Final - Epistemología B
Final - Epistemología B
Final - Epistemología B
Unidad 1
Aunque no hay una única ciencia ni por lo tanto epistemología única, así como hay distintas expresiones epistemológicas
hay distintos criterios para delimitar lo científico de lo no-científico.
En esta “multiplicidad de epistemologías” podemos encontrar:
Epistemología Francesa; se caracteriza fundamentalmente por el rasgo rupturista o asociado a la discontinuidad. Aca la
distinción es entre lo científico y lo pre-científico. Los autores que la integran son Gaston Bachelard; Georges Canguilhem;
Dominique; Lecourt; Louis Althusser.
-Falsacionismo (Karl Popper): Se distingue del empirismo lógico sosteniendo que las teorías, para ser científicas, deben
admitir la refutabilidad de sus enunciados. El criterio de confirmación y refutabilidad esencial para distinguir y demarcar lo
científico de lo que sería pseudocientífico.
Popper mete al psicoanálisis como dentro de las pseudo-ciencias; ya que tiene dos deficiencias: 1: Las tesis psicoanalíticas
nunca pueden ser refutadas, tienen un carácter omnicomprensivo. 2: Sus conceptos mayores y fundantes carecen de la
posibilidad de avanzar en alguna precisión o medición de estas “energías psíquicas”(libido).
-Filosofía de la ciencia (Thomas Kuhn): Introduce la noción de lo inconmensurable. Entre una comparación entre distintas
teorías hay que hacer lugar a lo inconmensurable, como la imposibilidad de realizar una comparación. Otras nociones de
Kuhn: -La estructura de las revoluciones científicas. -Etapas de las ciencias “normales” y “crisis-revoluciones”. -La noción del
paradigma científico.
-El Marxismo y el Psicoanálisis, han sido disciplinas sometidas al examen epistemológico por de más. Debido a su carácter
“Revolucionario”, relacionadas a lo disruptivo. Disciplinas que tienen “un mal” que viene a sacudir los saberes dominantes y
oficiales. La “conmoción” del psicoanálisis ha tenido un aspecto más evidente en torno al niño perverso polimorfo (se rompe
este niño inocente) y en dos aspectos más, la indistinción que conlleva en torno a lo normal y lo patológico y el
descubrimiento de que esta sexualidad infantil se organiza y se sostiene en lógicas teorías sexuales infantiles de carácter
icc.
El psicoanálisis como una rama de la psicología es incapaz de crear una cosmovisión particular. No le hace falta,
forma parte de la ciencia y puede adherir a la cosmovisión científica. Pero esta tampoco lo contempla todo, es demasiado
incompleta, no pretende absolutismo ni formar un sistema. Una cosmovisión edificada sobre la ciencia tiene esencialmente
rasgos negativos, como los de atenerse a la verdad y desautorizar las ilusiones. Esta cosmovisión científica no coincide con
la primer definición, ya que acepta la unicidad de la explicación del mundo, pero sólo en el presente, sólo puede averiguar lo
que pasa aquí y ahora, no en un futuro. Y solo a través de investigaciones, no hay conocimiento alguno por revelación,
intuición o adivinación.
La contribución del psicoanálisis a la ciencia es haber extendido la investigación al ámbito anímico. Sin el psicoanálisis la
ciencia quedaría incompleta. El ámbito de lo anímico está en disputa con otras cosmovisiones, las de la religión, la filosofía y
el arte. Pero la verdadera disputa la tiene con la religión, porque ésta cumple tres funciones: satisface el apetito de saber,
apacigua la angustia, y promulga preceptos, prohibiciones y limitaciones. Pero falla en que su imagen del mundo es
resquebrajada por el conocimiento científico.
Experiencia del Menón: Mediante la teoría de la reminiscencia Sócrates da a Menón un ejemplo de la forma en que se
constituye el discurso de la ciencia, existe un “saber” que no se conoce pero a partir de echar cierta luz puedo llegar a él
(reminiscencia). Queriendo demostrarle que no hay necesidad de saber tanto, Sócrates toma al esclavo y dirá que lo sabe
todo, y no basta más que despertarlo (echar luz sobre él). El Menón muestra cómo se hace salir la verdad de la boca del
esclavo y que cualquiera está en posesión de formas eternas.
En este ejemplo del esclavo y las matemáticas se da un clivaje entre el plano de lo imaginario, lo intuitivo, donde funciona la
reminiscencia; y la función simbólica, que de ningún modo le es homogénea y cuya introducción en la realidad constituye un
forzamiento. Clivaje que implica cortar sin romper, vemos que es inconmensurable.
Registros:
Imaginario: Viene de IMAGEN no de imaginación. Lo imaginario significa imagen, impresión que nos llega de un objeto. Es
la imagen que un objeto me devuelve: es formador del “yo” de acuerdo a la imagen que me devuelve el espejo. Ideal que se
forma a partir de otros que me dicen quién soy, como soy, articulado al cuerpo. Cuestión intuitiva. Pertenece al orden de la
representación no del sentido. Ej. del Menón: Respuesta del esclavo intuitiva que lo lleva al engaño, al error.
Simbólico: Es la SINTAXIS bien hecha, pura. Red de significantes, de palabras, de símbolos, pone en juego la estructura
del lenguaje y la vida. Es lo que ordena o pone un antes/después, son los recortes del espacio, del tiempo, de lo que falta o
no falta: “me falta un libro en mi biblioteca” en ese orden que es la biblioteca puedo saber que me falta UNO o que tengo uno
de más. Ej. del Menón: la formalización que se hace necesaria (diagonal que surge por el elemento irracional de la raíz
cuadrada) pero que deja un resto.
Real: aquello del orden de lo IMPOSIBLE de ser imaginado o simbolizado, que está siempre en el mismo lugar, donde todo
es, donde nada falta ni nada sobra: es eso. Es lo que está en la vida, necesario e inevitable, no hay saber epistémico al
respecto que se pueda transmitir, ni un saber hacer. Nos va a decir que falta y que no falta (relación con lo simbólico). Ej. del
Menón: el resto que deja lo simbólico y que no llega a cubrir todo (3,77777etc.)
En todo saber hay, una vez constituido, una dimensión de error, la de olvidar la función creadora de la verdad en su forma
naciente.// Los analistas trabajamos en la dimensión de esa verdad en estado naciente. Lo que descubrimos en el análisis
está a nivel de la ortodoxa.
-Idea sustancial: atiende la generalidad del individuo. -Idea sustancial: atiende la generalidad histórica.
-Avanza en las vías del no saber. No tiene que empujar al -Mente estudiada desde otra óptica, diagnóstico, además
paciente por las vías del saber. está vinculado y va de la mano con el saber médico.
-El yo(moi) se resiste al deseo Icc. -Caracteriza el síntoma mediante una propiedad esencial.
-El psicoanálisis explica de dónde viene eso reprimido,explica Se queda con su etiología general.
los mecanismos del síntoma, los orígenes, que está en -El psiquiatra diagnostica delirio de celos, porque no
lo psíquico. tenía fundamentos en la realidad, y también va a indagar
-La “idea delirante” posee pleno sentido, tiene sus motivos, en el árbol genealógico, da importancia a la herencia.
pertenece a una trama de vivencias. -Omite todo anudamiento con el contenido de la
-El analista le encuentra un sentido al delirio, en el Icc. “idea delirante”. No se le da importancia.
Se produjo un cambio en la posición del médico por el avance de la ciencia (tecnologias cientificas).
Se pasa de hombre de prestigio(médico de familia) → responde a demandas del paciente y del mercado.
La demanda es la dimensión donde se ejerce la función médica, y Lacan la introduce para dar cuenta de la estructura de la
falla que existe entre la demanda y el deseo. Cuando alguien nos pide algo, esto no es idéntico a aquello que desea. El
enfermo ya no pide cura → ahora demanda autentificar la enfermedad
Falla epistemo-somática: Tomar al cuerpo tomado como objeto y no en su registro purificado, la medicina excluye el goce.
Un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión del goce está excluida completamente en la
relación epistemo-somática. La ciencia es capaz de saber qué puede, pero ella, al igual que el sujeto que engendra, no
puede saber qué quiere.
La lógica del psicoanálisis es que el sujeto pase de goce a deseo. La vía del significante nos aleja del goce, lo que no se
articula vía al significate son pasajes al acto. El goce es eso que está del lado de la pulsión de muerte, lo compulsivo, tiene
una cuota de dolor, es todo aquello que lleva al humano a la destrucción del cuerpo.
Hay un deseo porque hay inconsciente, es decir lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus efectos, y hay siempre
a nivel del lenguaje algo que está más allá de la consciencia, y es allí donde puede situarse la función del deseo.
Placer: Es la menor excitación, lo que hace desaparecer la tensión (nos aleja del goce).
Deseo: Punto de compromiso, la escala de medición del goce, en la medida que en cierto modo permite llevar más lejos el
nivel de la barrera del placer.
Goce: En el sentido en el que el cuerpo se experimenta, siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto. Hay
goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor.
La posición que puede ocupar el psicoanalista, es la única desde donde el médico puede mantener la originalidad de
siempre de su posición: la de aquel que tiene que responder a una demanda de saber, aunque sólo se pueda hacerlo
llevando al sujeto a dirigirse hacia el lado opuesto a las ideas que emite para presentar esa demanda.
Unidad 2
En lo simbólico hemos de buscar siempre un tercero: la estructura es triádica, pues de no ser así nada circularía por ella, un
tercero que es a la vez irreal e inimaginable. Lacan propone el nudo borromeo, que se dispone como tres círculos que se
entrelazan en un punto, y ese elemento de cruce, ese centro en donde convergen los tres registros, constituye la experiencia
humana. Estamos trabados en esos tres dominios, no se pueden entender separadamente, al separar uno cualquiera de los
tres, se desdibujan los otros dos.
Aun así, no sabemos qué es lo simbólico. No se puede explicar a partir de lo imaginable o de lo real factible y tangible. Lo
simbólico tiene que ver con el orden de la estructura, y entonces tiene que ver con el orden de la teoría.
Lo simbólico opera ahí donde podemos percibir una estructura que determina un orden determinado del sentido.
Segundo criterio; Local o de Posición: Los elementos de una estructura no tienen designación extrínseca ni significación
intrínseca. Siempre van a significar en relación a otro elemento de la estructura. La lógica es relacional, no de significación
unitaria. No tienen más que un sentido: que es el sentido necesariamente y únicamente de posición. No se trata de un lugar
en una extensión real ni de espacios en extensiones imaginarias sino de lugares y sitios de un espacio propiamente
estructural, es decir topológico. El espacio es estructural, puro spatium constituido por aproximaciones y como orden de
vecindad.
En suma, los lugares de un espacio puramente estructural son anteriores a las cosas y a los seres reales que vendrán a
ocuparlos y anteriores a los roles y acontecimientos, siempre algo imaginarios, que aparecen necesariamente en cuanto
estos lugares se ocupan.
Los sujetos, tomados en su intersubjetividad, quienes ocupan sus puestos y modelan su propio ser a partir del momento de
la cadena significante que les recorre. El desplazamiento del significante determina a los sujetos en sus actos, en su destino,
en sus rechazos, en sus cegueras, en sus exitos y en sus albures, sean cuales sean sus dotes innatas y sus conquistas
social, su cáracter o su sexo.
Tercer criterio; lo Diferencial y lo Singular: Se trata de una lógica de relaciones, elementos simbólicos que se relacionan
entre sí a partir de posiciones singulares. La posición, ese elemento singular, necesita establecer una relación diferencial
con otros elementos singulares, y allí emerge lo diferencial. Al interior de la estructura, lo singular se actualiza en lo
diferencial al relacionarse entre sí los elementos. La determinación recíproca de los elementos simbólicos se prolonga en la
determinación completa de los puntos singulares que constituyen el espacio correspondiente a estos elementos. La noción
de la singularidad pertenece a todos los dominios en donde hay una estructura. El verdadero sujeto es la estructura misma:
lo diferencial y lo singular, las relaciones diferenciales y los puntos singulares, la determinación recíproca y la determinación
completa.
Cuarto criterio; Lo Diferencial, la Diferenciación: Las estructuras son necesariamente inconscientes. La estructura en sí
misma no es ni actual ni ficticia, ni real ni posible. La estructura siempre es virtual y abstracta, no existe en la realidad, no la
podemos imaginar.
La estructura es en sí misma un sistema de elementos y relaciones diferenciales, pero también diferencia las especies y las
partes, los entes y las funciones en las que se actualiza. Es diferencial en sí misma y diferenciadora por sus efectos. No se
pueden leer las estructuras más que por sus efectos.
Quinto criterio; Serial: No existen estructuras aisladas. Cada estructura necesita de otras con las cuales establece una
serie. Todas estas relaciones diferenciales estarán organizadas en una estructura y asimismo se relaciona con otra
estructura, otra serie. Toda estructura es serial, multi-serial, y que no funcionaría si no fuera bajo esta condición.
Sexto criterio; la Casilla Vacía: El objeto= x es eminentemente simbólico, es válido para todos los dominios estructurales,
criterio de toda estructura, como si toda estructura se definiese por la asignación de un objeto= x que no deja de recorrer las
series. La casilla vacía no significa nada y siempre va a estar vacía porque una vez que se ocupa se actualiza según el
criterio de lo diferenciante con sujetos o entes de la realidad y ordena al sentido. Se trata de un elemento paradójico que
circula en las series, un objeto x, objeto del deseo, el falo lacaniano. Un significante primordial que ordena el sentido. El
objeto x siempre está circulando y siempre está desplazado con respecto a sí mismo. Al distribuir las diferencias por toda la
estructura, al hacer variar las relaciones diferenciales con sus desplazamientos, el objeto= x constituye lo diferenciante.
Esto conduce a la posición de algo no identificable ni reconocible. Consideremos la respuesta psicoanalítica de Lacan: el
objeto= x se determina como falo. Pero este falo no es el órgano real, ni tampoco la serie de imágenes asociadas o
asociables a él, es el falo simbólico. El falo no aparece como un dato sexual, o como la determinación empírica de uno de
los sexos, sino como el órgano simbólico que funda la sexualidad entera como sistema o estructura, y en relación al cual se
distribuyen los lugares que ocupan variablemente varones y mujeres, así como las series de imágenes y de realidades.
El falo caracteriza a la casilla vacía de la estructura sexual. Todas las estructuras son infraestructuras.
El objeto= x es, para cada orden de estructura, el lugar vació o perforado que comporta tantas direcciones como órdenes
diferentes. Los órdenes de estructura no se comunican a través de un mismo lugar sino mediante su lugar vacío u objeto= x
respectivo.
Últimos criterios; del Sujeto a la Práctica: Los lugares no son ocupados o llenados por seres reales más que en la
medida en que la estructura se actualiza. Los lugares están ya llenados por los elementos simbólicos, hay una ocupación
simbólica primaria, anterior a toda ocupación secundaria por parte de entes reales. La casilla vacía es el único lugar que no
puede ni debe ser ocupado ni siquiera por un elemento simbólico. Debe resguardar su vacío para desplazarse con respecto
a sí mismo y para circular.
El sujeto es la instancia que persigue la casilla vacía, como dice Lacan, no es tanto sujeto como sujetado, sujetado a la
casilla vacía, atado al falo y a sus desplazamientos. En el estructuralismo se presenta una subjetividad en tanto sujeto
sujetado al cuadro vacío, sujeto nómade, y para Lacan hablamos de sujeto sujetado al inconsciente.
Nosotros los analistas creemos que hay otros sujetos aparte de nosotros, que hay relaciones auténticamente intersubjetivas.
Unos A1, A2, que son lo que no conocemos, verdaderos Otros, verdaderos sujetos. Ellos están del otro lado del muro del
lenguaje, allí donde en principio no los alcanzo jamás. El sujeto está separado de los Otros, los verdaderos, por el muro del
lenguaje.
No se trata de una relación dual (de a a a’), de una cuestión terapéutica de autoayuda, dos lugares, sino cuatro. Tampoco se
trata de entender lo que el otro me está diciendo, porque si trato de entender lo que me dice el otro, me estoy poniendo en el
lugar del yo. El analista no puede quedarse en el eje imaginario y hablar de a’ a yo, hablando desde el lugar del semejante,
no puede ponerse en el registro imaginario, porque la palabra que circula de yo a yo es una palabra vacía.
La palabra que circula en el análisis es la palabra plena, del registro simbólico, es la que lleva algo de la verdad del icc, la
verdad que está en estado naciente. La transferencia se da entonces en el plano simbólico, y la resistencia en el plano
imaginario. El sujeto le va a pedir al A, Otro, el reconocimiento de su deseo, porque el sujeto ve al analista como completo, y
le va a pedir la garantía de su propia identidad. El Sujeto es quien tiene que emerger en el análisis. Uno va al análisis desde
el a, yo, y debe emerger el Sujeto para que se dé la transferencia.
Durante todo el tiempo del análisis, con la sola condición de que el yo del analista tenga a bien no estar ahí, con la sola
condición de que el analista o sea un espejo viviente sino un espejo vacío, lo que pase, pase entre el yo del sujeto y los
otros. Todo el progreso del análisis radica en el desplazamiento progresivo de esa relación, que el sujeto puede captar en
todo instante, más allá del muro del lenguaje, como transferencia, que es de él y donde no se reconoce. El análisis consiste
en hacerle tomar conciencia de sus relaciones, no con el yo del analista, sino con todos esos Otros que son sus verdaderos
garantes, y que no ha reconocido, Se trata de que el sujeto descubra de una manera progresiva a qué Otro se dirige
verdaderamente aun sin saberlo. Al final del análisis es él quien debe tener la palabra, y entrar en relación con los
verdaderos Otros. Ahí donde el S estaba, ahí el Ich debe estar.
El funcionamiento de lo que Freud produjo en primer lugar como fenómeno del inconsciente. ¿Qué es lo que impresiona, de
entrada, en el sueño, en el acto fallido, en la agudeza? El aspecto de tropiezo bajo el cual se presentan. Tropiezo, falla,
fisura. En una frase pronunciada, escrita, algo viene a tropezar. Estos fenómenos operan como un imán sobre Freud, y allí
va a buscar el inconsciente. Lo que se produce en esta hiancia, en el sentido pleno del término producirse, se presenta
como el hallazgo. Con todo, este hallazgo, en cuanto se presenta, es re-hallazgo y, además, está siempre dispuesto a
escabullirse de nuevo, instaurando así la dimensión de la pérdida. La discontinuidad es, pues, la forma esencial en que se
nos aparece el inconsciente como fenómeno. El uno que la experiencia del inconsciente introduce es el uno de la ranura, del
rasgo, de la ruptura. Aquí brota una forma no reconocida del uno, el Uno del Unbewusste(el concepto de la falta).
Hay que situar el inconsciente en la dimensión de una sincronía; este se pierde tanto como se vuelve a encontrar y que, en
una interjección, en un imperativo, en una invocación y aun en un desfallecimiento, siempre es él quien le afirma a uno su
enigma, y quien habla. Así, el inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto -de donde vuelve
a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo.
El modo de proceder de Freud es cartesiano, en la medida en que parte del fundamento del sujeto de la certeza. Se trata de
aquello de lo que se puede estar seguro. La duda es el apoyo de su certeza. Nos dice por qué: es precisamente indicio de
que hay algo que preservar. Y la duda, entonces, es signo de resistencia. Freud, cuando duda está seguro por eso de que
en ese lugar hay un pensamiento, que es inconsciente, lo cual quiere decir que se revela como ausente. Aquí se revela la
disimetría entre Freud y Descartes. No está en el paso inicial de la fundamentación de la certeza del sujeto. Radica en que
el sujeto está como en su casa en el campo del inconsciente.
Unidad 3
El sentido de un retorno a Freud es un retorno al sentido de Freud. Bastará una palabra para hacerlo sentir, el
descubrimiento de Freud pone en tela de juicio la verdad, y no hay nadie a quien la verdad no le incumba personalmente. La
verdad se rastrea en los síntomas y fallidos y no en el yo. La verdad no está en la ley sino en el azar.
La resistencia de los resistentes: El término de la resistencia se confunde cada vez más con el de defensa. Es importante
recordar que la primera resistencia con las que tiene que vérselas el análisis es la resistencia del discurso.
La pasión imaginario: La pasión en relación a esta imagen, constantemente representada por mi semejante, una pasión
que me interesa tanto que me hace depender de esa imagen, que acaba por ligar al deseo del otro todos los objetos de mis
deseos.
El lugar de la palabra: El Otro es el lugar donde se constituye el yo [je] que habla con el que escucha, ya que lo que uno
dice es ya la respuesta, y el otro decide al escucharlo si el uno ha hablado o no. Pero a su vez, ese lugar se extiende en el
sujeto tan lejos como reinan las leyes de la palabra.
El analista no le tiene que hablar al analizante de él, ya que el analizante mismo ya hace eso, y ni siquiera le habla al
analista. El analista tiene que hablarle de otra cosa, de la cosa que le habla al analista y debe devolverle de forma invertida
al analizante lo que dijo, en función de darle la doble satisfacción de haberlo reconocido y de hacerle reconocer su verdad.
El analista interviene en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición, ya sea por su silencio allí
donde es el Otro, ya sea anulando su propia resistencia allí donde es el otro. En los dos casos, y bajo las incidencias
respectivas de lo simbólico y lo imaginario, presentifica la muerte.
Ninguna promoción de la intersubjetividad en la personología humana podría articularse sino a partir de la introducción de un
Otro como lugar de la palabra. Sobre esa otra escena (lo icc) aparece el sujeto como sobre determinado por la ambigüedad
inherente al discurso. El sujeto se constituye en el Otro bajo una forma invertida: “Tú eres mi mujer”, “tú eres mi amo”. Los
post-freudianos se quedaban en el plano de lo imaginario y no trabajaban lo simbólico.
La compulsión de repetición: descubierta por Freud fue identificada, también por él, como la insistencia de una verdad
que sigue clamando en el desierto de la ignorancia.
La transferencia: es ese vínculo con el Otro que establece la forma de demanda a la que da lugar el análisis, en la
repetición no es la necesidad lo que se repite, sino el más allá que la demanda dibuja en ella, pueda ser captada en su
efecto de deseo y analizada en su efecto de sugestión.
El practicante del análisis debe mantenerse en el nivel del sujeto que él descubre,el sujeto de la palabra, el que emerge en
la dimensión de la verdad. No en el sujeto del conocimiento.
El contenido del sueño: En un amplio hall. Muchos invitados a los que recibimos. Entre ellos, Irma, a la que me acerco
enseguida para contestarle a su carta y reprocharle no haber aceptado aún la “solución”. Le digo: “si todavía tienes dolores
es exclusivamente por tu culpa”. Ella me responde: “¡Si supieras qué dolores siento ahora en la garganta, el vientre y el
estómago!... ¡Siento una opresión!....”. Asustado, la contempló atentamente. Está pálida y abotagada. Pienso que quizá me
haya pasado inadvertido algo orgánico. La conduzco junto a una ventana y me dispongo a reconocerle la garganta. Al
principio se resiste un poco. Por fin, abre bien la boca, y veo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes,
singulares escaras grisáceas, cuya forma recuerda la de los cornetes de la nariz. Apresuradamente llamo al doctor M., que
repite y confirma el reconocimiento… El doctor M. presenta un aspecto muy diferente al acostumbrado: está pálido, cojea y
se ha afeitado la barba… Mi amigo Otto se halla ahora a su lado, y mi amigo Leopoldo percute a Irma por encima de la blusa
y dice: “Tiene una zona de matidez abajo, a la izquierda, y una parte de la piel, infiltrada, en el hombro izquierdo”. M. dice:
“no cabe duda, es una infección. Pero no hay cuidado; sobrevendrá una disentería y se eliminará el veneno…” Sabemos
también inmediatamente de qué procede la infección. Nuestro amigo Otto ha puesto recientemente a Irma, una vez que se
sintió mal, una inyección con un preparado a base de ácido propiónico, trimetilamina (cuya fórmula veo impresa en gruesos
caracteres). No se ponen inyecciones de este género tan ligeramente… Probablemente estaría además sucia la jeringa.
La estructura del sueño nos muestra con claridad que el inconsciente no es el ego del soñante, que no es Freud en tanto
Freud prosiguiendo su diálogo con Irma. Es un Freud que ha atravesado ese momento de angustia capital en que su yo se
identificó al todo bajo su forma más inconstituida. Él, literalmente, se ha evadido; ha apelado, como Freud mismo escribe, al
congreso de todos los que saben. Se ha desvanecido, reabsorbido, abolido tras ellos. Este sueño nos revela lo siguiente: lo
que está en juego en la función del sueño se encuentra más allá del ego, lo que en el sujeto es del sujeto y no es del sujeto,
es el inconsciente.
La fenomenología del sueño de la Inyección de Irma nos ha hecho distinguir dos partes. La primera desemboca en el
surgimiento de la imagen terrorífica, angustiante, verdadera cabeza de Medusa; en la revelación de algo hablando
innombrable, el fondo de esa garganta, el abismo del órgano femenino del que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la
boca por el que todo es engullido; y también la imagen de la muerte en la que todo termina acabando, ya que en relación
con la enfermedad de su hija, que pudo ser mortal, está la muerte de la enferma perdida en una época contigua a la de la
enfermedad de su hija, considerada por Freud como quien sabe qué represalia del destino por su negligencia profesional.
Y la segunda parte pos este suceso en el instante en que el mundo del soñante se sume en el mayor caos imaginario, entra
en juego el discurso, el discurso como tal, independientemente de su sentido puesto que es un discurso insensato. Se ve
entonces al sujeto descomponerse y desaparecer. Este sueño implica el reconocimiento del carácter fundamentalmente
acéfalo del sujeto, pasado un determinado límite. Este punto es designado por el AZ de la fórmula trimetilamina. Ahí está, en
ese momento, el yo (je) del sujeto. En el punto en que la hidra ha perdido sus cabezas, una voz que ya no es sino la voz de
nadie hace surgir la fórmula de la trimetilamina como la última palabra de lo que está en juego, la palabra de todo.
Así como en un análisis el sueño se dirige al analista, Freud, en este sueño, ya se está dirigiendo a nosotros. Freud sueña
ya para la comunidad de los psicólogos. Cuando interpreta este sueño, se dirige ya a nosotros.
Así vemos al sujeto del inconsciente y que la cura es a través de la palabra, la palabra como medio por el cual se llega a la
cura, la solución al psicoanálisis como cura del psicoanálisis por medio de la palabra. Así opera el retorno, Lacan pudo
explicar este sueño con sus tres registros agregando el contexto, echando luz a eso que quedó inconcluso que Freud no vio.
Imaginario: Aparece primero, cuando Freud recibe a sus invitados con su mujer, después habla con Irma y aparece esto de
la paciente ideal. Esa tríada corresponde a identificaciones. Lo imaginario vuelve a aparecer con la tríada masculina, el
diálogo de clowns. Son momentos en que el yo de Freud desaparece y aparecen sus identificaciones. Es un yo dividido en
partes como es el yo para Freud, un conjunto de identificaciones.
Real: La garganta como un encuentro con lo horroroso, con 2 cosas que no se pueden significar: la muerte y la sexualidad.
Un agujero negro que todo lo traga y el útero. Aquí Freud debió despertarse, pero siguió soñando, el yo de Freud salta en
pedazos, no está más en la siguiente ensena, salta en 3 pedazos, en la tríada masculina.
Simbólico: Se representa en la palabra flotando, es simbólica porque aparece codificada, una fórmula que la representa, no
es la palabra sino la fórmula que viene a darle la solución. Esto da cuenta de que la cura es una palabra del “más allá”(icc).
Trietilamina le dio la solución de doble sentido, le quita la culpa, palabra traída del inconsciente, una solución fisiológica
inyectable y solución al psicoanálisis.
Unidad 4
La niña, para entrar en el complejo de Edipo, debe pasar primero por el complejo de castración. La castración lleva a la niña
a buscar al padre. La niña renuncia a la madre en una actitud ambivalente y hostil hacia la madre. Las motivaciones que el
análisis descubre para el extrañamiento de la madre son: -Omitió dotar a la niñita con el único genital correcto. -La nutrió de
manera insuficiente. -La forzó a compartir con otro el amor materno. -Incitó primero el quehacer sexual propio y luego lo
prohibió. -La ligazón madre tiene que irse a pique porque es la primera y es muy intensa.
El desarrollo de la niña pequeña hasta la mujer normal es más difícil y complicado, incluye dos tareas adicionales que las del
desarrollo del varón. La niña debe trocar zona erógena(de clitoris a vagina) y objeto (de madre a padre), mientras que el
niño retiene ambos.
Con el abandono de la masturbación clitorídea se renuncia a una porción de actividad. Ahora prevalece la pasividad, la
vuelta hacia el padre se consuma con ayuda de mociones pulsionales pasivas. El deseo con el que la niña vuelve al padre
es el deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora lo espera del padre. Sin embargo la posición femenina sólo
puede establecerse cuando se reemplaza el deseo del pene por el deseo de un hijo, siguiendo una equivalencia simbólica,
el hijo aparece en el lugar del pene.
El complejo de Edipo del varón dentro del cual anhela a su madre y quiere eliminar al padre como rival, se desarrolla a partir
de la fase de su sexualidad fálica. La amenaza de castración le hace resignar esa postura. Bajo la impresión del peligro de
perder su miembro el complejo de Edipo es abandonado; el niño hace una elección narcisista: abandona a la madre como
objeto de amor a cambio de que no le corte su pene. Se instaura así como su heredero un severo superyó.
En la niña contrariamente el complejo de castración prepara al complejo de Edipo en lugar de destruirlo. La niña es
expulsada de la ligazón-madre. Ausente la angustia de castración, la niña permanece dentro de él por un tiempo indefinido,
sólo después lo deconstruye.
Así como la primera condición daba pie a satisfacer mociones agonales, hostiles al hombre a quien se arrebataba la mujer
amada, esta segunda se relaciona con el quehacer de los celos. Los siguientes puntos ya no describen las condiciones
exigidas del objeto de amor, sino la conducta del amante hacia el objeto de su elección.
3) En la vida amorosa normal, el valor de la mujer es regido por su integridad sexual, y el rasgo de la liviandad lo rebaja. Por
eso aparece como una llamativa desviación respecto de lo normal el hecho de que los amantes del tipo considerado traten
como objetos amorosos de supremo valor a las mujeres que presentan ese rasgo. Cultivan los vínculos de amor con estas
mujeres empeñandose en el máximo gasto psíquico, hasta consumir todo otro interés. En estos rasgos de los vínculos
amorosos descritos se ve el carácter obsesivo que en cierto grado es propio de todo enamoramiento. En estos hombres se
repiten varias veces pasiones de esa clase con iguales peculiaridades, de modo que los objetos de amor pueden sustituirse
unos a otros, dándose una formación de una larga serie.
4) Hay una tendencia, exteriorizada en los amantes de este tipo, a “rescatar” a la amada. El hombre está convencido de que
ella lo necesita, de que sin él perdería todo apoyo moral y rápidamente se hundiría en un nivel lamentable. La rescata, pues,
no abandonándola.
Juzgaremos harto improbable poder derivarlos de una fuente única. No obstante, esa elección de objeto de curioso imperio y
esa rara conducta tienen el mismo origen psíquico que en la vida amorosa de las personas normales; brotan de la fijación
infantil de la ternura a la madre y constituyen uno de los desenlaces de esa fijación.
La tierna es la más antigua. Proviene de la primera infancia, formada sobre la base de los intereses de la pulsión de
autoconservación y se dirige a las personas que integran la familia y a las que tienen a su cargo la crianza del niño. Desde el
comienzo recibe aportes de las pulsiones sexuales, acogiendo componentes de interés erótico, correspondiendo a la
elección infantil primaria del objeto. Estas fijaciones tiernas del niño continúan a lo largo de la infancia, tomando cada vez
más erotismo que es desviado de sus metas sexuales.
En la pubertad se añade la corriente sensual, que ya no ignora sus metas. Inviste, ahora con montos libidinales más
intensos, los objetos de la elección infantil primaria. Pero como tropieza ahí con los obstáculos de la barrera del incesto,
exteriorizará el afán de hallar lo más pronto posible el paso desde esos objetos, inapropiados en la realidad, hacia otros
objetos, ajenos, con los que pueda cumplirse una real vida sexual.
Dos factores contribuirán al fracaso de este progreso en el desarrollo de la libido:
1. La medida de la frustración real que contraríe la nueva elección de objeto y la desvalorice para el individuo.
2. La medida de la atracción de los objetos infantiles que han de abandonarse, y que es proporcional a la investidura erótica
que les cupo todavía en la niñez.
Si estos dos factores son lo bastante fuertes, entra en acción el mecanismo universal de la formación de neurosis. La libido
se extraña de la realidad, es acogida por la actividad de la fantasía (introversión), refuerza las imágenes de los primeros
objetos sexuales, queda fijado a los objetos primordiales. (Se entrega a la fantasía, la libido queda detenida, fijada).
Para que se produzca la impotencia psíquica, se requieren condiciones más benignas. La corriente sensual no puede haber
sufrido en todo su monto el destino de tener que desaparecer, oculta tras la corriente tierna. Cuando aman no anhelan,
cuando anhelan no pueden amar. Buscan objetos a los que no necesitan amar, a fin de mantener alejada su sensualidad de
los objetos amados. Luego, si un rasgo nimio del objeto elegido para evitar el incesto recuerda al objeto que debía evitarse,
sobreviene, de acuerdo con las leyes de la “sensibilidad de complejo” y del “retorno de lo reprimido”, esa extraña denegación
que es la impotencia psíquica. Para protegerse de esta perturbación, el principal recurso del hombre que se encuentra en
esa escisión amorosa, consiste en la degradación psíquica del objeto sexual. Habrá placer, pero cuyo cumplimiento sólo
aparece como posible en el objeto sexual degradado, menospreciado. No en el respetado.
En la mujer se nota apenas una necesidad de degradar el objeto sexual; esto tiene que ver sin duda con la sobreestimación
sexual característica del varón. Ahora bien, la prolongada coartación de lo sexual y la reclusión de la sensualidad a la
fantasía tienen para ella otra consecuencia de peso. A menudo le sucede, en efecto, no poder desatar más el enlace del
quehacer sensual con la prohibición, y así se muestra psíquicamente impotente, cuando al fin se le permite ese quehacer.
La mujer no pone en un pedestal al hombre y no necesita degradarlo. Está deseante en el momento que eso está prohibido.
Freud opina que esa condición de lo prohibido es equiparable, en la vida amorosa femenina, a la necesidad de degradación
del objeto sexual en el varón. Ambas son consecuencias del prolongado diferimiento entre madurez genésica y quehacer
sexual, que la educación exige por razones culturales.
¿Por qué es tan diversa la relación del amante con su objeto sexual? Existe la posibilidad de que haya algo en la naturaleza
de la pulsión sexual que implique la imposibilidad de la satisfacción plena. ¿Por qué? Se debe a dos factores:
1- En primer lugar, se debe a la elección de objeto en dos tiempos separados por la interposición de la barrera del incesto.
el objeto originario de una moción de deseo se ha perdido por obra de una represión y suele ser subrogado por una serie
interminable de objetos sustitutivos, de los cuales, ninguno satisface plenamente.
2- En segundo lugar, sabemos que la pulsión sexual se compone de ciertos elementos que deben ser sublimados para ser
aceptados culturalmente. Pero todos esos procesos de desarrollo sólo atañen a los estratos superiores de la compleja
estructura. Los procesos fundamentales que brindan la excitación amorosa no han cambiado.
Ahora bien, ciertas experiencias analíticas no permiten conformarse con ese intento de explicación simple. Para explicar
este tabú de la virginidad es posible aducir factores de diversa índole.
En la desfloración de la muchacha por regla general se derrama sangre; por eso el primer intento de explicación invoca el
horror de los primitivos a la sangre, pues la consideran el asiento de la vida.
Una segunda explicación prescinde igualmente de lo sexual, pero tiene una proyección mucho más universal. Indica que el
primitivo es presa de un apronte angustiado que lo acecha de continuo, como el de los aquejados de neurosis de angustia.
Ese apronte angustiado se mostrará con la mayor intensidad en todas las situaciones que se desvíen de algún modo de lo
habitual, que conlleven algo nuevo, inesperado, no comprendido.
Una tercera explicación destaca que el tabú de la virginidad pertenece a una vasta trama en la que se incluye la vida sexual
entera. No sólo el primer coito con la mujer es tabú; lo es el comercio sexual como tal. Casi podría decirse que la mujer es
en un todo un tabú.
Toda vez que el primitivo ha erigido un tabú es porque teme un peligro, y no puede negarse que en todos esos preceptos de
evitación se exterioriza un horror básico a la mujer. Acaso se funde en que ella es diferente del varón, eternamente
incomprensible y misteriosa, ajena y por eso hostil.
La desfloración no tiene sólo la consecuencia cultural de atar duramente la mujer al hombre; desencadena también una
reacción anárquica de hostilidad al varón. El extraño tabú de la virginidad, el horror con que entre los primitivos el marido
esquiva la desfloración, hallan su justificación plena en esta reacción hostil.
El sujeto se encuentra constituido de entrada como división, porque su ser se representa en otra parte, en el signo, y el
propio signo está en un tercer lugar. Esto estructura al sujeto en esa descomposición de sí mismo sin la cual no habría
inconsciente. El deseo del icc sólo puede articularse como deseo de reconocimiento del sujeto. Por esto se plantea en
el fundamento de todo análisis del fenómeno subjetivo completo, el esquema alrededor del cual se da el camino de las
formaciones del icc
2: Vemos al sujeto en su relación con una tríada de términos que son los cimientos
significantes de todo su progreso. Especialmente M, la madre, pq ella es el primer
objeto simbolizado, y su ausencia o presencia se convertirá para el sujeto
en el signo del deseo al que se aferrará su propio deseo, y que hará de él
un niño deseado o no deseado.
P, padre, es en el significante, aquel significante mediante el cual el propio significante es instituido en cuanto tal. Por eso
el padre es esencialmente creador absoluto, que crea con nada. Es con respecto a esto como se ha de localizar el sujeto en
tanto que ha de ser significado. Si hay identificaciones posibles, ello se estructura siempre en esta relación triádica
constituida en el plano del significante.
En la relación con su propia imagen, el sujeto se vuelve a encontrar con la duplicidad del deseo materno en su relación con
él como niño deseado, que es una relación simbólica.
El término del niño deseado, ese significante que primordialmente constituye al sujeto en su ser, es el eje. Ahí se constituye
ese Ideal del yo que marca todo el desarrollo psicológico de un sujeto. El esquema demuestra que es en el mismo lugar, N,
donde consciente o inconscientemente se produce lo que en un caso llamamos Ideal del yo, y en otro caso(Gide)perversión.
Lo que da la ley de la expresión del deseo en el sueño es la ley del significante. Ahí descubrimos algo que quiere
hacerse reconocer, que está inscripto, que se relaciona con algo original que ocurrió en la infancia y fue reprimido.
Ahí se presenta la aventura primordial de lo que ocurrió en torno al deseo infantil, el deseo esencial, que es el deseo del
deseo del Otro, o el deseo de ser deseado. Lo que se ha inscripto en el sujeto queda ahí, permanente. Un deseo icc se
expresa a través de la máscara, nos es significado a través de las condiciones que le impone al deseo la ley del significante.
Lo que se ha estructurado en el sujeto pasa siempre por ese mecanismo por el cual su deseo está moldeado por las
condiciones de la demanda. Lo que se inscribe en su estructura está sometido a la ley del deseo del Otro. Esto hace del
deseo más profundo del sujeto es el deseo del Otro. Lo importante no es la frustración, en el sentido de lo real que se da
o lo que no se da, sino aquello en lo que el sujeto descubre el deseo del Otro que es el deseo de la madre.
Hay que plantear de entrada la tríada simbólica fundamental. La madre, el niño y el padre. La dialéctica del deseo como
Freud la descubrió, que supone una relación tercera que hace intervenir, más allá de la madre, la presencia del personaje,
deseado o rival, pero siempre tercero, que es el padre. Se establece más allá de la ausencia o presencia de la madre, en
tanto presencia significante. Así el sujeto se sitúa en el orden significante.
Mi deseo debe ser significado en la medida en que pasa por una demanda que he de significar en el plano simbólico. Hay un
símbolo general de esa falta fundamental necesaria para introducir mi deseo en el significante(el falo). La función
constituyente del falo en la dialéctica de la introducción del sujeto a su existencia y a su posición sexual no se explica si no
hacemos de él (el falo) el significante fundamental por el que el deseo del sujeto ha de reconocerse como tal deseo, sea
hombre o mujer.
2: Lacan toma la expresión de Freud “en la mujer y no sólo en el hombre el falo está en el centro”. El niño para asumir su
virilidad, no se llevará a cabo sin la mutilación fundamental gracias a la cual el falo se convertirá en el significante de poder,
el cetro. Para Freud la fase fálica de la niña se basa en una pulsión cuyas bases naturales son dos: la bisexualidad
biológica primordial, y la presencia de un esbozo del órgano fálico. El órgano clitoridiano de los primeros placeres vinculados
con la masturbación proporciona el inicio del fantasma fálico que desempeña el papel decisivo del que habla Freud. La fase
fálica es una fase fálica clitoridiana, el pene fantasmático es una exageración del pequeño pene presente en la anatomía
femenina. En la decepción de la observación a un niño Freud ve el motor de la entrada de la niña en su posición femenina.
La salida de su fase fálica es engendrada por esta decepción que comienza la relación con el padre, a su vez de la
equivalencia pene-hijo.
La Penisneid (envidia del pene) es la articulación de la entrada de la mujer en la dialéctica edípica, así como la castración
está en el corazón de la dialéctica en el hombre. El Penisneid se presenta bajo tres formas distintas:
-Hay Penisneid en el sentido del fantasma. Ese anhelo tanto tiempo conservado de que el clítoris sea un pene.
-Hay otro sentido, cuando el Penisneid interviene en el momento en que lo deseado es el pene del padre. Es el momento en
que el sujeto se aferra a la realidad del pene allí donde éste se encuentra y ve donde puede ir en busca de su posesión.
Queda frustrado tanto por la prohibición edípica como por la imposibilidad fisiológica.
-Finalmente surge el fantasma de tener un niño del padre, tener ese pene bajo una forma simbólica.
Se da una castración simbólica, amputa simbólicamente algo imaginario, a estos fantasmas del Penisneid.
4: El falo sólo es concebible si se lo implica como significante de la falta, significante de la distancia entre la demanda
del sujeto y su deseo. Para acercarse a ese deseo, hay que entrar en el orden significante. El niño se inscribe en el ciclo
significante por la existencia significante de todas las prohibiciones edípicas. La niña, en cambio, lo hace por ser objeto de
intercambio. En la mujer hay una necesariedad de que ésta se convierta en el significante del intercambio. El niño, para
entrar en la dialéctica social significante, depende del deseo de la mujer, en tanto es significado por lo que le falta, el falo.
Lacan - “Las insignias del Ideal”
El falo inserto en una función subjetiva que cumple un papel de significante.
Para esclarecer esa función del falo que está presente de forma general hay que remitirse a la economía significante en que
está implicado, y por eso Lacan va a hablar de la salida del Edipo y de cómo, tras la represión del deseo edípico, el sujeto
sale de ahí provisto de un Ideal del yo.
1:Mientras que la estructura del yo (moi, especular) descansa en la relación del sujeto con la imagen del semejante, la
estructura del Ideal del yo plantea un problema, no se propone como yo ideal.
En el Edipo normal, la represión resultante de su salida tiene el efecto de constituir en el sujeto una identificación. El Ideal
del yo surge de una identificación tardía, vinculada con la relación tercera del Edipo, en la que se mezclan deseo y rivalidad,
agresión, hostilidad. El resultado de ese conflicto es la transformación subjetiva, debido a la introducción (introyección) en el
interior de la estructura, del Ideal del yo, que ahora resulta una parte del propio sujeto. Su Ideal del yo le pertenece, es algo
añadido, adquirido.
En el seno de esta intersubjetividad(yo, superyó, etc) es donde vemos la función del Ideal del yo. Esta función no debe
confundirse con el superyó. El Ideal del yo desempeña más bien una función tipificante en el deseo del sujeto. Se vincula
con la asunción del tipo sexual, implicado en una economía social. Se trata de las funciones masculinas y femeninas, en
tanto que suponen todo un mundo de relaciones entre el hombre y la mujer.
3: Lacan toma teorizaciones de las analistas, una de ellas es Helene Deutsch que: dice que la fase fálica desempeña el
papel que dice Freud, pero que lo importante es la adopción por parte de la niña de la posición masoquista constitutiva de la
posición femenina. En la medida en que le está prohibido el goce clitoridiano, encontrará su satisfacción en una posición ya
no únicamente pasiva, sino basada en esa misma privación del goce clitoridiano. Para ella la satisfacción femenina puede
realizarse por completo en la relación maternal, en la función de la reproducción, satisfacciones del estado de gestación,
amamantamiento, y mantenimiento de la posición materna. En resumen, para Deutsch en la especie humana el centro de
gravedad de la posición femenina, su elemento principal de satisfacción se encontraría más allá de la relación genital. Esto
lleva a Lacan a formular la relación del Ideal del yo con cierto avatar del deseo. Igual Lacan no concuerda mucho con ella,
nada más que la toma porque son pruebas del análisis.
El niño es introducido en el mundo del intercambio simbólico con el primer Otro por los circuitos del lenguaje. No se trata
sólo de que el ser humano hable, sino de que su propia naturaleza se teje con las leyes del lenguaje. La “naturaleza
humana” es una naturaleza simbólica. Por eso el deseo no responde a una lógica natural, instintiva, de la necesidad.
El deseo surge de la articulación entre demanda y necesidad: se demanda satisfacción de las necesidades y se demanda
amor. Esa doble función de la demanda da origen al deseo, ya que si bien la satisfacción de las necesidades es posible, la
demanda de amor es incondicional y, por lo tanto, no se puede satisfacer completamente.
El deseo humano es un residuo de la operación de transformación del campo de las necesidades del viviente en el campo
de la demanda, a través del lenguaje y sus leyes, aquello primordial que no logra articularse en el lenguaje se constituye en
el núcleo de la represión primaria y retorna de lo reprimido, transformado bajo la forma del deseo. El falo es signo de la
represión primaria. Deduce el falo de la relación entre significante y significado y lo define como el significante que da la
razón del deseo humano para los sexos.
Los hechos clínicos demuestran una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia
anatómica de los sexos y por eso se necesita una interpretación especial en la mujer, a saber:
1. De por qué la niña se considera a sí misma como castrada, privada de falo, y por la operación de alguien, primero su
madre, y después su padre, de forma que se reconoce allí una transferencia.
2. De por qué primordialmente, en ambos sexos, la madre es considerada como provista de falo, como madre fálica.
3. De por qué la significación de la castración no toma de hecho (clínicamente manifiesto) su alcance eficiente en la
formación de síntomas sino a partir de su descubrimiento como castración de la madre.
4. Estos tres problemas culminan en la cuestión de la razón, en el desarrollo de la fase fálica. Freud especifica bajo esa fase
la primera maduración genital: por una parte se caracteriza por la dominación imaginaria del atributo fálico y el goce
masturbatorio y, por otra parte, ese goce se localiza en la mujer en el clítoris, promovido a la función de falo, y parece excluir
hasta la declinación del Edipo toda localización instintual de la vagina como lugar de la penetración genital.
Lacan promueve la noción de significante como necesaria para toda articulación del fenómeno analítico, en tanto se opone a
la de significado. Es el significante el que tiene función activa en la determinación de los efectos en que lo significable
aparece como sufriendo su marca, convirtiéndose por medio de esa pasión, en el significado. Lo significable es todo lo que,
por sufrir la marca del significante, se convierte en significado. Esta pasión del significante se convierte en una dimensión
nueva de la condición humana.
El falo se esclarece por su función. En Freud, el falo no es una fantasía en el sentido de lo imaginario, tampoco es un objeto,
ni tampoco es el órgano que simboliza. El falo es un significante, destinado a designar en su conjunto los efectos del
significado, en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante.
Lo que se encuentra así alienado en las necesidades constituye una represión primaria por no poder articularse en la
demanda, pero que aparece en un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo.
La demanda se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que reclama. Es demanda de una presencia o de una ausencia.
Cosa que manifiesta la relación primordial con la madre, por estar preñada de ese Otro que ha de situarse más acá de las
necesidades que puede colmar. Ese privilegio del Otro dibuja el don de lo que no tiene, lo que se llama su amor. Es así
como la demanda anula la particularidad de todo lo que puede ser concedido, trasmutándolo en prueba de amor.
Así, el deseo no es ni el apetito de la satisfacción, ni la demanda de amor, sino la diferencia que resulta de la sustracción del
primero a la segunda, el fenómeno mismo de su escisión (Spaltung). Necesidad – demanda = deseo.
La relación sexual ocupa ese campo cerrado del deseo. Es el campo hecho para que se produzca en él el enigma que la
relación provoca en el sujeto al “significársela” doblemente: retorno de la demanda que suscita, en forma de demanda sobre
el sujeto de la necesidad; ambigüedad presentificada sobre el Otro en tela de juicio en la prueba de amor demandada.
Es en la dialéctica de la demanda de amor y de la prueba del deseo donde se ordena el desarrollo. La demanda de amor
padece de un deseo cuyo significante le es extraño. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para
satisfacerlo.
? La mujer va a rechazar una parte de su feminidad en la mascarada para ser el falo, es decir, significante del deseo del
Otro. Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada y amada. Pero el significante de su deseo propio lo encuentra en
el cuerpo de aquel a quien se dirige su demanda de amor. Por esta función ste, el órgano que queda revestido de ella toma
valor de fetiche. El resultado para la mujer es que convergen sobre el mismo objeto una experiencia de amor que la priva
idealmente de lo que da, y un deseo que encuentra en él su ste. Por eso la falta de satisfacción propia de la necesidad
sexual, la frigidez, es relativamente bien tolerada, mientras que la represión inherente al deseo es menor que en el hombre.
En el hombre, por el contrario, la dialéctica de la demanda y del deseo engendra los efectos que Freud situó en el
rebajamiento de la vida amorosa. Si el hombre encuentra cómo satisfacer su demanda de amor en la relación con la mujer
en la medida en que el significante falo la constituye como dando en el amor lo que no tiene, inversamente su propio deseo
del falo hará surgir su significante en su divergencia hacia “otra mujer”. ¿
Unidad 5
Los celos son pensamientos que rechazan el icc. Son una pasión, pero pasión de la ignorancia. Esta pasión manifiesta el
síntoma en su aspecto menos descifrable y más resistente. Hay dos grandes tesis freudianas sobre los celos: 1-Celos por
proyección y 2-Rel con la homosexualidad icc.
Celos y complejo de Edipo: Desde Freud los celos corresponden a una gramática de la vida amorosa derivada del
complejo de Edipo. Los celos masculinos presentan dificultad para la interpretación, origen edípico, mecanismo de
proyección y ligazón con la homosexualidad icc. La autora toma un caso en que el hombre tenía esposa y amantes. Como
estas amantes son “hembras al acecho”, las llama por teléfono a cualquier hora, las sigue, las espía. Estas mujeres se
ubican en la línea materna, porque para el paciente su madre “no era una santa”. El celoso interroga a su amante hasta
obtener una confesión y a partir de ahí la insulta, le pega, la humilla, ella le responde, él se impone, ella cede, le pide
perdón; entonces él se excita y terminan amándose.
Celos y sexuación: En Lacan, los celos masculinos se separan del complejo materno, y se ubican como una consecuencia
de la sexuación, como un efecto que la sexuación femenina produce del lado masculino. La sexuación también depende de
la acción del significante sobre el sexo biológico. Solo hay sexuación si un sujeto se inscribe de alguna manera respecto de
la castración y su significante.
El primero es un cuerpo que se ve, es la imagen del cuerpo. El segundo es un cuerpo habitado por un goce que también
debe inscribirse en términos de goce fálico. El esquema es el mismo: transformación significante tanto del cuerpo como del
goce que le viene asociado. No hay sexuación si no es a partir de la acción del significante fálico, lo que no quita que haya
maneras diversas de inscribir su cuerpo y su goce respecto de ese significante. La sexuación como una elección que, más
allá de las identificaciones imaginarias y simbólicas, pone en juego la insondable decisión del ser en cuanto al goce.
Lacan sigue la formulación freudiana de que “el hombre donde desea no ama”, pero la novedad es que esa duplicidad vale
también para la mujer. Ella tampoco puede amar allí donde desea, ya que si su deseo requiere de la fetichización del órgano
del partenaire, el amor no puede obtenerlo sino “del hombre muerto o del amante castrado”.
Más adelante Lacan en las fórmulas de la sexuación va a decir que los celos masc no solo son resultado de la duplicidad del
objeto de amor y de deseo en la mujer, sino que se deducen del desdoblamiento de esta en lo que respecta a su goce.
Donde el hombre la quiere toda para él, la cree toda, ella tiene un goce que no comparte con él y que en cambio la vincula
con el Otro, S(Ⱥ) Goce suplementario.
De acá, Lacan en el seminario VI ubica a los celos femeninos según la lógica que reparte las posiciones sexuadas alrededor
del falo: tenerlo, a condición de no serlo (para el varón), serlo, a condición de no tenerlo (mujer). Esto tiene que ver con la
mascarada, que se da cuando uno se reconoce significante en un lugar. Una mujer es la única cuyo goce sobrepasa al que
surge del coito, o sea el goce fálico. Lacan traslada la posición femenina en el goce a una exigencia de reconocimiento:
quiere ser reconocida como la única por la otra parte. Entonces Lacan deduce la exigencia de amor de la estructura del goce
femenino.
Los celos, tanto en la mujer como en el hombre, son consecuencia de la sexualidad femenina. La sexuación supone una
asunción del sexo por parte del sujeto y dicha asunción se realiza respecto del significante fálico. Además, la sexuación no
requiere solo la asunción o el rechazo del propio sexo sino que exige que el varón descubra que hay mujeres, y que la mujer
soporte que haya hombres. Entonces, la asunción del propio sexo se acompaña de la admisión del sexo del Otro. Que es
confrontarse con la existencia de otra relación con la castración, otra posición en el deseo, Otro goce, distinto del de Uno.
Desde hace unos años cada vez más se visibiliza una sexualidad fluida, fluidez que rebasa la dicotomía binaria, hoy
llamadas nuevas sexualidades. Aquello que aparece en el campo de las llamadas nuevas sexualidades no es sino, una
recreación, un retorno de las prácticas sexuales polimorfas, múltiples formas de prácticas sexuales; así pues, la sexualidad
infantil es la sexualidad humana, tal como Freud nos ha enseñado.
La sexualidad polimorfa, varía su forma según los cambios de las épocas, variantes que podemos leer en los diversos
modos de respuesta al deseo del Otro. Las épocas presentan transformaciones sustanciales con lo que ella oferta, sea
modas, costumbres, tecnologías, etc. Los cuales definen diversos modos de relaciones sociales, y por lo mismo modos
diversos de manifestación del malestar en la cultura, diversos modos de manifestación del síntoma, diversas modalidades
de goce.
Desde el psicoanálisis , ¿donde reside lo invariante?, reside en la posición del analista, que opera a partir del deseo del
analista. “No hay analista a no ser que ese deseo le surja” (Lacan. 1974). También reside la lógica de la sexuación, y en la
no relación sexual. Sexuación, que no se apoya ni en la identidad, ni en la biología, en todo caso ella será reemplazada por
la operación lógica de la sexuación. Es obra del significante, en tanto organiza simbólicamente la castración; castración que
procede del lenguaje.
La relación entre dos sujetos no será de complemento uno con el otro sino de suplemento, lo que se entrega a quien se
ama, es una falta. Entregamos una falta y no lo que al otro le falta; entregamos justamente aquello que nos estructura y que
intentamos suplir con el retorno del goce al cuerpo como plus. Es invariante para el sujeto la imposibilidad del goce absoluto.
El falo entra ya en juego tan pronto el sujeto aborda el deseo de la madre. Este falo está velado, y estará velado hasta el fin
de los siglos porque es un significante último en la relación del significante con el significado.
Unidad 6
Para realizar este escrito Freud realizó un análisis de sus libros, de su biografía y del diario íntimo de su esposa, Ana.
Comienza hablando de los cuatro caracteres o fachadas: literato (incluye poeta y psicólogo por análisis psicológicos que
él mismo realiza de sus personajes), neurótico, pensador ético y pecado.
La tentación de incluir a Dostoievski entre los criminales se debe a su elección temática del creador literario, caracterizada
por rasgos violentos, asesinos, egoístas, con manía por el juego y abuso sexual, que indicaba la existencia de tales
inclinaciones en su interior. La contradicción se resuelve inteligiendo que la fortísima pulsión de muerte del autor, que
fácilmente lo habría convertido en un criminal, se dirigió hacia su propia persona, hacia adentro en lugar de hacia afuera, y
así se expresó como masoquismo y sentimiento de culpa. Pero su persona tenía también sobrados rasgos sádicos, que
se exteriorizaban en su irritabilidad, manía martirizadora e intolerancias hacia las personas amadas, y lectores.
Epilepsia: Dostoievsky se clasificó de epiléptico, y por tal lo tuvieron los demás. Pero es probable que esta reacción
epiléptica no tenga una causa orgánica, sino que se haya puesto a disposición de una neurosis, para poder tramitar por vía
somática, masas de excitación que la neurosis no pudo liquidar psíquicamente. Sería como una histeroepilepsia.
Los primeros ataques de Dostoievsky en su niñez tenían una intencionalidad de muerte, introducidos por una angustia de
muerte. Su hermano Andrei informa que de niño solía dejar notas diciendo que temía dormirse de noche y caer en un estado
de muerte aparente, por lo cual rogaba se esperasen cinco días antes de inhumarlo. Esos ataques de muerte significan
una identificación con un muerto, una persona que falleció o que vive y cuya muerte se desea.
Uno ha deseado la muerte de otro (padre) y ahora uno mismo está muerto (ataque = autocastigo por haber deseado
la muerte del padre odiado).
-Hablamos del peso de la Ley Simbólica. El parricidio es el crimen principal y primordial tanto de la humanidad como del
individuo, es la principal fuente del sentimiento de culpa.
-Lo que llamamos Superyó, es la heredera del influjo paternal, y es atribuida de importantes funciones. Si el padre fue duro,
violento, cruel, el superyó toma de él esas cualidades, y en su relación con el yo, vuelve a producirse la pasividad que debía
ser reprimida. Se genera, dentro del yo, una gran necesidad de castigo, que en parte halla satisfacción en el maltrato por el
superyó (conciencia de culpa).
-El temprano síntoma de los “ataques de muerte” puede comprenderse como una identificación-padre del yo, consentida por
el superyó a modo de castigo. “Tú has querido matar a tu padre para ser tú mismo el padre. Ahora eres el padre, pero el
padre muerto”.
El mejor testimonio sobre la existencia de la necesidad de castigo en la economía anímica de Dostoievsky es el hecho de
que no lo quebrantaran esos años de miseria y humillaciones en Siberia. La condena de Dostoievsky como criminal político
era injusta, pero aceptó el inmerecido castigo del “padrecito zar” como sustituto del castigo que había merecido por sus
pecados hacia el padre real. En lugar de autocastigarse, se hizo castigar.. Su superyó pide el castigo, y así se ahorra él
mismo de imponer las penas.
Estando en prisión, al estar con criminales, comprendió la complejidad del espíritu humano. Comenzó a leer la Biblia, y se
apartó del ateísmo socialista de sus primeros años. La salvación, la purga de los pecados a través del sufrimiento, se
convirtió en una obsesión para él, como puede verse en “Los Hermanos Karamazov”.
La publicación de su última obra y el diario íntimo de su esposa ha arrojado luz sobre un episodio de su vida, la época en
que estuvo poseído por la manía del juego, en Alemania. Como no es raro que suceda en los neuróticos, el sentimiento de
culpa se había procurado subrogación palpable mediante un cúmulo de deudas. Nunca descansaba hasta haberlo perdido
todo. El juego (ruleta) era para él una vía de autocastigo. Innumerables veces había prometido y hasta dado su palabra de
honor a su joven mujer de no jugar más. Y como ella nos dice, la quebrantaba casi siempre. Y así las pérdidas lo habían
llevado a él y a ella a la miseria más extrema, extraía de ahí una segunda satisfacción patológica. Podía insultarse y
humillarse ante ella, exhortarla a despreciarlo. La joven esposa se acostumbró a ese ciclo porque había notado que la
producción literaria (lo único que podía salvarlos económicamente), nunca marchaba mejor que después de haber perdido
todo, cuando el sentimiento de culpa de él era satisfecho por los castigos que él mismo se imponía, cedía en su inhibición
para el trabajo.
1) La palabra pulsión aparece en Freud primero en 1905 en sus “tres ensayos sobre una teoría sexual”. Freud pretende
explicar mediante la pulsión la especificidad de la sexualidad humana. Un modelo dualista, donde distingue entre pulsiones
de conservación versus pulsiones sexuales, en donde el yo es un conjunto de representaciones con una relación de
coherencia. Cuando esta es perturbada, el yo ejerce su acción represora sobre representaciones del orden de la sexualidad.
2) En 1911 cuando Freud habla de pulsiones del yo lo hace para arraigar al yo (que incluye la función de atención, memoria,
etc.) en las pulsiones, para convertir a ese atado de funciones, en función de la libido.
3) En 1914 en Introducción del narcisismo, se da un punto de quiebre. Hay algo de la pulsión yoica que está investido
sexualmente. Freud reflexiona acerca de su teoría de las pulsiones, y nos va a decir que el narcisismo no es una perversión,
sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación que atribuimos a todo ser vivo.
Reemplaza entonces el antiguo dualismo pulsional por la oposición entre libido del yo y libido objetal. (La primera incluye
pulsiones sexuales y no sexuales, y la segunda se encuentra por fuera del yo).
No hay referencias en el texto de 1914 a la agresión, la destrucción o la pulsión de muerte.
4) En 1915 va a hablar acerca de la agresión. Según Freud, cuando el sujeto no satisface los impulsos agresivos, estos se
vuelven contra el mismo yo agravando la severidad de ese superyó. El niño puede responder con gran violencia al castigo
de los padres.
5) En 1920 plantea las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte en “Más allá del principio del placer”. Cuando Freud
introduce la pulsión de muerte, apunta a otorgar estatuto teórico definitivo a la agresión, las tendencias agresivas, el odio, el
sadismo. Lo que está en juego en Freud en 1920 es la insistencia de la repetición de lo displacentero. El sujeto solo se
constituye a partir del otro. Para Freud la repetición es extraña y anterior al principio de placer, aunque puede ser placentera,
jamás explicará la repetición. Es expresión de la pulsión de muerte.
Ahí ya pasamos de lo metapsicológico a encontrar un contexto social de la agresividad. Vemos que hay un efecto social que
lleva a inhibir o frustrar la satisfacción pulsional y eso genera un sujeto enajenado. En 1930 retoma esto con el malestar en
la cultura. Hay un giro en el que ya no se trata de la respuesta a esta coerción, sino que hay una disposición pulsional
relacionada a esta agresividad intrínseca a la satisfacción pulsional y a la naturaleza humana. La sociedad inhibe la
satisfacción pulsional ligada a la sexualidad. Esto lleva a que haya sujetos frustrados que manifiestan una agresividad
socialmente.
En la primera tesis Lacan sostiene que la agresividad se manifiesta en una experiencia subjetiva. La acción psicoanalítica
se desarrolla en y por la comunicación verbal, en una captura dialéctica del sentido. Un sujeto manifiesta la intención de
otro. El psicoanálisis así muestra que hay una necesidad de cierto reconocimiento de uno por el otro. La práctica clínica del
psicoanálisis neutraliza este efecto de agresividad que se pone en juego en la comunicación de uno con el otro. El sujeto, al
hablar, ya manifiesta agresividad, y el analista, a modo de su posición ética, debe interpretarlo, y poner a elaborar. Porque
en esa técnica verbal se rompe esta agresividad que se tensa.
En la segunda tesis dice que la agresividad, en la experiencia, nos es dada como intención de agresión y como imagen de
dislocación corporal, y es bajo tales modos como se demuestra eficiente. En realidad Lacan habla de que hay una captura
de cierto elemento simbólico de esa cuestión imaginaria del cuerpo fragmentado. Hay algo de esa imagen que se inscribe
simbólicamente en el icc. Estas imagos agresivas que forman parte del icc son las que se ponen a jugar en la clínica.
En la tercera tesis habla sobre el diálogo, de cómo el diálogo socrático no basta para el psicoanálisis, porque la situación
analítica es más que un diálogo. Lacan plantea a la transferencia negativa como lo que instala o da inicio a un análisis.
En la cuarta tesis Lacan empieza una lectura metapsicológica que sale de lo fenomenológico de las tres primeras. Aparece
acá la agresividad ligada a la identificación. Encontramos que agresividad e identificación no se pueden separar. La
agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura
del yo y el registro del mundo. El piensa cual sería la intención y tendencia de la agresividad. La intención tiene que ver con
este lazo con el otro, pero la tendencia tiene una estructura fundamental ligada a la psicosis paranoide.
En la quinta tesis analiza qué pasa con la agresividad y lo social. La agresividad como una de las coordenadas
intencionales del yo humano, hace pensar su papel en la neurosis moderna y en el malestar de la civilización. Aparece una
lógica para pensar cómo la civilización utiliza la agresividad como elemento para mostrar cierto progreso. (por ej: fabricar
instrumentos de guerra demuestra progreso). Como efecto de una sociedad de este estilo, la función de la opresión muestra
cómo a partir de este progreso hay dos salidas que afectan a los sujetos, una tiene que ver con las pasiones amorosas, la
otra con el suicidio y la melancolización de los sujetos.