TP 4 Movimientos Sociales en Argentina

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ECONOMÍA SOCIAL

Trabajo Práctico 4
Los Movimientos sociales en la Argentina

1. Lee el material propuesto y responde (20p c/u)


2. Menciona las reformas fundamentales que se dieron con la presidencia de Carlos
Menem
3. Explica brevemente los costos en lo económico, social y político en la reforma
estructural del gobierno de Carlos Menem
4. ¿Cuál fue el sustento ideológico de esa reforma?
5. ¿Qué sucede en 1995 en Argentina con la crisis del Tequila?
6. Menciona las alternativas que eligieron los trabajadores para reubicarse en el Mercado?

Los Movimientos sociales en la Argentina: de los


noventa a la actualidad. Origen, desarrollo y
perspectivas
Argentina: Neoliberalismo y transformación estructural

El origen de la profunda trasformación experimentada por la Argentina en las


últimas décadas, es posible encontrarla en las modificaciones que se inician con la
dictadura militar (1976-1983). Desde aquella época se vinieron experimentando
cambios en la estructura productiva que se sostenía en el modelo de industrialización
por sustitución de importaciones desde los años 30. El país con la dictadura
experimentó un proceso de transformación de su matriz productiva y de esa forma se
fue imponiendo un nuevo comportamiento económico-social basado en la valorización
financiera y la apertura comercial.
Esas trasformaciones afectaron todas las dimensiones de la vida social, porque desde
ese momento y por primera vez, junto a la quiebra del régimen democrático se
construye una realidad de libre mercado, que apuntó a superar la crisis del Estado de
Bienestar que se inicia en los 70, a través de la desindustrialización y el
endeudamiento provocados. Es decir, se alteró la base productiva y también de
manera notable la estructura de la sociedad.

Esta tendencia no pudo ser revertida en los años de la vuelta democrática a partir de
1983 y el gobierno de Ricardo Alfonsín (1983-1989) fue envuelto en una crisis muy
profunda que derivó en el adelantamiento de la entrega del poder. Con la crisis de
1989, el Estado Benefactor se precipita a una de mayor envergadura, que únicamente
puede ser resuelta sobre la base de las transformaciones estructurales, según el
discurso neoliberal que se instala con fuerza en ese momento. Las crisis hiper
inflacionarias de 1988 y 1989, significaron un momento clave, porque dieron la base
para la toma de decisiones drásticas para resolver el problema estructural de la
economía y la sociedad argentina.

El gobierno de Carlos Menen que asume a partir de octubre de 1989, al adquirir un


consenso notable, logró llevar adelante un paquete de reformas fundamentales que
constituyeron un modelo que descansó sobre tres pilares:

1) La Convertibilidad
2) La reinserción de la Argentina en el mercado internacional de capitales y

3) Las reformas estructurales (privatizaciones, ajuste fiscal, apertura comercial y


liberalización financiera, descentralización, flexibilización laboral, reforma del
sistema previsional) medidas que tomadas en forma de “shock”, modificaron
estructuralmente a la sociedad argentina.

Las políticas de reforma del estado y la consolidación definitiva de un nuevo régimen


de acumulación terminan de quebrar la matriz estado-céntrica, desplazándose varias
actividades públicas hacia el mercado y consolidándose un nuevo modelo de relaciones
entre estado y sociedad.

A continuación se mencionan las implicancias sociales de este proceso de reformas,


que afectó de manera notable la vida social, económica y política de la Argentina,
generándose lo que algunos especialistas denominan como una crisis de socialización.

Los costos sociales de la reforma estructural

Se puede decir que los efectos de estas trasformaciones promovieron un haz diverso
de cuestiones sociales y económicas las que pueden esquematizarse en cuatro grandes
ejes:

a. Concentración de la propiedad, del capital y del ingreso nacional.


Distribución regresiva del ingreso. Cambio en el vínculo entre desempeño
económico y desempeño del empleo: los tramos de reactivación
económica no tienen efecto sobre el empleo.
b. Empobrecimiento general de la mayoría de la población. Crecimiento
explosivo de los índices de desocupación y deterioro de las condiciones de
vida y trabajo: desempleo, subempleo y empleo precario crecieron
persistentemente. Vulnerabilidad, precariedad, inestabilidad, clandestinidad
del trabajo y caída de las remuneraciones conocidas como “Flexibilización
laboral”. Cambios regresivos en la estructura social: polarización,
segmentación, fragmentación y exclusión social.
c. Debilidad institucional y presupuestaria en materia de servicios públicos,
políticas sociales y políticas activas de estímulo a la competitividad
“real”. Estado con déficit fiscal permanente y con pésimas prestaciones
sociales. Reducción del gasto público en general y del social en particular:
educación, salud, seguridad social. Deterioro de la calidad de las políticas
sociales. Reducción del margen de acción fiscal para atender a grupos
sociales, provincias, regiones. Sistema impositivo altamente regresivo.
Alto nivel de corrupción.
d. Vulnerabilidad externa: sistema económico vulnerable a los cambios
internacionales, con retiro de capitales invertidos frente a situaciones de
desequilibrio (Ej.: Crisis mexicana) por tratarse de “capitales golondrina”
–están mientras los negocios sean rentables y seguros- y también las
exportaciones dependen de los precios internacionales (productos
primarios). Fuerte dependencia y débil equilibrio dependiente del
mercado financiero internacional: de él dependen préstamos y
negociaciones de deuda y, en definitiva, todo el financiamiento –
endeudamiento (cada vez más caro) externo–desequilibrio de la balanza
comercial-. Recesión, desinversión, declinación del PBI y estancamiento
económico en general. Desindustrialización y consolidación de un modelo
de acumulación basado en la exportación de productos primarios.

La crisis del modelo y las consecuencias político sociales

Aquí es necesario efectuar una evaluación general de las consecuencias sociales del
modelo de los 90 que permitió la consolidación de un nuevo bloque de poder
controlado por los grandes grupos económicos nacionales y el capital extranjero, que
bajo la adhesión abierta a los postulados neoliberales, lograron imponer un nuevo
modelo de dominación social, fuertemente excluyente de los sectores populares y de
amplias franjas de la clase media.

El neoliberalismo fue el sustento ideológico donde se cimentó la tan mentada reforma


del estado, cuyo instrumento más conocido fue la privatización de las empresas
públicas y la desregulación de las actividades económicas, frente al papel anterior que
asumía el Estado, como el control de precios y la intervención en los mercados. El rol
del estado cambió de manera radical, porque perdió capacidad de control (incluso
respecto a los servicios privatizados), entre otras consecuencias, que terminaron
definiendo el traslado al mercado del rol de asignar recursos. Un estado constituido de
esa forma se autoexcluyó de sus posibilidades (y deberes) de preservar los derechos
ciudadanos y de responder a las demandas de la sociedad. Esto redundó en el
cuestionamiento de la legitimidad del estado como garante del bien común y del
papel mediador de los partidos políticos y de la clase política en general, lo que
acrecentó el malestar de la sociedad hacia el sistema político y hacia la política
misma, en lo que podría definirse como una clara crisis de representación política.

La exclusión en sus variadas manifestaciones define un proceso que bien puede ser
calificado como de una profunda crisis de socialización, tal como ya se ha
expresado. Ésta se manifiesta en la conformación de una nueva lógica de organización
social, donde la privatización de lo político y la preeminencia de la economía
divorciada de la ética del bien común se constituyen en los rasgos decisivos de la
Argentina de los 90, caracterizada por la lógica de la exclusión social. Esta experiencia
genera una sociedad fragmentada, basada en la premisa del “sálvese quién pueda”.

Los nuevos movimientos sociales: evolución y desarrollo


En el sentido que lo veníamos expresando, a comienzos de los 90, se produjeron las
primeras reacciones a las medidas implementadas por el gobierno de Carlos Menem
(1989 – 1999), sobre todo desde los trabajadores del Estado, afectados por el proceso
de racionamiento de sus puestos de trabajo y desde el gremio docente (CTERA), en
defensa de la educación pública. En esta primera etapa, la movilización social se
caracterizó por constituir una primera forma de confrontación con el modelo
instituido.

Para los autores que analizan el periodo, el alza de la conflictividad no tuvo, sin
embargo, una dirección estratégica, mostrando contradicciones y fracturas entre los
diferentes grupos. Pasados los primeros cuatro años del gobierno menemista que
propició cierta estabilidad en precios, al bajar drásticamente los índices de la
inflación y permitir la recuperación del consumo interno, la conflictividad social se
fue acrecentando. Para 1995 se inicia un proceso de quiebre en el orden capitalista
mundial con la denominada crisis del tequila, esto afecta a la Argentina que evidencia
un aumento significativo de los índices de desocupación. Las consecuencias son el
aumento considerable de la conflictividad social (huelgas y protestas frente a los
planes de ajuste) pero también algunas novedosas formas de organización que se
crean en ese contexto.

Según opina Héctor Palomino, podría afirmarse que el origen de estos nuevos
movimientos sociales fue múltiple, destacándose el surgimiento de redes territoriales
favorecidas por la vecindad y aglutinadas de manera casi excluyente por dos factores
primordiales: la desocupación y el cierre de fábricas. Esto permitió que la acción
común derivara en la búsqueda de alternativas para conservar las fuentes de trabajo.

Entre esas experiencias es de notar el surgimiento del movimiento de desocupados o


piqueteros formado por trabajadores desocupados, que en principio reclamaron el
reingreso al mercado de trabajo, cortando las calles y rutas.

Otra de las alternativas en la lucha a lo largo de la década menemista dio origen al


movimiento de fábricas recuperadas donde muchos trabajadores deciden ocupar el
local cerrado por sus dueños y volverlo a poner en funcionamiento. Este novedoso
estilo organizativo tuvo un primer inicio hacia 1995, buscando la autogestión, ante el
inminente cierre de las empresas y la imposibilidad de reubicarse en el mercado
laboral.

Los sindicatos, salvo excepciones, no tuvieron mayor participación en este movimiento,


y en cierta forma quedaron al margen de las decisiones que los obreros organizados
tomaban. Así las empresas recuperadas, comenzaron a extenderse y adquirieron
diferentes formas jurídicas desde las sociedades anónimas, hasta las cooperativas,
buscado establecer un nuevo marco jurídico que las contenga, frente a la inexistencia
de estas experiencias en la historia social Argentina. Lo interesante de este
movimiento, que aún en la actualidad sigue en vigencia, es que persigue una forma
horizontal de organización y distribución de los beneficios entre los trabajadores y ha
permitido la igualdad con todos los compañeros en base a un proyecto económico en
común.

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