Trabajo en Grupo-Procesal Constitucional
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Trabajo en Grupo-Procesal Constitucional
La Acción de Inconstitucionalidad
Prof. Dagoberto Jiménez
Integrantes:
Elsa Alvarado
Michelle Wong 8-819-1550
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Introducción
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Consulta de inconstitucionalidad
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A razón de lo mencionado, el control de constitucionalidad de las leyes y demás actos
jurídicos no es una institución jurídica que se lleva a cabo en todas partes de manera
idéntica, aunque se sustente en la idea de que la Constitución es la norma suprema
del ordenamiento jurídico, que merece ser respetada.
A lo largo del tiempo se han podido identificar diversos sistemas de control de
constitucionalidad. En ocasiones la capacidad para determinar si una norma jurídica
es o no compatible con la Constitución se ha dejado en manos de todos los jueces.
Se trata del sistema difuso, típico del constitucionalismo norteamericano, que fue
seguido en Panamá desde 1917 hasta 1941.
Dicha capacidad, se ha concentrado en un tribunal, que puede ser un Tribunal
Constitucional o la Corte Suprema de Justicia o alguna de sus Salas, existiendo la
posibilidad de que este sistema concentrado se articule con el sistema difuso, dando
cabida a un sistema mixto de control de constitucionalidad. Las opciones son
diversas, según las decisiones que se hayan tomado en cada ordenamiento jurídico.
Las posibilidades de desarrollar un sistema de control de constitucionalidad de las
leyes no se reducen a darle la última palabra a los jueces en esta materia: ya sea a
un Tribunal Constitucional, Sala Constitucional, Corte Suprema de Justicia o a los
jueces ordinarios. Existe la posibilidad de que los jueces tengan participación en esta
importante tarea, pero no la última palabra, la cual puede ser reservada para los
miembros del Parlamento, quienes podrían insistir, en determinadas circunstancias,
en mantener la vigencia de una ley que ha sido tenida como contraria a la Constitución
por la jurisdicción constitucional.
La posibilidad de que existan diversos sistemas de control de constitucionalidad de
las leyes y demás actos jurídicos obedece a las distintas realidades históricas,
culturales, políticas, sociales y económicas.
Antecedentes históricos:
La primera Constitución que rigió en la República de Panamá, luego de la separación
de Colombia, fue la de 1904. Dicha Constitución no instituyó un sistema de control de
constitucionalidad de las leyes, pero sí estableció en el artículo 105 un control previo
de constitucionalidad de los proyectos de leyes que el Ejecutivo objetare por
inconstitucionales, al disponer en el segundo párrafo que “En caso de que el Poder
Ejecutivo objetare un proyecto por inconstitucional, y la Asamblea insistiere en su
adopción, lo pasará a la Corte Suprema de Justicia para que ésta, dentro de seis días,
decida sobre su exequibilidad. El fallo afirmativo de la Corte obliga al Poder Ejecutivo
a sancionar y promulgar la ley. Si fuere negativo, se archivará el proyecto”.
Pese a que esa Constitución no consagró un sistema de control de constitucionalidad
de las leyes, mediante la Ley 45 de 1906, en opinión de Salvador Sánchez, “…se
estableció el control de constitucionalidad y de la legalidad de las ordenanzas
departamentales subsistentes en la República, luego de la independencia.”5 De
acuerdo al artículo 1 de dicha Ley “Todo individuo que considere una Ordenanza
Departamental como contraria á la Constitución o á la Ley, ó lesiva de derechos
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civiles, puede pedir ante la Corte Suprema de Justicia que se declare nula”. El artículo
2 disponía que “La Corte pasará su resolución á la Asamblea Nacional para que ésta
decida definitivamente sobre la validez ó nulidad de la Ordenanza demandada.”,
mientras que el artículo 3 preceptuó que “Cuando la Corte decida que una Ordenanza
es nula, se suspenderá su cumplimiento hasta que la Asamblea Nacional decida el
punto definitivamente.”
Por otro lado, de la interpretación sistemática de normas del Código Civil de 1916 en
concordancia con el Código Judicial de 1917, se advierte la existencia de un sistema
difuso a partir de ese año. Tres normas del Código Civil –artículos 12, 15 y 35- se
encargaban de resaltar la supremacía de la Constitución, mientras que una del Código
Judicial –artículo 4- no sólo reiteraba esa supremacía sino que le imponía a los
funcionarios judiciales la prohibición de aplicar leyes, acuerdos municipales y decretos
del Poder Ejecutivo que sean contrarios a la Constitución.
En efecto, el artículo 12 del Código Civil dispuso que “Cuando haya incompatibilidad
entre una disposición constitucional y una legal, se preferirá aquélla”. El artículo 15
estableció que “Las órdenes y demás actos ejecutivos del Gobierno, expedidos en
ejercicio de la potestad reglamentaria, tienen fuerza obligatoria, y serán aplicados
mientras no sean contrarios a la Constitución o a las leyes”. Por su parte el artículo
35 preceptuó: “La Constitución es ley reformatoria y derogatoria de la legislación
preexistente. Toda disposición legal anterior a la Constitución y que sea claramente
contraria a su letra y espíritu, se desechará como insubsistente”. Finalmente, el
artículo 4 del Código Judicial estableció que “Es prohibido a los funcionarios del orden
judicial aplicar en la administración de justicia, leyes, acuerdos municipales o decretos
del Poder Ejecutivo que sean contrarios a la Constitución.”
De acuerdo a Jorge Giannareas y Sebastián Rodríguez Robles este modelo, “… en
el que cualquier juez podía desaplicar por inconstitucional una norma jurídica en un
proceso sometido a su conocimiento, no produjo los resultados esperados” 6. Por ello,
se expidió la Ley 24 de 27 de enero de 1937 que -en la Sección Séptima del Capítulo
Primero, denominada “De los Conflictos entre la Constitución y las leyes”- instituyó la
casación en materia constitucional como “mecanismo tutelar de la primacía
constitucional… con la intención de moderar o atemperar el sistema difuso de
constitucionalidad… que regía en aquella época”.
Con posterioridad se promulgó la Constitución de 1941 que consagró un control
concentrado de constitucionalidad de las leyes, atribuyéndole a la Corte Suprema de
Justicia la competencia exclusiva para “…decidir definitivamente sobre la
constitucionalidad de todas las leyes, decretos, ordenanzas y resoluciones
denunciados ante ella como inconstitucionales por cualquier ciudadano.” Desde 1941
hasta el presente, todas las constituciones que han regido en Panamá han
establecido un control concentrado de constitucionalidad no sólo de las leyes sino de
otros dispositivos normativos. En la actualidad, el artículo 206.1 de la Constitución le
atribuye competencia exclusiva al Pleno de la Corte Suprema de Justicia para conocer
y decidir “… sobre la inconstitucionalidad de las Leyes, decretos, acuerdos,
resoluciones y demás actos que por razones de fondo o de forma impugne ante ella
cualquier persona”.
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Que la Constitución sea la norma jurídica suprema no entraña necesariamente que
exista una única manera de entender cómo ésta se va a relacionar con el orden
jurídico. La relación que exista, dependerá de la concepción que se tenga de la
Constitución, de la estructura institucional que se establezca y de la práctica y cultura
jurídica, entre otros. Es más, cómo la Constitución sea interpretada y aplicada, estará
condicionada en gran medida a la concepción que de ésta se tenga.
El tema relacionado con la concepción de la Constitución y sus implicaciones teóricas,
prácticas y jurídicas ha sido estudiado y sigue siendo objeto de debate. Josep Aguiló
Regla expresa que “La clave para entender la cuestión está en cómo interpretar los
deberes incorporados en la normas constitucionales regulativas, es decir, en cómo
interpretar la dimensión regulativa de la constitución. Según un modelo, la constitución
opera centralmente como límite respecto del resto del orden jurídico; según el otro, el
orden jurídico es un desarrollo de las exigencias regulativas de la constitución.” Ello
ha sido el resultado de la evolución que ha tenido lugar en el constitucionalismo y en
los Estados constitucionales, “que ha consistido en pasar de interpretar los derechos
y los principios constitucionales como exigencias que centralmente imponen límites
negativos a la acción política y jurídica legítimas a verlos como el contenido propio de
la acción política y jurídica legítimas”.
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La respectiva pretensión ha de ser plasmada en un escrito que debe cumplir con una
serie de requisitos legales y jurisprudenciales que ha establecido el Pleno de la Corte
Suprema de Justicia. Lo que se persigue con todo ello es que la pretensión sea seria,
es decir, que no sea manifiestamente infundada, en el sentido de que no sea posible
advertir cargos de injuridicidad contra el acto impugnado.
En el escrito en el que se presenta la respectiva impugnación, existe una sección en
la que se debe invocar, explicar y justificar la infracción de las normas constitucionales
que se estiman infringidas por el acto cuestionado como inconstitucional.
Tras el correspondiente estudio del libelo en el que consta la pretensión
constitucional, la Corte decide si la admite o no a trámite. En caso negativo, dicta una
resolución en la que exponen las razones que justifican que no se haya admitido. En
caso afirmativo, le envía el correspondiente libelo al Procurador General de la Nación
o al Procurador de la Administración, según el que esté en turno, para que emita
concepto en el plazo de 10 días hábiles, luego de lo cual se publica un Edicto hasta
por tres días en un periódico de circulación nacional, para que todo aquel que quiera
opinar –incluso quien presentó la pretensión de constitucionalidad- pueda presentar
argumentos por escrito sobre el caso, mediante abogado. Luego de lo cual, el negocio
queda en estado para ser decidido. Este procedimiento en la práctica demora más de
lo que los plazos sugieren.
Finalmente, conviene destacar que la opinión que emita el Procurador General de la
Nación o el Procurador de la Administración no vinculan al Pleno de la Corte Suprema,
que está autorizado, incluso, para contrastar el acto impugnado no sólo respecto de
las normas constitucionales invocadas por el que sustenta la pretensión de
inconstitucionalidad, sino “… con todos los preceptos de la Constitución que estime
pertinentes”, según el artículo 2566 del Código Judicial.
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haciendo que sus decisiones sean finales, definitivas, obligatorias y que deban ser
publicadas en la Gaceta Oficial cuando se trate de decisiones en las que haya ejercido
el control de la constitucionalidad de las leyes y demás actos, de acuerdo a lo previsto
en el artículo 206 constitucional.
Es la Constitución la que establece los requisitos para ser Magistrado, así como el
método de nombramiento, en el que participan dos órganos o poderes del Estado. En
ese sentido, le corresponde al Ejecutivo, a través del Presidente de la República y sus
Ministros de Estado, hacer el nombramiento y pasarlo a la Asamblea Nacional para
su correspondiente aprobación o rechazo. Los Magistrados son nombrados por un
período de diez años, mediante nombramientos escalonados que se efectúan cada
dos años, con posibilidad de ser reelegidos. La Corte está dotada de las garantías
constitucionales que aseguran su independencia e imparcialidad (artículos 210, 211,
213, 216), exigiéndoseles a sus miembros exclusividad en el desempeño del cargo,
pues les está prohibido realizar cualquier otra actividad, excepto la de ser profesor
“para la enseñanza del Derecho en establecimientos de educación universitaria”
(artículos 208 y 212 de la Constitución). En cuanto al ejercicio de derechos políticos,
los Magistrados sólo podrán emitir voto en las elecciones que se celebren.
El Pleno de la Corte Suprema tiene entre sus atribuciones constitucionales la guarda
de la integridad de la Constitución, es decir, la de ser guardián del orden
constitucional, por estar facultado para decidir asuntos constitucionales. Esto implica
no sólo realizar un control sobre la constitucionalidad de las leyes y demás actos
establecidos en la Constitución.
La Corte, como órgano y autoridad constitucional, a través del ejercicio de sus
competencias, también tiene el deber de proteger la vida, honra y bienes de los
nacionales donde quiera se encuentren y de los extranjeros que se encuentren bajo
sus jurisdicción, así como asegurar la efectividad de los derechos y deberes
individuales y sociales y de cumplir y hacer cumplir la constitución y las leyes. Por
ello, tiene la obligación de hacer que todos los poderes púbicos sometan sus
actuaciones a los dictados de la Constitución. Una facultad que ejecuta cuando ejerce
sus poderes y facultades constitucionales a través del control de constitucionalidad
de las leyes y demás actos, y toma decisiones al resolver las acciones
constitucionales de amparo de derechos fundamentales, habeas corpus y habeas
data. De ahí se infiere que es su responsabilidad como máximo tribunal de la nación
resguardar la libertad, el estado de derecho, la democracia constitucional, el régimen
republicano, la igualdad.
En su labor, la Corte tutela y armoniza las normas constitucionales, y toma decisiones
que en muchas ocasiones las dotan de contenido, por su carácter de intérprete último
de la Constitución. Sus sentencias tienen impacto, según lo decidido, no sólo en el
orden jurídico, sino en la política, en lo social, económico y cultural. En ocasiones,
como directivas orientadoras de políticas públicas. Recuérdese que la Constitución
no sólo establece límites a las acciones de los poderes públicos, pues también existen
disposiciones constitucionales que orientan y dan instrucciones sobre el desarrollo de
programas que han de ejecutarse.
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La autoridad de la Corte procede del constituyente, que expresamente le asignó
competencias en el texto constitucional, estableciéndola como el Órgano Supremo
del Poder Judicial.
Es cuando una persona interpone una demanda ante el Pleno de la Corte Suprema
de Justicia porque estima que una ley u otro tipo de acto susceptible de ese control,
es inconstitucional.
El Pleno de la Corte Suprema tiene facultades para ejercer un control posterior de
constitucionalidad (sobre leyes, decretos, acuerdos, resoluciones y demás actos que
se demanden como inconstitucionales), así como un control previo (sobre proyectos
de leyes).
La acción de inconstitucionalidad, está consagrada en el artículo 206.1 de la
Constitución y su tramitación se encuentra regulada de los artículos 2559 al 2573 del
Código Judicial.
Se trata de un control constitucional que se ejercita, en principio, contra actos
generales y abstractos, consistentes en leyes, decretos, acuerdos y resoluciones que
enuncia el artículo 206.1 de la Constitución.
Las Leyes a que se refiere el artículo 206.1 de la Constitución son normas jurídicas
que tienen su origen en la Asamblea Nacional de Diputados que, de acuerdo al
artículo 164 de la Constitución, se dividen en leyes orgánicas y leyes ordinarias.
Deben ser expedidas conforme a los procedimientos establecidos en el Título V,
Capítulo II de la Constitución Nacional.
Por su parte, los Decretos incluyen “…todo cuerpo legal cuyo contenido sea de
carácter normativo, general y objetivo, aun cuando no haya sido dictado por el Órgano
Legislativo. En esta categoría encontramos los decretos ejecutivos y reglamentarios,
los Estatutos Universitarios… decretos Alcaldicios siempre que tengan alcance
general”. También están incluidos el Decreto Ley y el Decreto de Gabinete.
En Panamá el Decreto Ley se refiere a los actos mediante los cuales el Órgano
Ejecutivo ejerce, con limitaciones, atribuciones de carácter legislativo, por expresa
autorización de la Asamblea Nacional. Su expedición obedece a una delegación
extraordinaria que la Asamblea Nacional hace al Órgano Ejecutivo con fundamento
en los artículos 159.16 y 163.9 de la Constitución, cuando este último la solicite por
motivos de necesidad. El Decreto Ley sólo puede ser expedido durante los recesos
del Órgano Legislativo, por un tiempo definido y para materias específicas, quedando
excluidas de ser reguladas a través de este tipo de norma las materias previstas en
los numerales 3, 4 y 10 del artículo 159, de suerte que el Decreto Ley no es un
mecanismo constitucional válido para aprobar o desaprobar Convenios
Internacionales, aprobar el Presupuesto del Estado, establecer normas del régimen
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tributario, rentas y monopolios oficiales relacionados con servicios públicos, así como
tampoco para desarrollar garantías fundamentales, el sufragio, el régimen de los
partidos políticos y la tipificación de delitos y sanciones, según el artículo 159.16 de
la Constitución. Este artículo establece que todo Decreto Ley expedido por el Órgano
Ejecutivo deberá ser sometido al Órgano Legislativo para que legisle sobre la materia
en la legislatura ordinaria inmediatamente siguiente y el Órgano Legislativo puede, en
todo tiempo y a iniciativa propia, derogar, modificar o adicionar sin limitación de
materia los Decretos Leyes dictados.
El Decreto de Gabinete, por su parte, lo adopta el Consejo de Gabinete con
fundamento en el artículo 200.7 de la Constitución. A través del Decreto de Gabinete
es posible reconocer la deuda nacional y arreglar su servicio; fijar y modificar los
aranceles, tasas y demás disposiciones concernientes al régimen de aduanas, con
sujeción a las normas previstas en las Leyes a que se refiere el numeral 156.11 de la
Constitución, conforme al cual el Órgano Ejecutivo podrá ejercer estas atribuciones
mientras el Órgano Legislativo no haya dictado Ley o Leyes que contengan las
normas generales correspondientes. Señala la norma que el Órgano Ejecutivo enviará
al Órgano Legislativo los Decretos que dicte en ejercicio de esta facultad. A este tipo
de Decretos se ha referido la Corte indicando que la historia del país registra casos
en que el Órgano Ejecutivo ha legislado mediante Decretos de Gabinete, que son un
tipo de instrumento jurídico “…que, de acuerdo a la doctrina constitucional, tiene
fuerza de ley material; y consiguientemente mantiene su plena vigencia y vigor legal
mientras no sea derogado por la Asamblea Legislativa, cuando ésta se encuentra
reunida, o declarado inconstitucional por el Pleno de la Corte Suprema de Justicia, en
ejercicio del Control Constitucional que le confiere la Constitución Política de la
República.
Otro tipo de Decreto que puede ser objeto de control constitucional, cuando es de
contenido general o abstracto, es el Decreto Ejecutivo, cuya emisión, de acuerdo con
el artículo 184.4 de la Constitución, es facultad del Presidente de la República junto
con el Ministro del ramo, y sirve como instrumento para reglamentar las leyes que lo
requieran para su mejor cumplimiento, sin apartarse en ningún caso de su texto ni de
su espíritu.
En este orden de ideas, el Acuerdo también puede ser objeto de una demanda de
inconstitucionalidad. Sin ánimo de ser exhaustivo en cuanto a las autoridades que
pueden expedir un acuerdo, se debe tener presente que el acuerdo constituye el
instrumento mediante el cual los Concejos Municipales dictan su legislación, que es
de forzoso cumplimiento en el Distrito respectivo.
Por su parte, las Resoluciones, pueden ser expedidas por diversas razones y
propósitos. Por un lado, pueden consistir en actos de funcionarios públicos que
regulan aspectos secundarios en la aplicación de la Ley y su reglamento, o puntos
específicos de un decreto.
Por otro lado, según el artículo 201.90 de la Ley 38 de 2000 la resolución es el “Acto
administrativo debidamente motivado y fundamentado en derecho, que decide el
mérito de una petición, pone término a una instancia o decide un incidente o recurso
en la vía gubernativa. Toda resolución deberá contener un número, fecha de
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expedición, nombre de la autoridad que la emite y un considerando en el cual se
expliquen los criterios que la justifican. La parte resolutiva contendrá la decisión, así
como los recursos gubernativos que proceden en su contra, el fundamento de
derecho y la firma de los funcionarios responsables”.
El término resoluciones también es utilizado por la Ley 106 de 1973, como uno de los
medios a través de los cuales los Concejos Municipales dictan disposiciones.
No debe perderse de vista que el diseño constitucional panameño permite promover
la acción de inconstitucionalidad contra una multiplicidad de actos que abarcan
incluso, las sentencias o resoluciones judiciales y administrativas, proferidas para
decidir un asunto. Pero en estos casos la razón por la que se podrían impugnar es
porque se hubiere aplicado para decidir una ley que se estima inconstitucional, sin
que en su momento se hubiera planteado una consulta o advertencia de
inconstitucionalidad, que son los otros instrumentos jurídicos mediante los cuales se
realiza el control de constitucionalidad. Han existido excepciones y la Corte ha
permitido la impugnación de resoluciones judiciales por otras razones de
inconstitucionalidad.
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Finalmente, es importante manifestar que ni la Constitución ni el Código Judicial
establecen un plazo para que se puedan impugnar los actos sujetos al control de
constitucionalidad, lo que trae consigo algunos problemas en relación con la
seguridad y certeza jurídica, que la Corte ha tenido que abordar pero que no son del
caso exponer por la limitación del presente trabajo.
Efectos de la sentencia
En cuanto a los efectos de las sentencias constitucionales podríamos decir
brevemente que de conformidad con el mencionado artículo 206 de la Constitución,
las sentencias de la Corte Suprema “son finales, definitivas, obligatorias y deben
publicarse en la Gaceta Oficial”, agregando el artículo 2573 del Código Judicial que
no tienen efectos retroactivos.
El efecto de las sentencias de inconstitucionalidad es erga omnes y cuando recae
sobre las leyes o normas reglamentarias produce la nulidad constitucional de las
mismas, hacia el futuro, esto es, produce efectos ex nunc. Sin embargo, la
jurisprudencia de la Corte revela que ésta ha adoptado algunos mecanismos
procesales para modular los efectos de las sentencias. Sólo a manera de ejemplo,
tenemos la Sentencia de 23 de mayo de 2006 que se dictó con el propósito de
garantizar el derecho de los hombres de acceder a la pensión de viudez que otorga
la Caja de Seguro Social43. En la Sentencia de 6 de Mayo de 2014 se dio un plazo
de un (l) año al Órgano Ejecutivo para cumplir con la decisión adoptada por el Pleno.
Tratados internacionales
Para entender el tratamiento que se le da en la actualidad al control de
convencionalidad y el papel que desempeña la Corte Suprema de Justicia en la
protección de los derechos tutelados a través de los tratados internacionales sobre
derechos humanos vigentes en Panamá, se hace necesario realizar algunas
consideraciones que permitan comprender cuál es la ubicación de los tratados
internacionales de derechos humanos en el ordenamiento jurídico panameño.
Con las reformas constitucionales del año 2004 se le añadió un párrafo al artículo 17
de la Constitución panameña, cuyo tenor es el siguiente “…Los derechos y garantías
que consagra esta Constitución, deben considerarse como mínimos y no excluyentes
de otros que incidan sobre los derechos fundamentales y la dignidad de la persona”.
La Corte Suprema de Justicia mediante sentencia de 21 de agosto de 2008, tras
interpretar dicha normativa de manera sistemática con otras de la Constitución y de
la Convención Americana de Derechos Humanos, llegó a la conclusión de que los
tratados de derechos humanos vigentes en Panamá tienen rango constitucional y
forman parte del bloque de constitucionalidad, lo cual permite que sean utilizados
como parámetro al momento en que se realiza el control de constitucionalidad de las
leyes y demás actos susceptibles de ese control.
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El hecho de que los tratados sobre derechos humanos integren el bloque de
constitucionalidad y que, en consecuencia tengan rango constitucional, hace que, en
principio, el control de convencionalidad deba efectuarse a la luz de las disposiciones
internas que reglamentan el control de constitucionalidad de las leyes y demás actos.
Por ello, porque Panamá ha adoptado un control de constitucionalidad concentrado
de las leyes y de otros actos jurídicos, es por lo que el control de convencionalidad
debe efectuarse, en principio, según el procedimiento existente para el control de
constitucionalidad.
En este orden de ideas, el control concentrado de constitucionalidad a cargo del Pleno
de la Corte Suprema de Justicia, es el que debe ser utilizado y, en efecto se utiliza,
para confrontar los actos jurídicos que sean contrarios al bloque de constitucionalidad,
ahora integrado por los convenios sobre derechos humanos vigentes en Panamá.
Esta es la manera como se puede y debe realizar en Panamá el control abstracto de
convencionalidad, dirigido a expulsar una norma del sistema jurídico.
La práctica revela que en algunas ocasiones se plantean cargos de
inconstitucionalidad sustentados en normas de convenciones sobre derechos
humanos junto a normas constitucionales y que la Corte efectúa el correspondiente
análisis del precepto del convenio de que se trate, sin necesariamente vincularlo a
precepto constitucional alguno. En otras ocasiones refuerza la interpretación de un
texto constitucional con el convencional y viceversa. Y se han dado casos en los que,
sin que el recurrente haya invocado norma convencional alguna para sustentar la
pretensión de inconstitucionalidad, la Corte de oficio ha utilizado algún precepto de
derechos humanos para realizar el juicio de constitucionalidad. Esto ha sido posible
porque el sistema de control de constitucionalidad panameño, conforme lo dispuesto
en el artículo 2566 del Código Judicial, requiere que en las demandas de
inconstitucionalidad la Corte no se limite “a estudiar la disposición tachada de
inconstitucional únicamente a la luz de los textos citados en la demanda, sino que
debe examinarla, confrontándola con todos los preceptos de la Constitución que
estime pertinentes”.
Ahora bien, los funcionarios encargados de impartir justicia tienen la obligación de no
aplicar normas que sean contrarias a la Constitución. Por ello -como se ha explicado
en el apartado relativo a la consulta de inconstitucionalidad- deben buscar una
interpretación que sea conforme con ésta, desechando aquella o aquellas
interpretaciones contrarias al texto constitucional. Dado que existe un bloque de
constitucionalidad integrado por los convenios internacionales de derechos humanos,
que tienen jerarquía constitucional, dichas autoridades, al realizar la interpretación
conforme a la Constitución, han de tener presentes esos convenios.
Si los mencionados funcionarios públicos no encuentran una interpretación que sea
conforme con la Constitución (y con el bloque de constitucionalidad integrado por los
tratados de derechos humanos), deben elevar una consulta al Pleno de la Corte
Suprema de Justicia con el propósito de que ésta decida, previa admisión y
sustanciación de la consulta, si la norma legal o reglamentaria que ha de aplicarse es
o no inconstitucional. Este procedimiento es el que se utiliza cuando una de las partes
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le advierte al funcionario encargado de impartir justicia, que es inconstitucional la
disposición legal o reglamentaria que ha de aplicar para decidir.
Como se observa, por la característica del sistema de control de constitucionalidad
panameño, este procedimiento se aplica no sólo en los tribunales ordinarios, sino en
toda situación en la que exista un funcionario o persona encargada de impartir justicia.
Lo anterior podría facilitar el control de convencionalidad, porque el diseño panameño
de control de constitucionalidad –que le sirve de soporte- no se limita a las leyes, pues
se extiende a las disposiciones reglamentarias y a cualquier tipo de acto jurídico con
valor de ley.
Laudos arbitrales
El laudo puede definirse como la resolución arbitral que da solución a un conflicto
entre dos partes y es equivalente a una sentencia judicial.
Dicha resolución es dictada por un árbitro judicial, quien es la figura que resuelve un
conflicto entre dos partes de la misma forma que un juez, pero solo se acude a esta
figura si se ha pactado en la controversia entre las dos partes.
Los efectos del laudo son similares a los que tiene una sentencia judicial, como el de
cosa juzgada.
En nuestro país, la ley 5 de 8 de julio de 1999, “Por la cual se establece el régimen
general de arbitraje de la conciliación y de la mediación “, en su Capítulo IV incluye
las formalidades que deben constar en los laudos arbitrales.
El Artículo 25 de la ley en referencia establece: que el El Tribunal Arbitral dictará el
laudo en el plazo máximo de seis meses, contados a partir de la aceptación del cargo
por el último de los árbitros, salvo que las partes o el reglamento aplicable
establecieren un plazo distinto.El plazo podrá ser prorrogado en la forma que
convengan las partes o determine el reglamento aplicable.
La Ley en su Artículo 28, establece que los laudos deben constar por escrito y deben
contener la firma la firma de todos los componentes del tribunal arbitral. De existir
discordia, se tomará el pronunciamiento de la mayoría de los miembros de dicho
tribunal. Si no se llega a un acuerdo entre la mayoría de los miembros entonces la
decisión será dictada por árbitro presidente.
Como parte de las fomalidades del laudo, el Artículo 29, establece que como mínimo
el laudo debe contener la identificación de las partes, de los árbitros y de la
controversia, la competencia arbitral, lugar y circunstancias del arbitraje, así como las
pruebas realizadas, los alegatos de las partes y la decisión o fallo.
En el Artículo 33, se expresa que el laudo arbitral produce el efecto de cosa juzgada
por lo que no puede interponerse contra esta decisión recurso alguno, salvo lo
dispuesto en el Artículo 34, que establece que solo podrá interponerse el recurso de
anulación.
A continuación citamos el Artículo 34 y sus diposiciones: "Contra el laudo arbitral sólo
podrá interponerse el recurso de anulación, por los siguientes motivos tasados:
1. Cuando la parte que interpone el recurso pruebe:
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a- Que el convenio arbitral estaba viciado por alguna de las causas de nulidad
consagradas en el Código civil y las causales contenidas en los convenios
internacionales que la República de Panamá haya ratificado sobre la materia.
b- Que la constitución del tribunal arbitral, el desarrollo del procedimiento arbitral o la
emisión del laudo, no se ha ajustado al acuerdo celebrado entre las partes o de
conformidad a lo establecido en la presente Decreto Ley, o no haya sido una de las
partes notificada en debida forma de la iniciación del arbitraje o de cualquier trámite
del procedimiento.
c- Que el laudo se refiere a una controversia no contenida en el convenio arbitral, o
que contiene decisiones que exceden de su ámbito o alcance.
d- La anulación afectará únicamente a las cuestiones a que se refieren los párrafos
anteriores que se puedan separar de las demás contenidas en el laudo.
2. Que el tribunal compruebe que el objeto de la controversia no es arbitrable
conforme a la ley panameña, o que el laudo es contrario al orden público panameño."
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El recurso de amparo de garantías constitucionales a que este artículo se refi ere, se
tramitará mediante procedimiento sumario y será de competencia de los tribunales
judiciales.
Existen diversas limitaciones constitucionales a la utilización del amparo de garantías
contra los fallos de la Corte Suprema de Justicia o de sus salas (artículo
207 de la Constitución).
Veamos la disposición correspondiente: “Artículo 207: No se admitirán recursos de
inconstitucionalidad ni de amparo de garantías constitucionales contra los fallos
de la Corte Suprema de Justicia o sus salas”
El Código Judicial establece en el Artículo 2615, las acciones objeto de amparo de
garantías como se detalla a continuación:
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Conclusión
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