Dialectica Dependencia

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Dialéctica de la dependencia

A cincuenta años
Dialéctica de la dependencia : a cincuenta años / Mattheus Alves
... [et al.] ; coordinación general de Jaime Osorio ; Mathias Seibel
Luce. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ;
Xochimilco : UAM, 2023.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-813-583-0
1. Dialéctica. 2. Capitalismo. 3. Inversión Extranjera. I. Alves, Mat-
theus. II. Osorio, Jaime, coord. III. Seibel Luce, Mathias, coord.
CDD 306.2

Corrección: Emilia Martín


Diseño de tapa: Dominique Cortondo Arias
Diseño del interior y maquetado: Eleonora Silva
Dialéctica de la dependencia
A cincuenta años

Jaime Osorio y Mathias Seibel Luce


(coords.)
CLACSO Secretaría Ejecutiva
Karina Batthyány - Directora Ejecutiva
María Fernanda Pampín - Directora de Publicaciones
Equipo Editorial
Lucas Sablich - Coordinador Editorial
Solange Victory y Marcela Alemandi - Producción Editorial

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Dialéctica de la dependencia. A cincuenta años (Buenos Aires: CLACSO; Xochimilco: UAM,


septiembre de 2023).
ISBN 978-987-813-583-0

CC BY-NC-ND 4.0

La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no
necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.

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Índice

Presentación.............................................................................................................................9
Mathias Seibel Luce

Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento


y dependencia..........................................................................................................................11
Jaime Osorio

Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista...............................99


Ricardo Antunes

Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión


imperialista del capitalismo...........................................................................................127
Andy Higginbottom

La escisión en las fases del ciclo del capital (o el divorcio


entre la estructura productiva y las necesidades de las masas)...................... 171
Mathias Seibel Luce

La superexplotación del trabajo en las mediaciones


de segundo orden de Mészáros.................................................................................... 239
Adrián Sotelo Valencia

La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx


y del capitalismo contemporáneo............................................................................... 259
Carlos Eduardo Martins
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa
adicional de la dependencia?........................................................................................ 297
Patrick Galba de Paula

Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx........................................345


Juan Cristóbal Cárdenas Castro

Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997).


Movimientos, luchas y comunidades intelectuales..............................................391
Amanda Latimer

Desventuras del intercambio desigual.


Colocando la superexplotación en el centro del análisis.................................. 475
Mateo Crossa

Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia.


Los mecanismos causales entre intercambio desigual,
deterioro de los términos de intercambio y
superexplotación del trabajo........................................................................................ 505
Leonardo Leite y Mattheus Alves

Dependencia de la economía brasileña contemporánea.


Inversión extranjera y transferencia de plusvalía................................................ 531
Camilla dos Santos Nogueira

Sobre los autores y autoras.............................................................................................563


Presentación

Un conocido adagio dice que no hay que confundir lo clásico con lo


antiguo. Cincuenta años después de su publicación, ¿qué vigencia
tiene Dialéctica de la dependencia? ¿Cómo navega el ensayo de Ruy
Mauro Marini por las turbulentas aguas del siglo XXI? ¿De qué ma-
nera sigue iluminando caminos para la crítica del mundo capitalista
en general y de las contradicciones de las formaciones socioeconó-
micas dependientes en particular? ¿Cuál es su importancia para
ayudar a pensar las luchas por la superación de la sociedad mer-
cantil? Estas y otras preguntas presiden el libro que el lector tiene
en sus manos. Dialéctica de la dependencia. A cincuenta años reúne a
estudiosos que exploran diferentes aspectos del texto fundador de
la teoría marxista de la dependencia, publicado originalmente en
1973. Los textos abarcan desde autores que fueron discípulos direc-
tos de Marini y trabajaron con él en el CESO –Centro de Estudios
Socioeconómicos– en Santiago, como Jaime Osorio, y en CIDAMO
–Centro de Investigación, Documentación y Análisis sobre el
Movimiento Obrero en América Latina– en México, como el propio
Osorio y Adrián Sotelo Valencia, hasta intelectuales de otras tradi-
ciones de la teoría marxista como Ricardo Antunes, que establece un
fructífero diálogo con la obra del autor de Dialéctica de la dependen-
cia; desde intelectuales brasileños que, desde diferentes perspectivas,
han divulgado el pensamiento de Marini a lo largo de las últimas
9
Mathias Seibel Luce

décadas, como Mathias Seibel Luce o Carlos Eduardo Martins, has-


ta investigadores de la nueva generación en el país natal de Marini
que se dedican a debates e interrogantes, como Camilla dos Santos
Nogueira, Patrick Galba de Paula, Leonardo Leite y Mattheus Alves;
y profesores académicos de instituciones de los países donde Marini
continuó su obra en el exilio (Chile y México), como Juan Cristóbal
Cárdenas Castro y Mateo Crossa, hasta intelectuales como Amanda
Latimer (Canadá) y Andy Higginbottom (Inglaterra), que han contri-
buido a la presencia en los países de habla inglesa de la crítica ri-
gurosa del capitalismo y de las relaciones imperialistas que aporta
el enfoque de Dialéctica de la dependencia. De este modo, el presen-
te volumen ofrece una contribución rica en diversidad. Y, al mismo
tiempo, orgánica en la articulación de los temas e interrogantes que
ofrece, rindiendo homenaje a los cincuenta años de la publicación
de Dialéctica de la dependencia, confirmando lo que es propio a toda
obra clásica, más aún en el caso de un exponente del pensamiento
marxista latinoamericano como Marini: la actualidad del programa
de investigación abierto, para enfrentar las disyuntivas por las que
atraviesa la humanidad, teniendo como horizonte la superación del
capitalismo.
Mathias Seibel Luce

10
Apuntes históricos sobre capitalismo,
subdesenvolvimiento y dependencia1
Jaime Osorio

La historia de los pueblos nos muestra que existieron diferencias y


desigualdades económicas entre ellos. Y que ellas no solo persisten,
sino que se han acentuado cuando nos aproximamos a períodos
recientes.
La novedad en nuestro tiempo estriba en que es la propia diná-
mica del proceso que organiza la sociedad –el capitalismo– la que
genera resultados simultáneos y dispares en materia de bienestar y
carencias, al integrar el devenir de todos los pueblos, dando forma
por primera vez a una única historia, en la que se potencia la capaci-
dad disgregadora de aquel en su avance arrollador.
Por ello tiene sentido delinear una perspectiva de este proce-
so y aproximarnos al cómo se ha producido un mundo tan dispar.
A lo menos se necesita una mirada desde el siglo XV, allí donde se

1
Hago mías las palabras de Perry Anderson: “La erudición y el rigor académico del
historiador profesional están ausentes [aquí]”, porque “escribir historia es insepara-
ble de investigar directamente los materiales originales del pasado”. “[Lo] […] que sigue
no aspira a esa dignidad. Mas que verdadero escrito de historia, este [ensayo] se basa
simplemente en la lectura de las obras disponibles de […] historiadores modernos […]”
(Anderson, 1979a, p. 2). La reiterada presencia de dichos autores ha sido un gran apoyo
para alcanzar la interpretación aquí propuesta. Una versión muy reducida y preliminar
de este trabajo se publicó como Prólogo en el libro Dialectics of Dependency of Ruy Mauro
Marini, Amanda Latimer y Jaime Osorio (editores), Monthly Review Press, 2022.

11
Jaime Osorio

conforman las raíces del capitalismo y que sustentan la posterior


madurez del desenvolvimiento de unas sociedades y el subdesenvol-
vimiento de otras, así como la subordinación de economías y nacio-
nes, esto es, la dependencia, así como la red del poderío imperialista.
Es necesario señalar que los actores y reinos que aparecen en los
primeros planos desde donde inicia esta exposición no fueron las
civilizaciones más florecientes, ni tampoco centros económicos del
mundo desde antaño, como de manera predominante se sostiene.
Tras el fracaso de las Cruzadas (siglos XI al XIII), Dussel sostiene:

la Europa latina siguió siendo una cultura periférica, secundaria y ais-


lada por el mundo turco y musulmán […] y nunca [logró constituirse
en] ‘centro’ de la historia; ni siquiera con el imperio romano (que por
su ubicación extremadamente occidental nunca fue centro ni si-
quiera de la historia del continente euro-afro-asiático) (Dussel, 2001,
pp. 347-348; cursivas en el original).

Luego de la caída de Constantinopla, en 1453,

comienza una fusión novedosa; lo occidental latino […] se une con lo


griego Oriental […] y enfrenta al mundo turco, [y] olvidando el ori-
gen helenístico-bizantino del mundo musulmán, permite [que se
conforme una] falsa ecuación: Occidente = Helenístico + Romano +
Cristiano. Nace así la “ideología” eurocéntrica […] [estableciendo una]
secuencia [que] es hoy la “tradicional” […], (que “rapta” a la cultura
griega como exclusivamente “europea” y “occidental”) […] y que pre-
tende que desde la época griega y romana dichas culturas fueron
“centro” de la historia mundial (Dussel, 2001, p. 348; cursivas en el
original).

La exposición que sigue tiene por objetivo destacar procesos que ha-
cen patente que la dimensión civilizatoria de los descubrimientos
geográficos iniciados en el siglo XV, así como el acceso a nuevos bie-
nes por el avance mercantil y de relaciones entre pueblos, forman
parte del proceso en el cual “el capital [llega] al mundo chorreando
sangre y lodo por todos los poros” (Marx, 1973a, p. 646), y con mayor

12
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

razón tras la integración, conquista, dominio y expoliación por rei-


nos y potencias de pueblos, culturas y economías en los más varia-
dos rincones del planeta. Todo ello hará posible el surgimiento del
capitalismo en algunos espacios y territorios específicos. Pero las
raíces que posibilitan ese surgimiento –en espacios acotados– se ex-
tienden por el mundo, siendo esta una primera mundialización que
es a la vez causa y consecuencia del capitalismo.
También se busca destacar que la integración planetaria que el
capitalismo establece tiene consecuencias simultáneas en el des-
envolvimiento y subdesenvolvimiento de economías y regiones al
conformarse el sistema mundial capitalista, y ello favorece la cons-
titución de relaciones de dependencia una vez que se rompe con la
relación colonial.
Se reseñan además rivalidades, disputas y enfrentamientos que
los más poderosos reinos europeos e Inglaterra llevan a cabo con el
fin de alcanzar mejores posiciones en materia de territorios, colonias
y por ventajas comerciales, lo que tendrá consecuencias en todos los
aspectos antes señalados.

Los orígenes: descubrimientos y conquistas

Durante el siglo XV diversos reinos europeos, como el portugués y


el español inicialmente, y holandés, francés y británico posterior-
mente, junto a banqueros, comerciantes y navegantes dieron forma
al período conocido como la “era de los descubrimientos”, la que se
extenderá hasta el siglo XIX. Este proceso supuso inicialmente fi-
nanciar expediciones marítimas –con el fin de acceder a especias y
condimentos, sedas y joyas, a los que se agregan de manera inespe-
rada cuantiosos yacimientos de metales preciosos–, para lo cual era
necesario encontrar nuevas rutas de navegación, proceso que alen-
tarán –y se integrarán con– transformaciones económicas, políticas
y sociales, las que harán factible la emergencia de un nuevo orden
social conocido como capitalismo.
13
Jaime Osorio

Esas expediciones recorren los mares y descubren –hay que de-


cirlo, no para los nativos, sino para los europeos– nuevas tierras, pue-
blos y culturas, lo que alentará su conquista y conversión en colonias
a fin de perpetuar el acceso a los bienes, metales, tierras y mano de
obra allí concentrados. Esto propicia el incremento de las activida-
des comerciales y los avances del mercantilismo, conectando Europa
con Asia, África y el Nuevo Mundo.

No cabe la menor duda –señala Marx– […] de que en los siglos XVI y
XVII las grandes revoluciones producidas en el comercio con los des-
cubrimientos geográficos, […] que imprimieron un rápido impulso al
desarrollo del capital comercial, constituyen un factor fundamental
en la obra de estimular el tránsito del régimen feudal de producción
al régimen capitalista (Marx, 1973b, p. 321).2

Desde el Oriente, desde tiempos anteriores, llegaban a los mercados


europeos, inicialmente por tierra, preciados productos de la India,
como pimienta, canela y jengibre, considerados “el oro de Indias”,
y sedas, tintes como el índigo, porcelanas y diamantes desde China,
particularmente por las antiguas Rutas de la Seda. Pero con los avan-
ces en la navegación, su arribo por mar creció exponencialmente,
con embarcaciones que salían desde el Mediterráneo por el Canal de
Suez (en el actual Egipto) y otras desde Basora (en el actual Irak), para
dirigirse por el Mar Rojo o el golfo Pérsico hasta el mar de Arabia y

2
Para evitar equívocos sobre quiénes alcanzarán ventajas en ese tránsito, Marx agre-
ga: “sin embargo, el moderno régimen de producción, en su primer período, el período
de la manufactura, sólo se desarrolló allí donde se habían gestado ya las condiciones propi-
cias dentro de la Edad Media” (Marx, 1973b, p. 321; cursivas añadidas). A pie de página,
Marx destaca en esa dirección “la base de la pesca, la manufactura y la agricultura”
en el caso de Inglaterra (Marx, 1973b, p. 322). Y agrega que frente a la concepción
que tiende “a desdeñar el volumen y la importancia del comercio asiático, antiguo y
medieval, se ha puesto de moda ahora la tendencia a realzarlos extraordinariamente”
(Marx, 1973b, p. 322). En general, Marx se muestra escéptico sobre las cualidades pro-
gresivas del capital comercial, señalando que: “su desarrollo, considerado de por sí, es
[…] insuficiente para llevar a cabo y explicar la transición de un modo de producción”.
Y agrega. “por el contrario, allí donde predomina este tipo de capital [el comercial]
imperan estados sociales anticuados” (Marx, 1973b, p. 316).

14
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

de allí hacia el océano Índico y el mar de China, para hacer el regreso


por las mismas rutas. Esta actividad altamente rentable la contro-
laban principalmente mercaderes de las ciudades-Estado italianas,
como venecianos, florentinos y genoveses.
Las disputas entre cristianos y musulmanes, los que controlan el
norte de África, propicia que árabes y turco-otomanos fueran dificul-
tando y encareciendo los impuestos de salidas desde el Mediterráneo
y el Mar Rojo, proceso que alcanza su cierre tras la toma de Cons-
tantinopla en 1453 por el sultán Mehmed II, lo que puso fin al último
vestigio del imperio romano en Oriente. Encontrar una nueva ruta
hacia el Oriente pasó a convertirse en un problema urgente, particu-
larmente para los reinos de Portugal y España.
Los avances en materia de navegación, como la construcción de
carabelas y el uso de velas, permitieron incrementar el volumen de
transporte, la rapidez de los viajes, así como travesías de mayor dura-
ción. También se generaliza el uso del timón, la brújula y el astrola-
bio (para calcular horas y latitudes), entre los más relevantes, todo lo
cual hacía factible buscar nuevas rutas marítimas que bordearan las
costas del suroeste de África para pasar a las costas del este y de allí
hacia India y China.
Pero será una expedición que toma otro rumbo, internándose
en el Atlántico hacia el oeste, desde puertos del sur de España, en la
esperanza de alcanzar las Indias, la que logrará los mejores resulta-
dos. Esta estaba encabezada por un navegante genovés de nombre
Cristóbal Colón, quien con tres embarcaciones medianas y luego de
un viaje de dos meses y nueve días arriba a una pequeña isla en las
actuales Bahamas, que denominan Guanahani. El viaje exploratorio,
auspiciado y en parte financiado por la Corona española, tenía como
propósito descubrir una nueva ruta, ahora por el océano Atlántico,
para arribar a las Indias. Así, de manera un tanto fortuita, el 12 de
octubre de 1492 Colón arriba a las tierras de lo que posteriormente se
denominará América.
Fueron varios los cálculos y no poco los errores que permitieron
a Colón alcanzar tierras de América. El navegante genovés estaba
15
Jaime Osorio

convencido que navegando desde la península ibérica hacia el oes-


te podría alcanzar las Indias, convicción que arrancaba de la fuerza
que ganaba en la época la idea de la forma esférica de la Tierra. Pero
como la mayoría de los sabios y religiosos de su época, desconocía
que un enorme continente, hoy América, se interpondría en su cami-
no. Tampoco sabía que otro océano, el Pacífico, el más grande de to-
dos, se encontraba en esa ruta y que sería necesario cruzarlo, desde
América, para poder arribar a China e India.
Pasarían casi tres décadas para que otra expedición, la encabeza-
da por Hernando de Magallanes, encontrara el paso hacia el Mar del
Sur, hoy conocido como el estrecho de Magallanes, al sur de Argenti-
na y Chile, y que al cruzarlo de este a oeste se internaría en el océano
Pacífico. Tres años más tarde, y bajo la dirección de Sebastián Elca-
no, esa expedición retornó a Sevilla, siendo el primer viaje conocido
que circunnavegó el globo terrestre.
El reino portugués encabezó la búsqueda de nuevas vías hacia las
Indias, alentadas por Enrique el Navegante, quien creó una institu-
ción dedicada a integrar los conocimientos en materia cartográfica,
al tiempo que el reino aportaba recursos para la conformación de
una flota naviera. Desde estas bases, el imperio portugués se expan-
dió rápidamente desde las primeras décadas del siglo XV. En 1415
navegantes portugueses inician viajes hacia las costas occidentales
de África y se apoderan de Ceuta. Cuatro años más tarde, en otro
proyecto, alcanzaron la isla Madeiras y en 1427, las islas Azores, las
que fueron prontamente colonizadas. Más adelante, en 1460 llegan a
Cabo Verde, a Santo Tomé en 1470 y a Angola en 1478, todos converti-
dos en enclaves y colonias portuguesas en el océano Atlántico.3

3
La temprana expansión marítima de Portugal proviene de su ubicación geográfica,
en el extremo de la península ibérica, abierto hacia el Atlántico y hacia África, al sur.
Esa ubicación limitaba las posibilidades de una expansión por tierra, con la que con-
taban otros reinos europeos. Pierre Chaunu distingue la expansión terrestre realizada
por la nobleza, donde se ubicaría la captura de Ceuta y la reconquista de Marruecos, y
una expansión marítima realizada por la burguesía por las costas de África (Chaunu,
citado en Wallerstein, 1979, p. 67).

16
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Vasco da Gama, en un largo viaje en 1497, recorrió las costas occi-


dentales de África hacia el sur y cruzó el Cabo de Buena Esperanza,
abriendo una nueva ruta hacia el océano Índico, el Mar de Arabia y
el Mar de China.
En 1499, Américo Vespucio, un comerciante florentino, apoyado
por el rey de Portugal, atraviesa el Atlántico y accede a la costa norte
de Brasil, bajando hacia el sur. Así proseguía el reconocimiento de
Brasil iniciado por el portugués Pedro Álvarez Cabral, quien fue el
primero de los navegantes europeos en alcanzar esas tierras.
El viaje inicial de Vespucio no fue muy exitoso en el descubri-
miento de metales preciosos. Pero le permitió comprender que las
tierras alcanzadas no correspondían a las Indias Occidentales, como
se creyó inicialmente, incluso el propio Colón, sino a un nuevo conti-
nente. En homenaje a estos señalamientos, en 1507 el cartógrafo ale-
mán Martín Waldseemüller denomina América al nuevo continente
(Dickson, 2007).
La firma del Tratado de Tordecillas en 1494 –que establecía una
línea de norte a sur a 360 leguas hacia el oeste desde Cabo Verde, es-
pacio que aseguraba las Antillas para la monarquía española y hacia
el este protegía las costas de África para el reino de Portugal–, hizo
posible que toda el ala oriental de Brasil pudiera quedar en manos
del reino de Portugal y se convirtiera pronto en su principal colonia.
Con toda propiedad se puede afirmar que desde fines del siglo XV
se establecen las bases para que la historia pueda ser asumida como
una verdadera historia universal. Con la integración de América, un
enorme continente, y sus riquezas –ignorados por los sabios, Igle-
sias y reinos europeos y asiáticos de la época–, se otorgan podero-
sos impulsos a los procesos económicos y políticos que darán vida al
naciente capitalismo, un régimen que reclama un sistema mundial
para operar.
Con el fin de ampliar el conocimiento de las nuevas tierras y
de sus riquezas, los viajes a América se multiplican, alentados por
los reinos ibéricos, a los que se suman posteriormente los de Ingla-
terra, Francia y Holanda. El propio Colón realizó otros tres viajes
17
Jaime Osorio

en un lapso de diez años, arribando en uno de ellos a las costas de


Centroamérica.
Tras estos descubrimientos –y con los testimonios directos de
los exploradores que hablan de la abundancia de metales preciosos
y de las bondades de la riqueza en especies animales y vegetales en
el Nuevo Mundo–, el reino de España inicia los preparativos para el
envío de masivos contingentes de oficiales, soldados y buhoneros, y
también de religiosos, dispuestos a conquistar y colonizar las nuevas
tierras y evangelizar a los indígenas.
Así es como se inicia la conquista y el posterior período de coloni-
zación (siglos XVI hasta el siglo XIX) de los territorios de lo que des-
de la segunda mitad del siglo XIX se conoce prioritariamente como
América Latina. El término “latina” tiene su origen en asesores de
los planes expansivos del imperio francés en el siglo XIX, con Napo-
león III, con el fin de abrir la región a una mayor presencia francesa
–y romper con el monopolio alentado por España y Portugal– utili-
zando como fórmula la presencia de pueblos parlantes de lenguas
romances, español, portugués y francés, lo que justificaría hablar de
una América “Latina” y no una “Hispana”, como se la denominaba
desde el reino español. En poco tiempo será la fórmula francesa la
que alcanza los mayores acuerdos, con la colaboración de pensado-
res y escritores locales.
Los conquistadores y colonizadores establecen divisiones territo-
riales, autoridades, leyes y reglas para mantener el dominio de las
culturas y pueblos locales. Así, establecen cuatro Virreinatos: Nueva
España, Nueva Granada, Del Perú, Del Río de la Plata; y cuatro Capi-
tanías: de Guatemala, de Venezuela (se independiza del Virreinato de
Nueva Granada en 1773), de Chile (dejó de pertenecer al Virreinato
del Perú en 1798) y de La Habana.
Muchos de los pueblos conquistados contaban con elevados co-
nocimientos en construcción (de lo que dan fe las actuales ruinas
de Machu Picchu, una ciudad para la casta gobernante de los incas,
sacerdotes y militares, ubicada en Cusco, Perú, y las pirámides y ciu-
dades prehispánicas en diversos lugares de México), de astronomía
18
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

(como el calendario azteca), de irrigación y traslados de aguas (tam-


bién en Cusco), de la construcción de ciudades en medio de un gran
lago y canales (Tenochtitlan, en México), de plantas medicinales, de
trepanación de cabeza, entre muchos otros aspectos.
La presencia de numerosos pueblos indígenas en las nuevas tie-
rras provocará intensas discusiones en el seno de la Iglesia católica
entre teólogos y filósofos, tanto en España como en los que viajan a
América, respecto a la naturaleza de estos habitantes. La bula Subli-
mis Deus del papa Pablo III, formulada recién en 1537, permite esta-
blecer un basamento al declarar a los indígenas

como verdaderos hombres […] [por lo que] dichos Indios y todas las
gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos,
aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar li-
bre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades. [Y]
no deben ser reducidos a servidumbre (Sublimis Deus, 1537).4

De esta forma, la Monarquía española pudo incorporar a los amerin-


dios como súbditos de la Corona con todos sus derechos, entre ellos,
los de ser evangelizados para alcanzar la salvación cristiana. Con

4
Esta bula fue escrita como resultado del viaje a Roma de Fray Bernardino de Minaya
para informar al papa del trato inhumano a los indígenas en las Indias Occidentales.
Minaya había viajado a Nueva España en 1527, luego se trasladó a Perú y mantuvo
discrepancias con Francisco Pizarro, el conquistador de Perú, por lo que se regresó
a España. Mantuvo también fuertes discrepancias con el presidente del Consejo de
Indias, el cardenal de Sevilla Loaysa, por lo que decidió visitar al papa. Su posición
fue respaldada por Fray Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, a través de una carta en
donde este denuncia la crueldad y rapiña de los conquistadores. Cabe recordar que
el centro del imperio azteca, Tenochtitlan, había caído en manos de Hernán Cortés y
sus tropas, donde también participaron tlaxcaltecas, en agosto de 1521, capturando al
último Tlatoani azteca, Cuauhtémoc, y que Carlos V, rey de España, nombró a Cortés
gobernador y capital general de Nueva España en octubre de ese mismo año. La de-
fensa que los historiadores actuales hacen de Cortés, en el sentido que ayudó a otros
pueblos indígenas a liberarse de los aztecas, no responde sin embargo a problemas
centrales: ¿por qué los “libertadores” colonizaron y se quedaron por más de tres siglos
en suelos de la Nueva España? ¿Y por qué se apropiaron de toneladas de oro y plata?
¿Esto formaba parte del pago por las tareas de liberación? Es difícil negar que lo que
ocurrió fue un proceso de conquista, colonización y despojo.

19
Jaime Osorio

esto se cerraban las puertas para establecer regímenes esclavistas en


las colonias.
El punto no era menor porque otros reinos, como los de Portu-
gal e Inglaterra, desde antes y después de España, terminaron esta-
bleciendo relaciones esclavistas con la población en algunas de sus
colonias.
Del punto de vista de la organización productiva, aquel recono-
cimiento llevó al establecimiento de un régimen conocido como en-
comienda, donde los indígenas debían trabajar libremente para un
encomendero, es decir, no pertenecían a este, pero debían supeditar-
se al mismo. A cambio, el encomendero se hacía responsable ante la
Corona de su cuidado y evangelización.
Posteriormente, la obligatoriedad de trabajo va a ser reemplaza-
da por el pago de los indígenas de un tributo a los encomenderos.
Con ello se buscaba hacer más libre la relación y más productiva. Sin
embargo, las autoridades tenían atribuciones para obligar a trabajar
a los indígenas que buscaran negarse a hacerlo. Para mantener bra-
zos disponibles, se pasó también al trabajo asalariado forzoso. Este
fue calificado como cuatequil en la Nueva España y de mita en el Perú.
Luis Vitale precisa el papel de la encomienda en el conjunto del
proceso. Señala:

durante los primeros años de la conquista los encomenderos inten-


taron afirmar su independencia. [Por ello] la Corona española […] edi-
ficó una fuerte administración […]. [En ella] el encomendero no era el
amo de los indígenas, ni podía imponer justicia, porque el indígena
no era un siervo del encomendero, sino un súbdito del rey. […]. La
encomienda de servicios fue reemplazada por la encomienda de tri-
butos monetarios […]. El trabajador asalariado significó una relación
capitalista embrional entre las clases (Vitale, citado en Wallerstein,
1979, p. 131).

Poniendo en discusión la condición feudal de la encomienda, José


Miranda sostiene:

20
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

el encomendero es, ante todo, un hombre de su tiempo, movido por


el deseo de ganancia. […] A diferencia del señor feudal, no limita sus
aspiraciones al mero disfrute de tributos y servicios, sino que los
convierte en fundamento de una ganancia multiplicada (Miranda,
citado en Wallerstein, 1979, p. 131).

La situación de los indígenas en la encomienda no significaba me-


jores condiciones de trabajo y de existencia. La inseguridad de su
permanencia bajo su control y la posibilidad de su reemplazo sin
mayores costos hacían posible que los encomenderos multiplicaran
sus tiempos de trabajo y sus esfuerzos, seguridad que se ganaba con
los esclavos, cuyos reemplazos, sin embargo, implicaban gastos. Por
ello,

cuando se autorizó la importación de esclavos negros a Nueva Gra-


nada (Colombia y Ecuador actuales) para trabajar en las minas de
Antoquia o como peones agrícolas en la región del río Cauca […] el
trato […] que recibieron de sus amos fue mucho menos cruel, inmo-
ral o bárbaro que el que habían recibido previamente las tribus indí-
genas asignadas a los encomenderos (Guillén, citado en Wallerstein,
1979, p. 140).

La otorgación de una encomienda, por otro lado, no significaba otor-


gar la propiedad sobre la tierra encomendada, la que seguía siendo
de la Corona.
Para incentivar las expediciones, los reinos europeos ofrecen títu-
los nobiliarios y tierras a los expedicionarios. Los conquistadores y
posteriormente las autoridades colonizadoras y fundadoras de pue-
blos y ciudades tienen como misión particular dar con yacimientos
de metales preciosos, el cobro de impuestos, incrementar la produc-
ción de otros productos, como canela, cacao, la materia prima para
la producción de chocolate, chinchillas para tintes, y propiciar su
traslado a la península ibérica.
Las embarcaciones cargadas de oro y plata se constituyeron en
objeto de elevado interés para piratas y corsarios, franceses inicial-
mente, e ingleses y holandeses más tarde, lo que provocó en no pocas
21
Jaime Osorio

ocasiones su hundimiento tras escaramuzas navales. Las pérdidas


no fueron menores. Así, entre 1587 y 1592 los piratas ingleses cap-
turaron más del 15 % de la plata que iba destinada a Sevilla. El mon-
to principal de estos botines pasó a los fondos reales, y también a
la banca y al comercio, por lo que como pago por sus servicios mu-
chos piratas fueron nombrados caballeros por el reino británico,
siendo sir Walter Raleigh y sir Francis Drake dos de los casos más
connotados.
En el lapso de tres siglos, la ambición de conquistadores y coloni-
zadores por incrementar los envíos, que suman posteriormente ma-
terias primas y alimentos, provocó la muerte de miles de indígenas,
por las largas y extenuantes jornadas de trabajo a las que eran some-
tidos, lo que se sumó a las cuantiosas muertes por enfermedades pro-
piciadas por virus que portaban los invasores, desconocidos para las
defensas sanitarias de la población indígena, lo que redujo y agotó
los brazos disponibles. Se calcula que para 1492, año de la llegada de
Colón a tierras americanas, existían unos 65 millones de indígenas
concentrados mayormente en Perú y en México. Esa cifra se reduce
en 1700, en poco más de dos siglos, a cinco millones de indígenas. En
opinión de expertos, se asiste a uno de los mayores genocidios de los
que se tiene conocimiento en la época moderna.
Ello exigió la búsqueda de nuevos brazos, lo que se logrará con
el embarque de esclavos desde África a América Latina. Entre 1525
y 1866 se trasladaron a la región unos once millones de esclavos
provenientes de diversas regiones del África subsahariana (Angola,
Senegal, Congo, Guinea, Cabo Verde, entre los más relevantes). Esta
población no estaba constituida por migrantes, solo por esclavos,
por lo que los “negreros” (comerciantes de esclavos) contaron con
permisos reales para su traslado a puertos del Nuevo Mundo.
Las plantaciones azucareras en América fueron un centro de de-
manda de esclavos. La Compañía Holandesa de las Indias Occiden-
tales fue una de las más relevantes empresas dedicadas al comercio
de esclavos entre los siglos XVII y XVIII. El Tratado de Tordesillas,
que otorgó a Portugal el monopolio de los viajes y colonización de
22
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

África, impedía que España tuviera puertos en ese continente, por lo


que este imperio se abastecía de esclavos por medio de comerciantes
portugueses y luego holandeses, franceses e ingleses.
Los esclavos eran cambiados por textiles de Asia, alcohol, armas
de fuego y conchas de caracol marino, el cauri, que era utilizado
como moneda. Se calcula que en el siglo XVIII comerciantes ingleses
y holandeses trasladaron hasta cuarenta millones de conchas al año.
Eran comerciantes africanos los que principalmente controlaban
el tráfico de esclavos del interior de África hacia las costas, particu-
larmente prisioneros de guerras. La costa de los esclavos se ubicaba
particularmente en el golfo de Guinea, entre lo que hoy constituyen
Nigeria, Togo, Benín y el oeste de Ghana. El traslado de esclavos hacia
América tardaba entre dos y tres meses, tiempo en que debían ser ali-
mentados y se hacían presentes los peligros de enfermedades, todo
lo cual elevaba los costos de traslados y de venta.
Más de 36 mil viajes directos trasatlánticos se desarrollaron en-
tre los siglos XVI y XVIII. Las licencias para estos viajes redituaron
significativos ingresos a las arcas de los reinos de Portugal, Inglate-
rra, Holanda y Francia, sedes de las principales empresas navieras y
de comerciantes que realizaron estos traslados. Brasil fue de lejos el
principal espacio receptor de esclavos, unos cinco millones, seguidos
de islas holandesas, francesas y españolas en el Caribe. México, Cen-
troamérica, Colombia, Perú y Ecuador recibieron montos importan-
tes, pero muy inferiores al de Brasil.
Población negra, indígena y europea conformarán las principales
vertientes que –en proporciones diversas– poblarán los pueblos y Es-
tados-nación de América Latina, a las que se sumarán posteriormen-
te asiáticos, árabes y nuevos europeos. Esto no podía generar sino un
gran mosaico cultural, expresado en alimentos, música, creencias,
vestuario, colorido, rituales, leyendas y escritura.
Desde su “descubrimiento” por imperios europeos, la historia
de América Latina se engarzará estrechamente con el ascenso del
capitalismo en Europa y con la creciente conformación de lo que
será el sistema mundial capitalista. En el seno de dicho sistema, las
23
Jaime Osorio

relaciones entre capitales de distintas regiones se imbricarán de tal


forma que los procesos que comparten repercutirán en cada eslabón
de la cadena, particularmente en los extremos, pero con consecuen-
cias muy diferenciadas en materia de avance económico y bienestar
para la población.
La extracción de metales preciosos que van de América Latina ha-
cia Europa jugará un papel fundamental para potenciar el naciente
capitalismo mercantil en esa zona, así como para la acumulación de
capitales que harán viables más tarde la Revolución Industrial en In-
glaterra desde fines del siglo XVIII.
Entre 1503 y 1660, se estima que ingresaron al reino español desde
las colonias en el Nuevo Mundo 185 mil kilos de oro y 17 millones de
kilos de plata. Y todavía faltarán aproximadamente otros 150 años
para el inicio de la proclamación de independencia de dichas colo-
nias en el siglo XIX, por lo que las cifras totales son superiores. Los
yacimientos de plata en Potosí, en el Virreinato del Perú, y en Zaca-
tecas, en el Virreinato de la Nueva España, México, constituyeron los
principales surtidores a España de dicho metal. Los principales yaci-
mientos de oro en la colonia portuguesa de Brasil fueron descubier-
tos en 1698, y se ubicaban en Minas Gerais.

Ascenso y derrumbe del imperio español

Una pregunta recurrente entre historiadores y economistas es por


qué España, que se constituyó en el siglo XVI en la principal potencia
europea, y la principal candidata a erigirse en cabeza del capitalismo
en Europa y del sistema mundial, no logró ni alcanzar y mucho me-
nos sostener aquella posición.
Comenzaremos este apartado con una nota sobre la Reforma
protestante en Europa Occidental e Inglaterra, por tener un papel
destacado en las luchas y guerras entre reinos, y en particular en la
monarquía española, al erigirse en cabeza de la defensa de la Iglesia

24
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

católica, lo que, visto en perspectiva, implicó elevados costos mone-


tarios ligados a guerras y expansión territorial.

Reforma luterana

Junto a las disputas económicas entre reinos y familias reales, las


religiosas –abiertas a inicios del siglo XVI– estuvieron fuertemente
ligadas a las primeras, en un momento en que Europa en su conjunto
vivió la conmoción de lo que se denominará la Reforma protestante.
Las consecuencias de este proceso se harán sentir a su vez en los si-
glos siguientes, allí cuando el capitalismo industrial alcance forma.5
Los conflictos al interior de la Iglesia católica eran de larga data
en muchos rincones de Europa, y solo alcanzan gran envergadura,
un verdadero cisma, en el siglo XVI. Martín Lutero, un monje de la
Orden de los Agustinos, da inicio a la Reforma protestante en 1517 al
hacer público un manifiesto en rechazo a la venta de indulgencias
practicada por autoridades y sacerdotes de la Iglesia católica con el
fin de reunir fondos para emprender grandes construcciones religio-
sas. Ese manifiesto, conocido como “Las noventa y cinco tesis”, fue
rápidamente difundido, dado los adelantos alcanzados por la im-
prenta, y puesto en circulación en regiones del norte y centro de Eu-
ropa. Tras procesos donde hizo una defensa de sus posiciones, Lutero
terminó siendo excomulgado por el papa León X en 1521.
En sus escritos, Lutero puso en discusión la autoridad del papa y
demás autoridades eclesiales, así como el magisterio de la Iglesia, en
tanto intermediarios entre Dios y los fieles. Solo la Biblia, señalará
Lutero, constituye el verdadero depósito de la fe. Por ello se dio a la
tarea de traducir al alemán aquel libro, que a la fecha solo circulaba
en latín, lejos de la posibilidad de lectura y comprensión de los no
iniciados.
El mensaje de Lutero encontró una elevada recepción en re-
yes, príncipes y otras autoridades en Europa cuyo mandato se

5
En este apartado nos apoyamos en Carnevale (s/f) y en Mark (2021).

25
Jaime Osorio

encontraba sujeto y limitado por el poder de la Iglesia católica y sus


emisarios. Con ello, se fueron multiplicando las iglesias nacionales y
nuevas autoridades religiosas en distintos espacios y territorios, par-
ticularmente del norte de Europa.
Pero tan importante como lo anterior es el hecho que se puso en
marcha un radical proceso de despojo de tierras, monasterios y otros
bienes de la Iglesia católica, lo cual, como en el caso de Inglaterra con
Enrique VIII, dará pie para que las tierras recuperadas sean dividi-
das y vendidas, incentivando reformas en la propiedad y nuevas mo-
dalidades de cultivo y producción, mejorando a su vez las finanzas de
la monarquía, amén del autonombramiento de Enrique VIII como
jefe de la Iglesia anglicana.
Como parte de las negociaciones para evitar que los conflictos
religiosos alcanzaran mayores dimensiones sociales y políticas, en
1555 se firma la Paz de Augsburgo, en donde se reconoce que los mo-
narcas podían elegir la religión para sus regiones. Sin embargo, la
puesta en marcha de la Contrarreforma, desde 1545, donde el reino
de España juega un papel central, lleva a que los conflictos religiosos
se prolonguen hasta 1648, cuando se firma el Tratado de Westfalia,
en donde se puso fin a la guerra de los Treinta Años y se avanza en
acuerdos que sientan las bases para la conformación de los Estados
modernos. Pero las diferencias religiosas seguirán por largo tiempo
desatando conflictos en el seno de Europa.

Razones del ascenso y el derrumbe

En respuesta a la pregunta inicial de este apartado, Anderson seña-


la que aquella privilegiada posición de la monarquía española en el
siglo XVI fue posible por el desmesurado territorio que abarcó la di-
nastía de los Habsburgo que reinaba en España.

Tras la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio


Romano Germánico en 1519, sus dominios en Europa incluían áreas
tan variadas y discontinuas como España (incluyendo Aragón), los

26
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Países Bajos, varias regiones del sur de Alemania (incluyendo Aus-


tria), Bohemia, Hungría, el Franco Condado, Milán, y las posesiones
españolas del Mediterráneo (Nápoles, Sicilia, Cerdeña y las Baleares)
(Wallerstein, 1979, pp. 240-241).

Esta extensión de los territorios del reino simplemente redobló los


problemas ya existentes de la falta de unificación ya no solo de los
reinos ibéricos, sino ahora del imperio. Se reforzó la tendencia hacia
una delegación de poderes por medio de consejos y virreyes para las
diferentes posesiones. La extensión territorial superó la capacidad
de integración y paralizó a su vez la centralización administrativa
dentro de España.6
La expansión territorial del imperio de los Habsburgos irá de
mano con debilidades administrativas que convertirán no solo al im-
perio, sino también a la monarquía española en entidades inmaneja-
bles del punto de vista presupuestal, recaudación, control de gastos
y de deficiencias administrativas, cargadas de burocratizaciones y
creación de oficinas que se traslapan y entorpecen la toma de deci-
siones y su puesta en marcha.
A ello se suma la carencia de un proyecto económico y falta de
políticas proteccionistas sobre actividades productivas para fortale-
cer lo alcanzado, todo lo cual terminará alimentando un colapso del
reino español del tamaño de las expectativas generadas.
Para Anderson, estos problemas ya se hacen presentes desde el
matrimonio de Isabel I y Fernando II, en 1469, que une los reinos de
Castilla y Aragón. En Castilla, con una población entre cinco a siete
millones de habitantes, su aristocracia constituía el 2 o 3 % y poseía
el 97 % de la tierra. Allí la agricultura abocada a la producción de
cereales cedía terrenos a la cría de ovejas, actividad que alimentó for-
tunas con la producción de lana que surtía a la floreciente industria
textil de Flandes.

6
Por lo que “en el siglo XVII el poder de Madrid [sede del reino de España] en Nápoles
o Milán era mayor que en Barcelona o Zaragoza” (Anderson, 1979b, p. 65).

27
Jaime Osorio

Aragón, mucho más pequeño, contaba con una población de un


millón de habitantes. Allí imperaba una aristocracia sobre tierras
improductivas, donde la servidumbre predominaba sobre campesi-
nos moriscos esclavizados en su mayoría.
Las Cortes en Castilla estaban sujetas a decisiones de la monar-
quía en su composición y convocatoria, por lo que no contaban con
poderes para legislar, y la nobleza y el clero gozaban de inmunidad
fiscal. En el reino de Aragón, las tres provincias que lo conformaba,
Cataluña, Valencia y Aragón, contaban con Cortes independientes,
que debían ser convocadas a intervalos regulares, y con institucio-
nes de control jurídico permanente y de administración económi-
ca. Existía, sin duda, una enorme disparidad y asimetría entre uno
y otro reino.
Los reyes se establecieron en Castilla y pusieron en marcha un
plan de reorganización económica que contempló el descabezamien-
to de las órdenes militares y fueron anexionadas a la Corona sus po-
sesiones de tierras; también fueron demolidos castillos de baronías
y prohibidas las guerras privadas y pasaron a control del Estado los
beneficios eclesiásticos. Todo ello permitió que las rentas en Castilla
subieran de los 900 mil reales en 1474 a 26 millones en 1504.
Las provincias de Aragón quedaron sujetas a un virrey como de-
legado del rey, y se creó un Consejo de Aragón en Castilla para que
sirviera de enlace con aquellos delegados. En pocas palabras, Aragón
quedó sujeto a sus propios órganos institucionales y administrativos.
Una mirada de conjunto pone de manifiesto que no se llevó a cabo
la unificación administrativa entre los dos reinos, sin un sistema fis-
cal y legal común. Más aún, se llegó al extremo de no establecer ni
siquiera una moneda única. Todo esto –siguiendo a Anderson– habla
de la debilidad administrativa del reino de España en aquellos años.
El asumirse como un reino católico –Isabel I de Castilla y Fernan-
do II de Aragón fueron nombrados como los “Reyes Católicos”– en un
tiempo de fuertes conmociones religiosas, en momentos donde no
existía la separación entre reinos/principados e iglesias, tuvo para el
reino de España costos que no fueron menores.
28
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

En 1478 se establece la Inquisición en España, bajo la dirección de


Tomás de Torquemada, teniendo entre sus primeros objetivos com-
batir las prácticas judaizantes de los judíos conversos de Sevilla.
A la expulsión de judíos que no quisieran abrazar el cristianismo,
en 1492, le siguió la expulsión de musulmanes por iguales razones
(1609-1613), luego de siete siglos de una presencia relevante en el rei-
no.7 Estas acciones descabezaron actividades comerciales y artesa-
nales relevantes. Pero la expulsión de los moriscos iniciada en 1609
tuvo consecuencias económicas serias, ya que unos trescientos mil
musulmanes, en su mayoría trabajadores agrícolas, abandonaron
los campos de Valencia y Andalucía, constituyéndose en “una de las
más graves pérdidas nunca conocidas en la historia agraria españo-
la” y, más serio aún, esta acción “desgarró la estructura social interna
en España” (Wallerstein, 1979, p. 275).
Un segundo elemento para Anderson (1979) que explicaría el de-
rrumbe del reino de España se encontraría en la sorprendente con-
quista colonial en el Nuevo Mundo y la superabundancia de metales
preciosos que esa conquista propició. Estas riquezas se constituye-
ron en el soporte de la expansión territorial, lo que no podía sino ir
acompañado por incesantes conflictos bélicos y militares, lo que pro-
piciará el elevado desgaste de recursos y acentuará las deficiencias
administrativas ya señaladas.
Los costos militares de la expansión territorial emprendida por
Carlos V en Europa ascendieron enormemente. Para 1552, se calcula
un ejército de 150 mil hombres bajo el mando del emperador en ese
continente. A ello se agregarán las fuerzas militares para la conquis-
ta, principalmente de México y Perú en América.
En 1521, Carlos V asignó a su hermano Fernando I las tierras
austríacas, lo que redujo en parte la extensión del reino español y
dio paso a la conformación de dos ramas de la dinastía de los Habs-
burgo: una austríaca, que contemplaba también los reinos de Bohe-
mia y Hungría, y una española, con el resto de los territorios antes

7
En lo que sigue nos apoyamos en Wallerstein (1979).

29
Jaime Osorio

mencionados. A ello se agregará a partir de 1548 la anexión de Flan-


des y los Países Bajos tras disputas con la monarquía francesa.
En la primera mitad del reinado de Carlos V, el peso del gasto im-
perial reposaba en los Países Bajos e Italia. Después de 1540 se buscó
incrementar las tributaciones locales, pero esto no logró resultados
en la Corona de Aragón, por lo que las opciones se enfocaron hacia
Castilla, donde las Cortes eran menos poderosas y donde existían im-
portantes fuentes de ingreso fuera de su control. Pero los resultados
no fueron mejores, provocando que “los tesoros más cuantiosos de la
economía moderna” (Carande, citado en Wallerstein, 1979, p. 253) ter-
minaron arruinando a Castilla, lo que debilitó aún más la cohesión
imperial.
Las guerras y las crisis económicas, como la sufrida por Europa
entre la segunda mitad del siglo XV y primera mitad del XVI, provo-
can que los enormes ingresos de oro y plata proveniente de América
se hagan insuficientes. Ello propiciará que los lazos con banqueros y
acreedores, como los Fugger, la poderosa familia de banqueros ale-
manes, se acrecienten y se acrecienten también las deudas. Carlos V
y Felipe II debieron emitir bonos por deuda pública a banqueros ge-
noveses y alemanes a fin de mantener la maquinaria bélica del reino
español. Todo ello implicó elevados pagos por deudas e intereses y la
bancarrota para nobles y banqueros,8 como ocurrió en 1557, cuando
los reinos de España y Francia se declararon en incumplimiento de
pagos, lo que forzó los acuerdos de paz de Cateau-Cambrésis de 1559,
siendo los conflictos por los territorios de Italia el centro de dicho
tratado.
Mientras algunos consideran esos acuerdos como expresión de
la fuerza alcanzada por el reino de España en Europa, otros, por el

8
“Los Fugger compraron a Carlos V su trono imperial. Eran el eje central financiero
de su imperio, sus banqueros personales por excelencia. […] Los Fugger y Carlos [V] se
dieron mutuamente poder y apoyo. Pero esto también significó que subieran y caye-
ran juntos. […] Al final, las pérdidas totales de los Fugger por deudas impagas de los
Habsburgo hasta mediados del siglo XVII ‘se pueden valorar sin exageración alguna
en ocho millones de florines renanos’” (Wallerstein, 1979, pp. 246-247).

30
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

contrario, ponderan serios daños al extenso imperio de los Habsbur-


gos, lo que lleva a afirmar que dichos acuerdos marcan “el comienzo
de la decadencia de España” (Wallerstein, 1979, p. 262).
Ante la indolencia del reino de Inglaterra frente a las operacio-
nes de piratas ingleses en asaltos a colonias en las Antillas y de bar-
cos cargados de metales preciosos procedentes de los Virreinatos de
Nueva España y del Perú a Sevilla,9 el rey Felipe II decide conquis-
tar Inglaterra en 1588, para lo cual crea una enorme flota marítima
con 130 barcos de guerra y de transporte, con poco más de treinta
mil hombres, entre marinos y soldados, y numeroso armamento,
la llamada Armada Invencible, según la propaganda inglesa, o gran
armada.
Al aproximarse a Inglaterra, alertada con mucha anticipación del
asalto naval, las naves españolas no son objeto de enfrentamientos
directos por los barcos ingleses. Al ser estos más pequeños y más rá-
pidos, atacan a las naves españolas y se alejan, provocando daños a
navíos y tripulantes. Pero va a ser la bravura del mar y las tormentas
en el canal de la Mancha lo que generará los mayores daños, al pro-
vocar el naufragio de numerosas naves españolas, propiciando que
las que se salvan se retiren hacia el mar del Norte derrotadas. Solo la
mitad de los hombres regresan a puerto.
La carencia de un reino unificado, deprovisto además de un único
sistema fiscal, explica que el peso de los gastos de guerras a finales
del siglo XVI y todo el XVII recayera sobre Castilla, quedando Ara-
gón a buen resguardo. Fueron los aportes en metálico de las colonias
americanas los que permitieron proseguir las operaciones militares,
ya que favorecían pagos inmediatos a los militares.
A pesar que los ingresos de Carlos V se habían triplicado ha-
cia 1556, fecha de su abdicación, las deudas de la Corona se habían

9
Los asaltos se producían en zonas diversas. En 1568, por ejemplo, Isabel de Inglaterra
confiscó el oro y la plata que trasladaban galeras españolas que se habían refugiado
en el puerto de Plymouth, al sur de la isla inglesa, por una tormenta, medida que
terminó afectando la seguridad en las rutas hacia Amberes (De Roover, citado en
Wallerstein, 1979, p. 306).

31
Jaime Osorio

multiplicado mucho más como resultado de las empresas militares,


los fracasos en la recaudación y el crecimiento de las deudas por los
múltiples préstamos solicitados a la banca. Por ello, Felipe II, quien le
siguió, debió declarar la bancarrota, como ya hemos señalado.
El hoyo negro de la guerra absorbía todo. Entre 1590 y 1600, los
envíos de plata americana alcanzaron sus niveles más altos. Aun así,
Felipe II debió declarar nuevamente en 1596 una nueva bancarrota
oficial.
Los censos de 1571 y 1586 muestran, por otra parte, que solo un
tercio de la población adulta masculina se dedicada a la agricultura,
en tanto crecía tempranamente la población dedicada al sector ter-
ciario, en actividades de comercio y servicios, características propias
de una economía con pobres actividades productivas.
El vacío en el trono de Portugal y una derrota militar a manos
de los marroquíes, en 1578 en Alcazarquivir, permitieron al rey de
España entrar a Portugal al frente de su ejército y convertirse en rey
de Portugal en 1580.
El auge de la producción ovejera en el reino español, auspiciada
por un grupo de productores de lana desde el siglo XIV, la Mesta,
principalmente exportadores, se constituyó en un obstáculo en los
siglos XV y XVI para la puesta en marcha de medidas que limitaran
las importaciones manufactureras que la monarquía española reali-
zaba particularmente desde Francia e Inglaterra. A su vez, la Mesta
impidió el cercamiento de tierras cultivables, que hubiera impulsado
la renta de tierras y elevar la producción agraria, como en Inglaterra,
al privilegiar la migración de las ovejas por amplias regiones entre el
norte y el sur del reino.
A la carencia de impulsos sustantivos a la producción manufac-
turera se sumará la falta de protección a los rubros que lograron des-
pegar. Así, la incipiente industria de paños, telas y sedas de Castilla,
por ejemplo, fue perdiendo calidad y terminó debilitada por la oferta
holandesa e inglesa y la crisis de 1590.
Para mayores desgracias, a fines del siglo XVI se abate sobre Espa-
ña la peor peste de la época, diezmando la población de la península.
32
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Para 1627, resultado de los descensos en las exportaciones en ge-


neral, de la mantención de los conflictos del imperio y del crecimien-
to de los gastos reales, se decreta una nueva bancarrota, lo que pone
de manifiesto el desorden en los gastos y en los emprendimientos
imperiales.
En este cuadro, “España se [fue] moviendo crecientemente hacia
cultivos agrícolas adecuados para la producción en haciendas. Uno
de los más importantes era el vino” (Da Silva, citado en Wallerstein,
1979, p. 159). También la pesca decayó de manera sustancial, abrién-
dose a las importaciones de la pesca francesa, inglesa y de Nueva In-
glaterra más tarde.

En definitiva –señala Vicens–, los que poseen el dinero –aristócratas,


hidalgos andaluces y extremeños, funcionarios retirados– lo petrifi-
can en construcciones –templos, palacios, monasterios– o lo sacra-
lizan en obras de arte. Pero ninguno cede a la tentación industrial o
simplemente mercantil (citado en Wallerstein, 1979, p. 272).

El lugar que termina asumiendo España en la naciente división in-


ternacional del trabajo se sintetiza así:

Desde el siglo XVI hasta el XVII, los Países Bajos, Inglaterra, Francia,
importaron de España materias primas: aceite de oliva, tintes, lana,
mientras España recibía a cambio sus manufacturas. […]. Sólo quedó
la pequeña empresa artesanal para luchar por la existencia (Da Silva,
citado en Wallerstein, 1979, p. 271).

El declive del comercio entre España y sus colonias en América da


buena cuenta del derrumbe de aquella. Entre 1600-1604, el transpor-
te marítimo supuso un promedio anual de cincuenta y cinco barcos
y veinte mil toneladas. Esa cifra se reduce a veintisiete barcos y nue-
ve mil toneladas anuales entre 1640-1650 y a ocho barcos y 2.500 to-
neladas anuales para 1701-1710 (Frank, 1979).

33
Jaime Osorio

Más aun, a finales del siglo XVII

de toda la mercancía que llegaban a Cádiz, el 25 por ciento iba con-


signado a comerciantes franceses, el 22 por ciento a genoveses, el 20
por ciento a holandeses, el 10 por ciento a ingleses, el 10 por ciento a
flamencos y el 8 por ciento a alemanes, llegando solamente el 5 por
ciento a manos españolas (Frank, 1979, p. 60).

Una sublevación en Bohemia, correspondiente a la rama austríaca de


los Habsburgo, abre para Felipe IV la posibilidad de lograr aplastar al
protestantismo en Alemania y además ajustar cuentas con Holanda.
Para ello, reúne a trescientos mil hombres bajo su mando. La guerra
de los Treinta Años se abre paso en Europa en la década de 1620. Los
Estados de Bohemia fueron derrotados en la batalla de la Montaña
Blanca y el contraataque sueco fue deshecho en Nordlingen por las
tropas españolas. Ello forzó el ingreso de Francia al conflicto, con la
declaración de guerra a España por Richelieu en 1635, lo que propi-
ciará la recuperación de Breda por los holandeses en 1637. En 1639
el grueso de la flota española es destruido en el mar de las Dunas. El
golpe final lo propinan las tropas francesas en Rocroi, derrotando al
ejército español en 1643, marcando un hito relevante en la caída del
poderío imperial español en Europa.
En el marasmo inmediato a la derrota de España en la guerra de
los Treinta Años, se producen las revueltas secesionistas de Portugal,
Cataluña y Nápoles, reconociéndose la independencia del primero
solo hasta 1668, la reincorporación de Nápoles al reino de Italia, sien-
do el estallido de la Fronda10 la tabla de salvación para que España
recupere Cataluña.
Los recursos que provenían de las colonias sufrieron también la
ofensiva de los reinos rivales. En un hecho que denota el desplante
de la monarquía y piratas ingleses, así como la pérdida de poderío

10
Se denomina “estallido de la Fronda” a un conjunto de movimientos de insurrec-
ción ocurridos en Francia entre 1648 y 1653 como reacción al autoritarismo de las
monarquías de Enrique IV y Luis XIII y en particular a las políticas de primer minis-
tro Richelieu.

34
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

del reino español, el almirante Blake atacó ocho galeones españoles


cargados de oro y plata, anclados frente a Cádiz, en 1687, hundiendo
dos y apoderándose de otros dos (Wallerstein, 1984).
A su vez, las posesiones españolas en el Caribe y las flotas que
transportaban metales preciosos a Sevilla no quedaron exentas del
interés de ingleses, franceses y holandeses en el siglo XVII, lo que
afectó seriamente las arcas españolas, ya golpeadas por guerras, pes-
tes y falta de impuestos internos. A su vez, el contrabando de ingleses
y holandeses desde Jamaica y Barbados, y Buenos Aires, impedía que
España alcanzara mejores tributaciones y ganancias comerciales de
los envíos a Cádiz. El oro español que llegaba allí sirvió para pagar
el déficit de la balanza comercial con Inglaterra, principal centro de
importaciones españolas de manufacturas (Wallerstein, 1984).
En el siglo XVI la mayoría de las islas del Caribe estaban en ma-
nos de España, en particular las grandes islas, como Trinidad y las
Grandes Antillas, Cuba, Jamaica, La Española y Puerto Rico. Allí se
criaba ganado y se cultivaban plantas para alimentos, y algo de ta-
baco y azúcar (Wallerstein, 1984). Pero entre 1604 y 1640, ingleses,
franceses y holandeses invadieron el Caribe y se apoderaron de las
islas más pequeñas. En 1629 bucaneros franceses desembarcan en
Tortuga, frente a las costas de La Española, y toman el control de esta
última, y en 1655 los ingleses se apoderan de Jamaica, que se conver-
tirá en centro de plantaciones azucareras.
En todo este período del siglo XVII, hasta su fin, el Caribe se con-
vierte en espacio de bucaneros y de contrabando. Los bucaneros rea-
lizaban dos tipos de saqueos: a flotas que transportaban oro y plata y
a ciudades. Entre 1655 y 1671, fueron devastadas dieciocho ciudades
colonizadas por España.
La piratería, en tanto, una de cuyas sedes estaba en Jamaica en
manos inglesas, se dedicaba a asaltar básicamente a flotas españo-
las, con la autorización de las autoridades holandesas y británicas.
En 1628 fueron los holandeses quienes asaltan la flota española, y en
1656 y 1657 fueron piratas ingleses los que actúan. En teoría la pirate-
ría fue proscrita por el tratado anglo-español de 1670. Pero continuó
35
Jaime Osorio

con vigor a lo menos hasta 1685, siendo enterrada por el tratado de


Rijswijk en 1697. Antes, en 1692, un temblor destruyó el reducto bu-
canero de Port-Royal en Jamaica (Wallerstein, 1984).
Tras la guerra de Sucesión en España, se termina de convalidar el
declive de esta monarquía. Iniciada en 1702 y finalizada en 1713, en-
frentará a Borbones –que con el aval de Francia y Luis XIV apoyan a
Felipe V para rey– con los Habsburgos, que levantan a Carlos III para
el cargo, apoyado por austríacos e ingleses, lo que propiciará el ale-
jamiento de Felipe V de Francia, a fin de hacerse con el título de rey
de España, ya que los ingleses rechazaban su ascenso al trono mien-
tras estuviera en la órbita de Francia. Como pago por este apoyo, los
ingleses obtendrán “el privilegio del asiento”, que refiere al derecho
para trasladar esclavos a las colonias españolas, un negocio muy re-
dituable en ese tiempo y cuya cesión habla de la debilidad española.
Esa guerra termina con la firma del tratado de Utrecht en 1713,
que establece la pérdida de las posesiones de España en Europa, y
se reconoce el dominio marítimo del imperio inglés, y su ocupación
de Gibraltar (Wallerstein, 1984). Con ello se ratificaba la retirada del
reino de España de las grandes disputas por el poder económico y po-
lítico en Europa y por la primacía en el sistema mundial capitalista
que se conformaba.
Tras el tratado de Westfalia de 1648, la disputa por el poder en Eu-
ropa se convierte en una lucha trilateral entre las Provincias Unidas,
Inglaterra y Francia. En lo que sigue veremos cómo Inglaterra logra
doblegar a estos rivales.

Disputas y triunfo de Inglaterra sobre Holanda

Durante el siglo XVII Holanda dominó el transporte marítimo. Las


flotas holandesas se expandieron por el mundo en ese siglo y domi-
naron el comercio en el mar Báltico, alcanzando África, el Caribe y
Brasil, donde ocuparon el noreste de esa colonia entre 1625 y 1654, re-
cuperada ese año por los portugueses. Desde mediados del siglo XVI
36
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Amsterdam asume el relevo que tuvo Sevilla al “retomar los hilos del
imperio en disolución de los Habsburgos”, al decir de Wallerstein
(1979, p. 282). Este ascenso forma parte también de la llamada revo-
lución de los Países Bajos que tiene lugar en la segunda mitad del
siglo XVI, la que genera un sinnúmero de discusiones respecto a si
fue “nacional” o bien “burguesa”, según se enfaticen las revueltas por
la independencia frente a la Corona española o bien una revuelta de
toda la nación de los Países Bajos, que solo consigue liberar a la mi-
tad de la misma (Wallerstein, 1979).
El poderío naval y mercantil alcanzado por las Provincias Unidas
fue acompañado también por el desarrollo de importantes activida-
des productivas, siendo una de las más relevante la pesca en general,
como bacalao de Islandia y ballenas, y de arenque del mar del Norte
en particular, calificada como “la mina de oro holandesa”, al decir de
Wilson (citado en Wallerstein, 1984, p. 52).
La salación de los pescados permitirá que se prolongue su conser-
vación y al mismo tiempo que los barcos se puedan adentrar al mar
de cinco a seis semanas, elevando su eficiencia, lo que desatará el
contrabando a fin de apropiarse de cargas de sal de naves españolas.
La grasa de ballenas se empleaba para fabricar jabones y combusti-
ble para candiles.
La construcción naval de las Provincias Unidas fue muy relevan-
te. Hacía 1670 poseían un tonelaje tres veces superior al de los in-
gleses. La construcción naval contaba con serrerías accionadas por
viento, así como poleas, aparejos y grandes grúas para mover los
maderos. “Se calcula que un barco de guerra requería 2 mil robles,
que necesitaban un siglo de maduración para que la madera no se
cuarteara demasiado pronto; y 2 mil robles requerían en aquella
época 20 hectáreas de bosque” (Wallerstein, 1984, p. 59). Los bosques
alrededor del mar Báltico fueron la fuente de estas maderas para los
holandeses.
También desarrollaron el refinado de azúcar hasta 1660, destile-
rías, papel, producción de libros, industria del ladrillo y cal; loza, ta-
bacos y pipas, cerveza, aceite y jabón.
37
Jaime Osorio

En la agricultura, a fin de ganar tierras, desarrollaron los pólde-


res para el drenaje del agua de mar, movidos por molinos de viento.
Los suelos no eran adecuados para la labranza, por lo que se dedica-
ron al cultivo de plantas para uso industrial, como el lino, el cáñamo
y el lúpulo (Wallerstein, 1984).
La industria textil también contó con un importante desarrollo,
dadas las ventajas gestadas con la producción de tintes, y elevó la
calidad de los paños ingleses sin teñir.
En 1662, el 60 % de la población de las Provincias Unidas vivía
en ciudades. La población de Amsterdam, que sucedió a Amberes
como principal puerto comercial, pasó de cincuenta mil habitantes
en 1600 a doscientos mil en 1650. En Amsterdam había industrias
auxiliares de la producción naval, como cordelería, bollería, efectos
navales, construcción de instrumentos náuticos y cartas marítimas
(Wallerstein, 1984).
“Ningún otro país –sostiene Wallerstein– contó con un complejo
de producción agroindustrial tan coherente, cohesionado e integra-
do, y ello pese a las complicaciones económicas de librar duran-
te ochenta años una guerra de independencia” (Wallerstein, 1984,
p. 60), haciendo referencia a la larga guerra de independencia de los
Países Bajos contra España entre 1566 y 1605. Será solo en 1648, al
finalizar la guerra de los Treinta Años (1618-1648), cuando España re-
conoce la independencia de Holanda.
La hegemonía de Holanda y las Provincias Unidas toma forma
entre 1625 y 1675. Ese breve período llegará a su fin por una serie
de acontecimientos entre los que se pueden mencionar la recupe-
ración de Brasil por Portugal, como resultado de la primera guerra
anglo-holandesa. Durante la segunda guerra anglo-holandesa los
holandeses perdieron Nueva Amsterdam y algunos fuertes en África
occidental. En la América española, a su vez, las operaciones navales
holandesas dejaron pocos resultados y proporcionaron más bien un
“escudo naval” para que ingleses y franceses construyeran sus colo-
nias. Siendo los holandeses los primeros en el comercio de esclavos

38
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

hacia América, alrededor de 1675 perdieron sus posiciones ante la


Royal African Company de los ingleses.
Además de las guerras, la rivalidad con los holandeses se irá de-
cantando a favor de Inglaterra con la firma de las Navigation Acts,
siendo promulgada la primera en 1651. Este decreto iba dirigido a
doblegar la competencia holandesa por la vía de restringir los mo-
vimientos de naves extranjeras en el comercio exterior inglés, don-
de los holandeses dominaban, y particularmente las importaciones
hacia Inglaterra. Los efectos se hicieron sentir rápidamente, ya que
en el plazo de nueve años (1651-1670) en Inglaterra se construyeron o
habilitaron 51 naves con elevada capacidad de carga.
En 1660 se declara la segunda Acta de Navegación, donde las res-
tricciones se hacen más específicas sobre los bienes europeos o colo-
niales que podrían ser importados en naves británicas, reservando
para estas los cargamentos masivos, donde hasta entonces domina-
ban los holandeses. La puntilla será la doble decisión de la monar-
quía inglesa de establecer en 1662 restricciones para la adquisición
de naves extranjeras y la Staple Act de 1663, que obligaba a las colo-
nias británicas a adquirir la mayor parte de bienes importados desde
Inglaterra, afectando los traslados holandeses desde diversas regio-
nes (Frank, 1979). Todas estas medidas otorgaron un enorme impulso
a la industria naval inglesa y graves perjuicios al comercio holandés.
Para Jones, la “abdicación de su condición de gran potencia” por
parte de los holandeses se produjo en mayo de 1689, cuando Gui-
llermo III dispuso que la flota holandesa quedara subordinada a la
inglesa (citado en Wallerstein, 1984, p. 349). Aquí vale recordar que
Guillermo III nació en La Haya (1650) y fue hijo de Guillermo II, Prín-
cipe de Orange-Nassau y de María Estuardo, princesa real, y que el
primero murió días antes de su nacimiento, en tanto su madre falle-
ció cuando contaba con diez años, designando en su testamento a su
hermano, el rey Carlos II, como su tutor legal.

39
Jaime Osorio

En 1672, año del “desastre de Holanda”,11 Guillermo luchó contra


las tropas francesas e inglesas durante la invasión a las Provincias
Unidas, y en alianza con España sus fuerzas militares derrotaron
a Inglaterra, con la cual firmará la paz en 1674. En 1672, Guillermo
obtuvo el cargo de estatúder de cinco provincias en las Provincias
Unidas, entre ellas, Holanda.
Ante las continuas manifestaciones en Inglaterra en contra de Ja-
cobo II, rey católico, los protestantes preparan la llegada de Guiller-
mo a Inglaterra, lo que acontece en junio de 1688, dando inicio a lo
que se conocerá como la Revolución Gloriosa. Una vez en Londres, en
un viaje sin mayores sobresaltos, ante la deserción de oficiales pro-
testantes del ejército y el apoyo de la nobleza, en 1689 es nombrado
soberano de Inglaterra, como Guillermo III, junto a su esposa Ma-
ría II, manteniendo el cargo de estatúder recibido por las Provincias
Unidas en 1672. Es en 1689, al finalizar la Revolución Gloriosa, que
Guillermo III buscó que Holanda se ubicara en la misma posición
que Inglaterra en los conflictos comunes con Francia, por lo que
otorgó privilegios a la Marina Real y estableció que la flota holande-
sa quedara bajo mando inglés en operaciones conjuntas.
La retirada de Holanda de las disputas por Europa y el comercio
ultramarino dejaba solo a dos rivales, la fuerza presente, Francia, y la
fuerza emergente, Inglaterra.

Disputas y triunfo de Inglaterra sobre Francia

Los numerosas conflictos y guerras llevadas a cabo por el reino britá-


nico en los siglos XVI y XVIII constituyen instrumentos defensivos,

11
Ingleses y franceses, con colaboración de Suecia, atacan Holanda, en un tiempo en
que los Orange han sido apartados del gobierno y un regente, Johan de Witt, ejerce
como primer ministro. Las tropas invasoras ingresan al territorio y se gesta un gran
malestar popular contra las malas decisiones del primer ministro y de su hermano
Cornelius, los que terminan siendo linchados y desollados, en condiciones que aver-
güenza su recuerdo. Muchos historiadores adjudican al estatúder Guillermo preparar
aquel episodio.

40
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

para sortear peligros, pero la mayoría son abiertamente ofensivos,


que buscan someter a los rivales, abriendo con ello un abanico de
oportunidades para moverse por los mares y acceder a territorios
colonizados por antiguos y nuevos rivales, obteniendo en general lu-
crativas ventajas.
En la crucial batalla de Barfleur en 1694, que formó parte de la
guerra de los Nueve Años, la flota francesa se vio superada en bar-
cos (cuarenta y cuatro franceses frente a noventa y nueve ingleses y
holandeses), en cañones (3.240 frente a 6.756) y en capacidad de ma-
niobra. La principal táctica en este tipo de batallas había sido la de
los “bombardeos” entre “buques de línea” diseñados para ello, pero
los “cañones eran lastimosamente inexactos”, por lo que las victorias
comenzaron a depender de la “ventaja de la posición”. De esta forma,
“el dominio del mar pasó de un golpe a los aliados y en particular a
Inglaterra” (Ehrman, citado en Wallerstein, 1984, p. 346).
Para fines del siglo XVII el debate central en las esferas de poder
inglesas era si la lucha contra Francia debía ser por mar o por tierra.
Ni Francia ni Inglaterra, en una época de estancamiento económico,
podían soportar el costo de los preparativos militares tanto de ejérci-
tos como de la armada. Los defensores de la lucha marítima veían en
la guerra la ruta para alcanzar nuevos mercados y derrotar a los riva-
les. Para ello, postulaban también luchar en las zonas de la periferia
de Europa. La guerra en tierra, consideraban estos sectores, llevaría
a una alta presión fiscal que perjudicaría al comercio. Los defensores
de la guerra por tierra sostenían en contrario que si eso no se hacía,
Francia atraería a su órbita a otros Estados europeos, que podrían
excluir a Inglaterra de un sistema arancelario continental (Wallers-
tein, 1984,). En condiciones donde había que optar por uno u otro, los
ingleses se inclinaron por la armada y los franceses por el ejército.
En su condición de isla, Inglaterra tenía ventajas sobre las po-
tencias del continente. El empleo del barco de vela era su principal
protección, sin la inversión en ejército. De esta manera, los gastos de
defensa contra una invasión eran inferiores a sus rivales (Goubert,
citado en Wallerstein, 1984).
41
Jaime Osorio

Fue gracias a la conjunción entre una gran armada y un próspero


comercio por lo que “Inglaterra conquistó el poder marítimo sobre
otros Estados y por encima de ellos” (Mahan, citado en Wallerstein,
1984, p. 347).
El tratado de Rijswijk de 1697, que puso fin a la guerra de los
Nueve Años, marcó “el primer paso atrás dado por Francia” desde
Richelieu (Martin, citado en Wallerstein, 1984, p. 348). Francia se vio
obligada a reconocer a Guillermo III como rey de Inglaterra, Escocia
e Irlanda y a Ana como su heredera. Además, debió devolver todos
los territorios adquiridos desde el tratado de Nimega (excepto Estras-
burgo y Alsacia), parte o la totalidad de Flandes, Luxemburgo, Lore-
na, Renania, Pinerolo y Cataluña. También Fort Albany a la Hudson
Bay Company.
Al finalizar la guerra de Sucesión española (1702 a 1713), donde
los reinos de Francia e Inglaterra discrepan en sus apoyos, –como ya
hemos señalado– se firma el tratado de Utrecht que implicó trasferir
de Francia a Inglaterra el llamado “privilegio de asiento”, que otor-
gaba derechos a la venta de cierta cantidad de esclavos a las colonias
españolas en América, “lo que llegaría a convertirse en el eje central
del desarrollo del siglo XVII” (Frank, 1979, pp. 92-93), donde comer-
ciantes y el reino de Inglaterra alcanzarán grandes dividendos. Así,
la Compañía del Mar del Sur consiguió los derechos de venta para
importar anualmente 4800 esclavos a la América española durante
treinta años.
También en ese tratado Inglaterra ganó el derecho a un “navío
de permiso” que podía recalar en puertos de colonias españolas. Así,
la Compañía de Mar del Sur podía enviar un buque con quinientas
toneladas de mercancía cada año para su venta en la América espa-
ñola, lo que abría un boquete –que será bien aprovechado– para la
intromisión inglesa en espacios del debilitado imperio español.
Entre 1713 y 1739 hubo un breve período de paz, aprovechado por
Francia para rehacer su poderío marítimo e industrial. Pero la guerra
llegó nuevamente en 1740 por las disputas de la sucesión austríaca
entre Prusia, aliada con Francia, y Austria, aliada con Gran Bretaña
42
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

y los Países Bajos. La guerra finaliza en 1748 con la firma del tratado
de Aquisgrán. En esta guerra Francia perdió la mitad de sus buques
de línea y más de mil buques mercantes. Y se reafirmó el poderío
británico en el mar (Wallerstein, 1984).
Durante la mayor parte del período entre 1689 a 1776, en Inglaterra
se aplicó el sistema de primas respecto a la producción de cereales. “En
el siglo XVIII esta medida resultó ser la piedra angular de la prosperi-
dad inglesa” (Cunningham, citado en Wallerstein, 1984, p. 373).
“Ni el mercado interior de Inglaterra ni el mercado interior de las
cinco grandes fermes de Francia eran lo bastante grandes como para
soportar una fuerte tendencia a la mecanización de la Industria”
(Wallerstein, 1984, p. 373). Para Inglaterra era necesario conquistar
mercados exteriores. Para Francia era necesario conseguir la inte-
gración económica del Estado.
A pesar de las bondades alcanzadas en las plantaciones azucare-
ras, Gran Bretaña tiende a prestar creciente atención hacia Nueva
Inglaterra, la que se ha convertido en gran demandante de sus bienes
manufacturados, y donde se topa nuevamente con la presencia fran-
cesa, lo que dará inició a la guerra de los Siete Años (1756-1763). En
esta “la estrategia británica ya no se limitó simplemente al saqueo de
las colonias francesas, sino a su anexión” (Frank, 1979, p. 98).
En las negociaciones de la Paz de París (1763) que ponen fin a la
guerra de los Siete Años, sin embargo Inglaterra cedió posiciones,
privilegiando salvaguardar Canadá. Más adelante, los franceses per-
derían posiciones en Norteamérica e India y los ingleses, Florida y
algunas islas en el Caribe. Para Wallerstein, es con la firma de la Paz
de París que “los ingleses ganaron […] una guerra que duraba ya cien
años, por la sucesión de la hegemonía holandesa de mediados del
siglo XVII” (Wallerstein, 1984, p. 359).
La importante derrota propinada a la flota naval de Francia y Es-
paña en la batalla de Trafalgar, en octubre de 1805, acentúa el triun-
fo estratégico de Inglaterra sobre Francia en particular, eliminando
así al último gran rival en la lucha por ponerse a la cabeza del sis-
tema mundial capitalista, lo que se corroborará tras la derrota de
43
Jaime Osorio

Napoleón en Waterloo y la realización del Congreso de Viena de 1815.


De esta forma, “la supremacía británica se hallaba bien asegurada: el
curso de la futura acumulación mundial de capital había sido fijada
en la Paz de París” (Frank, 1979, p. 100).

El surgimiento del capitalismo en Inglaterra

Los triunfos navales sobre sus adversarios explican en parte las


condiciones ventajosas alcanzadas por Inglaterra para encabezar
los procesos que conducirán al capitalismo. A ello se agregarán las
transformaciones en los procesos productivos, en los instituciona-
les y estatales, que en conjunto con los triunfos en el terreno militar
pondrán a Inglaterra a la cabeza del capitalismo naciente y del siste-
ma mundial que lo acompaña. Hacia estos aspectos dirigimos ahora
nuestra atención.

Dos vías al capitalismo

Marx señala que “el tránsito del régimen feudal de producción [al
capitalismo] se opera de un doble modo”. Uno, donde “el productor
se convierte en comerciante y capitalista”, es decir, productores que
logran acumular capital y se dedican al comercio y que terminan or-
ganizando la producción (con nuevos productores asalariados) sobre
una base capitalista (Dobb, 1971, p. 155), y destaca que “este es el cami-
no realmente revolucionario” (cursivas añadidas). Otro, en que

el comerciante se apodera directamente de la producción. […] como


el clothier inglés del siglo XVII, que coloca bajo su control a los teje-
dores, a pesar de ser independientes, [y] les vende la lana y le compra
el paño. […] [fórmula que Marx considera que] no contribuye de por sí
a revolucionar el antiguo régimen de producción, sino que lejos de ello
lo conserva y lo mantiene como su premisa (Marx, 1973b, p. 323; cur-
sivas añadidas).

44
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Este último camino, señala Marx, “por mucho que […] influya histó-
ricamente como tránsito […] se interpone en todas partes al verdade-
ro régimen capitalista de producción y desaparece al desarrollarse
este” (Marx, 1973b, p. 323).
Dobb señala que “el tipo de transición a que se refería Marx se
estaba ya produciendo en Inglaterra en la segunda mitad del XVI y
que, hacia el advenimiento de Carlos I, habían sobrevenido ciertos
cambios significativos en el modo de producción”. Y agrega: “los dos
caminos de que habla Marx no se mantienen apartados en todo su
trayecto sino que, a menudo se confunden por un trecho y, en ciertos
lugares, se cruzan”. Pero que, “no obstante esta complejidad, ciertas
tendencias globales pónense de relieve: ellas significan un creciente
predominio del capital sobre la producción [industrial o agraria]” (Dobb,
1971, p. 156; cursivas añadidas).
Para Marx, “aunque los primeros indicios de producción capita-
lista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Me-
diterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en
realidad, del siglo XVI” (Marx, 1973a, p. 609; cursivas en original).
Los términos “creciente predominio” en Dobb y “era capitalista”
en Marx, en las citas anteriores, parecen apuntar a que las relaciones
capitalistas de producción se expanden y multiplican. Pero solo será
con la Revolución burguesa del siglo XVII en Inglaterra que el capi-
talismo encontrará condiciones para alcanzar y establecer un modo
de producir, el que será alentado por el poder de la burguesía en el
Estado.

Antecedentes institucionales

Antes de la conquista de Inglaterra, en el siglo XI, –a la cabeza de


Guillermo II, Duque de Normandía y proclamado rey de Inglaterra
el 25 de diciembre de 1066– los normandos contaban con una “or-
ganización ‘política’ feudal […] que probablemente no tuvo paralelo
alguno en Europa” (Brenner, 1988, pp. 301-302). En ella destaca

45
Jaime Osorio

una supremacía efectiva del duque en la regulación y reglamenta-


ción de los litigios entre sus vasallos y colonos, y en su habilidad para
controlar la construcción de los castillos de sus nobles y para confis-
carles las tierras en caso de rebelión. (Brenner, 1988, p. 302)

Luego de la conquista de Inglaterra, dicha organización normanda


y la aplicación de las normas “alcanzaron la cota más alta” (Brenner,
1988, p. 302).
Con esto el feudalismo inglés inició en condiciones especiales.

La centralización feudal en Inglaterra se manifestó […] por la prohi-


bición de guerras intestinas […] [y] por un procedimiento por el que
todo nuevo vasallo o colono debía jurar fidelidad, no tan sólo a su
señor inmediato, sino también al rey. (Brenner, 1988, p. 302)

Así, “el monarca, como señor eminente, se convirtió en el foco de


todo este proceso, [donde] el poder y la fuerza de la monarquía no
eran más que expresión de una colaboración señorial profunda y
distendida”, ya que “en cada faceta del gobierno, la corona depen-
día del apoyo que le podía prestar la aristocracia” (Brenner, 1988,
pp. 302-303).
El reforzamiento de los controles feudales y la puesta en marcha
de mecanismos que incrementaran la apropiación de excedentes ge-
nerados por los campesinos se constituyeron en algunos de los pri-
meros resultados de la dominación normanda en Inglaterra.
El fortalecimiento de la monarquía, a fines del siglo XII, expresa-
da en el desarrollo de la justicia real y de la common law, tuvo como
expresión la reconstrucción del poder señorial sobre el campesina-
do, patentizando los sustantivos acuerdos entre la realeza y los seño-
res feudales.
En fechas posteriores, a lo menos desde el siglo XIII, junto al po-
der del monarca emergen los parlamentos, instituciones colectivas
que representan a las clases dominantes, los que juegan un papel de
contrapeso al poder de aquel (Anderson, 1979). Este parlamento en el
caso inglés tiene un carácter unitario e interclasista, destacando que

46
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

solo había una asamblea o parlamento que expresaba a dichas clases


de todo el territorio, y no como aconteció en otros reinos europeos
en donde se constituyen varios en las diferentes provincias.
En ese parlamento no se dio la división entre nobles, clérigos y
burgueses, presente en otros parlamentos europeos, por lo que des-
de Eduardo III (1327-1371) en adelante, los caballeros y las ciudades
estaban representados junto con los barones y obispos. La división
posterior del sistema bicameral entre Lores y Comunes no dividió
al Parlamento en una línea estamental, sino que estableció una dis-
tinción interclasista al interior de la nobleza. Así, “una monarquía
centralizada produjo una asamblea (o Parlamento) unificada” (An-
derson, 1979, p. 112).
Con Enrique VII, quien reinó de 1497 a 1509, el Parlamento solo
fue convocado una vez, como resultado del afán del rey de controlar
el poder señorial, muy poderoso en el período que lo precedió, limi-
tando o suprimiendo los séquitos armados y uniformados, al tiempo
que buscó poner trabas al soborno de jurados, así como poner fin a
las guerras privadas. Incrementó también los dominios reales por la
vía de la recuperación de tierras y logró a su vez elevar los ingresos
reales. Todo esto hizo posible que su sucesor heredara un poderoso
ejecutivo junto con una hacienda próspera.
El nuevo rey, Enrique VIII, tras su divorcio de Catalina de Aragón,
convocó al Parlamento, que se convertiría en el más largo de la his-
toria, ante la necesidad de movilizar a los terratenientes a fin de re-
unir fuerzas frente al poder del papa Clemente VII y del emperador
Habsburgo de España, Carlos V, para lograr el reconocimiento de su
divorcio y de su nuevo matrimonio.
El rechazo de estas autoridades a su petición propició la ruptura
del monarca inglés con el papado, su adscripción a la Reforma pro-
testante y su declaración de jefe de la Iglesia anglicana. Al mismo
tiempo, llevó a cabo la expropiación de templos, monasterios y de
las extensas tierras de la Iglesia católica, las que pasaron al Estado
inglés, mismas que se traspasan y venden en condiciones muy favo-
rables a nobles y terratenientes.
47
Jaime Osorio

Con la convocatoria real se revitalizó el Parlamento y también la


monarquía, permitiendo asumir el control de todo el poder eclesiás-
tico, la supresión de franquicias señoriales, la integración de seño-
ríos fronterizos y la incorporación de Gales al reino.
Bajo la dinastía de los Tudor, que inicia con Enrique VII, la mo-
narquía inglesa presenta una diferencia sustantiva con el resto de
sus congéneres europeas: careció de un sólido aparato militar, alen-
tada por la paz interna, en momento de grandes agitaciones en el
continente europeo. El carácter insular de Inglaterra jugaba a favor
de reducir las presiones para reforzar la seguridad militar, y con ello
las presiones por establecer mayores o nuevos impuestos, lo que fa-
voreció el auge de actividades industriales.
Desde Enrique II, en el siglo XII, Inglaterra contaba con una mo-
neda unificada, lo que alentaba los intercambios y facilitaba las fi-
nanzas reales. De igual manera, ello prestaba condiciones favorables
para la centralización del territorio bajo el dominio de la monarquía,
lo que repercutía en la integración de regiones.
Las reformas administrativas impulsadas por Thomas Cromwell
bajo Enrique VIII, como la centralización de las finanzas, la creación
de un Consejo Privado para coordinar la administración y la racio-
nalización de la casa del rey, pondrán a la monarquía inglesa a la
cabeza en la materia.

Este periodo de fortalecimiento administrativo del Estado fue el úni-


co periodo en la historia inglesa a partir de 1066 en el que el país no
tuvo posesiones ultramarinas (excepto Irlanda) […] de modo que el ta-
lento administrativo podía ser enfocado totalmente hacia el interior
[…] [por] lo que el siglo XVI vio la integración de las ciudades inglesas
en una sola unidad nacional, en una medida que no tenía paralelo en
el continente (Wallerstein, 1979, p. 331).

La condición insular de Inglaterra también propició una distancia


inusual entre la nobleza y las actividades militares, muy internaliza-
da en las primeras etapas medievales.

48
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Esto permitió –señala Anderson– una conversión gradual de la aristo-


cracia hacia las actividades comerciales, mucho antes que cualquier otra
clase rural comparable en Europa. El predominio de la producción de
lana aceleró su expansión, al igual que la industria rural de paños, que
abrían espacio para las inversiones de la gentry.12 La aparición de un
sector capitalista rural en expansión en el siglo XVII quedaba abier-
ta. […] [y] el carácter legalmente separado [de aquel sector capitalista]
de la nobleza inglesa se hizo prácticamente imposible de sostener
(Anderson, 1979, p. 123; cursivas añadidas).13

En 1540 Enrique VIII asumió el título de rey de Irlanda como parte de


sus ofensivas a Roma por el rechazo a su divorcio, ya que el papado
había investido a la monarquía inglesa con el señorío de Irlanda, en
tanto feudo de Roma. Pero Irlanda nunca logró ser controlada por
los Tudor. En ese cuadro, Turlough O’Neill, jefe católico del clan del
Úlster, en 1595 encabeza una insurrección en protesta por la repre-
sión inglesa. Los enfrentamientos duraron nueve años, hasta que las
fuerzas inglesas lograron la rendición de los rebeldes tras una agresi-
va política de exterminio de los insurrectos y sus apoyos.
La ausencia de un ejército regular tuvo en Inglaterra la contra-
partida de un sustancial desarrollo de la industria naval y de poderío
en el mar. Fue Enrique VIII el que dio impulsos a esta situación. La
armada podía operar para la guerra como para el comercio. Ya desde
el siglo XVI el grueso de la flota inglesa estaba conformado por bar-
cos mercantes, a los que se podían acoplar cañones, los que una vez
terminadas las guerras podían volver a las actividades comerciales.
Los nuevos barcos, más adelante, fueron acondicionados con caño-
nes de largo alcance y asentados en plataformas móviles, lo que les
permitía enfrentamientos a distancia y con mucha movilidad.

12
El término presenta interpretaciones diversas, destacando los de pequeña nobleza,
alta burguesía y pequeña aristocracia. Para una exposición de las diversas acepciones
de los términos gentry y yeomen, véase Wallerstein (1979, pp. 337-360).
13
Esta interpretación está también en Dobb (1971) y Brenner (1988), y es retomada por
Meiksins Wood (2016).

49
Jaime Osorio

En 1603, a la muerte de Isabel I de Inglaterra, quien no tiene des-


cendencia, llega a su fin la dinastía de los Tudor, siendo reemplazada
por la dinastía Estuardo. Con la subida al trono de Jacobo I, Escocia
se unió a Inglaterra por un vínculo personal, al ser el nuevo rey hijo
único de María I, reina de Escocia y de la estirpe de los Estuardo.
En 1625 le sucede su hijo Carlos I, quien comienza a poner en mar-
cha una serie de medidas, sin contar con el control parlamentario,
con el fin de incrementar los ingresos de la monarquía y su extensa
maquinaria administrativa, con estipendios por transferencia de tí-
tulos caballerescos, puesta al día de los derechos de tutela y otros,
como la venta de cargos públicos, medidas que provocaron el ma-
lestar de los nobles particularmente. Con ello rompió con el acuerdo
que establecía que cualquier modificación de los impuestos debía
contar con la aprobación del Parlamento, Así toma forma un inci-
piente Estado absolutista en Inglaterra, que predominará también
en varias sociedades y reinos europeos.
Para este tiempo, la Cámara de los Lores reunía a miembros dis-
tinguidos de la nobleza y el clero, en tanto la Cámara de los Comunes
acogía a diputados por ciudades, generalmente representantes adi-
nerados de la gentry, esto es, nobles de bajas posiciones y burgueses
con recursos.

La revolución burguesa

Las relaciones de Carlos I y el Parlamento fueron tensas, tanto por


el tema impuestos como por su catolicismo. Esas discrepancias pro-
vocaron a lo menos dos guerras civiles que enfrentaron a los secto-
res que apoyaban al monarca, donde se contaban parlamentarios, y
sectores que apoyaban al Parlamento, propiciando que el rey lo sus-
pendiera en 1629, no siendo reabierto hasta 1640, período conocido
como los “once años de tiranía”.
La decisión del monarca de no convocar al Parlamento obedecía
al temor de los Estuardo a que echase abajo las medidas estableci-
das. Pero el llamado de Carlos I a reabrirlo llegará en momentos de
50
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

su mayor debilidad. En efecto, en 1638 se produce un levantamiento


religioso en Escocia por las imposiciones litúrgicas ordenadas des-
de Inglaterra, lo que se sumó a amenazas a los nobles escoceses de
perder algunas de sus tierras. Los Estados escoceses se unieron y
alcanzaron prontamente la conformación de un poderoso ejército
–particularmente alentado por los covenanters, sectores que busca-
ban hacer del presbiterianismo la religión oficial de Escocia– ya que
la aristocracia y toda la gama de poseedores de tierras estaban arma-
das, a diferencia de sus pares en Inglaterra.
En esas condiciones, Carlos I convoca al Parlamento en 1640, el
que procedió de inmediato a suprimir las medidas establecidas por
la monarquía en materia de impuestos, así como retirar al rey el po-
der de disolver el Parlamento. Al complejo cuadro se sumará la rebe-
lión católica en Irlanda de 1641, con masacres de ingleses y escoceses.
En este contexto, se desata la guerra entre el rey y el Parlamento in-
glés, que a las diferencias antes señaladas agrega las disputas por la
creación de un ejército capaz de hacer frente a la situación.
Carlos I no logró convencer al Parlamento de que dispusiera de
recursos a fin de pagar la conformación de un ejército para sofocar la
rebelión escocesa. Ante esta situación, propuso reclutar un ejército
con irlandeses católicos bajo la promesa de poner fin a las leyes que
los discriminaban. Ello provocó la alarma de los opositores parla-
mentarios, ya que temían que una fuerza de esa naturaleza pudiese
ser empleada más tarde contra ellos.
Con estos desacuerdos enfrente, la primera guerra civil se inicia
en 1642 y se extiende hasta mayo de 1646, cuando Carlos I se rinde a
un ejército escocés de covenanters en Inglaterra y es entregado a re-
presentantes parlamentarios ingleses a inicios de 1647. Previamente,
en 1644 y 1645, las tropas parlamentarias habían derrotado a las fuer-
zas monárquicas.
Carlos I logra escapar de la prisión y busca alianzas con los esco-
ceses para retornar al poder, lo que desata la segunda guerra civil que
se extiende de 1648 a 1649, en medio del desprestigio del rey. Oliver
Cromwell, quien regresó al Parlamento en 1640, luego de participar
51
Jaime Osorio

allí en 1628 y 1629, autoriza la expulsión de los parlamentarios que


buscaban negociaciones para el regreso de Carlos I, y se designa una
comisión para juzgar al rey por traición, siendo decapitado el 30 de
enero de 1649 y desterrado su hijo Carlos II, el heredero al trono.
En estas condiciones se declara la República en Inglaterra, perío-
do que se extenderá de 1649 a 1660. La imposición de una estricta
moral puritana y la extensión de la idea que el beneficio individual
es beneficioso para la sociedad constituyen ingredientes del avance
de los intereses burgueses en este gobierno.
Entre 1649 y 1651 se produce una tercera guerra civil que enfrenta
a los republicanos, encabezados por Cromwell, y realistas irlandeses
y escoceses que apoyaban las aspiraciones al trono de Carlos II, la
que termina con el triunfo republicano y el avance en “la pacifica-
ción” de Irlanda y Escocia.
A poco andar, la exigencia de crecientes controles, unida a la abo-
lición de la Cámara de los Lores y al peso del ejército en la gestión
gubernamental, genera la percepción entre las filas republicanas de
estar frente a una forma de Estado dictatorial, donde la mantención
de la Cámara de los Comunes constituye un leve soporte que atempe-
ra aquella situación.
Junto con establecer la tolerancia religiosa a grupos no católicos
y permitir el regreso de los judíos, luego que habían sido expulsados
en 1390, la otra gran medida de Cromwell fue dictar las Actas de Na-
vegación, medida que puso freno a las operaciones navales y comer-
ciales de los holandeses en puertos ingleses.
Cromwell fallece en 1658 y le sucede su hijo Richard, quien renun-
cia en 1659 por incompetencia. El Parlamento proclama rey a Carlos
II, el heredero antes expulsado, y con ello se pone fin a la República
y se restaura la monarquía. A la muerte del nuevo rey, asciende al
trono su hermano Jacobo.
Para 1688, con el derrocamiento de Jacobo II (hijo de Jacobo I) y
la conspiración de parlamentarios ingleses con altos funcionarios y
nobles holandeses, la oposición al antiguo monarca invita al yerno
de Jacobo, Guillermo de Orange, a que asuma el trono de Inglaterra,
52
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

lo que acontece en 1689 con el nombre de Guillermo III, en conjunto


con su esposa María II. De esta forma, se pone fin a la dinastía de los
Estuardo y se inicia la Revolución Gloriosa, que terminará por dar
forma a la monarquía parlamentaria, en donde la Corona comparte
el poder con el Parlamento.

El absolutismo inglés –señala Anderson– fue derribado en su centro


por una gentry comercializada, una city capitalista y un artesanado
y una yeomanry14 plebeyos: fuerzas que iban por delante de él. Antes
de que pudiera alcanzar la edad de su madurez, el absolutismo inglés
fue derribado por una revolución burguesa (Anderson, 1979, p. 141; úl-
tima cursiva añadida).

De esta forma, en la década de 1640 tiene lugar en Inglaterra la que


Hobsbawm denomina “primera ‘revolución burguesa’ completa”, ya
que fue la que “más entusiastamente subordinó la política al empre-
sario capitalista” (Hobsbawm, 1971, p. 68). Esta será seguida en 1689
por la Revolución Gloriosa, suceso que marca un sustancial avance en
los intereses de la fracción burguesa industrial en el Estado, por delante
de los intereses de productores agrícolas y comerciantes.

La producción agraria y el capitalismo

Que la revolución burguesa haya triunfado en Inglaterra en el siglo


XVII implica que el modo de producción capitalista ya se encuentra
en marcha. Deberá pasar a lo menos otro siglo para que el proceso
culmine. Pero contar con el poder del Estado le otorgó a la burguesía
condiciones para que aquel proceso se acelere.
Existe cierto consenso en ubicar en la producción agraria ingle-
sa el lugar en donde las relaciones sociales capitalistas alcanzaron
ese punto en que lo nuevo se gesta y la viejo comenzará a desapare-
cer. Pero no es en cualquier producción agraria. Con sus entonacio-
nes, Dobb y Brenner establecen matices: será en la gran propiedad

14
Pequeños terratenientes. Véase nota n.º 12.

53
Jaime Osorio

agraria en donde aquellas relaciones tomarán forma (Dobb, 1971;


Brenner, 1988).
Inglaterra sufre un poderoso proceso de acumulación de tierras
de la mano de acuerdos entre la monarquía y el Parlamento, en don-
de los campesinos pierden condiciones de defensa de tierras, como
acogerse a las curias reales en casos de litigios, lo que favorecía a los
grandes terratenientes. Los campesinos ingleses alcanzaron fuerzas
para impedir el regreso de la servidumbre, pero no la necesaria para
mantener el control de las tierras. La población campesina en Ingla-
terra solo controlaba el 30 % de la tierra, en tanto en Francia los cam-
pesinos alcanzaban el 40 % (Brenner, citado en Wallerstein, 1984).
En el siglo previo a las guerras civiles y la revolución burguesa
en Inglaterra, su pueblo gozó de inmunidad de impuestos, lo que fa-
voreció el surgimiento de campesinos prósperos (yeomen), artesanos
y mercaderes que fortalecieron la expansión del mercado interno
(Croot y Parker, 1988).
El surgimiento de la gran propiedad de la tierra constituye un
punto clave en el surgimiento de relaciones capitalistas, como sostie-
ne Brenner (1988). Las leyes permitieron la enorme concentración de
tierras, pero impedían a su vez su fraccionamiento, como ocurre con
el reparto por herencias, lo que sí ocurría en Francia, lo que originó
estructuras agrarias muy diferenciadas entre estas dos economías.
El traslado al agro de actividades manufactureras, para burlar el
estricto control de los gremios de cualquiera actividad ligada a su
espacio de acción en las ciudades, fue multiplicando la emergencia
de unidades productivas que producirán, por ejemplo, tejidos para
la exportación. Pero estas actividades se desarrollan en el contexto
de una sociedad que dispone de menos tierras para los campesinos.
El cercamiento de tierras formó parte del agresivo despojo lle-
vado a cabo por los señores en Inglaterra. “El alza de los precios de
la lana sirvió de acicate para estos abusos. [La antigua aristocracia]
[e]nar­boló como bandera la transformación de las tierras de labor en
terrenos de pasto para ovejas” (Marx, 1973a, p. 611).

54
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

La expropiación de tierras a la Iglesia católica en períodos previos


sirvió también para despojar a numerosos campesinos, en condicio-
nes donde tierras baldías y terrenos abandonados pasarían a ser su
refugio.
Con la Revolución Gloriosa, el poder quedó en manos de terrate-
nientes y capitalistas que buscan la plusvalía, “entregándose en una
escala gigantesca al saqueo de los terrenos de dominio público que hasta
entonces sólo se había practicado en proporciones muy modestas”
(Marx, 1973a, p. 61; cursivas en el original).
Así, “el progreso aportado por el siglo XVIII consiste en que ahora
la propia ley se convierte en vehículo de esta depredación de los bienes
del pueblo”. Y, añade Marx,

la forma parlamentaria que reviste este despojo es la de los Bills for


Inclosures of Commons [leyes sobre el cercado de tierras comunales]
[…] decretos por medios de los cuales los terratenientes se regalan
a sí mismos en propiedad privada las tierras del pueblo (Marx, 1973a,
pp. 616-617; últimas cursivas añadidas).

En este contexto, la presencia de miles de brazos despojados de tierras


será un elemento central que empatará con la presencia en el agro de yeo-
man ricos que rentan tierras para producir bienes agrarios y manufactu-
ras y que además agrupan a otros despojados, bajo la forma del pago de
salarios.
Esto va de la mano con la extensión del mercado interno:

En realidad, los acontecimientos que transforman a los pequeños


campesinos en asalariados y a sus medios de subsistencia y de tra-
bajo en elementos materiales del capital, crean a este, al mismo
tiempo, su mercado interno […] sólo la destrucción de la industria do-
méstica rural15 puede dar al mercado interno de un país la amplitud y la

15
Esto refiere a la producción manufacturera de campesinos en sus casas, y no a la
producción industrial rural, sustentada en trabajadores asalariados.

55
Jaime Osorio

consistencia que requiere el modo capitalista de producción (Marx, 2005,


pp. 937-938; énfasis añadido).16

Los límites de los mecanismos extraeconómicos o puramente coer-


citivos, por parte de la monarquía, alentará la emergencia de nuevas
formas de generación de excedentes ligadas a la mejora de rendi-
mientos y reducción de costos, el improvement, señala Meiksins
Wood (2016, p. 205). Sin tierras, los despojados sufrirán la compul-
sión económica de trabajar para otros por un salario para poder
sobrevivir.
Los propios arrendatarios de tierras se enfrentarán a estas exigencias,
en tanto las tierras serán disputadas por distintos sujetos que buscan
arrendarlas, siendo la elevación de la renta por los propietarios la
fórmula para continuar utilizando esas tierras.
La presión por incrementar la productividad y elevar las condiciones
técnicas de producción comenzará a convertirse en una exigencia para
todos los productores. Las reglas del mercado se irán imponiendo sobre
todos ellos.
Se fue gestando de esta forma una lógica de mejorar los rendi-
mientos y elevar la productividad que se fue convirtiendo en sentido
común e ideología del incipiente capitalismo agrario inglés. La con-
secuencia inmediata de este proceso fue una elevación de la produc-
ción en el agro inglés en el siglo XVI y se expresará en el siglo XVIII
como la edad de oro del capitalismo agrario inglés.
Pero es la multiplicación de relaciones sociales capitalistas en el
agro la clave para comprender el surgimiento del capitalismo, no los
adelantos técnicos. Si hubiese sido esto último, como señala Bihr, el
capitalismo hubiera surgido primero en China, y siglos antes, ya que
China fue sede de la invención y difusión de instrumentos y contaba
con enormes ventajas en ese terreno (Bihr, 2018).

16
Las citas anteriores aparecen –en la 5ª edición (2005) de El Capital de Siglo XXI, t. I,
vol. 3– con la letra a en cada pie de página, como textos que fueron sustituidos en la
3ª y 4ª ediciones.

56
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Otras ventajas alcanzadas por Inglaterra

La condición insular de Inglaterra jugó a favor de integrar muy tem-


pranamente a las regiones que la conforman, ya que parte importante
de los intercambios comerciales entre ellas se realizaban por las costas,
lo que permitió que producciones locales se convirtieran en nacio-
nales y de esta manera se fortalecieran. Esta integración económica
y política de regiones no fue un problema menor para los reinos de
España, Francia o Alemania, donde las comunicaciones entre regio-
nes debían realizarse por tierra y en muchas ocasiones por rutas
muy precarias.

La Inglaterra del siglo XVI era un Estado compacto. Obligada por


los tumultos de la guerra civil a recrear una clase dominantes uni-
ficada, Inglaterra fue capaz de absorber e incorporar a los sectores
marginales célticos, así como atraer al suficiente capital holandés
para respaldar la creación en el siglo XVIII, durante la era de Ro-
bert Walpole,17 de un Estado unipartidista estable. Fue este constante
incremento de la fuerza relativa del Estado inglés […] lo que explica
la capacidad inglesa de dejar atrás a Francia de forma definitiva en
el periodo comprendido entre 1750 y 1815 (Wallerstein, 1984, p. 404).

El cercamiento de tierras también jugó un papel relevante en esta


confluencia de procesos que permiten que Inglaterra se ponga a la
cabeza del comercio y la economía mundial. Como señala Mantoux,
“los cercamientos realizados durante los siglos XVI y XVII se dife-
renciaban […] de los del siglo XVIII: los primeros se habían opuesto a
la administración real, mientras que […] los últimos contaban con la
asistencia y el estímulo del Parlamento” (Mantoux, citado por Frank,
1979, p. 164). A fines del siglo XVII, prosigue,

los cercamientos y la expansión de las granjas tuvo […] como resul-


tado poner a disposición de la industria recursos de fuerza de tra-
bajo y energía que harían posible el desarrollo del sistema fabril. […]

17
Es el primero en ocupar el cargo de primer ministro del Reino Unido, entre 1721 y
1742.

57
Jaime Osorio

Muchos de los pequeños hacendados y granjeros se vieron reduci-


dos a la condición de asalariados […]. Existe, por tanto, una conexión
íntima entre el movimiento mediante el cual fue transformada la
agricultura inglesa y la aparición del sistema fabril (citado en Frank,
1979, pp. 164-165).

En la primera mitad del siglo XVIII, Gran Bretaña se convirtió en


la principal exportadora de cereales en Europa. La ley de primas al
trigo promulgada por el gobierno en 1688 para fortalecer la expor-
tación de cereales creo condiciones propicias para la expansión agrí-
cola (Wallerstein, 1984).
En 1699 se promulgó la ley sobre la lana irlandesa (Iris Woollen
Act) que acabó con la producción lanera irlandesa y obligó a los irlan-
deses a concentrarse en la producción de lino a través de industrias
a domicilio con salarios muy bajos (Wallerstein, 1984, p. 370). “Des-
pués de los esclavos negros –sostiene Hill–, Irlanda fue la principal
víctima del sistema de navegación que dio a Inglaterra su hegemonía
mundial” (citado en Wallerstein, 1984, p. 371).
Desde la década de 1690 el proteccionismo inglés sobre la indus-
tria fue palpable y notorio (Davis, citado en Wallerstein, 1984), algo
que sus rivales de la época no se plantearon con ahínco.
Las presiones financieras derivadas de las largas guerras con
Francia, los ingleses las enfrentaron mejor, por su acceso y reservas
de plata y oro. El comercio interior de Francia la orientó a privilegiar
la plata, principalmente de México, la que obtenía de su relación con
España. Pero como el comercio de Inglaterra era básicamente exte-
rior, optó por el oro en tanto moneda de liquidación internacional.
El oro procedía de Brasil, como ya hemos señalado, e Inglaterra lo
obtenía fundamentalmente de Portugal (Bouvier, citado en Wallers-
tein, 1984).
Cabe notar que el oro representaba el 60 % de todos los carga-
mentos brasileños en 1713. Y a lo largo del siglo XVIII Brasil exportó
unas ochocientas toneladas de oro puro (Morineau, citado en Wa-
llerstein, 1984). Una época de precios deprimidos para el conjunto

58
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

de los principales productos comerciables significa una época de


gran poder adquisitivo para los metales preciosos (Vilar, citado en
Wallerstein, 1984).
La revolución comercial a la que se asiste en el siglo XVIII repo-
só de manera fundamental en las plantaciones azucareras y en el
comercio de esclavos ligado a ellas (Frank, 1979). En 1700 Inglaterra
dominaba el comercio mundial del azúcar y cuando este decayó, In-
glaterra ascendió en el comercio de otros productos, en particular en
el comercio de esclavos africanos.
El mercado más importante para vender esclavos era el de las
colonias españolas en América. De allí la importancia en torno al
“privilegio de asiento”, conseguido por los británicos en los tratados
de Utrecht de 1713, que pusieron fin a la guerra de Sucesión en Es-
paña, con perjuicios para Francia y España. Ese privilegio –como ya
hemos visto– otorgaba derechos para la venta de esclavos en dichas
colonias, lo que permitió que compañías inglesas pudieran importar
anualmente 4.800 esclavos a la América española durante treinta
años. También en ese tratado Inglaterra ganó el derecho a un “na-
vío de permiso” que podía recalar en puertos de colonias españolas,
por lo que la Compañía de Mar del Sur pudo enviar un buque con
quinientas toneladas de mercancía cada año para su venta en esas
colonias.
En relación a la producción de azúcar, desde mediados del siglo
XVII los ingleses se extendieron por el Caribe impulsando las planta-
ciones azucareras. A comienzos del siglo XVIII, sufrirán las embesti-
das de franceses que producen a menores costos, debido a una mejor
organización y a tierras más fértiles. Barbados es donde se instala
la primera plantación inglesa, a la que seguirá Jamaica, que alcanza
alta producción a inicios del siglo XVIII. En total, los ingleses man-
tuvieron plantaciones en veinte islas. Según Sheridan, el beneficio
total que los británicos extrajeron de Jamaica en el año 1773 fue eva-
luado en más de un millón y medio de libras (citado en Frank, 1979).
Para el período 1741-1745, siempre según Sheridan, se produjeron
150 mil toneladas en promedio anual de azúcar, de las cuales 65 mil
59
Jaime Osorio

eran de plantaciones francesas –siendo la mayor la ubicada en La


Española, en particular en el territorio que hoy corresponde a Haití18
y en la isla de Guadalupe–, 41 mil de plantaciones británicas y 34 mil
de portuguesas, procedentes de Brasil, particularmente del nordeste
de este país. Cabe destacar que las plantaciones azucareras de Portu-
gal en Brasil fueron muy importantes, llegando a ser las dominantes,
pero a partir de 1660 entran en un período de declinación perdiendo
peso a fines de ese siglo (Frank, 1979).
El trabajo en las plantaciones azucareras era realizado por es-
clavos. En ese contexto, se desarrollará el comercio triangular, en
donde las compañías británicas alcanzarán grandes beneficios. Des-
de puertos como Liverpool salían las naves cargadas de productos,
muchos de los cuales –como armas, telas y alcohol– serán utilizados
para intercambiarlos por esclavos en las costas de África. Desde allí,
estos eran trasladados a islas de las Antillas, a puertos de Brasil y a
Nueva Inglaterra, zonas que en diversos momentos de los siglos XVII
a XIX generaron las mayores demandas de esclavos en América. En
esa zona los barcos se cargaban de tabaco, café, azúcar, algodón,
ron o cacao y regresaban a puertos de Europa para la venta de estos
productos.
Marx hace notar que “Liverpool creció considerablemente gra-
cias a la trata” de esclavos y que “esta constituyó su método de acu-
mulación originaria”, destinando a dicho próspero comercio quince
barcos en 1730, los cuales se elevan a 132 en 1792 (Marx, 1975, p. 949;
cursivas en el original).
El esclavismo, sin duda, se encuentra en la base de los procesos
de acumulación que harán posible los saltos –como la Revolución In-
dustrial– en Inglaterra, en primer lugar, y los avances del capitalismo
en Francia y en otras economías europeas, así como en los Estados
Unidos posteriormente. De esta forma, Marx establece una relación
que liga la existencia de asalariados y esclavizados, indicando que “la

18
Donde se produjo la revolución de esclavos en 1791 encabezada por Toussaint
L’Ouverture (James, 2003; Buck-Morss, 2013).

60
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exigía, a modo de


pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el Nuevo Mun-
do” (Marx, 1975, p. 949).19
La expansión del comercio marítimo, la avidez de beneficios y
los planes para debilitar o derrotar a las economías y reinos rivales
propiciará que la corona inglesa extienda sus conquistas anexionan-
do colonias de otros reinos y/o imponiendo mayores cuotas de par-
ticipaciones en el comercio de las mismas, lo que permitirá que la
revolución comercial del siglo XVIII, por ejemplo, sea considerada
una victoria para Gran Bretaña. “Hacia 1700 –señala Hobsbawm–
algo así como el 20 por ciento de las exportaciones inglesas deben
haber derivado hacia […] colonias (incluyendo las colonias de otros
Estados)”, cifra que sube hacia 1784, cuando “la mitad de las exporta-
ciones […] iban hacia ellas (incluidos los recientemente emancipados
Estados Unidos)”. Pero “la importancia del mercado colonial para las
exportaciones de piezas de algodón es aún más llamativa. Hasta 1770
[…] nunca ese mercado (incluyendo a Irlanda), absorbió menos de un
90 por ciento de aquellas” (Hobsbawm, 1971, pp. 65-66).
El control de vías de navegación jugará un relevante papel en el
expansionismo de Gran Bretaña. Tras la construcción del canal de
Suez, obra inaugurada en 1869, que implicó la apertura de un estre-
cho de 163 kilómetros y que estableció una vía marítima entre el Me-
diterráneo y el mar Rojo, Gran Bretaña logró asumir su control en
1875 tras comprar las acciones egipcias. De esta forma, los intercam-
bios –en particular con la India, China y con el puerto de Hong Kong
en específico– se hicieron más expeditos. Ese control recién pasará a
manos de Egipto a mediados del siglo XX, tras la nacionalización del
canal por el presidente Gamal Abdel Nasser (CUAIEE, s/f).

19
“Para el siglo XVIII –señala Buck-Morss– la esclavitud se había convertido en la
metáfora fundamental de la filosofía política de Occidente, connotando todo lo que se
concebía como maldad en las relaciones de poder” y “esta metáfora comenzó a echar
raíces precisamente en el momento en que la práctica económica de la esclavitud […] se
incrementaba cuantitativamente y se intensificaba cualitativamente, hasta tal punto
que, para mediados del siglo XVIII, servía de garante para todo el sistema económico de
Occidente” (Buck-Morss, 2013, p. 45; cursivas añadidas).

61
Jaime Osorio

La independencia de Estados Unidos

Poco más de un siglo y medio transcurre entre el establecimiento de la


primera colonia inglesa en Nueva Inglaterra, en 1607, en Jamestown
y la guerra contra Gran Bretaña, y la declaración de la independen-
cia de las trece colonias, proceso que se extiende entre 1773 y 1776,
año en que se proclama el Acta de Declaración de Independencia de
los Estados Unidos, redactada por Thomas Jefferson.
En ese breve tiempo, en la mayor parte de la actual costa atlántica
de ese país se constituirán las trece colonias, que por la vía de despojo
de tierras y la expulsión de pueblos indios hacia el oeste, generarán
sustanciales avances en la ganadería y en la producción industrial y
naviera, manteniendo un activo comercio con Gran Bretaña y colo-
nias españolas y francesas hacia el sur, como Florida, y con diversas
islas del Caribe.
Cabe destacar que las colonias que conforman Nueva Inglaterra
gozaban del “descuido” británico, como lo llamó Smith (citado en
Frank, 1979, p. 178) por las particularidades referidas a la “pobreza”
de la tierra y del clima, que impedían plantaciones reclamadas en la
época en el comercio internacional, y por la ausencia de minas de
metales preciosos y otros, lo que provocó el desinterés de la metró-
poli y que no sufrieran mayores presiones por recaudaciones, todo
lo cual otorgó condiciones para el fuerte desarrollo de las actividades
productivas y su comercio particularmente con las Indias Occiden-
tales (Frank, 1979).
En un cuadro recesivo en Inglaterra, se incrementaron las restric-
ciones de comercio y nuevos impuestos hacia las colonias en el nor-
te de América, donde destacan la ley del azúcar (1764) que prohibía
la compra de azúcar a los franceses del Caribe, así como impuestos
a la importación de textiles, café, índigo y vinos; la ley monetaria
(1764) que prohíbe a las colonias la emisión de billetes locales; la ley
del timbre y papel sellado, de 1765, que establecía impuestos sobre
publicaciones, documentos legales, manifiestos licencias y otros

62
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

documentos; y la ley de hospedaje del mismo año, que establecía que


los colonos debían hacerse cargo de la manutención de las tropas in-
glesas en las colonias, entre otras (Frank, 1979).
Las protestas de los colonos suben de tono en 1773, con el asalto
en Boston a naves inglesas cargadas de cajas de té, que serán lanza-
das al mar, lo que dará paso a hostigamientos y posteriores enfrenta-
mientos militares entre las colonias –deseosas de mayores libertades
y molestas por las imposiciones y restricciones comerciales– y Gran
Bretaña.
No es hasta 1783, con la firma del Tratado de París o de Versalles,
cuandoe Gran Bretaña reconoce la independencia de los Estado Uni-
dos, perdiendo las posesiones al sur de Canadá y al norte de Florida.
Francia y España intervendrán, primero de manera soterrada y
luego abiertamente en la guerra de independencia de Estados Uni-
dos, apoyando a los colonos y declarando luego la guerra contra
Gran Bretaña, aportando barcos, mandos militares, provisiones, ali-
mentos, armas y dinero. Los españoles hicieron de Florida un centro
de acopio en favor de los colonos. Este apoyo fue fundamental para
que este ejército, empleando táctica de guerrillas en un primer mo-
mento, logre tras exitosas maniobras la rendición del poderoso ejér-
cito británico en Virginia en 1781.
El mismo día de la firma de los acuerdos con Estados Unidos, en
1783, Gran Bretaña firmó acuerdos con España y Francia por sepa-
rado, lo que puso fin a sus colonias en América. La primera mantu-
vo Florida Oriental y Occidental, pero no logró la recuperación de
Gibraltar. A su vez, Gran Bretaña logró mantener Canadá, la que se
convirtió en refugio de cerca de setenta mil leales a la Corona britá-
nica que salieron de Estados Unidos luego de la declaración de in-
dependencia y a pesar de la firma de acuerdos en donde las nuevas
autoridades estadounidenses les aseguraban la protección de sus
propiedades.
Los británicos se cobrarán pronto las afrentas sufridas por Fran-
cia y España en Norteamérica. En Waterloo, en 1815, el exitoso ejér-
cito napoleónico sufre su derrota terminal, en tanto también en los
63
Jaime Osorio

inicios del siglo XIX los británicos alientan los procesos de indepen-
dencia de las colonias españolas en América, a lo menos con recur-
sos monetarios, obteniendo ventajosas posiciones en el comercio
con los nuevos gobiernos criollos que se conformarán.
En contra de lo que cabría suponer, la economía inglesa no res-
intió mayormente el proceso de independencia estadounidense, en
tanto se mantuvieron intercambios comerciales sustantivos, e In-
glaterra ya contaba con reservas de mercados y poder internacional
que compensaron la pérdida de Nueva Inglaterra.

La Revolución Industrial

Eric Hobsbawm señala que “el Estado británico (como una máquina)
cumplió […] la misión [de eliminar a sus competidores extranjeros]
hasta lograr el triunfo completo del capitalismo en Gran Bretaña,
con una combinación de proteccionismo rígido y guerras económi-
cas de agresión” (Hobsbawm, 1971, p. 95).
Destaca de esta forma la perspectiva estatal de largo plazo de
protección económica de la producción manufacturera, agrícola e
industrial. Y, junto a ella, la de llevar a cabo enfrentamientos bélicos
contra las potencias rivales con el objetivo de eliminarlas.
Lo que se busca explicar no es solo un asunto de “desarrollo econó-
mico”, “sino del ‘despegue’ imprevisto y revolucionario” del “primer
país en la historia mundial que conoció una revolución industrial
[capitalista] y se convirtió, […] en el ‘emporio del mundo’, monopoli-
zadora virtual de la industria, de la exportación de productos manu-
facturados y de la explotación colonial” (Hobsbawm, 1971, p. 93).
Esta revolución, que inicia en el último cuarto del siglo XVIII y se
extiende a lo menos hasta mediados del siglo XIX, no es un producto
directo de adelantos científicos y tecnológicos. Los niveles de educa-
ción en Inglaterra, por ejemplo, eran muy inferiores a los alcanzados
por la Francia revolucionaria.

64
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

El o los estímulos para que una industria inicie la ruta que implo-
sione en una revolución

es más probable [que ocurra] en una industria productora de bienes


de consumo ampliamente difundidos, estandarizados para compra-
dores razonablemente más bien pobres que ricos, fabricados con
materias primas cuya demanda pueda crecer sin aumentar excesiva-
mente los costos y cuyo transporte incide poco en el precio. […] Una
industria de esta índole se prestaría en especial a la revolución si el
cambio tecnológico fuera posible introducirlo […] a bajo costo y no
resultara demasiado complejo; es decir no exigiera un conjunto al-
tamente capacitado o técnicamente especializado de empresarios y
obreros (Hobsbawm, 1971, p. 103).

“En este contexto no es extraño que la industria textil se constituyera en el


sector mejor preparado para dar la señal de partida al primer despegue de
la revolución industrial” (Hobsbawm, 1971, pp. 103-104; cursivas aña-
didas). Y que la industria del algodón contara con la primacía en esa
etapa de la industrialización de Gran Bretaña.

La “revolución industrial” del algodón fue precedida por un perio-


do de expansión del mercado internacional insólitamente rápida […].
Entre 1750 y 1770 el valor de las exportaciones de productos algodo-
neros manufacturados aumentó más del 900 por ciento […]. Más del
95 por ciento de estas ventas estaba destinado a los mercados colo-
niales (Hobsbawm, 1971, p. 108).

La lógica de este proceso obedece a que

el mercado mundial constituye de por sí la base de este régimen [ca-


pitalista] de producción. […] Tan pronto como la manufactura se for-
talece […] y más aún la gran industria […]. Una producción cada vez
más extensa de masas inunda el mercado existente y empuja, por
tanto, constantemente hacia la expansión de este mercado, hacia la
destrucción de sus barreras (Marx, 1973, pp. 322-325).

65
Jaime Osorio

La materia prima de esta industria provenía inicialmente del Levante


y ya en el siglo XVIII de las Indias Occidentales y, hacia el final del
siglo, de los Estados Unidos. Contar con abundante materia prima
y barata será fundamental para la expansión de la industria textil
algodonera. La multiplicación de sus talleres y fábricas se ubicará
inicialmente en los puertos, como Glasgow, Bristol y Liverpool, lo que
reducirá los costos de transporte, tanto de llegada del algodón como
de salida de los productos (Hobsbawm, 1971).
Habiendo planteado las razones que permitieron a la industria
textil y al algodón poner en marcha la revolución industrial, Hobs-
bawm da un paso más y se pregunta “de qué modo la economía bri-
tánica pudo obtener una base suficientemente amplia de bienes de
capital para continuar su industrialización”. Establecer las ligazones
entre los sectores II (bienes de consumo) y I (bienes de capital), en una
perspectiva de mediano y largo plazo, parece fundamental. Y agrega:
“Antes de la revolución industrial, el factor […] más importante en
el desarrollo de las industrias de bienes de capital era la demanda
producida por el Estado, especialmente para fines militares” (Hobs-
bawm, 1971, p. 110). Pero esa demanda “a partir de 1815 […] comenzó a
decrecer”, quizás porque ese año se firman los Acuerdos de París que
marcan la derrota militar francesa frente a Gran Bretaña.
Las materias primas para la producción de bienes de capital en
el caso inglés pasaron en aquellos años por la producción de hierro
y acero, y carbón, y su despegue ocurrió entre las décadas de 1830 y
1840, es decir, poco antes de la primera mitad del siglo XIX, y cin-
cuenta o sesenta años después del “despegue” de la industria textil.
Hobsbawm señala que fue la construcción del ferrocarril (entre
1830 y 1850) el gran detonante de la expansión de la producción de
hierro y acero, y de la gigantesca demanda de carbón. Sobre estos
cimientos, la industria británica pudo expandirse. “Así, en 1830, año
de la inauguración del ferrocarril Liverpool-Manchester la produc-
ción de acero británico oscilaba entre 600 y 700 mil toneladas”, para
alcanzar en la “locura” ferroviaria de 1840-1850 (1847 y 1848) los dos
millones de toneladas (Hobsbawm, 1971, p. 111).
66
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Las inversiones ferroviarias entre 1833 y 1844 alcanzaron aproxi-


madamente unos cincuenta millones de libras, sin incluir el precio
pagado por la tierra (Hobsbawm, 1971). Lo sorprendente es que estas
inversiones fueron privadas, desde grandes hasta numerosos peque-
ños inversionistas. El Estado británico no puso dinero en esta indus-
tria. El liberalismo ya estaba en marcha.
No hay que perder de vista que es en el período inmediato (ini-
cios del siglo XIX), en la mayoría de las colonias latinoamericanas
de España y Portugal se ponen en marcha procesos que concluirán
con rupturas de la relación colonial y se erigirán en naciones formal-
mente independientes. No será difícil, a la luz de lo anterior, com-
prender las tempranas relaciones de subordinación que la mayoría
de ellas establecerá con Gran Bretaña, y del peso de ese reino en la
vida económica y política de esta región en el siglo XIX.
Que la revolución industrial no sea una revolución técnica ni
científica no significa que no contara con inventos que llevaron a
elevar la productividad del trabajo, asunto que ocupará un lugar cen-
tral en la dinámica del capitalismo. Este es justamente el período en
que el eje de la acumulación capitalista se traslada desde la produc-
ción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa. Y esto establece
un distintivo en la producción capitalista frente a todas las organiza-
ciones sociales previas, al revolucionarla permanentemente.
La expansión productiva en la industria algodonera y textil va
asociada a innovaciones técnicas y tecnológicas. En 1773, John Kay
patentiza la “lanzadora volante”, que aceleraba el paso de la lanzado-
ra por todo el telar. Poco antes, James Hargreaves, en 1770, patentiza
una rueca accionada manualmente con una rueda, capaz de hacer
girar cuarenta husos al mismo tiempo. Richard Arkwright en 1769
crea, a su vez, la rueca hidráulica, movida por la fuerza del agua. Ese
mismo año, James Watt patentiza la máquina de vapor, la que será
aplicada a la manufactura quince años más tarde; en tanto Edmund
Cartwright patentiza en 1786 el telar a vapor, que no se difundió has-
ta el decenio de 1820.

67
Jaime Osorio

A estos inventos se pueden agregar el uso del coque (carbón poro-


so residuo de la quema de la hulla o carbón fósil o carbón de piedra),
para la fundición de hierro, desde principios del siglo XVIII, y la apli-
cación en 1778 de la máquina de vapor a los altos hornos.
Pero aun considerando a todos los inventos gestados en este
tiempo,

la época de la máquina de vapor los superó a todos, puesto que la


unión de la máquina de vapor con los nuevos mecanismos automá-
ticos crea un campo de inversiones en el “acortamiento del trabajo
humano” que, por su extensión y riqueza no conocía paralelo (Dobb,
1971, p. 323).

La revolución industrial puso a la orden del día la idea de que la so-


ciedad está en permanente transformación, frente a la quietud pre-
dominante en el período previo. Y la ebullición se extendía desde
los puertos principales de desembarco y embarque de mercancías,
como Liverpool y Manchester, hacia las ciudades que se extendían
en sus alrededores, y hacia las antiguas ciudades que bullían con
nuevos talleres, fábricas, comercios y con zonas de viviendas donde
se agolpan los nuevos trabajadores industriales. La revolución indus-
trial aceleró la marcha de las relaciones capitalistas y la conforma-
ción de la clase que vive de la venta de fuerza de trabajo y que percibe
salario. Así, el proletariado hizo su masiva entrada a la historia mo-
derna. Con ello se ensancharán los mercados de alimentos, ropa y
vestimenta popular, y de utensilios para el hogar.
Con “la nueva Ley de Pobres” aprobada en 1834, el capitalismo in-
glés abrió las puertas para la libre movilidad de la fuerza de trabajo
y rompió con las trabas anteriormente presentes tendientes a man-
tener reservas de trabajadores en el campo e impedir su salida hacia
las ciudades.
Solo para hacer notar la significación de los cambios llevados a
cabo en lo que refiere a la producción, destaco algunos datos.20 Hacia

20
Me apoyo en Dobb (1971, pp. 347-351) en lo que sigue.

68
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

1700, el tonelaje de navíos que partieron de puertos ingleses no supe-


ró las 317 mil toneladas registradas. Para 1785, el tonelaje marítimo
de exportación registrado superaba el millón de toneladas y en las
dos décadas finales del siglo XVIII esa cifra se había triplicado.
Hacia 1800, las exportaciones combinadas de hilados y telas de
lana y algodón constituían cerca del 30 % de las exportaciones tota-
les. Hacia 1850, esos productos representaban el 60 % del total, pero
de un valor en exportaciones que se había duplicado en ese medio
siglo.
Hacia 1773, había unos cincuenta y nueve hornos ferríferos en
Inglaterra dispersos en dieciocho condados, lo que producían unas
diecisiete mil toneladas anuales de hierro, y su demanda era básica-
mente para municiones. En poco más de sesenta años, hacia 1835, la
producción de hierro ascendió a un millón de toneladas, y se triplicó
en los veinte años siguientes.

Inicios de la etapa imperialista

La “era del ferrocarril” se había iniciado entre 1830 y 1850, y propi-


ciará negocios sustanciales para el capital inglés a lo menos hasta los
inicios del siglo XX. Solo en las dos mil millas de líneas de ferrocarril
inauguradas en el Reino Unido en 1847-1848, se deben haber absorbi-
do medio millón de toneladas de hierro entre rieles y vagones, es de-
cir, una cuarta parte de toda la producción de esos años. La industria
del carbón fue también otra de las favorecidas con esta producción.
Las inversiones en ferrocarriles dieron empleo a trescientas mil
personas, en las líneas y fuera de ellas, en la década de 1840 a 1850.
Hacia 1860, en Gran Bretaña e Irlanda del Norte se instalan unas diez
mil millas de ferrocarril, cifra que se incrementará en un 50 % en
la década 1860-1870. Y la instalación de líneas de ferrocarril recién
comenzaba en Gran Bretaña. Este proceso se traslapará con la cons-
trucción de ferrocarriles en Norteamérica.

69
Jaime Osorio

Entre 1850 y 1875, Inglaterra exportó capitales por un valor anual


en promedio de quince millones de libras esterlinas. La exportación
de hierro y acero se multiplicó. Entre 1856 y 1865, se exportaron
35 millones de libras esterlinas en rieles, que ascendieron a 83 millo-
nes en la década 1865-1875.
Hacia 1887, se colocaron trece mil millas de vías en Estados Uni-
dos y la extensión de las líneas ferroviarias se cuadruplicó entre
1865-1895. La demanda de líneas férreas creció como reguero por el
planeta. Rusia también inició su ferrocarril hacia mediados del siglo
XIX incrementando la demanda de rieles desde Inglaterra. “Si con-
sideramos Estados Unidos, Argentina, India, Canadá y Australia en
conjunto, la longitud de vías ferroviarias en estos países creció desde
alrededor de 62 mil libras en 1870 hasta 262 mil en 1890” (Dobb, 1971,
p. 351).
Desde mediados del siglo XIX, los préstamos a gobiernos extran-
jeros desde Inglaterra comenzaron a operar y abrieron una nueva
etapa, la imperialista, en el desarrollo del capitalismo. Esos présta-
mos iban dirigidos de manera fundamental a alentar la construcción
de ferrocarriles. Así, el capital bancario encontró una colocación
rentable y alentó también la exportación de bienes de capital. En-
tre 1867 y 1873, se concedieron empréstitos a Egipto, Rusia, Hungría,
Perú, Chile y Brasil.
Pero las bondades del crecimiento y la expansión productiva to-
caron techo, iniciándose una depresión económica en 1873 que se
extenderá hasta la década de 1890. En los dos años inmediatamente
anteriores a 1873 se habían producido incrementos sustantivos de
salarios, de un 15 %, en tanto el precio del hierro subió el doble. Pero
se rechazó la idea que la crisis se debiera a los aumentos salariales,
ya que estos habían crecido al tenor de los precios en general.
Para mediados de la década de 1880, el precio del hierro bajó un
60 % y el del carbón de piedra en más del 40 %. Pero la producción
de hierro en lingotes en el mundo había crecido un 82 % entre 1870 y
1884, y solo la producción británica creció un 31 %, “lo que había pro-
vocado una muy considerable declinación de precios”, según la Real
70
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Comisión sobre Depresión del Comercio y la Industria de Inglaterra


(Dobb, 1971, p. 361).
En las últimas décadas del siglo XIX, se incrementa el interés
por las inversiones en el extranjero, así como un renovado interés
simultáneo de las tres principales potencias industriales de Europa
(Inglaterra, Francia, Alemania), por la relevancia económica de las
colonias. En esas décadas, reinos europeos

capturaron y sometieron cinco millones de millas cuadradas de te-


rritorio africano que contenían una población de más de 60 millo-
nes. En Asia, en el mismo tiempo, Gran Bretaña anexó a Burma y
sometió a su control la península de Malaca y Beluchistán; mientras
Francia daba los primeros pasos para someter o doblegar a la China
con la captura de Annam y Tonking. Al mismo tiempo, se produjo
una rebatiña por las islas del Pacífico entre las grandes potencias
(Wolf, citado en Dobb, 1971, p. 366).

Las inversiones inglesas en el extranjero crecerán en la última par-


te del siglo XIX al calor de un proceso de acumulación que reclama
nuevos espacios y negocios para llevarse a cabo, propio del esta-
dío imperialista. Solo en América Latina esas inversiones pasan de
80,9 millones de libras en 1865 a 246.6 millones en 1885 y a 552,5 mi-
llones en 1895. Las inversiones en ferrocarriles pasan del 11,8 % del
total de inversiones inglesas en América Latina en 1865 al 36,2 % en
1895, en tanto las orientadas al sector financiero en iguales años pa-
san del 2,5 al 7,1 % (Cueva, 1977).
Las exportaciones de mercancías crecieron también de manera
significativa en este tramo de la historia. De 226 millones en 1895 pa-
saron a 430 millones de libras en 1910, siendo Inglaterra, a juicio de
Wesley Mitchell, “la más próspera de entre las grandes naciones del
mundo” (Dobb, 1971, p. 371).

71
Jaime Osorio

La Primera Guerra

El ingreso de Gran Bretaña en la Primera Guerra, iniciada en junio


de 1914, se produce en agosto de 1914, luego que tropas alemanas
invaden Bélgica. Con ello, todas las grandes economías e imperios
europeos participan de la conflagración, la que alterará el tablero
geopolítico. En 1915 submarinos alemanes provocan el hundimien-
to de un trasatlántico británico que cubría la ruta Gran Bretaña-
Estados Unidos, con más de mil muertos, entre ellos a lo menos cien
ciudadanos estadounidenses, lo que propiciará que en abril de 1917
Estados Unidos declare la guerra a Alemania.
Alemania llama a un armisticio y al cese de hostilidades y el 11 de
noviembre de 1918 se firma por la Triple Alianza (conformada por el
imperio alemán, el imperio austro-húngaro e Italia) y la Triple En-
tente (con Francia, Gran Bretaña y el imperio ruso) un acuerdo por
el que Alemania es obligada a reconocer un elevado pago por daños
ocasionados –que generará molestias en el nacionalismo alemán,
las que se harán visibles en las décadas siguientes– y la entrega de
territorios ocupados en África. Con el Tratado de Versalles, de junio
de 1919, se formalizan estos acuerdos, más el fin de los imperios aus-
tro-húngaro, turco-otomano, ruso y alemán.
De esta guerra Gran Bretaña sale dañada, y se verá convulsionada
por una inflación endémica, huelgas y una inestabilidad económica
y política que hablan de un deterioro de su poderío, el que se verá
mayor comparado con el avance de la economía estadounidense.
De allí en más, el avance de Estados Unidos para ponerse a la ca-
beza del sistema mundial capitalista será imparable, lo que se con-
firmará luego de la crisis de los años treinta y la Segunda Guerra,
los organismos internacionales conformados (FMI, Banco Mundial,
OTAN, entre los principales), bajo el ala estadounidense, y el pode-
río del dólar. Con todo esto se abre un nuevo período en la historia
mundial del capitalismo. Pero ello rebasa los límites de este trabajo.
Regresemos al siglo XIX.

72
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

La ruptura colonial en Latinoamérica

A comienzos del siglo XIX, la presencia de varias generaciones de


descendientes de los colonizadores, nacidos y asentados en la re-
gión, denominados “criollos” –para diferenciarlos de los españoles–,
muchos de ellos con grandes fortunas derivadas de actividades de
producción y comercialización, mantienen conflictos con las auto-
ridades coloniales, entre otras razones, por el monopolio comercial
que ejercen los reinos de España y Portugal sobre las exportaciones
de estas colonias. A ellos se agregan descontentos y escaramuzas de
pueblos indígenas.
Esos conflictos alcanzarán toda su fuerza a inicios de ese siglo,
cuando las tropas de Napoleón Bonaparte invaden en 1808 Portugal,
provocando la huida del rey Juan VI con su familia y su corte hacia
Brasil. Y en 1810 cuando un ejército francés ingresa a España y logra
la abdicación de Carlos IV y de su hijo Fernando VII, siendo entroni-
zado como rey un hermano de Napoleón, José Bonaparte, el cual es
destronado en 1814 tras la derrota de Napoleón en la península. Ello
permitió el regreso de Fernando VII al trono, quien dará un golpe de
timón a los avances logrados durante su destitución, disolviendo las
Cortes de Cádiz, al tiempo que deroga la Constitución liberal formu-
lada por aquella y restablece las relaciones con la Iglesia católica.
Este es el lapso en donde en la mayoría de las colonias latinoa-
mericanas surgen movimientos independentistas que –con avan-
ces y retrocesos– en poco más de un par de décadas lograrán, en la
mayoría de los casos, llevar a cabo procesos de ruptura con el im-
perio colonial, proclamando la independencia. Estos procesos se-
rán encabezados por curas, líderes indígenas, intelectuales, criollos
de familias adineradas y próceres con estadías en Europa, algunos
empapados de las nuevas doctrinas políticas liberales presentes en
Francia e Inglaterra. Muchos de estos movimientos independentis-
tas contaron con el apoyo de Inglaterra, ya que con ello se abría una

73
Jaime Osorio

extensa región disponible para ingresar activamente a la expansión


comercial y productiva del capitalismo manchesteriano.
Frente a lo que sucede en las colonias españolas, en las que los
procesos de independencia culminaron las más de las veces en agu-
dos enfrentamientos militares, lo que marcó rupturas con la Coro-
na, en el caso de Brasil la independencia tomará forma con la Corte
lusitana refugiada en Río de Janeiro. En 1815, con la ayuda de Gran
Bretaña, Portugal recuperó su soberanía. Sin embargo, el rey Juan VI
decidió permanecer en Brasil. Pero tras la Revolución de Oporto en
1820, encabezadas por los liberales, las Cortes exigieron su regreso a
Portugal, lo que será asumido por el rey, dejando a cargo del gobierno
del reino de Brasil a su hijo Pedro I en 1821.
Luego de las exigencias de las Cortes en 1822 para que regrese Don
Pedro a Portugal, y tras el apoyo manifestado por sectores de la oli-
garquía brasileña de las principales regiones, unidos en la demanda
que no se toque el régimen esclavista imperante, el 7 de septiembre
de ese año Pedro I corta los lazos que unían a Brasil con Portugal y
tras el Grito de Ipiranga (por el río del mismo nombre, cerca de São
Paulo), es nombrado como primer emperador de Brasil. No será has-
ta 1889, por la vía de un golpe militar, que se pone fin a la monarquía
brasileña, un año después que se decretó el fin de la esclavitud.
Una vez declarada la independencia, el siglo XIX latinoamericano
asiste a las disputas de diversas fracciones terratenientes, mineras,
comerciales, del interior o de la costa, del norte o del sur, en aras de
darle forma a un nuevo Estado que exprese de la mejor manera sus
intereses. Ello reclama esfuerzos por articular proyectos, unificar
territorios, ligados por lo general con enormes despojos de tierras y
aplastamiento de pueblos y culturas precolombinas, así como no po-
cas guerras civiles para conformar Estados nacionales. Las invasiones
de potencias extranjeras, algunas lejanas, otras vecinas, y la pérdida
de territorios no estuvo ausente en este período en la región.21

21
Una buena cronología de estos eventos se encuentra en Selser (1994). Solo para ca-
librar el problema, cabe señalar que a mediados del siglo XIX México perdió la mitad

74
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Muchas franjas de sectores populares, desde campesinos hasta


artesanos urbanos, así como un creciente número de asalariados,
tomarán parte en varias de aquellas manifestaciones, asonadas y en-
frentamientos. Muy pocos lo harán a través de organizaciones pro-
pias y las más de las veces en tanto fuerza de los sectores dominantes
enfrentados. Las nuevas condiciones abiertas con el fin de la etapa
colonial tuvieron muy poco que ofrecer a estos numerosos agrupa-
mientos humanos. Las nuevas clases dominantes recrearon un mun-
do de explotación y dominio, de despojo, racismo y coerción que en
poco se diferenciaba del impuesto por los reinos ibéricos en los tres
siglos previos.

La reinserción de América Latina en el mercado mundial

En aquellas disputas en las alturas de la sociedad, la reorganiza-


ción de la economía –teniendo presente la inserción de estas en el
cada vez más dinámico mercado mundial– no era un asunto menor.
Desde la etapa colonial se había creado una poderosa franja de em-
presarios ligados principalmente a la producción agrícola (entre ella,
de azúcar, trigo y café), ganadera y minera, así como comerciantes
e incipientes financistas y banqueros, abocados a exportar central-
mente a los puertos de la península ibérica.
Esa modalidad exportadora de materias primas y alimentos será
la que se expandirá y predominará en las nuevas condiciones de
economías formalmente independientes durante el siglo XIX, dina-
mizadas por las crecientes demandas europeas, particularmente de
Gran Bretaña, hambrienta de alimentos para cubrir las necesidades
de una población urbana y asalariada que se expande y de materias
primas para su revolucionada industria. Aquel nuevo patrón capita-
lista irá adecuándose en el tiempo en función de los cambios y reque-
rimientos de las divisiones internacionales del trabajo que toman

de su territorio a manos de Estados Unidos.

75
Jaime Osorio

forma en el seno del sistema mundial capitalista, impulsadas por los


capitales del mundo inglés y europeo.
En la primera mitad del siglo XIX, se presentaron diversos pro-
cesos que dificultaron la inserción exportadora de la región. Como
señala Furtado, la revolución industrial estaba concentrada aún en
Inglaterra, la que contaba con colonias o socios que eran producto-
res de alimentos y materias primas, como el algodón que demandaba
la industria textil, el que se importaba a buen precio desde Estados
Unidos. A esto se sumaban los problemas de transporte marítimo y
la enorme distancia de la región con los puertos ingleses (Furtado,
1971).
Será desde inicios de la segunda mitad del siglo XIX cuando la ex-
pansión exportadora de la región tome forma, ligada al incremento
y predominio de relaciones asalariadas y, por tanto, de proletariza-
ción. El capitalismo echaba mayores raíces en la región y en condi-
ciones precarias se ensanchaba el reducido mercado interno.
El lugar alcanzado por América Latina en la división interna-
cional del trabajo en estos años, en tanto región productora bási-
camente de alimentos y de materias primas, propiciará cambios
cualitativos en el capitalismo inglés y posteriormente en el europeo
occidental, al favorecer que el eje de la acumulación se traslade allí
de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa, en tanto la elevada
oferta de alimentos desde las economías latinoamericanas ayudará
a reducir el valor de la fuerza de trabajo en las regiones industriales
del sistema mundial capitalista, alimentando así una modalidad ca-
pitalista que reposará básicamente en la constante elevación de la
productividad (Marini, 1973).
Pero hacia la región latinoamericana los resultados fueron ra-
dicalmente diferentes. Al operar con producciones volcadas a los
mercados exteriores, los capitales de la región pudieron agudizar
los mecanismos de extracción de plusvalor que implicaban –por di-
versos caminos– apropiarse de parte del fondo de consumo de los
productores para trasladarlo al fondo de acumulación del capital,
proceso definido por Marini (1973) como superexplotación, esto es,
76
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

con remuneraciones por debajo del valor, total o diario, de la fuerza


de trabajo.
Esto fue posible de establecerse de manera estructural porque los
trabajadores en el mundo dependiente son relevantes para los capi-
tales en tanto productores, mas no como consumidores, y en donde
la estrecha y poco diversificada planta productiva, unida a extensas
jornadas laborales, generarán regularmente una población sobran-
te, lo que hará viable la permanente superexplotación de los traba-
jadores. Esto es lo que dará sustento a otra forma de capitalismo, el
capitalismo dependiente.
Esta tendencia a privilegiar los mercados exteriores en los dife-
rentes patrones de reproducción de capital que se sucederán en la
región hará de la superexplotación un recurso que permitirá a los
capitales locales, a su vez, compensar las transferencias de valor ha-
cia las economías más tecnologizadas y productivas, para cuando se
establecen tasas medias de ganancia a nivel internacional.22
En el siglo XIX, se pueden distinguir tres grandes grupos de paí-
ses en la región latinoamericana en función de los productos de ex-
portación con que cuentan: uno, los que generan productos agrícolas
de clima templado, donde se ubican Argentina y Uruguay, con trigo
y luego carne, productos que demandarán mayores inversiones en
infraestructura, como frigoríficos, para su exportación. Dos, los que
exportan productos agrícolas tropicales, donde se agrupan Brasil,
Colombia, Ecuador, las economías de América Central y el Caribe,
con bienes como azúcar, tabaco y más tarde café y cacao, con meno-
res exigencias de infraestructura. Y un tercer grupo de países expor-
tadores de productos mineros, donde se ubican México, Chile, Perú
y Bolivia, con exportaciones en plata, salitre, cobre y estaño, entre

22
De ello da cuenta el concepto de intercambio desigual, el que es resultado de precios
de producción de productos en el mercado mundial de economías más productivas,
ubicados tendencialmente por arriba del valor, en tanto dichos precios de las econo-
mías dependientes se ubican por debajo del valor, lo que permite transferencias de
valor de las últimas a las primeras. Ello se ve reforzado por la presencia también de
salarios claramente diferenciados entre estas modalidades de capitalismo.

77
Jaime Osorio

los principales productos. Posteriormente, se integra Venezuela, en


tanto productor de petróleo (Furtado, 1971).
A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, las tendencias se modi-
fican respecto a lo que aconteció en la primera mitad del siglo XIX, y
el papel de América Latina en el comercio internacional se eleva de
manera sustantiva. Así, su participación para 1913 en las exportacio-
nes mundiales de cereales alcanza el 17,9 %; el 11,5 % en las de carnes;
el 62,1 % en las de café y cacao; el 37,6 % en las de azúcar y el 14,2 % de
las exportaciones mundiales en frutas y legumbres, entre las princi-
pales (Furtado, 1971).
La Primera Guerra Mundial y la posterior crisis económica de los
años treinta provocan profundos problemas al patrón exportador en
marcha en la región, al decaer tanto la demanda y los precios de bie-
nes alimenticios en el mercado mundial como también la demanda
y precios de minerales y otras materias primas. El valor del comercio
mundial entre 1929 y 1933 tuvo una reducción del 25 % en el volumen
físico y de 30 % en el nivel de precios (Furtado, 1971).
Así, se expresaban algunas de las vulnerabilidades del proyecto
extrovertido puesto en marcha desde las primeras décadas del siglo
XIX por el capital latinoamericano. Al supeditar su esfuerzo produc-
tivo hacia los mercados exteriores, quedaba sin contenciones frente
a los vaivenes que se hacen presentes en el mercado mundial. Pero
había mucho más. Los éxitos del patrón primario exportador en
marcha ocultaban una de las mayores fragilidades del proyecto, re-
ferida a la ruptura y disociación que presenta entre las necesidades
del capital, centradas en elevar exportaciones, y las de las grandes
mayorías sociales, excluidas o en lugares marginales de ingreso y
consumo.
Con la larga crisis abierta en el mercado mundial en los años
treinta del siglo XX, que afectó a su vez las capacidades de importar
bienes manufacturados, suntuarios y necesarios, y ante la falta de
recursos por la caída de los ingresos de las exportaciones, las dispu-
tas se agudizarán en el seno de los sectores dominantes locales, en

78
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

un terreno donde el malestar popular y de las franjas de empleados


del Estado, de comercios y otros servicios urbanos crecía.
Así, aquella modalidad de inserción en el mercado mundial pasó
a ser fuertemente cuestionada y se incrementaron las voces que re-
clamaban cambios, los que convergerán en la necesidad de ofrecer
espacios y recursos para un nuevo proyecto económico que tendrá
como eje la industrialización, a lo menos en las economías de mayor
peso de la región.
Este paso requería doblar la mano a las poderosas franjas patro-
nales ligadas a la producción, comercialización y finanzas para la
exportación, no dispuestas a perder posiciones, lo que abrirá un pe-
ríodo de agudas disputas y reacomodos de fracciones burguesas por
el poder político y el Estado. Impulsar la industrialización requería,
sin embargo, contar con recursos del sector exportador y, por tanto,
de acuerdos con ese sector.23 Pero también esos acuerdos eran facti-
bles porque algunos intereses de sectores oligárquicos e industria-
les se complementaban24 y hubo micro franjas oligárquicas que se
transfirieron a la burguesía propiamente.

23
Marini señala: “llama la atención […] el carácter relativamente pacífico que asume
el tránsito de la economía agraria a la economía industrial en América Latina, en con-
traste con lo que sucedió en Europa. […] [E]sto se debió a las condiciones objetivas den-
tro de las cuáles se desarrolló” (Marini, 1969, p. 11). Por su parte, Bambirra puntualiza
“una situación de compromiso [de la burguesía industrial] con el sector oligárquico expor-
tador” (Bambirra, 1974, p. 45; cursivas añadidas). Y agrega Bambirra que, si bien “no se
pueda decir que todo ese proceso ha sido el de una revolución burguesa en el sentido
tradicional del término, de hecho ha expresado un momento histórico latinoameri-
cano en el cual la burguesía industrial […] ha reivindicado el control hegemónico del
poder, ofreciendo un proyecto propio de desarrollo económico […] [y que] sólo en ese
sentido, es posible de caracterizar todo ese proceso como el de una ‘revolución bur-
guesa’, en las condiciones típicas de desarrollo del capitalismo dependiente” (Bambirra,
1974, p. 48; cursivas añadidas).
24
Como en la producción de sacos para envases de granos, la refrigeración de carnes
o en la minería, con carruajes para traslados de carbón o cobre y de herramientas. La
banca será también un punto de convergencia. Además, en el sector exportador crece
el pago de salarios, lo que amplía mercados para la producción industrial.

79
Jaime Osorio

En algunos países, como Argentina, México, Brasil, Colombia y


Chile, ya desde antes de la crisis de los años treinta se había desarro-
llado una nada despreciable actividad industrial.25

La industrialización: un proyecto descabezado

El ascenso de la fracción industrial irá de la mano con la conforma-


ción de un Estado que ganará presencia con sus intervenciones para
la puesta en marcha del proyecto de industrialización. Ese ascenso
fue acompañado por el establecimiento de alianzas con franjas y sec-
tores de las clases dominadas, como sectores obreros (en los casos de
Argentina y Chile), campesinos (caso México), las que se sostenían en
las ofertas de mayores y mejores empleos en la industria o de reparto
de tierras y apoyos estatales a la producción agraria. Y en todos los
casos, ganando a franjas urbanas de la baja pequeña burguesía asa-
lariada, a capas profesionales, así como a las franjas propietarias de
pequeños comercios y talleres.
El proceso de industrialización generó amplias esperanzas en
muy diversos sectores sociales. Las inversiones estatales se multipli-
caron en materia de infraestructura urbana para servicios, educa-
ción y salud. Pero también en el terreno productivo, así como en la
emergencia de banca de desarrollo para facilitar empréstitos para
nuevas inversiones.
De esta forma, la marcha de la industria iba cubriendo una pri-
mera etapa de la industrialización, referida a la producción básica
de telas, vestuario, calzado, alimentos, bebidas y de bienes para el ho-
gar, como ropa de cama y muebles varios. También el sector exporta-
dor alentará la fabricación de sacos para empaques de granos (café,
trigo) y de frigoríficos para conservar la carne. En algunos casos, el

25
Para profundizar en las diferencias de la industrialización en las economías de la
región, véase Bambirra, 1974.

80
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

Estado asumirá mayores responsabilidades en la producción de pe-


tróleo, y más adelante en la producción de hierro y acero.
Las economías latinoamericanas nunca abandonaron la produc-
ción de materias primas y alimentos dirigidos hacia los mercados
exteriores. El campo latinoamericano, salvo en el caso de México por
la Revolución campesina de 1910, no fue tocado por la burguesía en
estos años.26 Habrá que esperar hasta los años sesenta del siglo XX
para que ello ocurra.27
La presencia de un sector exportador tradicional y posteriormen-
te modernizado constituye una constante en la historia regional, que
mantendrá mayor o menor relevancia, integrando nuevos produc-
tos, como el litio en la actualidad, o perdiendo otros, como el salitre,
pero siempre presente, acompañando la marcha de nuevos patrones
de reproducción de capital (Osorio, 2004).
Un momento de la mayor relevancia en la historia de la depen-
dencia latinoamericana tiene lugar entre la segunda mitad de los
años cuarenta y parte de los sesenta del siglo XX, cuando la base pro-
ductiva de la industria regional debe enfrentar la tarea de avanzar
hacia la producción de bienes de capital, una vez que ha sido más o
menos cubierta la etapa de producción de bienes de consumo bási-
cos y de herramientas manuales, como palas o martillos.
La segunda guerra mundial (1938-1945) aceleró este proceso en
tanto la producción bélica de las potencias en conflicto subordinó
la industria civil a sus necesidades, provocando escasez de equipos
y maquinarias. Pero algunos resultados de esa guerra tendrán resul-
tados inesperados para la región. En efecto, Estados Unidos emerge
como el triunfador del conflicto bélico, lo que potenciará su poderío

26
“[S]i desde el punto de vista de los intereses del desarrollo de la industria la estruc-
tura agraria tenía que ser subvertida, a fin de expandir el mercado interno, por otro,
la burguesía industrial no ha sido capaz de cuestionar profundamente la existencia
de la oligarquía terrateniente, porque la industrialización necesitaba del sistema oli-
gárquico como condición de su existencia” (Bambirra, 1974, p. 50).
27
Por ejemplo, con la tímida reforma agraria llevada a cabo por Eduardo Frei en Chile
en su mandato de 1964 a 1970.

81
Jaime Osorio

económico y militar y hará surgir como el nuevo centro hegemónico


del sistema mundial capitalista.
Tras la guerra, el desarrollo científico y tecnológico alcanzado co-
menzará a ser aplicado en el sector industrial, propiciando que en
muy corto tiempo la economía estadounidense cuente con una masa
significativa de bienes de capital obsoletos para su industria, pero en
condiciones de ser utilizados por otras economías menos avanzadas.
Dichos bienes, para incrementar su demanda, pasan a ser ofertados
por Washington con grandes facilidades crediticias y en paquetes de
inversión.
Esa oferta coincide con el período en que la burguesía industrial
de la región busca resolver los serios problemas que implican pasar
a la producción de bienes de capital. Por de pronto, se requiere des-
tinar una mayor masa de capitales para dicha inversión, redoblar la
formación de ingenieros y técnicos capaces de diseñar, producir y
darle mantenimiento a los nuevos bienes, capacitar en general mano
de obra obrera y también reducir el consumo suntuario para solven-
tar las nuevas inversiones.
Redoblar impuestos a los sectores exportadores no aparecía como
una medida plausible en tiempos donde los golpes al comercio exte-
rior aún no permitían su recuperación plena. Tampoco afectar aún
más los salarios, golpeados por la crisis y por la guerra, y en donde la
burguesía industrial cree aún requerir del consumo popular.
Frente a los dilemas de tener que afrontar mayor austeridad en
sus condiciones de vida y/o potenciales conflictos con otras franjas
dominantes y clases populares, la burguesía industrial latinoameri-
cana termina optando por adquirir los bienes de capital ofertados
por Estados Unidos. Más aún, con ello se abría la posibilidad de es-
tablecer acuerdos en sociedad con capitales estadounidenses para
inversiones conjuntas, ahora en el sector industrial, el que a la fecha
no había sido de mayor atracción para los inversionistas extranjeros.
Así fue como se canceló el avance del proceso de industrialización
orgánica en la región, que en lo fundamental integrara el auge de in-
dustrias de bienes de consumo, pero también de bienes de capital.
82
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

De allí en más, la producción de equipos, maquinarias y tecnologías


quedaba confinada al mundo central. Así se consagró el descabeza-
miento del proyecto de industrialización, alejándose de la produc-
ción de bienes de capital, los que constituyen las ramas que tienden a
concentrar y dinamizar el avance científico y tecnológico.
Frente a un dilema parecido, la burguesía y el Estado de Corea
del Sur, con el apoyo de Washington y Tokio, tomaron una opción
diferente, azuzados por la necesidad imperialista de poner un tapón
al peligroso avance de la revolución en Asia, y se jugaron por lograr
un proceso industrial capitalista más orgánico.28
Pero el asunto tuvo muchas más consecuencias para la modalidad
de capitalismo que devenía. Con aquel paso, la burguesía latinoame-
ricana no solo redobló su dependencia a los capitales imperialistas.
También consagró la ruptura entre la estructura productiva con las
necesidades de las mayorías sociales, ya que los bienes industriales
producidos con los nuevos equipos y por la alianza con el capital es-
tadounidense tendieron a ser preferentemente bienes suntuarios.
En efecto, aquellas máquinas y herramientas adquiridas o que
aterrizan en la región por la asociación con capitales del norte del
continente eran en lo fundamental equipos para la producción allí
de bienes salarios, como automóviles, los cuales en la economía re-
gional constituían bienes suntuarios, dado el bajo nivel de los sala-
rios en estas economías en general.
La llegada de capital extranjero al sector industrial en alianza con
capitales locales, abocados a una producción industrial de mayor ni-
vel tecnológico y de valores de uso dirigidos al mercado de alto poder
de consumo interno, propiciará que la burguesía industrial latinoa-
mericana tienda a una creciente fractura, entre una fracción más
moderna y dinámica y otra más tradicional orientada a una produc-
ción de bienes para las esferas medias y bajas del mercado interno.
Esta fractura alcanzará su mayor expresión hacia los años setenta
al alentar la puesta en marcha de políticas económicas neoliberales,

28
Véase Osorio (2015b).

83
Jaime Osorio

elevar la centralización de capitales, obtener ventajas de los procesos


de privatización de empresas públicas e incrementar las presiones a
la reducción de salarios y de prestaciones sociales, a fin de concen-
trar la riqueza en la esfera alta de consumo, la que puede adquirir
los nuevos bienes industriales producidos localmente. Con ello, será
esta la fracción burguesa que alentará y obtendrá los mayores divi-
dendos de los golpes militares y de la puesta en marcha de otras mo-
dalidades autoritarias de gobierno en la región. Esto afectará, entre
otros aspectos, el mercado de los asalariados de la burguesía más
tradicional.
Con la elevación de la composición orgánica en las nuevas plan-
tas industriales, la capacidad de generar empleo no crece en los mis-
mos términos que aumenta la población obrera, cuya masa se eleva
también por las migraciones campo-ciudad, como resultado de un
sector agrario que se moderniza fundamentalmente en sus rubros
exportadores, permaneciendo el resto sin embargo en condiciones
de atraso productivo.
De esta manera, toma forma desde los años cincuenta una nueva
franja proletaria en los alrededores de los principales centros urba-
nos, masas de desempleados y subempleados, calificados equivoca-
damente como “marginales” por la teoría social de la región.29 Y será
a partir de esos años que comenzará a convertirse en un actor de mo-
vilizaciones y protestas cada vez más visibles, demandando vivien-
da, agua y otros servicios y también empleo.
Desde fines del siglo XX y con mayor fuerza en el siglo XXI, al-
gunas economías de la región, particularmente México, expandirán
sus labores de maquila, al asumir algunos segmentos de las cadenas
mundiales de valor de la industria automotriz, de la producción de
bienes electrónicos y últimamente de la producción de aviones. En
general, son los segmentos menos tecnologizados y con poca o nula

29
Sus asentamientos se denominan poblaciones “callampas” en Chile, villas mise-
rias en Argentina, favelas en Brasil, ciudades perdidas en México, champerías en
Centroamérica, entre muchas otras.

84
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

vinculación con el resto de la planta productiva local, sustentados en


bajos salarios y en la cercanía con la planta productiva y el mercado
estadounidense.

Las últimas décadas en la región

La rápida recuperación de los sectores populares de las agresivas


ofensivas del capital permitirá a estos sectores, de la mano de nuevas
fuerzas políticas, jugar un papel relevante en los procesos electora-
les abiertos luego que la democratización –exigida por organismos
internacionales e incluso la propia Casa Blanca– se constituyó en
una tarea en la región. El amplio período de paz social anhelado por
las clases dominantes luego de la brutal represión desatada se hizo
breve.
Diversos gobiernos populares y progresistas se han establecido
en la región luego de triunfar en consultas electorales. Ello ha ido de
la mano de rearticulaciones, a su vez, de fuerzas políticas de derecha
que han logrado alcanzar los principales cargos de gobiernos, lo que
ha generado un mosaico de alternancias y cambios recurrentes.
Esta efervescencia en el terreno electoral no ha sido ajena a la
irrupción de relevantes movilizaciones populares en diversos so-
ciedades de la región, articulando sectores sociales diversos, como
pueblos indígenas, estudiantes y jóvenes, pobladores de barrios
populares, desempleados y subempleados, feministas, empleados
públicos, jubilados, obreros y campesinos, con demandas desde
derechos al agua, reclamos por tierras, por empleos y salarios, fin
a la represión, reconocimientos, hasta la formulación de nuevas
constituciones.
En estas décadas, la región latinoamericana ha vuelto a poner
en alto su condición de eslabón débil de la cadena imperialista de
dominio y explotación, generando protestas, rebeldías y rebeliones
cercanas a la condición de insurrecciones.

85
Jaime Osorio

Sin embargo, los proyectos centrales del capital han logrado sos-
tenerse en lo fundamental, poniendo de manifiesto que –aun con
tantas convulsiones sociales– el capital no ha sido derrotado en el
plano estratégico y solo debilitado o afectado en tiempos acotados
y aspectos secundarios. El privilegio por las disputas electorales ha
tendido a convertirse en una ruta llena de trampas y laberintos que
las fuerzas de izquierda y populares no han logrado todavía descifrar.
La marcha del patrón exportador de especialización productiva
iniciado en las últimas décadas del siglo XX sigue su curso, incluso
con períodos con resultados muy beneficiosos para el gran capital
regional, como el que se presentó en la primera década del siglo XXI,
cuando el volumen de las exportaciones tendió a alcanzar niveles in-
sospechados y ello fue acompañado por una sustantiva elevación de
los precios de las materias primas y alimentos en el mercado mun-
dial, resultados en lo fundamental de la expansión de la economía
de China.
De allí en más la economía de la región ha seguido en líneas grue-
sas las tendencias operantes en el conjunto del sistema, con altibajos,
agudización de crisis, recuperaciones leves. Hoy, luego de la aguda
crisis sanitaria y con las medidas punitivas aplicadas por Estados
Unidos y Europa a Rusia, tras la puesta en marcha de la operación
especial en Ucrania, la economía mundial se apresta a un serio pro-
ceso de recesión, a lo menos en Europa, con elevada inflación, lo que
pretende ser descargado sobre las espaldas del mundo del trabajo.
Más de alguna novedad se puede presentar desde la creciente dispo-
sición de lucha que presentan los asalariados europeos a las medidas
recientes.
Esto abre algunas brechas que otorgan espacios para las econo-
mías regionales. Pero el gran capital local, no parece contar entre sus
planes la búsqueda de nuevas opciones, sino de reforzar las tenden-
cias prevalecientes en el terreno de la especialización productiva, a
lo más con nuevos productos, como el litio, para seguir exportando.

86
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

A modo de cierre

El relato presente en las páginas anteriores pone de manifiesto la es-


trecha relación económica y política que se establece entre regiones
del planeta, a lo menos desde el siglo XV y que terminarán dando
vida al capitalismo y al sistema mundial capitalista. Pero también,
donde esas relaciones, en siglos posteriores, darán origen simultá-
neamente al desenvolvimiento y el subdesenvolvimiento de econo-
mías y regiones.
Como se ha señalado,

la división del mundo entre un pequeño grupo de países que abarca


una reducida parte de la población mundial, y donde prevalece un
elevado nivel de vida, y la mayoría de los países que abarca a la enor-
me mayoría de la población mundial y donde imperan condiciones
de vida muy precarias, es un fenómeno relativamente reciente en la
historia de la humanidad (Sunkel y Paz, 1970, p. 43),

que empata con la conformación del capitalismo como sistema


mundial.
En una primera y larga etapa prevalecen relaciones en donde
imperios coloniales europeos conquistan y dominan regiones, pue-
blos y culturas, y obtienen relevantes recursos en metales preciosos,
tributos, materias primas agrarias y mineras, mano de obra local y
esclavos, ingredientes que juegan un papel sustantivo en potenciar
procesos que favorecerán el surgimiento del capitalismo.
Estas estrechas y desiguales relaciones se mantendrán y profun-
dizarán para cuando el sistema mundial capitalista madura, y las
antiguas colonias se han independizado, dando paso a que las trans-
ferencias de riqueza de las nuevas economías –calificadas de depen-
dientes, es decir, formalmente libres, pero subordinadas al mundo
imperialista– se lleven a cabo bajo formas menos visibles, pero no
por ello menos efectivas. A diferencia del período previo, donde eran
los mecanismos políticos de sujeción y dominio colonial los que ase-
guraban la transferencia de valor y riquezas, ahora serán diversos

87
Jaime Osorio

circuitos del capital los que prevalecerán para transferir valor entre
regiones y capitales.
Junto a las asimetrías en materia de desenvolvimiento, el capita-
lismo genera asimetrías en la capacidad de los distintas economías y
Estados en definir los papeles y lugares en la división internacional
del trabajo, lo que implica que se establezcan relaciones de depen-
dencia, “entendida[s] como […] relacion[es] de subordinación entre
naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones
de producción de las naciones subordinadas son modificadas y re-
creadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia”
(Marini, 1973, p. 18).
De esta manera, el capitalismo como sistema mundial presenta
a lo menos dos modalidades o formas de capitalismo que reprodu-
cen en unos la mayor autonomía, el capitalismo desenvuelto, y en
otros, el capitalismo dependiente, la subordinación. Cada una de estas
formas genera procedimientos de reproducción capitalista específi-
cos,30 como es el recurso estructural a la superexplotación o remune-
raciones de la fuerza de trabajo por debajo de su valor la modalidad
específica del capitalismo dependiente.
Las relaciones de dependencia forman parte de la dimensión ho-
rizontal, referida a las disputas y competencia entre capitales, ya sea
que operen en una misma rama, entre distintas ramas o entre capi-
tales de economías diversas. Ellas complementan la dimensión verti-
cal capital/trabajo (Dussel, 1985, p. 377). Pretender que las relaciones
de dependencia remitan sin más a la “unidad mundial del capital”
(Iñigo Carrera, 2017) y a la contradicción “capital universal/obrero
universal”31, es no entender la distinción necesaria entre una y otra

30
Que sean específicos no significa que no se puedan presentar en toda forma de
capitalismo. Así acontece con los mecanismos de la plusvalía relativa, que se pueden
hacer presentes en el capitalismo dependiente, pero es en el capitalismo desenvuelto
donde articula y dinamiza sus procesos. Lo mismo acontece con la superexplotación,
que se puede y se hace presente en toda forma de capitalismo, pero es en el capitalismo
dependiente donde articula y otorga sentido al conjunto de la reproducción del capital.
31
Marx señala “lucha ventilada entre el capital universal, o sea, la clase capitalista
de un lado, y de otro, el obrero universal, o sea, la clase obrera” (Marx, 1973a, p. 180;

88
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

dimensión del análisis. Es evidente que la dimensión capital/trabajo


es el eje central. Pero que sea central no significa que la competencia
entre capitales no sea relevante y que no se deba analizar en sus de-
terminaciones y consecuencias, como acontece con la dependencia,
lo que otorga sentido a la teoría marxista de la dependencia.32
En este punto es relevante considerar que los estudios iniciales
de la dependencia, aquí referidos como “teorías de la dependencia”,
quedaron amarrados a la dimensión horizontal, la competencia en-
tre capitales, preocupados por el hecho que capitales y/o Estados
foráneos se apoderan de valor en “la periferia”.
Con el surgimiento de la teoría marxista de la dependencia (TMD),
esta perspectiva será superada. Ahora se busca integrar la competen-
cia entre capitales, con particularidades de la dimensión capital/tra-
bajo en el análisis, a fin de comprender cómo se reproduce el capital
en las economías dependientes.
El concepto de superexplotación es el que mejor expresa esa in-
tegración al destacar una modalidad de explotación en que se remu-
nera a la fuerza de trabajo por debajo de su valor, con formas que
operan en la circulación (salarios por debajo del valor de la fuerza
de trabajo), pero también en la producción (prolongación de la jor-
nada e intensificación del trabajo). La superexplotación alienta el
intercambio desigual en el intercambio entre capitales de distintas
economías y perjudica a los capitales dependientes. Y esas pérdidas
buscan ser compensadas por estos capitales33 al recurrir a la superex-
plotación, esto es, con modalidades de explotación que rompen con
las condiciones para la normal reproducción de la fuerza de trabajo.
También la teoría marxista de la dependencia destaca la respon-
sabilidad de las clases dominantes en las economías dependientes en
la reproducción del subdesenvolvimiento y la dependencia, lo que

cursivas en el original).
32
Para una versión más amplia de la crítica a la formulación de Iñigo Carrera en la
materia, véase el capítulo II de Osorio y Reyes (2020).
33
Donde también se ubican los capitales extranjeros que operan en las economías
dependientes en la búsqueda, por los bajos salarios, de ganancias extraordinarias.

89
Jaime Osorio

no se realiza en las teorías de la dependencia iniciales. Pero esa res-


ponsabilidad, que marca su incapacidad de encabezar cualquier pro-
yecto liberador, no implica desconocer el campo de relaciones que el
capitalismo como unidad mundial conforma y que hace posible la
succión de valores que alimentan y reproducen las desigualdades y
diferenciaciones imperantes entre economías y pueblos.
Pago de intereses por deudas públicas y privadas, remesas de
ganancias por inversiones, derechos de propiedad intelectual y pa-
tentes e intercambio desigual, serán ahora, una vez que la ley del
valor opera a nivel mundial, algunos de los mecanismos principa-
les para que parte del valor generado en regiones subdesenvueltas
termine siendo apropiado por economías y capitales de regiones
desenvueltas.
En este contexto, resulta cuando menos extraño –sino grotesco–
que se sostenga que “ni el desarrollo del centro ni el subdesarrollo
de la periferia están determinados por la transferencia de plusvalor”
(Brenner, 1977, p. 67), como si la Revolución Industrial inglesa o el
surgimiento del capitalismo en Inglaterra hubiesen sido resultado
exclusivo de procesos endógenos en Inglaterra.
En relación a la Revolución Industrial como un fenómeno britá-
nico, pero que, al mismo tiempo, sintetiza un sinnúmero de esfuer-
zos y procesos que van más allá de las fronteras de la isla, Hobsbawm
señala que

los orígenes de la revolución industrial de Gran Bretaña no pueden


ser estudiados exclusivamente en términos de historia británica […] ya
que “el árbol de la expansión capitalista moderna creció en una deter-
minada región de Europa, pero sus raíces extrajeron su alimento de un
área de intercambio y acumulación primitiva mucho más amplia, que
incluía […] colonias de ultramar […] como las “economías dependien-
tes” de Europa Oriental […] la evolución de las economías esclavistas
de ultramar , y las basadas en la servidumbre de la gleba, de Oriente,

y añadimos las Indias Occidentales y el Caribe. Fueron “necesarios


los recursos de todo este universo económico para abrir una brecha

90
Apuntes históricos sobre capitalismo, subdesenvolvimiento y dependencia

industrial [en algún país] del sector económicamente avanzado” de


Europa (Hobsbawm, 1971, pp. 104-105).
La preocupación por marcar distancias con las explicaciones que
hacen reposar el surgimiento del capitalismo en la expansión del ca-
pital mercantil o en el crecimiento de las ciudades, o en general en el
mercado, llevan a Brenner (1977) a criticar a Gunder Frank y a Wa-
llerstein, pero termina dando vuelos a una versión solipsista del capi-
talismo y del desenvolvimiento. Siguiendo la metáfora de Hobsbawm,
nuestro autor se preocupa por explicar “el brote del árbol”, pero para
nada de “las raíces que lo alimentan”.34
Desde esta perspectiva, parece más pertinente la formulación de
Bihr, quien señala que fue “la mundialización [la que] permitió que
naciese el capitalismo” (Bihr, 2018), y destaca inicialmente la articu-
lación de procesos que hicieron posible que el capitalismo se hiciera
presente en la historia. Falta precisar, sin embargo, que en ese naci-
miento la unidad (capitalismo) se diversifica y diferencia como des-
envolvimiento y subdesenvolvimiento.
Explicar la forma de inserción de América Latina en el despliegue
del sistema mundial capitalista y cómo ello propicia la gestación de
una forma particular de capitalismo, el dependiente, sustentado en
la superexplotación, la que incentiva el intercambio desigual y este
revierte nuevamente a la superexplotación, generando estructuras
productivas que se alejan de las necesidades del grueso de la pobla-
ción trabajadora, constituyen algunos de los principales aportes
del trabajo de Ruy Mauro Marini en su breve ensayo Dialéctica de la
dependencia.
Los procesos y conceptos formulados allí constituyen elementos
que rebasan la condición de las economías latinoamericanas y abren
perspectivas para el estudio de toda la enorme gama de economías

34
Lo anterior no implica desconocer los problemas teóricos presentes en Frank y
Wallerstein, referidos, por ejemplo, a la confusión que establecen entre capital (mer-
cantil) y capitalismo, asumiéndolos como sinónimos. Para una crítica de las deriva-
ciones políticas de la propuesta de Wallerstein, véase Osorio (2015a).

91
Jaime Osorio

semicoloniales y dependientes como las presentes también en Áfríca


y Asia.
Dialéctica de la dependencia es así un poderoso aporte internacio-
nalista del marxismo latinoamericano a las luchas de los despojados
y oprimidos del mundo. Pero también para los que luchan en las en-
trañas de los imperialismos actuales, fortalecidos por la explotación
redoblada de los trabajadores de economías dependientes y semico-
loniales. El capitalismo ha terminado por unificar así las historias de
los pueblos y, con ello, también sus luchas y su emancipación.

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97
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini
por un no-marinista1
Ricardo Antunes

Introducción

Conviene aclarar de entrada el título de este artículo: lo de no-mari-


nista se debe a nuestro parcial y limitado conocimiento de la obra de
Marini, lo que nos impide hacer un análisis profundo e interno de su
obra que, sin embargo, es sumamente original y pionera. No es ca-
sualidad que tantas obras pasen y otras resulten perdurables. Y este
es sin duda el caso de Marini. Y es precisamente en reconocimiento
de este mérito por lo que aceptamos la amable invitación de Jaime
Osorio y Mathias Seibel Luce, no sin antes alertar de lo que hemos
dicho más arriba.
Reconocer la fuerza de la obra de Marini, sus múltiples significa-
dos para comprender la génesis y la tragedia de la formación social
brasileña y latinoamericana, así como su prolongación y vigencia
en el capitalismo de nuestro tiempo, fue el imperativo que nos llevó
a escribir estas notas. Independientemente de la polémica que esta
formulación suscita, la proposición de Marini, a nuestro entender, es

1
Traducción: Mónica Iglesias Vázquez y Juan Cristóbal Cárdenas Castro.

99
Ricardo Antunes

un importante punto de partida para ayudarnos a comprender mejor


el monumental proceso de devastación del trabajo en la actualidad,
ya sea por la intensificación de la explotación o por la prolongación
excesiva y casi ilimitada de las jornadas de trabajo (ejemplificada por
las precarias condiciones del trabajo inmigrante y del trabajo uberi-
zado), que acaban dando lugar a nuevas dimensiones y vigencia a lo
que Marini llamó la superexplotación del trabajo.
Lo que podemos ofrecer aquí como homenaje a nuestro autor se
reduce, pues, a la indicación de una hipótesis que puede resumirse
así: el capitalismo en la era de la financiarización y de la mundia-
lización del capital (Censáis, 1996) o, más ampliamente, el sistema de
reproducción sociometabólica del capital (Mészáros, 2002), ha desen-
cadenado un proceso destructivo que encuentra sus orígenes en la
crisis estructural de principios de los años setenta. Este sistema solo
puede sobrevivir mediante la expansión, a escala planetaria, de la su-
perexplotación del trabajo (Antunes, 2018).
Si esta fue la característica principal de Brasil y de varios países
de América Latina, como de manera pionera demostró Marini, esa
realidad hoy se extiende por todo el mundo, desde Asia hasta Áfri-
ca, expandiéndose también en los países capitalistas centrales, como
se puede constatar en la intensa explotación del trabajo inmigrante
global (Basso, 2018; Basso y Perocco, 2008). También está presente en
las más variadas formas de precarización creadas y recreadas, cada
vez generalizadas en todas partes del mundo y que, particularmente
en las últimas dos décadas, se han ido expandiendo a través de la
explosión descomunal del trabajo en las plataformas digitales (que
incluso invaden todos los espacios de producción del capital).
En este contexto, el mayor vilipendio lo encontramos en la ex-
tensión de la superexplotación del trabajo, en plena era digital y de la
Industria 4.0, no solo en el mundo productivo industrial, que se des-
plaza cada vez más hacia Asia, con protagonismo de China e India,
sino también en Europa Occidental y Estados Unidos. Y esta tenden-
cia, todos lo sabemos, se ha reforzado significativamente a través del
proceso global de privatización y comoditización de los servicios, que
100
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

han eliminado su anterior predominio público y se han convertido,


cada vez más, en un espacio destacado en la creación de lucro, rique-
za y también de plusvalor (Antunes, 2018).
Pero antes de indicar algunos elementos para matizar mejor la
hipótesis anterior, se impone un breve apunte inicial: ¿por qué la la-
bor intelectual de Marini, paralelamente a su gran expansión en el
escenario latinoamericano, fue relegada a la más completa ignoran-
cia en Brasil durante varias décadas? ¿Qué puede explicar ese oculta-
miento y obliteración de su obra en su propio país?
Un primer elemento se hace evidente: la dictadura militar de 1964
fue despiadada con el pensamiento crítico que se desarrollaba en
Brasil. Marini, con poco más de 30 años, aún muy joven e iniciando
su carrera docente, fue detenido, torturado y exiliado en 1965 en Mé-
xico (y posteriormente en Chile), y su obra fue intensamente leída y
debatida en América Latina. Vânia Bambirra y Theotônio dos San-
tos, que formaban parte de ese importante polo marxista originado
en el triángulo Río de Janeiro-São Paulo-Minas Gerais, también su-
frieron ese mismo vilipendio.
Pero también es posible indicar que, más allá de la represión que
se desencadenó sobre los jóvenes marxistas en la Universidad de
Brasilia, hay algo más, de modo que se puede comprender por qué la
obra de Marini ha sido tan fuertemente menospreciada en los cursos
de humanidades y ciencias sociales en Brasil.
Comienzo con mi testimonio personal. Ingresé en la Universi-
dad en 1972 en Administración Pública en la FGV-SP,2 al igual que
Marini, que cursó la EBAP3 (que más tarde se convirtió en la FGV-
RJ).4 Posteriormente, ingresé en la Maestría en Ciencia Política de la

2
Fundação Getúlio Vargas-São Paulo [Fundación Getulio Vargas-São Paulo]. [N.T. =
Nota de las traductoras]
3
Escola Brasileira de Administração Pública [Escuela Brasileña de Administración
Pública]. [N.T.]
4
Fundação Getúlio Vargas-Rio de Janeiro [Fundación Getulio Vargas-Río de Janeiro].
[N.T.]

101
Ricardo Antunes

UNICAMP5 en 1976 y luego comencé el Doctorado en Sociología en


la USP6 en 1980. No me recuerdo de ninguna indicación de lectura
de textos de la época de Marini. El único texto que encontré, por mi
cuenta, en la biblioteca de FGV-SP, fue un artículo de Theotônio dos
Santos, sobre la Alianza Nacional Libertadora, que fue muy útil para
mi disertación de maestría.
Si no me falla la memoria, nuestra generación se vio privada de
leer la obra de Marini. Fuimos lectores asiduos de los Cuadernos del
CEBRAP,7 entre tantas otras publicaciones similares, pero no encon-
tramos nada de Marini, aun sabiendo que el tema de la dependencia
era recurrente en aquel espacio.
Sabíamos, por cierto, una vez que ingresamos en la militancia
política, que las diferencias entre las distintas corrientes de la iz-
quierda eran exacerbadas. ¿El PCB8 había incurrido en una desvia-
ción “de derechas” o “de izquierdas”? ¿La Revolución Brasileña sería
“democrática y nacional” o “socialista”? Si pudimos leer la magnífica
La Revolución Brasileña, de Caio Prado Jr., la densa y decisiva La Revo-
lución Burguesa en Brasil, de Florestan Fernandes, El Colapso del Po-
pulismo en Brasil, de Octávio Ianni, Historia de la Burguesía Brasileña,
de Nelson Werneck Sodré, ¿por qué la obra de Marini ni siquiera era
mencionada?
Si el CEBRAP, que era probablemente el principal órgano de di-
fusión del pensamiento crítico en Brasil en aquella época, publicó
tanto sobre la teoría de la dependencia (como ejemplifican los escri-
tos de Fernando Henrique Cardoso e incluso de José Serra), ¿por qué
no publicó nada del joven marxista Ruy Mauro Marini? ¿Será que su
teoría marxista de la dependencia, por encontrarse en las antípodas
de la teoría neodesarrollista (y no marxista) de Fernando Henrique

5
Universidade Estadual de Campinas [Universidad Estatal de Campinas, ubicada en
São Paulo]. [N.T.]
6
Universidade de São Paulo [Universidad de São Paulo]. [N.T.]
7
Centro Brasileiro de Análise e Planejamento [Centro Brasileño de Análisis y
Planificación]. [N.T.]
8
Partido Comunista Brasileiro [Partido Comunista Brasileño]. [N.T.]

102
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

Cardoso, no encontraba espacio para ser publicada? ¿Será que su


obra no tenía relevancia?
En un artículo publicado en una obra dedicada a Marini, la im-
portante académica mexicana Ana Esther Ceceña (2009) alude a la
realidad arriba referida:

Paradójicamente, con una indudable presencia internacional, Mari-


ni regresa a un Brasil que no le recuerda, que difícilmente le recono-
ce y donde sus obras apenas eran conocidas. Un Brasil que quiere
vivir hacia adelante para no cargar con el peso de un pasado que
lo compromete. En pleno neoliberalismo, con la ilusión de un Brasil
potencia, a pesar de la penetración cada vez más evidente del capital
norteamericano, la sociedad brasileña apunta hacia el primer mun-
do. A nadie le interesaban los teóricos de la dependencia, que eran
vistos como emisarios de una realidad que era preferible ignorar. Los
años ochenta fueron años de atonía, pero también de reencuentro.
Sin embargo, los exiliados no parecían ser esperados por casi nadie,
y a su regreso no fue posible encontrar lo que habían dejado al partir
(pp. 46-47).

El historiador Oswaldo Munteal (2009), en el mismo libro antes re-


ferido, afirma que Marini conoció dos exilios en su rica trayectoria
intelectual y política. El primero, impuesto por la horrenda dictadu-
ra militar de 1964 y tantas otras que le siguieron en parte de América
Latina. El segundo exilio, sin embargo, según el historiador, fue con-
secuencia directa de la ocultación impuesta por sus propios colegas
en la universidad brasileña. En sus palabras:

Uno de los episodios más llamativos de este ataque a las ideas tuvo lu-
gar en el debate entre Marini y Fernando Henrique Cardoso en torno
al neodesarrollismo reformista propuesto por Cebrap. La discusión
política en la teoría de la dependencia se refiere al camino hacia la
conquista de la soberanía nacional: los dependentistas como Marini
creían en la ruptura con el orden económico internacional capitalis-
ta y en la vía revolucionaria para llegar al socialismo. Mientras tanto,
Cardoso y Faletto se preguntaban si la alternativa era la revolución o

103
Ricardo Antunes

una alianza con el capital extranjero a fin de posibilitar el desarrollo


[...]. Para colmo, según Marini, las apuestas de FHC y José Serra iban
todas en la dirección de un modelo económico que pudiera aliar la
dependencia con el desarrollo (Munteal, 2009, p. 329).

Ciertamente (y por suerte) no fue el caso de América Latina, que


honró a Ruy Mauro Marini, cuya obra despertó un amplio interés
y hoy está presente en tantas publicaciones en diversas partes del
mundo. No solo su conceptualización absolutamente original de la
teoría marxista de la dependencia, sino también su corolario –la su-
perexplotación del trabajo– resultaron vitales para comprender la
constitución del orden burgués en América Latina (a diferencia del
neodesarrollismo de Fernando Henrique).
El sociólogo mexicano Adrián Sotelo Valencia, gran estudioso de
la obra de Marini, viene realizando un importante esfuerzo analí-
tico, particularmente en relación con la superexplotación del trabajo,
intrínseca a la teoría marxista de la dependencia:

En los últimos años, las políticas del capital, la reestructuración


productiva y la fuerza desagregadora del capitalismo financiero
especulativo, con su oleada de burbujas financieras, provocaron el
surgimiento de un conjunto de fenómenos que pueden resumirse en
tres vertientes: la desregulación del trabajo, la implementación de la
flexibilidad laboral y, finalmente, el fenómeno conocido y detectado
por los trabajadores y estudiosos desde una perspectiva crítica relati-
vo a la precarización del trabajo (Sotelo Valencia, 2009, p. 119; cursivas
en el original).9

Esto ocurre porque, siempre según Adrián Sotelo Valencia, siguien-


do las pistas de la teoría de la dependencia de Marini, la periferia
se reinserta en el rediseño de la división internacional del trabajo,
sirviendo como plataformas de recepción de grandes corporaciones
que buscan ventajas geográficas, salariales, nuevas modalidades
de trabajo flexible, escasa legislación laboral, ausencia o debilidad

9
Véase también Sotelo Valencia (2012).

104
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

sindical, todas estas políticas implementadas por los gobiernos neo-


liberales. Eso acaba también por presionar a las empresas localiza-
das en los países centrales a seguir un movimiento hacia la baja de
salarios, aumentando las tasas de explotación laboral, amplificando
aún más la competencia entre los trabajadores por empleos preca-
rios en sus propios países centrales (Sotelo Valencia, 2009; ver tam-
bién Sotelo Valencia, 2012).
Al proceder así, los países capitalistas centrales consiguen am-
pliar la superexplotación del trabajo también en sus espacios pro-
ductivos nacionales, mediante la incorporación de mecanismos de
explotación laboral que se aproximan a los existentes en la periferia,
en un proceso que se retroalimenta y solo beneficia al gran capital.
El ejemplo reciente del trabajo uberizado, como indicaremos a conti-
nuación, es una fotografía viva de esta triste realidad.
Cuando comprendemos el núcleo básico de la formulación mari-
niana acerca de la superexplotación del trabajo, como sintetiza Carlos
Eduardo Martins (2009), vemos que se produce por la confluencia de
tres elementos (que pueden hacerse presentes de modo simultáneo o
no): 1) aumento de la jornada laboral; 2) mayor intensidad del traba-
jo; y 3) reducción del fondo de consumo del trabajador.
Al observar el trabajo inmigrante global, así como la explosión
del trabajo uberizado o en plataformas, parece evidente que el mun-
do capitalista contemporáneo viene exacerbando y mezclando estas
tres tendencias, como pretendemos indicar en los siguientes puntos.
Por lo tanto, cuando se busca captar las nuevas dimensiones del
capitalismo financiero de nuestro tiempo, una de las tendencias des-
tacadas se encuentra en el enorme crecimiento del sector servicios,
que fue vital para la expansión de las nuevas corporaciones capitalis-
tas de la era digital y la consecuente valorización del capital, ya que,
dado el enorme proceso privatizador que se abrió con la lógica neoli-
beral, múltiples actividades de servicios se volvieron potencialmente
generadoras de lucro y también de plusvalor (Antunes, 2018).
Y, con ello, hemos asistido también a la enorme expansión del nue-
vo proletariado de servicios de la era digital –que Ursula Huws (2017) ha
105
Ricardo Antunes

llamado cibertariado y Ruy Braga y Antunes (2008) infoproletariado–,


ocupando puestos en call-centers, telemarketing, hipermercados, ca-
denas de comida rápida, tiendas, oficinas, hostelería y turismo, res-
taurantes, entre otras muchas ramas. Y fue precisamente la enorme
expansión del proletariado de servicios lo que ayudó a derribar la
tesis equivocada (eurocéntrica) del fin del trabajo y del proletariado,
ya que este crecimiento puede compensar en parte, especialmente
(pero no solo) en los países centrales, la reducción del proletariado
industrial resultante del trasplante de los procesos productivos del
Norte al Sur del mundo (Antunes, 2018).
Si en siglos anteriores los servicios se consideraban en gran me-
dida improductivos para el capital, en esta nueva fase financiera, im-
pulsada por los artefactos informáticos y digitales, se ha puesto de
manifiesto una tendencia (anticipada de forma pionera por Marx, en
El Capital) que demostró que podían tornarse productivos. Esto es lo
que trataremos en la siguiente sección.

Plusvalor y servicios: las pistas de Marx

Sabemos que la creación de plusvalor ocurre en la esfera de la pro-


ducción, como lo desarrolla Marx (2013) en el Libro I de El Capital.
Pero el autor también añade que la producción es consumo y el consu-
mo es producción, ya que el ciclo completo se compone de producción,
consumo, distribución, circulación o intercambio. Como en el mundo
contemporáneo hay una creciente intersección entre los diversos
sectores de la producción (industria, agricultura y servicios), ejem-
plos de los cuales son la agroindustria, la industria de servicios y los
servicios industriales, estos sectores están cada vez más controlados
y totalizados por el capital, que los ha convertido en productores de
mercancías (ya sean materiales o inmateriales). Se plantea entonces
un nuevo reto analítico: ¿cuál es el papel efectivo de los servicios pri-
vatizados en la creación de valor?

106
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

Una breve reanudación de las pistas marxianas se vuelve aquí


central.10 En el Libro II de El Capital, Marx demuestra que la indus-
tria del transporte, a pesar de no producir ningún elemento material,
generaba plusvalor. Su carácter perecedero la convertía en una rama
productiva especial, aunque de ella no resultara ninguna produc-
ción material. En sus palabras:

Pero lo que la industria del transporte vende es el desplazamiento


del propio lugar. El efecto útil obtenido está indisolublemente liga-
do al proceso de transporte, es decir, al proceso de producción de la
industria del transporte. Hombres y mercancías viajan en un medio
de transporte, y su viaje, su desplazamiento espacial, es precisamen-
te el proceso de producción llevado a cabo. El efecto útil sólo puede
consumirse durante el proceso de producción; no existe como cosa útil
aparte de ese proceso, como algo que sólo funciona como artículo
comercial, sólo circula como mercancía después de haber sido pro-
ducido (Marx, 2014, p. 133).11

Una vez hecho este diagnóstico, Marx (2014)12 presenta su formula-


ción decisiva:

Pero el valor de cambio de este efecto útil está determinado, como el


de cualquier mercancía, por el valor de los elementos de producción
consumidos en ella (fuerza de trabajo y medios de producción) más
el plusvalor creado por el trabajo suplementario de los obreros em-
pleados en la industria del transporte (pp. 133-134).

Cabe señalar aquí que, para Marx (2014),13 este valor se determina

en parte mediante la transferencia de valor de los medios de trans-


porte, en parte mediante la adición de valor generada por el trabajo de
transporte. Esta última adición de valor se descompone, como en toda

10
En este ítem retomamos algunas tesis presentadas en Antunes (2018), donde los ar-
gumentos están más desarrollados.
11
Ver Marx (1991, II/4, pp. 61-62). [N.T.]
12
Ver Marx (1991, II/4, p. 62). [N.T.]
13
Ver Marx (1991, II/4, p. 179). [N.T.]

107
Ricardo Antunes

producción capitalista, en reposición del salario y plusvalor (p. 229; én-


fasis añadido)

En otras palabras, para Marx, la actividad en la industria del trans-


porte se concibe como un proceso de producción dentro del proceso de
circulación. Y esta formulación ofrece, en nuestra opinión, pistas
excepcionales para una mejor comprensión de los servicios priva-
tizados en el capitalismo financiarizado actual. Partiendo de una
concepción ampliada de la industria, Marx reconoce el significado pro-
ductivo sobre todo en las ramas del transporte, tanto marítimo como
ferroviario, además de referirse al almacenamiento, las comunica-
ciones y la industria del gas. En sus palabras:

La industria del transporte constituye, por un lado, una rama inde-


pendiente de la producción y, por tanto, una esfera especial de inver-
sión del capital productivo. Por otro lado, se distingue por el hecho de
que aparece como continuación de un proceso de producción dentro
del proceso de circulación y para el proceso de circulación (Marx,
2014, p. 231).14

Así pues, cabe reiterar, existe un proceso de producción dentro del pro-
ceso de circulación: si el transporte no se efectúa en un breve espacio
de tiempo, la mercancía perece. Esto la convierte en una industria
diferenciada y también en generadora de valor, a diferencia del comer-
cio.15 Esto se debe a que, como el tiempo de rotación del capital es igual
al tiempo de producción más el tiempo de circulación, cuanto más se
acerque a cero el tiempo de circulación del capital, tanto mayor será
la productividad y la producción de plusvalor. El tiempo de circu-
lación del capital puede alargar o acelerar el tiempo de producción
y, por tanto, aumentar o disminuir el proceso de producción de

14
Ver Marx (1991, II/4, p. 181). [N.T.]
15
En el Libro III de El Capital, al tratar del comercio, Marx (2017) demostró que, aun-
que es esencial para la realización de la venta, porque actúa en la esfera del capital co-
mercial, no genera plusvalor, es decir, es improductivo para el capital. Ver Marx (1989,
III/6: cap. XVII) [N.T.].

108
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

plusvalor (Marx, 2014).16 Ciertamente, esta salvedad hecha por Marx


no significa que el plusvalor encuentre su espacio de creación fuera de
la producción; pero su formulación indica claramente que en ciertas
actividades puede desarrollarse un proceso de producción dentro del
proceso de circulación.
Aquí vale la pena recordar lo importante que es comprender la
conceptualización marxiana sobre el trabajo productivo e improducti-
vo.17 Podemos resumirla en los siguientes puntos centrales: el trabajo
productivo es concebido como aquel que crea plusvalor; es pagado
por el capital-dinero y no por la renta (modo de pago que configura
el trabajo improductivo); es el resultado del trabajo colectivo, social y
complejo y ya no del trabajador individualmente concebido; es, por
lo tanto, una capacidad de trabajo socialmente combinada que valoriza
el capital y es el resultado de una actividad predominantemente ma-
terial, pero que contempla la producción no material o inmaterial.
Estas características permiten a Marx (2022) afirmar que todo tra-
bajo productivo es trabajo asalariado, pero no todo trabajo asalariado es
productivo, además de subrayar que trabajos idénticos en relación con
su naturaleza solo pueden considerarse productivos cuando participan en
el proceso de creación de plusvalor.18
Estos puntos que hemos resumido del capítulo VI (inédito) fueron
esencialmente reiterados y desarrollados ampliamente en El Capital,
como sabemos, y particularmente en el capítulo 14 (Libro I) el trabajo
productivo, improductivo, material y no material fueron presentados
rica y brevemente en su complejo relacional:

[P]ara trabajar productivamente, ya no es necesario hacerlo con las


propias manos; ahora basta con ser un órgano del trabajador colectivo,
para desempeñar cualquiera de sus subfunciones. La definición origi-
nal de trabajo productivo [...], derivada de la naturaleza misma de la

16
Ver Marx (1991, II/4, pp. 147-148). [N.T.]
17
Tomaremos inicialmente las formulaciones presentes en el capítulo VI (inédito)
(Marx, 2022).
18
Ver Marx (2009). [N.T.]

109
Ricardo Antunes

producción material, sigue siendo válida para el trabajador colectivo


considerado en su conjunto. Pero ya no es válida para cada uno de
sus miembros, considerados aisladamente (Marx, 2013, p. 577; énfa-
sis añadido).19

Y añade: “la producción capitalista no es sólo producción de mercan-


cías, sino esencialmente producción de plusvalor [...]. Sólo es productivo
el trabajador que produce plusvalor para el capitalista o sirve a la
autovalorización del capital” (Marx, 2013, p. 578; énfasis añadidos).20
Y vuelve a presentar un ejemplo relevante, que también aparece
en el capítulo VI (inédito):

Si se nos permite elegir un ejemplo fuera de la esfera de la producción


material, diremos que un maestro de escuela es un trabajador pro-
ductivo si no se limita a trabajar con la cabeza de los niños, sino que
se exige a sí mismo hasta la extenuación para enriquecer a su patrón.
Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñan-
za en vez de en una fábrica de salchichas es algo que no altera en
absoluto la relación (Marx, 2013, p. 578; énfasis añadido).21

Lo que le lleva a concluir que:

Así, el concepto de trabajador productivo no implica en modo alguno


sólo una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y pro-
ducto del trabajo, sino también una relación de producción específica-
mente social, que ha surgido históricamente y que pega al trabajador
la etiqueta de medio directo de valorización del capital. Ser un traba-
jador productivo no es, por tanto, una suerte, sino un infortunio (Marx,
2013, p. 578; énfasis añadido).22

La percepción marxiana de la expansión de las actividades producti-


vas inmateriales en el amplio mundo de la producción, en un proceso
interactivo con la maquinaria informacional-digital, si fue incipiente

19
Ver Marx (1979, I/2, p. 616, nota b). [N.T.]
20
Ver Marx (1979, I/2, p. 616). [N.T.]
21
Ver Marx (1979, I/2, p. 616). [N.T.]
22
Ver Marx (1979, I/2, p. 616). [N.T.]

110
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

en los siglos XVIII y XIX, sigue un intenso movimiento en el capita-


lismo financiero de nuestro tiempo.
Si la tesis eurocéntrica que reivindica la vigencia de un supuesto
capitalismo desprovisto de materialidad (que implica un borramien-
to de la producción global en su totalidad, excluyendo a China, In-
dia, Brasil, México, Sudáfrica, etc.) no es más que ficción, también es
necesario reconocer que las nuevas formas de extracción de valor
y plusvalor expresan cada vez más una dimensión compleja e inte-
rrelacional entre actividades materiales e inmateriales, productivas e
improductivas, todas ellas simultáneamente partícipes de las cadenas
globales de producción de valor que resultan de un trabajo social, co-
lectivo y combinado.

La génesis de la uberización y la generalización


de la superexplotación del trabajo

Como consecuencia de estas transformaciones, asistimos al adveni-


miento de nuevas formas de extracción de plusvalor también en acti-
vidades que no son directamente materiales, o, si queremos, aquellas
que tienen una fuerte presencia inmaterial, espacio por excelencia
que se encuentra en gran parte de los servicios privatizados duran-
te la larga fase de vigencia del neoliberalismo. Recordemos que la
principal transformación de la empresa capitalista flexible no fue,
como erróneamente pretendió Habermas (1975; 1989), ver a la ciencia
convertirse en la principal fuerza productiva, sino algo muy diferente,
presente en la complejización de las relaciones entre trabajo y cien-
cia, inmaterialidad y materialidad, trabajo productivo e improductivo y
valor.23
En este contexto, los servicios se han vuelto cada vez más coman-
dados por la lógica del capital, mezclando actividades improductivas
y productivas, impulsados por la expansión de las tecnologías de la

23
Véase Antunes (2005), donde presentamos esta formulación crítica.

111
Ricardo Antunes

información y la comunicación (TIC), el trabajo digital, los algorit-


mos, la inteligencia artificial, etc., acentuando el proceso de reestructu-
ración productiva permanente del capital, ejemplificado por la llamada
Industria 4.0. Y los resultados son evidentes, particularmente en el
mundo del trabajo: se amplifican las nuevas formas de realización
de plusvalor, sea en la producción predominantemente material, sea
en aquellas en que se destacan las actividades inmateriales, recor-
dando siempre que estas últimas no existen sin interconexión con
las primeras, que son prevalentes (Antunes, Perocco y Basso, 2021;
Woodcock, 2020).
Como afirmó la socióloga del trabajo Ursula Huws (2014) al abor-
dar la emergencia del trabajo digital, la “sociedad del conocimiento”
y el “trabajo inmaterial” son, ante todo, expresiones presentes en la
división del trabajo, en la que coexisten actividades intelectuales y
manuales, tanto las de creación como aquellas más rutinarias. El
vasto conjunto de investigaciones de Ursula Huws (especialmente en
Europa, pero no solo allí), aunque reitera la importante expansión
del trabajo digital, subraya no obstante que esta modalidad de tra-
bajo en línea sigue siendo minoritaria si se considera la totalidad del
trabajo global.
Esto lleva a Huws a afirmar que quienes defienden la tesis del pre-
dominio del trabajo “aparentemente desmaterializado, vinculado a
las tecnologías de la información y la comunicación (TICs)” no han
sido capaces de comprender que las llamadas actividades “virtuales”
son inexistentes cuando se prescinde de sus relaciones con la pro-
ducción material, ya que el trabajo digital ni siquiera podría existir
sin un vasto conjunto de mercancías producidas, empezando por
la extracción en las minas de África o América Latina, en los talle-
res clandestinos de China o en otros países situados en el Sur (Huws,
2014, p. 157). Y esta formulación la lleva a concluir que,

sin la producción de energía, cables, computadores, celulares y una infi-


nidad de productos materiales, sin las materias primas necesarias para
la producción de las mercancías, sin el lanzamiento de satélites al espacio

112
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

para generar las señales, y sobre todo sin la construcción de edificios, sin
la producción y conducción de vehículos que hagan posible su distribu-
ción, internet ni siquiera podría crearse (Huws, 2014, p. 157-158; cursivas
añadidas).

Refiriéndose a la teoría del valor, Huws (2014) añadió que la intro-


ducción y expansión de los computadores y las TIC en las ramas más
diversas de la economía ejemplifica cómo las actividades digitaliza-
das se expanden en actividades rurales, fábricas, oficinas, tiendas,
hogares, conducción de vehículos, etc., siendo cada vez menos los
sectores de la economía que se desarrollan sin el uso de trabajo digi-
tal. Esto nos obliga a investigar las cadenas globales de valor, desde
sus orígenes de producción hasta la mercancía final.
Aquí llegamos a un punto central de nuestro artículo. ¿Cómo po-
demos entender mejor la aparición y expansión de las plataformas
digitales, así como su corolario, el trabajo uberizado o plataformiza-
do? ¿Cómo se ha ido desarrollando el proceso de producción dentro de
las llamadas plataformas digitales? ¿Y cómo se está configurando el
mundo del trabajo que se desarrolla en ellas?
¿Qué puede explicar, en plena fase de avance informacional-digi-
tal, la aparente paradoja de, por un lado, la expansión de tantos arte-
factos tecnológicos, como algoritmos, inteligencia artificial, big data,
5G, internet de las cosas, Industria 4.0, etc., que en teoría podrían
aliviar las precarias condiciones laborales, y, por otro, constatamos
que lo que vemos, en todas partes del mundo, es una enorme gene-
ralización del trabajo uberizado? Trabajo cuya realidad se expresa en
el aumento de las jornadas laborales, cada vez más extenuantes, sin
descanso semanal, sin vacaciones, y que están al margen de la segu-
ridad social y de los derechos laborales. Por no hablar del hecho de
que, cuanto mayor es el ejército de reserva, más empobrecidos y bajos
son los salarios.24

24
Presentaremos en este ítem algunas formulaciones que se encuentran en
Capitalismo Pandémico (Antunes, 2022). Véase también la amplia investigación, que
contempla varios países, en Uberización, trabajo digital e industria 4.0 (Antunes, 2020a).

113
Ricardo Antunes

Indiquemos brevemente cuáles fueron las condiciones esenciales


que hicieron posible el surgimiento de las grandes plataformas di-
gitales y del trabajo uberizado. ¿Dónde encontramos los principales
elementos causales que explican esta fase que, hace unos años, deno-
miné la nueva era de precarización estructural del trabajo a escala glo-
bal (Antunes, 2005)? Y, más particularmente, a partir de esta realidad
de crisis estructural del capital, ¿cuáles fueron las condiciones esenciales
que posibilitaron el surgimiento de las grandes plataformas digitales que
Srnicek denominó capitalismo de plataforma, por ser partícipes direc-
tas de las tendencias monopólicas que se fortalecen con la conversión
de las plataformas en grandes empresas “dueñas de la infraestructu-
ra de la sociedad”? (Srnicek, 2016, p. 86).
El primer elemento causal nos remonta al inicio de la década de
1970, cuando la crisis estructural del capital desencadenó una reestruc-
turación productiva permanente del capital, que comenzó a ser impul-
sada por las tecnologías informacionales y digitales que invadieron
todos los espacios productivos. El principal resultado social de este
doble movimiento fue la explosión del desempleo en todo el mun-
do, generando una superpoblación relativa que empezó a buscar cual-
quier trabajo, sin exigencias ni cuestionamientos. Y esta lucha básica
por la sobrevivencia se intensificó después de la crisis de 2008/9,
cuando las grandes plataformas digitales, siempre bajo el comando e
impulso financiero, expandieron sus prácticas profundamente des-
tructivas con relación al trabajo.
La mayor consecuencia de esta nueva realidad la encontramos en
la expansión de la superexplotación del trabajo, ya que, con la mundia-
lización del capital, esta tendencia extrapoló su génesis en los países
periféricos e invadió también el Norte, inicialmente a través de los
enormes contingentes de trabajo inmigrante y, posteriormente, con
la explosión del trabajo uberizado (en gran medida, cabe añadir, rea-
lizado por trabajo inmigrante, especialmente en los países centrales)
y se convirtió en la punta del iceberg de la precarización estructural del
trabajo, de la que la superexplotación del trabajo es un rasgo constitu-
tivo (Antunes, 2018).
114
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

La imagen de Pietro Basso (2010) es ilustrativa y nos ayuda a com-


prender esta desastrosa realidad: “De ser un continente de emigran-
tes y colonos, como lo fue durante siglos, Europa Occidental se ha
convertido en una tierra de inmigración cada vez mayor procedente
de los cuatro puntos cardinales” (p. 1).
El autor añade también que los inmigrantes acaban encontran-
do trabajo en industrias, constructoras, supermercados, distribui-
doras hortofrutícolas, agricultura, hoteles, restaurantes, hospitales,
empresas de limpieza, etc., percibiendo salarios cada vez más bajos,
siendo que,

a veces no se les paga. Muy a menudo, estos trabajadores cobran


menos de lo que realmente les correspondería según el contrato,
también porque las cualificaciones que se les dan casi nunca corres-
ponden a sus competencias reales: esto ocurre mucho en el caso de
las pequeñas empresas, que son, al fin y al cabo, las que más recurren
a los inmigrantes. A ellos les toca, en general, las tareas más duras,
peligrosas, insalubres: en Italia, por ejemplo, según datos oficiales,
los inmigrantes sufren el doble de accidentes laborales que los nati-
vos (Basso, 2010, p. 4).

Además de estas características, el trabajo inmigrante suele estar so-


metido a horarios inconstantes e incómodos, con jornadas nocturnas
y en los fines de semana, lo que llevó a la autora a afirmar que, además
de la superexplotación, sus vidas y las de sus hijos sufren discrimina-
ciones en el trabajo, en el acceso al trabajo, al seguro de desempleo, a
la jubilación, en la búsqueda de vivienda (que son más deterioradas y
en zonas más degradadas) y teniendo que pagar alquileres más altos,
como garantía exigida por los propietarios (Basso, 2010).25
Si el trabajo inmigrante es el resultado de un proceso que im-
pregna un largo período de la historia global del trabajo, el elemen-
to totalmente “nuevo” que encontramos, en este siglo XXI, está en
la explosión del trabajo uberizado. A través de la utilización de las

25
Véase también Basso y Perocco (2008, 2010).

115
Ricardo Antunes

tecnologías digitales, de la absorción ampliada del excedente de fuer-


za de trabajo –el ejército de reserva– en un contexto de crisis estructu-
ral, este fue el proceso que generó la nefasta creación del trabajo de
plataforma, superexplotado y desprovisto de los derechos laborales
conquistados a través de numerosas luchas obreras desde el siglo
XVIII.
Y, para que esta realidad del trabajo pudiera aparecer como algo
“nuevo”, las grandes corporaciones no han dejado de utilizar pro-
fundas adulteraciones en el léxico, resignificándolo. Así nacieron
aberraciones como colaborador, socio, resiliencia, sinergia, todos es-
tos elementos presentes en el trabajo uberizado. Transfigurados y
convertidos en “emprendedores”, los repartidores, además de la vio-
lencia en sus niveles de explotación, también se vieron obligados a fi-
nanciar los instrumentos de trabajo, como coches, motos, bicicletas,
mochilas, celulares, etc. (Antunes, 2018 y 2020b).
Y esa impostura fue introyectada en la subjetividad de grandes
contingentes de la clase trabajadora desempleada y en la informali-
dad. Esto porque la ideología generada por el capital financiero pasó
a concebir el trabajo cada vez más flexible, sin horarios preestable-
cidos (pero siempre potencialmente ilimitados) y sin remuneración
fija. Sin actividades predeterminadas y completamente desprovisto
de derechos, además de dificultar o incluso impedir al máximo la
organización sindical y de clase de los/as trabajadores/as uberiza-
dos/as, ya que su desempeño debe estar siempre comandado por el
régimen de “metas”, un mecanismo perverso que se ha convertido
en el verdadero cronómetro de nuestro tiempo. Taylor, si estuviera
vivo, probablemente se asustaría con la voracidad que imprimen los
CEOs26 que se extienden por el capitalismo financiero.
A diferencia de las fábricas de automóviles, pues, la era del tra-
bajo informacional y digital puede hacer uso de las nefastas prácti-
cas de la tercerización, la informalidad y la flexibilidad, un escenario
social que ha hecho posible el nacimiento de trabajos intermitentes

26
Chief Executive Officers. [N.T.]

116
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

y uberizados, que se expanden como una plaga en el capitalismo de


plataformas, un concepto que utilizamos aquí de forma descriptiva.
No está de más enfatizar que estas condiciones de trabajo que
proliferan en las plataformas digitales han encontrado condiciones
ideales para su propagación en la realidad del mundo del trabajo
en la periferia (entre ellas, la brasileña y latinoamericana) dada la
vigencia de la superexplotación del trabajo, que es una característica
distintiva de este capitalismo, en el que el trabajo asalariado convive
con las más distintas formas de precarización. Lo que buscan efecti-
vamente estas nuevas modalidades de trabajo es ocultar la condición
proletaria y asalariada, precisamente para exacerbarla e intensificarla,
enmascarándola bajo la denominación de emprendimiento, autonomía,
prestación de servicios y otras farsas similares. Por eso es que busca-
ron inicialmente a los países capitalistas centrales más marcada-
mente neoliberales, como Inglaterra y Estados Unidos.
Los algoritmos, concebidos y diseñados por las corporaciones glo-
bales para controlar los tiempos, ritmos, lugar, calidad, intensidad y
movimientos en todas las actividades laborales, se han convertido en
un ingrediente decisivo para, bajo una falsa apariencia de autonomía,
impulsar y comandar nuevas formas de superexplotación del trabajo,
donde son frecuentes las jornadas de ocho, diez, doce o más horas, lo
que elimina la idea falaz de la gig economy. Por el contrario, a lo que
asistimos es a una simbiosis entre el mundo virtual algorítmico y la
explotación ilimitada del cuerpo productivo del trabajo, que retrocede a
la fase anterior del capitalismo, al inicio de la Revolución Industrial.
Informalidad, trabajo intermitente, subempleo, precarización, infoprole-
tariado, cibertariado, son todas denominaciones que eventualmente
condujeron a su versión actual: el trabajo uberizado (Antunes, 2018 y
2020b).
Utilizando y combinando características ya existentes en Amé-
rica Latina y el Sur, expandiéndolas al Norte, Asia y África, las
grandes plataformas digitales como Amazon (y Amazon Mechani-
cal Turk), Uber (y Uber Eats), Google, Facebook, Airbnb, Cabify, 99, Lyft,
Ifood, Glovo, Deliveroo, Rappi, etc., han logrado fusionar los artefactos
117
Ricardo Antunes

informacionales-digitales para controlar y comandar el trabajo uberi-


zado. Al hacerlo, han logrado convertir a los asalariados en “empren-
dedores” que, como pude indicar en El privilegio de la servidumbre,
es, en el universo ideológico, una especie de “burgués-de-sí-mismo”,
aunque su materialidad sea expresión de un “proletario-de-sí” (Antu-
nes, 2018).
Al redefinirlos ideológicamente como “emprendedores”, “autó-
nomos”, “prestadores de servicios”, el gran capital logró efectuar,
en una manipulación legal que contó con la aquiescencia de varios
tribunales laborales de diversos países, redefinirlos y renombrarlos,
eliminando “legalmente” su condición de asalariados, de modo que
el nuevo proletariado uberizado quedó excluido de la legislación social
protectora del trabajo en la mayoría de los países donde operan las
plataformas, configurando lo que denominé como esclavitud digital
(Antunes, 2018).
Las jornadas extenuantes, los bajos salarios y la práctica recu-
rrente de la intensificación del trabajo por el ritmo que ahora impo-
nen los artefactos digitales, el resultado que todas las investigaciones
académicas serias vienen demostrando, es una combinación nefasta
entre más explotación, más expropiación y más expoliación. Y si esta
realidad ya era nefasta antes del estallido de la pandemia, se ha
acentuado enormemente durante la misma, lo que nos ha llevado a
señalar tres tesis que, a nuestro entender, ayudan a comprender el
tamaño de la tragedia que está golpeando al mundo del trabajo y a
la humanidad.

118
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

Tres notas sobre la era de la desantropomorfización


del trabajo27

Como indicamos anteriormente, el núcleo de la concepción de


Marini, al proponer de forma pionera la categoría de superexplota-
ción del trabajo (basada, hay que decirlo, en un análisis cuidadoso de
El Capital), encuentra su suelo social original en los países depen-
dientes, cuya succión de plusvalor –es decir, de un quantum de ex-
cedente de trabajo apropiado– debe abastecer no solo los intereses
de las burguesías nativas, sino esencialmente los de las burguesías
extranjeras, que detentan el comando y control del capital.
Las fuertes evidencias presentadas por los estudios sobre la rea-
lidad del mundo del trabajo contemporáneo reiteran que los tres
elementos básicos del análisis de Marini, además de expandirse en
las periferias (el ejemplo asiático es emblemático), también invaden
cada vez más el centro imperialista del capitalismo, dado que una de
las características del sistema del capital en este siglo XXI es que, ade-
más de que el centro está presente en la periferia (basta ver el nivel de
vida y de consumo de las burguesías locales), también la periferia in-
vade cada vez más el centro, ejemplos de ello son, como hemos visto,
el trabajo inmigrante y el trabajo uberizado, que no paran de expan-
dirse y que experimentan condiciones de trabajo cercanas a las de la
periferia.
Ambos experimentan jornadas de trabajo prolongadas y agota-
doras, ritmos cada vez más intensificados de trabajo (ahora coman-
dados por algoritmos), y el abaratamiento de la canasta de consumo
es un rasgo constitutivo de la fuerza de trabajo que se expande en
esta época, que es la más destructiva de toda la historia del capitalis-
mo. Basta decir aquí que la naturaleza es devastada, el trabajo es dila-
pidado y la humanidad, con sus géneros, razas y etnias, experimenta

27
Presentamos estas tres tesis en Antunes (2023), Icebergs a la deriva: el trabajo en las
plataformas digitales.

119
Ricardo Antunes

una sucesión interminable de vilipendios, en el Norte y en el Sur del


mundo.
Así, entendemos que, en este contexto, la superexplotación del tra-
bajo avanza y colma, de forma desigualmente combinada, diversos es-
pacios de la totalidad del sistema de reproducción sociometabólica del
capital (Mészáros, 2002), lo que nos llevó a redenominarlo como siste-
ma de metabolismo antisocial del capital (Antunes, 2022). Y uno de los
mecanismos de las burguesías centrales, empantanadas en una crisis
estructural sin perspectivas de solución, es acercar cada vez más la
tasa diferencial de explotación, aproximando las condiciones de traba-
jo y de explotación de grandes contingentes de la clase trabajadora
del Norte a las practicadas en el Sur.28
Aunque este tema sea complejo y objeto de controversia, cree-
mos que nuestra hipótesis está en sintonía con la formulación de
Jaime Osorio, uno de los más calificados estudiosos del tema, cuan-
do afirma que, para Marini, “el fundamento de la dependencia es la
superexplotación del trabajo”. En sus palabras: “Esta tesis no niega
la existencia de la superexplotación del trabajo en las llamadas eco-
nomías centrales, sea de forma coyuntural o en términos de mayor
duración”. Y Osorio añade: “la diferencia radica en el hecho de que,
en las economías dependientes, esa modalidad de explotación está
en el centro de la acumulación” (2009, pp. 174-175).
A modo de conclusión, en nuestras investigaciones más recientes
estamos desarrollando, empírica y analíticamente, tres tesis que nos
ayudan a comprender mejor el tamaño de la tragedia actual y que
solo podemos indicar aquí.29
La primera demuestra que, durante la pandemia, se han intensi-
ficado los laboratorios de experimentación laboral de las grandes cor-
poraciones plataformizadas. El trabajo digital, el trabajo uberizado, el
trabajo en casa, el teletrabajo son ejemplos de esa intensificación, ya

28
Adrián Sotelo Valencia, entre los estudiosos de Marini, ha realizado un trabajo su-
mamente positivo en este sentido. Véase Sotelo (2010).
29
Véase Antunes (2023).

120
Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

que las corporaciones globales pretenden generalizarlo a todos los


espacios donde sea posible.
La segunda indica que el capitalismo de plataforma, impulsado por
el universo digital-informacional, viene recuperando formas de tra-
bajo pretéritas, propias de la protoforma del capitalismo, de los inicios
de la Revolución Industrial y de la acumulación primitiva, cuando las
jornadas de trabajo eran prolongadas al límite, y que el capitalismo
del siglo XXI se esfuerza al límite por extender globalmente la supe-
rexplotación del trabajo.
La tercera presenta la tesis de que estamos entrando en una nue-
va era de desantropomorfización del trabajo (Lukács, 2013) caracteri-
zada por la eliminación ampliada del trabajo vivo, sustituido por el
aumento del trabajo muerto que se expande en la nueva fábrica digi-
tal, con sus algoritmos, internet de las cosas, inteligencia artificial, big
data, etc., que, además de eliminar grandes contingentes de la clase
obrera, profundiza lo que Marx llamó la subsunción real del trabajo
al capital (Marx, 2022),30 que comenzó con la introducción de la ma-
quinaria durante la creación de la gran industria en los siglos XVIII
y XIX. Nuestra tesis indica, entonces, que estamos entrando en una
nueva era de subsunción real del trabajo al capital, ahora bajo el co-
mando de la máquina informacional-digital, de la cual la Industria
4.0, la inteligencia artificial y los algoritmos son ejemplos, exten-
diendo aún más la conversión del trabajador en autómata y apéndice
de la maquinaria, para recordar a Marx (2013).31
Así, el desenlace más plausible de este escenario capitalista agu-
damente destructivo, belicista y pandémico nos lleva a sugerir que una
nueva era de desantropomorfización del trabajo está en franco curso
y solo podrá ser detenida por una confrontación social de gran am-
plitud y radicalidad que obligue a la humanidad que trabaja o, si lo

30
Ver Marx (2009, pp. 59 y ss.). [N.T.]
31
Ver Marx (1979, I/2: cap. XIII). [N.T.]

121
Ricardo Antunes

preferimos, a la clase-que-vive-del-trabajo, a reinventar un nuevo modo


de vida.32
Por el contrario, si estas tres tesis encuentran vigencia y conti-
nuidad, si no son obstaculizadas por las luchas sociales de clase, por
los movimientos sociales anticapitalistas, por las comunidades negras,
indígenas, por el movimiento feminista, ecologista, de las periferias y de
la juventud, entre otros, la generalización de la superexplotación del
trabajo será mucho más intensa y profunda de lo que ya estamos vi-
viendo hoy.
Y en este escenario histórico único, el análisis presentado por
Ruy Mauro Marini está aún más presente y tiene más fuerza de lo
que podría parecer a primera vista. Por eso, nuestro texto, escrito por
un no marinista, es un modesto homenaje a Ruy Mauro Marini, cuyo
horizonte nunca fue otro que la abolición del capitalismo y la eman-
cipación social.

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32
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Breve homenaje a Ruy Mauro Marini por un no-marinista

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126
Sobre Dialéctica de la dependencia,
El Capital y la pulsión imperialista
del capitalismo1
Andy Higginbottom

Desde su primera obra importante, Subdesarrollo y Revolución, queda


claro que el pensamiento de Ruy Mauro Marini estaba dirigido por
la lucha por el socialismo en América Latina. Su análisis, enfático
y creativo, argumentaba sobre la necesidad de la emancipación de
la clase obrera mediante la revolución contra su propia burguesía,
no en alianza con esta. Analizó el capitalismo en Brasil y América
Latina, con sus características distintivas de subdesarrollo y una
relación con el capitalismo mundial diferente a la del capitalismo
en Europa Occidental y Estados Unidos. Marini posicionó enfática-
mente su argumento a favor del socialismo en el paradigma de la
dependencia, por el que entendía que el subdesarrollo capitalista de
América Latina contribuye al desarrollo de Europa. La relación de
dependencia es en esencia una transferencia de valor de los países
pobres y subordinados hacia los países ricos y dominantes.
¿Cuál fue la contribución teórica original de Marini? Desarro-
lló una teoría laboral del imperialismo distinta, que es la base de
la teoría marxista de la dependencia. Marini identificó la superex-
plotación del trabajo como la relación social que constituye la base

1
Traducción: Andy Higginbottom. Revisión de la traducción: Cristóbal Reyes.

127
Andy Higginbottom

del subdesarrollo capitalista. Este no es su único concepto estraté-


gico, ya que su análisis sistemático vincula la superexplotación del
trabajo con el intercambio desigual en el comercio internacional,
con la idea de un mercado interior fracturado y con el concepto
de subimperialismo. En este trabajo, la atención se concentra en la
superexplotación.
La explicación de Marini sobre la superexplotación capta concep-
tualmente la condición real de la clase obrera en América Latina. La
superexplotación implica tres elementos: bajos salarios, largas jor-
nadas laborales e intensificación del trabajo hasta el agotamiento
y la muerte prematura. Tanto la prolongación de la jornada laboral
como la mayor intensidad del proceso de trabajo figuran también en
El Capital como métodos para aumentar la plusvalía. Para Marini, la
superexplotación se caracteriza sobre todo por “el aumento de la ex-
plotación de la fuerza física del trabajador [...] y tiende a expresarse
normalmente en el hecho de que la fuerza de trabajo se remunera a
un precio inferior a su valor real” (1973, pp. 92-93).
Con Dialéctica de la dependencia, Marini logró un enorme avance
teórico, no solo como fundamento de la teoría marxista de la depen-
dencia latinoamericana, sino para la regeneración de la teoría mar-
xista a nivel global. La obra de Marini es una fuente que comienza a
ser reconocida de manera más amplia, ya que proporciona la clave
para el análisis de la última fase del imperialismo capitalista en el
siglo XXI (Smith, 2016).

La recepción hostil a la teoría de la dependencia por parte


del marxismo eurocéntrico: un ejemplo entre muchos otros

Escribo desde un Estado imperialista que ha afectado de manera


inevitable a la condición de la clase obrera, incluso cuando entra-
mos en crisis. Igualmente inevitable es la tendencia predominante
del pensamiento marxista que durante el siglo XX se volvió cada vez
más eurocéntrico en sus supuestos. Un indicador importante de esto
128
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

es la hostilidad mostrada hacia la teoría de la dependencia cuando


algunos de sus autores se dieron a conocer en inglés en la década de
1970. La publicación de las obras de Gunder Frank suscitó un furor
de oposición. Selecciono solo un caso del amplio catálogo de negacio-
nistas de la dependencia. En el capítulo final de La acumulación mun-
dial: 1492-1789, Frank (1978) aborda el problema de las referencias
cruzadas entre el análisis de la plusvalía de Marx en El Capital y la su-
perexplotación. Frank señala la distinción de Marx entre la plusvalía
absoluta y la plusvalía relativa, y luego cita dos de los pasajes clave
en los cuales el propio Marx introduce fenómenos que no encajan en
ninguna de estas dos categorías: del capítulo XXII del tomo I sobre la
transformación de la plusvalía en capital (Marx, 1975); y del capítulo
XIV del tomo III sobre las causas que contrarrestan la tendencia a la
caída de la tasa de ganancia (1976). En el primer caso, Marx señala los
casos de “la reducción violenta del salario” por debajo del “valor de la
fuerza de trabajo”; en el segundo caso, habla sobre la “reducción de
los salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo”.
Frank sostiene que existe una correspondencia directa entre la
superexplotación y lo que Marx denomina alternativamente “reduc-
ción violenta” o “reducción de los salarios por debajo del valor de la
fuerza de trabajo”, que son idénticos. Continúa:

La acumulación capitalista de capital se basa también en una sobreex-


plotación de la fuerza de trabajo a través del plusvalor extraordinario
que, a menudo –y no sólo en la industria doméstica británica–, niega
al trabajador incluso el mínimo necesario para la subsistencia según
cualquier definición y que, en algunos momentos y lugares, prohíbe
incluso la reproducción de la fuerza de trabajo. Además, esta sobreex-
plotación por debajo del nivel de subsistencia ocurre tanto mediante
el trabajo asalariado como mediante otras relaciones de producción,
así como a través de su combinación (Frank, 1979, p. 226).

Frank abordó el problema teórico, pero no desarrolló este concepto


de “sobreexplotación de la fuerza de trabajo a través del plusvalor ex-
traordinario”, ni explicó su no identidad con la plusvalía absoluta ni

129
Andy Higginbottom

con la plusvalía relativa. De hecho, Banaji, un crítico de Frank, hizo


explícito este punto crucial: “para él [Frank] esto parece representar
una tercera forma de producción de plusvalía que no es ni relativa
ni absoluta, mientras que para Marx es una forma de producción de
plusvalía absoluta” (Banaji, 1983, p. 105).
Aquí Banaji expresa la ortodoxia marxista en respuesta al desa-
fío presentado por el pensamiento de la teoría de la dependencia.
Banaji no justifica textualmente su comentario de que la plusvalía
absoluta cubre los fenómenos en cuestión. En mi opinión, la idea
de “una tercera forma de plusvalía” es sustancialmente correcta y,
como veremos, esta tesis fue planteada por Marini en Dialéctica de la
dependencia.
Al igual que Marini y Frank, considero que la tesis de la superex-
plotación del trabajo revela otra dimensión o aspecto de la plusvalía:
un aumento que se consigue al reducir el costo para el capital de la
fuerza de trabajo mediante la disminución del consumo de mercan-
cías por parte de los trabajadores. Este método es descrito por Marx
en diferentes contextos como la reducción forzada del precio del tra-
bajo por debajo de su valor, la reducción del valor de la fuerza de tra-
bajo o, más sencillamente, como el empleo de “trabajo barato” (1975,
p. 561) –cheap labour, como lo denominaban los ingleses–. En todas
estas interpretaciones hay una reducción del monto de capital varia-
ble que se requiere para comprar la fuerza de trabajo, para poner en
movimiento el trabajo vivo. Podemos concebir esto como fuerza de
trabajo barata que proporciona trabajo vivo al capital a un costo me-
nor, y por lo tanto es la base para un mayor grado de explotación, una
mayor tasa de plusvalía debido a una reducción del tiempo de traba-
jo necesario para producir el equivalente al valor de la fuerza de tra-
bajo. El menor costo se debe a una explotación más dura y opresiva
de sectores de la clase obrera. Este aumento de la tasa de plusvalía
es distinto de la plusvalía absoluta, que en la explicación de Marx se
debe a la prolongación de la jornada laboral. Y la disminución del ca-
pital variable por esta vía tampoco es plusvalía relativa, ya que esta,
según Marx, depende únicamente del aumento de la productividad
130
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

en los sectores que producen las mercancías consumidas en la re-


producción de la fuerza de trabajo. Como característica necesaria y
esencial del modo de producción capitalista, esta dimensión adicio-
nal de la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor
real está en el mismo nivel ontológico que la plusvalía absoluta y la
plusvalía relativa, pero no puede reducirse a ninguna de esas dos ca-
tegorías, ya que en sí misma implica condiciones de explotación más
opresivas. Por estas razones, sugiero que este aspecto de la superex-
plotación laboral da origen a la idea de la plusvalía relacional. Este
corresponde al concepto propuesto por Van der Linden (2020) de una
“desigualdad relacional” dentro la clase obrera mundial.

Algunas posiciones en el debate actual

Nascimento et al. (2015) sostienen que la superexplotación ya está


presente como categoría teórica en El Capital. Afirman que “el capí-
tulo VIII es donde Marx desarrolla lógica e históricamente, es decir,
teóricamente, la superexplotación, la relación entre el valor de la
fuerza de trabajo y su desgaste por encima del nivel necesario para
restablecer las condiciones normales” (2015, p. 109).
Argumentan que el concepto de superexplotación es dado en la
voz de los trabajadores (basada en el manifiesto de los obreros de la
construcción), lo que plantea la cuestión del exceso de trabajo como
causa de su agotamiento y muerte prematura. La cuestión de si la
fuerza de trabajo se utiliza a lo largo de una vida laboral de treinta
años, o se consume en diez años, abre la puerta a una mayor explota-
ción de la fuerza de trabajo. La compra de la fuerza de trabajo “por su
valor” debe considerarse a lo largo de la vida laboral. Según Marx, los
trabajadores dicen “la utilización de mi fuerza de trabajo y la expolia-
ción de la misma son cosas muy diferentes” (1975, p. 281; cursivas en
el original), al rechazar fuertemente su sobreexplotación.
La reflexión de Corrêa y Carcanholo (2016) en su crítica a Nasci-
mento et al. es que ese tipo de comentario por parte de Marx es solo
131
Andy Higginbottom

formativo, no una teoría conceptual. Su postura es que el argumento


de Marx es correcto en el nivel más abstracto de la teoría pura y que
en este nivel de definición conceptual no hay necesidad de dar cuen-
ta de la superexplotación, que es una las particularidades de los paí-
ses latinoamericanos y, por ende, pertenece a un nivel más concreto
de análisis.
Osorio (2018) examina los puntos en El Capital donde Marx relaja
el supuesto de que la fuerza de trabajo se vende a su valor y cita los
pasajes que llevan la voz de los trabajadores que también son citados
por Nascimento et al. (2015). Osorio argumenta que la superexplo-
tación laboral puede considerarse como “la violación del valor de la
fuerza de trabajo” (2013, p. 11; cursivas en el original), señalando acer-
tadamente que la fuerza de trabajo no es igual a otras mercancías en
este sentido.
Esta breve nota sobre la bibliografía es incompleta, pues no he-
mos considerado directamente los argumentos de Katz (2017) y su
crítica por Osorio (2018), aunque se verá a medida que avancemos
que coincido en los puntos principales planteados por Osorio, con
una línea de argumentación diferente.
Así pues, en la bibliografía latinoamericana actual se han presen-
tado posiciones distintas que abordan el mismo problema: ¿cuál es
la relación de la elaboración de Marini sobre la superexplotación del
trabajo con El Capital de Marx?
Nascimento et al. Tienen razón en que la explotación tiende a la
superexplotación, es decir, que los capitales buscarán aumentar su
plusvalía y, por tanto, su ganancia. Sin embargo, aunque la explota-
ción tiende a la superexplotación, como argumenta Osorio (2018), no
siempre es lo mismo si se considera cualitativamente. La superexplo-
tación del trabajo no puede reducirse simplemente a más explota-
ción, y conceptualmente debe considerarse como una categoría en sí
misma. Este paso de la cantidad a la calidad es muy importante, y es
la razón por la que toda la explotación capitalista debe examinarse
tanto en términos sociales como económicos, para considerar cómo
lo social deviene económico. Apenas hace falta repetir que el capital
132
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

aprovechará las diferencias en la fuerza de trabajo para aumentar


la plusvalía. Esto es algo más que una división y dominio ideológico,
aunque la ideología siempre está implicada, pero requiere sobre todo
la construcción y reproducción social de las diferencias materiales.
Creo que el enfoque de Correa y Carcanholo niega el ímpetu teó-
rico revolucionario de la obra de Marini, que enfatiza la naturaleza
neocolonial y opresiva del modo de producción capitalista, su ca-
rácter inherentemente imperialista, en el nivel más esencial de su de-
finición. Para poner la cuestión en positivo, desde mi perspectiva, es
sumamente importante que los trabajadores del Norte global reco-
nozcan que la superexplotación laboral en el Sur global y los corres-
pondientes mecanismos de transferencia de valor son la condición
general de su privilegio relativo. Con esto, el internacionalismo ten-
drá una base teórica en un marxismo rejuvenecido, que es algo por lo
que vale la pena luchar.
El esquema de mi argumento es que, aunque la superexplotación
del trabajo no fue formulada como categoría teórica en El Capital, ese
libro nos da muchas claves útiles sobre cómo se podría construir esa
teoría. La categoría crítica, el verdadero punto de partida de nuestra
discusión, es el concepto de plusvalía. Aunque los fenómenos de la
superexplotación están presentes, requieren una elaboración con-
ceptual de la plusvalía que va más allá del punto al que Marx llegó
en el tomo I de El Capital. Para ello, debemos recuperar la concep-
tualización de Marx sobre la plusvalía, ponerla a prueba frente a los
fenómenos y mostrar entonces que en su elaboración en el tomo I no
es adecuada para dar cuenta de los fenómenos. Algo sobre la supe-
rexplotación ya está presente en la obra de Marx, pero, en el mejor de
los casos, es embrionario o fue dejado del lado en el momento mismo
de la formación del concepto. Es necesario superar su estatus apenas
formativo o marginal y convertirlo en el centro de nuestro análisis.
Concluiré que Marini ya lo hizo, dejándonos una base sólida para las
nuevas tareas.

133
Andy Higginbottom

Sobre El Capital

Las numerosas referencias de Marini (1973) a El Capital indican que


estudió ese texto muy de cerca. Es necesario indagar tanto la obra de
Marx como la relación de Marini con ella.
El tomo I de El Capital se mueve entre la derivación de la relación
de explotación capital-trabajo basada en el intercambio de valores
mercantiles equivalentes y el “devenir” lógico del capital en la pri-
mera sección, hasta llegar a la génesis histórica del capitalismo con
la acumulación originaria del capital en la séptima sección (Marx,
1975). Pero algo falta en la navegación entre estos dos polos de expli-
cación: las persistentes desigualdades de la explotación del trabajo.
Marx resume la condición del surgimiento del modo de producción
capitalista como la acumulación de capital, por un lado, y la disponi-
bilidad de mano de obra libre, por otro. Critica la noción de trabajo
“libre” señalando su doble sentido: los trabajadores son “libres” de
alquilar su propia fuerza de trabajo, pero están obligados a hacerlo
porque se les ha privado del acceso a los medios de producción; son
“libres” de ser explotados por el capital. Aun así, en la transición de
la descripción histórica a la determinación teórica de la plusvalía
(comparando el capítulo XXIV y el capítulo IV del tomo I), se deja
de lado una relación crucial: la cara racializada y colonial de la ex-
plotación del trabajo en el modo de producción capitalista durante
el siglo XIX, en la época posterior a la revolución industrial, con las
primeras fábricas de gran escala y el “imperio informal”.
Aunque la historia y la teoría están profundamente entrelazadas
a lo largo del tomo I, la forma en que Marx maneja su interacción
cambia de una sección a otra. Las primeras secciones y la última
sobre el origen del modo de producción capitalista son cada una de
ellas distintas por derecho propio. Centraremos la atención en el mo-
vimiento intermedio, que comprende desde la tercera sección hasta
la séptima, que se ocupa directamente de la producción de capital
y del proceso de trabajo en el modo de producción capitalista, de la

134
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

teoría de la plusvalía. Aquí el registro del texto oscila entre los capí-
tulos que exponen y desarrollan conceptos teóricos, y aquellos cuyo
énfasis se centra más en la historia del modo de producción capita-
lista desde diferentes perspectivas. Además, el movimiento interme-
dio del tomo I tiene un patrón que también se da en los dos tomos
posteriores: se presenta el esbozo inicial general del concepto, luego
se desarrollan sus aspectos particulares y después su sublimación en
la forma de contradicción sistémica. En el movimiento intermedio
del tomo I se introduce el concepto de plusvalía en sus determinacio-
nes teóricas como esencia del modo de producción capitalista; luego,
se desarrolla a través de los métodos particulares de su incremento
como plusvalía absoluta y plusvalía relativa; finalmente, la plusvalía
transformada impulsa la acumulación general de capital como re-
productora del sistema de clases.
Normalmente, en la ortodoxia marxista, se entiende que el au-
mento de la plusvalía depende de tres elementos: la plusvalía abso-
luta, la plusvalía relativa y la intensidad del proceso laboral, cuyas
combinaciones y variaciones Marx examinó en la sección quinta del
tomo I (1975). La plusvalía como tal se basa en que el capital prolonga
la jornada laboral más allá del tiempo de trabajo necesario para pro-
ducir el equivalente al valor de la fuerza de trabajo. Desde este punto
de vista, es comprensible comenzar, como hizo Marx, con la lucha
del capital por imponer jornadas laborales cada vez más largas, con-
tra la resistencia de los trabajadores. Pero este trabajo excedentario
solo es posible, a su vez, si el trabajo es lo suficientemente productivo
como para poder producir el equivalente al valor de su propia fuerza
de trabajo en menos tiempo que la jornada laboral completa. Por lo
tanto, como también señala Marx en el capítulo XIV, aunque su pre-
sentación lineal de la acumulación de capital dirigida primero por
la plusvalía absoluta y luego por la plusvalía relativa corresponde
a una determinada secuencia histórica dentro del modo de produc-
ción capitalista a medida que se afianza, ambas son completamente
inseparables y son dimensiones de la plusvalía como tal que se rela-
cionan dialécticamente.
135
Andy Higginbottom

Siguiendo a Marini, el punto crucial del argumento es que incor-


porar la superexplotación en El Capital requiere una reelaboración,
una modificación del concepto de plusvalía restringido a esas tres
dimensiones (plusvalía absoluta, relativa e intensidad), para incluir
el aumento de la misma mediante el pago de salarios más bajos (in-
cluso, sin el pago de salarios). Además, sostengo que esta es una de
las cuatro modificaciones que se requieren para determinar más
plenamente la plusvalía “como tal”. Dos modificaciones más son el
aumento de la plusvalía mediante la mejora de la cualificación de
la fuerza de trabajo y su incremento mediante la apropiación de va-
lores de uso de la naturaleza. Ambas modificaciones se refieren a la
productividad del trabajo y fueron reconocidas por Marx, pero las
trató de manera muy diferente en la arquitectura de El Capital. Marx
deja de lado la cuestión del trabajo calificado desde el principio de la
exposición del tomo I, como algo que en principio puede resolverse
mediante la reducción del trabajo complejo al trabajo simple. Es de-
cir, en su punto de partida Marx hace una suposición simplificadora
sobre la formación de la fuerza de trabajo calificada y su utilización
como trabajo calificado o complejo. De hecho, Marx vuelve al tema
varias veces en los capítulos sobre la división de trabajo (XII) y la fá-
brica (XIII).
Otra modificación a la plusvalía sucede cuando el sistema capi-
talista se aprovecha de condiciones particularmente favorables en-
contradas en la naturaleza. El método de exposición de Marx fue
radicalmente diferente en lo que respecta a la generación de plus-
valía a través de la producción capitalista en la agricultura, a la que
dio un tratamiento increíblemente exhaustivo en El Capital y en las
Teorías de la plusvalía. Pero el lector tiene que perseverar casi hasta el
final del tomo III, y comprender la difícil elaboración de Marx sobre
los precios de producción y sobre el funcionamiento contradictorio
del capitalismo como sistema, antes de llegar a este análisis específi-
co. El enfoque de Marx consiste en examinar la agricultura capitalis-
ta solo una vez que estableció la dinámica del sistema en su conjunto
basado en el capitalismo industrial y especialmente después de la
136
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

necesaria modificación del valor que resulta de las diferencias en


los niveles de inversión entre los sectores industriales (Marx, 1976).
La agricultura se aborda entonces como un sector dentro del capi-
talismo maduro con sus propias características especiales. A lo que
conduce esta estrategia de exposición es a una rica y compleja in-
vestigación sobre la renta de la tierra, que merece una elaboración
mucho más completa de la que podemos hacer aquí.
Nuestro objetivo es destacar que la mayoría de los comentaristas
han entendido exclusivamente como una cuestión de la distribución
de la plusvalía entre capitalistas y terratenientes (y de las industrias
extractivas como la minería en la época de Marx, y el petróleo des-
de finales del siglo XIX). En mi opinión, esto ha llevado a un error
común, aunque comprensible dada la ubicación del análisis en la
secuencia de los tomos de El Capital. Lo que se oscurece es que la ex-
plotación capitalista en la agricultura también afecta a los trabaja-
dores empleados ahí, quienes producen más o menos plusvalía según
sus condiciones particulares.
En una explicación resumida de unas pocas páginas del capítulo
XIV del tomo I, Marx anticipa su tratamiento exhaustivo en el tomo
III. Comienza con la importancia de la naturaleza como fuente de ri-
queza para todas las sociedades y continúa señalando que “una vez
presupuesta la producción capitalista […] la magnitud del plustrabajo
variará con las condiciones naturales del trabajo, y en especial con la
fertilidad del suelo” (1975, p. 622). Para precisarlo, las diferenciaciones
que se encuentran en la naturaleza conciernen tanto a la producción
de la plusvalía como a su distribución. Marx enfatiza el punto:

La diversidad de las condiciones naturales del trabajo surte el efecto


de que en países diferentes la misma cantidad de trabajo satisfaga di-
ferentes masas de necesidades; por tanto, de que bajo condiciones en
lo demás análogas, el tiempo de trabajo necesario sea diferente (1975,
p. 624).

Es decir, su trabajo es más o menos productivo según las condiciones


naturales más o menos favorables que el capital encuentra y moldea

137
Andy Higginbottom

para su propósito. Existe, pues, una fuerte analogía –aunque no com-


pleta– entre el trabajo que se vuelve más productivo por las máqui-
nas y el trabajo más productivo por la fertilidad de la naturaleza, así
como en su función en las relaciones sociales capitalistas. La inclu-
sión del campo y la mina junto a la fábrica requiere una elaboración
teórica adicional de la plusvalía que es análoga a la plusvalía relativa
basada en las máquinas, pero que –de nuevo– no es reducible a ella.

Algunos ejemplos relevantes de mayor explotación


introducidos por Marx

Marx da muchos ejemplos de fenómenos que plantean la cuestión


de los grados desiguales de explotación, relacionados con la diferen-
ciación cualitativa dentro de la clase obrera. A continuación, consi-
deramos cómo los trata teóricamente. Veamos primero los ejemplos.

Explotación laboral sin límites

El título de la sección tercera del tomo I, “La producción del plusva-


lor absoluto”, que abarca los capítulos V a IX, es engañoso en lo que
respecta a los tres primeros capítulos de la sección. Los capítulos V,
VI y VII tienen una unidad interna que trata sobre la necesaria de-
terminación de la plusvalía como tal, basada en las distinciones entre
fuerza de trabajo y trabajo, así como en los distintos roles del capital
constante y del capital variable. Solo a partir del capítulo VIII nos
encontramos con el método particular del capital para aumentar la
plusvalía mediante la prolongación de la jornada laboral. El material
del capítulo VIII se centra en las Leyes de Fábrica en Inglaterra entre
1833 y 1847, a través de las cuales la clase obrera consiguió limitar
paulatinamente la jornada laboral de doce horas hasta llegar a las
diez horas en 1848. En ese capítulo, Marx da muchos ejemplos de las
luchas por limitar la duración de la jornada laboral. Denominó plus-
valía absoluta a la prolongación de la jornada laboral (y por ende,
138
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

al plustrabajo). Además, muestra muchos ejemplos de explotación


especialmente dura y opresiva con varias configuraciones: a) antes
del capitalismo, b) en la producción de las materias primas para las
fábricas, c) dentro de las fábricas mismas, y d) en sectores industria-
les no cubiertos por las Leyes de Fábrica. Hay argumentos en favor
de la interpretación de que la esclavitud en la producción de algodón
era también un sector capitalista con un modo de explotación parti-
cular, y los últimos dos ejemplos sin duda estaban dentro del modo
producción capitalista. Pero Marx no llegó a teorizar esos casos de
explotación especialmente dura como otra forma de aumentar la
plusvalía.
Las Leyes de Fábrica empezaron en la hilandería y tejeduría y se
generalizaron poco a poco durante treinta años hacia industrias no
cubiertas por las Leyes de Fábrica y sus protecciones limitadas. Marx
escribió sobre “algunos ramos de la producción en los cuales la ex-
plotación del trabajo aun hoy carece de trabas” (1975, p. 292; cursivas
en el original). Esta explotación sin limitaciones legales incluía las
alfarerías, los ferroviarios, los molineros, los herreros, etc. El papel
del Estado para limitar la explotación (o no) era un terreno de luchas
internas entre fracciones de la clase dominante. Marx mostró cómo
las largas jornadas laborales estaban destruyendo la vida de los tra-
bajadores con pésimas condiciones de salud y seguridad. En el tomo
III, capítulo V, Marx (1976) explicó el tema como un ahorro de capital
constante al no gastar en cosas como la ventilación de las salas y las
protecciones de seguridad para las máquinas.

El posicionamiento de la esclavitud en la producción de algodón

Volviendo al tomo I, Marx cita fuentes que disfrazan la hipocresía


de la clase manufacturera inglesa, que se manifestaba en contra
de las crueldades de los españoles y de la esclavitud, mientras lle-
vaba a cabo prácticas muy crueles contra sus propios trabajadores.
El apartado 5 del capítulo VIII contiene evidencias de la formación
de un mercado laboral muy distinto para la fuerza de trabajo de los
139
Andy Higginbottom

africanos esclavizados. Hay un contraste del tratamiento a los “escla-


vos” internos y la trata internacional de esclavos (dos tipos dentro de
la misma categoría) –germen del reconocimiento, no desarrollado,
de la categoría de valor específica relativa a la esclavitud mobiliaria
[chattel slavery] (Higginbottom, 2018). Para ser verdaderamente gene-
ral, la teoría de plusvalía debe incluir ambos modos de explotación:
trabajo libre y trabajo esclavizado, así como otras formas de trabajo
subyugado. De hecho, Marx mostró que ni siquiera el trabajo asala-
riado era “trabajo libre” en muchas circunstancias. La hilandería del
algodón es el principal ejemplo de Marx del proceso de producción
capitalista a partir del capítulo V. Además del hilado del algodón, se
hace amplia referencia a los oficios conexos de la tejeduría, el teñido
de telas y la posterior confección de prendas de vestir. Marx consi-
dera las interacciones entre estas ramas, especialmente sus ciclos de
“auge y decadencia”; por ejemplo, la atracción masiva de trabajado-
res hacia el oficio de la tejeduría para seguir el ritmo de la rápida
expansión de la producción a máquina del hilo de algodón, y luego
la expulsión de estos mismos trabajadores cuando los telares me-
cánicos, más productivos, sustituyeron a los telares manuales, con
trágicas consecuencias (Marx, 1975). Esto, en la jerga moderna, era
una cadena de mercancías; una que no empezaba con el hilado del
algodón, sino con el algodón como materia prima, con el cultivo y
recolección del algodón.
Marx reconoce que el algodón en bruto no está verdaderamente
en bruto, pues no cayó del cielo, sino que tiene un valor que se basa
en el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.
Aunque su texto está lleno de comentarios acertados sobre la pro-
ducción con fuerza de trabajo esclavizada, nunca los reúne en un
análisis específico de la misma manera que lo logra con tanta pericia
para las últimas etapas de la cadena de mercancías. Al respecto, hay
dos vertientes. Una considera que los comentarios de Marx suelen
presentar el trabajo esclavizado como un punto de contraste con el
trabajo asalariado, como señala Smallwood (2017). La otra vertien-
te es que el algodón como mercancía se trata como algo dado: los
140
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

fardos llegan a los muelles de Liverpool en grandes cantidades para


ser transportados a las fábricas de algodón de Manchester. Para ello,
Marx tuvo la ventaja de acceder a los relatos detallados de Engels
(1845) –véanse, por ejemplo, las páginas iniciales de La situación de
la clase obrera en Inglaterra. Esta perspectiva del conocimiento crí-
tico interno no estaba disponible para Marx en lo que respecta a la
producción de algodón, para cuya información dependía de fuentes
bastante liberales, y a veces reproducía sus puntos de vista smithia-
nos de forma acrítica; por ejemplo, la cita de Cairnes y Olmstead
(Marx, 1975). En suma: a pesar de sus fuentes cuestionables, El Capital
de Marx ofrece muchas ideas perspicaces sobre la esclavitud en la
producción de algodón en su época; sin embargo, también hay una
laguna, o la ausencia de análisis, de la primera fase de la cadena de
producción.
El punto principal aquí, al contrario de la crítica de Cardoso
(1972), es que la producción a gran escala por parte de la fuerza de
trabajo africana esclavizada en las plantaciones del sur de Estados
Unidos fue tan esencial para la revolución industrial como lo fue el
trabajo asalariado en las fábricas y talleres de Gran Bretaña. Gun-
der Frank (1978) subrayaba con razón este punto, notado por Marini
(1973) y por el propio Marx (1975).

Los sectores oprimidos de la clase obrera y el abaratamiento


de la fuerza de trabajo

En el sector principal de la revolución industrial, los capitalistas hi-


landeros de algodón aprovechaban al máximo el capital adelantado
en capital constante; no se quedaron quietos, sino que impulsaron su
ventaja y buscaron formas de obtener más ganancias. Introdujeron
el sistema de turnos, con grupos alternos y llevaron a cabo cambios
en el perfil de la fuerza de trabajo, con el uso extensivo de mujeres,
jóvenes y niños. A partir de los informes de los inspectores de fábri-
ca, Marx redactó extensos pasajes sobre los abusos de los fabrican-
tes y de los padres de familia (quienes subcontrataban a sus hijos).
141
Andy Higginbottom

El capítulo VIII, y más adelante el capítulo XIII, ofrecen una gran


cantidad de ejemplos que muestran cómo los capitalistas británicos
de aquella época empleaban a mujeres, jóvenes y niños en condicio-
nes aún peores que a los trabajadores masculinos adultos a los que
explotaban. Las conexiones familiares inmediatas dentro de la clase
obrera fueron llevadas al límite, no completamente rotas, pero repro-
ducidas de forma abusiva. El resultado fue un mercado laboral na-
cional segmentado, en lugar de mercados laborales separados. Había
una relación bastante consistente entre las tasas salariales medias
de los diferentes sectores, que se perdía en una media general.
En el capítulo IX, Marx hace un resumen conceptual sobre la tasa
y masa de plusvalía producidas en las condiciones reveladas hasta
ese punto de su exposición. Comienza señalando: “suponemos en
este capítulo que el valor de la fuerza de trabajo, o sea de la parte de
la jornada laboral necesaria para la reproducción o conservación de
la fuerza de trabajo, es una magnitud dada, constante” (Marx, 1975,
p. 367; énfasis en el original).
Pero en el curso de su texto ya se han dado muchos ejemplos que
muestran que, con pequeñas variaciones, la fuerza de trabajo de las
mujeres generalmente se vendía a un poco más de la mitad del sala-
rio medio de los adultos varones, la de los jóvenes a un poco menos
de eso y los niños no cobraban más de una cuarta parte (véase, por
ejemplo, Marx, 1975, p. 483, p. 606). A pesar de esta realidad, la ex-
plotación diferenciada no se recoge en la teorización del capítulo IX
basada en una normalización, en una tasa común de plusvalía.
La introducción de las mujeres y los niños en la producción capi-
talista como sectores oprimidos con salarios significativamente me-
nores también permitió a la clase capitalista mantener reducidos los
salarios de los trabajadores masculinos adultos. Marx da cuenta de
los mercados de trabajo, de la fuerza de trabajo de los niños vendida
por sus padres y comienza a abrir preguntas muy problemáticas en
su discusión sobre el “salario familiar”. Marx observa:

142
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

No es, sin embargo, el abuso de la autoridad paterna lo que creó la


explotación directa o indirecta de fuerzas de trabajo inmaduras por
el capital, sino que, a la inversa, es el modo capitalista de explotación
el que convirtió a la autoridad paterna en un abuso, al abolir la base
económica correspondiente a la misma (Marx, 1975, p. 596).

Esto se aplica especialmente a la reproducción de las relaciones de


género y a la opresión de las mujeres en el capitalismo. Como parte
de la clase obrera, las mujeres están generalmente sometidas a ma-
yores grados de explotación. Esto se basa estructuralmente en un
modo de explotación laboral cualitativamente distinto y específico,
que gira en torno a la combinación –atravesada por las relaciones
de género– del trabajo doméstico no remunerado en la familia y
las posiciones subordinadas en la división del trabajo en la fábrica.
Aunque Marx dio algunas indicaciones en el capítulo VIII, es indis-
cutible que no analizó esta dimensión de género, pero la opresión de
la mujer es fundamental para la definición del modo de producción
capitalista. No se pierde nada al admitir lo incompleto de El Capital
en este punto.
De manera similar, al inicio del capítulo X sobre el concepto de
plusvalía relativa, Marx nota que un método posible para reducir el
tiempo de trabajo necesario para producir el salario sería reducir el
salario mismo, en 10 % en su ejemplo. Pero señala:

Este resultado, sin embargo, sólo se alcanzaría merced a la reducción


del salario del obrero por debajo del valor de su fuerza de trabajo. […] A
pesar del importante papel que desempeña este procedimiento en
el movimiento real del salario, impide su consideración aquí el su-
puesto de que las mercancías, y por tanto también la fuerza de traba-
jo, se compran y venden a su valor pleno (1975, p. 381; cursivas en el
original).

Aunque situó las formas más duras de explotación fuera de la deter-


minación conceptual de la plusvalía, el rigor científico de Marx no le
permitió excluir los fenómenos persistentes; más bien, los destacó.
De hecho, Marx siguió documentando con su notable minuciosidad
143
Andy Higginbottom

estas realidades de salarios más bajos y peores condiciones im-


puestas a ciertos sectores. En el apartado del capítulo XIII sobre los
efectos inmediatos de la industria mecánica en la clase obrera, do-
cumentó la prolongación de la jornada laboral, la mayor intensidad
del trabajo y, una vez más, la introducción de la mujer y el trabajo
infantil en la mano de obra (1975).
Muestra que la introducción de la producción a máquina en el
sector de la confección se caracterizó por la proliferación de “depar-
tamentos exteriores”, es decir, talleres domésticos subcontratados
que empleaban a mujeres y niñas en condiciones horribles para su
salud y bienestar, notablemente parecidas a las economías informa-
les de hoy. Marx escribe sobre la industria doméstica moderna (para
enfatizar que no se trata simplemente de una herencia del período
precapitalista) y comenta:

[E]l plan de la división del trabajo se funda ahora, siempre que sea fac-
tible, en el empleo del trabajo femenino, de niños de todas las eda-
des, de obreros no calificados, en suma: en el “cheap labour” o trabajo
barato, como característicamente lo denominan los ingleses (1975,
pp. 561-562; cursivas en el original).

Luego señala “el abaratamiento de la fuerza de trabajo por el mero


empleo abusivo de fuerzas de trabajo femeninas e inmaduras” (1975,
p. 572; cursivas en el original). Y, de nuevo:

Estas manufacturas, no obstante, dejan que a su lado subsista, como


base amplia, la dispersa industria artesanal y domiciliaria. La eleva-
da producción de plusvalor en estos ramos de trabajo, así como el
abaratamiento progresivo de sus artículos, se debía y se debe prin-
cipalmente a que el salario es el mínimo necesario para vegetar de
manera miserable, y el tiempo de trabajo el máximo humanamente
posible (1975, p. 574).

En los sectores de la industria domiciliaria, predomina el salario a


destajo como la forma de remuneración, a niveles tan bajos que las
mujeres y niñas trabajan “de manera excesiva o por la noche”. Marx

144
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

comenta que en estos ramos: “la explotación ilimitada de fuerzas de


trabajo baratas constituye el único fundamento de su capacidad de
competir” (1975, p. 579; cursivas en el original).

Contradicciones fundamentales

El tema principal de los capítulos XI, XII y XIII son los métodos
por los que el modo de producción capitalista condujo a una ma-
yor mecanización, como sucedió en Inglaterra durante el siglo XIX.
Crucialmente, Marx trató esto de forma dialéctica, en el sentido
de que ve el desarrollo de la producción mecanizada por parte del
capitalismo como algo que atrae y repele simultáneamente a los
trabajadores. A lo largo del resto de El Capital, Marx construye sus
argumentos a partir de esta idea de una contradicción fundamental,
siempre en expansión: una contradicción que no puede resolverse
sino derrocando el modo de producción capitalista.
La contradicción fundamental se revela con mayor profundi-
dad aún en la explicación de Marx sobre si los capitalistas adoptan
una nueva tecnología o no. Marx explica que las nuevas tecnologías
son una palanca que permite a cada capital individual mejorar su
posición competitiva a través de abaratar sus mercancías mientras
aumenta su volumen y, por ende, son un motor del modo de produc-
ción. No obstante, no es cierto que en cada circunstancia el capital
aproveche las nuevas tecnologías; en última instancia, la decisión de-
pende de la remuneración de la fuerza de trabajo. En términos genera-
les: “considerada exclusivamente como medio para el abaratamiento
del producto, el límite para el uso de la maquinaria está dado por el
hecho de que su propia producción cueste menos trabajo que el tra-
bajo sustituido por su empleo” (1975, p. 478; cursivas en el original).
En la lógica del capitalismo, la decisión no consiste en desplazar
todo el trabajo, sino el trabajo remunerado.

Para el capital, no obstante, ese límite es más estrecho. Como aquél


no paga el trabajo empleado, sino el valor de la fuerza de trabajo

145
Andy Higginbottom

empleada, para él el uso de la máquina está limitado por la diferencia


que existe entre el valor de la misma y el valor de la fuerza de trabajo que
remplaza (1975, p. 478; cursivas en el original).

Posteriormente, Marx explica por qué la división entre el tiempo


de trabajo necesario y el tiempo de plustrabajo, es decir, la tasa de
plusvalía, “difiere entre países” y afecta directamente a la decisión de
invertir o no en la maquinaria. Para enfatizar este punto, según el ar-
gumento de Marx, el grado de mecanización depende del grado de explo-
tación; mayor explotación es consistente con menor mecanización para
los capitalistas en diferentes países que operan según la racionalidad
de la acumulación de capital. Por supuesto, este es uno de muchos
factores en el mundo concreto, pero uno real, como continúa Marx:
“es sólo la primera de esas diferencias la que determina los costos de
producción de la mercancía para el capitalista mismo y la que influ-
ye sobre él, mediante las leyes coercitivas de la competencia” (1975,
p. 478; cursivas en el original). Sigue con el ejemplo:

Los yanquis han inventado máquinas para picar piedras. Los ingleses
no las emplean, ya que el ‘miserable’ […] que ejecuta ese trabajo recibe
como pago una parte tan ínfima de su labor, que la maquinaria en-
carecería la producción desde el punto de vista del capitalista (1975,
p. 479; cursivas en el original).

Para concluir, y en relación con nuestras notas anteriores de Marx


sobre la opresión aún peor de las trabajadoras:

Para sirgar, etc., en los canales, en Inglaterra todavía hoy a veces se


emplean mujeres en vez de caballos, porque el trabajo requerido para
la producción de caballos y máquinas equivale a una cantidad mate-
máticamente dada, mientras que el necesario para mantener las mu-
jeres integrantes de la población excedente está por debajo de todo
cálculo. De ahí que en ninguna otra parte como en Inglaterra, el país
de las máquinas, se vea un derroche tan desvergonzado de fuerza
humana para ocupaciones miserables (1975, p. 480).

146
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

Estos puntos son muy importantes para la conexión potencial entre


El Capital y la teoría de la superexplotación laboral de Marini, la cual
–a decir de este autor– explicaría el supuesto “atraso” de América
Latina como una dinámica interna necesaria del modo de produc-
ción capitalista considerado internacionalmente.
Marx identifica que la plusvalía relativa depende del abarata-
miento de las mercancías mediante la reducción relativa del valor
nuevo y, por tanto, de la plusvalía contenidos en cada mercancía. Por
ende, considera que

el empleo de la maquinaria para la producción de plusvalor impli-


ca una contradicción inmanente, puesto que de los dos factores del
plusvalor suministrado por un capital de magnitud dada, un factor,
la tasa del plusvalor, sólo aumenta en la medida en que el otro factor,
el número de obreros, se reduce (1975, p. 496; cursivas en el original).

Una vez que el nuevo método de producción se generaliza en un


sector y el valor de la mercancía disminuye debido a la reducción
del tiempo de trabajo socialmente necesario, esta contradicción se
agudiza aún más. La ampliación de la producción mediante la adop-
ción de maquinaria aumenta el capital constante en relación con el
capital variable, modifica la relación entre el tamaño del capital y
la plusvalía producida por ellos, y es además una relación entre los
trabajadores empleados y los trabajadores expulsados arrojados al
mercado laboral. Estas contradicciones crecen y crecen, hasta que se
reproducen a escala internacional y luego a escala mundial. Es im-
portante comprender que esto conduce inevitablemente a una pola-
rización antagónica, a la polarización mediante la generación de un
ejército industrial de reserva y a la polarización porque el sistema
está destinado a entrar en crisis.
Al tratar sobre la crisis terrible de 1846-1847, Marx escribió –ci-
tando los informes oficiales de los inspectores de fábricas– sobre los
grandes “sufrimientos de los obreros” y sobre “una reducción gene-
ral de salarios del 10 % […] hasta una rebaja salarial de por lo menos
el 25 %” (1975, p. 343; cursivas en el original). A esto le siguieron los

147
Andy Higginbottom

auges algodoneros de las décadas de 1850 y 1860, interrumpidos por


las crisis de 1857 y 1866/1867. Da ejemplos en los que los trabajadores
lucharon contra recortes salariales de entre 30 % y 40 %:

Además de la rivalidad que esa lucha provoca en cuanto al uso de ma-


quinaria perfeccionada, sustitutiva de fuerza de trabajo, y a la aplica-
ción de nuevos métodos de producción, se llega siempre a un punto
en que se procura abaratar la mercancía mediante la reducción vio-
lenta del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo (1975, p. 551;
énfasis añadido).

El comentario de Marx sobre las crisis está íntimamente relacionado


con su tratamiento de la expansión internacional de la industria del
algodón, como dos caras de una misma moneda.

División del trabajo internacional

A partir de la idea de una contradicción sistémica fundamental, que


sublima a través de los niveles de abstracción en su análisis, Marx co-
mienza a examinar más concretamente la división internacional del
trabajo. En el contexto de su crítica a Adam Smith, menciona breve-
mente los mercados coloniales (1975), donde explica que la división
del trabajo en la sociedad en su conjunto es distinta de la división del
trabajo al interior de cualquier empresa capitalista, no simplemente
debido a la escala, sino porque la conexión social se realiza a través
del mecanismo del mercado, por lo que es inherentemente inestable
(1975).
En el período comprendido entre 1848 y 1860, se produjo una rá-
pida expansión industrial en Inglaterra, durante la cual –por ejem-
plo– se duplicaron las exportaciones de algodón (1975). La otra cara
de esto fue el aumento masivo de la demanda de maquinaria y, por
supuesto, de materias primas. A este respecto, Marx da algunas ci-
fras interesantes sobre el número relativo de trabajadores dedicados
a esos distintos sectores productivos. Señala que 60.807 personas es-
taban empleadas en la fabricación de máquinas en Inglaterra y Gales

148
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

en 1861 (1975). Sin embargo, esta cifra contrasta con su estimación de


que había diez veces más trabajadores asalariados empleados en las
industrias del algodón (1975) y unos cuatro millones de trabajadores
africanos esclavizados en Estados Unidos (1975), de los cuales estima-
mos de forma conservadora que casi un millón estaban directamen-
te ocupados en la producción del algodón exportado a Gran Bretaña
(probablemente unas quince veces más que los trabajadores que pro-
ducían las máquinas usadas por la industria del algodón). Esto es un
indicador de la incipiente polarización que ya hemos mencionado
entre lo que hoy se denomina (inexactamente) las industrias intensi-
vas en capital y las intensivas en fuerza de trabajo, y especialmente
de su ubicación geográfica social.
Con el impulso de la plusvalía en sus diversas formas combina-
das, Marx nos presenta la fuerza motriz de lo que de otro modo se
vería como una serie de características no relacionadas. Detalla un
enorme aumento de las importaciones a Inglaterra desde Estados
Unidos, India, Irlanda y Australia. Señala que la producción mecani-
zada de trabajadores excedentes en los sectores industriales propor-
cionó un nuevo impulso al colonialismo de asentamientos. Al mismo
tiempo, la producción doméstica de India e Irlanda se vio perturba-
da y destruida, por las medidas fiscales represivas del Estado colo-
nial británico y, posteriormente, por la subcotización [undercutting]
provocada por los bienes ingleses más baratos producidos a máqui-
na. El autor reúne estos puntos en una síntesis global:

Se crea así una nueva división internacional del trabajo, adecuada a


las principales sedes de la industria maquinizada, una división que
convierte a una parte del globo terrestre en campo de producción
agrícola por excelencia para la otra parte, convertida en campo de
producción industrial por excelencia. Esta revolución va acompaña-
da de profundas transformaciones en la agricultura, de las cuales no
habremos de ocuparnos aquí (1975, p. 550).

Esto es muy sugerente, por lo menos como el germen de una teoría


del imperialismo y del intercambio desigual.

149
Andy Higginbottom

Los trabajadores inmigrantes y la dependencia de las parcelas


de subsistencia para abaratar los productos del trabajo

Si los trabajadores mantienen o no la conexión con la tierra y cómo


lo hacen es una cuestión crucial. La última ilustración de la ley gene-
ral de la acumulación capitalista en capítulo XXIII es Irlanda, donde
el colonialismo terrateniente inglés se apoderó de la tierra, provo-
có la hambruna y sumió a millones de campesinos en una pobreza
miserable que los llevó a la muerte o a la emigración. Marx ve esto
como un ejemplo agudo de cómo el funcionamiento del modo de
producción capitalista genera una supuesta “sobrepoblación”, que es
excedentaria solo respecto de sus propios mecanismos rapaces, cuyo
resultado es:

[Q]ue la sobrepoblación relativa es tan grande como antes de 1846;


que el salario se mantiene en el mismo nivel bajo, que el trabajo es
más extenuante que antes, que la miseria en el campo empuja hacia
una nueva crisis. Las causas son simples. La revolución en la agricul-
tura va a la par de la emigración (Marx, 1975, p. 881; cursivas en el
original).

Los industriales de Inglaterra forjaron una alianza con los terrate-


nientes ingleses en Irlanda, mientras cosechaban los beneficios de
las mercancías baratas y de la mano de obra inmigrante barata.
Lamentablemente, las mismas condiciones que unieron a las dos
alas principales de la clase dominante provocaron también la divi-
sión de la clase obrera.
El joven Engels era muy sensible a las pésimas condiciones de los
trabajadores inmigrantes irlandeses, aún peores que las de los traba-
jadores ingleses (Engels, 1845). Además, en un comentario muy pos-
terior se refiere a la situación de los trabajadores de las industrias
domésticas irlandesas y alemanas, que cobraban salarios tan bajos
que deprimían “el nivel general de los salarios”. Esto fue posible en
Alemania porque los trabajadores semiproletarios todavía tenían
“un huerto o un campo” para su propia subsistencia y para obtener

150
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

algunos ingresos, lo que significaba que los capitalistas podían pagar


tarifas a destajo muy bajas que eran realmente deducciones “del pre-
cio de la fuerza de trabajo”. Engels concluye:

Esta es la circunstancia que permite a Alemania competir en el mer-


cado mundial en la venta de toda una serie de pequeños artículos.
Todo el beneficio se obtiene mediante un descuento del salario normal, y se
puede así dejar para el comprador toda la plusvalía. Tal es el secreto de
la asombrosa baratura de la mayor parte de los artículos alemanes
de exportación (Engels, 1887, p. 179; cursivas en el original).2

Uniendo estos elementos

Marx y Engels aportan pruebas de una mayor explotación de cier-


tos sectores de trabajadores sometidos a opresiones particularmente
duras, que reciben pagos por su fuerza de trabajo por debajo de su
valor real. Esto era aprovechado por el capital para extraer (lo que
provisionalmente llamo) plusvalía relacional, necesariamente en
combinación concreta con otros métodos de aumento de la plus-
valía. Algunos ejemplos son: la introducción de mujeres, jóvenes
y niños en las fábricas y en las industrias domésticas; el modo de
explotación racializado de la fuerza de trabajo africana esclaviza-
da que producía algodón; la explotación colonial de los campesinos
pobres irlandeses, obligados a abandonar la tierra para entrar en el
mercado de trabajo en Inglaterra como fuerza de trabajo barata, des-
valida e inmigrante; los trabajadores con acceso a una pequeña par-
cela de tierra obligados a complementar sus escasos salarios con la
producción de alimentos de subsistencia. Todas estas opresiones se
reproducen como relaciones sociales capitalistas que estructuran la
competencia divisoria al interior de la clase obrera. Además, existen
puntos de crisis, ya sean sectoriales o generalizados, para el sistema
en su conjunto, en los que la clase capitalista ataca a la clase obrera

2
Con nuestros agradecimientos a Marcel van Linden por esta fuente.

151
Andy Higginbottom

para provocar fuertes reducciones salariales, para situar el precio de


la fuerza de trabajo por debajo de su valor y establecer así las condi-
ciones para un nuevo ciclo de acumulación. Es una forma de reajus-
tar lo que se considera el valor de la fuerza de trabajo.
En el tomo I de El Capital, Marx se disciplina repetidamente en los
capítulos cortos, abiertamente conceptuales, que puntúan el texto
(capítulos V, VI, VII, IX, X, XVI, XVII, XVIII y XXII), que sirven como
puntos de entrada y consolidación para los capítulos más largos y
empíricamente más ricos (VIII, XII, XIII y XXIII). A pesar del mate-
rial que él mismo presenta de muchos casos de desigualdades en la
clase obrera, en los que el modo de producción capitalista se aprove-
cha de los sectores más oprimidos para imponer niveles salariales
más bajos, en sus resúmenes teóricos sobre las leyes de la plusvalía
Marx tiende a pasar por alto estas desigualdades en el supuesto de
que la fuerza de trabajo se paga a su valor, cuyo corolario es una tasa
normalizada y media de plusvalía aplicable al conjunto de la clase
obrera. Incluso en la ley general de la acumulación, capítulo XXIII,
donde Marx es explícito sobre cómo la acumulación de capital pro-
voca la reproducción de diferentes capas en la clase obrera, este im-
portante reconocimiento no se retroalimenta para desarrollar más
el concepto de plusvalía. Marx muestra una y otra vez el impulso del
capital para aumentar la plusvalía, para ir más allá de un grado de
explotación dado, mediante la reducción de los salarios. Pero esto no
es expresado teóricamente en la forma de un concepto determinado.
La contribución de Marini vuelve a poner firmemente sobre la mesa
este desarrollo posterior.

Dialéctica de la dependencia como un avance en relación


con El Capital

La perspectiva compartida del pensamiento crítico dependentista es


la dimensión olvidada de la explotación colonial capitalista y sus he-
rencias. Es bien resumida por Galeano (1973) en la distinción entre
152
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

trabajo libre y trabajo subyugado. Ahora bien, según Marini, el tra-


bajo subyugado no es precapitalista; es un punto de entrada distinto
a la relación laboral del capital en su madurez, que está despojado
incluso de la pretensión de igualdad formal liberal que era el centro
de la crítica teórica de Marx a la economía política.
Marini (1973) era metodológicamente sólido, en el sentido de que
seguía el enfoque de Marx de combinar las esferas de la circulación
y la producción de mercancías, rastreando la transferencia interna-
cional de plusvalía hasta su fuente en la superexplotación del traba-
jo. Siguió el método de Marx, orientando la explicación teórica como
un movimiento dialéctico: de la circulación a la producción, es decir,
de la aparición inicial de las mercancías de exportación de las econo-
mías dependientes hacia su esencia; y luego, a partir del análisis de
las relaciones sociales de producción esenciales que se encuentran
ahí, de vuelta a su forma necesaria de aparición como mercancías
en el comercio internacional. De hecho, su aplicación de la metodo-
logía es un punto fuerte en su obra que obviamente fue tergiversado
por Dussel (2001), quien confunde la esencia (la superexplotación de
la fuerza de trabajo) con la forma necesaria de su apariencia (trans-
ferencia de valor a través del comercio internacional). En este enfo-
que combinado, Marini analiza la realidad de las relaciones sociales
de una región subordinada en conjunto con sus ejes de producción
orientados a la exportación. Demuestra que, tal como surgió en Amé-
rica Latina, el capitalismo era a la vez diferente y dependente del
capitalismo en Europa. Específicamente, el cambio a la industria mo-
derna en Gran Bretaña se basó no solo en la mayor productividad de
los trabajadores fabriles en la metrópoli, sino simultáneamente en
el suministro de alimentos y materias primas baratas como mercan-
cías importadas. Marini examina el modo de producción en varios
niveles de abstracción. El nivel de abstracción no es lo que diferencia
el pensamiento de Marini respecto del de Marx, sino su perspectiva
desde un país subordinado, una perspectiva diferente en todos los nive-
les de abstracción para el análisis del modo de producción capitalista.

153
Andy Higginbottom

Sin duda, Dialéctica de la dependencia es muy concisa. Muchas


veces, Marini condensa puntos realmente enormes en unas pocas y
elegantes frases. Esto es en sí mismo un desafío a la comprensión.
A veces, la importancia de los puntos que expone puede perderse
simplemente por la brevedad de su expresión. Desentrañar a Marini
es comprenderlo, apreciar su contribución paradigmática. En parti-
cular, dos pasajes clave que se han destacado en la presentación de
Latimer (2022) merecen mayor atención. Son a) el posicionamiento
de Marini sobre la superexplotación del trabajo en relación con la
teoría de la plusvalía de Marx (1973) y b) su respuesta a la crítica ini-
cial de Cardoso (1973). Además, se deben discutir los comentarios de
Marini sobre la superexplotación laboral y la esclavitud (1973), que
posicionan sus argumentos en relación tanto con Marx como con
Cardoso, de una manera que se basa en su interpretación de la rea-
lidad histórica brasileña en contraste con Estados (des)Unidos. Por
razones de espacio, examinemos aquí únicamente el primer punto.

La superexplotación del trabajo en relación con la teoría de la plusvalía

Creo que hay dos polos de la relación entre superexplotación del


trabajo y la teoría de la plusvalía. Más arriba se plantearon algunas
notas a partir de El Capital. Ahora, corresponde avanzar a la inversa
para entender la relación.
A partir del problema de cómo explicar el intercambio desigual,
Marini (1973) presenta la superexplotación como la combinación en
su realidad de tres métodos para aumentar la plusvalía:

[L]a intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada de tra-


bajo y la expropiación de parte del trabajo necesario al obrero para
reponer su fuerza de trabajo– configuran un modo de producción
fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador, y
no en el desarrollo de su capacidad productiva. Esto es congruente
con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la econo-
mía latinoamericana, pero también con los tipos de actividades que
allí se realizan (pp. 40-41).
154
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

Marini enfatiza que

la característica esencial está dada por el hecho de que le niega al


trabajador las condiciones necesarias para reponer el desgaste de su
fuerza de trabajo: en los dos primeros casos, porque se le obliga a un
dispendio de fuerza de trabajo superior al que debería proporcionar
normalmente, provocándose así su agotamiento prematuro; en el úl-
timo, porque se le retira incluso la posibilidad de consumir lo estric-
tamente indispensable para conservar su fuerza de trabajo en estado
normal (1973, p. 41).

Marini (1973) ya había afirmado que, en combinación con un trabajo


más prolongado e intenso, la superexplotación implica:

[U]n tercer procedimiento, que consiste en reducir el consumo del


obrero más allá de su límite normal, por lo cual “el fondo necesario de
consumo del obrero se convierte de hecho, dentro de ciertos límites, en
un fondo de acumulación de capital, implicando así un modo especi-
fico de aumentar el tiempo de trabajo excedente (pp. 38-39; cursivas
en el original).

A mi juicio, la categoría identificada por Marini como el núcleo de la


superexplotación coincide exactamente con la categoría examinada
brevemente por Marx al principio del capítulo X y luego dejada de
lado hasta otra breve discusión en el capítulo XXII. En términos de
su contribución a llevar adelante el argumento de Marx, el “tercer
procedimiento” identificado por Marini es clave. La cita que identi-
fica ese “modo específico de aumentar el tiempo de trabajo exceden-
te” proviene de El Capital, del capítulo sobre la transformación de la
plusvalía en capital.3 Por tanto, parece que Marini está de acuerdo
con Marx en este punto. Sin embargo, hay una diferencia entre ellos,
que no está en el contenido, sino más bien en el estatus teórico que se
da a este método para aumentar la plusvalía. En contraste con la eco-
nomía política a la que criticó, Marx deja claro que él no incluyó el

3
Hay un pequeño error en la nota 19 a pie de página, ya que se trata del capítulo XXII
y no del XXIV como se indica.

155
Andy Higginbottom

método de “reducir el consumo del obrero”, disminuir los salarios,


en su conceptualización general de la plusvalía. Dada la importan-
cia del punto, incluimos las dos traducciones disponibles, que tienen
unas pocas divergencias en la forma exacta de las palabras. Según la
traducción utilizada por Marini, este método significa “el fomento de
la acumulación mediante la explotación redoblada del obrero” (Marx,
1946, p. 505). Según la traducción de Siglo XXI que hemos utilizado,
el mismo método significa “su aceleración mediante una mayor ex-
plotación del obrero” (Marx, 1875, p. 740; cursivas en el original).
Marx reflexiona sobre su propia metodología. En la traducción de
Siglo XXI, dice:

En las secciones referentes a la producción del plusvalor partimos


constantemente del supuesto de que el salario era, cuando menos,
igual al valor de la fuerza de trabajo. […] En el movimiento práctico
del capital, empero, también se produce plusvalor mediante la reduc-
ción violenta del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo
(Marx, 1975, p. 741; cursivas en el original).

Este “empero” tiene una enorme importancia. Argumentamos que


tanto en la teoría como en la realidad las reducciones de los salarios por
debajo del valor de la fuerza de trabajo son esenciales al modo de produc-
ción en general.
Podría parecer que estamos siendo demasiado pedantes en esta
cuidadosa ponderación de las palabras, pasando por las distintas tra-
ducciones y demás. Lo que importa es esto: ¿la remuneración de al-
gunos trabajadores por debajo del valor total de la fuerza de trabajo
forma parte de la esencia del modo de producción capitalista, o no?
Ese es el hilo conductor al que hay que apegarse.
Sobre esto, lo que podemos detectar más fácilmente a partir de
nuestra exégesis de El Capital es que los tres métodos para aumentar
la plusvalía que Marx consideró con cierto detalle, por separado y en
su combinación –es decir, el aumento de la duración de la jornada
laboral, de la productividad del trabajo y de la intensidad–, en la teo-
rización de Marini se convierten en cuatro métodos de aumento de la

156
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

plusvalía, con la inclusión del pago de salarios por debajo del valor
de la fuerza de trabajo.
A manera de complemento, al igual que Marx, Marini (1973) su-
giere otra forma de aumentar la plusvalía, que es el aumento de la
productividad del trabajo debido a que se pone a trabajar con la na-
turaleza en circunstancias específicas más favorables, como una me-
jor fertilidad del suelo o depósitos minerales:

en estas circunstancias, la actividad productiva se basa sobre todo en


el uso extensivo e intensivo de la fuerza de trabajo: esto permite bajar
la composición-valor del capital, lo que, aunado a la intensificación
del grado de explotación del trabajo, hace que se eleven simultánea-
mente las cuotas de plusvalía y de ganancia (p. 41).

Esto abre otra importante línea de investigación sobre los mecanis-


mos de expropiación capitalista de la naturaleza, que será necesa-
ria para analizar la concreción de las mercancías producidas como
alimentos y materias primas. Pero por ahora, debemos limitar el al-
cance de este texto y concentrarnos en la superexplotación del tra-
bajo sin incluir todavía las condiciones más o menos favorables de
la naturaleza.

Superar el supuesto limitante, la nueva perspectiva


en el análisis general

Hemos seguido cómo Marx (1975) presentó muchos ejemplos reales


de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo debido a con-
diciones más opresivas; además, hay varios casos que él reconoció
como de explotación creciente. Ahora bien, Marx explica que en
el modo de producción capitalista “la tasa de plusvalor […] es la ex-
presión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el
capital” (1975, p. 262; cursivas en el original), por lo que estos casos
corresponderían a aumentos de la tasa de plusvalía. Entonces, ¿por
qué Marx no consideró los salarios por debajo del valor de la fuerza
157
Andy Higginbottom

de trabajo en general como un aspecto o dimensión diferente de la


determinación de la plusvalía? Si Marx proporcionó la base empírica
sobre la explotación diferenciada y, por tanto, sobre la existencia de
diferentes tasas de plusvalía, ¿por qué no trató el tema teóricamente?
No pretendo tener la respuesta definitiva, que ahora es imposi-
ble; sin embargo, la pregunta es importante en términos de cómo da
forma a lo que hacemos ahora. Como dice el subtítulo de la obra, El
Capital es simultáneamente un análisis del modo de producción ca-
pitalista y una crítica de la economía política más avanzada antes
de Marx. Marx fue más allá de los límites del horizonte burgués. El
Capital es una crítica inmanente a Ricardo y Smith, quienes avan-
zaron versiones de la teoría del valor del trabajo, pero sin poder ex-
plicar la plusvalía. Marx se propuso explicar la plusvalía sobre la
base del intercambio de equivalentes, y lo consiguió porque se dio
cuenta de que entre el capital y el trabajo no hay solo un intercam-
bio igual, sino dos intercambios distintos pero relacionados, uno en la
circulación y otro en la producción. Lo que aparece en la forma sala-
rial como un intercambio de capital por trabajo en realidad es, según
muestra Marx, un intercambio por fuerza de trabajo, la capacidad
para crear nuevo valor. Hay entonces un segundo “intercambio” en
el proceso de trabajo, en el cual el trabajo realmente produce nue-
vo valor, y dentro de él la plusvalía, que es el motivo que impulsa al
capital todo el tiempo. Marx explica que incluso en condiciones de
un contrato de valores equivalentes hay explotación; la clave es la
distinción entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor producido
en la producción, es decir, la plusvalía. El supuesto de equivalencia,
de hecho, de dos equivalencias distintas en la doble relación entre la
clase capitalista y la clase obrera, servía para llegar al concepto de
plusvalía, un logro enorme. Hay una ansiedad en círculos marxistas
sobre que debemos mantener la línea dada por nuestro maestro, que
la explotación existe aun cuando los trabajadores reciben un salario
decente, equivalente al valor de su fuerza de trabajo, o sea, suficiente
para mantener sus propias capacidades (y uno supone que las de su
familia) en condiciones dignas.
158
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

Es cierto que los burgueses liberales no ven la explotación cuando


hay un “salario justo por un día de trabajo justo”; que solo ven la ex-
plotación cuando hay prácticas especialmente excesivas y opresivas,
que creen que pueden resolverse mediante arreglos políticos dentro
del sistema. Pero esto no es razón suficiente para que el marxismo
no explique estas prácticas desde la teoría de la plusvalía, pues son
formas que adopta el capital para aumentar la explotación que no
pueden resolverse sin derrocar el sistema en su conjunto. Por Marx,
las condiciones excesivas y opresivas de explotación carecen de tra-
bas, no tienen límites, o sus límites son muy débiles y nominales. ¿Cómo
debe entenderse esto en relación con su concepto fundamental de
plusvalía?
En el texto preparado para el tomo III de El Capital, en la sección
tercera sobre la caída de la tasa de ganancia, Marx desarrolla más la
ley general de la acumulación del tomo I, pero esta vez dando cuenta
de manera más fuerte del imperativo de la contradicción interna que
conduce necesariamente a la crisis sistémica. Sus notas identifican
importantes factores contrarrestantes, que son en su mayoría for-
mas de aumentar la explotación del trabajo y hablan de la cuestión
de la superexplotación. Sin embargo, en sus notas Marx postergó el
análisis teórico de la reducción de los salarios por debajo del valor
de la fuerza de trabajo con el argumento de que “nada tiene que ver
con el análisis general del capital, correspondiendo su tratamiento a
la exposición sobre la competencia, que no se efectúa en esta obra”
(Marx, 1976, p. 301).
En el capítulo XXIII del tomo I sobre la ley general de la acumu-
lación capitalista, Marx examinó cómo la reproducción capitalista
de las relaciones sociales genera diferentes capas de la clase obrera.
Hacia el final de su vida, Marx estaba ciertamente luchando y con-
flictuado sobre cómo completar El Capital como proyecto. Aunque
el diseño para el tomo III es claro, algunas de las notas que Marx
dejó fueron bastante iniciales, por lo que se requirió una década de
trabajo por parte de Engels para que fuera publicado. Entrando en
conjeturas, mi opinión es que, si hubiera sobrevivido para concluir
159
Andy Higginbottom

con el Libro tercero, es muy posible que Marx hubiera completado


los factores contrarrestantes en términos similares al extenso trata-
miento que hizo sobre la ley general de la acumulación (Marx, 1975);
es decir, hubiera tenido que tratar la competencia entre trabajadores
en el contexto de una crisis de ganancia. Por otro lado, también es
cierto que Marx tenía la intención de escribir seis libros, lo que le
hubiese permitido retomar el tema en términos más concretos. Tales
observaciones serían completamente mudas e hipotéticas si no fue-
ra porque se refieren a la cuestión de los niveles de abstracción.
En cualquier caso, es notable que contrarrestar los efectos de la
competencia entre los diferentes sectores de la clase obrera engen-
drada por las relaciones capitalistas fue un tema relevante para
Marx, tanto en su popular conferencia Valor, precio y ganancia (Marx,
1865) como en su trabajo político para la Asociación Internacional de
los Trabajadores (AIT); también lo fue para Engels (1845). Si bien los
esfuerzos de la AIT fueron suficientes para superar las divisiones en-
tre los trabajadores franceses e ingleses, no fueron suficientes para
superar los prejuicios de los dirigentes sindicales ingleses que esta-
ban en contra de los inmigrantes irlandeses más combativos, espe-
cialmente en la lucha del movimiento feniano por la independencia.
La desunión entre los sindicatos dirigidos por ingleses y los obreros
irlandeses fue una de las razones de la ruptura de la AIT. La práctica
de Marx informaba su teoría en ese momento. Su capítulo sobre la
ley general de la acumulación termina con un llamamiento a apoyar
a los fenianos, el movimiento de liberación nacional irlandés de su
época (Marx, 1975).
Mientras que en el tomo I de El Capital Marx subraya que el giro
hacia la industria moderna después de 1848 llevó al capitalismo en
Inglaterra a un período de expansión económica, también se encon-
tró con las consecuencias políticas de ese giro. Los nuevos contornos
de la división del trabajo empezaban a reconfigurar la formación
de la clase obrera; tanto en lo material como en términos de la con-
ciencia, se estaban convirtiendo en divisiones en el trabajo. Como
Lenin (1914) destacó más tarde, a partir de esta época comenzó a
160
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

consolidarse una aristocracia obrera, primero en Inglaterra y luego


de forma más general en Europa Occidental. La atención principal
de Marini en Dialéctica de la dependencia se centra precisamente en
este mismo período de rápida expansión industrial en el centro, aun-
que desde una perspectiva diferente. El paso a los métodos de pro-
ducción de plusvalía relativa en Inglaterra fue posible gracias a la
expansión de la superexplotación del trabajo en América Latina (y
en India, África, etc.). La conexión no era mecánica, pero es cierto
que había una conexión que tiene todo que ver con nuestro análisis
general del capital.

Otra mirada a El Capital con las dimensiones extendidas


de la plusvalía

Con la superexplotación del trabajo vemos una vez más que el impul-
so de aumentar la plusvalía para obtener más ganancias es el motor
central del modo de producción capitalista. Este impulso sobrede-
termina la ley del valor, o más bien sustituye a la ley del valor en
su forma simple de mercancía. La plusvalía no es una esencia fija,
sino la dinámica interna de la explotación de clase. Para completar
la concepción abstracta inicial de la plusvalía hay que considerar los
métodos de su incremento. En El Capital la exposición de Marx inicia
este camino a partir del capítulo V, pero también hay que tener en
cuenta la necesaria linealidad del texto, la compleja estructura de la
obra y su carácter incompleto.
En el capítulo V, Marx considera primero cómo debe ser el pro-
ceso de trabajo en cualquier modo de producción y luego cuál es la
impronta específicamente capitalista del proceso de trabajo como
proceso de producción de plusvalía. Teniendo en cuenta esta distin-
ción, podemos ver las siguientes determinaciones necesarias para
aumentar el producto de una fuerza de trabajo dada –que están pre-
sentes bajo cualquier modo de producción, pero tienen un sello espe-
cial en el modo de producción capitalista:
161
Andy Higginbottom

• Prolongar la jornada laboral;


• Intensificar la actividad laboral;
• Aumentar la productividad del trabajo mediante la coopera-
ción y la división del trabajo;
• Aumentar la productividad del trabajo a través de la maqui-
naria (tecnología);
• Aumentar la productividad a través de la destreza, la habili-
dad y la educación del trabajador;
• Aumentar la productividad del trabajo a través de la fertili-
dad natural;
• Reducir el tiempo de trabajo necesario, es decir, el precio de
la fuerza de trabajo (reducir el capital variable).

Estos métodos para incrementar la plusvalía son las determinacio-


nes esenciales y contradictorias de la plusvalía. Todas ellas se subli-
man como contradicciones del sistema en su conjunto. Marx aborda
estas siete determinaciones del aumento de la plusvalía en diferen-
tes puntos de El Capital. Por ejemplo, da cuenta de muy buena ma-
nera del aumento de la plusvalía debido a la apropiación capitalista
de la naturaleza, pero esto no se explica hasta la teoría de la renta,
que es la penúltima sección del tomo III. Y aun cuando sugirió ini-
cialmente que dejaría de lado la cuestión de las cualificaciones de
la fuerza de trabajo, de hecho, Marx le presta bastante atención al
considerar cómo el capitalismo reestructura la división del trabajo
para la industria de maquinaria; no obstante, no resolvió algunos
problemas teóricos relativos a la formación y el gasto de la fuerza
de trabajo (1975). Es un caso similar con la preocupación principal
aquí: Marx nos deja bastante evidencia de que los trabajadores son
remunerados por menos que el valor de su fuerza de trabajo; sin em-
bargo, se abstiene de sacar conclusiones teóricas para el concepto de
plusvalía.

162
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

La cuestión no es tanto de los diferentes niveles de abstracción


entre El Capital y Dialéctica de la dependencia, sino la de las distintas
perspectivas sobre el capitalismo como sistema mundial desde las
cuales están escritas. El impacto del pensamiento de Marini como
representación teórica de las distintas experiencias de la clase obre-
ra en América Latina es que aporta una perspectiva diferente a la
de Marx sobre los múltiples niveles de abstracción de los tres tomos
de El Capital. El pensamiento de Marini es un resorte para una ree-
laboración integral de El Capital. Sostengo que Marini lo logró efec-
tivamente para las principales conclusiones del tomo II, y que una
redeterminación similar es posible para los tomos I y III.
En cuanto al tomo I, argumento aquí que la superexplotación del
trabajo apunta a una tercera dimensión de la plusvalía, que es una
característica general y esencial del modo de producción capitalista
como tal. En otra contribución, he argumentado que la superexplo-
tación laboral se aplica a la esclavitud de las plantaciones, es decir,
tanto al trabajo esclavo como al trabajo asalariado.
En cuanto al tomo II, Marini (1979) y Jaffe (1978) reposicionaron
acertadamente que los departamentos de producción de mercancías
son diferenciados entre centro y periferia.
En cuanto el tomo III, hay dos retos teóricos sustanciales. Prime-
ro, el replanteamiento del problema de la transformación con dife-
rentes tasas de plusvalía explicará el intercambio desigual como una
forma de transferencia de valor. Por lo tanto, la modificación de los
precios de producción tiene implicaciones importantes en el análisis
de la cadena de mercancías. En este aspecto, la contribución avan-
zada por Osorio y Reyes (2020) utiliza la interpretación de Shaikh
(2009), que es convencional al enmarcar el problema como uno de
entradas y salidas de mercancías. Recomiendo más la tesis origina-
da por Salama (1975) y desarrollada por Tran (2003) de una conver-
sión del valor de su contenido interno al externo, del trabajo vivo
como sustancia del valor a su forma invertida de aparición en los
valores de cambio de las mercancías dado que son formas del capi-
tal. En segundo lugar, está la teoría de la renta de la tierra como un
163
Andy Higginbottom

ejemplo de “plusganancia”, según Marx (1976). Eso es clave para en-


tender el extractivismo de la minería, la agricultura a gran escala, las
hidroeléctricas y de los campos de hidrocarburos, tan rapaces hoy
día. La renta imperialista es una extensión de la superexplotación,
que se refiere a las plusganancias y al agotamiento de su fuente en
recursos favorables extraídos de la naturaleza. Conduce a la produc-
ción de un “falso valor social”, que a su vez conduce al análisis de la
cadena de ganancias y plusganancias, en su mayoría capturadas por
los estados en alianza con empresas nacionales y multinacionales
(véase Osorio, 2017; Higginbottom, 2020).

Conclusiones y tareas

Hemos examinado el marxismo de la teoría marxista de la depen-


dencia, centrándonos en la relación conceptual entre Dialéctica de
la dependencia y El Capital. En nuestra evaluación, Marini lleva el
marxismo más allá de Marx de una manera realmente positiva al
acercar el marxismo a las realidades de la mayoría de la clase obrera
mundial. Además, Marini lleva el marxismo aún más allá de la gene-
ración de Lenin y de las teorías clásicas del imperialismo moderno,
porque aborda directamente la realidad de un sistema mundial divi-
dido y de la división internacional del trabajo desde la perspectiva de
la clase obrera subyugada –de hecho, la mayoría de la clase obrera– en
el “Tercer Mundo” o “Sur Global”. Concluimos que esta desigualdad
relacional genera y es reproducida por la superexplotación laboral y
la plusvalía relacional.
La obra de Marini nos impulsa a reexaminar uno de los supues-
tos metodológicos clave de Marx, el del intercambio de la fuerza de
trabajo a su valor total, que supone un grado común de explotación
en todos los sectores de la clase obrera, independientemente del tra-
to social desigual que reciben en la práctica. Marx reconoció que se
trataba de un supuesto limitante que expresó como una tasa media
y normalizada de plusvalía. Aun así, en el tomo I de El Capital da
164
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

muchos ejemplos de la dinámica centrífuga en el impulso de la pro-


ducción de plusvalía, que empuja hacia condiciones de explotación
más duras y salarios más bajos para algunos trabajadores y no para
todos. El supuesto de la uniformidad no se corresponde con un mun-
do en el que el modo de producción capitalista genera sistemática-
mente desigualdades internacionales y, además, genera opresiones
específicas en la clase obrera. Apenas hace falta decir que reconocer
la diferenciación es crucial para entender la dinámica de “la carrera
global hacia el fondo”. Además, como han demostrado Marini y otros
camaradas de la corriente de pensamiento que él fundó, la superex-
plotación laboral es fundamental para la dinámica contradictoria de
capitalismo en las regiones dependientes y subordinadas del mundo.
La unidad de la clase obrera solo puede lograrse si se entiende la base
de sus divisiones por el capitalismo, tanto en la teoría como en la
práctica. De ahí que aboguemos por un proyecto de desarrollo com-
prensivo, que se basa en El Capital pero que va más allá, para tener
plenamente en cuenta la superexplotación del trabajo.
Marini aportó una síntesis teórica original sobre el papel funda-
mental de la superexplotación, que debería situarse en el centro de
los futuros trabajos sobre el imperialismo capitalista. Marini cambia
nuestra concepción de la esencia misma del modo de producción ca-
pitalista al incluir al “trabajo barato”. Este paso aparentemente pe-
queño de Marini es en realidad un salto conceptual gigante para la
clase obrera internacional, pues cambia el paradigma de lo que es
la esencia del modo de producción capitalista. Se trata de un viaje
desde la periferia epistemológica al centro de nuestro conocimiento
sobre el capitalismo que se corresponde mejor con la realidad, que la
superexplotación laboral es la esencia del capitalismo como imperialismo.
Sostenemos que la reducción de los salarios por debajo del valor de la
fuerza de trabajo forma parte del análisis general del capital y, por tanto,
debe incluirse en todos los niveles de abstracción relevantes, tenien-
do como punto de partida la elaboración de la plusvalía. Relegar la
experiencia de los sectores oprimidos de la clase obrera a un nivel
inferior al que se reivindica para la clase obrera en su conjunto es
165
Andy Higginbottom

un error tanto político como teórico, lo que al final puede utilizarse


como defensa de sus capas más privilegiadas. Es una forma de qui-
tar filo a la agudeza de Marini, y proporciona un puente para cruzar
hacia la asimilación por parte del marxismo eurocéntrico justo en el
momento en que necesitamos construir el puente en términos dife-
rentes, empezando efectivamente en la dirección opuesta y constru-
yendo a partir de los nuevos cimientos que sentó Marini. La teoría
marxista del valor trabajo tiene que reencontrarse con la realidad de
las divisiones estructurales de la clase obrera mundial; de lo contra-
rio, se marchitará y morirá. Por eso, aunque creo que su argumento
es unilateral, aplaudo que Nascimento et al. vuelvan a introducir en
nuestra lectura de El Capital la cuestión de la experiencia y la agen-
cia de la clase obrera.
Por último, ¿cuál es la otra modificación necesaria e indispensa-
ble de la teoría de la plusvalía de Marx que hemos mencionado y que
tampoco hemos desarrollado? La otra relación social capitalista, la
precondición oculta de todas las formas de plusvalía, es el trabajo
doméstico y de cuidados no remunerado que llevan a cabo principal-
mente las mujeres. No hemos integrado aquí esta dimensión esencial
de la discusión. En principio, la perspectiva feminista puede incluir-
se como un desarrollo posterior necesario de Marx y Marini. No obs-
tante, con esta cualificación, los legados revolucionarios de ambos
autores son necesarios para las próximas luchas por el socialismo
en el siglo XXI. Celebremos a El Capital y Dialéctica de la dependencia
llevándolos adelante. ¡Adelante, camaradas!

166
Sobre Dialéctica de la dependencia, El Capital y la pulsión imperialista del capitalismo

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170
La escisión en las fases del ciclo
del capital
estructura productiva y las
necesidades de las masas)1
Mathias Seibel Luce

En un fotolibro que marcó la renovación de las artes visuales latinoa-


mericanas en los años 1970, un montaje titulado El consumo tiene dos
caras, retrata a dos niños viendo con expresión soñadora una vitrina
de televisores en Tegucigalpa. Acompañados de alguien que proba-
blemente es su padre, se encuentran mirando del lado de afuera la
transmisión que también está fuera de la realidad de sus hogares. En
la otra esquina del fotomontaje, policías antidisturbios hacen guar-
dia, alineados con macanas amenazadoras y pesados escudos, frente
a una tienda de productos electrónicos (Gasparini y Desnoes, 2011).
Esta yuxtaposición de facetas es muy reveladora de los contrastes
que azotan la vida de las sociedades latinoamericanas. La imagen es
elocuente en lo que corresponde a una contradicción irreconciliable
del capitalismo dependiente: el divorcio entre la estructura producti-
va y las necesidades de las masas.

1
Este texto se publicó originalmente en portugués como parte del libro Teoria mar-
xista da Dependência: problemas e categorias. Uma visão histórica (São Paulo: Expressão
Popular, 2018). Traducido del portugués al español por Luciana Oliver Barragán.

171
Mathias Seibel Luce

Lejos de representar un momento transitorio que será simple-


mente superado con las autoproclamadas recetas del crecimiento
económico –repetidas innumerables veces en el discurso de la socie-
dad de mercado–, el divorcio del que hablamos es un rasgo estruc-
tural de nuestras economías, como lo atestigua el hecho de que en
pleno siglo XXI un tercio de la población mundial vive en favelas; y
que, de este tercio, de todas las personas del planeta que sufren estas
condiciones, casi el 80 % son habitantes de los países del capitalismo
dependiente (ONU Habitat, 2003). El antagonismo en cuestión se de-
muestra igualmente por datos que apuntan a que incluso economías
dependientes con un grado intermedio de acumulación de capital en
la escala internacional de los aparatos productivos nacionales, como
Brasil, son campeonas mundiales de desigualdad.
En el léxico de la crítica de la economía política y especialmente
desde la TMD, las contradicciones en cuestión están contenidas den-
tro de una relación que pasó a ser caracterizada por la categoría es-
cisión en las fases del ciclo del capital. El vocablo escisión se describe en
los diccionarios como el acto de separar, dividir, cortar, romper. Toda
escisión es comparable, también, a un divorcio.2 Pero el divorcio que
nos ocupa aquí es un antagonismo irreconciliable que acentúa las
contradicciones entre producción y consumo y entre producción y
circulación que caracterizan a la economía capitalista. Se trata de
una contradicción antagónica que genera una escisión que cristaliza
bajo el carácter de una ley tendencial en las formaciones económico-
-sociales del capitalismo dependiente. La anatomía de nuestras socie-
dades tiene en esta escisión uno de sus rasgos más distintivos, que
nuestras poblaciones –pero, sobre todo, la clase trabajadora– sienten
pesadamente en su día a día: “El rasgo característico de la economía
dependiente es su tendencia a divorciar la producción de las necesi-
dades de consumo de las amplias masas” (Marini, 1981b).

2
En los textos de Marini encontramos los vocablos divorcio y escisión como términos
alternativos para expresar la tendencia en cuestión.

172
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

En este capítulo, presentamos esta categoría vital de la TMD, que


abrió el camino para conocer mejor las determinaciones y conexio-
nes internas de relaciones que agudizan el antagonismo entre la
socialización objetiva de la producción de riqueza y su apropiación
privada. Siguiendo el método de exposición adoptado a lo largo de
todo el libro, combinamos la discusión de la lógica inmanente de los
fenómenos con aspectos de su historicidad concreta. El examen de
lo lógico y lo histórico permitirá al lector sacar sus propias conclu-
siones acerca de la originalidad y alcance crítico de los problemas y
categorías en cuestión.

La dialéctica entre circulación y producción en la división


internacional del trabajo en el período de formación
del mercado mundial

El capitalismo se consolidó como modo de producción al llevar, pau-


latinamente, los núcleos de las colectividades humanas a relacionar-
se entre sí como una inmensa colección de mercancías (Marx, 2013,
capítulo I). Al compás de la expansión de las relaciones mercantiles,
el productor independiente fue siendo convertido en un trabajador
asalariado despojado de los medios de producción, mientras que los
medios de producción y consumo fueron convertidos en capital. Fue
así como, históricamente, las relaciones sociales pasaron a ser regi-
das por la lógica de la valoración del valor.
Dos procesos estuvieron en la raíz de este cambio: la acumula-
ción originaria de capital y el paso de la subsunción formal a la sub-
sunción real del trabajo al capital.3 Además del papel que jugaron en

3
La acumulación originaria es descrita en el capítulo XXIV del Libro I de El Capital.
Para el análisis de la subsunción y la distinción entre los dos momentos de su histori-
cidad, ver Marx (2005). Muy brevemente, apuntamos que, bajo la subsunción formal,
el trabajador contrae relaciones de subordinación al capital comercial y al capital
usurario, pero todavía mantiene algún control de los medios de producción y contro-
la el proceso de trabajo, en tanto que, bajo la subsunción real, se completa la separa-
ción entre los trabajadores y los medios de producción, y tanto estos como los medios

173
Mathias Seibel Luce

la génesis del nuevo modo de poder que se impuso en el mundo, en


un gran torrente, ambos procesos tienen otro aspecto en común. Se
trata de la importancia que las periferias, en lo que se incluye a Amé-
rica Latina, ejercieron para que el mundo que ahora es dominante vi-
niese a asumir la posición que asumió; y para que la propia América
Latina, a su vez, pasara a configurarse a través de características que
carga hasta los días actuales.
El capitalismo se consolida en Europa con la producción para
el mercado interno. En América Latina surge para atender a las ne-
cesidades del capitalismo europeo, cuya Revolución Industrial co-
menzaba a demandar suministros abundantes de materias primas
y alimentos baratos.4 Si, por un lado, tanto en Europa como en Amé-
rica Latina el proceso de acumulación originaria estuvo marcado
por la violencia, hubo, por otro lado, diferencias significativas. En
un contexto, se fabricaron fabricantes,5 mientras que en el otro, las
oligarquías se vincularon al papel subordinado que le correspondió
a la economía exportadora dentro de la división internacional del
trabajo.6
Antes de la ética protestante o la segmentación entre colonias de
población y colonias de explotación, sucedió la estructuración de

de consumo son convertidos en capital con el capital industrial imponiendo su lógica


sobre la producción de riqueza.
4
A diferencia de Immanuel Wallerstein, que llegó a negar el concepto de Revolución
Industrial (ver Wallerstein, 2006), consideramos a este de importancia vital para ex-
plicar las determinaciones que permitieron el paso de la subsunción formal a la sub-
sunción real del trabajo al capital, así como el paso del eje de la acumulación basado
en plusvalía absoluta hacia la plusvalía relativa. Para una crítica a algunos presupues-
tos de Wallerstein a partir de la TMD, ver Osorio (2015).
5
El término es de Agustín Cueva (1983).
6
En Europa, Estados Unidos y Japón, más allá de la afirmación del poder de la bur-
guesía y de la creación del proletariado, se originó una clase de pequeños y medianos
propietarios y productores independientes, especialmente por el modo como se re-
configuraron las estructuras agrarias. En América Latina, fue reforzado el poder de la
oligarquía latifundiaria-mercantil. Y el surgimiento, más tarde, de burguesías locales
y de la clase trabajadora asalariada no sería acompañada por la misma diversifica-
ción de la estructura interna de clases, presentando antagonismos más acentuados.
Para algunas de las causas que influyeron marcadamente en esa realidad, ver, por
ejemplo, Viotti da Costa (2010); ver también Osorio Silva (2008).

174
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

las pautas de producción en el ámbito de las relaciones entre las for-


maciones económico-sociales en el período de formación de la economía
capitalista mundial, esto es, en la segunda mitad del siglo XIX, lo que
determinó el desarrollo ulterior de las diferentes sociedades.7 Esta
estructuración no sucedió en el vacío, sino que fue un proceso que se
dio dentro de un conjunto de determinaciones, que actuaron a la ma-
nera de un tronco con sus ramificaciones y vasos comunicantes. Este
tronco fue la economía mundial con su división internacional del
trabajo. Las ramificaciones fueron las estructuras de la propiedad,
de las clases sociales y sus formaciones estatales correspondientes
en las diferentes formaciones económico-sociales. Los vasos comu-
nicantes fueron los canales que componen el mercado mundial. Y
la sustancia que llenó estos mismos vasos comunicantes fueron los
valores de uso y las cantidades de valor producidas, que fluyeron de
una parte a otra a través de la circulación internacional.
Por eso, tiene razón Marini cuando afirma que el estudio de la
economía dependiente debe iniciar por la circulación internacional:

En tanto que intelectuales marxistas, tenemos la tendencia a ir a


aquello que es lo esencial en una estructura económica, es decir,
la estructura de producción. Sin embargo, cuando se trata de una
formación dependiente, yo pienso que sería necesario invertir esa
orientación. Habría que partir, inicialmente, de la circulación del ca-
pital tal como ella se hace en el conjunto del sistema capitalista; en
un segundo momento, plantearse el problema de cómo ella deter-
mina las condiciones en que se desarrolla la estructura productiva
dependiente; en fin, replantearse el problema de cómo esa estructura
dependiente crea su propia fase de circulación (Marini, 1981a).

7
Para una crítica al individualismo metodológico del abordaje de Weber a la génesis
del capitalismo, ver Teixeira y Frederico (2012). Para una crítica a la explicación de
Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, que atribuyeron causas de la indepen-
dencia a la división “colonias de población”-“colonias de explotación”, ver el capítulo
1 de Bambirra (1974).

175
Mathias Seibel Luce

Lo que Marini está diciendo es que la producción capitalista en América


Latina se originó a partir de la extensión de la circulación del capitalis-
mo dominante, en un proceso dialéctico en el que lo externo se interiori-
zó para luego exteriorizarse, es decir, desdoblarse en nuevas tendencias
objetivas. Así fue como se dio el proceso histórico de desarrollo del capi-
talismo en la región, como parte del desarrollo del subdesarrollo.8
Efectivamente, la extensión de la circulación del capitalismo cen-
tral definió el inicio de la producción capitalista en las economías
dependientes.9 Esta, a su vez, una vez engendrada, pasó a obedecer a
tendencias de producción y circulación internacionales, pero también
a tendencias internas que fueron constituyéndose como expresión de
particularidades de la economía dependiente. La conjunción de am-
bas esferas de causalidad es lo que constituye la situación condicionan-
te que determina los límites y posibilidades del desarrollo capitalista. Este
es, como veremos, el significado de dependencia (Bambirra, 1974).
Bajo la economía dependiente, el ciclo del capital se caracteriza por
la agudización de las contradicciones que son típicas del capitalismo
en general. Esta exacerbación produce tendencias particulares, que
conducen a una escisión, provocando una modalidad específica de
circulación. Dicho de otra forma, los valores de uso producidos por la
economía dependiente y sus relaciones específicas con el proceso de
valoración del valor en la economía mundial dan inicio a fenómenos

8
En ese mismo sentido, de acuerdo con Vânia Bambirra, “los cambios que hubo en la
estructura del sistema de dominación de los países latinoamericanos, que comienzan
en las tres últimas décadas del siglo XIX […] y tuvieron consecuencias en la manera en
cómo se configuró América Latina en las cuatro primeras décadas del siglo XX, deben
ser explicadas teniendo en cuenta los cambios que ocurrieron en el sistema capita-
lista de los países más desarrollados, los cuales determinan [en un último análisis/
como momento predominante] el curso del capitalismo mundial, del cual los países
dependientes hacen parte” (Bambirra, 1974, p. 87).
9
Aunque en más de una ocasión se ha intentado culpar de circulacionismo al plantea-
miento de Marini y de la TMD, los autores que esgrimieron esta acusación no fueron
muy lejos. Razonando, la mayoría de las veces, solo a partir del Libro I de El Capital,
ignoraron que el proceso de circulación es la unidad entre producción y circulación.
Negligenciar lo recién expuesto es lo que conduce a una aprehensión superficial de
hechos y tendencias, dejando escapar el camino hacia una rigurosa explicación de su
procesualidad.

176
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

nuevos, uno de los cuales es la escisión en el ciclo del capital –también


llamada como escisión en las fases del ciclo del capital.
Históricamente, observamos dos momentos principales en esta
escisión. Un primer momento cuando las economías dependientes
no habían atravesado por un proceso de industrialización. Y otro a
partir de que experimentan un proceso de industrialización, pero se
producen nuevos antagonismos. Caracterizamos estos períodos, res-
pectivamente, como primera escisión y segunda escisión.

La primera escisión: el paso a la subsunción real del trabajo al capital


bajo la escisión entre las esferas del mercado externo y el mercado interno

La modalidad específica de circulación (y de la producción correspon-


diente) que el capitalismo dependiente asumió durante el período de
su integración al mercado mundial fue uno de los elementos deter-
minantes en la causalidad de la dependencia. Entre 1850 y la primera
década del siglo XX, América Latina estuvo vinculada de forma es-
pecífica al mercado mundial. Mientras Europa vivía su belle époque,
los países latinoamericanos tenían la experiencia del período del
Estado oligárquico, que los historiadores económicos llamaban tam-
bién de era de las exportaciones (ver, por ejemplo, Carmagnani, 1984;
Cárdenas, Ocampo y Thorp, 2003). Toneladas de mercancías dejaron
los puertos de la región para atender a las necesidades crecientes
del capitalismo dominante y su voragine en rápido ascenso mundial.
Materias primas y alimentos llegaban al otro lado del Atlántico, en el
continente europeo, y también al norte del continente americano, en
los Estados Unidos. Las páginas del periódico The Economist, fundado
en 1843 en la campaña por la abolición de las Corn Laws10 y uno de los

10
Las Corn Laws o Leyes de los Cereales, creadas en 1815, eran medidas proteccionistas
que favorecían a los hacendados locales de Inglaterra. Los intereses materiales de la
burguesía industrial encontraron expresión en pensadores de la economía política
clásica como David Ricardo, que apoyaba la abolición de las Leyes de los Cereales,
bajo el argumento de que abogaba por la especialización de Inglaterra como potencia
industrial explorando sus ventajas comparativas.

177
Mathias Seibel Luce

principales vehículos de la empresa de negocios del centro del capi-


talismo decimonónico, Inglaterra, estampaban titulares exultando “el
precio de mercado estipulado por la economía británica”, que se apro-
piaba de lucros extraordinarios a través de suplementos crecientes de
bienes que se abarataban, como era el caso de la carne platina (The
Economist, citado en Gomes Romero, 2015). También el Chicago Tribune
–órgano del mundo empresarial de la ciudad de Illinois, cuyo puerto
despuntaba como una nueva frontera consolidada del capitalismo in-
dustrial estadounidense– daba a conocer la importancia de las expor-
taciones latinoamericanas de productos primarios, exclamando sobre
la necesidad de que los Estados Unidos contaran con aquel grifo per-
manentemente abierto, evitando toda y cualquier posibilidad de un
escenario hostil bajo su control (Chicago Sunday Tribune, 1905).
Estos suministros llegaban a través de los vasos comunicantes de
la circulación internacional como savia que irrigaba sus ramas más
robustas a las formaciones económico-sociales del capitalismo cen-
tral. Pero no eran solamente ellas las que se modificaban recibiendo
los abastecimientos que atravesaban latitudes bajo la división inter-
nacional del trabajo. Las formaciones económico-sociales latinoa-
mericanas, en lo más prominente de este proceso, iban asumiendo
muchos de los contornos que conservan hasta hoy.
En Cuba, el azúcar, que desde 1790 se había consolidado como
el principal producto, alcanzó volúmenes en el siglo XIX que con-
virtieron a la isla caribeña en el principal exportador mundial de
azúcar, posición en la que permanecería durante la mayor parte del
siglo XX. En Argentina, luego de casi un siglo de predominio –desde
la fundación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776– del cuero,
la carne salada (charque) y la lana, despuntaron nuevos productos
de exportación, destacando el trigo, el maíz y la carne congelada y
refrigerada. En Brasil, a partir de la primera década de vida inde-
pendiente, el café desencadenó su ciclo y se proyectó como principal
mercancía exportada, condición que se mantendría hasta la década
de 1950. En Uruguay, la producción de lana, sin perder espacio, fue
acompañada por el crecimiento de la carne de ovino, a medida que
178
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

se lograba el aumento del rebaño y de la actividad agropecuaria. En


Chile, el trigo, principal producto desde el período colonial, cedió su
lugar al salitre o nitrato, que despuntó como el primer elemento de
las exportaciones tras el fin de la Guerra del Pacífico (el salitre fue se-
cundado, en ese período, por el cobre, que algunas décadas más tar-
de asumiría la primera posición). En Bolivia, la plata era suplantada
por el estaño, metal que encontraría en este país andino al segundo
exportador mundial. Mientras tanto, en Perú, tras el ocaso de la era
del guano, un conjunto de nuevos valores de uso ganó espacio en sus
exportaciones: azúcar, algodón, lana (de oveja y alpaca), cobre, oro y
también petróleo. En Ecuador, cacao y plátanos fueron los produc-
tos lanzados al mercado mundial. En Colombia, el café, acompaña-
do del oro, tomó la delantera, frente al tabaco, la quina y el añil. En
Costa Rica, el café y la producción platanera lideraron la pauta de
exportaciones, lo mismo que en Guatemala. El café también fue el
principal producto de Nicaragua, así como de El Salvador, después
del período en que predominaron en la economía salvadoreña el añil
y el algodón. Honduras fue otro país de producción platanera. Méxi-
co, por su parte, presentó una producción más diversificada, pero en
resumen fueron la plata, el cobre y el petróleo sus mercancías prin-
cipales, acompañados del henequén (sisal) y el azúcar. En Haití, hasta
1790 el mayor productor mundial de azúcar, el café verde asumió el
lugar como su mercancía principal a lo largo del siglo XIX. Repúbli-
ca Dominicana fue otra economía azucarera, así como Puerto Rico.
En Paraguay, maderas de construcción y la yerba mate constaron del
rol de las exportaciones. En Venezuela, el café y el cacao fueron sus-
tituidos por la nueva combinación de café y petróleo (y el petróleo
asumió definitivamente el primer lugar en 1925). Panamá presen-
tó la producción de plátanos y, en menor medida, de coco entre los
elementos exportados. Pero luego de la construcción del Canal, que
entró en operación en 1914, la renta absoluta extraída de su tránsito
ocupó el lugar como la principal fuente de riqueza internacional ge-
nerada en la economía panameña.

179
Mathias Seibel Luce

En la Tabla 1, vemos los valores de uso exportados y su concen-


tración en la estructura productiva de los países latinoamericanos
entre 1910-1920.

Tabla 1. Concentración de los productos de exportación


Década de 1920,
País ~1913 (1) ~1923-1924 (2)
Primer Segundo Principales productos
% % Total
producto producto 1923-1924
Argentina Maíz 22,5 Trigo 20,7 43,2 Trigo, maíz, carne (3)
Bolivia Estaño 72,3 Plata 4,3 76,6 Estaño
Brasil Café 62,3 Hule 15,9 78,2 Café
Chile Nitratos 71,3 Cobre 7,0 78,3 Nitratos, Cobre
Colombia Café 37,2 Oro 20,4 57,6 Café
Costa Rica Plátanos 50,9 Café 35,2 86,1 Café, Plátanos
Cuba Azúcar 72 Tabaco 19,5 91,5 Azúcar
Ecuador Cacao 64,1 Café 5,4 69,5 Cacao
El Salvador Café 79,6 Metales preciosos 15,9 95,5 Café
Guatemala Café 84,8 Plátanos 5,7 90,5 Café, Plátanos
Haití Café 64 Cacao 6,8 70,8 Café
Honduras Plátanos 50,1 Metales preciosos 25,9 76 Plátanos
México Plata 30,3 Cobre 10,3 40,6 Petróleo, Plata
Nicaragua Café 64,9 Metales preciosos 13,8 78,7 Café, Plátanos
Panamá Plátanos 65 Coco 7 72 Plátanos, (4)
Paraguay Yerba mate 32,1 Tabaco 15,8 47,9 Quebracho, Madera de
construcción
Perú Cobre 22 Azúcar 15,4 37,4 Petróleo, Algodón
Puerto Rico Azúcar 47 - - - Azúcar
Rep.Dominicana Cacao 39,2 Azúcar 34,8 74 Cacao, Azúcar
Uruguay Lana 42 Carne 24 66 Carne, Lana
Venezuela Café 52 Cacao 21,4 73,4 Café, Petróleo (5)

Fuentes y notas:
(1) Adaptado de Bulmer-Thomas (2010, p. 79, cuadro III.2).
(2) Adaptado de Thorp (2004).
(3) Las exportaciones argentinas de carne despegaron en la década de 1910,
por eso no aparecen en la muestra de Rosemary Thorp, cuando todavía se
encontraban en la tercera posición en las estadísticas.
(4) La renta del Canal debe haberse presentado después de 1914, pero no
disponemos de cifras para estos años.
(5) A mediados de la década de 1920, el petróleo sustituyó al café como
primer elemento exportado por Venezuela (Brito Figueroa, 1987,
pp. 463-464).

180
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

De veintiún países analizados, en trece de ellos el principal producto


de exportación representaba más del 50 % de su comercio exterior
en el período analizado. Considerando el primer y el segundo pro-
ducto de exportación, dieciséis de los veintiún países tenían un índi-
ce de concentración superior al 60 %. Y trece, por encima del 70 %.
Estos no eran solamente los principales productos exportados. Eran
las principales actividades que movilizaban la producción interna
bajo los nuevos cánones de la lógica de la mercancía. Eran la princi-
pal fuente de ingresos del Estado. Eran la principal finalidad de los
préstamos y obras públicas. Eran lo que definía la transformación
del territorio y del espacio nacional. Eran las actividades donde el
trabajo asalariado –y, con él, el surgimiento de la clase trabajadora
y del movimiento obrero– contaba sus primeras décadas de existen-
cia como rasgo definidor (ver, al respecto, González Casanova [org.],
1984). Eran el fundamento del poder político en sus sociedades. En
resumen, lo que sucedía con estas actividades determinaba al resto
de la economía. Fue este tipo de configuración económico-social lo
que Marini llamó economía exportadora.11 Y que expresó un patrón
histórico de reproducción del capital, que recibió la caracterización
de patrón agrominero-exportador, en la continuación del programa
de investigaciones de la TMD (Osorio, 2012).
El ciclo del capital en ese período estuvo marcado por la escisión:
mercado externo y mercado interno. Esto se puede observar: 1) en el
origen de la inversión (D-M), que provenía de las casas comerciales
controladas por el capital extranjero y de préstamos externos; 2) en
los medios de producción utilizados (Mp), que eran en su gran ma-
yoría importados (vías férreas, máquinas movidas a vapor, cámaras
frigoríficas, etc.) (Marichal, 1995); 3) en la fuerza de trabajo (Ft), que

11
En la primera impresión de Dialéctica de la dependencia (Sociedad y Desarrollo [ene-
ro-marzo 1972], [1], Santiago de Chile: CESO, 35-51), el ensayo de Marini tuvo como
subtítulo una economía exportadora. Más de un autor intentó ver allí una supuesta
idea sobre la inexistencia del mercado interno, cuando el objetivo de Marini fue no-
minar la modalidad en la que el capitalismo dependiente fue subordinado al mercado
mundial.

181
Mathias Seibel Luce

era contratada en condiciones híbridas entre la subsunción formal


y la subsunción real y a bajísimos salarios; 4) en la segunda fase de la
circulación (M’-D’), que se daba sobre todo en el mercado externo, sin
que los trabajadores cumplieran un papel decisivo en la realización
de las principales mercancías producidas, dirigidas hacia la exporta-
ción, lo que servía de estímulo a que los patrones y el Estado pusieran
en marcha el régimen de superexplotación que estaba configurándo-
se, agudizando las relaciones básicas de distribución (entre capital y
trabajo); 5) en la fase de acumulación (D¹’-D²), que se completaba, ge-
neralmente, en circuitos externos a la economía dependiente; 6) en
las relaciones derivadas de distribución (entre los distintos sectores
y fracciones de la clase dominante, local e internacional), en que la
riqueza era apropiada bajo las relaciones determinadas por las trans-
ferencias de valor.
Con respecto a los aspectos que acabamos de exponer, cabe des-
tacar algunas características sobre la fuerza de trabajo y el compor-
tamiento de las diferentes esferas del consumo. La fuerza de trabajo
era contratada, en muchas ocasiones, bajo condiciones que algunos
autores llamaron régimen de salario arcaico (Campi, 2004). Poco a
poco, las relaciones capitalistas de producción fueron imponiéndo-
se en la relación capital-trabajo, pero ese fue también un proceso
en el cual se exacerbó el carácter negativamente determinado.12 El
consumo de los trabajadores, en ese período, presentaba tres for-
mas principales, con sus respectivas fuentes de bienes consumidos:
(i) el consumo oriundo de la producción de subsistencia (producción
para el autoconsumo) y bajo la forma de producción mercantil sim-
ple, que podía coexistir con relaciones asalariadas, en el contexto
de la tendencia a introducir la compra y venta de fuerza de trabajo;
(ii) consumo de mercancías compradas de antiguos mercados abas-
tecedores de alimentos para los brazos en actividad en las economías
de plantation y enclaves mineros (charque o carne seca rioplatense

12
Para el caso brasileño, ver, por ejemplo, De Souza Martins (2010) y De Freitas
Barbosa (2008).

182
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

y riograndense para masas esclavizadas en Cuba y en Brasil, trigo


chileno para los trabajadores de las minas andinas y del altiplano,
etc.) y proporcionados a través de salario en especie en tiendas de
raya o entregados directamente para la reproducción del elemento
humano de los medios de producción (donde la esclavitud aún era
importante);13 (iii) consumo monetizado, en el mercado, bajo relacio-
nes marcadamente asalariadas.
Mientras que las dos primeras modalidades de consumo corres-
pondían a la producción mercantil simple o a formas antediluvianas
del capital, la tercera expresaba el consumo bajo una forma más di-
rectamente capitalista. Pero, en aquel período, esta última modalidad
de consumo interno no era una esfera de realización que imprimiese
dinamismo a la economía latinoamericana.14 Esto estimuló, bajo el
funcionamiento de la economía exportadora, que se afianzara un
régimen de superexplotación.15 El hecho de que la realización de las
mercancías se diera sobre todo en el mercado externo fue un incenti-
vo para el régimen de superexplotación, que entró en funcionamien-
to también como mecanismo de compensación ante las desventajas
en las que se encontraban los capitalistas locales con relación al con-
trol del comercio mundial y de las tecnologías y finanzas por parte
de capitalistas de otros lugares –aquellos del capitalismo central.
De esta manera, la acumulación se completaba en circuitos exter-
nos. Ya existían burgueses, internamente, en el sentido estricto de la
palabra.16 Pero el desarrollo desigual hacía que la lógica del capitalis-
mo industrial asumiera rasgos particulares. Un ejemplo ilustra bien
el caso. En 1852, un alemán de nombre Otto Bemberg emigró a Argen-
tina. Trabajando en el comercio de exportación e importación, abas-
tecía de cerveza, comprada de Alemania y distribuida en la región de

13
Para una revisión de la Segunda Esclavitud, que entró en vigor en el siglo XIX
combinando el uso del trabajo esclavo con tecnologías de la Segunda Revolución
Industrial, ver Marquese y Sales (orgs.) (2016).
14
No confundir este planteamiento con ausencia de mercado interno.
15
Este, al contrario de lo que fue sugerido por algunos autores, no era la prevalencia
de formas antediluvianas del capital.
16
Ver los estudios publicados en Florescano (org.) (1985).

183
Mathias Seibel Luce

Buenos Aires. Aquel sujeto buscó lo que en ese entonces se llamaba


un buen casamiento, contrayendo matrimonio con la hija de un gran
propietario de tierras, su acceso a la alta sociedad y sus posesiones
–el espíritu del bourgeois no prescindía del espíritu del rentier fundia-
rio–. Pero contando, después, con los peculios de su propio proceso
de “acumulación originaria”, Bemberg crearía su embotelladora, que
sería la primera fábrica de cerveza argentina, la famosa cervecería
Quilmes, con un tipo de producción ya perteneciente a una época
posterior, que daría vida al patrón industrial internalizado, cuando
la rama de alimentos y bebidas pasaría a producir mercancías como
parte de la industria de bienes-salario (Seibel Luce, 2011b; para la de-
finición de patrón industrial internalizado, ver Osorio, 2012).
Pero bajo la economía exportadora, cuyos días durarían, en Améri-
ca Latina, al menos hasta el final de los años 1920,17 las clases propie-
tarias hacían aún menos caso del consumo al que los trabajadores
podían acceder. Y esto por las razones ya vistas sobre la esfera de la
realización consubstanciada en el mercado externo. De este modo,
el consumo que tenía importancia era su propio consumo suntua-
rio, signo de su dominio y privilegio en la sociedad oligárquica.18 Así,
exclamó don Artemio Cruz, personaje de la novela de Carlos Fuentes
ambientada en el México de los últimos días del porfiriato, que pasa-
ba sus últimas páginas, con el inicio de la Revolución de 1910:

[...] sabe cuál es mi verdadera casa. Allá podría deleitarme viendo esas
cosas que tanto amo. Estaría abriendo los ojos para mirar un techo
de vigas antiguas y cálidas; tendría al alcance de la mano la casulla
de oro que adorna mi cabecera, los candelabros de la mesa de no-
che, el terciopelo de los respaldos, el cristal de Bohemia de mis vasos.

17
En rigor, el período agrominero exportador, mientras en algunas economías de la
región duró hasta 1930, cuando transitó a formaciones sociales industriales-dependien-
tes, en otras se extendió hasta la II Guerra Mundial, después de la cual tuvo su inicio
el proceso de industrialización bajo control monopolista del capital extranjero. Ver
Bambirra (1974).
18
Para un estudio del carácter reaccionario del liberalismo oligárquico, ver Fernandes
(1974). Ver también Ansaldi y Giordano (2012).

184
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

Tendría a Serafín fumando cerca de mí, aspiraría ese humo. Y ella


estaría arreglada, como se lo tengo ordenado (Fuentes, 1983, p. 31).

Discursos como este no eran ajenos a la vida cotidiana de la sociedad


oligárquica latinoamericana en su época de oro de las exportacio-
nes. Y vestigios de esa época pueden ser observados en la actualidad
en diferentes lugares,19 sin que falten ejemplos para explicitar algo
que es demasiado evidente: el consumo suntuario de las clases domi-
nantes de la economía dependiente exportadora, que conformaba una
esfera alta de la circulación con valores de uso que se obtenían prin-
cipalmente del mercado externo, contrastaba de manera estridente
con las condiciones de vida de la gran mayoría de la población.

19
En Recife, en un edificio de estilo neoclásico, tiene su sede hoy el Museo Estatal
de Pernambuco. El palacete Estácio Coimbra fue erigido por orden del Dr. Augusto
Frederico de Oliveira, el barón de Beberibe, uno de los mayores traficantes de esclavos
y hombres más ricos de Pernambuco del siglo XIX, para su hijo. El barón importó lo
que había de más lujoso para decorar la casa de su primogénito. Para la entrada del
edificio, mandó traer musas griegas esculpidas en mármol y otro conjunto de esta-
tuas representando los eslavos de la caballería francesa en Argelia, estas encomenda-
das especialmente de Francia, de la célebre Fundición Val D’osne. En São Paulo, en el
barrio noble de Higienópolis, resta aún, junto a un gran shopping center, la construc-
ción de uno de los grande barones de café –cuyos lustres, cristales, espejos, platería y
candelabros eran productos que se acostumbraban y que jugaban el papel de objetos
de la esfera alta del consumo abastecida por el mercado externo. Ostentando su fino
brillo, remiten a grandes cenas de lujo que reunían comensales de los círculos de po-
der de la época. En la Ciudad de México, en la Calle Francisco I. Madero, cercana a la
Plaza del Zócalo, se encuentra la agradable Casa de los Azulejos, donde funciona hoy
una tienda de una famosa red de restaurantes local y donde en el pasado fuera la sede
del Jockey Club de la capital. Durante veinte años, el salón reformado sirvió de punto
de encuentro de la oligarquía mexicana y de hombres de negocio del extranjero, que
se reunían entre apuestas y cenas acompañadas de finos vinos y platos franceses,
reflejando un lugar de status durante los años del porfiriato. Con el mismo estilo ar-
quitectónico original, el edificio conserva los azulejos de talavera poblana que la fami-
lia de la condesa del Valle de Orizaba, primera ocupante del edificio, mandó a hacer
para adornar sus paredes. Para cerrar ese rol de ejemplos, en Oruro, Bolivia, queda el
Museo Simón I. Patiño, dedicado a uno de los tres barones del estaño que, según algu-
nos, inspiró el personaje de historieta de Walt Disney, Rico Mc Pato. Aunque queden
dudas sobre esa hipótesis, el hecho es que Patiño llegó a ser enlistado como uno de los
hombres más ricos del mundo en su tiempo. En el museo que lleva su nombre y en
la mansión de estilo neoclásico que él habitó con su familia, se encuentran muebles
estilo Luis XV, XVI, XVII, traídos de Europa para alimentar su lujo.

185
Mathias Seibel Luce

En un momento en que imperaban, en las haciendas y en las mi-


nas, regímenes de salario arcaico y de cruenta explotación de la fuer-
za de trabajo, con el apoyo de la tienda de raya, del sistema de barracão
(esclavitud contractual o por deuda), de las relaciones de colonato y
del poder patronal en las ciudades-campamento, con implicaciones
sobre las condiciones de vida de las masas campesinas y obreras, en
un momento en que la expectativa de vida al nacer estaba alrededor
de los treinta años para la realidad latinoamericana y la tasa de anal-
fabetismo, en la mayoría de los países de la región, oscilaba entre el
60 % y el 80% (Bértola y Ocampo, 2012, p. 124, tabla 3.14), ese contras-
te denota no solo la oposición entre consumo popular y consumo de
lujo, denota el abismo provocado por el divorcio entre la estructura
productiva y las necesidades de las amplias masas.
Como revelan las circunstancias que acabamos de exponer, fue
la escisión entre mercado externo y mercado interno la primera que
se verificó entre producción y circulación, y entre esferas de la circu-
lación misma, en las economías dependientes. Lo que se observa, en
esa circunstancia, es que

el sacrificio del consumo individual de los trabajadores en aras de la


exportación al mercado mundial deprime los niveles de demanda in-
terna y erige al mercado mundial en única salida para la producción.
Paralelamente, el incremento de las ganancias que de esto se deriva
pone al capitalista en condiciones de desarrollar expectativas de con-
sumo sin contrapartida en la producción interna (orientada para el
mercado mundial), expectativas que tienen que satisfacerse a través
de importaciones. La separación entre el consumo individual fundado en
el salario y el consumo individual engendrado por la plusvalía no acumu-
lada origina, pues, una estratificación del mercado interno, que es también
una diferenciación de esferas de circulación: mientras la esfera “baja”, en
que participan los trabajadores –que el sistema se esfuerza por restrin-
gir–, se basa en la producción interna, la esfera “alta” de circulación,
propia a los no trabajadores –que es la que el sistema tiende a ensan-
char–, se entronca con la producción externa, a través del comercio de
importación (Marini, 1973, pp. 53-54; énfasis añadido).

186
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

Se trata de la situación observada durante el período de la economía


dependiente exportadora. Al principio, la escisión en el ciclo del capi-
tal adquirió características por las cuales se mezclaba bajo la doble
escisión entre la esfera del mercado externo y del mercado interno, y
entre la esfera baja y la esfera alta del consumo, en tendencias contra-
dictorias que se fundían, desde el punto de vista de la realización del
capital.20 Esta situación comienza a modificarse parcialmente a partir
de la década de 1890 en algunos países de la región, con el surgimiento
de una burguesía vinculada al mercado interno, inicialmente orien-
tada en la producción de artículos que servían de insumo para la in-
dustria de procesamiento de materias primas y, posteriormente, en la
producción de bienes de consumo final. Son estos los países donde se
crearán condiciones para –en la coyuntura del relajamiento relativo
de los lazos de dependencia que fue la aguda crisis y estremecimiento
del funcionamiento de la economía internacional en las dos guerras
mundiales y en la crisis de 1929– desencadenar un proceso de indus-
trialización, dentro de los límites y posibilidades de lo que la depen-
dencia comporta y permite (Bambirra, 1974).
Pero en las últimas décadas del siglo XIX, mientras América Lati-
na vivía el Estado oligárquico y su era de las exportaciones, con la es-
cisión antes mencionada, Europa y los Estados Unidos atravesaban
por otras transformaciones. Y el papel cumplido por América Latina
era parte de esto y no fue pequeño.

El papel de las exportaciones latinoamericanas en el tránsito del eje


de la acumulación basado en la plusvalía absoluta hacia la plusvalía
relativa en el capitalismo central

La dialéctica de la dependencia por detrás de la realidad latinoa-


mericana, en el período histórico en cuestión, es que mientras se

20
Esta fue la determinación principal, sin desconsiderar que parte de la esfera alta
puede constituir, aunque en menor proporción, parte del mercado interno, y que, en
períodos históricos más avanzados, parte del consumo de la esfera baja puede ser
dirigida hacia el mercado externo, en algunos pocos lugares.

187
Mathias Seibel Luce

imponían aquí sacrificios al consumo individual de los trabajadores


a favor de la exportación al mercado mundial y se provocaba una
escisión en el ciclo del capital, este mismo sacrificio permitía, pari
passu, que las economías del capitalismo central pudieran transitar a
una nueva configuración en las relaciones capitalistas:

[L]a creación de la gran industria moderna se habría visto fuertemen-


te obstaculizada si no hubiera contado con los países dependientes,
y debido realizarse sobre una base estrictamente nacional. En efec-
to, el desarrollo industrial supone una gran disponibilidad de bienes
agrícolas, que permita la especialización de parte de la sociedad en
la actividad específicamente industrial. En el caso de la industriali-
zación europea, el recurso a la simple producción agrícola interna
hubiera frenado la extremada especialización productiva que la gran
industria hacía posible. El fuerte incremento de la clase obrera in-
dustrial y, en general, de la población urbana ocupada en la indus-
tria y en los servicios, que se verifica en los países industriales en el
siglo pasado [XIX], no hubiera podido tener lugar si estos no hubie-
ran contado con los medios de subsistencia de origen agropecuario,
proporcionados en forma considerable por los países latinoameri-
canos. Esto fue lo que permitió profundizar la división del trabajo y
especializar a los países industriales como productores mundiales de
manufacturas (Marini, 1973, pp. 20-21).

Con respecto a la transformación antes referida, si por un lado no


podemos sobrestimar el papel que cumplieron las exportaciones la-
tinoamericanas, no cabe duda de que coadyuvaron con destacada
importancia a este proceso. Su aporte se dio no solo a través del sumi-
nistro de alimentos que liberaban fuerza productiva del trabajo en el
campo, sino también a través de materias primas que se destinaban
al consumo de la producción industrial,21 la cual iba creando nuevas
ramas de la industria y activando nuevas tendencias y relaciones.

21
“A su capacidad [de América Latina] para crear una oferta mundial de alimentos,
que aparece como condición necesaria de su inserción en la economía internacional
capitalista, se agregará pronto la de contribuir a la formación de un mercado de ma-
terias primas industriales, cuya importancia crece en función del mismo desarrollo

188
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

De esta manera, al contar con una oferta abundante de alimen-


tos y materias primas lanzadas al mercado mundial, las economías
centrales absorbieron un flujo de valores de uso y de valor que im-
plicaron no solamente la contribución física de aquellas mercan-
cías, sino un papel particular contribuyendo al aumento de la tasa
de ganancia, que cumplió una función especial en el desarrollo del
capitalismo:

Lo que importa considerar aquí es que las funciones que cumple


América Latina en la economía capitalista mundial trascienden la
mera respuesta a los requirimientos físicos inducidos por la acumu-
lación en los países industriales. Más allá de facilitar el crecimiento
cuantitativo de estos, la participación de América Latina en el mercado
mundial contribuirá a que el eje de la acumulación en la economía indus-
trial se desplace de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía
relativa, es decir, que la acumulación pase a depender22 más del au-
mento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de
la explotación del trabajador. Sin embargo, el desarrollo de la pro-
ducción latinoamericana, que permite a la región coadyuvar a este
cambio cualitativo en los países centrales, se dará fundamentalmen-
te con base en una mayor explotación del trabajador. Es este carácter
contradictorio de la dependencia latinoamericana, que determina las re-
laciones de producción en el conjunto del sistema capitalista, lo que debe
retener nuestra atención (Marini, 1973, pp. 22-23; cursivas añadidas).

La cita anterior trae uno de los puntos nodales de la dialéctica pro-


ducción-circulación en la configuración histórica del capitalismo
dependiente, tema que constituye el núcleo de este capítulo. Europa,

industrial. El crecimiento de la clase trabajadora en los países centrales y la elevación


aún más notable de su productividad, que resultan del advenimiento de la gran in-
dustria, llevaron a que la masa de materias primas volcada al proceso de producción
aumentara en mayor proporción. Esta función, que llegará más tarde a su plenitud, es
también la que se revelaría como la más duradera para América Latina, manteniendo
toda su importancia aun después de que la división internacional del trabajo haya
alcanzado un nuevo estadio” (Marini, 1973, pp. 21-22).
22
La palabra dependencia es usada en esta frase no en el sentido categorial (de la cate-
goría de la dependencia), sino en el sentido de necesitar, requerir.

189
Mathias Seibel Luce

poco después de transitar de la subsunción formal a la subsunción


real, pudo poner en marcha la tendencia que fue el paso del eje de
la acumulación basado en la plusvalía absoluta hacia la plusvalía
relativa.23 La lógica de la mercancía, al consolidarse dando cuerpo
a la economía mundial, en la coyuntura entre el advenimiento de
la Segunda Revolución Industrial y los albores de la Primera Guerra
Mundial, fue presidida en el capitalismo central valiéndose de me-
dios para expandir la acumulación de capital a través del revolu-
cionar de las fuerzas productivas y de la desvalorización real de la
fuerza de trabajo. Y la transformación de las relaciones de clase, más
allá de haber engendrado la relación-valor como fuerza mundial en
aquella coyuntura, se desplegó en las economías dominantes elevan-
do la productividad del trabajo e incrementando la participación de
la plusvalía relativa como método para la extracción y apropiación
del trabajo excedente. Lo que estamos afirmando es que el proceso
en cuestión, más de lo que algunos podrían esperar, contó también
con el papel de periferias, como la región latinoamericana, en las re-
laciones de causalidad de los cambios operados. Y que esto se dio de
manera contradictoria, conforme lo dicho en la cita anterior.
El sentido antitético de la transformación en cuestión es lo que
expresa el desarrollo desigual o la determinación negativa de la ley
del valor en su desdoblamiento histórico. Lo que en una parte fue el
desplazamiento del eje de acumulación basado en la plusvalía abso-
luta a la plusvalía relativa, en otra parte fue el afianzamiento de una
modalidad de acumulación basada en la explotación a través de un
mayor desgaste de la energía vital del trabajador. Mientras que Amé-
rica Latina coadyuvó al primer tránsito, ocurrido en el capitalismo
central, ayudándolo a operar aquel pasaje, ella misma permanecería
ajena a esta tendencia en la configuración del eje de su acumulación.
Por lo tanto, mientras las economías del capitalismo central sufrían

23
En realidad, no solamente Europa, sino todas las demás realidades nacionales que
se convirtieron en formaciones económico-sociales del capitalismo dominante, como
Estados Unidos y Japón.

190
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

el proceso de cambio de la subsunción formal a la subsunción real


seguido por condiciones que pronto marcarían el desplazamiento
del eje de la acumulación basado en la plusvalía absoluta a la plusva-
lía relativa, las del capitalismo dependiente seguían su propio paso a
la subsunción real sin que ocurriera esta imbricación con la segunda
tendencia.24
En resumen: el tránsito de la subsunción formal a la subsunción
real, bajo la condición dependiente, puso en marcha la primera es-
cisión en el ciclo del capital en las formaciones económico-sociales
emancipadas del colonialismo europeo, cuando se encontraban en
sus primeras décadas de vida independiente. Sin embargo, esta mis-
ma relación, contradictoriamente, cumplió un papel para que el ca-
pitalismo central, donde antes se verificara la transición en cuestión,
llevase a cabo otra transformación, con el paso del eje de acumula-
ción a la plusvalía relativa.
Tres ejemplos históricos significativos corroboran cómo este pro-
ceso fue ganando contornos e influyendo tanto al flujo de valores de
uso como al flujo de valor entre las distintas economías y en el ám-
bito interno de ellas. Tomemos primero el caso del salitre o nitrato
chileno.

Las exportaciones del nitrato chileno

Quien visita el desierto de Atacama en la actual región del territo-


rio chileno conocida como Norte Grande25 pisará el suelo donde la
acción de la naturaleza formó, durante milenios, los depósitos que
hicieron cruzarse los caminos de Chile y del capitalismo mundial en
una misma página histórica. A 47 km del puerto de Iquique, en la

24
No confundir este señalamiento con ausencia de plusvalía relativa. Estamos tratan-
do aquí de la configuración del eje en que se articula la acumulación.
25
Las provincias de Tarapacá y Antofagasta fueron incorporadas al territorio de Chile
en la Guerra del Pacífico y pertenecían, respectivamente, a Perú y a Bolivia antes del
conflicto. Este selló el control de Chile de los yacimientos de salitre localizados en am-
bas provincias y la pérdida de Bolivia de su salida al mar, con diferendos territoriales
que persisten hasta hoy. Ver Cluny (2008) y Bonilla (1980).

191
Mathias Seibel Luce

provincia de Tarapacá, aún quedan las instalaciones de Santa Laura


y Humberstone, las dos oficinas salitreras que explotaron los mayo-
res yacimientos de nitrato del mundo, durante el período de medio
siglo que duró la era del salitre.26
En un documento de 2005, con motivo de la petición dirigida a
la UNESCO para el reconocimiento de la condición de patrimonio
cultural de la humanidad a estos dos sitios históricos, el Estado chi-
leno declaró que “ambas oficinas salitreras tienen un enorme valor
universal, dado que son los únicos vestigios remanentes de una in-
dustria que […] indirectamente respaldó la revolución agrícola de fi-
nales del siglo XIX en muchas partes del mundo” (UNESCO World
Heritage Centre).
La importancia otorgada a la era chilena del salitre extrapola los
fines del discurso que busca enaltecer al Estado nacional. Como es
bien sabido, es el nitrógeno el más importante aliciente para la fija-
ción de los nutrientes en las plantas.27 Durante cinco décadas, entre
1880 y 1930, los nitratos chilenos fueron la principal fuente de
nitrógeno en el mercado mundial. El salitre extraído del mar de sal
incrustado en la aridez del Atacama llegó hasta los cultivos de In-
glaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, Holanda y Bélgica para
servir de fertilizante con fines de aumento de la productividad de la
tierra.28
En la tabla 2, relacionamos un conjunto de indicadores que tra-
ducen la importancia del nitrato chileno en aquel período de forma-
ción/expansión del mercado mundial.

26
En las páginas que siguen, usamos alternativamente los términos nitratos chilenos
y salitre.
27
Nitrógeno, potasio y fosfato son los tres principales elementos químicos disponi-
bles en la naturaleza que cumplen una función determinante en la fijación de nu-
trientes en las más diversas especies de cultivos.
28
La era del salitre tuvo su inicio simultáneamente al ocaso del ciclo del guano pe-
ruano (otro fertilizante natural, obtenido con base en excrementos acumulados de
aves marinas), al cual suplantó. El ciclo del salitre se extendió en alta hasta la aplica-
ción industrial del amoniaco sintético –después del descubrimiento tecnológico del
proceso Faber-Bosch, al término de la Primera Guerra Mundial. Para un estudio de la
economía salitrera, ver Soto Cárdenas (2005).

192
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

Tabla 2. Participación de los nitratos chilenos en el mercado


mundial de fertilizantes (nitrógeno) (1870-1930)
Producción mundial de nitrógeno por proceso (en mil toneladas) (1)
Sulfato de Nitrato
Fertilizante/ Nitrato amoniaco (por Cianamida Amoniaco
Guano de Total
año chileno de Calcio sintético
coquería) Calcio
1870 30 70 0 0 0 0 100
1880 50 30 0 0 0 0 80
1890 130 20 - 0 0 0 150
1900 220 20 120 0 0 0 360
1910 360 10 230 10 - - 610
1920 410 10 290 70 20 150 950
1930 510 10 425 255 20 930 2.150
Consumo de los nitratos chilenos (2)
Estados Reino Países
Año/ país Alemania Francia Bélgica Italia España
Unidos Unido Bajos
1880 15 % 78 % 27 % 17 % 9% 4% - -
1890 9% 13 % 34 % 28 % 6% 10 % 1% -
1900 11 % 10 % 36 % 21 % 7% 13 % 2% -
1913 19 % 6% 37 % 14 % 7% 14 % 2% -
1913 78 % 1% 0 7% 7% 4% 1% 3%
Caída en los precios de los fertilizantes (promedio) (3)
Período País Caída
1880-1905/13 Alemania 55 %
1882-1910 Suiza 42 %
1879-1910 Reino Unido 47 %
Consumo de nitrógeno por Alemania en 1913 (4)
% nitratos chilenos en el
Consumo Total Consumo de nitrato chileno consumo total de nitrógeno
por Alemania
222.500 toneladas 106.500 toneladas 47,86 %

Fuentes:
(1) Pollock (2007);
(2) Sicotte; Vizarra y Wandschneider (2009);
(3) Van Zanden (1991);
(4) Lamer (1987, p. 10).

La serie histórica registra que la participación relativa del nitrato


chileno en la producción mundial de nitrógeno fue de 30 % en 1870
(30 mil t), 82 % en 1880 (50 mil t), 61 % en 1900 (220 mil t), 59 % en 1910

193
Mathias Seibel Luce

(360 mil t) y el 43 % en 1920 (410 mil t).29 Reino Unido, Alemania y


Francia fueron los mayores consumidores finales del salitre en las
décadas entre 1880 y 1900, recibiendo en conjunto, como media, el
71 % del producto. Alemania emergió como principal destino des-
pués de 1880, manteniéndose como el primer comprador hasta 1913,
cuando alcanzó la cifra más alta de la serie histórica, con 37 % del
consumo mundial de los nitratos chilenos. En aquel mismo año, casi
la mitad de todo el nitrógeno consumido por la economía alemana,
en rápido proceso de industrialización e ingresando al rol de las po-
tencias imperialistas, era suministrado por el salitre chileno. A par-
tir de 1900, hubo una caída de las ventas al Reino Unido y Francia y
un aumento del uso del salitre en los Estados Unidos y Bélgica. Los
Estados Unidos, especialmente, responderían por el mayor creci-
miento relativo del consumo de fertilizante en las décadas siguien-
tes, pasando del 11 % en 1900 al 19 % en 1913 y al 78 % en 1919, cuando
en Europa Occidental ya era una realidad el sucedáneo encontrado
en el amoniaco sintético.
Más allá de comprobar el peso de las exportaciones de una econo-
mía latinoamericana en el abastecimiento físico de una mercancía
que cumplía una función esencial en el capitalismo central, los datos
de la tabla anterior ofrecen otras evidencias de suma importancia.
Entre 1880 y 1910, es decir, durante la Segunda Revolución Indus-
trial,30 el consumo de fertilizantes (en kg/hectárea) fue más que cua-
druplicado en Alemania, Francia, Bélgica y Dinamarca y se duplicó

29
Esta última década estuvo bajo la sombra del amoniaco sintético, cuya colocación
en el mercado tomaría el lugar del salitre definitivamente en 1930.
30
Entendemos por Segunda Revolución Industrial las transformaciones del capita-
lismo producidas en el último cuarto del siglo XIX, con la introducción del acero, de
la electricidad, el motor de combustión, la industria química y el petróleo, en el con-
texto de una elevación de la composición orgánica y del aumento de la concentración
y centralización del capital, marcando el paso del advenimiento de la fase superior
del capitalismo o su fase imperialista. Ese proceso hizo que se expandieran enorme-
mente las necesidades de materias primas e insumos de las economías dominantes.
Ver Lenin (2021); ver también Hobsbawm (1998, pp. 181-182), para quien la Segunda
Revolución Industrial “reforzó, más que sustituyó, a la antigua [la Primera Revolución
Industrial]”.

194
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

en el Reino Unido. Al mismo tiempo, se verificó una caída en los pre-


cios de los fertilizantes, en promedio, del orden del 55 % en Alemania
en el intervalo 1880-1905/13; 42 % en Suiza en 1882-1910; 47 % en el
Reino Unido en 1870-1910 (Van Zanden, 1991).
El aumento del consumo por hectárea puede significar varias
cosas.31 Sea como fuere, lo cierto es que hubo un incremento en
términos absolutos (total de toneladas consumidas) y relativos (con-
sumo kg/hectárea) del volumen de fertilizantes demandados por la
agricultura de las economías del capitalismo central. El volumen
aumentó, mientras que los precios del mercado caían y abastecían
ahora una demanda creciente por el insumo. ¿Cómo explicarlo? No
era solamente el aspecto del valor de uso de los nitratos lo que co-
adyuvaba a la expansión de las economías centrales. La riqueza de
esta mercancía en términos capitalistas se convirtió en quantum de
valor apropiado por las casas comerciales del negocio salitrero y por
los capitalistas agrarios que lo aplicaban en los campos de Europa,
los Estados Unidos y otros lugares.32 Es decir: un quantum sustancial
de la renta de la tierra del cual el salitre era portador, al metamor-
fosearse en precios en el mercado mundial, era apropiado en parte
por los capitalistas que dominaban su negocio, en parte por quienes
lo compraban y lo aplicaban en los campos, en la punta de la cadena
de relaciones, a precios que se abarataban, a pesar del aumento de su
búsqueda.33

31
Desde un uso más intensivo del suelo, pasando por la expansión de las tierras culti-
vadas con la combinación de un uso más extensivo e intensivo, hasta la necesidad de
recuperación de la renta de la tierra debido a su caída por agotamiento de nutrientes
en áreas degradadas.
32
John Bellamy Foster y Brett Clark (2004), abordando otro importante ángulo de
análisis de esa cuestión, la caracterizaron como expresando lo que ellos denominan
imperialismo ecológico.
33
El libre juego de la ley de la oferta y la demanda impera hic e nunc apenas entre los
economistas vulgares. Aun sin que dispongamos de datos estadísticos sobre el precio
individual de la mercancía nitrato, no es difícil entrever que las exportaciones chi-
lenas durante la era del salitre operaron una transferencia de valor, a través de los
precios, en el mercado mundial.

195
Mathias Seibel Luce

Esta transferencia de valor contribuyó a reducir el valor del capital


constante e, indirectamente, del capital variable en los mercados de
destino, al aportar a la elevación de los niveles de productividad en el
campo, además de influir en la concomitante liberación de fuerza de
trabajo en la agricultura.
Dicho esto, se observa que los nitratos chilenos son un ejemplo de
aquellos valores de uso que América Latina exportó al Viejo Mundo y
que, con su flujo de valor, ayudaron a dar vida al proceso que marcó
el paso del eje de acumulación basado en la plusvalía absoluta hacia
la plusvalía relativa.
Pasando de una materia prima a otro producto, esta vez un ali-
mento como el café, veamos también las implicaciones de su expor-
tación hacia las economías del capitalismo central.

Las exportaciones de café

En su obra Civilización material, el historiador Fernand Braudel cita


el relato de un publicista francés de finales del siglo XVIII que tes-
timonió escenas de la vida cotidiana del París de aquellos tiempos,
en un momento en que la mercancía café estaba a punto de dejar de
ser un artículo de lujo, logrando observar a trabajadores consumién-
dola en las calles como ración y estimulante físico para enfrentar
extensas jornadas laborales. Según este cronista, los obreros

han encontrado más económico, con más recursos y más sabor, este
alimento que cualquier otro. En consecuencia, lo beben en cantida-
des prodigiosas y dicen que les suele ayudar a mantenerse en pie has-
ta la noche. Por tanto, no realizan ya más que dos comidas, la más
importante a mediodía, y la de la noche [...] que consiste en unas lon-
chas de carne fría aderezadas con aceite, vinagre y perejil (De Mer-
cier, citado en Braudel, 1984, p. 216).

Se tienen noticias del uso del café como energético para ayudar a
soportar pesadas tareas desde tiempos anteriores al capitalismo.
Sin embargo, su conversión en un bien de consumo de masas es una

196
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

novedad que data del advenimiento del capitalismo industrial. “La


explosión de la producción en los países independientes después
de las guerras napoleónicas hizo que la bebida estuviera disponible
para los trabajadores urbanos e incluso, en ocasiones, para los habi-
tantes del campo” (Topik, 2004, p. 24). Dos acontecimientos interli-
gados están en la raíz del cambio que hizo del café la bebida signo de
la nueva época que se desplegaba: el salto en la producción brasileña
y la disparada en el consumo en los Estados Unidos y en Europa del
Norte. Fue en los Estados Unidos donde el café se convirtió por pri-
mera vez en un bien de consumo de masas en el pleno sentido de la
palabra. De acuerdo con Steven Topik,

el consumo per cápita creció de dieciochoavos de libra en 1783 a nue-


ve libras cien años después. ¡La explosión poblacional de los EUA cin-
co veces más en ese siglo significó que las importaciones totales de
café crecieran un 2.400 por ciento! Al terminar el siglo XIX, los EUA
se encontraban consumiendo trece libras per cápita e importando
más del 40 por ciento del café mundial […]. La mitad del crecimiento
en el consumo mundial en el siglo XIX se debió al aumento de las
compras de EUA (Topik, 2004, p. 26).

Lo que los Estados Unidos representaban como país comprador,


Brasil y otras economías latinoamericanas lo eran como proveedo-
ras. Suministrando el 40 % del consumo mundial de café en 1843,
Brasil despuntó como el principal exportador de la mercancía en
las décadas siguientes, con 50 % en 1875-1885, 64 % en 1900, 67 % en
1905, 64 % en 1910 y 82 % en 1915 –cuando alcanzó su apogeo. En los
lustros siguientes, se mantendría en torno de los 60 %, mientras que
Colombia y, en menor medida, América Central ganarían espacio
como proveedores también del producto. Durante todo el período de
la serie histórica, América Latina osciló entre el 70 % y el 90% del
abastecimiento del consumo mundial de café. Estas cifras pueden
ser observadas en la siguiente tabla.

197
Mathias Seibel Luce

Tabla 3. Participación de América Latina en el mercado mundial


del café y su conversión en bien de consumo de masas
Porcentual del consumo mundial abastecido por varios países latinoamericanos (1)

Colombia América América


Año Brasil Venezuela Caribe
Central Latina
1843 40 - - 30 - 70
1875-1885 50 1 5 3 10 69
1900 64 - - - - -
1900 67 4 9 4 3 87
1910 64 5 8 5 5 87
1915 82 5 7 - - 94
1920 62 8 9 - - 90
1925 62 9 8 - - 89
1930 61 12 10 - - 89
Mercado mundial de café, 1893-1930 (2)
Spot Price Rio#7 at NY
Producción millones) sacos (US cents)
1893-1894 9.401 16,6
1900-1901 15.100 6,0
1905-1906 14.792 7,9
1910-1911 14.524 13,2
1915-1916 20.763 9,0
1920-1921 20.283 6,4
1925-1926 22.108 14,2
1930-1931 24.797 7,0
Consumo per cápita de café en los Estados Unidos y crecimiento
de las importaciones (3)
Consumo per cápita en años seleccionados (en libras)*
1783 (~) 1880 (~) 1900
1/18 de libra 9 libras 13 libras
Crecimiento de la población y crecimiento de las importaciones de café, siglo XIX (4)
Crecimiento de la población Crecimiento de las importaciones de café
15 veces 2.400 %
Participación de los Estados Unidos en las importaciones mundiales
de café en 1900 (4)
40 %
*libras: 1 libra =0,4535923 kg.
Fuentes:
(1) Martins y Johnston (1992);
(2) Adaptado de Martins y Johnston (1992).
(3) (4) Topik (2004).

198
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

El aumento del consumo per cápita nos dice algo relevante sobre la im-
portancia del café como valor de uso consumido. Al lanzar al mercado
volúmenes abundantes que pasaron a ser consumidos por más perso-
nas y en mayores cantidades, Brasil y otros países productores con-
tribuyeron al desarrollo de la acumulación de capital en los Estados
Unidos y Europa. El abaratamiento de los precios del café permitió su
conversión en un bien de consumo de masas, expresando la tendencia
de reducción del valor de la fuerza de trabajo, abaratando los medios
de subsistencia que componen la canasta de consumo de los trabajado-
res. La tendencia de reducción de los precios del café en su correlación
con el aumento de la producción se observa en el segundo indicador
de la tabla 3. De esa forma, si en Francia en vísperas de la Revolución
burguesa de 1789 la bebida era todavía un ritual de distinción en el fa-
moso Palais-Royal, lugar de encuentro erigido al mando del duque de
Orléans, en tiempos en que recién comenzaba la profusión de la bebida
en dosis escasas entre los miembros de la clase trabajadora que la com-
praban de vendedores ambulantes en el París retratado por la crónica
de Sebastién de Mercier,34 al cambiar del siglo XIX al siglo XX, el café
se convirtió definitivamente en un bien de consumo de masas, esto es,
un bien de consumo necesario, en el sentido de la categoría marxiana.35
Además de narrar los cambios en los hábitos de vida, los testimo-
nios y cifras que recogimos ponen en evidencia dos cuestiones: cómo
la oferta abundante de materias primas y alimentos baratos que se
creó en América Latina contribuyó al paso del eje de la acumulación
basado en la plusvalía absoluta hacia la plusvalía relativa en los paí-
ses centrales; y cómo ese proceso fue, al mismo tiempo, desarrollo y
subdesarrollo, o mejor dicho, desarrollo del subdesarrollo, traducido
en términos más rigurosos por la categoría dependencia.

34
Según Steven Topik (2004, p. 25), “[aún] en el inicio del siglo XIX el café era visto
como un elemento de lujo, un signo de distinción burguesa”.
35
Bienes de consumo necesario son aquellos consumidos corrientemente por los tra-
bajadores, en cuanto bienes de consumo suntuario son los que no son consumidos
habitualmente por estos, pero con acceso particularmente de la clase capitalista y la
pequeña burguesía, siendo su demanda oriunda de la plusvalía no acumulada. Ver
Marx (2014). Ver también Marini (1979).

199
Mathias Seibel Luce

El capitalismo del siglo XIX y principios del XX generó una es-


tructura productiva responsable por convertir mercancías como el
café, un valor de uso corriente, en la sociabilidad que creaba, pasan-
do a ser un bien de consumo necesario tanto del punto de vista de la
reproducción del valor de la fuerza de trabajo cuanto del proceso de
trabajo. Pero, principalmente –y lo que es menos evidente– de forma
tal coadyuvando al proceso de desplazamiento del eje de la acumu-
lación basado en la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa. Consi-
deremos ahora otro ejemplo más, el de las exportaciones de carne.

Las exportaciones de carne

Dos detractores de la TMD exclamaron en tono triunfal, en 1978, lo


que creían que era su refutación plena de los argumentos de Marini.
Fernando Henrique Cardoso y José Serra publicaron en aquel año
su “Las desventuras de la Dialéctica de la dependencia”,36 un libelo
virulento lleno de afirmaciones que distorsionaban el pensamiento
de Marini, atribuyéndole falsas tesis para combatirlo mejor. En un
pasaje de “Las desventuras…”, Cardoso y Serra escribieron:
no queremos entrar en el detalle de la discusión sobre el papel histó-
rico de las economías periféricas para la acumulación de los países
centrales, ni queremos negarlo. Sólo que, para examinar con serie-
dad la cuestión, no tiene cabida exponer unos magros datos sobre
las importaciones inglesas y, sin más análisis, aventurarse a una teo-
rización sobre el papel de la periferia –dentro de ésta, América Lati-
na– en el proceso de acumulación de capital de los países centrales
(Cardoso y Serra, 1978, pp. 28-29).

Continuando con su “crítica” al texto fundacional de la TMD,


Cardoso y Serra (1978, p. 28) afirmaron: “basta, como argumento, con

36
Como es conocido, el texto de Cardoso y Serra y la réplica de Marini (Las razones
del neodesarrollismo) fueron publicados conjuntamente en un número especial de la
Revista Mexicana de Sociología en 1978. Aun así, el texto de las Desventuras… fue divul-
gado en Brasil sin la respuesta de Marini, en la revista del centro de investigación en
que Cardoso era uno de los directores. Sobre esa cuestión, ver Corrêa Prado (2011).

200
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

observar los datos: de todos los productos listados, América Latina


podría tener una participación importante sólo en la exportación de
carne (que difícilmente sería bien de consumo importante de los tra-
bajadores ingleses) y de trigo”. Ahora bien, ¡lo que la evidencia con-
creta nos revela es precisamente que la carne se convirtió en un bien
de consumo importante para los trabajadores ingleses! Y gracias, en
buena medida, a las exportaciones latinoamericanas. Según investi-
gaciones del historiador económico John Hutman y, también, de Eric
Hobsbawm, entre 1870-1896, se verificó un aumento del 30 % en el
consumo per cápita de carne en Inglaterra. Para este crecimiento, las
importaciones contribuyeron con una parcela sustancial. El aumen-
to en las importaciones en la oferta de carne fue del 200 %. La par-
ticipación de Argentina como origen de las importaciones inglesas
de carne congelada pasó del 10 % en 1880-1890 al 65 % en 1910. Otro
dato revelador es que, en 1854, eran exportadas de Argentina hacia
Inglaterra 50 mil toneladas y se pagaba por ellas 3 millones de libras
esterlinas, al paso que, en 1910, eran vendidas 950 mil toneladas al
mismo destino, aunque en un total de ventas a un precio de mercado
de 16 millones de libras esterlinas. Las cifras que acabamos de expo-
ner se encuentran en la siguiente Tabla.

Tabla 4. Exportación de carne argentina a Inglaterra


Inglaterra
Aumento del consumo de carne y participación de las importaciones en su abastecimiento. 1870-1896 (1)
Aumento del consumo de carne per cápita Aumento de la proporción de carne importada en el
30 % abastecimiento del consumo interno 200 %
Participación de Argentina como origen de las importaciones inglesas de carne congelada y refrigerada (2)
1880-1890 1910
10 % 65 %
Importaciones de carne de Inglaterra. Volumen y precios (3)
Aspectos analizados/año 1854 1910
Volumen físico importado 50 mil 950 mil
Valor de las importaciones (en libras esterlinas) 3 millones 16 millones
Precio promedio de la tonelada (en libras 60 17,1
esterlinas)

Fuentes: (1) Hobsbawm (2013, p. 157).


(2) (3) Hutman (1978, pp. 247-262).

201
Mathias Seibel Luce

Los datos indican dos conclusiones importantes. En primer lugar,


que las exportaciones en cuestión constituyeron una oferta abun-
dante de alimentos baratos, permitiendo la incorporación de la
carne como elemento de la canasta de consumo de los trabajadores
ingleses, proporcionando plusvalía relativa. Segundo, que el esfuer-
zo exportador aumentó de modo superior a la cantidad en dinero
recibida por el volumen exportado, en una fuerte evidencia de trans-
ferencia de valor, vía precios, en el mercado mundial. Tenemos allí
otro caso en el que las exportaciones latinoamericanas fueron un
elemento importante para el cambio del valor de la fuerza de trabajo
en las economías centrales.
Expuesto esto, percibimos que es correcta la formulación de Ma-
rini cuando sustenta que

la oferta mundial de alimentos, que América Latina contribuye a


crear, y que alcanza su auge en la segunda mitad del siglo XIX, será
un elemento decisivo para que los países industriales confíen al co-
mercio exterior la atención de sus necesidades de medios de subsis-
tencia. El efecto de dicha oferta (ampliado por la depresión de los
precios de los productos primarios en el mercado mundial [...])37 será
el de reducir el valor real de la fuerza de trabajo en los países in-
dustriales, permitiendo así que el incremento de la productividad se
traduzca allí en cuotas de plusvalía cada vez más elevadas. En otros
términos, mediante su incorporación al mercado mundial de bie-
nes-salario, América Latina desempeña un papel significativo en el
aumento de la plusvalía relativa en los países industriales (Marini,
1973, pp. 26-27).

Es lo que se comprueba en los casos del café y de la carne y también,


indirectamente, en el caso del salitre. En este último, sin embargo,
hay otro aspecto en juego. Como es bien sabido, la elevación de la
plusvalía relativa, proporcionada por la reducción del valor de los
medios de subsistencia, presiona la elevación de la composición or-
gánica del capital, teniendo efectos sobre la caída tendencial de la

37
Marini se refiere al deterioro de los términos de intercambio.

202
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

tasa de ganancia. La oferta abundante de materias primas baratas


como el salitre ayuda a contribuir para contrarrestar, en parte, esta
ley tendencial del capitalismo. Así es como las economías dependien-
tes comparecen de nuevo mediante este expediente en las relaciones
en el ámbito del mercado mundial. Este expediente

se refiere a la oferta mundial de materias primas industriales, la cual


aparece como la contrapartida –desde el punto de vista la composi-
ción-valor del capital– de la oferta mundial de alimentos. Tal como se
da con esta última, es mediante el aumento de una masa de produc-
tos cada vez más baratos en el mercado internacional como América
Latina no solo alimenta la expansión cuantitativa de la producción
capitalista en los países industriales, sino que contribuye a que se su-
peren los escollos que el carácter contradictorio de la acumulación
de capital crea para esa expansión (Marini, 1973, pp. 28-29).

Tenemos, pues, la participación de América Latina en la reducción


del valor del capital constante y del capital variable en las economías
del capitalismo central, proceso que históricamente contribuyó, en
estas últimas, a elevar la plusvalía relativa, contrarrestar el efecto decre-
ciente de la tasa de ganancia, impulsar una industrialización orgánica
en su carácter y contornear las contradicciones en el ciclo del capital, las
cuales, sin contar con estas condiciones del mercado mundial, po-
drían resultar en una escisión entre las esferas de la circulación. De
esta forma, en el capitalismo central, el carácter de su especializa-
ción en la división internacional del trabajo no provoca una escisión
en el ciclo del capital en cuanto ley tendencial específica, a pesar de
que las relaciones entre producción y circulación estén siempre regi-
das por contradicciones inmanentes. Y las esferas de consumo, allí,
presentan un comportamiento que difiere de aquel bajo el capitalis-
mo dependiente:

[E]n la economía capitalista clásica, la formación del mercado inter-


no representa la contrapartida de la acumulación del capital: al sepa-
rar al productor de los medios de producción, el capital no sólo crea
al asalariado, es decir, al trabajador que sólo dispone de su fuerza de

203
Mathias Seibel Luce

trabajo, sino que también crea al consumidor [...]. La posibilidad que


tiene el capitalista industrial de obtener en el exterior, a precio bajo,
los alimentos necesarios al trabajador, conduce a estrechar el nexo
entre la acumulación y el mercado, una vez que aumenta la parte del
consumo individual del obrero dedicada a la absorción de productos
manufacturados. Es por ello que la producción industrial, en ese tipo
de economía, se centra básicamente en los bienes de consumo po-
pular38 y procura abaratarlos, una vez que inciden directamente en
el valor de la fuerza de trabajo y por tanto –en la medida en que las
condiciones en que se da la lucha entre obreros y patrones tienden a
acercar a los salarios a ese valor– en la cuota de plusvalía [...]. Esta es
la razón fundamental por la cual la economía capitalista clásica debe
orientarse hacia el aumento de la productividad del trabajo (Marini,
1973, pp. 58-59).

Pero, como veremos más adelante, en economías dependientes esta


tendencia no se materializa de la misma manera. Esto conducirá,
más tarde, a la segunda escisión.39

38
En este pasaje, la afirmación “se centra básicamente en los bienes de consumo po-
pular” quiere decir que, en las economías dominantes, la base de la estructura pro-
ductiva se encuentra configurada bajo una dialéctica entre fuerzas productivas y
relaciones de producción que favorece la desvalorización real del valor de la fuerza
de trabajo e incide más directamente en la tasa de plusvalía con recurso al método
de la plusvalía relativa, llevando a su generalización para el conjunto de las ramas y
sectores de la producción.
39
“A [pretensa] harmonia que se estabelece, no âmbito do mercado mundial, entre
a exportação de matérias primas e alimentos, por parte da América Latina, e a im-
portação de bens de consumo manufaturados europeus encobre a dilaceração da
economia latino-americana, expressada pela cisão do consumo individual total em
duas esferas contrapostas. Uma vez que o sistema capitalista mundial chegue a um
certo grau de seu desenvolvimento e a América Latina ingresse na etapa da indus-
trialização, deverá fazê-lo a partir das bases criadas pela economia de exportação. A
profunda contradição que terá caracterizado o ciclo do capital dessa economia e seus
efeitos sobre a exploração do trabalho incidirão de maneira decisiva no curso que
tomará a economia industrial latino-americana, explicando muitos dos problemas e
das tendências que se apresentam nela atualmente” (Marini, 1973, pp. 54-55).

204
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

La dialéctica entre producción y circulación en la fase


de integración de los sistemas de producción

A diferencia de las economías centrales, que se vincularon al merca-


do mundial creando la demanda de bienes primarios (materias pri-
mas y alimentos) para su producción industrial y desarrollando las
distintas esferas del consumo, América Latina fue subordinada a la
economía capitalista, produciendo la escisión entre el mercado ex-
terno y mercado interno, la cual estuvo imbricada en un primer mo-
mento con la escisión que se instauró entre esfera alta y esfera baja
de la realización. Ese fue el desdoblamiento histórico que llamamos
de primera escisión. Veremos ahora cómo se presentó históricamente
la segunda escisión. Esta surge en las economías dependientes cuando
se transforman de formaciones económico-sociales dependientes-expor-
tadoras en formaciones económico-sociales industriales-dependientes, en
términos de Vânia Bambirra.40

La segunda escisión: la industrialización dependiente y la escisión


entre las esferas alta y baja del consumo

Con el proceso de industrialización que tuvo lugar en algunos paí-


ses latinoamericanos a partir del inicio del siglo XX y la consecuente
modificación de la economía dependiente, sucedió el desplazamien-
to del centro de gravedad de la esfera alta de la circulación hacia la
producción interna. De acuerdo con Marini:

[L]a esfera alta de la circulación, que se articulaba con la oferta ex-


terna de bienes manufacturados de consumo, disloca su centro de

40
Después del período colonial, “el curso del desarrollo del capitalismo en
Latinoamérica pasa desde […] una formación socioeconómica dependiente capitalista-
-exportadora, hasta finalmente llegar a una formación socioeconómica dependiente ca-
pitalista-industrial. Pero son todas secuencias y formas de superación de un mismo
proceso que corresponde a la evolución del capitalismo mundial y que hace redefinir
constantemente las formas que asume el capitalismo dependiente” (Bambirra, 1974,
pp. 45-46; cursivas en el original).

205
Mathias Seibel Luce

gravedad hacia la producción interna, pasando su parábola a coinci-


dir grosso modo con la que describe la esfera baja, propia a las masas
trabajadoras. Pareciera ser, así, que el movimiento excéntrico que
presentaba la economía exportadora empezaba a corregirse, y que
el capitalismo dependiente se orientaba en el sentido de una confi-
guración similar a la de los países industriales clásicos (Marini, 1973,
p. 56-57).41

La imagen de las parábolas llama la atención sobre lo que ocurre con


dos tendencias históricas que entran en movimiento a partir del pro-
ceso de industrialización dependiente. Tenemos, por un lado, una
curva descendente de los bienes suntuarios importados con una par-
te de su oferta pasando a ser producida localmente. Por otro lado, te-
nemos una segunda curva, esta última ascendente, de la producción
interna de bienes de consumo necesario, que presenta su incremen-
to para una población trabajadora y urbana en expansión. El movi-
miento descrito apunta a una convergencia, aunque cada sendero
pertenezca a esferas de consumo distintas entre sí. Su convergencia,
sin embargo, es aparente, pues rápidamente después de un inter-
mezzo durante la vigencia del patrón industrial internalizado, las
dos esferas del consumo se vuelven a distanciar. Se presenta, por lo
tanto, una contratendencia negativamente determinada, a través de
una nueva separación que es descrita también por dos nuevas pará-
bolas, pero en sentido contrario, configurando una segunda escisión.
La nueva escisión en cuestión es el resultado de la internalización de
la producción de la esfera alta del consumo que, bajo la condición
de la economía dependiente, se objetiva en un nuevo fenómeno: el
impulso a la producción industrial interna de bienes de consumo
suntuario sin que el sector I se hubiese vuelto más complejo, bajo
bases propias, en la producción de máquinas para hacer máquinas.
La dependencia se repone reproduciéndose ampliadamente bajo

41
Este pasaje contiene un descubrimiento que es poco observado en comparación
con otros temas más frecuentes en las lecturas que se hacen de Dialéctica… y en los
estudios sobre Marini y la TMD.

206
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

determinantes adicionales. Lo que acabamos de exponer se encuen-


tra representado en los gráficos de la figura siguiente:

Figura 1. La segunda escisión. Desplazamiento hacia la producción


interna de la demanda generada por la plusvalía no acumulada sin
que el sector I se hubiese formado

En las parábolas de la figura 1A, se representa la reducción de la par-


ticipación de productos importados que suministran la esfera alta
del consumo, del subsector IIb, frente a la expansión de la produc-
ción industrial interna de valores de uso de IIa.42 Las curvas descen-
dente y ascendente expresan tendencias relacionales, considerando
la participación respectiva de estos subsectores de la producción y

42
En la tercera sección del Libro II de El Capital, Marx expone la dialéctica valor de
uso y valor, en las relaciones de distribución, y caracteriza los sectores de producción
capitalista en sector productor de medios de producción (sector I) y sector productor
de medios de consumo (sector II). Este último se subdivide en subsector IIa, productor
de bienes de consumo necesario, cuya demanda, en general, proviene de los salarios,
siendo bienes consumidos por toda la sociedad; y subsector IIb, productor de bienes
suntuarios, cuya demanda proviene de la plusvalía no acumulada y corresponde al
consumo privado de la burguesía y de los estratos altos. Ver Marx (2014, sección III).

207
Mathias Seibel Luce

de las esferas de consumo que les corresponden en la realización del


capital.
Conforme ha colocado Marini, el fin del movimiento sui generis
parecía haber llegado a su fin. Sin embargo, como argumenta el au-
tor de Dialéctica..., no fue así. Una nueva escisión sucedió, entre la
esfera alta y la esfera baja –tendencia que se encuentra representada
en la figura 1B–.43 La pregunta que necesita ser respondida es: ¿por
qué tal desplazamiento del centro de gravedad de la esfera alta de la
circulación hacia la producción interna repuso la escisión bajo una
nueva forma, con el advenimiento de una nueva escisión ahora en
las esferas de circulación contrapuestas del mercado interno?
En la historia del capitalismo, no fue la producción de lujo lo que
sirvió como arranque para la producción de riqueza bajo las relacio-
nes de producción capitalistas. Era la producción de bienes de consu-
mo de IIa. En las economías centrales, el amanecer de la producción
industrial en masa se dio con los bienes de consumo necesarios (tex-
tiles, etc.), y la industria del sector de bienes de capital surgió con-
comitantemente y como función de ella (telar de vapor, lanzadera
volante mecanizada, etc.). Posteriormente, la producción de bienes
suntuarios, que ya existía, también ganó escala industrial, por ejem-
plo, con el surgimiento de bienes de consumo durables fabricados
en serie.44 La producción y consumo capitalista de bienes suntua-
rios vino, por tanto, como su consecuencia y desdoblamiento, como

43
Para observar la escisión en cuestión, no se debe esperar que en números absolutos,
en los datos de la contabilidad social de las cuentas nacionales, la producción indus-
trial de IIb sea de magnitud superior. No es de esa forma que la realidad se manifiesta.
La producción en IIb podrá ser inferior que el total de I y de IIa en la composición
sectorial del PIB industrial, y aún así, en términos relativos, cumplir el papel deletéreo
en cuestión en la industrialización dependiente. Volveremos a ese tema más adelante,
en este mismo capítulo.
44
Si es verdad, por un lado, que todo bien durable puede un día haber presentado
una existencia suntuaria (o haber asumido un carácter suntuario), es necesario decir,
por otro lado, que el nombre y la cosa no se confunden. No son sus atributos físico los
que convierten un bien en suntuario, sino su función, esto es: el lugar que ocupa en
las relaciones de distribución, considerando la estructura productiva, las relaciones
de producción y las esferas de la circulación, las relaciones entre valor de uso y valor
en una economía dada.

208
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

sabemos a partir de Marx, quien demostró que la expansión de la


industria de bienes suntuarios corresponde al consumo oriundo de
la plusvalía no acumulada, cuyo presupuesto necesario es la produc-
ción de plusvalía (Marx, 2014, sección III). Pero esto no es todo. En
el desdoblamiento del proceso de industrialización y formación del
mercado mundial, las esferas contrapuestas del consumo en el mer-
cado interno (esfera alta y esfera baja) asumieron en las economías
dominantes una dinámica engendrando su distensión, acompañada
de la contratendencia de la reducción de lo que llamamos tiempo de
existencia suntuaria de los bienes.
La siguiente formulación teórica, que se encuentra en un nivel de
abstracción más elevado, ayuda a asentar la cuestión del tiempo de
la existencia suntuaria:

El desarrollo de la acumulación basada en la productividad del


trabajo tiene como resultado el aumento de la plusvalía, y, en con-
secuencia, de la demanda creada por la parte de esta que no se acu-
mula. En otros términos, crece el consumo individual de las clases no
productoras, con los que se ensancha la esfera de circulación que les
corresponde. Esto no solo impulsa el crecimiento de la producción
de bienes manufacturados, en general, sino también el de la produc-
ción de artículos suntuarios. La circulación tiende pues a escindirse
en dos esferas, de manera similar a lo que constatamos en la econo-
mía latinoamericana de exportación, pero con una diferencia sus-
tancial: la expansión de la esfera superior es una consecuencia de la
transformación de las condiciones de producción, y se hace posible
en la medida que, aumentado la productividad del trabajo, la parte
del consumo individual total que corresponde al obrero disminuye
en términos reales. La ligazón existente entre las dos esferas de con-
sumo se destiende, pero no se rompe (Marini, 1973, p. 59).

Subrayemos dos afirmaciones de la cita anterior que adquieren gran


importancia para los fines de nuestro análisis. En economías del ca-
pitalismo central, “la expansión de la esfera superior es una consecuencia
de la transformación de las condiciones de producción”; a diferencia del

209
Mathias Seibel Luce

capitalismo dependiente, en las formaciones económico-sociales del


capitalismo central “la conexión existente entre las dos esferas de consu-
mo se distiende, pero no se rompe”. Podemos pensar en ese sentido en la
imagen de un resorte, cuyo movimiento propaga una fuerza contra-
ria a su punto de origen, para luego volver a la posición de reposo. Su
posición de reposo funciona como una memoria, que puede disten-
derse –así como la conexión entre sus dos esferas de consumo–, pero
mantiene su unidad en cuanto un mismo cuerpo de materia.
Lo que hace que las esferas de consumo apenas lleguen a disten-
derse es la transformación, tarde o temprano, de los bienes suntua-
rios del IIb en bienes necesarios, es decir, del subsector IIa. Llamamos
a esta metamorfosis de reducción del tiempo de existencia suntuaria
de los bienes de consumo.45 Cuando se produce su reducción, esta-
mos ante una contratendencia que sutura el corte que la contradic-
ción entre esferas de consumo engendra. O, en palabras de Marini,
las esferas de realización contrapuestas se distienden, pero no se
dilaceran, no se rompen. Una vez en movimiento, esta dinámica in-
fluye en el proceso de producción y valorización, en una relación de
causa y efecto con la tendencia a la generalización de la plusvalía
relativa, lo que repercute en las relaciones básicas de distribución
sobre el abanico de bienes de consumo (ya sea desde el punto de vista
cuantitativo o cualitativo) que comparecen en la determinación del
valor de la fuerza de trabajo. En esa dinámica, de ahí en adelante,
nuevas distensiones son generadas, con la creación de nuevos bienes
suntuarios, que sufren una nueva transformación o metamorfosis,
reponiéndose la contradicción, pero en condiciones en medio de las
cuales operan contratendencias.

45
Esta colocación no presupone ninguna legitimación de la producción suntuaria de
la economía capitalista, como lo hiciera Mandeville en La fábula de las abejas. Para una
crítica a la naturalización del lujo y su relación con la contradicción entre produc-
ción y circulación, véase Mészáros, 2002, cap. 15. En este texto, Mészáros, entre otros
aportes críticos, desmonta el argumento apologético de Mandeville que pretendía
sustentar una pseudoteoría sobre la inevitabilidad del lujo y su eterno retorno enri-
queciendo a la sociedad, con el lujo de ayer popularizándose en los bienes de consumo
corriente de hoy.

210
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

En el capitalismo dependiente, en el que las dos esferas se escin-


den o se dilaceran, esta escisión puede pensarse como la ruptura de
anillos o la unión del resorte –continuando con la imagen que usa-
mos anteriormente–. La escisión provoca el efecto de que la energía
propagada por el resorte y transmitida de un anillo a otro encuentra
una interrupción en el camino, acortando su movimiento. Esto hace
con que la modificación de la composición-valor no alcanza todos los
puntos que podrían modificarse si prevalecieran otras circunstan-
cias. Con esto, se impone como consecuencia la no generalización de
la plusvalía relativa para el conjunto de la economía y las ramas de la
producción y la fijación de la plusvalía extraordinaria en el subsec-
tor que produce bienes suntuarios. Así, el carácter disruptivo de la
circulación es acentuado hasta el límite, incluso porque actúan con-
tratendencias de otra naturaleza, como el mecanismo de compensa-
ción inscrito en la superexplotación, ante las transferencias de valor.
Tenemos, entonces, debilidades para la consolidación del sector I, así
como la fijación de la plusvalía extraordinaria en el subsector IIb.
Esto marca una de las principales diferencias entre una industria-
lización orgánica y la industrialización dependiente, bajo el prisma
del ciclo del capital. Este contraste corresponde a una verdadera di-
ferenciación de las estructuras del proceso histórico de acumulación
y reproducción del capital. En el capitalismo central, en contraste,
existen contratendencias a estas tendencias disruptivas, que actúan
a nivel de la circulación y que impiden que la mencionada distensión
se transforme en escisión.46

46
“Otro factor contribuye a impedir que la ruptura se realice: es la forma en que se
amplía el mercado mundial. La demanda adicional de productos suntuarios que crea
el mercado exterior es necesariamente limitada, primero porque, cuando el comercio
se ejerce entre naciones que producen esos bienes, el avance de una nación implica el
retroceso de otra, lo que suscita por parte de la última mecanismos de defensa; y luego
porque, en el caso del intercambio con los países dependientes, esa demanda se res-
tringe a las clases altas, y se ve así constreñida por la fuerte concentración del ingreso
que implica la superexplotación del trabajo. Para que la producción de bienes de lujo
pueda pues expandirse, esos bienes tienen que cambiar de carácter, o sea, convertirse
en productos de consumo popular en el interior mismo de la economía industrial. Las
circunstancias que permiten hacer subir allí los salarios reales, a partir de la segunda

211
Mathias Seibel Luce

Fijación de la plusvalía extraordinaria en el subsector de bienes


suntuarios y la industrialización que no es orgánica

La noción de industrialización orgánica tiene un valor heurístico


realmente importante en la comparación de estructuras contradic-
toriamente vinculadas del proceso histórico de acumulación. Se pre-
senta como un nexo cualitativo para la comprensión de los rasgos
específicos de la acumulación dependiente, dentro de la totalidad
integrada y diferenciada que es el capitalismo mundial. Por indus-
trialización orgánica entendemos aquella que irradia los avances de
productividad a todas las ramas y sectores de la producción y que
desarrolla y complejiza la actividad industrial, ya sea en el sector I
o en el sector II.47 En consecuencia, la industrialización que es orgá-
nica proporciona la generalización de la plusvalía relativa y el fun-
cionamiento de la contratendencia que es la ley de la nivelación de
la tasa de ganancia –y no la fijación de la plusvalía extraordinaria en
un subsector como el productor de bienes suntuarios–. De acuerdo
con Marini,

[l]a adquisición de medios de producción en el mercado mundial no


es, de por sí, una característica de la economía dependiente. Ningún
país capitalista, ninguna economía en general vive hoy aislada. Lo que
caracteriza a la economía dependiente es la forma aguda que adquiere
esa característica y el hecho de que ella responde a la estructura mis-
ma de su proceso histórico de acumulación de capital. En efecto, en
los países capitalistas avanzados, la tendencia general del proceso de
industrialización fue la de producir primero bienes de consumo para
desarrollar después la producción de bienes de capital. En Inglaterra,
donde esto es particularmente notorio, no son los bienes de capital sino
los bienes de consumo –como los productos textiles– los que impulsan

mitad del siglo pasado [XIX], a las cuales no es ajena la desvalorización de los alimen-
tos y la posibilidad de redistribuir internamente parte del excedente sustraído a las
naciones dependientes, ayudan, en la medida que amplían el consumo individual de
los trabajadores, a contrarrestar las tendencias disruptivas que actúan a nivel de la
circulación” (Marini, 1973, p. 60; cursivas en el original).
47
No confundir industrialización no-orgánica con la inexistencia del sector I.

212
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

el desarrollo de su industria. Sin embargo, la expansión de la industria


productora de bienes de consumo obliga a desarrollar la producción de
bienes de capital para esa industria, dando lugar a una industrializa-
ción que podemos llamar orgánica (Marini, 1979a, pp. 42-43).

Veamos el otro lado de la moneda:

La situación en los países dependientes es distinta. Tratándose de


una industrialización tardía, que se realiza ya en este siglo sobre la
base de un amplio desarrollo de la industria en los países centrales
o avanzados, los países dependientes van a prolongar la fase que co-
rresponde a la producción de bienes de consumo más allá de lo que
fue normal en la industrialización orgánica de los países centrales.
Lo han podido hacer por el hecho de contar con una oferta externa
de medios de producción, en particular equipo y maquinaria, que les
permite no sólo avanzar sin base propia en la producción de bienes
de consumo habitual, ordinario, sino desdoblarla en producción de
bienes de consumo suntuario (donde los productos tienen muchas
veces el carácter de bienes mixtos, como los de la industria automo-
triz), sin contar con un sector dinámico de bienes de capital. Más
bien la industria manufacturera de los países dependientes se apoya
en buena parte en el sector de bienes de capital de los países capi-
talistas avanzados, vía mercado mundial. En consecuencia, esa in-
dustria manufacturera es dependiente, no sólo materialmente, en lo
que se refiere a los equipos y máquinas en tanto que medios materia-
les de producción, sino que tecnológicamente, es decir, en tanto que
debe importar también el conocimiento para operar esos medios de
producción y, eventualmente, fabricarlos (Marini, 1979a, p. 43).

Veamos ahora cómo este proceso se manifiesta históricamente a par-


tir del examen de dos valores de uso típicos de la economía capitalista
del siglo XX: el automóvil y la televisión. Estos no cubren todo el es-
pectro del problema en cuestión, pero son ejemplos elocuentes cuyo
análisis, acompañado de otros casos, arrojará luz sobre la cuestión.
La industria automovilística conquistó el mundo tras su ascen-
so meteórico en los Estados Unidos, a principios del siglo XX, inau-
gurando una nueva fase de producción y consumo de masas. No por
213
Mathias Seibel Luce

menos, el método de la producción traído por esta y replicado en otras


ramas de la industria fue bautizado con el nombre de fordismo.48 La
era inaugurada por Ford marcó las características de todo un patrón
de producción y consumo de valores de uso –y, en consecuencia, de
reproducción del capital: producción en masa, cadena de montaje,
estandarización, reducción de precios, anuncios publicitarios, exten-
sión del círculo de consumo abarcando a la clase trabajadora (Pinto,
2013). Veamos el análisis de Peter J. Ling, en su obra America and the
automobile technology, reform and social change. 1893-1923:

La difusión de la propiedad de carros despegó en los EUA entre 1912


y 1923. Los registros en los primeros años eran iguales a apenas el 4,2
por ciento de los domicilios, pero alrededor de 1923 se elevaron rápi-
damente al 50,3 de los domicilios. Aunque según estas cifras, cerca de
la mitad de los domicilios estadounidenses no poseían automóviles en
1923, el presidente Warren Harding declaró que “el carro de motor se
ha convertido en un instrumento indispensable de nuestra vida po-
lítica, social e industrial”. Ford Motor Company se encontraba en el
corazón de esa transformación. Durante su primer año de funciona-
miento pleno en su unidad de Highland Park (1911), Ford tenía el veinte
por ciento del mercado de carros de los EUA en términos de número
de vehículos vendidos. Las dramáticas innovaciones en la producción
de los siguientes dos años fortalecieron la participación de Ford en el
mercado al 48 por ciento. La preparación, movilización y desmoviliza-
ción para la Primera Guerra Mundial interrumpieron esta expansión,
pero Ford entró en la década de 1920 como el primer fabricante de

48
En la literatura, la era Ford es representada como alegoría del Génesis, como en el
Canto General, obra poética de Pablo Neruda: “cuando sonó la trompeta, estuvo todo
preparado en la tierra y Jehová repartió el mundo a […] Ford-Motors, y otras entidades”.
También el escritor inglés Aldous Huxley, en Un Mundo Feliz, retrató a los individuos del
mundo futurista que hacían culto a su Dios referido en todo momento a través del juego
de palabras “Our Ford [Lord]”. Si el arte es la autoconsciencia que la humanidad tiene
de su desarrollo (Lukács, 1968), esas representaciones en el arte literario son plenas del
sentido de su tiempo. Cuando Diego Rivera aceptó pintar el mural de Henry Ford en
Detroit, también expresó lo que aquella industria divisaba. Lo que Ford no esperaba es
que Rivera representara en su arte mural las novedades traídas por la civilización que
su industria corporizaba y también sus contradicciones explosivas.

214
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

automóviles de Estados Unidos, con el 55,45 por ciento del resultado de


la industria en 1921. Esta producción en masa, que superó los cinco mi-
llones de carros en 1921, corroboró la afirmación antes injustificada de
la propiedad universal del automóvil, ya que estuvo acompañada de
reducciones de precios que hicieron que el Modelo Ford T fuera accesi-
ble para los grupos de menores ingresos. El precio del Modelo T era de
US $690 en 1911, pero en 1923 se podía comprar por US $265. Además,
y de manera fatal, en última instancia, para el futuro del Modelo T,
el número creciente de Ford T en circulación proporcionó una oferta
creciente de vehículos baratos para el mercado secundario de carros
de segunda mano, al que los grupos de bajos ingresos se vieron for-
zados a recurrir en su búsqueda de automovilidad. La producción en
masa fordista legitimó el capitalismo de los EUA en un período en el
que el respeto por los “negocios” era particularmente alto (Ling, 1990).

En la tabla 5, tenemos la difusión del automóvil en el tiempo, en paí-


ses seleccionados del capitalismo central y del capitalismo depen-
diente. Este indicador proporciona algunas conclusiones sobre el
tiempo de existencia suntuaria del bien de consumo en cuestión.

Tabla 5. Difusión del automóvil en economías seleccionadas


Domicilios con automóvil por país (en %)
Estados Unidos (1)
1912 1923 2014
4,2 % 50,3 % 88 %
Inglaterra (2)
1951 1970 2000
14 % 45 % 73 %
Brasil (3)
1970 1980 1991 2000 2010
9,04 % 19,08 % 23,08 % 32,66 % 47 %
Sudáfrica (4)
2003 2008
22,9 % 28,5 %
Fuente: (1) Ling (1990); (2) Craig (2003, p. 144); (3) Associação Nacional dos Fabricantes de
Veículos Automotores [ANFAVEA]. Anuário Estatístico da Indústria Automobilística no Brasil.
Varias ediciones; (4) South Africa. National Household Travel Suvery [NHTS]. Varios.

215
Mathias Seibel Luce

En el caso de los Estados Unidos, en diez años de producción el au-


tomóvil ya era un bien de consumo de masas con amplia difusión,
llegando a la mitad de las familias en 1923. Hoy en día, el 88 % de
los domicilios estadounidenses posee un automóvil de pasajeros. En
Inglaterra, donde la producción de vehículos en masa comenzó unas
décadas después de los Estados Unidos, mientras que en 1951 el 14 %
de los domicilios poseía un automóvil, veinte años después el 45 %
de las familias inglesas lo tenían. Actualmente, el 73 % posee este
bien en Inglaterra. En contraste, en la periferia de la economía mun-
dial capitalista, la industria automotriz llega después de la Segunda
Guerra, en la década de 1950, con la producción en volumen inician-
do alrededor de 1960 (CEPAL, 1970). En Brasil, en pleno ciclo de ex-
pansión acelerada, en los años de 1968/73, calcado en la industria de
bienes durables encabezada por el automóvil, bajo el gobierno de la
dictadura empresarial-militar, apenas el 9 % de las familias poseía
dicho bien en 1970. En 1980, esta cifra pasó al 19 %; en 1991, 23 %; en
2000, 32 %, hasta llegar al 47 % en 2010, bajo la política de exención
del impuesto sobre productos industrializados (IPI) para el sector
automotriz.49
Cuando avanzamos en el análisis de esta cuestión dentro de la
totalidad social en la cual se inserta, vemos que la contradicción
mencionada no se queda por allí. Después de cinco décadas siendo
producido en Brasil, el automóvil sigue presentando para las con-
diciones locales un carácter suntuario, así como en las demás eco-
nomías del capitalismo dependiente en las que ese valor de uso es
producido.50 Mientras que en las economías centrales el automóvil

49
Para una crítica a la política de exención de IPI a las montadoras en Brasil de la
década de 2000, ver Vasconcelos (2016).
50
En Sudáfrica, donde la producción de carros comenzó en el período posterior al
apartheid, en 2003 el 23 % de las familias poseía algún vehículo, cifra que aumentó al
28 % en 2008. En México, que no se incluye en la comparación de la Tabla 6, las cifras
disponibles del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que en
2015 el 43,5 % de los hogares nacionales poseía un automóvil. De acuerdo con Jaime
Osorio (p. 518), “en el mercado mexicano, el automóvil es un bien suntuario, por lo
que el porcentaje de producción es bajo, poco más del 10 % [del total producido], que

216
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

perdió su condición de bien circunscrito a la esfera de la realización


oriunda de la plusvalía no acumulada, en las economías dependien-
tes sigue presentando esta condición.51 Y la misma tendencia que
sustenta la industria de un bien de consumo, y que no deja las carac-
terísticas del subsector IIb, se enlaza con otras consecuencias mar-
cando el divorcio entre la estructura productiva y las necesidades de
las amplias masas.52
La necesidad transporte, materializada en una palabra bastante
presente en el debate contemporáneo –el problema de la movilidad
urbana–, gana cuerpo con el calvario de la clase trabajadora en nues-
tras metrópolis, donde grandes concentraciones de trabajadores en-
frentan el duro lastre de horas de desplazamiento yendo y viniendo
de los locales de trabajo, en transportes precarios, con impacto ne-
gativo en su salud y condiciones de vida, como se puede ver en la
siguiente tabla.

se vende en la economía local. Este producto, sin embargo, es un bien-salario en el


mercado estadounidense. Por eso crecen tanto las exportaciones hacia esa economía”.
51
Es obvio que, como en muchas mercancías de la industria capitalista, se van ge-
nerando nuevos modelos, convirtiendo a los anteriores en obsoletos y, junto con su
producción, se producen nuevas estratificaciones internas, con modelos más sofisti-
cados, en su círculo de consumo. Pero no estamos hablando de esa cuestión, sino de la
función de la mercancía automóvil en sí, en el ciclo del capital en la economía depen-
diente. En este sentido, por más que el lenguaje del marketing se esfuerce en transmi-
tir una determinada idea, no existe en rigor un auto popular para las condiciones de
vida de la economía dependiente. Que ciertas familias de la clase trabajadora en nues-
tros países tengan acceso a este bien, a través del crédito u otras circunstancias, no
cambia la función de este valor de uso en la reproducción intersectorial del valor y en
las relaciones entre las esferas de realización del capital en la economía dependiente.
52
He aquí un fértil campo de investigación, a partir de la TMD, para estudiar cómo tal
apropiación del fondo público –para subsidiar la producción y la infraestructura vial
destinada al transporte privado, del automóvil individual, en detrimento del trans-
porte colectivo– acentúa el divorcio entre la estructura productiva y las necesidades
de las amplias masas en las economías dependientes.

217
Mathias Seibel Luce

Tabla 6. Movilidad urbana en el capitalismo central


y en el capitalismo dependiente
Índice de movilidad comparada por regiones (1) (0 a 4)
Países del capitalismo central 3,6
Países latinoamericanos 2,0
Redes de metro por región (2) (en km)
Estados Unidos y Canadá 1.500 km
América Latina 800 km
Europa 2.800 km
Tiempo promedio de desplazamiento casa-trabajo (3)
(minutos por recorrido, regiones metropolitanas seleccionadas)
São Paulo Arriba de 40
Río de Janeiro Arriba de 40
Regiones metropolitanas Brasil (promedio) 37/38
Londres 36
Estocolmo 35
Nueva York 35
Toquio 34
París 33
Los Ángeles 27
Fuentes:
(1) Observatorio de Movilidad Urbana para América Latina. http://www.mobilize.org.
br/estudos/107/observatorio-de-mobilidade-urbana-para-a-america-latina.html;
(2) International Organization for Public Transport Authorities and
Operators Policy. World Metro Figures. Octubre 2015. http://www.uitp.org/
world-metro-and-Automated-metro-latest-figures;
(3) Datos seleccionados en Pero y Stefanelli (2015, pp. 366-402, gráfica 1).

Con base en los datos anteriores, es percibido que en los países del ca-
pitalismo central, aunque en ellos se presenten también problemas
de saturación de la vialidad urbana bajo la égida de la civilización
del automóvil, el problema no llega a tener tal impacto como en las
formaciones económico-sociales del capitalismo dependiente, don-
de esta contradicción se agudiza. Así es comprobado por el índice
de movilidad urbana comparada, medido en una escala de 0 a 4, el

218
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

cual en las economías centrales es de 3,6, mientras que en las econo-


mías dependientes es 2,0. La misma conclusión se refuerza cuando
se compara la extensión de las redes de metro: 2.800 km en Europa y
1.500 km en los Estados Unidos y Canadá, contra 800 km en América
Latina. Finalmente, el indicador de tiempo promedio de desplaza-
miento casa-trabajo también refuerza la constatación en cuestión.
Mientras que en las dos mayores metrópolis brasileñas, São Paulo
y Río de Janeiro, el trabajador gasta en promedio una hora y veinte
minutos en el desplazamiento para ir y volver del trabajo, este mis-
mo tiempo es de 54 minutos en Los Ángeles, 66 minutos en París y
68 minutos en Tokio, tres de las mayores metrópolis mundiales. Si
a primera vista la diferencia parece pequeña –de algunos minutos–,
el tiempo agregado, basado en la repetición, a lo largo de una vida
laboral resultará en una suma considerable de tiempo de vida expro-
piado por las condiciones precarias de transporte en las ciudades de
las economías dependientes (Carta Capital, 2012). Y la realidad, para
ciertos contingentes de la clase trabajadora, es aún más precaria de
lo que el promedio estadístico tiende a apuntar. No son pocos los
trabajadores que gastan hasta tres horas al día en el desplazamiento
casa-trabajo. Esto equivale al 12,5 % de su tiempo de vida o 15 horas
semanales, 60 horas mensuales, 660 horas anuales y 19.980 horas
para un tiempo de vida laboral de treinta años. Al factor tiempo, se
agregan las condiciones precarias de los autobuses o trenes en los
que viajan los trabajadores de estas economías.
Durante las manifestaciones en defensa del transporte colectivo,
pauta permanente de la lucha urbana en Brasil a principios del si-
glo XXI, circuló en las redes sociales una imagen con el decir “un
país rico es aquel donde el rico anda en transporte público”. La fra-
se sirve como guante para la cuestión que se examina. Mientras las
economías que lideran históricamente la producción mundial de ve-
hículos y son sede de las grandes corporaciones que dominan el ne-
gocio automovilístico, como los Estados Unidos, Alemania y Japón,
poseen redes eficientes de metro y de transporte férreo en general
–utilizadas incluso por su clase dominante–, más allá de los sistemas
219
Mathias Seibel Luce

de tráfico urbano y autopistas para drenar el parque automotor que


colocan en circulación, en las economías dependientes la produc-
ción de automóviles provoca, a su vez, un divorcio en relación a las
necesidades de las masas, moldeando una parte significativa de su
economía y de sus ciudades para asegurar el dominio de la industria
del automóvil, en detrimento de una red de transporte público míni-
mamente acorde con las necesidades sociales. He aquí un ejemplo de
la segunda escisión verificada en el capitalismo dependiente.53
Continuemos con el análisis de otro valor de uso que, junto con el
automóvil, es signo del consumo de masas en el siglo XX, el televisor.
En su lugar de origen, Estados Unidos, este se convierte en un bien de
consumo masivo a partir de los años 1950, en la misma década en que
inicia su era, luego de un período experimental. En 1950, el 9 % de los
hogares tenía televisor en los Estados Unidos. En el año siguiente,
ese número pasó rápidamente al 23,5 %. En 1952 eran ya 34,2 % de
los domicilios y en 1953, el 44,7 %, superando, en 1954, la mitad de los
domicilios, con 55,7 %. De allí en adelante, aumentaría cerca de cinco
puntos porcentuales a cada año durante la misma década, llegando a

53
Se podría argumentar que los suburbios –y, con ellos, las dificultades de transporte–
existen en todas partes. Sin embargo, las implicaciones son diferentes según estemos
hablando del capitalismo central o del capitalismo dependiente. Para construir sus
high roads y sus Autobahn, ni los Estados Unidos, ni Alemania dejaron de construir lí-
neas de tren para el transporte de pasajeros y también de carga. Y comparando países
de gran extensión territorial, se constata que la participación del modal ferroviario en
la matriz de transporte es relativamente menor en economías dependientes. Mientras
que en Brasil e India es, respectivamente, de 25 % y 36 %, la participación de los trenes
en la matriz de transporte es del 45 % en USA, 46 % en Canadá, 53 % en Australia,
60 % en China y 88 % en Rusia (Participação na matriz de transportes, 2010). Estas
cifras demuestran hasta qué punto, en las economías dependientes, va la contradic-
ción de valor intersectorial pendiendo en favor del subsector IIb, representado por
una rama como la industria automovilística y el modal de transporte materializado
por ella: incluso la infraestructura de transporte ferroviario, que compone el sector I
como elemento del capital constante, es negativamente determinada, para favorecer
el complejo automovilístico y el modal carretero en el transporte de cargas, el cual
de manera comprobada posee menor productividad y costos más elevados, más allá
de traer implicaciones para la cuestión de la movilidad urbana –sin mencionar los
problemas ecológicos provocados.

220
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

87,1 % en 1960 y 92,3 % en 1964. En 1978, el 98 % de los hogares tenían


televisores en los Estados Unidos.
En Brasil, a su vez, solo el 4,6 % de los domicilios tenían televi-
sor en 1960. Este número pasó a 22,8 % en 1970. Durante la Copa del
Mundo de aquel año, la cual fue transmitida inaugurando la era de la
televisión en Brasil, la dictadura empresarial-militar bajo el mando
del general Médici se enorgullecía del consumo de bienes durables
por parte de la clase capitalista y la pequeña burguesía, mientras que
la gente del pueblo no tenía acceso a este bien de la esfera alta y, aún
más, tenía sus luchadores –sindicalistas, campesinos, intelectuales,
etc.– sometidos a terribles torturas en las mazmorras del régimen
del Terror de Estado. Fue solamente hasta los años ochenta del siglo
pasado que el televisor dejó la condición de bien suntuario (Seibel
Luce, 2011a). En 1980, como lo registraba el Censo del IBGE, el 56,1 %
de los hogares estaban equipados con aparato de televisión. Esta ci-
fra pasaría al 71 % en 1991. Un resumen de estos datos se encuentra
en la siguiente tabla.

Tabla 7. Difusión del televisor en economías seleccionadas.


Domicilios con televisor (en %)
Estados Unidos (1)
1950 1955 1960 1970 1980
9% 64,5 % 87,1 % 95,2 % 98 %
Brasil (2)
1960 1970 1980 1991 2000 2010
4,46 % 24,11 % 56,1 % 79,58 % 87 % 95,1 %
Fuentes:
(1) Television History. The first 75 years. http://www.tvhistory.tv/Annual_TV_
Households_50-78.JPG
(2) Diniz Alves (2004); IBGE, PNAD 2010.

Nótese que el proceso que tomó menos de cinco años en los Estados
Unidos, en el capitalismo brasileño tomó veinte años. Este es tam-
bién un indicador del tiempo de existencia suntuaria de los bienes.

221
Mathias Seibel Luce

Antes de que alguien piense que presuponemos que el patrón de


consumo de las grandes potencias podría ser generalizable –o que
su extensión como tal sería algo deseable–, advertimos que no es esta
la cuestión que se plantea, sino el efecto que la producción de IIb
ejerce sobre las relaciones de distribución en el ciclo del capital en
la economía dependiente. Como puede verse en el caso de la televi-
sión, mientras en un lugar la esfera de consumo se extendió, en otro
se ha dividido. E incluso hoy, cuando podemos observar antenas de
TV en cualquier comunidad de favela –ya sea en la Rocinha (Brasil),
Iztapalapa (México), Villa 31 (Argentina), Cité Soleil (Haití), o incluso
en Kinshana (Congo), Mahim (India) u otras partes del mundo su-
bordinadas a la división internacional del trabajo provocada por las
relaciones imperialistas. Lo que debe llamar la atención no es que
las personas tengan TV mientras no consiguen que sus necesidades
básicas sean atendidas, sino que no sean atendidas las necesidades
básicas y nuevas necesidades de la sociabilidad contemporánea en
condiciones normales:

Por ello, no tiene nada de extraño que en barriadas urbanas pobres


se multipliquen las antenas de televisión, a pesar de que sus habitan-
tes no cuenten con los alimentos básicos. Lo que debe sorprender no
son las antenas ni los televisores, sino que a estas alturas del desa-
rrollo societal existan personas que no pueden contar con los bienes
materiales básicos, propios de la época en que viven, y satisfacer al
mismo tiempo el resto de sus necesidades de manera suficiente (Oso-
rio, 2003, p. 45).

Así, vemos que la segunda escisión está marcada por la relación nega-
tivamente determinada de la función IIb que surge en la industria-
lización dependiente. La conclusión que se extrae de esto es que, si
por un lado, la contradicción entre producción y realización es una
característica permanente en el curso de la sociedad capitalista, po-
niéndose y reponiéndose cíclicamente, se manifiesta, por otra parte,
de manera particular según se trate de las economías centrales o de
las economías dependientes.

222
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

Lo recién expuesto implica que la escisión entre esferas de reali-


zación, reforzada por la redistribución regresiva de la renta que ca-
racteriza a la economía dependiente, más allá de prolongar el tiempo
de existencia suntuaria de los bienes, prolonga estructuralmente la
fijación de la plusvalía extraordinaria en el subsector IIb –que es otra
forma de decir que la plusvalía relativa no se generaliza al conjunto
de las ramas y sectores de la producción–.
Con efecto, el aumento de la tasa de plusvalía en las ramas per-
tenecientes al sector I y al subsector IIa modifica las relaciones de
distribución en toda la economía. Esto acarrea la generalización del
cambio de la tasa de ganancia, promoviendo el paso de la plusvalía
extraordinaria a la plusvalía relativa, proceso que suele darse en el
capitalismo central. Pero si el aumento en la tasa de plusvalía ocurre
en ramas del subsector IIb, se mantiene inalterada la relación básica
de distribución en el conjunto de la economía, aunque se pueda alte-
rar dentro de IIb. En este caso, tenemos la fijación de la plusvalía ex-
traordinaria en el subsector productor de bienes suntuarios (Marini,
1979b, p. 27; también, Martins, 1999). Bajo tal condición,

la posibilidad de que la plusvalía extraordinaria de IIb se traduzca en


ganancia extraordinaria no se ve limitada en principio por el merca-
do, sino tan sólo por la competencia entre los capitales y su emigra-
ción de rama a rama. Sin embargo, como los capitales migrantes no
se mueven de una rama a otra con el objeto de eliminar la ganancia
extraordinaria, sino más bien para aprovecharse de ella, solo las pre-
siones que se ejerzan sobre el mercado […] pueden eliminar en IIb la
ganancia extraordinaria, independientemente de que esta se ve a re-
ducida por la concurrencia entre los capitales respecto a la plusvalía
extraordinaria realmente creada (Marini, 1979b, pp. 28-29).

De esta manera –y acto continuo–, una vez que se cristalice como


tendencia negativamente determinada, la no generalización de la
plusvalía relativa se despliega en su antítesis, que es la fijación de la
plusvalía extraordinaria en el subsector IIb. Así, la plusvalía extraor-
dinaria se revela en la esfera de la distribución como la contraparte

223
Mathias Seibel Luce

de la plusvalía relativa, asumiendo su turno de momento predomi-


nante en cuanto tendencia negativamente determinada, en la esci-
sión del ciclo del capital en la economía dependiente.54 El resultado
es reforzar una industrialización que no es orgánica, lo que conduce
a la reproducción ampliada de la dependencia.
Volviendo de lo abstracto a lo concreto, la historia demuestra que
cuando las economías dependientes llegaron a la fase de producir
máquinas para hacer máquinas, tropezaron con límites estructura-
les dados por la dependencia tecnológica.55 Y bajo esas condiciones,
se impusieron restricciones actuando tanto en la esfera de la pro-
ducción como en las esferas de la circulación y de la distribución/
apropiación. Así, el inicio de la producción de bienes suntuarios sin
que el sector I haya internalizado bajo bases propias (nacionales) la
producción de máquinas para hacer máquinas repuso, bajo una nue-
va metamorfosis, la tendencia a la no-generalización de la plusvalía
relativa por las razones observadas anteriormente. Y, en definitiva,
esta restricción, cuya prueba de fuego se dio en América Latina en la

54
Aunque su peso no se destaque en la composición sectorial del PIB, su efecto será
el de no transferir a los precios de los demás bienes las ganancias de productividad
en la misma proporción que ocurriría si fueran mercancías de IIa o de I que produce
para IIa. Y, considerando el capitalismo dependiente, en el que el tiempo de existencia
suntuaria de los bienes es más elevado, la velocidad a la que los precios de IIb podrán
influir en I y IIa será aún menor. Esto termina reforzando la fijación de la plusvalía
extraordinaria en el subsector IIb.
55
“Esto se debe al hecho de que, en la medida en que el proceso de industrialización
en los países dependientes se produce en una etapa en que esta [la integración mo-
nopolista da economía mundial] ya ha alcanzado altos niveles de desarrollo, en otros
países, la industrialización no puede seguir un curso natural gradual y paulatino de
desarrollo de las fuerzas productivas en el nivel nacional y prescindir de las tecnolo-
gías más avanzadas logradas en otras partes […]. Para poder comprender el proceso de
reproducción dependiente es necesario, pues, partir de esto que caracteriza su especi-
ficidad: o sea del hecho de que la acumulación sólo se puede realizar en la medida en
que las necesidades de maquinarias y materias primas que producen los productos
del sector 2 (bienes de consumo) sean satisfechas por el sector 1 (bienes de capital)
de las economías en donde este se ha desarrollado […]. Es esta estrecha vinculación y
dependencia de la industrialización de los países dependientes de la industria de los
países capitalistas desarrollados la que define su carácter limitado, vulnerable y la
hace por lo mismo permeable a la penetración del capital extranjero” (Bambirra, 1974,
pp. 100-101).

224
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

coyuntura de la integración subordinada de los sistemas de producción,


fue otra causa histórica la que sobredeterminó la contradicción
examinada:

[E]l rasgo característico de la economía dependiente es su tendencia


a divorciar la producción de las necesidades de consumo de las am-
plias masas. En el patrón de desarrollo que se impuso en América
Latina a partir de 1950, ello se tradujo en una industrialización que
privilegió la fabricación de bienes de lujo. En una región plagada de
miseria, donde los trabajadores no tienen lo suficiente para el ali-
mento, la ropa y la vivienda, hemos visto surgir maravillas de la me-
cánica y la electrónica, reservadas al disfrute de unos cuantos.

La expansión de la producción suntuaria se ha realizado a costa de


un fuerte desequilibrio sectorial. En la industria, entre 1950 y 1975,
los bienes de consumo necesario vieron bajar su participación en la
producción global de un 66 a un 40 por ciento; mientras los bienes de
consumo durable y de capital doblaban la suya del 11 al 26 por cien-
to, y los bienes intermedios, que sirven para la producción de unos y
otros, aumentaban de manera más discreta del 23 al 34 por ciento. […]

[A]l interior de las sociedades latinoamericanas se fueron creando


masas cada vez más numerosas que se encuentran excluidas del goce
de los frutos de ese tipo de desarrollo.

Las estimaciones de las Naciones Unidas nos dan una idea de ello. En
1972, el 43 por ciento de la población latinoamericana, equivalente a
118 millones de personas, se encontraba en situación de “pobreza”; es
decir, tenía ingresos inferiores a 180 dólares anuales. Un escalón más
abajo, 73 millones de personas, que representaban un 27 por ciento
de la población total, percibían ingresos inferiores a 90 dólares al
año y vivía en situación de “indigencia”. En otras palabras, sólo un
30 por ciento de los latinoamericanos participa de alguna manera y
en algún grado de los frutos del patrón de desarrollo capitalista que
se nos ha impuesto (Marini, 1981b).

Con esto, la distribución intersectorial del valor se inclinó, doble-


mente, hacia el lado que no tiene la capacidad de irradiar efectos al

225
Mathias Seibel Luce

resto de la economía,56 ocurriendo la fijación de la plusvalía extraor-


dinaria en el subsector productor de bienes suntuarios y no su con-
versión en plusvalía relativa, donde su movimiento seguiría el curso
normal de la tendencia hacia la nivelación de la tasa de ganancia.
Pasando ahora a un nivel de mayor abstracción, es en este sentido
que, bajo el capitalismo dependiente

al transferir a los precios en menor medida que I y IIa los aumentos


de productividad, el subsector IIb establece con los demás una rela-
ción que implica una transferencia intersectorial de plusvalía, vía
precios, que va más allá de la que correspondería estrictamente a los
mecanismos de nivelación de la cuota de ganancia y que más bien los
violan; en otros términos, se configura una situación similar a la que
alude la noción de intercambio desigual en la economía internacio-
nal. Ello reduce, pues, la masa de ganancia que toca a I y IIa (aunque
las ramas de I que producen fundamentalmente para IIb puedan re-
sarcirse, recurriendo también a la plusvalía extraordinaria) y presio-
na hacia abajo su cuota de ganancia. En otras palabras: el sector IIb
ejerce un efecto depresivo sobre la cuota general de ganancia, el cual
es rigurosamente la contrapartida de la ganancia extraordinaria que
en él se verifica (Marini, 1979b, p. 29).

En suma, la escisión en el ciclo del capital, en la dialéctica negativa-


mente determinada que conforma la economía dependiente, revela
tanto desde el punto de vista del valor de uso como desde el punto de
vista del proceso de valorización la no-generalización de la plusvalía
relativa y la fijación de la plusvalía extraordinaria en IIb, que históri-
camente tratamos como la primera y la segunda escisión.

56
“De hecho, las similitudes aparentes de la economía industrial dependiente con la
economía industrial clásica encubrían profundas diferencias, que el desarrollo capi-
talista acentuaría en lugar de atenuar. La reorientación hacia el interior de la deman-
da generada por la plusvalía no acumulada implicaba ya un mecanismo específico de
creación del mercado interno radicalmente distinto del que operaba en la economía
clásica y que tendría graves repercusiones en la forma que asumiría la economía in-
dustrial dependiente” (Marini, 1973, p. 57).

226
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

Formas de escisión y reproducción ampliada de la dependencia

Finalmente, para cerrar la exposición de este capítulo, es necesario


subrayar las distintas formas que la escisión en las fases del ciclo del
capital puede asumir en las economías dependientes.
La escisión entre producción y consumo y producción y circu-
lación se expresa concretamente en las formas de la escisión entre
el mercado externo y el mercado interno y entre esfera alta y baja
del consumo en el mercado interno. La escisión entre producción y
distribución/apropiación se expresa en la no-generalización de la
plusvalía relativa para el conjunto de las ramas y sectores de la pro-
ducción y en la fijación de la plusvalía extraordinaria en el subsector
IIb, tendencias antitéticas verificables concretamente a través de,
por un lado, el examen de la actualización desigual, en el mercado
mundial, de valores de uso equivalentes al valor de la fuerza de tra-
bajo; y, por otro lado, a través del examen del tiempo de existencia
suntuaria de los bienes de consumo. La culminación de todas las for-
mas anteriores de la escisión en el ciclo del capital es el carácter de
la industrialización dependiente bajo la égida de la integración su-
bordinada de los sistemas de producción, poniendo en marcha una
industrialización que no es orgánica, pero que refuerza la acumula-
ción capitalista dependiente.
Lo recién expuesto pone a prueba todo el significado de la afir-
mación de Marini en Subdesarrollo y revolución: mientras que en los
países centrales la dinámica de la economía está dada por la relación
entre la tasa de plusvalía y la tasa de acumulación (inversión), en los
países dependientes está dada por la relación entre las exportaciones
y la porción del valor producido internamente que no es transferido
hacia afuera (Seibel Luce, 2013). O como escribió Marini en otro tra-
bajo: Para más desarrollo capitalista, más dependencia. En la Figura 4
se encuentran representadas las formas de escisión que acabamos de
subrayar.

227
Mathias Seibel Luce

Figura 4. Escisión en el ciclo del capital

Estas formas de manifestación de la escisión en el ciclo del capital se


ejercen ya sea en economías dependientes, que en su proceso de in-
dustrialización no contaron con una diversificación de estructuras
productivas internas, ya sea en aquellas que sí la tuvieron (dentro
del marco de lo que la dependencia implica y permite).57 Todo esto
refuerza la conclusión de que, en formaciones económico-sociales
dependientes, el capital se reproduce a través de una modalidad es-
pecífica de circulación:

Se opera así, desde el punto de vista del país dependiente, la sepa-


ración de los dos momentos fundamentales del ciclo del capital –la
producción y la circulación de mercancías– cuyo efecto es hacer que
aparezca de manera específica en la economía latinoamericana la
contradicción inherente a la producción capitalista en general, es
decir, la que opone el capital al trabajador en tanto que vendedor y
comprador de mercancías (Marini, 1973. p. 50).

Es así que una contradicción inherente a la producción capitalista


asume formas específicas en las economías dependientes. La separa-
ción entre el trabajador y el fruto de su trabajo, una de las formas de
la alienación teorizadas al menos desde los Manuscritos económico-
-filosóficos de Marx (2001), presenta su exasperación bajo el divorcio

57
Estos casos consisten, respectivamente, de los países Tipo B y Tipo A, en la tipología
de la industrialización dependiente de Bambirra (1974).

228
La escisión en las fases del ciclo del capital ...

entre la estructura productiva y las necesidades de las masas, con


la escisión en el ciclo de la capital. Si la crítica de la economía po-
lítica debe revelar la imbricación entre producción, distribución y
consumo (realización) (Marx, 2011), se amplifica con esta categoría
de la TMD, permitiendo la aprehensión de la modalidad específica de
circulación engendrada en las formaciones económico-sociales del
capitalismo dependiente, donde ocurre la agudización de las contra-
dicciones en las relaciones de distribución y apropiación.
Trayendo nuevamente la imagen de Desnoes y Santi que abrió el
capítulo, el consumo tiene dos caras. Dos caras que no son un dua-
lismo y sí facetas contradictorias de una misma moneda. El divor-
cio en cuestión, considerado aquí en el nivel de abstracción de las
relaciones de circulación y distribución, tiene su contraparte en las
relaciones de producción, con el régimen de superexplotación que es
su fundamento.

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237
La superexplotación del trabajo
en las mediaciones de segundo orden
de Mészáros
Adrián Sotelo Valencia

Surgida a mediados de los años sesenta del siglo XX en América


Latina, la teoría de la dependencia basa sus análisis en el método
marxista (Fornet-Betancourt, 2001; Kohan, 2013; Smith, 2016) y en
otras categorías como la teoría del valor, la explotación, la acumu-
lación y valorización del capital, la plusvalía, la ganancia y la renta
de la tierra. Pero no se limita a ellas: aborda también los problemas
sociopolíticos y cuestiones particulares que atañen al debate polí-
tico, de la cultura, la tecnología y la educación. Y valga decir, para
redefinir y/o reforzar las otras categorías, como la de la superexplo-
tación. Esta, en su existencia material, social y laboral, requiere de la
ideología (Mészáros, 1978) y la manipulación (Alves, 2022) para que
el obrero y la sociedad la “acepten” como una “realidad indefectible y
normal” dentro del orden de la modernidad capitalista.
Para analizar las formaciones sociales latinoamericanas, la TMD
parte de la circulación mundial del capital: del ciclo del capital dine-
ro y el capital mercantil para, posteriormente, abordar la esfera de
la producción interna de los países dependientes y, en seguida, plan-
tear el problema de la formación de sus propias esferas de circula-
ción y realización en el plano de la economía interna. Es importante

239
Adrián Sotelo Valencia

comentar, aunque brevemente, este aspecto del método de Marini


(1973, p. 48). A diferencia de la economía dependiente, cuando se tra-
ta del análisis del capitalismo avanzado, en sus orígenes, el punto de
partida es el ciclo del capital productivo que se opone al régimen feu-
dal. Pero tratándose del dependiente, el punto de partida es el capital
dinero ya constituido (y que involucra un momento de la producción
antes de convertirse en mercancía y en dinero incrementado) por-
que desde un principio está subordinado a la inversión extranjera
(directa o indirecta) y sus empresas monopolistas que son las que so-
bredeterminan y refuerzan la dependencia estructural.
Como resultado de la dialéctica y unificación de ambos proce-
dimientos, es posible pasar al análisis de “situaciones concretas de
dependencia” (Cardoso, 1995, pp.107-116) y al estudio concreto de los
fenómenos sociales y políticos que de ahí se desprenden para abor-
dar las “historias locales” latinoamericanas (Mignolo, 1997), incluso,
en la vertiente de los estudios poscoloniales (Chibber, 2021). Este pro-
cedimiento se expresa en el siguiente párrafo: “de la circulación a la
producción, de la vinculación al mercado mundial al impacto que ello
acarrea sobre la organización interna del trabajo, para volver entonces a
replantear el problema de la circulación” (Marini, 1973, p. 48, cursivas
en el original).
Como en un descenso escalafonario, a partir de allí se avanza al
análisis de las “historias locales” y sus relaciones fundamentales sin
romper o dislocar las conexiones dialécticas con la totalidad en tan-
to unidad de múltiples relaciones y determinaciones del todo econó-
mico-social capitalista mundial.
Muchos autores (Mires, 1993) críticos de la teoría de la dependen-
cia, en particular, de la superexplotación del trabajo, consideran que
esta teoría es marcadamente “economicista” y “reduccionista”, su-
puestamente porque no contempla las relaciones sociales y políticas
(para una crítica, cf. Vasconcellos, 2014). En este sentido, destaca un
polémico artículo de Fernando Henrique Cardoso y José Serra (1978),
donde escriben:

240
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

Esperamos que haya quedado claro para el lector que no estamos


sustentando la inexistencia del intercambio desigual o la intrascen-
dencia de la evolución de los índices de los términos del intercambio.
Solamente conviene no confundir las cuestiones descubriendo ex-
plicaciones, revelando secretos y estableciendo conexiones de modo
equívoco, con base en una dialéctica que huye de las cosas para fon-
dear en la metafísica de un palabrerío confuso. Tal procedimiento no
implica solo un error de teoría económica. Sino que elude lo que es
básico: la dinámica que deriva de la lucha entre las clases. Esta, por
cierto, se desarrolla a partir de contradicciones sociales y económi-
cas (que no son las apuntadas por Marini). Pero es el juego político
que hace mover en una u otra dirección los parámetros económicos
dentro de los cuales se desarrolla la lucha entre las clases. El reduc-
cionismo economicista que hace reposar la imposibilidad de la ex-
pansión capitalista de la periferia en límites estructurales del tipo de
los señalados por Marini, además de ser, como vimos, falsos teórica-
mente, matan el nervio del análisis político, llevándolo a basarse en
un catastrofismo que no se cumple (pp. 9-27).

Además de que resulta falso que Marini sustente en sus textos la tesis
de la “imposibilidad de la expansión capitalista en la periferia”, en el
siguiente párrafo el autor desnuda el sociologismo que es propio de
la perspectiva teórica de Cardoso con la cual tilda de “economicista”
a la TMD de Marini:

Los autores de las Desventuras se darán cuenta, ahora, que hacer re-
verencias a la lucha de clases no es la panacea para los problemas
del conocimiento (menos aun cuando ésta es olvidada en la primera
ocasión que se presenta, en favor de proposiciones tautológicas que
la excluyen) y que las cuestiones que los preocupan en este apartado
se rigen por leyes económicas objetivas, que la CEPAL nunca fue capaz
de formular. El enfoque sociologista, por atractivo que parezca, no
nos permitirá jamás saber por qué la clase obrera de los países capi-
talistas avanzados ha podido librar su lucha de clase con mejores re-
sultados que la de las economías capitalistas dependientes (Marini,
1978, p. 71).

241
Adrián Sotelo Valencia

Aquí nos encontramos con el problema de las mediaciones que los


críticos de la teoría de la dependencia y de Marini desconsideran al
no contemplar el hecho de que cuando este aborda la Sft lo hace en
un alto nivel de abstracción que de ninguna manera desconecta de sus
componentes sociológicos (lucha de clases) y políticos (Estado, po-
der) que, a la par que interactúan como mediaciones, en el plano con-
creto, la sobredeterminan sea en el sentido de incrementarla, o bien
morigerarla dependiendo de la lucha de clases y de la correlación
política de la clase obrera tanto con el capital como con el Estado. De
hecho, esa postura sociologista, que rompe la unidad de la totalidad
y de lo diverso, conduce a muchos autores, como Cardoso, a negar la
posibilidad de construir una teoría de la dependencia, como se ad-
vierte en el siguiente pasaje:

Hasta por un entendimiento semántico, quien depende, depende


de algo; está condicionado, no es condicionante. Pretender elevar la
noción de dependencia a categoría de concepto totalizante no tiene
sentido. Y, rigurosamente, no es posible pensar en una “teoría de la
dependencia”. Puede haber una teoría del capitalismo y de las clases,
pero la dependencia, tal como la caracterizamos, no es más que una
expresión política en la periferia del modo de producción capitalista
cuando este se expande internacionalmente (Cardoso, 1995, p. 109).

Desde una posición marxista, el sociólogo ecuatoriano Agustín


Cueva (2019, p. 185) al mismo tiempo que sustenta el método de la “ar-
ticulación de los modos de producción” (donde coexisten feudalismo
y capitalismo), niega también la posibilidad, siquiera, de construir
una TMD. Al respecto, sentencia que: “si la teoría de la dependencia
ha enfatizado unilateralmente un aspecto del problema es debido a
su empantanamiento en una problemática desarrollista, con su con-
siguiente perspectiva economicista no superada totalmente”.
Y agrega que “a partir de esta constatación, todo se torna en cam-
bio coherente: el predominio omnímodo de la categoría dependen-
cia sobre la categoría explotación, de la nación sobre la clase” (Cueva,
2019, p. 185; cursivas en el original). Reiteramos que si se considera de

242
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

manera aislada la categoría de dependencia y la superexplotación y


se ignoran sus mediaciones (lucha de clases, nación, Estado, cultura,
poder), entonces es factible llegar a esa falsa conclusión relativa al
presunto “predominio omnímodo” de las categorías “dependencia”
y “nación” sobre las de “explotación” y “clase social”. En cambio, si se
consideran las mediaciones, y sus categorías en el análisis dialéctico,
las cosas cambian: es posible aislar y analizar las categorías depen-
dencia y Sft sin romper sus conexiones con la totalidad: la economía
mundial, sus crisis y contradicciones; el ciclo del capital de las econo-
mías dependientes; el intercambio desigual y el deterioro de los pre-
cios de intercambio; el Estado capitalista, los monopolios y el papel
de las inversiones privadas (nacionales y extranjeras). El sociólogo
venezolano Heinz Sonntag (1989) sostiene que la teoría de la depen-
dencia “fijó la mirada otra vez más en las estructuras, mecanismos e
instituciones que en las prácticas concretas de los grupos, sectores y
clases sociales” (p. 67, nota 23).
Como respuesta a este conjunto de críticas, desmarcadas, como
dijimos, de las mediaciones que las constituyen, en particular de las
categorías dependencia y Sft, nos parece certero el siguiente pasaje de
Rivas (2012):

Algunos autores, como Cardoso y Serra (1978), sugieren que Marini


sucumbe a una analítica economicista justamente cuando es lo con-
trario. Ruy Mauro Marini implica y supone en su teoría de la depen-
dencia, y en las categorías en juego, esas luchas de clases, pero desde
el ángulo de la economía política, es decir, desde las luchas entre cla-
ses y fracciones de clase. Es imposible comprender la noción de su-
perexplotación sin entender que está implicada absolutamente en la
lucha entre capital y trabajo, no solamente respecto al salario, sino
a las condiciones generales de existencia. Lo que ocurre con Cardo-
so es que piensa la realidad económica latinoamericana de manera
dual, desde una sociología descriptiva y en todo caso sugerente, o
desde una economía que poco integra a las luchas sociales en sus
propias categorías fundamentales (p. 23).

243
Adrián Sotelo Valencia

El análisis teórico y concreto de la superexplotación del trabajo,


tanto en los países dependientes como en los desarrollados, para ser
certero y arrojar resultados convincentes, requiere considerar la es-
tructura de las mediaciones políticas, sociales e ideológicas que lo so-
bredeterminan. Solo por un procedimiento metodológico es posible
aislar temporalmente, de la totalidad dialéctica, la categoría superex-
plotación para analizarla en su estado puro.

Totalidad dialéctica, orden implicado y mediaciones


en el pensamiento social

Hemos plateado la crítica de quienes consideran que la superexplota-


ción del trabajo es una categoría economicista y reduccionista y que
los críticos consideran como la principal limitación de la teoría de la
dependencia. En este apartado exponemos el fenómeno de la totali-
dad dialéctica en la comprensión de los fenómenos sociales y huma-
nos para, en el siguiente apartado, relacionarla con las mediaciones
de primer y segundo orden del marxista húngaro István Mészáros
y la teoría de la superexplotación del trabajo de Ruy Mauro Marini.
Ningún fenómeno social y humano se presenta como coincidente
entre su forma y su esencia, o lo contario. Ocurren mediaciones, que
pueden ser cualitativas o cuantitativas, que los ocultan y sobredeter-
minan. A esto alude Marx cuando sentencia que: “Toda ciencia esta-
ría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas
coincidiesen directamente” (Marx, 2000, p. 757). Y en carta a Engels
(27 de junio de 1867) abunda: “si los hombres captasen inmediata-
mente las conexiones, ¿para qué serviría la ciencia?”.
Aludiendo a la primera afirmación, Kosik dice que: “si la aparien-
cia fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran totalmente,
la ciencia y la filosofía serían superfluas” (Kosik, 1967, p. 29). Y no
solamente la ciencia y la filosofía serían superfluas, sino las demás
disciplinas sociales como la economía, la sociología, la política o la
antropología social y científica.
244
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

Apegándose al método dialéctico del marxismo, Kosik (1967)


escribe:

El mundo de la pseudoconcreción es un claroscuro de verdad y enga-


ño. Su elemento propio es el doble sentido. El fenómeno muestra la
esencia y, al mismo tiempo, la oculta. La esencia se manifiesta en el
fenómeno, pero sólo de manera inadecuada, parcialmente, en algu-
nas de sus facetas y en ciertos aspectos. El fenómeno indica algo que
no es él mismo, y existe solamente gracias a su contrario. La esencia
no se da inmediatamente; es mediatizada por el fenómeno y se mues-
tra, por tanto, en algo distinto de lo que es. La esencia se manifiesta
en el fenómeno (p. 27).

En otras palabras, la pseudoconcreción, que implica parcialidad y


unidimensionalidad –que es la base desde se construye todo el dis-
curso de la ideología burguesa– vs. totalidad y multilateralidad, en
el plano cognoscitivo, es la máxima expresión de la enajenación o
del fetichismo constitutivos del ser total del capitalismo, sin el que
difícilmente se podría sostener su sistema ideológico-institucional
(véase Mészáros, 1978; Alves, 2022).
Un fenómeno social, en tanto unidad de múltiples relaciones y
determinaciones, no puede ser comprendido en sí mismo; requiere
rodeos, asensos y descensos metodológicos hasta conseguir conectar
su esencia con la apariencia, tal y como enseña Marx en el postfacio
a la segunda edición alemana de El Capital (2000) y donde desprende
la diferencia fundamental entre método de investigación, que se des-
plaza desde lo particular a lo general y se detiene en el detalle (da-
tos estadísticos, hechos, evidencias, entrevistas, particularidades del
objeto de estudio), y método de exposición, que ordena los resultados
de la investigación. Es en este nivel operativo cognitivo que adquiere
veracidad la diferencia entre lo abstracto y lo concreto, entre una
totalidad determinante de la particularidad y lo concreto-particular
como síntesis de lo abstracto. En otras palabras: no se entiende el
árbol sin el bosque, pero este explica y justifica la existencia de aquel.

245
Adrián Sotelo Valencia

En contraposición a la fragmentación de la vida, del conocimien-


to, del ser humano, de las cosas y de las ciencias sociales, el físico
estadunidense, antiguo colaborador de Einstein, David Bohm (1980,
pp. 13-14), propone una visión holística que define como “Totalidad
No Dividida en Movimiento Fluyente”, que implica

mirar el mundo como un todo indiviso, en el que todas las partes del
universo, incluyendo el observador y sus instrumentos, se fusionan
y se unen en una totalidad. En esta totalidad, la fragmentación y la
totalidad de la forma atomista de la percepción es una simplificación
y una abstracción, válida sólo en un contexto limitado (Bohm, 1980,
pp. 13-14).

Lo anterior presupone un método caracterizado por ser: a) holístico,


b) procesual y c) plegado (no fragmentado) que lo erige como totali-
dad y orden implicado (Bohm, 1980) en tanto método y forma dialéc-
tica de concebir la apariencia y la esencia, el mundo y la historia, en
el sentido de que:

cualquiera de las partes, elementos o aspectos que podamos abstraer


en el pensamiento, estará plegado en el todo y, por consiguiente, es-
tará relacionado intrínsecamente con la totalidad de la cual ha sido
abstraído. De este modo, la totalidad impregna todo lo que se está
discutiendo desde el mismo principio (Bohm, 2002, p. 240).

Por ejemplo, la superexplotación de la fuerza de trabajo, como ele-


mento o aspecto que se expresa en el pensamiento, está plegada,
inmersa, en la totalidad de la formación dependiente, periférica, y
en el capitalismo mundial, aunque en una ubicación distinta, como
veremos más adelante.
Evidentemente, la mayoría de las ciencias y los enfoques domi-
nantes de corte positivista, el empirismo en todas sus vertientes y el
idealismo circunscritos a una visión del mundo fragmentada y feti-
chizada en el orden desplegado (aparencial), no asimilan este método
que atenta contra sus supuestos teóricos y sus hipótesis plasmadas

246
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

en el mundo unidimensional de la pseudoconcreción y de la falsa


conciencia.

Las mediaciones de primer y segundo orden


en el pensamiento de Mészáros

Lo anterior ilustra, y delimita, que cualquier fenómeno social –y su


correspondiente conocimiento esencial– no puede ser inmediata-
mente abordado sin las mediaciones que lo constituyen tanto como
apariencia que como esencia. Ambas están entrelazadas y solo por
una cuestión metódica de investigación y análisis pueden ser “ais-
ladas” del objeto de estudio para entrever sus particularidades.
Veremos esto más adelante en relación con el tema de la Sft dentro
de la TMD que ha sido catalogada por muchos autores como teoría
“parcial” y/o “economicista” supuestamente por solo atender el as-
pecto “estructural o meramente económico”, no distinguiendo di-
chos críticos lo abstracto de lo concreto, lo particular de lo general, el
orden plegado de un fenómeno de su dimensión desplegada y desco-
nectada del todo articulado.
István Mészáros (1978 y 2001) demuestra cómo las mediaciones
que él llama primarias (naturaleza, sociedad, comunidad, vida, traba-
jo, ser humano) son aprisionadas y sobredeterminadas por la acción
de las mediaciones secundarias: la propiedad privada de los medios de
producción y de la tierra, el Estado, la ley del valor y la mercancía, la
acumulación de capital, el monopolio, la explotación del trabajo y,
en general, las instituciones como el Estado y sus aparatos represi-
vos, que resguardan el orden de las formaciones sociales del modo de
producción capitalista que hoy es prácticamente universal.
De este modo, Mészáros (1970 y 2001) demuestra que, en el capita-
lismo, la dimensión económica, política y ético-cultural que termina
por prevalecer dentro el orden social se circunscribe al ámbito de las
mediaciones de segundo orden que, de acuerdo con el autor, son las
siguientes:
247
Adrián Sotelo Valencia

a. La prevalencia de la familia nuclear que hoy el capitalismo


tiende a desintegrar, sobre todo con la incorporación masiva
de la mujer y los hijos a los mercados de trabajo para la explo-
tación masiva y la producción de plusvalor.
b. Los medios de producción alienados y sus personificaciones.
c. El dinero mistificado, desde el cacao de los antiguos mexica-
nos hasta la época del moderno sistema financiero especula-
tivo internacional.
d. El sometimiento del consumo y de las necesidades de la pro-
ducción y acumulación fetichizadas.
e. El total divorcio del trabajo asalariado y enajenado respecto
del control de los medios de producción.
f. La existencia de variedades de Estados nacionales.
g. El incontrolable y caótico mercado mundial.
h. Estas mediaciones se anteponen –y terminan por dominar– a
las mediaciones de primer orden que indicamos a continuación:
i. La interrelación entre la regulación de la reproductividad
biológica, la población sustentable y los recursos naturales
disponibles.
j. La regulación socialista del proceso de trabajo para la satis-
facción de las necesidades humanas.
k. La existencia de relaciones igualitarias y simples de
intercambio.
l. Preservación y reproducción de los requerimientos materia-
les y culturales de las sociedades humanas.
m. Asignación racional y planificada de los recursos humanos
y materiales frente a la anarquía y la irracionalidad que el
capital le confiere a esa “asignación” bajo la lógica de su me-
tabolismo social.

248
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

n. Por último, promulgación y regulación de reglas acordes con


estos principios enunciados en las anteriores mediaciones
primarias.

De lo anterior el autor concluye que:

[A] través de las mediaciones de segundo orden del capital cada una
de las formas primarias se ve alterada más allá de cualquier recono-
cimiento a fin de satisfacer las necesidades autoexpansionistas de un
sistema de control metabólico social fetichista y alienante, que debe
subordinar absolutamente todo al imperativo de la acumulación de
capital (Mészáros, 2001, p. 159).

Bajo la consideración de que las mediaciones de segundo orden


asumen, incluso, hegemónicamente un perfil jurídico-institucio-
nal, Mészáros asegura que, como resultado, las de primer orden se
convierten en una forma alienada del Estado político, el cual es el
encargado de imponer a la sociedad y a los individuos –mediante la
coerción y el consenso agregamos nosotros– los imperativos esen-
ciales de la reproducción capitalista en escala ampliada (Mészáros,
2001, p. 160). Por consiguiente, sin Estado no hay capitalismo, lo mis-
mo que sin este último es imposible la existencia del Estado, con el
cúmulo de leyes, reglamentos, aparatos y subsistemas ordenados
dentro del modo capitalista de producción, de vida y de trabajo ra-
cionalizado en torno a las determinaciones de segundo orden que lo
aseguran para mantener la reproductividad del sistema.

La superexplotación del trabajo como determinación


de segundo orden

En el edificio teórico de Marx, particularmente a partir de la tercera


sección del primer volumen de El Capital, en el capítulo V “Proceso de
trabajo y proceso de valorización”, el concepto de explotación de la
fuerza de trabajo por el capital constituye la categoría esencial para

249
Adrián Sotelo Valencia

entender la totalidad de la reproducción del modo de producción ca-


pitalista y sus relaciones y determinaciones globales. Sin esa catego-
ría constitutiva, pierden sentido nociones como plusvalía, ganancia,
renta, ingresos o impuestos que son derivados del promedio social de
la explotación que ejerce el conjunto del capital y de su clase social
sobre el mundo del trabajo. Y sin ella, de la misma manera, las nocio-
nes de la economía neoclásica como escasez, factores de producción,
utilidad marginal, etcétera, solo tienen “validez” en sus manuales
académicos y en sus modelos matematizados.
Marini (1973, p. 40) define la Sft como un modo de producción espe-
cífico en el que:

[L]a intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada de tra-


bajo y la expropiación de parte del trabajo necesario al obrero para
reponer su fuerza de trabajo– configuran un modo de producción
fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador, y
no en el desarrollo de su capacidad productiva.

¿Qué significa esto? Que en el capitalismo llamado avanzado, desa-


rrollado, central, imperialista, occidental, anglosajón, su modo de
producción se basa en la producción de plusvalía relativa –consis-
tente en la reducción del tiempo de trabajo necesario mediante el
cambio en la proporción de las magnitudes de la jornada de trabajo
en beneficio del trabajo excedente no remunerado al obrero (Marx,
t. I, 2000)– y menos en otras formas de explotación como la Sft, mien-
tras que la especificidad del modo de producción de las formaciones
sociales capitalistas dependientes, subdesarrolladas, atrasadas y pe-
riféricas, reposa hegemónicamente en la Sft y, en menor medida, en
la plusvalía relativa que es la base de toda revolución científico-técni-
ca desde la época de la Primera Revolución Industrial.
Al respecto, aclaramos que nunca el autor brasileño confundió
la forma y el mecanismo de producción de plusvalía absoluta con la
relativa expuestas por Marx en la sección tercera y cuarta del primer
volumen de El Capital. Como tampoco negó que en el capitalismo
dependiente pudiera desarrollarse, aunque de forma restringida, la

250
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

plusvalía relativa. En un nivel teórico esto es así, según Marini (1973),


porque

la exigencia de especificar las leyes generales del desarrollo capita-


lista no permite, desde un punto de vista rigurosamente científico,
recurrir a generalidades como la de que la nueva forma de la depen-
dencia reposa en la plusvalía relativa y el aumento de la productivi-
dad. Y no lo permite porque ésta es la característica general de todo
desarrollo capitalista, como se ha visto. El problema está pues en deter-
minar el carácter que asume en la economía dependiente la producción de
plusvalía relativa y el aumento de la productividad del trabajo (cursivas
en el original) (pp. 99-100).

Lo que Marini sostiene es que, en las condiciones de una economía


capitalista dependiente (del capital extranjero, del comercio interna-
cional, de la tecnología y, aun, del desarrollo científico que es mono-
polio de los grandes centros imperialistas), la plusvalía relativa opera
en ramas dinámicas, pero restringidas, con predominio de las gran-
des inversiones privadas, nacionales y extranjeras, que reproducen
el ciclo de la dependencia estructural. Las otras formas de la plusva-
lía, la absoluta y la intensidad del trabajo, junto con el tercer meca-
nismo identificado con la Sft, se convierten en la tablita de salvación
para el conjunto de capitales y empresarios que se encuentran fuera
de la órbita de la producción de la plusvalía relativa, presionando a
los capitales que operan en esta a echar mano de dicha superexplota-
ción para obtener, adicionalmente, ganancias extraordinarias.
De cualquier forma, al especificar la categoría de Sft como cons-
tituyente de la economía dependiente, Marini lo hace en un nivel de
abstracción teórico-metodológico que no niega, de ninguna manera,
que su existencia solo se sostiene mediante los elementos y mecanis-
mos de orden social y político, valga decir, de la lucha de clases entre
el trabajo y el capital y el Estado; este último como representante del
bloque dominante de poder burgués-oligárquico-imperialista.
Debido a ello, en la parte final de la Dialéctica de la dependencia,
después de confirmar que el fundamento de la dependencia es la

251
Adrián Sotelo Valencia

Sft, Marini aclara que: “las implicaciones de la superexplotación


trascienden el plano de análisis económico y deben ser estudiadas
también desde el punto de vista sociológico y político” (Marini, 1973,
p. 101).
Por tanto, sin desconsiderar estos factores de orden superestruc-
tural, que al fin y al cabo constituyen mediaciones de la Sft, Marini
aisló esta categoría para analizarla, por decirlo así, en su estado puro,
pero sin perder nunca de vista que su existencia, en la economía y
formación dependiente, obedece a la manera como se entrelaza con
el Estado y con la dinámica de la lucha de clases que la modula, sea
en el sentido de elevarla, o bien en el de revertirla a favor de los inte-
reses de la clase obrera. Porque, al fin y al cabo, la dinámica global del
sistema no se puede entender –ni existir– sin esta contradicción ab
initio entre trabajo/capital, ya que como dice Mészáros (2001):

Resulta casi imposible entender el desarrollo y la auto reproducción


del modo de producción capitalista sin la noción de capital social
total, que puede explicar por sí sola muchos misterios de la socie-
dad mercantil –desde la “tasa de ganancia promedio” a las leyes que
gobiernan la expansión y la concentración del capital. Del mismo
modo, resulta casi imposible entender los múltiples y espinosos pro-
blemas del trabajo, tanto en su variación nacional como en su es-
tratificación social, sin tener en mente todo el tiempo el necesario
marco de una apropiada valoración: a saber, el antagonismo incon-
ciliable entre el capital social total y la totalidad del trabajo (cursivas
en el original) (p. 1028).

Como se desprende de la cita anterior, ningún nivel de análisis que


prescinda de las determinaciones y contradicciones de la lucha de
clases entre el trabajo y el capital, por mucho énfasis que coloque
en las determinaciones sociológicas y políticas como predominan-
tes, puede brindar una visión holística y dialéctica del capitalismo y
de las formaciones sociales dependientes, a pesar de los méritos que
autores como Cardoso y otros se atribuyen al proceder de esa mane-
ra cuando se sitúan en un locus presuntamente “anti-economicista”.

252
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

Atributos categoriales de la Sft

Realizamos un ejercicio llenando los atributos que Aristóteles le atri-


buye a las categorías y consideramos que la Sft cubre los siguientes:

La categoría Sft

Categoría Atributo
Sustancia Explotación redoblada, articulación de formas de
explotación
Cantidad Tiempo
Cualidad Constituyente
Relación Ciclo del capital
Lugar Imperialismo-dependencia-periferia
Tiempo Permanente-Estructural
Posición Régimen
Posesión Dominante
Fuente: elaboración propia.

Estas variadas relaciones categoriales de la Sft, en tanto constituyen-


te de la dependencia, en comparación con el capitalismo avanzado,
expresan su especificidad. Mientras que su existencia no se puede
explicar sin considerar su sustancia consistente en articular las dis-
tintas formas de explotación como la prolongación de la jornada de
trabajo, el aumento de su intensidad, bajo su hegemonía, la que, a la
par, corresponde a un tiempo histórico que surge luego del fin del
período colonial en América Latina al influjo de ciclo específico del
capital dependiente en la periferia del sistema que es permanente
y estructural que se expresa en un régimen dominante al amparo
tanto de las políticas del capital como las del Estado.
Las mediaciones (de segundo orden) de la Sft reflejan que esta
categoría desmonta los argumentos y prejuicios que la han carac-
terizado de “economicista” por, supuestamente, no considerar los
elementos “no económicos”, es decir, las mediaciones y relaciones de

253
Adrián Sotelo Valencia

superestructura (lucha de clases, Estado burgués dependientes, im-


perialismo) que la sobredeterminan. Es una perspectiva categorial
que critica corrientes y autores que la desecharon, o bien la retoma-
ron, pero dentro de marcos teórico-metodológicos no marxistas, por
ejemplo, weberianos, generalmente reformistas y/o socialdemócra-
tas, funcionalistas o keynesianos. Retomando a Marx y a Mészáros,
sostengo que la Sft, además de concepto, es una categoría constituyen-
te de las formaciones sociales capitalistas dependientes (Bambirra, 1978
y Sotelo Valencia, 2022), mientras que en los países avanzados del
capitalismo central (Estados Unidos, Francia, Japón) es operativa y
funciona de manera subordinada a –y en consonancia con– la forma
de explotación de la fuerza de trabajo correspondiente a la plusvalía
relativa cimentada, como se sabe, en el desarrollo científico-técnico
y, en la actualidad, en función del despliegue de la llamada cuarta
revolución industrial en ciernes (4.0). Predominantemente en el ca-
pitalismo avanzado, la forma que asume la Sft es la precarización
que, además, despoja de sus derechos sociales y contractuales a los
trabajadores (Alves, 2018 y Antunes, 2018).
En síntesis, ambas hipótesis solo se sostienen, insistimos, inter-
pretándolas a la luz tanto de la totalidad dialéctica que constituye a
la realidad como de las mediaciones de segundo orden que justifican
su operatividad en el modo capitalista de producción.

Conclusión

El punto común de los críticos de la TMD es que no logran superar


una visión dualista, desconectada, del capitalismo mundial y, en par-
ticular, del dependiente latinoamericano. Además, de que mantienen
un esquema fragmentado de los locus disciplinarios vs. la totalidad y
el orden implicado, desde donde enfocan la problemática regional,
como es la Sft y la dependencia, y arriban a conclusiones que creen
holísticas como la lucha de clases, el poder y el Estado como “deter-
minantes” de las “situaciones de dependencia”, pero que, en el fondo,
254
La superexplotación del trabajo en las mediaciones de segundo orden de Mészáros

constituyen visiones fragmentarias y fetichistas del desarrollo lati-


noamericano y de las categorías concretas como dependencia y Sft.
El concepto de mediación, como conjunto de fenómenos y relacio-
nes que interactúan en su constitución, es esencial para entender la
naturaleza de la superexplotación del trabajo tanto en las sociedades
desarrolladas como en las dependientes y subdesarrolladas. No com-
prender lo anterior conduce a reducir la realidad a sus expresiones
materiales y empíricas en un nivel descriptivo que inhabilita una vi-
sión holística y analítica de los fenómenos sociales y humanos que
son objeto de estudio, como en el caso particular de la superexplota-
ción del trabajo, objeto del presente ensayo.
La mediación fundamental de segundo orden de la sociedad burgue-
sa y del capitalismo en general es el Estado en cuanto poder político,
ideológico e institucional, el cual se encarga de mantener, no solo
la cohesión socio-económica y política, sino el conjunto de relacio-
nes sociales de la formación capitalista y de su modo de producción,
garantizando, de este modo, la reproducción y pervivencia de la su-
perexplotación del trabajo y del conjunto de relaciones y regímenes
laborales que la sustentan.

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258
La teoría marxista de la dependencia
a la luz de Marx y del capitalismo
contemporáneo1
Carlos Eduardo Martins

Presentación

En este artículo nos proponemos revisitar la economía política de


la dependencia, tomando como eje los debates en torno a la obra de
Ruy Mauro Marini. Uno de los principales temas de destaque de la
economía política latinoamericana fue sobre la existencia o no de
leyes específicas del capitalismo dependiente, en particular, de la
pertinencia de los conceptos de superexplotación del trabajo y de
subimperialismo. Buscamos a partir de un balance crítico de la obra
de este autor y de las polémicas por ella suscitadas, reformular es-
tos conceptos, contribuyendo a actualizar la teoría marxista de la
dependencia como un instrumento de análisis del capitalismo con-
temporáneo y de las formas históricas que este asumió en América
Latina.

1
Version traducida, revisada y actualizada del artículo publicado en portugues en la
revista Cadernos de Recursos Humanos, 31(84). Traducción de Tamara Lajtman Bereicôa.

259
Carlos Eduardo Martins

En la primera parte, señalamos los principales conceptos formu-


lados por Marini para la elaboración de una economía política de la
dependencia, contemplando su extensión al capitalismo central de-
fendida por el autor a partir de la globalización del patrón de acumu-
lación neoliberal. En la segunda parte, presentamos algunas de las
principales críticas que su enfoque sufrió, tanto las oriundas del de-
sarrollismo en sus diversos matices como las que se formulan dentro
de la propia teoría marxista de la dependencia. En la tercera parte,
interpelamos la obra de Marini a partir del diálogo con estas críticas,
sosteniendo su enfoque a partir de reformulaciones que considera-
mos indispensables para su desarrollo y actualización histórica.

Marini y la economía política del capitalismo dependiente

Marini formuló el concepto de superexplotación, por primera vez,


de forma más sistemática, en Dialéctica de la dependencia (1973), que
amplió “Dialéctica de la dependencia: la economía exportadora”
(1972) –publicado inicialmente como artículo en la revista Sociedad
y desarrollo, editada por el Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO)
en Chile– para tratar las etapas de la industrialización en América
Latina, añadiéndole también un post scriptum.2 Las tesis de Dialéctica
de la dependencia (1973) fueron desarrolladas posteriormente, duran-
te los años 1970, en dos artículos, “Plusvalía extraordinaria y acu-
mulación de capital” (1979) –que el autor considera complemento
indispensable a su libro– y “El ciclo del capital en la economía depen-
diente” (1979). En los años 1990, al coordinar, en el Centro de Estudios
latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México
(CELA/UNAM), un balance de las contribuciones del pensamiento
latinoamericano durante la transición al patrón de acumulación

2
El concepto de superexplotación del trabajo apareció también embrionariamente
en Subdesarrollo y revolución (1968) y de forma más destacada en La acumulación capi-
talista dependiente y la superexplotación del trabajo (1972), resultado de su intervención
en el encuentro de economistas latinoamericanos e italianos en Roma.

260
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

neoliberal que se imponía en la región, el autor postuló, en Tendencias


y procesos de la globalización capitalista (1996), la extensión de la supe-
rexplotación del trabajo, que considera constitutiva del capitalismo
dependiente, a los países centrales, en función de los cambios en la
división internacional del trabajo y en los patrones globales de acu-
mulación introducidos por el neoliberalismo.
Al desarrollar el concepto de superexplotación del trabajo, Ma-
rini consideró necesario ir más allá del punto de partida de Marx
para la formulación del concepto de plusvalía, de que para el con-
junto de la clase trabajadora, a largo plazo, despreciando las oscila-
ciones coyunturales, el precio de la fuerza de trabajo equivale a su
valor. De esta forma, postuló la existencia de dos grandes formas de
explotación del trabajo que son el aumento de la fuerza productiva
del trabajo, vinculada a la elevación de la productividad, y la mayor
explotación del trabajador que constituye la superexplotación. Esta
se define por el aumento de la jornada de trabajo o de la intensidad
de trabajo, sin la remuneración equivalente del trabajador, o por la
apropiación de parte de su fondo de consumo, implicando reducción
salarial y violación de sus condiciones de existencia. En su conjunto,
la superexplotación del trabajo significa la caída de los precios de la
fuerza de trabajo por debajo de su valor, implicando su mayor des-
gaste y reducción de la vida útil.
La mayor explotación del trabajador, sin embargo, no se restrin-
ge, según Marini, a situaciones donde el aumento de la productivi-
dad es irrelevante o inexistente. Él señala que estas dos formas de
explotación no se excluyen, sino que se articulan, tendiendo a com-
pensarse en el conjunto de la economía mundial capitalista, pues
el aumento de la fuerza productiva del trabajo crea la posibilidad y
conduce efectivamente a la mayor explotación del trabajador. Esto
es así porque el aumento de la fuerza productiva del trabajo posibi-
lita no solo la elevación de la tasa general de plusvalía y la plusvalía
relativa, sino también la plusvalía extraordinaria y la apropiación
de plusvalía. El aumento de la fuerza productiva del trabajo solo se
convierte en plusvalía relativa cuando reduce el valor de la fuerza de
261
Carlos Eduardo Martins

trabajo, barateando los bienes de consumo necesarios, disminuyen-


do el tiempo de trabajo necesario y elevando los salarios. Esto ocurre
cuando la competencia intercapitalista así lo impone y las luchas de
los trabajadores garantizan un aumento de su poder de consumo y
la redistribución parcial del excedente en su favor. Pero el aumen-
to de la fuerza productiva del trabajo puede implicar plusvalía ex-
traordinaria, objetivo primordial del capitalista individual, llevando
al recurso de la mayor explotación del trabajador por los capitales
que no sean capaces de neutralizarla por medio de la innovación
tecnológica.
Por la forma en que se insertan en el ciclo de reproducción am-
pliada del capital en la economía mundial, las burguesías de los paí-
ses dependientes, inscriptas de manera subordinada en la división
internacional del trabajo, recurrirían regularmente a la mayor ex-
plotación del trabajador como forma de compensar las transferen-
cias de plusvalía determinadas por el monopolio tecnológico de los
países centrales. Estas transferencias se presentan asociadas a dis-
tintos contextos históricos y patrones de reproducción del capital.
Marini señala que el empleo de la mayor explotación del trabajador
en los países dependientes ocurriría en función:

a. De la búsqueda de la ganancia extraordinaria por parte de las


oligarquías dirigentes en la vieja economía primario-expor-
tadora que, impulsada por el mercado mundial pero limitada
por la baja productividad, las llevaría a recurrir al aumento
de la jornada de trabajo para atender a las presiones de de-
manda de los países centrales;
b. De la introducción del desarrollo tecnológico asociado al
capital extranjero en el sector exportador implicando la
desvalorización de mercancías que no se dirigen preferen-
temente al consumo de los trabajadores nacionales –sino al
de la burguesía y trabajadores de los países centrales y de las
oligarquías y capas medias locales–, y en el reparto desigual
de la masa de plusvalía en este segmento, en función de la
262
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

elevación de la heterogeneidad tecnológica impuesta por la


fijación de los precios de producción. Así, por un lado, la ele-
vación de la composición orgánica del capital se suma a la de-
valuación de las mercancías, con efectos marginales sobre la
tasa de plusvalía, lo que contribuye en la reducción de la tasa
de ganancia; y por el otro, el monopolio tecnológico reparte
desigualmente la masa de valor en detrimento de los capita-
les de menor composición técnica;
c. De la introducción de la tecnología extranjera y del mono-
polio tecnológico en el sector industrial, que se orienta pre-
ferentemente al sector de bienes de consumo suntuarios,
establece escasa relación entre la devaluación de las mercan-
cías y la de la fuerza de trabajo y desplaza el valor de mercado
en dirección a los capitales de mayor composición técnica del
segmento;
d. De la fijación de la plusvalía extraordinaria como componen-
te interno estructural del capitalismo dependiente, en fun-
ción del monopolio tecnológico establecido por la entrada de
tecnología extranjera. La plusvalía extraordinaria se estable-
ce no solo dentro de las ramas productivas, sino también en
el plano intersectorial, violando los precios de producción, al
imponer, con la sustitución de la fuerza de trabajo por ma-
quinaria, transferencias de valor en favor del sector de bienes
de consumo suntuario, convirtiendo parte de la demanda de
los trabajadores en plusvalía no acumulada, es decir, en de-
manda de los que viven del gasto de excedente;
e. De las remesas de capital por parte de las empresas extran-
jeras internalizadas en los países dependientes a sus matri-
ces, motivadas por su planificación estratégica mundial, por
el bajo nivel de competitividad local, y por las restricciones
relativas a la inversión impuestas por la superexplotación del
trabajo; y

263
Carlos Eduardo Martins

f. De la fijación de la plusvalía extraordinaria en el comercio


internacional en favor de los monopolios empresariales con
sede en los países centrales, en función, con el desarrollo de
la división internacional del trabajo, de la contradicción en-
tre la transferencia tecnológica creciente a los países depen-
dientes, destinada a la producción de partes, componentes o
productos de menor complejidad, y la economía relativa de
este consumo por los monopolios tecnológicos, que siguen
con el control de la tecnología de punta, y consumidores de
los países centrales.

La superexplotación del trabajo surge, de esta manera, esencialmen-


te como recurso de compensación a las transferencias de valor in-
trasectoriales e intersectoriales por parte de capitales que están por
debajo de las condiciones medias de producción, internas e interna-
cionales, y que emplean a la mayor parte de la fuerza de trabajo de
sus países, determinando, de esta forma, los marcos generales del
mercado de trabajo. Según el autor, la superexplotación del trabajo
tendería a obstaculizar el tránsito de la plusvalía absoluta a la relati-
va como forma dominante de acumulación y engendraría su forma
propia de plusvalía relativa: el aumento de la intensidad del trabajo,
sin la remuneración equivalente al mayor desgaste de la fuerza de
trabajo, que al generalizarse rebaja su valor histórico moral y ele-
va el tiempo de trabajo excedente. La superexplotación requeriría la
presencia de altos niveles de desempleo y subempleo para que los
precios de la fuerza de trabajo se nivelaran por debajo de su valor
y democracias limitadas o regímenes políticos dictatoriales que los
impusieran.
Los patrones de acumulación del capitalismo dependiente esta-
rían marcados por una fuerte concentración de renta y de propiedad
y serían liderados por las fracciones burguesas concentradas en los
sectores primario-exportadores, de bienes de consumo suntuarios o
financieros. Habría restricciones a la inversión productiva en el mer-
cado interno a los segmentos orientados hacia los bienes de consumo

264
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

necesarios, que sufrirían concentración y monopolización precoz y


cuyo dinamismo se vincularía en parte al mercado internacional.
Marini menciona que el mercado interno, impulsado por el con-
sumo de bienes suntuarios y por la demanda estatal, sería relativa-
mente insuficiente para atender la dinámica de inversión industrial
de los países dependientes que hubiesen alcanzado la composición
orgánica media y la etapa del capital financiero, llevándolos a un des-
doblamiento subimperialista. Esto se manifestaría en la exportación
de mercancías o de capitales, en la búsqueda de materias primas o
control de mercados y en el establecimiento de proyectos geopolíti-
cos para países periféricos y regiones, sin embargo, su oportunidad
estaría condicionada a espacios y coyunturas donde fueran menores
los obstáculos impuestos por los grandes centros imperialistas y sus
empresas. Para Marini, pocos países podrían jugar un papel subim-
perialista, por lo que esta posibilidad en América Latina estaría en
Brasil, mencionando aun, en enero de 1979, los casos de Israel, Irán
del Sha Mohamed Reza Pahlavi, India y Sudáfrica (Marini, 1979b). El
subimperialismo, además de un esquema económico de realización
que saltaría limitaciones del mercado interno, tendría su plena con-
figuración en un proyecto de autonomía en la dependencia que se ex-
presaría en la búsqueda del desarrollo de la industria pesada –donde
se podría destacar la industria militar–, del establecimiento de cen-
tros internos de decisión y del ascenso en las jerarquías de poder y
cadenas productivas internacionales. Sin embargo, su incapacidad
para romper con los vínculos financieros, tecnológicos y políticos
del imperialismo y de asentar su modelo de acumulación sobre la
elevación de los precios y la devaluación de la fuerza de trabajo, para
dar fundamento a su pretensión de autonomía, limitaría fuertemen-
te su capacidad de expansión (Marini, 1974, 1977a y 1978).
En los años 1990, Marini afirma que la superexplotación del
trabajo estaría dejando de ser una característica exclusiva de la
acumulación de los países dependientes por estar extendiéndose a
los países centrales. Los procesos de globalización crearían nuevas
fuentes de plusvalía extraordinaria al desplazar el monopolio de
265
Carlos Eduardo Martins

la tecnología a la ciencia y fragmentar la fabricación del producto


en partes y componentes, orientándola hacia mercados mundiales,
permitiendo combinar la alta tecnología y la fuerza de trabajo supe-
rexplotada de la periferia para sustituir parcialmente la producción
realizada en los países centrales (Marini, 1996). De esta forma, con el
nuevo diseño organizacional de las corporaciones transnacionales,
los salarios de la periferia pasarían a nivelar por debajo de los del
centro y las empresas de base estrictamente nacional de este caerían
a niveles inferiores a los de las condiciones medias de productividad
de los mercados internacionales, llevándolas a emplear la mayor ex-
plotación del trabajador.

Críticas y debates

Las críticas al pensamiento de Marini se originaron de diversas fuen-


tes, siendo las más antagónicas las que partieron del enfoque webe-
riano de la dependencia, del neodesarrollismo y del endogenismo.
Otras críticas han partido del propio campo de la teoría marxista
de la dependencia y, estimuladas por la ascensión de las izquierdas
en América Latina en el siglo XXI, buscan mayor precisión de los
marcos conceptuales paradigmáticos lanzados por Marini. Estos, si-
tuados en alto nivel de abstracción, son introductorios y generales,
susceptibles de posterior desarrollo, como el autor reconoce en el
post scriptum de Dialéctica de la dependencia.
Dialéctica de la dependencia no pretende ser sino esto: una intro-
ducción a la temática de investigación que me viene ocupando y de
las líneas generales que me orientan en esa labor. Su publicación
obedece al propósito de adelantar algunas de las conclusiones a que
he llegado, susceptible quizá de contribuir al esfuerzo de otros que se
dedican al estudio de las leyes de desarrollo del capitalismo depen-
diente, así como al deseo de darme a mí mismo la oportunidad de
echar una ojeada global sobre el terreno que intento desbrozar.

266
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

Aprovecharé, pues, este post scriptum para aclarar algunas cuestio-


nes y deshacer ciertos equívocos que el texto ha suscitado. En efecto,
pese al cuidado puesto en matizar las afirmaciones más tajantes, su
extensión limitada llevó a que las tendencias analizadas se pintaran
a brochazos, lo que les confirió a veces un perfil muy acusado. Por
otra parte, el nivel mismo de abstracción del ensayo no propiciaba el
examen de situaciones particulares, que permitieran introducir en el
estudio cierto grado de relativización (Marini, 1973, pp. 81-82).

La principal crítica formulada por el enfoque weberiano de la depen-


dencia fue realizada por Fernando Henrique Cardoso, aisladamen-
te, o en trabajo conjunto con José Serra, exponente del pensamiento
neodesarrollista brasileño. Cardoso descarta la propuesta teórica
de Marini, respaldada por Theotônio dos Santos y Vânia Bambirra,
de que existirían leyes de movimiento específicas para el capitalis-
mo dependiente, argumentando que esto solo podría ocurrir en el
caso de que este representara un modo de producción específico
(Cardoso, 1972, 1975 y 1993). Para Cardoso, el capitalismo industrial
estaría basado en la plusvalía relativa y en la expansión de la produc-
tividad, condicionando, a partir de los años 1950, las nuevas formas
de dependencia surgidas en América Latina, que internalizaban el
capitalismo industrial o sus tecnologías. Cardoso señala que la su-
perexplotación podría ocurrir en situaciones específicas, indepen-
dientes de la dinámica del moderno capitalismo dependiente. Ellas
serían oriundas de determinaciones políticas que actúan sobre sus
marcos estructurales y debilitan la acción de los trabajadores en la
lucha de clases, o de articulaciones de modos de producción, entre
el capitalismo y las formas económicas precapitalistas, que limitan
el desarrollo del primero. Cardoso destaca que, para analizar la di-
námica de la dependencia, el énfasis debe ser puesto en el concepto
de desarrollo, considerando que la dependencia está condicionada
por la expansión del capitalismo internacional (Cardoso, 2010). Él
descarta la formulación de una teoría de la dependencia en favor de
una teoría global del desarrollo capitalista que daría los marcos de
la articulación de fuerzas externas e internas constituidas por clases
267
Carlos Eduardo Martins

sociales y grupos políticos cuya interacción definiría las formas con-


cretas y particulares que este asumiría en la periferia. Estas formas
particulares y concretas podrían ser interpretadas por los análisis
de la dependencia, cuya capacidad prospectiva sería, sin embargo,
limitada debido a su carácter coyuntural y determinado a los condi-
cionantes más generales del desarrollo (Cardoso, 1972).
Cardoso y Serra, en su análisis de las transferencias internacio-
nales de valor –tema que sorprendentemente descartan con el argu-
mento de que la baja movilidad internacional de fuerza de trabajo no
permitiría medir el trabajo socialmente necesario–, acusan a Marini
de confundir el intercambio desigual y el deterioro de los términos
de intercambio3 (Cardoso y Serra, 1978). Señalan que el intercambio
desigual no afecta negativamente la tasa de ganancia, mientras que
el deterioro de los términos del intercambio solo lo hace cuando la
caída de los precios en la periferia es independiente de las variacio-
nes de productividad. Afirman que Marini sostenía su teoría de la
superexplotación en condiciones de estancamiento o de productivi-
dad decreciente del sector exportador en la periferia. Señalan aun
que prioriza la tasa de plusvalía en lugar de la tasa de ganancia y
descuida el papel del abaratamiento del capital constante en la re-
cuperación de la última, destacando, para ello, solo la reducción de
los costos de la fuerza de trabajo. Su teoría de la superexplotación
requeriría, como condición, el estancamiento productivo en el sector
de bienes de consumo necesarios, desdoblándose en la búsqueda de
mercados externos, fundamento de su teoría del subimperialismo.
Plantean que la productividad se concentró en el sector de bienes de
consumo duraderos, pero avanzó también en el sector de bienes de
consumo necesarios y, en ambas, mucho más que la extensión de la

3
Según Cardoso y Serra, el intercambio desigual se expresa en los diferenciales de
productividad entre los sectores exportadores de la periferia y del centro, en bene-
ficio de este, sin impactos en la variación de los precios de las mercancías de ambas
regiones; el deterioro de los términos de intercambio implica no solo diferenciales de
productividad en favor del centro, sino de precios, afectándolos negativamente en la
periferia, sin alterarlos en los centros (Cardoso y Serra, 1978).

268
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

jornada de trabajo.4 Para Cardoso y Serra, las contenciones salaria-


les realizadas por los gobiernos militares serían determinadas por
su reaccionarismo, y no por las necesidades del capitalismo depen-
diente. Concluyen que el dilema socialismo o fascismo, sostenido por
Theotônio dos Santos, y de cierta forma por Marini, se basaría en la
tesis del estancamiento del capitalismo dependiente y que son esca-
sas las bases empíricas presentadas por el autor para comprobar su
enfoque.
El texto de Cardoso y Serra se constituye en paradigma de las in-
terpelaciones neodesarrollistas a Ruy Mauro Marini, Theotônio dos
Santos, Vânia Bambirra y André Gunder Frank, ignorando las críti-
cas explícitas de los tres a la identificación entre dependencia y si-
tuación colonial, presente hasta cierto punto en el texto de Frank, El
desarrollo del subdesarrollo (1966), que subestima el desarrollo de las
fuerzas productivas y la autonomía formal del Estado nacional5 (Car-
doso y Serra, 1978). En la misma dirección se sitúa el texto de Gabriel
Palma que busca contraponer el enfoque de la dependencia postu-
lado por el CESO a los escritos de Marx y presenta el libro de Car-
doso y Falleto, Dependencia y desarrollo en América Latina (1967) y su
post scriptum (1977), como fundador de un marco analítico capaz de
percibir la dinámica interna de la dependencia (Palma, 1978). Según
Palma, Marx planteaba que el desarrollo apenas ocurriría en países
bajo el modo de producción asiático, carentes de dinamismo inter-
no, si fuera introducido por el capitalismo europeo y cuando, supe-
rada la fase de acumulación primitiva, estos pudieran integrarse a

4
Cardoso y Serra confunden la elevación de la productividad con la plusvalía re-
lativa, sin cuestionar cómo afecta el grado de explotación en la economía, el valor
de los bienes-salarios y se articula con la demanda. Mantega también lo hace y cita
Desventuras para afirmar: “Aquí los datos son aún más elocuentes, pues muestran que
la productividad industrial (no distribuida a los trabajadores), representando la plus-
valía relativa, creció de 1959 a 1970 el 75 % [...] y la caída del salario real fue de 35 %”
(Mantega, 1984, p. 271).
5
La influencia de Cardoso y Serra (1978), en Brasil, en la lectura de los textos de
Marini y de la vertiente marxista de la dependencia está presente en textos como los
de Luiz Carlos Bresser Pereira (1982), Guido Mantega (1984) y Lídia Goldenstein (1994).

269
Carlos Eduardo Martins

los niveles más avanzados del desarrollo capitalista sin importar si


el agente inicial de este era externo o interno. Para Palma, la escuela
del CESO, de forma diametralmente opuesta, negaría la posibilidad
de desarrollo en la dependencia.
Agustín Cueva, en Problemas y perspectivas de la teoría de la de-
pendencia (1974), señala que Marini acentúa las diferencias entre
capitalismo clásico y dependiente y trabaja con modelos y no leyes.
Cueva sugiere que las leyes generales del capitalismo son modifica-
das por la presencia del imperialismo y la articulación de modos de
producción, pero que son modificaciones de grado y no de calidad y
no dan lugar a ninguna teoría de la dependencia. Las diferencias en-
tre formaciones sociales deben ser vistas más en las articulaciones
internas que en las internacionales entre países dependientes e in-
dustriales.6 Él afirma que el concepto de subdesarrollo es más expli-
cativo sobre las restricciones al consumo de la clase trabajadora que
el de superexplotación, y puede aplicarse a los países centrales, como
en la Francia de los años 1940. Destaca que, a pesar de sugerente, el
concepto de superexplotación presenta inconsistencias históricas,
apuntando, entre estas, la subestimación del alto consumo de car-
ne por la población argentina y del consumo popular de productos
industriales en América Latina. Posteriormente, Cueva matiza sus
afirmaciones en Las democracias restringidas de América Latina (1989)
cuando revisita el tema de la superexplotación admitiendo su perti-
nencia en el plano histórico, aunque no en el teórico, como un desvío
impuesto por el imperialismo sobre las leyes puras de desarrollo del
capital. Sin embargo, aunque reconozca la pertinencia de la superex-
plotación, Cueva señala que el subimperialismo no se confirmó his-
tóricamente, acosado por la amplitud del imperialismo neoliberal
(Cueva, 1989).
Castañeda y Hett, que expresan variantes del pensamien-
to neodesarrollista, al sostener la emergencia de imperialismos

6
Posición similiar presenta Hector Diaz Polanco en sus comentarios al artículo de
Marini, El ciclo del capital en la economía dependiente (1979).

270
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

latinoamericanos, pretenden criticar los pilares del concepto de supe-


rexplotación planteando que no hay base teórica para afirmar cuán-
do el precio de la fuerza está por debajo de su valor, pues este sería
fijado históricamente por las luchas de clases y no de forma abstrac-
ta (Castañeda y Hett, 1982). De forma similar, José Valenzuela Feijóo,
en un texto con errores groseros de exposición del pensamiento de
Marini, sostiene que, si descartamos los ciclos de coyuntura, a largo
plazo los precios de la fuerza de trabajo serán iguales a su valor pues
son determinados por la realidad concreta (Valenzuela Feijóo, 1997).7
Más recientemente, Claudio Katz sostuvo la tesis de una dependen-
cia sin superexplotación, defendiendo que lo que hay en la periferia
son bajos salarios y no remuneración por debajo del valor de la fuer-
za de trabajo. El capitalismo periférico pagaría salarios equivalentes
al bajo valor de uso/cambio de la fuerza de trabajo, atendiendo a las
necesidades fisiológicas e histórico-sociales del trabajador, condicio-
nadas por la “productividad, escala de acumulación, lucha de clases
y patrones culturales de cada país” (Katz, 2018).
En el campo más cercano a la teoría marxista de la dependencia,
Cristóbal Kay destacó la importancia del aporte de Marini, pero ob-
jetó que el autor nunca haya buscado formalizar matemáticamente
sus hipótesis, lo que restringió su capacidad de demostrarlas (Kay,
1989). Entre los temas que ganan relevancia en el debate sobre la
superexplotación está el de su compatibilidad o no con la plusvalía
relativa, tal como fue señalada por Marx, lo que implica en eleva-
ción de la productividad y abaratamiento de los bienes salario. En
un artículo reciente, procuramos avanzar de forma exploratoria en
la cuestión de la formalización matemática de la superexplotación
(Martins, 2017). En dicha ocasión, señalamos que la hipótesis de

7
Ver de José Valenzuela Feijóo, Sobrexplotación y dependencia (1997), publicado me-
ses después de la muerte de Marini. Entre los extraños errores de interpretación del
pensamiento de Marini, se le atribuye la afirmación de que los países de la periferia
poseen una tasa de plusvalía superior que las del centro y que en estos últimos hay
un nivel mayor de superexplotación del trabajo, formulaciones totalmente exógenas
al pensamiento del autor.

271
Carlos Eduardo Martins

compatibilidad entre la plusvalia relativa y la superexplotación del


trabajo debe ser analizada a la luz de los patrones concretos de repro-
ducción del capital y que no hay elementos suficientes presentados
por Marini para alejar esta posibilidad. Esto nos llevó a plantear la
necesidad de avanzar en la reformulación del concepto de superex-
plotación que profundizamos en este artículo y entendemos que es
fundamental para desarrollar las formulaciones de Marini (Martins,
2017). No obstante, señalamos aun la necesidad de integrar al con-
cepto de superexplotación una cuarta forma de mayor explotación
del trabajador, referente al aumento del valor de la fuerza de trabajo,
asociado a la elevación de su calificación, sin la remuneración equi-
valente al trabajador. Afirmamos que esta cuarta forma, pese a que
no esté formalmente explicitada por Ruy Mauro Marini, surge en va-
rios pasajes de sus trabajos (Martins, 2017).
Marcelo Carcanholo hace objeciones al término superexplota-
ción del trabajo para nombrar el concepto de Marini, considerando
que lo más adecuado es superexplotación de la fuerza de trabajo y
cuestiona aun la atribución, por Marini, de plusvalía relativa al au-
mento de la intensidad del trabajo (Carcanholo, 2017).8 En el debate
sobre la superexplotación, también gana destaque la cuestión de su
extensión o no a los países centrales, donde aquellos que defienden

8
La contraposición de los términos superexplotación de la fuerza de trabajo/trabajo
nos parece equivocada y poco dialéctica en términos formales, y además restringe el
alcance del fenómeno apuntado por Marini. El teórico de la dependencia brasileño
utiliza ambas nomenclaturas, con predominio de la segunda. Marx se refiere tanto
a la explotación de la fuerza de trabajo asalariada y del trabajador, que es su propie-
tario, como a la explotación del trabajo asalariado en El Capital. La explotación del
trabajo asalariado es un tipo de explotación especifica que implica la explotación de
la fuerza de trabajo del trabajador. Sin embargo, la explotación del trabajo asalariado
por el capital es también la explotación entre sujetos, lo que implica una ideología de
objetificación y reducción de los trabajadores a fuerza de trabajo, así como resistencia
de estos y lucha de clases. La superexplotación del trabajo no se restringe a la forma
asalariada, pudiendo incluir, segundo Marini, formas semiserviles y incluso esclavas,
en ciertas situaciones, donde exista gran oferta de personas para reposición, o en el
caso del esclavismo contemporáneo, de los siglos XX y XXI, que no es mediado por un
mercado internacional de venta de esclavos y no exige el dispendio de grandes fondos
de capital para quien usa trabajo en condiciones análogas a la esclavitud.

272
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

su extensión plantean la reestructuración de la división interna-


cional del trabajo y nuevas formas monopólicas y de plusvalía ex-
traordinaria como su determinante; y los que la niegan defienden
la superexplotación como una especificidad del capitalismo depen-
diente (Osorio, 2013; Carcanholo, 2017 y Seibel Luce, 2018).
En la próxima sección haremos un balance crítico de la obra de
Ruy Mauro Marini y a partir de ahí dialogaremos con las interpela-
ciones a ella dirigidas.

Para la reformulación de la economía política


de la dependencia

Ruy Mauro Marini dejó una obra de enorme fecundidad y creati-


vidad que avanzó hacia el método dialéctico de Marx, orientándo-
se hacia el desdoblamiento del nivel analítico más abstracto al más
concreto. Avanzó del plano más general, que parte de los supuestos
a la producción de capital y se extiende a la efectiva producción de
plusvalía, al más complejo de la circulación y competencia interca-
pitalista, donde se establecen las desviaciones de precios sobre el
valor y las transferencias de plusvalía entre capitales de distintas
composiciones técnicas y orgánicas, para dedicarse al análisis de
formaciones sociales inscritas en el sistema mundial capitalista, en
particular las dependientes. En el ámbito más abstracto de la compe-
tencia intercapitalista en que Marx sitúa El Capital para tratar de los
determinantes generales de las transferencias de valor, Marini tam-
bién innova al postular que la plusvalía extraordinaria puede actuar
no solo dentro de las ramas productivas, sino entre ramas distintas,
violando los precios de producción. Él demuestra la compatibilidad
del progreso técnico y de la plusvalía extraordinaria con el presu-
puesto de equilibrio de los esquemas de reproducción del Libro II, al
señalar que el progreso técnico ahorra fuerza de trabajo y transfiere
demanda al sector de bienes de consumo suntuarios, articulando el
sector I a esta fracción del sector II (Marini, 1979b).
273
Carlos Eduardo Martins

El pensamiento de Marini teoriza, por lo tanto, la superexplota-


ción del trabajo, avanzando creativamente del plano del capital en
general y de los determinantes más abstractos de la competencia
intercapitalista para incluir en el análisis el funcionamiento espe-
cífico de determinadas formaciones sociales en los marcos del siste-
ma mundial capitalista, nivel analítico que corresponde a niveles de
abstracción que Marx se propuso, pero no pudo avanzar, como son
los del Estado, de las relaciones internacionales de producción y del
mercado mundial. Gran parte de las críticas que Marini recibió son
oriundas de un marxismo formalista y mecanicista, incapaz de com-
prender que los conceptos se transforman a partir de la necesidad de
desdoblamiento hacia niveles más concretos de la realidad, o provie-
ne de un pensamiento neodesarrollista, dependentista, o neoliberal
que, ante la opción que hace por la subordinación, se preocupa con la
crítica radical de Marini a los efectos económicos, políticos y sociales
del capitalismo dependiente. Sin embargo, si Marini abrió fecundas
perspectivas teóricas y analíticas, dejó algunos huecos que debilitan
su prometedora perspectiva. Ante ciertas insuficiencias, no cabe a la
teoría marxista de la dependencia sacralizar los textos fundadores,
sino buscar avanzar en el vigoroso camino abierto por el autor y pro-
fundizar sus formulaciones.
Una precisión inicial se refiere al propio concepto de superexplo-
tación del trabajo. Si es importante reconocer, como apunta Jaime
Osorio, que el concepto no está formulado en El Capital, pues en él
Marx parte del supuesto de que los precios de la fuerza de trabajo co-
rresponden a su valor para elaborar su teoría de la plusvalía (Osorio,
2004), cabe destacar que sus raíces teóricas están claramente deli-
mitadas en esta obra, aunque no sean desarrolladas por el autor, por
las razones señaladas. No se trata aquí de subrayar las referencias de
Marx en el Libro I, en las que reconoce la importancia histórica de
la caída de los precios de la fuerza de trabajo por debajo de su valor,
a pesar de descartarla entonces del eje de sus preocupaciones, o en
el Libro III, cuando la sitúa como una importante contratendencia
al aumento de la composición orgánica del capital y a la caída de la
274
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

tasa de ganancia. Lo que importa evidenciar es que ya en el Libro I,


Marx señala que la fuerza de trabajo solo tiene valor promedio si pre-
senta intensidad y destreza medias y actúa en condiciones norma-
les de productividad. En caso contrario, su trabajo no presenta valor
promedio y tampoco su fuerza de trabajo es considerada media,
siendo vendida por debajo de este valor. Marx es aún más explícito
y señala que la ley general de valorización del capital solo se realiza
plenamente cuando el capitalista individual emplea a diversos tra-
bajadores, neutralizando sus diferencias, y empleando trabajo social
promedio:

Si un trabajador consumiera significativamente más tiempo en la


producción de una mercancía que lo socialmente necesario, si el
tiempo de trabajo que él individualmente necesita se desviara signi-
ficativamente del tiempo de trabajo socialmente necesario o tiempo
de trabajo promedio, su trabajo no sería considerado trabajo prome-
dio, tampoco su fuerza de trabajo como fuerza de trabajo promedio.
[...] Así, la ley general de la valorización sólo se realiza plenamente
para el productor individual cuando produce como capitalista, em-
plea a muchos trabajadores simultáneamente y, de ese modo, pone
en movimiento desde el principio, el trabajo social promedio (Marx,
2013, pp. 495-496).

Por lo tanto, para Marx, la base de su teoría de la plusvalía y de las le-


yes generales de la acumulación de capital, fundada en la equivalen-
cia entre precios y el valor para magnitudes numéricas expresivas,
es el valor promedio de la fuerza de trabajo. Cuando se menciona la
caída de los precios por debajo del valor de la fuerza de trabajo, es a
su valor promedio al que se está haciendo referencia, caso se tome
como parámetro la teoría marxista. Si una fuerza de trabajo de des-
treza e intensidad medias actúa por debajo de las condiciones me-
dias de productividad, no podrá ser vendida por el valor de la fuerza
de trabajo en general, se le atribuye un precio, por la competencia,
que viola su valor de uso.

275
Carlos Eduardo Martins

El valor promedio de la fuerza de trabajo se define históricamen-


te en la economía mundial capitalista, sea de forma análoga al ca-
pital en general, como síntesis de las múltiples particularidades de
los precios de la fuerza de trabajo, poco importando la dimensión
de su expresión concreta específica; sea determinado por el valor de
la fuerza de trabajo que actúa en las condiciones medias de produc-
ción. Sin embargo, para calcularlo en situaciones monopólicas, que
predominan en este tipo de sistema mundial, se debe tener en cuenta
que las condiciones medias de producción se establecen por los ca-
pitales de composición superior, los cuales producen la mayor parte
de las mercancías; que el valor de mercado de los productos tiende a
aproximarse al valor individual de las mercancías de este segmento;
y que, como contrapartida, los precios de la fuerza de trabajo tienden
a ser determinados por la gran masa de trabajadores que las vende
por debajo de las condiciones medias, lo que desplaza sus precios
medios por debajo del valor promedio.
La teoría de la superexplotación del trabajo debe, por lo tanto, to-
mar como primer indicador la caída sistemática de los precios de la
fuerza de trabajo en relación a su valor promedio en la economía
mundial. Sin embargo, la superexplotación no solo se caracteriza por
la forma aparente, es decir, desvíos de precios de la fuerza de trabajo
en relación con su valor, sino por el empleo de la mayor explotación
que los determinan en función de las transferencias de valor. Consi-
derando que la inscripción de formaciones sociales en la economía
mundial capitalista es mediada por clases dominantes que dirigen el
Estado nacional y establecen espacios de circulación y producción
de mercancías con autonomía relativa, podemos afirmar que la su-
perexplotación del trabajo ocurre de forma estructural, típicamente,
cuando estos procesos de acumulación están determinados, interna
y externamente, por situaciones monopólicas que insertan la mayor
parte de su fuerza de trabajo significativamente por debajo de las
condiciones medias de productividad del capital a nivel nacional e
internacional, más alejándola que acercándose a ellas. Ante la caí-
da de las tasas de plusvalía impuestas a los capitales de composición
276
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

media e inferior, estos recurrirían a una mayor explotación del tra-


bajador. Se define así un segundo indicador para el fenómeno: la caí-
da de precios de la fuerza de trabajo frente a los establecidos por las
condiciones medias de producción a nivel nacional.
Estas observaciones son importantes para señalar que, al contra-
rio de lo que imaginan autores como Jorge Castañeda, Enrique Hett
y José Valenzuela Feijoó, los precios de la fuerza de trabajo en los paí-
ses dependientes no pueden ser tomados como equivalentes a sus va-
lores por estar determinados por la lucha de clases, desechándose las
fluctuaciones de coyuntura. Ni tampoco representan los valores his-
tórico-morales de nuestros trabajadores, limitados por razones in-
ternas, como quiere Claudio Katz. Estas postulaciones derivan de un
nacionalismo metodológico que incurre en dos errores: concibe la
productividad en términos nacionales desarticulándola de las trans-
ferencias de valor que inciden sobre las economías dependientes y
en su interior, afectando particularmente a la gran masa de trabaja-
dores; además, manejan un concepto equivocado de valor de la fuer-
za de trabajo, que no toma en consideración el valor social promedio
de la fuerza de trabajo en la economía mundial capitalista.9
En el caso de Cardoso y Serra, el oscurecimiento se hace aún más
profundo, porque se trata, como vimos, no solo de ignorar el valor
promedio de la fuerza de trabajo en la economía mundial, sino de
negarlo, bajo la afirmación de que el concepto de trabajo social-
mente necesario no posee operatividad en la economía mundial, en
función de la escasa movilidad internacional de la fuerza de traba-
jo (Cardoso y Serra, 1978). Como señala correctamente Marini, en
réplica, la movilidad internacional de la fuerza de trabajo no tiene

9
En cuanto a la renta per cápita PPP, años de escolaridad y jornada de trabajo (JT),
Brasil, México, Argentina y Chile tenían en relación a los Estados Unidos los siguien-
tes valores, en 2015: Brasil tenía el 59 % de la escolaridad de los Estados Unidos, el
27,5 % de la renta per cápita y la misma JT; México, 65 % de la escolaridad, 33,5 % de la
renta per cápita, y 27 % más de horas trabajadas; Argentina, el 75 % de la escolaridad
y el 36 % del ingreso per cápita, sin diferencias de JT; y Chile, 74,4 % de la escolaridad,
41,7 % del ingreso per cápita y 13 % a más en JT (PNUD, 2018; Conference Board Total
Economy Database, 2017).

277
Carlos Eduardo Martins

ninguna relación con la vigencia del trabajo socialmente necesario


en la economía mundial, que sigue comparando valores en función
de la productividad, únicamente afectando su medida cuando incide
sobre esta (Marini, 1978).10
Si esta crítica puede ser realizada a los opositores del pensamien-
to de Marini, hay que reconocer que, aunque este autor haya demos-
trado correctamente que las transferencias de valor impuestas a los
países dependientes les determina una forma específica de explota-
ción –pautada en la caída de los precios de la fuerza de trabajo por
debajo de su valor–, no se desvinculó enteramente del nacionalismo
metodológico. Al utilizar el concepto de valor de la fuerza de trabajo,
aunque no explicite, parece hacerlo exclusivamente en bases nacio-
nales, desarticulándolo de su eje de referencia mundial, entrando en
contradicción con su punto de partida analítico, vale decir, la ins-
cripción de las formaciones sociales dependientes en los procesos
de acumulación de la economía mundial capitalista. De esta forma,
desvincula la caída de los precios de la fuerza de trabajo de su valor
promedio mundial, que puede ampliarse con la devaluación de los
bienes de consumo necesarios asociada al aumento de la capacidad
productiva en los países centrales.
Esta confusión conceptual inclinó a Marini a afirmar que la
plusvalía relativa, tal como es definida por Marx, sería incompati-
ble con la superexplotación del trabajo. Aunque sus trabajos no son
totalmente concluyentes con relación a ello, esta visión parece pre-
dominar. De esta manera, señala que la superxplotación incluye una
modalidad de plusvalía relativa, vinculada al aumento de la intensi-
dad del trabajo que, al generalizarse, afectaría los dos tiempos de la
fuerza de trabajo, y, en su respuesta a Cardoso y Serra, pone énfasis
en el hecho de que la dinamización del sector de bienes de consumo

10
Marini señala que la clave para las transferencias de plusvalía y para los diferencia-
les de salario en la economía mundial capitalista son las asimetrías de productividad
oriundas de los monopolios tecnológicos y no la restringida circulación internacional
de fuerza de trabajo, como quieren autores como Samir Amin (1993) o Claudio Katz
(2018).

278
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

necesario se asociaría a la expansión del comercio exterior. “Se-


ñalemos, inicialmente, que el concepto de superexplotación no es
idéntico al de plusvalía absoluta, ya que incluye una modalidad de
plusvalía relativa –la que corresponde al aumento de la intensidad
del trabajo” (Marini, 1973, p. 92).
Sin embargo, no queda explicitado por Marini en qué nivel de
análisis está situando su enfoque cuando describe la incompatibi-
lidad de superexplotación con la plusvalía relativa, tal como es defi-
nida por Marx: si está analizando directamente la realidad concreta
donde la mayor explotación del trabajador se establece, o si está des-
cribiendo los mecanismos por los cuales funciona una tipología, la
de la superexplotación del trabajo.11
En determinados pasajes parece apuntar para el segundo cami-
no metodológico, estableciendo una autonomía relativa entre la
tipología abstracta y los procesos históricos, al mencionar que, en
los países dependientes, la superexplotación obstaculiza el tránsito
a la plusvalía relativa como forma predominante de las relaciones
capital-trabajo, abriendo el espacio para incorporar su presencia
de forma subordinada al protagonismo de la mayor explotación del
trabajador.

La tarea fundamental de la teoría marxista de la dependencia consis-


te en determinar la legalidad específica por la que se rige la economía
dependiente […]. Como quiera que sea, la exigencia de especificar las
leyes generales del desarrollo capitalista no permite, desde un punto
de vista rigurosamente científico, recurrir a generalidades como la
de que la nueva forma de la dependencia reposa en la plusvalía re-
lativa y el aumento de la productividad. Y no lo permite porque ésta
es la característica general de todo desarrollo capitalista, como se ha
visto. El problema está pues en determinar el carácter que asume en

11
Andy Higginbottom (2010) propone describir la superexplotacion como una tercera
categoría de generación de plusvalía, al lado de la plusvalía relativa y de la absoluta.
La proposicion del autor es interesante, sin embargo, la superexplotacion de la fuerza
de trabajo incluye en una de sus modalidades la plusvalía absoluta, no separándose
radicalmente de ella.

279
Carlos Eduardo Martins

la economía dependiente la producción de plusvalía relativa y el au-


mento de la productividad del trabajo.

En este sentido, se pueden encontrar en mi ensayo indicaciones que,


aunque notoriamente insuficientes, permiten vislumbrar el proble-
ma de fondo que la teoría marxista de la dependencia está urgida a
enfrentar: el hecho de que las condiciones creadas por la superex-
plotación del trabajo en la economía capitalista dependiente tienden
a obstaculizar su tránsito desde la producción de plusvalía absoluta a la
de plusvalía relativa, en tanto que forma dominante en las relaciones
entre el capital y el trabajo. La gravitación desproporcionada que
asume en el sistema dependiente la plusvalía extraordinaria es un
resultado de esto y corresponde a la expansión del ejército industrial
de reserva y al estrangulamiento relativo de la capacidad de reali-
zación de la producción (Marini, 1973, pp. 99-100; énfasis añadido).

No obstante, esta indicación metodológica clave no es desarrollada


posteriormente por el autor. Aunque la centralidad de la superexplo-
tación del trabajo fuera correctamente señalada por Marini, su com-
patibilidad o no con la plusvalía relativa no puede ser determinada
desde niveles teóricos más abstractos, sino que en su articulación
con el análisis concreto de los patrones de acumulación de capital. El
intento de determinar esta incompatibilidad –salvo el caso polémico
de la intensidad del trabajo–12 desde niveles abstractos, que se im-
pondrían sobre los patrones concretos específicos de acumulación,
fragilizó, innecesariamente, el importante aporte de Marini, cuyos
desdoblamientos teóricos en el plano económico, social y políticos
–alta concentración de capitales, altos niveles de desigualdad, bajos
salarios de los trabajadores, fuertes restricciones al mercado inter-
no, subimperialismo y búsqueda del socialismo como alternativa

12
Marcelo Carcanholo tiene razón en cuestionar la intensidad del trabajo como for-
ma de plusvalía relativa (Carcanholo, 2017). Además, la hipótesis de Marini de que el
aumento de la intensidad de trabajo al generalizarse, sin la remuneración equivalen-
te, crea un nuevo eje de valor de la fuerza de trabajo, afectando los dos tiempos de la
jornada de trabajo, entra en contradicción con la tesis inherente a la superexplota-
ción de que los precios de la fuerza de trabajo están sistemáticamente por debajo del
valor.

280
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

a la dependencia– prescinden de esta hipótesis tan restrictiva. Esta


incompatibilidad sugerida no fue demostrada ni empíricamente ni
formalmente por Marini, lo que colocó su aporte bajo los ataques que
le objetaban haber expansión del consumo de las clases trabajadoras
en determinados países de América Latina, ya con el desarrollo de la
producción agroexportadora,13 y ser la plusvalía relativa la especifici-
dad del desarrollo del capitalismo a partir de la gran industria, pun-
tos de convergencia de la crítica de Cardoso (1972, 1975, 1993 y 2010),
Cardoso y Serra (1978), Palma (1978) e, inicialmente, de Cueva (1974).
Sin embargo, estas críticas poseen un fuerte contenido desarro-
llista, echan mano de una interpretación mecanicista y equivocada
de la obra de Marx y pecan en lo esencial: descuidan el fenómeno
de la superexplotación y los fuertes límites que pone a la expansión
de la plusvalía relativa. Postular la posibilidad de coexistencia de la
plusvalía relativa con la centralidad de la superexplotación del tra-
bajo no significa atribuirles carácter progresivo y pertinencia a las
etapas más avanzadas del capitalismo dependiente. Junto al fenóme-
no del desarrollo de la productividad y de la elevación de la composi-
ción técnica y orgánica del capital, crecen también su concentración
y centralización, así como las transferencias de plusvalías interca-
pitalistas. En el tomo I de El Capital, dedicado al capital en general,
Marx dejó importantes referencias sobre estos desdoblamientos,
poniendo en jaque las interpretaciones que hacen de la plusvalía re-
lativa el futuro del capitalismo basado en el progreso técnico. Estas
observaciones están alineadas también a ciertas formulaciones rea-
lizadas por Marx y Engels en El Manifiesto del partido comunista.
En el capítulo XXIV del tomo I de El Capital, Marx menciona que
la etapa que sucede a la acumulación primitiva y prehistoria del

13
Argentina y Uruguay se convirtieron en los países con mayor consumo per cápita
de carne bovina del mundo en la primera mitad del siglo XX. El consumo per cápita
anual de carne en Argentina saltó de 56,1 kg, en los años 1914-1919, a 87,9 kg, en los
años 1950-1959. Entre 1914-1919, las exportaciones superaban el consumo interno, con
590.000 toneladas exportadas y 460.000 consumidas internamente, pero a partir de
los años 1920, el consumo interno se convirtió en el eje dinámico (Guadagni, 1964).

281
Carlos Eduardo Martins

capital se desarrolla por medio del juego de las leyes inmanentes de


la propia producción capitalista, donde crecen de manera correla-
cionada, a escala cada vez mayor, la forma cooperativa del proceso
de trabajo, la aplicación técnica y consciente de la ciencia, la explota-
ción planificada de la tierra, el entrelazamiento de todos los pueblos
en la red del mercado mundial, el carácter internacional del régimen
capitalista, pero también la concentración y centralización del capi-
tal. De esta manera, señala:

Con la disminución constante del número de magnates del capital,


que usurpan y monopolizan todas las ventajas de ese proceso de
transformación, aumenta la masa de la miseria, de la opresión, de la
servidumbre, de la degeneración, de la explotación, pero también la
revuelta de la clase obrera, que, cada vez más numerosa, es instruida,
unida y organizada por el propio mecanismo del proceso de produc-
ción capitalista (Marx, 2013, p. 832).

Asimismo, en El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels


señalan:

Hasta aquí todas las sociedades reposaron, como vimos, en el anta-


gonismo entre clases opresoras y oprimidas. Pero, para oprimir una
clase, es necesario asegurarle condiciones para que pueda, como mí-
nimo, prolongar su existencia servil. Bajo el régimen de la servidum-
bre, el siervo llegó a miembro de la comuna, tal como bajo el yugo del
absolutismo feudal, el pequeño burgués llegó a burgués. Por su parte,
el obrero moderno, en vez de elevarse con el progreso de la industria,
decae cada vez más, por debajo de las condiciones de su propia clase.
El obrero se transforma en indigente, y la miseria crece más rápido
que la población y la riqueza. Se evidencia claramente que la burgue-
sía es incapaz de permanecer por más tiempo como clase dominante
de la sociedad y de imponerle, como ley y como regla, las condiciones
de vida de su clase (Marx y Engels, 2001, p. 44; traducción propia).

Las contradicciones entre la superexplotación del trabajo y la plus-


valía relativa avanzan a medida que se desarrollan la composición
orgánica del capital, el monopolio tecnológico, el peso del sector de
282
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

bienes de consumo suntuarios, la centralización del capital y la fi-


nanciarización en el proceso de acumulación, llevando, en el lími-
te, al bloqueo de esta forma de plusvalía y a la regresión salarial de
amplios contingentes de trabajadores. Así, a modo de demostración
algebraica, podemos señalar tres situaciones: la primera, referente a
un capital determinado antes de sufrir transferencias de plusvalía;
la segunda, donde este capital pasa a sufrir transferencias de plusva-
lías que inciden en el sector de bienes de consumo suntuario a partir
de variaciones de la productividad; y la tercera, en que un capital de
composición inicial idéntica, que actúa en el sector de bienes de con-
sumo necesario, también pasa a sufrir transferencias de plusvalía
por el mismo motivo:

Considerando que c = capital constante; v = capital variable; x = des-


valorización de las mercancías que representan los bienes de consu-
mo necesarios, que es superior a la variación de su productividad, lo
que implica en la caída del precio por debajo del valor; m = plusvalía;
p = valor del producto; y = variación de la productividad del capital
de composición técnica inferior; y z = desvalorización media de las
mercancías en el sector de bienes de consumo suntuario, que es infe-
rior a la variación de su productividad, implicando en elevación del
precio por encima del valor. Por cuestiones de simplificación, supo-
nemos que cada mercancía del sector de bienes de consumo necesa-
rio representa el promedio de aquellas que lo componen en cuanto al
valor y la productividad; suposición esta extensiva a las mercancías
del sector de bienes de consumo suntuario.
En la primera ecuación, si suponemos c = 200; v = 300; m = 500 y
p = 1000 y, en la segunda, x = 2; y = 1,4; y z = 2, veremos que la apro-
piación de plusvalía, que el capital de composición inferior sufre,

283
Carlos Eduardo Martins

neutraliza la elevación de su tasa de plusvalía y mantiene inalterada


la tasa de ganancia, bloqueando la plusvalía relativa y el aumento
de los salarios. Así, la tasa de ganancia igual a 1, de un determinado
capital en la ecuación 1, se reproduce en la ecuación 2, habiendo caí-
da del valor de las mercancías que representan los bienes de consu-
mo necesario y suntuario idéntica a la de la masa de salarios. Pero
si para elevar la productividad este capital aumentó su composición
orgánica, la restitución de su tasa de ganancia requeriría corte de
salarios reales, aumento de la jornada o de la intensidad del trabajo.
Si cambiamos los valores de z, aumentándolos, y reduciendo los de
y, de nuevo la tasa de ganancia cae. Igualmente, la tasa de ganancia
caerá si partimos de una tasa de plusvalía mayor en la composición
original del capital técnicamente inferior, manteniéndose las varia-
ciones de productividad arriba indicadas.
En la tercera ecuación, si consideramos x = 2 e y = 1,3, la tasa de
ganancia caerá para el capital de composición inferior en relación
a la ecuación 1 –de 1 a 0,85–, impidiendo que este disfrute de plus-
valía relativa y elevación de salarios. Para restablecerla total o par-
cialmente, tendrá que utilizar la mayor explotación del trabajador y,
eventualmente, reorientar la producción para los bienes de consumo
suntuarios. Las mismas correlaciones anteriores se aplican aquí: la
caída de x así como la elevación de y favorecen la plusvalía relativa
para el capital de composición inferior, el aumento de la composi-
ción orgánica desfavorece, el aumento de la tasa de plusvalía en la
ecuación 1, mantenidas las variaciones de productividad inicialmen-
te indicadas, desfavorece en la ecuación 3.
Estas ecuaciones elementales demuestran que la heterogeneidad
tecnológica y la actuación de la plusvalía extraordinaria dentro y
entre las ramas/sectores productivos pueden llevar al bloqueo de la
plusvalía relativa en los capitales de composición técnicamente infe-
rior, incluso en la vigencia de la elevación de su productividad. Si es-
tos capitales emplearen la mayor parte de la fuerza de trabajo de una
formación social, se establecerá una situación de prevalencia de la
superexplotación del trabajo que restringirá o suprimirá la plusvalía
284
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

relativa, como resultado de las transferencias de valor que sufren.


Pero si los ejercicios algebraicos indican estas posibilidades, serán
los análisis históricos de los patrones de acumulación que permiti-
rán deslindar las formas en que se presenta la superexplotación en
los países dependientes. En estos análisis retrospectivos y prospec-
tivos hay que integrar, entre las variables de la superexplotación, el
aumento del valor de la fuerza de trabajo relacionado al incremento
de la escolaridad y de la cualificación sin el aumento correlacionado
de sus precios, que constituye una forma disfrazada de caída de pre-
cios por debajo de su valor, compatible, sin embargo, con el aumento
real de los salarios.
La extensión de la superexplotación a los países centrales pro-
puesta por Marini encuentra articulación con el propio pensamiento
de Marx y de Engels referente a los efectos de las etapas avanzadas de
la concentración y centralización de capitales sobre los trabajadores.
Esta extensión no elimina la especificidad de los países dependien-
tes en la división internacional del trabajo, como señalan algunos
teóricos identificados con la teoría marxista de la dependencia, pero
introduce un nuevo nivel en la composición técnica de los monopo-
lios que sitúa la mayor parte de la fuerza de trabajo de los países cen-
trales por debajo de las condiciones sociales medias de producción
mundial. El aumento vertiginoso de los índices de desigualdad en los
Estados Unidos y en Europa Occidental y el estancamiento de los sa-
larios, demostrados por los estudios de Piketty (2014), son expresión
de esta tendencia.
El alto nivel de centralización y concentración de capital se ex-
presa en los impactos cada vez más mediocres de los ciclos de ingreso
de capital extranjero para el desarrollo del capitalismo dependiente.
Los estudios sobre estos ciclos realizados por la teoría marxista de
la dependencia destacan la tendencia a la descapitalización en el
mediano y largo plazo intermediada por períodos de predominio
de ingresos que concentran y centralizan capital (Caputo y Pizarro,
1974; Dos Santos, 1978 y Martins, 2020). El resultado tiende a ser el
aumento estructural de los stocks de capital extranjero con relación
285
Carlos Eduardo Martins

al PIB y de las transferencias, lo que se combina con la volatilidad


de los flujos de entrada, presionando en la larga duración en favor
de la expansión de los saldos comerciales a través de la superexplo-
tación del trabajo, salvo en situación específica de fuerte ingreso de
divisas con turismo o emigrantes. Si Fernando Henrique Cardoso
(1993) destacó que su énfasis en los estudios sobre capitalismo peri-
férico está en el desarrollo y no en la dependencia, apostando que
sus necesidades de expansión serían financiadas por aquellas de las
corporaciones o bancos transnacionales y por organismos interna-
cionales, expresando procesos históricos que supuestamente ha-
brían ocurrido a partir de los años 1950-1960, la realidad concreta
parece dar poco respaldo a sus opciones teóricas: las contradicciones
del desarrollo dependiente y asociado expusieron el capitalismo pe-
riférico a las vulnerabilidades financieras y a la ofensiva del patrón
neoliberal que desindustrializó, desnacionalizó, impulsó el capital
ficticio, redujo las tasas de inversión y transformó en mediocres las
de crecimiento. Exceptuando el período del boom de los commodities,
entre 2004 y 2013, a partir de los años 1980 América Latina creció por
debajo de las tasas de crecimiento per cápita de la economía mundial
y se alejó de los niveles de ingreso per cápita del núcleo orgánico de
la economía mundial (Martins, 2022).14
El patrón neoliberal, al elevar dramáticamente el stock relativo
de capital extranjero en América Latina, aumentó mucho más las
remesas que las entradas de capital, haciendo que los flujos netos
internacionales de capital sean negativos aun durante los períodos
de crecimiento de los ingresos. Esta situación exigió una balanza co-
mercial fuertemente positiva, incluso en este período de apreciación
cambiaria, lo que solo fue posible con la fuerte alza de los precios de

14
Si comparamos los niveles de renta per cápita de Brasil, Argentina, México y Chile
en relación a los Estados Unidos, tendremos los siguientes resultados: Brasil/Estados
Unidos: 1950: 25,5 %; 1980: 39,9 %; 2003: 24,8 %; 2013: 30 %; 2017: 25,7 %; Argentina/
Estados Unidos: 1950: 61,7 %; 1980: 52,2 %; 2003; 28,7 %; 2013: 37,5 %; 2017: 34,2 %;
México/Estados Unidos: 1950: 35 %; 1980: 48,9 %; 2003: 32,6 %; 2013: 33,9 %; 2017: 33,5 %;
y Chile/Estados Unidos: 1950: 38,5 %; 1980: 30,1 %; 2003: 33 %; 2013: 42,5 %; 2017: 41,3 %.
Cálculos del autor (Conference Board Total Economy Database, 2018) (Martins, 2022).

286
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

las materias primas, que se inició en 2004 y abrió el espacio para un


reformismo moderado en la región, implementado por los gobier-
nos de centroizquierda, o más radicales, bajo fuerte movilización
nacional-popular y de orientación latinoamericanista.15 La caída de
los precios de los commodities y las reversiones del ciclo de ingresos
de capitales extranjeros se convirtieron en el punto de partida para
un nuevo período de inflexión en la historia latinoamericana, donde
las fuerzas neoliberales, sus variaciones fascistas y el imperialismo
toman el protagonismo en la región, aprovechándose de las debilida-
des de la centroizquierda y de la desarticulación interna del bloque
histórico que emergió a partir de la primera década del siglo XXI.
El probable agotamiento en curso del Kondratiev expansivo iniciado
en 1994, la pérdida intensa de velocidad de expansión de los flujos in-
ternacionales de capital y del comercio exterior, el aumento del nivel
estructural de remesas con el aumento del stock de inversión directa
y el avance de los procesos de concentración y centralización de ca-
pitales hacen prever un fuerte aumento de las tasas de superexplota-
ción en el capitalismo dependiente latinoamericano, restringiendo
cada vez más las posibilidades de la plusvalía relativa.
Entre las formas que impulsan la superexplotación en el capita-
lismo contemporáneo está la financiarización del capital, produc-
tora de capital ficticio, respaldado esencialmente por el Estado, en
particular por la expansión de la deuda pública. El impacto que asu-
me la producción de capital ficticio en el capitalismo contemporá-
neo tiene una fuerte relación con la revolución científico-técnica y la
automatización que, al reducir significativamente la masa de valor
representada por la fuerza de trabajo, hacen cada vez más mediocres
los incrementos en la tasa de plusvalía y la economía de fuerza de

15
Entre 1992-1998, período cíclico de boom de ingresos de capital extranjero, estos
superaron las salidas en forma de remesas de beneficios, intereses y otros servicios
no factoriales en 27 mil millones de dólares, mientras que la balanza comercial fue
negativa en 89 mil millones de dólares. Entre 2010-2014, nuevo período de boom de
ingresos de capital extranjero, las salidas los superaron en unos 34 mil millones y la
balanza comercial fue positiva en 136 mil millones (CEPALSTAT, 2018).

287
Carlos Eduardo Martins

trabajo para sostener la plusvalía extraordinaria. Buscase resolver la


contradicción entre la elevación de la productividad y producción de
valor para la acumulación de capital. Esta hipótesis también ha sido
sostenida en los trabajos de Adrián Sotelo Valencia (2010) y Carlos
Eduardo Martins (2011 y 2020). La generación de capital ficticio, cuya
fórmula básica es D–D’, trae consigo la expectativa de producir plus-
valía sin la mediación del trabajo y, para realizarse, sustrae demanda
y valor a los segmentos productores de bienes de consumo necesario,
transfiriéndolos al sector de bienes de consumo suntuario.
Marini no se dedicó suficientemente sobre el tema de la finan-
ciarización y sus implicaciones sobre el subimperialismo, aunque
lo haya destacado en su análisis de la crisis del desarrollo asociado,
cuando subraya las vinculaciones entre la deuda interna y la deuda
externa. No obstante, el autor destaca, en textos como La política de
fomento a las exportaciones y el déficit público en Brasil (1988) y El expe-
rimento neoliberal en Brasil (1992), la presencia de una economía de
la transferencia que imposibilitaba que la economía brasileña fun-
cionara efectivamente como una economía exportadora. Esta econo-
mía de la transferencia actuaba a partir de dos grandes mecanismos:
a) regulaciones proteccionistas de la sustitución de importaciones,
que garantizaban la reserva de mercado y precios monopólicos a la
burguesía industrial interna, extranjera o asociada; y b) formación
de una gran deuda pública interna, originalmente para envío de dó-
lares a los pagos de intereses de la deuda externa, que se convirtió en
parte sustantiva del proceso de acumulación de la burguesía local,
internacionalizándose a partir de la apertura financiera promovida
por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, mantenida en los go-
biernos petistas (2003-2016), y por los gobiernos Temer y Bolsonaro.
Esta economía de la transferencia limitó significativamente el al-
cance del proyecto subimperialista brasileño al reducir las tasas de
inversión y crear en el Estado una fuente de acumulación y realiza-
ción de capital ficticio, que sustituyó parcialmente la producción y
realización de mercancías. El desmonte del régimen de acumulación
vinculado a la dependencia industrial por la apertura comercial y
288
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

financiera de los años 1990 profundizó aún más esta limitación al


sobrevalorar la moneda, desindustrializar, desincentivar las expor-
taciones y hacer de la producción de capital ficticio, a través de la ex-
pansión de la deuda pública, el componente central de la economía
de transferencia.
Durante los gobiernos petistas (2003-2016), la retomada de la
política industrial vía BNDES reactivó el proyecto subimperialista,
atribuyéndole nuevo carácter en relación al de los años 1970-1980,
cuando se vinculó a la pretensión de internalizar la industria pesa-
da y el control de las tecnologías nuclear y electrónica a través de la
dependencia financiera, a la superexplotación, al terrorismo de Esta-
do y a la imposición de fronteras regionales ideológicas, idealizadas
por Golbery do Couto e Silva, el más destacado teórico de la dictadu-
ra militar del gran capital en Brasil. En estos gobiernos petistas se
buscó aprovechar sectores industriales mucho más específicos, sin
la misma importancia estratégica en las cadenas globales de valor,
vinculados a la agroindustria, recursos naturales y construcción ci-
vil, impulsando su internacionalización a partir de la formación de
grandes monopolios productivos internos. Este subimperialismo se
ha proyectado comercial y financieramente principalmente sobre
América del Sur, con quien alcanzó expresivos superávits comercia-
les, pero también sobre el Caribe y África, obteniendo significativas
remesas de beneficios generados a partir de inversiones en el exte-
rior. Se vinculó a una política internacional centrista y multilateral,
de alejamiento relativo de Estados Unidos, acercamiento de China, a
través del BRICS, y al integracionismo bolivariano, sin adoptar su an-
tiimperialismo. En el plano interno, el centrismo se manifestó en una
política moderada de avances sociales y democráticos que pretendió
agregar al patrón neoliberal, fortaleciendo la fracción industrial de
la burguesía, su base nacional y el control estatal de los recursos na-
turales, reajustando la hegemonía del capital financiero ficticio y del
capital extranjero sin amenazarla. El golpe de 2016 desarticuló este
proyecto en favor de un patrón neoliberal mucho más puro que avan-
zó en los gobiernos Temer y Bolsonaro: alineado a Estados Unidos,
289
Carlos Eduardo Martins

basado en altas tasas de superexplotación, en el protagonismo del


capital financiero ficticio, del agronegocio y del extractivismo y en la
alienación al capital extranjero del control nacional sobre recursos
estratégicos y cadenas de valor agregado importantes.
El subimperialismo brasileño presenta, de esta manera, dos po-
sibilidades: como forma de realización del excedente económico y
de inversiones en función de las limitaciones del mercado interno
provocadas por la superexplotación del trabajo; y como proyecto
geopolítico de fracciones internas de la tecnoburocracia estatal, que
buscan ampliar el grado de autonomía en la dependencia y se arti-
culan con distintas fuerzas sociales, presentadas bajo varias formas
históricas.
Como proyecto geopolítico, el subimperialismo fue doblemente
derrotado: por el proyecto neoliberal con el aislamiento de los go-
biernos militares y el desmonte de su proyecto de autonomía tec-
nológica en la dependencia; y por el golpe de 2016, que bloqueó y
destruyó la lenta reactivación del capitalismo de Estado para impul-
sar políticas industriales y elevar el control nacional sobre recursos
estratégicos. En cuanto a la realización de los excedentes y de inver-
siones, el subimperialismo fue limitado por la financiarización del
Estado en Brasil, por la destrucción parcial de su base industrial y
por la expansión del mercado interno proporcionada por el boom de
los commodities. La economía política del golpe, sin embargo, impuso
la retracción del consumo popular y el corte drástico de gastos pú-
blicos primarios, orientando el dinamismo económico hacia las ex-
portaciones y profundizando el grado de transnacionalización de la
economía brasileña, implicando su reorientación hacia la conquis-
ta agresiva de mercados internacionales. El intento de contener el
protagonismo del capital financiero, reduciendo las tasas de interés,
combinándolas con una política fiscal fuertemente restrictiva, indi-
ca que este movimiento de reorientación tiende a ser direccionado
hacia los sectores de menor complejidad tecnológica y dirigido por
el capital internacional, desvinculándose cada vez más de la asocia-
ción entre capitalismo de Estado y fracciones burguesas industriales
290
La teoría marxista de la dependencia a la luz de Marx y del capitalismo contemporáneo

locales. Sus límites están en la vinculación a segmentos de bajo valor


agregado, en la ausencia de un sistema nacional de innovación capaz
de proyectarlo para etapas superiores de la división internacional
del trabajo y en las reacciones proteccionistas y multilaterales a la
superexplotación de la naturaleza en que se sostiene.
Finalmente, con relación al tema del socialismo, ni Ruy Mauro
Marini, ni Theotônio dos Santos o Vânia Bambirra sostuvieron esta
opción política con base en el estancamiento económico que Fernan-
do Henrique Cardoso, José Serra, Bresser Pereira, Guido Mantega y
Gabriel Palma, entre otros, le atribuyeron. Para ellos, el socialismo
era la opción para enfrentar la superexplotación, los altos niveles de
desigualdad, la desnacionalización, las violaciones a la democracia
y los límites crecientes que la dependencia pone al desarrollo en el
capitalismo periférico, condenándolo a nuevas formas de subdesa-
rrollo. El socialismo, aunque partiera de revoluciones nacionales, no
debería restringirse a este espacio, ni buscar el delinking como un
modelo independiente de condiciones históricas específicas y provi-
sionales, sino articular un nuevo eje geopolítico de poder regional
e intercontinental en la economía mundial, estableciendo guerras
de posición y de movimiento de corto, mediano y largo plazo con el
imperialismo y sus socios periféricos, capaces de abrir brechas en la
división del mundo entre centro, semiperiferia y periferia e impulsar
la construcción de otro orden mundial.

291
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Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad
o capa adicional de la dependencia?
Patrick Galba de Paula

Introducción

La renta de la tierra es una forma de rendimiento relacionada con la


propiedad privada de la tierra, que a su vez constituye un elemento
no reproducible por el trabajo, y cuyo control confiere a su poseedor
la capacidad de apropiarse de una parcela significativa del excedente
económico producido por la fuerza de trabajo dirigida a la produc-
ción de mercancías que dependen de la fertilidad o de las reservas
naturales de la tierra para que ocurra.
La forma capitalista de la renta de la tierra tiene características
que la diferencian de las formas existentes antes de la consolidación
del modo de producción y de la sociedad del capital. En primer lu-
gar, presupone el surgimiento de la renta capitalista de la tierra la
existencia de una tasa general de ganancias, algo que históricamente
ocurrió en la industria y en la manufactura, pero no en la agricultura
(colonizada más tarde por el capital). Esta forma de renta constituye
un excedente sobre la ganancia promedia, obtenido por el produc-
tor capitalista (arrendatario), que podrá ser convertido en renta al

297
Patrick Galba de Paula

pagarse una tasa de arrendamiento al propietario de la tierra. De


esta forma, la renta capitalista de la tierra tiene un aspecto residual,
tras la deducción de las ganancias y estas (y no la renta) son la prin-
cipal forma asumida por el excedente económico (al contrario de lo
que ocurría, por ejemplo, en el feudalismo). Asimismo, para que exis-
ta una renta capitalista de la tierra, los precios de las mercancías pro-
ducidas con la utilización de la tierra deben cubrir costes y salarios
(c + v),1 las ganancias (originadas de la plusvalía – m) y también un
coste de arrendamiento, de modo que las mercancías producidas en
la vigencia de las modernas formas de propiedad deben costar más
(en comparación con una sociedad donde no existiese la propiedad
de la tierra). La propia tierra, por lo tanto, se vuelve una “mercancía”
(algo inédito antes del capitalismo), comienza a tener un precio, el
cual expresa una “capitalización” de la renta, y es determinado por la
renta y por las tasas de intereses.
No obstante, la teoría marxista de la renta no versa únicamen-
te sobre la cuestión de la distribución, sino que, de una forma más
general, desarrolla aspectos importantes acerca de la determinación
del valor social, del valor comercial y de los precios de producción2 y,
de esta forma, abarca también aspectos relacionados con la produc-
ción del valor, influenciando en su movimiento.
En este capítulo analizaremos los principales abordajes, dentro
de la tradición marxista, sobre las relaciones entre las rentas de la
tierra y la condición de dependencia, según la describe Marini en la
Dialéctica de la dependencia. El foco del análisis será discutir en qué

1
La suma de capital constante más capital variable. Para que sea posible desarrollar
el argumento como nos proponemos a lo largo de este texto, dentro de las limitacio-
nes de espacio, se optó por evitar explicaciones introductorias sobre la teoría marxis-
ta del valor o incluso sobre la teoría marxista de la renta. A medida que las categorías
teóricas son citadas, se harán referencias a otros trabajos donde pueden encontrarse
estas explicaciones introductorias.
2
Para una exposición profundizada sobre la determinación del valor social, ver De
Paula (2021, pp. 145-159). Sobre las categorías valor comercial (o de mercado –Vm–; va-
lor comercial y valor de mercado son sinónimos que aparecen respectivamente en las
traducciones portuguesa y española de Marx), precios de producción (PP) y precios de
producción de mercado (PPm), ver De Paula (2022: capítulo 3).

298
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

medida los abordajes que relacionan estos aspectos son capaces de


describir el papel de la apropiación de la renta de la tierra como un
componente de las especificidades de la periferia dependiente del
mercado mundial capitalista; y, al mismo tiempo, en qué medida es-
tos análisis expresan desarrollos consistentes de la teoría marxista
del valor y su método.
En la próxima sección, se presentará un breve inventario de los
trabajos que relacionan la cuestión de la renta de la tierra con la
condición dependiente (y en un sentido más amplio, con la temática
del desarrollo) con el objetivo de identificar los principales caminos
para relacionar la cuestión de la renta de la tierra con la condición
dependiente. En la tercera sección, el objetivo será analizar más deta-
lladamente estos principales caminos o los abordajes que mejor sin-
tetizan, a nuestro ver, cada uno de ellos. En la cuarta sección, a partir
de algunas consideraciones críticas sobre los abordajes analizados
y buscando una síntesis de los aspectos más interesantes por ellos
aportados, se delinearán los elementos centrales de un abordaje al-
ternativo. Por último, se plantearán algunas conclusiones generales
sobre la relación entre renta de la tierra y dependencia, contextuali-
zando los principales puntos tratados.

Los diversos abordajes de la relación entre renta y desarrollo/


dependencia: una rápida revisión de la literatura

Es posible trazar el origen de los estudios que relacionan la cuestión


del desarrollo y subdesarrollo en la economía mundial y la renta
agraria hasta la década de 1920 con los trabajos del economista so-
viético Isaak Dashkovsky (1891-1972). Dashkovsky publicó en Pod
Zramenem Marxizma (“bajo la bandera del marxismo”) tres artícu-
los en serie donde busca deducir una concretización internacional
de las teorías del valor y de la acumulación de Marx, todos de 1927.
Partiendo de una teorización sobre las relaciones desiguales (des-
de punto de vista del valor-trabajo) de intercambio en el mercado
299
Patrick Galba de Paula

mundial, así como de los reflejos de las exportaciones de capitales,


Dashkovsky apunta en sus conclusiones a una tendencia de estra-
tificación de la economía mundial capitalista, consecuente de una
tendencia de aumento de la renta agraria en detrimento de las ga-
nancias industriales, en los países “atrasados” (Dashkovsky, 1927).
Esta posibilidad de atribuir un papel relevante de la renta agra-
ria en el proceso de desarrollo de las economías nacionales o en su
manera peculiar de interconexión con la economía mundial volvió a
ser desarrollada con fuerza desde los años 1970 y es posible observar
una ampliación significativa en la última década. Ejemplifican estos
estudios las diversas tentativas de teorización original sobre el papel
de la renta agraria en la conformación de una estratificación en la
economía mundial (Higginbottom, 2014) y sobre las formas peculia-
res asumidas por la plusvalía en el caso de la renta minera (Nwoke,
1984) y petrolera en el mercado mundial (Bina, 1989a), los estudios
diversos basados en tentativas de medición empírica de las catego-
rías de la teoría de la renta agraria (Bina, 1989b y 2013; Hong y Ge,
2005; Grinberg, 2015; Maito, 2017 y 2018; Fitzsimons, 2019), o sobre la
relación entre la apropiación de renta y ciertos aspectos de la depen-
dencia o subdesarrollo (Flichman, 1977; Margulis, 1979; Carcanholo,
1982, 1984 y 2013; Patnaik, 1983; Purcell, 2016; Osorio, 2017; Carrera,
2017), así como las extrapolaciones más generales que apuntan sus
implicaciones en las formas y configuraciones particulares asumi-
das por el capitalismo contemporáneo (Paulani, 2016; Purcell et al.,
2019).
Una revisión exhaustiva de esta literatura sobrepasaría los lími-
tes de este capítulo. Sin embargo, en lo que se refiere, en particular, a
la cuestión de la relación entre la condición dependiente de la peri-
feria capitalista (en especial en el caso latinoamericano) y renta de la
tierra, es posible apuntar la existencia de dos caminos principales: el
primero busca comprender la relación entre la renta agraria y la con-
dición periférica (dependencia o subdesarrollo) como un desarrollo
de la teoría del valor-trabajo en niveles de abstracción más concre-
tos. Este tipo de estudio presenta una relación estricta con la teoría
300
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

marxista de la dependencia (TMD) y tuvo en los trabajos de Carcan-


holo (1982, 1984 y 2013) su principal expresión. El segundo camino
tiene como característica fundamental la adopción de la categoría
renta de la tierra como punto de partida del análisis de la especifi-
cidad de los países subdesarrollados (caracterizados como países de
“desarrollo no clásico”, o “ricos en recursos”) y, aunque se observa
una producción prolífica desde los años 1970, una de sus formula-
ciones recientes más representativas se encuentra en los trabajos de
Carrera (2006 y 2017).

Marini, Reinaldo Carcanholo y el abordaje de la renta de la tierra


en la periferia como nivel de abstracción de la teorización sobre el valor
en el mercado mundial

En el primer caso, los estudios que desarrollan la relación entre ren-


ta agraria y la condición periférica o la dependencia como una con-
cretización de los niveles de abstracción de la teoría del valor-trabajo
aparecen como un desarrollo de la TMD inspirada principalmente
en los estudios de Marini (1973a, 1973b). Aquí el desarrollo es visto
(en el sentido dado por Marx)3 como ampliación de la complejidad
del movimiento y de las manifestaciones de las leyes internas de
los fenómenos, y no como una evolución desde lo peor a lo mejor.
El desarrollo histórico bajo el modo de producción capitalista es vis-
to, así, como una historicidad donde sus (propias) leyes internas se
manifiestan de formas distintas en períodos históricos diferentes, de
acuerdo con distintos patrones de acumulación (Carcanholo, 2017).
Así, desarrollo y subdesarrollo aparecen como una unidad dialéctica
del proceso de acumulación capitalista en escala mundial, expresio-
nes de un mismo movimiento del modo de producción capitalista.
La dependencia, a su vez, expresa la condición de la economía de
un país subdesarrollado cuya expansión se encuentra restringida y

3
El estudio que más profundiza en la noción de desarrollo en la obra de Marx fue
realizado por Bonente (2011). Ver también Lukacs (2009, pp. 237-238) y De Paula (2015).

301
Patrick Galba de Paula

condicionada por la expansión de otra u otras economías de países


o regiones cuya expansión puede ocurrir de forma autosostenida
(a pesar de las contradicciones peculiares al modo de producción
capitalista), una relación que expresa distintos aspectos del mismo
movimiento y que, como relación (que no se refiere a sus polos espe-
cíficos), no podría ser superada en los marcos del mantenimiento de
este movimiento que caracteriza la historicidad del modo de produc-
ción capitalista (Carcanholo, 2017).
Desde el punto de vista metodológico, la principal contribución
de esta corriente es la percepción de que el análisis de la condición
periférica (del subdesarrollo o dependencia) no depende ni del desa-
rrollo de teorizaciones externas a las leyes de movimiento del modo
de producción capitalista, ni de la mera reproducción de sus casos
“clásicos”, sino de un rebajamiento del grado de abstracción dirigido
a las especificidades de las formas de manifestación de dichas leyes
en las condiciones peculiares de una periferia dependiente, origina-
da del proceso de expansión global del modo de producción capita-
lista (Marini, 1973a; Carcanholo, 2017). El presupuesto aquí es que el
análisis de Marx en El Capital, al menos en lo que respecta a las leyes
fundamentales del modo de producción capitalista, se refiere al ca-
pital de conjunto, en el cual la existencia de fronteras y economías
nacionales es en general abstraída (aunque presupuesta). No se trata,
por lo tanto, de una visión válida solo para ciertos casos “clásicos” de
economías nacionales capitalistas.
Dicha relación de dependencia entre la periferia subdesarrolla-
da y los centros industriales tendría como condicionantes estructu-
rales movimientos tendenciales de transferencia de plusvalía en el
sentido periferia-centro. Estos movimientos serían, fundamental-
mente, tres: a) las transferencias de plusvalía relacionadas con los di-
ferenciales de productividad intrasectoriales entre los capitales que
operan en los centros industriales y en la periferia capitalista; b) las
transferencias relacionadas a los diferenciales entre plusvalía pro-
ducida y apropiada en función de los diferenciales de composición
del capital entre los distintos sectores, dada la mayor concentración
302
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

de los sectores de alta composición del capital en las regiones de los


grandes centros industriales y la formación (tendencial) de precios
de producción referenciados en el proceso de formación de una tasa
general de ganancias a nivel internacional (Marini, 1973b); c) las
transferencias relacionadas con la divergencia entre precios comer-
ciales y precios de producción, posible debido al control monopolista
de las actividades industriales y el control de la oferta de la mercan-
cía, ya sea a través de secretos industriales, la propiedad industrial,
etc. (Marini, 1973a; Carcanholo, 2017; Leite, 2017).
Esas transferencias de plusvalía, para Marini, serían la causa sub-
yacente de otro proceso, que corresponde a la categoría central de la
dependencia, la superexplotación de la fuerza de trabajo, una catego-
ría peculiar de la periferia dependiente y que le confiere su especifi-
cidad. La superexplotación, para Marini, surge como la única forma a
través de la cual los capitales que operan en las regiones dependien-
tes podrían compensar el movimiento de transferencia de plusvalía
hacia las economías centrales, ya que las economías dependientes
no podrían hacerlo aumentando la tasa de plusvalía a través de la
elevación (relativa, de cara a las economías centrales) de la producti-
vidad del trabajo en la producción de las principales mercancías de
consumo de los trabajadores. Se trata de una categoría que poseería
formas de manifestación diversa, siempre específicas en la periferia
dependiente del sistema capitalista. Sus mecanismos más comunes
serían tres: aumento de la jornada de trabajo; aumento de la intensi-
dad del trabajo; y remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de
su valor (Marini, 1973b; Carcanholo, 2017).
En estas formulaciones de la teoría marxista de la dependencia,
sin embargo, no hubo una consideración profundizada del papel
de la renta agraria en el proceso de desarrollo de la economía mun-
dial capitalista. Esto no significa que este aspecto fuese considerado
irrelevante, sino que fue considerado como expresión de un nivel
de abstracción más concreto y que, por lo tanto, debía ser analizado
desde el desarrollo de la cuestión de la operación del valor-trabajo
(ley del valor) a nivel internacional (en el mercado mundial). Este
303
Patrick Galba de Paula

tipo de estudio en un nivel de abstracción más concreto, y teniendo


el desarrollo anterior (al menos en algún grado) como presupuesto,
aparece en los trabajos de Reinaldo Carcanholo (1982; 1984). Carcan-
holo (1982) se propone analizar las condiciones de producción (o ge-
neración), apropiación y movimientos de transferencia de la renta
de la tierra, en especial en la producción de café en la Costa Rica del
período que va de 1960 a 1975, y los efectos de esta transferencia de
plusvalía en el movimiento de la economía del país, en especial en
sus posibilidades de industrialización por entonces (Carcanholo,
1982);4 y, posteriormente, busca producir una generalización para
la producir análisis análogos (Carcanholo, 1984). Un elemento me-
todológico fundamental del trabajo de Carcanholo, no obstante, es
considerar este análisis en un nivel de abstracción más bajo de aquel
desarrollado por Marx en El Capital. Para Carcanholo, el análisis
aquí debe ser desarrollado en el nivel de abstracción de los precios de
mercado y, además, debe incluir otros aspectos también de niveles de
abstracción más concretos tales como: eliminar los presupuestos de
inexistencia de fronteras nacionales, la pequeña producción fami-
liar, etc., llegando así a delinear las condiciones para la apropiación
de la renta agraria en un país concreto dentro del mercado mundial
(Carcanholo, 1982; 1984).
De esta forma, la apropiación de plusganancias en forma de renta
que es medida por Carcanholo tiene que ver con el diferencial entre
precios comerciales vigentes en el mercado mundial y los precios de
producción preponderantes dentro del país analizado, lo que lleva
al concepto de renta absoluta nacional (Carcanholo, 1984). La cate-
goría expresa el hecho de que, excepto en el caso en el que los capi-
tales del país en cuestión regulen los precios (operen en las peores
condiciones),5 toda la renta generada en este país sería considerado

4
Este trabajo constituye una tesis doctoral en economía, en la Universidad Autónoma
de México (UNAM), que tuvo como orientador al propio Marini.
5
Recapitulando: en los sectores generadores de renta (SGR), la determinación de los
precios y del valor no se da por las condiciones medias de productividad, sino por los
capitales que operan en las peores condiciones en las cuales todavía es posible lograr

304
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

renta diferencial (incluso aquella generada en los peores terrenos),


con relación a los capitales reguladores que se sitúan en el exterior.
Además, existe en esta construcción teórica la posibilidad de una
“transferencia de renta”, es decir, de que una parcela de la renta ge-
nerada por determinado capital (o país) sea apropiada por otro. Eso
ocurriría siempre que hubiese una divergencia entre el precio regu-
lador del mercado mundial (aquel que corresponde a las mercancías
producidas por los capitales que operan en las peores condiciones) y
los precios de mercado efectivos, lo que indicaría, al mismo tiempo,
una divergencia en la relación oferta-demanda (lo que es admitido
en el modelo de Carcanholo, dado que él examina la relación entre
precios comerciales y precios de producción).
Partiendo de estos conceptos, Carcanholo discute a continua-
ción la posibilidad de que esta plusganancia agroexportadora sea
apropiado internamente, en el país en cuestión, pero no por los ca-
pitales envueltos de forma directa en la producción agraria o en su
comercialización, sino por otros sectores (como los productores de
mercancías de lujo, el llamado “consumo conspicuo” realizado por
los propietarios de tierras, la industria que aprovecha las materias
primas locales, o incluso los sectores exportadores de la industria en
general), a través de mecanismos de transferencia. Tales mecanis-
mos serían: tarifas múltiples de cambio y sobrevaloración del cam-
bio, cobranza de tasas o confiscaciones sobre las exportaciones de
productos primarios, protecciones aduaneras para productos indus-
triales y subsidios para la importación de materias primas o equipos
para el sector industrial; todas estas son políticas esporádicamente
adoptadas en países dependientes. En este caso, las transferencias
para la industria permitirían una elevación “artificial” de la tasa de

la tasa general de ganancias (después de deducidos todos los costes con capital cons-
tante, capital variable y al menos un pago mínimo de arrendamiento). Las principales
formas de renta de la tierra son la renta diferencial (relacionada a los diferenciales de
fertilidad de la tierra, o a los diferenciales de inversiones de capitales) y la renta abso-
luta, relacionada a un valor mínimo de arrendamiento que los propietarios de tierra
exigen para permitir su utilización en la producción. Una explicación más detallada
de la teoría marxista de la renta de la tierra se puede ver en De Paula (2020, cap. 5).

305
Patrick Galba de Paula

ganancias de los capitales en ella invertidos, que, en el caso de que


se vuelva condición de su supervivencia como capital industrial, les
conferiría un aspecto parasitario. Carcanholo llama a esta renta ab-
soluta nacional transferida a la industria sobreexcedente agroexporta-
dor (Carcanholo, 1984).
De cualquier forma, en el análisis desarrollado por Carcanholo,
tanto la determinación de la producción (o generación) de las plus-
ganancias a ser apropiados en forma de renta como la determina-
ción de las posibilidades de transferencia (incongruencia entre
producción/ generación y apropiación de plusvalía) entre los distin-
tos capitales y sectores (y países) dependen siempre de condiciones
concretas, tales como: dónde son determinados los precios regula-
dores internacionales (mercado mundial), relación de estos con los
precios de mercado mundial, precios de producción internos, tasa de
ganancias en el mercado mundial (como un promedio mundial), tasa
de ganancias interna, las tasas de plusvalía en el mercado mundial
(“m/v” como media mundial) y tasa de plusvalía interna, etc. Podría
haber una apropiación de plusganancias correspondientes a la renta
agraria superior o inferior a aquella producida o generada interna-
mente en determinado país, dependiendo de la relación entre estas
variables (en especial, entre los precios de producción internos y los
precios de mercado en el mercado mundial). De esta forma, no ha-
bría garantía alguna de que la renta de la tierra pueda cumplir un
papel favorable o desfavorable a la ampliación de la plusvalía total
apropiada en un país agrario, vis-à-vis aquella que es producida o ge-
nerada por él.

Laclau, Carrera y la renta de la tierra como punto de partida


de la especificidad del “desarrollo no clásico”

El surgimiento de la teoría marxista de la dependencia, por su parte,


engendró toda una reacción dentro del marxismo europeo, particu-
larmente conduciendo al desarrollo de una interpretación difusio-
nista de la teoría marxista, en la cual el papel de la expansión del
306
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

modo de producción capitalista es considerado de forma unilateral,


y la propia noción de “desarrollo” expresa una visión de moderniza-
ción y mejoría de las condiciones materiales de existencia, la cual se
relaciona estrechamente con el avance de las relaciones capitalistas
de producción y de la lógica del capital (De Paula, 2015).
Dicha reacción difusionista dentro del marxismo contra la TMD,
junto con las repercusiones de los ataques de los críticos a la teoría
de la renta de Marx, creó condiciones que favorecieron el desarrollo
de otra escuela de estudios que relacionó la cuestión de la renta agra-
ria con las particularidades de la condición de subdesarrollo de los
países latinoamericanos, al final de los años 1960. Esta escuela tiene
orígenes que se remontan a los trabajos del llamado abordaje de los
modos de producción, de Ernesto Laclau (1971). En este enfoque se tra-
ta de sustituir un tipo de análisis centrado en la teoría del valor-tra-
bajo de Marx por una “teoría general” de la articulación de los modos
de producción, o bien por el desarrollo de teorías específicas para
cada formación social (o cada “caso de desarrollo”). En la mayoría de
los casos se presuponen las inclinaciones de convergencia (del punto
de vista del desarrollo) presentadas por el avance de las relaciones
de producción capitalistas.6 Ya en sus trabajos de fines de la déca-
da del sesenta, Laclau sugiere un papel para la renta agraria en la
determinación del “atraso” de los países latinoamericanos (en espe-
cial, de la Argentina). Según este autor, la renta diferencial apropia-
da por el sector agrario tendría su origen en la plusvalía producida
en los países industriales (principalmente Europa y Estados Unidos)
y constituiría un tipo de logro excedente (plusganancia o plusvalía
extraordinaria) que contribuiría de forma negativa al desarrollo
de los países latinoamericanos (Laclau, 1969). No hay, sin embargo,
en la obra de Laclau, un desarrollo profundizado de esta temática

6
Para una revisión de este tipo de abordaje, ver a Ruccio y Simon (1986). Para una crí-
tica de la falta de consideración de la centralidad de la teoría del valor en los debates
sobre desarrollo, ver De Paula (2015). Una “escuela de los modos de producción” de
características semejantes se desarrolló también en el debate marxista de India. Ver
a Patnaik (1990).

307
Patrick Galba de Paula

(más allá de esta sugerencia), en el sentido de cualquier tentativa de


demostrar cómo la renta podría influir en el “atraso” del desarrollo
de los países latinoamericanos; tampoco hay una demostración de
cómo esta forma de rendimiento podría tener origen en la plusvalía
producida en los países industriales.7
A pesar de que diversos autores han buscado desarrollar de al-
guna forma estas sugerencias presentes en la obra de Laclau (o se
hayan inspirado en ella), los trabajos que parecen haber alcanzado
el mayor reconocimiento en este intento son los de Carrera (2006 y
2017). Carrera identifica que el atraso del desarrollo capitalista en los
países de América Latina, y de la Argentina en particular, estaría en
la base de su pequeña escala de la producción, lo que a su vez lleva-
ría a un crecimiento de la productividad del trabajo más lento que
aquel observado en los países capitalistas desarrollados (Carrera,
2006). El crecimiento más lento de la productividad imposibilitaría
que estos capitales empleados en la industria, y que producen en es-
cala reducida, pudiesen lograr la tasa general de ganancias si no hu-
biese algunas formas de compensación (Carrera, 2006). Estas formas
de compensación serían principalmente tres: a) remuneración de la
fuerza de trabajo por debajo de su valor (un tanto análogo a la noción
de superexplotación, de Marini); b) transferencias internas oriundas
de capitales nacionales, cuya acumulación es determinada por la
tasa de intereses, y no por la tasa de ganancias (una especie de trans-
ferencia de sectores “financieros”, o de parte de las compañías de ca-
pital abierto de menor porte para la gran industria); c) transferencias
dirigidas a la industria y originadas de la renta diferencial lograda
por la producción agraria (principalmente), pero también de la pro-
ducción de hidrocarburos y de la minería. Este último origen consti-
tuiría la más importante forma de compensación por la lentitud de
la evolución de la industria y estaría en la base de la particularidad

7
Una lectura crítica de este aspecto de la obra de Laclau puede ser vista en Carrera
(2017).

308
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

del proceso de acumulación de capital argentino (y de otros países de


América Latina) (Carrera, 2006).
Al profundizar el análisis de las transferencias de renta agraria
hacia la industria, Carrera apunta los siguientes mecanismos a tra-
vés de los cuales esta podría ocurrir: a) apropiación por el Estado, a
través de impuestos y precios controlados y luego transferencias a
través de subsidios para la industria, compras estatales, etc.; b) déficit
fiscal cubierto por emisión de moneda inflacionista, lo que llevaría a
una tasa de intereses real negativa; c) sobrevaloración del cambio, lo
que permitiría una retención de parte de la renta agraria, que podría
ser apropiada por los industriales al comprar equipos más baratos
en moneda extranjera, además de permitir una sobrevaloración de
las ganancias al convertirlos y emitirlos en moneda extranjera. Este
último, de acuerdo con Carrera, sería el método preferido en la Ar-
gentina (Carrera, 2006).
De esta forma, la principal conclusión de Carrera es que el pun-
to de partida de una teorización sobre la “forma particular del pro-
ceso de acumulación capitalista” en los países latinoamericanos, o
del desarrollo de la “ley del valor” en la particularidad de las esfe-
ras nacionales latinoamericanas, es el papel desempeñado por la
apropiación y redistribución de la renta de la tierra. Esta conclusión
justificaría todo el foco de la teorización sobre la particularidad del
crecimiento de los países subdesarrollados en esta forma particular
de apropiación de la plusvalía dentro de estas economías nacionales
donde la acumulación se basa en la producción de mercancías portadoras
de renta agraria, en contraposición con la forma nacional clásica de
acumulación observada en los países industriales desarrollados (Ca-
rrera, 2008; 2017). La propia unidad de la economía mundial (cuyo
desarrollo sería “global en el contenido y nacional en la forma”)8 se
basaría fundamentalmente en la diferenciación entre estos dos tipos
de procesos de acumulación (Carrera, 2008).

8
Caligaris (2016, pp. 56-61).

309
Patrick Galba de Paula

Carrera ve el eslabón constitutivo fundamental de la unidad entre


“países donde la acumulación se basa en la producción de la genera-
lidad de mercancías” (“forma nacional clásica”, o países industriales)
y los “países donde la acumulación se basa en la producción de mer-
cancías portadoras de renta agraria” (subdesarrollados) justamente
en el flujo de plusvalía a ser apropiado como renta, redistribuido o
no hacia la industria de los países subdesarrollados, un flujo en el
sentido centro-periferia. Este flujo y su redistribución para la indus-
tria de los países subdesarrollados sería responsable de que se vuelva
perenne la baja productividad, así como del carácter parasitario de
estos capitales. Así, para Carrera, quedarían rechazadas no solo todo
el abordaje de la TMD y las teorías del intercambio desigual (Carrera,
2008), sino también de las teorías del imperialismo, como en la for-
mulación clásica de Lenin. Todas estas son vistas por el autor como
formas de conciencia pequeñoburguesas que sustituirían la determi-
nación material del proceso de desarrollo capitalista por las aparien-
cias de las relaciones políticas y militares francas establecidas entre
procesos nacionales de acumulación de capital (Carrera, 2008).
En otro trabajo (Carrera, 2017), el autor desarrolla de forma minu-
ciosa el análisis de las condiciones y los determinantes que inciden
en la apropiación de la renta de la tierra, sus orígenes, así como las
condiciones de su redistribución. Su principal objetivo es desarrollar
ciertas determinaciones generales sobre la relación entre renta de la
tierra y subdesarrollo, determinaciones estructurales que no depen-
derían de las fluctuaciones momentáneas de los precios de mercado
de las mercancías “portadoras de renta”. Según el autor, la plusvalía
apropiada como renta tendría origen en los países industriales (en
los cuales prevalecería la “forma nacional clásica de acumulación”),
y su redistribución y apropiación por los capitales latinoamericanos
(en especial, por la industria) sería el aspecto fundamental de la con-
dición a la cual corresponde su forma peculiar de acumulación.

310
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

Consideraciones críticas sobre los abordajes de la renta


de la tierra en la periferia capitalista

Considerado el inventario realizado en la sección anterior, ahora


buscaremos tejer algunas consideraciones críticas sobre los abor-
dajes que relacionan la condición de dependencia dentro de la
economía mundial con la renta de la tierra, focalizando en los dos
principales caminos para trazar esta relación, representados por los
trabajos de Carcanholo y Carrera.
En primer lugar, es necesario resaltar, a la luz de la revisión rea-
lizada, la gran relevancia del problema de la renta de la tierra en las
economías de los países dependientes. No sería razonable considerar
una coincidencia que todos los países dependientes tengan partici-
pación relativamente alta de los sectores generadores de renta (los
SGR: actividades agrícolas, pecuarias y extractivistas) en sus eco-
nomías, o incluso cuando poseen una industria de cierto peso, sus
principales ramos son los que se benefician de las materias primas
locales (producidas por los SGR). La mera existencia de una demanda
europea (y, posteriormente, de Estados Unidos y de otros países in-
dustrializados) de alimentos y materias primas no parece suficiente
para explicar por qué todos los países dependientes se especializaron
en este tipo de mercancía, mientras los países que se industrializa-
ron de forma más completa, incluso los que lo hicieron de forma tar-
día, terminaron por establecer formas distintas de integración a la
economía mundial. Al mismo tiempo, no parece coincidencia que en
todos los países donde los SGR tienen peso más significativo, el mo-
vimiento de acumulación de capital tenga características específicas
y similares, incluso del punto de vista de sus consecuencias sociales
(como aquellas relacionadas con la superexplotación de la fuerza de
trabajo), mientras que en los países industrializados el movimiento
de acumulación presenta otras características.
Marini, al considerar el proceso de constitución de la depen-
dencia latinoamericana, afirma que la oferta de materias primas y

311
Patrick Galba de Paula

alimentos de América Latina no solo permitió la constitución de la


gran industria europea, sino también fue condición necesaria para
el desplazamiento del eje de acumulación de la producción de plus-
valía absoluta al eje de plusvalía relativa, centrado en el aumento
de la capacidad productiva. Por otro lado, del punto de vista de las
economías latinoamericanas, este mismo movimiento va a resultar
en un tipo de acumulación marcada por la superexplotación del tra-
bajo y de la expansión horizontal, cuantitativa, con bajo o ningún
crecimiento de la productividad del trabajo. Esta forma es, sin duda,
característica fundamental de las economías dependientes.
Pero también es un hecho que los sectores productores de alimen-
tos y materias primas son, sin excepción, sectores que generan renta
proveniente de la tierra. Esto parece tener alguna relación más es-
tructural con las tendencias subyacentes del proceso de dependen-
cia (como aspecto del proceso de formación de la economía mundial
capitalista). De otro modo, sería una gran coincidencia que la gene-
ralización de una periferia dependiente de países primario-exporta-
dores sea acompañada por la virtual inexistencia de una periferia
dependiente constituida por países exportadores de mercancías
industriales o, al menos, dotados de una pauta de exportaciones
diversificada.
Teniendo esto en consideración, parece adecuado pensar la rela-
ción entre renta de la tierra y dependencia como una relación que
envuelve ciertas tendencias estructurales del modo de producción
capitalista, cuando se lo observa desde el punto de vista de la econo-
mía mundial. La principal contribución de un tipo de formulación,
como la de Carrera (pero presente en toda una serie de autores la-
tinoamericanos y que, como hemos visto, se remonta a debates so-
viéticos de los años 1920), que confiere a la cuestión de la renta de la
tierra una posición estructural en el proceso de dependencia es justa-
mente esta: la de resaltar la existencia de una inclinación de crecimiento
de los SGR en la periferia dependiente, y de que estos sectores tengan una
importancia relativa en los países dependientes más significativa que la
importancia que observan en las economías industriales.
312
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

No obstante, incluso si se admite la posibilidad de que la expan-


sión más significativa de los SGR en las economías dependientes
tenga un carácter tendencial dentro del proceso de formación del
mercado mundial capitalista, esto no significa que este carácter sea
aquel propuesto por visiones que le atribuyen el carácter de punto de
partida del análisis de la periferia dependiente, o de su especificidad.
Una cosa es que exista una determinación tendencial ofrecida por la
apropiación de la renta de la tierra para el movimiento de acumula-
ción en la periferia dependiente, otra cosa es que esta determinación
sea la única que le confiera su carácter específico (como ocurre en la
visión de Carrera).
En lo que respecta a la relación que el tipo de visión desarrollada
por Carrera establece entre la cuestión de la renta de la tierra y la de-
pendencia, percibimos que su objetivo es establecer una teorización
que se sitúa en un nivel de abstracción alto, que se refiere a la propia
legalidad del modo de producción capitalista en su unidad mundial
(mercado mundial), considerada su expansión y la constitución de
distintas formas de integración a la economía mundial, o distintos
patrones de acumulación. Patrones determinados, de todas formas,
por las relaciones mutuas establecidas entre los países industriales
y una periferia productora de “mercancías portadoras de renta”. Sin
embargo, dejando de lado los aspectos específicos de la lectura de
Carrera de la teoría de la renta de la tierra (que analizaremos más
adelante), la adopción de la renta apropiada en los países periféricos
como punto de partida para teorizar sobre este tipo de relación en la
economía mundial ya expresa, a nuestro ver, un problema metodo-
lógico fundamental: se presupone que un aspecto de la apropiación
de la plusvalía es fundamental para determinar la peculiaridad de la
forma de acumulación en las economías periféricas sin antes haber
comprendido cómo ocurre el movimiento de su producción en es-
cala mundial, o sea, considerando la existencia de distintos países,
con distintas condiciones de sus economías nacionales, en un mer-
cado mundial (aspectos abstraídos en el nivel de abstracción de El
Capital, aunque presupuestos). Habiendo teorizado sobre esta forma
313
Patrick Galba de Paula

peculiar de apropiación (la renta), el análisis de Carrera busca enton-


ces explicar las particularidades de la producción y de la acumula-
ción en estos países “ricos en recursos”, y su especificidad frente al
“caso nacional clásico” de acumulación. De todas formas, el análisis
de Carrera no busca, en momento alguno, demostrar desde la teoría
marxista del valor-trabajo y del movimiento del valor-capital la pe-
culiaridad de las economías nacionales no clásicas, o sea, demostrar
la validez de su punto de partida.9 Carrera adopta la renta de la tierra
como punto de partida del análisis de la peculiaridad en cuestión y
afirma luego, perentoriamente, que esta es la “manifestación global
de la ley del valor”. De esta forma, el análisis presupone todo aquello
que venía a demostrar.
En términos más específicos, Carrera entiende que la renta de
la tierra, cuando tiene origen fuera de los SGR, lo tendría también
fuera de los países periféricos. Pero ¿cómo afirmar esto sin una teo-
rización sobre la operación del valor (de la “ley del valor”) en escala
internacional, que considere la existencia de distintos países, el pa-
pel de las distintas monedas en la economía mundial, de la expor-
tación de capitales, etc.? Antes de afirmar la renta de la tierra como
aspecto fundamental de la especificidad periférica, sería necesario
un desarrollo en el cual este papel de la renta en la diferenciación de
las formas de acumulación sea un resultado y no un punto de parti-
da. Este camino es el único que expresaría una visión del capitalismo
como un sistema mundial. De otra forma, se estaría partiendo de un
presupuesto (explícito o implícito) de la existencia de distintos “capi-
talismos nacionales” o formaciones sociales nacionales particulares
cuyo movimiento se basaría en legalidades propias.
Además, esta adopción discrecional del papel de la renta de la
tierra como punto de partida termina por naturalizar el hecho de

9
Es curioso notar que el mismo Carrera (2013) desarrolla un interesante análisis me-
todológico sobre el problema del punto de partida en la obra de Marx, apuntando que
dentro del método marxista de reproducción de lo concreto en el pensamiento (con-
creto pensado) la cuestión del punto de partida (en el caso de El Capital, la mercancía)
presenta un carácter necesario, y no contingente (Carrera, 2013).

314
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

que ciertos recursos naturales se hayan tornado valiosos del punto


de vista de la economía mundial capitalista, transmitiendo la idea
de que ciertas mercancías, como el azúcar, el café, la soja, la carne
bovina, etc., son “naturalmente” valiosas y por eso su abundancia (o
la abundancia de condiciones para su producción) en la periferia ha
determinado la especificidad del tipo de desarrollo capitalista que
allí se dio (de aquí que se hable de “países ricos en recursos”). Casi
todas las regiones habitables del planeta presentan condiciones pro-
pias para la producción de algún tipo de mercancía primaria, pero
eso no determinó que todas estas regiones se hayan necesariamente
especializado en la producción de este tipo de mercancía, integrán-
dose así a la economía mundial en la condición de abastecedores de
materias primas. Un análisis desde la teoría social marxista debe, por
el contrario, buscar comprender el proceso social a través del cual se
volvió necesario para la periferia capitalista especializarse en la pro-
ducción de este tipo de mercancía, como ocurrió en América Latina.
Por otra parte, parece también relevante tener en cuenta que, del
punto de vista de su método de exposición, Marx colocó la cuestión
de la renta de la tierra en una posición posterior (del punto de vis-
ta del grado de abstracción –considerado más concreto–) dentro del
análisis del valor-capital, con relación a cuestiones de la producción
del valor, de la formación del valor social, de la formación de la tasa
general de ganancias, de los precios de producción, del valor de mer-
cado e incluso de formas de redistribución social del valor o de su
circulación, como las cuestiones de la ganancia comercial y de los
intereses. Si se sigue el método de exposición de Marx para la recons-
trucción teórica del funcionamiento de la economía mundial y de
la formación del mercado mundial capitalista, se debe rehacer tam-
bién este trayecto respecto a la cuestión de la renta de la tierra, cuya
principal modificación puesta al movimiento del valor-capital reside
en el aspecto de su apropiación (aunque exista también alguna rele-
vancia para la producción del valor); su desarrollo teórico debe ser
considerado tras las modificaciones dispuestas por la existencia de

315
Patrick Galba de Paula

una economía mundial (existencia de países, monedas distintas, ta-


sas de ganancias y de plusvalías nacionales distintas, etc.).
Así, una primera conclusión que podemos apuntar aquí es que la
aceptación de que la expansión más significativa de la renta de la tie-
rra tenga un carácter tendencial dentro del proceso de formación de
la periferia dependiente dentro de la economía mundial capitalista
no implica el rechazo de las formulaciones de la teoría marxista de la de-
pendencia. Es posible comprender esta relación entre renta de la tie-
rra y dependencia, e incluso conferirle un carácter más estructural,
manteniendo al mismo tiempo el análisis metodológico propuesto
por Marini, en la Dialéctica de la dependencia, y por los demás autores
de la TMD; o sea, es posible pensar las determinaciones puestas por
la expansión más significativa de los SGR en la periferia dependiente
como un nivel de abstracción adicional de la representación teórica de la
dependencia, o en otros términos, de la descripción del proceso en el
cual el movimiento del valor-capital da origen a un mercado mun-
dial capitalista con todas sus contradicciones.
La comprensión de este aspecto metodológico parece ser justa-
mente la principal contribución del tipo de análisis desarrollado por
R. Carcanholo. Antes de analizar el problema de la renta de la tierra
en sí, y su influencia en el proceso de acumulación en un país especí-
fico, Carcanholo busca establecer las modificaciones dispuestas para
el movimiento del valor-capital y de la operación de la ley del valor
a este nivel más concreto, abandonando los presupuestos relaciona-
dos con la inexistencia de fronteras nacionales (Carcanholo, 1984).
Gracias a esto, su análisis permite comprender las condiciones para
la apropiación de renta de la tierra en un país concreto, así como las
condiciones para la conversión de esa renta en formas apropiables
por otros capitales, o sea, para una transferencia de su apropiación
(Carcanholo, 1984). Además, como se apuntó anteriormente, Carcan-
holo es capaz de descubrir, en el nivel de abstracción en que opera,
diversas categorías nuevas, como la de la renta diferencial nacional,
el excedente exportador, la renta absoluta nacional, etc. De todos mo-
dos, del análisis pormenorizado del caso costarriqueño (Carcanholo,
316
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

1982) y de la generalización desarrollada por el autor (Carcanholo,


1984), una importante conclusión es que, pese a toda la importancia
de la renta de la tierra, y de las formas transmutadas de su apropia-
ción causadas por las distintas combinaciones de la relación entre
precios internos y precios internacionales (expresado en la categoría
del excedente agroexportador), no existe una direccionalidad necesaria
para las transferencias de valor puestas por la apropiación de renta
de la tierra. La plusvalía apropiada como renta en determinado país
(o más precisamente en sus SGR) puede ser mayor o menor que aque-
lla producida/generada internamente.
Con ello, Carcanholo nos muestra que, al atenerse al nivel de abs-
tracción de los precios de mercado, no es posible encontrar ninguna
tendencia necesaria para la cuestión de la apropiación de la renta
de la tierra. La renta generada en un país puede ser apropiada local-
mente por los propietarios de tierra, transferida al sector industrial
o incluso transferida al exterior, al mismo tiempo en que puede tam-
bién darse una apropiación interna de plusvalía generado externa-
mente –todo dependiendo de los precios de mercado y de su relación
con los precios reguladores. Existe, por lo tanto, la posibilidad de que
la apropiación local de la renta de la tierra determine la obtención
de un excedente y que una redistribución interna de este genere
condiciones más propicias para el movimiento de acumulación en
determinado país dependiente. Pero esta es tan solo una de las posi-
bilidades, por lo que no puede ser considerada una tendencia.
No obstante, entendemos que esta característica del análisis de
Carcanholo es consecuencia del hecho de que este se restringe al ni-
vel de abstracción de los precios de mercado, que es el nivel de abs-
tracción más concreto y que no permitiría extraer conclusiones más
estructurales sobre las determinaciones tendenciales puestas por la
apropiación de la renta de la tierra y su (posible) redistribución. Por
la misma razón queda aún en abierto justamente la cuestión sobre la
existencia o no de una determinación tendencial de la renta de la tie-
rra para el proceso de dependencia, ya que su análisis no busca infe-
rir ninguna inclinación del punto de vista de un nivel de abstracción,
317
Patrick Galba de Paula

digamos, “intermedio”, del valor de mercado y de los precios de pro-


ducción de mercado.
Aquí alcanzamos entonces el problema que será objeto de aná-
lisis en el resto de este capítulo: ¿es posible, dentro de un cuadro de
reconstrucción teórica del mercado mundial capitalista a partir del
movimiento del valor-capital, inferir alguna determinación tenden-
cial de la importancia relativa más alta de la apropiación de renta
de la tierra en la periferia dependiente para el proceso de acumula-
ción capitalista (y para el propio movimiento de constitución de este
mercado mundial)? Si esta tendencia o tendencias existen, ¿cuáles
serían? ¿Es posible que sean aquellas propuestas por la formulación
de Carrera?
Para intentar (al menos comenzar a) contestar estas preguntas,
se adoptará el siguiente procedimiento: primero, los aspectos funda-
mentales del análisis sobre el origen de la plusvalía apropiada como
renta de la tierra serán objeto de un análisis crítico, con foco en los
trabajos de Carrera (2017), donde el nivel de abstracción “interme-
dio” es desarrollado de forma más profundizada. El objetivo aquí
será determinar en qué medida este análisis puede ser considerado
adecuado, del punto de vista de la teoría social marxista, para apun-
tar el origen de la plusvalía apropiada como renta en los países de la
periferia dependiente, además de analizar la posibilidad de que la vi-
sión de Carrera esté integrada de alguna forma al cuadro teórico de
la reconstrucción del proceso de constitución del mercado mundial
capitalista.

El origen de la plusvalía apropiada como renta de la tierra:


análisis crítico

Los rendimientos apropiados en la forma de renta de la tierra, si-


guiendo la descripción realizada por Marx en El Capital, pueden ser
divididos en cuatro modalidades, cada una con características es-
pecíficas en relación con la plusvalía que las origina: 1) renta abso-
luta (relativa a los capitales que operan en las peores condiciones,
318
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

menos productivas, pero que logran sin embargo la tasa media de


ganancias); 2) renta diferencial (relativa a diferenciales de producti-
vidad/fertilidad –solo estas dos primeras modalidades componen lo
que Marx considera renta de la tierra strictu sensu–; 3) rentas conse-
cuentes de precios monopolistas, o rentas de monopolio (en el senti-
do smithiano –usado en la economía–), o sea, la renta apropiada por
capitales que logran vender las mercancías que producen por pre-
cios por encima de su valor; 4) rentas consecuentes de situaciones
perennes de elevación de la demanda sobre la oferta, y que fuerzan
los precios de producción de mercado a niveles más elevados que el
valor por un tiempo suficiente para que estos sean fijados en forma
de renta (renta de monopolio especial).10
En la formulación de Carrera (2017), todo el análisis de las deter-
minaciones ofrecidas por el papel de la renta de la tierra para los
países dependientes (de desarrollo “no clásico”) depende de las si-
guientes proposiciones: 1) Que la renta absoluta no tiene relevancia
en la agricultura capitalista contemporánea, dado que la composi-
ción del capital en la agricultura habría sobrepasado la composición
del capital social medio y que, en el lugar de la renta absoluta, tendría
lugar una forma de renta monopolista resultante de la elevación de
los precios de producción arriba de los valores (que llamamos aquí
renta de monopolio especial); 2) Que la mayor relevancia desde el
punto de vista cuantitativo, sin embargo, estaría en la renta diferen-
cial y que la renta diferencial tendría origen exterior a los SGR. Estos
dos puntos constituirían una situación en la cual la apropiación de
la renta en los países de la periferia dependiente generaría la recep-
ción de un influjo de plusvalía originado de los países industriales,
y este proceso invalidaría las proposiciones de la TMD. Veamos con
atención cada una de estas proposiciones.

Esta modalidad es semejante a aquellas descritas por Ball (1986) como “renta de
10

monopolio II” y por Carrera (2017) como “renta de simple monopolio”. Un análisis
más pormenorizado de esta modalidad de renta puede ser visto en De Paula (2020).

319
Patrick Galba de Paula

En toda la literatura sobre la temática de la renta de la tierra (en


el cuadro teórico de la teoría social marxista), la modalidad 1 (renta
absoluta) es vista como originada por la plusvalía producida interna-
mente en el SGR en cuestión (por la fuerza de trabajo utilizada por
los capitales que operan en el propio sector). Esta modalidad cons-
tituye un “excedente del valor sobre el precio de producción”, en
otras palabras, un excedente de la plusvalía generado internamente
sobre las ganancias agrarias (Marx, 1983, III-2).11 No importa, para
ello, que ocurran eventuales altas de los precios sobre los precios de
producción, dado que mientras que los precios reguladores no su-
peren el valor, la renta absoluta es generada internamente (y en el
caso de que superen el valor, se modificaría la naturaleza del tipo de
plusganancia).
En el otro extremo, está la renta consecuente de precios de mo-
nopolio, o renta de monopolio (modalidad 3), la renta obtenida como
consecuencia de una elevación de los precios sobre el valor de mer-
cado. En el sector agrario, esto solo puede ocurrir cuando existe una
fuerte preponderancia de la demanda sobre la oferta, cuando un
control monopolista de la producción permite a los capitales que
producen determinada mercancía ejercer un control intencional de
las cantidades totales producidas, de forma que fuerzan la oferta a
niveles debajo de la demanda, causando asimismo una suba de los
precios; o entonces, en el caso especial en el cual la plusganancia que
deviene de precios monopolistas es fijado como renta de la tierra, se
hace que los precios de producción de mercado superen el valor de

11
Recapitulando: el valor de las mercancías agrarias (valor de mercado –Vm) puede
ser expresado por la fórmula Vm = cr + vr + m’vr, donde cr y vr son los gastos con capital
constante y capital variable de los capitales reguladores de cada sector, y m’ es la tasa
de plusvalía (nacional). Esta categoría expresa la producción, es decir, cuánto valor
fue producido con el empleo de determinado capital o en determinado sector. Los
precios de mercado en los SGR, por otro lado, oscilan en torno a los llamados a precios
de producción de mercado (PPm), que pueden ser descritos por la fórmula: PPm = cr +
vr + l’(cr+vr) + rA, donde, además de las variables ya mencionadas, l’ representa la tasa
general de ganancias, y rA es la renta absoluta. El PPm expresa la apropiación en los
SGR. Una explicación más detallada puede ser vista en De Paula (2020, pp. 284-297).

320
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

mercado en situaciones en las cuales la disponibilidad de tierras que


permitan la producción de determinada mercancía es muy reducida
y la demanda de este tipo de mercancía no se contrae con la suba de
los precios (modalidad 4).
Para Marx, estas dos últimas formas de renta tienen una natu-
raleza distinta de las dos primeras ya que derivan de posiciones de
“fuerza” de los vendedores con relación a los compradores en el mer-
cado; y, por lo tanto, serían objeto de estudio de una teoría de la com-
petencia, o sea, de las circunstancias concretas del funcionamiento
del modo de producción capitalista, y no del análisis que busca esta-
blecer el movimiento general de este modo de producción, es decir,
sus leyes internas (Marx, 1983, III-2). En ambos casos, las rentas de
monopolio se originan a partir de plusvalías producidas externa-
mente al sector donde este excedente es apropiado.12 El mecanismo
de esta “transferencia” es el siguiente: si estas mercancías entran en
el consumo de los trabajadores, entonces el gasto extra que los traba-
jadores hacen para adquirirlas reduce su capacidad de consumo, o
sea, funciona como si redujese los salarios por debajo del valor de la
fuerza de trabajo. Esta reducción implica una reducción proporcio-
nal del consumo de las mercancías producidas por los capitales que
participan de la formación de la tasa general de ganancias, lo que
impacta en el nivel de esta tasa. Asimismo, los excedentes que tienen
origen en estas modalidades de renta monopolistas tienen su origen
en el aprovisionamiento (pool) común de la tasa general de ganan-
cias, o sea, en la masa de plusvalía extraída de todos los trabajadores
empleados por los capitales que participan de la formación de la tasa
general de ganancias. Así, aunque estas modalidades no estén direc-
tamente limitadas por el valor de las mercancías, ellas son limitadas
por la plusvalía global extraída por el capital del trabajo, de modo

12
Aquí hay una excepción, ya que la renta de monopolio especial puede ser parcial-
mente interna al sector en cuestión, y solo parcialmente externa, si el PPm menos
las ganancias excedentes (precio directo de producción) no es superior al valor de
mercado. Para más detalles sobre este punto, ver De Paula (2020).

321
Patrick Galba de Paula

que sigue existiendo (no es abolida) la regulación de los precios de las


mercancías por el valor (Marx, 1983, III-2).
El tipo de crítica a la teoría de la renta absoluta realizada por Ca-
rrera (2017) no cuestiona que el origen de esta modalidad de renta
sea interno a los SGR, sino a la propia existencia de esta forma de
renta en la agricultura capitalista contemporánea. Carrera afirma
que, aunque la renta absoluta pudiese haber existido en un perío-
do inicial de la agricultura capitalista (cuando la composición del
capital agrario era más baja), el desarrollo técnico de la producción
agraria habría eliminado las condiciones para que la composición
del capital en la agricultura resultara inferior a la composición so-
cial media. Como el capital agrario tendría composición sobre el pro-
medio social, entonces la renta apropiada a partir de la producción
en los peores terrenos no podría ser explicada por la renta absoluta,
lo que lleva a Carrera (así como llevó a los críticos, en general, de la
teoría de la renta de Marx)13 a reafirmar la teoría de la renta mono-
polista como forma de explicar la renta paga a los propietarios de los
peores terrenos (aquellos reguladores de los precios). Este tipo de crí-
tica aparece ya en la obra de Kautsky en 1905 (Kautsky, 1972), pero en
la obra de Carrera asume la función de justificar su visión, según la
cual la renta de la tierra tendría un origen externo a los SGR, siendo
originada a partir de la plusvalía producida en los países industriales.
Para sostener su posición, Carrera intenta mostrar a través de
datos estadísticos que la composición del capital en la agricultura

13
Una de las principales líneas de ataque a la teoría de la renta de la tierra elaborada
por Marx se apoya justamente en este aspecto de la composición del capital agrario,
identificado como lo más débil por los críticos. En general, esta crítica se basa en una
confusión (que Carrera también comete): los críticos de Marx entienden como una
conclusión de su teoría de la renta absoluta que todo el capital agrario necesitaría te-
ner su composición (relación entre capital constante y capital variable –c/v) más baja
de lo que la composición del capital social medio para que esta modalidad pudiese
existir. En verdad, la conclusión de la teoría de la renta absoluta de Marx es que los
capitales reguladores de los precios (aquellos que operan en las peores condiciones y
que pagan la renta absoluta) necesitan tener su composición abajo de la composición
media. Para una discusión profundizada de este punto y una demostración de la va-
lidez de la conclusión de la teoría de la renta absoluta de Marx, ver De Paula (2020).

322
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

sería más alta que la composición del capital en la industria y, lue-


go, debía ser más alta que la composición del capital social medio.
Carrera analiza datos de Estados Unidos y de la Argentina, además
de dos casos de estudio adicionales, sobre la producción de soja en
Estados Unidos y sobre el mercado mundial de petróleo. En ambos
casos, los datos presentados por Carrera no confirman sus proposi-
ciones o son mal interpretados por el autor.14 Esta tentativa de mos-
trar que la composición del capital en la agricultura sería más alta
que la composición del capital en la industria, no obstante, es com-
pletamente irrelevante para determinar la posibilidad de la existen-
cia de la renta absoluta. La comparación relevante, en este caso, sería
entre la composición de los capitales reguladores de los SGR frente
al capital social medio, comparación que siquiera es analizada por el
autor. Asimismo, su posición sobre la inviabilidad de la existencia de
la renta absoluta en el capitalismo contemporáneo, en líneas genera-
les, no parece sostenerse.
De todos modos, existen aquí dos aspectos dignos de nota: los
casos de la renta de la tierra de ciertas mercancías especiales, que
exigen condiciones naturales raras para su producción o extracción
(como los vinos de ciertas uvas que solo crecen en regiones especí-
ficas o incluso, quizá, del petróleo), para las cuales las condiciones
de restricción de oferta y rigidez de la demanda pueden permitir el
surgimiento de una renta de monopolio especial; y la cuestión de la lo-
calización internacional de los capitales reguladores de cada sector.
En el primer aspecto, la posibilidad de que surja una renta de mo-
nopolio especial se refiere a situaciones excepcionales donde un pre-
dominio de larga duración de la demanda sobre la oferta permite que
se fijen plusganancias adicionales en los contratos de arrendamien-
to de tierras, de modo que los precios de producción se eleven sobre
los valores de las mercancías. Carrera, sin embargo, comete el error
de generalizar esta situación en toda la agricultura, considerando

14
Una discusión profundizada de las dificultades de Carrera en este tema puede ser
vista en De Paula (2020).

323
Patrick Galba de Paula

que toda la renta agraria en los peores terrenos tendría origen mono-
polista –incluso cuando la agricultura es uno de los sectores menos
monopolizados de toda la economía capitalista. Una demostración
de que la agricultura presenta precios monopolistas dependería de
una comparación entre los precios comerciales agrarios y el valor de
las mercancías agrarias, algo que Carrera no presentado en ningún
lugar de su obra.
Con relación al segundo aspecto, es necesario hacer una media-
ción: aunque Carrera no parezca tener razón sobre la imposibilidad
de la existencia, en general, de la renta absoluta, si analizamos la
constitución de los precios en el mercado mundial, percibiremos
que solo en los países donde se localizan los capitales reguladores de
cada sector existirán las condiciones para el surgimiento de la ren-
ta absoluta. En los países donde la productividad agraria es de nivel
más alto, la mayor parte de la renta de la tierra (o incluso su totali-
dad) tendrá el carácter de renta diferencial.
En suma, Carrera parece estar equivocado en lo que respecta a la
imposibilidad de que exista la renta absoluta en el capitalismo con-
temporáneo, pero la relevancia de esta cuestión para la periferia ca-
pitalista puede no ser tan significativa, dado que esta modalidad de
renta en el mercado mundial está más presente en los países donde
se encuentran los capitales reguladores de cada sector, que en gene-
ral son aquellos donde se localizan los principales mercados consu-
midores.15 De todos modos, lo fundamental aquí es que Carrera no
es capaz de demostrar que los precios en la agricultura son, en general,
precios de monopolio. Solo esta demostración permitiría al autor lle-
gar a la conclusión de que en los SGR predomina la forma de renta de

15
Carrera no puede percibir esto porque no tiene consideración del problema de la
operación del valor a nivel internacional, es decir, una rebaja del nivel de abstracción
para considerar la existencia de fronteras nacionales desde el punto de vista de las
categorías teóricas. Todo el esfuerzo de Carrera en el tema de la renta absoluta es
superfluo y podría haberse evitado si se tiene en cuenta la noción de renta absoluta
nacional desarrollada por Carcanholo, en la que se muestra que toda renta en países
dependientes tiene el carácter de renta diferencial (excepto en los casos en que estos
países tengan el capital regulatorio de un determinado sector en su territorio).

324
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

monopolio especial, de forma que el origen de esta renta debería ser


externa al sector agrario.
Queda entonces por examinar aún la cuestión del origen de la
renta diferencial, que es más polémica y encierra una mayor com-
plejidad. Marx no analizó de forma directa en ninguno de sus traba-
jos cuál sería el origen de esta forma de plusganancias. Sin embargo,
desde la lectura de la teoría de la renta marxista, entendemos que
existen dos posibilidades para la explicación del origen de dichas
plusganancias: la primera, que llamamos “cualitativa” (esta, a su vez,
se divide en dos variantes) y la segunda, “cuantitativa”.
La primera variante del abordaje cualitativo sería la siguiente:
se parte del análisis de la constitución de la renta diferencial en el
mismo cuadro teórico de las plusganancias originadas de diferen-
cias de productividad en general (como en los sectores no genera-
dores de renta –los NGR–), o sea, de las diferencias entre los precios
de producción individuales del capital en cuestión y de aquella que
corresponde o regula los precios de mercado, aquellas plusganancias
que corresponden a la llamada transferencia de valor intersectorial
(Marx, 1983, III-2). En esta variante, de la misma forma que ocurre en
la industria (en la formulación más general de la teoría marxiana del
valor y de los precios), todas estas plusganancias corresponderían a
parcelas de la plusvalía generada internamente en el sector en cues-
tión, producidos por los capitales menos productivos y apropiados
por los más productivos. En otras palabras: la renta diferencial ten-
dría origen en la plusvalía producida en el mismo sector donde es
apropiada.
El problema de esta visión es que existe una diferencia funda-
mental entre las transferencias intrasectoriales de los NGR y la renta
diferencial en los SGR: en el primer caso, los precios son determina-
dos por el promedio de los valores individuales, lo que permite que
se compensen los desvíos con relación a eso promedio. En el segundo
caso, como los precios son determinados por los capitales que ope-
ran en las peores condiciones, no es posible que se compensen los
desvíos del promedio. En términos más simples: en los SGR todas las
325
Patrick Galba de Paula

distintas productividades del trabajo ya están por encima de aque-


lla que establece los precios, de modo que no es posible que algunos
ganen y que otros pierdan, es necesario que casi todos ganen. De
esta forma, esta primera variante del abordaje cualitativo se basa en
una visión de compensación de desvíos que no puede ocurrir en la
práctica.
Un segundo tipo de abordaje cualitativo (segunda variante) apa-
rece en la obra de Carrera (2017). Carrera busca diferenciar la deter-
minación cuantitativa del valor (del punto de vista de la producción)
en los NGR de aquella existente en los SGR (como hicimos en el pá-
rrafo anterior) (Carrera, 2017). No obstante, en el caso de los SGR, Ca-
rrera entiende que lo que existe ya no es un valor social determinado
por el promedio de productividad, sino “diversos valores sociales ba-
sados en distintas productividades” (2017, pp. 89-9,) debido a que no
habría “una normalidad, sino una multiplicidad de normalidades”
(Carrera, 2017, p. 104). Dada la complejidad de la determinación del
valor de mercado en los SGR, para Carrera no existiría “un valor so-
cial”, sino múltiples “valores sociales” en la agricultura (y en los SGR
en general). Con esto, Carrera termina por eliminar la posibilidad de
establecer una determinación cuantitativa del valor-trabajo corres-
pondiente al producto logrado por el trabajo empleado por el capital
agrario. Carrera rechaza, por tanto, la determinación de los precios
agrarios por el valor-trabajo, en el sentido de una relación cuanti-
tativa (y cuantificable). Dada la “multiplicidad de valores sociales”
existentes en los SGR, el valor de mercado (comercial) mayor en la
agricultura (determinado en las peores condiciones) determinaría
un origen externo para la renta diferencial:

El valor comercial de las mercancías agrarias no se encuentra re-


gido de manera general por las condiciones medias de producción,
sino por las condiciones correspondientes al trabajo agrario menos
productivo que es necesario para poner en acción para satisfacer la
demanda social. Luego, este mayor valor comercial es pagado por
los capitales que compran las mercancías agrarias como materias

326
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

primas para su proprio producto y, en consecuencia, se proyecta so-


bre el precio de costo de éste (Carrera, 2017, p. 106).

Es decir, para Carrera dada la (supuesta) indeterminación del valor


social agrario, el valor comercial más alto en la agricultura no co-
rrespondería a una plusvalía producida internamente, sino a una
transferencia de plusvalía originada fuera de la agricultura (de los
sectores que compran los productos agrarios como materias pri-
mas). Así, Carrera no solo acepta una indeterminación del valor so-
cial para el sector generador de renta, sino que también comprende
el valor comercial como algo que no podría ser explicado por la teo-
ría del valor-trabajo, sino tan solo como una anomalía.
De todas formas, la conclusión de Carrera aquí carece de funda-
mento lógico. Afirma: no es posible establecer el valor social en la
agricultura, pues este presenta una multiplicidad de normalidades.
La implicación lógica inmediata aquí sería concluir que no es posible
establecer el origen de las plusganancias apropiados como renta di-
ferencial. Si la regla está rota y no hay como arreglarla, entonces no
es posible hacer ninguna medición. Carrera, sin embargo, llega a la
conclusión de que las plusganancias apropiadas tiene su origen en el
exterior al sector en cuestión. Esto es un non sequitur, una conclusión
que no sería permitida ni aun por su propia lectura de la determina-
ción del valor social en la agricultura.
Observando más atentamente, a la luz de la teoría del valor de
Marx, percibimos que Carrera aquí confunde las categorías valor
social y valor individual al apuntar una “multiplicidad de valores so-
ciales” en los SGR. En realidad, lo que existe es una multiplicidad de
valores individuales, pero solo uno de ellos (aquel que corresponde a
los capitales reguladores, que operan en los peores terrenos) es rele-
vante para el establecimiento del valor comercial. En segundo lugar,
tenemos la diferencia categorial entre el valor comercial y el valor
social. El valor de mercado (o comercial) es el valor social en un nivel
de abstracción más bajo, que considera la posibilidad de que la de-
terminación cuantitativa del valor no se dé apenas por el promedio

327
Patrick Galba de Paula

de los valores individuales (como es el caso general), sino también


por las condiciones extremas (como es el caso de los SGR, donde el
valor es determinado por las peores condiciones). Es, por lo tanto,
una categoría de la producción,16 que permite la cuantificación de la
masa de valor-trabajo producida en un sector generador de renta.
Carrera, no obstante, así como parte de los autores que comparten de
una lectura fisiológica17 de la teoría del valor-trabajo, no entiende el
valor de mercado como una categoría de la producción que expresa
el valor social en un nivel de abstracción más concreto, sino como
una categoría de la apropiación. Este error lleva a Carrera a un “ca-
llejón sin salida” teórico: no hay en su lectura ninguna posibilidad de
comparar la producción con la apropiación en los SGR, un proble-
ma que podría ser evitado si se comprende correctamente el valor de
mercado como una categoría de la producción.
De esta forma, entendemos que es necesario proponer un abor-
daje diferente, que permita contrastar el origen del valor apropiado
como renta diferencial, en lo que llamaremos aquí abordaje cuan-
titativo. En este abordaje, se busca relacionar la masa de plusvalía
apropiada en el SGR con la masa de plusvalía producida en él, com-
parando el valor de mercado sectorial agregado (Vm) con los precios
de producción de mercado sectoriales agregados (PPm). Con esto, es
posible establecer si el origen del valor apropiado puede haber sido
interno o no. Este es el caso, por ejemplo, del abordaje propuesto por
Carcanholo (1982, 1984) y aparece también en De Paula (2020). Aquí,

16
Marx describe claramente el valor de mercado como una categoría de producción:
“para que una mercancía sea vendida por su valor de mercado, esto es, en proporción
al trabajo socialmente necesario en ella contenido, el quantum global de trabajo social
que es empleado en la masa global de esta especie de mercancía tiene de correspon-
der al quantum de la necesidad social de ella, esto es, de la necesidad social solvente”
(Marx, 1983, III-1, p. 148; traducción del autor). Ver también: Marx (1983, III-2).
17
Para un análisis crítico de la lectura fisiológica de la teoría del valor-trabajo, ver De
Paula (2021).

328
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

haremos tan solo una ilustración18 teórica del tipo de desarrollo que
permitiría este abordaje.
Imaginemos que cierto capital regulador “A” (aquel que opera en
las peores condiciones capaces de lograr la tasa general de ganancias
y pagar la renta absoluta) que produce determinada mercancía agra-
ria se divida en $5.000,00 de capital constante y $5.000,00 de capital
variable (composición 50/50), y que la tasa de plusvalía en este país
es del 100% (o = 1). En este caso, el valor de las mercancías producidas
por este capital sería de $15.000,00 (c + v + m). Suponiendo adicional-
mente que la unidad de la mercancía (la saca) en cuestión tenga su
precio de mercado en $41 (la saca), que la productividad por hectárea
sea de 310 sacas, y que la tasa de ganancias sea del 20%, el precio de
producción de mercado (PPm) total del producto logrado por cada
hectárea, corresponde a $12.710,00 (considerando también la renta
absoluta de $710 por hectárea). Por lo tanto, incluso considerando la
renta absoluta, aún subsistiría en el caso del ejemplo un excedente
del valor sobre el precio de producción de $2.290,00 (para cada ha).
El valor unitario de la saca sería, por lo tanto, de aproximadamente
$48,39 (= 15.000 ÷ 310).
Ahora, consideremos adicionalmente que este sector produjo un
total de 2.250 unidades de mercancía (sacas). Si consideramos el va-
lor de todo el producto del sector teniendo por base su valor de mer-
cado, que es regulado por el capital A, tenemos un valor de mercado
total de aproximadamente $108.877 (= Vi del capital regulador x total
del producto = 48,39 x 2.250). En este caso, el valor de mercado total
del producto sería superior a su precio total ($104.960,00), de modo
que sería posible afirmar que todo el valor apropiado en el sector fue
creado internamente por el trabajo en él empleado (habiendo incluso un
excedente de $3.917 de valor potencialmente producido, pero no rea-
lizado en el sector).

18
Esta ilustración sigue, en líneas generales, el ejemplo más sucinto que aparece en
De Paula (2020, pp. 309-310). En el caso de Carcanholo (1984), este tipo de abordaje
envuelve obviamente mayor complejidad y rigor.

329
Patrick Galba de Paula

Ahora, siguiendo la lógica del ejemplo arriba, observemos la tabla


a continuación, en la cual cada línea expresa situaciones en las cua-
les el capital regulador del sector cambia (y el ejemplo antes citado
está en la línea I), manteniéndose el resto del ejemplo constante, y
hagamos nuevamente la comparación entre Vm y PPm sectoriales:

Tabla 1. Relación entre valor producido total y precios totales en


cuatro situaciones distintas
Valor total del Producto p/ Valor de Precio de PPm unitario Producto Vm
producto del Hectárea Mercado / producción de (PPm / agregado agregado
capital regulador (capital reg.) saca mercado producto) / PPm
= Vm = c + v + m (PPm = c + v + l’ (c = precio de agregado
+ v)) + RA mercado
I 5000 + 5000+ 310 sacas 15k / 310 = = 10k + 2k = 12k + = 12.710 / 310 = = 2250 x $41 = 2250 x
5000 = 15k $48,39 $710 = 12.710 $41,00 = $104.960 48,39 =
$108.877
II 7000 + 3000+ 340 sacas 13k / 340 = = 10k + 2k = 120710 / 340 = = 2280 x = 2280 x
3000 = 13k $38,24 = 12k + $710 = $37,38 $37,37 = 38,24 =
12.710 $85.226 $87.187
III 8000 + 2000+ 345 sacas 12k / 345 = = 10k + 2k = 120710 / 350 = = 2285 x = 2285 x
2000 = 12k $34,78 = 12k + $710 = $36,31 34,78 = 36,31 =
12.710 $79.472 $82.968
IV 4000 + 6000+ 300 sacas 16k / 300 = = 10k + 2k = 12.710 / 300 = = 2200 x = 2200 x
6000 = 16k $53,34 = 12k + $710 = $42,37 42,37 = 53,34 =
12.710 $93.214 $117.348

Fuente: elaboración del autor.

En la tabla 1, en las cuatro situaciones presentadas, que difieren entre


sí por la composición del capital regulador, así como por su producto
total por hectárea (que es impactado por la modificación del capital
regulador), puede ser observado que todo el valor total producido es
mayor que el precio total del producto del sector –lo que indica que
todo el valor apropiado fue producido internamente (lo que incluye
la renta diferencial).
La única forma de modificar esta situación, manteniendo la mag-
nitud de los capitales analizados sería imaginar una tasa de ganancia
más alta o una suba de la renta absoluta, situaciones que corresponden
a circunstancias de aumentos en los precios.

330
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

Hagamos entonces un nuevo ejercicio, ahora con las siguientes


modificaciones: tasa de ganancias del 40 % y renta absoluta (alquiler
por hectárea en los peores terrenos) de $1000. Tendríamos entonces:

Tabla 2. Relación entre valor producido total


y precios totales con l’= 40% e RA = $1000
Valor total Producto p/ Valor de Precio de PPm unitario Producto Vm
del producto Hectárea Mercado / producción de (PPm / agregado agregado
del capital (capital reg.) saca mercado producto) / PPm
regulador = Vm (PPm = c + v + l’ (c + = precio agregado
=c+v+m v)) + RA mercado
V 5000 + 5000 + 310 sacas 15k / 310 = = 10k + 4k = =15.000 / 310 = 2250 x = 2250 x
5000 = 15k $48,39 14k + $1000 = = $48,38 $48,38 = 48,39 =
15.000 $108.855 $108.877
VI 7000 + 3000 + 340 sacas 13k / 340 = = 10k + 4k = = 15.000 / 340 = 2280 x = 2280 x
3000 = 13k $38,24 14k + $1000 = = $44,11 $44,11 = 38,24 =
15.000 $100.570 $87.187
VII 8000 + 2000 + 345 sacas 12k / 345 = = 10k + 4k = = 150000 / 350 = 2285 x = 2285 x
2000 = 12k $34,78 14k + $1000 = = $42,85 42,85 = 36,31 =
15.000 $97.912 $82.968
VIII 4000 + 6000 + 300 sacas 16k / 300 = = 10k + 4k = = 15.000 / 300 = 2240 x = 2240 x
6000 = 16k $53,34 14k + $1000 = = $50 50 = 53,34 =
15.000 $112.000 $119.481

Fuente: elaboración del autor.

En la tabla 2, percibimos que en los casos V y VIII el valor total pro-


ducido supera el precio del producto total, mientras en los casos VI
y VII ocurre lo inverso, y por la primera vez no existiría valor produ-
cido en el sector para cubrir la totalidad de la renta diferencial. De
esta forma, se podría concluir que solo en los casos VI y VII parte de
este valor debería tener origen en el pool común de la formación de la
tasa general de ganancias (origen externo).
De todos modos, con los ejemplos anteriores, vemos que ambas
posibilidades existen: tanto el valor total producido en el sector pue-
de ser mayor que el precio del producto total como también puede
ocurrir lo inverso, y que el precio total del producto venga a superar
el valor total producido, de modo que parte de la renta diferencial
esté sobre el valor (de mercado) producido en el sector. Identifica-
mos también que el último caso puede ocurrir cuando la tasa de

331
Patrick Galba de Paula

ganancias o los costes de arrendamiento son muy altos, siendo tam-


bién influenciada por la composición del capital regulador (compo-
siciones más bajas favorecen que el valor total sea superior al precio
total, mientras composiciones más altas favorecen lo inverso). Con
esto, ambas variantes del abordaje que llamamos aquí cualitativo, o
sea, el considerar, por definición, que la renta diferencial es gene-
rada internamente (o externamente) al SGR, llevan a descripciones
inadecuadas de la realidad. En el primer caso, existiría la posibilidad
de que cierto quantum de valor sea apropiado sin haber sido produci-
do.19 En el segundo caso, se vuelve imposible describir adecuadamen-
te situaciones como las vistas en los casos I-IV, V y VIII, en los cuales
el valor de mercado agregado del producto supera su precio agrega-
do. En verdad, al afirmar que toda la renta diferencial es producida
externamente al sector, no se describe adecuadamente ni los casos
VI y VII, ya que en estos la diferencia entre el valor total y los precios
totales será ciertamente muy inferior a la renta diferencial total.
De esta forma, el abordaje cuantitativo parece ser el más adecua-
do para establecer el origen de la plusvalía apropiada como renta di-
ferencial. Así, se entiende el origen de esta plusvalía de acuerdo con
su situación concreta: si el valor de mercado total de las mercancías
producidas en el sector es superior a su precio de mercado total, en-
tonces toda la renta diferencial habrá sido producida internamente
(como en todos los casos analizados arriba, excepto los casos VI y
VII). Si el precio total supera el valor de mercado total, entonces al
menos parte de la renta diferencial habrá sido producida fuera del
sector (casos VI y VII). La hipótesis de que toda la renta diferencial
es producida de forma externa al sector solo podrá ocurrir cuando

19
Tratamos aquí de la relación entre el valor total producido y apropiado, y no entre
la plusvalía total, de un lado, y la suma entre ganancias y plusganancias totales, del
otro. El segundo tipo de comparación no tendría sentido alguno en el caso de la renta
diferencial, razón por la cual Marx habla de la renta agraria como un falso valor so-
cial, o sea, un valor que no existiría en el caso de que los precios en los SGR fuesen re-
gulados de la misma forma que en los NGR. Es tratando esta cuestión que Carcanholo
(1982; 1984) desarrolla la categoría “generación” de plusvalía, que sustituiría la noción
de producción en lo que respecta a la renta diferencial.

332
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

el excedente del valor de mercado sobre el precio de producción de


mercado sea igual a cero, es decir, cuando el precio de mercado = Vm
= PPm (recordando que el PPm aquí incluye la renta absoluta).

Renta de la tierra y dependencia: elementos para una síntesis

Recapitulando el análisis crítico de la sección anterior, tenemos


lo siguiente: primero, no se muestra verdadero el argumento de
Carrera según el cual la renta absoluta, que tiene origen interno
en los SGR, no tendría existencia contemporánea, ya que los capi-
tales reguladores de los precios agrarios pueden tener su composi-
ción abajo del promedio social (de los capitales que participan de
la formación de la tasa general de ganancias); y además, parecen
estar ausentes, en la mayor parte de los sectores agrarios, las con-
diciones para el establecimiento de una renta monopolista (dada la
inexistencia de monopolios y de las condiciones para el surgimien-
to de la renta de monopolio especial). Aunque fuera posible que la
relevancia de la renta absoluta se restrinja a los países que, en cada
sector, abrigan los capitales reguladores sectoriales dentro del mer-
cado mundial (que tienden a ser aquellos donde están los mayores
mercados consumidores), esto no significa que la renta agraria en
los países periféricos tenga algún carácter monopolista. Tampoco
es correcto el análisis de este autor según el cual la renta diferencial
tendría origen necesariamente exterior a los sectores agrarios. Se
demostró que es posible que este origen sea interno a los SGR, ya que los
precios del producto agregado de un sector pueden ser inferiores al
valor total de este mismo producto agregado.
De esta forma, no se sostienen ambas proposiciones que sostie-
nen el análisis establecido por Carrera para la relación entre la renta
de la tierra y la especificidad del desarrollo capitalista en la periferia
dependiente. Si no es posible afirmar que la renta absoluta dio lu-
gar a una forma de renta monopolista en las condiciones de la agri-
cultura moderna, ni tampoco que el origen de la renta diferencial
333
Patrick Galba de Paula

es necesariamente exterior al sector agrario, entonces la renta de la


tierra puede tener su origen en la plusvalía producida en los propios SGR;
de modo que el tipo de formulación que centra la especificidad de los
países dependientes (caracterizados como “ricos en recursos”) como
derivada de la apropiación y redistribución de una renta agraria con
origen en la plusvalía producida en los países industriales no presen-
ta fundamentación sólida en la teoría marxista de la renta.
Pero el rechazo de la renta de la tierra como punto de partida del
análisis de la especificidad de la periferia dependiente, a nuestro ver,
no implica necesariamente el rechazo la posibilidad de que la apro-
piación de la renta de la tierra, o más precisamente una inclinación
de que esta tenga una mayor importancia relativa en los países peri-
féricos (lo que llamaremos aquí preferencia por la renta) ofrezca una
determinación tendencial para la constitución de la condición de la
dependencia en los países de la periferia capitalista. En otras pala-
bras: es posible que exista una relación estructural entre renta de la
tierra y dependencia, aun cuando esta no sea la relación propuesta
por el tipo de visión que defiende Carrera.
Otra posibilidad es que una preferencia de los capitales que ope-
ran en la periferia dependiente por los SGR surja, junto con la supe-
rexplotación del trabajo, como una segunda forma a través de la cual
los capitales que operan en las regiones dependientes podrían compensar
(o mitigar) el movimiento de transferencia de plusvalía hacia las econo-
mías centrales. Esta posibilidad de una preferencia por la renta podría
ser descrita de la siguiente forma:

1. Tal como fue apuntado por Marx, los SGR no entran en el


proceso de formación de la tasa general de ganancias. Esto
ocurre porque, al contrario de los demás sectores, en los SGR
las plusganancias tienden a ser apropiadas en forma de renta
(por los propietarios de la tierra o no, pero bajo la forma de
renta) y, así, la reducción de estas plusganancias a la lucra-
tividad media no se da como consecuencia del impulso de
los capitales hacia mayores ganancias –como ocurre en los

334
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

sectores industriales en general (NGR) y que sería necesario


para que ocurriese la participación de los SGR en la forma-
ción de la tasa media de ganancias.
2. Dado que la reducción de las plusganancias a la tasa general
en los SGR ocurre por su apropiación en la forma de renta
y estos no entran en el pool común de formación de la tasa
general de ganancias, entonces, en general estas plusganan-
cias no pueden ser transferidas a capitales de composición
orgánica más alta, como ocurre en el caso de la transferencia
intersectorial de plusvalía dentro del proceso de formación
de la tasa general de ganancias. Además, el propio mecanis-
mo de la renta diferencial (descrito arriba) impide que capi-
tales que operan bajo la productividad promedia transfieran
valor a los capitales que operan sobre la productividad pro-
media, como ocurre en los NGR (transferencia intrasectorial
de valor). En ambos casos, la forma de apropiación de la renta
induce a una retención de la plusvalía por los capitales que la
produjeron (o al menos impide su transferencia hacia afuera
del sector), una especie de “defensa” contra las dos formas de
transferencia de valor (inter e intrasectorial) que ocurren en
los NGR.
3. Considerando ahora la existencia de fronteras nacionales
dentro del mercado mundial, tenemos como consecuencia
que el hecho de que las plusganancias apropiadas como renta
no puedan ser transferidas a los capitales de mayor composi-
ción (intersectorial) o más productividad (intrasectorial), des-
crita en el punto 2, que en el caso de los países dependientes
estas plusganancias, al ser apropiadas como renta, al mismo
tiempo dejan de ser transferidas al exterior (países industria-
les) donde en general se localizan los capitales de composi-
ción y productividad más alta.

335
Patrick Galba de Paula

4. Además, existe la posibilidad de que una parcela de la renta


de la tierra no sea apropiada por los propietarios de la tierra,
sino por los capitalistas de los SGR (lo que ocurre siempre que
el precio pagado por los arrendamientos es inferior a la masa
de plusganancias que exceden la tasa media de ganancias),
o incluso por capitalistas locales que utilicen las mercancías
de los SGR como insumos (lo que ocurre siempre que estos
logren comprar dichos insumos por precios inferiores a los
del mercado mundial); en este caso, el direccionamiento de
la renta hacia estos sectores permitiría a los capitalistas la
oportunidad de obtener plusganancias potenciales inexis-
tentes en los demás sectores capitalistas (aquí tenemos una
diferencia fundamental con la visión de Carrera: para él los
capitalistas que utilizan las mercancías del SGR como insu-
mo pagan más caro y son dañados por los precios monopolis-
tas agrarios –aquí, al contrario, tenemos la posibilidad de que
estos sectores de la industria, al apropiarse de una parcela de
la renta de la tierra, tengan una ventaja competitiva–, lo que
parece describir mejor la realidad latinoamericana).
5. De esta forma, el resultado sería el surgimiento de una pre-
ferencia por los SGR en la periferia dependiente, o sea, una
tendencia a direccionar las inversiones de los capitales dis-
ponibles en la periferia dependiente a los SGR de forma más
significativa que en las economías centrales. Esta tendencia
no tendría ninguna relación con “ventajas naturales” o con
una productividad naturalmente elevada, sino tan solo con
el hecho de que las inversiones en los SGR permitirían evitar
o mitigar las transferencias de plusvalía que ocurrirían en
el caso de que las mismas inversiones fuesen realizadas en
sectores que participan del proceso de formación de la tasa
general de ganancias.
6. Deben considerarse también todos los aspectos más especí-
ficos derivados de la posibilidad de transferencia de la renta

336
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

de la tierra en las economías periféricas hacia otros secto-


res (como los productores de mercancías de lujo, el llama-
do “consumo conspicuo” realizado por los propietarios de
tierras, para la industria que aprovecha las materias primas
locales, o incluso en sectores exportadores de la industria en
general), a través de mecanismos diversos de transferencia
(tarifas múltiples de cambio, sobrevaloración del cambio, co-
branzas de tasas o confiscaciones sobre las exportaciones de
productos primarios, protecciones aduaneras para produc-
tos industriales y subsidios para la importación de materias
primas o equipos para el sector industrial), políticas esporá-
dicamente adoptadas en países dependientes. Estos aspectos
aparecen como subproductos de la preferencia por los SGR
en la periferia.
7. Son de considerar también los aspectos dinámicos: las mis-
mas determinaciones que permiten que una parcela mayor
de la plusvalía producida internamente sea apropiada en el
propio sector en los SGR (vis-à-vis con los NGR en la periferia),
también llevan a una tendencia de crecimiento más lento
de la composición del capital y mayor lentitud en el avance
tecnológico. El hecho de que las plusganancias aparezcan en
forma de renta (luego, muchas veces apropiadas por los pro-
pietarios de la tierra y no por los capitalistas), acordado con
la necesidad de que en los SGR los capitales reguladores (al
menos) tengan su composición más baja que la composición
del capital social medio, llevan a la tendencia descrita por
Marx de un atraso relativo de la agricultura20 (y de los SGR en
general),21 que, en el caso de las economías periféricas depen-

20
Una profundización acerca este aspecto de la teoría de Marx sobre la renta de la
tierra puede ser visto en De Paula (2020, pp. 258-260, 299-305) y en Harvey (2007,
pp. 362-366).
21
Las excepciones aquí aparecerían justamente en aquellos SGR donde la rigidez de la
demanda permitiría el surgimiento de precios de monopolio especial, como posible-
mente la exploración de petróleo y ciertos sectores de la minería.

337
Patrick Galba de Paula

dientes donde existe esta preferencia por la renta, aparece


como una tendencia de atraso relativo de la economía nacional
frente a los centros industriales.
8. La posibilidad de retención de plusvalía descrita en los puntos
anteriores será siempre reducida o limitada por la actuación
de la exportación de capitales de los países centrales, ya sea
en la forma de capital comercial aplicado en los sectores de
distribución y comercio de las mercancías producidas por
los SGR, en las industrias que los utilizan como insumos,
o ya sean aplicado en los propios SGR, o incluso, cuando la
propiedad de la tierra se concentra en manos de grupos ex-
tranjeros. Algunos de estos aspectos fueron analizados por
Osorio (2017). Además, como la preferencia por los SGR tiene
origen en la demanda de los países industriales por alimen-
tos y materias primas, históricamente ocurren momentos
en los que esta tendencia se debilita y junto con esta debili-
tación se crean situaciones en las cuales se atenúa la relación
de dependencia, generando una crisis de demanda que, con-
tradictoriamente, permite provisionalmente cierto grado de
autonomía.
9. Sin embargo, esta preferencia por la renta en la periferia pue-
de ser descrita y analizada incluso cuando son abstraídas las
rentas de monopolio, de modo que su existencia no depende
de ningún aspecto coyuntural de predominio de la demanda
sobre la oferta, control de precios, etc. De esta forma, podría
ser incluida a la par que la superexplotación del trabajo como
una forma de compensar o mitigar las transferencias de plus-
valía hacia los centros industriales dentro del mercado mun-
dial capitalista. La apropiación de la renta de la tierra en la
periferia no sería, por lo tanto, algo que contradice la TMD,
sino, al contrario, expresaría más bien un síntoma de la con-
dición de dependencia de las economías periféricas frente a

338
Renta de la tierra y TMD: ¿incompatibilidad o capa adicional de la dependencia?

los centros industriales, o sea, un aspecto de su integración


subordinada a la economía mundial.
10. Consecuencias adicionales de esta tendencia a una preferen-
cia por los SGR en la periferia pueden incluir la concentra-
ción de la propiedad de las tierras y de rendimientos, lo que
puede resultar en mayor desigualdad social (campo para fu-
turas investigaciones).

Consideraciones finales

En este artículo se buscó analizar la relación entre la renta de la tie-


rra y la especificidad de la periferia dependiente desde un análisis
crítico de algunos de los más relevantes abordajes del asunto, en es-
pecial los presentes en los trabajos de Reinaldo Carcanholo (1982 y
1984) y de Juan Iñigo Carrera (2006 y 2017).
Del análisis crítico de estos abordajes se concluyó la necesidad de
reconocer la relevancia de la renta de la tierra para la reconstrucción
teórica del movimiento del capital en la periferia de la economía
mundial capitalista, así como de una teorización sobre la totalidad
del mercado mundial, no solo como un aspecto incidental, sino
como un elemento estructural de la especificidad de la periferia de-
pendiente. Es decir, se identifica en una preferencia por la renta (o
por los SGR) una de las características tendenciales del movimiento
del capital en la periferia dependiente.
No obstante, al mismo tiempo, se rechaza la visión según la cual
la apropiación de renta implicaría una direccionalidad necesaria
de transferencia de plusvalía en el sentido centro-periferia (como
en Carrera). Al contrario, el movimiento de preferencia por la renta
en la periferia aparece como una forma adicional a través de la cual
el capital que opera en los países dependientes puede compensar (o
mitigar) las transferencias de plusvalía en el sentido periferia-cen-
tro que ocurrirían en el caso de que sus inversiones se dirigiesen

339
Patrick Galba de Paula

hacia sectores que participan de la formación de la tasa general de


ganancias.
El reconocimiento de una preferencia por los SGR como un com-
ponente de la especificidad de la periferia dependiente surge como
un aspecto más de la dependencia cuando es analizada en un nivel
de abstracción intermedio, es decir, como un elemento más de la dialéc-
tica de la dependencia, y no como su negación.

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344
Ruy Mauro Marini y el método:
la impronta de Marx
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

[El] método utilizado en el ensayo […] se explicita en la indicación


de la necesidad de partir de la circulación hacia la producción,
para emprender después el estudio de la circulación que ésta en-
gendra. Esto, que ha suscitado algunas objeciones, corresponde ri-
gurosamente al camino seguido por Marx. Basta recordar cómo,
en El Capital las primeras secciones del Libro 1 están dedicadas
a problemas propios de la esfera de la circulación y sólo a par-
tir de la tercera sección se entra al estudio de la producción; asi-
mismo, una vez concluido el examen de las cuestiones generales,
las cuestiones particulares del modo de producción capitalista se
analizan de idéntica manera en los dos libros siguientes. Más allá
del simple ordenamiento formal de la exposición, ello tiene que
ver con la esencia misma del método dialéctico, que hace coinci-
dir el examen teórico de un problema con su desarrollo histórico;
es así como esa orientación metodológica no sólo corresponde a
la fórmula general del capital, sino que también da cuenta de la
transformación de la producción mercantil simple en producción
mercantil capitalista.

Marini (1973, pp. 83-84)

345
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

Si queremos ser buenos marxistas, debemos tomar ciertas liberta-


des con la teoría. En efecto, si insistimos en aplicar a una economía
dependiente, de una manera excesivamente rígida, las categorías
diseñadas por Marx, nos encontramos con grandes dificultades
para entender la naturaleza de esa economía. Pienso sobre todo
en aquellas categorías fundamentales en el análisis marxista: la
categoría de plusvalía relativa y de plusvalía absoluta. Si toma-
mos solamente su aspecto formal y no vamos a la esencia de lo que
ellas señalan, no podremos entender el proceso de explotación y,
por ende, de acumulación en una economía dependiente.

Marini ([1973] 1981, p. 4)

Un breve apunte histórico

En su segundo exilio, en Chile, entre noviembre de 1969 y octubre de


1973, el sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini (1932-1997) redactó
y publicó un ensayo que, con el pasar de los años, se ha convertido
en una referencia fundamental de las ciencias sociales latinoame-
ricanas. Se trata de su celebrada reflexión sobre la Dialéctica de la
dependencia, que, en su versión original, apenas sumaba treinta y
ocho cuartillas (Marini, 1972a), y que más tarde fue complementada
con un post scriptum titulado “En torno a Dialéctica de la dependencia”
(Marini, 1973a). Ambos textos fueron reunidos luego para el libro di-
vulgado en México en agosto de 1973, pocas semanas antes del golpe
de Estado en Chile.
A inicios de 1972, dicho ensayo había comenzado a circular en
una edición mimeografiada del Centro de Estudios Socio-económi-
cos (CESO) de la Universidad de Chile, donde Marini se encontraba
colaborando como investigador y profesor tras la victoria electoral
de la Unidad Popular. Los primeros cuatro apartados fueron repro-
ducidos por la revista del CESO, Sociedad y desarrollo, n.°1 (Marini,

346
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

1972b), que dirigía su compañero y amigo Theotônio dos Santos,


también exiliado.
Por lo mismo, en 2022 se celebraron no solo los noventa años del
nacimiento de Marini, sino también medio siglo de la aparición del
ensayo central del libro Dialéctica de la dependencia. Y es que su exilio
en el país andino, tal y como lo reconoció tiempo después, se corres-
pondió con su llegada a la madurez, en el plano intelectual y políti-
co. En este sentido, bien pudiéramos señalar que fue en medio del
“experimento chileno”, que apostaba por la transición al socialismo
por vías no convencionales, cuando el sociólogo brasileño desató su
imaginación sociológica (Mills, [1959] 1961), legándonos así una de las
más importantes contribuciones a la discusión sobre el capitalismo
dependiente latinoamericano.
Ahora bien, la intervención de Marini en la disputa en torno al
concepto de dependencia debe ser considerada un parteaguas, pues
dio lugar a diversas polémicas de envergadura que, con distintos ri-
betes, dan cuenta del impacto de las ideas ahí esbozadas.1 En cierta
medida, ha sido precisamente gracias a sus detractores y adherentes
que esa obra se ha mantenido en el centro de la discusión. De hecho,
no son pocos los trabajos que, en la última década, desde distintas
miradas, han revisitado y actualizado las discusiones formuladas
por el sociólogo brasileño.2
Ciertamente, la disputa por los sentidos de la dependencia, inaugu-
rada en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo XX, se
mantiene abierta. Lo que no podía ser de otro modo, pues las causas
que propiciaron ese debate, lejos de disiparse, se han reafirmado aún
más en la fase neoliberal del capitalismo.
Resulta interesante advertir que el debate sobre la dependencia
se estrenó –y la coincidencia no resulta menor– con la celebración de

1
Desde su aparición, la obra ha sido objeto de discusión. Cf. Cardoso (1972), Cueva
(1974), Cardoso y Serra (1978), Dussel (1988), Valenzuela (1997) y Katz (2018), entre
otros.
2
Cf. Entre otras, Osorio (2016), Svampa (2016), Carcanholo (2017), Wasserman (2017),
Seibel Luce (2018), Sotelo (2018 y 2021), Kohan (ed.) (2022).

347
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

los cien años de la publicación de El Capital, de Karl Marx. En 1967,


justo para el centenario de la aparición de la obra del filósofo ale-
mán, tuvo lugar el giro dependentista, denominado así por la centrali-
dad inusitada que adquirió el concepto de dependencia. Y es que, para
dar cuenta de las especificidades de la economía latinoamericana, se
tornó indispensable partir del carácter subordinado, dependiente, de
la región en el proceso de despliegue del capitalismo a escala mun-
dial. El concepto de dependencia se convirtió así en el leitmotiv tras las
disputas teórico-políticas acontecidas desde entonces. La respuesta a
la pregunta acerca de qué es la dependencia posicionó a las y los con-
tendientes en el debate intelectual y político. Es decir, esas disputas
no acontecieron con ajenidad al contexto sociopolítico en el que se
produjeron. Es más, esa ha sido una de las constantes del debate has-
ta el presente. En definitiva, tras la pregunta sobre la esencia de la
dependencia hay otras que resultan políticamente igual de pertinen-
tes: ¿es la dependencia un obstáculo infranqueable para salir del subde-
sarrollo? ¿Es posible superar el subdesarrollo y la dependencia en el marco
del sistema capitalista mundial?
En el caso de los dependentistas identificados dentro de la ver-
tiente marxista de la dependencia, en la que se ubica a Marini, hubo
una preocupación sincera por ponderar el rendimiento teórico de
sus herramientas analíticas. Lo anterior se evidencia en el hecho de
que se apresuraron a tomar distancia de aquellas tesis (marxistas)
que consideraban erróneas y apostaron decididamente por la for-
mulación de una nueva teoría de –sobre y contra– la dependencia
latinoamericana, que pronto se hizo conocida como teoría marxista
de la dependencia. Esta vertiente se apoyó –como lo ilustra el esfuer-
zo mariniano– en una lectura profunda de la obra de Marx, con el
propósito de aprehender, en primer lugar, su método de análisis de
la realidad, para de esta manera comprender las especificidades del
capitalismo dependiente latinoamericano.
Por lo mismo, y en lo que sigue, nos interesa particularmente
mostrar cómo la impronta de Karl Marx se registra en la teoriza-
ción que Marini elaboró hace medio siglo acerca de la cuestión de la
348
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

dependencia; y contribuir a la actualización de su análisis a partir de


la consideración de elementos actuales de las realidades latinoame-
ricanas. De ahí que, en un primer momento, nuestra apuesta sea dar
cuenta del método y de las herramientas que el sociólogo brasileño
desplegó en la construcción de la categoría central en el análisis del
capitalismo dependiente latinoamericano, la superexplotación del tra-
bajo. En un segundo momento, y a contrapelo de algunas de las obje-
ciones más recientes al núcleo de su propuesta teórica, indicaremos
fructíferas proyecciones en las que sería importante incursionar hoy
en relación con esa categoría. Más claramente, explicitémoslo desde
el comienzo, hoy se torna indispensable desplegar el análisis de la su-
perexplotación del trabajo, considerando no solo los puntos ciegos del
análisis marxiano y mariniano, sino también las profundas transfor-
maciones acontecidas en el sistema capitalista mundial en el último
medio siglo, y el impacto que ellas han tenido no solo en el mundo
del trabajo, sino en el conjunto de la biosfera (Svampa y Viale, 2020).

La impronta del método de Marx

Marini fue un agudo lector de la obra de Marx. De él adoptó el lla-


mado método dialéctico y lo utilizó para el análisis de la dependencia
latinoamericana. Además, no solo se apropió de los conceptos mar-
xianos, sino que, lejos de toda rigidez, se aventuró a repensarlos a la
luz de su propio objeto de estudio. Se apropió de referencias al paso,
de elementos apenas bosquejados por el filósofo alemán –que iban
a ser expuestos con detenimiento en otros tratados que finalmente
no fueron redactados (entre ellos el del mercado mundial, punto de
partida de la exposición mariniana)–, y los acopló en nuevos concep-
tos y en un esquema teórico que le permitió aprehender la realidad
analizada con cierta originalidad y agudeza.
Sabido es que Marx se refirió explícitamente al método de la eco-
nomía política en los borradores que escribió en 1857 y que se pu-
blicaron con el título de Elementos fundamentales para la crítica de
349
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

la economía política (Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie).


Al develar el método de aquella mirada que era objeto de su crítica,
aprehendió de ella sus elementos fundamentales, pero con vistas
justamente a su superación. Y esto es así porque la crítica de la econo-
mía política recorrió un camino que arranca de una premisa, un pun-
to de partida, un punto de vista, diferente al de la economía política o
economía burguesa. En este sentido, no solo contribuyó a deconstruir
el andamiaje teórico y epistémico sobre el que se sostenía aquella,
sino que también aportó elementos fundamentales de la crítica, de
una perspectiva que, a su vez, contribuyó a imaginar la posibilidad
de una sociedad de nuevo tipo –ya no cimentada en la explotación y
la deshumanización–, la sociedad comunista.
Incluso antes de que Marx comenzara a construir de manera re-
suelta su crítica de la economía política, soporte ideológico de la so-
ciedad burguesa, ya tenía una imagen clara de los contornos de la
sociedad que habitaba. En 1842, a propósito de “Los Debates sobre
la ley acerca del Robo de Leña”, señalaba que “la humanidad aparece
desintegrada en diferentes razas animales cuya relación no es la igual-
dad sino la desigualdad, una desigualdad que fija las leyes […] este dere-
cho animal es la existencia de la esclavitud” (Marx, [1842] 1983, p. 211;
cursivas añadidas). Y hacía una caracterización de la sociedad feudal
que resulta del todo proyectable a la sociedad capitalista:

Del mismo modo, en el feudalismo una raza vive de la otra, hasta


llegar en el extremo inferior a la raza que como un pulpo surgido de
la gleba sólo tiene sus muchos brazos para recoger los frutos de la tie-
rra para los de arriba, mientras que ellos sólo se alimentan de polvo,
pues si en el reino animal natural, las abejas obreras matan a los zán-
ganos, en el espiritual son los zánganos los que matan a las abejas obre-
ras, y precisamente por medio del trabajo (Marx, [1842] 1983, p. 211).

Es decir, la riqueza de los de arriba resulta de la usurpación del tra-


bajo realizado por los de abajo, y la pobreza de estos se explica preci-
samente por esa usurpación que, en definitiva, consienten las leyes.
Esa temprana intuición se tradujo, posteriormente, en la exposición

350
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

de la ley general de la acumulación capitalista que, un cuarto de si-


glo más tarde, quedó plasmada en el hoy famoso capítulo XXIII del
Libro primero de El Capital: “Acumulación del capital es, por tanto,
aumento del proletariado” (Marx, [1867] 2008, I/3, p. 761). Y es que en
el prólogo de su obra Marx había explicitado su cometido: “sacar a la
luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna”
(Marx, [1867] 2008, I/3, p. 8; énfasis añadido).
Esa desigualdad que fijan las leyes es avalada por los Parlamen-
tos, defendida por las armadas y los ejércitos y justificada cotidia-
namente por los intelectuales sistémicos (los “economistas políticos”
de ayer y de hoy). Precisamente por esa razón, Marx señaló que “la
economía política es, por su propia esencia, la ciencia del enrique-
cimiento” (Marx, [1844] 1968, p. 105; cursivas en el original), la cien-
cia de aquellos que avalan que los zánganos aniquilen a las abejas
obreras al apropiase del fruto de su trabajo. Es decir, la pretendida
ciencia económica (lo mismo pudiera decirse de otras ciencias) tiene
un carácter de clase, pues defiende el punto de vista de la propiedad
privada, de los propietarios privados, de las burguesías, de los zán-
ganos que viven a expensas del trabajo ajeno. De ahí que la crítica de
la economía política debiera adoptar un punto de partida o de vista
diferente. En sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844, el filósofo
alemán se encarga de aclarar el asunto:

La Economía política arranca del hecho de la propiedad privada […]. Pero


no lo explica […]. La Economía política no nos dice cuál es la razón de
que se escindan el trabajo y el capital […]. A la manera de la teología
explica el origen del mal por el pecado original. Nosotros partimos de
un hecho económico actual. El obrero se empobrece tanto más cuanto más
riqueza produce (Marx, [1844] 1968, pp. 73-74; cursivas añadidas).

De manera análoga, los teóricos del subdesarrollo –y de la dependen-


cia– reflexionaron en la década de los sesenta del siglo pasado so-
bre las causas del empobrecimiento y del subdesarrollo de América
Latina. Dicha preocupación bien puede sintetizarse del siguiente
modo: América Latina se empobrece tanto más cuanto más riqueza

351
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

produce. Una paradoja que requiere ser explicada. ¿Cuáles son las
causas que explican ese hecho económico? ¡He ahí la pregunta que
buscó dilucidar la intelectualidad crítica latinoamericana!
La intervención de Marini en el debate se nutrió de la mirada de
Marx para analizar precisamente ese hecho económico contemporá-
neo. Y lo hizo adoptando el punto de vista de la lucha de clases o, más
abiertamente aún, buscando coadyuvar a la lucha del proletariado
para romper los grilletes de la esclavitud moderna.
Entre otras razones, fue la asfixiante estructura del subdesarrollo
–y de la dependencia– la que llevó a la joven intelectualidad crítica re-
volucionaria de la región a emprender un programa de investigación
sobre la naturaleza y causa del subdesarrollo –y de la dependencia– de
nuestros países, con el objeto de “destruir esa formación monstruosa
que es el capitalismo dependiente” (Marini, 1973c, p. 77). Se trata de
un punto de vista diferente al de la economía política del desarrollo
y del subdesarrollo que, con sus teorías y políticas, lejos de abrir su-
puestas “vías al desarrollo”, contribuyó aún más, de acuerdo con la
fórmula de André Gunder Frank (1967), al desarrollo del subdesarrollo.
Si bien fue el cuestionamiento a las teorías y políticas del desarro-
llo lo que puso en el centro de la discusión el concepto de dependen-
cia, ese cuestionamiento no se alcanzó a través de un único camino.
De ahí que, en principio, sea preciso hablar de teorías (en plural) de la
dependencia, pues hubo varias vertientes que teorizaron y debatieron
sobre la cuestión de la dependencia, al punto de que muy pronto se
evidenció una profunda ruptura en el naciente dependentismo.
En su Memoria (1990), Marini se opuso a las interpretaciones ge-
neralmente admitidas sobre el origen de la teoría de la dependen-
cia, que la consideraban “un subproducto y alternativa académica a la
teoría desarrollista de la CEPAL”. A no dudarlo, esta es, en todo caso,
una de sus raíces. El aporte teórico realizado por intelectuales como
Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, entre otros, da cuenta
de esa variante. Ahora bien, la crítica a la teoría desarrollista de la
CEPAL encuentra raíces, también, en las concepciones de la nueva
izquierda brasileña. Al respecto, Marini (1990) explica que:
352
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

La CEPAL sólo se convirtió en blanco en la medida en que los comu-


nistas, que se habían dedicado más a la historia que a la economía y a
la sociología, empezaron a apoyarse en las tesis cepalinas del deterio-
ro de las relaciones de cambio, del dualismo estructural y de la viabi-
lidad del desarrollo capitalista autónomo, para sostener el principio
de la revolución democrático-burguesa, antiimperialista y antifeu-
dal, que ellos habían heredado de la Tercera Internacional. Contra-
poniéndose a eso, la nueva izquierda caracterizaba la revolución
como, simultáneamente, antiimperialista y socialista, rechazando la
idea del predominio de relaciones feudales en el campo y negando
a la burguesía latinoamericana capacidad para dirigir la lucha an-
tiimperialista. Fue en el Brasil de la primera mitad de los 60 que esa
confrontación ideológica asumió un perfil más definido y que surgie-
ron proposiciones suficientemente significativas para abrir camino
a una elaboración teórica, capaz de enfrentar y, a su tiempo, derrotar
la ideología cepalina –no siendo, pues, motivo de sorpresa el papel
destacado que en ese proceso desempeñaron intelectuales brasileños
o vinculados, de alguna forma, con Brasil (1990).

Esta otra variante de la teoría de la dependencia tiene su origen en


una intelectualidad crítica militante, surgida de la nueva izquierda
brasileña, que hacia comienzos de la década del sesenta se aglutinó
en torno a la Política Operária (POLOP) (Seabra, 2022). Los nombres
de Theotônio dos Santos, Vânia Bambirra y Ruy Mauro Marini, entre
otros, se inscriben en esta segunda línea, que se distinguió como la
vertiente marxista de la teoría de la dependencia.
Lo anterior resulta clave para poner en contexto la intervención
que, desde su exilio en Chile, Marini realizó con la publicación de
Dialéctica de la dependencia. Fue la lectura atenta de la obra de Marx,
especialmente de su ópera magna El Capital. Crítica de la economía
política, pero también de los Grundrisse, del Capítulo VI (inédito), de
los Principios de una crítica de la economía política y de El Manifiesto
del Partido Comunista (escrito con Engels), entre otros, lo que le per-
mitió al sociólogo brasileño incursionar en la disputa dependentista
sin pasar desapercibido. Es más, su intervención cimbró el debate, al

353
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

punto que uno de los pioneros del giro dependentista, Fernando Hen-
rique Cardoso (1972) acusó recibo inmediato de la crítica de su colega
brasileño, inaugurando una disputa teórico política de envergadura
que dio lugar, como ya señalábamos, a una escisión del dependentis-
mo entre aquellos que discursivamente comenzaron a tomar cada
vez mayor distancia de la apuesta por formular una teoría de la de-
pendencia y quienes reivindicaron, sin ambages, la necesidad de una
teoría marxista sobre la cuestión.3
Si bien Marini había esbozado previamente varias de las inquie-
tudes teóricas que aborda en Dialéctica de la dependencia, no fue sino
en esa obra donde sus planteamientos alcanzaron suficiente clari-
dad y profundidad argumentativa. Se trata de su segundo libro, pues
el primero fue publicado al final de su primer exilio, en México, y
recibió por título Subdesarrollo y revolución (1969). Los dos trabajos
se enmarcan en “la larga década revolucionaria” que se abrió con el
triunfo de la Revolución cubana en 1959 y que se cerró en 1973 con el
golpe militar en Chile (Vasconi, 1996). En el terreno teórico, esa dé-
cada, como ya apuntábamos, tuvo un punto de inflexión en torno
al giro dependentista de 1967, acontecido en el marco de un ciclo de
ascendente movilización sociopolítica.4

3
Tras el golpe cívico-militar de 1973 en Chile, esa escisión se profundizó, alcanzando
uno de sus puntos más álgidos en el debate que en 1978 Ruy protagonizó con Cardoso
y Serra. Cf. Cardoso y Serra (1978) y la respuesta de Marini (1978).
4
Que en México se expresó, entre otros, en la insurgencia armada que, desde media-
dos de la década de los sesenta, en el estado de Guerrero, tuvo como protagonistas a
Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, así como el movimiento estudiantil que en octu-
bre de 1968 fue ahogado por las balas en la fatídica noche de Tlatelolco (Poniatowska,
1971). La gesta cubana y las luchas que por doquier se desplegaban a lo largo y an-
cho de América Latina, de la mano de dirigentes como César Montes y Yon Sosa
en Guatemala, Camilo Torres Restrepo y Pedro Antonio Marín Marín (“Tirofijo”) en
Colombia, Douglas Bravo en Venezuela, Ernesto “Che” Guevara en Bolivia, Carlos
Fonseca Amador en Nicaragua, Raúl Sendic en Uruguay, por señalar solo a algunos,
eran testimonio de la actualidad de la revolución.

354
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

De Subdesarrollo y revolución…

Conocido es que el libro Subdesarrollo y revolución abre con un epí-


grafe de Ernesto “Che” Guevara, uno de los protagonistas de la
Revolución cubana, quien se trasladó clandestinamente a Bolivia
con un núcleo guerrillero para seguir por la senda revolucionaria,
y que en octubre de 1967 fue capturado tras un combate y asesinado
en el poblado de la Higuera. En palabras de Guevara: “todo nuestro
esfuerzo está destinado a invitar a pensar, a abordar el marxismo con
la seriedad que esta gigantesca doctrina merece” (Guevara, 1964, p.
8; cursivas añadidas).5 Esa invitación a pensar, con la que Guevara
inspira la lectura del sociólogo brasileño, ese “abordar el marxismo”,
en el sentido no solo de aproximarse, sino también de interrogarlo,
interpelarlo, relanzarlo, es lo que nos interesa destacar. El epígrafe
refleja la opción teórico-política de Marini: resultaba preciso relan-
zar al marxismo, y al propio Marx, a la luz de la experiencia concreta
de despliegue del capitalismo y de la lucha de clases en la América
Latina. La posibilidad de la revolución y, por ende, de “vencer al ca-
pitalismo”, abierta con el triunfo cubano, obligaba a la militancia
revolucionaria a repensar la tesis relativa al modo de producción
predominante, así como las vías para superar las relaciones de de-
pendencia imperantes en la región.
En buena medida el giro dependentista da cuenta, al menos en la
variante marxista aquí analizada, de ese intento por pensar de ma-
nera original, por repensar las tesis marxistas y del propio Marx, por
contrastar la teoría con la realidad, por no conformarse con lo sos-
tenido por los teóricos del imperialismo (Cárdenas Castro, 2018), por
atreverse –cuando era preciso– a contrariarlos y, todavía más, por
avanzar hacia la formulación de una teoría que permitiese explicar

5
Extracto de una carta que el revolucionario cubano le dirigiera en 1964 a José
Medero Mestre, quien discrepaba de un artículo publicado en la Revista Económica
Nuestra Industria que defendía la no utilización de métodos capitalistas para mejorar
la eficiencia socialista en el manejo de las fábricas. Y es que de acuerdo con Guevara:
“Vencer al capitalismo con sus propios fetiches a los que se les quitó su cualidad mágica
más eficaz, el lucro, me parece una empresa difícil” (Guevara, 1964; cursivas añadidas).

355
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

las causas del subdesarrollo y de la dependencia en la región. Esa


reflexión teórica era entendida como un soporte ineludible para la
acción política. La teoría era, pues, considerada como brújula, como
mapa, como “arma de la revolución” (Althusser, [1968] 2005).
Si bien en el conjunto de textos que forman parte de Subdesarrollo
y revolución6 son pocas las referencias directas a la obra de Marx, el
texto da cuenta ya de un primer esfuerzo por pensar la historia del
subdesarrollo latinoamericano, y en particular la dialéctica del de-
sarrollo capitalista en Brasil, en clave marxiana. De acuerdo con el
sociólogo brasileño, “sólo la comprensión segura de la evolución y de
los mecanismos que caracterizan a la economía capitalista mundial
proporciona el marco adecuado para ubicar y analizar la problemática
de América Latina” (Marini, [1969] 1971, p. 3; énfasis añadido). Esto
porque, como apuntara Marx en los Grundrisse, la sociedad burgue-
sa, tomada en su conjunto, es “una forma antagónica de desarrollo”
(Marx, [1857] 1971, p. 26; énfasis añadido). De ahí probablemente se
desprenda la conocida fórmula mariniana de que “la historia del sub-
desarrollo latinoamericano es la historia del desarrollo del sistema
capitalista mundial” (Marini, [1969] 1971, p. 3). Es decir, si se consi-
dera el sistema capitalista en su conjunto, el desarrollo económico
de determinadas economías o regiones se despliega a expensas del
subdesarrollo de otras. Esta es la premisa de su reflexión.
Ahora bien, si se compara el análisis que Marini realiza en Sub-
desarrollo y revolución con el que despliega en su siguiente libro, aun
cuando, de paso, se alude ya a la división internacional del trabajo, esta
categoría todavía no adquiere suficiente centralidad en su reflexión,
menos aún aspectos como el intercambio desigual o el ciclo del capital
en la economía dependiente, que no son siquiera referidos como tal.

6
Es del todo probable que el título de este ensayo haya surgido a la luz del estudio
(aún inédito) de F. H. Cardoso y E. Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina
(1967), que Ruy ya había leído y al que alude en la nota 1 ([1969] 1971, p. 4) del texto con
el que abre su libro, publicado previamente en la revista Tricontinental. Cf. Marini
(1968). Tanto el ensayo de Cardoso y Faletto como el de Ruy fueron publicados en 1969
en México por Siglo XXI Editores.

356
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

Dicho esto, resulta importante reconocer que la discusión sobre la


superexplotación del trabajo vertebra ya su análisis, siendo considera-
da como “el principio fundamental de la economía subdesarrollada”
(Marini, [1969] 1971, p. 8). Y es que dado que una parte variable de la
plusvalía producida en las economías de los países latinoamericanos
es drenada hacia las economías centrales, “[l]as clases dominantes
locales tratan de resarcirse de esta pérdida aumentando el valor ab-
soluto de la plusvalía creada por los trabajadores […], sometiéndolos
a un proceso de superexplotación” (Marini, [1969] 1971, p. 8; énfasis
añadido).
En su exposición, el sociólogo brasileño considera que la fuerza
de trabajo es objeto de una superexplotación cuando se le remunera
“por debajo de su valor”, o “a un precio inferior a su valor real” (Ma-
rini, [1969] 1971, p. 132). De todos modos, por las conclusiones a las
que arriba en su primer ensayo –que precisaremos más adelante–,
nuestro autor no consigue profundizar en los mecanismos o procedi-
mientos que conforman lo que definirá como un modo de producción
“basado en una mayor explotación de las masas trabajadoras” (Mari-
ni, 1973c, p. 88; énfasis añadido).

… a Dialéctica de la dependencia

Dialéctica de la dependencia7 fue definida por su autor, en el post scrip-


tum a su libro, apenas como “una presentación […] una introducción a
la temática de investigación” que lo venía ocupando, esto es, el estu-
dio de las leyes de desarrollo del capitalismo dependiente (Marini,

7
Consideramos que fue el influjo de la obra de Celso Furtado, particularmente de su
ensayo Dialéctica del desarrollo (1965), lo que llevó a Ruy a decidir el título de su segun-
do ensayo. El apartado I del libro de Furtado “Reencuentro de la dialéctica” es referido
en Subdesarrollo y revolución (1969), nota 21, p. 114, pero ya antes Ruy había realizado
una reseña del libro de Furtado, donde destacaba la sólida formación económica y
política del economista brasileño y apreciaba que, en cuanto analista, era “capaz de
manejar el método dialéctico con mucho más desenvoltura que la mayoría de los inte-
lectuales latinoamericanos que se autodenominan marxistas” (Marini, 1965a, p. 213;
énfasis añadido). Cf. Cárdenas-Castro (2018).

357
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

1973c, p. 81).8 Adelantaba así una serie de conclusiones de una inves-


tigación en curso, inserta en un proyecto más general que realizaba
en el CESO con André Gunder Frank,9 y que al poco tiempo se vio
truncada por el golpe militar de 1973.
Desde las primeras páginas de su libro es posible ver la influencia
que, en dicha investigación, tiene la obra de Marx. Es más, el ensayo
aludido abre con dos epígrafes tomados de El Capital. En el segundo,
el filósofo alemán especifica los diversos procedimientos que permi-
ten acelerar la acumulación de capital y que, al ser proyectados para
analizar la economía capitalista mundial, sirven para distinguir los
mecanismos de los que se valen los países industriales y los que uti-
lizan los países dependientes. Dice Marx que: “Acelerar la acumula-
ción mediante un desarrollo superior de la capacidad productiva del
trabajo y acelerarla a través de una mayor explotación del trabajador,
son dos procedimientos totalmente distintos” (citado en Marini,
1973c; énfasis añadido). Más adelante, Marini sintetiza, de manera
similar, el objeto de su reflexión cuando sostiene que:

América Latina en el mercado mundial contribuirá a que […] la acu-


mulación en la economía industrial […] pase a depender más del
aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de
la explotación del trabajador. Sin embargo, el desarrollo de la pro-
ducción latinoamericana […] se dará fundamentalmente con base
en una mayor explotación del trabajador (Marini, 1973c, p. 23; énfasis
añadido).

Esa “mayor explotación del trabajador” será descifrada por medio


de la categoría superexplotación del trabajo.10 Aunque no está claro de

8
Al modo en que Marx escribió una Introducción a la crítica de la economía política
(1857).
9
Y que habían titulado: “Acumulación de capital, relaciones de clase y estructuras
políticas en condiciones de subdesarrollo”. Cf. Cárdenas-Castro y Seabra (2022).
10
Cabe indicar que Marx ([1867] 1962) utiliza las expresiones alemanas erhöhte
Exploitation des Arbeiters (“aumento de la explotación del trabajador”), gesteigerter
Ausbeutung der Arbeitskraft (“explotación acrecentada de la fuerza de trabajo”) y ges-
teigerter Exploitation (“aumento de la explotación”). Ciertas ediciones castellanas de

358
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

dónde tomó esa expresión, lo cierto es que su uso en inglés (super-ex-


ploitation) puede rastrearse, a lo menos, desde las primeras décadas
del siglo XX.11
Por lo demás, resulta de interés señalar que veinticuatro de las
cuarenta y dos notas a pie de página que contiene el ensayo central
remiten a la obra del filósofo alemán, lo que de entrada permite di-
mensionar la importancia que en la construcción mariniana tiene
la crítica de la economía política y, más puntualmente, el método
marxiano.
El primer epígrafe con el que justamente abrimos este artículo,
tomado del post scriptum del libro de Marini, explicita la orientación

El Capital han traducido algunas de esas expresiones como “explotación redoblada


del obrero”. Es el caso, por ejemplo, de la traducción realizada por Wenceslao Roces
en la edición del Fondo de Cultura Económica (Marx, [1867] 2001) y de la efectuada
por Pedro Scarón en la de Siglo XXI Editores (Marx, [1867] 2008, aunque la primera
de esas expresiones es traducida como “mayor explotación del obrero”). Por su parte,
las traducciones de Ediciones Grijalbo coinciden con las que hemos apuntado inicial-
mente, aunque la segunda expresión es traducida como “explotación exacerbada de
la fuerza de trabajo” (Marx, [1867] 1976). Finalmente, en el caso de la traducción rea-
lizada por Cristián Fazio para Editorial Progreso, la primera expresión es traducida
como “explotación mayor de la fuerza de trabajo” (Marx, [1867] 1990) y la segunda
y tercera expresión como “explotación acrecentada del obrero” (Marx, [1867] 1990).
11
Alexander Kerensky, quien fuera primer ministro del gobierno provisional de Rusia
en 1917, por ejemplo, acusaba que “la superexplotación de la clase obrera se ha conver-
tido en el mandamiento básico de la política bolchevique en la industria. Trabajo a
destajo; el sistema de bonificación; horas extraordinarias obligatorias; explotación excesiva
de mujeres y trabajo infantil; la preferencia del nuevo trabajador recién salido de la
aldea por el trabajador especializado calificado; todos estos métodos reaccionarios
de política laboral que se han vuelto anticuados hace mucho tiempo en Europa y los
Estados Unidos son en Rusia la última palabra de la ‘revolución social’” (Kerensky,
1927, p. 44; las primeras cursivas son del original; el resto son añadidas). Resulta inte-
resante advertir que un término otrora utilizado para criticar a la política industrial
bolchevique fuera retomado por Ruy –con o sin conocimiento de causa– para dar
cuenta de la mayor explotación del trabajador en los países capitalistas dependientes.
Debe señalarse, por otro lado, que entre los antecedentes más próximos a Dialéctica de
la dependencia, destaca el libro del economista José Luis Ceceña Cervantes (1970) que
llevó por título Superexplotación, dependencia y desarrollo. Es probable que Ruy haya
tenido conocimiento de la publicación de esa obra, pero la misma no forma parte de
la bibliografía por él referida. No está demás precisar que en su obra Ceceña habla
indistintamente de superexplotación y sobreexplotación.

359
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

metodológica fundamental que, a su parecer, deben seguir los estu-


dios de la dependencia:

En tanto que intelectuales marxistas, tenemos la tendencia a ir a aque-


llo que es lo esencial en una estructura económica, es decir, la estruc-
tura de producción. Sin embargo, cuando se trata de una formación
dependiente, yo pienso que sería necesario invertir esa orientación. Habría
que partir, inicialmente, de la circulación del capital tal como ella se hace
en el conjunto del sistema capitalista; en un segundo momento, plan-
tearse el problema de cómo ella determina las condiciones en que se
desarrolla la estructura productiva dependiente; en fin, replantearse
el problema de cómo esa estructura dependiente crea su propia fase
de circulación (Marini, [1973] 1981, p. 1; énfasis añadido).12

Es decir, Marini polemiza, afirmándose en Marx, con los estudiosos


marxistas de su época y, sin vacilación, reconoce que el debate sobre
la dependencia debe considerar como punto de partida un terreno
diferente al señalado por algunos de sus críticos, quienes tildan a los
dependentistas de “circulacionistas”, y a los que Frank luego, retru-
cando, y con su ingenio característico, señalará con el apelativo de
los “modos produccionistas” (Frank, 2003, p. 173).
La discusión con los investigadores marxistas se traza desde las
primeras páginas de su ensayo. Al modo en que Marx, en 1873, cri-
ticó a los economistas políticos alemanes en el epílogo a la segunda
edición de El Capital –a los que acusó de “oficiar de dómines en un
territorio que en realidad les era extraño, bajo el relumbrón de la
sapiencia histórico-literaria o mediante la mezcla de ingredientes ex-
traños, tomados en préstamo de las llamadas ciencias de cámara, un
revoltijo de conocimientos” (Marx, [1873] 2011, p. 13; énfasis añadido)–,
casi un siglo más tarde el sociólogo brasileño desenfunda sus armas
en contra de las desviaciones en que sociólogos e historiadores eco-
nómicos incurrían en sus análisis de la dependencia. En los primeros
critica “el eclecticismo, la falta de rigor conceptual y metodológico, y un

12
Para una trascripción de la versión original de este documento, véase Marini (1973b).

360
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

pretendido enriquecimiento del marxismo, que es más bien su nega-


ción”, lo que en definitiva se traduce en “la adulteración del concepto
en nombre de una realidad rebelde a aceptarlo en su formulación
pura”. En los segundos cuestiona el hecho de que “la dinámica de los
procesos estudiados se vierte en una formalización que es incapaz de
reconstruirla a nivel de la exposición, y en los que la relación entre lo
concreto y lo abstracto se rompe”, dando lugar a descripciones empíri-
cas que corren en paralelo al discurso teórico, sin fundirse con él; es
decir, no consiguen aprehender el método dialéctico, lo que deviene
–nos dice– en “la sustitución del hecho concreto por el concepto abs-
tracto” (Marini, 1973c, pp. 13-14; cursivas añadidas).
Dichas desviaciones tienen su origen en la dificultad de captar
que las peculiaridades que la economía latinoamericana presenta,
frente al modo de producción capitalista puro, no se explican porque
se trate de formaciones sociales precapitalistas, sino por el hecho de
ser una forma particular de capitalismo, un capitalismo sui generis.
De acuerdo con Marini, las categorías marxistas deben aplicarse a la
realidad como instrumentos de análisis y anticipaciones de su desa-
rrollo ulterior, pero:

esas categorías no pueden reemplazar o mixtificar los fenómenos a que se


aplican; es por ello que el análisis tiene que ponderarlas, sin que esto
implique en ningún caso romper con el hilo del razonamiento mar-
xista, injertándoles cuerpos que le son extraños y que no pueden,
por tanto, ser asimilados por él. El rigor conceptual y metodológico:
a esto se reduce en última instancia la ortodoxia marxista (Marini,
1973c, p. 16; cursivas añadidas).

Es precisamente el manejo del método dialéctico lo que le permite a


Marini esbozar un análisis, sintético y fundamentado a la vez, del
capitalismo dependiente latinoamericano. Su ensayo está conforma-
do por seis apartados.13 Cada uno de esos apartados es un eslabón

13
Estos son: 1) La integración al mercado mundial, 2) el secreto del intercambio des-
igual, 3) la superexplotación del trabajo, 4) el ciclo del capital en la economía depen-
diente, 5) el proceso de industrialización y 6) el nuevo anillo de la espiral.

361
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

de la secuencia que despliega sobre el capitalismo dependiente lati-


noamericano, dando cuenta de las particularidades de los países de
la región frente a la realidad de los países industriales. En cada uno
de esos momentos es posible ver el influjo que el método marxiano
ejerce en el sociólogo brasileño. Dada la extensión de este escrito, no
consideramos necesario detenernos en cada uno de esos eslabones.
No obstante, nos parece oportuno mostrar ese influjo particular-
mente en relación con la categoría de superexplotación del trabajo, por
la centralidad que tiene para el análisis mariniano de la dependencia.
Ahora bien, en el eslabonamiento que Marini presenta en Dialéc-
tica de la dependencia, la categoría superexplotación del trabajo aparece
en el tercer apartado de su libro, tras la reflexión sobre la integración
de América Latina al mercado mundial y luego de develar el secreto
del intercambio desigual. De otra manera, la secuencia del análisis
sigue el desenvolvimiento histórico de los procesos. Indiquemos algo
a propósito de estos dos momentos previos.
En el primer apartado, el sociólogo brasileño se pregunta por el
papel que la región tuvo en la conformación y despliegue histórico
del mercado mundial, así como por los efectos derivados de esa rela-
ción. Al igual que Marx inicia su investigación por el análisis de la
mercancía, por la forma en que se presenta la riqueza “en las socie-
dades en las que domina el modo de producción capitalista” (Marx,
[1867] 2008, p. 43), Marini comienza la suya por el análisis del mer-
cado mundial y, más claramente, trata de desentrañar las funciones
que históricamente ha desempeñado América Latina en la construc-
ción del espacio en el que acontecen los intercambios de mercancías
a nivel global. Esa mirada le permite distinguir momentos o etapas
(formas de articulación) en ese proceso histórico, cuyo rasgo común
esencial es la integración subordinada de la región, sea primero como
Colonia, sea a la postre como países formalmente independientes.14
Ahora bien, en lo fundamental, nos dice Marini que:

14
Desde entonces asistimos a la profundización de la división internacional del
trabajo, que especializó a los países industriales como productores mundiales de

362
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

Lo que importa considerar aquí es que […] la participación de Améri-


ca Latina en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumu-
lación en la economía industrial se desplace de la producción de plusvalía
absoluta a la de plusvalía relativa, es decir, que la acumulación pase a
depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que
simplemente de la explotación del trabajador. Sin embargo, el de-
sarrollo de la producción latinoamericana, que permite a la región
coadyuvar a este cambio cualitativo en los países centrales, se dará
fundamentalmente con base en una mayor explotación del trabajador
(Marini, 1973c, pp. 22-23; cursivas añadidas).

¡He aquí la dialéctica de la dependencia!, el carácter contradictorio de


la dependencia que determina las relaciones de producción en el
conjunto del sistema capitalista.
Conocido es que el paso desde la sección tercera (“La producción
de plusvalor absoluto”) a la sección cuarta (“La producción de plus-
valor relativo”) del Libro primero de El Capital está mediado por un
capítulo histórico (“La jornada laboral”), cuyo aspecto medular se re-
laciona con las luchas del proletariado fabril inglés por poner límites
a la jornada de trabajo (y, por ende, a la producción de plusvalor ab-
soluto). La lucha de clases fue la que, en definitiva, forzó el desplaza-
miento histórico del eje de la acumulación en los países industriales,
pero para que esto fuera posible debieron conjugarse una serie de
factores, entre otros, garantizar tanto el abastecimiento creciente
como el abaratamiento de los bienes salario (alimentos) y los bienes
intermedios (materias primas), tarea a la que América Latina ha con-
tribuido de manera significativa.
En el segundo apartado de su ensayo, Marini, al modo en que
Marx desentraña el secreto de la forma de valor de la mercancía y el

manufacturas y los países dependientes como productores de alimentos y, pronto


también, de materias primas industriales. Nuevos estadios se alcanzaron posterior-
mente cuando los países industriales exportaron sus capitales a América Latina para
aplicarlos a la producción de materias primas y alimentos para la exportación y, lue-
go, para la conformación de la economía industrial dependiente, destinada a produ-
cir manufacturas de bienes esenciales y de artículos suntuarios para las capas medias
altas y altas y, luego, para la exportación.

363
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

misterio que envuelve la producción de plusvalor, se propone develar


el secreto del intercambio desigual. Y es que el intercambio de mer-
cancías que acontece en el mercado mundial entre los países pro-
ductores de manufacturas y los países productores de alimentos y
materias primas, no se verifica como un intercambio de equivalentes.
De acuerdo con el sociólogo carioca, el problema planteado por el in-
tercambio desigual para América Latina no era el de contrarrestar la
transferencia de valor que implica, sino más bien el de compensar la
pérdida de plusvalía, “y que, incapaz de impedirla al nivel de las rela-
ciones de mercado, la reacción de la economía dependiente es com-
pensarla en el plano de la producción interna” (Marini, 1973c, p. 38;
cursivas añadidas). Una vez más, siguiendo el camino sugerido por
Marx, la invitación de Marini es a abandonar, como sugiere el crítico
alemán, “esa ruidosa esfera instalada en la superficie y accesible a
todos los ojos, para dirigirnos […] hacia la oculta sede de la producción”
(Marx, [1867] 2008, pp. 213-214; cursivas en el original) erigida en las
economías dependientes. Importa no solo ver cómo el capital produce
ahí, sino –al decir de Marx– cómo se produce el capital en esas econo-
mías, cómo se produce plusvalor.

La categoría superexplotación del trabajo

¿Cómo compensa la economía dependiente la pérdida de plusvalía


ocasionada por el intercambio desigual? Marini nos dice al respecto
que “el efecto del intercambio desigual es […] el de exacerbar ese afán
de ganancia y agudizar por tanto los métodos de extracción del trabajo
excedente” (Marini, 1973c, p. 40; cursivas añadidas). La prolongación
de la jornada laboral (aumento de la plusvalía absoluta) y la intensi-
ficación del trabajo (aumento de la plusvalía relativa) son dos de los
mecanismos, por demás conocidos, que apunta el brasileño. Ambos
se despliegan a nivel de la producción interna. El tercero, en cambio,
la reducción del consumo del obrero más allá de su límite normal,
acontece a nivel de la circulación interna, pues significa la conver-
sión de parte del fondo de salario en fondo de acumulación de capital,
364
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

es decir, supone que a la fuerza de trabajo se le remunere por debajo


de su valor. De hecho, este es el rasgo que en definitiva comparten los
tres procedimientos descritos.15 Ahora bien, este tercer mecanismo,
nos dice nuestro sociólogo, no es en rigor una forma de producción
de plusvalía absoluta, “puesto que afecta simultáneamente los dos
tiempos de trabajo al interior de la jornada laboral, y no solo al tiem-
po de trabajo excedente” (Marini, 1973c, p. 92).
Cabe indicar que el primer mecanismo –la prolongación de la jor-
nada laboral– se corresponde con la forma C del capítulo XV de El
Capital de Marx: “Fuerza productiva e intensidad del trabajo, cons-
tantes; jornada laboral, variable”. Como el producto de valor (v + pv)16
en el que se representa la jornada laboral aumenta con la propia pro-
longación de esta última, el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor
pueden aumentar simultáneamente, ya sea con un incremento igual
o con uno desigual. Al prolongarse la jornada laboral, el precio de la
fuerza de trabajo puede caer por debajo de su valor, aunque nomi-
nalmente se mantenga inalterado o incluso suba. Hasta cierto punto,
puede compensarse ese mayor desgaste de fuerza de trabajo, que es
inseparable de toda prolongación de la jornada laboral, con una re-
muneración mayor. Pero por encima de ese punto –nos dice Marx–,
el desgaste aumenta en progresión geométrica y, a la vez, se destru-
yen todas las condiciones normales de reproducción y activación de
la fuerza de trabajo (Marx, [1867] 2008, I/2).
Por su parte, el segundo mecanismo –la intensificación del tra-
bajo– se corresponde con la forma B del capítulo XV de El Capital:
“Jornada laboral, constante; fuerza productiva del trabajo, constan-
te; intensidad del trabajo, variable”. La jornada laboral más inten-
sa toma cuerpo en más productos y en un producto de valor más
elevado. El número de productos aumenta aquí sin que bajen sus

15
Cabe señalar que los tres mecanismos excluyen el aumento de la fuerza productiva
del trabajo.
16
Es decir, capital variable + plusvalor. El capital variable corresponde a la parte de
capital que se invierte en fuerza de trabajo. El plusvalor corresponde al incremento
o excedente de valor que queda después de cubrir el valor primitivo desembolsado.

365
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

precios. Si aumenta el producto de valor de la jornada laboral, pue-


den aumentar las dos partes de ese producto de valor, el precio de la
fuerza de trabajo y el plusvalor, ya sea en grado igual o desigual. El
aumento de precio que pudiera experimentar la fuerza de trabajo no
implica necesariamente un aumento de su precio por encima de su
valor. Puede acompañarlo, en cambio, una disminución por debajo
de su valor. Ocurre siempre esto cuando el aumento de precios que
experimenta la fuerza de trabajo no compensa el desgaste acelerado
padecido por la misma (Marx, [1867] 2008, I/2).
Finalmente, el tercer mecanismo, no abordado como tal por Marx
en el capítulo XV, se despliega, por ejemplo, aun con la “fuerza pro-
ductiva, intensidad del trabajo y jornada laboral, contantes”, pues
acontece 1) cuando el precio de la fuerza de trabajo cae por debajo
de su valor, y 2) aunque nominalmente el precio de la fuerza de tra-
bajo se mantenga inalterado o incluso suba. De lo que se trata es de
identificar las diferentes formas a través de las cuales se materializa
esa conversión del fondo necesario de consumo del obrero en fondo de
acumulación de capital.
En suma, la categoría superexplotación del trabajo es configurada
por Marini a partir de distintas formas que Marx describe –así como
otras que es posible deducir de su reflexión– y de las que se vale el
capital para remunerar a la fuerza de trabajo por debajo de su valor.
Se trata, pues, de un tema que el propio Marx consideraba como de la
mayor importancia, pero que no abordó en toda su extensión, dado
uno de los supuestos considerados en su investigación.17 El mérito
del sociólogo brasileño consiste justamente en ser capaz de apreciar
cómo esos mecanismos operan con singular fuerza en las economías
dependientes, y cómo la categoría superexplotación del trabajo es cru-
cial para el concepto de dependencia, o para comprender la acumula-
ción dependiente.

17
Que la fuerza de trabajo se compra y se vende a su valor.

366
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

Superexplotación de la fuerza de trabajo hoy

De la “vía chilena al socialismo” a la “vía chilena al neoliberalismo”

La celebración de los cincuenta años de la publicación en México de


Dialéctica de la dependencia debe permitirnos reeditar las discusiones
a propósito de la actualidad de la reflexión mariniana. El ensayo de
Marini fue escrito, y originalmente difundido, en el Chile que por
entonces gobernaba la Unidad Popular, tiempos donde se libraba
una disputa política de envergadura, que se saldó con la derrota del
proyecto político de izquierda que encabezaba Salvador Allende y,
como consecuencia, también, del sostenido por la llamada nueva iz-
quierda. Una derrota que igual cumple medio siglo este año. El 11 de
septiembre de 1973 sentó las bases para el aterrizaje de los Chicago
Boys chilenos que, tras el shock militar, fueron los encargados de
implementar el shock económico que inauguró la larga fase neolibe-
ral del capitalismo, que con los años se mundializó y que aún hoy
padecemos.
De otra manera, Dialéctica de la dependencia es un texto que fue
publicado justo antes del avasallamiento de la “vía chilena al socialis-
mo” que, a su vez, inauguró la “vía chilena al neoliberalismo”, punta
de lanza del neoliberalismo a nivel global. El objetivo de este modelo
económico fue abrir un nuevo ciclo de reproducción del capital en
escala ampliada. De ahí que resulte legítimo preguntarnos hoy hasta
qué punto el bosquejo teórico mariniano, transcurrido medio siglo,
sigue siendo útil para pensar el capitalismo dependiente latinoame-
ricano en su fase neoliberal.
Hemos visto que la principal categoría de Dialéctica de la depen-
dencia es la de superexplotación de la fuerza de trabajo. Aun cuando en
el naciente dependentismo ya se utilizaban las expresiones “explota-
ción redoblada” o “superexplotación”, es en Dialéctica de la dependen-
cia donde por vez primera esa realidad fue definida y expuesta con
cierta profundidad teórica. Esto resulta de interés, pues en la disputa
por los significados o, mejor, por los sentidos de la dependencia, dicha

367
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

categoría desempeña un lugar destacado. El gran aporte de Marini,


en analogía con el objetivo de Marx, fue sacar a la luz la ley específica
que regula la acumulación capitalista en las economías dependien-
tes, que en términos sencillos puede resumirse del siguiente modo:
la acumulación de capital en los países dependientes implica la superex-
plotación de los trabajadores, por ende, degradación, esclavitud, más
miseria.
Si bien en su primer libro, Subdesarrollo y revolución, Marini ya le
había dedicado un apartado a la cuestión de la superexplotación, a
la que considera como el principio fundamental del sistema subde-
sarrollado, anotaba que en las economías capitalistas periféricas su
proceso de acumulación se realizaba “fundamentalmente con base
en la producción de plusvalía absoluta” (Marini, [1969] 1971, p. 131;
cursivas añadidas). En ese trabajo no terminaba aún por precisar la
categoría superexplotación del trabajo. No fue sino hasta la aparición
de Dialéctica de la dependencia que dicha expresión adquirió estatu-
to teórico, pues en ese trabajo fue claramente expuesta y, por ende,
diferenciada como una categoría esencial para el análisis de la de-
pendencia. El sociólogo brasileño precisó que la superexplotación
del trabajo se refiere al hecho de que “el trabajo se remunera por de-
bajo de su valor” (Marini, 1973c, p. 42). Y, a propósito de su análisis,
identifica los mecanismos que “configuran un modo de producción
fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador, y no
en el desarrollo de su capacidad productiva” (Marini, 1973c, p. 40; én-
fasis añadido). Esos mecanismos, que constituyen un modo de pro-
ducción fundado exclusivamente –según señala Marini– en la mayor
explotación del trabajador, son, como vimos, la prolongación de la
jornada de trabajo, la intensificación del trabajo y la expropiación
de parte del trabajo necesario al obrero para reponer su fuerza de
trabajo. Frente a las tempranas objeciones, el militante e intelectual
brasileño debió aclarar que “el concepto de superexplotación no es
idéntico al de plusvalía absoluta, ya que incluye también una moda-
lidad de plusvalía relativa –la que corresponde al aumento de la in-
tensidad del trabajo” (Marini, 1973c, p. 92; énfasis añadido). Además,
368
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

advertía que la conversión de parte del fondo de acumulación de ca-


pital no representa rigurosamente una forma de producción de plusvalía
absoluta.
Veamos qué ha sucedido con la productividad laboral en América
Latina y el Caribe en la fase neoliberal. Un estudio reciente de la Or-
ganización Internacional del Trabajo (OIT) es categórico al señalar
que “la productividad laboral […] a nivel regional ha decrecido persis-
tentemente en términos comparativos con respecto al resto del mundo du-
rante los últimos cuarenta años” (OIT, 2022, p. V; cursivas añadidas),
y, a continuación, agrega:

Incluso aquellos países de la región que han logrado un mejor des-


empeño relativo a nivel regional18 presentan para el período 1990-
2020 trayectorias de incremento de la productividad inferiores a la
media de las economías de la OCDE y muy por debajo de regiones
dinámicas como la de[l] Este asiático y Pacífico (OIT, 2022, p. V).19

Estos datos confirman que, en la fase neoliberal del capitalismo, en


la región se ha consolidado un modo de producción que tiene su fun-
damento no en el desarrollo de su capacidad productiva. Lo anterior
no excluye, tal y como se sugiere, que en algunos países y sectores
económicos de la región se hayan dado importantes incrementos de
la productividad en subramas industriales controladas por corpora-
ciones transnacionales (y en ocasiones con la participación de gran-
des grupos empresariales locales), que han transferido a la periferia
innovaciones tecnológicas para los procesos extractivos que realizan.
Por lo mismo, “resulta ya difícil definir de tecnológicamente bajo el
proceso de la extracción de materias primas” (Nikoláeva, 2017, p. 55;
cursivas añadidas). Es el caso del sector minero en Chile, donde las
empresas que allí operan, si bien “hoy no tienen adoptada la última

18
En este grupo se incluye a: Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, Paraguay,
Perú, República Dominicana y Uruguay. Cf. OIT (2022, p. V, nota 2).
19
Cabe decir que el deterioro de la productividad laboral en la gran mayoría de los
países de América Latina y el Caribe se ha profundizado con la crisis económica deri-
vada de la pandemia del COVID-19.

369
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

tecnología que está disponible en el mercado, sino que de a poco han


ido incorporando de manera unitaria cambios y/o soluciones tec-
nológicas” (Consejo de Competencias Mineras, 2018, p. 53), obtienen
altas ganancias y se apropian, incluso, como en el caso de las trans-
nacionales cupríferas, de buena parte de la llamada renta minera.
Se ha estimado que entre 1990 y 2019 las transnacionales cupríferas
que operan en Chile se llevaron alrededor de 900 mil millones de dó-
lares (Molina, 2022).20 Esta realidad, probablemente, impide hablar
hoy de que la acumulación en los países dependientes se funda exclu-
sivamente –como remarcaba el autor de Dialéctica de la dependencia–
en la mayor explotación de los trabajadores.

Actualidad de la superexplotación de la fuerza de trabajo

Dicho esto, veamos el estado actual de los mecanismos que, al decir


de Marini, configuran un modo de producción fundado en la mayor
explotación del trabajador.

Prolongación de la jornada laboral


El primer mecanismo identificado es la prolongación o extensión de la
jornada laboral.21 Otro informe de la OIT, esta vez de 2019, que analiza
la situación laboral en 41 países del mundo, señala que las semanas
laborales extensas (de más de 48 horas) “siguen siendo frecuentes”

20
Para hacerse una idea de lo que representa esa sangría, cabe indicar que hacia 2018
el gobierno de China había invertido aproximadamente 360 mil millones de dólares
en su sistema entero de ferrocarriles de alta velocidad, que abarca 22 mil kilómetros
(Sulbarán, 2018). Otro ejemplo de lo anterior es la industria del litio en Chile, que vie-
ne apostando por la incorporación de tecnologías de punta para el proceso extractivo
de este metal (Bnamericas, 2019; SQM, 2022).
21
Otro informe de la OIT, de 2018, establece que en las subregiones de Asia Meridional
y Asia Oriental el tiempo de trabajo semanal alcanza el promedio más alto, 46,6 y
46,3 horas respectivamente, seguido de los Estados árabes, de 45,8 horas (OIT, 2018a).
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los
horarios laborales legales de los treinta y cuatro países miembros son, en promedio,
40 horas semanales. En ese grupo, Chile es el antepenúltimo con mayor carga de tra-
bajo horaria (45 horas), antecedido por Colombia y México (con 48 horas cada uno)
(Hermosilla, 2022).

370
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

en distintas partes del mundo. Por ejemplo, en países como Corea


del Sur, Turquía y Chile, cerca de la mitad de los trabajadores realiza
más de 48 horas a la semana. Por contrapartida, tan solo el 15 % de los
trabajadores en la Unión Europea y el 19 % en los Estados Unidos la-
boran más de 48 horas a la semana (ILO-Eurofound, 2019; BBC News
Mundo, 2019). Este último dato permite apreciar que la superexplo-
tación del trabajo tiene presencia en la Unión Europea y Estados
Unidos, pero en una proporción bastante menor.22 Igualmente, ci-
fras recientes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) dan cuenta de que América Latina es una de las
regiones donde más horas se trabajan al año en el mundo. La mayoría de
los países de Latinoamérica tienen una jornada laboral de 48 horas
a la semana.23 Aunque en Chile la jornada laboral legal actualmen-
te es de 45 horas a la semana, en realidad, como veíamos, cerca de
la mitad de los trabajadores realiza más de 48 horas semanales. Eso
considerando solamente el trabajo realizado en la llamada “esfera
productiva”.

Intensificación del trabajo


En segundo lugar, refirámonos a la intensificación del trabajo. Antes
debemos puntualizar que, en estricto sentido, se trata, como bien lo
identificó Marini, de una forma de extracción de plusvalor relativo.
Cuando los capitalistas se enfrentan a una jornada laboral dada y a
la imposibilidad de acceder a medios de producción más potentes,
hacen todo lo posible para que las y los trabajadores intensifiquen

22
Un estudio de la OIT (2021) señala que el número de personas que trabajan 55 o más
horas de trabajo en el mundo ha aumentado con el paso del tiempo, hasta alcanzar
un número estimado de 479 millones de trabajadores, es decir, el 9 % de la población
mundial, una tendencia que pone a más personas en riesgo de sufrir discapacidades
relacionadas con el trabajo y una muerte prematura por enfermedades. Las largas
jornadas de trabajo provocaron 745 mil muertes por cardiopatías isquémicas y acci-
dentes cerebrovasculares en 2016, un aumento del 29 % desde el año 2000.
23
Según la OCDE, los países que más aportan al PIB por hora trabajada son: Irlanda
(US$109,5), Noruega (US$93,2), Francia (US$77,2), Estados Unidos (US$77,1), Alemania
(US$74,2) y Reino Unido (US$64,3). En contraste, y según esos cálculos, países como
Chile apenas aporta US$30,2 al PIB por hora de trabajo (Vargas, 2022).

371
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

los ritmos laborales y produzcan, en el mismo tiempo, más de lo nor-


mal. Como es sabido, la intensificación del trabajo puede acontecer
no solo por una alteración en los medios de producción, sino también
de los métodos de producción.24 Esta última es probablemente la for-
ma de extracción de plusvalor relativo más extendida en América
Latina. Un buen ejemplo de la aceleración de los ritmos de trabajo
son los call center, donde las y los operadores están obligados a cum-
plir con determinada productividad. Los tiempos son medidos con
exactitud: tiempo máximo de llamada, número de llamadas que se
deben realizar al día, tiempo de descanso entre llamadas. No hay
lugar para imprevistos, y detenerse a tomar un respiro no está per-
mitido.25 A su vez, es la intensificación del trabajo la que, en buena
medida, explica los altos índices de estrés laboral y los elevados pro-
blemas de salud mental que registra la población trabajadora. La jor-
nada laboral no alcanza para realizar todas aquellas labores que nos
han sido asignadas. “Estamos contra el tiempo”, se suele escuchar. El
tiempo simplemente no alcanza. Y si no alcanza el tiempo, debemos
echar mano de horas extras, que generalmente debemos descontar
de nuestro tiempo libre. “¡No era depresión, era capitalismo!”, “Sin

24
En otro trabajo, y siguiendo a Marx, hemos denominado al plusvalor relativo obte-
nido por una alteración en los métodos de producción como plusvalor relativo inten-
sivo. Cf. Cárdenas Castro (2018).
25
Por lo demás, entre las razones para el crecimiento de los call centers en la región
destacan: menos costo de mano de obra, capacidad tecnológica y calidad de la mano
de obra local. “Mientras que en Estados Unidos la hora hombre cuesta de 10 a 12 dó-
lares, en países como Argentina, Uruguay, Venezuela o Colombia, oscila entre 3 y 5
dólares; un aspecto interesante si se considera que el 80 % de los gastos de un call cen-
ter corresponde a sueldos”. Además: “Favorecida por la devaluación, en la década del
90, América Latina incorporó Tecnología de punta. La mayoría de los países en la región
hoy ofrece a las empresas toda una infraestructura tecnológica sumamente versátil.
Los gobiernos también han jugado un rol importante impulsando y otorgando bene-
ficios a quienes inviertan en tecnología. Hay países donde […] existen zonas perfecta-
mente equipadas que hasta ofrecen beneficios impositivos, donde las empresas solo
tienen que ocuparse de su negocio. Es común hoy en día escuchar hablar del ‘Centro
empresarial’, el ‘Centro inteligente’ o ‘Parque tecnológico’, acepciones utilizadas para
denominar a estos predios” (Entrevista a Lisette Rencoret, ejecutiva de la empresa de
Recursos Humanos Manpower).

372
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

justicia social, no hay salud mental”, se escribió en las paredes du-


rante la insurrección de octubre de 2019 en Chile.26

Expropiación de parte del fondo de consumo obrero


En tercer lugar, en relación con la expropiación de parte del trabajo ne-
cesario al obrero para reponer su fuerza de trabajo, Marini señala que se
trata del mecanismo más frecuente. Como es sabido, América Latina
tiene una de las tasas más altas de informalidad en el empleo. De
acuerdo con la OIT, cerca de 140 millones de personas trabajan en condi-
ciones de informalidad; es decir, el 53 % de los trabajadores aproximada-
mente (OIT, 2018b). El aumento del ejército obrero informal es una de
las formas que ha adoptado la superexplotación del trabajo en la fase
neoliberal, pues las condiciones laborales y salariales son inferiores
a las elementales para la producción y reproducción de la fuerza de
trabajo (Osorio, 2004; Dinorah y Carpio, 2017). El crecimiento de la
informalidad facilita que este tercer procedimiento hoy se lleve a la
práctica. Favorece igualmente a lo anterior la elevada migración in-
trarregional, así como de otras regiones pobres del planeta que llega
a la región, en buena medida fuerza de trabajo indocumentada o en
condiciones de irregularidad (Zaragoza, 2023).

Otras formas de superexplotación de la fuerza de trabajo


Como advertíamos anteriormente, en Dialéctica de la dependencia
Marini se refirió a los mecanismos de la superexplotación que ope-
ran a nivel de la producción interna. No se ocupó, por ende, de los
mecanismos que operan a nivel de la circulación interna; esto es, de
aquellos procedimientos del que echan mano las burguesías locales
de nuestros países para apropiarse de plusvalor en la llamada esfera
de la circulación, acrecentando así la superexplotación de la fuerza
de trabajo. Lo anterior es parcialmente cierto, pues, en realidad, el

26
En un sondeo realizado en 2015, un 82 % de los trabajadores chilenos encuesta-
dos relacionaron su malestar con dimensiones pertenecientes a lo laboral. Y de ellos,
un 46 % asociaba ese malestar con “una sobrecarga de responsabilidades” (Blog
Trabajando, 2019). Véase, además, Organización Panamericana de la Salud (2022).

373
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

tercer mecanismo descrito por el sociólogo brasileño “se desarrolla


en la circulación” (Osorio, 2016, p. 90).
En este sentido, uno de los mecanismos para la expropiación
de parte del fondo de consumo obrero es la inflación, palanca que
utilizan con recurrencia los monopolios y oligopolios no solo para
contrarrestar cualquier aumento nominal que pudieran registrar
las remuneraciones de las y los trabajadores, sino igualmente cuan-
do esos aumentos no tienen lugar. En análisis posteriores Marini
destacó los estudios realizados por el colombiano José Consuegra y,
particularmente, su denominado nuevo enfoque de la teoría de la in-
flación, en donde denunciaba la inflación como un fenómeno inheren-
te al capitalismo, que se muestra como elemento vital en su dinámica y
como vía complementaria de la acumulación. Para Consuegra (1976),
los monopolios recogen buena parte de sus enormes utilidades con
el dominio de los precios. Trátese, pues, de la usurpación de una parte
del fondo de consumo obrero por los capitalistas, aun después de haber
remunerado a la fuerza de trabajo.27 Hoy por hoy la inflación es uno
de los principales mecanismos utilizado por los capitalistas para ex-
propiar parte del trabajo necesario. En Chile, la inflación acumulada
entre noviembre de 2021 y noviembre de 2022 fue del 13,3 % (Infobae,
2022), ubicándose por arriba del 12 % de reajuste de las remuneracio-
nes del Sector Público concertado para el año 2023 (Diario UChile,
2022). Por lo que, evidentemente, el poder adquisitivo del salario, le-
jos de recuperarse, sigue deteriorándose.
En el mismo sentido deben considerarse las colusiones oligopóli-
cas, uno de los mecanismos fundamentales del que echan mano los
empresarios para expropiar parte del trabajo necesario. A través de
las colusiones, las empresas realizan una expoliación adicional que
se materializa por los sobreprecios que cobran por los productos que
comercializan en el mercado. En Chile, se han verificado colusiones

27
A propósito de la “plusvalía de circulación”, puede consultarse Salazar (2010).
Además, sobre la explotación que acontece igualmente en la circulación, ver González-
Rojo (1999 y 2013).

374
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

empresariales en los más variados rubros: pollos, papel higiénico,


pañales, gas licuado, pasajes de autobuses, detergentes, supermerca-
dos, farmacias, mascarillas, comercio minorista, etcétera (Fuentes,
2019).28
En Chile, una parte del fondo de consumo obrero es descontada
automáticamente cada mes, a las y los trabajadores vinculados a la
economía formal, y va directo a las Administradoras de Fondos de
Pensiones (AFP). Para ser más precisos, el 10 % del salario nominal
de las y los trabajadores formalmente contratados se acumula como
fondo al que acceden los grupos empresariales locales para lucrar
con especulaciones financieras y negocios privados.29 Este es uno de
los pilares del neoliberalismo en dicho país. De otra manera, las AFP
lucran con esa suerte de impuesto directo que a las y los trabajadores
se les descuenta forzosamente todos los meses de su remuneración.30
Como es sabido, varias de esas administradoras son controladas por
empresas multinacionales y nacionales, que luego les prestan parte
de esos ahorros a grandes grupos empresariales de capitales nacio-
nales (bancos, entre otros) (Gálvez y Kremerman, 2019), y estos, a su
vez, a los trabajadores, a través, por ejemplo, de los llamados “crédi-
tos de consumo” con los que solventan parte del consumo necesario
presente que no alcanzan a cubrir con el resto de su remuneración.
Claro está, esos “créditos de consumo” tienen como contrapartida
el pago de cada vez más elevadas tasas de interés. Es decir, a las y
los trabajadores se les cobra un interés por usar sus propios fondos
expropiados. La clase trabajadora se endeuda en el presente para

28
A esto se suma la venta de mercancías falsificadas por parte de grandes tiendas co-
merciales, con lo que se les cobra a los consumidores elevados precios por productos
de supuestamente determinadas marcas originales o auténticas que resultan no ser
tales (Servicio Nacional del Consumidor, 2022).
29
Además, se les descuenta a las y los asalariados la comisión por concepto de admi-
nistración de esos ahorros por parte de las AFP, otro por el pago del seguro de invali-
dez y sobrevivencia, además del 7 % del salario, correspondiente a la Salud. En total,
se deduce de los salarios y sueldo en torno al 20 %.
30
Al 30 de noviembre de 2022 los ahorros previsionales totalizaron activos por
US$168.559 millones (Superintendencia de Pensiones, 2022).

375
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

adquirir bienes de consumo indispensable por los que, en definitiva,


paga más. Es decir, las y los trabajadores hoy no solo están superexplo-
tados, sino también superendeudados. Y ese superendeudamiento abona
a la reproducción en escala ampliada de la superexplotación.31 Más del
70 % de los hogares en Chile está endeudado. Y el número de perso-
nas morosas, es decir, aquellas que ni siquiera pueden pagar las deu-
das que han contraído, entre marzo de 2012 y junio de 2022, pasó de
1.390.127 a 4.142.633, cifra esta última que prácticamente equivale al
50 % de las y los trabajadores asalariados y cuentapropista existente
en el país (Durán y Kremerman, 2022).
Baste lo anterior para señalar que los engranajes de la superexplo-
tación de la fuerza de trabajo descritos por Marini se encuentran más
aceitados que nunca en América Latina, y operan con particular fuerza
en países como Chile.
Así pues, las cada vez más sofisticadas tecnologías de la superex-
plotación de la fuerza de trabajo han profundizado, en casi cinco
décadas de neoliberalismo, la realidad esbozada por el sociólogo
brasileño en Dialéctica de la dependencia. La superexplotación del tra-
bajo, lejos de desdibujarse, se ha profundizado en la región, y tiene
lugar hoy en día a través de múltiples procedimientos, tanto a nivel
de la producción como de la circulación interna.

A modo de conclusión: superexplotación de la vida

Mundialización de la ley del valor… ¿y de la superexplotación del trabajo?

Con la mundialización de la ley del valor, y de la guerra contra la hu-


manidad que encarna el neoliberalismo, un dispositivo histórico del
sistema capitalista, y fundamental del capitalismo dependiente, ad-
quiere nuevos ribetes. Más claramente, bien pudiéramos sostener que

31
“Las deudas de los pobres son las fiestas de los ricos”, apuntaba un grafiti en Chile
hace unos años atrás.

376
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

la contracara de la mundialización de la ley del valor es, aunque a pri-


mera vista pudiera parecer un contrasentido, una cierta tendencia a la
mundialización de la superexplotación de la fuerza de trabajo. No obstan-
te que la superexplotación es un rasgo fundamental de los países ca-
pitalistas dependientes, tiende a ganar cada vez más presencia en los
países del capitalismo avanzado. Con la cada vez mayor presencia de
las corporaciones transnacionales, un rasgo fundamental del capita-
lismo dependiente latinoamericano se mundializa. Hoy se superexplota
a la fuerza de trabajo en Norteamérica, Europa, China y, claro está, particu-
larmente en las llamadas economías dependientes latinoamericanas.
Pero aclaremos lo arriba señalado. Históricamente, el capitalismo
ha superexplotado a la fuerza de trabajo. Lo cierto es que no puede ha-
cerse de un supuesto teórico (el que las mercancías se pagan a su va-
lor) un hecho histórico. La superexplotación de la fuerza de trabajo
es una realidad que acompaña la historia del desarrollo de sistema
capitalista. Marx parte del supuesto de que la fuerza de trabajo se re-
munera a su valor para dar cuenta de que, aun respetándose esa ley,
se verifica la expoliación capitalista. Pero la historia de la acumulación
capitalista puede ser caracterizada como una lucha incesante de parte del
capital por eludir, por burlar, esa ley en su favor. Por lo mismo, es po-
sible sostener que históricamente en el capitalismo avanzado siempre
hubo superexplotación de la fuerza de trabajo. Que la superexplotación
pueda ser contrarrestada por la clase obrera en ciertos momentos
históricos es un hecho de la causa, pero reaparece cada vez que las re-
sistencias se debilitan. Cuando señalamos que con la mundialización
de la ley del valor se ha mundializado la superexplotación del trabajo, no
estamos en modo alguno diciendo que lo que acontece en los países
del capitalismo avanzado sea idéntico a lo que acontece en los países
del capitalismo dependiente. Es más, como vimos previamente, las
cifras dan cuenta de que existen diferencias significativas.
Con lo anterior únicamente queremos expresar que un rasgo his-
tórico del capitalismo, la superexplotación de la fuerza de trabajo, ha ga-
nado cada vez más terreno en la fase neoliberal del capital, no solo en
los países capitalistas dependientes, donde es un sello central, sino
377
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

en los llamados países capitalistas avanzados.32 Las grandes corpo-


raciones transnacionales golpean a “doble banda” en la competencia
(Dussel, 2014), pues al producir en los países dependientes compiten
con tecnología más desarrollada y echando mano de la ventaja que
representa el pago de salarios más bajos (frente a los que desembol-
sarían en caso de producir en los países capitalistas avanzados). Ade-
más, de paso, aquellas faenas altamente contaminantes, y millones
de toneladas de residuos que generan los procesos productivos y
consuntivos, son transferidas hacia los países dependientes.

De la superexplotación del trabajo… a la superexplotación de la vida

Con el creciente extractivismo que tiene al planeta al borde del co-


lapso ecológico, se ha redoblado la explotación de la naturaleza en
América Latina. Las dos fuentes de la riqueza, la naturaleza y las y los
trabajadores, están siendo superexplotadas en la región. Quizá sea
pertinente referirnos a la superexplotación de la vida, y proyectar así
una categoría que Marini utilizó para pensar la superexplotación de
solo una de las fuentes de la riqueza capitalista.
Y, en estricto sentido, nuestro autor solo se centró en la superexplo-
tación acontecida en la cadena de montaje que produce mercancías
en la fábrica, pero contribuyó ciertamente a invisibilizar –al igual que
Marx– la cadena de montaje que en el capitalismo produce y reproduce a
la mercancía fuerza de trabajo y cuyo centro es la casa, que, tal y como

32
Esto fue expresado claramente por Marini en un texto publicado poco tiempo antes
de su muerte: “la introducción de nuevas tecnologías está implicando la extensión del
desempleo, de manera abierta o disfrazada, mientras se estruja la fuerza de trabajo
que permanece en actividad. En efecto, es propio del capitalismo privilegiar la masa
de trabajo impago, independientemente de sus portadores reales, es decir, de los tra-
bajadores que la proporcionan; su tendencia natural, pues, es la de buscar la maximi-
zación de dicha masa al menor costo que pueda representar. Para ello se vale tanto
del aumento de la jornada laboral y de la intensificación del trabajo como, de manera
más burda, de la rebaja de salarios, sin respetar el valor real de la fuerza de trabajo.
De este modo se generaliza a todo el sistema, incluso los centros avanzados, lo que era un
rasgo distintivo –aunque no privativo– de la economía dependiente: la superexplotación
generalizada del trabajo” (Marini, [1996] 2008, pp. 267-268; cursivas añadidas).

378
Ruy Mauro Marini y el método: la impronta de Marx

lo ha puesto de manifiesto la teoría marxista-feminista, no solo pro-


duce mercancías, sino también plusvalor. De otra manera, el trabajo
de reproducción es también productivo (Fortunati, [1981] 2019). Y allí
el capital superexplota con particular énfasis a la fuerza de trabajo en-
cargada de reproducir a la fuerza de trabajo, rol que es desempeñado, a
lo largo y ancho del planeta, fundamentalmente por mujeres. Vânia
Bambirra (1971) incursionó tempranamente en esta discusión. Nos pa-
rece que la teoría marxista de la dependencia debiera ineludiblemente
profundizar en esta dimensión. Además, fueron justamente las teóri-
cas marxistas-feministas de la década de los sesenta y setenta las pri-
meras en hablar de la doble explotación de la mujer en el capitalismo,
llegando incluso a reflexionar sobre aquello que denominaron como
la “superexplotación de la mujer” (Dixon, 1977).
A su vez, al modo en que Marini lo describió para la fuerza de
trabajo, podríamos hablar de la superexplotación de la naturaleza (de
la tierra, del suelo y del subsuelo, pero también de sus aguas y de
sus cielos). Y podríamos, análogamente, detectar los mecanismos
que acrecientan la devastación ambiental de los países dependientes
respecto a los del capitalismo avanzado. Particularmente, podríamos
intentar ver la relación que existe entre la superexplotación del tra-
bajo y la superexplotación de la naturaleza en aquellos países que en
la división internacional del trabajo son fundamentalmente expor-
tadores de materias primas y alimentos. Quizá sea posible sostener
la tesis de que superexplotación de la naturaleza avanza hoy a pasos
más agigantados en los países dependientes que en los del capita-
lismo avanzado y que los efectos de la crisis ecológica están siendo
particularmente devastadores en los primeros. Y hasta se podría
complementar la tesis del sociólogo brasileño señalando que en la
región se ha configurado un modo de producción fundado en la mayor
explotación de la vida, es decir, tanto en la mayor explotación de las y
los trabajadores como en la mayor explotación de la naturaleza.33

33
“Cambio climático: América Latina será una de las regiones más afectadas”
(Espinoza Delgado, 2021). Recientemente, y a propósito de lo que los autores

379
Juan Cristóbal Cárdenas Castro

Se torna preciso, pues, relanzar el discurso mariniano, tratar de


ir más allá de sus límites y descubrir todo el potencial de sus catego-
rías. Emprender ese esfuerzo es el mejor homenaje que podemos ren-
dirle a un intelectual radical, que no escatimó energías por pensar
las contradicciones del capitalismo dependiente latinoamericano.

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390
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)
Movimientos, luchas y comunidades intelectuales1

Amanda Latimer

… teóricamente se parte del supuesto de que las leyes de la produc-


ción capitalista se desarrollan en estado de pureza. En la realidad,
las cosas ocurren siempre aproximadamente; pero la aproxima-
ción es tanto mayor cuanto más desarrollada se halla la produc-
ción capitalista y más se elimina su mezcla y su entrelazamiento
con los vestigios de sistemas económicos anteriores.

(Marx, citado en Marini, 1973, p. 82).

La relación positiva entre el aumento de la fuerza productiva del


trabajo y la mayor explotación del trabajador, que adquiere un ca-
rácter agudo en la economía dependiente, no es privativa de ella,
sino que hace al modo de producción capitalista en sí mismo.

(Marini, 1973, p. 95).

Introducción

En 2021, las luchas sociales de masas en América Latina ofrecieron


esperanza a la gente que en todo el mundo lucha por una existencia

1
Este capítulo apareció originalmente en inglés en Ruy Mauro Marini (2022).

391
Amanda Latimer

más humana, digna y segura. En el momento de escribir estas líneas,


Colombia se encuentra en el quinto mes de la lucha contra el em-
pobrecimiento impuesto por el Estado y la violencia estatal, dirigi-
da particularmente a su juventud, mientras que el pueblo haitiano
también se ha movilizado durante los últimos dos años, insistiendo
en que su país es más que una enorme maquila para las empresas
estadounidenses. Recientemente, los ciudadanos chilenos dieron
una sorprendente victoria a los candidatos de izquierda e indepen-
dientes (incluidos 17 candidatos indígenas) para la asamblea cons-
tituyente que reescribirá la constitución de 1980 –un documento
que institucionalizó el modelo neoliberal del país– potencialmente
rompiendo el control del establecimiento político derechista sobre
las instituciones burguesas del país por primera vez en la historia.
Por último, en Brasil, país de nacimiento de Ruy Mauro Marini, crece
la indignación contra un presidente de extrema derecha y los secto-
res que representa, tras la burda y destructiva subvaloración de la
vida que caracterizó la respuesta del gobierno federal a la crisis de
COVID-19, la cual ha dejado más de 610.000 muertos hasta la fecha.
Las condiciones en las que surgió la teoría marxista de la depen-
dencia a mediados de la década de 1960 son parecidas a las que im-
pulsan estas revueltas contemporáneas. No es de extrañar que estas
condiciones hayan contribuido a un resurgimiento de interés por el
marco de la dependencia y sus textos clásicos. En su prefacio a la
primera edición brasileña de Subdesarrollo y Revolución, de Ruy Mau-
ro Marini, Nildo Ouriques sostiene que una nueva generación de
académicos e intelectuales de los movimientos está volviendo a la
teoría marxista de la dependencia debido al sufrimiento de la gente
del común bajo un modelo de desarrollo que no está dando resulta-
dos para las mayorías. Ouriques también señala que los límites del
neodesarrollismo y el neoestructuralismo hoy en día son ahora cla-
ramente visibles, haciéndose eco de las crisis de sus primeras itera-
ciones a mediados de los años sesenta. Esto ha generado cuestiones
sobre qué tipo de desarrollo es posible en Brasil y en América Latina

392
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

en general, mientras la región esté sometida, no solo al neoliberalis-


mo, sino al capitalismo y al imperialismo.
Ruy Mauro Marini fue un gigante intelectual del marxismo del
siglo XX, habiendo producido uno de los relatos teóricos más ricos
y rigurosos sobre el desarrollo y el subdesarrollo capitalista en Amé-
rica Latina, en cuyo centro situó de forma convincente la superex-
plotación laboral. A pesar de su importancia, la obra de Marini no
se leía ni estuvo disponible durante gran parte de su vida.2 En Brasil,
tanto los escritos de Marini como el enfoque marxista de la teoría de
la dependencia en general, fueron eliminados de la vida intelectual
del país. Esta situación persistió incluso tras el regreso de Marini a
Brasil en 1984, después de veinte años de exilio, como consecuencia
del persistente autoritarismo y la creciente hegemonía neoliberal en
la esfera pública.
Conocido en Europa y Estados Unidos, y con un inmenso presti-
gio en los países latinoamericanos de habla hispana, Ruy Mauro per-
maneció durante dos décadas como un autor desconocido para las
nuevas generaciones que asistieron a la universidad durante la dic-
tadura (1964-1985). Con el inicio del régimen democrático, muchos
esperaban que el país iniciara no solo una época de plena libertad,
que se demostró necesaria, sino, sobre todo, una renovación intelec-
tual que finalmente no se produjo (Ouriques, 2012).
La cuestión clave, para Ouriques (2012), es el grado en que el de-
bate y el análisis de la lucha de clases se debilitaría en Brasil debido
al “boicot sistemático” de Marini y del enfoque marxista de la depen-
dencia en general durante la era neoliberal.3
En los entornos académicos del Norte Global, es cierto que la teo-
ría de la dependencia “reformó los planes de estudios académicos y

2
Cristóbal Kay escribe que “aunque Marini es, en mi opinión, el más significante
dependentista marxista, es casi completamente desconocido en el mundo de habla
inglesa” (Kay, 1989, p. 144).
3
Cuando comencé a escribir este ensayo, se produjeron nuevos episodios de censura
en las universidades brasileñas antes de la segunda vuelta de las elecciones de 2018
(Correa Prado, 2015; Kay, 2020).

393
Amanda Latimer

de investigación en muchos países y comenzó a cambiar los sesgos


centrados en el Norte de las ciencias sociales […] ayudando a desco-
lonizar nuestras mentes” (Kay, 2020, p. 619). Sin embargo, también
es cierto que los debates del Norte sobre la dependencia, sin ningún
sentido de la ironía, declararon su “muerte” durante el inicio de la
última ronda de globalización en la década de 1980. Además, en la
lengua inglesa fueron tomados como representativos de la tesis de
la dependencia en su conjunto las versiones reformistas de la teoría
de la dependencia –popularizadas en las traducciones al inglés de las
obras de Fernando Henrique Cardoso, con una base más débil (si es
que haya alguna) en la teoría marxista–.4 Theotônio dos Santos resu-
me acertadamente las consecuencias de este desacierto:

Desgraciadamente [...] las críticas [a la teoría de la dependencia] no


han contribuido mucho al estudio del problema ya que revelan no
sólo un gran desconocimiento de la literatura reciente sino también
de las obras clásicas sobre la situación de los países dependientes. La
distorsión resultante ha provocado una gran confusión sobre el con-
cepto de dependencia, la relación entre dependencia e imperialismo,
la existencia de la situación de dependencia, el estatus teórico del
concepto, etcétera (Kay, 1989, p. 163).

Además, para los lectores angloparlantes, la falta de acceso a las


obras clásicas de Ruy Mauro Marini y las de sus contemporáneos
también empobreció el debate sobre la lucha de clases y el sistema
mundial en el Norte Global, diría yo, en el momento en que más lo
necesitábamos: durante la fase neoliberal del imperialismo. Lejos
de interpretar únicamente las realidades de la lucha de clases en
América Latina, el marco analítico de Marini pone de manifiesto la
unidad de la clase obrera mundial. Muchos de sus obras principales
iluminan el ordenamiento de los trabajadores en los sucesivos mo-
mentos de la división internacional del trabajo, y su organización
en torno a diferentes composiciones orgánicas del capital y, por

4
Por ejemplo, Cardoso y Faletto (1979).

394
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

tanto, diferentes formas y tasas de explotación (Marini, 1973, 1997).


También develan el funcionamiento de las leyes de la acumulación
capitalista (expresadas teóricamente en la teoría del valor-trabajo
de Marx) a través de las fronteras nacionales.5 Las implicaciones de
estos elementos deben ser desnaturalizadas y problematizadas para
que seamos capaces de luchar contra el capitalismo como un sistema
mundial, y la carrera hacia el fondo que implica ese sistema. La supe-
rexplotación que Marini identificó como la base de las formaciones
sociales dependientes está hoy claramente presente en las vidas pre-
carias de los trabajadores del Norte Global. Como parte de una clase
trabajadora global, es lógico que todos formemos parte de la misma
conversación.
En algún momento era el caso que Marini, Dos Santos y Vânia
Bambirra (y, en menor medida, André Gunder Frank) constituían
una especie de “marxismo en el exilio”, de difícil acceso para los la-
tinoamericanos (Kay, 1989). Sin embargo, gracias a la dedicación de
una generación de sus alumnos, compañeros y colegas, esta situa-
ción está cambiando (Seibel Luce, 2018). La mayor parte de la obra
escrita de Marini ha sido digitalizada y puesta a disposición (cuando
es posible, en varios idiomas) en el archivo virtual, Ruy Mauro Ma-
rini Escritos, mantenido por un equipo que trabaja bajo la dirección
de Jaime Osorio en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).6 Desde el año 2000, se han republicado muchos de los prin-
cipales escritos de Marini, incluidos varios en portugués por prime-
ra vez. Entre ellos, el volumen que dio origen a este proyecto, Ruy
Mauro Marini. Vida e Obra, editado por Roberta Traspadini y João
Paulo Stedile, intelectuales vinculados al Movimento dos Trabalha-
dores Sem Terra, y publicado en 2005 por una editorial vinculada a
los movimientos sociales de Brasil, la Editora Expressão Popular de

5
Véase el material del curso del propio Marini sobre El Capital de Marx en Cursos.
Ruy Mauro Marini Escritos https://marini-escritos.unam.mx/?cat=54
6
Véase https://marini-escritos.unam.mx/

395
Amanda Latimer

São Paulo.7 La bibliografía de este proyecto de recuperación también


incluye publicaciones que abordan el boicot sistemático de la teoría
marxista de la dependencia en Brasil (Correa Prado, 2015).
Afortunadamente, con los textos e ideas de Marini recibiendo
mayor atención también en inglés, los lectores en el Norte Global
también tienen ahora más acceso a sus escritos. Hay una variedad de
obras contemporáneas que adaptan el marco teórico de Marini a la
nueva coyuntura, y con las traducciones de las obras de sus alumnos,
los lectores angloparlantes pueden hoy unirse a un debate vibrante y
vital con raíces en el pensamiento social latinoamericano. La presen-
te traducción de la principal obra de Marini, Dialéctica de la depen-
dencia (1973), pretende ser un aporte importante en esta dirección, y
espero que no será el último.
La introducción que sigue pretende situar la vida y la obra de Ruy
Mauro Marini en su contexto social. Su vida abarca algunos de los
períodos más intensos de la lucha de clases en el siglo XX en Améri-
ca Latina. Su camino se cruzó con acontecimientos tan importantes
como la crisis de acumulación dependiente que culminó en el golpe
militar de 1964 en Brasil (que llevaría a Marini al exilio por primera
vez); las luchas democráticas llevadas a cabo por la juventud y los tra-
bajadores mexicanos a finales de la década de 1960 que fueron bru-
talmente reprimidas en la Masacre de Tlatelolco de 1968; la intensa
lucha de clases que se desató en Chile a finales de la década de 1960,
que culminó con el ascenso de Salvador Allende y la coalición Uni-
dad Popular (extinguida en el golpe de Estado del 11 de septiembre); el
ascenso en todo el continente de un nuevo Estado contrarrevolucio-
nario y la maduración de la izquierda revolucionaria que se le opuso,
fortalecida por la Revolución cubana; y, por último, las luchas que
supuso el retorno a la democracia en Brasil a la sombra del Consenso

7
Junto con la Escola Nacional Florestan Fernandes, Expressão Popular también
produjo un animado documental sobre el autor, Ruy Mauro Marini e a Dialéctica da
Dependência, 2014, por Cecília Luedemann y Miguel Yoshida. El documental cuenta
con testimonios de muchos de los amigos y compañeros mencionados en este texto,
https://youtu.be/ww4_HoY-UYA

396
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

de Washington, tras veinte años de dictadura. Durante todas estas


convulsiones, Marini participó en organizaciones revolucionarias
de todo el continente. Llevó su enfoque político con él a cada nuevo
exilio, pero se movió constantemente en la misma dirección que la
generación de 1968 en el Tercer Mundo. Esa generación situó siste-
máticamente su búsqueda del socialismo en las historias particula-
res y la composición social de sus respectivas formaciones sociales y,
por extensión necesaria, en la lucha mundial contra el imperialismo.

Fueron estas tareas las que lo impulsaron a la búsqueda de respues-


tas teóricas con el fin de explicar la actualidad de la revolución so-
cialista en América Latina, sus perspectivas, y los quehaceres que la
hicieran posible. Ello lo obligó a caminar, al igual que los grandes
creadores del marxismo, desde la compleja reflexión teórica hasta el
periodismo revolucionario y la definición de consignas que busca-
ban sintetizar las tareas y las demandas para acumular fuerzas en
un periodo determinado, pasando por el debate y la crítica impla-
cables en contra del reformismo, la reacción y la contrarrevolución
(Marini, s/f a).

Estas experiencias también dieron lugar a los interrogantes que


inspiraron la teoría marxista de la dependencia (TMD) en los tra-
bajos de Marini, Dos Santos, Bambirra, Frank y muchos otros. Esta
generación, a pesar de encontrarse rodeada por el pensamiento
desarrollista proveniente de Estados Unidos y Europa Occidental
(principalmente la teoría de la modernización y el keynesianismo),
tendría que enfrentarse a la cuestión de por qué la modernidad
capitalista, especialmente tal y como se reflejaba en los referentes
desarrollistas de Estados Unidos y Gran Bretaña, no se había ma-
terializado en la periferia del sistema mundial durante la supuesta
edad de oro del capitalismo. Esta contradicción provocó una crisis
en la hegemonía del pensamiento imperialista, que se agudizó con el
triunfo de la Revolución cubana (Osorio, 2016; Kay, 1989).
A lo largo de los años sesenta y setenta, la generación de Marini
realizaría una nueva lectura del materialismo histórico de Marx, de

397
Amanda Latimer

la teoría del valor-trabajo y de las teorías marxistas clásicas sobre


el imperialismo, haciéndolo desde la perspectiva de las formaciones
sociales dependientes, al tiempo que intentaban dar sentido a sus
propias realidades (Theotônio dos Santos, citado en Kay, 1989, p. 143).
Examinaban las formas en que la economía latinoamericana se ha-
bía configurado de acuerdo con los mercados mundiales de la prime-
ra época moderna. Esta inserción en el mercado mundial dio lugar
a una forma particular de capitalismo dependiente, que vio modifi-
cadas las leyes de la acumulación de manera particular. Sin embar-
go, en lugar de ser una desviación de una forma pura de desarrollo
capitalista, los teóricos marxistas de la dependencia argumentaron
que “el capitalismo dependiente latinoamericano es un capitalismo
maduro […] sus originalidades no obedecen a ausencias o carencias
de capitalismo, sino a lo contrario” (Osorio, 2016, p. 9).
En lo que sigue, reviso las contribuciones seminales de Marini a
una serie de debates que dominaron el pensamiento social latinoa-
mericano a mediados del siglo XX, incluidos los debates con los parti-
dos comunistas tradicionales de la región, la posición estructuralista
de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la ONU y
las corrientes más reformistas y weberianas de la teoría de la depen-
dencia desarrolladas por Fernando Henrique Cardoso. A lo largo de
sus 65 años, Marini produciría una vasto volumen de material escri-
to que incluye: cinco libros (publicados en al menos siete idiomas, en
diversas ediciones en todo el mundo); más de ochenta artículos aca-
démicos, informes de investigación y ponencias en conferencias; al
menos doscientos artículos periodísticos, mientras trabajaba como
periodista en Brasil, Chile, México y como corresponsal para Cuba; y
una variedad de editoriales e informes de los diversos grupos revolu-
cionarios en los que participó. El riquísimo marco teórico y metodo-
lógico que desarrolló Marini surgió de un fructífero contexto social
que incluía las deliberaciones prácticas y las articulaciones pro-
gramáticas de las tendencias revolucionarias, el contacto con una
variedad de movimientos anticoloniales luchando por la autodeter-
minación, las fértiles discusiones con estudiantes y colegas en una
398
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

variedad de entornos académicos, y amistades de larga duración a lo


largo de las décadas, arraigado en la política transformacional.
Para situar a Marini en los variados contextos sociales que lo for-
maron a él y a su obra, me he apoyado en gran medida en sus propios
relatos: una extensa declaración autobiográfica escrita en agosto de
1990 en un esfuerzo por ser readmitido en la facultad de la Universidad
de Brasilia tras su ausencia forzada de veintiséis años (Marini, 1990).8
Este texto no solo fue indispensable para entender la trayectoria inte-
lectual, política y (hasta cierto punto) personal del autor, sino que este
ensayo también se orienta por uno de los primeros comentarios del
autor en él: “Soy un producto de las tendencias profundas que deter-
minaron el surgimiento del Brasil moderno” (Marini, 1990). El ensayo
utiliza homenajes y testimonios escritos por antiguos alumnos, ami-
gos y compañeros tras la muerte de Marini en 1997. Esto incluye a Vâ-
nia Bambirra e, indirectamente, a Theotônio dos Santos, importantes
fuerzas detrás del desarrollo de la TMD, ambos de los cuales se murie-
ron en los últimos años, en 2015 y 2018 respectivamente. Por último,
este ensayo abordará los puntos de inflexión claves en el pensamiento
del autor, los cuales que reflejan la variedad de roles que desempeñó
en la vida, cada uno de los cuales enriqueciendo al siguiente.9

Los comienzos: 1932-1960

Ruy Mauro de Araujo Marini nació el 2 de mayo de 1932 en Barbecena,


una pequeña ciudad del sudeste del estado de Minas Gerais. Ambos

8
El resto de las referencias en este ensayo a las memorias de Ruy Mauro Marini se
refieren a la versión en español de estas memorias, en Memoria. Ruy Mauro Marini
Escritos (Marini, 1990). http://www.marini-escritos.unam.mx/002_memoria_mari-
ni_esp.html
9
Nelson Gutiérrez (2005) resumió esta dialéctica entre el pensamiento y la actividad
revolucionaria en la vida de Marini con estas palabras: “Ruy vivía preso del dilema
entre sus inclinaciones naturales como constructor de conocimiento, pensador y teó-
rico, y su responsabilidad como hombre de acción, sujeto político, orientado a la tarea
de cambiar las relaciones sociales existentes”.

399
Amanda Latimer

de sus padres venían de familias que en la generación anterior ha-


bían cultivado la tierra, aunque desde diferentes extremos del es-
pectro social. Los padres de su padre habían emigrado a Brasil desde
Italia en el año de 1888, el mismo año en que Brasil se convirtió en el
último país del hemisferio occidental en abolir la esclavitud. En cam-
bio, en la familia de su madre eran grandes terrateniente de Minas
Gerais, cuya fortuna había decaído tras ese mismo hito de la historia
brasileña, la abolición de la esclavitud.
A los 18 años, Marini se trasladó a Río de Janeiro con la intención
de estudiar medicina. Tres años más tarde, sin embargo, ingresó en
la facultad de Derecho de la Universidad de Brasil (hoy, la Universi-
dad Federal de Río de Janeiro). En este contexto, se vio envuelto en los
debates intensos sobre el nacionalismo y el desarrollo que domina-
ron el discurso público durante la década de 1950, y se sintió atraído
por la posición comunista (Marini, 1990). Durante su estancia en Río,
Marini amplió su dominio de los idiomas. Tras haber recibido una
formación básica en latín, portugués y literatura brasileña en Bar-
bacena, pasó a estudiar inglés, francés y español. En 1955, ingresó a
la recién creada Escola Brasileira da Administração Pública (Escuela
Brasileña de Administración Pública) para estudiar ciencias sociales
por primera vez. Allí se encontró con una cohorte de profesores, en
su mayoría jóvenes, que se oponían al “clima intelectual tradiciona-
lista y enrarecido” que dominaba las universidades de la época (Ma-
rini, 1990).
Entre las personas que dejaron huella en Marini, estuvo el soció-
logo Alberto Guerreiro Ramos. El pensamiento de Ramos, sobre todo
en lo que se refiere al papel de los intelectuales y la gestión y plani-
ficación técnica en el desarrollo industrial, estaba siendo transfor-
mado en aquella época por el discurso desarrollista de la CEPAL y
la Conferencia de Bandung de 1955 (Chilcote, 2018). Ese mismo año,
Ramos se convirtió en miembro fundador del Instituto Superior de
Estudos Brasileiros (ISEB), un centro que más tarde se haría famoso
por su enfoque del nacionalismo y el desarrollo (Chilcote, 2018). En
su obra, Ramos se refirió al concepto de dependencia, aunque desde
400
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

la perspectiva de una burguesía nacional dependiente del paradig-


ma de desarrollo procedente de Estados Unidos. En un texto de 1956,
el autor “abogó por la liberación de la burguesía de su mentalidad se-
micolonial y subdesarrollada a una orientada al desarrollo del país”
(Chilcote, 2018). Por lo tanto, el concepto de dependencia no tuvo la
elaboración teórica que recibiría de la generación de Marini, pero se
puede decir con certeza que formaba parte del clima intelectual de
la época.
Marini dejaría Brasil justo cuando el enfoque estructuralista
del desarrollo, puesto en marcha por la CEPAL, estaba alcanzando
su pináculo.10 Animado por Ramos, Marini entró en Sciences Po, el
Instituto de Estudios Políticos de París, para estudiar sociología con
una beca del gobierno francés en septiembre de 1958. Durante el si-
guiente año y medio, Marini completaría su formación política, tan-
to a través de viajes por Europa y encuentros con personas de todo
el mundo como mediante el estudio sistemático de Marx, Hegel y, en
particular, Lenin (Marini, 1990). Crucialmente, Marini se sumergió
en los fervientes debates políticos que tenían lugar a su alrededor
en Europa. Al mismo tiempo, prestó mucha atención a las críticas y
desafíos a los propios términos de esos debates, planteados por los

10
Según Kay (1984), el estructuralismo surgió como respuesta a la economía neo-
clásica y al monetarismo que, junto con el keynesianismo, dominaron la teoría del
desarrollo en la posguerra. En un esfuerzo por comprender el subdesarrollo endé-
mico, los especialistas en desarrollo de América Latina empezaron a cuestionar la
utilidad de esos marcos y a subrayar “la especificidad de los países periféricos” en el
sistema mundial mientras buscaban un nuevo paradigma que pudiera explicar sus
“estructuras, dinámicas y realidades”. Los estructuralistas, cuyo pensamiento se ins-
piró en la CEPAL, se llamaron así por su enfoque en el análisis histórico y estructural.
Rechazaron el individualismo metodológico de la economía ortodoxa junto con, es-
pecialmente, la teoría neoclásica del comercio y la teoría de la ventaja comparativa
de Ricardo. Véase también Ana García y Miguel Borba de Sá (2018). Más que buscar
la superación de la dependencia como tal, la solución estructuralista era “saber en
qué condiciones se podían obtener más dividendos de la participación” en el sistema
internacional (García y Borba de Sá, 2018; Kay, 1989). En lo que sigue, examinaré cómo
la teoría marxista de la dependencia respondió a las características del pensamiento
estructuralista, incluyendo el dualismo estructural y los efectos del deterioro de los
términos de intercambio entre el centro y la periferia (Kay, 1989).

401
Amanda Latimer

jóvenes exiliados de las luchas anticoloniales en Vietnam, Camboya,


Argelia y partes del África subsahariana. El estar expuesto a estos
debates le haría a Marini más crítico con los paradigmas dominan-
tes de desarrollo en la época. Reflexionando sobre el impacto de su
estancia en Francia, Marini escribió más tarde:

Las teorías del desarrollo, en boga en los Estados Unidos y en los


centros europeos, se me revelaron, entonces, como lo que realmente
eran: instrumento de mistificación y domesticación de los pueblos
oprimidos del Tercer Mundo y arma con la cual el imperialismo bus-
caba enfrentarse a los problemas creados en la posguerra por la des-
colonización (Marini, 1990).

Sin embargo, sería el corto período por venir, de regreso en su patria,


el que profundizaría esta crítica del pensamiento dominante sobre el
desarrollo, aterrizado en la praxis política. Un período que termina-
ría abruptamente con la primera expulsión de Marini al exilio.

Brasil: 1960-1964

A mediados de 1960, Marini regresó a Río de Janeiro para ocupar un


puesto en el Instituto de Jubilación y Pensiones de los Empleados
de la Industria, IAPI. Al mismo tiempo, como periodista, comenzó
a participar en los principales debates del momento que se produ-
cían en la izquierda revolucionaria, produciendo artículos para
la recién creada agencia de prensa cubana, Prensa Latina, y para
O Metropolitano, el órgano de difusión de la Unión Nacional de
Estudiantes.11 En este oficio de periodista, que retomaría a lo largo
de su vida, Marini cubrió los principales acontecimientos históricos
de la época, incluyendo las luchas anticoloniales que se desarrolla-
ban en todo el mundo, y los episodios claves de la lucha de clases

Los escritos periodísticos de Marini (Marini, s/f b) están disponibles en Ruy Mauro
11

Marini Escritos. https://marini-escritos.unam.mx/?page_id=3692

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Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

brasileña de la época. Entre estos últimos, el Congreso Nacional de


Campesinos de 1961, celebrado en Belo Horizonte, y la lucha por las
Ligas Campesinas bajo el liderazgo de Francisco Julião (anteceden-
te de los movimientos de los trabajadores sin tierra que estallarían
una década después). Marini consideraba que las luchas de las Ligas
Campesinas eran uno de los momentos más importante de la activi-
dad revolucionaria de ese período, más aún por la batalla ideológica
que provocó con el Partido Comunista Brasileño (PCB). En las pági-
nas de O Metropolitano, Marini se dedicó a visibilizar lo que él llama-
ba esta “lucha silenciosa” –alejada del ojo de la prensa burguesa–, a
través de historias originales que ilustraban “el desarrollo de la lucha
ideológica y política entonces en curso” (Marini, 1990).
En septiembre de 1962, Marini se incorporó a la Universidad de
Brasilia, trabajando inicialmente como ayudante de cátedra y, un
año después, como profesor asociado. Más tarde escribió que ese
fue uno de los períodos de mayor satisfacción intelectual de su vida
académica (Marini, 1990). La universidad se había fundado solo dos
años antes, el mismo año en que Brasilia se convirtió en la nueva ca-
pital de la república. Bajo la dirección del antropólogo Darcy Ribeiro,
la Universidad de Brasilia trató de romper el molde universitario tra-
dicional con un “currículo, y métodos de investigación y enseñanza
progresistas” (Kay, 2020, p. 602). Sin embargo, lo más importante era
la vibrante y talentosa cohorte de intelectuales que Marini conoce-
ría allí, varios de los cuales se convirtieran en amigos y amigas, in-
terlocutores y camaradas de toda la vida. Entre ellos, se encontraba
el sociólogo germano-estadounidense André Gunder Frank –cuyas
ideas sobre el desarrollo y el subdesarrollo se verían profundamen-
te influenciadas por su estancia en Brasil– y, aún más significantes,
Theotônio dos Santos y Vânia Bambirra. Fue en el seno de este “trío
polémico” donde empezaron a formarse los gérmenes de la teoría
marxista de la dependencia; primero en el contexto de un grupo de
lectura sobre El Capital de Marx y debates en Brasilia, y después en el
exilio en Chile y México (Del Ross y Lana Seabra, 2017).

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Amanda Latimer

Estos debates se extendieron más allá del campus universitario.


Incluso antes de su regreso a Brasil, Marini entró en contacto con mi-
litantes de la Juventud Socialista, el ala juvenil del Partido Socialista
Brasileño (PSB). Este grupo había entrado en el debate en torno a la
crisis de finales de los años cincuenta con una fuerte crítica al go-
bierno de Kubitschek (Passa Palavra, 2011, partes 8 y 9). Además, a los
pocos meses de su regreso de Francia, Marini se unió a la sección de
Guanabara (Río de Janeiro) de Juventude Socialista, y participó en la
formación de un nuevo grupo, la Organización Revolucionaria Mar-
xista-Política Obrera (Organização Revolucionária Marxista-Política
Operária, más conocida como POLOP, por su principal publicación).
También participaron en esta nueva formación Dos Santos, Bambi-
rra y Juarez Guimarães de Brito, todos ellos de la Juventud Obrera
(Mocidade Trabalhista, una corriente del Partido Trabalhista Brasi-
leiro) de Minas Gerais; Eder y Emir Sader, Michael Löwy y otros de
la Liga Socialista Independiente de São Paulo; Aluízio Leite Filho, Si-
mon Schwartzman y otros del movimiento estudiantil de la Escuela
Brasileña de Administración Pública (EBAP) de Río; y dos grupos del
estado nororiental de Bahía (Reis y de Sá, 1985; Theotônio dos Santos,
citado en Passa Palavra, 2011).
La POLOP fue la primera expresión de la izquierda revolucionaria
que surgió en Brasil (Marini, 1990). También proporcionó un espacio
colectivo de teorización, como se refleja en la primera producción
teórica de Marini.12 La tendencia coincidió en torno a una lectura de
la sociedad brasileña a contracorriente de los marcos de la izquier-
da dominante: una lectura nacida de la desilusión con las consig-
nas populistas de la unidad nacional y el desarrollismo. Esta crítica
surgió tras la ruptura de la alianza de clases que había sostenido el
sistema de dominación burgués desde la era de Vargas en los años
treinta. En palabras de Erich Sachs, uno de los intelectuales de esta
corriente con el que Marini entablaría una profunda amistad, era
necesario un nuevo marco para desenmascarar “la penetración de

12
Véase, por ejemplo, Ruy Mauro Marini (1996) y Miranda y Falcon (2010).

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Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

las ideas desarrollistas en la clase obrera, facilitada por una hábil ex-
plotación de los sentimientos antiimperialistas reinantes entre las
masas” (Erich Sachs, citado en Seabra, 2020, p. 665). En un esfuerzo
por neutralizar cualquier oposición organizada a sus intereses de
clase, el bloque dominante había reunido a la clase obrera detrás de
la ideología del desarrollismo.

[El bloque dominante] supo aprovechar este movimiento, cuando lo


encontró útil, para mejorar su posición en la alianza que había man-
tenido con el imperialismo, donde queda relegado al papel de “pri-
mo pobre” [...] [El] problema de la lucha antiimperialista, tal como
lo plantea la llamada izquierda, refuerza la aparente comunidad de
intereses y justifica una vez más los sacrificios por parte del proleta-
riado (Seabra, 2020, p. 665).

El marco de la POLOP desafiaba directamente a la estrategia de con-


ciliación de clases defendida por el Partido Comunista Brasileño, que
buscaba una alianza entre la burguesía nativa y las clases trabaja-
doras para estabilizar el desarrollo industrial de Brasil. Por ejemplo,
la siguiente observación aparece en el documento “Perspectivas de
la lucha de clases en Brasil”, aprobado en el segundo congreso de la
POLOP en 1963, que según Raphael Seabra prefigura la conceptua-
lización de Marini sobre la superexplotación (Seabra, 2020, p. 621,
nota 1).

La denuncia de todos los intentos burgueses y reformistas de estruc-


turar “alianzas” entre el proletariado, la burguesía nacional y cier-
tos sectores terratenientes supuestamente antiimperialistas. Estos
intentos no hacen más que debilitar la lucha, porque [...] ocultan el
hecho de que el trabajador brasileño es víctima de una doble explota-
ción, la del capitalista nacional y la del extranjero que, disputándose
su parte de la plusvalía, privan a la lucha antiimperialista de su ca-
rácter de clase (POLOP, citado en Seabra, 2020, p. 668).

La POLOP también exigía un análisis marxista aterrizado de las


relaciones sociales básicas en Brasil para aclarar el carácter de la

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Amanda Latimer

revolución necesaria en el país. La tendencia criticaba los esfuerzos


de los partidos comunistas por importar modelos revolucionarios,
lo que implicaría que todos los países estaban en el mismo camino
universal hacia la modernidad capitalista, con algunas desviaciones
de este camino entendidas como “deficiencias y otras como deforma-
ciones” (Seabra, 2020, p. 665). En este sentido, la POLOP reconocía
que Brasil ya era un “país capitalista maduro y no un país semicolo-
nial según la tesis del PCB [partido comunista]” (Luiz Alberto Moniz
Bandeira, citado en Passa Palavra, 2011). Brasil necesitaba una re-
volución socialista, lo que significa que tendría que ser simultánea-
mente antiimperialista y anticapitalista, dirigida por un partido
independiente de la clase obrera, un papel que los partidos existen-
tes no habían desempeñado hasta ahora (Seabra, 2020).
Es importante subrayar que la política de la POLOP no puede
reducirse a una expresión temprana de la teoría marxista de la de-
pendencia, ni esta fue nunca adoptada formalmente por la tenden-
cia, posiblemente debido a la diversidad de orígenes políticos de sus
miembros.13
Sin embargo, Seabra identifica las ideas y categorías fundamenta-
les que aparecen en las resoluciones, directivas y eventual programa
político de la POLOP, forjadas en el “calor de la lucha política en Bra-
sil entre 1959 y 1967”, y que luego serían reelaboradas en los trabajos
iniciales de Marini, Dos Santos y Bambirra durante su exilio (Seabra,
2020, p. 662). Por ejemplo, el grupo apeló al concepto de “cooperación
antagónica”, que más tarde sería importante en la conceptualización
de Marini del subimperialismo (la cual será analizada más adelante).
Años más tarde, Marini situaría las raíces de la teoría marxista
de la dependencia en los debates de la “nueva izquierda” en Brasil.
Rechazó enérgicamente la vinculación de esta nueva visión con el re-
ciclaje por parte del PCB de las posiciones desarrollistas de la CEPAL,

13
Seabra (2020) observa que hay una sola mención de la “dependencia” en los prime-
ros textos de la corriente, que aparece en relación con los “límites de la productividad
[bajo] el imperialismo debido a los ‘bajos niveles de consumo en las áreas dependien-
tes’” (p. 666).

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Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

que ponían en primer plano a una burguesía nacionalista como su-


jeto de la transformación (Marini, 1990; Gutiérrez, 2005). Marini es-
cribió que en el PCB:

[E]mpezaron a apoyarse en las tesis cepalinas del deterioro de las re-


laciones de cambio, del dualismo estructural y de la viabilidad del
desarrollo capitalista autónomo, para sostener el principio de la re-
volución democrático-burguesa, antiimperialista y antifeudal, que
ellos habían heredado de la Tercera Internacional. Contraponién-
dose a eso, la nueva izquierda caracterizaba la revolución como, si-
multáneamente, antiimperialista y socialista, rechazando la idea del
predominio de relaciones feudales en el campo y negando a la bur-
guesía latinoamericana capacidad para dirigir la lucha antiimperia-
lista (Marini, s/f a).

La crisis económica y política a la que se enfrentaba el país llegó a su


punto álgido a principios de los años sesenta. Se trataba, por un lado,
de la radicalización de los trabajadores urbanos y rurales, a los que
la izquierda se esforzaba por seguirles el ritmo. Por otro lado, la reac-
ción del gran capital contra las modestas “reformas de base” que el
presidente de izquierda populista João Goulart había propuesto para
intentar estabilizar el país (reformas de base, que incluían reformas
bancarias, fiscales, urbanísticas, electorales, universitarias y, sobre
todo, agrarias, así como cambios en el estatus del capital extranjero)
(Seabra, 2020; Bandeira, 2011). Anticipando el golpe de estado que se
avecinaba, la POLOP observó que “las contradicciones que se esta-
ban profundizando y acelerando en Brasil eran resultados del propio
desarrollo capitalista” (Seabra, 2020, p. 670).14 La tendencia afirmaba
que estas contradicciones solo podrían ser resueltas mediante una
alianza revolucionaria entre las clases subalternas del campo y de
las ciudades (Miranda y Falcón, 2010). Aunque reconoce que “la his-
toria de América Latina [...] se divide en dos fases: antes y después de
la revolución cubana”, Marini explica en sus memorias de 1990 que

14
Véase también Bandeira (2011).

407
Amanda Latimer

[l]a gestación de la izquierda revolucionaria brasileña y latinoame-


ricana –particularmente en la Argentina, Perú, Venezuela y Nicara-
gua– no es, como se pretende, efecto de la Revolución cubana, sino
parte del mismo proceso que la originó –independientemente de
que, en los años 60, ésta pase a ejercer una fuerte influencia (Marini,
1990).

Se generó una crisis interna en la POLOP –sobre la cuestión de si de-


bía recurrir a la lucha armada– que provocó la salida de Dos Santos,
quien era entonces el secretario general del movimiento (Kay, 2020).
Por su parte, Marini, además de sus tareas de docente, había co-
menzado a trabajar en una tesis doctoral que exploraba el legado
del autoritarismo bonapartista (o populista) bajo los gobiernos de
Quadros y Goulart (Dal Rosso y Lana Seabra, 2017). El 1 de abril de
1964, el primer día del golpe, una invasión militar de la Universidad
de Brasilia provocó la destrucción del material que había desarro-
llado hasta entonces. Marini huyó a Río y descubrió que había sido
despedido de la universidad por decreto militar, junto con otros doce
académicos.15 En los tres meses siguientes, Marini sería detenido en
dos ocasiones. Primero, el Centro de Inteligencia Naval lo detuvo y
fue torturado. Después de ser liberado por una orden de habeus cor-
pus por el nominalmente independiente Supremo Tribunal Federal,
fue secuestrado una vez más por los marinos brasileños y retenido
por el ejército (Olave, 2015). Liberado en diciembre de 1964, Marini
permaneció en la clandestinidad durante tres meses hasta que, ante
las constantes presiones a su familia y los ataques a sus compañeros,
fue concedido el asilo en México.16

15
Entre 2012 y 2015, la Universidad de Brasilia organizó la “Comisión de la Verdad y
la Memoria Anísio Teixeira” para investigar las violaciones de los derechos civiles y
humanos que tuvieron lugar en la universidad entre 1964 y 1985. La comisión lleva
el nombre de uno de los compañeros de Marini, que, siendo rector, fue destituido y
asesinado por el régimen en 1971. Véase Universidade de Brasília, “Comissão Anísio
Teixeira de Memória e Verdade”, http://www.comissaoverdade.unb.br
16
La POLOP participó en una lucha urbana armada, que fracasó, lo que provocó la per-
secución, muerte y desaparición de varios compañeros, entre ellos Juárez Guimarães
de Brito (Kay, 2020). En 1971, Marini escribió un ensayo que contextualizaba y

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Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

Primer exilio: México, 1964-1969

La patria no es el amor
La patria no es el cuerpo
La patria son los hijos
La patria eres tú
La patria es el trabajo
La mano que hace el pan
El grito valeroso que rompe las cadenas
La alma de los barrios,
La joven compañera
La muerte tempranera del joven luchador,
La madre que lo espera llorando con rencor.

Amigo ven
Te voy a dar…
Mi parecer, amiga.

Amigo Ven, León Chávez Teixeiro [músico, cineasta y organi-


zador del movimiento obrero mexicano que hizo la crónica
del levantamiento popular de los años sesenta]

A los 32 años, Marini llegó a México y se integró en una comuni-


dad de académicos y compañeros brasileños, muchos de los cuales
también experimentaban el exilio por primera vez. Más tarde iden-
tificaría estos cuatro años como un período en el que se desarrolló
profesionalmente (Marini, 1990). Durante este tiempo, Marini ela-
boró un novedoso marco conceptual para entender el carácter y las
implicaciones del golpe de Estado brasileño. En textos que reflejaban

criticaba la lucha armada de la POLOP. Escribió el texto para una serie de dos volúme-
nes, editada por Vânia Bambirra, que evaluaba críticamente los movimientos regio-
nales inspirados en la teoría del foco guevarista (Marini, 1971). El capítulo reaparecería
en la quinta edición de Subdesarrollo y Revolución como “Lucha armada y lucha de
clases” (Marini, 1974b).

409
Amanda Latimer

su creciente relación con los movimientos estudiantiles radicales de


Brasil y México, también analizó cómo la izquierda organizada y el
movimiento estudiantil se defendieron frente la dictadura brasileña.
En su nuevo entorno, el nombre de Marini empezó a ser reconoci-
do en los círculos e instituciones intelectuales locales y, finalmente,
a nivel internacional. Se incorporó al Centro de Estudios Internacio-
nales del Colegio de México, primero como parte del consejo de re-
dacción de su revista insignia, Foro Internacional, y a partir de 1966,
como jefe del programa de relaciones internacionales. A mediados
de 1966, Marini asumió un puesto en Conescal, el Centro Regional de
Construcciones Escolares para América Latina, un órgano conjunto
de la UNESCO, la OEA y el gobierno mexicano. Allí amplió el alcance
de sus estudios sobre las realidades sociales y económicas de Améri-
ca Latina, incluyendo la investigación de sus crecientes movimien-
tos estudiantiles (Marini, 1990).
Finalmente, en 1968, Marini se incorporó al Centro de Estudios
Latinoamericanos (CELA) de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Seguiría vinculado al CELA hasta el final de su vida,
y muchos de sus antiguos alumnos acabarían convirtiéndose en
asociados, interlocutores y coinvestigadores (Marini, 1990; Ceceña,
2005). En 1969, Marini se vio obligado a exiliarse por segunda vez.

Sobre los orígenes de la dictadura brasileña

En 1965, con un informe entregado al Comité Central de la POLOP,


Marini comenzó a trabajar en una serie de textos que abordaban
tanto las raíces del golpe brasileño como sus alarmantes consecuen-
cias (Marini, 1990). Argumentó que lo que surgió tras el golpe fue un
nuevo “esquema económico-político total” que pretendía resolver la
crisis de finales de los cincuenta y principios de los sesenta a través
de una formación estatal que “pusiera un sello definitivo a la fusión
de los intereses militares y del gran capital”. Esta formación incluía
una nueva economía política que Marini etiquetó como subimpe-
rialismo. Se refirió a él como: “la forma que asume el capitalismo
410
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

dependiente al llegar a la etapa de los monopolios y el capital finan-


ciero” (Marini, 1972a, p. 15). Varios de estos ensayos se recogen en el
primer libro de Marini, Subdesarrollo y Revolución, publicado en 1969
por la recién creada editorial Siglo XXI (Marini, 1974b). El minucioso
análisis de Marini del desarrollo del capitalismo brasileño y de la lu-
cha de clases en el país siguió evolucionando junto con la evolución
del propio régimen.
Inicialmente, el objetivo de Marini era contrarrestar la línea pre-
dominante que atribuía el golpe únicamente al imperialismo nor-
teamericano (“un organismo ajeno [...] a la lógica interna de la vida
brasileña”). Se trataba de un discurso que borraba los intereses, las
acciones y la culpabilidad de la burguesía brasileña (Marini, 1990).
En “La dialéctica del desarrollo capitalista en Brasil” (publicado
inicialmente en la revista mexicana Cuadernos Americanos en 1966,
y posteriormente reeditado en forma ampliada en Subdesarrollo y
Revolución), Marini sitúa los acontecimientos de 1964 en una nueva
interpretación del desarrollo capitalista brasileño durante su época
moderna (Marini, 1966; Marini, 1990; cf. Chilcote, 2018). La lectura do-
minante de este período, que se inicia con la dictadura populista de
Getúlio Vargas en 1937, suele atribuir las raíces del subdesarrollo bra-
sileño a dos elementos: (1) una economía estructuralmente dualista,
dividida entre la industria moderna y un sistema agrario todavía
atrasado y semifeudal; y (2) una estructura de clases dominada por la
oligarquía tradicional y el imperialismo estadounidense que dejaba
de lado a la incipiente burguesía industrial. Después de un año del
régimen militar, los defensores de esta interpretación (en gran parte
el PCB y los nacionalistas de izquierda) esperaban la reanudación de
una revolución democrático-burguesa que hiciera eco del ascenso de
las burguesías nacionales en las revoluciones industriales clásicas
de Europa. Su estrategia implicaba un frente unido de la burguesía y
las clases trabajadoras.
Para Marini, sin embargo, este enfoque ignoraba el papel que des-
empeñaron grandes fracciones del capital industrial y financiero y
sectores de la pequeña burguesía en el golpe de 1964 (Marini, 1966).
411
Amanda Latimer

Esencialmente, eludía los principales acontecimientos de la era mo-


derna. Durante ese período no había una división antagónica entre
los sectores atrasados y los modernos; de hecho, la industrialización
se había producido sobre la base de los intereses complementarios
del capital industrial y la oligarquía rural tradicional. Existía un
modelo de compromiso entre estos dos grupos, por muy turbulento
que fuera a veces. Este compromiso se rompió en la década de 1950,
instigado por la caída de las exportaciones agrícolas esenciales y de
sus precios en los mercados internacionales. La caída de los precios
redujo las divisas disponibles para comprar los bienes de capital ne-
cesarios para la industria y provocó continuos cuellos de botella en
la venta de productos básicos (en particular, los bienes duraderos
que eran producidos por sectores monopolísticos) debido al tamaño
limitado del mercado interno (Marini, 1965). En otras palabras, fue
esencialmente una crisis de realización (Marini, 1972).
En la misma década, cualquier oportunidad para que la burgue-
sía actuara de forma más autónoma en pos del desarrollo nacional
se vio socavada por un cambio en el imperialismo estadounidense,
ya que la inversión directa comenzó a penetrar en sectores clave de
la industria manufacturera (Marini, 1966). En lugar de aliviar las
contradicciones sociales inherentes al sistema, la introducción de
nuevas tecnologías a finales de los años cincuenta agudizó la crisis
a la que se enfrentaban los trabajadores y desencadenó un nuevo ci-
clo de polarización social basado en la ley general de la acumulación
(Marx, 1990, cap. 25). A raíz del aumento de la productividad, la mano
de obra fue desplazada cada vez más de los sectores industriales
dominados por el gran capital, lo que provocó un empobrecimien-
to generalizado. Mientras tanto, en el sector rural, el aumento de la
mecanización y la caída de las exportaciones provocaron una ola de
desplazamientos similar. Como ni el campo ni los centros urbanos
podían absorber el excedente de mano de obra, la crisis generó lu-
chas de masas en ambos frentes. En el campo, las Ligas Campesinas
exigían la reforma agraria. En las ciudades, los sindicatos lucharon

412
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

por aumentos salariales para ayudar a los trabajadores a hacer fren-


te a la escasez de alimentos y a la inflación.
La burguesía industrial intentó manejar estas presiones durante
(y a través de) tres administraciones diferentes. El último fue el go-
bierno de Goulart (1961-1964), que intentó revivir un “frente unido
obrero-burgués, de inspiración varguista, [pero] esta vez respaldado
por los comunistas” (Marini, 1966). Todos los intentos fracasaron.
Ante la intensificación del conflicto de clases y la caída de la tasa de
ganancia, la burguesía optó finalmente por una solución militar: el
golpe de abril de 1964.

Subimperialismo

En un artículo de 1965 publicado en Monthly Review, Marini inten-


ta contextualizar el golpe, explorando sus causas económicas y de
clase a nivel regional, pero también intenta dibujar las ambiciones
económicas y militares del régimen en la región. Estas ambiciones
eran en cierto modo autónomas, pero seguían teniendo lugar bajo
la égida del imperialismo estadounidense (Marini, 1965; Marini,
1990). Marini llamaría a esta estrategia subimperialismo, y situó sus
orígenes en acontecimientos claves e interrelacionados del período
de posguerra que acabaron contribuyendo a la “integración” con el
imperialismo. En primer lugar, dentro de los Estados Unidos, se pro-
dujo un crecimiento de los monopolios y, junto con ello, el aumento
de los excedentes de capital que la economía nacional era incapaz
de absorber. Estos, a su vez, se convirtieron en inversiones directas
hacia el exterior. En segundo lugar, dentro de Brasil, se produjo la
dinámica de la inversión extranjera directa y el desplazamiento de
los trabajadores que se comentó anteriormente. En tercer lugar, se
produjo una creciente integración de la ideología militar, la ayuda, el
entrenamiento y el apoyo a nivel regional. Esta integración ejempli-
ficaba lo que el ideólogo geopolítico brasileño, el general Golbery do
Couto e Silva, denominó “barganha leal” (pacto leal), o doctrina de la
integración continental, que proponía la aquiescencia de Brasil con
413
Amanda Latimer

la política de seguridad nacional de Estados Unidos.17 Marini explicó


la negociación de esta manera:

Brasil no puede escapar a la influencia norteamericana […] no que-


da otra alternativa sino “aceptar conscientemente la misión de aso-
ciarnos a la política de los Estados Unidos en el Atlántico Sur”. La
contrapartida de esta “elección consciente” sería el reconocimiento
por parte de los Estados Unidos de que “el cuasi-monopolio de domi-
nio en esa área debe ser ejercido por Brasil exclusivamente” (Marini,
1965, p. 20).

En este contexto, en 1965, tropas brasileñas participaron en la inter-


vención estadounidense contra el gobierno nacionalista progresista
del coronel Francisco Caamaño en la República Dominicana (Keen y
Haynes, 2009, p. 309). Sin embargo, Marini rechazó la sugerencia de
que el golpe brasileño hubiera relegado a Brasil a ser un mero vasallo
de Estados Unidos. “Lo que tenemos, en realidad, es la evolución de la
burguesía brasileña hacia la aceptación consciente de su integración
con el imperialismo norteamericano, una evolución resultante de la
propia lógica de la dinámica económica y política de Brasil” (Marini,
1966). En otras palabras, lejos de estar impulsada simplemente por la
ideología y la ambición geopolíticas, las raíces de esta estrategia se
derivan de las contradicciones estructurales –el carácter irracional
o peculiar– del capitalismo dependiente brasileño, que lo diferencia
del desarrollo industrial clásico. Estas contradicciones hicieron que
Brasil fuera incapaz de controlar su progreso tecnológico o de crear
los mercados internos que se requerían, lo que condujo a la paupe-
rización de la mayoría de los brasileños, hasta el punto de frenar la
expansión capitalista del país (Marini, 1966).

17
La doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos de la época implicaba exten-
der el aparato de seguridad nacional estadounidense y su guerra interna contra la
“subversión” comunista al resto del hemisferio occidental. Esto se hizo, en parte, a
través del Tratado de Río de Janeiro (1947), que ratificaba “la colaboración con Estados
Unidos en una estrategia anticomunista global, hasta el punto de justificar la inter-
vención militar en cualquier país amenazado o conquistado por la ‘penetración co-
munista’” (Keen y Haynes, 2009, p. 309).

414
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

Partiendo del concepto de “cooperación antagónica”, Marini sos-


tiene que la burguesía ha optado por una estrategia de subimperia-
lismo en la región para compensar los límites a la acumulación de
capital impuestos tanto por el pacto con el imperialismo estadouni-
dense como también por el anticuado sistema agrario.18 Se preten-
de que el subimperialismo compense estas tendencias abriendo los
mercados regionales a las exportaciones industriales brasileñas (in-
cluidos los productos de un creciente complejo militar-industrial) de
una manera que complemente la expansión de las multinacionales
estadounidenses en lugar de competir directamente con ellas (Gar-
cía y Borba de Sá, 2018).
Sin embargo, en lugar de resolver las contradicciones estructu-
rales que produjeron la dependencia brasileña, esta política las re-
produce. El pacto subimperialista también permite que el capital
monopolista (mayoritariamente estadounidense) entre y domine
sectores industriales claves, al tiempo que contribuye a generar, en
parte mediante el terror y la represión del Estado, beneficios extraor-
dinarios que son repartidos entre las más grandes facciones de las
burguesías brasileña e imperialista. Así, “se proporcionan al capital
extranjero las condiciones internas para la expansión de las inver-
siones y las ganancias en Brasil a cambio del acceso a la tecnología
avanzada y al mercado mundial controlado por los monopolios de
los países desarrollados” (Kay, 1989, p. 148).

18
Seabra (2020) examina el papel de este concepto en “Un programa socialista para
Brasil”, un documento publicado por la POLOP en septiembre de 1967. Inventado por
el marxista alemán August Thalheimer, el término “cooperación antagónica” se refie-
re a una dinámica del sistema imperialista formada durante y después de las dos gue-
rras mundiales. Un programa de la POLOP la describe de la siguiente manera: “una
cooperación destinada a la conservación del sistema y que tiene su base en el propio
proceso de centralización del capital, y que no elimina los antagonismos inherentes
al mundo imperialista. La cooperación prevalece y prevalecerá sobre los antagonis-
mos”. POLOP, “Programa Socialista Para o Brasil (septiembre, 1967)” (Reis y de Sá, 1985,
pp. 91-92). Para la POLOP, la cooperación antagónica era lo que unía a las burguesías
nacionales de los países subdesarrollados con las de los países imperialistas. El objeti-
vo era “garantizar la continuidad de la explotación imperialista tras la retirada de los
ejércitos coloniales” (Reis y de Sá, 1985, p. 93); véase también Seabra (2020).

415
Amanda Latimer

El pacto subimperialista tampoco beneficia a la clase obrera bra-


sileña. Si bien el aparato productivo de ciertos sectores industriales
experimenta un aumento en la composición orgánica del capital,
esto tiene efectos perversos (García y Borba de Sá, 2018, p. 388). A lo
largo de los años del llamado “milagro brasileño” (a partir de 1968,
coincidiendo con una intensificación del terrorismo del Estado), la
supresión de los salarios y la absorción de las pequeñas y medianas
empresas contribuyeron a la concentración de la renta y al posterior
desarrollo, en primer lugar, de un mercado de consumo de productos
de lujo de alta gama para las clases media y alta, y, en segundo lugar,
a la producción de capital y de bienes de consumo duraderos para el
propio Estado (para mejorar el armamento militar y para su uso en
infraestructuras y megaproyectos). Ambos aspectos eran delibera-
damente (y monstruosamente, en palabras del autor) mal adaptados
a las necesidades de consumo de las masas (Marini, 1972). De este
modo, Marini argumenta que el subimperialismo (“el imperialismo
sin la transformación capitalista generalizada de la economía”) y la
superexplotación están profundamente vinculados (Marini, 1966).
Con estos argumentos, Marini desafía la tesis de la inviabilidad
del desarrollo bajo la dictadura. Se trata de la llamada tesis de la pas-
toralización del economista Celso Furtado, uno de los más destaca-
dos defensores del estructuralismo en Brasil (García y Borba de Sá,
2018, p. 387). Furtado sugería que el dominio del capital extranjero
llevaría al estancamiento de la industrialización sustitutiva de im-
portaciones, desplazando el capital nacional al campo, y obligando
así al país a volver a su antiguo papel de exportador de bienes princi-
palmente agrícolas. Por el contrario, la posición de Marini es que “la
dictadura correspondió a la dominación del gran capital nacional y
extranjero e impulsaba la economía a una etapa superior del desa-
rrollo capitalista”, pero que lo hizo profundizando las contradiccio-
nes ya presentes en el sistema (Marini, 1990).
Marini concluye que su interpretación permite percibir el carác-
ter de la próxima revolución brasileña (Marini, 1974b). Predice que el
pacto subimperialista tendería a profundizarse, en la medida en que
416
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

las clases dominantes se movieran para contrarrestar la inevitable


respuesta –la reacción de las masas contra la dictadura y la superex-
plotación– que ya estaba ocurriendo a escala continental y con di-
mensiones revolucionarias.

La unión de los movimientos populares de Brasil y del resto de Amé-


rica Latina, es decir, la internacionalización de la revolución lati-
noamericana, es pues la contrapartida del proceso de integración
imperialista, inaugurado en esta nueva fase por el golpe militar bra-
sileño (Marini, 1965, p. 29).

El análisis de Marini sobre el subimperialismo y la dictadura brasile-


ña tuvo resonancia entre los intelectuales que vivían bajo regímenes
autoritarios en el Cono Sur, concretamente en Argentina y Uruguay,
alimentando el debate marxista clandestino sobre el fenómeno
(Marini, 1990). La revista Subdesarrollo y Revolución tuvo un amplio
número de lectores a lo largo de los años setenta, aunque en la déca-
da siguiente el autor lo consideraba algo anticuado (Marini, 1990).
El artículo de Marini en la Monthly Review en 1972 –que según él era
uno de los pocos textos publicados en este período que examinaba
los retos de la izquierda revolucionaria internamente– se incluyó
como capítulo final de la quinta edición del volumen, con el título
“Hacia la revolución continental” (Marini, 1972). Desde el punto de
vista del autor, la buena acogida del libro fue el resultado de tres fac-
tores: la novedad de sus conceptos, que pronto “se cristalizaron en la
teoría de la dependencia”; su nueva metodología, “que buscaba uti-
lizar el marxismo de modo creador para la comprensión de un pro-
ceso nacional latinoamericano”; y “su audacia política, que rompía
con el academicismo timorato y aséptico que tuviera vigencia, hasta
entonces, en los estudios de esa naturaleza” (Marini, 1990). Aunque
no siempre con el permiso del autor, Subdesarrollo y Revolución fue
traducido al francés, al italiano y al portugués, con una edición en in-
glés prevista por Penguin pero abandonada por razones que Marini
nunca pudo averiguar. Como era de esperarse, la dictadura impidió

417
Amanda Latimer

su circulación en Brasil, y se destruyeron cargamentos enteros del


libro.19

Con los movimientos estudiantiles de 1968

Es también en este período cuando el trabajo de Marini como pro-


fesor y su relación con sus alumnos y militantes de los crecientes
movimientos estudiantiles de la región empezaron a tener mayor
impacto en su escritura. Inicialmente, trabajó en sintetizar su for-
ma de abordar la historia y el desarrollo de América Latina, enfoque
que había comenzado a teorizar durante su época de estudiante en
Francia. En 1966, Marini comenzó a dirigir un curso de relaciones
internacionales en la UNAM, pero se sintió molesto por el grado de
paternalismo elitista del plan de estudios existente, centrado en los
países desarrollados (Marini, 2005). Marini se dedicó entonces a es-
tudiar el desarrollo y la historia de la región de forma sistemática,
combinando marcos globales con estudios específicos de cada país,
y situando cuestiones concretas de política exterior en sus contextos
socioeconómicos.
En este período, Marini comenzó a acompañar con más atención
el creciente movimiento estudiantil en Brasil. Poco después de su lle-
gada a México, conoció a Claudio Colombani, un estudiante de inge-
niería de São Paulo que convenció al autor de “cuán grande era entre
la juventud del PCB la revuelta contra el reformismo y el acomoda-
miento de su dirección” (Marini, 2005, pp. 73-74). Marini conocería a
una serie de líderes estudiantiles brasileños recién salidos de la cár-
cel por sus actividades contra la dictadura y asilados en México. Este
grupo incluía a Vladimir Palmeira, uno de los líderes de la “Marcha

19
Subdesarrollo y Revolución solo se publicaría en su totalidad en 2012, cuando apa-
reció como parte de una serie que pretendía recuperar los textos clásicos del pen-
samiento crítico latinoamericano (incluyendo la teoría marxista de la dependencia).
Se trataba de la Coleção Pátria Grande, coordinada por Nildo Ouriques en el Instituto
de Estudios Latinoamericanos (IELA) de la Universidade Federal de Santa Catarina
(Marini, 2012).

418
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

de los Cien Mil” de 1968 dirigida contra la dictadura. A través de estos


jóvenes, Marini se enteró de que sus escritos sobre el golpe de Esta-
do brasileño estaban siendo difundidos de forma clandestina por la
Unión Metropolitana de Estudiantes de Río de Janeiro, grupo con el
que se había relacionado unos años antes (Marini, 2005).
Mientras tanto, los trabajadores y estudiantes mexicanos inten-
taban rehacer las fundaciones de su país. A finales de la década de
1950, varios grupos de trabajadores (maestros, petroleros, mineros,
electricistas y, sobre todo, trabajadores ferroviarios) respondieron
a las profundas desigualdades generadas por una política guberna-
mental conocida como “estabilización del desarrollo” con una serie
de movilizaciones masivas. La respuesta estatal fue una ola de re-
presión en 1959. Las huelgas disminuyeron en los años siguientes.
Sin embargo, los sindicatos continuaron durante la década de 1960
haciendo campaña contra las violaciones de los contratos y a favor
del reconocimiento de nuevos sindicatos, los convenios colectivos y
la democracia sindical, todo ello dentro de las estructuras sindicales
corporativistas controladas por el Estado (Ortega Aguirre y Solís de
Alba, 2012).
Durante el mismo período, el movimiento estudiantil comenzó
a crecer en los campus universitarios, con llamados a “la democrati-
zación de los centros de estudio, la expansión de su carácter popular
y la reforma universitaria; y por otro lado, contra la administración
antipopular de los gobiernos estatales de Guerrero, Puebla, Michoa-
cán, Sonora y Tabasco” (Ortega Aguirre y Solís de Alba, 2012, pp. 21-
22). Un año y medio después de la llegada de Marini, los estudiantes
de la UNAM obligarían al rector de la universidad, Ignacio Chávez
Sánchez, a renunciar de su cargo y a retirar las fuerzas de seguridad
del campus. En consonancia con las formas de organización cada
vez más autónomas y la precisión ideológica que caracterizaban a
los movimientos estudiantiles de la región en esa época, los estudian-
tes mexicanos consiguieron arrebatar el control de las sociedades de
alumnos a los afiliados al partido en el poder, el PRI (Marini, 1970).
Lo hicieron en respuesta a la injerencia del Estado en la autonomía
419
Amanda Latimer

universitaria garantizada por la Constitución (Keen y Haynes, 2009,


p. 336). A principios de 1968, en medio de la “represión sistemática y
a menudo brutal de los movimientos de masas, en particular de la
clase obrera”, las organizaciones estudiantiles crearon nuevos espa-
cios de convergencia nacional (por ejemplo, el Consejo Estudiantil
Universitario y la Central Nacional de Estudiantes Democráticos),
reuniéndose en torno a llamamientos a la democratización, no solo
de la educación superior, sino del sistema político y la economía en
general (Marini, 1970; Ortega Aguirre y Solís de Alba, 2012).
En un artículo que analiza estos movimientos en América Latina,
Marini apela a factores estructurales y experiencias comunes en los
sistemas educativos de la región para explicar el aumento de la mili-
tancia estudiantil (Marini, 1970). El artículo traza la explosión de la
matrícula estudiantil en sistemas educativos afectados por el estan-
camiento o caída de la inversión; sistemas que, además, estaban mal
adaptados al desarrollo de las fuerzas productivas de los países en
cuestión (Marini, 1970). Ante el movimiento estudiantil, la única res-
puesta de los gobiernos fue amenazar con la privatización, espoleada
por financiadores como la USAID, el BID, la OEA, el Pentágono y fun-
daciones privadas. Marini (1970) interpretó esto como “un intento de
desarticular uno de los sectores más organizados y combativos”. Así
explicaba la radicalización y el carácter cada vez más masivo de los
movimientos estudiantiles, incluido el mexicano:

[El] estudiante latinoamericano toma poco a poco conciencia de que


sus reivindicaciones académicas no pueden encontrar solución en
el marco económico en que se mueve y, aún si esto se pudiese dar, la
atención a las mismas no constituirá una solución a su problemática
profesional. La lucha por el cambio de estructuras se le impone, pues,
como una necesidad y lo conduce a plantearse con firmeza cada vez
mayor en el terreno mismo de la lucha de clases (Marini, 1970).

Reconociendo la necesidad de una profunda transformación social,


el movimiento estudiantil mexicano buscó la unidad con los traba-
jadores urbanos, como un imperativo estratégico. “La organización

420
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

estudiantil debe concluir necesariamente en la organización popu-


lar que, oponiéndose a los obstáculos que impiden el desarrollo his-
tórico de México, haga realidad la consigna de nuestro movimiento:
Libertades Democráticas”.20 Los esfuerzos estudiantiles por crear un
frente común con los trabajadores que estuviera basado en estas
demandas se encontraron con el silencio de las centrales sindicales
controladas por el Estado. Aun así, el movimiento estudiantil creció y
“ganó presencia en las calles, en las fábricas y en los barrios obreros”
(Ortega Aguirre y Solís de Alba, 2012, p. 24). Esto, a su vez, desempe-
ñó un papel crucial en la movilización de la opinión pública contra
el régimen (Marini, 1970). Para agosto de 1968, la mayoría de las es-
cuelas y facultades de la UNAM, y el sindicato de profesores dirigido
por Félix Barro, habían participado en acciones coordinadas a nivel
nacional con estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), a los
que se unieron trabajadores del Consejo Nacional Ferrocarrilero, así
como grupos de trabajadores de la cerámica, del petróleo, de la electri-
cidad, de la educación a distancia y empleados del sector público. La
participación activa de los sindicatos y las federaciones sindicales en
el movimiento aumentó durante el mes siguiente, tomando la forma
de “marchas y brigadas estudiantiles, la formación de comités de lu-
cha de los trabajadores y algunos intentos de realizar paros solidarios
en los centros de trabajo” (Ortega Aguirre y Solís de Alba, 2012, p. 25).
En 1968, Marini se incorporó al CELA, invitado por Leopoldo Zea
para impartir un curso sobre la historia de Brasil. El curso fue muy
popular y atrajo a estudiantes de izquierda de toda la universidad,
incluidos los líderes del movimiento estudiantil. A petición de estos,
Marini impartió en su casa un seminario sobre el primer volumen de
El Capital de Marx, que reunió a estudiantes y profesores jóvenes de
la UNAM y del Colegio de México (Marini, 2005). Debido a las presio-
nes a las que estaban sometidos, algunos estudiantes bromearon con
la posibilidad de que Marini tuviera que dictar el seminario desde la

20
Ver Consejo Nacional de Huelga, “Manifiesto a la nación ‘2 de octubre’”, en Ortega
y Solís de Alba (2012, p. 26).

421
Amanda Latimer

cárcel. Más allá de los asuntos relacionados con El Capital de Marx,


Marini también mantuvo conversaciones informales en este con-
texto con presos políticos brasileños liberados, entre ellos Vladimir
Palmeira, lo que le llevaría a tomar la decisión de reunir sus escritos
sobre el golpe brasileño en Subdesarrollo y Revolución durante sus úl-
timos meses en México. Marini recibió un estímulo especial de Clau-
dio Colombani en este proyecto de publicación.
En mayo de ese mismo año, Marini contribuyó un artículo en El
Día, un periódico del establecimiento, sobre la táctica, la organiza-
ción y el programa del movimiento popular brasileño. Sin embargo,
el artículo solo aparecería meses después, en agosto, justo después
de un estallido del movimiento estudiantil y popular que “sacudió el
establishment mexicano hasta sus bases y se constituyó en uno de los
más importantes puntos de ruptura de la historia del país” (Marini,
2005, p. 78). Desde la perspectiva de la seguridad personal de Marini,
el acontecimiento tendría implicaciones negativas. El autor se vio so-
metido a una creciente presión y vigilancia permanente, incluyendo
teniendo su teléfono monitoreado por las fuerzas de seguridad. En
un intento de resolver la situación, Marini concertó una reunión con
el Subsecretario del Interior. El funcionario sugirió en términos in-
equívocos que los agitadores extranjeros –incluido Marini– habían
puesto a los “buenos muchachos mexicanos” en contra de su propio
país. Insinuó que la salida de Marini del país sería tomada como un
“gesto de colaboración”. Por ello, Marini comenzó a preparar a rega-
ñadientes un segundo exilio. Con las presiones del Estado mexica-
no en las semanas siguientes, Marini pudo observar la colaboración
entre el gobierno del PRI y la dictadura brasileña, hasta el punto de
que el primero intentó bloquear la posibilidad de que los disidentes
brasileños ya exiliados se reunieran en otro lugar (Marini, 2005).
La noche del 2 de octubre de 1968, el Ejército Nacional mexicano
abrió fuego contra una protesta estudiantil desarmada en la Plaza
de las Tres Culturas, en el barrio de Tlatelolco de la capital. Lo hi-
cieron por orden del presidente Gustavo Díaz Ordaz y del secretario
de Gobernación Luís Echeverría. A lo largo de la noche, cientos de
422
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

jóvenes, líderes estudiantiles y trabajadores serían asesinados o des-


aparecidos, y más de mil detenidos.21 El suceso desató una ola de re-
presión que significó la escalada de la guerra sucia del PRI contra la
resistencia popular, respaldada decididamente por el Departamento
de Estado de Estados Unidos (Doyle, 2003). El movimiento popular
continuaría durante tres meses más después de la masacre. Luego
entró en un período de reflexión en el que sus militantes decidieron
que debían ampliar el alcance del movimiento y diversificar sus for-
mas de lucha.
Tras la masacre, la situación de Marini en México se hizo insos-
tenible. Obligado a exiliarse por segunda vez, Marini se uniría a
una Nueva Izquierda que preparaba otra década de lucha. Una an-
tigua alumna describiría más tarde el momento histórico con estas
palabras:

La revuelta estudiantil de 1968 [...] realmente revolucionó las rela-


ciones entre la sociedad y el sistema político y fue un punto crítico
en la batalla cultural contra el conservadurismo de ciertos países de
América Latina. Del movimiento estudiantil de 1968 surgieron nue-
vas formas de entender y relacionarse con la política, con la cultura y
con el conocimiento, que provocaron (y provocan) importantes con-
secuencias, entonces y ahora. Las discusiones con Ruy abordaron
todo esto como una forma de recomponer el rompecabezas mundial
desde una perspectiva latinoamericana, siempre con la idea de que
América Latina no tenía una existencia pasiva (Ceceña, 2005, p. 292).

21
Todavía se desconoce el número exacto de personas que murieron en este incidente
(Keen y Haynes, 2009, p. 336).

423
Amanda Latimer

El segundo exilio: Chile, 1969-1973

Yo pisaré las calles nuevamente


de lo que fue Santiago ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes. […]
Retornarán los libros las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.

“Yo pisaré las calles nuevamente”, Pablo Milanés [escrita en


memoria de Miguel Enríquez, fundador del MIR, asesinado
por la policía secreta chilena en 1974]

Marini se vio obligado a dejar México sin documentos oficiales.


Fueron Theotônio dos Santos y Vânia Bambirra quienes (apelando
al entonces senador Salvador Allende) le facilitaron el visado de en-
trada a Chile, y le recibieron en el aeropuerto en noviembre de 1969
(Kay, 2020; Bambirra, 2005). El creciente conocimiento del trabajo de
Marini entre la izquierda chilena, especialmente entre los militantes
más jóvenes, le ayudó a integrarse en este nuevo contexto. Durante
sus cuatro años en Chile, Marini publicaría sus obras más célebres y
participaría en una vibrante conversación en la que se sentaron los
principales contornos de la teoría marxista de la dependencia. Marini
también pudo poner a prueba algunas de estas ideas en la práctica,
ayudando a definir la línea revolucionaria en los debates más fervien-
tes de la época. Hablando sobre este período, Dos Santos declaró des-
pués: “Llevamos estas ideas fuera en busca de una nueva teoría de la
dependencia. La teoría de la dependencia nunca fue una teoría aca-
démica. Fue un esfuerzo político, un intento de desarrollar una teoría
revolucionaria no comunista” (citado en Chilcote, 2018, p. 185).22

22
Supongo que por “no comunista”, Dos Santos se refiere a una alternativa a los par-
tidos comunistas oficiales de la época.

424
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

En marzo de 1970, Marini se instaló en la antigua ciudad indus-


trial de Concepción, ocupando un puesto en el Instituto Central de
Sociología de la Universidad de Concepción. Nelson Gutiérrez, an-
tiguo dirigente estudiantil de la universidad, le ayudó a obtener el
puesto. Gutiérrez había conocido las ideas de Marini a través de su
contacto con brasileños en Santiago. Más tarde comentó: “sabía que
el profesor [...] me ayudaría a resolver las cuestiones que me preocu-
paban a diario, resumidas en la frase: sin teoría, no hay acción re-
volucionaria posible” (Gutiérrez, 2005). Para Marini, la decisión de
trasladarse a Concepción fue abiertamente política: “si el nivel de
politización era alto en Santiago [con la formación de la coalición
Unidad Popular], adquiría en Concepción connotaciones explosivas”
(Marini, 1990). En agosto de 1965, se creó en Santiago el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR), impulsado en gran medida por
los jóvenes de la Universidad de Concepción. El grupo se constituyó
como un “Congreso de Unidad Revolucionaria” y reunió a miembros
de la Vanguardia Revolucionaria Marxista, una federación juvenil
que había sido expulsada del Partido Socialista un año antes; varias
organizaciones estudiantiles (incluida la Federación de Estudiantes
de la Universidad de Concepción); sindicalistas de la Central Única
de Trabajadores (CUT); la Agrupación Nacional de Empleados Fisca-
les (ANEF); y militantes de una variedad de campos ideológicos, in-
cluyendo trotskistas, comunistas disidentes (algunos formados por
la división sino-soviética), cristianos disidentes, liberales de izquier-
da y anarcosindicalistas (Cabieses, 2018).
A pesar de tener sus raíces en una coyuntura y un entorno dife-
rente, el surgimiento del MIR respondió a muchos de los mismos
problemas que habían dado lugar a la POLOP. El MIR también com-
partía gran parte de las orientaciones teóricas y estratégicas de este
último. Sus documentos fundacionales de 1965 identifican a Chile
como un país semicolonial, con una economía caracterizada por un
desarrollo desigual y combinado, y con sus sectores industriales más
modernos subordinados a los intereses imperialistas. El MIR con-
denó la incapacidad de la clase dominante chilena, tras 150 años de
425
Amanda Latimer

independencia, de cumplir incluso las tareas básicas de una burgue-


sía democrática, entre ellas: la liberación nacional, la reforma agra-
ria y la liquidación de los remanentes del pasado semifeudal del país.
Llegó a la conclusión de que las contradicciones del sistema chileno
acabarían inevitablemente en el fascismo (“Declaración de Princi-
pios”, septiembre de 1965). Según el MIR, la estrategia de la izquierda
tradicional, basada en el intento de reformar el sistema capitalista
mediante la colaboración con la burguesía y la búsqueda de una
“vía pacífica” hacia el socialismo, solo desperdiciaría las esperanzas
y energías de los trabajadores. La tendencia se situó de lleno en el
campo socialista y encontró inspiración en la ola mundial de desa-
fíos revolucionarios al imperialismo, incluso en países que supues-
tamente no tenían un proletariado “maduro”. El MIR sostenía que el
proceso revolucionario en Chile debía reflejar su singular formación
de clase y construirse sobre una alianza entre la “mayoría nacional
[compuesta] por obreros, campesinos y sectores medios empobreci-
dos” de las ciudades y el campo.23
La dirección del MIR incluía inicialmente a los médicos Miguel
Enríquez Espinosa y Bautista van Schowen, y al estudiante de me-
dicina Luciano Cruz (todos ellos morirían durante el asalto de Pino-
chet o serían asesinados en los días siguientes por la policía secreta
chilena). Más tarde, Nelson Gutiérrez se convirtió en dirigente del
MIR. Bajo la creciente represión del régimen de Eduardo Frei Mon-
talva (1964-1970), la tendencia rompió con sus miembros trotskistas
y se redefinió como una organización totalmente marxista-leninista
en 1967, con Miguel Enríquez como secretario general. En 1969, el
MIR comenzó a preparar a los estudiantes, a los pobres del campo
y la ciudad y a las clases trabajadoras para la lucha armada (Gutié-
rrez, 2005). La respuesta fue la prohibición del grupo por parte del

23
Véase la “Declaración de Principios” (septiembre de 1965) y el “Programa del
Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR de Chile)” (15 de agosto de 1965), ambos
disponibles en el Archivo MIR-Chile, en el Centro Estudios Miguel Enríquez (CEME),
https://www.archivochile.com/Archivo_Mir/Mir_libros_sobre/html/mir_archivo.
html

426
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

régimen de Frei y la captura y tortura de varios dirigentes del MIR.


Finalmente, el golpe de Estado de 1973 cortaría este ferviente proceso
de construcción clandestina, tras solo cinco años (Cabieses, 2018).
Marini se incorporó al MIR poco después de su llegada a Chile, y
seguiría siendo uno de sus principales impulsores intelectuales has-
ta el final de su vida (Gutiérrez, 2005). Las bases sociales del grupo
incluían a varios sindicatos de Concepción y la región circundante,
cuyo trabajo se extendió a las tradicionales comunidades mineras
de carbón de Lota y Coronel (pequeñas ciudades), cuna histórica del
Partido Comunista chileno. En este escenario, Marini trabajó con
la comisión política del MIR para conformar su línea teórica y su
praxis, pero también en la formación política de sus cuadros. Nelson
Gutiérrez recuerda que

[s]u vida se transformó tan intensamente que lo llevó a una incesante


práctica pedagógica, tanto en las clases como en las reuniones con
militantes y dirigentes obreros de las minas de carbón de Lota, Co-
ronel y Arauco, de las tejedoras de Tomé, de la industria del cuero y
el calzado de Concepción, y con dirigentes estudiantiles del liceo y la
universidad del sur del país (Gutiérrez, 2005, p. 264).

En este contexto, en el que Marini alternaba entre la universidad y el


trabajo clandestino en Concepción, sus alumnos y camaradas empe-
zaron a llamarle “el Profe”.24
En septiembre de 1970, Marini se trasladó a Santiago para ocupar
un puesto de investigador principal en el Centro de Estudios Socioe-
conómicos (CESO) de la Universidad de Chile. Había sido persuadido
por Dos Santos, pero también por las exigencias políticas del mo-
mento, en el contexto de la reciente victoria presidencial de Allende
(Kay, 2020; Olave, 2015). Desde su fundación en 1965 hasta su apo-
geo en 1972, el CESO fue un punto de convergencia para una gene-
ración de intelectuales marxistas y de izquierda, atrayendo a gente
de toda la región, así como de Europa y Norteamérica (Marini, 2005;

24
Jaime Osorio, intercambio de correos electrónicos con el autor, 4 de julio de 2021.

427
Amanda Latimer

Kay, 2020). Aquí, Marini encontró una comunidad intelectual den-


tro de una “amplia colonia” de brasileños exiliados, entre ellos Dos
Santos y Bambirra (que habían llegado a mediados de 1966), André
Gunder Frank y su esposa Marta Fuentes, y muchos miembros de
la nueva izquierda chilena (Marini, 1990). Entre sus compañeros se
encontraban Tomás Vasconi, Marta Harnecker, Julio López Gallardo,
así como colegas más jóvenes como Jaime Osorio (dirigente estudian-
til de la Facultad de Sociología), Orlando Caputo, Roberto Pizarro, Ál-
varo Briones, Antonio Sánchez, Guillermo Labarca, y los brasileños
Marco Aurelio García y Emir Sader, entre otros. Para entonces, Maria
da Conceição Tavares se había incorporado a la CEPAL y Fernando
Henrique Cardoso había entrado en el Instituto Latinoamericano de
Planificación Económica y Social (ILPES), ambas instituciones con
sede en Santiago (Marini, 1990; Gutiérrez, 2005; Ferreira et al., 2012).
Según Vânia Bambirra, el trabajo en el CESO representó el “es-
fuerzo más consistente para desarrollar una ‘teoría marxista de la
dependencia’” (Kay, 2020, p. 139).25 A mediados de 1967, Theotônio
dos Santos puso en marcha un proyecto para examinar la dependen-
cia en determinados contextos nacionales y, en un informe de 1968,
elaboró una de las primeras definiciones de “dependencia” como tal
(Kay, 2020). Este proyecto influiría, a su vez, en el programa de la Uni-
dad Popular (UP). A pesar de su rica colaboración en el CESO, Dos
Santos, Bambirra y Marini empezaron a ir en direcciones diferentes
políticamente en esta época (Kay, 2020). Aunque los tres criticaban
las ideas de la CEPAL, los dos primeros se unieron a la coalición de
la UP para tratar de influir su programa (del que Dos Santos dijo que
era “un gran estímulo para el trabajo intelectual, un fantástico labo-
ratorio para analizar el cambio social y la revolución”), mientras Ma-
rini mantuvo una posición mirista (pro-MIR) y una distancia crítica
con la UP (Kay, 2020).

25
Véase Dal Rosso y Lana Seabra (2017).

428
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

La Dialéctica de la dependencia

En 1966, Ruy Mauro comenzó a reunir notas preliminares para su


obra seminal, Dialéctica de la dependencia, en lo que se conocería
como su “libro rojo” (en realidad, una carpeta roja). Sin embargo, fue
en el contexto de un seminario de 1971 llamado “Teoría marxista y
realidad latinoamericana” donde el ensayo comenzó a tomar forma.
El seminario formaba parte de una serie en la unidad de capitalismo
dependiente del CESO, dirigido por Marini.

[I]niciándose con El Capital de Marx [...] el seminario debería incluir


sus obras políticas, pero, por las circunstancias históricas, no pasó de
la primera parte. No se trataba de una simple lectura del libro, sino
–aprovechando la experiencia de México– tomarlo como hilo con-
ductor para la discusión sobre la manera de aplicar sus categorías,
principios y leyes al estudio de América Latina (Marini, 1990).

Gracias al relato de Marini sobre el período, podemos suponer el pa-


pel del diálogo con sus estudiantes y colegas –tanto en Chile como
antes en México– en la elaboración del texto (Marini, 1990). Entre sus
interlocutores en Chile estaban: Emir Sader, André Gunder Frank,
Tomás Vasconi, Marco Aurelio García, Cristián Sepúlveda y Jaime
Osorio.26
Una primera versión del texto, con una orientación histórica con
la cual Marini quedó finalmente insatisfecho, se perdió cuando su
libro rojo fue destruido en la “furia genocida e incendiaria” de una
redada militar el primer día del golpe: el 11 de septiembre de 1973 (Gu-
tiérrez, 2005, p. 268). Sin embargo, incluso antes de esto, una versión
incompleta fue publicada por el CESO como documento de trabajo
en la primera edición de su revista interna, Sociedad y Desarrollo, en
marzo de 1972 (Marini, 1972).27 Esta versión aparecería como intro-

26
Jaime Osorio, intercambio de correos electrónicos con el autor, 26 de septiembre
de 2021.
27
Esta primera versión también es interesante por la inclusión de un resumen en
inglés en la última página.

429
Amanda Latimer

ducción a una traducción al italiano del libro Subdesarrollo y Revolu-


ción, publicado por Einaudi en 1974 (Marini, 1974a; 2005; 2012).
En su forma posterior y completa, el ensayo comienza con una
crítica a la tendencia de los marxistas ortodoxos de la época a redu-
cir todas las formaciones sociales del Tercer Mundo a la abstracción
comodín del “precapitalismo”. La crítica se basa en la observación
de Marini de que la economía colonial latinoamericana surgió en
“estrecha consonancia” con el capitalismo europeo y el naciente sis-
tema mundial. El papel de América Latina fue inicialmente el de pro-
ductora de materias primas y metales preciosos/valiosos, lo que hizo
posible el comercio mercantil y la banca en Europa (Marini, 1973). A
mediados del siglo XIX, su integración con el mercado mundial se
transformó hacia el modelo de exportación primaria (inicialmente
en Brasil y Chile, antes de generalizarse en la región). En palabras de
Marini, este modelo “aparecía, en esa perspectiva, como el proceso
y el resultado de una transición al capitalismo y [...] la forma que se
asume ese capitalismo” en la periferia (Marini, 1990). Discutiendo el
alcance del estudio de André Gunder Frank sobre el “desarrollo del
subdesarrollo”, Marini destaca que la dependencia en esta época no
es lo mismo que las relaciones de subordinación que se desarrolla-
ron bajo el sistema colonial o mercantil (Frank, 1966). Afirma que el
reto de su tarea teórica “está precisamente en captar esta origina-
lidad y, sobre todo, en discernir el momento en que la originalidad
implica un cambio de cualidad” (Marini, 1973, p. 19).
Para ello, Marini define la dependencia como “una relación de
subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo
marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas
son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción amplia-
da de la dependencia” (Marini, 1973, p. 18). Empezando por el comer-
cio y la circulación, examina el intercambio desigual que tiende a
resultar de

transacciones entre naciones que intercambian distintas clases de


mercancías, como manufacturas y materias primas–, el mero hecho

430
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

de que unas produzcan bienes que las demás no producen, o no lo


puedan hacer con la misma facilidad, permite que las primeras elu-
dan la ley del valor, es decir, vendan sus productos a precios supe-
riores a su valor, configurando así un intercambio desigual (Marini,
1973, p. 34).

Con el tiempo, las mercancías de la economía dependiente (pro-


ductos primarios) se venden en los mercados mundiales a precios
inferiores a su valor, efectuando una transferencia de valor de la
economía dependiente a la metrópoli cuando se cambian por los
productos fabricados más avanzados de esta última. Esto, a su vez,
compensa la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia en la
metrópoli, como resultado de la creciente composición orgánica del
capital en ella (Marini, 1973).
De manera crucial, este intercambio provoca un cambio cualita-
tivo en las relaciones productivas (en otras palabras: desarrollo) tanto
de la economía dependiente como de la metrópoli, pero de maneras
muy divergentes.28 A mediados del siglo XIX, las materias primas
baratas adquiridas en América Latina alimentaban los procesos
de trabajo tecnológicamente mejorados de la industria inglesa,

28
Y en diversos grados, dada la matriz de relaciones de explotación igualmente diver-
sas entre la metrópoli británica y otras partes de su imperio formal e informal. Es in-
teresante observar el grado en que Gran Bretaña siguió dependiendo de los productos
(alimentos y materias primas) de la mano de obra superexplotada de una formación
social cuyo aparato productivo seguía muy centrado en la mano de obra racializada
y esclavizada (es decir, Brasil, donde la esclavitud persistiría hasta 1888) en el mismo
momento en que declaraba a gritos el fin de su dependencia de la mano de obra es-
clava en sus propias colonias del Caribe. Esto refleja lo que ocurre en nuestra época,
cuando los grandes centros de inversión saliente (incluidos los de las todavía “verdes
y agradables tierras” desde las que escribo) pretenden ser abanderados de las cuestio-
nes de justicia medioambiental y social mientras que, al mismo tiempo, externalizan
la responsabilidad y la culpa de la superexplotación, las condiciones de trabajo defi-
cientes e insalubres, la represión sindical, las violaciones de los derechos humanos,
los daños medioambientales y las emisiones de gases de efecto invernadero de las ca-
denas de producción mundiales. Volviendo al período estudiado, las interconexiones
entre la mano de obra explotada de manera diferenciada (incluida la que está some-
tida a la superexplotación) en los distintos puntos nodales de la división imperialista
del trabajo de este período aún no se han cartografiado.

431
Amanda Latimer

mientras que los productos alimenticios también redujeron el cos-


te de la reproducción social del trabajador inglés. De este modo, la
región contribuyó al espectacular aumento de la productividad de
la clase obrera inglesa, marcando un cambio de énfasis desde la acu-
mulación centrada en la producción de la plusvalía absoluta, a la
producción centrada en la plusvalía relativa. De este modo, América
Latina jugó un papel en impulsar la segunda ola de la revolución in-
dustrial (a partir de la década de 1840). Sin embargo, para satisfacer
esta mayor demanda y compensar la plusvalía perdida por el inter-
cambio desigual, la oligarquía latinoamericana recurre, no a una
transformación similar de las bases técnicas de la producción, sino a
la superexplotación de su fuerza de trabajo.

Vimos que el problema que plantea el intercambio desigual para


América Latina no es precisamente el de contrarrestar la transferen-
cia de valor que implica, sino más bien el de compensar una pérdida
de plusvalía, y que, incapaz de impedirla en el plano de las relaciones
de mercado, la reacción de la economía dependiente es compensarla
en el de la producción interna (Marini, 1973, p. 38).

Esta compensación se produce a través de varios mecanismos aso-


ciados a la producción de plusvalía relativa y absoluta, y a menudo
combinaciones de los mismos: el aumento de la intensidad del tra-
bajo a través de mayores tasas de explotación, en lugar de desarro-
llar la capacidad productiva del trabajador; la prolongación de la
jornada laboral, y específicamente del tiempo de trabajo excedente;
pero también, de manera crucial, mediante la reducción del fondo
de consumo necesario del trabajador por debajo de su nivel normal,
de manera que parte de ese fondo se convierte también en un fondo
de acumulación (Marini, 1973). Esta es la definición del autor de la
superexplotación.
La demanda de productos primarios por parte de la metrópoli,
las transferencias de valor que implica y la superexplotación que
aplican las burguesías locales para compensar la pérdida, mantie-
nen el dominio de la mono-producción intensiva en mano de obra en

432
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

las plantaciones y minas de América Latina, eliminando cualquier


incentivo para desarrollar el aparato productivo de forma generali-
zada (Marini, 2005). La reproducción de la superexplotación en pe-
ríodos sucesivos dificulta la transición de la plusvalía absoluta a la
relativa en los países subdesarrollados, reproduciendo así el patrón
del capitalismo dependiente.
En las naciones dependientes, la opción de recurrir a la supe-
rexplotación genera también un segundo punto de divergencia con
respecto a las economías de la metrópoli, esta vez en el circuito del
capital. En Inglaterra, durante el período estudiado, el circuito del ca-
pital refuerza y, de hecho, permite la integridad del Estado-nación (a
pesar de su existencia transnacional como Estado imperialista). Sin
embargo, en las economías dependientes, esta integridad se ve obs-
taculizada en la medida en que las mercancías se venden continua-
mente al exterior, algo que puede sostenerse mientras “exista una
población excedente suficientemente grande” (Kay, 1989, p. 146).29 En
otras palabras, mientras que los trabajadores ingleses fueron paga-
dos lo suficiente como para consumir algunos de los propios valores
de uso que ellos mismos producían, sin sacrificar la tasa de ganancia,
en América Latina los papeles de trabajador y de consumidor se se-
paran. El nivel de consumo de la clase obrera se vuelve tan limitado
que el trabajador no puede ayudar a la realización de la inversión de

29
En la superficie, esto resuena con la tesis de la CEPAL sobre el dualismo estructural,
descrito por García y Borba de Sá (2018) : “[El dualismo] se refiere a una noción según
la cual una gran heterogeneidad en el aparato productivo daría lugar a ‘dos mundos’
y ‘tiempos históricos’ que coexisten simultáneamente –la élite modernizada, por un
lado, y las masas atrasadas, especialmente las rurales, por el otro, sin que, sin embar-
go, se fusionen en un mercado integrado, ni que constituyan una sociedad. El cierre
de esta brecha social –el principal objetivo de las políticas de desarrollo [de la CEPAL]–
dependería, en última instancia, de una amplia reforma de la economía mundial en
su conjunto que pusiera fin a la estructura núcleo-periferia, y permitiera así el flore-
cimiento del capitalismo en países, como Brasil, históricamente desfavorecidos por la
división internacional del trabajo” (p. 387). El trabajo de Marini problematiza la tesis
de la CEPAL al mostrar la imbricación de la llamada estructura agraria atrasada y las
industrias más avanzadas, es decir, el grado de conexión de la primera con los secto-
res más dinámicos de la industria. Las “estructuras agrarias atrasadas” del interior de
Brasil siguen cumpliendo este papel hoy en día.

433
Amanda Latimer

capital, que se produce en cambio a través de los mercados externos.


Por lo tanto, incluso cuando ocurre, “la industrialización no altera
fundamentalmente el modelo de acumulación de capital en América
Latina, que sigue basándose en la sobreexplotación de la mano de
obra” (Kay, 1989, p. 146).
Marini extrae conclusiones tan audaces como su análisis. Sostie-
ne que las características de la economía dependiente, divergentes
de las de la metrópoli, son igualmente fundamentales para el modo
de producción capitalista, en el sentido de que “el subdesarrollo es la
otra cara del desarrollo” (Marini, 1990; véase también Osorio, 2016).
En su opinión, este tipo de “capitalismo sui generis”, como modo de
producción, solo tiene sentido si se considera el sistema en su con-
junto, tanto a nivel nacional como internacional (Marini, 1973). De
los argumentos de Marini se puede concluir que una mayor preocu-
pación por esta división internacional del trabajo solo profundizará
la dependencia si no se destruyen las relaciones productivas que la
sustentan (Marini, 1973).

El debate Marini-Cardoso

La publicación de Dialéctica de la dependencia marcó el inicio de un


período en el que las ideas de Marini empezaron a generar debate
crítico, tanto en forma de estudio profundo como de ataques (Marini,
1990). La crítica más notoria provino de Fernando Henrique Cardoso,
quien hizo una primera intervención en 1972 y una segunda, con
José Serra, en 1978 (Cardoso, 1974; Serra y Cardoso, 1978; Cardoso y
Faletto, 1979).30 Marini respondió a sus argumentos y a ciertas inter-
pretaciones erróneas en una serie de textos, que lo llevaron a

30
Para el caso de Cardoso (1974), su publicación original fue en Revista Latinoamericana
de Ciencias Sociales (1972). Por otro lado, el texto de Cardoso y Faletto (1979) fue pu-
blicado originalmente en español en 1971. El tratamiento más profundo del debate
en inglés puede encontrarse en el capítulo 6 de Kay (1989, pp. 163-196), pero véase el
trabajo de Correa Prado (2015) para conocer la forma en que el debate fue moldeado
y manipulado por Cardoso en las instituciones brasileñas para crear un pensamiento
único en torno a la dependencia.

434
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

articular con mayor nitidez su tesis sobre la dependencia como for-


ma particular de desarrollo capitalista, y también sus argumentos
sobre la superexplotación (Marini, 1973; Marini, 1974b; Marini, 1978).
El debate entre Cardoso y Marini refleja las tensiones clave entre los
enfoques marxista y estructuralista de la dependencia, y la cuestión
de qué tipo de desarrollo es posible en América Latina. Igualmente
importantes en este período fueron las diferentes implicaciones de
cada posición en términos de estrategia política (Kay, 1989).
La crítica inicial de Cardoso hacia Dialéctica de la dependencia, en
1972, coincidió con el desarrollo de su propio modelo de “desarrollo
dependiente asociado”. Ese modelo apelaba a los principales agentes
de la estructura “trípode” que había fomentado la industrialización
brasileña desde el gobierno de Kubitschek a finales de la década de
1950: las empresas estatales, las multinacionales y las empresas loca-
les asociadas a cada una de ellas (Cardoso, 1974). Cardoso cuestiona
la supuesta novedad del concepto de dependencia y rechaza la idea
de que la búsqueda de “relaciones y articulaciones intermedias” re-
presente un avance metodológico en la teorización del desarrollo
dependiente (Chilcote, 2018). Además, rechaza cualquier esfuerzo
por llegar a una teoría general o una “ley de la dependencia”, dado el
grado en que la dependencia se basa en relaciones sociales que son,
por definición, contingentes.31 Cardoso intenta centrarse en estas es-
tructuras contingentes de la dependencia, que pueden ser superadas
para permitir cierto grado de acumulación de capital por parte de
las burguesías locales, incluso cuando la realización depende de los
mercados extranjeros y del consumo de lujo de esta misma clase.
El ensayo de Cardoso y Serra de 1978 apunta más ampliamente a
los términos de la tesis de Marini sobre la dependencia, la superex-
plotación y el subimperialismo. Comienzan cuestionando la formu-
lación de Marini sobre el intercambio desigual y su sugerencia de que
el deterioro de los términos de intercambio a favor de las economías

31
Cardoso desarrolló este punto posteriormente con Enzo Faletto (Cardoso y Faletto,
1979).

435
Amanda Latimer

avanzadas conducirá necesariamente a una caída de la tasa de ga-


nancia en la periferia, lo que llevará a las burguesías locales a com-
pensarlo recurriendo a la superexplotación (Serra y Cardoso, 1978).
Asimismo, descartan la categoría intermedia de subimperialismo
del autor, que sugieren que no es el resultado necesario de los proble-
mas de realización del capital (es decir, la incapacidad de vender las
mercancías y realizar su valor debido a un mercado interno limita-
do). Sin embargo, extrañamente tratan de sustentar sus argumentos
utilizando datos extraídos precisamente del período de intensifica-
ción de la dictadura, de 1969 a 1975, en el que se produjo un aumento
del consumo de bienes de consumo duradero por parte de las clases
media y alta, y de bienes de capital por parte del sector público y el
gobierno militar, mas no por parte de las masas (Serra y Cardoso,
1978). Pasando a su principal objeción, Serra y Cardoso argumentan
que Marini ha exagerado la importancia de la superexplotación la-
boral y ha restado importancia a la plusvalía relativa en la acumula-
ción capitalista dependiente (Serra y Cardoso, 1978). Lo hace, alegan,
al ignorar el papel que los avances tecnológicos han desempeñado
en la reducción del coste del capital constante y en el aumento de la
productividad del trabajo (y, por tanto, de la tasa de ganancia), tanto
en el desarrollo histórico del capitalismo como en los sectores que
producen bienes de consumo duraderos dominados por el capital
monopolista en Brasil bajo el sistema de trípode. En este marco, la
industrialización en las condiciones establecidas por las economías
avanzadas es posible en un país dependiente como Brasil. Además,
en vísperas de un retorno controlado a la democracia, las posibili-
dades políticas en Brasil van mucho más allá del binario de Marini
de represión absoluta (fascismo) o socialismo, un análisis que, según
ellos, se basa en el economicismo (Serra y Cardoso, 1978).
Marini respondió inicialmente a las críticas de Cardoso en su epí-
logo de 1973, En torno a Dialéctica de la dependencia, así como en el
prefacio de la quinta edición de Subdesarrollo y Revolución en 1974
(Marini, 1973; Marini, 1974b). El primer texto estaba pensado inicial-
mente como un prefacio para la versión en libro de Dialéctica. Sin
436
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

embargo, como explica el autor en sus primeras líneas, le resultó di-


fícil introducir un ensayo que era en sí mismo una introducción a un
nuevo programa de investigación y a las conclusiones a las que ha-
bía llegado hasta la fecha (Marini, 1973). Más tarde, en sus memorias
de 1990, Marini también reflexionó sobre el debate (Marini, 2005).
Allí señala que la primera respuesta de Cardoso a Dialéctica se basó
en el artículo inicial publicado por el CESO, una versión incompleta
que no incluía su análisis del proceso de industrialización (Marini,
1972b; Cardoso, 1974; Marini, 2005). Esto, a su vez, dio lugar a una
serie de interpretaciones erróneas de los argumentos de Marini, que
se reproducirían una y otra vez, sobre todo por el propio Cardoso.
Gran parte de la refutación de Marini implica una defensa tácita
de sus aparentes puntos de partida de las interpretaciones estándar
de la teoría del desarrollo capitalista de Marx y de la teoría del va-
lor-trabajo. Estas interpretaciones estándar implican suposiciones
universalizadoras que Cardoso y sus coautores reproducen al in-
sistir en que el capitalismo opera y se desarrolla en todas partes de
forma muy parecida a en las economías avanzadas. En parte, Ma-
rini defiende su análisis desafiando a Cardoso sobre la cuestión de
cuáles fenómenos (por ejemplo, la reproducción contradictoria de
antiguas modalidades de explotación y la expansión de la población
excedente relativa incluso en tiempos de crecimiento) son realmente
esenciales para el modo de producción capitalista a medida que se
desarrolla a escala mundial (Marini, 1973). Además, defiende su uso
de la metodología del propio Marx, incluso cuando desafía la ortodo-
xia marxista en el proceso.32 Osorio argumenta que para Marini

[e]ra necesario recrear el marxismo, no conformarse con repetir a


Marx, porque el problema, fundamentar la existencia de una nueva
modalidad de capitalismo y definir sus leyes tendenciales, en el mar-
co de sus relaciones en el seno del sistema mundial capitalista, era
inédito. Eso es lo que abrió a la teoría y al marxismo el libro Dialéctica
de la dependencia. No más, pero tampoco menos (Osorio, 2013, p. 60).

32
Véase Higginbottom (2012) y la sección del libro próximo a salir Higginbottom (s/f).

437
Amanda Latimer

Por ello, en el post scriptum de 1973 de Dialéctica, Marini aclara has-


ta qué punto adaptó la metodología dialéctica de Marx utilizada en
los tres volúmenes de El Capital (Marini, 1973). Cita la advertencia
de Marx de que “teóricamente se parte del supuesto de que las leyes
de la producción capitalista se desarrollan en estado de pureza. En
la realidad, las cosas ocurren siempre aproximadamente,” antes de
recordarnos que su objetivo en el ensayo original era intentar “de-
terminar la legalidad específica por la que se rige la economía depen-
diente” en América Latina, que evolucionaban “en el contexto más
amplio de las leyes de desarrollo del sistema en su conjunto” (Marini,
1973).
Marini también responde al intento de Cardoso de cuestionar la
conexión entre el intercambio desigual y la superexplotación (Serra
y Cardoso, 1978). Defiende su decisión de comenzar con la cuestión
de la circulación, y la inserción de la economía latinoamericana en
el sistema mundial, que refleja la forma en que Marx comienza el vo-
lumen 1 de El Capital. Luego muestra cómo –en un sistema mundial
compuesto por fuerzas productivas que varían significativamente
en términos de “sus respectivas composiciones orgánicas de capital,
que apuntan a distintas formas y grados de explotación del traba-
jo”– la mayor demanda de alimentos y materias primas por parte de
los países industrializados, cuyas economías se caracterizan por una
mayor composición orgánica, será satisfecha por el uso más exten-
sivo e intensivo de la fuerza de trabajo en los países dependientes.
Esto hace que “aumenta el valor de las mercancías producidas, lo
que hace elevar simultáneamente la plusvalía y la ganancia” (Mari-
ni, 1973, pp. 87-88). El crecimiento de las exportaciones latinoameri-
canas en este período (hasta la década de 1870) impulsa a su vez la
inversión directa de la metrópoli. Luego, en el último cuarto del siglo
XIX, la transferencia de ganancias y plusvalía

a los países industriales apunta en el sentido de la formación de una


tasa media de ganancia en el plano internacional, algo que libera el
intercambio de su dependencia estricta en relación con el valor de

438
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

las mercancías; en otros términos, la importancia que en la etapa


anterior tenía el valor como regulador de las transacciones inter-
nacionales cede progresivamente lugar a la primacía del precio de
producción (el costo de producción más la ganancia media, la cual,
como vimos, es inferior a la plusvalía en el caso de los países depen-
dientes) (Marini, 1973, p. 90).

Más tarde, en su respuesta de 1978 a Cardoso y Serra, Marini señala-


ría cómo adoptó la conceptualización de los precios de producción
de Marx en el volumen 3 de El Capital, ampliándola y modificándo-
la para trabajar en la intersección internacional de la producción
y circulación de mercancías capitalistas (Marx, 1991). Sostiene que
Cardoso y Serra han malinterpretado la relación dialéctica entre los
precios y el valor tal como operan a nivel internacional.

Lo único que cabe a la circulación es comparar los tiempos de traba-


jo socialmente necesario para la producción de las mercancías, es
decir, comparar los valores de éstas; sobre esta base, se determina el
precio comercial de cada una, es decir, se establece entre ellas una re-
lación de precios, que, por mucho que varíe por acción de la oferta y/o
la demanda, gira en torno a la comparación de los valores. [...] El único
efecto que puede derivarse de la movilidad internacional de mano de
obra se refiere a los precios de producción, al favorecer, en ese plano,
la formación de la ganancia media (Marini, 1978, pp. 64-65; cursivas
en el original).

La formación de los precios del mercado internacional permite una


transferencia de valor de América Latina a Europa, y un intercam-
bio desigual de diferentes cantidades tiempos de trabajo socialmente
necesario. Por esta razón, los críticos de Marini no han reconocido
la importancia de los mecanismos de transferencia de valor que
existen (nuevamente, arraigados en el funcionamiento normal del
mercado) y que hacen necesario que las burguesías subordinadas
–particularmente en los sectores agrícola y minero– recurran a la
superexplotación.

439
Amanda Latimer

Marini argumentó que el error más perjudicial cometido por Car-


doso en su ensayo de 1972 era la confusión de la superexplotación
con la plusvalía absoluta (Marini, 1973; Cardoso, 1974; Marini, 1990).33
Para ello, en la posdata de 1973, Marini intenta aclarar la noción de
superexplotación, remitiéndose a su esquema original del concepto,
que incluye dos elementos que Cardoso omitió: que la superexplo-
tación puede implicar una mayor intensificación del trabajo, y que
necesariamente

afecta simultáneamente los dos tiempos de trabajo en el interior de


la jornada laboral, y no sólo el tiempo de trabajo excedente, como
pasa con la plusvalía absoluta. Por todo ello, la superexplotación se
define más bien por la mayor explotación de la fuerza física del tra-
bajador, en contraposición a la explotación resultante del aumento
de su productividad, y tiende normalmente a expresarse en el hecho
de que la fuerza de trabajo se remunere por debajo de su valor real
(Marini, 1973, pp. 92-93).

Cardoso también caracteriza erróneamente el argumento de Marini


sobre la plusvalía relativa, sugiriendo que niega la posibilidad de que
la productividad del trabajo aumente en las economías dependien-
tes (Cardoso, 1974; Serra y Cardoso, 1978; Marini, s/f). La respuesta de
Marini es que la tarea consiste más bien en comprender el carácter
que adquiere la plusvalía relativa en estas economías (Marini, 1973).
En Dialéctica, lo hizo examinando “la tendencia de la economía de-
pendiente a bloquear la transferencia de los aumentos de produc-
tividad a los precios, fijando como plusvalía extraordinaria lo que
podría venir a ser plusvalía relativa” (Marini, 1990). También se trata
de determinar la importancia de todas las formas superiores de ex-
plotación en una determinada formación social dependiente en su
conjunto:

[L]o que se pretende demostrar en mi ensayo es, primero, que la pro-


ducción capitalista, al desarrollar la fuerza productiva del trabajo, no

33
Véase también Seibel Luce (2018, pp. 135-196).

440
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

suprime sino que acentúa la mayor explotación del trabajador; y segun-


do, que las combinaciones de formas de explotación capitalista se
llevan a cabo de manera desigual en el conjunto del sistema, y engen-
dran formaciones sociales distintas según el predominio de una for-
ma determinada. [...] [L]a mayor o menor incidencia de las formas de
explotación y la configuración específica que ellas asumen modifican
cualitativamente la manera como allí inciden las leyes de movimiento del
sistema, y en particular la ley general de la acumulación de capital
(Marini, 1973, p. 93, p. 98; cursivas en el original).

En una declaración que demuestra claramente divergencias ontoló-


gicas con Cardoso, Marini sostiene que

la superexplotación no corresponde a una supervivencia de modos


primitivos de acumulación de capital, sino que es inherente a ésta y
crece correlativamente al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo;
suponer lo contrario equivale a admitir que el capitalismo, a medida
que se aproxima a su modelo puro, se convierte en un sistema cada
vez menos explotador y logra reunir las condiciones para solucionar
indefinidamente sus contradicciones internas (Marini, 1973, p. 98;
cursivas en el original).34

La historia brasileña tiende a confirmar las afirmaciones de Marini.


En su respuesta posterior a Serra y Cardoso, señaló cómo la superex-
plotación había aumentado bajo la dictadura brasileña. Esto se logró

34
En este pasaje, Marini se opone a la tesis de la “masa marginal” de los años setenta.
Sin embargo, sus comentarios también pueden parecer resonar con las observaciones
de Trotsky sobre el “desarrollo desigual y combinado”. En cuanto a la relevancia de la
tesis de Trotsky para los teóricos marxistas de la dependencia, incluido Marini, estoy
de acuerdo con el juicio de Mathias Seibel Luce (2018): “Sin embargo, entendemos
que este último [desarrollo desigual y combinado] se sitúa en un nivel de abstracción
más general, considerando el ritmo desigual en el proceso histórico para una amplia
gama de acontecimientos. En cambio, el desarrollo desigual examinado por la TMD
[inspirado en Lenin] se basa principalmente en el despliegue histórico de la ley del
valor y en la diferenciación de las formaciones socioeconómicas, en el contexto de
la formación del mercado mundial y de la integración de los sistemas productivos,
dando lugar a fenómenos históricos específicos. Esto da lugar a leyes tendenciales es-
pecíficas de la economía dependiente, descubiertas originalmente por la TMD, y que
son una expresión agudizada de las leyes generales del capital” (p. 11, nota 3).

441
Amanda Latimer

con la supresión de los sindicatos y la represión política, la explosión


del ejército industrial de mano de obra de reserva y la supresión de
los salarios reales por parte del régimen. Dentro del proceso laboral,
para los trabajadores brasileros significó la prolongación de la jor-
nada laboral y la intensificación del trabajo, que Serra y Cardoso no
mencionan como un fenómeno concreto (Marini, 1978). Más bien, en
su opinión, atribuyen “a la misma clase obrera la responsabilidad de
que le estén arrancando el pellejo” (Marini, 1978, p. 98).35
Volviendo a la tesis de Cardoso, lo que queda claro de este inter-
cambio es la posición burguesa del teórico y de su coautor. Esto se
puede ver en la propia definición de “desarrollo dependiente asocia-
do”, lo cual reduce a la acumulación local –donde “la burguesía na-
cional y el capital extranjero eran compatibles y la dependencia y el
desarrollo ya no eran antagónicos”– mientras hacen la vista gorda a
las formas y grados de la explotación de la clase obrera que lo hizo
posible.36 Marini se referiría a esto con cierta picardía años después
en sus memorias, afirmando que originalmente pensó en un titular
para su respuesta a Cardoso y Serra, “Por qué estoy orgulloso de mi
burguesía” (Marini, 1978). También se referiría de forma contunden-
te a denunciar a Cardoso como un apologista de la dictadura, que
confundía un modelo de acumulación violenta instalado por el ré-
gimen militar con la revolución burguesa brasileña (Marini, 1974b).
Hay varios puntos interesantes que señalar sobre lo que ocurrió
tras el debate. El primero tiene que ver con las diferencias en la re-
cepción y difusión de las dos posiciones. Es revelador que ni el texto
original de Marini ni sus posteriores respuestas a Cardoso y Serra se
publicaron en Brasil hasta décadas después.37 Por el contrario, Cardo-

35
En este resumen, he omitido otros elementos de la respuesta de Marini en este
debate, concretamente los relacionados con el subimperialismo y la naturaleza del
Estado. Véase Kay (1989) que hace justicia a estos temas.
36
En contraste con la obra de Marini, Bambirra y Dos Santos, ver Pablo Rieznik, cita-
do en Chilcote (2018).
37
De las contribuciones de Marini a este debate, solo su última monografía se pu-
blicaría rápidamente tras su finalización en Brasil (Marini, 1992); véase también
Ouriques (2012) y Correa Prado (2015).

442
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

so y Serra institucionalizaron con éxito su posición reformista en


la sociología política brasileña en la prestigiosa unidad de investi-
gación Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap) en São
Paulo, de la que Cardoso fue cofundador, y que funcionó como un es-
pacio intelectual para la oposición democrática a la dictadura (Chil-
cote, 2018). Fernando Correa Prado describe las formas precisas en
que la línea de Cardoso llegó a ser un pensamiento único, así influen-
ciando a cómo generaciones de estudiantes y militantes entenderían
el debate en torno a la teoría de la dependencia latinoamericana. Se
trataba de una línea reproducía tergiversaciones e incluso falseda-
des sobre la variante marxista de la teoría de la dependencia de Ma-
rini, Frank y Dos Santos.38 Lamentablemente, estas tergiversaciones
quedarían sin respuesta y sin corrección en el vacío intelectual de
Brasil durante su exilio (Correa Prado, 2015). Correa Prado escribe:

Las opiniones de Cardoso sobre la vertiente marxista de la teoría de


la dependencia, a pesar de insostenibles, eran repetidas en las uni-
versidades y, lo que es todavía peor, en núcleos de formación política.
Ese proceso de instauración de un “pensamiento único” acerca de la
controversia de la dependencia contó también con la contribución
de varios importantes intelectuales, dando margen a una verdadera
“inercia intelectual”, que en los últimos años empieza a ser quebran-
tada (2015, p. 135).

Mientras que el ensayo seminal de Marini solo llegó a ser publicado


en inglés recientemente, las respuestas de Cardoso al mismo y la ela-
boración de su enfoque weberiano de la dependencia se publicaron
en inglés poco después de su publicación original, convirtiéndose en

38
Correa Prado observa que los ataques de Cardoso a la TMD dejaron de lado a la única
mujer entre los fundadores de la tendencia, Vânia Bambirra, que estuvo muy presente
en este debate (Kay, 2020; Correa Prado, 2015). El Laboratório de Estudos sobre Marx
e a Teoria Marxista da Dependência (Lemarx-TMD/ESS) de la Universidade Federal de
Rio de Janeiro y el Núcleo de Pesquisa em História de la Universidade Federal do Rio
Grande do Sul mantienen un archivo en línea de la obra de Bambirra (incluidos sus
esfuerzos por incluir el género en el análisis de la dependencia). Memorial-Arquivo
Vânia Bambirra, http://www.ufrgs.br/vaniabambirra

443
Amanda Latimer

una de las principales referencias en las partes anglófonas del Norte


Global en el debate sobre la dependencia.39 En Estados Unidos, va-
rias piezas del análisis coyuntural de Marini aparecerían en publi-
caciones como Monthly Review, Contemporary Marxism (ahora Social
Justice), NACLA’s Report on the Americas y Latin American Perspectives
(cuyo consejo editorial incluía a Marini). Sin embargo, una versión
en inglés de su obra maestra teórica nunca se materializó (Marini,
1990; Chilcote, 2018, p. 203). En consonancia con la afirmación de
Prado y Ourique de que hubo un boicot de facto a la obra de Marini
en Brasil, yo argumentaría que la falta de acceso a su obra en inglés
ha limitado el alcance del debate en torno a la dependencia a sus
variantes reformistas y estructuralistas, lo que facilitó que se des-
cartara la teoría de la dependencia en los primeros años del neolibe-
ralismo (Chilcote, 2018).40
Un segundo punto interesante se refiere a las trayectorias polí-
ticas de los interlocutores de Marini tras el debate. Tanto Cardoso
como Serra llegaron a distanciarse de cualquier asociación previa
con el marxismo y se convirtieron en figuras clave en la transición
de Brasil hacia el neoliberalismo tras el fin de la dictadura (Chilcote,
2018). Cardoso fue ministro de Economía con Itamar Franco (1993-
1994) y luego presidente (1994-2002). Serra ocupó varios puestos en
el gabinete de Cardoso y llegó a ser gobernador del estado de São
Paulo (2007-2010). Ambos eran miembros del Partido de la Social

39
Por ejemplo, Fernando Henrique Cardoso (1977) y Cardoso y Faletto (1979).
40
Véase también la crítica de Weeks y Dore de 1979 a la tesis de la dependencia, en la
que ignoran gran parte de la complejidad del marco de Marini (por ejemplo, la impor-
tancia de las relaciones de clase internas, el movimiento de la circulación a la produc-
ción) solo para acusarlo de ser un subconsumista. Se basan en la respuesta de Lenin
y Bujarin a la tesis del subconsumismo narodnik, argumentando que “de hecho, no
hay ningún ‘problema de realización’ (problema en la conversión de la plusvalía en
ganancia) ya que la mayor parte de la realización del valor no se produce a través del
consumo de los trabajadores (o incluso de los capitalistas) [...] sino a través del consu-
mo productivo de los medios de producción” (Weeks y Dore, 1979, pp. 69-70). A pesar
de su crítica al “eclecticismo” de Cardoso, esta parte de su argumento hace eco de la
afirmación de Cardoso de que los trabajadores brasileños como consumidores impor-
taban menos para la acumulación que el aumento del consumo de bienes de capital
y bienes de consumo duraderos por parte del Estado. Véase Serra y Cardoso (1978).

444
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

Democracia Brasileña (PSDB). La lectura errónea que Cardoso hizo


del argumento teórico de Marini en Dialéctica fue abiertamente
promovida durante el período neoliberal de Brasil. Cardoso revivió
su propia versión de la teoría de la dependencia durante su primer
mandato presidencial para justificar la introducción de reformas
neoliberales (Codas, 1996).41 En 1996, argumentó que la liberalización
del comercio y las privatizaciones previstas permitirían la moder-
nización de las bases técnicas de la producción y el aumento de la
productividad, lo que, según este exmarxista, marcaría el paso de la
plusvalía absoluta a la relativa. Sin embargo, lo que en realidad se
desencadenó fue un nuevo ciclo de la ley general de acumulación,
que implicó el desplazamiento de millones de trabajadores del pro-
ceso laboral formal y el aumento de las tasas de explotación (incluida
la superexplotación) para los que todavía tenían empleo. Los viejos
errores suelen repetirse, sobre todo cuando se está en el poder y no se
está obligado a rendir cuentas por ellos.
Volviendo a la Dialéctica de la dependencia de Marini, incluso la
versión incompleta del ensayo fue muy bien recibida e inspiró a mu-
chos estudiantes. Esto impulsó a Marini a completar la obra y a verla
publicada. Se publicó por primera vez en 1973, en la editorial mexica-
na Era, en un volumen que incluía la primera respuesta del autor a
Cardoso. En los años siguientes, a pesar de las dudas de Marini sobre
la publicación de un ensayo que reflejaba una línea de investigación
en curso, Dialéctica vería varias ediciones autorizadas (dos versiones
portuguesas, en 1976 y 1981, así como una versión alemana en 1974
y una holandesa en 1976) y varias ediciones no autorizadas (en Fran-
cia, Argentina, España y Portugal) (Marini, 2005). En este período, el
libro “pasó a ser discutido, cuestionado y –casi siempre con pasión y
hasta con mala fe– atacado”. Sin embargo, Marini subrayó que “no
vivió solo esta experiencia, que tuvo lugar en el contexto de la crítica
a la teoría de la dependencia iniciada en 1974” (2005, p. 132).

41
Véase Luiz Carlos Bresser-Pereira, citado en Chilcote (2018).

445
Amanda Latimer

Debatiendo la Unidad Popular

El trabajo político de Marini en el MIR lo llevó por todo Chile.


Mientras tanto, comenzó a jugar un papel activo en el debate que
se estaba desarrollando entre el MIR, por un lado, y el nuevo go-
bierno de Salvador Allende y la coalición de la Unidad Popular, por
otro. Este debate se produjo tanto en el espacio del CESO como en el
propio MIR. Participó en la fundación de un semanario, Chile Hoy,
con otros miembros del CESO como Dos Santos, Pío García y Marta
Harnecker, quien se convertiría en su directora y contribuidora más
frecuente. El objetivo de la revista, que se podía encontrar fácilmente
en los quioscos de periódicos, era investigar las raíces de la oposición
entre los dos proyectos –ambos ostensiblemente orientados a la con-
secución del socialismo y la superación de la dependencia– con el fin
de lograr una mayor unidad en la izquierda chilena (Marini, 2005).
Marini dirigió el consejo de redacción de una segunda revista tri-
mestral más sustantiva, Marxismo y Revolución, cuyo subdirector era
también un colega del CESO, Guillermo Labarca. Solo una edición
de la revista trimestral vería la luz, publicada apenas unas semanas
antes del golpe militar. El propio Marini contribuyó con análisis co-
yunturales a la revista, dos de los cuales se incluirían en el libro El re-
formismo y la contrarrevolución: Estudios sobre Chile (Marini, 1976). Por
último, Marini colaboró en el principal periódico del MIR, El Rebelde,
fundado a finales de los años sesenta. Tanto este como otra publica-
ción clave, Punto Final, podían adquirirse en los quioscos del barrio.
Con estas publicaciones, el MIR logró proyectarse en los medios de
comunicación y en el debate nacional, al tiempo que atraía a intelec-
tuales críticos y trabajadores de la cultura, de Chile y de otros países
inspirados en la experiencia chilena, que “vivían la revolución” y es-
taban generando la “autoconciencia revolucionaria” que se requería
(Lozoya López, 2020, p. 46; véase también Gutiérrez, 2005, p. 269).42

42
Muchas gracias a Cristóbal Kay por su ayuda en esta sección.

446
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

En “El desarrollo industrial dependiente y la crisis del sistema


de dominación”, un ensayo publicado en Marxismo y Revolución
poco después de la victoria electoral de la UP en noviembre de 1970,
Marini critica la estrategia subyacente a “la vía chilena al socialis-
mo” propuesta por la coalición, que caracteriza como un intento de
atraer o neutralizar a estratos clave de la pequeña burguesía (Marini,
1976). Su crítica pasa por contextualizar la estrategia de la UP en la
historia reciente del desarrollo industrial de Chile, y por rechazar el
argumento de que la estrategia de desarrollo nacional basada en la
industrialización sustitutiva de importaciones está “agotada”. Este
argumento, sugiere, pasa por alto las dinámicas claves de la década
anterior: concretamente, que la producción industrial se ha ido di-
vorciando cada vez más de las necesidades de consumo de las masas,
en favor del consumo de lujo orientado a los niveles más altos de la
sociedad, y de la producción de los bienes intermedios que facilitan
dicho consumo.
Junto con esta evolución, se produjo un alto grado de concentra-
ción y posteriormente de monopolización en los sectores industria-
les más dinámicos. Marini distingue entre la primera (“caracterizada
por la expansión de un capital dado, con base en su propia repro-
ducción ampliada”), que es típica de los períodos de expansión, y la
segunda (un proceso de “centralización en el cual un determinado
capital absorbe otros capitales ya formados”), que es típica de los pe-
ríodos con crecimiento decreciente. En Chile, los inversores extran-
jeros desempeñaron un papel en la monopolización de la industria
en el período de posguerra, ya que su presencia creció rápidamente a
partir de 1960-1967, en gran medida a través de la inversión extranje-
ra directa y la participación accionarial. Sin embargo, el proceso fue
llevado a cabo principalmente por las empresas más grandes; estas
últimas (ya sean nacionales o extranjeras) fueron capaces de mono-
polizar no solo un mercado determinado, sino también el acceso al
crédito y, lo que es más importante, de dominar la distribución de
la plusvalía. Dichas empresas solían contar con tecnología avanza-
da, pero también aumentaban las tasas de explotación en el proceso
447
Amanda Latimer

laboral, generando tasas extraordinarias de plusvalía y ganancia.


Marini sostiene que una estrategia que reste importancia al papel de
los trabajadores industriales y que, en cambio, invierta en una capa
de la pequeña burguesía no hará más que agravar la crisis política.
La pequeña burguesía –propietarios de pequeñas y medianas empre-
sas exprimidas por el proceso de monopolización– podría, en última
instancia, volver a una defensa del Estado burgués. Se podría decir
que el análisis de Marini resultó ser correcto.
Marini (s/f a) diría más tarde que su estancia en Chile “correspon-
dió a [...] mi llegada a la madurez, en el plan intelectual y político”. El
primer día del golpe se produjo un asalto al pequeño apartamento de
Marini en Providencia, un lugar donde miristas, exiliados y amigos
se habían reunido (Gutiérrez, 2005). El autor se refugió en la embaja-
da de Panamá con varios amigos.

Los acontecimientos que marcaron [el fin de mi exilio chileno] –el


golpe militar del 11 de septiembre, la experiencia del terrorismo de
Estado en su más alto grado, los días pasados en la embajada de Pa-
namá, donde cerca de 200 personas hacían un esfuerzo disciplina-
do y solidario para coexistir en un pequeño departamento, bajo el
ruido de bombas y tiroteos– fueron vividos con naturalidad, como
contingencias de un proceso cuyo significado histórico estaba per-
fectamente claro para mí (Marini, 1990).

Ante los rumores de que había sido uno de los miles de presos en el
Estadio Nacional (y tal vez, incluso ejecutado), Marini se vio obligado
a huir, una vez más, con pocas posesiones. Habló con entusiasmo de
la solidaridad mostrada por amigos y camaradas, incluida la de su
empleada de limpieza, que consiguió localizar algo de dinero. “Esta
fue una de las manifestaciones más conmovedoras de solidaridad
que entonces recibí por parte de los chilenos humildes, pero cons-
cientes y combativos” (Marini, 1990). El autor partió a Panamá a me-
diados de octubre, donde permaneció hasta enero de 1974.

448
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

El tercer exilio: México 1974-1984


Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo, ni el dolor
De mi pueblo y de gente

Lo que cambió ayer


Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana

Todo Cambia, letra de Julio Numhauser.


Interpretada por Mercedes Sosa.

En los meses siguientes, se hicieron diversos esfuerzos para ayudar


a Marini a trasladarse, y recibió varias ofertas de trabajo. Marini
quería instalarse en Argentina, por su proximidad a Chile, o volver
a México, “por razones sentimentales” (Marini, 1990). Sin embargo,
la comisión política del MIR le pidió que se trasladara a Europa, sede
del mayor movimiento de solidaridad con el pueblo chileno fuera de
América Latina, una red política construida en parte gracias a las co-
nexiones personales fomentadas en el CESO (Kay, 2020; Gutiérrez,
2005). A principios de 1974, Marini se trasladó a Múnich para incor-
porarse al Instituto Max Planck. Lo hizo por invitación de Otto Kreye,
a quien había conocido a principios del mismo año en una conferen-
cia organizada por Samir Amin. En Múnich pudo reencontrarse con
antiguos colegas del CESO, como Antonio Sánchez, Marcelo García
y André Gunder Frank. Sin embargo, en septiembre de ese mismo
año, Marini aceptó un puesto de profesor visitante en el Centro de
Estudios Latinoamericanos de la UNAM, lo que le permitió regresar
a Ciudad de México. Empezó a dividir su tiempo entre ambos países
hasta mediados de 1976 (Marini, 1990).

449
Amanda Latimer

Tras el 11 de septiembre

Marini se dedicó ahora a la labor del MIR en el exterior, en un mo-


mento en que los gobiernos militares, en el marco de la Operación
Cóndor, trabajaban para localizar a los miristas en el exilio (Marini,
1990). Con el tiempo se hizo evidente que era vigilado tanto por el ré-
gimen brasileño como por el chileno. De hecho, la policía secreta chi-
lena, la DINA, había diseñado un plan para capturar tanto a Marini
como al hermano de Miguel Enríquez, Edgardo. Este último sería
desaparecido forzosamente un año después en Argentina. No obs-
tante, Marini continuó la labor que había iniciado en Chile, despla-
zándose por toda Europa y, cuando era posible, por América Latina,
hasta principios de 1977. Fue el principal orador en Fráncfort en un
evento conmemorativo del primer aniversario del golpe, ante una
multitud de unos trescientos mil simpatizantes. De 1974 a 1979, edi-
tó y escribió regularmente para el Correo de la Resistencia, el órgano
internacional del MIR.43 Su trabajo creaba “una retaguardia externa
que ayudaba a sostener el trabajo político del frente” (que era aho-
ra un objetivo principal de los escuadrones de la muerte de la junta
militar y de la DINA), sería central en la actividad internacional del
MIR hasta el final de la dictadura (Gutiérrez, 2005).
En 1974, Marini participó en la fundación de la revista Cuadernos
Políticos, con un grupo de jóvenes intelectuales mexicanos que se ha-
bía formado “al calor del movimiento de 1968” (Marini, 1990). Según
Marini, Neus Espresate, directora de la editorial Era (que había pu-
blicado Dialéctica de la dependencia), desempeñó un papel importante
como miembro del comité editorial de la revista. Marini también era
miembro del comité, aunque debido a sus anteriores experiencias
en México, pasarían dos años antes de que se sintiera lo suficiente-
mente seguro como para hacerlo público. Más tarde comentó que
el consejo de la revista, cuyas largas y ricas reuniones hacían que
se sintiera más como un grupo de trabajo, estaba inicialmente en la

43
Véase los editoriales y entrevistas de Marini para el Correo de la Resistencia en:
http://www.marini-escritos.unam.mx/008_correo_resistencia_marini.html

450
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

misma página ideológica, y luego surgieron diferentes tendencias.


Sin embargo, bajo la dirección de Espresate, encontraron la manera
de seguir trabajando juntos. “Cuadernos supo ser un órgano estimu-
lante y flexible, que abrió espacio a nuevas ideas y a nuevos autores,
ventilando el clima intelectual de la izquierda mexicana” (Marini,
1990).
En el cargado ambiente que siguió al golpe chileno, una de las
principales tareas de Marini fue responder a la acusación de que el
giro del MIR hacia la lucha armada de masas en medio del proceso
parlamentario lo hacía responsable en última instancia del golpe.
Marini refutó esta afirmación en varios textos. Uno de los más popu-
lares, “Dos estrategias en el proceso chileno”, apareció en la edición
de julio-septiembre de 1974 de Cuadernos Políticos (Marini, 1974c), y
más tarde como capítulo en El reformismo y la contrarrevolución (Ma-
rini, 1976). Marini explica allí por qué el MIR se mantuvo fuera de
la coalición de la UP una vez que Allende asumió el poder, en lugar
de unirse al esfuerzo, en gran parte dirigido por el Partido Comunis-
ta de Chile (PCCh), de crear una “dirección única del movimiento de
masas” que había llevado a la UP al poder. Comienza explicando las
lecturas divergentes del MIR y del PCCh sobre la coyuntura política,
que a su vez dieron forma a sus respectivos proyectos estratégicos y
tácticas a partir de 1970. Dada esta divergencia, Marini argumenta
que no había una base objetiva para una estrategia unida.
Marini se centra en la composición de clase del bloque revolucio-
nario de cada tendencia. El PCCh mantuvo su línea de colaboración
de clases tras la elección de Allende, en un esfuerzo por aliar a los
sectores organizados de la clase obrera urbana y rural con las capas
medias de la burguesía que habían sido alienadas por el nuevo sis-
tema orientado en torno al gran capital. Esto implicaba un diálogo
político con el mismo partido que había sido desalojado por Allende,
el Partido Demócrata Cristiano (DC) de Frei. El MIR, por el contra-
rio, no creía que las demandas del movimiento popular pudieran o
debieran ser reabsorbidas en nuevos compromisos con el capital,
particularmente dadas las contradicciones que habían estallado
451
Amanda Latimer

durante el primer año de reformas de la UP. El cambio en el desarro-


llo dependiente de Chile bajo el gobierno de Frei (es decir, la pene-
tración capitalista en el campo y la reforma agraria fragmentaria)
había fragmentado efectivamente el campo burgués. Sin embargo, el
mismo proceso había estimulado nuevas formas de lucha de masas
en el campo por parte de los trabajadores asalariados y semiasalaria-
dos excluidos de esta reforma, incluyendo a los campesinos indíge-
nas mapuches. Junto con ello, creció la militancia de los trabajadores
urbanos sindicalizados y no sindicalizados, los pobladores de las
comunidades urbanas periféricas y los trabajadores asalariados del
sector público pequeño burgués.
El PCCh y el MIR se dividieron sobre cómo relacionarse con esta
tendencia. Mientras que el PCCh abogaba por subordinar la eferves-
cencia popular al gobierno de la UP en nombre de la estabilidad, el
MIR sostenía que no eran las instituciones y tradiciones de la demo-
cracia burguesa las que garantizarían la estabilidad del gobierno de
Allende, sino este bloque cada vez más revolucionario. La política de
alianzas del MIR ponía a la clase obrera organizada “en su centro,
[pero] incluía a las amplias masas proletarias y semiproletarias de
la ciudad y el campo, así como a las capas empobrecidas de la peque-
ña burguesía”. Más que estabilizar un orden que era anatema para
los intereses populares, lo que se necesitaba era el “desarrollo de
un poder de masas [fuera de y como] alternativa al estado burgués”
(Marini, 1976; Gutiérrez, 2005). Cuando la burguesía chilena lanzó su
contraofensiva a mediados de 1972, fue este bloque el que se radicali-
zó para hacerle frente. Hubo un “avance de las posiciones revolucio-
narias dentro de las masas, no sólo en términos de conciencia, sino
en su propia organización” (Marini, 1976, capítulo “Dos estrategias
en el proceso chileno”). Esto incluyó pasos hacia el control de ma-
sas sobre la producción y la distribución, la industria autogestiona-
da dentro de los “cordones industriales”, estructuras de mando en
las fábricas y de la oferta, los almacenes populares, etc. Para el MIR,
estas expresiones de poder popular no solo conducían a una ruptu-
ra revolucionaria, sino que eran la única salida a la guerra de clases
452
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

abierta que había llevado al poder a un gobierno militar-fascista. Ese


gobierno representaba los intereses del recién recompuesto bloque
burgués, que tenía el modelo estadounidense de contrainsurgencia
operando firmemente en el fondo. El ensayo de Marini termina con
un llamamiento a la unidad de la izquierda revolucionaria, pero tam-
bién con una advertencia de que los errores estratégicos que llevaron
a la crisis original del gobierno de la UP corrían el riesgo de repetirse.
En un segundo texto, un editorial en Correo de la Resistencia,
Marini expone la posición del MIR después de un año de la dicta-
dura (Marini, 1974d). Desafía la afirmación reformista de que las
contradicciones desatadas por la junta militar en su primer año con-
ducirían naturalmente a su desaparición, a medida que las clases po-
pulares fueran experimentando la creciente presión y violencia de
sus reformas económicas. Señala que la burguesía chilena tuvo una
estrategia similar durante el gobierno de Allende, pero no se limitó a
esperar pasivamente a que la “pera madurara”. Por el contrario, con
el apoyo activo del imperialismo estadounidense, la burguesía se re-
agrupó y emprendió una estrategia de “injerencia permanente en los
hechos de la vida cotidiana”, que culminó en una guerra de clases
abierta. El MIR, por lo tanto, llamó a una estrategia para hacer invia-
ble el régimen de forma activa, a través de un amplio frente político
de resistencia de masas organizada. Su programa se centraba en la
defensa del nivel de vida de las masas y en la oposición a los recortes
salariales, a los despidos y a las horas extraordinarias no remunera-
das, junto con la exigencia de libertades democráticas básicas.
Por último, el MIR apoyaba una estrategia que reflejara la coor-
dinación continental lograda entre los regímenes militares y el im-
perialismo, en forma de una Junta de Coordinación Revolucionaria
(JCR) (Marini, 1974d). La JCR pretendía reunir a las diferentes corrien-
tes revolucionarias de todo el Cono Sur, muchos de cuyos militantes
se habían refugiado en el Chile de Allende. La iniciativa contó con
cierta ayuda del campo socialista internacional, pero se apoyó sobre
todo en el apoyo moral y material del gobierno revolucionario cuba-
no (Gutiérrez, 2005). La JCR se convirtió en el objetivo principal de la
453
Amanda Latimer

Operación Cóndor, que pretendía llevar a cabo su “liquidación física”


mediante el terror estatal coordinado (Cabieses, 2018; Dinges, 2004).
Entre 1978 y 1979, la dirección del MIR decidió apoyar a la resis-
tencia chilena enviando cuadros experimentados de vuelta al país.
Se le pidió a Marini que se uniera al comité central del MIR, aunque
no era la primera vez. Aceptó, sugiere Gutiérrez en su relato del mo-
mento, por un sentido de “responsabilidad histórica y ética” (Gutié-
rrez, 2005, p. 273). Marini volvió entonces a la labor de formación
política que había iniciado en Chile casi diez años antes. Pero ahora
lo hacía en apoyo de las luchas revolucionarias que habían estallado
en Nicaragua, El Salvador y Perú (Cabieses, 2018).

La lucha de clases bajo una nueva forma de Estado

Esta fue también una época de reflexión teórica y de transforma-


ciones en el análisis de la situación latinoamericana por parte de
Marini. En el ensayo de 1974, “Dos estrategias en el proceso chileno”,
Marini había utilizado el concepto de “fascismo militar”. Sin embar-
go, en el transcurso de la década de 1970, comenzó a tomar distancia
del término, cuestionando su relevancia para la nueva generación de
dictaduras que se estaba formando en la región. En Memoria, Marini
explica cómo llegó estar

convencido de que la caracterización de la contrarrevolución chilena


(y latinoamericana, en general) como fascista ocultaba la naturale-
za real del proceso y tendía a justificar la formación de frentes am-
plios, en el cual la burguesía tendía a asumir un papel hegemónico.
En aquel entonces, aún parecía posible luchar por una política de
alianzas que no implicara la subordinación de las fuerzas populares
a la burguesía, ya que la izquierda aún detentaba, localizadamente,
una capacidad de acción en América Latina y estaba en ascenso en
Europa Occidental, en África y en Asia. Las derrotas que la izquier-
da sufrió después en Europa y en los países latinoamericanos, lle-
varon el triunfo de la fórmula del frente amplio bajo la hegemonía

454
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

burguesa, que presidió la redemocratización latinoamericana de los


80. (Marini, 1990)

Marini también volvió al periodismo a mediados de la década de


1970, escribiendo para el diario de la Ciudad de México, El Universal,
donde sus textos fueron ocasionalmente censurados (Marini, 1990).
En 1977, junto con Claudio Colombani, participó en la creación del
Centro de Información, Documentación y Análisis del Movimiento
Obrero (Cidamo), que dirigió de 1977 a 1982. El Cidamo era una insti-
tución autónoma que reunía a investigadores “jóvenes y brillantes” –
entre ellos muchos exiliados de la región– en un espacio de reflexión
colectiva y producción teórica. Entre ellos estaban los chilenos Jaime
Osorio, Patricia Olave Castillo y Lila Lorenzo (más conocida por su
alias político, Toña), y Luis Hernández Palacios. También participa-
ron los mexicanos Francisco Pineda y Maribel Gutiérrez, el perua-
no-hondureño Antonio Murga, el argentino Alberto Spagnolo, así
como estudiantes y militantes de movimientos revolucionarios de
Centroamérica (Marini, 1990; Kay, 2020).
En este contexto, Marini inició otra importante línea de investi-
gación, partiendo del trabajo que había iniciado en Chile sobre los
procesos históricos de cambio y la revolución socialista. Ahora, sin
embargo, le motivaban nuevas preocupaciones que se insinúan en
el pasaje anterior: la crisis de la estrategia socialista y la lucha por
los términos del retorno a la democracia. En esos procesos de “rede-
mocratización”, la izquierda tenía que enfrentarse no solo a la con-
trarrevolución imperialista burguesa, sino también, cada vez más, a
los movimientos legítimamente democráticos que sucumbían a un
nuevo estilo de liderazgo burgués (Marini, 1980). Marini pudo obser-
var un creciente interés de los intelectuales latinoamericanos por la
socialdemocracia europea. Desde principios de los años setenta, la
difusión de la ideología socialdemócrata en la región se había bene-
ficiado de seminarios, financiación y proyectos de colaboración con
ONGs europeas. Por ejemplo, hubo un encuentro “entre las princi-
pales fuerzas de la izquierda chilena, excluidos el PC y el MIR, [en

455
Amanda Latimer

el que] el cuño político de la acción socialdemócrata quedó perfec-


tamente definido” (Marini, 1990; véase también Gutiérrez, 2005, pp.
274-275).
Algunos de los textos de Marini que tratan de la coyuntura políti-
ca de finales de los años setenta abordan la naturaleza cambiante del
Estado. Tenía un interés especial en la tendencia hacia la sustitución
de las dictaduras militares por una forma específica y limitada de
democracia, una vez que la utilidad de las dictaduras para los patro-
nes regionales de acumulación había vencido (Marini, s/f). Marini
también elaboró varios artículos en los que examinaba un cambio en
la política estadounidense bajo la administración Carter. En efecto,
Carter se alejó de la doctrina de la contrarrevolución y la contrain-
surgencia desarrollada para contener la Revolución cubana, hacia la
promoción de una transición “manejada” hacia la democracia –una
transición hacia lo que Samuel Huntington denominó “democracia
gobernable” (Marini, 1980).44 En lugar de la democracia popular exi-
gida por las masas, Marini consideró que se estaba configurando un
nuevo “estado de cuatro poderes” en el que seguían dominando los in-
tereses burgueses promovidos por la dictadura. Ahora, sin embargo,

44
Aunque menos conocido que el apoyo de Estados Unidos a la dictadura chilena, el
apoyo de Estados Unidos al régimen dictatorial brasileño no es menos inquietante. A
principios de la década de 1970, durante su trabajo con la Comisión Trilateral, Samuel
Huntington, de la Universidad de Harvard (más tarde famoso por su tesis del “choque
de civilizaciones”, que ayudó a dar forma a la justificación ideológica para la guerra
global contra el terror) actuó como asesor de la dictadura brasileña durante el gobier-
no de Emílio Garrastazu Médici, así como del régimen del apartheid sudafricano. En
este papel, abogó por lo que denominó “descompresión”: cómo llevar a cabo un retor-
no gradual y controlado a la democracia sin desestabilizar el orden político (y pre-
sumiblemente, capitalista) en cuestión. Véase Huntington (1973). Aunque no hay que
exagerar el papel de Huntington, más tarde escribiría que “la transición brasileña a
la democracia fue en muchos aspectos una obra maestra de incrementalismo ofusca-
do”. También señaló el papel de una “generación más joven de politólogos brasileños
–que, gracias a la Fundación Ford, se habían formado durante la década de 1960 en
Stanford, UCLA, Harvard, MIT, Michigan y otros lugares– [que] desempeñaron un pa-
pel activo en el desarrollo y la articulación de ideas que fueron fundamentales para el
proceso brasileño”. Veáse Huntington (1988). En la época en la que Marini trabajó en
tales transiciones, Huntington estaba ejerciendo como coordinador de Planificación
de Seguridad del Consejo de Seguridad Nacional en el gobierno de Carter.

456
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

a los tres poderes reconstituidos de la democracia liberal se sumaba


un cuarto: las fuerzas armadas, que amenazaban con dominar a los
otros tres. Esta novedosa formación política permitió nuevos niveles
de movilización popular impensables durante los primeros años de
la dictadura. Sin embargo, también determinaría los contornos de la
apertura democrática. La tesis de Marini, lanzada en un seminario
de intelectuales de izquierda, molestó a algunos participantes, entre
ellos André Gunder Frank. Marini respondió que comprender esta
novedosa expresión del poder burgués e imperialista era esencial
para definir una nueva estrategia radical destinada a derrotar al “es-
tado del gran capital” (Marini, s/f).

El patrón de reproducción del capital en las formaciones dependientes

En este período, Marini también comenzó a ampliar la línea de in-


vestigación iniciada con Dialéctica de la dependencia. Lo hizo tanto
en el contexto del Centro de Ciencias y Humanidades de la UNAM
(Facultad de Ciencias Políticas y Sociales), donde había una creciente
cohorte de investigadores y estudiantes formados por él, como tam-
bién en la Escuela Nacional de Economía, donde fue profesor visitan-
te a partir de 1977. También supervisó las tesis de estudiantes de toda
la región, incluida la de Jaime Osorio sobre el Estado chileno en el
Colegio de México (Marini, s/f). El trabajo de Marini en este período
tuvo tres ejes principales: el examen del ciclo del capital en la econo-
mía dependiente (Marini, 1979a); la transformación de la plusvalía
en ganancia (Marini, 1979b); y la naturaleza cambiante del subimpe-
rialismo a finales de los años setenta (Marini, s/f).
El artículo “El ciclo del capital en la economía dependiente” (que
incluyó comentarios de Héctor Díaz Polanco y Jaime Osorio) exa-
mina las tres fases del ciclo del capital, tal como se establece en el
Libro II de El Capital, en la economía dependiente (Marini, 1979a;
Marx, 1992). Estas fases son la circulación, la producción y la circu-
lación, expresadas en la fórmula D – M ... P ... M’ – D’. Marini señala
el extraordinario papel que desempeña el capital extranjero en la
457
Amanda Latimer

primera fase de circulación (a veces en forma de mercancía-dinero,


como inversión directa o indirecta, a veces en forma de medios de
producción concretos) y en la segunda, de producción (donde las in-
versiones extranjeras directas obtienen plusvalías extraordinarias
mediante el pago de “salarios inferiores al valor de la fuerza de traba-
jo”). Tanto las ganancias extraordinarias como los salarios super-ex-
plotativos exacerban la concentración del capital y la distorsión de la
distribución del ingreso. Esto, a su vez, distorsiona la realización del
capital en la fase final de la circulación (alimentando la expansión
de la producción de bienes de lujo y la transferencia de ganancias
extraordinarias al extranjero, en forma de remesas, pago de intere-
ses de préstamos, regalías, etc.). Estas particularidades diferencian el
ciclo del capital en las economías dependientes de la experiencia de
las economías industriales clásicas.
Un segundo ensayo de Marini de esta época, “Plusvalía extraor-
dinaria y acumulación de capital”, examina las controversias con-
temporáneas en torno a la aplicación del esquema de reproducción
del volumen 2 de El Capital a los estudios históricos y concretos del
capitalismo latinoamericano (Marini, 1979b). En su Memoria, Marini
describe cómo el ensayo, escrito en el marco de un concurso público
para la obtención de la plaza de profesor titular en la Escuela Nacio-
nal de Economía, aborda

la finalidad específica que cumplen en la construcción teórica de


Marx –la demostración de la necesaria compatibilización de las mag-
nitudes de valor producidas en los distintos sectores de la economía–
y analiz[a] las tres premisas que tanta discusión ocasionaron: a) la
exclusión del mercado mundial, b) la existencia de apenas dos clases
y c) la consideración del grado de explotación del trabajo como fac-
tor constante (Marini, s/f).

La sección final del ensayo examina el tratamiento de estos es-


quemas en la obra de tres economistas contemporáneos. Marini
escribiría más tarde que, aunque probablemente sea uno de sus tra-
bajos menos conocidos, este ensayo constituía “un complemento

458
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

indispensable de la Dialéctica de la dependencia, en la medida en que


expresa el resultado de las investigaciones que inicié en Chile, sobre
el efecto de la superexplotación del trabajo en el marco de la plusva-
lía extraordinaria” (Marini, s/f).45
En el acalorado debate con Cardoso y Serra en esta época, Mari-
ni parecía sentir cierto placer al percibir su “clara preocupación [de
que] la amnistía política se acercaba y eso podría abrirme el espa-
cio en Brasil” (Marini, s/f). La amnistía política llegó, efectivamente,
para los obligados a exiliarse por la dictadura brasileña en 1979. Sin
embargo, pasarían otros cinco años antes de que Marini pudiera vol-
ver a casa.

De nuevo en casa: Brasil 1984-1997

Mulher, você vai gostar:


Tô levando uns amigos pra conversar.
Eles vão com uma fome
Que nem me contem;
Eles vão com uma sede de anteontem.
Salta a cerveja estupidamente
Gelada pr’um batalhão
E vamos botar água no feijão.

Feijoada Completa, Chico Buarque [La canción está


ambientada en una fiesta para darles la bienvenida a los
amigos del exilio, sobre todo gente de los movimientos de
masas que fueron llevados a la clandestinidad]

En la sección final de sus memorias, Marini comparte algunas re-


flexiones francas –y a veces, dolorosas– sobre lo que vivió a su

45
Jaime Osorio, Mathias Seibel Luce, Carla Ferreira, Marisa Silva Amaral y Marcelo
Dias Carcanholo continuaron trabajando sobre los patrones de reproducción del
capital en las economías dependientes. Véase Ferreira, Osorio y Seibel Luce (2012) y
Seibel Luce (2018).

459
Amanda Latimer

regreso. Estas reflexiones tratan de la alienación del exilio y de la


inquietud de Marini por el estado de la cultura brasileña. Observa
cómo la burguesía brasileña intentaba salvar el modelo de acumu-
lación desarrollado bajo la dictadura, ahora readaptado a las pers-
pectivas y políticas neoliberales (todo ello a pesar de la agitación
desatada por la crisis de la deuda del Tercer Mundo que comenzó en
México en 1982).
Más preocupantes aún fueron los esfuerzos de los intelectuales
brasileños, incluso de la izquierda, por ajustarse a esta nueva orto-
doxia. Marini atribuye esto a los efectos de la dictadura en la vida
intelectual de las universidades: los resultados de la censura de los
planes de estudio, el flujo de propaganda a través de los medios de
comunicación y las intervenciones militares que no solo sacaron a
los estudiantes y académicos del campus, sino que “mutiló los pla-
nes de estudio y, a través de la privatización, degradó hasta el límite
la calidad de la enseñanza”. La dictadura también utilizó recursos
financieros (proporcionados a través de acuerdos con USAID) para
dirigir a los estudiantes hacia estudios de posgrado en Estados Uni-
dos y Europa (Marini, s/f). Aunque pretendía “ampliar las bases de la
autonomía [de Brasil] en la esfera internacional”, la política cultural
de los militares había provocado, por el contrario, una pérdida de
identidad, ya que el país giró otra vez hacia el pensamiento liberal
(Marini, s/f).46 Tras una visita a mediados de la década de 1980, Mari-
ni informó de que Brasil,

a pesar de haber tenido su movimiento general determinado por las


mismas tendencias que rigieron el de América Latina participando,
pues, del mismo proceso de hipertrofia de las desigualdades de clase,
de la dependencia externa y del terrorismo de Estado que la carac-
terizó en ese periodo, lo hizo acentuando su aislamiento cultural en
relación con Latinoamérica y lanzándose a un consumo compulsivo
de las ideas de moda en los Estados Unidos y en Europa (Marini, s/f).

46
Véase García y Borba de Sá (2018).

460
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

En este contexto, Marini condenó sin concesiones a los intelectuales


de izquierda que habían sido cooptados en el silencio y el conformis-
mo, incluidos los que en su día se habían opuesto al sistema. En lo
que quizá sea una crítica poco disimulada a Cardoso, señala que

en el ambiente cerrado en que se sofocaba el país, resultaba prove-


choso, para los que en él podían entrar y salir libremente, monopo-
lizar y personalizar las ideas que florecían en la vida intelectual de
la región, adecuándolas previamente a los límites establecidos por la
dictadura. En este contexto, la mayoría de la intelectualidad brasile-
ña de izquierda colaboró, de manera más o menos consciente, con la
política oficial, cerrando el camino para la difusión de los temas que
agitaron a la izquierda latinoamericana en la década de 1970, marca-
da por procesos políticos de gran trascendencia y concluida con una
revolución popular victoriosa (Marini, s/f).

Los intelectuales se alejaban de las fuerzas populares que habían


propiciado la época de la democratización. Marini atribuye la fal-
ta de interés de la intelectualidad por los movimientos sociales de
masas a su deseo de conectar con las fuerzas internacionales de la
socialdemocracia: las ONGs socialdemócratas europeas, las ONGs de
investigación y financiadores con sede en Estados Unidos (ya sean
estatales o privados) y las instituciones culturales financiadas por las
iglesias y los demócratas cristianos. “[La] lucha por obtener recursos
procedentes de estas [fuentes] reconstituyó la élite intelectual sobre
bases totalmente nuevas, sin relación alguna con las que –basadas
en la radicalización política y en el auge de los movimientos de ma-
sas– la habían sostenido en los años sesenta” (Marini, s/f).47
Como se mencionó anteriormente, Marini se enfrentó a conside-
rables obstáculos en sus esfuerzos por volver a la vida académica.
Dos Santos observa que, de todos sus colegas que regresaron, fue
Marini quien fue víctima de un boicot sistemático a su regreso (Dos
Santos, citado en Kay, 2020). Bambirra (2005) atribuye la prohibición

47
Véase también Ouriques (2012, pp. 20-21).

461
Amanda Latimer

de facto de Marini a los ataques de Cardoso y Serra. No obstante, tras


ser bloqueado en dos instituciones de Río de Janeiro por razones
abiertamente políticas, Marini fue finalmente reintegrado en la Uni-
versidad de Brasilia en 1987. Allí se incorporó al Departamento de
Ciencia Política y Relaciones Internacionales para dictar estudios de
postgrado. En Brasilia, Marini se encontró con muchos de sus prime-
ros amigos y colegas, incluidos Bambirra y Dos Santos (Marini, s/f).
Apoyó enérgicamente los esfuerzos por reintegrar a otros antiguos
profesores e instructores que se habían visto obligados a marcharse
tras el golpe, un proyecto “que vino a reparar una de las muchas arbi-
trariedades cometidas por la dictadura” (Marini, 1990).
Las investigaciones de Marini en este período continuaron el tra-
bajo iniciado anteriormente en México. Esa investigación había exa-
minado los efectos de la crisis de la deuda y la internacionalización
del capital sobre el proceso laboral en varios países durante la déca-
da de 1980 (Marini, s/f). Ahora, pasó a examinar el rendimiento de
sectores manufactureros claves en Brasil (en particular el sector del
automóvil) bajo la política militar de incentivos y subsidios a la ex-
portación (Marini, s/f). También retomó el debate en torno a la con-
centración de la renta, que había identificado como consecuencia de
la superexplotación laboral en la década de 1970. A principios de la
década de 1980, la política de “compresión salarial” de los militares
(un esfuerzo por controlar la inflación mediante la manipulación de
los ajustes salariales anuales, que suprimieron los ingresos reales y
exacerbó la desigualdad de ingresos) contribuyeron a impulsar un
importante repunte de la lucha obrera y del movimiento por la de-
mocratización, especialmente entre los trabajadores industriales
(Antunes, 1995). La investigación de Marini lo llevó a concluir que el
repunte de la lucha obrera en este período logró al menos frenar los
mecanismos de superexplotación y desigualdad de ingresos, para
luego provocar un cambio en las estrategias de acumulación de la
burguesía brasileña hacia la inversión financiera, la reestructura-
ción productiva y la reforma neoliberal.

462
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

[L]a aceleración de la concentración del ingreso, iniciada en los 60,


pierde fuerza a fines de los 70 y principios de los 80, debido, a mi
modo de ver, al ascenso de los movimientos sociales que se registra
entonces en el país. El fortalecimiento del bloque burgués, en la lla-
mada Nueva República, la retracción de las inversiones productivas
en provecho de la especulación financiera y las ofensivas lanzadas
contra los trabajadores –con destaque para los planes económicos
que se inician en 1986– revirtieron, a lo que todo indica, esa tenden-
cia [es decir, la disminución del ritmo de concentración de la renta]
(Marini, s/f).

A pesar de la importancia de estas investigaciones, Marini sintió que


su investigación a finales de los ochenta se había alejado demasiado
de los objetivos y preocupaciones de sus principales líneas de traba-
jo. En mayo de 1990, regresó a Río de Janeiro en un año sabático para
reorientar sus energías.
El resultado fue la última monografía de Marini (1992), América
Latina: Dependência e integração, que reúne varios de sus ensayos so-
bre los nuevos contornos de la dependencia bajo la globalización. El
primer ensayo de la colección trata de la derrota y la dispersión de
los movimientos populares que habían luchado por la democracia,
y la destrucción de la oposición de clase a la limitada democracia
burguesa que siguió. Un segundo ensayo examina la “conversión”
de América Latina al neoliberalismo tras dos décadas de crisis y la
transformación de las economías nacionales mediante la reestruc-
turación productiva, la mayor especialización y la nueva ideología
de la eficiencia productiva (Marini, 1992). Marini caracteriza estas
políticas neoliberales como “la forma y expresión del avance alcan-
zado en las luchas inter-burguesas por la fracción moderna, aliada
a la burguesía internacional”. Un tercer ensayo traza la crisis del
pensamiento económico latinoamericano en este mismo período,
que dejó a las fuerzas progresistas con las opciones de elegir entre la
ortodoxia neoliberal (que ignoraba el imperialismo), el nacional-de-
sarrollismo de la CEPAL o las versiones reformistas de la tesis de la
dependencia.
463
Amanda Latimer

El último ensayo del libro, publicado también en inglés en la re-


vista Social Justice, recorre la historia de los proyectos de unificación
latinoamericana desde la independencia (Marini, 1993). Frente a las
diversas propuestas de integración económica regional de principios
de los noventa, todas ellas alineadas con los intereses de los centros
imperialistas, Marini apuesta por una forma de integración acorde
con la consigna popular de “la integración de los pueblos”.

En este contexto, América Latina –enfrentándose a las presiones que


se ejercen sobre ella, en el sentido de dilacerarla y de proceder a la
anexión en separado de sus partes– tiene que promover la creación
de un espacio económico más amplio, capaz de adecuarse a los re-
querimientos derivados de las modernas tecnologías de producción.
Esto no se pude entender empero, como pasó en la década de 1960,
como el simple agregado de espacios económicos relativamente di-
námicos, pequeñas islas en el océano de subdesarrollo en que se
sumerge la región. Por lo contrario, supone la construcción de una
nueva economía, basada en la incorporación de amplios contingen-
tes de población al trabajo y al consumo, mediante una correcta asig-
nación de las inversiones, una verdadera revolución educacional, la
supresión de las elevadas tasas de superexplotación del trabajo y, por
ende, una mejor distribución del ingreso (Marini, 1993b).

Los esfuerzos de Marini por comprender las convulsiones que se pro-


ducen en el mundo del trabajo culminaron en dos importantes tex-
tos finales. “El concepto de trabajo productivo: nota metodológica”
fue un ensayo escrito entre 1992 y 1997, en el que Marini revisa el
desarrollo del concepto de “trabajo productivo” y la cambiante de-
finición de la clase obrera en Marx (Marini, 1993a). Se trata de una
obra muy teórica que resuena con algunos temas de los debates con-
temporáneos de la izquierda: el auge de los trabajadores organiza-
dos del sector público en la década de 1980, la militarización de las
campañas de productividad, la flexibilización de los contratos y los
derechos, y los amplios cambios en el empleo por sectores. Marini
argumenta que la globalización ha conllevado una diversificación de

464
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

las actividades, a menudo desplazadas de la manufactura a la esfe-


ra de la circulación y la distribución, lo que hace más difícil definir
y cuantificar a la clase trabajadora (Marini, 1993a). Se detiene en la
afirmación de Marx de que los trabajadores empleados en la fase de
circulación contribuyen a la rentabilidad del capital conservando el
valor, comparando esto con el papel de los trabajadores en los sec-
tores de servicios (como el transporte y el comercio), que se explotó
bajo la globalización. Marini concluye con un pasaje muy relevante
en una década en la que la unidad de los trabajadores fue atacada
desde todos los ángulos.

Para definir una clase social en un momento histórico dado no basta,


pues, considerar la posición que objetivamente ocupan los hombres
en la reproducción material de la sociedad. Es necesario, además,
considerar los factores sociales e ideológicos que determinan su con-
ciencia en relación al papel que en ella creen desempeñar. [...] [S]ólo
en última instancia la base económica determina la conciencia. Y lo
hace mediante la dinámica social concreta, es decir, a través de la lu-
cha de clases. Y a tal punto que, en circunstancias dadas, aún traba-
jadores que, por su posición en la reproducción económica, no están
incluidos directamente en la clase obrera o que se consideran ajenos
a ella pueden coincidir con sus aspiraciones y asimilarse al movi-
miento obrero. [...] Esta es la razón por la cual todas las instituciones
y mecanismos del juego político que caracterizan a la sociedad bur-
guesa [...] visan a bloquear esa percepción, a disolver la unidad laten-
te entre los trabajadores antes que esta tome forma (Marini, 1993a).

En un segundo texto, “Proceso y tendencias de la globalización ca-


pitalista”, Marini observa cómo la superexplotación laboral se ha
extendido a los centros de acumulación avanzados, en una econo-
mía globalizada en la que la propia ley del valor se ha globalizado
(Marini, 1997). El capital internacional se apoya en el aumento de
la productividad de los trabajadores a través de la innovación tec-
nológica, pero también, simultáneamente, en la superexplotación
laboral. Dicha superexplotación es el resultado de la búsqueda del

465
Amanda Latimer

aumento de la productividad y la intensificación del trabajo. El resul-


tado es que los capitales individuales pueden beneficiarse de tasas
extraordinarias de plusvalía y ganancia (Marini, 1997). Ya no se li-
mita a la competencia dentro de un determinado mercado nacional,
donde los beneficios extraordinarios tienden a ser transitorios, la
mayor competencia entre las grandes empresas en el mercado glo-
balizado implica una búsqueda permanente de beneficios extraordi-
narios producidos por estos medios, dondequiera que estén. Marini
compara este momento con la introducción de nuevas tecnologías
en la producción europea a finales del siglo XVIII y principios del
XIX. Sugiere que las nuevas tecnologías desencadenarán una nue-
va ronda en la ley general de la acumulación, aumentando la masa
de trabajadores excedentes y agravando su pauperización, al tiempo
que “exprimen la fuerza de trabajo” de los que aún permanecen en
el proceso laboral formal (Marini, 1997). Sin embargo, Marini termi-
na argumentando que la solución sigue siendo la misma que antes:
la presión a la baja sobre los trabajadores solo puede ser desafiada
mediante la unificación de las luchas obreras en todo el mundo,
“poniendo en marcha una revolución democrática radical” (Marini,
1997, p. 268).
Al final de sus memorias, Marini analiza la recepción contempo-
ránea de su obra y de la tesis de la dependencia en general. Por un
lado, reconoce la determinación de sus colegas más jóvenes de abrir
nuevos caminos teóricos en el campo del marxismo y de la teoría
de la dependencia, a pesar de la crisis planteada por el colapso de la
Unión Soviética. Por otro lado, argumenta que los ataques a la teoría
marxista de la dependencia están en el centro de la crisis de teoría en
la era neoliberal.

La pobreza teórica de América Latina, en los años 80, es, en una am-
plia medida, resultado de la ofensiva contra la teoría de la dependen-
cia, lo que preparó el terreno para la reintegración de la región al
nuevo sistema mundial que empezaba a gestarse y que se caracteriza

466
Situando a Ruy Mauro Marini (1932-1997)

por la afirmación hegemónica, en todos los planos, de los grandes


centros capitalistas (Marini, s/f).

En 1993, Ruy Mauro aceptó una invitación para regresar a México y


asumir la dirección del CELA. En lo que fue quizás el proyecto más sa-
tisfactorio de sus últimos años, Marini supervisó, junto con Márgara
Millán, la compilación de textos clásicos del pensamiento social y
político latinoamericano del siglo XX, que se publicaría en una se-
rie de cuatro volúmenes, La teoría social latinoamericana (Marini y
Millán, 1994). En sus memorias, Marini describe la relación de la teo-
ría de la dependencia con este amplio cuerpo de pensamiento:

Finalmente, debo concluir insistiendo en un rasgo peculiar de la teo-


ría de la dependencia, cualquiera que sea el juicio que se haga: su
contribución decisiva para alentar el estudio de América Latina por
los propios latinoamericanos y su capacidad para, invirtiendo por
primera vez el sentido de las relaciones entre la región y los grandes
centros capitalistas, hacer que, en lugar de receptor, el pensamiento
latinoamericano pasara a influir sobre las corrientes progresistas de
Europa y de los Estados Unidos (Marini, s/f).

Marini falleció de un cáncer linfático en Río de Janeiro el 5 de julio


de 1997.

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474
Desventuras del intercambio desigual
Colocando la superexplotación
en el centro del análisis

Mateo Crossa

Introducción

Los debates sobre el intercambio desigual y transferencia de valor


en la economía mundial han sido fundamentales para comprender
algunas de las principales tendencias en la relación de centro y pe-
riferia desde la perspectiva cimentada en el pensamiento de Marx.
El análisis que realizó Marx para comprender las transferencias de
valor que se producen al interior de las ramas productivas (o entre
diferentes ramas) al momento del establecimiento de la tasa media
de ganancia y de precios de producción, ha sido trasladado a la es-
fera de reproducción de la economía mundial capitalista por parte
de diversos pensadores marxistas para afirmar que el establecimien-
tos de tasas medias de ganancia y precios unificados en el mercado
mundial generan una escenario productivo que propicia grandes
cúmulos de transferencia de valor (tiempo de trabajo socialmente
necesario) desde la periferia al centro.

475
Mateo Crossa

En el gran campo de investigación enfocado al estudio del in-


tercambio desigual, destacan dos importantes corrientes de pen-
samiento marxista que conciben las transferencias de valor desde
ángulos contrarios. Por un lado, existe la perspectiva nombrada co-
múnmente como Broad Unequal Exchange que se basa en la idea de
que la asimetría en el sistema mundial capitalista se basa en las di-
ferentes composiciones orgánicas de capital entre países desarrolla-
dos y subdesarrollados. Desde este lugar, se argumenta que al tener
una composición de capital más elevada y una mayor capacidad pro-
ductiva, las economías centrales venden las mercancías en el merca-
do a precios más elevados que el valor que contienen, mientras que
los países dependientes las venden a precios inferiores al valor. Esto
propicia un escenario de intercambio desigual que perpetúa el dre-
nado de valor de la periferia al centro.
Por otro, la segunda corriente de pensamiento en este terreno es
la que se ha conocido como Narrow Unequal Exchange (intercambio
desigual restringido) que, en oposición a la perspectiva que pone
atención a las diferentes composiciones orgánicas en el mundo, ar-
gumenta que en el sistema mundial capitalista las economías depen-
dientes pueden llegar a ser tan productivas como las imperialistas,
por lo que la fuente de plusvalor no reside en la configuración pro-
ductiva, sino en las diferencias salariales. Desde este punto de vista,
son las asimetrías de salarios entre el centro y la periferia donde ra-
dica el motor de drenado de valor a nivel global.
Si bien las dos aproximaciones han sido fundamentales para
comprender algunas de las principales tendencias de reproducción
de la dialéctica entre centro y periferia, existen algunos elementos
en la formación productiva de las economías dependientes que no
permiten ser entendidos de forma adecuada por estas dos grandes
perspectivas. Mientras que una corriente de pensamiento concibe
el capitalismo dependiente como un escenario de baja composición
orgánica de capital y el otro lo entiende como una formación donde
privan bajos salarios (aunque haya elevada productividad), lo que se
argumenta en este ensayo, utilizando el marco de análisis que ofrece
476
Desventuras del intercambio desigual

el pensamiento de Ruy Mauro Marini, es que ambas posturas resul-


tan limitadas para comprender las formaciones productivas en la
reproducción del capitalismo dependiente.
El argumento central de este trabajo es que el capitalismo depen-
diente se caracteriza por una dinámica en el que el establecimien-
to de un mercado de trabajo cimentado en la violación del valor del
valor de la fuerza de trabajo como base para proveeduría del mer-
cado externo, produce una formación productiva en la cual, por un
lado, existen ejes de acumulación exportadores altamente elevados
en composición orgánica de capital, pero por el otro lado, estos se
asientan sobre un mar de pauperidad productiva destinada al consu-
mo interno (local, regional y nacional) donde se fijan bajas tasas de
ganancia y existe poca capacidad de acumulación. En este sentido,
retomando los planteamientos de Marini, se muestra que una ca-
racterística básica de las economías dependientes es la polarización
productiva que produce una hipertrofia de las actividades exporta-
doras, al mismo tiempo que una distrofia de las actividades destina-
das a la producción de bienes de consumo para el mercado interno.
De esta manera, se demuestra que los análisis que explican las
asimetrías del sistema mundial capitalista únicamente como dife-
rencias en composiciones de capital entre el centro y la periferia no
perciben que sí existen actividades altamente productivas en econo-
mías dependientes, mientras que los enfoques centrados en las dife-
rencias salariales no observan que, en capitalismo subdesarrollado,
estas actividades de elevada composición orgánica se desenvuelven
en un mar de actividades raquíticas en productividad y formación
de capital. Poner la noción de superexplotación y ruptura del ciclo
del capital en el centro del análisis –como lo haremos en este ensa-
yo– permite detectar y explicar el escenario de polaridad productiva
que caracteriza al capitalismo dependiente y que ninguna de las dos
corrientes de pensamiento sobre el intercambio desigual ha logrado
explicar con precisión.

477
Mateo Crossa

Marx y la transferencia de valor

Uno de los temas de mayor convergencia en el estudio de la econo-


mía mundial desde una perspectiva marxista ha sido el del intercam-
bio desigual. Desde este horizonte se ha desarrollado una enorme
riqueza de pensamiento que permite analizar con profundidad los
procesos de transferencia de valor en el capitalismo global que his-
tóricamente han perpetuado escenarios de concentración de riqueza
en economías desarrolladas y pauperización en las economías de la
periferia. Basados en la obra de Marx, diversos estudiosos del inter-
cambio desigual –desde el primer cuarto del siglo XX– han argumen-
tado que la base del desarrollo desigual entre centro y periferia en la
escala global del capitalismo radica en las enormes retenciones de
valor (tiempo de trabajo socialmente necesario) que las economías
centrales logran a través del establecimiento de tasas medias de ga-
nancia y unificación de precios en el mercado mundial.
Este argumentación se sostiene desde la literatura marxista ba-
sándose en la incorporación analítica de la sección segunda del Libro
III de El Capital, donde Marx analiza el establecimiento de la cuota
general de ganancia y demuestra que la competencia entre capitales
dentro de una rama –o entre diversas ramas– y la consecuente eleva-
ción técnica de la producción por parte de un capital individual crea
un momento efímero de ganancia extraordinaria en el que las mer-
cancías contienen menos valor (tiempo de trabajo) que el promedio,
lo cual beneficia a ese productor individual momentáneamente por
la posibilidad que tiene de vender sus mercancías en el mercado a
precios más altos de lo que le costó producirlas.
Este marco analítico fue retomado por algunos teóricos marxis-
tas desde el primer cuarto del siglo XX y trasladado al análisis del
sistema mundial para mostrar, de manera audaz, que las distorsio-
nes entre el valor y el precio de las mercancías que se produce en el
mercado mundial han propiciado un proceso de desorbitado robo de
tiempo de trabajo (transferencia de valor) de la periferia al centro, lo

478
Desventuras del intercambio desigual

cual se denominó intercambio desigual. Desde diferentes ángulos se


ha estudiado este proceso de enorme relevancia para comprender el
funcionamiento imperialismo en su fase actual.1
Sin embargo, a pesar de que hay coincidencia generalizada den-
tro el pensamiento marxista en afirmar que las transferencias de
valor ocurren en el mercado mundial por la posibilidad de que en
el intercambio de valores no converja con los precios, hay dos pers-
pectivas diferentes y en tensión que explican la particularidad del
intercambio desigual desde ópticas disímiles. Una primera perspec-
tiva coloca en el centro del análisis las transferencias de valor que
se producen por las diferentes composiciones orgánicas de capital
entre las economías del centro y las periféricas (lo que comúnmente
se ha denominado intercambio desigual ampliado o Broad Unequal
Exchange), mientras que la otra sitúa drenado de valor y la asimetría
del sistema mundial capitalista en las diferencias salariales entre
centro y periferia (lo que se ha denominado intercambio desigual
restringido o Narrow Unequal Exchange).

Broad Unequal Exchange: composición orgánica de capital


en el centro del análisis

El primero y más destacado exponente del análisis sobre el inter-


cambio desigual fue Henryk Grossman, quien desde la década de los
años veinte del siglo XX –desde una lectura aguda del capital que vio
la emergencia del imperialismo y la división internacional del tra-
bajo– argumentaba que las asimetrías en el mundo se basan en las
desigualdades de composiciones orgánicas de capital entre las eco-
nomías del centro y la periferia, las cuales permitían transferencias
de valor a través de la nivelación de la tasa media de ganancia a nivel

1
Para consultar una cuidadosa revisión sobre algunas de las más importantes postu-
ras marxistas en torno al intercambio desigual, ver Osorio y Reyes (2020).

479
Mateo Crossa

mundial y su conversión en de precios de producción unificados.


Desde esta óptica, Grossman (1984) afirmaba que,

dado que en el comercio internacional no se intercambian equiva-


lentes, porque aquí, lo mismo que en el mercado interno, existe la
tendencia a la nivelación de la tasa de ganancia, entonces las mer-
cancías del país altamente desarrollado, o sea, de un país de com-
posición orgánica media más elevada, son vendidas a precios de
producción que son siempre mayores que los valores, mientras que,
por el contrario, las mercancías de países con composición orgánica
de capital inferior son vendidas en libre competencia a precios de
producción que por regla general deben ser inferiores a sus valores
(pp. 278-279).

La obra de Grossman dio apertura a una poderosa escuela de pen-


samiento en el marxismo basada en el análisis perspicaz sobre las
diferentes expresiones que ha tomado el intercambio desigual.
Particularmente destacable es el debate que se dio en torno al inter-
cambio desigual en la década de los años sesenta del siglo XX entre
el grupo de marxistas franceses en cuya base de la discusión estuvo
la divergencia en la manera de concebir las desigualdades entre el
centro y la periferia en el sistema mundial capitalista.2

2
Previo a estos pensadores marxistas, fue Raúl Prebisch, en la década de los años
cincuenta, el primero en detectar el proceso de intercambio desigual que se produ-
cía entre la periferia y el centro por las diferencias en productividad. En una crítica
elocuente a las teorías de las ventajas comparativas, Prebisch muestra que los pre-
cios de las materias primas exportadas por los países subdesarrollados, en lugar de
ser más elevados por tener baja composición de capital, se intercambiaban a precios
más bajos que los bienes manufacturados importados desde las economías desarro-
lladas. Esta evidencia no solo iba en contracorriente de la convergencias estipuladas
por la teórica de ventajas comparativas (donde se convenía que las economías pri-
mario-exportadoras se beneficiaban del comercio internacional al registrar menor
productividad y, de esa manera, poder exportar mercancías a precios más elevados),
sino demostraba que en el comercio internacional se violaba la convergencia entre
valor y precio, lo cual se traducía en un deterioro de los términos del intercambio en
el que las economías subdesarrolladas se encontraban en condiciones de permanente
déficit por los bajos precios de sus exportaciones. A pesar de que fue sumamente no-
vedosa la crítica de Prebisch a la ortodoxia económica (logrando sentar las bases para
una economía política del subdesarrollo), su análisis se vio limitado por no cimentar

480
Desventuras del intercambio desigual

Entre estos autores, destaca Charles Bettelheim, quien desarrolló


su trabajo procurando dar continuidad a los planteamientos de Gross-
man al poner énfasis en las diferencias de productividad y composición
orgánica del capital como base para comprender las transferencias de
valor y consecuentes asimetrías del sistema mundial capitalista. Bettel-
heim argumentaba que la desigualdad en el horizonte centro periferia
estaba “rooted in the unequal development of capitalist production in
different countries, and the effects of this inequality of development
on the intensity and productivity of labor” [arraigado en el desarrollo
desigual de la producción capitalista en diferentes países, y los efectos
de esta desigualdad de desarrollo en la intensidad y productividad del
trabajo] (Betthelheim, 1970, p. 20). El autor llevó este argumento al gra-
do de afirmar que, debido a las diferencias en composiciones orgánicas
de capital entre el centro y la periferia, “the rate of exploitation is much
higher in the advanced capitalist countries than in the underdeveloped
ones” [la tasa de explotación es mucho más alta en los países capitalis-
tas avanzados que en los subdesarrollados] (Betthelheim, 1970, p. 21).
Esto responde –según este autor– a que la proporción de salarios en
comparación con la plusvalía que se produce en economías desarrolla-
das es mucho más baja en el centro que en la periferia.
Esta línea de pensamiento sigue vigente en la actualidad de los de-
bates marxistas destacando la reciente reflexión de Carchedi y Roberts
(2021) plasmada en el artículo “The Economics of Modern Imperialism”.
A través de esta propuesta, los autores buscan elaborar un análisis de
los “principales aspectos del imperialismo en la economía moderna”
afirmando que la característica principal del dominio imperial actual
está en la “persistent and long-term net appropriation of surplus value
by the high-technology imperialist countries from the low-technology
dominated countries” [apropiación persistente y a largo plazo de la
plusvalía proveniente de países dominados por la baja tecnología por

su perspectiva en la teoría del valor-trabajo. Esta limitación le impidió observar que


el deterioro de los términos del intercambio se producía por un intercambio desigual
de tiempo de trabajo socialmente necesario, en el que las distorsiones de precios pro-
ducían una transferencia de valor (trabajo) de las economías de la periferia al centro.

481
Mateo Crossa

parte de los países imperialistas de alta tecnología] (Carchedi y Roberts,


2021, p. 23). Estos autores definen el imperialismo moderno como

the appropriation by capitals in the imperialist countries of the sur-


plus value produced by capitals in the colonies through the trade of
the commodities with high technological content produced in the
imperialist countries for the capitalistically produced raw materials
or industrial goods produced with lower technological content in the
dominated countries. The result is unequal exchange (henceforth,
UE), the appropriation of international surplus value through inter-
national trade (Carchedi y Roberts, 2021, p. 24).3

Carchedi y Michael Roberts –así como Bethelheim– no niegan las di-


ferencias en las tasas de explotación producidas por las diferencias
salariales entre los países del centro y la periferia; sin embargo, ar-
gumentan que las diferencias en las tasas de explotación se derivan
de las diferentes composiciones orgánicas de capital entre las econo-
mías dependientes e imperialistas.

Narrow Unequal Exchange: centralidad de los diferenciales


salariales

En contraposición al pensamiento que explica el intercambio des-


igual a partir la redistribución de la plusvalía de las economías tecno-
lógicamente atrasadas a las tecnológicamente avanzadas (Grossman,
Bettelheim, Carchedi y Roberts), dentro del pensamiento marxista se
desarrolló –y ha tomado mucha fuerza– una perspectiva que explica
las bases del intercambio desigual, no desde la óptica de formacio-
nes productivas, sino desde las diferencias salariales globales. Esta

3
[la apropiación por parte de los capitales en los países imperialistas de la plusvalía
producida por los capitales en las colonias, a través del intercambio de las mercancías
de alto contenido tecnológico producidas en los países imperialistas por las materias
primas o los bienes industriales producidos con menor contenido tecnológico en los
países dominados. El resultado es el intercambio desigual, la apropiación de la plusva-
lía internacional a través del comercio internacional] (Carchedi y Roberts, 2021, p. 24).

482
Desventuras del intercambio desigual

postura la sostuvieron con mayor vehemencia Emmanuel y Samir


Amin, quienes colocaban en los diferenciales salariales mundiales el
motor del intercambio desigual.
Para estos autores, había escenarios productivos en los que las
economías desarrolladas y subdesarrolladas registraban elevado
desarrollo de fuerzas productivas, sin que esto impidiera el inter-
cambio desigual, lo cual contradice los planteamientos de las trans-
ferencias de valor basados en diferencias en composición de capital.
Según Emmanuel y Amin, la desigualdad en el comercio internacio-
nal se produce, no por las diferencias en productividad, sino porque
en los sectores exportadores de las economías periféricas los salarios
son abismalmente más bajos que en las economías del centro.
Esto se explica por la libre circulación de capital a nivel global
(lo que produce una convergencia de productividad a escala interna-
cional), mas no de fuerza de trabajo (donde el salario se establece a
nivel nacional). El resultado implica una desventaja para los países
de la periferia porque se establecen precios unificados en el mercado
mundial a pesar de las diferencias salariales entre países. Por tanto,
al valorizarse con precios mundiales, se produce una transferencia
de valor del tiempo de trabajo no remunerado por los bajos salarios
de los países periféricos. En otras palabras, se eleva de forma ex-
traordinaria la tasa de plusvalor por el simple hecho de tener bajos
salarios en países exportadores que abastecen al mercado mundial
coordinado por precios globales. En palabras de Samir Amin (1974,
p. 12), las diferencias salariales entre el centro y la periferia son el

framework for the essential theory of unequal exchange: The products


exported by the periphery are important to the extent that –ceteris
paribus, meaning equal productivity– the return to labor will be less
than what it is at the center. And it can be less to the extent that society
will, by every means –economic and non-economic, be made subject
to this new function, i.e. providing cheap labor to the export sector.4

4
[marco para la teoría esencial del intercambio desigual: Los productos exportados
por la periferia son importantes en la medida en que –ceteris paribus, es decir, igual

483
Mateo Crossa

Al remunerarse el tiempo de trabajo a niveles significativamente


más bajos que aquellos de los países desarrollados, no significa que
haya menos tiempo de trabajo generado en las economías subdesa-
rrolladas, sino que hay un drenado de plus-trabajo (plusvalor) que
deja en permanente desventaja a las economías de la periferia. A
pesar de que el trabajo realizado en los sectores exportadores de las
economías dependientes crea mercancías que se venden a precios
unificados en mercado mundial, los salarios entre la periferia y el
centro son radicalmente desiguales, lo cual termina por traducirse
una transferencia de plusvalor, o sea, de tiempo de trabajo no remu-
nerado que se drena de las economías exportadoras a las economías
desarrolladas y termina siendo apropiada en buena medida por las
grandes corporaciones trasnacionales.
Aunque entre sus diferentes expositores haya diferencias cuali-
tativas, esta posición basada en los diferenciales salariales es quizás
la que ha tenido mayor eco reciente en la literatura marxista, parti-
cularmente por el intenso proceso de internacionalización de capi-
tal que ha transferido enormes cúmulos de inversiones productivas
–particularmente manufactureras– a economías de la periferia. Si
la perspectiva que colocaba en el centro las diferencias en la com-
posición orgánica de capital tuvo mayor auge cuando el horizonte
centro-periferia estaba articulado primordialmente por una división
internacional del trabajo en la que la periferia proveía de materias
primas al centro y este proveía a la periferia de manufacturas, a par-
tir de la reestructuración del capitalismo mundial en la década de los
ochenta, se produjo el fenómeno ya ampliamente estudiado sobre la
transferencia de la industria a economías subdesarrolladas, exten-
diendo de forma exponencial el ejército de trabajadores manufactu-
reros en el llamado Sur Global.

productividad– el rendimiento del trabajo será menor que el del centro. Y puede ser
menor en la medida en que la sociedad, por todos los medios económicos y no econó-
micos, se someta a esta nueva función, es decir, proporcionar mano de obra barata al
sector exportador] (Amin, 1974, p. 12).

484
Desventuras del intercambio desigual

Con esta gran transformación, los debates sobre intercambio


desigual tomaron un nuevo cauce. Viendo que en las economías de
la periferia crecía la industria manufacturera exportadora de punta
(altamente tecnificada), los planteamientos que explicaban el inter-
cambio desigual a partir de las diferentes composiciones de capital
perdieron fuerza frente a las interpretaciones basadas en los dife-
renciales salariales. Trabajos destacados en esta corriente de pensa-
miento son los de John Bellamy Foster et al. (2011), John Smith (2016),
Zak Cope (2012) y Andy Higginbottom (2012). A pesar de las diferen-
tes aproximaciones que tienes estos autores, su enfoque –anclado
mayormente a la mirada de Samir Amin– sugiere que la novedad de
la fase actual del imperialismo está situada, no en las diferencias de
productividad, sino en las diferencias salariales entre el centro y la
periferia, a tal grado que, como afirmaron Lauesen y Cope (2015), “the
workers in Apple’s iPad (in China) production chain are not paid less
because their productivity is lower than that of workers in the Nor-
th. In fact, they are probably more productive” [a los trabajadores de
la cadena de producción del iPad de Apple (en China) no se les paga
menos porque su productividad sea menor que la de los trabajadores
del Norte. De hecho, probablemente sean más productivos].
Desde este punto de vista, hay una crítica frontal a las perspecti-
vas que colocan las diferencias globales de productividad en el centro
del imperialismo, a tal punto que autores como John Smith afirmaría
críticamente que los análisis que explican las diferencias salariales
globales como resultado de las diferencias de productividad se ciñen
al pensamiento neoclásico. Como afirmó el autor, este pensamiento
es “astonishingly indifferent to and accepting of bourgeois econo-
mists’ argument that international wage differentials merely reflect
international differences in labor productivity” [asombrosamente
indiferente y acepta el argumento de los economistas burgueses de
que las diferencias salariales internacionales simplemente reflejan
las diferencias internacionales en la productividad laboral] (Smith,
2016, p. 37).

485
Mateo Crossa

Para este autor, la diferenciación global de salarios no tiene nada


de relación con la productividad, sino con las limitaciones a la libre
circulación mundial de fuerza de trabajo. Tal y como lo plantea:

Wages paid to workers in the South are affected by factors that have
no bearing on or relevance to the productivity of these workers when
at work, factors arising from conditions in the labor market and
more general social structures and relations affecting the reproduc-
tion of labor-power, including the suppression of the free internatio-
nal movement of labor and the emergence of a vast relative surplus
population in the Global South. This knocks a large hole in the totte-
ring edifice of mainstream economics (Smith, 2016, p. 132).5

Esta perspectiva no solo se ha construido de frente y de forma crí-


tica a la otra corriente de pensamiento marxista (Broad Unequal
Exchange), sino también ha sido la más determinante en afirmar que
la violación del valor de la fuerza de trabajo (superexplotación) en la
periferia es la característica principal que articula la asimetría res-
pecto a las economías del centro. A pesar de que hay algunos auto-
res como Claudio Katz (2017) que sí ponen énfasis en las diferencias
salariales globales como parte constitutiva del imperialismo de la
actualidad, pero niegan que en la periferia permeen condiciones de
superexplotación (Osorio, 2018), el grueso de autores que se ubican
en esta línea de pensamiento ancla sus perspectivas en la noción de
superexplotación como mecanismo principal en el drenado de valor
de la periferia al centro.
Para poder explicar cómo se perpetúan las condiciones de supe-
rexplotación en la periferia, estos autores colocan en el centro del
análisis la formación exacerbada del ejército industrial de reserva

5
[Los salarios pagados a los trabajadores del Sur se ven afectados por factores que no
tienen relación ni relevancia con la productividad en el trabajo, sino con factores que
surgen de las condiciones del mercado laboral y estructuras y relaciones sociales más
generales que afectan la reproducción de la fuerza de trabajo, incluida la supresión
del libre movimiento internacional de mano de obra y el surgimiento de una vasta
superpoblación relativa en el Sur Global. Esto abre un gran agujero en el tambaleante
edificio de la corriente dominante de la economía] (Smith, 2016, p. 132).

486
Desventuras del intercambio desigual

en las economías de la periferia como sostén de la violación del valor


de la fuerza de trabajo, al mismo tiempo que destacan la dialéctica
entre la economía globalizada y la acentuación de las barreras nacio-
nales para diferenciar los salarios entre países del centro y periferia,
lo que denomina global labor arbitraje. Desde una mirada cimentada
en la obra de Marx y que recupera algunas de las importantes contri-
buciones de Ruy Mauro Marini (no todas), el autor más destacado en
demostrar la centralidad que tiene la superexplotación en el inter-
cambio desigual y el imperialismo del siglo XXI es John Smith.
En su libro Imperialismo en el siglo XXI muestra cómo la “superex-
plotación” de los trabajadores de la periferia es la base del imperialis-
mo moderno (o imperialismo del siglo actual) en un contexto donde
“a very large and growing proportion of the workforce in many glo-
bal value chains is now located in developing economies. In a phrase,
the centre of gravity of much of the world’s industrial production
has shifted from the North to the South of the global economy”
(Smith 2016, p. 101).6 Esta transformación se explica porque “the ca-
pitalists’ lust for ultra-cheap labor-power is a fundamental determi-
nant of the global shift of production” [el ansia de los capitalistas por
la mano de obra ultrabarata es un determinante fundamental del
cambio global de la producción] (Smith, 2016, p. 36).
Según este autor, la superexplotación del trabajo en las econo-
mías dependientes hace que, a pesar de que la productividad pueda
ser equivalente a la de economías centrales, las tasas de explotación
sean mucho más elevadas. En este terreno, en el comercio mundial (y
en el paso de valor a precios de mercado) se producen enormes trans-
ferencias de valor (tiempo de trabajo socialmente necesario) que se
deforman y ocultan en las cifras de valor agregado de las cuentas na-
cionales, desapareciendo de las economías periféricas y aparecien-
do como valor agregado en las cuentas nacionales de las economías

6
[una proporción muy grande y creciente de la fuerza laboral en muchas cadenas de
valor globales ahora se encuentra en economías en desarrollo. En una frase, el centro
de gravedad de gran parte de la producción industrial mundial se ha desplazado del
norte al sur de la economía global] (Smith 2016, p. 101).

487
Mateo Crossa

imperialistas, como si se tratara de valor generado en las últimas y


no en las primeras. Esto fue denominado por John Smith como “la
ilusión del PIB” (Smith, 2012). De esta manera, el valor que se produ-
ce en la periferia por medio de la superexplotación se transfiere al
centro a través de la transfiguración del valor en precios de mercado
mundial.

Disyuntivas y limitaciones en el análisis del intercambio


desigual

El universo de explicaciones que ofrece la perspectiva centrada en


el Broad Unequal Exchange (intercambio desigual ampliado), intere-
sada en comprender el desarrollo desigual del sistema mundial a
partir de las diferencias en la composición orgánica del capital, es
importante porque brinda herramientas para entender la concen-
tración de actividades científicas, tecnológicas y de innovación en
economías imperialistas y no en la periferia. Permite explicar –has-
ta cierto punto– por qué, a pesar de la internacionalización de los
procesos de producción, las economías desarrolladas tienen todavía
una robusta formación bruta de capital. Sirve para entender por qué
la inversión en R&D es exponencialmente más elevada en las econo-
mías imperialistas que en las dependientes. Esto se debe sin duda a
que, a pesar del crecimiento industrial de los últimos años en ciertas
regiones subdesarrolladas, siguen predominando diferencias en la
composición orgánica de capital, de productividad y de generación
de valor agregado que perpetúan una división técnica y productiva
diferenciada entre el centro y la periferia.
Sin embargo, esta mirada no ofrece herramientas suficientes que
permitan comprender plenamente el proceso de deslocalización
productiva que ha producido un exponencial crecimiento de la in-
dustria manufacturera de exportación en las economías dependien-
tes en los últimos 40 años. Pensar que la característica que distingue
el subdesarrollo es la baja composición de capital es parcialmente
488
Desventuras del intercambio desigual

certero ya que, si es cierto que en el conjunto de las economías de-


pendientes predomina una formación de capital fijo claramente más
delgado y desarticulado que en las economías imperialistas, también
es cierto que estas economías se han articulado a las cadenas globa-
les de valor desde segmentos altamente productivos del proceso de
producción.
Caso ejemplar es el de la economía mexicana que ha experimen-
tado un crecimiento en actividades exportadoras altamente tecnifi-
cadas y con una elevada composición orgánica de capital, como es el
caso de la industria automotriz (por ejemplo, México es actualmente
el sexto mayor productor de automóviles del mundo, después de Chi-
na, Estados Unidos, Alemania, Japón e India). Frente a este escenario,
con las herramientas analíticas centradas en la composición orgáni-
ca de capital diferenciada globalmente, resultaría difícil comprender
la elevación de productividad en sectores exportadores por la que ha
pasado México en los últimos treinta años –inclusive hay estudios
como el de Shaiken (1994) que desde los años noventa del siglo pasa-
do muestran que la productividad en el sector automotriz de México
es equivalente a la de Estados Unidos. En este sentido, argumentar
que las transferencias de valor en la economía mundial se basan en
la nivelación de la tasa de ganancia global y el establecimiento de
precios de mercado mundial que perjudican a las economías sub-
desarrolladas por la baja composición de capital no puede resultar
plenamente útil cuando la evidencia muestra que la productividad y
la composición de capital en sectores exportadores converge con la
productividad de las economías centrales. Es decir, no permite expli-
car el dinamismo productivo, la elevada productividad y la elevada
composición orgánica que tienen las actividades exportadoras en
estas economías.
Por otra parte, las interpretaciones basadas en el Narrow Unequal
Excange (intercambio desigual restringido) son sumamente valiosas
por haber demostrado que, a pesar de la elevada productividad que
sí existe en los sectores exportadores de las economías dependientes,
predomina un escenario de bajos salarios y superexplotación de la
489
Mateo Crossa

fuerza de trabajo en el cual radica el reservorio de plusvalor que se


transfiere a las economías imperialistas. A diferencia de las perspec-
tivas ubicadas en el análisis del Broad Unequal Exchange que muchas
veces niega la noción de superexplotación –y si la incorpora es para
decir que la violación de valor de la fuera de trabajo es resultado de la
baja composición orgánica de capital–, esta mirada basada en las asi-
metrías salariales hace un esfuerzo valioso por colocar lo que Marx
definió como “la expropiación de parte del fondo de consumo de la
fuerza de trabajo por parte del capital” en la médula de reproducción
del sistema mundial capitalista.
Sin embargo, centrar la mirada únicamente en las diferencias
salariales a escala global no permite percibir la heterogeneidad pro-
ductiva que produce el predominio de los bajos salarios y la superex-
plotación en las economías dependientes. A pesar de la importancia
que tiene la noción de superexplotación en algunos autores como
John Smith, esta perspectiva basada en los diferenciales salariales
globales como base de las transferencias de valor no muestran, como
sí lo hizo Marini (lo cual se explica más adelante), que la centralidad
que tiene la superexplotación de la fuerza de trabajo en economías
dependientes produce un escenario de profunda polarización de la
composición orgánica de capital al interior de estas, caracterizada
por lo que Marini describió como la distrofia de sectores productivos
dirigidos al mercado interno y la consecuente hipertrofia de los sec-
tores exportadores.
En este sentido, si bien existen sectores altamente productivos
volcados a la proveeduría del mercado extranjero, estos se ubican
en un mar de actividades económicas y establecimientos produc-
tivos destinados a la proveeduría del mercado interno (local, regio-
nal y nacional) que se caracterizan por ser bajos en composición de
capital, bajos en productividad y encontrarse desvinculados de los
circuitos de valorización en el mercado internacional. En México,
por ejemplo, existe un gran sector manufacturero exportador alta-
mente productivo compuesto por casi tres millones de trabajadores,
donde hay registrados poco más de cinco mil establecimientos que
490
Desventuras del intercambio desigual

concentran cada uno en promedio mil trabajadores, mientras que en


el resto del sector manufacturero destinado al mercado interno exis-
te un total de 4,5 millones de trabajadores y un total de veinticinco
mil establecimientos que emplean cada uno un promedio de dieci-
siete personas trabajadoras.7 Por tanto, afirmar que lo que distingue
al intercambio desigual en la economía mundial no es la diferencia
en composición de capital, sino las asimetrías salariales no permiten
comprender casos como el mexicano –o como el grueso de econo-
mías dependientes– donde en efecto prima una gran disparidad en
composición de fuerza productiva.
No cabe duda la enorme importancia que han tenido las dos co-
rrientes de pensamiento marxista antes descritas sobre el intercam-
bio desigual. Aunque no las únicas, ambas han abierto un universo
de literatura que nos provee de mayores y más útiles herramientas
para comprender la perpetuidad de las asimetrías entre el centro y
la periferia en la reproducción de la economía mundial. Sin embar-
go, habiendo exhibido las limitaciones a las que se enfrentan ambas
corrientes de pensamiento –y habiendo mostrado que la formación
productiva en la periferia refuta los argumentos tanto de las pers-
pectivas basadas en el Broad Unequel Exchange como en el Narrow
Unequal Exchange–, se hace necesario encontrar algunas pistas que
nos permitan explicar el escenario productivo dominante en las
economías de la periferia donde predomina una heterogeneidad en
composiciones de capital, al mismo tiempo que bajos salarios.
Del punto de vista que sostendremos en lo que resta de este
trabajo, la contradicción entre las perspectivas que se centran en
composición orgánica de capital y las que ponen atención en las di-
ferencias salariales entre el mundo desarrollado y dependiente es un
desencuentro que se produce por no comprender bien la relevancia
que tiene el mecanismo de superexplotación en las economías de-
pendientes y las consecuencias productivas que para estas implica

7
Datos tomados del Banco de Información Económica del INEGI. https://www.inegi.
org.mx/app/indicadores/?tm=0

491
Mateo Crossa

articularse a la economía mundial como generadoras de plusvalor,


mas no como mercado para su realización (lo que Ruy Mauro Marini
denominó “ruptura del ciclo del capital”).

Ruptura del ciclo de capital y la superexplotación del trabajo

Marx fue determinante en afirmar que el capital requiere estar en


permanente movimiento, tomando diferentes formas dentro de la
metamorfosis global que significa el ciclo del capital (D–M–D’). Desde
que el dinero inicial se convierte en fuerza de trabajo y medios de
producción, hasta que se producen nuevas mercancías y se venden
en el mercado para aparecer como dinero incrementado, el capital
debe pasar por todas las etapas de la mudanza para poder valorizar-
se. Cualquier interrupción a este proceso de permanente conversión
alerta un escenario de crisis. En este sentido, es central comprender
que, en la lógica de valorización, tal y como lo afirma Marx, “la pro-
ducción es también consumo”.
Desde esta óptica, el proceso de industrialización tradicional –de
las economías desarrolladas– no solo significó una revolución en las
esferas de la producción (la transición de la plusvalía absoluta a la
plusvalía relativa), sino también implicó una revolución en la esfera
de la circulación y el consumo, la cual involucró la generación de un
mercado que pudiera servir para que el valor encarnado en las mer-
cancías lograra realizarse por medio de la venta. Esto quiere decir
que, en las economías desarrolladas, la industrialización se erigió a
través de una convergencia entre producción y consumo. En el aná-
lisis que hace Marini del proceso de industrialización de las econo-
mías centrales afirma que en los países desarrollados la

contradicción aparente entre el consumo individual de los trabaja-


dores y la reproducción del capital desaparece, una vez que dicho
consumo (sumado al de los capitalistas y de las capas improducti-
vas en general) restablece al capital la forma que le es necesaria para

492
Desventuras del intercambio desigual

empezar un nuevo ciclo, es decir, la forma dinero. El consumo indi-


vidual de los trabajadores representa, pues, un elemento decisivo en
la creación de demanda para las mercancías producidas, siendo una
de las condiciones para que el flujo de la producción se resuelva ade-
cuadamente (Marini, 1973, p. 38).

Vale la pena mencionar aquí que, para que se produjera la correla-


ción entre consumo y producción en países desarrollados, se debió
conformar un ejército de trabajadores industriales que produjera
plusvalor relativo y al mismo tiempo fuera fuente de su realización
(o sea, de su consumo). Sin embargo, tal y como lo demuestra Marini,
para que esta industrialización orgánica se pudiera lograr en econo-
mías desarrolladas, y para que ahí pudiera haber una masa obrera
que se convirtiera en mercado para la circulación de mercancías,
fue necesario abaratar los bienes salarios que ahí consumía la pobla-
ción trabajadora, lo cual se logró fundamentalmente por medio de
la creación de una división internacional del trabajo que anclara a
las economías dependientes a la proveeduría de materias primas que
sirvieran para abaratar el fondo consumo de la población obrera en
países industriales.
Esto significó que las economías dependientes se convirtieran
en economías exportadoras de bienes de consumo primarios para el
mercado de las economías centrales, lo cual implicó que se produje-
ra una ruptura del ciclo del capital en las economías de la periferia,
ya que estas, al abastecer el mercado de los países desarrollados, se
colocaron en la economía mundial como fuente de plusvalor, mas no
de su realización. Marini explica las implicaciones que tuvo la sepa-
ración entre producción y consumo para el desenvolvimiento de las
economías de la periferia afirmando que:

Nacida para atender a las exigencias de la circulación capitalista,


cuyo eje de articulación está constituido por los países industriales,
y centrada pues sobre el mercado mundial, la producción latinoa-
mericana no depende para su realización de la capacidad interna de
consumo. Se opera así, desde el punto de vista de país dependiente, la

493
Mateo Crossa

separación de los dos momentos fundamentales del ciclo del capital


–la producción y la circulación de mercancías– cuyo efecto es hacer
que aparezca de manera específica en la economía latinoamericana
la contradicción inherente a la producción capitalista en general, es
decir, la que opone el capital al trabajador en tanto que vendedor y
comprador de mercancías (Marini, 1973, p. 37).

Volcado a abastecer el consumo de las economías centrales, el consu-


mo de población trabajadora en las economías dependientes no par-
ticipa en el ciclo de valorización de capital del sistema mundial. Al
generar plusvalor para el mercado internacional, mas no ser fuente
de su realización (como sí ocurre en las economías desarrolladas), la
población trabajadora en las economías dependientes se encuentra
propensa a que el valor de su fuerza de trabajo sea permanentemen-
te violentado. De esta manera, se entiende que:

En la economía exportadora latinoamericana, las cosas se dan de


otra manera [a los países desarrollados]. Como la circulación se sepa-
ra de la producción y se efectúa básicamente en el ámbito del merca-
do externo, el consumo individual del trabajador no interfiere en la
realización del producto, aunque sí determine la cuota de plusvalía.
En consecuencia, la tendencia natural del sistema será la de explotar
al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear
las condiciones para que éste la reponga, siempre y cuando se le pue-
da reemplazar mediante la incorporación de nuevos brazos al proce-
so productivo (Marini, 1973, p. 37).

La ruptura del ciclo del capital es la base que explica la generaliza-


ción de la superexplotación de la fuerza de trabajo como mecanismo
esencial que determina la particular forma de reproducción del capi-
talismo en las economías dependientes. Esto no quiere decir que no
exista producción de plusvalor absoluto y relativo en las economías
dependientes, sino que estos dos se producen bajo una característica
particular en la cual, además, se viola el valor de la fuerza de traba-
jo, o como describió Marx, “el fondo necesario de consumo del obre-
ro se convierte de hecho, dentro de ciertos límites, en un fondo de

494
Desventuras del intercambio desigual

acumulación de capital”. Esta característica diferencia notoriamen-


te el ciclo de reproducción de capital en las economías centrales y pe-
riféricas, porque si en el mundo desarrollado se produjo un tránsito
del plusvalor absoluto al relativo justamente para permitir la conso-
lidación de un mercado para realizar el valor, en las segundas se des-
pliegan mecanismos de plusvalía absoluta y relativa en un escenario
donde fuerza de trabajo no funciona como mercado, por lo que es
explotada al grado de cuestionarle su reproducción y supervivencia.

Heterogeneidad productiva en la condición dependiente

El hiato que separa la esfera de producción y consumo en el ciclo del


capital –y el despliegue de mecanismos de superexplotación que de
él se desprenden– es fundamental para poder explicar las condicio-
nes de transferencia de valor de la periferia al centro y la consecuen-
te polaridad productiva que permea en las economías dependientes.
Como ya se mencionó previamente, la mirada puesta en estudios
del Broad Unequal Exchange (intercambio desigual ampliado) se enfo-
ca en las diferentes composiciones orgánicas de capital sin observar
que hay actividades exportadoras altamente productivas y elevadas
en composición orgánica de capital. Por otra parte, las perspectivas
enfocadas en el estudios del Narrow Unequal Echange (intercambio
desigual restringido) afirman correctamente que el intercambio de­
sigual se basa en diferenciales salariales –algunas incluso son más
prisas al incorporar la noción de superexplotación–, pero no obser-
van que esta condición produce polaridad productiva al interior de
las economías dependientes en las cuales, en efecto, existen activida-
des altamente productivas, pero perviven en un mar de actividades
bajas en composición orgánica de capital.
Frente a esta falta de precisión de ambas perspectivas, retoma-
mos la caracterización que hace Marini sobre la reproducción del
capitalismo en las economías dependientes para poder afirmar
que la ruptura del ciclo del capital, la superexplotación reinante y
495
Mateo Crossa

la consecuente compresión permanente sobre el consumo de la po-


blación trabajadora en economías subdesarrolladas descritas en el
apartado previo perpetúa una condición productiva desigual en eco-
nomías dependientes que, por un lado, no permite sino la creación
de una industria débil y desarticulada destinada al consumo interno
de bienes salario –con baja composición orgánica del capital y que
registra tasas de ganancia constreñidas–, mientras que, por el otro
lado, impulsa las actividades productivas destinadas a abastecer el
mercado de las economías desarrollados donde predomina un nivel
elevado en composición orgánica de capital que responde a las tasas
media de ganancia que se establece en el mercado mundial.
En otras palabras, la incorporación de la fuerza de trabajo al
mercado como generadora de plusvalor, mas no fuente de su reali-
zación (o consumo) configura un escenario donde predomina una
capacidad productiva raquítica o, como lo explicó Marini, un “modo
de producción fundado exclusivamente en la mayor explotación del
trabajador, y no en el desarrollo de su capacidad productiva. Esto es
congruente con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas
en la economía latinoamericana” (Marini, 1973, p. 27) Al mismo tiem-
po, en correlación directa con esa delgadez productiva destinada a
abastecer el reducido mercado doméstico, existen actividades ex-
portadoras altamente productivas e intensas en el uso de contenidos
tecnológicos (por ejemplo, la industria automotriz en México) que se
instalan en las economías dependientes para aprovechar las condi-
ciones de superexplotación con el fin de elevar la tasa de explotación.
A diferencia de lo que sucedió en las economías desarrolladas,
donde la elevación de productividad fue acompañada de una con-
solidación del mercado por el consumo obrero, en las economías
dependientes –debido a la ruptura del ciclo del capital– la producti-
vidad elevada de actividades de exportación no significa más que la
intensificación en la generación de plusvalor por medio de las condi-
ciones de violación del valor de fuerza de trabajo, lo que también de-
riva en la profundización de mecanismos de extracción de plusvalor
relativo y absoluto. Es por esto que, tal y como afirmó Marini,
496
Desventuras del intercambio desigual

al incidir en una estructura productiva basada en la superexplota-


ción, el aumento de la productividad del trabajo conlleva la acele-
ración del crecimiento del ejercito industrial de reserva, con lo que
se viabiliza la presión del capital sobre las condiciones de trabajo y
remuneración de los trabajadores (Marini, 1979, pp. 36-37).

De esta manera, se puede afirmar que la elevación de la producti-


vidad sustentada en la superexplotación del trabajo puede generar
crecimiento industrial, mas no un proceso de industrialización. La
ruptura del ciclo de la capital causada por la permanente contrac-
ción de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo impide
que las inversiones extranjeras en actividades productivas para la
exportación produzcan condiciones de derrama productiva y tec-
nológica en las economías dependientes. Esto explica que, por más
dinámica que sea la elevación de productividad en actividades ex-
portadoras, debido a que el destino de la producción es el mercado
externo, las actividades de diseño e innovación se siguen concen-
trando en economías imperialistas y no se transfieren a las econo-
mías dependientes exportadoras, perpetuando así un escenario de
dependencia tecnológica (Crossa y Delgado Wise, 2022).
Esto genera un escenario en el cual las actividades productivas
para la exportación con elevada productividad producen mercan-
cías para el mercado internacional cuyos valores de uso se encuen-
tran totalmente desvinculados de la necesidad de consumo interno
en las economías dependientes. Tal y como lo describió Marini:

Incidiendo sobre una estructura productiva basada en la mayor


explotación de los trabajadores, el progreso técnico hizo posible al
capitalista intensificar el ritmo de trabajo del obrero, elevar su pro-
ductividad y, simultáneamente, sostener la tendencia a remunerarlo
en proporción inferior a su valor real. Para ello concurrió decisiva-
mente la vinculación de las nuevas técnicas de producción a ramas
industriales orientadas hacia tipos de consumo que, si tienden a
convertirse en consumo popular en los países avanzados, no pue-
den hacerlo bajo ningún supuesto en las sociedades dependientes.

497
Mateo Crossa

El abismo existente allí entre el nivel de vida de los trabajadores y el


de los sectores que alimentan a la esfera alta de la circulación hace
inevitable que productos como automóviles, aparatos electrodomés-
ticos, etc., se destinen necesariamente a esta última (1973, p. 56).

Las actividades altamente productivas destinadas a la exportación,


por no tener que responder a la necesidad del mercado interno y
al consumo de la población trabajadora, producen una configura-
ción productiva enajenada volcada enteramente a la producción de
mercancías que para las economías dependientes muchas veces son
suntuarios –como automóviles– y para las economías desarrolladas
son bienes salarios. Solo de esta manera se puede explicar que un
país como México sea el sexto mayor productor de automóviles en el
mundo, mientras que en ventas de vehículos por cada mil habitantes
se coloca en el lugar cincuenta y uno a nivel global.8 Este escenario
hace claramente explícita la agudeza con la que se desenvuelve la
ruptura del ciclo del capital en el capitalismo dependiente, donde
se produce una elevada tasa de plusvalor que después es realizada y
retenida en las economías desarrolladas mediante mecanismo inter-
cambio desigual.
Por lo anterior, la polarización productiva y el despliegue de sec-
tores altamente productivos en un mar de precariedad industrial es
el resultado condicionante de una inserción dependiente al mercado
mundial basada en la permanente transferencia de valor producida
por la perpetua contracción de los ingresos de la población trabaja-
dora. No es una cuestión que se asiente en la falta de voluntad de una
burguesía o del Estado por impulsar política industrial. Este solo es el
resultado de un fenómeno más profundo que recae en las leyes par-
ticulares sobre las cuales se reproduce el capitalismo dependiente
en el sistema mundial. Tampoco hace referencia a una problemática
de subconsumo en sí misma, sino a un escenario que resulta en una
condición estructural de subconsumo causada fundamentalmente

8
“Anexo: Países por vehículos per cápita” (2022).

498
Desventuras del intercambio desigual

por la lógica dominante de superexplotación del trabajo y ruptura


del ciclo del capital.9
Los sectores productivos volcados al mercado externo y aquellos
destinados al consumo interno no se encuentran desligados como
podría pensarse desde la noción de dualismo estructural. Marini es
enfático en afirmar que entre más atrofiado se encuentre el aparato
productivo destinado al consumo interno (local, regional y nacio-
nal), mayor será la hipertrofia de las actividades altamente produc-
tivas que retienen sobreganancias producidas por la precariedad
del mercado de trabajo y la falta de estímulos del sector producti-
vo destinado al consumo interno. Las condiciones de superexplota-
ción deprimen a los sectores destinados a la producción de bienes
salarios (consumo interno), al mismo tiempo que inclinan la cuota
de ganancia a favor de los sectores exportadores. De esta manera, se
entiende que elevación de la productividad y superexplotación no
son dos elementos antagónicos, sino complementarios. Tal y como
lo afirmó Marini,

Productividad del trabajo, como método de extracción de plusvalía,


no es algo que está por venir, cuando se agote la posibilidad de ex-
traerla sobre la base de la superexplotación, sino que ha sido justa-
mente porque ya se utiliza ampliamente que la superexplotación se
ha agravado […]. Al incidir en una estructura productiva basada en la
superexplotación, el aumento de la productividad del trabajo conlle-
va la aceleración del crecimiento del ejército industrial de reserva,
con lo que se viabiliza la presión del capital sobre las condiciones de
trabajo y remuneración de los trabajadores (Marini, 1979, p. 37).

Esto permite comprender que el crecimiento de las inversiones


extranjeras directas en las economías dependientes y las exporta-
ciones, lejos de generar articulaciones productivas internas com-
petitivas, solo han fracturado y desarticulado el aparato productivo
interno. A pesar de que corran ríos de tinta desde el pensamiento

9
Para debate sobre subconsumo, ver Marini (1979).

499
Mateo Crossa

neoclásico y heterodoxo tratando de justificar el impulso de políti-


cas económicas y políticas industriales adecuadas para que las in-
versiones extranjeras se conviertan en locomotoras del desarrollo
económico, la realidad es que la tendencia a incrementar las expor-
taciones en las economías dependientes ha ido acompañada de una
sistemática compresión de los salarios y el ingreso de la población
trabajadora, evidenciando de esta forma que las actividades expor-
tadoras son enormes drenados de plusvalor que se cimentan en el
cuestionamiento de la vida misma de la clase trabajadora. En conse-
cuencia, siguiendo el insistente llamado de Marini por romper con
la lógica de dominio del capital, para que “los trabajadores logren
superar la superexplotación, tendrán que hacerlo echando abajo las
condiciones estructurantes de la economía dependiente por grandes
que sean los progresos que presente allí el régimen capitalista de pro-
ducción” (Marini, 1979, p. 37).

Conclusión

En este trabajo hemos buscado contribuir a la riqueza del debate


marxista sobre el intercambio desigual y transferencia de valor, de-
jando entrever que algunos de los principales puntos de vista que
se han desarrollado sobre este tema no logran incorporar al análi-
sis los elementos estructurantes de la reproducción del capitalismo
dependientes.
Mientras que una fuerte corriente de pensamiento marxista sos-
tiene que el elemento central que articula y perpetúa la desigualdad
en el capitalismo mundial es la transferencia de valor que se produ-
ce entre el centro y la periferia por las diferenciadas composiciones
orgánicas de capital, la otra gran corriente de pensamiento sostie-
ne que las economías subdesarrolladas pueden alcanzar grados de
productividad similares o incluso más elevados que los países desa-
rrollados, por lo que la característica que las coloca en un lugar des-
igual en la división internacional de trabajo no es la formación de
500
Desventuras del intercambio desigual

capital fijo, sino los bajos salarios en comparación con las economías
desarrolladas.
A pesar de lo importante que es esta literatura para comprender
la dinámica actual de reproducción del capitalismo global, estas dos
perspectivas son insuficientes para entender la lógica esencial de re-
producción del capitalismo dependiente. Retomando algunas contri-
buciones más importantes de Ruy Mauro Marini para comprender
el capitalismo dependiente, este trabajo demostró que el dominio
estructural de la superexplotación del trabajo y ruptura del ciclo del
capital se establecen como mecanismos de reproducción estructural
y estructurales del capital en la periferia para provocar un escena-
rio productivo polarizado que engrosa la formación de capital de los
sectores productivos destinados al mercado externo, mientras que
debilita y enflaquece los sectores y actividades destinadas al merca-
do interno (local, regional y nacional).
De esta manera, se demuestra que la perpetua violación de la
fuerza de trabajo de la población trabajadora en las economías de-
pendientes produce un escenario desigual en el que la estructura
productiva destinada al mercado interno se desenvuelve en condi-
ciones de baja composición de capital y baja tasa de ganancia, mien-
tras que las actividades destinadas a abastecer el mercado extranjero
sí alcanzan niveles de productividad elevados, equiparables al de
economías desarrolladas. Por tanto, retomando algunos de los plan-
teamientos más destacados de Ruy Mauro Marini para comprender
el capitalismo dependiente, este trabajo ofrece una explicación que
sirve para entender –desde una perspectiva basada en el marco mar-
xista y dependentista– la notoria heterogeneidad productiva que
permea la formación económica de las periferias, y que no ha sido
atendida por el pensamiento marxista especializado en el estudio de
las transferencias de valor.

501
Mateo Crossa

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Anexo: Países por vehículos per cápita (4 de diciembre de 2022).


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503
Explotación internacional
en Dialéctica de la dependencia
Los mecanismos causales entre intercambio
desigual, deterioro de los términos de intercambio
y superexplotación del trabajo1

Leonardo Leite y Mattheus Alves

Introducción

La existencia de una tendencia al deterioro de los términos de inter-


cambio entre centro y periferia a lo largo del siglo XX, en la línea
planteada por Prebisch (2000), está bien documentada en la literatu-
ra contemporánea (Kvangraven, 2021; Ocampo y Parra, 2009; Erten,
2011). El problema, sin embargo, es explicar este fenómeno. Ruy Mauro
Marini, en Dialéctica de la dependencia, ofrece una explicación dife-
rente a la ofrecida por Prebisch, la cual creemos mal entendida tanto
entre los defensores de la teoría marxista de la dependencia, los que

1
Nos beneficiamos de los comentarios y críticas de Eduardo Sá Barreto, Nazira
Camely, Álvaro Martins. Además, la discusión de esta pesquisa en el Encuentro
Nacional de Economía Política, que tuvo lugar en Goiânia, Brasil, 2022, fue oportuna
para mejorar el argumento.

505
Leonardo Leite y Mattheus Alves

intentan preservar el legado de Marini en el siglo XXI, como entre


sus detractores.
Es bien conocida la truculenta crítica de Serra y Cardoso (1978) a
la Dialéctica de la dependencia. En la primera parte de la crítica plan-
tean un conjunto de supuestos problemas en la teoría del intercam-
bio desigual de Marini, sin darse cuenta de que, en realidad, están
simulando un argumento que no se parece ni remotamente al argu-
mento del autor que quieren sacar de circulación. Por ejemplo, dicen
que Marini confundió el intercambio desigual con el deterioro de los
términos de intercambio (Serra y Cardoso, 1978), lo cual no es cierto,
como demostraremos más adelante.
Nos parece curioso que, incluso entre los defensores de la teoría
marxista de la dependencia, este es un punto oscuro. Realizamos un
levantamiento bibliográfico en portales de revistas científicas, como
Scielo, Google Scholar y el Portal de Periódicos de la Capes,2 también
investigamos el acervo de la biblioteca digital del Grupo de Trabajo
sobre Teoría Marxista de la Dependencia de la Sociedad Brasileña
de Economía Política (GT-TMD/SEP), utilizando las palabras clave
“términos de intercambio”, “intercambio desigual”, “teoría marxis-
ta de la dependencia” y “Ruy Mauro Marini” para identificar cómo
la literatura contemporánea aborda este tema. Nuestra sorpresa fue
que la mayoría de los artículos asumen que el intercambio desigual
es lo mismo que el deterioro de los términos de intercambio. Y aque-
llos que tratan a ambos como cosas diferentes no explican la razón
de la diferencia. Parece que “el secreto del intercambio desigual”,
como escribió Marini en Dialéctica de la dependencia, sigue siendo…
un secreto.
Nuestra investigación es un intento de contribuir al esclare-
cimiento de esta controversia. Mostraremos que el intercambio
desigual y el deterioro de los términos de intercambio operan en

2
La CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior) es el or-
ganismo oficial de gestión de posgrados en Brasil, vinculado al gobierno federal, y
mantiene un portal gratuito con acceso a numerosas revistas científicas.

506
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

diferentes niveles del mercado mundial capitalista, siendo el segun-


do un fenómeno activado por un mecanismo causal generado por el
primero. También mostraremos que la comprensión actual de la lite-
ratura sobre la superexplotación del trabajo es parcial. A pesar de ser
bien conocido como el “mecanismo de compensación” del intercam-
bio desigual, argumentaremos que, además, es el mecanismo causal
del deterioro de los términos de intercambio según el entendimiento
planteado por Marini en Dialéctica de la dependencia.
El artículo se estructura en tres apartados más además de esta
Introducción. A continuación, presentamos una revisión de la litera-
tura contemporánea sobre este tema para discutir el problema que
impulsó esta investigación, que fue la forma en que la categoría de
intercambio desigual es tratada actualmente por los investigadores
que respaldan la teoría marxista de la dependencia. A continuación,
presentamos nuestra interpretación de la forma en que Ruy Mauro
Marini aborda este tema en la Dialéctica de la dependencia, explican-
do las razones por las cuales el intercambio desigual no puede con-
fundirse con el deterioro de los términos de intercambio, revelando
el secreto que parece estar oculto aquí, cuál es el papel de la superex-
plotación del trabajo como mecanismo de compensación y mecanis-
mo causal. Por fin, presentamos nuestras consideraciones finales.

El lugar del intercambio desigual y del deterioro de los


términos de intercambio en la literatura contemporánea

Al relevar la bibliografía a través de búsquedas en las plataformas


de revistas científicas y en la biblioteca digital GT-TMD/SEP, no-
tamos que la reanudación de la teoría marxista de la dependencia
en Brasil, observada por Prado y Castelo (2013), continúa con vigor.
Encontramos innumerables obras marxistas que actualizan las cate-
gorías y los términos del debate sobre la dependencia, el imperialis-
mo y el fracaso del desarrollo capitalista en América Latina. En esta
sección haremos una breve discusión con un corte específico de esta
507
Leonardo Leite y Mattheus Alves

reanudación, buscando identificar cómo responden a las siguientes


interrogantes que buscamos discutir en este artículo: ¿cuál es el tipo
de relación entre el intercambio desigual y el deterioro de los térmi-
nos de intercambio? ¿Y cuál es el papel de la superexplotación del
trabajo en esta relación? Esperamos, con este diálogo, iluminar la
cuestión y justificar la pertinencia de retomar el argumento original
de Ruy Mauro Marini.
Franklin y Borges (2020) tratan exactamente el tema del inter-
cambio desigual. El objetivo de los autores es investigar empírica-
mente la ocurrencia de transferencias de valor de Brasil al exterior
entre 1995 y 2009. En la formulación conceptual, que prepara el te-
rreno para el análisis estadístico, dicen que el intercambio desigual,
desde el punto de vista de los teóricos de la dependencia, es “una in-
terpretación marxista inspirada en la tesis del deterioro de los térmi-
nos de intercambio” (Franklin y Borges, 2020, p. 2; énfasis añadido).3
Cuando los autores explican el debate sobre el intercambio desigual,
dicen que Marini “argumenta que su sustentación estaría basado en
la superexplotación de la mano de obra” (Franklin y Borges, 2020,
p. 4). No explican, sin embargo, quizás por tratarse de una investiga-
ción cuyo objetivo es la estimación empírica de la transferencia de
valor vía comercio internacional, cuál sería el papel de la superex-
plotación en el sostenimiento del intercambio desigual.
Otra investigación muy reciente publicada en Brasil es el traba-
jo de Duarte (2021). Tiene un enfoque y una metodología muy di-
ferente a la de Franklin y Borges (2020), buscando comprender las
articulaciones teóricas entre la superexplotación del trabajo y el
subimperialismo, a partir de Marini, con el desarrollo capitalista
contemporáneo en América Latina. En varios momentos del texto,
que por cierto tiene un excelente argumento, se intuye el punto que
nos interesa. Dice que el diagnóstico de la teoría marxista de la de-
pendencia es similar al que ofrece la teoría estructuralista de la CE-
PAL. Para él, el argumento de Marini en la Dialéctica de la dependencia

3
Los textos publicados en portugués serán traducidos por nosotros al castellano.

508
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

sobre el comercio exterior de América Latina con los países centra-


les “se basa en el deterioro de los términos de intercambio” (Duar-
te, 2021, p. 135, el subrayado es nuestro). Más adelante, señala que
“el comercio centro-periferia se caracterizaría paulatinamente por
el intercambio desigual, es decir, el intercambio de bienes con dife-
rente composición de valor” (Duarte, 2021, p. 137). El “punto clave”
para compensar la transferencia sería a través de “aumentos en el
grado de explotación del trabajo” (Duarte, 2021, p. 137), generando
un incremento de la plusvalía en las economías periféricas y com-
pensando los valores transferidos. La síntesis que ofrece el autor es
muy correcta, sin embargo el hecho de no distinguir teóricamente el
intercambio desigual del deterioro de los términos de intercambio
parece representar bien el tratamiento casi enigmático con el que los
teóricos marxistas tratan estas categorías.
En un texto anterior, el mismo autor busca criticar, a partir de la
teoría marxista de la dependencia, el pensamiento neoestructuralis-
ta de la llamada Nueva CEPAL, asociado a la renovación teórico-ideo-
lógica a partir de la década de 1990 en el ámbito de la agencia. Se
acerca al tema que nos interesa cuando dice que si “la oferta mundial
de alimentos (bienes y salarios) aumenta, los países latinoamerica-
nos terminan induciendo una reducción de los precios de los pro-
ductos primarios en el mercado mundial” (Duarte, 2013, p. 101). Se
refiere al deterioro de los términos de intercambio, pero no explica
por qué hay presiones para ampliar la oferta de bienes vendidos en
el mercado mundial por las empresas latinoamericanas. Adicional-
mente, dice:

[E]l deterioro de los términos de intercambio termina siendo la ex-


presión de la realización de un intercambio desigual de bienes entre
naciones industriales y no industriales dentro de la división inter-
nacional del trabajo. Tal intercambio, contrario a expresar un in-
tercambio de equivalentes, conforma una serie de mecanismos que
permiten realizar transferencias de valor (Duarte, 2013, p. 101).

509
Leonardo Leite y Mattheus Alves

Aquí muestra que el deterioro de los términos de intercambio y el


intercambio desigual no son lo mismo, el primero es una “expresión”
del segundo.
Siguiendo con el argumento, Duarte (2013) apunta a la superex-
plotación como mecanismo de compensación de esta transferencia
de valor, lo cual es un hallazgo muy importante y conocido sobre la
Dialéctica de la dependencia. Sin embargo, no explica el papel de la su-
perexplotación en la relación entre el intercambio desigual y el dete-
rioro de los términos de intercambio. Franklin (2019), cuyo objetivo
es presentar de manera didáctica el concepto de superexplotación en
Marini, tampoco desarrolla el vínculo entre intercambios desiguales
y superexplotación, a pesar de traer una pequeña cita de Marini al
respecto. Carleial (2010) hace un interesante análisis comparando a
Marini con Cardoso y Falleto y también refuerza el nexo de la su-
perexplotación como mecanismo para compensar los intercambios
desiguales. Morais y Almeida (2021), haciendo una revisión históri-
ca de la teoría marxista de la dependencia, señalan el vínculo entre
la superexplotación y el intercambio desigual como mecanismo de
compensación, pero tampoco desarrollan el vínculo con el deterioro
de los términos de intercambio. Carcanholo (2008) discute las posibi-
lidades de desarrollo de las economías periféricas y también analiza
la superexplotación en estos mismos marcos. Wagner (2007) tam-
bién se mueve en esta dirección.
Wagner (2007, p. 68) señala que el “intercambio desigual” es uno
de los “conceptos clave” que estructuran la teoría de Marini. Sin em-
bargo, parece no entender su secreto cuando dice que el análisis del
“lugar de los países latinoamericanos en términos de comercio in-
ternacional” debe hacerse “a partir de lo que Marini llama la ‘depre-
ciación de los precios primarios en el mercado mundial’ o, en otras
palabras, el deterioro de los términos de intercambio”. Y agrega:
“La razón de este desequilibrio radica, para Marini, en que los paí-
ses desarrollados, al producir bienes que los países dependientes no
producen, pueden venderlos a un precio superior a su valor” (Wag-
ner, 2007, p. 68). Al ubicar la “razón” del deterioro de los términos
510
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

de intercambio en la diferencia entre precios y valores, Wagner se


aproxima a la categoría de intercambio desigual, aunque dejando
por el camino varias partes de la explicación. Sin embargo, no expli-
ca el vínculo entre ambos y la relación con la superexplotación de la
mano de obra.
Rho y Branca (2019) parecen ser más rigurosas cuando señalan que

Marini explicó el intercambio desigual y la transferencia de valor a


los centros capitalistas, desde una perspectiva que complejizó la concep-
ción cepalina de la desigualdad en el intercambio basada en el tipo de
bienes producidos, ya que integró en el análisis de la transferencia de
valor, la fijación de los precios de mercado y los precios de produc-
ción de mercancías (p. 84, énfasis añadidos).

La indicación de que Marini ha complejizado la tesis del deterioro


de los términos de intercambio es muy interesante porque nos per-
mite ver que esta tesis está relacionada con el intercambio desigual,
pero no son las mismas categorías. Este último es más complejo que el
primero porque incluye en el análisis la fijación de precios de merca-
do (que dan lugar a transferencias de valor a través de posiciones de
capital monopólicas en los países centrales) y precios de producción
(que dan lugar a transferencias de valor a través de diferencias de
productividad).
De esta forma, Carcanholo y Amaral (2008) fueron los primeros
en resaltar, en la investigación científica brasileña a partir de la teo-
ría marxista de la dependencia, los “mecanismos de transferencia
de valor” que operan en el comercio internacional, propios del in-
tercambio desigual. Muestran que la competencia entre capitales,
tanto en la misma rama de producción como en diferentes ramas,
produce redistribuciones de la plusvalía generada por los capitales
menos productivos hacia los capitales más productivos, cuyo “pun-
to crucial” es la “distinción entre la lógica de la producción y […] la
lógica de la apropiación”. De ello se deduce que la apropiación por
los países centrales de valores producidos en la periferia no hace in-
viable la acumulación de capital en economías dependientes porque

511
Leonardo Leite y Mattheus Alves

estas utilizan la superexplotación de la fuerza de trabajo (Carcanho-


lo y Amaral, 2008; Carcanholo, 2007). No es el foco de Carcanholo y
Amaral (2008) discutir el deterioro de los términos de intercambio y
desde este punto de la argumentación se mueven hacia la categoría
de ejército industrial de reserva en economías dependientes.
Casi sin pretensiones, en una nota a pie de página, Carcanholo
y Amaral (2008) nos recuerdan que el intercambio desigual no es
una condición necesaria para la superexplotación del trabajo, punto
planteado por Marini en la Dialéctica de la dependencia y en la res-
puesta al truculento ataque de Serra y Cardoso, cuando señalan que
la superexplotación es “acicateada” por el intercambio desigual.
El libro de Seibel Luce (2018), además de exponer de manera muy
competente los problemas y categorías de la teoría marxista de la de-
pendencia, trae una interpretación distinta del intercambio desigual,
por lo que debemos prestar más atención a su argumento. Es muy
interesante cómo el autor plantea la “cuestión fundamental” que Ma-
rini intentó resolver teóricamente en Dialéctica de la dependencia: si el
rasgo distintivo del capitalismo es la producción de plusvalía relativa,
que tiende a abaratar los precios de mercado con el tiempo, ¿“por qué
los precios muestran una mayor tendencia a la baja precisamente
en los países con menor productividad”? (Seibel Luce, 2018, p. 27). De
esta forma, de señalar el problema del deterioro de los términos de
intercambio, se parte de una verdadera contradicción: en el comercio
internacional, los precios tienden a caer más rápidamente en los bienes en
los cuales los valores tienden a caer más lentamente. Tras señalar su pre-
gunta fundamental, Seibel Luce (2018) dice que la superexplotación
del trabajo es la “otra cara” de la transferencia de valor.
Un problema con el enfoque de Seibel Luce (2008), desde nuestro
punto de vista, es que asume que cuando Marini dice “mismo ramo
de producción” en realidad está diciendo “misma economía”. Por
ejemplo, la agroindustria en la periferia no sería el mismo ramo de
producción que la agroindustria en los países imperialistas. En otras
palabras, la soja brasileña no estaría en la misma esfera de produc-
ción que la soja estadounidense, incluso si fueran productos básicos
512
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

con valores de uso exactamente idénticos. Esta es una declaración


muy controvertida, con la que no estamos de acuerdo, pero impor-
tante para todo el argumento de Seibel Luce, por razones que están
más allá del alcance de este capítulo. El texto de Carcanholo y Ama-
ral (2008) ofrece un interesante contrapunto a este tema de la com-
petencia en un mismo ramo de producción.
Además, el autor también defiende la tesis de Marini, presente
en Dialéctica de la dependencia, de que las transferencias de valor
implican una trasgresión de la ley del valor. Se parte de la idea de
que existe una “determinación negativa del valor” que hace más fre-
cuente el intercambio de no equivalentes en la periferia, a diferencia
de las economías centrales, cuyo momento predominante sería el
intercambio de equivalentes (Seibel Luce, 2018). Creemos que aquí
hay un problema, porque, en las economías centrales, asumiendo
que en ellas hay una mayor velocidad de propagación del progreso
técnico, las brechas entre producción y apropiación de valores se-
rían mayores. El intercambio de no equivalentes también ocurre en
la interacción entre economías, por lo que es importante considerar
la competencia en una misma rama y en diferentes ramas (Carca­
nholo y Amaral, 2008).
Llegando al punto que más nos interesa, Seibel Luce (2018, p. 50)
separa la “transferencia de valor tout-court” de la “transferencia
de valor como intercambio desigual” y clasifica como “formas de
transferencia de valor como intercambio desigual” los deterioros
de los términos de intercambio, el servicio de la deuda, las remesas
de ganancias, la apropiación de la renta de la tierra. En estas pági-
nas afirma y reafirma la “transferencia de valor como intercambio
desigual” como la esencia de estas formas. Es necesario señalar que
aquí hay controversia cuando indica que, para los fundadores de la
teoría marxista de la dependencia, “el deterioro de los términos de
intercambio” era una forma de transferencia de valor. Entendemos
su planteamiento, pero diferimos, al menos si consideramos el argu-
mento en Dialéctica de la dependencia. A partir de la transferencia de

513
Leonardo Leite y Mattheus Alves

valor, explica el deterioro de los términos de intercambio, sin poner


uno como forma del otro.
Ruy Mauro Marini es claro al reconocer la existencia del deterio-
ro de los términos de intercambio. Seibel Luce (2018) presenta datos
que corroboran empíricamente la tendencia de deterioro de los tér-
minos de intercambio, pero no explica la relación entre la transfe-
rencia de valor y este deterioro, solo indica que “detrás de los precios
deprimidos estaba la relación-valor” (Seibel Luce, 2018, p. 50). El au-
tor tiene razón en afirmar que habría “que buscar, dialécticamente,
en los elementos de la producción de valor y la transferencia de valor
en el mercado mundial, las raíces de la caída de los precios relativos
del comercio internacional en detrimento de los países dependien-
tes” (Seibel Luce, 2018, p. 53). En otras palabras, la caída de los precios
relativos se explica por la transferencia de valor, pero Seibel Luce no
desarrolla la relación dialéctica que explica esta dinámica.
Cuando Seibel Luce (2018, p. 169) señala las “causas de los bajos ni-
veles salariales” en América Latina, señala una relación entre supe-
rexplotación e intercambio desigual: la burguesía dependiente busca
“contrarrestar las transferencias de valor a que está subordinada
apretando el torniquete a los trabajadores, es decir, desplazando el
fondo de consumo de los trabajadores al fondo de acumulación de
capital”. En otras palabras, de acuerdo con lo que varios autores in-
dican sobre este tema, la superexplotación es el “mecanismo de com-
pensación de las transferencias de valor como intercambio desigual”
(Seibel Luce, 2018, p. 169). Como ya hemos dicho, este argumento es
muy claro en la Dialéctica de la dependencia. Pero en el proceso de
criticar la teoría del deterioro de los términos de intercambio, Ma-
rini vincula la superexplotación del trabajo con la transferencia de
valor a través del intercambio desigual no solo como mecanismo de
compensación.
Para concluir esta revisión, es necesario verificar cómo analiza
este tema otro autor muy influyente en la reanudación de la teoría
marxista de la dependencia en el siglo XXI. Osorio (2015) señala que
los procesos de transferencia de valor “están en la base del deterioro
514
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

de los términos de intercambio” (p. 20) y la superexplotación es el


resultado de esa transferencia de valor, correspondiente a las medi-
das implementadas “por los capitales operantes en la región a fin de
hacer frente a una situación tan desfavorable” (p. 22). Y, complemen-
tando este razonamiento, dice que la superexplotación

pasó a ser un mecanismo vital para hacerles frente a las debilida-


des productivas en la competencia, y compensar las transferencias
de horas de trabajo y de valor en el mercado mundial, así como la
fórmula para elevar las ganancias de los capitales operantes en la
región (Osorio, 2015, pp. 22-23).4

En el debate con Claudio Katz e Iñigo Carrera, Jaime Osorio discute


explícitamente el vínculo entre el intercambio desigual y la superex-
plotación del trabajo, pero no indica la relación de ambos con el dete-
rioro de los términos de intercambio:

La reproducción de capitales en el capitalismo dependiente se sus-


tenta en la superexplotación. Un capitalismo de esta naturaleza no
puede competir en los mercados mundiales sin permitir sufrir in-
tercambios desiguales. Y dichas transferencias alimentan la baja
productividad, la débil o nula diversificación productiva, un lugar
subordinado en las divisiones internacionales del trabajo, una pro-
ducción volcada a los mercados exteriores, violar regularmente el
valor de la fuerza de trabajo y el despliegue de un capitalismo que
desarrolla el subdesarrollo (Osorio, 2019, p. 66).

Para rechazar la tesis que sobreestima la apropiación de la renta de


la tierra en detrimento de las transferencias de valor a través del in-
tercambio desigual, Osorio defiende la existencia de deterioro de los
términos de intercambio, con base en el estudio de Ocampo y Parra
(2003). Sin embargo, no explica el vínculo con la superexplotación:

4
Si el valor es trabajo humano abstracto que se puede medir en tiempo de traba-
jo socialmente necesario, no entendemos lo que Osorio (2015, pp. 22-23) sugiere por
“transferencias de horas de trabajo y valor en el mercado mundial”. Parece estar in-
fluenciado por Mandel (1982), quien utiliza la idea de la transferencia de horas de
trabajo, pero no es posible avanzar en este tema en este momento.

515
Leonardo Leite y Mattheus Alves

[C]on estadísticas desde finales del siglo XIX hasta principios del si-
glo XXI, se muestra que los precios de la mayoría de los productos
de exportación de América Latina, materias primas o alimentos, han
perdido peso relativo frente a precios que la región adquiere de las
economías desarrolladas (Osorio, 2019, p. 68).

En otro texto publicado en la Revista da Sociedade Brasileira de


Economia Política, Osorio (2017) aborda la cuestión del intercambio
desigual relacionándolo con el deterioro de los términos de inter-
cambio, esta vez en debate con los partidarios de la tesis de que la
apropiación de la renta de la tierra haría inviable la transferencia
internacional de valor. Reitera que los estudios de la CEPAL sobre
el deterioro de los términos de intercambio “permiten vislumbrar
el proceso de intercambio desigual” (Osorio, 2017, p. 91). Esta parece
ser una interpretación muy extendida, ya sea ubicando el deterioro
de los términos de intercambio como un indicio de intercambio des-
igual (Osorio, 2017) o como una expresión y forma de intercambio
desigual (Duarte, 2013; Seibel Luce, 2018). La interpretación de Seibel
Luce, es decir, parece fuertemente inspirada en Osorio (2017). Como
Osorio pretende rechazar las tesis de los partidarios de la explica-
ción de la condición latinoamericana a través de la renta de la tierra,
en este y también en otros trabajos que tuvimos la oportunidad de
conocer, no ofrece ninguna explicación adicional para la relación
entre intercambio desigual, deterioro de los términos de intercam-
bio y superexplotación.
Uno de los peligros teóricos de asociar inadvertidamente el inter-
cambio desigual con el deterioro de los términos de intercambio es
acercarse, aunque sea sin querer, al procedimiento de Serra y Car-
doso (1978), cuyo texto fue escrito para atacar la Dialéctica de la de-
pendencia. Según los neodesarrollistas, “Marini propuso una robusta
teoría del intercambio desigual, confundiendo este fenómeno con la
tendencia al deterioro de los términos del intercambio” (Serra y Car-
doso, 1978, p. 20). Estos autores afirman que Prebisch es quien pone
la lucha de clases en el centro de la explicación, al enfatizar el papel

516
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

de los sindicatos en los países centrales, y acusan a Marini de no ha-


cerlo. Esta es una afirmación irrazonable, ya que tratar el intercam-
bio desigual como una transferencia de valores a través de la fijación
de precios, que es el procedimiento en la Dialéctica de la dependencia,
es poner en primer plano la lucha de clases, pero globalmente consi-
derada. Se considera que la explotación de los trabajadores de la pe-
riferia es operativizada y realizada por las clases dominantes de los
países periféricos y centrales (Osorio, 2016, p. 509).
En las cuestiones específicas que buscamos discutir, Borges Neto
(2011) hace una afirmación clara que contiene el núcleo del argu-
mento de la Dialéctica de la dependencia: el deterioro de los términos
de intercambio es “un tema relacionado con intercambio desigual,
pero claramente distinto de él” (Borges Neto, 2011, p. 102; cursivas aña-
didas). ¡Dado en el clavo! Ahora tenemos que explicar por qué son
diferentes.

Ruy Mauro Marini: intercambio desigual, superexplotación


del trabajo y deterioro de los términos de intercambio

La explicación de Prebisch para el deterioro de los términos de in-


tercambio parte del supuesto de la mayor organización sindical de
los trabajadores en los países centrales, motivo por el cual Serra y
Cardoso sostienen que la lucha de clases está en el centro de la ex-
plicación estructuralista. Con este supuesto, el autor argentino desa-
rrolla un razonamiento que parte de la determinación de las rentas
hacia los precios de mercado. El procedimiento de Marini, como se
analiza en esta sección, es el contrario, partiendo de la disparidad
técnica en la división internacional del trabajo, pasando por el pro-
ceso de producción desigual de valores, para llegar a la relación entre
precios de mercado. De esta forma, la superexplotación del trabajo
en los países periféricos aparece como un mecanismo que activa el
deterioro de los términos de intercambio.

517
Leonardo Leite y Mattheus Alves

Las tesis de la CEPAL destacadas anteriormente tienen influencia


en la formación del pensamiento de Ruy Mauro Marini. Estando en
Francia en la década de 1950, en pleno apogeo del desarrollismo, Ma-
rini tuvo su primer contacto con el marxismo (Expressão Popular,
2014) y se alejó de las teorías del desarrollo, como él mismo comenta
en sus memorias:

[E]ste fue el momento en que Francia vivió dramáticamente la des-


colonización, a través de la derrota en Indochina y la radicalización
de la guerra de Argelia, provocando rupturas dentro de los grupos
políticos e intelectuales –fenómeno que seguí con vivo interés, tanto
más además de eso, en mi medio, conviví con jóvenes militantes ar-
gelinos, camboyanos y vietnamitas, además de los que venían de las
colonias del África negra. Las teorías del desarrollo, en boga en Esta-
dos Unidos y en los centros europeos, me revelaron, entonces, lo que
realmente eran: un instrumento de mistificación y domesticación de
los pueblos oprimidos del Tercer Mundo y un arma con la que el im-
perialismo pretendía afrontar los problemas creados en la posguerra
por la descolonización. Así comenzó mi salida de la CEPAL, fuerte-
mente influida, además, por mi creciente adhesión al marxismo (Ma-
rini, 2003, p. 4).

Aunque no se refiere exactamente al deterioro de los términos de in-


tercambio en este pasaje, creemos que su argumento en Dialéctica de
la dependencia está suficientemente desarrollado para sostenernos
que la categoría de intercambio desigual no es lo mismo que el de-
terioro de los términos de intercambio. Y, además, esta última puede
explicarse por el vínculo entre el intercambio desigual y la superex-
plotación del trabajo.
Como está ampliamente documentado en la literatura contempo-
ránea, Marini señala mecanismos de transferencia de valor a través
del intercambio de no equivalentes, de mercancías que tienen valo-
res diferentes.

En la práctica se observan diferentes mecanismos que permiten rea-


lizar transferencias de valor, pasando por encima de las leyes del

518
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

intercambio, y que se expresan en la manera como se fijan los pre-


cios de mercado y los precios de producción de las mercancías (Ma-
rini, 2008, p. 121).

En resumen, el intercambio desigual, para Marini, equivale al pro-


ceso de transferencia de valor que se da a través de la fijación de
precios en el comercio internacional. Como estas transferencias de
valor pueden ocurrir dentro de la rama productiva, entre capitales
que producen la misma mercancía y entre diferentes ramas, Marini
enfatiza el segundo caso, sin dejar de lado el primero, ya que sería
el más típico de ocurrir en el comercio entre naciones periféricas y
naciones centrales. Mientras que en el primer caso la explicación del
intercambio desigual radica en las diferencias de productividad (los
capitales más productivos son capaces de vender sus bienes por apro-
ximadamente el mismo precio de mercado que los capitales menos
productivos y obtienen así ganancias extraordinarias), en el segundo
caso, radica en las diferencias de productividad más el monopolio de
la producción (Marini, 2008).
Entre naciones que intercambian diferentes clases de bienes,
como manufacturas y materias primas, el intercambio desigual ocu-
rre cuando los países más desarrollados venden sus bienes a precios
superiores a sus valores. En este caso, Marini señala dos posibilida-
des de transferencia de valor: a través de la producción de bienes
con mayor productividad, que garantiza precios de producción por
encima de los valores (Amaral y Carcanholo, 2009), y a través del mo-
nopolio de la producción, que permite, durante un tiempo determi-
nado, la subida de los precios de mercado por encima de los precios
de producción. En la suma de estos dos mecanismos de transferencia
de valor, la idea clave es que la nación desfavorecida cede libremente
una parte de los valores producidos internamente a cambio de los
bienes que adquiere de los países más avanzados.
Antes de avanzar en el argumento, cabe señalar que Marini está
explicando el intercambio desigual a partir de la expansión del
mercado mundial, el desarrollo de las relaciones mercantiles en

519
Leonardo Leite y Mattheus Alves

términos internacionales, sin mencionar una sola vez el deterioro de


los términos de intercambio. Por el contrario, su explicación radica
en la forma en que se ha desarrollado la base económica del capi-
talismo, dando lugar a relaciones comerciales a través de las cuales
se produce la explotación internacional con creciente autonomía en
relación con la coerción extraeconómica basada en la violencia polí-
tica y militar (Marini, 2008).
Para explicar el deterioro de los términos de intercambio, Marini
desarrollará la siguiente afirmación: “el deterioro comercial fue lo que
las forzó a producir en mayor escala” (Marini, 2008, p. 120; énfasis
añadido). En un intento de mitigar la transferencia de valor que se
hace a los países centrales, basada en la productividad y en el mo-
nopolio de la producción, los países latinoamericanos pondrán en
marcha algunos mecanismos dentro de su producción interna para
incrementar la extracción de plusvalía, lo que redundará en un em-
peoramiento de la calidad de vida de las masas: “Se trata del recurso
al incremento de valor intercambiado, por parte de la nación desfa-
vorecida: sin impedir la transferencia operada por los mecanismos
ya descritos, esto permite neutralizarla total o parcialmente median-
te el aumento del valor realizado” (Marini, 2008, p. 122).
Para incrementar la masa de valor producido, el capitalista debe
explotar más la fuerza de trabajo aumentando la intensidad del tra-
bajo, prolongando la jornada de trabajo o reduciendo el consumo del
obrero más allá de su límite normal, “y corresponden, pues, a una
superexplotación del trabajo” (Marini, 2008, p. 127). El primero apa-
rece como un aumento del desgaste del trabajo, que por lo tanto au-
menta el valor de la fuerza de trabajo; el segundo también aumenta
la deserción de la fuerza de trabajo y, en consecuencia, aumenta la
intensidad; la tercera vía es la propia reducción del salario.

En los hechos, todos concurren a aumentar la masa de valor rea-


lizada y, por ende, la cantidad de dinero obtenida a través del in-
tercambio. Esto es lo que explica, en este plano del análisis, que la
oferta mundial de materias primas y alimentos aumente a medida que se

520
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

acentúa el margen entre sus precios de mercado y el valor real de la pro-


ducción (Marini, 2008, p. 123; énfasis añadido).

Esto aumenta la cantidad de mercancías exportadas y compensa la


transferencia de valor al centro. Con el aumento de la “oferta mun-
dial de materias primas y alimentos”, los precios tienden a caer, lo
que explica el deterioro de los términos de intercambio.
En otras palabras, podemos concluir que existe una presión del
propio sistema para que la periferia produzca más. Una dinámi-
ca objetiva puesta en marcha por la acumulación de capital a nivel
mundial. ¿Por qué aumenta esta presión “a medida que se acentúa el
margen entre sus precios de mercado y el valor real de la producción”?
Porque cuanto mayor es la distancia entre los precios de mercado
y el valor, mayor es la transferencia de valor al exterior y, por tanto,
más intensa debe ser la acción del mecanismo interno de compen-
sación (la superexplotación del trabajo), que aumenta la masa de
bienes ofrecidos en el mercado mundial. Esta tendencia a producir
cada vez más explica la caída de los precios de los bienes producidos
en las economías dependientes en relación a los bienes vendidos por
las economías centrales (Féliz, 2021). Así, siguiendo el argumento de
Marini en Dialéctica de la dependencia, el deterioro de los términos
de intercambio es consecuencia de la superexplotación del trabajo
activada por el intercambio desigual. Esto nos parece ser el secreto del
intercambio desigual.

Intercambio desigual, superexplotación y deterioro


de los términos de intercambio: consideraciones sobre
cosas estructuradas, poderes causales y fenómenos

Ahora, desentrañemos este secreto aún más. Marini, como ya hemos


mostrado, y lo cual no es nuevo, ataca el desarrollismo porque su teo-
ría –es decir, la teoría de la CEPAL– explica la realidad de las econo-
mías latinoamericanas mistificándola (Marini, 2017; 2008; 2003). En

521
Leonardo Leite y Mattheus Alves

otras palabras, es como si las teorías burguesas pusieran un velo so-


bre la realidad, lo que genera interpretaciones y explicaciones cientí-
ficas parciales, que no logran captar la totalidad del proceso histórico
concreto. Y sin hacerlo, sus prescripciones para el cambio quedan
confinadas al horizonte temporal de la sociedad burguesa. Como
dice Bonente (2016), respecto de las teorías burguesas del desarrollo,
entre las que se encuentra la de la CEPAL, “se trata sólo de proyectar
hacia el futuro distintas configuraciones de una misma formación
social (capitalismo) (p. 186)”. Si bien las ideas de la CEPAL critican las
teorías liberales, no asumen una posición “auténticamente ‘crítica”,
ya que no dirigen su crítica “contra las formas de existencia objetiva
que las reivindican como ideas actuales, necesarias” (Bonente, 2016,
p. 164).
Por este criterio, parece imperativo reconocer el esfuerzo de Ma-
rini por establecer una auténtica crítica. Esto se puede ver en su ar-
gumento sobre el intercambio desigual. Aquí, la crítica a la teoría del
deterioro de los términos de intercambio de la CEPAL no se restrin-
ge a elementos puramente gnoseológicos, sino que, por el contrario,
cuando explica la “explotación internacional” a través del comercio
exterior, lo hace utilizando lo que Lawson (1997) llama “estructuras,
fuerzas, mecanismos y tendencias subyacentes que existen, ya sea
que se detecten o no, y gobiernan o posibilitan los hechos reales”
(p. 40). Marini parece haber considerado que el mundo está compues-
to por “diferentes niveles de realidad [que] no están sincronizados
entre sí” (Lawson, 1997, p. 40), por lo que su explicación del deterioro
comercial de los países periféricos considera que el deterioro de los
términos de intercambio es un fenómeno efectivo, causado por un
mecanismo (superexplotación) activado por el intercambio desigual.
La detección del mecanismo causal que gobierna el fenómeno
parece realizarse como una operación lógica retroductiva. Consi-
deramos aquí que Marini fue un profundo lector y conocedor de
Marx, especialmente de El Capital (Carcanholo y Correa, 2021), y la
retroducción es el operador lógico que caracteriza el método cientí-
fico de Marx (Medeiros y Bonente, 2021, p. 82), que puede describirse
522
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

resumidamente como sigue: “la retroducción consiste en el paso de


un evento empírico al reconocimiento de condiciones no empíri-
cas sin las cuales el evento no tendría lugar” (Medeiros y Bonente,
2021, p. 83). Así parece ser exactamente como procede Marini. Pues
se parte de la observación del fenómeno (nótese que no rechaza lo
empírico captado por la teoría de la CEPAL) hacia “una teoría de un
mecanismo intrínseco” al mismo, “un paso del fenómeno superficial
a algo causal ‘más profundo’” (Lawson, 1997, p. 43). Nuestro autor pa-
rece adoptar un procedimiento científico basado en las dos premisas
de la retroducción:

(1) Que el mundo tiene dominios que no son empíricos en ningún


sentido, ya que contienen objetos que ni siquiera pueden ser capta-
dos por la percepción; (2) que las causas de los fenómenos empíricos
que busca la ciencia no son empíricas, aunque sí reales (Medeiros y
Bonente, 2021, p. 83).

Todavía es posible establecer una aclaración final sobre la natura-


leza de la explicación científica en la Dialéctica de la dependencia.
Considerando que el mundo puede ser bipartito entre “dominio
fenoménico” y “dominio causal”, siguiendo a Medeiros y Bonente
(2021), los efectos pueden no ser percibidos empíricamente y, aun así,
las fuerzas causales continúan operando. Es porque la causalidad
tal como la concibe Marx (y, sugerimos, Marini) ocurre como una
tendencia: “la existencia de fuerzas causales no implica necesaria-
mente causalidad” (Medeiros y Bonente, 2021, p. 92). En términos de
la Dialéctica de la dependencia, la afirmación de que el intercambio
desigual tiene el poder de causar el deterioro de los términos de in-
tercambio a través del mecanismo de superexplotación del trabajo
no es descartable si, por alguna razón, los efectos no se manifiestan
perceptualmente. En otras palabras, si por casualidad no se detecta
estadísticamente una caída en los precios de los productos exporta-
dos por América Latina en relación con los precios de los productos
importados, esto no significa per se que el intercambio desigual haya
dejado de existir o de operar.

523
Leonardo Leite y Mattheus Alves

Percibir así la teoría de Marini ayuda a fundamentar explica-


ciones recientes que apuntan, con mayor o menor énfasis, a una
relación de esencia y apariencia entre el intercambio desigual y el
deterioro de los términos de intercambio (Seibel Luce, 2018; Duar-
te, 2013). Sin embargo, las explicaciones recientes no son suficientes
pues dejan de lado el mecanismo causal que vincula el intercambio
desigual con el deterioro de los términos de intercambio.

Consideraciones finales

En esta investigación pretendemos contribuir a la renovación crítica


de la teoría marxista de la dependencia en el siglo XXI discutiendo
el tema del intercambio desigual en la obra de Ruy Mauro Marini.
Al revisar la literatura contemporánea, mostramos que existe con-
fusión en cuanto a la diferenciación entre intercambio desigual y
deterioro de los términos de intercambio y el papel de la superexplo-
tación del trabajo en esta relación. Nuestro aporte fue advertir que
la superexplotación no es solo un mecanismo de compensación del
intercambio desigual, sino también un mecanismo causal del dete-
rioro de los términos de intercambio.
Podemos asegurar que en la Dialéctica de la dependencia hay una
explicación científica para el problema del deterioro de los términos
de intercambio diferente a la sugerida por Prebisch. El pensamiento
de la CEPAL sitúa a la industrialización como una forma de superar
este problema y una condición para el desarrollo económico de la
región, mientras que, por otro lado, la teoría de Marini sostiene que
la forma específica en que el capitalismo latinoamericano se vincu-
la con las leyes generales del desarrollo del capital obstruye proce-
sos de mejora generalizada de las condiciones de vida de las clases
trabajadoras.
Como hemos tratado de demostrar a lo largo del capítulo, el fenó-
meno del deterioro de los términos de intercambio es causado por el
intercambio desigual en la medida en que activa la superexplotación
524
Explotación internacional en Dialéctica de la dependencia

del trabajo. Los mecanismos causales pueden resumirse así: (1) la


competencia en el mercado mundial entre capitales con diferentes
niveles de productividad y/o poder de monopolio genera una trans-
ferencia de valor que, en general, parte de América Latina hacia los
países centrales; (2) como esta transferencia de valor significa que los
capitales pierden frente a sus rivales del Norte parte de la plusvalía
extraída de las clases trabajadoras latinoamericanas, este proceso
activa un mecanismo de compensación a nivel de producción, que es
la superexplotación del trabajo; (3) esto, a su vez, significa que la clase
obrera latinoamericana está permanentemente presionada a produ-
cir más bienes, lo que tiende a reducir sus precios relativamente en
los mercados mundiales.
Mientras el intercambio desigual sea una relación que opera en
el dominio no empírico, puede ser aprehendido empíricamente por
sus efectos: el empobrecimiento más acentuado de la población tra-
bajadora en el Sur que en el Norte y el deterioro de los términos de
intercambio de América Latina en relación con los países centrales.
Y, como dijimos, aunque bajo ciertas circunstancias esta aprehen-
sión empírica no pueda ocurrir, no significa que el proceso causal no
esté en su lugar. Como dicen Medeiros y Bonente (2021): “la ley de la
gravedad actúa sobre un objeto cuando está en caída libre, pero tam-
bién cuando permanece inmóvil sobre la mesa o incluso cuando es
lanzado al aire” (p. 92). Lo mismo parece ser cierto de la ley científica
esbozada por Marini en la Dialéctica de la dependencia: el intercambio
desigual actúa sobre los acontecimientos incluso si, bajo ciertas cir-
cunstancias, su trayectoria efectiva contradice la tendencia general
regida por él.
La expresión “transferencia de valor” para designar el proceso
real que se lleva a cabo subyacente al comercio internacional es, por
supuesto, una metáfora. La competencia en el mercado mundial
produce efectivamente una fuerza (abstracta) que hace que los va-
lores producidos en un lugar sean apropiados en otro. Y esta metá-
fora nos parece poderosa porque ayuda a resaltar el hecho de que la

525
Leonardo Leite y Mattheus Alves

explotación de la clase obrera se da en todo el mundo, que la plusva-


lía producida aquí se puede apropiar lejos de aquí.

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529
Dependencia de la economía
brasileña contemporánea
Inversión extranjera y transferencia de plusvalía1

Camilla dos Santos Nogueira

Introducción

El desempeño de la economía brasileña, expresado en agregados ma-


croeconómicos, ofrece una lectura coyuntural que no puede ser di-
sociada de la forma en que dicha economía se inserta en el mercado
mundial. El punto de partida debe ser la comprensión de que la eco-
nomía brasileña se construye estructuralmente sobre la base de un
modelo de desarrollo económico dependiente, condición/situación
que se acentúa en algunos gobiernos. Actualmente, este modelo está
constituido (fundamentado) por políticas económicas neoliberales,
basadas en la liberalización y la desregulación económica.
Al observar la vulnerabilidad de la economía brasileña frente a
las fluctuaciones del mercado mundial y la dependencia del país al
capital extranjero, vale la pena investigar cuáles son los objetivos
del capital extranjero cuando deciden invertir recursos en países

1
Traducción al español Dra. Arelys Esquenazi Borrego.

531
Camilla dos Santos Nogueira

dependientes como Brasil. Las decisiones de inversión en cada país


están determinadas por las especificidades/condicionalidades de su
formación socioeconómica; las cuales, a su vez, están conectadas con
las estrategias del capital internacional.
En el caso de Brasil, la baja remuneración ofrecida a la mano de
obra y la abundancia de materias primas y tierras son condiciones
económicas decisivas para la atracción de capital. No se puede des-
cartar, desde el punto de vista comercial y logístico, la posición es-
tratégica y la facilidad de acceso a los mercados vecinos en rápida
expansión. Sin embargo, bajo el orden de la globalización financiera,
Brasil se destaca por su política monetaria de altas tasas de interés,
ofreciendo alta rentabilidad a los capitales de corto plazo. De ese
modo, es fundamental considerar el esfuerzo económico realizado
por Brasil para estar en disputa por capitales extranjeros y ser un
polo de atracción de inversiones extranjeras dentro del mercado
mundial.
Todas las condiciones internas que ofrece la economía brasileña
deben ser consideradas a la luz de las estrategias del capital interna-
cional. Tales estrategias determinan el movimiento de capital inter-
nacional, que puede estar dirigido a inversiones en infraestructura o
a inversiones en producción. También puede orientarse a la compra
de participaciones de capital, fusiones o adquisiciones. Por lo tanto,
el movimiento de capital internacional es una de las limitaciones
más importantes en la toma de decisiones de inversión.
En el presente trabajo se analiza el flujo de las remesas de utili-
dades, dividendos e intereses de la economía brasileña al exterior,
como forma de transferencia de plusvalía, durante los gobiernos de
Dilma Rousseff (2011-2016), Michel Temer (2016-2018) y Jair Bolsona-
ro (2019-2022).2 En este sentido, es relevante el análisis de la coyun-
tura brasileña y de los determinantes estructurales que indican la

2
La serie de datos referentes al gobierno de Jair Bolsonaro es de 2019 a 2021, dado que
los números referentes a 2022 no fueron publicados en los sitios web oficiales hasta
el cierre del presente trabajo.

532
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

forma actual de inserción de Brasil en el contexto del capitalismo


financiarizado. También es necesario investigar el movimiento de
capitales entre Brasil y el resto del mundo. En otras palabras, es
imperativo examinar los registros realizados en la Balanza de Pa-
gos de Brasil, así como otras fuentes que aporten elementos para el
comportamiento coyuntural de estos agregados macroeconómicos.
También se examinará cómo la participación de las inversiones ex-
tranjeras en los pasivos externos brasileños, resultantes de la absor-
ción de grandes volúmenes de ahorro externo, constituye la forma
de ser dependiente del capitalismo brasileño en la época contempo-
ránea. Para ello, es necesario analizar algunos aspectos que surgen
de la relación de dependencia, como una forma de esclarecer cuáles
son los impactos de las inversiones extranjeras en las economías de
países dependientes como Brasil.
Este trabajo sigue la línea teórica presentada por la teoría mar-
xista de la dependencia (Marini, 2005), y parte de la hipótesis que la
transferencia de plusvalía al exterior es resultado de la forma de in-
serción de los países dependientes en el mercado mundial. Con este
principio, entendemos que existen determinaciones económicas es-
tablecidas entre la trasferencia de plusvalía y la producción de plus-
valía, a través de la superexplotación de a fuerza de trabajo (Marini,
2005).

Inversiones extranjeras directas en la economía brasileña de


2011 a 2022

Inicialmente, debemos entender que el flujo de inversión extranjera


directa en Brasil está condicionado por la dinámica productiva de la
economía mundial. En épocas de crecimiento económico, se expan-
den/amplían las inversiones extranjeras directas en el mundo, y en
períodos de declive económico, se retrae su flujo.
En el Gráfico 1 se puede observar que hubo una retracción de las
inversiones extranjeras tanto en Brasil como en el mundo. A nivel
533
Camilla dos Santos Nogueira

mundial, el flujo se redujo de 2011 a 2014, y se vuelve a recuperar en


2015 y 2016. Esta recuperación se expresó en el aumento de 47 %, de
2014 para 2015, del flujo de inversiones extranjeras; resultado, prin-
cipalmente, de la gran cantidad de fusiones y adquisiciones, que
aumentaron un 61 % entre empresas de diferentes países (UNCTAD,
2021).
Sin embargo, a partir de 2017 el flujo de inversiones extranjeras
en el mundo retorna a la trayectoria de decrecimiento, con pico mí-
nimo en 2020, año de la pandemia del COVID-19, cuando se registró
un 20 % por debajo del nivel de la crisis financiera de 2009 (UNCTAD,
2021). La pandemia del COVID-19 redujo la velocidad de los proyectos
de inversión existentes, y la perspectiva de una recesión llevó a las
multinacionales a revisar nuevos proyectos. Evidentemente, este re-
sultado fue peor en los países subdesarrollados, en comparación con
los países centrales, demostrando el alto grado de vulnerabilidad y
dependencia de estas regiones.
En general, en la dinámica de flujo de capitales internacionales,
Brasil ocupa una posición destacada como receptor de inversión ex-
tranjera directa (UNCTAD, s/f). En 2010, el país ocupó el tercer lugar
en el ranking mundial de receptores de inversión extranjera directa
y el cuarto lugar en 2011 y 2012. En 2011, durante el primer año del
gobierno de Dilma Rousseff se registró la entrada de 10 millones de
dólares, como ilustra el Gráfico 1. Sin embargo, a partir de 2012, el
flujo empieza a caer y no recupera los niveles anteriores. En 2017, el
valor registrado fue de 6,8 millones de dólares. Durante los años del
gobierno de Jair Bolsonaro, el flujo promedio de inversiones extran-
jeras fue de 5 millones de dólares, y pasó a ocupar en 2019 la sexta
posición en el ranking mundial de receptores de inversión extranjera
directa (UNCTAD, s/f).
Estos resultados demuestran que los aspectos internos de la eco-
nomía brasileña son cruciales para la atracción de capital. En ge-
neral, se puede afirmar que cuando el Producto Interno Bruto (PIB)
crece, hay espacio para una expansión del mercado interno, atrayen-
do, por lo tanto, Inversión Extranjera Directa (IED). Atraídas por el
534
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

crecimiento del mercado de consumo, las empresas construyen nue-


vas fábricas, amplían las existentes o compran empresas con sede en
el país. Por otra parte, la expansión económica de los países puede
ser un reflejo de una mejora en la demanda del mercado mundial.
Además, se observa que las inversiones extranjeras pueden tener ob-
jetivos no solo alineados con el crecimiento económico local, pero
también con posibilidades de exportar la producción excedente para
países vecinos.
A partir de 2016, con la destitución de la presidenta Dilma Rous-
seff, el grado de desconfianza en relación con la economía brasileña
aumentó considerablemente, y el capital internacional se volvió más
reactivo, debido a la falta de estabilidad política del país. Se produjo
un deterioro progresivo de las expectativas sobre el desempeño fu-
turo de la economía brasileña, resultado tanto del estancamiento de
la producción interna como del aumento de los desequilibrios en la
balanza de pagos del país. El gobierno de Michel Temer (2016-2018)
no pudo revertir esta situación, debido a que no ofreció elementos
suficientes para asegurar la dinámica de la economía nacional. A su
vez, el gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022), profundizó la inestabi-
lidad económica del país, en medio de la pandemia, y un manejo po-
lítico basado en poca inversión. A pesar de la agenda ultraneoliberal,
que es un atractivo para las inversiones extranjeras, el gobierno de
Bolsonaro demostró ser un factor de riesgo, provocando una dismi-
nución de la entrada de capitales al país.

535
Camilla dos Santos Nogueira

Gráfico 1. Flujo de inversión extranjera directa. Entradas.


Brasil y Mundo 2011-2021. Millones de dólares

Fuente: Bacen, Balance de pagos Serie BPM6 y UNCTAD. Elaboración propia.

De igual forma, es necesario analizar la inversión extranjera di-


recta, entendiendo sus formas de operación. El Gráfico 2 ilustra la
composición de las inversiones extranjeras directas, formada por
operaciones intercompañía e inversiones con participación accio-
naria. Las operaciones entre empresas pueden darse a través de cré-
ditos de la casa matriz a la sucursal, de la sucursal a la casa matriz
o entre empresas que tengan el mismo controlador. Por otro lado,
las inversiones con participación accionaria representan fusiones y
adquisiciones de empresas por capital extranjero e implican la trans-
ferencia de activos de empresas públicas y privadas.
En la serie del Gráfico 2 se observa que, durante el gobierno de
Dilma Rousseff (2011-2016), decrece la participación de las entradas
de recursos externos en forma de fusiones y adquisiciones. En los
años del gobierno de Michel Temer (2016-2018), no hubo oscilación
expresiva en el stock de inversiones extranjeras, en forma de parti-
cipación de capital. Sin embargo, en 2019, primer año del gobierno
de Jair Bolsonaro, la participación de capital aumenta, llegando a
623 millones de dólares, 24 % por encima de 2018, debido a las priva-
tizaciones que ocurrieron a partir de mediados de 2019, con la venta

536
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

de la Transportadora Associada de Gás (TAG) por parte de Petrobras,3


BR Distribuidora, exsubsidiaria de Petrobras. A través del Programa
de Parceria e Investimentos (PPI), el gobierno de Jair Bolsonaro lle-
vó a cabo una intensa agenda privatizadora, privatizando y/o otor-
gando el 36 %4 de las empresas estatales brasileñas, concentradas en
sectores económicos estratégicos del país, como el petróleo y ener-
gía, aumentando la dependencia de Brasil con relación a compra de
combustibles.

Gráfico 2. Desglose de inversiones extranjeras directas


(stocks pasivos). 2011-2021. Millones de dólares,
valores de diciembre de cada año

Fuente: Banco Central do Brasil, posição internacional de investimentos.


Elaboración propia.

Desde el punto de vista de la acumulación de capital, las fusiones


y adquisiciones incrementan la concentración y centralización del
capital, intensificando las relaciones de dependencia económica.
Esta transferencia patrimonial de empresas al exterior intensifica la

3
Collet (2019).
4
Konchinski (2022).

537
Camilla dos Santos Nogueira

dependencia a medida que aumenta la asociación del capital nacio-


nal con el capital extranjero. A partir de estos cambios, las decisiones
relacionadas con la producción pasan a estar controladas por el ca-
pital externo.
La ampliación creciente de los préstamos intercompañía también
se revela en la serie del Gráfico 2, con aumento de 128 %, de 2011 a
2021. Los préstamos intercompañía ofrecen una mayor flexibilidad,
ya que no existen restricciones y requisitos para una reducción de
capital. Por otra parte, la remuneración de intereses es en ocasiones
más segura que la devolución de beneficios, y evita pérdidas por los
ingresos de la empresa y las fluctuaciones del tipo de cambio. De esta
manera, las empresas extranjeras han aumentado su preferencia
por proporcionar recursos a través de préstamos entre empresas, en
lugar de participación directa en el capital social.
En cuanto a los flujos totales de inversión extranjera directa, los
datos proporcionados por el Banco Central y presentados en la Tabla
1 indican que el flujo de este tipo de inversión saltó de 86.360 millo-
nes de dólares en 2011 a 27.285 millones de dólares en 2021, una re-
ducción de 68 %. De 2011 a 2014, durante el primer gobierno de Dilma
Rousseff, el flujo acumulado de inversiones extranjeras recibidas fue
de 357.921 millones de dólares, mientras que en el gobierno de Jair
Bolsonaro fue de 153.402 millones de dólares, una reducción de 57 %,
por el bajo crecimiento de la economía brasileña, y un escenario
poco atractivo para el capital extranjero, por la inestabilidad política
y alto riesgo del gobierno de Bolsonaro.

538
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Tabla 1. Flujo de inversión extranjera directa. 2011-2021


Millones de dólares
Inversiones directas al Inversiones directas en
Año Inversión directa extranjero el país
2011 - 86.360 16.067 102.427
2012 - 90.485 2.083 92.568
2013 - 59.568 15.644 75.211
2014 - 67.107 20.607 87.714
2015 - 61.604 3.134 64.738
2016 - 59.601 14.693 74.295
2017 - 47.545 21.341 68.885
2018 - 76.138 2.025 78.163
2019 - 46.355 22.820 69.174
2020 - 41.254 - 3.467 37.786
2021 - 27.285 19.157 46.441

Fuente: Banco Central do Brasil, balance de pagos. Elaboración propia.

A partir de 2004, las inversiones de Brasil en otros países y regiones


del mundo comenzaron una trayectoria creciente. Sin embargo, la
serie de al Tabla 1 presenta oscilaciones a lo largo del período, con pi-
cos de crecimiento en 2014,5 2017 y 2019. Si bien las inversiones bra-
sileñas en el exterior ganaron destaque en la última década, el flujo
de inversiones extranjeras que ingresan a Brasil constituye la mayor
parte de los pasivos externos del país.
Es necesario evaluar el peso del flujo de inversiones extranjeras
directas en la producción real de la economía brasileña, como una
forma de medir la magnitud de la dependencia de la entrada de ca-
pital extranjero. Históricamente, el peso de la inversión extranjera

5
El aumento de las inversiones extranjeras directas en el exterior se limitó a las polí-
ticas del Estado brasileño, durante los gobiernos del PT, que intensificaron la integra-
ción económica regional con América Latina, extendiéndose a África, aumentando
las inversiones en estos territorios. De esta forma, se promovieron planes de desarro-
llo económico en beneficio de las empresas brasileñas que actuaban en el exterior.

539
Camilla dos Santos Nogueira

directa en el PIB comienza a aumentar en 1995, sin embargo, será a


partir de 2003 que esta relación se situará por encima del 20 % sin
retroceder en los años siguientes (Nogueira, 2021).
A lo largo de la serie registrada en el Gráfico 3, el porcentaje de
inversiones extranjeras directas recibidas en relación con el PIB se
mantiene por encima del 20 %. En 2016 la entrada de inversiones ex-
tranjeras representó 31 % del PIB, mientras que en 2019, 37 % y 2022,
41 %. Estos resultados demuestran la dependencia económica de
Brasil a esta forma de inversión, y que permite extraer conclusiones
sobre la forma dependiente en que Brasil se inserta en el mercado
internacional y las vulnerabilidades económicas a las que está ex-
puesto el país, debido a las oscilaciones de la economía mundial.

Gráfico 3. Stock de inversión extranjera directa recibida como


porcentaje del PIB. 2011-2021

Fuente: United Nations Conference on Trade and Development. Elaboración propia.

La importancia de las inversiones extranjeras directas en Brasil tam-


bién se expresa a través de la participación de capital extranjero en
inversiones en la economía brasileña bajo la modalidad de forma-
ción bruta de capital fijo. El Gráfico 4 muestra que, en 2017, el 22 %
de la formación bruta de capital fijo en Brasil estuvo compuesta por
inversión extranjera directa. En 2018 y 2019, los registros fueron
de 21 % y 23 %, respectivamente, provocados por el aumento de las
540
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

privatizaciones de empresas estatales en los gobiernos de Michel


Temer y Jair Bolsonaro.
El indicador sobre la relación entre la inversión extranjera di-
recta y la formación bruta de capital fijo solo pretende ilustrar una
evaluación temporal de la creciente importancia de los flujos de in-
versión extranjera directa. Sin embargo, el indicador no ofrece una
lectura completa, dado que una parte importante de la inversión ex-
tranjera directa se ha destinado a adquisiciones y fusiones.

Gráfico 4. Inversión extranjera directa recibida (stock) como


porcentaje de la formación bruta de capital fijo. 2011-2021

Fuente: UNCTAD, United Nations Conference on Trade and Development.


Elaboración propia.

Tomando como referencia los sectores de la economía que más in-


versión extranjera directa reciben, se puede observar, a través de los
datos de la Tabla 2, que el sector de servicios tiene la mayor partici-
pación de capital extranjero que ingresa al país, mostrando un creci-
miento a lo largo de la serie presentada.

541
Camilla dos Santos Nogueira

Tabla 2. Inversión extranjera directa por sector de actividad


económica. 2011-2021. Porcentaje respecto del total
Agricultura, ganadería y
Año Industria Servicios
extracción de minerales
2011 15 % 39 % 46 %
2012 11 % 37 % 52 %
2013 20 % 31 % 49 %
2014 10 % 30 % 60 %
2015 14 % 36 % 49 %
2016 16 % 38 % 45 %
2017 10 % 31 % 59 %
2018 19 % 36 % 45 %
2019 27 % 20 % 53 %
2020 21 % 29 % 49 %
2021 9% 33 % 57 %
Fuente: Banco Central. Elaboración propia.
Nota: Datos extraídos de las Notas Financieras referentes a Inversión directa
en el país –participación en el capital.

El aumento del volumen de inversión extranjera en este sector se


debe en gran parte al crecimiento del sector por el aumento de las
actividades subcontratadas y tercerizadas. La agricultura, la gana-
dería y la extracción de minerales, a su vez, perdieron presencia de
este tipo de financiamiento. Por su parte, la industria mostró varia-
ciones, pero la tendencia fue la reducción de la entrada de inversión
extranjera en dicho sector, sobre todo durante el gobierno de Jair
Bolsonaro, cuando la producción industrial brasileña disminuyó
sustancialmente,6 impactando negativamente el crecimiento econó-
mico y la creación de empleo, y aumentado la dependencia comer-
cial de productos industrializados importados.
Entre los efectos económicos que generan las inversiones extran-
jeras en las economías dependientes, es precisamente la remesa de
utilidades, dividendos e intereses uno de los factores que más re-
salta las contradicciones existentes en el proceso. Dedicaremos un

6
Rede Brasil Atual (2022).

542
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

análisis detallado del impacto de esta contraparte en la economía


brasileña en el próximo ítem.

Transferencia de valor en forma de remesa de utilidades,


dividendos e intereses de inversiones extranjeras directas

Los registros realizados por el Banco Central de Brasil ilustrados en la


Tabla 3 indican que la remesa de utilidades, dividendos e intereses pro-
venientes de inversiones extranjeras directas, se redujo durante el go-
bierno de Dilma Rousseff y Michel Temer, mientras que vuelve a crecer
bajo el gobierno de Jair Bolsonaro. Este movimiento está condicionado
por las estrategias creadas por el capital internacional, además de las
condiciones internas creadas por la política económica nacional.

Tabla 3. Composición de la remesa de rentas de inversiones


extranjeras directas. 2011-2021. Millones de dólares
Ingresos de inversiones extranjeras directas
Año
Utilidades y dividendos Interés en operaciones
reenviados empresa intercompañías
2011 27.209 4.024
2012 25.996 3.178
2013 24.243 4.371
2014 22.777 4.029
2015 16.447 5.099
2016 19.623 6.394
2017 19.036 12.388
2018 19.969 9.441
2019 23.115 10.183
2020 21.984 11.922
2021 29.108 11.292
Fuente: Banco Central do Brasil, balanza de pagos. Elaboración propia.

543
Camilla dos Santos Nogueira

En 2019, la remesa de utilidades y dividendos de las inversiones ex-


tranjeras directas alcanzó el nivel más alto del período, alcanzando
los 29 millones de dólares. En 2020, en plena pandemia del nuevo
coronavirus del COVID-19, el monto de utilidades y dividendos remi-
tidos fue de 21,9 millones de dólares, monto más alto que lo registra-
do en los años de 2017 y 2018, durante el gobierno de Michel Temer.
El Gráfico 5 muestra el volumen de inversiones extranjeras direc-
tas y las remesas de utilidades y dividendos de las inversiones extran-
jeras directas en el período de 2011 a 2021. De estos datos se puede
inferir que, en general, existe una tendencia hacia una relación entre
el incremento en el stock de inversiones extranjeras directas y el au-
mento en las remesas de utilidades y dividendos relacionados con
este tipo de inversiones.

Gráfico 5. Acervo de inversión extranjera directa y remesas


de utilidades y dividendos relacionados con la IED. 2011-2021.
Millones de dólares

Fuente: Banco Central do Brasil. Balanza de Pagos y Posición


Internacional de Inversiones. Elaboración propia.

En Brasil, varios hechos impulsaron el aumento de la remesa de


utilidades y dividendos, entre los cuales se destaca la exención del

544
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

impuesto sobre fortuna de personas físicas bajo estas formas de in-


greso. Esta medida fue tomada en 1995 (Brasil, 1995), con la justifica-
ción de que era una forma de evitar que la ganancia ya gravada de la
empresa, dado que paga el impuesto al ingreso empresarial, volviera
a ser gravada cuando se convierte en ingreso personal, con la distri-
bución de dividendos.7
El tipo de cambio también es una variable que incide directamen-
te en el monto de las remesas de utilidades y dividendos, de modo
que cuanto más se aprecia la moneda nacional, mayor es el flujo de
remesas de utilidades y dividendos al exterior. Como las utilidades
y los dividendos se generan en reales, una posible apreciación de la
moneda tendería a aumentar el valor en dólares de las remesas de
estas utilidades. Una eventual devaluación cambiaria puede ser un
desincentivo para enviar remesas.
El Gráfico 6 ilustra el movimiento de las remesas de utilidades y
dividendos de las inversiones extranjeras directas y el tipo de cam-
bio nominal entre el real y el dólar estadounidense. La serie muestra
que, en general, existe una tendencia de relación directa entre la de-
preciación del real frente al dólar y la reducción en la repatriación
de utilidades y dividendos. Desde 2017, el real atraviesa un fuerte
proceso de devaluación. Este proceso, si bien ha reducido el envío de
remesas, ha venido penalizando el mercado interno, debido a la alta
dependencia que tiene el país de insumos importados. De esta forma,
el incremento en los precios de los insumos importados elevó los pre-
cios de los bienes de la canasta básica de consumo de la población y
la inflación.

7
Gobetti (2018) demuestra que Brasil pierde, anualmente, 60 mil millones de reales
en ingresos, al eximir del cobro del impuesto a la renta a personas físicas, utilidades
y dividendos.

545
Camilla dos Santos Nogueira

Gráfico 6. Remesas de utilidades y dividendos relacionados con la


IED (millones de dólares) y tipo de cambio (real brasileño/dólar
estadounidense). 2011-2021

Fuente: Banco Central do Brasil, balanza de Pagos e IPEA. Elaboración propia.

Finalmente, en cuanto al efecto de la actividad económica sobre


las remesas de utilidades y dividendos, el Gráfico 7 muestra que, en
general, existe una tendencia hacia una relación directa entre las
remesas y el crecimiento del PIB. Durante el período 2011 a 2021, el
crecimiento económico y el dinamismo de las actividades reflejado
en la tasa del PIB estuvieron acompañados de un aumento de las re-
mesas de utilidades y dividendos al exterior.

546
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Gráfico 7. PIB y remesas de utilidades y dividendos relacionados con


la IED. 2011-2021. Millones de dólares

Fuente: Banco Central do Brasil – balanza de Pagos y UNCTAD. Elaboración propia .

Desde el punto de vista de las determinaciones económicas inter-


nas, la entrada de inversión extranjera directa tuvo dos efectos. Por
un lado, no diversificó el parque productivo del país. Por otro lado,
fortaleció la canasta exportadora de productos básicos, favorecida
por la devaluación del cambio, intensificando la primarización de la
economía brasileña, y la dependencia comercial de productos indus-
trializados importados.
Finalmente, cabe señalar que la remesa de rentas en forma de
utilidades, dividendos e intereses también tuvo que ser compensada
con la atracción de otras formas de inversión. Entre estas, se desta-
ca las inversiones en cartera, las cuales son atraídas por ofrecer una
alta rentabilidad a través de altas tasas de interés.
En la siguiente sección se analizará la evolución reciente de las
inversiones extranjeras de cartera. Habrá una presentación del cre-
cimiento de los instrumentos financieros, como acciones, debentu-
res y otros títulos de deuda pública y privada, emitidos tanto en el
mercado local como en el exterior.

547
Camilla dos Santos Nogueira

Inversiones extranjeras en cartera en la economía brasileña


de 2011 a 2022

La entrada de capital extranjero para la adquisición de activos de car-


tera, la denominada inversión extranjera en cartera (IEC), sigue una
lógica diferente a la inversión extranjera directa. A modo de ejem-
plo, los factores económicos e institucionales más básicos, como el
crecimiento de los mercados, la estabilidad y funcionalidad de las
instituciones, también juegan un papel importante en la atracción
de capital financiero internacional.
El movimiento de las inversiones extranjeras en cartera no se da de
manera lineal y homogénea. El Gráfico 8 demuestra la expresiva vola-
tilidad del flujo de inversiones extranjeras de cartera, con respecto a la
entrada y salida de ese tipo de capital en la economía brasileña.

Gráfico 8. Flujos de inversión extranjera en cartera, entradas


y salidas. 2011-2021

Fuente: Banco Central de Brasil. Elaboración propia.

En el caso brasileño, la volatilidad de los flujos de inversiones ex-


tranjeras en cartera es parte de la condición de una economía de-
pendiente, sujeta a cambios repentinos en las estrategias del capital
financiero internacional. En ese sentido, el flujo de inversiones ex-
tranjeras en cartera en Brasil es altamente especulativo, y la fuga de
548
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

capitales de este tipo es frecuente; generando inestabilidad económi-


ca y pérdida de riqueza en el país.

Gráfico 9. Composición de la inversión en cartera (stock).


2011-2021. Millones de dólares

Fuente: Banco Central de Brasil, posición de inversión internacional.


Elaboración propia.

Analizando la composición de las inversiones en cartera que ingresa-


ron a Brasil de 2011 a 2022, delineada en el Gráfico 9, se observa que
el volumen de negociación de activos de renta fija8 variable en rea-
les se mantuvo alto durante los años del gobierno de Dilma Roussef
(2011-2016); sin embargo, inició una curva descendente luego de los
gobiernos de Michel Temer y Jair Bolsonaro (2016-2021). Estos activos
están compuestos por títulos de deuda pública9 denominados en rea-

8
“Los valores de renta fija son instrumentos de deuda que requieren el pago de inte-
reses y/o principal en algún momento futuro. Los instrumentos de deuda que sensibi-
lizan esta cuenta son aquellos que pueden negociarse en mercados secundarios. Los
valores con un vencimiento original menor a un año se consideran de corto plazo,
y aquellos con un vencimiento original mayor a este período se consideran de largo
plazo” (Portal de Dados Abertos do Banco Central do Brasil [2022]; traducción nuestra).
9
La participación de inversores no residentes en el stock de Dívida Pública Mobiliária
Federal interna (DPMFi) brasileña es considerablemente importante y ha sido incen-
tivada desde 2006. Uno de los factores que favoreció el crecimiento de este tipo de
inversión fue la exención del impuesto a la renta personal en Brasil en este tipo de

549
Camilla dos Santos Nogueira

les, lo que revela reducción de esta forma de endeudamiento adopta-


da por el Estado brasileño.
De acuerdo con la finalidad del flujo de inversiones extranjeras
en cartera registrado en la Tabla 4, hasta 2015 los títulos de renta fija
negociados en el mercado interno han sido los principales responsa-
bles por el crecimiento del stock de inversiones en cartera en Brasil. A
partir de 2016, el flujo de valores de renta fija negociados en el merca-
do interno pasa a ser negativo, recuperándose recién en 2021 cuando
alcanzó 18.490 millones de dólares. Este expresivo decrecimiento es-
tuvo motivado por la reducción de la tasa de interés Selic, que desfa-
voreció la entrada de capitales extranjeros. Es importante destacar
el registro negativo de las inversiones en acciones, a partir de 2018.

Tabla 4. Flujo de inversión extranjera en cartera final (pasivos).


2011-2021. Millones de dólares
Inversiones Inversiones Títulos de deuda Títulos de deuda
Año en acciones en fondos de negociados negociados
inversión en el mercado interno en el mercado exterior
2011 7.189 -15 5.250 11.968
2012 5.604 -2 11.373 6.253
2013 11.136 -9 30.962 -825
2014 10.656 837 27.068 5.677
2015 6.547 3.240 16.718 -12.234
2016 6.795 4.245 -26.664 -5.008
2017 2.963 2.711 -5.066 -5.960
2018 -2.213 -850 -4.344 1.004
2019 -4.719 2.909 -3.960 -4.451
2020 -4.618 -588 41 3.284
2021 5.246 -176 18.490 -2.701
Fuente: Banco Central de Brasil – balanza de pagos – cuenta financiera.
Elaboración propia.

transacciones (Marques y Nakatani, 2006). Desde entonces, su participación ha ten-


dido a mantener una trayectoria creciente. Según datos del Tesoro Nacional (2015),
en 2014, el 20 % de la DPMFi brasileña estaba en manos de inversores no residentes.
En los años siguientes, la participación de este grupo de inversionistas disminuyó,
cuando se registró 18,8 % en 2015, 14,3 % en 2016 y 12,1 % en 2017. Sin embargo, a pe-
sar de estas retracciones, la participación de inversionistas no residentes se mantuvo
expresiva, demostrando el peso de este tipo de inversión en la economía brasileña

550
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Entre las formas de inversión extranjera especulativa y de corto pla-


zo, se encuentran los derivados y debentures, que expresan el desa-
rrollo del mercado financiero, en lo que se refiere a nuevos tipos de
activos y mayor diversificación en la composición de los portafolios
de inversión.
Los derivativos, también conocidos como operaciones de hedge,
son instrumentos de garantía de capital monetario que surgieron
como una posibilidad para asegurar la estabilidad en las transac-
ciones del mercado financiero. Gran parte de esta expansión se de-
riva de la búsqueda de protección frente a la volatilidad del tipo
de cambio, aunque este tipo de inversión también tiene en ocasio-
nes un componente especulativo. El movimiento de derivativos
es bajo (Tabla 5) al comparar inversiones en acciones y bonos de
duda; sin embargo, es el que menos cambios sufre durante las crisis
económicas.
En la serie registrada en el Tabla 5, se observa que la reducción
del stock de títulos de deuda estuvo acompañada de un aumento
del stock de derivados. De 2011 a 2021, el aumento de derivados fi-
nancieros fue de 111 %, con un punto destacado en 2019, cuando se
registraron 7.794 millones de dólares. Este crecimiento estuvo aso-
ciado a la diversificación del uso de este instrumento en apuestas
sobre precios futuros de divisas e intereses, lo que en Brasil repre-
sentó un aumento de la participación del real en el mercado inter-
nacional de derivativos.

551
Camilla dos Santos Nogueira

Tabla 5. Tipos de activos de inversión en cartera (stock).


2011-2021. Millones de dólares
Inversiones Títulos de Derivativos financieros Otras
Año Acciones
en cartera deuda (excepto reservas) inversiones
2011 115.203 60.000 55.203 2.856 246.185
2012 97.144 56.923 40.221 2.604 272.026
2013 95.793 59.455 36.338 2.657 281.291
2014 121.152 69.886 51.266 2.414 307.272
2015 129.616 90.559 39.057 2.481 361.429
2016 123.121 88.799 34.322 3.202 362.207
2017 143.330 105.723 37.607 3.407 330.709
2018 169.166 125.755 43.410 6.913 306.604
2019 181.801 131.719 50.082 7.794 296.252
2020 179.993 145.134 34.859 5.270 284.999
2021 203.820 166.399 37.421 6.038 324.731
Fuente: Banco Central de Brasil, posición de inversión internacional.
Elaboración propia.

A partir del registro de la Tabla 5, es posible observar el crecimiento


de los debentures que corresponden a títulos de deuda emitidos por
empresas. Es una forma de financiar empresas sin recurrir a prés-
tamos bancarios, realizada a través de operaciones en el mercado
secundario.
A lo largo del proceso de globalización financiera, se ha intensi-
ficado la entrada de inversiones extranjeras en cartera en Brasil, a
través de la diversificación de modalidades de inversión de este tipo.
Entre los efectos económicos que generan las inversiones de cartera,
el aumento del endeudamiento y el pago de intereses son los más no-
torios e imponen diversas limitaciones al desarrollo económico del
país, y la dependencia. En el siguiente ítem, se describirán las formas
de envío de rentas a las inversiones en cartera y los impactos para la
economía brasileña de ese flujo de capitales.

552
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Transferencia de valor en forma de remesa de utilidades,


dividendos e intereses de inversiones extranjeras en cartera

Los datos de la Tabla 6 representan los registros de ingresos de in-


versiones en cartera enviados al exterior en forma de utilidades, di-
videndos e intereses. La remesa de ganancias y dividendos alcanzó
10.794 millones de dólares en 2011, primer año del gobierno de Dilma
Roussef, y empieza a decrecer a partir de 2012. En 2016 se registró
el menor volumen de ganancias y dividendos de inversiones en car-
teras, enviadas al exterior, monto de 2.777 millones de dólares. La
recuperación aparece en 2021.
Los intereses pagados por valores negociados en el mercado exte-
rior y en el mercado doméstico tuvieron una trayectoria decreciente
en el período 2011-2021, con inicio del decrecimiento a partir del go-
bierno de Michel Temer, extendiendo durante los años de gobierno
de Jair Bolsonaro.

Tabla 6. Composición de los ingresos de inversiones


extranjeras en cartera. 2011-2021. Millones de dólares
Intereses sobre valores Intereses sobre valores
Utilidades y
Año negociados en el mercado negociados en el mercado
dividendos extranjero nacional
2011 -10.794 -7.135 -5.951
2012 -6.936 -7.309 -5.649
2013 -6.800 -7.310 -6.109
2014 -6.688 -6.747 -7.631
2015 -4.128 -7.073 -7.423
2016 -2.777 -5.326 -5.962
2017 -4.047 -5.029 -6.230
2018 -5.028 -5.234 -5.839
2019 -3.983 -5.228 -5.675
2020 -2.471 -3.929 -4.421
2021 -9.889 -5.056 -3.797
Fuente: Banco Central de Brasil, balanza de Pagos. Elaboración propia.

553
Camilla dos Santos Nogueira

La diferencia entre la tasa de interés base Selic y las tasas de inte-


rés del mercado internacional, como la tasa Prime, ilustrada en el
Gráfico 10, demuestra que la remuneración que ofrecen los títulos
emitidos por Brasil fijados en la tasa Selic es superior a la de esos
títulos fijados a otras tasas del mercado internacional.
La tasa Selic ha variado significativamente desde 1997, influyen-
do en la variación del flujo de interés de los títulos de tasa fija. A fines
de la década de 1990, la tasa Selic se fijó en torno al 25 %. A partir del
año 2000, la tasa Selic comenzó a descender. Durante los años del
gobierno de Dilma Roussef, la tasa Selic se fijó en dos dígitos, con
máxima de 14,25 % en 2015.10 Pero será a partir del gobierno de Mi-
chel Temer que la tasa se consolida debajo de 10 %, y registra en el
gobierno Bolsonaro el menor porcentual en veinte años, cuando en
2019 es fijada en 4,5 % y en 2020, en 2 %.

Gráfico 10. Brasil y Estados Unidos. Tasa de interés relacionada


con la política monetaria. 2011-2021.

Fuente: FMI. Elaboración propia.

10
En junio de 2013, el gobierno de Dilma Roussef volvió a reducir a cero la tasa del
impuesto a las operaciones financieras (IOF) que gravaba la entrada de capital ex-
tranjero al país, haciendo así más atractivos los activos nacionales en el mercado
internacional.

554
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Si bien estas variaciones han demostrado un esfuerzo por revertir


las altas tasas de interés de la década de 1990, la tasa se ha mantenido
entre las más altas del mundo durante los últimos veinte años, y visi-
blemente la más alta en comparación con la tasa y Prime de Estados
Unidos.
Para Paulani (2013), en el caso de la economía brasileña, la diná-
mica de las inversiones extranjera en cartera se configura de forma
mucho más eficiente que el deterioro de los términos de intercambio
como mecanismo de extracción de plusvalía, y, por tanto, intensifica
las relaciones de dependencia.
El aumento de la dependencia se expresa inicialmente en el
crecimiento del endeudamiento de la economía brasileña, ya que
la entrada de inversiones extranjeras en cartera en Brasil impacta
directamente en el monto de los pasivos externos. Por otro lado, la
volatilidad de las inversiones en cartera expone a Brasil a las inesta-
bilidades de los movimientos de capitales en el mercado financiero
mundial. Finalmente, el incremento en el pago de utilidades, divi-
dendos e intereses a las inversiones en cartera intensifica la transfe-
rencia de plusvalía al exterior.

Producción de bienes e ingresos y transferencia de plusvalía

En las secciones anteriores, se presentó cómo se transfiere la plus-


valía al exterior, a partir de inversiones extranjeras, y cuáles son las
condiciones de la economía brasileña que determinan el volumen de
remesa de esos recursos. Esta sección abordará la relación entre las
remesas al exterior y la producción real de la economía.
El estudio debe partir de indicadores que permitan un análisis
profundo y completo de la relación cuantitativa entre la riqueza
producida en la economía y las remesas al exterior en forma de uti-
lidades, dividendos e intereses. La proporción entre la riqueza pro-
ducida nacionalmente y las remesas será la forma de cuantificar la
magnitud de la transferencia de plusvalía al exterior –un esfuerzo
555
Camilla dos Santos Nogueira

por formular una aproximación empírica de la plusvalía producida


nacionalmente y apropiada fuera del país.
Entre los ingresos generados, el PIB, agregado económico que re-
gistra la suma de toda la riqueza producida, puede relacionarse con
las rentas enviadas. Con este indicador, se puede ver en el Gráfico 11
que, en 2018, 2019 y 2021, más del 3 % del PIB brasileño ha sido envia-
do al exterior en forma de rentas de inversiones extranjeras.

Gráfico 11. Porcentaje del PIB enviado al exterior en forma de renta


de la inversión. 2011-2021

Fuente: Banco Central de Brasil y UNCTAD. Elaboración propia.


Nota: Rentas de Inversiones remitidas: valores registrados en la cuenta Balanza de
Pagos – Renta Primaria – Rentas de Inversiones – Gastos (Bacen, serie temporal).

En general, la serie ilustra cuánto de la producción nacional se


envió al exterior y, por lo tanto, cuánto del esfuerzo económico
en la producción de bienes y generación de ingresos se vio afec-
tado por los compromisos financieros asumidos con capitales
internacionales.
En una economía dependiente, el peso económico de la produc-
ción para la exportación es significativo, por lo que es relevante ana-
lizar la proporción entre el ingreso de deudas por comercio exterior
y la remesa de ingresos. Este indicador expresa cuánto de la riqueza

556
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

derivada de la producción de bienes para la exportación se devuelve


al exterior. Es el esfuerzo por producir bienes, venderlos en el merca-
do internacional, recibir las divisas y enviarlas al exterior como pago
de utilidades, intereses y dividendos. Por lo tanto, enviar la riqueza
producida internamente, sin contrapartida.
El peso económico de las exportaciones también debe ser pro-
blematizado en función del tipo de mercancía producida. En las
economías dependientes, cuyas exportaciones se componen mayori-
tariamente de productos básicos, la producción de plusvalía está ba-
sada en la superexplotación de la fuerza de trabajo y el uso intensivo
y abusivo de la tierra.
La carga de esta matriz productiva se agrava a medida que au-
mentan los compromisos con el capital internacional y los pasivos
externos, requiriendo una creciente acumulación de reservas inter-
nacionales, a través de las divisas captadas en el comercio exterior.
Existe, por lo tanto, un círculo vicioso, en el que el aumento de las
remesas de utilidades, intereses y dividendos va acompañado de
un superávit en la balanza comercial, intensificando la produc-
ción primaria exportable, dada la pequeña participación de los
productos intensivos en tecnología en la pauta de exportaciones
(Sampaio, 2015).
En la serie analizada en el Gráfico 12, se observa que las rentas
de inversión remitidas rondaron el 20 % del valor de las exporta-
ciones de mercancías. En 2011 y 2012, este porcentaje alcanzó el
28 % y 27 %, descendiendo al año siguiente, pero volviendo a recu-
perarse en 2014.

557
Camilla dos Santos Nogueira

Gráfico 12. Porcentaje de las exportaciones de bienes enviados al


exterior en forma de ingresos de inversiones remitidos. 2011-2021.
Millones de dólares

Fuente: Banco Central de Brasil, balanza de Pagos. Elaboración propia.


Nota: Rentas de Inversiones remitidas: valores registrados en la cuenta Balanza de
Pagos – Renta Primaria – Rentas de Inversiones – Gastos (Bacen, serie temporal).

Al observar los datos desagregados de ingresos por inversiones ex-


tranjeras, presentados en los Gráficos 13 A y B, entre 2011 y 2014, al-
rededor de 10 % de las exportaciones fueron enviadas al exterior en
forma de utilidades y dividendos. A partir de 2015 este porcentaje se
reduce, y se mantiene en un promedio de 8 % (Gráfico 13 A). De las
exportaciones que se destinaron al pago de intereses de valores ne-
gociados en el mercado exterior, de 2011 a 2015, el registro ha estado
en 3 %; y de 2017 a 2021, en 2 % (Gráfico 13 B).

558
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

Gráfico 13. Porcentaje de exportaciones de bienes enviados al exterior


en forma de ingresos de inversiones remitidos (desglose). 2011-2021.
Millones de dólares

Fuente: Banco Central de Brasil, balanza de Pagos. Elaboración propia.

A través de los indicadores construidos, es posible inferir que una


parte importante de la riqueza producida en la economía brasileña
es enviada al exterior en forma de utilidades, intereses y dividendos.
Por lo tanto, transferencia de plusvalía producida en Brasil y apro-
piada en el exterior.

Consideraciones finales

Aunque sea una importante fuente de captación de divisas, fa-


voreciendo el equilibrio de la balanza de pagos, el histórico de la
participación de la inversión extranjera en la economía brasileña de-
muestra que no tiene tanta capacidad para influir en el crecimiento
económico del país. Esto se da, entre otros factores, debido a la alta
concentración de inversiones en sectores específicos, sin mayores
incentivos que conduzcan a derrame a otros segmentos de la econo-
mía, y por la alta remesa de rentas al exterior.
Cuando analizamos la inserción brasileña en la dinámica del
mercado mundial, se puede inferir que la remesa de utilidades, di-
videndos e intereses es una de las expresiones del aumento en la

559
Camilla dos Santos Nogueira

transferencia de plusvalía. La remesa de rentas al exterior, por lo


tanto, intensifica la dependencia económica de Brasil. La depen-
dencia aumenta el envío de riqueza producida en el país, la cual es
repatriada al exterior sin contrapartida, promoviendo la desacumu-
lación de la economía brasileña. De esta forma, el país se torna más
vulnerable al dinamismo económico del mercado mundial, que en
ocasiones resulta en crisis; así como a las estrategias trazadas por el
capital extranjero y sus decisiones de inversión.
Sin embargo, la desacumulación económica promovida por la
transferencia de plusvalía en ocasiones no se resolverá en el seno
del mercado internacional de capitales, a través de la atracción de
recursos. La tendencia es que el capital en economías dependientes
recupere el envío de valores al exterior en la producción de bienes, a
través de la extracción de plusvalía. Así, en Brasil, serán las condicio-
nes de explotación de la fuerza de trabajo las que revelen la forma en
que se recupere la plusvalía transferida.

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560
Dependencia de la economía brasileña contemporánea

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Camilla dos Santos Nogueira

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org/system/files/official-document/tdstat46_FS09_en.pdf

562
Sobre los autores y autoras

Mattheus Alves es bachiller en Ciencias Económicas por la


Universidad Federal Fluminense. Actualmente es analista de datos
en la Fundación Getulio Vargas (FGV), Río de Janeiro.

Ricardo Antunes es profesor titular de Sociología del Trabajo en


el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad
Estadual de Campinas (UNICAMP, Brasil). Entre otros, es autor de
Capitalismo Pandémico (Boitempo Editorial, publicado en Italia y
Austria) y Privilegio da Servidão (Boitempo Editoral, publicado tam-
bién en Italia y España).

Juan Cristóbal Cárdenas Castro es economista y doctor en Estudios


Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Actualmente se desempeña como profesor e investigador
Fondecyt en la Escuela de Sociología de la Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Valparaíso. Entre sus publicaciones re-
cientes destaca el libro, coordinado con Rafael Seabra, titulado El
giro dependentista. Los orígenes de la teoría marxista de la dependencia
(Ariadna Ediciones, 2022).

563
Sobre los autores y autoras

Mateo Crossa es profesor-investigador en el Instituto Mora, México.


Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, México, y en
Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas
(UAZ). Es autor de los libros Honduras: maquilando subdesarrollo en
la mundialización (Guaymuras, Honduras, 2016) y Encadenamientos
desiguales. Formación asimétrica del complejo industrial automotriz
México-Estado Unidos (Instituto Mora-UACJ, 2023).

Camilla dos Santos Nogueira es investigadora posdoctoral por el


programa de posgrado en Políticas Sociales-UFES. Licenciada en
Ciencias Económicas por la Universidad Federal de Espíritu Santo,
maestra en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional
de San Martín, Argentina, y doctora en Política Social por la
Universidad Federal de Espíritu Santo. Es autora del libro Economía
brasileira contemporánea: dependência e superexploração (Editora Lutas
anticapital, 2021).

Patrick Galba de Paula es doctor en Ciencias Económicas por la


Universidad Federal Fluminense (Río de Janeiro, Brasil).

Andy Higginbottom es doctor en Criminología. Fue profesor asocia-


do de la Universidad de Kingston, Londres, impartiendo cursos sobre
Economía Política Internacional, Esclavitud y Emancipación. Entre
sus obras en español destacan El debate en el mundo angloparlante so-
bre el imperialismo (2019) y Superexplotación laboral, liberación negra y
pensamiento comunista (2022).

Amanda Latimer es profesora titular de Política y Sociología en


la Universidad de Kingston, Reino Unido. Es coeditora, junto a
Jaime Osorio y traductora de Ruy Mauro Marini. The Dialectics
of Dependency (Monthly Review, Nueva York, 2022) y autora de
“Difference, Exploitation and Emancipation of the Global Working
Class: Ruy Mauro Marini, Walter Rodney and Andaiye in Dialogue”,

564
Sobre los autores y autoras

en Decolonizing Then and Now, de Radha D’Souza y Sunera Thobani,


editores (de próxima publicación).

Leonardo Leite es profesor en el Departamento de Economía de la


Universidad Federal Fluminense e integra el Núcleo Interdisciplinar
de Estudios e Investigaciones sobre Marx y el marxismo (NIEP-Marx),
donde desarrolla investigaciones sobre economía política, teoría del
valor, imperialismo, dependencia y economía brasileña. Es autor de
“A dialética do imperialismo: contribucao para uma interpretacao
marxista”, en Revista Crítica Marxista, São Paulo.

Mathias Seibel Luce tiene un doctorado en Historia por la


Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS). Actualmente es
profesor de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Federal
de Río de Janeiro (UFRJ). Es autor del libro Teoria Marxista de la
Dependência: problemas e categorias. Uma visão histórica (Expressão
Popular, 2018) y co-organizador de Padrão de reprodução do capital:
contribuiçoes da teoria marxista da dependência, con Carla Ferreira y
Jaime Osorio (Boitempo Editorial, 2012).

Carlos Eduardo Martins es profesor asociado del Instituto de


Relaciones Internacionales y Defensa (IRID) y del Programa de
Posgraduación en Economía Política Internacional (PEPI) de la
Universidad Federal de Río de Janeiro. Investigador de CLACSO y
coordinador del Laboratório de Estudos sobre Hegemonia y Contra-
hegemonia (LEHC/UFRJ) y editor de la revista Reoriente: estudos sobre
marxismo, dependência y sistemas-mundiales.

Jaime Osorio es profesor/investigador del Departamento de


Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM), unidad Xochimilco. Es profesor distinguido por la UAM e in-
vestigador emérito por el CONACYT. Entre sus libros destacan Crítica
de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia (Porrúa-
UAZ, 2004); El Estado en el centro de la mundialización (FCE, 2004),

565
Sobre los autores y autoras

también en portugués; Estado, biopoder, exclusión. Análisis desde la ló-


gica del capital (Anthropos, 2012).

Adrián Sotelo Valencia es investigador del Centro de Estudios


Latinoamericanos (CELA) de la UNAM, y profesor del Posgrado en
Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Entre sus libros se en-
cuentran Crisis capitalista y desmedida del valor. Un enfoque desde los
Grundrisse (Ítaca, Facultad de Ciencias Política de la UNAM, 2010) y
Los rumbos del trabajo. Superexplotación y precariedad social en el siglo
XXI (Miguel Ángel Porrúa/UNAM, 2012).

566

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