Hermeneutica Biblica

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GUIA DE ESTUDIO N°1

Plan de Curso:
Bases de Interpretación Bíblica

OBSERVACIONES GENERALES ACERCA DE LA HERMENEUTICA BIBLICA.

Para todo estudiante y maestro de la Biblia, dos preguntas son de gran


importancia: ¿Qué dice la Biblia sobre algún asunto?, y ¿qué quiere decir la Biblia
cuando lo dice?. La respuesta a la primera pregunta puede encontrarse por medio
del estudio cuidadoso de la Biblia, o investigando en los libros de consulta
indicados; o bien, haciendo las dos cosas. La segunda pregunta puede ser
contestada en parte, leyendo el texto bíblico en una de las versiones recientes.

Los traductores han hecho un esfuerzo por hacer que el texto sea claro y al
alcance del lector de poca preparación académica. Aun así, el significado de algún
texto puede seguir siendo difícil por una de varias razones. Así que esta segunda
pregunta es la más importante de las dos.

El estudio llamado “la interpretación bíblica” trata el asunto del significado


del texto bíblico. La necesidad de entenderlo data desde el tiempo del libro de
Deuteronomio. En este libro Moisés repitió las leyes que Dios dio a Israel en el
Sinaí, cuarenta años antes. Pero cuando las repitió, cambió la forma de muchas
g de ellas. Lo hizo, sin duda, para hacerlas más claras, incapaces de ser mal
entendidas. La segunda redacción de la ley debe entenderse como la
interpretación bíblica. Quizá esta redacción fue el primer intento por interpretar las
Escrituras. Siglos más tarde, el escriba Esdras y otros leyeron la ley de Dios en el
texto hebreo para todo el pueblo: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente,
y ponían el sentido de modo que entendiesen la lectura” (Neh_8:8). La palabra
“claramente” significa “con interpretación”.

La disciplina moderna de la interpretación bíblica, tal como se explica en


muchos seminarios e institutos bíblicos, se ha reconocido como estudio científico
sólo en siglos recientes. Tiene sus raíces en la historia del pueblo de Dios de hace
miles de años. Pero sólo en el siglo XVI Martín Lutero propuso una serie de reglas
para guiar toda interpretación seria de la Biblia. Desde entonces esta ciencia ha
crecido tanto que ahora demanda atención entre los otros estudios bíblicos y
teológicos.

La interpretación bíblica se llama hermenéutica, palabra derivada de la voz


griega hermenéuô, que significa interpretar. Como disciplina, incluye cualesquiera
reglas necesarias para explicar el significado de algún texto literario; pero se aplica
especialmente a la Biblia.
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Las reglas que ayudan a entenderla y explicarla, tomadas de cualquiera


fuente, constituyen la materia de este estudio. Si en la práctica aplicáramos esta
descripción a la hermenéutica, tendríamos que incluir muchas cosas que
propiamente no corresponden a ella. Al mismo tiempo, la hermenéutica reconoce
la contribución de estos otros estudios, y trata de incluirlos en la preparación del
intérprete. El doctor Vernon C. Grounds, antes presidente del Seminario Teológico
Bautista Conservador en Denver, Colorado, hizo la siguiente observación sobre la
necesidad de estudiar las muchas materias que no corresponden directamente a
la hermenéutica: Para interpretar y comunicar con pericia el Libro, el estudiante
debe obrar recíprocamente con otros libros—libros sobre el hebreo, el griego, la
arqueología, las misiones, la historia, la teología, la educación, el arte de
aconsejar, la ciencia, la homilética, la literatura, la música—todas estas materias
contribuyen al entendimiento de la Biblia y de las personas que necesitan su
mensaje.

Respecto al valor de conocer los idiomas originales, dice A. Berkeley


Mickelsen: Si el estudiante no conoce el griego, el hebreo o el arameo, debe
consultar un buen comentario (sobre los asuntos que puedan afectar el
significado). Cuando el estudiante no tiene acceso a tal comentario, la mejor
alternativa será leer el texto bíblico en varias traducciones para entender bien su
sentido. El intérprete debe esforzarse por aprender todo lo que pueda de las
materias antes mencionadas. Sin embargo, la hermenéutica examina
especialmente las reglas de interpretación relacionadas con las características del
lenguaje humano; no importa si proceden de la literatura sagrada o secular.

LA NECESIDAD DE ESTUDIAR LA HERMENÉUTICA.


Cada idioma tiene sus propias expresiones que no se prestan para la
traducción literal en otros idiomas. Los modismos, los proverbios, las
singularidades gramaticales y las referencias a las costumbres o circunstancias
locales, pueden causar dificultades para el intérprete cuyo idioma no sea el hebreo
o el griego. Aun para los que hablan uno de estos idiomas, algunos usos
especiales pueden ser difíciles de entender.

Cuando tratamos de explicar la Biblia nos enfrentamos con un grupo de


problemas especiales. Algunos de éstos se deben a que la Biblia fue escrita en
otra época, separada de la nuestra por unos dos mil años. La parte del mundo
donde sucedieron los eventos registrados está separada de nuestro mundo por un
océano y un continente. Dos de los idiomas en que fue escrita fueron por mucho
tiempo lenguas muertas. No pertenecen a la familia de lenguas romances. El
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hebreo, el arameo y el griego tienen poca conexión con el español. Cuando


empezamos a estudiar el hebreo, vemos que ésta hace uso de un alfabeto extraño
y que se escribe desde la derecha hacia la izquierda, y en un principio tenía
solamente una o dos vocales escritas. En años posteriores le fueron añadidas
algunas marcas especiales llamadas puntos vocálicos. Estos se componen de
puntitos, rayas, etc. Generalmente no tenemos literatura en hebreo sino el Antiguo
Testamento. Los escritos apócrifos, los rollos del Mar Muerto y unos pedacitos de
ollas rotas son casi todo lo que existe. Nuestros estudios del hebreo tienen que ser
basados en el texto bíblico. Aun los israelíes modernos tuvieron que estudiarlo de
la misma manera, con la ayuda de eruditos que hablaban el idioma. El caso del
griego del Nuevo Testamento es muy diferente. Se había hablado el griego
anterior al siglo IV antes de Cristo, sin interrupción. El griego del Nuevo
Testamento es entendido entre los que tienen una amplia educación en aquel
idioma. Mientras que los hebreos nos dejaron muy pocas copias de sus Escrituras,
hay cientos de manuscritos del griego popular de la época del Nuevo Testamento.
Aunque la mayor parte de los manuscritos que existen hoy fueron escritos en
pergamino, todavía se encuentran algunos fragmentos hechos en el frágil papiro.
En la primera parte del siglo XVIII, se descubrieron en Egipto algunos documentos
importantes, escritos en papiro. Estos se habían conservado como por accidente
en la atmósfera árida de aquel país. Estos papiros han arrojado mucha luz sobre
las características del griego popular de aquellos tiempos, conocido hoy como el
griego koinç (común, o popular). Sin embargo, estos papiros no contienen ningún
manuscrito del Nuevo Testamento. Los papiros son de dos clases: obras literarias
y documentos, tanto particulares como oficiales. Los estudios del koinç han
aumentado mucho nuestro conocimiento del Nuevo Testamento. Por estas
razones el estudio del griego está mucho más al alcance del estudiante que el
hebreo. También es de más valor para la mayor parte de los que estudian la
Biblia. Sin embargo, el acceso a la información acerca de los dos idiomas es
básico para el intérprete. Además, no queremos pasar por alto las partes de las
Escrituras escritas en arameo. Este idioma se estudia como parte del hebreo,
porque era un dialecto muy usado en el Medio Oriente desde los principios de la
historia de Israel.

EL INTERPRETE
Si reconocemos que el estudio de la hermenéutica es necesario para
entender bien la Biblia, podemos ver también que una interpretación adecuada
está al alcance de aquel que quiere esforzarse por aprender sus reglas y ser
diligente en su aplicación. Pero requiere que el intérprete mismo comience su
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trabajo siendo preparado para él espiritualmente. En este punto muchos católicos


romanos difieren de los cristianos evangélicos.

Aquella iglesia reserva para sí el derecho exclusivo de interpretar las


Escrituras. Los teólogos romanistas pretenden que la Iglesia verdadera del Señor
Jesucristo es la que ellos sirven. Por esta razón, creen que sólo ellos poseen el
Espíritu Santo, con la ayuda del cual puedan interpretar las Escrituras. Es
interesante observar al principio que ese argumento fue rechazado por el erudito
holandés humanista Erasmo. El afirmó que: La Iglesia no es el único intérprete
que tenga derecho de determinar y definir el significado verdadero de la Escritura.
Al contrario, la Escritura determina lo que debe enseñar la Iglesia.

Aquí no queremos discutir el asunto, sino solamente afirmar que aquellos


que identifican la Iglesia de Jesucristo como la Iglesia Católica Romana se
equivocan, ya que excluyen a todos los que no sean parte de ella. En cambio, los
evangélicos creemos, más bien, que todo creyente verdadero es poseedor del
Espíritu Santo y que éste mora en aquél. Estamos de acuerdo, sin embargo, en
que para ser intérprete verdadero de la Escritura, éste debe cumplir este requisito.

El tener al Espíritu Santo no es el único requisito para entender


correctamente la Biblia. El intérprete tiene que aplicar con pericia las reglas de la
hermenéutica. Sobre este asunto escribe Mickelsen: El equilibrio (en la
interpretación de la Biblia) involucra no solamente reconocer los elementos de ella,
sino una coordinación de estos elementos. Si quiero nadar usando los varios
estilos correctamente, puedo sentarme con un manual de instrucción sobre la
natación para saber exactamente lo que deben hacer los brazos y las piernas.
Pero cuando me meto en el agua y procuro coordinar mis músculos para que
pueda deslizarme fácilmente a través del agua, descubro que la coordinación es
un arte que tiene que ser dominada, y no solamente una serie de reglas que debo
memorizar. Así es con la interpretación. Demanda la pericia para reunir todos los
elementos necesarios para interpretar algún texto correctamente.

EL LIBRE EXAMEN DE LAS ESCRITURAS


Aparte de la necesidad de tener al Espíritu Santo para interpretar bien la
Biblia, es evidente la verdad de que existe una capacidad universal de captar su
mensaje; bien que esta verdad parece contradictoria. Es verdad que el propósito
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de Dios es que toda la gente ponga atención a su mensaje, aun antes de creerlo.
Los evangélicos creemos que toda la gente tiene no solamente el derecho de leer
y entender la Biblia para sí, sino que es su obligación delante de Dios leerla y
entenderla lo mejor que puedan.

Generalmente, esta obligación abarca la de leerla personalmente y


estudiarla, siempre que el individuo pueda hacerlo. Es decir, que toda persona que
tenga acceso a un ejemplar de la Biblia, y que sepa leer, está obligada a hacerlo.
Esta verdad no elimina la necesidad de tener maestros en la iglesia. La Biblia no
fue escrita para guiar sola a la iglesia sin tener a nadie que la enseñe. Tampoco
pretendemos que todo laico deba instruirse con ella sólo y completamente,
independientemente de los demás creyentes.

En primer lugar, es dudoso que ningún cristiano pueda recibir toda la


instrucción necesaria sin que otros le ayuden. En segundo lugar, ninguna
instrucción humana es completa ni perfecta; el único Maestro perfecto es Jesús
mismo. Y en tercer lugar, el Espíritu Santo escoge a ciertos individuos para ser
maestros de la Palabra de Dios y les ayuda a llevar a cabo su obra por medio de
los dones necesarios del Espíritu. Pero la razón más evidente por qué toda
persona debe de leer la Biblia y entenderla para sí misma, es que la Biblia lo
enseña en lenguaje inequívoco: Escudriñad las Escrituras (Jua_5:39). Y éstos
eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra
con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas
eran así (Hch_17:11). Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los
santos hermanos (1Ts_5:27). Y que desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en
Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2Ti_3:15-17).

El principio de la libertad expresado en estos textos, fue proclamado al


comienzo de la Reforma con el nombre de “Libre Examen” (de las Escrituras).
Toda confesión evangélica lo afirma o lo da por sentado. En un espíritu contrario,
la Iglesia Católica Romana sólo permite la lectura de la Biblia “a los fieles”. Los
que se oponen al “libre examen” con frecuencia tuercen el significado de la frase.
Dicen que este principio consiste en el derecho de interpretar libre y
particularmente según “las ideas, pasiones y prejuicios” del lector, o según la
“inspiración individual”. Sin embargo, el principio se llama “Libre Examen”, no
“Libre Interpretación”. La libertad que declara existe para todo individuo porque
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Dios se la ha dado, y porque nadie tiene la autoridad de prohibirle que lea las
Escrituras, ni de tener señorío sobre su fe (2Co_1:24).

La libertad que gozamos es con respecto a otras personas. Pero con


respecto a Dios, cada lector está obligado a examinar la Biblia para sí mismo. Al
mismo tiempo, no tiene la libertad de interpretarla según su propio gusto. Pedro lo
dijo claramente: Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es
de interpretación privada, porque … [en estas profecías] los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2Pe_1:20-21). La Palabra
de Dios tiene el significado que Dios le dio, y los hombres deben procurar
entenderla según él quiso en un principio.

LA RESPONSABILIDAD PERSONAL
La libertad de leer y entender la Biblia lo mejor que pueda uno, no debe tomarse
ligeramente; porque cada uno de nosotros responderá por sí mismo delante del
trono de Cristo (2Co_5:10). Cada maestro debe enseñar con cuidado. Si alguno
ha sido falso en el manejo de la Palabra de Dios, recibirá mayor condenación
(Stg_3:1).

Los evangélicos enseñamos que la ciencia de la hermenéutica bíblica requiere la


interpretación reverente, dada en el temor de Dios y guiada por el Espíritu Santo;
porque él es nuestro Maestro divinamente nombrado para serlo (Jua_14:26).

Como creyentes cristianos dedicados al fiel manejo de la Palabra de Dios, nos


vemos obligados a aprender las reglas de interpretación para desempeñar el
ministerio al cual Dios nos ha llamado, lo mejor que sepamos. Al hacerlo, gozamos
de la iluminación y de la ayuda del Espíritu de Dios. No debe de haber duda sobre
este punto, porque realmente tenemos su presencia en virtud del don del Espíritu
desde cuando nacimos de nuevo.

Si algún alumno o maestro piensa que puede sacar conclusiones satisfactorias


solamente después de dominar completamente esta materia, debe recordar que el
Espíritu Santo es su maestro y guía. Aun cuando el lector no sea un gigante
intelectual, esto tiene poco que ver con su capacidad de sacar algunas
conclusiones correctas por medio de su lectura de la Biblia. Hasta el lector más
humilde normalmente goza de la iluminación del Espíritu mientras lee. Algún texto
que no había entendido antes, de repente está iluminado. O algún otro pasaje,
poco comprendido, puede brillar con nuevo significado por medio de la ayuda del
Espíritu que vive en él.
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Todo esto no indica que el alumno no debe aplicarse al estudio. El estudiante


descuidado o moroso no debe contar con la ayuda divina como para pasar por alto
el estudio diligente que Dios ha ordenado para su progreso en las Escrituras.

LA APLICACION DE LAS REGLAS.


Aquí debemos indicar que no toda regla de interpretación tendrá aplicación
en todos los casos. Las varias reglas deben aplicarse sólo cuando juzga que
puedan resolver un determinado problema. Juntas todas las reglas formarán parte
del equipo intelectual con el que puede interpretar el texto bíblico.

Claro es que la pericia del intérprete ha de afectar su interpretación de


algún texto; pero no con respecto a la originalidad que muestra, sino en el cuidado
con que aplica sus conocimientos.

No todo texto demandará alguna interpretación especial, ya que la mayoría


de ellos serán claros para la gente de inteligencia normal. Algunos textos han de
requerir una interpretación sólo para los que hayan tenido una preparación
limitada. Para tales personas el intérprete verá necesario explicar algunos hechos
que otros ya conocen. O bien, puede ser necesario solamente simplificar su
lenguaje. Otros textos serán difíciles para la gran mayoría, y todavía otros
seguirán como misterios aun para los intérpretes más peritos.

Las reglas de la hermenéutica pueden compararse con una caja de


herramientas. Cuando el maestro carpintero comienza a construir una casa o un
mueble, o a hacer alguna reparación, primero considera los problemas que el
proyecto presenta. Luego escoge las herramientas que cree que le han de ayudar
más. Esto es exactamente lo que hace el intérprete. Considera el problema o
problemas presentados por el texto y luego escoge las reglas que le parecen ser
más indicadas para resolverlos. En algunos casos el intérprete verá que es
necesario probar a manera de ensayo varias reglas antes de encontrar aquella
que mejor se aplica; algo así como el carpintero que usa el formón, el cepillo y la
lija, así como el martillo y el serrucho.

DOS DIVISIONES DE LA HERMENEUTICA


Esta materia comúnmente se divide en dos partes: la hermenéutica general
y la especial. La hermenéutica general incluye todas las reglas que pueden
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aplicarse a la Biblia, pero especialmente como literatura La mayor parte de estos


principios pueden ser aplicados también a la literatura en general. La
hermenéutica especial incluye todas las reglas y consideraciones necesarias para
interpretar ciertas categorías especiales de la literatura, que pueden contener el
lenguaje figurado, la poesía o la profecía, y una variedad de problemas especiales.
Este estudio seguira este plan.

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