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Como busca la cierva corrientes de agua, Señor!.

así mi alma te busca a ti, Dios mío. Cuando me encierro en mí,


Tiene sed de Dios del Dios vivo: no existe nada:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? ni tu cielo y tus montes,
Envía tu luz y tu verdad: tus vientos y tus mares;
que ellas me guíen y me conduzcan ni tu sol,
hasta tu monte santo, hasta tu morada. ni la lluvia de estrellas.
Que yo me acerque al altar de Dios, Ni existen los demás
al Dios de mi alegría; ni existes Tu,
que te dé gracias al son de la cítara, ni existo yo.
Dios, Dios mío. A fuerza de pensarme, me
(Salmo 41) destruyo.
Y una oscura soledad me
envuelve,
Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron y no veo nada
los discípulos. Tomó la palabra y los instruyó en estos y no oigo nada.
términos: Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado Cúrame, Señor, cúrame
de Dios les pertenece. Dichosos los que lloran, porque serán por dentro,
consolados. Dichosos los mansos, porque heredarán la tierra. como a los ciegos, mudos y
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán leprosos,
que te presentaban.
saciados. Dichosos los misericordiosos, porque serán
Yo me presento.
tratados con misericordia. Dichosos los limpios de corazón,
Cúrame el corazón, de
porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, donde sale,
porque se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos lo que otros padecen
por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece. y donde llevo mudo y
Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os reprimido
calumnien de todo por mi causa. Estad alegres y contentos El amor tuyo, que les debo.
pues vuestra paga en el cielo es abundante. (Mt 5, 1-12) Despiértame, Señor, de
este coma profundo,
que es amarme por
Los pobres → la tentación de la riqueza encima de todo.
Los que lloran → la tentación del bienestar Que yo vuelva a ver (Lc 18,
Los mansos → la tentación de la violencia 41)
Los que tienen hambre y sed de justicia → La tentación de la distancia
Los misericordiosos → La tentación del juicio
a verte, a verles,
Los limpios de corazón → La tentación del corazón de piedra a ver tus cosas
Los que trabajan por la paz → La tentación de la discordia a ver tu vida,
Los perseguidos por causa del bien → La tentación de la vida sin moral a ver tus hijos....
Los perseguidos por mi causa → La tentación del anonimato Y que empiece a hablar,
1. Reconocer y gritar la necesidad de Dios en mi vida: como los niños,
-balbuceando-,
Señor, te necesito
las dos palabras más
2. ¿Qué tentaciones son más frecuentes en mí? ¿Qué redondas
puedo hacer? de la vida:
¡PADRE NUESTRO!
(Ignacio Iglesias, sj)
Algunos rasgos del Dios que se nos revela en Jesús...

• El Dios de Jesús es el Dios de la alegre misericordia como lo encontramos en el Hijo Pródigo


(Lc 15, 11 –22); el Dios que celebra el perdón con la fiesta; el Dios que le interesa nuestro
corazón y no nuestras acciones, el Dios que no nos pide la perfección sino la apertura a su
modo diferente.

• El Dios de Jesús es el Dios del amor incondicional que nos quiere por lo que somos y no por
lo que hacemos; el Dios que nos busca más, precisamente cuando hemos sido más
alejados(as) de lo que nosotros(as) hemos captado como “su camino”. El Dios que nos ha
querido cuando aún éramos pecadores(as) (Rm 5, 8) y nos ama y nos prefiere justo por ello
(Mc 2, 16 – 17).

• El Dios de Jesús es el Dios de la gratuidad. Es la palabra que quizás, lo representa más. Todo
en Él es gratuito. No se le compra con nada, no se nos vende por nada. Todo en Él, todo Él, es
regalo (Mc 10, 45).

• El Dios de Jesús es el Dios del Reino, es decir, de un proyecto histórico suyo para con la
humanidad; proyecto que implica la paz, la justicia, la concordia, la solidaridad, la igualdad, el
respeto entre todas las personas y el equilibrio con el universo. Es un proyecto que comienza
ahora y termina en Dios también. Es el Dios que se encarna en cada uno(a) pero sigue siendo
radicalmente Otro (Mt 25, 31-46).

• El Dios de Jesús es el Dios que se experimenta, es decir, se le conoce y se le comprende


desde la experiencia y el encuentro con Jesús, y no desde el conocimiento (Jn 14, 8 – 9). No
hay pasos ni gradaciones en su comprensión. La clave exegética para estar en su sombra es el
reconocimiento de nuestra condición de limitados y de pecadores, de pobres y de
necesitados. Esta es la condición de su experiencia (Mt 11, 25).

• El Dios de Jesús es el Dios de la libertad (Gál 5, 5) y la confianza, que apuesta por nuestra
libertad y nos insta a ser libres (Jn 8, 31 – 36). Nos pone el amor como único criterio
normativo. Es un Dios que pone el amor sobre la ley, la misericordia sobre la justicia. Es un
Dios que nos invita a soltarnos y dejarnos llevar por Él (Mt 6, 24 – 34).

• El Dios de Jesús es el Dios Pascual, nos enseña algo radicalmente nuevo: que si el grano de
trigo no muere no da fruto (Jn 12, 23 – 24). Da sentido al saber entregarse hasta el fondo: la
muerte que genera vida (Jn 12, 25 – 26).

• El Dios de Jesús es el Dios encarnado, “en-tierrado” que escoge lo débil, lo pobre, lo


pequeño como primer canal de revelación: la encarnación antes que cualquier otra
formulación teofánica (Jn 1, 14).

• El Dios de Jesús es el Dios de la esperanza, es quien provoca en nosotros la capacidad de


creer y de esperar, que hace posible que colaboremos en la movilización de la historia...

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