80 Años Del Exilio. Ángeles Egido

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80 AÑOS DEL EXILIO ESPAÑOL DE 1939:

CRÓNICA DE LA ESPAÑA
TRANSTERRADA
Ángeles Egido León
UNED

Recibido: marzo 2019/ aceptado: marzo 2019

RESUMEN
El artículo esboza algunas de las características que singularizan el
exilio republicano de 1939 y desgrana el mapa geográfico del éxodo
con una abundante bibliografía que aclara sus numerosos aspectos.

PALABRAS CLAVE
Exilio republicano, bibliografía sobre exilio, refugiados españoles.

Cuando se cumplen ochenta años del gran exilio español de 1939


resulta gratificante comprobar que las investigaciones sobre el tema han
avanzado considerablemente. Después del largo silencio impuesto por
la dictadura, que relegaba al exilio republicano al cajón de los recuerdos
incómodos, el proceso de recuperación del pasado reciente abierto por
la transición a la democracia permitió desarrollar una amplia gama
de estudios y perspectivas sobre su génesis y comportamiento que ya
resulta casi imposible de abarcar. De hecho, como en su día subrayara
uno de los primeros en abordarlo, el profesor José Luis Abellán, el exilio
es un mar, cuyas procelosas aguas nunca acabaremos de domeñar.

Partiendo de esta realidad, lo que nos proponemos esbozar aquí


son algunas de las características del exilio republicano de 1939 que,
a nuestro juicio, no sólo lo singularizan sino que explican esa marea
de publicaciones, conmemoraciones y reuniones científicas que se
han venido produciendo sin prisa pero sin pausa desde que la España
democrática abrió el cauce para hacerlo. En primer lugar, queremos
llamar la atención sobre la magnitud del éxodo, no sólo cuantitativa sino
también cualitativa, porque los republicanos españoles se dispersaron

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por tres continentes y dejaron su impronta personal, política y cultural


en todos ellos. En segundo lugar, sobre el hecho de que se exiliara
un Gobierno entero, con todas sus instituciones, que pervivió como
representación paralela hasta 1977, es decir, hasta dos años después
de la muerte de Franco. Y en tercer lugar -de manera especial- en la
gran paradoja final, porque los españoles que salieron huyendo de una
guerra se vieron inmersos en otra, contribuyendo a la victoria final de
la democracia en Europa y combatiendo en casi todos los frentes de la
Segunda Guerra Mundial.

1. Un gran éxodo de improbable retorno

Aunque las cifras del exilio republicano nunca se cerrarán del todo,
las últimas estimaciones se acercan a ese número redondo, 500.000
españoles, que siempre se consideró probable para cuantificar el número
de personas que cruzaron la frontera francesa huyendo del avance
de las tropas franquistas1. Las circunstancias de la salida son ya bien
conocidas y no vamos a insistir en ellas. Es sabido que se produjeron
sucesivas oleadas al calor de la evolución bélica. La campaña de
Guipúzcoa desencadenó la primera: en 1936 salieron entre 15 y 20.000
personas, aunque muchas regresaron. Después, la campaña del Norte,
el bombardeo de Gernika y la caída de Bilbao provocaron una nueva
huida. Se calcula que entre mayo y octubre de 1937, unas 165.000
personas cruzaron a Francia, aunque muchas permanecieron poco
tiempo allí. Pero no cabe duda de que el gran éxodo, que se identifica
con las imágenes más difundidas del exilio, se produjo durante los
meses de enero y febrero de 1939, tras la caída del frente de Aragón y
la ocupación de Cataluña. El derrumbe de la Zona Centro-Sur y la toma
de Madrid provocarían, en fin, la última desbandada en dirección a los
puertos de Alicante, Valencia, Cartagena y Almería.

1 Las últimas investigaciones han revalidado las estimaciones que en su día hiciera
Javier Rubio. Véanse RUBIO, Javier: La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939.
Madrid, San Martín, 1977, 3 vols.; y del mismo autor “La población española en Francia
de 1936 a 1946: flujos y permanencias”, en Josefina CUESTA y Benito BERMEJO
(coords.): Emigración y exilio. Españoles en Francia, 1936-1946. Madrid, Eudema,
1996, pp. 32-60.

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En el contexto de esta salida generalizada hay que computar


también de manera particular el exilio de los niños, hoy ya bien
conocido, que se había ido produciendo escalonadamente desde el
comienzo de la Guerra Civil, con el propósito de alejarlos de las zonas
álgidas del conflicto. Primero se crearon colonias escolares en Levante
y en Cataluña y después se evacuaron grupos de niños hacia distintos
países europeos y hacia México. A primeros de junio de 1937, 456
niños españoles llegaron a Morelia a bordo del Mexique. Poco después
otros 300 fueron a la URSS. Pero la mayoría se repartió por Europa
occidental. Las últimas estimaciones sitúan en Francia unos 20.000;
en Bélgica, 5.000; en Inglaterra, unos 4.000 y en la antigua Unión
Soviética cerca de 3.000. También hubo niños españoles en Suiza (450)
y en Dinamarca (100). En total, más de 30.000 niños, de los cuales casi
la mitad jamás regresó2.

Aunque el exilio español se distribuyó por países de América,


Europa e incluso en el norte de África, no cabe duda de que la gran
mayoría, sobre todo en los momentos previos al inicio de la guerra
mundial, estaba concentrado en Francia. Se calcula que al acabar la
Guerra Civil había unos 440.000 refugiados españoles en Francia.
De ellos, 170.000 eran mujeres y niños; 40.000, varones y paisanos;
10.000, enfermos y heridos y el resto, 220.000, soldados y milicianos3,
que cruzaron la frontera en el invierno de 1939 y vieron seriamente
dificultado su regreso porque el 20 de febrero el Gobierno de Burgos
decretó el cierre de la frontera (que no se reabriría hasta mayo). Y no
fueron bien recibidos. Los combatientes hubieron de depositar sus
armas en suelo francés y las familias fueron separadas. Las mujeres
y los niños fueron conducidos a albergues y centros de internamiento
improvisados y los hombres a los llamados campos de concentración,
en realidad, a las playas del sureste de Francia. Se ha especulado mucho
sobre la actitud del Gobierno francés: aunque es comprensible que las
autoridades del país vecino se vieran desbordadas por la indudable
avalancha humana -las imágenes que se conservan de este momento

2 Vid. AA.VV.: El exilio de los niños. Madrid, Fundación Pablo Iglesias-Fundación


Largo Caballero, 2003. Catálogo de la exposición itinerante inaugurada en Bilbao, que
incluye la bibliografía existente hasta ese momento sobre el tema, p. 20.
3 SOLDEVILLA ORIA, Consuelo: El exilio español (1808-1975). Madrid, Arco/
Libros, 2001, p. 64.

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no dejan lugar a dudas4-, no lo es tanto que no hubieran previsto lo


que se les avecinaba. Era evidente que no desconocían la evolución del
conflicto al otro lado de la frontera y tampoco podía obviarse que la
salida natural era el paso de la frontera. Lo cierto es, en cualquier caso,
que la admirada Francia, el mitificado país de la libertad, los recibía
con claros signos de hostilidad. La política frentepopulista se había roto
en abril de 1938 cuando el radical-socialista Édouard Daladier asumió
la jefatura de un gobierno de concentración, orientado hacia el centro-
derecha, que en septiembre había firmado el Pacto de Munich.

Los refugiados fueron concentrados en las playas del Midi


francés, rodeados de alambradas y custodiados por soldados senegaleses
armados con fusiles de bayoneta calada, sin más cobijo que el mar y la
arena5. Los primeros momentos, en aquellos meses fríos y desabridos,
fueron muy duros. Apenas lograron resguardarse construyendo refugios
improvisados con los escasos restos de su equipaje de campaña. Las
condiciones sanitarias eran deplorables: no había más agua que la del
mar, en ella se aseaban y hacían sus necesidades. Esa misma agua
era también la única de que disponían para beber. Las infecciones, la
disentería y la miseria de todo tipo se adueñaron de los campos, máxime
cuando sus integrantes llegaban en condiciones físicas sensiblemente
mermadas tras tres años de cruel guerra fratricida. La comida también
era escasa y de mala calidad. Al principio sobrevivieron con los
restos de la intendencia republicana, luego distribuyeron panes, que
repartían en proporción al número de hombres. Sólo los más jóvenes
4 Ver las recogidas por Juan CARRASCO en La odisea de los republicanos españoles
en Francia. Album-Souvenir de l´exil republicain espagnol en France (1939-1945),
Association del auteurs auto-édités, 1984.
5 El exilio en Francia es, sin duda, el mejor conocido. Entre la extensa bibliografía
publicada, destacamos dos obras clásicas: Dreyfus-Armand, Geneviève: El
exilio de los republicanos españoles en Francia. De la guerra civil a la muerte de
Franco. Barcelona, Crítica, 2000 [ed. orig. 1999], y Rafaneau-Boj, Marie-Claude:
Los campos de concentración de los refugiados españoles en Francia (1939-1945),
Barcelona, Omega, 1995 [ed. orig. 1993]; y una más reciente: NAHARRO CALDERÓN,
José María: Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas y terapias de Vichy.
Madrid, Biblioteca Nueva, 2017. Para una relación más detallada remitidos a la
Introducción de EGIDO LEÓN, Ángeles, Francisco Urzaiz, un republicano en la
Francia ocupada. Vivencias de la guerra y el exilio. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000 y
la recogida en HISMEDI. http://evi.linhd.uned.es/projects/hismedi/om/exhibits/show/
exilio-republicano/bibliograf--a-sobre-el-exilio [Consulta: 07.03.2019].

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pudieron resistir, pero las muertes en estos primeros momentos fueron


numerosas. Después se organizó todo un poco mejor. Empezaron
a construirse barracones, se montaron enfermerías, dispusieron de
cocinas de campaña y con el tiempo, se estableció el mercado negro,
en el que se vendía todo lo vendible, las pocas pertenencias que habían
logrado rescatar y que cambiaban básicamente por comida. Tanto en los
refugios como en los campos sorprende la capacidad de reorganización.
Enseguida comenzaron a reagruparse por ideologías o profesiones y
pronto pusieron en marcha actividades culturales: talleres de lectura,
clases de alfabetización, llegaron incluso a editar periódicos; se
celebraron eventos deportivos: partidos de fútbol; y realizaron trabajos
artesanales, que vendían fuera del campo o a sus propios guardianes o
cambiaban por comida.

Paulatinamente fue disminuyendo la población internada. Se


calcula que a finales de 1939 quedaban menos de 50.000 y un año después
menos de 50006. Esta drástica disminución se debe esencialmente a tres
razones: la política de repatriación alentada por el gobierno francés;
el deseo de los propios internados de salir de los campos: cualquier
opción era válida frente a aquel hacinamiento indigno e inhumano; y
la creación de dos organismos destinados a organizar la reemigración.
Tampoco cabe olvidar el hecho de que la sociedad francesa comenzó
a tomar conciencia de la enorme reserva de mano de obra que había
en los campos. Muchos refugiados fueron contratados para trabajar
en la agricultura o en la industria francesas, sobre todo a partir de la
movilización.

Los organismos creados por las autoridades republicanas para


organizar en la medida de lo posible la emigración a terceros países y
para facilitar la salida de los campos franceses llevaron a un pequeño
porcentaje de españoles al continente americano. En marzo y junio de
1939 respectivamente, nacieron el Servicio de Evacuación de Refugiados
Españoles (SERE), patrocinado por Juan Negrín, y la Junta de Auxilio
a los Republicanos Españoles (JARE), de la que se responsabilizó
Indalecio Prieto. Ambos organismos se nutrían de fondos depositados
en Francia por el Gobierno español en los años de la guerra.

6 ALTED VIGIL, Alicia: La voz de los vencidos. El exilio republicano de 1939. Madrid,
Aguilar, 2005, p. 77.

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A ellos habría que añadir el Comité de Ayuda a España –con menos


recursos- presidido por Diego Martínez Barrio. Aunque su gestión se
resintió de las disputas internas entre Prieto y Negrín7, su labor tuvo
como consecuencia fundamental la instalación de un buen número de
refugiados en México y también, aunque en menor proporción, en otros
países americanos, especialmente en Chile (expedición del Winnipeg)
y en la República Dominicana. Todos estos países, incluido México,
pusieron condiciones para aceptar a los españoles: fundamentalmente
que les costearan el viaje y que contribuyeran económicamente a su
instalación en el país de acogida.

El exilio en México suele considerarse, sobre todo en comparación


con lo ocurrido en Francia, un destino privilegiado, aunque tampoco
estuvo exento de dificultades. Sin embargo, no cabe duda de que
los buenos oficios del presidente Lázaro Cárdenas y de la Legación
mexicana en Vichy salvaron muchas vidas y ofrecieron a los españoles
que lograron llegar a México una acogida calurosa y un medio digno en
el que reconstruir su vida. A México fue lo mejor de la intelectualidad
española, que acabó constituyendo un núcleo influyente y respetado
-todavía hoy- en la sociedad mexicana8. Pero no todos los refugiados
corrieron la misma suerte y, pasada la euforia de los primeros momentos,
hubieron de enfrentarse al recelo de las clases conservadoras mexicanas,
a su propia división interna, y a las circunstancias no tan favorables que
sucedieron a la presidencia de Cárdenas9. Se trató, en cualquier caso,

7 Dos obras han estudiado con detenimiento esta cuestión, la de HERRERÍN LÓPEZ,
Ángel: El dinero del exilio. Indalecio Prieto y las pugnas de posguerra (1939-1947).
Madrid, Siglo XXI, 2007; y la de MATEOS, Abdón: La batalla de México. Final de la
Guerra Civil y ayuda a los refugiados, 1939-1945. Madrid, Alianza, 2009.
8 Véanse, por ejemplo, HOYOS PUENTE, Jorge de: ¡Viva la inteligencia! El legado de
la cultura institucionista en el exilio republicano de 1939. Madrid, Biblioteca Nueva,
2016; SUÁREZ CORTINA, Manuel (ed.): México y España. Historia y memoria de
dos siglos 1810-2010. Madrid, Síntesis, 2013 y AZNAR SOLER, Manuel y LÓPEZ
GARCÍA, José Ramón, (eds.): Diccionario bibibliográfico de los escritores, editoriales
y revistas del exilio republicano de 1939, 4 vols. Sevilla, Biblioteca del Exilio, 2016.
9 MATEOS, Abdón: De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México.
Madrid, Biblioteca Nueva, 2005. También, del mismo autor, “Los republicanos
españoles en el México cardenista”, en Ayer, 47 (2002), pp. 103-128. Una perspectiva
de conjunto en José Antonio Matesanz: Las raíces del exilio. México ante la guerra
civil española, 1936-1939. México, Colegio de México-UNAM, 1999.

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de un exilio mucho menos numeroso porque la cifra de españoles en


México asciende a poco más de 5.500 refugiados10. La mayor parte
llegaron entre junio y julio de 1939, a bordo de buques como el Sinaia,
el Ipanema o el Mexique, por sólo citar los más conocidos. Tras el
armisticio franco-alemán, México firmó un acuerdo con el gobierno de
Pétain, el 22 de agosto de 1940, destinado a lograr la salida de Francia
del mayor número posible de españoles para evitar que cayeran en
manos del enemigo. Unos 4.000 españoles lograron salir de Francia
por esta vía, que quedó definitivamente cerrada en noviembre de 1942
cuando los nazis acabaron con la Legación mexicana en Vichy11.

También otros países americanos aceptaron españoles. A la


República Dominicana llegaron unos 4.000, pero el clima, el paludismo,
el trabajo esencialmente agrícola y la falta de medios dificultaron su
adaptación y la mayoría reemigró hacia otros países de América. A
Chile, gracias a la labor de Pablo Neruda, entonces cónsul de su país en
París, llegaron unos 3.50012. Venezuela recibió unos 400 (todos vascos
del PNV), Colombia y Cuba otros 400, repartidos equitativamente.
Las leyes cubanas no admitían que los extranjeros se incorporasen de
forma permanente al sistema educativo. No obstante, los intelectuales
que pasaron por allí dejaron una impronta que todavía hoy perdura13.
A Puerto Rico fueron cerca de 100 y aún menos a Argentina, que sólo

10 Enríquez Perea, Alberto: México y España: Solidaridad y asilo político, 1936-


1942. México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1990. La cifra total ascendería a
más de 20.000 españoles a los diez años del final de la Guerra Civil.
11 Véase Misión de Luis I. Rodríguez en Francia. La protección de los refugiados
españoles, julio a diciembre de 1940. Prólogo de Rafael Segovia y Fernando
Serrano. México, Colegio de México-Secretaría de Relaciones Exteriores-Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología, 2000.
12 LEMUS, Encarnación: “La investigación de los “refugiados españoles” en Chile:
fuentes y hallazgos en un exilio de larga duración”, en Exils et Migrations, 5 (1998), pp.
273-293, y, de la misma autora, “Identidad e identidades nacionales en los republicanos
españoles de Chile” en Ayer 47, 2002, pp. 155-181.
13 Véase el libro de Domingo CUADRIELLO, Jorge: El exilio republicano español
en Cuba. Madrid, Siglo XXI, 2009, que recoge más de 500 referencias de españoles
que dejaron su impronta en la isla. Una perspectiva de conjunto en GONZÁLEZ
MARTELL, Roger: “Presencia republicana en Cuba”, en EGIDO LEÓN, Ángeles y
EIROA SAN FRANCISCO, Matilde (eds.): Los grandes olvidados. Los republicanos
de izquierda en el exilio. Madrid, CIERE, 2004, pp. 385-409.

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aceptó unos cuantos artistas y profesores y un grupo de vascos. En


Estados Unidos, que los recibió como emigrantes no como refugiados,
llegó un buen número de profesores, especialmente mujeres, que gracias
al apoyo de la colonia española en Nueva York -donde permaneció la
mayor parte hasta 1946-, lograron trabajo en escuelas y universidades
norteamericanas. Después de la guerra mundial se dispersaron por el
país y ya no regresaron.

Pero, sin duda, los que corrieron peor suerte fueron aquellos
que tuvieron la desgracia de ir a parar a las posesiones francesas de
África del Norte. Además de los 400 marinos de la flota republicana
que quedó anclada en la base de Bizerta (Túnez), se estima en más de
8.000 el número de españoles que acabaron en la zona14. Aunque la
mayoría eran hombres (casi el 80%), también había mujeres y niños
que fueron acogidos en albergues improvisados. Los hombres en edad
de combatir acabaron en campos de internamiento en los que hubieron
de enfrentarse a verdaderos trabajos forzados (la construcción del
ferrocarril subsahariano), en condiciones infrahumanas, en medio del
desierto y rodeados de alimañas15. Cuando estalló la guerra mundial
fueron movilizados. Muchos murieron y sólo tras el desembarco aliado
en el norte de África, en noviembre de 1942, se tomó conciencia de su
existencia y mejoró ligeramente su situación.

Aunque el mayor número de refugiados se concentró en Francia,


también hubo españoles en otros países de Europa. La Unión Soviética
acogió sobre todo a dirigentes comunistas, entre ellos Dolores Ibárruri,
Santiago Carrillo, Antonio Mije, Santiago Álvarez, Ignacio Hidalgo de
Cisneros, Vicente Uribe, que salieron en los últimos momentos de la
guerra. Les acompañaron algunos cuadros de intelectuales no afiliados
14 Soldevilla Oria, Consuelo: op. cit., pp. 52-55.
15 Véanse MORROS CASAS, José Luis: Campos africanos. El exilio republicano en
el norte de África. Monografías del exilio español Nº 11, Memoria Viva, 2013; VILAR,
Juan Bautista: “El exilio español de 1939 en el Norte de África”, en MATEOS, Abdón
(ed.): ¡Ay de los vencidos! El exilio y los países de acogida. Madrid, Eneida, 2009,
pp. 71-102. Un estudio sectorial en PALACIOS PILACÉS, Luis Antonio: La nación
del olvido. El exilio republicano en el norte de África y los aragoneses. Servicio de
Publicaciones del Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2010. Un testimonio en Jiménez
Margalejo, Carlos: Memorias de un refugiado español en el Norte de África, 1939-
1956. Madrid, Ediciones Cinca-Fundación Largo Caballero, 2008.

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al PCE que se encontraron con los niños evacuados durante el conflicto.


Todos ellos, tras los primeros años que los niños rememoran como una
experiencia feliz, se verían inmersos en las dramáticas circunstancias
provocadas por el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial16.

Habría que referirse, en fin, para completar el mapa geográfico


del exilio, a los españoles que acabaron en la Europa del Este17. Un
aspecto menos conocido porque su llegada se produjo tras la victoria
aliada en la Segunda Guerra Mundial. El comienzo de la guerra
fría acentuó la desconfianza hacia el comunismo entre las potencias
vencedoras y provocó la expulsión de Francia de los militantes del PCE,
cuya única salida fueron países como Polonia, Yugoslavia, Rumanía,
Checoslovaquia, Hungría, Albania y Bulgaria, cuyos gobiernos, por
otra parte, reconocerían sucesivamente al Gobierno de la República en
el exilio entre abril y noviembre de 1946. Hay que tener en cuenta que
muchos de estos países habían enviado brigadistas a luchar al lado de
la República, que algunos embajadores republicanos, como Jiménez de
Asúa en Praga, habían dejado un excelente recuerdo, y tampoco cabe
obviar los antecedentes históricos comunes, caso de los sefarditas en
especial en Rumanía. Fue notable la presencia de comunistas españoles
en Polonia, que trabajaron en la metalurgia, en industrias relacionadas
con el automóvil y también en la agricultura e incluso en la radio y en
la televisión. En Bulgaria, Hungría y Rumanía, el número fue menor.
Checoslovaquia, en cambio, concentró a los dirigentes comunistas
que acabaron convirtiendo Praga en la sede de operaciones contra el
franquismo. Un caso especial fue el de la Yugoslavia del mariscal Tito,
que acogió muy bien a los dirigentes españoles, pero su enfrentamiento

16 Sobre el exilio de los niños, destacamos las obras de COLOMINA LIMONERO,


Inmaculada: Dos patrias, tres mil destinos. Vida y exilio de los niños de la Guerra
de España refugiados en la Unión Soviética. Madrid, Cinca, 2010; ALTED VIGIL,
Alicia, NICOLÁS MARÍN, Encarna y GONZÁLEZ MARTELL, Roger: Los niños de
la guerra de España en la Unión Soviética. De la evacuación al retorno (1937-1999).
Madrid, Fundación Largo Caballero, 1999 y SIERRA, Verónica: Palabras huérfanas.
Los niños y la Guerra Civil, Madrid, Taurus, 2009.
17 Véase EIROA SAN FRANCISCO, Matilde: Españoles tras el telón de acero. El
exilio republicano y comunista en la Europa socialista. Madrid, Marcial Pons Historia,
2018. Un resumen en EGIDO, Ángeles: “Un exilio peculiar: españoles en Europa del
Este”. Acta Scientiarum Socialium, Universitas Kaposváriensis (Hungría), XXVII
(2008), pp. 77-81.

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con Stalin repercutió en ellos. La paulatina inserción del régimen


de Franco en la estructura de las relaciones internacionales, a través
fundamentalmente de los intercambios comerciales tanto con los países
de la Europa del Este, como con la propia URSS, que acabaron por
salir a la luz pública, desencantaron a los exiliados que en su mayoría
regresaron a España en la década de los setenta18.

Por último, hubo un pequeño núcleo de españoles que acabaron en


la RDA. Se trataba exclusivamente de simpatizantes o militantes del PCE
expulsados de Francia que llegaron a partir de 1950, es decir, también
después de la Segunda Guerra Mundial y también en el marco de la
guerra fría. Antes, no sólo no existían núcleos de exiliados republicanos,
por muy pequeños que fueran, como había ocurrido en algunos países
de la Europa centro-oriental, sino que ni siquiera había nacido la propia
RDA, que sólo actuó como estado soberano desde octubre de 194919.
A partir de 1959 llegaron también estudiantes y jóvenes intelectuales
militantes que se instalan temporalmente para completar su formación
universitaria, y finalmente expresos y cuadros de la clandestinidad que
se refugian allí para terminar su vida en tranquilidad y recibir asistencia
médica, sobre todo a partir de los años sesenta. En esa década acudieron,
por último, militantes que se desplazaban para asistir a cursillos de
formación, seguir tratamiento médico o simplemente recobrar fuerzas
y volver a España. La invasión soviética de Checoslovaquia, con las
disensiones que ello provoca, el cambio de la situación en España y la
misma evolución de la coyuntura internacional harán que a comienzos
de los setenta, este exilio se disuelva paulatina pero inexorablemente.

2. De una guerra a otra: La lucha continúa

Hubo, pues, refugiados españoles en tres continentes: en Europa, América


y África. Su alistamiento en unidades del ejército aliado llevaría también
18 Véase EIROA SAN FRANCISCO, Matilde: Las relaciones de Franco con
Europa Centro-Oriental (1939-1955). Barcelona, Ariel Historia, 2001; y de la misma
autora, “Republicanos en el Centro-Este de Europa. Los intentos de normalización
institucional”, en EGIDO LEÓN, Ángeles y EIROA SAN FRANCISCO, Matilde
(eds.): Los grandes olvidados..., op. cit., pp. 301-321.
19 HEINE, Harmut: “El exilio republicano en Alemania Oriental”, en Migraciones &
Exilios, 2 (2001), pp. 123-130.

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a algunos a Asia. La España errante no dejó ningún flanco geográfico


sin cubrir. Pero el contingente mayor, sobre todo de hombres en edad de
combatir, en los momentos previos al comienzo de la guerra mundial,
seguía estando en Francia. En vista de que la política de repatriación y la
reemigración a terceros países no eran suficientes para descongestionar
los campos, el Gobierno francés promulgó un decreto de 12 de abril de
1939 que obligaba a los extranjeros comprendidos entre los 20 y 48 años
de edad a trabajar para las autoridades militares francesas, a desempeñar
prestaciones de una duración igual a la del servicio militar que cumplían
los franceses. Su aplicación tuvo una consecuencia inmediata: a los
españoles se les ofrecieron cuatro opciones para abandonar los campos:
ser contratados para trabajar en la agricultura o en la industria; enrolarse
en una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE); alistarse en la
Legión Extranjera (LE) o, cuando estalló la guerra, en los Regimientos
de Marcha de Voluntarios Extranjeros (RMVE). Pero no cabe duda de
que el elemento decisivo para la definitiva descongestión de los campos
fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial20.

El comienzo de la guerra influye, en efecto, decisivamente


en la suerte de los refugiados españoles, pero, sobre todo, cambia la
percepción de los franceses hacia ellos. La masa humana encerrada en
los campos se convierte ahora en una reserva inesperada de mano de
obra destinada a cubrir los puestos vacantes dejados por la movilización
en la agricultura y en las nuevas industrias de guerra. La declaración
de guerra impulsó también el reclutamiento de los republicanos en los
cuerpos mercenarios. Hay que subrayar que los españoles se ofrecieron
inmediatamente para luchar al lado de los franceses. Para ellos era
una forma de contribuir a la victoria de la democracia en Europa que
consideraban el primer paso para restaurar también la democracia
en España21. Pero las autoridades francesas no querían que hubiera
unidades de republicanos españoles en el Ejército regular francés, cosa

20 DREYFUS-ARMAND, Geneviève: El exilio de los republicanos españoles..., op.


cit., p. 117.
21 Las reflexiones que siguen están desarrolladas en EGIDO LEÓN, Ángeles: Españoles
en la Segunda Guerra Mundial. Madrid, Editorial Pablo Iglesias, 2005. Un análisis
detallado en SERRANO, Secundino: La última gesta. Los republicanos que vencieron
a Hitler (1939-1945). Madrid, Aguilar, 2005 y GASPAR CELAYA, Diego: La Guerra
continúa. Voluntarios españoles al servicio de la Francia Libre (1940-1945). Madrid,
Marcial Pons, 2015.

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que sí tuvieron los polacos, los checos y los noruegos. La diferencia


fundamental estriba que en estos casos Francia había reconocido a sus
gobiernos en el exilio. En cambio, en el caso español no sólo no lo
había hecho, sino que había reconocido oficialmente al Gobierno de
Franco. A pesar de la presión del Gobierno francés para que se alistaran
en la Legión –que no tenía buena prensa entre los refugiados porque
la asimilaban al tercio de Franco- solo se adscribieron a ella menos de
1.000 españoles. La gran mayoría optó por los Regimientos de Marcha
de Voluntarios Extranjeros (RMVE), tropas auxiliares como la Legión.
Los legionarios firmaban por cinco años y los voluntarios por el tiempo
que durase la guerra.

Cuando Alemania inicia la ofensiva sobre Occidente, en mayo


de 1939, los primeros envites de la guerra los reciben los españoles.
Españoles eran los defensores de la Línea Maginot, que fueron hechos
prisioneros por los alemanes y a quienes les cupo el triste honor de
ser los primeros deportados, no asimilados además a los soldados del
ejército regular, que salieron de territorio francés hacia los campos
nazis. Tuvieron un papel destacado en la reconquista del puerto
noruego de Narvik y también hubo españoles en Dunkerque. Como es
sabido, el avance alemán fue fulgurante. Alemania ocupó en poco más
de un mes las tres quintas partes de Francia y las tropas nazis entraron
triunfalmente en París en junio de 1940. El 22 de ese mismo mes el
mariscal Pétain firmó el armisticio, estableciendo la sede del Gobierno
en Vichy, mientras De Gaulle hacía el llamamiento a la resistencia desde
Londres. Francia quedó geográfica y políticamente partida en dos.

La derrota de Francia supuso que muchos españoles de las CTE,


y algunos de los cuerpos mercenarios, fueran capturados por los nazis.
La mayoría fue conducida al campo de Mauthausen. Se ha calculado
que de los 12.000 españoles que fueron internados en Mauthausen y en
sus comandos, apenas el veinte por ciento sobrevivió para contarlo22.

22 Véase BERMEJO, Benito y CHECA, Sandra: Libro memorial: españoles deportados


a los campos nazis (1940-1945). Ministerio de Cultura, 2006; y del mismo autor,
Francisco Boix, el fotógrafo de Mauthausen. Barcelona, RBA Libros, 2002, al que
remitimos, así como a la filmografía existente, especialmente Francisco Boix: un
fotógrafo en el infierno. Documental. Realización: Llorenç Soler. DVD con materiales
complementarios, Barcelona, Planeta D, 2002. Y Mauthausen. Documental en tres
episodios: “Viaje al infierno”, “El complot de la esperanza” y “El deber de recordar”.

Cuadernos Republicanos, n.º 100


80 Años del exilio español de 1939... 23

Otros fueron extraditados, otros condenados al trabajo forzado para


los alemanes en el Muro del Atlántico o entregados a Franco. Pero el
armisticio los ignoró por completo. Los franceses no permitieron que se
les asimilara a los combatientes del país y una orden de 25 septiembre
de 1940 los despojó de su condición de prisioneros de guerra. Las
convenciones internacionales de 1929 y 1933 tampoco regían para
ellos. Eso los dejó a merced de los nazis, de Franco y de Vichy.

Los que permanecieron en la zona de Vichy tampoco corrieron


mejor suerte. El Gobierno de Pétain se ocupó de sacar partido a los
españoles que todavía quedaban en la zona, creando los llamados
Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE), que encuadran básicamente
a los miembros de las antiguas CTE. Trabajaron fundamentalmente en
obras de públicas: construcción de carreteras, presas, vías de ferrocarril
o actividades forestales, y también en la industria o en la agricultura.
Por otra parte, tras el armisticio, los alemanes necesitan cada vez
más mano de obra no sólo para la construcción del llamado Muro del
Atlántico, sino para cubrir las necesidades de la industria de guerra en la
propia Alemania. Cuando se les agotan las reservas en la zona ocupada,
reclaman más al Gobierno de Vichy, que no dudará en recurrir a los
trabajadores extranjeros para proporcionársela. El reclutamiento se
canaliza a través de la llamada Organización Todt, en la que trabajaron,
sustituyendo a los franceses, miles de españoles23.

Realización: Joan Sella y Cesc Tomàs. Producción: TVE (Programa Línea 900), 2000.
Existen también varios testimonios de supervivientes. Entre ellos destacamos los de
Lope Massaguer: Mauthausen, fin de trayecto. Un anarquista en los campos de
la muerte. Edición de Mª Ángeles García Maroto, Madrid, Fundación de Estudios
Libertarios Anselmo Lorenzo, Colección Testimonios/5, 1997; Martín Romaní,
Agapito: Sobrevivir a Mauthausen. Valencia, Gráficas Asociadas, 1997 y GARCÍA
GAITERO, Prisciliano: Mi vida en los Campos de la Muerte de Mauthausen, Gusen,
Dachau. León, Edilesa, 2005. Una síntesis del paso de los españoles por los campos nazis
en BERMEJO, Benito: “Los republicanos españoles en los campos nazis”, en EGIDO
LEÓN, Ángeles y EIROA SAN FRANCISCO, Matilde: Los grandes olvidados…, op.
cit., pp. 161-177.
23 Nos ocupamos extensamente de esta situación en Francisco Urzaiz, un republicano
en la Francia ocupada..., op. cit. Véase también EGIDO LEÓN, Ángeles, “Republicanos
españoles en la Francia de Vichy: mano de obra para el invasor”, en Ayer, nº 46 (2002),
pp.189-208.

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Primavera-verano 2019 - ISSN: 1131-7744
24 Ángeles Egido León

Mientras tanto, la guerra continuaba en África y en el Mediterráneo.


Los españoles que llegaron a África corrieron una suerte desgraciada.
Se vieron sometidos al trabajo forzado y encerrados en los campos, aún
más duros que los de la metrópoli. En Argelia, Túnez y Marruecos y
también en Oriente Medio (Siria y Líbano) hubo trabajadores españoles.
En los campos tunecinos desempeñaron diferentes cometidos, aunque
trabajaron fundamentalmente en la construcción del Transahariano,
conviviendo con víboras, escorpiones y las alimañas propias del desierto.
Pero también combatieron con las tropas francesas, muchos de ellos
siguiendo el llamamiento de De Gaulle y otros encuadrados en unidades
de la Francia de Vichy. Los españoles que, después de Narvik, secundaron
el llamamiento de De Gaulle, combatieron en el África Occidental. De
los 7.000 hombres que seguían a De Gaulle a finales de 1940, 1.000 eran
españoles. Los que estaban al servicio de Vichy (y que se habían alistado
para huir del trabajo forzado) combatieron en Oriente Medio. Hubo
legionarios españoles de la sección vichysta en Siria y Palestina, donde
lucharon frente a otros españoles encuadrados en unidades de la Francia
libre, que apoyaban a los británicos en la defensa del canal de Suez. Pero
fueron numerosos los cambios de bando, especialmente de Vichy a las
fuerzas de De Gaulle. Cuando fueron disueltos los Cuerpos Francos de
África (activos entre diciembre de 1942 y mayo de 1943), la mayoría de
los españoles se apuntaron a la mítica División Leclerc.

También hubo españoles en los principales escenarios de la campaña


rusa: en la batalla de Moscú, en el asedio de Leningrado y en la defensa de
Stalingrado. En la defensa de Moscú estuvo el hijo de la diputada socialista
Margarita Nelken, Santiago de Paúl Nelken, que acabaría muriendo
en combate en enero de 1944. También hubo españoles, especialmente
jóvenes estudiantes, en Leningrado y en el intenso asedio a Stalingrado,
durante el verano de l942, donde perdió la vida, con sólo 22 años, el hijo
de Dolores Ibárruri, el teniente Rubén Ruiz Ibárruri. Aunque estos hechos
son los más conocidos, la mayoría de los españoles se encuadró en las
guerrillas. Combatieron a los nazis en Ucrania, (sobre todo en Crimea),
en Rusia, Bielorrusia, y en el Cáucaso. También cayeron españoles en
Finlandia, Hungría, Yugoslavia, Checoslovaquia y Polonia, sin olvidar
los que acabaron en los campos de concentración soviéticos24.
24 El estudio más completo para profundizar en la casuística de este internamiento
es el de IORDACHE, Luiza: En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de
concentración de Stalin. Madrid, RBA, 2014.

Cuadernos Republicanos, n.º 100


80 Años del exilio español de 1939... 25

Mientras tanto, en Francia, la lucha clandestina continuaba. Los


españoles colaboraron en las redes de evasión, en el maquis y en la
Resistencia. Entre las redes españolas, la más conocida es sin duda
la Red Ponzán, dirigida por el aragonés Francisco Ponzán Vidal, que
funcionó sobre todo en los primeros años del exilio, hasta finales de
1942, con ayuda del Intelligence Service (IS) británico. Además de
este entramado de huida, los españoles contribuyeron de manera más
evidente a la Resistencia francesa y hay que subrayar que lo hicieron de
forma muy temprana y, en cierto modo, anticipándose a los franceses.
En la primera etapa, que se extiende hasta la ocupación alemana de toda
Francia después del desembarco aliado en el norte de África, habrá una
colaboración esporádica y aleatoria, en cierto modo espontánea, pero
también desorganizada. En la segunda, que llega hasta el desembarco
aliado en Normandía, junio de 1944, el exilio se reorganiza mientras
se afianza la hegemonía del PCE, que llevará la batuta sobre todo en el
SW. En la tercera, la participación española contribuirá decisivamente
a la liberación de Francia.

En general, suele resumirse la contribución de los españoles a


la liberación de Francia en tres formas: mano de obra, combatientes
mercenarios y guerrilla. En el primer sentido, cuando los alemanes
incrementan la demanda de trabajadores, el Gobierno de Vichy, que
establece el llamado STO (Servicio de Trabajo Obligatorio), no duda
en recurrir a los españoles para suplir las deserciones de los franceses.
En el segundo, los españoles siguieron presentes en todos los frentes
de combate en que participaron las fuerzas de la Francia libre,
combatieron especialmente en África y en la División Leclerc, a la que
pertenecía la famosa Compañía, “la Nueve”, que entró en París25. Los
tanques que abrían la marcha llevaban nombres españoles: Guadalajara,
Teruel, Ebro, Belchite, Madrid, Brunete, Gernika, Santander. Las
últimas estimaciones hablan de unos 500 españoles en la liberación
de París, que pasearon la bandera republicana por los Campos Elíseos.
En el tercero, tuvieron una participación decisiva en la Resistencia,
encuadrados en la UNE (Unión Nacional Española), que colaboraba
con las FFI (Forces Françaises de l´Interieur). Las divisiones en las que
estaban encuadrados los guerrilleros cubrían especialmente la frontera

25 Véase MESQUIDA, Evelyn: La Nueve. Los españoles que liberaron París. Madrid,
Ediciones B, 2009, obra que recoge los testimonios de los últimos supervivientes.

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pirenaica. Pero más de 30 departamentos franceses contaban también


con presencia española.

Después de la Liberación, la guerra siguió. Los españoles


continuaron la lucha hasta alcanzar Berlín, y estuvieron presentes en
los combates de Alsacia y Lorena. La legendaria “Nueve” estuvo en la
toma de Estrasburgo (23 de noviembre de 1944). La 13ª Semibrigada
de la Legión Extranjera (DBLE) que había combatido en Narvik, en
África y en Italia, participó en la liberación de Siena, (3 de julio de
1944), desembarcó en Provenza (15 de agosto) y llegó a Berlín en
mayo de 1945. También hubo españoles en las bolsas del Atlántico e
incluso en el Pacífico. Las pérdidas de vidas humanas son imposibles de
cuantificar. Las últimas estimaciones hablan de 60.000 guerrilleros, de
los que 25.000 murieron en combate. Sin embargo, concluida la guerra,
nadie les trató muy bien. Los que lograron regresar a España, acabaron a
merced de Franco. Los que quedaron en la URSS, comprobaron que no
les permitían iniciar una nueva vida en América o Francia. Nadie quiso
hacerse cargo de los que sobrevivieron a los campos nazis. Francia no
les reconoció hasta 1954 una pensión, como exdeportados. Los que
se alistaron en la Legión Extranjera para impedir la deportación a la
España franquista, no fueron amnistiados tras la victoria y tuvieron
que combatir en Indochina hasta 1954. La mitad perdió la vida. En
España no hubo ningún reconocimiento oficial a los republicanos que
combatieron en Francia hasta 1995, es decir, hasta medio siglo después.

3. Un gobierno errante

Para terminar, quiero subrayar un hecho sobre el que, a pesar de ser


sobradamente conocido, a mi juicio no se ha llamado excesivamente
la atención y que singulariza al exilio español respecto de otros exilios
por razones políticas. En febrero de 1939 cruzaron la frontera francesa
el presidente de la República: Manuel Azaña, el de las Cortes: Diego
Martínez Barrio, así como los presidentes del Gobierno: Juan Negrín, y
los de los Gobiernos autónomos catalán y vasco. El 1 de febrero había
tenido lugar en Figueras la última reunión de las Cortes republicanas, que
dio vía libre a la política de resistencia del gobierno Negrín. Después del
gesto simbólico del paso de la frontera, Negrín y su ministro de Estado
(Asuntos Exteriores) Julio Álvarez del Vayo regresaron a España, a la

Cuadernos Republicanos, n.º 100


80 Años del exilio español de 1939... 27

zona Centro-Sur, para dirigir la última resistencia de la República. Pero


lo realmente significativo de esta salida es que se produjo en bloque,
con todas las instituciones y representaciones del Estado legítimo
republicano en plena vigencia. De hecho, los representantes oficiales de
la República española que engrosaron el exilio de 1939 nunca admitieron
su derrota y, lo que es más importante, nunca aceptaron la pérdida de
su legitimidad. La República había sido vencida en el campo de batalla
tras una sublevación de una parte del Ejército apoyado por potencias
extranjeras, pero la voluntad del pueblo español, libremente expresada
en las urnas en la últimas elecciones celebradas en suelo español, en
febrero de 1936, había dado la victoria al Frente Popular, al Gobierno
emanado de aquella consulta y a la forma de gobierno republicana.

Por otra parte, la República, instaurada pacíficamente el 14 de abril


de 1931 y jubilosamente recibida por el pueblo español, era mucho más
que un nuevo régimen político. Era un proyecto de transformación de
España, concienzudamente preparado y significativamente respaldado
por la gran mayoría de las clases populares y por un sector no pequeño
de la clase política dirigente y de lo mejor de la intelectualidad. Los
últimos errores de la monarquía alfonsina, la sangría de la campaña
de África, las implicaciones del propio rey puestas de relieve en
el expediente Picasso, y la propia dejación del poder en manos de
los generales, primero Miguel Primo de Rivera y después Dámaso
Berenguer, al margen del fracaso del Partido Reformista liderado por
Melquíades Álvarez, no habían hecho sino abocar inevitablemente al
cambio de régimen. Alfonso XIII, quizás albergando la vana esperanza
de que tras la tempestad republicana volviese la calma monárquica, tuvo
el gesto de abandonar España para no provocar un derramamiento de
sangre. Los generales sublevados, tras el fracaso de su propio golpe -que
degeneró por ello en guerra civil- no permitieron evitarlo. A pesar de la
cruenta guerra fratricida que se desencadenó, todos los que defendieron
al gobierno legítimo eran conscientes de que la República encarnaba
sobre todo un conjunto de valores morales, culturales y humanos que
no podía morir. En consecuencia, los representantes del Gobierno
republicano nunca abandonaron su empeño de mantener y legitimar
las instituciones republicanas en el exilio, negándose a reconocer otro
camino para su vuelta a España que no fuera el del restablecimiento de
la democracia, es decir, el regreso de la legalidad republicana.

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A partir de su salida de España, comenzó, pues, también el


peculiar exilio del Gobierno de la República que siempre mantuvo
la esperanza de ligar la suerte de la democracia española a la de la
democracia mundial. Si los aliados ganaban la guerra, el régimen de
Franco no podría subsistir y, aunque fuera con algunos años de retraso,
sería posible restaurar la legitimidad y volver a España con dignidad y
en libertad. Pero la guerra mundial terminó y nada cambió. En febrero
de 1945 las potencias vencedoras se reunieron en Yalta para discutir el
reparto de Europa y la ocupación de Alemania, que capituló a principios
de mayo. En abril había comenzado en San Francisco la conferencia
fundacional de la Naciones Unidas y en julio se reúnen en Potsdam
los principales representantes de las potencias vencedoras: el presidente
Truman, Stalin y Churchill. El 19 de julio las Naciones Unidas emitieron
una declaración de condena contra el régimen de Franco. También don
Juan de Borbón redactó el Manifiesto de Lausana, que apostaba por una
solución democrática. Pero, en la práctica, la sociedad internacional se
desentendió de la suerte de la España republicana. De hecho, tanto en
Yalta como en Potsdam quedó en evidencia que acabar con Franco no
era en absoluto prioritario ni para los aliados ni para la URSS, mucho
más interesada en mantener la hegemonía en los países de la Europa del
Este, su área natural de influencia.

La cuestión española, la spanish question como se definió en


el nuevo foro internacional, era, en efecto, una cuestión española, un
problema interno que sólo concernía a los españoles26. El régimen
de Franco rentabilizaba ahora su cínica evolución desde la tentación
intervencionista al lado del Eje (que no cuajó porque el propio Eje la
desestimó), hasta la no beligerancia que benefició a los británicos en
1940-42. Por otra parte, Londres siempre desconfió de la República
española, a la que abandonó a su suerte durante la Guerra Civil tras
la farsa del Acuerdo de No Intervención27. Franco, por su parte, supo

26 Cfr. YUSTE DE PAZ, Miguel Ángel: La II República española en el exilio en los


inicios de la Guerra Fría (1945-1951). Madrid, Fundación Universitaria Española, 2005.
Y EIROA, Matilde: “Los apoyos exteriores de la II República española o el espejismo
de la acogida internacional”, en Cuadernos Republicanos, 47, 2001.
27 Una revisión de este tema en EGIDO LEÓN, Á. (ed.): “Expediente: La República
aislada ¿Por qué la No Intervención?”, en Historia del Presente, nº 7 (2006),
especialmente las colaboraciones de Juan Avilés, Jean-François BERDAH y Enrique
MORADIELLOS. Véase también “Franco y las potencias del Eje. La tentación

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80 Años del exilio español de 1939... 29

jugar bien su gran baza internacional: el anticomunismo. En medio de


las tensiones de la guerra fría, en fin, el nacionalcatolicismo resultaría
mucho menos incómodo que el nacional-sindicalismo

A pesar de la evidencia, el Gobierno de la República en el exilio


no se rindió y creyó ingenuamente que había llegado el momento de
actuar, que había llegado la hora de restaurar –con el apoyo, creían,
de las potencias vencedoras- la legitimidad internacional de la
República española. Con ese convencimiento, Negrín se trasladó a
México en agosto de 1945 y se reunieron las Cortes para recomponer
las instituciones republicanas en el exilio. Diego Martínez Barrio fue
elegido presidente de la República en el exilio y encargó a José Giral,
que viajó a París y a las Naciones Unidas, la formación de gobierno.
Pero el llamado “gobierno de la esperanza”, reconocido por algunos
países americanos y otros de la órbita soviética: Polonia, Yugoslavia,
Rumanía, Checoslovaquia, Hungría, Albania y Bulgaria, pero no por la
URSS, llegó tarde. Por otra parte, la mayor parte de las representaciones
diplomáticas republicanas en estos países acabó languideciendo o
clausurándose en poco tiempo. El Gobierno de México fue el único en
el mundo que siguió reconociendo al Gobierno de la República en el
exilio hasta la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 197528.

Aunque el 4 de marzo de 1946 los aliados, USA, Francia y Gran


Bretaña, emiten una nota de condena sin paliativos al régimen franquista,
no intervendrán en los asuntos internos españoles. Sólo Polonia defendió
la causa de la República. El 12 de diciembre, la Asamblea Plenaria de la
ONU catalogó como fascista al régimen de Franco y aconsejó el bloqueo
económico y la retirada de embajadores como medidas de presión. Pero,

intervencionista de España en la II Guerra Mundial”, Dosier: España y la II Guerra


Mundial, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie V: Historia Contemporánea, Madrid,
nº 2 (1989), pp. 191-208 y La II República y su proyección internacional, Madrid,
Catarata, 2017.
28 El 18 de marzo de 1977, el presidente de México, José López Portillo, y el
último presidente de la República española en el exilio, José Maldonado, anunciaron
públicamente la cancelación de las relaciones diplomáticas entre los dos gobiernos.
El 28, México reconoció al Gobierno del rey Juan Carlos I. El exilio político español
dejó oficialmente de existir.

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30 Ángeles Egido León

en la práctica, la España republicana quedó abandonada a su suerte29. De


nada habían servido los miles de españoles muertos en combate en los
frentes de la Segunda Guerra Mundial. De nada serviría la pervivencia
del Gobierno de la República en el exilio. Franco, sin embargo, encontró
pronto el camino para reincorporarse al concierto internacional: en 1949
varios países iniciaron las gestiones para revocar las sanciones contra el
franquismo. En 1953 España y Estados Unidos firmaron el acuerdo que
permitía el establecimiento de bases norteamericanas en suelo español
y, finalmente, el 14 de diciembre de 1955 –apenas diez años después
del final de la Segunda Guerra Mundial- la España franquista entró
en la ONU. Habría que esperar a la muerte del dictador para recoger
la antorcha de aquella democracia que se instauró pacíficamente en
España en 1931 y que se vio desbordada por los excesos, de uno y otro
signo, desencadenados por un golpe militar fracasado que degeneró en
tres años de cruel enfrentamiento civil.

* * *
La historia del exilio es, sin duda, la historia de aquella media
España excluida por el Nuevo Estado vencedor. Durante largos años,
simplemente, no existió. Con la llegada de la democracia, la voz de
los vencidos comenzó a hacerse escuchar. Las historias enterradas, las
familias dispersadas, las ideas perseguidas y mancilladas salieron a
la luz y se desató un pequeño movimiento, lento pero incesante, que
nos permitió conocer la magnitud del éxodo, las odiseas personales de
aquellos jóvenes que cruzaron la frontera francesa, de aquellos niños
que marcharon para no volver, de miles de españoles expulsados,
transterrados –en palabras de José Gaos-, pero que siempre guardaron la
añoranza de la tierra que les vio nacer y de una España, la republicana,
que no pudo ser. La recuperación de esa voz debería bastar para
hacernos reflexionar razonadamente sobre los errores del pasado y,
sobre todo, para hacernos valorar en su justa medida el presente del
que hoy gozamos. Si la Historia tiene algún valor, no cabe duda –a mi
juicio- de que es este.

29 La síntesis tradicional sobre este periodo sigue siendo la de VALLE, José María del:
Las instituciones de la república española en el exilio. París, Ruedo Ibérico, 1976. La
versión de José Giral, puede verse en las memorias, editadas por GIRAL GONZÁLEZ,
Francisco: Vida y obra de José Giral Pereira. México, UNAM, 2004. La evolución de
los acontecimientos en CABEZA SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Sonsoles: Historia política
de la Segunda República en el exilio. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1997.

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