Antología 7

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1

Deshora

Eduardo Mitre
Poeta boliviano

La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.


Un puente de miradas donde se cruzan
y se separan.
En sus labios:
un vaivén de palabras o de silencios
—no la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
ni la dicha tersa
de las desnudeces enlazadas:
sólo el roce eléctrico
de los muslos que se adivinan.

Sólo el asombro de conocerse


en la esquina
de los tardíos encuentros.

Y el sueño donde quizá se poseen


al lado
de otro cuerpo que duerme.

Y el carbón del deseo


que ha de volverse sin duda
puro diamante

al precio de no haber sido nunca


los dos el mismo leño
la húmeda llama
en el lecho
de esta única vida.

2
Apenas ayer mismo

Susana March
Poeta española

¿Me reconocéis?
Hace poco, apenas ayer mismo,
yo era una muchacha
con una grave voz de adolescente,
un cándido amor por la vida,
una crédula fe.

¿Me reconocéis?

Apenas ayer mismo,


yo llevaba un traje de colegiala,
un lazo azul celeste sobre el pecho,
una cartera de cuero bajo el brazo,
me sabía de memoria todos los cuentos de hadas,
tenía amigas
con calcetines blancos...

¿Me reconocéis?

Apenas ayer mismo,


yo acunaba a un niño pequeño entre mis brazos,
besaba a un hombre por primera vez,
obedecía las órdenes de mi madre,
dibujaba anagramas en las sábanas de boda.
¿Me reconocéis?
Apenas ayer mismo, yo era una mujer joven...

3
Hay

Vladimir Holan
Poeta de Checoslovaquia

Hay destinos
donde lo que carece de temblor no es sólido.

Hay amores
en los que el mundo no te basta, falta un pasito.

Hay placeres
en los que te castigas por el arte, pues el arte es pecado.

Hay momentos de mutismo


en que la boca de la mujer hace pensar que el pudor es sólo
cuestión de sexo.

Hay cabellos teñidos por un meteoro


donde es el diablo quien hace la raya.

Hay soledades
en las que miras sólo con un ojo y miras sólo sal.

Hay momentos de frío


en los que estrangulas palomas y te calientas con sus alas.

Hay momentos de gravedad


en los que sientes que has caído ya entre los que caen.

Hay silencios
que debes expresarlos tú, ¡precisamente tú!

Versión de Aquiles Julián

4
Galope muerto

Pablo Neruda
Poeta chileno

Como cenizas, como mares poblándose,


en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.

Aquello todo tan rápido, tan viviente,


inmóvil sin embargo, como polea loca en sí misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos de sus colas.
Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?

El rodeo constante, incierto, tan mudo,


como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.

Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,


entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando
como una espada entre los indefensos.

Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas


que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?

Ese sonido ya tan largo


que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.

Adentro del anillo del verano

5
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.

6
Canto del Bautista

Stéphane Mallarmé
Poeta francés

El sol que su detención


Sobrenatural exalta
Vuelve a caer prontamente
Incandescente

Siento como si en las vértebras


Tinieblas se desplegasen
Todas estremecimiento
En un momento

Y mi cabeza surgida
Solitaria vigilante
Al triunfal vuelo veloz
De esta hoz

Como ruptura sincera


Bien pronto rechaza o zanja
Con el cuerpo inarmonías
De otros días

Pues embriagada de ayunos


Ella se obstina en seguir
En brusco salto lanzada
Su pura mirada

Allá arriba donde eterna


La frialdad no soporta
Que la aventajéis ligeros
Oh ventisqueros

Pero según un bautismo


Alumbrado por el mismo
Principio que me comprende
Una salvación pende.

Traducción de Rosa Chacel

7
Para decir el amor bajo las lluvias

Álvaro Diez Astete


Poeta boliviano

Ah, decir el amor bajo la lluvias


en esos peñascos perdidos de si, esas geografías
desaparecidas en su soledad,
allí donde mi exilio
volverá a encontrarse consigo
un día que será arrebatado a la muerte

Creo escuchar a veces


en el hueco de mis manos
el canto del abismo aparecido
entre sus cabellos,
el canto surgiendo del silencio del cielo
precipitándose en el ritmo
de su corazón que recibía
y expulsaba salvajemente
la sangre de su cuerpo amante,
la sangre transfigurada
en materialización de su amor

A veces creo recordar


cómo la alegría de estar vivos
sollozaba inconteniblemente

Pero aquí, en el cuarto como celda


en el hotelucho como cárcel
en la ciudad como matadero
es inútil decir nada
y es imposible.

8
Los limones

Eugenio Montale
Poeta italiano

Escúchame, los poetas laureados


se mueven solamente entre las plantas
de nombres poco usados: bojes ligustres o acantos.
Yo, para mí, amo los caminos que van a parar
a los herbosos fosos donde
en charcos medio secos los muchachos
agarran cualquier flaca anguilla:
los senderos que atraviesan los cerros
descienden entre los copetes de las cañas
y se meten en los huertos, entre los limoneros.

Mejor si las algazaras de los pájaros


tragadas por el azul se apagan:
más claro se escucha el susurro
de las ramas amigas en el aire que casi no se
mueve, y los sentidos de este olor
que no sabe desprenderse de la tierra
y en el pecho llueve una dulzura inquieta.
Aquí, de las divertidas pasiones
de milagro calla la guerra,
aquí toca también a nosotros los pobres nuestra
parte de riqueza
y es el olor de los limones.
Mira, en estos silencios en los cuales las
cosas se abandonan y parecen vecinas a
traicionar su último secreto,
a veces esperamos
descubrir un error de la Naturaleza
el punto muerto del mundo, el anillo que no guarda,
el hilo para desembrollar que finalmente nos ponga
en medio de una verdad.

La mirada escuadriña el entorno


la mente indaga reconcilia desune
en el perfume que inunda
cuando el día más languidece.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana que se aleja
alguna disturbada Divinidad.

Pero falta la ilusión y el tiempo nos remite


a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra solamente a pedazos, en lo alto, entre
las cimas.
La lluvia cansa la tierra, de después; se adensa

9
el tedio del invierno sobre las casas, la luz se hace avara - amarga el alma. Cuando un día
desde un portón malcerrado
entre los árboles de un patio
se nos muestran los amarillos de los limones;
y el hielo del corazón se deshace y en el pecho nos hierven sus canciones
las trompetas de oro de la solidaridad.

Traducción de Teódulo López Meléndez.

10
Entre el señuelo de las palabras
(fragmento final)

Yves Bonnefoy
Poeta francés

O poesía,
No puedo refrenarme de llamarte
Por tu nombre que ya no es amado entre aquellos que hoy
vagan Entre las ruinas de la palabra.
Asumo el riesgo de dirigirme a ti,
directamente, Como en la elocuencia de
las épocas
En que eran colgadas, la víspera de los días
festivos, En la más alta columna de las
grandes salas, Guirnaldas de hojas y de
frutos.

Yo lo hago, confiando en que la memoria


Enseñando sus palabras sencillas a
quienes buscan Mantener el sentido pese
al enigma,
Les hará descifrar, sobre sus grandes
páginas, Tu nombre único y múltiple,
donde arderán En silencio, con un
fuego vivo,
Los sarmientos de sus dudas y de sus
tristezas. “Mirad, dirá ella, en el único
libro
Que se escribe a través de los siglos,
ved crecer Los signos en las imágenes.
Y las montañas Azulear a lo lejos, para
haceros una tierra.
Escuchad la música que dilucida
Con su flauta sabia a propósito de
las cosas El sonido del color en lo
que es”.

O poesía,
Yo sé que se te desprecia y niega,
Que se te considera un teatro, incluso una
mentira, Que se te agobia con errores de
lenguaje,

Que se tilda de mala el agua que tú aportas


A todos aquellos que sin embargo
desean beber Y decepcionados se
11
desvían, hacia la muerte.

Y es cierto que la noche inflama las


palabras, Vientos voltean sus páginas,
fuegos abaten
Sus bestias atemorizadas hasta bajo nuestras
pisadas. Creímos que nos llevaría lejos
El camino que se pierde en la evidencia,
No, las imágenes se colisionan en el agua que
asciende, Su sintaxis es incoherencia, ceniza,
Y pronto incluso ya no hay imágenes,
Libros, grandes cuerpos calurosos del
mundo Para extender de nuestro
deseo brazos.

Pero yo sé de idéntica forma que no hay otra


estrella Para andar, misteriosamente,
auguralmente,
En el cielo ilusorio de los astros fijos,
Sino tu barca siempre oscura, donde empero se
agrupan Sombras en la proa, e incluso cantan
Como otrora los que llegaban,
cuando crecía Delante de ellos, al
final del largo viaje,
La tierra entre la espuma, y brillaba el faro.

Y si permanece
Cosa distinta a un viento, un arrecife,
un mar, Yo sé que tú serás, hasta en
la noche,
El ancla lanzada, los pasos indecisos encima de
la arena, Y la madera que se recoge, y la chispa
Bajo las ramas mojadas, y, entre la
inquieta Espera de la llama que
duda,
La primera palabra tras el largo silencio,
El fuego primigenio para encender debajo del mundo muerto.

Versión de Aquiles Julián

12
Isla secreta

Rubén Bareiro Saguier


Escritor paraguayo

1
en medio de la tierra del mapa
hay una porción de tierra
enteramente rodeada de tierra
por todos los costados
una isla debajo de la tierra
un isleo fogoso
o mejor
un escollo violento en las aguas mayores
una tierra de rabia silenciosa
balsa de tierra a la deriva
en una tempestad de tierra

2
la gente vive enterrada en el paraje
a menudo aterrada
desterrada siempre
la gente navega tierra a tierra
los niños comen tierra
y los hombres siguen comiendo tierra
fácilmente

3
tierra de pan llevar oscuro
en realidad tierra de mascar
tierra terregosa de tanto haber sido
tierra vegetal
y manca

4
tierra de tierra rodeada
luna seca
o a veces tarde mojada
de lágrimas en creciente
tierra de nadie
o de pocos

5
sin embargo
por mucho que intentaron
no han conseguido echarte por tierra
aunque te sangre la piel de tierra roja
y el sol te saque heridas
13
de tierra inútilmente hermosa

6
tierra de tierra adentro
de tristeza adentro
tierra terrible
ni siquiera puedo poner tierra entre nosotros
o echarte tierra encima
porque me estás doliendo siempre
me estás sangrando a mares que no tuve

7
nada
silencio
hay cuervos
hay ortigas
osamentas
hay sequías largas
rogativas para que cesen
hay barros a veces
resbaladizo
no hay nieve
espinas en la lengua
pies en raigones
el calor prensa
isla de sol silencioso
isla de niebla.

14
El último intento

Yevgueni Yevtuchenko
Escritor ruso

El último intento de ser feliz


ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.

El último intento de ser feliz


como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.

Allí sobre mis huesos rotos


se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.

Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.


Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.

Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.


Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.

Y estamos tendidos juntos, no en la cama


sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.

Otra vez revolotea el cuervo fúnebre


en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.

Versión de Heberto Padilla

15
Gratitud

Wislawa Szymborska
Poeta de Polonia

Debo mucho
a aquellos que no amo.
El alivio con que acepto
que son queridos por algún otro.
La dicha de que no
soy yo un lobo para
sus ovejas. Paz para
mí hacia ellos,
y libertad de ellos hacia mí,
y eso es algo que el amor no
puede dar ni procura arrebatar.
No los espero
de ventana a puerta.
Paciente
casi como un reloj de
sol, comprendo
lo que el amor no
comprende, perdono
lo que el amor nunca perdonaría.
De encuentro a
carta no pasa una
eternidad
sino simplemente unos días o
semanas. Los viajes con ellos son
siempre un éxito, conciertos
escuchados,
catedrales visitadas,
paisajes muy bien enfocados.
Y cuando nos
separamos por siete
montañas y ríos, ellos
son montañas y ríos
bien conocidos en el
mapa.
Es gracias a ellos
que vivo en tres dimensiones,
en un espacio no lírico y no retórico,
con un horizonte real porque es movible.
Ellos mismos no saben
cuánto traen con las manos
vacías. "No les debo nada ",
me gusta decir
a esta pregunta abierta.
Versión de Aquiles Julián

16
Alba

Samuel Beckett
Poeta francés

antes de que amanezca aquí estarás


y Dante y el Logos y todos los estratos y misterios
y la luna marcada
allende el blanco plano de la música
que establezcas aquí antes del alba¹

solemne suave seda cantarina


inclínate hacia el negro firmamento de areca
lluvia sobre bambúes flor de humo callejuela de sauces

quienes aunque te inclines con dedos compasivos


para abonar el polvo
en nada aumentarán tu generosidad
cuya belleza ante mí será como un sudario
informe de sí misma que se extiende sobre la tempestad de los emblemas
de modo que no hay sol ni hay revelaciones
ni víctima? tampoco
yo solamente y el sudario luego
y un bulto muerto ya

Versión de Jenaro Talens

17
Te volviste diáfana

José Rui Teixeira


Poeta portugués

Te volviste diáfana, por esos días incendiabas


la realidad sólo de mirarla con fuerza y yo
asistía redimido a la multiplicación de los panes
y los peces en el silencio circunscrito de tu cuerpo.
Sostenía la respiración sobre las espaldas
y mi pensamiento era una lengua
extasiada sobre la grieta, los espejos
sobrepuestos en el margen del gran río,
la omisión de tu nombre como una máscara
o la antecámara de un sepulcro vacío.

Te volviste diáfana mientras esperabas


el silencio purificado del fin. Me refiero
a una luz misteriosa, como de luna en oriente
o en viejos lupanares. La suspensión
de un grito sobre las islas o mañanas
de lluvia. Pero tú me dijiste que partimos
siempre más de los que llegamos. Yo permanecí
parado en la periferia del movimiento
de tu cuerpo como si hubiese muerto
esparcida como ropa por el suelo de tu cuarto.

Te volviste diáfana por esos días, como vidrieras


o hijos descubiertos en las canciones de las madres
o la sangre de la mujer sobre el paisaje
de trigo. Diáfana como vidrieras. O lino tibio,
o pan caliente en la boca de la mujer, el lino
por debajo. Oculté tu cadáver en la biblioteca.
Repetí: el corazón es un órgano incendiado.
Me acuerdo de los brazos cumplidos de la mujer
en vigilia, del calor fétido de su respiración.

Te dije al oído: estamos rodeados de muertos.

Los viejos esperan los hijos de los hijos al mediodía


como si aplastasen a la fuerza de los dedos contra
las carótidas y no hubiese tiempo de verlos crecer.
Atravieso la calle al mediodía. Oráculo del Señor.
Y estremezco con la mirada lánguida de adolescente
que madura el útero en la opacidad conmovida
de su juventud. Repito: el corazón es un órgano
incendiado. Pero tú me dijiste: no despiertes
lo que duerme, no agites las aguas paradas;
encontrarás a Dios en las orillas del gran río.
Traducción Uberto Stabile

18
Poema para ser leído y cantado

César Vallejo
Poeta peruano

Sé que hay una persona


que me busca en su mano, día y noche,
encontrándome, a cada minuto, en su calzado.
¿Ignora que la noche está enterrada
con espuelas detrás de la cocina?

Sé que hay una persona compuesta de mis partes,


a la que integro cuando va mi talle
cabalgando en su exacta piedrecilla.
¿Ignora que a su cofre
no volverá moneda que salió con su retrato?

Sé el día,
pero el sol se me ha escapado;
sé el acto universal que hizo en su cama
con ajeno valor y esa agua tibia, cuya
superficial frecuencia es una mina.
¿Tan pequeña es, acaso, esa persona,
que hasta sus propios pies así la pisan?

Un gato es el lindero entre ella y yo,


al lado mismo de su tasa de agua.
La veo en las esquinas, se abre y cierra
su veste, antes palmera interrogante...
¿Qué podrá hacer sino cambiar de llanto?

Pero me busca y busca. ¡Es una historia!

19
Como en los días de julio

Luis Zalamea Borda


Escritor colombiano

No quiero oír tu voz,


ni adivinar tu angustia
desde el destierro,
ni revivir en momentos de celo o de locura
aquella nuestra entrecortada despedida.
(Las voces de la noche eran nuevas, sutiles;
tus amplios pechos se encogieron, tremendos en su lucha,
buscando encarcelarse en la tiniebla tibia. )

Ella, la despedida, no era marina como en lejano día,


sino terrestre, final, definitiva;
molde de soledad, herida, grieta, tajo de nuestras vidas.
Y así quiero que sea.

(Tu imagen está ya condenada al limbo de las horas perdidas


en la inmensidad de un mar que se despierta, atónito,
de un sueño de ondinas, madréporas en flor y barcos asesinos.)
No quiero reflejar mi triste mirada en tu recuerdo.
Quiero olvidarte toda, poro a poro,
exánime, jadeante, casi muerta sobre la tierra plena
que conjuga el amor ígneo de la euforia volcánica.

(En la lejanía mueren en coro, de tedio,


con dignidad crustácea, los pálidos cangrejos,
y la tarde se disfraza de buzo.)

En mi memoria serás desde hoy,


como en los días de julio,
un sudor hecho hembra
al final del camino.

20
El poema del yugo

Marguerite Yourcenar
Escritora estadounidense de origen francés

Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros un yugo;


Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos;
A cada paso, dos grandes baldes de leche chocan
Uno con otro contra sus rodillas;
El alma materna de las vacas, la espuma del pasto masticado,
Brotan en olas nauseosas dulces.

Soy igual que la sirvienta de la granja;


A lo largo del dolor me avanzo de un paso firme;
El balde del lado izquierdo está lleno de sangre;
Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo.
El balde del lado derecho está lleno de hielo;
Puedes inclinarte y contemplar tu rostro laso.
Así voy entre mi destino y mi suerte,
Entre mi sangre caliente y líquida y mi amor límpido muerto.
Y cuando esté segura que ni espejo ni bebida
Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,
No quebraré el espejo resignado,
No volcaré el balde donde sangró toda mi vida.
Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra
Allí donde están los muertos que en él a beber vendrán.
Iré donde están las olas con mi balde de hielo;
El breve gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto;
Un rostro pálido grande se asomará a la duna
Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la luna.

Versión de Silvia Barón-Supervielle

21
Nocturno sueño

Xavier Villaurrutria
Poeta mexicano

Abría las salas


profundas el sueño
y voces delgadas
corrientes de aire
entraban

Del barco del cielo


del papel pautado
caía la escala
por donde mi cuerpo
bajaba

El cielo en el suelo
como en un espejo
la calle azogada
dobló mis palabras

Me robó mi sombra
la sombra cerrada
Quieto de silencio El frío de acero
oí que mis pasos a mi mano ciega
pasaban armó con su daga
Para darme muerte
la muerte esperaba

Y al doblar la esquina
un segundo largo
mi mano acerada
encontró mi espalda

Sin gota de sangre


sin ruido ni peso
a mis pies clavados
vino a dar mi cuerpo

Lo tomé en los brazos


lo llevé a mi lecho

Cerraba las alas


profundas el sueño

22
Hombres que la patria fertilizó

Roberto Echazú
Poeta boliviano

Hombres
que la patria fertilizó
en las cóleras,
indiferencia
y barro de un placer
sin reflejos,
más débil con la miseria
ennegrecida
de fealdad, mas fuerte
en el fondo
de las masas.

Olvidaron del mañana:


la razón de las fuerzas la presencia
del amor se renuevan del verdugo.
de sentido;
la razón del pobre, Hombres
su miseria, para vosotros,
donde fundaron el coraje la vida y el calor
que abreva se reparten
la ignorancia. a los niños como el sol
a la alegría;
Amaban la justicia, el calor
Lo simple y cotidiano, de sus pupilas
lo útil y difícil a la verdad,
del odio y del amor; como el amor da vida
la claridad a la vida.
del ayer;
sin límites sensatos; Para vosotros,
la transparencia que la muerte tenia
historia,
ni vuestros hijos
porvenir:
las palabras aplacan
el odio mas allá
de los deseos.

La dicha
es el buen tiempo
de los temores
vencidos.

23
A mí, al autor, dedico estos versos

Vladímir Mayakovski
Poeta ruso

Cuatro,
pesadas como un golpe.
Al César lo que es del César,
y a Dios lo que es de Dios,
y al que es como yo,
¿dónde se mete?
¿Dónde estará listo ese ataúd?
Si yo fuera pequeño,
como el océano grande,
parado de puntas,
en las crestas de las olas,
en flujo nocturno,
acariciaría la luna,
¿Dónde hallar una amada
que a mi se parezca?
Esa no cabe en este cielo pequeño.
¡Oh, si yo fuera mísero,
como un millonario!
¿Qué es para el alma el dinero?
¡Un ladrón insaciable!
A mis deseos de horda desenfrenada,
no alcanza el oro de todas las Californias.
Si yo fuera tartamudo,
como Dante o Petrarca,
le encendería sólo a ella el alma,
y ordenaría que con mis versos se consuma,
y mi palabra,
y mi amor,
como un arco de triunfo,
suntuoso,
dejaría pasar,
las amantes de todos los siglos.
¡Oh, si yo fuera como el trueno callado,
galopando,
haría estremecer la tierra envejecida!
¡Sí!
Con todo el poder de mi voz,
arrancaré un grito enorme,
y los cometas romperán sus colas encendidas,
cayendo de tristeza.
Yo mordería la noche,
con los rayos de mis ojos,
¡Oh, si yo fuera,
24
opaco como el sol,
mucha falta me hace su resplandor,
no daría mi brillo a esta tierra absurda,
y pasaría arrastrando mi amor astro!
¿En qué noche,
delirante y terrible,
me han parido?
¿Qué Goliath me ha engendrado,
tan grande,
y tan desdeñado?

Versiones de Lila Guerrero

25
Tus ojos serán de pronto los ojos del dios mismo...

Tomás Segovia
Poeta español

Tus ojos serán de pronto los ojos del dios mismo, inmensos, abiertos en plena llamarada,
inapelables. Detrás de tu ternura tan contigua veré asomar su divino despotismo, tú
estarás escuchándome en el tiempo pero él en tu otra orilla hará a un lado con airosa
mano mis palabras. No quieras intentar, tú la fraterna, tú la toda-humana, ocultar a los ojos
del dios en qué te falto, todo lo hará allá visible el fulgor de su espada deslumbrante en
cuyo filo él establece la balanza. No nos permitirá ignorar si pudo mi metal ser un platillo
puro y si supe encontrar el denso núcleo donde pesas entera, y él mismo se hará tú para
ser contigo pesado en mi pesada. No atenúes tus ojos en los que el dios me mira, eres su
presa, ha hecho de ti su invencible exigencia. Tengo que desnudarme porque tú
resplandeces. Y porque eres de carne enumerar mi hueso, y porque una yugular de amor
te tiene viva tengo que resistir al enigma inhumano, cuando el abismo en el rostro del dios
sonríe, y no temblar cuando me fuerce a proclamar mi pertenencia al linaje huracanado de
la dicha, y recibir en pie de su tizón el goce que borra mis refugios.

26
Regreso en septiembre

Saúl Ibargoyen
Poeta uruguayo

Ahora es septiembre padre


como hace mil años.
Las cosas han cambiado
han cambiado tanto.
Muchas lluvias se extinguieron
en el aire
mucho polvo ha sido
desde entonces barro.
Y tú regresas nuevamente
hacia mi sangre.
Es éste un viaje
de momentos y sombras
de recuerdos y dolor
cayendo entre nosotros.
Tu silencio y mi voz
se reconocen
deciden golpear cerradas puertas
y pueden olvidar
lo tuyo que nos falta de hacer sonrisas y miradas sencillas
las destrucciones que sirven es lo que ahora en septiembre
en favor de tu ausencia. te regresa
Fuiste despojado como de un nacimiento o una leyenda.
perdiste lo accesorio Recién comprendo
y tu sistema de callar cuál fue tu trabajo:
silencio me diste
para que yo al nombrarte
también las palabras calladas
y el tiempo vencido nombrara:
vida me diste
para que otra vida
más fuerte y más pura
mis manos crearan.
Es pesada tu herencia
pues no tenías nada.
Vienes conmigo
y conmigo regresas
a traerme noticias de tu esperanza:
aquí está el camino
en este largo septiembre
que para mí dejaste:
del agua al vino
del vino a la sangre.

27
No me quejo

Sabeli Ceballos Franco


Poeta mexicana

no me quejo de la minusvalía
con que tasaron a mi género
los vecinos del débil sexo fuerte

ni remedio

tampoco dejaré de ser por eso


pterodáctilo maternal
sobreviviendo los milenios

ciberferomona de pantalla
con regulador de llanto en el cabello

ni lavándome la cara me quitaría


el maquillaje de alma puesto
en la tristeza

porque es lanza dudosa y garra amaestrada


contra la burla del sexo cavernario

no me quejo

sé que mis venas contribuyeron


al calvario

II

me tocó recoger varas para el fuego


dormir rinocerontes sobre el pecho
llorar dentro del útero
fuera del útero y a causa

y grito
¡hijos de puta!
con ansias fugitivas de mi suerte

casi casi me tocaba ser nada

hoyo pequeño en el centro de mi cuerpo


ultrajado muchas veces
por el engaño
28
a falta de puños elocuentes
me hice con piedras de estoicismo
murallas de rango dinosaurio

convoqué a las hembras malheridas


aún a las caníbales
aún a las vendidas

y todas llegan siempre


a una hora u otra,
cargando los desechos de sus mentes

no me quejo

hemos creado un frente embravecido


azuzado por la infamia que se escribió
en nuestras historias

y ahora podemos dormir en nuestras cuevas


y mansiones
a pierna suelta
de pierna suelta

a amantar a nuestros críos


en la oficina
la alcoba
el taxi

a escoger limpio
entre hombre y macho
para pasar toda la vida
o unas noches

no ha cambiado mucho en la comarca


excepto lo que tenía que ser cambiado
para la supervivencia de la raza

ayarayarai
sigo siendo mujer
la esclava multicolor del mundo

la rajá de lo que queda de sí misma.

29
Ya no volveré a ti -luna de tierra...

Ricardo Molinari
Poeta argentino

Ya no volveré a ti -luna de tierra-;


quédate en tu cielo derrumbado,
con tu piel perdida, mojada en la lluvia.
Con tu soledad llena de espejos,
con tu dolor partido como una fruta.
Yo quiero volver a otro día, salir de tu sed
sin dejar un solo beso sobre una cornisa;
salir igual que una llama cubierta
de espumas y cenizas
a un nivel de flores.

Huir. Huir hacia donde el mar no lleve cariño


sobre las hojas,
donde no haya asfixia y tu nombre de piedra y espumas
se oculte entre montones de arena y conchas.

Pero el amor es el amor, y nadie puede desterrar una


raíz de plata
con destino y latidos. Con una sombra inmóvil cubierta
de memoria: con su casta de alma,
con su paisa e resbaladizo y sus manos
de vidrio quemado.

Si yo pudiera olvidar sin oírte, sin dejar


la huella de mi cintura temblando
en el aire. ¡Pero el amor es el amor, y el tiempo
mueve juncos y adelfas
para que se encuentren con la muerte!

Cuando pienso que nunca he de volver al frío,


qué ganas me llevan de talar un árbol;
de quebrar el ala de una paloma,
para que ella disfrute
de un amor enloquecido.
(Cuando uno vive alegre qué bien le debe caer
el canto de la noche sobre la carne. El canto de la
noche. ¡Agua y pinos!... Quién viera tu niebla
oscura, ala de frente, plumón muerto,
aire de vino desdichado. )

Pero yo quisiera volver a otro día. Siwmpre he soñado,


perdido en la sombra,
buscar una rosa de hielo con su hoja de viento.
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-La rosa que no verá la multitud,
la que espera, como yo, un largo día de fiesta
a orillas de un río de Invierno.
Adiós, junco húmedo, oscuridad de Verano entristecido.
Hasta nunca, si nunca es volver alguna vez: estas
palabras como una flor
en su lecho de polvo, con su nunca, amando, en la garganta;
con tu sombra inmóvil, preferida.

¡Raíz de nieve, ocioso viento!

31
Formas del amor

Oscar Acosta
Poeta hondureño

Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,


tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,
tu cabellera suave,
tu corazón pequeño.

Oye la campana del día


apagando el luto de la noche
mira la luz que silenciosamente nos cubre,
mira el cielo:
ese jardín sobre tu pecho;
respira el aire quieto
que el ruiseñor anuncia con su lanza,
conduce tu desamor
a un lago sepultado
y háblame con tus labios excelsos.

Llegué a sentir sobre las manos


el agua efímera,
el verano derribando sus torres,
el abismo cerrando sus ventanas,
el fruto abandonado,
el mar abriéndose las venas,
el fuego hundido,
hasta que tú, niña mía,
perfecta virgen repetida,
me entregaste tu rostro.

Veo de cerca la copa


confusa de las aguas,
busco tu claro nombre entre las rosas,
tu dulzura en la esencia de los árboles,
tu vigilia en el beso,
tu olor en los duraznos,
tu luz en el rocío
y me doy cuenta sorprendido
que todo me lo traes, niña mía,
con tu mano sagrada.

32
El canto de las calaveras

Héctor Hernández Montecinos


Escritor chileno

Una lágrima de un muerto más otra


de un pájaro: así nacen los ríos en el cielo.

Los ríos:
llenos de aire. Las lágrimas de un muerto:
sin ninguna pendiente. Fría y horizontal.

Muchos ríos son un país


verde y blanco como flores y libros
que nacen en el fondo del mar.

Un poeta vende violines por vanidad


pero los violines son de cactus
y el desierto está lleno de ellos.

Mira: esos hombres esperan que de las carreteras


se vayan las moscas y las piedras
para hacer un templo
lleno de mendigos y sardinas en cuatro patas
con zapatos feos.

Entran los vasallos y las damas


transformados en palomas y palindromas,
sonríen ante la fotografía
del canto de una calavera.

Garganta seca: sin palabras


pedacitos de va, astillas de ob
sílabas enteras pero impares: el viento.

Dijo: los muertos son de piedra


como sus lágrimas en el fondo del río.

Dicen: nunca se detiene


el polvo,
piedra y río muertos.

Parecen vacas las que beben


leche de ese hígado
que duele como chile con rencor. Pero uno
siempre derrama, problemas de pulso.

Síntesis: dos muchachos se sacan


33
la máscara, marinero y náufrago,
como una reescritura
que terminará hundiéndose igual ¡cuidado!

Un par de estrellas negras desaparecen


en la noche y los borrachos del cabaret
son su coro.

34
Despedida de un paisaje

Wislawa Szymborska
Poeta de Polonia

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza


no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada


de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme


que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,


comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

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No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.


Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

Traducción de Gerardo Beltrán

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En la raíz de todo está mi madre

Elvira Hernández
Poeta chilena

En la raíz de todo está mi madre


como un manto de tejido bajo tierra
un sombrío huerto de hierbajos tósigos
un vuelo de mariposillas terrosas.

Los años han contribuido a su alacrán


círculos que ciñen mis días
a sus caricias púas y cruces
rastrillándome el cerebro.

Es tierra que espera por mí


tras haberme soltado la jauría
de células que me prohíjan.

Tantas noches que quise cortar mi cuello


aserruchar mis cervicales
descuartizar mis imágenes
pero a cambio me contenté
con restregar plumas
llorar tinta y otros mendrugos
y seguir ese dictado —una vez más—
meticuloso de las venas.

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