Tema 29

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TEMA 29: LA EXPANSIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA

PENÍNSULA IBÉRICA.
Cursos
- 2º ESO – Geografía e Historia (3h)
- 2º BACH – Historia de España (3h)
0. INTRODUCCIÓN.

1. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.

2. LOS ORÍGENES DE LOS REINOS CRISTIANOS.

3. CONSOLIDACIÓN DE LOS ESTADOS CRISTIANOS (S. XI-XII).


3.1. SIGLO XI.
3.2. SIGLO XII.

4. LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII.


4.1. EXPANSIÓN CASTELLANA Y LEONESA. LA CONSOLIDACIÓN INSTITUCIONAL
DE LA CORONA DE CASTILLA.
4.2. ARAGÓN, NAVARRA Y LOS CONDADOS CATALANES.

5. LA REPOBLACIÓN.

6. SOCIEDAD Y ECONOMÍA.

7. DIVERSIDAD CULTURAL DE LOS REINOS CRISTIANOS.

8. CONCLUSIÓN.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA.

REFERENCIA CURRICULAR.

0. INTRODUCCIÓN

En el siglo VIII los musulmanes conquistaron la Península Ibérica casi en su


totalidad. Sin embargo, al otro lado de la Cordillera Cantábrica, los norteños
ofrecieron resistencia, consiguiendo vencer a los musulmanes en la Batalla de
Covadonga (718 ó 722). A partir de ese momento, los reinos cristianos irían poco a
poco expandiéndose por toda la península, apareciendo los reinos cristianos. En el
siglo XIII solo quedaría el Reino Nazarí de Granada como último reducto
musulmán. Además, durante la Reconquista tuvo lugar el proceso de Repoblación,
diferente en cada lugar conquistado según sus necesidades. Tres instituciones
básicas quedarían consolidadas durante estos siglos: la Monarquía, las Cortes y los
municipios.

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1. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.

Se denomina Reconquista al periodo de la Historia de España que transcurre


desde la invasión árabe en el 711, que supone la desarticulación y caída del Reino
Visigodo de Toledo, y la conquista del reino Nazarí de Granada en 1492 por los
Reyes Católicos.

El concepto de reconquista es erróneo, pues implica la idea de volver a conquistar


un territorio que ya antes había pertenecido a una comunidad determinada. La
realidad es bien distinta, y se basa en dos hechos:

 La mayoría de la población visigoda, especialmente la nobleza, pactó con los


musulmanes para pertenecer a Al-Ándalus conservando sus propiedades,
religión y formas de vida.

 La resistencia inicial a los musulmanes en el área cantábrica es una


continuación de la que ya habían ejercido antes a los romanos y visigodos.

Por tanto, el concepto de Reconquista surge posteriormente, y es una elaboración


teórica de los reyes de León con la que, ya en el siglo IX y X, pretendían justificar
la conquista de Al-Ándalus. En esta elaboración teórica subyacen dos ideas: por un
lado, se asume que el Reino de León es heredero del Reino Visigodo, pro lo que la
conquista es legítima; por otro, se concibe la conquista como cruzada, guerra santa
en la que se lucha por la defensa del cristianismo frente al islam.

Cuestiones conceptuales al margen, el proceso de expansión de los reinos


cristianos sobre territorio andalusí se puede dividir en una serie de fases o etapas,
que iremos detallando a lo largo del tema:

 Un primer momento de consolidación previa, que abarcaría desde la


estructuración política y militar de los primeros núcleos de resistencia en el
norte peninsular, aprovechando la crisis del califato (1009), hasta la conquista
de Calahorra (1045), fecha tomada como referencia para el inicio de la conquista
cristiana.

 Una primera etapa de avance cristiano sobre los reinos de taifas y los dominios
almorávides, que se concreta en la conquista de los valles del Ebro y del Tajo,
entre los años 1045-1145.

 La conquista de los cursos alto y medio de los ríos Júcar, Turia y Guadiana,
a costa de la debilidad generada por los segundos reinos de taifas y la invasión
almohade, entre los años 1145-1212, con la batalla de las Navas de Tolosa
(1212).

 Una fase definitiva, encabezada por las conquistas de Fernando III el Santo y
Jaime I el Conquistador, con la ocupación de los últimos señoríos almohades y
los terceros reinos de taifas (1212-1266).

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 El punto final tuvo lugar tras el largo paréntesis del reino nazarí de Granada,
definitivamente conquistado en 1492.

Aparte del término Reconquista, es necesario acudir al proceso de Repoblación. La


repoblación es el proceso colonizador que desarrollan los reinos cristianos tras la
conquista de los territorios de Al-Ándalus. El objetivo de este proceso es asegurar
la posesión del territorio mediante su poblamiento con habitantes leales a los
nuevos soberanos.
En el siglo XX encontrábamos dos tendencias historiográficas diferenciadas: una
a favor de que la invasión islámica había generado un “desierto demográfico” en
regiones como la cuenca del Duero, por lo que fue lógico un proceso de repoblación
posterior; y otra en contra del vaciamiento poblacional, que postula una mera
reorganización política y administrativa de estos territorios bajo la órbita de la
monarquía asturiana (Escudero, 2016).

Por otro lado, el término Repoblación se ha utilizado para englobar situaciones


muy diversas que afectan a territorios y a periodos muy diferentes. Por ello, se
debe hablar de “repoblaciones”, ya que así se ajusta mejor a la existencia de una
multiplicidad de realidades y variantes regionales.

2. LOS ORÍGENES DE LOS REINOS CRISTIANOS.

2.1. LOS PRIMEROS NÚCLEOS.

EL REINO DE ASTURIAS

El origen exacto del reino astur es desconocido. Según la historiografía tradicional,


tras la derrota del rey Rodrigo en la Batalla de Guadalete, 711, una parte
importante de la nobleza hispanogoda se refugió de la penetración islámica al otro
lado de la Cordillera Cantábrica. Allí eligieron como rey a Pelayo, quien lideró la
rebelión contra los musulmanes, vendiéndoles en la Batalla de Covadonga (722).
Desde allí, la frontera fue descendiendo, aprovechando las crisis internas de los
musulmanes. Esta batalla fue para los cronistas cristianos una batalla heroica ante
los infieles; para los musulmanes, no fue más que una pequeña escaramuza
liderada por Pelayo (a quien escriben como un asno salvaje). Sea como fuere,
parece confirmado que Pelayo fue el primer soberano del reino asturiano. Fue
sucedido por su hijo Favila I y, tras su muerte, por el marido de su hermana,
Alfonso I.

Alfonso I destruyó el sistema defensivo musulmán del Valle del Duero,


transformando la región en una “tierra de nadie”, que sirvió durante décadas como
frontera natural entre los cristianos y musulmanes. Tras su muerte el reino entra

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en una fase de anarquía, mientras que Al-Ándalus se consolida con Abd- Al-Ramán
I.

Con Alfonso II el Casto [reinado 791-842] las fronteras se extendieron hasta


Galicia y quedó instaurado el Derecho visigodo con el Liber Iudiciorum. Los
primeros años de su reinado contemplaron una sumisión a Córdoba por medio del
pago de tributos. Partidario de una política permanente de hostilidad contra los
musulmanes, llevó a cabo continuas expediciones –razzias de verano– y aseguró la
independencia política del reino, al que libró del vasallaje –pago de tributo (las
Cien Doncellas) en dinero o especie a los musulmanes–. El nuevo reino Astur se
independizó del primado mozárabe de Toledo y pasó a depender de la Iglesia
carolingia. El envío de embajadas a la corte de Luis el Piadoso [reinado 814- 840]
confirma las estrechas relaciones con el Imperio carolingio. La capital quedó fijada
en la ciudad de Oviedo y Santiago se convirtió, con el descubrimiento de la tumba
del apóstol, en símbolo de la resistencia cristiana contra el islam y en centro de
peregrinaciones.

El carácter electivo de la monarquía favoreció la aparición de bandos, a la muerte


de Alfonso II, unos apoyaron a Ramiro I [reinado 842-850] y otros al conde
Nepociano. Pese a todo Ramiro I consiguió ocupar León cuya incorporación
definitiva no se realizó hasta Ordoño I [reinado 850-866] que derrotó al dirigente
muladí del Ebro Musa ibn Musa en Albelda 859. Desde entonces los hijos de Musa
mantendrán una alianza con los astures frente a los cordobeses.

EL REINO DE LEÓN.
Durante el reinado de Alfonso III [reinado 866-910] se fijó la frontera en el río
Duero y la capital fue trasladada a León. Tras su muerte, el reino de Asturias inició
una profunda crisis –motivada por los conflictos sucesorios, con la consecuente
división del reino; es entonces cuando nace el reino de León. La inestabilidad de
estos momentos se vio acrecentada por la presión militar del Califato cordobés del
siglo X. García I [reinado 910-914] es considerado el primer rey de León.

Ordoño II [reinado 914-924] consiguió recuperar la unidad perdida y situó los


límites del reino en tierras de Extremadura, aunque fue vencido por Abd al-
Rahmán III [emirato 912-929, califato 929-961] en Valdejunquera (920). Al morir
Ordoño, sus hijos se dividieron el reino, y la unidad no se recuperó hasta Ramiro II
[reinado 931-951], que se enfrentó y derrotó al califa Abd al-Rahmán III en la
batalla de Simancas (939). Bajo su reinado tuvo que hacer frente a la nobleza
castellana, que buscaba su independencia en abierta rebeldía contra los monarcas
leoneses. El intervencionismo castellano y navarro, unido a los contantes saqueos
de las tropas de Almanzor (981, campaña de Zamora: 997 saqueo de Santiago de
Compostela), debilitaron enormemente el reino.

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Con Alfonso V [reinado 999-1028] -llamado el Noble o El de los buenos fueros- se
promulgó, en una Curia regis, el Fuero de León (1017): la primera recopilación foral
de la península ibérica, que incluía algunos aspectos tan avanzados como un
intento de separación de la Iglesia y el Estado.

EL REINO DE CASTILLA.
El origen del reino de Castilla está relacionado con las razzias musulmanas al reino
asturleonés –que utilizaban como acceso el valle del Ebro, y que, desde La Rioja,
atravesaban la Bureba burgalesa–. Por ello, el reino asturleonés fortificó la zona
fronteriza de las Bardulias, con el fin de frenar las incursiones enemigas. En 850, el
conde Rodrigo controlaba esta zona plagada de castillos, de donde le viene el
nombre Castiella (tierra de castillos), que pronto empezó a diferenciarse del reino
asturleonés. Los particularismos castellanos – como la abundancia de hombres con
tierras propias que formaban una caballería popular– hicieron que los condes se
consideraran diferentes y aspiraran a la independencia. Aprovechando la crisis de
la monarquía leonesa, el conde Fernán González [condado 932-970] logró el
reconocimiento de Castilla como un condado independiente.

EL REINO DE PAMPLONA.
El origen del reino de Pamplona está vinculado a la derrota que los navarros
propinaron a Carlomagno (742-814) en Roncesvalles (778). Pese a este éxito
militar, la región terminó bajo la influencia franca en el intento de Carlomagno por
crear un limes hispanicum, tal y como sucedió en Aragón y Cataluña. Íñigo Arista
[gobierno 810-851] consiguió sacudirse la tutela franca, por lo que es considerado
el primer rey de Pamplona.
Durante el siglo X, con el apoyo de Alfonso III, subió al trono la familia Jimena, con
Sancho Garcés I [reinado 905-925] que conquistó Nájera y La Rioja. Repobló la
zona con la ayuda de los monasterios de San Millán de la Cogolla y de San Martín
de Albelda.

Sancho III de Pamplona [reinado 1005-1035] convirtió su reino en el más


poderoso de los reinos cristianos peninsulares; hecho relacionado con la ubicación
geográfica de Navarra en la ruta del Camino de Santiago, que posibilitó su
enriquecimiento. Conquistó Castilla, Sobrarbe y Ribagorza, y derrotó a Bermudo III
de León [reinado 1028-1037], que se convirtió en su vasallo, al igual que el conde
de Barcelona.

A su muerte, dividió sus dominios entre sus hijos: su primer hijo, García Sánchez
III [reinado 1035-1054], obtuvo el reino de Pamplona; Fernando, el condado de
Castilla (en calidad de vasallo de su hermano García). Tras la muerte del rey de
León, Bermudo III, en la batalla de Tamarón en 1037, Fernando I el Magno
[reinado 1037-1065] se convirtió en rey de Castilla y León; Gonzalo I heredó

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Sobrarbe y Ribagorza; y Ramiro I de Aragón [reinado 1035-1063] (primogénito
pero ilegítimo) recibió el condado de Aragón y, a la muerte de su hermano Gonzalo,
incorporó sus dominios y lo elevó a la categoría de reino.

EL REINO DE ARAGÓN.
El origen del reino de Aragón como territorio independiente cristiano frente al
islam se sitúa en la creación del limes hispanicum carolingio (García de Cortázar et
al., 2008). Con el tiempo, el aislamiento de los valles pirenaicos posibilitó la
creación de unos condados independientes –Aragón, Sobrarbe y Ribagorza– que
terminaron por librarse de la tutela franca y conformaron el reino de Aragón en
1035 aprovechando la situación de guerra civil de los musulmanes. El matrimonio
de Sancho Garcés I con la aragonesa Andregoto Galíndez permitirá a su hijo Sancho
Abarca unir Aragón y Navarra.

CONDADOS CATALANES.
La actual región de Cataluña estaba fragmentada en un conjunto de condados
(Pallars, Urgel, Cerdaña, Rosellón, Besalú, Ampurias, Gerona, Ausona y Barcelona)
integrados en la llamada Marca Hispánica –territorio fronterizo entre el Imperio
carolingio y al-Ándalus–. Cada condado estaba gobernado por un comes vasallo
del rey franco. Teóricamente el emperador gobernaba a través de los condes y de
los missi dominici que enviaba para inspección.

Uno de estos condes, Wifredo el Velloso (840-897), conde de Barcelona,


aprovechó la crisis imperial carolingia y unificó varios condados en el año 878,
consiguiendo su independencia de facto con respecto al Imperio carolingio. La
independencia contó con el apoyo de la población, que reconocía la autoridad de
los condes más que la del propio emperador. La frontera se estabilizó a comienzos
del IX. En sus campañas contra los árabes será Borrell II (954-992) el primero que
envíe embajadas a Córdoba como ya habían hecho leoneses, castellanos y
navarros, lo que no evitó sin embargo el ataque de Almanzor en 985.

2.2. CARACTERES SOCIO-ECONÓMICOS.

La estructura económica de los reinos del norte era, mayoritariamente, agrícola-


pastoril, existiendo una escasa industria y comercio y basándose en el trueque
como instrumento de cambio. No obstante, a partir del siglo X, se desarrolla el
comercio a través de los mercados semanales y por el uso de las monedas islámica
y carolingia.

Ya en pleno siglo X, encontramos una sociedad que, a pesar de sus particularidades


(abundan los pequeños propietarios libres), participa del típico esquema feudal
europeo. El rey concede tierras a nobles y eclesiásticos por sus servicios en la

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Reconquista, de dominio temporal o de plena propiedad hereditaria y
jurisdiccional (feudo).

En la posición elevada de la sociedad se encontraban los magnates, unidos al rey


por lazos de fidelidad. Las necesidades militares derivadas de la defensa del
territorio hicieron que los grupos intermedios tuvieran una gran importancia, que
fue en aumento en las siguientes centurias. Nos referimos a los infanzones,
pertenecientes a la baja nobleza, y a los milites, campesinos combatientes.
También será frecuente la encomendación, es decir, la cesión de tierras de los
campesinos a un señor a cambio de su protección. Pero la situación era muy
diversa, desde el colono con libertad de cambiar de señor (Hombres de Behetrías)
hasta los siervos adscritos a la tierra. Será entonces cuando surgen las
inmunidades, capacidad concedida a los señores de administrar justicia y cobrar
impuestos en sus propiedades.

Por otro lado, Almanzor llega al poder como Hayib (ministro) de Hisham II,
desarrollará una política de castigo contra los cristianos, que tendrán que pagar
parias y serán sometidos a continuas vejaciones por los musulmanes. Las aceifas
de Almanzor alcanzarán los lugares más importantes de los reinos cristianos como
Barcelona, Pamplona y Santiago de Compostela. El terror que infundía motivará
una brusca detención no solo de la Reconquista, sino también de la repoblación.

3. CONSOLIDACIÓN DE LOS ESTADOS CRISTIANOS (S.XI-XII).

A partir del siglo XI se produce la gran expansión territorial cristiana, la cual es


favorecida por las siguientes causas: crecimiento económico y demográfico;
aparición del “espíritu de cruzada”; nacimiento y expansión de las órdenes
militares; cambios técnicos y tácticos en lo militar: caballería pesada y nuevas
máquinas de asalto; avances cristianos significativos como Toledo y Zaragoza;
reorganización del territorio con testamentos como el de Sancho III “El Mayor” de
Navarra y la aparición de los reinos de Castilla y Aragón; Descomposición del
califato y debilidad musulmana; nueva política de parias, ahora son los cristianos
los que las reciben.

3.1. SIGLO XI.

El siglo XI inauguró una época en la que los reinos cristianos se incorporaron a las
corrientes políticas, económicas, sociales y religiosas europeas. A partir de
entonces, la población aumentó al compás de la expansión agraria y de la
ocupación de nuevas tierras: se activó la vida urbana y las actividades artesanales,
se organizó el comercio local y a larga distancia, y, con ellos, se generalizó el uso de
la moneda. El desarrollo económico se produjo en el marco de la sociedad feudal y
del cambio de tendencia en las relaciones con al-Ándalus.

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A lo largo de estos años, los cristianos abandonaron su actitud meramente
defensiva y tomaron la iniciativa en la lucha contra el islam, a lo que contribuyó la
disolución del califato en una serie de reinos independientes o taifas. Los
dirigentes cristianos establecieron un sistema de parias (tributos) a los reyezuelos
de las taifas –que consistía en un pacto de alianza y protección mediante el cual el
musulmán pagaba al cristiano por el mantenimiento de la paz y su auxilio ante sus
posibles enemigos. También era frecuente la contratación de servicios militares de
las tropas cristianas como mercenarios (sirva de ejemplo el caso del Cid con
respecto al rey de la taifa de Zaragoza, a cambio de contraprestación económica).
El dinero llegado de al-Ándalus contribuyó a la consolidación de los reinos del
norte, al invertirse en un aumento de tropas permanentes y de mercenarios, en
mejores armas y mejores atalayas, y en un aumento de la caballería sobre la
infantería. Así, se realizaron importantes avances sobre territorio islámico: la
frontera se trasladó del valle del Duero al Sistema Central tras la conquista de
Coimbra (1064); Toledo fue tomada en por Alfonso VI, en 1085, y Zaragoza por
Alfonso I el Batallador, en 1118. Tan solo la llegada de los Almorávides paralizó
temporalmente las conquistas.

En el caso de Castilla y León, la figura del hijo de Sancho III el Mayor, Fernando I
el Magno, fue una de las figuras clave para la recuperación política: reorganizó los
dominios del reino y realizó importantes avances contra los musulmanes, tomó
importantes plazas como Viseo y Coimbra, y fue el primero en establecer el pago
de parias. Su muerte dio lugar a una crisis interna, que fue resuelta en favor de su
hijo Alfonso VI el Bravo (1065-1109), cuyo título de Imperator totius Hispaniae es
fiel reflejo de la unidad de la que gozaron los dominios cristianos de León, Castilla,
Galicia y Portugal bajo su mandato. Esta estabilidad interna permitió al emperador
emprender una serie de campañas, que culminaron con el asedio de la taifa de
Toledo –antigua capital del reino visigodo y enclave estratégico para los
musulmanes– que se rindió en el año 1085. La llegada de europeos por el Camino
de Santiago benefició la recuperación económica y la repoblación. Así llegaron
Raimundo de Borgoña y Enrique de Lorena que se convirtieron en el brazo
derecho del rey que les dio a sus hijas Urraca y Teresa en matrimonio con los
condados de Galicia y Portugal respectivamente.

El avance territorial de los cristianos hizo ver a los musulmanes que estaban
perdiendo al-Ándalus, por lo que Sevilla, Badajoz y Granada decidieron pactar la
intervención almorávide. A fines del siglo XI esta federación de tribus bereberes
del Sáhara, de credo ortodoxo alfaquí, se establecieron en territorio peninsular.
En el año 1086, cruzaron el estrecho en apoyo de la taifa de Sevilla y derrotaron a
Alfonso VI en Sagrajas, con lo que pusieron en peligro el avance cristiano del siglo
XI. El Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar (1048-1099), intentó frenar al líder de

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los almorávides, Yusuf ibn Tashufin [emirato 1061-1106], en Valencia (taifa vasalla
del rey Alfonso).

Sancho Garcés III el Mayor atribuyó a Navarra tierras originalmente castellanas,


lo que provocó continuos enfrentamientos uno de ellos, la llamada Guerra de los
Tres Sanchos, se saldó con la victoria castellana y la ocupación por parte de Castilla
de la Bureba en 1067. La muerte de Sancho IV de Navarra fue aprovechada por
Alfonso VI de Castilla para recuperar La Rioja, Álava, Vizcaya y parte de Guipúzcoa.

La expansión de los reinos pirenaicos corrió a cargo del reino de Aragón, que
ejerció su supremacía en la zona como nuevo reino, al protagonizar un
espectacular avance territorial por los territorios de Huesca y del valle del Ebro. El
monarca aragonés Sancho Ramírez [reinado 1063- 1094] pactó un acuerdo con el
emperador leonés, Alfonso VI, para ocupar el reino de Navarra, por lo que Navarra
y Aragón se mantuvieron unidos hasta 1134, hecho que favoreció la consolidación
y expansión de Aragón. Estas tierras fueron repobladas con Alfonso el Batallador.
Su intervención en Castilla paralizó la reconquista hasta 1117, cuando emprendió
con templarios y miembros de la orden del Hospital la conquista de Zaragoza que
resultó todo un éxito.

Los condados catalanes experimentaron, en la primera mitad del siglo XI, una
profunda crisis social y política, que se inició durante el gobierno del conde de
Barcelona Berenguer Ramón I [condado 1017- 1035]. Su sucesor, Ramón
Berenguer I [condado 1035-1076], tuvo que hacer frente a esta crisis, que
corresponde, según el medievalista Pierre Bonnassie, a los cambios derivados de la
consolidación en la zona del sistema feudal (Bonnassie et al., 2008). Estos
territorios vivieron en un constante clima de violencia generalizada durante el
segundo tercio del siglo XI; la autoridad de los condes fue progresivamente
sustituida por la creación y mantenimiento de vínculos de dependencia feudales de
las familias nobiliarias con sus vasallos, que consiguieron arrebatar a los condes el
ejercicio de la jurisdicción en sus dominios, al sustituir la ley escrita del Liber
Iudiciorum por sus propias normas. La usurpación de tierras y la imposición de
nuevas cargas fiscales feudales provocaron la resistencia campesina, que se vio
apoyada por la jerarquía eclesiástica catalana a través de las constituciones del
movimiento social Paz y Tregua de Dios. Sin embargo, el proceso de feudalización
era ya imparable. La nueva realidad surgida a partir de 1060 estuvo marcada por
la recuperación del poder del conde de Barcelona, que se extendió por toda
Cataluña, el cual consiguió someter al resto de los condes a cambio de conceder a
la nobleza catalana el control sobre sus campesinos. En estos años, las relaciones
con al- Ándalus se caracterizaron por el pago de parias por parte de los reyes de las
taifas vecinas; la política de paz a cambio de dinero proporcionó al territorio una
prosperidad económica frenada con la llegada de los almorávides.

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Los años siguientes se concentraron en la recuperación del cobro de parias en
lugar de avanzar con la conquista, tal fue la política de Ramón Berenguer II El
Cabeza de Estopa [gobierno 1076-1082] y su hermano gemelo Berenguer Ramón II
El Fratricida [gobierno 1076-1097], que defendieron estas parias con las armas -
Ramón Berenguer II llegó a ser prisionero del Cid-. Ramón Berenguer III [gobierno
1097- 1131] hijo de Ramón Berenguer II, resistió los ataques almorávides. Al
casarse con Dulce de Provenza entró en conflicto con los condes de Toulouse.
Ramón Berenguer IV recibió de su padre los condados catalanes excepto Provenza.

3.2. SIGLO XII.

CRISIS EN LOS REINOS DE LEÓN Y CASTILLA.


La unificación de al-Ándalus por los almorávides y las derrotas infligidas al
monarca Alfonso VI, disiparon las expectativas de cohesión y pusieron fin al sueño
imperial. Los reinos de León y Castilla entraron en una etapa de profunda crisis
interna durante el reinado de Urraca I [reinado 1109-1126], hija de Alfonso VI,
y casada con Alfonso I de Aragón, llamado el Batallador. Este matrimonio, con el
que se pretendían asentar las bases de la futura unificación de los reinos, fue un
fracaso que derivó en el enfrentamiento armado entre los cónyuges y en el rechazo
de un sector de la nobleza, que defendía los derechos al trono de Alfonso
Raimúndez, el futuro Alfonso VII [reinado 1126-1157], hijo del primer
matrimonio de Urraca. La victoria de los partidarios de Alfonso y su coronación, en
1126, coincidió con la descomposición del imperio almorávide, que permitió al
nuevo monarca dar un nuevo impulso a la conquista del territorio andalusí.
Alfonso VII finalizó la repoblación del valle del Tajo y retomó la idea
imperial, proclamándose Imperator Legionensis et Hispaniae, en 1135.

El monarca reconoció la independencia de Portugal en 1142. León vio frustrados


sus intentos de expansión por el sur, pero recuperó las tierras cedidas a Navarra
en 1127, y aceptó la unión de los condados catalanes y Aragón en 1137 en el
acuerdo de Tudillén. Otro punto de conflicto fue Santiago de Compostela (1116-
1117) donde la burguesía quería compartir el dominio de la ciudad con el obispo.
Los clérigos apoyaban Alfonso VII, frente a la burguesía que consiguió expulsar al
obispo Diego Gelmírez de la ciudad durante un año, hasta que regresó con tropas
de Alfonso VII y de Urraca. En su lucha contra el islam, Alfonso VII ocupó en 1147
Baeza y Úbeda -territorios que se volvieron a perder tras su muerte y la llevada de
los almohades-.

Alfonso VII dividió el reino entre sus hijos: Castilla pasó a manos de Sancho III
[reinado 1157- 1158] y León a su hermano Fernando II [reinado 1157-1188]. Al
morir en 1158 Sancho III, Fernando II aprovechó la ocasión para anexionar Tierra
de Campos. Los límites entre ambos reinos quedaron fijados en el tratado de
Sahagún, de 1158.

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Hasta la unión definitiva de León y Castilla, en 1230, se sucedió un largo periodo
de guerras en el que León estableció alianzas con la Corona de Aragón, mientras
que Castilla lo hizo con Portugal. En ese contexto de luchas, los monarcas trataron
de mantener su posición hegemónica frente a la nobleza –que gracias a las
conquistas estaba adquiriendo unos poderes cada vez mayores–. Para controlar a
los nobles del reino, Alfonso IX de León [reinado 1188-1230] buscó el apoyo
social de las ciudades e impulsó la legislación real. Este monarca convocó las
primeras Cortes, en 1188, con representantes de las ciudades, nobleza y clero,
consideradas el primer ejemplo de sistema parlamentario en Europa. En su lucha
con el infiel, Alfonso IX venció a los musulmanes en Sevilla y tomó Mérida y
Badajoz, pero su pacto con los almohades (federación de tribus bereberes de la
región del Atlas) le llevó a ser excomulgado por el papa Celestino III [papado 1191-
1198].

En Castilla se vivió una guerra civil entre la familia de los Castro y de los Lara
durante la regencia de Alfonso VIII [reinado 1158-1214]. Una vez alcanzada la
mayoría de edad, en 1170, el rey centró su esfuerzo en la expansión del reino
sobre La Rioja y la Tierra de Campos, y trató de estrechar lazos con Aragón, con
quien firmó diferentes acuerdos para el reparto de Navarra y del territorio
musulmán, uno de los más importantes es el Tratado de Cazorla, en Soria, 1179. A
pesar de la ofensiva de los almohades, el monarca castellano conquistó Cuenca en
1177. Sin embargo, los almohades le derrotaron terriblemente de la batalla de
Alarcos (1195). Aragoneses, navarros y castellanos se unieron en una cruzada
impulsada por Inocencio III [papado 1198-1216] contra los almohades, a quienes
derrotaron en la batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212.

La anulación del matrimonio de Alfonso I el Batallador con Urraca I permitió al


reino de Aragón centrar sus esfuerzos en la lucha contra el islam. La expansión
aragonesa tuvo como principal hito el avance sobre la línea del Ebro, con la
ocupación de Zaragoza (1118), además de las ciudades de Tudela, Tarazona,
Calatayud y Daroca. El reinado de Alfonso I puso fin a una etapa importante, desde
el punto de vista político, económico y social de la historia de Aragón y Navarra
unidas. La muerte sin descendientes del monarca planteó un grave problema
sucesorio, agravado por su testamento (1131), en el que dejaba el reino a las
órdenes militares del Hospital y del Temple. Ni los nobles aragoneses ni los
navarros aceptaron esta última voluntad, y mientras los primeros nombraban rey
a su hermano Ramiro II el Monje [reinado 1134-1157], los segundos
proclamaban al navarro García Ramírez.

Con la unión matrimonial, en 1137, del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV


[reinado 1137- 1162], y Petronila de Aragón, hija de Ramiro II, nacía una entidad
política y dinástica fuertemente europeizada que se lanzó a la conquista de un

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imperio marítimo en el Mediterráneo. Ramiro II delegó el poder de facto en Ramón
Berenguer IV, que gobernó durante su mandato y el de Petronila has su muerte, en
1162. Colaboró con Alfonso VII de Castilla en la conquista de Almería en 1147 y
contó con el apoyo naval de Génova, cuyos barcos también participaron en la
conquista de Tortosa en 1148. En 1149 cayó Lérida a manos de Cataluña y Aragón.
En estas nuevas conquistas el rey tuvo que dar muchas concesiones, como el
castillo de Tortosa, que fue entregado a Guillén Ramón de Montcada, o parte de la
propia ciudad de Tortosa a los genoveses y a la Orden del Temple. Fue Alfonso II
el Casto [reinado 1162-1196], su hijo, quien formalizó la unión entre Cataluña y
Aragón como “rey de Aragón y conde de Barcelona”. Durante su reinado se firmó el
Tratado de Cazorla con el reino de Castilla, a causa de los intereses expansionistas
de ambos reinos para evitar posibles conflictos. De esta manera, el rey aragonés
limitaba sus derechos territoriales de conquista perdiendo el derecho a
anexionarse Murcia y a cambio recibía la anulación de las cláusulas de vasallaje
que le subordinaban a Castilla. Los reinados de Alfonso II y su hijo Pedro II el
Católico [reinado 1196-1213] se caracterizaron por su expansión ultrapirenaica,
la cual se detuvo cuando Pedro II perdió la vida en el castillo de Muret, en el año
1213 a manos de Simón de Montfort.

PORTUGAL.
Entre tanto, el condado de Portugal, heredado por Teresa de León (1080-1130), la
otra hija de Alfonso VI, comenzó su proceso de independencia. Los años de crisis
que sucedieron tras la muerte de Alfonso VI propiciaron que el heredero del
condado portugués, Alfonso Enríquez (futuro Alfonso I de Portugal), obtuviera una
amplia autonomía en sus territorios. El papado reconoció su territorio como reino,
situación que el monarca castellano Alfonso VII terminó por aceptar. Desde
entonces, la conquista y repoblación de la región comprendida entre Coimbra y el
Algarve fue dirigida por Alfonso I [reinado 1139-1185] como rey de Portugal. En
1147 Lisboa fue liberada por Portugal con la ayuda de cruzados ingleses.

Tras años de enfrentamientos se firmó en 1165 la Paz de Lérez entre Alfonso I de


Portugal y Fernando II de León, lo que permitió a ambos monarcas proseguir su
lucha contra el infiel. Geraldo Sempavor, conocido como El Cid portugués, ocupó
Trujillo, entre otras plazas, y llegó a sitiar Badajoz en 1169 con Alfonso I de
Portugal. Cuando Fernando II de León vio amenazada su expansión atacó y derrotó
a los portugueses en Badajoz obligándoles a devolver las plazas tomadas como
Trujillo y Cáceres. Desde entonces, Fernando II estableció alianzas con los
almohades para mantener sus posesiones. En Portugal el rey descuidó sus
obligaciones de vasallo de Roma e Inocencio III le exigió en 1198 el pago de sus
tributos a cambio de mantener su trato de favor. La concesión por parte de Alfonso
I de Portugal de numerosas tierras al clero otorgó a la Iglesia portuguesa un gran
poder. Sancho I [reinado 1185-1211] intentó reducir su poder, pero Roma
intervino y Sancho se vio obligado a dar nuevas concesiones al clero. Nuevos

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enfrentamientos surgieron con Alfonso II [reinado 1211-1233] y Sancho II
[reinado 1233-1248].

En el siglo XIII Sancho II y Alfonso III [reinado 1248-1279], incorporaron el


Algarve haciendo frente a los castellanos. La debilidad de las fronteras obligó que
en 1253 Alfonso III cediese unas tierras a Alfonso X el Sabio (rey de Castilla) hasta
que el hijo de Alfonso III con Beatriz de Castilla, hija de Alfonso X tuviese siete
años.

INDEPENDENCIA DE NAVARRA.
En Navarra, la guerra civil con Urraca había retrotraído las fronteras a las de
Sancho Garcés III el Mayor de Pamplona, hasta que en la Paz de Támara (1127)
Alfonso VII renunció a las conquistas de Sancho II de Castilla y de Alfonso VI. La
elección de García Ramírez V el Restaurador [reinado 1134-1150], señor de
Tudela, trajo consigo la independencia de Aragón. Sin embargo, las reducidas
dimensiones del territorio navarro y su situación geográfica privaban al monarca
de una posible expansión a costa del enemigo musulmán. Los monarcas navarros
se centraron en conservar su independencia frente a sus dos potentes vecinos,
Castilla y Aragón, mediante una política de pactos y alianzas que fue fluctuando en
función de las necesidades.

García Ramírez V y su sucesor, Sancho VI el Sabio [reinado 1150-1194] afirmaron


su vasallaje a Castilla, apoyando a Aragón en sus campañas en Murcia y pactando
matrimonios con Ricardo Corazón de León y Teobaldo de Champaña cuyos
descendientes reinarán en Navarra.

Castilla y Aragón, pactaron una ofensiva contra Navarra, por la que el reino perdió
sus posesiones alavesas y guipuzcoanas, que pasaron a manos castellanas. La paz
con Castilla y Aragón a principios del siglo XIII le permitió sobrevivir y en el año
1212 los navarros combatieron a los almohades en las Navas de Tolosa.

Pedro Ruiz de Azagra (muerto en 1186), de origen navarro, creó su propio señorío
en Albarracín aprovechando la caída del rey Lobo de Murcia y de Valencia, que
osciló entre Aragón y Castilla con el apoyo de Navarra hasta aumentar sus
dominios. Hizo testamento dejando Albarracín para la Orden de Santiago con lo
que consiguió atraerse a Aragón que finalmente ocuparía el señorío en el XIII. Los
condes de Urgel también mantuvieron una política de equilibrio entre Aragón y
Barcelona dando al mismo tiempo chanzas a Castilla.

4. LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII.

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4.1. EXPANSIÓN CASTELLANA Y LEONESA. LA CONSOLIDACIÓN
INSTITUCIONAL DE LA CORONA DE CASTILLA.

Fernando III y la unión de León y Castilla. La política matrimonial emprendida


por Alfonso VIII de Castilla tuvo como consecuencia la unión de las coronas de
Castilla y de León, al casar a su hija Berenguela de Castilla [reinado 1217] con el
monarca leonés, Alfonso IX de León [reinado 1188-1230]. El hijo de ambos,
Fernando III el Santo [reinado 1217- 1252], heredó ambos reinos como sucesor
en el trono de Castilla, a Enrique I (1214- 1217), y en el trono de León, a Alfonso
IX, en 1230. Enrique I de Castilla se vio sometido al noble Alvar Núñez de Lara que
prácticamente gobernó con el apoyo de las órdenes militares. A su muerte la
corona pasaba a Berenguela (hija de Alfonso VIII) que cedía sus derechos a su hijo
Fernando III. Esto provocó la insurrección de Alvar que pidió ayuda al rey de León
(Alfonso IX), que, tras la anulación de su matrimonio con Berenguela, se distanció
de su hijo Fernando, el cual trató de obtener la paz con su padre a través de la
devolución de un dinero debido por Enrique I a Alfonso IX y mediante la firma del
Pacto de Toro en 1218.

Entre 1224 y 1236, Fernando III avanzó sobre el territorio musulmán,


apoderándose de plazas tan importantes como Martos, Andújar, Cazorla y Córdoba.
Anteriormente, desde 1218, en el reino de León, Alfonso IX había empezado a
organizar expediciones contra tierras musulmanas que culminaron con la
conquista de Cáceres en 1229. En la frontera suroriental, fue incorporado el reino
de Murcia (1243) a manos del infante Don Alfonso (futuro Alfonso X). Los tratados
de Tudillén y Cazorla fueron revisados en el tratado de Almizra (1244) y Aragón
con Castilla decidieron repartirse Valencia y Murcia estableciéndose la frontera en
Almizra (Campo de Mirra, Alicante). Fue un tratado de paz entre la Corona de
Aragón y la Corona de Castilla, firmado por el rey Jaime I el Conquistador y el
infante Alfonso de Castilla, que actuaba en nombre de su padre Fernando III. Jaén
caía en 1246 y dos años después capitulaba Sevilla, con la subsiguiente
incorporación a la Corona de Castilla de Jerez, Medina Sidonia y Cádiz. Las
repoblaciones dirigidas por los reyes supusieron una expansión del dominio
directo de la monarquía castellana y fueron el reflejo del poder efectivo de ésta,
capaz de imponerse a la nobleza, en contraste con la monarquía aragonesa. En
estos territorios se permitió la permanencia de la población musulmana hasta la
gran sublevación mudéjar, ocurrida en 1264, que trajo consigo su expulsión.

La figura de Alfonso X el Sabio [reinado 1252-1284] es clave para entender el


proceso de configuración institucional. El monarca articuló todo un proyecto que
englobaba tanto el poder político como la reorganización jurídica, cultural y
económica. Para ello, elaboró los tres grandes textos que conforman su obra
legislativa: el Espéculo, el Fuero Real y las Partidas –que toman como punto de
referencia el derecho romano y cuyo objetivo era unificar los distintos fueros de

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sus dominios–. Se introdujeron cambios sustanciales en la administración de
justicia, representada por la cancillería y la curia. Para llevar a cabo su política de
reforzamiento del poder real, la monarquía necesitaba la cooperación de las
ciudades, por lo que el rey dio un gran impulso a las Cortes. La ambiciosa política
de Alfonso X exigía a la corona disponer de recursos crecientes, de ahí que, según
Miguel Ángel Ladero Quesada (1943), el reinado de este monarca supusiera el
inicio de un sistema hacendístico bajo el pleno control de la monarquía (Ladero,
2010). La situación económica se vio agravada por el enfrentamiento con los
benimerines en Tarifa y por el intento por parte del monarca de apoderarse del
título imperial durante el interregno (1254-1273). La muerte del primogénito de
Alfonso, el infante Fernando de la Cerda, en 1275 permitió a Sancho, segundo hijo
del rey, reclamar sus derechos a la sucesión alzándose contra su padre.

El Algarve fue cedido por Sancho II de Portugal [reinado 1223-1248] a Alfonso X


el Sabio en 1245 como pago para su ayuda en la guerra civil portuguesa (1246-
1247) entre Sancho II y su hermano Alfonso. Sancho II perdió la guerra y el Algarve
fue reclamado por Alfonso III de Portugal [reinado 1248-1279] en 1252
provocando una guerra que terminó con el matrimonio de Alfonso III y Beatriz de
Castilla (hija ilegítima de Alfonso X). El Algarve quedaría en manos de Castilla
hasta que el hijo tuviese siete años.

La campaña de Navarra fue anulada porque los nobles se alzaron bajo el mando
Enrique (hermano de Alfonso X). Enrique, enemistado con Alfonso por el reparto
de Andalucía, fue apoyado por la familia Haro, que ejercía su influencia sobre la
nobleza igual que los Lara, aliados de Alfonso X debido a su competencia contra los
Haro.

Por otra parte, Castilla y Aragón participaron en el conflicto entre güelfos y


gibelinos. Alfonso X por su matrimonio tenía derechos sobre el Imperio alemán.
La elección se realizó entre Alfonso de Castilla y Ricardo de Cornualles, hermano
del rey de Inglaterra Enrique III, pero la elección de Alfonso no fue aceptada por el
Pontífice. Alfonso intentó comprar el título desangrando al reino con la oposición
de la nobleza, pero mantuvo sus esperanzas hasta 1275 buscando aliados en el
exterior (Pisa). Las aspiraciones imperiales resultaron imposibles por el malestar
de la nobleza. Las Cortes de Valladolid de 1258 trataron de poner freno a la
situación económica de devaluación monetaria. El monarca tuvo que renunciar al
Algarve en 1267 a favor de su nieto Dionisio I, hijo del rey de Portugal Alfonso III,
en contra de los deseos de los nobles que se volvieron a rebelar en 1269. La
sucesión correspondía a sus sucesores, los infantes de Cerda (Alfonso de la Cerda y
Fernando de la Cerda, hijos de Fernando) que contaban con el apoyo de los Lara.
Sin embargo, Fernando de la Cerda, murió defendiendo el reino del ataque de los
benimerines en 1275. Los Haro aceptaron a otro hijo de Alfonso, Sancho, pero en el
testamento Alfonso dejó herederos a los infantes con la tutela de Felipe III de

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Francia (tío de los infantes). Alfonso X, abandonado por todos, murió en Sevilla en
1284, y su testamento no fue respetado.

Sancho IV de Castilla [reinado 1284-1295] consolidó su posición en el trono y


aplacó a los sectores rebeldes de la nobleza castellana con el apoyo de las ciudades,
a las que había permitido la creación de hermandades a cambio de su ayuda en el
conflicto. Los primeros años de su mandato padecieron las constantes incursiones
de los benimerines en el valle del Guadalquivir. El monarca, tras realizar un
importante esfuerzo económico, reanudó las conquistas y tomó Tarifa en 1292.

4.2. ARAGÓN, NAVARRA Y LOS CONDADOS CATALANES.

LA EXPANSIÓN CATALANO-ARAGONESA.
A la muerte de Pedro el Católico el reino pasó a Jaime I el Conquistador [reinado
1213-1276], debido a su minoría de edad estuvo bajo la tutela de Inocencio III que
reorganizó el reino gracias al conde Sancho. Los pontífices impidieron la
continuidad de la política de Occitania. Jaime I tuvo que hacer frente a una mala
situación económica e incluso tuvo que enfrenarse a varios nobles como Montcada.

La época de los grandes avances castellanos coincidió con las empresas en la


Corona aragonesa sobre Baleares y la costa valenciana, durante el reinado de Jaime
I. La primera conquista fue la de Mallorca (1229), promovida por los comerciantes
de Cataluña para facilitar sus comunicaciones con el norte de África, obstaculizadas
por los piratas de aquella isla; entre 1228-1235 fue conquistado el archipiélago
balear. En Menorca se firmó un pacto de enfeudación con los musulmanes (Pacto
de Capdepera) en 1231, siendo finalmente integrada por Alfonso III el Liberal en
1287. Ibiza fue conquistada en 1235. Esta conquista fue posible por la combinación
de intereses de la burguesía y nobleza catalana, que buscaban aumentar sus
ingresos.

Inmediatamente después se planificó la ocupación de Valencia. La iniciativa partió


de los caballeros aragoneses. Jaime I no quiso que la nobleza aragonesa aumentara
su poder con la incorporación de tan importante territorio, por lo que, tras las
primeras victorias de los nobles, la corona se puso al frente de la operación, en la
que intervinieron también los condados catalanes. La larga empresa se desarrolló
en tres etapas a partir de la toma de Morella en 1232, Borriana en 1233, Alzira en
1242 y Biar en 1245. En estas últimas localidades se fijaron los límites de la
expansión de Castilla y Aragón en el Tratado de Almizra, de 1244. Jaime I tuvo que
hacer frente a la nobleza aragonesa al término de la conquista. En 1264 las Cortes
de Aragón se negaron a apoyar al monarca a no ser que se reconociera el fuero de
Aragón en Valencia. Jaime tuvo que dar muchas concesiones, casi todas las

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solicitadas incluso un fuero para aquellos nobles aragoneses que tuviesen tierras
en Valencia, pero Aragón no participó en la campaña contra Murcia.

La expansión en Italia hunde sus raíces en la muerte de Federico II (Emperador


nieto de Federico I Barbarroja) en 1250, momento en el cual el papa dividió
Alemania de Italia: Sicilia era para Manfredo, hijo de Federico, y Roma queda bajo
la protección de Carlos de Anjou que derrotó a Manfredo. La aceptación del Reino
de Sicilia perjudicó a Alfonso X el Sabio que se consideraba Emperador y a Pedro
III el Grande de Aragón casado con Constanza, hija de Manfredo. Muchos sicilianos
se exiliaron en Túnez y Cataluña. Contra ellos fue dirigida la cruzada de Luis IX de
Francia (hermano mayor de Carlos de Anjou) en 1270 en Túnez, que pretendía
llegar desde aquí a Jerusalén. El hijo de Jaime I, Pedro III el Grande, envió en 1282
una flota a Sicilia (vísperas sicilianas) para expulsar a los angevinos (franceses),
incorporar Sicilia y controlar el comercio con Túnez.

CONSOLIDACIÓN INSTITUCIONAL DE LA CORONA DE ARAGÓN.


Aunque la autoridad monárquica de la Corona de Aragón era menor que la del rey
castellano, se advierte en el siglo XIII, en el territorio aragonés, un intento de
consolidación monárquica. El fortalecimiento del poder real encontró sus
mejores aliados en la Iglesia y en el círculo de juristas que rodeaba al rey, como
Raimundo de Peñafort (1175-1275), que contribuyeron en gran medida a la
difusión del derecho romano. La extensión y complejidad de la Corona de Aragón,
formada por varios estados, imposibilitaba el ejercicio directo del poder real por
parte del monarca. Ello hizo que aparecieran cargos con responsabilidades de
gobierno y administración central por delegación real, surgieron así los
procuradores generales, gobernadores, lugartenientes del rey y virreyes.

El testamento de 1262 de Jaime I mantenía unidos Cataluña, Aragón y Valencia, y


separado del reino de Mallorca con Rosellón, Cerdaña y Montpellier como reino
vasallo de Aragón. Este reino de Mallorca resultaría políticamente muy inestable
y sería anexionado definitivamente a la Corona por Pedro IV el Ceremonioso
[reinado 1336-1387].

La política de fortalecimiento real continuó bajo el reinado de Pedro III el


Grande [reinado 1276- 1285], que impuso una serie de tributos –el bovatge– sin
autorización de las Cortes, lo que provocó la inmediata reacción nobiliaria, por lo
que tuvo que hacer frente a diversas sublevaciones de nobles entre 1277 y 1280.
La guerra que enfrentaba a Pedro III con Francia, Navarra, el Papa y su hermano
Jaime II de Mallorca, provocó que necesitara para su campaña todos los recursos,
por lo que trató de dar satisfacción a las exigencias de sus súbditos, especialmente
a los catalanes, en las Cortes de Barcelona de 1283 con la remensa. El monarca,
casado con Constanza II de Sicilia (1249-1302), aprovechó el descontento de la
población siciliana contra el gobierno de los Anjou, para proclamarse rey en la isla.

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El fin de siglo en la Corona aragonesa está marcado por el choque de intereses
entre monarquía y nobleza, y por la nueva orientación expansionista hacia el
Mediterráneo, una vez finalizadas las conquistas en la Península. Su prematura
muerte dejó la corona en manos de su hijo Alfonso III el Liberal [reinado 1285-
1291], que incorporó Mallorca mientras hacía nuevas concesiones a la liga de
nobles aragoneses.

Tras el fallecimiento de Alfonso III, el reino quedó en manos de su hermano Jaime


II [reinado 1291- 1327], que gobernaba en Sicilia, quedando esta en manos de su
hermano Federico (Fabrique). Sin embargo, más tarde, ante la presión de Francia y
el papa Bonifacio VIII, se vio obligado a ceder esta isla al papado (en contra del
deseo de Federico y del parlamento siciliano) y devolver Baleares a su homónimo y
tío Jaime II de Mallorca (hijo de Jaime el Conquistador) a cambio de los derechos
de ocupación de Córcega y Cerdeña - Tratado de Anagni de 1295-. Posteriormente
Federico y el parlamente siciliano lucharían por recuperar la isla.

NAVARRA.
El reino de Navarra mantuvo estrechas alianzas con la Corona aragonesa durante
la primera mitad del siglo XIII. Jaime I había tratado, sin éxito, de unificar ambos
reinos, pero en 1231 firmó un acuerdo con el rey navarro Sancho VII el Fuerte
[reinado 1194-1234], mediante el que se acordaba ayuda mutua contra Castilla a
cambio de un pacto sucesorio: el que muriera antes dejaría su reino al
superviviente.

La nobleza navarra, contraria a esta alianza, ofreció el trono a Teobaldo I el


Trovador [reinado 1234-1253], conde de Champaña, que juró los fueros de
Navarra y se convirtió en rey de Navarra. Desde ese momento, Navarra alejó sus
posiciones de Aragón, iniciando un proceso de aproximación a Francia. Pero el
incumplimiento de los fueros por parte de Teobaldo provocó la insurrección de la
nobleza de Navarra y Teobaldo tuvo que ceder y reconocer el Fuero Antiguo de
Navarra, que regulaba los derechos de los nobles y del monarca cuyo cargo no
derivaba de Dios sino de la comunidad. Teobaldo II [reinado 1234-1270], al subir
al trono tuvo que firmar el fuero de su padre, participó en una cruzada contra
Túnez donde murió en 1270.

El sucesor designado por los navarros fue Enrique I [reinado 1270-1274],


hermano de Teobaldo. Jaime I el Conquistador cambió su actitud de protector y
exigió el derecho al trono concedido por Sancho VII en el acuerdo, pero conflictos
internos impidieron llevar a cabo sus propósitos. La heredera fue Juana (hija de
Enrique I) de año y medio de edad a la que buscan esposos en Castilla, Aragón y
Francia. La guerra civil se inició en 1274, Jaime I defendía a su hijo Pedro (futuro
Pedro III el Grande), prometiendo mantener las libertades y los fueros; Alfonso X
hizo lo mismo a favor de su hijo Fernando de la Cerda (que moriría en 1275).

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Finalmente fue el elegido el hijo de Felipe III de Francia haciendo caso omiso a los
fueros.

5. LA REPOBLACIÓN.

A medida que los reinos cristianos extendían sus conquistas sobre Al-Andalus, se
fue produciendo un proceso de colonización y reorganización que se conoce
como Repoblación. Se pueden distinguir varios tipos:

Repoblación por presura o aprisio. (VIII-X): este modelo se aplica sobre


territorios despoblados y sin explotar, por lo que se desarrolla al norte del Duero y
en el piedemonte pirenaico. Con este sistema, los reyes aseguraban la propiedad
del terreno a aquellos que iniciaran la explotación y el cultivo de la tierra. Esto
favorece la aparición de numerosas comunidades de aldeanos que toman posesión
de la tierra, favoreciendo el desarrollo de la pequeña propiedad, aunque también
se intercalan grandes extensiones concedidas a monasterios o nobles. En esta zona
es también importante el asentamiento de mozárabes procedentes de Al-Ándalus.

Repoblación concejil. (XI-XII): se desarrolla entre el Duero y el Tajo y en el valle


del Ebro. Es una zona muy poblada y con grandes ciudades. El territorio se articula
en torno a estas ciudades o concejos que administran un gran territorio llamado
alfoz. A los pobladores que se instalan en estas ciudades se les reparte tierras
según la categoría social. En el reparto se beneficia a los caballeros, pequeños
nobles que disponen de caballo para luchar y aseguran la defensa del territorio.
Por ello reciben mayores posesiones que los simples peones que combaten sin
caballo. Esto hace que aquí coexista la pequeña y mediana propiedad, así como
amplias zonas comunales dedicadas al pasto para el ganado.

Repoblación mediante las Órdenes Militares. (primera mitad siglo XIII): en la


zona de La Mancha y del Bajo Aragón, poco poblada y expuesta a los ataques de los
almohades, se asientan las Órdenes Militares, encargadas de su repoblación. A
estas órdenes se les adjudican enormes extensiones de tierra llamadas
encomiendas. Las órdenes son las encargadas en atraer pobladores que se asientan
en villas bajo la jurisdicción del gran maestre de la orden. Por eso en estas zonas
predomina el gran latifundio.

Repoblación mediante el repartimiento. (segunda mitad siglo XIII): es el


sistema de repoblación utilizado en las ricas tierras del valle del Guadalquivir y
Levante. Consiste en repartir el territorio conquistado según la categoría social de
los que participan en la conquista. A la alta nobleza y la Iglesia se les adjudica
grandes extensiones de tierra mientras que a los pequeños campesinos o
ciudadanos se les otorga un pequeño lote de tierra. Sin embargo, resultado de las

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capitulaciones, también subsiste mucha población musulmana. Al final, los peligros
de su situación fronteriza en el valle del Guadalquivir favorecerán que los
pequeños campesinos vendan sus propiedades a los poderosos, por lo que acabará
consolidándose el latifundio. Sin embargo, en Levante, coexistirá la pequeña
propiedad con las medianas y grandes fincas.

6. SOCIEDAD Y ECONOMÍA.

La población aumenta de forma sostenida desde finales del siglo XI. La repoblación
provocó la redistribución de los efectivos demográficos, ya que las zonas de
frontera seguían recibiendo contingentes de los núcleos norteños.

La estructura social responde a un sistema feudal de tres órdenes con función


específica y estatus jurídicos propios. Estos son:

 Nobleza (bellatores). Exenta de pagar impuestos, ocupan los cargos políticos y


adquieren beneficios. Se puede distinguir entre Baja (caballeros e infanzones) y
Alta (ricos hombres). Se consolidan por entonces los grandes linajes castellanos
(Haro, Guzmán…).
 Clero (oratores). Exentos de pagar impuestos y con gran riqueza territorial. Se
distingue entre Alto (nobles) y Bajo (de posición humilde).
 Estado llano (laboratores). Grupo muy heterogéneo que sí tributa. Son
campesinos, burgueses y minorías marginadas (esclavos, mendigos, judíos…).

La economía se vio influida en estos momentos por el auge económico europeo


del nuevo milenio. Su expansión y el aumento de población ante los nuevos
recursos agrícolas hicieron posible el avance reconquistador y repoblador.

La agricultura se desarrolló e intensificó en las nuevas tierras tomadas y


cultivadas por particulares, por monasterios o por concejos. Sobre todo, cuando se
conquistaron los valles fértiles de los grandes ríos y se permitió la permanencia en
ellos de la población musulmana, dedicada al cultivo de la tierra por tradición.

La ganadería, y más la de oveja merina, creció en Castilla y acompañó a la


reconquista hacia el sur, en busca de los pastos de climas más benignos. Es la
trashumancia, que anualmente trasladaba a los ganados desde el norte hasta
Extremadura, La-Mancha, el valle del Guadalquivir o los del Júcar-Segura. Esta
práctica beneficiaba a los nobles, al clero y a las órdenes militares -como la de
Calatrava, Alcántara y Santiago-, dueños mayoritarios de los rebaños, y a los reyes,
que cobran los impuestos por el comercio que la lana generaba. La trashumancia
estaba dirigida y organizada por la Mesta en Castilla.

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La artesanía y el comercio resurgieron en las ciudades, donde se establecieron los
mercados semanales y las ferias anuales. La moneda, acuñada con el oro de las
parias, favoreció las relaciones comerciales, de la misma manera que lo hicieron
los préstamos con interés, la banca y las letras de cambio, en manos de los judíos.

7. DIVERSIDAD CULTURAL DE LOS REINOS CRISTIANOS.


Las creaciones artísticas y literarias de los siglos XI al XIII son el reflejo de la
evolución política, social y cultural que se da en la Península Ibérica. En el siglo XIII
las lenguas romances estaban plenamente configuradas, quedando el uso del latín
restringido a la Iglesia y la enseñanza, aunque también se conservaron el
castellano y catalán.

Las escuelas de traductores, centros de encuentro multicultural, constituyeron


una de las más grandes contribuciones al desarrollo de la cultura, siendo de las
más antiguas la de Ripoll de Vic y Toledo, despertando el interés en toda Europa,
dando ejemplo de la posible convivencia entre culturas. También se crean las
universidades y escuelas urbanas, destacando la Universidad de Salamanca
fundada por Alfonso IX en 1218.

Procedente de Francia, a través de las rutas de peregrinación, se difunden dos


estilos artísticos: el románico (siglos XI-XII) como San Martín de Frómista y San
Isidoro de León, y el gótico (siglo XIII) con la Catedral de León y el Alcázar de
Segovia, además de levantarse numerosos monasterios, castillos, palacios… Todo a
la par del urbanismo generalizado que se da por toda la península. Esto contribuye
al impulso económico de las ciudades, destacando las del Camino de Santiago, con
las peregrinaciones hasta Santiago de Compostela.

8. CONCLUSIÓN

No fue hasta que se produjo la “unión” de los reinos cristianos que, finalmente, se
consiguió la fuerza suficiente para derrotar a los ejércitos almohades en la batalla
de las Navas de Tolosa (1212), en la que lucharon conjuntamente los reyes de
Castilla, Navarra y Aragón. Este suceso bélico tuvo lugar el 16 de julio de 1212
junto al lugar llamado Mesa del Rey, en la actual provincia de Jaén. La victoria
facilitó el avance cristiano por los valles del Guadiana y del Guadalquivir. Esta
victoria posibilitó sobrepasar las montañas de Sierra Morena e iniciar una rápida
expansión de los reinos cristianos a partir del siglo XIII. Con la coalición de los
reinos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa se inició un imparable
debilitamiento de las taifas musulmanas que permitió una rápida conquista
cristiana de amplios territorios, que sólo sería frenada por la crisis del siglo XIV,
que detuvo el avance cristiano y se estabilizó la frontera con el reino de Granada.

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BIBLIOGRAFÍA, WEBGRAFÍA Y FILMOGRAFÍA
 Álvarez, V. A. (2011). Historia de España de la Edad Media. Barcelona, España:
Ariel.
 Cano, P. D. (2014). Al-Ándalus: el islam y los pueblos ibéricos. Madrid, España:
Silex.
 García De Cortázar, J. A. y Sesma, J.A. (2008). Manual de Historia Medieval.
Madrid, España: Alianza.
 Ladero, M. A. (2010). Historia Universal. La Edad Media. Barcelona, España:
Vicens Vives.
 Sociedad Española de Estudios Medievales. Disponible en:
https://medievalistas.es/

REFERENCIA CURRICULAR

Los contenidos de este tema pueden ser trabajados en la asignatura de Geografía e


Historia durante el curso 2º ESO y en la asignatura de Historia de España,
impartida en 2º de Bachillerato, tal y como establecen los siguientes currículos:

- Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre. (2º ESO y 2º BACH).


- Decreto 182/2020, de 10 de noviembre (2º ESO).
- Decreto 183/2020, de 10 de noviembre. (para 2º BACH).
- Orden del 15 de enero de 2021.

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