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LITERATURA PARA NIÑOS Y JÓVENES

En primer lugar, realizaré un recorrido por el concepto de literatura ya que


muchas veces lo dejamos de lado. En segundo lugar, me posicionaré dentro del campo
de la literatura para niños y jóvenes desarrollando su historia, con algunos ejemplos de
determinadas obras y en consecuencia el aporte del psicoanalista Bettleheim. En
tercer, lugar mencionaré con qué autores aparece la LIJ en nuestro país y a las
primeras editoriales que se dedican a la industria de libros destinados a infantes. Por
último haré una breve mención de los libros álbum e ilustrados y del canon literario.

En primer lugar, el término de LITERATURA es polisémico, es decir, posee


muchos significados. Por su etimología, la literatura está ligada a la cultura, como
manifestación de belleza a través de la palabra escrita, pero, en este caso se deja de
lado a la literatura de transmisión oral, que es la primera manifestación literaria
conocida, por lo que sería mejor decir, siguiendo al filósofo Aristóteles “el arte de la
palabra”. La literatura propiamente dicha ya es un arte, por ende se relaciona con
otras artes y posee una finalidad estética. En palabras de Gianni Rodari (82) la lectura
literaria, lejos de apegarse a la descripción de la realidad, incita a la construcción de
mundos alternativos y de otras posibles miradas del mundo.

En esta ocasión al encontrarnos en el espacio curricular llamado “LITERATURA


PARA NIÑOS Y JÓVENES” es necesario conocer su inicio y posterior desarrollo, es decir,
su historia.

Los libros para niños en la actualidad abundan. Existen en diversos géneros,


formatos, con sonidos, ilustraciones, colores, etc. Pero esta oferta es un fenómeno
muy actual.

En la Edad Media y el Renacimiento, el acceso a los libros era limitado y


aquellos que llegaban a manos de ciertos niños eran muy distintos a lo que hoy
entendemos por un libro infantil, estos libros eran abecedarios, catones, etc. En lugar
de relatar historias de aventuras reflejaban las creencias religiosas de aquel entonces.

En el siglo XVII merece mención aparte Charles Perrault y sus cuentos de


antaño. Con él, hablamos de una literatura infantil con sentido didáctico, es decir,
moralizante. Se escribía para niños, desde la concepción de niño como adulto en
miniatura al que había que formar y modelar, incluso la concepción de niño rondaba
por considerarlo como un ser débil, incapaz.Como dice Graciela Montes (90) una
literatura de corral. |||Seguidamente expondré una cita de su popular cuento llamado
“Caperucita roja” que lo evidencia: “Le recomendó que no se entretuviese por el
camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso” (Pág 3). Aquí se refleja claramente la
bajada de línea moral en cuanto a que todo niño debe hacer caso a su madre cuando
le brinda algún consejo porque de lo contrario se encontrará en problemas.
Luego en el siglo XVIII cuando aparecieron las novelas de aventuras, la atención
por la literatura infantil fue en aumento. Dos ejemplos claros son Robinson Crusoe y
Los viajes de Gulliever, ambas escritas para adultos y luego recomendadas para niños.
Superada la idea de lo exclusivamente didáctico de los libros infantiles fue tomando
forma la idea de que el niño no es un adulto en miniatura, sino que tiene una mirada
diferente del mundo y de la lectura, a la cual era necesario adaptarse, es por ello que
se habla de una literatura creada. Se tiene en cuenta las posibilidades que tiene todo
ser humano, se respeta al niño como sujeto pleno, portador de una cultura y poseedor
de posibilidades (Entre libros y lectores I)

A principios del siglo XIX, la corriente del romanticismo propició lo máximo de


la fantasía. En esta época se presentan dos íconos de la literatura infantil, por un lado,
los hermanos Grimm que, desde Blancanieves hasta La bella durmiente, popularizaron
personajes muy famosos hasta el día de hoy en sus Cuentos para la infancia y el hogar.
Fue trascendente también el aporte de Hans Christian Andersen con Cuentos para
niños con la presencia de personajes como La sirenita y El patito feo. También se
presenta el género sin sentido, el “nosense” con una de las mejores novelas de Lewis
Carrol, Alicia en el país de las maravillas.

Con frecuencia los manuales reconocen a los cuentos de hadas como punto de
partida de la verdadera literatura para niños, e invocan a CHARLES PERRAULT, a LOS
HERMANOS GRIMM y a HANS CHRISTIAN ANDERSEN.

“Perrault no sólo fue el primer autor de cuentos, sino el primero en reconocer


la existencia de un mundo peculiar para niños”, dice Bettina Hurlimann en una de sus
obras. Cien años después encontramos a Los cuentos para los niños y el hogar de los
hermanos Grimm y por más tarde a la obra de Andersen. Que exista un abismal tiempo
de diferencia entre Perrault, los Hermanos Grimm y Andersen, lo hace objeto de
atención. Para Bruno Bettlheim, uno de los autores que más influencia ha tenido en la
valoración actual de la literatura para niños, no duda de su mérito perdurable: “Todos
los niños del mundo le deben algo, sus cuentos nos introdujeron en un universo
encantado cuya magia nos permitió dar rienda suelta a la imaginación cada vez que,
como ocurría con frecuencia, las dificultades de la vida real amenazaban con
aplastarnos”. Los cuentos de Perrault hablan de los niños de hoy y siempre acerca de
sus temores más ocultos, de sus angustias más recónditas, de sus deseos escondidos.
El análisis de Bettelheim está marcado por dos constantes, por un lado las estructuras
psíquicas de los niños y por otra, el carácter intemporal de su estructura literaria.

Es en el siglo XX cuando la literatura infantil adquiere su completa autonomía y


madurez. La psicología y los intereses del niño se comienzan a tener en cuenta para
crear personajes y tramas mucho más elaboradas, que evolucionan a través del
tiempo.
La lista de clásicos infantiles no tiene fin, y podría mencionarse libros como
Peter Pan, Mary Poppins, El principito, Las crónicas de Narnia, aventuras a años luz de
las que se presentan en el siglo XXI.

Es a partir de los años sesenta y noventa, es decir, en el siglo XX, se ven


reflejados los grandes desplazamientos que terminaron por actualizar o remarcar el
sentido del término infantil en la literatura argentina para niños.

Después de un largo silencio obligado por la dictadura, comenzaron a


conocerse las obras de una nueva generación de escritores. A partir de allí se
comenzaron a abordar temáticas muy diversas y se ha dado lugar a asuntos hasta el
momento considerados tabú en la literatura para chicos como la dictadura militar, el
divorcio, las malas palabras, la violencia, la muerte, etc.

En los sesenta y sesenta lo infantil alcanza un nuevo sentido a partir del aporte
de María Elena Walsh. La interpelación a la imaginación iniciada por Walsh en
consonancia con la propuesta estética de Laura Devetach y Elsa Borneman actualiza los
protocolos de la ficción para niños a partir de tres elementos: la disminución de la
mirada protectora para dirigirse a los niños, la superposición de modos de abordar la
ficción y la complejidad de la estructura social y cultural. Durante estos años la
literatura para niños era más un privilegio de clase que un bien cultural en tanto
derecho del niño.

El primer grupo de textos pertenecientes a los sesenta y setenta que


manifestaban el cambio hacia nuevas formas de provocar imaginación desde la ficción
apelaban a la fantasía y al humor desde la dimensión lúdica del lenguaje como se
observa en las canciones de María Elena Walsh como El reino del revés, que lograron
desbaratar a la infancia como un molde moral del sujeto, también se pueden
mencionar La torre de cubos de Laura Devetach, Teodo de Graciela Montes y otros de
María Teresa Andruetto (con quién ganamos un premio nobel, quién estuvo en los
años 80 insiliada (exiliada en el propio país, anonimato). Todas estas autoras buscaban
la democratización de las lecturas, en los que incluían a todo el pueblo incluyendo a
niños.

El segundo grupo de textos incluye ciertos planteos post-dictatoriales que


responden a ciertos cambios con el apoyo ya del mercado editorial y un repaso por las
décadas anteriores que destaca la importancia de la producción de la literatura
argentina para niños hacia fines de los ochenta y noventa, entre estos textos se
reconoce a: Cara y cruz de la literatura infantil de María Adelina Díaz, entre otros.

Cabe destacar que nacieron editoriales dedicadas exclusivamente a esta


Literatura como Libros del Quirquincho, Colihue, Quipu, Kapelusz, entre otras. Todas
con el fin de poner la bandera en alto con los libros álbum, libros que se caracterizan
por establecer un diálogo entre texto e imagen, de manera que ambos lenguajes se
complementen y relacionen: la imagen no se comprende sin el texto y el texto no se
comprende sin la imagen. En ocasiones el lenguaje textual puede tener más peso que
el visual o viceversa. Por ejemplo en el caso del libro “El oso marrón” del autor Mempo
Giardinelli; como así también de los libros ilustrados que son aquellos que cumplen la
función narrativa, donde las imágenes solo acompañan al texto; en un libro ilustrado
existe solamente la lectura textual, si las imágenes se eliminan el texto puede
comprenderse perfectamente sin ellas, la historia narrada permanece inalterable.

Estas obras indudablemente nos llevan a la noción de canon literario. El


término canon, es de origen griego y nos remite a “vara o norma”. Dentro del sistema
literario el concepto de canon subraya la existencia de un modelo ideal al momento de
considerar las obras literarias. Esta suma, llamada canon literario, es en términos
amplios el total de obras escritas y orales que aún hoy subsiste. De cierta manera hasta
hoy día se ve limitado por la posibilidad de acceder o no a ciertas obras. En una misma
época conviven distintos cánones, canon oficial, canon accesible, canon escolar, canon
personal, etc. El canon literario varía obviamente de época en época y de lector en
lector.

Para concluir, la literatura es la creación de mundos posibles. En un principio la


Literatura infantil cumplía la función de ser moralizante, luego, con el paso del tiempo
se le dio luz a aquellos tabúes y a aquellos intereses del niño como sujeto pleno. En
Argentina las grandes escritoras como Walsh, Devetach, Montes y Andruetto
atravesaron el proceso de dictadura y post-dictadura en dónde su objetivo era la
democratización de la lectura para el pueblo, considerando al infante parte del mismo.
Es en este contexto donde nacen nuevas editoriales que generan un escenario en el
que el protagonista es el niño. Los libros álbum son un gran abanico de posibilidades
que genera el “boom” novedoso, allí las imágenes son tan importantes como la
historia textual, la imagen es dependiente del texto y el texto de la imagen, hoy en día
son libros muy implementados en la lectura para niños, como así también los libros
ilustrados en donde juega un papel fundamental la narración que suele ir acompañada
de imágenes pero sin alterar la historia narrada. Determinadas obras literarias se ve
enmarcada en el canon literario, que es quien nos marca aquella lista de autores que
se han convertido en clásicos, como por ejemplo en este caso que hablamos de LIJ,
María Elena Walsh.

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