Un Poco de Dulzura
Un Poco de Dulzura
Un Poco de Dulzura
Capítulo 1
“Mira, seré honesta contigo. No quiero estar contigo. No quiero hablarte. No
quiero estar cerca de ti. Sólo quiero olvidarte, olvidar que todo esto sucedió”
Ese fue el texto que le escribí aquella tarde. Aquella tarde de un tornado de
emociones en mi cabeza. Esa tarde en la que él no dejaba de molestarme,
diciendo que me conocía, que sabía que tenía algo y que le preocupaba. “aja,
como si le interesara” dije, en voz alta, aunque nadie podía escucharme.
Estaba en mi cuarto, mirando al techo; esperando la respuesta a aquel texto.
Aquel texto que, en realidad, decía de una manera muy complicada lo que
realmente quería decir. Sólo quería escribirle: “Ya deja de molestarmeeeeee.
Realmente no te intereso, nunca lo hice. ¿Por qué finges? Déjame solaaaaaa
hfgdvinvbsnfoigj.” Honestamente no sé qué significa “hfgdvinvbsnfoigj” pero
sí sé que describe lo que sentía en ese momento. Y, aun así, le escribí aquel
texto que realmente no analicé hasta haberlo enviado. Cuando lo escribía, no
pensaba en ello, sólo en lo que sentía y lo que quería decirle a ese pedazo de
… guayaba. ¿en serio, Weez? ¿guayaba? Bueno, ya se me ocurriría otra
manera de llamarlo. El punto era que estaba muy molesta y en el minuto que
tardé escribiendo aquel texto sólo escuchaba el sonido de las teclas de mi
computadora contra mis dedos que parecían estar tan enojados como yo y
todas aquellas voces en mí que me decían lo que había de decir.
“mmmm… está bien. Lo lamento.”
¿Qué? ¿Para tan seco e insignificante mensaje había estado mirando al techo
esperando una verdadera respuesta?
‘”Ay no, bye.” Dije de nuevo en voz alta mientras salía de aquella
conversación y evitaba a toda costa que este chico se apoderara de mis
pensamientos. “no puedes dejar que un chico te haga sufrir, Weez” me
repetía a mí misma una y otra vez, en mi mente esta vez pues quería hacer
notorio mi enojo, pero no mi tristeza. Siempre es así.
Capítulo 2
Empezaré desde el comienzo. El comienzo de esta patética y curiosamente
encantadora historia.
Me llamo Weez. Bueno Weezennia, pero me gusta más Weez. Vivo con mis
padres en Los Ángeles, California. Me cambié de escuela hace
aproximadamente siete meses, acabo de pasar a preparatoria y soy la
persona más inmaduramente inmadura del mundo. Les seré sincera: soy mi
mejor amiga, no porque sea una antisocial o una vanidosa con gran ego, sino
porque soy la mejor persona que conozco, porque sólo yo me entiendo y
porque sé que soy la única persona en la que realmente puedo contar.
Bueno, sí. En mis papás también puedo contar, pero no es lo mismo ¿saben?
Llega un momento en el que no tienes a nadie, pero al mismo tiempo te
tienes a ti y con eso ya tienes todo, todo lo que necesitas. Yo nunca en mi
vida me había enamorado, y así estaba perfectamente bien, tenía a mis
amigos, a mi familia, mi escuela, mi gato Shewey y mis tardes en los
columpios de mi casa comiendo un delicioso helado de nuez. No necesitaba
nada más. Cuando entré a preparatoria la cosa cambió. No, me equivoco, no
desde que entré a preparatoria sino desde que conocí a Charlie. Charlie es un
chico que va en la prepa conmigo, lo conocí en cuanto estaba entrando a la
escuela el cuarto día en ella. Justamente estaba abriendo aquella puerta
cuando esta chocó con la espalda de aquel chico de ojos café miel y un pelo
alborotado que raramente parecía peinado así a propósito. Él es alto, mucho
más alto que yo. Debe sacarme unos 15 centímetros. Como sea, me sentí
indignada al ver que este chico volteó en cuanto la puerta se estrelló en su
espalda y después con una apenada sonrisa bajó la cabeza para verme a los
ojos.
-Lo siento. – dijo mientras se agachaba a recoger mis libros, los cuales
estaban llenos de pegatinas y había tirado cuando la puerta me rebotó.
-Oh, no te preocupes. – dije rápidamente mientras me apresuraba a ayudarle
con ello, aunque realmente no cogí ningún libro. Él ya los tenía todos.
“típico: la torpe chica tira sus libros y el chico le ayuda a cogerlos” pensé en
cuanto me levantaba, y solté una leve risita. Él la regresó, parecía sincera,
como si pensara lo que yo y no como si fuera por obligación.
-Siempre estoy aquí parado como bobo. – me dijo con voz entrecortada
mientras se pasaba la mano por el pelo, después se aclaró la garganta y
siguió. - A veces se me olvida que es una puerta.
Volví a reírme y justo después sonó el timbre que marcaba las 9, mi primera
clase era a las 9:10 así que no había de que preocuparme.
- ¿Te he visto antes? – me preguntó como tratando que dijese mi nombre.
- Soy nueva en la escuela, y aun no me hago notar. Si hay un lugar en el que
me has visto antes seguramente es en la pizzería de al lado, ahí sí que voy
muy seguido. Adoro la pizza.
- ¿Quién no? - preguntó y me sonrió.
Le devolví la sonrisa y rápidamente su mirada se dirigió a mi muñeca. Bajé la
cabeza para ver qué miraba. Tenía la mano derecha a un costado y con la
otra estaba agarrando mi pulsera. Era una chulísima pulsera tejida de varios
colores que mi mamá me había regalado en mi onceavo cumpleaños. Nunca
me la quitaba. Era como si fuera parte de mi mano derecha. Como si fuera
parte de mí.
-Que linda. – me dijo señalando con los ojos mi pulsera.
-Gracias. – le respondí rápidamente, como si esperara su comentario. Y
luego, para que mi respuesta no fuera tan seca, agregué… – Mi mamá me la
regaló.
Asintió con la cabeza y se me quedó viendo a los ojos, fijamente. Detesto que
me vean así. Me ponen sumamente nerviosa así que casi como de reflejo
moví mi mirada hacia mis libros, que todavía yacían en sus brazos. Se veía
súper divertido: era un chico claramente varonil que parecía ya ser mayor,
completamente maduro, sosteniendo unos libros repletos de pegatinas de
arcoíris, patitos, y una que otra etiqueta recortada de distintos refrescos.
Digamos que las “colecciono”. Eran sumamente femeninos e inmaduros.
Cualquiera pensaría que pertenecen a una niña de kínder, y era así; pero era
una niña de kínder en el cuerpo de una de 16 que acababa de entrar a
preparatoria.
-Aaaah… podrías… – le dije señalando mis libros
-Oh, claro, lo siento, casi me los llevo- dijo rápidamente saliendo de su
incómodo trance mientras me los entregaba.
Reí una vez más y enseguida recordé que no sabía el nombre de aquel chico.
-Ahm… no es que me moleste llamarte “el chico que tiró mis libros la primera
semana de clases” pero…- el río y entendió el mensaje enseguida.
-Soy Charlie- me dijo sonriente- Y…a mí me causaría suma gracia llamarte “la
chica con calcomanías de patitos en sus libros”-dijo mientras me daba el
último de ellos-, pero me gustaría llamarte de una manera más práctica,
¿alguna idea?
Vacilé un segundo, no sabía si decirle mi nombre completo o mi apodo. me
encanta mi nombre, es sin duda único y su historia es fascinante, pero
existen algunas personas que te llaman por el primer nombre que les das, no
importa si es un apodo, si es el completo o incluso si es inventado, como mi
maestra de la primaria, la señorita Owen, pasó el último año entero
llamándome “Selenia”, ¿acaso suena parecido?, no ¿verdad? Me llamó así
porque la enana de Alison Hoffman le dijo que así me llamaba. Esa niña
siempre me detestó y hacía lo imposible por hacer así mi vida: imposible.
Todo porque un día, en 4º grado, nos estaban midiendo en la pared del salón
y resultó que le quité su preciado “puesto” de la 5ª niña más alta del salón,
estaba enojadísima y rompió mi lápiz de Snoopy. Eso me molestó tanto que,
en un arranque de adrenalina, le grité “Bueno, pues lo siento Alison, no es mi
culpa que seas una enana”. Y desde ese entonces, todo mundo le llamó
enana… ¿oops? Pobre Alison, pero se lo merecía, eso les pasa a los que se
meten con mis lápices de Snoopy. Bueno, finalmente decidí que no
importaba, tanto mi nombre como mi apodo eran espectaculares.
-Weezennia, pero dime Weez
-¿Wesenia?
-No, no, no. No Wesenia, WEE-zennia, con doble e al inicio, una zeta, y doble
ene también.
-Wow, que nombre
-Lo sé- le respondí alegre y orgullosa
-¿De dónde lo sacaron tus papás?- Dijo con curiosidad, curiosidad de verdad,
no esa curiosidad falsa que un conocido usa cuando te pregunta cómo te
encuentras o qué es lo que haces por mensaje para empezar una
conversación. En lo personal, siempre evito hacer y que me hagan esas
preguntas es como “duh, es obvio que te estoy escribiendo y leyendo tus
mensajes”, prefiero preguntar “¿Qué tal tu día?”, “¿Cómo te ha ido?” “¿Qué
has hecho?” o “¿Qué harás luego?”
-Oh, es una larga historia
-Me encantaría escucharla
En ese instante sonó el timbre marcando las 9:10
-Dios, se me hace tarde- dije sobresaltada-, tal vez otro día te la cuente- grité
mientras me alejaba agitando mi mano
-Pues oficialmente estoy intrigado- me respondió como despida con el mismo
gesto.
Capítulo 3
Llegué a mi salón y vi a Audrey, la chica que me recibió en la escuela el
primer día de clases, mi mejor y única amiga en aquella escuela, además de
mí, claro. Ya saben que yo soy mi mejor amiga.
-¡Weez!- me dijo alegre al verme entrar, es lindo que alguien se emocione al
verte. A parte de ella, sólo Shewey lo hace.
-Hola Audrey- le dije abrazándola
Hicimos nuestro elaborado saludo, es super cool. Me sorprende como en
tan sólo 4 días nos hicimos tan amigas. Y es que digamos que hicimos click, es
igual de inmadura que yo. Bueno, tal vez yo sea un poquito más, pero
estamos realmente cerca.
- ¿Cómo la trato la tarea de Física?, señorita Crawford- preguntó imitando el
acento británico de la señorita O’ Connor, la maestra de física.
-Como una madre a su hija, era impresionantemente sencilla, señorita Moore
-Oh, magnifique, magnifique-dijo esta vez interpretando al señor
Fiquet, el profesor de francés.
Me reí y me senté a su lado, la clase pasó voladísima.
…
-No, los patos parpan, no graznan. Los gansos son los que graznan
…
Finalmente llegué a mi casa y Shewey casi me causa un infarto al verlo en la
ventana. Es un gatito con un carácter bellísimo, siempre está esperando a
que llegue de la escuela y pone sus patitas en la ventana como saludo. Pero
físicamente es algo raro, es como una bola de pelos negra con la cara algo
aplastada. Yo siempre estoy diciéndole que es hermoso, para ayudarle con su
autoestima, no quiero que los otros gatos del vecindario le hagan bullying.
Pero en verdad me asusté al ver a esa cosita negra en mi ventana.
Suspiré recuperándome del susto y lo saludé
-Hola Shewey, ¿Me esperabas, gordito?
Capítulo 4
El viernes pasó muy rápido y no logré ver, por más que buscara, a Charlie. Ya
era el último receso y lo buscaba más que en cualquier de los otros. En serio
quería hablarle. ¿de qué? No sabía, pero ya se me ocurriría algo. Sólo quería
verlo. No entendía por qué, pero él llamó mi atención.
-Un gorrito- me dijo con voz obvia señalando a una chica en la entrada
repartiendo unos papeles.
-Weez.
-Un nombre único ¿no crees, Gi? –dijo Audrey que llegaba apenas a mi lado.
Ella rio y asintió con las cejas levantadas. Igual reí y seguí con el asunto de
averiguar de qué papeles se trataba.
-¿Qué son? - pregunté señalando los papeles que traía en los brazos y
repartía a cada persona que entraba y salía.
-Oh, es el baile de inicio del año, será el sábado 8 de septiembre- dijo alegre
entregándome uno- invitas a alguien a acompañarte y… ya sabes, bailas.
-¿A alguien como a quién?- pregunté viendo el papel que era muy colorido.
…
No fue hasta el martes que vi a Charlie en el segundo receso: estaba
guardando sus libros en su casillero y se veía… lo confieso, se veía tan lindo.
Él no sólo era guapo si no que tenía algo que no me permitía apartar la
mirada de él. Nunca había sentido algo parecido, nunca ningún chico me
había parecido atractivo. Hubo un niño en primaria, llamado Tyler Sanders
que me parecía lindo, pero no sentía nada al verlo. Pero sentía algo al ver a
Charlie, era como cuando estás en una montaña rusa y tienes un hueco en el
estómago, pero no exactamente: un hueco quiere decir vacío, pero éste
hueco me hacía sentir llena, que no me faltaba nada… como sea el
sentimiento no me gustó, ¿o sí? No importaba, igual me incomodé. Guardé
mis cosas y me puse en la entrada, pues fue el primer lugar en el que se me
ocurrió pararme para que me viera y se me acercara. Saqué lo primero que
encontré en mi mochila para que pareciera que estaba leyendo algo y fui a
sacar el mismo papel que Gianna me había dado apenas hace unos días.
-Oh, Hola. Ahm, no. No sé. No sé de qué trate, y bueno… - me quedé callada
y alcé los hombros.
-Es divertido, supongo, no he ido a ninguno, pero dicen que se pone bueno.
-Y… ahm- puso su mano en su nuca y vio el papel en mis manos- ¿Ya tienes
pareja?
-Me conoces a mí
Abrí la boca pero no salió ni una palabra. Una vez más me quedé sin que
decir.
-Y yo a ti Weez
-No olvidaste mi nombre
-¡No! Nunca dije eso, tú eres genial, y me gusta estar contigo, tu presencia es,
ya sabes, es buena para la salud pero me pongo nervioso…
Sonó el timbre que marcaba el fin del receso y cruzamos miradas, nos
quedamos quietos, mirándonos, unos seis segundos y, como era de esperar,
me puse muy nerviosa así que al fin hablé:
-Bueno… tengo que- dije señalando con mi dedo pulgar hacia atrás y me di la
vuelta pero hacia allá no era mi salón: era la salida, así que di una vuelta más
hacia el corredor que me llevaría a mi salón.- Es hacia…- dije apuntando a
este.
Charlie rio y me sonrió tiernamente
-Adiós Weez.
Cuando me estaba alejando, logré escuchar que se preguntaba a sí mismo
algo en voz baja:
-No, no lo es. Tan sólo comí algo que me hizo daño. Ahora, si me permites,
tenemos clase de química.
-Cállate, Audrey.
Capítulo 5
Era un jueves 29 de agosto, lo recuerdo bien. Fue un día especial para mí.
Pasé las primeras dos clases aburridas, pues no había venido mi compañera
preferida que ayudaba a que las clases pasaran voladas. Los padres de
Audrey están separados y había ido a visitar a su papá en San Diego. Lo visita
cada dos meses. Inglés duró una eternidad y francés, aunque es mi clase
preferida, no me pareció más corta y los cambios de clase, mi descanso entre
libros y maestros, fueron fugaces.
No, no sabía. Ni sabía por qué Charlie Harrison me estaba poniendo tan loca.
…
¿Qué te pasó ahí dentro? – me preguntó Audrey saliendo de la clase de
matemáticas, mientras iba por mis cosas para la clase de inglés.
-Meeentira. ¿en qué estabas pensando, eh?- dijo de nuevo con esa voz
pretenciosa recargándose en el casillero de al lado.- ¿será en un chico cuyo
nombre empieza con Char y termina con lie?
-Charlie…
-¿Ah?
-iiiigh- chilló Audrey- No lo puedo creer, mi mejor amiga con Charlie Harrison.