Tema 5 - Liderazgo y Gestión de Equipos
Tema 5 - Liderazgo y Gestión de Equipos
Tema 5 - Liderazgo y Gestión de Equipos
TEMA 5.
LIDERAZGO Y GESTIÓN DE EQUIPOS
Profesora: Mª Teresa García G.
INTRODUCCIÓN:
El liderazgo es un tema que ha acaparado gran interés por su discusión en la historia de
las civilizaciones humanas. Desde la más remota antigüedad se encuentran escritos sobre el
fenómeno de liderazgo. En todas las épocas ha habido mujeres y hombres que han abierto
caminos, vencido obstáculos y pisado terreno que nadie había hecho antes (Benítez, 2004).
El estudio del liderazgo, por tanto, es un elemento vital e incluye cualquier aspecto de
la vida social en el cual ciertas personas siguen a otras que asumen el papel de dirigir o liderar
un grupo (Estrada, 2007). Los líderes nacen o se construyen a lo largo de su vida. En la historia
de la Humanidad como en la de la empresa se han conocido y estudiado diferentes
personalidades que han logrado inspirar a otras para alcanzar sus metas más deseadas. Así,
cuando se menciona la palabra “liderazgo”, la inmensa mayoría de las personas piensan en
grandes personalidades como, por ejemplo, Mandela, Ghandi, Churchill, Lee Iacocca (de
Chrysler) o Ignacio López de Arriortúa (el “Super López” de la industria automotriz) entre
otras muchas, elevando la idea de liderazgo a una posición inalcanzable para muchas personas.
Sin embargo, en las organizaciones laborales, el estudio del liderazgo más que una
posición debemos entenderlo como una forma de “ser” que es capaz de promover el trabajo en
equipo y el alineamiento con una misión y visión organizacional. El liderazgo es ser ejemplo, es
conocer bien el tipo de trabajo que se tiene que realizar, es saber delegar y tener capacidad para
la autocrítica y el aprendizaje continuo.
Motivar y conducir equipos es una tarea esencial del liderazgo, como también lo es
conocer a cada uno de los colaboradores y saber cómo tratarlos de manera individual. Es
importante, también, llevar a cabo reuniones programadas y ser parte de equipos con plena
autoridad en el manejo de los recursos; es decir; ser un elemento de un equipo
autoadministrado.
Desde esta perspectiva, las organizaciones actuales, más que un conjunto de personas
movidas por un líder en solitario, son un conglomerado del liderazgo en el que, como ha
apuntado Zaleznik (1993), tanto los superiores como los colaboradores ponen todo de su parte
para conseguir que la organización triunfe y todos colaboren en el funcionamiento eficaz de la
autoridad. Y tal actitud requiere de una organización que está continuamente abierta al
aprendizaje.
Por todo ello, estudiar el fenómeno de liderazgo resulta capital y no sólo para las
organizaciones actuales, sino también para los jefes o supervisores, colaboradores y equipos de
trabajo, en general. En este caso, para iniciar su estudio, resultaría sugerente entender en su
sentido más profundo qué significa la palabra “liderazgo” desde su origen etimológico, y cuáles
son sus implicaciones para la práctica. En los apartados siguientes se abordará ésta y otras
1. ¿QUÉ ES LIDERAZGO?
Una manera de comprender qué es liderazgo es establecer diferencias del término con
otras dimensiones del proceso de gestión y dirección en la organización. Por ello, una de las
diferenciaciones más populares en la bibliografía actual es la que hacen los anglosajones al
comparar el término “leader” con “management” (liderazgo y administración).
Bajo esta óptica, el líder es definido como la persona a la que un grupo sigue,
reconociéndola como jefe u orientador. Esto es, un “guía”, alguien que va por delante
mostrando un camino a otras personas. Líder es quien va primero debido a sus virtudes y
disposiciones positivas. También, y tomando como base la palabra “guía”, puede decirse que si
el líder es el guía, entonces irá “mostrando” o enseñando un camino, y por tanto, lo conocerá
mejor que nadie, o es quien tiene las capacidades mejor desarrolladas para hacer el papel de
conductor que va por delante orientando e influyendo a los seguidores y/o colaboradores para
que lleguen a un destino seguro.
Por definición, las organizaciones son grupos de personas que tienen que interactuar
entre sí para el logro de unos objetivos. Para ello, el líder puede ser designado por un
representante de la organización con un puesto superior en la jerarquía (poder de posición); el
que una organización confiera autoridad formal a sus directores, no es garantía de que estos
sepan ejercer el liderazgo; el liderazgo puede surgir por elección del grupo para llenar vacíos
Desde esta perspectiva, un líder es ser un modelo de actuación, un ejemplo para los
demás; pero también ser un líder requiere poseer conocimientos acerca de la ocupación que se
tiene entre manos. O lo que es lo mismo: poseer ideas o convicciones claras y precisas con las
que pueda orientar los pasos de los seguidores.
Por todo ello, el gobierno de cualquier organización tendrá que estar soportado por dos
importantes dimensiones:
Dimensiones de la organización.
Fuente: elaboración propia
2. CONCEPTO DE LIDERAZGO
Durante el último siglo, los investigadores han realizado miles de estudios tratando de
determinar los rasgos, características, personalidad o comportamiento definitivos de los
grandes líderes; pero ninguno de estos estudios ha determinado de manera definitiva un perfil
del líder ideal. (George et al., 2007). A pesar de que el liderazgo es uno de los fenómenos más
estudiados, tras décadas de investigaciones no existe una definición de liderazgo única ni se ha
alcanzado un acuerdo unánime o generalizado en relación a este término. Bass (2008) y Palomo
(2013) mencionan los resultados de la investigación llevada a cabo por Stodgill (1974) quien, tras
una revisión de más de 3000 publicaciones sobre liderazgo, concluyó que los datos analizados
no permitían llegar a una comprensión integrada sobre el liderazgo.
Además, del análisis de las diferentes definiciones también se deduce que el liderazgo
es el potencial para influir y conducir los esfuerzos de un equipo hacia la consecución de los
objetivos propuestos. El líder es la persona que sistemáticamente ejerce más influencia que
otros en el desarrollo de las funciones grupales. No es una persona que se impone al grupo, sino
que es el grupo quien lo elige, siendo reconocido por sus integrantes por su superioridad en las
cuestiones que afectan al conjunto. Cualquier miembro del grupo puede exhibir un cierto grado
de liderazgo en función de la situación (Bass, 2008).
Cuando las organizaciones se ven obligadas a pasar por un proceso de cambio drástico
y profundo, los responsables de conseguir el objetivo deseado son los líderes. La generalidad de
la investigación desarrollada en materia de liderazgo durante las últimas décadas concuerda en
que el liderazgo se sostiene siempre sobre tres pilares claves (Avolio, 2007; Mosley, Megginson
y Pietri (2005); Wagner y Hollenbeck (2004):
meta deseada.
• Seguidores del líder: para alcanzar la meta el líder necesita de los individuos, que se
verán inspirados por el mismo a modificar su comportamiento y alcanzar así el logro.
• Contexto: circunstancias y medios por los cuales líderes y seguidores establecen
lazos de unión.
Los líderes no pueden transferir sus habilidades a todos los contextos donde actúan con
la misma efectividad, lo cual equivale a decir que deben conocer y dominar la situación donde
están inmersos y principalmente ser reconocidos como tal por sus seguidores.
Las habilidades directivas son observables por otros, y, a través de esta observación, se
puede distinguir un grupo central de atributos que son comunes y responsables del desempeño
eficaz. Se pueden desarrollar y mejorar, el nivel de madurez de las mismas así como su utilización
se adaptará por el directivo en respuesta a las necesidades. Así mismo, conviene resaltar que
están interrelacionadas y se complementan y equilibran entre si. No son excluyentes, deben
coexistir.
Por otro lado, un buen líder es capaz de contagiar ilusión a sus colaboradores, de
estimularles, de hacerles crecer profesionalmente y por supuesto de propiciar un clima
favorable y positivo. Se caracteriza, principalmente, por su capacidad comunicativa y su espíritu
de dialogo. Pero además también, deben auto conocerse y ser consciente de sus fortalezas y
debilidades.
Entre sus cualidades más representativas, destacan las siguientes:
Pese a que en principio pudiera parecernos que todo líder "nace”, en realidad, la
mayoría se "hace”. Nadie nace sabiendo cómo dirigir un equipo o desarrollar personas, sino que
se aprende a hacerlo. Los grandes líderes se hacen según van adquiriendo las competencias que
los hacen eficaces y copiando comportamientos de sus líderes de referencia. La inteligencia
emocional no es innata, sino que se aprende.
Desde esta perspectiva, la literatura actual sobre liderazgo nos muestra diferentes
enfoques que ilustran acerca de la evolución en la manera de entender el proceso del liderazgo
en las organizaciones contemporáneas.
Entre los máximos representantes de este enfoque encontramos a: Ralph Stogdill, Edwin
Ghisell y Kikpatrick y Locke.
• Ralph Stogdill, indicó que todo líder posee fundamentalmente inteligencia, personalidad,
confiabilidad, sabiduría, condición social y experiencia.
• Edwin Ghiselli, concluyó que los rasgos de la personalidad varían desde muy importante
hasta sin ninguna importancia.
• Kirkpatrik & Locke , identifican seis rasgos en las cuales los líderes se distinguen de los
demás empleados por:
✓ Empuje: Los líderes exhiben un alto nivel de esfuerzo.
✓ Deseo de dirigir: Los líderes demuestran la disposición de asumir responsabilidades
✓ Honestidad e Integridad: Los líderes construyen relaciones de confianza
✓ Confianza en sí mismo: Los subalternos observan a sus líderes carentes de dudas
✓ Inteligencia: Los líderes son capaces de generar expectativas, resolver problemas y
tomar decisiones acertadas
✓ Conocimiento del puesto: Los líderes tiene un alto grado de conocimiento acerca del
trabajo y la organización.
Es importante destacar que este grupo de teorías no toma en cuenta los factores
circunstanciales o sucesos que se puedan llegar a generar (contingencias); por ejemplo,
cómo debe actuar el líder de acuerdo con el carácter y estudio de las personas, los
problemas que se presenten en la organización y hasta el entorno de la empresa con el que
constantemente se interactúa. El enfoque conductual, sólo hace referencia a la conducta
individual del líder; no a la forma en que esa conducta se orienta a su relación con otras
personas y organizaciones.
efectivas en situaciones diferentes. Además, se reconoce que hay que relacionar dos variables:
el control sobre la realización de tareas y/o capacidad para cumplirlas (nivel de madurez del
trabajador), y las relaciones o capacidad para conectar emocionalmente con el colaborador. El
cruce de estas variables ofrecerá al líder una gama de “estilos” que darán como resultado el
“cómo” y el “cuándo” del proceso de liderazgo al descubrir de manera más científica, que el líder
influye más eficazmente cuando aplica un estilo en una determinada situación, definida ésta
como el grado en el que los seguidores poseen mayor habilidad para lograr o no sus tareas.
a) Relaciones entre el líder y los miembros. Grado de confianza y respeto que sienten
los subordinados por su líder.
Esta teoría contempla tres dimensiones o variables (Gordon, 1997; Hellrieger y Slocum,
2009; Palomo, 2013; Robbins y Judge, 2009):
Al cruzar de estas tres dimensiones, los autores definen cuatro estilos de dirección (Blanchard
et al., 1993):
d) Estilo Delegación (confiar y facultar a otros): poca dirección y poco apoyo. El líder sólo
observa y vigila el desempeño de los subalternos, después de depositar en ellos la
responsabilidad de las decisiones y su aplicación. Se da con colaboradores con
capacidad y voluntad. Cuando este estilo no se usa adecuadamente, el líder se
puede deslindar excesivamente del proceso para tomar decisiones.
Así mismo, los autores también proponen que para adaptar el estilo de liderazgo, es
imprescindible determinar el nivel de desarrollo, disposición o madurez del equipo y establecen
4 niveles o grados de madurez:
De esta forma, adaptando el estilo de liderazgo a los grados de madurez del equipo,
encontramos que el comportamiento del líder será flexible:
En este modelo, la función del líder consiste en especificar las tareas que deben realizar
los subordinados; quitar cualquier escollo que pueda obstaculizar la obtención de la meta y
ampliar las oportunidades de que los subordinados alcancen satisfacciones personales. Pero
para que esto sea posible, la conducta del líder deberá estar en función de los individuos y de la
tarea.
Desde esta lógica, el modelo de ruta meta sostiene que los subordinados consideran la
conducta del líder como aceptable según el grado en el que perciban que dicha conducta es una
fuente inmediata de su satisfacción o según la necesiten para la satisfacción futura. La tarea se
juzgará aceptable al grado que se establezca con claridad las relaciones trayectoria-meta. Por
consiguiente, la conducta eficaz del liderazgo se basará, tanto, en la disposición del líder para
ayudar a sus seguidores como en las necesidades de los subordinados con relación a tal ayuda.
En el contexto anterior, el líder debe ser motivador, permitir que la satisfacción de las
necesidades del subordinado dependa de su desempeño eficaz, proporcionar la capacitación,
dirección, apoyo y recompensas que son necesarios para el desempeño eficaz; para ello, House
identificó cuatro componentes diferentes de liderazgo.
• Líder directivo: hace saber a sus subordinados lo que se espera de ellos, programa
el trabajo que se va a realizar y da instrucciones específicas sobre la manera en que
se deben desarrollar las tareas.
• Líder de apoyo: es amigable e interesado por las necesidades de los subordinados
• Líder participativo: consulta a sus subordinados y utiliza sus sugerencias antes de
tomar decisiones.
• Líder orientado a los logros: establece metas desafiantes y espera que sus
subordinados logren el máximo rendimiento.
Se asume que los líderes son flexibles y que pueden manifestar cualquier conducta,
dependiendo de la situación, lo que implica que el mismo líder puede mostrar cualquiera de
estos estilos de liderazgo dependiendo sólo de la situación o contexto en el que se encuentre.
Con base a tres estilos básicos de liderazgo: Autoritario (A); Consultivo (C); y Grupal (G)
los autores contemplaron siete contingencias y, mediante un árbol de toma de decisiones,
concretan cinco estilos definitivos de liderazgo:
Consulta individual (AII): El líder recoge de los subordinados la información que fuere
necesaria y más tarde decide solo la solución para el problema
Facilitador (CII): el líder toma la decisión bajo consenso, sin llegar a imponer sus propias
ideas.
Delegar (GII): El líder comparte el problema con los subordinados en grupos. Las
alternativas son generadas y evaluadas en conjunto. Luego se busca llegar a un acuerdo
en cuanto a una solución. El líder no intenta influenciar el grupo para adoptar su solución,
y acepta e implementa cualquier solución que tenga el apoyo de todo el grupo.
Para determinar cuál de todos estos estilos es el correcto y poder aplicarlo, es necesario
tomar en cuenta la importancia de la decisión, del compromiso, la pericia del líder, la
probabilidad del compromiso por parte de los trabajadores, su apoyo a los objetivos
empresariales; así como su pericia y competencia.
Las seis (6) modalidades o estilos de liderazgo que propone Goleman (1999), abarcan
desde cómo se relacionan los líderes con otros dentro y fuera de la organización, cómo se ven a
sí mismos (su posición), la situación en la que se encuentran y, en gran medida, si son o no
exitosos como líderes. La elección de un estilo u otro, siempre dependerá de las ideas del líder
y de la propia organización, esto es, de su cultura organizacional que, en definitiva, es la que
favorecerá la utilización de ciertos estilos y no de otros. En otras palabras, el estilo de liderazgo
adoptado por los líderes muestra “lo que un líder es y hace”.
Los seis (6) estilos o modalidades de liderazgo que propone Goleman son las siguientes:
Así mismo, Goleman sostiene que los líderes de alto impacto operan utilizando los seis
comportamientos o estilos diferentes, pero sólo cuatro de ellos tienen un efecto “resonante” en
el clima y los resultados de la organización (Ver cuadro pág. 29). Cada estilo nace de un
componente diferente de la inteligencia emocional. De esta forma, los líderes pueden practicar
diversas destrezas como, empatía, capacitación, conocimiento de sí mismos, diligencia,
rendimiento, iniciativa, autocontrol, comunicación, colaboración, establecimiento de relaciones
y fungir, al mismo tiempo, como catalizadores de cambios.
Desde esta perspectiva, y dado que la capacidad de influencia del líder sobre el
comportamiento de un grupo o equipo es una variable de mucho peso, Goleman distingue entre
lo que se conoce como líder resonante y líder disonante.
El líder Resonante es aquel que dirige las emociones en un sentido positivo de forma que
el desempeño del equipo se eleva y aparecen el entusiasmo y la motivación. Estos líderes
expresan sinceramente sus valores y sintonizan con las emociones de los colaboradores por lo
que generan un clima emocional positivo (Boyatzis et al., 2002). Pueden convertirse, por tanto,
en un potente conductor del estado de ánimo del grupo de colaboradores, la empatía es una
competencia básica del líder resonante.
Así, el modo en que el líder gestiona y canaliza las emociones para que un determinado
grupo alcance sus objetivos dependerá de su grado de inteligencia emocional, los líderes
emocionalmente inteligentes alientan en sus subordinados cierto grado de bienestar que les
lleva a compartir las ideas y aprender los unos de los otros.
Los auténticos líderes no se distinguen por su talento innato o su dominio técnico, sino
por su capacidad de inspirar en otros energía, pasión y entusiasmo. Y estos sentimientos se
extienden rápidamente en los equipos de trabajo, estimulando a los demás.
Desde esta lógica, la “resonancia” de un líder con sus colaboradores no debe entenderse
como el resultado de su estado de ánimo, ni de la exactitud de sus apreciaciones, sino del modo
en que utiliza y equilibra distintos estilos de liderazgo. Los líderes más efectivos intercambian
de un modo flexible los estilos de liderazgo según sea necesario. Numerosos estudios,
demuestran que cuantos más estilos exhiba un líder más efectivo será. Su elección debe ser
coherente con los objetivos, misión y filosofía de la organización, en cada caso.
Una parte fundamental del liderazgo efectivo es saber controlar y usar adecuadamente
las propias emociones, y potenciar sentimientos positivos en los equipos, es decir, crear
resonancia. Sin tener en cuenta las emociones, no puede obtenerse lo mejor de las personas y
conseguir que las organizaciones prosperen.
Por el contrario, el líder Disonante es el que dirige las emociones en un sentido negativo
de forma que el rendimiento del equipo disminuye y aparecen síntomas de malestar, como
resentimiento, ansiedad etc.
En este sentido, el liderazgo de tipo transaccional suele darse cuando los líderes premian
o, por el contrario, intervienen negativamente (sancionan) en virtud de verificar si el
rendimiento de los seguidores es acorde o no a lo esperado y, generalmente, está conformado
por dos sub- dimensiones:
a) Recompensa contingente: remite a una interacción entre líder y seguidor guiada por
intercambios recíprocos. El líder identifica las necesidades de los seguidores y realiza una
transacción entre las necesidades del grupo y las de cada persona. Recompensa o sanciona en
función del cumplimiento de los objetivos.
b) Manejo por excepción: el líder interviene solo cuando hay que hacer correcciones o
cambios en las conductas de los seguidores. En general las intervenciones son negativas y de
crítica para que los objetivos no se desvíen de su curso.
Resumiendo, los líderes transaccionales guían a los empleados en lo que puede ser la
dirección correcta, y fundamentan las decisiones en las características de la tarea; tales como
tiempo de realización y medios o instrumentos que se necesitan para llevar a cabo el trabajo.
En este contexto, ambas partes se impulsan para ser mejores personas, y motivan una
transformación que beneficia al aspecto que más interesa a cada uno. Existe un compromiso
para satisfacer aspiraciones y metas en una organización. El objetivo de este liderazgo es
cambiar lo que rodea a las partes para mejorar su calidad de vida.
En 1977 House elabora su propuesta teórica acerca del liderazgo de tipo carismático y
trató de determinar cuáles rasgos y conductas diferenciaban a los líderes del resto de las
personas. En esta teoría cobra especial importancia las actitudes y percepciones que sostienen
los seguidores respecto de sus líderes. Aquellos no sólo confían y respetan a su líder sino que lo
idealizan como a una figura con características excepcionales (Bass, 1985). Algunos de los rasgos
que destaca este enfoque como particulares de los líderes carismáticos son: tener convicciones
sólidas, autoconfianza y presentar un fuerte anhelo de poder. Por otro lado las conductas típicas
de estos líderes incluyen: el buen manejo de las impresiones para mantener la confianza de los
seguidores, la definición de metas “ideológicas” para consolidar el compromiso de los demás y
mostrar confianza en las habilidades de los adeptos con el fin de consolidar la autoconfianza.
Por su parte, Burns (1978) construyó la teoría acerca del liderazgo transformacional y
concibe al liderazgo como un proceso de influencia en el cual los líderes influyen sobre sus
seguidores. Los líderes asimismo resultan afectados modifican sus conductas si perciben
respuestas de apoyo o resistencia por parte de sus adeptos. Esta línea tiende a considerar el
liderazgo como un proceso compartido por varios líderes de diferentes niveles de una misma
organización, en cambio el enfoque del liderazgo carismático suele hacer foco sobre la
personalidad individual de determinados líderes. Burns establece, además, una diferenciación
entre liderazgo transformacional y el denominado liderazgo de tipo transaccional. En este último
los seguidores son motivados por intereses personales en lugar de ser influidos por sus líderes
para trascender sus propias necesidades en pos del beneficio de la organización, típico del
liderazgo transformacional.
Por otra parte, los líderes con características transformacionales provocan cambios en
sus seguidores a partir de concientizarlos acerca de la importancia y el valor que revisten los
resultados obtenidos tras realizar las tareas asignadas. Además el líder incita a que los
seguidores trasciendan sus intereses personales en virtud de los objetivos de la organización.
Esto genera confianza y respeto de parte de los adeptos y son motivados a lograr más de aquello
Bass (1998) considera que los líderes transformacionales permiten a sus seguidores
afrontar con éxito situaciones de conflicto o estrés brindando seguridad y tolerancia ante la
incertidumbre. Este estilo es de especial utilidad en situaciones de cambio. En cambio, los líderes
transaccionales que tienden a presentar una actitud correctiva y orientada hacia los resultados
es especialmente útil en contextos más estables.
Las aptitudes y las actitudes de las mujeres para acceder a cargos directivos, su falta de
habilidad y experiencia en esos puestos, sus aportaciones y sus cualidades han sido objeto de
análisis de los trabajos de dirección y género. Existe un gran debate entre los que consideran
que existen dos tipos de liderazgo en función del género, diferenciando el de directivos y
directivas, y los que, por el contrario, consideran que no existen tales diferencias o que por lo
menos, no se deben al género.
Según Powell y Butterfield (1989) no existe suficiente evidencia empírica para afirmar
que las mujeres aporten cualidades diferentes a las de los hombres en la forma de gestionar y
dirigir las organizaciones. Pero frente a esta postura, existen numerosos estudios en los cuales
hay una gran diferencia entre el estilo de liderazgo femenino y el masculino como los de Grant
(1988), Helgesen (1990) y Loden (1987).
Por otra parte, las organizaciones tradicionales siempre se han caracterizado por una
fuerte presencia masculina, reconociendo en su interior un único tipo de dirección, el cual se
considera de mayor éxito y en los que los estereotipos masculinos están carentes de cualidades
femeninas. Por esto, muchas mujeres han adoptado el estilo de los hombres, no desarrollando
su estilo propio que les diferencia de ellos, y creando así un único tipo de dirección. Según
Marshall (1993) los valores del rol masculino en los puestos de dirección, se resumen en los
siguientes: control, competición, independencia, objetividad y racionalidad, mientras que por el
contrario los femeninos son: receptividad, intuición, emocionalidad, sensibilidad e
interdependencia. Por su parte, Wajcman (1996) mantiene que no existe diferencia alguna entre
el estilo directivo masculino y el femenino, ya que si una mujer llega a ser líder debe adoptar el
estilo típicamente masculino. Sin embargo, en investigaciones posteriores, en 1998, concluye lo
contrario, que sí existen diferencias entre el hombre y la mujer en su estilo de liderar, pero no
concreta las diferencias.
Por otro lado, también hay que destacar que una gran parte de la literatura especializada
le atribuye a la mujer estilos de liderazgo más transformacionales, orientados hacia las personas,
carismáticos, entre otros. Por ejemplo, Bass y Avolio (1994) sugieren que las mujeres son más
transformacionales en su forma de dirigir que los hombres por su mayor experiencia en
actividades de crianza y educación, su interés por los demás y su mayor sensibilidad social.
Para Druskat (1994) que estudió las diferencias de género en los estilos de liderazgo
transformacional y transaccional, su objetivo fundamental fue investigar el estilo de liderazgo
de hombres y mujeres en organizaciones no tradicionales, completamente masculinas y
completamente femeninas. Los resultados mostraron que cuando los seguidores evaluaban a
sus líderes, atribuían a las mujeres más conductas de liderazgo transformacional que a los
hombres. Sin embargo, los seguidores de los hombres líderes percibían que éstos adoptaban
más conductas transaccionales que las mujeres líderes. Así mismo, concluyó que las mujeres
como grupo poseen una serie de valores distintivos (valoran la relación, la colaboración y la
comunicación), y eso precisamente las llevaría a mostrar un estilo de liderazgo diferente al de
los hombres. Es preciso señalar que estas conclusiones plantean diferencias basadas en
estereotipos del género femenino las cuales presentan interrogantes dignas de investigar sobre
las diferencias de liderazgo entre los géneros.
En esta misma línea, Ramos (2005) expone que entre las diferencias en los estilos de
liderazgo de hombres y mujeres se observa que el estilo de liderazgo femenino está más
relacionado con una mayor orientación hacia las necesidades de las personas, la cooperación, el
trabajo en equipo y el desarrollo individual como meta para conseguir los logros
organizacionales.
Así mismo, los 167 estudios realizados por Eagly y Johnson (1990) demostraron que las
mujeres lideraban con estilos más democráticos y participativos que los hombres, y éstos lo
hacían de forma más autocrática o directiva que las mujeres. Además, los autores hacen énfasis
en la importancia que ciertas variables organizacionales tienen en la manera de ejercer el
liderazgo. Estas variables son fundamentalmente la ocupación congruente con el rol asignado
del género sexual. Eagly y Johnson (1990) concluyeron que tanto los hombres como las mujeres
ejercen un estilo de liderazgo de orientación a la tarea cuando ocupan un rol en la organización
congruente o afín con su género. En segundo lugar, estos autores encontraron que cuando el rol
organizacional estaba dominado en su mayoría por los hombres, las mujeres tendían a
abandonar los estilos de liderazgo estereotípicamente femeninos, como el estilo democrático y
orientado hacia las relaciones.
En estudios más recientes, los resultados obtenidos por Cuadrado, Molero y Navas
(2004) con el fin de investigar la posible influencia del contexto organizacional en la adopción
de diferentes estilos de liderazgo, como una variable que podría influir en el acceso de las
mujeres a los puestos de liderazgo, indicaron que el estilo de liderazgo ejercido se ve afectado
por el contexto organizacional en el que los líderes desempeñan su trabajo, concretamente por
algunos criterios asociados al género en este contexto. Añaden estos investigadores, que en las
organizaciones donde el número de mujeres en puestos directivos era mayor hubo una
tendencia de éstas a manifestar estilos de liderazgo congruentes con el estereotipo femenino
(democrático, transformacional, reforzante y laissez faire). Por otro lado, los seguidores
expresaron que independientemente del género los líderes desempeñan conductas asociadas a
estilos de liderazgo congruentes con el estereotipo femenino como por ejemplo el estilo laissez
faire (Cuadrado, Molero & Navas, 2004).
En contraposición a lo anterior, los trabajos realizados por Maher (1997), cuyo objetivo
era conocer las diferencias de género en los estilos de liderazgo transformacional y
transaccional, los estereotipos de género relacionados con estos estilos de liderazgo y, por
último, la relación entre los estereotipos y las evaluaciones de líderes reales sobre estos estilos
de liderazgo, los resultados indicaron que no existían diferencias entre los estilos de liderazgo
de hombres y mujeres líderes, al ser evaluados por hombres o por mujeres. Aunque si se
encontraron diferencias significativas en el modo en que las mujeres percibían a hombres y
mujeres líderes ejerciendo estilos de liderazgo estereotípicos de su género. Podríamos inferir
que esto podría estar influenciado por existir mayor representación masculina en puestos de
liderazgo y a su vez por la adopción de la mujer a estilos de liderazgo asociados al género
masculino.
Por último, y a fin de reforzar la dicotomía de los resultados en los estudios citados,
López-Zafra y Del Olmo (1999) también encontraron en sus trabajos que no existen diferencias
en el estilo de dirección y liderazgo entre los hombres y las mujeres, pero sí hay relación entre
el liderazgo y el estereotipo femenino. Esto es, se presenta una tendencia en los líderes
transformacionales a obtener puntuaciones superiores en factores relacionados con las
relaciones personales que con los factores relacionados con la tarea.
No obstante, hay que destacar que estas características no están en todas las mujeres,
ni se encuentran ausentes en todos los hombres, pero al comparar a las mujeres como grupo
muestran un estilo más natural de dirección que el de los hombres, aunque igualmente eficaz.
Se tiende a considerar a las mujeres poco firmes a la hora de dirigir, con falta de autoridad o de
capacidad para dar órdenes, lo contrario que los hombres, los cuales sí deben saber mandar y
ejercer poder adecuadamente. Lo que sucede, según Loden, es que las directivas prefieren
alcanzar sus objetivos utilizando el poder personal y de relación para influir y motivar a sus
subordinados, mientras que los directivos tienden a utilizar el poder de posición que le ofrece el
puesto (Ramos, 2005).
Por su parte, Fondas (1997) completa y refuerza las características de este estilo
directivo, señalando las siguientes:
• Se mueve por interés propio
• jerárquico,
• Duro
• Asertivo
• Impersonal y competitivo,
• Ignora lo personal y lo emocional,
• Objetivo para evaluar a los demás
• Orientado hacia la tarea.
Así mismo, los autores dejan claro que mientras los hombres se muestran más
individualistas y valoran los logros independientes, las mujeres fomentan el trabajo y las
relaciones en equipo, preocupándose así más de los demás. La estructura organizacional del
estilo masculino es piramidal y su objetivo son los resultados centrándose en el “hacer”,
mientras que la estructura del estilo femenino se configura por medio de redes y su objetivo es
el proceso y se basa en el “ser” (Ramos, 2005).
Desde esta perspectiva y según lo que indican los estereotipos de género, se puede
considerar que los estilos de liderazgo transaccional-transformacional se relacionan con las dos
grandes dimensiones del liderazgo y con los estilos masculino y femenino. Es decir, el liderazgo
transaccional se encuentra en la línea de la dimensión de orientación a la tarea -centrado en los
resultados y motivado por la producción- asociado con el comportamiento masculino, mientras
que el liderazgo transformacional se corresponde con la dimensión de orientación al personal –
centrado en las personas y motivado por las relaciones interpersonales- asociado con el
comportamiento femenino.
Con el fin de conocer los factores que contribuyen a dificultar el acceso de mujeres a
puestos de dirección, es necesario mencionar la Teoría de congruencia de rol del prejuicio hacia
lideres femeninos (Eagly y Karau, 2002), que defiende que el prejuicio hacia las mujeres es una
causa de la escasa representación femenina en puestos de liderazgo. Trata sobre la
La documentación que confirma este laberinto de cristal hacia las mujeres se basa o bien
en mostrar que el acceso y el desarrollo es desigual entre hombres y mujeres en el desempeño
de roles de liderazgo (como por ejemplo en salarios comparativos, tiempo de promoción, etc.),
o bien en registrar sus logros desiguales (como por ejemplo estudios sobre eficacia de los/las
líderes reales). Aunque es difícil que la única causa sea la discriminación, ya que otras variables
como la conciliación familiar o la libre elección de las mujeres, tienden a intervenir en la decisión
del salario o en la promoción profesional, y actúan de este modo como condicionantes de
discriminación implícita (Barberá, Ramos y Candela, 2011).
Por último, existen diversos factores que configuran el Techo de Cristal. Por un lado, se
agrupan en barreras externas, relacionadas con la cultura organizacional, las políticas de
selección, los prejuicios sociales aún vigentes y las responsabilidades familiares que, en gran
parte, siguen asumiendo las mujeres. Por otro lado, las barreras internas relacionadas con la
identidad de género, características psicológicas, condicionamientos familiares y de aprendizaje
(Sarrió, Barberá, Ramos y Candela, 2002).
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