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EL RENACIMIENTO

1. El Renacimiento como base de interpretación de la Filosofía Moderna

El Renacimiento es el período histórico que se inicia en el siglo XV y


culmina en el siglo XVI, siglo en el que se inaugura ya la Edad Moderna que
se prolongará hasta el siglo XVIII. Sin embargo, puede afirmarse que el
Renacimiento se manifestó con anterioridad en Italia, en la forma de
Humanismo literario, siendo Petrarca (1304-1374) su máximo representante.
Este período constituye un cambio trascendental en la perspectiva
intelectual de la humanidad, una nueva forma de entender al hombre y al
mundo, derivada, en gran parte, de la asimilación y desarrollo del
pensamiento antiguo, que se extenderá a lo largo de los cuatro siglos que
constituyen la Edad Moderna.
Repasemos algunas de las causas fundamentales que originan este
renacer cultural, desde la perspectiva socio-política:

• La caída de Constantinopla determinó la emigración a Italia de


numerosos intelectuales conocedores del griego y poseedores de
obras clásicas fundamentales que propiciaron el conocimiento
directo de la filosofía antigua y la asimilación del espíritu de libre
investigación que la cultura griega implicaba.
• Los humanistas motivan el impulso hacia el estudio de todo tipo de
materias y, si bien el humanismo buscó la verdad en su regreso a los
grandes sistemas de la filosofía griega y se mostró hostil frente a la
investigación empírica, su actitud de libre pensamiento influyó
poderosamente en los científicos posteriores que comenzaron a
liberarse de los prejuicios teológicos heredados de la Edad Media.
• La invención de la imprenta y la popularización del papel se
convierten en instrumentos de enorme valor para posibilitar la
transmisión de la cultura, que anteriormente estuvo monopolizada por
las altas esferas eclesiásticas y las órdenes religiosas en general.
• Los descubrimientos geográficos ensanchan la mentalidad y las
perspectivas, asimismo suponen el pilar sobre el que se asienta el
desarrollo económico de algunos países europeos, que a su vez
propicia el florecimiento cultural.
• El Vaticano se convirtió en centro propulsor y revitalizador de la cultura
en Italia, durante el período lúcido del Papa León X ( 1513-1521 ).

II. Coordenadas que determinan el cambio de orientación científica del


Renacimiento y que dominan el desarrollo de la Edad Moderna.

El Renacimiento supone una nueva concepción del hombre y del mundo,


derivada del cambio de interpretación que experimentan tres elementos
fundamentales.
1. La concepción de la realidad: se sustituye la categoría de cualidad por la
de cantidad. El mundo real no es ya interpretado como un mundo de seres
dotados de cualidades o esencias, en virtud de las cuales son lo que son y se
comportan como se comportan, sino que se trata de un mundo natural
formado por átomos dotados de características matemáticas, y que se

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mueven conforme a las leyes formulables matemáticamente. En esta actitud
observamos la vigorosa recuperación del Pitagorismo durante el
Renacimiento, así como el atomismo de Demócrito, también presente en el
Epicureísmo, como otra de las concepciones que tuvieron sus defensores
durante el Renacimiento. Si a esta recuperación renacentista de los científicos
griegos (sobre todo Pitágoras y Arquímedes) añadimos la influencia de los
filósofos nominalistas de finales del medioevo (Herederos de Ockham) con
respecto a la investigación empírica, resulta que el conocimiento adecuado
de un mundo así entendido no consiste ya en determinar especulativamente
la esencia de los seres, sino en la observación sensible de los fenómenos y en
la matematización de los mismos. Siendo la matemática la ciencia de la
cantidad y del número, es obvio que lo que es esencialmente extenso, por ser
material, puede y debe ser matematizado.

2. La Causalidad: se sustituye la concepción teleológica del universo,


heredada del aristotelismo, por una concepción mecanicista. El
comportamiento de los seres naturales y, por tanto, de los fenómenos físicos
no deriva de causas naturales en sentido teleológico, sino de causas
mecánicas, puesto que la naturaleza tiene una estructura material y las
causas que la hacen funcionar se deben a las propiedades mismas de la
materia, que son cuantificables, matematizables y, por tanto, mecánicas.
Vemos así renovarse el viejo mecanicismo y materialismo de Demócrito, tan
censurado por Platón y Aristóteles. La concepción mecanicista de la
naturaleza implica sustituir el “por qué” de la investigación científica por el
“cómo” tienen lugar los fenómenos que se investigan. Aristóteles, en efecto,
pensaba que cualquier tipo de movimiento o cambio obedecía a una causa
final. Por ello pretendía, por ejemplo, conocer el fenómeno de la caída de un
grave preguntándose “por qué” caía el grave, a lo cual respondía que un
cuerpo cae para encontrarse en su lugar natural, conforme a su concepción
teleológica, según la cual cada cosa tiende a ocupar y alcanzar su estado
más perfecto, conforme a una finalidad interna de todos los fenómenos de la
naturaleza.

Galileo, en cambio, como figura en que culmina la ciencia del


Renacimiento, tratará de describir el “cómo” se produce el movimiento de la
caída libre, y conseguirá expresar matemáticamente este fenómeno,
logrando así la primera formulación matemática de un fenómeno físico.
Expresar cómo se produce un fenómeno, es decir, describirlo, implicó,
además, la convicción de que sólo cuando se consigue expresar ese
fenómeno matemáticamente podemos estar seguros de la validez de tal
descripción. Esto es, los científicos del Renacimiento inauguran una línea de
investigación que erige a la matemática en el ideal último de la investigación
científica. Por tanto, la matemática no es ya sólo un instrumento de
investigación, sino el criterio fundamental de la validez de la investigación
científica.
3. La concepción del espíritu humano. Grecia situó al hombre en proximidad a
la naturaleza. Acaso la mayor separación nos la ofrezca Platón, y, aún así, ello
no supone una ruptura entre el hombre y la naturaleza, porque también los
demás seres naturales están provistos de cierto grado de permanencia e
inteligibilidad que le viene dado de su participación de las Ideas. En la Edad
Media, el Cristianismo abre un abismo entre el hombre y la naturaleza, puesto

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que aquél es una imagen de Dios, y Dios es lo absoluto, por referencia a lo
relativo, lo necesario por oposición a lo contingente. Por ello, el espíritu
medieval es a la vez que teocéntrico, antropocéntrico, pues el hombre, cima
de la creación, es una expresión frecuente y una consecuencia de
considerarlo como la cumbre de la jerarquía teleológica.
En el Renacimiento se acortan las distancias entre lo humano y lo
natural. Desaparece esa visión del hombre como señor de la creación, en
tanto que implica un menosprecio de la naturaleza como contrapuesta a las
excelencias de la especie humana. Esta tendencia culmina en el naturalismo
ilustrado, en el siglo XVIII, que viene a significar una cierta identificación entre
razón y naturaleza. Por ello, en el siglo XVIII y en el propio Renacimiento, las
ciencias naturales experimentan un gran impulso: la Astronomía y la Física, a la
vez que las ciencias del hombre. Todo ello procura el pensamiento
renacentista y, a toda la Edad Moderna una progresiva secularización, y, por
tanto, una mayor libertad de investigación. El siglo XVIII será la expresión
culminante de esta tendencia, y su portavoz más cualificado Inmanuel Kant.

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