Cherry Falls Series - 52 - 1228 Wanderlust Lane - Mandi Beck

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Sotelo, gracias K.

Cross
1228 WANDERLUST LN.

A CHERRY FALLS STORY

Sotelo, gracias K. Cross


MANDI BECK

Sotelo, gracias K. Cross


Está buscando una aventura. Por suerte para ella, ¡esa es su
especialidad!

Jett Wild ha sentido algo por Evelyn “Lynnie” Branch desde el


instituto. Se dio por vencido el día que ella lo rechazó para el baile de
graduación... hasta ahora. Está preparado para sentar cabeza, y la
única mujer con la que se ve haciéndolo es Lynnie. Aunque ella no lo
tome en serio por un malentendido de hace una década.
Lynnie quiere una vida de viajes y aventuras, de todas las cosas que
lee con las damas... y los hombres... en su club de lectura romántica
de Cherry Falls. Nunca pensó en tener a alguien con quien hacerlo
todo, y menos con un hombre como Jett Wild. Pero ahora es lo único
en lo que puede pensar, y todo es culpa de él. Últimamente, a donde
quiera que vaya, ahí está él. Se ha unido al club de lectura. Su club
de lectura. Pasa el rato en Books by the Bay y la hace participar en
conversaciones sobre repostería, cacao caliente y villancicos. Jett es
ridículamente guapo y encantador. Casi lo suficiente como para
hacerla olvidar por qué lo rechazó hace tantos años.
Depende de Jett demostrar a Lynnie que puede tener raíces y alas, y
que debe tener ambas cosas con él. Necesitará un milagro navideño y
quizás algo de muérdago para que ella se arriesgue con él. Es la época
del año y hay magia en el aire... eso espera él.
El hermano menor de The Wild Brother's Outdoor Adventures está a
punto de enseñarle a la guapa dueña de la librería todo lo que sabe
sobre el romance, del que solo han leído.

Cherry Falls está llena de personajes que regresan y de destinos


emblemáticos que empezarán a sentirse como en familia. Cuando dejas
la ciudad y entras en Cherry Falls, es como si finalmente hubieras
vuelto a casa.
¿Y la guinda del pastel? Cada libro ofrece un romance digno de
desmayo.

Bienvenidos a Cherry Falls. Esperamos que te quedes un tiempo.

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Capítulo 1
JETT

Tira del corpiño de encaje de su vestido, haciendo que sus pechos se salgan del
material brillante de su disfraz de elfa. El aire frío frunce sus pezones de color
frambuesa, la carne de los guijarros suplicando que los toque. Su boca. Noel desliza el
bastón de caramelo entre sus labios, observando y esperando a que él haga el siguiente
movimiento.

— ¿Me vas a poner en tu lista de los malos, Santa? — dijo ella.

—Eso depende. ¿Has sido traviesa...?— Observo su cara mientras trazo el


oleaje de sus pechos con un dedo enguantado. — ¿O te has portado bien, Noel?

—Creo que he sido buena y... traviesa. — Las palabras se escapan de sus labios
sin aliento, el aroma de la menta persiste en el aire entre nosotros y me hace
preguntarme cómo se sentiría esa boca llena de menta envuelta en la cabeza de mi po...
— ¡Jett! No sabía que estabas aquí.
Con el corazón palpitando, cierro el libro y lo coloco sobre mi
regazo. Con suerte, cubriendo el bulto que Noel, la elfa traviesa, había
inspirado antes de encontrarse con los ojos de Lynnie.
—Hola, Lynnie. Sí, solo estoy mirando las novedades. — Me
aclaro la garganta y señalo la pila de libros que había recogido
mientras esperaba que entrara. En parte es cierto. Books by the Bay,
la librería de la que era propietaria, tenía la mejor selección de novelas
románticas. Mi lectura preferida. También tenía a Lynnie Branch. Mi
mujer preferida.
— ¡Hay tantos buenos! — dice emocionada. — ¿Qué estás
leyendo?— Antes de que pueda detenerla o incluso pensar en
avergonzarme, coge el libro de mi regazo. —Ooohh, Santa's Naughty
Helper. Este tiene muy buena pinta. Perfecto para la Navidad. — La
voz de Lynnie es literalmente el sueño húmedo de cualquier hombre.
Es suave y alta pero no chillona. Como un personaje de dibujos

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animados sexy. No es para hacerlo raro ni nada. Bueno, tal vez eso no
es correcto. Pero respira y es ligero y muy, muy sexy. —Quizá podamos
leerlo en nuestro próximo club de lectura. — sugiere, devolviéndome
el libro.
No puedo evitar pensar que este libro en particular podría no ser
la mejor opción. La idea de leer sobre Noel y sus... cascabeles con las
señoras del club de lectura me estremece. Quiero decir que me gustan
la Sra. Caroline y Pearl Cunningham, y me encanta Blake, la novia de
mi hermano, pero estoy dibujando la línea en la lectura de algo tan
caliente con ellas. —No estoy seguro de que este sea el indicado. —
digo en su lugar. —Sin embargo, tal vez tú y yo podamos leerlo juntos.
— La idea de que Lynnie me lea el libro y de que su sensual voz cuente
todos los secretos de Noel -las palabras se deslizan por sus labios
carnosos con las gafas en equilibrio sobre su naricita respingona
mientras pasa las páginas- me hace estremecer por una razón
totalmente distinta. Tragándome un gemido, me pongo en pie y cambio
de tema antes de que pueda aceptar o no. —Oye, ¿ha llegado ese
pedido especial para mi madre?— Había venido a principios de
semana y había pedido un libro de mesa con las montañas de Oregón
como regalo de Navidad.
Se mete el labio inferior entre los dientes, mordisqueando en
pensamiento. —Hmmm, no lo he visto todavía, pero podría haber
llegado mientras yo no estaba. Vamos a ver. — Se gira hacia la parte
delantera de la tienda y no espera a ver si la sigo, lo que agradezco
porque me da un segundo para ajustar mi polla “demasiado dura para
una librería” antes de seguirla.
Cody Adams está detrás del mostrador hablando animadamente
con Lynnie cuando me acerco. La adoración ilumina cada centímetro
de su rostro. Se calla abruptamente cuando dejo mis libros. —Hola,
Cody. — saludo, divertido.
—Jett. — dice, con un tono frío. No estoy del todo seguro, pero
creo que la razón por la que no le gusto es que me ve como la
competencia, lo cual... tiene razón. Bueno, tendría razón si no fuera
un adolescente que no tiene ninguna oportunidad con una mujer
como Lynnie. Por suerte para mí, lo es y por lo tanto no hay nada de
lo que preocuparse. Además, creo que está saliendo con Casey Cook.
Aun así, siento que se me levantan los pelos de punta cuando se queda

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mirándome con desprecio. — ¿No es la tercera vez que vienes esta
semana?— Su tono roza la acusación.
—Sí, claro que sí. Y si no llega mi pedido, volveré por cuarta vez,
quizá incluso por quinta. — Mis labios se deslizan en una sonrisa de
suficiencia mientras sus ojos se entrecierran. Me uní al club de lectura
de Lynnie para estar más cerca de ella. Quiero decir, sí, me encanta
leer, pero ella fue la razón por la que me sometí a las burlas de todos
en la ciudad como único hombre en el club. ¿Y podría haber pedido el
otro día el regalo de Navidad de mi madre? Claro que sí, pero entonces
no habría podido ver a Lynnie revolotear por la tienda tarareando
“Santa Claus is Coming to Town” mientras Heathcliff, su bulldog
francés, la seguía con su festivo jersey de perro. Y de nuevo, ¿podría
haber llamado para ver si el pedido había llegado antes de venir aquí?
Sí. Pero aquí estoy, teniendo un concurso de miradas con un semental
de diecinueve años que casualmente está enamorado de su jefa. A
quien he estado deseando desde el primer año, cuando entró en mi
clase de debate con un vestido cubierto de margaritas y unas gafas
demasiado grandes para su hermosa cara. La conozco desde el
preescolar, pero ese fue el momento en el que la pequeña Lynnie
Branch se transformó en una sexy Lynnie Branch. Desde entonces ha
protagonizado todos mis sueños sucios. Incluso después de que
disparé mi tiro y la invité al baile de graduación. Me rechazó, y para
salvar la cara, volví a correr por las montañas con mis hermanos y a
perseguir a más chicas de las que tenía tiempo entonces. Pero ahora
que he crecido mucho, me doy cuenta de que quizá me rendí
demasiado pronto. Además, ver a mi hermano sentar cabeza me hace
sentir de cierta manera. Así que muy mal por Cody, pero yo estaba
aquí primero, y no voy a ir a ninguna parte esta vez. — ¿No tienes
novia?— Mi sonrisa de suficiencia se convierte en una mirada de
profunda y falsa concentración, que es respondida con una mirada.
—Sí tengo. Eso no significa que quiera que mi amiga sea acosada
por un aspirante a Paul Bunyan. — me dice el normalmente amable y
servicial miembro de la comunidad. No es agradable ni útil en lo más
mínimo.
Vuelve del armario que había estado revisando. —Bueno,
dispara. No parece que esté aquí todavía. ¿Quieres que lo rastree?—
Se acomoda el pelo hasta la barbilla detrás de su cabello y empuja sus

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gafas para que se asienten más firmemente en su nariz mientras se
vuelve hacia el ordenador.
—No, está bien. Puedo volver mañana. — le aseguro para
disgusto de Cody. —De todas formas, tengo que ir a ver a Dane por
unas clases.
Lynnie ladea la cabeza. — ¿Estás tomando clases en el gimnasio?
Me imaginé que te mantenías tan en forma por, bueno, porque eres
uno de los Wild Brothers’ Outdoor Adventure company. — Se ríe un
poco cohibida.
Haciendo todo lo posible por no acicalarme como un puto pavo
real ante su mención de que estoy en forma, me apoyo en el mostrador,
ignorando a Cody, que también está muy en forma. —Mi trabajo me
mantiene en buena forma, aunque las clases no son para mí.
Estábamos pensando en ofrecer algo de yoga al amanecer o algo así a
nuestros campistas como parte de un paquete.
Cody suelta una carcajada. — Eso suena tan tonto.
—No, he leído sobre esto. Es tremendamente popular. — dice
Lynnie entusiasmada. —Especialmente en lugares como Bali y, por
supuesto, en la India, donde se originó. — Continúa, poniendo una
mano en mi antebrazo. —Creo que sería muy bonito, sobre todo si
pudiera dar las clases junto al agua. — Me hormiguea la piel bajo su
suave tacto. Ni siquiera estoy seguro de que se haya dado cuenta de
que lo ha hecho. Me he dado cuenta de que le gusta tocar. No solo a
mí, sino que cuando habla con la gente, les pone la mano en el brazo
o en el hombro. Parece que es una forma de conectar con ellos. Como
si intentara que sus palabras se impregnaran en su piel, o tal vez
incluso para hacerles saber que está presente y centrada en ellos. En
cualquier caso, espero con ansia cada uno de estos toques.
—Creo que a la gente le gustará mucho. Nos lo han pedido, y
Blake ha visto que se ofrece en algunos de los centros turísticos más
elegantes del mundo. Solo trae un poco más de sofisticación a Cherry
Falls. — digo bromeando.
—Oh, Blake lo sabría. — Las palabras de Lynnie están
impregnadas de admiración. —Es tan viajera. Es una chica con suerte.
No puedo creer que lo deje todo para quedarse aquí en Cherry Falls.
— Un bonito rubor cubre sus mejillas. — ¡No es que tu hermano no

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valga la pena! — dice apresuradamente. —Solo que ha llevado una
vida tan emocionante y aquí no hay mucha emoción. — Sus palabras
salen rápido mientras trata de suavizar su metedura de pata.
Riéndome de su cara que se enrojece rápidamente, extiendo la
mano y la acaricio. —No te preocupes, no le diré a Wes que crees que
está tirando su excitante vida por la borda para estar con él en la
aburrida Cherry Falls. — Ignorando los ojos en blanco de Cody
mientras se aleja de nosotros, le guiño un ojo y le entrego mi tarjeta
de crédito para mis libros. No tengo prisa por irme. Disfruto viéndola
tan nerviosa.
—Oh, Dios mío, no es lo que quería decir. Aunque... — se
detiene, una mirada pensativa cruzando su cara. — ¿Has conocido
alguna vez a dos personas más diferentes? Ella es una vagabunda, y
tu hermano tiene profundas raíces aquí. Ella es de la gran ciudad, y
él de la pequeña. Además, ella es tan amable y extrovertida, y Wes es...
— Su ceño se frunce en concentración, presumiblemente buscando la
palabra correcta.
— ¿Un idiota malhumorado?— Le proporciono ayuda.
— ¿Qué? No. — Sus ojos se abren de par en par detrás de sus
gafas, haciendo que el marrón caramelo de sus iris parezca más claro.
—Iba a decir reservado y definitivamente no idiota. — me amonesta,
entregándome mi tarjeta y mi bolsa de libros. —Un verdadero ejemplo
de que los opuestos se atraen. — Sus palabras tienen un aire
melancólico.
—Así es. Pero también lo hacen los pájaros del mismo palo. —
Sonrío y le toco la nariz con un dedo antes de irme. —Nos vemos luego,
tórtola. — Salgo tarareando sobre los doce días de Navidad.

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Capítulo 2
LYNNIE

Desde mi lugar en el escaparate de la tienda, puedo ver toda


Sugar Road, la calle principal de Kissme Bay. Estar aquí es como mirar
desde el interior de una bola de nieve. Las luces navideñas
parpadeantes hacen que la nieve que cae brille como pequeños
cristales de azúcar que se esparcen por todo. A la gente que entra y
sale de las tiendas con bolsas llenas de regalos no parece importarle
la nieve ni el frío. —Es la época, ¿verdad?— Le digo a un Heathcliff
dormido.
—Lynnie, ¿cuánto tiempo vas a estar sentada en esa ventana
viendo el mundo pasar?— Loretta pregunta. No puede evitarlo. Si no
está tratando de hacer de casamentera entre todos los solteros
elegibles de Cherry Falls y yo, me está haciendo de madre de alguna
otra manera. Se diría que le he pagado para que sea mi hada madrina
entrometida en lugar de ayudarme a llevar la librería.
—No falta mucho. — llamo, volviendo mi atención a los libros
que estaba agregando a la exhibición “Navidad alrededor del mundo”.
El escaparate estaba preparado para que pareciera la guarida de
Santa, con un árbol de Navidad decorado, renos de peluche y un sillón
con respaldo alado que se ha convertido en mi lugar de lectura favorito
últimamente. Había libros sobre las tradiciones navideñas de todo el
mundo, y los he leído todos. Si no podía viajar de verdad, también
podía dejar que los libros me llevaran a los lugares a los que quería ir.
—Y no estoy viendo el mundo pasar. Solo observo a la gente.
—Mmmm. Deberías estar ahí afuera con ellos. — regaña Loretta
con ligereza. —No atrapada aquí conmigo otra vez.
—No estoy atrapada. Estoy trabajando. Y resulta que me gusta
estar aquí contigo rodeada del olor de los libros y de la música
navideña y de Heathcliff. — Al oír su nombre, levanta la cabeza para
mirarme desde su mullida cama de perro en la esquina del escaparate.
—Además, mañana estaré con ellos cantando villancicos mientras tú

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estás atrapada aquí. — Hago una pausa, sintiéndome culpable. — ¿A
menos que quieras ir? Si lo haces, estaré bien aquí. Tal vez incluso
cierre antes.
—No seas tonta. He hecho suficientes villancicos para toda la
vida. Ve a representar a la tienda y diviértete. — abre una caja de
libros para poner la tapa. — ¿Vas a ir con Haley o con Savannah?
Con cautela, para no derramar mi taza de cacao caliente que se
enfría rápidamente, paso alrededor del reno de peluche. Con cuidado
de no dejar que el dobladillo de encaje de mi falda larga se enganche
en las pezuñas de Prancer. —No. Solo yo. Haley está trabajando, y
Savannah tiene una cosa en el Lodge para los cantantes de villancicos
después. — A juzgar por la mirada en su rostro, no lo aprueba.
—Oh, Lynnie. No puedes ir sola.
—Umm... ¿No puedo? Estoy bastante segura de que habrá un
grupo de nosotros. No es que vaya a cantar en solitario. — Me río de
la idea.
Está a punto de discutir cuando las campanas de la puerta
tintinean anunciando un cliente. La ráfaga de aire frío empaña mis
gafas y me ciega momentáneamente. Me las pongo encima de la cabeza
y me giro para saludar a quien acaba de entrar.
—Hola, señoras. — Jett Wild saluda con la mano mientras se
limpia las botas nevadas en la alfombra junto a la puerta. Incluso
borroso, es ridículamente guapo, con el pelo oscuro, una barba
pulcramente recortada y unos ojos azules que siempre parecían estar
sonriendo. También era increíblemente alto y estaba en forma. Y
amable. Los tres hermanos Wild eran guapos, de buen corazón y
estaban involucrados en la comunidad, pero Jett era... bueno, era todo
eso y más. ¿Y he mencionado que era guapo? Si es que es posible,
parece que se ha puesto más guapo desde que lo vi hace apenas dos
días.
—Hola, Jett. — dice Loretta. — ¿Trajiste la nieve de la montaña
contigo?
—Sí, señora, debo haberlo hecho. — Sonríe a Loretta antes de
volverse hacia mí. — ¿Es eso chocolate caliente? — pregunta,

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señalando mi taza de muñeco de nieve con el agitador de bastones de
caramelo agarrado en mi mano.
—Lo-lo es. — respondo con dificultad. — ¿Quieres uno? He
hecho las bombas yo misma. — Oh, Dios. Muy suave, Lynnie. Me doy
una bofetada mental en la frente.
— ¿Tienes crema batida?— Levanta las cejas en forma de
pregunta.
—Por supuesto, tengo crema batida. ¿Qué clase de monstruo
tiene chocolate caliente sin crema batida?— Eso le hace sonreír.
—Entonces sí, me encantaría uno. — Todo el intercambio es tan
sano. Quiero decir, honestamente, aquí estamos en mi librería en
medio de un pequeño pueblo en Navidad hablando de chocolate
caliente mientras mi perrito regordete ronca en la esquina, y yo miro
al tipo loco y caliente que tengo delante con lo que parece una sonrisa
aturdida. Es como el argumento de la película o el libro navideño más
cursi. Mi tipo favorito.
Por suerte, Loretta está ahí para salvar el día y se aclara la
garganta.
—Ve y hazle a Jett su chocolate caliente. Yo me quedaré aquí
afuera por si viene alguien más. — Me despide. Se gira un poco para
que solo yo pueda verla y vocaliza: respira, antes de volver a dirigirse
a Jett. —Espera a que lo pruebes. Lynnie hace el mejor chocolate. Le
dije que deberíamos venderlos en la tienda.
La voz de Loretta se desvanece mientras me dirijo a la cocina del
fondo de la tienda y me encierro en ella. Con los ojos apretados, me
apoyo en la puerta y trato de recomponerme. No sé qué tiene Jett Wild
que me hace olvidar cualquier sentido común que pueda tener, pero
ha tenido este efecto en mí desde el instituto. Uno pensaría que a estas
alturas sería inmune a él y a su sonrisa, o al menos estaría
acostumbrada a la forma en que me pone patas arriba. Claramente,
no lo soy si mi pulso acelerado es un indicador. Como no quiero perder
el tiempo, me acerco a la encimera y empiezo a calentar la leche y a
poner las cosas en una bandeja. Dos tazas, por si Loretta quiere una
taza, dos bastones de caramelo de menta, un par de bonitas bombas
de cacao caliente y, por supuesto, el bote de crema batida. En el último

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momento, añado un platito de mis galletas de mantequilla de manzana
recién horneadas y, por último, la tetera con la leche caliente.
Con una respiración profunda y fortalecedora, tomo mis
golosinas y me dirijo a la parte delantera de la tienda, donde Loretta y
Jett están charlando sobre la próxima reunión del club de lectura. —
Estoy emocionada por el nuevo libro que vamos a empezar.
—Yo también. Hice trampa y leí un poco esta mañana. — admite
Jett tímidamente.
—Oh, Lynnie, todo eso se ve tan bueno como para comer. ¡Eres
una muñeca!— Loretta se entusiasma.
—No tenías que tomarte tantas molestias. — dice Jett mientras
despeja un lugar en la encimera para la bandeja de servir.
—No ha sido ninguna molestia. — le aseguro.
Con cuidado, coloco la delicada esfera en su taza y vierto
lentamente la leche sobre ella. Él mira dentro de la taza, observando
cómo la bomba se deshace y los trozos de chocolate, los corazoncitos
de caramelo rojo y los malvaviscos flotan en la superficie. —Oh, esto
está muy bien. No me había dado cuenta de que había cosas dentro.
— dice, observando cómo lo revuelvo todo antes de cubrirlo con crema
batida y añadir un poco más por si acaso.
—Aquí tiene, señor. Un cacao caliente con más crema batida. —
Le acerco la taza del pingüino y deslizo el bastón de caramelo en el
esponjoso dulce blanco de la parte superior con una floritura.
—Vaya, gracias, Lynnie. — Levanta la taza y toma un sorbo con
cuidado. —Maldita sea. Está bueno. — dice Jett entre sorbos. No
puedo evitar soltar una risita al ver a ese tipo tan grande, ataviado con
ropa de trabajo y franela, sorbiendo chocolate caliente y dejándose un
bigote de nata montada encima de su bigote de verdad.
— ¿Qué? ¿Por qué te ríes?— Mira de mí a Loretta, que está
preparando su propia taza de cacao.
Sacudiendo la cabeza, sonrío y cojo una servilleta. — Tienes
algo... — Me detengo mientras le limpio el labio. Mis ojos se dirigen a
su boca y mi mano roza sus labios. Hago lo posible por actuar con

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naturalidad, como si todos los días limpiara la boca de hombres
guapos. No es nada del otro mundo.
—Gracias. — Su voz es más áspera de lo normal, lo que me hace
levantar la vista para encontrarlo observándome. Su mirada se pasea
por mi cara. Suelto la mano y doy un paso atrás, acomodándome el
pelo detrás de las orejas.
—De nada. — murmuro y vuelvo mi atención a Loretta. — ¿El
tuyo está suficientemente caliente? Sé que te gusta extra caliente;
podría calentarlo. — ofrezco, esperando escapar un momento para
recomponerme.
—Oh, no seas tonta. Está muy caliente. — Loretta acentúa sus
palabras soplando en su taza, sonriéndome por encima del borde, con
un brillo perverso y algo aterrador en sus ojos. — ¡Oh, Lynnie! Se me
olvidó decirte que antes dejaron la ruta de los villancicos. — La
mentira se le escapa sin esfuerzo. No se olvidó. Loretta me dijo que lo
habían hecho y se sentó a revisarlo conmigo junto con las canciones
que cantaríamos esta misma tarde.
La miro confusa, sin saber qué demonios puede estar tramando
y nerviosa por averiguarlo.
— ¿Estás haciendo eso?— pregunta Jett mientras coge una
galleta de la bandeja y la muerde. Cuando gruñe en lo que parece un
éxtasis, trago saliva y me esfuerzo por disciplinar mis rasgos. El sonido
era absolutamente pecaminoso. — ¿Las has hecho tú?— Sostiene la
galleta en mi dirección. Lo único que puedo hacer es asentir. El rubor
que había estado deseando que desapareciera se desliza lentamente
por mi piel, calentándola. —Sal. Estas son mejores que cualquier cosa
que haya comido en Bela's Bakery, y sus cosas son increíbles. ¿Qué
otras cosas me has estado ocultando, Lynnie?— Jett se burla mientras
se mete el resto de la galleta en la boca. Mis ojos se posan en sus
labios, encajados en su bigote y barba pulcramente recortados, y lo
observo masticar durante un tiempo, dos, tres, antes de darme cuenta
de que Loretta vuelve a hablar.
— ¿Te puedes creer que va a ir a cantar villancicos ella sola, Jett?
iría con ella, por supuesto, pero tengo que quedarme aquí en la tienda
para repartir tazas de chocolate a todo el mundo y registrar los
pedidos. — Se lleva un dedo a los labios, pensativa. —Quizá podamos

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pedirle a Cody que te acompañe, Lynnie. Sabes que haría cualquier
cosa por ti.
Sacudo la cabeza, a punto de decirle que no quería darle ninguna
idea, y también que, por tercera vez, estaba perfectamente bien ir yo
misma. Aunque cuanto más insiste en que no puedo, más la creo. Sin
embargo, antes de que pudiera hacerlo, Jett habló con la boca llena
de galletas. —Iré contigo.
— ¿Qué?
— ¡Genial!
Loretta y yo exclamamos al mismo tiempo. Ella suena tan
emocionada como yo confundida. ¿Acaba de ofrecerse Jett Wild para
ir a cantar villancicos conmigo?

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Capítulo 3
JETT

Tal vez ella le dio un toque a mi chocolate caliente, y por eso


acepté tan rápido en ir con ella a cantar villancicos por todo Cherry
Falls. Esa es la única explicación lógica para que me ofrezca como
tributo para tal tortura. Quiero decir, no me malinterpretes. Me gusta
la Navidad tanto como a cualquiera, quizá más. Solo que nunca he
tenido ningún deseo de ir por ahí cantando sobre ella. En el momento
en que veo la expresión de su cara, una mezcla de esperanza e
incredulidad coronada por un bonito rubor que recorre sus mejillas,
sé que no me echaré atrás.
—Oh, Jett, ¿no será divertido? Qué caballero eres. — alaba
Loretta. No diría eso si supiera las cosas que pienso hacerle a Lynnie
cuando estoy solo por la noche.
— ¿Por qué harías eso?— pregunta Lynnie, con la nariz arrugada
por la confusión.
— ¿Por qué no? No quieres ir sola, ¿verdad?— Doy un mordisco
crujiente al palito de menta y la observo luchar consigo misma. Es
como si quisiera que fuera, pero no entiende por qué querría ir con
ella. Chica tonta.
— ¿Verdad?— Es una pregunta, no una afirmación.
—Claro que no. — interviene Loretta, dando un codazo a Lynnie.
—Se lo van a pasar muy bien. — Mi mirada no se aparta del rostro de
Lynnie mientras la mujer mayor habla. Parece un poco conmocionada.
Tiene las mejillas sonrojadas y las gafas que lleva en la cabeza le
sujetan el pelo, lo que me permite ver mejor su cara y sus bonitos ojos
marrones. —Tal vez incluso puedas ir a la casa de campo cuando
hayas terminado. — sugiere Loretta. Es un genio.
—Oh, estoy segura de que Jett no quiere hacer todo eso. — Su
tono es de disculpa.

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—Estoy segura de que Jett quiere. — le digo. Realmente es una
gran idea. Diablos, cualquier idea que me haga pasar más tiempo con
Lynnie es una gran idea. Loretta me mira como un cupido a punto de
cuadrar.
— ¿Sí?— Lynnie se queda con la boca abierta. Alcanzo el
mostrador, engancho mi dedo bajo su barbilla y suavemente le cierro
la boca.
—Sí, me gusta. Me encantaría ir a cantar villancicos contigo, y
después podemos ir al Lodge. Siempre tienen buena música en
directo, y ni siquiera seremos nosotros los que canten ahí. — bromeo,
y cuanto más pienso en la idea, más me entusiasma la idea de pasar
una noche con ella. Aunque tenga que cantar a la gente para
conseguirlo. —Sin embargo, tengo una condición.
Las cejas de Lynnie se levantan. — ¿Debería preocuparme? —
pregunta, con una pequeña sonrisa que inclina las comisuras de su
bonita boca.
Me río y sonrío. —Normalmente, sí. Los Wild podemos ser...
salvajes. — Si antes pensaba que se había sonrojado, ahora se ha
sonrojado de verdad. El rojo sube por su garganta y florece en sus
mejillas. Era jodidamente adorable. —Esta vez, sin embargo, solo voy
a necesitar que nos empaques un montón de estas galletas y tal vez
incluso un poco de chocolate caliente. Ya sabes, para que no se nos
resequen las gargantas de tanto cantar. — digo, todo inocencia
cuando, en realidad, solo quería más de sus galletas y chocolate.
Gimoteo para mis adentros. Me encantaría tener algunas de sus
galletas y chocolate. Pero es mejor que no me lance con ese pequeño
detalle.
—No me imaginaba que fueras un tipo goloso. — dice Lynnie,
tomando un sorbo de su propio chocolate caliente.
Decido apiadarme de ella, aunque se está abriendo de par en par
a que le diga todo tipo de cosas inapropiadas. —En efecto, así es. Me
encantan todas las cosas dulces. — Me permito deslizar eso como
mínimo.
— ¿Tienes algún favorito?

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—Bueno, hasta hace unos minutos, eran las galletas de
albaricoque que siempre se acaban en la panadería. Pero ahora son
esas. — Señalo las galletas escarchadas que ha puesto en la bandeja.
—Son las mejores cosas que he comido en mi vida. — Es la verdad. Ni
siquiera sé de qué sabor son. Algo de manzana es todo lo que puedo
imaginar.
—Esas son sus galletas de mantequilla de manzana. Están para
morirse, ¿no?— Dice Loretta.
Asiento. —Realmente lo son.
—Dios mío, ustedes dos, no son nada especial, de verdad. — dice
Lynnie, a la que claramente le gustan los elogios, aunque parezcan
incomodarla un poco.
—Bueno, di lo que quieras. No me dejaré influenciar. — digo
tercamente. — ¿Tenemos un trato?— Le hago decir que sí con la
mirada.
—Sí. — se ríe, negando.
—Entonces es una cita. — Dejo mi taza vacía y me dirijo a la
puerta antes de que pueda cambiar de opinión. Ni siquiera me molesto
en usar la pretensión de mi pedido para la razón por la que entré. La
verdad es que la vi en el escaparate con un aspecto que parecía sacado
de una película navideña, sentada con su jersey y su falda larga, las
luces del árbol brillando contra su piel, una pila de libros en su regazo.
—Hasta mañana. — La campana que tintinea en el techo ahoga
cualquier cosa que ella haya dicho.

—Wes, ¿estás ahí arriba?— Llamo incluso cuando empiezo a


subir las escaleras hacia la oficina del loft sobre el escaparate de Wild
Brothers 'Adventures. El dominio de mi hermano mayor. Él es el
cerebro de las operaciones ahora que mis padres se han jubilado y
han cambiado nuestras montañas por las Rocosas de Colorado.
— ¿Sí?— Esa es la respuesta amortiguada que recibo. Es extraño
que Maker, el perro de Wes, no me haya saludado. Siempre está aquí
con él, y resulta que soy su favorito, para disgusto de mi hermano.

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Oigo una risita femenina y detengo mi descenso por las escaleras.
Blake, la novia de Wes, se acaba de mudar con él después de hacer el
viaje de larga distancia desde Los Angeles, y me parece que es el día
de llevar a tu mujer al trabajo en casa de los hermanos Wild.
Decidiendo que no quiero ver el culo desnudo de nadie hoy -
bueno, al menos no el suyo- me anuncio. —Subo las escaleras y entro
en tu despacho. — Espero un momento y escucho sus movimientos
apresurados y los susurros de pánico de Blake acerca de que no puede
encontrar su camisa. Debería dejarlos tranquilos y volver más tarde,
pero no sería el hermanito si lo hiciera. Empiezo a subir las escaleras
para que puedan oír mis pisadas. —Estaré arriba en cinco... cuatro...
— Ralentizo mis pasos mientras la voz de Blake se vuelve más aguda.
Pobrecita, debe ser hija única. —Tres. — Continúo, intentando no
reírme. —Dooos. Uno. — digo con una floritura mientras llego al
rellano y me muerdo el interior de la mejilla para no reírme ante la
visión. Mi hermano está de pie con el ceño fruncido, que en realidad
es solo su cara, llevando sus vaqueros, botas de montaña y... sin
camiseta. Blake, sin embargo, lleva una camisa de cuadros que se
parece sospechosamente a la que he visto llevar a Wes esta mañana y
poco más. La camisa es como dos tallas más grande y está mal
abotonada, pero no lo señalo. Después de todo, soy un buen tipo. Su
larga melena rubia está desordenada y sus pies y piernas están
desnudos. Parece que todos se lo han pasado bien en el desván. Sonrío
y saludo con la mano. —Hola, chicos.
—Más de acuerdo que esto sea bueno, o te mataré. — dice Wes,
haciendo que mi sonrisa se amplíe.
— ¿Le estás enseñando a Blakey los... libros?— Mi tono es
inocente mientras miro entre los dos usando el apodo que le había
puesto.
—Vete a la mierda, Jett. — responde Wes. Para mi alegría, oigo
que la puerta se abre en el piso de abajo y el tintineo de las placas de
identificación y el repiqueteo de las botas que indican que Maker y
Granite Wild han llegado.
— ¡Aquí arriba, G!— Le grito a nuestro hermano.
Wes gime, y Blake murmura: maravilloso, en voz baja. En cuanto
el perro llega a la cima de la escalera, salta para saludarme, y luego

Sotelo, gracias K. Cross


se acerca rápidamente a Blake, que se ha colocado detrás del
escritorio, utilizando el gran trozo de madera como una especie de
escudo. No tiene mucho efecto. Sigue siendo obvio que no lleva nada
más que una camisa que no le pertenece.
— ¿Qué están...? ¡Santo cielo! ¿Por qué están desnudos?—
Granite se tapa los ojos antes de girar para mirarme.
—No estamos desnudos. — exclama Wes.
—Están casi desnudos. — ofrezco con ayuda.
Granite me mira con los ojos muy abiertos. — ¿Por qué estás
aquí arriba con ellos?
—Fantástica pregunta. — dice Weston, cruzando los brazos
sobre su pecho desnudo.
—Bueno, he subido aquí para ver cómo cambiar mi horario para
mañana, y así es como los he encontrado. — Me encojo de hombros.
—Y ahora estás aquí, así que es perfecto en realidad ya que podría
necesitar que me cubras.
—No es perfecto. De hecho, tu horario es una mierda y debería
hacerte trabajar horas extras por ello. — amenaza Wes.
—No se puede, hermano. Tengo una cita. — Sonrío. —Quiero
decir, es una especie de cita.
— ¡Oh, sí!— Blake aplaude con alegría.
La cara de Weston se tensa en confusión. — ¿Qué significa eso?
¿Una especie de cita?
—Voy a cantar villancicos con Lynnie. — Mis dos hermanos me
miran mal. Con una mirada entre los dos, estallan en odiosas risas.
—Oh, ustedes dos. — regaña Blake. — ¿Solo son ustedes dos?
— pregunta.
—Iremos en grupo, pero la recojo y vamos juntos. Ella iba a ir
sola, pero me ofrecí a acompañarla. — Le digo, ignorando a mis
estúpidos hermanos. Debería haberlo sabido. Especialmente después
de la forma en que acabo de romperle las pelotas a Weston.

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—Creo que entonces es totalmente una cita. — me tranquiliza
Blake.
—Sí, tal vez puedan ir a hacerse fotos con Santa después. — Dice
Granite entre ataques de risa.
—O pueden llevar jerseys a juego. Eso sería súper sexy. — añade
Wes.
—Umm... ¿no nos pusimos todos ropa a juego para las fotos
navideñas que tomó Blake? Corrígeme si me equivoco, pero estoy
bastante seguro de que tú, ella y Maker llevaban camisetas a juego. —
Maker ladra en feliz acuerdo conmigo.
Granite apunta con sus dedos a nuestro todavía descamisado y
fruncido hermano. —Ahí te ha atrapado, Wes.
—De todos modooos. — interrumpe Blake. —Creo que es genial.
Lynnie es una muñeca y tan bonita. Y esto será un gran rompehielos
ya que parece algo tímida.
—Es preciosa. — estoy de acuerdo. —Y creo que tienes razón. He
querido invitarla a salir otra vez desde siempre pero no lo he hecho. Ni
siquiera estoy seguro de por qué. — admito. Y no lo estoy. Es decir,
supongo que no tengo citas, cosa que mis padres me han echado en
cara. Lynnie tiene la monogamia y la tradición escritas por todas
partes, cosas para las que no he estado necesariamente preparado
pero para las que me siento preparado ahora. Con Lynnie.
— ¿Otra vez?— Blake parece desconcertado.
—Sí, Romeo la invitó al baile de graduación cuando era un junior
y fue rechazado. — explica Wes.
— ¡Por un estudiante de primer año!— G añade alegremente.
Los ignoro mientras Blake me mira con compasión. —Eso fue
entonces, Jett Wild.
Sonrío, deseando por primera vez haber tenido hermanas en
lugar de hermanos sabelotodo. —Sí. Y esto es ahora.

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Capítulo 4
LYNNIE

En cuanto entro en Cherry Pie Pizza, mis gafas se empañan y me


ciegan. Dejo de avanzar, me las quito y me pongo a parpadear para
enfocar la habitación. El aroma del ajo y de la salsa hirviendo a fuego
lento que flota en el aire se mezcla con el olor de la masa que los
pizzeros lanzan al aire, haciendo que mi barriga retumbe.
— ¡Lynnie, aquí!— grita Blake, agitando su brazo por encima de
su cabeza para llamar mi atención.
Ver a las dos hermosas mujeres con sus largos cabellos rubios y
maquilladas a la perfección sentadas una al lado de la otra me hace
sentir aún más cohibida por mi falta de estilo. Mi propio pelo es del
color marrón más sencillo que se pueda imaginar y nunca me lo he
peinado. De hecho, la mayoría de las veces está sujeto por mis gafas.
Con el pelo a la altura de la barbilla y liso, no hay mucho que hacer
con él. ¿Y el maquillaje? Delineador de ojos y máscara de pestañas con
un poco de brillo de labios color cereza es el alcance de mis
conocimientos de maquillaje. Normalmente, me intimidarían las
mujeres que se parecen a Savannah y Blake, pero son muy amables.
Han sido amables conmigo desde que se mudaron a Cherry Falls, y no
puedes evitar quererlas. Además, ¡han vivido vidas tan interesantes!
No como la mía, en la que la única emoción que experimento está entre
las páginas de los libros que leo. Gracias a Dios por ellas.
—Hola, señoras. — digo, entrando en la cabina y desenrollando
el pañuelo de mi cuello.
—Hola, cara de muñeca. — dice Savannah, con una sonrisa de
bienvenida.
— ¿Llevan mucho tiempo aquí?— Espero que no me hayan
estado esperando.
—Oh, no. Acabamos de llegar hace un par de minutos. —
tranquiliza Blake.

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—De acuerdo, bien. Me muero de hambre. Me salté el desayuno
esta mañana y ahora me arrepiento. — Le entrego los menús.
— ¿Compartimos una pizza, o quieres algo por tu cuenta? —
pregunta Blake, mirando de un lado a otro entre Savannah y yo.
—Me parece bien. — dice Savannah, y yo asiento.
—Oooooh, ¿quieres pedir esa pizza que siempre pides, Lynnie?—
me suplica Blake.
Savannah acepta. — ¡Qué rico, sí! Nunca recuerdo cuál es.
—No está en el menú, pero Kaylee lo sabe. — Mirando alrededor
del restaurante lleno de gente, pregunto: — ¿Está ella aquí?
—No lo creo. Me pareció ver su coche afuera de la casa de Dane
cuando venía, pero Anna sí. — responde Savannah, dando un sorbo a
su vaso.
Anna es la hija de Kaylee. Trabaja tanto como su madre y es un
encanto. También es una ávida lectora. Mi tipo de persona favorita. —
Ella también sabe. — Recojo los menús y los guardo de nuevo detrás
del dispensador de servilletas justo cuando Anna se acerca a tomar
nuestro pedido.
—Siento la espera. Hoy hay mucho trabajo. — La joven se
disculpa.
—No te preocupes en absoluto. Me alegro de que el negocio vaya
tan bien. — le digo.
—Gracias, señorita Lynnie. Es muy amable de su parte. —
sonríe. — ¿Saben lo que van a tomar, señoras?
Blake y Savannah me señalan. Riendo, pido por nosotras. —
¿Podemos pedir una ensalada grande para compartir con el aderezo
de la casa?
— ¡Extra!— Blake interviene.
—Y luego una mediana.
— ¡Grande!— Esta vez, Savannah interviene. Esto hace reír a
Anna.

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—Y una gran... — Alargo la palabra para enfatizar, haciendo que
las otras dos se rían. —Pizza blanca con corazones de alcachofa, ajo
asado y extra de ricotta.
—La especial Lynnie, como la llama mi madre. Ya lo tienes. —
dice Anna mientras garabatea en su libreta de pedidos. —Avísame si
necesitas algo más. Vuelvo enseguida con tu ensalada y pan fresco. —
promete mientras se aleja.
—Bien, ahora que la comida está resuelta, derrama el té, Lynnie.
— Con los brazos cruzados sobre la mesa, Blake me mira expectante.
— ¿El té? ¿Qué té?— Pregunté, confundida. Sé que se refiere a
los chismes y no al té de verdad, pero es lo único que sé. Soy la persona
que menos té toma en Cherry Falls. Estoy bastante segura de que el
viejo señor Peirce tomaba más té que yo.
Savannah gruñe. — ¡No puedo creer que haya tenido que
enterarme por Blake y que no me hayas llamado enseguida!
— ¿Oír qué? ¿Qué has oído?— Ahora empiezo a ponerme
nerviosa. ¿Había algún rumor sobre mí flotando por Cherry Falls?
Anna vuelve con nuestra ensalada y pan caliente, el olor a
levadura del pan fresco hace que se haga agua la boca. No puedo
esperar y empiezo a servir la ensalada, pasando a mis amigas sus
platos fríos con lechuga romana y crutones crujientes. Luego las
observo, esperando que me expliquen.
Con un suspiro y poniendo los ojos en blanco, Blake accede. —
He oído que tienes una cita... con Jett. — dice emocionada.
Tomar un bocado de mi ensalada en ese momento ha sido un
error. Me ahogo ante sus palabras y cojo mi té helado para aclararme
la garganta mientras Savannah se levanta. Le hago un gesto para que
se aparte, no quiero que me administre la Heimlich. Cuando estoy
segura de que no voy a morir, miro de un lado a otro a las dos mujeres
y sus expresiones de esperanza y balbuceo: — ¿Qu-qué?
—Tú cita con Jett. — La mirada de Blake grita — ¡duh!
Me siento más recta en la cabina, preguntándome qué cruel
broma me estaban gastando ahora. — ¿Tengo una cita con Jett?
¿Quién te ha dicho eso?

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—Jett lo hizo. — dice Blake, con confusión en sus palabras. —
¿Cantando villancicos esta noche?
— ¿No están haciendo eso?— Pregunta Savannah,
mordisqueando un crouton de su plato.
—No, lo haremos. Pero no creo que sea una cita. ¿Jett dijo que
era una cita?— ¿Por qué diría eso? ¿Estaba siendo gracioso?
— ¿Te va a recoger?— Blake pregunta.
—Se ha ofrecido, pero tengo que hacer unos recados antes, así
que he quedado con él en la plaza. — respondo, con la mente
acelerada.
—Si se ofreció a recogerte y le dijo a Blake que es una cita,
entonces es una cita. — Savannah se encoge de hombros.
¿Cómo lo sabe? ¿Existe algún tipo de libro de reglas que
desconozco y que establece este tipo de cosas? Si lo hay,
definitivamente tengo que conseguir uno. —Realmente no creo que sea
una cita. — Sacudo la cabeza en señal de negación.
—Bueno, yo me afeitaría por si acaso. — Blake mueve las cejas
de forma sugerente.
— ¿Afeitarme las piernas?— casi chillo. —Vamos a ir a cantar
villancicos no... no... — Me devano los sesos en busca de la palabra
que busco y no encuentro nada. —No vamos a tener sexo. — siseo en
su lugar.
Savannah estalla en una risa silenciosa. —Cualquier cosa y todo
puede llevar al sexo. Es mejor estar preparada, ¿verdad, Blake?
—Sin duda. No pensarías que estar a punto de ser comida por
un oso en el bosque te llevaría a tener sexo, pero así fue. Y no solo
sexo, sino el mejor sexo de mi vida. — dice Blake con una voz
soñadora. Había escuchado la historia de cómo ella y Weston llegaron
a ser, y era romántica y sexy y completamente fuera de lo común. Si
lo hubiera leído en un libro, me habría burlado y lo habría tachado de
irreal. Sin embargo, aquí estaban, un par de meses después, y ella
había dejado su vida en Los Angeles para mudarse a Cherry Falls para
estar con él.
—Jett no está interesada en mí de esa manera. — insisto.

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— ¿Cómo sabes eso?— exige Blake. —Dijo que te había invitado
a salir antes. ¿Para el baile de graduación o algo así? — insiste.
No puedo creer que haya sacado ese tema. — ¡Sí, como una
broma! Sus amigos le retaron a que me lo pidiera. — El recuerdo
escuece.
Las dos mujeres parecen incrédulas. —Eso no suena para nada
a Jett. — dice Savannah, desconcertada.
—Ni un poco. — añade Blake.
—Pues es verdad. — resoplo. —Yo era la nerd de primer año, no
muy guapa, que siempre estaba leyendo, y él era el deportista sexy de
primer año al que todo el mundo adoraba y al que todas las chicas
deseaban. Los chicos así no invitan a chicas como yo al baile o a citas.
— Mi estado de ánimo se había agriado con esta línea de discusión, y
empujo mi plato.
—En primer lugar, no puedo imaginarme que nunca no seas
guapa. — dice Savannah, sacudiendo la cabeza hacia mí. — ¡Eres
preciosa! — exclama.
Cuando le dirijo una mirada dudosa, continúa. —Oh Dios mio,
Lynnie, ¿me estás tomando el pelo?— Casi grita. —Tienes la piel más
impecable y mataría por tu cuerpo. Lo tienes todo, amiga.
—Tiene razón. Eres preciosa. — interviene Blake. —Y en serio,
tómalo de alguien que ha dicho no menos de cien veces 'los chicos
como él y las chicas como yo'. Si Jett se parece en algo a Wes, que de
verdad creo que lo es, no son como los demás chicos, y no les gusta
oír ‘a las chicas como yo’ cuando hablamos de nosotras mismas. —
Blake se ríe con ironía. —Creemeeeee.
Las cejas perfectamente esculpidas de Savannah bajan sobre su
frente. — ¿Qué te hizo pensar que era una apuesta?
—Natalia. Su casillero estaba al lado del mío, y vio la nota que
Jett había deslizado en mi casillero. Me dijo que les había oído hablar
de ello en clase, pero que no creía que fueran a llevarlo a cabo. —
respondo, con el recuerdo tan fresco como si hubiera ocurrido ayer en
lugar de hace una década.

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— ¿Natalia Barlow?— pregunta Savannah. —Le encanta agitar
la mierda. Me tomaría cualquier cosa que me dijera con el más mínimo
grano de sal.
— ¿Por qué iba a mentir?— Mi mente es un revoltijo de
preguntas. ¿Me he equivocado? ¿Había mentido Natalia? ¿Realmente
había querido ir al baile conmigo?
Blake irrumpe en mis pensamientos. —No voy a pretender
entender por qué nadie hace nada, pero menos las chicas de instituto.
Justo cuando dice esto, Anna, una adolescente también, deja
nuestra pizza y asiente. —No es por escuchar, pero la señorita Blake
tiene razón. Nunca intentes entender a las adolescentes. Yo soy una y
no entiendo a ninguna. — Con los ojos muy abiertos, sacude la cabeza:
—Son malvadas. De verdad. Si no son tus amigas, son tus enemigas,
y debes mantenerlas cerca. Muy cerca. — dice antes de salir disparada
a tomar otro pedido.
—Bueno, maldita sea. — murmuro.
—Sí, maldita sea. — coincide Savannah.
—Solo hay una manera de averiguarlo. — dice Blake, sonriendo.
— ¿Tengo que preguntarle?— mi voz es un chillido ante la idea.
—Tienes que preguntárselo. — responde Savannah, con una
sonrisa igual a la de Blake.
Me animo cuando se me ocurre una idea. — ¿Quieres
preguntarle, Blake?
—Por supuesto que no. — responde, sin que su sonrisa se
tambalee.
Desanimada, dirijo una sonrisa esperanzada hacia Savannah,
que se limita a negar antes de que le pregunte.
—Uf, está bien, le preguntaré. — Hago un mohín como un niño
petulante. Pero es fugaz, y mi petulancia se transforma en vértigo
cuando digo: — ¡En nuestra cita!

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Capítulo 5
JETT

Faltan pocos días para la Navidad y Main Street parece el País


de las Maravillas de Invierno de las películas: la nieve cae ligeramente,
las luces parpadean en los tejados y en los escaparates, lazos rojos
satinados en postes de luz e incluso carruajes tirados por caballos de
Cherry Blossom Ranch. La gente está reunida alrededor del centro de
la ciudad esperando que empiecen los villancicos, y los niños están
abrigados jugando en la nieve. Empezaba a parecerse mucho a la
Navidad, y me encantó. Saludando a la gente que reconocía incluso
detrás de sus bufandas y ropa de invierno, escudriñé la multitud en
busca de Lynnie. Dijo que se reuniría conmigo aquí después de hacer
sus recados. El resto de los cantantes de villancicos ya estaban en la
plaza esperando el comienzo de las festividades. El alcalde McCoy
estaba fuera del Departamento de Bomberos de Cherry Falls
haciéndose fotos delante de los camiones decorados y repartiendo
mapas para que los cantantes de villancicos conocieran nuestro
camino.
—Mierda. — murmuro. Será mejor que vaya a buscar uno. Me
dirijo hacia donde se encuentra sonriendo y saludando, estrechando
manos y besando a los bebés, sin dejar de buscar a Lynnie.
— ¡Jett, me alegro de verte! — me dice el alcalde, dándome un
fuerte apretón de manos. — ¿Estás aquí solo? — pregunta con una
expresión de desconcierto en su rostro. No puedo culparlo.
Probablemente no hay muchos cantantes de villancicos solteros con
franela y barba aquí esta noche.
—No. Estoy esperando a Lynnie Branch. — le digo mientras le
quito el mapa.
— ¿Es así? Bueno, si no aparece antes de que salgamos, será
bastante fácil encontrarnos. — dice riéndose.
—Supongo que lo seremos. — acepto, sin ganas. Con un gesto
de la mano, me alejo del hombre antes de que pueda hacer más

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preguntas y me sitúo a un lado del grupo para esperar. Si no aparece,
¿me voy? Joder, ¿voy a tener que ir solo? Loretta tenía razón. Nadie
debería tener que hacer esto solo. ¿Pero qué pasa si ella es capaz de
alcanzar al grupo, y no estoy con ellos? Debería haberme ofrecido a
hacer los malditos recados con ella. A mí alrededor, todos ríen y
hablan y se divierten. Podría unirme a ellos fácilmente. No es que no
conozca a cada uno de ellos. Pero no quiero hacerlo. He venido por
Lynnie. ¿Me dejó plantado? Mierda. Tal vez lo hizo. Siento la misma
punzada de decepción que sentí en el instituto cuando me derribó.
El grupo empieza a moverse hacia el mirador para escuchar las
últimas indicaciones del alcalde McCoy. Estoy debatiendo si debería
escabullirme ahora mientras todos están concentrados en él cuando
oigo mi nombre. Al girarme, veo a Lynnie abriéndose paso rápidamente
entre la multitud, con Heathcliff en una correa a su lado, llevando uno
de sus jerséis navideños y... ¿botas de perro? Lynnie lleva un gorro de
Santa en la cabeza a juego con el vestido de la Sra. Claus, pero más
sexy, y la nariz parpadeante de Rudolph que lleva. Su aspecto es
adorable. Sin aliento y sonriendo, llega a mi lado, con la nariz roja
parpadeando lo suficientemente brillante como para, bueno, guiar un
maldito trineo. No puedo evitar reírme de la idea.
—Siento mucho llegar tarde. — dice sin aliento. —Tuve que
hacer algunas entregas en la biblioteca. Tenía que llevar a Heathcliff
a la tienda para que se quedara con Loretta y Cody, pero entonces sí
que habría llegado tarde y no quería que pensaras que te había dejado
plantado. — divaga Lynnie antes de respirar hondo y sonreír. —Hola.
— dice tímidamente.
—Hola. — Le devuelvo la sonrisa y me inclino para acariciar a
Heathcliff. —Y hola a ti, amiguito. Me encantan las botas. — En toda
mi vida, creo que nunca había visto a un perro con unas botas así.
Maker a veces usaba botines especiales cuando íbamos de excursión
por terrenos difíciles, pero estas eran puramente una declaración de
moda. —También me gusta la nariz. — Sonrío y le doy un golpecito a
su brillante orbe rojo.
Sonríe un poco cohibida. —Gracias, me encanta la Navidad.
— ¿Dónde está mi nariz?— Me burlo.

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—Es curioso que lo preguntes... — Lynnie mete la mano en el
bolsillo de su chaqueta. —No estaba segura de que fueras a aparecer,
pero cogí una extra por si acaso lo hacías y querías ponerte una. —
Su sonrisa roza la timidez y la astucia. Una combinación peligrosa.
Bueno, maldita sea. —No me lo habría perdido por nada del
mundo. — le digo con sinceridad. Le quito la nariz y me aseguro de
rozar sus dedos con los míos, sin sorprenderme por el zumbido de
electricidad que me recorre. La satisfacción me calienta al ver su cara,
la que me dice que ella también lo ha sentido. Pongo la nariz en mi
cara y miro en su bolso. — ¿Tienes mis galletas ahí?
—Oh, rayos. ¿Lo decías en serio?— La mirada de pánico en su
cara no tiene precio.
—Eso es. Sin galletas, sin villancicos... — digo, dándome la
vuelta para alejarme. Lynnie me agarra del brazo, el calor de su mano
se filtra a través de la manga de mi chaqueta. Se retira como si
estuviera quemada y se aclara la garganta.
—Prometo traerte galletas mañana. Dos docenas, solo para ti. —
Tiene la cara sonrojada y su voz es más suave que de costumbre. Bien.
Estos pequeños detalles la afectan a ella tanto como a mí.
— ¿Lo prometes?— Le pregunto.
—Sí, pero primero cantamos. — dice mientras se acerca al resto
de los cantantes. La sigo ligeramente, observando la curva de sus
caderas y el balanceo de su trasero en el aterciopelado vestido rojo. El
ribete blanco le llega justo detrás de las rodillas y, de repente, siento
el fuerte deseo de besar ese mismo lugar y saborear la suave piel justo
por encima de la parte superior de sus botas de cuero negro hasta la
rodilla. Son mucho más traviesas que cualquier cosa que pueda llevar
la Sra. Claus. Está seguro de ello.
— ¿Vienes? — me dice, mirando por encima del hombro,
descubriéndome mirando su culo y fantaseando con la parte trasera
de sus rodillas, de entre todos los malditos lugares. Estoy muy jodido.

Sotelo, gracias K. Cross


Cantamos por todo Cherry Falls, deteniéndonos solo brevemente
para dejar a Heathcliff con Loretta y Cody, que no estaba muy contento
de vernos a Lynnie y a mí juntos. Puede que lo haya incitado o no al
ponerle una mano en la espalda mientras la sacaba por la puerta y la
llevaba a la calle para seguir cantando villancicos. Lo cual, si soy
sincero, es mucho más divertido de lo que pensaba. Sin embargo, creo
que tiene más que ver con la compañía que con el canto. A veces, me
encontraba mirando a Lynnie cantar, con una sonrisa en la cara
mientras cantaba alegremente, con su pelo oscuro asomando por
debajo de su gorro de Santa y pegado a la curva de su mandíbula.
Esta noche se había olvidado de las gafas y, aunque las echaba de
menos, me permitía ver claramente sus bonitos ojos marrones. Tenía
una hermosa voz. Un rostro hermoso. Demonios, todo en ella era
hermoso.
Todo cantado y viendo que incluso mi pequeña Sra. Claus está
empezando a bajar el ritmo, saludo a Holt, que conduce uno de los
carruajes tirados por caballos. —Oye, Holt, ¿sigues dando paseos?
—Sí, señor. Durante un rato todavía. Súbete. — Mueve la cabeza
hacia el carruaje de atrás.
Extendiendo una mano a Lynnie, anticipo la chispa que su toque
provocará. Sus ojos brillan de emoción cuando coloca su pequeña y
suave mano en la mía y me permite ayudarla a subir a la calesa. La
chispa se enciende, tal y como sabía que lo haría, y suelto su mano de
mala gana para que pueda acomodarse en el asiento de cuero
afelpado. Subo tras ella, pero no me siento frente a ella. En lugar de
eso, ocupo el espacio a su lado, hombro con hombro, muslo con
muslo. Sonrío cuando suspira al contacto. De nuevo, encantado de
que no sea solo yo.
—Nunca he hecho esto. — dice mientras coloco la gran manta
sobre nuestros regazos, envolviéndola para mantenerla caliente.
— ¿Nunca has dado un paseo en carruaje?— No puedo evitar la
sorpresa en mi voz.
—No. No he hecho casi nada. — Su risa es sarcástica mientras
se quita la nariz resplandeciente. —Tengo una lista de cosas que
quiero hacer, y no hago más que añadirlas, sin tachar nunca nada.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Qué tipo de cosas hay en ella?— Pregunto, interesado en lo
que sueña Lynnie.
—Oh, muchas cosas. Sobre todo viajar. Me encantaría ver el
mundo, pero me conformaría con salir del estado por ahora, o incluso
con una mini aventura aquí. — Pica los hilos de la acogedora manta.
Mirándola con los ojos muy abiertos, le pregunto. — ¿Nunca has
salido de Oregon?
—No. — Hay una tristeza en su voz que me hace sentir una
punzada.
— ¿Por qué?— Le pregunto suavemente.
—Nunca tuve la oportunidad, y supongo que no quería ir sola.
Después de la muerte de mi tía, me quedé sola. Compré la tienda con
mi herencia y he puesto todo mi tiempo para que tenga éxito.
Los padres de Lynnie murieron cuando ella era un bebé, y había
sido criada por su anciana tía. Recordó cuando la mujer falleció.
Lynnie acababa de salir del instituto, y yo había estado fuera en la
universidad. Ojalá hubiera pensado en que ella estaba sola en el
mundo entonces. Me sentí fatal, por supuesto, y le pedí a mi madre
que enviara flores en su nombre, pero nunca se me ocurrió que no
tuviera a nadie. Odié ese pensamiento. Sin poder evitarlo, tomo su
mano entre las mías, entrelazando nuestros dedos como si tomarse de
la mano fuera algo que hacemos todos los días. —Si tuvieras a alguien
que te acompañara, ¿cuál es el primer lugar al que irías? — Mi voz es
suave, mi pulgar hace círculos en el dorso de su mano. Me alegro de
que permita el contacto.
—Hmmm... esa es una pregunta difícil. — Lynnie se muerde el
labio inferior entre los dientes mientras piensa seriamente en la
pregunta. —Creo que empezaría de forma sencilla. Me encantan las
montañas, son mi hogar, pero solo las he visto de lejos. Quiero decir,
sí, están en mi patio trasero, pero son solo un telón de fondo de mi
vida. Quiero verlas de verdad. Pasear por la ladera de la montaña. Me
encantaría pasear entre las flores silvestres, mojar los pies en los
arroyos balbuceantes y acampar bajo las estrellas. — dice con
nostalgia.

Sotelo, gracias K. Cross


Intento procesar la sencillez de su petición, sintiendo que me
acaban de hacer un regalo. Son cosas que hago a diario y algo que
puedo darle ya que es literalmente mi especialidad.
—Podemos hacerlo. — Mi voz tiene un tono bajo, y no estoy
seguro de que me escuche hasta que su mirada choca con la mía.
— ¿Podemos?— Tiene los ojos muy abiertos y los copos de nieve
se pegan a sus pestañas.
— ¿No podrías haberme pedido nada más fácil?— Le digo con
una suave carcajada retumbante. —Tendremos que esperar hasta
después del invierno. Es decir, puedo llevarte a caminar con raquetas
de nieve ahora, pero no hay flores silvestres ni arroyos balbuceantes
hasta la primavera. — Me encojo de hombros. —No encontrarás un
mejor compañero de aventuras. Las montañas forman parte de mí, no
solo porque es donde vivo y trabajo, sino también porque son mi... paz.
Me encantaría que las vieras como yo. — Suavemente, muevo el pelo
pegado a su boca, dejando que mi pulgar roce su rollizo labio inferior.
Con la necesidad de besarla creciendo con cada respiración, arrastro
mi mirada a regañadientes de sus bonitos labios rojos porque no
quiero asustarla. — ¿Qué dices, Lynnie? ¿Quieres ir a la aventura
conmigo?— La pregunta está cargada de insinuaciones y dobles
sentidos.
Parpadea como si intentara traducir lo que he dicho o tal vez
encontrar la forma de rechazarme... otra vez. Se me revuelve el
estómago ante la posibilidad de que me rechace, pero no estoy
dispuesto a ponérselo fácil, así que la espero. Lo que parece una
eternidad después, pero que en realidad fueron solo unos segundos,
asiente y susurra: —Sí. Sí, me encantaría.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 6
LYNNIE

Había prometido llevarle a Jett sus galletas al día siguiente de ir


a cantar, pero no pude. Necesitaba tiempo para digerir todo lo que
había sucedido durante ese corto viaje en carruaje. Había pensado que
estaba recogiendo lo que él estaba arrojando. No estaba siendo sutil,
la verdad. Al menos yo creía que no lo había sido. El paseo había sido
perfecto. Habíamos estado arropados uno al lado del otro, acogidos
bajo las mantas. Incluso le había cogido la mano, mirándolo a los ojos.
Y cuando me preguntó si quería ir a la aventura con él, me había
desmayado literalmente. Nunca en mi vida me había desmayado. No
tenía ni idea de lo que se sentía al desmayarse. Es decir, claro que
había leído sobre ello en muchos libros, pero nunca lo había
experimentado. Ni siquiera un medio desmayo antes de la última
noche. Había sido perfecto. Toda la noche lo había sido. Justo hasta
que... él no la había besado. ¡Bajo las estrellas y la nieve cayendo
suavemente en un maldito carruaje! ¿Hay algo más romántico que
eso? Estoy bastante segura de que no. Cuando no me besó, me hizo
dudar de todo lo que había dicho. ¿Realmente quiso decir algo de lo
que pensé que había dicho? Si lo hubiera hecho, ¿no me habría
besado? Le dijo a Blake que era una cita. ¿No besa en las primeras
citas? Lo encuentro muy difícil de creer. Un hombre que se parece a
Jett Wild no se besa en las primeras citas. Entonces, ¿tal vez no fue
una cita después de todo?
— ¡Gash, los hombres son tan confusos!— Le digo a Heathcliff,
un poco más fuerte de lo que pretendía.
— ¿Lo somos?— pregunta Cody al entrar por la puerta principal
de la tienda.
—Sí. Las mujeres también lo son, claro, pero los hombres son
igual de confusos.

Sotelo, gracias K. Cross


Parece desconcertado, de pie junto al mostrador, observando
cómo me pongo el sombrero y me enrollo la bufanda al cuello. —Todos
los hombres en general o... — Cody se interrumpe.
El otro día Loretta me dijo que Cody estaba enamorado de mí, y
no le creí. Ahora que sale con Casey Cook, estoy segura de que eso ya
no es cierto. Pero, por si acaso, me ando con pies de plomo para no
enviar señales contradictorias ni ser confusa. —Los hombres en
general, sobre todo. — respondo con ligereza. —Loretta va a cerrar y
llevar a Heathcliff a su casa para arreglarlo. Nos vemos mañana. — Le
digo con un gesto de la mano. Recojo el plato de galletas y mi bolso de
la mesa junto a la puerta y salgo a la fría tarde. —Primera parada,
Wild Brothers’ Adventures. — le digo a mi Jeep mientras nos alejo de
la bahía y nos dirigimos hacia las montañas.

— ¡Hola, Lynnie!— Blake me saluda al entrar en Wild Brothers'


Adventures.
— ¡Hola! Creo que nunca he estado aquí. Es realmente genial. —
digo, mirando a mi alrededor un poco aturdida. Siempre supuse que
era... no sé qué pero esto no. Toda la estructura es realmente genial,
con vigas a la vista, ventanas del suelo al techo, suelos raspados a
mano y lo que parece un desván. Filas de ropa y sombreros, equipo de
camping, kayaks y canoas, cañas de pescar y señuelos. Todo y
cualquier cosa que puedas necesitar para ir a la aventura.
— ¿No es así? Paso mucho tiempo aquí cuando no estoy
trabajando. Los chicos me están construyendo un estudio en la parte
de atrás. — dice emocionada.
Sacudo la cabeza confundida. — ¿Pueden construir cosas?
—Oh, chica. Pueden hacer cualquier cosa. Es un poco molesto.
— dice Blake riendo. El cariño por los hermanos es evidente en su
cara. —De hecho, construyeron sus casas. Preciosas cabañas en las
montañas.
— ¿Qué? ¡Vaya!— Supongo que Jett era mucho más de lo que
parecía en la superficie.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Qué te trae por aquí hoy? ¿Es para mí?— Señala la bandeja
de galletas que tengo en la mano.
—No, son para Jett. ¿Está él aquí?— Miro a mi alrededor sin ver
a nadie más que a nosotras y al pobre alce de peluche de la pared.
— ¡Ooohhh, así que era una cita!— Blake da una palmada de
emoción.
—No… no estoy segura. — Respondo con sinceridad. Esto va a
ser embarazoso, pero tal vez Blake pueda ayudarme.
Su cara se arruga por la confusión. — ¿Qué quieres decir con
que no estás segura?
—Bueno, lo hemos pasado muy bien. Fue muy divertido, y él es
realmente un buen cantante.
—De acuerdoooo. — dice Blake.
—Después de los villancicos, fuimos a dar un paseo en carruaje.
— ¿Como con un caballo? Dios mío, ¡qué romántico! Vamos, Jett!
— canta.
— ¡Sí! ¡Exactamente!— Me alegro de que esté de acuerdo
conmigo en esto, así que continúo. —Entonces, aquí es donde se pone
confuso. Tuvimos una especie de conversación profunda, y se dijeron
algunas cosas románticas. — No me siento cómoda contándole a Blake
lo que dijo Jett. Es como si no fuera tan especial si lo hiciera, e incluso
tan confundida como estoy, fue especial para mí. Contenta cuando no
se entromete, continúo. —Y luego se acabó el paseo, me acompañó de
regreso a la tienda y se fue a casa.
—A mí me parece una cita. — dice con un tono vertiginoso en su
voz.
—Si lo fuera, ¿no me habría besado? El paseo en carruaje era el
escenario perfecto para un beso de buenas noches. Y nada. — digo
con desgana.
— ¿Querías que te besara?— pregunta Blake, observándome
atentamente.
Pienso en mentirle, pero eso anularía el propósito de contarle
nada. —Sí. — admito.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Por qué no lo besaste entonces?
Los ojos casi se me salen de la cara. Sé que las mujeres pueden
dar el primer paso, pero ni en mis mejores sueños podría ser yo esa
mujer.
Blake suelta una carcajada. —Por la expresión de tu cara, esa
idea nunca se te pasó por la cabeza. — Me da una palmadita en la
mano. —De acuerdo, no vas a besarlo hasta que él te bese a ti, pero
¿acaso el hecho de no besarlo significa que no pensabas que fuera una
cita o que no querías besarlo?
Cuando lo dice así... niego.
—Sí. Eso no significa que no lo quiera. Tal vez estaba tratando
de ser respetuoso o no quería apresurarse y asustarte. — sugiere
Blake.
—Bueno, ahora me siento tonta. — digo avergonzada.
—Chica, no lo hagas. Solo recuerda esto la próxima vez que
cuestiones la situación. — Sonríe y se inclina hacia delante,
susurrando innecesariamente: —Hablando de preguntas, ¿le has
preguntado por lo del baile?
—No. No quería arruinar el momento. — admito.
—Tienes que hacerlo, o te comerá. — Golpeando el mostrador,
me señala. —Jett está en su casa. Conduce hasta ahí, dale sus galletas
y pregúntale por el reto. En la puerta. Ni siquiera te quites el abrigo.
Me río de eso. — ¿Así de fácil? ‘Hola, aquí tienes tus galletas. Por
cierto, ¿me invitaste a salir en un reto en el instituto?’ — Me burlo.
— ¡Sí! Exactamente eso. Pero si dice que sí, devuélveme esas
galletas. No se merece ni una.
Después de conseguir las indicaciones para subir la montaña
hasta la cabaña de Jett, me pongo en marcha, dándome una charla
de ánimo durante todo el camino. ¿Puedo realmente hacer lo que
Blake sugirió? Realmente no parece tan importante, pero lo es para
mí. —Puedo hacerlo. — me digo mientras entro en el camino de
piedras de Four Wild Way. Qué bonito que su calle lleve su nombre.
Menos mal que Blake me advirtió sobre su camino oculto, porque si
no, nunca habría encontrado este lugar.

Sotelo, gracias K. Cross


Sentada en el Jeep, miro por el parabrisas los hermosos
alrededores. Su cabaña está literalmente en las montañas, los picos
nevados están tan cerca que ni siquiera son visibles desde mi punto
de vista. La nieve lo cubre todo, dándole un aspecto mágico. El humo
sale de la chimenea, las luces de Navidad adornan las barandillas del
porche y el tejado, y una bonita corona con bayas de acebo y piñas
cuelga de la puerta principal. Un enorme ventanal muestra un árbol
decorado con luces parpadeantes y una estrella encima. Todo es tan
perfecto que parece sacado de una tarjeta de Navidad. Sabiendo que
no puedo quedarme aquí admirando su casa para siempre, cojo mis
galletas y mi valor y salgo del vehículo. Con cautela, para no caerme
en la nieve, subo los tres escalones hasta su puerta y, respirando
hondo, levanto la mano para llamar. Me muerdo nerviosamente el
labio inferior y me subo las gafas a la nariz mientras cuento los
segundos que tarda en contestar. Treinta y cinco. Parecen tres mil y
pico.
— ¡Lynnie! — exclama sorprendido, sus labios se deslizan en una
sonrisa de bienvenida. Dejo que mi mirada recorra su cabello castaño
despeinado que parece haber pasado por sus dedos. Desde sus ojos
azules, tan acogedores como su sonrisa, hasta una barba pulcramente
recortada del mismo tono que el chocolate más intenso. Por encima de
sus anchos hombros cubiertos por una camisa de franela abierta para
revelar una camiseta blanca como la nieve metida dentro de sus
vaqueros, deteniéndose solo ligeramente sobre el bulto cubierto de tela
vaquera antes de pasar a sus largas y poderosas piernas y detenerse
en sus pies cubiertos de... calcetines de Navidad. Los calcetines de
Navidad no deberían ser tan sexys, pero en él sí lo son. — ¿Estás
bien?— Su voz está teñida de preocupación, probablemente porque
me he quedado mirando en silencio. —Entra, por favor. ¿Esas son mis
galletas? — pregunta, moviéndose para quitarme la bandeja de mi
agarre mortal.
Antes de que me las quite, sacudo la cabeza y suelto: — ¿Me has
invitado al baile porque alguien te ha retado?

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 7
JETT

¿Qué demonios acaba de decir? Abro la boca para preguntar


cuando ella se repite. — ¿Alguien te retó a invitarme al baile? ¿Por eso
me lo has pedido? — Su tono contiene dolor e ira y un ligero temblor.
— ¿Hablas en serio ahora mismo?— No puede ser, ¿verdad?
¿Qué la haría pensar eso?
—Es una pregunta muy simple, sí o no. — responde, y parte del
dolor se desvanece y lo sustituye la ira. No es que la culpe. Yo estaría
muy enojado.
—No. Absolutamente no. ¿Quién demonios te ha dicho eso?—
Pregunto, dejando que mi ira se apodere de mí. Una fría ráfaga de
viento entra en la puerta abierta, rociándonos a ambos con nieve en
polvo. Como no quiero tener esta conversación en el porche de mi casa
mientras nos morimos de frío, la agarro suavemente por el codo y tiro
de ella hacia el interior, y me alegro de que me siga aunque lo haga a
regañadientes.
—Sentémonos y hablemos de esto. Podemos calentarnos junto
al fuego, y puedes decirme por qué demonios crees que alguien me ha
retado a invitarte al baile de graduación y, lo que es más importante,
por qué crees que yo lo haría. — Mi tono enérgico me está haciendo
sonar como mi hermano mayor gruñón, pero no se podía evitar. Esto
era una estupidez, y si me dijo que no hace tantos años y perdimos
una década por un malentendido, me enojaría muchísimo.
Le quito las galletas y me dirijo a la cocina. —Adelante, siéntate
en el sofá. Voy a hacer un poco de café.
—No bebo café. — dice Lynnie distraídamente mientras se quita
el abrigo y la bufanda y los cuelga en el árbol junto a la puerta.
— ¿No bebes café?— Pregunto, consternado. —No… no entiendo.
¿Qué bebes entonces?— Si no empezaba su día con una gran taza de
Joe, era un oso.

Sotelo, gracias K. Cross


—Chocolate caliente, té, sidra de manzana... agua. — Se detiene
mientras observa la gran sala y las estanterías empotradas que
flanquean el hogar de piedra con su fuego crepitante. La música
navideña suena en toda la habitación.
—Tengo todo eso excepto la sidra. — Hago una nota mental para
conseguir sidra. Moviéndome alrededor de la isla, coloco las galletas
en la mesa y saco tazas. —Mi chocolate caliente es el que viene
envasado, no como el tuyo.
—Está bien. Gracias. — responde rotundamente mientras se
sienta en el sofá.
Cojo la leche y la pongo a hervir mientras preparo mi taza de café
de la cafetera. Con la mente acelerada, la encuentro mirando al fuego
con una mirada distante en su bonito rostro. ¿Quién demonios le diría
eso y por qué? No lo entiendo.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, todo está
terminado. Traigo nuestras tazas y las galletas y las coloco en la mesa
de centro frente al sofá, entregándole el chocolate caliente con crema
batida. Esto al menos consigue una pequeña sonrisa de ella y un
murmurado: —Gracias.
—Bien, cuéntame todo. Estoy a punto de perder la cabeza. —
exijo con brusquedad.
—No hay mucho que contar. Cuando encontré la nota que
dejaste en mi casillero, me emocioné mucho. Estaba enamorada de ti
y estaba encantada de que quisieras ir al baile conmigo. — admite
Lynnie, con un bonito rubor en las mejillas al admitirlo. —Le enseñé
la nota a Natalia y me dijo que te había escuchado a ti y a algunos de
tus compañeros hablando en la segunda hora. Que te habían retado
a invitarme al baile como una broma. — dice con amargura. —Así que
rompí la nota y la tiré. Cuando me encontraste después y me
preguntaste si la había recibido, te dije que sí y que no quería ir
contigo.
—Lo recuerdo. — digo en voz baja. No quería interrumpir pero
no podía quedarme callado porque el recuerdo todavía escuece.
—De todos modos, dije que no, y eso fue todo. Básicamente no
volvimos a hablar después de eso hasta que fuimos mayores. — Lynnie

Sotelo, gracias K. Cross


me mira, con sus gafas blancas y nacaradas con las esquinas
inclinadas sobre su pequeña nariz respingona.
—Natalia Barlow es una mentirosa. — digo simplemente. —Nada
de eso ha sucedido, y no sé por qué ha dicho que sí. Y aunque hubiera
salido a relucir, y quiero dejar claro que no fue así, nunca, jamás,
jugaría con alguien así, pero especialmente contigo. Ni entonces, ni
nunca. — Espero que ella pueda escuchar la verdad detrás de mis
palabras. —No me conocías lo suficiente entonces para saber que no
haría eso, pero espero que me conozcas lo suficiente ahora para
saberlo. ¿Crees que soy el tipo de hombre que haría algo así, Lynnie?—
Pregunto, bajando la cabeza para atrapar su mirada, queriendo que
me mire a los ojos cuando responda.
Para mi alivio, niega. —No. No creo que puedas hacer eso ahora,
pero entonces... — Se interrumpe.
—Es justo. Los niños pueden ser crueles. Pero ahora te digo que
te invité al baile porque quería llevarte. No hay otra razón. Eras la
única chica con la que quería ir, y después de que me rechazaras, mi
ego quedó muy dañado. — Me río entre dientes. —Al final ni siquiera
fui. — admito.
— ¿No lo hiciste? — pregunta, sorprendida.
—No.
—Qué desperdicio. No puedo creer que me haya mentido. Quiero
decir que ella y yo no éramos amigas ni nada, pero parecía simpática
y actuaba como si estuviera realmente pendiente de mí. — dice Lynnie
confundida.
—Lo siento. — digo, y lo siento. Por tantas cosas. Porque Natalia
hiciera daño a Lynnie, por rendirme tan fácilmente y por esperar tanto
tiempo para volver a intentarlo.
Volviendo a sentarse en el sofá, respira profundamente y exhala
como si lo dejara pasar todo. —Yo también lo siento. — dice, con una
sinceridad evidente en su voz.
Estudio su perfil mientras da un sorbo a su taza de chocolate, el
vapor que empaña sus gafas, el parpadeo del fuego proyectando
sombras sobre nosotros. Mi necesidad de besarla es tan fuerte como
la de la noche anterior, o tal vez más, al encontrarnos en otro momento

Sotelo, gracias K. Cross


de vulnerabilidad. — ¿Puedo hacerte una pregunta, Lynnie?—
Pregunto, con la voz baja.
Debe reconocer algo en mi tono porque cuando me mira, hay
anticipación en sus ojos. — ¿Sí?
— ¿Habrías dicho que sí?— le pregunto, mientras mi mirada
recorre los ángulos de su rostro.
Sus cejas bajan en señal de confusión y un poco de...
¿decepción? —Te dije que estaba enamorada de ti. Habría dicho que
sí.
—Hubiera querido bailar contigo. Besarte. ¿Me habrías dejado?
Lynnie asiente, dejando su taza hacia abajo para mirarme
completamente.
— ¿Y ahora?
— ¿Y ahora qué? — pregunta, todavía un poco insegura. Sus
ojos se dirigen a mi boca y se quedan ahí, haciendo que los míos se
levanten en una sonrisa.
—Si quiero bailar contigo. — Alargo la mano y trazo la curva de
su mandíbula con una mano más firme de lo que siento. —Besarte.
¿Me dejas?
Asiente y susurra: —Sí.
En ese momento, Nat King Cole empieza a cantar sobre castañas
en un fuego abierto. Es como si Alexa estuviera actuando como mi
copiloto. De pie, le tiendo la mano. Cuando coloca su palma en la mía,
la levanto suavemente y la estrecho entre mis brazos. Le quito las
gafas con cuidado y las coloco en la mesita. Nos acerco al fuego y el
crepitar de las llamas se mezcla con el sonido del piano y los violines.
Nos balanceamos al ritmo de la música. Lynnie está arropada por mí,
con la cabeza apoyada en mi pecho y nuestros dedos entrelazados
contra mi corazón. Mi otro brazo la rodea por la cintura y mis dedos
se extienden justo por encima de la dulce curva de su culo. Abrazarla
así se siente... bien. Como volver a casa. Podría darme una patada en
el culo por no haberlo hecho antes. Habíamos perdido tanto tiempo.
Cuando la canción termina, Lynnie levanta la cabeza y me mira,
con una sonrisa de satisfacción en la cara. Incapaz de esperar un

Sotelo, gracias K. Cross


segundo más, la acerco para que solo quepa entre nosotros el latido
de nuestros corazones. Mi mirada recorre su rostro, el rubor de su
piel, sus suaves ojos marrones, sus labios carnosos y ligeramente
separados. Cuando sus párpados caen y sus pestañas se agitan contra
sus mejillas, lo tomo como una invitación para besarla. En el momento
en que mis labios se encuentran con los suyos, emite un sonido que
es una mezcla entre un gemido y un suspiro, y sé que estoy jodido.
Cuando se pone de puntillas para rodearme el cuello con los brazos y
profundiza el beso, noto sus pezones llenos contra mí. Estoy más que
jodido. Hago todo lo posible por concentrarme en no moverme
demasiado rápido, pero la sensación de tenerla entre mis brazos, el
olor de su piel -cítrico con un toque de algo picante, jengibre quizá- y
el calor húmedo de su boca lo hacen imposible.
Me encuentro volviendo al sofá con nuestros labios aún
fusionados. Cuando siento que mis piernas chocan con el cuero, me
dejo caer sobre él y la atraigo hacia mi regazo para que se siente a
horcajadas sobre mí. Me doy cuenta inmediatamente de que es un
error porque ya estoy duro. Lleva falda, como es habitual, y mis manos
ya han empezado a patinar por sus piernas, apoyándose en sus
muslos. Mis dedos se flexionan en la carne flexible cuando ella vuelve
a hacer ese sonido y se balancea contra mí. Ni siquiera estoy seguro
de que se dé cuenta de que lo ha hecho. Lo hace de nuevo y ambos
gemimos. Estaba colgado de un hilo, y si se frotaba contra mi polla
una vez más, iba a asegurarme de que no parara... hasta que ambos
nos corriéramos. Arranqué mi boca de la suya, con la respiración
agitada.
—Esto se intensificó rápidamente. Debería disculparme, pero no
lo siento ni un poco. — le digo mientras mis manos suben y bajan por
la suave piel de sus muslos. Cada vez que lo hago, su falda se levanta
un poco más, y mis dedos rozan ahora el encaje de sus bragas.
—Entonces, ¿por qué has parado? ¿He hecho algo malo?—
pregunta Lynnie, con un ligero tono de inquietud en su voz.
—Dios, no. Lo estás haciendo todo bien. Demasiado bien. — Me
río.
—Yo no hago esto. — dice, con un rubor que sube por su cuello
hasta florecer en sus mejillas.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Hacer qué?— La pregunta sale más gruñona de lo que
pretendo, pero la idea de que Lynnie haga esto con cualquier otra
persona me vuelve loco.
—Besos casuales. Sexo... casual. — Agacha la cabeza para que
no pueda ver su cara.
Enganchando mi dedo bajo su barbilla, la levanto suavemente,
forzándola a que me deje verla. —Cariño, no hay nada, ni una maldita
cosa, casual en esto. — Y era cierto. No sentía nada casual por ella, y
estaba seguro de que no quería tener sexo casual con ella. Quería que
durara más allá de mañana y de la noche siguiente, y de la siguiente.
Pero más que nada, necesitaba que ella también lo quisiera.

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Capítulo 8
LYNNIE

Ni en un millón de años pensé que estaría montada a horcajadas


sobre Jett Wild en medio de su salón, rodeada de los sonidos y las
vistas de la Navidad y del olor de él mezclado con mi excitación. Era
una combinación embriagadora, y me hizo actuar con audacia. Yo,
que estaba horrorizada por la sugerencia de Blake de besarlo primero
porque lo había deseado. Hacía mucho tiempo que no tenía una
relación con un hombre, e incluso entonces, nunca me había sentido
descontrolada y necesitada como ahora. Debería avergonzarme de
cómo estoy actuando, pero me siento demasiado bien para hacerlo. Se
siente demasiado bien. Las manos de Jett en mi piel, sus dedos
jugando con el borde de mis bragas, me hacen ensanchar las piernas,
instándole en silencio a que suba aún más. Dios, quiero a este
hombre. Mucho. Y si su dura longitud presionada contra mi centro es
un indicio, él también me desea. Oírle decir que esto no era casual
hizo que mi corazón se disparara. Quiero creerle porque,
honestamente, no se siente casual. Se siente bien. Como si se hubiera
estado gestando todo este tiempo. Se ha ido gestando y acumulando
como el mejor de los juegos preliminares. Años de valor. Estoy a punto
de abrir la boca para decírselo cuando su pulgar roza, apenas, el
triángulo de encaje de mis bragas, chocando suavemente con mi
clítoris y haciéndome ver estrellas. Maldita sea, realmente ha pasado
demasiado tiempo si el más mínimo roce me tiene a punto de detonar.
¿O era porque era Jett?
— ¿Te gusta eso? — me pregunta en voz baja.
Asiento y muevo las caderas hacia él, deseando que lo haga de
nuevo. Ya no me importa lo que piense de mí y solo necesito que me
libere. Cuando vuelve a hacerlo, esta vez con más presión, mis dedos
se clavan en sus anchos hombros y me maldigo por no ser el tipo de
mujer que va en plan comando. Él irrumpe en mis pensamientos con
otra presión de su pulgar. —Lynnie, quiero hacerte sentir bien. ¿Me
dejarás?

Sotelo, gracias K. Cross


Repite la pregunta que me hizo antes. — ¿Me dejarás?— Como si
pudiera detenerlo. Como si quisiera hacerlo.
—Sí. — respondo con entusiasmo, esperando que eso signifique
que nos quitará más ropa. Veo cómo se le mueve la nuez de Adan y se
le aprieta la mandíbula antes de que asienta como si hubiera decidido
algo.
—No quiero presionarte. Sé que esto es rápido, pero es que...
Dios, te deseo. — admite, con sus ojos azules ardiendo de calor. —
Siento como si hubiera esperado toda una vida para estar contigo así.
Sé que suena cursi y jodidamente ridículo. — Jett sacude la cabeza
casi como si estuviera asqueado de sí mismo por desearme como lo
hace, como si quisiera disculparse por ello. Si lo hace, me moriré. No
quiero que se disculpe. Quiero que esté loco por mí porque yo estoy
loca por él.
—No estás empujando. Por favor. Quiero esto. Te deseo. — Mi
voz suena como la de una extraña. Una extraña sexy y deseosa o una
heroína de uno de mis libros. Me encanta. A Jett también le debe
gustar. Suelta un gruñido bajo y se pone de pie conmigo, inmóvil en
su regazo, como si no pesara nada. Mis piernas rodean su cintura, mi
falda se amontona alrededor de mi cintura y mis brazos serpentean
alrededor de su cuello. Jett desliza sus manos por la parte posterior
de mis muslos, sujetándome hacia él con sus dedos clavados en la
carne de mi culo, amasando y acariciando mientras recorre la casa y
sube las escaleras. Nunca un hombre me había llevado a ningún sitio,
y mucho menos a una escalera. Jett Wild era el hombre más caliente
que había encontrado antes de esto, pero ¿ahora? El hombre era un
infierno, y yo también lo era gracias a él. Mi boca está a escasos
centímetros de la suya y aprovecho mi posición para besarlo, haciendo
que sus pasos se tambaleen brevemente. Su lengua se sumerge en mi
boca y se frota contra la mía, lenta y sensual, luego rápida y exigente.
Se retira el tiempo suficiente para abrir una puerta y llevarnos a su
dormitorio. No tengo tiempo de mirar a mí alrededor. Me quita
suavemente las piernas de encima y me pone de pie.
— ¿Estás bien?— Me pregunta Jett en voz baja. Sus ojos
recorren mi cara mientras sus manos juegan con el dobladillo de mi
jersey, rozando la extensión de piel y rodeando mi ombligo. Los

Sotelo, gracias K. Cross


sencillos movimientos me dejan sin palabras mientras me concentro
en cada círculo y caricia.
Finalmente, encuentro mi voz. —Lo estoy. ¿Lo estás?
Sus labios se curvan en una sonrisa sexy. —Estaría mejor si
estuviéramos desnudos.
Las palabras me producen un escalofrío. Asintiendo, le quito la
franela de los hombros y la dejo caer al suelo. Todavía hay demasiada
ropa. —Me toca a mí. — dice mientras me levanta el jersey, dejándolo
deslizar lentamente por mi piel. La lana peluda contra mi piel
excesivamente sensibilizada deja un rastro de piel de gallina con cada
centímetro de carne al descubierto. Levanto los brazos para que pueda
levantarme la camiseta y quitármela por fin. Se le cae de los dedos,
uniéndose a la franela. Sisea una maldición al ver mis pechos
envueltos en encaje rojo manzana.
— ¿Te has paseado en ropa interior así, Lynnie? Menos mal que
no sabía lo que había debajo de todos esos bonitos vestidos y faldas
largas. — dice Jett mientras extiende un dedo para trazar los bordes
festoneados del sujetador con escote. —Habría hecho que todas esas
historias sensuales de las que hablamos en el club de lectura me
resultaran aún más difíciles de superar. Ya te imaginaba como una de
las protagonistas. — admite, con una voz cargada de deseo que
reconozco porque coincide con la mía. Alcanzando su hombro, Jett se
quita la camiseta por encima de la cabeza y la tira al suelo. Tiene los
hombros anchos, el pecho y el vientre definidos con crestas
musculosas y un ligero mechón de pelo castaño claro que desaparece
en la cintura de sus vaqueros. El hombre es la perfección. Un Adonis.
Creía que los hombres así solo existían en los libros. Sin embargo,
aquí estoy, con el hombre más sexy que he visto nunca, en carne y
hueso. Mis manos literalmente pican para tocarlo. Pasar mis manos
por toda esa piel tensa y bronceada por el sol. Como si pudiera leerme
la mente, gruñe: —Tócame, Lynnie.
Sin dudarlo, doy un paso adelante y le paso las manos por los
hombros. Mi boca sigue audazmente el rastro de mis palmas contra la
piel satinada. Sus músculos saltan bajo mis labios, las manos se
flexionan con fuerza contra mi cintura. Lavo un pezón plano, y una
maldición se escapa de sus labios. Me da fuerzas. Vuelvo a hacerlo
con el otro, mordiendo ligeramente cuando gime. Encuentra la

Sotelo, gracias K. Cross


cremallera de mi falda y desliza el metal hacia abajo hasta que se abre.
Jett me la pasa por el culo y me ayuda a salir de ella, donde se
acumula a mis pies. Me encuentro ante él sin más ropa que mis
calcetines hasta la rodilla con bonitos flecos y mi ropa interior de
encaje rojo. Su mirada se clava en mi piel mientras me recorre desde
los dedos de los pies hasta la cabeza y de nuevo hacia abajo,
prendiéndome fuego sin siquiera tocarme. Sin apartar los ojos de mí,
se desabrocha los vaqueros y se los pasa por las caderas y los muslos
esculpidos, y se desprende de ellos y de sus festivos calcetines
navideños. Cuando se libera de todo excepto de sus calzoncillos verde
bosque, con la punta de su erección visible por encima de la banda
elástica, se acerca a mí. Una mano serpentea alrededor de mi culo y
sus labios se posan en la sensible piel de mi cuello, mordiendo y
chupando. Nos hace retroceder hasta la cama y se detiene al llegar a
ella.
—Ahora mismo estoy luchando contra mí mismo. ¿Sabes lo
difícil que es? ¿Luchar contra lo que tu cuerpo pide a gritos? — Deja
que su mirada recorra mi cuerpo, sus dedos bailan sobre la parte
delantera de mis bragas. Las baja lentamente, cada vez más, hasta
que se acoplan entre los labios brillantes de mi sexo y se aprietan
contra mi clítoris. Mueve su muñeca en un movimiento circular, y la
fricción que sus movimientos crean con el trozo de encaje me deja
jadeando. —El salvaje que hay en mí quiere tirarte en esta cama y
follarte, despeinarte y ver cómo te deshaces. — Su voz es un murmullo
bajo y seductor. —La otra parte de mí quiere ir despacio y con calma,
ser suave y gentil contigo esta primera vez. — Mi respiración es
agitada. Mis ojos van de un lado a otro entre su boca, viéndolo formar
las palabras que siempre había leído solo en los libros, y hasta su
mano, que sigue manipulando mi tanga contra mi tierna carne. —
¿Qué va a ser, Lynnie? ¿Lo quieres salvaje o...?— No le doy la
oportunidad de terminar. Sé lo que quiero. —Salvaje. Fóllame
salvajemente.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
JETT

— Fóllame salvajemente. — Estuve a punto de correrme en mis


calzoncillos en cuanto las palabras salieron de su boca. Sabía que
Lynnie, con su amor por los libros, sus gafas de montura de gato, sus
bonitos vestidos y sus curvas tan dulces como su sonrisa, era la mujer
para mí. Lo sabía desde hacía mucho tiempo. Es perfecta.
Absolutamente perfecta toda ella. Ver este lado de ella solo me
convenció más.
—Súbete a la cama, Lynnie. — le ordeno, bruscamente. Duda un
momento, pero luego se sube a la cama grande y se acomoda en el
centro. Con ojos hambrientos, me observa, esperando, con las manos
crispadas a los lados. Dios, es preciosa. Cada centímetro de ella. No
hay nada en lo que pueda pensar ahora para distraerme de lo
jodidamente caliente que estoy por esta mujer. Podría hacer
trigonometría y estar listo para correrme con solo mirarla. Con eso en
mente, me dejo la ropa interior puesta para ganar algo de tiempo y me
subo a la cama. Arrodillado entre sus piernas, dejo que mis manos
recorran libremente sus caderas, patinando sobre la sensible piel del
interior de sus muslos. Lynnie inhala fuertemente cuando las puntas
de mis dedos rozan, apenas, su coño, el material de encaje empapado
por su necesidad. Su pecho sube y baja con cada respiración profunda
que hace. — ¿Debo quitarte esto, Lynnie, para poder abrirte y ver cómo
me deslizo dentro de ti?— Pregunto, jugando con el elástico de sus
bragas rojas. Cada pasada de mis dedos por su piel la hace
estremecerse y a mí me hace sonreír. —Creo que sí. — Apenas
pronuncia la palabra sí, las deslizo por sus piernas. Mis ojos se posan
en su coño desnudo y gimo al ver cómo brilla para mí. Una franja de
pelo recortada como un camino que me lleva al cielo. Con manos que
tiemblan ligeramente, deslizo un dedo sobre los apretados rizos,
siguiéndolos hacia abajo. Ignorando el apretado brote, me sumerjo en
su humedad, resbaladiza y sedosa bajo mi tacto. —Joder, Lynnie.
Estás muy mojada. — le gruño. —No estoy seguro de poder esperar.
— admito.

Sotelo, gracias K. Cross


—Entonces no lo hagas. — responde, jadeando. —Salvaje y luego
lento. — me recuerda Lynnie.
Inclinándome, paso por delante de ella y cojo un preservativo de
la mesita de noche y lo pongo a mi lado en la cama. Sé que en el
momento en que esté desnudo, el último resquicio de contención
aterrizará en un montón junto con ellos. Quiero estar preparado con
protección antes de perder la cabeza y perderme dentro de Lynnie. Sus
ojos están llenos de calor, con las pupilas dilatadas mientras observa
todos mis movimientos. De pie, me quito rápidamente los calzoncillos
y vuelvo a subir a la cama, abriendo sus piernas y colocándome entre
ellas. Apoyado en los codos, tomo su boca en un suave y sensual beso,
dejando que sea ella quien marque el ritmo, sabiendo que será ella
quien marque el ritmo de nuestros cuerpos. Desliza su lengua a lo
largo de la mía, girando y retrocediendo. Incapaz de detenerme,
encuentro que mis caderas imitan los movimientos y sisean de placer
cuando la cabeza de mi polla entra en contacto con su húmeda
excitación, el calor que me cubre. Lo único que deseo es penetrarla
así, sin nada que nos separe. Lynnie debe sentir lo mismo porque las
siguientes palabras que salen de su boca son mi perdición.
—Estoy a salvo. Tomo la píldora y no he estado con nadie en
mucho tiempo. — dice, sin mirarme a los ojos como si eso fuera algo
de lo que avergonzarse.
—Bien. — Pasando mi nariz por la suya, le digo: —Quiero ser la
persona que recuerdes, nadie más. Quiero que me sientas aquí
mañana. — Presiono mi polla dentro de ella, la cabeza deslizándose
por los resbaladizos labios de su coño. —Y olvida a todos los demás.
Lynnie gime cuando empujo más, sus manos arañan mi espalda.
Se arquea, tratando de meterme más adentro y jadea algo incoherente:
—Te lo prometo, Jett. Solo tú.
Satisfecho por eso, meto la mano entre nosotros y abro el cierre
frontal de su sujetador, haciendo que sus tetas se liberen. Tomando
un pezón en mi boca, prodigo primero uno y luego el otro con atención.
Lynnie se retuerce debajo de mí, esforzándose por llevarme a donde
ella quiere, donde yo quiero estar. Finalmente, nos libero a los dos de
nuestra miseria y empujo dentro de ella. Está tan tensa que, aunque
no me lo hubiera dicho, habría sabido que había pasado mucho

Sotelo, gracias K. Cross


tiempo. Suavemente, me balanceo en mis caderas, mi pulgar se frota
sobre su clítoris para ayudarme a facilitar en ella.
— ¡Jett!— jadea, plantando sus pies planos y levantando sus
caderas.
—Está bien, bebé. Vente por mí así para que no te haga daño. —
le digo con insistencia, haciendo lo posible por contenerme cuando lo
único que quiero hacer es penetrarla con fuerza y profundidad una y
otra vez. Primero noto el temblor de sus muslos y luego el de sus
paredes internas. Se estrechan a mí alrededor, haciéndola sentir como
un puño aterciopelado alrededor de mi polla. Dejo que se deje llevar
por el orgasmo, con la boca abierta y la cabeza echada hacia atrás en
una magnífica muestra de éxtasis. En el momento en que baja y abre
los ojos, la empujo profundamente. Con fuerza. Con firmeza. Una y
otra vez, haciéndonos gemir de placer. Cuando estoy cerca, disminuyo
el ritmo, sin querer que se acabe. Vuelvo a centrar mi atención en su
boca y la beso con la boca abierta. Jadea dentro de mi boca mientras
la follo con la lengua, imitando el movimiento con los empujones
superficiales de mis caderas. Como necesito estar más profundo, me
siento sobre mis talones y me retiro de ella lo suficiente como para
ponerla boca abajo. Le rodeo la cintura con un brazo y la levanto hacia
mí, empujando sus hombros hacia la cama y manteniéndola ahí
mientras me deslizo dentro de ella, sin parar hasta que toco fondo. —
Joder, Lynnie. — aprieto mientras envuelvo mi mano en los mechones
cortos de su cabello sedoso y tiro hacia atrás lentamente antes de
empujar hacia adelante de nuevo. Una vez. Dos veces. —Jodeeeeer.
—Jett. Por favor. Necesito... — no termina la frase. Empujando
hacia atrás contra mí, me insta a seguir adelante. Mi control se pierde,
mi ritmo es implacable mientras mi mano se aprieta en su pelo.
Mientras entro y salgo de ella, nuestros gritos de placer se mezclan
con el golpeteo de nuestra piel. Al sentir el cambio en las paredes que
rodean mi polla, deslizo mi mano por su vientre hasta su clítoris y lo
aprieto, aplicando una suave presión hasta que sus piernas empiezan
a temblar y grita mi nombre. — ¡Jetttt! Oh, sí. ¡Joder! Joder. Sí, sí,
síííí.
Con mi mano aún entre sus piernas, sujetándola hacia mí,
empujo con salvaje abandono. Hasta que son mis piernas las que
empiezan a temblar. Su coño palpita a mí alrededor, y siento que me

Sotelo, gracias K. Cross


está ordeñando. La acumulación me hace ver las estrellas antes de
explotar, con su nombre en mis labios, mi semen en su cuerpo.

Nos tendemos bajo las sabanas, el fuego crepitando y las luces


del pequeño árbol iluminando el dormitorio. He tenido ese mismo
árbol desde que era un niño. Mamá lo ponía en cada uno de nuestros
dormitorios. Es lo primero que se pone cuando salen los adornos,
incluso todos estos años después en mi propia casa.
— ¿Qué planes tienes para la Navidad?— le pregunto, uniendo
nuestros dedos sin pensar mientras espero su respuesta.
—Creo que después de dejar los regalos en el hospital quizá vaya
a ver una película. Es lo que suelo hacer. — responde Lynnie, con un
tono despreocupado.
— ¿No vas a casa de Loretta o algo así?— Mis cejas se hunden
tanto en mi frente que puedo verlas. La idea de que pase un día de
fiesta destinado a los amigos y a la familia y a los seres queridos sola
me corroe. Es absolutamente imposible que eso ocurra.
—No. Ella y su hijo pasan las fiestas juntos. Además, cada vez
que él está en la ciudad, ella hace de celestina, deseando que tenga al
menos una cita con él, y a mí no me interesa. — Se encoge de hombros.
—Ya lo creo que no. — le digo, disfrutando del bonito rubor que
provocan mis palabras.
Riendo, me da un golpe en el brazo. —Soy una mujer de un solo
hombre, así que no te queda más remedio que aguantarme. — dice un
poco tímida. Debería recordarle dónde acabo de tener mi cara. Eso
debería cortar de raíz algo de esa innecesaria pero adorable timidez.
—Menos mal, porque soy hombre de una sola mujer, y eso hace
que tú también estés pegada a mí. — La sonrisa que se extiende por
su cara me calienta. —Pasa la Navidad conmigo. — No era una
pregunta sino una afirmación.
Sus ojos se abren de par en par con sorpresa. — ¿Aquí? — casi
chilla.

Sotelo, gracias K. Cross


—Bueno, aquí no. La pasaremos en casa de mis padres, en la
montaña, un poco más arriba. Han llegado esta mañana. — le explico.
—No me reuniré con tus padres. Acabamos de empezar... —
Lynnie hace una pausa, sin saber cómo llamar a lo que acabamos de
empezar. Yo tampoco estoy seguro, pero es algo, y es real. Lo dejaré
pasar por ahora, siempre y cuando ella sepa que esto es... lo que sea.
—Bueno, técnicamente, ya los conoces. Te conocen de toda la
vida. — le recuerdo suavemente.
—Ya sabes lo que quiero decir. — dice, exasperada.
—Lo sé. Pero, sinceramente, no tiene por qué ser así. — Mi mente
se acelera, y me pongo a buscar un argumento que pueda funcionar a
mi favor. —Será la primera vez que Blake los conozca. Apuesto a que
le encantaría tenerte ahí. Como para romper el hielo. Le quitaría un
poco la presión. — Lynnie y Blake se han convertido en grandes
amigas, así que esto podría ser el señuelo que necesito. Porque ahora
que sé que planea pasar las fiestas sola, estoy decidido a que no lo
haga. Tanto si voy a su casa y lo celebro con ella y su adorable perro
de grandes orejas como si se pasa por la casa de los Wild, Lynnie
Branch es mi cita para Navidad.
— ¿No será raro? Quiero decir, es una fiesta y no tengo regalos
para nadie. — dice, mordiéndose su labio inferior.
—No necesitas regalos para nadie. — le digo, emocionado de que
lo esté considerando.
—Claro que sí. No puedo llegar con las manos vacías. — Lynnie
me lanza una mirada de exasperación.
Me río. —De acuerdo, de acuerdo. Déjame pensar. — Me devano
los sesos buscando cualquier cosa que se me ocurra para hacerla
llegar, y entonces se me ocurre. —Puedes llevarles libros. — sugiero.
Es decir, ella los tiene a mano.
— ¡Oh, qué inteligente!— Sus ojos se iluminan. — ¿Qué tipo de
cosas les gustan? Sé lo que puedo traer para Blake, pero ¿qué pasa
con el resto?
—Hmmm... bueno, a mi madre le gustan las flores y las plantas
y todo lo que se pueda cultivar. Mi padre es como nosotros, y si es al

Sotelo, gracias K. Cross


aire libre, le gusta. Ha estado hablando de querer construir un barco.
— Sacudo la cabeza. No sé de dónde ha salido eso, pero la última vez
que fui a visitarlo, no hablaba de otra cosa. Hablaba de barcos y mi
madre de bebés, concretamente de nietos. Ambos tenían un
pensamiento único, y ambas cosas habían salido de la nada.
— ¡Oh, eso sería genial!— Su voz contiene la misma emoción que
siento por su llegada. — ¿Y tú? ¿En qué estás metido?— pregunta
Lynnie, con las pestañas bajadas coquetamente.
Con una sonrisa lenta, respondo: —Tú. — Me preparó
perfectamente para eso. No hay manera de que no acepte esa apertura.
—Ya no... — Lynnie responde, descaradamente. Una pequeña
risa se le escapa de los labios.
—Pequeña pícara. — Le doy una palmada en el culo. —Puedo
remediarlo. — Ofrezco, tirando de las mantas sobre nosotros con la
esperanza de que me acepte.

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Capítulo 10
LYNNIE

Bajando la montaña esta mañana con una sonrisa de felicidad


en la cara, no puedo creer lo mucho que ha cambiado todo desde ayer
cuando estaba subiendo la montaña. Estoy muy agradecida a Blake
por haberme hecho ver que podía tomar lo que quería sin tener miedo.
Y lo había hecho. Había sido audaz, abierta y libre. Tengo que
agradecerle eso, así como a Jett. Blake me dio la patada en el culo y
el estímulo. Y Jett me hizo sentir lo suficientemente cómoda para tener
la confianza que necesitaba. Me alabó y adoró y me hizo sentir
hermosa y deseada con sus palabras y su tacto. Era diferente a lo que
yo estaba acostumbrada. Él era diferente. No es que hubiera salido
con imbéciles en el pasado, solo que Jett era... Jett. Y ellos no lo
habían sido. Y también por hacerme subir a esa montaña y hacer
preguntas de las que no creía querer las respuestas. Pensar que
durante todo este tiempo las cosas podrían haber sido tan diferentes.
No vale la pena insistir en ello ahora. Teníamos el día de hoy y toda
una vida de mañanas para compensarlo. Aunque no estuviera segura
de cómo llamar a lo que estábamos haciendo, y no terminara
convirtiéndose en lo que yo esperaba, podríamos seguir siendo amigos
y no tener los malentendidos de nuestro pasado sobre nosotros. Solo
tendríamos los recuerdos, muchos de los cuales se hicieron anoche.
Fue tan salvaje como dijo que era, y luego esta mañana, me despertó
con el desayuno en la cama y suaves besos por mi vientre y mis
muslos. Y luego desayunó. Había sido espectacular. Jett tenía que irse
a trabajar antes de que saliera el sol, pero me dijo que me quedara
todo el tiempo que quisiera y que me encontraría más tarde. Me quedé
un rato, pero quería volver a casa con Heathcliff.
Al entrar en el estacionamiento de Books by the Bay, no puedo
evitar sonreír cuando veo a Heathcliff durmiendo en su cama en el
escaparate. La escena es tan perfecta que ni siquiera parece real.
Loretta debe estar ya aquí si el cachorro está aquí. —Mierda, mierda,
mierda. — murmuro. No hay manera de pasar por ella y subir a mi
apartamento encima de la tienda sin que me vea. Lo que significa que

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sabrá que no vine a casa anoche, ya que llevo la misma ropa, sin
bragas porque Jett dijo que las guardaba, que llevaba cuando vino a
buscar a Heathcliff. Quizá no se dé cuenta. Quiero decir que llevo
faldas y vestidos casi a diario. Con una pequeña charla de ánimo sobre
que soy una mujer adulta y no tengo que responder ante nadie, salgo
de mi Jeep y me dirijo a la tienda, llamando con un saludo mientras
lo hago. —Buenos días, Loretta. ¿Cómo estás?— Al oír mi voz,
Heathcliff viene corriendo y lanza su gordo cuerpo hacia mí. —Oh, ahí
está mi chico. Ahí está. Estás muy guapo. Sí, lo estás. — lo arrullo
mientras hace cabriolas a mi alrededor, con sus chapas.
—Bueno, buenos días para ti, sol. — dice Loretta con una
sonrisa altiva en la cara. — ¿Y dónde estuviste anoche? — pregunta.
No se ha dado cuenta.
— ¿Qué te hace pensar que estuve en algún sitio?— Pregunto,
tratando de hacerme la interesante. Está claro que no lo estoy
haciendo muy bien, porque se ríe.
—Oh, cariño. — Loretta se ríe. —Aunque no llevabas la misma
ropa que ayer, vi tu coche entrar en el estacionamiento. ¿Sueles venir
en coche desde tu apartamento... de arriba?— Me mira con
complicidad.
—Deberías ser detective, Loretta Downes. — le digo mientras la
rodeo para subir las escaleras. —Deja que me duche y alimente a este
tipo, y enseguida bajo.
—Te espero. — dice la mujer mayor, sonriéndome por encima de
su taza de café.
Una hora más tarde, bajo las escaleras de mi apartamento hacia
la tienda con Heathcliff pisándome los talones. Al doblar la esquina,
veo a Blake y Savannah sentadas con Loretta en el círculo de sillas
cómodas del rincón de lectura. — ¡Buenos días, amiga!— saluda Blake
con una sonrisa y un saludo. Savannah le sigue.
— ¿Buenos días?— Lo planteo como una pregunta porque la
tienda aún no está abierta y aun así mis amigas están aquí y tan...
sonrientes.
—Te he preparado un té. Ven a sentarte con nosotras. — Loretta
me hace señas para que me acerque al grupo.

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— ¿Qué hacen aquí tan temprano, señoras?— Acepto la taza de
té de Loretta con un murmullo de: —Gracias.
—Bueno, Savvy me recogió para terminar unas compras
navideñas e imagina nuestra sorpresa cuando vimos un Jeep rosa
bajando la montaña. — Hay un brillo de alegría en sus ojos.
—Y le dije a Blake: Blake, ¿cuántos jeeps rosas pequeños puede
haber en Cherry Falls? — Savannah interviene.
Puedo sentir el sonrojo ardiente subiendo por mi rostro mientras
todos me miran con sonrisas expectantes en sus rostros, cejas
levantadas. Metiendo los pies debajo de la silla, doy un sorbo a mi té,
entreteniéndolos, torturándolos un poco mientras trato de decidir
cuánto decirles.
—Nos estás matando, Lynnie. ¡Derrama!— exclama Blake.
—Bueno, seguí tu consejo y le pregunté por lo del baile. — le
digo. —Retuve la bandeja de galletas hasta que me contestó.
— ¡Los dos tipos de galletas, espero! — dice, moviendo las cejas
hacia mí.
—Dios mío. — Me cubro la cara ardiente con las manos mientras
las otras dos señoras ululan.
—Entonces, ¿qué dijo? ¿Fue un reto?— Savannah pregunta.
— ¿Un reto?— Loretta mira de un lado a otro, confundida.
Blake agita una mano en el aire. —Resumiendo, Jett invitó a
Lynnie al baile de graduación en el instituto, y ella dijo que no porque
una chica le dijo que solo se lo había pedido por un reto. — Termina
con un giro de ojos y una mirada incrédula.
— ¿Jett? Eso no parece propio de él. — Loretta sacude la cabeza,
sin creer lo que ha dicho Blake.
Savannah se inclina para rellenar su café de la jarra. —Eso es lo
que le dijimos. — Mueve los dedos hacia mí. —Continúa.
Riendo, continúo. —Dijo que no era un reto y que me lo había
pedido porque quería llevarme. Ni siquiera fue porque solo quería ir
conmigo y quería besarme entonces... y ahora. — Me muerdo el labio
inferior y luego digo apresuradamente: —Así que... lo dejé y luego

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tuvimos el sexo más increíble. Tres veces. — Me vuelvo a tapar la cara
mientras chillan y gritan aún más fuerte que antes.
— ¡Dios mío! ¡Cuéntanoslo todo!— Savvy se entusiasma.
—No lo voy a contar todo. — Finjo estar escandalizada. —Pero
les diré que me ha arruinado para todos los demás hombres y que
tiene un lado que nunca había visto.
— ¿Como un lado pervertido?— Loretta pregunta, disparando
hacia adelante en su asiento.
—Un lado salvaje. — digo, sonriendo ante la idea de que le diga
que me folle de forma salvaje. —Y él también saca uno en mí. Ni
siquiera sabía que podía ser así. O que yo pudiera ser así. — Admito.
—Esto es tan increíble. Te lo mereces, chica. — me dice Blake,
con una sonrisa que le parte la cara. —Son perfectos el uno para el
otro. Dos de mis personas favoritas.
—Estoy tan contenta de que Blake te haya empujado. En serio,
el otro día ni siquiera estabas segura de sí ibas a tener una cita con
él, ¡y ahora se pusieron a ello!— Savannah se ríe.
—Lo sé, lo sé, pasó rápido. Pero se sintió tan bien. No me sentí
incómoda o como si estuviéramos apurando algo. Simplemente...
sucedió.
— ¿Rápido? Lynnie, ¡conocí a Wes durante menos de cuarenta y
ocho horas! Has conocido a este hombre toda tu vida y has estado
deseándolo durante la mitad de ella. — señala Blake. No se equivoca.
—Tiene razón, cariño. — dice Loretta como si me leyera la mente.
—No hay reglas. El corazón quiere lo que el corazón quiere. Lástima
que no hayas querido a mi hijo para que pudieras ser mi nuera. —
Suspira con dramatismo melancólico, haciéndonos reír a todas.
—En serio, Lynnie, esto es algo bueno. Disfrútalo mientras dure,
ya sea una vida o un día. — Savannah me da una palmadita en el
brazo. —Y asegúrate de compartir todos los detalles sucios. — Me
guiña un ojo.
— ¿Cuándo lo vuelves a ver?— pregunta Loretta mientras moja
una galleta en su café.

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—En realidad, me pidió que pasara la Navidad con él y su
familia. — admito, señalando en dirección a Blake.
Se levanta en su silla. — ¡Por favor, di que sí! He estado muy
nerviosa y tenerte ahí sería genial.
Asiento. —Creo que sí.
Blake aplaude. — ¡Oh, gracias, gracias, gracias!
—Bueno, esta es la mejor noticia. — Loretta sonríe y nos tiende
su taza. — ¡Por un nuevo y duradero amor en el nuevo año!
— ¡Y por el sexo caliente!— Savannah se suma, haciéndonos reír
mientras chocamos nuestras tazas.
Con una sonrisa en la cara, observo cómo charlan entre ellas
sobre los regalos y los envoltorios y todos los detalles de última hora
que hay que hacer, y me siento satisfecha. He estado sola en esta vida
durante mucho tiempo, pero estas mujeres llegaron a ella en
diferentes etapas, se hicieron amigas mías y me han sacado de mi
caparazón. A veces a patadas y a gritos. No estoy segura de lo que hice
para merecerlas, pero estoy segura de que me alegro de haber hecho
lo que fuera. Ellas son los que hacen que esta temporada sea alegre y
brillante. Bueno, ellas y los múltiples orgasmos que aún me hacen
sentir eufórica.

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Capítulo 11
JETT

Mi teléfono está sonando en algún lugar de la planta baja.


Maldiciendo, bajo corriendo los escalones con la toalla colgada en las
caderas. Al cogerlo, veo que es Wes.
— ¿Qué pasa, Weston?
— ¿Sigues trayendo a Lynnie? — pregunta, con un matiz de
ansiedad en su voz.
—Sí, la traigo. Voy a recogerla dentro de un rato. ¿Por qué, qué
pasa?
Mi hermano suspira. —Oh, bien. En realidad, nada. Es que
Blake está tan nerviosa que me está poniendo nervioso, y yo no me
pongo nervioso. Me está jodiendo. — admite, haciéndome reír. —No te
rías de mí, idiota.
—Lo siento, no puedo evitarlo. Ya era hora de que te dieras
cuenta de que eras un simple mortal como el resto de nosotros. —
bromeo.
—Muy gracioso. ¿A qué hora llegas?— pregunta Wes.
Miro el reloj. —Dentro de una hora aproximadamente.
—Perfecto. Estaremos ahí sobre la misma hora.
—Me parece bien. — respondo, a punto de colgar cuando me
detiene.
— ¡Espera! Le has comprado un regalo, ¿verdad? Más de acuerdo
que lo hayas hecho. Tú la has invitado. — Utiliza su voz severa de
hermano mayor conmigo.
—Claro que lo hice, idiota. — Me río. —Voy a colgar, adiós. — No
espero a que responda y termino la llamada. Como no quiero llegar
tarde a recoger a Lynnie, me dirijo a mi habitación para vestirme,

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emocionado por pasar las fiestas con ella. Nunca lo había hecho. Eso
demuestra una vez más que Lynnie es especial.
Llegué unos quince minutos antes para recoger a Lynnie, pero
no podía esperar más. No la había visto desde que la dejé en mi cama
la otra mañana. Mi horario había sido una locura, y ella tenía mucho
trabajo en la tienda. Saliendo de la camioneta, me dirijo a la parte
trasera de la tienda y a las escaleras que conducen a su apartamento
en la parte superior de la tienda. Subo los escalones de dos en dos y
llego a la puerta en un abrir y cerrar de ojos. Levantando la mano,
llamo y espero. Casi al instante, Heathcliff empieza a ladrar como un
loco. Nunca lo había oído ladrar y ni siquiera estaba seguro de que lo
hiciera. Siempre está tan tranquilo en la librería. Sin embargo, lo he
escuchado roncar tan fuerte como para despertar a los muertos.
—Shah, Heathcliff. Silencio. Ya voy. — Oigo a Lynnie llamar.
Cuando abre la puerta, me balanceo sobre mis talones y suelto
un silbido bajo. —Estás preciosa. — Mi mirada la recorre con aprecio.
Lynnie lleva el pelo un poco rizado y apartado de la cara con una pinza
que parece estar decorada con muérdago. Tiene los labios pintados de
rojo cereza y una ligera capa de polvos brillantes en la nariz y las
mejillas, que le dan un bonito brillo. Detrás de las gafas que tanto me
gustan, sus ojos están maquillados con sombras verdes y un delineado
ahumado. Me dieron ganas de desordenarla y embadurnar sus labios
con besos. Llevaba un vestido envolvente aterciopelado que le llegaba
justo por debajo de la rodilla con un lazo perfecto en la cadera, y
llevaba los pies desnudos. El verde de su vestido hacía juego con la
franela verde y roja de él. No podrían haberlo coordinado mejor a
propósito.
Lynnie me hace pasar con un rubor en las mejillas. —Gracias.
Tú también estás muy guapo. — dice casi con timidez.
En cuanto la puerta se cierra detrás de mí, la estrecho entre mis
brazos. —Te he echado de menos. — Y lo he hecho. Nos enviamos
mensajes de texto durante todo el día y hablamos cuando tuvimos la
oportunidad de hacerlo en los últimos dos días. Incluso me había
enviado una foto traviesa de ella con el vestido de la señora Claus que
se había puesto para ir a cantar villancicos. Eso solo hizo que la echara
más de menos.

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— ¿Lo hiciste?— Una sonrisa inclina las comisuras de los labios
que me muero por besar.
—Sí, lo hice. — Me acerco más y la atraigo hacia mí. Mis ojos se
centran en su boca.
—Llegas pronto. — Sus palabras salen en voz baja. Distraída.
Cuando levanto la vista para ver por qué, veo que está mirando mi
boca. Es toda la invitación que necesito. Me inclino y le doy besos con
la boca abierta en el lateral del cuello, recorriendo la columna de su
garganta y la mandíbula hasta llegar a su boca. Presiono suavemente
mis labios contra los suyos, con cuidado de no manchar su carmín.
Con un suave gemido, me rodea el cuello con los brazos, enredando
su pelo en mi nuca. Lynnie profundiza el beso, inclinando la cabeza
para darme un mejor acceso, y lo acepto. No me importa nada si
estropeo su pintalabios.

Llegamos cuarenta y cinco minutos tarde a casa de mis padres.


El pelo de Lynnie estaba un poco despeinado y su lápiz de labios, antes
rojo, era ahora más bien rosa. Seguía estando guapísima, incluso más.
Mis hermanos nos habían saludado con miradas cómplices, y yo
respondí con un alegre encogimiento de hombros. Habíamos traído a
Heathcliff, con uno de sus habituales jerseys navideños, para alegría
de Maker. Los dos perros están tumbados uno al lado del otro frente
al fuego, observándonos.
Me siento cerca de Lynnie en el sofá del gran salón. El árbol de
tres metros de mis padres se alza orgulloso frente a las ventanas del
suelo al techo, y mi padre empieza a jugar a ser Santa y a repartir los
regalos uno a uno. Cuando le entrega uno a Lynnie y sonríe, ella lo
coge sobresaltada. —Gracias, Russell. No tenías por qué hacerlo. —
murmura.
—Queríamos hacerlo, cariño. — dice mi madre, acariciando su
hombro. —Eres la primera chica que Jett ha traído a casa por Navidad.
Ya era hora y hay que celebrarlo. — Esto hace que todos se rían y
asientan con la cabeza. —Me emociona muchísimo ver a mis tres hijos
tan felices. — dice, con voz gruesa y lágrimas en los ojos mientras nos
asimila a todos. Blake y Wes se sientan juntos en el sillón de gran

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tamaño, con los brazos de él rodeando a ella. En el sofá se sientan
Granite y Grace, con la mano de él apoyada en la pierna de ella y la
cabeza de ella en el hombro de él. No recuerda la última vez que los
tres tuvieron una relación al mismo tiempo. Mi madre debe estar en
la gloria. Debe pensar que puede tener una oportunidad con los nietos
que ha estado insinuando no tan sutilmente.
Abrimos los regalos, los libros y los cuadros, las colchas y las
bufandas, y las tallas de madera. Finalmente, llega el momento de
darle a Lynnie mi regalo. Me acerco al árbol y lo saco de donde lo había
guardado. Mi padre me da una cariñosa palmada en la espalda cuando
paso a tomar asiento de nuevo. Le entrego a Lynnie el regalo
brillantemente empaquetado y me siento para ver cómo lo abre. Con
cuidado, rompe la cinta adhesiva de cada extremo y retira el papel,
dejando al descubierto una caja negra encuadernada en cuero.
Levanta su mirada hacia la mía con curiosidad. —Adelante. — le digo.
La tapa se abre con un chirrido y en su interior hay una brújula con
una inscripción en la parte superior que dice: Vayamos juntos a la aventura.
Cuando sus ojos vuelven a encontrarse con los míos, hay lágrimas en
ellos.
—Esto es tan perfecto. ¿Cómo has tenido tiempo? — pregunta
entre lágrimas.
—Tengo mis contactos. — bromeo. — ¿Te gusta?
—No. Me encanta. — responde, pasando un dedo por las
palabras grabadas en el oro. —Gracias. — Lynnie me besa y se queda
un momento.
—Si sigues así, te obligaré a jugar a ser la sucia señora Claus en
mi antigua habitación. — le susurro al oído en voz baja, mordiendo el
lóbulo.
Lynnie se echa hacia atrás con una sonrisa sexy y, sin perder el
ritmo, dice: —Ho, Ho, Ho. — en voz baja y sugerente.
Sin decir una palabra, la pongo rápidamente en pie y empezamos
a despedirnos. Ignoramos las protestas sobre que hemos llegado tarde
y ahora somos los primeros en irnos. Estoy bastante seguro de que
decirles que tengo que irme para poder desenvolver mi verdadero
regalo no me haría salir de ahí antes y, con toda seguridad, se

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encontraría con cierta resistencia por parte de mi familia. Qué pena
para ellos, ahora me tocaba a mí hacer de Santa.
El viaje por la montaña hasta mi casa fue corto. Cogí a Lynnie
de la mano mientras observaba la nevada en el exterior, con una suave
sonrisa en los labios mientras Heathcliff se sentaba en su regazo. —
Gracias por venir conmigo esta noche, Lynnie. — Mi voz suena fuerte
en el silencio del camión.
Se gira para mirarme. —Gracias por invitarme. No puedo
recordar la última vez que pasé una Navidad así. Tal vez nunca. — Su
tono es melancólico.
Para los estándares Wild, esta ha sido una Navidad tranquila.
Por lo general, teníamos tíos, primos y abuelos presentes. Este año,
mis padres querían que solo estuviéramos nosotros, ya que eran sus
primeras fiestas de regreso, y sabían que Wes iba a traer a Blake para
que los conociera. El próximo año volvería a la normalidad. Tendría
que prepararse para la locura que es nuestra familia numerosa. —
Espera hasta el próximo año. — le dije. —Será una casa llena. Pedirás
silencio. — Me río mientras entro en el garaje y estaciono la camioneta.
Lynnie me mira con una expresión que no logro ubicar. —
Mientras tú estés ahí, estaré bien. — dice en voz baja, y luego sonríe
suavemente. —Será una aventura.
Besando la sonrisa en sus labios, le prometo: —Una de muchas,
cariño. Una de muchas.

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Epílogo
JETT

Seis meses después...


— ¿Cuánto falta, Jett?— Lynnie pregunta por millonésima vez.
—No mucho, cariño. ¿Vas a lograrlo?— Disminuyo mi ritmo para
igualar el de ella.
—Sí, lo haré. — dice.
—Solo me aseguro. Merecerá la pena cuando lleguemos, lo
prometo. — Retrocedo para que ella pueda adelantarse un poco. —
Hay un mínimo de escalada aquí arriba, pero no te preocupes, te
ayudaré.
—De acuerdo. — gruñe, abriéndose paso por el terreno rocoso.
Su cara se sonroja por el esfuerzo de nuestra caminata.
Es tan guapa cuando va de excursión. Lleva el pelo castaño
bañado por el sol recogido en una cola de caballo, las gafas colocadas
en lo alto de la nariz y va vestida con el equipo de Wild Brothers'
Adventure y las botas de montaña nuevas que le compré. El camino
se estrecha y se vuelve más empinado, así que le pongo una mano en
el culo y la guío en esa dirección. Se sobresalta y me mira por encima
del hombro. — ¿Qué? —Pregunto inocentemente.
— ¿Intentas tocarme mientras vamos de excursión?— pregunta
Lynnie mientras reanuda su ascenso.
—No hay ningún lugar en el planeta donde no intentaría tocarte
el culo. En cualquier momento y en cualquier lugar. — respondo,
sonriendo en la parte posterior de su cabeza. —Solo tienes que pasar
por esta cresta, y estamos ahí.
— ¡Puedo hacerlo!— exclama Lynnie. —Entonces voy a necesitar
agua. Y quizás apuntarme al gimnasio. Tendré que pedirle a Dane la
misma rutina que tiene Kaylee. — dice, un poco sin aliento.

Sotelo, gracias K. Cross


—De ninguna manera te vas a meter en la misma rutina que
Kaylee. Estoy bastante seguro de que es el entrenamiento. — La
mención de mi amigo Dane, el entrenador, y su nueva dama me hace
sonreír, pero todavía no hay manera de que Lynnie le pida que la
ponga en el mismo régimen.
— ¿Estás celoso, Jett? — canta.
—Sí. ¿Feliz?— Gruño, haciéndola reír. Su risa se convierte en un
jadeo cuando llegamos a la cima.
Un valle se extiende frente a nosotros, las montañas se asoman
por todos lados, y en el centro hay flores silvestres hasta donde
alcanza la vista. Amapolas, estrellas ardientes, columbinas,
rododendros y un bonito algodoncillo rosa que atrae a las mariposas
flotantes que revolotean de flor en flor.
Lynnie se vuelve hacia mí con lágrimas en los ojos. —Te has
acordado. — resopla, enjugando las lágrimas que se le escapan.
—Por supuesto que sí. Me acuerdo de todo lo que es importante
para ti. — le digo suavemente. —La semana que viene, será el arroyo
balbuceante, y ahora que el tiempo es más agradable, también puedo
llevarte de acampada bajo las estrellas. — Tomo su mano entre las
mías y la conduzco al prado. —Vamos, hay más.
— ¿Más? ¿Cómo puede haber más...? —Lynnie se interrumpe
cuando llegamos al picnic que he preparado. — ¡Jett! ¿Cómo? ¿Ya
estuviste aquí? — pregunta confundida.
—He venido esta mañana temprano mientras tú salías a
desayunar con Blake y Savannah. — Me encojo de hombros. —He
estado viniendo aquí cada semana desde que el tiempo cambió.
— ¿De verdad? ¿Subes aquí semanalmente?— La mirada
incrédula en su cara es cómica.
—Lynnie, esto no es nada. Hago kilómetros y kilómetros de
excursión casi todos los días. — Me río.
—No me extraña que tengas la resistencia de un caballo. —
murmura. —Es decir, sé que trabajas mucho y que siempre estás al
aire libre y demás, pero supongo que no me había dado cuenta de que
hacías senderismo con tanta regularidad. Eso es una locura. Estás un

Sotelo, gracias K. Cross


poco loco. — dice Lynnie con una risita. —Todo esto es tan
impresionante. Gracias. — Dice, poniéndose en el círculo de mis
brazos y sonriéndome.
Bajo la cabeza y beso sus labios sonrientes, haciendo todo lo
posible para no demorarme porque la demora lleva a... otras cosas. —
¿Tienes hambre?
Lynnie asiente. —Me muero de hambre.
Con su mano en la mía, la conduzco hasta la manta. Una vez
que nos acomodamos, empiezo a sacar cosas de la nevera. Pollo con
pesto en focaccia y ensalada de pasta de Cherry Pie Pizza, botellas de
agua, un termo con té helado y pastel de limón de la panadería. Uno
por uno, coloco todo sobre la manta.
—Jett, estos son todos mis favoritos. — Me mira, con los ojos
llorosos de nuevo.
— ¿Qué clase de idiota sería si te trajera a un picnic con mis
favoritos?— Pregunto, apartando un mechón de pelo suelto de su cara.
—Cásate conmigo. — dice Lynnie. No es una pregunta, es más
bien una afirmación. —Eres mi favorito. Cásate conmigo. — repite.
Mi mano se detiene justo dentro de la nevera, tratando de medir
si habla en serio. Parece que sí. — ¿Tienes un anillo?
Su nariz se frunce. — ¿Los hombres llevan anillos de
compromiso?
Inclino la cabeza, fingiendo que lo pienso. —No estoy seguro.
Pero si no tienes un anillo, no puedes pedirme que me case contigo.
Esas son las reglas en cada uno de los libros que leemos. — Me encojo
de hombros y vuelvo a sacar las cosas de la nevera. Tazas, cubiertos,
servilletas y platos. Una caja de anillo. —Sin embargo, tengo un anillo.
— Observo su rostro mientras una miríada de emociones se suceden,
una tras otra, y todo ello en un sorprendente silencio. Abro la caja del
anillo y descubro un diamante ovalado de dos quilates en una fina
banda de platino con diamantes. —Así que, ya que tengo un anillo...
¿quieres casarte conmigo? Nunca tendrás que ir a una aventura sola
o pasar unas vacaciones sin que yo esté a tu lado. Leeremos libros
juntos, exploraremos el mundo y practicaremos para hacer bebés. —

Sotelo, gracias K. Cross


Mis labios se deslizan en una sonrisa cuando ella suelta una
carcajada, con lágrimas en la cara.
Lynnie extiende su mano temblorosa para que la coja. —Sí, me
casaré contigo. — grita, con los hombros temblando de emoción, la
risa mezclada con las lágrimas.
Al deslizar el anillo en su dedo, siento que mis propias lágrimas
amenazan. Me llevo la mano a la boca y le doy un beso al anillo,
dejándome llevar por el brillo del diamante y dejando que asimile que
ha dicho que sí. Que Lynnie Branch va a ser mi esposa. Mi mayor
aventura. Y yo seré la suya.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross

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