Revista Historia Caribe No 44

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HISTORIA CARIBE 45

VOL. XIX No 45 / Julio - diciembre 2024


ISSN: 2322-6889 (Versión electrónica) / ISSN: 0122-8803 (Versión impresa)
HISTORIA
CARIBE
Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024
REVISTA HISTORIA CARIBE
ISSN: 2322-6889 (Versión electrónica)
ISSN: 0122-8803 (Versión impresa)
Depósito Legal 3121 Ministerio de Cultura
Volumen XIX N° 45. Julio - Diciembre de 2024

Revista del Grupo de Investigaciones Históricas en Educación e Identidad Nacional, perteneciente al


Programa de Historia y a la maestría en Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del
Atlántico, Barranquilla-Colombia.

Editor: Dr. Luis Alarcón Meneses Director: Dr. Jorge Conde Calderon
Editores invitados: Julio Antonio Yanes Mesa, Concha Langa Nuño.

Fundadores: Nacianceno Acosta, José Ramón Llanos, Cesar Mendoza Ramos, Jorge Conde Calderón,
Luis Alarcón Meneses (1995).

Comité Editorial: Dr. Roberto González Arana (Universidad del Norte, Colombia), Dr. Rafael Acevedo
Puello (Universidad de Cartagena, Colombia), Dra. Teresa Artieda (Universidad Nacional del Nordeste,
Argentina), Dr. Antonino Vidal Ortega (Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, República
Dominicana), Dra. Alba Patricia Cardona Zuluaga (Universidad EAFIT, Colombia), Dr. Frank Simón
(Universidad de Gante, Bélgica), Dra. Gabriela Ossenbach (Universidad de Educación a Distancia, España).

Comité Científico Internacional: Dr. Stanley Engerman (University of Rochester), Dr. Miguel Ángel
Puig-Samper Mulero (Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas – CSIC,
España), Dra. Rosa María Rodríguez Izquierdo (Universidad Pablo de Olavide, España), Dra. Eugenia
Roldán Vera (Centro de Investigaciones y Estudios Avanzado, México), Dr. Agustín Escolano Benito
(Universidad de Valladolid, España), Stefan Rinke (Instituto de Estudios Latinoamericanos e Instituto
Friedrich Meinecke de la Freie Universität Berlín, Alemania), Dr. Marc Depaepe (Centre forthe History of
Intercultural Relations, Bélgica), Dr. Leoncio López-Ocón (Consejo Superior de Investigaciones Cientí-
ficas, España), Dra. Lucia Martínez Moctezuma (Universidad del Estado de Morelos, México).

Coordinación editorial: Eva Sandrin García Charris (Universidad del Atlántico, Colombia).
Dr. Luis Manuel Pérez Zambrano (Universitat de Lleida, España).

Equipo de traductores: inglés: Martha García Chamorro (Universidad del Atlántico, Colombia).
Portugués: Bryan Arrieta Núñez (Universidad del Atlántico, Colombia). Francés: Mónica Tatiana
Rolong Gamboa (Universidad del Atlántico, Colombia).

Diseño y diagramación: Melissa Gaviria Henao.

Historia Caribe es una publicación semestral especializada fundada en


1995, dirigida a personas interesadas en temas históricos, teniendo como
objetivo la divulgación de artículos inéditos que sean el resultado o avance de
investigaciones originales o balances historiográficos, así como reflexiones
académicas relacionadas con los estudios históricos, a través de los cuales se
aporte al conocimiento histórico regional, nacional e internacional.

Palabras Claves: historia, caribe colombiano, historia regional, historiografía.


Versión digital: ISSN 2322-6889
http://investigaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/Historia_Caribe/index
Canje, contacto y suscripción
Km 7 Vía al mar, Ciudadela Universitaria. Bloque G, 3er piso, Sala 303G. Teléfonos: 3852266 Ext. 1251
Barranquilla Colombia.
Correo electrónico: historiacaribe@mail.uniatlantico.edu.co/historiacaribe95@gmail.com, www.uniatlantico.edu.co
Las ideas expuestas aquí son responsabilidad de los autores
Revista Historia Caribe del Grupo de Investigaciones Históricas en Educación e Identidad Nacional,
cuenta con una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 International License.
Se autoriza la citación, uso y reproducción parcial o total de los contenidos para lo cual se deberá citar fuente
Portada:
Mujeres de color libres con sus hijos y sirvientes en un paisaje. Óleo sobre lienzo (50.8 x 66.4 cm), 1770–1796
Agostino Brunias, Italia, ca. 1730–1796
https://www.brooklynmuseum.org/opencollection/objects/197252

Por encargo del gobierno británico, el artista italiano Agostino Brunias creó una serie de pinturas que captan las
complejas jerarquías sociales y raciales de la vida en las plantaciones de la recién adquirida isla británica de Dominica.
Aquí, en los terrenos de una plantación de azúcar, dos hermanas mestizas que visten ropa de estilo europeo aparecen
en el centro junto a su madre (a la izquierda), dos niños y ocho sirvientes africanos. Brunias señaló el estatus de élite
de las mujeres basándose en sutilezas del color de la piel y la vestimenta, así como en el espacio, y las colocó en primer
plano en una posición que generalmente ocupan los colonos blancos en las tradicionales "piezas de conversación"
británicas (retratos de grupo informales). Si bien esta escena idílica aparentemente respalda la hibridez cultural y racial
de la región, también proyecta una fantasía colonial que borra el trabajo esclavizado.

Rector:
Danilo Hernández Rodríguez
Vicerrectora Administrativa y Financiera:
Mariluz Stevenson del Vecchio
Vicerrector de Investigaciones, Extensión y Proyección Social:
Miguel Antonio Caro Candezano
Vicerrector de Docencia:
Alejandro Urieles Guerrero
Vicerrector de Bienestar Universitario:
Álvaro González Aguilar
Decano Facultad de Ciencias Humanas:
Dalín Miranda Salcedo
Coordinador de la Maestría en Historia:
Jaime Álvarez Llanos
Coordinador del Programa de Historia:
Lea Álvarez Hernández

©UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO BARRANQUILLA


Julio-Diciembre de 2024
Árbitros para este número
Jesús Gómez Serrano (Universidad Autónoma de Aguascalientes, México); Cesar Augusto Lenis (Universidad de
Antioquia, Colombia); Daniela Vásquez Pino (Universidad de Costa Rica); Lourdes Romero Navarrete (Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México); Luis Ervin Prado (Universidad del Cauca,
Colombia); Daniel Humberto Trujillo Martínez (Instituto Humboldt, Colombia); Roger Pita Pico (Academia
Colombiana de Historia); Kebby Romero Sierra (Universidad La Gran Colombia); Orlando Cesar Deavila Pertuz
(Universidad de Cartagena); Tomás Caballero Truyol (Universidad del Atlántico, Colombia); José Joaquín Pinto
Bernal (Universidad del Tolima, Colombia); Javier Duque Daza (Universidad del Valle, Colombia).
Indexada en:
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España y Portugal. Sistema de Información Científica de la
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Universidades Españolas (CRUE). http://www.rebium.org/
Dialnet. Es uno de los mayores portales bibliográficos de acceso libre coordinado por la Universidad de La Rioja (España).
http://dialnet.unirioja.es/
Latindex. Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y
Portugal. http://www.latindex.unam.mx/
Clase. Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
http://132.248.9.1:8991
LatAm-Studies. Estudios Latinoamericanos. La fuente de información autorizada más completa sobre Latinoamérica y el
Caribe. http://www.latam-studies.com/HistoriaCaribe.html/
Informe Académico. Cengage Learning, National Geographic Learning.
Cibera. Biblioteca Virtual Iberoamérica, España y Portugal del Ibero-Amerikanisches Institut Preußischer Kulturbesitz.
(Alemania).

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Biblioteca Luis Angel Arango (Colombia).
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España. (España).
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Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. OEI. (España).
HISTORIA CARIBE 45 - Vol. XIX No. 45 - Julio-diciembre de 2024

Contenido
Editorial 13
Artículos

Robinson Salazar Carreño. Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro


(Nuevo Reino de Granada) a finales del siglo XVIII 19

Jaime Andres Peralta Agudelo. “Paraíso de calor” y refugio de


“bárbaros”. La naturaleza y los cunas del Darién en su “conjura” contra 45
el imperio español

Sissy Indira Gómez Calderín. La tortuosa ruta hacia la movilidad social:


la familia “libre de color” en el Santiago de Cuba colonial (1803 – 1868) 77

Elidio Alexander Londoño-Uriza, Renzo Ramirez Bacca. Coloni-


zación y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos 105
de Titiribí, Concordia y Jericó

Juan Sebastián Bonilla Ayala. Los ascensos militares en Colombia


durante la guerra de los mil días, 1899-1902 147

José Porfirio Neri Guarneros. Concesión y conflicto en torno a las


175
aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904

Reseñas 207
Índice General de Historia Caribe 219
Normas para autores 225
HISTORIA CARIBE 45 - Vol. XIX No. 45 - Julio-diciembre de 2024

Content
Editorial 13
Articles

Robinson Salazar Carreño. Slavery and infanticide in the village of


Socorro (New Kingdom of Granada) by the end of the 18th century 19

Jaime Andres Peralta Agudelo. “Paradise of heat” and refuge of


“barbarians”. Nature and the Cuna of Darien in their “plot” against 45
the Spanish empire

Sissy Indira Gómez Calderín. The tortous route towards social mobility:
the “free of color” family in colonial Santiago de Cuba (1803 – 1868) 77

Elidio Alexander Londoño-Uriza, Renzo Ramirez Bacca. Coloni-


zation and settlement in Antioquia (Colombia), 1850-1890. The cases 105
of Titiribí, Concordia and Jericho

Juan Sebastián Bonilla Ayala. Military promotions in Colombia


during the Thousand Days war, 1899-1902 147

José Porfirio Neri Guarneros. Concession and conflict over the


waters of the Tepotzotlán River, 1888-1904 175

Reviews 207
General Index Caribbean History 219
Submission Guidelines 225
HISTORIA CARIBE 45 - Vol. XIX No. 45 - Julio-diciembre de 2024

Conteúdo
Editorial 13
Artigos

Robinson Salazar Carreño. Escravidão e filicídio na vila de Socorro


(Novo Reino de Granada) no final do século XVIII 19

Jaime Andres Peralta Agudelo. “Paraíso de calor” e refúgio de


“bárbaros”. A natureza e os Cuna de Darién na sua “conspiração” 45
contra o império espanhol

Sissy Indira Gómez Calderín. O dificil caminho para a mobilidade


social: a família “free of color” em Santiago de Cuba no periodo colonial 77
(1803 – 1868)

Elidio Alexander Londoño-Uriza, Renzo Ramirez Bacca. Coloni-


zation and settlement in Antioquia (Colombia), 1850-1890. The cases 105
of Titiribí, Concordia and Jericho

Juan Sebastián Bonilla Ayala. Promoções militares na colômbia


durante a Guerra Dos Mil Dias, 1899-1902 147

José Porfirio Neri Guarneros. Concession and conflict over the


waters of the Tepotzotlán River, 1888-1904 175

Resenhas 207
Índice Geral História Caribe 219
Regras e instruções para autores 225
HISTORIA CARIBE 45 - Vol. XIX No. 45 - Julio-diciembre de 2024

Table des matières


Éditorial 13
Articles

Robinson Salazar Carreño. Esclavage et filicide dans la ville de


Socorro (Nouveau Royaume de Grenade) à la fin du XVIIIe siècle 19

Jaime Andres Peralta Agudelo. «Paradis de la chaleur» et refuge des


«barbares». La nature et la Cuna du Darién dans leur «complot» contre 45
l'empire espagnol

Sissy Indira Gómez Calderín. La voie tortous vers la mobilité sociale :


la famille « libre de couleur » à Santiago de Cuba coloniale (1803 – 1868) 77

Elidio Alexander Londoño-Uriza, Renzo Ramirez Bacca. Coloni-


zation and settlement in Antioquia (Colombia), 1850-1890. The cases 105
of Titiribí, Concordia and Jericho

Juan Sebastián Bonilla Ayala. Promotions militaires en Colombie


pendant la Guerre Des Mille Jours, 1899-1902 147

José Porfirio Neri Guarneros. Concession and conflict over the


waters of the Tepotzotlán River, 1888-1904 175

Commentaires 207
Indice Histoire générale des Caraïbes 219
Regles et instructions pour les auteur 225
13-15

EDITORIAL

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4093

Las revistas de historia juegan un importante papel en el proceso de


formación de historiadores, estas constituyen un espacio a través del
cual los jóvenes que se forman en nuestras universidades tienen la posi-
bilidad de acercarse a los debates historiográficos y a las discusiones
de orden teórico, así como a las nuevas interpretaciones de la historia.
Igualmente, las revistas de historia son un excelente medio para que
los noveles historiadores se familiaricen con la metodología y el trata-
miento de las fuentes utilizadas en la investigación histórica.

Además, las revistas de historia se han convertido en un semillero para


que muchos jóvenes incursionen en la gestión editorial y en la divulga-
ción del saber histórico, la cual hoy requiere de nuevas formas de comu-
nicación que estén en concordancia con las dinámicas comunicativas
que exige la sociedad actual.

HISTORIA CARIBE, próxima a cumplir 30 años de edición ininte-


rrumpida desde 1995, ha jugado un importante papel en la formación
de historiadores no solamente al interior del Programa de Historia de la
Universidad del Atlántico sino también en programas similares de otras
universidades de la región y el país, lo cual precisamente nos lleva a reivin-
dicar el papel de las revistas de historia como espacios de formación de
historiadores. Labor que implica una responsabilidad mayor dado que
estamos frente a desarrollos digitales como la inteligencia artificial (IA),
la misma que nos obliga a contar con recursos tecnológicos y criterios
éticos para identificar y valorar los artículos que se reciben, algunos de los 13
cuales pueden ser generados por Chat GPT, situación que compromete
su fiabilidad, la misma que en ocasiones resulta difícil de detectar.
Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 13-15


Este es un nuevo reto que afrontamos hoy las revistas de historia nos
exigen mayor gestión editorial, así como más y mejores recursos tecno-
lógicos profesionales para poder seguir cumpliendo con rigor nuestra
labor de divulgación del saber histórico, como el que se publica en el
presente número, en el que reúne seis artículos de diversidad historio-
gráfica, geográfica y temporal los cuales describimos a continuación.

El primer artículo, de la autoría de Robinson Salazar Carreño, lleva por


título Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro (Nuevo Reino de Granada) a
finales del siglo XVIII, en el que su autor aborda, a partir de un expediente
judicial, un caso de filicidio cometido por una esclava contra sus dos hijas
en la villa del Socorro a finales del siglo XVIII, trabajo fundamentado
teóricamente en los investigadores Georg Simmel y de James Scott.

Jaime Andrés Peralta Agudelo desde un enfoque que combina la historia


ambiental y la nueva historia cultural nos presenta el artículo titulado
Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros” La naturaleza y los cunas del Darién
en su “conjura” contra el imperio español, en el cual analiza las iniciativas
de incorporación del Darién al sistema colonial del siglo XVIII, para
lo cual el autor se vale de los esquemas de observación, valoración y
significación sobre el medio natural, así como de los modelos de inter-
vención concomitantes, que desarrollaron los reformadores ilustrados.

La tortuosa ruta hacia la movilidad social: la familia “libre de color” en el Santiago


de Cuba colonial (1803 – 1868), es título del artículo de Sissy Indira Gómez
Calderín, quien se refiere a los mecanismos de reconocimiento social de los
libres de color quienes alcanzaron un notable ascenso económico, resul-
tado de la práctica de oficios urbanos, del trabajo de la tierra, o producto
de lo obtenido del trabajo de sus esclavos, para lo cual se valdrían de vías
de movilidad social como la educación y el “blanqueamiento”.

Por su parte Renzo Ramirez Bacca en coautoría con Elidio Alexander


Londoño-Uriza nos presentan el trabajo titulado Colonización y poblamiento
en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó,
14
para ello analizan el proceso de colonización, poblamiento y producción
de estas localidades antioqueñas, destacando las dinámicas de asenta-
miento y las modalidades de configuración poblacional y económica

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 13-15




de las tres localidades donde se dieron tanto formas de poblamiento


espontáneo como empresarial, ambas respaldadas por la explotación
minera y agropecuaria de la zona.

El artículo Los ascensos militares en Colombia durante la guerra de los mil


días, 1899-1902 de Juan Sebastian Bonilla Ayala estudia el ascenso en
la jerarquía militar de los individuos que participaron en las fuerzas
armadas durante la guerra de los Mil Días (1899-1902), el autor describe
las razones por las cuales los ascensos militares en medio de la guerra
ocurrieron mucho más rápido que en los periodos de paz y como los
militares obtuvieron de manera parcial una serie de compensaciones
que les favorecieron la vida en campaña.

Cierra este número de tema libre el artículo de Porfirio Neri Concesión


y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904, quien realiza
un recorrido histórico, desde la perspectiva socio ambiental, por el proceso a través
del cual el gobierno federal mexicano, a través de la Ley sobre vías gene-
rales de comunicación de 1888 inició a un proceso de centralización
y control del recurso hídrico, lo cual terminó generando un conflicto
social entre los pueblos de Tepotzotlán y el propietario de la hacienda
de Xuchimangas.

Esperamos que nuestros lectores, entre quienes se encuentran estu-


diantes de historia, continúen acompañándonos en este proyecto
editorial. El mismo que en 2025 cumplirá 30 años divulgando el saber
histórico y contribuyendo a la formación de historiadores tan necesarios
en un mundo que requiere más que nunca de la perspectiva histórica
para frenar los afanes presentistas del hoy y el ahora.

15

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 13-15


19-44
ARTÍCULOS

Esclavitud y filicidio
en la villa del Socorro
(Nuevo Reino de Granada)
a finales del siglo XVIII* 1

Robinson Salazar Carreño


Docente de las Unidades Tecnológicas de Santander en el programa de diseño de moda y como
catedrático de la escuela de historia en la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Doctor en
Historia de El Colegio de México, magíster en historia de la Universidad de los Andes e historiador
de la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Correo electrónico: rosalcar@correo.uis.edu.
co. Entre sus temas de interés están la historia de la esclavitud africana en Hispanoamérica y la his-
toria de la moda. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9042-5843

Recibido: 16 de julio de 2023


Aprobado: 20 de febrero de 2024
Modificado: 5 de abril de 2024
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3126

* Este artículo forma parte del proyecto: “Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro (Nuevo Reino 19
de Granada) a finales del siglo XVIII” financiación propia.
Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 19-44


Robinson Salazar Carreño

Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro (Nuevo Reino de Granada) a finales


del siglo XVIII
Resumen
Este trabajo presenta un acercamiento al problema de la dominación y resistencia en
el contexto de la esclavitud a partir de la revisión de un caso de filicidio de una esclava
en sus dos hijas, presentado en la villa del Socorro a finales del siglo XVIII. A la luz de
las posturas teóricas de James Scott, la lectura del expediente judicial indica el enfrenta-
miento entre las estrategias de dominación de los amos y los juegos de resistencia de los
esclavizados como dos expresiones normales en las relaciones sociales de la esclavitud.

Palabras clave: Dominación, resistencia, esclavitud, Villa del Socorro, siglo XVIII.

Slavery and infanticide in the village of Socorro (New Kingdom of Granada)


by the end of the 18th century
Abstract
The present article presents an approach to the problem of domination and resistance in
the context of slavery from the review of a infanticide case where a slave mother killed her
two daughters. This case occurred in the village of Socorro by the end of the 18th Century.
Under the light of the theoretical positions of James Scott, the reading of the judicial file
indicates the confrontation between the domination strategies of the masters and the resis-
tance games of the enslaved, as two normal expressions in the social relations at that time.

Keywords: Domination, resistance, slavery, village of Socorro, 18th Century.

Escravidão e filicídio na vila de Socorro (Novo Reino de Granada) no final


do século XVIII
Resumo
Este trabalho apresenta uma abordagem ao problema da dominação e resistência no
contexto da escravidão a partir da revisão de um caso de filicídio de uma escrava em
suas duas filhas, apresentado na vila de Socorro no final do século XVIII. À luz das
posições teóricas de James Scott, a leitura do arquivo judicial indica o confronto entre as
estratégias de dominação dos mestres e os jogos de resistência dos escravizados como
duas expressões normais nas relações sociais da escravidão.
Palavras chave: Dominação, resistência, escravidão, vila de Socorro, século XVIII.

Esclavage et filicide dans la ville de Socorro (Nouveau Royaume de Grenade)


à la fin du XVIIIe siècle

20
Résumé
Cet ouvrage présente une approche du problème de la domination et de la résistance
dans le contexte de l’esclavage à partir de l’examen d’un cas de filicide dúne esclave chez
ses deux filles, présenté dans la ville de Socorro à la fin du XVIIIe siècle. À la lumière
Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 19-44
Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

des positions théoriques de James Scott, la lecture du dossier judiciaire indique la con-
frontation entre les stregégies de domination des maîtres et les jeux de résistance des
esclaves comme duex expressions normales dans les rapports sociaux d’esclavage.

Most-clés: Domination, résistance, esclavage, villa del Socorro, XVIIIe siècle.

Introducción

El objetivo de este trabajo consiste en reflexionar en torno a las relaciones


de dominación y resistencia entre amos y esclavos a partir de un estudio de
caso sucedido a finales del siglo XVIII en la villa de Socorro (Virreinato del
Nuevo Reino de Granada). El expediente judicial ofrece las pistas de expe-
riencias cambiantes, dinámicas y heterogéneas de sus protagonistas, esto es,
las distintas posibilidades que amos y esclavos tuvieron en sus relaciones
cotidianas entorno de la dicotomía dominación/resistencia. Es vital en este
análisis desentrañar los argumentos utilizados por los protagonistas en sus
testimonios que permiten construir mencionada dicotomía. Así pues, las
preguntas que guían el presente escrito son: ¿Qué recursos utilizaron los
amos para subordinar a sus esclavizados de tal manera que evitaran rebeliones
directas a su autoridad? ¿Qué tipos de resistencias establecieron los esclavos
en sociedades donde la fuga fue casi inexistente como en la zona estudiada?

Para ello, el texto se ha estructurado en tres acápites que muestran desde


las tensiones en el ámbito cotidiano hasta las expresiones más drásticas
de rebeldía como el infanticidio. Se inicia con el análisis de las prácticas de
dominación llevadas a cabo por los amos de la esclava Juana María de la
Cruz, llamados don Josef Javier Gómez Plata y doña Victoria Plata. Luego,
se realiza una reflexión sobre las experiencias de resistencia que la esclava
presentó a sus propietarios para neutralizar la dominación, que derivó en
el infanticidio. El texto finaliza con una aproximación a la manera como el
honor de los amos fue puesto en entredicho por el delito de su esclava, y
cómo don Javier se valió de los mecanismos judiciales para ratificarlo.

El expediente analizado trata del homicidio de dos pequeñas mulatas por


21
su madre esclava, hecho acontecido en la villa del Socorro en el mes de
marzo de 1796. El documento se halla en el Archivo General de la Nación

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 19-44


Robinson Salazar Carreño

(Bogotá-Colombia). El nombre de la esclava filicida era Juana María de la


Cruz, “alta de cuerpo, gorda, color mestizo, ojo blanco”1, quien ahogó a sus
hijas (María Mónica de unos 5 años y María Eulalia “párvula”) en el pozo
de agua ubicado en la propiedad de su dueño. Luego de realizar el delito se
presentó a la justicia ordinaria del Socorro2 aceptando su culpa. Este caso
ha sido someramente mencionado anteriormente por Virginia Gutiérrez y
Roberto Pineda en su obra Miscegenación y Cultura en la Colombia colo-
nial, 1750-1810 y por Roger Pita Pico en el libro Los negros esclavos en
Santander3. Además, no es el único presentado en el territorio neogranadino,
pues por otros estudios se sabe de infanticidios cometidos por esclavos en
Barbacoas, Purificación, Cartagena y en la provincia de Antioquia4.

La justicia local en sus diligencias iniciales, como era habitual en estos


casos, tomó los primeros testimonios que probaron la culpabilidad de
Juana María. La mulata explicó en su declaración que había quitado la vida
a sus hijas por los maltratos de su ama y la condición miserable en que se
hallaban. Por su parte, su amo desmintió los tratos inhumanos y, además
denigró la calidad moral de Juana María. El 25 de mayo de aquel año de
1796 la esclava huyó de la cárcel del divorcio de la villa del Socorro, y
según algunos testigos se ahogó en el río Suárez (también conocido como
río Saravita). Sin embargo, el proceso continuó en su ausencia hasta el
1 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Bogotá-Colombia. Sección colonia, Fondo negros
y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 350r-v.
2 Durante los tres siglos de dominación española en América, las ciudades y villas fueron los asentamientos
urbanos que tuvieron cabildos, los cuales administraban justicia y regían los asuntos del orden político, social y
económico de la población que vivía en su territorio jurisdiccional. Los alcaldes ordinarios, que por lo general
eran dos vecinos principales, actuaban como jueces de primera instancia, es decir, a ellos acudían los habitantes
para entablar demandas civiles y criminales. Ampliar sobre el tema en C. H. Haring, El Imperio Español en
América (México: Alianza Editorial Mexicana, 1990).
3 Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia
colonial, 1750-1810, tomo 2 (Santafé de Bogotá: Uniandes – Colciencias, 1999); Roger Pita Pico,
Los negros esclavos en Santander. Desde la época de conquista hasta las guerras de independencia
(Bucaramanga: División Editorial y de Publicaciones UIS, 2015).
4 Jessica Spicker, “El cuerpo femenino en cautiverio: aborto e infanticidio entre las esclavas de la Nueva
Granada 1750-1810”, en Geografía Humana de Colombia, Tomo VI-Los Afrocolombianos (Bogotá: Insti-
tuto Colombiano de Cultura Hispánica, 1998); Renée Soulodre-La France, “‘Por el amor!’. Child Killing in
Colonial Nueva Granada”, Atlantic Crossings: Women’s Voices, Women’s Stories from the Caribbean and
the Nigerian Hinterland. Dartmouth College, (May 18-20, 2001): 1-11. http://www.yorku.ca/nhp/confe-
rences/dartmouth/Ren%E9e_Soulodre-La%20France.PDF; Martha Herrera Ángel, “En un rincón de ese
imperio en que no se ocultaba el sol: colonialismo, oro y terror en Barbacoas. Siglo XVIII”, Anuario Colom-
22 biano de Historia Social y de la Cultura No. 32 (2005): 31-49; Marcela Echeverri, “Conflicto y hegemonía en
el suroccidente de la Nueva Granada, 1780-1800”, Fronteras de la Historia No. 11 (2006): 355-387. https://
dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7138090; Laura Alejandra Gómez, “Tentativas del “enemigo
malo”. Relaciones ilícitas e infanticidios en la Provincia de Antioquia (Nueva Granada) 1765-1803” (tesis de
grado, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 2015).

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

dictamen de la sentencia: la pena de muerte. En octubre de 1805 el caso


llegó a manos de los jueces de la Real Audiencia de Santafé5, capital del
Virreinato de la Nueva Granada. Por medio del protector de esclavos y
del fiscal se estipuló que el proceso había sido llevado de manera irre-
gular, por lo que se declaró nula la causa, se solicitó a las autoridades del
Socorro volver a iniciar el caso y se multó con 25 pesos a los alcaldes
ordinarios responsables del mismo desde 1796 a 1804.

El escenario del caso estudiado es la villa del Socorro, un próspero centro


urbano en la cordillera oriental andina del Virreinato de la Nueva Granada,
a unos 300 Km al norte de Santafé. Desde su erección como parroquia en
1683, el lugar se constituyó en un sitio estratégico de intercambio comer-
cial, y debido a su dinamismo económico y demográfico ascendió a villa
en 1771, pese a la resistencia del cabildo de la villa de San Gil, de la cual
se separó. La zona basaba su economía en la producción agropecuaria de
propiedades campesinas y pequeñas haciendas, así como en la produc-
ción doméstica y comercialización de tejidos de algodón (lienzos, mantas
y frazadas), las cuales tenían una amplia demanda que abastecía hasta las
provincias de Venezuela y los distritos mineros de Antioquia, Chocó y
Popayán. Además, en 1781, Socorro fue epicentro de los levantamientos
populares contra las medidas fiscales de los Borbones, acontecimiento
conocido como la insurrección de los Comuneros. Para la segunda década
del siglo XIX, la villa tuvo una participación activa en el proceso de inde-
pendencia de Colombia, pues en el lugar no sólo se instauró una junta de
gobierno el 10 de julio de 1810, sino que los vecinos aportaron a la causa
independentista con hombres, mártires y recursos materiales6.

5 Las Reales Audiencias eran los tribunales superiores en América Hispánica que actuaban en grado de
apelación de los casos penales y la mayoría de los civiles de las jurisdicciones inferiores –alcaldes ordinarios,
asesores de las intendencias, corregidores y gobernadores. A su vez, eran cortes que proveían de consejo al
poder ejecutivo del distrito, implementaban la legislación y poseían autoridad durante la ausencia del poder
ejecutivo. Las audiencias estaban integradas por oidores, que eran los jueces civiles y penales, y al mismo
tiempo, se desempeñaban individualmente como jueces de provincia, de bienes de difuntos, comisionados
de los virreyes en casos especiales, entre otras funciones. Ver Viviana Kluger, “¿Todo tiempo pasado fue
mejor? La condición jurídica del esclavo a través de la mirada de los fiscales de la Audiencia de Buenos Aires
(1785-1812)”, Revista Jurídica Universidad Interamericana de Puerto Rico (septiembre-diciembre 2003): 7-8.
http://www.vivianakluger.com.ar/articulos/Todo%20tiempo%20pasado%20fue%20mejor.pdf.
6 Véase Amado Antonio Guerrero Rincón y Armando Martínez Garnica, La provincia de Los Comuneros.
Orígenes de sus poblamientos urbanos (Bucaramanga: Ediciones UIS, 1997), 32-33 y 82-85; Maurice
Philip Brungardt, “Thithe production and patterns of economic change in Central Colombia, 1764-1833”
(tesis de doctorado, Universidad de Texas, 1974), 165-172; Richard J. Stoller, “Liberalism and conflict in 23
Socorro, Colombia, 1830-1870” (tesis de doctorado, Universidad de Duke, 1991), 31-34; Mario Aguilera
Peña, Los comuneros: guerra social y lucha anticolonial (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
1985), 18; Robinson Salazar Carreño, Tierra y mercados. Campesinos, estancieros y hacendados en la
jurisdicción de la villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011), 16, 19-20, 71 y 130.

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Robinson Salazar Carreño

La villa del Socorro era uno de los lugares más populosos del virreinato,
pues según el censo de 1779, tenía 35.137 habitantes de diversas calidades.
Los blancos constituyeron el 50.4% (17.718 habitantes), los libres el 42.5%
(14.944), los esclavos el 5.2% (1.848) y los indios el 1.7% (607). Completó
el padrón 20 eclesiásticos (Tovar, 1994, pp. 375-376). Por lo tanto, era una
sociedad predominantemente blanca y mestiza (libres), que en conjunto
constituían más de nueve décimas partes de la población, mientras los
esclavos eran algo más de una veinteava parte. Estos últimos estaban
dispersos entre campesinos de diversos niveles de riqueza y hacendados,
trabajando en labores rurales y domésticas al lado de las familias de sus
dueños, indígenas y de trabajadores libres (peones y concertados). Los
grandes propietarios de tierras eran quienes poseían más de una decena
de cautivos hasta 31 esclavos; sin embargo, la tendencia general muestra
una concentración de uno a cuatro cautivos por amo7.

Ahora bien, debido a la baja concentración de esclavos (3 de cada 4 amos


tenían de 1 a 4 cautivos) y al alto valor comercial de una pieza de esclavos,
los dueños tuvieron que proveer las condiciones materiales para el soste-
nimiento de cada uno de sus cautivos, asegurar su reproducción y evitar
los maltratos físicos para que su capital no se menoscabara. En otras pala-
bras, los esclavos del Socorro no debieron sufrir las rigurosas y extenuantes
jornadas y los crueles castigos que los cautivos de regiones mineras y de
plantación, por ende, su vida debió ser un poco más flexible y menos traji-
nada. No obstante, si bien se presentó el escenario para las relaciones pater-
nalistas y afectivas entre amos y esclavos, también hubo problemas (muy
serios como se analiza en este texto), que llegaron a las instancias judiciales8.

1. La dominación y sus mecanismos

La dominación tiene como propósito social el control, la sumisión, el


desprecio, el respeto forzado y el castigo. Comprende un ámbito de apro-
piación material, por ejemplo, del trabajo, de los impuestos y/o de los bienes
de producción (productos agropecuarios, manufactureros, etc.). Implica

24 7 Robinson Salazar, Tierra y mercados, 162; Robinson Salazar Carreño, “Familias de esclavos en la
Villa de San Gil (Nuevo Reino de Granada): parentesco, supervivencia e integración social” (tesis de
doctorado, El Colegio de México, 2017), 80-81 y 115.
8 Robinson Salazar, “Familias de esclavos en la Villa de San Gil”, 83-84, 122-123 y 258-261.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

un ambiente de dominación pública por medio de rituales de afirmación


jerárquica, castigos y muestras de cortesía. Involucra un discurso de justi-
ficación ideológica de las desigualdades, como la visión religiosa y política
del mundo de los grupos superiores. En las relaciones cotidianas se revelan
las manifestaciones de subordinación para imponer el orden jerárquico y
aumentar el poder sin tener que recurrir a la fuerza coercitiva. James Scott
indica que hay pequeñas exposiciones y rituales de poder, como cuando un
campesino se quita el sombrero al paso del latifundista o del funcionario
estatal, la posición de un asiento en una comida o el propinar azotes a un
esclavo en presencia de los demás como muestra de escarmiento9.

Las manifestaciones de desprecio son una manera de exhibir la jerarquía


que se quiere salvaguardar en las relaciones entre superiores y dominados.
En el caso de Juana María, lo expresó de la siguiente manera: “[…] que a
su hija la mayor de las ahogadas que andaba en seis o cinco años la tenía
aborrecida su señora, y que cuando mandaba ésta a llamar a su señora con
la dicha su hija para que viniera a comer a la cocina la echaba a pellizcos y a
palos, y que cuando ésta le iba a llevar otras ocasiones la comida adentro a
su señora le tiraba con el plato a la cara […]”10. Asimismo, los señores mani-
festaban su superioridad por medio de amenazas, puesto que les ahorraba
el uso de la coacción física11. Sobre este aspecto, mencionada esclava dijo
que su ama “[…] a la hora que tenía cólera con la confesante decía que sus
hijas la habían de pagar a causa de no poderle pegar a la confesante, porque
ésta cuando su señora le quería castigar le andaba huyendo […] y que cada
instante estaba maldiciendo su señora a ésta y a sus dos hijas”12. Cabe llamar
la atención que no se puede descartar que una de las causas del ambiente
tenso entre la señora y sus esclavas hubiera sido generadas por celos, o que
las hijas de Juana María fueran producto de las infidelidades de don Javier13.

Las afirmaciones de dominación se aproximan a lo que quieren los


superiores que vean los subordinados, con el fin ocultar todo aquello

9 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia. Discursos ocultos (México: Ediciones Era,
2000), 72-75.
10 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 326v-237r.
11 Marcela Echeverri, “Conflicto y hegemonía en el suroccidente de la Nueva Granada”: 362. 25
12 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 326v.
13 Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia
colonial, 164.

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que puede eclipsar su grandeza y autoridad14. Un amo no podía mostrar


debilidad en las relaciones con sus esclavizados, menos cuando había
algunos que tenían actitudes de resistencia. El desprecio y la amenaza
eran dos de los mecanismos para ocultar una posible incapacidad de
exigir la sumisión total de los sometidos. Los superiores trataban de
reducir al máximo todo aquello que opacara su autoridad, y cuando
requería del uso de la fuerza, los castigos eran muestras ejemplarizantes
de poder para el conjunto de los sometidos.

Es interesante resaltar otras dos estrategias de dominación llevadas a


cabo por Gómez Plata y su esposa con las cautivas. La primera de ellas
era la negligencia en la asistencia de ropa. Cuando la esclava testificó
ante el alcalde, mencionó la pobreza de su vestuario:

“[…] que en seis o siete años que les ha servido, no le han dado más naguas
que es las que tiene puestas actual y que para vestirse tenía que trabajar los
días de fiesta, pues que hubo año que sólo le dieron una camisa, y para
lavarla tenía que quedarse desnuda, y que siempre fue muy poco lo que le
dieron para que se vistiera, pues para salir a misa o a confesarse cada año
tenía la confesante que buscar quien le prestara con qué poder salir […]”15.

Por otra parte, los azotes propinados a los esclavos era una forma de
contener su espíritu insumiso. El poder del látigo buscaba generar miedo
no sólo entre quienes recibían los golpes, sino en aquellos que los presen-
ciaban. Un episodio de ese estilo representaba, por un lado, las manifes-
taciones de autoridad de un amo que, personalmente o por medio de
un capataz, mostraba su poder de dominación física. Por el otro, era un
acto intimidatorio con escenas de dolor que debían impactar al grupo de
cautivos que observaban, y más si los lazos afectivos eran tan estrechos
con el castigado16. En más de una ocasión, Juana María fue castigada con
cuatro o cinco azotes por su amo, quien la colgaba. Las niñas recibían
pellizcos, punta pies y “palos” por parte de doña Victoria, hechos obser-
vados con impotencia por una madre que nada podía hacer17.

26 14 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 76-77.


15 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 327r-328v.
16 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 143.
17 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 323r, 326v-327r.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

Una de las funciones del discurso público de dominación es el uso de eufe-


mismos para embellecer aspectos del poder que no se pueden negar. Se
emplean para borrar algo que se considera negativo o se puede convertir en
un problema si se declara explícitamente. El poder de llamar un aspecto de la
dominación de una manera benigna implica el poder de hacer lo contrario18.
Por ejemplo, don Josef al querer defenderse de los cargos hechos por su
esclava, buscó que las declaraciones de los testigos demostraran que él y su
esposa eran cristianos de buena conducta, costumbres ejemplares y amos
benignos19. En las madrugadas se reunían las cautivas y sus dueños a rezar el
rosario, y los domingos se le permitía a Juana María asistir a misa. Además,
como lo testificó Asencio Josef Mejía: “[…] los ha conocido por buenos
cristianos que no les ha notado acción de mal ejemplo, ni lo ha oído decir,
y que son de buena vida y costumbres, y que les ha visto cumplir con los
divinos preceptos, sin hacer daño a nadie”20.

Además de mostrarlos como amos de corazón blando y temerosos de Dios,


los testigos desmintieron la versión de la esclavizada sobre la precariedad de
su vestuario, puesto que: “[…] el que lo presenta la tenía y a sus hijas con
una regular decencia conforme a su estado […] que la mulata siempre que
iba a lavar llevaba su ropa de mudarse para lavar la que tenía puesta sucia y
que para dentro de casa tenía dos pares de naguas de lienzo teñidas con añil,
y que para salir al lugar tenía su ropa regular”21. En abril de 1797, Gómez
envió un escrito al alcalde ordinario que contenía el cuestionario para los
testigos que iba a presentar, y en el encabezamiento del mismo se refirió a
su esclava como sigue: “[…] que todo cuanto expone esta rea en su confe-
sión contra la blandura, suavidad y mansedumbre de mi mujer, y contra mi
buena conducta, es manifiesta impostura procedida de la profunda malicia
y conciencia reprobada en que está sepultada esta filicida”22.

Según Scott la apariencia de unanimidad y cohesión entre los grupos


dominantes es otra función de su discurso. Los superiores deben
manifestar su unidad o evitar al máximo una imagen pública de

18 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 81.


19 Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia
colonial, 164-165. 27
20 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 338v.
21 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 341v-342r.
22 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 333r-v.

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desarticulación, conflicto y desacuerdos23. Los espacios y prácticas


que muestran la integración se observan, por ejemplo, en las alianzas
matrimoniales, las redes sociales, el vestuario, los modales, los cargos
públicos, el dialecto, las prácticas religiosas y los patrones de consumo.
La cohesión de los vecinos acaudalados del Socorro se mostró en el
respaldo que recibieron don Josef Javier y doña Victoria de las autori-
dades civiles y de los testigos cuando su esclava trató de implicarlos en
el filicidio. El grupo de declarantes presentados por Gómez indica las
posibles redes sociales basadas en la amistad, la solidaridad y la ayuda
mutua. Entre ellos estaban don Tomás Martínez, Manuel de Ojeda -el
anterior amo de Juana María- y el cirujano don Josef Miguel de la Zerda.
Los individuos que testificaron no eran esclavos, sino personajes de
raíces hispánicas que afirmaron la buena conducta y el infalible cristia-
nismo de los propietarios. Ninguno de los declarantes puso en duda el
trato adecuado a la condición merecida por Juana María y sus dos hijas,
que cuando era necesario se debían aplicar los métodos disciplinarios.

El uso de un lenguaje unificado que expresaba la culpabilidad de Juana


María se evidenció a lo largo de la causa criminal. Jueces y testigos rodearon
al dueño para limpiar su honor y desmentir una posible culpa en el doble
homicidio. Uno de los testigos más importantes del proceso, el cirujano
don Josef Miguel, fue directo en su declaración al decir que en una ocasión
fue llamado a la casa de campo de Gómez a examinar a la esclavita Mónica,
puesto “[…] que es cierto que la mulata Juana María castigaba mucho a sus
hijas, y que es cierto que un día castigó mucho a su hija mayor hasta tron-
carle la pierna […]”24. Sobre este asunto, testificó Juan Josef Moreno: “[…]
que el día que le dislocó la pierna a la mulatica dicha sino hubiera sido por
la defensa que hizo la mujer del que lo presenta la hubiera matado […]”25.

El 11 de marzo del mismo año, el alcalde don Salvador Plata, rico comer-
ciante y hacendado, se había referido al delito como “las muertes alevosas
que ejercitó en sus hijas”26; mientras que en enero de 1802 el promotor
fiscal, Francisco Tristancho, dijo que, “[…] más sin ejemplar nunca visto

28 23 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 81-82.


24 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 345v.
25 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 341r.
26 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 328v-329r.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

que su propia madre sirviéndose de verdugo para quitar a las que a costa
de derramar su sangre había dado la vida natural. Por tanto a esta maldita
madre se le castigará su execrable delito con la pena ordinaria de muerte
para que sirva de escarmiento y satisfacción a la vindicta pública”27.

El pleito fue llevado de tal manera que se buscó liberar a los amos de
cualquier influencia en el delito cometido por su esclava, inculpándola
totalmente y condenándola a pena de muerte. Desde el reconocimiento
de los cadáveres se buscó salvaguardar a Gómez y a su esposa, dado
que la justicia local confió al referido y a dos de sus colaboradores el
examen de los cuerpos, “[…] habiéndoles desnudado no le hallaron
señal ni maltratamiento alguno pues la mulatica mayor solo estaba aún
todavía arrojando agua […]”28. Las pruebas recogidas, los testimonios
y la imposibilidad de la presentación de testigos por parte de la acusada
indican los mecanismos empleados por un grupo social que tenía como
objetivo eliminar cualquier posibilidad de culpa de los amos. La obliga-
ción de los jueces ordinarios del Socorro de ser imparciales e impartir
justicia como lo ordenaba la ley fue opacada por el compromiso con los
dueños. En este caso se ve que los favores y las amistades inclinaron la
balanza a favor de los señores, pues salió a flote la identificación como
grupo en una sociedad donde se discriminaban a los rangos sociales
inferiores, especialmente a los esclavos. Además, los alcaldes conocían
los inconvenientes que podían ocasionar la pérdida de un esclavo29.

2. Los artilugios de la resistencia

Como se ha podido esbozar, la interacción de amos como don Josef y doña


Victoria con sus esclavos se basaba en la obediencia, el control, las obliga-
ciones, los malos tratos y las relaciones forzadas de deferencia. Sin embargo,
la sumisión producía resistencia como forma de neutralizar, reaccionar y
negar la dominación. Algunas formas de resistencia se constituyeron en
claras y peligrosas muestras de rebeldía como atacar a los amos y los mayor-
domos, o huir al “monte” en grupos o individualmente, como sucedió en

29
27 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 356r-v.
28 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 321v-322r.
29 Viviana Kluger, “¿Todo tiempo pasado fue mejor?”: 11.

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el valle de Chota-Mira en la Audiencia de Quito30. No obstante, algunos


cautivos prefirieron evitar cualquier manifestación directa de insubordina-
ción, dado que los castigos que recibirían podían ser drásticos. Optaban
por formas de resistencia que evadieran las confrontaciones abiertas con
las estructuras de la autoridad. En otras palabras, ocultaban o disfrazaban
las resistencias31. Como la vigilancia de los señores no era total, quedaban
grietas en las cuales los cautivos podían forjar espacios de autonomía y
decidir cuándo rebelarse directa o indirectamente contra la autoridad que
los oprimía. Si no podían declinar a su condición por medio de la libertad
(compra de la manumisión o la fuga) escogían otros mecanismos para
responder a la dominación. Ahora bien, ¿qué tipos de resistencia individual
lograron establecer esclavos como Juana María de la Cruz?

James Scott habla que los dominados se reúnen con sus semejantes en
espacios sociales que les permiten alejarse del control para refugiarse de
las humillaciones de la dominación. Son lugares donde pueden hablar con
mayor libertad, por lo tanto, deben ser apartados y oscuros para hacer
reuniones secretas, o que permitan camuflarse como el mercado, la taberna
y el carnaval32. Allí, pueden compartir las experiencias y frustraciones sin
que los alcance el control, lo que implica socialización y solidaridad entre
los subordinados. Son espacios sociales en donde los dominados articulan
la agresión y la hostilidad que no pueden expresar públicamente y crean
discursos de dignidad, justicia y negación a la dominación33.

En la esclavitud hay que diferenciar entre los esclavos dedicados a las


labores domésticas y los que trabajaban en la agricultura, la minería, el
comercio y la producción artesanal, puesto que esos espacios implicaban
diferentes grados de autonomía. Otro elemento a considerar es el nivel de
riqueza del amo que le permitía adquirir determinado número de piezas
de esclavos. Sumar estos factores en diferentes circunstancias puede dar
como resultado, esclavizados que se podían deslizar en los límites del
discurso de dominación. Para el caso de Juana María, el espacio vital

30 María Eugenia Chaves, “Esclavizados, cimarrones y bandidos. Historias de resistencia en el valle del
Chota-Mira, en el contexto de la revolución de los marqueses quiteños: 1770-1820”, en Indios, negros
30
y mestizos en la independencia, editado por Heraclio Bonilla (Bogotá: Editorial Planeta, 2010), 135.
31 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 113 y 140.
32 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 144 y 151-152.
33 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 144 y 148-149.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

donde se desenvolvía diariamente era la casa de su dueño, localizada en


la propiedad rural del sitio de Majavita, donde se dedicaba a las tareas
domésticas34. El expediente no menciona la existencia de otros esclavos
en la casa de campo con los que la mulata pudiera hablar de las humilla-
ciones y de los maltratos que recibía, lo que no quiere decir que estuviera
aislada de otros cautivos. En alguna ocasión Juana María debió tener rela-
ciones de amistad, amorosas y de compadrazgo con gente de su condi-
ción35, como, por ejemplo, en las salidas hacia la villa para asistir a misa
y al mercado36 seguramente tuvo trato con otros esclavizados, hasta en
los caminos y en la quebrada donde lavaba ropa37 debió encontrarse con
cautivas que servían en las casas de otros amos. Esos espacios fuera del
alcance del ojo observador del dueño eran aprovechados por la esclava
para descargar sentimientos de dolor y cólera en algún pariente, el amante,
en los compadres, en las comadres o en los amigos. Aquí se estrechaban
los lazos de solidaridad entre quienes compartían un ambiente cargado de
tensión, construyéndose la resistencia o el discurso oculto.

Con paciencia los esclavos esperaban el momento de resarcirse, aunque


la venganza no fuera directamente contra la integridad física del amo,
sino contra los elementos en que sustentaba su dominio, riqueza y pres-
tigio38. Como no era frecuente agredir físicamente al propietario, los
cautivos optaban estratégicamente por alterar el orden de la domina-
ción con pequeños detalles como trabajar lentamente, dañar las herra-
mientas de labor, realizar mal las cosas, hacerse pasar por enfermos o
mantener ritos africanos enmascarados en la religión cristiana39.

Los mecanismos de reacción que se escapaban a la dominación por


los disfraces en que se ocultaban constituían el desarrollo de códigos

34 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 327r.
35 El compadrazgo significaba establecer lazos de amistad, de solidaridad y ayuda entre compadres, así como
una acción tutelar de los padrinos: “Ese parentesco espiritual era más fuerte cuando se estaba en esclavitud,
pues a no ser apoyo afectivo y consejos para la vida ¿qué otra cosa podía ofrecerle un esclavo a su ahijado
también esclavo?”. Véase Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, Esclavitud, familia y
parroquia en Cuba: Otra mirada desde la microhistoria (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2006), 59.
36 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 327r-v y 339v.
37 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 341v.
38 Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia 31
colonial, 155, 158 y 162.
39 Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México. Estudio Etnohistórico (México: Fondo de
Cultura Económica, 1972), 186.

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lingüísticos, gestos, señales y métodos para sabotear la subordinación40.


Esta era una resistencia en clave entendida por los cautivos, lo que la hacía
casi impenetrable para los extraños. En pocas ocasiones los sectores domi-
nantes describieron aquellos dispositivos de resistencia, y sólo cuando su
autoridad se veía amenazada fue posible su registro para la posteridad.
Juana María ponía en juego un conjunto de estrategias como válvulas de
escape a la esclavitud sin que su resistencia implicara una afrenta directa al
dominio de sus dueños. En primera instancia, huir del castigo era resistir
al escarmiento que recaería en el cuerpo del subordinado41: “[…] porque
ésta cuando su señora le quería castigar le andaba huyendo […]”42.

Otra de las estrategias estaba relacionada con el tono de la voz en las


respuestas a las órdenes o en las formas de deferencia hacia los superiores.
Scott revela que el refunfuño transmitido crípticamente por medio de
un gemido, un suspiro, un quejido, una risa contenida, un silencio opor-
tuno, un guiño, una mirada fija o una murmuración entre los dientes
puede indicar descontento sin correr el riesgo de la represalia43. Juana
María fue un poco más lejos del disfraz del discurso oculto, su alcance
abrió grietas en las murallas que contenían sus anhelos de autonomía.
Poco a poco fue conquistando espacios de resistencia negados a los de
su condición. Por ejemplo, Juan Josef Moreno declaró que la mencio-
nada mulata “[…] era respondona, cuando su señora le mandaba alguna
cosa”44. Responder a las exigencias del dominador era más grave que
desobedecer en la práctica, implicaba empezar a negarse abiertamente a
obedecer, aunque Juana María al final terminara acatando los mandatos.

La confrontación entre los amos y su esclava llegó hasta tal punto que la
subordinada ganó cierto poder en el lugar donde se administraba y mane-
jaba los alimentos. Cuando el testigo Asencio Josef Mejía fue presentado
para rendir testimonio a favor de don Josef Javier, señaló la altivez y la
soberbia de la cautiva, y que en la casa todo lo de la despensa y la cocina

40 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 157.


41 Georg Simmel, Sobre la individualidad y las formas sociales (Buenos Aires: Universidad Nacional de
32 Quilmes), 2002, 165.
42 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 326v.
43 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 170 y 186-187.
44 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 341r.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

estaban a disposición de ella45. Don Josef Miguel de la Zerda mencionó que


la susodicha “[…] era dueña de todo” y “que gobernaba la casa del que lo
presenta”46. Hasta aquí la dominada había ganado poder con respecto de sus
amos y su resistencia clandestina había puesto en entre dicho la autoridad
y la capacidad para apropiarse de su cuerpo y mente. Estos actos de indis-
ciplina eran tolerados por don Josef Javier y doña Victoria mientras no se
manifestarán públicamente, pues todavía no rompían con su dominación.

Una resistencia más directa que las anteriores es la que implica una
amenaza contenida en la relación de dominación, constituye un reto
y una declaración de guerra. El rechazo abierto más impactante para
dominados, dominadores y espectadores se produce con la declaración
pública del discurso oculto. Es el momento de la reivindicación personal
que trae consigo un sentimiento de satisfacción y orgullo de la primera
declaración frontal de insubordinación47. Todo indica que gradualmente
la esclava fue desenmascarando las estrategias para replicar a la domi-
nación, puesto que logró articular sus humillaciones con la agresividad
interior que se manifestó en un “aventón” que arrojó a su señora contra
una puerta, tal como lo testificó Antonio Gordillo48.

El maltrato físico y verbal recibido diariamente por Juana María y sus


hijas la condujo a un acto que no tiene una explicación racional, pero
que transformó por completo sus vidas: el hecho de arrancar defini-
tivamente a las mulaticas de la dominación de los amos por medio de
la muerte49. La esclava decidió que “[…] por no ver padecer más a sus
hijas, fue que les dio muerte”50. Este hecho se produjo en una situación
de dominación que llevó a la extrema locura a Juana María, aconte-
cimiento condenado por las autoridades del Socorro. La historiadora
italiana Irene Fattacciu muestra que algunas esclavas en las colonias
sureñas de los Estados Unidos optaron por el infanticidio como forma

45 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 339r.
46 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 346r.
47 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 240-241 y 244-246.
48 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 343v.
49 Evelyne Lauren-Perrault, “Esclavizadas, cimarronaje y la ley en Venezuela, 1770-1809”, en Demando
mi libertad: mujeres negras y sus estrategias de resistencia en la Nueva Granada, Venezuela y Cuba, 33
1700-1800, editoras académicas Aurora Vergara Figueroa y Carmen Luz Cosme Puntiel (Cali:
Universidad Icesi, 2018), 98.
50 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 327r.

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Robinson Salazar Carreño

innegable y desesperada de rebelión, como gesto contra la maternidad


negada en el sistema esclavista51. En el caso de la esclava Felipa acon-
tecido en 1768 en la ciudad de Purificación (Virreinato de la Nueva
Granada) estudiado por Soulodre-La France, la cautiva dio muerte a su
hija de 5 años. Por el testimonio de un vecino se sabe que su acto fue
“por amor”, es decir, porque su amo iba a separarlas, lo que indica que
la desarticulación del vínculo madre-hija fue motivo de infanticidio52.
Por otro lado, Spicker indica que otra causa de este acto en madres
esclavas se debió como respuesta a las represalias de sus amas cuando
el recién nacido había sido producto de los abusos sexuales sus amos.
También se dieron casos de filicidios en contextos de abusos sexuales
incestuosos con los progenitores y había el temor a las sanciones
sociales53. En el estudio de Herrera, se presentaron seis infanticidios
en una mina en Barbacoas entre 1788 y 1789, en la costa del Pacífico
en el Virreinato de la Nueva Granada. La explicación de los delitos se
debió a las condiciones de maltrato y hambre que padecían, por lo que
los cautivos que cometieron las muertes dijeron que preferían morir a
manos de las autoridades que continuar soportando la esclavitud, esto
como una forma de autodestrucción54.

El 16 de abril de 1796, cuando el alcalde ordinario, Francisco Ambrosio


Nieto de Paz, preguntó a la filicida el motivo que tuvo para dar muerte
a sus hijas, la mulata expresó:

“[…] que su señora doña María Victoria Plata esposa de su referido


amo, las maltrataba mucho con rejo y con palo, siendo la mayor de
cinco o seis años y que aunque les decía a sus amos que no les quería
servir que le buscasen otro para ella y sus hijas le respondieron que en
cuanto les diera el monto de plata que les había costado saldría de su
casa; es que este requerimiento les hizo más de cuatro ocasiones, y que
la confesante igualmente la castigaban, y que en una de ellas fue colgada
y que su amo le dio unos cuatro o cinco azotes”55.

51 Irene Fattacciu, “Il corpo della madre schiava, i corpi dei figli. Forme di resistenza alla schiavitù nell’America del XIX secolo”,
Storia delle donne, No. 5 (2009): 177. http://www.fupress.net/index.php/sdd/article/view/8445/7923.
34 52 Renée Soulodre-La France, “‘Por el amor!’. Child Killing in Colonial Nueva Granada”: 5.
53 Jessica Spicker, “El cuerpo femenino en cautiverio”.
54 Martha Herrera Ángel, “En un rincón de ese imperio en que no se ocultaba el sol”: 40-41.
55 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 326r-v.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

El dolor que en Juana María pudo causar el homicidio de los propios


vástagos tuvo como consecuencia enajenar a sus dueños de dos esclavas
muy jóvenes disputándoles el poder que tenían sobre ellas, objetos valiosos
para el futuro servicio de la casa y el mantenimiento de la posición social56.
La muerte de María Mónica y María Eulalia se constituyó en un rechazo o
desafío a la dominación, fue un golpe bajo no a la esclavitud como institu-
ción, sino a la dominación en particular, es decir, la decisión estuvo moti-
vada para evitar los efectos que a futuro tendría la esclavitud en las dos
hijas57. En palabras de James Scott, “[…] a los regímenes más represivos les
corresponde la mayor responsabilidad en las expresiones más violentas de
cólera provenientes de las capas bajas, aunque no sea sino por el hecho de
que esos regímenes han logrado eliminar cualquier forma de expresión”58.

Por otra parte, cabe resaltar que la infanticida no ocultó los cadáveres de sus
víctimas enterrándolos, sino que los expuso a la vista de sus amos al dejarlos
encima de una cerca en el trayecto de la vivienda al pozo de agua59. La inten-
ción de la mulata fue hacer público el acto frontal de resistencia, causando
un fuerte impacto en la dominación que sobre ella ejercían sus dueños.
Juana María no ocultó los elementos que la delataban, siempre quiso hacer
manifiesto un delito que demostraba la agresividad compactada en su inte-
rior desde tiempo atrás y que explotó transgrediendo el sometimiento en
que se encontraba, llevando sus actos hasta el punto más extremo.

Así mismo, en este caso se observa cómo la esclava apeló a la mediación de


la justicia real en la búsqueda de una intervención investida con autoridad
para defenderse de la punición de su amo, pues sabía que los jueces la podían
amparar bajo la sombra real. Las relaciones de dominación implicaban la
mediación de un tercer elemento en la diada que confrontaba a los amos y
a la esclava, cuya función era la de interceder e impartir justicia. En el siglo
XVIII se hizo cada vez más recurrente que los esclavos tuvieran un claro

56 Renée Soulodre-La France, “‘Por el amor!’. Child Killing in Colonial Nueva Granada”: 5; Jessica
Spicker, “El cuerpo femenino en cautiverio”; Irene Fattacciu, “Il corpo della madre schiava, i corpi
dei figli”: 179; Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la
Colombia colonial, 158 y 162.
57 Renée Soulodre-La France, “‘Por el amor!’. Child Killing in Colonial Nueva Granada”: 2; Irene
Fattacciu, “Il corpo della madre schiava, i corpi dei figli”: 175; Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto 35
Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial, 158.
58 James Scott, Los dominados y el arte de la Resistencia, 255.
59 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 320r.

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Robinson Salazar Carreño

conocimiento de sus derechos básicos adquiridos (cuidado y alimentación)


y de queja ante las autoridades para buscar el amparo real60. Al respecto,
Simmel menciona que la autoridad está implícita en las relaciones de domina-
ción, lo cual no excluye la posibilidad de la libertad del sometido. La esencia
de quien ejerce autoridad consiste en que decide con seguridad y poder de
obligatorio cumplimiento, bien sea por su personalidad que inspira confianza
y valor hasta el punto que sus opiniones tienen carácter de instancia objetiva,
o porque la autoridad que reposa en sí ha sido conferida desde arriba61.

Los esclavos conocían que más allá del poder y control de sus amos, había
una estructura judicial y un conjunto de oficiales en los ayuntamientos de
ciudades y villas que representaban e impartían justicia a nombre del rey,
como los alcaldes ordinarios, los protectores de pobres y los protectores de
esclavos. Así pues, acudían a las instancias que la Corona ofrecía como medio
para resolver las tensiones con sus amos y defender sus supuestos derechos
adquiridos desde hacía años, respetados por “costumbre”. Más aún, algunos
esclavos conocían el sistema jurídico hispánico y lo usaron a su favor62. El
hecho de no exponer el cuerpo al látigo de la dominación era una forma
de resistencia, por ende, en cierta medida Juana María debió conocer sobre
la protección jurídica ofrecida por los tribunales, y gracias a sus habilidades
logró algún grado de amparo63. Algunos cautivos cometieron delitos como
el homicidio (incluyendo el infanticidio) como mecanismo para escapar de
la sevicia, del aislamiento y buscar que la justicia real los escuchara sobre su
precaria situación y evitara hechos más graves64. Más aún, como se puede
observar por otros estudios, preferían ir a la cárcel o ser ajusticiados como
medida que detuviera sus padecimientos al lado de sus amos65.

60 María Eugenia Chaves, María Chiquinquirá Díaz: una esclava del siglo XVIII. Acerca de las identi-
dades de amo y esclavo en el puerto colonial de Guayaquil (Guayaquil: Archivo Histórico del Guayas,
1998), 53; María Eugenia Chaves, “Esclavizados, cimarrones y bandidos”: 133-134 y 146.
61 Georg Simmel, Sobre la individualidad y las formas sociales, 166-167.
62 Sobre las vías de difusión de saberes jurídicos a los sectores esclavos, consultar Carolina González,
“El abogado y procurador de pobres: la representación de esclavos y esclavas a fines de la Colonia
y principios de la República”, Sudhistoria: Revista digital en estudios desde el sur No. 5 (julio-di-
ciembre 2012): 81-98. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4095518
63 Carolina González, “El abogado y procurador de pobres”: pp. 86-97; Jessica Spicker, “El cuerpo
femenino en cautiverio”; Úrsula Camba Ludlow, Imaginarios ambiguos, realidades contradictorias:
conductas y representaciones de los negros y mulatos novohispanos. Siglos XVI y XVII (México: El
36 Colegio de México, 2008), 83, 87 y 81-92.
64 Marcela Echeverri, “Conflicto y hegemonía en el suroccidente de la Nueva Granada”: 364-365.
65 Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia
colonial, 160.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

El caso pasó a la Real Audiencia de Santafé como instancia superior de la


administración de justicia en los reinos hispánicos en América. El fiscal
y el protector de esclavos encontraron inconsistencias en la forma como
se llevó el juzgamiento de Juana María, pues señalaron la proclividad de
los jueces locales a burlar el curso del proceso. Por lo tanto, “[…] los que
han sido alcaldes desde el año de mil setecientos noventa y seis, hasta el de
ochocientos cuatro excluyendo el que lo fue en el de ochocientos uno, se
les condena en veinte y cinco pesos de multa a cada uno como también
al que se nombró de fiscal, y al escribano, y líbrese orden al corregidor
de la provincia para la exacción y remisión de las multas”66. Precisamente,
durante las últimas décadas del siglo XVIII se hizo evidente una actitud
favorable de algunos jueces y abogados de las Audiencias hacia los reclamos
de los esclavos, lo cual se reflejó en una mayor capacidad legal del cautivo
promovida por el reformismo borbónico para obtener sentencias a su favor
en la mejora de sus condiciones de vida o su libertad67.

3. El honor cuestionado y atacado

Del caso estudiado se desprende una estrategia más de resistencia por parte
de Juana María y, por el peso del factor en cuestión merece una reflexión
aparte. Se trató del debilitamiento del honor del amo al ser involucrado en el
doble filicidio, en el sentido de que Gómez sintió que su valoración pública y
reconocimiento social eran atacados por la cautiva68. Esto implicaba que debía
darse a la tarea de “purificar el honor mío y de mi esposa doña María Victoria
Plata”69. Se entiende por honor, aquel atributo especial que tenía un amplio
uso no restringido únicamente a los sectores privilegiados de la sociedad de
origen hispánico, aunque los esclavos carecían de esta particularidad por no
tener lugar político en la república, carecer de la capacidad de vergüenza y no
gozar de “bueno nombre”70. Para el siglo XVIII, en las confrontaciones del
66 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 376v-377r.
67 David L. Chandler, “Family bonds and the bondsman: The Slave Family in Colonial Colombia”, Latin American
Research Review, Vol. XVI No. 2 (1981): 119 y 121; María Eugenia Chaves, María Chiquinquirá Díaz:
una esclava del siglo XVIII, 74-75, 107 y 117.
68 Renée Soulodre-La France, “‘Por el amor!’. Child Killing in Colonial Nueva Granada”, 3; Laura Alejandra
Buenaventura Gómez, “Tentativas del “enemigo malo”. Relaciones ilícitas e infanticidios en la
Provincia de Antioquia (Nueva Granada) 1765-1803” (tesis de grado, Universidad Colegio Mayor
de Nuestra Señora del Rosario, 2015), 59-60 y 63; Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda 37
Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial, 164-165.
69 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 333r.
70 María Eugenia Chaves, María Chiquinquirá Díaz: una esclava del siglo XVIII, 108-110.

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honor en Hispanoamérica entraron en juego los sectores populares de los


más diversos orígenes y calidades. La idea de honor abarcaba heterogéneas
acepciones sobre la estimación colectiva que se tenía de alguien. Por una
parte, aquella asociada con la estima social, la dignidad, la fama, la recompensa
y el buen nombre, inicialmente relacionada a las personas encumbradas de
la sociedad, pero luego extendida a las demás capas sociales. Por otra, el
honor también se vinculaba con los códigos de conducta y la moral sexual,
así como a la reputación ligada con comportamientos como la honradez, la
rectitud de proceder y el alejamiento de los vicios. Además, con la riqueza,
la heredad, el patrimonio, aspectos no menos importantes en los juegos del
honor. Finalmente, con el origen y el nacimiento, con un pasado conocido y
sin la mácula de la mezcla con algún elemento pagano71.

En un escrito enviado al alcalde ordinario en abril de 1797, don Josef


Javier mostró su preocupación, puesto que no solo se veía implicado en
el escandaloso delito de su esclava, sino que le debilitaba su buen nombre,
cuestionaba su comportamiento y la rectitud con la que llevaba su exis-
tencia. Alegó que reprobaba “la malicia” de la cautiva y refutaba cualquier
tipo de acusación citando a varias personas que lo conocían y podían dar
fe del tipo de gente que eran él y su esposa. Por lo tanto, se tomó a la tarea
a convocar el testimonio de algunos vecinos para limpiar su honor. Como
lo ha planteado Undurraga, la reputación y la fama que constituía el honor
de una persona del siglo XVIII debieron ser ratificadas por otros, pues no
era suficiente con la estima que alguien se tenía de sí mismo72.

Así pues, Gómez Plata usó los mecanismos que le ofrecía el sistema judicial
al convocar a unos testigos y formularles unas preguntas que reivindicaban su
estima pública. Al respecto, la segunda pregunta decía: “Digan de nuestra vida
y costumbres si hemos procedido y procedemos como buenos cristianos,
guardando los preceptos divinos y humanos, sin dar escándalo, ni hacer mal a
nadie de palabra ni de obra”73. Se puede observar que el énfasis de don Javier

71 María Alba Pastor, Crisis y recomposición social. Nueva España en el tránsito del siglo XVI al XVII
(México: Fondo de Cultura Económica, 1999), 221; Verónica Undurraga Schüler, Los rostros del
38 honor. Normas culturales y estrategias de promoción social en Chile colonial, siglo XVIII (Santiago:
Dirección de Biblioteca, Archivos y Museos, 2012), 200-211.
72 Verónica Undurraga, Los rostros del honor, 211.
73 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 334r-v.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

estuvo en su conducta intachable en términos religiosos y laicos, por lo que


su vida era tranquila al seguir al pie de la letra el modelo de vida cristiana que
predicaba la Iglesia. Gómez no dejaba duda de que jamás se había envuelto
en algún tipo de alboroto o altercado con algún vecino, ni que había alte-
rado la paz del vecindario. Los diversos testimonios presentaron la arreglada
conducta de don Javier y su mujer, pues Asensio Josef Mejía explicitó que
“los ha conocido por buenos cristianos que no les ha notado acción de mal
ejemplo, ni lo ha oído decir, y que son de buena vida y costumbres, y que les
ha visto cumplir con los divinos preceptos, sin hacer daño a nadie”74.

Asimismo, Gómez mostró que su honor se sustentaba en la contención de


la violencia75, contrario a las acusaciones de su esclava, quien había argu-
mentado que haberles quitado la vida a sus propias hijas había sido una
decisión para salvarlas de una existencia infeliz llena de maltratos y humi-
llaciones al lado de sus amos. De esta manera, don Josef Javier planteó la
siguiente pregunta: “Digan si saben seamos gente mal humorada y terrible,
prontos a la ira, feroces, implacables o de índole tiránica y falta de caridad o
por el contrario les consta por lo que saben lo han oído y es común sentir
que somos (por la bendita gracia de Dios) gente noble, educada en el santo
temor de Dios, exenta de toda sospecha de impiedad”76. Gómez buscaba
demostrar que no se le podía catalogar de violento, inhumano ni cruel en
ningún ámbito de la vida social, ni con sus cautivas. Tampoco se le podía
tildar de una persona de mal carácter ni colérica que cometiera algún tipo
de improperios. De esta manera, don Josef Javier solicitó el testimonio de
Antonio Gordillo, quien dijo que “que no sabe ni ha oído decir sean genio
airado, ni demás que consta en la pregunta, que antes por el contrario le
consta son piadosos, gente noble y temerosos de Dios”77.

Finalmente, la quinta pregunta buscaba reiterar los valores cristianos


vivenciados por don Josef Javier y doña Victoria, pues su comportamiento
no dejaba dudas de que “con nuestros prójimos a quienes amamos con
la caridad cristiana y somos agradables, pacíficos y amistosos, mansos y
humildes con todos”78. De este modo, Juan Josef Moreno para hacerle
74 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 338v.
75 Verónica Undurraga, Los rostros del honor, 203. 39
76 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 334v.
77 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 343r.
78 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 340v.

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ganar el significado sustancial al honor de Gómez ratificó el contenido


de la pregunta79. En definitiva, el posible encubrimiento en un caso de
doble filicidio fue un factor estratégico de Gómez para reforzar no sólo
su honor de reputación y comportamiento en la sociedad, sino para darle
consistencia a su dominación como amo, como aquel que en su trato
cotidiano con sus esclavas no había provocado el fatal desenlace. Igual-
mente, fue la oportunidad para buscar direccionar el peso de la justicia en
la infanticida y sacar a la luz una calumnia inaceptable contra su fama y
reputación, demostrando que ni él ni su mujer habían incidido en Juana
María para que cometiera tal acción.

Consideraciones finales

El caso aquí analizado, lejos de parecer aislado en una villa neogranadina


proporciona indicios de cómo los esclavos en las Américas si bien fueron
sometidos de diferentes maneras a la obediencia de sus amos, con todo
lograron canalizar mecanismos de resistencia sin atacar directamente las
estructuras de la esclavitud. En este orden de ideas, los esclavos se consti-
tuyeron en actores activos en las relaciones con sus amos, ya que cuando
empezaban a ser tensas buscaban oportunidades para resistir sin buscar
una carta de libertad o huir a los montes. En situaciones de malos tratos y
abandono, los esclavos procuraban válvulas de escape al mostrar pequeños
actos de rebeldía, acciones frontales de resistencia, agresiones, denuncias
ante las autoridades y, como con Juana María de la Cruz, el ataque a los
bienes de sus amos así implicara la muerte de sus propias hijas.

Más allá de lo analizado en este escrito se pudo observar la ambivalencia de


los jueces que actuaron como tribunal superior. Como en algunos de los
procesos judiciales llevados a cabo durante la colonia, no es posible saber
el final del caso porque el expediente no sobrevivió completo al paso del
tiempo, es decir, se desconoce si se reinició teniendo en cuenta las garantías
como lo habían ordenado el fiscal y el protector de esclavos. Tenemos la
certeza de que los alcaldes que llevaron el caso pagaron la multa que se les
impuso como castigo por dilatar y llevar de manera inadecuada las prescrip-
40 ciones que les ordenaba la ley. Los funcionarios locales no siempre actuaban

79 AGN, Sección colonia, Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, ff. 334v-335r.

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Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro

pegados a la relación vasallo-señor, sino se daban ciertas libertades para


manejar las leyes a su conveniencia buscando resguardar intereses parti-
culares. Las autoridades no se oponían a los mandatos reales, solamente
realizaban un conjunto de maniobras en beneficio propio. Por lo tanto, la
sumisión a la cabeza suprema del reino era flexible.

El análisis de las posiciones de los jueces locales y aquellos de la


audiencia muestra dos actitudes contradictorias. En el caso de los
primeros está la defensa de los intereses de los vecinos principales, y
en el de los segundos una intervención paternalista en la defensa de los
desventurados. Es una interacción que revela la fricción entre valores
humanitarios de los funcionarios de más alto rango que empezaban a
recibir cierta influencia de las ideas del Siglo de las Luces -aceptación
de la humanidad de los esclavos y el reconocimiento de algunos dere-
chos respetados por la ley80- y los jueces locales que se identificaban y
comprometía con los derechos de propiedad de los amos.

El expediente analizado revela la tensión entre amos y esclavos; este universo


social incluyó el conflicto de poderes en la administración de justicia en
la estructura del imperio español. Sin embargo, no se puede olvidar que
también se presentó otra cara de la esclavitud que escapaba a los estrados
judiciales mientras no se convirtiera en escándalo público: la de los amos
condescendientes, bondadosos y humanitarios, y los esclavos eficientes y
obedientes. En este tipo de casos, las confrontaciones se reducían a su mínima
expresión, surgiendo la armonía, el consenso y el respeto en la convivencia.
A su vez, es necesario escudriñar en los documentos de primera mano las
rivalidades y conflictos presentados entre los esclavizados que constituían las
cuadrillas de plantaciones, haciendas, minas y en las viviendas de sus dueños,
lo que permite repensar las relaciones de la esclavitud, sus distintas variantes
y particularidades en diversos tiempos y espacios.

Finalmente, el expediente muestra que, a través de la fuerza de los


testigos, Josef Javier Gómez buscó constatar que su honor se funda-
mentaba en la buena manera como se manejaba su existencia bajo los
preceptos de los reinos celestial y terrenal, que no dejaban duda alguna 41

80 David L. Chandler, “Family bonds and the bondsman”: 108-144.

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que eran personas guiadas por una conducta cristiana. Sus compor-
tamientos contribuían a la tranquilidad, el amor y la bondad con los
vecinos y sus esclavas, por ende, debía ser rechazada cualquier implica-
ción de Gómez y su mujer el atroz delito de infanticidio cometido por
Juana María de la Cruz en sus dos hijas. El ser involucrados en el doble
homicidio, que en principio fue un intento de debilitar el buen nombre
público y la conducta de Gómez, le sirvió para reforzar su reputación
por medio de la valoración colectiva de sus testigos.

Bibliografía

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Fondo negros y esclavos de Santander, t. 4, año 1805, f. 313-386.

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Para citar este artículo: Salazar Carreño, Robinson. “Esclavitud y filicidio


en la villa del Socorro (Nuevo Reino de Granada) a finales del siglo XVIII”,
44 Historia Caribe Vol. XIX No. 45 (Julio-Diciembre 2024): 19-44. DOI: https://doi.
org/10.15648/hc.45.2024.3126

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 19-44


45-76

“Paraíso de calor”
y refugio de “bárbaros”
La naturaleza y los cunas
del Darién en su “conjura”
contra el imperio español* 1

Jaime Andrés Peralta Agudelo


Profesor titular de la Universidad de Antioquia (Medellín-Colombia). Investigador asociado al
Grupo Comunicación, Periodismo y Sociedad de la Facultad de Comunicaciones y Filología del
mismo centro educativo. Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Pablo de Ola-
vide (Sevilla-España). Correo electrónico: jaime.peralta@udea.edu.co. Entre sus temas de interés
está la historia ambiental, cultural y la zoohistoria en el universo colonial americano, así como la
investigación en patrimonio cultural y natural en territorios étnicos y campesinos contemporá-
neos. ORCID: http://orcid.org/0000-0003-4539-4464.

Recibido: 5 de agosto de 2023


Aprobado: 18 de febrero de 2024
Modificado: 20 de marzo de 2024
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3824

* Este artículo forma parte de la segunda fase del proyecto: “Naturaleza, sociedades y vida cultural;
1.500 años de una historia compartida en el Caribe colombiano” financiado por la Universidad de 45
Antioquia (Colombia).
Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


Jaime Andrés Peralta Agudelo

Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”


La naturaleza y los cunas del Darién en su “conjura” contra el imperio español
Resumen
Desde un punto de encuentro entre la Historia Ambiental y la Nueva Historia Cultural,
se analizan las iniciativas, mayormente fracasadas, de incorporación del Darién al siste-
ma colonial del siglo XVIII, pero a través de una nueva perspectiva de indagación que
gira alrededor de los esquemas de observación, valoración y significación sobre el medio
natural, así como de los modelos de intervención concomitantes, que desarrollaron los
reformadores ilustrados. Asimismo, se explora cómo esta matriz de percepción se pro-
yectó sobre los indígenas cunas para representarlos como “bárbaros” y “rebeldes” que
obtenían su carácter moral, pautas culturales y capacidad de resistencia, de un entorno
geográfico y biológico igualmente “salvaje” e indomeñable.

Palabras clave: Darién, naturaleza tropical, paisaje colonial, reformismo borbónico,


indios cunas, resistencia cultural.

“Paradise of heat” and refuge of “barbarians”


Nature and the Cuna of Darien in their “plot” against the Spanish empire
Abstract
From a meeting point between Environmental History and New Cultural History, the
initiatives to incorporate Darién into the colonial system of the 18th century are an-
alyzed, mostly unsuccessfully, but through a new perspective of inquiry that revolves
around the schemes of observation, assessment and significance on the natural envi-
ronment, as well as the concomitant intervention models developed by the enlightened
reformers. Likewise, it explores how this matrix of perception was projected onto the
Cuna indigenous people to represent them as “barbarians” and “rebels” who obtained
their moral character, cultural guidelines and capacity for resistance, from a geographi-
cal and biological environment that was equally “wild” and untamable.

Keywords: Darien, tropical nature, colonial landscape, Bourbon reformism, Cuna In-
dians, cultural resistance.

“Paraíso de calor” e refúgio de “bárbaros”


A natureza e os Cuna de Darién na sua “conspiração” contra o império espanhol
Resumo
A partir de um ponto de encontro entre a História Ambiental e a Nova História Cultural,
analisam-se as iniciativas de incorporação de Darién no sistema colonial do século XVI-
46 II, principalmente sem sucesso, mas através de uma nova perspectiva de investigação
que gira em torno os esquemas de observação, avaliação e significação do ambiente
natural, bem como os modelos de intervenção concomitantes desenvueltos, pelos re-

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

formadores esclarecidos. Da mesma forma, explora como essa matriz de percepção foi
projetada nos povos indígenas Cuna para representá-los como “bárbaros” e “rebeldes”
que obtiveram seu caráter moral, diretrizes culturais e capacidade de resistência, a partir
de um ambiente geográfico e biológico igualmente “selvagem” e indomável.

Palavras chave: Darien, natureza tropical, paisagem colonial, reformismo Bourbon,


índios Cuna, resistência cultural.

«Paradis de la chaleur» et refuge des «barbares»


La nature et la Cuna du Darién dans leur «complot» contre l’empire espagnol
Résumé
À partir d›un point de rencontre entre l›histoire environnementale et la nouvelle histoire
culturelle, les initiatives visant à intégrer le Darién dans le système colonial du XVIIIe
siècle, pour la plupart infructueux, sont analysées mais à travers une nouvelle perspec-
tive d’enquête qui s’articule autour des schémas d’observation, d’évaluation et d’impor-
tance sur l’environnement naturel, ainsi que les modèles d’intervention concomitants
développés par les réformateurs éclairés. De même, il explore comment cette matrice de
perception a été projetée sur le peuple indigène Cuna pour les représenter comme des
«barbares» et des «rebelles» qui ont obtenu leur caractère moral, leurs orientations cul-
turelles et leur capacité de résistance, d’un environnement géographique et biologique
également «sauvage» et indomptable.

Mots-clés: Darien, nature tropicale, paysage colonial, Réformisme Bourbon, Indiens


Cuna, résistance culturelle.

Introducción

En el manuscrito “América en el Mar del Sur, llamada Imperio de los


Reinos del Perú”1, un anónimo cronista de, al parecer, mediados del
siglo XVII, escribió un tratado sobre diversos puntos de la América
meridional, con especial interés en sus gentes, geografía y naturaleza.
Al arribar en su relato al “Rio y Provincia del Darién”, escribió que
alrededor del “celebrado Golfo de Urava” y de la desembocadura del
curso de agua homónimo (el río Atrato) se hallaba una tierra de “suave
cielo, y suelo fecundo”, donde
47
1 Se ha atribuido a fray Laureano de la Cruz, sin embargo, su autoría es clara tan solo para el Capí-
tulo VI, que saldría publicado en 1653 bajo el nombre “Nuevo descubrimiento del río de Marañón
llamado de las Amazonas”.

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Jaime Andrés Peralta Agudelo

[…] se siembran algunos frutos y hortalizas, maduras y sazonadas, espe-


cialmente se afirma hacer esto de los Melones. En los Árboles frutales y
Viñas se acelera también la sazón, y celebrase entre todos el que llaman
Momeya, arbol famoso de fruto grande, y redondo; [así como] el Guanavo
y el Hovo, Arboles de dulce fruto, y agradable sombra... Hay copia de
Fieras, y caza mayor, Simios y de otros de raras, y admirables formas”2.

Pero no todos los paisajes de la provincia eran tan apacibles. Al otro


costado oriental del mismo golfo, concretamente en el caserío de Poco-
rosa, ubicado “sobre la Rivera de el Río que llaman de Santa Cruz,
destruyeronse los Indios hasta los fundamentos”3. Y en otros puntos de
la geografía local, ya no eran los pobladores ancestrales, como los “bravos
Carives”, sino la misma naturaleza, la que se oponía al asentamiento
definitivo de los españoles en esta frontera colonial. Desde Portobelo
y Nombre de Dios hacia el oriente, era evidente la “destemplanza de la
Región” y, al describir estos sitios, el autor elaboró un cuadro siniestro
donde “es su campo opaco de Arboledas, todo confuso entre Cienagas,
y Aguas detenidas, conque es perpetuo el Cieno y [el] m[al] olor”4.

En lo que concernía a la salud y el bienestar de los que allí llegaban, los


elementos de la naturaleza local lo convertían en uno de los “lugares mas
enfermos, que tiene aquel Nuevo Mundo… [y] que tiene muertos casi innu-
merables Españoles, porque de las Cienagas, y Lagunas, que le rodeaban se
encaxava (sic) el Agua de Vapores nocivos, y casi todos sus Habitadores
respiraban en la misma enfermedad”5. Se configuró así el cuadro general de
percepción y de actuación sobre el universo geográfico/biológico y sobre
algunos grupos humanos que habitaban en aquella sección del norocci-
dente suramericano. Se estaba, a no dudarlo, frente a un lugar de grandes
recursos explotables; sin embargo, allí residían colectividades hostiles a los
agentes del sistema colonial y su “osadía” se magnificaba aún más a través
de una naturaleza exuberante y mortífera que los ayudaba al traer enfer-
medad y muerte a los representantes de su “Catholica Majestad”6.

2 BNE, Ms. 2950, “América en el Mar del Sur, llamada Imperio de los Reinos del Perú”, s.f., f.40r.
3 BNE, Ms. 2950, “América…”, s.f., f.40r.
48 4 BNE, Ms. 2950, “América…”, s.f., f.40v.
5 BNE, Ms. 2950, “América…”, s.f., f.40v.
6 Salvo que se trate de un concepto académico actual, las palabras sueltas entrecomilladas se han
extractado de las fuentes de archivo consultadas.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

Pero desde el primer tercio del siglo XVIII, esta situación se debía
revertir cuanto antes. En el marco de un imperio que buscaba recon-
figurarse a través de la ocupación de las áreas más descuidadas de sus
dominios de ultramar, del aprovechamiento de los recursos naturales
más allá del oro y de la plata de las distintas colonias, por medio del
control de la presencia de los extranjeros que deseaban apoderarse de
puntos estratégicos como el istmo de Panamá y mediante el someti-
miento de aquellas comunidades que seguían mostrando “odio a todo
lo español”7, zonas como el Darién deberían dejar de ser un entorno de
“calamidad” e “infortunio” para convertirse en un emporio de “prospe-
ridad” económica y de “pública felicidad” para sus moradores.

Sin embargo, al final de la centuria la mayoría de las iniciativas de incor-


poración habían fracasado y la ocupación española tan solo se había
podido consolidar en los cursos medios y bajos de algunos ríos como el
Chucunaque, Chico, Balsas, Sabanas o el Tuira (ver mapa anexo, donde
se consignan, con especial énfasis los puntos geográficos y los sitios
nombrados en este artículo). Los gunas y la naturaleza local frenaron,
a la postre, penetración colonial en varios puntos de la provincia del
Darién y, por lo tanto, en este artículo se analizan los planes adelantados
por los reformadores borbónicos para una eventual anexión del área,
pero a través de una nueva óptica de indagación que gira alrededor, por
una parte, de los esquemas de observación, valoración, significación,
así como de los discursos retóricos y de los modelos concomitantes de
intervención sobre los espacios, fenómenos y criaturas de una natura-
leza tomada y experimentada como una entidad peligrosa e indómita.

7 Estas perspectivas se han abordado en diversos trabajos como: Nelson Rodríguez, “El imperio
contraataca: las expediciones militares de Antonio Caballero y Góngora”, Historia Crítica No. 53
(2014):201-223; Gloria A. Morales, “Un esfuerzo de incorporación de la provincia del Darién al
estado indiano”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Vol. 10 No. 1 (2005):151-180;
Manuel Gámez, “Buscando al enemigo inglés. Expediciones de guardacostas españoles al golfo del
Darién, 1767-1768”, Anuario de Estudios Americanos Vol. 71 No.1 (2018):211-236; Juan David 49
Montoya, “Una historia fallida: la conquista del Darién a finales del siglo XVIII”, Tareas No. 143
(2013):27-47; Sebastián Gómez, “Las tensiones de una frontera ístmica: alianzas, rebeliones y
comercio ilícito en el Darién. Siglo XVIII”, Historia y Sociedad No. 15 (2008):211-236.

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Jaime Andrés Peralta Agudelo

Mapa 1
Provincia del Darién, siglo XVIII

Fuente: Elaboración propia a partir de (Morales, 2005); Rodríguez, 2014).

De igual forma, se explora cómo esta matriz de percepción sobre el


medio natural darienita se proyectó sobre sus habitantes, en especial,
sobre los colectivos de “forajidos”, a saber, indios “huidos” entre los
chocoes, negros cimarrones y, sobre todo, varias parcialidades cunas o
gunas (objeto de estudio seleccionado), para asimilarlos a una condición
de “bárbaros” que obtenían su carácter moral, sus pautas culturales y su
capacidad de resistencia militar y política de una naturaleza igualmente
“salvaje” e indomeñable.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

1. La naturaleza y su dimensión cultural

La exploración de esta temática se hará a través de la faceta de la Historia


Ambiental8, en su punto de entronque con la Nueva Historia Cultural9, que
está revelando a la naturaleza como una protagonista activa del trasegar
histórico de las sociedades, dejando atrás la concepción más tradicional
que la toma tan solo como un simple escenario donde se desarrolla el
devenir de los grupos humanos, sino como referente de pensamiento y de
actuación, como fuente de valores, conductas y de imágenes del mundo y,
a la vez, como origen de prácticas y de modelos de transformación de sus
componentes geográficos y biológicos, que genera un marco de sentido,
no solo sobre lo natural en sí mismo, sino sobre el propio grupo social
que se pone en contacto con ella y sobre las otras colectividades con las
cuales se comparte o se disputa cada territorio.

El universo no antrópico deja de ser el terreno de lo inmanente, de


lo objetivado como “neutro”, o, si se desea, de lo no humano, y se
convierte, entonces, en espacio vivido, recorrido, nombrado, significado,
aprovechado, destruido, reconvertido, a la vez presente activo y futuro
soñado, que sigue una coevolución entre las sociedades humanas y los
ecosistemas, los fenómenos climáticos o sus componentes de fauna y
flora10. Como lo señalan Morales y Bonada, se genera, de esta manera,
una urdimbre compleja de interacciones
8 El trabajo de Guillermo Castro H., “El Istmo en el mundo. Elementos para una historia ambiental
de Panamá”, Signos Históricos N°. 16 (2006):158-183, sobresale por abordar al Istmo panameño
en su conjunto desde la caracterización de sus ecorregiones, las formas de aprovechamiento de los
recursos naturales y las tecnologías utilizadas por diversos grupos humanos.
9 En menor medida se ha abordado la dimensión cultural, tanto de los cunas, como de las élites colo-
niales y sus proyectos de asimilación cultural. Ver: Jaime A. Peralta, “Los cuna y sus saberes médicos.
La ciencia de los bárbaros bajo la mirada del mundo ilustrado”, Historia Crítica No. 46 (2012):44-65;
Carl H. Langebaek. El diablo vestido de negro y los cunas del Darién en el siglo XVIII (Bogotá:
Universidad de los Andes, CESO y Biblioteca Banco Popular, 2006; Ignacio Díaz Gallup. The Door
of the Seas and the Key to the Universe. Indian Politics and Imperial Rivalry in Darién, 1640-1750
(Nueva York: Columbia University Press, 2005); Jaime A. Peralta. El Chocó, sus gentes y paisajes.
Vida cotidiana en una frontera colonial, 1750-1810 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia,
2019); Daniela Vásquez, “Tendiendo un lazo para esclavizarlos”: evangelización en la provincia del
Darién, siglo XVIII”, Diálogos. Revista Electrónica de Historia Vol. 18 No. 2 (2017):59-83.
10 Para ello hay que buscar, paradójicamente, a los actores no humanos de la historia. “Estos aportes de
la historia ambiental derivan de su misma razón de ser: el reconocimiento de que la historia humana
no es solo humana, sino que está entrelazada con la historia de los animales, las plantas, las montañas, 51
los bosques y demás elementos del ambiente, en buena medida porque somos seres biológicos”
Claudia Leal, “Aguzar la mirada colectiva, el gran desafío de la historia ambiental latinoamericana”,
Historia y Sociedad N°36 (2019):246.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


Jaime Andrés Peralta Agudelo

[…] entre la antroposociedad y la naturaleza no antrópica… de manera


que el ambiente no es el marco de acción de la antroposociedad, sino que
es el producto de las relaciones entre antroposociedad y naturaleza no
antrópica. El ambiente no se encuentra afuera, opuesto a la antroposo-
ciedad… más bien, la antroposociedad es parte integral del ambiente”11.

De igual forma, también se parte del concepto -sujeto todavía a grandes


debates- de que las ideas sobre la naturaleza son socialmente construidas12
y, por lo tanto, obedecen a determinados esquemas de percepción del
entorno geográfico, climático y biológico, así como de los grupos humanos
que allí habitan. Sus contenidos y significados son, por ende, producciones
simbólicas y discursos narrados que reflejan, no solo unas formas especí-
ficas de experimentar la realidad natural (calor, frío, humedad, enferme-
dades, etc.), sino también el marco cultural y los intereses específicos que
marcan la voluntad de “ver” del grupo social que los crea13.

De allí que toda matriz de percepción de la realidad natural y social sea


un producto histórico, situada en un tiempo específico, acotada en un
espacio geográfico y biológico preciso, y que es construida por unos actores
concretos y con intencionalidades precisas. Y para el siglo XVIII español
en su relación con los puntos no dominados de sus colonias, esta mirada se
entendió como una nueva cruzada, la de la “civilización” de los pueblos indí-
genas y de la domesticación/combate contra la naturaleza tropical, creando,
para nuestro ámbito de estudio, un “paisaje colonial”, definido, este último,
como lo hace Carolina Ardila para el caso de los guanes en el siglo XVI,
pero aplicable también para el contexto darienita y de los cunas en el siglo
XVIII, como un esfuerzo de conquista donde se intentó implantar

[…] un régimen externo en un territorio previamente ocupado por un


grupo humano. De la misma manera, dos grupos diferentes habitan
en un mismo espacio y las relaciones establecidas entre colonizadores
y colonizados son inequitativas, cuyas intenciones son incluir dentro

11 Gerardo Morales y Alejandro Bonada, “Una discusión en torno a ‘Temas, problemas y relatos para
la historia ambiental’. Apuntes teóricos sobre esta disciplina histórica”, Anuario de Historia Regional
52 y de las Fronteras Vol. 22 No. 1 (2017):197-198.
12 Claudia Leal, Aguzar, (2019):246.
13 William, Cronon, “A place for stories: nature, history and narrative”, The Journal of American
History Vol. 78 No. 4 (1992):1347-1376.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

del régimen impuesto a los habitantes nativos [y a sus ecosistemas


asociados, añadiríamos nosotros]”14.

Este modelo de análisis nos servirá, entonces, para explorar algunos de


los componentes, fenómenos y criaturas del entorno natural del Darién
del siglo XVIII y la relación que tuvieron con ellos los indígenas cunas
para darle expresión a su propio marco cultural, lastimosamente visto
desde la óptica del colonizador externo, así como las formas simbólicas,
los discursos retóricos y las estrategias de intervención propuestas por
las élites del sistema colonial en un contexto ambiental y sociocultural
que se les presentó como algo distante, ajeno, peligroso, atemorizante,
cuando no como un obstáculo que se debía remover con urgencia para
“abrir” el Darién al sistema colonial.

2. La Naturaleza y el “indio bárbaro”

Para tratar de asimilar culturalmente al cuna “irreductible”, los reforma-


dores borbónicos comenzaron a dibujarlo a través de la imagen del “indio
bárbaro”15. Desde mediados del siglo XVII comenzó a utilizarse esta
imagen, contraponiéndola a la del “indio manso”, categoría de percep-
ción con la cual agruparon a las diversas parcialidades chocoes (entre
otras, citaraes, chamíes, noanamaes y chirambiraes) una vez se venció
su resistencia y se logró su asentamiento en los “pueblos de indios”, su
destinación productiva al cultivo del maíz y del plátano que sustentó la
base alimentaria de los reales de minas y la asimilación parcial de algunas
pautas culturales del colonizador (idioma, vestimenta, religión, etc.).

Para el caso que nos ocupa, en la caracterización de los muchos “vicios” y de


las pocas “virtudes” que conformaban la identidad del cuna “barbárico”,
el medio natural que habitaban también ocupó un lugar destacado. Lo
hizo, no tanto con base en los postulados del determinismo climático
del siglo XVIII que signaba a las poblaciones nativas de los trópicos o,

14 Carolina Ardila. “Configuración de paisajes coloniales en los siglos XVII y XVIII en el territorio
guane de Santander”, en Semillas de Historia Ambiental, edit. Estefanía Gallini (Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia y Jardín Botánico José Celestino Mutis, 2015), 130. 53
15 También se aplicó esta denominación a los guajiros (actuales wayúu) y a los chimilas de la provincia
de Santa Marta, asimismo a los andoques (paasiaja) de la Amazonía, los misquitos de la costa homó-
nima y a algunas etnias ubicadas en los piedemontes andinos como los motilones.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


Jaime Andrés Peralta Agudelo

en su defecto, a las de las “tierras bajas” de las posesiones americanas,


con una “inferioridad” innata e inmodificable debido al “clima” (término
que agrupaba, entre otros factores, a la temperatura, régimen de vientos,
parajes, plantas, animales o los ciclos de lluvias y de sequías) de la zona
tórrida que minaba los intelectos y corrompía las costumbres16.

En el terreno concreto del Darién, los burócratas, militares, eclesiásticos,


comerciantes, esclavistas y “señores de indios”, no estaban tan intere-
sados en las teorías científicas del momento, sino en mejorar la realidad
presente. Por lo mismo, estos personajes pensaron más bien en una
caracterización genérica y de rápida aplicación sobre aquella etnia que
se cimentó desde dos ejes sustanciales de enunciación, precisamente los
dos puntos que les presentaban mayor dificultad a los colonizadores, a
saber, la singularidad del medio ambiente darienita y la especificidad de
este grupo humano que allí habitaba.

Cambiando el primer factor, el medio ambiente, se modificaba, en su


parecer, invariablemente el segundo componente de la ecuación civiliza-
toria: el universo cultural de los cunas. Al domesticar al uno, se domesticaba
al otro; quitando el salvajismo de la naturaleza, se erradicaba, entonces, la
barbarie indígena. Ambos polos de interacción se fundieron discursiva-
mente en una sola entidad indisoluble y, por lo mismo, la relación de los
cunas con sus territorios fue tomada en términos de una mutua afectación,
valorada como negativa en el presente, pero mutable y perfectible cuando
se lograra su rendición militar y su “educación racional” en el futuro.

Se trataba de colectividades que todavía vivían en “estado silvestre”.


Eran seres-naturaleza, se habían fundido con ella o, mejor, no se habían
escindido de ella (como sí lo había hecho el mundo ilustrado europeo) y,
por ende, todavía se regían por las “leyes naturales” y no por los “sabios
dictados” de la razón. Al definir al Darién, a su medio natural y a los
cunas que vivían en él, el oficial de la marina Andrés Baleato, agregaría
al respecto que se estaba afrontando una doble dificultad en un
16 Ver en extenso la “invención” del “clima” y de la “tropicalidad” en el contexto del virreinato neogra-
54 nadino en: Jaime A. Peralta, “El «clima» de América: la Ilustración y la invención de los «países
ardientes» de la Nueva Granada”, en Perspectivas Culturales del Clima, edit. Astrid Ulloa (Bogotá:
Universidad Nacional, sede Bogotá e ILSA, 2011); Germán Palacio, “Historia tropical: a reconsiderar
las nociones de espacio, tiempo y ciencia”, Tareas, No. 120 (2005):29-65.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

[…] país, por lo general, montuoso y áspero, sin que le falten llanuras
muy fértiles; el clima es húmedo y enfermizo; sus naturales, valerosos
y atrevidos, pero crueles, estúpidos y de mala fé, difíciles de reducir á
religion ni á vida civil, pues si en la apariencia lo estuvieron varias veces,
volvieron luego a su idolatría retirándose á los montes17.

La naturaleza local había “conspirado”, por ende, para conformar la


“rebeldía” y “altivez” de los cunas. Jayme Navarro, gobernador de la vecina
provincia del Chocó que se veía frecuentemente asolada por sus contingentes
armados, estimaba en 1774 que ellos ignoraban “las leyes de la amistad y de
la concordia” que les ofrecía el imperio español y ello se debía a que

[…] no conocen otro Dios ni quieren otro rey que su libre albedrío o su
instinto animal, entregados absolutamente a la ociosidad, obscenidad y
embriaguez… hallándose independiente, árbitro y sin sujeción, piensa y
ejecuta cuanto la diabólica astucia le sugiere, aborrece entrañablemente
la sociedad civil y trato racional; la ley evangélica la repugna, y todo lo
que no es compatible con su libertad bestial18.

Complementando lo anterior, en algunas notas introductorias a los docu-


mentos confiscados al coronel inglés Robert Hodgson, su traductor al
castellano se refirió al “estado general en que se hallan estos bárbaros”,
los cunas, y llegó a la conclusión de que ellos “aborrecían todo gesto
de humanidad”. Se trataba de seres humanos que se negaban todavía
a “entrar a la época racional” y poseían, por ende, un “entendimiento”
muy “primitivo”, comparable tan solo con el “instinto” de las “bestias”
silvestres. De esta forma,

[…] tenían el solo instinto como otros muchos descubiertos en las mas
ocultas partes y bosques; no querían fortificar este instinto con la razón,
que es la que conduce á la sociedad, como la naturaleza á comer y bever.

17 Andrés Baleato, (4 de noviembre de 1817) “Ciudad de Panamá, capital de su distrito y estaciones


del año”, en Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, edit.
Antonio Cuervo (Bogotá: Casa Editorial de J. J. Pérez, 1892, Tomo II), 358.
18 Jayme Navarro, (19 de agosto de 1774) “Sobre la pacificación de los indios Cunas. Diario de viaje por el 55
río Atrato”, en La extrema sutileza de don Jaime Navarro. Fuentes para la historia de la vida y obra del
compañero de viaje de José Celestino Mutis en el Nuevo Reino de Granada: 1760-1775, eds. Alberto
Gómez y Jaime Bernal (Bogotá: Academia Colombiana de Historia y Universidad del Sinú, 2022), 218.

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Jaime Andrés Peralta Agudelo

El huir de la sociedad degrada al hombre; sus inclinaciones y caracteres


difieren como los climas y sus gobiernos. En substancia, es el modo de
pensar el que hace al hombre19.

A través de un esfuerzo deliberado de aquellas mentes “embrutecidas”,


los cunas se apartaban deliberadamente del ideal de la “felicidad común
de vivir en civilidad”, esto es, de residir en poblados estables y, al optar
por vivir en medio de la “selva” y en las “lejanías”, “están contentos […]
con las experiencias del día, en que solo á proporcion que se han condu-
cido estos vivientes á procurarse una subsistencia natural. [Únicamente]
aseguradas [las condiciones de la naturaleza] se ha podido disminuirles
la ferocidad, la crueldad y la costumbre natural”20.

Por esta interpenetración con la naturaleza, los cunas vivían en “estado


silvestre”, eran como “las fieras” aledañas y, como ellas, existían tan solo
para “satisfacer turbios actos” y “necesidades diarias”. Así se presentó como
“evidente”, tal como se adujo en un artículo de la edición correspondiente
al 23 de enero de 1795 del Papel Periódico de Santafé de Bogotá, que todos
los actos de estos y otros “bárbaros” del virreinato se dirigían únicamente
“a complacer la parte concupiscible”. Ellos no dominaban las “apetencias
del cuerpo”, de allí que los actos de “aquellos miserables salvajes” fueran
“torpísimos”; sus costumbres, “contrarias a la Política” y sus pensamientos,
“vergonzosos para la Moral”. En estos “bárbaros”, “por decirlo de una
vez”, todo era “indigno de la Naturaleza humana”21.

3. Los “enmarañados paisajes” del territorio cuna

En aras de que los cunas se tornaran, tal como se deseaba con la fauna y
flora locales, en “indios domésticos”, las autoridades borbónicas ahon-
daron en otras pautas culturales distintas a las que conformaban su
identidad, pero correlacionándolas, igualmente, con la “salvaje” natu-
raleza que habitaban. Una de las primeras que pasó a revisión fue su

19 AGI, Santa Fé, 758B, “Escritos del coronel Roberto Hodgson traducidos del inglés al castellano de orden
del Ilustrísimo y Excelentísimo Señor Don Antonio Cavallero y Góngora”, 25 de junio de 1765, f. 24r.
56 20 AGI, Santa Fé, 758B, “Escritos…”, 25 de junio de 1765, f.24v.
21 Anónimo, (23 de enero de 1795) “Reflexiones sobre el origen de las comunes enfermedades que
despueblan este Reyno”, en Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá 1791-1797 (Bogotá:
Banco de la República No. 176, 1978), 986.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

patrón disperso de poblamiento en las distintas cuencas hidrográficas


de la región y su articulación en pequeñas aldeas (patrilocales y unifa-
miliares) que se iban mudando de lugar conforme lo dictaban los ciclos
de lluvia y de sequía, el pulso estacional de los ríos o la oferta de los
insumos animales y vegetales que marcaban su cotidianidad.

Esta dinámica de ocupación territorial itinerante contravenía directamente


la intención de atraer a los indígenas hacia puntos geográficos concretos,
para reunirlos luego en poblados multi étnicos (conjuntamente con chocoes,
libres, antiguos cimarrones negros, etc.) o, en su defecto, con varias parciali-
dades cunas (sin distingo de tradiciones disímiles y aún de rivalidades tribales),
y bajo la mirada escrutadora de colonizador. Por no seguir el esquema de
poblamiento propuesto, salvo en algunos pocos puntos donde ya se habían
dado algunas congregaciones a “son de campana” (como Yavisa, Pinogana,
Chepigana, Tucalí, en distintas épocas y por variadas temporalidades), las
autoridades coloniales señalaron que este patrón de asentamiento atentaba
contra todo “buen principio” de organización social.

El no tener “domicilio fijo”, les facilitaba “internarse en los montes” y,


de nuevo, los asemejaba más a animales que a miembros del “género
humano”. De esta “costumbre inveterada” no podía esperarse “mayor
adelanto”, pues “estando criados esta clase indios en el monte sin domi-
cilio alguno, lo mismo que las fieras, tienen un conocimiento tan grande de
él, que lo transitan lo mismo que nosotros pudiéramos por una llanura”22.

Joaquín Francisco Fidalgo contempló que aquella estructura de pobla-


miento estaba tan compenetrada con la naturaleza local, que hasta sus
patrones de identidad se articulaban por intermedio de los cursos de agua
que habitaban. En una entrada de su diario, consignó que los cunas “tienen
muy rara población reunida, pero se dicen de un mismo pueblo los estable-
cidos en las orillas de un mismo río; de aquí es, que los indios se distinguen
por los nombres de los ríos en que tienen sus rancherías o habitaciones”23.

22 Fernando Murillo, (27 de enero de 1789) “Reflexiones sobre los parajes más apropósito para fundar
establecimientos en el Darién del Sur y golfo de San Miguel”, en Colección de documentos inéditos
sobre la geografía y la historia de Colombia, edit. Antonio Cuervo (Bogotá: Casa Editorial de J. J. 57
Pérez, 1892, Tomo II), 304.
23 Joaquín Francisco Fidalgo, (1790-1805) Notas de la Expedición Fidalgo, 1790-1805 (Bogotá: Goberna-
ción de Bolívar, Instituto Internacional de Estudios del Caribe, Carlos Valencia Editores, 1999), 62.

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En su “Breve Noticia” de 1748, el jesuita Jacobo Walburger indicaría,


además, que, si bien él había logrado congregar a algunas familias indí-
genas en la misión del río Chucunaque, varios de sus residentes huían
de nuevo a las “espesuras” en cualquier oportunidad y no contentos
con estas fugas, “claramente me decian en mi cara, que no son gallinas
para que los españoles los metan en el Gallinero, sino que son tigres que
quieren vivir en el monte a su libertad”24. Es más, en algunas negocia-
ciones de paz con el Estado colonial, los indígenas lograron, inclusive,
que no se los forzara a vivir en los linderos acotados de los “pueblos de
indios”, sino que se respetara su itinerancia estacional.

En los “pactos de amistad” firmados entre Dionisio Martínez de la


Vega, gobernador de Panamá, y los cunas de la “banda norte” darie-
nita, incluyendo al golfo de Urabá y el bajo Atrato, zonas que estaban
en aquel instante a cargo del “cacique general” Felipe Urinaquicha, se
estipuló, por ejemplo, que los cunas habitaran

[…] buscando cada uno los parages más cómodos para sus plantíos
y labranzas, sería difícil é insoportable… [que] nos poblásemos en
terrenos limitados, y permitirá V. E. que nos mantengamos libremente
en nuestros destinos, sin que se nos precise ni obligue á ningún cambio
de él para poblar en determinado parage25.

Los testimonios coloniales también reflejan el rechazo que causó el


carácter estacional de muchas de sus actividades agroforestales. Ellas
se basaban en sistemas productivos adaptativos donde se rozaban y
quemaban pequeñas parcelas para instalar varios cultivos a la vez donde,
además del maíz, cacao y plátanos, se entreveraban yucas, frutales, horta-
lizas, tubérculos comestibles y demás alimentos de origen vegetal y, como
no se desarticulaban los ecosistemas con talas intensivas, en estas mismas
parcelas o en zonas adyacentes, se aprovechaban plantas utilitarias como
las maderas y fibras para la construcción de casas y de sus rápidas canoas.

24 Jacobo Walburger, (1748) “Breve Noticia de la Provincia del Darién”, en El Diablo Vestido de Negro
y los cunas del Darién en el siglo XVIII, edit. Carl Henrik (Bogotá: CESO, Ediciones Uniandes y
58 Fondo para la Promoción de la Cultura Banco Popular, 2006), 96
25 Juan de Urive y Juan Carrión, (18 y 20 de julio de 1741) “Descripción de la Provincia del Darién y
capitulaciones de paz con sus indios”, en Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la
historia de Colombia, edit. Antonio Cuervo (Bogotá: Casa Editorial de J. J. Pérez, 1892, Tomo II), 283.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

Tras algunos años de utilización de aquellos terrenos, se rotaban y se


hacía lo mismo en otros lugares, permitiendo así la recuperación del
lote original, marcando de forma concomitante la trashumancia de los
grupos familiares, el fácil desmantelamiento de los caseríos y su itine-
rancia a lo largo y ancho del territorio ocupado. Asimismo, se obtenían
insumos medicinales y opciones de proteína animal a través de la caza
de aves, peces y de mamíferos26 que seguían rondando por estos parajes
poco intervenidos. De allí que donde los españoles solo veían pantanos,
lluvias, pútridos miasmas, “murallas” de vegetación intimidante y un
“infierno verde” de calor y de humedad, los cunas veían en la naturaleza
a su hogar. Sobre la rotación anual de las parcelas de cultivo se dijo, por
ejemplo, que las

[…] fabrican o pueden empezar[las] desde diciembre, que empieza el


verano, hasta principios de marzo en cuyo tiempo, después de desmon-
tarlas, limpias y quemadas, sus rozas las entregan [los hombres] a las
mujeres para que las siembren después de los primeros aguaceros. La
estación de invierno empieza en toda la provincia al último de abril o
principio de mayo y hasta ese tiempo o mas adelante no salen a montear
ni dirigen sus depravadas intenciones contra los racionales27.

Sobre los recursos que explotaban, se adujo que sus estrategias de inter-
vención del medio geográfico/biológico atentaban igualmente contra el
proyecto colonizador. La no utilización a fondo -y hasta agotarlas- de
todas las posibilidades que ofrecía el contexto natural o su reticencia al
monocultivo o mono extractivismo (maderas, por ejemplo), retroali-
mentaban, por ende, su “natural desidia”, “gran pereza” y falta de “afán
de ganancia”. Y se empeñaban en esta “atrasada conducta”, a despecho
de que en varias zonas del contexto darienita, se podrían explotar con
mucho “éxito y fortuna”

26 Sobre sus presas, gustaban de “jabalíes”, monos negros, paujiles o “pavones”, iguanas “cuyo bocado
es para ellos mas regulado que el mejor carnero de Europa… y todo lo comen sin sal… Llevan
también sus arpones para coger pescado que abunda mucho”. Andrés de Ariza (1774) “Noticia de
algunos propietarios de los indios gentiles de la Provincia de Santa María la Antigua del Darién”, en 59
La gobernación del Darién a finales del siglo XVIII. El informe de un funcionario ilustrado, eds.
Álvaro Baquero y Antonino Vidal (Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2004), 81.
27 Andrés de Ariza, Noticia, 80-81.

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[…] los cacaguales que sembraron los franceses, plátanos, ñames,


batatas, yucas, caña dulze y maýs, mucho algodón y algún café, pero
pueden darse todos los demás que en las otras provincias inmediatas
de la América, los quales los yndios por su natural desidia no han
sembrado y por la misma no crían los animales domésticos ordinarios
para la mantención, como ganados bacunos y de cerda, pichones, pabos
y otras aves de casa y sólo se mantienen de lo que pescan y cazan28.

También se desacreditó el poco “interés” que demostraban por la extrac-


ción aurífera y se censuró su “atrevimiento” por oponerse a que aquella
tarea se ejecutara en los reales de minas. Para los “señores de cuadrilla”
y los funcionarios de la Corona, el oro era motor de riqueza, acicate de
conquista o factor de prestigio. Sin embargo, para los cunas era algo
muy distinto: era el material originario de los seres del cosmos, la base
de sustentación del mundo superior regentado por la suprema divinidad
(“Páptumat” en los textos del siglo XVIII) y la esencia ontológica de los
cunas fallecidos que arribaran a sus dominios para gozar de su presencia.

El gobernador Ariza resumió este conflicto de percepciones cuando


escribió que “no tienen codicia al oro por la secta que siguen de su
gentilidad, creyendo que si se sacan algunos o lo enseñara a otro se
muere inmediatamente. Tampoco lo dejan sacar por la misma razón a
los españoles”29. La fácil disposición y la variedad de productos natu-
rales les abría, asimismo, la puerta para el contacto con agentes de las
potencias rivales de España y, al comerciar con ellos (carey, maderas,
cacao, pieles, etc.), los indígenas satisfacían otras necesidades vitales sin
recurrir a los circuitos de la economía virreinal. Cuando los ingenieros
Antonio de Narváez y Antonio de Arévalo llegaron a reconocer las
costas a la bahía de Calidonia en 1761, se les informó, por intermedio
del “capitán” Nicolás, que el “cacique general” Pancho y sus comuni-
dades afiliadas, tenían “trato continuo” con los ingleses y que, por lo
tanto, no necesitaban pedir nada a los españoles. De allí que al ofrecér-
sele relaciones comerciales directas, él les
28 Biblioteca de la Real Academia de la Historia (BRAH), 9/6271, Doc. 1, Antonio de Arévalo, “Diario
60 del reconocimiento del golfo e istmo del Darién”, 1761, fs. 17v y 18r.).
29 Andrés de Ariza, (5 de abril de 1774) “Detalle de la Provincia de Santa María La Antigua del Darién”,
en La gobernación del Darién a finales del siglo XVIII. El informe de un funcionario ilustrado, eds.
Álvaro Baquero y Antonino Vidal (Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2004), 51-52.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

[…] respondió con alguna sequedad de que se dexaba conocer que él


sólo quiere trato y correspondencia con estos, dixo que ellos les trahen
quanto necesitan, assí de ropas como de municiones, fusiles, herra-
mientas etcétera y que son sus buenos amigos, por lo que si encontrá-
semos alguna embarcasión ynglesa en este puerto suyo, no le havíamos
de haser daño alguno, ni apresarla, sino dexarla libremente30.

Con igual cariz de reproche, también se abordó la división sexual de los


trabajos para aprovechar los insumos naturales. Con disimulado temor,
se indicó que los varones se dedicaban primordialmente a labores que, de
forma indirecta, también favorecían su entrenamiento como guerreros.
Cazaban con lanzas y flechas (y a veces con fusiles ingleses), mientras sus

[…] mujeres son las que cultivan y cargan los frutos y ellos solo se
dedican a la caza y pesca, adquiriendo con este continuo ejercicio una
perfecta practica en las armas y montes para el logro de hostilizarnos
y resistirnos con la mayor ventaja. Siempre han profesado a nuestra
nación el mayor odio31.

El bosque húmedo tropical y sus ecosistemas asociados, fueron rotulados,


entonces, como el primer enemigo que se oponía al dominio español en
la región. Vencido éste, el camino ya estaba expedito para someter a aquel
pueblo indígena, dado que “la guerra debe hacérseles más bien con maña
que con fuerza, acomodándola al modo y máxima de batir las fieras, pues
viven y toleran la intemperie del país como criados en ella32.

4. Una naturaleza ajena y amenazante

Pero la “muralla verde” de esta región no iba a ser tan fácil de derribar
como algunos optimistas pensaban desde Madrid o Santafé de Bogotá.
En las “tierras bajas” del virreinato, como era el caso del Darién, se
estaba frente a una situación excepcional. José Celestino Mutis las

30 BRAH, 9/6271, Doc. 1, Antonio de Arévalo, “Diario del reconocimiento…”, 1761, f. 6r.
31 Manuel García de Villalba, (30 de septiembre de 1787) “Descripción de la provincia del Darién a
norte y sur, medios de poblarla al sur y discurso reflexivo sobre la conquista, por el teniente del 61
batallón de Panamá, Dn. Manuel García de Villalba Ríos”, Anuario Colombiano de Historia Social y
de la Cultura No. 3 (1965):150.
32 Manuel García de Villalba, Descripción, 151.

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definió de forma clara: la “excesiva” humedad que allí se experimen-


taba influía de manera significativa para que la “atmósfera” de estos
lugares se presentase como “corrompida”. Por ello su “clima” era un
“laboratorio de aire pestilente”, donde “hasta las funciones más simples
de la vida, como el hablar, escupir, tragar, se hacen torpemente en un
aire corrompido”33.

De allí que la naturaleza local “conspirara”, no solo contra la presencia


militar, sino contra la continuidad de los antiguos y nuevos poblados
españoles fundados. En la parte sur se estableció, por ejemplo, el fuerte
del Príncipe en 1789 y, en sus inmediaciones, se situó el caserío homó-
nimo a orillas del río Sabanas que drenaba sus aguas hacia el océano
Pacífico. Si bien en un primer momento el lugar escogido para ambas
instalaciones se había presentado muy apropiado, ya que el área estaba
“bien ventilada por los vientos reynantes, y tiene buen cielo”34, con
el paso del tiempo se vio que esta impresión no había sido del todo
acertada. Desconociendo las características propias del entorno, los
constructores no previeron que

[…] el terreno es de una tierra esponjosa que en tiempo de agua se


queda hecha pantano en términos que no se puede caminar, y en el
verano toda la tierra se abre, cuya razón prueba no ser de las mejores;
el agua dulce que solo la hay en pozas con poca abundancia, aseguran
todos ser muy mala… Últimamente no es un parage que promete unas
ventajas que merezca la pena de hacer gastos en él35.

Pero al exponer a los recién llegados al “temperamento” del Darién,


no solo se deterioraba muy rápido su salud, sino su condición humana.
En este sentido, el segundo comandante general de los fuertes de
Mandinga y de Concepción enviaba a las autoridades virreinales el 30
de septiembre de 1786 un oficio en donde se daba cuenta de que:

33 José Celestino Mutis, (26 de septiembre de 1792) “Problema ecológico de los platanales sembrados a
62 inmediaciones de villas y pueblos”, en Escritos científicos de don José Celestino Mutis, edit. Guillermo
Hernández de Alba (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Tomo I, 1983), 248.
34 Fernando Murillo, Reflexiones, 300.
35 Fernando Murillo, Reflexiones, 300.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

[…] de los menesterados que llevó Vidal ha enviado a Concepción


y Mandinga dos panaderos y un carpintero a cada establecimiento y
además al de Concepción un herrero y 50 fusiles… Avisa el paraje
donde estos se han establecido y el mal régimen que guardan en sus
enfermedades por cuyo motivo muchos son homicidas de sí mismos36.

Como si fuera poco, la “desenvoltura” de los cunas sobre el terreno les


facilitaba precaverse con antelación sobre los movimientos de las tropas
desplegadas en su contra. Sobre su pericia para seguir rastros, el gober-
nador Andrés de Ariza indicó que eran “doctísimos maestros” en seguir
los de los animales y, gracias a esta habilidad, también estaban facultados
para distinguir la actividad humana de quien penetraba en sus dominios.
De allí que un guerrero cuna supiese con mucha anticipación de si un
“indio u de otro extranjero [transita por] sus tierras, conociendo a corta
diferencia cuanto tiempo a los traficaron, o de que especie de animal son
las huellas que encuentran, o los que también conocen por el olfato con
que la naturaleza los ha dotado con mucha perspicacia”37.

La situación de precariedad de las milicias coloniales se agravaba todavía


más cuando los destacamentos eran desplegados en un medio natural
ignoto y atemorizante. Varios reveses se dieron por este motivo, pero
también contra las fuerzas de las potencias rivales. Sobre el ataque que
hicieron los “cuna infieles y gentiles” a un poblado francés situado en
las inmediaciones de la “loma alta y escarpada nombrada del Caymán”,
Antonio de Arévalo conceptuó que el poco conocimiento del área había
sido la perdición de este caserío. Así,

[…] los indios no tubieron resolución para acometer a los prófugos


en dicho parage, así por fortificado con trincheras a la boca del río, y
hallarse a su parecer resguardados por la espalda por dicho monte, que
por su aspereza y elevación conceptuaron inaccesible. Pero los yndios,
como prácticos y bien instruidos de las veredas, las ganaron y de impro-
viso cayeron sobre dichos europeos38.

36 Archivo General de la Nación (AGN), Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, Tomo 37, Doc.
135, f.819r. 63
37 Andrés de Ariza, Noticia, 81.
38 BRAH, 9/6271, Doc. 3, Antonio de Arévalo, “Descripción de la costa del Darién desde la Punta de
San Blas a Caymán”, s.f., f.1v).

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El desconocimiento del terreno entrañaba, además, grandes riesgos para el


proceso de incorporación de esta frontera, dado que para el foráneo -colono,
sacerdote, comerciante o militar- era muy fácil equivocar el camino de “monte”
o la ruta de navegación por el que se debía transitar. Al hablar de las “Sierras
de la Costa” darienita, Fidalgo advirtió que desde el Playon Grande hasta la
punta de Cartí, sitios cercanos, igualmente, a los canales de agua que abrían el
paso al posible control de las islas Mulatas en el Atlántico, existían elevaciones
desde donde se podían planear las incursiones sobre territorio cuna,

[…] pero no disimularemos que para hacerlo con acierto convendría tener
conocimiento exacto de dichas sierras por ser fácil equivocar unos cerros
con otros por semejanza de aspecto terminando los mas en pico ó cumbre
aguda: mas sin embargo con la proximidad á los Cayos qué forman las bocas
de los Canales se conocerán éstos y acabarán de ilustrar á los navegantes39.

Mas el tránsito por el universo acuático tampoco mejoraba la seguridad y


confianza de los representantes del sistema colonial. Las costas y cursos
fluviales generaron, a la par, una debilidad operacional, aparejada con
una sensación de aprensión, entre las tropas. De allí que fuera reiterada
la apreciación de peligro, habida cuenta de que:

[…] son los Yndios diestrisimos en manejar las flechas, de modo que uno
solo es capaz de matar, y herir a muchos españoles sin que le suceda algun
daño; pues es preciso que los españoles suban a cara descubierta los rios
en canoa, por no haver camino por tierra: un Yndio solo haciendo una
emboscada dispar [logra lanzar en] menos de un credo una docena de
flechas, a lo qual se [debe] seguir otros tantos muertos e heridos40.

La sensación de indefensión se aumentó en grado sumo al ver que,


al igual que los jaguares y otros depredadores, los cunas se apostaban
en cualquier recoveco natural para emboscar a las avanzadas militares
o a sus retaguardias. Ese elemento sorpresa les daba grandes ventajas
tácticas y estratégicas a los destacamentos indígenas contra los de la

64 39 Joaquín Francisco Fidalgo. (1792-1805) “Derrotero de las costas de la América septentrional desde Mara-
caibo hasta el río Chagres”, en Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de
Colombia, edit. Antonio Cuervo (Bogotá: Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1891, Tomo I), 251.
40 Walburger Jacobo, Breve noticia, 104.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

Corona española, pues con poca “gente de guerra”, se podían infligir


grandes “daños”, toda vez que

[…] apostándose traicioneramente en los precisos pasos de su tráfico…


cuando salen para hostilizar a los españoles, luego que llegan a un paraje
en que los puedan encontrar se aproximan con mucho silencio y si el
río tiene alguna punta que doblar, antes de llegar a ella saltan a tierra
cuidando de no poner el pie sobre hoja que cruja, ni de palito que se
pueda quebrar con el peso del cuerpo, aplicando con mucha atención la
vista y oído con la mayor prolijidad el terreno41.

Y si el solo tránsito por la zona presentaba tantos inconvenientes, ¿qué


se podría añadir sobre el combate en estos “pitales” (vegetación intrin-
cada)? En las academias castrenses en la península y en el virreinato, no
se habían abordado las características naturales de los manglares, radas
costeras, ciénagas, ríos, bosques o montes del trópico y, por lo tanto, las
tácticas de combate aprendidas por los oficiales resultaban de muy poca
utilidad en este nuevo teatro de operaciones.

Como se ha visto en las escaramuzas que ha habido, en las cuales hemos


experimentado el daño que han hecho, y rara vez vieron uno ú otro; y
sinó díganlo los del Regimiento de la Princesa que sufrieron el fuego de
ellos por dos veces en las inmediaciones del rio Achanty, y no lograron
ver siquiera uno [de los combatientes indígenas]… La maleza de los
montes es tanta, que no da lugar á nuestras tropas á penetrarla, á menos
que no la vayan rozando primero á fuerza de hacha y machete42.

Como contrapartida argumentativa, también se indicó que los propios indí-


genas, al saberse conocedores de su hogar natural, desarrollaron el famoso
“espíritu de soberbia” contra el poder de la metrópoli colonial. Así lo reseñaron
varias fuentes, como fue el caso de Jacobo Walburger, cuando escribió que
“por eso no estraño nada las valentias que echan los Yndios de que uno solo
de ellos en el monte vale mas que treynta españoles armados: y me parece que
en esto tienen alguna razon; por fin el monte es su casa, en donde se crian”43.
65
41 Andrés de Ariza, Noticia, 83
42 Fernando Murillo, Reflexiones, 304.
43 Jacobo Walburger, Breve Noticia, 104.

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5. La creación de un “país más abierto”

En vista de que la naturaleza del área era la base de la rebeldía de aquella


etnia nativa, se diseñaron varios “remedios” que buscaban contrarrestar
el “calor”, la “podredumbre” y la “enfermedad” que allí reinaban. Con
sorprendente unanimidad de criterios, las autoridades partieron del hecho
de que había que alterar, de la manera más extrema y rápida posible, el
entorno físico y biológico en aras de que dejara de ser un “infierno verde” y
pasara a convertirse en un lugar “ventilado” y “despejado” que fuera “salu-
dable” a las tropas y a los nuevos flujos migratorios que allí se asentasen.

Con una certeza que ya era ostensible a finales del siglo XVIII, la retoma
del lugar se debía hacer, como recomendaba el virrey Ezpeleta en 1796,
ya no tanto por la fuerza militar, que había ocasionado grandes costos
y “pérdida de tropas” sin mayores éxitos, sino que se debía ir “desmon-
tando” la vegetación local y modelar nuevos paisajes con la finalidad
expresa de consolidar “sitios sanos” que permitieran su repoblación de
forma paulatina, comenzando desde Lorica en el Sinú, por ser el punto
“más avanzado hacia los indios [cunas]”44.

Poco más se podría ejecutar “con los indios emboscados en los montes
más ásperos y fragosos” y con tanto “calor” y “enfermedad” que atentaban
contra los sujetos de “lustre” que se desplazaban hasta allí. Nacería así la
meta central de la creación de “un país más abierto”45, valga anotar, con
menos naturaleza nativa y con los “indios revoltosos extirpados” o, cuando
menos, expatriados a sus confines más alejados. Y para llegar a la meta de
“abrir” la provincia del Darién a la “civilización”, había que comenzar por
revertir los factores ambientales que habían diezmado a los ejecutores de los
“planes de adelantamiento” trazados desde el primer tercio del siglo XVIII.

Se debían corregir primero los “atentados” que habían afectado la salud


de los recién llegados y en este punto fueron consultadas, tal como lo
hizo el virrey Antonio Caballero y Góngora con José Celestino Mutis,
las principales autoridades médicas del virreinato. Siguiendo la teoría
66 44 Josef de Ezpeleta, (1796) “Relación del gobierno del Exmo. Sor. Dn. Josef de Ezpeleta”, en Rela-
ciones en informes de los gobernantes de la Nueva Granada, edit. Germán Colmenares (Bogotá:
Biblioteca Banco Popular, Tomo II, 1989), 353.
45 Josef de Ezpeleta, Relación, 354.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 45-76


“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

miasmática en boga y a partir de su experiencia en otras zonas “ardientes”


neogranadinas, el científico gaditano entregó el 18 de mayo de 1786
un “plan de curación para las enfermedades agudas que se padecen en
el Darién”, donde gran parte de sus estrategias curativas involucraban
acciones concretas para “abatir” a la naturaleza de la región.

Pidió, por ende, que se desecaran los pantanos y se erradicara la vegeta-


ción adyacente a los caseríos, puestos militares, reales de minas o de los
campamentos itinerantes para la explotación de cacao y tabaco. Eso sí,
los “desmontes de selva” se debían emprender en la “estación seca” y
no en la lluviosa como se estaba haciendo, pues, de proseguir con esta
“imprevisión” que dispersaba los mefíticos vapores, “necesariamente se
corrompe la atmósfera hasta el punto de producir calenturas malignas”46.

Recomendó, además, que las personas no recibieran “fuertes insolaciones”,


no ingirieran con “desorden” sus alimentos, no reposaran a la intemperie y
que no durmieran “al raso” del suelo con la finalidad de evitar la inhalación
de los efluvios venenosos que exhalaban los húmedos terrenos. Para acelerar
la deforestación, se promovieron igualmente las “quemas” de los “espesos
montes”, pues, como lo expresó Manuel García de Villalba, encender estos
“fuegos” era una tarea imprescindible para que

[…] se corten las enfermedades que en general todo establecim[ien]to


nuevo padece, a causa de los vapores del campo después de desmon-
tados y de la podredumbre de la hojarasca q[ue] se introduce, infec-
tando las aguas, bien es que estos causales en parte se pueden cortar
quemando con anticipac[i]ón los parajes electos p[ar]a poblar, consi-
guiéndose consumir las partes húmedas y salitrosas del terreno47.

Si las “candeladas” no fuesen suficientes por lo “tupido” de la vegeta-


ción, también se debía solicitar a las comandancias vecinas el envío de
tropillas de leñadores para acelerar el proceso de deforestación, toda

46 José Celestino Mutis, (18 de mayo de 1786) “Plan de curación para las enfermedades agudas que se
padecen en el Darién, según las observaciones de las mismas epidemias que frecuentemente ocurren
en todos los temperamentos calientes y húmedos de esta América”, en Escritos científicos de don 67
José Celestino Mutis, edit. Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura
Hispánica, Tomo I, 1983), 145.
47 Manuel García de Villalba, Descripción, 153.

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Jaime Andrés Peralta Agudelo

vez que la “tumba de árboles” también debería cobijar los márgenes de


los ríos, ciénagas y caminos. Esta medida ya había tenido cierto éxito en
puntos concretos, como fue el caso del caserío cercano al fuerte de San
Carlos de Caimán al costado oriental del golfo de Urabá.

Allí la actividad de los taladores había sido fructífera y Antonio de


Arévalo la reportaba en este tenor: “se ha continuado el desmonte de
los árboles y malezas de parte del terreno que debe ocupar la nueba
fundación”48, pero la tarea no era nada sencilla, tanto por el “corto
número de 38 hombres de hacha y 68 de machete empleados estos en la
pica del monte bajo y aquellos en la tumba de los árboles que ocupan la
extensión del terreno”49, como por la “corpulencia de los árboles”, por
lo cual se solicitó el concurso del teniente del Citará para que se remi-
tiesen “200 yndios para ganar el tiempo y ahorrar lo que se impende en
gastos comunes de empleados”50.

De estas medidas de arrasamiento de la naturaleza, también se podrían


derivar ventajas estratégicas en la guerra contra los cunas. Quemar sus
sitios de habitación y de cultivo antes de emprender cualquier acción
bélica, también podría facilitar la labor de “reducción” de aquellos
“salvajes”. De volverse una táctica habitual, se facilitaría mucho el buen
desempeño de las tropas reales, tal como sucedió en la campaña de
1785 en el costado este del golfo de Urabá. Allí, la 1° División, a cargo
del comandante Josef López Durán, en conjunto con el mayor general,
Jorge Aznar, y Justo Terán y Pablo García, oficiales de milicias pardas de
Cartagena, entraron con su tropa por el río Caimán, para hacer frente a
los cunas asentados en el lugar.

Con grandes fatigas tuvieron que penetrar el área “por el monte cerrado
lleno de bejucos y raízes, y a cosa de la una del día… continuamos
la marcha… por monte más claro de árboles altísimos y corpulentos,
bijaos grandes, y árboles de cacao silbestre, desfilando por varias partes
hasta llegar al puerto del río”51. Pero solo se pudo entrar en combate
48 AGI, Panamá 307, “Diario del brigadier Don Antonio Arévalo de lo practicado en los tres estableci-
68 mientos de Caymán, Mandinga y la Concepción”, 1785, f.1302v.
49 AGI, Panamá 307, “Diario del brigadier…”, 1785, f. 1305r.
50 AGI, Panamá 307, “Diario del brigadier…”, 1785, f.1305v.
51 AGI, Panamá 307, “Diario del brigadier…”, 1785, f. 1291v.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

una vez se había arrasado “el monte del platanar y su contigua para
[poder] ver venir al enemigo y atrincherarnos en él”52.

Limpiar los cursos de agua también traería beneficios no solo a la salud


humana, sino en las campañas militares. Así se podría facilitar el paso de
balandras artilladas y de canoas “rancheras” para vigilar y llevar provi-
siones y pertrechos a las guarniciones castrenses, así como para conducir
hacia Portobelo, Panamá, Quibdó o Cartagena las “riquezas” naturales
de la zona. Aunque era una medida costosa, se podría implementar al
menos en algunos puntos estratégicos como la “casa fuerte” instalada
en Yavisa (c.1760), desde donde se tenía que navegar por el curso del
río de Subcubtí hasta arribar a la Loma Deseada en una jornada que
duraba cuando menos unos 6 días y medio. Con dragados constantes se
mermarían los días de viaje y, sobre todo, la presencia de los cunas que
acostumbraban emboscar a quienes navegaban por ahí amparados por
las empalizadas de los ríos y humedales. Por lo tanto,

[…] la limpieza del rio no bajaría por primera vez de ocho a diez mil
pesos… á lo menos hasta que la navegacion se haga tan frecuente que
cada embarcacion por su interés particular abra camino. La causa de
estar el rio tan sucio es por tener muy poco ancho, y en las orillas
multitud de árboles tan grandes que cuando caen quedan atravesados
de una á otra parte, y por muy rara casualidad se los lleva la corriente53.

Sin embargo, para convertir los puntos de colonización en sitios


“habitables” no solo era necesario que “se abatiesen los Bosques”, se
“secaran” sus humedales y “vaciaran” sus ríos y estuarios, sino que “se
cultivase”54. Tras las quemas, los terrenos se debían “macanear” para
establecer cultivos domésticos a los que, por su cultura alimentaria,
ya estaba habituado el colonizador. En este sentido, en mayo de 1787
se notificaba desde Caimán que uno de los principales logros que se
habían obtenido, consistía en que

52 AGI, Panamá 307, “Diario del brigadier…”, 1785, f. 1291r y 1291v. 69


53 Fernando Murillo, Reflexiones, 299.
54 AGI, Santa Fé 75B, Doc. 3, “Noticias sobre el Darién, y proyecto para un establecimiento allí, con noticia
del que empezó á hacer la Compañía Africana de Escocia, con una relación de Chocó”, 1788, f. 50r.

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[…] la campaña circunvecina al fuerte está bien limpia y ventilada. Hay


en ella varias rozas de los poblados con maíz, arroz, yuca y ñame que
han sembrado remitido de Lorica… quedan encargados el comandante
y el ministro proveedor de promover esta agricultura y la de planta-
ciones de cacao y café y de hacer el desmonte correspondiente a hacer
un platanar de 16 cabullas de cuenta de SM para sacar el fruto suficiente
que sirva de pan para la tropa55.

De igual forma, el visitador Antonio de la Torre y Miranda en su “Noticia


Individual…” conceptuó que todas estas intervenciones, complemen-
tándolas con la apertura de buenos caminos “de tierra” y con la fijación
de “puertos seguros”, podrían contribuir a la generación de nuevas
utilidades monetarias a partir de la extracción de los recursos naturales
disponibles. Se generarían así nuevos renglones comerciales (bálsamos,
resinas, maderas preciosas, productos medicinales, pieles finas, etc.)
que dinamizarían los flujos monetarios intra y extra virreinales y los
mercados trasatlánticos. Sobre el particular, añadió que en poco tiempo
se podían avizorar “ventajosas é interesantes proporciones con que
las brindaban infinidad de cacaguales, pesca del carey, y otras muchas
producciones de mucha utilidad, de que [hoy solo] se aprovechan los
extrangeros”56.

Concatenado con estas iniciativas de transformación, también se debe-


rían implementar medidas de asimilación y comprensión del espacio
natural darienita para mejorar el desempeño militar y la “obra guber-
nativa” de la provincia. Para tal efecto, era necesaria la elaboración de
mapas confiables, de allí que, entre las órdenes dadas desde Madrid a
toda expedición geodésica, como la de Arévalo y Narváez de 1761,
figurara, por ejemplo,

[…] el reconocimiento exacto que se ha hecho del expresado Golfo del


Darién y parte de este ysthmo y costa con sus bahías, puertos, radas, calas
y vaxos, calidad de los caminos curso de sus ríos, los que de estos son
navegables y lo que pueden contribuir para la facilidad de las conduciones
70
55 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, Tomo 37, Doc. 135, f. 829r.
56 Antonio de la Torre y Miranda, Noticia individual, de las poblaciones nuevamente fundadas en la
provincia de Cartagena… (Santa María: Luis de Luque y Leyva, 1794), 78.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

a varias provincias, aumento del comercio y beneficio de los pueblos…


para dar con esto [debían trazar] los mapas generales y planos particu-
lares con que se debe acompañar entero conocimiento de este paýs57.

De otra parte, la oferta local de productos naturales también debía


apuntalar la remodelación de las antiguas “casas fuertes” (por ejemplo,
la de Chepigana, Yaviza y Bocachica) o la edificación de las cinco nuevas
propuestas en el plan de Arévalo (1784 a 178958), por lo que los nuevos
caseríos se deberían situar no solo en sus inmediaciones, sino en parajes
estratégicos donde hubiera “cantidad de piedra a propócito para obras
de mampostería ordinaria y para hacer cal de mediana calidad que podrá
servir bien para la construcción del fuerte”59 o “barro muy bueno para
ollas, ladrillos etcétera, alguna piedra y maderas de corazón60.

Y si todos estos proyectos implicaban la remodelación de una natura-


leza agresiva y desconocida para el recién llegado, también se debían
encontrar nuevos grupos humanos que poblaran sus distintos parajes.
Las diversas posturas confluyeron en que se necesitaba una nueva
base poblacional que reemplazara a los cunas, pero, como lo estimaba
Antonio de la Torre y Miranda, se debía evitar que sucumbiera a las
condiciones ambientales y a las enfermedades tropicales del Darién.
Aquí también incidiría la variable ambiental y, en este sentido, para
encontrar la “gente” más adecuada, no había que recurrir, “sin mirar
las resultas, por colonos á Europa” (mallorquines, canarios o de las
colonias de la Florida) o por gentes de las montañas de Antioquia y de
otros puntos andinos como otros autores habían pensado.

No, para este cometido se debía recurrir a la fuerza de trabajo dispo-


nible en las unidades administrativas cercanas como Cartagena, “por
ser igual, para su salud, aquel temperamento”. Tras las distintas congre-
gaciones de negros libres, mestizos pobres y algunos indígenas (zenúes
y chocoes) de las planicies del Sinú y del San Jorge que De la Torre y
Miranda había hecho en sus correrías por la costa Caribe, también se

57 BRAH, 9/6271, “Diario del reconocimiento…”, 1761, f. 2v 71


58 Mandinga, Concepción, Príncipe, Carolina y Caimán.
59 BRAH, 9/6271, “Diario del reconocimiento…”, 1761, f.38v.
60 BRAH, 9/6271, “Diario del reconocimiento…”, 1761, f.15r.

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podían convocar a unas 1.500 familias que, por porvenir de “iguales


calores”, abrazarían “gustosas aquellos establecimientos”61.

Con estas medidas referidas al entorno ambiental, conjuntamente con


la presión militar y la presencia institucional y religiosa de la Corona,
quedaría así el “país abierto” a los sueños del “progreso” que se habían
avizorado como el mejor futuro para la región.

Conclusiones

Desde una perspectiva ambiental y cultural, el éxito precario de gran


parte de las iniciativas de “adelantamiento” propuestas fue ostensible
cuando se intentó convertir al Darién en un paisaje colonial “domés-
tico”, es decir, en un espacio geográfico y biológico dominado y utilizado
por los agentes del sistema colonial. Sin embargo, para lograr esta meta
de “progreso”, también se debía “domesticar” al medio social darienita.
Para el caso de los indígenas cunas, objetivo central de este artículo, sus
formas de poblamiento, sus “usos y costumbres” para aprovechar los
recursos de fauna y flora de sus territorios, además de sus estrategias
de resistencia contra el poder español, se atribuyeron, igualmente, a su
íntima relación con la “salvaje” naturaleza del lugar.

Desde la óptica del que no conocía a su geografía más allá de algunos


pocos puntos terrestres, costeros y fluviales, de quien se enfermaba -y a
veces moría- al poco tiempo de su arribo con los vapores “pútridos” que
exhalaban los suelos y los aires darienitas, tras las “plagas” de mosquitos
o luego de las mordeduras de las “crueles sabandijas” y las rabiosas
“sierpes” que allí habitaban, los cunas fueron tomados, entonces, como
unos seres tan “salvajes”, “indomables”, “rebeldes” y letales como lo
era la naturaleza tropical de aquella provincia.

Ellos extraían su poderío del entorno físico/biológico y, por lo mismo,


se fusionaron culturalmente en una misma unidad de sentido: ambos,
cunas y naturaleza, eran hostiles, “atrevidos”, “vengativos”, “taimados”,
72
“indomeñables” y “engañosos”, mortíferos a su manera, con lo cual

61 Antonio de la Torre y Miranda, Noticia, 78.

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“Paraíso de calor” y refugio de “bárbaros”

los reformadores borbónicos definieron a ambas instancias desde un


“afuera” de la zona, es decir, desde el temor y el conflicto y desde lo que le
faltaba al Darién para ser un ámbito querido y amable para el colonizador.

Había, entonces, que “abatir” ambas naturalezas, extinguirlas en la medida


de lo posible o transformarlas en sus condiciones innatas para que
pudieran entrar en la nueva “época de la razón” que se estaba buscando
en todo el orbe hispánico durante el siglo de la Ilustración. De allí que los
colonizadores pensaran -y actuaran en consecuencia- que, solo cambiando
radicalmente al contexto natural, se podría vencer a los cunas, allanando
así el camino hacia una nueva época histórica -que no pasaron de simples
deseos- para este rincón del virreinato del Nuevo Reino Granada.

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Para citar este artículo: Peralta Agudelo, Jaime Andrés. ““Paraíso de calor”
y refugio de “bárbaros”. La naturaleza y los cunas del Darién en su “conjura”
76 contra el imperio español”, Historia Caribe Vol. XIX No. 45 (Julio-Diciembre
2024): 45-76. DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3824

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77-104

La tortuosa ruta hacia


la movilidad social:
la familia “libre de color”
en el Santiago de Cuba colonial
(1803 – 1868)* 1

Sissy Indira Gómez Calderín


Afiliada institucionalmente a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente (Venezuela).
Doctora en Ciencias Históricas y Filosóficas por la misma institución. Correo electrónico: sissy@uo.edu.cu.
Entre sus temas de interés está la familia “libre de color” en Santiago de Cuba en el siglo XIX.
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8311-7527

Recibido: 10 de octubre de 2023


Aprobado: 20 de enero de 2024
Modificado: 25 de febrero de 2024
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4088

* Este artículo forma parte del proyecto: “Economía, política y sociedad en el Oriente cubano siglos
XVIII al XX” financiado por el Programa Sectorial de Historia de Cuba, gestionado por el Instituto 77
de Historia de Cuba, La Habana.
Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 77-104


Sissy Indira Gómez Calderín

La tortuosa ruta hacia la movilidad social: la familia “libre de color” en el


Santiago de Cuba colonial (1803 – 1868)
Resumen
Este artículo demostrará que, a pesar de las dificultades para lograrlo en una sociedad
diseñada para discriminarlos, segmentos importantes del estamento social de los libres
de color alcanzaron un notable ascenso económico, resultado de la práctica de oficios
urbanos, del trabajo de la tierra, o producto de lo obtenido del trabajo de sus esclavos.
Pero no era suficiente elevarse económicamente para obtener el ansiado reconocimien-
to social. Se concluye también que los “libres de color” ejecutaron otras acciones que
representarían vías hacia la movilidad social: la educación y el “blanqueamiento”, o sea
la tendencia al matrimonio o compadrazgo con familias blancas.

Palabras claves: Santiago de Cuba, movilidad social, familia de negros y mulatos libres,
siglo XIX.

The tortous route towards social mobility: the “free of color” family in
colonial Santiago de Cuba (1803 – 1868)
Abstract
This article will demonstrate that, despite the difficulties to achieve it in a society designed
to discriminate against them, important segments of the social class of free people of color
achieved a notable economic ascent, as a result of the practice of urban trades, of working the
land, or product of what is obtained from the work of their slaves. But it was not enough to
rise economically to obtain the coveted social recognition. It is also concluded that the “free
of color” executed other actions that would represent paths towards social mobility: education
and “whitening”, that is, the tendency to marry or compadrazgo with white families.

Keywords: Santiago de Cuba, social mobility, free black and mulatto family, 19th century.

O dificil caminho para a mobilidade social: a família “free of color” em


Santiago de Cuba no periodo colonial (1803 – 1868)
Resumo
Este artigo demonstrará que, apesar das dificuldades para alcançá-lo em uma sociedade desti-
nada a discriminá-los, importantes segmentos da classe social de pessoas de cor livres alcança-
ram notável ascensão econômica, fruto da prática dos ofícios urbanos, do trabalho a terra, ou
produto do que é obtido do trabalho de seus escravos. Mas não bastava ascender economica-
mente para obter o cobiçado reconhecimento social. Conclui-se também que os “livres de cor”
executaram outras ações que representariam caminhos para a mobilidade social: a educação e o
78 “branqueamento”, ou seja, a tendência a casar ou compadrazgo com famílias brancas.

Palavras-chave: Santiago de Cuba, mobilidade social, família de negros e mulatos li-


vres, século XIX.

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La tortuosa ruta hacia la movilidad social

La voie tortous vers la mobilité sociale : la famille « libre de couleur » à


Santiago de Cuba coloniale (1803 – 1868)
Résumé
Cet article démontrera que, malgré les difficultés à y parvenir dans une société conçue
pour les discriminer, des segments importants de la classe sociale des personnes libres
de couleur ont réalisé une ascension économique notable, grâce à la pratique des métiers
urbains, de lala terre, ou le produit de ce qui est obtenu du travail de leurs esclaves. Mais
il ne suffisait pas de s’élever économiquement pour obtenir la reconnaissance sociale tant
convoitée. Il est également conclu que les «libres de couleur» ont exécuté d’autres actions
qui représenteraient des voies vers la mobilité sociale: l’éducation et le «blanchiment»,
c’est-à-dire la tendance à se marier ou à se compadrazgo avec des familles blanches.

Mots clés: Santiago de Cuba, mobilité sociale, famille noire et mulâtre libre, XIX e siècle.

Introducción

El estamento de pardos y morenos libres en Cuba jugó durante la etapa


colonial un papel importante en el desarrollo económico y cultural de
la Isla. A lo largo de siglos de colonialismo español y de una sociedad
marcada por estereotipos raciales, se fueron abriendo camino con el
objetivo de sortear las barreras impuestas por el color de la piel. La
historiografía cubana y particularmente la santiaguera contiene varios
materiales dedicados al estudio de este estamento y su impronta en el
contexto socioeconómico de Cuba entre los siglos XVIII y XIX, y prin-
cipios del XX.

Autores como Pedro Deschamps Chapeaux con su libro El negro en


la economía habanera del siglo XIX1y José Luciano Franco con su
obra Las minas de Santiago del Prado y la rebelión de los cobreros:
1530-18002destacan por ser pioneros en su incursión en la temática,
abriendo espacios para posteriores investigaciones en torno a un tema
casi exiguo en la historiografía cubana hasta esos años. En el 2011 es
publicado bajo la coordinación de los investigadores Sandra Estévez,

1 Pedro Deschamps Chapeaux, El negro en la economía habanera del siglo XIX, (La Habana: 79
UNEAC, 1971).
2 José Luciano Franco Las minas de Santiago del Prado y la rebelión de los cobreros: 1530-1800, (La
Habana: Ciencias Sociales, 1974).

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Sissy Indira Gómez Calderín

Pedro Castro Monterey y Olga Portuondo Zúñiga, el texto colectivo Por


la identidad del negro cubano3; en el año 2014 aparece Entre esclavos y
libres de la Cuba colonial de la Dr. C Olga Portuondo Zúñiga4. Ambos
trabajos abarcan elementos como la educación, la economía, la religión
y los oficios que tipificaron a los libres de color, fundamentalmente en
los espacios citadinos de La Habana y Santiago de Cuba.

El investigador Rafael Duharte Jiménez marca pautas en el estudio del


tema a través de trabajos como El negro en la sociedad colonial5 y El
ascenso del negro en la economía colonial cubana6, en los que se cons-
truyen, aplican y demuestran conceptos como el de burguesía de color.

En este contexto deben señalarse las obras de la Dr. C. María Cristina


Hierrezuelo Las olvidadas hijas de Eva7 y Tumbas para cimarronas8en las que
la autora busca redimensionar la figura de la mujer negra, y rompe con
tradicionalismos historiográficos en torno al estudio del negro libre o
esclavo en Cuba. A estos trabajos se sumaron otros que abordaron el
estudio de familias y personalidades que jugaron un papel importante
dentro del proceso independentista cubano procedentes de la ciudad
de Santiago de Cuba. En sentido general el enfoque estuvo dirigido al
estudio desde la concepción de estamento y su participación en espa-
cios económicos, militares, religiosos y culturales.

La ciudad santiaguera, de conjunto con La Habana, han sido los sitios


por excelencia para el desarrollo de estas investigaciones. A partir del
auge de la llamada Historia Social en el país, se fueron generalizando
otros enfoques para el estudio de los libres de color en la colonia,
potenciándose los espacios geográficos antes mencionados. Trabajos
como Esclavitud, familia y parroquia en Cuba. Otra mirada desde la

3 Sandra Estévez, Pedro Castro Monterey y Olga Portuondo Zúñiga, Por la identidad del negro
cubano, (Santiago de Cuba: Caserón, 2011).
4 Olga Portuondo Zúñiga, Entre esclavos y libres de la Cuba colonial, (Santiago de Cuba: Oriente, 2014).
5 Rafael Duhuarte Jiménez, El negro en la sociedad colonial, (Santiago de Cuba: Oriente, 1998).
80 6 -. Dos aproximaciones a la Historia de Cuba. Cuadernos del Caribe 1. (Santiago de Cuba: Casa del
Caribe, 1984).
7 María Cristina Hierrezuelo Planas, Las olvidadas hijas de Eva, (Santiago de Cuba: Santiago, 2006)
8 -. Tumbas para cimarronas, (Santiago de Cuba: Santiago, 2013).

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microhistoria9, Familia agregados y esclavos. Los padrones de vecinos


de Santiago de Cuba (1778-1861)10 y El cabildo carabalí viví de Santiago
de Cuba: familia, cultura y sociedad. (1797-1909)11, de las investigadoras
Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, ahondan
en los estudios de familia. Teniendo como punto de partida fuentes
de archivos como testamentos, actas bautismales y cartas de libertad,
entre otras, lograron reconstruir estos hogares y con ello establecer sus
tipologías y demás estructuras.

Aun cuando las obras historiográficas mencionadas han servido para


rescatar la historia de un estamento que incidió directamente en el
proceso de formación de la nación y la nacionalidad cubana, persiste la
necesidad de realizar investigaciones que aborden nuevos enfoques con
el objetivo de ampliar las perspectivas y alcance de ellas. El presente
artículo incursiona en el estudio de la movilidad social como compo-
nente de la dinámica familiar de pardos y morenos libres en la ciudad
de Santiago de Cuba entre 1803 y 1868. De esta forma se busca explicar
los principales mecanismos empleados por estas familias en función
de alcanzar peldaños superiores en el entramado socioeconómico de
la ciudad, sorteando los obstáculos impuestos por el color de la piel.
Este objetivo permitirá sustentar la hipótesis de que a pesar de las
dificultades para lograr una movilidad social en una sociedad diseñada
para discriminarlos, segmentos importantes del estamento social de los
libres de color alcanzaron un notable ascenso económico, resultado de
la práctica de oficios urbanos, del trabajo de la tierra, o producto de lo
obtenido del trabajo de sus esclavos, ascenso que no siempre estuvo
equiparado con un ascenso social pues la traba del color de la piel conti-
nuaba siendo un importante obstáculo en este proceso.

La presente investigación se sirve de una amplia gama de fuentes


primarias consultadas en el Archivo Nacional de Cuba (ANC) como los

9 Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, Esclavitud, familia y parroquia en Cuba.
Otra mirada desde la microhistoria, (Santiago de Cuba: Oriente, 2006).
10 Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, Familia agregados y esclavos. Los
padrones de vecinos de Santiago de Cuba (1778-1861), (Santiago de Cuba: Oriente, 2011). 81
11 Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, El cabildo carabalí viví de Santiago de
Cuba: familia, cultura y sociedad. (1797-1909,) (Santiago de Cuba: Oriente, 2013).

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Padrones de vecinos, Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba


(AHPSC) donde se procesaron Testamentos y Cartas de Libertad, hipo-
tecas, Padrones de Fincas Rústicas y Urbanas, así como otras opera-
ciones económicas, Registro Mercantil, entre otros, y el Archivo del
Arzobispado de Santiago de Cuba (AASC). En este último, se revisaron
los archivos de las parroquias de Santo Tomás Apóstol y de la Santísima
Trinidad. Fueron procesados los Libros Bautismales, de Matrimonios
y de Defunción. Información que permitió delimitar los principales
escoyos que encontró este estamento en su camino hacia la búsqueda
de la movilidad social tanto desde el punto de vista legal como desde los
estigmas concebidos por la sociedad colonial santiaguera del siglo XIX.

1. Conformación del estamento de pardos y morenos libres

El término de pardos y morenos fue resultado de un proceso de cons-


trucción social, o sea, que fue acuñándose a lo largo de la conformación
de dicho estamento en consonancia con los preceptos sociales formados
a lo largo del período colonial. De ahí que, “pardo” fuera empleado para
aquellas personas de color con ascendencia europea y africana, y en
cuya piel se reflejaba cierto grado de “blanqueamiento”, mientras que
“moreno” venía a contrarrestar el término de mulato usado en tonos
despectivos y considerado como un insulto para aquellos que, aunque
oscuros de piel, habían logrado alcanzar su libertad y posicionarse en un
status jurídico y civil superior al de los esclavos12. Esta concepción fue
imprimiendo desde el primer momento rasgos inherentes a la confor-
mación del estamento de pardos y morenos libres13 en la Isla.

Esta fue resultado además, de la convergencia de hechos y procesos


históricos que favorecieron el creciente número poblacional y su
presencia en los entornos citadinos y rurales del territorio. Entre ellos,
la entrada desde los primeros años de la colonización española de mano

12 Con el objetivo de ampliar información referente a los términos planteados pueden consultarse de
Antonio de la Barra y Prado y Francisco de las Barras de Aragón, La Habana a mediados del siglo
XIX. Memorias de Antonio de la Barra y Prado (Madrid: Imprenta de la ciudad lineal, 1925), 113 y
82 de Esteban Pichardo, Diccionario Provincial casi razonado de Vozes y Frases Cubanas, (La Habana:
Imprenta El Trabajo. 4ta edición, 1985).
13 En el artículo se empleará indistintamente los siguientes términos para designar el estamento objeto
de estudio, dígase: pardos y morenos libres o libres de color.

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de obra esclava proveniente en menor medida de la propia metrópoli


─en sus primeros momentos─, y posteriormente en una mayor esca-
lada desde el continente africano, con el objetivo de suplir la indígena
casi agotada por las condiciones de explotación a los que fueron some-
tidos. Este fenómeno vino acompañado por el llamado mecanismo de
manumisión, vía por la cual el negro esclavo tuvo acceso a su libertad
y pudo saltar las barreras de la esclavitud hacia una nueva condición,
status social y jurídico: la de hombre libre.

Desde la manumisión, el alto número de cartas de libertad otorgadas


fue una particularidad en Cuba, tanto que Alejandro de Humboldt
escribió al respecto: “En ninguna parte del mundo donde hay esclavos
es tan frecuente la manumisión como en la Isla de Cuba, porque la
legislación española, contraria enteramente a las legislaciones francesa e
inglesa, favorecen extraordinariamente la libertad, no poniéndole trabas
ni haciéndola onerosa”14. De ahí su incidencia directa en los sucesivos
comportamientos demográficos que experimentó el estamento en las
diferentes regiones del país y específicamente en la ciudad santiaguera:

“La ciudad de Santiago, capital administrativa […] contaba con el


porcentaje mayor de blancos. Esto sin embargo no quiere decir que la
población blanca fue mayoritaria, los blancos representaban el 37,36
% del total de la población de áreas urbanas, mientras que los libres
de color eran el 38,75 % de la población y los esclavos el 23, 85 %. La
composición demográfica de las ciudades y pueblos de Cuba era funda-
mentalmente de color, y con un porcentaje considerable de esclavos”15.

A lo que se sumó un proceso natural de mestizaje. La llegada de los esclavos


a la Isla no solo importó fenómenos que ya venían dándose de forma
consuetudinaria en la metrópoli española, sino que trajo de la mano la unión
y el deseo carnal entre blancos y negros ─mayormente entre el blanco y la
negra─, fuese consentido o no. De esta unión nacerían entonces pardos
que por los mecanismos ya explicitados accederían a la libertad.

14 Alejandro De Humboldt, Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, (Edición hecha en la casa de Jules 83
Renouard, 1827), https://web.seducoahuila.gob.mx › biblioweb › upload(Consultado: 23/5/2022), 284.
15 Javier Laviña, Santiago de Cuba 1860 Esclavitud, Color y población, https://dialnet.unirioja.es/
descarga/articulo/1317631.pdf(Consultado: 26/11/2016) p. 24.

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Sissy Indira Gómez Calderín

En la medida que este fenómeno tuvo su incidencia en la conforma-


ción del estamento demográfica y culturalmente, también repercutió
en gran proporción en la forma en que se fue moldeando la dinámica
de la familia de libres de color, sobre toda en aquellas cuyos miem-
bros tuvieron un origen esclavo o permanecían en unión consensual
o marital con ellos. Ejemplo el matrimonio de Juan Nepomuceno
Medina moreno libre con la esclava Filomena Moro16, Isabel Morales
morena de 40 años— empadronada en el Padrón de la parroquia
de la Santísima Trinidad del 9 de agosto de 1812—, casada con un
esclavo17, o Catalina Ferrer con igual condición y años18 —por solo
citar algunos—.Aunque las relaciones de parentesco fue un elemento
que pervivió a lo largo de las generaciones que transitaron de esclavos
a libres, las familias de libres de color asumieron con fuerza el valor de
crear y consolidar amplias redes familiares donde no solo predominó
la unión consanguínea tanto por parte del padre como de la madre
sino la unión a partir de relaciones por afinidad ya fuese mediante las
cofradías, cabildos, así como los vínculos creados con ahijados (as),
compadres y comadres.

Para el caso de la ciudad santiaguera y de la región oriental en sentido


general, se sumaría a los factores anteriormente mencionados la
llegada de las sucesivas oleadas migratorias provenientes de Saint
Domingue a fines del siglo XVIII y los primeros años del XIX. Entre
los que llegaron se contabilizaban los hacendados franceses blancos,
los llamados “grandes blancos”, quienes arribaron en los primeros
momentos huyendo de escenas aterradoras como las que describe Juan
Bosch cuando en su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe fron-
tera imperial refiere: “Los amos, sus mujeres y sus hijos eran muertos a
golpes de machete y quemados en las hogueras de sus propias casas”19;

16 Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (en adelante AHPSC), Fondo: Protocolos Nota-
riales Colonia, leg.76,1826. f. 215.
17 En los padrones procesados para esta investigación se mantiene como regla no registrar el nombre del
esposo o esposa si estos tenían la condición de esclavos, por lo que no se tiene conocimiento del nombre
del conyugue. “Cuaderno del Padrón de la parroquia de la santísima trinidad hecho por D. José Francisco
Odio comisario del respectivo cuartel en la ciudad de Santiago de Cuba”, 9 de agosto de 1812, Archivo
84 Nacional de Cuba (en adelante ANC): Fondo: Miscelánea de Expedientes, leg. 4073, Letra am, f.10.
18 “Cuaderno del Padrón”: Fondo: Miscelánea de Expedientes, leg. 4073, Letra am, f.10.
19 Juan Bosch, De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe frontera imperial, (La Habana: Ciencias
Sociales, 4a edición, 2007), p. 320.

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a estos se sumaron una parte de la población libre de color, adinerada


o pobre, en consonancia con los hechos que acaecían en este territorio.

Para el año 1803, se produjo la mayor afluencia al arribar más de 20 mil


inmigrantes a territorio cubano. Al contrario del comportamiento que
tuvo este proceso en el resto de la región y otros territorios de la Isla,
en Santiago de Cuba el mayor por ciento de la población francesa libre
inmigrante era “de color”, una proporción de 2 341 personas sobre
500420.Entre 1803 y 1813 la población de pardos y morenos libres en la
ciudad aumentó en un ocho por ciento en tan solo 10 años.

El siglo XIX sería así el de mayor explosión demográfica como quedó


evidenciado en los censos del período —fundamentalmente durante las
seis primeras décadas de la centuria—. Solo entre los años 1841 a 1862
aumentaron en más del cincuenta por ciento con respecto al total de la
población existente en la ciudad santiaguera y en un nueve por ciento
con respecto a la población correspondiente al estamento.

Para la familia de libres de color la llegada de esta migración imprimió


nuevos matices a su dinámica. Atendiendo al fuerte impacto que tuvo
desde el punto de vista demográfico, ampliaría las posibilidades de
formar un mayor número de familias, en las que se consiguió detectar
un mayor grado de consanguinidad al poder reconocerse en no pocos
casos la familia troncal con origen en la colonia de Saint Domingue. De
esta forma se acentuaba la tipología de la familia extensa, ya fuese con
la presencia de ambos o solo uno de los progenitores.

Aportes culturales, económicos y sociales que no se circunscribieron


a las zonas del entorno citadino de Santiago de Cuba donde se asen-
taron, sino que trascendieron esos espacios propiciando un renacer de
la ciudad, aportando nuevos matices a la educación de sus habitantes,
el refinamiento y el buen gusto, se hicieron eco en tardes de tertulias,
teatro y música. La arquitectura y la urbanización de la ciudad no se
concentraron en la zona del Tivolí y la calle Gallo, sino que llevaron
85
20 Alain Yacoult, La presencia francesa en la Isla de Cuba a raíz de la revolución de Saint Domingue
(1790-1809), https://mdc.ulpgc.es/cdm/singleitem/collection/tebeto/id/323/rec/94. (Consul-
tado: 10/3/2021), 226.

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a la ampliación de los espacios habitables y mejoras en sus construc-


ciones. Sin dudas y atendiendo a la época no dejaron de existir casos de
ambientes elitistas entre aquellos que abandonaron condiciones pare-
cidas a estas en su tierra de origen.

Padrones de vecinos de la ciudad de Santiago de Cuba correspondientes


a las primeras dos décadas del siglo XIX21 contienen una amplia cantidad
de franceses asentados en diferentes barrios donde predominaba la
población libre de color natural de la ciudad22. Lo mismo ocurrió a nivel
de las familias, como parte natural de un proceso migratorio en donde
hay presente niveles de adaptación e integración, hombres y mujeres
contrajeron matrimonio o decidieron unirse sentimentalmente.

De igual forma la llegada de estos inmigrantes se tradujo en la forma-


ción de amplios lazos de afinidad y consanguinidad creando nuevas
redes familiares con libres de color franco haitianos que ya poseían ─en

21 “Padrón del octavo cuartel hecho por D. Juan Antonio de Anaya su alcalde año 1810 en esta ciudad
de Santiago de Cuba”, 1810, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg.: 4073 letra ll. “Cuaderno
en que se hayan asentados los individuos que componen el sexto cuartel de esta ciudad de Santiago
de Cuba acabado el 21 de abril de 1810, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 4073 letra
Ll. “Noveno cuartel. Cuaderno en que se hayan asentado los individuos que componen el noveno
cuartel de esta ciudad de Santiago de Cuba acabado el 6 de marzo de 1810, ANC: Fondo: Miscelánea
de expedientes, leg. 4073 letra M. “Séptimo cuartel. Cuaderno en que se hayan asentado los indivi-
duos que componen el séptimo cuartel de esta ciudad de Santiago de Cuba acabado el 23 de marzo
de 1810”, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 4073 letra N. “Cuaderno del padrón de la
parroquia de la Santísima Trinidad hecho por D. José Francisco Odio comisario del respectivo cuartel
en la ciudad de Santiago de Cuba. 9 de octubre de 1812”, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes,
leg.: 4073 letra Am. “Cuartel Primer. Padrón nominal de los habitantes que tiene dicho cuartel con
expresión de sus edades, ejercicio o profesión, clase, estado, número de hijos, agregados, sirvientes,
esclavos y libres”, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 4074 letra Aa. “Documento que
manifiesta las personas existentes que comprende una parte de la parroquia de Santo Tomás en la
ciudad de Santiago de Cuba.1823”, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 392 No. 18651
letra GG. “Padrón que manifiesta las personas existentes en la primera parte de la parroquia de la
Santísima Trinidad practicado por el comisionado de esta capital, regidor D. Antonio Abad Collazo
en diciembre de 1823”, ANC: Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 4074 letra Y. ANC: Fondo:
Miscelánea de expedientes, leg. 1431 C.
22 Debe destacarse que los franceses asentados en estos barrios como en otros de la ciudad fueron
portadores —en su gran mayoría— de conocimientos en artes y oficios que enriquecieron el entorno
de la ciudad. Artesanos, zapateros, dulceros, sastres, pintores, músicos entre otras habilidades fueron
permeando a la ciudad y a su población. En este caso en particular al estamento de libres de color
quienes se podían encontrar como ayudantes o aprendices en varios de estos establecimientos. Para
ampliar información sobre el tema debe consultarse de Olga Portuondo Zúñiga, Entre Esclavos y
86 libres de la Cuba colonial, (Santiago de Cuba: Oriente, 2014). En este la autora realiza un balance no
solo del número de inmigrantes sino de la composición en cuanto a oficios, así como un análisis de
cómo fue cambiando el panorama cultural, económico y social de la ciudad tras la llegada y asenta-
miento de este grupo migratorio desde fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

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algunos casos─ mayores riquezas, así como nuevos elementos cultu-


rales que se irían incorporando en las generaciones siguientes y que,
sin lugar a dudas, formaron parte de esos elementos que ayudaron a
la conformación de la identidad de esta parte de la isla, y de Cuba en
sentido general.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que un número considerable


de estos creoles que arribaron a la ciudad ─como quedó señalado ante-
riormente─ venían de un contexto donde ostentaban un papel impor-
tante en el ámbito económico marcado por la existencia de un número
considerable de propiedades y esclavos, otros eran maestros en oficios
de un alto nivel de refinamiento pero que, de igual forma, habían sido
víctimas de la discriminación racial.

La educación y la instrucción sería un elemento puntual en este proceso,


que se vería reflejado no solo en los grados de movilidad social, sino que
tendría un efecto a largo plazo en los roles sobre todo para el caso de
la mujer. De esta forma se abrirían nuevos espacios para una educación
que contribuía, en el caso de las féminas, en la formación de habilidades
en el tejido, la música y el idioma francés, lo que les abriría nuevas opor-
tunidades laborales y les otorgaba una mayor competencia. Por ende, la
mujer libre de color, a pesar de estar sometida a una doble discrimina-
ción determinada por su sexo y color, ganaba en mayor independencia
económica en el ámbito familiar, podía alcanzar una notable cantidad
de bienes y asumir, ante la ausencia o no del padre, la manutención de
la familia.

1. Mecanismos de movilidad social de las familias de pardos y


morenos libres en la ciudad de Santiago de Cuba

En términos demográficos la llegada de este flujo migratorio tuvo una


incidencia importante; no obstante, su alcance fue más allá propiciando
cambios en el entorno socio económico de la ciudad que favorecieron
el proceso de movilidad social horizontal en las familias de pardos y
morenos libres. El desarrollo urbanístico llevó al tránsito de casas de 87
paja y tejas, al empleo de materiales más duraderos que aumentarían la
calidad del fondo habitacional y ampliarían los espacios de asentamiento

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dentro de la zona urbana. La llegada de nuevos oficios y maestros en


estas artes enriquecerían el espectro laboral de este estamento, que había
sido relegado por la sociedad colonial a oficios “menores”, alejándolos
de aquellos reservados para los blancos como la profesión de abogado
o médico, por solo citar algunas.

“Según la información que en los años 1808 - 1809 facilitaron los


mismos franceses, se conoce bastante bien la ocupación de la mayor
parte de entre ellos o sea la de la casi totalidad de los varones inclu-
yendo a algunas mujeres solteras que ejercían un oficio.[…] hay que
notar la existencia de un alto porcentaje de artesanos que obraban en las
mismas ciudades – talabarteros, zapateros, plateros, relojeros, silleros,
cocineros, sombrereros, sastres, costureros, lavanderas y panaderos-
siendo estos últimos los más numerosos en general”23.

Asimismo, fueron desarrollados cultivos y espacios productivos que


se sumaban a una economía donde predominaban los hatos y corrales,
de la mano de la actividad minera encabezada por la extracción del
cobre. El café impulsó a la economía santiaguera hacia la plantación y
hacia los mercados del Caribe antes abastecidos por Saint Domingue.
En las zonas montañosas de la región oriental las familias francesas
recrearon un universo que reflejaba en alguna medida los patrones de
vida, refinamiento y tradiciones que traían desde la colonia caribeña.
Esta actividad sirvió además, para establecer y perfeccionar un sistema
de caminos y vías de acceso que facilitaban el traslado del grano hacia
los puntos de comercialización y embarque, así como del retiro de
varias de estas familias hacia propiedades en la ciudad. Lográndose
un constante intercambio económico y cultural entre la zona urbana
y la rural.

En las familias de pardos y morenos en la ciudad santiaguera destacaría


la presencia no solo del manejo de un oficio propio del entorno urbano,
sino que ampliarían sus fuentes de ingreso a través de la práctica de acti-
vidades agrícolas en las áreas periféricas de la ciudad mediante el cultivo
88 de viandas, hortalizas, café y tabaco; la cría de animales de ganado

23 Alain Yacoult, La presencia francesa, 228-229.

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La tortuosa ruta hacia la movilidad social

menor y aves, que se esgrimiría como principal vía para el logro de una
movilidad social24 desde el entorno económico ─elemento caracterís-
tico para el caso de Santiago de Cuba. Familias como la de Luciano
Sánchez pardo libre casado con Francisca Salas de igual condición, con
una prole de cinco hijos lograron entre los años 182325 y 184426 aunar
cuatro colgadizos, seis caballerías de tierras y cinco esclavos. De esta
forma la familia no solo se servía del alquiler de solares o viviendas
para mantener su status, sino que se apoyaría en una determinada
cantidad de tierras de su propiedad para emplazar cultivos atendidos
por sus esclavos. Alcanzaban así una situación económica superior con
respecto a la presentada antes del matrimonio al que ninguno aportó
bien alguno, según consta en sus testamentos.

Del mismo modo se relaciona la familia de la parda María Rosa Durade


y José Guillot, residentes en la ciudad. Esta pareja, que llega al matri-
monio sin aportar bienes, reconoce con posterioridad como principales
fuentes de ingreso dos haciendas, más nueve caballerías de tierras aten-
didas por 14 esclavos. El ejemplo expuesto destaca por el valor de sus
bienes que trascienden las ya citadas vegas o estancias para anclarse por
ende en una importante cantidad de tierras con estructuras de produc-
ción más complejas27.

Este comportamiento se mantuvo como regularidad. En sucesivos


testamentos es apreciable la llegada al matrimonio sin aportar bien
alguno, y bajo la sociedad conyugal se acopiaban otros. Asimismo, era
evidente la presencia de más de una fuente de ingreso en estas familias
cuyo empadronamiento residía en la ciudad y a su vez tenían propie-
dades en el campo. De un total de 402 testamentos procesados en las
escribanías Real Hacienda, Real Caminero y Cabildo y Consulado, entre
los años 1803 a 1868 se registraron 61 estancias, 68 vegas,154 caballe-
rías de tierra, 4 haciendas, 4 cafetales, 730 esclavos y 388 viviendas. El

24 Cabe señalar que, si bien poseer un trabajo o desarrollar algún oficio colocaba a la familia en
condiciones superiores de acceder a mejores servicios, estilos de vida y reconocimiento social,
este no tuvo la misma repercusión para todas. Como toda excepción, una parte de estas solo
podían subsistir, y otras declaraban un estado de total pobreza. 89
25 AHPSC, Fondo Protocolos Notariales, sección colonia, 1823, leg. 73, f. 237.
26 AHPSC, Fondo Protocolos Notariales, sección colonia, 1844, leg. 94, f. 10.
27 AHPSC, Fondo Protocolos Notariales, sección colonia, 1856-1857, leg. 219, f.75.

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análisis de estas cifras arroja una correspondencia de un promedio de


0,9 por cada tipo de propiedad declarada con respecto al total de fami-
lias (según testamento) lo que ilustra el carácter generalizado de este
fenómeno en dicho estamento.

La consolidación de estas actividades en la zona rural para el autoa-


bastecimiento de la ciudad, sobre todo en el orden de la producción
de carnes a partir de un fomento de la cría de animales de tiro y
de consumo (ganado vacuno, porcino, y bobino), se vio favorecida
por la reorientación económica producida en casi todo el territorio
que llevó a regiones altamente productoras de ganado y sus deri-
vados como Bayamo y Puerto Príncipe a dirigirlos hacia la capital de
la colonia donde había una demanda cada vez más creciente. Esta
situación dejó desfavorecida a la ciudad santiaguera, estimulando
a los productores mayormente pertenecientes al estamento de los
libres de color28.

Regidos por esquemas preestablecidos por los blancos en medio de


una sociedad que los discriminaba, los bienes y el nivel de fortuna
alcanzados fueron medidores de status dentro del estamento, y por
tanto una de las vías para extrapolar patrones de vida que los llevarían
a “equipararse al blanco” socialmente. De esta suerte, la posesión de
esclavos poseía connotaciones importantes para ambos sexos en el
seno de los libre de color. De ahí que uno de los primeros fenómenos
que se observa se encuentra relacionado con el tránsito de estos hacia
la condición de esclavistas. A modo de ejemplo puede citarse a la
familia formada a partir del matrimonio de los pardos Santiago y
Josefa Betancourt29 quienes además de poseer cinco viviendas con sus
respectivos solares declaraban 23 esclavos a su haber. Para esta pareja
como para otras familias que compartieron estos rasgos, se produjo
un ascenso social, ambos conyugues eran esclavos antes de contraer
matrimonio. A la unión conyugal no solo llegaron bajo los estigmas
de la esclavitud, sino que no poseían bien alguno. Años más tarde,

90 28 José Luis Belmonte Postigo, Sobre Prejuicios, Dependencias e integración. El liberto en la sociedad
colonial de Santiago de Cuba 1780-1803”. Disponible en: https://dialnet.uniroja.es/descarga/artí-
culo/1185374.pdf (Consultado: 7/12/2016), 13.
29 AHPSC, Fondo Protocolos Notariales, sección colonia, 1827, leg. 77, f. 171.

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según testamento, adquirieron su libertad y con el dinero acumulado


fruto del trabajo fueron adquiriendo los bienes antes mencionados.
El fenómeno antes descrito fue característico de cincuenta y un
por ciento de las familias registradas en los testamentos del período
correspondientes a las escribanías de

Poseer esclavos no siempre iba aparejado al hecho de ser propietario


de espacios productivos que dependieran de esta fuerza de trabajo, sino
que como era propio de la época, el alquiler de los esclavos gracias al
conocimiento que estos podían tener de un oficio, resultaba ser una
buena forma de percibir ganancias. Así consta en las publicaciones de
la época en Santiago de Cuba como el periódico el Redactor donde
era común encontrar anuncios que exponían estas habilidades y la
posibilidad de su arriendo, negras con actitudes para bordar, cocinar,
cuidar niños, parteras, u hombres negros mozos con habilidades para la
zapatería, con manos fuertes para el trabajo en el campo eran solo una
de las tantas notificaciones que recogía este periódico para divulgar las
habilidades de estos hombres y mujeres esclavos o libres30.

Para el entorno de una familia cuya cabeza era la mujer, las concepciones
androcéntricas y racistas de la época impusieron doble significación al
hecho de que la fémina estuviese en posesión de una cantidad conside-
rable de bienes y sobre todo de esclavos sin la mediación del hombre en
su rol de proveedor. Situación que la ubicaba, por ende, en una posición
económica y social superior al interior del estamento.

Una primera mirada permite suponer que la adquisición de equis


cantidad de esclavos derivaba de una fuente de ingreso que, permitía
solventar una situación monetaria sobre la cual poder comprar esta
fuerza de trabajo, cuyos precios oscilaban como promedio de 150 a
300 pesos, en dependencia de la edad, sexo o del conocimiento que
pudiesen tener de otras artes y oficios. En consecuencia, esta situa-
ción dirige la mirada hacia otro aspecto y es que la mujer pasa de

30 Para mayor información puede consultarse de Sandra Estévez Rivero, Pedro Castro Monterrey y 91
Olga Portuondo Zúñiga (coord.), Por la identidad del negro cubano, (Santiago de Cuba: Ediciones
Caserón, 2011), y de Olga Portuondo Zúñiga, Entre Esclavos y libres de la Cuba colonial, (Santiago
de Cuba: Oriente, 2014). Ambos trabajos refieren amplios ejemplos al respecto.

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ser ama de casa, lavandera, partera, freidora, tejedora (y otros oficios


destinados socialmente “a su sexo”) a ser una esclavista marcando una
nueva posición económica, mediante la reproducción de los patrones
del esclavismo como sistema económico31.

Ejemplos como los de la familia de María Caridad Carrión y sus hijos:


Luis Santiago, Teofilo, Pedro, Luis Cesilio, Guillermo declaraban poseer
un cafetal y 16 esclavos32, Ignacio Castillo y María del Carmen Castillo
una vega y 21 esclavos33 o el matrimonio de José Cisneros y Caridad
Noguera quienes en testamento mancomunado recogen una estancia y
13 esclavos34. Igual de relevantes resultan los bienes acumulados por la
familia de Elena Carrión y Francisco Castillo consistente en dos estan-
cias, 14 esclavos y dos viviendas35, la familia de Susana Besson y Mr.
Juan Luis Campau pardos libres asentados en la ciudad provenientes
de Saint Domingue, propietarios de dos cafetales, 20 esclavos, dos
viviendas, una hacienda36; así como la familia de María Manuela Díaz y
Lucas Sánchez con dos casas, una hacienda y 10 esclavos37,son reflejo
del nivel económico alcanzado.

Resultado de años de ahorro, del dominio de oficios, estas familias


acumularon el capital necesario para borrar su origen esclavo—en
algunos casos—, y en otros para ganar espacios dentro de la élite
negra de la ciudad. No obstante estas condiciones, en padrones de
parroquias como Santo Tomás y Trinidad fueron empadronadas como
pobres. Hay que tener en cuenta que si bien poseer 13 o 21 esclavos,
pequeñas haciendas o estancias, comparados con las enormes propie-
dades de algunos blancos eran ínfimas, para el estamento fueron
significativas, por lo que la movilidad social experimentada marcaba
amplias distancias con respecto a otras de su mismo color de piel y
status jurídico.

31 Sobre el estudio de este fenómeno puede consultarse: María Cristina Hierrezuelo Planas, Las Olvi-
dadas hijas de Eva, (Ediciones Santiago: Santiago de Cuba, 2006).
32 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1852-1853, leg. 112, f.94.
33 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1845, leg. 95, f. 6.
92 34 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1844, leg. 37, f. 91.
35 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1803, leg. 351, f. 301.
36 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1824, leg. 74, f. 89.
37 AHPSC, Fondo: Protocolos Notariales, sección colonia, 1844, leg. 37, f. 10.

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Al momento de realizar una valoración del nivel económico que estas


familias alcanzaron resulta valido destacar que, en un gran número de
estas, la mayor fuente de ingresos provenía de sus propiedades rurales
y de los esclavos, al contrario de sus homólogos habaneros cuya fuente
residía en importantes establecimientos de carpintería, sastrería, pana-
derías con residencia en el entorno citadino. El contexto económico,
cultural y social habanero fue más propicio para que la élite negra de
dicha ciudad amasara propiedades de mayor valor que el ostentado
por las familias libres de color más pudiente de la ciudad de Santiago
de Cuba38.

El status económico que llegaron a alcanzar las familias de pardos y


morenos en la ciudad santiaguera, resultado de la práctica de oficios
imprescindibles para el entorno citadino, del trabajo de la tierra, o
producto de lo obtenido por medio del trabajo de sus esclavos, fue
un indicativo de que la familia a lo largo de varios años había logrado
transformar su posición dentro del entorno socioeconómico de la
ciudad. Los bienes fueron un claro indicativo de este fenómeno y
expresión de la magnitud del proceso como ha quedado ejemplificado
con anterioridad. No obstante, la movilidad social experimentada fue
limitada, pues si bien lograron ascender dentro de su estamento, el
ostentar propiedades valiosas, gran número de esclavos y tierras no
implicaba que pudiesen trascender las fronteras establecidas por el
color de la piel.

“Aunque legalmente podían tener propiedades (incluso esclavos), los


negros y mulatos libres padecían una discriminación social generali-
zada, incluidos el acceso limitado a las reuniones públicas y la prohibi-
ción del matrimonio interracial. A pesar de que gozaban de un sistema
de clasificación étnica generalmente más flexible que el prevaleciente
en el sur de los Estados Unidos, el concepto de una “mancha” africana
continuaba estigmatizando a los cubanos descendientes de esclavos”39.

93
38 Rafael Duhuarte Jiménez, El negro en, 36.
39 Rebecca J. Scott, Slave emancipation in Cuba: The Transition to free labor 1868-1898, p. 9.Traduc-
ción realizada por la autora de este artículo.

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Ante esta disyuntiva otras familias emplearon nuevas vías que los
llevaron a salir del marco al que se vieron limitados. De esta necesidad
y casi como un fenómeno natural fue dando sus primeros pasos el
denominado proceso de “blanqueamiento”. Aun cuando no fue gene-
ralizado, el “blanqueamiento”, posicionaría a estas familias en una movi-
lidad ascendente. Dicho de otro modo, el reconocimiento de sus hijos
como blancos les permitiría, en primer lugar, saltar la barrera racial y
trascender fuera de su estamento lo que por ende les facilitaría el acceso
a espacios de sociabilidad. La inserción de la prole en un sistema educa-
cional que brindaba mayores niveles de preparación y especialización,
dándoles acceso a mejores trabajos lo que por consiguiente repercutiría
en una mayor remuneración económica, y finalmente su inserción en
espacios de poder vedados a los de piel negra, empero del status econó-
mico detentado.

A pesar de las trabas impuestas por el imaginario social, por evitar la


unión marital interracial, existen evidencias en las fuentes documen-
tales de la época en la ciudad de Santiago de Cuba de la ocurrencia de
este fenómeno, que validan su empleo como mecanismo de movilidad
social—fundamentalmente por las mujeres libres de color—. En los
libros de bautismo de las parroquias de la Santísima Trinidad y Santo
Tomás entre 1803 y 1868 se reconocen un total de 33 hijos legítimos
como resultado del matrimonio entre un blanco y una parda libre. Son
los casos de José Candelario, hijo de Don. Pedro Mauror y Margarita
Geumain Leynor parda libre40; María Dolores Guerra, hija de Don
José Romeri y María Caridad Díaz parda libre41; María de Carmen
Yrenia, hija de Don Pedro Sessí y Antonia María Lusard Hadfeg42;
Basilia Pastora hija de Don José Amargos y Rafaela Rodríguez parda
libre43; José Roge Jacinto hijo de Don Saturnino Coca y Demetria
Díaz parda libre44; Ysabel Antonia hija de María Dolores Valera y
Don Cristóbal Montané (catalán) 45; Tomasa de las Nieves hija de

40 Archivo del Arzobispado de Santiago de Cuba (en adelante AASC): Bautismos de color, Libro 18 de
la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 57, f.36.
41 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida #119, f.169.
94 42 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol., Partida #36, f. 155.
43 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 130, f. 171.
44 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 185, f. 181.
45 AASC, Bautismos de color, Libro 10 de la iglesia de La Santísima Trinidad, Partida # 57, f.36.

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Lucía Hernández y Don Vicente Gonzales46; y Antonio hijo de María


Aguilera Marco y Don Tomás LLonet47, por solo citar algunos. De
estos, 17lograron legalizar su condición de blancos al ser traslados a
los libros bautismales pertenecientes a los de este color de piel, lo que
representa el 51, 5 por ciento, datos que evidencian las implicaciones
que tenía del matrimonio en la meta de lograr blanquear la piel.

La familia Hadfeg -Luzardo de origen francés proveniente de Saint


Domingue ilustra tras un complejo proceso, como se logró por parte de
estas familias la movilidad social por medio del blanqueamiento a través
del matrimonio. Partiendo de una compleja red de lazos consanguíneos
y de afinidad la familia logra trasladar a un número considerable de la
progenie a los libros de bautismos de blanco y establecer matrimonios
con lo de esta clase.

Partiendo de la unión matrimonial entre D. Alcibíades Hadfeg con


una parda de la que se desconoce el nombre nacieron cuatro hijas. La
presencia del apellido de forma indistinta en la documentación refe-
rente a estas, permite suponer a la autora el grado de parentesco refle-
jado entre ellas y D. Alcibíades Hadfeg. Ana Rosa48, María Josefa49,
Antonia María50 y Ana María51 todas con descendencia, lograron tras-
ladar al libro de bautismo de blancos a su progenie. Antonia María
no solo logra este reconocimiento para sus hijos, sino que establece
lazos maritales con un blanco D. Pedro Sessí52. De igual forma Ana
Rosa consigue que su hija de igual nombre se casara con un blanco

46 AASC, Bautismos de color, Libro 10 de la iglesia de La Santísima Trinidad Partida # 170, f. 201.
47 AASC, Bautismos de color, Libro 11 de la iglesia de La Santísima Trinidad, Partida # 163, f. 75.
48 Hija Ana Rosa Luzardo, trasladada al libro de blanco el 22 de julio de 1856, AASC: Bautismos de
color, Libro 7 de la iglesia de La Santísima Trinidad, Partida # 392, f.134
49 ANC, Fondo: Miscelánea de expedientes, leg. 4074 letra Y.
50 Hijos Antonia María, AASC, Bautismos de color, Libro 11 de la iglesia de La Santísima Trinidad,
Partida # 107, f.3, Ángel María ambos trasladados al libro de blanco el 8 de marzo de 1861,AASC,
Bautismos de color, Libro 10 de la iglesia de La Santísima Trinidad, Partida # 84, f.14, y finalmente
Amalia Josefa de laTrinidad, AASC: Bautismos de color, Libro 10 de la iglesia de La Santísima
Trinidad, Partida # 162, f. 85.
51 Hijo Federico Juan Andrey José trasladado el 22 de julio de 1856, AASC, Bautismos de color, Libro
8 de la iglesia de La Santísima Trinidad, Partida # 20, f. 13. 95
52 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 36, f.155. Al
aparecer reconocido como padre de la párvula y esta como hija legítima evidencia la existencia del
matrimonio entre los padres.

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D. Francisco Arjona53, lo que permitió que tres años después su


partida de bautismo se reubicara en el libro de bautismo de blancos.

El alto grado de reconocimiento como blancos que experimentó la


familia, demostró la existencia de un proceso de blanqueamiento que
contaba ya con varias generaciones. Así aquella parda desconocida
aseguró que su familia pudiese ir saltando las barreras del color de la
piel y colocarlos en una posición favorable dentro del estamento.

Si bien el matrimonio era símbolo de reconocimiento social y legitima-


ción de la pareja, la legalización no siempre traía implícita el reconoci-
miento por parte de la sociedad de que los hijos frutos de esta unión
eran blancos o “puros de sangre”. El pintor inglés Walter Goodman en
su libro La Perla de las Antillas: Un artista en Cuba, recrea a partir del testi-
monio de una cuarterona ─hija adoptiva de viejos amigos con los que
coincidió en su viaje─ el arraigo de prejuicios raciales que impedían la
total aceptación de esta joven muchacha a pesar del grado de blancura
alcanzado, la existencia de un origen negro y esclavo representado en su
madre hizo que se ganara las miradas inquisidoras y gestos despectivos
de aquellos que se consideraban superiores:

“Antes de cumplir los catorce años ya yo era una mujer, y de apariencia


tan blanca como es posible serlo a uno de mi casta. […] no hay dife-
rencia perceptible entre las criollas de blancura más legítima y esta hija
de cuarterona que soy yo.
Sin embargo, a pesar de mis atractivos personales, siempre estuve
consciente de la sutil distinción que las gentes de mi país hacen entre
blancos y mulatos, y mi origen oscuro siempre formó una barrera entre
mis hermanas de crianza y yo”54.

Fuera del matrimonio la consensualidad jugó también su papel.


Nuevamente en los libros bautismales se comprobó que, del total de
60 traslados efectuados a los libros de blancos en el período, en las
parroquias antes mencionadas, el 45 por ciento correspondía a hijos
96
53 AASC, Libros de matrimonio de pardos, Libro 4 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, 6 de
septiembre de 1856, No. 73, f. 72.
54 Walter Goodman, La Perla de las Antillas. Un artista en Cuba, (Santiago de Cuba: Oriente, 2015), 289.

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naturales. Aun cuando no es posible corroborar la existencia del padre


blanco el hecho de que estas familias pudiesen efectuar dicho tras-
lado permite suponer una ascendencia blanca por parte de uno de los
progenitores o la existencia de un proceso de “blanqueamiento” que
contaba ya con varias generaciones.

Las relaciones de compadrazgo con padrinos blancos por parte de


las familias libres de color fueron otra expresión de la ocurrencia de
este proceso. De ahí que, se hallan registrado en ambas parroquias
la presencia de 2121 actas bautismales en las que los padrinos eran
blancos, de ellos 1356 correspondían a hijos naturales y 765 a hijos
legítimos. En el primero de los casos no sería ocioso suponer que
el padrino blanco pudiese ser o familia del padre que no ha sido
declarado al no estar casado con la madre o ser este el progenitor
de la criatura55, lo que le permitió ante las autoridades eclesiásticas
lograr un reconocimiento como blanco y, a partir del vínculo espiri-
tual contraído adquirir determinadas responsabilidades. Permitiendo
asegurarle a este párvulo ciertas facilidades: monetarias, sociales, labo-
rales y educativas, con incidencia favorable en una posible movilidad
social dentro y fuera de su estamento.

Ejemplos como los de María Manuela Antonia hija de Manuela Roldán;


José de Santa Rita de la Caridad hijo de Justa Thomás; María Asump-
ción de la Trinidad hija de Micaela Matos, o el de Ana Rosa hija de
Ana Rosa Luzardo —todos trasladados a los libros de blancos en un
período de tiempo de entre 10-15 años luego de la fecha de bautizo—,
corroboran la confluencia de los elementos antes expuestos, apoyado
en la existencia de padrinos blancos en cada una de estas familias.

De igual forma se manifiestan casos en familias nucleares formadas a


partir del matrimonio donde se logró el traslado de toda la progenie,
coexistiendo no solo la posibilidad de un proceso de blanqueamiento,
sino del establecimiento de fuertes redes familiares con blancos adine-
rados como padrinos de varios de sus hijos. Un ejemplo ilustrativo es
97
55 Los ejemplos de hijos naturales citados con anterioridad como muestra del proceso de blanquea-
miento ocurrido en familias consensuales comparten este rasgo en común pues todos contaban con
padrinos blancos. Este elemento le permite a la autora reforzar la idea planteada.

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el dela familia de Ydelfonso Bravo y Demetria Bandera pardos libres


unidos en el sagrado lazo del matrimonio, de cuyo enlace nacieron sus
cuatro hijos María del Carmen Ydelfonsa56, Juan Evangelio57, María
Antonia Juana Crisostomo58, María Concepción Eugenia59 y Luis de los
Santos60, todos trasladados a los libros de blancos, de ellos Luis de los
Santos y María Concepción Eugenia tenían padrinos blancos.

Cierto es que las redes familiares creadas a partir del compadrazgo


fueron expresión de la importancia que tenía para los libres de color
en primer lugar garantizar un futuro decoroso para sus hijos, segundo
lograr reconocimiento por parte de la sociedad y dentro del entorno
social de los blancos, y tercero afianzan el “blanqueamiento” de la piel
como mecanismo para lograr la movilidad. La tradición e importancia
otorgada al padrino o madrina se hacía patente desde el bautizo. Los
regalos, cenas familiares y toda la pompa y gala que embestía el acto
eran sinónimo de que para el párvulo se vislumbraba mejores posibili-
dades para el logro de una movilidad social, lo que por ende implicaba
que se abriesen caminos a la familia hacia un entorno social y econó-
mico superior.

Alcanzar una tesitura blanca marcaba la diferencia incluso al momento


de ingresar a las distintas escuelas existentes en la ciudad. Como queda
reflejado en carta enviada por Don Félix Rodríguez de Mena a Josefa
Agustina de Prince directora del establecimiento de educación titulado
Santa Rita de Casia, en respuesta a la solicitud hecha por la misma de la
selección de 5 niñas pobres para entrar en su escuela:

“D. Francisco Antonio Giró y María Genoveva Montel. El primero se


halla ausente en Cienfuegos. La Montel aunque es hija de padre blanco
y tiene la partida de bautismo como tal, su madre es una parda. No hay
contra ellos antecedentes desfavorables y viviendo con honradez, sin

56 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 233, f. 65.
98 57 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 261, f. 47.
58 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 43, f. 103.
59 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 230, f. 64.
60 AASC, Bautismos de color, Libro 19 de la iglesia de Santo Tomás Apóstol, Partida # 281, f. 198.

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más bienes de fortuna que lo que produce el primero su oficio de sastre.


Su hija Da. Dolores goza de buena reputación”61.

El color de piel, validado por un certificado de pureza de sangre, puso


a Dolores en una situación favorable, que le permitiría acceder a una
educación que, aunque dirigida a personas pobres, distaba de los cono-
cimientos que se les impartía a los libres de color.

La educación se cuenta entre las dimensiones que ayudan a valorar la


existencia de movilidad ya sea en el individuo o como es este caso, en
la familia. Su incidencia en el proceso la lleva a situarse en la base de
su comprensión y análisis. El acceso a una educación de calidad lleva a
individuos mejores formados, con mayores capacidades competitivas en
el mercado laboral y con mejores habilidades para la interacción e integra-
ción social. La metrópoli española y el gobierno de la isla, de conjunto con
aquellas organizaciones con incidencia en el entorno educativo como La
Sociedad Económica Amigos del País, y la iglesia, establecieron barreras
que dificultaban el acceso a la población libre de color a instituciones
educativas públicas o privadas destinadas a la población blanca en donde
se impartían materias superiores que los acercaran a mejores condiciones
laborales y a el dominio de profesiones destinadas solo al blanco:

En el Plan General de Instrucción pública para la isla de Cuba y Puerto


Rico en su Capítulo VI referente a las escuelas de gente de color, artí-
culo 31 expresaba:

En las poblaciones cuyas circunstancias los ecsijan (sic) a juicio del


gobernador político, se establecerán escuelas separadas para los niños
libres de color, a donde se les enseñará:
1. Principios de religión y moral.
2. Lectura.
3. Escritura.
4. Las cuatro reglas de aritmética y el conocimiento de las pesas y
medidas.62
99
61 AHPSC, Fondo Gobierno Provincial, Sección Instrucción Pública, leg. 791, exp. 11, 1856-1857, f.4.
62 “Plan General de Instrucción pública para la isla de Cuba y Puerto Rico”, El Redactor: Diario de
Santiago de Cuba, Santiago de Cuba, 18 de abril de 1845, 2.

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La educación en la ciudad santiaguera manifestó cambios a todo


lo largo del siglo XIX, a tono con las transformaciones económicas
producidas como resultado del tránsito hacia la economía de planta-
ción. Atendiendo a la entrada de maquinarias avanzadas y del empleo
de técnicas de cultivo que propiciaran el aumento de la productividad
del renglón económico fundamental: la caña, fue necesario la incorpo-
ración de nuevas materias en los diferentes centros educacionales como
la Química, que favorecieran la formación de trabajadores competentes.

Pudiese suponerse que estos cambios repercutieron de igual forma para


blancos y libres de color, todo lo contrario, las escuelas de libres de
color continuaron impartiendo las llamadas “enseñanzas de adorno”
orientadas a preparar a varones y hembras en las actividades propias de
su sexo concebidas sobre la base de criterios estereotipados y la asigna-
ción de roles tradicionales. Para pardos y morenos libres la educación
dirigida hacia la preparación en oficios devenía de la práctica cotidiana y
de la labor constante del maestro artesano. Las escuelas los preparaban
para ser cabezas de familia, en el caso de los varones, y aprender a
sostenerla económicamente. “A las niñas se les enseñaba materias […]
imprescindibles en el interés de cultivar […] las habilidades necesarias
para su desempeño en los espacios de recreación”63, y su papel como
cuidadora, ama de casa y madre.

Estas condiciones fueron aplicadas tanto a pobres como a los más


pudientes del estamento, a pesar de que algunas de estas familias llegaran
a poseer importantes fortunas que le adjudicaron un lugar destacado
dentro del ámbito socioeconómico de la ciudad, las condiciones de
discriminación racial a las que fueron sometidos no los hiso participe
de una educación más ventajosa.

No obstante, acceder a ella los proveía en primer lugar de conocimientos


que les permitieron dominar y perfeccionar el arte de los oficios.
Poseer un trabajo les ayudó a mejorar las condiciones económicas de
la familia, acceder a servicios de higiene, progresar en cuanto al fondo
100 habitacional, reproducir patrones de vida asociados al blanco, acumular
63 María Cristina Hierrezuelo Planas: “La labor de los educadores franceses en el contexto educativo de
la ciudad de Santiago de Cuba (1803-1868)” (Doctorado en Ciencias Históricas, 2006), 26.

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bienes y en varios casos proveer a familiares consanguíneos o afines


de su libertad64.Para la mujer cursar estas materias y entrar a la escuela,
significó tener mayores posibilidades para optar por un matrimonio
ventajoso y poder dominar un arte que ante la ausencia de un esposo le
permitiese mantener a los hijos y asumir la dirección del hogar.

En este caso, el blanqueamiento asentado sobre una importante fortuna


permitió que ciertas familias accedieran a una educación de mejor
calidad, con una orientación más técnica, así como a la enseñanza de
nuevas corrientes de pensamiento. Familias, sobre todo aquellas de
ascendencia francesa proveniente de Saint Domingue, enviaron a sus
hijos a estudiar a Francia, como son los casos de la familia Pirón, Mars-
sily, Lafargue y los Lachataignerais65. De esta forma lograban un mayor
acercamiento al blanco, a los beneficios sociales, políticos y económicos
que traía implícita una tesitura blanca de piel, experimentando de esta
forma una movilidad social no solo anclada en una base sólida econó-
mica, sino en conocimientos superiores.

De esta forma el “blanqueamiento” como estrategia determinó en


primer lugar la movilidad ascendente de los hijos que se verían en una
posición superior con respecto a uno de los padres y otros miembros,
y segundo de la familia quien logra insertar en un status superior a
su descendencia y conseguir para los suyos mejores perspectivas de
ingreso monetario al hogar, e ir ampliando la brecha con respecto a
otras familias de su misma condición estamental.

Conclusiones

Durante el periodo que ocupa esta investigación, la movilidad social de


las familias de pardos y morenos libres —como tendencia— reprodu-
jeron patrones de la sociedad cubana decimonónica. Esto implicó que

64 En los testamentos encontrados en el período es posible hallar ejemplos como los de Eleonor Matos
quien paga la libertad de su hija Mamerta Prieto por el coste de 400 pesos, la morena liberta Lorenna
cuyo coste de su hija Rosalía fue de 360 pesos, la parda libre Josefa Tomás que pagó por su Virginia
Tomás un monto de 400 pesos, Trinidad de Acosta parda libre que compró la libertad de su hijo
Benabé por un total de 260 pesos, entre otros. Sissy Indira Gómez Calderín, “La dinámica familiar 101
de pardos y morenos libres en la ciudad de Santiago de Cuba de 1844 a 1868”, (Maestría en Estudios
Cubanos y del Caribe, Universidad de Oriente, 2019), 51.
65 Olga Portuondo Zúñiga: Entre esclavos y libres, 235.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 77-104


Sissy Indira Gómez Calderín

al interior de este estamento se construyera un entorno social donde


prevaleciera como paradigma el modo de vida del blanco. A tal efecto
emplearon como principales mecanismos el desarrollo de un oficio,
la concertación de matrimonios, el blanqueamiento y el acceso a una
educación con parámetro superiores que los acercaran a la instrucción
recibida por el blanco. Sin embargo la movilidad presentada fue mayor-
mente horizontal pues el color de la piel se mantuvo como una barrera
en el camino hacia la equiparación social con los blancos.

Aun cuando es marcada la importancia de la llegada de la migración


proveniente de Saint Domingue en dicho proceso, esta reside funda-
mentalmente en la creación y conformación de un entorno que se
volvió aún más propicio para alcanzar la movilidad social. Todos los
elementos que vinieron arraigados con este proceso migratorio fueron
—a lo largo del período objeto de estudio—cimentando un ambiente
favorable para el estamento al brindarles nuevos mecanismos

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Para citar este artículo: Gómez Calderín, Sissy Indira. “La tortuosa ruta hacia
la movilidad social: la familia “libre de color” en el Santiago de Cuba colonial
104 (1803 – 1868)”, Historia Caribe Vol. XIX No. 45 (Julio-Diciembre 2024): 77-104.
DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4088

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105-146
Colonización y poblamiento en
Antioquia (Colombia), 1850-1890.
Los casos de Titiribí,
Concordia y Jericó* 1

Renzo Ramirez Bacca


Profesor titular adscrito al departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Econó-
micas de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín (Colombia). Doctor en Historia por
la Universidad de Gotemburgo (Gotemburgo, Suecia). Correo electrónico: rramirezb@unal.edu.co.
Entre sus temas de interés están historia regional y local, historia de América Latina, Historia de
Colombia. ORCID: http://orcid.org/0000-0002-0615-7530

Renzo Ramirez Bacca / Elidio Alexander Londoño-Uriza


Docente de tiempo completo del Centro de Educación para el Desarrollo (CED) de la Corporación
Universitaria Minuto de Dios (Uniminuto), Sede Bello. Magíster en Historia e Historiador de la Uni-
versidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Correo electrónico: ealondonu@unal.edu.co. Entre
sus temas de interés están historia local y regional, historia institucional y memoria y patrimonio.
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4625-3997

Recibido: 5 de septiembre de 2023


Aprobado: 25 de enero de 2024
Modificado: 20 de febrero de 2024
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4090

* Este artículo forma parte del proyecto: “El proceso colonizador y la conformación socio-cultural
y laboral en el Suroeste antioqueño. La especialización agrícola-comercial y las dinámicas de pobla-
miento” financiado por la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín y el proyecto “El
proceso de especialización económica en el suroeste antioqueño, los casos de Jericó, Concordia y
Titiribí, 1850-1890” financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias),
la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín y el Grupo de Investigación “Historia, Trabajo, 105
Sociedad y Cultura”.
Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0

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Renzo Ramirez Bacca / Elidio Alexander Londoño-Uriza

Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos


de Titiribí, Concordia y Jericó
Resumen
El propósito del artículo es analizar el proceso de colonización, poblamiento y pro-
ducción en las localidades de Titiribí, Concordia y Jericó entre 1850 y 1890. El estudio
considera las dinámicas de asentamiento y examina las modalidades de configuración
poblacional y económica de las tres localidades. Los casos seleccionados revelan tanto
formas de poblamiento espontáneo como empresarial, particularmente respaldadas por
la explotación minera y agropecuaria. Esta aproximación histórica busca ofrecer un
análisis procesal, proponiendo una perspectiva de estudio de caso tomando en conside-
ración tanto la historiografía regional como los archivos locales disponibles.

Palabras clave: colonización, poblamiento, migración, producción, Antioquia, siglo XIX.

Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos


de Titiribí, Concordia y Jericó
Resumen
El propósito del artículo es analizar el proceso de colonización, poblamiento y pro-
ducción en las localidades de Titiribí, Concordia y Jericó entre 1850 y 1890. El estudio
considera las dinámicas de asentamiento y examina las modalidades de configuración
poblacional y económica de las tres localidades. Los casos seleccionados revelan tanto
formas de poblamiento espontáneo como empresarial, particularmente respaldadas por
la explotación minera y agropecuaria. Esta aproximación histórica busca ofrecer un
análisis procesal, proponiendo una perspectiva de estudio de caso tomando en conside-
ración tanto la historiografía regional como los archivos locales disponibles.

Palabras clave: colonización, poblamiento, migración, producción, Antioquia, siglo XIX.

Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos


de Titiribí, Concordia y Jericó
Resumen
El propósito del artículo es analizar el proceso de colonización, poblamiento y pro-
ducción en las localidades de Titiribí, Concordia y Jericó entre 1850 y 1890. El estudio
considera las dinámicas de asentamiento y examina las modalidades de configuración
poblacional y económica de las tres localidades. Los casos seleccionados revelan tanto
formas de poblamiento espontáneo como empresarial, particularmente respaldadas por
la explotación minera y agropecuaria. Esta aproximación histórica busca ofrecer un
106 análisis procesal, proponiendo una perspectiva de estudio de caso tomando en conside-
ración tanto la historiografía regional como los archivos locales disponibles.

Palabras clave: colonización, poblamiento, migración, producción, Antioquia, siglo XIX.

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Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890

Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos


de Titiribí, Concordia y Jericó
Resumen
El propósito del artículo es analizar el proceso de colonización, poblamiento y pro-
ducción en las localidades de Titiribí, Concordia y Jericó entre 1850 y 1890. El estudio
considera las dinámicas de asentamiento y examina las modalidades de configuración
poblacional y económica de las tres localidades. Los casos seleccionados revelan tanto
formas de poblamiento espontáneo como empresarial, particularmente respaldadas por
la explotación minera y agropecuaria. Esta aproximación histórica busca ofrecer un
análisis procesal, proponiendo una perspectiva de estudio de caso tomando en conside-
ración tanto la historiografía regional como los archivos locales disponibles.
Palabras clave: colonización, poblamiento, migración, producción, Antioquia, siglo XIX.

Introducción

Este trabajo amplía el estudio de la colonización de la cordillera Central en


Colombia, a partir del análisis de tres localidades: Titiribí, Concordia y Jericó.
Los tres casos son representativos del proceso de migración, poblamiento
y configuración territorial experimentados en Antioquia durante la segunda
mitad del siglo XIX1. Las localidades fueron epicentro de apertura fronteriza
de nuevos territorios y punta de lanza para la exploración minera y creación
de colonias agrícolas que activaron la pequeña producción mercantil.

El propósito es, a partir de los antecedentes y descripción contextual,


realizar un ejercicio de clasificación y tipología del proceso de pobla-
miento de cada localidad, y ofrecer una comprensión histórica y analítica
de las diferencias y similitudes encontradas en la producción econó-
mica. En ese sentido, una de las finalidades es analizar las dinámicas de
expansión y movilidad demográfica que matizaron, particularizaron y
diferenciaron el proceso colonizador, el cual fue amplio y complejo, y
tuvo gran incidencia en la configuración territorial de Antioquia.

Los primeros estudios sobre el tema de la colonización en Antioquia


fueron realizados por Tulio Ospina, Libardo López-Gómez, Estanislao
1 Entre 1850 y 1890, Antioquia experimenta cuatro cambios político-administrativos: pasó de ser la
Provincia de Antioquia en 1851, al Estado Federal de Antioquia en 1856, luego al Estado Soberano de 107
Antioquia en 1863, y finalmente al Departamento de Antioquia en 1886. Por lo tanto, nos referiremos
de manera genérica a esta región como Antioquia. En igual sentido, Titiribí, Concordia y Jericó son
referenciadas sin hacer usos de las distintas tipologías político-administrativas de su momento.

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Renzo Ramirez Bacca / Elidio Alexander Londoño-Uriza

Gómez-Barrientos, Emilio Robledo y Julio César García2, quienes abor-


daron la problemática considerando la sociedad antioqueña y priorizando
en las gestas realizadas durante la segunda mitad del siglo XIX. César
Augusto Lenis-Ballesteros ofrece un balance historiográfico sobre el tema
y refuerza el argumento de que esos primeros trabajos son apologéticos de
las virtudes y habilidades del antioqueño en los negocios3. Sin embargo,
y a pesar de esos primeros estudios, el referente historiográfico clásico
de la colonización antioqueña es James J. Parsons4, quien logra analizar
el proceso de manera demográfica, económica y social, pero homogenei-
zando el modelo colonizador desde una estructura social democrática de
pequeños y medianos propietarios; aspecto que termina desconociendo
la evidente concentración de la tierra en pocas manos y los fenómenos
políticos y religiosos que también hicieron parte del proceso en la región.

El estudio de la colonización antioqueña es abordado por la historiografía


regional a partir de perspectivas y relaciones disciplinares vinculadas a la
historia económica, la sociología y la antropología en los últimos 30 años.
Esos ejercicios de análisis ofrecen una revisión bibliográfica importante
que facilitan el enfoque histórico del presente trabajo y permiten ampliar
los niveles de observación en materia de migración, poblamiento, usos
del suelo, configuración espacial geográfica, territorio, vocaciones produc-
tivas, distribución de la tierra y la propiedad, estructura agraria, explotación
minera, desarrollo agropecuario, etcétera. Precisamente, los investigadores
que trabajan ese tipo de temáticas, y fueron objeto de revisión para el
presente estudio, son Eduardo Santa-Loboguerrero, Lisandro Restrepo,
Álvaro Tirado-Mejía, Albeiro Valencia-Llano , Mario Samper-Kutsch-
bach, Catherine C. LeGrand, Roberto Luis Jaramillo, Ociel Castaño-Zu-
luaga y Luis Fernando Molina Londoño, Víctor Manuel Álvarez-Morales,
Guillermo Ángel-González, Javier Trujillo-González, Roger Brew, Renzo
2 Tulio Ospina, “La lucha de las razas en Tierra Virgen”, El montañés Vol. 02 No. 14 (1899): 68-79; Tulio
Ospina, El Oidor Mon y Velarde: regenerador de Antioquia (Medellín: Tipografía Externado, 1901);
Libardo López-Gómez, La raza antioqueña: breves consideraciones sobre su psicología, desenvolvi-
miento y organización (Medellín: Imprenta de la Organización, 1910); Estanislao Gómez-Barrientos,
25 años a través del Estado de Antioquia (Medellín: Imprenta Oficial, 1918); Emilio Robledo, “Historia
de Antioquia”, El Bodegón. Revista de Literatura y Buen Humor Vol. 14 No. 269 (1935): 92-96; Emilio
Robledo, La raza antioqueña. (2ª ed.) (Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 1967); Julio César
108 García, “Breve historia de Antioquia”, Educación Antioqueña Vol. 01 Nos. 7-9 (1936): 462-48
3 César Augusto Lenis-Ballesteros, “Las otras colonizaciones en Antioquia. El caso del nordeste
antioqueño, 1824-1886” Historia y Sociedad No. 16 (2009): 23-48.
4 James J. Parsons, La colonización antioqueña en el occidente de Colombia. (1ª ed.) (Medellín:
Imprenta Departamental de Antioquia, 1950).

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Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890

Ramírez-Bacca; Renzo Ramírez-Bacca y Sandy Bibiana González-Toro;


Renzo Ramírez-Bacca y Elidio Alexander Londoño-Uriza; Elidio
Alexander Londoño-Uriza; Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, Juan Carlos
Vélez-Rendón, Lenis-Ballesteros, Juan Carlos López-Díez, entre otros5.

5 Eduardo Santa-Loboguerrero, La colonización antioqueña. Una empresa de caminos (Bogotá: Tercer


Mundo Editores, 1993); Eduardo Santa-Loboguerrero, Arrieros y fundadores. Aspectos de la colonización
antioqueña (Bogotá: Editorial Cosmos, 1961); Lisandro Restrepo-G, “Síntesis histórica de Concordia”,
Distrito Vol. 15 (1968): 18-19; Álvaro Tirado-Mejía, Introducción a la historia económica de Colombia
(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 1971);
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apropiación de la riqueza en el Gran Caldas”, Revista de la Universidad de Caldas Vol. 8 Nos. 1-3 (1987):
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quia. 1850-1912”, Estudios Sociales No. 02 (1988): 5-43; Catherine C. LeGrand, Colonización y protesta
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Roberto Luis Jaramillo, “Colonizaciones en Antioquia”, en Geografía de Antioquia. Geografía histórica,
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ribí y la empresa minera del Zancudo, 1750-1930” (tesis pregrado en historia, Universidad Nacional de
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en La colonización antioqueña, eds. varios (Manizales: Imprenta Departamental, Ficducal, 1989), 107-151;
Guillermo Ángel-González, “Temas de la historia de Jericó. Breve visión de historia de la Plaza de Jericó–
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Javier, “Diagnóstico ecológico de la microcuenca La Mina, vereda Los Micos, Titiribí, Antioquia: papel del
manejo cafetal” (tesis Maestría en biología-ecología, Universidad de Antioquia, 1994); Roger Brew, El desa-
rrollo económico de Antioquia desde la independencia hasta 1920. (2ª ed.) (Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2000); Renzo Ramírez-Bacca, La colonización del Líbano. De la distribución de baldíos a la
formación de una región cafetera, 1849-1907 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de
Ciencias Humanas, 2000); Renzo Ramírez-Bacca, Formación y transformación de la cultura laboral cafe-
tera en el siglo XX (Medellín: La Carreta Editores, Ministerio de Cultura, 2004); Renzo Ramírez-Bacca,
“Migración, poblamiento e industria en el Tolima. El caso de los antioqueños, tolimenses y cundiboyacenses
en el siglo XIX”. En Policromías de una región. Proceso histórico y construcción del pasado local en el
Eje Cafetero, ed. Alexander Betancourt-Mendieta (Pereira: Red de Universidades Públicas del Eje Cafetero,
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanas, 2008), 81-107;
Renzo Ramírez-Bacca y Sandy Bibiana González-Toro, “Sociedad, trabajo y población en Fredonia (Antio-
quia), 1830-1852. Una perspectiva demográfica y socio-económica según los censos y padrones”, Historia y
Sociedad. No. 18 (2010): 129-148; Renzo Ramírez-Bacca y Elidio Alexander Londoño-Uriza, “Colonización,
poblamiento y propiedad en el suroeste antioqueño. El caso del municipio de Jardín (Antioquia, Colombia),
1830-1931”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. 40, No. 2 (2013): 77-114; Elidio
Alexander Londoño-Uriza, “Colonización, poblamiento y agro en el Suroeste antioqueño. Los casos de
Andes y Jardín, 1850-1890” (tesis de maestría en historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín,
2015); Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, Suroeste. Desarrollo regional: una tarea común universidad-región
(Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2003); Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el
suroeste antioqueño (1750-1870), Titiribí y Fredonia una comparación de dos procesos de colonización”
(tesis doctoral en historia, Universidad Nacional de Colombia, 2013); Juan Carlos Vélez-Rendón, Los
pueblos allende el río Cauca. La formación del Suroeste y la cohesión del espacio en Antioquia, 1830-1877 109
(Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2002); César Augusto Lenis-Ballesteros, “Las otras coloniza-
ciones en Antioquia”; Juan Carlos López-Díez, Schumpeter, de paso por Titiribí. Ensayo sobre las raíces del
espíritu empresarial antioqueño (Medellín: Libellus, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2012).

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 105-146


Renzo Ramirez Bacca / Elidio Alexander Londoño-Uriza

Cada una de sus investigaciones son sugerentes de análisis locales y compa-


rativos para comprender las diferencias regionales del proceso colonizador.

Así mismo, los trabajos de Antonio José Restrepo, Alejandro López-Res-


trepo, Fernando Lleras de la Fuente, Carmenza Gallo, Albert Otto Hirs-
chman, Salomón Kalmanovitz-Krauter, Jesús Antonio Bejarano, Marco
Palacios-Rozo, Fernando Botero-Herrera, Antonio García-Nossa,
María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez-Gaviria, Darío
Alcides Fajardo-Montaña, Fabio Roberto Zambrano-Pantoja y Absalón
Machado-Cartagena6 constituyen una fuente de información importante
que facilita la comprensión del fenómeno colonizador. Todos ellos, se
acercan a la temática para ampliar el conocimiento de fenómenos como
la construcción del Estado-Nación, la economía agroexportadora, la
caficultura, la industrialización o la estructura agraria precapitalista de
finales del siglo XIX y principios del XX.

El acervo documental primario, que conforma el presente estudio,


parte de la revisión de los archivos municipales e históricos de Titi-
ribí, Concordia y Jericó.7 Todos ellos, condensados en series documen-
tales con procedimientos administrativos vinculados a la distribución
de baldíos, repartimientos, entrega de terrenos, censos de población,
6 Antonio José Restrepo, El moderno imperialismo (Barcelona: Maucci, 1921); Alejandro López-Res-
trepo, Problemas colombianos (París: Editorial París América, 1927); Fernando Lleras de la Fuente,
“El café. Antecedentes generales y expansión hasta 1914”, (tesis pregrado en economía, Universidad
de los Andes, Bogotá, 1970); Carmenza Gallo, Hipótesis de la acumulación originaria de capital en
Colombia (Medellín: La Pulga, 1974); Albert Otto Hirschman, La estrategia del desarrollo económico
(Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1961); Salomón Kalmanovitz-Krauter, El desa-
rrollo de la agricultura en Colombia. (2ª ed.) (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1982); Jesús Antonio
Bejarano, “Campesinado, luchas agrarias e historia social: notas para un balance historiográfico”,
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 11 (1983): 251-304; Marco Palacios-Rozo,
El café en Colombia, 1850-1970. Una historia económica, social y política (Bogotá: Áncora Editores,
1983); Fernando Botero-Herrera, “Antecedentes de la industrialización en Antioquia”, Lecturas de
Economía No. 11 (1983): 97-123; Antonio García-Nossa, Reforma agraria y desarrollo capitalista
en América Latina (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Centro de Investigaciones para el
Desarrollo, 1986); María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez-Gaviria, “El proceso de la
apropiación de la tierra en Colombia, 1821-1850. Una perspectiva regional para el análisis”, Lecturas
de Economía No. 16 (1985): 63-154; Darío Alcides Fajardo-Montaña, Espacio y sociedad. Forma-
ción de las regiones agrarias en Colombia (Bogotá: Coa, 1993); Fabio Roberto Zambrano-Pantoja,
Colombia. País de regiones (Bogotá: Centro de Investigación y Educación Popular, 1998); Absalón
Machado-Cartagena, “La cuestión agraria y el desarrollo agropecuario”, Cuadernos de Economía
110 Vol. 5 No. 31 (1999): 237-279.
7 Fueron consultados el Archivo Municipal de Titiribí (A.M.T.), el Archivo Histórico de Concordia
(A.H.C.), el Centro de Archivo Histórico de Jericó (C.A.H.J.) y la Sala Colección de Prensa de la
Biblioteca Carlos Gaviria Díaz de la Universidad de Antioquia.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 105-146


Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890

decretos, actas, correspondencias, comunicaciones, y procesos agrí-


colas, comerciales y mineros. Así mismo, de la producción intelectual
y bibliográfica de la época que describe el proceso de colonización de
Antioquia a través de la migración, asentamiento y descripción geográ-
fica, física y demográfica para la segunda mitad del siglo XIX.

El método de investigación desarrolla un enfoque histórico-crítico con


una aproximación reflexiva y descriptiva entre las localidades seleccio-
nadas. Nos concentramos solo en la identificación de las intercone-
xiones, temáticas y tendencias que faciliten la comprensión de algunas
diferencias y similitudes evidentes según el caso. En tal sentido, el
estudio es de corte historicista y no profundiza en fenómenos polí-
ticos, sociales y culturales que también hicieron parte de la colonización
durante la época de estudio. Así mismo, la dimensión discursiva del
ejercicio se fundamenta en la relación entre el análisis hipotético-deduc-
tivo y la lectura sistemática de los datos recolectados. Así, la heurística
del discurso cualitativo está combinada con el trabajo hermenéutico del
material empírico para facilitar el abordaje de los procesos y factores
coyunturales que hicieron parte de las dinámicas migratorias, los asen-
tamientos, la distribución del espacio y la experimentación agrícola;
aspectos trabajados descriptivamente a lo largo del texto.

1. Antecedentes

La ruta de acceso a los terrenos baldíos del sur de la Provincia de Antio-


quia partió de Medellín y Envigado en las postrimerías del siglo XVIII
(figura 1). Las primeras tierras ocupadas fueron La Estrella, Amagá,
Titiribí, Sabaletas y Santa Bárbara. Todas ellas, bajo la abertura de la
banda oriental del río Cauca y aprovechando las disposiciones admi-
nistrativas que facilitaban la ampliación, apropiación y adecuación de la
frontera agrícola8.

8 Luz Eugenia Pimienta-Restrepo señala que los antecedentes de esas disposiciones se remontan a 111
los siglos XVI y XVII, cuando la Corona española otorgó mercedes de tierra para que el cabildo
de Antioquia las repartiera a los colonos dedicados al proyecto conquistador. Luz Eugenia Pimien-
ta-Restrepo, “Colonización en el suroeste.

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Los pobladores sin tierra de la Ciudad de Antioquia (como también se


llamaba a Santa Fe de Antioquia para ese momento) aprovecharon esa distri-
bución y se asentaron entre las aguas arriba del río Cauca y la Loma de los
Titiribíes, llevando a cabo actividades mineras y de autoconsumo alimentario.
Esas primeras concesiones se fueron fraccionando mediante sucesiones por
herencia o a través de la venta de terrenos durante los primeros diez lustros
del siglo XVIII. Por consiguiente, los primeros asentamientos se presentaron
de manera espontánea y sin una dirección clara del proceso de poblamiento.

Las experiencias de ocupación propiciaron que tanto terratenientes


como pequeños propietarios se convirtieran en el grupo poblacional que
impulsó las actividades económicas en la zona. Esto se logró mediante
la combinación de la monopolización de las propiedades, derivada de
las concesiones otorgadas con las actividades de aparcería llevadas a
cabo por los colonos sin tierra.
Figura 1
Provincia de Antioquia, 1781

112

Fuente: Pedro Biturro-Pérez, “Plan de caminos entre las ciudades de Santafé y Antioquia,
no. 2108” (1781), Archivo Histórico de Antioquia (A.H.A), Planoteca.

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2. Patrones de asentamiento y tendencia demográfica

La zona de Titiribí ocupó un papel preponderante por ser un frente de


apertura minera que dio entrada a la demanda de bienes de primera nece-
sidad. Recordemos que las minas de El Zancudo, Otramina y Candela
hacían parte de ese distrito y fueron un foco de producción agrícola para
la economía regional.9 Las tres fueron concedidas a José María Uribe
Restrepo en 1844 y sentaron las bases para la creación de la Sociedad
del Zancudo en 1848; una empresa atractiva para los mineros y agricul-
tores que dio origen a la fundación del distrito. Por eso, Titiribí ha sido
catalogada como un punto de partida para la colonización del Suroeste
antioqueño, toda vez que la actividad minera contribuyó ostensiblemente
al intercambio de productos. En otras palabras, los territorios mineros no
solo eran importantes por la producción de minerales o el abastecimiento
de víveres y productos manufacturados, las condiciones de explotación
también favorecieron la reproducción de la sociedad.

El caso de Concordia es igualmente preponderante, pero no es un


punto de apertura frontal a la minería. Sin embargo, el caserío de Comiá
(como fue llamada por el colono Manuel Herrera en 1830) representa
a los asentamientos que resultaron del proceso de poblamiento para
abastecer a las minas, pues fue uno de los focos de colonización que
facilitó la expansión de la población en el Suroeste y sirvió de nodo
elíptico para establecer los caseríos de Betania, Hispania, Salgar Viejo,
San Mateo y Quebradona; además de la Aldea La Soledad y la Hacienda
El Jardín10. Todo ello, a partir de la parcelación de terrenos para 1200
familias que hacían parte de Titiribí.
9 Álvaro Tirado-Mejía, “Aspectos de la colonización antioqueña”.
10 A.H.A., “Ordenanza No. 42 de la Asamblea Departamental de Antioquia que crea el Municipio de
Betania, abril 24 de 1920”, Imprenta Oficial, 67-68; Orlando Betancur-Restrepo, “Hispania y su
historia”, Mirador del Suroeste No. 34 (2010): 18-19; En A.H.A., “Decreto que crea los destinos de
inspectores de policía en cada una de las fracciones de “Pedral” i “Barroso” y que fija sus límites,
correspondientes al distrito de Bolívar, noviembre 26 de 1865”, Boletín Oficial del Estado Soberano
de Antioquia, No. 133, p. 584; En A.H.A., “Decreto que crea la fracción de “Bethulia” en el distrito
de Anzá, noviembre 27 de 1872”, Boletín Oficial del Estado Soberano de Antioquia, No. 553 p. 377;
En A.H.A., “Documentos del doctor Cornelio Orrego, cura de Yolombó sobre ser de su jurisdicción
el lugar nombrado «La Quebradona» que es de don Javier Jaramillo” (1775), serie: fundaciones, época
Colonia, t. 53, d. 1454, ff. 193-196; En A.H.A., “Ordenanza Provincial No. 5 de la Cámara Provincial 113
de Antioquia que crea la Aldea Soledad” (septiembre 28 de 1850), Bogotá, Imprenta de EL DÍA por
José Ayarza, p. 7; Pedro Antonio Restrepo-Escobar, “Diario de 1° septiembre de 1863 a 4 de mayo
de 1865”, en Fundación Antioquia para los Estudios Sociales (FAES), t. 7, docs. 1-4, ff. 115v-116r.

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Luz Eugenia Pimienta-Restrepo sugiere que esa distribución desenca-


denó conflictos entre los colonos sin título de propiedad que habitaban
la zona y la Junta Repartidora, ya que los poblamientos espontáneos que
se habían originado desde finales del siglo XVIII (a razón de las migra-
ciones para trabajar en las minas de Titiribí) no fueron legitimados bajo
concesiones con prerrogativas de propiedad, desconociendo el proceso
inicial de colonización sobre esas tierras.

Por lo anterior, investigadores como Álvaro López-Toro, Marco Pala-


cios, Roger Brew, Hermes Tovar, Frank Safford, Salomón Kalmano-
vitz, Absalón Machado11, entre otros, sostienen que la distribución de la
propiedad dentro del proceso colonizador antioqueño no se presentó
de manera democrática e igualitaria entre medianos y pequeños propie-
tarios, como había sugerido James Parsons cuando realizó sus estudios
sobre el Occidente de Colombia en 1949.

En cuanto a Jericó, la discusión por el patrón de asentamiento disperso o


dirigido en el Suroeste antioqueño se estimula mucho más. Juan Carlos
Vélez-Rendón12 esboza que el modelo de colonización de esa localidad fue
direccionado y estructurado a través de la configuración empresarial de una
Sociedad con proyecciones comerciales. El proceso inició en 1825, cuando
Gabriel Echeverri Escobar, Juan Santamaría Isaza y Juan José Faustino
Uribe Mondragón y Mejía compraron los terrenos baldíos que hacían parte
de la zona sur del río San Juan (en inmediaciones a la quebrada Arquía).
El objetivo era establecer haciendas, iniciar un proceso de producción de
alimentos y realizar inversiones con parcelas de terreno. El derecho de
otorgamiento de esa empresa logró ser consolidado el 23 de julio de 1823
y la base de funcionamiento fue la firma “Uribe, Santamaría y Echeverri”
bajo la concesión de 160 496 fanegadas. Jericó inició siendo la Aldea de
11 Álvaro López-Toro, “Migración y cambio social en Antioquia durante el siglo XIX”, Ensayos sobre
Demografía y Economía Vol. 4 No 02 (1970): 192-209; Marco Palacios-Rozo, El café en Colombia,
1850-1970; Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia (Bogotá: Banco de la República, 1977);
Hermes Tovar-Pinzón, Que nos tengan en cuenta (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015). Colonos,
empresarios y aldeas: Colombia 1800-1900 (Bogotá: Tercer Mundo Editores e Instituto Colombiano de
Cultura (Colcultura), 1995); Frank Safford, Aspectos del siglo XIX en Colombia (Medellín: Ediciones
Hombre Nuevo, 1977); Salomón Kalmanovitz-Krauter, El desarrollo de la agricultura en Colombia. (2ª
114 ed.) (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1982); Absalón Machado-Cartagena, “La cuestión agraria y el
desarrollo agropecuario”, Cuadernos de Economía Vol. 5 No. 31 (1999): 237-279.
12 Vélez-Rendón, Juan Carlos, “La configuración económica, política e institucional de Jericó, 1840-
1910”, (tesis pregrado en historia, Universidad de Antioquia, 1993).

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Piedras en 1850 y también un lugar propicio para continuar el proceso de


establecimiento de nuevos asentamientos; ese fue el caso de San Antonio
de Támesis, Nueva Caramanta, Bethsaida y el Caserío El Hatillo13.

Todos ellos, fueron conformados mediante distribuciones comerciales ampa-


radas en lazos familiares y de amistad que centraban sus actuaciones econó-
micas en la producción de minerales, la agricultura y la ganadería (Pimienta,
2013). En ese sentido, Jericó también fue un nodo de poblamiento empre-
sarial que insidió en la posesión de nuevos territorios, la conformación de
sistemas de producción y la creación de los mercados locales.
Figura 2.
Aumento poblacional

Fuentes: A.H.A. Censos y estadísticas t. 335, doc. 6415; t. 346, doc. 6415; t. 2692, doc. 6415; t. 6556, doc. 5; t.
2709, doc. 1; t. 2711, doc. 27-28; Pedro Justo Berrío, Informe que el Presidente del Estado Soberano de Antioquia
presenta a la legislatura del Estado (Medellín: Imprenta del Estado, 1871); Roberto Cadavid-Misas, Historia de
Antioquia ( Medellín: Argos; Dirección de Cultura de Antioquia, 1996); N. Castro, “Informe sobre estadística”, en
Informe del Secretario de Gobierno del Estado Soberano de Antioquia (Medellín: Imprenta de Isidoro Isaza, 1866);
Universidad de Antioquia, El pueblo antioqueño (Medellín: Universidad de Antioquia, 1941); Manuel Uribe-Ángel,
Geografía general del Estado de Antioquia en Colombia (Medellín: Ediciones Autores Antioqueños, 1985)14.

13 A.H.A., “Ordenanza Provincial No. 11 de la Cámara Provincial de Medellín que crea el distrito
parroquial de Felicina en el Cantón de Amagá” (octubre 09 de 1852), Medellín: Imprenta de Jacobo
F. Lince, por Isidoro Céspedes, p. 13; Gabriel Arango-Mejía, “Támesis”. En Monografías de Antio-
quia, ed. Gabriel Arango-Mejía (Medellín: Cervecería Unión, 1941), 508-514; Rufino Gutiérrez,
“Una mirada a Caramanta en julio 13 de 1917”, Mirador del Suroeste No. 35 (2010): 35; “Ordenanza
No. 7 de la Asamblea Departamental de Antioquia que crea el distrito de Pueblorrico” (marzo 16 de
1911, Medellín), Imprenta Oficial, p. 411; Gabriel Arango-Mejía, “Valparaíso”, en Monografías de 115
Antioquia, ed. Gabriel Arango-Mejía (Medellín: Cervecería Unión, 1941), 550-555.
14 Ver también Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el suroeste, 54-55”; Juan Carlos
Vélez-Rendón, “Los pueblos allende el río, 128”.

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La figura 2 muestra cómo la migración poblacional en las tres loca-


lidades fue bastante significativa, ya que entre 1820 y 1885 la curva
siempre estuvo en ascenso. Al situarlo en un contexto y en la perspec-
tiva procesal histórica se observa que la expansión de la frontera agrí-
cola estuvo acompañada del asentamiento humano, tanto espontáneo
como dirigido por empresarios. El fenómeno se vio impulsado por los
flujos migratorios generados por las políticas de distribución de tierras
baldías, así como por la explotación agrícola, ganadera y minera. Estas
actividades económicas ofrecieron incentivos laborales, comerciales,
migratorios y de acumulación de capitales; además, conllevó al gradual
mejoramiento de la red de caminos, afectada por los efectos del clima
y las condiciones geográficas. Cabe anotar, que la región antioqueña no
era la más poblada respecto a otros Estados como Santander, Boyacá,
Cundinamarca y Cauca. Así, Titiribí pasó de 2480 pobladores en 1820 a
9214 al finalizar ese período, Concordia de 9000 en 1884 a 9208 al año
siguiente, y Jericó de 630 en 1851 a 11593 en 1885. Esos datos no logran
dar cuenta de la cantidad real de habitantes, pero sirven de indicador
para evidenciar el incremento migratorio de los tres asentamientos
durante el período mencionado. Además, los valores pueden variar si
consideramos que Concordia y Jericó hicieron parte del distrito Parro-
quial de Titiribí hasta sus respectivas fundaciones. De hecho, el aumento
de habitantes también era una razón importante para que cada localidad
alcanzara su independencia administrativa. Lo cierto del asunto es que
el aumento poblacional incidió en los tres asentamientos y estableció
las condiciones para que Titiribí, Concordia y Jericó se afianzaran como
frentes de colonización y centros de avanzada migratoria.

Vale la pena considerar que la colonización en la zona suroccidental de


Antioquia ofrece casos de estudio que permiten ampliar el análisis de los
dos modelos de poblamiento implementados: dirigidos y espontáneos
(como fue clasificado el proceso colonizador en esa zona de Antioquia
por Jaramillo-Velásquez en 1988). La simbiosis entre los asentamientos
dispersos y los realizados de manera empresarial supone la activación
de una economía basada en la producción de minerales, la expansión
116 territorial, la apertura de fuerzas productivas, la inversión y valoriza-
ción de terrenos, la creación de colonias agrícolas y el establecimiento y
desarrollo de caminos.

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Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó permiten reflexionar sobre


esas características históricas, pues las tres localidades fueron frentes de
poblamiento con procesos de colonización muy distintos que incidieron
en la ocupación y puesta en funcionamiento de las actividades econó-
micas en la zona. La primera y tercera localidad representan el modelo
de colonización empresarial, mientras que la segunda es un ejemplo
claro de asentamiento espontáneo. Por eso, y para ampliar ese tipo de
aspectos, es importante analizar las realidades que hicieron parte del
contexto histórico de los tres casos para comprender esas diferencias,
similitudes y dinámicas del proyecto colonizador en el Suroeste.

3. Diferencias y similitudes en el poblamiento

3.1 Hacia Titiribi: la exploración de los guaqueros y empresarios


mineros
Los guaqueros antioqueños exploraron el territorio que habían habitado
los indios Nutabes a finales del siglo XVIII.15 Sitio Viejo (establecido
en abril 17 de 1775) fue el lugar de morada de las primeras expediciones.
Sin embargo, en las inmediaciones a ese lugar también fue conformado
el caserío San Antonio del Real de Minas de los Titiribíes; un espacio de
paraje para los colonos dedicados a la explotación de minerales que fue
reconocido por el Oidor Juan Antonio Mon y Velarde como un Real de
Minas con alto potencial de yacimientos en 1788.16

Esa distinción dio cabida para que los trabajos de exploración se acen-
tuaran con mayor asiduidad, y dieran paso al descubrimiento de la mina
de veta El Zancudo, la cual influyó en el proceso de poblamiento de
los territorios circundantes a San Antonio. Durante la segunda mitad
del siglo XVIII y primera del XIX, Titiribí se convirtió en un frente de
colonización espontánea y en un puente de poblamiento entre la banda
oriental y occidental del río Cauca. A fin de cuentas, su centro pobla-
cional se había establecido en esa primera banda, pero su jurisdicción
también comprendió los confines de la segunda.

15 Eligio Jiménez-Muñoz y Miguel, Alzate-Aguilar, “Sinopsis monográfica”. Distritos (Titiribí) No. 8 117
(1966): 15-23.
16 Claudia Vásquez-Vargas, Estructura de la Administración municipal. Medellín siglos XIX y XX
(Medellín: Secretaría de Educación y Cultura de Medellín, 1997).

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De hecho, como se reconoce en la historiografía regional, Titiribí fue una


puerta de entrada al Suroeste antioqueño que facilitó la conformación de
otros núcleos poblacionales de avanzada. Por eso, los proyectos mineros
fueron expandidos en minas auxiliares como Los Chorros, La Villegas y
Otra Mina; yacimientos que complementaron los trabajos que se realizaban
en El Zancudo, una mina que “fue primitivamente de oro, pero que […]
puede considerarse como de plata aurífera”.17 La explotación de minerales
supuso el desarrollo de arterias de interconectividad entre Titiribí, Amagá y
Fredonia, buscando activar el comercio entre las tres localidades.

La apertura de caminos era uno de los pasos a seguir dentro del proceso
de explotación, pues garantizaba la circulación de los capitales producidos.
El auge de la producción minera hizo que comerciantes como José María
Uribe Restrepo invirtieran en las vetas, aprovechando las concesiones de
terreno que el Estado cedía para pagar sus deudas públicas.

Como sostiene Pimienta-Restrepo, entre 1820 y 1821 Titiribí se convirtió


en un frente de colonización con repartos de terreno arbitrados por la
gobernación de la provincia y la participación de empresarios mineros. Sin
embargo, los terrenos poblados sin títulos de propiedad fueron motivo de
permanentes conflictos y desplazamientos, pues las distribuciones no tenían
en cuenta a los caseríos indígenas que habitaban la zona y a los primeros
colonos que se habían asentado en las inmediaciones a las minas.18

Las minas de El Zancudo fueron entregadas a Uribe Restrepo en 1844,


quien formó una Sociedad económica que dio como resultado la explo-
tación de 25 minas de veta y 11 de aluvión a lo largo del siglo XIX. Esta
empresa fue la mayor compañía minera colombiana durante los últimos
30 años del siglo XIX y permitió la introducción de sistemas de separación
de oro y plata, hornos de fundición y métodos de cianuración desde 1851.

La Sociedad de El Zancudo instituyó una economía capitalista de


mercado, llegando incluso a impulsar la fundación de un banco hacia
1883 “con el propósito de liquidar las cuentas y gastos de la sociedad
118
17 José M. Mesa Jaramillo, comp. Minas de Antioquia. Catálogo de que se han titulado em 161 años
desde 1739 hasta 1900 (Medellín: Corporación Universitaria Remington, 2013), 402.
18 Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, “Colonización en el suroeste antioqueño”, 67.

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a mineros, contratistas, arrieros y proveedores”19. En este contexto, su


funcionamiento estuvo dirigido a atender las necesidades empresariales
hasta 1888. Este período se caracterizó por la combinación sincrónica
de actividades comerciales, mineras, agrícolas y ganaderas, las cuales
conformaron el sistema empresarial de producción del Suroeste20.

La política de tierras favoreció la titulación a personas de alto nivel econó-


mico y permitió las actuaciones de enajenación y reventa de los predios
habitados, aunque registrados como baldíos. Eso llevó a despojos,
reacomodos poblacionales y donaciones de tierra a nivel administrativo
que también buscaron estimular el proyecto colonizador. Precisamente,
hacia 1848, los moradores del caserío Comiá (que aún pertenecía a la
jurisdicción de Titiribí) aprovecharon esas políticas públicas de tierra y
gestionaron ante la Cámara Provincial la adjudicación de los terrenos
que habitaban. Todo ello, buscando alcanzar derechos de propiedad y
permisos que facilitaran la fundación del caserío. Esos planes fueron
logrados con la Ordenanza de septiembre 25 de ese mismo año bajo el
nombre de Concordia, y el establecimiento de la primera parroquia de
la localidad en 1849.21 Aunque el proceso de poblamiento de Concordia
tenga estrecha relación con la apropiación territorial de Titiribí (pues
desde el principio la “Fracción de Comiá” fue dependiente a ese distrito
parroquial), la espontaneidad de los asentamientos y el perfil de los usos
del suelo marcaron las diferencias entre esas dos localidades.

3.2 Concordia: el abastecimiento agrícola de la zona minera y


espacio de migración continuo
Como sostiene Roger Brew (2000), la participación de los grandes
concesionarios estimuló el proceso migratorio de la población22. El caso
de Concordia tipifica las ocasiones en que la fundación de un pueblo

19 Luis Fernando Molina Londoño, Empresarios colombianos del siglo XIX (Bogotá: Banco de la
República- El Áncora Editores, 1998), 30-31.
20 Los principales accionistas de la Sociedad Minera El Zancudo eran Uribe Restrepo, Carlos Coroliano
Amador Fernández, Juan Bautista Mainero y Trucco, y Leocadio María Arango, quienes protagoni-
zaron la historia empresarial antioqueña durante la segunda mitad el siglo XIX y primera del XX.
21 El Antioqueño Constitucional No. 46, Medellín, 18 de julio de 1847, 182-183; “Ordenanza Provin- 119
cial No. 7 de la Cámara Provincial de Antioquia que crea el distrito parroquial de la Concordia”
(septiembre 25 de 1848), Bogotá: Imprenta de EL DÍA por José Ayarza, en A.H.A., pp. 7-8.
22 Roger Brew, El desarrollo Económico de Antioquia…

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facilitaba el control de los colonos. Si bien es cierto, Titiribí y Concordia


fueron localidades que resultaron de procesos de poblamiento espon-
táneos, la búsqueda de centros de extracción minera, el establecimiento
de concesiones y el repartimiento de terrenos alejó esa similitud.

Titiribí dejó de ser un lugar de ocupación esporádica sin legitimidad


territorial y se convirtió en un espacio regulado (por las concesiones a
la Sociedad) bajo una estructura empresarial que fomentaba la produc-
ción de oro, plata, zinc, hierro y arsénico con la erección de la Sociedad
Minera El Zancudo. Entretanto, Concordia quedó dispuesto para el abas-
tecimiento de alimentos de autoconsumo y para la producción agrícola
que aprovisionara las minas de Titiribí.

Concordia fue un asentamiento resultante del proceso migratorio de


Titiribí y un puente de desplazamiento poblacional hacia caseríos y
aldeas que luego fueron la base fundacional de Betania, Hispania, Salgar,
Betulia, Ciudad Bolívar, Andes y Jardín, como afirma Pimienta-Res-
trepo.23 Todos ellos, emplazamientos lejanos de la banda occidental del
río Cuaca que dieron origen a la formación de poblados con caracte-
rísticas sociales, políticas, económicas y culturales propias, e igualmente
propiciaron la creación de unidades de explotación agrícola.24 En ese
sentido, Concordia fue un frente de avanzada hacia terrenos más apar-
tados del distrito de Titiribí y un puente de ocupación y comunicación
que facilitó el desplazamiento continuo de la población.

En Concordia, la distribución de los terrenos baldíos generó conflictos


entre los colonos y las juntas que lideraban las reparticiones25. El motivo
central de esas discrepancias era la exclusión de algunos colonos en los
procedimientos de distribución, pues había ocupaciones de suelo sin reco-
nocimiento institucional que no aportaban a la hacienda pública. Por eso,
y a pesar de las casas construidas, las rozas de maíz realizadas, los árboles
frutales sembrados, la activación de las labores de cultivo (requisitos que

120 23 Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, “Colonización en el suroeste antioqueño”.


24 Víctor Manuel Álvarez-Morales, “De la región a las subregiones en la historia de Antioquia”,
Ponencia presentada en el VIII Congreso Nacional de Historia de Colombia. Bucaramanga: 1993.
25 Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, “Colonización en el suroeste antioqueño”.

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convalidaban los asentamientos) y la recaudación de la renta eran gestio-


nadas a través del arrendamiento de los terrenos ocupados.26

3.3 Conflictos por tierras en Concordia y Titiribí: motivo de


nuevos desplazamientos
Los conflictos por la posesión legítima de los terrenos no fue un tema
aislado en las dos localidades. Titiribí y Concordia registraron ingentes
alegatos relacionados con la ocupación arbitraria de predios, la natu-
raleza jurídica de terrenos, los límites fronterizos jurisdiccionales, los
títulos de propiedad y la enajenación de la tierra27.

Durante la primera mitad del siglo XIX, esos pleitos por la tenencia
de parcelas coexistían entre los dos distritos, pues Concordia dependía
administrativamente de Titiribí y fue escenario de permanentes litigios
mientras se llevaban a cabo distribuciones y redistribuciones de los
terrenos ocupados.

Con la fundación del distrito y el establecimiento de la parroquia a


mediados de esa misma centuria, los problemas por posesión entre
los colonos nuevos y antiguos no disminuyeron, ya que algunos de
los centros poblacionales que conformaban a Concordia (entre ellos
Betania, Hispania, Salgar, Betulia, Bolívar, Andes y Jardín) también insis-
tieron en elevar a la categoría de distrito sus demarcaciones territoriales.

Precisamente, en 1869, Ciudad Bolívar fue erigido municipio abarcando


los corregimientos de Betania, Andes y Jardín; eso hizo que Concordia
perdiera su figura político-administrativa y volviera a depender de Titiribí.28
En ese sentido, los conflictos por las tierras y la autoridad de los lugares

26 Un caso que ejemplifica esa característica se presentó en marzo de 1850, cuando el personero de la Cámara
Provincial fue informado de algunas ocupaciones ilegales en el distrito de Concordia, afirmando que: “El
infrascripto personero de la cámara provincial há si do informado de que una parte de los terrenos que
son propiedad de la cámara en la nueva poblacion “concordia” há sido ocupada por varios de aquellos
pobladores sin tocar ni con él, ni con el tesoro de las rentas; por tanto espera que oyendo al alcalde de
la referida poblacion, le informe: 1º Que individuos son los que hán ocupado ó establecido labranzas
en dichos terrenos: 2º La estension aun cuando sea sobre un poco mas ó ménos de cada una de estas
labranzas, para que en consecuencia se proceda por el tesorero á ecsijir los arrendamientos en beneficio de 121
las rentas provinciales. […]”. Archivo Histórico de Concordia (A.H.C.), t. 1848-1850, f 85r.
27 Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, “Colonización en el suroeste antioqueño”.
28 Lisandro Restrepo-G, “Síntesis histórica de Concordia”. Cf. Ley N.º 54 del 22 de septiembre de 1869.

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que configuraban a Concordia y Titiribí ocuparon un papel importante


en la conformación espacial y político-administrativa de las localidades
lejanas a la banda occidental del río Cuaca en el Suroeste antioqueño,
pues incidieron en el desplazamiento hacia las aldeas y caseríos más apar-
tados, e influyeron en el asentamiento y ordenamiento territorial de los
poblados que se conformaron durante todo el siglo XIX (figura 3).
Figura 3.
Mapa de los tres asentamientos durante el siglo XIX29

Fuentes: Blair-Gutiérrez, Bernardo, “Titiribí”, Distritos. Revista de Hechos y Gentes de los Municipios Colombianos
No. 08 (1966): 15-21; “Ordenanza No. 7 de la Cámara Provincial de Antioquia que crea el distrito parroquial de la
Concordia”; “Ordenanza Provincial No. 11 de la Cámara Provincial de Medellín que crea el distrito parroquial de
122 Felicina”. Ver también a: Luz Eugenia Restrepo-Pimienta, “Colonización en el suroeste antioqueño”, 124, 128.

29 Diseño y edición del mapa por Angie Natalia Campos Ceballos.

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Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890

Jericó: el fomento de obras y el poblamiento empresarial y agro-comercial

Jericó también fue otro frente de avanzada poblacional del Suroeste


antioqueño, pero de los asentamientos cercanos a la banda occidental
del río Cauca. Los orígenes de ese proceso se remontan a los primeros
treinta años del siglo XIX, cuando la migración poblacional alrededor
del sur del río San Juan era bastante activa.

El proyecto colonizador de la localidad, sin embargo, tuvo estrecha rela-


ción con la concesión de terrenos realizada a la firma “Uribe, Santamaría y
Echeverri” el 23 de julio de 1835. Sociedad conformada por Juan Carras-
quilla, Juan José Faustino Uribe Mondragón y Mejía, Juan Santamaría
Isaza y Gabriel Echeverri Escobar, quienes lograron hacerse a la titula-
ción de 160.496 fanegadas de terreno de las “montañas de Caramanta”.

Todo ello, bajo las capitulaciones de los baldíos que hacían parte de esa
jurisdicción y a través de la emisión de bonos de deuda pública, pues
la crisis fiscal del Estado (heredada del proceso independentista de
Colombia) supeditó la adjudicación de tierras como suministro econó-
mico de las deudas internas.30

En el ámbito nacional, esos esquemas de adjudicación variaban según el


auge de bonanza agroexportador, la oferta de producción y los límites de
desarrollo en la infraestructura comercial de las provincias. Para el caso
de Suroeste antioqueño, la titulación a “Uribe, Santamaría y Echeverri”
se dio bajo la forma de concesión a nuevos pobladores y al fomento
de obras, pues el objetivo era estimular la producción de alimentos y
activar el comercio mediante la apertura de caminos.31 En ese sentido,
la capitulación a esa firma de comerciantes continuó las medidas de la
Real Cédula de 1770, promoviendo el otorgamiento de títulos bajo la
conditio sine qua non de cultivar y explotar los terrenos recibidos.32

30 Elidio Alexander Londoño-Uriza, “Colonización, poblamiento y agro en el Suroeste antioqueño. Los


casos de Andes y Jardín, 1850-1890” (tesis Maestría en historia, Universidad Nacional de Colombia, 2015).
31 Juan Carlos Vélez-Rendón, Los pueblos allende el río Cauca.
32 Roberto Luis Jaramillo, “La colonización antioqueña”; Rodrigo Díaz-Sierra, Recopilación histórica 123
del municipio de Jardín con ocasión de la semana de la memoria cultural (documento inédito) (Jardín:
Corporación Centro Histórico y Cultural Marco Antonio Jaramillo, 1988); Hermes Tovar-Pinzón,
Que nos tengan en cuenta.

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La firma “Uribe, Echeverri y Santamaría” (incluyendo a sus herederos)


lideró el proyecto colonizador de gran parte del Suroeste antioqueño.33
El deslinde y amojonamiento inició con la parcelación simultánea de
terrenos en Fredonia, Santa Bárbara y Amagá; es decir, en las proximi-
dades de la banda oriental del río Cauca.

La pretensión de este grupo de comerciantes era ampliar su radio de


acción sobre los terrenos circundantes al Cauca (atravesando la banda
oriental y extendiendo sus dominios hasta la banda occidental) y esta-
blecer una economía de mercado complementaria a la explotación
minera adelantada en las minas de El Zancudo en Titiribí34.

Eso facilitó el camino para acceder a la titulación de los terrenos que


hacían parte de la otra banda (occidental) del río Cauca. La firma logró
cumplir su empresa en 1839, creando Caramanta como demarcación
independiente, pero formando parte del Cantón de Medellín. Así, las
estrategias de crecimiento y expansión de sus actividades económicas en
la zona se concentraron en la parcelación y venta de tierras, la explora-
ción de minas, la apertura de un camino entre Medellín y Supía (pasando
por La Valeria ―en la actualidad Caldas― y Fredonia), el establecimiento
de dehesas y el trazado de algunos poblados con categorías de alcaldía
pedánea35. En ese sentido, sus actividades tuvieron un fuerte influjo en el
proceso de asentamiento poblacional y una firme incidencia en la activa-
ción socioeconómica en los terrenos que hacían parte de la Concesión.

33 En 1839 Uribe Mondragón falleció, dejando su caudal hereditario a su esposa María Teresa Santa-
maría Isaza y a sus hijos Juan, Mauricio y Tomás Uribe Santamaría. Sin embargo, eso no impidió que
la firma siguiera funcionando, pues las acciones de la familia en la Concesión quedaron respaldadas
bajo la “Casa Uribe, Hermanos y Compañía”.
34 Es de recordar que Santamaría y Echeverri eran concuñados, pues la esposa del primero (María Josefa
Bermúdez de Castro Tirado) y la cónyuge del segundo (Francisca Romana Bermúdez de Castro Tirado)
también eran hermanas entre sí. Igualmente, Dolores López (nieta de Uribe Mondragón) y Manuel
(hijo de Echeverri) se vincularon maritalmente (Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el
suroeste”). En ese sentido, la sociedad “Uribe, Santamaría y Echeverri” siguió el patrón de las casas
comerciales de la época, consolidando sus fortunas a través de alianzas maritales y afianzando sus
negocios mediante actividades políticas locales y regionales (Víctor Manuel Álvarez-Morales, “De las
sociedades de negocios al «Sindicato antioqueño». Un camino centenario”, en Empresas y empresarios
en la historia de Colombia. Siglo XIX-XX. Una colección de estudios recientes, tomo I, ed. Carlos
Dávila Ladrón de Guevara. (Bogotá: Editorial Norma, Ediciones Uniandes, 2003), 213-246). Como
124 afirma Pimienta-Restrepo, los tres comerciantes estaban emparentados y mantenían negocios con las
familias prestantes de Medellín (Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el suroeste”).
35 Rodrigo Díaz-Sierra, Recopilación histórica del municipio de Jardín; Elidio Alexander Londo-
ño-Uriza, “Colonización, poblamiento y agro”.

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El perfil de ocupación fue orientado hacia la inversión, el estableci-


miento de haciendas ganaderas colindantes a los ríos y la titulación de
extensiones de tierra, aprovechando la adquisición de bonos para la
venta y compra de baldíos con la llegada de la Sociedad. Eso hizo que
la dinámica del proceso migratorio cambiara y se tornara coordinado y
regulado; es decir, tomara la forma de colonización empresarial.

Los terrenos cercanos a la banda occidental del río Cauca, que hacían
parte de las posesiones de la firma “Uribe, Santamaría y Echeverri”,
dieron vida a las localidades de Nueva Caramanta, Jericó, Támesis,
Pueblorrico y Valparaíso a lo largo del siglo XIX.

La muerte de Santamaría Isaza en 1840 hizo que su parte en la Sociedad


fuera dividida entre su cónyuge y sus herederos36, aunque la negocia-
ción de tierras sobre esa zona de la Provincia siguió siendo muy activa.
Así, los núcleos poblacionales de Fredonia, Amagá, Santa Bárbara, el
Camino de Caramanta (en la actualidad La Pintada) y Jericó se fueron
afianzando como centros de avanzada migratoria.

Resultado de la participación de la familia en el territorio, Santiago


gestionó ante la Cámara Provincial de Antioquia la fundación de la Aldea
Piedras (actualmente Jericó), la cual logró hacerse efectiva mediante la
Ordenanza 05 de septiembre 28 de 185037.

Vale recordar que la firma funcionó activamente como Sociedad hasta


1848, pues los herederos de Santamaría reclamaron sus activos capitales
y solicitaron el fraccionamiento del grupo económico para continuar
de manera independiente.38 Sin embargo, los trámites legales para hacer
efectivo el acto jurídico solo pudo llevarse a cabo hasta 1851, año en el

36 Es de resaltar que la participación de los herederos en el grupo de socios se llevó a cabo a través de
la “Sociedad Echeverri-Herederos de Santamaría”.
37 Esas acciones fueron complementadas por Echeverri Escobar y Teodomiro Llano Botero (esposo
de la hija de Echeverri, Mercedes Lorenza Echeverri Bermúdez) con el descubrimiento y coloni-
zación de los terrenos que en la actualidad hacen parte de Tarso; así como también con el lide- 125
razgo del proceso de poblamiento de Caramanta realizado por Alejo entre 1840 y 1850 (Guillermo
Ángel-González, “Temas de la historia de Jericó, 33-75).
38 Elidio Alexander Londoño-Uriza, “Colonización, poblamiento y agro”.

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que Carlos Segismundo de Greiff delineó los planos de los terrenos que
comprendería a cada socio39.

El fraccionamiento motivó a que algunos herederos aprovecharan


el espacio para el cobro de peaje en las inmediaciones del río Cauca.
Así mismo, las condiciones físicas y naturales de sus terrenos favore-
cieron el establecimiento de un mercado económico de intercambio de
productos. Además, la fundación de la Aldea Piedras significó la instau-
ración de otro importante frente de avanzada poblacional, ya que eso
facilitó el establecimiento de haciendas y la construcción de caminos
y puentes que terminaron valorizando aún más las tierras adquiridas.40

La creación de la Aldea permitió que algunas parcelas fueran donadas


a los pequeños colonos bajo el compromiso de incentivar las activi-
dades agropecuarias; acompañar las labores de instalación de caminos,
puentes y senderos; mantener la producción de artículos alimenticios;
y establecer sitios de intercambio de productos que estimularan ese
naciente mercado poblacional.

En ese sentido, la Aldea (Jericó) fue el epicentro de expansión demográ-


fica y adjudicación de tierras de la banda occidental del río Cauca, pues
la creación de caminos hizo que el poblado se convirtiera rápidamente
en una localidad comercial de frontera, basada en un fuerte tráfico
mercantil entre las poblaciones cercanas, y en un escenario de perma-
nente transformación rural por las iniciativas financieras e industriales
que lideró la descendencia de Santamaría Isaza.41

En resumidas cuentas, la sociedad empresarial que establecieron Uribe,


Santamaría y Echeverri significó la conformación de una red filial,

39 Como sostiene Pimienta-Restrepo, las porciones que fueron objeto división, y que hacían parte de
la “Sociedad Echeverri-Herederos de Santamaría”, abarcaban los ríos Cauca y San Juan entre las
quebradas El Salado y La Mica (Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el suroeste”). Así,
los dominios de José María fueron establecidos en la boca de la Quebradona, entre la parte posterior del
amagamiento de La Mama ―comprendiendo la cordillera y el alto Silvestre―, el río Piedras (en la zona
norte) y la demarcación sur de la misma boca; las heredades de Álvarez Santamaría demarcadas entre el
126 alto volcán, las vertientes de la cordillera de las Cruces y Rancho Largo; y las posesiones de Dominga
ubicadas entre los terrenos de Pueblorrico, las orillas del río San Juan y la cordillera de Cruces.
40 Víctor Manuel Álvarez-Morales, “De las sociedades de negocios”.
41 Juan Carlos Vélez-Rendón, “La configuración económica, política e institucional de Jericó”.

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económica y política que lideró el proyecto colonizador de la Montaña


de Caramanta. Los terrenos que integraron la partición de herencia de
la “Sociedad Echeverri-Herederos de Santamaría” conforman, en la
actualidad, las localidades de Jericó, Pueblorrico y Tarso42. Sin embargo,
Fredonia, Amagá, Santa Bárbara, Nueva Caramanta, Andes y Valparaíso
también resultaron de las actividades económicas que emprendieron
esos empresarios en el Suroeste43. En ese sentido, la fragmentación de
los terrenos no frenó el proceso de poblamiento; antes bien, facilitó
la expansión de la población por todo el territorio. Su actuación en el
poblamiento combinó el direccionamiento de los colonos (a través de
la fundación de los poblados) con el establecimiento de una economía
cimentada en la venta y valorización de parcelas; además de la activa-
ción productiva de materias primas para el consumo humano. Por eso, y
luego de la sucesión de las propiedades de Santamaría Isaza, el proceso
era dinamizado con la apertura de caminos, la instauración de rozas,
la creación de algunas haciendas ganaderas y el fortalecimiento de los
poblados mediante su respectiva fundación; fases evidenciadas en el
proyecto colonizador de Jericó entre 1840 y 186044.

Visto del anterior modo, fue común en la colonización de otras regiones de


Colombia (entre ellas Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Valle del Cauca
y Magdalena Medio), que los grandes inversionistas se involucraran en el
proceso después de un importante aflujo poblacional, aprovechando los
beneficios que la política de tierras ofrecía a los empresarios.

La titulación de los baldíos permitió que los comerciantes y concesiona-


rios establecieran derechos de propiedad sobre los asentamientos, alcan-
zando acuerdos contractuales de trabajo que incluían la desposesión y
enajenación de las parcelas ocupadas, y convirtiendo a los pequeños
colonos en arrendatarios.45 Esa fue la generalidad en todo el territorio
antioqueño, pero para el caso del Suroeste el énfasis de la firma estaba
concentrado en la apertura de caminos, en el aprovechamiento de los
terrenos ya ocupados y en la expansión del proyecto colonizador.
42 Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el suroeste”.
43 Juan Carlos Vélez-Rendón, “Sufragantes parroquiales y electorales. La apertura relativa del mundo 127
de la política electoral en Antioquia, 1821-1848”, Co-herencia Vol. 16 No. 31 (2019): 185-220.
44 Juan Carlos Vélez-Rendón, “La configuración económica, política e institucional de Jericó”.
45 Catherine. C. LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, 1850-1950.

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Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó son una clara muestra de los
patrones de poblamiento evidenciados en el Suroeste antioqueño, pues
representan la dinámica de expansión fronteriza en lindes empresariales
y espontáneos. El primero fue un eje de colonización esporádico en la
banda oriental del río Cauca (que sirvió de entrada a la banda occidental)
y ocupó un papel importante por los yacimientos minerales auríferos
encontrados en su territorio. El segundo fue un lugar de avanzada pobla-
cional expresado en la apropiación espontánea de terrenos y en la repar-
tición de parcelas. El tercero fue un foco de colonización empresarial
resultado de la división de las propiedades de Santamaría Isaza.

Los dos primeros experimentaron procesos de asentamiento no dirigidos


por comerciantes o terratenientes (al iniciar las ocupaciones de sus territo-
rios), Titiribí se fue posicionando como un lugar de expansión y apertura
económica gracias a las minas de El Zancudo y al repartimiento regulado
de terrenos por parte de la gobernación de la Provincia, el cual generó
ingentes conflictos entre los colonos (antiguos y nuevos) por la distribución
de las parcelas sin títulos de propiedad, y perfiló el proceso de colonización
de la localidad a un modelo coordinado por comerciantes mineros.

Aunque Jericó también fue el resultado de un proyecto de poblamiento estatal


y empresarial, originado por la segregación de las propiedades de Santamaría
Isaza, las características de su proceso se distinguieron de los dos primeros
casos por el carácter dirigido y de padrinazgo que tuvieron los terrenos de
la firma “Uribe, Santamaría y Echeverri”, en particular las propiedades que
heredó Santiago Santamaría (cuyas tierras dieron origen a Jericó). Lo cierto
es que las tres localidades experimentaron actividades mercantiles basadas
en la minería, la agricultura y la ganadería. Por eso, también es importante
reflexionar sobre el tipo de producción económica de cada caso luego de la
consolidación institucional que dejaron las fundaciones de las tres localidades.

4. Actividades productivas

Las migraciones tempranas estuvieron vinculadas a la búsqueda y explota-


128
ción de yacimientos auríferos para la producción de oro, plata, zinc, hierro y
arsénico. Esas labores de extracción minera, como ya se advirtió, se llevaron
a cabo durante el siglo XVIII y primera mitad del XIX, contribuyendo, de

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manera significativa, a la producción de alimentos básicos de la población


que trabajaba en las inmediaciones de los centros de explotación minero.
Así, autores como Safford (1956) y Brew (2000) consideran la minería como
la clave del éxito antioqueño, ya que la acumulación de riqueza incentivó la
importación de mercancías y el desarrollo tecnológico; además, posibilitó
la diversificación de la economía. El caso de Titiribí es una muestra de ello.

4.1 Actividades mineras y el agro en Titiribí


Hacia 1850, los principales productos de producción agrícola y consumo
de la naciente población titiribiseña eran el maíz, el plátano, el dulce de
caña y los cerdos.46 La actividad económica de importación se centraba
en los cerdos, el ganado vacuno, las mulas y los caballos, pero también
exportaban, desde la localidad hacia otras provincias de la República,
ganado vacuno y otros semovientes.47 Teniendo en cuenta la existencia de
población en condiciones de esclavitud, ésta constituía una minoría —a lo
sumo unos 15 varones y unas 30 mujeres, aunque se contaban, adicional-
mente, unos 24 varones y 24 mujeres libertos menores de edad.48 Abolida
la esclavitud en 1851, durante el gobierno de José Hilario López, nos
encontramos frente a una población libre, que hacia 1869 estaba dedicada
a la administración doméstica (como lo muestra la figura 4), seguido en
importancia por la agricultura y la minera; esta última de especial prota-
gonismo empresarial. De hecho, hacia 1888, aunque solo contaba con
tres minas de filón, la localidad era la mayor productora en Antioquia,
con una capacidad de 1299 libras de oro. Así mismo, tenía la población
minera más grande, con alrededor de 1432 obreros.49 Tomando en cuenta
que las denuncias sobre minas se remontan a 1746, y considerando el
período estudiado en este artículo, se estima que se realizaron unas doce
denuncias, de un total de 46 registradas hasta 1900. 50

46 Este indicador ya se evidencia desde 1850. Cf. A.H.A, Estadísticas y Censos, t. 346, “Cuadro que
representa el movimiento de la industria agrícola del distrito parroquial de Titiribí en el año econó-
mico de 1849 a 31de agosto de 1850”.
47 A.H.A., Estadísticas y Censos, t. 346, f. 302, “Cuadro que manifiesta las introducciones y esportaciones
de variados artículos que son los que constituyen la industria mercantil del distrito de Titiribi con otras
provincias de la República, en el año económico de 1º de septiembre de 1849 y 31 de agosto de 1850”.
48 A.H.A., Estadísticas y Censos, t. 346, ff. 66-68, “Relacion circunstanciada de los esclavos…”.
49 Camilo Botero Guerra, Ensayo de estadística general del Departamento de Antioquia (Medellin: 129
Imprenta del Departamento, 1888), 285.
50 José M. Mesa Jaramillo, comp. Minas de Antioquia. Catálogo de que se han titulado em 161 años
desde 1739 hasta 1900 (Medellín: Corporación Universitaria Remington, 2013), 363.

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Figura 4.
Oficios en Titiribi, 1869

Fuente: A.H.A., Estadísticas y Censos, tomo 2711, doc. 27-28.

Visto del anterior modo, las minas de El Zancudo, en el caso de Titiribí, tuvieron
una fuerte incidencia en las labranzas de agricultura de subsistencia bajo el
aprovechamiento de cultivos de cereales, fríjol, especies de raíces, legumbres
y hortalizas.51 En especial, cuando a partir de 1870, la empresa empezó a
otorgar terrenos, de modo gratuito, que pasaban a ser propiedad del traba-
jador luego de 10 años se servicio a la empresa (Jaramillo-Uribe, 2021).52

Con la consolidación de los asentamientos, ese tipo de acciones econó-


micas fue combinada con la cría, alimentación, multiplicación y mejora
de ganado porcino, bovino, lanar, caballar y de cerda; todos ellos,
animales domésticos para la producción de carne. El agro, como ya se

51 Luz Eugenia Pimienta-Restrepo, “Colonización en el suroeste”. Ver también en A.H.A., Colonia,


Erección de Curatos, t. 44. D. 8336, ff. 35-38.
130 52 Según María Alejandra Calle (2005), hacia 1852 una compañía francesa adquirió minas en el nordeste
antioqueño, por lo que, a su turno, algunos empresarios antioqueños comienzan a explotar nueva-
mente minas que, por falta de capitales y tecnología, habían decaído; tal es el caso de las minas del
Zancudo cerca a la población de Titiribí.

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señaló, incluía actividades productivas de pancoger como maíz, plátanos,


cacao, yucas, arracachas, caña dulce, harina de trigo, arroz, quesos y
quesitos de procedencia bovina, entre otros.53 En suma, productos de
experimentación agropecuaria local que adecuaron las condiciones para
la introducción de la vocación mercantil de la zona. En ese sentido,
Titiribí no solo fue un puente de apertura poblacional, sino también un
centro de referencia económico que modeló la producción de alimentos
de los poblados vecinos.

Al valorar los informes de hacienda local, hacia 1875, la empresa de


caminos tenía también cierta importancia. Ya por las contribuciones
recibidas para su construcción, por los gastos ocasionados o por que el
valor de las multas recibidas por el no pago de las contribuciones.54 La
apertura y construcción de caminos promovieron más las actividades
de minería, agricultura y ganadería, pues el objetivo de los empresarios
inversionistas de las minas también era activar la vida comercial de los
centros poblacionales, aprovechando la mano de obra disponible de
los colonos y las extensiones de tierra que habían cultivado durante el
proceso de asentamiento.

El agotamiento paulatino de las reservas minerales de Titiribí estimuló


el desplazamiento a zonas lejanas de los centros mineros de la localidad
(Vélez, 2002), ampliando la cobertura de producción de las actividades
económicas. Precisamente, las primeras plantaciones de café en la región
del Suroeste antioqueño fueron realizadas entre 1830 y 1840; período
en el que se climatizaron y cultivaron los primeros cafetos en Fredonia
y Valdivia,55 bases de experimentación para prolongar su producción a
las demás localidades del territorio. Es evidente que para 1893 ya había
plantaciones de café en Antioquia, estimadas en alrededor de 2 229 000
árboles. De estos, aproximadamente 800 000 se encontraban en Fredonia,
otros 420 000 en Amagá y alrededor de 400 000 en el distrito de Titiribí56.

53 A.M.T., Consejo 1869-1884, actas, f. r.


54 A.H.A., Fondo Gobernación de Antioquia, Sección Hacienda Pública, Serie Comunicaciones,
Carpeta 3, Caja 5107, f. 120, “Estado general, que manifiesta los ingresos y los egresos…”.
55 Renzo Ramírez Bacca, “Trabajo y agro en Colombia. Historia de la consolidación socio-laboral y 131
productiva del café”, en Todos somos historia, tomo 2, ed. Eduardo Domínguez-Gómez (Medellín:
Universidad de Antioquia, 2010), 303-320.
56 El Progreso, No. 50, Medellín, 27 de abril de 1893.

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4.2 El agro en Concordia


El cultivo de tabaco también sirvió de alternativa para diversificar esas
actividades y estimular el mercado agrícola comercial. En Concordia, el
cultivo de tabaco estuvo liderado por la casa comercial Montoya-Sáenz
y Cía. a mediados del siglo XIX57, la cual monopolizaba la producción y
comercio de la planta en Ambalema (en Tolima) y controlaba su respec-
tivo transporte por el Magdalena. En ese sentido, la participación de
esa casa comercial también abonó las condiciones para que las acti-
vidades económicas pudieran ser ampliadas. Así, Titiribí, Concordia,
Jericó, Valparaíso y Santa Bárbara se fueron convirtiendo en impor-
tantes distritos productores de la planta durante la década del sesenta de
este último siglo.58 Recordemos que para ese momento los principales
productos de exportación del país eran el tabaco, el añil y la quina.
Por eso, su producción igualmente benefició el comercio agrícola de las
localidades en el Suroeste.

Sin embargo, a pesar de las expectativas que despertó la producción


tabacalera en Colombia, las plantaciones realizadas en Concordia (y en
general en el Suroeste antioqueño) apenas lograron servir para abastecer la
demanda interna de la localidad y de los centros poblados cercanos, pues
la estructura de la propiedad agraria vinculada al tabaco estuvo asociada
a la configuración de pequeñas unidades familiares productoras. Además,
las principales fuentes de producción tabacalera del país eran Ambalema
y Carmen de Bolívar; las dos localidades que más producían tabaco para
el comercio internacional, y los dos epicentros de abastecimiento de la
Costa Atlántica, Antioquia y el Valle del Magdalena.

Aunque los esfuerzos por impulsar la economía de Concordia desde la


diversificación productiva fueron notables, la alta y permanente migra-
ción de la población hacia las inmediaciones del distrito (así como la
importancia económica que fueron dejando la producción de alimentos)
desencadenó en cambios administrativos que terminaron afectando la
economía de la localidad.
132
57 A.H.A., T. 1848–1850, f. 97.
58 Empresa Comercial Echeverri-Botero, El tabaco en Antioquia. Nacimiento, desarrollo i porvenir de
esta industria (Medellín: Imprenta de Isidoro Isaza, 1866).

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Debido al crecimiento experimentado por el caserío Quebradona,


Concordia perdió su estatus de distrito en 1863. El cambio se debió a la
disgregación de los terrenos que conformaban San Bernardo de Fara-
llones, el caserío Betania, la aldea La Soledad y la hacienda El Jardín, los
cuales fueron absorbidos por el emergente centro poblacional. Así, la
figura administrativa de Concordia fue reducida, nuevamente, a corre-
gimiento dependiente de Titiribí, aminorando las rentas percibidas por
las actividades agropecuarias59.

En cualquier caso, el estado de ingresos de la localidad evidencia, hacia


1867, la importancia del “ganado mayor i menor” y el papel timbrado
por mercancías que llegaban del extranjero. En el panorama estaban,
aún, las opciones de ingresos por conceptos de tabaco, harina de trigo,
cera de laurel, entre otros60. Asi mismo, se dieron unas once denuncias
para la explotación de minas en el periodo estudiado61.

4.3 El mal estado de los caminos


Las vías se encontraban en mal estado y las rutas con Titiribí, Jericó y
Andes requerían de atención urgente para su mantenimiento que, por
lo general, se hacía en épocas de verano para solucionar los estragos
causados por las fuertes lluvias durante el invierno. Las administra-
ciones locales tenían, entre sus prioridades, la búsqueda de recursos
económicos para el fomento, desarrollo y mantenimiento de las vías de
comunicación. En tal sentido, era frecuente hacer un listado de caminos,
de primera, segunda y tercera clase, con sus respectivos contribuyentes
para su mantenimiento.62 El incumplimiento a tales contribuciones, de
igual modo, era objeto de multas que obtenían las administraciones
para su disposición y gasto de sostenimiento. Hacia 1870, la reparación
de esas rutas fue una prioridad para las administraciones locales; por
eso, solicitaron restaurar el puente que cruzaba el río San Juan para

59 Lisandro Restrepo-G, “Síntesis histórica de Concordia”.


60 A.H.C., Fondo Gobernación de Antioquia, Sección Hacienda Publica, Serie Comunicaciones,
Carpeta 5, Caja 5106, f. 111, “Estado que manifiesta los ingresos i egresos de […] del distrito de
Concordia en el mes de noviembre de 1867”.
61 José M. Mesa Jaramillo, comp. Minas de Antioquia. Catálogo de que se han titulado em 161 años 133
desde 1739 hasta 1900 (Medellín: Corporación Universitaria Remington, 2013), 350-351.
62 Ver para el caso de Jericó un listado en: A. H. J. Tomo 20, 1878, Legajo 41, Folio 1 recto al
13 vuelto.

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comunicar a Quebradona (o Bolívar) con Jericó; así mismo, gestionaron


la construcción de puentes que cruzaran el río Bolívar y Farallón, pues,
en épocas de invierno, la creciente de estos ríos perjudicaba el tránsito
de sus habitantes.

Además, como complemento a las obras civiles de los puentes mencio-


nados, se propuso construir un camino que partiera de la cabecera
urbana de Jericó y cruzara el Alto de “Vallecitos” (que conducía a
Concordia por la Hoya del Río Manzanillo aguas arriba), abriendo
sendero hacia Titiribí en el punto llamado “El Chupadero”, y hasta la
quebrada “Remolinos”, afluente del río Bolívar.63

Los caminos representaron el esfuerzo de los colonos por integrar, dina-


mizar, inaugurar y/o expandir el comercio de los artículos producidos
en cada localidad. Por eso, la precariedad de su infraestructura también
afectaba la economía comercial de los distritos. No obstante, la produc-
tividad agrícola en Concordia fue continua y los productos generados
para el consumo humano estuvieron conformados por “tabaco, maíz,
plátano, yuca, papas, caña de azúcar, cacao, cebada, algodón, palmacristi,
linaza, vainilla, caucho, quinas, y maderas de construcción y carpintería
basadas en diomate, granadillo, avinge, nogal, comino, laureles (negros
y amarillos), guayabo y cedro-caobo”; además de ganado para la carne
(vacuno, lanar, caballar, mular y de cerda), gallinas, patos y palomas64.

Aunque Concordia fue un lugar de avanzada, los cambios administra-


tivos (provocados por la migración de personas y el surgimiento de
poblados), la insuficiente construcción de caminos y la poca impor-
tancia comercial incidieron para que solo se consolidara como una
colonia agropecuaria.

La ubicación estratégica de Jericó, situada en las estribaciones de la


Cordillera Occidental, que marca el límite natural entre el Estado de
Antioquia y el Estado del Cauca, junto con su contexto económico,
desempeñaron un papel fundamental en la justificación de la imple-
134
mentación de proyectos de comunicación hacia territorios previamente

63 A.H.J., T. 7, 1870- 1871, f. 18r.


64 Manuel Uribe-Ángel, Geografía general del Estado de Antioquia en Colombia.

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inexplorados. Esta iniciativa fue respaldada por consideraciones comer-


ciales. La primera etapa de desarrollo vial, impulsada por los primeros
colonos y empresarios, posibilitó la penetración de la selva virgen del
Suroeste, abriendo paso a la valorización de la región en función de acti-
vidades agropecuarias y la parcelación de tierras. A partir de entonces,
estos caminos se erigieron como arterias de integración entre la ciudad
y las áreas hasta entonces desconocidas, propiciando un mayor flujo de
intercambio y desarrollo económico.

4.4 Jericó: el contraste de Titiribí


En contraste, Jericó se convirtió en el epicentro económico de la zona
gracias al liderazgo de Santiago Santamaría, quien terminó encabezando
la gestión institucional, comercial y ganadera de la localidad. Hacia 1850,
Santamaría, —luego de que recibiera los terrenos correspondientes a su
herencia—, se dedica a impulsar el desarrollo de la población, liderando
el establecimiento de escuelas, la apertura de caminos y la inaugura-
ción de los mercados dominicales. Sin embargo, la dependencia polí-
tico-jurisdiccional que aún tenía con Titiribí condicionó su autonomía
económica. En efecto, Titiribí gozaba de preponderancia económica,
territorial e histórica, y era tomado como un referente económico de los
poblados vecinos; sin embargo, el hecho de que Jericó estuviese situado
en la margen izquierda del río Cauca hacía que las disposiciones admi-
nistrativas, emanadas desde Titiribí, fueran incipientes y poco efectivas
para sus necesidades. La población de este último distrito se ubicaba en
el costado derecho del río Cauca, lo que en cierta medida “dificultaba”
el control territorial que disponía. Las separadas distancias que había
entre ambos poblados (Titiribí y Jericó) propiciaron que las autoridades
de gobierno de Titiribí ignoraran las necesidades que había en Jericó,
mientras que en este último se “clamaba” por atención inmediata para
sus dificultades.

La importancia económica y demográfica de Jericó conminó su sepa-


ración de Titiribí bajo la idea de crear una Provincia del Suroeste con
capital independiente. Esas apuestas estuvieron relacionadas con la
posición estratégica y de avanzada poblacional de su territorio, pues sus 135
condiciones geográficas, la vocación ganadera como epicentro comercial

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y la cercanía que tenía a las riberas de los ríos San Juan, Piedras y Cauca
sirvieron para convertir a la localidad en un circuito de almacenamiento
de bienes primarios elaborados en las poblaciones vecinas; en particular
en la producción agropecuaria65. Sin desestimar, que al igual que en
otros distritos antioqueños, también se evidencian denuncias para la
exploración de minas, a los sumo unas dieciocho, entre 1854 y 188966.

La búsqueda de la autonomía de Jericó fue reiterativa, de tal modo que


para 1871 el cabildo distrital de la localidad conformó ternas conserva-
doras y liberales para lograr esa anhelada independencia. Según sostiene
Vélez-Rendón, las razones del proyecto estaban centradas en su “ubica-
ción geográfica peculiar pues era el centro de una región con «destino
idéntico», con una dinámica económica apoyada en el intenso tráfico
mercantil que existía entre los pueblos de la zona y con un crecimiento
demográfico acelerado”67.

Las actividades de ganadería y carne fueron los agentes de producción


que impulsaron su economía, ya que las condiciones medioambien-
tales que poseía resultaron óptimas para la crianza de reses y cerdos,
ubicados estratégicamente en las riberas del río Cauca; la construcción
de haciendas en esa zona propició que la cría extensiva de ganado fuera
exitosa. Algunos datos lo demuestran: hacia 1875, el distrito era el prin-
cipal productor de ganado vacuno (25,000 cabezas), cerdos (16,000),
caballos (2,700) y ovejas (500). Además, ocupaba el tercer lugar en la
producción de mulas (300 cabezas), después de Andes y Valparaíso68.

Los dirigentes locales contaban con negocios comerciales amplios y con


el vecino Estado del Cauca y la Provincia del Chocó —aprovechando

65 Juan Carlos Vélez-Rendón, “La configuración económica, política e institucional de Jericó”.


66 José M. Mesa Jaramillo, comp. Minas de Antioquia. Catalogo de que se han titulado em 161 años
desde 1739 hasta 1900 (Medellín: Corporación Universitaria Remington, 2013), 157, 354. Texto
transcrito: “Minas de Antioquia. Indice del tomo 70. Comprende los expedientes formados desde el
7 de octubre de 1854 hasta el 14 de mayo de 1889. Jericó (Tomo único)”.
67 Juan Carlos Vélez-Rendón, “La configuración económica, política e institucional de Jericó”, 215. Los
cabildantes conservadores estaban conformados por José María Santamaría, José Antonio Lemos,
Crispín María Gómez y Venancio Echeverri; por su parte, los cabildantes liberales eran Clímaco
136 Uribe, Claudio Ramírez y Marcelino Restrepo.
68 La comparación se realiza con respecto a las localidades de Andes, Bolívar, N. Caramanta, Támesis y
Valparaíso. Cf. Marco Aurelio Arango, Informe del Secretario de Fomento del Estado Soberano de
Antioquia (Medellín: Imprenta del Estado, 1875).

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la posición de Jericó para crear circuitos comerciales con sus poblados


cercanos—. En ese sentido, la obtención de grandes dividendos econó-
micos fue notable, pues la cohesión generada a partir de la necesidad de
estos poblados por la atención y satisfacción de sus demandas generó la
consolidación paulatina de una identidad territorial que se afianzó con la
creación de vías de comunicación entre sí. Desde Santiago Santamaría
—uno de los socios de la desaparecida Concesión Echeverri—, hasta sus
compradores de tierras —que continuaron en ese proyecto “progresista”
local—, hicieron de Jericó un referente económico del Suroeste.

La ganadería de Jericó, entre las décadas del setenta y ochenta del


siglo XIX, sentó las bases de la economía local, pues las tierras fueron
empleadas para la crianza de los animales y el establecimiento de
haciendas y hatos que también estimularon la producción de maíz,
fríjoles, yucas, arrachas, plátanos, panela, papas, tabaco, cacao, trigo y
café69. En especial, se destacó por ser el principal productor de maíz
(70,000 cargas) y arroz (50); además del segundo productor de café (25)
y panela (4 800), respectivamente, en 187570.

Así, el perfil de negocios comerciales estuvo mediado por la diversifica-


ción de bienes de autoconsumo y la activación de un intercambio agro-
pecuario entre las localidades vecinas, ya que la acelerada ampliación de
las áreas cultivadas (generada por el proceso de colonización) permitió la
expansión de la actividad agrícola y la articulación de mercados internos
que incidieron en las dinámicas comerciales de la región.

En ese sentido, Jericó fue un poblado clave de movilización económica


que abrió las puertas a la acumulación de capital y estimuló las prác-
ticas transaccionales con las poblaciones más cercanas, intercambiando
bienes y servicios con las localidades de Marmato, Supía, Itagüí, Bolívar,
Quibdó, entre otras71. Precisamente, hacia 1851 se evidencia que era
una población mayoritariamente labradora, contando con cierto núcleo
artesanal dedicado a la costura —como lo muestra la tabla 1.
69 Manuel Uribe-Ángel, Geografía general del Estado de Antioquia en Colombia.
70 La comparación se realiza con respecto a las localidades de Andes, Bolívar, N. Caramanta, Támesis y 137
Valparaíso. Cf. Marco Aurelio Arango, Informe del Secretario de Fomento del Estado Soberano de
Antioquia (Medellín: Imprenta del Estado, 1875).
71 Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia.

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Tabla 1.
Oficios registrados Jericó, 1851

Oficios Hombres Mujeres


Arriero 3
Aserrador 4
carpintero 5
Cocinera 24
Costurera 44
Hacendado 2
Herrero 1
Hilandera 1
Labrador 194 109
Minero 2
Ollera 4
Sepulturero 1
Sirviente 3 4

Fuente: A.H.A., Estadísticas y Censos, tomo 2700, doc. 16.

Pasadas dos décadas y frente al ascenso de la población, los agricul-


tores eran la población mayoritaria; aspecto que también era equiparado
con el núcleo dedicado a la “administración doméstica”, en cuyo oficio
las mujeres jugaban un papel determinante seguido de estudiantes,
sirvientes y artesanos; como lo muestra la tabla 2.
Tabla 2.
Oficios desempeñados en Jericó, 1869

Oficio Hombres Mujeres Total


Administración domestica 0 1665 1665
Agricultor 1796 36 1832
Arrieros 8 8
Artesanos 88 21 109
Comerciantes 40 40
Director 1 1
Empleados 4 0 4
138 Estudiantes 149 102 251
Fabricante 1 1

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Oficio Hombres Mujeres Total


Ganadero 6 6
Independiente 1 2
Instructor 2 1 3
Maestro 1 1
Medico 2 2
Minero 8 1 9
Ministro de culto 1 1
Negociantes 3 3
Propietario 6 6
Sirviente 70 47 117
Vaga 1 1
No reporta oficios mayores de 16 42 261 303

Fuente: A.H.J., tomo 1869.

Sin embargo, pese a su importancia, Jericó fue otro núcleo de experi-


mentación agrícola-comercial que no logró consolidar una base de espe-
cialización económica por las insuficientes vías de comunicación rural;
característica muy recurrente en la mayoría de las localidades del Suroeste
durante el siglo XIX. No obstante, esas primeras experiencias comer-
ciales fueron el fundamento para las rutas y tráfico de artículos que el
auge agroexportador del café generó en la primera mitad del siglo XX.

Reflexiones finales

Los casos de Titiribí, Concordia y Jericó tipifican las dinámicas de pobla-


miento y colonización del Suroeste antioqueño, ya que las tres localidades
se convirtieron en zonas de apertura migratoria que incidieron en la confor-
mación de nuevos centros poblacionales. Por eso, el presente estudio es un
aporte al conocimiento histórico del proceso de ocupación de esa zona
fronteriza y un insumo a la comprensión de las bases de experimenta-
ción agrícola-comercial evidenciadas entre 1850 y 1890. A pesar de esas
contribuciones, la mirada panorámica y expositiva realizada no alcanza a
profundizar en la especialización productiva ocurrida en las tres localidades
durante el siglo XX, pues su crecimiento económico solo fue alcanzado 139
hasta la consolidación de sus redes de comunicación (fundamentadas en
el mejoramiento y construcción de nuevos caminos y puentes), las cuales
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se vieron beneficiadas por la construcción de la línea férrea del Ferrocarril


de Amagá entre 1895 y 1935; aspecto que aumentó las dinámicas de creci-
miento poblacional, facilitó la optimización de las actividades productivas y
mejoró el transporte de productos por la región y el resto del país.

En ese sentido, las limitaciones del estudio están relacionadas con el


período de tiempo escogido y el interés por ampliar el análisis sobre la
expansión y movilidad demográfica del Suroeste en la segunda mitad del
siglo XIX. Todo ello, basado en el acervo documental administrativo que
reposa en los archivos históricos de las tres localidades y en la Sala Colec-
ción de Prensa de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz de la Universidad de
Antioquia. Así pues, los límites de este trabajo configuran una invitación
al abordaje del estudio local de los casos que fueron objeto de análisis
desde la ampliación del rango temporal de observación, y bajo el énfasis
en la especialización económica que experimentaron con motivo al ferro-
carril y a la producción cafetalera durante la primera mitad del siglo XX.

El estudio realizado sobre Titiribí, Concordia y Jericó permitió hacer


un primer acercamiento a las formas y particularidades de los núcleos
poblacionales de avanzada. Si bien, los tres casos representan ese tipo de
circuitos de desplazamiento hacia nuevas tierras, sus condiciones de aper-
tura o continuidad fronteriza terminaron diferenciándolas entre sí, ya que
mientras Titiribí inauguró y modeló (junto a Fredonia) la migración de
pobladores entre la banda oriental y occidental del río Cauca, Concordia
y Jericó facilitaron la prolongación de ese desplazamiento a lo largo de la
banda occidental del mismo río. Sin embargo, a pesar de esa continuidad,
los tres casos igualmente se distinguen por los patrones de poblamiento
que hicieron parte de sus procesos. Este aspecto evidencia que las tipo-
logías del proceso de colonización en el occidente de Colombia siguen
teniendo vigencia en los análisis de estudios locales, pero con algunos
matices alrededor de enfoques como la conformación de la estructura
económica de los núcleos poblacionales de avanzada migratoria.

Mientras Titiribí se convirtió en un puente importante de avanzada para


140 la zona durante el siglo XIX (en particular por los yacimientos mine-
rales de la mina El Zancudo, que terminaron atrayendo a los empresarios,
comerciantes y políticos más destacados de la región), Jericó fue originado

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del desmembramiento de la sociedad empresarial de las familias Echeve-


rri-Santamaría, y Concordia de la movilización espontánea de los colonos
sin tierra que migraron buscando nuevas oportunidades económicas bajo
la ocupación de nuevos terrenos. En ese sentido, la exposición hecha en
la presente investigación permitió confirmar que el perfil de la coloniza-
ción del Suroeste no fue uniforme, y que los momentos, modelos y etapas
de avanzada también comprendieron particularidades que dinamizaron
continuamente el proyecto colonizador.

Los procesos de apertura fronteriza de las tres localidades modelaron sus


bases de experimentación económica. Sin embargo, la comercialización
de productos fue muy limitada entre 1850 y 1890, pues los esfuerzos por
activar el tráfico de mercancías apenas pudieron lograrse a nivel local y
comarcal. Las razones de esos limitantes tuvieron estrecha relación con
el insuficiente desarrollo de las vías de comunicación y la falta de una
infraestructura caminera sólida que permitiera la efectiva consolidación
de una red comercial con los ríos Cauca, Atrato y Magdalena; caudales de
importancia para conectar los océanos Atlántico y Pacífico e incentivar el
tráfico de productos en el escenario internacional. Precisamente, Titiribí
fue el núcleo poblacional que permitió conectar a la región antioqueña
con Urrao y Chocó; centros de acceso directo al Atrato.

No obstante, a pesar de las anteriores limitaciones, las bases de voca-


ción económica de los tres casos de estudio aportaron al conocimiento
del perfil de experimentación agropecuaria del Suroeste y ratificaron
el argumento de que la experiencia de producción de autoconsumo
(basada en la conformación y acondicionamiento de parcelas y cultivos)
sentó los cimientos y condiciones para promover la industria del café.

El no ampliar en ese último aspecto, no impide reconocer la contribu-


ción de esas primeras actividades agropecuarias —y la incidencia de
las dinámicas de mercado local con los poblados más próximos— a
la conformación de propiedades que terminaron especializándose en
el sembrado y estimulo de la caficultura, pues el auge agroexportador
que experimentó el Suroeste de Antioquia durante los primeros diez 141
lustros del siglo XX también tuvo estrecha relación con el proceso de
poblamiento y colonización de la segunda mitad del XIX.

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El esfuerzo por desarrollar una reflexión comprensiva entre Titiribí,


Concordia y Jericó sirvió para analizar la tipología del proceso de colo-
nización de las localidades que fueron núcleos de apertura fronteriza y
frentes de avanzada migratoria. Desde esa perspectiva, los casos estu-
diados ofrecieron elementos de reflexión procesal y contextual sobre la
diversidad y similitud de las formaciones en los poblamientos, aportando
al modo de explicar los procesos migratorios locales y a la comprensión
historiográfica de la heterogeneidad evidente en la configuración de los
núcleos poblacionales. Todo ello, incluyendo la representativa apropia-
ción y distribución de la tierra de pequeña, mediana y gran propiedad
que incidió en la construcción del Suroeste antioqueño.

Finalmente, el ejercicio propuesto también es una provocación para


ampliar el estudio histórico del poblamiento en Antioquia y una invitación
a seguir reconsiderando el proyecto colonizador del Suroeste antioqueño
como un fenómeno basado en la pequeña propiedad, ya que el acceso
de los colonos a la tierra fue desigual a pesar de la espontaneidad de las
ocupaciones y del reiterado establecimiento de economías agrícolas de
subsistencia. Lo cierto del caso es que con trabajos como este la discusión
sobre la percepción igualitaria y democrática de la colonización en esa
zona queda abierta y puede incluir aristas de análisis que permitan reva-
lorar las simplificaciones del proceso bajo miradas locales de contraste.

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Para citar este artículo: Ramirez Bacca, Renzo y Elidio Alexander Londoño-
-Uriza. “Colonización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los
146 casos de Titiribí, Concordia y Jericó”, Historia Caribe Vol. XIX No. 45 (Julio-Di-
ciembre 2024): 105-146. DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4090

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147-174

Los ascensos militares en Colombia


durante la Guerra de los Mil Días,
1899-1902* 1

Juan Sebastián Bonilla Ayala


Filósofo e Historiador y Archivista de la Universidad Industrial de Santander (UIS- Bucaramanga,
Colombia). Magister en Historia de la Universidad Industrial de Santander. Ganador de la beca France
Excellence Eiffel para adelantar estudios doctorales en la Universidad de Lille. Integrante del grupo
de Investigaciones Históricas sobre el Estado Nacional Colombiano (GIHENC). Miembro de la
Asociación Colombiana de Historiadores-Capítulo Santander. Correo electrónico: bsebastian98@
gmail.com. Entre sus temas de interés están historia de Colombia siglo XIX, historia social de la
guerra e historia regional. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4076-799X

Recibido: 10 de abril de 2023


Aprobado: 5 de mayo de 2023
Modificado: 25 de septiembre de 2023
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3585

* Este artículo forma parte del proyecto: “Réquiem por los muertos. Una historia de la guerra de los 147
Mil Días en Santander, 1899-1902” financiación propia.
Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

Los ascensos militares en Colombia durante la Guerra de los Mil Días, 1899-1902
Resumen
El artículo estudia el ascenso en la jerarquía militar de los individuos que participaron en las
fuerzas armadas durante la guerra de los Mil Días (Colombia, 1899-1902). Se plantea, en
primer lugar, que los ascensos militares en medio de la guerra ocurrieron mucho más rápi-
do que en los periodos de paz y, en segundo lugar, que los militares obtuvieron de manera
parcial una serie de compensaciones que les favorecieron la vida en la campaña militar. Para
elaborar este trabajo histórico se consultó documentación cuantitativa y cualitativa del Ar-
chivo General de la Nación (Colombia), prensa y memorias de combatientes y se construyó
una base de datos que cuenta con más de 13.000 registros distribuidos en el software Zotero.

Palabras clave: Colombia, guerra Mil Días, fuerzas de combate, ascensos en la jerar-
quía militar, oficiales, soldados.

Military promotions in Colombia during the Thousand Days war, 1899-1902.


Abstract
The article studies the rise in the military hierarchy of individuals who participated in
the armed forces during the Thousand Days War (Colombia, 1899-1902). It is argued,
firstly, that military promotions in the middle of the war occurred much faster than
in periods of peace and, secondly, that the military partially obtained a series of com-
pensations that favoured their lives in the military campaign. To prepare this historical
work, quantitative and qualitative documentation from the General Archive of the Na-
tion (Colombia), press and memories of combatants was consulted and a database was
built that has more than 13,000 records distributed in the Zotero software.

Keywords: Colombia, war Thousand Days, Combat forces, Promotions in the military
hierarchy, Official, Soldier.

Promoções militares na colômbia durante a Guerra Dos Mil Dias, 1899-1902


Resumo
O artigo estuda a ascensão na hierarquia militar dos indivíduos que participaram das forças
armadas durante a Guerra dos Mil Dias (Colômbia, 1899-1902). Propõe-se, em primeiro
lugar, que as promoções militares em plena guerra ocorreram de forma muito mais rápida
do que em períodos de paz e, em segundo lugar, que os militares obtiveram parcialmente
uma série de compensações que favoreceram a vida na campanha militar. Para preparar
este trabalho histórico foi consultada documentação quantitativa e qualitativa do Arquivo
Geral da Nação (Colômbia), imprensa e memórias de combatentes e foi construída uma
148
base de dados que conta com mais de 13.000 registros distribuídos no software Zotero.

Palavras-chave: Colômbia, guerra Mil Dias, Forças de combate, Promoções na hierar-


quia militar, oficiales, soldados.

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Los ascensos militares en Colombia

Promotions militaires en Colombie pendant la Guerre Des Mille Jours, 1899-1902


Résumé
L’article étudie la montée dans la hiérarchie militaire des individus qui ont participé aux forces
armées pendant la Guerre des Mille Jours (Colombie, 1899-1902). Il est proposé, première-
ment, que les promotions militaires en pleine guerre se sont produites beaucoup plus rapide-
ment qu’en période de paix et, deuxièmement, que les militaires ont obtenu en partie une série
de compensations qui ont favorisé la vie dans la campagne militaire. Pour préparer ce travail
historique, on a consulté la documentation quantitative et qualitative des Archives générales de
la Nation (Colombie), les mémoires de la presse et des combattants et on a construit une base
de données qui compte plus de 13 000 enregistrements distribués dans le logiciel Zotero.

Mots clés: Colombie, guerre Mille Jours, Forces de combat, Promotions dans la hiéra-
rchie militaire, Fonctionnaire, Soldats.

Introducción

El conservador Carlos M. Leal y el liberal Carlos Martínez Larreamendi


fueron dos de los muchos combatientes colombianos que ascendieron en
la jerarquía militar por su participación en la Guerra de los Mil Días. El
primero ocupó en noviembre de 1899 el título de subteniente del Estado
Mayor del Ejército de Santander; un año más tarde, en el mes de mayo, fue
teniente del Batallón Junín de la 15ava división del Ejército del Norte; en
febrero y abril de 1901 fue nombrado respectivamente capitán y sargento
mayor de la fuerza acantonada en Lebrija; y el 5 de enero de 1903 ocupó
el cargo de coronel. De igual modo, Larreamendi empezó la guerra como
subteniente del Escuadrón Libres en noviembre de 1899, ascendió poste-
riormente a teniente y a capitán, y, al final, fue capturado por el gobierno
en la batalla de La Cuchilla del Ramo cuando ostentaba el título de sargento
mayor1. Los anteriores ejemplos representan dos carreras militares con
meteóricos ascensos facilitados por la dinámica de la guerra, que permi-
tieron parcialmente a cientos de hombres mejorar sus condiciones de vida
en campaña al lograr compensaciones materiales y simbólicas.

Los ascensos militares fueron comunes durante todo el desarrollo de la


Guerra de los Mil Días, catalogada por varios autores como el conflicto 149

1 Manuel Rueda, “Telegramas” (20 de agosto 1900), Gaceta de Santander n° 3451 (26 de septiembre 1900), 76.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

civil más intenso de todo el siglo XIX colombiano al generar una crisis
profunda en la economía y al quebrantar la institucionalidad2. La guerra,
iniciada en octubre de 1899, fue un levantamiento armado liberal con el
objetivo de destituir al gobierno conservador de Manuel Antonio Sancle-
mente, derogar la constitución de 1886 y restituir la organización federal3.
Al principio, el desarrollo del conflicto estuvo marcado por una lucha entre
ejércitos regulares comandados por reconocidos generales, aunque con el
paso de los meses la modalidad de combate se fue transformando en una
lucha guerrillera. Luego de cerca de tres años de contienda, la guerra llegó a
su fin entre los meses de septiembre y octubre de 1902 después de la firma
de los acuerdos de paz de Neerlandia, Chinácota y Wisconsin4.

Los estudios sobre los ascensos militares y sociales durante las guerras
es uno de los temas propuestos por la denominada historia social de la
guerra, una corriente historiográfica centrada en analizar a la sociedad
en medio del conflicto5. Los historiadores colombianos no han pasado

2 Charles Bergquist. Café y conflicto en Colombia (1886-1910). La guerra de los Mil Días, sus anteced-
entes y consecuencias (Bogotá: El Áncora Editores, 1999). Malcolm Deas y Fernando Gaitán. Dos
ensayos especulativos sobre la violencia en Colombia (Bogotá: Tercer mundo editores, 1995). Carlos
Eduardo Jaramillo. Los guerrilleros del novecientos (Bogotá: CEREC, 1991). Adolfo Meisel Roca
y Julio Enrique Romero, “La mortalidad de la guerra de los Mil Días: 1899-1902”, Cuadernos de
Historia Económica y Empresarial 43 (2017): 1-37.
3 Brenda Escobar Guzmán. De los conflictos locales a la guerra civil. Tolima a finales del siglo XIX
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partidistas y supervivencia. La guerra de los Mil Días (Colombia 1899-1902)”, Anuario de historia de
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4 Brenda Escobar, “Tras la guerra de los Mil Días: hacia una paz duradera”, en Paz en la República.
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150 Alegre Lorenz, “Nuevos y viejos campos para el estudio de la guerra a lo largo del siglo XX: un motor
de innovación historiográfica” Hispania Nova 16 (2018): 164-196. Alejandro Rabinovich y Germán
Soprano, “Para una historia social de la guerra y los militares en Sudamérica. Perspectivas de historia
comparada, conectada y de largo plazo. Siglos XIX-XX” PolHis No. 20 (2017): 1-19.

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Los ascensos militares en Colombia

por alto el estudio de los ascensos militares en las filas del ejército para
las guerras del siglo XIX, aunque las perspectivas analíticas han variado
a través del tiempo. En la década de 1970, Álvaro Tirado Mejía con una
interpretación de la guerra como una lucha de clases, subrayaba en que
los oficiales eran los miembros de las familias patricias y adineradas que
financiaron sus ejércitos y participaron voluntariamente, arrastrando
detrás de ellos a la soldadesca que pertenecía a los estratos más bajos de la
población. Esta relación impidió que los soldados escalaran en la jerarquía
militar, aunque se aclara que hubo casos aislados donde ciertos individuos
por heroísmo o disciplina fueron nombrados en altos mandos6.

Carlos Eduardo Jaramillo, quien ha contribuido con uno de los estudios


más sólidos sobre la guerra de los Mil Días, no descarta en señalar que los
oficiales pertenecían a los estratos más altos de la población, aunque para él
la dinámica bélica facilitaba los ascensos militares en al menos cinco modal-
idades: por mando de tropa; por número de muertos; por aclamación o
exigencia de la tropa; por ganar adeptos en la obtención de clientelismo: y,
finalmente, por ingenio del individuo7. Al respecto, Jaramillo nos permite
pensar en que los ascensos no fueron casos aislados, sino que se repetían
cuando la circunstancia de la guerra obligó al aumento del número de
hombres en armas o cuyo propósito era el reemplazo de un militar fallecido.

Siguiendo estas líneas, el presente artículo argumenta, por un lado,


que los ascensos militares fueron más rápidos durante la guerra que
en tiempos de paz y, por otro, que los militares que ascendieron obtu-
vieron una serie de compensaciones que les mejoraron parcialmente la
vida en medio de la campaña y les abrió la posibilidad de una movilidad
social. En este último punto se considera que los ascensos militares más
que una necesidad en medio de la guerra, constituyen un estímulo para
que los soldados permanecieran el mayor tiempo posible adscriptos
en las fuerzas militares. Y en efecto, muchos hombres escalaron varios
peldaños de la vida militar durante los tres años que duró la guerra.

Una de las novedades de este estudio, respecto a los trabajos previos, es la


construcción de una base de datos de personas que participaron en la guerra 151

6 Álvaro Tirado Mejía. Aspectos sociales de las Guerras Civiles en Colombia (Bogotá: Colcultura, 1976).
7 Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, 215-217.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

de los Mil Días en el nororiente colombiano (actuales departamentos de


Boyacá, Santander y Norte de Santander)8. Este hecho representa de manera
significativa una cuantificación, por etapas, ascensos y unidades militares,
del personal que formó parte de los ejércitos decimonónicos durante el
conflicto de los Mil Días. La base de datos se elaboró triangulando diversos
materiales de archivo: listas de revistas, la Gaceta de Santander, el Diario
Oficial, órdenes generales y correspondencia enviada y recibida de los
generales Manuel Casabianca, Rafael Uribe Uribe y Próspero Pinzón, cuya
documentación se conserva en el Archivo General de la Nación (Col).

Con base en esta fuente, se han registrado en el software libre Zotero a los
individuos que participaron en la guerra, al construir unidades propias o
“notas” en las cuales se suben los datos hallados en la fuente consultada,
según las categorías de: vida personal: datos vitales, familiares y geográf-
icos; vida profesional: formación académica y cargos administrativos; vida
económica: negocios, propiedades; vida cultural: pertenencia a los partidos
políticos; y vida militar: participación en las guerras civiles decimonónicas
en Colombia9. Además, Zotero nos permite recopilar, organizar, citar y
sincronizar miles de datos, por lo cual hasta la fecha se han registrado más
de 13.000 mil individuos, aunque teniendo en cuenta la fragmentación de la
información para una parte de ellos solo hemos anotado un cargo militar.

Finalmente, en este análisis se tendrá en cuenta el reglamento del Estado


colombiano que versa sobre los ascensos militares en el Código Militar
de 1881, que planteaba una serie de requisitos y obligaciones que el
militar estaba obligado a aplicar en tiempos de paz, en contraste con las
circunstancias de la guerra. Al final, los cargos obtenidos en la misma
guerra podían ser validados por testigos reconocidos o documentos
administrativos para que el individuo continuara en servicio activo en la
posguerra o recibiera bonificaciones y pensiones10.

8 La región nororiental fue uno de los epicentros más importantes de la Guerra, véase por ejemplo
el combate de Palonegro (mayo de 1900). Además, la base de datos hace parte de la investigación
de maestría en Historia “Réquiem por los muertos. Una historia de la Guerra de los Mil Días en
Santander (1899-1902), presentada en la Universidad Industrial de Santander en septiembre del 2023.
9 Se ha seguido, en lo concerniente a la vida personal y profesional, las categorías que establece Michel
152 Bertrand En el libro Grandeza y miseria del oficio: los oficiales de la Real Hacienda de la Nueva
España, siglos XVII y XVIII (México: Fondo de Cultura Económica, 2011).
10 Hermes Tovar, “Tras las huellas del soldado Pablo” en Memoria de un país en guerra. Los Mil Días:
1899-1902, eds. Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 125-141.

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Los ascensos militares en Colombia

1. Los ascensos en la jerarquía militar durante la guerra

Antoine Henri Jomini, entre las doce condiciones que consideraba


esenciales para la perfección de un ejército en su Compendio del arte de la
guerra, hacía especial énfasis en la necesidad de establecer una ley justa
de ascensos y recompensas, considerando que dichos ascensos debían
ser por antigüedad en tiempos de paz, primando el mérito en tiempo
de guerra.11 Conforme al paso del tiempo, los pensadores militares del
siglo XIX, conscientes de la necesidad institucional de regular el servicio
militar, abordaron normativamente los ascensos bajo un sistema que
valorara la disciplina y el orden por encima de las relaciones clientelares12.
Las discusiones quedaron reflejadas en la edición de 1883 del Código
Militar de los Estados Unidos de Colombia, según el cual los intereses del
ramo militar iban en contravía de las necesidades políticas y, sobre todo,
de la autoridad del jefe de la nación. Por consiguiente, se propusieron
tres sistemas que regulara la política de ascensos: el de antigüedad; el de
elección; y el mixto, que se compone de los dos anteriores13.

Los ascensos en la jerarquía militar eran un incentivo de los gobiernos


para mantener cohesionados a cientos de hombres que prestaban el
servicio militar, asegurándoles una serie de beneficios a quienes ascen-
dieran en el cargo. En periodos de paz, y con mucha disciplina, los
militares debían esperar varios años para obtener un cargo superior y
continuar en la carrera de las armas, siguiendo un esquema establecido.
Los soldados debían escalar los grados de cabo 2°, cabo 1°, sargento 2°
y sargento 1° para llegar a subteniente, el primer cargo de la oficialidad.
En principio, debían ser buenos soldados al mantener un estilo de vida
alejada de los vicios, y ajustada a una serie de valores normativos y
morales14. Por ejemplo, en el artículo 359 del Código Militar de 1881
se indicaba que los militares debían ser ordenados con sus prendas y
armamentos, manteniendo una estricta disciplina basada en el respeto

11 A.H. Jomini. Compendio del arte de la guerra o nuevo cuadro analítico (España: Imprenta de Burgos, 1840).
12 Fernando Pinto Cebrián, “Ejército e historia. El pensamiento profesional milita español a través de
la literatura castrense decimonónica” (Tesis de doctorado, Universidad de Valladolid, 2011), 315.
13 Agustín Niño. Código Militar de los Estados Unidos de Colombia. Tomo I (Bogotá: Imprenta T. 153
Uribe Zapata, 1883), 50. Art. 101.
14 José David Cortes, “Clero, política y guerra” en Memoria de un país en guerra. Los Mil Días: 1899-
1902, eds. Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 173-194.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

a la autoridad15. Estos valores eran aprendidos en el mismo servicio de


las armas a través de la repetición de los ejercicios militares y el manejo
de las armas en campo abierto, vigilando los edificios militares y admi-
nistrativos y ordenando el cuartel16.

Los militares ascendidos, además, debían cumplir con otros requisitos.


Era necesario que tuvieran conocimientos básicos de matemáticas, arit-
mética, lectura y escritura17. Un cabo interesado en ascender a sargento
estaba en la obligación de poseer habilidades lectoescritoras. Entre sus
funciones, los sargentos debían elaborar una “lista de su compañía por
estatura y otra en que cada individuo tenga anotadas todas las prendas
de su vestuario y armamento, con el número o marca de su fusil”18. En
su caso, los subtenientes organizaban las armas antiguas según su refe-
rencia, y elaboraban y transmitían informes militares a los capitanes de
compañía quienes, posteriormente, los comunicaba al Estado Mayor de
la División19. A modo de ejemplo, se encuentra la vida del militar boya-
cense Sergio Camargo, quien en 15 años (1887-1899) escaló seis grados
en la jerarquía del ejército. Entró, con 11 años, a prestar el servicio
de soldado y llegó a subteniente a los 2620. En la revisión documental
se identificó que, en 1900, Camargo fue ascendido a teniente por los
servicios prestados al gobierno durante la guerra21.

Este tipo de normatividad estaba diseñada especialmente para periodos


de paz, lo que facilitaba el registro de los ascensos por parte del ejército
y aseguraba que se dieran por el sistema de antigüedad o elección. Sin
embargo, con el levantamiento armado de los liberales en octubre de
1899 y la multiplicación de los hombres en armas, el Gobierno colom-
biano debió improvisar unidades militares y nombrar en los cargos a
hombres que no cumplían ninguno de los requisitos establecidos en el
15 Eduardo Rodríguez Piñeres. Código Militar Colombiano (Bogotá: Librería Americana, 1915), 40.
16 Luis Ervin Prado, “La organización de los ejércitos republicanos en la Nueva Granada. Provincias
del Cauca (1830-1855)” (Tesis de doctorado. Universidad Andina Simón Bolívar, 2019), 18-19.
17 Mayra Fernanda Rey, “La educación militar en Colombia entre 1886 y 1907” Memorias. Revista anual
de la Escuela de Historia 1(2003), 263-294.
18 Eduardo Rodríguez, Código Militar Colombiano, 52, art. 359.
19 Eduardo Rodríguez, Código Militar Colombiano, 60, art. 426.
154 20 Archivo General de la Nación de Colombia (AGNCo), Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspon-
dencia del General Próspero Pinzón, caja 2, carp. 1, f. 205.
21 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 2,
carp. 1. f. 205.

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Los ascensos militares en Colombia

Código Militar22. Así, aparecen individuos sin conocimientos técnicos


para el manejo de las armas de fuego, iletrados, mujeriegos y alcohó-
licos23. Si bien controlar la indisciplina era un reto para el gobierno,
al parecer estas medidas permitían que cientos de hombres se favo-
recieran de la dinámica bélica para ascender en la jerarquía militar en
corto tiempo obteniendo una serie de compensaciones24.

La guerra facilitó los ascensos militares en saltos al no ceñirse al principio


de progresividad, debido a la urgencia de formar nuevas unidades mili-
tares. Según los registros de la base de datos, durante la guerra al menos
26 soldados ascendieron directamente a subteniente (véase Anexo N°1).
Cinco soldados a sargento 2° y siete a sargento 1°. Básicamente, este tipo
de ascensos era un reconocimiento del Estado Mayor a los individuos que
habían hecho un trabajo destacado en la campaña, sin embargo, es posible
afirmar que también era una medida de cooptación a los soldados enemigos,
quienes eran seducidos por la entrega de compensaciones materiales y
simbólicas si ingresaban oficialmente en el ejército del Gobierno. Esta
medida era extraordinaria, ya que en tiempos de paz las fuentes documen-
tales nos indican que los ascensos militares se dieron de manera progresiva.

En la base de datos elaborada se registraron 134 hombres de las fuerzas


del gobierno que ascendieron de sargento 1° a subteniente. En este
caso, las fuerzas militares continuaban usando el mecanismo de ascenso
por elección o promoción, el cual consistía en que un jefe promocionara
a su subalterno por una destacada participación en la campaña militar,
evaluadas en función del tiempo que llevaba el militar en la guerra, por
actos de heroísmo en combate o las heridas recibidas en la campaña. Al
respecto, se encuentran publicados múltiples decretos de ascenso por
elección en la Gaceta de Santander. Entre ellos, el del coronel Tobías
22 Valentín Jiménez. Historia de la guerra en el departamento de Santander. Tomo I. Comprende la
época de 17 de octubre al 30 de noviembre de 1900 (Bogotá: S.E, 1900). José María Vesga Ávila.
La guerra de los tres años (Bogotá: Imprenta Eléctrica, 1914). Justo Durán. La revolución del 99
(Cúcuta: El Día, 1920). Henrique Arboleda. Palonegro (Bogotá: Imprenta Nacional, 1900). Max
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Campaña de Santander (1899-1900) (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1938).
23 En las Órdenes Generales del ejército gobiernista se encuentran testimonios de los desórdenes que producían 155
las mujeres que acompañaban a los militares y del exceso en el consumo de alcohol. Véase: Archivo General
de la Nación de Colombia (AGNCo), Ministerio de Defensa, órdenes generales, tomo 106, f. 96r.
24 Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, 215-217.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

Quiñones, quien solicitó ante el comandante divisionario el ascenso del


sargento 1°, Andrés Rizo, porque “el mencionado individuo por sus
servicios y como miembro veterano y decidido del ejército, merece el
ascenso que le corresponde á oficial, como hombre pundonoroso y
muy capaz para hacer valer su puesto”25.

En cuanto a los oficiales, el ascenso en orden progresivo era desde subte-


niente, teniente, capitán, sargento mayor, teniente coronel, coronel y
general. Según esta clasificación, se ha seleccionado el número de subte-
nientes, capitanes y sargentos mayores que iniciaron la guerra en los dos
bandos para así identificar cuántos de ellos ascendieron efectivamente
en la jerarquía militar. De este modo, sabemos que 1.606 subtenientes
empezaron la guerra con ese cargo, 367 ascendieron a tenientes, 84 llegaron
a capitanes, 11 a sargento mayor y uno solo a teniente coronel. Este era
Agustín Trillos, un hombre originario de Floridablanca (Santander), quien
alcanzó en 24 meses lo que otros individuos lograron en años. Empezó
como subteniente en la columna cívica de Floridablanca, fue ascendido
a teniente, luego a capitán del Escuadrón Casabianca, posteriormente a
sargento mayor del Batallón Ricaurte, finalmente, teniente coronel26.

Por su parte, 1.318 hombres empezaron la guerra con el grado de


capitán, 283 ascendieron a sargento mayor, 55 a teniente coronel, 12 a
coronel y 3 llegaron a general. El 22 de octubre de 1899, Manuel Canal
era capitán de la 4° división del ejército de Santander; días más tarde,
el 31 de octubre, fue ascendido a sargento mayor de la misma fuerza; y,
el 4 de noviembre, fue nombrado teniente coronel en reconocimiento
por el triunfo obtenido en la batalla de Piedecuesta. Posteriormente,
el 30 de abril de 1900, fue ascendido a coronel y, seis meses después,

25 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 4,
carp. 2, f.40.
26 Alejandro Peña Solano, “Decreto por el cual se nombra Guardaparque del Batallón Bomboná
número 15 y se llama al servicio activo a varios militares con destino al Ejercito de la Republica” (6 de
noviembre 1899), Gaceta de Santander n°3426 (18 de noviembre 1899), 941. Alejandro Peña Solano,
“Decreto por el cual se confiere un ascenso, se destina a un militar y se hace un nombramiento” (22
de diciembre 1899), Gaceta de Santander n° 3433 (12 de febrero 1900), 2. Alejandro Peña Solano,
“Decreto por el cual se hace un nombramiento y una destinación y se confiere un ascenso”, Gaceta
156 de Santander n°3447 (20 de julio 1900), 59. Carlos Matamoros, “Decreto por el cual se organizan
dos batallones” (17 de junio 1901), G.S n° 3478 (18 de julio 1901), 63. Carlos Matamoros, “Decreto
por el cual se confieren varios ascensos y se hacen unas promociones” (16 de octubre 1901), G.S n°
3485-86 (9 de diciembre 1901), 89.

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Los ascensos militares en Colombia

nombrado general de la 3° división del Ejército de Santander. Se retiró


del servicio militar al recibir un disparo en el pulmón, obteniendo cinco
rangos militares en tan solo un año de servicio27.

Por último, de 361 hombres que entraron a la guerra con el cargo de


teniente coronel, de estos, 98 llegaron a coronel y 17 a general. Este
es el caso de Antonio Laverde, quien con 39 años de edad recibió los
ascensos para convertirse en general por su participación en el Ejército
del Norte; y Emilio Mendoza, de 25 años, quien recibió el título de
general al final de la guerra28.

2. Formas de ascensos en medio de la guerra

Entre 1899 y 1902 Colombia se encontraba en un estado de guerra semiper-


manente donde los ejércitos intentaban asegurar la cohesión de la unidad
militar manteniendo la fidelidad de la tropa a través múltiples y diversas
modalidades de ascensos. Hemos identificado que ciertos individuos con
algún grado de distinción política y económica le eran conferidos títulos de
oficial al organizar unidades militares. Por ejemplo, vemos que el jefe liberal
Manuel J. Rodríguez fue nombrado coronel por organizar una compañía de
rebeldes colombianos en Rubio, Venezuela; nombramiento concedido por
el General Rafael Uribe Uribe29. Lo mismo ocurrió con Arístides Barrera,
oficial del gobierno, quien se convirtió en coronel al liderar la formación del
Batallón Güicán en Boyacá con alrededor de 55 hombres30.

Como se observa, individuos dedicados a otros oficios podían obtener


un rango superior al financiar los gastos concernientes a la compra de
armas y pertrechos para la tropa recién formada. También era posible
solicitar un lugar en el rango de los oficiales a través de cartas personales

27 Alejandro Peña Solano, “Decreto por el cual se hacen varios nombramientos para el Estado Mayor
de la 4° División” (22 de octubre 1899), G.S n° 3422 (27 de octubre 1899), 925. Alejandro Peña
Solano, “Decreto por el cual se confieren dos ascensos” (31 de octubre 1899), G.S n°3424 (6 de
noviembre 1899), 933. Alejandro Peña Solano, “Decreto por el cual se confirma un ascenso” (4 de
noviembre 1899), G.S n° 3425 (9 de noviembre 1899), 938. AGNCo, Ministerio de Defensa, órdenes
generales, tomo 235, f. 56. Ramón González Valencia, “Decreto por el cual se confiere un ascenso y
se destina al nombrado” (13 de octubre 1900), G.S n° 3455 (20 de octubre 1900), 90.
28 AGNCo, Ministerio de Defensa, órdenes Generales, tomo 235, fs. 6, 68 y 142. 157
29 Archivo General de la Nación de Colombia (AGNCo), Colecciones, Academia colombiana de
Historia, Rafael Uribe Uribe, caja 7, carp. 54, f. 7.
30 Henrique Arboleda, Palonegro, 139.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

enviadas a los principales comandantes. Al respecto, en la correspon-


dencia del General Próspero Pinzón, encontramos una nota en la cual
un joven seminarista de Tunja le suplicaba se le concediera un nombra-
miento en su Estado Mayor “para defender el credo conservador”31.
Es por ello que, en medio de la guerra, hubo presbíteros que prestaron
servicios militares en los Ejércitos, desempeñando las actividades de las
capellanías, infundiendo ánimos a la tropa y combatiendo32.

Otra modalidad para buscar un ascenso, aunque mucho más difícil de


rastrear en la documentación, era el ingenio y las habilidades estratégicas
que los individuos desplegaron en la guerra, esperando con ellas mejorar
sus condiciones socioeconómicas33. Se han encontrado en el archivo dos
cartas elaboradas por el cabo 2° del ejército gobiernista, Carlos Forero
Bernal, quien detallaba sus habilidades personales que le permitieron
obtener un cargo de oficial. Las cartas fueron enviadas al mismísimo
comandante en jefe, el general Próspero Pinzón, a mediados de abril de
1900. Forero argüía que tenía una experiencia de doce años defendiendo
con armas la causa conservadora de las manos rebeldes, y recordaba
que era sobrino del cura de Hatoviejo, Simón Bernal, amigo íntimo de
Pinzón. Además, con el contenido de estas cartas se han identificado al
menos tres temáticas usadas por este hombre para influir en la decisión
de Pinzón. Primero, estableció una relación entre ideología y política, al
resaltar su cercanía con la causa del gobierno conservador, valiéndose
de la expresión “siendo adicto al gobierno” como manifestación de su
talante de conservador leal a las instituciones de la Regeneración. Segundo,
resaltó su actitud de guerrero en defensa de los principios católicos,
puesto que no bastaba con solo ser conservador, sino que se debía luchar
para garantizar su permanencia en el poder. Tercero, se aprovechó de las
conexiones de su tío cura con el objetivo de acercarse a Pinzón y esperar
el nombramiento. En últimas, estamos ante un hombre letrado que se las
ingenió para entregar las cartas al general en un período de la guerra que
antecedió a la batalla de Palonegro, aunque las fuentes consultadas no
permiten comprobar si el ascenso finalmente fue conferido34.
31 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 8, f.45.
158 32 José David Cortes, Clero, Política y Guerra, 186-187.
33 Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, 229.
34 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 1,
carp. 1, leg c, f. 26; caja 7, carp. 2, fs. 684-685.

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Los ascensos militares en Colombia

En principio, uno de los argumentos más usados por los actores de la


guerra para ocupar cargos en la oficialidad era la experiencia de combate
que habían adquirido por la participación en las anteriores guerras civiles. El
ya nombrado joven seminarista de Tunja, por ejemplo, justificó su solicitud
al resaltar sus habilidades militares adquiridas en la guerra de 189535. Con
ello, un individuo con experiencia militar se convertía en un soporte para la
organización de las fuerzas de combate al poseer conocimientos en el arte de
la guerra y al saber aplicar estrategias en campaña que evitaban la deserción,
fortalecían el liderazgo y la autoridad de mando36. Cuando el militar no le
era reconocida su jerarquía militar, tenía la opción de buscar testigos que
tuvieran el cargo de oficial o con documentos administrativos se verificaba
la experiencia militar y el cargo obtenido en la última guerra civil. Este fue el
caso del militar Nacianceno Muñoz al certificar con las órdenes generales del
ejército los grados de subteniente y teniente alcanzados en la guerra de 1876,
el de capitán en 1877, sargento mayor y teniente coronel en la de 188537.
Del mismo modo, los grandes comandantes en los Mil Días ascendieron en
la jerarquía militar al participar en las anteriores guerras. Próspero Pinzón
(gobiernista) y Rafael Uribe Uribe (insurgente), fueron tenientes en la guerra
de 1876, coroneles en la de 1885 y generales en la de 189538.

Los escenarios más comunes para el ascenso de los militares eran después de
los combates. En Palonegro, por ejemplo, el gobierno autorizó una oleada de
ascensos con el fin de estimular a los hombres que habían luchado. Con este
fin, el jefe del Estado Mayor, Henrique Arboleda, solicitó informes detallados
a los comandantes divisionarios sobre el comportamiento de los oficiales y la
tropa. Con base en esta información, procedió a conceder el ascenso a más
de 100 personas. Por su parte, el gobernador de Santander Alejandro Peña
Solano, autoridad civil y militar, ordenó que los oficiales fallecidos o heridos
en el combate de Palonegro fueran ascendidos al cargo inmediatamente
superior. De esta forma, al menos unas 93 personas ascendieron39.
35 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 8, f.45.
36 Malcolm Deas, “Las fuerzas del orden” en Las fuerzas del orden y once ensayos de historia de
Colombia y las Américas, ed. Malcolm Deas (Bogotá: Penguin Random House, 2017), 25.
37 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 7,
carp. 2, fs .657-658.
38 Vincent Baillie Dunla. Rafael Uribe Uribe y el liberalismo colombiano (Bogotá: Universidad Exter- 159
nado de Colombia, 2010). Cayo Leónidas Peñuela. El doctor y general Próspero Pinzón (Bogotá:
Editorial Centro, 1941).
39 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 8, fs.
39-39v. AGNCo, Ministerio de Defensa, órdenes Generales, tomo 235, f. 148.

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En la presente investigación pudimos acceder, de igual modo, a los


documentos administrativos del habilitador del Batallón Rifles de
Bomboná de la 10° división del Ejército del Gobierno, con las listas
de revista de los meses de mayo y junio de 1900. Si bien se registraron
múltiples ascensos a los oficiales en servicio, hemos hallado que 11 de
199 soldados fueron nombrados cabos 2° y tres sargentos 1° subieron
a subteniente40. Asimismo, logramos comprobar que en el Batallón
Timbío tres sargentos alcanzaron un cargo de oficial y un grupo de 26
oficiales subieron peldaños en la jerarquía militar. Este ascenso logrado
en tan solo unos días dimensionaba la carrera militar del individuo, al
facilitarse el avance en los rangos sin demorarse tantos años41.

Los ascensos militares, además, se dieron de manera individual por la


participación en batalla, tanto en la fuerza del gobierno como en los
rebeldes. Sobre este punto se han encontrado en la revisión documental
múltiples ejemplos. En ocasiones, bastaba participar solo en una batalla
para lograr el preciado ascenso. El capitán Aquilino Villegas, destacado
en Palonegro, fue ascendido en un mismo decreto a sargento mayor y a
teniente coronel42. En los rebeldes, los oficiales Saúl Zuleta y Alejandro
Navas ascendieron a sargento mayor y coronel por haber cruzado el
puente del río Amarillo en la batalla de Peralonso43. No obstante, no
siempre fue así. Algunos hombres debieron participar en campaña y
asistir a combates de menor intensidad e importancia política en la guerra
para conseguir el ascenso. Leónidas Aranda Briceño fue ascendido a
general por prestar servicios militares “en los combates de Altamira,
Rosablanca, Altoviento, Helechales y Valladolid, sin hacer mención de
otros de menor importancia, distinguiéndose en todas las expresadas
acciones de guerra, por su valor y pericia militar”44. Entonces bastaban
unas cuantas situaciones –un triunfo en batalla o la promoción de un
jefe– para que un individuo pudiera ascender en la jerarquía militar.

40 Archivo General de la Nación (AGNCo), sección Republica, Fondo Habilitadores, subfondo Revista
de lista para los comisarios. Batallón Rifles de Bomboná, fs. 978; 1047-1047v.
41 Alejandro Rabinovich, Obedecer y comandar, 62.
160 42 AGNCo, Ministerio de Defensa, órdenes Generales, tomo 235, f. 148.
43 Carlos Adolfo, Documentos militares y políticos, 33-34.
44 Juan Francisco Mantilla, “Decreto n° 125, por el cual se confiere un ascenso” (8 de mayo 1902), G.S
n° 3494 (20 de junio 1902), 27.

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Los ascensos militares en Colombia

3. Recompensas obtenidas en los ascensos

El ascenso militar en medio de la guerra traía una serie de beneficios


materiales y simbólicos a los militares en campaña. Los primeros cambios
se evidenciaban por las nuevas funciones que debía llevar a cabo el indi-
viduo ascendido, quien veía reducida su carga física y al cual aumentaba
su autoridad sobre un grupo numeroso de subalternos. Para los soldados
que subían a cabo 2°, las jornadas de ejercicio a campo abierto se redu-
cían porque ahora se encargaban de instruir en el manejo de las armas
y en movimientos militares a los reclutas45. Cuando los cabos subían al
cargo de sargento dejaban de enseñar los ejercicios militares para cumplir
tareas de oficina. Entre otras cosas, se encargaban de hacer las filiaciones
militares, del haber diario de cada individuo de tropa y de ordenar los
documentos para el pago o suministro de raciones46. Al llegar a subte-
niente, la tarea principal era examinar el cumplimiento de las actividades
del sargento y del cabo y remediarlas cuando los defectos se notarán47.

Los individuos ascendidos se beneficiaron del aumento de las raciones


alimentarias y de la calidad de los alimentos. La tropa consumía agua de
panela, maíz y frijol con una mínima dieta en carne, mientras que los
oficiales recibían una alimentación más variada con mayor porcentaje de
proteína y en lapsos de tiempo mucho más cortos48. Sin embargo, el tipo
de alimentación que recibían los sujetos combatientes variaba según las
circunstancias de la guerra. Era común que durante las batallas la solda-
desca y los oficiales menores padecieran largas jornadas de hambre por
las dificultades que conllevaba conseguir alimentos y transportarlos a
ese tipo de escenarios. En cambio, los oficiales mayores mantenían más
comodidades en los cuarteles militares y en las ciudades cercanas al lugar
del combate, recibiendo la comida en casas particulares de hombres
notables. A modo de ejemplo, durante Palonegro, Prospero Pinzón fue
un asiduo invitado a la casa del adinerado negociante Adolfo Harker49.
45 Eduardo Rodríguez, Código Militar Colombiano, 47, arts. 300-304.
46 Eduardo Rodríguez, Código Militar Colombiano, 52, art. 355.
47 Eduardo Rodríguez, Código Militar Colombiano, 60-61, art. 426.
48 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 4,
carp. 2, f. 74. 161
49 Además de las comodidades encontradas en la casa, Pinzón estaba negociando un prestamos de
Harker para la compra de raciones alimentarias de las fuerzas de combate. AGNCo, Colecciones,
Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 1, carp. 2, fs. 172-173.

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Si bien los ascensos en la jerarquía del ejército implicaban en tiempos de


calma la entrega de símbolos, medallones, armas y vestuario, durante la
misma guerra esto no era tan evidente. Durante las escaramuzas, la fuerza
de combate del Gobierno tuvo problemas para entregar los vestidos. Las
confecciones no dieron abasto para suplir las necesidades de los sectores más
bajos de los militares, quienes muchas veces participaron en las campañas
con sus “harapos mugrosos”50, usados todo el tiempo desde que salieron
de sus casas. Para agosto de 1900, según registraba el oficial encargado del
batallón Piedecuesta, un soldado “está completamente desnudo, se halla
como se reclutó”51. A pesar de los ascensos, el gobierno estuvo incapacitado
de entregar esos incentivos. Sin embargo, la solución al problema de falta
de uniformidad estribó en incentivar a los militares para que llevaran en el
sombrero una cinta tricolor”52. Es cierto que, durante la guerra, algunos
oficiales mayores sobresalían por las distinciones simbólicas que llevaban en
su cuerpo: pistolas adornadas, espadas importadas, trajes de gala y vestuario
completo, aunque es importante señalar que eran adquiridas por recursos
propios y no de gastos públicos53.

Es posible que los individuos ascendidos en la jerarquía militar obtu-


vieran reconocimiento y legitimidad para participar en la política en los
años posteriores a la guerra. Para los oficiales menores llegar a obtener
un cargo mayor se traducía en un aumento del caudal electoral y de las
redes clientelares que facilitaban sus nombramientos administrativos
en las alcaldías, concejos, asambleas y gobernaciones54. Hemos siste-
matizado 88 individuos que asumieron rangos de oficial en la guerra
y posteriormente ejercieron cargos administrativos en municipios de
Santander (véase Anexo N°2). A modo de ejemplo, Agustín Trillos
empezó la guerra como subteniente de la Columna Cívica de Floridab-
lanca (Santander) en noviembre de 1899, ascendiendo a los cargos de
50 Archivo General de la Nación de Colombia (AGNCo), Archivos privados, Manuel Casabianca, caja
46, carp. 2, f. 57.
51 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 11,
carp. 1, f. 256.
52 Aunque había ciertas circunstancias que beneficiaban algunos pocos individuos. Con recursos
municipales, el prefecto de la provincia del Socorro, Claudio Quintero, contrató a José María Vargas
para la venta de “cien fluces completos para tropa, compuestos de camisas, calzoncillos, chaquetas,
162 calzones, apargatas y kepis”. AGNCo, Archivos privados, Manuel Casabianca, caja 46, carp. 1, f. 106.
AGNCo, Ministerio de Defensa, órdenes Generales, tomo 235, f. 1v.
53 Luis Ervin Prado, La organización de los ejércitos republicanos, 347.
54 Malcolm Deas, Las fuerzas del orden, 25.

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Los ascensos militares en Colombia

teniente, capitán, sargento mayor y teniente coronel. Y en la vigencia


política administrativa de 1909-10, el teniente coronel Trillos fue nomb-
rado alcalde suplente para Floridablanca55.

Los ascensos en la jerarquía militar también representaban un cambio


en la escala salarial. Mientras que los sueldos recibidos aumentaron muy
gradualmente entre las clases de soldado y los subtenientes, el pasaje al
cuerpo de oficiales implicaba un salto importante en los sueldos reci-
bidos, como queda expresado en las figuras 1°, 2° y 3°. El pago de los
sueldos se realizaba por semana o mes, dependiendo del contexto de la
guerra, aunque en repetidas ocasiones se retrasaba la entrega del dinero.
El Batallón Rifles de Bomboná n°15 cancelaba el salario semanalmente,
primero a los oficiales de la plana mayor y posteriormente a los capi-
tanes de las compañías, quienes se encargaban de distribuir el dinero
entre la soldadesca. Y como era de esperarse, en situaciones de mayor
peligro se demoraba el pago un par de meses, como le pasó al Batallón
Bomboná después del combate de Peralonso56.

Gráfica 1.
Salarios devengados por los militares del batallón Rifles de Bomboná de la 10° división del Ejercito
Salarios abril 1900
250

200
200

150
150

100
100 80
70
60
50 30 28 27 25 24

0 Prime r je fe, Segundo jefe, Sargento Capitán Teniente Subteniente Sargento 1° Sargento 2° Cabo 1° Cabo 2° Soldado
te niente te niente mayor
corone l corone l
Primer jefe, teniente coronel Segundo jefe, teniente coronel Sargento mayor
Capitán Teniente Subteniente
Sargento 1° Sargento 2° Cabo 1°
Cabo 2° Soldado

Fuente: AGNCo, Batallón Rifles de Bomboná, fs. 869-875.

55 Alejandro Peña Solano, “Decreto n° 88 por el cual se hacen unos nombramientos” (26 de junio 163
1909), G.S n° 34 (5 de julio 1909), 97.
56 AGNCo, sección Republica, Fondo Habilitadores, subfondo Revista de lista para los comisarios.
Batallón Rifles de Bomboná, fs. 648-649; 788-789; 861-862.

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Gráfica 2.
Salarios devengados por Salarios
los militares del 1902
marzo Ejército para marzo de 1902
General 500
Coronel 450
Teniente coronel 350
Sargento mayor 300
Capitán 250
Teniente 200
Subteniente 150
Sargento 1° 110
Sargento 2° 105
Cabo 1 100
Cabo 2 95
Soldado 90
0 100 200 300 400 500 600
Soldado Cabo 2 Cabo 1 Sargento 2° Sargento 1° Subteniente
Teniente Capitán Sargento mayor Teniente coronel Coronel General

Fuente: Arístides Fernández, “Telegrama sobre asignaciones mensuales a los miembros


del Ejército” (10 de marzo 1902), G.S n° 3490 (11 de abril 1902), 9.

Gráfica 3.
Salarios devengados por Salarios
los militares
enerodel1903
Ejército para enero de 1903
1000
900
900 850
800
700
700
600
600 550
500
500 450
360 390
400 330
270 300
300
200
100
0
l
te

el

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2

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2

1
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rg

rg

o
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te
Sa

Sa

t
en
Su

en
rg

ni
Sa

Te

Soldado Cabo 2 Cabo 1 Sargento 2 Sargento 1 Subteniente


Teniente Capitán Sargento mayor Teniente coronel Coronel General

Fuente: José Manuel Marroquín, “Decreto número 87 de 1903 sobre asignaciones militares” (26 de enero 1903), G.S
n° 3515 (17 de febrero 1903), 13.

Esta divergencia de valores creaba una brecha socioeconómica y reper-


cutía en los niveles de consumo de los individuos como en los productos
que anhelaban comprar57. Según Bergquist (1999) y Martínez (1999),
durante la guerra el costo de vida aumentó por la depreciación del valor
164 nominal del peso colombiano y la inflación producida por las emisiones
57 Carlos Jaramillo señala que los oficiales superiores consumían brandy mientras que la tropa bebía
aguardiente, chicha y guarapo. Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, 231-237.

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Los ascensos militares en Colombia

de papel moneda58. Entre marzo y abril de 1900, meses entre los cuales
los soldados recibían mensualmente $24 pesos, el precio de la arroba de
carne estaba en $30 pesos y la carga de arroz en $25 pesos59. Entonces,
es posible señalar que un soldado con este salario no podía comprar
más que unos cuantos productos para su alimentación, que alcanzaban
solamente para un par de días. En cambio, los subtenientes recibían $60
pesos, quienes por obvias razones tenían muchas más posibilidades de
adquirir una variedad de productos. Como indica Rabinovich, un hombre
de la tropa que llegara a recibir un sueldo de oficial era suficiente para que
cambiase gradualmente sus parámetros de consumo y alimentación60.

Sin embargo, como medida para equilibrar la balanza entre valor nominal y
el valor real de los sueldos en medio de la inflación, el gobierno reglamentó
aumentos salariales con base a campañas militares en zonas densas y de
alto peligro, tanto por las amenazas de los insurgentes como por el mismo
encarecimiento en el costo de vida. El 13 de marzo de 1900, el general
Prospero Pinzón autorizó el aumento del 25% de los sueldos y raciones a
los individuos del Ejército del Norte, habida cuenta del “alto precio de los
víveres y á las incomodidades de la vida en la actual campaña”61. En octubre
del mismo año, se incrementaron los auxilios de marcha a los miembros del
Ejército Nacional62, y, el 18 de enero de 1901, se elevaron “en un cincuenta
por ciento los sueldos de los jefes, oficiales, individuos de tropa y empleados
administrativos del Ejército en la Provincia de Cúcuta”63.

De todos modos, pese a los aumentos salariales el gobierno estaba inca-


pacitado para cancelarlos de manera ágil y puntual. En abril de 1900, el
Ejército gobiernista adeudaba $800.000 mil pesos por gastos de personal
y “no hay en caja sino la insignificante de diez y seis mil pesos ($16.000)”64.

58 Charles Bergquist, Café y conflicto, 163-204. Aida Martínez Carreño. La guerra de los Mil Días. Testi-
monios de sus protagonistas (Bogotá: Planeta Editores, 1999). Sobre el tema salarial para mediados
del siglo XIX, véase: Luis Ervin Prado, La organización de los ejércitos republicanos, 359-370.
59 Aida Martínez, La guerra de los Mil Días. Testimonios, 57. AGNCo, Colecciones, Bernardo J
Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 2, carp. 1, f. 162; caja 8, f. 294
60 Alejandro Rabinovich, Obedecer y comandar, 65.
61 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 3, carp. 1, f. 55.
62 José Manuel Marroquín, “Decreto n° 151, por el cual se aumentan los sueldos y auxilios de marcha de
los militares en servicio (10 de octubre 1899), Diario Oficial n°11.347 (20 de octubre 1900), p. 683. 165
63 José Manuel Marroquín, “Decreto n°68 por el cual se aprueba otro” (18 de enero 1900), G.S n°3478
(18 de julio 1901), 64.
64 AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspondencia del General Próspero Pinzón, caja 3, carp. 1, f. 71.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

En estas circunstancias, la plana inferior del ejercito eran los más afect-
ados. Al haber tal cantidad de liquidez, la soldadesca debía resistir hambre
y un malestar personal por el incumplimiento del Estado. En la corre-
spondencia del General Prospero Pinzón hemos identificado decenas
de cartas de oficiales que solicitaron el pago de los salarios atrasados en
medio de la guerra65. Y los soldados iletrados, que no les quedaba tan
fácil enviar cartas a sus superiores de más alto rango, desertaban con la
misión de volver a sus labores agrícolas. Vicente Villamizar, un joven
soldado de 19 años, fue capturado por deserción y llevado ante un juez
militar; en el proceso declaró ante los fiscales del caso que desertó por
problemas económicos y por falta de alimentos en el cuartel66.

Finalmente, con base en lo dicho parecería posible considerar que los


ascensos de rango convertían al individuo en un miembro distinguido
de un grupo social al ser reconocido por su valentía en medio de la
guerra. Sin embargo, hemos rastreado en las fuentes documentales los
valores salariales para otros empleos durante el mes de abril de 1900
(véase figura N°1) que indican lo contrario. Mientras que el primer jefe
del Batallón gobiernista Bomboná, teniente coronel Julio Albán, recibía
200 pesos mensuales, el director del periódico La Situación recibía 240
pesos, los secretarios administrativos 230 pesos y el jefe de la Junta de
Sanidad y de la policía 200 pesos. Peor aún, los soldados recibieron
menos salario que las cocineras de los hospitales y los conductores,
quienes ganaban 40 y 30 pesos, respectivamente67. En este orden de
ideas, se considera que los ascensos en la jerarquía militar cohesionaban
a la tropa, aunque los beneficios otorgados al individuo ascendido en
medio de la guerra eran tan solo parciales.

65 Carlos Garbiras, coronel del batallón Cúcuta, se quejaba ante los comandantes militares por los dos
meses de salario que le adeudaba el ejército. AGNCo, Colecciones, Bernardo J Caycedo, correspon-
dencia del General Próspero Pinzón, caja 7, carp. 2, fs. 687-688.
66 Archivo Histórico Regional-Universidad Industrial de Santander (AHR-UIS). Sumario en
averiguación del hurto de un toro color amarillo y de varias otras reses; y del responsable o respons-
ables de la muerte dada a Benedicto Caballero, 1903.
67 Alejandro Peña Solano, “Decreto por el cual se reorganiza el Cuerpo de policía de esa capital” (18
166 de enero 1900), G.S n°3448 (9 de agosto 1900), 63. Ramón González Valencia, “Decreto por el cual
se nombran los empleados de la secretaria de Gobierno” (26 de septiembre 1900), G.S n°3452 (3 de
octubre 1900), 78. Jorge Ferrero, “Decreto n°7 por el cual se nombra una Junta de Sanidad” (23 de
julio 1900), G.S n°3454 (13 de octubre 1900), 87.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 147-174


Los ascensos militares en Colombia

Conclusiones

El trabajo presentado ha tenido como propósito reflexionar acerca de los


ascensos militares durante la Guerra de los Mil Días, análisis que nos ha
permitido extraer una serie de conclusiones. En primer lugar, sabemos
que los ascensos en medio de la guerra fueron mucho más rápidos que
en tiempos de paz. Esto se debió a la necesidad de las autoridades de
formar nuevas fuerzas de guerra, flexibilizando las normas de ingreso al
ejército y facilitando los mecanismos de ascensos. En tiempos de guerra,
un recluta capaz y persistente podía (cualquiera fuese su origen) escalar
los grados intermedios hasta llegar a la oficialidad. Y muchos lo hacían:
al menos 134 sargentos 1° se convirtieron en subtenientes durante los
Mil Días. En ese sentido, para los hombres de origen social modesto la
carrera militar representaba una vía de movilidad social ascendente a la
luz de los parámetros de la época.

En segundo lugar, los individuos ascendidos recibieron, de manera


parcial, una serie de compensaciones materiales y simbólicas. El ascenso
disminuía el trabajo físico al aumentar las actividades administrativas
y organizativas de la tropa en las cuales los militares ascendidos eran
favorecidos por recibir con más regularidad los alimentos. Además, los
ascensos traían consigo un aumento salarial, bastante importante para
los hombres que llegaba al cargo de subteniente, en tanto era dinero
suficiente para que cambiara gradualmente sus parámetros de consumo.
Sin embargo, señalábamos que la misma guerra dificultaba la entrega de
estos beneficios, retrasando la entrega de los alimentos y los salarios.
Por ello, veíamos la resistencia de los militares ante estos inconvenientes
cuando desertaban o solicitaban la cancelación de la deuda.

En tercer lugar, se pudo observar que los rangos militares adquiridos


en las guerras civiles eran validados con testigos y documentos admin-
istrativos, asegurándoles a los individuos la posesión del cargo militar
durante su tiempo de vida. Recordemos que los mismos generales Prós-
pero Pinzón y Rafael Uribe Uribe asumieron diversos cargos militares
en las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX. 167

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 147-174


Juan Sebastián Bonilla Ayala

Por último, es posible señalar que los ascensos militares en medio de la guerra
contribuyeron a una movilidad social en la postguerra. Veíamos que, al menos
88 oficiales del gobierno ejercieron cargos administrativos como alcaldes y
concejales en algunos municipios del departamento nororiental de Santander.
Cabe señalar que este tema de la movilidad social a partir de la guerra no ha
sido profundizada por la historiografía colombiana, por lo que, estas conclu-
siones serán un primer esbozo que será, a la postre, contrastado y puesto en
discusión con trabajos históricos con énfasis en los ascensos sociales.

Bibliografía

Fuentes primarias
Documentos de archivo
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General Próspero Pinzón.
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Fondo Academia Colombiana de Historia, subfondo Rafael Uribe Uribe.
Archivo General de la Nación (AGNCo), Bogotá, Colombia, Sección Republica,
Fondo Habilitadores, subfondo Revista de lista para los comisarios. Bata-
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Archivo Histórico Regional-Universidad Industrial de Santander (AHR-UIS). Sumario
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Anexos
Anexo 1.
Soldados que ascendieron a subteniente

Nombre del militar


Aurelio Díaz José Ramírez
Delfino Bohórquez Julio Barona
Domingo Hernández Justo López
Elías Martínez Leónidas Campuzano
Felipe Rincón Luis Felipe Ribero
Francisco Ferro Luis Fernando Cote
Isaías Ortiz Manuel Mogollón
Ismael Sánchez Manuel Rodríguez
Jesús Fonseca Marcelino Velasco
José Ángel García Marcos Rodríguez
José Dolores Carrascal Pedro García
José López Santiago Ariza Moncada
José María Acebedo Sotero Mantilla 171

Fuente: Elaboración propia a partir del entrecruzamiento de datos de Próspero Pinzón, memorias y Gaceta de Santander.

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

Anexo 2.
Oficiales de la guerra que participaron en política en el periodo 1908-09

Último cargo Jurisdicción


Nombre Cargo administrativo
militar administrativa
Alipio Lozano Capitán Concejal Guaca
Antonio Cote Coronel Alcalde y concejal Matanza
Antonio Manrique Capitán Concejal San Andrés
Antonio Valdivieso Capitán Concejal Girón
Antonio Villamizar Sargento mayor Alcalde Pamplona
Apolinar Sánchez Capitán Alcalde y concejal Matanza
Aquilino Garavito Capitán Concejal Girón
Arturo Mantilla Teniente coronel Concejal Piedecuesta
Basilio Flórez R Capitán Concejal San Andrés
Campo Elías Ortiz Coronel Concejal Umpalá
Clemente Blanco General Concejal Pamplona
Daniel Arango Teniente Concejal Girón
Diego Hernández Subteniente Concejal Guaca
Emeterio Patiño Capitán Concejal Puerto Wilches
Ernesto Sanmiguel Teniente Concejal Bucaramanga
Eudoro Barco General Alcalde Piedecuesta
Eulogio Ortiz Capitán Concejal Málaga
Fabriciano Bermúdez Toro Sargento mayor Alcalde Cepitá
Florentino Serrano Coronel Alcalde Silos
Francisco Aguilera H General Concejal Suratá
Francisco Blanco V Capitán Concejal Mutiscua
Alcalde, concejal
Francisco Ordóñez Navas Coronel Rionegro
y personero
Francisco Prada Subteniente Concejal Los Santos
Hermógenes Motta Teniente coronel Concejal Bucaramanga
Hermógenes Rojas Capitán Concejal Pamplona
Higinio Alba Subteniente Concejal Girón
Higinio Castellanos Capitán Concejal Málaga
Hilario Jaimes Espinosa Sargento mayor Concejal Guaca
Hipólito Gamboa Subteniente Concejal Mutiscua
Ignacio Rodríguez Coronel Concejal Capitanejo
Isaías Barco Teniente Concejal Piedecuesta
Isaías Latorre Capitán Concejal Mutiscua
172 Isidro Quirós Teniente Concejal Macaravita
Ismael Desposario Gutiérrez Capitán Alcalde y concejal Suratá
Jerónimo Ortiz Subteniente Concejal Gramalote

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Los ascensos militares en Colombia

Último cargo Jurisdicción


Nombre Cargo administrativo
militar administrativa
Jesús Castellanos Ojeda Coronel Concejal Tequia
Joaquín Amaya Subteniente Concejal Lebrija
Jorge Salazar Capitán Concejal Málaga
José del Carmen Prada Sargento mayor Alcalde Los Santos
José del Carmen Ruiz Capitán Concejal Girón
José Jesús García Teniente Concejal Bucaramanga
José Pantaleón Acevedo Subteniente Concejal Lebrija
José Vicente Serrano Teniente coronel Alcalde Lebrija
Juan B Medina Capitán Concejal Toledo
Juan D Serrano Subteniente Concejal Girón
Juan Jesús Blanco Teniente coronel Concejal Pamplona
Juan de la Rosa Luna Capitán Alcalde Labateca
Juan Sarmiento H Coronel Concejal Bucaramanga
Julián Gamboa Capitán Concejal Cucutilla
Julio Castillo Coronel Secretario electoral Santander
Lázaro María Hernández Teniente Alcalde Umpalá
Leoncio B Atuesta Coronel Alcalde Girón
Leandro Acevedo Teniente Concejal Cácota de Velasco
Luis Antonio Ibáñez Sargento mayor Concejal Cácota de Velasco
Luis Felipe Serrano General Concejal San Andrés
Luis Fernando Sanmiguel Capitán Alcalde Labateca
Luis Jesús Galvis Teniente coronel Concejal Bucaramanga
Luis María Rodríguez General Concejal Pamplona
Luis Sorzano Teniente Concejal Piedecuesta
Manuel Canal V General Concejal Pamplona
Manuel Mogollón Subteniente Concejal Cácota de Velasco
Manuel Tarazona Subteniente Concejal Suratá
Marco Aurelio Contreras Coronel Alcalde y concejal Pamplona
Marco Aurelio Duarte Coronel Concejal Cerrito
Marco Aurelio Quirós Sargento mayor Concejal Macaravita
Martín A Jaimes Teniente Concejal San Andrés
Máximo Hernández General Alcalde Puerto Wilches
Miguel A. Ramírez General Alcalde Matanza
Nicolás Cortés Capitán Concejal Girón
Pablo Ferro Sargento mayor Alcalde California
Pablo Pinzón Subteniente Alcalde Puerto Wilches 173
Paulino Jaimes Subteniente Concejal Tequia
Pedro Albarracín Subteniente Concejal Suratá

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Juan Sebastián Bonilla Ayala

Último cargo Jurisdicción


Nombre Cargo administrativo
militar administrativa
Pedro Antonio Mantilla Teniente Concejal Los Santos
Pedro Antonio Salgar Capitán Alcalde Lebrija
Pedro Felipe Mantilla Capitán Concejal Piedecuesta
Pedro Jesús Duarte Coronel Concejal Málaga
Pedro López Capitán Concejal Tequia
Pedro Suárez Ortiz Sargento mayor Concejal Tequia
Reinaldo Olaya Coronel Concejal Málaga
Raimundo Mantilla Capitán Concejal California
Raimundo Sarmiento Coronel Concejal Bucaramanga
Raimundo Wilches Capitán Concejal San Miguel
Ricardo Valderrama O Capitán Concejal Bucaramanga
Santos Valdivieso Capitán Concejal Floridablanca
Sebastián Orcatá Capitán Concejal San Andrés
Timoleón C Prada Capitán Alcalde Tequia
Vicente Niño Subteniente Concejal Cerrito

Fuente: Elaboración propia a partir del entrecruzamiento de datos de Próspero


Pinzón, Rafael Uribe, memorias y Gaceta de Santander.

Para citar este artículo: Bonilla Ayala, Juan Sebastián. “Los ascensos militares
en Colombia durante la Guerra de los Mil Días, 1899-1902”, Historia Caribe
174
Vol. XIX No. 45 (Julio-Diciembre 2024): 147-174. DOI: https://doi.org/10.15648/
hc.45.2024.3585

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175-204

Concesión y conflicto
en torno a las aguas
del río Tepotzotlán,
1888-1904* 1

José Porfirio Neri Guarneros


Afiliado institucionalmente a la Universidad Autónoma del Estado de México. Doctor en His-
toria por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS),
Unidad Peninsular (México). Maestro en Estudios Históricos por la Universidad Autónoma
del Estado de México y Licenciado en Historia por la misma institución. Correo electrónico:
ce_nery@yahoo.com.mx. Entre sus temas de interés están Historia agraria e historia jurídica.
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6753-4221

Recibido: 13 de agosto de 2023


Aprobado: 5 de marzo de 2024
Modificado: 25 de marzo de 2024
Artículo de investigación científica

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3653

Este artículo forma parte del proyecto: “Concesión y conflicto en torno a las aguas del río 175
Tepotzotlán, 1888-1904” financiación propia.
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José Porfirio Neri Guarneros

Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904


Resumen
En México el 5 de junio de1888 mediante la expedición de la “Ley sobre vías generales
de comunicación” el gobierno federal inició un proceso de centralización y control del
recurso hídrico, lo cual afectó el disfrute que los usufructuarios habían tenido durante
décadas o siglos. En este contexto, se pretende analizar la resistencia que los pueblos de
Tepotzotlán y el propietario de la hacienda de Xuchimangas mostraron hacía el otor-
gamiento de una concesión de aguas, en la que la Secretaría de Fomento concedió a
Andrés Julián el derecho de aprovechar las aguas del río Tepotzotlán para generar fuerza
motriz.

Palabras clave: agua, pueblos indígenas, hacienda, derechos de propiedad y amparo.

Concession and conflict over the waters of the Tepotzotlán River, 1888-1904
Abstract
In Mexico, on June 5, 1888, through the issuance of the “Law on general communica-
tion routes”, the federal government began a process of centralization and control of
the water resource, which affected the enjoyment that the usufructuaries had had for
decades or centuries. In this context, it is intended to analyze the resistance that the
towns of Tepotzotlán and the owner of the Xuchimangas farm showed towards the
granting of a water concession, in which the Ministry of Development granted Andrés
Julián the right to take advantage of the waters of the Tepotzotlán River to generate
motive power.

Keywords: water, indigenous peoples, hacienda, property rights and protection.

Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904


Resumen
En México el 5 de junio de1888 mediante la expedición de la “Ley sobre vías generales
de comunicación” el gobierno federal inició un proceso de centralización y control del
recurso hídrico, lo cual afectó el disfrute que los usufructuarios habían tenido durante
décadas o siglos. En este contexto, se pretende analizar la resistencia que los pueblos de
Tepotzotlán y el propietario de la hacienda de Xuchimangas mostraron hacía el otor-
gamiento de una concesión de aguas, en la que la Secretaría de Fomento concedió a
Andrés Julián el derecho de aprovechar las aguas del río Tepotzotlán para generar fuerza
motriz.

Palabras clave: agua, pueblos indígenas, hacienda, derechos de propiedad y amparo.


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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

Concession and conflict over the waters of the Tepotzotlán River, 1888-1904
Abstract
In Mexico, on June 5, 1888, through the issuance of the “Law on general communica-
tion routes”, the federal government began a process of centralization and control of
the water resource, which affected the enjoyment that the usufructuaries had had for
decades or centuries. In this context, it is intended to analyze the resistance that the
towns of Tepotzotlán and the owner of the Xuchimangas farm showed towards the
granting of a water concession, in which the Ministry of Development granted Andrés
Julián the right to take advantage of the waters of the Tepotzotlán River to generate
motive power.

Keywords: water, indigenous peoples, hacienda, property rights and protection.

Introducción

A finales del siglo XIX el gobierno federal emitió una serie de leyes
encaminadas a centralizar el recurso hídrico. Así, el 5 de junio de1888
se expidió la “Ley sobre vías generales de comunicación”, el 6 de junio
de 1894 se publicó la ley sobre concesión de aguas para ser aprove-
chadas en la industria y el 18 de diciembre de 1902 se proclamó la ley
de clasificación y régimen de los bienes inmuebles federales que incluyó
las aguas como bienes de dominio público federal. La expedición de
este marco legal fue unos de los distintos mecanismos, implementados
durante el gobierno de Porfirio Díaz, para tener injerencia sobre el agua
e impulsar la economía a través del sector empresarial1.

De esta forma, se abrió la puerta a inversionistas nacionales y extran-


jeros para crear pequeñas compañías y aprovechar el agua de los ríos
como fuerza motriz. Entre 1895 y 1896, la Secretaría de Fomentó otorgó
19 concesiones para aprovechar aguas federales. En febrero de 1895 se
concedió a Rafael Chausal, Miguel Sánchez de Tagle y Eduardo Portu el
aprovechamiento de unos manantiales en Ocoyoacac, Estado de México;
en mayo a Francisco Espinosa se le concedió el aprovechamiento de las

1 María del Carmen Chávez Cruz, “Agua, industria eléctrica y minería”, en Historia y políticas de 177
desarrollo en el Estado de México, coordinadores Nelson Arteaga Botello y Diana Birrichaga
Gardida (México: Gobierno del Estado de México, 2009), 63; Luis Aboites Aguilar, El agua de la
nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998), 12.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 175-204


José Porfirio Neri Guarneros

aguas de los ríos Cuautitlán y Tula, en el Estado de México y en el Estado


de Hidalgo, respectivamente; en junio a Arnoldo Vaquié le fue concedido
el aprovechamiento de las aguas del río Necaxa; y en mayo de 1896 a
Ernesto Pugibet se le autorizo aprovechar las aguas del río grande de
Monte Alto en el Estado de México.2 A pesar de ello, la participación del
gobierno federal en la administración y control del agua fue lenta, lo cual
permitió que pueblos y hacendados continuaran ejerciendo el control
sobre el recurso hídrico y considerándose propietarios del mismo.

Los pueblos y hacendados mostraron su descontento ante la centralización


o federalización del recurso hídrico y la participación de nuevos actores
sociales en el aprovechamiento del agua. Por ejemplo, en enero de 1898 los
pueblos de Santiago Cuautlalpán, Santa Cruz, San Mateo Xoloc y Tepot-
zotlán, pertenecientes a la municipalidad de Tepotzotlán, se opusieron a
una solicitud realizada por Andrés Julián ante la Secretaría de Fomento
para utilizar las aguas del río Tepotzotlán en su parte superior, las cuales
emplearía en el riego de sus terrenos y la generación de fuerza motriz. Los
pueblos argumentaron ser propietarios del agua, debido a que les fueron
otorgadas mediante merced real, mismas que habían disfrutado desde
“tiempo inmemorial”. Juan B. Lozano Berazueta, dueño de la hacienda
de Xuchimangas, también se opuso a dicha solicitud, argumentando ser
propietario de las aguas del río en conjunto con los pueblos mencionados.
A partir de entonces los pueblos y el hacendado implementaron diversos
mecanismos para defender y conservar el uso exclusivo del recurso hídrico,
como fue la promoción de un juicio de amparo.

En este sentido, el objetivo principal de este artículo consiste en


analizar la resistencia de los pueblos de la municipalidad de Tepotzotlán
y del hacendado Lozano Berazueta ante la legislación federal sobre el
manejo y control del recurso hídrico, entre 1888 y 1904. En particular,
se pretende mostrar algunas estrategias utilizadas por los usuarios
tradicionales del agua para conservar sus derechos y mantener control
local del recurso hídrico. La hipótesis de este trabajo es que fueron los
mecanismos de resistencia implementados por los usufructuarios del
178
2 Manuel Fernández Leal, Memoria presentada al congreso de la unión por el secretario de estado y del
despacho de fomento, colonización e industria de la República Mexicana (México: Oficina Tip. de la
Secretaría de Fomento, 1897), 115-116.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 175-204


Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

río Tepotzotlán, los que explican que las leyes sobre federalización del
recurso hídrico de 1888, 1894 y 1902 no hayan tenido un impacto en las
formas tradicionales de administrar y acceder al agua.

Un referente obligado para el desarrollo de este artículo es el texto de Luis


Aboites sobre la federalización de las aguas en México. El autor desarrolla
el camino recorrido por el gobierno federal para erigirse en la principal
autoridad gubernamental en el manejo del agua en México, que al mismo
tiempo es la historia del despojo de derechos, facultades y prerrogativas
de organizaciones y grupos locales.3 Los pueblos y hacendados reaccio-
naron de distintas formas ante este proceso de federalización de las aguas,
algunos lo hicieron de forma violenta como en el caso de Chalco, donde
los vecinos de este pueblo se amotinaron protestando contra los trabajos
de canalización en la zona sur del lago de Chalco4. Después de 1888 en la
región de Chalco el gobierno federal autorizo concesiones para desecar
el lago de Chalco a grandes empresarios, como los hermanos Noriega,
quienes emprendieron distintas obras hidráulicas para desecar el lago; lo
cual ocasionó perjuicios a los pueblos ubicados en torno al cuerpo de agua5.

En otros casos, cono en Atlixco, Puebla, los pueblos resolvieron sus conflictos
ante las autoridades locales (los ayuntamientos, el juez de primera instancia o
el jefe político) sin la injerencia de autoridades federales. Por ejemplo, en la
década de 1890 los usufructuarios del agua del río Cantarranas resolvían sus
problemas ante las autoridades locales, argumentando un reparto de aguas
realizado en 1593; cuyo repartimiento era reconocido por los ribereños como
el documento legal que legitimaba su acceso a cierta cantidad de agua del río6.

3 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1998), 12.
4 Gloria Camacho Pichardo, “Resistencias cotidianas ante la intervención estatal o federal: dos motines
en torno al manejo de los recursos hidráulicos en el Estado de México, 1870-1900”, en Culturas
de pobreza y resistencia. Estudios de marginados, proscritos y descontentos México, 1804-1910,
coordinadora, Romana Falcón (México: El Colegio de México, 2005).
5 Alejandro Tortolero Villaseñor, Tierra, agua y bosques: historia y medio ambiente en el México central
(México: Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto de Investigaciones José María
Luis Mora, Potrerillos, Universidad de Guadalajara, 1996); Trinidad Beltrán Bernal, La desecación del lago
(ciénaga) de Chalco. Colección de Documentos de investigación (Zinacantepec: El Colegio Mexiquense,
1998), http://www2.cmq.edu.mx/libreria/index.php?option=com_k2&view=item&id=124:la-
desecacion-del-lago-cienaga-de-chalco&Itemid=229 (26 de agosto de 2022). 179
6 Rocío Castañeda González, Las aguas de Atlixco. Estado, haciendas, fábricas y pueblos, 1880-1920,
(México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Colegio de
México, Comisión Nacional del Agua, 2005), 156-157, 172.

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José Porfirio Neri Guarneros

De acuerdo a lo expuesto, resulta pertinente aproximarse al estudio sobre


los derechos del agua y rescatar las acciones de los usufructuarios frente a
la federalización del recurso hídrico, dentro de un determinado proceso.
Para el desarrollo de este trabajo se consultaron las fuentes del Archivo
Histórico del Agua y del Archivo Histórico Municipal de Tepotzotlán.

1. El espacio geográfico

A finales del siglo XIX Tepotzotlán era un pueblo y cabecera municipal del
municipio homónimo en el Estado de México, localizado aproximadamente a
45 km de la Ciudad de México. La cabecera y los demás pueblos que compo-
nían la municipalidad estaban asentados al pie de la Sierra de Tepotzotlán,
entre los 2,250 y los 2,400 msnm. El terreno, del ahora municipio, presenta
una inclinación hacia el sureste, marcada por el descenso de las laderas de la
sierra hacia el valle de Cuautitlán; el clima, en general, es templado, aunque
en invierno la temperatura puede descender hasta los dos grados bajo cero7.

A finales del siglo XIX los árboles y la fauna de las partes bajas de la
Sierra de Tepotzotlán prácticamente habían desaparecido, gran parte
de la superficie era utilizada para el pastoreo. En las municipalidades de
Coyotepec y Huehuetoca, igualmente ubicadas en la Sierra de Tepot-
zotlán, los terrenos eran delgados y las tierras al ser inclinadas eran
poco productivas8; pero en la municipalidad de Tepotzotlán a pesar
de la inclinación de las tierras, éstas eran fértiles debido a los escurri-
mientos de agua que bajaban a través del río Hondo o de Tepotzotlán,
desde de la Sierra de las Cruces y la Sierra de Tepotzotlán.

El río de Tepotzotlán se formaba a partir de varios manantiales en lo alto de


la Sierra de las Cruces a 3000 msnm, específicamente en las estribaciones del
cerro de las Palomas perteneciente a la hacienda de la Encarnación, municipio
de Villa Nicolás Romero. El agua escurría por el Paso de Vaca, siguiendo
su curso pasaba por terrenos del pueblo de Cahuacán en cuya jurisdicción
recibía las aguas de varios manantiales permanentes; entre los más impor-
tantes estaban: Tres Piedras y Tepozán. Seguía por terrenos del pueblo de
180
Magú dentro del cual recibía aguas de filtraciones y de varios manantiales

7 Archivo Histórico del Agua (en adelante AHA)/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/f. 10f.
8 AHA/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/ f.130.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

permanentes de la Sierra de Tepotzotlán como: Las Piletitas, Los Duraznos,


Las Cañadas, Las Cienaguillas y Ojo del Negro9. La mayor parte del agua en
esta área era aprovechada en el riego de terrenos de las haciendas de San Juan
de las Tablas, de la Encarnación y de los pueblos de Cahuacán y Magú.

Después de pasar por el pueblo de Magú el río entraba a la municipalidad de


Tepotzotlán. El cual se dividía en dos al llegar a la hacienda de la Concepción
mediante una presa de derivación, que desviaba el canal permanente del río
a un canal de riego conocido con el nombre de Zanja Real. Este canal tenía
una extensión aproximada de 14.5 km y rodeaba la montaña para regar los
terrenos de la parte superior de la municipalidad de Tepotzotlán, el agua se
utilizaba para el riego de terrenos de los pueblos de Santiago Cuahutlalpan,
San Mateo Xoloc, Santa Cruz, Tepotzotlán y la hacienda de Xochimangas.
Aguas abajo, en un puente llamado San Lorenzo y situado frente al pueblo del
mismo nombre, desembocaba el río de Tepotzotlán en el río de Cuautitlán.
Figura 1.
Río Tepotzotlán

Fuente: Elaborado por Paola Sánchez Esquivel

9 La mayoría de los manantiales que emergían en las partes altas eran aprovechados en el riego de
terrenos de las haciendas de San Juan de las Tablas, de la Encarnación y de los pueblos de Cahuacán
y Magú, por lo cual el río únicamente conducía a los usuarios inferiores los sobrantes de esos riegos y 181
los volúmenes proporcionados por los manantiales permanentes de Magú. Estos aprovechamientos
de la parte superior no estaban debidamente reglamentados por las autoridades federales. AHA/
Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 17/ f. 160.

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El río Tepotzotlán se puede dividir en dos partes, de acuerdo a las parti-


cularidades que presentaba en su curso superior e inferior. La primera
de ellas llegaba hasta la hacienda de la Concepción, donde se dividía el
caudal del río hacia la Zanja Real. A partir de esta bifurcación iniciaba
la segunda parte, donde el gasto de agua era mayor.

A finales del siglo XIX, los terrenos agrícolas de la municipalidad de


Tepotzotlán se dividían en dos categorías. La primera era la de aquellos
terrenos que lindando con la Zanja Real tenían una pendiente sensible,
en lo general eran arcillosos, delgados y asentados sobre tepetate; la
segunda estaba formada por los terrenos gruesos ubicados en el valle,
los cuales se dividían en otros dos grupos, perteneciendo al primero los
netamente arcillosos y al segundo los areno-arcillosos.10 Las lluvias, sin
ser excesivas, eran suficientes para las necesidades agrícolas, alcanzando
un promedio anual de 554 mililitros; por ello, los seriales como el maíz
necesitaban únicamente un riego, antes de la siembra, para llegar a su
pleno desarrollo11.

Los terrenos colindantes a la Zanja Real eran propicios para el cultivo


de las hortalizas y semillas como el chile, que necesitaban riegos
frecuentes y un buen drenaje del terreno, su naturaleza arcillosa les
permitía conservar la humedad y su poco espesor los hacía de riego
rápido con poca perdida de las aguas empleadas. Los terrenos del valle
eran de pendiente muy suave y conservaban buen grado de humedad
y no exigían cantidad de agua excesiva para su riego. Los terrenos
agrícolas eran parcelas pertenecientes a pequeños propietarios, por
lo cual eran cultivadas sin interrupción y con frecuencia sujetos al
cultivo rotativo.

En general, en la municipalidad de Tepotzotlán se cultivaba maíz, trigo,


frijol, haba, chile, cebolla, alverjón y alfalfa12; pero a finales del siglo
XIX empezó a predominar el cultivo de forrajes debido a que el valle
de Cuautitlán se convirtió en una región agrícola-lechera. La alfalfa
empezó a sustituir al trigo y al maíz debido a la diversidad de establos
182
10 AHA/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/f. 9v.
11 AHA/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/f. 10f.
12 AHA/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/f. 10v.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

que empezaron a establecerse en la región; los pequeños propietarios


no pudieron seguir este sistema y algunos prefirieron rentar sus tierras
a hacendados o rancheros13.

Las ventajas del río para la agricultura eran mayores en el curso inferior que
en el superior. Durante la época colonial y, prácticamente, durante todo
el siglo XIX el agua del río Tepotzotlán fue disfrutada por los pueblos
de Tepotzotlán y el dueño de la hacienda de Xuchimangas; pero, como
veremos en este texto, la situación se pretendía modificar sustancialmente
en la última década del siglo XIX por la iniciativa de un empresario que
vio un alto potencial productivo en el curso superior del río.

2. La propiedad y administración del agua

Durante el periodo colonial, la Corona española adquirió el dominio


universal sobre las tierras y aguas, reservándose el derecho de modificar el
régimen de las mismas.14 Con esta atribución cedió el uso del agua a espa-
ñoles e indígenas mediante mercedes reales y repartimientos, documentos
que otorgaron derechos legales y fungieron como títulos de posesión de
aguas15. En muchas ocasiones los receptores de derechos del uso del líquido
llegaron a considerar que tenían una propiedad perfecta16 sobre el agua, en
tanto que el dominio eminente de la Corona sobre las aguas era algo de lo
que no estaban consientes los beneficiarios. Las mercedes y repartimientos
de agua gradualmente fueron tomando un carácter de irrevocables hasta
dejar simplemente como una expresión el dominio de la Corona17.

13 AHA/ Aguas Nacionales/ caja 18/ exp. 212/ leg. 1/ fs. 70v y 130; AHA/ Aprovechamientos
Superficiales/ caja 264/ exp. 6345/ fs. 10v-11v.
14 Guillermo Floris Margadant, El agua a la luz del derecho novohispano. Triunfo de realismo y
flexibilidad Tom. 1, (México: Anuario Mexicano de Historia del Derecho, 1989), 117-140. https://
revistas-colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/anuario-mexicano-historia-der/article/
view/29399/26522 (15 de abril del 2022).
15 Michael Meyer, El agua en el sureste hispánico. Una historia social y legal 1550-1850 (México:
Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, 1997), 144-145.
16 En el Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia de Escriche se establece que la propiedad perfecta
consiste en la facultad que tenían las personas de disponer de sus cosas como mejor les parezca
y sin que nadie pueda impedírselos. Además de que ningún derecho extraño limita el ejercicio de
propiedad. Joaquín Escriche, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia (Paris: Librería de 183
Rosa, Bouret y C., 1851).
17 Luis Cabrera, “Alegatos de la Compañía Agrícola Industrial Colonizadora Limitada del Tlahualilo, S.A.,
Contra el gobierno federal de la República Mexicana”, en Obras completas I. (México: Oasis, 1975), 377-378.

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José Porfirio Neri Guarneros

En muchos casos los derechos sobre el agua se modificaron mediante repar-


timientos, por ejemplo, en Atlisco18, en Cuautitlán19 y en varias partes de la
Nueva España. En 1549 a los pueblos de Tepozotlan, Santiago Cuautlalpan,
San Mateo Xoloc y a la hacienda de Xuchimangas le fueron otorgados,
mediante una merced, los derechos sobre el uso del agua del río Tepotzotlán.
Estos derechos sobre el agua les fueron confirmados el 27 de enero de 1694
mediante una disposición judicial de la Real Audiencia, que les concedió el
dominio sobre las aguas del río frente a terceros; resolución que fue confir-
mada mediante una real provisión en 170520. En este sentido, concuerdo con
Cabrera quien señaló que durante el periodo colonial la propiedad perfecta
sobre el agua sí existió, puesto que algunos pueblos afianzaron los derechos
sobre el agua durante siglos con independencia de terceros.

La concesión de aguas del río Tepotzotlán a los vecinos de los pueblos


de Tepozotlan, Santiago Cuautlalpan, Santa Cruz, San Mateo Xoloc y
la hacienda de Xuchimangas se hizo mediante mercedes hechas por
los virreyes y a través de los diferentes repartimientos y disposiciones
judiciales realizadas por los jueces del ramo21. Por ejemplo, en 1693 los
pueblos de San Mateo, Santiago, Tepotzotlán y el colegio de Tepotzotlán
tuvieron un conflicto con Alonzo Dávalos Bracamonte, debido a que
éste abrió una acequia en el río de Tepotzotlán para tomar tres surcos de
agua. La Real Audiencia determinó que Alonzo Dávalos había cometido
un despojo, porque los pueblos y el colegio eran los poseedores de las
aguas del río; por ello, la autoridad mandó cerrar la toma y tapar la zanja
que había construido Alonzo Dávalos. Ahora bien, se debe señalar la
relevancia del reconocimiento por parte de personas, de que los pueblos
y el colegio habían poseído y gozado como suyas las aguas del río22.

La distribución de las aguas del río Tepotzotlán, que cada pueblo reali-
zaba por su respectiva toma, estuvo sujeta a un reglamento realizado en
la época en que los jesuitas eran dueños de la hacienda de Xuchimanga.
18 Rocío Castañeda González, Las aguas de Atlixco. Estado, haciendas, fábricas y pueblos, 1880-1920,
(México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Colegio de
México, Comisión Nacional del Agua, 2005).
19 Neri Guarneros, Porfirio, Entre montes y lagunas. Desamortización y mercado de tierras en el Valle
184 de Cuautitlán, 1856- 1917 (Zinacantepec: El Colegio Mexiquense, 2021).
20 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 55f-57v.
21 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 23f-25f.
22 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 55f.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

Las obras hidráulicas que permitían la distribución del agua para el


riego de las tierras consistían en una presa situada como a dos leguas
del colegio de Tepotzotlán, la cual desviaba las aguas del río hacia una
acequia comúnmente conocida como zanja real, de la cual se despren-
dían canales secundarios para regar las tierras de la margen derecha23.

Durante el periodo colonial el suministro de agua fue un aspecto crucial


para lograr cosechas de buena calidad. Los pueblos de Tepotzotlán y
sus barrios regaban sus parcelas con el agua del río Tepotzotlán, lo cual
les permitía tener abundantes cosechas de trigo y maíz. Entre 1741 y
1760 el área agrícola de Tepotzotlán, junto a la de Cuautitlán, eran las
que mayores cosechas de trigo producían en la región; prueba de ello es
que el molino de Santa Mónica en Tlalnepantla recibía de Cuautitlán 7
384.5 cargas de trigo para moler y de Tepotzotlán 2 616.5 no obstante
que en estos lugares había molinos24.

Consumada la independencia los pueblos y haciendas asumieron el


dominio directo sobre las aguas, con base en las mercedes o reparti-
mientos coloniales. Comúnmente el ayuntamiento era el encargado de
administrar el recurso hídrico, de acuerdo a costumbres y ordenamientos
de origen colonial25, “teniendo injerencia directa en el otorgamiento de
derechos, la resolución de conflictos, las reglamentaciones, el control de
los procesos de distribución del líquido, el nombramiento de aguador y
la organización de las obras de construcción y conservación de las presas
y canales”26. Es decir, “Los usos del agua tenían que ver exclusivamente
con el derecho civil, lo cual significó el reconocimiento de la propiedad
privada de las aguas y la ausencia de cualquier clase de propiedad pública
sobre ellas”27. Es decir, el agua se consideraba como un accesorio de las
tierras, en tal sentido seguía la condición de lo principal28.
23 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 55f.
24 Rebeca López Mora, El molino de Santa Mónica. Historia de una empresa colonial (Zinacantepec:
El Colegio Mexiquense, 2002), 138.
25 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1998), 25.
26 Israel Sandre, “Del derecho colonial al derecho municipal: la distribución de las aguas del río
Cuautitlán, 1762-1914”, Boletín del Archivo Histórico del Agua Vol. 12 No. 3 (2007): 42.
27 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores 185
en Antropología Social, 1998), 82-83.
28 Antero Pérez de Yarto, El agua en sus relaciones con el derecho internacional, constitucional,
administrativo y civil (México: Antigua imprenta del comercio de Dublán y Comp., 1894), 37.

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José Porfirio Neri Guarneros

De esta forma, los pueblos y dueños de la hacienda de Xuchimangas


afianzaron el uso del agua de forma exclusiva durante más de tres siglos.
Así, los derechos de los pueblos de Tepotzotlán sobre el agua del río
llegaron al siglo XIX amparados en las disposiciones coloniales, en tanto
que los derechos sobre el agua que tenía la hacienda de Xuchimangas
fueron adquiridos a través de las distintas compras que se realizaron de
la hacienda. Juan B. Berazueta, dueño de la hacienda a finales del siglo
XIX, argumentó legalmente que en 1834 su papá el Lic. Luis B. Lozano
compró la hacienda y su molino anexo a Pedro Ramón de Terreros,
nieto del Conde de Regla, con todas sus servidumbres y anexos tal
como las poseyeron sus antiguos propietarios29.

Para finales del siglo XIX se dieron cambios importantes en la forma


de acceder al agua. Los pueblos de la municipalidad de Tepotzotlán
y la hacienda de Xuchimangas ya no eran los únicos usufructuarios
del agua. Si bien, no se instalaron en las márgenes del río empresas,
como sucedió en el río Atoyac y el Nazas30, sí se instalaron río arriba
haciendas y ranchos, como la hacienda de la Concepción, la ranchería
de Magú, el rancho de Cahuacan, entre otros; quienes también empe-
zaron a aprovechar las aguas del río Tepotzotlán sin el permiso de los
pueblos de Tepotzotlán y el dueño de la hacienda de Xuchimangas,
lo cual provocó la disminución del líquido y conflictos por el mismo
a finales del siglo XIX. Aunado a ello, el gobierno federal empezó a
expedir distintas disposiciones legales sobre aguas, que resultaron ser
herramientas esenciales para fortalecer la participación del Estado en el
manejo del recurso.

El 5 de junio de 1888 el gobierno federal expidió la Ley sobre vías gene-


rales de comunicación. “Mediante dicha ley el gobierno federal obtuvo
facultades de vigilancia, policía y reglamentación sobre las aguas de los
mares territoriales, esteros y lagunas, lagos y ríos navegables, lagos y ríos
que servían de límites entre países y entidades federativas, y los canales

29 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 65f.


186 30 Sergio Rosas Salas, “Agua e industria en Puebla. El establecimiento de la fábrica textil La Covadonga,
1889-1897”, Relaciones, No. 136 (2013); Lourdes Romero Navarrete, “Legalidad y conflictos por
las aguas del Nazas. El litigio entre la compañía del Tlahualilo y el gobierno de México, 1885-1912”.
Estudios de historia moderna y contemporánea de México No. 24 (2002).

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

construidos con fondos gubernamentales”31. Así el gobierno federal


empezó a tener injerencia sobre los recursos hídricos del país; mientras
que los ayuntamientos y pueblos empezaron a perder participación en
el control y distribución de las aguas32.

La legislación posterior le permitió al gobierno federal ejercer un


control más estricto sobre los recursos hídricos; por ejemplo, la ley del
6 de junio de 1894 autorizó al gobierno federal a otorgar concesiones
de agua para uso de riego y en la industria33. En estos años se discutió
sobre el agua como objeto de derecho o propiedad; algunos juristas
consideraban que el agua estaba unida a la tierra (era un bien inmueble),
en tanto que otros pensaban que por su naturaleza física era susceptible
de trasladarse de un lugar a otro, es decir, también podía adquirir la
característica de un bien mueble. De esta forma, el agua al ser un objeto
que podía trasladarse de un lugar a otro para destinarse a ser consumida
en benefició de la agricultura o la industria era una cosa fungible; por lo
tanto, el agua era susceptible de un dominio independiente del fundo34.

El nuevo orden jurídico tardo décadas en perfeccionarse e incorporarse


a la práctica cotidiana. La ley de 1888 inició un proceso de centraliza-
ción y control del recurso a favor del gobierno federal que se consolido
con la ley de aguas de 14 de diciembre de 1910. Por ello, la injerencia del
gobierno federal fue lenta en la mayoría de los casos, lo cual permitió que
algunos pueblos hacendados y ayuntamientos continuaran ejerciendo el
control sobre el recurso hídrico, como sucedió en la municipalidad de
Tepotzotlán. Lo anterior no implicó que los pueblos, ayuntamientos y
hacendados no hayan enfrentado conflictos por el recurso hídrico.

31 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1998), 13-14.
32 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1998); Martín Sánchez Rodríguez, El mejor de los títulos. Riego, organización
social y administración de recursos hidráulicos en el Bajío mexicano (México: El Colegio de
Michoacán, Gobierno del Estado de Guanajuato, Comisión Estatal del Agua, 2005).
33 Luis Aboites Aguilar, El agua de la nación (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1998), 88; Porfirio Neri Guarneros y Gloria Camacho Pichardo, “Tierras
de común repartimiento y formación de ranchos en el sistema de riego de Cuautitlán, Estado de 187
México, 1856-1911”, Revista Mundo Agrario Vol. 20 Núm. 44 (2019): 1-20.
34 Antero Pérez de Yarto, El agua en sus relaciones con el derecho internacional, constitucional,
administrativo y civil (México: Antigua imprenta del comercio de Dublán y Comp., 1894), 87-88.

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José Porfirio Neri Guarneros

3. El conflicto sobre las aguas del río Tepotzotlán

El 5 enero de 1898 Andrés Julián solicitó a la Secretaría de Fomento


una concesión para aprovechar las aguas torrenciales y permanentes
del río Tepotzotlán para fuerza motriz y riego de sus terrenos. El agua
sería tomada a la altura del rancho de Santa María Magdalena Cahuacan,
propiedad del solicitante, ubicado en la municipalidad de Villa Nicolás
Romero, distrito de Tlalnepantla (ver mapa 1). Andrés Julián consideró
que dichas aguas eran de jurisdicción federal porque forman parte de
la cuenca hidrológica del valle de México, ya que eran afluentes del río
Cuautitlán y tenían salida por el tajo de Nochistongo.

La Secretaría de Fomento consultó a la Secretaría de Comunicaciones


sobre la solicitud de Julián, la cual manifestó no tener inconveniente
en otorgar la concesión siempre y cuando se regresara el agua integra
al río; por lo que se mandó publicar la solicitud en el diario de la fede-
ración. En tal sentido, el 28 de marzo de 1898, los vecinos del pueblo
de Tepotzotlán, Santiago Cuautlalpan, Santa Cruz y San Mateo Xoloc
se opusieron a la solicitud de Andrés Julián; ya que de otorgarle la
concesión se violentarían los derechos de propiedad que en unión de
la municipalidad y el dueño de la hacienda de Xuchimangas tenían
sobre las aguas del río.

Los vecinos manifestaron que disfrutaban de las aguas mansas y


broncas del río desde tiempo inmemorial, no sólo para el riego y
enlame de sus tierras, también para consumo personal; por lo que
al ser las aguas de propiedad particular se oponían a que se realizara
dicha concesión. El presidente municipal de Tepotzotlán manifestó
que emplear el agua para generar fuerza motriz disminuiría considera-
blemente el recurso hídrico, además de que el agua en tiempo de secas
disminuía considerablemente y los vecinos de la municipalidad de
Tepotzotlán carecerían de ella con deterioro de sus intereses y perdidas
notables de la riqueza pública. Al igual que en otros casos, los ayun-
tamientos seguían invocando los derechos amparados en mercedes y
188 repartimientos coloniales; por ejemplo, en la villa de Aguascalientes
las autoridades municipales se enfrascaron en un conflicto con Rincón

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

Gallard, dueño de la hacienda de Ojocaliente, por la propiedad de un


manantial ubicado en tierras de la hacienda35.

Juan B. Lozano Berazueta, propietario de la hacienda de Xuchimangas,


también se opuso a que las aguas del río se dieran en concesión a
Andrés Julián, argumentando que dichas aguas fueron concedidas
por los virreyes; mismas que estaban totalmente repartidas entre los
particulares y no podían ser materia de nuevas concesiones. Además,
el artículo 27 de la Constitución de 1857 protegía la propiedad parti-
cular que tenían sobre las aguas, por lo cual no se podía privar de ellas
a los particulares36. Los pueblos de Tepotzotlán y el propietario de la
hacienda de Xuchimangas acudieron ante el jefe político de Cuautitlán
y el gobernador del Estado de México, manifestando que las aguas
estaban reducidas en su totalidad a propiedad particular de acuerdo a
distintas mercedes y repartimientos realizados por los virreyes y jueces
del ramo, por lo que no podían ser materia de nuevas concesiones.

El 26 de abril de 1898 reunidos los interesados en la Secretaría de


Fomento, Andrés Julián Meolas Espinoza, Juan B. Lozano Berazueta
y el presidente municipal de Tepotzotlán como representante de los
pueblos se dio lugar a la junta de avenencia. Julián se comprometió a
respetar todo derecho constituido y a no ocasionar ningún perjuicio
a tercero, dado que las aguas serían regresadas íntegramente al río;
además, consideraba que la Secretaría de Fomento debía darle la conce-
sión porque se trataba de aguas federales. El presidente municipal y
Juan B. Lozano expusieron sus argumentos manifestando su rechazo y
no se llegó a ningún acuerdo. La Secretaría de Fomento consideró que
los argumentos de los opositores a la concesión eran infundados, por lo
cual pidió a los pueblos y el propietario de la hacienda de Xuchimangas
los títulos de posesión sobre las aguas del río Tepotzotlán.

Seis meses después, la Secretaría de Fomento informó a Andrés Julián que


debido al estado del asunto y las oposiciones era necesario nombrar a un
ingeniero para realizar una inspección del río, mismo que debía ser pagado
189
35 Jesús Gómez Serrano, “La administración del agua en el tránsito del Antiguo Régimen a la República.
Aguascalientes, 1821-1835”, Relaciones No. 136 (2013).
36 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ f. 22.

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por el propio Andrés Julián. Para tal efecto la Secretaría comisionó al inge-
niero Pedro Vigil, quien después de realizada la inspección, el 9 de marzo
de 1899 informó a la Secretaría que el aprovechamiento de las aguas como
fuerza motriz en nada perjudicaba a los ribereños; porque la devolución de
las aguas a los vecinos se efectuaría río arriba donde existen sus tomas, de tal
manera que podían continuar aprovechándolas de la misma forma en que
lo habían hecho sin causales perjuicios. Además, el aprovechamiento de las
aguas para fuerza motriz redundaría en beneficio no solo de Julián sino en el
del fomento de la industria. En tal virtud, el 18 de abril de 1899 la Secretaría
consideró que debía otorgársele el uso de las aguas a Andrés Julián.

El 20 de junio de 1899 Juan B. Lozano reiteró su oposición a la concesión


de aguas solicitada por Julián argumentando que era dueño absoluto de
las aguas que formaban el río Tepotzotlán, en unión de la municipalidad
y los cuatro pueblos citados; cuya propiedad tenía sus orígenes en los
primeros años de la época colonial. Para justificar su propiedad sobre
las aguas presentó sus títulos primordiales, que consistían en disposi-
ciones judiciales otorgadas a favor de los jesuitas37.

Juan B. Lozano Berazueta manifestó que independientemente de sí el


río de Tepotzotlán era de jurisdicción federal o no, sus títulos claramente
establecían un derecho de dominio sobre las aguas; por tanto, era evidente
que no podían hacerse nuevas concesiones sin atacar la propiedad de
los individuos que las adquirieron de autoridad legítima. La argumenta-
ción jurídica de Juan B. Lozano fue tajante al decir que si era otorgada la
concesión al señor Andrés Julián el principio de propiedad establecido en
el artículo 27 de la Constitución de 1857 sufriría un “rudo” ataque que
haría vacilar no sólo la propiedad fundada en los antiguos títulos, sino
también la fundada en las concesiones otorgadas en ese momento.

Respecto a la jurisdicción federal de las aguas del río, Juan B. Lozano


dijo que era indudable que no estaban comprendidas dentro de la juris-
dicción federal y sólo se apoyaba esa opinión en razón de formar parte
de la cuenca hidrológica del “Valle de México”; pero esta afirmación no
190 podía ser aplicable al caso porque a ley de 5 de junio de 1888 estableció

37 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 46f-65v.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

que los ríos de jurisdicción federal eran los navegables y los que servían
de límites entre los estados, en cuyo casos no se encontraba el río de
Tepotzotlán. Además, Juan B. Lozano manifestó que debían de respe-
tarse sus derechos, conforme al apartado B del artículo 2º de la ley de 5
de junio de 1888; el cual establecía que debían ser respetados y confir-
mados los derechos de particulares respecto a las servidumbres, usos y
aprovechamientos adquiridos sobre ríos, lagos y canales38.

Los pueblos de Tepotzotlán secundaron las ideas de Juan B. Lozano, ya


que consideraban que las aguas del río Tepotzotlán eran de propiedad
privada, perteneciente exclusivamente a particulares, fundando su derecho
en la información judicial concluida el 14 de abril de 1694 que les obse-
quió el dominio pleno y que en pacifica posesión habían estado por más
de tres siglos; posesión que bastaría aun cuando no contaran con títulos
por haber adquirido por prescripción el derecho a estas aguas39.

Ante lo expuesto por los opositores, la Secretaría de Comunicaciones


manifestó que los títulos presentados por el dueño de la hacienda de
Xuchimangas no estaban completos; ya que no se había comprobado
la legítima traslación de dominio desde los padres jesuitas hasta ese
momento. En este sentido, se le pidió a Juan B. Lozano y Berazueta que
presentara los títulos respectivos; porque, aunque constaba en los “títulos
primordiales” que existía el título legítimo del cual hablaba la fracción B
del artículo 2 de la ley del 5 de junio de 1888 hacía falta probar la legitima
traslación de dominio. En tal virtud, el 17 de agosto de 1899 Juan B.
Lozano y Berazueta presentó los documentos que amparaban la legitima
traslación de dominio de la hacienda desde los padres jesuitas hasta la
fecha, así como los títulos en los que constaba la real provisión expedida
por el rey de España don Carlos II, en la cual mandaba amparar a los
padres jesuitas propietarios de la hacienda y su molino anexo, en la pose-
sión de las aguas del río Hondo o de Tepotzotlán el 14 de julio de 169440.

38 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 50-51.


39 Porfirio Neri Guarneros. “Entre montes y lagunas. Desamortización y mercado de tierras en la
subcuenca del río Cuautitlán, 1856-1917”. (Tesis de doctorado en Historia, Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología Social, 2017), 250. 191
40 Porfirio Neri Guarneros. “Entre montes y lagunas. Desamortización y mercado de tierras en la
subcuenca del río Cuautitlán, 1856-1917”. (Tesis de doctorado en Historia, Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología Social, 2017), 249.

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José Porfirio Neri Guarneros

Finalmente, el 2 de abril de 1900 la Secretaría de Fomento determinó


que no era posible otorgar en concesión las aguas del río Tepotzotlán a
Andrés Julián, debido a que Juan B. Lozano era dueño absoluto, según
los títulos, de las aguas que formaban el río de Tepotzotlán en unión
de la municipalidad y cuatro pueblos; ya que dichas aguas habían sido
concedidas por autoridades competentes desde hace mucho tiempo y el
concederlas sería un ataque a la propiedad de la hacienda de Xuchimanga
y los cuatro pueblos. No obstante, podía hacérsele una concesión sobre
las aguas torrenciales; ante lo cual, Andrés Julián no dio respuesta41.

Desde abril de 1900 y hasta el 12 de abril de 1902 el asunto estuvo en


suspenso, por lo que la Secretaría le dio a Julián el plazo de un mes para
contestar si aprovechaba las aguas torrenciales o no. El 24 de abril de
1902 Andrés Julián aceptó utilizar las aguas torrenciales, pero insistió en
que se le concediera el uso de todas las aguas, ya que la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes informó que el río Tepotzotlán era de
jurisdicción federal y por consiguiente no podía ser de propiedad privada.

El 6 de junio de 1894 la Secretaría de Fomento modificó su resolución del


2 de abril de 1900 y otorgó la concesión de las aguas del río Tepotzotlán a
Andrés Julián, argumentando que dichas aguas eran de jurisdicción federal de
acuerdo a la ley del 6 de junio de 1894. La Secretaría de Fomento consideró
infundadas las oposiciones a la solicitud de Andrés Julián, ya que el agua la
reciban integra los usufructuarios, una vez utilizada por Andrés; por lo cual,
la concesión no les causaba perjuicio. Además, los derechos de los vecinos de
Tepotzotlán se limitaban única y los exclusivamente a las aguas y en ningún
caso al cauce del río que estaba bajo el dominio de la federación.42 Sin duda,
las autoridades de la Secretaría de Fomento defendieron la potestad del
Estado sobre el recurso, como también lo muestra Lurdes Romero al analizar
distintos conflictos sobre las aguas del río Nazas; los cuales fortalecieron al
estado en su participación sobre la administración del recurso hídrico43.

41 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 65f-66f, 69f.
42 Porfirio Neri Guarneros. “Entre montes y lagunas. Desamortización y mercado de tierras en la
subcuenca del río Cuautitlán, 1856-1917”. (Tesis de doctorado en Historia, Centro de Investigaciones
192 y Estudios Superiores en Antropología Social, 2017), 251.
43 Lourdes Romero Navarrete, “Legalidad y conflictos por las aguas del Nazas. El litigio entre la
compañía del Tlahualilo y el gobierno de México, 1885-1912”. Estudios de historia moderna y
contemporánea de México, No. 24 (2002).

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

El 31 de octubre de 1902 Juan B. Lozano de nuevo manifestó su incon-


formidad argumentando que las aguas estaban totalmente enajenadas;
por ello la Secretaría no tenía facultades para otorgarlas en concesión,
ya que no eran de jurisdicción federal. Por tanto, Juan B, Lozano pidió
a la Secretaría que acordara con el presidente de la república que no era
de hacerse tal concesión hasta que no se resolvieran las oposiciones en
los tribunales del orden judicial. El 1 de noviembre de 1902 los vecinos
de Tepotzotlán también mostraron su oposición a dicha resolución,
firmando 312 vecinos de los pueblos de Tepotzotlán; pero el 19 de
noviembre de 1902 el secretario de Fomento manifestó que no era
posible un juicio ante los tribunales judiciales para dirimir la cuestión de
que se trataba; ya que no existían dos partes contendientes, lo cual no
podía suceder sino hasta que el Sr. Andrés Julián tuviera derechos sobre
el agua con la concesión otorgada por el gobierno, pues antes no hay
derecho alguno adquirido por parte de Andrés Julián. De esta forma,
el propio secretario de Fomento manifestó que teniendo en cuanta que
la concesión no alteraba la toma de agua de la que disfrutaba Juan B.
Lozano, ni en la altura ni en la cantidad de líquido, no era de acceder a lo
que solicitaba, quedando subsistente la solicitud otorgada y dejando sus
derechos a salvo para que los hiciera valer ante los tribunales compe-
tentes44. Además, los títulos que había presentado Juan B. Lozano y en
los cuales fundaba su oposición no daban ni podían dar ningún derecho
sobre el río mismo, ni sobre su cauce que eran y serían siempre del
dominio de la nación, no obstante los usuarios tenían derecho a seguir
utilizando las aguas de acuerdo a sus títulos.

De esta forma, el 18 de diciembre de 1902 se mandó formular el


contrato sobre concesión de aguas del río Tepotzotlán entre Andrés
Julián y la Secretaría de Fomento, cuidando de que en él se expresara
que solo se utilizaría el agua para fuerza motriz, devolviéndose al río
antes del punto en que las aprovechan los opositores y sin disminuir
su volumen.

193

44 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 90f-91v.

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José Porfirio Neri Guarneros

4. La instalación de la compañía eléctrica y el juicio de amparo

A finales de siglo XIX México experimentó una expansión económica,


apoyada por las políticas nacionales y estatales a favor de la industria.
Hacia 1890 se observó un cambio en las medidas ejercidas por parte del
gobierno de Porfirio Díaz con relación al crecimiento económico y la
expansión industrial, derivados de tres factores: la inversión extranjera,
la articulación de mercados regionales bajo el impulso de un Estado
federal y el surgimiento de nuevas industrias.45 Con este motivo las acti-
vidades económicas a las que se dirigió la inversión extranjera fueron
hacia los ferrocarriles, telégrafos y teléfonos en un afán por comunicar
el país; también se invirtió en otros rubros de manera exitosa como
los metales y minerales llamados industriales como cobre, hierro, zinc.
De hecho, fue la industria, en particular la manufactura textil, el motor
de generación de mercados internos. En la agricultura de exporta-
ción destacaron el henequén, el tabaco, el café y la vainilla, es decir un
mercado de exportación, mientras que, al interior el eje de inversión
del Estado fue la obra pública en infraestructura: ferrocarriles, vías de
comunicación, puertos, faros e introducción de energía eléctrica46.

Desde la década de 1880 también surgieron nuevas empresas vincu-


ladas a la generación de energía eléctrica. La Secretaría de Fomento
empezó a recibir solicitudes de empresarios para obtener privilegios
sobre industrias nuevas, en 1882 el estadounidense Thomás Braniff, en
representación de la compañía eléctrica de Brush, ya había sido dotada
de permisos para elaborar procedimientos y distribución de lámparas
eléctricas. A Luis Careaga Sáenz se le concedió el permiso sobre bombas
hidráulicas y motores de multiplicador de fuerza; mientras que a Moisés
González se le otorgo permiso para alumbrado de luz eléctrica47.

45 Laura Lizet González Gutiérrez, “Proceso de electrificación en México. La región centro, 1880-1926”
(Tesis de Maestría en Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2014), 69.
46 Laura Lizet González Gutiérrez, “Proceso de electrificación en México. La región centro, 1880-
1926” (Tesis de Maestría en Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2014),
194 69; Lillian Briseño Senosiain, “La solidaridad del progreso. Un paseo por la Ciudad de México en el
Porfiriato”, Signos Históricos, No. 16, (2006): 189.
47 Laura Lizet González Gutiérrez, “Proceso de electrificación en México. La región centro, 1880-1926”
(Tesis de Maestría en Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2014), 77.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

La explotación del recurso hídrico y el establecimiento de las plantas


eléctricas fue una constante, pero para sostener el desarrollo de la indus-
tria eléctrica fue necesario asegurar las fuentes de energía mediante el
establecimiento de un marco legal. La ley federal de 5 de junio de
1888 sobre vías generales de comunicación fue la primera acción sobre
esta materia, posteriormente se expidió la ley de 6 de junio de 1894
mediante la cual el gobierno quedo autorizado para otorgar conce-
siones de agua que tuvieran como objetivo generar fuerza motriz. De
esta forma, se sentaron las bases jurídicas que permitieron garantizar
el aprovechamiento del recurso hídrico para la producción de fuerza
motriz y la generación de electricidad. Con ello, las compañías eléctricas
recibieron del gobierno de Porfirio Díaz exenciones fiscales, facilidades
para expropiar terrenos, otorgamiento de las concesiones de la explo-
tación de las corrientes por tiempo indefinido, entre otras facilidades48.
Se pretendía poner al país a la vanguardia de la industria eléctrica, las
principales ciudades del país empezaron a ser electrificadas: Guada-
lajara, Puebla, San Luis Potosí, Toluca, Morelia, México, entre otras;
para 1899 se anunciaba la electrificación total de la ciudad de México49.
Sergio Rosas muestra cómo en las márgenes del río Atoyac en Puebla,
a pesar de que los antiguos usufructuarios del río consideraban el agua
como propia, lograron establecerse distintas empresas para aprovechar
el agua del río a lo largo del siglo XIX. Por ejemplo, José Díaz Rubín a
finales de este siglo se vio beneficiado por la legislación de aguas para
establecer su compañía textil “La Covadonga”50.

A finales del siglo XIX en el Estado de México, principalmente en


torno a la ciudad de México, empezaron a establecerse compañías eléc-
tricas; en Toluca los hermanos Henkel y Medina Garduño acapararon

48 María del Carmen Chávez Cruz, “Agua, industria eléctrica y minería”, en Historia y políticas de
desarrollo en el Estado de México, coordinadores Nelson Arteaga Botello y Diana Birrichaga
Gardida (México: Gobierno del Estado de México, 2009), 61.
49 Gloria del Rocío Montalvo Hernández, “El proceso de electrificación en San Luis Potosí 1880-1910”
(Tesis de Maestría en Historia, El Colegio de San Luis, A.C., 2010); Martín Pérez Acevedo, “Sistema
de alumbrado y compañías eléctricas en Morelia durante el Porfiriato”, Tzintzun: Revista de Estudios
Históricos, No. 13 (1991); Jonathan Martínez Vázquez, “Impacto de la modernización del sistema de
alumbrado público en el desarrollo material de la ciudad de Toluca 1880-1900”, (Tesis de Licenciatura en
Historia, Universidad Autónoma del Estado de México, 2009); Lillian Briseño Senosiain, “La solidaridad 195
del progreso. Un paseo por la Ciudad de México en el Porfiriato”, Signos Históricos No. 16 (2006).
50 Sergio Rosas Salas, “Agua e industria en Puebla. El establecimiento de la fábrica textil La Covadonga,
1889-1897”, Relaciones, No. 136 (2013).

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José Porfirio Neri Guarneros

el suministro de energía eléctrica a la ciudad51. Para 1902 la legislatura


estatal autorizo a Vicente Villada, gobernador del estado, a celebrar
contratos, otorgar franquicias y concesiones a personas o empresas
para invertir en industrias nuevas o ya establecidas, entre otros decretos
encaminados a fortalecer e incrementar el desarrollo industrial.52 Por su
parte, el gobierno federal a través de la Secretaría de Fomento, Coloni-
zación e Industria fue el encargado de otorgar las concesiones y realizar
los contratos para aprovechar el agua de los ríos federales.

Como ya vimos, Andrés Julián obtuvo una concesión para aprovechar


las aguas del río Tepotzotlán en fuerza motriz y electricidad, mismas
que eran de gran consideración debido al desnivel de su cauce. El 5 de
marzo de 1903 fue firmado el contrato entre Manuel González Cosío,
como representante de la Secretaria de Fomento, y el Sr. Andrés Julián,
para el aprovechamiento de las aguas del Río Tepotzotlán53. Con base
en el contrato se autorizó a Andrés Julián para que por sí o por medio
de una compañía, que al efecto organizare, pudiera ejecutar las obras
hidráulicas necesarias para utilizar como fuerza motriz las aguas del río
en terrenos del rancho de Santa María Magdalena de Cahuacán, distrito
de Tlalnepantla, Estado de México.

Andrés Julián se comprometió a generar toda la energía hidráulica suscep-


tible de obtenerse y utilizarla directamente en el lugar, o bien transfor-
marla en energía eléctrica y conducirla a donde conviniera; para lo cual
podía establecer vía aérea o subterránea el cableado necesario. Resulta
conveniente mencionar que entre 1887 y 1911 se organizaron en México
más de 100 compañías de luz y fuerza motriz de cierta importancia54.

51 Nancy Flores Arriaga, “La actividad económica de los hermanos Henkel en la ciudad de Toluca,
1884-1910” (Tesis de Maestría en Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de México,
2011); Ivone Ordaz García, “Producción agrícola de la hacienda San Pedro Tejalpa durante
la administración de Manuel Medina Garduño 1874-1917” (Tesis de Licenciatura en Historia,
Universidad Autónoma del Estado de México, 2009).
52 Gabriela Medina González, “El impacto ambiental en la modernización industrial en el Estado de México,
1890-1940”, en Historia y políticas de desarrollo en el Estado de México, coordinadores Nelson Arteaga
196 Botello y Diana Birrichaga Gardida, (Toluca: Gobierno del Estado de México, 2009), 85.
53 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 39f-41f.
54 Laura Lizet González Gutiérrez, “Proceso de electrificación en México. La región centro, 1880-1926”
(Tesis de Maestría en Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2014), 84.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

En 28 meses Julián debería iniciar la construcción de obras, mismas


que deberían estar terminadas en seis años; una vez terminadas las
obras hidráulicas y eléctricas, aprobadas por la Secretaría de Fomento,
se expediría al concesionario el título que le asegurara el derecho al uso
y aprovechamiento de las aguas del río Tepotzotlán. Julián debía cons-
truir sobre los canales realizados los puentes necesarios para el tráfico
particular, local y general; siempre y cuando atravesara con sus canales
algún camino, calzada o vía de uso público. Como concesionario tenía
derecho a usar gratuitamente los terrenos de propiedad nacional que
ocupare para derecho de vía, depósitos de aguas, almacenes, estaciones
y otros edificios conforme al inciso II del art. 3 de la ley de 6 de junio
de 1894. Respecto a los terrenos particulares el concesionario podía
tomarlos, conforme a las leyes de expropiación por causa de utilidad
pública, de acuerdo a la fracción IV del art. 3 de la propia ley.

Además, Julián podía importar libre de derechos arancelarios, por una


sola vez, todas las maquinas, instrumentos científicos y aparatos necesa-
rios para el trazo, construcción y explotación de las mismas obras; tenía la
libertad de celebrar contratos con particulares y corporaciones privadas
para el aprovechamiento de la energía hidráulica o eléctrica, sujetándose
para ello a los precios y tarifas aprobadas por la Secretaría de Fomento.
Por otra parte, Andrés Julián perdía el derecho de usar las aguas del río si
las dejaba de aprovechar por más de diez años consecutivos.

El concesionario debía garantizar el cumplimiento de las obligaciones


del contrato con un depósito de 5,000 pesos en el Banco Nacional de
México; mismos que depositó el 10 de marzo de 1903. El concesio-
nario y la compañía serían siempre considerados como mexicanos, aun
cuando todos o algunos de sus miembros fuese extranjeros; además,
estarían sujetos a los tribunales de la República. Desafortunadamente,
Andrés Julián no pudo iniciar los trabajos encaminados a establecer la
compañía eléctrica debido a que el 24 de marzo de 1903 Juan B. Lozano
promovió un amparo ante el juez de distrito de México, solicitando que
no se ejecutara la resolución de la Secretaría de Fomento ni el contrato
celebrado con Andrés Julián55. 197

55 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs.

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José Porfirio Neri Guarneros

Entre otros aspectos, Juan B. Lozano argumentó que el río de Tepot-


zotlán no era de dominio público; pues tanto en su dominio directo
como en el útil era de su exclusiva propiedad y el Estado no conservaba
sobre él más derechos que el de vigilancia y policía. Además, no eran
navegables ni flotables, ni había más vecinos ribereños que utilizasen
sus aguas más que él y lo vecinos de los pueblos de Tepotzotlán, ni
había lugar a otros reglamentos ni concesiones que a las estipulaciones
que celebraban los copropietarios. Juan Lozano Berazueta en compañía
de los pueblos de Tepotzotlán tenían el exclusivo derecho al río Tepot-
zotlán desde el nacimiento de éste hasta su confluencia con el río Cuau-
titlán, y podían hacer uso del agua desde aquellos lugares, sin que algún
otro pudiera aprovecharlas de ninguna manera sin su consentimiento;
cuyos derechos fueron reconocidos por la Secretaría de Fomento.

Juan B. Lozano argumentó que el otorgamiento de la concesión violaría


en su perjuicio los artículos 14, 16 y 27 de la Constitución de 1857.
Este último garantizaba el derecho de propiedad, porque sin su consen-
timiento se daba a otra persona parte de lo que le pertenecía y cuya
parte solo los propietarios podían enajenar temporal y perpetuamente.
Además, mencionó que la disposición de la Secretaría del 2 de abril de
1900 había causado estado, es decir había sido cosa juzgada, en cuya
resolución se reconocieron los derechos de Juan B. Lozano y los cuatro
pueblos de Tepotzotlán, “no siendo posible que hoy en plena contra-
dicción, declarase la secretaria que por no estar justificado el perjuicio
de tercero se otorgaba la concesión solicitada. ¿Qué mayor perjuicio
que la violación de un derecho que ya se me ha reconocido?”.

Otro argumento jurídico de Juan B. Lozano fue que la concesión no podía


otorgarse sin que previamente se decidiera por los tribunales las oposiciones
que surgieron, tal y como lo establecía la ley del 6 de junio de 1894 en la
fracción 2 del art. 2º. No bastaba para cumplir con esa ley el que se dejaran
a salvo los derechos de los opositores, porque la ley mandaba expresamente
que antes del otorgamiento se decidieran las oposiciones que hubiere.

198 El 2 de febrero de 1904 la Suprema Corte de Justicia de la Nación en su


sentencia determinó que la Secretaría de Fomento no violó los artículos
14 y 27 constitucional por no tratarse el caso de juicio ni de expropiación;

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

pero si violó el artículo 16, por la molestia que se le causó al promoverte


en sus posiciones, sin fundarse y motivarse la causa legal del procedi-
miento. El máximo tribunal argumento que, independientemente de
cuáles hayan sido las razones de la Secretaría de Fomento para otorgar
a Andrés Julián la concesión de las aguas del río Tepotzotlán y la reserva
que de los derechos de los opositores haya hecho, era indudable que se
otorgó la concesión sin la decisión previa de los tribunales competentes
sobre las oposiciones que surgieron; faltando por lo mismo una de las
condiciones sin las cuales no permite el citado precepto constitucional
se moleste a nadie en sus posesiones. En consecuencia, la justicia de la
unión amparó y protegió a Juan B. Lozano Berazueta, contra los actos
mediante los cuales la Secretaría de Fomento concedió las aguas del río
Tepotzotlán a Andrés Julián56.

El 12 de febrero de 1904, en virtud del juicio de amparo otorgado por


la Suprema Corte de Justicia, Andrés Julián pidió a la Secretaría de
Fomento se le devolvieran los 5,000 pesos que depositó en el Banco
Nacional, lo cual se hizo57. El 25 de febrero de 1904 la Secretaría de
Fomento dio ejecutoria a la sentencia de la Suprema Corte de Justicia
e informó a Andrés Julián que la concesión que se le había otorgado
quedaba nulificada y sin efecto. Pero quién era Juan Bautista Lozano
Berazueta a quien la Suprema Corte de Justicia le otorgó un amparo
diciendo que era propietario de las aguas del río Tepotzotlán.

Lozano Berazueta era licenciado en derecho y miembro de una familia de


reconocidos abogados, algunos de los cuales llegaron a ser magistrados de
la Suprema Corte de Justicia; nació en la Ciudad de México en 1854 y fue
hijo del licenciado Juan Bautista Lozano Pérez, quien nació en la misma
ciudad en 1803 y llegó a formar parte de la Suprema Corte de Justicia
durante el segundo imperio. Su abuelo paterno el licenciado Luis Lozano
Salazar, fue abogado de la Real Audiencia de México. El abuelo materno
de Juan Bautista Lozano Pérez fue notario del juzgado eclesiástico de San
Juan del Río58. Del lado materno, Juan Bautista Lozano Berazueta fue

56 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 4106/ exp. 55923/ fs. 140f-140v. 199
57 AHA/ Aprovechamientos Superficiales/ caja 919/ exp. 55923/ f. 141.
58 Alejandro Mayagoitia, “Abogados de algunas jurisdicciones parroquiales menores de la ciudad de
México”, ARS IURIS No. 16 (1996): 520.

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José Porfirio Neri Guarneros

sobrino del licenciado Pedro Berazueta Zapata quien falleció en 185559.


Su abuelo materno el licenciado José Ignacio Berazueta Udías tuvo una
carrera importante en la administración de justicia virreinal y en 1824
fue elegido ministro de la Suprema Corte de Justicia60. Su tía Guadalupe
Berazueta se casó en 1840 con el licenciado Miguel Atristain y Barroeta,
quien también llegó a ser ministro de la Suprema Corte de Justicia61.

Regularmente los empresarios que solicitaron concesiones se enfren-


taron a pueblos, pero en este caso se enfrentaron con pueblos y un
licenciado que supo defender jurídicamente los derechos de propiedad
que durante años había tenido sobre las aguas del río Tepotzotlán. Es
conveniente mencionar que los pueblos de Tepotzotlán no promo-
vieron amparo en contra de la resolución de la Secretaría de Fomento,
mediante la cual se otorgó la concesión de aguas a Andrés Julián porque
los pueblos no podían promover juicios de amparo.

Consideraciones finales

La resistencia legal implementada por los diferentes usuarios del recurso


hídrico, ante el proceso de federalización del agua, se vio limitada por
el sistema jurídico en contra de los pueblos indígenas. Como hemos
visto en la municipalidad de Tepotzotlán, las aguas del río Tepotzotlán
estaban en poder de la hacienda de Xuchimangas y cinco pueblos, el
ayuntamiento administraba el recurso y recibía ingresos por el ramo de
aguas; pero la declaración de las corrientes de agua como federales obligó
a hacendados y pueblos a defender sus derechos, en el que los segundos
vieron limitado ese derecho por la legislación liberal, que prohibía a
los pueblos litigar en comunidad y promover juicios de amparo. En
cambio, el Juan B. Lozano Berazueta, como individuo particular, pudo
recurrir al juicio de amparo para defender la propiedad que tenía sobre
las aguas del río Tepotzotlán.
59 Alejandro Mayagoitia, “Fuentes para servir a las biografías de abogados activos en la ciudad de
México durante el siglo XIX: matrimonios en la parroquia del sagrario metropolitano”, ARS IURIS
No. 19 (1998): 452.
60 Alejandro Mayagoitia, “Abogados de algunas jurisdicciones parroquiales menores de la ciudad de
200 México”, ARS IURIS No. 16 (1996): 603.
61 Alejandro Mayagoitia y Hagelstein, “Fuentes para servir a las biografías de abogados activos en la
ciudad de México durante el siglo XIX: matrimonios en la parroquia del sagrario metropolitano”,
ARS IURIS No. 17 (1997): 444.

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

El gobierno federal, al encargarse de la administración del agua, se


encontró con el hecho de que muchos de los usos del agua estaban
sustentados en un marco jurídico con fuertes reminiscencias coloniales
difícil de desconocer. Las autoridades federales tuvieron que enfrentar
el descontento y la residencia de los usufructuarios del río Tepotzotlán,
cuya resistencia se presentó mediante peticiones a las autoridades y a
través de vías jurídicas, como la promoción de un juicio de amparo. El
análisis del caso permite conocer la reacción de los usufructuarios del
agua ante la aplicación de disposiciones legales a partir de la ley de 5 de
junio de 1888 tendientes a cambiar el orden establecido.

Este es un trabajo encaminado a comprender las respuestas de los


diferentes sectores sociales en contra de las medidas encaminadas a
cambiar la administración local del recurso hídrico, en aras de un desa-
rrollo industrial y un crecimiento económico. El caso expuesto muestra
que el licenciado Juan B. Lozano y los vecinos emplearon el propio
aparato legal establecido por el gobierno federal para defender los dere-
chos adquiridos sobre el agua del río Tepotzotlán, con lo cual lograron
mantener el disfrute y la administración exclusiva del recurso hídrico. Sin
duda, resulta relevante el análisis de la argumentación jurídica respecto a
la propiedad del agua, un tema sobre el que se ha discutido muy poco.

Bibliografía

Fuentes primarias
Archivo Histórico de Agua (AHA), México-México, Fondos:
Aguas Nacionales.
Aprovechamientos Superficiales
Fernández Leal, Manuel. Memoria presentada al congreso de la unión por el
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Para citar este artículo: Neri Guarneros, José Porfirio. “Concesión y conflicto en
torno a las aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904”, Historia Caribe Vol. XIX No. 45
204 (Julio-Diciembre 2024): 175-204. DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.3653

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Concesión y conflicto en torno a las aguas del río Tepotzotlán

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La península de Yucatán en la correspondencia consular
207-212 de Francia en Campeche

Pascale Villegas, La península de


Yucatán en la correspondencia
consular de Francia en Campeche,
1832-1850. México: Instituto de
Investigaciones Históricas de la
UMSNH, Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora, 2022.

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4094
María Teresa Cortés Zavala
La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia en
Campeche, 1832-1850. D’Hauterive, Faramond, Laisné de Villevêque, es el
resultado de una investigación que desde hace varios años ha realizado
la historiadora franco mexicana Pascale Villegas. La obra es una exce-
lente contribución a la historiografía mexicana que se ha escrito sobre
Campeche, el comercio en los puertos de la península de Yucatán y la
constitución de la legación consular de Francia, a partir de la tercera
década del siglo XIX y hasta 1850, periodo en que dejó de funcionar
el consulado y que podemos caracterizar como la etapa del estableci-
miento de las relaciones diplomáticas de México con otros países.

La investigación se encuentra organizada en cuatro grandes apartados,


un preámbulo e introducción y dos anexos documentales a partir de los
cuales la autora hace un exhaustivo recorrido por la correspondencia
oficial de la legación francesa establecida en Campeche entre 1832 y 1850,
cuya circunscripción abarcaba la península de Yucatán y sus puertos. Con
más de 400 cartas escritas por quienes ocuparon el cargo del consulado 207
Pascale Villegas se introduce en el tema de la diplomacia permanente

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 207-212


María Teresa Cortés Zavala

vinculada al comercio internacional y a la imperiosa necesidad que tenían


las grandes potencias europeas de mantener su presencia mediadora en la
región del golfo Caribe y con ello, garantizar sus intereses comerciales en
la zona, ante el avance de los Estados Unidos.

Lo excepcional de la obra de la académica de la Universidad Autónoma de


Campeche, es que a lo largo del texto que le implicó varios años de trabajo,
mantiene un diálogo permanente con la información derivada de sus fuentes
sin dejar de considerar en el análisis, los acotecimientos en la región Caribe y
a nivel internacional. Esa multiple mirada, como advierte Alejandro Negrín
en el prólogo del libro, permite a la autora incorporarse a la discusión aún
abierta de quienes han avanzado en subrayar la importancia que adquirieron
en la carrera imperial las Legaciones, sus cónsules y los agentes comerciales
en la coyuntura de tránsito del antiguo régimen, la formación del Estado
nacional y la instauración de una diplomacia moderna.1

Una segunda aportación de la investigación es la abundante y novedosa


documentación archivística consultada por la autora, para dar sentido y
argumentos a su trabajo a lo largo de 599 páginas. El Archivo del Minis-
terio de Asuntos Exteriores de Francia y el Archivo Diplomático de
Nantes le fueron de utilidad para discutir y realizar un recuento de los
temas que derivan de la correspondencia de los cónsules como figuras
de apoyo a la navegación y el comercio en la península de Yucatán en el
periodo convulso que abarca el estudio; pero también destaca el papel
de los consules a quienes Pascale Villegas describe como observadores
e informates oficiales del gobierno francés, hombres cultos y experi-
mentados en su tareas de mediación, que por su experiencia diplomática
antes de arribar al puerto de Campeche, gozaban de un prestigio social.

El Archivo Histórico de la Diócesis de la Catedral de Campeche permite a


Villegas en el cuarto capítulo, describir los perfiles de la presencia francesa
en la región desde el siglo XVIII y al iniciar el siglo XIX. Los registros de
nacimiento y matrimonio le son de utilidad para mostrar a los ciudadanos
franceses que contrajeron nupcias con damas de la elite social campe-
208 chana y realizaban actividades en la agricultura y el comercio. Los fondos
1 Sandra Kuntz Ficker, “El comercio de México con Oriente 1821-1870. Un primer acercamiento
desde las importaciones”, Historia Mexicana, Vol. 17, No 2 (2020): 685-739.

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La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia en Campeche

del Archivo de la Casa de la Cultura Jurídica de Campeche nutren las


páginas del libro al explorar en el capítulo dos, el ámbito de influencia en
que se desenvollvían los diplomáticos, las actividades oficiales y extraor-
dinarias que realizaban, las denuncias o protestas contra la corrupción y
la presencia continua del contrabando en el comercio marítimo. De la
consulta de los juicios penales y el seguimiento a seis casos de naufra-
gios, dos en aguas de Campeche y uno en el puerto del Carmen, Pascale
Villegas complementa el poder e influencia de la Legación francesa en la
política local, al mismo tiempo que muestra las tensiones que se llegaron
a suscitar entre las autoridades y algunos de los cónsules que al mismo
tiempo que fungían como representantes legales de su país, formaban
parte de una elite con fuertes nexos locales. Con ejemplos solidos Villegas
detalla la capacidad de intervención desarrollada por los cónsules para
proteger los intereses de Francia y sus ciudadanos frente a las presiones
fiscales de las autoridades marítimas y aduanales, pero también muestra
con claridad que muchas veces esos intereses se opusieron y resistieron
con fuerza a las decisiones administrativas que los gobiernos de México
impusieron al comercio y la navegación.

En la elaboración de esta acusiosa investigación Pascale Villegas también


acude al Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaria de Relacio-
nales Exteriores en la ciudad de México, al fondo Cónsules franceses,
para complementar los datos y las razones que le permite detallar a fondo
la importancia de la labor emprendida por cada uno de los cónsules que
ocuparon el cargo entre 1832 y 1850 y el tipo de negocios franceses que
protegía. En esa busqueda destaca el comercio de altura de palo de tinte
que en grandes cantidades salía rumbo a los puertos de Cork, Liverpool,
Hamburgo, Falmouth, Amberes, Havre, Burdeos, Marsella y Nueva York, como
ya ha documentado la autora en otros de sus ensayos2.

Es así como en el primer capítulo sintetiza las funciones que debían


cumplir los diplomáticos franceses según la normativa que operaba en
la época y los fundamentos legales en que se apoyaba su actuar, las
funciones de la Legación para mantener informadas a las autoridades en
París sobre la situación económica, comercial y política que imperaba en 209

2 Pascale Villegas, “Le Yucatan dans les lettres consulaires de la France à Campêche (1832-
1850)”, Nuevo mundo, mundos nuevos, No. 18 (2018).

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María Teresa Cortés Zavala

la península de Yucatán y cualquier tipo de acontecimiento relacionado


con la comunicación naviera, el estado de los puertos o todo aquello
que alterara el orden o pusiera en peligro la propiedad y negocios de los
franceses y su gobierno en la región.

Pascal Villegas hace un breve recorrido biográfico por las figuras que
ocuparon el consulado como representantes diplomáticos, caracteriza
algunos rasgos de su personalidad y profundiza en aquellos, que por la
riqueza de la documentación encontrada dejaron una huella más sobresa-
liente del desempeño de sus tareas. Es así como sabemos que Jean Baptiste
Louis Gros era médico y que, durante su cargo como cónsul entre 1832 y
1834, también ejercía como director del Hospital de San Juan de Dios. De
Achille de Codrika, nos dice la autora, no encontró correspondencia, pues
por alguna razón desconocida, aun cuando fue nombrado, nunca llegó a
asumir el nombramiento. En tanto que de Maurice Bruno Blanc Delanautte
D’Hauterive afirma que antes de llegar a Campeche, ya era un diplomático
con experiencia pues cuando fue llamado para asumir la responsabilidad
de cónsul de segunda mano, ya se desempeñaba como vicecónsul en
Nueva York. Este personaje en la correspondencia que, en forma periódica
enviada a Paris, con preocupación describe la corrupción que imperaba
en las aduanas, la presencia del contrabando que dañaba el comercio legal,
la inseguridad en que vivían los habitantes y el escaso movimiento marí-
timo del puerto de Campeche si se le comparaba con Tampico, Veracruz y
Alvarado. De Jean Antoine Marie Faramond (1837-1839), que aparece en
el título del libro, Pascal Villegas advierte que su consulado coincidió con
dos importantes conflictos belícos, la confrontación armada entre yuca-
teos pro-federales y mexicanos pro-centralistas en los cuales se involucró y
con frecuencia en su correspondencia emitió opiniones sobre el tema. Una
vez cumplida su misión en la Legación francesa, Faramond continuó sus
labores como diplomático en Síndey, a donde fue trasladado.

A Athanase Gabriel Laisné de Villevêque le tocó asumir el cargo de


cónsul de Campeche de agosto de 1839 a enero de 1841, sin embargo,
continuaba en funciones en 1848 en que las oficinas de la legación habían
210 sido cerradas y su encargo se extendió hasta el año de 1851 en que el
consulado finalmente dejó de operar. La abundancia de la información
escrita por Laisné de Villevêque, permite a la autora del libro, abundar en

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 207-212


La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia en Campeche

la narración de su personalidad que, por demás, resulta sumamente ilustra-


tiva de las actividades que ejercían los cónsules. De su correspondencia se
desprende el grado de intervención que por momentos llegó a asumir. Por
ejemplo, en sus escritos denuncia que las autoridades marítimas no publi-
caban ningún boletín comercial, ni los estados estadísticos del movimiento
de los puertos en la península, lo que impedía que los cónsules lograran
obtener un panorama completo del movimiento administrativo. Debido a
esta ausencia y a que poseía una atracción por las estadísticas comerciales,
poblacionales e hidraúlicas durante su ejercicio como consul, se dedicó a
escribir varios ensayos entre los que destacan: Estudio sobre la produc-
ción de azúcar y tafia penínsular, La sal de Celestum, Las fortificaciones y
cañones de Campeche y Un cuadro estadístico de la población penínsular,
un informe sobre el cultivo. Producto, consumo y exportación del tabaco
(1846) y un informe sobre la conservación, producción y consumo -tanto
humano como animal- de la exportación del maíz de 1844 y 1847. Estos
como otros de sus estudios fueron el resultado de la curiosidad y busqueda
incesante de documentos localizados por el cónsul, entrevistas a personas
que adoptó como informantes y con quienes dialogaba e interrogaba
sobre el ámbiente que prevalecía en la región. A Villavêque en su cargo
de cónsul en la peninsula de Yucatán le tocó enfrentar los efectos que
trajo consigo la independencia de Texas (1836); el conflicto entre México
y Francia (1838), la guerra de México y Estado Unidos (1847); la guerra del
gobierno de México con el estado de Yucatán (1840-1843); la separación
de Yucatán de la República Mexicana (1840-1846) y la guerra de castas de
1847, como describe puntualmente Pascal Villegas.

La riqueza de las fuentes, el experto manejo y exploración que de las


mismas hace la autora a lo largo del libro dan como resultados un deta-
llado relato de las relaciones de Francia con México y el interés que
como socio comercial mantuvo esta potencia europea frente a Estados
Unidos e Inglaterra, al colocarse en el tercer lugar. México para entonces
“era el cuarto cliente de Francia en el mundo. Por mencionar dos datos:
en 1831 México consumía más productos franceses que todos los países
de América Latina reunidos, y más que todas las colonias francesas”3,
211
3 Pascale Villegas, La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia en Campeche,
1832-1850. D’Hauterive, Faramond, Laisné de Villevêque (México: Instituto de Investigaciones
Históricas de la UMSNH, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2022), 24.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 207-212


María Teresa Cortés Zavala

a pesar de considerar que aquella “fue una época de restricción en los


efectos importados con base en una política proteccionista a favor del
desarrollo de las industrias del país, porque la mayoría de las importa-
ciones eran manufacturadas en el extranjero, sobre todo las telas”4

En esta historia diplomática que no se desvincula de la historia económica


y social de la península de Yucatán y el funcionamiento de sus puertos,
se entrecruzan distintas miradas de la historia del puerto de Campeche,
sus relaciones comerciales con los puertos ingleses, franceses y de los
Estados Unidos, la extracción excesiva de los recursos naturales de la
región, en especial del palo de tinte que la historiadora Villegas documenta
a profundidad, como ha hecho y mostrado en otras de sus publicaciones.5

En este sentido el papel que se otorga a los cónsules y su actuar cobra


mayor sentido en la medida en que el libro se centra en rescatar desde
la correspondencia que escribieron, su visión y apreciaciones sobre la
población y la cultura local.

Finalmente, es importante señalar que la edición electrónica del libro


La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia
en Campeche, 1832-1850. D’Hauterive, Faramond, Laisné de Villevêque,
se debe al esfuerzo y colaboración de dos instituciones académicas en
México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo a través
del Instituto de Investigaciones Históricas y el Instituto de Investiga-
ciones “Dr. José María Luis Mora”.

María Teresa Cortés Zavala


mtczavala@gmail.com
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-0292-5467
Facultad de Historia
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

212
4 Pascale Villegas, La península de Yucatán en la correspondencia consular de Francia, 147.
5 Pascale Villegas, “El inicio de la explotación de palo de tiente en Yucatán a cardo de Marcos de Ayala
Trujenque, siglo XVI”, Temas americanistas No. 44 (2020): 318-333.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 207-212


Rebelión universitaria 1971-1972. Una
213-218
búsqueda de ruptura
Víctor Manuel Moncayo y Hernán
Darío Correa. Rebelión universitaria
1971-1972. Una búsqueda de ruptura
(Memoria a propósito del cogobierno
en la Universidad Nacional). Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2023.

DOI: https://doi.org/10.15648/hc.45.2024.4095
Álvaro Acevedo Tarazona / Natalia Agudelo Castañeda
El libro “Rebelión Universitaria 1971-1972: Una Búsqueda de Ruptura” fue
publicado en 2023 por la Universidad Nacional de Colombia. Este docu-
mento se presenta como una lectura crucial en el contexto de la reforma
anunciada a la educación colombiana, particularmente en la educación
superior. En este momento también es notoria la reactivación de la movi-
lización estudiantil, la cual recientemente ha unido fuerzas a través del
Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior con el objetivo
de establecer rutas programáticas y movilizaciones para abordar la reforma
a la Ley 30 de 1992, al mismo tiempo que se observan distintas disputas
por la gobernabilidad universitaria y, en particular, la elección de rector en
universidades como la Nacional de Colombia1, la de Antioquia2, la Tecno-
lógica de Pereira3 y la Universidad Industrial Santander, entre otros.

Lo anterior se menciona debido a que la obra que se reseña aborda uno de los
ejes con más trayectoria en el movimiento estudiantil colombiano: su lucha
1 La Universidad Nacional continúa en crisis por elección del rector José Peña.” El Heraldo, 11 de mayo de
2024. https://www.elheraldo.co/colombia/la-universidad-nacional-continua-en-crisis-por-eleccion-del-rec-
tor-jose-pena-1093435.
2 “Universidad de Antioquia elige nuevo rector.” El Colombiano, 11 de mayo de 2024. https://www.
elcolombiano.com/antioquia/rector-universidad-antioquia-designacion-LC24048627. 213
3 “Sigue la interinidad en la rectoría de la Universidad Tecnológica de Pereira.” El Tiempo, 11 de
mayo de 2024. https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/sigue-la-interinidad-en-la-rec-
toria-de-la-universidad-tecnologica-de-pereira-849287.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


Álvaro Acevedo Tarazona / Natalia Agudelo Castañeda

por la autonomía y democracia, a través de la organización estudiantil y profe-


soral en búsqueda del cogobierno universitario, así como por una “univer-
sidad autónoma, científica y de masas”, como rezaba la consigna que se
voceaba por un amplio sector de los estudiantes en los años setenta del siglo
pasado en Colombia, principalmente en el año de 1971. Año que también se
recuerda por las manifestaciones y jornadas en torno al “Programa Mínimo
de los Estudiantes” para alcanzar el cogobierno universitario regido, en su
mayoría, por estudiantes y profesores. Año, igualmente, que se recuerda por
los hechos del 26 de julio en los que murió, a manos de la policía, una cifra
aún indeterminada de estudiantes de la Universidad del Valle.

El libro ha sido escrito por Víctor Manuel Moncayo, exrector y profesor


emérito de la Universidad Nacional de Colombia, y Hernán Darío
Correa, sociólogo, quien también fue dirigente estudiantil, librero,
editor y asesor de trabajadores, pueblos y comunidades indígenas.
Ambos autores han sido protagonistas y han reflexionado a lo largo de
sus carreras académicas y profesionales sobre el desarrollo de la univer-
sidad pública y han explorado sus propias evocaciones de los aconteci-
mientos previos a la década de 1970 y en particular del año 19714.

Las reflexiones de los autores se presentan en forma de dos apartados


en el libro. El primero, escrito por el profesor Moncayo, lleva por
título “Cogobierno en la Universidad Nacional: entre el reformismo, la
ruptura antisistémica y la represión”. El segundo aparte de Correa se
titula “Todos dejamos de estar a la espera: Ensayo de caracterización del
movimiento estudiantil de 1971-1972”.

Este trabajo contiene también una serie de anexos en el que se incluye


un análisis de Daniel Felipe Useche Daza sobre el estado de la Educación
Superior durante la década de los años setenta5; otro de la autoría de
Diana Catalina Fabra, la composición social del estudiantado de la Univer-
sidad Nacional 1969-1972; uno más, El cogobierno y sus antecedentes
4 Al respecto se pueden consultar: Emir Sader et al., eds., La reforma universitaria: desafíos y pers-
pectivas noventa años después, 1. ed, Colección Grupos de trabajo (Buenos Aires: CLACSO, 2008).
Hernán Darío Correa Correa, Como marcas en la brecha: una historia de vida, Colección Dememoria
214 (Bogotá, Colombia: El Peregrino Ediciones, 2015); Hernán Darío Correa, «A cincuenta años del
movimiento estudiantil de 1971: notas para redescubrir que no siempre “las cosas son iguales a las
cosas”», Ciencia Política Vol. 17 No. 33 (2022): 31-49, https://doi.org/10.15446/cp.v17n33.100803.
5 Moncayo y Correa, 215.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


Rebelión universitaria 1971-1972. Una búsqueda de ruptura

desde una perspectiva regional, elaborado por Miguel Ángel Restrepo.


Así mismo, se adjuntan una serie de comunicaciones y publicaciones en
prensa de la época que son parte de los ensayos. Estos corresponden a
normas legales relativas a la universidad, cartas personales e información
de prensa. Si bien el libro en su conjunto se refiere a una variedad de
derivaciones temáticas sobre la rebeldía y protesta estudiantil universitaria
en ese momento, se puede considerar un hilo conductor en el texto: el
carácter político antisistémico del movimiento estudiantil universitario,
caracterizado por su crítica al estado social de injusticia y la necesidad de
un cambio radical inmediato de la sociedad capitalista colombiana de su
tiempo, de América Latina y del mundo en general.6

Ahora bien, el texto profundiza en el análisis de la protesta universitaria en


Colombia durante los años 1971-1972, abordando su interrelación con la
sociedad y el sistema capitalista global. Se parte de una premisa integradora
que considera a la universidad colombiana como un ente inseparablemente
vinculado con la evolución del Estado, el régimen político y la misma
sociedad en su conjunto, enmarcada en un orden global definido por el
sistema capitalista de la época. Para comprender esta protesta, se construye
un contexto que abarca los primeros decenios de la segunda mitad del siglo
XX, en el que se destacan diversos elementos dominantes: las tendencias
ideológico-políticas asociadas a la modernización del sistema capitalista; los
discursos sobre la función de la universidad en la sociedad; los cambios
demográficos y el proceso de urbanización; la situación de una universidad
colombiana estancada y poco científica; las expresiones subversivas contra
el orden capitalista y la influencia de personalidades u organizaciones que
alteraron la dinámica social y universitaria. Además, se mencionan los
eventos globales en el contexto de la confrontación entre el capitalismo y
el comunismo, representados tanto por la influencia soviética como por el
maoísmo y el foquismo y su impacto en Colombia.

A este panorama se añaden el resurgimiento de las luchas sindicales, la


influencia de la Revolución Cubana y la aparición de movimientos subver-
sivos. En el ámbito político, se destaca la controvertida elección presiden-
cial de Misael Pastrana y la persistente búsqueda de una reforma agraria 215

6 Víctor Manuel Moncayo y Hernán Darío Correa. Rebelión universitaria 1971-1972. Una búsqueda de
ruptura. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2023), 211.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


Álvaro Acevedo Tarazona / Natalia Agudelo Castañeda

redistributiva, que encontró obstáculos en la consolidación y transforma-


ción de la gran propiedad capitalista en la tierra, así como en el crecimiento
urbano desordenado que generó desempleo a fines de la década de 1960.

La configuración del capitalismo colombiano se caracteriza en el libro


por la injusticia y la desigualdad económica, así como por un sistema
político marcado por la corrupción, el clientelismo y los desequilibrios
regionales. En la década de 1970 se inicia un proceso de modernización
capitalista que abarca a toda la sociedad colombiana, incluida la univer-
sidad, considerada por el Estado como un núcleo clave para el avance
tecnológico y científico hacia la industrialización del país.

Para los autores, la modernización capitalista en la universidad colombiana


se manifestó a través de diversas iniciativas y reformas, como el Informe
Atcon, el Plan Básico y la Reforma Patiño, entre otras7. Sin embargo, estos
intentos de modernización fueron resistidos por los estudiantes universita-
rios y otros sectores sociales, quienes percibieron estas reformas como un
intento de reorganización del aparato ideológico-educativo. Esta resistencia
coincidió con la oposición de otros actores sociales a la reorganización
capitalista, como obreros, campesinos y servidores estatales.

Los acontecimientos relacionados con la protesta de la movilización


estudiantil universitaria de 1971-1972 son vistos por los autores como
“una verdadera Rebelión Universitaria en búsqueda de una ruptura
sistémica, como un caldero efervescente de tendencias y orientaciones
teóricas, políticas e ideológicas.”8. Para Moncayo y Correa se trató de un
movimiento estudiantil complejo, resultado del del momento concreto
que vivía el desarrollo del capitalismo en Colombia.

Señalan que los estudiantes universitarios colombianos tenían como refe-


rente inmediato de su participación en la contienda política a la lucha
estudiantil llevada a cabo contra la dictadura de Rojas Pinilla, en la que

7 Ver: Agudelo Castañeda, Natalia, Jhon Jaime Correa Ramírez, y Edwin Mauricio López García.
“Reconfiguración de saberes: Vivencia académica de las reformas universitarias en la UTP 1980-1994.”
216 Revista Historia de la Educación Latinoamericana Vol. 25 No. 41 (2023); Acevedo T., Álvaro. La expe-
riencia histórica del cogobierno en la Universidad Industrial de Santander: concepciones y divergencias
en disputa por la autonomía universitaria. 1971-1976, (Bucaramanga: Ediciones UIS, 2016).
8 Moncayo y Correa, 11.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


Rebelión universitaria 1971-1972. Una búsqueda de ruptura

intervinieron bajo la dirección del tradicional bipartidismo colombiano.


Desde ese momento se inició un proceso de toma de conciencia de su
potencial político y de obtención de autonomía política, organizativa e
ideológica, que terminará en la adopción del marxismo como su ideología
y la toma de posiciones revolucionarias antisistémicas en las que al interior
de la propia movilización estudiantil había diferencias ideológicas y políticas
de izquierda, además de distintas posiciones sobre la acción revolucionaria
y el papel de la universidad para alcanzar el cambio del sistema capitalista.

El texto destaca el cambio significativo experimentado por los jóvenes


estudiantes universitarios, especialmente aquellos procedentes de zonas
rurales, al enfrentarse a un entorno político desconocido y complejo
en la Universidad Nacional. La protesta de 1971 y 1972, según los
autores, iba más allá de las demandas del movimiento reformista de
Córdoba, buscando convertir a la universidad pública en un espacio
crítico y disruptivo respecto al orden capitalista. Esta protesta, de
alcance nacional, involucró a diversos sectores sociales, reflejando
tendencias políticas globales de izquierda y contraculturales. Todo esto
ocurrió en un contexto de contradicciones dentro del orden capitalista
a nivel planetario y en un momento en el que surge la denominada nueva
izquierda que toma distancia con la Unión Soviética y abraza nuevas
influencias ideológicas y revolucionarias, conocidas principalmente
como el maoísmo, el foquismo y el trotskismo. Corrientes y tendencias
que en algunos casos apoyaron o impulsaron la lucha armada revolu-
cionaria como el único camino para cambiar el sistema y en el que la
universidad debía ser protagonista de primer orden en este cometido.

Precisamente, en razón de las distintas corrientes ideológicas de izquierda,


culturales y hasta anarquistas de los estudiantes en la Universidad Nacional
en Bogotá, de las que los autores también fueron testigos y protagonistas,
en el libro se muestra una radiografía del panorama político tan diverso en
el que las mujeres también fueron protagonistas. Para mostrar y analizar
el complejo panorama ideológico y cultural de su alma máter en 1971
y 1972, los autores, además de dejar su impronta personal en el análisis
de los hechos, también recurren a la memoria social de protagonistas 217
y testigos del momento, lo cual permite hacer una lectura vivencial de
hechos y situaciones muy propias del centro universitario más importante

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


Álvaro Acevedo Tarazona / Natalia Agudelo Castañeda

de Colombia. Por otra parte, este acierto analítico y de memoria social


en el libro también se constituye en una limitación contextual al dejar
por fuera de la reflexión otros centros universitarios de Bogotá y del país
igualmente protagonistas de los hechos de 1971 y 1972, además de no
presentarse en el texto un diálogo con la historiografía de la protesta y
movilización estudiantil sobre este periodo, la cual tiene trabajos muy
representativos y de profundidad académica en el país.

Por último, es importante señalar que los autores han concebido este
texto como un documento de trabajo en vista de una eventual reforma
a la ley de educación superior. Por ello, resulta imperativo promover un
diálogo más profundo sobre las nociones de autonomía, democracia
y la esencia misma de la universidad. Este diálogo debe abordar no
solo las motivaciones originales de Córdoba9, que, aunque algunas
aún tienen relevancia, también es evidente que nos enfrentamos a
una juventud influenciada por un contexto diferente. En este nuevo
contexto, la novedad, las estéticas, los discursos y las banderas, así como
la composición de los actores y sus formas de acción y organización
dentro del movimiento, son radicalmente otros. Es esencial analizar
en profundidad las resistencias y re-existencias de la universidad y su
comunidad, y evaluar en qué medida estamos dialogando con el pasado
al avanzar hacia un futuro posible en el presente.

Álvaro Acevedo Tarazona


Universidad Industrial de Santander
Director del grupo de investigación Políticas, Sociabilidades
y Representaciones Histórico-Educativas
tarazona20@gmail.com

Natalia Agudelo Castañeda


Integrante del grupo de investigación Políticas, Sociabilidades
y Representaciones Histórico-Educativas
218

9 Nicolás Dip, Movimientos estudiantiles en América Latina: Interrogantes para su historia, presente
y futuro. (Buenos Aires; CLACSO, IEC-CONADU, 2023), 39-52.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 213-218


219-xx
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS ÉTICOS
Y BUENAS PRÁCTICAS EDITORIALES
HISTORIA
DE LA REVISTA CARIBECARIBE
HISTORIA
Índice
La revista Historia Caribe, Volumen
considera queXIX (2024)
es deber de toda revista científica
Números 44 y 45 1
velar por la difusión y transferencia del conocimiento, buscando siempre
garantizar el rigor y la calidad científica, por eso adopta el Código de
Conducta establecido por el Comité de Ética de Publicaciones (COPE:
Este índice comprende las dos últimas ediciones correspondientes
Committe on Publication Ethics).
al periodo 2024. Como puede darse cuenta el lector, por las diversas
temáticas abordadas, esta publicación hace rato desbordó las fronteras
Identificación, filiación institucional y originalidad
locales y regionales alusivas al Caribe colombiano para transitar en el
plano nacional
Historia Caribee esinternacional.
una publicación semestral del Grupo de Investi-
gación Históricas en Educación e Identidad Nacional, perteneciente al
El presente
Programa índice sedeencuentra
de Historia la Facultadorganizado
de Ciencias de la siguiente
Humanas forma:
de la Univer-
primero se da cuenta del índice cronológico, el cual
sidad del Atlántico, institución que apoya financieramente la revista,abarca el Volumen
XIX sede
cuya integrado por los números
está localizada 44 y 45,
en Biblioteca cuyos Bloque
Central, temas fueron
G, salapara
303G el
caso del primero
(Ciudadela Dossier Historia
Universitaria, de la prensa
Km. 7 Antigua vía a en Iberoamérica
Puerto en perspectiva
Colombia, Barran-
local y regional y para el segundo el Tema abierto. La segunda
quilla-Colombia). La revista cuenta con la siguiente URL http://investi- parte del
índice se estructura por orden alfabético de autores.
gaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/Historia_Caribe/index
Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45
y para efectos de contacto se pueden dirigir al correo historiacaribe@
Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45
mail.uniatlantico.edu.co y a los teléfonos 3852266 Ext. 1251 y celular
3003251012. ÍNDICE CRONOLÓGICO
Artículos
El equipo de la revista lo componen: un director, un editor, un asistente
Vol. XIX No. 44 2024-1
editorial y un monitor auxiliar. Junto a este equipo se cuenta con un
Dossier Historia de la prensa en Iberoamérica en perspectiva local y regional
Comité Editorial y un Comité Científico internacional. Estos y sus
miembros son responsables
Carlos Barbosa, Marialva de velar porMaria
y Rosana el altoRibeiro
nivel deBorges.
la revista, así
Redes
como por la calidad
y Conexiones comoyperspectivas
pertinencia de sus contenidos.
metodológicas Sonestudios
en los parte dehistó-
estos
profesionales
rico-culturalesvinculados al área
de la prensa de la historia,
en Brasil: quienes
entre lo local y locuentan
nacional, con una
27-55.
destacada y comprobada producción académica.
317
219
La
1
originalidad y lo inédito es conditio sine qua non que deben reunir los ar-
Índice realizado por Eva Sandrin García Charris Magíster en Historia por la Universidad del Atlán-
tículos que lleguen a la revista Historia Caribe, esto significa que los
tico (Colombia).

XVI No.
Historia Caribe - Volumen XIX No. 45.
38. Julio-diciembre
Enero-Junio dede2021
2024- pp
- pp317-321
219-xx
Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45

Del Palacio Montiel, Celia. De la prensa local a las historias nacio-


nales. Nuevos acercamientos metodológicos para el estudio del perio-
dismo local y regional en México, 57-80.

Gutiérrez Jiménez, María Eugenia. La prensa satírica con caricaturas


en la Historia Crítica del Periodismo Andaluz. El Cencerro (Córdoba,
1869) y El Alabardero (Sevilla, 1879), casos de un periodismo popular
divergente, 81-118.

Langa Nuño, Concha y Daniel Moya López. La prensa y el poder.


De lo local a lo nacional: la relación de la prensa andaluza y los conglome-
rados mediáticos de España desde el siglo XX a la actualidad, 119-151.

Mancinas-Chávez, Rosalba y Ramón Reig. El estudio de la prensa


local desde el enfoque de la Estructura de la Información. Propuesta
metodológica, 153-177.

Oliveira, Julieti. La Economía Política de la Comunicación como propuesta


metodológica para el estudio de la cultura en la prensa local, 179-208.

Vega Jiménez, Patricia. Acercamiento metodológico para el estudio


de la prensa del Caribe en Costa Rica (1884-1950), 209-240.

Quesada Rivera, Eugenio. Revistas capuchinas a ambos lados del Atlán-


tico: El Adalid Seráfico (Sevilla, España) y El Heraldo Seráfico (Cartago,
Costa Rica) desde una metodología comparativa (1900-1965), 241-272.

Moyano Falconier, Julio Eduardo. El periodismo en la provincia


argentina de Entre Ríos (1819-1871). Construcción de la prensa
moderna como actividad de gobierno, 273-310.

Le Brun, Nathalie. Las influencias foráneas en el periodismo español de las


periferias: francofilia y república en la prensa tinerfeña, 1874-1914, 311-343.

Yanes Mesa, Julio Antonio. Una propuesta metodológica diseñada


220
desde la “periferia” de las Islas Canarias para paliar el reduccionismo de las
historias del periodismo español elaboradas desde el “centro”, 345-372.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 219-xx


Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45

Reseñas

Antonino Vidal Ortega y Raúl Román Romero (coords). Los vientos del
liberalismo en el Caribe Efectos, transformaciones e intercambios en la
transición del siglo XVIII al XIX. Santa Marta: Editorial Universidad
del Magdalena, 2022. Vol. XIX N° 44 Enero-Junio de 2024, 375-380.
María Angélica Del Mar Mendoza Manotas.

Carlos Alberto Murgueitio Manrique, La Revolución Francesa en


La Española: Saint Domingue–Santo Domingo (1789-1795). Santo
Domingo: Archivo General de la Nación, 2020. Vol. XIX N° 44 Enero-
Junio de 2024, 381-384. Héctor Cuevas Arenas.

Artículos
Vol. XIX N° 45 2024-2
Tema Abierto

Salazar Carreño, Robinson. Esclavitud y filicidio en la villa del


Socorro (Nuevo Reino de Granada) a finales del siglo XVIII, 19-44.

Peralta Agudelo, Jaime Andrés. “Paraíso de calor” y refugio de


“bárbaros” La naturaleza y los cunas del Darién en su “conjura” contra
el imperio español, 45-76.

Gómez Calderín, Sissy Indira. La tortuosa ruta hacia la movilidad


social: la familia “libre de color” en el Santiago de Cuba colonial (1803
– 1868), 77-104.

Ramírez Bacca, Renzo y Elidio Alexander Londoño-Uriza. Colo-


nización y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos
de Titiribí, Concordia y Jericó, 105-146.

Bonilla Ayala, Juan Sebastian. Los ascensos militares en Colombia


durante la guerra de los Mil Días, 1899-1902, 147-174.
221

Neri Guarneros, José Porfirio. Concesión y conflicto en torno a las


aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904, 175-204.
Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 219-xx
Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45

Reseñas

Pascale Villegas, La península de Yucatán en la correspondencia


consular de Francia en Campeche, 1832-1850. México: Instituto de
Investigaciones Históricas de la UMSNH, Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora, 2022. Vol. XIX N° 45 Julio-Diciembre de
2024, 207-212. María Teresa Cortés Zavala.

Víctor Manuel Moncayo y Hernán Darío Correa. Rebelión universitaria


1971-1972. Una búsqueda de ruptura (Memoria a propósito del cogo-
bierno en la Universidad Nacional). Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, 2023. Vol. XIX N° 45 Julio-Diciembre de 2024, 213-218.
Álvaro Acevedo Tarazona, Natalia Agudelo Castañeda.

ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES

Acevedo Tarazona, Álvaro. No. 45, pág.


Agudelo Castañeda, Natalia. No. 45, pág.
Bonilla Ayala, Juan Sebastian. No. 44, pág.
Carlos Barbosa, Marialva. No. 44, 27-55.
Cuevas Arenas, Héctor. No. 44, 381-384.
Cortés Zavala, María Teresa. No. 45, pág.
Del Palacio Montiel, Celia. No. 44, 57-80.
Gutiérrez Jiménez, María Eugenia. No. 44, 81-118.
Reig, Ramón. No. 44, 153-177.
Gómez Calderín, Sissy Indira. No. 45, pág.
Langa Nuño, Concha. No. 44, 119-151.
Le Brun, Nathalie. No. 44, 311-343.
Londoño-Uriza, Elidio Alexander. No. 45, pág.
Moya López, Daniel. No. 44. 119-151.
Mancinas-Chávez, Rosalba. No. 44, 153-177.
222
Moyano Falconier, Julio Eduardo. No. 44, 273-310.
Mendoza Manotas, María Angélica Del Mar. No. 44, 375-380.

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 219-xx


Índice Volumen XIX (2024) / Números 44 y 45

Neri Guarneros, José Porfirio. No. 45, pág.


Oliveira, Julieti. No. 44, 179-208.
Peralta Agudelo, Jaime Andrés. No. 45, pág.
Quesada Rivera, Eugenio. No. 44, 241-272.
Ribeiro Borges, Rosana Maria. No. 44, 27-55.
Ramírez Bacca, Renzo. No. 45, pág.
Salazar Carreño, Robinson. No. 45, pág.
Vega Jiménez, Patricia. No. 44, 209-240.
Yanes Mesa, Julio Antonio. No. 44, 345-372.

223

Historia Caribe - Volumen XIX No. 45. Julio-diciembre de 2024 - pp 219-xx


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para autores
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Historia Caribe es una revista especializada en temas históricos


cuyo objetivo es la publicación de artículos inéditos en español, inglés,
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relacionadas con los estudios históricos, a través de los cuales se aporte
al conocimiento histórico regional, nacional e internacional.

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Este proceso se inicia con la revisión por parte del Comité Editorial,
quienes verificarán si el escrito cumple con los requisitos básicos estable-
cidos, así como el carácter histórico o historiográfico del trabajo y su
pertinencia. Seguidamente, estos serán sometidos a evaluación, por dos
árbitros anónimos que serán especialistas en el tema tanto en el ámbito
nacional e internacional bajo la modalidad doble ciegos para garantizar
la calidad de los trabajos publicados. La evaluación se desarrollará por
un lapso no mayor a un mes, y tendrá en cuenta los siguientes criterios:
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y pertinencia del tema, aporte al conocimiento histórico, dominio de
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Cuando no exista unanimidad entre los dos árbitros anónimos o surjan


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árbitros, deben ser tenidas en cuenta por el autor, quien está obligado
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Dos autores:
N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciu-
314 dad: Editorial, año), 45-90.
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dad: Editorial, año.
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Artículo en libro:
N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds.
Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año),
45-50.
B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado
por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año,
45-90.

Artículo en revista:
N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol. No. (año):
45.
B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol. No. (año):
45-90.

Artículo de prensa:
N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día
y mes, año, 45.
B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título periódico, Ciudad, día
y mes, año.

Tesis:
N- Nombre Apellido(s), “Título tesis” (tesis pregrado/Maestría/Doc-
torado en, Universidad, año), 45-50, 90.
315
229
B- Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. (Tesis pregrado/Maestría/Doc-
torado en, Universidad, año).
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ormasE eiNstruccioNEs para para
instrucciones autorEs
autores

Fuentes de archivo:
N- “Título del documento (si lo tiene)” (lugar y fecha, si aplica), en Si-
glas del archivo, Sección, Fondo, Vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se
cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis.
B- Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fon-
do(s).
Entrevistas:
Entrevista a Apellido(s), Nombre, Ciudad, fecha completa.
Publicaciones en Internet:
N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo
(Ciudad: Editorial, año), http://press-pubsuchicago.edu/founders (fe-
cha de consulta).
B- Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo.
Ciudad: Editorial, año. http://press-pubsuchicago.edu/founders.
Observación de interés:
Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o
tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibíd., ibídem, cfr. ni op. cit.

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230

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Historia Caribe - Volumen XIX No. 45.
38. Julio-diciembre
Enero-Junio dede2021
2024- pp
- pp311-316
225-395
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS ÉTICOS
Y BUENAS PRÁCTICAS EDITORIALES
DE LA REVISTA HISTORIA CARIBE

La revista Historia Caribe, considera que es deber de toda revista científica


velar por la difusión y transferencia del conocimiento, buscando siempre
garantizar el rigor y la calidad científica, por eso adopta el Código de
Conducta establecido por el Comité de Ética de Publicaciones (COPE:
Committe on Publication Ethics).

Identificación, filiación institucional y originalidad


Historia Caribe es una publicación semestral del Grupo de Investi-
gación Históricas en Educación e Identidad Nacional, perteneciente al
Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Univer-
sidad del Atlántico, institución que apoya financieramente la revista,
cuya sede está localizada en Biblioteca Central, Bloque G, sala 303G
(Ciudadela Universitaria, Km. 7 Antigua vía a Puerto Colombia, Barran-
quilla-Colombia). La revista cuenta con la siguiente URL http://investi-
gaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/Historia_Caribe/index
y para efectos de contacto se pueden dirigir al correo historiacaribe@
mail.uniatlantico.edu.co y a los teléfonos 3852266 Ext. 1251 y celular
3003251012.

El equipo de la revista lo componen: un director, un editor, un asistente


editorial y un monitor auxiliar. Junto a este equipo se cuenta con un
Comité Editorial y un Comité Científico internacional. Estos y sus
miembros son responsables de velar por el alto nivel de la revista, así
como por la calidad y pertinencia de sus contenidos. Son parte de estos
profesionales vinculados al área de la historia, quienes cuentan con una
destacada y comprobada producción académica.
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La originalidad y lo inédito es conditio sine qua non que deben reunir los ar-
tículos que lleguen a la revista Historia Caribe, esto significa que los
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Enero-Junio dede2021
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Normas
ormasE eiNstruccioNEs para para
instrucciones autorEs
autores

mismos no pueden ser presentados de forma simultánea a otras revistas.


En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra
publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación
original en Historia Caribe previa autorización del editor de Historia
Caribe. De igual manera cuando Historia Caribe considere para su
publicación un artículo ya publicado deberá contar con la autorización
previa de los editores responsables de la misma.

Compromiso del Director y Editor


El director de Historia Caribe tiene a su cargo el diálogo entre todos
los equipos de la revista y los comités que la conforman con el fin de
determinar las políticas que le permitan a la revista su posicionamiento
y reconocimiento. También es responsable de que todos los procesos
de publicación se lleven a cabalidad y será el responsable de publicar
correcciones, aclaraciones, rectificaciones, justificaciones y respuestas
cuando la situación lo amerite. Además es el encargado de los procesos
administrativos institucionales.

El editor de Historia Caribe es responsable del proceso de todos los


artículos que se postulan a la revista, manteniendo la confidencialidad
debida en todo el proceso de evaluación y arbitraje, hasta la publi-
cación o rechazo del artículo. Este será el puente de comunicación
entre autores, árbitros y equipo editorial, además será responsable de
responder cualquier requerimiento que se haga a la revista y hará las
correcciones y/o aclaraciones que haya a lugar.

También será el encargado de la difusión y distribución de los números


publicados a los colaboradores, evaluadores y a las entidades con que se
tenga canje, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacio-
nales e internacionales, incluyendo los envíos a los suscriptores activos.

Compromisos de los autores


El mecanismo de recepción de artículos propuestos a la revista es a
318
232 través de los correos electrónicos: historiacaribe@mail.uniatlantico e
historiacaribe95@gmail.com, o por la plataforma Open Journal Systems
de la revista en la siguiente dirección: http://investigaciones.uniat-
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Enero-Junio dede2021
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Normas
Normas E iNstruccioNEs
e instrucciones paraautores
para autorEs

lantico.edu.co/revistas/index.php/Historia_Caribe/index. Para que un


trabajo sea inicialmente considerado debe cumplir con las normas de la
revista, las cuales se encuentran tanto en la edición impresa como en la
versión digital.

Aunque el Comité Editorial aprueba los artículos para su publicación


teniendo en cuenta la evaluación realizada por pares anónimos con base
en criterios de calidad académica y de redacción, originalidad, aportes,
actualidad bibliográfica, claridad, importancia y pertinencia del tema,
los autores son responsables de las ideas expresadas, así como de la
idoneidad ética del artículo.

En el momento que el autor presenta su artículo a consideración, se


dará por entendido que es de su autoría y que en este se respetan los
derechos de propiedad intelectual de terceros, aspecto que hará explícito
superado el proceso de evaluación, es responsabilidad de los mismos
asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publi-
cación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etc., y asume
cualquier requerimiento sobre estas.

Los autores aceptan que sus artículos serán sometidos inicialmente


a las consideraciones del Comité Editorial, quien decidirá enviarlo a
evaluación a pares externos anónimos, quienes enviarán su arbitraje al
Editor, quien comunicará a estos las modificaciones y observaciones
que surtan de este proceso. Estas modificaciones deben ser tomadas en
cuenta en su totalidad y deben ser realizadas en el tiempo que indique
el Editor, él le informará la aprobación de las modificaciones realizadas.
Cuando los textos presentados a la revista no sean aceptados para su
publicación, el Editor enviará una notificación escrita al autor expli-
cándole los motivos por los cuales su texto no será publicado en la
revista.

En cualquier parte del proceso de evaluación y edición el Editor podrá


consultar al autor, quien deberá estar atento a cualquier requerimiento
que será por medio de correo electrónico y en los plazos estipulados 319 233
para la respuesta. El Comité Editorial previa presentación por parte del
Editor tendrá la última palabra sobre la publicación de los artículos,
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- VolumenXIX
XVINo.
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Enero-Junio de 2021
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Normas
ormasE eiNstruccioNEs para para
instrucciones autorEs
autores

reseñas y ensayos; y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se


cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación
que le es solicitada en los plazos indicados. La revista se reserva el
derecho de hacer correcciones menores de estilo.

Los textos que serán publicados deben contar con la autorización de


los autores mediante la firma del “Documento de autorización de uso
de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos
patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, trans-
formación y distribución) a la Universidad del Atlántico, Facultad
de Ciencias Humanas, Programa de Historia, revista Historia Caribe
(versión impresa y versión electrónica). De esta forma también se
confirma que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de
propiedad intelectual de terceros. Los autores podrán utilizar la versión
definitiva de su artículo, bajo una licencia BY-SA.

Compromisos y responsabilidad de los pares/evaluadores


Contribuir de manera objetiva al proceso de arbitraje y evaluación de
los artículos, buscando siempre mejorar la calidad científica de estos
y de la revista Historia Caribe, además mantener el anonimato desde
el momento que son contactados hasta después de la publicación, no
suministrando ninguna información por ningún medio sobre el mismo.

La evaluación de los artículos se realizará según los siguientes criterios:


calidad académica, redacción, originalidad, aportes, actualidad biblio-
gráfica, claridad, importancia y pertinencia del tema, que se encuentran
en el respectivo formato y que será enviado por el Editor al evaluador
para realizar su colaboración. Respetar los tiempos indicados por el
Editor para el proceso de evaluación y que no exceda los plazos, si se
hace necesaria alguna prórroga esta no superará los 15 días calendario,
este proceso no deberá ser mayor a seis meses.

320
234 Esta tarea será realizada con la dedicación debida y según los criterios
establecidos, formulando las sugerencias y modificaciones al autor,
señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el
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- pp317-321
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Normas
Normas E iNstruccioNEs
e instrucciones paraautores
para autorEs

trabajo, buscando siempre la calidad científica y el cumplimiento de


estos criterios.

Informar al Editor cualquier posible conflicto de intereses con el


artículo que se le ha asignado, ya sea por asuntos académicos, finan-
cieros, institucionales o de colaboraciones entre el árbitro y los autores,
para asignar a otro evaluador, además indicará cuando haya sospecha de
plagio o se asemeje sustancialmente a otro producto de investigación
publicado o no, para que surtan los procedimientos considerados en
cada uno de estos casos por el Comité Editorial.

Comportamientos anti-éticos
Frente a cualquier acción que se considere contraria a la presente decla-
ración, se tendrá en cuenta lo reglamentado por el Committe on Publi-
cation Ethics (COPE) en el documento: http://publicationethics.org/
files/All_Flowcharts_Spanish_0.pdf (Consultado 07 de febrero de
2014) y las maneras de proceder frente a duplicación, plagio, la redun-
dancia, datos inventados, cambios de autoría, autores anónimos y demás
asuntos definidos por el COPE.

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- VolumenXIX
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CONTENIDO
Editorial 13
Artículos

Robinson Salazar Carreño. Esclavitud y filicidio en la villa del Socorro


(Nuevo Reino de Granada) a finales del siglo XVIII 19

Jaime Andres Peralta Agudelo. “Paraíso de calor” y refugio de


“bárbaros”. La naturaleza y los cunas del Darién en su “conjura” contra 45
el imperio español

Sissy Indira Gómez Calderín. La tortuosa ruta hacia la movilidad social:


la familia “libre de color” en el Santiago de Cuba colonial (1803 – 1868) 77

Elidio Alexander Londoño-Uriza, Renzo Ramirez Bacca. Coloni-


zación y poblamiento en Antioquia (Colombia), 1850-1890. Los casos 105
de Titiribí, Concordia y Jericó

Juan Sebastián Bonilla Ayala. Los ascensos militares en Colombia


durante la guerra de los mil días, 1899-1902 147

José Porfirio Neri Guarneros. Concesión y conflicto en torno a las


175
aguas del río Tepotzotlán, 1888-1904

Reseñas 207
Índice General de Historia Caribe 219
Normas para autores 225

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