EPS INTENSIFICACION NIVEL 1
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El contexto internacional era sumamente complejo. Para 1816, España se había liberado de
los franceses, el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los
territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. Así, el ejército realista
comenzó a avanzar victoriosamente por toda la región derrotando a buena parte de los
movimientos independentistas americanos.
En aquel escenario, las Provincias Unidas se reunieron en un congreso para decidir qué hacer
ante esta crítica situación. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en
Sudamérica sesionó en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y
las provincias cuyas relaciones estaban deterioradas. Cada provincia eligió un diputado cada
15.000 habitantes.
El lugar elegido para el Congreso fue la casa de una importante familia local, la de Francisca
Bazán. Según muestra el afiche, los cambios que sufrió esta casa histórica, actual Museo,
permiten pensar en los modos en que un pueblo recuerda su pasado y construye su memoria
en distintos momentos de la historia.
Lo fundamental del congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes de las provincias
firmaron la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la
afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente
del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, a lo que luego se añadió “y de toda otra
dominación extranjera”. De este modo, desde el proceso político iniciado en 1810 con la
Revolución de Mayo, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación.
Concepto de emancipación
El Acta de la Independencia está precedida por una descripción del ánimo de los
constituyentes a la hora de proclamarla: “Era universal, constante y decidido el clamor del
territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España”.
Uno de los libros que circulaban entre los revolucionarios, El contrato social de J. J. Rousseau,
planteaba en sus primeras páginas justamente el problema de la emancipación con una
pregunta recogida en este afiche: ¿por qué si el hombre es libre se halla por todas partes
encadenado?
En la medida que manifiesta el deseo social de vivir sin tutelajes, la emancipación forma parte
constitutiva del horizonte utópico de las actuales sociedades democráticas. Si en 1816 los
congresales reclamaban al mundo el reconocimiento de un nuevo “sujeto político”, en la
actualidad distintos grupos sociales -desde los movimientos feministas a los inmigrantes, de
los jóvenes a los pueblos originarios- en el acto mismo de peticionar por sus derechos, exigen
ser reconocidos como “sujetos”.
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Concepto de igualdad
En el lugar donde el régimen colonial ubicaba al Rey, el Himno Nacional de la Asamblea del
año 1813 enarbolaba otro principio, el de la “noble igualdad”. Ahora bien: ¿De qué modo las
luchas independentistas impactaron en la vida de quienes se enrolaron en sus filas? ¿Cómo
la independencia contribuyó a avanzar en pos de la “igualdad”?
También para los esclavos el proceso independentista produjo algunos cambios. En 1812 se
prohibió su tráfico y un año después, la Asamblea Constituyente proclamó la “libertad de
vientres” por lo cual se declaró libres a los hijos de esclavas. Otra vía para conseguir la libertad
era incorporarse a los ejércitos independentistas. Hasta ese entonces, un esclavo sólo podía
conseguir su libertad comprándola a su amo o por medio de una decisión de éste, algo
bastante infrecuente.
De este modo, muchos esclavos se sumaron a los ejércitos como libertos –una situación
intermedia entre la esclavitud y la libertad-, bajo la promesa de que ganarían su libertad
culminada la guerra. Se estima que el 30 % del ejército que cruzó los Andes bajo las órdenes
de San Martín -el total de hombres reclutados fue superior a 5000- estaba integrado por
esclavos, que pasaron de este modo a ser libertos.
A su vez, en los casos donde el pago de salario era regular, se generaron las condiciones
para el ascenso social de los plebeyos, entre ellos, los morenos, los zambos (hijos de morenos
e indígenas), los pardos (hijos de blancos y morenos) y los mestizos (hijos de blancos e
indígenas).
En definitiva, la Revolución y la Independencia tuvieron dos dimensiones bien claras para las
clases populares: la promesa de la libertad, por un lado, y la participación en el campo de
batalla, por otro, lo que significaba un enorme costo físico e, incluso, la propia muerte. Los
cielitos de la época, poesías populares que se transmitían oralmente, reflejaron estas dos
caras de la Revolución para las clases populares.
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En el litoral, hacia 1815 Artigas proclamó la confiscación de bienes de los “malos europeos y
peores americanos”, lo que dio lugar a una incipiente repartición de tierras para la tropa,
integrada en su enorme mayoría por clases populares, los gauchos. El igualitarismo quedó
expresado en una frase que hizo historia y que surgió del seno de este movimiento: “¿Por qué
naides más que naides ha de ser más superior?”.
Concepto de lo común
El Congreso Constituyente reunido en Tucumán en 1816 tenía dos grandes objetivos: declarar
la Independencia de las Provincias Unidas y sancionar una Constitución con el fin de organizar
jurídica y políticamente al territorio independizado. Ninguna de las dos tareas resultaba
sencilla.
La situación no era menos conflictiva en el plano interno. De hecho, el lema que inspiraba a
la voluntad de sancionar una Constitución por parte del Congreso de Tucumán era “Fin de la
revolución, principio del orden”, una consigna lo suficientemente indicativa de que el proceso
revolucionario iniciado en 1810 había dado lugar a fuertes tensiones internas. De hecho, las
provincias del litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, como así también la Banda Oriental,
miembros de la Liga de los Pueblos Libres liderada por José Gervasio Artigas) no participaron
del Congreso de Tucumán, puesto que desde 1813 estaban enfrentadas con poder central
instituido en Buenos Aires. Las relaciones entre Buenos Aires y el interior tampoco
atravesaban su mejor momento y la situación de la economía era sumamente crítica, dado
que la guerra demandaba enormes recursos.
A pesar de estas condiciones, los congresales se animaron a dar un paso que hasta allí no
había dado el elenco revolucionario: declarar la Independencia, tal como muestra el friso de
Lola Mora que aparece en el afiche. Hasta 1816, se habían barajado distintas opciones frente
a España, desde conservar un grado de autonomía importante sin declarar la independencia,
someterse al Emperador francés e incluso formar parte del Imperio británico. Sin embargo,
primó en Tucumán declarar la Independencia absoluta de la Corona española, acorde con el
mandato que la mayoría de las provincias había conferido a sus congresales. Esta idea había
sido planteada por José Gervasio Artigas en la Asamblea de 1813 y, en el grupo de los
“morenistas”, era defendida por Bernardo José Monteagudo.
El otro gran objetivo del Congreso, que generaba tensiones entre los diputados, fue la
posibilidad de sancionar una Constitución, que recién se logra hacia 1819, pero con
resistencias y fuertes rechazos por gran parte de las provincias. En rigor, el debate por la
Constitución planteaba discusiones de fondo, dramáticas en este período: ¿Cuál es el
depositario último de la soberanía? ¿Quiénes poseen autoridad política y bajo qué forma de
gobierno?
Estos interrogantes suscitaban dos tipos de respuesta. Por un lado, un sector importante del
gobierno de Buenos Aires favorecía la organización de un Estado central que tuviera sede
justamente en la ciudad de Buenos Aires, de hecho desde 1817 el Congreso se trasladó a
esta ciudad. Bajo esta postura, distintos “pueblos” -que entre la década del diez y del veinte
pasarían a ser “provincias”- serían políticamente reconocidos como distritos con algún grado
de autonomía en las decisiones locales, pero siempre bajo la égida de este poder centralizado.
Lo distintivo de esta postura era que, al concebir a la soberanía como una e indivisible, sólo
un gobierno centralizado podría representar con justeza estos atributos.
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Los mapas de la época, uno de los cuales incluimos en este afiche, dan cuenta, a través de
los distintos trazados, de estas diferentes ideas de organización política. Construir “lo común”,
esto es, elaborar conjuntamente las razones que hacen posible que formemos parte de una
misma comunidad, construir un horizonte compartido –con coincidencias pero también
discusiones- de preocupaciones públicas, no es una tarea sencilla. Lo común nunca está dado
de antemano y supone siempre un ejercicio de construcción colectiva, sobre todo, en
situaciones críticas, como las que atravesaron los congresales al declarar la Independencia.
Concepto de interculturalidad
En los distintos países del continente la independencia fue legitimada en términos de lo que
el filósofo argentino Dardo Scavino llama la “narración americana”, una historia que
convocaba a participar no sólo a los descendientes de españoles, sino también a los pueblos
originarios. En esta narración, la Independencia quedaba definida como un acto de reparación
histórica ante el “poder despótico” –de este modo lo define la propia Acta de la
Independencia que ocupa el centro de este afiche- ejercido por la corona española. Alguna
de las variantes de esta “narración americana”, que se expandió por todo el continente, como
la “Carta a Jamaica” de Simón Bolívar, incluían también una fuerte condena a la violencia de
la “Conquista” española.
Como sea, estas marcas, interpelaciones y referencias a los pueblos originarios se fueron
eclipsando en las distintas reinterpretaciones que se ofrecieron desde mediados del siglo XIX
sobre el proceso revolucionario y la declaración de la independencia. La “narración
americana”, esa que construyeron quienes encararon la independencia, y que buscaba
ampliar las bases de sustentación de este proyecto, devino así en una “épica criolla”, es decir,
en un relato que asignaba a los americanos descendientes de españoles, los “criollos”, el
protagonismo casi exclusivo en las luchas de la emancipación.
El mapa
Un territorio es un espacio físico configurado por la imaginación política y atravesado por los
conflictos sociales que existen entre los actores que lo habitan. Por eso los mapas no son
espejos de la naturaleza sino construcciones históricas que contribuyen a instituir un
"territorio" allí donde no había más que un "espacio".
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Los mapas políticos trazados durante la década revolucionaria fueron efímeros y cambiantes,
como este que reproducimos que captura el territorio de las Provincias Unidas del Río de la
Plata hacia 1814. ¿Por qué pasaba esto? Porque la voluntad de auto gobierno declarada en
mayo de 1810 devino hacia 1816 en voluntad de independencia y esto colocó en el centro del
escenario tareas políticas muy complejas, desde llevar a cabo una guerra que iba asumiendo
rasgos independentistas hasta la pregunta en torno a cómo organizar lo "común" en un
territorio que ya no tenía la grilla de los tiempos del Virreinato.
Pensar "lo común" implicaba entablar una discusión sobre formas de gobierno y modos de
representar la soberanía. La Liga de los Pueblos Libres, creada en 1814 y liderada por José
Gervasio Artigas, proponía una confederación de los pueblos que habían recuperado la
soberanía tras la crisis de la Corona. En las Provincias Unidas del Río de la Plata, en cambio,
predominaba la idea de constituir un gobierno de "unidad", entendiendo por "unidad" la
conformación de un poder centralizado, ya que según esta tesis, años más tarde identificada
con el unitarismo, la soberanía era una e indivisible y como tal sólo podía ser representada
por un gobierno de estas características.
Al Congreso de Tucumán -convocado en esta ciudad debido a las tensas relaciones entre las
provincias y el poder central- asistieron diputados de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba,
Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán; y
también diputados del Alto Perú, en ese momento en manos de los realistas. Aunque hubo
intentos para que participaran diputados por la Liga de los Pueblos Libres (Banda Oriental,
Entre Ríos, Corrientes y las Misiones, es decir, territorio donde habían predicado los jesuitas),
estas negociaciones no prosperaron y el mapa que se pudo construir, entonces, fue el de las
Provincia Unidas en Suramérica. Una expresión amplia que dejaba abierta la incorporación
de nuevas provincias, para imaginar nuevas cartografías tendientes a expresar y enriquecer
la vida en común.
Proclama
Congreso estaba marcado por las tensiones en función de los diferentes intereses sobre el
modo de organizar el nuevo gobierno.
El acta se dio a conocer en español, en quechua y en aymará. Este gesto debe ser leído en
clave política respecto de cuáles eran los pueblos que el Congreso interpelaba y aspiraba a
representar y sumar al proyecto independentista. La declaración de la independencia resultó
una decisión audaz, en un contexto delicado, que tuvo ecos en otros países del continente.
Esa decisión hizo historia y la voluntad de autogobierno demostrada en mayo de 1810 devino,
en 1816, en un proyecto político independiente.
“NOS los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso
General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los
pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo
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la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es
voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las
ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse
del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y
metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para
darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas
y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio
al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes
y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto
que se debe a la naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos
de esta solemne declaración.”
”Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del congreso y
refrendada por nuestros diputados secretarios.