María en La Sagrada Escritura
María en La Sagrada Escritura
María en La Sagrada Escritura
Ella misma sobresale entre los humildes y los pobres del Señor que esperan de
El con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa hija de Sión,
después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo
plan de Salvación.
Maria en la anunciación
Trabajo Personal.
Lucas 1, 26-38 y compara con los siguientes textos Jc 6, 11-24 ; 13, 2-7
Responde a las siguientes preguntas:
Uno solo es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: "Porque uno es Dios y uno
el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Sí
mismo como precio de rescate por todos" (I Tim., 2, 5-6). Pero la función maternal de
María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única
mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico
de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres, no nace de ninguna necesidad,
sino del divino beneplácito y brota de la superabundancia de los méritos de Cristo, se
apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su eficacia,
y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.
La Bienaventurada Virgen, por el don y el oficio de la maternidad divina, con que está
unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también
íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia, como ya enseñaba San
Ambrosio; a saber: en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo
[189]. Porque en el misterio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y
virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y
singular el modelo de la virgen y de la madre [190]; pues creyendo y obedeciendo
engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, por obra del
Espíritu Santo, como una nueva Eva, prestando fe sin sombra de duda, no a la antigua
serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como
primogénito entre muchos hermanos (Rom., 8, 29); a saber: los fieles, a cuya generación
y educación coopera con materno amor.