Un Poco de Dulzura

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Un poco de dulzura

Capítulo 1
“Mira, seré honesta contigo. No quiero estar contigo. No quiero hablarte. No
quiero estar cerca de ti. Sólo quiero olvidarte, olvidar que todo esto sucedió”

Ese fue el texto que le escribí aquella tarde. Aquella tarde de un tornado de
emociones en mi cabeza. Esa tarde en la que él no dejaba de molestarme,
diciendo que me conocía, que sabía que tenía algo y que le preocupaba. “aja,
como si le interesara” dije, en voz alta, aunque nadie podía escucharme.
Estaba en mi cuarto, mirando al techo; esperando la respuesta a aquel texto.
Aquel texto que, en realidad, decía de una manera muy complicada lo que
realmente quería decir. Sólo quería escribirle: “Ya deja de molestarmeeeeee.
Realmente no te intereso, nunca lo hice. ¿Por qué finges? Déjame solaaaaaa
hfgdvinvbsnfoigj.” Honestamente no sé qué significa “hfgdvinvbsnfoigj” pero
sí sé que describe lo que sentía en ese momento. Y, aun así, le escribí aquel
texto que realmente no analicé hasta haberlo enviado. Cuando lo escribía, no
pensaba en ello, sólo en lo que sentía y lo que quería decirle a ese pedazo de
… guayaba. ¿en serio, Weez? ¿guayaba? Bueno, ya se me ocurriría otra
manera de llamarlo. El punto era que estaba muy molesta y en el minuto que
tardé escribiendo aquel texto sólo escuchaba el sonido de las teclas de mi
computadora contra mis dedos que parecían estar tan enojados como yo y
todas aquellas voces en mí que me decían lo que había de decir.
“mmmm… está bien. Lo lamento.”
¿Qué? ¿Para tan seco e insignificante mensaje había estado mirando al techo
esperando una verdadera respuesta?
‘”Ay no, bye.” Dije de nuevo en voz alta mientras salía de aquella
conversación y evitaba a toda costa que este chico se apoderara de mis
pensamientos. “no puedes dejar que un chico te haga sufrir, Weez” me
repetía a mí misma una y otra vez, en mi mente esta vez pues quería hacer
notorio mi enojo, pero no mi tristeza. Siempre es así.
Capítulo 2
Empezaré desde el comienzo. El comienzo de esta patética y curiosamente
encantadora historia.
Me llamo Weez. Bueno Weezennia, pero me gusta más Weez. Vivo con mis
padres en Los Ángeles, California. Me cambié de escuela hace
aproximadamente siete meses, acabo de pasar a preparatoria y soy la
persona más inmaduramente inmadura del mundo. Les seré sincera: soy mi
mejor amiga, no porque sea una antisocial o una vanidosa con gran ego, sino
porque soy la mejor persona que conozco, porque sólo yo me entiendo y
porque sé que soy la única persona en la que realmente puedo contar.
Bueno, sí. En mis papás también puedo contar, pero no es lo mismo ¿saben?
Llega un momento en el que no tienes a nadie, pero al mismo tiempo te
tienes a ti y con eso ya tienes todo, todo lo que necesitas. Yo nunca en mi
vida me había enamorado, y así estaba perfectamente bien, tenía a mis
amigos, a mi familia, mi escuela, mi gato Shewey y mis tardes en los
columpios de mi casa comiendo un delicioso helado de nuez. No necesitaba
nada más. Cuando entré a preparatoria la cosa cambió. No, me equivoco, no
desde que entré a preparatoria sino desde que conocí a Charlie. Charlie es un
chico que va en la prepa conmigo, lo conocí en cuanto estaba entrando a la
escuela el cuarto día en ella. Justamente estaba abriendo aquella puerta
cuando esta chocó con la espalda de aquel chico de ojos café miel y un pelo
alborotado que raramente parecía peinado así a propósito. Él es alto, mucho
más alto que yo. Debe sacarme unos 15 centímetros. Como sea, me sentí
indignada al ver que este chico volteó en cuanto la puerta se estrelló en su
espalda y después con una apenada sonrisa bajó la cabeza para verme a los
ojos.
-Lo siento. – dijo mientras se agachaba a recoger mis libros, los cuales
estaban llenos de pegatinas y había tirado cuando la puerta me rebotó.
-Oh, no te preocupes. – dije rápidamente mientras me apresuraba a ayudarle
con ello, aunque realmente no cogí ningún libro. Él ya los tenía todos.
“típico: la torpe chica tira sus libros y el chico le ayuda a cogerlos” pensé en
cuanto me levantaba, y solté una leve risita. Él la regresó, parecía sincera,
como si pensara lo que yo y no como si fuera por obligación.
-Siempre estoy aquí parado como bobo. – me dijo con voz entrecortada
mientras se pasaba la mano por el pelo, después se aclaró la garganta y
siguió. - A veces se me olvida que es una puerta.
Volví a reírme y justo después sonó el timbre que marcaba las 9, mi primera
clase era a las 9:10 así que no había de que preocuparme.
- ¿Te he visto antes? – me preguntó como tratando que dijese mi nombre.
- Soy nueva en la escuela, y aun no me hago notar. Si hay un lugar en el que
me has visto antes seguramente es en la pizzería de al lado, ahí sí que voy
muy seguido. Adoro la pizza.
- ¿Quién no? - preguntó y me sonrió.
Le devolví la sonrisa y rápidamente su mirada se dirigió a mi muñeca. Bajé la
cabeza para ver qué miraba. Tenía la mano derecha a un costado y con la
otra estaba agarrando mi pulsera. Era una chulísima pulsera tejida de varios
colores que mi mamá me había regalado en mi onceavo cumpleaños. Nunca
me la quitaba. Era como si fuera parte de mi mano derecha. Como si fuera
parte de mí.
-Que linda. – me dijo señalando con los ojos mi pulsera.
-Gracias. – le respondí rápidamente, como si esperara su comentario. Y
luego, para que mi respuesta no fuera tan seca, agregué… – Mi mamá me la
regaló.
Asintió con la cabeza y se me quedó viendo a los ojos, fijamente. Detesto que
me vean así. Me ponen sumamente nerviosa así que casi como de reflejo
moví mi mirada hacia mis libros, que todavía yacían en sus brazos. Se veía
súper divertido: era un chico claramente varonil que parecía ya ser mayor,
completamente maduro, sosteniendo unos libros repletos de pegatinas de
arcoíris, patitos, y una que otra etiqueta recortada de distintos refrescos.
Digamos que las “colecciono”. Eran sumamente femeninos e inmaduros.
Cualquiera pensaría que pertenecen a una niña de kínder, y era así; pero era
una niña de kínder en el cuerpo de una de 16 que acababa de entrar a
preparatoria.
-Aaaah… podrías… – le dije señalando mis libros
-Oh, claro, lo siento, casi me los llevo- dijo rápidamente saliendo de su
incómodo trance mientras me los entregaba.
Reí una vez más y enseguida recordé que no sabía el nombre de aquel chico.
-Ahm… no es que me moleste llamarte “el chico que tiró mis libros la primera
semana de clases” pero…- el río y entendió el mensaje enseguida.
-Soy Charlie- me dijo sonriente- Y…a mí me causaría suma gracia llamarte “la
chica con calcomanías de patitos en sus libros”-dijo mientras me daba el
último de ellos-, pero me gustaría llamarte de una manera más práctica,
¿alguna idea?
Vacilé un segundo, no sabía si decirle mi nombre completo o mi apodo. me
encanta mi nombre, es sin duda único y su historia es fascinante, pero
existen algunas personas que te llaman por el primer nombre que les das, no
importa si es un apodo, si es el completo o incluso si es inventado, como mi
maestra de la primaria, la señorita Owen, pasó el último año entero
llamándome “Selenia”, ¿acaso suena parecido?, no ¿verdad? Me llamó así
porque la enana de Alison Hoffman le dijo que así me llamaba. Esa niña
siempre me detestó y hacía lo imposible por hacer así mi vida: imposible.
Todo porque un día, en 4º grado, nos estaban midiendo en la pared del salón
y resultó que le quité su preciado “puesto” de la 5ª niña más alta del salón,
estaba enojadísima y rompió mi lápiz de Snoopy. Eso me molestó tanto que,
en un arranque de adrenalina, le grité “Bueno, pues lo siento Alison, no es mi
culpa que seas una enana”. Y desde ese entonces, todo mundo le llamó
enana… ¿oops? Pobre Alison, pero se lo merecía, eso les pasa a los que se
meten con mis lápices de Snoopy. Bueno, finalmente decidí que no
importaba, tanto mi nombre como mi apodo eran espectaculares.
-Weezennia, pero dime Weez
-¿Wesenia?
-No, no, no. No Wesenia, WEE-zennia, con doble e al inicio, una zeta, y doble
ene también.
-Wow, que nombre
-Lo sé- le respondí alegre y orgullosa
-¿De dónde lo sacaron tus papás?- Dijo con curiosidad, curiosidad de verdad,
no esa curiosidad falsa que un conocido usa cuando te pregunta cómo te
encuentras o qué es lo que haces por mensaje para empezar una
conversación. En lo personal, siempre evito hacer y que me hagan esas
preguntas es como “duh, es obvio que te estoy escribiendo y leyendo tus
mensajes”, prefiero preguntar “¿Qué tal tu día?”, “¿Cómo te ha ido?” “¿Qué
has hecho?” o “¿Qué harás luego?”
-Oh, es una larga historia
-Me encantaría escucharla
En ese instante sonó el timbre marcando las 9:10
-Dios, se me hace tarde- dije sobresaltada-, tal vez otro día te la cuente- grité
mientras me alejaba agitando mi mano
-Pues oficialmente estoy intrigado- me respondió como despida con el mismo
gesto.

Capítulo 3
Llegué a mi salón y vi a Audrey, la chica que me recibió en la escuela el
primer día de clases, mi mejor y única amiga en aquella escuela, además de
mí, claro. Ya saben que yo soy mi mejor amiga.
-¡Weez!- me dijo alegre al verme entrar, es lindo que alguien se emocione al
verte. A parte de ella, sólo Shewey lo hace.
-Hola Audrey- le dije abrazándola
Hicimos nuestro elaborado saludo, es super cool. Me sorprende como en
tan sólo 4 días nos hicimos tan amigas. Y es que digamos que hicimos click, es
igual de inmadura que yo. Bueno, tal vez yo sea un poquito más, pero
estamos realmente cerca.
- ¿Cómo la trato la tarea de Física?, señorita Crawford- preguntó imitando el
acento británico de la señorita O’ Connor, la maestra de física.
-Como una madre a su hija, era impresionantemente sencilla, señorita Moore
-Oh, magnifique, magnifique-dijo esta vez interpretando al señor
Fiquet, el profesor de francés.
Me reí y me senté a su lado, la clase pasó voladísima.

-No, los patos parpan, no graznan. Los gansos son los que graznan

Estábamos charlando sobre patos… sí, inmaduras. Íbamos camino a la


biblioteca por un libro para el ensayo de Historia.
-Y ¿cuál es la diferencia Audrey?
-Es muy obvia: el ganso suena como una trompetita, es como “Cuic”y el pato
hace “Cuac” ¿No lo aprendiste en kínder?- me preguntó burlona
-Ja-ja, muy graciosa, ¿por qué seré tu única amiga? -pregunté sarcástica
-Vamos, yo también soy tu única amiga
-Sí, pero es distinto- dije mientras entrábamos a la biblioteca-. Yo llevo 4 días
en ésta escuela, tú llevas 4 años.
-Touché.

Tomamos el libro y acordamos hacer video llamada en la tarde para hacer el


ensayo juntas. A ninguna de las dos nos gusta historia: nos parece aburrida y
confusa y no somos realmente buenas, pero hacemos buen equipo. Si ella no
entendió algo, yo le explico lo que entendí y así ella conmigo, nos
complementamos.

Salimos de la escuela y, como ya me acostumbré, salté el último peldaño de


las escaleras. Comencé haciéndolo por diversión y terminé haciéndolo por
inercia. Hicimos nuestro elaborado saludo (también utilizado como
despedida) y tomamos nuestras bicis y caminos distintos, aunque nuestras
casas quedan cerca, pero yo siempre tomo el camino largo, porque en verdad
disfruto pasar por el parque, es bellísimo.


Finalmente llegué a mi casa y Shewey casi me causa un infarto al verlo en la
ventana. Es un gatito con un carácter bellísimo, siempre está esperando a
que llegue de la escuela y pone sus patitas en la ventana como saludo. Pero
físicamente es algo raro, es como una bola de pelos negra con la cara algo
aplastada. Yo siempre estoy diciéndole que es hermoso, para ayudarle con su
autoestima, no quiero que los otros gatos del vecindario le hagan bullying.
Pero en verdad me asusté al ver a esa cosita negra en mi ventana.
Suspiré recuperándome del susto y lo saludé
-Hola Shewey, ¿Me esperabas, gordito?

Abrí la puerta de la casa y mi mamá salió de la cocina al escucharme entrar.


-Oh, hola corazón, ¿Qué tal tu día?

Me quedé unos segundos callada y analicé mi día. Fue un día bueno,


finalmente respondí:
-Magnifique.

Capítulo 4

El viernes pasó muy rápido y no logré ver, por más que buscara, a Charlie. Ya
era el último receso y lo buscaba más que en cualquier de los otros. En serio
quería hablarle. ¿de qué? No sabía, pero ya se me ocurriría algo. Sólo quería
verlo. No entendía por qué, pero él llamó mi atención.

-¿A quién buscas? - me decía Audrey siguiendo mi mirada


La cual dirigía a todos lados y me ponía de puntitas estirándome para ver si
encontraba su cabellera alborotada por ahí.

-A nadie – le dije y cambié mi mirada hacia ella- ¿qué traes puesto?

Tenía un gorrito de papel en la cabeza y parecía orgullosa de él.

-Un gorrito- me dijo con voz obvia señalando a una chica en la entrada
repartiendo unos papeles.

-Pregunta retórica- le respondí riendo- vamos -le dije señalando con la


cabeza a la chica.
-Hola- le dije a la chica al llegar.

-Hola- me respondió sonriente. - ¿eres nueva?

-Así es- respondí sonriendo igual.

-Ya veo. Soy Gianna.

-Weez.

-Un nombre único ¿no crees, Gi? –dijo Audrey que llegaba apenas a mi lado.
Ella rio y asintió con las cejas levantadas. Igual reí y seguí con el asunto de
averiguar de qué papeles se trataba.

-¿Qué son? - pregunté señalando los papeles que traía en los brazos y
repartía a cada persona que entraba y salía.

-Oh, es el baile de inicio del año, será el sábado 8 de septiembre- dijo alegre
entregándome uno- invitas a alguien a acompañarte y… ya sabes, bailas.

-¿A alguien como a quién?- pregunté viendo el papel que era muy colorido.

-mmm…como a tu novio, a un amigo, algún familiar.

-Suena… interesante. Nunca he asistido a uno.

-Nadie de secundaria, los bailes de inicio de año los hacen al entrar a


preparatoria. - me aclaró Audrey. Asentí entendiendo el asunto.

-bueno gracias- le dije a Gianna y nos alejamos Audrey y yo.


No fue hasta el martes que vi a Charlie en el segundo receso: estaba
guardando sus libros en su casillero y se veía… lo confieso, se veía tan lindo.
Él no sólo era guapo si no que tenía algo que no me permitía apartar la
mirada de él. Nunca había sentido algo parecido, nunca ningún chico me
había parecido atractivo. Hubo un niño en primaria, llamado Tyler Sanders
que me parecía lindo, pero no sentía nada al verlo. Pero sentía algo al ver a
Charlie, era como cuando estás en una montaña rusa y tienes un hueco en el
estómago, pero no exactamente: un hueco quiere decir vacío, pero éste
hueco me hacía sentir llena, que no me faltaba nada… como sea el
sentimiento no me gustó, ¿o sí? No importaba, igual me incomodé. Guardé
mis cosas y me puse en la entrada, pues fue el primer lugar en el que se me
ocurrió pararme para que me viera y se me acercara. Saqué lo primero que
encontré en mi mochila para que pareciera que estaba leyendo algo y fui a
sacar el mismo papel que Gianna me había dado apenas hace unos días.

-¿Emocionada por el baile?- era Charlie, estaba de espaldas a él pero


reconocía su voz: era grave pero tierna.

Me di la vuelta rápidamente y al ver sus ojos color miel el corazón se me


aceleró y el sentimiento en mi estómago nació de nuevo.

-Oh, Hola. Ahm, no. No sé. No sé de qué trate, y bueno… - me quedé callada
y alcé los hombros.

-Es divertido, supongo, no he ido a ninguno, pero dicen que se pone bueno.

-Sí, seguramente. Ya veremos. -me mordí el labio y lo seguí observando: no


sabía qué más decir.

-Y… ahm- puso su mano en su nuca y vio el papel en mis manos- ¿Ya tienes
pareja?

-No, no conozco a nadie

-Me conoces a mí

Abrí la boca pero no salió ni una palabra. Una vez más me quedé sin que
decir.

-Sí, te conozco Charlie

-Y yo a ti Weez
-No olvidaste mi nombre

-¿Cómo olvidarlo? Es único y bonito… como tú

DIOS, me había hecho un cumplido, creo. Enseguida, como de reflejo, sonreí


y bajé la mirada y noté que estaba jugueteando con mi pulsera.

-Lo digo por lo único. - respondió rápidamente- digo, no es que no seas


bonita, eres hermosa, me gusta tu pelo y tus ojos y tu nariz, tienes una bonita
nariz. Pero lo digo por lo único porque sí que es único, y tú eres única, no
eres como las demás, eres especial, eres…

Me reí, parecía asustado, él también estaba nervioso y eso me puso menos


nerviosa y que me pareciera aún más lindo.

-Lo siento, me pones raro.

-¿te pongo? O sea, ¿es mi culpa?

-¡No! Nunca dije eso, tú eres genial, y me gusta estar contigo, tu presencia es,
ya sabes, es buena para la salud pero me pongo nervioso…

Lo ponía nervioso, no lo podía creer, que lindo. Reí de nuevo y quise


calmarlo:
-Sólo juego, Charlie.

-Ah, sí.- dijo más calmado y reímos juntos

Sonó el timbre que marcaba el fin del receso y cruzamos miradas, nos
quedamos quietos, mirándonos, unos seis segundos y, como era de esperar,
me puse muy nerviosa así que al fin hablé:

-Bueno… tengo que- dije señalando con mi dedo pulgar hacia atrás y me di la
vuelta pero hacia allá no era mi salón: era la salida, así que di una vuelta más
hacia el corredor que me llevaría a mi salón.- Es hacia…- dije apuntando a
este.
Charlie rio y me sonrió tiernamente
-Adiós Weez.
Cuando me estaba alejando, logré escuchar que se preguntaba a sí mismo
algo en voz baja:

-¿bueno para la salud?- se preguntó avergonzado.



En cuanto di vuelta en el corredor, me encontré a Audrey y supe que me
había estado espiando.

-Conociste a Charlie Harrison- me dijo con voz pretenciosa

-Lo hice- le afirmé serena

-¿Y?- me preguntó con una sonrisa maliciosa.

-¿Y?- dije negando con la cabeza.

-Oh, vamos, es obvio que hay algo ahí.

-¿De qué hablas?- le pregunté pasando un mechón de mi pelo detrás de mi


oreja.

-Ush, adivina- dijo todavía con su sonrisita

-Me rindo- dije burlona alzando los hombros

Su sonrisa se desvaneció y puso una cara de fastidio. Reí y respondí su duda

-Bien, tal vez me guste un poco.

-¡iiiigh!- chilló con una sonrisa de oreja a oreja y le tapé la boca.

-No, no iigh, nunca antes me había gustado alguien y no sé qué hacer.

-Weez, lo dices como si fuese algo malo.

-Lo desconozco, y lo desconocido es malo.


-Pues créeme, esto no lo es. Enamorarse es bellísimo.

-No estoy enamorada, solo me parece lindo y me causa algo en el estómago.

Se llevó una mano a la boca -¡Las mariposas!- susurró

Dudé un segundo, pero finalmente comprendí:

-Conque esas son las famosas mariposas en el estómago.

-Es sólo la primera señal del enamoramiento.

-No, no lo es. Tan sólo comí algo que me hizo daño. Ahora, si me permites,
tenemos clase de química.

-Pero ya la tienes con Charlie- dijo mientras me dirigía al salón.

-Cállate, Audrey.

Capítulo 5
Era un jueves 29 de agosto, lo recuerdo bien. Fue un día especial para mí.
Pasé las primeras dos clases aburridas, pues no había venido mi compañera
preferida que ayudaba a que las clases pasaran voladas. Los padres de
Audrey están separados y había ido a visitar a su papá en San Diego. Lo visita
cada dos meses. Inglés duró una eternidad y francés, aunque es mi clase
preferida, no me pareció más corta y los cambios de clase, mi descanso entre
libros y maestros, fueron fugaces.

Acabó la clase de francés y salí a receso y me encontré con esos ya conocidos


ojos color miel y mi corazón se puso a dar vueltas.

-Hola Weez- me dijo sonriente

-Hola Charlie- le dije devolviéndole la sonrisa


-Supe que Audrey no vino y quise acompañarte. Te la pasas todo el día con
ella y no quería que te sintieras sola. – se pasó la mano por el pelo y
continuó- No soy chica y tampoco voy en tu salón, pero puedo ser una buena
compañía.
-Por supuesto que sí, vamos- le dije y salimos hacia el patio, donde duramos
el resto del receso, platicando sobre él, sobre mí, fue tan lindo y empecé a
darme cuenta de ciertos detalles de él que nunca había notado. Tenía una
cicatriz en el brazo izquierdo, abajo del antebrazo.
-Y ¿qué te pasó ahí?- le pregunté faltando 10 minutos para que el receso
terminara
-¿Aquí?- preguntó pasando su dedo por la cicatriz- Tenía doce años y estaba
jugando al escondite con Noah, mi hermano- aclaró-, es menor por 3 años y
se toma los juegos muy en serio. Cuando lo encontré en los arbustos de mi
casa me empujó contra la reja y salió corriendo, para que yo no llegara antes
a la base.
-Vaya- dije levantando las cejas
-Sí, está algo loco-. Dijo riendo
Reí con él y después nos quedamos callados, mirándonos, una vez más la
cosa se puso incómoda. Bajé la vista hacia mi pulsera que como de reflejo ya
estaba entre los dedos de mi mano izquierda y él acabó con el silencio.
-YYY, hablando de historias increíbles- me dijo y en seguida levanté la
mirada-,¿cómo llegaste a llamarte Weezennia?
Sonreí inmediatamente, no recordaba no haberle contado esa historia, y me
pareció lindo que él sí.
-Oh- reí y tomé aire-, esa, sí que es una historia interesante: Mi abuelo
paterno se llamaba William, mi abuela paterna se llama Liz, Mi abuela
materna se llama Jessenia y Mi abuelo paterno Christopher.
Charlie parecía interesado, algo confuso, pero interesado. Así que seguí.
-Mis papás hicieron todo tipo de combinaciones para que mi nombre tuviera
el de mis cuatro abuelos. Iba a llamarme Chrissenia, pero sólo incluía a mis
abuelos maternos. También querían ponerme Wiz, pero sólo incluía a mis
abuelos paternos.
-Así que Weezennia…
-W de William, doble e para que sonara como i de Chris, z de Liz y ennia de
Jessenia.
-Wow- dijo. Y yo habría dicho lo mismo. Creo que fue lo que dije cuando mis
papás me lo explicaron
-Lo sé- le dije orgullosa de tener un nombre tan extraordinario
Sonó el timbre de entrada a clases y Charlie me acompañó a mi salón.
-Bueno, señorita, la dejo sana y salva.
-Gracias, buen señor-. Le dije riendo. Él rio también e hizo una despedida con
la mano que yo también le devolví. Siguió mirándome por unos tres segundos
mientras caminaba de reversa y chocó con un chico que iba pasando detrás
de él.
-Lo siento-. Le dijo y luego lo perdí de vista entre la gente.
Me quedé de puntitas esperando verlo por ahí pero no lo logré y supuse que
ya había dado la vuelta hacia el pasillo que conducía a su salón.
-Tu novio es muy distraído- dijo una voz a lado mío y volteé en seguida. Era el
chico con el que Charlie había chocado.
-¿Charlie? No es mi novio- le dije al chico y éste alzó las cejas-. Pero sí es un
poco distraído- agregué.
-Te gusta ¿no?
-¿Qué? Noo. Él… yo… sólo somos amigos- le respondí finalmente.
-Entonces sí. Y ¿ya sabes si tú le gustas?
Abrí la boca para responderle, pero no supe que decir. Negué con la cabeza y
me pregunté qué hacía hablando con aquel desconocido.
-¿Y tú eres?- le pregunté inclinando la cabeza hacia un lado.
-Me llamo Josh- me respondió sonriente-. Voy en el salón de al lado- dijo
señalando hacia atrás con su pulgar.
-Nunca antes te había visto-. le dije pensativa intentando recordarlo, pero
creo que recordaría haber visto a un chico tan peculiar: tenía el pelo muy
rubio y era como de mi tamaño, sus ojos parecían grises y debajo de ellos se
alcanzaban a ver algunas pecas.
-Nunca paso por aquí, justamente porque los chicos altos no me ven y chocan
conmigo.
Reí y asentí con la cabeza.
-Soy Weezennia, por cierto.
-Lo sé
Me asombré por ello, ¿cómo lo sabría?, digo, no era como que ese chico
adivinara nombres, y si era así, me parecía muy improbable que adivinara el
mío. estaba a punto de preguntarle cómo cuando se quitó la mochila del
hombro y sacó mi libreta de francés y me la entregó. Estaba decorada
especialmente con una calcomanía de un puerquito con gorrito de fiesta y
una etiqueta de refresco, tenía mi nombre escrito con plumones de varios
colores y brillantina, adoraba esa libreta. Me preguntaba cómo pudo llegar a
brazos de aquel chico.
-¿De dónde…
-Ibas saliendo con tu novio al patio y la dejaste caer de tu mochila. Deberías
cerrarla.
-Yo siempre la cierro. – Dije extrañada
-La magia del amor- dijo levantando los hombros.
Llegó la señorita O’connor y Josh señaló de nuevo hacia atrás indicándome
que ya debía irse.
-Gracias por mi libreta- le grité mientras se alejaba.
La clase de física pasó más rápida, ya que estaba muy feliz. Había pasado
todo un receso con Charlie y… bueno… sé que no debería emocionarme, pero
no podía evitarlo, él era muy lindo y me encantaba estar con él. >>No te
enamores Weez<< me repetía a mí misma una y otra vez y me dediqué a
concentrarme en la clase y evitar a toda costa pensar en esos ojos color miel.
A inicios de la clase de inglés, estaba controlada, ya no pensaba en Charlie.
Pero a medida que se acercaba el receso, me emocionaba más y más. No
quería pensarlo, pero una parte de mí sabía que pronto lo vería, y eso me
hacía muy feliz.

¿será que realmente sí estoy enamorada de Charlie? Y si es así ¿cómo podría


saberlo? Nunca antes me había enamorado y esto resulta muy complicado
para mí. ¿tendrá novia? Oh dios mío, no le he preguntado si tiene novia, no
creo, Audrey me lo habría dicho… pero ¿y si ella tampoco lo sabe?, ¿su novia
será bonita?, ¿irá en la escuela? ,¿y si la lleva al baile?...el baile. ¿y si me
invita? Dios, ojalá me invite. Podría invitarlo yo… no, ¿y si dice que no?,
aunque, cuando le dije que aún no tenía pareja porque no conocía a nadie,
me dijo que lo conocía a él. Eso fue una indirecta, ¿no? ¿Acaso Charlie
planeaba invitarme al bai… Señorita Crawford…. ¿Ah?... Señorita Crawford

-Ah, ¿qué?, ¿qué?- dije volteando a todos lados y vi a Audrey haciéndome un


gesto con la cabeza, señalando a la Señorita Williams, la maestra de
matemáticas. Rayos, había olvidado que estaba en su clase. Había dejado que
Charlie se apoderara de mi cabeza. Qué vergüenza, que bueno que nadie
puede leer mi mente.
-Le pregunté si sabía qué era un decimal negativo- dijo la Señorita Williams
acomodándose los lentes.

No, no sabía. Ni sabía por qué Charlie Harrison me estaba poniendo tan loca.

¿Qué te pasó ahí dentro? – me preguntó Audrey saliendo de la clase de
matemáticas, mientras iba por mis cosas para la clase de inglés.

-¿De qué hablas?- le pregunté nerviosa sin mirarla mientras apresuraba el


paso, quería fingir que nadie había notado mi trance
-Aaaah.. de tu viaje astral- dijo mientras aceleraba para alcanzarme. Seguía
viéndome como si yo también la estuviera viendo.- la señorita Williams te
llamó como 4 veces y seguías como en el limbo. Tú siempre estás atenta a
clase, Weez.

-Lo estaba- le contesté mientras abría mi casillero.

-Meeentira. ¿en qué estabas pensando, eh?- dijo de nuevo con esa voz
pretenciosa recargándose en el casillero de al lado.- ¿será en un chico cuyo
nombre empieza con Char y termina con lie?

Cerré mi casillero rápidamente. Tomé a Audrey de la muñeca y la llevé al


baño tan rápido como pude. Cerré la puerta con seguro, lancé mi mochila y
libros al suelo y revisé por debajo de todos los cubículos asegurándome de
que no había nadie más. No estaba pensando, necesitaba ayuda, ¿de quién
más que de mi mejor amiga? Mi corazón estaba latiendo muy rápido y mi
respiración se entrecortaba, seguro Audrey lo notó.

-¿Weez? ¿Qué pasa?

-No podía dejar de pensar en él.

Audrey me miró extrañada un par de segundos y luego pareció comprender.

-Charlie…

-No puedo, Audrey simplemente no puedo sacarlo de mi cabeza. No sé qué


hacer.
-Es la segunda señal

-¿Ah?

-De que estás enamorada, Weez. Estás enamorada

-¿Qué? No, yo…


Bajé la mirada, de nuevo jugueteaba con mi pulsera. Tomé aire y subí la
cabeza, encontrándome con Audrey con los brazos cruzados con una cara de
impaciencia. Tal vez era hora de admitirlo.

-Estoy enamorada – suspiré.

-iiiigh- chilló Audrey- No lo puedo creer, mi mejor amiga con Charlie Harrison.

-Ni siquiera sé si yo también le gusto, Audrey

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