI. (Quito, Ecuador, Editorial Semisud, 2009), 122.


En el NT, las palabras salvar (sozo) y salvación (soteria), tienen varios significados. Por
ejemplo, los relatos de las sanidades de Jesús registradas en los Evangelios, están acompañadas
por frases como: “tu fe te ha salvado (sesoken)” (Mateo 9:22; Marcos 5:34, 10:52). En estos casos,
claramente se puede ver que la salvación tiene una expresión física, no espiritual. Sin embargo,
el término salvación se utiliza normalmente en el NT para hablar sobre la libertad del pecado.
La salvación tiene las siguientes acotaciones.
Primero, la salvación implica la justificación del pecador. La justificación tiene que ver con la
posición del creyente ante Dios. Y describe la relación restaurada de una persona con Dios, pues
el pecador que viene a Jesucristo ha sido absuelto de pecado y declarado justo ante Dios, porque
le es imputada la justicia de Jesucristo.
Segundo, la salvación presupone una nueva relación con Dios. Eso solo es posible cuando una
persona ha experimentado el arrepentimiento de sus pecados y compungido por el Espíritu, se
vuelve a Dios. Ahí experimenta la conversión y el nuevo nacimiento. La naturaleza pecaminosa
ha muerto y hay dentro de esa persona arrepentida, un cambio de naturaleza y que se verá
reflejada en un cambio de mentalidad (metanoia) y conducta.
Entonces, la conversión y el nuevo nacimiento marcan el inicio de la vida espiritual de
un discípulo de Jesucristo e implica ruptura con el pecado individual, social y estructural, para
tener la libertad de vivir conforme los valores del reino de Dios, así andamos en el Espíritu en
contraste con la vida antigua, una vida caracterizada por la satisfacción de los deseos de la carne
(Efesios 4:22-24).
Tercero, el nuevo nacimiento tiene una exigencia ética: El nuevo nacimiento implica integrar los
valores del reino de Dios a la vida y conducta. Para eso se requiere de obediencia a Jesús. Será la
obediencia a la voluntad de Dios lo que les permitirá a los creyentes vencer las tentaciones que
cada día se presentan.
Nacer de nuevo implica una nueva identidad que se expresa en una nueva ética. Nacer
de nuevo es más que una experiencia religiosa, espiritual y subjetiva confinada a la esfera privada
de la persona, implica la adopción de un estilo de vida radicalmente distinto del estilo de vida
que predomina en la sociedad circundante.
Entonces, la salvación no solamente libera al ser humano del pecado, sino que le concede
una nueva naturaleza para plantarse ante la vida desde una nueva realidad: la del reino de Dios
que ya está presente. De ahí que la ética del cristiano está estrechamente relacionada a la
espiritualidad y debe reflejar la justicia, el amor, la solidaridad, la humildad, la verdad, entre otros
valores del reino de Dios. Por eso, la espiritualidad bíblica gesta una nueva sociedad, porque
brinda nuevos valores para vivir.

• La experiencia del bautismo con el Espíritu Santo

Desde la perspectiva pentecostal, el bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia


empoderadora. Es una investidura de poder para el complimiento de la misión encomendada
por Jesucristo.
Los pentecostales leen Hechos de los apóstoles en clave hermenéutica carismática. Es
decir, el bautismo con el Espíritu Santo “es carismático antes que soteriológico en carácter y
debe ser distinguido del don del Espíritu (y aun del bautismo en el Espíritu en 1 Corintios 12:13)
que Pablo tan claramente asocia con conversión y regeneración.”7 Es, decir, el bautismo con el

7 Robert P. Menzies. Pentecostés. Esta historia es nuestra historia. (Springfield, Missouri: Gospel Publishing

House, 2013), 50.


Espíritu Santo es diferente a la santificación y al nuevo nacimiento. Por eso, cuando un discípulo
es bautizado con el Espíritu Santo, se dice que ha sido empoderado para cumplir la misión.
Para Vondey, el “bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia transformadora. Es
una experiencia profunda y personal en la que el creyente regenerado y santificado recibe, en un
encuentro sin precedentes, empoderamiento del Espíritu Santo para la vida cristiana.”8 Ese
bautismo es investidura de poder para para lograr victoria sobre el pecado, pues apunta a una
experiencia de perfección cristiana, mediante la manifestación de la gracia de Dios en el creyente.
Es el bautismo con el Espíritu Santo que capacita al discípulo para “andar en el Espíritu”. Para
Darío López, andar en el Espíritu

…tiene su punto de arranque en el nuevo nacimiento, se galvaniza con la llenura del Espíritu y se
expresa en una conducta privada y pública basada en los principios de la nueva noticia del reino de
Dios, ya que el Espíritu que ha operado en el nuevo nacimiento, capacita también a los creyentes
dotándolos de poder para el servicio y los acompaña en los distintos espacios sociales en los que
deben dar testimonio de su fe en el Dios de la vida y Señor de la historia.”9

Entonces, el andar en el Espíritu, tiene que ver con ser guiados por el Espíritu de Dios.
Esta condición es posible porque el Espíritu de Dios viene a morar en el cristiano. Por eso, los
pentecostales hablan de la necesidad de la llenura del Espíritu de Dios, como el impulso en el
creyente a amar y obedecer a Dios. Pero no refiere a una obediencia ciega, “es una implicación
total de la persona autónoma, un continuo tomar decisiones desde la perspectiva del evangelio…
es un seguimiento a Jesús, es decir, sabiendo que las decisiones tomadas remiten continuamente
a él como su fuente y sentido.”10 Eso quiere decir que las decisiones cotidianas del discípulo de
Jesús deben ser guiadas por el Espíritu de Dios, lo cual requiere el conocimiento de la Palabra
de Dios y el discernimiento espiritual que puede desarrollarse con la práctica de la oración.
La llenura del Espíritu indica que “la totalidad de la vida de un creyente… está sustentada,
controlada e impulsada en todo tiempo por el Espíritu Santo.” 11 Por eso, solo quienes son
obedientes a la dirección de Dios pueden “vivir en el Espíritu”.12
Para andar en el Espíritu, se requiere de ese “impulso” del Espíritu. Ser impulsado por
el Espíritu refiere a una vida dirigida por el Espíritu de Dios. Entonces, el impulso del Espíritu
no es una experiencia mística, sino más bien, una disposición de ser guiado por Dios en cada
circunstancia para lograr vivir en santidad.

8 Wolfgang Vondey. Teología Pentecostal. Viviendo el evangelio completo. (Salem, Oregón: Publicaciones Kerigma,
2019), 93, 94.
9 Darío López. La fiesta del Espíritu. Espiritualidad y celebración pentecostal. (Lima, Perú: Ediciones Puma, 2006),

87.
10 Fidel Aizpurúa Donzar. Qué se sabe de la espiritualidad bíblica. (Navarra, España: Editorial Verbo Divino,

2009), 36.
11 Darío López. La fiesta del Espíritu. Espiritualidad y celebración pentecostal. (Lima, Perú: Ediciones Puma, 2006),

76.
12 Según Pablo, en Romanos 8, dice que hay dos maneras de vivir: vida en la carne (sarx) y vida en el

Espíritu. La vida en la carne se manifiesta de muchas manera, pero especialmente en su incapacidad para agradar a
Dios y cumplir su voluntad. Vivir en la carne es dejarse vencer por el pecado, es permitir su entrada e instalación
en nuestra vida y consecuentemente la muerte. Pues el pecado tiene un poder destructivo interior. Influencia en el
centro mismo de nuestra alma y nos conduce a una vida de frustración. La vida najo la influencia del Espíritu, por
el contrario es una vida de crecimiento constante en espiritualidad y santidad. Es el Espíritu Santo es que nos motiva,
nos ilumina y nos conduce a vivir en plenitud la vida que agrada a Dios. Alberto Roldán. La espiritualidad que deseamos.
(Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2003), 100-102.
El andar en el Espíritu tampoco enajena al discípulo de la realidad histórica, sino que lo
capacita para gestar cambios significativos, por cuanto ha sido empoderado por el Espíritu para
realizar la misión de Dios.

• Los afectos y la espiritualidad

Anteriormente mencioné que existe una polarización en la espiritualidad: una espiritualidad


inclinada a la dogmática y otra a la experiencia. Según la tradición teológica a la que estemos
arraigados, privilegiamos una sobre la otra, pero la propuesta pentecostal es que la espiritualidad
bíblica implica la integración de creencias, prácticas y afectos.13
Land afirma que una de las cuestiones que ha permitido el crecimiento del movimiento
pentecostal ha sido por la dimensión de su profundidad. Es decir, la experiencia pentecostal,
trata con “las cosas profundas del corazón humano: los sentimientos, decisiones, motivaciones
y disposiciones…”14 Eso explica por que los pentecostales son apasionados en buscar al Señor,
en adorarle hasta el quebrantamiento y por qué son comprometidos con la evangelización del
mundo.
En la vivencia pentecostal, la espiritualidad es una forma de vida donde el conocimiento,
las creencias y afectos, son evocados por acciones concretas, especialmente acciones de amor
para Dios y con el prójimo.

• Las disciplinas para el desarrollo de la espiritualidad

Dios ha dejado medios de gracia para estimular la vida en el Espíritu, las cuales son conocidas
como disciplinas espirituales.
Entre las más importantes está el estudio de las Escrituras. Una espiritualidad auténtica
y vibrante requiere ser nutrida por la Palabra de Dios. Si quitamos la Palabra de Dios, caemos
en ideología y sincretismo, algo nocivo para la fe. Por eso, necesitamos una teología más
espiritual que nos despierte y guíe a una relación personal y verdadera de amor con Dios.
También necesitamos una espiritualidad más teológica que sea coherente con las Escrituras.
Actualmente la espiritualidad está relegada a experiencias y muchas de ellas dudosas por cuanto
distan de la revelación de Dios en las Escritura.
David Ramírez dice que la vida espiritual no es un proceso de ajuste a los valores sociales
dominantes sino un camino que involucra crisis y transformación, donde la tensión entre la
Palabra de Dios y el mundo estará siempre presente. Esta tensión se da a través de dos
movimientos: el primero es la confrontación entre la Palabra de Dios y el orden social moral y
religioso dominante. Un segundo movimiento es la confrontación entre la Palabra de Dios y
nuestro mundo interior. Todos nosotros traemos de nuestro pasado memorias e imágenes que
turban nuestra comprensión de Dios y de nosotros mismos. Es preciso dejar que la Palabra de
Dios ilumine nuestro mundo interior y lo transforme, restaure nuestra vida a la imagen de Dios.
Por eso, la Biblia como instrumento de transformación y crucifixión, exige de nosotros una

13 Los afectos refiere a la esencia de las motivaciones, emociones, percepción, voluntad y entendimiento

que condicionan las decisiones de las personas.


14 Steven Land. La espiritualidad pentecostal. Una pasión por el reino. (Quito, Ecuador: Editorial Semisud, 2009),

23.
aproximación devocional. Reverencia y silencio, son posturas básicas de quienes desean ser
confrontados y transformados.15
La lectura, el estudio disciplinado, la meditación y la obediencia comprometida a la
Palabra de Dios, son condiciones necesarias para que la Palabra de Dios pueda producir el efecto
en nuestra vida.
También la comunión con otros creyentes ayuda al crecimiento espiritual. En la
espiritualidad pentecostal, la comunión se da por las nuevas relaciones que se establecen en el
marco del reino de Dios y su realización en la historia, a la que todos somos llamados a participar.
Sin lugar a dudas, la espiritualidad se gesta en la comunión con otros discípulos, se nutre,
se alimenta, se corrige, crece y da fruto en comunidad. A la vez, la espiritualidad gesta un nuevo
tipo de comunión, más humana, más fraternal, más amorosa; porque está sustentada por el
Espíritu y la Palabra de Dios.
Los cultos son considerados como “espacios de encuentro con el Dios de la vida, la
espontaneidad y la alegría, el compañerismo y la mutua aceptación, el libre acceso y la
recuperación de la palabra, le otorgan precisamente ese sabor de fiesta y ese aroma característico
del encuentro entre amigos entrañables, de compañeros de ruta, de reunión familiar…”16 Pues,
la comunión con Dios se refleja en las relaciones con los demás.
Para experimentar una transformación de tal manera que nuestros afectos más profundos
estén inclinados hacia Dios y a una vida de santidad, es importante la práctica de la oración. Land
dice: “Los afectos pentecostales adquieren forma y expresión en la oración que se ofrece a
Dios…” 17 No es una oración superficial, ni litúrgica; sino la agonía del corazón apasionado por
ver el rostro de Dios y el complimiento de su voluntad en cada área de su vida.
Hay que advertir que hay algunas comprensiones equivocadas de la oración. En la
religiosidad popular, la oración es entendida como autoterapia, como una técnica para alcanzar
la realización personal y donde el poder de la oración radica en el acto mismo de orar. Está
percepción está vinculada al existencialismo, donde la oración es un proceso de
autoconocimiento, una manera donde las personas articulan sus problemas y la realidad ante sí
mismas. Una manera de percibirse y encarar la realidad.
Para Barth, la oración es una expresión de gracia de Dios para nosotros y es una
invitación a la vida con Dios y para Dios, por eso, el acto primero de la labor teológica es la
oración. Para Jaques Ellul, la oración es una renuncia a los medios humanos. Es un desnudarse,
un abandono de todo aparto humano con el fin de colocarnos, sin armas, en las manos del Señor
soberano que es quien decide y realiza.18
La oración refleja dependencia de Dios, pues en la oración llegamos a Dios con las
manos vacías, confiando exclusivamente en su misericordia, pero en otro sentido, también nos
presentamos ante el trono de Dios con las manos llenas, llenas de las promesas de Dios.
Llegamos vacíos de las cosas, pero llenos de fe y esperanza.19 Entonces, la oración requiere fe.
Richard Sibbes dijo: “La oración es… la voz de la fe, la llama de la fe… Si tenemos fe, entonces

15 David Ramírez. “La Palabra y el Espíritu en la vida de la Iglesia.” 225, 226, en La Fuerza del Espíritu en

la Evangelización. Hechos del Espíritu en América Latina. René Padilla, Editor. (Buenos Aires, Argentina: Editones
Kairos, 2009).
16 Darío López. La fiesta el Espíritu. (Quito, Ecuador: Ediciones Puma, 2006). 27.
17 Steven Land. La Espiritualidad Pentecostal. Pasión por el reino. (Quito, Ecuador: Editorial Semisud, 2009), 169.
18 Jacques Ellul. La oración y el hombre moderno. Citado por Donald Bloesch. Orar es luchar con Dios. (Buenos

Aires, Argentina: Ediciones Kairos, 2004), 42.


19 Donald Bloesch. Orar es luchar con Dios. (Buenos Aires, Argentina: Ediciones Kairos, 2004), 43.
oraremos más; a más fe, más oración; cuando mayor la fe, mayor la oración.”20 Sucede entonces
que la oración ejercita la fe, así como la fe informa la oración.
No cabe duda que mediante la oración nuestra vida experimenta transformación. Dado
que la oración presupone un encuentro con Dios, nuestros pecados son expuestos ante su gracia
y somos invitados al arrepentimiento y a la renovación. A la vez, somos impulsados a vivir
conforme Su voluntad y a participar en la construcción del reino de Dios.
Para clarificar nuestro entendimiento sobre la naturaleza y propósito de la oración,
consideremos someramente la oración conocida por el Padre Nuestro. Según la versión de
Mateo, Jesús dijo: “Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea
tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro
pan cotidiano. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a
nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.” (Mateo 9:6-15
NVI).
Primero, la oración es un espacio y acontecimiento para el encuentro íntimo con Dios,
quien es llamado “Padre nuestro”, una categoría que denota familiaridad, comunión cercana,
relación hogareña donde no hay espacio para formalismos. La oración es entonces, una
experiencia donde se llega al regazo del Padre para disfrutar la comunión recíproca. Es decir,
ambas partes hablan y escuchan. El hombre habla a Dios y Dios habla al hombre. Es un
encuentro dialógico con Dios, incluso más profundo que las palabras, pero siempre racional y
de amor.
La oración es la conversación del corazón con Dios. Es decir, donde participa todo
nuestro ser y donde interactúa nuestra fe, emociones, esperanzas, tristezas y anhelos; porque la
oración más completa es aquella que sale de lo profundo del corazón donde se integran
emociones y racionalidad. Por eso, en la oración un elemento clave es el amor. Aunque es verdad
que la oración muchas veces es motivada por los temores, necesidades y otras búsquedas, el
amor debe primar.
En la oración, Jesucristo juega un papel importante por cuanto es nuestro intercesor. Sin
él no podríamos, nosotros pecadores, presentarnos delante de un Dios santo. Es por la fe que
accedemos a los méritos de Jesucristo, confiados en sus promesas y en su amor y cuidado que le
impulsa a ayudarnos en nuestras necesidades diversas.
También existe una participación del Espíritu Santo en la oración. Dondequiera que el
Espíritu Santo habite, allí hay oración, ya que es el Espíritu quien mueve a orar e instruye en la
vida de oración. Es el Espíritu Santo quien nos une con el Cristo vivo y así nos faculta para
entrar en comunión viviente con él. Es el Espíritu quien ora por nosotros y con nosotros
(Romanos 8:15, 16). No se da una verdadera oración a menos que sea avivada y dirigida por el
Espíritu Santo.21
Debemos acercarnos a Dios con confianza y a la vez con reverencia. Aunque Dios se
ha acercado a nosotros y nos deja entrar a su trono de gracia por medio de Jesucristo, también
debemos reconocer que Dios es el Señor, Soberano, el Rey del Universo. Por eso debemos
acercarnos en confianza y a la vez, con reverencia. La piedad es una síntesis del amor y el temor
de Dios. Además, la oración debe ser acompañada en una expresión de adoración.
Segundo, el clamor principal en la oración es la realización del reino de Dios en nuestra
historia personal y social. Por eso, la oración también implica un diálogo de cuestionamiento,

20 Richard Sibbes, citado por Donald Bloesch. Orar es luchar con Dios. (Buenos Aires, Argentina: Ediciones

Kairos, 2004), 44.


21 Donald Bloesch. Orar es luchar con Dios. (Buenos Aires, Argentina: Ediciones Kairos, 2004), 69, 70.
tensión, contradicciones y argumentaciones, tal como lo hicieron los profetas que se enfrentaron
a Dios (Jonás, Jeremías, Amós, entre otros).
En la oración, hay la necesidad de desarrollar la capacidad de discernir la voluntad de
Dios y aprender a escuchar la voz de Dios, capacidad que da el Espíritu Santo en la medida que
se ejercita el discernimiento espiritual para percibir su voz. Esta “inteligencia espiritual” se
desarrolla con el paso del tiempo en la presencia de Dios y no existe una forma precisa en que
Dios habla, pues él tiene una particular forma de hablar con cada persona.
La oración verdadera no procura utilizar a Dios para los propios fines, sino mas bien,
busca averiguar cuál es la voluntad de Dios en medio de las circunstancias particulares. La
oración entonces es el tiempo para sincronizar nuestras agendas personales, sueños y añoranzas,
a los propósitos de Dios. Es así como el reino de Dios se realiza en nuestra vida.

Ese Dios trascendente viene a la realidad de cada individuo. Por eso, la idea de sincronizar
nuestra agenda con la de Dios es relevante, pues Dios está dispuesto a realizar lo que él
determina de antemano en conjunción con las acciones de hombres y mujeres, quienes son en
sí mismos agentes libres. Su gracia no violenta la libertad hacia un propósito y una meta más
elevados. Su plan está predeterminado pero el modo en que él realiza este plan depende en parte
de la libre cooperación de sus hijos… paradójicamente, nosotros sólo entramos en la verdadera
libertad si hacemos la voluntad de Dios, sólo si vivimos en obediencia a sus mandatos.
Perdemos nuestra libertad cuando rechazamos y desafiamos la gracia de Dios.22

La oración descansa sobre las promesas de Dios, y consideramos que es un medio para
que Dios lleve a cabo su voluntad, por eso, “cuando Dios quiere hacer algo en la tierra, pone a
su pueblo a orar”.
Tercero, Jesús enseñó que la oración también sirve para expresarle a Dios nuestras
necesidades básicas, pues él dice que oremos pidiendo: “…Danos hoy nuestro pan cotidiano…”
Junto a las necesidades, también puede expresársele nuestros temores, contradicciones,
frustraciones. La oración nos permite entrar en una condición donde esperamos fielmente el
cumplimiento de las promesas del cuidado de Dios, a la vez que damos a conocerle nuestras
necesidades, no para informar a Dios de nuestra condición (porque él sabe de que tenemos
necesidad Mateo 6:8), sino porque la vida debe ser compartida con Dios.
Entonces, en la oración, el elemento de necesidad está siempre presente, pero es una
necesidad iluminada por la fe y subordinada a la voluntad y la gloria de Dios.23 Podemos orar
con fervor pidiendo la intervención de Dios, pero no podemos manipularle. Se hará su buena,
perfecta y agradable voluntad.
Dios es Todopoderoso, puede contestar cada petición, pero elige hacerlo a su manera
y a su tiempo. Por eso, no podemos manipularlo, no podemos abusivamente decretar,
ordenando que sucedan cosas. Eso es posible, con los demonios, a quienes hay que ordenarles
en el nombre de Jesús para que se vayan; pero a un Dios bueno y amoroso, venimos en súplica
confiados en su amor y gracia, que siempre le hace estar dispuesto para atendernos.
Cuarto, la oración debe ir acompañada de confesión de pecados, dudas, tentaciones y
adversidades. Debemos también pedir ser librados del pecado y sus consecuencias.
Además, la oración tiene una dimensión comunitaria que nos permite estar en armonía
con los demás. Así como Dios nos perdona, nosotros debemos perdonar a quienes nos ofenden.

22 Ibíd. 57.
23 Ibid, 44.
• El fruto del Espíritu y la espiritualidad

La nueva vida en Cristo debe tener virtudes que se reflejan en el carácter y acciones, estas marcas
son conocidas como “el fruto del Espíritu”.
Estas virtudes son producidas por el Espíritu de Dios que vienen a ser la esencia del
carácter de un cristiano, Pablo las describió en Gálatas 5:22, 23: “Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (RV 60).
Quien vive impulsado por el Espíritu de Dios, seguramente manifestará el fruto del
Espíritu en su carácter, pues ha aprendido a darle paso a la viada del Espíritu.

• Espiritualidad y nueva humanidad: el reino de Dios

El resultado de caminar con Jesús es un hombre nuevo, capaz de manifestar el renio de Dios, ya
que la verdadera espiritualidad conduce al compromiso con Cristo y su proyecto. En ese sentido,
la espiritualidad siempre tendrá una expresión de servicio a los demás.
Debe ser una espiritualidad contemplativa y espiritual capaz de transmitir, no solo ideas
o dogmas, sino la experiencia personal en Cristo.
También debe ser una espiritualidad profética: una rebeldía ética ante los patrones y
estilos de vida que la sociedad posmoderna quiere imponernos. Es una rebeldía profética con
profundo sentido de cuidado pastoral, pero con capacidad de reconciliar.24

• Dones y ministerios para el ejercicio de la misión

Los dones y ministerios son los recursos que el Espíritu de Dios da a la iglesia para capacitarla
en el cumplimiento de su función como agente del reino de Dios en la tierra. La iglesia es
fundamentalmente una comunidad empoderada por el Espíritu para dar testimonio del Señor
Jesucristo como el Señor de toda la creación. Tal empoderamiento se da en términos de diversos
dones y ministerios a los miembros del cuerpo de Cristo.
Los dones no son para provecho propio o individual, sino para la colectividad. Se
expresan y desarrollan en el contexto de la comunidad, mientras se sirve a los demás. En este
sentido, todos tienen algo que aportar para la edificación de la iglesia (1 Corintios 12:11). Estos
dones son muestra del amor de Dios para sanar, liberar, restaurar, edificar y transformar a este
mundo.
Hay quienes piensan que los dones son expresiones de espiritualidad, pero en realidad
los dones (charismata) son dados por gracia. Tampoco son un distintivo de madurez, los dones
espirituales son un reflejo de la gracia de Dios para la iglesia y están disponibles para todo
creyente.25
Sin embargo, hay que reconocer que la madurez espiritual puede habilitar al discípulo
para desarrollar el don del Espíritu de una manera más efectiva y edificante Ya que la dotación
espiritual no es coherente con la madurez, no debemos dejarnos vislumbrar. Además, Dios se
deleita en “usarnos” a pesar de nuestras imperfecciones.
Los dones espirituales son dados para que el cuerpo de Cristo pueda ser edificado. La
edificación es la meta. Una iglesia que reconoce y experimenta la vigencia de los carismas del

24Israel Batista. El Espíritu Santo sorprende a las iglesias pentecostales. Desafíos y dilemas para la agenda de misión en
el Siglo XXI. (Quito, Ecuador: Editorial Semisud, 200), 124.
25 William & Robert Menzies. Espíritu y Poder. Fundamentos de una experiencia pentecostal. (Miami, Florida: Editorial Vida,

2004), 225.
Espíritu, habilita a sus miembros para desarrollar una acción misionera diversificada e integral.
También debe propiciar espacios que permita el desarrollo de los dones.

La espiritualidad entonces, tiene diferentes expresiones y requiere de una variedad de


prácticas para su ejercicio.

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