LA DEFINITIVA-1

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 47

LA DEFINITIVA

Obra original de Juan Miguel


Melgar Becerra

1
PERSONAJES

Guillermo

Carlos

Mujer de luto

Mujer del impermeable amarillo

Livia

Elvira

Casilda

Efrigenio Baltasar Amenofis Tuc

Dimas

Niña repartidora de periódicos

Juan Miguel

2
(Se abre el telón. Es un apartamento de estilo modernista. Hay un sofá en el
centro, una estantería a la derecha y otro sofá más pequeño a la izquierda.
Guillermo está sentado en su escritorio, ataviado con una bata de seda roja,
escribiendo una carta con pluma y tintero. Se levanta).

Guillermo (al público): ¿Alguna vez han perdido la pasión por la vida? Les
explico, no me refiero a la motivación por vivir, sino al mismo meollo de la
cuestión vital. Al hecho de abrir los ojos por la mañana queriendo que
anochezca de nuevo. La comida te sabe a moho, te sientes incapaz de salir
a la calle, cualquier cosa te irrita… En esos momentos, uno quisiera ser
invisible para no tener que enfrentarse a las terribles cuestiones. ¿Qué ha
sido de mí? ¿Cómo he llegado a este punto? ¿Debo suscribirme a netflix?
Durante años, me he visto obligado a soportar el peso de mi propia
existencia, como una losa golpeando mis sienes. (Enfadado) ¿Quién puede
vivir así? Lo sé, sé que ustedes estarán pensando: “¿Pero qué diantres me
está contando el imbécil este?”. Tal vez, esa sea la única verdad. El precio
de mi negativa a seguir haciendo el imbécil me ha costado más que la
suntuosa remodelación de este apartamento. ¿Les gusta, no es cierto? Pues
para mí no significa nada. Entre estas cuatro paredes no he hallado más que
silencio y soledad. Siempre las mismas palabras, siempre el mismo
espectro rugiente cada vez que la puerta se abre. Silencio para que nadie
tenga que contradecirme y soledad para ocultar mis propias cicatrices.
Hoy, al fin, sé que todo ha llegado a su término. Ya está bien de sufrir
calladamente, de caminar por las avenidas como un alma en pena. Si a
ustedes les parece bien, voy a quitarme la vida. Por supuesto, es algo que
debería haber hecho antes, pero ¿qué quieren que les diga? Uno lo va
dejando, lo va dejando, como un dolor de muelas, que hasta no sentir esa
punta lacerante en las encías, no recurrimos a un buen dentista. Si esto
fuera tan fácil como sacarse una muela… (Reflexionando) Si uno pudiera
dormir indefinidamente… ¡Esa es la solución, claro que sí! Dormir, dormir
hasta que el sueño lo permita, hasta que el mundo aguante. Dormir hasta
que el último vestigio del hombre flote inerte en el espacio…

(Guillermo se dirige a un cajón del escritorio y saca un pequeño bote de


cápsulas. Las deja momentáneamente, encima del mismo, toma entre sus
manos una jarra de cristal, se sirve un vaso de agua, abre el bote y vierte
una buena porción de pastillas en su mano).

Guillermo (absorto, sufriente): ¡Adiós, mundo inhumano, infame teatro sin


aplausos! ¡Yo me retiro!

3
(Guillermo se mete las pastillas en la boca y va a llevarse el vaso a los
labios. Llaman a la puerta. Guillermo las escupe. A continuación, abre la
puerta).

Carlos (entrando, desesperado): ¡Esto es inconcebible!

Guillermo: ¡Carlos!

Carlos: ¡Me llamo!

Guillermo: No, tú no te llamas a ti mismo.

Carlos: ¿Por qué?

Guillermo: Porque si te llamaras a ti mismo, tendrías dos personalidades


alternas, completamente libres de albedrío.

Carlos: Claro, y eso me acarrearía un gravísimo conflicto gramatical.

Guillermo: Gramatical y circunstancial… A ver si te crees que todos los


verbos se conjugan en primera persona.

Carlos: En este caso sí, porque estaríamos hablando de una utilización


simbólica del “yo”.

Guillermo: Será del tú…

Carlos: ¿Del mí? ¡Ni tienes vergüenza ni la has conocido!

Guillermo: ¿Me vas a faltar el respeto en mi propia casa?

Carlos (abrazando a Guillermo): Disculpa mi forma de proceder, pero estoy


desesperado, amigo, terriblemente desesperado.

Guillermo: Pero ¿qué te ocurre?

Carlos: Lo peor que le puede suceder a una persona…

Guillermo: Tan grave no será…

Carlos: Si supieras el malestar que me corroe, te llevarías las manos a la


cabeza.

4
Guillermo: Siéntate y me cuentas.

Carlos (sentándose cómodamente en el sofá): Con tu permiso.

Guillermo: Sí, claro.

Carlos: Oye, ¿por qué no me das un masaje en las cervicales?

Guillermo (sorprendido): Es que no llego…

Carlos: No sabes tratar a las visitas, Guillermo. Perdona que te lo diga, pero
eres un pésimo anfitrión.

Guillermo: Déjame al menos que te sirva una copa…

Carlos: Una copa no es un masaje…

Guillermo: Eso lo dices porque no has visto mi barra americana.

Carlos: Lo mío sí que es una barra…

Guillermo: ¿Te has divorciado?

Carlos: Peor…

Guillermo: ¿Tus hijos se han ido de casa?

Carlos: Eso sería un milagro, no un disgusto.

Guillermo: ¿Entonces?

Carlos: Tú sabes que yo tenía una tía en Valladolid, ¿verdad?

Guillermo: Sí, claro, me lo has comentado en más de una ocasión.

Carlos: Pues se ha muerto.

Guillermo: Hombre, no lo siento, pero quiero mostrarte mis más efusivas


condolencias para quedar bien.

Carlos: Gracias, siempre he sabido que eras antagonista y hegemónico.

Guillermo: Bueno, ¿Y cuál es el problema?

5
Carlos: Problemón con tres pares de narices…

Guillermo: ¡No me asustes!

Carlos: Hoy me llama su abogado para comunicarme expresamente que


debo hacer acto de presencia en la lectura del testamento.

Guillermo: Es posible que te haya dejado algo…

Carlos: ¿Algo? ¡Todo! Me ha hecho heredero universal de todos sus


bienes…

Guillermo (en tono serio): ¿Cómo ha podido hacerte algo así?

Carlos: Eso es lo que no me explico. Yo iba a verla cada verano con la


familia, la llamaba por teléfono todas las semanas, me desvivía por hacerla
feliz…

Guillermo: Lo sé…

Carlos: ¡Me ha hecho polvo! Con la de instituciones que hay a las que
podía haber beneficiado… Pues no, se acuerda de su sobrino…

Guillermo: Con lo malo que es el dinero…

Carlos: ¡El invento más dañino de la humanidad!

Guillermo: Fíjate que hasta yo, con lo que siempre he apreciado tu intelecto
y superficialidad, ahora te envidio desesperadamente.

Carlos: ¡La envidia hizo a Caín criminal!

Guillermo: Oye, ¿qué hora es en Lituania?

Carlos: Las seis y cuarto creo.

Carlos: Eres un hombre de mundo, amigo Guillermo.

Guillermo: Volviendo a lo nuestro, debo decir que tu tía no ha obrado


contigo en consecuencia a la razón.

Carlos: ¿Te das cuenta? A partir de ahora, se acabaron las salidas sin
dinero, la ropa de saldo y el cocido de lentejas.

6
Guillermo: Sin mencionar que, en tu nueva situación económica, la
ocupación que hasta hoy has desarrollado es ciertamente inviable.

Carlos: Esa es otra… ¿Sabes lo que yo disfrutaba de levantarme cada día a


las cinco de la madrugada, con el fin de entrar a trabajar a las ocho?

Guillermo: ¿Tanto?

Carlos: No te puedes hacer una idea… El despertador, la ducha matutina, el


tráfico, el café a medio tomar, los exabruptos del jefe… vivía como
quería…

Guillermo: Pero digo yo que ser una persona de recursos ilimitados,


también tendrá sus compensaciones…

Carlos: Sí… vaya una suerte… ¿Te acuerdas de que siempre vengo, me
sirves una copa de Bourbon y yo me la tomo con toda tranquilidad,
mientras vemos una película de Luccino Visconti?

Guillermo: Claro, lo normal en una amistad que se precie de serlo.

Carlos: Bueno, pues ahora me siento inapetente…

Guillermo: ¿Cómo es posible?

Carlos: Francamente, no lo sé. Ha sido enterarme de que soy millonario y


ya todo lo tuyo me causa repugnancia.

Guillermo: ¿Yo también?

Carlos: Tú, sobre todas las cosas. Es que no sabes el asco tan inusitado que
te tengo…

Guillermo: Te comprendo perfectamente.

Carlos: ¿A que sí?

Guillermo: No te quepa lugar a dudas.

Carlos: Te juro que, cada vez que pienso en ello, se me quitan las ganas de
vivir…

7
Guillermo: Pues eso no, Carlos. Hay que seguir hacia adelante, que ya
vendrán tiempos mejores.

Carlos: Claro, como tú has tenido siempre esa pasión por la vida…

Guillermo: Hombre, yo…

Carlos: Sí… dirás que no eres completamente dichoso con la existencia que
has elegido…

Guillermo: Más desahogada es la tuya, que te han declarado heredero


universal…

Carlos: ¡No me lo recuerdes, no me lo recuerdes!

Guillermo: Bueno, y hablando en plata, ¿de qué vas a mantenerte cuando


tengas en tus manos esa cuantiosa fortuna?

Carlos: Estoy que no vivo, Guillermo. No salgo de casa, no duermo… hasta


el día de hoy (gracias a Dios), a mí el trabajo no me ha sido esquivo, pero
tal y como está el mundo, ¿quién contrata a un millonario?

Guillermo: Que te quedas sin comer a causa de la dichosa herencia…

Carlos: Pero el problema es otro… bien sabes que podría solicitar un


préstamo con el fin de solventar todos esos problemas, pero si no puedo
trabajar, ¿qué nómina me avala?

Guillermo: Claro, porque, en todo caso, tu riqueza no iría en proporción a


tus necesidades…

Carlos: ¡Exactamente!

Guillermo: Te han arruinado la vida, amigo mío…

Carlos: He perdido la sustancia, la creatividad, lo mejor de mí…

Guillermo: Elucubraciones tuyas…

Carlos: Tienes que ayudarme, Guillermo. Yo así no puedo seguir. Te juro


que si no me acoges en tu casa una temporada…

Guillermo (levantándose ofuscado): ¿Tú en mi casa? Acabáramos…

8
Carlos: Y como huésped preferencial sobre el resto de la especie humana,
con derecho a ser escuchado y alimentado día y noche, sin reservas.

Guillermo: No me atosigues, que no. Yo tengo mi vida, mis relaciones…

Carlos: Guillermo, te conozco desde que eras un niño y siempre has sido
una persona… digamos complicada.

Guillermo: ¿Complicado yo?

Carlos: Y taciturno, sí señor, ya está bien de llevarte la corriente…

Guillermo: A ti lo que te ocurre es que estás hundido irremediablemente a


causa del poder adquisitivo con que se te ha ofrendado, y lo que quieres es
hundirme a mí.

Carlos: Por supuesto. Para eso están los amigos.

Guillermo: Y lo dices tan ricamente…

Carlos: Y no solo quiero hundirte en la desesperación. Mi pretensión real es


volcar en ti los desechos de mi persona y hacerte culpable de mi desgracia.
Comprenderás que no quiera cargar yo solo con el peso de mi
incompetencia…

Guillermo: Debo atender un asunto urgente que no puede demorarse más…

(Entra en escena una mujer de luto y se sienta en una silla contigua a una
mesita. Ojea un periódico).

Mujer de luto: Por favor, un capuchino.

Guillermo (sorprendido): ¿Cómo dice?

Mujer de luto: Que me ponga un capuchino. Gracias.

Guillermo: Sin duda, se halla usted en un error sistemáticamente


inexorable. Esto no es una cafetería…

Mujer de luto (mirando a Guillermo): Lo sé…

Guillermo: Es que no la entiendo…

9
Mujer de luto: Vamos a ver, ¿me ha visto usted cara de estar toda la
mañana de cafetería en cafetería?

Guillermo: Cuestión de gustos, supongo…

Mujer de luto: ¿Acaso no tengo nada mejor que hacer?

Guillermo: Usted sabrá. De todas formas, prefiero no meterme en asuntos


que no son de mi incumbencia…

Mujer de luto: Ah, no, ahora me explica por qué se niega a atenderme con
esa actitud extremadamente violenta…

Guillermo: Por Dios, señora, que no quiero líos…

Mujer de luto: ¿Es por mi estatura? ¿Mi físico poco agraciado?

Guillermo: Eso nunca, yo a usted la veo una mujer básicamente normal…

Mujer de luto: Es decir, fea…

Guillermo: No tergiverse mis palabras…

Mujer de luto: Vamos, que soy fea…

Guillermo: En mi vida le diría yo eso a una mujer…

Mujer de luto: Claro, a las feas no se les puede servir un capuchino,


¿verdad?

Guillermo: Le juro que ha sido sin intención…

Mujer de luto: Sin intención, pero lo ha dicho.

Guillermo: Le juro que no…

(Entra en escena una mujer con impermeable amarillo).

M. impermeable: ¿Pero se puede saber qué son esos gritos?

Mujer de luto: Aquí el misógino este, que no me quiere servir un capuchino


porque dice que soy fea…

10
Guillermo: Esas no han sido mis palabras exactas…

M. impermeable: Es inaudito que todavía queden hombres como usted en


los tiempos que corren…

Guillermo: ¿Y a mí qué me cuenta?

M. impermeable: Menoscabar el amor propio de una mujer traumatizada…

Guillermo: Yo no sabía que estaba traumatizada…

M. impermeable: Si no lo estaba a causa de los desagravios de la vida,


ahora lo está por su falta de delicadeza…

Guillermo: Siendo así, le pido disculpas…

M. impermeable: Claro, ¿a usted lo que le interesa es que lo voten, verdad?

Guillermo: Si no me he presentado a ningún cargo político…

M. impermeable: ¿Y qué formación va a querer contar en sus filas con


alguien tan sincero?

Guillermo: ¿Puedo arreglarlo?

M. impermeable: Debe hacerlo, si es posible, cosa que no creo…

Guillermo (a la mujer de luto, con la rodilla en tierra): Señora, su belleza


solo es comparable a su elegancia…

Mujer de luto (a la mujer de impermeable): Este señor me está acosando…

M. impermeable: Esto clama al cielo…

Guillermo (levantándose): Si no era más que un halago…

M. impermeable: ¡Un arma de doble filo!

Guillermo (declamando): Cerca del tajo, en soledad amena, de verdes


sauces hay una espesura…

M. impermeable: ¿Qué es eso?

11
Guillermo: Garcilaso…

Mujer de luto (a Guillermo): A mí no me venga usted con Garcilaso…

Guillermo: ¿No le gusta Garcilaso?

Mujer de luto: No me gusta…

Guillermo: ¿Y puedo saberse a qué contexto literario se acoge para


enturbiar el manantial de versos de tan insigne autor?

Mujer de luto: A que sus obras me parecen demasiado clásicas…

Guillermo: Es que lo son…

M. impermeable (a Guillermo): Pues no deberían…

Guillermo: No, lo que tiene que hacer Garcilaso es escribir como ustedes le
digan y de lo que ustedes quieran…

M. impermeable: A mí, lo que no me termina de encajar, es su fecha de


nacimiento.

Guillermo: ¿Y eso por qué?

M. impermeable: Porque un poeta que se precie de serlo debe nacer en una


fecha intermedia, no cuando a él le venga bien…

M. impermeable: Se creerá que es especial por haber nacido en pleno


renacimiento.

Guillermo: Sinceramente, es uno de los mayores poetas en lengua


castellana.

Mujer de luto: ¿Por haber nacido en el renacimiento?

Guillermo: No, más bien por su obra incomparable.

M. impermeable: Dime tú qué credibilidad se le puede dar a un poeta que


no ha tenido siquiera la deferencia de nacer a tiempo…

Mujer de luto: Cerca del tajo en soledad amena, dice…

12
Mujer de luto: Claro, y que trabajen los demás…

M. impermeable: Eso, sin tener en cuenta de que la poesía, bien mirada, no


es políticamente correcta.

Mujer de luto: Ni políticamente aceptable…

M. impermeable: Imagínate qué sería de este mundo si todos fuéramos por


ahí escribiendo lo que sentimos…

Mujer de luto: O lo que pensamos…

M. impermeable: Cerca del tajo en soledad amena…

Mujer de luto: Como quien no dice nada…

M. impermeable (a Guillermo): ¡Qué vergüenza, caballero!

(Sale).

Mujer de luto (a Guillermo): Oiga, los clientes se le van como la


juventud…

Guillermo: ¿Me está llamando viejo?

Mujer de luto: Jamás me atrevería… Dígame qué ganaría yo con decirle


que tiene usted más años que la maestranza…

Guillermo: Pues para no atreverse…

Mujer de luto: Un gran filósofo decía “cuanto más larga es la hierba, mejor
se corta de arriba hacia abajo”.

Guillermo: Qué espíritu tan noble… ¿quién es el autor de la frase?

Mujer de luto: Atila.

Guillermo: Entonces, puede que no sea tan noble…

Mujer de luto: Tome ejemplo de servicio de nuestros estimados dirigentes.


No se entiende que haya una parte minoritaria en este país que no idealice y
ame con veneración a todos y cada uno de los políticos.

13
Guillermo: Lo que no se entiende es que todavía existan.

Mujer de luto: Tiene usted ciertas aspiraciones arcaicas…

Guillermo: Y ambivalentes, sí señora. Sobre todo ambivalentes…

Mujer de luto: ¡Quiero un capuchino!

Guillermo: Y yo que me dejen una herencia, pero la vida no funciona de


esa forma…

Carlos (a Guillermo): ¡Te doy la mía!

Guillermo: Sí, claro, para tener que saludarte cada vez que te vea…

Carlos: Eso sería lo habitual…

Guillermo: Donde estén los cuartos, no pongas las amistades…

Carlos: ¿Para salvaguardar a esa persona del egoísmo y la tentación?

Guillermo: Para no quedarte sin los cuartos.

Carlos: Tonterías de viejo mezquino…

Guillermo: Ah, con que ahora soy mezquino…

Carlos: Más que la aldaba de un banco.

Guillermo: Pues cuando vengan las vacas flacas…

Carlos: Esa es tu obsesión, las vacas flacas. Media vida sin darte un mísero
capricho, media vida festejando el ayuno…

Mujer de luto: A ver si lo está dejando para el día de mañana…

Carlos: No le extrañe… (A Guillermo) Guillermo, un capuchino si no es


mucha molestia.

Guillermo: ¿Otro?

Carlos: Otro no, el primero.

14
Guillermo: Te has creído que esto es una pensión…

Carlos: Vamos a ver, majete, si me entiendes. Yo puedo salir a la calle y


tomarme lo que quiera en cualquier establecimiento. Lo que ocurre es que,
entonces, no es gratis…

Guillermo: Por un café…

Carlos: Luego nos quejamos de las condiciones laborales, cuando esta


mujer lleva aquí media hora esperando un capuchino sin que nadie la
atienda…

Guillermo: Pues que se vaya a una cafetería de verdad…

Carlos: Qué poco atento eres con tus congéneres del sexo opuesto, querido
amigo… de esa forma, lo único que vas a conseguir es que nadie te tome en
consideración…

Guillermo: ¿Tú crees?

Carlos: Yo que tú le pediría de salir…

Guillermo: Es que a lo mejor no quiere…

Carlos: Por supuesto que no. ¿Crees que yo saldría contigo si fuera mujer?
Pero te digo más, ¿crees que algún ser vivo en la historia de la humanidad,
con una inteligencia medianamente aceptable, accedería a salir contigo si se
lo pidieras? Desengáñate, Guillermo, ese tipo de relaciones no llegan a
buen puerto en la vida real...

Guillermo: ¿Qué tipo?

Carlos: En tu caso, todas.

Mujer de luto (A Guillermo): ¡Oiga, que yo sí quiero salir con usted!

Guillermo: Lo siento, pero confío plenamente en el criterio de mi estimado


amigo Carlos, y si mi estimado amigo Carlos dice que usted no accede a
salir conmigo, es que no accede.

(Entran Elvira y Casilda con un libro bajo el brazo).

Casilda: ¿Molestamos?

15
Carlos: En absoluto. Quedan invitados a paella…

Guillermo: Yo no he cocinado paella alguna.

Elvira: Somos miembros de la iglesia conjugativa del santo verbo inclusivo


y venimos a hablarle de la creación canalizadora del único ser
verdaderamente gramatical, nuestro líder y maestro Aurelius Amenofis
Tuc, que partió al nirvana providencial hace ahora la extensa edad de mil
cuatrocientos años.

Guillermo: ¿Y todavía le da tiempo a dirigir la organización?

Elvira: Conjugativamente, su materia inclusiva se halla en la presencia de


nuestro líder actual, Efrigenio Baltasar Amenofis Tuc.

Guillermo: ¿Es natural de Egipto?

Elvira: De Calahorra.

Guillermo: ¿De Calahorra llamándose Amenofis?

Elvira: Amenofis Tuc.

Guillermo: Como sea, no es un nombre común en la península ibérica…

(Elvira abre el libro. Lee).

Elvira: Libro de las tentaciones inclusivas. Iba una tarde nuestro amadísimo
líder paseando por Damasco, ensimismado en sus más profundas
reflexiones, y alcanzó a oír una voz a lo lejos, que le decía: “Indocta es la
lengua de tu primo segundo, pero menos brillo tiene la falda de tu
hermana”. Palabra de Aurelius Amenofis Tuc.

Carlos: ¡Qué sentido común tan elocuente!

Guillermo (A Elvira): ¿Y aporta mucho gozo espiritual pertenecer a la secta


esta?

Elvira: Una cosa mala…

16
Guillermo: Yo lo digo porque tengo, desde hace tiempo, cierto vacío
existencial que he intentado llenar con terapias pseudocientíficas
incoherentes y otras formas de hacer el indio, pero todo intento de sanación
ha sido en vano.

Elvira: ¿Y no ha probado usted visitar a un psiquiatra?

Guillermo: Primeramente, me gustaría seguir tirando dinero en libros de


autoayuda que no me van a ayudar y filosofías completamente absurdas
que ni yo mismo termino de entender.

Elvira: ¿Y ha avanzado mucho en materia de equilibrio mental?

Guillermo: Muchísimo. Para empezar, he dejado el azúcar.

Elvira: ¿Ya no toma azúcar?

Guillermo: Nada, ni una cucharadita.

Elvira: ¿Y se siente mejor?

Guillermo: En absoluto.

Elvira: Pues el libro rojo de Aurelius Amenofis Tuc tiene todas las
respuestas que usted está buscando.

Guillermo: Si yo no busco respuesta alguna…

(Elvira abre el libro de nuevo. Lee).

Elvira: Un día, nuestro amadísimo líder se dio cuenta de que había perdido
la ilusión por los pequeños placeres que, hasta entonces, justificaban su
existencia, y fue al pueblo de “Nagunda Pur” a visitar a su abuelo
Mojogandas Albertus Sigasbili. Este quedó consternado al verlo entrar, y le
dijo con voz melodiosa: “La lluvia cae dispersa sobre los campos de
cebada, pero no limita el refugio del pájaro carpintero”. Palabra de Aurelius
Amenofis Tuc.

Guillermo: No lo entiendo…

Elvira: Pues más claro, imposible…

17
Guillermo: Bueno, si de esa forma ha dado solución a sus conflictos
emocionales…

Elvira: En absoluto. Antes sufría a causa de un único problema, y es que no


le encontraba sentido a la vida. Ahora tengo dos, sigo sin encontrarle
sentido a la vida y encima he aceptado como vía de salvación una realidad
alternativa que no tiene ni pies ni cabeza.

Guillermo (mirando a Casilda): ¿Y la señora no dice nada?

Elvira: Ah, no, mi compañera parcialmente inclusiva no habla porque está


en proceso de adaptación silenciosa.

Guillermo: ¿Y en qué consiste ese proceso?

Elvira: En hacerse a la situación sin decir una palabra y llorando por


dentro.

Guillermo: Mire qué casualidad, como en España…

Elvira: Peor…

Carlos (A Elvira): Oiga, ¿y sale muy caro el hacerse miembro de su secta?

Elvira: ¡Miembro inclusivo!

Carlos: A eso precisamente me refería...

Elvira: Pues, en mi caso, no sacrifiqué más que los ahorros de veinte años
de trabajo y a toda mi familia. Probablemente, su experiencia sea más
llevadera…

Carlos: ¡Qué maravilla!

Elvira: Haciéndole un favor no exento de imparcialidad, usted solo tendría


que entregarnos su cuantiosa fortuna.

Carlos: ¡Ay, la ilusión de mi vida, Guillermo!

Guillermo (A Carlos): ¿Te das cuenta? Todo tiene solución, salvo la


mayoría…

18
Elvira (A Carlos): Póngase de rodillas con el fin de recibir la bendición
inclusiva de su gramatical presencia.

(Carlos se pone de rodillas con los brazos abiertos).

Elvira: Todos en pie para recibir al único ser verdaderamente inclusivo,


nuestro líder cromático y cismático Efrigenio Baltasar Amenofis Tuc.

(Todos se levantan menos Carlos. Entra en escena Efrigenio Baltasar


Amenofis Tuc. Efrigenio Baltasar impone sus manos sobre la cabeza de
Carlos).

Efrigenio: Diga conmigo, hermano. Creo en la divina esencia de los tres


fundadores inclusivos. Rasomón, Espiridión y Majarón.

Carlos: Creo en los fundadores inclusivos, el majarón y los otros también.

Efrigenio: ¿Crees en la inamovible y proverbial palabra de nuestro


amadísimo líder Aurelius Amenofis Tuc?

Carlos: Mucho.

Efrigenio: ¿Pero mucho, cuánto?

Carlos: Muchísimo…

Efrigenio: Tres palabras son las que deben salir de tu boca si quieres ser
inclusivamente gramatical…

Carlos: Las que sean, inoperantísima elegancia.

Efrigenio: La primera, según los cánones bizantinos de nuestro


movimiento, es “niñe”.

Carlos: ¿La digo en plural del masculino o en “raro”?

Efrigenio: La segunda es “todes”.

Carlos: ¿Con hache intercalada?

Efrigenio: Y la tercera palabra, y no por ello la menos importante, es


“hije”.

19
Carlos: ¿Lleva acento en la i?

Efrigenio: Levántate, miembro activo de la iglesia conjugativa.

(Carlos se levanta).

Efrigenio: A partir de ahora, tu nombre será Anastasio Saturnino Amenofis


Tuc.

Mujer de luto (A Guillermo): ¡Un capuchino cuando pueda!

Guillermo: ¿Le parece a usted que esto sea un bar de copas?

Mujer de luto: La mujer del César no solamente debe serlo, sino también
parecerlo.

Guillermo: No tengo el gusto de conocer a la mujer del César…

Mujer: Dado su comportamiento a la hora de recibir visitas, no es algo que


me extrañe.

Guillermo: Es decir, que mi casa no es lo suficientemente buena como para


que la mujer del César ponga los pies en ella…

(Entra Livia)

Livia: ¡Ni para mí ni para el César! Su casa no es lo suficientemente buena


para nadie.

(Livia se sienta).

Efrigenio (A livia): ¿Es usted literalmente inclusiva?

Livia: Claro, y el imperio que lo gobierne Marco Antonio…

Carlos: Ah, ¿pero conoce usted a Marco Antonio?

Livia: Treinta y dos años al servicio de Roma. Treinta y dos años, que se
dice pronto. Pues, todavía, los medios de comunicación no dejan de
inventarme cada día un romance nuevo.

Guillermo: A mis cortas entendederas, creo recordar que con Calígula hubo
cierto acercamiento, ¿o no?

20
Livia: ¿Eso dónde lo ha leído usted?

Guillermo: En la vida de los césares de Suetonio…

Livia: Bueno, la prensa rosa…

Guillermo: Tanto como prensa rosa…

Livia: ¿Suetonio? La interviú del imperio, no le digo más…

Guillermo: Pues me deja ciertamente desconcertado…

Livia: Desde mi formación política, abogamos de forma completamente


arbitraria por una transparencia histórica fundamentada y seleccionada
democráticamente por mí…

Guillermo: Ah, ¿pero en la antigua Roma también había formaciones


políticas?

Livia: ¡De ninguna manera! Imagínese un estado en el que los trabajadores


tengan que pagar el sueldo del césar, de la mujer del césar, de los hijos del
césar, de la inmensa mayoría de familiares del césar, de los miembros del
senado y de todos y cada uno de los representantes políticos. ¿De qué come
dicho pueblo?

Carlos: Sepa usted que el ayuno bien intencionado es beneficioso para la


salud…

Guillermo: Y el no comer también…

Elvira: Lectura número cuatro, libro de los gobernantes inclusivos. Nuestro


amadísimo líder Aurelius Amenofis Tuc dio cierto día una conferencia bajo
un cocotero. A dicha conferencia asistieron tres personas de cierta
relevancia local que, con lágrimas en los ojos, objetaron: “Impoluta
divinidad, ¿conoce usted el sentido de la vida?”. A lo que nuestro guía
eterno respondió: “El mundo se divide en dos clases de personas, las que
dicen que trabajar es bueno y las que trabajan”. Palabra de Aurelius
Amenofis Tuc”.

Livia: Treinta y dos años al servicio de Roma y la escoria del populacho no


me tiene en estima…

Carlos: ¿Ha probado a dejar de llamarla escoria?

21
Livia: Esa es una opción que no me satisface en absoluto.

Efrigenio: Hágase miembra inclusiva de nuestro movimiento gramatical y


encuentre la verdadera luz reencarnatoria de la vida protocolaria.

Livia: Yo lo haría con sumo gusto, pero el emperador me necesita en


demasía. Es lo que ocurre con la mujer a lo largo de la historia; que, aún en
la sombra, siempre ha ostentado la verdadera mano del poder…

Guillermo: Estoy completamente de acuerdo. El hombre debe obrar


conforme a la razón, convirtiendo en una realidad latente los deseos más
elementales de la mujer.

Mujer de luto: Por favor, un capuchino…

Guillermo: ¡No hay capuchino que valga!

Livia (A Guillermo): ¿Es usted feminista?

Guillermo: A mí me apasiona todo lo femenino. La cerveza, la siesta, la


buena comida…

Livia: ¿La igualdad entre sexos?

Guillermo: Yo, en ciertas obscenidades, prefiero no inmiscuirme…

Livia: Pero, dado el caso que tuviera que elegir entre el dinero y el amor,
¿con cuál de los dos se quedaría?

Guillermo: Si no queda más remedio y sin temor a equivocarme, creo que


me decantaría por el dinero.

Livia: ¿Es posible?

Guillermo: Y tanto. El desamor se supera. La indigencia, normalmente, no.

Livia: ¿Y si con ello se jugara el resto de su vida?

Guillermo: Tampoco creo que viva demasiado…

Livia: Tenga usted presente que el dinero no da la felicidad…

Guillermo: Sobre todo si es poco. A propósito, ¿tiene usted dinero?

22
Casilda: Oiga, ¿y de verdad todos los césares estaban mentalmente
desequilibrados?

Livia: Pues, teniendo en cuenta que el litro de gasolina se encuentra hoy a


un euro y medio aproximadamente, yo me abstendría de insinuar tales
acusaciones….

Casilda: Le hago tal mención a causa de cierto desgaste que la sociedad


imperante ha experimentado en los últimos años. Para serle sincera, debo
decir que la filosofía romana no está bien vista.

Livia: ¿Qué parte?

Casilda: Para empezar, ustedes echaban los condenados a los leones…

Livia: Claro, las panteras costaban más…

Casilda: ¿Las panteras costaban más?

Livia: Indefiniblemente más.

Casilda: Pero se comían a los condenados…

Livia: Por supuesto. ¿Ustedes no usan de esa forma la aplicación de la


justicia?

Casilda (indignada): ¡No!

Livia: Entonces, ¿qué hacen con los delincuentes peligrosos?

Casilda: Les concedemos el indulto.

Livia: Pero eso es contraproducente…

Casilda: Y crucificar al mesías también era contraproducente…

Livia: ¡Si nos ponemos quisquillosos con la religión, me marcho!

Casilda (abre su libro y lee): Libro de los maestros inclusivos, capítulo dos.
Estaba un día nuestro antagónicamente biológico líder comiendo unos
frutos rojos sobre la inerte piedra de un camino, cuando una mujer de
mirada cálida y consternada tuvo la osadía de preguntarle: “Inclusiva
divinidad, el hombre necesita creer en algo para no caer en el vacío

23
inalterable de la muerte, pero no todas las religiones ofrecen las respuestas
necesarias e inherentes a dicho concepto. Por lo tanto, ¿qué religión es la
verdadera?”. A lo que nuestro líder contestó: “Suave es la brisa de los
bosques otomanos, pero menos detalle tiene la suegra de tu tía. Palabra de
Aurelius Amenofis Tuc”.

Efrigenio (A Carlos): Anastasio Saturnino Amenofis Tuc, es hora de


regresar a la morada beligerante y conjugativa.

Carlos (A Guillermo): Guillermo, tengo que irme…

Guillermo: Tanta gloria lleves como descanso dejas…

Carlos: No me insistas por lo que más quieras…

Guillermo: ¿Yo? ¡Tuyo es el mundo!

Carlos: Ah, no, tampoco eso, Guillermo.

Guillermo: ¿Pero qué quieres?

Carlos: Que muestres una emoción desmedida, que te lances a mis pies…

Guillermo: Vas listo…

Carlos: De sobra sabes que este momento era inevitable…

Guillermo: ¿Y a mí qué me cuentas?

Carlos: Mi familia no lo verá bien…

Guillermo: Carlos, estamos en pleno siglo veintiuno. Las máquinas han


tomado el poder. No le importas a nadie…

Carlos (resignado): Todo sea por el líder supremo…

(Carlos, Efrigenio, Elvira y Casilda salen).

Livia: Esto con el césar no pasaba…

Mujer de luto (a Guillermo): ¡Un capuchino cuando pueda, si es tan


amable!

24
Guillermo: ¿Usted no ha pensado en irse?

Mujer de luto: No.

Guillermo: Pues debería…

Livia (a Guillermo, levantándose): Sin duda, nos encontramos en un


momento inaudito de la historia. En mis tiempos, solo había un césar al que
nadie votaba. Pero era el césar y había que resignarse. Hoy tenéis a
cuatrocientos césares expoliando vuestra faltriquera y encima los votáis…

(Se va).

Guillermo (a la mujer de luto): Pues nos hemos quedado solos…

(La mujer de luto lee ensimismada).

Guillermo: Digo que nos hemos quedado solos…

Mujer de luto: Bajo su criterio es posible. A mí me está mirando medio


público…

Guillermo: ¿Y el otro medio?

Mujer de luto: Lo mira a usted, insensato…

Guillermo: Ahora vendría bien una frase ingeniosa, ¿verdad?

Mujer de luto: No, la gente ha pagado para contemplar durante dos horas el
brillo refulgente de las cortinas…

(Entra Dimas recitando, moviendo los brazos con efusividad).

Dimas:

¡Oh, sol de mis ardores juveniles,


Deslúmbrame de aromas e inquietudes!
Tú, que arrodillas a la oscura noche…

Guillermo: ¡Muy bonito!

Dimas: Gracias. Tú, que arrodillas a la oscura noche…

25
Guillermo: ¿Es suyo?

Dimas (sentándose): Qué más quisiera… si yo escribiera de esa forma no


tendría que aceptar trabajos de poca monta para subsistir decentemente. Por
cierto, Dimas Ranieri (ofreciéndole la mano), actor del liceo francés y
desafortunado por naturaleza…
Guillermo: ¿Es usted de aquí cerca?

Dimas: Disculpe si lo he molestado con mis ocasionales desvaríos


artísticos. Vivo en el quinto…

Guillermo: ¿Solo?

Dimas: El artista nunca vive solo. Junto a él siempre coexisten la


incomprensión y la locura.

Guillermo: ¿Y duermen todos en la misma cama?

Dimas (ofendido): Puede hacer de mi nada elogiosa situación un chiste si


quiere. Más, en la ya tan lejana juventud atesoré un par de éxitos notables.

Guillermo: ¿Cómo cuáles?

Dimas: ¿Recuerda usted la inmortal obra de Jardiel Poncela “Eloísa está


debajo de un almendro”?

Guillermo: Cómo olvidarla…

Dimas: Pues yo era el almendro…

Guillermo: Actor principal entonces…

Dimas: Por favor, la duda ofende. ¡Principalísimo!

Guillermo: Entonces, ¿por qué no trabaja?

Dimas: ¡Toma! Porque no me someto a los caprichos de directores


inexpertos…

Guillermo: ¿Y qué caprichos son esos?

Dimas: No llamarme, ¿le parece poco?

26
Guillermo: No me lo puedo creer… en la escena de hoy no hay lugar para
los grandes artistas…

Dimas: En la escena de hoy lo que falta, precisamente, son grandes


artistas… susurros que no llegan a ningún sitio, cambios incomprensibles
de libreto en obras clásicas, chascarrillos mediocres, palabras
malsonantes…

Guillermo: ¿Y qué piensa usted de los actores modernos?

Dimas: Dios guarde su inocencia, caballero. Esa luz se apagó hace


mucho…

Guillermo: Habrá excepciones, como en todo.

Dimas: Muéstreme un autor teatral que impronte de vida sus obras sin
recurrir al chiste de mal gusto, al plagio o al musical exceso, y yo le
mostraré un genio sin parengón.

Guillermo: A nadie se le escapa el grado de aceptación que ha alcanzado la


nueva poesía que se escribe hoy en España…

Dimas: Mi norma es no parlamentar sobre temas tan desagradables sin


haber desayunado.

Guillermo: Son las tres de la tarde.

Dimas: ¿Y…?

Guillermo: Usted ha dicho que no ha desayunado…

Dimas: Y no he desayunado…

Guillermo: Pero son las tres. La gente normal come sobre las dos.

Dimas: ¿Y cuál es su definición de una persona “normal”?

Guillermo: Pues la de todo el mundo. Gente que nace, trabaja, trabaja más
y luego se muere…

Dimas: ¿Y dónde se deja usted la realización personal?

27
Guillermo: Nunca he sido amante de la ciencia ficción…

Dimas: ¿Esa es su idea de libertad?

Guillermo: La libertad es subjetiva…

Dimas: El problema de la libertad no es precisamente la subjetividad. El


problema de la libertad es que todo el mundo quiere imponer la suya…

Guillermo: Pues esa es, precisamente, la libertad que se nos ha impuesto. A


ver si se cree que a mí no me gustan los viajes, el buen vino y la
degustación de la mayoría de los placeres…

Dimas: Ah, ¿pero existe algo en este mundo que no sea de su agrado?

Guillermo: Por supuesto. Nunca he sido partidario del canibalismo, si es lo


que está pensando.

Dimas: El hombre ha practicado el canibalismo desde tiempos


inmemoriales. Un buen ejemplo de ello es el matrimonio…

Guillermo: Jamás he pensado que hubiera cierto placer en contraer


matrimonio…

Dimas: Ya sabe usted. Hay que casarse, con todo lo que ello conlleva…

Guillermo: ¿Por qué?

Dimas: Sencillamente, porque no hay estado que reúna mayor beneficio


para la vida. El matrimonio te otorga estabilidad, alegría, moderación,
felicidad…

Guillermo: ¡Qué felices van los casados a trabajar por la mañana!

Dimas: Eso es porque saben que, en la sosegada quietud del hogar, tanto
sus opiniones como sus decisiones más elementales, son tomadas siempre
en cuenta…

Guillermo: ¿Y lo comprensivas que se muestran las mujeres ante cualquier


dificultad?

Dimas: Es que tienen ganado el cielo…

28
Guillermo: Y parte del purgatorio…

Dimas: Aún recuerdo vivamente aquella representación de Hamlet en el


cincuenta y seis, que tanto éxito tuvo entre la especializada crítica teatral…
Guillermo: ¿Debutó usted en la obra más representativa de Shakespeare?

Dimas: ¿Debutar? A pocas entendederas… ¡Yo encarné a su padre!

Guillermo: ¿Al mío?

Dimas: ¡Al de Hamlet!

Guillermo: Pero si el padre de Hamlet moría antes de empezar la función…

Dimas: Para no quitarle protagonismo a Hamlet…

Guillermo: Un gran detalle, sí señor.

Dimas: Muy altruista ahora que lo comenta. Siempre he sentido una


especie de predilección por los actores noveles…

Guillermo: ¿Cree usted que España sea el lugar idóneo para nacer artista?

Dimas: Dada la extensa cultura de la población, España es el sitio indicado


para nacer…

Guillermo: ¿Artista?

Dimas: Profesor de gimnasia.

Guillermo: Entonces, ¿tuvo mucha repercusión su estreno de Hamlet?

Dimas: Muchísima. Un crítico de renombre fue a ver la obra y al día


siguiente redactó en un diario la siguiente reseña: “Esto es lo peor que le ha
sucedido al teatro… desde la televisión”.

Guillermo: Salió emocionado el hombre…

Dimas: Llorando, no le digo más…

Mujer de luto: ¡Un capuchino, si es tan amable!

29
Guillermo: ¡Ni soy amable ni lo he sido nunca!

Mujer de luto: Por eso lo rodea la multitud…

Guillermo (A Dimas): Señor Ranieri, debería usted escribir un libro que


aglutinara todas esas vivencias que ha tenido la dicha de experimentar a lo
largo de su vida…

Dimas: No crea, esta sequía de trabajo en los últimos años me ha producido


cierto desasosiego, la verdad. Es una especie de pesadez que no soy capaz
de obviar ni haciendo las cosas más triviales…

Guillermo: ¿Ni siquiera comiendo gambas?

Dimas: ¿Y por qué debería hacerlo si puede saberse?

Guillermo: Sencillamente, porque yo nunca he visto a nadie llorando


mientras come gambas…

Dimas: ¿Está usted diciendo que una persona medianamente depresiva


debe recurrir a la ingesta masiva de marisco?

Guillermo: Y con urgencia, sí señor…

Dimas: Pues a mí ya no me devuelve la ilusión por la vida ni eso…

Guillermo: ¿Tan extremo es su desencanto?

Dimas: Extremo es una palabra suave. Mi desencanto nace de una idea


global. Lo que me irrita no es la vida, sino el mundo. El amor es una
mentira constante, la felicidad es equivalente a la cuantía monetaria que se
tenga; en otras palabras, nadie se muere por nadie.

Guillermo: Gracias a Dios…

(Entra Carlos, ataviado con una túnica dorada).

Carlos (emocionado): ¡Guillermo! ¡Guillermo!

Guillermo (con desgana): ¡Carlos!

Carlos: ¡A mis brazos, viejo bribón!

30
(Carlos abraza efusivamente a Guillermo).

Guillermo: Pero ¿de dónde sales?

Carlos: ¡Qué noticia te tengo! (A Dimas, dándole la mano) A propósito,


mucho gasto…

Dimas: Habrá querido decir mucho gusto…

Carlos: De gusto nada, ¿sabe usted lo caro que está todo?

Guillermo (A Carlos): Pero ¿qué te pasa? ¿Por qué me hablas con tanta
efusividad?

Carlos: La noticia del siglo, no te digo más…

Guillermo: Cuenta…

Carlos: ¡Me han desheredado!

Guillermo: No me digas…

Carlos: La sorpresa ha sido mayúscula… tú sabes que ya me hacía a vivir


sin preocupaciones el resto de mi vida.

Guillermo: Y bien que te pesaba…

Carlos: Pues, a partir de ahora, a trabajar como un descocido…

Guillermo: ¡Te felicito! Cuánto me alegro…

Carlos: Más me alegro yo de conservar la ruina que me caracteriza desde


que nací…

Dimas (A Carlos): Ah, ¿pero se alegra de seguir en las más insostenibles


cotas de necesidad?

Carlos: ¿Y quién no?

Dimas: Pues yo, en su lugar, no renunciaría de manera tan inmediata a lo


que, por justicia, me pertenece.

31
Guillermo: Señor Ranieri, usted es artista. Bien conocida es la atracción
que lo material ejerce en las personas asociadas a la cultura.

Dimas: Eso tan solo ocurre en los mediocres. Los artistas de verdad no
sienten esa pasión por lo superfluo…
Guillermo: Por eso le digo…

Carlos: Oye, Guillermo (mirando a Dimas), ¿y este quién es?

Guillermo: El vecino del quinto. Un animal de teatro.

Dimas: Muy agradecido…

Guillermo: Hizo de almendro en una representación de Jardiel Poncela.

Carlos: Un genio de altura entonces…

Guillermo: También dio vida al padre de Hamlet…

Carlos: Pero si el padre de Hamlet moría antes de empezar la obra…

Guillermo: Eso le digo yo, pero no se entera. Se ve que le ha tomado cariño


al personaje y no lo suelta…

Carlos: Pues vaya un problema…

Dimas (a Carlos): Oiga, ¿y usted de qué pie cojea?

Carlos: Yo no he cojeado en mi vida…

Dimas: Pues no sabe lo que se pierde… una ligera cojera siempre es seña
de elegancia. Sobre todo en los escritores…

Guillermo (A Carlos): Pero dime, ¿qué ha sucedido?

Carlos: Lo más ilógico e irreversiblemente representativo que vas a


escuchar en mucho tiempo.

Guillermo: ¿Te has casado?

Carlos: Guillermo, tú me quieres poco…

Guillermo: ¿En materia de amistad o simbología romántica?

32
Carlos: En un contexto ciertamente superlativo.

Guillermo (decidido): ¡Eso no me lo dices en la calle!

Carlos: ¿Por qué?

Guillermo: Porque me lo estás diciendo aquí…

Carlos: Mirándolo de esa forma…

Dimas (A Guillermo): Oiga, ¿y ustedes siempre actúan así?

Guillermo: No, a veces trabajamos.

Carlos: Ha sido una situación completamente inesperada, Guillermo. Me


encontraba en pleno retiro de sanación gramatical cuando aparece un señor
bajito, muy presentable, las cosas como son, y me hace entrega de una carta
en mano.

Guillermo: ¿Y no te dijo nada?

Carlos: Eso fue lo peor. Me dijo “¡Qué suerte tienes, macho!”. Abro la
misiva con sumo nerviosismo y, al desplegarla, caigo en la cuenta que
viene directa desde el bufete de abogados de Don Ramiro Orgaz y
Mendoza, representante jurídico de mi tía Julita, y en la misma se me
informaba de la resolución completa y pos testamentaria de sus últimas
voluntades. (Sacando la carta de un bolsillo interior). Aquí tengo la carta,
por si quieres echarle un vistazo.

Guillermo (tomando la carta): Haré un esfuerzo, pero yo, sin mis lentes, no
saco nada en claro…

Mujer de luto: Y con ellas tampoco…

Carlos: Ese puede ser un síntoma inequívoco de la edad.

Dimas: En mi opinión, no sería de extrañar que tan alarmante signo de


debilidad se debiera a una fuerte anemia. ¿Come usted bien?

Guillermo: No me quejo…

Dimas: No se quejará ahora, porque me está dando un día…

33
Mujer de luto: ¡Un capuchino, gracias!

Guillermo (leyendo): Aquí se puede leer claramente: “Estimado miembro


intergaláctico”.
Carlos (corrigiendo): ¡Aprobado informe protocolario!

Guillermo: El niño tiene fiebre… oye, ¿qué dice aquí de un niño?

Carlos: ¿Qué niño?

Guillermo: El niño tiene fiebre…

Carlos: Avenida Rue Lefevbre… lee bien…

Guillermo: El huevo de la alcaldesa…

Carlos: ¿Cómo?

Guillermo: Aquí lo pone, mira. El huevo de la alcaldesa…

Carlos: ¡Ante la firme promesa!

Guillermo: De la cochina de tu hermana…

Carlos: ¡De la respuesta antes dada!

Guillermo: En formación y opulencia…

Carlos: ¡En colación a su herencia!

Dimas (A Guillermo): Oiga, no da usted ni una…

Guillermo: Le cantamos una salve…

Carlos: ¡Lamentamos informarle! ¡Qué salve ni qué salve!

Guillermo: Que la manceba del notario…fíjate, Carlos, y parecía tonto…

Carlos: ¿Pero qué dice ahí?

Guillermo: Que la manceba del notario…

34
Carlos: Que no es el beneficiario…

Guillermo: Del cuarto de sodomía.

Carlos: De la herencia de su tía.


Guillermo: Di que sí, robusta lagarterana… Oye, Carlos, a mí no me des a
leer esta clase de literatura tan lasciva…

Carlos: Lee de nuevo…

Guillermo: Di que sí, robusta lagarterana.

Carlos: ¡Dicha herencia queda asignada!

Guillermo: A que no te escondes, Prudencia…

Carlos: ¿Cómo?

Guillermo: A que no te escondes, Prudencia…

Carlos: ¡A una institución de beneficiencia!

Guillermo: Déjate las polainas y hazme padre, Gonzalo.

Carlos: ¿Qué dices?

Guillermo: Lo que pone aquí… déjate las polainas y hazme padre,


Gonzalo.

Carlos: De la vieja parroquia del padre Gonzalo…

Guillermo: Valiente desenfreno lleva el padre Gonzalo…

Dimas: Con la iglesia hemos dado, Sancho…

Guillermo: Con mis mejores deseos, reciba un beso en la boca.

Carlos: ¿Cómo un beso en la boca? Un poco de formalidad, Guillermo…

(Carlos mira la carta).

Carlos: Ah, sí, pues ahí has acertado…

35
(Entra una niña repartidora de periódicos).

Niña: ¡Extra, extra! ¡Esta noche, la tierra será destruida por un meteorito!
¡Repito, hoy, a las nueve de la noche, un meteorito del espacio exterior
caerá sobre la tierra y todos nos iremos a tomar por saco!
Dimas: ¡Habla con propiedad, niña!

Carlos: La que está liando la desvergonzada esta por un meteorito de mala


muerte…

Niña: ¡Hoy, a las nueve, apocalipsis fulminante!

Carlos: ¡Me está poniendo nervioso!

Niña: ¡Nervios y crujir de dientes en las últimas horas de existencia del


planeta tierra!

Guillermo: ¡Pues sí que es negativa!

Niña: ¡Compre ahora su ejemplar de la mañana!

Dimas: ¿Y el de la tarde?

Niña: ¡El de la tarde no se ha llegado a imprimir ante la catastrófica


situación que estamos atravesando!

Dimas: Pues yo, si no es la edición de la tarde…

Carlos (a la niña): Anda, nena, dame un ejemplar del ABC…

Niña: Ahora es el ABM.

Carlos: ¿ABM?

Niña: ¡Antes del boom del meteorito!

Carlos (alterado): ¡Dame el que sea!

Niña (entregando un periódico a Carlos): ¡El mundo trae un suplemento


sobre cómo será la horrible extinción del planeta tierra tras la colisión del
meteorito!

(Carlos lee).

36
Carlos: Oye, pues es verdad…esta noche, a las nueve, un meteorito
procedente de alfa centauri B impactará contra la tierra, ocasionando el
exterminio de toda vida humana. Los especialistas sanitarios recomiendan
perder peso antes de la colisión.
Guillermo: ¿Dice algo más?

Carlos: Sí, Fernando Simón, jefe del centro de coordinación de


emergencias sanitarias, avisa sobre la crisis actual. Según sus últimas
declaraciones, los heridos tras el impacto del meteorito no serán más de dos
o tres, y siempre casos aislados.

Guillermo: Si lo dice Simón, ya podemos llamar a un escribiente para que


nos redacte el testamento…

Carlos: ¡No me hables de testamento, no me hables de testamento!

Niña: ¡Extra, extra! ¡El gobierno pide a la población que permanezca en sus
hogares!

Carlos: Me está dando una tarde…

(Aparece Efrigenio Baltasar Amenofis Tuc, con el libro rojo en la mano).

Efrigenio (levantando el libro): ¡La salvación del hombre se halla en este


libro!

Carlos: ¡El líder! ¡Todos de rodillas!

(Carlos se pone de rodillas y finge estar en trance).

Efrigenio: Puedes levantarte, hermano moralmente inclusivo Anastasio


Saturnino Amenofis Tuc.

Carlos (levantándose): ¡Alabada sea su imparcial presencia!

(Efrigenio abre el libro y lee).

Efrigenio: Estaba un día nuestro amadísimo líder recostado en una piedra,


contemplando las interminables maravillas del firmamento, cuando una
casta joven se acercó a él y le preguntó, conmovida: “Grandiosidad, ¿qué le
espera al hombre después de que los ríos hayan desaparecido y cada ser
viviente haya sido borrado de la faz de la tierra?”. A lo que, sin demora,

37
contestó: “Largas son las cadenas de los ojos del esturión, pero más
infames son las manchas del retrato de tu abuelo”. Palabra de Aurelius
Amenofis Tuc.

Carlos: ¡Larga vida a nuestro líder!


Mujer de luto: ¡Un capuchino si es tan amable!

(Entra Juan Miguel con un capuchino y se lo pone sobre la mesa).

Juan Miguel (A la mujer de luto): Aquí tiene, señora…

Guillermo: Sin intención de inmiscuirme donde no me llaman, ¿con qué


derecho le ofrece usted un capuchino a esta mujer?

Juan Miguel: No, yo es que pasaba por aquí…

Guillermo: Sí, claro, pasaba por aquí, pasaba por aquí… al menos, tenga la
deferencia de contarnos a todos la verdad…

Juan Miguel (enfadado): A ver si nos aclaramos, caballero. Esta mujer lleva
aquí todo el día, esperando a que alguno de ustedes les salga de las narices
de servirle un asqueroso café. ¿Hay derecho a ello?

Guillermo: Hombre, mirándolo de esa forma…

Carlos (a Juan Miguel): Oiga, ¿sabe que va a caer un meteorito sobre la


tierra?

Juan Miguel: No lo voy a saber, si lo he escrito yo…

Guillermo: Se ha levantado usted un poco subidito, ¿no cree?

Juan Miguel: Y lo que te rondaré, morena…

Guillermo: Para empezar, ¿qué hace aquí?

Juan Miguel: Absolutamente nada.

Guillermo: Pero alguna misión en la vida tendrá…

Juan Miguel: Pues no sé, todo está mal, el gobierno no gobierna…

Guillermo: ¿Y por eso se manifiesta en escena de forma tan inesperada?

38
Juan Miguel: Es el aburrimiento, ¿sabe?

Guillermo: Anda, métase para adentro, métase para adentro…

Carlos: ¡Ya está bien, hombre, ya está bien de interrupciones, que estamos
trabajando!

Juan Miguel: Ah, ¿sí? ¡Pues os tenían que caer meteoritos como puños!

(Juan Miguel sale).

Carlos: Alguien tendrá que salir…

Guillermo: ¿Salir? ¿A qué?

Carlos: Pues a informarse de la situación… a valorar diferentes causas de


realidad alternativa…

Dimas: O, en todo caso, contrastada…

Carlos: ¡Pero con criterio! Mira, Guillermo, nosotros vamos a indagar, un


momento, en los procedimientos de ejecución en este tipo de situaciones.

Guillermo: Oye, que son las ocho y media…

Carlos (a la niña): Vamos, niña…

(Carlos, Dimas, Efrigenio Baltasar y la niña salen).

Guillermo (a la mujer de luto): ¿Usted no se va?

Mujer de luto: Un capuchino cuando pueda…

Guillermo: Pero si acaban de servirle uno…

Mujer de luto: ¿Quién?

Guillermo: Pues no sé, un señor antipático que pasaba por aquí…

Mujer de luto: Me preocupa usted, joven…

(Entran, de nuevo, Elvira y Casilda).

39
Guillermo: Oigan, este no es momento para sectas…

Elvira: Precisamente, este sería el momento señalado…

Guillermo: Señalado, ¿para qué?

Elvira: Lo mejor sería que dejara de retrasar lo inevitable…

Guillermo: No la entiendo.

Casilda: En el arcón de la cómoda, conserva una cajita con ocho cápsulas.


Si le parecen pocas, tiene dos más en la jabonera, y si aún le resultan
insuficientes le puede pedir un paracetamol a la vecina.

Guillermo: Por Dios bendito, ¿cómo pueden tener constancia…?

Elvira: Somos dos personalidades alternas de su ser…

Guillermo: ¿Y por qué representan físicamente, entonces, la efigie de dos


mujeres?

Elvira: Porque, biológicamente hablando, cada hombre alberga dentro de sí


la genética femenina que su propia madre le trasmitió en el momento de la
fecundación,

Guillermo: Pero, como personalidades alternas de mí, ¿no deberían estar en


mi cabeza y no delante de mis ojos?

Casilda: ¿Y quién ha dicho que no tengan el mismo valor las cosas que se
ven y las que se llevan dentro?

Guillermo: En primer lugar, ustedes carecen de autorización expresa para


salir de mi cerebro.

Casilda: Pronuncia la palabra “cerebro” con la arrogancia de quien lo


tiene…

Elvira: Lo que, por otra parte, viene a ser muy común en estos días…

Guillermo: Claro, se valen de la imparcialidad para hacerme recapacitar,


¿no es eso? Son como el ángel de George Bailey. Han venido a mostrarme
lo terrible que sería el mundo si no hubiera nacido…

40
Elvira: De nuevo se equivoca, amigo. El mundo, sin usted, sería
infinitamente mejor.

Guillermo: Me niego a creer tal cosa. Ahora caigo en la cuenta de que,


como dos personalidades de mi propia conciencia, una representa el bien
que hay en mí. La otra, por supuesto, el mal. (A Casilda). Dígame usted,
mensajera del bien, qué logros significativos he conseguido llevar a cabo a
lo largo de mi vida… a cuántas personas he aliviado la existencia, aún sin
saberlo… cuántos son hoy más felices gracias a mí…

Casilda: En realidad, su legado no es demasiado alentador…

Guillermo: Pero, al menos, habrá un ser humano cuya vida haya


contribuido a prosperar… ¿o es que el mundo sin mí es algo más
agradable?

Casilda: ¿Algo? ¡De aquí a Lima!

Guillermo: Pues no lo entiendo, la verdad…

Elvira: ¡Es la hora! ¡Decida!

Casilda: Los otros están cerca…

Guillermo: ¡Es que ni morirse lo dejan a uno tranquilo!

Elvira: ¡Ahora!

Guillermo: Uno de los mayores defectos del hombre siempre ha sido, sin
lugar a dudas, su impulsividad…

Casilda: Eso, en todo caso, es relativo…

Guillermo: A los mayores desastres de la humanidad me remito…

Casilda: El ser humano es, a todas luces, incomprensible…

Guillermo: El ser humano, no. ¡El hombre! Si una sola mujer empuñara el
cetro de todo gobierno sobre la tierra, la injusticia no tendría lugar, los
conflictos bélicos no tendrían lugar, el hambre no tendría lugar…

Casilda: ¿Y el hombre?

41
Guillermo: ¡No tendría lugar!

Elvira: ¿Qué dice?


Guillermo: Disculpe mi atrevimiento, se me ha ido la cabeza…

Casilda: Su destino está sellado. Los otros llegarán en cualquier


momento…

(Elvira y Casilda salen. Entran, de nuevo, Carlos, Dimas, Efrigenio


Baltasar y la niña).

Niña: ¡Extra, extra! ¡Cinco minutos para el fin de los días!

Carlos: ¡Me tiene desesperado!

Guillermo: Carlos, ¿qué has averiguado?

Carlos: Nada bueno, Guillermo… no hay solución posible… En unos


instantes, todo lo bueno que el hombre ha forjado a través de los siglos será
eliminado.

Niña: ¡Extra! ¡Extra! ¡Tras una década al alza, el desempleo bajará


definitivamente en España!

Mujer de luto (levantándose): Ha llegado mi hora. Debo volver a la nave


nodriza antes de la hecatombe.

Guillermo: ¿Qué nave?

Mujer de luto: El nombre de mi planeta es Alfa B-5. Se halla en las


inmensidades de una lejana galaxia. Hace tres años, nuestros más
respetados astrónomos avisaron de una colisión inminente en un pequeño
planeta fuera de nuestro sistema solar. En un primer momento, los llamados
miembros del comité celeste (que así se llama nuestro consejo de sabios),
tomaron la determinación de no interrumpir el curso de los
acontecimientos. Pero yo me opuse a ellos con el fin de hacerles ver que,
en definitiva, la virtud de este mundo sería comparable a la humanidad de
su población,

Guillermo: Y claro, ha llegado a la conclusión de que somos un orbe de


indefinible valor y evitará la catástrofe…

42
Mujer de luto: Todo lo contrario. Poco es para lo que se merecen…

Guillermo: Oiga, no nos haga esto…

Mujer de luto: Si usted me hubiera servido un capuchino la primera vez que


se lo pedí, las cosas podrían haber sido bien distintas…

Guillermo: Por un capuchino…

Mujer de luto: Ha tenido la posibilidad, durante todo un día, de revertir el


curso de los acontecimientos. No ha sido capaz de servirme el capuchino,
no hay salvación posible…

Carlos (a la mujer de luto): Su especie es un poco rencorosa, ¿no?

Mujer de luto: Me llevo a la niña, no vaya a ser que la colisión inminente


del meteorito acabe infligiendo en ella un daño irreparable…

Niña: ¡Extra, extra! ¡La vida puede ser maravillosa!

(La mujer de luto coge a la niña de la mano y salen).

Carlos: ¿En serio? ¿Un planeta puede llamarse Alfa B-5?

Guillermo (mirando un reloj de bolsillo): Señores, ha llegado la hora. En


diez segundos, aproximadamente, lo que hoy conocemos como civilización
no será más que oscuridad y vacío…

Carlos: ¡Qué gran poeta se pierde el mundo contigo, amigo Guillermo!

Guillermo: ¿A que me parezco a Nerón?

Carlos: Lo único que lamento es no haber realizado en mi vida una sola


proeza que fuera digna de admiración…

Guillermo: Por una vez, y sin que sirva de precedente, me solidarizo


contigo.

Dimas: Por mi parte, no tengo nada que objetar. Yo hice de almendro en la


inmortal obra de Jardiel Poncela.

Carlos: ¿Contamos inversamente los segundos finales del mundo?

43
Dimas: Me parece bien…

Guillermo: ¿Y entrelazamos nuestros brazos?

Carlos: Sí, pero de una forma fraternalmente honesta.

Dimas: Es decir, sin connotaciones sexuales…

Guillermo: Lo creo conveniente…

(Guillermo, Carlos y Dimas entrecruzan los brazos).

Carlos: ¿Empezamos?

Guillermo: Empiezo yo, Carlos, si no te importa. ¡Diez!

Carlos: ¡Nueve!

Dimas: ¡Ocho!

Guillermo: ¡Siete!

Carlos: ¡Seis!

Dimas: ¡Cinco!

Guillermo: ¡Cuatro!

Carlos: ¡Tres!

Dimas: ¡Dos!

Guillermo: ¡Uno!

(Silencio).

Carlos: Oye, pues no ha pasado nada…

(Se apaga la luz, suenan sirenas y el sonido de un asteroide colisionando


contra la tierra. Tras unos momentos, la luz vuelve tenuemente. El cuerpo
de Dimas se halla en el suelo, inmóvil, en un rincón. La casa está
destrozada. Guillermo está sentado en un sillón, en el centro de la escena,
consternado, con las ropas raídas, lleno de tizne y despeinado).

44
Guillermo (levantándose, deambulando por la casa derruida): Si es que esto
se cuenta y no se cree… ¡Carlos! ¡Carlos! (Silencio). Ni un alma en dos
kilómetros a la redonda… He visto a niños, mujeres, ancianos… todos
muertos, Dios mío… todos muertos… ¿cómo es posible? Miles de años
para levantar el mundo, y en un segundo todo se ha convertido en polvo.
(Mirando al cielo). ¡Tú me dirás qué hago ahora! Dios de mi vida, ¡no
queda nadie, nadie, nadie! Condenado a vagabundear entre la muerte, a
deambular entre la escoria… a vivir cada uno del resto de mis días en la
más completa soledad… (Desesperado) ¿Puede haber algo peor que esto?

(Aparece Carlos, con el libro rojo en la mano, sorteando los obstáculos).

Carlos: ¡Guillermo, Guillermo!

Guillermo (emocionado): ¡Carlos!

Carlos: Guillermo, escucha un momento. Lo he pensado detenidamente, y


me quedo a vivir contigo…

Guillermo (al público): Fe de erratas. Puede haberlo…

Carlos: Me quedo, Guillermo, esta vez me quedo…

Guillermo: Pues dime dónde…

Carlos: En tu casa…

Guillermo: Pero si no tengo casa…

Carlos: El corazón de los amigos siempre es una casa…

Guillermo: Pues otra cosa no puedo ofrecerte…

Carlos: Te equivocas, Guillermo. Esta vez soy yo quien te ofrece algo a ti.

Guillermo: ¿El qué?

Carlos: La salvación, ¿te parece poco? El libro rojo no ha sufrido ni un solo


rasguño…

45
Guillermo: ¿Sabes que todo lo que contiene ese libro es falso, no?

Carlos: ¿Y habrá algo que le guste más a la gente que una mentira bien
contada?

Guillermo: ¿Qué gente, Carlos? Si no queda nadie…

Carlos: No te das cuenta, Guillermo… Los caminos se nos abren, los


senderos se nos muestran en todo su esplendor…

Guillermo: Habla más claro, Carlos, porque no te entiendo…

Carlos: Buscaremos sobrevivientes como nosotros, reformaremos


nuevamente la iglesia conjugativa del santo verbo inclusivo.

Guillermo: A mí no me compliques la vida con esos líos…

Carlos: Tú, de jefe supremo, Guillermo.

Guillermo (ilusionado): ¿Jefe supremo, Carlos?

Carlos: El líder indiscutible…

Guillermo: ¿Y tú?

Carlos: Cofundador inclusivo de todo ministerio gramatical…

Guillermo: Suena bien…

Carlos: Si no te importa, salgo un momento a buscar un signo de vida


habitable entre todos estos escombros…

Guillermo: Allá tú…

(Carlos sale).

Guillermo (al público): Bien, esto ha sido todo. Mis planes no se han
llevado a cabo, mis expectativas no se han cumplido. Pero, ¿acaso ha
existido, en este planeta, un ser humano capaz de alcanzar todos y cada uno
de sus objetivos? Creo que no… Es decir, al menos yo no lo he conocido.
Ahora, en este universo mudo que se oculta tras el telón, no queda otra que
empezar de nuevo. Pero, si lo pensamos bien, el hombre siempre ha sido
llamado a renacer cada día como el ave fénix. Y digo más, el hombre debe

46
renacer cada día y en cada consecuencia, como si cada amanecer fuera la
oportunidad de empezar de nuevo, sin todo aquello que nos limita
interiormente, nos derriba, nos sacude, nos atormenta. Pues, al fin y al
cabo, no debemos olvidar la fugacidad del camino en el que nos hallamos.
No tenemos tiempo para la estrechez mental, no hay tiempo suficiente para
angustiarse por errores que no conseguiremos remediar. Ciertamente, y en
numerosas ocasiones, nos encontraremos con personas que lucen una
bonita sonrisa en el rostro y una tragedia inabarcable en el alma. No
cometamos la equivocación de juzgar a alguien de manera tan efímera. La
historia nos ha demostrado una y otra vez, sin lugar a contemplaciones
imperfectas, que un rey puede convertirse en un vasallo, un vulgar gusano
transformarse en una bella mariposa, y el más pequeño de nuestros
semejantes puede ser un rey. Hagamos lo correcto, aunque nadie más lo
haga, elijamos siempre lo difícil, lo realmente meritorio, y entre todos
lograremos erradicar el egoísmo, la indiferencia, la ambición y la maldad
de nuestros ya maltrechos corazones. Palabra de Aurelius Amenofis Tuc.

(Fin de la obra).

47

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy