Ética India
Ética India
Ética India
Alianza
Editorial. España. pp. 81-98
4 LA ÉTICA INDIA
Purusottama Bilimoria
Introducción
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82 Las grandes tradiciones
éticas
Por lo tanto uno hace aquello que está en consonancia con, o que
promueve, el bien así percibido, y se abstiene de hacer lo que
produce las cosas o efectos malos, al objeto de no alterar
indebidamente el orden general. También se puede intentar evitar o
superar los efectos desfavorables de determinadas acciones. En
consecuencia, un acto es correcto si se adecúa a este principio
general, y un acto es incorrecto si lo contraviene, y por lo tanto es
anrita (desorden) (Rigveda 10.87.11). Como el hacer lo correcto
salvaguarda el bien de todo en tanto en cuanto rita (el orden de los
hechos), se supone que es más o menos obligatorio hacer o realizar
los actos correctos (el «debe» u orden moral). Esta convergencia de
los órdenes cósmico y moral se ensalza de manera universal en la
categoría omnicomprensiva de dharma, que pasa a ser más o menos
el análogo indio de la ética.
1. La ética brahmánico-hindú
Ashrama (ciclo vital). La vida se concibe como el paso por cuatro etapas
relativas en círculos concéntricos, cada uno con su propio código de con ducta.
Estas etapas son, el estudio, que exige disciplina, continencia y dedicación al
maestro; la etapa de cabeza de familia, que supone el matrimonio, la familia y
sus obligaciones; la etapa de semiretiro, que supone una retirada gradual de
los afanes y placeres mundanos, y la renuncia, que conduce a un
apartamiento total y a la contemplación. La última etapa señala la prepara-
La ética 85
india
afanes en la vida que tienen un valor intrínseco, a saber: artha, los intereses
materiales; kama, el placer y la satisfacción afectiva; dharma, una vez más, las
obligaciones sociales e individuales, y moksha, la liberación. Estos fines
pueden ser continuos entre sí, aunque un fin puede tener valor instrumental
para conseguir otro; a menudo se considera que dharma tiene un valor
instrumental para alcanzar la liberación. Así puede transmitirse una escala
ascendente, y la determinación del estatus relativo de cada meta pudo dar
lugar a un vigoroso debate, como el que se dio en la filosofía india.
Los Upanishads (después del 500 BCE), quizás los textos filosóficos claves
de los hindúes, presuponen en principio la autoridad de los antiguos Vedas
(aun adoptando una actitud cínica con respecto al ritualismo védico y sus
promesas de beneficios utilitarios, como vacas y descendencia); sin embargo,
despliega este plan alternativo con mucha atención hacia su aplicación
universal. Aquí el conocimiento metafísico está por encima de los afanes
mundanos. Pero este plan también contempla la posibilidad, y en realidad
estimula, una búsqueda distanciada y asocial de fines espirituales apartados
de las incitaciones mundanas.
esposas: éstas no son queridas en razón del marido, la esposa, los hijos, la
riqueza, los dioses, los Vedas, la condición de brahmán, la condición de ks-
hatriya, etc., sino en razón del Sí mismo, todas ellas son el Sí mismo, uno
conoce todo en el Sí mismo... El trabajo no puede aumentar ni disminuir la
grandeza de esté conocimiento (Bribabaranyaka Upanishad, 5.5.6-7; 4.4.24).
La virtud se considera necesaria para el conocimiento y también resuena aquí
el dictum socrático de «virtud es conocimiento». La persona ideal según los
Upanishads ha de superar las emociones, sensaciones, inclinaciones y
sentimientos en aras de una «llamada» superior y sin embargo centrada en sí
misma. Pero hay pocas normas.
Por justa que pueda ser esta acusación, en los Upanishads se ensalza una
lista de tres virtudes globales (conocidas por los lectores de T. S. Elliot) dignas
de mención, a saber, «damyata, datta, dayadhvam», que significan au-
tocontención, entrega o autosacrificio y compasión. Pero una vez más no hay
más normas que el ejemplo, ni virtudes por las que preocuparse después de
alcanzada la liberación. Con todo, una ramificación moral de la cosmovisión de
los Upanishads es que toda vida, y en realidad todo el mundo, ha de
considerarse como un conjunto, en el que el yo deja de lado su limitado
autointerés e incluso se anula.
La ética smarta
Los textos más populistas conocidos como los Dbarmasbastras, los más
relevantes de los cuales son los «Libros de la Ley» de Manu y el tratado de
política de Kautilya, subrayan ei aspecto legalista (Manu, 1975; Kane,
La ética 89
india
1969). Así, Kautilya (alrededor del 200 BCE) justifica el rígido reinado
del «bastón» (dando) que ostenta el rey en razón de que a falta de
controles calculados prevalecería la ley (natural) de que el pez grande
se come al pequeño. Sus principales objetivos son la jurisprudencia,
las disposiciones para regular la vida civil y el gobierno y la seguridad
del estado. Pero también subraya el uso del razonamiento
(amvikshiki) en el estudio y deliberación sobre estas cuestiones
(Kane, 1969, 1.1:225). Tanto él como Manu declararon la obligación
del rey de atender en primer lugar al bienestar de los ciudadanos, y
pretenden proteger los derechos e intereses del individuo en un
marco grupal, si bien no de manera totalmente igualitaria. Manu
admite incluso que hay diferentes dharmas en diferentes épocas, lo
que sugiere una ética relativista (Manu, 1975,1, 81-86). Manu dicta
unas diez virtudes, a saber, la resignación, el perdón, la
autocontención, la renuncia a la cólera, una actitud no posesiva,
pureza, control de los sentidos, sabiduría, conocimiento de sí y
verdad. Una vez más, éstas son virtudes comunes a la ética india.
La épica y el Gita
Si bien el Gita se reconoce por el ingenio con que plantea una multitud
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éticas
Pero al parecer el Gita tiene poco que decir sobre las razones por las que
hay que seguir estos principios, y sobre lo que uno debe hacer si las
consecuencias de su acción o deber son perjudiciales para los intereses de los
demás (véase Rama Rao Pappu, 1988). Asimismo, si se supera el bien y el mal
y se deja a un lado esta distinción, ¿puede seguir hablándose de una ética?
(¿podemos ser cada uno de nosotros como el Superhombre de Nietzsche?). Los
reformadores indios modernos, como Gandhi, han intentado colmar algunas de
las lagunas de las doctrinas éticas tradicionales, simbolizadas en el Gita. Pero
antes de considerar estas reformas vamos a examinar otro sistema ético indio
muy diferente.
2. La ética jainista
3. La ética de Gandhi
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Satya tiene que ver con la «verdad», pero la verdad en tres sentidos, a
saber, el de ser veraz, la verdad del conocimiento y la verdad del ser o la
realidad. Por supuesto su sentido original deriva de sat, que significa el «ES»
de la existencia, la verdad realmente existente; la filosofía debe deter minar si
ésto se identifica con el No-ser, con Brahma, con Nirvana, o con Dios. Para
Gandhi, la Verdad es Dios, con lo cual quiere decir que hemos de seguir
luchando por alcanzar la verdad más allá de toda concepción humana, en
espíritu de tolerancia creadora.
4. Observaciones finales
Lo que revela nuestro examen es que la cultura india, al igual que cual-
quier civilización, se afana por la conducta éticamente correcta, así como por
alcanzar una comprensión teórica de la ética. Puede no triunfar en alcanzar la
meta, o bien puede perder de vista su meta, e incluso no poder alcanzar la
claridad en su discurso ético. Sin embargo se desprenden algunas ideas
importantes y algunos principios; ideas y principios que ayudaron a sobrevivir
y a desarrollarse a la sociedad, siquiera desde el punto de vista estético. Para
nosotros, que vivimos en la época moderna, camino ya del siglo XXI, pueden
parecer insuficientes; pero al menos pueden proporcionar algunas metáforas
útiles, o analogías, a asociar a nuestras propias nociones, ideas, teorías y
análisis.
El dharma, con sus raíces en el rita u «orden natural», puede dar paso a
una perspectiva más global, orgánica y de orientación ecológica en contraste
con el entorno más individualista, competitivo, explotador de la naturaleza y
tecnocrático en que ensayamos y pensamos la ética. Karma o «acción-efecto»,
e incluso las ideas indias de ciclos de vida y fines humanos concéntricos,
pueden sugerir otras posibilidades de integrar los rasgos dispares y finitos de
la vida humana en este todo orgánico. Y —por último, pero no menos
importante— el principio de acción no violenta desinteresada puede resultar
efectivo para continuar la lucha por la justicia y la paz en el mundo.
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éticas
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