Casa Del Tiempo eIV Num 68 27 29
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en el rencor
Tiempos de Furia
de Adán Medellín
Alejandro Arteaga
Viñeta de Thomas y John Bewick para el libro Bewick’s Fables, 1820
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En este caso, al hablar de Tiempos de Furia, libro
sorprendente por su conformación y apuesta, y sobre
todo por las joyas que guarda, es probable que más de
uno se dedique a acomodar y descubrir, a tipificar el
comportamiento de cada uno de los integrantes de la
estirpe maldita de los Furia, a reconstruir la topografía
urbana de Tabares o Noreste, las ciudades que habitan
y maldicen los más y prefieren los menos, a estudiar
a sus mujeres y sus obsesiones, sus infidelidades y sus
Adán Medellín incestos; a hablar de la cercanía que guarda con el libro
Tiempos de Furia del Génesis, a descubrir su innegable deuda —si mi
México, Ediciones B nostálgico entusiasmo no me desborda— con Roberto
2013, 157 pp. Arlt y Horacio Quiroga, aunque sin duda aún más
con el cochino uruguayo de la violencia a ultranza, el
juntacadáveres Juan Carlos Onetti. Y habrá otros, pues
visión nos engloba: hombres que escriben sobre otros siempre los hay, que celebrarán o acaso se rendirán con
hombres similares a ellos, hasta la saciedad, adornando toda evidencia ante la prosa de Medellín comparándola
su lenta vida idiota como todo el mundo, diría el uru- con una talla en piedra, un mar embravecido, el mismo
guayo. Siempre será igual, me digo. Esa es la literatura. mar amargo de Noreste. Y no creo equivocarme pues yo
Y en mis siempre difíciles discusiones literarias con también lo he escrito, habrá los que intenten acomodar
Medellín, en las que siempre lo hallaba pertrechado Tiempos de Furia en el casillero que le corresponde en
como buen hijo de su tiempo y donde él anteponía la la medianamente abandonada biblioteca de la litera-
tradición y yo la duda, hallamos empatía y reconoci- tura mexicana, o acaso latinoamericana, en el estante
miento, compañía e identidad. Recuerdo esos relatos siempre voraz de los libros sobre familias condenadas,
de antaño y su trama y hallo siempre a un hombre en los Buendía de García Márquez o los Ventura de Do-
medio de un problema; el problema variaba, claro, pero noso. Así es, parece que la crítica se desempeña con
no el hombre; la trama era otra, por supuesto, fantasiosa gran orden y cada pluma se reserva una labor en la
o poderosamente real; sin embargo, el hombre era el línea de producción de este vasto universo comercial.
mismo, oculto bajo distintos apelativos y oficios. Ese Nadie está a salvo. Y habrá algunos más que deseen
hombre que acá junta sus variaciones bajo el apellido hallar en los rasgos físicos o lingüísticos de nuestro
Furia, concluyente y condenatorio, allá podía ser un autor las luces y las sombras de sus influencias directas,
hombre en pos de una mujer imposible o en el trance pues ya lo decía yo alguna vez, no hay escritor que no
de un suceso de ciencia ficción literaria donde los versos guarde en lo más íntimo del subconsciente un modelo
lo condenaban. Así siempre. al que desea parecérsele en todo: su forma de hablar
Y no sé si sería preciso hablar del segundo libro o maldecir, de muequear despectivamente durante las
de relatos de Adán Medellín, pues siempre me saltan entrevistas con el espejo o la tv e incluso en su propia
las mismas preguntas al reseñar un texto, preguntas, prosa, porque la literatura que nos apasiona se vuelve,
creo, que más que esclarecer empantanan. poco a poco y sin advertirlo, en nuestra lengua personal,
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Monosílabo enfocado en el rencor
la que guardamos para la escritura de nuestros textos acostumbrado las innúmeras reseñas y los libelos,
más sentidos y carnales, los del regodeo siempre a flor, que el autor maneja una historia con brillantez y con
aquellos donde asomarán de continuo las frases que solvencia, atrapa hasta su desenlace o sorprende en
pudo decir, en circunstancias similares, nuestro escritor cada línea. Debiera decirse también, si a uno le gustan
de cabecera. Eso también harán. Lo sé. las profecías, que un autor ya se perfila para clásico,
O confeccionarán, quizá como una lista más, como escribe joyas, o se encamina a una tradición futura por
las hay tantas, a sus personajes mediante la historia que la mejor de la vías. Pero lo que más agrada a la crítica
los conduce: el inmigrante estudioso de las rocas. El común —y a mí más me desquicia— es decir que un
abuelo demente con calcetines. El marinero escritor de autor es sorprendentemente maduro en sus primeros
relatos sobre un mismo personaje donde ocurre muy libros aún sin haber alcanzado, como decía Ricardo
poco. El pintor obsesivo de bancas de tren. El padre Piglia, los cuarenta años, pues me imagino de manera
ausente y suicida. El devoto asesino de niños. El héroe soterrada que la voz abstracta del mercado salvaje habla
acomplejado. El vengador incestuoso. El que vuelve al mediante la pluma de los críticos literarios, gusta de
origen del crimen. Y el Furia que escribe las historias. las almas jóvenes a las que intentará exprimir durante
Ya lo veo venir, eso harán, pero quizá descubran mayor tiempo pues también al mercado lo enloquecen
los menos, los iniciados, si leen con cuidado, claro, tres las figuras sorprendentes de esos niños que se compor-
relatos perfectos que valen en el libro y fuera de él, y tan como adultos a su corta edad. En efecto. Parece
curiosamente son sucesivos; esos relatos, diríamos, que nadie está a salvo de caer en lo que más desprecia
son la cima, el nudo de este texto que puede leerse, y siempre critica, pues veo en Tiempos de Furia de
también, como novela o quizá no: “La Herencia” —la Adán Medellín no una realidad palpable, que es sin
historia de una venganza familiar planificada minu- duda evidente, sino una promesa, la de hallarme ante
ciosamente—, “El sacrificio de Isaac” —la oración de el principio de un mundo narrativo que, como lectores,
un hombre convencido de la conveniencia de sus ins- si la suerte está de nuestro lado, nos llevará a conocer
tintos asesinos— y “El complejo del héroe” —el relato ámbitos y personajes entrañables pues la ambición
perfecto del hombre común que lo echa a perder todo secreta de cualquier narrador es crear un mundo aparte,
con la intención de componerlo y ganarse el respeto una especie de parque temático particular al que habrá
y el agradecimiento de los suyos, quizá el relato más de conducirnos para nuestro placer o nuestro horror.
acabado y exacto, el que es tan doméstico pero por No sé si al final he escrito del libro de Medellín
lo mismo tan cercano que se vuelve universal, joya y no importa. Debiera bastar con decir que lo que se
literaria que debiera sobrevivir al tiempo—. halla en Tiempos de Furia es una literatura meditada y
Según mi pobre entendimiento, desde los prime- de gran trabajo.
ros libros de un narrador que se precie debe hallarse Basta con decir que es literatura, sin adjetivos y
un manejo consciente de la trama o un dominio de los sin adornos.
elementos básicos de un relato, una capacidad de Historias que nos perseguirán. O sólo la historia
conducirlo hasta su fin ocultando las trampas y eli- que yo también me cuento y Medellín nos cuenta y
diendo lo inservible. De un narrador en sus primeros así debe ser: sólo un hombre que escribe relatos sobre
libros debiera decirse, si el narrador destaca, nos han otros hombres.
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