Comunicacion 4

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DESARROLLO HUMANO - I

HORA N° 4.
CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD.

Los policías usan esposas para recortar la


libertad de los sospechosos y evitar que se
escapen. En la vida, con frecuencia nosotros
mismos nos ponemos las “esposas” y
restringimos nuestra libertad. Ello ocurre cuando
nos quedamos paralizados ante los problemas y,
en lugar de hacernos responsables, buscamos
culpables de nuestras desgracias. Siempre es
más fácil para nosotros pensar que no pudimos
hacer algo porque estuvimos “esposados” – es
decir, buscar alguna excusa – que aceptar que no
nos hicimos responsables.

Adicionalmente, con las excusas cuidamos nuestra imagen ante los demás.
Pasamos nuestra vida esposados imaginariamente a varias creencias que nos
impiden movernos y actuar. Por ejemplo, hay personas que no hacen su maestría
o no inician estudios de postgrado porque están esposadas a la creencia de que
son muy viejas o no son buenas para los estudios. Otros no aprovechan las
oportunidades porque están esposados a la creencia de que no serán capaces
o que no serán tomados en cuenta. Eliminemos estas amarras. La vida presenta
ya suficientes retos como para vivirla esposados.

Otro elemento es la responsabilidad sobre nuestros pensamientos Cuando las


cosas van mal, nos quejamos de que el mundo está en un complot contra
nosotros. ¿No será que somos nosotros los que estamos en un complot contra
nosotros mismos? Cuando pensamos negativamente, actuamos como el imán
que atrae a las partículas de hierro, que son de color oscuro. Similarmente,
cuando nos negativizamos, atraemos magnéticamente todo lo oscuro a nuestra
vida. Atraemos hechos y situaciones difíciles y, además, a personas que son tan
negativas como nosotros. Todo esto inicia un círculo vicioso difícil de romper.
Finalmente, ¿Quién decide lo que pensamos? La respuesta es: nosotros
mismos.

Tenemos que tomar la responsabilidad sobre lo que decidimos hacer pasar por
las tuberías de la mente.

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Pero, ¿Por qué nos cuesta trabajo tomar la responsabilidad sobre nuestra vida y
nuestra mente? La respuesta está relacionada a los capítulos anteriores del
curso. Cuando no estamos en equilibrio, cuando el ego nos controla y cuando
nos apegamos a las metas, es más difícil tener libertad para responder y tomar
responsabilidad sobre nuestros actos.

Imaginemos el siguiente ejemplo. Estamos muy estresados, tratando de lograr


una meta de ventas crucial para nuestra carrera, cuando nos enteramos de que
hemos perdido un cliente clave. Sin ese cliente, las metas que hemos perseguido
desesperadamente no se cumplirán. En ese momento viene un compañero de
trabajo a reclamarnos el informe que prometimos para la semana anterior… y
nuestra reacción es la de un oso feroz. Descargamos en la persona todas
nuestras angustias de manera agresiva. Luego, por supuesto, nos arrepentimos,
pero el daño ya está hecho.

No pudimos tomar responsabilidad de nuestros actos en ese momento, porque


estábamos desequilibrados, estresados y angustiados. Además, nuestro ego
tenía mucho que perder si no conseguíamos alcanzar la meta de ventas.
Recordemos que el ego es esa fuerza que quiere mostrarse a toda costa como
competente y capaz. Nuestro ego condimentó la situación con una dosis elevada
de angustias, que no nos permitió escoger nuestra respuesta. Finalmente,
estábamos apegados a la meta. En ese momento pensábamos que nuestra
felicidad dependía del logro de los objetivos. Cuando sentimos que nuestra
felicidad depende de algún elemento externo, nos lo tomamos demasiado en
serio. Normalmente distorsionamos la realidad y exageramos nuestras
emociones negativas y, como consecuencia, nuestras acciones.

Durante siglos, desde la época de los juegos Olímpicos en la antigua Grecia, se


trató de correr una milla en cuatro minutos. Los griegos llegaban a soltar leones
para perseguir a sus corredores y así apurarlos, pero no lo lograban. A comienzo
del siglo XX, doctores expertos justificaron la imposibilidad de lograr esa meta
por la estructura ósea, la resistencia del viento y la dimensión de nuestros
pulmones.

Pero en 1954 Roger Bannister probó, al correr una milla en menos de cuatro
minutos, que los expertos estaban equivocados. Increíblemente, ese mismo año
otros 37 corredores también lograron la meta, y el siguiente año 300 personas
hicieron lo mismo. No era un problema físico o ambiental: era un problema de
actitud.

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El liderazgo es un camino de desarrollo personal y


empieza por tener la capacidad de dirigirse a uno
mismo. No puedo liderar a otros si no puedo dar
primero el ejemplo. El liderazgo personal se basa
en la actitud con que enfrentamos la vida. Roger
Bannister, el corredor, no escuchó a quienes
alegaban la imposibilidad de lograr la meta. Se
hizo responsable, no buscó excusas, no culpó a
nadie.; únicamente enfrentó el reto con
positivismo, iniciativa y perseverancia. Roger
Bannister, es un líder personal que dio a muchos
el ejemplo de que las barreras que impiden lograr
nuestros objetivos están a menudo sólo en nuestra
mente.

Concurso de Lecturas (4.1 y 4.2).


En sub grupos de 5 participantes, intercambien puntos de vista y discutan sobre
la trascendencia del tema y dar a conocer al grupo y entregar sus conclusiones
por escrito al instructor.

4.1. LA LEALTAD Y LA EMPRESA.

La empresa capacita y desarrolla a su personal. El personal


adquiere cada vez más poder. El poder nos hace sentir
indispensables, cotizados y buscados en el mercado. El problema
es que frecuentemente olvidamos quien nos llevó a esta posición.

Cuentan que un rey ascendió a su esclavo. Ayaz a trabajar en labores


administrativas y luego lo nombró su tesorero. Un día, los consejeros del rey le
contaron que Ayaz estaba robando sus riquezas, ya que entraba demasiado a
las bóvedas.

El rey inicialmente no lo creyó, pero ante la insistencia de los consejeros, aceptó


esconderse en la bóveda para pescar a Ayaz in fraganti. Así, el rey, en la bóveda,
vio a Ayaz dirigirse a los tesoros y sacar una bolsa escondida. Esta bolsa
contenía su ropa de cuando era esclavo. Ayaz tomó sus ropas, se vistió de
esclavo y se miró al espejo diciendo: “Mira de dónde vienes y recuerda lo que tu
rey ha hecho por ti. Sírvelo siempre con amor y reconoce su apoyo y confianza
con tus actos”. En ese instante salió el rey, con lágrimas en los ojos y

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le dijo: “Ayaz, hoy yo venía a darte una lección, pero la lección me la has dado
tú a mí: una lección de lealtad”.

Lealtad es la capacidad de reconocer y valorar lo que las personas o instituciones


hacen por uno, respetando los compromisos adquiridos, implícitos y explícitos.
Hoy es cada vez más escaso el valor de la lealtad en la empresa. Vemos con
frecuencia cómo ejecutivos entrenados por una empresa pasan a trabajar a la
competencia con información interna y sin remordimientos. O cómo altos
ejecutivos, con años en la empresa, cuyo sueldo se rebaja un pequeño
porcentaje por la crisis, buscan inmediatamente otro empleo.

Uno de los motivos de la falta lealtad se debe a que estamos muy concentrados
en nosotros mismos. El entorno competitivo y los cambios crean un ambiente
amenazante que nos orienta a pensar egoístamente. La lealtad implica, en
cambio, orientarnos a pensar por encima de nosotros y valorar la contribución
realizaba por las personas o instituciones hacia nosotros.

Recuerdo que en mi primer trabajo fui capacitado en el extranjero para aprender


el uso de un software. Al regresar, se me presentó una oportunidad en otra
empresa y renuncié. Cuando la empresa me pidió que capacitara a mi
reemplazante, accedí, pero quise cobrar honorarios de consultor, sin ver que –
en realidad – capacitarlo era lo menos que podía hacer. Entonces era joven y no
conocía el valor de la lealtad; ahora después de veinte años, veo claramente mi
error. Además, la vida se encargó de enseñarme la lección con tristeza, cuando
en varias oportunidades ciertas personas no fueron leales conmigo ni con mi
institución.

Lealtad, sin embargo, no significa seguir a ciegas a las personas cuando nos
piden realizar actos que van en contra de nuestros principios. Lealtad no significa
ser un “sí, señor”. Por contrario, es tener la capacidad de expresar lo que
pensamos, para así proteger a la institución de tomar un camino equivocado.

En una época en la que cada vez es más difícil lograr ventajas competitivas, las
empresas no pueden darse el lujo de perder a su personal. Los costos
escondidos de entrenamiento, inducción a la cultura empresarial y desmotivación
del personal son altos. Además, al tener que entrenar nuevo, demora el proceso
de aprendizaje de la organización y se cede ventajas a la competencia.

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Esopo cuenta que un granjero vio unos chivos salvajes mezclados con su
rebaño. Entusiasmado, les dio de comer muy bien, dejando miserias para el resto
de su rebaño, sólo lo suficiente para que no murieran de hambre. Terminado el
día, los chivos salvajes regresaron corriendo hacia la montaña. El granjero les
preguntó por qué se iban y ellos respondieron: “Nos trataste como a nuevos, y a
los antiguos los mal nutriste. En el futuro seremos antiguos y nos tocará la misma
suerte”.

Como narra esta fábula, la lealtad no va sólo de la persona a la institución:


también debe ir de la institución hacia la persona. la empresa debe saber
reconocer y valorar la contribución de su gente y retribuirla con equidad.

“Si deseas saber qué es lo que pensabas ayer, mira tu cuerpo hoy. Si deseas
saber cómo será tu cuerpo mañana, mira lo que piensa hoy.”
Proverbio indio.

4.2. QUÉ PIENSAS Y QUIÉN ERES.

Nuestra mente es como un manual blanco. Depende de nosotros


mismos mantenerlo limpio, puro y perfumado, o mancharlo con las
tintas negras de los pensamientos negativos. Usted decide sobre
qué mantel deseas que le sirvan la comida de la vida.

Cuentan que un rey estaba muy enfermo


le pidió a un sabio que lo curara. Éste le
dijo que se salvaría cuando consiguiera
ver todo de color azul. El rey,
inmediatamente, ordenó pintar de azul
las casas y los campos, mando teñir las
telas de todo el reino y exigió a todos sus
súbditos que vistieran de azul. Meses
después, regresó el sabio a ver al rey. El
centinela, viéndolo ataviado de blanco, lo
obligó a ponerse un traje azul. Cuando
el sabio preguntó
por qué, el guardia le respondió: “Hace algunos meses un sabio demente
aconsejó a Su Alteza ver todo de color azul. El sabio respondió: “Yo soy ese
sabio, pero quien se ha desquiciado es el rey”. Al ver al monarca, hizo una venia
y dijo: “Su Majestad, yo le pedí que viera todo azul, pero no que cambiara

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la creación de Dios. Lo que debió haber hecho es ponerse lentes azules y así
habría solucionado su problema”.

Como el rey de la historia, muchas veces nosotros pretendemos cambiar sin


éxito a las personas y las situaciones con las que nos enfrentemos. Sin embargo,
lo que sí podemos cambiar es nuestra percepción sobre ellas. Podemos
ponernos unos “lentes” que nos permitan ver lo positivo de la vida. Ante una
situación difícil podemos llenarnos de angustia, dolor, rabia, temor y
preocupación. O podemos cambiarnos de lentes y percibir el estímulo como una
oportunidad para aprender, crecer y aprovechar la vida.

Los pensamientos son muy poderosos y afectan nuestros cuerpos. Haga el


siguiente ejercicio. Imagínese que corta un limón en dos y lo lleva poco a poco a
su boca. Visualice su lengua en contacto con gotas de limón fresco.
Probablemente usted, al practicar este ejercicio, ha sentido cómo su boca saliva
ante la sola idea del cítrico. Ésta es una simple demostración de cómo los
pensamientos pueden tener efectos fisiológicos en nuestro cuerpo.

Numerosos estudios demuestran que pensar negativamente todo el día envía


señales destructivas a nuestro organismo. Si amontonamos desperdicios en
nuestra cocina, atraeremos las ratas, cucarachas y otras alimañas. De la misma
manera, si llenamos nuestra mente de basura y negatividad, atraeremos
personas y situaciones de energía negativa que complicarán más nuestra
existencia. ¿Cómo evitarlo? Tomando conciencia de que nosotros somos los
responsables de lo que pensamos.

¿Qué porcentaje de su día lo pasa con pensamientos negativos, preocupación y


angustia? ¿Qué participación del “mercado” de su mente tienen los
pensamientos perniciosos? En nuestras casas tenemos la responsabilidad de
cerrar las puertas para que no entren los ladrones. De la misma forma, en nuestra
mente tenemos la responsabilidad de cerrar la puerta a los pensamientos
nocivos para que nos roben nuestra paz y tranquilidad. Lo que tiene que hacer
es poner un vigilante en su mente que no permita que entren pensamientos
destructivos.

Cuando China era gobernada por Mao, el músico Li Shi Cum participó en un
concurso en Europa. A su regreso, fue encarcelado por interpretar a Beethoven
en plena Revolución Cultural. Luego de cinco años de vivir en condiciones
durísimas y sin tocar ningún instrumento, Li supo que había llegado a Beijing una
afamada orquesta occidental. Mao ordenó liberarlo para que tocara con

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ellos, como propaganda para su régimen. Li Shi Cum tocó el mejor concierto de
piano de su vida. Cuando le preguntaron cómo logró interpretar la música con
tanto arte sin haber practicado durante su encarcelamiento. Li respondió: “Estuve
cinco años practicando conciertos en mi mente. Nunca dejé de tocar”.

Li Shi Cum, en una situación tan adversa como la prisión, pudo


comprensiblemente haberse sumergido en una profunda depresión y dejarse
morir. En cambio, él fue responsable de sus pensamientos y decidió pensar en
algo positivo y constructivo, que le diera esperanzas para vivir. La próxima vez
que se enfrente a una situación adversa, recuerde que sólo usted decide lo que
piensa y, como consecuencia, lo que usted crea para su vida.

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