Aristóteles
Aristóteles
Aristóteles
subsistens
“Pero no hemos de seguir los consejos de algunos que dicen que,
siendo hombres, debemos pensar sólo humanamente y, siendo
mortales, ocuparnos sólo de las cosas mortales, sino que
debemos, en la medida de lo posible, inmortalizarnos y hacer
todo esfuerzo para vivir de acuerdo con lo más excelente que hay
en nosotros”
- Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1177b 25ss.
Breve reseña biográfica de Aristóteles
2
No podemos pasar por alto tampoco los conocimientos
médicos recibidos de su padre, tan importante en su oficio que
fue médico del rey Amintas III. Este punto constituye también
un elemento fundamental que retomaremos más adelante.
Aristóteles nació cuando las obras de los dramaturgos y
filósofos más importantes ya tenían muchos años en Grecia al
igual que la fama de Platón y su Academia. Sus veinte años en
esta escuela le dieron vastos conocimientos, pero sobre todo le
dieron una filosofía. Aristóteles fue, sin temor a equivocarme, el
más grande discípulo de Platón y quien más influyó en las
posteriores revisiones de la filosofía de su maestro por quien,
además, tenía una enorme veneración. Sabemos que su período
en la Academia dio grandes escritos destinados a la publicación
y de los que tenemos apenas noticias, pues solo se conservan
sus nombres por testimonios de otros filósofos. De allí su fama
de elocuente escritor y orador, imagen que contrasta con la hoy
habitual de científico árido y filósofo sistemático. Esto se debe a
que del Estagirita solo se conservaron sus tratados científicos y
muchos de los que se produjeron en el Liceo acerca de las más
altas cuestiones filosóficas (31 escritos de los 200 que se le
atribuyen).
Allí, en el peripato, y ya en una etapa de plena madurez
intelectual, escribió las grandes obras que hoy conocemos y en
las cuales se observa un enorme trabajo de síntesis de esta
tradición sapiencial y que él, en plena conciencia, asume y
transmuta en una filosofía sumamente original. Hoy
lamentablemente sólo se tiene en cuenta este aspecto de
3
Aristóteles olvidando que su filosofía, como sucede de hecho
con todos los grandes filósofos, no podría existir si no fuese por
hacerse partícipe en el flujo de la tradición occidental.
Para concluir esta breve aclaración introductoria, no
podemos pasar por alto que el Estagirita es el más influyente
filósofo de la historia: no hay pensador posterior a él (salvando
un período platónico de la Cristiandad temprana en la que se
desconocía su obra) que no se refiera a su filosofía.
En adelante intentaremos referirnos a estos elementos
recibidos, sobre todo a los saberes recibidos en la Academia, y
prolongando el fenómeno ineludible de su influencia,
volveremos constantemente a su filosofía cuando tratemos a los
demás filósofos.
4
primera o metafísica1, esto nos permitirá un estudio más claro
de los problemas antropológicos y éticos.
Postergo de momento las razones por las que Aristóteles
considera a la física la filosofía segunda2, algo igualmente podrá
vislumbrarse cuando veamos la filosofía primera.
Por lo tanto, en este apunte estudiaremos:
1. La filosofía segunda o física
2. La filosofía primera o metafísica
3. Psicología filosófica, que incluye la antropología
aristotélica.
4. Ética, donde además esbozaremos muy sintéticamente
algunos puntos de la política aristotélica.
Es imposible intentar explicar la filosofía de Aristóteles
sin traicionarlo de alguna manera, cosa que, dicho sea de paso,
sucede con todos los filósofos. Pues mejor conoce la obra su
autor que quien la explica. Espero al menos no traicionar al
autor en la comprensión y explicación de sus escritos, aun
cuando de ello pueda tener menos noticia que él. Si al menos
lograra eso, estaría cumplido el objetivo de este humilde apunte
de clases.
1
πρώτη φιλοσοφία, próte filosofía, filosofía primera.
2 Δευτέρα φιλοσοφία, deutéra filosofía, filosofía segunda. Cfr.
Metafísica, 1037a15. En adelante, citaremos este libro como Meta. y la
Física como Fís.
5
Física
(Filosofía segunda)
Introducción
3 184a
7
servirán de herramientas para tratar luego los problemas más
elevados de la metafísica.
Es importante tener en cuenta que el término física puede
ser equívoco al lector moderno, pues no es lo mismo lo que
Aristóteles (y la filosofía antigua en general) entendía por física
que lo que hoy se entiende por física. Aristóteles retoma el
sentido que los filósofos presocráticos daban a la Φύσις, phýsis
pero realiza un importante cambio de perspectiva. Veamos.
Los fisiólogos utilizaban el término phýsis para designar a
todo cuanto existe en el Universo: los astros, la materia inerte,
las plantas, los animales y el hombre. La physis para ellos es la
naturaleza en su conjunto y el constante fluir de los seres que están
en ella. Es lo que permite que se desplieguen en el universo las
más variadas mutaciones, que las cosas lleguen a ser: en pocas
palabras, para los presocráticos o fisiólogos, la physis es el
Universo en devenir que nos rodea. Por este motivo, buscaban
un principio (ἀρχή, arjé) único e indiferenciado del cambio y
multiplicidad de todos los seres en su conjunto, de toda la
phýsis. De allí que todos ellos (con ciertos matices) afirmaban
que “Todo es Uno”.
Aristóteles, por el contrario, se propone buscar la causa
no del Universo como totalidad en mutación (como indagaban
los presocráticos) ni del movimiento en sí mismo como realidad
independiente de los seres que cambian (como se propuso la
física moderna en sus inicios por el s. XVI) sino buscar la phýsis
tón ónton4, la naturaleza de las cosas, osea, la esencia (ousía) de
4 Fís. 191a25.
8
cada una de ellas, que nos rodean y que están sometidas al
devenir.
Vemos en este punto un cambio de perspectiva radical
respecto a la manera de entender el mundo sensible y físico de
Platón, pero también vemos un punto de continuidad con su
maestro. Decimos un cambio radical porque Platón,
recordemos, consideraba a este mundo, y a los seres en él, como
inferior, mera imagen, imitación y participación de las Ideas,
Esencias o Formas celestiales. Su inconsistencia y mutabilidad
impide, para Platón, la elaboración de una ciencia (epistéme) en
sentido estricto porque sólo puede haber ciencia de lo
inmutable, universal e inmaterial. A partir de este mundo
inferior sólo podemos obtener, como mucho, opinión (dóxa);
mientras que Aristóteles revaloriza la importancia del
conocimiento sensible (aísthesis) y experiencial (empeiría) del
mundo material y cambiante. Pero vemos también un punto de
continuidad con la cosmovisión platónica, porque para
Aristóteles la ciencia sólo puede obtenerse de la consideración
de la naturaleza o esencia (ousía) de las cosas, que es un principio
indestructible, universal e inteligible.
Por lo tanto, Aristóteles retomó el sentido de phýsis
presocrático (entendiendo que hay que hacer ciencia del mundo
cambiante que nos rodea) pero, como buen discípulo de Platón,
indagando por la naturaleza o esencia (ousía) de cada uno de los
seres sensibles y cambiantes que están en el Universo.
Esta ciencia, que Aristóteles llama filosofía segunda o física,
parte de la observación empírica, sensible, de los seres tal y como
9
se manifiestan en sus mutaciones, así como de la opinión
común de los filósofos previos (éndoxa)5; y a partir de allí
indaga por la causa (αιτία, aitía) de los cambios de esos seres:
¿Por qué las cosas se generan? ¿Por qué se corrompen? ¿Qué
permite estos cambios? ¿Son todos los cambios iguales? ¿Qué es
el cambio y el movimiento? ¿Cuáles son sus causas? Son
algunas de las preguntas que el físico (entendido
aristotélicamente) se hace.
7 Fís., I, 7, 189b30-190b4.
8 También recurre habitualmente al ejemplo de la medicina y la salud.
11
decir que generó en sí mismo el ser músico. En conclusión,
Pedro pasó de no-ser músico pero poder serlo, a ser músico
efectivamente. En este simple ejemplo de la vida cotidiana
tenemos ya esbozados los elementos y principios
fundamentales de todo cambio y movimiento en general.
Pedro es una oὐσία, ousía, una sustancia9, es decir, un ser
concreto, individual y real. En cuanto es quien cambia, es decir,
que permanece siendo él mismo a pesar de haber adquirido una
nueva característica (ser músico), es que podemos decir que es
el sujeto o substrato (ὑποκείμενον, hypokéimenon) del cambio10.
El ser músico es un accidente (συμβεβηκός, symbebekós) o forma
accidental, es decir, es una cualidad que se añade a Pedro y que
lo modifica de algún modo. En efecto, si Pedro no fuese músico
¿dejaría de ser Pedro? De ninguna manera. Como vemos, los
accidentes (o formas accidentales) modifican a la sustancia y
sólo pueden existir en ella y por ella. Los colores, por ejemplo,
no existen sin un algo que colorear, sin una sustancia. O, por
ejemplo, si Pedro viaja de un lugar a otro decimos que es
efectivamente Pedro quien dejó un sitio para ir a otro y que a
pesar del cambio de lugar Pedro no cambió sustancialmente. De
14
Esto sería absurdo, ya que de la nada nada viene.14 El
cambio es un paso del ser en potencia al ser en acto:
“Todo se muda, pasando de la potencia al acto”, dice
Aristóteles15. El no-ser presente en el mundo es
relativo, es mera privación: en el mundo sólo hay
seres en potencia y seres en acto. Es decir, aquello que
está en potencia no es su acto, pero puede adquirirlo: la
potencia es una disposición real de los seres a adquirir o
perder algún tipo de forma. Pedro no era músico, pero
podía adquirir esta cualidad, y una vez puestos en
práctica determinados conocimientos, adquirió la
cualidad de músico. Pasó de la potencia al acto: del
poder ser músico a serlo efectivamente. Mi termo es
verde, no es rojo, pero puede serlo si lo pinto, etc. De
esta manera Aristóteles solucionó el problema del
cambio y la multiplicidad de los seres postulado por
todos los filósofos que le precedieron (incluso por el
mismo Platón). Los conceptos de potencia y acto son
netamente metafísicos, tan trascendentales que serán
aplicados por Aristóteles en todos los asuntos
filosóficos, principalmente en su filosofía primera.
15
Ahora bien, hay en el mundo físico otro tipo de cambio
mucho más profundo que el accidental y es el cambio que
podemos llamar sustancial. Supongamos que tenemos una
sustancia determinada, por ejemplo, una mesa. Si la pintamos o
movemos de un lugar a otro la modificamos accidentalmente,
pues no deja de ser una mesa a pesar de estos cambios. Pero,
¿qué sucedería si de pronto la quemamos? Observamos que
luego de esta modificación ya no tenemos más mesa y que, en
su lugar, sólo quedaron cenizas. Notemos que en este cambio se
dan todos los principios y elementos antes mencionados
(privación, potencialidad, actualidad, etc.), pero que en lugar de
haber una modificación accidental sucedió una destrucción del
ser mesa. Podemos decir que lo que se perdió aquí es la misma
ousía, la sustancia, la misma mesa y junto con ella todos sus
accidentes y que en su lugar hay otra sustancia que son las
cenizas, ¿qué es entonces lo que cambió? El cambio aquí no es
de una forma accidental por otra (como el color blanco por el
negro, por ejemplo) sino el de una forma sustancial (μορφή,
morphé o εἶδος, éidos) por otra (el ser mesa por el ser cenizas).
Por este motivo es que llamamos a este cambio sustancial,
porque se cambia una forma sustancial por otra16. Pero recordemos
La doctrina hylemórfica
21
En primer lugar, dice Aristóteles que causa es “aquel
constitutivo interno de lo que algo está hecho, como por
ejemplo, el bronce respecto de la estatua o la plata respeto de la
copa”30. Está hablando Aristóteles de la materia prima que ya
explicamos un poco más arriba. En efecto, es un constitutivo
interno, como lo es la forma. La materia prima es pura potencia,
capaz de ser actualizada por una forma. Es principio
indeterminado pero determinable.
En segundo lugar, causa “es la forma o el modelo, esto es,
la definición de la esencia y sus géneros”31. Aquí es donde
Aristóteles se muestra más platónico puesto que usa para forma
(μορφή, morphé o εἶδος, éidos) y modelo (παράδειγμα,
parádeigma) los mismos términos que usaba Platón para
nombrar las Ideas celestiales. Sin embargo Aristóteles, tanto en
su Física como en su Metafísica, elaboró una extensa crítica a las
Ideas o Formas celestiales platónicas. Ahora las formas no están
en un mundo celestial separado de este terrenal y sensible en el
que vivimos nosotros. La forma es un principio intrínseco de las
cosas sensibles que hace que sean lo que son 32. Es lo que puede
ser expresado en la definición (ὁρισμός, horismós)33 y por su
30 Ibid., 24.
31 Ibid., 25.
32 Aristóteles usa tó tí esti (literalmente: “el qué es”) cuando le da este
(…) causa es el fin, esto es, aquello para lo cual es algo, por
ejemplo, el pasear respecto de la salud. Pues ¿por qué
34 Ibid., 29.
23
paseamos? A lo que respondemos: para estar sanos, y al
decir esto creemos haber indicado la causa. Y también
cualquier cosa que, siendo movida por otra cosa, llega a
ser un medio respecto del fin, como el adelgazar, la
purgación, los fármacos y los instrumentos quirúrgicos
llegan a ser medios con respecto a la salud. Todas estas
cosas son para un fin, y se diferencian entre sí en que unas
son actividades y otras instrumentos.
24
aquel que la hizo, el o los artesanos. Y por último agregaremos el
fin para el cual fue hecha: honrar la memoria de San Martin.
mías.
25
múltiples: lo pesado, como el agua y la tierra, tiende hacia
abajo, lo ligero, como el fuego y el aire, tiende hacia arriba, las
plantas hacen raíces hacia la tierra pero extienden sus hojas
hacia el sol, los ojos se ordenan a ver, los oídos a oír, los
animales tienden a lo que conocen por los sentidos y les
dictamina su instinto, el niño tiende en su desarrollo a ser
adulto, “todo hombre por naturaleza desea saber”36 y vivir en
sociedad, en pocas palabras, “la naturaleza no hace nada en
vano”37. En cuanto cada sustancia realiza su forma, es decir, hace
aquello que es, es que alcanza su fin, su bien, su perfección38. En
el orden de lo artificial sucede lo mismo. El carpintero antes de
poner manos en la obra piensa en la forma mesa (por ejemplo),
como un modelo mental a plasmar finalmente en la materia:
forma y finalidad coinciden plenamente. Y una vez realizada la
mesa, como sustancia compuesta real y concreta, alcanza su
perfección en el uso que dictamina su forma. Cuando el
deterioro o la rotura accidental impida su uso como mesa, sus
partes serán recicladas y usadas para fabricar otra cosa, con una
forma y fin distintos, pero ya no como mesa: perdió su forma,
su ser mesa y también su finalidad.
Por último, dice Aristóteles que la causa eficiente “es
específicamente lo mismo que estas (que la causa formal y la final),
pues el hombre engendra al hombre”. Solamente puede haber
36 Meta., I, 1.
37 Política, I, 8, 1256b15.
38 Recordemos la insistencia de Platón por el conócete a ti mismo del
43Éter viene, según Aristóteles, de aei Thein. Ver Acerca del cielo, I,3,
270b22s.
29
Ambos mundos están sometidos al movimiento (el celeste
exclusivamente al movimiento local circular y el sublunar a la
generación y la corrupción además del movimiento local
rectilíneo) y como tal conforman el universo físico: aquí el
discípulo se aparta una vez más de su maestro. Para Platón el
Mundo hiperuranio está más allá de este mundo terrenal
sometido al devenir. En cambio, para Aristóteles el mundo
supralunar o celeste es parte del universo físico.
Ahora bien, “todo lo que está en movimiento tiene que ser
movido por algo”44, todo lo que se está moviendo supone un
motor, este, a su vez, si es que se mueve supone otro motor, y
este a su vez, otro, etc. Pero no se puede seguir hasta el infinito en
una serie de seres móviles y motores, porque en ese caso no se
explicaría el movimiento presente en este mundo. Por lo tanto,
es preciso concluir que la causa del movimiento y los cambios
tanto del cielo como del mundo sublunar es un Primer motor
inmóvil, es decir, no movido por otro motor anterior.
Aristóteles realiza el mismo razonamiento con las
categorías de acto y potencia: moverse es pasar de la potencia al
acto, pero nada pasa de la potencia al acto sino por otro que
está en acto (que es lo que llamamos causa). Pero no podemos
proceder hasta el infinito en una serie de seres que pasan de la
potencia al acto. Aquí la conclusión nos lleva a un Primer Acto
carente de potencialidad, sin embargo Aristóteles se detiene en
este momento del razonamiento. Esto se debe quizás a que,
44
Fís., VII, 1, 241b. A continuación se expone la prueba que aquí
sintetizamos. Cfr. VIII, 256a.
30
como dijimos más arriba, la naturaleza del hipotético Primer
Acto es objeto de la metafísica y no de la física. Parecería que
Aristóteles se conforma en sus tratados físicos y astronómicos
con alcanzar la existencia de las causas primeras del
movimiento y del cambio en el universo, absteniéndose de
indagar sobre su naturaleza. En cambio se reduce a indicar unas
pocas características del Primer motor inmóvil obtenidas del
análisis del movimiento. Así, Aristóteles dice que
33
Metafísica
(Filosofía primera)
Introducción
Hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo
que es, y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen.
Esta ciencia, por lo demás, no se identifica con ninguna de
las denominadas particulares. Ninguna de las otras
(ciencias), en efecto, se ocupa universalmente de lo que es,
en tanto que algo que es, sino que tras seccionar de ello
una parte, estudia los accidentes de ésta: así, por ejemplo,
las ciencias matemáticas.
Y puesto que buscamos los principios y las causas
supremas, es evidente que éstas han de serlo
necesariamente de alguna naturaleza por sí misma (…) De
ahí que también nosotros hayamos de alcanzar las causas
primeras de lo que es, en tanto que algo que es53.
55 Meta., I, 2, 982b27-983a12.
37
Si la Metafísica es la ciencia que investiga las causas más
profundas de los seres lo primero que debemos apuntar es la
enumeración y explicación de las causas. Este asunto lo trata
también Aristóteles en su Física y lo retoma en la Metafísica 56.
Las causas, entrevistas confusamente por los filósofos
previos, son cuatro:
56Meta., I, 3, 983a24ss.
57Aquí usa tén ousían kái tó ti én einai, es decir, la esencia y el qué es
algo, aquello expresable en la definición.
38
4. Causa final: es aquello para lo cual (hóu héneka) algo se
hace. El fin (télos) de la cosa dictaminada por su forma:
lo ligero asciende, lo pesado cae, los ojos se ordenan a
ver, el oído a oír, la mesa está hecha para apoyar cosas,
el hombre busca ser feliz, etc.
42
de Aristóteles es una ontología (indaga por el ón hé ón, ente en
cuanto ente, es la ciencia del ente), y esta ontología es una
ousiología, porque el centro unificador de todos los distintos
sentidos del lo que es (del ente) es la sustancia (ousía). En
adelante, por lo tanto, debemos preguntarnos por la sustancia y
todo lo que se refiera a ella.
60 Meta., V, 7.
43
mundo que nos rodea es un mundo de sustancias y de
las características que las determinan. Luego de la ousía,
Aristóteles menciona las demás categorías: cualidad,
cantidad, relación, acción, pasión, lugar y tiempo. Si
bien estas determinaciones son inferiores a la sustancia,
no son meros accidentes porque son fundamento en
segundo orden (después de la sustancia) de los
accidentes.
3. También podemos decir que algo es verdadero o que no
es verdadero, es decir, que es falso. Es el ser en sentido
lógico: decimos que verdadero es el juicio que hace el
hombre y que corresponde con aquello de lo que juzga.
Si digo, por ejemplo, que el hombre es mortal entonces
digo una verdad porque efectivamente es así. El verbo
cópula (“es”) funciona como nexo entre el sujeto y el
predicado y expresa esta correspondencia en la que
consiste la verdad. El juicio falso es aquel en el que no
hay correspondencia entre lo que se afirma o niega y la
realidad. Si digo entonces que un triángulo tiene cuatro
lados entonces estoy expresando un juicio falso.
4. En último lugar, podemos decir del ente que es en
potencia (δῠ́νᾰμῐς, dýnamis) o en acto (ἐνέργεια,
enérgueia o ἐντελέχεια, entelékheia). Por ejemplo,
decimos que alguien es vidente porque está en potencia
de ver, aunque tenga sus ojos cerrados, es decir, no está
viendo en acto. Pero decimos que está viendo en acto
cuando abre sus ojos: pasa de la potencia de ver a ver en
44
acto. Las aplicaciones de estos conceptos son infinitas y
gracias a ellos Aristóteles pudo alcanzar una adecuada
comprensión del movimiento y la multiplicidad
presentes en el mundo; recordemos su definición del
cambio y el movimiento: “Todo se muda, pasando de la
potencia al acto”61. Además, según Aristóteles el ser en
potencia o en acto es algo que puede aplicarse a todos
los otros sentidos del ente: puede darse el tener un
accidente en potencia o el tenerlo en acto, además
recordemos que los accidentes se comportan como actos
respecto de la sustancia compuesta la cual se comporta
como potencia respecto de aquellos62; la sustancia está
compuesta de dos co-principios (materia y forma) que se
comportan como potencia y acto uno respecto del otro, y
lo mismo cabe decir de las otras categorías y del ser en
sentido lógico.
Las categorías
61
XII, 2, 1069b15.
62 Recordemos el ejemplo de Pedro: este como sustancia compuesta
está en potencia respecto del accidente “ser músico” que como
determinación particular se comporta como acto. Una vez adquirido
este accidente, decimos que Pedro es músico en acto.
63 Meta., VI, 7, 1017a25. Cfr. Categorías, 4, 1b25.
45
1. Sustancia (ousía): Pedro, esta mesa, esta planta, este
perro, etc.
2. Cantidad: p. ej. de 3 metros, 35 kilos, 3 lados iguales, etc.
3. Cualidad: p. ej. músico, no-músico, blanco, bueno, malo,
etc.
4. Relación: p. ej. padre, hijo, tío, sobrino, gobernante,
ciudadano, etc.
5. Acción: p. ej. defender, administrar, pasear, etc.
6. Pasión: p. ej. ser defendido, ser administrado, etc.
7. Lugar: p. ej. en Atenas, en Esparta, en su casa, etc.
8. Tiempo: p. ej. en tres días, durante el verano, por la
tarde, etc.
9. Situación: p. ej. de pie, sentado.
10. Hábito o tener: p. ej. con túnica, corona, armado o
desarmado, etc.
49
A partir de esto cabe la pregunta, ¿es la sustancia su
forma, su materia o es mejor hablar de sustancia como del
compuesto de ambos principios?
De las cinco características arriba enumeradas la materia
sólo participa del primero y de manera muy impropia. En
cambio, la forma y el compuesto si bien participan de las cinco
no lo hacen de la misma manera. Por lo tanto, ¿qué es la
sustancia en su sentido más propio y excelente? Desde el punto
de vista de la experiencia concreta no cabe dudas que el
compuesto, es decir, el individuo concreto. Pero en un sentido
estrictamente metafísico sustancia es en su sentido más propio
y excelente la forma: esta es causa y fundamento del compuesto.
Por lo tanto, hablamos de sustancia en primer lugar y en
sentido estricto como forma, en segundo lugar del compuesto y
por último y en un sentido muy impropio de la materia.
Aquí llegamos al centro mismo de la metafísica
Aristotélica: la forma es la causa fundamental de la estructura
íntima de los seres que nos rodean, el principio que les imprime
actualidad, que los hace variados y distintos unos de otros y del
que brotan las más diversas operaciones. Por su superioridad y
nobleza, la forma puede existir separada68, porque decimos que la
potencia depende del acto y no a la inversa, y que la materia
depende de la forma y no la forma de la materia. Pero, ¿existe
alguna sustancia que sea puro acto y pura forma carente tanto
de materialidad como de potencialidad? Así llegamos a la
indagación por la sustancia suprasensible, es decir a la pregunta:
68
Meta., V, 8, 1017b26.
50
¿existe alguna sustancia que no sea un compuesto de materia y
forma ni de potencia y acto sino sólo forma y acto? ¿O es que
sólo existen sustancias sensibles y compuestas?
El Dios de Aristóteles
52
(lo inteligible) sin moverse. Dice Aristóteles entonces, así es
como mueve Dios: como “el objeto del amor atrae al amante”70.
Por lo tanto, es claro que la causalidad ejercida por Dios
no es una causalidad eficiente, como el bastón movido por la
mano o el constructor que hace la casa: Dios mueve atrayendo,
mueve como causa final. Es decir, el universo entero es atraído
eternamente por Dios como fin supremo, sin un origen o término
temporal. Precisamente porque “de tal principio dependen el cielo
y la naturaleza”71, es que es tan importante en la cosmovisión
aristotélica la existencia de Dios y su influjo causal en el
universo.
Además, según el Estagirita Dios es Inteligencia que se
contempla eternamente a sí misma y por esto se halla siempre
en estado de goce, porque contemplar es lo más excelente que
se puede alcanzar en esta vida, ¿cómo podría Dios no ejercer
este acto intelectual? Y contempla lo más excelente que hay en
el universo, es decir, él mismo. Por esto mismo es también Vida,
la vida más excelente, porque la inteligencia es el modo de vida
más elevado del universo. Por último, Dios no tiene dimensión,
es indivisible, impasible e inalterable.
En su cosmovisión, Dios mueve por atracción a la primera
esfera celeste, esta, a su vez, mueve por atracción a la siguiente,
y así se transmite el movimiento circular perfecto entre las
cincuenta esferas celestes. Recordemos que estas son también
divinas porque son eternas. Así se imprime el movimiento a las
54
Psicología
Introducción
56
Todos estos interrogantes son contestados principalmente
en el libro Acerca del alma72, sin excluir otras fuentes importantes
también para esclarecer estos asuntos como lo son la Física y la
Metafísica.
Por razones de claridad y orden en la exposición, no
seguiremos el programa explicativo del Estagirita tal y como lo
observamos en el De anima e intentaremos ser lo más fieles que
podamos a los principios y conclusiones fundamentales de su
filosofía.
¿El alma?
¿Qué es el alma?
59
de los seres animados y el de los inanimados: “Ahora bien, lo
animado parece distinguirse de lo inanimado principalmente por dos
rasgos, el movimiento y la sensación”75. En efecto, observamos que
hay toda una gran cantidad de substancias compuestas que se
mueven porque son movidas por otros, es decir, la causa de sus
cambios está fuera de ellas. Pensemos, por ejemplo, en una
roca. Ella, con toda la complejidad de su constitución material,
está sin embargo sometida absoluta y necesariamente a las leyes
que rigen el mundo físico. Los cambios que le suceden sólo
vienen desde “afuera”: el viento, la lluvia, temperatura o la
fuerza que otro ser físico imprima sobre ella. Pero jamás se
levantará por sí misma para ir a otro lugar. Lo mismo sucede
con muchos otros seres que constituyen nuestro universo: ríos,
montañas e incluso los planetas. Todos ellos se mueven sólo por
causa de otros agentes extrínsecos. Son, por lo tanto, seres
carentes de vida, inanimados.
Por el contrario, observamos que hay seres en este mundo
que pueden obrar por sí mismos moviéndose de un lugar a otro,
realizando distintas operaciones como crecer, percibir,
alimentarse, etc. Pensemos en las plantas, los animales, etc.; son
los seres que Aristóteles llama vivos: aquellos que si bien
pueden ser movidos por otros (como seres materiales que son)
se caracterizan principalmente por ser capaces de realizar acciones
por sí mismos. A este principio que es raíz de tan variadas
76 Ibid., II, 1, 412a20ss. Podrá observar el lector que esta definición que
ahora explicamos no aparece literalmente en el De anima, sino que el
autor nos da tres definiciones escalonadas y perfectamente
relacionadas entre sí que, si se unifican en un todo, dan como
resultado la definición que aquí exponemos.
77 Según algunos especialistas el término ἐντελέχεια, entelékheia,
79 “Ahora bien, entre los cuerpos naturales los hay que tienen vida y
los hay que no la tienen; y solemos llamar vida a la autoalimentación,
al crecimiento y al envejecimiento.” De anima, II, 1, 412a 10.
80 Ibid., 412b10-15.
62
Una observación un poco más detenida del mundo
circundante nos revela que el orden de los seres animados es
variado y jerárquico: hay muchos seres vivientes diferentes entre
sí que, además, parecen seguir una escala jerárquica según las
funciones que realizan. A la luz de este hecho Aristóteles
reformula la teoría platónica de las partes del alma, más
fundada en una perspectiva ética, para explicar a partir de las
funciones o facultades de los vivientes su orden en el mundo81.
El fenómeno de la vida revela, por lo tanto, funciones
fundamentales de tres tipos que corresponden, a su vez, a tres
tipos de alma:
81Por esto Aristóteles prefiere usar el término facultades del alma antes
que el de partes.
63
El alma vegetativa
El alma racional
en las imágenes”.
96 Ibid.
97 Ibid., 8, 432a5.
70
superior a la sensibilidad y que esta se abandona
paulatinamente para dar lugar al orden inmaterial de las
formas inteligibles, pero es igualmente cierto que sin los
sentidos nada puede comprenderse.
El intelecto agente “es separable, sin mezcla e impasible (…)
Una vez separado es sólo aquello que en realidad es y únicamente esto
es inmortal y eterno” 98. Es claro en este pasaje que Aristóteles
asume la tradición órfico-pitagórica recibida de su maestro y
confiere carácter divino al intelecto. En efecto, el intelecto agente
es aquella parte de nuestra alma más independiente del cuerpo
(separable), simple (sin mezcla) e inmortal, de modo que nada
impide suponer su supervivencia una vez que sobreviene la
muerte99.
Asimismo, es importante destacar que si el intelecto
agente es inmaterial, es capaz de reflexión. Los sentidos son
ciegos a sí mismos, su campo de percepción está limitado a su
objeto propio mientras que el alma racional puede volver sobre
98Ibid, 5, 430a15.
99 Inmediatamente después del fragmento citado Aristóteles afirma:
“(…) mientras que el intelecto pasivo es corruptible (…)”. Esto se sigue de
la supremacía óntica del acto sobre la potencia: “Y es que siempre es más
excelso el agente que el paciente, el principio que la materia”. Estos pasajes
del De anima llevaron a infinidad de interpretaciones diversas y
muchas veces contrapuestas por parte de los especialistas de todas las
épocas. Hay una sintética explicación de este asunto en Fraile G.,
Historia de la filosofía, BAC, 4ta ed., tomo I, pp. 495-503.
71
sí misma para conocerse: (…) “el intelecto es capaz también
entonces de inteligirse a sí mismo” 100.
Además, si el alma sensitiva a través de los sentidos se
hace de alguna manera lo percibido (es decir, las formas
sensibles), de manera superlativa el alma racional se identifica
con las formas inteligibles que abstrae y conoce101. De allí que
Aristóteles afirme que “(…) el alma es de alguna manera todas las
cosas (…)” 102.
Otra distinción fundamental que hace nuestro autor es la
del intelecto teórico e intelecto práctico103. Con esto Aristóteles no
se refiere a dos tipos de facultades distintas (como sí ocurre en
la distinción entre intelecto pasivo y agente) sino a dos maneras
distintas de utilizar la misma facultad que es el intelecto.
Ambos aspectos tienen por objeto la verdad, pero desde dos
perspectivas distintas. Hablamos de intelecto teórico cuando el
hombre, sin otro fin más que buscar y conocer la verdad por sí
misma, aprehende los principios primeros, razona en virtud de
ellos y se remonta a las causas primeras del cosmos. De allí que
Aristóteles distinga tres hábitos teóricos por excelencia: la
inteligencia (que es conocimiento de los primeros principios de
77
pues aunque sea el mismo el bien del individuo y el de la
ciudad, es evidente que es mucho más grande y más
perfecto alcanzar y salvaguardar el de la ciudad; porque
procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es
más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para
ciudades108.
79
Aristóteles comienza la Ética a Nicómaco afirmando que
84
todo. Si se le puede añadir aún el más pequeño de los bienes
entonces no es suficiente, y de entre los bienes será el mejor. Por
lo tanto la felicidad debe consistir en un bien autárquico. Aún
más, dice Aristóteles, teniendo presente que el hombre “es por
naturaleza un ser social”122 tal bien no es autárquico en relación a
nosotros, como si una vida solitaria y aislada de los demás
pudiese alcanzarlo. Si nuestra naturaleza es social entonces es
preciso que el bien supremo pueda y deba buscarse en relación
con otros seres humanos.
Por último, decimos que el bien al que aspira cada cosa es
aquello que realiza su esencia propia y en cuya posesión se
perfecciona, se plenifica. Dicho de otra manera, la función o
actividad propia de cada cosa es aquello a lo que lo inclina su
forma y que constituye su fin propio. Y así, el bien del martillo
consiste en ser usado para el trabajo, el de la estrategia militar
es la victoria, el de la medicina la salud, el de la economía la
riqueza, el de la arquitectura la casa, etc. La felicidad del
hombre, entonces, debe ser su función propia, aquello a lo que
debe dirigirse como animal racional:
86
intelecto: “Es claro, pues, que cada hombre es su intelecto, o su
intelecto principalmente, y que el hombre bueno ama esta parte sobre
todo”127. Si el hombre es principalmente su alma y su alma es
principalmente intelecto, es necesario concluir que la felicidad
del ser humano consistirá principalmente en una actividad
excelente del intelecto o, dicho de otra manera, en una virtud
intelectual. Pero, ¿qué son las virtudes? ¿Cuántas de ellas hay y
en cuál hallará el hombre su perfección?
¿Qué es la virtud?
129 Ibid., 1103a 15: ethikós (ética) y éthos (costumbre, conducta) tienen la
misma raíz.
130 Ibid., 30.
89
que trata Aristóteles. Para adquirir estos hábitos, por lo tanto, es
preciso que el hombre:
a. Sepa lo que hace, esté en conocimiento de que la acción
que realiza es, por ejemplo, justa;
b. que la elija libremente, pues puede hacer una acción
justa sin quererlo explícitamente, por mera
conveniencia utilitaria o incluso para perjudicar a un
tercero. El hábito en cuestión debe querer buscarse por
sí mismo;
c. y que la realice de manera firme131. Cuanta mayor
determinación se ponga en la acción más rápida y
sólidamente se forjará el hábito.
A diferencia de las artes, que son también hábitos, las
virtudes éticas tienen relación directa con las pasiones o lo que
nosotros llamamos habitualmente sentimientos. Como dijimos al
comienzo, las virtudes éticas se forjan por el dominio de
nuestra parte racional sobre nuestros apetitos sensibles. Las
pasiones, o sentimientos, son afecciones132 de nuestros apetitos,
una cierta conmoción interior producida por el conocimiento de
algo placentero o doloroso, de algo conveniente o perjudicial.
“Entiendo por pasiones –dice Aristóteles- apetencia, ira, miedo,
coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión y, en
general, todo lo que va acompañado de placer o dolor” 133. Dice el
90
dicho que “ojos que no ven, corazón que no siente”, y
fácilmente puede invertirse y decir que “ojos que ven, corazón
que siente”. Esto son las pasiones y son estas afecciones, y
muchas más, las que deben ordenarse por la razón para forjar
las virtudes éticas en el alma. De modo que las virtudes éticas
son un cierto comportarse bien respecto de los sentimientos.
Ahora bien, ¿De qué manera ordenamos las pasiones por
la razón? Realizando en cada caso el término medio: “(…) pues
esta (la virtud ética) se refiere a las pasiones y acciones, y en ellas hay
exceso, defecto y término medio”134. Por lo tanto, nos enseña
Aristóteles que respecto a las pasiones
139 Ibid.
141 Que, como veremos más adelante, es también una virtud y se llama
prudencia.
142 Ibid., 1106a 25ss. El ejemplo lo expone el mismo Aristóteles.
143 Aristóteles señala esto en otros términos, pero dice más o menos lo
94
d. Aristóteles define la virtud como “modo de ser
selectivo144, siendo un término medio relativo a nosotros,
determinado por la razón y por aquello que decidiría el
hombre prudente”145.
148 E. N., V, 1133a 25: “(…) pero no debemos olvidar que lo que
buscamos es no sólo la justicia absoluta, sino también la política”.
Aristóteles no explica ni en la E. N. ni en la E.E. esta justicia entendida
como virtud absoluta. No parece ser aquello de la armonía de las
partes del alma como la entendía Platón, sino más bien el ejercicio
unitario de todas las virtudes éticas por el hombre considerado en sí
mismo. De allí que entendamos al hombre justo, en general, como un
hombre virtuoso sin más: temperante, magnánimo, valiente, etc.
149 Ibid., 1129b 30.
97
La justicia política consiste fundamentalmente en dos
cosas: el cumplimiento de la ley y en la equidad150. A partir de este
punto Aristóteles emprende una sucesión de divisiones que
esquematizadas deben entenderse así151:
98
Nuestro autor distingue tres tipos de leyes, todas
circunscriptas al terreno óptimo de desarrollo humano que es la
comunidad política y, principalmente, el Estado griego154: la ley
natural, las costumbres, y las leyes civiles dictaminadas por el
gobernante. El moderno positivismo jurídico postula que fuera
de las leyes establecidas por el gobierno civil no hay otras. Lejos
de esta postura, el derecho griego (que será base fundamental
para la concepción occidental del derecho) y específicamente
Aristóteles, sostiene que hay una ley natural, es decir, aquella
“que tiene en todas partes la misma fuerza y no está sujeta al parecer
humano” y que es “inamovible”155.
Además de la ley natural hay una enorme cantidad de
normas transmitidas por enseñanza que no son reguladas por
las leyes civiles y que se llaman costumbres (éthos). Ninguna ley
me obliga a ceder el lugar a un anciano en el colectivo, pero se
156 Ibid., 1130b 15ss: “(…) porque la ley manda vivir de acuerdo con todas
las virtudes y prohíbe vivir según todos los vicios”.
157 Ibid., 1134a 35.
100
prójimo158. En este sentido, ser justo con el otro es respetar el
termino medio que es la igualdad, y toda igualdad es una
proporción. Los extremos respecto de esta igualdad o
proporción, tanto por defecto como por exceso, son lo que
llamamos injusticia159. La justicia particular se divide en
distributiva y correctiva. La primera160 consiste en el reparto de
bienes, cargas, obligaciones, honores, riquezas, etc. entre los
miembros de una comunidad por parte de una autoridad y
según un criterio determinado. Esto supone un orden jerárquico
y subordinado dentro de la organización del Estado o de la
comunidad de que se trate. Por ejemplo, es justo que la
autoridad conceda la responsabilidad y el honor de ser ministro
de economía a un economista, es decir, a alguien apto para ese
cargo y que, atendiendo a sus altas responsabilidades, gane un
salario superior al secretario del ministro en cuestión. Pero lo
mismo puede aplicarse a otros tipos de sociedades. Por
ejemplo, en una empresa las personas con mayor
responsabilidad cobran más dinero que aquellos que son
subordinados a estos. Cuando esto se respeta se mantiene la
igualdad entre los miembros de la comunidad o, dicho de otra
manera, se le da a cada uno lo que corresponde según el cargo que
ocupa y las responsabilidades que atiende. Nótese que la
igualdad o proporción que se guarda no es estrictamente lineal,
pues no se les da a todos de manera absolutamente igual, sino a
101
cada uno según su mérito o responsabilidad. Esto es lo que
Aristóteles llama proporción geométrica161. Toda acción que se
realice fuera de esta igualdad o proporción geométrica (por
exceso o defecto) es una injusticia. Cometer una injusticia
respecto de esta proporción sería, por ejemplo, dar mérito y
cargos públicos a quién es manifiestamente incapaz de
desempeñar sus funciones o quien es claramente un corrupto, o
destacar públicamente como figura culturalmente relevante a
quien es a todas luces una persona inculta o moralmente
reprensible. Así, esta persona tendría algo que no le corresponde,
un excedente del que no es merecedor.
En el orden político, dice Aristóteles, el criterio de la
justicia distributiva depende de qué sea lo que se estima más
valioso: para el aristócrata es la virtud, para el oligárquico la
riqueza y para el demócrata es la libertad 162 y es allí donde se
generan habitualmente disputas entre unos y otros.
Por otra parte, nuestro autor menciona (dentro de la
justicia particular) la justicia correctiva163 que es la igualdad
entre los miembros de la comunidad según una proporción
lineal u horizontal y que Aristóteles llama aritmética. Es, dicho
102
de otra manera, el término medio entre la pérdida y la ganancia.
Veamos un ejemplo: si alguien voluntariamente roba mi auto
esa persona se hace a sí mismo un ladrón e introduce una
injusticia, una desigualdad o desproporción en el orden social.
Ante este hecho me presento a las autoridades correspondientes
y realizo una denuncia. De esta manera, inicio un proceso
judicial con el fin de reestablecer el orden, es decir, de que se me
devuelva ese bien perdido que otro tiene injustamente.
Supongamos que efectivamente encuentran mi auto e
identifican al ladrón. En este caso el juez (que es, o debe ser, la
personificación de la justicia) falla a mi favor y dictamina que se
me devuelva mi auto pero además que se castigue al ladrón por
el daño realizado. Así, se reestablece la igualdad entre los
miembros de la comunidad (en este ejemplo, el ladrón y yo: a
mí se me devuelve lo que es mío y al ladrón se le quita lo que no es
suyo además de ser castigado por el crimen de robo, es decir,
por dañarme voluntariamente en relación a mis bienes). Así se
pone en práctica eso que llamamos justicia correctiva: se realiza
una corrección del desorden introducido en la comunidad. Este
es un ejemplo de lo que podemos llamar justicia correctiva
judicial. Hay otro tipo de justicia correctiva que es la contractual,
es decir, la que se practica en los intercambios de bienes entre
miembros de la comunidad o en los contratos que realizan unos
con otros. Aristóteles explica que por la necesidad de
intercambiar bienes de distinto valor se creó por convención la
moneda. Por esta podemos medir el valor de los bienes
intercambiables, compararlos unos con otros y lograr más
103
fácilmente la igualdad. Así, por ejemplo, si voy a un almacén y
pido un kilo de pan debo dar por él un bien de igual valor para
así lograr una igualdad con el vendedor. Antiguamente era más
usual el trueque, en el que se daba a cambio no dinero sino otro
bien como carne, fruta, un calzado, o cualquier otra cosa que
pueda lograr la igualdad en el intercambio. Supongamos,
siguiendo el ejemplo, que el almacenero me pide $500 por ese
kilo de pan. La justicia radicará en este caso en que le dé esa
cantidad de dinero, de modo que si le doy menos yo gano y él
pierde y estoy siendo injusto, y si le doy más yo pierdo y el
gana y estoy padeciendo injusticia. Pero en el momento en que
le doy los $500 pactados realizo una igualdad o proporción
aritmética, estoy siendo justo con el prójimo.
Notemos que las leyes son normas universales y en
cuanto tales no pueden cubrir la inmensa cantidad de
circunstancias particulares que impone la realidad. También es
imposible que el gobernante realice leyes para los infinitos
casos particulares. Por este motivo la igualdad o equidad es una
“corrección de la justicia legal”164 de modo que una conducta
equitativa ordena las relaciones con los otros completando la
fórmula universal de las leyes. Por lo tanto, el hombre
equitativo es aquel que “apartándose de la estricta justicia (legal) y
de sus peores rigores, sabe ceder aunque tiene la ley de su lado”165.
Todos los hombres que buscan el bien están inclinados a buscar
siempre la justicia y la igualdad, y todos experimentamos
La inteligencia teorética
108
es así, dice Aristóteles, que los hombres sabios (los filósofos)
conocen “cosas grandes, admirables, difíciles y divinas pero
inútiles, porque no buscan los bienes humanos"173. ¿En qué
sentido es inútil la sabiduría? En cuanto que buscar el saber
o incluso tener ya un alto grado de sabiduría no nos hace
necesaria y propiamente buenos o diestros en los aspectos
prácticos de la vida cotidiana. No olvidemos que para
Aristóteles ser bueno consiste, en parte, en ser virtuosos, es
decir, ejercitados en las virtudes éticas. El filósofo es alguien
que indaga constantemente las cuestiones más altas y
fundamentales del cosmos y la existencia humana. Pero su
mismo ejercicio lo aleja de alguna manera de la
consideración de las cosas prácticas (los “bienes humanos”
en el fragmento citado), al mismo tiempo que lo acerca al
contacto con lo divino. ¿Esto significa que la filosofía no
tiene ninguna relación con la ética? Todo lo contrario.
Notemos por lo pronto que su inutilidad y alejamiento de la
vida práctica no es un defecto, sino que radica en la
perfección de la misma sabiduría: el sabio no busca otra cosa
que el mismo saber y en ello deposita sus aspiraciones. La
nobleza y superioridad de su actividad la hacen libre y
autosuficiente (autárquica) respecto del devenir y
preocupaciones de los bienes humanos. De allí que el
filósofo está como embriagado por lo divino y que parezca
alejado de la vida práctica. Pareciera que este no quiere ser
sabio para ser feliz, sino que, al revés, porque quiere ser feliz es
La inteligencia práctica
182“La vida de acuerdo con la otra especie de virtud es feliz de una manera
secundaria, ya que las actividades conforme a esta virtud son humanas (…)
Puesto que estas virtudes éticas están también unidas a las pasiones, estarán,
asimismo, en relación con el compuesto humano y las virtudes de este
compuesto son humanas; y, así, la vida y la felicidad de acuerdo con estas
virtudes serán también humanas”. Ibid., 1178a 10-20.
114
prudencia como las virtudes éticas son una perfección del
hombre pero no lo son en un sentido pleno y absoluto. Todo parece
indicar que la sabiduría es la llave que abrirá el misterioso cofre
de la felicidad perfecta.
La felicidad perfecta
118
Apéndice
La amistad perfecta
Una introducción y algo más
120
trabajarlo de manera independiente en la progresión de las
clases.
Quizás se acerque a la lectura de estas líneas algún
erudito especialista en Aristóteles. Sabrá dispensar la excesiva
síntesis de las explicaciones y entenderá que la finalidad aquí es
aproximar algo de pensamiento filosófico a jóvenes que están
terminando la educación media. Creo sin embargo que el
abultado cuerpo de notas y referencias podrá ayudar también a
aquellos que estén cursando estudios terciarios y universitarios
a adentrarse al pensamiento de Aristóteles. Quizás también
sirva para algún profesor preocupado, como es mi caso, por
encontrar material no tocado por la maquinaria sistematización
de muchos manuales, hoy corrientes, que tienden a dar servidas
muchas conclusiones y postulados (a veces incluso erróneas),
grandes esquemas explicativos y un lenguaje sumamente
alejado de su riqueza originaria. Debo aclarar, sin embargo, que
yo también me tomaré ciertas libertades en muchas
expresiones, pero intentaré ser justo con el autor y conmigo
aclarando cuando sea pertinente las distancias
correspondientes.
Esa sistematización artificial puede servir para que los
alumnos entren en la dinámica de la educación moderna que
consiste en tratar materias especializadas en los tecnicismos
necesarios para la inserción en la vida laboral. Pero eso, a mi
humilde parecer, no es enseñar filosofía. Y mi intención es
enseñar filosofía. Espero que eso no ofenda a los grandes
productores de manuales ni a los pedagogos que muchas veces
121
no tienen intenciones de meterse en tantos asuntos complicados
como los filosóficos. A fin de cuentas, la educación, dicen
muchos de ellos, debe ser una adaptación a las capacidades del
alumnado y de las exigencias del mundo de hoy. También los
antiguos decían algo parecido: se recibe al modo del recipiente. El
gran problema es que en muchos casos hemos claudicado a la
tarea de perfeccionar el recipiente. Quizás no entiendo mucho
de pedagogía, pero creo que la educación consiste precisamente
en eso.
Pues bien, mi única finalidad con estos apuntes es
intentar ensanchar el recipiente, porque no creo que haya
buenas razones para dudar de la capacidad de los alumnos,
puede que en verdad estemos dudando de la nuestra.
Uno de los puntos en los que considero que el alumnado
se ve estrechado por muchas de las condiciones de la vida
moderna es en la capacidad de forjar buenas y verdaderas
amistades. Podría alguien objetar que las enseñanzas de un
filósofo que caminó por este mundo hace 2400 años están ya
caducas y que poco aprovecharían a personas tan distintas de
las que vivieron en aquellos tiempos. Me parece que cada una
de las afirmaciones de esa objeción es errónea. Es ya notable
que los griegos de hace dos milenios eran tan diferentes de
nosotros como para necesitar educación, interesarse por la
filosofía, discurrir sobre temas éticos o hablar sobre qué
significa hacer amigos. Quizás, salvando el hecho de que no
tenían computadoras ni miraban fútbol los sábados, no eran tan
diferentes a nosotros. También ellos se interesaban por tener
122
amigos. Puede que sean diferentes a nosotros en el sentido de
que ellos sí se preocupaban por indagar qué significa la amistad
y nosotros, como buenos modernos, ya no nos preocupamos
por eso. Creo que el asunto debe mirarse al revés: debemos
buscar en ese tesoro de grandes enseñanzas pasadas, escondido
en las profundidades del tiempo, porque hoy ya no abundan, ni
en cantidad ni en calidad. No quiero atribuirme el mérito por
algo que no me corresponde, aquí sólo tengo la pala para
desenterrarlo, porque el tesoro no es mío. Ese es el objetivo de
este breve apéndice: traer nuevamente a la superficie viejas
enseñanzas éticas para ayudar a renovar en los jóvenes el deseo
de filosofar.
123
La amistad: lo más necesario y algo hermoso
188 E. N., VIII, 1055a. Nuestro autor le dedica dos libros enteros (VIII y
IX), los últimos antes de iniciar el X en el que concluye con la
explicación de la felicidad perfecta y que funciona como introducción
a su Política. No hay entre los autores de la antigüedad, me parece, un
tratamiento más extenso, sistemático y bello sobre la amistad.
189 Ibid.
190 Ibid., 5.
124
Hoy en día estamos habituados a pensar que lo necesario
en la vida se reduce a las cosas materiales indispensables para
conservarla, como el dinero o la salud. Pero la mirada aquí es
mucho más trascendente: la vida propiamente humana tiene la
plenitud de su desarrollo en el ejercicio de las virtudes que es lo
que investiga la ética. Es cierto que la amistad puede ser
sumamente beneficiosa en la pobreza, en la vejez, en las
dificultades que nos presenta el devenir de la existencia. Sin
embargo, la amistad es algo sumamente superior a todo esto,
incluso superior a la misma justicia: “(…) cuando los hombres son
amigos, ninguna necesidad hay de justicia, pero, aun siendo justos, sí
necesitan de la amistad, y parece que son los justos los que son más
capaces de amistad”191. E inmediatamente después afirma: “Pero la
amistad es no sólo necesaria, sino también hermosa. En efecto,
alabamos a los que aman a sus amigos y el tener muchos amigos se
considera como una de las cosas mejores (…)”.
¿En dónde reside la superioridad ética de la amistad?
¿Qué la hace lo más necesario para la vida y algo sumamente
noble y hermoso? ¿En qué sentido es una virtud o algo
acompañado de virtud? La respuesta a estas preguntas se nos
revelará en cuanto indaguemos qué es propiamente la amistad.
191Ibid., 25.
192 Notará el lector más especializado en la materia que tuve que
alejarme de la terminología e incluso también de la letra y el espíritu
de la enseñanza aristotélica. Este apéndice no busca formar
especialistas en Aristóteles, sino especialistas en ser buenas personas.
125
El ser humano es capaz de amar. En nuestra vida amamos
muchas cosas: nuestros bienes materiales, nuestra mascota, las
personas que nos rodean, las cosas intangibles que nos
involucran, como el club de futbol cuya camiseta llevamos
puesta con orgullo, nuestra Patria a la que amamos en sus
símbolos, o Dios a quien nunca vimos pero en quien muchos
creemos; incluso amamos actividades como hacer deporte,
conversar con otros, escribir, leer, escuchar música, etc. Todos
nosotros tenemos la experiencia fundamental del amor y somos
convocados por ella todos los días de nuestra vida aún cuando
no reflexionemos acerca de ello a cada instante. Si pensamos un
momento acerca de todos los seres (materiales, inmateriales,
inanimados, vivos, simbólicos, etc.) que amamos en nuestra
vida notaremos que ni todos ellos son iguales entre sí ni todos
son igualmente importantes para nosotros.
Ahora bien, Aristóteles nos enseña que cada uno de esos
seres son capaces de ser amados, son amables (τὸ φιλητόν, tó
filetón), es decir, capaces de convertirse en objeto de nuestro
amor; y ante la pregunta “¿por qué amo este ser?” 193 podemos
dar una triple respuesta: o lo amamos porque es algo útil
(χρήσιμος, khrésimos), o porque es algo placentero (ἡδύς,
hedýs) o porque es algo bueno (ἀγαθός, agathós)194. Podemos
126
incluir todos los seres que amamos dentro de estas tres
categorías. Por ejemplo: amo mis botines, pero ¿por qué los
amo? Porque me sirven para jugar al fútbol, es decir, los quiero
como cosa útil. Amo también el futbol, ¿por qué lo amo? Porque
jugar me produce un placer enorme. Otro puede añadir que le
significa una mejora de su salud, y puede aún preguntarse ¿y
porqué amo estar saludable? Porque me siento mejor, me es
agradable o placentero tener buena salud. Podemos también
preguntarnos, “¿Por qué amo a mis padres?”, ¿son mis padres
algo que me sirven para otra cosa o que me significan placer?
Puede ser que conversar con ellos sea placentero o incluso que
me sirvan en tanto que son el medio para adquirir cosas que
obviamente necesito en mi vida. Pero inmediatamente notamos
que aún cuando esto sea o no así, los amamos de todas maneras
por el hecho de que son nuestros padres. Los amamos porque
son algo bueno en sí mismo. Lo mismo puede aplicarse a un novio
o novia, un hermano, un hijo, un amigo, a la sabiduría, a mi
Patria, a Dios y a muchísimas otras cosas cuyo amor puede
significarnos o no utilidad o placer pero que indudablemente
queremos por su valor intrínseco, por sí mismos.
Nótese que siempre que nos preguntamos el “porqué”
amamos las cosas que son placenteras o buenas la pregunta es
redundante195. Es decir, tanto lo placentero como lo bueno se
Tipos de amistad
intelecto escoge, en cada caso, lo que es mejor para uno mismo, y el hombre
bueno obedece a su intelecto”.
131
Ahora bien, nos dice Aristóteles que “tres son, pues, las
especies de amistad, iguales en número a las cosas amables”199. Es
decir, a cada una de estas tres maneras de amar, que tratamos
en el apartado anterior, le corresponden tres tipos de amistad:
la amistad de utilidad, amistad de placer, y la amistad perfecta.
201Ibid., 1156b.
202Ibid., 1156a 15.
203 Recordemos que para Aristóteles lo accidental se opone a lo
La amistad perfecta