LLa Ruta de La Seda Camino de Caminos

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Ana Ruiz Gutiérrez

miguel ángel sorroche cuerva


(Eds.)

LA RUTA DE LA SEDA:
CAMINO DE CAMINOS

Granada
2013
© LOS AUTORES.
© UNIVERSIDAD DE GRANADA.
LA RUTA DE LA SEDA: CAMINO DE CAMINOS.
ISBN: 978-84-338-5520-6
Depósito legal: Gr/1.077-2013.
Edita: Editorial Universidad de Granada. Campus Universitario de Cartuja. Granada.
Fotocomposición: Portada Fotocomposición S. L. Granada.
Diseño de cubierta: Josemaría Medina Alvea.
Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada.
Printed in Spain Impreso en España

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INTRODUCCIÓN

En marzo de 2011, el Instituto Confucio y el Seminario de


Estudios Asiáticos de la Universidad de Granada realizaron una
exposición, así como un ciclo de conferencias en torno a la «Ruta
de la Seda». Tanto el dr. Miguel Ángel Sorroche Cuerva como
la dra. Ana Ruiz Gutiérrez fueron los que idearon y pusieron
en marcha el proyecto que tuvo una gran aceptación del públi-
co. Igualmente, exportaron la idea a Mérida, en Yucatán, México.
Tras este éxito, propusieron este libro que nos introduce
en ese mundo real de un pasado, y, a su vez, mágico. Basta con
echar un vistazo a los títulos: «La Ruta de la Seda. Entre lo
imaginario y lo Real» del Dr. Miguel Ángel de Bunes del CSIC.
Madrid; «Samarcanda. El Sueño de Tamerlán» del Dr. León Ro-
dríguez Zahar, Historiador del arte mexicano; «La embajada de
Ruy González de Clavijo ante Tamerlán» del Dr. Rafael López
Guzmán de la Universidad de Granada; «Arquitectura y ciudad
en la Ruta de la seda china» del Dr. Miguel Ángel Sorroche
Cuerva de la Universidad de Granada; «El sincretismo artísti-
co en la Ruta de la Seda» de la Dra. Ana Ruiz Gutiérrez de la
Universidad de Granada.
Soñar aventuras en aquellos tiempos tan lejanos, en los que
no se navegaba por Internet, pero se recorrían los desiertos con
sus caravanas incesantes, ciudades que crecían y, luego, morían,
dejando sólo unas ruinas en las que nos reposamos para recrear
un mundo de sensaciones. Así paseamos en torno a las fotografías
allí expuestas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi-
dad de Granada, leyendo nombres de lugares y visitando aquellos
restos que nos dejan sorprendidos.
8 pedro san ginés aguilar

Las fronteras han cambiado y oriente ya no es oriente, y oc-


cidente ya no es occidente, el mundo se ha abierto de par en par,
y lo que pasa en cualquier lugar tiene su respuesta en el mismo
presente. La globalidad es más visible hoy día y la sentimos en
los quehaceres de la vida. Aunque algo nace en algún lugar de la
tierra, ya no pertenece a ese lugar, sino que se extiende a todos,
es decir a aquellos que quieran hacerse con ese algo. Por supues-
to, aquellos protagonistas del pasado, son los que se adelantaron
al futuro del hombre global.
El comercio, a menudo denostado, ha sido una y otra vez pro-
tagonista de las relaciones entre países. Vender productos de un
lado a otro de las fronteras no es tarea fácil. Tanto la tradición
china de las dinastías como la nuestra de Europa han visto con
mal ojo a esos emprendedores por los caminos de una cultura que
a menudo les ha dejado de lado. Ellos han sido protagonistas de
una historia de relaciones internacionales muy peculiares entre
los pueblos. La seda, de China, pasó a Europa a través de Persia
y otros confines. La «Ruta» no era una, sino multitudes que acer-
caban a los pueblos y les ayudaban a sobrevivir, a enriquecerse y
desarrollarse. Lo que no inventa uno lo hace otro, y los productos
caminan de un sitio a otro para el beneficio de todos.
Los aventureros también fueron entonces protagonistas, y de
los jefes locales, los reyes y los poderosos crearon mitos y es-
plendor para la satisfacción de lectores y estudiosos. Pensemos
en Samarcanda, en Tamerlán, en Ruy González de Clavijo y en
muchos otros, en aquellos rostros desconocidos que dejaron sus
huellas en el esfuerzo de vender algún que otro producto lejos
de sus hogares, haciendo más grande aún la hazaña. Agradecer,
pues, a esos caminantes, como dice el poeta, que hicieron cami-
no al andar.
La «Ruta de la Seda», nos recuerda un pasado orgulloso don-
de entablaron contactos, culturas muy diferentes. Se entendieron
como pudieron, y las historias, cuentos y leyendas tomaron fuerza.
Al final, resulta, que detrás de las culturas, está siempre el «ser
humano» haciendo y deshaciendo fronteras. Unos ponen murallas
y otros las traspasan, uniendo a los pueblos para formar, poco a
poco, un solo mundo.
Agradezcamos, de nuevo, a los protagonistas de este libro al
hacernos viajar a través del tiempo y de la humanidad. La escri-
introducción 9

tura nos hace revivir mundos extraños y, sin embargo, muy cerca
de nosotros. El sueño no tiene límite y acompañaremos a aquellos
que nos dejen disfrutar con el descubrir de aquellas maravillas de
una «Ruta» llena de caminos y de arte.

Pedro San Ginés Aguilar


LA RUTA DE LA SEDA:
ENTRE LO IMAGINARIO Y LO REAL

Miguel Ángel de Bunes Ibarra


IH-CSIC

Con los pañuelos de seda natural siempre pasa


lo mismo. Por más que los arrugues y aprietes en el
puño con fuerza, al abrir la mano brotan como un
manantial.
Sait Faik, Ipek mendeli. El pañuelo de seda1

La Ruta de la Seda, como los pañuelos que se tejen con sus


hilos, despierta en cualquiera de las personas que se aproxima a
su comprensión un cúmulo de sensaciones y de sentimientos, con
independencia de que nunca se adentren por sus caminos terres-
tres y marítimos. En el fondo la Ruta de la Seda es la vía de co-
municación del Oriente con Occidente que se extiende desde la
época del Imperio Romano hasta fines del siglo XVIII, aunque va
perdiendo importancia desde mediados del siglo XVI, cuando los
portugueses logran dominar la navegación por el cabo de Buena

1. El presente trabajo se inscribe dentro de los resultados del proyecto de


investigación de la DGICYT, HAR2009-09991.
12 miguel ángel de bunes ibarra

Esperanza. Es un camino que se hace embarcándose en Ostia,


Civitavecchia o Venecia para llegar a Alejandría o a Estambul,
después de haber atravesado el Mediterráneo por barco, para re-
correr en caravanas Asia Menor y entrar en ciudades que siguen
despertando ensoñaciones que son la puerta de Asia Central,
como son Bujará y Samarkanda, para terminar en la enigmática
y sorprendente Xi’an.
Una ruta, según la denominación que en el siglo XIX fijó el
geógrafo alemán F. von Richthofen2, que engloba dentro de ella
muchas sendas que se puede dividir de una manera esquemática
entre la Ruta del Desierto, que atraviesa el árido Taklamakan; la
Ruta de la Estepa, que se sitúa en Asia Central, familiar para los
lectores españoles por haber sido la que emprendió el embajador
español Clavijo para visitar a Tamerlán3, el Timur cojo que podía
salvar a Bizancio de ser conquistada por los otomanos, gobernantes
que han formado un estado con vocación de imperio con capital
en Brusa (la actual Bursa, en la República de Turquía). Por últi-
mo nos quedaría referir la Ruta de los Nómadas, que partiendo
de Mongolia llegaba hasta Persia y Anatolia. La mayor parte de
estos caminos se unían en otro de los lugares de ensueño de los
occidentales, como es Persia, esa zona de donde llegan en los siglos
medievales las riquísimas sedas con las cuales se forran arquetas
para conservar los huesos y reliquias de los hombres más santos
de la Cristiandad, como es el caso de San Millán de la Cogolla,
por referir sólo un ejemplo. Persia es también uno de los objeti-
vos de los portugueses cuando se establecen en Ormuz, posesión
que será ansiada por los holandeses para hacerse con este rico
comercio de productos suntuarios con Europa. Los europeos fa-
bularán durante décadas con la Etiopía gobernada por el mítico
Preste Juan o con el Sofí persa, con independencia de la dinastía
que encabece, hombre que manda a musulmanes y cristianos en

2. ELISEFF, Vadime. «Approaches Old and New to the Silk Roads» [2000].
En: The Silk Roads: Highways of Culture and Commerce. Paris: UNESCO, 1998,
Reprint: Berghahn Books, págs. 1-2.
3. LÓPEZ GUZMÁN, Rafael. (ed.). Viaje a Samarkanda. Relación de la
Embajada de Ruy González de Clavijo ante Tamerlán. Granada: Legado Andalusí,
2009.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 13

un territorio de donde llegan productos codiciados y admirados


por los hombres que viven en las riberas del Mediterráneo. Si
Persia es una ensoñación con pronunciar simplemente su nom-
bre, la India es otra de las regiones que representa para los oc-
cidentales un universo onírico, un lugar fabuloso donde se crían
especias que sirven para condimentar la comida, gemas y maderas
preciosas para realizar objetos sutiles y delicados. En realidad, y
formulando exclusivamente algunos lugares comunes en el pen-
samiento europeo, nos estamos adentrando en algo mágico, un
mundo de maravillas, ideas que siguen pesando en el consciente
y el subconsciente colectivo de generaciones de europeos durante
casi dos mil años de historia.
Asia o las regiones del Cáucaso son espacios absolutamente
desconocidos para los europeos, aunque llevan siglos codiciando
y ambicionando conocer los secretos de esos hilos casi mágicos
que crean prendas tan delicadas como hermosas. Además de la
seda, de ese remoto lugar se cree que proceden las esencias para
confeccionar perfumes o la mirra y el incienso para poder cele-
brar el culto y otras decenas de productos admirables y extraños
que son ambicionados por la clases más adineradas de la sociedad
romana, la bizantina, musulmana y cristiana a lo largo de estos
siglos. Son regiones donde lo asombroso y lo mágico parecen ser
sus caracteres distintivos, pudiéndose atribuir estos caracteres a
algunos de sus pobladores. Como resulta evidente, las perlas, la
seda o la finísima porcelana de ese lejano mundo son produc-
tos suntuarios que en nada sirven para mejorar las condiciones
de vida de la mayoría de la población, si bien mejoran y hacen
más agradable la existencia de las clases más elevadas de estas
sociedades, aunque si resultan muy importantes los conocimien-
tos científicos que suponen que se conozca el papel, la brújula, la
pólvora o cualquiera de los otros utensilios que también provie-
nen de ese lejano espacio.
El excepcional viaje de Marco Polo, un comerciante que ejer-
ce de diplomático (lo que es una de las tradiciones que se repite
en los viajes de exploración de estos siglos, pudiéndose también
introducir el binomio de religioso-diplomático) en el imperio de
Kublai Khan, confirma a sus contemporáneos que existe un mundo
fantástico fuera de los límites de las tierras que visitó Alejandro
Magno en la Antigüedad. Su relato se puede definir como la obra
14 miguel ángel de bunes ibarra

que establece y fija varios de los caminos que conectan el Occidente


y Oriente, sendas que además son una vía para mostrar los aportes
comerciales y culturales entre Occidente y Oriente. Un texto que
en su propio título fija, tomando un préstamo del mundo islámico,
que nos encontramos ante un relato de «maravillas» (´a`ya´ib) 4.
Aunque entre sus páginas se habla de pueblos y paisajes específicos,
los lectores que se adentran en su lectura siguen fantaseando con
sueños y ensueños, además de ser utilizadas por Cristóbal Colón
para intentar dar con la ansiada ruta que comunique el Oriente
por el Occidente por el mar sin tener que atravesar las tierras de
los infieles. La difusión de las aventuras y desventuras del merca-
der veneciano no suponen en ningún caso que se culmine con los
mitos que depara la imaginación y la búsqueda de cosas nuevas
para las mentes de los hombres de los últimos siglos de la Edad
Media y la Edad Moderna, el Oriente seguirá despertando fábu-
las, animales prodigiosos y objetos magníficos, con independencia
de lo publicado por el viajero. El propio viaje de ese muchacho
véneto que madura entre pueblos diferentes, mujeres de cara de
porcelana y de caballos que recorren estepas y montañas es una
nueva invitación a la aventura y al descubrimiento de algo dife-
rente a la realidad cotidiana. El mar, después del siglo XV será
el sucesor de los itinerarios que hemos reseñado, que ahora se
llamará Ruta de las Especias, aunque en realidad seguirá signifi-
cando la forma de descubrir el Levante por el Poniente, el mun-
do que se extienden desde los montes Tauro hasta el lejano mar
de Catai y el Índico. Desde esta perspectiva, la Ruta de la Seda,
con independencia de la que estudiemos o analicemos, es un es-
pacio cultural y humano que irá transformando a todos los hom-
bres que se adentran en la misma, o, lo que es lo mismo, una vía
de comunicación y de conocimiento que han marcado la vida de

4. «… término que designa un particular género de textos geográficos en


los que se describían las curiosidades y cosas extrañas que resultaban ajenas y
asombrosas a la observación del viajero, al recorrer lejanos países del mundo, y
que en el mundo cristiano se denomina libros de maravillas (mirabilia)», BOLOIX
GALLARDO, Bárbara; PELÁEZ ROVIRA, Antonio. «Viajes y viajeros entre los
siglos XIV-XV». En: LÓPEZ GUZMÁN, Rafael. (ed.). Viaje a Samarkanda…,
Opus cit., pág. 19.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 15

generaciones de personas. Su inconmensurable contribución a la


cultura y la formación del pensamiento de las sociedades sigue
siendo un monumento al trasvase cultural y científico realizado
gracias a los lomos de acémilas que cansinamente van recorriendo
estepas, cadenas montañosas, desiertos y llanuras.
Del Oriente llegan a Europa desde el tiempo de los romanos
productos suntuarios, delicados perfumes, medicinas que pueden
curar casi todos los males, vestidos sutiles, objetos fantásticos o
especias que sazonan y conservan los alimentos. Las preguntas
que uno se debe hacer cuando se analiza está cuestión es ¿dón-
de comienzan esas tierras? ¿las maravillas de dónde proceden?
¿cómo son los hombres que las habitan? Parece que después del
libro de Marco Polo y otros relatos de viajes5 este tema estaba
complemente solucionado para los occidentales, pudiéndose refe-
rir también textos semejantes para el mundo chino, pero esta es
una aseveración que los acontecimientos nos desmienten conti-
nuamente a lo largo de la Edad Media y la Edad Moderna. Las
diferentes rutas que permitieron el comercio de mercancías y del
traspaso de informaciones y conocimientos desde un lado al otro
del globo están salpicadas de ciudades desconocidas, lugares igno-
tos, leyendas que se repiten con pequeñas variaciones a lo largo
del vasto mundo asiático y nombres perdidos que no somos ca-
paces de situar en un mapa. Con la excepción de Marco Polo, ese
miembro de una familia que invirtió la mayor parte de su vida en
sus viajes, pocas son las personas que recorrieron íntegramente el
largo y dificultoso camino que iba desde el Mediterráneo hasta el
Mar Amarillo. La mayor parte de los intercambios de productos e
informaciones se realizaban en caravasares, mercados y pequeñas
escalas, pasando las mercancías y los conocimientos de unos hom-
bres a otros en los lugares donde se realizan los trueques, ideas
y mercancías que luego llegarán hasta los palacios e iglesias de

5. Para el caso español, una nómina de los viajeros españoles del final de la
Edad Media y parte de la Edad Moderna la estableció, GARCÍA-ROMERAL
PÉREZ, C. Bio-bibliografía de viajeros por España y Portugal (siglos XV-XVI-
XVII). Madrid: Ollero & Ramos, 2001; y GARCÍA-ROMERAL PÉREZ, C.,
Diccionario de viajeros españoles desde la Edad Media a 1970. Madrid: Ollero
& Ramos, 2009.
16 miguel ángel de bunes ibarra

Constantinopla, Alejandría, París o Nápoles 6. Tampoco debemos


considerar que la Ruta de la Seda es esa vía de comunicación que
traslada los descubrimientos del mundo mogol y chino a Roma,
Bizancio o Venecia, sino más bien es un espacio de ida y vuelta,
de los que van y vienen, donde el Occidente también aporta sis-
temas militares, productos y saberes al Oriente. Es un lugar donde
se mueven mercancías, pueblos, ideas, guerreros, emisarios y emba-
jadores que se va configurando a lo largo de los siglos, cambiando
según requieren las circunstancias y los momentos históricos, que
ve como nacen y mueren civilizaciones, ciudades y puertos. Men-
cionar la Ruta de la Seda es, además de reseñar el lugar donde
un hermoso tejido va conquistando el gusto de las personas que
lo ven, mencionar dos milenios de historia y los cambios que se
producen en esta parte del mundo durante este tiempo. La ruta
puede servir para fabular sobre tesoros inimaginables, veloces ji-
netes montados en caballos de pequeña talla, emperadores que
dominan enormes países, monstruos fantásticos, animales sorpren-
dentes o lugares mágicos, pero también es una invitación para po-
der hacer la historia de la expansión de los estados, los progresos
de los conocimientos geográficos de los hombres, de la mejora de
la navegación a lo largo de los siglos, el ascenso y el ocaso de los
Imperios o el traslado de los modos orientales y occidentales en
esta enorme espacio del globo.
Podemos seguir fantaseando con el báculo en el que un monje
saca clandestinamente las semillas de la morera y los huevos de los
gusanos de seda fuera de la actual China, o estas mismas simientes

6. «La operación era siempre la misma: la materia prima, seda cruda tejida,
o hilo no retorcido, se compraba a los persas, en general, por mercaderes sirios,
en las ciudades aduaneras; los sirios pagaban un primer derecho de aduana ad
valorem, la vestigalia (aproximadamente el 12,5 por ciento) y después se encargaban
del transporte por barco hasta Bizancio, o Alejandría, o Antioquía. Había un
derecho de aduana al desembarque; se pagaban, también, cuando la mercancía
debía circular por el interior del Imperio, derechos un poco por doquier: peajes
de rutas y de puentes (portoria), derechos de venta en los mercados (nundinae).
De aduana en aduana, el precio iba aumentando, y el Tesoro, por intermedio de
sus controladores oficiales, los célebres “condes de las larguezas …”» Boulnois,
Luce. La Ruta de la Seda, Dioses, guerreros y mercaderes. Ediciones Península,
2004, pág. 135.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 17

escondidas en una caja de medicinas y los huevos disimulados en el


peinado de la princesa que se va a casar con el rey de Yutian7, pero
esta cuestión, aunque importante y relevante, esconde detrás de sí
el movimiento de muchos pueblos y grupos humanos que durante
siglos conformaron la historia de Occidente y de Oriente. Los ca-
minos de los mercaderes fueron por donde circulaba el lapislázuli,
la seda, el incienso, el vidrio, los ajos, el jenjibre, la alfalfa y otros
muchos productos que aún nos siguen trasmitiendo sensaciones de
encontrarnos ante algo excepcional, pero también fueron las sen-
das que tomaron los seguidores de Buda, de Cristo, de Arrio o de
Muhammad para extender sus religiones y su escatología. El descu-
brimiento y la exploración de nuevas tierras, motivadas en muchas
ocasiones buscando rutas para intercambiar productos o ampliar
los dominios de un príncipe, propiciaron que masas de población
pasaran de un lado a otro, lo que supuso el cambio del destino de
los grupos humanos y de las tierras donde se asientan. La seda, el
producto más emblemático de estos intercambios técnicos y comer-
ciales, requería que junto a los gusanos se desplazaran los hombres
y las mujeres que conocían los misterios de la sericultura, de la mis-
ma manera que al lado de las nuevas maneras de combate estaban
los soldados que eran capaces de practicarlas y enseñarlas. Esta-
mos refiriendo procesos lentos, nunca multitudinarios ni generales,
que fueron achicando y dando a conocer las diferentes partes del
Viejo Mundo, siendo las zonas de Asia Central, Persia y la India
donde se desarrollan gran parte de esos contactos. La Ruta de la
Seda, además de algo maravilloso y único, siempre se ha contem-
plado desde Occidente con auténtica admiración. Gran parte de la
misma procede de los excepcionales productos, la mayor parte de
ellos de pequeño tamaño al tener que ser transportados a lomos
de acémilas o camellos y que resultan muy caros de adquirir, aun-
que también del Oriente se genera la idea de que también vienen
grandes peligros. El mundo europeo y de Asia Menor empiezan a
identificar ese lejano mundo con la llegada de grupos humanos que
arrasan con los sistemas políticos y humanos con los que entran en

7. CHEN YU, (ed.). Dunhuang de chuan shou, Shanghai, 1986, págs. 131-
134, traducción al español en Boulnois, L. Ibidem, 2004.
18 miguel ángel de bunes ibarra

contacto. Se produce la paradoja de que el Oriente es una tierra


de fabulación, al mismo tiempo que se extiende la idea de la mala
calidad de sus pobladores. Los geógrafos griegos y romanos ya ha-
bían establecido que los pueblos escitas habitaban muchos de estos
lugares, individuos descritos con características muy negativas. Este
topoi se sigue repitiendo en la literatura geográfica, y se aplica a la
mayor parte de los grupos humanos que tienen esta procedencia:

El nombre de turcos ay Algunos que dicen que lo traen de


los Antiguos teucros y Vasallos de la Ciudad de Troya, que a
mi juizio es un gran sueño; otros de una ciudad de Persia dicha
Turchia, muchos de Arabia, y de Celosiria, y otros que de andar
bagamundos Como gente rustica de un Lugar a otro Como oy
los Alarbes, y como los Antiguos Scytas, y en este modo hazian
grandes Ruynas. Porque fueron llamados turcos, como gastadores,
y arruinadores de los Paises, el qual nombre es muy Verosimil a
la ruyna que an Hecho en todas las partes del Mundo donde no
sin Proposito a quedado por probervio que la tierra por donde
passa un turco allí adelante no puede producir ni yerva ni flor 8.

De Asia vienen productos maravillosos y extraordinarios, pero


al mismo tiempo se asocia con generaciones de hombres que son
capaces de destruir todo lo que tocan. La llegada de las Hordas
invasoras del Oriente es una de las razones que explica la iden-
tificación de los pueblos del otro extremo del mundo con la des-
trucción y la anarquía. Hunos, mogoles, timuríes, turcos selyuquíes
y turcos otomanos, entre otros pueblos que se pueden referir, son
considerados según estas características y adjetivaciones. La misma
palabra castellana para definir la llegada masiva de invasores que
arrasan todo a su paso sin dejar formas de organización social y
política estables es un préstamo lingüístico del turco o del mogol
que procede de «ordu», campamento, lo que indica pueblos que se
están desplazando continuamente en el espacio. En las categorías

8. FAJARDO Y ACEVEDO, Antonio. Relación Universal de todo el Imperio


Ottomano, Biblioteca Nacional de Madrid (BNE), [s.f.-siglo XVI], Mss. 2793, fols.
109y y 109v.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 19

descriptivas de la geografía de estos siglos la ciudad es el elemento


que confiere cultura y urbanidad a los pueblos que las poseen, fun-
dan y conservan9. Estos grupos humanos que llevan todo su bagaje
a lomos de un caballo son la antítesis de la cultura y la civilización,
representada siempre en residencias palaciegas guarnecidas por
barrios y murallas. Civilización y ciudad es otro de los binomios
descriptivos de la mayor parte de los geógrafos medievales y del
Renacimiento, por lo que tienden a pensar que la mayor parte de
los pueblos del Oriente no han sido capaces de fundarlas:

Muy diversas opiniones hallamos escriptas sobre la fiera na-


ción de los Turquos: ANSI de los historiadores latinos y griegos:
como los caldeos, hebraicos e arabigos. Algunos de los quales quie-
ren dezir: que este nombre turco se dize a torquendo: o tortura
por los tormentos que dan a los tristes que en sus manos caen.
E otros dizen que a trux trucis, porque proceden de la Theucra,
generacion que con sus antiguas guerras y perdicion: andando por
el mundo a buscar lugares fuertes para su habitación e seguridad
asentaron bivienda en la bravísima montaña del mar Caspio… E
otros dizen que se llaman turquos porque bivian en la ciudad de
Turcia, e otros dizen e afirman desta diabolica generacion que se
llaman Turcos por causa de un valentisimo hombre hijo de Her-
cules que reyno en Scithia antiguamente que se llamao Theucro 10.

La idea de que de Asia vienen todos los males para el Occi-


dente, al mismo tiempo que suministra objetos maravillosos y codi-
ciados, es una contradicción en sí mismo, y nos muestra el relativo

9. «Pero, el padre del Timur Beg fue hombre hidalgo, de linaje de estos
chagatays, pero fue de pequeño estado, -de tres hasta cuatro hombres de caballo-,
y vivía en una aldea cerca de esta ciudad de Sahrisabz porque los gentiles hombres
de ellos más se pagan de vivir en aldeas y en los campos que no en las ciudades;
y asimismo su hijo, luego en el comienzo, fue hombre que no alcanzaba más que
para sí y para cuatro o cinco de a caballo». LÓPEZ GUZMÁN, Rafael (ed.)
Viaje a Samarkanda… Op. cit., pág. 254.
10. DÍAZ TANCO, Vasco. V. Libro intitulado Palinodia, de la nephanda y
fiera nacion de lso Turcos y de su engañoso arte y cruel modo de guerrear. Y
de los imperios, reynos y provincias que han subjectado, y poseen con inquieta
ferocidad, Orense, 1547, fol. 2r.
20 miguel ángel de bunes ibarra

grado de curiosidad y conocimiento que se tienen de estos lugares


geográficos. Materiales preciosos y preciados producidos por hom-
bres salvajes e incultos que «no tenian ni orden ni concierto de vida
humana, sino que como fieras bivian en choças, o se encerravan por
las cuevas, y manteniéndose de caça, y de las frutas que de si mesma
producia la tierra»11. Aunque el relato de Marco Polo era conocido
en determinados ambientes intelectuales, sus noticias no cambiaron
las apreciaciones generales que tenía la sociedad sobre el mundo del
Índico y el mar de China. Tanto el mundo romano como el renacen-
tista tienen un verdadero interés por el conocimiento de la geografía
del globo terrestre, en cuanto a su descripción espacial y de los ca-
racteres de su geografía, pero no tienen las mismas inquietudes en
relación a los hombres que habitan estas tierras tan alejadas de sus
centros de poder. Según pasan los siglos se va creando una serie de
ideas sobre todo aquello que no se conoce directamente, la lejana
China o la tierra de los negros que se extiende por debajo del gol-
fo de Guinea, por referir exclusivamente dos ejemplos, que se irán
repitiendo de forma continua sin llegar a profundizar nunca sobre
las verdaderas características de estos grupos humanos.
En estos momentos seguía pesando enormemente la diferencia-
ción religiosa de las regiones y los pueblos que describen, por lo que
la extensión de las predicaciones islámicas por estas regiones desde
el siglo X condiciona las maneras de acercarse a estos pueblos y
gobernantes. Las buenas influencias del cristianismo, según los auto-
res europeos, exclusivamente alcanzan a algunas zonas de Persia y
Etiopía, entrando muchos de los pueblos de Asia Central en la ór-
bita del mundo islámico. La extensión de las seguidores del profeta
Muhammad por Asia Central convence a los hombres del medievo
y del Renacimiento de las dificultades de tener contactos con este
espacio y sus gentes, sensación que se agrava por el expansionismo
turco, ya sea selyuquí (seljúcida) y, sobre todo, otomano en los siglos
medievales. De otro lado, las invasiones de pueblos que proceden
del Oriente en forma de Hordas que no crean gobiernos estables y

11. ROCA, V., Hystoria en la cual se trata de la origen y guerras que han
tenido los turcos desde su comienço hasta nuestros tiempos: con muy notables
sucesos que con diversas gentes y naciones les han acontecido; y de las costumbres
y vida dellos, …, Valencia: Juan Navarro, 1556, fol 1r.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 21

que arrasan todo lo que tocan sin llegar a crear estructuras de po-
der duraderas a la muerte del fundador, junto a credos religiosos
que son contrarios a los de Occidente, es una mezcla excesivamen-
te difícil para cambiar la orientación y la opinión de las sociedades.
Según pasan los años, aumentando la información que se tiene so-
bre estos lugares, se comienza a formular la teoría del despotismo
oriental como manera de interpretar el ejercicio de gobierno de la
mayor parte de Asia, ideas que se formularán de manera manifiesta
durante la época de la Ilustración y cuyos caracteres están larvados
en los siglos XV al XVII, también genera que la curiosidad por el
conocimiento del mundo asiático sea siempre relativamente limitada:

La China es grandísimo imperio, extendido en larguísimos tér-


minos, tan sobrado en todo lo que es necesario para la vida y para
el regalo de ella, que puede con liberalísima mano repartir de él a
todo el mundo. Tiene grandes minas de oro, y de plata y de todos
los metales, con infinita cantidad de sedas, cotonías, azúcar, drogas
y tinturas de todos los géneros. Y con todo eso, el imperio es muy
defectivo en su mayor nervio, que es su milicia, con tenerla de gen-
te floja y de pensamientos aplicados solo a labores de todo género
de labranza y crianza. Y los caballeros, inducidos por el vicio de la
tierra, son todos holgazanes, moles y afeminados, sin género de va-
lor… Antiguamente los chinos tuvieron su imperio dilatado por toda
la India Oriental hasta Madagascar, pero cansados con los gastos
de tesoros y consumo de personas para poder defender y amparar
tanto término se resolvieron de dejar todo lo de fuera, y de retirar-
se dentro de su concha de la China, como hicieron. Con todo, con
tener dos parte de la China y para conservar la imperiosidad de la
mar en todas aquellas partes, tienen muy poderosas Armadas bajo
almirantes, subordinadas al Almirante general de todo el imperio. No
tienen sólo armadas en los puertos de la mar, sino muchas y muy bien
apercibidas en los ríos grandes, de los cuales hay muchos en China
para seguridad de los tratantes contra los insultos de salteadores12.

12. SHERLEY, A. Peso de todo el mundo (1622). Discurso sobre el aumento


de esta monarquía (1625), ed. de ALLOZA, A.; BUNES, M. A.; MARTÍNEZ, J.
A. Madrid: Polifemo, 2010, págs. 181-182.
22 miguel ángel de bunes ibarra

Estas categorías se asocian de manera sistemática a casi todos


los pueblos del Oriente, idea que se va asentando en los siglos
medievales y aumentándose en los de la Edad Moderna. La lle-
gada de los portugueses a estas zonas tampoco cambiará muchas
de las concepciones que se tienen sobre estos hombres, lo que es-
tablece que se han configurado una serie de caracteres distintivos
que sirven perfectamente para definir todo el espectro humano
de este espacio geográfico. Nuevamente nos encontramos con la
paradoja de que existe una gran curiosidad por los caracteres de
las tierras que habitan, en especial de sus puertos, y una escasa
preocupación por la describir adecuadamente a sus habitantes.
Las ansias del conocimiento de la geografía, (ya que en los siglos
XV y XVI se publican un gran número de tratados, relaciones de
viajes, portulanos y derroteros) no significa que se aborde el co-
nocimiento del otro en unas premisas de igualdad, y ni siquiera
se puede referir de una manera general intentos de acercarse a
estos pueblos sin los prejuicios de que practican unas religiones
diferentes, además de que no existe una preocupación por abolir
en la mente de estos escritores el peso de una tradición que se
inicia en la antigüedad clásica:

Persia es reino antiguo y grande, y con la mutación de Tamorlán


se acabaron por la mayor parte los antiguos rastros de las familias
de los naturales Persas, que dejaron los Parthos, y se hincharon
aquellos estados con la hez de las naciones de turcomanos, kurdos
y tártaros, entre los cuales quedan algunos señores y gente común
de los naturales Persas, que son muy nobles y generosos. Pero lo
demás son bárbaros inconsiderables, sobervios inciviles y, en fin,
gente sin manera de ley si no fuesen refrenados de sus reyes que
templan sus ferocidades con grandísimas crueldades, curando un
extremo con otro mayor13.

Como resulta evidente, en la mentalidad de los autores euro-


peos el conocimiento de lo que suponen los hunos, los mogoles
de Gengis Khan y los de Tamerlán son absolutos que condicionan

13. SHERLEY, A. Peso de todo… Ibídem, págs. 162.


la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 23

completamente las categorías descriptivas que se fijaran a lo largo


de estos siglos sobre el Oriente y sus gentes. La figura de Tamer-
lán, por referir exclusivamente un ejemplo, define perfectamente
la posición del mundo occidental en relación a los que proceden
de Levante. Un hombre que ejerce el poder de una manera ab-
soluta, si bien ello no impide que sea seguido y obedecido de
manera fanática por su pueblo, que logra conquistar y conformar
en un cuarto de siglo escaso un imperio que se extiende desde
Anatolia oriental, pasando por el Caúcaso y Armenia y Mesopo-
tamia hasta Irán y todos los territorios que ocupó la Horda de
Oro, y que al final de su vida quiere emprender la conquista de
toda China. Cuando se piensa que los combatientes de Tamerlán
son los salvadores de Bizancio, por haber parado a los otomanos
y cogido prisionero al sultán Bayaceto, gobernante sobre el que
se inventan varias fábulas sobre los padecimientos que le infringe
el caudillo victorioso, se realizan descripciones favorables de esta
generación de hombres:

Estos pueblos Tartatos son los antiguos pueblos septentriona-


les, que Omero lammo, los más justos de los hombres; los quales,
morando en una región pobre, no cultivando campos, ni vides, y
solamente se mantenian de yervas, y de frutas silvestres, y de la
caça de fieras, y de aves, … no estiman la plata, ni el oro, ni ha-
zian caudal de perlas, ni de piedras preciosas, ni acostumbravan
juegos ni regozijos solemnes, ni ambiciosos espectáculos, ni menos
contendian unos con otros: y desta manera vivian una vida quie-
ta y sossegada, sin escandalos ni alborotos, y sin leyes ni uso de
elocuencia, con solo razon natural, regian y governavan sus cosas
gozando de la dorada libertad14.

Su fama de buenos soldados les iguala a los otros grandes


pueblos que gobiernan las tierras de Asia, como pueden ser los
mamelucos o los jenízaros. La excesiva crueldad de los otomanos
es la razón que impulsa a los seguidores de Tamerlán a entrar en

14. MÁRMOL CARVAJAL, L., [1573], Descripción General de África,


Granada: René Rabut, 1573, fol. 197v.
24 miguel ángel de bunes ibarra

combate, reestableciendo el equilibrio en Asia Menor. Pero estas


visiones sobre la última Horda truecan completamente según nos
alejamos de los acontecimientos descritos, variando completamen-
te la intencionalidad de los relatos. De ser considerados hombres
virtuosos, alejados de todo vicio, una especie de buen salvaje que
se gobierna según la razón natural, se pasa a describirlos como
un pueblo bárbaro más de los que tanto abundan en las tierras
de Asia15. Tamerlán de ser un héroe, el hombre que edifica ma-
ravillosos palacios y templos en Samarkanda, se convierte en un
tirano, igual de cruel y despótico que el sultán otomano al que
vence en la batalla de Ankara:

Tamorlán y corruptamente Taborlán, y en su verdadera pro-


nunciación Tamerlán. Este fue un valeroso tyrano, el qual se hiço
cabeça de los tártaros, gente bárbara, dichos tamerlanes, de donde
él tomó el nombre; fue baxo de nacimiento, pero muy gran soldado
y animoso, venció a los turcos y prendió a su emperador Vayaceto
cerca del monte Estela, lugar famoso de atrás, por la victoria que
en el mesmo alcanzo Pompeyo contra Mitrídates 16.

En la descripción que se hace de este caudillo influye, además


de los elementos perniciosos que se suelen asociar con el Oriente,
su conversión al Islam. Aunque el propio Clavijo describe su corte
como un lugar de gran libertad, tanto para los hombres como para
las mujeres, practicando una gran tolerancia en la mayor parte de
las costumbres y los credos religiosos de sus súbditos, los cronis-
tas occidentales ven en él una encarnación de la fe del adversario
político y escatológico, por lo que tendrá que ser descrito según
estas premisas. Nada se vuelve a contar de los avances que reali-
za en la observación astronómica, los sistemas constructivos que
representa su gobierno ni el legado político que deja a su muerte.
De otra parte, uno de los problemas que se tiene con muchos de
los textos europeos que describen el Oriente, siendo la embajada

15. «Tártaros. Pueblos de la Samarcia, gente cruel y feroz, no tienen asiento


propio y assí andan vagando, viven de rapiña». COVARRUBIAS, S. de, Tesoro
de la lengua Castellana o Española, ed. de Martín de Riquer, 1943, pág. 955.
16. COVARRUBIAS, S. de, [1943], Op. Cit., pág. 953
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 25

que Enrique III manda a Samarkanda un buen ejemplo, es que


son relatos que suelen permanecer en colecciones privadas. Éste
en concreto se mantiene inédito hasta 1582, conservándose sólo
cuatro manuscritos del viaje anteriores a esta fecha 17, por lo que
su influencia en el pensamiento español, y europeo en general, fue
muy limitada, cuestión que también se puede referir para otros
textos importantes que se acercan al Levante con una visión me-
nos sesgada de los acontecimientos. Sin embargo, los escritos po-
lémicos, sobre todo los que describen las amenazas que tiene el
mundo europeo de finales de la Edad Media y el Renacimiento
por la nueva fuerza que ha adquirido el Islam, tienen una mayor
difusión, por lo que se extiende más la visión peyorativa de Asia
que los elementos positivos que cuentan.
Aunque se puede seguir describiendo el problema de los
Orientales, como definiría un romántico francés al mundo que
se extiende al otro lado del Mediterráneo hasta el lejano mar
Amarillo, o desgranar mucho más pormenorizadamente el des-
potismo oriental, esa forma de gobierno que se extiende por
toda esta geografía según los tratados políticos desde el siglo
XV, ninguna de estas cuestiones influyeron directamente en la
imagen de la Ruta de la Seda. Todos estos pueblos fueron le-
gando conocimientos, formas de arte, sabiduría y técnicas que
pasaron al Oriente y el Occidente, por lo que seguimos siendo
tributarios de los mismos.
Reducir la Ruta de la Seda exclusivamente a su comercio
es demasiado simple, o, por decirlo de otra manera, significa
no entender la importancia de esta ruta de caravanas y de na-
vegantes. Reducir la comunicación entre los dos extremos del
mundo a las mercancías es compartimentar la historia de la
humanidad. Desde el siglo VI existen lugares de confección de
tejidos de seda en muchos más sitios que la lejana China. Persia,
India, Bizancio, algunas repúblicas italianas y ciudades penin-
sulares bajo la órbita de al-Andalus son zonas productoras de

17. Aunque los textos manuscritos tienen una importancia limitada, si sirven
para crear un cierto estado de opinión entre determinados grupos intelectuales
como ha estudiado BOUZA, F. Corre manuscrito: una historia cultural del Siglo
de Oro. Madrid: Marcial Pons, 2001.
26 miguel ángel de bunes ibarra

hilaturas de esta fibra, extendiendo su comercio y su uso por


todo el Viejo Mundo. Los objetos en sí mismos son hermosos
y fríos, y fuera del contexto humano que los crean se convier-
ten en piezas delicadas y sin vida. Los occidentales, como los
orientales, pueden tener recelos enormes de los hombres que los
crean, como miedo, prevención o respeto, lo que no se puede
entender nunca es que ignoren y silencien su existencia 18. Los
muchos, o pocos, hombres que se acercan a las tierras del otro
lado del mundo vuelven maravillados de lo que ven, desde el
paisaje a las sociedades en las que se introducen, con indepen-
dencia de que el pensamiento oficial intente silenciar muchas
de las exclamaciones favorables que se escriben sobre estos
pueblos. La dinámica religiosa en la que se introducen los esta-
dos, siendo la religión un elemento de identificación individual
y colectiva de las sociedades, es una de los factores que hace
más daño en la comprensión del mundo en la época medieval
y moderna. Pero si dejamos a un lado esta cuestión, la Ruta
de la Seda es una ventana de apertura de todas las personas
que se acercan a los objetos y descripciones que llegan de esos
remotos lugares. Un simple gusano tejiendo su tupido capullo
estaba tendiendo un delgado hilo de comunicación por el que
comenzaron a transitar objetos, conocimientos, saberes, dioses
y hombres. Una vía tan frágil como la hilatura de un insecto
que, sin embargo, condicionó la vida de casi todas las sociedades
que se acercaron a contemplar sus delicados brillos. A la pos-
tre, un manantial que salpicó a Oriente y Occidente a lo largo

18. «El flujo de especias, sedas, alfombras, porcelana, mayólica, pórfido,


cristalería, laca, tintes y pigmentos procedentes de los bazares orientales de la
España musulmana, el Egipto de los mamelucos, la Turquía otomana, Persia,
y la ruta de la seda entre China y Europa proporcionaron la inspiración y los
materiales para el arte y la arquitectura de Bellini, Van Eyck, Durero y Alberti.
La transmisión de los conocimientos de los árabes en materia de astronomía,
filosofía y medicina también influyó profundamente en pensadores y científicos
como Leonardo da Vinci, Copérnico, Vesalio y Montaigne, cuyas reflexiones
sobre las obras de la mente y el cuerpo humano, así como sobre la relación del
individuo con el mundo, se consideran el fundamento de la ciencia y la filosofía
modernas». BROTTON, J. El bazar del Renacimiento: sobre la influencia de
Oriente en la cultura occidental. Barcelona: Paidos, 2003, pág. 17.
la ruta de la seda: entre lo imaginario y lo real 27

de los siglos extendiendo sus efluvios por toda su geografía, y


que contribuyó a crear los caracteres de los siglos pasados al
ampliar el espectro de los conocimientos y de los objetos que
se disfrutaron en Oriente y Occidente.

Bibliografía

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GUZMÁN, Rafael. (ed.). Viaje a Samarkanda. Relación de la
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BOUZA, F. Corre manuscrito: una historia cultural del Siglo de
Oro. Madrid: Marcial Pons, 2001.
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28 miguel ángel de bunes ibarra

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desde la Edad Media a 1970. Madrid: Ollero & Ramos, 2009.
LÓPEZ GUZMÁN, Rafael. (ed.). Viaje a Samarkanda. Relación
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MÁRMOL CARVAJAL, L., [1573], Descripción General de Áfri-
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ROCA, V., Hystoria en la cual se trata de la origen y guerras que
han tenido los turcos desde su comienço hasta nuestros tiem-
pos: con muy notables sucesos que con diversas gentes y na-
ciones les han acontecido; y de las costumbres y vida dellos…,
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SHERLEY, A., Peso de todo el mundo (1622). Discurso sobre el
aumento de esta monarquía (1625), ed. de ALLOZA, A.;
BUNES, M. A.; MARTÍNEZ, J. A. Madrid: Polifemo, 2010.

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