Filosofia

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CONOCIMIENTO CIENTIFICO Y CONOCIMIENTO PRECIENTÍFICO

1. Conocimiento precientifico.-2. Conocimiento

cientifico.-3. Concepto amplio

de ciencia.-4. Concepto clasico.

1. Conocimiento precientífico

La autonomía espiritual del hombre, que como persona se eleva por encima del rígido
acontecer material, está inscripta en la trama compleja de una múltiple y real
dependencia. Dependencia de su organismo viviente respecto del mundo exterior, pues
de él extrae su alimento indispensable. Dependencia del medio social, desde el
momento que necesita de sus semejantes para alcanzar su propio per- feccionamiento.
Dependencia esencial del mundo de los valores, pues depende de ellos para cubrir sus
exigencias espirituales más profun- das. Antes de alcanzar el ejercicio de su propia
reflexión, ya se en- cuentra el hombre desde niño, nadando y respirando en este mar o
atmósfera de imprescindibles relaciones orgánicas, sociales y espiri- tuales. El edificio
de su futura personalidad psicológica, no descansará sobre la ruptura de estas vitales
relaciones, sino en el empleo y dominio responsable de las mismas. Entre estas
relaciones, necesarias para el ejercicio mínimo de una vida humana normal, hállanse.
las relaciones de tipo cognoscitivo. El que por vocación promueve luego su vida a la
altura de la reflexión cientifica, descubre que ya posee, antes de especular sobre el
valor, naturaleza y modos de conocimiento, un bagaje intelectual logrado por el simple
ejercicio espontáneo de sus actividades comunes. Este conjunto de conocimientos
simples o complejos, sencillos o complicados, la inmensa mayoría de ellos rela-
cionados con el orden práctico, se denomina conocimiento espontáneo

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y CONOCIMIENTO PRECIENTÍFICO

o vulgar, y relacionado con el saber organizado, se lo puede llamar también


conocimiento precientífico.

El material de este saber primero está constituido por una conste- lación de
"significaciones", que brotan de la "situación" concreta en que se encuentra el hombre,
y que, consideradas como respuestas globales en un nivel inferior, a las preguntas por el
"ser y el hacer" humanos, representan una especie de filosofia espontánea precientí-
fica. Este conocimiento espontáneo lleva el sello, en primer lugar, del medio físico en
que el hombre desenvuelve su vida. Las propie dades del suelo, el paisaje, el clima, la
montaña o el llano, la vege- tación o el desierto, el predominio del tumulto o la voz del
silencio permanente, la vecindad del mar o su lejanía, las lluvias permanentes, la
tempestad continua, la nieve, etc., llenan con su significado los pensamientos, forman
el contenido de las cargas afectivas del hombre sencillo y constituyen una fuente
constante de materiales para sus conocimientos.

Otro natural y fecundo origen de conocimientos espontáneos, lo constituye el medio


social e histórico. Las tradiciones familiares con el recuerdo de los sucesos felices o
desgraciados acaecidos a los pa- rientes aún vivos o a los desaparecidos; las tradiciones
del rincón o terruño y las tradiciones patrias o nacionales; las relaciones en el trabajo y
la diversión; los primeros rudimentos aprendidos en la escuela, las revistas y los libros,
van depositando una serie de cono- cimientos de indole distinta y variada.

Influencia poderosa es también la que dimana del mundo de los calores. Desde que se
entra en relación con el medio físico, familiar o social, el ser humano, aun desde
pequeño, responde a esos mundos, no como un ser frio e impersonal, sino como un
existente que se halla comprometido en cada uno de esos ambientes. Estos medios no
son neutros o indiferentes; están cargados de valores que el hombre, más o menos
conscientemente, está llamado a aceptar o rechazar. El valor, dice R. Le Senne, es algo
atmosférico ¹. La vida exige continuamente al hombre, proponerse tines, por lo tanto,
disponer de medios, juz- garlos, modelarlos, excluirlos o aceptarlos; ejercicio que, por
otra parte, va poco a poco amasando una experiencia que es en el fondo, una sintesis
fecunda de conocimientos sensitivos, de recursos, de imágenes, de ideas y de
reacciones típicas ante las situaciones diver- sas, asumidas, cada vez con mayor
intensidad en un determinado

N. HARTMANN habla del espíritu personal objetivo y objetivado. El espíritu objetivo


consiste en "contenidos: religión, derecho, costumbres, gustos, politica, arte, etc.
Hartmann exagera la consistencia y poderío de este espíritu.

Conocimiento precientifico

comportamiento cargado de sentido. Dentro de ese mundo, el len- guaje, tanto oral
como escrito, constituye el medio por excelencia para adquirir y ampliar los
conocimientos.

Añádanse a estos medios, los grandes instrumentos creados por la técnica para difundir
las ideas, como la prensa la radio que llevan los sucesos de todo el mundo a cada rincón
del globo, y se tendrá un panorama general de los orígenes principales del
conocimiento espontáneo. Los viajes, los refranes, los cantos, las leyendas, el arte en
general, son otros tantos instrumentos comunes del saber espon- táneo. Superior y
fecunda fuente de conocimiento ha sido siempre la religión, dado que sus enseñanzas
versan siempre sobre las cues- tiones más profundas relativas a la naturaleza, origen y
destino de la creatura humana. Le muestra el bien que es preciso obrar y el mal que es
necesario evitar; le señala lo que debe adorar o venerar, y en el caso del Cristianismo,
lo conecta inmediatamente con una tradición secular, instalándolo vitalmente en el
alvéolo de un orden universal.

Toda esta masa de conocimientos, que en mayor o menor grado, en niveles más altos o
más bajos, toda persona, de alguna manera necesita poseer para alcanzar su
indispensable perfeccion, confirma aquel rotundo dicho de Aristóteles en su Metafisica,
cuando afirma que el "hombre por naturaleza desea saber". En la misma naturaleza
arraiga un principio dinámico que arrastra al hombre a pre- guntarse por el "por qué" de
las cosas, y en general, por el "por qué" de su ser y su destino, y en última instancia, por
el ser y destino del Todo 2. Este impulso natural inclina a un saber, no sólo utilitario,
sino también desinteresado. El conocimiento vulgar es un conocer variado de hechos,
un conocer también múltiple teórico, pero conec tado por lo general con los intereses
prácticos.

Estos conocimientos pueden ser ciertos o erróneos, fundados en la propia experiencia o


en el "se dice" vulgar, orientados hacia la pura curiosidad, hacia el orden práctico o
hacia el orden moral, pero lo que interesa destacar aquí es que, visto este saber en su
totalidad, aunque brotado de un fondo instintivo o afectivo, ofrece al hombre sencillo
una orientación o sentido a su existencia. Además, aunque encerrado todavía en la
ganga de lo sensitivo, afectivo e instintivo, es siempre un poder espiritual el que
posibilita la existencia de este conocimiento precientífico; son los grandes principios
que ya actúan

La "naturaleza" es entendida aquí como un principio dinámico teleológico. Los actos


constituyen el despliegue de las potencialidades inscriptas en la na- turaleza del ser.

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y CONOCIMIENTO

aqui aunque en un nivel práctico e inferior, sin alcanzar una expli- citación consciente y
reflexiva.

2. Conocimiento científico

¿En qué se diferencia este conocimiento precientífico del conoci miento cientifico? Un
pruner criterio diferenciador puede ser el siguiente: si todo conocimiento humano
resulta de un juego íntimo entre la experiencia sensible, tanto interna como externa
(circuns- erpta a lo particular y pasajero), y la luz de la inteligencia (capaz de
desentrañar lo universal y permanente), en la medida que sólo predomine el
conocimiento de pura experiencia, nos movemos en la esfera del conocimiento
precientifico, y a medida que la inteligencia progresa en la iluminación de la
experiencia, desentrañando sus ra- mes y expresándolas a través de la conciencia
luminosa de los "jui- cias, entramos en el área de la ciencia.
Otras distinciones pueden precisar más esta primera delimitación Amplia e
indeterminada. For el conocimiento vulgar se conocen cosas, pero de un modo aislado
y fragmentario. Además, no se las sabe definir y menos comprender, captando el nexo
intrinseco inteligible que vincula las razones entre sí, y mucho menos se puede poseer
lo celinido y comprendido en un sistema coordinado de conocimientos. El
conocimiento vulgar se mueve en la zona del simple "discernir" una cosa de otra, o en
la aprehensión de relaciones y razones, pero en un nivel superficial, hundido en la pura
experiencia y con un pequeño margen de trascendencia o emergencia de la misma. A
pesar de esta situación, de hecho, este conocimiento ejercita, vivencial e
implicitamente, las grandes facultades espirituales del hombre, y en los juicios más
triviales, pone en juego los principios fundamentales del saber que luego la filosofia
pondrá en plena luz extrayéndolos de su ganga sensible y utilitaria.

Hemos hablado de un juego intimo entre la experiencia y la razón, afirmando que el


predominio sistematizado y dirigido del ejercicio de la inteligencia nos hacía entrar en
el ámbito de la ciencia. Pero sería un error creer que la constitución de la ciencia
culmina con una superación de la experiencia en el sentido de una total prescin dencia y
desconexion. Esta ha sido la desviación cometida por el racionalismo y el idealismo.
Aislar la razón de la vida equivale a cortar sus raíces, desde el momento que la razón no
es una super- estructura añadida desde afuera a la vida, sino la culminación y expresión
perfecta de la vida humana, su ápice luminoso y perfectivo. Pero es un absurdo
también, y es una mala apologética vital, ver en la razón una forma maldita de la vida,
como afirmaba Nietzsche, o un mero instrumento de la vida. La vida aislada y cortada
de la razón, dejaría de ser vida humana para convertirse en un fragmento más viviente,
perdido en la polvareda de las cosas. El verdadero saber está edificado entonces sobre
una mutua, intrínseca y necesaria vincu- lación entre la experiencia antepredicativa, a
través de la cual el hombre se relaciona de un modo fecundo con las cosas, y la razón
inmanente a la vida y a la experiencia, que trascendiéndolas las utiliza para su mundo y
sus fines.

Aristóteles sintetiza el conjunto de notas distintivas del saber vulgar, en esta ausencia
fundamental: "ignorancia de la causa". El conoci- miento científico implica el saber dar
razón de las cosas, saber cómo son y cómo proceden. En la medida que alcanzamos su
naturaleza y sus leyes descubriendo sus tipicas articulaciones, nuestro conoci- miento
se vuelve científico. De esta primera nota, "ignorancia de las causas", brotan otras
incapacidades. En primer lugar, incapacidad de "demostrar". El que posee ciencia sabe
mostrar cómo una razón brota coherentemente de otra; cómo se vinculan las razones
entre sí; cómo lo encubierto se vuelve manifiesto y evidente mediante la me- tódica
intervención de lo más conocido. En segundo lugar, la inca- pacidad de "enseñar". Lo
que se sabe por medio del saber espontáneo sólo se comparte sobre la base de la mera
opinión o credulidad; el que conoce las razones de las cosas y sus conexiones, es el
capaz de enseñar en el pleno sentido de la palabra. De estas notas se colige el carácter
necesariamente arquitectónico de la ciencia. Mientras el primer saber se limita al caso
concreto, o a una simple trasposición superficial de un caso a otro, la ciencia se
caracteriza por la univer- salidad de su visión y de su objeto. La diferencia entre ambos
cono- cimientos se pondrá en plena luz, una vez que se tenga una idea precisa de la
naturaleza de la ciencia.

¿Cómo explicar históricamente el paso del conocimiento vulgar al conocimiento


organizado y sistemático de la ciencia? Existen distintas teorías.

Algunos hacen derivar la ciencia de la religión, como Durkheim, para quien la ciencia
sería una laicización de la religión, debido a una metamorfosis del principio divino
activo universal, que se con-

NIETZSCHE defiende un biologismo antiespiritualista. Pero, si el espíritu es sólo un


epifenómeno de la vida, esta última se vuelve axiológicamente neutra o indiferente.
Sólo desde el espíritu se descubren los valores.

vierte en la idea de "causa" o "fuerza natural", desvelable racional- mente. Otros, como
H. Bergson, afirman que la ciencia constituye una prolongación directa de la "técnica".
Otros derivan la ciencia de la "magia" (Hubert, Frazer), mientras el P. Schmidt, ve en la
magia una degradación de la religión, y el psicólogo francés Pradines con- templa en la
religión un derivado del espíritu tecnicista primitivo.

Lo más obvio, sin negar las influencias indicadas, es ver el origen de la ciencia en el
impacto o resonancia que la realidad provoca cuando entra en relación con la naturaleza
racional del hombre y que se traduce psicológicamente por el hecho que los antiguos
lla- maron admiración o asombro. Frente a lo raro y extraño el ser hu mano se admira, y
esta natural admiración lo arrastra a preguntarse por el "por qué o razón del fenómeno
que causa su extrañeza. Pero esta admiración fecunda, sólo es posible por la presencia
en el hombre de un poder capaz de asombrarse, es un asombro que no es creador del
poder explicativo, sino una admiración que despierta un poder inmanente, y que en el
fondo es el que subtiende y alimenta la na- turaleza misma de ese asombro. Sólo un
poder intelectual, capaz de dominar la situación y sobrevolar lo "dado" en un espacio y
tiempo determinados, visualizando lo universal y permanente en lo particular y
fugitivo, hizo posible el tránsito del saber vulgar al saber cientifico. En este sentido
afirma con razón F. Grégoire:

Espiritu de curiosidad, fa ultad de lo abstracto, estos dos son, sin duda, esenciales a la
inteligencia humana; en potencia en los primeros ensayos fabricadores del ey sólo
exigen para alcanzar toda su importancia un m de libertad intelectual vale decir, de
seguridad confort materiales 4.

La curiosidad natural, el asombro inteligente, la necesidad de ex- plicar, todo esto


arraigado en el poder especificamente intelectual del hombre, son las fuerzas que lo han
impulsado a una progresiva purificación del saber espontáneo e implicito en sus
técnicas, desli- gándolo cada vez más de la pura preocupación práctica, hasta dirigir- lo
a un fin puramente teorético. Fueron los griegos quienes lograron dar este paso
trascendental para la historia de la humanidad.
Pertenece a la epistemologia critica dilucidar ampliamente el tema cientifico. Se
distinguirán allí los distintos tipos de conocimientos que hoy se presentan como
cientificos. Se estudiarán en toda su amplitud las características del "objeto" de la
ciencia; las cuestiones relativas

4 F. Gricomx, Logique et philosophie des sciences. París, 1953, pág. 39.


al "fin", al "método", a la "unidad" y al "valor", serán tratadas allí como los problemas
típicos que una epistemología crítica deberá re- solver. En esta Introducción a la
filosofía dejaremos consignadas y explicadas dos definiciones de la ciencia: una amplia
y general y la otra que responde a una definición de inspiración clásica.

3. Concepto amplio de ciencia

Puede definirse la ciencia como un conjunto de conocimientos me- tódicamente


adquiridos y sistemáticamente organizados. Son éstos los elementos mínimos
indispensables que sirven para caracterizar al saber científico frente al conocimiento
vulgar y expresan, a su vez, los requisitos minimos para que un grupo de conocimientos
pueda al- canzar el nivel y el valor científicos.

Se trata en primer lugar de un conjunto de conocimientos. Desde el momento que el


hombre carece de una intuición intelectual de las esencias de las cosas, sólo por una
incesante reflexión sobre los objetos del saber, que pone en juego todos sus poderes
aprehensivos y se expresa a través de los juicios, puede ir posesionándose de la realidad
estudiada. La ciencia supone un devenir intelectual, un proceso o discurso de la mente.
Con todo, la multiplicidad de actos implicados por el saber no excluye su unidad, sino
que es el único camino que es preciso surcar para llegar a obtenerla. La fuente de su
unidad re- side en el mismo objeto de la ciencia, presente de una manera peren- ne en la
pluralidad de actos. Precisamente el objeto formal es lo que especifica y determina la
ciencia. Esta esencial y nutricia vinculación de la ciencia con la realidad, a través de sus
respectivos objetos, funda su objetividad y su valor de verdad.

Los antiguos distinguian, además de este punto de vista "objetivo" de la ciencia, otro
punto de vista, a saber, el "aspecto subjetivo" de la ciencia. En este sentido llamaban
ciencia al habitus especulativo, que perfeccionaba y a la vez disponía a la inteligencia o
razón res- pecto de un determinado campo del saber. Esta disposición perma- nente y
estable del habitus científico, ordena y equilibra la razón y la orienta intrínsecamente
hacia sus objetos, otorgándole uniformidad, fuerza, firmeza, facilidad, prontitud y
satisfacción en sus propias ope- raciones. Mientras los antiguos, cuando consideraban
"subjetivamen- te la ciencia, subrayaban su carácter humano y perfectivo; en la época
moderna, cuando se contempla la ciencia desde el lado del hombre, prescindiendo de su
objetividad, se subraya sobre todo el

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