Tema 3

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Aprendizaje y Desarrollo de la Personalidad Tema 3

Tema 3: Desarrollo social e influencia


grupal durante la adolescencia
1.1. Agentes socializadores durante la adolescencia

La socialización es un proceso basado en la transmisión-adquisición-interiorización


cultural que garantiza la reproducción y continuidad de los valores, los símbolos y los
actos culturales de una sociedad. Mediante la socialización, los individuos se adaptan a
las pautas culturales de la sociedad en la que viven. La socialización es un proceso
inacabable que abarca desde el nacimiento hasta nuestra muerte, que transcurre en
muchos ambientes y en interacción con personas distintas. Los diferentes intercambios
sociales mantenidos modulan nuestra personalidad y nuestro comportamiento conforme
los valores y a las normas del lugar en el que se vive.

Dentro de la socialización, cabe distinguir dos etapas (Lahire, 2007):

- Socialización primaria. Proceso de interiorización de las normas y valores que


rodean al niño. El papel ejercido por los adultos que están más cerca del niño es,
por lo tanto, esencial.
- Socialización secundaria. Proceso de interiorización, por parte del adulto, de las
normas y valores que le rodean. Se parte del presupuesto de la existencia de un
proceso previo de socialización primaria.

El momento de la socialización primaria y las primeras etapas de la


socialización secundaria son períodos particularmente importantes para el
desarrollo social de los individuos.

Los agentes de socialización son los individuos e instituciones que imponen, directa e
indirectamente, las normas, los códigos de actuación y los valores que imperan en una
sociedad determinada. Por lo tanto, los agentes de socialización poseen el poder de influir
sobre nosotros. Los agentes socializadores más citados y estudiados por los diferentes
autores son la familia, los grupos de iguales, el sistema educativo y los medios de
comunicación de masas. Pasamos ahora a comentar las características más relevantes de
cada uno de ellos (De León, 2011).

La familia

Se trata del agente socializador por excelencia, no solo por ser el primero que interviene
en la vida de los niños y las niñas sino porque deviene en el puente entre ellos y la
sociedad en la que viven. Su influencia en el proceso de socialización solo se ve igualada
o superada, durante la adolescencia, por el grupo de iguales. La familia cumple con el
cometido de mantener y socializar al niño. También contribuye a mantener el control
social y la perpetuación de las normas, reglas y valores instaurados en una sociedad
determinada. Además, la familia funciona a modo de filtro respecto de las relaciones
sociales y los entornos en los que se vaya encontrando el niño.
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La socialización se inicia, por lo tanto, en el seno familiar y continúa en las instituciones


educativas. Estas trabajarán complementando lo enseñado en casa o, en ocasiones, en
línea contraria, compensando así posibles carencias dadas en el seno familiar.

Si bien los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, es
evidente que guiar, influir y educar a los jóvenes es una tarea compartida y
encomendada a distintos grupos o entidades sociales.

Vamos a trabajar dos aspectos fundamentales en relación con el papel socializador de la


familia: la influencia del estilo de crianza (o educativo) y los efectos del tipo de apego.

Influencia del estilo de crianza

Respecto al estilo de crianza, este tiene que ver con la expresión de las emociones
parentales, con el nivel de exigencia hacia los hijos y con el tipo de comunicación
mantenido en la familia. El estilo de crianza que lleven a cabo los cuidadores será
relevante en el desarrollo psicológico y social de los niños. De esta forma,
diferenciaremos cuatro estilos de crianza (Woolfolk, 2014):

- Autoritativo (democrático). Los cuidadores establecen a los niños unas normas y


límites claros, esperando que estos sean cumplidos. Por otra parte, dedican tiempo
a comprender a los niños y a explicarles el porqué de las reglas.
- Autoritario. Los cuidadores muestran un alto nivel de control sobre los niños y
son muy estrictos en la relación con estos. Buscan que los niños cumplan sus
órdenes sin ningún tipo de cuestionamiento. No demuestran el afecto de una forma
explícita.
- Permisivo. Normalmente aplican pocas reglas al comportamiento de sus hijos y
demuestran su afecto abiertamente. Son permisivos.
- Rechazantes, negligentes e indiferentes. No muestran interés por controlar a sus
hijos ni relacionarse de forma afectiva con los mismos.

El estilo de crianza posee efectos de distinto signo en el desarrollo del individuo, además,
las estrategias disciplinarias influyen en el tipo de relación y comunicación que se
establezca entre la familia y los hijos. La Figura 1 recoge los principales efectos sobre los
hijos de los diferentes estilos de crianza.
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Apego

Por otra parte, al vínculo existente entre los cuidadores y el niño se le denomina «apego».
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la OMS realiza un estudio sobre las necesidades
de los niños huérfanos. El psicólogo británico John Bowlby (1907-1990) se encargó de
los aspectos de salud mental y del efecto de la privación materna. En este contexto,
Bowlby desarrolló la teoría del apego y estableció que existe una predisposición genética
o necesidad por parte de los niños y las niñas de establecer relaciones de afecto. Las
conductas de apego derivan de dicha predisposición y de las respuestas positivas
mantenidas en el tiempo por parte de los cuidadores, en especial la madre. La forma en la
que los cuidadores se comporten con los niños favorecerá que estos muestren un tipo de
apego u otro. Ainsworth y Bell (1970) describieron tres tipos de apego:

- Apego seguro. Es el tipo de apego más habitual. Los cuidadores suelen mostrarse
disponibles y ofrecen contacto al niño cuando llora. Responden de forma
sincrónica al estado emocional de su hijo. El individuo tiene confianza en la
disponibilidad, comprensión y ayuda que la figura parental le dará en situaciones
adversas. El sujeto recibe una respuesta adecuada por parte del cuidador a las
señales emocionales que emite y se basa en su figura de apego para explorar el
medio de forma tranquila. En la etapa adulta, suelen ser personas estables y que
se relacionan de forma adecuada con los demás.

- Apego inseguro evitativo. Los cuidadores suelen relacionarse con el niño en base
a una mezcla de angustia, rechazo, repulsión y hostilidad. Esto se traduce en
actitudes controladoras, intrusivas y sobreestimulantes. Los sujetos que
mantienen este tipo de vínculo con sus cuidadores a menudo no reciben la
adecuada atención o cuidado de forma constante, sintiéndose desprotegidos. El
niño no se respalda en la figura de apego para explorar el medio. En la etapa
adulta, se convierten en personas que tienen más problemas para relacionarse
socialmente y suelen sentir mayor inseguridad en todas las etapas de su vida.

- Apego inseguro ambivalente/resistente. Falta de «sincronía emocional» con el


bebé, producida por la ausencia de la disponibilidad física y/o psicológica del
cuidador. Los cuidados son incoherentes, inconsistentes e impredecibles. Los
sujetos muestran ansiedad ante la separación respecto a su figura de apego, pero
muestran enfado y rechazo cuando esta vuelve. Por tanto, no les gusta explorar el
medio sin su figura de apego, pero a la vez la presencia de esta no les aporta
suficiente confianza (Gago, 2014).

Los iguales
Son los grupos de personas configurados por sujetos que gozan de un estatus parecido.
Los grupos de iguales son esenciales durante el proceso de socialización del menor. En el
grupo de iguales, el individuo aprende valores como la amistad, la rivalidad o la
cooperación, así como comportamientos ante determinados estímulos.

Dentro de los grupos de iguales se adelantan las funciones y misiones que cumplirá el
individuo en su etapa adulta.

La principal función socializadora del grupo de iguales se concreta al favorecer la


autonomía y libertad individual del sujeto. Además, las relaciones entre iguales
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provocarán que se produzcan desequilibrios entre la forma de pensar de los jóvenes, al


enfrentar posturas que en muchos casos serán diferentes. En este sentido, la interacción
entre iguales permitirá el replanteamiento de determinados conocimientos, ideas, valores,
etc., promoviendo el desarrollo cognitivo y el desarrollo moral.

Durante la adolescencia, surge la amistad real entre iguales. Asimismo, surge la


deselección, es decir, alejarse de determinados iguales que hasta ese momento eran
cercanos (Mariscal et al., 2009). Por otra parte, se ha demostrado que las relaciones entre
iguales influyen en la motivación y rendimiento académico de los sujetos. Así, los sujetos
con menos relaciones amistosas muestran un menor rendimiento académico y menos
conductas sociales positivas. Además, suelen participar en menos actividades de
aprendizaje en la escuela (Woolfolk, 2014).

La escuela

La educación institucionalizada cumple una serie de funciones: asegurar la continuidad


social, promover el cambio social, ejercer un control social y adaptar a los individuos al
grupo. La escuela (o centro educativo) comparte importancia a nivel «socializador» desde
los primeros años de vida con la familia y es el contexto en el que se desarrolla gran parte
de la socialización con el grupo de iguales en infancia y adolescencia.

La escuela favorecerá la socialización, teniendo en cuenta que es un contexto en el que


se inculcarán conocimientos, habilidades, actitudes e intereses que le permitirán
desempeñar un rol social y desarrollarse como sujetos plenos dentro de la sociedad.
Asimismo, la escuela también tiene una función renovadora de estructuras sociales, ya
que le aporta al sujeto otras perspectivas que le permitirán alcanzar una autonomía
respecto a las figuras paternas (Aguirre, 2009). A través de la educación y el aprendizaje,
el individuo podrá interiorizar todos los elementos de su cultura y grupo social, por lo que
la escuela se convierte en un agente imprescindible en la socialización de los
adolescentes. El sujeto adquirirá normas y valores que podrá aplicar en etapas sucesivas
dentro del conjunto social.

La escuela y la familia son las dos grandes instituciones educativas de las que disponen
los niños y las niñas para construirse como ciudadanos. Por tal motivo, ni la escuela por
una parte ni tampoco la familia, pueden desempeñar dicha función de manera aislada y
diferenciada la una de la otra.

Los medios de comunicación de masas

Los medios de comunicación se encargan de transmitir e informar sobre los


acontecimientos. Los medios de comunicación tienen también la función de entretener y,
muy a menudo, funcionan como modelos de comportamiento. Los principales medios de
comunicación de masas son la televisión, la radio, la prensa e Internet. Se considera que
la influencia de estos sobre el individuo es cada vez mayor, principalmente, a largo plazo.
Los medios de comunicación son capaces de cambiar actitudes y comportamientos en las
personas. Así, condicionan tanto la vida de los individuos como la sucesión de los
fenómenos sociales.

Los medios de comunicación y la era digital se han convertido en una fuente imparable
de recursos simbólicos para los jóvenes. En el apartado «Redes sociales:
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influencia en la socialización adolescente y riesgos» se profundiza en el estudio de las


redes sociales, medio de comunicación que ha adquirido gran relevancia entre los
adolescentes. De hecho, la gestación y el desarrollo de movimientos sociales y culturales
juveniles a través de las redes sociales demuestran que estas van más allá de lo que
significa ser un medio de comunicación más, y se manifiestan como una relación social
plena e internacional (Marañón, 2012).

Como conclusión, es importante tener claro que existen multitud de contextos y agentes
socializadores para las personas, y que todo ellos, de forma directa o indirecta,
interactúan entre sí y con el propio sujeto.

1.2. Redes sociales: influencia en la socialización adolescente y riesgos.

La aparición y desarrollo de diversas plataformas y redes sociales en los últimos tiempos,


unido a la mayor facilidad de acceso por parte de los jóvenes, ha incrementado de forma
muy acelerada el uso que niños y adolescentes hacen de ellas, dando lugar a lo que
podríamos llamar la alfabetización mediática. La alfabetización mediática puede
describirse a través de cuatro habilidades (Livingstone, 2004a, 2004b; Vanderhoven et al.,
2014):
- Capacidad de acceder a la información.
- Capacidad de analizar la información de manera crítica.
- Capacidad de evaluar la información desde una perspectiva racional.
- Capacidad crear mensajes en una variedad de contextos virtuales.

En la actualidad, la alfabetización mediática es un aspecto clave en la socialización de la


mayoría de los grupos de edad.

Pasamos ahora a valorar algunos de los beneficios y riesgos derivados del uso de
redes sociales (Arab y Díaz, 2015; Vanderhoven et al., 2014).

Beneficios

El uso de las redes sociales estimula determinadas regiones cerebrales, aumentando la


memoria de trabajo y generando más capacidad de aprendizaje perceptual. Además,
ayuda a aprender a hacer frente a varios estímulos de manera simultánea.

Se ha descrito que los nativos digitales tienen mejor habilidad para tomar decisiones
rápidas que las personas que han aprendido a manejarse en Internet a edades más tardías.
También se ha asociado el uso de las redes sociales a un mayor desarrollo de las siguientes
zonas cerebrales: polo frontal, región temporal anterior, cingulado anterior y posterior e
hipocampo. Por último, se ha descrito que genera beneficios en discapacitados auditivos.

Riesgos

Se ha demostrado que el abuso en el uso de las redes sociales conlleva depresión,


síndrome de déficit atencional con hiperactividad, insomnio, disminución de horas total
de sueño, disminución del rendimiento académico y abandono escolar. También se ha
sido asociado con un amplio abanico de problemas psicosociales. Además, diversos
estudios han revelado fallos en la toma de decisiones en los adictos a los juegos online
(Elías y Díaz, 2015).
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3.4. El papel del grupo en el desarrollo social

Durante la adolescencia, los iguales se convierten en referentes muy importantes en la


vida del individuo, lo que implica que los diferentes grupos sociales de los que la persona
forma parte tomen gran relevancia. El hecho de pertenecer a grupos sociales también tiene
aspectos positivos y negativos.

Como puntos beneficiosos, cuenta el hecho de que el individuo se sienta protegido y


acompañado dentro del grupo social, y que el grupo social favorezca el aprendizaje y el
desarrollo moral.

Asimismo, formar parte de grupos que aporten bienestar emocional mejora el


autoconcepto y la propia autoestima del sujeto. Otros efectos importantes derivados de la
inserción de una persona en los diferentes grupos sociales son los siguientes (Páez, 2004):

Efecto de facilitación social. La simple presencia de otras personas reforzará el


rendimiento en tareas bien aprendidas y simples (por ejemplo, multiplicaciones simples
o descubrir vocales en palabras). En muchas ocasiones, este fenómeno se produce
mediante procesos de observación y repetición. Sin embargo, el grupo a menudo
entorpece la realización de tareas más complejas.

Efecto de desindividualización. Cuando el individuo interioriza las normas de un grupo


y se mimetiza con él, pierde relativamente su sentido de identidad individual. En este caso
le resultará más sencillo llevar a cabo conductas anti- sociales. Este fenómeno tiene
también que ver con el de anonimato, que se produce en grupos grandes o multitudes. Al
saberse no observado y poderse esconder, el individuo es más proclive a llevar a cabo
conductas no deseables.

Efecto de holgazanería social. En función de la estructura del grupo y de las dinámicas


personales que en él se den, los grupos pueden mostrarse menos productivos que los
individuos de manera aislada, debido a un déficit motivacional. Este fenómeno está
relacionado con el hecho de que el grupo suele seguir el ritmo del miembro más lento,
entorpeciendo así el ritmo grupal.

Efecto de polarización grupal. Cientos de investigaciones demuestran que los grupos


tienden a polarizar sus opiniones. Es decir, en el grupo los individuos tienden a pensar y
a tomar decisiones más extremas que las que tomaría en individuo de manera aislada. Las
decisiones extremas y arriesgadas se toman en el sentido de la norma grupal dominante.
Además, los grupos suelen sobreestimar sus posibilidades de éxito e ignorar la
información negativa, lo que tiende al optimismo excesivo.

Efecto de la presión hacia la conformidad, la autocensura y la ilusión de invulnerabilidad.


Los grupos tienden a rechazar a aquellas personas que presentan una oposición respecto
a las ideas predominantes. A su vez, se tiende a ocultar información relevante que iría en
contra de los intereses del grupo. Todo ello crea una cierta ilusión de «unanimidad».

Los experimentos de Philip Zimbardo (en 1971) y de Solomon Asch (en 1951)
demuestran de manera práctica algunos de los efectos grupales hasta aquí explicados. Te
recomendamos su visionado.
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Por último, señalamos que el endogrupo es el grupo social con el cual una persona se
identifica psicológicamente como miembro. Por el contrario, el exogrupo es un grupo
social con el que un individuo no se identifica. La pertenencia psicológica a grupos y
categorías sociales está asociada con una amplia variedad de fenómenos.

- El sesgo endogrupal: preferir siempre que el propio grupo salga beneficiado.


- La derogación del exogrupo: considerar que el exogrupo amenaza al endogrupo.
- La influencia social: adaptarse a las normas del endogrupo.
- La polarización de grupo: tomar decisiones más extremas.
- La homogeneidad de grupo: percibir que el propio grupo comparte de manera
homogénea características positivas.

Se suele considerar que el individuo rinde más, tanto académica como


profesionalmente, y se siente mejor a nivel emocional en grupos considerados pequeños
(no más de seis personas).

3.5. Estatus sociométrico del individuo

El estatus sociométrico es considerado uno de los indicadores de ajuste más fiable en la


adolescencia, puesto que se relaciona con el ajuste escolar y con los problemas de
conducta (Martínez et al., 2012). El estatus sociométrico de un individuo en un grupo
determinado se obtiene llevando a cabo un sociograma, previo cuestionario sociométrico.
Mediante la aplicación de un cuestionario sociométrico, obtenemos información acerca
de cómo los sujetos se perciben entre ellos y a sí mismos dentro de su grupo de iguales.

El cuestionario sociométrico se compone de preguntas simples que todos los estudiantes


del grupo clase deban responder (Figura 2). A posteriori, las respuestas de los estudiantes
se recogen en un cuadro de doble entrada (Figura 3). Tras contar las puntuaciones
recibidas para cada uno de los estudiantes, se plasman los resultados en un sociograma
(Figura 4). Más adelante encontrarás un vídeo en el que se explica un ejemplo de
sociograma (Figura 5).
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En función del número de elecciones que un estudiante recibe, se puede categorizar a los
estudiantes con relación a su posición en el grupo. Existen cinco categorías sociométricas
(Delgado, 2009):

1. Populares. Son aquellos niños que poseen habilidades para colaborar con sus iguales
y para iniciar y mantener relaciones positivas. Poseen una buena competencia
comunicativa y conversan y escuchan de forma activa a los otros. Participan en las
actividades escolares pero no interrumpen al grupo. Son capaces de resolver
conflictos. No son agresivos, pero tampoco pasivos.
2. Rechazados. Cuando hablamos de rechazo-agresivo, hablamos de niños que suelen
mostrar una conducta disruptiva y suelen mantener conflictos con sus iguales. No se
adaptan adecuadamente al contexto escolar y muestran dificultades para colaborar,
queriendo desempeñar un papel dominante en las situaciones en las que participan.
No se adaptan a las dinámicas de grupo, no suelen cooperar con otros e interrumpen
las actividades colectivas. En ocasiones, no se produce un rechazo-agresivo, sino un
rechazo por otras circunstancias (por ejemplo, por causa de un retraimiento social del
sujeto). Los niños rechazados suelen presentar déficits en el procesamiento de la
información social.
3. Controvertidos. Son niños que destacan entre el grupo de iguales. Manifiestan
características de los niños populares, pero también de los niños que del tipo rechazo-
agresivo. En muchas ocasiones son percibidos como líderes y muestran conductas de
ayuda y cooperación, pero en muchas ocasiones también muestran conductas
agresivas y antisociales. En multitud de ocasiones estos niños inhiben el
comportamiento hostil en presencia de adultos.
4. Ignorados. Son aquellos niños que pasan desapercibidos dentro de su grupo de
iguales y permanecen aislados. No interaccionan con sus pares y no muestran
conductas sociales negativas, pero tampoco prosociales. Desde el punto de vista del
docente son percibidos de forma más positiva que por parte de sus iguales, puesto que
su comportamiento suele ser bueno.
5. Promedio. Los niños promedio son el grupo sociométrico más frecuente. Sus
conductas positivas y negativas se encuentran en niveles medios.

El sociograma es una técnica que resulta interesante para conocer las relaciones
emocionales que se establecen en clase. Conocer dicha información resulta útil para
evitar casos de aislamiento.

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