El Poder de Meditar en La Palabra de Dios

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El poder de meditar en la Palabra de Dios

PASAJE CLAVE: Salmo 19.14; 119.97-105

LECTURAS DE APOYO: Josué 1.9 | Salmo 86.11; 104.34 | Mateo


7.7; 14.21-23 | Marcos 1.35 | Filipenses 4.19 | 1 Juan 1.9

INTRODUCCIÓN

Quizás a todos nos haya pasado que, poco después de haber


leído un pasaje bíblico, no podemos recordar su contenido.

Como sabemos que todos los cristianos debemos leer las


Sagradas Escrituras, a veces lo vemos como una tarea más en
la lista de quehaceres y no como una valiosa oportunidad
para estar en comunión con Dios. Aunque una permanente
lectura de la Biblia es importante, nuestra mente debe estar
comprometida y enfocada para beneficiarse de ello. En otras
palabras, necesitamos aprender a meditar en la Palabra de
Dios y no tan solo leerla.

DESARROLLO DEL SERMÓN

Dios nos facilitó las Sagradas Escrituras para que pudiéramos


conocerlo. Aunque nadie pueda comprender a cabalidad todo
lo que fue escrito por Dios infinito, Él nos ha dado la
oportunidad a los cristianos de entender su Palabra. Sin
embargo, esa comprensión no es la meta final. Para que
podamos ser transformados por la Palabra, también debemos
aplicar en nuestra vida lo que nos enseña.

Así que, mientras leemos, debemos meditar en su Palabra y


ponerla en práctica al pedirle al Señor que nos la aclare y nos
muestre cualquier palabra de exhortación, de advertencia o
de su voluntad para nosotros. La meta no consiste solo en
terminar un plan de lectura bíblica, sino que nuestra
meditación agrade a Dios (Sal 104.34).

El Señor ha preservado su Palabra para que cada generación


pueda leerla, escucharla y aplicarla. Las Sagradas Escrituras
deben ser tan preciadas para nosotros como lo eran para
David, quien dijo: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!

Todo el día es ella mi meditación” (Sal 119.97). La Palabra de


Dios nos da sabiduría, visión, entendimiento y nos protege del
pecado y de los malos caminos. Es una lámpara a nuestros
pies y una lumbrera que nos guía en nuestro andar diario (Sal
119.98-105).

Si en verdad creemos todo lo que nos dice este Salmo,


leeremos la Biblia en vez de llenar nuestra mente con ideas
que provienen de otras fuentes que nos desvían. Aquello que
dejamos entrar en nuestra mente influencia nuestro
comportamiento. Justo eso es lo que las Sagradas Escrituras
harán si sintonizamos nuestro corazón con sus enseñanzas y
no con las del mundo.

¿A qué nos referimos al hablar de la meditación?

La meditación es el proceso mediante el cual aprendemos a


escuchar al Señor por medio de su Palabra, a aplicar los
principios bíblicos en nuestra vida y a observar cómo Dios
obra.

Desde el momento que aceptamos a Jesucristo como nuestro


Salvador, el Espíritu Santo vino a morar en nuestra vida y nos
selló como hijos de Dios, nos empoderó para vivir en rectitud
y nos enseñó a creer y comprender su Palabra. Al meditar en
las Sagradas Escrituras, el Espíritu Santo aplica sus
enseñanzas a nuestra vida, de acuerdo con nuestras
necesidades momentáneas, para darnos la perspectiva
correcta y la dirección que necesitamos ante cualquier
situación que enfrentamos.

Las personas que no tienen a Cristo carecen de la guía del


Señor y son semejantes a un barco a la deriva en medio del
océano, sin brújula ni mapa. Sin embargo, como cristianos,
tenemos acceso a la dirección divina de por vida. Al meditar
pensamos en lo que nuestro Padre celestial ha dicho y oramos
como David lo hizo: “Enséñame, oh Jehová, tu camino;
caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema
tu nombre” (Sal 86.11).

¿En qué consiste la meditación bíblica?

En enfocarnos en Dios y dejar todo lo demás a un lado. La


meditación requiere tiempo a solas con el Señor, en su
Palabra y oración, sin distracciones externas.

En escuchar más que hablar. Mientras tratamos de


comprender su Palabra en silencio, el Señor nos muestra
verdades que debemos considerar.

Es la actividad más importante en la vida de un seguidor de


Cristo. El Señor mismo demostró la necesidad que tenemos de
pasar tiempo a solas con Dios. Después de haber alimentado
a una multitud de más de 5000, los despidió, les dijo a sus
discípulos que se adelantaran en su travesía y subió al monte
para orar a solas por varias horas (Mt 14.21-23). En otra
ocasión se levantó muy temprano de mañana, para ir a un
lugar desierto con el propósito de orar (Mr 1.35). Si el Hijo de
Dios necesitaba tiempo a solas con su Padre, ¿cuánto más
nosotros?

¿Cuáles son los resultados de la meditación bíblica?

Calma nuestro espíritu. Cuando nos sentimos afligidos, la


Palabra de Dios trae paz a nuestro corazón, pues nos reafirma
su fidelidad, amor y soberanía sobre nuestras vidas.

Ilumina nuestra mente para que pensemos como piensa Dios.


Necesitamos aprender a pensar como el Señor. Eso solo es
posible cuando comprendemos sus caminos y sus planes tal y
como lo revela en la Biblia. Es al hacer eso que sentimos paz y
confiamos en nuestro Padre celestial.

Aumenta nuestra energía. En momentos de debilidad


encontramos fortaleza en la Palabra de Dios. El Señor sabe lo
que necesitamos y proveerá conforme a sus riquezas en gloria
(Fil 4.19). Cuando somos incapaces por nosotros mismos, el
Señor nos da su fortaleza.

Purifica nuestro corazón. Es al meditar en su Palabra que el


Espíritu Santo nos muestra esos pecados en nuestras vidas
que debemos confesar para arrepentirnos y para que
podamos ser limpiados y perdonados por el Señor (1 Jn 1.9).

Amplía nuestra percepción de Dios. Meditar en la Palabra de


Dios revela aspectos de la naturaleza del Señor que quizás no
conocíamos antes. Su amor para salvar a los pecadores, su
capacidad para perdonar a quienes no lo merecemos, y su
cuidado e interés hacia cada detalle de nuestra vida nos
asegura que es bueno y fiable.

Amplía nuestra percepción de Dios. Meditar en la Palabra de


Dios revela aspectos de la naturaleza del Señor que quizás no
conocíamos antes. Su amor para salvar a los pecadores, su
capacidad para perdonar a quienes no lo merecemos, y su
cuidado e interés hacia cada detalle de nuestra vida nos
asegura que es bueno y fiable.

Aumenta nuestro amor por Dios. Mientras más conocemos al


Señor por medio de su Palabra, más crecerá nuestra devoción
hacia Él. Algunos pasajes de la Biblia nos inspirarán a amarlo
más y se convertirán en recordatorios de su amor, cuidado y
provisión para nosotros.

Nos hace más sensibles a la autoridad y al poder de Dios.


Mientras nuestra perspectiva de Dios aumenta, más nos
damos cuenta de lo mucho que dependemos de Él y de cuán
humilde debemos ser ante su presencia en lugar de caminar
en orgullo.

Fortalece nuestra fe. Nuestra confianza en el Señor aumenta


al aprender de su fidelidad en su Palabra y experimentarla en
nuestra vida, por medio de las oraciones contestadas.

Nos hace más conscientes de la presencia de Dios. El tiempo a


solas con el Señor nos hace más sensibles a su constante
presencia y a su obra en nuestra vida.

Nos infunde gozo. Después de meditar en la Palabra de Dios


sentimos gozo al reconocer que está en control.

REFLEXIÓN
Al leer la Biblia, ¿dedica tiempo para pensar en sus
enseñanzas y en la manera en la que Dios desea que las
aplique en su vida? De no ser así, ¿qué excusas usa? ¿Qué
cambios puede hacer para ayudarle a meditar en la Palabra
de Dios?

¿De qué manera la Biblia le ha exhortado, fortalecido, guiado


o redargüido cuando dedica tiempo para leerla y orar? ¿Qué
otros beneficios ha experimentado de la meditación?

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