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LA EDUCACIÓN Y DESIGUALDAD DE GÉNERO

EN GUATEMALA

Con miras a comprender mejor el escenario de las desigualdades educativas en la

región y contribuir para reducirlas, en 2020, la Campaña Latinoamericana por el

Derecho a la Educación (CLADE), el Instituto Internacional de Planeamiento de la

Educación (IIPE) UNESCO Buenos Aires y Oxfam se han juntado para elaborar el

estudio regional Desigualdades educativas en América Latina: Tendencias, Políticas y

Desafíos1 , que complementó un esfuerzo de comprensión de las desigualdades

educativas globales, elaborado por Oxfam en 2019.

El estudio latinoamericano reveló que el acceso a la educación en la región, así como

la permanencia y la graduación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, es parte

importante de un análisis sobre las desigualdades educativas. Pero también evidenció

que la comprensión de las desigualdades educativas demanda estudios

complementarios, por lo que se realizaron seis estudios de caso nacionales (en Bolivia,

Brasil, Colombia, Guatemala, México y República Dominicana), que profundizan otras

dimensiones de las desigualdades educativas, poniendo de relieve temas como la

discriminación en la educación, la inequidad de género, la violencia educativa, la

pertinencia de los aprendizajes, y la inversión pública en la educación.

La investigación de hecho reveló una gama heterogénea de políticas educativas que

han puesto en marcha en las dos últimas décadas los Estados de la región para reducir
las desigualdades educativas y contribuir a la universalización del ejercicio del derecho

a la educación.

La alta y sostenida escolarización en el nivel primario y la ampliación en el acceso o la

retención en el preescolar y la secundaria alta son los mayores logros de los sistemas

educativos de la región en lo que va del siglo XXI. Ocho de cada diez niñas y niños en

América Latina tienen acceso a un año en el nivel preescolar y poco más de nueve de

cada diez finalizan el ciclo primario. A la par, siete de cada diez adolescentes y jóvenes

de entre 15 y 17 años se encuentran incluidos en el sistema educativo, aunque solo

cinco logran concluir sus estudios en la secundaria alta.

A pesar de estos logros, el ejercicio pleno del derecho humano a la educación se

encuentra condicionado por el origen social de cada persona, el territorio, su etnia o su

género. Las probabilidades de acceder a experiencias de aprendizaje enriquecedoras

son mucho más altas para las familias urbanas de clase media o alta que entre quienes

viven en zonas rurales, son mujeres, indígenas o afrodescendientes, personas con

discapacidad – factores que dan gran complejidad al panorama educativo y presentan

serios desafíos a las políticas educativas. En el contexto regional coexisten situaciones

sociales y educativas muy diversas. Países grandes y pequeños en territorio y

población, pero también con un desarrollo económico y social diverso. A la vez, la

región posee la riqueza de una gran diversidad cultural, en la que convergen las

culturas de los pueblos originarios con las que se fueron integrando a lo largo de la

historia como los afrodescendientes y personas oriundas de otras partes del mundo.

Pese a la gran diversidad de escenarios, a través de un análisis estadístico, se pudo

identificar en la región situaciones educativas similares y la coexistencia de


configuraciones convergentes en distintos países. Para ello, se articularon dos

aspectos relevantes del panorama educativo de cada país. En primer lugar, las cifras

sobre el nivel de logro en términos de acceso, permanencia y graduación en el nivel

inicial, primario y secundario que muestra, entre los años 2000 y 2018, tres grupos de

países con logros altos, medios y bajos.

Como resultado, el estudio regional llegó a 5 grupos de países. El Grupo 1 (Bolivia,

Brasil y Ecuador) pasó por una fuerte transformación de sus sistemas educativos en las

dos últimas décadas. El Grupo 2 (Argentina, Chile y Perú) se caracteriza por un

sostenimiento histórico de una elevada cobertura y graduación del nivel inicial, primario

y secundario. El Grupo 3 (Costa Rica, Colombia, República Dominicana, Paraguay y

México) cuenta con acentuados procesos de expansión educativa y tasas de

crecimiento altas para la mayoría de sus indicadores educativos. El Grupo 4 (Panamá y

Uruguay) presenta ritmos más lentos de crecimiento y una distancia entre los

resultados educativos de la escuela primaria y secundaria. Finalmente, el Grupo 5 (El

Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) tiene los mayores rezagos, con vastos

sectores de la población fuera de sus sistemas, a pesar de que sus indicadores

educativos registran crecimientos medios y altos desde inicios de este siglo.

En el contexto de los límites y contradicciones de los ciclos de políticas educativas que

emergieron en las últimas décadas y frente al panorama descrito, los Estados de la

región han ensayado diversas políticas de inclusión y equidad con el fin de reducir las

desigualdades y sostener un ritmo de mejora de los sistemas educativos. Se instaló en

la mayor parte de los países el horizonte de universalización en el marco de la

obligación del Estado de garantizar el derecho a la educación para todas y todos. Ello
presupone, entre otras cosas, que los Estados deben garantizar una educación

universal, libre y gratuita, inclusiva, sin discriminación y ningún tipo de barreras; una

educación a lo largo de toda la vida, que forma para el pleno ejercicio de la ciudadanía

y el pleno desarrollo de la personalidad humana, y cuyas prácticas se inscriben en un

contexto de plena vigencia de todos los derechos humanos.

Las intervenciones en la gestión de las políticas orientadas a los sectores más

postergados han girado en torno a las siguientes dimensiones: el currículum y

modalidades de gestión; la infraestructura, equipamiento y tecnología; políticas de

formación y apoyo a docentes; y transferencias de ingresos y bienes a las familias.

Respecto al currículo, los países de la región aún enfrentan la persistencia de

contenidos que se encuentran desvinculados de la realidad cotidiana y las expectativas

de niños, niñas y adolescentes. En la mitad y finales de la década del 2000, varios

países (Argentina, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, México, Perú y Uruguay) realizaron

cambios curriculares hacia modelos híbridos, en los que conviven contenidos

organizados por asignaturas escolares y otros modelos más contextualizados e

integrados. Entre las estrategias para reducir los mecanismos de discriminación se

observan fuertes cambios en relación con el fortalecimiento de la educación

intercultural bilingüe y la presencia de diversas modalidades de educación para jóvenes

y adultos. En tal sentido, se destaca el caso de Bolivia2 , que analiza el Currículo

Regionalizado de la Nación Quechua, en el marco del Modelo Educativo Socio

comunitario Productivo.

Por otro lado, los países realizaron esfuerzos para afrontar y eliminar las desigualdades

de género en la educación. En los diagnósticos realizados sobre la implementación de


los planes de educación, se destacan los avances logrados en la reducción de las

brechas entre hombres y mujeres en los diferentes niveles del sistema educativo. Sin

embargo, si bien se avanzó significativamente en el acceso, se conserva una fuerte

marca discriminatoria en las dinámicas educativas, en los formatos de enseñanza o en

los contenidos curriculares. El presente estudio nacional de Guatemala muestra estas

realidades, y el de México3 explora la compleja problemática de la violencia que

afrontan las sociedades latinoamericanas y sus sistemas educativos.

Otro problema que enfrentan los países para disminuir las brechas de desigualdad se

relaciona con la insuficiencia de recursos para enseñar en la diversidad y en contextos

desfavorables a la escolarización. En este aspecto se observa un conjunto de

estrategias destinadas a fortalecer las competencias de las y los docentes, la

elaboración de materiales educativos con énfasis en inclusión y equidad educativa, y la

asistencia técnica para el diseño e implementación de estrategias para la atención de

situaciones educativas relacionadas con la acumulación de desventajas sociales. Entre

las estrategias más extendidas para fortalecer las competencias docentes se destaca el

acompañamiento pedagógico personalizado y los programas de tutoría.

Cabe destacar que, durante la pandemia, los países orientaron sus esfuerzos en poner

plataformas virtuales para continuar las clases con modalidad a distancia, aunque a

menudo sin hacer los necesarios ajustes a los currículos y metodologías de enseñanza,

ni brindar formación y apoyo adicional a las y los docentes, o asegurar la adecuada

conectividad de las y los estudiantes o la privacidad de sus datos, lo que ha resultado

en una oferta educativa muchas veces precaria y ampliado las desigualdades en el


acceso. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el

46% de niñas y niños entre 5 y 12 años.

en la región no tienen conexión a internet. El escenario es aún más dramático en los

domicilios de más bajos ingresos de Bolivia, El Salvador, Paraguay y Perú, donde más

del 90% de ellos no tienen acceso a internet. Aunque a las plataformas virtuales se

sumaron la televisión, radio y distribución de material educativo, es muy probable que

se observe un aumento en la deserción escolar en los próximos años y un aumento en

las desigualdades.

Además, el apoyo y la formación brindada a las y los docentes ha sido insuficiente.

Esos profesionales tuvieron que adoptar bruscamente otra modalidad de enseñanza

con el uso de las tecnologías. Investigaciones recientes5 dan cuenta del escaso

reconocimiento a la sobrecarga de trabajo docente, con el agregado de ocupaciones de

cuidado del hogar y de familiares mayores, en medio de los riesgos de salud y el

traslado de la escuela a la casa.

Finalmente, tres casos nacionales que acompañan el informe regional abordan el límite

de los impactos distributivos del gasto público en educación (caso de República

Dominicana, los desafíos de la reciente adopción de modos de gestión privatizada en el

periodo, que produjo una alta segmentación del sistema escolar público (caso de

Colombia) y cómo las políticas de austeridad y contingencia impactaron la realización

del derecho humano a la educación y la implementación del Plan Nacional de

Educación en Brasil.
El estancamiento y retrocesos que ocurren en las brechas de desigualdad en las

sociedades latinoamericanas demandan una profunda revisión del modelo de políticas

vigentes en el campo educativo. Países con grandes desigualdades sociales, con una

proporción importante de sus estudiantes en condición de pobreza, y sistemas

educativos con gran dificultad para retener a sus estudiantes y garantizarles una

experiencia educativa digna difícilmente podrán encarar una crisis con las políticas

vigentes.

Se requiere avanzar hacia un modelo de análisis que mantenga visible esta

heterogeneidad de escenarios, contextos y culturas. Los hallazgos de este y otros

estudios muestran que los impulsos de los Estados en las dos últimas décadas se

frenan ante la presencia de “nudos críticos” que obstaculizan los intentos de

universalización, entre los que se destacan: las carencias y desigualdades materiales

persistentes; los mecanismos de estigmatización y discriminación; los formatos

escolares rígidos; la persistencia de una visión disciplinaria y meritocrática de la

educación secundaria; la falta de un financiamiento adecuado.

Adquiere sentido, por lo tanto, avanzar hacia una concepción de la política educativa

intersectorial e interseccional, que se inscriba en el marco de un Sistema de Protección

Integral de la Niñez y la Adolescencia, lo que implica una transformación estructural de

las políticas sociales, pasando de una tendencia a desarrollar políticas con escasa

articulación entre diferentes áreas sociales hacia un esquema integrado y transversal,

en el que todos los sectores se complementan en la función de garantizar el derecho a

la educación.

Guatemala, C. d. (15 de Noviembre de 2019).


Tradiciones y cambio cultural por la equidad de

género

Desde las ciencias sociales, especialmente desde la sociología, la antropología y la

historia, es bien conocido que la cultura es un producto social, dinámico, creativo,

cambiante y adaptativo que afecta y moldea el comportamiento individual y colectivo de

las sociedades humanas. La cultura es contextual. Lo que ahora se considera bueno,

deseable y digno de ser emulado, en otros momentos históricos pudo ser visto como

algo atroz. Las costumbres, creencias, tradiciones, ritos y, especialmente, los valores y

las normas son construcciones sociales, no asuntos de la naturaleza o elementos que

nacieron con las naciones y los pueblos. Más aún, todos estos elementos contribuyen

de una u otra forma a legitimar relaciones de poder dadas en esos espacios sociales.

Ciertas tradiciones, por ejemplo, pueden tener un origen perfectamente determinable,

con fecha, lugar, hora, autor. Muchas de ellas, especialmente las referidas a la nación y

la patria, fueron deliberadamente inventadas por élites interesadas en influir en los

imaginarios colectivos, contando su propia versión de la historia. Sin embargo, dado

que son productos históricos, las normas y los valores están destinados al cambio.

La cultura cambia, nos guste o no. A veces de manera inercial, como reacción a la

interacción con otras culturas y pueblos (solo pensemos en la presencia del "OK" en el

lenguaje cotidiano salvadoreño); a veces por la acción deliberada de actores

interesados, tal como sucede en el ámbito de la moda y/o la belleza: ciertas nociones
estéticas son promovidas directamente por quienes hacen ganancias con la ropa, los

cosméticos y los productos para adelgazar.

Pero hay otros cambios culturales promovidos intencionalmente para superar

situaciones que afectan a la misma dignidad humana. Entre estos sobresalen aquellos

que buscan la dignificación de las mujeres. Las sufragistas, por ejemplo, se jugaron la

piel, la reputación, sus familias y la vida misma en una lucha por conseguir no sólo que

las mujeres pudieran votar en unas elecciones, sino el reconocimiento de la calidad de

ciudadanas de primer nivel, con todos los demás derechos que ello lleva aparejado, al

igual que los hombres. El voto, en este caso, es más que la expresión de la opción por

un gobernante u otro, es un ejercicio de ciudadanía para las mujeres. Toda una

revolución cultural y política, cuya agenda continúa vigente y comprometida.

Tradicionalmente, las mujeres han sido vistas como objetos de "acompañamiento" a los

hombres, "adornos" en eventos sociales, "colirios", entre otros epítetos que no dejan

ver su calidad de ser humano. Si la sociedad es mucho más exigente con los

estándares de belleza para mujeres que para hombres es porque se considera que el

destino de las primeras es agradar y servir a otros. "Calladita se ve más bonita", se les

dice a las niñas desde la más tierna edad. Esas actitudes culturales son reflejo de una

de las tantas formas de discriminación hacia las mujeres.

Es lamentable que nos hayan socializado de esta manera. Es triste que las niñas y los

niños aprendan este tipo de comportamientos en su casa, en la escuela, en la calle, en

los medios de comunicación y hasta en las iglesias. Es nuestra cultura, es verdad, pero

mujeres y hombres se encuentran ante el desafío de aprender otro tipo de valores que

les permitan vivir más armónicamente, reconociendo en el otro y en la otra un ser


humano, con igual dignidad y necesidad de respeto. En este sentido, es importante

promover cambios culturales que lleven a la dignificación de las mujeres, los hombres y

las relaciones entre ambos. A ello están llamados todos los agentes de socialización,

todas aquellas personas e instituciones que transmiten y recrean la carga cultural.

Pero el Estado tiene una responsabilidad adicional en esto, ya que posee mecanismos

para filtrar lo que se transmite a los niños, niñas, jóvenes y adultos. Particularmente, el

Ministerio de Educación tiene la tarea de velar por lo que se enseña en las escuelas a

la niñez y a la juventud salvadoreñas; y el Instituto Salvadoreño de la Mujer (Isdemu)

tiene el mandato de velar por políticas que favorezcan la dignificación de las mujeres, la

equidad entre hombres y mujeres, y la atención a los problemas derivados de la

discriminación hacia las mujeres mismas.

La tradición de las cachiporristas en los desfiles que conmemoran la independencia

patria, por ejemplo, contiene una fuerte carga de exposición del cuerpo de las

adolescentes como objetos de entretenimiento, decorativos y sugerentes. Se

reproducen así relaciones de género en las que las mujeres siguen siendo relegadas a

un segundo plano; es decir, al plano de lo artificial, de la simple estética. Un cliché que

reafirma en el imaginario colectivo, en la cultura, que lo que más se aprecia de las

mujeres es su belleza física.

Por lo anterior, la prohibición de las cachiporristas fue una acción y un acto simbólico

en la dirección correcta: promover que las mujeres sean vistas como algo más que un

cuerpo y poner en la agenda pública la discusión acerca de los derechos de las


mujeres. El Isdemu tomó, pues, una decisión valiente y aguerrida; y más aún porque es

esa una actividad promovida por el mismo Estado.

Probablemente se hubiera provocado un resultado más certero con la medida

reconociendo que los cambios culturales llevan tiempo y que, en muchos casos, las

mismas víctimas de la discriminación son quienes más la defienden. Y ello por no

contar con oportunidades de superación, de desarrollo, de formación o de crecimiento

personal que traspasen el uso de la sexualidad como única vía de empoderamiento,

visibilización y reconocimiento frente a la sociedad. Pero dado que la cultura cambia, es

deber de todos transformarla a favor de la equidad y la dignidad de todas las personas.

Cañas, J. S. (29 de 09 de 2010).

La otra epidemia de Guatemala: la dura realidad de

ser mujer

"Pese a que el feminismo se ha conformado gradualmente para modificar la

perspectiva patriarcal imperante en el país, aún es una palabra que genera falsos

prejuicios y estereotipos sociales. La gente parece creer que el feminismo sólo busca la

superioridad de la mujer y es por eso de que lo ven de forma negativa. Cuando en

realidad, es un movimiento que busca la equidad de género".

El 51.2% de la población guatemalteca es femenina. Somos la mayoría, sin embargo,

el machismo, la discriminación y la desigualdad son cuestiones cotidianas en este país.


No hace falta ir muy lejos para encontrarnos con casos de injusticias que afectan

especialmente a las mujeres. Salimos en el carro y vemos a una madre con su bebé

recién nacido y dos hijos pequeños disfrazados de payasitos, parados bajo el sol

esperando a que alguien les dé limosna. Vemos nuestras redes sociales y, entre

contenido agradable y publicidad, nos aparece una campaña pidiendo justicia para una

conocida que fue agraviada por su pareja. Abrimos nuestro correo electrónico y en

nuestro buzón de entrada tenemos un correo de nuestro jefe marcado como “no leído”

porque no sabemos cómo responder por miedo a represalias. Salimos a caminar solas

y dejamos de respirar de los nervios cuando un grupo de hombres nos pasa a la par.

Nos ponemos falda corta y dudamos si es seguro salir así de nuestra casa.

A veces lo que sufrimos es visible y evidente como violaciones y asesinatos, pero en la

mayoría de los casos son situaciones sutiles y, para muchos, imperceptibles a las que

se les resta importancia. No hace falta ver muchos datos para saber que ser mujer en

Guatemala implica vivir en un estado de miedo perpetuo. Y si les prestamos atención y

los estudiamos, la percepción no está muy lejos de la realidad.

Al menos 61 de cada 10,000 mujeres fueron agraviadas por formas de violencia contra

la mujer en el 2019, según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Este es solo un porcentaje del número real, ya que en Guatemala la confianza en las

instituciones es muy baja, por lo que muchas mujeres no denuncian los hechos de

violencia en su contra. Esto es de esperarse si tomamos en cuenta que de 8,000

reportes recibidos por el Ministerio Público (MP) entre el 2019 y 2020, solamente el 3%

de los acusados fueron sentenciados por violentar a una fémina.


Sin embargo, con la llegada de la pandemia, la situación se agravó durante el 2020. La

frase “quédate en casa” para muchos significaba tranquilidad, cuidado, protección. Este

no fue el caso de un gran número de esposas, madres, hijas y hermanas. Los índices

de violencia contra la mujer se dispararon a raíz de la nueva normalidad, ya que hubo

más de 19,000 denuncias de violencia contra la mujer durante este periodo, según

indicó el MP.

Durante el 2021, cuando se relajaron las medidas del confinamiento, la situación

lamentablemente no mejoró. Las necropsias realizadas por el Instituto Nacional de

Ciencias Forenses de Guatemala (INACIF), indicaron que 652 mujeres fueron

asesinadas de forma violenta en Guatemala; un aumento de 28,5% en comparación

con los feminicidios ocurridos durante el año anterior.

Desperté una mañana de noviembre del año pasado con el mensaje de una amiga, que

decía que una compañera de la universidad había fallecido. ¿Sabes que le ocurrió? Me

tomó varios días averiguar qué había sucedido; ninguno de los principales medios de

comunicación publicó la noticia. A través de las redes sociales me enteré de que había

sido asesinada por su pareja, quien, en estado de ebriedad, llamó a las autoridades

para

hacerles creer que había sido un suicidio. Hace pocos días, el asesino fue capturado y

junto con mis compañeras de la universidad, esperamos que haya justicia para ella ya

que él fue sentenciado recientemente.

Entonces, ¿qué hace falta para mejorar la situación de la mujer en el país y disminuir

los casos de violencia durante este 2022? A pesar de que ha surgido un movimiento
feminista que busca luchar contra la violencia y la desigualdad de género, este aún es

pequeño, fragmentado y desconocido por muchos. Como objetivo general tiene

visibilizar e intentar resolver los problemas que afectan a la población femenina. Sin

embargo, este movimiento es acusado por varios, de ser conformado por “feminazis” o

“feministas muy radicales”, pero la realidad es que ser mujer en Guatemala es una

situación extrema, la cual provoca reacciones extremas.

Pese a que el feminismo se ha conformado gradualmente para modificar la perspectiva

patriarcal imperante en el país, aún es una palabra que genera falsos prejuicios y

estereotipos sociales. La gente parece creer que el feminismo sólo busca la

superioridad de la mujer y es por eso de que lo ven de forma negativa. Cuando en

realidad, es un movimiento que busca la equidad de género.

Todas las mujeres, como cualquier otro ser humano, somos personas que merecemos

la libertad y la oportunidad de defender nuestros derechos. En especial, dentro de un

contexto machista, en el cual buscamos respuestas a las injusticias económicas,

sociales y culturales que nuestras compatriotas han desafortunadamente

experimentado. Es momento de cambiar la dura realidad de la mujer en Guatemala y

esto solo puede lograrse mediante la movilización de las instituciones

gubernamentales, la sociedad civil, las organizaciones de las mujeres y los medios de

comunicación.

Como dijo recientemente Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL: “Hoy,

prevenir y hacer realidad el derecho de las mujeres y las niñas a una vida libre de
violencia es un horizonte impostergable y urgente…” Solo así cambiaremos la dura

realidad de ser mujer en Guatemala.

Rolz, I. (02 de 04 de 2022).

El empleo y la economía de Guatemala

La más reciente Encuesta de Empleo e Ingresos-Enei- publicada por el Instituto

Nacional de Estadística–INE-, correspondiente a diciembre de 2018 da cuenta de que

la tasa de desempleó de Guatemala es de un 2.8 por ciento de la Población

Económicamente Activa - PEA-, siete de cada 10 guatemaltecos trabajan en la

informalidad, lo que debilita el seguro social y vulnera la calidad de vida futura de la

mayoría de la población Esta tasa de desempleo resulta baja si se le compara

con la de la mayoría de países; sin embargó, su bajo nivel esconde un problema más

grave: el subempleo. En Guatemala el subempleó (una de las manifestaciones de la

economía informal) hace las funciones de lo que sería un seguro de desempleo para

aquellos que carecen de acceso a puestos de trabajo en el mercado formal. De manera

que un indicador más realista de la situación estructural del mercado laboral en

Guatemala sería la tasa de subempleo visible, también publicada en la Enei, que en

2018 ascendió a 10.0 por ciento. Si sumamos ambas tasas, el desempleo tácito en

nuestro país sería de un 12.8 por ciento (más análogo al de otros países).La tasa de

desempleo es, en los países civilizados, uno de los indicadores más claros de cómo se

está comportando la economía. El aumento del desempleo es un signo de una

economía débil, con un crecimiento lento y poco gasto, que podría provocar la acción

del gobierno con medidas fiscales que busquen reducir el desempleo e impulsar la
economía. Por el contrario,si el empleo está aumentando y la economía está creciendo,

eso podría causar temores de inflación y el banco central, con un mandato de controlar

la inflación, podría elevar las tasas de interés para desacelerar una economía

sobrecalentada. Por ejemplo, el año pasado el PIB de Guatemala creció muy poco, lo

cual habría impedido incrementar significativamente la capacidad de absorción de la

fuerza de trabajo que se agrega cada año al mercado; si tuviésemos un indicador

confiable de desempleo, se podrían haber tomado decisiones oportunas de política

económica.

Informalidad domina

De acuerdo con los resultados de la última Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos

(Enei)del 2018, la población en edad de trabajar es de 11.6 millones, mientras quela

económicamente activa (PEA) subió a siete millones y la población económicamente

inactiva es de 4.6 millones. Además, la población ocupada es de 6.8 millones y la

desocupada, de 164 mil. Sin embargo, el 70.6% de la población ocupada está en el

sector económico informal y el29.4%, en el formal. La tasa de desempleo total se situó

en 2.8%, pero en el área urbano-metropolitana fue de5.1%; en el resto urbano, 3.1% y

1.7%, en el rural nacional

Guatemala es la mayor economía de América Central en términos de población

(estimada en 17,3 millones en 2022) y actividad económica (con un producto interno

bruto -PIB- de US$ 92,7 mil millones en 2022). El país ha experimentado un

crecimiento estable (3,5 por ciento en promedio durante 2010-2019), respaldado por

una prudente gestión fiscal y monetaria y una economía abierta, y tuvo una de las
menores contracciones económicas (-1,8 por ciento) de la región de América Latina y el

Caribe (ALC) en 2020 durante la pandemia de la COVID-19.

El país ha regresado a un crecimiento económico superior al promedio de ALC. El PIB

de Guatemala creció un 4,1 por ciento en 2022 y un 3,5 por ciento en 2023 y se espera

que crezca un 3 por ciento en 2024.

Sin embargo, el sólido crecimiento económico de Guatemala no se ha traducido en una

fuerte reducción de la pobreza: las tasas de pobreza y desigualdad del país se

encuentran entre las más altas de ALC, con una numerosa población desatendida,

mayoritariamente rural e indígena. Se estima que en 2023 un 55,1 por ciento de la

población vivía en pobreza y que el tamaño de la economía informal de Guatemala

representó un 49 por ciento del PIB, con el 71,1 por ciento de la población ocupada

empleada en el sector informal.

Un Estado pequeño e ineficaz (con ingresos fiscales y gastos históricamente bajos),

persistentes deficiencias en el acceso a servicios básicos, limitadas oportunidades

laborales y productivas y frecuentes desastres son algunos de los factores clave que

han contribuido a la pobreza en Guatemala. Todos estos explican las altas tasas de

emigración y la importante dependencia de la economía y los hogares de las remesas.

En 2022, los emigrantes enviaron remesas por un equivalente al 19 por ciento del PIB

del país.

El puntaje del Índice de Capital Humano de Guatemala de 0,46 (2020) sigue estando

muy por debajo del promedio de ALC. Los indicadores de capital humano son bajos

entre los pueblos indígenas y los afrodescendientes. La tasa de desnutrición crónica


infantil de Guatemala (47 por ciento) se encuentra entre las diez más altas del mundo.

En varios de los municipios más pobres, la proporción de hogares con niños menores

de cinco años con retraso en el crecimiento suele acercarse al 90 por ciento.

Los fenómenos meteorológicos extremos y otros desastres también han revertido los

avances conseguidos en capital humano, destruido infraestructuras, reducido la

producción agrícola, intensificado la inseguridad alimentaria, propagado enfermedades

e interrumpido servicios esenciales. Estimaciones recientes sugieren que los huracanes

Eta e Iota en 2020 causaron pérdidas relacionadas con la infraestructura cercanas al

0,56 por ciento del PIB, así como pérdidas relacionadas con la agricultura cercanas al

0,20 por ciento del PIB.

Guatemala, sin embargo, tiene un enorme potencial para generar crecimiento y

prosperidad para toda su población. El país es rico en recursos naturales, es uno de los

países megadiversos del mundo y posee vasta riqueza cultural. Su proximidad a

Estados Unidos ofrece importantes oportunidades de turismo y de “nearshoring”

(deslocalización cercana).

El presidente Vernardo Arévalo asumió el cargo en enero de 2024 después de

postularse con una propuesta de fuerte inversión social y económica y una postura en

contra de la corrupción. La administración de Arévalo está comprometida a aumentar la

rendición de cuentas y la eficacia del sector público, crear mejores condiciones para el

comercio y la inversión y promover reformas para abordar brechas significativas en el

desarrollo humano, la infraestructura y la inclusión económica.

Última actualización: Abr 03, 2024


Violencia De Género En Guatemala

USAID trabaja para la reducción de la violencia basada en género, incluida la

prevención, la respuesta y la provisión y descentralización de servicios esenciales para

las víctimas a través de múltiples actividades.

En Guatemala, la violencia contra la mujer es el delito denunciado número uno con

52.447 denuncias en 2022, 197 por día y 532 feminicidios; sin embargo, solo se

resolvió el 20 por ciento de las denuncias de VRG presentadas ese año. Los hombres

son los principales perpetradores de la violencia de género en Guatemala. La evidencia

indica que las causas fundamentales de la violencia de género se pueden reducir a dos

cosas: la desigualdad de género y los aspectos violentos, dañinos y controladores de

las masculinidades que son el resultado de los desequilibrios de poder patriarcales.

Modelos como los juzgados especializados en feminicidio y las fiscalías especializadas

de la mujer (SWPO), por ejemplo, habían demostrado que abordar la VG/VS con

personal especializado y estructuras institucionales mejoraba significativamente las

experiencias de justicia de las víctimas guatemaltecas de la violencia. Sin embargo,

estos modelos necesitaban mejorar su efectividad y cobertura. Las estructuras y

modelos existentes no podían manejar el volumen anual de denuncias de VG/VS, ni la

arquitectura institucional responde adecuadamente a las necesidades integrales de las

víctimas de VG, tanto en áreas urbanas con grandes recursos como la Ciudad de

Guatemala como en departamentos más rurales y con menos recursos relativos. Como

resultado, la fragmentación, la distancia y otros desafíos sistémicos con frecuencia


desalentaron a las víctimas de continuar con los casos en su totalidad o causaron una

victimización secundaria con obstáculos.

La programación de USAID/Guatemala fortalece la capacidad del gobierno

guatemalteco y de la sociedad civil para brindar justicia y servicios, incluidos servicios

médicos, psicológicos y de otro tipo, para responder a las necesidades de las víctimas

de VBG, al promover una mayor integración y coordinación entre los actores para

ayudar a reducir la violencia y la impunidad y aumentar índices de enjuiciamiento de los

casos de violencia basada en género.

USAID utiliza enfoques triples para combatir la VBG en Guatemala: 1) prevención; 2)

respuesta efectiva; 3) enfoque holístico para la recuperación y sanación de los

sobrevivientes y sus familias. El cambio de paradigma institucional para priorizar las

necesidades de las víctimas de una justicia “centrada en las personas”, apunta a

consolidar procesos, buscar eficiencias y promover cambios para agilizar y mejorar la

experiencia de las víctimas con el sistema, empleando sistemas locales para fortalecer

la conectividad entre partes interesadas y mejorar la calidad y la exhaustividad de la

respuesta del sector judicial a la VBG.

Los recursos y esfuerzos para reforzar los servicios de justicia existentes dieron como

resultado el establecimiento de unidades especializadas, tribunales, políticas y

protocolos adaptados a las diferentes necesidades de las víctimas de VG, incluidas las

mujeres indígenas y las personas que se identifican como LGBTI+ y las personas con

discapacidad. Además, la implementación de recomendaciones clave para establecer

procesos y modelos holísticos y multidisciplinarios que llenaron las brechas

identificadas en los servicios, como el asesoramiento legal, el empoderamiento


económico y el apoyo psicosocial, dio como resultado que las víctimas de VBG

accedieran a servicios más receptivos, integrales, simplificados y próximos.

Durante el 2022, al menos una mujer o niña murió diariamente de forma violenta en

Guatemala. La tasa de muertes violentas de mujeres y niñas fue de 4.9 por cada

100,000 mujeres, la cual es mayor en relación con el año 2021 y 2020; sin embargo,

menor a las tasas registradas prepandemia.

Los homicidios de mujeres fueron cometidos con mayor saña que los de los hombres.

La proporción del uso del arma blanca y objeto contundente fue superior en mujeres y

el estrangulamiento, casi se duplica en comparación con los hombres. Las armas de

fuego fueron utilizadas en casi 8 de cada 10 homicidios de mujeres. Las mujeres

jóvenes de entre 18 y 29 años fueron las principales víctimas de la violencia letal.

En Guatemala se reportó un promedio de 19 violaciones de mujeres y niñas por día

durante el 2022. De las cuales aproximadamente 4 de cada 10 mujeres víctimas de

violaciones fueron adolescente entre 13 y 17.

En el año al menos 4 reportes de mujeres y niñas desaparecidas fueron recibidos por la

Policía Nacional Civil, diariamente. Del total de los 1,592 reportes de mujeres y niñas

desaparecidas registrados por la Policía Nacional Civil, 8 mujeres y niñas fueron

localizadas sin vida. POR ESO JUNTOS DECIMOS #NadaJustifica la violencia contra

las Mujeres y las Niñas #Mujeres y niñas libres de violencia

Díaz, E. (Lunes de 02 de 2022).


BIBLIOGRAFÍAS

La educación y desigualdades de género en Guatemala. Obtenido de La educación y

desigualdad de género en Guatemala:

https://redclade.org/wp-content/uploads/CLADE_Guatemala_Educac-y-

Desiguald_v3.pdf

Noticias UCA. Obtenido de Noticias UCA: direccion.comunicaciones@uca.edu.s

Univisión Noticia. Obtenido de Univisión Noticia:

https://www.univision.com/noticias/opinion/epidemia-guatemala-la-dura-realidad-de-ser-

mujer

Obtenido de SCRIBD: https://es.scribd.com/document/432258657/Situacion-Laboral-

en-Guatemala

Obtenido de Wikipedia: https://es.scribd.com/document/432258657/Situacion-Laboral-

en-Guatemala

Univisión Noticia. Obtenido de Univisión Noticia:

https://www.univision.com/noticias/opinion/epidemia-guatemala-la-dura-realidad-de-ser-

mujer

PLANTAMIENTO DEL PROBLEMA

Tras un arduo análisis, se llegó a establecer un problema general, La información recopilada nos muestra
que actualmente las mujeres y sus ideas son menospreciadas en comparación a las de los colegas
masculinos, y a menudo se les asignan roles menos estratégicos o de menor responsabilidad. Además,
muchas mujeres experimentan una brecha salarial persistente en comparación de sus colegas hombres, a
pesar de tener la misma experiencia y nivel educativo
Se revelo que las mujeres en una empresa tienen menos probabilidades de recibir promociones
significativas o aumentos salariales comparadas con sus pares masculinos, incluso cuando su desempeño
es igual o hasta superior. Este patrón se refleja en todos los niveles de las empresas
Este problema no solo afecta la equidad y la moral dentro de la empresa, sino que también tiene
implicaciones legales y de reputación.

HIPOTESIS

Este problema no solo afecta la equidad y la moral dentro de la empresa, sino que también tiene
implicaciones legales y de reputación.

OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
Analizar la influencia de los factores socioeconómicos y culturales en la desigualdad de género en nuestro
país.
OBJETIVOS ESPECIFICOS

a) Examinar las diferencias en el acceso en a la educación entre hombres y mujeres en

Guatemala.

b) investigar las percepciones culturales y sus efectos sobre los roles de género en la sociedad
gualtemalteca.
c) Identificar políticas y programas existentes que buscan reducir la desigualdad de género y evaluar su
efectividad.
VARIABLES

VARIABLES INDEPENDIENTES
EL NIVEL EDUCATIVO DE LOS PADRES: El nivel educativo de los padres puede ser un factor que
influya en las oportunidades educativas y laborales de las mujeres
LAS NORMAS Y ROLES DE GENERO: Las percepciones culturales sobre el papel de las mujeres en
la sociedad pueden afectar su acceso a la educación y al empleo

VARIABLES DEPENDIENTES
El ACCESO A LA EDUCACION: Medido a través de la tasa de análisis, el nivel educativo alcanzado
por las mujeres en comparación de los hombres.
LAS OPORTUNIDADES LABORALES: Basándonos a través de la tasa de trabajo, tipos de trabajos
disponibles y la brecha salarial de genero
PORSENTAJES DE LA ENCUESTA:

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