El Ojo Del Alma
El Ojo Del Alma
El Ojo Del Alma
LOM ediciones,
Santiago, 2001. 247 págs.
La obra de Ramón Díaz Eterovic (1956) en este contexto, sigue un camino aparte. Desde hace
más de una década, su narrativa refunda la necesidad de microprácticas de resistencia. En 1987,
aparece por primera vez La ciudad está triste en la que Heredia va tras la huella de una joven
universitaria asesinada por los servicios de seguridad, iniciando una serie de volúmenes inscritos
en el registro del neopolicial latinoamericano. Es decir, asumiendo el formato convencional del
género negro, pero interviniéndolo con problemáticas adheridas a Latinoamérica. Atrás ha quedado
la distinción que encasillaba al relato policial en el ámbito de la fiel dependencia con la escuela
dura norteamericana o dentro de los llamados despectivamente subgéneros o géneros
paraliterarios.
Ramón Díaz construye relatos en los que conviven la degradación urbana y de su protagonista, un
investigador privado tremendamente fiel a sus principios. Heredia no tiene religión, ideología ni
vínculos de familia. Su decadentismo cohabita con su lealtad hacia el pasado, el de las utopías y la
posibilidad de rearticular sus escombros. Heredia, en palabras del propio personaje: “resistía a su
manera, con la ira de los rebeldes que nunca serán invitados a la mesa del banquete... Sólo pedía
una oportunidad para transformar la nostalgia del pasado en la fuerza que necesitaba para
mantener vivo el fuego”. El ojo del alma mantiene la omnipresente figura del dictador al fondo del
escenario, desenmascarando, a su vez, la política de los acuerdos como un intento fútil de no dejar
aflorar una memoria pertinaz. El neopolicial al que se adhiere Díaz Eterovic, asume más
fuertemente que ninguno de los otros géneros narrativos que en Chile se desarrollan hoy,
problemáticas como la corrupción política, de la justicia, las redes del narcotráfico. En definitiva, se
expone una crítica a la modernidad y a sus presupuestos ideológicos. Además, sus textos están
tensionados por un reiterado cuestionamiento de la noción de verdad, la que se vuelve baladí:
descubrir el origen de un delito o determinar culpabilidades, es decir, la verdad, para qué sirven
frente a las enormes redes de resguardo mutuo que mantienen los poderes.
A través de la serie de relatos sobre Heredia, hemos podido ir advirtiendo cada vez con mayor
fuerza la cristalización de un lenguaje seco y austero en su fraseo. La escritura de Díaz se mueve
entre el escepticismo y el reencantamiento. La historia se nos aparece desde una escritura ansiosa
de metafísica. Heredia es uno de los personajes más seductores, desamparados y honestos de la
literatura chilena. El ojo del alma está llena de aguda ironía, tristeza y sentimentalismo del bueno.
Hace rato que Díaz Eterovic alcanzó la agudeza necesaria para jugar con un policial en el que su
protagonista, siempre al filo del total fracaso, avanza sin ningún dato que le permita esclarecer el
caso. Es éste un relato de una fuerza excepcional y además, legible, entretenido. Un arte que
ayuda a vivir, como diría Droguett.